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Valores y Creacion
Valores y Creacion
I. CONCEPTO
En un entorno altamente volátil como en el que vivimos, hay que buscar e identificar
aquellas oportunidades que constituyan creación de valor. Esto exige una constante
renovación de conocimientos y aptitudes, innovación, búsqueda de ventajas en el medio y
largo plazo, y no sólo ganancias a corto, todo ello unido a la incorporación a la empresa de
los medios necesarios, que posibiliten una adecuada toma de decisiones.
Una vez delimitados los conceptos y centrándonos en la creación de valor, hay dos
cuestiones fundamentales de partida y que ya se han comentado, la primera es que no existe
acuerdo a la hora de determinar cuál es la mejor o más adecuada forma para evaluar si una
empresa crea o destruye valor, y la segunda, la confusión existente alrededor de la
percepción de “creación de valor” o “valor creado”. El origen de la creación de valor está
siempre en la empresa (y sus expectativas), sin embargo el destino no, y es ahí donde se
produce la confusión, pues hay que distinguir entre:
El valor creado para la empresa equivale al incremento o disminución del valor de la firma,
o lo que es lo mismo, la variación de la cuantía correspondiente a la variable fondo o
“valor”. En otras palabras, crear valor para la empresa se identifica con generar utilidad con
respecto a una situación de partida.
De hecho uno de los muchos motivos que llevan a valorar una empresa es la práctica
común de medir la generación de valor en un período, valorando la empresa en dos
momentos consecutivos. La diferencia entre ambos valores, una vez añadidas las cantidades
entregadas a los socios y deducido el coste de oportunidad ocasionado por mantener la
inversión en la empresa, es entendida como creación de valor.
Donde,
k: coste de oportunidad
Sin embargo, esta concepción de creación de valor no puede ser considerada como la única,
y menos como la mejor, pues hay que tener en cuenta que realmente la verdadera creación
de valor sólo se consigue cuando una empresa supera sus expectativas previas o previstas, y
que le posibilita tener ventajas competitivas con respecto al resto de empresas, lo cual a su
vez le conducirá a lograr sus objetivos exitosamente. Así, se podría decir que una empresa
puede generar valor, aún cuando ha generado pérdidas contables, si éstas son inferiores a
las que se habían previsto, y una empresa que genera beneficios y que tiene una buena
situación competitiva en el sector en el que opera, estar destruyendo valor por no superar
las expectativas previstas. Este aspecto es tenido en cuenta por la otra concepción de
creación de valor, que se analiza a continuación.
Maximizar ganancias
Los resultados contables tales como (a) Balance General, (b) Estado de Resultados, (c)
Flujo de Caja y (e) el Estado del Patrimonio Neto, han logrado constituirse dentro de las
empresas en el mecanismo imperante para la medición de una gestión empresarial.
Priorizando así, la utilidad antes que el valor, puesto que las acciones que normalmente se
ejecutan tienen como destino principal impactar en el flujo de caja de la empresa, y con ello
mejorar la rentabilidad. Pero hoy, muchos investigadores están poniendo en relieve algunos
problemas significativos que posee de la contabilidad tradicional en su objeto de medir la
gestión empresarial, tal como lo sustentaron (Narváez, 1996; López 1996). Así mismo, la
contabilidad tradicional permite llevar los costos sobre la base de LIFO, FIFO o PPP de
manera que, según se asuma uno u otro criterio obtendremos tres ganancias distintas. Pero
además el dinero gastado en Investigación y Desarrollo puede contabilizarse de dos
maneras diferentes. De manera que a cada uno de los tres resultados anteriores le
corresponde otros dos. Con lo cual ya tenemos 6 definiciones distintas de ganancia, según
el método contable que se utilice. También cuando una empresa compra a otra puede
contabilizar la compra de dos maneras diferentes. O sea que a cada una de las 6
definiciones de ganancias anteriores le corresponde otras dos. Así llegamos a 12
definiciones de ganancias distintas. Si no es que además incluimos los distintos criterios de
amortización. Como vemos, se puede seguir agregando convenciones técnicas, que
permitan arrojar resultados distintos no solo de ganancias sino también de los diferentes
ratios contables, a tal punto de convertir a dichos resultados en conceptos altamente
imprecisos para la evaluación
2 de una gestión empresarial. Tal es así, que Rapaport (1981), con mucha certeza
mencionó que la ganancia es una mera opinión, mientras que el valor es un hecho real.
