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Cornelius Castoriadis

H echo y p o r hacer
Pensar la imaginación

eudeba
Co
p'iJití \Castoriadis
— f— --------------------------------------------------------------
Hecho y p o r hacer. Pensar la 'imaginación

t
“Imaginación radical e imaginario social instituyeme
son significaciones centrales para la reflexión, a partir de
las cuales puede y debe reconstruirse el conjunto de la p en sam ien to
filosofía. Tuede asombrarnos que la imaginación radical contem poráneo
del ser humano singular, de la psique, nunca haya
adquirido el lugar central que le pertenece dentro de la
teoría de la subjetividad. E incluso puede asombrarnos
todavía más que el imaginario social, imaginario radical
inscituyente, haya sido y siga siendo tocalmente ignora­
do a lo largo de la historia del pensamiento filosófico,
sociológico y político. Las razones de tal ocultamiento
están profundamente arraigadas en la heteronomía de
las sociedades humanas de la que el pensamiento
heredado no logró despojarse.” C o rn e liu s Castoiiadis.

Cornelius Castoriadis (1922-1997) ha sido uno de los


pensadores más importantes de la segunda mirad del siglo
XX. A la vez radical y enciclopédico, erudito y militante,
desarrolló un pensamiento definitivamente original, en el
que la preocupación constante por la autonomía como
proyecto individual y colectivo dio el marco a una re­
flexión que hizo de la imaginación radical y el imaginario
social instituyeme los conceptos claves de una
reelaboración de los fundamentos de la filosofía, el psicoa­
nálisis, las ciencias humanas y el pensamiento político.
En este, su último libro, Castoriadis presenta una serie
de trabajos fundamentales que, centrados en la imagi­
nación, retoman, reelaboran y desarrollan los conceptos
claves de su pensamiento, a la vez que se ocupan de
algunas de las cuestiones principales de la filosofía y el
psicoanálisis. Temas como la creación, la libertad, la
verdad, la reflexión, la sublimación, la pasión, la locura
y la historia del pensamiento son abordados desde la
lúcida y original perspectiva de este gran autor.

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Secretaría de Relación
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C* Institucionales de fl
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Universidad de Buenos Aires

La Colección Pensamiento Contemporáneo es un emprendimiento conjunto de


EUDEBA y la Secretaría <lc Relaciones Institucionales de la Universidad de
Buenos Aires.

Director de Colección: Fernando Urribarri

Primera edición: diciembre de 1998

Diseño de Tapa: Mar/a Laura Piaggio - Eudcba.


Diseño de Interior Alejandro Spina - Eudcba.

© *1998
Editorial Universitaria de Buenos Aires
Sociedad de Economía. Mixra^
Av. Rivadavia 1 5 7 1 /7 3 (\ 0 3 3 )
Tel: 383-8025 Fax: 383-2202

Título de la obr^-original
Fait et a faire. L rr nrfrefBars du idbyriñdje *V.

© Editions du Seuil, 1997


ISBN 2 -0 2 - 0 2 9 9 0 9 - 7

Traducción: Laura Lambcrt


Revisión técnica de la traducción: Fernando Urribarri

Esta obra, publicada en el ámbito del Programa de Ayuda a la Publicación


Victoria Ocampo, cuenca con el apoyo del Ministerio de Asuntos Extranjeros y
el Servicio Cultural de la Emb^jpd^'de .EfVfiHKcai Argcnrina.

Ccr ouvrage, public dans le cadre du Programme d’Aidc á la Publication Victoria


Ocampo, bénéficic du souticn du Ministére des Affaircs Etrangéres et du Service
Culturel de i’Atnbassadc de Fnance en Argén tiñe.

Hecho el depósito que marca la ley 11.723


ISBN 9 5 0 -2 3 - 0 8 5 5-7

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del editor.
H echo y p o r hacer
Pensar la imaginación

E ncrucijadas del la b e rin to V

C ornelius C astoriadis

eudeba
P R Ó L O G O A LA E D IC IÓ N CA STELLA N A

C orn eliu s C astoriadis h a sido u no de los p en sad o res más


im p o rtan tes de la segund a m itad d el siglo X X . A la vez radical
y e n ciclo p éd ico , eru d ito y m ilitan te, d esarrolló un p en sam ien ­
to d efin itiv am en te o rig in al en el qu e la p re o cu p a ció n cons­
tan te p o r la a u to n o m ía co m o proyecto individual y colectivo
dio el m arco a u n a reflex ió n q u e h izo de la im ag in ación radi­
cal, de la psique y del im a g in a rio social institu yem e, los co n ­
cep to s clave de u na ob ra qu e ree la b o ra y transform a los fun­
d am en tos de la filosofía, del psicoanálisis, de las cien cias hu­
m an as y del p en sam ien to p o lítico .

E n este, su ú ltim o libro , Castoriadis p re sen ta u na serie de


tra b a jo s q u e , c e n tra d o s e n la c u e stió n d e la im a g in a ció n ,
reto m an y d esarrollan los co n c e p to s p rincip ales de su pensa­
m ien to , a la vez q u e se ocu p an d e algunas d e las cuestiones
fu n d am en tales d e la filoso fía y el psicoanálisis. Para in trod u ­
cir a su lectu ra , en to n ces, m e p a re ce o p o rtu n o estab lecer al­
gunas p u n tu acio n es, p rim ero a c e rc a de la u bicación de este
lib ro en el co n ju n to de la o b ra p u b licg d ^ d e C astoriadis, y lue­
go so b re sus trabajos a n te rio res co rresp o n d ien tes a los dom i­
n ios de la filo so fía y el psicoanálisis.

I-S o b r e este libro en el c o n te x to d e la obra d e Castoriadis

E n mi In tro d u cció n a la ed ición castellana del an terio r libro


de Castoriadis, E l A va n ce d e la Insignificancia (Eudeba, 1 9 9 7 ),
1
Cornelius Castoriadis

procu ré presentar brevemente la evolución histórica de su obra.


E n este caso quisiera esbozar algunas consideraciones acerca
de la form a en que esta se puede organizar. Para ello me per­
m ito apelar a una oportuna m etáfora que Witold Wittgenstein
propusiera para clasificar a los pensadores originales.
Según W ittgenstein existen dos tipos de ideas originales:
las de terren o y las de semilla. Iras de terren o son aquellas en
base a las que cualquier idea de semilla germ inará de un m odo
especial, distinto que en cualquier otro terren o.
Pues bien, Castoriadis p erten ece a esa escasa categoría de
grandes pensadores cuyas ideas han creado territorios, inaugu­
rando perspectivas nuevas y originales, que han hecho germ i­
nar innovadoram ente los más diversos dom inios de la reflexión.
Desde este punto de vista su obra, al m enos desde 1975,
puede describirse aproxim adam ente sobre la base de la metá­
fora wittgensteiniana:' La In stitu ció n Im aginaria de la Socie­
dad (1975) es su opus principal, en el que inaugura sus ideas
“de territorio” cuyos fundam entos presento de modo amplio y
sistemático. Su potencia y originalidad han h echo de este libro
un clásico con tem p orán eo . P or otra p arte, desde en ton ces,
Castoriadis publica una serie de trabajos “de sem illa”, en los
que se ocupa de cuesdoncs específicas, a partir de la perspecti­
va ya establecida. En estos volúmenes que denom ina genérica­
mente Encrucijadas d el laberinto incluye textos sobre filosofía,
historia o psicoanálisis, así com o intervenciones políticas e inte­
lectuales coyunturales. A su vez algunas de las ideas que estos
textos presentan, provienen de un continuo trabajo “de terre­
n o ” destinado, a largo plazo, a con flu ir en un segundo libro
sistemático titulado El e le m e n to im aginario.
H e c h o y p o r hacer, al igual que los an teriores cuatro volú­
m en es de las Encrucijadas..., es u na co le c c ió n de artículos.

1. Puesto que ahora mi interés es presentar este libro, dejo de lado los trabajos que
Castoriadis dedicó al análisis sociohistórico, económico y político de situaciones
concretas. A este respecto puede consultarse, al final de este volumen, la bibliogra­
fía que he confeccionado. •->
H echo y p o r hacer

Pero posee una diferencia significativa: su relativa hom oge­


neidad. Este se distingue por ten er com o tem a com ún —con­
vergente au nqu e no exclu yen te- la im aginación. Por esta ra­
zón, en agosto de 1996, durante uno de nuestros periódicos
encuentros, le propuse a Castoriadis que la edición castellana
del mismo llevara com o subtitulo Pensar la im aginación. Y él
estuvo de acuerd o.
Como ya lo habrá adivinado el lector, por su tem a este libro
se acerca m u ch o —más que ningún otro antes—a El e le m e n to
im aginario, al presentar reelaboraciones y desarrollos sobre la
im aginación radical. Es cierto que carece de su elaboración
general y sistem ática, pero tam bién lo es que la esboza respec­
to de algunas cuestiones esenciales -c o m o por ejem p lo la del
pensam iento—. Pienso poi ello que es posible considerar este
volumen de las Encrucijadas... com o el más “fundam ental”: es
decir el que más trabaja sobre el fund am ento m ism o de su
propia obra, sobre sus ideas-fuerza.
A hora b ien , p or otra parte, la riqueza de estos textos pro­
viene no sólo de la convergencia tem ática de sus interrogacio­
nes, sino tam bién de la especificidad de los dos dom inios prin­
cipales en las cuales son abordadas: la filosofía y el psicoanáli­
sis. E n este sen tid o la fuerza de cada u n o de estos escritos
revela la radicalidad de la apuesta y la im portancia de la con ­
tribución de Castoriadis en cada uno de estos dom inios.
P o r eso he considerado oportuno aportar una breve pues­
ta en perspectiva de su producción previa sobre filosofía y psi­
c o a n á lis is . Es d e c ir , p r io r iz a r d o b le m e n te la fu n c ió n
“introductoria” de este prólogo: introd u cción a los textos aq u í
reunidos, a la vez que invitación/introducción a la lectura de
aquellos otros textos de Castoriadis sobre filosofía o psicoaná­
lisis con los que estos se relacionan.
No m e es posible entonces analizar ah ora detalladam ente
las consecuencias de estos trabajos sobre filosofía y psicoanálisis,
en cuanto a la relación entre ambos. De todos modos, consig­
nemos al m enos, que entre lo esencial que se postula y se des­
pliega en este libro está la idea de la necesidad, para pensar la
im aginación, de una perspectiva que —sin borrar su distinción—
C ornelius Cas ¡añadís

articule la Filosofía y el psicoanálisis. Una perspectiva, que en­


tonces modifica, decisivamente su relación. Artículos com o “Fi­
losofía y Psicoanálisis”, “Pasión y conocim iento” y especialm en­
te “Im aginación, im aginario, reflex ió n ” son buenos ejem plos
de esta articulación que (por ser una verdadera aruculación, y
no una de esas mezcolanzas posestructuralistas o posmodernas)
supera un tabicantiento que es tan antiguo com o las relaciones
mismas entre psicoanálisis y filosofía. Hay que decir que esto no
fue casual, ya que para lograrlo Castoriadis contaba con una
posición única: se trataba del único gran pensador de este siglo
que fue a la vez, y plenam ente, filósofo y psicoanalista.

II- Escritos d e Castoriadis sobre filosofía

■ “Creación: en el ser, en lo que es, surgen otras formas, se


establecen nuevas determ inaciones. Lo que cada vez es, no está
plenam ente determ inado, es d ecir no lo está hasta el punto de
e x c lu ir el su rg im ien to d e otras d e te rm in a c io n e s” (1 9 8 6 ) .
Castoriadis es el filósofo de la creación hum ana com o génesis
ontológica, em ergencia p erm anente de form as y figuras cada
vez imprevisibles e irreductibles a lo que las preexistía.
En ruptura con el pensam iento heredado, Castoriadis pos­
tula al ser com o creación, y en el m undo hum ano a la imagina­
ción com o fuente de creación. “Im aginación radical, imagina­
rio social instituyeme: significaciones centrales para la reflexión,
a partir de las que el con ju nto de la filosofía puede y d ebe ser
reconstruida” (1 9 9 6 ), escribe Castoriadis. Es d ecir que la re­
flexión sobre la im aginación radical im plica una rcclaboración
de la ontología “orientada por la idea de creación”.

Por otra parte la recon stru cción de la filosofía a partir de


las tesis ontológicas lleva a Castoriadis a la elaboración de una
nueva Lógica, para abord ar aq u ello que no puede serlo m e­
diante la lógica heredada, la lógica fundada en el principio
de identidad y la teoría de conju ntos. Esta lógica nueva, desti­
nada a “pen sar de u na m a n e ra d iferen te la an tin om ia y la
H ec h o y p o r hacer

solidaridad en tre la razón y lo no racional”, es denom inada


“L ógica de los M agm as”.
T ras esta e le m e n ta l m en ció n de las id eas filosó ficas de
C astoriadis, o cu p ém o n o s a h o ra de su p resen cia en la obra
de Castoriadis. El co n ju n to de las mismas en cu e n tra su for­
m ulación más am plia y sistem ática en La in stitu c ió n im agi­
naría d e la so cied a d . L uego, en diversos artícu los, su autor
va a d esarrollar sus con cep tos, en relación a temas o proble­
m áticas p a rtic u la re s. A g ru p án d olo s de a cu e rd o a estas es
p osible o rd e n a r esq u em áticam en te los artícu lo s filosóficos
de Castoriadis d el siguiente m od o: 1- Escritos “o n to ló g ico s”,
sobre la im ag in ación y la crea ció n : “L o d ecib le y lo in deci­
b l e ” ( 1 9 7 1 ) ; “E l d e s c u b r im ie n t o d e la c r e a c ió n p o r
A ristóteles” (1 9 7 8 ); “La lóg ica de los m agm as y la cuestión
de la au to n o m ía ” (1 9 8 1 ); “L o im aginario: L a creació n en el
dom inio h istórico-social” (1 9 8 1 ); y el fun d am en tal “T iem p o
y c re a ció n ” (1 9 9 0 ). 2- E scritos sobre el p en sam ien to h ered a­
do, en p articu lar sobre la racionalidad, la Razón y la C iencia:
“T é cn ica ” ( 1 9 7 3 ); “C ien cia M oderna e In terro g a ció n Filosó­
fica ” (1 9 7 2 ); “So b re el d esarrollo y la racio nalid ad ” (1 9 7 6 );
“A lcan ce o n to ló g ico de la h istoria de la c ie n cia ” (1 9 8 2 ). 3-
Escritos so bre la filosofía, su estatuto y su proyecto (en espe­
cial en relació n al Proyecto de A u to n o m ía): “L a polis griega
y la crea ció n de la d em o cracia” (1 9 8 6 ); “U na in terro gación
sin fin ” (1 9 9 0 ); “¿El fin de la filosofía?” (1 9 8 9 ); “Los in telec­
tuales y la H istoria”; “A n tropología, filosofía, p o lítica” (1 9 9 0 ).
4- Escritos d e filosofía p olítica y filosofía de lo histórico-so­
cial: “V alor, Igualdad, Ju sticia , P olítica” (1 9 7 5 ); “Crisis social
y creació n cu ltu ra l” (1 9 7 6 ); “N aturaleza y valor de la igual­
dad” (1 9 8 2 ); “R eflex io n es sobre el racism o” (1 9 8 7 ); “La re­
volución an te los teólog os” (1 9 8 9 ); “La institu ción de la so­
ciedad y de la relig ió n ” (1 9 8 3 ); “Im aginario p olítico griego y
m o d e rn o ” ( 1 9 9 1 ) ; “L a d em o cra cia a te n ie n se ” ( 1 9 9 2 ); “La
cultura en u na socied ad d em ocrática” (1 9 9 4 ); L a d em ocra­
cia com o p ro ced im ien to y co m o rég im en ” (1 9 9 4 ). 5- Un úl­
tim o Ítem es preciso para distinguir la original reflex ió n de
Castoriadis so bre la ética. A pesar de qu e se trata de ideas
C o m e iii is Cascvriaclis

im portantes -in c lu so para el p ro p io Castoriadis, que se refi­


rió a ellas com o "u n a etica de la m ortalidad’’- no fueron p re­
sentadas en artícu lo s dedicados exclusivam ente al tem a, con
la ú nica ex c e p c ió n de "M iserias de la ética ” (1 9 9 3 ). De to­
dos modos pu ed e encontrárselas en num erosos artículos, es­
pecialm ente en los incluidos en la tercera parte de El avan­
ce d e la insignificancia.

III- E scrito s d e C a sto ria d is s o b r e P sicoanálisis

Castoriadis aborda el psicoanálisis desde una consideración


diferente a aquella que propone para la filosofía. Lo que se
p ro p on e no es ya una recon stru cción total sino que, com o
escribe en La In stitu ció n ...: “partirem os de. la c o n cep ció n
ffeudiana, que n o procurarem os m ejorar ni reconstruir, sino
ilum inar de otro m odo,-a partir d e d o s temas que han sido sus
puntos ciegos: el de la institución histórico-social y el de la
psique com o im aginación radical, es decir, en lo esencial, com o
em ergencia de rep resentaciones o flujo representativo n o so­
m etido a la determ inid ad ”.
De 1965 a 1968 Castoriadis se dedicó, por prim era vez de
m odo sistem ático, al estudio de la teoría psicoanalítica. Uno
de los principales resultados de este em p eño fue la escritura
de su prim er artículo sobre el psicoanálisis. Si este es im por­
tante no es p or ser el prim ero sino porque en él Castoriadis
establece las ideas centrales de una de las dos vertientes prin­
cipales de su reflexión psicoanalítica. Su título es elocuente:
“Epilegóm enos para una teoría del alma que se pudo presen­
tar com o cien cia ”. En él se ocupa -critica n d o las tendencias
cientificistas y las “filosofantes”- del estatuto del saber en psi­
coanálisis, del lugar y los fundam entos de la clínica, así com o
de la relación en tre teoría, práctica y proyecto: “El psicoanáli­
sis es una actividad práctico-poiética, pero nacida y desarrolla­
da bajo la exigencia in tern a de un ‘logon d id onai’, de un dar
cuenta y razón. Su proyecto de transform ación corrió a la par
desde el origen con un proyecto de elucidación de su ob jeto
H ech o y p o r hacer

y de sí m ism a en térm inos universales, es decir, con el proyec­


to de con stitu ción de u na teoría”. Proyecto de Glucidactó^i. y .
de transform ación se dan indisolublem ente ligados en el psi­
coanálisis, que por ello es parte del Proyecto de A utonomía.
En este prim er artículo, Castoriadis tam bién esboza sus ori­
ginales ideas so b re d i su blim ación, relacionadas con la doble
dim ensión de la psique com o im aginación, fuente de crea­
ción, y com o co-detcrm inada sociohistóricam ente.

Más tarde, en 1975, en la segunda parte de La Institución


Imaginaria d e la Sociedad, Castoriadis dedica un extenso ca­
pítulo, el sexto, a la cuestión de la Psique. Este texto constitu­
ye el más im portante de los que su autor ha dedicado al tema,
y es p ro b a b le m e n te u n o de los más im p o rta n tes trabajo s
psicoanalíticos del úlüm o cuarto de siglo.
D esde la perspectiva que h e citado m ás arriba, en este
tex to n u estro a u to r p resen ta una verdadera reelab o ració n
del m od elo freu d ian o de la psique. Esta es d efinida com o
“flu jo in d eterm in a d o de rep resen ta cio n es-a fecto s-d eseo s”,
exp resjón (m od o de ser) de la im aginación radical: es esta
la que constituye y h ace em erg er este flu jo que origina un
m undo de sentid o propio de cada sujeto. Este sera el punto
de partida para el proceso de estructuración del psiquism o
Ique será conceptualizad o com o proceso de socialización, por
'c uanto su p u n to de llegada can ón ico es la con stitu ción del.
individuo social. Piedras angulares de esta conceptualización
son dos tesis com p lem en tarias (que aunque om nip resentes
en este tex to , serán explícitam en te form uladas y tematizadas
en el artícu lo “E l estado del sujeto hoy”) : la prim era, postula
el carácter a-funcional del psiquism o h u m ano, que n o está
sujeto a las regu lacion es fu n cion ales del instinto anim al, y
q u e p o r lo ta n to p o s e e u n a im a g in a c ió n r a d ic a l,
desfuncionalizada, capaz de crear y n o sim plem ente de re­
p etir o im ita r. L a se g u n d a p ostu la el p re d o m in io , en el
psiquismo h um ano, del placer de rep resen tación p or sobre
el p lacer de órgano. A la vez, ambas tesis son com p lem en ta­
rias y p erm iten afirm ar que la psique h um ana se caracteriza
Cornelius Castoriadis

por el h ech o de que la búsqueda de sentido y la búsqueda


d e p lacer son, en. últim a instancia, una m ism a cosa.
Apoyándose en estas ideas Castoriadis rcclab ora el con cep ­
to de sublim ación desarrollando una “con cep ción am pliada”
d e la s u b lim a c ió n . E sta es d e fin id a c o m o la v e r tie n te
intrapsíquica del proceso de socialización. La sublim ación es
el área de in tersección entre la psique y la cultura, a la vez
que el proceso de reem plazo de los objetos privados de inves­
tidura p or o b jetos que son, y valen por su institución -e s decir
su se n tid o - sociales.

Tras la publicación de La Institución..., Castoriadis escribe


varios artículos “psicoanalfdcos”. Estos pueden clasificarse es­
q u em áticam en te de acuerd o a dos grandes ejes: 1- escritos
sobre la teoría de la psique;2y 2- escritos sobre el psicoanálisis,
Su teoría, su práctica clínica, y su Proyecto.
Estos últimos recuperan •y-eonttínían las ideas de 1968. En
“Psicoanálisis: proyecto y elucid ación” (1 9 7 7 ) se despliega u na
lapidaria crítica de la teoría, la clínica, la política institucional
y la ideología de Lacart y del lacanism o. Sim ultáneam ente —y
p o r c o n t r a s t e - se p re sen ta u n a se rie de id e a s - d e cu ñ o
netam en te fre u d ia n o - sobre la clín ica psicoanalítica.
En 1987 Castoriadis escribe uno de su principales artículos
p sicoan alíticos, “E l estado del su jeto hoy”. E n este retom a
am pliam ente su con cep ción de la psique e introduce algunas
novedades y reelaboracion es im portantes. Las principales son:
un abordaje de la cuestión de la psique en térm inos de teoría
del sujeto (que incluye la introducción de la idea de “lo vivien­
te” com o nivéTelemental del “para sí”, de_la constitución de un
m undo propio); una form ulación de la teoría de la psique com o
im aginación radical centrada en las tesis —ahora explicitadas-

2. Para una presentación, amplia y en profundidad, de la ideas de Castoriadis


correspondientes a este “eje", el lector puede consultar mi artículo “Las ¡deas
psicoanalíticas de C. Castoriadis: Psique, imaginación e historia" (revista Zona
Eióg&na N° 38, 1998). s
H ec h o y p o r hacer

de la “d esfu n cion alización ” y del predom inio del placer de


representación; y por último una novedosa conceptualización
de la “au tonom ía del su jeto hum an o” - e n tanto m odo de fun­
cionam ien to d iferen te al del m ero individuo so cia l- definida
com o “subjetividad reflexiva y d eliberante”. Esta elucidación
de la voluntad y de la reflexividad va a sentar las bases de una
teorización sobre el pensam iento y la reflexión, com o modos
de fun cion am ien to psíquico que superan la sim ple lógica de
la co n cien cia —es d ecir del con form ism o/ h eteron om ía pro­
pio del individuo social—. Esta teorización (que en el presente
volumen alcanza su m aduración y extensión definitivas) será
esbozada en la con feren cia “Lógica, Im aginación, reflex ió n ”
(1 9 8 8 ). P artien d o de las nuevas ideas sobre la subjetividad
reflexiva y d elib eran te, y apoyándose en una reform ulación
de la clásica oposición individuo-sociedad en térm inos de psi­
que-sociedad ( “pues el individuo es ya un frag m en to de la
sociedad”), Castoriadis se ocupa luego de la cuestión de i a
autonom ía. En los artículos “Psicoanálisis y P olítica” (1 9 8 9 ),
“Poder, política, au tonom ía” (1 9 8 7 ), e “Individuo, sociedad,
ra c io n a lid a d , h is to r ia ” ( 1 9 8 8 ) , d e sa rro lla u n a r e fle x ió n
psicoanalítica sobre la autonom ía, articulada en estos casos a
lo histórico-social. En ella cabe destacar la conceptualización
de la dim ensión intrapsíquica de la autonom ía, así com o la
tem atización del Proyecto Psicoanalítico, en relación al P ro­
yecto de A utonom ía individual y colectivo. E.n “Freud: la so­
ciedad y la historia” (1 9 9 1 ), “Antropología, filosofía, historia”
(1 9 9 3 ), “L a crisis del proceso id cntificatorio” (1993) explora
los aportes y la riqueza del pensam iento psicoanalítico para
pensar lo histórico-social.

IV- H ech o y p o r hacer: el legado de Castoríaclis

Este libro, que es el úlürno que su autor publicó antes de


m orir en d iciem bre de 1 9 9 6 , se singulariza tam bién por in­
cluir el extenso y formidable texto que presta su título al volu­
men, y que constituye -según el propio Castoriadis- una revisión
C om cfm s Castoriadis

y balance de sus “cuestiones fundam entales”, asi com o el tra­


zado de las vías de desarrollo posible de las mismas.
T a n to p o r su con ten id o especifico com o p o r su sentido
general, el articu lo ‘‘H echo y p o r h a cer” otorga al libro no
sólo un titulo sino un sentido de apertura al futuro que aho­
ra, retroactivam ente, adquiere un fu erte sen ad o de legado.
C ornelius Castoriadis era apasionad am ente con secu en te
con la idea de que la autonom ía sólo puede darse com o bús­
queda de la autonom ía del otro -con sid erad o a su vez com o
ser au tónom o y agente esencial de su propia au tonom ía-. Lo
sé bien , p orqu e tuve la alegría y el h on or de que él fuera mi
m aestro y mi am igo, y de que m e apoyara y confiara en mis
proyectos. Así ocurrió, por ejem p lo, con esta colección de li­
bros que dirijo, para la cual dio a su editor francés la orden de
concedernos facilidades y la prioridad para la edición de sus
obras en castellano.
E n to n ces, corno com p ren d erá fácilm en te el lecto r, p re­
sentar en estas circunstancias la prim era edición en castellano
de H e c h o y p o r hacer no puede con clu ir sino destacando lo
que “por h a cer” nos lega -invitándonos a convertirlo en pro­
yecto y desafío propio— todo “lo h ech o ”, en su obra y en su
vida, por C ornelius Castoriadis. Concluyo entonces citando la
oración final del artículo que da su n om b re a este libro: “No
es lo que existe, sino lo que podría y d ebería existir, lo que
tiene necesidad de nosotros”.

Fernand o U rribarri
Buenos Aires, noviem bre de 1998
ADVERTENCIA AL L E C T O R

Están aquí reunidos mis escritos de los últimos años sobre psi­
coanálisis y filosofía. Los p recede “Hecho y por hacer”, texto a la
vez de balance y programa, del cual conviene indicar el origen.
Enu'c los años 1987-88, y por im itación de mi am igo G ioran ni
Busino, varios escritores aceptaron participar en un volumen
colectivo dedicado a m i trabajo. Tanto sus nom bres com o los
títulos de sus aportes se hallan al final de este texto. El conju n­
to se publicó en el n° 86 de la R en te eu ro p e en n e des scienccs
sociales , en diciem bre de 1989, y, en un volumen aparte, A u to ­
nom ía y A u to transform ación de Ja sociedad. La filosofía m ili­
tante d e C ornelius Castoríadis (Ginebra, Droz, 1989). Ante la
imposibilidad de reeditarlo en un futuro cercano, vuelvo a pu­
blicar aquí mi propio aporte, en el que aproveché la discusión
de algunas de las críticas que me fueron dirigidas para uatar
de echar luz sobre mi recorrid o y sus principales resultados,
esbozando al mismo tiem po nuevas interrogaciones. Confío en
que aquellos amigos que conuibuyeron a la obra colectiva me
perdonen por presentar aq u í las respuestas a críticas que había
que buscar en otro lado. Y espero tam bién que el lector juzgue
que el presente texto puede leerse por sí mismo.
“Ni h ech o, ni por h a cer” era la tradicional protesta de las
p a tro n a s b u rg u esa s a n te a lg u n a fa e n a d e sp ro lija de sus
mucamas. “H ech o y p or h a cer” podría ser el subtítulo de todo
escrito filosófico digno de ese nom bre.

Ju n io de 1996
L os textos h a n sido rep rod u cid os sin m o d ificacio n es, sal­
vo en la co rre cc ió n de algunos lapsus calam i. Las notas ori­
ginales están señaladas con cifras aráb ig as, y algunas nuevas
co n letras.

C ornelius Castoriadis
H ECH O Y P O R HACER

Sólo puedo agrad ecer a los amigos que quisieron con tri­
buir a este volum en expresándoles mi em oción por la canti­
dad y calidad de sus testim onios. Con idéntica em oción le agra­
dezco a Giovanni Busino h aber tom ado la iniciativa, llevándo­
lo a buen puerto a través de innum erables obstáculos y dolo-
rosas circunstancias personales.
Me habría gustado darle más cuerpo a estos agradecim ien­
tos respondiéndole en detalle a cada autor. P ero ello habría
exigido, no sólo un segundo volumen de dim ensiones com pa­
rables, sino m uchos m eses de trabajo. Por eso p re fe rí —para
facilitarle tam bién la tarea al le cto r- más que h acer de este
texto una serie de observaciones acerca de las que me fueron
dirigidas, organizado en torno de algunos temas correspondien­
tes a los grandes ejes de mi trabajo que cubren, al m enos así
espero, buena parte de las críticas recibidas. Es posible que no
haya abordado m uchas de las cuestiones señaladas por los ami­
gos aquí presentes, com o así tampoco otras que de por sí me
desvelan en la noche. No por eso dejan de estar en mi m ente,
y confío en p od er hablar de ellas en otra parte. Aun así he
procurado subrayar, en los casos más im portantes, las tareas ro­
daría por realizar y las orientaciones para el trabajo futuro.1

1. Las menciones a textos míos ya publicados se hacen indicando ei año de su


primera publicación, y si es necesario la página del volumen donde se encuentra
actualmente disponible el trabajo reeditado. Al final de este texto figura un listado de
concordancia.

21
C ornelius Castoñudis

O ntología

No filosofamos - n o nos ocupamos de la on tología- para sal­


var a La revolución (A. H on n eth ), sino para poner a salvo nues­
tro pensam iento y nuestra coherencia. La idea de que una on-
tologfa, o una cosmovisión, pudiera salvar a la revolución le
p erten ece al hégelo-inarxism o, o sea a una con cep ción muy
alejada de la mía. Una búsqueda ontológica orientada hacia la
idea de creación da lugar, de la m anera más abstracta, tanto a
la posibilidad de instaurar una sociedad autónom a, com o a la
realidad del nazismo y el marxismo. A ese nivel, y en casi todos
los demás, creación carece de cualquier contenido de valor, y
la política no se deja “deducir” de la ontología.
O n tolog ía significa eso que trad icio n alm en te se llam aba
m etafísica, y que n u n ca pensé (A. H eller) h aber “superado”
(1972a, pp. 158-159). Es sabido que esa palabra es un acci­
dente histórico. Pero nada im pide que sea en ese libro, titula­
do por otros y más tarde M eta ta p h u sika , donde Aristóteles
haya afirm ado con audacia que hay cierta ciencia (epistéiné)
que considera al ser/ente (on ) com o ser/ ente y a lo que le
p erten ece en sí (/catauro, en sí m ism o). Por nuestra parte,
decim os que hay una refléxión / elu cid ación , que se p reocu ­
pa por el ser/ ente y se pregunta qué le perten ece en sí y qué
le p erten ece en la m edida en que él es para nosotros, vale
decir, por el h ech o de que nosotros lo pensam os. D icha for­
m ulación afirm a que es im posible separar reflexión sobre el
ser de r e fle x ió n so b re los e n te s, a sí co m o es im p o sib le y
sin n w id rig separar reflexión sobre el ser y “teoría del co n o ci­
m ien to” (Kant, y sus retoños hasta nuestros días).
Dado que el ser/ente se m anifiesta tam bién com o organi­
zación (orden, kosm os) con creta y efectiva (por el m om ento
no decidirem os si dicha organización es total o parcial y frag­
m e n t a r ia ) , la o n t o lo g ía es ta m b ié n , n e c e s a r ia m e n te ,
cosm ología. Es curioso que se utilice el térm ino cosm ología
com o si tuviera que ver con astrología, alquim ia o necrom ancia.
Y así com o el señor Jou rd ain hacía prosa sin saberlo, A. H onneth
pone en acción pesadísimos postulados cosm ológicos cuando

22
H e ch o y p o r hacer

se sienta fren te a su m áquina de escribir o cuando sale a la


calle: actúa com o si estuviera seguro de que la prim era no va a
estallarle en tre las m anos, o que durante la noche sus con ciu ­
dadanos no se transform aron en reducidores de cabezas. F.n
resum en, postula al m enos en los fenóm enos cierta regulari­
dad y estabilidad suficientes en cuanto a necesidad y uso, que
ninguna co n cien cia trascendental, ninguna W esenschau, nin­
guna com u nicación intersubjetiva podrían producir o extraer
de sí mismas. Tal vez. la co h eren cia de la experiencia sea sólo
probable (H usserl), pero la coh eren cia de ciertos filósofos se
m uestra en cam bio altam ente aleatoria, toda vez que en sus
libros p on en en duda o con sid eran apenas probables a he­
ch os que a través de su propia actividad dem uestran ten er
por categóricam ente seguros.
La vía de la filosofía (on tología, m etafísica) se abre necesa­
riam ente cuando se piensa la m atem ática, la física o la biolo­
gía (1 9 7 2 a ). Y n ecesariam en te tam bién cuando se piensa el
h ech o, ininteligible para el criticism o, de que hay historia de
esas cien cias en el sentid o más fu erte del térm in o (1972a,
1986a). Estuve a punto de escribir que nadie está obligado a
interesarse en la ciencia, sus resultados y su historia, pero se­
ría falso. La filosofía es asunción de la totalidad de lo pensable
pues se le requ iere pensar todas nuestras actividades. Las difi­
cultades concretas que en fren ta hoy en día esa asunción per­
ten ecen a otro orden de consideraciones, y en nada m odifi­
can la situación de principio.
La vía de la filosofía se abre necesariam ente tam bién cuan­
do se piensa la sociedad, la historia o la psique humana. Y más
de una vez, pues dicha reflexión no sólo lleva a preguntarse
cuál es el m odo de ser de esos entes (sociedad, historia y psi­
q u e), “al lad o” del m odo de ser de esos otros entes que son la
naturaleza física o lo viviente, sino porque nos enfrenta a la
cuestión del ser y el m odo de ser de ese en te para el cual hay
m undo, naturaleza o vida. L a ontología de la sociedad, la his­
toria y la psique form a parte de la au torreflexión filosófica en
su sentido más fuerte, ya que no es únicam ente “a con d ición ”
de ellas que existe la filosofía (naturaleza y vida son tam bién

23
C o rn e liu s Castoriadis

condiciones suyas), sino porque aparece com o creació n espe­


cífica en y a través del terren o de ser que lo social-histórico y
lo psíquico h acen ser.
P ero la reflexión acerca de lo social-histórico y lo psíquico
es filo só fica m en te privilegiada en te rc e r grado. P o rq u e el
hecho de ser (la existencia efectiva) del prim ero y su modo
de ser con d ucen casi en form a directa a pesadas conclusiones
respecto al ser/ente total com o tal (hacia sí, k a t’aur.o). Y tam­
bién aquí dos veces más que una: porque lo histórico-social (y
lo psíquico, aunque m e con cen tre en lo prim ero) m anifiesta
un m odo de ser que, p o r ese mismo hech o, dem uestra perte­
n ecer al ser/ cn te total (aunque sea en alguno de sus estra­
tos) ya que no podría excluirse a lo histórico-social de lo que
es; y porque el h ech o de ser y el m odo de ser de lo histórico-
social no son neutros en cuanto al m odo de ser del ser/ en te
total. En otras palabras: que lo histórico-social exista, y según
su propio m odo de ser, dice algo so b re el m u n d o (térm in o
que utilizaré en ad elante p or razones de brevedad).
Sobre ese m odo de ser propio de lo histórico-social n o he
dejado de escribir desde 1964, y no voy a rep etirm e aquí. Bas­
te con record ar que cada sociedad crea un m agm a de signifr
caciones im aginarias sociales (en adelante S IS ), irreductibles
a la funcionalidad o la “racionalidad”, encarnad as en y p or sus
instituciones y que constituyen en cada caso su m undo propio
(“natural” y “sociatl”).
De entrada constatam os la inm ensa variedad de esos m un­
dos propios (las SIS de las d iferentes sociedades e institucio­
nes que las alb erg an ). Y entonces nos preguntam os cóm o es
el m undo a secas, dada la infinita variedad de m undos pro­
pios de cada sociedad.
L a respuesta es que el m undo se presta a (es com patible
con ) todas esas S IS sin privilegiar ninguna. Eso quiere decir
que el m undo a secas es a-sensato, falto de significación (salvo
la de prestarse a... P ero no es eso lo que llam am os una signifi­
cación ). De a h í resulta que en ese nivel cualquier discusión
“h erm en éu tica”, cu alq u ier in ten to de ver en la creació n de
SIS “in terp retacion es” del m undo carezca de relieve.
H e c h o y p o r hacer

Com probam os tam bién que tocias las instituciones efectivas


de la sociedad, y todas las que pudiéram os im aginar com o efec­
tivas y viables, co m p o rta n n ecesa ria m en te u na d im en sió n
ensídica5* que tiene cierta incid encia, su ficiente en cuan to a
necesidad y uso, sobre el m undo, ya que si no esas sociedades
no^ podrían existir. ¿Cóm o es entonces ese m undo a secas, si la
dimensión ensídica, en con ju nto y en alto grado, incide en él?
La respuesta es que el m und o a secas com p o rta en sí u na
dim en sión que n o sólo se presta a una organización ensíd ica,
sino que co rre sp o n d e a ese tipo de organización. L1 en te n ­
d im ien to está so cia lm en te instituido (1 9 7 5 a , pp. 4 3 1 -4 5 5 ),
p ero no ten d ría o b je to si el m undo fuera pura m u ltip lici­
dad de lo diverso, de lo absolutam ente diverso (19 7 5a, p .457-
4 6 3 ) . A b u san d o del le n g u a je , lla m a ré a esto d im e n s ió n
ensídica d el m u n d o .
El m undo com porta u na dim ensión ensídica, ya que si no,
“la irrazonable eficacia de las m atem áticas” se volvería in in te­
ligible. P ero ocu rre que el m und o n o es un sistema ensídico.
En prim er lugar, n o lo es porqu e incluye al im aginario hum a­
n o , y el im aginario n o es ensídico. Luego, porque la aplica­
ción de lo ensídico al m undo tiene una historia im posible de
en ten d er si el m undo fu era de punta a punta ensídico (1972a,
1986a). Y por últim o, p orqu e aun suponiendo que el m undo
fuera exhaustivam ente red u ctible a un sistema ensídico, éste
estaría suspendido en el aire, ya que sería im posible dar cuenta
en síd ica m e n tc de sus axiom as últimos y sus constantes univer­
sales (1972 a , pp. 163-164).
El m u n d o se p resta in d e fin id a m e n te a o rg a n iz a cio n es
cnsídicas; al m undo no lo agotan las organizaciones cnsídicas:
am bos enunciados d efinen un m odo de ser que llamé el m odo
de ser del m agm a (1972a, 1975a, 1983a) y que encontram os
en todas partes (salvo en las construcciones m atem áticas sepa­
radas de sus fund am entos).

(a) Abreviatura del término francés ensemblista-Kfentitaire (conjuntista-identitano).

