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LUCIA MIRANDA1

NOVELA HISTÓRICA2
POR
EDUARDA MANSILLA DE GARCÍA3.

A MI HIJO MANUEL44.
143
AL LECTOR.
Al publicar una nueva edicion de mi LUCIA MIRANDA, esa obra de mis años tempranos, he creido no
deber hacerle sufrir trasformacion alguna. Los defectos, como las cualidades de esta novela, son inherentes á
la juventud de su autor, DANIEL entónces, hoy ya en plena posesion de su nombre verdadero.
No me parece justo ni prudente, que el artista maduro, retoque las producciones de su edad juvenil, porque, á
decir verdad, entrando en esa tentadora senda, nunca acabaríamos de pulir y aún de borrar; pues si bien es un
axioma que «para saber pintar es forzoso saber borrar,» no obstante, hay tambien que dejarle á una
produccion artística ese sabor primero, ese zest5, como dicen los sajones, que constituye su fisonomía
verdadera.
Mi opinion respecto de Lucia y lo que en ella habia que corregir, se ha fortificado con la del gran publicista
CALEB CUSHING: ahí va la carta que me dirigió en Washington, despues de leerme. El lector verá, que,
gracias al concurso de mi simpático editor, ha sido atendido el want of editorship66 de mi benévolo crítico
yankee.
144
«WASHINGTON, Febrero 4 de 1870.
«Querida Mrs. García:
«Estoy muy grato á Vd. por el préstamo de Lucia, que he leido con gran placer. Se ve que la obra es de un
autor jóven; pero que posee cualidades de invencion y de imaginacion, unidas á ese gran vigor de
concepcion y de descripcion gráfica, que en tan alto grado distingue la más madura obra de PABLO.
«LUCIA, sufre más por negligencia en la edicion, que por defecto de composicion. Déjemela Vd. dos ó tres
dias más, permitiéndome sugerirle la idea de hacer una edicion, en la forma y tan cuidada como la de su
PABLO.
«Pero Vd. se dirá, ¿cómo puede Mr. Cushing tener tan completo conocimiento de mi PABLO, recien
publicado? Respondo: primero, por haber leido un ejemplar que acabo de recibir de París, y segundo, por
recorrer el que tiene en su poder Mrs. Horney. Algunas de las páginas de la traduccion inglesa, con las
correcciones indicadas por Vd. pueden quedar bastante bien; y casi tuve tentaciones de hacer otras yo: han
cometido algunos errores graves; pero despues de pensarlo, me dije: Je n'ose pas7.
«Siempre su respetuoso
C. CUSHING.»
«Señora Eduarda M. de García
145
EXPOSICIÓN8 .
An hunc laborem mente laturi, decet
Qua ferre non molles viros?
Feremus; et te, vel per Alpium juga,
Vel occidentis usque ad ultimum sinum
Forti sequemur pectore.
HORACIO á MECENAS9.

1
El nombre de la heroína oscila entre “Lucía de Miranda” (en el original de Ruy Díaz de
Guzmán) y “Lucía Miranda”, en obras posteriores. Ver Introducción. LT. (Jueves (sic) 10 de
Mayo (sic) de 1860, n.º 1,930 (sic), col. 1): LUCIA
2
LT. NOVELA SACADA DE LA HISTORIA ARGENTINA
3
LT. POR DANIEL.
4
LT. [No incluye esta dedicatoria, ni el prólogo “Al lector”, ni la carta de Cushing].
5
Ingl.: Zest: Deleite, gusto, sabor.
6
Ingl.: Demanda, deseo de edición.
7
Fr.: Yo no oso, yo no me atrevo.
8
LT.: PRIMERA PARTE. / Esposicion.
Una mañana del mes de Setiembre del año de 1530, poco rato despues de la salida del sol, á unas pocas
cuadras de la orilla del rio Carcarañal10, confluente del Paraná11 veíase un grupo de gente, que se movia con
direccion á la ribera.

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Componian el grupo unos cincuenta ó sesenta soldados españoles, cuatro ó cinco jefes, que así lo parecian
por su traje, algunas mujeres, y una porcion de indios12, vestidos con plumas de colores*13. Soldados, jefes,
mujeres é indios, caminaban lentamente, como si tuviesen muy poca prisa por llegar al embarcadero, donde
estaban un bergantín14y una carabela15, prontos para hacerse á la vela.

