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Historia #1
Aria & Luca
(Escena en el Gimnasio)
Aria
El Nacimiento de Amo
Primera Parte
Aria
Luca
Aria
Luca
Forbidden Delights
Stella y Mauro
Sinopsis
Stella
Mi madre no se dignó a darme ni una sola mirada
mientras guiaba a mis tres medio hermanos al vestíbulo
donde esperaban sus equipajes para que los
guardaespaldas los recogieran. Nunca había sido muy
maternal conmigo, ni siquiera cuando era más joven. Tal
vez era porque solo había tenido diecinueve años cuando
me tuvo, o tal vez simplemente no me quería mucho ya que
la mitad de mí era de papá. Nunca se había enamorado de
él, aunque pareciera una adolescente enamorada con
Alfredo.
—¿Dónde está? —preguntó madre, molesta, a medida
que echaba un vistazo a su Rolex, que combinaba con el
Rolex alrededor de la muñeca de Alfredo.
Alfredo conocía ese tono, y sacó su teléfono para
llamar a Mauro.
La emoción burbujeó en mí mientras pensaba en que
pasaría una semana a solas con Mauro. Cuando se mudó y,
peor aún, pasó un año en el extranjero, me había sentido
devastada. Siempre había sido el único de mi lado en esta
casa. Como mafioso estaba ocupado, de modo que solo lo
veía una vez a la semana cuando nos visitaba para cenar en
familia. Antes de su tiempo en Sicilia, me pasaba a buscar
ocasionalmente para que así pudiéramos hacer algo juntos,
pero eso ya no sucedía más.
Sonó el timbre y Mauro apareció en la puerta abierta,
poniéndole los ojos en blanco hacia su padre.
—Ya estoy aquí. Vine tan rápido como pude.
Desafortunadamente, no soy el único auto en la calle.
—Vamos a llegar tarde a nuestro vuelo —dijo madre.
Me detuve en el último escalón de la escalera y le di a
Mauro una sonrisa rápida, intentando ignorar la forma en
que mi vientre revoloteaba. Durante tres años, había
estado enamorada de él, un enamoramiento completamente
loco e imposible que no podía quitarme de encima. Era
bueno que Mauro no me viera como nada más que su
pequeña hermanastra, alguien a quien ahora tendría que
cuidar como si tuviera ocho años y no casi dieciocho.
Mauro alzó una ceja por encima de la cabeza de mi
madre y tuve que contener la risa. Probablemente me
habría castigado eternamente si hubiera descubierto que
no estaba tan triste como ella quería que estuviera al no
permitirme ir a su aventura de esquí con ellos.
—¿Se irán la semana que habían planeado? —preguntó
Mauro.
—Por supuesto —respondió Alfredo como si fuera una
pregunta estúpida.
Los ojos de Mauro se estrecharon, sus cejas formando
una V y un músculo en su mejilla izquierda se contrajo de
una manera que indicaba su disgusto por la situación. ¿Era
tan malo pasar unos días conmigo?
—El cumpleaños de Stella es en cuatro días. ¿No es
tradición celebrarlo con la familia?
Ah. Estaba enojado en mi nombre. Las mariposas
estúpidas en mi estómago se agitaron.
Madre soltó un pequeño ruido evasivo.
—Debería haberlo pensado antes de actuar.
Mi hermanita me había golpeado con su muñeca
Barbie porque no hice lo que ella quería, razón por la cual
se la quité. Mi madre la había malcriado a ella y a mis otros
dos medio hermanos, y obviamente prefería mantenerlo así.
Me alegraba quedarme en casa. Si hubiera ido, me
habrían usado como niñera y su metafórico saco de boxeo
cuando algo no saliera según lo planeado. Unos cuantos
días de relajación con Netflix, comida rápida y Mauro
sonaban como la felicidad pura en comparación.
Mauro volvió a sacudir la cabeza. A veces tenía la
sensación de que la falta de interés de mi madre en mí lo
molestaba más que a mí. Me había molestado durante
mucho tiempo, y aún lo hacía de vez en cuando, pero lo
había aceptado.
Mi madre no se volvería más cariñosa y afectuosa
milagrosamente, y si no quería que su negligencia me
rompiese, tenía que aceptarlo y seguir adelante.
Madre, Alfonso y los tres mocosos malcriados
finalmente salieron de la casa.
