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Se considera imprenta cualquier medio mecánico de reproducción de

textos en serie mediante el empleo de tipos móviles (foto a la izquierda


de estas líneas). Es diferente a la xilografía, grabado en madera sobre
una sola plancha. Ambos son inventos chinos, aunque estos no llegaron
a extraer a la imprenta todo el rendimiento que era capaz de ofrecer. De
cualquier modo, y dada la incomunicación existente entre Oriente y
Occidente, puede considerarse que su re-invención en el siglo XV es su
verdadero punto de partida, ya que será entonces cuando alcance las
repercusiones que de ella cabía esperar. Muchos países se atribuyen
para sí la gloria de la invención de la imprenta. Los holandeses
mantienen que su inventor fue Coster (en Haarlem), mientras los
franceses aseguraron durante años que la imprenta era un invento de los
orfebres de Estrasburgo. En realidad, hacía tiempo que se conocían en
Europa tanto la prensa (de uso primordialmente vinícola) como las
aleaciones de los metales necesarios para la fabricación de los tipos
móviles. Sería necesario el genio creativo de quien supo combinar
diferentes ideas para ofrecer un producto nuevo para que el
descubrimiento iniciase su despegue. La imprenta no solo alteró la
forma de crear productos impresos; supuso un cambio de
paradigma socio-tecnológico tan importante como en la actualidad
lo están siendo los ordenadores portátiles o la tinta electrónica.

Fuese quien fuese el descubridor, parece


estar reconocido en la actualidad de forma prácticamente universal que
fue Johannes Gensfleisch, Gutenberg (ca. 1398- 1468) el primer
impresor conocido [retrato a la izquierda de estas líneas]. Ello no
excluye que con anterioridad se hubieran llevado a cabo experimentos en
este campo: en efecto, todo parece indicar que así fue y probablemente,
Gutenberg supo aprovecharse de estas experiencias en las que también
participó activamente. Pertenecía a la familia de los Gensfleisch
(Gutenberg era un apodo) famosos orfebres de Maguncia. Apenas se
conoce su biografía; las noticias que han llegado hasta nosotros no son
directas, sino que proceden de los múltiples procesos en los que se vio
envuelto y que a veces nos permiten reconstruir sus pasos o suponer
ciertos hechos con bastantes probabilidades de certeza. Tuvo una vida
agitada y turbulenta. Por estos indicios se sabe que estuvo desterrado en
Estrasburgo, donde entró en contacto con orfebres con los cuales
mantuvo una serie de extrañas relaciones que parecían ir encaminadas
hacia la experimentación de algún descubrimiento pero que terminaron
en pleito. Hacia 1450 aproximadamente publica su primera obra, la
llamada Biblia de las 42 líneas o de Mazarino, por haberse encontrado el
primer ejemplar en la biblioteca de este cardenal. Otras obras suyas
fueron el Salterio de Maguncia (primera obra con fecha de impresión,
nombre de los realizadores y hasta marca de imprenta: escudos con las
iniciales de sus impresores colgando de una rama de árbol) o la Biblia de
las 36 líneas.

Los impresos en caracteres móviles desde los orígenes del arte


tipográfico hasta 1500 inclusive reciben el nombre genérico
de incunables (del latín “incunabulum” = literalmente  «en la cuna»).
Aunque la imprenta no apareció ni se desarrolló por igual en todos los
países, poseen una serie de características comunes:

 Imitación de los manuscritos.


 Tipografía romana (más legible) y progresiva eliminación de las abreviaturas.
 Ilustraciones xilografiadas: el primer libro con ilustraciones es una colección de fábulas de Albert
Pfister (1461).
 Predomina la temática religiosa (45% de casos) y literaria (30%).
 La lengua mayoritaria es el latín, aunque le siguen el italiano y el alemán.
Las mayores colecciones de incunables del
mundo están en la Biblioteca Nacional de Baviera (Munich) y en
la British Library, aunque también poseen colecciones importantes
la BNF y la Biblioteca Vaticana. Respecto a España, la formación de
la colección de incunables de la BNE se remonta a los tiempos de la
Biblioteca Real: algunos de los incunables ingresaron con las bibliotecas
confiscadas por Felipe V tras la guerra de Sucesión. Mención especial
merece el bibliotecario mayor Juan de Iriarte que consiguió llevar a
buen término en 1736 una primera permuta de fondos con el convento de
Santo Tomás de Ávila, que permitió incorporar a la colección 315
incunables. A partir de aquí, el procedimiento más común fue la compra
de bibliotecas particulares, como la Biblioteca Ducal de Osuna e
Infantado, la Biblioteca de Ricardo Heredia (Conde de Beharavís) o la
Biblioteca de Pascual de Gayangos. Habrá que esperar a finales del s.
XIX para que los incunables de la BNE tengan signatura específica
propia: una letra i (I) y un numero currens.
En la difusión de la imprenta se aliaron dos factores ajenos por
completo a ella: las guerras civiles en Alemania (que forzaron a la
diáspora a muchos impresores) y el auge experimentado por las
rutas comerciales europeas, verdaderas vías de intercambio de
bienes materiales y culturales. Esto explica la desigual, aunque
progresiva diseminación de la imprenta por toda Europa, como un “virus”
imparable. La expansión del conocimiento y su producción material ya no
serán lo mismo a partir de ahora. La imprenta fue, de hecho, la primera
revolución tecnológica de gran calado que, al modificar la recepción y
relación de los ciudadanos con los textos escritos, abrió la puerta a todas
las revoluciones posteriores (ya fuesen ideológicas, religiosas o políticas)

Martin lutero

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