25
Cornelius Castoriadis

Tam bien com probam os que las diversas creaciones de SIS


son a la vez inmotivadas y efectivas.
Inmotivadas, p o r razones ya am pliam ente expuestas en l a
Instilación (1964-65, pp. 159-230), y según las cuales no tie­
ne sentido alguno d ecir que el m undo del antiguo Egipto era
“falso" (cosa que estaríamos obligados a decir, o al m enos dis­
cutir, si ese m undo fuera “in terp retación ” de algo pleno de
sentido que le sería ex tern o ). T am p oco decim os que el mun­
do del Corán o el Evangelio sea “falso”: sim plem ente decim os
a) que no nos interesa más allá de la esfera privada, y b) que
incluso dentro de ella impide, o le quita sentido a objetos o
actividades que valoramos —por ejem p lo la verdadera filoso­
fía, o el teatro (ver el Averroes de Borges en “A la busca de
Averroes”) .
Efectivas, no sólo para los hum anos a quienes socializan,
sino, en principio, para todos los dem ás, y n o sólo de m anera
pragm ática, sino teórica, ya que ellas cond icion an el m odo de
interpretarlas. Por ejem plo, d ecir que el Egipto faraónico era
capitalista (o feudal) sería falso; y d ecir que la significación de
la dem ocracia ateniense se agota al instaurar la libertad en la
com unidad fraterna sería pobre y m utilante.
C onsiderem os ah ora la cuestión desde la otra punta. I.a
sociedad existe según el modo de ser del para sí, y cada socie­
dad es un para sí. C rea su m undo p ro p io , y para ella nada
puede ten er senddo, o existir siquiera, si n o entra en su m un­
do propio en la form a en que éste organiza y dota de sentido
a lo que ingresa en él. Para em pezar, el m undo de la psique
singular tam bién es un m undo propio, y en sus estratos más
profundos lo sigue siendo hasta el final, aun cuando la sociali­
zación la abra a un m undo propio más am plio, el m undo pú­
blico de la sociedad que la socializa. Ese m undo propio existe
en form a de clausura, y su organización es el a p rio ri de todo
lo que pueda presentársele —ap arecérsele, serle fe n ó m e n o -
ai para sí considerado. A p rio ri a la vez “m aterial” (p or ej.
sensorialidad) y “form al" (p o r ej. caiegorialid ad ).
Ea existencia de mundos propios, el m odo de ser del para
sí, su organización apriorísdea, son h ech os. Y curiosam ente,

26
H ec h o y p o r hacer

negarlos es absurdo; quiero decir que si hay m undo propio


sólo puede ten er organización apriorísticá. Pensar que las ondas
electrom agnéticas están coloreadas en sí, o que las categorías
de uno y de varios pueden inducirles a partir de la “observa­
ció n ” (observación que de entrada tam poco sabría si lo que
observa es “u n o”, “varios” o los dos a la vez) son ideas absurdas.
P ero sí estam os obligados a com probar que com o tal, el
m odo de ser del para s í no es específico del hum ano (social o
psíquico). Lo viviente existe para sí (1972a, 1986b ). Crea su
m undo propio y para él no existe nada (salvo una catástrofe)
que no ingrese en ese m undo según y con form e a la organiza­
ción que este m undo tenga.
Digamos de paso que a Kant no le interesa esta ampliación, y
que hasta le resulta molesto para su filosofía teórica. Los admira­
bles párrafos de la tercera Crítica, que establecen d e hecho, y
pese a sus precauciones, la autonomía ontológica del nivel de lo
v iv ien te, n o lo c o n sid e ra n d esd e el p u n to de vista
erkenritnistheoredsch, com o organizador de un mundo propio.
D etenernos aq u í sería aceptar uno de los límites inacepta­
bles del kantism o. ¿Cóm o puede ser que el para sí en general,
y lo viviente en particular, exista (y no pueda existir más que)
creando su m undo propio, y que sencillam ente pueda existir,
subsisdr, en el m undo a secas? Subrayemos que, lógicam ente,
el problem a es el mismo en el viviente y en el “sujeto trascen­
dental”: el m undo efecüvo no puede ser efectivam ente orga­
nizado si no es organizab/e, y eso es un atrib u to d el m u n d o ,
no del “su jeto” (1975a, 1983a, 1986a). Eso es lo que Kant re­
con oce y a la vez recu bre con su célebre “feliz azar”. Al contra­
rio de lo que cree J . W h itcbook, esa no-respuesta le crea un
problem a a Kant, no a mí. Fue Kant quien se ocupó de despe­
ja r las con d icion es a p rio ri (y por ende necesarias) de la expe­
rien cia, q u ien creyó en con trarlas ú n ic a m e n te del lado del
su jeto, quien “olvida” que tam bién hay con d icion es exp eri­
m entales del lado del o b jeto , y quien lo p one todo bajo el
signo de la “necesid ad ” (tras lo cual, la “casualidad”, feliz, o
desdichada, crea una desagradable sorpresa), apoyándose siem­
pre en hechos en bruto (hay experiencia, hay “una fuerza oculta

27
Corn elivs Casioriadis

en las profundidades del alm a hum ana”, e tc.). P or mi p an e,


n u n ca pretendí' p o n er esos h ech os úliim os (que haya m un­
do, que haya para sí) bajo el yugo de una “necesidad” cual­
quiera ni pienso que se pueda llam ar casualidad a lo que está
más acá o más allá de lo con tin gen te y lo necesario, y en cuyo
seno sólo con tin g en te y n ecesario son efectivos y pensables.
Pero tam poco eso nos exim e de elucidar las diversas articu­
laciones e n ju e g o . Q ue el para sí com o tal, y en particular el
viviente, se cree cada vez un m undo propio, es sólo una parte
del tema. El viviente tien e existencia efectiva, lo cual im plica
cierta relació n en tre su m und o propio y el m undo a secas.
Llamarnos a esa relación corresp on d en cia en el sentido más
vago del térm ino. F.s un h ech o , un m ero h ech o, un h ech o en
bruto (y que cond iciona infinidad de otros, por ej. la existen­
cia de los filósofos) qu e tal corresp on d en cia existe. H echo que
no es ni u n a casualidad ni u na no-casualidad. H asta cierto
punto es una tautología com o la tautología darviniana: lo vi­
viente vive, y p or lo tanto es apto para la vida. Pero en otro
aspecto, m ucho más profun d o, no se trata de ninguna tauto­
logía, sino de un ser-así del m undo, de un estrato dado del
m undo que con ocem os. Nada nos dice que el para sí debería
poder existir en todo m undo posible.
La respuesta de Freud en El Porx'enir d e una ilusión (SE;
X X I, 55) que invoca W h iteb ook no supera las con sid eracio­
nes ya citadas. Es darvvino-kantiana. Kant dice que todo co n o ­
cim ien to (y de m an era m ás g e n e ra l, tod a re la ció n co n el
m undo) im plica estructuras apriorísticas del para sí. P ero no
dice cóm o y por qué dichas estructuras d eberían “correspon ­
derle” al m undo (incidir en él). (Desde luego podem os ima­
ginar m undos en los cuales algunas de ellas no tuvieran inci­
dencia. C laro que ya co n o cem o s positivam ente algunos: los
estratos m icrofísico y psíquico, por ejem plo. Por eso siem pre
subrayo mi restricción al p r im e r estrato natural). Es en ton ces
cuando habla de un “feliz azar”, a lo cual Freud contesta invo­
cando la génesis d arvin ian a de esas estructuras: si las estructu­
ras apriorísucas no “correspondieran” al mundo, la selección/
adaptación n o le habría perm itido a sus portadores existir y

28
¿VüV-'.'-I
H e ch o y p o r hacer

% * s
rep rod u cirse. En su propio plano, la respuesta es correcta'*’”"
p ero in su ficien te para n u estra discusión. En p rim er lugar,
porque no extrae las im plicaciones ontológicas del h ech o , a
saber que el m undo en sf tam bién es organizable y que com ­
porta lo ensíd ico. Esc no era el problem a de Freud, ni tam po­
co un problem a para él, que n un ca dudó de la factura “racio­
n al” del m undo físico. P ero luego, y p or sobre todo, su res­
puesta en ese plano g en ético que es el suyo, vale para todo
para sí efectivo, para lo viviente en su con ju n to, y sólo vale
para el casi-“sab cr” lim itado que corresponde en cada oportu­
nidad a la categoría de lo viviente considerada. La respuesta
de Freud vale para las bacterias, las tortugas marinas, los chim ­
pancés, ya que si esos seres existen com o vivientes es porque
pu dieron, de una u otra m an era, crearse m undos propios con
los su ficientes puntos de co n ta cto en cuanto a necesidad y
uso con el m undo a secas. Es rigurosam ente im posible “expli­
car” de esa m anera el n acim iento de la teoría de los espacios
h ilbertianos de dim ensión n y su incid encia en el m undo físi­
co , a m enos que se postule u na hom ogeneidad esencial y sin
ruptura ele la lógica de los infravirus con la lógica einsteniana,
com o tam bién una organización de pu nta a punta ensídica
de todo lo que es. (Es en este sentido que escribí, con irreve­
rencia, que “la Estética trascendental es buena para perros, y
p o r supuesto tam bién para nosotros, en la inm ensa m edida
de nuestro parentesco con los perros”: 1986a, p. 4 3 1 ).
La adaptación/selección podría “explicar” cierto desarrollo
de un saber hum ano estrictam ente ensídico y estrecham ente
instrum ental. Pero en realidad no explica ni eso, pues no nene
nada para d ecir acerca de lo propio de los m undos propios
hum anos (de las diversas sociedades instituidas) —a saber que
las S IS q u e los h a c e n se r n o son ni “a d a p ta tiv a s” ni
“antiadaptativas”; ellas son otra cosa. L a propia psique es un
masivo y monstruoso caso de inadaptación. Esta inadaptación
es, mal que bien, dom ada por la institución social y la socializa­
ción de la psique —que al respecto, tiene un valor no “adaptativo”
sino de supervivencia: de no haber creado la insdtución, la hu­
manidad habría desaparecido corno especie viviente. Claro que

29
Cornelius Castoriadis

esa tautología se queda sin voz ante la infinita variedad de SIS:


¿los dioses babilónicos son más o menos “adaptativos” que los
dioses mayas? Y tam bién debe ocultar la decisiva dependencia
de la dim ensión ensídica de cada institución social —de su legein
y teu kh e in —b respecto de la dimensión propiam ente imagina­
ria de sus S IS (sin teo lo g ía b a b iló n ica n o hay astro n o m ía
b abilón ica). Finalm ente, y sobre todo, se derrum ba ante la crea­
ción de la interrogación ilimitada, de la filosofía y la ciencia en
el verdadero sentido de la palabra: ¿que relación hay entre la
“adaptación” y el que tras miles de años de existencia instituida
(y tam bién, bien o mal, “adaptada” a los tumbos) algunas socie­
dades em piecen a cuestionar explícitam ente su propia institu­
ción y sus SIS establecidas? Con ello se realiza una ruptura de la
clausura en y por la cual existe el simple viviente, una conm o­
ción (siem pre im perfecta e inacabada) del m undo propio com o
exclusivo, algo que es la negación frontal de la “lógica” biológi­
ca, la creación de un ser y un m odo de ser sin precedentes en
la historia del m undo: un ser que cuestiona explícitam ente las
leyes de su propia existencia y que sin em bargo existe en y por
esc mismo cuestionam iento.
Vuelvo auás un m om ento, para explicitar la respuesta a la
pregunta que hice en la Institución generalizándola: si el para
sí hace salir todo de él mismo, ¿cóm o y por qué encontraría
algo más que sus propios productos? Y si no lo hace, querría
decir que “toma prestado” o “copia” su m undo propio del afue­
ra , cosa que es absurda. L a respuesta general es que el para sí
sólo puede existir creando (sólo si crea) un m undo propio lo
suñcien tem en te “análogo” a rasgos del m undo “extern o”; y una
creación de esa índole es posible porque tanto el mundo pro­
pio del para sí, com o el m undo a secas, com portan una dimen­
sión ensídica. El para sí debe crear con lo ensídico, y existe lo
ensídico en el m undo. El para sí, por ejem plo, separa y com bi­
n a —y en el m undo hay lo separable y lo com binable. Cuando se

(b) Por esos dos términos, ver fIS. capítulo 5.


H ech o y p o r hacer

trata de ese para sí peculiar que es la psique, estamos frente a


una parte muy escasa de la respuesta (ya que se refiere sólo a
los restos de regulación anim al que subsisten en el ser huma­
n o). Lo esencial aquí es que para la psique, el “m undo exter­
no” es el m undo social, que la psique existe en y a través del
senado, y que el m undo social le permite crearse un sentido a
partir de la significación social. Más adelante, en “Psique y so­
ciedad”, volveré sobre este tema. El mundo propio de cada so­
ciedad, que plantea aun otras cuestiones, será tratado en “Sen­
tido y validez".

iií 3¡s

Lo histórico-social es creación: creación de una vez y para


siempre (institución y significación son ureducubles a lo bioló­
gico) , creación en cada caso de su institución por parte de cada
sociedad. L o histórico-social es. P or consiguiente, la creación le
p erten ece al ser/ente, y se la debe contabilizar entre los toutó
uparchonta k a t ’auto, lo que le perten ece com o tal. Pero eso
vale también más allá de lo histórico-social: existe lo viviente. El
m odo de ser de una estrella no es el de un elefante. (Y eso es
in d e p e n d ie n te de que llegado el caso pudiera dem ostrarse,
com o dice J.-P. Dupuy, que en determinadas circunstancias, lo
“inorgánico” prod ujera “orgán ico”: lo viviente hace aparecer
leyes y cualidades que com o tales no tienen n in g ú n sen a d o en
física). Es obvio entonces que la aparición del ser para sí (lo
viviente, la psique, lo histórico-social) entrañe una fragm enta­
ción esencial del ser ente/ ente total. La m edida y la m anera en
que, pese y a través de esa fragm entación, sigue existiendo un
kosmos, una totalidad parcialm ente organizada y “coh eren te”,
es a todas luces una inm ensa cuestión todavía por elaborar.
El h echo de la creación tam bién tiene pesadas im plicaciones
ontológicas qu e m en cion aré brevem ente. E n traña abandonar
la hipercategoría de d e te rm in id a d com o absoluta (y su avatar,
la idea de determ inism o integral). Pero es un error lógico pen­
sar —corno parecen hacerlo A. Llonneth y o tro s- que por eso
debe remplazársela por la de una indeterm inación absoluta e

31
C ornelius Castoríadis

in tegral. Mi filosofía. nc> es u na “filosofía de la in d eterm in a­


ció n ”. Precisam ente creación q u iere d ecir posición d e nuevas
d eterm in a c io n es —surgim iento de nuevas formas, eidé, y por
ende ip so fa cto de nuevas leyes: las p e rte n e c ie n te s a esos
m odos de ser. En un nivel más g en eral, la idea de creació n
sólo im p lica indeterm inación en este sentido: la totalidad de
lo que n o está nunca tan total y exhaustivam ente “d eterm ina­
d o ” com o para exclu ir (h a cer im posible) el su rgim iento de
nuevas d eterm in a c io n es.
La idea de creación es igualm ente ajen a a la de una inde­
term inación integral y absoluta desde otro punto de vista de
sim ilar im portancia. Sean cuales fu eren la factura específica y
el grado de in d eterm inación in tern o que com porte, cualquier
form a (y toda nueva form a) es un ser-esto y un ser-así. Y nada
sería si no fuera una ccccitas distinta de las demás, una Dies-
h e it y una Was-hcit, un to d e ti.
Más allá, el discurso debe hacerse específico en cada nivel. La
fo rm a cread a puede casi ag o tarse en sus d e te rm in a cio n e s
cnsídicas (por ej., una nueva teoría m atem ática); o bien redu­
cirlas a relativamente poca cosa (la psique prim era). El propio
m odo de ser de lo indeterm inado no es pura y sim plem ente
in d e te rm in a d o : p o r m u c h o q u e la in d e te r m in a c ió n del
in co n cie n te sea de las más fu ertes que podam os avistar, el
inconciente seguirá siendo un esto lo suficientem ente distinto
com o para afirm ar que su indeterm inación no tiene n in g u n a
relación (que no sea lógica y vacía) con la eventual indeterm ina­
ción de las entidades cuánticas. La sociedad tiene su propia in­
determinación, y también la tiene cada sociedad en particular.
¿Qué relación hay en tre form as nuevas y antiguas? De ma­
n era más amplia, ¿cuáles son las fo rm a s d e relación en gen e­
ral en tre form as e instancias (ejem p lares particulares) de cada
form a? ¿Cuáles son las relacion es en tre estratos del ser/ en te y
en tre entes en el in terior de cada estrato? O tro inm enso cam ­
po todavía por trabajar. N o basta co n hablar (B. W aldenfcls)
de “principio de razón suficiente”: se puede decir m ucho más
que eso. U na teoría de los tipos de con exió n efectiva debería
ten er en cuenta al m enos los siguientes m odos (aquí indicados

32
H ech o y p o r hacer

sólo a titulo de ejem plo y sin ninguna pretensión sistemática


o exhaustiva):
-la con d ición necesaria y suficiente (tal com o se halla en
m atem ática s);
-la co n d ició n sim p lem ente su ficiente, h abitu alm en te en ­
tendida com o causalidad (y que sólo coincid e con la prim era
por adjunción a ésta de un con ju nto indefinido de condicio­
nes necesarias reunidas bajo la cláusula ceteris parí bus);
-la cond ición n ecesaria ex tern a (la existencia de la Vía Lác­
tea para com p o n er Tristán e Isolda);
-la con d ición n ecesaria in tern a (la historia an terior de la
m úsica occid ental para esa misma com posición);
-el apuntalam iento en sentido psicoanalítico;
-el apuntalam iento en sentido histórico-social;
-la influ encia de un pensam iento sobre otro (Platón sobre
Aristóteles, H um e sobre Kant, etc.);
Esos m odos no se excluyen en absoluto. E n particular, los
en con tram os a todos en el cam po histórico-social (in sistí va­
rias veces, so bre todo en la prim era parte de la In stitu ció n ,
en 1964 y 1 9 6 5 , acerca de la presencia e im portancia de la
causalidad en la vida h istórico-social). Por eso mismo, queda
claro que la crea ció n social-histórica (com o en cu alqu ier otro
te rre n o ), si b ie n es inm otivad a -c x - n ih ilo - , siem p re tien e
lugar bajo co a cció n (n u n ca in n ih ilo ni cuín n ih ilo ). Ni en el
terren o histórico-social, ni en ningún otro, la creación signi­
fica que cu alq u ier cosa o cu rra en cualquier parte, en cual­
q u ier m om en to ni de cu alq u ier m anera.

R e la c ió n c o n la filo s o fía h e r e d a d a

La sociedad se instituye cada vez en la clausura de sus SIS


L a creación histórica de la filosofía es ruptura de esa clausura,
cu estion am iento exp lícito de esas SIS, de las rep resen tacio­
nes y palabras de la tribu. De a h í su consustancialidad con la
dem ocracia. N inguna de las dos es posible com o no sea en y
por m edio de un inicio de ruptura de la h eteron om ía social y

33
C o m etí its Castoríadis

la creación de un nuevo tipo de ser: la subjetividad reflexiva y


d elib eran te. Ira creació n de la reflexión —del p en sa m ien to -
corre pareja con la creación de un nuevo tipo de discurso, el
discurso filosófico, que encarna la interrogación ilimitada y se
m odifica a sí m ism o a lo largo de su historia.
Nuestra propia relación con la historia de la filosofía crea una
cuesdón filosófica de prim era magnitud (1989a), cosa natural
pues toda reflexión es también autorreflexión, y porque la re­
flexión no empezó hoy. Entre los múlripies aspectos de esta cues­
tión, hay uno particularmente importante. Pese a ser ruptura de
la clausura, la reflexión tiende de m anera irreversible a cerrarse
de nuevo sobre sí. Y es inevitable (aunque una filosofía no cobre
form a de sistema), ya que de otro m odo la reflexión se limitaría
a ser un signo de interrogación indeterminado y vacío. La ver­
dad de la filosofía es esa ruptura de la clausura, esa conm oción
de las evidencias preconcebidas, incluidas sobre todo las filosófi­
cas. Tra verdad de la filosofía es ese movimiento, un movimiento
que crea el suelo en el que camina. Ese suelo no es ni debe ser
cualquier cosa, ya que define, delimita, form a y constriñe. Lo
propio de una gran filosofía es perm itir ir más allá de su propio
suelo, e incluso incitar a hacerlo. Como tiende —y debe tender—
a asumir la totalidad de lo pensable, tiende también a cerrarse
sobre sí. Si es grande, si es una gran filosofía, encontrarem os en
ella los signos certeros de que el movimiento del pensamiento
no puede detenerse y hasta parte de los medios para continuar­
lo. Linos y otros tomaran form a de aporías, antinomias, francas
contradicciones, grumos heterogéneos.
A gran escala, esto es válido tam bién para la filosofía greco-
o ccid en tal en su co n ju n to , p recisa m en te eso que llam é el
pensam iento heredado. El suelo que la lim ita y nos constriñe,
es el de la determ inidad (peras, B e sd in m th c it). E n ese aspec­
to, hay u na clausura, n o insuperable,c de la ontología y la filo­
sofía grecoccidental. No hay tal “fin de la filosofía”, com o pro­
clam an la e ste rilid a d c im p o te n c ia de n u e stro s tiem p o s

(c) Más valdría decir definitiva.

34
H e c h o y p o r hacer

(1989a). L a clausura del pensam iento heredado puede y debe


rom perse. No p or gusto, claro, sino porque está la exigencia a
la que nos con fron tan tanto las cosas com o nuestra propia ac­
tividad reflexiva. Y -é ste es el signo de la m agnitud de esta
h e re n cia - una reflexión digna de ese nom bre podría en con ­
trar en Platón, Aristóteles, Kant, y también en Hegel, los pun­
tos de partida y algunos de los medios de un nuevo movimien­
to. Ya indique antes algunos de esos puntos con relación a
Kant. Más adelante haré lo mismo a propósito de Aristóteles.
No fue ése sin em bargo mi itinerario personal. La filosofía
m e subyugó desde que la conocí. A los trece años, una liqui­
dación de libros en Atenas m e permitió com prar, con mi ma­
gro dinero de bolsillo, una H istoria d e la Filosofía en dos to­
mos, honesto plagio de U benveg y B réhier. Luego, ju n to con
M arx v in ieron Kant, P latón, C ohén, N atorp, R ickert, Lask,
Husserl, A ristóteles, H egel y Max W eber, más o m enos en ese
orden. Desde entonces n u n ca dejó de preocuparm e. Llegué
a París en 1945 para h acer una tesis de doctorado en filosofía,
cuyo tem a era que desde su propio punto de vista, todo or­
den filosófico racional desem boca en aporías e impasses. Pero
ya desde 194 2 la p olítica m e había absorbido dem asiado, y
siem pre quise e je rce r la actividad y la reflexión políticas sin
mezclarlas con la filosofía en el sentido propio del térm ino.
Fue en calidad de ideas políticas, y no filosóficas, com o apare­
cieron en mis escritos la autonom ía (19 4 7 , 1949), la creativi-
dad de las masas, eso que hoy llamaría la irrupción del imagi­
nario instituyente en y a través de la actividad de un colectivo
anónim o (1 9 5 1 ). Fue a partir de una reflexión sobre la eco­
nom ía contem porán ea, de u na crítica inm anente a su econ o­
m ía y su visión de la sociedad y la historia, pero no com o meta-
físico, que critiqu é a M arx y me alejé de él (1953, 1955-57,
1958, 1960). Y fue a partir de una reflexión sobre la historia y
las diversas form as de sociedad que rech acé finalm ente su sis­
tem a y logré la id ea de institución im aginaria de la sociedad
(1960, 1964-65). Sólo en ton ces —com o puede verse en la pri­
m era parte de la In s titu c ió n - se opera la unión con la filosofía
p ropiam ente d icha y su historia, se d escribe la p erten en cia

35
C orneli us Castoriaclis

de Marx a la m etafísica racionalista, y se en cuentran algunas


premisas de la idea de im aginación en el idealismo alem án.
(H ice u na descripción más detallada de este itinerario en la
“In tro d u cció n g e n e ra l” a L a S o c ie d a d burocrática, 1 9 7 1 b ).
Sólo después de publicado ‘‘M arxism o y teoría revoluciona­
ria” (1964-65), y una vez suspendida la publicación de Socia­
lism o o Barbarie," el trabajo filosófico em pieza a absorber la
mayor p arte de mi tiem po libre (p rácticam en te n un ca dejé
de trabajar en mi profesión, com o econom ista, hasta 1970, y
com o psicoanalista a partir de 1 9 7 3 ).
De todos esos textos, n in gu no tiene “privilegios”, pero es
cierto que Aristóteles ocupa una posición particular por razo­
nes que voy a expresar. Es verdad, com o dice A. H eller, que
Aristóteles es un filósofo que viene “después de las Luces”, y
que en ese senad o su ubicación histórica presenta analogías
con la nuestra. Pero ésa es sólo una parte de la verdad. Aristóteles
viene no sólo después de las Luces, sino después de la más for­
midable reacción contra las Luces, organizada por el mayor fi­
lósofo que haya existido jam ás: Platón. (Y tam poco nunca escri­
b í ese absurdo, que m e endilga A. H eller, de que Platón fuera
un “teólogo”. Platón también creó, es cierto, la filosofía teológica,
que es algo muy distinto). Pero tam bién Aristóteles, alum no de
Platón e incon cebible sin él, está en cierto sentido “antes” que
su m aestro y en u na parte esencial p erten ece al siglo Va . Es
verdad que llega a p on er por encim a de todo al bios théorétikos.
Pero tam bién es cierto, en contra de lo que proclam a la vulgaia
interpretativa, que es un dem ócrata ateniense (ver La C onsti­
tución d e los A ten ien ses com o su ideal de politcia ) . Y si bien es
cierto que, p or algo que le parece (tam bién) una necesidad
del pensam iento, plantea un Dios, puro pensam iento, pura ac­
tividad, ese Dios —el ú nico digno de tal n om b re—no tien e nin­
guna relación con este m undo, y rio podría, sin m over a risa,
ni h aberlo creado ni tam poco intervenir en él. Por todas esas

• Nombre del grupo y la revista que C. Castoriadis fundó en 1948 junto con Claude
Lefort y que se autodisolvió en 1967.

36
llc c h o y p o r hacer r & ; 3 'J . 0 1í t 'w

sli^.
razones es que son tan fecundas las tensiones y aporías
sam icnto aristotélico. -
Aristóteles fija el tope de la filosofía grecoccidental. Y en algu­
nos de los temas que considero cruciales se m onta en el y está a
punto de trasponerlo: phantasia (1978b ), n o m o s/p h u sis (1975b).
No lo franquea, se queda en la determ inación: la pura materia,
com o la pura indeterm inación, es un concepto abstracto, límite
del ser y el pensam iento. La idea de creación no tendría sentido
pata él: la teoría de la poiesis y la recliné es esencialm ente una
teoría de la im itación (1973a, pp. 223-226), aun si por m om en­
tos se muestra titubeante. Como tal, es obviamente inadecuada a
la cosa, y no es casual que la idea de m im esis reaparezca tantas
veces en aquellos autores contem poráneos a quienes la creación
les sigue resultando un término obsceno (o divino).
Aristóteles piensa el siglo Vo en la Política y en su teoría de
la ju sticia (L ib ro Vu de la Etica a N icórnaco) . R eencu en tra el
siglo V en otro punto -lig a d o al anterior— de capital im por­
tancia. No sólo d ebate constantem ente con el gran D cm ócrito
(de q u ien , si d ep en d iéram o s de P latón , org an izad or de la
prim era gran conspiración del silencio en la historia de la filo­
sofía, ignoraríam os hasta el n om b re), sino que recu pera posi­
tivam en te su h e re n c ia , lo m ism o que la d e H ero d o to , los
hipocráticos y la gran sofística, en la distinción en tre p h u sis y
n o m o s (ob literad a en Platón, que la rem plaza por la de sano y
corro m p id o). N o vale la pena recordar que en su esencia el
pensam iento aristotélico es un pensam iento de la phusis. Pero
que, cuando lleg a a los asuntos hum anos, n o puede no en ­
contrarse con la cuestión del nom os. Eso explica algunos as­
pectos caóticos de su Política, y tam bién que al reflexion ar
acerca de la p o lis y la ju sticia, donde no le es tan fácil en co n ­
trar su (o una) p h u sis, se lo vea vacilante (1 9 7 5 b ). Lo mismo
ocu rre en el terren o de la psique, cuando descubre la imagi­
nación p ero a pesar ele sus esfuerzos no puede, en las partes
mas aporéticas d el P eri psuchés, articularla con u na p h u sis
funcional y racio n al del alm a (1978b ).
C ualquiera q u e hubiese reflexionado ú nicam ente a partir
de la historia de la filosofía y el texto aristotélico, habría podido,

37
Cornelius Casioriadis

a partir de los tem as de n o m o s y p h antasia —en ap arien cia


extraños, p ero en verdad esencialm en te ligados- em prender
el cam ino de la institución im aginaria de la sociedad, a lo lar­
go riel cual Vico, M ontesquieu, H erder, Kant, Fichte y Hegel
le habrían servido de com pañeros a la vez pérfidos y caritati­
vos. Podría haber retom ado la polaridad en tre p husis y n o m o s
con las aporías que suscita en los asuntos hum anos, y las crea­
das por el descubrim iento de la im aginación. Podría haberlas
aceptado (en vez de m aquillarlas) y zanjarlas decidiendo (cosa
que sin duda h abría en gen d rad o nuevas cuestiones) que 1)
definitivam ente no hay p husis del n o m o s en ningún sentido
del téim ino; 2) que al n o m o s —y la te c h n é —lo crean los hum a­
nos, y que eso rem ite a una p h a n ta sia que no es imitativa o
com plem entaria de la p h u sis , y p o r últim o 3) que existe al
m enos un tipo de en te, el en te h u m ano, que crea, que hace
surgir su propio eidos de m an era “no natu ral”, y sin que dicho
eidos se en cu entre ya, d u n a m e i, determ inad o en sus p oten ­
cialidades y cuya asunción, por en d e, no sólo rom pe la univer­
salidad de la p h u sis sin o que arru in a cualquier on tología de la
determ inidad, y p or lo tanto tam bién la ontología aristotélica.
A n th r o p o s a n th r o p o n g e n n a . P ero tam bién , by a n d large,
A th é n a io s A th é n a io n g e n n a . ¿C uál es e n to n c e s e l lu g a r
ontológico (o físico) donde se arraiga el ser-ateniense?
Alguien pod ría h a b erlo h e c h o , ¿p ero p o r qu é lo h abría
hecho? ¿Y por qué, de entre los innum erables nudos aporéticos
que tam bién constituyen a la filoso fía heredada, elegir esos
dos. No tengo respuesta a esta pregunta hipotética, com o tam ­
poco a la de por qué A. H eller llam a neoaristotélico a un au­
tor que inicia su reflexión rechazand o la categoría cen tral de
la ontología aristotélica. Sé que no fue h aber leído a Aristóteles
o Kant lo que m e hizo pensar la institución im aginaria de la
sociedad, sino que haberla pensad o m e hizo releerlos con otra
m irada. ¿Pero me atreveré a añ ad ir qu e esas relectu ras me
convencieron de la p ertin en cia de m is preguntas y la insufi­
ciencia de sus respuestas?
Volvamos a la cosa misma. Para A ristóteles la phusis es el fin
y la n o rm a , p e ro ta m b ié n la e fe c tiv id a d p re d o m in a n te

38
/-fecho y p o r hacer

(1 9 7 5 b ). D ebe ser a la vez am bas cosas. L a p h u sis es lo que casi


siem pre (salvo m onstruos y aberraciones) es com o debe ser.
La p h u sis no puede ser u na n orm a externa a la efectividad,
cosa que haría de Aristóteles un extraño plátono-kantiano; ni
tam poco u n a efectividad en bruto que según él le quitaría a
la vez unidad e inteligibilid ad . P ero esos dos com ponentes
indisociables de la idea de p h u sis —sin esta indisociabilidad la
on tología aristotélica se d erru m b a - se dislocan sin rem edio
en cuanto se consid era el terren o hum ano. A ristóteles dice
que el logas y el n o u s so n el fin de la naturaleza (ro tés phuseós
telos ) para nosotros los hom bres. Ahora bien, -cuántos hom­
bres realizan efectivam ente ese telos ? ¿Y cuántas ciudades se
instituyen efectivam ente para asegurar el eu zein, la vida bue­
na, tal com o la con ceb iría el filósofo? ¿Y cuál es la relación, si
la hay, en tre el eu zein d e atenienses y egipcios?
R etom em os en to n ces tod o esto en nucsu'os térm inos. Si
querem os llam arla así, hay una phusis del hom bre en el senti­
do de efectividad universal. N u clearm en te y com o tal, esta
p h u sis propia del hom bre es im aginario radical: imaginación
radical de la psique, im aginario social instituyem e en el plano
colectivo. Pero esa p h u sis n o coincide con ninguna norm a (sal­
vo en sentido trivial: un ser hum ano “sin im aginación” sería
un m on stru o en sentid o a risto té lico ). Y tam poco com o tal
p erm ite “d ed u cir” o “fu n d am en tar” norm as. P or supuesto,
perten ece tam bién a esta p h u sis del hom bre crear normas y
significaciones (el im aginario instituyentc), pero no hay n in ­
g ú n c o n te n id o de esas norm as que se pueda desprender com o
efectiv am en te universal. Para los hum anos, no hay ningún
n o m o s, ninguna norm a m aterialiter spectata que sea p h u sei
por naturaleza, por ousia hum ana. No voy a entrar en la cues­
tión de los universales histórico-sociales, cuya discusión a lo
largo de los últim os cuaren ta años no aportó nada cierto. Apun­
to sim plem ente que: a) n o se pueden considerar com o uni­
versales n o rm a tivo s los universales triviales que traducen res­
tricciones universales bajo las cuales se despliega lo histórico-
social (produ cción de vida “m aterial”, reproducción sexuada,
e tc.); b) los universales del lenguaje que no sean fonológicos

39
Co rneli us Coscona dis

co n ciern en sólo a la dim ensión ensídica ele e'ste, al código y


n o a la lengua, a lo instrum enta] y no a lo significativo propia­
m en te d ich o (a esco p e rten ece tod a la “ca teg o riz a ció n ” de
referentes operada por el len g u aje). En verdad, los universa­
les que in ten ta n despejar algunos lingüistas, se refieren todos
al código. Por ejem p lo, las estructuras sintácticas elem entales
que busca Chomsky, en carn an sim plem ente cierta organiza­
ción su jeto/ pred icad o y sus ram ificacion es; c) los únicos uni­
versales de norm atividad m aterial son la p ro h ibición del in­
cesto y del asesinato “libre” (y no el asesinato en general) en el
seno de la colectividad. Pero esas norm as pertenecen a los re­
quisitos m ínim os de socialización psíquica (1975a, pp. 405-420).
La institución debe brindarle a la psique sentido diurno, para
lo cual tiene que forzarla a salir de su m undo propio, donde
para em pezar el deseo y el odio al otro desconocen todo límite.
Im posible extraer de ambas p ro hibicion es ninguna prescrip­
ción normativa positiva, sustancial y universal. Y es evidente que
más allá de estas consideraciones, queda por hacer una inm en­
sa elaboración, elaboración precisam ente histórico-social, ya que
tanto la prohibición del incesto com o la prohibición (limitada)
del asesinato adquieren un contenid o y con ocen un cam po de
aplicación distinto en sociedades diferentes.
La única “n orm a” consustancial a la p h u sis h um ana es que el
hom bre n o puede no plantearse norm as. L a sociedad es hum a­
na, y no seudo-“sociedad anim al”, en tanto que instaura nor­
mas en y a través de la institución, que estas norm as encarnan
significaciones, y que su m odo de ser y conservarse n o tiene
ningún sustrato biológico específico, ni responde a “funciones”,
“adaptaciones”, “aprendizajes” o “problem as p or resolver”.
Ahora, a lg u n a s (poquísim as) so cied ad es p o n en so b re el
tapete en algún m o m e n to (muy recien te ) u na cuestión antes
inaudita: la validez de d ere ch o de las n orm as y significaciones
sociales. Esa tam bién es una nueva crea ció n histórico-social,
creació n de un nuevo espacio, un nuevo m odo de ser, nuevos
o b jeto sy nuevas categorías —obviam ente consustancial a la crea­
ción de la filosofía y la política en el sentid o que le doy a esa
palabra (1 9 8 8 a ). Ese es el espacio que presuponem os, y en el

40
H e c h o y p o r hacer

que. ingresam os, cuando discutirnos sobre verdad o ju sticia. Y


al que volveré más adelante con mayor amplitud.

Psique y sociedad

La psique y lo histórico-social son irred uctibles el u no al


otro. La so cied ad no pu ed e h a c e r con el psiquism o (salvo
in trod u cién d osela su brep ticiam en te antes en form a de len ­
guaje, por e je m p lo ). El in co n cie n te prod u ce fantasm as, no
instituciones. T am p o co se puede producir la psique a partir
de lo social, ni reabsorber totalm ente lo psíquico en lo social,
ni siquiera en u na sociedad arcaica ni en la de 1984 : la gente
siem pre soñará y deseará transgredir la n orm a social.
Esta co m probación le resulta inaceptable a |. W hitebook, en
ese punto de acuerdo con J . Haberm as: decir que psique y so­
ciedad son irred uctibles en tre sí establecería, según él, una
“oposición m etafísica” entre ambas. Curiosa expresión. Si lo que
afirm é antes fuera falso, la oposición no sería “m etafísica", sino
inexistente. Y si se trata de la idea de ¡rreductibilidad com o tal,
la observación es absurda. ¿Es “m etafísica” decir que una cám a­
ra de aire y un globo son (topológicam cnte) iiTeductibles cn-
tre sí? Más bien habría que preguntarse qué m etafísica se ocul­
ta tras la idea de que toda afirm ación de irrcductibilidad es
“m etafísica”. La respuesta es obvia: una m etafísica unitaria y
reduccionista (“m aterialista” o “idealista”, poco im porta). “No
existe lo irreductible” quiere d ecir que la Esencia del T o d o es
lo Mismo, y que las diferencias fenom énicas equivalen a dife­
rencias cuantitativas, com binatorias, etc. Esa m etafísica es mala,
no por “m etafísica” sino por falsa.
La psique no es socializablc sin resto —ni el in co n cien te tra­
ducible sin resto en el lenguaje. La reducción del in con cien te
al le n g u a je (d o n d e c u rio sa m e n te se e n c u e n tra n L a ca n y
H aberm as) es ajen a a la cosa misma, y por supuesto al pensa­
m iento de Kreud, para quien “en el in co n cien te sólo hay re­
presen tacion es de cosas, no de palabras”. N in g ú n su eño es
íntegram ente in terpretable, y no de h ech o sino por principio

41
C orn eliu s C astoriadis

(1 9 8 6 a , L97£>a). La e le c c ió n de tro p o s (fig u rativ o s y n o


le rtg u a je ro s ) q u e u tiliza el s u e ñ o e stá a la vez s o b re y
subde term inada. La exigen cia de figurabilidad som ete al sue­
ño a una distorsión esencial, a partir de la cual en la in terp re­
tación analítica se intenta restituir con ten id os no verbales, y
en última instancia no representables. (N o p or haber llam ado
a algo “pulsión” se hará llegar su esencia al leng u aje). La in­
terpretación del sueño redobla la distorsión, ya que el “om bli­
go del su eño” es pulsional y m onódico, y el sueño realiza di­
rectam en te esa ind istinción orig in aria en tre afecto,/deseo y
rep resentación que con oce todo soñante (salvo, tal vez, si es
filósofo). La “glosificación” del in co n cie n te no solam ente no
elucida nada, com o parece pensar W hitebook, sino que des­
truye lo esencial del d escu brim iento freu d ian o, volviéndolo
infinitam ente chato. En esto expresa fielm en te el sentido de
ese “vuelco lingüístico” (del que no sólo no “participé”, sino
que d en un cié varias veces en 1964-65, 1968a, 1972a, y 1975a).
La glosificación vuelve tam bién incom prensible el proceso de
socialización, que le im pone a la psique en cada oportunidad
una lengua singular. ¿D eb erem o s e n to n c e s creer, com o el
jo v e n c lé r ig o de la Sa rita J u a n a d e G . B . Shaw , q u e el
in co n cie n te habla inglés? ¿No serán m ejo res candidatos el
yiddish o el alem án de V iena? U n a “te o ría lin g ü ística” del
in co n cien te d eb erá postular, com o Chom sky, una lengua a
priori, sem án ticam en te universal (o el estricto isom urfism o
de cualquier lengua em pírica con esta Ur lengua).
¿Se puede postular una “p oten cialid ad ” de lenguaje inm a­
n en te a la psique? E n todo caso, es lo que intenta W hitebook.
O bviam ente, todo depende de un térm in o infinitam ente elás­
tico: “potencialidad”. Para ello invoca a R icoeu r, y cierto “po­
der de significar an terior al len g u aje”. E ntend ám onos una vez
más. Hay, no un “poder de significar”, sino al m enos dos di­
m ensiones psíquicas que la hacen capaz de lenguaje, y de una
m anera más general, de socialización (19 7 5 a , 1986b, 1988a).
Ambas tien en que ver con la im aginación radical. De entrada
la psique está en el sentido', es preciso qu e todo tenga senti­
d o, y según el m odo de ten er sentido para la psique. Y- casi

42
H ech o y p o r hacer

inm ediatam ente después, la psique entra en ese q u id p ro quo


(que despistó a Lacan) y puede ver en una cosa otra, lo cual
es el correlato subjetivo de la relación signitiva (1 9 7 5a). Pero
eso no quiere d ecir que haya un lenguaje psíquico perturba­
do en su fun cion am ien to por la “barrera de la represión”, ni
tam poco “h eterog eneid ad ” en tre algo lingüístico p erten ecien ­
te al in c o n c ie n te y el le n g u a je c o n c ie rn e . Hay alterid a d
ontológica en tre un universo al principio m onódico, y luego
diferenciado pero tendiente siem pre a cerrase sobre sí, y don­
de una rep resentación puede plantearse com o valiendo por
otra; y u n universo diurno de signos, en buena m edida obe­
diente a la lógica ensídica, y portador de significaciones p ú ­
blicas, bien o mal com partidas.
Se dice que mi con cepción imposibilitaría la m ediación en­
tre individuo y sociedad. Pero no se trata de establecer tal “me­
diación”: el individuo es social, es fragm ento total del mundo
instituido cada vez. De lo que se trata es de elucidar, tanto com o
se pueda, el h ech o de que la psique este' socializada (si bien
nunca del todo). W hitebook piensa que soy “incapaz de teori­
zar esta cuestión”, y cree que la teorización buscada se hallaría
en una “potencialidad in m an en te” (nos atreveríamos a decir:
A n la g e, disposición) de la psique p ara socializarse. P ero la
postulación de “potencialidades inm anentes”, practicada com o
sabemos con gran éxito por los m édicos de M oliere, es todo lo
contrario de la teorización: es el cese de la reflexión. Q ue la
psique sea (im perfectam ente) socializablc no significa tampo­
co que posea una A n la g e de socialización, así com o la posibili­
dad de hacer una estatua de mármol no significa que el már­
mol tenga alguna A n la g e de estatua. Esa m ism a “arm on ía
preestablecida” entre psique y sociedad que con ju sta razón le
r e p r o c h a a H a b e rm a s , es la q u e r e in tr o d u c e el p ro p io
W hitebook, si es que el térm ino “potencialidad inm anente” sig­
nifica algo más que posibilidad (1975a).
Freud decía que el in co n cien te ignora el tiem po y la con ­
tradicción. ¿D eberíam os agreg ar que n o ignora la sociedad,
y que incluso le está muy b ien dispuesto? No es u na cuestión
de ortod oxia, sino de c o h eren cia . Sí existe una A n la g e social

43
C orn eliu s Casioriaclis

positiva de la psique prim era, tiene que h a b er en to n ces una


A n ia g e positiva respecto de todo lo que la sociedad significa:
la postergación de la satisfacción, la ren u n cia al placer, el ab an ­
dono de la om n ip otencia del pensam iento, la regla abstracta,
el otro in d ep en d ien te y los otros indefinidos. Nada de eso es
com patible con lo que diariam ente nos m uestra la clín ica, ni
con una teorización m ínim am en te co h eren te del m undo psí­
quico. Para la psique prim era, la sociedad es p u r o y s im p le
A n a n ké. Y por más qu e se presente an te el infans co n sus es­
pecies más benévolas y seductoras —las m aternas—, siem pre será
A na n ké. La am bivalencia profunda y casi ind estru ctible hacia
la madre (que en el adulto llega al odio más in ten so qu e m e
haya sido dado observar) tien e su orig en , p o r en cim a de la
inevitable ecu ación m adre au sente = m ala m adre, en el rol
decisivo de la m adre en la ruptura de la m ónad a psíquica.
Hay que invertir la perspectiva habitual para ver qué es “po­
tencialidad de socialización ” en el ser h u m ano: la bestia, las
ruinas de su anim alidad. Com o la m ayoría de los m am íferos,
en todo caso com o en los prim ates superiores, el “p re h o m b re ”
no podía sino estar dotad o a la vez de una casi-socialidad “ins-
tindva” y de un dispositivo “m ental” esen cialm en te cn síd ico y
no-reflexivo, fu n cio n a les am bos: anim al social y anim al racio­
nal. Pero n o está a h í lo que le es propio —co m o tam poco en
los rasgos p rofu n d am en te anim ales de im itación y aprendiza­
je . Propio de él es la destrucción que sufren esos dos disposi­
tivos funcionales m ed iante la aparición de la psique en senti­
do estricto. El crecim ien to m aligno, casi can ceroso , de la ima­
ginación sin ningún m iram ien to p or la fu n cion alid ad , q u ie­
b ra d ic h o s d is p o s itiv o s s o m e tie n d o su s r e s to s a la n o -
funcionalidad (con el placer de rep resen tación p red o m in an ­
do sobre el p lacer de ó rg a n o ). Esos restos, lo m ism o qu e p or
ejem plo la “organización percepdva” del m und o ligada a una
co n stitu ció n n e u ro se n so ria l e v id e n te m e n te muy c e r c a n a ,
cuando no id éntica, a la de los prim ates superiores, se co n ­
vierten a p artir de a h í en los d ocu m en to s o m ateriales co n
cuya ayuda la instítución construirá un en ten d im ie n to h u m a­
no, una p e rce p c ió n h u m a n a , u na v erd ad era so cia liz a ció n

-11
H ech o y p o r hacer

hum ana, las tres em in en tem en te variables según las socieda­


des y los periodos.
[Es inútil discutir el reto rn o de térm inos tan confusos com o
“sociedad anim al” (por ej. M. G odelier en La R e c h e rc h e de
noviem bre de 198 9 ). Ni la colm en a ni la m anada son socieda­
des. Hay sociedad a llí donde las significaciones son co n stitu ti­
vas del ser-conjunto, del estarquntos, simbolizadas p or y e n ­
carnarlas en una red de instituciones. Es decir, allí donde haya
un n o -sensible e x p líc ito en carn ad o en un “m aterial-abstrac­
to ” y participable por u na colectividad indefinida. L a so cie­
dad es in con ceb ib le sin la creació n de la idealidad.)
¿Qué hay de “co m ú n ” en to n ces en tre psique y sociedad,
dónde están la “m ed iación ” y el “punto de identidad”? O cu ­
rre que para am bos hay y d ebe haber se n tid o n o fu n c io n a l
(sentido no significa en absoluto logos). Com o ya dijim os, ese
senrido es de distinta naturaleza en am bos casos. No im porta:
la psique pide sentido, la sociedad la h ace ren u n ciar (n u n ca
del todo) a lo que para la psique es sentido propio, im pon ién ­
dole en con trarlo en las SIS y las instituciones. Es extrañ o pre­
guntar dónde están las “m ed iaciones”, ya que nunca term ina­
ríam os de en u m erarlas (1 9 7 5 a , 1982b, 1985, 1986b , 1988a,
1988b ). En “abstracto”, la sociedad brinda objetos de investi­
dura, m odelos id entificatorios, prom esas sustitudvas (in m or­
talidad), etc. En “co n cre to ”, la socialización no puede h acer­
se nunca sin la p resen cia total y la intervención (in clu so si
catastrófica) de al m enos un individuo ya socializado, quien
deviene objeto de investidura y vía de acceso al m undo social
cada vez instituido.
L a m ad re es la so cied a d m ás tres m illon es de añ os de
hom inización. Q uien n o lo vea y pida “m ediaciones” dem ues­
tra no en ten d er de qué se trata. H aber m ostrado, de m odo
relativam ente p reciso (m ás a llá del a n th r o p o s a n th r o p o n
g e n n a ), el desarrollo de ese proceso en base a la irred u ctib le
esp e cificid a d p síq u ic a , es el a p o rte d ecisivo d e la te o r ía
psicoanalítica co rre cta m en te in terp retad a para la co m p re n ­
sión, no sólo del m u n d o psíq u ico, sino de u na d im en sió n
cen tral de la sociedad. M e p re cio de pen sar qu e b rin d é esa

45
Cornelius Casioiiadis

in terp retación correcta, c a contra del letargo sociológico de


los psicoanalistas y el letargo psicoanalítico de los sociólogos,
en el capítulo VI de la Institución.
T o d o esto m uestra que si bien el modo de ser del inconciente
es el de un magma, magma de ninguna m anera significa, ni
aquí ni en ningún otro lado, “arcilla am orfa” —sino todo lo con ­
trario, ya que podem os extraer de él “una infinita cantidad de
organizaciones ensfdicas”—y es a eso tam bién que correspon­
de la “plasticidad p rácticam en te ilim itada de la psique”. El
m odo de ser del magma significa ú nicam ente que el objeto
considerado no es ni reductible a esas organizaciones ensídicas
ni agotable p o r ellas.
A la pregunta de “p or qué en ton ces la psique ren u ncia a la
satisfacción alucinatoria" —que según W hitebook nos crearía
dificultades insuperables tanto a Freud com o a mí—la respuesta
central obviam ente es que la p siq u e n o ren u n c ia a ella: n o
renu ncia al sueño, a la fantasía ni al ensueño diurno. Y tam­
poco ren u ncia, aunque con disüntas m odalidades, en sus cs-
n ato s socializados.
¿Acaso las m u ltitu d es q u e d elirab an fre n te a H itler en
N urem berg, o los pajdaranes qué se h acían m atar p or orden
de ívhom eini trataban de o b ten er algún p lacer de órgano?
P ero la pregun ta es capciosa, ya que sólo tiene sentido en los
presupuestos cartesianos que su brep ticiam en te le im puta al
adversario. E scrib í (1975a) que la psique no es más que la
“fo rm a” del cu erp o. Si el lactan te n o pu ed e ex p erim en tar
satisfacciones a la vez alucinatorias y “reales”, m uere, n o de
an orexia, sino de sim ple in an ició n . E l predom in io del pla­
cer de rep resen tació n por so bre el de órgano (1975a, 1986b )
no significa que este ú ltim o se suprim a; sí así fuera, n o ha­
bría ni conservación del individuo ni rep rod u cción sexuada
de la esp ecie. El cuerpo (m ejor d ich o, sus “accion es y pasio­
nes”) es fu e n te de placer, p ero de un p lacer que debe ser
“rev estid o” de rep resen ta ció n . El destino total del lactante
depende de la m anera en que teja, y la m adre lo ayude a tejer,
ju n to s p lacer fantaseado y satisfacción “real”. No estamos ha­
blando de una psique “cartesiana”, extern a a un cuerpo en

46
H e c h o y p o r hacer

cuyo “in te rio r” se halla aprisionada, y c o n el cual tien e corno


ú n ico p u n to de c o n ta cto la glándula pineal. H ablam os de
una psique/sorna, de u na psique que es la d im en sión “im ­
p e rce p tib le ” d el cu erp o , “revestido” en toda su ex ten sió n .
(Y toda socialización es evidente y sim u ltán eam en te sociali­
zación del cu erp o , así com o recíp ro cam en te el cu erp o apun­
tala esa m ism a so cialización ). La satisfacción “rea l” está siem ­
p re inm ersa en lo im aginario, y no se ve cóm o podría estar
separada de él en el h um ano.
D el in m en so trabajo que queda por h a cer e n esos terre­
nos, aq u í están las d irecciones que me parecen más urgentes.
En prim er lugar, el esclarecim iento de los m odos específicos
de socialización instaurados en cada caso por sociedades par­
ticulares. Luego, la discusión de las constantes n o triviales de
esos m odos, más allá de las que acabo de evocar.
Al m ism o tiem p o , sigue siendo oscu ra la cu estión de la
u n id ad y d if e r e n c ia p s iq u e / s o m a , y la d is c u sió n d e b e
re to m a rse n o só lo d esd e el p u n to d e vista “tr a d ic io n a l”
( “psicosom ático”, e tc .), sino tam bién desde el pu nto de vista
do los desarrollos con tem p orán eo s (n eu rocien cias, paradig­
ma negativo de la “in teligen cia artificial”, etc.).
T a m b ié n hay qu e tra ta r desde ese á n g u lo la cu e stió n
de la a rtic u la c ió n “c o n c r e ta ” de la so cied a d —p o r eje m p lo
los cu e rp o s in te rm e d io s co m o fa m ilia , cla n , casta, clase,
etc., las s ig n ific a c io n e s p a rticu la res qu e les c o n c ie r n e n y
las id e n tific a c io n e s c o rre sp o n d ie n te s de los in d iv id u os—.
Les ag rad ez co a m is am ig o s h a b e rm e re c o rd a d o la e x is­
te n cia de este tem a, p ero a m i vez m e p erm ito re co rd a r­
les qu e n o fu e p o r ig n o ra rlo ejue d u ra n te tre in ta añ o s es­
c r ib í so b re clases, gru p os in fo rm a les de o b re ro s, jó v e n e s .
¿Se le re p ro c h a ría a un m a tem á tico qu e e scrib a x + x = 2
x ig n o ra r u olvid ar q u e 1 l 1 = 2?
Q ueda aún la dim ensión prescritivo/norm ativa, a saber el
aporte que esas consid eraciones pueden hacerle a la reflexión
sobre una ed u cación orientad a a la autonom ía.
Por último, hay que tratar más am pliam ente de lo que lo he
hecho yo (1975a, 1986b) el pasaje de la psique y el individuo

47
C orn eliu s C asioriadis

so ciaL-hc tero nom o a la subjetividad reflexiva y d elib eran te (o


sea, la elucid ación de d o s m odos d iferentes de su blim ació n ).