Mauro cerró la puerta con más fuerza de la necesaria,
sacudiendo la cabeza. Entonces, su mirada se posó en mí.
—Parece que si te hubieran sentenciado a prisión. ¿En
serio es tan malo quedarse conmigo?
Mauro pasó una mano por su cabello oscuro, esos ojos
marrones chocolate fijándose en los míos.
—No. Pero odio que me aparten de mis asuntos por
dramas de últimos minutos.
—¿Tenías planes? —curioseé, preguntándome si estaba
viendo a una chica actualmente.
En realidad, no podía tener citas. A las mujeres de
nuestro mundo solo se les permitía estar con su esposo, y
las forasteras jamás podrían ser más que una aventura.
Aun así, me molestaba que Mauro estuviera con otras
chicas cuando definitivamente no debería hacerlo. No era
mío, nunca lo sería. Las mariposas detuvieron su aleteo
enloquecedor como si alguien les hubiera arrancado las
alas, y así es como me sentía cada vez que consideraba lo
condenados que estaban mis sentimientos por Mauro.
No podía evitar mirarlo. Era alto, unos treinta
centímetros más alto que yo, y musculoso pero no
voluminoso. Era ágil, letal y ridículamente atractivo. Su
camisa abrazaba sus abdominales, sus pectorales y sus
bíceps fuertes a la perfección. Ya que la camisa era blanca,
el contorno del tatuaje de la Famiglia, que todo mafioso
conseguía con su iniciación, se destacaba a través de la
tela.
Nacido en sangre. Jurado en sangre.
Entro vivo y salgo muerto.
¿Por qué no podía dejar de mirarlo como si alguna vez
pudiera estar con él? Estaba mal. Nuestros padres no lo
permitirían jamás. Principalmente por el gran escándalo
que causaría. No estaba segura de cuánto tiempo lo estuve
mirando, pero Mauro parecía perdido en sus propios
pensamientos. Me estaba observando de una manera como
si fuera su pesadilla hecha realidad, y no lo entendía.
Habíamos sido tan cercanos antes de que se fuera a Sicilia
y todavía éramos cercanos cuando regresó, pero las cosas
se habían vuelto tensas, casi incómodas a veces. No era lo
suficientemente valiente como para preguntarle por qué.
Tal vez era algo que sucedía con todas las personas en mi
vida. Perdían su interés en mí con el tiempo.
2
Mauro
Mauro
***
***
Stella
Stella
Mauro
Stella
***
Novela
Gianna y Matteo
1
Gianna
***
***
***
—Nena, no te preocupes.
A la mierda. Sus palabras y la expresión de sus ojos no
coincidían. Llevábamos menos de una hora en el club
nocturno y los problemas ya habían encontrado a Matteo, o
él los había encontrado…
—Matteo —dije con más insistencia. Apoyó la palma de
su mano sobre mi vientre desnudo y me empujó unos pasos
hacia atrás, detrás de él.
Miré alrededor. La gente estaba empezando a formar
un círculo a nuestro alrededor en previsión a una pelea
inminente. Susurraban entre ellos, pero era imposible
distinguir nada por encima de la música a todo volumen.
—¿De qué pueblucho son? —preguntó Matteo con esa
sonrisa aterradora suya mientras se acercaba a sus tres
oponentes.
Enganché mis dedos en la parte posterior de sus
pantalones pero él me ignoró.
El más alto de los tres hombres levantó su barbilla en
señal de desafío. Parecía un leñador con sus hombros
anchos y barba abundante. Probablemente podía lanzar un
gancho derecho brutal.
—¿Qué te hace pensar que no somos de aquí, hijo de
puta? —Dio un paso más cerca de Matteo y también lo
hicieron sus dos amigos, intentando intimidarlo.
La sonrisa de Matteo se ensanchó.
—Oh, definitivamente no son de Nueva York.
—Matteo —siseé—. Este no es tu club. Hay demasiada
gente alrededor. Si te arrestan, te patearé el trasero.
El tipo alto empujó con fuerza el pecho de Matteo.
—¿Crees que eres mejor en algo?
Matteo tropezó un paso atrás, directamente contra mí,
y solté un grito ahogado.
Los ojos de Matteo pasaron de mí al tipo. Oh, no.
—Soy mejor en todos los aspectos que importan —
gruñó Matteo. Estampó su puño en la cara del otro tipo
quien tropezó hacia atrás y cayó al suelo, aferrándose la
nariz, la sangre brotando de ella.