9
Épodo I, vv. 9-11 y 13-14. Texto original: An hunc laborem, mente laturi decet / qua ferre non mollis uiros, / feremus, et te uel
per Alpium iuga, / “in hospitalem et Caucasum” / uel Occidentis usque ad ultimum sinum / forti sequemur pectore? (Horatius
1985, 139).
Traducción hallada: “¿Buscaremos quizá, como has aconsejado, un sosiego, amargo si no es a tu lado, o soportaremos esta prueba
[con el espíritu con que deben soportarla los varones recios?]. La soportaremos, y te seguiremos con ánimo valiente ya sea a
través de las cumbres de los Alpes y el Cáucaso inhospitalario, ya sea hasta el golfo más extremo de Occidente” (Horacio 1985,
39). Entre comillas aparece el verso n.° 12, que la autora ha obviado “in hospitalem et Caucasum”. Mecenas, a quien va dedicado
el libro, se dispone a partir en compañía de Octavio a la campaña contra Marco Antonio y Cleopatra. Batalla que finalizará con la
victoria de Octavio en Accio. El poema puede fecharse en la primavera del año 31 a. C. El poeta, pese a ser un hombre de paz,
reconoce que prefiere acompañar a la guerra a su amigo y protector, Mecenas. No persigue con ello mayor fama ni riquezas, sino
compartir su suerte antes que saber, a la distancia, de los peligros que corre. (Horacio 1985, 39).
10
Río Carcaraña[l]: río de la provincia de Santa Fe que desciende de la sierra de Comechingones, para desembocar en el río
Coronda, afluente del Paraná. (Levene 1963, 260); A. Pelayo Soler (1987, 73-78) afirma que allí se asentó la primera población
blanca en lo que sería luego territorio argentino. H. Difrieri (1981, 21-47) relata que Caboto se encontró con alguno de los
sobrevivientes de la infortunada expedición de Solís y según figura en la Información hecha por los Oficiales de la Casa de la
Contratación, 158, Caboto acordó “entrar en el Río Paraná, hasta otro río que se llama Carcarañá, que es donde Francisco del
Puerto les había dicho que descendía de las sierras donde comenzaban las minas de oro y plata”. Si bien la toponimia del mapa de
Caboto en el litoral, al sur del Río de la Plata, procede de cartas anteriores (Difrieri 1981, 43), la orografía del interior continental
es un dato estrictamente original de la expedición del veneciano.
11
“Río Paraná: río de América meridional, el más largo después del Amazonas, 4700 km. aproximadamente. Pasa por el Brasil,
Paraguay y la Argentina. Se forma por la unión de los ríos Grande y Paranaíba en el altiplano brasileño. Constituye la frontera de
Paraguay con el Brasil y la Argentina. Continúa su recorrido hacia el sur y el este a través de la Argentina hasta unirse con el río
Uruguay para formar el estuario del Río de la Plata cuyo delta abarca unos 10.000 km² navegables.” (Grijalbo 1986, 1397). “El
Delta del Paraná, intermediario entre el Paraná y el Plata, comienza en Entre Ríos. El espacio intermedio son las islas y ríos
del Delta, que dibujan un dédalo inextricable en el cual se desatacan los brazos del Paraná, como el de las Palmas, Paraná Pavón,
Paraná Ibucui y hacia la ría de Uruguay, Paraná Bravo, Guazú y Miní.” (Roccatagliata 1997, 488-489). Mapa L.Hulsium, Anno
1599, Norinbergae, en U. Schmidl 1993, 102-103. Etimológicamente proviene del guaraní pará, mar y aná, pariente; lo llamaban
Paraná Guazú, es decir, “Paraná grande o ancho”. (Muniagurria 1947,162).
12
Se refiere seguramente a los Guaraníes del Carcarañá, pertenecientes a la raza amazónida que habitaban esa zona. Las selvas de
América del Sur formaban sólo una parte del hábitat ocupado por las grandes ramas lingüísticas tupí-guaraní y karavé-guaraní. En
una extensión que abarcaba desde las Antillas, las Guayabas y el Brasil hasta la parte oriental de Bolivia, Paraguay, el Uruguay, el
Chaco y las actuales provincias argentinas de Formosa, Corrientes y Misiones, habitaban multitud de pueblos que podían
entenderse por provenir del mismo tronco lingüístico, aunque cada uno vivía aislado de los demás. En el siglo XVI, tupíes y
guaraníes, ya claramente diferenciados, ocupaban una vasta área geográfica: los primeros dominaban el litoral atlántico –desde la
desembocadura del Amazonas hasta la isla de Santa Catalina–, a partir de donde comenzaba el predominio de los guaraníes.
Distribuían sus aldeas en las zonas aledañas a los ríos Paraná y Paraguay y las islas del delta del Río de la Plata (Gálvez 1995, 25-
26). Etimológicamente, “guaraní” sería una deformación de “guariní”, expresión que denota actitud de combate. Dado que el
primer contacto del español con el indio no tuvo lugar con los que huían aterrorizados sino con los que le hacían frente, “guariní”
debió transformarse en “guaraní”, debido a la dificultad de pronunciar correctamente una lengua desconocida (Muniagurria 1947,
116-117). Según señala Toribio Medina, Caboto se internó por el Paraná el 8 de abril de 1527; después de haber recorrido
cuarenta y ocho leguas fue recibido pacíficamente por un cacique de la nación de los chandules quien le presentó una cofia “con
cierta chapería de oro é cobre é cierta plata baja”. Doce leguas más arriba resolvió establecer su cuartel general. Allí recibió a los
indios comarcanos que, según aclara Medina, eran los querandíes, los carcaraes, chanaes, beguaes, timbúes y chaná-timbúes. Los
guaraníes fueron especialmente amigos de los españoles, hacían la guerra a los demás indios como corsarios. (Medina 1908, 161-
162).
13
GUEVARA. Historia del Paraguay. [Nota de la autora, (sic)]. La misma descripción se encuentra en la versión de Ruy Díaz de
Guzmán (De Angelis 1969, 89) y en la del padre Guevara (De Angelis 1969, 627). El padre Lozano dice de ellos: “Vivían los
guaraníes en su gentilidad en poblaciones tan pequeñas que no merecían el nombre de pueblos. Sus casas parecían aduares de
álarbes montaraces; pero mostraban algo de racionales con la forma de su gobierno, pues aunque divididos en muchas
parcialidades, respetaba cada uno por cabeza a su cacique (…). Su traje, era el de la primitiva inocencia, totalmente desnudos
hombres y mujeres, sino las partes, que aun entre tanta barbaridad les dictaba su media dormida razón, se debían esconder de la
vista, y las cubrían con un plumero corto de varios colores muy hermosos (…)”. (Lozano, Pedro, S.J., 1873, cap. XVII “Naciones
de las tres provincias del Río de la Plata, Tucumán y Paraguay, sus genios, ritos, ceremonias, leyes y costumbres”, 381- 383; 393-
394).
147
Sebastian Gaboto, que cinco años ántes, habia fundado en aquel mismo lugar el fuerte del Espíritu Santo16;
de vuelta de su expedicion al Paraguay, iba á separarse de una parte de sus compañeros.