Algunos de esos problemas se discuten en el texto de H . Furdi.


Estoy de acuerdo con la mayoría de sus form ulaciones, incluida
la afirmación de que “la acción es el producto imaginario”. Pero
aquí son necesarias algunas distinciones. En la Institución m e
ocupo nada más que de las primerísimas fases de la vida psíqui­
ca, durante las cuales sólo se trata de “acción” en un sentido muy
amplio y abstracto —mientras que Furth se centra en el período
posterior a los dos años—. Pero debo subrayar también, siempre
insistiendo en que la psique es, indisociablem ente, flujo repre­
sentativo/ intencional/ afectivo, que a h í he debido hablar sobre
-todo el lenguaje de la representación, p or la misma razón ya
m encionada a propósito del sueño: es el aspecto del que más
fácil y directam ente podemos hablar. Esto vale también para las
SIS (1989b, pp. 122-123). Pero no voy a decir, com o Furth, que
incluso tardíamente el niño “construye librem ente las significa­
ciones sociales”. E a asimilación de las SIS de parte del niñ o tam­
bién es siempre autoactividad, por lo tanto constructiva e inclusi­
ve “creativa”. Ello no im pide que sea esencialm ente introyección,
introyección por otra parte iniciada m ucho antes de los siete años
(de hecho, desde el n acim ien to). Q ue la introyección presu­
ponga proyección (1975a, 1986b) es otra cosa. Y el apego de los
niños a las normas es cierro pero tardío: “al principio” coexiste
con su contrario, y sus raíces han de buscarse en la repetición y la
necesidad de regularidad y referencias estables que acom paña a
la ruptura de la m ónada psíquica.

A p rendizaje y progreso

Desde hace tiem po viene surgiendo c ie r ta ten d en cia a q u e­


rer h acerle ju g a r al a p ren d iz a je el p ap el de u na ca te g o ría
c e n tra l, c in c lu so d e un d e u s e x m a c h in a q u e c u b r ie r a

48
H ech o y f ia r hacer

m ilagrosam en te la distancia en tre lo anim al y lo hum ano, y


sobre todo que disipara, m ed ian te una curiosa alquim ia, la
cuestión de lo nuevo.
Só lo que el aprendizaje —asi com o su prim a h erm ana, la
ad aptación — p or im portante c in clim in able que sea, es una
categoría biológica. N o tengo que destacar aquí' todo lo que,
com o estrictam ente biológica, com porta de evidente c infini­
tam ente enigm ático esa noción. L o sepan o no los biólogos,
esa n o ció n rem ite de inm ed iato a cuestiones filosóficas que
deberían ser elucidadas p or u na filosofía de lo viviente (y no
una “filosofía de la vida”). H aríam os un aporte a la com pren­
sión de lo hum ano si em pezáram os a precisar qué diferencia
al “aprend izaje” hum ano del aprendizaje anim al. Q ue yo sepa,
nada se h a h ech o al respecto.
Enseguida se im pone una evidencia. M ientras que el apren
dizaje anim al es relativo a un m und o propio dado de u na vez
y para siem pre y a partir de dispositivos “subjetivos" igualm en­
te dados u na vez y para siem pre, en el caso del ser hum ano
d ich o aprend izaje sólo involucra las fu n cion es del hum an o
com o “puro anim al” —prensión , estación de pie y m archa, etc.—
siem pre y cuando sea legítim o separarlas abstractam ente del
resto. Lo esencial del “aprend izaje” hum ano no con ciern e a
un m undo propio dado de una vez y para siem pre, sino que
se relacion a con un m undo histórico-social diferente y socie­
dades diferentes. Eso es visible no sólo en el caso de la lengua,
sino en los com portam ientos en su con ju nto. (Basta con ver
bailar ju n to s a africanos, europeos y am ericanos para en ten ­
der que incluso la relación con el cuerpo está histórica y so­
cialm en te d eterm in ad a).
Esto nos rem ite a dos com p ro bacio n es íntim am ente liga­
das. Sin esa plasticidad esencial del ser hum ano que le perm i­
te ap re n d er p or un lado la cu ltu ra b a m ilck c y por otro la
flo ren tin a, n o habría historia ni sociedades diferentes. P ero
de esa plasticidad, ni las teorías del aprendizaje, ni de m anera
más general las concepciones históricas que se apoyan en él,
ofrecen nada que pudiera elucidarla. En el m ejor de los casos,
sigue resultándoles un grumo indigerible. E n cam bio, elucidar

49
C o m e lii is Casioriadis

la socialización psíqu ica a partir de la im aginación y la im posi­


ción a esta últim a de la institución cada vez dada de la socie­
dad. n os perm ite ver el co n ju n to de los fen ó m en o s d en tro de
un m arco que en p rincip io lo h ace com p rensible.
Además, si el com p o rtam ien to h u m an o fuera sólo ap ren ­
dizaje, no se en ten d ería ni cóm o ni p or q u é h abríam os salido
de la “prim era so cied ad ”. La existen cia de h istoria y socieda­
des diversas obliga a reco n o ce r com o esencial en el h u m an o
esa capacidad creativa que le h ace inventar nuevos co m p o rta­
m ientos, y acog er, llegado el caso, lo nuevo (sobre la im por­
tan cia ca rd in a l de ese seg u n d ó asp ecto , ver 1 9 7 1 , pp. 140-
1 4 1 ). A coger lo nuevo nada tien e que ver con un aprendiza­
je , ya que equivale, corno m ínim o a m od ificar en fo rm a masi­
va y rep en tina dispositivos “subjetivos” ya estab lecid os (en un
p roceso d ond e “pruebas y e rro res” no juegan p rácticam en te
ningún p a p e l). P o r supuesto, esa capacid ad de a co g er lo n u e­
vo, siem pre m ín im a m en te p resen te, ya qu e si n o n o h ab ría
altera cio n es so cia les, su fre u na in m en sa tra n sfo rm ació n en
fu n ción de la crea ció n histórica de socied ad es que ro m p en la
casi absoluta clausura de las sociedades trad icionales.
Pero hay más. A veces se tiend e a p resen tar el co n ju n to de
la h is to r ia h u m a n a c o m o un p r o c e s o d e “a p r e n d iz a je ”
acum ulativo a través de las g en eracio n es y las form as sociales.
En esa óptica, es casi u na fatalidad in terp retar el p reten d id o
“aprendizaje” com o un p ro b lem -so lv in g cad a vez más exitoso,
ligándolo a algún “pro ceso de ra cio n alizació n ”. ¿C óm o n o ver
en esa co n c e p c ió n un vulgar hégelo-m arxism o b iologizan te,
que evita cu alq u ier pregun ta co n u n a a firm ació n d ogm ática y
el ch an taje de la “racionalid ad ”? Si el h o m b re se d efin e p or el
aprendizaje y ese aprend izaje es acum ulativo, ¿qué debem os
h acer en to n ces con la en o rm e regresión y las masivas p érd i­
das que caracterizan a la historia o ccid en ta l desde el siglo III
al X de n uestra era? Si ese aprendizaje es un ap rend izaje en
el pro b lem -so lvin g , d eb erían pod er definirse los “p ro b lem as”
que se le p lan tean a la hum anidad en g en eral, siem p re y en
todas partes, y en q u é con sistiría su so lu ció n (1 9 6 4 -6 5 , pp.
187-390). Esa cuestión n i siquiera se en ca ra , y si lo fuera,.,¿qué

50
2 BlBUOtK<
H e c h o y p o r hacer \i
V*v> ,
Otra respuesta p od ría dársele qu e no fu ctaii falsas siiiipífc*ás:;J£¿
del tipo “satisfacer n ecesid ad es” o “ajustar m ejo r el m etabolis­
mo con la natu raleza”? Las “necesidades” las d efin e evidente­
m ente la institu ción de la sociedad en cada caso (1 9 6 4 -6 5 ); y
los “problem as” tam bién. Los “problem as” que d eb ía resolver
un fiel cristiano a lred ed or del 450 de nuestra era no son los
m ism os q u e los de un ciu d a d a n o aten ien se del 4 5 0 a.C . Y
m ucho m e gustaría que m e m ostraran -sin “d ialéctica” falaz—
cuál es el “p ro g reso ” (o la “acum u lación ”) en tre u no y otro.
El único "p rob lem a” que la institución de la sociedad debe
resolver siem pre y en todas partes, y que resuelve siem pre y en
todas partes, de una m an era que sería prácticam ente inataca­
ble si no la perturbaran desde afuera o desde su propio imagi­
nario, es el “problem a” del sentido: crear un m undo (“natu ral”
y “social”) investido de sign ificación (1964-65, 1975a, 1982b,
1 9 8 8a). D ecir que ai r e sp e c to pueda h a b er “a cu m u lació n y
progreso”, es suscribir a la in creíb le y banal idea de un “senti­
d o” del m undo al que nos estaríam os acercando gradualm en­
te. (Y subsidiariam ente, em p ren d er la jerarqu ización d e las so­
ciedades observadas, según su mayor o m en o r cercan ía a ese
“verdadero sentido del m u n d o”). A eso tam bién com prom ete
la visión del co n ju n to de la historia com o “racionalización”.
Al sobrevolar el c o n ju n to de la historia hum ana (n o en de­
talle: 1973a , pp. 2 3 2 -2 3 7 ), se h a ce ev id en te —y b a n a l- u n a
dim ensión a lo largo de la cual hay “progreso y acu m u lación ”:
la dim ensión ensídica, el leg ein y el teu kh e in , lo lógico-m ate­
m ático y lo técn ico (1 9 7 5 a , pp. 365-369). Sólo podríam os ex­
traer la co n clu sió n de un “p rogreso” y una “acu m u lación ” a
secas si red u jéram o s el m u n d o y la vida hum ana a entidades
ensídicas —cosa a todas lu ces absurda. P ero incluso con rela­
ción a esa dim ensión en síd ica, n o podem os olvidar que el “pro­
greso” y su m a n te n im ien to rem iten a cuestiones filosóficas ca­
pitales. P or un lado, son ev id en tem en te im posibles sin con d i­
ciones cosm ológicas (1 9 8 6 a ): es porque existe una dim ensión
ensidizable de lo ex isten te q u e el en ten d im iento puede eje r­
cer su “fan tástica p o te n c ia ”. P or otro lado, su despliegue de­
pende del im aginario hum ano, lo mismo que su m a n te n im ie n to

51
C o m e tí us C asiorjadis

y recep ció n . C uando yo era jo v e n , los cam pesin os griegos (y


segu ram en te Los de m uchos otros países) rechazaban los m é­
todos de los agrónom os d icien d o : “E so n o es lo qu e nos en se­
ñ aro n nuestros p ad res”. (Y n o siem p re se equ ivocaban, co m o
lo dem u estran los estragos provocados en A frica p or los “ex ­
p e rto s” occid en tales, p ero esa es otra h isto ria ). E sto qu e p u e­
de p arecerle estúpido a un in telectu al o ccid en tal de fin es del
siglo X X , estúpido o no es antes qu e nada la actitud p r in c e p s
de cu alq u ier com u nid ad h um an a. Y en nuestros rifas, p o r em ­
pezar. la acep tació n sin critica de tod o cu a n to o frece la “m o­
d e rn id a d ” es una actitu d p re ju ic io sa , ig u a lm e n te “id io ta ” y
p o ten cialm en te m u ch o m ás catastrófica. C uand o, a n te el p re­
te n d id o in c e n d io de la B ib lio te c a de A le ja n d ría , el C a lifa
p ro n u n cia la in m ortal frase: “Si esos lib ro s d icen lo m ism o
q u e dice el C orán son in ú tiles, y si d ic e n o tra cosa son p e rn i­
cio so s” —a n écd o ta tal vez a p ó crifa d esd e el p u n to de vista de
la v erdad fa ctu a l, p ero q u e e n c ie r r a u n a p ro fu n d a v erd ad
histót ico-social— la actitu d a trib u id a al C alifa es la ú n ica dig­
na de un verd ad ero crey en te. M asivam ente y a través d e los
siglos, fu e tam bién la d e los v erd a d ero s cristia n o s, cu a n d o
p o r e je m p lo re c u b ría n m a n u scrito s filo só fico s g riegos para
e s crib ir e n cim a vida y m ilag ros de S a n P a fn u c io (¿eso q u é
es: ap ren d izaje, p ro b ic m -so lv in g , p ro g reso ?) E n todo caso es
la m ism a del ú ltim o Pascal.
A la larga, el “progreso” cn síd ico se im p o n e, siem pre y cu an ­
do se im ponga, en función del p o d e r ío qu e con fiere (p o r eso
las armas provenientes de otras culturas son los inventos m ejo r
aceptados, desde los árabes a los pieles rojas y Pedro el G rande,
por n o h ablar de Stalin y B rejn cv ). E so le asegura u na suerte
de “p od er de supervivencia” casi darw iniano en la lucha en tre
diferen tes sociedades. P ero ni siqu iera eso es absoluto. Las in ­
creíbles conquistas islámicas de los siglos VIL y V III no tien en
n ad a que ver con alguna superioridad técn ica: son el resultado
de rasgos de la religión islám ica y de su capacidad de suscitar
pasión y afectos (“fanatism o”) y tam bién , en m en o r m edida, de
las disposiciones sociales del islam. P ero nad a im p o n e la filoso­
fía, la dem ocracia, ni el tipo de sociedad qu e las engendra.

52
H e c h a y p o r h a cer

Las verdaderas cuestion es de la historicidad se sitúan más


allá del “ap ren d iz a je”, la “racio n alizació n ”, el problern-solving
y el “p ro g re so ”. Y su ela b o ra ció n sigue sien d o p ara ra í una
tarea p rioritaria.

Sen ticlo y validez''

P arecería qu e yo ignorara la distinción en tre sentido y vali­


dez IS in n y G e ltu n g ). Esa crítica, form u lad a p rim ero por j .
H aberm as, fue retornada de diferentes m aneras en las páginas
que acabam os d e leer, en particular por A. H eller y H. Polticr.
El rep ro ch e equivale a d ecir que no pu ed o (o n o q u iero)
distinguir en tre los en u nciad os “L a T o rre E iffel está en L on ­
dres” (en u n ciarlo sinvoll, p len o de sentid o, p ero n o válido) y
“La T o rre E iffel está en P arís” (en u n ciad o a la vez significativo
y válido). T o d o s los en u n ciad os falsos tien en un sentido, y a
los que n o lo tien en los llam am os faltos de sentid o, absurdos,
eLc., pero n u n ca falsos. “L a raíz cuadrada de la V o R ep ública
es un to p in a m b u r” n o es un en u nciad o falso.
El sentid o, la significación y la idealidad son creados p or la
sociedad; la validez tam bién. L a d istinción en tre sentid o y va­
lidez es co n stitu tiva de la institu ción social. Es el presupuesto
de las d istincion es en tre co rre cto c in co rrecto , lícito e ¡lícito,
etc. El in ten to de suprim irla tien e en su h orizon te un totalita­
rism o in im ag in able, p ero g en ialm en te im aginado p or Orwell
en 1984, com o objetivo final del N ew spcak, cuan d o al final se
h iciera, n o in co rrecto o ilícito, sino gram aticalm ente absurdo
decir: “B ig B r o th e r is u n g o o d ”.
P ero esa d istin ció n es a b so lu ta m e n te in su fic ie n te . O tra
cu estió n m u ch o más grave su rge a p a rtir del m o m en to en
que reco n o cem o s, por estar obligados, que cad a sociedad crea

* Algunas de las principales cuestiones tratadas en este apartado el lector puede


encontrarlas desarrolladas más extensamente en ios artículos de la parte III de El
Avance de la Insignificancia, Eudeba. (F. U.)

53
Corrí ef¡ us Casroríadis

no sólo lo que p ara ella es sentido, sino tam bién lo qu e para


ella es la validez, y lo válido. D esco n o cer esto es posible sólo
olvidando por com p leto lo que nos m uestran la historia y la
etn ología. Pablo, qu e n o era historiad or ni etn ólo g o, lo sabía y
h a cía la m ism a d istinción: predicam os al yesús cru cificad o, cosa
q u e para los ju d ío s es ska.nd.alon y para los gen tiles m oría. Para
lo s ju d ío s, la id ea de un M esías cru cificad o (y n o p o ten te y
victorioso) tien e sentid o, p ero es ska n d a lo n —escandalosa, blas­
fem a, falsa hasta el u ltra je -. Para los gentiles, la idea m ism a
de un M esías con su c ru cifix ió n y resu rre cció n , es se n cilla­
m ente m o ría —b a lb u ceo in fan til, ruido c a ren te de sen tid o —.
Pablo estaba instituyendo un universo pleno de afirm acion es
(la en carn ación de un Dios adem ás trascen d en te, la fe en el
sentido cristiano, etc.) qu e para A ristóteles n o serían n o váli­
das, o falsas, sino sim p lem ente absurdas (y de h ech o in co m ­
p re n sib les). H istó ric a m e n te h a b la n d o , eso pasó ayer, p ero
nuestros actuales filósofos ya lo olvidaron.
El reverso, o co ro la rio , de co m p ro b a r que cada sociedad
instituye lo qu e para ella tien e sentid o y validez, es q u e en
principio para otra n o lo tenga. Digo bien en p rin cip io , y mi
afirm ación d eb e ser calificad a d e varias m aneras. Está claro
qu e n o hay “solipsism o” de las sociedades, sino d irectam en te
alteridad esencial. D e n o ser así, n o h abría ni m isoxen ia esen ­
cial (co n d icio n a n te tanto del racism o co m o de las g u erras),
ni dificultades casi insu perables del co n o cim ien to etn o ló g ico
e h istórico (1 9 8 3 b , pp. 262-267, 1987b ).
L a cuestión se p resen ta b ajo dos aspectos. P rim ero hay qu e
con sid erar “en sí” —la m an era en que cad a socied ad sien te e
in stitu ye a las dem ás. In m en so terren o de investigación que
apenas com ienza a ser desbrozado. Voy a lim itarm e a algunas
in d icacion es g en erales.
Es casi una pro p osición a p rio ri que n in g u n a socied ad pue­
de aceptar la validez de las in stitu cion es de otra, a m en os que
sean “idénticas” o muy parecid as a las suyas propias. D e otro
m od o, las a d o p ta ría (1 9 8 7 b ). Y tam b ién es un h e c h o nada
fácil de in terp retar, qu e esa n o-acep iación casi n un ca co b re
form a de: “son distintos, tien en otras in stitu cion es”, sin o casi

Ó4
H e c h o y p o r hacer

siem p re ele: “so n m alos, in fe rio re s , c o rru p to s, d ia b ó lico s”.


Relean el fu n d am en to de su propia cultura, el A ndguo T esta­
m en to, y verán que son los n o-h ebreos para los hebreos: no
“b á rb a ro s”, sin o in m u n d icia s. Y re c u e rd e n q u e hasta ayer
nom ás, ustedes quem aban a esos mismos hebreos, y en p arti­
cu lar a todos aquellos que n o confesaban el mismo dios que
ustedes, o n o de la m ism a m an era. Eso cam biará, au nqu e con
dificultad, re cié n con G re cia y la E uropa m oderna.
D ecirlo equivale a d ecir que cada sociedad extranjera tiene
sentido para la sociedad “E g o ” —y que en su conju nto ese senti­
do está afectad o de una validez negativa (o en el m ejor de los
casos d e fic ie n te ). A unque a los otros se los p resen te co m o
subhom bres o no-hom bres, evidentem ente están investidos de
sentido in to to y com o tales. Eso poco im porta en la presente
discusión. E n cam bio, sí im porta el “detalle”: en qué m edida,
de que m anera, en que cond iciones cobran sentido para la so­
ciedad A las reglas, actos y m aneras de p ro ced er de la sociedad
B. Inm ensa cuestión ésta tam bién, que req u iere ser elaborada.
P ero al m enos algo es cierto: en la m edida que A se en cu entre
con B (intercam bios nabales, guerras), A tendrá que elaborarle
un sentido a los “actos” de B , suficiente en cuanto al uso. Forzo­
sam en te, esa ela b o ra ció n co n te n d rá un p od eroso e lem en to
“proyectivo” (n o hay más que ver trabajar a los etnólogos o cci­
dentales) —ya presente, evidentem ente, en el postulado de que
se trata de u na sociedad con instituciones, finalidades y m an e­
ras de hacer privilegiadas, “com o nosotros”, aunque el “co n te­
n id o ” sea muy otro. D icha elaboración será casi exclusivam ente
“instrum ental”: n o creo que un arapesh sienta la intensa n ece­
sidad de “en ten d er desde ad en tro” las significaciones im agina­
rias de los negum —com o tam poco Isaías trataba de en ten d er
qu é podía ser esa religión “idólatra” que “refutaba”. L o que le
perm ite a A elaborar eso que para B tiene sentido, es la obliga­
toria dim ensión en síd ica de toda institución social. Igual que
nosotros, ellos saben que 100 es más que 50, que la n och e viene
después del día, que si qu erem os X tenem os que p lantear Y,
etc. En esa elaboración ensíd ica y los silogismos prácticos a que
llega, el “sa b e r” qu e p u ed a ex istir so b re las SIS ( “creen cia s
Corrí eF¡us Casio ría dis

ii raciónaLcs*’) de los dem ás, entra a las claras co m o un eslabó n


(el rev Cambises, los gatos y los egipcios).^ No se n ecesita n in ­
guna com prensión profunda, lis la co m p ro b ació n de u n “h e­
c h o rio an a liz a d o ". A quí in te rv ie n e n d os c o n s id e r a c io n e s
a n tin ó m icas: tod a so cied a d d e b e in stitu irse ta m b ién e n lo
ensídico, hay com o una in tersección no vacía de la institu ción
de Lodas las sociedades (una parte co m ú n ). 2 + 2 = 1 está in sti­
tuido (yes co rrecto ) en todas partes. Pero esa d im en sión ( leg ein
y te u k h e in ) n o es ab solu tam en te sep arable de la d im en sió n
estrictam ente im aginaria de la institución: los gatos persas no
son gatos egipcios, en las sociedades cristianas 1 n o es igual a 3,
salvo cuando se trata de los asuntos más im portantes: las tres
personas divinas qu e son una siendo tres. El filisteo co n te m p o ­
rán eo puede con sid erar a este ejem p lo sen cillam en te d iverti­
do, olvidando que durante siglos m uchísim a g en te fue p erse­
guida, exiliada y asesinada por obra de sutiles variaciones en la
interpretación del signo = en 1 = 3; el propio filio q u e y el gran
cisma entre O rien te y O ccid en te son de esc m ism o o rd e n . Los
filósofos de la historia con tem p orán ea le e n dem asiado a K ant,
p ero no dem asiada historia y etn ología, ni todo lo q u e d e b e ­
rían a M ontaig n e, Swift, M ontesqu ieu y G ib b o n . Esa d e p e n ­
dencia de la “p a rte” ensídica de la institución con resp ecto a su
“p arte” estrictam ente im aginaria, ilustra en este m ism o caso, el
carácter m agm ático de las SIS: la posibilidad de separar la p arte
ensídica, la im posibilidad de h a cerlo sin daños.
Sentido y validez son creacion es histórico-sociales qu e co n s­
tituyen el m odo de ser de la institución, sin p reced en te o an á­
logo en ningu na otra parte. (D ejo a q u í de lado la cu estión del
“sentid o” para lo viviente —así com o el sentid o para la p siq u e).

(d) Según una tradición cuya fuente no he logrado establecer, durante la conquista
de Egipto, sabedor el rey persa Cambises de que los egipcios veneraban a los
gatos como animales sagrados ordenó a sus soldados que llevaran uno ante su
pecho. Así las cosas, los egipcios no se atrevieron a combatir contra los persas y
fueron vencidos. La historia militar contiene muchos ejemplos de estratagemas
basadas en el aprovechamiento de las creencias del enemigo.

56
H e c h o y p o r hacer

Y traducen el h e c h o fundam ental de que cada sociedad es un


ser-para-sí, y qu e cada una se crea un m undo propio.
T al es, en g en era l, la situación en sí en la vida histórico-
social efectiva. P e ro n o agota el tem a. E n cad a socied ad , la
validez de sus in stitu cio n es es casi siem pre in cu estio n ab le e
incuestionad a. N o h abrían guerread o los dioses en la historia
si para cada u na los suyos n o hubieran sido los únicos “verda­
deros” y sus leyes las tínicas válidas. Para nosotros la cuestión
no puede d eten erse ah í. C om probam os esa pluralidad de le­
yes in com p atible? y la validez dom éstica d e cada una. A partir
de a h í son posibles dos actitudes:
1. Lim itarnos a com p robarlo y p roclam ar que se trata de una
diferencia in d iferen te. ¿Los aztecas practican sacrificios huma­
nos? B u eno, esos son el n o m o s y la “in terp retación ” azteca (h er­
m enéutica) del m undo, la narrativa, el “relato” y la form a en
que el Ser se les ha dispensado. A su gusto, cada cual podrá
elegir el vocabu lario de Cridas, N ietzsche, H eid egger o cual­
quiera de sus ep íg on os franco-norteam ericanos. La con secu en ­
cia será un relativism o integral con cern ien te tanto al saber (fi­
lo so fía y c á lc u lo d ife re n c ia l form an p a rte d el n o m o s o la
é p isté m é occid en tal y tienen validez ú n icam ente en su seno)
com o al actuar (n o querem os elim inar esos n o m o i d iferentes y
si por ventura quisiéram os d efend er el nuestro —parece que a
los nietzscheo-heideggerianos franceses les da por flirtear con
los “derechos h u m an os” y hasta la ética— es p or un simple he­
c h o : so m o s a s í ) . S u b ra y e m o s c o n tra z o g ru e so q u e ese
relativismo, al igual que todo escepticism o, si se atreve a ser lo
su ficien tem en te radical (cosa que n u n ca o cu rre) es irrefu ta ­
ble, tanto en la práctica com o en la teoría. En la práctica, por­
que un escé p tico co n se c u e n te no se q u ed a n u n ca co rto de
sofismas, cam bios de d efin ición , argum entos heu rísticos, etc.
Discutir con él es com o luchar co n la hidra de Lerna. Si le opo­
nem os un en u n ciad o de diez térm inos, se lanzará a dem ostrar
que cada u n o de ellos es am biguo, im pugnable, etc. (“Usted se
está con trad icien d o” — “¿Q ué q u iere d ecir con ‘usted’? Yo no
soy yo” —Foucault escribió esto casi literalm en te). Al cabo de n
intercam bios h ab rá lOn térm inos en discusión. El presupuesto

57
Coro elms Casroríadis

de cualquier discusión y refutación es el objetivo com ún de la


verdad. L o que diferencia al filósofo del sofista, decía Aristóteles,
es la proairesis, la intención. Y tam bién la com ún aceptación
por los discucidores, de una exigencia de coh eren cia o no-con-
tradicción elem ental —y esa exigencia (axiom a o postulado, si
se q u iere)—es lo que rechazan el relativista o el escéptico. No se
pu ede forzar a n ad ie a acep tar e l principio de no-contradic­
ción —sobre todo porque el principio mismo tiene validez res­
tringida o parcial, su uso correcto exige phronésis, y su ten or y
em pleo razonable cam bian de pies a cabeza cuando pasamos a
m odos superiores de pensam iento. (Entre paréntesis, coincido
p len am en te con V . D escom bes a propósito de la identidad.
C om o escribí en el capítulo V de la Institución, la identidad es
ú n icam ente id entid ad en cu a n to a... V er tam bién 1983a, p.
3 9 0 ). No hay nada que contestarle a un sofista que nos insta a
decirle si la sociedad capitalista de 1880 es estrictam ente idén­
tica a la de 1890, co m o n o sea en u m erá n d o le hasta el can san ­
cio los m o m en to s de id entid ad y n o-id entid ad en tre am bas
—pues sacará la triunfal conclusión de que no puede hablarse
de sociedad capitalista.
P ero tam bién sabem os a partir de A ristóteles que el p rin ci­
pio de id entid ad no sólo es in d em ostrable fren te al escéptico
o el sofista: lo es en sí, ya que cualquier dem ostración lo pre­
supone. E n térm inos a la vez filosóficos e histórico-sociales, la
identidad es in stitu ción inaugural sin la que cual nada es posi­
ble (n i en el actu ar ni el p en sar), y qu e adem ás es totalm ente
in su ficien te (1 9 7 5 a , pp. 2 8 3 -2 8 5 ).
Si n o aceptam os esa in coh erencia, ese “todo vale”, tenem os
que introducir u na distinción evidente y elem ental -p e ro que
sin em bargo abre a una discusión profunda y difícil que toca los
presupuestos últim os, al m enos para nuestro período histórico:
la distinción en tre de d erech o y de h ech o . No hay u na sola
validez, hay dos, y ése es el punto que descuidan sin darse cuen­
ta los turiferarios actuales de la “validez”. Está la validez d e h e ­
c h o o positiva, creada histórica y socialm ente, que es la validez
de sus in stitu cion es para cada sociedad (validez, no solam en-
te prevalencía, im p osición , etc., y qu e n o es sim plem ente el

5S
H e c h o y p o r ha cer

sen tid o : si en vina sociedad tradicional n o hubiera distinción


en tre sentido y validez, tam poco la habría en tre correcto e in­
c o rre cto ). L apid ar a las adúlteras es una regla válida para la
sociedad ju d a ica , y de validez incu estionable porque la prescri­
be Yavé. P ero noso tro s cuestionam os esa validez. Nosotros plan­
team os la cuestión de la validez de d ere ch o de esa regla. Y no­
sotros nos preguntam os qué d eb e m o s pensar (nosotros) de esa
regla y qué d e b e m o s ha cer ( nosotros ) con ella. Nosotros com ­
probam os la variedad infinita de los n o m o i históricos, y nos pre­
guntam os si todos esos n o m o i d en en el m ism o valor, y qué n o m o s
debem os q u erer para nosotros. Eso equivale a decir que intro­
ducim os (q u e acep tam os) la m etacateg o ría de la validez d e
d erech o . Es fácil dem ostrar que esto equivale a instaurar la re­
fle x ió n y la deliberación, entendidas am bas en senüdo radical
(q u e n o se d c ü e n e , p or eje m p lo y so bre tod o, an te nuestra
propia in stitu ción ), o sea en aquel que es el contenido defen­
dible de la palabra razón ( CL, Prefacio).

L a validez de d erech o hace surgir al m en o s dos cuestiones.


En p rim er lugar, la de su origen histórico-social. Salgam os de
una vez p or todas del provincialism o (g eo cro n o ló g ico ) de los
filósofos co n tem p orán eo s. L a hum anidad, en un sentido co n ­
g ru en te con lo que en ten d em os hoy por esa palabra (lengua­
je , reg u lación social institucional, trato an tin atu ral a los m uer­
tos, e tc .), tie n e al m en os c ien m il años de ex isten cia. Muy
p oco sabem os d e la mayor parte de esa historia y de la aplas­
tante m ayoría de los upos de sociedades que existieron en la
tierra, p ero sí podem os in ferir m u ch o a p artir de los cientos
de so cied ad es salvajes q u e pudim os observar en d irecto , lo
m ism o que de las tradicionales. Y n o p o rq u e los aborígen es
australianos “re p resen ten ” el estado universal de la h u m an i­
dad h ace 1 5 .0 0 0 años, y los tu p ig u aran íes el de h ace 5 0 0 0 ,
sino p o rq u e sería un p o co ex ag erad o su p o n er que la filoso­
f í a , a b u n d a n t e m e n t e p r a c t ic a d a p o r lo s p r im e r o s
cro m a ñ o n es, se haya p erd id o después. E n este pu n to, lo que

59
C o rn e liu s C asioriadis

p ara rn í es decisivo y mas me in teresa en esta d iscusión, es lo


q u e podem os presum ir con buenas probabilid ad es a c e rc a de
las sociedades existen tes h ace 1 0 0 .0 0 0 y 1 0 0 0 años, y lo qu e
categ óricam en te sabem os de casi todas las existen tes en el añ o
1900 (y n o sólo lo q u e o cu rría e n K en in sburgo en tre 1770 y
17 8 1 ). Pero el h ech o , grande c o m o la pirám id e de K eops, es
q u e to d a s esa s s o c ie d a d e s f u e r o n c a si c o m p l e t a m e n t e
reabsorbidas en su in stitu ción , es d ecir qu e la cu estión d e la
validez se p la n tea en ellas sólo co m o cuestión de validez p o s i­
tiva, d e h e c h o , c o n relación a las in stitu cion es (y las re p re se n ­
tacion es instituidas) existentes, n o co m o cu estión de validez
de d erech o. E so es com p atib le co n la in telig en cia más avanza­
da (m uchas veces e scrib í que la in te lig e n cia de esos h o m b re s
que fijaron por p rim era vez de m a n era ap ro xim ad a la d ura­
ció n del añ o solar, de los que in v en taron el tejid o o la a lfa re ­
ría, supera de lejos, si cabe la ex p resió n , o al m en os irnpacta
in fin itam en te m ás, qu e la de los h o m b res a ctu a les). E n le n ­
guaje filosófico, direm os que en esas socied ad es p u ed en p la n ­
tearse todas las cu estio n es, m en o s las de p rin cip io s. P e ro la
razón no es sólo, au n q u e s í lo es en su esen cia , la facu ltad de
los principios (K ant) o, m ejo r d ich o , la facu ltad de in te r r o ­
garse acerca d e ellos. La razón es la in terro g a ció n ilim itada.
Esa in te rro g a c ió n —y el esp acio de valid ez d e d e re c h o q u e
constituye— fue cread a p o r p rim era vez en G re cia h acia fin es
del siglo V IIo . L a validez de d e re c h o , la razón , y la verdad e n
el sentido p len o y fu erte del térm in o , son crea cio n es históri-
co-sociales. C on el verdadero cristian ism o, esa c rea ció n su fre
un prolon gad o eclipse. L u eg o se re p ro d u ce en E u rop a o c c i­
den tal, por in flu en cia del “d escu b rim ien to ” de los griegos p ero
tam bién de otros facto res h istóricos —y sin dud a no es sim p le
“r e p e tic ió n ” ni “in t e r p r e ta c ió n ” de la c r e a c ió n o r ig in a r ia
(co m o p en sab a W h iteh ea d ).
En esas con d icion es, ¿qué q u iere d ecir “universalidad” d e la
razón”? Desde lu ego, en p rim er lugar universalidad del o b je to
de in terrog ación : p or p rin cip io , n in g ú n tem a le es n i p u ed e
serle sustraído. T am b ién q u iere d ecir algo factual: u na vez crea ­
da la razón en el sentid o indicado, todo ser h u m an o pu ed e ser

60
H ech o y p o r hacer ■X aiBUOTS<

llevado a ella. L lam ar a csio Ají ¡age, disposición i n n a t a ^ ^ a


una tautología sofística. “Sen cillam en te”, la A jilage en cuestión*”—T
es que en principio cualquier ser hum ano puede volver a ima­
ginar lo que otro ser hum ano ha im aginado. De haberla, sería,
de en tre todas las A n la g cn hum anas, la más astronóm icam ente
difícil en cuan to a actualización. Ni qué hablar de esa A n la g e
inversa que llevó a H eidegger al nazismo, a Lukacs al estalinis-
m o, a miles de in telectu ales al “sacrificio de la co n cien cia ” y
aun hoy a m uchos filósofos a la conversión religiosa. Lo que
a q u í se ju e g a es la asom brosa potencia y “universalidad” de la
facultad más singular del hom bre: la im aginación, n o la innatez
universal de la razón. Claro que pata llevar a un ser hum ano a la
razón hace falta otra cosa: que d eje de adherir a una institución
h eterón om a de la sociedad y de interiorizar las representacio­
nes que la en carn en . Con gusto correría con los gastos de orga­
nización de un d ebate en tre dos filósofos alem anes y dos m ullahs
iraníes. P ero sería un gasto inútil, porque con ocem os de an ­
tem ano los resultados. H ace dos años, d u ran te un co lo q u io
del que p articip aba el card en al prim ado de París, m o n señ o r
Lustiger, fui llevado a reco rd a r esa frase de Lessing según la
cual las Luces im plican el rech azo de cu alq u ier Revelación o
Providencia qu e in terv in iera en el m undo, de cu alq u ier idea
de C o n d e n a ció n ete rn a . El arzobispo de París (cuya in teli­
g en cia sin p ar n ad ie se a trev ería a p o n er en duda) alzó los
h om bros co n aire irritado y m urm uró algo así com o, “¿a qué
volver co n esas antigu allas”?
N o sería in ju ria r a H. P o ltie r si digo qu e quizá sea igual,
pero no más in telig en te que San Agustín. Sin em bargo, pese
a su sofística erística, P o ltier tien e razón y Agustín no. P orque
en las C o n fesio n es, A gustín escrib e que es in acep tab le cual­
q u ier tipo de re stricció n al d iscu tir con n u estros h erm an os
cristianos, que co n ellos pu ed e cuestionarse todo. Pero que es
im posible d iscutir co n q u ien es no aceptan la sagrada autori­
dad de las Escritu ras. Para aq u ello s que c reen en u n a V erdad
revelada, c u a lq u ie ra sea su in te lig e n c ia , ta le n to y su tileza,
hay un “p rin c ip io ” a n te el cu al su esp íritu d eb e d eten erse:
las E scrituras. E sto es válido tam b ién para el in m en so trab ajo

61
C ornelius Cascoriadis

in telectu al desplegado en el T a lm u d y el C orán. Y tam bién,


au nqu e de un m odo p atéticam en te irrisorio, para todos esos
“m arxistas’ que a tod a costa qu ieren salvar la verdad del C api­
tal a través de in term in ab les “in terp re ta cio n es”.
La propia razón es la que nos d ice que o rig en histórico-
social n o se con fu n d e con validez de d erech o . La razón es el
estab lecim ien to m ism o de esa distinción. Y aquí es donde en tra
nuestra segund a cuestión. La razón no pu ed e defenderse erga
o m n es; so lam en te p od ría d efen d erse co n tra quienes aceptan
a la vez la d istin ción de d erech o y de h e ch o , y cierto núm ero
de reglas (n o sim p lem ente procesales) que posibilitan la dis­
cusión racio nal. Esa es la situ ación d e h e c h o , pero tam bién
hay una situación lógica. Por todos lados nos piden d ar un
‘‘fu n d am en to ra c io n a l” de la actitu d ra cio n a l, y ju stifica r de
d e re c h o la e le c c ió n del d e re c h o , etc. S e trata de reclam os
acom p añ ad os de algo que hay qu e llam ar dem agogia. En pri­
m er lugar, p orqu e q u ien es asi se expresan ten d rían grandes
d ificu ltad es para d ar ese “fu n d a m en to ra c io n a l” (y ya v ere­
m os p o r qué a p r io r i está exclu id o qu e lo h ag an ); luego p or­
qu e se d eja e n te n d e r qu e quien reh ú sa esas pretcn sion es es
fatalm en te “an tirracio n alista”, cosm ó log o , partidario de algu­
na “filoso fía de la vida”, y n o se cuántas cosas más.
Por n uestra parte, cuand o p reg u n tam os qu é es válido de
d erech o com o pensam iento, ley, etc., nos respond en que te­
nem os que dem ostrar que la cuestión de la validez, de d erech o
en sí m ism a es válida de d erech o . Se nos d ice tam bién que
d ebem os d em ostrar racio n alm en te que la razón vale, dando
adem ás un “fund am ento racio n al”. ¿Pero cóm o podría siquie­
ra form u lar la cuestión de la validez de d erech o de la cuestión
de la validez de d erech o, sin haberla ya plantead o y h aber así, a
la vez, planteado qu e crea sentido y es válida de derecho? ¿Cóm o
p od ría yo fu n d am en tar ra cio n a lm en te la razón sin presupo­
nerla? Si es racional una fun d am en tación de la razón, lo es por­
q u e presup on e y utiliza lo que q u iere d em ostrar; si no lo es
(com o de m an era m anifiesta tam poco lo es la idea de que “to­
dos los hom bres poseen n atu ralm ente la razón”, suponiendo
q u e a lg u ie n p u d ie r a a lg u n a vez to m a r la p o r 'u n a

62
H e c h o y p o r ha cer

“fun dam en tación ") está contradiciendo el resultado esperado.