Y entonces, se desató el infierno. El tipo de la derecha
estrelló su botella de cerveza contra la barra, rompiendo la
mitad inferior, dejándola con una punta afilada.
Matteo me empujó hacia atrás nuevamente y metió la
mano debajo de su chaqueta de cuero, sacando algo y luego
una hoja plateada brilló bajo las luces parpadeantes del
techo.
—¡No! —grité por encima de la música. La multitud
abucheó, pero en la parte trasera del club pude ver a dos
gorilas altos abriéndose paso entre la masa de gente, y
probablemente la policía también estaba en camino.
Ambos tipos atacaron a Matteo. Hundió el codo en la
cara del que estaba desarmado y luego se enfrentó al otro.
El tipo balanceó la botella de cerveza intentando cortar y
Matteo lo esquivó, luego empujó su codo contra el hueco
del brazo del tipo. Hice una mueca cuando el brazo se
torció en un ángulo imposible. El ritmo palpitante
tragándose el grito de agonía.
Matteo empujó al tipo al suelo y presionó el cuchillo
contra su garganta, luciendo jodidamente aterrador.
—Entonces, ¿crees que puedes tocar a mi esposa?
Corrí hacia él y lo agarré por el hombro, pero no me
dejó alejarlo. Un gorila se abrió paso entre la multitud.
—¡Basta, hijos de puta! ¡La policía está aquí!
Matteo dejó caer el cuchillo y lo recogí rápidamente, lo
cerré y lo metí en mis pantalones. El metal frío descansó en
mis bragas.
Matteo se puso de pie y levantó los brazos con una
sonrisa torcida.
Definitivamente iba a matarlo.
***
***
***
No le dije ni una palabra a Matteo de camino a casa. Al
segundo en que entramos en nuestro apartamento, Matteo
extendió la mano con la palma hacia arriba.
—Puedes devolverme mi cuchillo.
—Puedo pero no lo haré —dije enojada, y traté de
alejarme, pero Matteo agarró mi muñeca y me empujó de
vuelta. Luego me hizo retroceder contra la pared, sus
brazos a ambos lados de mi cabeza, y la mirada de
depredador en sus ojos oscuros se dirigió directamente a
mi centro. No podía creer que esto me estuviera mojando.
Maldición. No quería estar excitada por la brutalidad de
Matteo, por su lado oscuro, pero lo estaba.
—Podría simplemente conseguirlo —dijo con un tono
lento peligrosamente sexy.
—No te di permiso para meter la mano en mis
pantalones.
Matteo se inclinó, deslizó su nariz por mi oreja y luego
gruñó.
—Eres mi esposa, señora Vitiello. Eso me da permiso
para poner mi mano donde carajo quiera. —Presionó su
palma contra mi estómago desnudo y se me puso la piel de
gallina, mi núcleo tensándose.
Mordí el lóbulo de su oreja.
—No, no es así.
Matteo retrocedió. Acunó la parte posterior de mi
cabeza y rozó sus labios sobre los míos, después deslizó su
lengua en mi interior y casi gemí en su boca.
Su mano se deslizó un poco más debajo de modo que
sus dedos se deslizaron dentro de mis pantalones. Gimió
entonces.
—Mierda, ¿te cosieron a estos malditos pantalones?
Me reí, no pude evitarlo. Matteo bajó su otra mano y
abrió el botón de mis jeans.
—Matteo —advertí.
Se encontró con mi mirada y deslizó su mano
lentamente hacia abajo.
—Tienes algo que quiero —dijo.
Oh, mierda. Mis bragas estaban empapadas, el
estúpido bastardo.
Sus dedos rozaron mi hueso púbico y luego
encontraron su cuchillo, que estaba presionado contra mis
pliegues y vergonzosamente resbaladizo por mi excitación.
Los ojos de Matteo se dilataron de deseo y gimió bajo
en su garganta. Se apretó contra mí, su aliento caliente en
mis labios.
—Dime, Gianna, ¿te excitan los chicos malos?
Lo miré fijamente.
—No —respondí, lo cual era la verdad en general—.
Pero te diré un secreto. —Bajé mi voz al susurro sexy que
siempre lo atraía—. Siempre estoy mojada por un retorcido
gangsta asesino.
Matteo sonrió de una manera que apretó mi núcleo
nuevamente. Acunó su cuchillo, pero en lugar de sacarlo,
comenzó a deslizar el suave metal a lo largo de mi
hendidura, de un lado a otro.