148 Mapa en el que se señala la desembocadura del río Carcarañá y su unión con el Paraná.
IV. ATLAS GEOGRÁFICO DE LA REPÚBLICA ARGENTINA. Paz Soldán, Mariano Felipe. 1888. Provincia de Santa Fe, Río
Carcarañá. Buenos Aires: Felix Lajouane. National Atlas, David Ramsey MapCollection.

149
Gaboto, fué el primer Europeo, que penetró hasta esas remotas regiones 17; y en los sangrientos encuentros
que sostuvo contra los Agaces18, dueños hasta entónces del rio, perdió gran parte de su gente. Cuando los
intrépidos Españoles, lograron por fin vencer, penetrando en el interior del Paraguay, hasta la laguna de

14
Bergantín: “f.m. Embarcación de baxo borde, de diez á doce remos, y bancos de un hombre en cada uno. Es tomado del Frances
brigantin”. (DAUT 1990).
15
Carabela: “Carabela, del port. Caravela id., diminutivo del latín tardío carabus, ‘embarcación de mimbres forrada de cuero’”. 1.°
doc. Partidas. (Corominas 1991). “Carabela: f.f. Embarcación de una cubierta larga y angofta y con un efpolón à la proa. Tiene
tres máftiles cafi iguales, con tres vergas mui largas y en cada una fe pone una vela latina. Es embarcación de carga mui ligera y
peligrofa, fino fe sabe manejar con deftreza y prontitud al cambiar las velas, porque fino van uniformes fe vuelcan facilmente.
Nebrixa y Covarr. Y otros efcriben efta voz con v, pero dándole la etymología del griego karabion fe debe escribir con b”. (DAUT
1990).
16
Fuerte de Sancti Spiritus: Félix de Azara relata cómo Sebastián Caboto “el día 8 de mayo de 1527 navegó con la galeota y
caravela. Atravesó el golfo hasta entrar por el brazo más austral del río de Solís, llamado Río de las Palmas (…). Después tomó a
mano izquierda el que llaman Riacho y es brazo del Paraná que viene de Coronda, hasta encontrar en los 32º 25' 12" de latitud la
boca del río Carcarañal, así llamado porque vivían allí los guaranís llamados caracarás (…) 8. Como quiera los albegüas,
caracarás y timbús informaron a Gaboto de que había países muy extensos hacia el Poniente, y de que más arriba habitaban
muchos pueblos guaranís (…) 10 (…) ayudado de los indios Caracarás se puso a edificar encima de la boca del río Carcarañal y
pegado a ella, un fuertecillo llamado Santispiritus; que según sus restos era cuadrado rodeado de foso y palizada con los ángulos
elevados con terraplén (…). Puso remos a la galeota y bergantín y dejando en Santispiritus la caravela con 60 hombres mandados
por Gregorio Caro, sobrino del obispo de Canarias, principió a navegar con los dos buques de remos el 23 de diciembre de 1527”
(Azara 1943, 237-239). Medina confirma que el enviado del monarca fundó en la confluencia del Paraná con el río Carcarañá, el
19 de mayo de 1527 el Fuerte de “Sancti Spiritus”, que le serviría como base de sus exploraciones. Este asentamiento se conoció
también como “S. Spirito o Torre de Gaboto”, mapa de Jansonio (1641); “Rincón de Gaboto”, mapa de Cano y Olmedilla.
(Medina 1908, 161). Si bien el fuerte fue destruido en 1529 y pasó a ser “pueblo de indios”, continuó habitado por los
descendientes de las tribus lugareñas: los timbúes, caracaraes y corondas. Este lugar continuó siendo paso obligado tanto para los
viajeros que se desplazaban desde Buenos Aires hacia Asunción o Potosí como para los que realizaban el camino inverso. (Mapa