No sólo histórica y socialm ente, sino lógicam ente (de m anera
“tr a s c e n d e n ta l”) la p o sic ió n de la razón es in a u g u ra l, es
autoposición. P arece que algunos alim entan la ilusión d e una
tercera posibilidad. P ero no se sabe cuál sería. “Fu ndam entar”
la razón, en el lengu aje o la com unicación, es absurdo en varios
sentidos. Desde el punto de vista de las rigurosas exigencias de
lo que trad icio n alm en tc se llam a una “fu n d ació n ”, tanto len ­
guaje com o com u nicación (más las “intenciones de los partici­
pantes en u na com u n icación intersubjetiva”) son sim ples h e­
chos que pu ed en servir para lo que queram os, m enos para fun­
dar algo. F.l len g u aje es con d ición necesaria de la razón (del
p en sam ien to ), y se convierte en cuerpo m aravillosam ente vivo
una vez que aquélla es creada, pero n o “c o n lle n e ” la razón. De
m anera abstracta, podríam os d ecir que la pregunta ilim itada
es siem pre una posibilidad inm anente a tod o leng u aje, pero
sería falso, ya qu e un lenguaje puede cerrarse en su institución
efectiva y d eten er la interrogación. Afú ta o s m ucandi, lo mismo
es cierto para la com u nicación . “Fundar” la razón en la razón
m ism a, re c h a z a r lo “d e d u c tiv o ”, p re g o n a r u n a s u e rte de
auioevidcncia de la razón, es ni más ni m en os que lo que se
llam a una m ística. N inguno de los grandes filósofos pretendió
ja m á s “fund ar” la razón. Platón postula la visión de algo que
está “más allá de la esencia"; Aristóteles postula un n o u s del
que dice explícitam en te que no está som etido al logos (y que
es infalible en cuanto al ti en einai). Kant posada al m e n o s la
co h eren cia de la exp erien cia y la lógica ordinaria. H egel postu­
la más o m en os todo. Y desde ese punto de vista no m e siento
tan mal acom pañado.
T o d o eso p arece una cargada, algo así com o decir: “Nada se
lo im pide, si usted puede ciar una fund am entación de la razón
que nada le d eb a al uso de la razón, ¿por qué n o lo h ace?” Si el
fundam ento de la razón es otra cosa que la razón, ¿en qué se
fundam entará esa o u a cosa? A n a n k é sténai, d ecía hace veinti­
cin co siglos un pobre de espíritu bastante conocid o.
Su pongam os, p o r si acaso, que se pudiera e x h ib ir el funda­
m ento: ¿qué pasaría después, ad ond e nos llevaría? Si la razón

63
C ornelius Casioriadis

sola fu e ra capaz de p ro d u cir co n secu en cias n ecesarias a par­


tir de ese fu n d am en to, tal vez los ig n o rantes pu d ieran ig n o ­
rarlas. p ero, ¿y los filósofos? ¿Por q u e se discute sin p arar des­
de la ép o ca de T ales? ¿Acaso hem os visto a los m atem áticos
p elearse desde h a ce veinticinco siglos por la in fin idad de los
núm eros prim os o la irracionalid ad de la raíz cuad rada de 2?
¿La tribu de los filósofos sería tan corrupta, estúpida y envi­
diosa com o para que el d escu b rim ien to de un fu n d am en to
racio n al y fe c u n d o de la razón en Fran cfort, digam os, n o pasa­
ra de ser un a co n tecim ie n to lo cal, con fin ad o a algunos sem i­
narios, en lugar de provocar u na m area m undial de entusias­
m o y acuerd o u nánim e? ¿Por qué hay op osicion es en filosofía
y p or qué u na historia de la filosofía? ¿Se d eb erá a fa cto res
“e m p íric o s” (c o m o la in flu e n cia p erv ertid o ra d e las clases
d om in an tes o la m ala digestión d e los filóso fo s, n o sé) que
en cim a se d eb ería adm itir que en su efectividad histórico-so-
cial la filosofía está determ inada con m u ch o más peso p o r la
no-razón que p o r la razón? A hora bien , si n o se puede e n c o n ­
trar la razón en la filosofía, ¿dónde en con trarla?
T rato de reflex io n a r y d eliberar. Y me p reg u n to (an tes de
que H aberm as o P oltier m e lo p reg u n ten ) p o r qu é d eb o re­
flexion ar y d elib erar. Tras lo cual m e con testo (cosa q u e n o
m e atrevería a con testarle a H aberm as y P o ltie r): p o b re in o ­
cen te, con esa pregunta sigues en la re fle x ió n y la d e lib e ra ­
ció n . T e p reg u n tas “p o r qué d e b e s...” d á n d o te a e n te n d e r a
ti m ism o qu e só lo acep tarías co m o respuesta “b u en as razo­
n es” —sin sab er siqu iera qué d efin e a una “b u en a razón ”. Ya
has valorado in co n d icio n alm en te u na reflex ió n ilim itada.
O a n e x e ta s to s h io s o u b io to s, d e c ía S ó c ra te s: la vida sin
e x a m e n , sin r e fle x ió n , es in v iv ib le, p r e fie r o m o rir. El n o
in ten ta d e m o s tr a r le a sus ju e c e s (n i a n a d ie) que se d e b a
filo so fa r, ni ta m p o co , co m o en o tro s casos, “fo rz arlo s a ad ­
m itir” {El B a n q u e te , 2 2 3 d ). M en o s in g e n u o q u e lo s filó so ­
fo s d e e s te s i g lo , s a b e q u e s ó lo p o d r ía d e m o s t r a r l o
filo so fan d o . P ero filo so fa n d o y viviend o c o m o vive, m u e str a
y rea liza el v alor de la filoso fía. E l valor d e d e r e c h o d e u na
vida co n sa g ra d a a la r e fle x ió n , d e a lg u ie n q u e se n ie g a a

64
H e c h o y p o r hacer

S? ■
a ctu a r y h a b la r sin su fic ie n te d e lib e ra c ió n . P o r eso es qu e ,
n o d ejam o s d e m irarlo .
A propósito de esto se habla —lo m ism o que a propósito de
p o lític a - de “volu ntarism o”. M e d eja h elad o ese térm in o des­
preciativo. ¿Puedo reflexion ar sin q u e re r hacerlo? ¿Puedo d e­
liberar sin q u e r e r d eliberar? ¿Puedo tratar de ser libre (autó­
n om o) si n o q u ie ro serlo? P oltier m e pregunta algo así com o
que p or qu é q u iero ser libre y si n o soy esclavo de mi deseo de
libertad . O si, de acu erd o co n mis ideas, u n a sociedad au tóno­
m a n o sería h eteró n o m a al h aberse consagrad o a la au to n o­
m ía. Sim ples sofism as infantiles. Cuando Tocq u ev ille d ecía en
u n a frase de ind u d ables an teced en tes clásicos: q u ien quiera
la libertad para algo qu e n o sea la libertad es ind igno cíe ella
¿era “irracion alista” o “b erg so n ian o ”? Hay una posición, una
au toposición inaugural, im posible sin p articip ación de la vo­
luntad: reflex io n a r y d elib erar.
Eso que con ju sta razón podem os llam ar voluntarismo, está
muy bien expresado en la m áxim a que m e lanza irónicam ente
B. W aldenfels: W o ein Wille, da ist auch ein Weg, donde hay
voluntad, hay tam bién un cam ino. El sentido es riguroso y claro:
la voluntad en sí misma es cond ición suficiente del cam ino, de la
solución. Si alguna vez lo h u biera pensado, n o h abría pasado
cuarenta y tres años de mi vida preguntándom e sin parar por el
estado y las tendencias de la sociedad en que vivimos, intentando
detectar algo que presagiara autonom ía en las luchas y agrupa­
ciones obreras francesas o norteam ericanas, en los pueblos hún­
garo y polaco, en los nuevos movimientos estudiantiles, fem eni­
nos y ecologistas. Ni le habría adjudicado tanto peso al proceso
privatizador en la sociedad contem poránea (1 9 6 0 ), y a su incrus­
tación dentro de u na pesada materialidad histórico-social (1982a,
1987a). Pero B. W aldenfels sí habría podido —aunque al precio
de una reflexión suplem entaria— en co n u a r la verdadera máxi­
ma que hago tam bién mía: W o kc in Wille, das ist auch kein W'cg
(sondeen blosses G e sc h e h e n ) , donde n o hay voluntad, no hay
cam ino, sino únicam ente devenir.
Algún racio nalism o in telectu alista reservó la ‘V olun tad” a
la “ética” o a la “razón p rá ctica ”, com o si pudiera h ab er “un

65
C orn eliu s C asioi¡aclis

su jeto del pen saín ien t_o puro" sin voluntad —o com o si la “vo­
lu n tad ” fu e ra u n a facu ltad “pru sian a” o “b o lch ev iq u e”—. La
volu n tad es la ten sió n h acia... de la subjetividad reflexiva y
d eliberante, es co n stitu tiva de ella. No se trata de “psicología”
en el sentido despectivo de los neokaritianos y husserlianos. Si
la reflexión n o q u ie re algo, no existe co m o reflexión . La bús­
queda de la verdad es voluntad d e verdad. (Frase qu e obvia­
m en te no tien e ningú n sentido si la verdad es d ispensam icnto
del ser, el cual, com o sabem os dispensa tam bién la no-verdad,
la V erb o rg e n h eii, y si hace falta “sein lassen”, las d os). Se trata
d e la o n to lo g ía de ese m od o del para sf q u e es la subjetividad
reflexiv a y d e lib e ra n te (1 9 8 6 b ). L a b ú sq u ed a de la verdad
presupone la voluntad de verdad, y tam bién u na investidura
d e la verdad (y n o por ejem p lo d e la san tid ad ), y am bas pre­
suponen ya cierra id ea de la verdad. En esc nivel n o hay ana­
tom ía de la su bjetivid ad —o si se q u iere, esa a n a to m ía sólo
puede m atar a la subjetividad. Los m om en tos de la subjetivi­
dad —la su blim ación del deseo co m o voluntad, de la rep resen ­
tació n co m o p e n sa m ien to , del p la ce r de la rep resen ta ció n
com o placer d e la libertad de h a cer y pensar—son indisociables.
A la pregunta de por qué la au tonom ía y por qué la reflexión
no hay respuesta fundadora, no hay respuesta “río arriba”. Hay
sí, una co n d ició n histórico-social: el proyecto de autonom ía, la
reflexión , la d elib eració n y la razón ya fu eron creadas, están
ahí, p erten ecen a nuestra tradición. P ero esa co n d ició n no es
fu n d a c ió n . Se m e o b jeta ah ora algo que h ace tiem po fui el
prim ero en destacar: que nuestra tradición n o sólo com porta
eso, sino que tam bién com porta el Gulag y Auschwitz (1983b ,
p. 268). Pero yo n u n ca p reten d í “fu n d am en tar” el valor de la
au to n o m ía en “n u estra trad ición ” (lo cual sería una extrañ a
idea): al contrario, el valor de n u estra trad ición está en que
ta m b ién creó el proyecto de autonom ía, la dem ocracia y la filo­
sofía. Y tam bién en haber creado, y valorado, la posibilidad de
elección (im posible p or ej. para los verdaderos ju d ío s, cristia­
nos o m usulm anes). Esa posibilidad de elección que valoramos
de m anera in con d icion al y em pleam os eligiend o a favor de la
au tonom ía, y en con tra de la h etero n o m ía presente tanto en

66
H ec h o y p o r hacer

nuestra tradición corno en nuestro presente, de un m odo a la


vez blando y m onstruoso. Nadie va a im pedirle a H. Poltier que
adhiera a un partido nazi o estalinista, a la orden jesu ítica o la
religión m usulm ana. P ero esa posibilidad se la o fre ce ú nica­
m ente nuestra institución social com o fragm ento realizado del
proyecto de au tonom ía. Si alguien dice detestar esa posibilidad
de elecció n y qu e p referiría infinitam ente más haber nacido
en una sociedad donde la ¡dea misma de elegir fuera in co n ce­
bible por co n stru cció n , no nos queda otra cosa que parar la
discusión y desearle buen viaje.
P ero hay m ás. El proyecto de au tonom ía n o es una fulgura­
ción en un cielo lím pido. En verdad, va con otra cosa, con d i­
ciona, motiva, in cita a o tra cosa. Resum iendo, a lo m e jo r de la
c r e a c ió n q u e n o s r o d e a . P u e d e s e r la r g a , r a z o n a b le y
sustancialm ente d efen d id o en aval de esa posición y esa elec­
ción. Puede serlo a p artir de sus im plicaciones y co n secu en ­
cias. ¿Pero co n rela ció n a quién ? C on relación a aquel que
h a b ie n d o a ce p ta d o la discusión razonable se situó ya d e n tr o
de la reflexividad. ¿A algu ien se le ocu rriría “refu tar razona­
b lem en te” a Pascal o Kierkegaard?
P ero lo m ás im p o rtan te está en otra parte. La rep etició n
escolar y escolástica de un argum ento seudokantiano oculta las
grandes cu estion es que ju sta m e n te plantea el h ech o de que
no podem os reflex io n ar sin crear el horizonte de la validez de
derecho y ser noso tro s quienes reflexionam os. N osotros, quie­
re decir seres tanto psíquicos (por lo tanto condicionados por
el in co n cien te), com o histórico-sociales (por lo tanto con d icio­
nados p or la in stitu ción de n uestra so cied ad ), p ero siem pre
seres para sí (por lo tanto obligadam ente situados, incluso des­
de el punto de vista más abstracto, en un “pu nto de vista”, vien­
do desde una “perspectiva”, creando un sentido y creán d o lo
necesariam ente en una clausura). No podem os seguir tapando
ese gran (segundo) ag u jero n eg ro del kantism o a cerca de la
relación en tre lo efectivo y lo transcendental. ¿Cóm o podem os
salir de las d eterm inaciones “em píricas” “nosotros los h om b res”?
Sobre esta inm ensa cu estión que gobierna a todas las dem ás
sólo puedo h a cer dos ind icaciones (cf. 1989a).

67
C orneJius CascociadJs

E n prim er lugar, en la vertiente psíquica debem os re co n o ­


cer el h ech o de la su blim ación y la capacid ad sublim atoria de la
psique. E n La vertiente histórico-social, la creació n de un espa­
cio-tiem po donde efectivam ente puedan plantearse (y lo son)
las cuestiones de lo verdadero y Lo ju sto ; y p or últim o d ebem os
elevarnos h acia otra con cep ción de la verdad. Resum iendo: n o
somos coh eren tes si n o reco n o cem o s el estatuto filosófico de lo
histórico-social com o lugar donde el h ech o p u e d e convertirse
en d erech o y el d erech o p u e d e convertirse en hecho.
L a segunda in d icación se refiere al sen tid o de la validez de
d erech o . ¿Podem os calificarla de “tra n sh istó rica ” o in clu so de
“e x t r a h is t ó r i c a ”? D e jo d e la d o la r e s p u e s t a c h ic a n e r a ,
tautológica y vacía: si pu d iera tran sp ortarm e d oscientos m illo ­
nes de años atrás, ser com o soy y to d o lo dem ás tam bién , p e n ­
saría lo m ism o p or las m ismas razones. V eam os en p rim er lu ­
gar que la p re g u n ta m ism a tien e se n tid o sólo para u na su b je­
tividad reflexiva y u na socied ad en y a través de la cual ésta se
haya vuelto efectiva. No pasa lo m ism o con los “resultados” de
la actividad reflexiva. Q ue el teo re m a de Pitágoras g en eraliza­
do (igualdad del cu ad rad o de la n o rm a d e la sum a d e dos
vectores ortog onales y de la sum a de los cuad rad os d e sus n o r ­
m as e n to d o e s p a c io p r e h i l b e r t i a n o ) n o s ó lo p u e d a
d em ostrársele a cu alq u ier se r capaz de seg u ir un razo n am ie n ­
to que aceptara ciertos axiom as, s in o qu e la relació n m ism a
en tre esos axiom as y esa co n clu sió n esté “fu era del tie m p o ”,
en el sentid o que en ese m und o de id ealid ad “refo rzad a” q u e
es el de las m atem áticas, el “tiem p o ” es tan ex te rio r a la co sa
co m o al ro jo escarlata o la n ostalgia; esto es algo evidente. L o
m ism o pasa con la d im en sión e n síd ica d e tod o lo e x iste n te
(los enu nciad os referid os a ella). M a tem á tica m en te, el te o r e ­
m a de Pitágoras no es sólo v erd ad ero en su verdad in fin ita ­
m en te m agra e in fin itam en te espesa, “en to d o universo p osi­
b le ”, sino qu e es co n d icio n a lm en te v erd ad ero fu era d e l u n i­
verso. P ero el teo re m a de Pitágoras n o es n i p u ed e ser “m e ra ­
m en te m a tem á tico ”. P o rq u e su ced e q u e ese universo (ig u al
q u e todo universo q u e podam os c o n c e b ir) co m p o rta ta m b ié n
en s íu n a dim ensión en síd ica im b atib le. En esa m edida le so n

68
H e c h o y p o r hacer

aplicables las m atem áticas, de las que resulta u na ffsiea m ate­


m ática. Las m atem áticas aplicables a n u estro universo inclu ­
yen el teorem a de Pitágoras (n o sólo p rim ero , y decisivam en­
te, en el p rim er estrato natural, sino tam bién en las co n ce p ­
cio n e s m ás ex trem a s p u esto q u e en relatividad g en eral un
teorem a an álog o tien e valor lo ca l). Desde ese pu nto de vista,
el teo rem a “vale” tanto aquí' co m o en cu alq u ier otra galaxia, y
tan to ah ora co m o segundos después del B ig Bang. Y del mis­
m o m odo (au n q u e m u ch o m ás co n d icio n a lm en tc) “valen” los
resultados de la física m atem ática. T o d o lo que sabem os y ha­
cem os se volvería in co h ere n te si supusiéram os que la grave­
dad n ació re c ié n e n 1687. N ew ton no “d escu b re”, sino que
inventa y cre a la teo ría de la gravedad, p e ro (y p o r eso segui­
m os h ablan d o de lo m ism o) o cu rre que esa creació n se e n ­
cuentra. de m an era fecu nd a en u no de sus estratos con lo que
ya está. T a m b ié n en este caso, podríam os d em ostrarle la vali­
dez a cu a lq u ier ser capaz de seguir un razon am ien to y que
acep tara, ap arte de axiom as m atem áticos, ciertas reglas y prin­
cipios (navaja de OCfcam, co h eren cia , “co n co rd a n cia ” en tre y
co n los h ech o s observacionales y exp erim en tales, etc. Por su­
pu esto, todos éstos son térm in os que p u ed en y d eb en discu­
tirse a lo larg o de volúm enes en tero s).
O bservem os que un ser así, co n ceb id o estrictam en te, p o­
d ría acep tar los axiom as de la teoría new toniana p ero nunca
haberlos in ven ta d o , ya qu e la qu e los p la n tea es la im agina­
ció n teórica. D e nada vale e n to n ces en trar a discutir a q u í (aun ­
q u e sea la d iscusión más im p o rtan te al resp ecto ) si nuestra
física m atem ática es c o rre cta tam bién p ara tod o universo po­
sible —o para todo universo que incluya u na clase de observa­
dores efectivos. P ero sí pod em os afin n ar qu e en la m edida en
que esté axiom atizada es, corno física d e ese universo, igual­
m ente co rrecta fu era d e l universo.
C ream os el sab er. E n cie rto s casos (c o m o las m atem áti­
cas) cream o s tam bién lo qu e está fu era d e l tie m p o . E n otros
(co m o la física m atem ática) cream os co a ccio n a d o s a e n c o n ­
trar, y el e n c u e n tro c o n el o b je to convalida o invalida nues­
tras crea cio n es.

69
C o rn e liu s Casroríadis

ü n cierto sen tid o , esto m ism o vale para el saber histórico-


social. Q ue los caduveos se pinten el rostro tien e el m ism o
estatuto que cu alq u ier en u n ciad o em pírico referid o a h ech os
(p o r ejem p lo, que en 1987 en la G ran N ube de M agallanes
hubo una su p em ov a). ¿Pero qué pasa con las significaciones
caduveas? F.n base a cierros elem entos ensídicos, d ebem os tra­
tar de recrearlas, siem p re coaccionad os a en con trarlas. Es ra­
dicalm en te falso cjue se pueda “escrib ir la h istoria” d e cu al­
qu ier m anera. La p ru eb a es la canddad ilim itada de estupide­
ces que se pu ed en llegar a d ecir sobre historia (o sociedades
de otros tiem pos y lu g ares). ¿Por qué estupideces? P orque no
se en cu en tran c o n lo que verdaderam ente fue la sociedad o
el períod o con sid erad o. D ejem os de lado el obvio y p u ram en ­
te negativo c riterio de in su ficien cia o in co h e re n cia (u n a in ­
terp re ta ció n p a ra n o ic a p e rfe c ta m e n te c o h e re n te de d e te r­
m inada sociedad salvaje n o se to m a p or ello verd adera).
E n tanto p od am o s efectiv am en te e n te n d e r o d ecir algo
válido de una socied ad ex tran jera estarem os recrean d o signi­
ficaciones que se en cu e n tra n con la creació n originaria. U n a
vez más se ju e g a a q u í la im aginación teórica (u n a variante)
b ajo diferen tes co a ccio n e s. Por un lado está claro que es u na
tarca in fin ita m en te m ás difícil (difícil de o tra m an era) que la
de la física teórica, p o r ejem p lo; y por otro, con que n o basta
que un ser sea capaz de seguir un razon am iento para que esté
de acuerd o co n n oso tro s. Un ser sin cap acid ad im aginativa
recreadora n o en te n d e rá nada. En física, se le m ostrarán pos­
tulados que se su p on e acep ta, y se desarrollarán las co n secu en ­
cias, P ero la rela ció n de las SIS de una socied ad con su “reali­
dad observable” nad a tien e que ver con la rela ció n de prem isas
con con secu en cias, y las SIS no pu ed en form u larse y ex h ib ir­
se com o postulados. ¿Q u é podríam os e n te n d e r de una so cie­
dad cristian a sin e n te n d e r qué es la fe? ¿Y có m o e x h ib ir o
d efin ir ló gicam en te la ley?
Al ab an d o n ar el te rre n o del saber se p ierd e el o b jeto d e la
discusión. E l valor transhistórico de la o b ra de arte nos sum er­
ge en aporías ya discutidas (1 9 8 3 b ). El A rte d e la fu g a es cen ­
tral en mi m useo im a g in a rio (y seguro tam bién en el de Duc

70
H e c h o y p o r hacer

F erry ). ¿T ien e sentid o d ecir que tam bién debería serlo en los
de la señ o ra M urasaki o A ristó xen és, tal co m o eran? (Q u e
pueda d e v e n ir lo tras a c u ltu ra c ió n c rea obviam ente presu n ­
ció n de historicidad y n o de lo co n tra rio ).
L o m ism o o cu rre co n los valores prácticos. ¿Acaso d em o­
cracia y au to n o m ía d eb ía n valer para los incas o los habitantes
del reino de D ahotney en el siglo X? E sc enu nciad o es vacío,
sin sentido, ocioso. Para que algo se vuelva u na exigen cia (un
“deber-ser”) se necesita que tenga sen tid o , que p u e d a te n e r
sentido para el d estinatario. D ecir que en el n eo lítico la gen ­
te d eb e ría h a b e r b u scad o su a u to n o m ía individual y so cial
equivale a d ecir qu e n o ten d ría n que h a b e r sido com o fu e­
ro n , sino ser eso que no fu e ro n y que ningún discurso retros­
pectivo pu ed e h a c e r de ellos.
D isanto es hoy, ya que cualquiera sea su cultura propia en
principio la gente puede acced er a ese sentido (a esa constela­
ción de significaciones creadas en la historia g reco ccid en tal), y
de h ech o lo hace (la d em ocracia que reivindicaron los chinos
en la primavera de 1995 n o p erten ece para nada a su “tradi­
c ió n ”). “C on vencerlos razo n ab lem en te" significa ayudarlos a
alcanzar su propia autonom ía. ¿Pero para qué? Porque quere­
mos autonom ía para todos —porqu e som etem os todo, incluidas
las instituciones de los otros, a la cuestión del d erecho—. Poltier
se queja diciendo que eso es sostener la superioridad de la cul­
tura occidental y no respetar las diferencias. No sostenem os la
su perioridad de la cultura o ccid en tal sino de una de sus di­
m ensiones, que sostenem os en contra de otra opuesta, de esta
m ism a cultura. Si alguien n o acep ta esa superioridad le convie­
n e igual quedarse en esta cu k u ra porque el azar lo puso en ella
e igual podría haberse h ech o bonzo o sufi, y porque si el día de
m añana los neonazis o los estalinistas quisieran tom ar el poder,
él n o en con traría ningún m otivo razonable para com batirlos
(salvo, eso sí, motivos de com odidad personal).
Es claro que n o respeto, con trariam en te a la tan propagada
e insípida novela rosa de estos tiempos, la diferencia de los de­
más sim plem ente com o d iferen cia y sin aten d er a lo que h acen
y son. No respeto la d iferen cia del sádico, llámese E ich m an n o

71
Con? e//us Castoriadis

B ciia —ni la ele los co iia d o ccs de m anos o cabezas, aunque n o


me am en acen d irectam en te— Nada de lo qu e he dicho o escri­
to me com prom ete a “respetarlas diferencias'”p o r el m ero h ech o
de respetarlas. N o resp eto la heteron om fa; otra cosa es decir
que la idea de im pon er la au tonom ía p or m edios h eterón om os
es un absurdo total, un círculo cuadrado.

A u t o n o m í a : Ja ética

M e extrañ a que A. H eller diga qu e m e d esen tien d o de la


ética. P o r cierto , n o m e dediqué n u n ca a este decisivo p ro b le­
m a: si m uriera un am igo que rite co n fió u n a sum a de d in ero
sin la p re se n c ia de testig o s ¿d ebo o n o d ev olv érsela a sus
herederos?'' P ero hay qu e ig n o rar tod o lo cjue e s crib í so b re
praxis, su d efin ición (2 964-65, pp. 103-146) y sig n ificació n en
lo que h ace a la actividad psicoan alítica, p ed agógica y p o lítica
{ib., y 1968a, 1977, 1 9 8 9 b ), com o para n o ver a llí lo esencial
de una ética y el co n ten id o de una m áxim a q u e d eb e gu iar a
toda actividad qu e im plique a seres h u m an o s (a m í tanto com o
a los dem ás).*
El m alen ten d id o se red obla con esa ex tra ñ a id ea que lanza
H aberm as, según la cual reform u lo la n o c ió n aristotélica de
praxis. C om o es im p ensable que H aberm as o H eller n o hayan
leíd o a A ristóteles, n o m e qued a m ás qu e su p o n e r que única­
m en te p u ed en le e r a un au to r c o n te m p o rá n e o co m o si c o ­
piara a los antiguos. L o m ism o cu an d o d icen qu e m e valgo de
esos “c o n c e p to s ” d e la filo so fía g rieg a q u e se ría n le g e in y
te u k h e in . P ero o cu rre que no son co n c e p to s de la filoso fía
griega, sino palabras griegas que u tilicé en e l cap ítu lo V de la

(e) Ejemplo típico de casuística ética tradicional. Si no entrego los valores niego una
situación que de generalizarse los haría imposibles. También es imposible presentar
mi acto como instancia de aplicación de una máxima universal.
* Sobre la ética también puede el lector remitirse al articulo “Miseria de la ética"
(1992). único estrictamente dedicado al tema, en El Avance de la Insignificancia,
Eudeba, de esta misma colección. (F. U.) •.

72
H e c h o y p o r hacer

In stitu ció n . E n rigor, se pu ed e em p aren tar al leg ein con al­


g u n a s a cep cio n es aristotélicas de logos, p e ro no co n todas.
Para ello h a b ría qu e olvidar que el logos aristotélico p e rten e­
c e al a lm a , m ie n t r a s q u e p a ra m í e l le g e in es u n a
p ro to in stitu ción de cu alq u ier sociedad. Todavía m ás rem ota
es la relación del te u k h e in con la tc c h n c aristotélica, fu erte­
m en te arraigad a en la p h u s is (1 9 7 3 a ). A ventura an álog a se
prod u ce co n la a u to n o m ía de Kant, sin relación con el senti­
do que yo le doy al térm in o au tonom ía. R esum ien d o, según
H aberm as y I lc lle r algu ien que diga “yo p ien so ” está obligado
a ser cartesiano.
Para A ristóteles, la p ra xis es la actividad hum an a cuyo fin es
ella m ism a, y n o un resu ltad o ex tern o . A puntem os al pasar
que la d istin ció n aristo télica en tre praxis y p oiésis d e p e n d e
de la categ o ría de la sustancia, form a ligada de m an era persis­
ten te a u n a m ateria. ¿Q u é d ecir e n to n ces de T e m ísto cles o
Nijinsky, de la batalla naval o la hazaña del bailarín? ¿P erten e­
cen a la p ra xis o la p o iésis ? O bservem os qu e esa m ism a distin­
ción y la ca teg o ría de la sustancia que la rig e, es la que tanto
en Sm ith c o m o en M arx “fu n d am en ta” la distinción en tre tra­
b a jo “p ro d u ctiv o ” (el q u e tran sfo rm a en tid a d es m ateriales
seg ú n las c a te g o r ía s a ris to té lic a s , in c lu id o el tra n s p o rte ,
kc isth a i ) e “im prod uctivo” (co m ercio , servicios, e tc.).
Para m í, la p ra xis es u na m o d a lid a d del q u e h a cer h u m an o
(y de n in gu n a m an era id é n tic a a él, m alenten d id o que siguen
co m etien d o algunos de mis crítico s). Es la actividad qu e co n ­
sidera al otro un ser que pu ed e ser au tónom o e in ten ta ayu­
darlo a a cce d e r a su p ro p ia au tonom ía. O tro es tom ado aq u í
en sentido am plio y m e incluye tam bién a m í com o “o b je to ”
de mi actividad. C om o tal es propia, n o de los seres hum anos
en gen eral, sino de la subjetividad reflexiva y d elib eran te. Por
lo tanto la p ra xis n o tie n e ni p u e d e ten erse a sí m ism a com o
fin (au n q u e a s ila d efin a el propio A ristó teles), sino que apu nta
a cierta tran sform ación de su “o b je to ” (h u m a n o ). Ese “o b je­
to ” —el otro— pu ed e ser co n c re to y esp ecíficam en te dado: psi­
coanálisis, pedagogía. Y tam bién puede ser ind efinid o, com o
en la p o lítica . P o r eso fu e q u e al reto m a r el tem a (1 9 8 6 a )

73
C o n i e l i U S C sstnriadis

d efin í al psicoanálisis c o m o actividad p ráctico-p oiética, cosa


válida tanto para la pedagogía corno para la política (1 9 8 9 b ).
¿Se responde con ello a todas las preguntas, al qué d eb o
h acer con que un hom bre se topará en su vida? Desde luego
que no. ¿fo ro qué m áxim a etica lo hace? ¿Acaso el “am a a tu
p ró jim o com o (o más que) a ti m ism o” —dejand o de lado el
carácter p o s itiv a m e n te in m o ra l de una ord en irrealizable y
culpabilizante— m e dice si debo consagrar mi vida a la música
más que a la filosofía, u nirm e a una multitud sublevada, irm e a
d orm ir o d ecirle a toda esa gente que vuelva a su casa? ¿El im­
perativo categórico y las m áxim as kantianas m e dicen acaso si
debo o no interrum pir, y cuándo, la atención a un m oribundo
qu e vegeta en un com a irreversible? ¿La etica cristiana o kantiana
tienen cóm o con testar a si me está perm itido m atar a un asal­
tante o un terrorista para salvar a otra persona? Si tal corno cate­
góricam ente d ebe ser en am bas éticas, la vida hum ana es un
absoluto, no m e está perm itida ninguna aritm ética. Ahora bien,
tenem os que afron tar nuestra con d ición trágica —ésa que in­
ten tan ocu ltar las éticas p osh elén icas desde P la tó n -, la vida
h um ana debe plantearse com o un absoluto, aunque n o siem ­
p re pueda serlo. A la gen te no le gusta, porque ha transferido
la Prom esa hebreo-cristiana a la exigencia de “fundación racio ­
n al”, y el D ecálogo a la dem anda de un libro de recetas éticas o
u n a “regla” que d e antem ano respondiera a todos los casos po­
sibles. Miedo a la libertad, loca necesidad de seguridad, oculta­
m iento de nuestra cond ición trágica.
La vida h u m an a d eb e plantearse com o un absoluto p o rq u e
la exigen cia de a u to n o m ía es categ órica y porque no hay au­
ton om ía sin vida. P ero el h ech o es que hay varias cadas que
pu ed en op onerse y u no pued e verse obligado a elegir. No he
visto a ningún filósofo preguntarse ni p o r asom o si es m oral
qu e un país rico gaste en un solo riñ ó n artificial una suma que
en los países p o b res p erm iü ría salvar de la ham bru na a cie n ­
tos de niños. In clu so estoy seguro de que ese filósofo n o ten ­
dría ningún escrú p u lo m oral en hacerse aten d er con los m a­
yores gastos. Si querem os salir de la duplicidad e hipocresía de
todas las éticas filosóficas o instituidas, deberem os re co n o ce r

74
H e c h o y p o r hacer

q u e n o s e n fr e n ta m o s a u n a e x ig e n c ia im p o s ib le d e n'o
relativizar.
El su jeto kantiano, lo m ism o que el platónico y el cristiano,
sólo re c o n o c e su p r o p io co n flic to —p ero en realidad no hay
co n flicto , ya que no plantea n in g ú n verdadero p roblem a, por­
que “en d e re c h o ” todos se resuelven de an tem ano—. Si sufre
es p orqu e “q u e rría ” h a cer el B ien (qu e co n o ce o debe c o n o ­
cer s ie m p r e ) , p ero n o “p u e d e ”, y si “p u ed e” es a p artir de
“d eterm in acion es em píricas” y n o puras. P ero en verdad, n in ­
gún p ro b lem a se resuelve de a n tem a n o ; ten em os que crea r
el b ien en con d icion es inciertas y mal conocid as, el proyecto
de au to n o m ía es nuestro fin y maestra guía, p ero no resuelve
p o r nosotros todos las situaciones efectivas.
En ese punto, ¿cóm o no sentirse im presionado, em ocion a­
do ante la insuperable profundidad del Filósofo? “I.a virtud es
una disposición adquirida ( exis ) deliberativa... definida por el
logos y tal com o la definiría el ph ro n im o s". La exis es una dispo­
sición que no es “pura” ni “espontánea”: es, y debe ser, adquiri­
da (de a h í el papel decisivo de paideia y n o m o s). Es proairéüke'
en dos sentidos: en el de su “o b jeto ”, transitivam ente se refiere
a la elección, es un h a b itus que lle\a a elegir bien. Pero tam­
bién es proairétiké, deliberativa, porque es un hábito de deli­
b e ra c ió n (reflex iv o y d e lib e ra tiv o ). N o es sim ple h a b itu s,
autom aticidad m ecánica, sino que conserva la proairésis, que es
in ten ció n y elección. Se d efin e por el logos —y por lo tanto co n ­
tie n e un e le m e n to ra z o n a b le y d is c u tib le . P e ro n o es ni
m ecanizadle ni m eram en te universalizable, sino tal com o la
definirá el p h ro n im o s, aquél que posee la phronésis. Está claro
que Aristóteles n o sabe lo que dice: si hay logos, ¿qué necesidad
de p h ro n im o s ? ¿Q uién y a partir de qué definirá el p h ro n im o s ?
Perdonem os al pobre Aristóteles: n o tuvo la suerte de le e r a los
autores del siglo X X declinante.
La p h ró n e sis n o “fu n d a” la a u to n o m ía ni tam poco se d eja
“d ed u cir” de ella. P ero sin p h r o n é s is n o hay ni au to n o m ía
efectiva ni p ra xis en el sentid o que le doy al térm ino. Ni m u­
ch o m en os p e n s a m ie n to te ó ric o q u e re a lm e n te valga. Sin
p h ro n é sis teórica se avecina el d elirio (ver H egel).
iZ o m e li us Cas loria drs

I^a au to n o m ía n o es clcsinsci'ción resp ecto d e la cfcctiv i-


dad (com o la a u to n o m ía k a n tia n a ), sin o lú cid a tran sform a­
ció n de la efectividad (p ro p ia y a jen a ) a p a rtir de ella m ism a.
A parcir n o significa que la efectividad o frezca causas o n o r­
m as. U na vez más estam os an te una rela ció n origin al, m od elo
de sí m isma, im pensable en las categ orías h ered ad as. La a u to ­
n om ía es au top osición de u na n orm a a partir de un c o n te n i­
do de vida efectivo y relacion ad a con él.
La norm a no tien e sentido si no está ligada a la efectividad
(al con ten id o de la vida) y es im posible u na “red u cción tras­
c e n d e n ta l” de d ic h a lig a z ó n . E n el in te n to d e r e d u c c ió n
kantiana están im plicad os el p u r o h e c h o d e q u e exista u n a
m ultiplicidad in d efin id a de sujetos (to ta lm en te h e te ro g é n e a
al espacio trascendental) e incluso cierta regularidad del m un ­
do. De otro m odo es im posible darle sentido sin ju e g o s verbales
a' la idea de universalidad requerida por la m áxim a de acción
(= p ara cu alq u iera en toda circu n stan cia lo su ficie n te m e n te
sim ilar). T am b ién está im plicada la efectividad d e la “d eterm i­
nación em pírica” (psíquica) del sujeto, ya qu e de o u o m od o
no se en tien d e para qu é se necesita u na norm a.
[D e paso, señ alo q u e “el im perativo ca te g ó rico ... p re te n d e
con sid erar todos los d eb eres del h om b re co m o m an d am ien ­
tos divinos” (K ant, O p u s p o s th u m u n , en trad u cció n fran cesa
de G ibelin , p. 5 ). K an t está lejos de ser un sim ple A u fklá rer.
Los postulados d e la ex isten cia de D ios y la in m o rtalid ad del
alm a, el rechazo a la Revolución, y la cita a n te rio r m uestran
hasta qu é punto c o in cid e n en él la audacia te ó ric a co n la o b e ­
diencia a lo instituido y el respeto al O b rig k c it].
D e K ant sigue sien d o válida la id ea de u n iv e rsa liz a ció n ,
au n q u e de m a n era muy abstracta. D esp ojad a d e su a b strac­
ció n , se convierte en lo que llam é razonabiliclacl. La “m áx im a”
de mi acto d eb e ser d efen d ib le an te “tod os”, y p o r su pu esto
an te m í m ism o, en o tro m o m en to y otras circu n stan cias. ¿P ero
hasta dónde “o tras”? T o d a la dificultad se sitúa e n tre la “m áx i­
m a” y las “circu n stan cias”. ¿Cuál es la “m áxim a” en el ap ó lo g o
del am igo que me en treg ó d in ero sin tesúgos? En verdad, es
una m áxim a p o lític a d estinad a a reg ir la ex isten cia en co m ú n
H e c h o y p o r hacer

ele seres autónom os: p a cta s u n t seriártela. Kl préstam o es un


con trato . ¿Q u é pasaría si se violaran determ inad os contratos?
El argu m en to p ragm ático de K ant es ingenu o: no h ab ría más
con tratos, d ice. P ero o cu rre que desde que el m undo es in u n ­
do no se han d ejad o de violar los contratos más im portantes
de todos: los tratados en tre Estados, cosa que no im pidió ni a
los con trato s p ro lifera r ni a la historia existir. (Es inútil reco r­
dar la ceg u era con g én ita de este tipo de filosofía, y en g en e­
ral de la filoso fía m od ern a, co n respecto a los h ech os más sa­
lientes e im portantes. Los filósofos de los d erech os hum anos
p roclam an la so b era n ía de la N ación, p ero en n in gu n a parte
vi la “fu n d a c ió n ” filo só fica de la tan em érita dignidad de la
N ación. D iscu ten sin p arar los más sutiles y exquisitos casos
éticos, p ero n o el carácter ético del asesinato de m illones de
personas en la gu erra. (H abrem os de co n clu ir que la Razón
filosófica se pulveriza an te la Razón de E sta d o ). A rgum entos
pragm áticos co m o el k an tian o con d u cen a con sid eracion es y
evaluaciones m eram en te probabilísticas.
P ero la a rg u m en ta ció n pragm ática de R an t esco n d e u na
profunda ap oría: ¿cóm o pasar de la abstracción de la “ley uni­
versal” a la ju s tific a c ió n categórica de la “m áxim a” p articu lar
qu e rige d eterm in ad o acto presuntam ente ético? ¿C óm o jus­
tificar el c o n te n id o de la m áxim a? De h ech o y com o ya dije,
en el ap ólog o del d in ero en treg ad o la “m áxim a” es pacta su n t
servanda, y se ju stifica en que el respeto de los com prom isos
recíp ro co s es n o sólo una m an ifestación de responsabilidad
resp ecto de u n o m ism o y los dem ás, sino a su vez una ex ig en ­
cia p o lítica su rg id a de la ex isten cia de u n a colectivid ad de
sujetos que buscan a u to n o m ía y qu ieren vivir bajo leyes que
ellos m ism os se den.
Y de h e c h o las form u lacio n es kantianas m en os discutibles
rem ite n n e c e s a ria m e n te a un c o n te n id o (1 9 8 3 b , pp. 27 0 -
2 7 2 ). “Sé p erso n a y respeta a los dem ás com o personas” está
vacía sin una idea no form al de persona (qu e aq u í no puede
ser sim plem ente alguien ubicado bajo la “ley m oral”, ya que des­
de ese punto de vista, le haga lo que le haga en la óptica kantiana
n un ca podría alcanzarla. Ese contenido es la autonom ía tal com o

77
C ornelius Cascoriadis

la d efin o , y el im perativo p ráctico es: deviene au tó n o m o (y


n o: “respeta a los dem ás corno seres au tónom os”, cosa que de
nuevo im plicaría una co n cep ció n form al, estática c irreal de
la a u to n o m ía , sin o ) y con tribuye en todo lo qu e puedas al
d ev en ir au tó n o m o de los dem ás. El resp eto a los dem ás es
ex ig ióle por ser siem pre portadores de cierta au to n o m ía vir­
tual —no p o r ser “person as”, cosa qu e pu ed en muy bien n o ser
(siem pre y cuand o “p erso n a” tenga algún c o n ten id o ). Salta a
la vista que este im perativo n o es só lo “etic o ” (con resp ecto a
las esferas privada y privado/pública, según u na term in ología
que ex p licaré más ad elante) sino tam bién político (referid o
a la esfera p ú blica/ p ú blica), ya que enseguida en cu en tra tan­
to a los otros ind efinid os, la colectividad, com o a las co n d icio ­
nes de su existencia, la institución.