Gemí. La boca de Matteo tomó la mía mientras seguía
frotando. Me balanceé contra él desesperadamente,
buscando la fricción que el suave metal apenas
proporcionaba, y sin embargo, la emoción de lo prohibido,
lo incorrecto, me empujó aún más y más alto, y finalmente
me corrí por encima del cuchillo, gritando mi liberación.
Matteo me observó, respirando entrecortadamente.
Sacó su cuchillo lentamente y lo sostuvo entre nosotros.
Estaba cubierto con mis jugos. Matteo presionó el botón
que hizo que la hoja saliera disparada e incluso eso estaba
resbaladizo. Matteo pasó su lengua por la hoja sosteniendo
mi mirada, y casi me corro una vez más. Aferré su mano y
llevé el cuchillo a mi boca. Matteo lo inclinó de modo que el
borde afilado estuviera hacía atrás y luego lamí el metal
liso lentamente, probándome en el arma mortal.
—Esto es mucho mejor que la sangre —dijo con voz
ronca.
Maldita sea, quería tanto a este hombre. Caí de
rodillas ante él y rasgué sus botones y cremallera, luego
bajé sus bóxers hasta que su pene saltó libre. Duro y
goteando, y maldita sea, incluso ese pedazo de Matteo era
bonito. A veces en serio lo odiaba.
Lamí la punta y después lo llevé a mi boca. Matteo
gimió y movió sus caderas a medida que lo chupaba. Mis
ojos siguieron vagando hacia el cuchillo mortal que
sostenía en su mano a su lado y la vista me excitó de una
manera retorcida.
Matteo se apartó bruscamente.
—Suficiente.
Me puso de pie, me empujó hacia la cocina y me
inclinó sobre la isla de la cocina. Me bajó mis pantalones y
luego hundió dos dedos dentro de mí. Eché mi cabeza hacia
atrás, arqueándome ante la deliciosa sensación.
Resoplé en protesta cuando se retiró.
Me azotó el trasero con fuerza. Y me sacudí más por la
sorpresa que por el dolor.
—La próxima vez, me das mi cuchillo cuando te diga.
Lancé una mirada indignada por encima del hombro.
—Tú…
Mi insulto murió en un grito cuando Matteo se estrelló
contra mí. Se inclinó sobre mí.
—Ahora voy a follarla, señora Vitiello.
Y buen Dios, lo hizo. Mis caderas golpearon contra el
mármol mientras embestía contra mí una y otra vez, sus
bolas estrellándose contra mi trasero. Me aferré al borde
de la isla, necesitando algo para sujetarme. El agarre de
Matteo en mis caderas estaba magullándome. Mi núcleo se
apretó, y grité mientras me liberaba, casi desmayándome
por la fuerza. Matteo me siguió poco después, y luego me
quedé tendida sobre la encimera de mármol, sin fuerzas,
respirando con dificultad. Matteo me besó en la mejilla.
—Odié ver a ese bastardo poniendo su mano en tu
trasero —murmuró Matteo.
—Lo sé —dije—. Solo desearía que no todas las demás
noches de baile terminen contigo en problemas.
—Me gustan los problemas, por eso me gustas tú.
Puse mis ojos en blanco.
—¿Te gusto?
—¿Estás buscando elogios? —Sacudí mi trasero hacia
atrás y apreté alrededor de su polla. Siseó y después rio
entre dientes—. Está bien, nena, te amo.
Suspiré, apenas apaciguada, considerando que me
había llamado por el apodo que más odiaba.
—Nunca más voy a limpiar mi cuchillo. —Deslizó su
nariz por mi cuello.
—Simplemente no te corras en tus pantalones la
próxima vez que apuñales a alguien.
—Hmm. Va a ser difícil sabiendo que estoy cortando a
alguien con el jugo de tu coño en mi cuchillo.
No pude evitar reírme. Quizás era tan retorcida como
Matteo. En realidad, éramos una pareja perfecta.
2
Gianna
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Gianna
Matteo
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***
***
***
Matteo
***
***
Matteo
Matteo
Vi a Matteo alejarse.
—¿Luca? —preguntó Aria vacilante—. ¿No quieres
sentir al bebé?
Luca apartó la mirada del lugar donde había estado
Matteo no hace mucho y se acercó a ella, tocando su
mejilla.