en U. Schmidl 1993, 102-103). Medina (1908, 105) afirma que en la confluencia del Carcarañá y del Paraná, Caboto estableció un
asiento y se fundó “un pueblo de hasta veinte casas de paja y le puso nombre Sancti Spiritus”. Acota Difrieri (1981, 47): “La
Torre de Caboto es un pivote de los movimientos posteriores y su importancia se advierte por ese pomposo bautismo que recibió
aquel puñado de casuchas de paja cerca de algún fortín de palo”. D’Olwer (1963, 544-545) menciona que “Alonso de Santa Cruz,
quien formó parte de la desgraciada expedición del piloto mayor Sebastián Cabot al Río de la Plata entre 1526-1530, fue el
encargado de defender, como capitán, el improvisado fuerte de Carcarañá, que los indígenas destruyeron”.
Busaniche (1984, 85), refiriéndose a la fundación de la ciudad de Córdoba realizada por don Jerónimo de Cabrera en 1573, deja
explícitos los objetivos que llevaron al gobernador a buscar una salida hacia el Atlántico: era imperioso encontrar un puerto que
permitiera negociar los productos del Tucumán y del Perú. “En septiembre de ese mismo año, Cabrera, siguiendo el curso del río
Tercero, llegó a la desembocadura del Carcarañá, o sea el puerto de Caboto, y el 18 de ese mes declaró establecido el puerto de
San Luis de Córdoba, «siete leguas poco más o menos arriba de la dicha fortaleza.»”.
17
Olvida mencionar la expedición de Juan Díaz de Solís (c. 1470-1516).
18
Agaces: Las referencias a las diferentes etnias mencionadas se realizarán sobre la edición de U. Schmidl (1993, 24-25, según el
manuscrito de Stuttgart), así como a partir de las anotaciones realizadas por Samuel A. Lafone Quevedo (1903, 39-134), para la
edición de Bartolomé Mitre. Lafone Quevedo glosa la obra que este soldado alemán escribió como miembro de las expediciones
de don Pedro de Mendoza en 1536 y de la posterior de Ayolas por los ríos Paraná y Paraguay. En el Capítulo XI, 67, Etnografía,
comenta sobre los agaces: “51. De los kuremagbeis [Curumías] caminaron 35 leguas hasta llegar a los aigeiss [el sustantivo Agá
indica plural, pero se los nombra indistintamente cono Agás, Agases, Agaçes], que ocupaban el territorio bañado por el río
Bermejo o Yepedy, como lo llama Schmídel. Todo indica la raza pampeano-guaycurú, rama payaguá-mbayá. Eran ellos grandes
guerreros por agua”. En el Manuscrito de Stuttgart, f. 24. vta, p. 24 se lee: “Y de ahí navegamos hacia una nación que se llama
Agaces; tienen pescado y carne para comer y los hombres y las mujeres son gentes garbosas y altas. (También) las mujeres son
lindas y pintadas debajo de los ojos como las susodichas mujeres (pintadas) y tienen también delante de sus partes un paño hecho
de algodón (…). (También) estos susodichos Agaces son la mejor gente de guerra que hay sobre todo el río, pero por tierra no lo
son tanto”. Wernicke (1938, 119) en su nota n.º 85, escribe: “los Agaces vivían a 25º 17’ latitud Sur y formaron según describe F.
De Azara, capítulo X, una sola nación con los payaguás”.
Santa Ana19, de los alrededores vinieron los Carrios20 á solicitar la paz, freciendo á los conquistadores los
frutos de su territorio. Gaboto, que era de un carácter amable y bondadoso, logró captarse la buena voluntad
de estos indios,