• *

A ntes de co n tin u ar no estaría de más una últim a ex p lica­


ción co n la p osició n tradicional.
B. W aldenfels p o n e de m anifiesto las aporías de una “legis­
lación ligada a u na instancia factual”, evocando un viejo dile­
ma: o bien la instancia legislativa actúa según leyes —y entonces
no es radicalm ente autónom a; o b ien actúa sin obedecerlas, y
en ton ces no es autónom a sino anóm ica. Y agrega, en alusión a
la con ocid a frase de Heidegger: “Kant ya sabía ante qué ‘retro­
ced ía’ cuando sustrajo la razón práctica de la com petencia (las
atribuciones, B efugnisse ) de una im aginación productiva”.
C laro que si con ceb im os la a u to n o m ía e n el sentido “radi­
cal” que p resu p o n e W ald enfels, só lo es “a u tó n o m o ” el Dios
de Duns Scoto. Ni el dem iurgo de P latón (som etido a la m a­
tem ática y el ser-así del re c e p tá c u lo ), ni el Dios aristo télico
(q u e ú nicam en te pu ed e h a cer lo qu e hace, es d ecir pensar­
se ), ni un Dios-de-am or (ligado por su ser y am ante por n ece­
sidad), ni desde lu ego tam poco el sujeto práctico kantiano (a
quien, pese a la falsa apelación de au to n o m ía la ley m oral y el
imperativo categórico le son n ecesariam ente dados com o tales
y e n su escaso con ten id o) son autónom os. Esa idea “radical” de

78
H e c h o y p o r hacer

au tonom ía es u n a sendo idea, un absurdo que im plica a un


ser sustraído d e cu a lq u ier d eterm in ació n , in clu id a la de ser
él m ism o (ab su rd o qu e a lim en ta a la erística de P o ltier). Y
qu e ya d e n u n c ié h ace tiem p o (1 9 6 4 -6 5 , pp. 1 4 2 -1 4 6 ). P o r­
que si se d ice: la au tonom ía (k an tian a), a distancia infinita o
in fran q u eable de cu alqu ier efectividad, n o se ve afectada por
esas co n sid era cio n es p orqu e, al ser p u ra exig en cia, no co n ­
cierne a nad a qu e ja m á s pudiera ser d eterm in ad o alguna vez
en alguna fo rm a, se con v ien e en to n ces q u e tal exigen cia se
dirige a la nada, n o a “nosotros los h o m b res”. P ero suponga­
m os que yo resp on d iera a esa ex ig en cia: según la lógica de
W aldenfels, si respond o sin m o tivo (para Sartre nada puede
ser motivo de un acto de lib erta d ), soy sen cillam en te an óm ico.
Si resp on d o o b e d e c ie n d o a m otivos (p u ros, n o em p írico s),
m e ad ecu ó a la ley (n o m o s) de esos motivos, y en ton ces soy
h eteró n o m o , “an tes” de la au tonom ía hay razo n es p or las cua­
les d eb o re s p o n d e r a la e x ig e n cia d e a u to n o m ía (au n q u e
e m p írica m e n te la ex ig e n cia d eb a q u ed ar siem p re in satisfe­
c h a ). Más se n c illa m e n te : “si usted p u ed e “fu n d a r ra cio n a l­
m en te” la au to n o m ía, en to n ces la au tonom ía es ra cio n a lm en ­
te necesaria, y n o se en tien d e p or qué se au to d en o m in a au tó­
nom o cu an d o en realidad es sim p lem ente racional (cf., con
distinta term in ología, Sp in oza). ¿Y por q u é d ebería yo ob ed e­
c e r a'm otivos racionales (en el sentido m ás sublim e del térm i­
n o racio n al)? L a respuesta: porque el h o m b re es un ser racio­
nal, respuesta de p or sí ridicula a más n o pod er, rem ite n u e­
vam ente a un ser-así d e h e c h o , a una “n atu raleza” hum ana, y
“redu ce el d eber-ser al ser” (lo que P o ltie r h ace cuando m e
lo r e p r o c h a ). E n tre p a ré n te sis d ig am o s q u e d etrás de los
cscalo n am íen tos argum entativos está clara la posición final de
Kant: hay q u e q u e rer el B ien p or el B ien . Sigo esperando que
a lg u ie n m e p r e s e n t e u n a v e r d a d e r a “f u n d a c ió n ”, u n a
G r u n d le g u n g de este en u n ciad o. P ero lo que m e im porta es
la efectiva au to n o m ía de los h om bres efectivos, y no una ex i­
gen cia ficticia qu e de en trad a se m anifiesta irrealizable. N un­
ca se a cen tú a lo su ficiente que es una situ ación estrictam ente
idéntica a la qu e se da con la filosofía teó rica kantiana: si la

7.9
C ornelius C asiohadis

c s liu c ra ta de La subjetivid ad u a scen d en ta l es cfccuV a, o sea


re a liza d a en los e je m p la re s e m p ír ic a m e n te d a d o s d e w ir
M en sch en , tam o la historia del sab er en el sentid o fu erte del
term in o (1972a, pp. 1(14-178; 1986a y dem ás) co m o los e rro ­
res n o triviales se to rn a n in in te lig ib le s. Si es sim p le m e n te
‘ideal’ resulta irrelevante. L a filosofía no tien e sólo p o r tarea
d esp ertar la cuestión q u id j u r is ; ese n o es más q u e el c o m ie n ­
zo. Su tarea es elu cid ar có m o el d erech o se vuelve h e c h o y el
h ech o d erech o —lo cual es co n d ició n de su ex isten cia, de la
que ella misma es u na de las prim eras m an ifestacio n es. H a y
bellas obras, h a y p en sam ien to s v erd ad eros, h a y a cto s é tico s
(au tón om o s). U n a filoso fía qu e em p iece p lan tean d o qu e e n
esencia se trata de idealidades irrealizables esta h a cien d o a ñ i­
cos de en trad a la ram a en q u e se posó.
C o n s id e r e m o s a h o r a d esd e e l p u n to d e v ista fa c t u a l
(fa k tisc h ) el im ag in ario instituyem e y la im ag in ación radical.
Su creació n no es “absolu ta” (¿qué sentid o d arle a ese térm i­
no, com o n o sea el del Dios de S c o to ? ), salvo en un se n ü d o
bien preciso: la form a crea d a com o tal es irred u ctib le a lo ya-
a lií y n o se la p u ed e c o m p o n e r e n síd ic a m e n te a p a rtir d e
este. (H ablar, co m o h ace W ald enfels, de “nuevos a sp e cto s”,
es elud ir el m eollo de la cu estión : cu án d o es n u e v o un "asp e c­
to ” y qu é es lo nuevo. E n ese sentid o, la crea ció n es e x n ih ilo .
P ero ya escrib í tam bién qu e n o es e x n ih ilo ni c u m n ih ilo (a s í
lo dem uestran m uchísim os pasajes d e la In stitu c ió n , ad em ás
d e h aberlo precisad o m ás recien te m e n te en 1 9 8 8 a y 1 9 8 8 b ).
P o r lo m ism o ella es, tam bién, evid entem ente lim itada. P ero
aunque no lo parezca tam bién es inm otivada y sin ley. No te n e ­
mos respuesta a la pregun ta de por q u é algunas clases de seres
vivos captan cierras ondas electrom ag n éticas c o m o co lo re s y
c o m o esos colores. Ni tam poco a la de p o r qué psique y so cie­
dad existen siem pre en el sentido y la significación. Esa facu l­
tad de hacer ser, de h a cer salir de sí m odos de ser, d eterm in a ­
ciones y leyes que en ad elante serán leyes, d ete rm in a cio n e s y
m odos de ser del “ser p ro p io ” ( “ s o j ” ) , es lo qu e llam o c re a ­
ción radical. A hora b ie n , ¿qué es ese “ser p ro p io ” ( “sor”) q u e
se h ace ser sin ser “todavía” algo d eterm in ad o p ero qu e va-a

80
H e d ió y ¡jor hacer

d e te rm in a rse de ese m odo y no de otro? Es lo que llam o el Sirt-'r


Fondo, el Caos, el Abismo del ser hum ano (singular y colecti­
vo). El térm ino “nada” m e parece m eram ente literario y posi­
ble fuente de sofismas inútiles. Y si bien es cierto que esa crea­
ción se nos m anifiesta con fuerza y densidad en el terren o hu­
m an o, no se puede ex traer ese terreno del ser/ ente total. Si
b ien la creació n p erten ece a lo hum ano, p o r ese solo h e c h o
p erten ece al scr/ cn tc total. Más allá se extien d e toda la elabo­
ración y la elucidación on tológica que queda por hacer.
C iñ ám on os al d om inio h u m an o. ¿Podem os llam ar au to n o­
m ía a esa au to creación ? Grave erro r: com o nos lo recu erd a J.-
P. D u p u y , d is tin g o r a d ic a lm e n te e n tr e a u to c r e a c ió n o
au to co n stitu ció n —térm in os aplicables tanto al su rgim ien to de
lo viviente co m o al delirio p aran oico y a toda sociedad institui­
da en la h eie ro n o m ía —y au tonom ía. Ni au tonom ía ni praxis
son “datos” de la n aturaleza hum ana. La au tonom ía surge com o
creació n histórico-social, m ás exactam en te com o creació n de
un proyecto en parte ya realizado.

A u to n o m ía : la política

Ya d e fin í el o b je to de la p olítica com o aquello que “crea


institu ciones que tras ser interiorizadas p o r los individuos les
facilitan el m e jo r acceso a la au tonom ía individual y la posibi­
lidad de p articip ació n efectiva en todo p o d e r exp lícito exis­
ten te en la so cied ad ” (1 9 8 8 a , p. 138; pu blicad o en inglés en
el Z w is c h e n -b c tr a c h tu n g c n , A. H o n n e th , T h . M cC arty, Cl.
O ffe, A. W cllm er ed itores, F ra n cfo rt, Suhrkam p, 1989, p. 4 8 1 ).
Y agregué: “P arece tam bién —es u na tautología— que la auto­
n om ía es, ip so facto, au tolim itación... Esta autolim itación puede
ser más y otra cosa cjue sim ple ex h o rta ció n , si se en carn a en la
creació n de individuos libres y respon sables” (ib.). C om o estas
fo rm u lacio n es n o h acen m ás q u e co n d en sar y p ro lo n g ar lo
qu e escribo desde hace décadas, con sid ero inútil discutir las
ideas fantasm agóricas que m e endilgan A. H eller (según quien
yo m e op o n d ría a un Bill o f R ig h ts) o H. Poltier (para q u ien

81
Com etíus Cas toríaclis

yo estaría o bien descalificand o los lugares de discusión d e­


m ocrática, o secretam en te poseído por el fantasm a de la indi­
visión). Más útil m e p arece en cam bio discutir Lo m ism o, p ero
esta vez p ro lo n g an d o y circu n scrib ien d o m i reflexión a algu­
n os puntos qu e h e trabajad o m enos qu e otros.
Voy a em pezar por una d istin ción obvia, qu e está en los
h ech o s y q u e sin ser ignorad a q u ed a im p lícita en todos los
au to res (1 8 7 8 a , pp. 196-97; A. A rato la ev ocó a n te rio rm e n ­
te ). De m an era abstracta, podem os distinguir tres esferas d on ­
de se juegan las relacion es de individuos y colectividad en tre
sí y con su institución política: la esfera privada, oikos; la esfe­
ra público/privada, agora; la esfera pú blica/ pú blica, que en
el caso de u na sociedad dem ocrática, y en h o m en a je a la b re­
vedad, llam aré ecclesia. De m anera abstracta, esa com posición
tien e sentid o para todas las sociedades; q u iero d ecir que nos
p erm ite pensarlas a todas, de m odo significativo, según la dis­
tinción y articu lación que instituyen en tre esas tres esferas.
N o es culpa m ía (y espero que A. li c lle r m e p erd o n e) que
el p len o despliegue de las tres esferas, con su d istinción y arti­
cu lación en sentid o d em ocrático, haya ten id o lugar p o r pri­
m era vez en G recia. Fue a llí d ond e, al m ism o tiem po que se
planteaba la in d ep en d en cia del oikos, se creab a un agora (es­
fe ra público/privada) libre, y la esfera pública de lo pú blico
se volvía v e r d a d e r a m e n te p ú b lic a . (A p a r t ir d e H a n n a h
ArendL, estos dos últim os aspectos se co n fu n d en en las discu­
siones actuales, b ajo el título de “espacio p ú b lico ”). El deve­
n ir v erd ad eram en te p ú blico de la esfera p ú blica/ p ú blica es
el n ú cleo de la d em ocracia. En cu an to al resto, veamos que
d ecía A ristóteles e n la Etica a S ic ó m a c o (K, 10, 1180 a 24-29):
“So lam en te, o casi solam en te, en la p o lis laced em on ia, es d on ­
de el leg islad or p a re ce h ab erse in teresa d o en la ed u cació n
(de los ciudadanos) y las profesiones. Pero en la gran m ayoría
(pleiscais) de la s po leis, tales objetos no le p reo cu p aro n , y cada
cual vive co m o q u iere, legislando a la m an era de los C íclopes
a cerca de sus hijos y m u jer”. En estas lín eas A ristóteles n o se
exp resa co n su rig or habitual. Según la im agen m ítica de los
C íclop es (La O d isea ), ninguna ley pú blica u otra les im pedía

82
H e c h o y p o r hacer

iiiiilai a m u jcr c h ijos, cosa que no ocu rría en n in g u n a otra


ciudad griega. P ero se observará que, al co n tra rio del estereo­
tipo ech ad o a circu la r por B. Constant, divulgado por Fustel
de C ou lan g es y tra n sfo rm a d o lu ego en el m agro fon d o de
co m ercio de los in telectu ales a cerca de la ciudad griega, el
régim en aten ien se —consistente en dejar que cada cual hicie­
ra lo que quisiera, P ericles en Tucfdides II, 37 — es con ju sta
razón con sid erad o p or A ristóteles com o la regla y n o la ex cep ­
ción. La ex cep ció n es la polis laced em onia, d on d e todo está
reg im en tad o . L a razón p o r la cual el esp ejism o esp artan o ,
com o lo d en o m in a P ierre Vidal-Naquet,' fu e tan valorado en
los tiem pos m od ern os, so bre todo en el siglo X V III y durante
la Revolución fran cesa, es otra historia.
El totalitarism o se caracteriza (1978a, ib.) p or el in ten to de
u nificar p or la fu erza las tres esferas, y p or el devenir-privado
ín teg ro de la esfe ra p ü blica/ p ú blica. E l p rim er ca rá cte r es
necesario, p ero n o su ficiente: la unificación de las tres esferas
es más o m en os realizada en la m ayoría de las sociedades ar­
caicas. El in te n to fracasó en cu an to a su m eta en el caso del
estabilism o, au n q u e sus efectos n o hayan sido m en os terrible­
m en te reales.
A quí n o se trata de h a cer u n a tipología gen eral de los reg í­
m enes p olíticos. Sim p lem en te subrayo qu e el su rgim ien to y
desarrollo del Estado (se trate de “despotism o o rien tal”, m o­
narquías absolutas o inclu so el Estado m od ern o) equivale prác­
ticam en te al d even ir-p rivado de la esfera pú blica/ pú blica. Algo
muy in d ep en d ien te del estatuto del oikos, c inclu so de la exis­
tencia o n o de un agora libre.
Las o lig a rq u ía s lib e ra les c o n tem p o rá n ea s —las supuestas
“d em o cra cia s”— p re te n d e n lim ita r al m á x im o , o re d u cir al
m ínim o inevitable, la esfera püblica/pública. P reten sión cla­
ram en te en g añ osa. Los reg ím en es co n tem p o rá n eo s m ás “li­
b erales” (Estados U nidos, Ing laterra o Suiza) son sociedades

(f) Pierre Vidal-Naquet me indica haberse referido a la tesis de Francois Ollier El


Espejismo espartano (Le Mirage Spartiate) publicada en la preguerra.

83
C ornelias Castoriltdis

p ro fu n d am en te citaristas y con d en a d a s a seg u ir sién d olo : la


retó rica de T h a tc h c r y Reagan n o cam bió nada im p o rtan te,
ya q u e el cam bio d e p ro p ied a d fo rm a l d e algu nas gran d es
em presas no allera en esen cia su relación con el Estado. La
estru ctu ra b u rocrática de la gran em p resa p erm a n ece in tac­
ta, m ien tras nuestros filósofos p olíticos siguen h acien d o oídos
sordos a la cuestión de qu e es la g ran em presa m od ern a co m o
estructura política. Ija b u rocracia, la in term in ab le y absurda
reg lam en tació n cen tralizad a siguen p ro liferan d o . Sin el m e­
n o r pu d or se califica de “d em o crá tica s” a socied ades d on d e
n o sólo los ciudadanos, sino tam bién los abogados d esc o n o cen
la ley y n o p u e d e n co n o cerla (para cada tipo de pleito se n e­
cesita un abogado d eb id am en te esp ecializad o). Pero hay algo
más im p ortante todavía. Las oligarqu ías liberales co n tem p o ­
ráneas com p arten co n los reg ím en es totalitarios, el despotis­
m o asiático y las m on arqu ías absolutas este rasgo decisivo: la
esfera püblica/püblica es d e h e c h o y en gran m edida priva­
da. P o r cierto n o desde el p u n to d e vista ju ríd ic o , ya qu e el
país n o es d om inio de un m o n a rca , ni el Estad o el co n ju n to
de sus servidores “d om ésticos”. P ero en los h ech os, lo esencial
de los asuntos públicos es siem p re n eg o cio privado de los di­
versos grupos y clanes que se rep arten el p o d er efectivo. Las
d ecision es se tom an detrás del teló n , y lo p o co que llega al
e sce n a rio p ú b lico es d e tal m o d o m aq u illad o , previam en te
restrin gido y tardío que resulta irrclcv an tc.
L a prim era co n d ició n para q u e exista u na sociedad au tó­
n o m a (u n a sociedad d em o crática) es qu e la esfera pú blica/
p ú blica se torn e e fe c tiv a m e n te p ú b lic a , qu e se con vierta en
ecclesia y n o en o b jeto de ap ro p iació n privada por p arte de
grupos particulares. Son m uchas las im p licaciones de esta c o n ­
d ició n , y afecta n ta n to la o rg a n iz a c ió n d e c u a lq u ier p o d e r
e x iste n te en la so cied ad , co m o la d esig n a ció n y c o n tro l de
todos los individuos en cargad os d e e je rc e r cualquier p arcela
del m ism o (podem os llam arlos m a g istra d o s), lo mismo qu e la
p ro d u cció n y difusión de la in fo rm ació n (asu n to nada técn i­
co p o r c ie n o , sino decisivam ente p o lític o , tal com o lo vengo
escrib ien d o desde 1 9 5 7 ), así com o, en su nivel más p rofu n d o,

84
H e c h o y p o r hacer

la paicleia rlc los individuos (terna sobre el qu e volveré). “C ons­


titu cio n alm en te”, el devenir p ú b lico de la esfera pública/pú-
b lica im p lica q u e los p od eres legislativo, ju d ic ia l y ejecutivo
p erten ezcan de veras al p u eb lo y sean ejercid os p or él.
A quf ch o ca m o s con la cu estión de la “rep resen tació n ”. Es
triste leer d e la plum a de A. H eller que m e op o ng o a la idea
de rep resen ta ció n p orqu e en A tenas no se la practicaba. No
h e d e ja d o d e r e p e tir cpie p a ra n o s o tr o s la d e m o c r a c ia
aten ien se es un g e r m e n y n o un m odelo: estaríam os locos si
quisiéram os co p ia r la org an ización p olítica de 3 0 .0 0 0 ciuda­
danos para organ izar a 35 o 150 m illo n e s de ciu dadanos, y
q u ien haya leíd o, au nqu e sea en form a transversal, “El co n te­
n id o del so cia lism o ” (1 9 5 7 ) o “La fu e n te h ú n g ara" (1 9 7 6 ),
d eb ería darse cu en ta de qu e esa locura n o es la m ía. Pero hay
algo más grave todavía. A. H eller olvida la devastadora crítica
de la rep resen tació n h ech a en los T iem p os m od ern os, al m e­
nos a p artir d e Rousseau (yo, sin em bargo, la recu erd o, 1 9 8 3 b ),
a sí c o m o o lv id a , sin se r la ú n ic a , las c r ític a s ig u a lm e n te
devastadoras d el "m e rc a d o ” capitalista (p u n to so bre el que
v olv eré). L a señ o ra H eller, que vive en Estados U nidos, ¿igno­
rará acaso qu e u na vez electo un senad or está p rácticam en te
seguro de serlo hasta el fin de sus días p o rq u e todo el d in ero
de los PAC [P olitical A c tio n C o m m itc e s] irá a p arar a él?
E n fo rm a g en eral: ¿por qu é nuestros filósofos políticos no
e v o ca n n u n c a la m e Lafís ic a d e la r e p r e s e n t a c ió n y
d esd eñ o sam en te le d ejan la rea lid a d efectiva a los sociólogos?
Eso es típ ico d e la “filosofía” (o teoría) p olítica co n tem p o rá­
n ea: la id ea —c e n tra l— d e “re p re se n ta c ió n ” n o es o b je to de
elu cid ación filosófica y los discursos que la invocan n o tien en
n in g u n a rela ció n con la realidad. Por m i p arte, corno hom bre
qu e sé p re te n d e lib re acep to de b u en grado o b ed ecer a ma­
gistrados elegid os por m í, p o r tanto tiem p o com o actúen le­
galm en te y m ientras n o sean revocados en las form as. Y si no
fu era tan c ó m ica , la id ea de qu e cu alq u iera pu d iera re p re ­
s e n ta r m e m e p a re ce ría d esm ed id am en te u ltrajan te.
Es in evitable qu e tanto en el co n cep to co m o en los h ech os
la “rep resen ta ció n ” sea alienación (en el sentid o ju ríd ico del

85
C ornelius Castoriad is

term in o : tran sferen cia de propiedad) de la soberan ía de los


‘ rep resen tad os’' hacia los “rep resen tan tes”. En una sociedad
d em ocrática, los m agistrados cuya función exija particulares
com p eten cias d eb en ser electos (n o porqu e los griegos, com o
es sabido, hayan inventado las eleccion es, sino p o iq u e son el
ú n ico m ed io razon able en ese caso: 1983b, pp. 288-290) y re­
vocables. C u alqu ier irrevocabilidad, incluso u na “lim itada” en
el tiem po, tien d e lógica y realm en te a “au to n o m izar” el po­
d er de los candidatos.
L a ele cc ió n n o es el m ejor m ed io para designar m agistra­
dos en los casos qu e n o exijan com p eten cias particulares, pol­
lazones que exp liq u é largam ente en otro lado (1 9 83b , ib.) y
que S. K hilnani resum e de m an era e x celen te : n o lo es p or­
que crea una di\ñsión d e l trabajo p o lítico . La política tien e
que ver con el pod er, y la división del trabajo en p olítica no
sign ifica ni pu ed e sig n ifica r o tra cosa que la división en tre
g o b e rn a n te s y g o b ern a d o s, d o m in an tes y d om in ad os. U n a
d em ocracia a cep tará obviam ente la división de tareas p olíti­
cas, p ero n o u na división del trabajo p olítico, o sea la división
fija y e s ta b le d e la s o c ie d a d p o lític a e n t r e d ir ig e n te s y
ejecu tan tes, la existen cia de u na categ oría de individuos cuyo
papel, oficio e in te ré s sea d irigir a los dem ás.
C ae de m aduro qu e un régim en d em o crático necesita m ás
q u e cualquier otro instituir dispositivos autolim itantes. No es­
toy red actan d o la C arta M agna de la socied ad futura; sim ple­
m en te señalo qu e m a n te n e r lo adquirido p o r y a través de las
revoluciones d em ocráticas es algo que está sobren ten d id o en
todo lo que he escrito sobre el tem a, y que he subrayado (p or
ej. en 1979b, p. 17) que criticar los “d erech o s” no debe ten er
co m o b lan co su p re ten d id o ca rá cter “fo rm a l” (co m o h acen
los m arxistas) sino parcial. Y que reglas co m o las que expresan
im p e rfe c ta m e n te los “d erech o s h u m a n o s”, n u llu m c r im e n
nulla p o e n a sirte lege, el d eb id o p ro ce so leg a l , la ex cep ció n
de ilegalidad o in con stim cion alid ad , son un m ínim o esencial.
Aquellos am igos m íos que se m olestaron p o r mis observacio­
nes sobre la constitu ción (1983b , pp. 297-98) m alentendieron
el sentido que ten ían . Estaban dirigidas co n tra el fetich ism o
H e c h o y p o r hacer ■SoJ
Bt&UOT!

de la con stitu ción , co n tra la ilusión constitu cional. Ye


daba que G ran B retañ a, el país donde desde h ace trescientos—
años más se respetan (o m en o s se violan) los “d erech os hum a­
n os”, n o tiene co n stitu ció n . ( “El Parlam ento puede h acer de
todo, m enos con v ertir a u n h o m b re en m u jer”, reza un ada­
gio ju ríd ico in g les), m ientras que constitu ciones p erfectam en ­
te “dem ocráticas” sirvieron y siguen sirviendo de disfraz a las
más sangrientas tirantas. T a m b ién recordaba que ninguna cons­
titución puede “garantizarse” a sí m isma. No se trata de una
cuestión “fu n d am en tal”, sino pragm ática y de sim bólica polí­
tica. Si tuviera que p ro n u n ciarm e ante u na ecclesi a a cerca de
la oportunid ad de u na co n stitu ció n , m e m ostraría desde lue­
go p artid ario , ya q u e u n te x to co n d en sa d o qu e afirm e de
m anera so lem n e d eterm in ad os principios y se m odifique sólo
a través de p ro ced im ien to s especiales y m ayorías calificadas,
m e p arece útil desde el p u n to de vista p rag m ático , y so bre
todo pedagógico.
E n tre las disposiciones autolim itantes, y au nqu e el térm ino
n o sea muy b u en o , la “se p a ra ció n ” de pod eres tam bién me
parece esencial. Esta tam bién com ienza en la d em ocracia an­
tigua: los ju rad os a ten ien ses, elegidos p o r so rteo, no ten ían
epte ob ed ecer a la A sam blea e incluso pod ían censurarla. En
teoría fue m ucho más avanzada, pero en realidad lo fue m e­
nos en los reg ím en es liberales m odernos. U n a vez más, la in­
consistencia de la “teo ría p olítica” m od ern a deja estupefacto.
En esos regím en es, p o d e r legislativo y ejecutivo están en m a­
nos de una m ism a in stan cia efectiva: el partido m ayoritario.
¿D ónde qued a en to n ces la fam osa “sep aración de p o d eres”?
¿La señora T h a tc h e r cam biaba de pelaje cuando p ro p o n ía (o
im ponía) una ley y tom aba decisiones gu bernam entales? ¿Cuál
es el estatuto del p a r tid o en filosofía política? D aría risa d ecir
qu e el partido en ca rn a la op in ión pluralista, ya que no siendo
la única form a de exp resió n con ceb ib le, de h ech o ah oga, co­
cin a y en d u rece las diversas expresiones. D esde h ace cu aren ­
ta años hablam os de partido/Estaclo en los países totalitarios,
situación que d ifiere sen sib lem en te en los reg ím en es lib era­
les. ¿Pero quién piensa e n que el lugar d e p o d e r efectivo en

87
C ornelius Castoriadis

cu an to a las d ecisio n es v erd a d era m en te im p o rta n tes en los


reg ím en es liberales son los pari dos? E n ese pu nto eran sin ce ­
ras las co n stitu cio n es com unistas qu e a firm ab an “el rol d iri­
g en te del partido’'. ¿ Y p o r qu é la filoso fía p o lítica borra la ín ­
dole esen cialm en te burocrática de los m o d ern o s partidos po­
líticos, ig n o ran d o que en ellos e l p o d er es e je rc id o por u n a
estru ctu ra je rá r q u ic a au tocooptada? P o r m i p a rte, ja m á s p ro ­
puse “p ro h ib ir” los partidos, ya qu e la libre co n stitu ció n de
agru p acion es d e op in ión p olítica p e rte n e c e claram en te a las
libertades im prescriptibles del agora. A lgo q u e s í dije, y q u e
F. F e h e r p arece h a b e r rnalinterpretado, es q u e si lo esen cial
de la vida p olítica sigue d esarrollánd ose en e l sen o de los p ar­
tidos, los órgan os d em ocráticos del p o d er colectiv o se vacia­
rán e n to n c e s de sustancia (1 9 5 7 ). N ada m ás que para no olvi­
d arlo evoco en estas páginas la “in d e p e n d e n c ia ” del p o d e r
ju d ic ia l en las socied ad es co n tem p o rá n ea s. En Estados U n i­
dos b astaron dos presidentes rep u b lican o s para p ro d u cir una
co rte su prem a partidaria, y en F ran cia, la escand alosa d ep e n ­
d en cia de la ju sticia respecto del ejecu tiv o, n o sólo en los h e­
ch os sino en los textos, está fu era de tod o co m en ta rio .
Vuelvo a la d istinción en tre las tres esferas —oikos, agora,
ecclesia - y a las cuestion es qu e suscita. Es c ie rto que una so­
cied ad au tó n o m a d eb erá garantizarles la m ayor in d ep en d e n ­
cia p osib le. L a libertad de la esfera privada, a sí com o la d el
agora, son co n d icio n es sin e q u a n o n d e la lib erta d de la ecclesia
y del devenir p ú blico de la esfera p ú blica d e lo p ú blico. Y só lo
esto basta para con vertir en absurda cu a lq u ier id ea de “indivi­
sión”, w h a tever th a t rnay m ea n .
C om o n in g u n a otra, tam poco u n a socied ad a u tó n o m a p u e­
de sim p lem e n te “sep a ra r” esas tres esferas, ya qu e ta m b ién
d eb e articu larlas y unirlas. “S e p a ra rla s” d e m a n era ab solu ta
sería un absurdo irrealizable y sin cab id a en las socied ad es ac­
tu ales m ás “lib e ra le s ”. E stad o y ley in te rv ie n e n d e m u ch a s
m aneras en la esfera “privada” a través de los cód igos p en al y
civil, y sobre to d o (p o r m en cio n a r lo m ás im p o rta n te) a través
de la ed u cación de los n iños. Y ta m b ién de m u ch as m an eras
en el agora. L a in co h ere n cia —o m ás b ie n el en g añ o im p ú d ico

88
H e c h o y p o r ha cer

del “lib e ra lism o ” c o n te m p o rá n e o en ese p u n to d esafía la


im agin ación de cu alq u iera. ¿D ónde y cu án d o se ha visto un
presup uesto n e u tro desde el p u n to de vista eco n ó m ico , polí­
tico y social (ta n to del lado ingresos com o del lado gastos)?
C uan do, co m o o cu rre hoy en todas partes, la m itad del pro­
du cto in tern o transita de un m odo u otro por e l sector públi­
co (Estado, colectividades locales, servicios so ciales); cuando
en tre la m itad y los dos tercios de los precios d e b ien es y servi­
cios que ingresan en el gasto pú blico total están de u na u otra
m anera fijados, regulados, controlad os o influidos p o r la polí­
tica estatal, y cu a n d o se com p ru eb a que la situación es irrever­
sible (diez añ o s d e T h a tc h e r y Reagan n o ca m b ia ro n nada
esen cia l), el discurso liberal se m uestra com o lo qu e es: u na
b u rd a farsa d estinad a a los im béciles.
U n a s o c ie d a d a u tó n o m a te n d r á q u e g a r a n tiz a r la
intangibilidad de la esfera privada cuando no se in frinjan leyes
penales (n o creo que a nadie se le ocurra consid erar indiferen­
te el asesinato en tre cónyuges o la violación de m enores por los
padres, cuya sanción significa que la ccclcsia interviene pon ién ­
dole lím ite a lo qu e sucede en el oikos). T am b ién de este lado
de la edu cación , u na sociedad autónom a d eb erá garantizar la
mayor libertad posible del agota, articulándolo con la ecclcsia.
Inm enso cam po que cubre directa o ind irectam ente al con ju n ­
to de la vida social. Mago n otar que a él p erten ecen tam bién
tanto la cuestión de la propiedad de los m edios de producción
com o la p ro h ibición o n o de la “pornografía”, el estatuto del
teatro o la ed ición corno la cuestión del m ercad o en general
(sabem os que agora tam bién quiere decir m ercad o), el uso de
edificios públicos para reu n ion es públicas y privadas, la regla­
m en tación de la lengua (si la ingenuidad de los liberales los
lleva a asom brarse de esta ultim a cuestión, les recu erd o la polí­
tica oficialm ente sancionada en Francia en co n tra del “franglés”,
o en Estados U nidos las cuestiones políticas qu e despierta el
cada vez m ayor cu estion ain ien to del inglés corno “lengua na­
cional”). M e lim itaré a consignar tres puntos:
1. Las rela cio n es en tre las tres esferas n o tien en n ad a d
“n a tu ra l” o ev id en te, están siem p re in stitu id as. E n la gran

89
í i t r n e l i u s CaMoríadis

mayoría ele los casos, lo están de m anera im plícita y silenciosa


(com o la lengua, las costum bres, etc.). Una sociedad au tóno­
m a es u na sociedad que se autoinstituye explícita y lúcidam en­
te. P ero esa misma institución explícita y lúcida nunca podría
ser total ni necesita serlo (1988a). Claro que nada perm ite fijar
a. p rio ri y para siem pre, en reoría o “racionalm en te”, los lím ites
de esa actividad explícita. En ou-as palabras, lo que debe y no
debe ser o b jeto de legislación. La idea de au tonom ía que se
con creta en esta otra idea: no hay sociedad au tónom a sin indi­
viduos autónom os, im plica que la ecclesia garantice y prom ue­
va la mayor esfera posible de actividad real autónom a tanto de
los individuos com o de los grupos que ellos form en , cualquiera
sea su índole —p o r lo tanto la m ayor exten sión posible de la
esfera privada y la esfera privada/pública. D e a h í resulta u na
fu erte p resu n ció n a favor d e u na legislación m ín im a . C laro
que una vez más nad a perm ite fija r en abstracto ese m ínim o
óptim o. Q u ien diga q u e la leg islación no d eb e —ni p u ed e—
in terv en ir en la vida psíquica, e in clu so en el p en sam ien to
co n cien te de los individuos, estará m ostrand o rotu nd am en te
que no sabe de qué está h ablando: ¿que es la ed u cación (cf.
Etica a N icó m a co , K. 10, 1179 b 29 y sig u ien tes). H istórica­
m en te, los aten ien ses n u n ca im pu gn aron com o tal el estatuto
de la propiedad privada; p ero las asam bleas de la Revolución
francesa m uchas veces vetaron propuestas de “ley agraria”, lo
cual dem uestra a las claras que la cuestión se h abía p lanteado
(y sigue están d olo). P ero a esos m ism os aten ien ses n u n ca se
les ocu rrió legislar las form as perm itidas de relacion es sexu a­
les (m ien tras q u e la ú n ica p o sició n tolerad a en 1989 en el
estado de G eorgia es la del m isio n ero ).
(Según el In te r n a tio n a l H e ra id T r ib u n e del 1ro. de e n e ­
ro d e 1 9 8 9 e n su p á g in a 3 , el c iu d a d a n o n o rte a m e ric a n o
Ja m e s D. M oseley, de D ek atu r, G eorg ia, p u rg ó una p en a de
d ie cio ch o m eses de prisión p o r h a b e r ten id o relacio n es sexu a­
les o rales co n su esposa. E n el estad o de G eorg ia, la “sod o­
m ía ”, que inclu ye el sex o oral, es d elito h asta en tre adultos
co n sin tien tes. L a m u je r de M oseley lo h a b ía acusado de vio­
lación y so d o m ía. El h o m b re fu e so b re s e íd o del carg o de

90
H e c h o y p o r hacer

v iolación y sod om ía forzad a, p ero com o d u ran te e! ju ic io ad­


m itió h a b e r p racticad o c o n ella “sexo o r a l”, se lo co n d en ó
p o r s o d o m ía sin a g ra v a n te s. ¿E sa p u e d e se r ta m b ié n la
c ó n s títu tio libertaos?).
2. La perversión del liberalism o, y en form a más am plia de
lo que se en tien d e ah ora p o r “filosofía p o lítica”, está tam bién
en n o ver en la esfera p ú b lica / p ú b lica , en el p o d e r de la
ecclesia (o el Estado existen te) m ás que sus relacion es con la
esfera privada o pública/privada —los individuos y la “sociedad
civil”—y la “p ro te cció n ” de éstos. P ero en una sociedad autó­
nom a, la esfera pú blica/ p ú blica siem pre ha sido, es, y debe
segu ir sien d o el te rre n o y la in stan cia d on d e se d iscu ten y
d eciden las obras y em presas q u e co n ciern en y com prom eten
a la colectividad en su co n ju n to , y que la colectividad no pue­
de, quiere ni d eb e a b an d o n ar a la iniciativa privada o priva­
da/ p ú b lica : si q u erern os s e r m ás g rá fico s, la e re c c ió n del
P artcn ón , la creació n de la B ib lio teca de A lejandría, la cons­
trucción del C am po de Sien a. D ecir que todo —salvo, e inclu ­
so las cá rce le s- d eb e d ejársele a la “sociedad civil”, significa
n o sólo una supina ig n o ran cia de la realidad (de la vida) so­
cial (¿urbanism o, cam inos, m edio a m b ien te?), sino tam bién
negarle im p lícitam ente a la colectividad el d erech o y la posi­
bilidad efectiva de h acer proyectos a largo plazo, de darle sen­
tido al futuro, de verse y re co n o ce rse en sus obras. ¿Por qué?
¿Por qué sólo los señores C arn eg ie, Ford, R ock efeller y otros
tendrían d erech o a crear institutos y fund aciones, y el pueblo
n o rteam erican o no?
3. Por últim o, y es el punto más duro, está la cuestión de la
esfera pública/privada, el agora, en general, y en el sentido par­
ticular del térm ino, es d ecir com o m ercado. Es indudable que
una sociedad autónom a deberá no sólo garantizar, sino prom o­
ver activam ente la mayor au tonom ía posible de la esfera públi­
ca/ privada: la esfera donde los individuos se encuentran y agru­
pan, no para tratar sólo asuntos políticos, sino para entregarse a
las actividades e intercam bios q u e les plazca. (Al respecto quie­
ro suponer que a nadie se le ocu rrirá subvencionar o siquiera
tolerar asociaciones de reducidores de cabezas).

91
C ornelius Cascan'aclis

E n tre esas actividades e intercam bios se en cu en tran las acti­


vidades c in tercam bios “econ óm icos” —prod ucción y m ercado
co n su co rre sp o n d ie n te org an ización . T a m b ié n ese te rre n o
registra la misma alteración am nésica que el político. Así com o
se olvidan p or com pleto las críticas a la R ep ública liberal, y na­
die se tom a el trabajo de discutir la crítica al sistem a represen­
tativo (iniciada en tiem pos de Rousseau, con tin u ad a durante
dos siglos y corroborad a por la experien cia) en base al tram po­
so argu m ento: “T h a tc h e r o el G úlag”, tam bién p arece h ab er
caído en el olvido toda crítica la al capitalism o y al seudo “m er­
cado” capitalista, ju n to co n el silenciam iento de su realidad y
efectos. La única elecció n posible p arece darse en tre las inter­
m inables colas que hay en Moscú para com p rar un kilo de zana­
horias podridas y la eco n o m ía occidental tal com o es. Excusa­
ble en las victimas del totalitarism o bu rocrático qu e ahora se
abalanzan sobre parlam entarism o y “m ercad o” com o las únicas
soluciones co n ceb ib les (en los países del Este la g en te m ostró y
sigue m ostrando un co raje y un g en io táctico fu era de lo co­
m ún, aunque hoy en día su im aginación p olítica esté en punto
cero , lo cual dem uestra que se trata de un estad o universal),
esa am nesia es absolutam ente inexcusable en los ex críticos “ra­
dicales” del sistem a capitalista occidental.
L a ignorancia n o es excusa. D o n d e hay capitalism o n o hay
verdadero m ercad o (1975b , pp. 2 5 6 -2 6 3 ), y d on d e hay m erca­
do no puede h a b e r capitalism o. La escalada de racionalizaciones
y ju sd ficacio n cs de la “cien cia eco n ó m ica” se d erru m bó bajo el
golpe de sus m ejo res rep resen tan tes en la d écad a 1930-1940
(S r a ffa , R o b in s o n , C h a m b e rla in , K a h n , K ey n es, K a lc c k i,
Scharckle y algunos otros). Que gracias a la atm ósfera político-
id e o ló g ic a d e lo s ú ltim o s q u in c e a ñ o s , los p ay aso s d el
“neoliberalism o” hayan logrado ech a r una co rtin a de hum o so­
bre las rumas, podría en gañ ar a los m alos periodistas, pero n o a
los pensadores. Yo m ism o escribí larg am en te sobre esas cues­
tiones y no voy a volver a ellas ah ora. Sim p lem en te record aré
algunos de sus puntos más salientes. La eco n o m ía política n o
define n i puede d efin ir ningún co n cep to de capital. Nada tie­
ne que decir acerca de la distribución de ingresos públicos, ni

92
H e c h o y p o r h acer

m ucho m enos exp licar o ju stifica r la diferencia en tre ingresos


y salarios. L a eco n o m ía p olítica debe convenir que en el capita­
lism o no hay equilibrio m acroeco n ó m íco ni pleno em p leo es­
pontáneos. Podría seguir páginas y páginas, pero m e lim itaré a
evocar el p u n to de mayor peso (1975b , 1976, 1981, pp. 128-
1 3 1 ): com o M arx, la econ om ía política presupone una im p u ta ­
ción rigurosa del producto a los diferentes “factores” y “unida­
des” de prod ucción , cuand o en realidad esa idea carece esuic-
ta m e n te d e sen tid o , cosa qu e destruye cualquier base de dife­
ren ciación d e ingresos distinta de las situaciones adquiridas y
las relacion es de fuerza que rigen hoy objetivam ente la distri­
bución del y los ingresos.
Una sociedad au tónom a instaurará un verdadero m ercado
definido por la soberanía (y n o la m era libertad) de los consu­
m idores (1 9 5 7 ). D ecidirá dem ocráticam ente la asignación glo­
bal de los recu rsos (con su m o privado/público, consu m o/in-
versión) co n ayuda de un dispositivo técn ico (la “fáb rica del
plan”) som etido a su con trol político, que contribuirá tam bién
a asegurar el equ ilibrio g en eral. P or último, es im pensable que
instituya el au to g obiern o de las colectividades en todos los nive­
les de la vida social pero no en las colectividades productivas. La
autogestión productiva a cargo de los prod uctores no es más
que la realización de la d em o cra cia en el terren o d on d e los
individuos pasan la m itad de su vida despierta. (Ya dije en El
c o n te n id o d e l socialism o qu e n o era cuestión de “colectivizar”
p or la fuerza a los p eq u eñ os productores).

H oy

P o r razon es q u e se v erán en seg u id a, h e d eja d o d e lado


en esta d iscu sió n d el p ro y e c to d e so cied a d a u tó n o m a un
p u n to qu e trataré lu eg o : la igualdad d e ingresos y salarios.
A ntes son in d isp en sa b les algu n as ex p lica cio n es relativas al
estatuto del proyecto.
Las ya discutidas esp ecificacio n es del proyecto y el esbozo
de “carta” d e u na socied ad a u tó n o m a son ev id en tem en te míos.