—Ahora no, amor. Déjame hablar con Matteo para
aclarar las cosas.
—No peleen —advirtió.
La besó en la boca y se fue.
Lily se unió a nosotras en la terraza, envuelta en una
bata gruesa que ya no podía cubrir su enorme barriga. La
suya era incluso más grande que la mía y ya me sentía
como una bola de demolición.
—Qué manera de despertar.
—Sí, es un milagro que no peleen más a menudo
considerando todo el instinto dominante de macho alfa que
tienen —murmuré.
Aria se rio pero estaba tensa.
Lily tocó mi hombro pero tomé su mano y la apoyé
contra mi estómago. Ella sonrió alegremente.
—¡Oh! Eso es maravilloso. Estás horneando a un
pequeño diablillo. —Se contuvo en seguida y miró entre
Aria y yo.
Le di una sonrisa pequeña.
—Sabes que Matteo quiere criar a este bebé como si
fuera suyo, ¿verdad? —preguntó Aria de repente.
Lily la miró fijamente pero podía decir que habían
hablado antes de eso.
La idea de que hubieran estado hablando de Matteo y
de mí no me cayó bien.
Miré hacia mi vientre que aún estaba acunando.
Ignorar una verdad dolorosa era algo en lo que era
sorprendentemente buena.
—Lo sé —admití—. Puedo verlo cuando mira mi
vientre. —Cuando sintió a Cacahuate patear por primera
vez, la mirada melancólica en sus ojos casi me mató.
—Oh —dijo Aria. Evaluó mi cara—. Pero ¿nunca
hablaron de eso?
Negué con la cabeza. Siempre me había considerado
valiente, pero esta vez era una cobarde despreciable.
Demasiado asustada de lo que diría Matteo.
Frunció el ceño. Podía ver una pizca de desaprobación
en el rostro de Aria, pero no dijo nada. A veces deseaba que
se enfureciera y me gritara.
Quizás lo necesitaba.
—¿Por qué? —preguntó Lily gentilmente.
—No lo sé… —No era verdad pero era una cobarde.
Estaba aterrada de que el anhelo de Matteo reflejara un
sentimiento muy profundo en mi interior que no quería
permitir.
—¿Es porque no quieres al bebé? —insistió Lily.
Aria permaneció extrañamente callada y no me
miraba. Luca y ella siempre habían querido un tercer hijo y
habían dejado de intentarlo porque se suponía que iban a
adoptar a mi hijo. Demonios, había estado más feliz por mi
embarazo que yo en estos últimos meses. Si ahora quería
quedarme con el niño, ¿cómo se sentiría? Habían
preparado una habitación infantil para mi hijo. Se había
escondido del público durante meses para mantener
nuestra farsa. Todo por Matteo, Cacahuate y por mí.
¿Podría quitárselo?
Esto era un desastre, uno del que no estaba segura de
poder salir.
Aria encontró mi mirada.
—Gianna, tú también quieres al niño.
La miré fijamente.
—No… quiero decir… no lo sé.
Tocó mi pecho por encima de mi corazón.
—Tienes cuatro semanas, tal vez menos, para decidir
si en serio quieres ser nada más que una tía para este niño.
Escucha a tu corazón, Gianna, y luego toma tu decisión,
asegúrate de ello. Por favor, si en el fondo sabes que
quieres a este hijo, entonces, dilo antes que nazca. No
dejes que Luca y yo actuemos como sus padres, solo para
quitarnos eso. Porque, por supuesto, siempre te
devolveríamos a tu bebé, pero nos arrancarías el corazón.
—Dio un paso atrás, se volvió y se fue.
Comencé a llorar a medida que la observaba. Lily
envolvió sus brazos alrededor de mí de lado porque
nuestros vientres no permitían nada más, besando mi
mejilla.
—Ya tomaste tu decisión, ¿no?
Cerré mis ojos y asentí, mi mano tocando mi vientre.
—Siempre estoy haciendo un lío de todo. Eso es lo
único en lo que soy buena.
—Shhh. Aria y Luca lo entenderán. Estarán felices por
Matteo y por ti.
—Pero quieren otro niño. Dejaron de intentarlo por mi
culpa. Y ahora no van a tener a mi bebé. Perdieron casi un
año por mi culpa.
—Gianna, lo entenderán. Aria es madre. Sabe lo que le
hace a una mujer sentir que su bebé se mueve dentro de ti.