Resulta evidente que existe cierta inconveniencia de utilizar los criterios contables para
medir la gestión empresarial, pero tampoco la microeconomía aporta soluciones confiables.
Ninguna persona toma decisiones sobre la base de la curva de indiferencia y ninguna
empresa toma decisiones de la manera en que la microeconomía convencional lo explica.
Toda empresa requiere tiempo tanto para invertir como para producir y vender. Según la
microeconomía convencional, una empresa maximiza sus ganancias cuando el costo
marginal se iguala con el ingreso marginal. Este enfoque además de tener inconsistencias
matemáticas (Cachanosky, 1994) no muestra cómo se toma las decisiones empresariales en
la realidad (Kirzner, 1973). Como vemos, la macroeconomía convencional ha desarrollado
una teoría poco fértil para explicar cómo opera actualmente los mercados competitivos.
Siendo sus defectos fundamentales: No considerar el tiempo: Los gráficos de la
microeconomía muestran situaciones estáticas. Si bien se presenta la maximización de
ganancias para una escala (tamaño de empresa) dada, puede haber distintos flujos de caja
para empresas de la misma escala. Si no se definen los tiempos en que se perciben las
ganancias, sea el flujo de caja, no se puede saber cuál empresa es más eficiente. En
conclusión podemos decir que no es lo mismo una ganancia percibida antes que después.
No considerar la productividad: Dos empresas que tengan el mismo flujo de fondos, no vale
lo mismo si una trabaja con un nivel de capital y otra con un nivel inferior. Lo que mantiene
a una empresa en el mercado es su rendimiento sobre el capital invertido y no la
maximización de las ganancias. Afirmar que el objetivo de la empresa es maximizar las
ganancias es muy impreciso.
3 Como vemos, la microeconomía y la contabilidad convencional han puesto el acento
en la maximización de las ganancias, cuando la creación de valor debe ser el objetivo
principal. Si en el pasado el objetivo de la dirección era maximizar el beneficio, pero ahora
este objetivo de beneficio debe ser sustituido por la creación de valor, si se quiere que las
empresas se mantengan en el tiempo debemos maximizar la diferencia entre el rendimiento
del capital y sus costo (Gutiérrez, 1992; Stewart, 1991; Weston & Brigham, 1994). La
creación de valor como criterio para la toma de decisiones ha estado presente en las
empresas desde hace mucho tiempo, específicamente en el área de la planificación de
nuevas inversiones. La adopción de este criterio en la gerencia de las operaciones corrientes
de las organizaciones comienza a tomar fuerza a principios de los años 80, de la mano de la
propuesta de Rappaport (1981) quien planteó que los resultados de la empresa deben ser
evaluados de acuerdo con su contribución a la creación o destrucción del valor de la
inversión realizada por los propietarios. La propuesta que se dio a conocer inicialmente con
el nombre de Enfoque del Valor del Accionista ha ido ganando partidarios, hasta convertirse
hoy en una nueva filosofía de gestión empresarial.
Diferencia
Los gastos por intereses reducen los ingresos netos reportados después de
impuestos en una empresa. El gasto por interés depende de la estructura de
capital de la empresa. La estructura de capital de una empresa es cómo se
financia, ya sea a través de capital, deuda o una combinación de ambos.
Manteniendo todo lo demás constante, una compañía con una deuda superior
tendrá un gasto de interés más alto en comparación con una compañía con
una deuda inferior. Si se comparan estas dos empresas, la empresa sin deuda
parece ser una empresa de gestión mucho más eficaz porque sus ganancias
serán mayores debido a la ausencia de los gastos por intereses. Sin embargo,
después de que se excluya el impacto de la estructura de capital y los gastos
por intereses, es evidente que las empresas están en la misma situación
financiera. Por lo tanto, el beneficio neto de operación después de impuestos
da una visión más precisa de las empresas.