93
C o rn e liu s Cas lo r ia d o

F. F e h e r n o d eb e tem er q u e yo q u ie ra “im p o n e r” n in gú n
“m od elo único de socialism o”. Un m ovim iento que in ten tara
estab lecer una sociedad au tó n o m a n o p od ría h acerse sin dis­
cu tir y con fron tar propuestas provenientes de distintos ciuda­
danos. Y com o soy un ciudadano fo rm u lo las m ías.
¿Por qu é h acerlo en una Forma qu e a algunos les p arece
tan precisa y a otros tan vaga? D ejan d o de lad o las carencias
del autor, y so bre tod o que una institu ción asi' sólo puede ser
ob ra de una actividad colectiva y d em ocrática, h u bo dos consi­
deracion es que guiaron mis esfuerzos desde 1957, e inclu so
antes. E n parte fren te a los h orrores del “socialism o real”, el
d escréd ito en qu e cafa la idea, las críticas de los adversarios y
el silencio de los “clásicos”, m e p areció y m e sigue parecien d o
capital m ostrar que el proyecto de a u to n o m ía no es cualquier
cosa, qu e pu ed e darse los m edios para sus fines y que hasta
d on d e puedo ver no presenta n in gu na an tin om ia, in co h e re n ­
cia o im posibilidad internas. P or otra parte, serta tan absurdo
co m o rid icu lo d escrib ir u na u topía seud o c o n c re ta cu an d o
los datos cam bian día a día y el alfa y el om eg a del asunto es el
despliegue de u na creatividad social que de desencadenarse
d ejaría tras de sí tod o lo que hoy podarnos pensar.
P ero por otro lado, y aun con las form u lacio n es específicas
que le di, ese proyecto no es “el m ío ”. M ío es sólo el trabajo de
elucid ación y con d en sació n de u na ex p e rien cia histórica que
co m en z ó h ace v ein ticin co siglos y se hizo p a rticu la rm en te
densa y rica a partir de los últim os d oscientos años. Q uienes
crean que m e insp iro exclusiva o esen cialm en te en la historia
antigua dem uestran n o h aberm e lcid o. Mi reflexión n o em ­
pezó con la d em ocracia aten ien se (sob re la que trabajé real­
m e n te re cié n d esd e 1 9 7 8 ), sino co n el m ov im ien to o b re ro
con tem p orán eo . C itar los textos qu e la con signan desde 1946
sería citar los ín d ices de los o ch o tom os d e mis escritos en
S o cia lism o o Barbarie; esas tres mil páginas n o co n tie n e n a
cada paso una alusión a T u cfd id es y otra a Platón. L o que allí
se discute, describe, analiza y piensa es la exp erien cia m oder­
na: la rusa por supuesto, pero tam bién las grandes o pequeñas
luchas de los obreros occidentales desde 1945, las revoluciones

94
H e ch o y p o r hacer

h úngara y polaca, las luchas de los años sesenta. En El c o n te n i­


d o d e l so cia lism o n o hay ni un a frase qu e no rem ita a una
ex p erien cia h istórica real, una form a inventada por el movi­
m iento o b rero , un p roblem a que haya en co n tra d o o hubiera
en co n trad o fatalm en te de h a b e r seguido d esarrollándose, un
nuevo tem a plantead o por la evolución del m u n d o co n tem ­
poráneo. Es obvio que no lo digo para “fu n d am en tar” o “ju sti­
ficar” ideas que al fin de cuentas se apoyan en la m ism a elec­
ción p olítica qu e plasm an, sino para reco rd a r la p ertin en cia
que tien en . Si co n o cen la historia de los dos últim os siglos, y
sobre todo d e éste, es im posible leerm e sin ver ese hilo co n ­
d u ctor que, a través de mis escritos, son la p reocu p ación y la
obsesión p o r el riesgo de qu e un m ovim iento colectivo “dege­
n e re ” dando n acim ien to a u n a nueva b u rocracia (totalitaria o
n o ). R esum iend o, m e refiero a la cuestión del rebasam iento
de la división del trabajo p o lític o , por re to m a r la eleg an te
expresión de S. K hílnani. “D eg en era ció n ” y burocratizacíón
que hay —y e n c o n tr é - tanto en la ex p erien cia rusa com o en
huelgas de im p o rtancia secu nd aria, en fed eracio n es estudian­
tiles y m ovim ientos de inquilinos.
S. K h iln a n i se p re g u n ta en q u é m ed id a sigo fiel a m is
fo rm u lacio n es de an tañ o . C reo ya h a b er resp on d id o. N o veo
có m o p o d ría in stituirse u n a socied ad au tó n o m a, u na so cie­
dad libre, sin u n verd ad ero d ev en ir p ú blico de la esfera pú-
b lica/ p ú b lica, sin que la colectivid ad vuelva a apropiarse del
p o d er, sin que se suprim a la división del tra b a jo p o lítico , sin
lib re c ircu la c ió n de in fo rm a ció n p o lítica m e n te p e rtin e n te ,
sin ab o lició n de la b u ro cra cia , sin la más avanzada d esce n tra­
lización de d ecision es. Sin ese p rin cip io según el cual n o hay
e je cu ció n de d ecision es sin p articip ació n en la tom a de de­
cision es, so b e ra n ía de los con su m id ores, a u to g o b iern o de los
p ro d u cto res —aco m p a ñ a d o s de u na p a rticip a ció n universal
en las d e c is io n e s q u e c o m p ro m e te n a la to ta lid a d y u n a
au to lim itació n cuyos rasgos m ás im p o rtan tes esb o cé en pági­
nas an teriores. E n un p u n to , E l c o n te n id o d e l socialism o es
“an ticu ad o ” —y d eb o d ecir q u e realicé las c o rre cc io n e s n ece­
sarias b ien p ro n to , en todo caso co n m u ch a más rapidez que

95
Co m eli us Cas 10na dis

otros (1 9 6 3 , L 96Sb , 1 9 7 3 b ) : ni cu a n tita tiv a n i cu alitativ a­


m en te p u ed e a trib u írse le al p ro leta ria d o , en tod o el se n ti­
do de la p a la b ra , el p ap el privilegiad o qu e le o to rg a b a el
m arxism o clásico y qu e fo rm alm en te seguía p erte n e cié n d o -
le en ese m ism o tex to .
¿Nada cam bió desde 1957? Vaya si cam bió —y se tran sform ó
en c e n tro de m is p re o cu p a cio n e s desde 1 9 5 9 (1 9 6 0 , 1963,
1968b . 1972b, 1 9 8 2 a )—. A través de m últiples factores que no
analizaré ah ora —p e ro qu e en el fo n d o nada e x p lic a n - tanto
las actitudes de los trabajad o res com o de la p o b la ció n en ge­
neral cam biaron p ro fu n d am en te, al m enos en lo m anifiesto.
De las dos sig n ificacio n es im aginarias n u cleares cuya pugna
d efin ió al O c c id e n te m o d e rn o (la e x p a n sió n ilim itad a del
seudo-dom inio seu d o-racion al, y el proyecto de a u to n o m ía),
la p rim era p arece triu n far en toda la lín ea , al tiem p o que la
segunda sufre un p ro lo n g a d o eclipse. La p o b la ció n se h unde
en la privatización ( 1 9 6 0 ), ab on án d o le el te rre n o pú blico a
las oligarquías b u ro crá tica s, g eren cia les y fin a n cieras. Su rge
así un nuevo tipo a n tro p o ló g ico de individuo d efin id o por su
avidez, frustración y c o n fo r m is m o g e n e ra liza d o (eso m ism o
q u e e n la e s fe r a c u lt u r a l se d e n o m in a p o m p o s a m e n te
p osm od ern id ad ). T o d o esto se m aterializa en estructuras p e­
sa d a s: la lo c a y p o t c n c ia lm e n t e le ta l c a r r e r a d e u n a
t e c n o c i e n c i a a u to n o m iz a d a , el o n a n is m o c o n s u m is t a ,
telev isu al y p u b lic ita r io , la a to m iz a c ió n s o c ia l, la rá p id a
o b so lescen cia té c n ic a y “m o ra l” de todos a q u ello s “p ro d u c­
tos” y “riqu ezas” qu e p ese a su con stan te c re c im ie n to se nos
ev ap oran por e n tre los d ed os. El cap italism o p a re ce h a b e r
lo g rad o fa b rica r al fin el tipo de in d iv id u o q u e le “co rre s­
p o n d e ”: u n o p e rp e tu a m e n te d istraíd o y h a c ie n d o zapping
de un “g o c e ” a o tro , sin m em oria ni p ro y ecto , listo para res­
p o n d er a todos los req u e rim ie n to s de una m a q u in aria e c o ­
n ó m ica que destruye cad a vez más la b iosfera p la n e taria p ara
p ro d u cir ilusion es d en o m in ad as m erca n cía s.
Es obvio que estoy h a b la n d o de socied ad es liberales y ricas
(una séptim a parte de la p oblación m u n d ial). P ero la im agen
se com plica (sin m e jo ra r en nad a) cu an d o se trata del T e rc e r

96
H e c h o y p o r hacer 'Á’.ÜV-

M undo (q u e hasta el m o m en to adoptó de O ccid en te


p eo r) o los países del Este (cuyas adm irables luchas actuales .
p or la libertad n o h an lograd o despejar nin gú n o b jeto nove­
doso -c o s a qu e “se ex p lica” h istóricam en te p ero n o cam bia el
diagnóstico—. Q ue Polonia o H ungría se vuelvan com o Portu­
gal es in fin ita m en te p referib le a la situación actual, para pola­
cos, húngaros y todo el m u nd o. Pero nad ie puede obligarm e
a pen sar qu e Portugal o Estados U nidos rep resen ten la form a
al fin lograd a de socied ad h u m a n a ).
Esta situ a ció n se ve p ro fu n d a m en te am en azad a p o r al m e­
nos dos facto res. El p rim e ro se refiere a las co n secu en cias de
la fo rm a p re se n te del cap italism o en la a u to rrep ro d u cció n
con tin u ad a del sistem a. L os individuos q u e fa b rica la so cie­
dad actual a la larg a n o p u ed en rep ro d u cirla ; o, p o r d ecirlo
de otro m od o: si tod o es v en d ib le, el capitalism o n o p u ed e
fu n cio n a r m ás. E l seg u n d o se re fie re al lím ite eco ló g ico qu e
tard e o tem p ra n o va a e n c o n tra r el sistem a. La “riq u eza” ca­
pitalista se co m p ró co n la ya irreversible y acelerad a d estru c­
ció n de los recu rso s b io sfcrico s acum u lad os d urante tres mil
m illon es de años.
P ero n i la an tin om ia in tern a ni el lím ite ex tern o “garanti­
zan” n in gu n a so lu ción “positiva”. T ales co m o son hoy las po­
b lacio n es occid en tales, u n a gran catástrofe ecológ ica con d u ­
ciría m ucho más p ro b a b lem en te a un nuevo tipo de fascism o
que a otra cosa.
Llegam os a sí al nudo g ord ian o de la cuestión p olítica hoy.
U n a sociedad au tó n o m a só lo p u ed e instaurarse m ed ian te la
actividad au tó n o m a de la colectivid ad . U n a actividad sem e­
ja n t e p resu p on e h om b res q u e invistan co n fuerza algo m á s
qu e la posibilidad de co m p ra r un nuevo televisor color. Y de
m an era más p rofu n d a todavía presup one que la pasión p or la
d em ocracia, la libertad y los asuntos com u n es a todos, ocu pe
el lugar de la d istracción, el cinism o, el con form ism o y la loca
carrera p o r el consum o. E n resum en y en tre otras cosas, una
sociedad a u tó n o m a p re su p o n e qu e lo “e c o n ó m ic o ” d eje de
ser el valor d om in an te o exclu y en te. T a l es, para respon d erle
a F. F eh er, el “precio a p ag ar” p or u n a transform ación de la

97
C o m e tí u s C a sio ria dis

sociedad. D igám oslo más claro todavía: el p recio a pagar pol­


la Libertad es la d estru cción de lo eco n ó m ico co m o valor cen ­
tral, y d e h ech o tínico.
¿Es un precio tan alto? Para m í desde luego qu e no. Prefie­
ro in fin itam en te te n e r un nuevo am igo que un auto nuevo.
T al vez sea una p re fe ren cia subjetiva. ¿Pero y “ob jetiv am en ­
te”? C on gusto d ejo en m anos de los filósofos p olíticos la tarca
de “fu n d ar” el sendo consum o com o valor su prem o. P ero hay
algo más im portante. D e seguir las cosas su curso actual, ese
precio d eb erá pagarse c o m o sea. ¿Q uién pu ed e c re e r que la
d estru cción del planeta d ure cien años más al ritm o que lle­
va? ¿ Q u ié n p u e d e n o v e r q u e si lo s p a ís e s p o b r e s se
industrializaran se aceleraría? ¿Que h ará el rég im en cuando
ya no pueda co n tro la r a los pueblos o frecién d oles con stan te­
m en te nuevas cuentitas d e colores?
Si el resto de la hum anidad d ebe salir de su insosten ible
m iseria, y la hum anidad en tera quiere sobrevivir en el planeta
d en tro de un steady a n d sustainabie State, h ab rá que aceptar
una gestión de los recursos planetarios de b u en padre de fa­
milia, un control radical de la tecn olog ía y la p ro d u cció n , una
vida frugal. No he vuelto ú ltim am en te a h a cer cálculos que
de todas m aneras se verían enturbiados por en o rm es m árge­
nes de incertid um bre. P ero, así com o para ir fijan d o las ideas,
digam os que estaría bien p od er asegurarles “in d efin id am en ­
te” a todos los habitantes de la tierra el “nivel de vida” de los
p aíses rico s en 1 9 2 9 . E sto p u ed e im p o n e r lo u n ré g im e n
neofascista, pero tam bién lib rem en te una colectividad hum a­
na organizada en form a d em ocrática que invista otras signifi­
cacion es y dé por tierra co n el rol m onstruoso de la econ om ía
com o fin , devolviéndola a su ju sto lu gar de sim ple m e d io de
la vida hum ana. In d ep en d ien tem en te de m u ch as otras consi­
d e ra cio n e s (1 9 7 4 a , 1 9 7 4 b ) , desde esta p ersp ectiv a y co m o
m om en to de la reversión de los valores, nos p a re ce esencial la
igualdad de ingresos y salarios (1 9 7 5 b , pp. 3 1 5 -3 1 6 ).
E s cierto —com o lo vi y exp resé antes que m u ch os otros—
que nada de esto parece corresp on d erse co n las aspiraciones
del h o m b re con tem p orán eo. Incluso hay que d ecir algo más:

98
H e c h o y p o r hacer

los p u eb los so n cóm p lices activos de la evolución en curso


(19S 7A ). ¿Q u ién pu ed e d ecir si seguirán sién d o lo in d efin i­
dam ente? P ero algo es seguro: no va a ser co rrien d o detrás de
lo qu e “se usa” y “se d ice”, ni em asculando lo q u e pensam os y
querem os, có m o vamos a au m en tar nuestras posibilidades de
libertad. No es lo que existe, sino lo que p od ría y d eb ería exis­
tir, lo que n ecesita de nosotros.

99
PSIQUE
D E L A M Ó N A D A A L A A U T O N O M ÍA '

Preguntar. Me gustaría a leja rm e de las preguntas dem asiado


convergentes qu e se le h icie ro n antes y después de la guerra
del Golfo. Se le pide resum ir, precisar sus escritos o dar u na
opin ión actualizad a. Y tam bién tom ar p osició n , p rescrib ir y
hasta p rofetizar, adem ás de a cep tar el estatuto de “m aestro
del p en sar”. .Algo qu e n o s falta hoy en día. A dem ás, usted
contribuyó a qu e progresivam ente nos despegáram os en for­
ma critica de aquellas “figuras”.
¿C óm o h a c e r ah ora para n o erigirlo en ese lugar cuyo po­
d er “h e te ró n o m o ” n o ignoram os? Tal vez —y es algo qu e m e
gustaría p ro p o n erle—volviendo a su historia “p ráctico-p oiética”.
De las tres id entid ad es qu e usted postula en cu an to a su im ­
p ortan cia ética , las de p en sad o r, p sicoan alista y ciu d ad ano ,
dejem os de lado la p rim era, ya que va a q ued ar “dem ostrada”
en sus respuestas.
Podríam os h a b la r e n to n c e s de p olítica, m ilita n cia, de su
trayectoria subversiva, de la ruptura prim ero co n L en in y des­
pués con M arx... Y tam bién del oficio de analista, de su e n ­
cu entro con L acan , de o tra ruptura, d e su m anifiesta singula­
ridad en el m u n d o freu d ian o... Más aún, m e gustaría qu e nos
dijera qué cosas de su ex p erien cia m ilitante en lo “histórico-
social” aclaran o con m ueven el cam po an alítico; y qué, desde

• Reportaje con Jean-Claude Pollack y Sparta Castoriadis (el 15 de junio de 1991)


publicado en Chiméres N- 14, invierno 1991/92 [Trad. cast. revista Zona Erógena
Ns12, Primavera 1992, Buenos Aires).

103
C o m efi us Castoriadis

su lugar d e analista, le parece útil, exp o rtab le o extrapoladle


al ‘"escenario” p o lítico .
S o n con tad as las o p o rtu n id ad es de estar fre n te a un p er­
so n a je d o b le, cuyo trato co n M arx y F reu d n o es sólo teó rico
sino tam bién de te rre n o , la calle y el diván. Las luchas socia­
les y la escu ch a d e los su eñ os están ra ra m en te asociadas o
son consecutivas d en tro de u n a m ism a tram a ex isten cial. Al­
gunos —p ien so e n Z alk in d ,1 p ero so b re todo en R eich — d eja­
ron la piel en esa cuad ratu ra del círcu lo . ¿C óm o se con stitu ­
yeron am bas ex p e rien cia s en su vida? ¿Se en trem ezclaro n o
se co n trad ijero n ?

C o rn eliu s C astoriadis : N o voy a d escribir otra vez mi recorrid o.


Ya lo hice varias veces, sobre todo en la in tro d u cció n general
de La S o cied a d burocrática, reeditad a por G hristian Rourgois
en el otoñ o del 9 0 , d on d e en especial exp lico lo esencial del
lado p o lítico . L o psicoanalític.o o freu d ian o vino más larde.
D esde muy jo v e n m e in teresé, d iría qu e m e ap asion é, p o r
Freud. Hay textos relativam ente antiguos, co m o “El co n ten i­
do del socialism o”, de 1955, donde pongo de relieve la n e c e ­
sidad de ten er en cu enta la dim ensión psicosexual del indivi­
duo en todo lo que se hace o se piensa en el terren o político.
P ero recién me en treg u é de lleno a pensar en co n ju n to am ­
bas cosas en 1960. En aquella ép o ca había em pezado m i aná­
lisis personal; p ero fu e tam bién el m om en to en que em pezó a
re s u lta rm e im p o s ib le se g u ir s ie n d o m a rx ista , o s iq u ie ra
m arxian o, en un sentid o más o m en os preciso del térm in o.
Algo q u e m e p a re cía u n a laguna fu n d am en tal, y hasta más
q u e una laguna, del pensam iento de M arx, no era sólo la di­
m en sión del individuo singular, sino la crea ció n im aginaria
e n el nivel histórico-social, el im aginario co m o im aginario co­
lectivo an ón im o, radical, instituyem e y constitutivo. A h í fu e
cuan d o se hizo la u nión, en la reflex ió n y el p ensam iento.

1. Ver si artículo “Discurso médico, revolución y enfermedad en la URSS", de A.


Salomoni y M. Ferro, Chiméres N5 12.
H ec h o y p o r hacer

Pregunta. C uando dice que su critica n o fue sólo a lo equivoco


en cuanto a la subjetividad en el enfoque m arxiano de los suje--
tos o los personajes, ¿alude en otras cosas a toda esa polém ica
de Sartre con el m arxism o, cuando em pieza a hablar de F laubcrt
o los personajes flaubertianos, restituyéndole al psicoanálisis el
m érito de una singularización del autor o el héroe?

C.C .: Yo seguí muy poco el trabajo de Sartre. Leí, sin demasiada


convicción y com o por obligación, La Crítica d e la razón dialécti­
ca , pero n u n ca me interesó realm ente. N o le í El Idiota d e la
familia. Sartre n un ca en ten d ió a Freud, le oponía argumentos
estúpidos: “¿qué es ese con cepto de in con ciente, una con cien ­
cia que n o es conciente de sí?”. Esc es un argum ento de ayudan­
te de cátedra que no entend ió nada de lo que hay en Freud ni
en las cosas. “C onciente que no es conciente de s í ’ es la eviden­
cia misma: la evidencia del sujeto, la sociedad y la historia.
C on siderem os la d im en sión constitutiva de la sociedad y la
historia, la d im en sión instituyente. A h í vemos, a falta de otro
térm in o, algo qu e hay que llam ar una fu e n te , u na capacidad
de los colectivos hum an os para h a cer surgir de m anera in m o­
tivada —p ero c o n d icio n a d a - form as, figuras, esquem as nuevos
que más qu e organizadores son cread ores de m undos. En vir­
tud de esos esquem as es q u e el m un d o griego antigu o está
p ob lad o de ninfas y dioses; el h eb reo es p rod u cto de la acción
d e Dios, crea d o r tam bién del h om b re; y el m und o capitalista
m o d ern o está con d en ad o a la infinita exp an sión de las fu er­
zas productivas. N ada de eso es n ecesario ni con tin g en te. Es la
m a n era de ser que crea n los seres h u m an os en socied ad , y
siem pre ex n ih ilo en cu a n to a lo re a lm e n te im p o rtan te, es
decir la form a, o eidos. P ero n u n ca in n ih ilo ni c u m nihilo,
p orqu e siem pre se usa algo que ya estab a ahí. L a p o lis griega
se constituye utilizando fan tasm áticam ente la m itología grie­
ga. L a traged ia usa la m itolog ía griega con virtién dola en otra
cosa. La E u ro p a m o d ern a usa a G recia y R om a, usa lo hebraico,
usa elem en to s árabes, g erm án ico s e inclusive otra cosa que
ella m ism a crea. P ero al crea r otra cosa, le da una nueva signi­
ficació n a lo que tom a prestado de esos m undos anteriores.

105
C ornelius C ssiorisdis

Salea a la vista el paralelo cotí el sujeto. En ambos casos te­


nem os ese m odo de ser, el m odo de ser del para sí que en ­
con tram os ya de m an era elem enta] en el viviente. “P ara sí”
quiere decir m undo propio, fuente de creació n de un m un­
do propio. Así com o nada puede en trar en una célula sin atra­
v esar el filtr o q u e la e n v u elv e, y u n a vez q u e e n tr ó es
m etabolizado p or ella —o la m ata—, tam poco nada puede en ­
trar en una psique singular sin ser m etabolizado por ella. Y
n a d a ta m p o c o p u e d e e n t r a r e n u n a s o c ie d a d sin se r
reinterpretad o, sin ser de h ech o recreado y reconstruido has­
ta cobrar el sentido que esa sociedad le da a todo lo que se le
presenta. En u na prim era aproxim ación, tanto u na sociedad
com o una psique, u na célula o un organism o vivo, fu n cion a
en la clausura, en el sentido algebraico del térm ino. U n cuer­
po algebraico está clausurado cuando cualquier ecuación que
pueda escribirse en él adm ite una solución con elem entos de
ese mismo cuerpo. En la sociedad h ebraica, por ejem p lo, tod o
lo que aparece en cu entra solución en el plano de la significa­
ción y puede ser in terpretad o en él. Por eso la fantástica para­
d oja de que desde el pu nto de vista h e b ra ico p rop iam en te
dicho, hasta el H olocausto deba estar llen o de significación.
Algo que nos parece el colm o de la m onstruosidad y el absur­
do será un signo del carácter de “elegid o” del pueblo ju d ío .
Esa es la clausura algebraica del sistema.
Clausura que se rom pió dos veces en el curso de la historia
hum ana. La prim era fue en la antigua G recia, y volvió a ce­
rrarse más tard e con el verdadero cristianism o. D espués se
rom pió de nuevo con la Europa m od ern a de los siglos X II y
X III, cuando em piezan a surgir cuestionam ientos; y por últi­
m o llegam os a los tiem pos de las revoluciones, el período de
las Luces, del m ovim iento obrero.
M arx n o vio esa dim ensión instituyem e de lo social. E n El
Capital hay u na o dos frases perdidas: la ab eja y el arquitecto
(a la que el presidente de Francia le reservó tan triste suerte)
y alguna que otra en los “M anuscritos de 1 8 4 4 ”... Pero, bue­
no, al fin de cu en ta s M arx sigue sien d o un h eg elian o que
rem plaza esp íritu p or fuerz.as productivas. Se n o ta quedes

106
H ech o y p o r hacer

racionalista cuando escribe que cualquier m itología dom a y


m odela las fuerzas naturales por tanto tiem po com o el hom ­
bre realm ente n o pueda dom inarlas y p or esa misma razón;
una vez que realm en te logre dom inarlas, (y ése es el sobren ­
tendido) la m itología ya no tendrá lugar de ser y desaparece­
rá. Lo im aginario es en ton ces presentado...

Pregunta: ... ¿com o u n síntom a?

C.C.: Com o un síntom a y una com pensación. Por otra parte,


tam bién en Freud lo im aginario ju eg a el papel de Phantasic
com pensadora. L a falta de o b jeto es lo que hace surgir la fan­
tasía. M ientras que el o b jeto y su falta prim ero d eben consti­
tuirse —y sólo pueden ser constituidos por la Phantasic , es de­
cir por la im aginación.

Pregunta: Su crítica feroz y tem prana del estalinism o lo llevó


a en ju iciar a L en in . U sted rom pió con gran parte de la doctri­
na m arxiana. ¿Puede d ecirse que más allá de d en u n ciar los
daños provocados p or el lacanism o, las desviaciones y los pun­
tos m uertos, usted inicia u n a ruptura m ucho más radical con
el propio Freud? E n ese caso, ¿qué puede “rescatarse” o con ­
servarse de esos sem idioses id eológ icos de este siglo? ¿Q ué
hibrid ación le sigue p arecien d o posible y fecunda en tre ellos?

C.C.: La situación n o es sim étrica. M arx es un gran pensador,


p ero en esa galería de retratos va a q u ed arju n to a una veintena
de au tores, al lado de T o cq u ev illc, M o n tesq u ieu , H o b b es,
Platón, Aristóteles...
Van a quedar dos cosas que aprendim os de M arx. La pri­
m era —pese a los defectos de en u nciación que con tien e—es el
centrado en la perspectiva social del ser hum ano, la ruptura
con todo individualismo m etod ológico o sustancialista. Eso es
algo que al propio M arx le resulta confuso, am biguo, oscuro.
E l horizonte, el ideal, es un ser hum ano singular p len am en te
desarrollado que co o p ere “lib re m en te” con los dem ás (co m o
si se pudiera c o o p e ra r lib re m e n te co n los dem ás, co m o si

107
C om e]ius Castoriadis

alguien hubiera elegido “librem en te” n acer y en cim a nacer


francés o c h in o ...). P ero Marx nos en señ ó a ver a la sociedad
com o una totalidad fu n cion al y desgarrada al m ismo tiem ­
po; fu n cion al en su m ism o d esg arram ien to, desgarrada en
su funcionalid ad .
Por otro lado, sigue estairdo el llam am iento político. Para
él no se trata de escribir una nueva utopia o de definir de una
vez por todas la ciudad “ju sta", sino de ir buscando en el movi­
m iento efectivo de los hom bres en sociedad aquello que p er­
m ita transform arla para otro futuro. C laro qu e esa posición
del problem a deja abiertas preguntas en orm es. ¿De qué m o­
vim iento de los hom bres en sociedad se trata? En un sentido
Marx era feliz —teórica y políticam ente—, porqu e creía haber
hallado en el proletariado tanto al sujeto de un movimiento
efectivo com o al portador de esos mismos valores que le eran
tan caros. Con eso mismo se liberaba de la necesidad de p en ­
sar qué o cu rre cuan d o el m ovim iento efectiv o es nazi, por
ejem plo. O cuando ese m ovim iento efectivo es sim plem ente
“consum ista”. ¿Hay que aprobar al m ovim iento “real” aun cuan­
do conduzca a una cada vez mayor estupidez televisada, por
ejem plo? M arx desechaba —con sarcástico d esp recio - la cues­
tión del ju ic io político o de valor.
La situación es muy distinta con Freud. En el pensam iento
freu diano es m anifiesto lo que data o está muy nítidam ente
im pregnado de su m edio am biente históríco-social: el costa­
do patriarcal de su teoría, el carácter a veces positivista de sus
posiciones epistem ológicas o filosóficas (con trad ich o además
por el con ten id o de su co n cep ció n ). Pero todo eso es revisa-
ble o p rescin d ible sin m ayores daños. L a d isim etría está en
que, si bien lo esencial de su hallazgo sigue siendo cierto, hay
que ir m ucho más lejos. Ese es el trabajo qu e intento iniciar.
P ienso que hay una in co m p letu d esen cia l en la n o ció n
freu d ian a de in c o n c ie n te . P or e x tra ñ o q u e parezca en un
“positivista” que em pezó p o r la fisiología del sistema nervioso,
a su m anera Freud sigue sien d o dualista: el dualismo en tre
cuerpo y alm a está presente en él y crea graves problem as.
P rim ero porqu e ese dualismo n o se pu ed e elim inar. Hay una

108
H echo y p o r hacer t BÍ9U016C
\>?V
visión, un m odo de ser de los fenóm enos psíquicos com o
que no podem os red u cir al m odo de ser de los fen óm en os
somáticos. F.so es absolutam ente claro y evidente, com o clara y
evidente es cierta p erm a n en te y esencial in terd ep en dencia.
No es sólo si le agu jeream os la cabeza a alguien el proceso
psíqu ico se in terru m p e; tam bién es co n statab le cu an tío le
damos alco ho l a una persona y se pone a con tar cosas que de
otro m odo n o contaría; o se le dice algo y en rojece, o nos da
una bofetada, realiza un m ovim iento corporal.
A nivel filosófico no puede haber distinción definitiva y esen­
cial en tre alm a y cu erp o, en tre psique y som a. Com o decía
Aristóteles, “el cadáver de Sócrates n o es Sócrates”, por más
que todavía este tibio. Es im posible c o n c e b ir la menLe de
Sócrates en el cu erp o de Ava G ardner, y viceversa. T e n ía ra­
zón Aristóteles cuando d ecía que el alm a es la form a de un
cuerpo vivo. El alm a es en prim er lugar la vida, y la vida es la
existencia m ism a del cuerpo. En el sim ple viviente, a partir
de determ inado m om ento, el cuerpo se redobla con una re­
presentación del am bien te, del m edio am bien te, del en to r­
no, de un m odo específico de ser afectado y de un em puje.
En el 99,9% de los casos, en el simple viviente eso perm anece
dentro del m arco estricto de la funcionalidad biológica. En
cam bio, en el ser hum ano hay despegue. Hay una ncoplasia,
un cán cer que no es sólo resultado de la expansión cuantitati­
va del sistem a nervioso, sino al m ism o tiem po de la extraordi­
naria com plejización de su organización, y probablem en te de
otras cosas m ás. Ese c á n c e r se traduce n o tanto por un au­
m ento de las capacidades lógicas (una burrada tradicional dice
que “el hom bre es un anim al racional”, cuando en realidad es
m ucho m enos racional que los anim ales), sino en un inm enso
d e s p lie g u e d e la im a g in a c ió n . Y d e u n a im a g in a c ió n
defu nrionalizad a, qu e h abita el cuerpo del sim ple viviente,
del no-hum ano. Los insectos ven colores. A hora bien , en el
h ech o de ver colores u o ír sonidos hay creació n . Cosa que la
filosofía siem pre descuidó, obsesionada co m o está co n el pro­
blem a de las cualidades prim arias y secundarias: gustos y co­
lores n o im p ortan, lo im p o rtan te es ese trozo de cera que

109
Clorncl: us CastoriadiS

subsiste. Pero eso no es lo im pórtam e, lo im portante es que


veamos azul o rojo cuando en la naturaleza n o hay ni azul ni
rojo, sino sencillam ente longitudes de ondas electrom agnéti­
cas ele x cantidad de anstrom s. Ninguna ley física puede ex­
plicar por qu é vemos azul y rojo en vez de ver rojo y azul para
esas mismas long itud es d e onda. En todo caso la física po­
dría d ecir que es norm al que se produzca algo distinto en el
para sí que recib a esos ch oques, pero nada acerca de la cali­
dad de eso distinto. Y la b iolog ía puede d ecir que, sien d o el
inundo com o es, los seres vivos no h abrían sobrevivido de no
h ab er desarrollado tal o cual tipo de sensación reactiva esp e­
cífica de tal o cual tipo de ch o q u e, p ero tam poco nada acer­
ca del co n ten id o cualitativo de esa especificid ad . P or lo tan­
to, en el viviente ya hay ur;a im aginación cread ora de algo
jque bien podem os llam ar im ágenes co rresp on d ien tes al ch o ­
que que recib e del m un d o ex tern o . P ero en el viviente, esa
im aginación está a la vez som etida a la fu n cion alid ad y dada
de u na vez y para siem pre. Es d efu ncionalizad a y perp etu a­
m en te cread ora en el ser hum ano, cosa qu e ju sta m e n te la
filoso fía tradicional no vio.
El propio Kanr, que fu e lejos con la “im aginación trascen­
dental”, habla de “pasividad de las im presiones”. A hora bien,
no existe ninguna pasividad de las im presiones. No sólo por­
que la p ercep ció n es u na actitud activa e in ten cio n al, sino
porque si la sim ple sensación pudiera aislarse, no h abría en
ella ninguna pasividad. Pasivo es el ch oqu e. La retina sufre un
choque, mi tím pano es golpeado por ondas aéreas, pero am­
bos hacen algo muy distinto, no son pasivos. Kant piensa en
un cuerpo que es un autóm ata que prod uce sensaciones cie­
gas. No es verdad. El cuerpo crea sus sensaciones. Por lo tan­
to, hay u na im aginación corporal que en el ser hum ano corre
p areja con una nueva dim ensión de la im aginación radical
propiam ente dicha, el surgim iento de ese flujo incesante a la
vez representativo, in ten cion al y afectivo. Con am bos se crea
un mundo propio del sujeto hum ano, que ya n o es el m undo
propio del anim al, qu e n o es dado de una vez y para siem pre
y que está defuncionalizado.

110
H e c h o y p o r hacer

Si nos quedáram os a h í - riesgo con tra el que la filosofía


hered ad a d eb ería precaverse— llegaríam os a aporías insolu­
bles y a posiciones solipsistas: ¿cóm o y por qué ese m undo pro­
pio se com unica con otra cosa y sobre todo con otros m undos
propios? T am bién la historia se volvería ininteligible. A h í es
donde interviene el im aginario social, punto al que volveré
más adelante.
Tom em os ah ora la im aginación desde el punto de vista psi-
coanalítico. Usted sabe que Freucl no habla nunca de im agi­
nación sino de Phantasie. Era u na actitud a la vez positivista y
au toproieciora. Ya andaba contándole a la gente historias lo
suficientem ente abracadabrarues com o para en cim a decir que
todo se debía “a la im aginación de los pacientes”: h abría sido
su ruina definitiva. No hay más que ver la timidez con que en
una nota al píe de página al final del H o m b re d e los lobos
conviene que quizá la escena primitiva (el fam oso coico a tergo)
n o haya sido más que un fantasm a del paciente. Freud habla
de un in con cien te con eje ú nicam ente en cierto tipo de pro­
ductos psíquicos relativos a las pulsiones, y so bre todo a la
pulsión sexual; esc in co n cien te tendrá que vérselas con el otro
com o ob jeto de deseo, con la represión, etc.
Pienso —y no sé si tendré capacidad, fuerza y tiem po com o
para elaborar verdaderam ente la idea, y sobre todo más allá
d el in te r é s t e ó r ic o d a rle p e r t in e n c ia p r á c t ic a — q u e el
in con cien te hum ano supera al in co n cien te freudiano.
Hay un n o -c o n c ie n te h u m a n o d el que fo rm a p a rte el
in con ciente freudiano, incluido el de la “segunda tópica”. El
cuerpo ya es im aginación p o r transform ar choques externos
en algo. El em brión se m ueve en el líquido am n iótico, pasan
cosas en sus intesdnos lo m ism o que en el nuestro, le late el
corazón. Cuando estamos en contacto con el aire y respiram os
o cu rren cosas, p ero nada de eso tien e que ver co n alguna
m aquinaria cartesiana ligada a nuestra m ente o nuestra alm a
p or la glándula pineal. Se trata de una sola y m ism a cosa, aun­
qu e exista esa d iferen cia extraord in aria que nos p erm ite ir
en co n tra de nuestro cu erp o , im p o n erle cosas in creíb les o
sobrep onernos al dolor.

111
Corrí e l n .< C astoriadis

E x is te a lg o q u e u í s iq u ie r a es n e c e s a r i o lla m a r
“in co n cie n te ” p orqu e el térm in o está definitivam ente sella­
d o p o r F re u d . D e m a n e ra p ro v is o ria , lla m é m o s lo n o -
c o n c ic n tc h u m a n o , qu e ni siqu iera es n ece sa ria m e n te no-
con ciern e y tie n e un estatuto extrañ o en parte rad icalm en ­
te in c o n c ie n t e , sin lle g a r n u n c a a s e r v e rd a d e r a m e n te
co n ciern e , salvo en form a de d o lo r o p lacer. Q u ien tenga
u na en ferm ed a d en un órg an o p ro fu n d o n o es c o n cie n te
de ella, de lo ú n ico que s í es c o n cien te es del dolor. Lo mis­
m o pasa con el p lacer, incluido el p lacer de ó rg a n o y el pla­
cer más g en eral de estar cada u n o en su cu e rp o y b ien . Hay
algo más todavía. L eibn iz decía cosas bastante análogas sobre
“las p ercep cio n es infinitesim ales de las m ón ad as”.
Hay una su erte d e globalidad del ser h u m an o que es al
mismo tiem po cuerpo y alma, donde en cierto sentido el cuer­
po siem pre es psíquico y en ciertos aspectos la psique siem pre
somática. No puede describirse esto sim plem ente en la pola­
ridad co n cien tc/ in co n cicn te, y m ucho m en os todavía repri-
m ido/no rep rim id o . No rep rim o el fu n cio n a m ien to de mi
corazón, sencillam en te late sin h acer m ucho ruido. M ientras
así suceda, sen tiré esa especie de vago e infinitesim al bienes­
tar de un organism o que funciona bien. P ero cuando ese fun­
cionam ien to se descom pone, ya se no se trata de un sonido
de baja intensidad, sino de taquicardia, arritm ia, etc. Me pa­
rece cierto que a h í hay algo que no es p u ram en te som ático.
Por esa vía tal vez algún día podam os en ten d er, o más bien
pensar, no sólo los aspectos filosóficos de la cuestión, sino fe­
nóm enos m u ch o más precisos corno la conversión histérica,
las enferm edades psicosom áticas o las autoinm unes. No creo
que los dem ás m am íferos registren casos de en ferm ed ad es
autoinm unes. D isfuncionalización psíquica, organism os defen­
sivos que se vuelven en co n tra del p ro p io su jeto. T ra ició n .
C onflicto in tern o. Resultado: esclerosis en placas, alergias, etc.
Agrego una frase para intensificar la paradoja de ese hom ­
bre “que es dos qu e son uno”. Es el sim ple record ato rio de
algo que e scrib í sobre la m ónada psíquica en el capítulo 6 de
La In stitu ció n im aginaria de la sociedad, en “El estado actual

112
H acho y p o r hacer

del sujeto”3 y en otro que está por aparecer, “Lógica, im agina­


ción, reflex ió n ”:1' la defuncionalización de la psique, del pla­
cer, la muy fu erte investidura del placer de rep resen tación
en d etrim ento del p lacer de órgano. T o d o ocurre com o si la
psique quisiera seguir su cam in o sola, com o si realm ente qui­
siera salirse del cuerpo. U n niñ o anoréxico, tal vez u n niño
autista, q u iere salirse del cuerpo y del m edio am biente. Com o
no puede se m uere. C uando hablam os de esa división no in­
ventamos sino traducim os algo que ya está ahí, en esa m ons­
truosidad que es la psique hum ana, ese cáncer, esa neoplasia;
algo así com o cierta ten d en cia a alim entarse, com o psiquismo,
exactam ente igual que las células cancerosas, en d etrim en to
de todo el resto. Esto pu ed e abrir ciertas perspectivas acerca
de algunas psicosis. Y a h í volvemos a en con trar el papel fun­
damental del im aginario social. La sociedad tam bién tien e por
o b je to d ev o lv er la p siq u e a la “re a lid a d ” p o r la fu e rz a ,
reinsertándola en un m edio donde hay otros individuos y co­
sas que “verd ad eram ente” son cosas.

Pregunta: ¿Puede vincularse esa idea de defu ncionalización


de la psique h um ana con el concepto, esencialm ente klein ian o
—pero tam bién freucliano— de “integración del yo corporal al
yo psíquico”?

C.C.: No son lo m ism o. A h í se trata verdaderam ente de “in­


tegración ”, qu e p or supuesto d ebe hacerse siem pre para que
el individuo sobreviva. Estoy h abland o de algo “a n te rio r”:
quiero d ecir que esto em pieza p or una suerte de “d eh iscen ­
cia”, de sep aración b astante radical en tre la m ónada psíqui­
ca y “su” cu erp o.
H asta c ie r t a e d a d el b e b é e s tá c o m p le t a m e n t e
au to cen trad o : el cu e rp o está obligad o a fu n cio n a r de u na

(a) Las Encrucijadas del laberinto, III: El mundo fragmentado, París le Seuil, 1990,
pp. 189-226.
(b) Ver en el presente volumen, “ Imaginación, imaginario, reflexión”, p. 267.

113
C o m e ¡tus Cas ro ria dis

m anera casi reprim ida con relación a la p oten cia fantasm ática,
alucinaran a, etc. Sólo así pueden en ten d erse la anorexia del
Lactante y toda una serie de otras cosas. E stá esa dehiscencia.
¿Estamos hablando de sujeto psíquico y sujeto corporal o de
“yo psíquico" y “yo corp oral”? El yo es algo m ucho más preciso,
más elaborado —inclusive en la con cep ción freudiana—que se
construye o se crea gradualm ente m u ch o más tarde.

Pregunta: La palabra im aginación -ta n con n otad a p o r im a­


gen, im aginario y toda una serie de referencias escopleas, vi­
suales, estéticas, ópticas—¿no corre el riesgo de volverse in efi­
caz con respecto a lo que según creo usted designa com o un
p r o c e s o —eso q u e u sted lla m a e l “f lu jo in c e s a n t e ”— de
sem iotización de lo real? Este co n cern iría tanto a im ágenes
ccncstésicas, cosas olfativas, señalizaciones territoriales, cosas
que nada tienen que v er forzosam en te con el ojo , sino con
ritm os, com ponentes m usicales, escansiones, y por ende con
cierta tem poralidad, siendo la im aginación una capacidad de
sem iotización que los ecólogos de la lactancia describen com o
u na capacidad muy potente.

C.C.: Es cierto. Pero yo no uso el term ino im aginación en su


sentido heredado. La im aginación es la capacidad de h acer
surgir algo que no es “real” tal com o lo describe la percepción
com ún, la L ebensw eh de Husserl y H eidegger, vale decir la físi­
ca. Es por lo tanto toda la creación d e un m u n d o para s í del
sujeto. I-a im aginación es el despliegue de un espacio y un tiem ­
po. Y cada uno de nosotros tien e espacio y tiem po propios.
¿Cómo llegamos a ten er un espacio com ún, colectivo y social? Y
lo que es más difícil todavía, ¿cóm o llegam os a tener un tiempo
com ún? Eso sí que no lo logramos nunca. En ninguna lado un
individuo adulto plenam ente desarrollado y concierne experi­
m enta m ejor su iuadicablc soledad com o en esa peip clu a di­
ferencia y alteridad entre su tiem po propio y el úem po com ún.
Suena el despertador, son las ocho, tengo que ir a trabajar, pero
a la m ierda con el trabajo. O el tiem po de mi hum or: hay sol
pero estoy tristísimo, o llueve y estoy alegre, etc.

114
H ech o y p o r hacer

El m undo “presubjeuvo" es una masa ciega, sorda y com ­


pacta; la eclosión de la im aginación es una explosión local que
cava un h u eco en esa masa, que le abre un espacio interno,
una cám ara que puede dilatarse en orm em ente. Pero esa cá­
mara no es u na cám ara, es una especie d e cilindro, ya que al
mismo tiem po es un tiem po, y por lo tanto tiene una cuarta
dim ensión. Y eso de por sí constituye un m undo organizado
en las paredes internas del cilindro. Pienso que es lo que us­
ted llam a “sem iotización”.
Hay objetos olfativos y objetos táctiles que al principio son
m ucho más im portantes que los visuales. No tengo ninguna
fijación en lo escópico. U no de los mayores desaciertos de la
con cep ción de lo im aginario en Lacan es su fijación cscópica.
Para mí, si hablam os de etapas elaboradas, la im aginación por
ex celen cia es la del com positor musical (cosa que yo, de jo ­
ven, quise se r). De rep en te surgen figuras que no son para
nada visuales. Son esen cialm en te auditivas y cinéticas (p or­
que tam bién está el ritm o). Hay un m aravilloso extracto de
una carta de M ozart citada p or Brigitte Massin, donde él des­
cribe la form a en que com pone. Com o cualquier com positor
q u e se r e s p e te , M o z a rt c o m p o n e d e n tr o de su ca b e z a .
Beethoven sordo escuchaba —im aginaba— dentro de su cabe­
za. Un verdadero com positor escribe y escucha acordes y se­
cuencias de acordes, lo mismo que yo puedo cerrar los ojos y
rever o im aginar tal o cual escena, o ju n ta r a personajes que
realm en te n u n ca estuvieron fren te a fre n te . M ozart exp lica
que el trozo se com pone en la cabeza, y d ice algo alucinante:
cuando el trozo está term inado, toda la secu en cia se desplie­
ga ante él sim ultáneam ente. Y en un m ism o instante escucha
el principio, la mitad y el final del p rim er m ovim iento de la
sonata. C om o dice Galileo de Dios, que esas dem ostraciones
que nosotros recorrem os len ta y trabajosam en te, él las des­
pliega ante sí in sta n tá n ea m en te. Eso es im aginación. Cuando
Mozart dice ten er todo el trozo desplegado en la cabeza, no
está d iciend o que ve la partitura, sino qu e oye todo el frag­
m ento. P od er o ír en sim ultáneo la ob ertu ra de la S infonía en
sol m e n o r y el m in u eto nos p arece in com p ren sib le p orqu e

115
Oorncti us Castoriadis

nuestra im aginación musical es más bien pobre. T am p oco hay


nada visual en el im aginario social. El im aginario social no es
la creación de im ágenes en la sociedad, ni m ucho m enos pin­
tarrajear los frentes de los edificios. U na creació n fundam en­
tal del im aginario social, se trate de dioses o reglas de com ­
portam iento, no es ni visible n i audible: es sigióficable.

Pregunta: ¿Eso no entraña acaso cierta d esconexión del con ­


cepto de im aginario radical de cualquier arraigo en la rep re­
sentación, la repetición, el reen cu en tro con lo antiguo, lo ya
percibido y conocido? Hay un pasaje en Las E ncrucijadas d el
laberinto donde usted dice a las claras que el in co n cie n te no
sólo se ocupa del pasado, n o sólo es repe lición. Hay algo ac­
tual, “em erg en te”, acerca de lo cual el análisis de Freu d y so­
bre todo el de Lacan qued aron en punto m uerto al ligar im a­
ginario, rep resen tación y rep etición en una fuente alucinatoria
com ún. En cam bio, creo que usted eligió una opción com ple­
tam ente prospectiva.

C.C.: Digamos que tem poral. Es un su rg im ien to , y ese surgi­


m iento -si puedo abusar del lenguaje para hablar del su jeto y
no de lo histórico-social— es h istórico. Siem pre retie n e algo
del pasado y le ocu rre a alguien a quien le han pasado cosas.
P ero es su rg im ien to y su rg im ien to que puede ser creativo,
que es creativo. Siem pre nom in alm ente, porque es otra cosa;
pero eso ya es H eráclito: “no soñarás dos veces el m ism o sue­
ñ o”. Pero más allá de H eráclito, tam poco es simple d iferencia
tem poral sino alteridad, p orqu e ha surgido otra form a. Desde
ese punto de vista n o se trata de u na im aginación repetitiva o
anclada en el pasado, todo lo contrarío.

