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José Luis Depalma/ editor
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A Marita, hija, esposa
y madre de abogados
Indice general
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VlRTUDES QUE SE REQUIEREN
PARA SER UN RUEN ABOGADO
.................................................................................................................................................. 61
U —4 —
EL PATRIMONIO LETRADO OBLIGATORIO
83
12 INDICE GENERAL
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, —6—
Obligaciones del abogado
COMO AUXILIAR DE LA JUSTICIA
..................................................... 123
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— 7—
—S—
El abogado y la comunidad
........................................................................... 159
—9—
— 10 —
El estudio jurídico
.................... ................................ 187
— 11 —
La clientela
........................................................................................................ 209
— IS
LA consulta
227
INDICE GENERAL 13
<j — 13 —
LOS PLEITOS
......................... 235
Epilogo............................ 267
Palabras previas
I
| patible con el optimismo! Se es emprendedor cuando se
|; es optimista.
g:
* JA, 1960-VI-523.
D Calamandrei, Fiero, Demasiados abogados, cit-, ps. 5 y 6.
NOSOTROS LOS ABOGADOS 101
4 Se doctoró a los dieciséis años y tuvo que esperar hasta los vein
te para actuaren Tribunales confQrme las leyes vigentes; lo hizo tan
espléndidamente que cosechaba grandes aplausos en las audiencias.
NOSOTROS LOSABOGADOS 113
-v
En tal sentido advierto que muchas veces se recurre
al “facilismo” de atacar en el escrito de expresión de
agravios duramente al juez de primera instancia que
dictó un fallo adverso. En lugar de afinar los argumen
tos y rebatir los que sirvieron al magistrado para el
dictado de esa sentencia desfavorable se cae en la gro
sería de descalificar al juzgador con ironías o adjetivos
hirientes. Muchas veces he leído en sentencias de se
gunda instancia que a la par de resolver la causa se
llama la atención o se castiga al abogado por esa con
ducta agraviante; en tales casos seguramente se
transgredió todo límite, Pero estoy seguro que siempre
que se recurre al torpe agravio personal como método
de impugnación se comete grave error, pues un cama
rista es también un juez y sabe el esfuerzo que signifi
ca la tarea de juzgar y la rectitud de ánimo que requie
re; sabe también la dificultad que presentan muchos
casos y el dilema que enfrenta un juez para tomar un
camino u otro..
Es necesario tener confianza en el juez que va a re- I
solver una causa, y mostrarle esa confianza en todo !
momento. Si se duda de su imparcialidad debe recu- |
sérsele y en tal sentido siempre he sido partidario de I
la amplitud de la recusación —sea con causa o sin cau- ¡
sa— de modo que los litigantes tengan la mayor segu
ridad en cuanto a la conducta equidistante e imparcial
del juez, le otorguen su confianza y le permitan real
mente “procesar” con la mayor libertad. Si se ata a las
partes a un determinado juez, a pesar de la descon
fianza que pueda despertar en alguna de ellas, sólo ca
be esperar un proceso anómalo, lleno de improlijida
des que no tienen otra causa más que la creencia (tal
vez falsa) de que el juez está inclinado en favor de una
de las partes, y su sentencia está escrita en su corazón
134 MARTINEZ CRESPO
3 LL, 87-704.
4 CSJN, Fallos, 203:100
NOSOTROS LOS ABOGADOS 157
blica entre cinco a siete tomos por año, a los que hay
que añadir los cuatro tomos anuales de Anales de Le
gislación Argentina o alguna otra similar, y se com
prenderá como las paredes empiezan a no alcanzar
para colocar tantos libros.
Por supuesto, al lado de las revistas que sirven para
conocer las “novedades” y revisar la jurisprudencia es
tán los libros propiamente dichos. Los hay de distintas
clases, de diferente valor y no faltará quien los elija por
la calidad de su presentación o por el color de sus tapas.
Los libros que tenemos a nuestro lado son nuestros
amigos y por aquello de “dime con quien andas y te diré
quien eres” con sólo mirar sus libros se conoce al dueño.
Están los libros “clásicos”, verdaderos mojones en la
ciencia jurídica universal: Aubry et Rau, Demolombe,
Troplong, en el derecho civil, para poner un ejemplo,
Caravantes o Manresa en el procesal civil, o más
atrás todavía el Digesto o Las Partidas. Los hay no
tan antiguos como Rocco, Bolafio y Vivante en el dere
cho comercial o Carnelutti o Chiovenda en el mismo
derecho procesal. Los ejemplos serían, por supuesto,
interminables.
Las ediciones antiguas despiertan menos el interés
del jurista que el del coleccionista. Hemos perdido ap
titud para leer libros de gran tamaño, escritos con le
tras barrocas, sobre todo si se cuenta con modernas
ediciones de cómoda y fácil lectura. Los bibliófilos, en
cambio, encuentran en ellos encantos insospechados.
Mi padre —que lo era y siempre que podía enriquecía
su biblioteca con algún hermoso ejemplar de colec
ción— mostraba con orgullo sus “rara avis”, volúme
nes con sellos distintivos de sus antiguos dueños, ju
ristas famosos o colecciones reales, y hasta un hermo
1 ED, 114-860.
NOSOTROS LOS ABOGADOS 241
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José Luis Depalma / edtor
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