Ejemplo
La empresa A tiene ingresos de $10 millones y gastos de operación totales de
$5 millones. La compañía no tiene deudas. Para simplificar las cosas, vamos a
utilizar una tasa impositiva del 50 por ciento. Si se restan los gastos de
operación de $5 millones de ingresos de $10 millones, se obtiene una ganancia
operativa de $5 millones. Restando el gasto por impuesto del 50 por ciento de
$5 millones que da un resultado neto después de impuestos de $2.5 millones.
La empresa B tiene los mismos resultados, excepto que tiene 1 millón de
dólares de gastos por intereses. La empresa B tendrá una utilidad neta después
de impuestos de $10 millones menos $5.000.000 menos $1.000.000 de
dólares, menos el gasto por impuesto del 50 por ciento de la utilidad de
operación que es de $4 millones, las ganancias netas después de impuestos
serían de $2 millones. El cálculo del resultado neto de operación después de
impuestos para la empresa B de $10 millones menos $5 millones menos el
gasto por impuestos, le da un resultado neto de operación después de
impuestos de $2.5 millones.
Éstas nos señalan tanto el blanco al que se dirigen nuestras acciones, como el
marco de referencia para el trabajo diario.
Si una compañía desea ser realmente productiva y quiere lograr el éxito en el mercado, es
necesario que esté en capacidad de establecer con claridad las metas que quiere conseguir.
Las metas ayudan a impulsar el negocio y su constante seguimiento y actualización son el
motor para evitar el estancamiento o desorientación de los procesos en la organización.
En algunas ocasiones las personas evitan fijarse metas por miedo a fracasar en el camino.
Esto es un grave error que no pueden permitirse cometer las organizaciones puesto que sin
unas metas fijas no hay un rumbo a seguir por parte de los colaboradores y ese desconcierto
va a obstaculizar el desarrollo de la compañía.
Los errores y aciertos que se cometen durante el proceso para conseguir esas metas son la
base para mejorar cada día y para conseguir los niveles deseados de productividad y
competitividad.
Por esta razón, hoy vamos a entregar 3 consejos para establecer metas que impulsen la
evolución y el crecimiento de la organización. Veamos:
1. Trabajar en equipo:
El trabajo en equipo es la base para conquistar los más altos niveles de productividad y
eficiencia en una organización, puesto que ayuda a lograr que cada uno de los integrantes
del grupo alcance su mejor rendimiento al sentirse respaldados por la compañía y trabajar
en pro de un bien común.
Por esta misma vía, para establecer las metas se deberían tener en cuenta las opiniones de
varios integrantes de la organización, ya sean los directivos o los jefes de departamento, y
no de una sola persona, esto permite la ampliación del espectro de opinión y ayuda a
combinar diferentes puntos de vista para lograr acuerdos que consoliden metas concretas y
realistas.
Sin duda, un equipo de trabajo motivado y alineado avanza mejor y más rápido en la
consecución de los objetivos corporativos, y es mucho más capaz de revertir las
adversidades que se presenten.
Las metas deben estar soportadas por cifras y fechas puntuales y no divagar entre palabras
que quieren mejorar la situación pero que no llevan a ninguna parte. La redacción de las
metas debe ser específica y convertirse en un desafío que tenga un tiempo límite y un
objetivo en particular.
Por ejemplo, una meta específica podría ser: para dentro de 60 días se debe aumentar la
producción de cierto producto en un 50%. Una meta poco clara sería: aumentar la
producción para mejorar las ventas, la segunda no está fijando ningún valor objetivo ni
explicando cómo se pretende mejorar las ventas con el simple aumento de la producción.
Las metas siempre deben lograr llevar a la organización a lograr nuevos niveles de impacto
en el mercado, fijar metas demasiado bajas o muy fáciles de alcanzar es un error que puede
traducirse en falta de competitividad o en factor de desmotivación para el equipo de
colaboradores.
Las metas deben traer consigo cambios y nuevos esfuerzos en la gestión y desarrollo del
trabajo para lograr un nivel de exigencia cada vez mayor en la empresa. El objetivo es que
las metas obliguen al equipo a entregar su mejor esfuerzo, a superarse continuamente y a
crecer día a día sin fijar topes que detengan el desarrollo de la organización.