P reg u n ta : P o d ría p en sa rse q u e el im a g in a rio ra d ic a l, la


fantasm atización ju e g a el m ism o papel en su obra que la “vo­
luntad de p od er” nietzscheana, la “subjetividad” o la “estruc­
tu ra”, la “su b jetiv id ad -estru ctu ra” en L a ca n , el “d e se o ” en
Lyotard u otros. Está claro sin em bargo que n o se trata de un
nuevo universal, una base, un p rirn u m m o veo s o un sustrato

JÍ6
H e ch o y p o r hacer

biopsíquico. ¿Usted podría, com o decían los maoistas del 68,


“volver una vez más” a este tema?

C.C.: No se trata de un nuevo universal, y por supuesto tam­


p oco de un sustrato biológico. Es el núcleo de ser y del m odo
de ser de la psique hum ana singular por un lado, y de lo histó-
rico-social por otro. Porque hay im aginario radical hay institu­
ción; y sólo puede haber im aginario social en la medida en
que se instituya. Se mata del círculo de lo creado y los elem en ­
tos de la creación : los distintos elem entos deben ser plantea­
dos a la vez. Sin ellos, lo cread o no puede ser, pero ellos mis­
mos son lo que son a través de su “resultado”, la creación . El
ser en general es creación . El im aginario y la im aginación son
el m odo de ser que esa vis form aneli del ser en general toma
de ese retoñ o del scr/ ente global que es la hum anidad. Esta
ap arece co n esa form a p ecu liar, esa densidad y sobre todo
esas creacion es singulares que son, por ejem plo, la significa­
ció n , la id ealid ad exp lícita. Lo viviente no es explica b le, y
m ucho m enos com p rensible, a partir de leyes estrictam ente
físicas. Lo viviente es em erg en cia. En eso em ergente leem os
el poder form ad or del ser/ en te global, poder que en si mis­
m o por supuesto no tien e n in gu na personalidad pero tam po­
co ninguna finalidad porque no es tcleológico. Ser es eso. Si
n o lo fuera, ser sería siem pre lo m ism o. El ser hum ano no
existiría, la vida no existiría, etc. Ahora bien, ser tam bién es
siem pre se r o tro y h a ce r se r otro. De esto, vemos en el ser
hum ano un eco in fin ita m en te in ten sificad o, in fin itam en te
am pliado, qu e es p recisa m en te la im ag in ación radical y el
im a g in a rio ra d ica l. Eso n o im p lica de n in g ú n m od o u na
suty'etivación del ser.
En cam bio, la “voluntad de p od er” nictzscheana es otra cosa.
P ero no quiero hablar de N ictzsche, sería muy largo.
U sted sabe muy bien que n o com parto en absoluto las con ­
cepcion es de Lacan. Esa “estru ctu ra” que él invocaba con stan ­
tem en te excluye algo esencial a mis ojos: la tem poralidad. Al
m ism o tiem p o , L acan a p e la b a a “estru ctu ra s que n o te ­
n ían lugar, ni p sico a n a lítico ni n in g ú n otro. Por eje m p lo ,

117
C orn eliu s Castorinciis

el lenguaje. Es evidente y viejo com o el m undo que el sujeto


no es nada sin lengu aje (Aristóteles).
V en to n ces, ¿que' pasa con el len g u a je, de dónde viene?
¿Que tiene que decir de él el psicoanálisis? Ilay un párrafo,
en los m anuscritos que le m andaba a Fliess, donde Freud ex­
presa su confianza en que el cam in o em prend id o lo lleve a
exp licar los oríg en es del lengu aje. Desde luego, no explicó
nada, ni en e'se ni en ningún otro m om ento. F.n Lacan, está el
lenguaje que el sujeto encuentra fren te a él. E n tonces, o bien
Lacan es heideggeriano y el lenguaje es una d onación del ser,
el hom bre no habla sino que el ser se habla a través del hom ­
bre dándole el lenguaje -g é n e ro de m etafísica icleo-teológica
que no m e interesa para nada—; o bien tenem os que conclu ir
que el lenguaje es una creación del im aginario radical, es decir
de la sociedad. El lenguaje com o tal y los lenguajes singulares
son en cada caso una creación de la colectividad correspon­
diente. Y a q u í se h ace necesaria u na digresión.
1.a dim ensión poiética del ser hum ano, creadora, por lo tan­
to irreductible, inexplicable e indeducible, parece dejar caer
toda la dim ensión lógica. Pero no es así en absoluto. U n a de las
primeras cosas que com probam os al iniciar nuestra reflexión es
que hay una dim ensión -q u e habitualm ente se llamaría “lógi­
ca”, y que d enom ino conjuntista-identitaria o en síd ica - pre­
sente en todas partes, tanto en la psique com o en la sociedad,
en lo viviente y en el ser físico. Un chivo no puede ser a la vez
chivo y ciervo; dos más dos son cuatro; no hay hum o sin fuego:
determ inadas causas producen d eterm inadas consecuencias.
F.so es así en todas partes, pero no es más que una de las dos
dim ensiones que hacen lo que existe. T o m o un ejem p lo del
psicoanálisis: el analista y el paciente en el diván. El paciente
cuenta un sueño, y los dos em prenden ju n to s (así es de espe­
rar, al m en os), la interpretación de d icho sueño. El sueño es
una form ación fantásticam ente com pleja en la cual la imagina­
ción interviene en grado extraord inario, a m enudo deslum ­
b ra n te d e cre a tiv id a d en sus c o n e x io n e s , in v e n c io n e s y
retruécanos. Pero en esc sueño, por ejem plo, tam bién en con ­
tramos cálculos. La im aginación cread ora poiética del sueño

118
H ech o y p o r hacer

debe instrumentarse: cu cálculos para poder decir lo que tiene


que decir. Cuando Bach escribe una fuga cuenta las notas del
tema, cuenta la quinta para retom arlo desde ahí, cuenta las
notas del contratem a, conoce las relaciones arm ónicas de esa
construcción. U n estructuralista debería decir que Bach se agota
en sus cálculos, lo cual es una perfecta burrada. Esos mismos
cálculos tam bién están presentes en una gran obra pictórica.
Hay una lógica fantástica inclusive en un poem a surrealista. Si
no la hubiera, el efecto de sentido del absurdo —aparente o
re a l- de una frase, no sería efecto de sentid o ni nada. Por
oposición, por contraste, pero también p or inserción constan­
te de fibras lógicas, es que lo que supera lo lógico puede, no
sólo ser d ic h o sino sencillam ente ser. La filosofía resultó vícti­
ma de la m etacategoría de la determ inidad al p lantear que
todo lo que es (existe) debe estar determ inado, y determ ina­
do de punta a punta, cosa que no es verdad. Pero lo que sí es
verdad es que nada puede ser si no está tam bién determ ina­
do. Al contraído de lo que creía Lacan, el in co n cien te no es
una m áquina pero está determ inado com o in co n cien te. T ie­
ne un m odo de ser que le es propio y que n o es ni el de un
canguro ni el de un teorem a topológico.
El in co n cien te está determ inado en su m odo de ser y en la
índole de sus m anifestaciones, pero no en el con ten id o de lo
que en él se desarrolla. En lo que se desarrolla en él hay em er­
gencia, surgim iento. Si querem os en ten d er ese surgim iento
estamos obligados a vincular com o podam os sus m anifestacio­
nes con otra cosa, hasta en con trar el fam oso “om bligo” y final­
m ente toda la historia del sujeto. Freud hablaba de una elec­
ción de la neurosis, p ero com o era un p o co positivista tam ­
bién pensaba e n factores constitucionales. Claro que dichos
factores constitucionales son casi virtudes dormitivas. En ver­
dad, se trata de la m anera de ser del sujeto irred uctible, inex­
plicable, de su capacidad para, de la necesidad de constituir
un m undo p ro p io y de h acerlo com o n eu ró tico , p sicótico,
perverso o com o un “neu rótico norm al”.
La dim ensión conju ntista-id entitaria, en síd ica, está siem ­
pre presente, e incluso cuando se la transgrede a sabiendas y

119
C o m e tí as Castoríadis

con l>uenos resultados, en con tram os tam bién su utilización.


Cuando para ridictilizar a Sch ellin g , H egel dice: “en la n o ch e
del absoluto todas las. vacas son negras”, frase espléndida que
se h a ce e c o de un d ic h o p o p u la r , ¿ d ó n d e está el lad o
im pactante de la expresión? Kn que a con cien cia y con mu­
cha lógica usa térm inos y relacion es para lograr un resultado
absurdo que sea lógico y tenga senad o. P or eso digo que am ­
bas dim ensiones, en sfd ica y poiética, son densas en todas par­
tes, corno se dice en topología: tan cerca com o queram os de
un elem en to de u na habrá un elem en to de la otra. Inclusive
en la locura esto es evidente.

Pregunta: C reo h aber en ten d id o que usted h acía en fren tar,


hacía interactuar la m ónada psíquica del infans om nipotente,
vuelto hacia sí, con el proceso de socialización, duro o blando,
que le im pone al magma in con ciente el h ech o de ser aceptado
en la sociedad y la cultura hum anas. Sin duda eso es lo que
usted llama “sublim ación”, y qu e en tre otras cosas pasa por el
lenguaje y las palabras. En ese caso, ¿qué quiere decir para us­
ted proceso de autonom ización? ¿Es válido en ambas escenas?
¿En la escena social, sería la revolución dem ocrática o libertaria?
¿Y en la analítica la famosa liquidación de la transferencia?

C.C.: Usted habló de infans om n ip oten te, y es muy cierto. En


ese aspecto debem os p erm itirn os co rre g ir a Freud, qu e ha­
blaba de om n ip oten cia im aginaria de la psique. Para em pe­
zar, la om n ip otencia de la psique es real, efectiva. A hora bien,
esa misma om n ip otencia es ja q u e a d a por el cuerpo, p ero so­
bre todo por los demás.
Librado a si m ism o, el recién nacid o m uere, o en el m ejor
de los casos se convierte en n iñ o lo bo y pierde irrem isible­
m en te la capacidad de ser v erd ad eram en te hum ano. La so­
cialización es constitutiva del ser hum ano. Eso que en teoría
política, filosófica y econ óm ica, llam am os estúpidam ente “in­
dividuo” —op o n ién d olo a so cie d a d - n o es otra cosa que socie­
dad. Sucesivas capas de socialización, p or usar esa im agen, se
aglom eran alred ed or del n ú cleo m on ád ico en una form a por
H ech o y por hacer
§„ b \BUO^<
•.n»'.

demás extraña. No com o depósito de iones m etálicos


polo. Es algo com p lejo, contradictorio, conflictivo. Freud te­
nía im ágenes muy bellas. H abla de conglom erados y brechas,
piedras volcánicas o trozos duros capturados en torrentes de
lava que se solidifican. Y esa misma lava p or m om entos vuelve
a llevar hasta la su perficie, com o vemos a diario en nuestra
vida y en la clín ica, elem entos del magm a más profundo.
Esa socialización más o m enos blanda en realidad es muy
violenta. Significa que la psique debe ren u nciar a la om nipo­
tencia, a ser el cen tro o la totalidad del m undo. Cosa a la cual
-seam o s sinceros—nunca renunciam os ni podem os renunciar.
Soy siem pre el origen de las coordenadas. A quí y ahora par­
ten de m í los ejes x, y, z y t. Em palm ar esos ejes con los de
otros observadores es toda una tarea.
El infans necesita d ejar de creer que el p ech o es un objeto
de su p erten en cia, que la m adre está a su disposición y que
form a con ella una pareja excluyem e, y tam bién necesita re­
co n o cer qu e la m adre (y ése es el gran aporte de Lacan a la
restitución de la significación del com plejo de Edipo en Freud)
desea a otro. Hay una relación en tre dos personas de la que
estoy y estaré siem pre excluido, y si no lo acepto nunca voy a
ser un individuo socializado.
Pero ni siquiera eso basta. Cuando Freud abordaba el pro­
blem a del com p lejo de Edipo era siem pre desde un ángulo
exclusivam ente p sicog en ético . P ero en T ó te m y T a b ú se ve
que p ercibió pro n to la dim ensión so ciogen ética del asunto.
La ceguera sociológica de los analistas se observa en que cuan­
do leen el m ito de T ó te m y T a b ú n o ven más que el asesinato
del padre e ignoran el ju ra m e n to fratern o de renunciar a la
om n ip otencia, no m atar al otro, no preten d er, cada uno para
sí, a todas las m ujeres de la fratría. En el m ito freudiano, un
sustituto del padre m uerto es el n úcleo de la institución: el
tótem . Es p erfectam en te lícito co n ceb ir u na unidad fam iliar
patógena y parcialm ente instituida en la historia, es decir, ésa
que algunas veces fue llam ada fam ilia cicló p ea. U n a de las
raras veces en que A ristóteles es poco riguroso en su expre­
sión es cuan d o, al hablar de las ciudades griegas, dice que sólo

121
Cornelius Castoriadis

en Laced em on ia el Legislador creyó tener que im pon er reglas


para la educación de los niños y las ocupaciones de los ciuda­
danos. En todas las demás, el legislador dejarfa a los padres
(varones) m anejar a su gusto a esposas e hijos. Eso es falso. En
el régim en de los cíclopes en la O dise a, donde no hay leyes ni
asambleas, cada varón puede m atar a m u jer e hijos, com érselos
y hacer con ellos lo que quiera. Es el régim en previo al asesi­
nato del padre en Tótem y Tabú. Pero en la ciudades griegas,
com o en cualquier otra ciudad, el poder del padre —p or gran­
de que sea en el oikos, la familia, la casa—está lim itado por el
de los otros padres, y no sólo por una ley im personal. El padre
rem ite a una colectividad instituida por m edio de la ley, y es
una colectividad viva la que lim ite su poder. Si no, el hijo sería
o bien el etern o esclavo del padre, o bien uir enem igo amasa­
do en un odio inextinguible. 1.a filiación se asume asim ilando
la lim itación del padre, asim ilando que un padre sea u no en
m edio de otros padres. Y que hay algo, la colectividad y su
institución, que es más general y lo sobrepasa. A h í tam bién
(al hablar de lo sim bólico y la ley) Lacan confundió las cosas al
abstraerse de cualquier colectividad viva y concreta.
E n todo esto es cap ital el c o n ce p to de su b lim ació n . L a
su blim ación es ren u n ciar al m ero p la ce r de órg an o , ren u n ­
ciar in clu so al m ero p lacer de la rep resen tación privada para
investir o b jetos que tienen sólo existen cia y valor social. Hay
que term in ar con la posición ab erran te de algunos psicoan a­
listas para quienes só lo los pintores sublim an, p o rq u e en lu­
gar de m an ipu lar ex crem en to s m a n eja n colores. A p artir del
m om en to en que hablam os, en lugar de chuparnos el dedo
o la lengua estam os sublim ando, p orqu e investim os una acti­
vidad social, un o b jeto cread o por la sociedad, institu ido y
valorado p o r ella. L o m ism o pasa co n el trabajo , sin prejuz­
gar a ce rca de su ín d o le, si es o n o alien a n te, etc.; se trata
siem pre de una actividad sublim ada.
P ero hay que distinguir dos aspectos en la sublim ación. U no
es p u ra m e n te d escrip tiv o. E n tod a so cied a d h u m an a hay
sublim ación. D espojém onos de las estupideces am biente, no
hay su b lim a ció n só lo cu an d o los a ten ien ses co n stru y en el

122
H ech o y p o r hacer

Partenón, o los parisinos N otre llam e I .a hay tam bién cuando


los atenienses m asacran a los melianos, pues los m asacran por
razones políticas. Es un crim en m onstruoso, sin duda una de
las razones de la caída de la dem ocracia aten ien se, p ero es
u na actividad sublim ada: no procura p lacer de órgano. Hay
sublim ación obrando en un cam po de con cen tración . Quizás
haya habido sádicos en tre los SS que conducían a los prisione­
ros a las cám aras de gas. Pero tengo mis dudas, ya que de ha­
ber sido verdaderos sádicos habrían preferid o m an ten erlos
vivos, torturarlos, destriparlos y no sé cuántas cosas más, antes
que ejecutarlos de m anera abstracta. Esa es una actividad su­
blim ada. P ued e que vaya acom pañada de rep resen tacion es
de otra especie, quién sabe... Nadie psicoanalizó a gen te de
ésa com o para saber de qué representación se trataba.

Pregunta: Podem os su p on er representaciones...

C.C.: Forzo sam en te hay... forzosam en te hay rep resen ta cio ­


nes p lacenteras; tam bién hay rep resen tacio n es p lacenteras
cuando hago filosofía o m úsica. Y a v e c e s no tanto. I.a cues­
tión no está ahí. Q u iero d ecir que la actividad no se agota en
ese p lacer subjetivo que inviste un o b jeto socialm en te crea­
do y valorado, aun cuan d o sea un o b jeto crim inal. El H olo­
causto m olesta. P ero los aztecas realizaban sacrificios hum a­
nos y el sacerd o te ofician te no eyaculaba cuando sacrificaba
a sus víctim as, sen cillam en te estaba cum p liend o con un rito.
Y toda la n ació n azteca consid eraba absolutam ente esencial
—para el o rd e n d el m u n d o , para que los dioses sigu ieran
ex istien d o y el sol g ira ra a lred ed o r de la tierra— qu e esas
víctimas fueran sacrificadas.
Sin em bargo, no podem os d ejar de tom ar otro punto de
vista sobre la sublim ación, que es un ju ic io de valor. No pode­
mos dejarlo de lado en el análisis. Tenem os otro objetivo, la
autonom ía, que tam bién es un objetivo social, un tipo pecu­
liar de sublim ación. E n los fines del análisis, y tam bién en los
fines de la política, la sublim ación de un orden d iferen te que
en estos se ju e g a , im plica el recon o cim ien to de que debo ser

123
C o rn e liu s C asioriadis

a u tó n o m o , que no debo re p rim ir el c o n o c im ie n to d e m i


in co n cien te, sino filtrar tod o aquello qu e desde mis deseos y
pulsiones pueda pasar a la expresión o el acto. Los demás no
son m eros objetos o instrum entos de mi deseo, tam bién ellos
deben acced er a su autonom ía. Un fin de análisis bien en ten ­
dido va más allá de liquidar la transferencia, va ju stam en te a
instaurar u n a nueva instancia de la subjetividad: una subjetivi­
dad reflexiva y d eliberan te, apta m al o bien para establecer
otra relación co n ese in con cien te que está en su fundam ento.
No se trata de una relación de elim in ació n . El ‘‘d onde ella
estaba, yo d ebo advenir” freu d iano es insuficiente. Incluso está
mal con ceb id o: después se verá que Frcu d lo pensaba com o
el desecam iento del Zuiderse, el d esecam iento de un panta­
no h ed iond o para plantarle tulipanes. N o se trata de desecar
el in co n cien te, que por o u a parte n o se podría, y que sería
suicida pues precisam ente todo surge de el. Se trata de no ser
esclavo del in co n cie n te, es d ecir d e co n te n e r el pasaje a la
expresión o al acto teniend o co n cien cia de las pulsiones y los
deseos que nos mueven. Esa subjetividad es la que puede ser
autónom a y esa misma relación es la autonom ía.
Esto debe ser parte tam bién del proyecto político. El pro­
yecto político apunta a crear una sociedad autónom a, es decir
una sociedad que tenga con sus instituciones una relación dis­
tinta de la tradicional, la relación h eterón om a. Q uiere decir
que la sociedad plantea sus instituciones sabiendo que lo hace,
por lo tanto que puede revocarlas y que el espíritu de esas ins-
dtuciones debe ser la creación de individuos autónomos.
U na palabra más sobre la ceg u era sociológica y política de
los psicoanalistas y la cegu era p sicoan alítica de sociólogos y
filósofos. Filósofos, sociólogos, politólogos y todos los demás
siguen h abland o hoy todavía de “individuo hum ano” com o si
lo hubiera. No hay “individuo h u m a n o ”, hay u na psique socia­
lizada, y en el resultado final de esa socialización casi no hay
nada individual en el verdadero sentid o del térm ino. C uanto
más h eteró n o m a es la sociedad m en os de individual hay. L a
verdadera individuación em pieza cu an d o las sociedades em ­
p ren d en u n m ovim iento h acia la au to n o m ía. No se .p u ed e

124
H e ch o y p o r hacer

distinguir en tre dos alfareros folklóricos, ni tam poco en tre un


escultor egipcio de la dinastía X V III y otro de la X X , a m enos
de ser egiptólogo. Pero quien conozca algo de griego no co n ­
fundirá un verso de Safo con uno de Arqufloco. Estamos en el
año 700 a.C ., son los com ienzos de la p oesía griega culta y
ambas personas escriben de m anera com pletam ente distinta.
A sí com o es im posible con fu n d ir a Bach co n H acn d el, dos
alem anes qu e escrib ían m úsica co n trap ú n tica en la misma
época. Puede que dudem os en u no o dos fragm entos, pero
en su esencia la creació n de cada uno es p erfectam en te reco­
nocible. Se trata de individuos individuados, no de ejem pla­
res de una tribu o u na n ación . Pero p ara crea r individuos
individuados h ace falta una sociedad individuante. Las socie­
dades h eterón om as y tradicionales no son individuantes, sino
uniform izantes y colectivizantes. R especto de la cegu era so­
ciológica de los psicoanalistas, creo h aber hablado a propósito
de Lacan. T o m a n en bloqu e la institución de la sociedad dada
com o siend o la “realid ad ” y “la Ley”, h acien d o de ella algo
irrotnpible, inm utable e intransform able, cuando en realidad
se trata de instituciones sociales.

Pregunte: D e todos m odos podem os darles el créd ito de que


lo hacen cuand o los pacientes hablan.

C.C.: A bsolutam ente d e acuerdo. Eso es otra cosa. P ero la única


“realidad” es la realidad social. En esto hay u na cascada de
m alentendidos. C uando en psicoanálisis se habla de “princi­
pio de realidad”, ¿de qué realidad se trata? Jam ás he visto a un
loco que p or lo co que esté no sepa que el fuego quem a, o que
si se cae d e un quinto piso se va a m atar. Si se tira es porque
sabe que se va a m atar. L a realidad de la que no quiere saber
nada es la social, las relaciones de filiación, la relación con los
objetos de deseo. L a realidad es la realidad social, cuyo único
privilegio es p rag m ático . L a actitud q u e d e b e ría te n e r un
analista, en caso de h ablar de ella, no sería d ecirle al pacien­
te: “T ien e que aceptarlo, es la realidad”, sino: “Esa es la reali­
dad instituida hoy. De nada le sirve darse la cabeza con tra la

125
C ornelius Cascar íac¡¡s

pared creyendo que va a podei m overla. Si quiere cam biar de


lu gar la pared va a tcr.er que arreglárselas de otra m anera.
P ero m ientras tanto tien e qu e saber que la pared está ahí' y
qu e golpearse la cabeza d u ele”.

Pregunta.: Esto m e da pie para la quinta pregunta. ¿Su en fo ­


que histórico-social del estado del sujeto lo conduce a hipóte­
sis teórico-prácticas en los ám bitos del análisis y la política?
¿Eso pu ed e ten er in cid encias form ales, prácticas, “técn icas”
sobre la m anera de analizar, pero tam bién sobre la de unirse,
organizarse o luchar? Más precisam ente: ¿piensa que las prác­
ticas “m ilitantes” y los m odos de organización d eben tom ar
nuevo curso, nuevo estilo? ¿Cóm o vería usted esa revolución
dentro de la revolución?

C.C.: En prim er lugar hay incidencias teóricas. A mis ojos, hay


una nueva m anera de ver el fin de análisis en los dos sentidos
de la palabra fin. Lo mismo ocu rre con el fin —no en am bos
sentidos, sino en el de objetivo— de la política. N unca habrá
fin de la política en el sentido de term inación, com o tam poco
del análisis. El fin de análisis es la capacidad del sujeto para
autoanalizarse de a h í en adelante. En el caso de la política no
se puede h ablar de fin, ya que siem pre habrá debates sobre
los objetivos colectivos com unes, y siem pre habrá problem as
de institución. No se trata de establecer de una vez p or todas
la sociedad perfecta.
Esas incidencias son claras y ju stám en te se entienden com o
la abolición, en el cam po de la praxis, de la distinción entre
fin y m ed io. Bastaría con en u n cia r la cosa para ver cuánto
tiene de absurda. No puede hacerse autónom o a alguien con
m edios h eterón om os.
La autonom ía es al m ismo tiem po la m eta buscada y algo
cuya presen cia virtual, digam os, d ebe suponerse al com ienzo
de un análisis o un m ovim iento político. Esa presencia virtual
es la voluntad de autonom ía, la voluntad de ser libre, libre de
su frim ien to en el caso del análisis, o libre a secas en el caso
de la sociedad. T o d os los dispositivos d eben afinarse con esa

126
H e c h o y p o r hacer

orien tación y ya form an parte del objetivo. En el caso del aná­


lisis, no pienso que la libre asociación sea un m edio. El pacien­
te en condiciones de asociar librem en te ya ha dado un paso
enorm e; ha h ech o caer gran parte de un m uro de censuras y
defensas. P o r supuesto que es insuficiente, pero ya form a par­
te de los fines buscados. C uando, en lugar de pedirle al sindi­
cato, la patronal o el g o b iern o que hagan algo por ella, la gen­
te que q u iere lu ch a r se organiza por sí m ism a, au nqu e sea
para hablar de lo que hay que hacer, encontram os el mismo
movimiento. Ya hay cierta autonom ía em brionaria que se rea­
liza y que es con d ición de su propio desarrollo posterior, si es
que logra desarrollarse. Pues todo puede fracasar. La única
garantía que tenem os es que vamos a m orir.
Esas im plicaciones, claras en cuanto a sus principios, son
m ucho más d ifíciles de trad u cir a la realidad, al terren o prác­
tico, en el sentid o estricto del “m odo de actuar”. En el caso
del análisis ca b e p reg u n ta rse a cerca del dispositivo clásico
que usamos. C reo que se lo pu ed e ju stifica r incluso desde el
p u n to de vista d ond e m e u biqu é recién . Las con ocid as re­
glas del dispositivo: la posición acostada, esa ord en p arad óji­
ca con sisten te en d ecirle al p a cien te que n o se co n tro le y
diga todo lo que le venga en m en te, la regularidad de las
sesiones y su duración fija, indispensable com o con u apeso al
en o rm e p od er im ag in ario y real del analista en el análisis,
esas a u to lim ita cio n cs co n tra ctu a les de form a (y qu e com o
lam en tab lem en te sabem os el analista puede transgredir en
fun ción de su p od er d en tro de la situación analítica) están
a h í en in terés del p a cie n te y la cura y d eb en ser absoluta­
m en te respetadas p orqu e n o son sim ples m edios. Son pasos
hacia la liberación del p a cien te. T o d o esto incide de m an e­
ra considerable en la totalidad del proceso an alítico propia­
m en te d ich o, en el tra b a jo d e in terp re ta ció n . La reg la de
oro de la in terp retación es que debe facilitarle al p acien te el
recorrid o posterior, n o c e rra r las cosas, bloqu earlas o dar fal­
sas respuestas definitivas, sino m a n ten er abierto el p roceso
am pliando las capacidades del paciente para que pu eda co n ­
tin uarlo y profundizarlo.

127
C orneli us C a sto ría dis

Es cierto, y es algo que se plantea, que a m enudo nos de­


cepciona la duración relativam ente larga del proceso analíti­
co, que a veces n o aporta los resultados esperados. Confieso
que n o tengo nacía que p ro p on er al resp ecto. N inguno de los
intentos q u e se h icieron por m odificarla —y que se rem ontan
a los tiem pos de Ferenczi, si no a n te s- d ejó nada valioso. Las
m ás de las v eces se lim ita ro n a in te n s ific a r la a lie n a ció n
tran sferen cial del paciente. Todas las m od ificacion es imagi­
nadas iban en el sentido de una cada vez más crecien te inter­
vención del analista. Y lo digo pese a ser, de en tre quienes hoy
ejercen , u no de los más intervencionistas, no porque ordene,
acon seje o p rohíba, sino porque son rarísimas las sesiones en
que m e qued o silencioso.

P r e g u n ta : ¿ E sa s in te r v e n c io n e s s o n s ie m p r e d e o r d e n
interpretativo?

C.C.: Casi siem pre son com o índices o avances de una inter­
pretación. P arten del principio de que el paciente n o puede
m edir la exten sión de su con stru cción fantasm ática si en un
m om en to u o tro no se le opone algo que no lo es. D ejar que
lo descubra solo podría llevar fácilm en te sesenta años... No
h a b lo de p sic ó tic o s , sino de b u e n o s n e u ró tic o s y b u en as
neuróticas. Hay m om entos en los que u na de las funciones
del analista consiste en hacer ap arecer el fantasm a en tanto
que fantasm a.
En cuan to a lo político, son muy profundas las repercusio­
nes sobre el con ten id o. Las form ulaciones que in ten te dar en
textos com o p o r ejem plo “Poder, p olítica y au tonom ía”, en El
m u n d o fra g m e n ta d o m uestran a las claras que todo el con te­
nido de la p o lítica y la actividad política m isma p u ed en y de­
ben ser reconsid erad os a partir de u na idea, de un objetivo
de au tonom ía cuya inspiración es a todas luces d oble, a la vez
psicoanalítica e histórico-política. A u tonom ía social e indivi­
dual q u iere d ecir: h acem os nuestras leyes, la colectividad es
efectiv am en te so b eran a y los individuos efectivam en te libres
e iguales en cu an to a su p a rticip a ció n en el p o d er. E n los

12S
H e c h o y p o r hacer

papeles es fácil d etallar las consecuencias institucionales de lo


que acabo de d ecir. IJn a sociedad autónom a quiere decir u na
sociedad d on d e la reflexiv id ad colectiva alcan zó su grado
máximo. La d em ocracia es el régim en de la reflexividad, el
régimen donde se reflexion a y decide en com ún qué se va a
hacer, se trate de la ley o de em prendim ientos colectivos. P ero
también se reflexion a en otro sentido. Es posible volver sobre
lo que se ha d ich o, pensado y decidido para retasarlo y m odi­
ficarlo. A p a rtir del m o m e n to en que esto se p la n tea , las
im plicaciones institucionales se desarrollarán con cierta facili­
dad. Por ejem plo, los d erech os dem ocráticos que hoy todavía
siguen siendo muy parciales. A hora bien, las m edidas necesa­
rias para que esos d erech os superen su carácter parcial im pli­
can cambios en el p lano econ óm ico, la organización de la pro­
ducción, la orien tación de la vida, etc. T o d o esto se despren­
de de la discusión de los objetivos políticos y las insdtuciones.
Un problem a m u ch o más difícil, dado que vivirnos en una
sociedad en gran p arte h eteró n o raa y los individuos son lo
que son, es el qu e usted p lan tea sobre las m aneras de orga­
nizarse y los m odos de lu ch ar. Es fácil d ecir, y d eb em os de­
cir, que hay qu e salir de la envoltura m o rtífera de la tradi­
ción organizacional, n o sólo del “centralism o d em o crático ”
sino de todo aq u ello q u e en las organizaciones trad icionales
alim entaba la ten d en cia a la burocratización y la je ra rq u ía .
T am b ién hay que d e c ir qu e tenem os que in v en tar nuevos
modos de estar ju n to s , d iscutir en con ju n to y d ecid ir en co n ­
ju n to d entro de u na org an ización política. Está cla ro a pardr
de qué d eb ería m o s p o d e r d efin ir esos m od os y q u é d eb e
inspirarlos. P ero cu an d o querem os pasar a la realización ch o ­
camos con u na p ato lo g ía siem pre resurgente de los grupos
en la sociedad capitalista co n tem p orán ea que d em u estra ser
muy difícil de su p erar. T o d o lo cual req u eriría u na nueva
discusión casi tan larga com o ésta.

129

'
I-A C O N S TRUCCIÓN D EL M UNDO EN I-A PSICO SIS

La necesidad de darle a esta p on en cia un título breve la


h ace ap arecer com o u na expresión m egalom anfaca. H abría
sido m ucho más apropiado, aunque m ucho m enos elegante,
titularla F ragm entos d e consideraciones p relim in a res a cerca
d e algunos aspectos d e ciertas cuestiones p e rtin e n te s pa ta una
reflexió n so bre el p ro b lem a d e la construcción d el m u n d o en
la p sico sis, s o b r e to d o c o n re fe re n c ia a la obra d e Fiera
Aulagnier. En especial porqu e, en una actitud que Fiera y yo
com partim os siem pre, gran parte de lo que tengo para decir
se situará en una dim ensión interrogativa.
In terrog ación que voy a abordar río arriba. ¿Cóm o sabernos
que la psicosis es un fen óm en o psíquico (siendo com o son de
engañosos los nom bres) y no p or ejem p lo orgánico? ¿Por qué
situarla en el cam po psicoanalítico? El prim er interrogante se
justifica en razón de la inm em orial controversia acerca de las
relaciones en tre cuerpo y alm a, controversia que vuelve con
fuerza en estos últim os años a partir de los psicotrópicos, las
neu rocicn cias, etc. La segunda lo es si recordam os que Freud
no dudaba del carácter psíquico de la psicosis, pero conside­
raba inanalizables a los psicóticos.
¿Por que la psicosis n o sería com o la epilepsia o el mal de
Alzheim cr? No basta con responder que en estos dos casos se

• Ponencia presentada durante la Jornada de estudios sobre “Piera Aulagnier y la


psicosis" el 3 de octubre de 1992, organizada por la Escuela de propedéutica al
conocimiento del inconciente. Publicada en Psychanalyse á l'université, 1992, vol.
18, N- 71, pp. 41-54.

131
Coi») cf i us Gastaría dis

observan a ltera cio n es del tejid o n en d oso. En p rim er lu gar


porque la o b jeció n es previsible: todavía n o se h abrían e n co n ­
trado las lesiones tisulares (la m olécula, el gene, o los errores
de conexión) responsables de la psicosis. R ecu erd o que ya en
1925 el p ro p io Freud escribía que al d escu brim ien to de las
“materias hipotéticas" que serían d eterm inantes de la n eu ro­
sis “...no conduce por el m om ento (voriaufig n o ch ) ninguna
vía” (“Resistencias al psicoanálisis”, G.W. XIV , 10 1 ). Y que en
1927 escribía que “... se puede entrever el día en que se abran
nuevos cam inos... que lleven desde la biología orgánica y su
quimismo a los fen óm en os de la neurosis. Ese día p arece to­
davía le jan o ...” (“El Análisis p rofano”, loe. d t., 2 6 4 ).
Luego, porque son indudables la interacción e interdepen­
dencia entre psique y sistema nervioso central, e incluso con el
so m a en g e n e r a l (p s ic o tr ó p ic o s , a lu c in ó g e n o s , a lc o h o l,
electroshock, e tc .). Las fron teras en tre am bos terren os y sus
modos de interacción siguen siéndonos totalm ente desconoci­
dos. La respuesta a esta dificultad ya fue dada p or el propio
Freud a propósito de sueños y síntom as neuróticos. Respuesta
que se desprende de una decisión no sólo “m etod ológica” o
“ep istem o ló g ica ”, sino p ro p ia m en te filosó fica y so b re todo
ontológica. Freud decidió que sueños y síntom as tienen un sen­
tido. U na relación directa en tre vida psíquica y sistem a nervio­
so, escribirá en 1939, “por más que existiera, en el m ejor de los
casos no brindaría más que una localización precisa de los pro­
cesos de conciencia, y no contribuiría en nada a su c o m p re n ­
sión ” (C o m p en d io d e psicoanálisis, G. W. XV II, 67, el destaca­
do es m ío). Esos fenóm enos obed ecen a una causalidad psíqui­
ca —m ejo r aún, d ep en d en de una co d etcrm in a ció n , o están
condicionados por procesos esencialm ente psíquicos (“Resis­
tencias...”, loe. cit., 101-103). ¿Por qué llamar ontológica a esta
decisión? Porque con cierne al estatuto y m odo de ser de sue­
ños y síntom as: am bos p erten ecen al m undo del sentido.
El asunto es saber si puede decirse lo mismo de la psicosis. Es
decir si la psicosis, o al menos alguna de sus formas —y com o Piera
sólo m e referiré a esquizofrenia y paranoia— es un am ontona­
m iento de escorias y desechos del funcionam iento psíquico, o

132
H ec h o y p o r hacer

sen cillam en te un m odo d e fic ie n te de éste con resp ecto al


d en om in ad o fu n cion am ien to norm al; o si, en cam bio, y por
extrañ o que pueda p a recer, la psicosis p erten ece al m undo
del sentido. Sabem os qu e F reu d tom ó esta últim a decisión
acerca d e la psicosis p aran o ica desde los años de su co rres­
p on d en cia co n Fliess.
Decir que la psicosis form a parte del cam po psicoanalítico es
decir que los fenóm enos psicóticos tienen sentido, y por ende
ponerse ante la form idable obligación de atribuirle sentido al
delirio que signa a la “alienación”, al extrañam iento, a la sepa­
ración del m undo com ún del sentido. Es también colocarse en
la obligación de producir la causalidad, o codcterm inación psí­
quica, de dichos fenóm enos. Desde ya diré que en el m ejor de
los casos ninguna de estas dos obligaciones se cumplirá a la per­
fección. No porque la psicosis no perteneciera al m undo del
sentido, sino porque en esos dos aspectos, a saber el contenido
del delirio y su “fun ción ”, o sea su causación, nos topamos con
creaciones psíquicas m ucho más excentradas que el sueño o el
síntoma neurótico con relación al m undo com ún.
El valor del trabajo de F ie ra sobre la psicosis es correlativo
de una decisión análoga, a su vez depend iente de una actitud
más general de su parte, com o lo dem uestran los títulos de
sus libros. La Violencia d e la interpretación* —in terp retar es
partir de un “texto” que tien e sentido para llegar a otro que
también lo ten g a - o bien Un in térp rete en busca d e s e n tid o b
(d e sentido, y n o d e l se n tid o ). L a d ecisión es en ton ces: a)
que los fen óm en os psicóticos tien en un sentido; b) que ese
sentido no es re d u c id o (térm in o sobre el que volveré); y c)
que la psicosis puede y d ebe ser elucidada p sicoanalíticam ente,
bajo pena de deterioro del psicoanálisis. Com o ella misma dijo
(1975-76) durante un sem inario en Saintc Anne (que cité en
Las Encrucijadas d el laberinto) :c “Si no entendem os la psicosis

(a) París, PUF, 1975.


(b) París, Ramsay. 1986.
(c) París, Le Seuil. 1978.

133
Con? élius (Sastori&dis

quiere decir que no em en d em os algo esencial del funciona­


m iento p síqu ico en general".
R ecu erd o , al resp ecto, algunas de las fo rm u la cio n e s de
Fiera en La Violencia de la interprecación. L a idea de que la
psicosis m ostrara al inconsciente en toda su transparencia, dice,
que proviniera de u n a no-progTesión, regresión o rep etición
de una “prim era fase de la actividad psíquica" es un m ito tan
falso co m o re sisten te (y sin duda se d eb e in c lu ir a q u í la
“forclusión del N om bre del P a d re"). E l delirio nos en trega
“producciones psíquicas altam ente elaboradas”. Hay cierto plus
del que da testim onio la creación psicótica (son sus palabras),
un “prodigioso trabajo de re in te rp rcta ció n ” op erad o p or la
psicosis, nos dice. R ein terp retación , p ro d u ccion es psíquicas
altam ente elaboradas, p lus de creación psicótica: todo ello equi­
vale a caracterizar a la psicosis p or la crea ció n , a partir de un
“sinsentido” prim ero para el sujeto, de un sentido para él que
es sinsentido para los demás. Y en efecto, prosigue Picra, su
constru cción “privilegia voluntariam ente... la relación del J e
con el registro de la significación”.
T o d o lo cual equivale a d ecir qu e en la psicosis hay cons­
tru cción , o m e jo r dicho: crea ció n de un m undo con sentido
para el su jeto (pero no para los d em ás). E n este p u n to hay
que estar aten to y aclarar de qué sen tid o se trata y cóm o se
en tien d e esa palabra. P orque tam bién hay un sentid o “orgá­
n ico ”. Los fen ó m en o s y p rocesos org án icos tien en un senti­
do, pues trad ucen relacio n es ord enad as, fu n cion ales, finali­
zadas y categorizantes. Están d om inad os p o r una ultra com ­
p leja m atriz de rela cio n es de eq u iv a len cia , ord en y vecin­
dad. M anifiestan una com b in atoria je rá r q u ic a in tegrad o ra y
fu n c io n a l. O p e r a n se g ú n m o d a lid a d e s q u e c o m b in a n
causalidad y finalidad, “c o n o c im ie n to ” y “a c c ió n ”, la relación
del “si [tal co sa ], en to n ces [tal o tr a ]”. M ediante ese co n ju n ­
to de op era cio n es y relacion es cread oras de sentido para él,
el viviente se crea en cad a op o rtu n id ad un m undo propio
para sí y “co n sen tid o ” para él. P ero aquí, y hasta d on d e sa­
b em os, “te n e r se n tid o ” q u iere d e cir lisa y lla n a m e n te: co ­
rresp o n d er a la fin alid ad b io ló g ica q u e p erm ite fu n cio n ar

134
H ech o y p o r hacer

(conservarse y rep rod u cirse) eventualm entc con un “p lacer”


a su vez esen cia lm en te funcional.
Para lograr una dem arcación debem os plantear que el sen­
tido de los fen óm en os psíquicos es esencialm ente n o funcio­
nal, está más allá de la funcionalidad biológica y puede llegar
hasta a inducir la destrucción de dicha funcionalidad. De ello
la vida hum ana, tanto individual com o colectiva, nos ofrece
una dem ostración masiva y repetida.
Desde luego, en el hum ano lo psíquico y lo orgánico (o el
a p u n ta la m ie n to de lo p rim e ro en lo seg u n d o ) están tan
intricados que resulta difícil separar ambas dim ensiones. Pero
n o podem os e n te n d e r los fen óm en os psíquicos a partir de
categorías “fu n cion ales”, com o son el principio de realidad o
incluso el de placer, si por placer entendem os placer de órga­
no. En el hu m an o, el placer es esencialm ente placer de re­
presentación, placer desfuncionalizado; pero incluso ese pla­
cer de rep resentación ced e el paso an te la necesidad de dar
s e n tid o ' incluso al p recio de un inm enso displacer psíquico
(y som ático) cuya form a extrem a es visible sobre todo en la
psicosis. Ese d ar sentido debe entenderse com o instauración
de cierta co h eren cia representativa, aun en d em m en to de lo
orgánico, en d etrim en to hasta del placer representativo, y en
la psicosis en d etrim en to de la coh eren cia con la representa­
ción de los dem ás, con esas significaciones sociales que Piera
llam a “el discurso del co n ju n to ”. El enigm a que a q u í n o po­
demos discutir radica en que, com o lo in d ica la posibilidad de
divergencia rad ical co n la rep resen tació n de los dem ás (la
social), los postulados m ismos con que se ju z g a esa coh eren cia
son o pueden ser creados p or el sujeto, sin lo cual n o habría
psicosis (ni tam poco, desde otro punto de vista, alteridad de
las diferentes instituciones de la sociedad e h istoria).

• Nota de! revisor técnico: se traduce la expresión francesa “taire sens” como “dar
sentido'. Conviene indicar que la expresión francesa es más impersonal, cercana a
la expresión castellana hacer (que algo) “tenga sentido”. La participación del sujeto
que implica no es la de la interpretación.

135
Cornelius Castoriadis

Q u e d a r ía p o r e x a m in a r o tr a lín e a d e d e fe n s a
11anti psic oana lírica ” co n cern ien te a la psicosis: los fen óm en os

psicóticos tendrían un sentido que en razón de alteracion es o


déficits orgánicos está reducido, retraído. No pienso tanto en
los organicistas, sin o en algu ien tan im p o rtan te co m o K urt
Goldstein en La E structura d e l o rg a n ism o .d Fren te a dichos
“déficits” (sobre todo orgánicos) prim ero hay recon stitu ción
de un m undo “sensato” para el su jeto con reducción del cam ­
po y de la riqueza de st: organización. En los grados más altos
de destrucción orgánica está lo que Goldstein llama reacción
catastrófica, es d ecir d errum be a la vez del fu n cion am ien to y
de la tentativa de dar sentido, sea cual fuere la acep ción que
se le dé al térm ino.
No se puede rechazar a sí nom ás esa óptica, que m e parece
correcta en algunos casos (co n ind ep en dencia de la cuestión
de su fund am ento o con d icion am ien to o rg á n ico ). Es cierto
que hay reaccio n es psíquicas de “estrech a m ien to ” qu e pue­
den llegar muy lejos (com o ocu rre en casos extrem os de neu ­
rosis obsesiva), com o tam bién reaccion es psíquicas catastrófi­
cas. La diferencia con los fen óm en os psicóticos n o siem pre es
tan clara. A quí es donde se m anifiestan la im portancia y perti­
nencia del criterio planteado p or Fiera en La Violencia...: la
psicosis que en esencia más nos im porta desde el p u n to de
vista psicoanalítico es aquella d ond e hay creación delirante.
En mis propios térm inos, aquella d ond e hay con stru cción y
creació n de un m undo propio, que en su esencia n o es re­
ducción, m utilación ni sum a de despojos del m undo com ún,
sino alteración de algunos de sus principios organizadores y
desaparición o evanescencia del a n h e lo de participar en él.
Ante tod o, el su jeto d eb e crear un cierto sentido para él
mismo. En la concepción de Piera, que supongo conocida por la
mayoría de los lectores, su actividad representativa parte de un
fondo prim ero que ella llama pictograma, imagen fundam ental

(d) París, Gallimard, 1951.