Este es tu bebé. Siempre lo fue. —Enterré mi rostro en el
cuello de Lily y ella acarició mi cabello—. Y Aria estará
embarazada en poco tiempo, estoy segura. Se quedó
embarazada de los dos últimos sin siquiera intentarlo en
realidad y cuando quedaste embarazada, solo había dejado
de tomar la píldora dos meses antes. El año que viene
tendrá su propio bebé. —Se apartó con una sonrisa suave
—. Ahora ve a hablar con Matteo.
Asentí.
—Gracias, Lily.
Mi pulso se aceleró mientras avanzaba por la casa. Me
tomó un tiempo encontrar a Matteo y solo porque escuché
su voz al pasar. Llamé a la puerta de la oficina y luego
entré. Luca y Matteo estaban hablando.
—Tengo que hablar contigo.
Luca dejó su copa y se acercó a mí. Pensé que se iría,
pero se detuvo junto a mí, con una expresión severa en sus
ojos.
—No arruines esto.
No tuve la oportunidad de responder porque se fue. Al
final, me enfrenté a Matteo y mi corazón se contrajo ante la
mirada en sus ojos. Avancé a él y agarré su mano,
presionándola contra mi vientre.
—Quiero a este bebé —dijo antes de que pudiera decir
nada.
Sonreí.
—Lo sé.
Matteo frunció el ceño.
—De acuerdo. —Vaciló—. Puedo asumir la mayor parte
de la responsabilidad, pero…
—No seas estúpido —murmuré—. Vamos a criar juntos
a este bebé. También lo quiero…
La conmoción abierta se reflejó en su rostro.
—¿En serio?
Fruncí mis labios.
—¿Soy una perra tan despiadada que parece imposible
que quiera a nuestro bebé?
Matteo sonrió burlonamente y el nudo en mi estómago
se aflojó.
—No lo diría así pero…
Golpeé sus abdominales. Él gimió, luego sonrió y
movió su palma sobre mi vientre. Su mejilla estaba
empezando a hincharse, haciendo que su sonrisa parezca
grotesca.
—Está pateando otra vez.
—Cacahuate.
Las cejas de Matteo se fruncieron.
—Así lo he estado llamando desde hace algunas
semanas porque ya no quería pensar en el bebé como
“eso”.
—Cacahuate —repitió Matteo con una sonrisa pequeña
—. Entonces, ¿vamos a hacer esto? ¿Convertirnos en
padres?
Me apoyé contra él, por una vez sin importarme que
mi barriga se interponga.
—Así parece.
—Bien.
—Bien —susurré, luego suspiré—. Estoy asustada.
Matteo acunó mi rostro.
—Estoy a tu lado. Te protegeré, a ti y al bebé.
—Lo sé, pero ¿y si soy una madre horrible? Nunca
quise tener hijos y, al principio, ni siquiera quería este
bebé. Demonios, aún no quiero la mayoría de las cosas que
se esperan de una madre. No quiero perderme por
completo, ni dejar de preocuparme por cómo me veo. ¿Y si
no puedo ser una buena madre? ¿Y si no lo amo lo
suficiente? ¿O qué pasa si sabe de alguna manera que al
principio no lo quería?
—Ambos amaremos al bebé. Y seremos buenos padres.
Tal vez nunca ganemos un premio a los padres del año,
pero haremos nuestro mejor esfuerzo y eso es todo lo que
importa.
—Maldecimos demasiado y los dos somos demasiado
temperamentales.
—Así es. Y el niño sabrá las mejores palabrotas en el
jardín de infancia, así que, ¿a quién le importa?
—Tal vez a los profesores —respondí con una sonrisa.
—Entonces pueden venir conmigo y hablarme sobre
sus preocupaciones —dijo Matteo con su sonrisa de
tiburón.
—¿Intimidar a los profesores? Definitivamente no
seremos votados como padres del año.
—Sabía que estar en la mafia sería útil algún día.
Puse mis ojos en blanco.
—Además de la gran cantidad obscena de dinero que
ganas, y la emoción enfermiza que sientes cuando la gente
se caga en los pantalones por ser quién eres.
—Sí, además de eso —dijo Matteo con un guiño—. Sin
mencionar toda la tortura divertida en la que participo.
Suspiré profundamente.
—Eres un loco hijo de puta. —Lo besé suavemente—.
Pero eres mi loco hijo de puta y te amo.