150
gente mansa y hospitalaria. Pero lo que más llamó la atencion de los Españoles, fué que aquellos indios,
llevasen colgadas del cuello, grandes chapas de plata, que daban muy gustosos, en cambio de cuentas de
colores, abalorios y pedazos de vidrio.
Como Gaboto no podia entenderse con los naturales, por falta de intérprete, juzgó, por el poco aprecio que
éstos hacian de la plata, que aquel metal debia ser allí muy abundante; y por esta razon dió al rio, el nombre
de rio de la Plata.
Resolvió en seguida volverse aguas abajo, hasta el fuerte del Espíritu Santo, no pareciéndole prudente,
seguir internándose con la poca gente que le quedaba.
De vuelta al fuerte, halló la guarnicion, que allí dejara, reducida á sólo veinte hombres, por haber perecido
los demas, en un encuentro contra los indios charrúas21. Viendo el descubridor los pocos recursos, que le
quedaban, determinó volverse á España, á dar cuenta á Cárlos Quinto de sus nuevos descubrimientos y á
buscar auxilios, para poder continuarlos.
En la mañana, en que empieza nuestra narracion, el buen Gaboto, como sus contemporáneos le han
llamado22, salia para la Península, con unos pocos

151
hombres, debiendo el resto quedar, para guarnecer el fuerte, al mando de don Nuño de Lara.