—Y yo te amo, mi perra pelirroja.
Entrecerré mis ojos ligeramente, pero entonces decidí
que tenía todo el derecho a llamarme perra. Era una perra.
Y él un loco hijo de puta. ¿Y qué?
Matteo
***
Matteo
Matteo
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Matteo
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Matteo
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Historia #2
Liliana y Romero
Romero
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***
Luca, Matteo y yo estábamos sentados en la oficina de
Luca, hablando de negocios. Incluso si Luca y yo estábamos
más unidos que él con sus otros Capitanes, esperaba que le
informara con frecuencia. Había confiado en mí al
nombrarme Capitán a pesar de las muchas voces disidentes
y quería demostrarle que no se había equivocado.
Es por eso que trabajaba duro todos los días para
asegurarme que los clubes y bares bajo mi ala florecieran.
No tendría motivos para lamentar su decisión.
Sonó mi teléfono. Por lo general, habría apagado el
sonido durante una reunión con mi Capo, pero Lily podría
estar dando a luz en cualquier momento. Ya tenía cinco días
de retraso.
El nombre de Lily apareció en la pantalla.
Me levanté de un tirón y contesté.
—¿Lily? ¿Qué pasa?
Luca y Matteo guardaron silencio.
—Estoy en trabajo de parto. No creo que tome mucho
tiempo.
—¿Dónde estás?
—En casa. Mi doula está aquí. Te estoy esperando.
—Estaré ahí pronto. Resiste.
Lily rio.
—Está bien.
Colgué, nervioso.
—¿Asumo que Liliana está a punto de tener a tu bebé?
—preguntó Luca.
Asentí temblorosamente.
—Debería…
—Ve. Tu esposa te necesita —dijo Luca.
—Buena suerte —dijo Matteo con un guiño.
Me giré y corrí hasta mi auto. Por lo general, no era
alguien que ignorara las normas de tránsito tan
deportivamente como Matteo, pero hoy corrí a través del
tráfico, cortando líneas y cruzando los semáforos en rojo
donde podía.
Cuando llegué a casa, sin aliento y listo para llevar a
Lily al auto o llamar a una ambulancia, me sorprendió
encontrarla sentada en el sofá, con su doula, la esposa de
un soldado, detrás de ella, masajeándole la espalda. Lily
respiraba con dificultad, su rostro se contraía con dolor.
Después de un momento, sus ojos se posaron en mí y
me dio una sonrisa temblorosa.
—Eres rápido.
—Me apresuré —dije—. ¿Deberíamos ir al hospital
ahora mismo?
Lily miró a su doula.
—Creo que podemos esperar otra hora.
Negué con la cabeza. Sabía que Lily confiaba en la
mujer, pero prefería tener un médico cerca. Caminé hacia
ella, haciendo que la doula se enderece y nos dé algo de
privacidad. Hundiéndome junto a Lily, besé su mano.
—Vamos a llevarte al hospital. Quiero que tú y nuestra
hija estén a salvo. La próxima vez podemos hablar de tener
ese parto en casa que tanto quieres.
—La próxima vez —dijo Lily con una sonrisa.
La ayudé a ponerse de pie y la guie lentamente hasta
el auto, contento de que hubiera aceptado.
Menos de dos horas después, nació Sara. Era tan
hermosa como Lily con grandes ojos castaños y suave
cabello castaño claro. Lily la sostenía con una sonrisa
cansada pero amorosa, y la sostenía a ella en mis brazos,
admirando su fuerza.
—Es tan hermosa —dijo Lily una vez más.
Asentí, acariciando el brazo de Lily. Proteger a los
demás había sido mi trabajo durante mucho tiempo, pero
ahora de repente formaba parte de mi vida, porque las
personas que necesitaban mi protección eran mi vida.
Liliana
Historia #3
Growl y Cara
Cara
***
***
***
***
FIN
Sobre la autora
Born in Blood Mafia Chronicles:
1. Luca Vitiello
2. Bound by Honor
3. Bound by Duty
4. Bound by Hatred
5. Bound by Temptation
6. Bound by Vengeance
7. Bound by Love
8. Bound by the Past
9. Bound by Blood
Otros:
1. Sweet Temptation
2. The Dirty Bargain
3. Forbidden Delights
4. Fragile Longing
Créditos
Moderación
LizC
Traducción
LizC
Diagramación
marapubs
¡Visítanos!