19
Laguna de Santa Ana, región de Santa Ana, al norte de la actual Corrientes. Los españoles denominaron Guaraníes de Santa
Ana a los habitantes de esta zona. Posteriormente sería uno de los lugares elegidos por los jesuitas para fundar sus misiones.
Lavardén publica el 1º de abril de 1801, en el Telégrafo mercantil, rural, político, económico e historiográfico del Río de la Plata,
su [Oda] al Paraná, en la que hace referencia a la “laguna Apuper, después Santa Ana, hoy de las Perlas”. (Lavardén 1982;
Molina 1998, 177).
20
Carrios (Carios): U. Schmidl. (1993, 25-26): “(...) tuvimos que dejar los Agaces y vinimos a una nación que se llama Carios (...)
entre los susodichos Carios o Guaraníes hallamos trigo turco o maíz y mandiotín, batatas, mandioca-poropí, mandioca-pepirá,
maní, bocaja y otros alimentos más, también pescado y carne, venados, puercos del monte, avestruces, ovejas indias, conejos,
gallinas y gansos y otras salvajinas las que no puedo describir todas en esta vez. También hay en divina abundancia la miel de la
cual se hace el vino; tienen también muchísimo algodón/ en el país. f. 26 (...)”. “(...) [los Carios han comido carne humana cuando
nosotros vinimos a ellos (...)]” f. 26, vta. Anota Lafone Quevedo (1903, 68): “[aquello] Era una bendición, era el paraíso. Dejaban
atrás las miserias de la Raza Pampeana (nómades, más o menos), y entraban en la tierra de promisión de la Raza Guaraní
(sedentaria, más o menos)”.
21
Charrúas: antigua tribu amerindia que habitaba la costa septentrional del Río de la Plata, asentada principalmente en territorio
uruguayo. En tiempos prehispánicos, diversos grupos ocuparon la provincia de Entre Ríos y el sur de Corrientes. Esta etnia estaba
integrada por un conjunto de parcialidades de las cuales las más importantes eran los guenoas o guenoanes y los bohanes, además
del grupo charrúa. Eran cazadores y recolectores. (Serrano 2000, 129).
22
De la biografía de Toribio Medina no se desprende precisamente que fuera reconocido entre sus camaradas y subalternos como
una persona noble y piadosa, de allí que el adjetivo “bueno” con el que se lo designa, no parece corresponder al carácter verdadero
de Caboto, sino a una idealización de Mansilla. Medina menciona no pocos actos de intemperancia y felonía por parte del marino
veneciano, que le acarrearon el juicio adverso de sus contemporáneos y el de la Historia, en cuanto a su índole moral. Cuando se
hallaba frente a las costas de Brasil a la espera de vientos favorables –junio de 1526– tomó contacto con portugueses que se
encontraban en la factoría de Pernambuco, quienes le dieron noticias de las riquezas que hallaría en el río de Solís. Reunió a los
capitanes del resto de la flotilla para proponerles el cambio de rumbo pero éstos, por boca del capitán de La Trinidad, Francisco de
Rojas, manifestaron su desconfianza hacia los portugueses pues creían que el verdadero propósito que perseguían al darles esta
información era desviar el destino de la expedición, que así faltaría a las órdenes impartidas por Su Majestad. Caboto reaccionó de
manera iracunda lo que produjo –aparentemente– un cambio de opinión entre sus capitanes y la aceptación de alterar el rumbo
para dirigirse al lugar que le indicaran. Como consecuencia de esta situación el almirante se propuso castigar a Rojas iniciándole
un proceso por sublevación, para lo que consiguió falsos testigos; el castigo no llegó a concretarse porque Caboto no podía
prescindir de sus servicios para conducir la “Trinidad”. Más adelante, la nave capitana se averió durante la travesía; al tratar de
llegar a puerto seguro para repararla se estrelló contra una roca, escorando e inundándose rápidamente, hecho ocurrido el 28 de
octubre (Medina 1908, 140-145). Ante esta desgracia Caboto tuvo una actitud vergonzosa al priorizar salvar su vida antes que la
de sus subalternos o camaradas. El capitán Francisco de Rojas, con sus hombres, fue quien rescató todo lo que pudo del naufragio.
Se sabe que Rojas visitaba a los enfermos, mostrándose como un verdadero líder. Caboto impartió órdenes para que Rojas se
sometiera a su autoridad, lo que generó nuevas asperezas.
En tierra firme se decidió construir una galeota para transportar a los hombres y las provisiones; se emplearon más de 40 días para
realizar esta obra, momento en el que se produjo la llamada epidemia de Santa Catalina.
Los que han reprochado á Gaboto, la idea de dejar esa pequeña guarnicion, en un país desconocido y en
medio de feroces enemigos, olvidan, que entónces, cada uno de aquellos hombres, por su intrepidez y
constancia, tenía el temple de un héroe; y que además, contaban segura la próxima vuelta de Gaboto, el cual,
por su parte, deseaba conservar aquella poblacion, como un punto de apoyo, para sus futuras operaciones y
como un testimonio permanente, del arrojo y decision de sus compañeros.
En las inmediaciones del fuerte, estaban acampados los indios timbúes23, gente humana, cariñosa y de
carácter hospitalario; buena para amiga, pero terrible para enemiga. Con ellos hizo Gaboto una alianza,
contra los Charrúas, y se decidió por fin á emprender su viaje.
Así que la comitiva hubo llegado á la orilla del rio, Gaboto, tomando á parte á don Nuño de Lara, su amigo y
compañero, le dijo: «Habeis reflexionado, amigo mio sobre los inconvenientes de dejar á Lucía en estos
desiertos? Yo la llevaré conmigo á España, y á mi vuelta, si ella lo desea, volverá á juntarse con su marido.
Y vos, don Nuño, persistis aún en la resolucion de quedaros?
¡Despues de cinco años de estar siempre juntos, me cuesta tanto dejaros! Veníos conmigo, y quizá de esa
manera, logremos convencer á Lucía.»
Don Nuño le respondió: «Lo que me proponeis, querido Gaboto, es imposible. Lucia no quiere abandonar á
su esposo, y yo no podré nunca separarme de ellos. La pobre niña ni áun ha querido venir con nosotros, á
acompañaros hasta los buques, temiendo vuestras instancias en presencia de Hurtado, que con vehemencia le
ha rogado, se volviese á España. Ella dice siempre: ‘Con él vine, con él he de volverme.’ Ya veis, amigo
mio, que es

152
necesario separarnos; espero, sea por corto tiempo; y entretanto os prometo venir á esperaros todos los dias
en este mismo lugar, así que pasen seis meses.
Adios, pues, el Cielo os guie.»
Don Nuño de Lara abrazó á Gaboto y se separaron.
Gaboto, visiblemente conmovido por las palabras de su amigo, abrazó á don Sebastian de Hurtado, á Luís
Perez de Vargas, y al alférez Oviedo. En seguida, volviéndose á Marangoré24, cacique principal de los
Timbúes, que con cincuenta de los principales de su tribu, habia ido para despedirse de él, le dirigió estas
palabras: «Marangoré, ilustre hijo del sabio Carripilun25, ahí te quedan los españoles, que has jurado auxiliar
y defender: te los confio hasta mi vuelta. En nombre del rey de España, mi amo, te intimo los trates como á
tus propios hermanos. Á tu padre dirás, que espero hallarle todavía á mi regreso. Adios.» El indio, poniendo

23
Timbúes: formaban parte de la etnia Chaná-Timbú, nombre con el que se designaba al conjunto de comunidades ubicadas en
ambas márgenes del río Paraná, en territorios de las actuales provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes
(Argentina). Durante el siglo XVI sus costumbres fueron análogas; tuvieron tres lugares principales de asentamiento: Corrientes
(mapenes y mocoretás), Santa Fe y Entre Ríos (timbúes y carcaráes; corondas, quiloazas y calchines) y Buenos Aires, Santa Fe y
Entre Ríos (chanaes, mbeguaes, chaná-timbúes y chaná-mbeguaes). Su modo de subsistencia básico era la pesca. (Serrano 2000,
136-146). Hay distintas acepciones del lexema timbú; Muniagurria (1947, 238) lo traduce como “humear”; en las notas realizadas
por De Angelis (1969, 469), se lee: “Timbús, en idioma guaraní, significa “nariz agujereada”. Isabel Hernández (1995, 88-89)
aclara que sus armas eran el arco y la flecha y también la bola y el propulsor. Poseían una abundante alfarería, con gran riqueza de
decorado, aunque no necesariamente de formas; sus asas y apéndices eran zoomorfos, y los motivos decorativos punteados e
incisos. La organización social no difería en esencia de la de los grupos chaqueños, se basaba en grandes cacicazgos, al menos
regionales. El rasgo distintivo parecía ser la poliginia, aparentemente difundida entre los chaná-timbú.
24
Marangoré: “Mangoré es voz sincopada de marangoré, o más correctamente Maranhoré, que en el idioma guaraní significa
¨persona que ha pasado por muchos trabajos”. Mará: “adversidad o aflicción”; Ho “pasar”, y ré: “después”; que literalmente
corresponde a después de pasar adversidades. (De Angelis 1969, 417). En las distintas versiones de esta obra se lo llama Mangoré:
Díaz de Guzmán, Techo, Lozano, Azara, Wast, Cánepa; Marangoré, Padre Guevara, Mansilla y Bayón Herrera; Mangora,
Charlevoix, Rosa Guerra, Miguel Ortega, el Deán Funes, Celestina Funes, Sir Thomas Moore. Según los diccionarios, las palabras
que más se aproximan a la voz “Mangora” o “Mangoré”, son “mangavy” y “mangay”: árboles de la goma (Guasch 1961), o
“Mangaisi” (Ortiz Mayans 1980, 240-41): goma silvestre o savia de mangoví, caucho, resina. Otra palabra cercana es
“mangangá”, o “mamangá”: abejón, avispón. (ibídem).
25
Carripilun [E]: “cacique principal ranquel que algunos mencionan como Currupilúm, pero su verdadero nombre es Carripilúm,
pues significa orejas verdes. Vivió en el llamado Mamul-Mapú o País de los Árboles, entre 1780-1810. (…) Dada la importancia
de Carripilúm, el Virrey Liniers en 1806, firmó un tratado de paz y amistad con este cacique, en Meucó, donde reconoce a los
indígenas el derecho de entrar a Buenos Aires, trayendo pieles y sal de las Salinas Grandes.” (Terrera 1986, 135). La palabra
podría ser un compuesto de los vocablos “carü” y “pilun”. Carü: adj. Verde (color). Sinon. CADÜ. // cosa verde, no madura //
cosa cruda, no cocida. // Los pampas decían CARRIG y los huilliches CARRI. (Erize 1960). Pilun: intr. Ser sordo//s. Orejas//Asas
u orejas de ollas, de cántaros, etc. (Erize 1960). De manera que “Carripilun” equivaldría a “Orejas Verdes”.
su mano en la de Sebastian de Hurtado, que quedaba de segundo jefe, respondió: «Te los entregaré cuando
estés de vuelta, amigo.»*26
Pronto ya Gaboto á subir al bote, se volvió á los que quedaban en tierra, diciéndoles: «¡Hasta la vista,
hermanos! Dios nuestro Señor permita, que nos volvamos á ver.»
El viento favorable que soplaba del Norte, puso en poco rato fuera del alcance de la vista, el bergantin y la
carabela. La gente que desde la orilla les miraba, con esa dolorosa avidez con que se sigue siempre á un
objeto querido que se aleja, se volvió tierra adentro mustia y cabizbaja, luego que para siempre se ocultaron,
en una de las muchas vueltas que hace el tortuoso rio.

153
Dejemos al pobre Gaboto, seguir su penoso viaje para encontrar al fin tantos desengaños. Cuando llegó á
España, acababa de salir de vuelta otra vez para el Perú, Hernando Pizarro27, con plenos poderes de la
Corona; acompañado de centenares de nobles y plebeyos, que voluntarios se alistaban bajo su bandera,
movidos por los maravillosos presentes de oro, plata y piedras preciosas, que su hermano Francisco habia
mandado al rey de España.
Gaboto nada obtuvo para seguir sus descubrimientos; y aunque le dieron el empleo de piloto mayor del
Reino, murió oscuro y desgraciado, conservando siempre fijo en su mente, el recuerdo de aquellos valientes
compañeros, que habia dejado á orillas del Carcarañal.

26
«Esta es la fórmula que usaban ellos, cuando prometían cuidar de alguna persona». GUEVARA [Nota de la autora] # LT.:
acaban [E] ellos # prometia.
27 D’Olwer (1963, 442-444) refiere que Hernando Pizarro fue el tercer miembro de la familia que llegó a las Indias. En 1530

acompañó a su hermano Francisco (1475-1578), cuando este, nombrado por Carlos V “Gobernador y Capitán General del Nuevo
Reino de Castilla”, se disponía a la conquista del fabuloso Imperio Incaico del Perú. Hernando era ambicioso e intrigante y
propició la rivalidad entre su hermano y Diego de Almagro, “Adelantado del Nuevo Reino de Toledo” (Chile). Al recrudecer la
lucha, Almagro fue tomado prisionero; Hernando, a quien poco antes aquel había hecho prisionero y generosamente liberado, sin
ninguna autoridad para ello lo juzgó, condenó a muerte y lo hizo agarrotar en 1538. Marchó luego a la Corte cargado de riquezas,
seguro de justificarse mediante el soborno, pero de nada le valieron. A pedido de los hijos de Almagro fue procesado y condenado
en 1545. Después de 23 años de cárcel obtuvo el indulto, murió en la miseria y en la oscuridad de su villa natal en 1572. Se le
atribuye la “Carta de Relación” que Fernández de Oviedo copia literalmente en su Historia General, libro XLVI, Capítulo XV. El
narrador refiere la coincidencia entre la llegada de Gaboto a España y la partida de Pizarro, por lo que se deduce que la acción
transcurre en 1530.

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