136
H ech o y p o r hacer

para el su jeto y m atriz de todo aquello que p osteriorm ente


pueda estar dotado de sentido. La puesta en sentido se hará
luego a través de la producción de fantasías. Y por último, en
un tercer estrato, el sujeto debe crear sentido m ediante pen­
sam ientos, pensam ientos del Yo (Je). Pero lo que tiene senti­
do en los pensam ientos del sujeto debe tam bién tenerlo para
el “co n ju n to ”, es decir para la sociedad. Para los pensam ien­
tos del Yo (Je), validez quiere d ecir sobre todo conform idad o
coh eren cia con el discurso del conjunto. En el lím ite de este
en u n cia d o su rg en p reg u n tas (p o r ejem p lo , qué pasó co n
G alileo) referidas a sociedades muy particulares que aq u í no
podem os discutir. Pero d ecir que la validez del discurso del
sujeto significa de h ech o su conform idad con el discurso so­
cial im plica, dada la existencia de tantas sociedades distintas,
que en nuesn-o d o m in io no cabe plantear la validez del dis­
curso social. En otras palabras, la institución de la sociedad es
esencialm ente arbitraria, y Piera admite de m anera explícita
la relatividad social de la psicosis, sobre todo en lo que hace a
la nom inación de parentescos.
En este punto hay que insistir. Para Freud, la religión —pie­
dra angular de casi todos los edificios sociales co n o cid o s- es
u na ilu sión , y según él la define la ilusión es un error investi­
do de afecto. D efinición absolutam ente insuficiente, ya que
ese “erro r” viene de algún lado, va hacia algún lado y obedece
ju stam en te a la búsqueda de sentido. “E rro r” que p or tanto
tiem po com o “se sostenga” va a cum plir ese papel y operar la
S in n g eb u n g , o m ejor dicho la S in n sc h ó p fu n g necesaria para
la vida de la sociedad. D efinición sin em bargo sadsfactoria para
nuestros fines, ya que es obvio que se trata de un “error” colecti­
vo e instituido, y de un afecto que recorre y moviliza a la colecti­
vidad toda. P or eso la Inmaculada Concepción, objeto de firme
creencia en una sociedad cnsuana cuando se refiere a Cristo, se
considerará un pensam iento d elirarte (en ésa y en cualquier
otra sociedad) si se trata del propio sujeto.
Por eso la psicosis es conflicto o no-coherencia esencial en ­
tre lo que tien e sentido para el pen sam ien to de un sujeto y
lo q u e tie n e sentid o para el “co n ju n to ”. D e adm itirse esta

137
C o rrí cIjus C astoriadis

definición, la psicosis tiene que ver sobre todo con el Yo (Je).


Es la creación de pensam ientos delirantes, pensam ientos que
contradicen el discurso del conju nto, es decir las significacio­
nes sociales, o no son coherentes con él -p e r a que sí tienen
sentido para su sujeto, por más que la mayoría de las veces sean
fuente de padecim iento para él y estén en con flicto n o sólo
con lo que piensan los demás, sino con lo que el sujeto sabe que
tiene sentido para ellos. E n el alm a del psicóüco siem pre hay
un costado que m ira al resto sabiendo que lo que tiene sentido
para él no lo tiene para las demás personas (cf. Perceval).
D e adm itirlo surgirán tres grandes preguntas:
-¿Por qué en determ inados sujetos se da una evolución con­
ducente a la psicosis?
-¿Qué podem os decir, en general y de general, acerca del
contenido del discurso delirante?
-Por últim o, pregunta im posible, ¿qué podem os d ecir del
tratam iento psicoanalítico de la psicosis?
Voy a h acer algunas observaciones sobre la tercera y la pri­
m era de ellas antes de llegar a mi tem a, el con ten id o del de­
lirio, es decir la constru cción del m undo en la psicosis.

Las tres tarcas que a mi criterio en fren ta el tratam ien to


psicoanalítico de la psicosis son las siguientes:
1) Su p erar la rad icalidad del co n flicto en tre el discurso
delirante y el discurso com ún, abrirle u na brech a al aislam iento
psicótico (esc “re in o despiadado del con v en cim ien to solita­
rio”, com o tan b ien lo definió M aurice Dayan en el prólogo
de Un in té rp re te en busca d e sen ü d o ) escuchando el discur­
so d el p s ic ó t ic o e in t e n t a n d o c r e a r ju n t o c o n él u n
in terlen g u a je .
2) M ostrar en ese con flicto y en la constru cción delirante
la fuente del sufrim iento. T a re a en la que se ch o ca, sin duda
m ucho más que en la neurosis, co n u na “eco n o m ía del sufri­
m ien to” y sus relaciones con un m asoquism o esencial.
3) M ostrar que el m undo puede ten er sentido d e otro m odo.
4) Dar sentido al sinsentido (para el “conju nto”) de la histo­
ria del psicótico, cosa q u e choca con el hecho d e q u e en cierto

138
H e c h o y p o r h a ce r

m o d o esa historia n o tie n e sentido. Y n o sólo porque en últi­


ma instancia nada tiene sentido (cosa muy cierta), sino por­
que el surgim iento y con ten id o de la construcción delirante
son contingentes 7 c o n tien en un com ponente de creación, y
por eso el terapeu ta y el psicótico tendrían que aceptar ese
terrible a sí es, a sí fu e.
En otras palabras, ten d ría que haber una especie de teoría
general de la psicosis que pudiera ren d ir cuenta y “dar senti­
do” a historias singulares —cosa que es casi una con trad icción
en sus térm inos. Es cierto que esa misma contrad icción está
presente en la neurosis, aunque sin p or eso serle tan fu erte­
m ente redhibitoria. Quizá porqu e en la neurosis la in terp re­
tación rem ite a deseos ya elaborados de ése u otro m odo en el
m arco de la hum ana con d ición —com o por ejem plo el Edipo—
. A un neu rótico podem os d ecirle o darle a en ten d er: es “n o r­
m al” que usted haya deseado a su padre o a su m adre; es “n or­
m al” que b ajo d iferen tes m áscaras o figuras usted con tin ú e
h acién dolo y es “norm al” que usted ren u n cie a la satisfacción
d irecta de este deseo m ed ian te o b jetos substitutos. P ero es
m ucho más difícil h a cerle acep tar a un psicótico la idea de
que está o estuvo loco p orqu e la m adre lo odiaba (com o a ella
la odió su propia m adre y a sí sucesivam ente) —o p orqu e él
m ism o la había construido así—. Puede que funcione, pero el
p acien te ten d ría p len o d erech o de co n testar qu e a él todo
eso le im porta un bledo.
Esto m e lleva al p rim er pu nto, es d ecir al origen de la psi­
cosis —tal vez la parte m ás im portante del trabajo de P iera so­
bre el tem a— a propósito del que quiero m anifestar mis pro­
pios interrogantes. P or u n lado, interrogantes teóricos: según
Piera, el pensam iento delirante apunta sobre todo a respon­
der a la pregunta a cerca del origen (L a Violencia...) y com ­
porta u n ca rá cter “p síq u ica m en te h ered ita rio ”. El tem a del
origen es siem pre el m ito de la historia personal y colecüva, y
no estoy seguro de que u n a fractura de ese m ito sea condición
necesaria o suficiente del advenim iento de la psicosis. Por otro
lado, dificultades em píricas; he tenido y tengo pacientes en
cuya historia pese a mis esfuerzos no logro en con trar huellas

139
C o n t eli us C aseoríadi s

de un discurso parental de odio, deseo de no-deseo, o deseo


de m uerte co n respecto al hijo.
Lo que hoy m e im porta es el con ten id o del delirio, la cons­
tru cción del m undo delirante, la creació n de un m undo en
ruptura con el m undo com ún.
El m undo siem pre es m undo para un sujeto. Su con stru c­
c ió n im p lica n ece sa ria m e n te c o n stru cc ió n , p or lo g e n e ra l
im plícita:
-de s í m is m o (soi) com o “psique” y, spbre todo, com o cuer­
po; y de los dem ás, com enzando p or la constru cción del otro
por ex celen cia , el “portavoz": la m adre. A esta con stru cción
podem os llamarla prosopológica-,
-de los “o b jeto s”, sus atributos y relacion es. Podem os lla­
m arla construcción pragm atológica p or involucrar a las cosas
en su sentido m ás general, pero tam bién la organización prác­
tica sin la cual esas cosas n o existirían, se harían polvo.
Im porta señalar que en el caso g en eral el discurso psicótico
c o m p a r te la in m e n s a m a y o ría d e la s c o n s t r u c c io n e s
prosopológicas y pragm atológicas de la sociedad del psicótico.
No hay negación de la realidad en gen eral. El psicótico habla
n uestra lengu a, sabe qué es u na m esa, sabe cóm o tom ar el
subte. Sabe que el fuego quem a y no se quem a —o lo h ace a
propósito porque sabe que se va a quem ar. El psicótico cons­
truye siem pre en form a rad icalm ente distinta un terren o (n e­
gativam ente) privilegiado del m undo com ún. En general, con
relación a:
-su propio cuerpo, com o cuerpo-sufrim iento y no cuerpo-
p lacer;
-los afectos, más o m en os devastados' y los deseos;
-el fun cion am ien to, evanescente, del fantaseo; delirio y alu­
cin ación rem plazan a la fantasía en el sentido habitual trans­
form ad o en más o m enos im posible, au nqu e sin cum plir com o
es obvio la m ism a función;

(e) Generalmente pulverizados y masivamente remplazados por la angustia.

140
H e c h o y p o r h a ce r

-por últim o, a ciertas relaciones y propiedades de los obje


tos (incluido su propio cuerpo) que devienen “delirantes".
¿Por qué en general la construcción delirante? ¿Por qué afec­
ta con p referen cia determ inados puntos y no otros y de esa
m a n e ra ? ¿ Q u é n os p e r m ite d ife r e n c ia r p a r a n o ia de
esquizofrenia, no sólo en cuanto a su “origen” sino a su organi­
zación? ¿Por qué el delirio estalla o se instala en tal o cual mo­
m ento y no en otro? Estas serían algunas de las preguntas a las
que debería responder cualquier concepción teórica de la psi­
cosis. Me lim itaré a una pequeña parte a fin de m ostrar, en
correlación con el trabajo de Picra Aulagnier, una manera po­
sible de com prend er el mundo construido en y por la psicosis.
C ae de m aduro que con stru cción del m undo y constru c­
ció n del su jeto (de la propia im agen de sí m ism o) son corre­
lativas y h om ologas por razones de esencia —así com o lo son
en el caso de la so cied ad -. D e b e n co rresp o n d erse, pues si
n o ni u n a ni o tra ten d ría n sentid o . ¿Q u é sen tid o ten d ría
para el su jeto un m undo donde no h u b iera lugar p ara él? ¿Y
qué sen tid o p od ría te n e r el ser-sujeto del su jeto en un m un­
do sin sen tid o ? Desde el p u n to de vista filosófico, am bos son
función de la m ism a matriz de sentido. Pero ese m undo don­
de el su jeto tien e que u bicarse esencialm en te y de entrada
no es aq u el de los bosques, océan os y estrellas, sino el m un­
do h u m an o y social, tal com o se le presen ta p o r delegación a
través de la p a re ja paren tal, y en p rim er lugar a través de la
m adre o q u ien haga las veces de ella, eso que F iera llam a “el
portavoz del c o n ju n to ”, la em bajada m atern a de la sociedad.
Antes qu e n ad a el infans d eb e dotarse de sentid o “a s í mis­
m o” y d arle sen tid o a todo lo qu e de p ro n to se le presenta
com o lo q u e tien e cerca , en co n ta cto vital co n su realidad
tanto so m ática co m o psíquica. A quí es d on d e interviene eso
que P iera llam a p ictog ram a com o p rim era im agen dotada
de sen tid o y m atriz de toda im agen.
La socialización psíquica es interiorización de las significa­
ciones sociales im aginarias. Para que haya interiorización es
necesario q u e el p rim er eslabón m ediador de la interiorización
de un m od o u otro sea in vestid o por el infans, e investido de
Cornelius Castoriadts

tal m aneta qu e 61 mismo pueda investirse. Por supuesto, siem


prc existe esa autoinvestidura que es condición de la Aída mis­
ma. Pero lo im portante son sus m odalidades. Y aquí' es donde
em p¡e 2 an las historias, en todos los sentidos de la palabra.
¿Por qu é la construcción del discurso delirante es una acti­
vidad del Yo (Je)} Porque el Yo J e ) es el lugar (subjetivo) del
lenguaje. Y el lenguaje es el p ortad or explícito de toda la or­
ganización del m undo, la sociedad y su lógica. Lo propio de la
psicosis es, si no la supresión, al m enos la entrada en cortocir­
cuito de la actividad de la fantasía. ¿Por qué? Porque el otro
ha sido vivido ya sea com o no deseante, ya sea com o portador
de un d eseo in so sten ib le de m u erte del su jeto de od io. El
sujeto queda en cortocircuito en tre el Yo J e ) y el pictogram a
—y ese pictogram a es cen tralm en te un pictogram a de recha­
zo. En ese sentido, para Piera Aulagnier todo prosa en e de ese
descarrilam iento de la fantasía.
Este es un punto en el que yo criticaría a Picra. C om o crea­
ciones, delirio y alucinación m anifiestan una extraord inaria
actividad de la im aginación radical del sujeto, inseparable del
fantaseo en su sentido más general.
Por otra parte, Piera habla casi siem pre com o si puesta en
escena y puesta en sentido fueran separables; en mi opinión
nunca lo son. Para el sujeto n o hay im agen que n o tenga un
m ínim o de sentido, ni sentid o que n o conlleve una im agen.
El sentido tiene que estar apuntalado p or una im agen —y por
ende inscripto en las obras de la im aginación radical, que es
fantasía en el sentido más general del térm ino.
L a contradicción puede superarse si se en tien d e qu e para
Piera el fantasm a es puesta en escena de un deseo en el sen­
tido estricto de la palabra. Y ésa es la dim ensión, no suprim ida
(pues en ese caso jam ás p od ría reap arecer) sino desactivada
por la psicosis.
Vam os a en ten d er m ejor esta problem ática si la abordam os
com o sigue. T od a actividad psíquica hum ana se d efine y exis­
te por y en un triple vector, es d ecir un vector que se desplie­
ga en tres espacios solidarios; el espacio de la rep resen tación ,
el del d e s e o y el d el a fe c to . E n la p sico sis, el d e se o es

142
H e c h o y p o r hacer

rem plazado p or la c a te g o ría m ás g e n era l de la in te n c ió n


—c a te g o ría sie m p re p re se n te en el viviente pu es d e o tro
m od o n o p o d ría sobrev ivir—. Hay honram iento y remplazo
del deseo por u na in ten ción pura, seca, abstracta. Picra usa el
térm ino voluntad: voluntad sin deseo, m ero q u erer (in ten ­
ción) que puede endilgársele a otro que no tiene encarnadu­
ra (ciertas voces, por ejem p lo) y es p u ro m andato (positivo o
negativo). ¿P or qué? P orque desde el p rincip io el otro fue
con stru id o co m o p u r o m a n d a to , ord en fría, org an ización
voluntarista - o porque en él el deseo le había dado cabida al
puro y sim ple odio. Q ue se lo haya consumido de esa m anera
porque de veras fue así, com o Picra lo da a en ten d er clara­
m ente, o porque el sujeto sólo podía sentirlo y construirlo en
esa form a (corno creo que puede muy bien ocu rrir) es un
tem a que d ebe quedar abierto aquí.
Los efectos de esta construcción en el propio sujeto son la
ausencia de deseo y afecto manifiesto. Los efectos en su rela­
ción con el m undo son igualm ente devastadores. La obliteración
de la dim ensión descante es condición de la separación que
lleva a cabo el psicótico. Lso es lo que le impide entrar en inter­
cambios con los demás, entrar en contacto con ellos —co m m e
co terms, se diría en inglés-. El orno sin deseo es por fuerza el
otro in exorable, com parable a una fuerza natural o una ley
m ecánico-burocrática. Si los demás y yo estamos construidos
com o deseantes, siem pre será posible un acuerdo, un tratado.
Porque a la vez habría posibilidad de identificación fantaseada
con el deseo del otro, y de d o u t des, de q u id p ro quo, de
dependencia recíproca entre el sujeto y el otro.
Identificación fantaseada hay siempre, incluso en los casos
más extrem os de sadom asoquism o. Am bos sujetos están no
sólo en todos los lugares de sus fantasías, sino que son la pro­
pia escena fantaseada, con una ilum inación que oscila de uno
a otro. D epend encia recip roca, psíquica y op eiacional: no hay
m asoquista sin sádico y viceversa. El deseo sádico excita al
masoquista, el deseo m asoquista excita al sádico. C onocem os
a esos p erson ajes sadianos que insisten en que sus víctimas
confiesen placer. De paso digamos que esto echa luz sobre el

143
Cjorncli <»s G asto ría d i s

absurdo que en trañ a plantear a! ‘'d eseo'’ com o casi soberan o y


solipsista <Lacan: “el falo desea y el su jeto dem anda”). Claro
que hay que distinguir entre d eseo y d em anda, p ero el deseo
d em an d a en la m ed id a q u e es d e p e n d ie n te . C om o d ecía
Fiera, el d eseo es tam bién, y p o r sobre codo, deseo del deseo
del otro, y en ese sentido d e p e n d ie n te del deseo del otro.
P ero en La psicosis el o tro, person al o im person al, es lite­
ralm en te im p la c a b le : exig e, p re sc rib e , c o n d e n a sin discu­
sión, sin n eg o cia ció n , sin ap elación p osible —y la o b ed ien cia
es esclavitud sin p lacer. El o tro se con vierte asi en lo separa­
d o y lo se p a r a d o r —roles qu e fin alm en te cum p lirá el propio
su jeto psicótico.
A la p reg u n ta de por qué está asi con stru id o, P iera res­
ponde: p orqu e al sujeto p sicótico se le h a h e c h o im posible
la d efen sa m ed ian te la causalidad fan tasead a (“La Filiación
p ersecu to ria ”, en U n in té rp re te ... p. 3 2 6 ) qu e p od ría atri­
buir el su frim ien to del su jeto a algún d eseo del o tro , u bicán ­
dolo de ese m od o en posición m asoquisra “n o rm a l”, si así
p u ed e d ecirse.
C reo qu e p or esta vía tam bién podem os en ten d er otro ras­
go im p resion ante, si no de toda psicosis, al m enos de buen
núm ero de casos: la obliteración de la d iferen cia en tre lo na­
tural (físico) y lo hum ano. Al con trario de lo que se ofrece a
una m irada superficial, en la psicosis n o se trata de anim ism o
generalizado, sino más bien de cosism o generalizado, com o se
ve en la esquizofrenia y tam bién, au nqu e con m enos nitidez,
en la paranoia. Cosismo que al m ism o tiem po es con d ición y
co m p o n e n te de la separación y exclu sión del psicótico. Los
demás hum anos, o los objetos persecutorios, no están verda­
deram ente anim ados, son entidades rígidas definidas por los
m andatos qu e em anan de ellas y p or la sim ple voluntad de
perjudicar y h a c e r sufrir al sujeto. En “La filiación persecutoria”
(p. 3 2 7 ), Piera h abla de la “bu rocracia de un p od er anónim o
o de ‘od ian tes’ ”. Yo diría de m alvivientes y m alh ech ores. De
a h íla ex tra ñ a sexualidad, o más bien la extrañ a actividad sexual
de los psicóticos, la helada facilidad del esqu izo frén ico, la au­
sen cia tó rrid a del p ara n o ico . El o tro , el c o m p a ñ e ro -n o es

144
H echo y p o r hacer

“'o bjeto” —en el sentido setentista de “m njer-ohjeio”—sino cosa


sexual, así com o la com ida no es alim ento sabroso o desabri­
do, provisto d e cu alid ad es cread oras d e p la ce r, sino cosa
com ible. /VIgo de eso hay en Sade, que a decir verdad es mu­
ch o más co m p lejo y h e te ro g é n e o , pero cuyo co m p o n e n te
psicótico no d ebería ignorarse: trato a los dem ás corno cosas,
cuantiftcacidn generalizada, com binatoria m ecán ica, negación
encarnizada de la distinción en tre naturaleza y hum anidad,
fuerte estereotip ia en la d escripción de m u jeres, órganos y
escenas, goce que adquiere visos de catástrofe natural y a ve­
ces coincide con ella, com o ocurre con Ju lie ta en Nápoles.
T erm in aré h acien d o un doble llam ado de aten ción .
En prim er lugar acerca de la universalidad de la teoría. Si
admitimos la extraord inaria creatividad psíquica, tal com o se
manifiesta en la psicosis, tendrem os que reco n o ce r tam bién
que en el m ejor de los casos una teoría podría construir tipos
ideales que ilum inaran la realidad e indispensables para p en ­
sarla, pero p o co o muy separados de ella según los casos. La
teoría de Fiera Aulagnier elucida de m odo adm irable aspec­
tos esenciales del proceso de creación d elirante, p ero no d e­
bería tom ársela (ni siqu iera con respecto a esqu izofren ia y
paranoia, a las q ue com o ella me referí co n exclusividad) com o
apta para respon d er a todos los casos. So b re todo sigue abier­
ta la cuestión de si los padres de veras fu eron com o postula la
teoría, o si sim plem ente fu eron construidos de ese m odo por
el sujeto (si form an parte de su propia con stru cción del m un­
do). En La Violencia d e la in terpretación F iera escribe que
sólo se pued e h a b la r de cond iciones necesarias p ero n o de
condiciones suficientes de la psicosis. Sin duda es una distin­
ción im portante (y siem pre olvidada p or psicoanalistas y de­
más practicantes de las “ciencias hum anas”) que elim ina cual­
quier pretensión en cuan to a una teoría de la causación de la
psicosis, que obviam ente d ebería brindar con d icion es necesa­
rias y suficientes. Pero tam poco es suficiente, com o dije an­
tes. En m uchos casos la clín ica nos lanza el d esafío de e n co n ­
trar “co n d ic io n e s n ece sa ria s”. M uchas veces ten em o s an te
nosotros a psicód cos (y m uchos niños auristas) cuyos padres

145
C o rrí elius C asioriadis

n o resp o n d en a nin gu na d escrip ción estándar. Y creo que


Fiera Lo adm itiría fácilm ente.
El segundo llam ado de atención se refiere a la exhaustividad
de la teoría. Tam bién en este aspecto Fiera Aulagnier form u­
la en m ayor o m en or grado las reservas que se im ponen ( ibíd).
H ablar com o ella de la extraordinaria actividad del pensam ien­
to delirante significa renu nciar a “explicar” partes esenciales
del contenid o del delirio, así com o nosotros tratamos de ha­
cerlo, con m ayor o m en or éxito, acerca del con ten id o del sue­
ño “n orm al” o neurótico. E incluso adm itir que com o tal, y en
su especificidad, dicho contenido resulta casi siem pre incom ­
prensible. D ecir que se lo podría en ten d er no sólo significa­
ría p od er en u m erar de m anera exhaustiva las cond iciones ne­
cesarias y suficientes de su producción, sino tam bién com par­
tir las significaciones y el m undo de significaciones del que
surge. Esto nunca es totalm ente posible. El tratam iento psi-
coan alítico de la psicosis no está de más, muy por el contrario,
pero no pasa ni puede pasar por esa com prensión com pleta
del con ten id o delirante.
Para term inar, voy a ilustrar lo anterior con un ejem plo real.
U na esquizofrénica internada desde hace m ucho, a quien atendí
dos veces p or sem ana y con quien hicim os un buen tramo del
cam ino, me contó una vez un recuerdo que le resultaba espan­
toso. Años atrás había ido a un hotel a hacer el am or con su
pareja de entonces. Pero fue im posible y hasta horroroso por­
que, según me contaba, “las sábanas estaban tan azucaradas que
quem aban”. A mi pregunta, admito que estúpida, sobre cóm o
las sábanas podían estar azucaradas y por qué eso las hacía que­
mar, ella m e contestó con ju sta razón y tono de gran filósofo
que rep ren d e a u n alum no retrasado: “Señ o r Castoriadis, si
usted nunca hubiera soñado, ¿podría yo explicarle qué es un
sueño y que es soñar?” E n esa respuesta vemos el genio que
tanto adm iraba Fiera en el esquizofrénico, y que en efecto a
veces puede rivalizar con el de u n Em anuel Kant.

146
PASIÓN Y C O N O C IM IE N T O '

T o d o aquello que en lo que llamamos pensam iento no esté


form alizado o sea form alizable, vale d ecir asim ilable a un ju e ­
go m ecán ico (según la tesis de C hurch) h ace ju g a r al mismo
tiem po a la im aginación y la pasión hum anas.
Sobre im aginación ya escrib í m u ch o , 1 por eso m e lim itaré
a recordar lo esencial- En am bos extrem os del conocim iento,
pero tam bién en el m edio, se m antiene la potencia creadora
del ser hum ano, es decir la im aginación radical. Ella es la que
presenta un m undo ex tern o form ado así y no de otro m odo;
la que crea los axiom as, postulados y esquem as fundam enta­
les que subtienden la constitución del con ocim ien to; ella, por
últim o, la que brinda las hipótesis-m odelos y las ideas-imáge­
nes que alim entan a toda percepción y elaboración. Pero esa
im aginación, de por sí y en sus modos operativos esenciales, lo
mismo que el im aginario social que correspond e al nivel his-
tórico-social com o creació n del colectivo anónim o, no está for­
malizada ni es form alizable. P or supuesto, com o todo lo que
existe, siem pre con tien e una dim ensión conjuntista-identitaria
que p o r razon es de brevedad llam am os c n sfd ic a r P ero lo

• Conferencia pronunciada en el verano de 1991 en el marco del Festival de Spoleto


(publicada en Diogéne N° 160 de octubre-diciembre de 1992) y en mayo de 1996 en
Buenos Aires en el seminario “El imaginario social y el sujeto”, coordinado por
Femando Urribarri, en la Universidad de Buenos Aires.
1. Ver “El descubrimiento de la imaginación” (1978), en Las Encrucijadas del laberin­
to. II, Dominios del hombre. Gedisa, y en este volumen. “Imaginación, imaginario,
reflexión", p. 267.
2. Sobre ese término, ver por ejemplo “La lógica de los magmas y la cuestión de la
autonomía", en Dominios del hombre, op. ciL

¡47
C ornelius Cas ¡orí:idis

esencia.] 310 son esas operaciones n i sus resultados, com o tampo­


co lo son en una fuga ele Bach las relaciones tonales aritméticas.
¿Por q u é una com p u tad o ra n o puede rem p la z a ra la m en te
hum an a? P o rq u e n o tiene im a g in a ció n , y p o r lo ta n to n o
puede ni ir más lejos ni ponerse más a c á de las reglas qu e la
h acen fu n cio n a r (a m enos que se lo h u b ieran esp ecificad o
com o regla, en cuyo caso obviam ente le sería im p o sib le plan­
tear una nueva regla capaz de co n d u cir a resultados sensa­
to s), Y p o rq u e c a re c e de pasión es incapaz de cam b iar brus­
cam en te de o b jeto de investigación p o rq u e una idea hasta
en to n ces in so sp ech ad a la en a m ó re e n m ed io d el cam in o .
N inguno de esos déficits puede colm arse con fu n cio n a m ien ­
tos aleatorios.

L a p a r a d ó jic a r e la c ió n e n t r e p a s ió n y c o n o c im ie n t o

E n una prim era ap ro xim ación p a re ce absurdo ju n t a r dos


térm inos que co m o pasión y c o n o cim ie n to p a recen exclu ir­
se de m a n era total. U na p erso n a m e d ia n a m en te ed u cad a,
apoyada adem ás p o r la m ayoría de los filósofos, afirm aría tal
vez que sem eja n te relación sería negativa, ya qu e la pasión
(así co m o la im ag in ación , la “lo c a de la casa”) p ertu rb a o
corro m p e ese trab ajo de c o n o cim ien to que exige del sabio
frialdad y d esp ren d im ien to. S ería fácil co n testarle qu e cual­
quier gran em presa de co n o cim ien to se mueve a fuerza de
pasión y ab sorción tiránica por un solo ob jeto . Y esto desde
A rq u ím ed es, asesinad o p o r n eg arse a d estru ir sus círcu lo s
de aren a, hasta la febril escritu ra co n que Evariste Gaulois
volcó en el papel sus teorem as la n o c h e a n te rio r al du elo
fatal. N uestro h ip o tético p ero p ro b ab le in terlo cu to r pod ría
resp on d ern os que él no apuntaba a la pasión del c o n o cim ien ­
to en sí m ism a, referid a al o b jeto de co n o cim ien to o la ver­
dad, sino a pasiones extrínsecas e im puras com o la envidia,
el od io, el resen tim ien to , el a m o r al d in ero , al p o d er y la
gloria; y so b re todo quizá a ese egoísm o del investigador que
se ex tien d e a “sus” ideas y resultados.

148
H e c h o y p o r ha ce r

R ecord and o a H egel, podríam os contestarle que com o en


cualquier otro, tam bién e n ese terreno la astucia de la razón
sabe pon er a su servicio las pasiones m enos nobles. ¿Cuántas
veces rivalidades de turbios orígenes entre m aestros o escue­
las (Newton y Leibniz, K ro n eck cr y C antor...) h abrá ju g ad o
u n papel prepond erante en el desarrollo del conocim iento?
¿Q uién se atrevería, sobre todo hoy, a sostener que la pasión
del poder, la fam a y el d inero a cualquier precio, no son po­
derosos estímulos a la investigación científica, com o lo dem ues­
tra co n abundantes ejem plos la verdadera afición con tem p o­
rán ea a la prioridad?
Podem os y debem os sum ergirnos en un estrato más pro­
fundo, dándole un sentido más riguroso al térm ino pasión.
Siguiendo a Piera A ulagnicr ,3 direm os que hay pasión cuan­
do el objeto de placer se transform a en ob jeto de necesidad.
E n otras palabras, cuando al sujeto no pueda faltarle el objeto
ni tam poco co n ceb ir la vida sin posesión, absorción y persecu­
ción. En definitiva: la id entificación co n el objeto de pasión
convertido en apuesta de vida o m uerte. ¿Existe esa relación
en el terreno del con ocim ien to? Claro que sí. No sólo nos lo
m uestra la experiencia, sino por así d ecir consideraciones a
p rio ri que nos obligan a adm itir que no puede h aber obra no
rutinaria de con ocim ien to sin pasión así definida, sin dedica­
ción total del sujeto a su o b jeto. Ahora bien , ¿de qué o b jeto se
trata en el caso del conocim iento?
E l conocim ien to em pieza por la interrogación: ¿qué es...?;
¿por qué?, pero recién se vuelve conocim iento, aun en el caso
de la filosofía, cuando arriba a ciertos resultados. Hay que in­
sistir en este punto, sobre todo en una época en la que no se
h a ce m ás q u e h a b la r d e in te rro g a n te s, in d e te rm in a c ió n ,
d econ stru cción y pensam iento débil.
¿Qué cosa inviste la pasión de conocer?
L a prim era respuesta que surge es: la verdad. Y no es n e­
cesario en trar a discutir qué es la verdad desde el pu nto de

3. Piera Aulagnier, Los destinos del placer, Paidós.

149
C o rn e liu s Czscoriadis

vista niosófico para afirm ar, en una prim era aproxim ación ,
qu e la verdad tien e que ver con los resultados del co n o cer.
Aquí' es d o n d e rea p a recen las paradojas. L a pasión p or la
verdad no puede separarse de la pasión por los resultados
en que esa verdad se en ca rn a o p arece en carn arse para el
investigador, el cien tífico y el pensador. Claro que la verdad
puede llevarlo, com o ocu rre la m ayoría de las veces, a que­
darse fijado a esos resultados (suyos) con los que se id entifi­
ca p oco o m ucho, al p u m o que cuand o se los cuestiona pue­
de sentir que se está cu estion an d o su propia id entidad, su
p ro p io ser. El narcisism o del su jeto n ecesariam en te se ex­
tiende hasta en g lo bar —y no sólo en el terren o del co n o ci­
m ie n to - los prod uctos clcl su jeto, ele a h í en más o b jeto de
una investidura categ órica e in con d icion al.
Sin em bargo esa investidura, que transform a a la verdad en
objeto poseído, y que sobre todo en filosofía, pero no exclusi­
vam ente, se convierte en adhesión al sistema, es contradicto­
ria con el motivo y el m otor iniciales de la búsqueda de la
verdad. P o r lo tanto n o le queda más que d eten er el movi­
m iento de la interrogación prohibiénd ole rem itirse a sus re­
sultados, y sobre todo a los postulados que los hicieron posi­
bles. Esa es u na de las rafees de dogmatismos y fanatism os en
el ám bito del conocim iento.
Existe una salida a este dilema:
-apasionarse p or esos resultados sin los cuales la verdad si­
gue siendo un espectro (o, en el m ejo r de los casos, una idea
kantiana reguladora con sus correspondientes antinom ias) aun
a riesgo de quedarse fijado a ellos;
-¿apasionarse p or la búsqueda de la verdad m isma, y en
con secu en cia por la interrogación ilimitada, a riesgo de olvi­
dar que a falta de algunos puntos fijos quedaría suspendida
en el aire?
La respuesta es múltiple. En el plano filosófico im pone una
novedosa idea de la verdad com o relación abierta de una inte­
rrogación y sus resultados, com o movimiento sui generis que va
y viene en tre procesos y estaciones, entre búsqueda y encuen­
tro (“correspon d en cia”). E n el plano psicoanalítico o b lig a a

150
H e c h o y p o r hacer

adm itir un tipo de investidura singular e históricam ente nue­


vo, la investidura de sf com o fuente creadora y de la actividad
de p en sam ien to en sí m ism a .4 ¿En que' co n d icio n es puede
investirse el c o n o ce r com o proceso y actividad y no sim ple­
m ente com o resultado? ¿Y en qué medida puede u no investirse
a sí mismo com o origen y actor de ese proceso?

A s p e c to s filo s ó fic o s

“Si ustedes m e dijeran: Sócrates, te liberam os a condición


de que aband ones esa búsqueda y no filosofes más, yo les diría
que no dejare de filosofar... la sida sin exam en no es visible (o
ele a n exetastos bios ou biótos ) . ” 5 Sin duda Sócrates m uere en
función de varios factores y motivos, pero sobre todo porque
exam en e in terrogación se transform aron en su objeto pasio­
nal, ése que de faltar hace que la sida n o m erezca ser sisida.
Subrayém oslo b ien : Sócrates no habla de la verdad; ju stam en ­
te él que siem pre proclam ó, tal vez con ironía, que lo único
que sabía con certeza era que nada sabía. El habla de exetasis,
exam en, indagación. Las dos fibras que hem os despejado se
distinguen co n claridad: la pasión que hace que su objeto val­
ga la vida; la naturaleza de ese objeto, n o com o posesión sino
com o búsqueda e indagación, com o actividad exam inante.
E n el Fe.dro y so b re tod o en el B a n q u e te , en b o ca de
Diótim a, P latón pone la pasión am orosa - e l E ro s- en el fun­
dam ento del co n o cer y de todo lo que verdaderam ente valga
la vida hum ana. A ristóteles com ienza la M etafísica con su fa­
moso “T od os los seres hum anos por su naturaleza desean el
saber”. Asom broso contraste con los tiem pos m odernos, ya que
excep tu and o a Spinoza, para quien el con ocim ien to de ter­
cer género, la intuición verdadera, es a m o r D ei intellectualis,

4. Ver mi texto "Epilegómenos a una teoría del alma que ha podido presentarse como
ciencia” (1968). en Psicoanálisis: proyecto y elucidación, Nueva Visión.
5. Platón. Apología de Sócrates, 29c-d. 38a. Sócrates considera dos veces en el
citado texto el caso de que le ofrecieran el sobreseimiento (o el exilio) a condición de
quedarse tranquilo, y en ambos casos se niega.

151
Cornelius Casioríadis

amor intelectual a la sustancia (y conviene h acer n otar que el


término intellectu a lis atenúa de m odo singular a la palabra
arriar), vem os que desde D escartes a Husserl y H eidegger, sin
olvidar la filosofía anglosajona, c o n o ce r se vuelve un asunto
estrictam ente intelectual. Cosa que vamos a ilustrar con el solo
ejem p lo del gran Etnanuel Kant.
Sabem os que Kant plantea la cuestión de “los intereses del
ser h u m an o" d esp legán d ola en tres m om en tos: q u é p u ed o
con ocer, qué debo hacer, qué m e está perm itido esperar. La
inm ensa elaboración del prim er m om ento se convierte en una
indagación acerca de lo que él denom ina las con d icion es tras­
cendentales del con ocim ien to . En otras palabras, se trata de
la pregunta: ¿cóm o son posibles ju ic io s sintéúcos a p rio ri (vale
decir ju icio s necesarios y no tautológicos)? Desde el punto de
vista que aq u í nos im porta, el resultado de la ind agación es la
construcción de un ego trascendental donde la im aginación
ju eg u e algún papel. P ero ese papel, subordinado a los requi­
sitos de un c o n o ce r firm e, consiste en la perp etu am en te in­
m utable producción de form as dadas de una vez y para siem ­
pre. Al mismo tiem po, y p o r construcción necesaria, ese ego
trascendental está totalm ente desencarnado, no som ática, sino
psíquicam ente. Es una m áquina m ental, una especie de com ­
putadora, diríam os hoy. En realidad son dos, y no u na sola
com putadora, que n o se com u nican en tre sí. Kant establece
un clivaje abismal en tre sujeto trascendental y su jeto psicoló­
gico. Del prim ero se supone (se postula) que fu n cion a co n el
único requisito de producir ju icio s a priori. El segundo está
som etido a las leyes de la psicología em pírica, y por lo tanto
em ite ju icio s n o motivados pero sí determ inados (en el senti­
do de las ciencias naturales) por causas psíquicas. Pese a algu­
nas expresiones kantianas referidas al esquem atism o com o una
“fuerza oculta en las profundidades del alm a hum an a”, ni si­
quiera puede d ecirse qu e para él esa alm a esté escindida en
dos: más bien h abrá que decir que está toda del lado del m ero
h ech o (y som etida a la cuestión q u id facci), m irando sin espe­
ranzas h acia ese otro borde del abism o donde brillan el requ i­
sito trascendental y la Id ea de una pu ra m oralidad (los únicos

152
¡S %\B '>
H e c h o y p o r hacer
V í 's

capaces de responder a la cuestión q uid juna). F.n todo casby-~ -


hay escisión en tre una co n cien cia trascendental (o razón prác­
tica), que no se sabe si rep resen ta un puro deber ser inaccesi­
ble (en cuyo caso quedam os a m erced del relativismo empi-
rista), o la realidad efectiva del “nosotros los hom bres”, wir
M en sch en (con lo cual quedaríam os en ton ces com pletam en­
te afuera d e la naturaleza) —y la psique em pírica, que aunque
diga la verdad (o haga el b ien ) sólo puede decirlo (o h acerlo )
por malas razones (em píricas o im pu ras). En todo caso, en el
cam po del co n o cim ien to esa alm a em pírica sólo p odría ser
fu en te de p ertu rbaciones y erro res. Por ejem p lo, cuando la
“im aginación em pírica”, o p eo r todavía, las pasiones, in terfie­
ren (nos gustaría saber có m o ) con el fu n cion am ien to de la
co n cien cia trascendental.
Para h acer corta una discusión muy larga, tendrem os que
lim itarnos a algunos asertos qu e espero al m enos h ab er aclara­
do a través de lo dicho hasta aquí.
A nosotros nos im porta el con ocim ien to efectivo de sujetos
efectivos, y no un espectro trascendental ni una idealidad in­
accesible. Paradoja sólo a p aren te, la preocupación exclusiva
p o r esta últim a co n d u ce d ire cta m en te al escepticism o y el
solipsismo.
Esos sujetos efectivos son siem pre sujetos históricos-socia-
les. Su socialidad e historicidad n o son escorias, accidentes u
obstáculos, sino cond iciones positivas esenciales de sú acceso a
cierto con ocim ien to . Y ello p orqu e n o hay pensam iento sin
lengu aje y porqu e el lenguaje existe únicam ente com o insti­
tución histórico-social.
Esos sujetos efectivos son tam bién sujetos en el pleno senti­
do de la palabra, no m eros productos de las cond iciones histó-
rico-sociales sino sujetos para sí y por sobre todas las cosas
psiquismos hum anos.
Demos un paso atrás. ¿C uáles son no las con d icion es de
posibilidad, sino los com p o n en tes de efectividad requeridos a
fin de que cualquier ser para sí (desde la bacteria al hum ano)
exista y em prenda una actividad cualquiera?
La existencia efectiva de un para sí im plica que éste:

153
C o rn e liu s C ascan aeiis

-se c re e un m un d o p ro p io, se u biq u e en él e in tera cu íe


m ín im am en te c o n el sustrato de ese m u n d o según los modos
que le sean dictados p o r la con stitu ción d e su m undo propio;
-persiga cierto s objetos y huya de otros, ya qu e de otro m odo
dejaría de existir;
-evalúe positiva o negativam ente los o b jeto s y resultados de
sus actividades.
T ra d u cid o al len g u aje de la psique h u m an a, esto q u iere
decir que la psique d eb e crearse u na im agen del m u n d o y de
su lugar en él. D eb e d esear y detestar, sen tir p lacer con los
objetos que d esea y displacer co n los que detesta.
Pero la psique sólo puede existir si está socializada. Esto quiere
decir que en lo esencial recib e su im agen del m undo y de si",
sus objetos de investidura, sus criterios de evaluación y sus Fuen­
tes de p lacer y displacer de la sociedad donde se encuentra.
Im ágenes, objetos y criterios son apasionadam ente investidos
tanto p o r la psique singular com o por el colectivo social en el
que está inm ersa, y sin esa investidura n o existirían ni una ni
otro. Estas con sid eracion es n o son ni em p íricas ni trascen d en ­
tales, sino q u e p erten ece n a la on tolo g ía del ser h u m an o, in­
dividual y colectivo, y a su relación con el m und o qu e crea y
h ace ex istir h a c ié n d o se ser. Este ser y esa re la c ió n existen
ú nicam en te co m o histórico-socialcs y ésa es la dim ensión cen ­
tral de todas estas cuestiones. A hora vamos a ab ord ar breve­
m en te u n o de sus aspectos.

C re e n c ia , c o n o c im ie n t o , v e r d a d

Esa apasionada investidura de la im agen de s í y del mundo


de la que hablam os, todavía n o se relacio n a de por sí co n nin­
gún co n o cim ie n to . P erten ece al terren o de la c re e n cia , y la
creen cia an d a por todas partes d ond e haya ser h u m ano, tanto
individual com o colectivo. Es im posible vivir sin u na creencia
pragm ádea en el curso regular de las cosas y en el ser así del
m undo. Sin duda com p aram o s esa c re e n c ia co n tod o ser vi­
viente —aunque seam os los únicos en quienes sea más o m enos

i 54
H e c h o y p o r hacer

explícita y con creta. Pero e n los hum anos esa creen cia va m u­
ch o más allá del ser perceptible de las cosas del m undo y sus
relaciones . 1 T am b ién y por sobre todo es creen cia en las signifi­
caciones que m an tien en unido al m undo, la sociedad y la vida y
m uerte de los individuos. L a creen cia es la contrapartida subje­
tiva de la institución im aginaria de la sociedad. E n su casi totali­
dad, sus contenid os (u objetos) son de origen y naturaleza so­
cial. Son individuales sólo e n form a marginal y accidental, en la
m edida en qu e d ep en d an de la ex p erien cia individual y las
idiosincrasias. P or eso son incuestionables casi siem pre y en to­
das partes. Podem os cuestionar hechos m ateriales, p ero nunca
las significaciones im aginarias de la sociedad. 1 .a institución de
la sociedad siem pre se fundó y fue sancionada en y a través de
la religión, en el sentido am plio de la palabra ,6 y ningún cre­
yente pone en duda los dogm as de su religión. Incluso en so­
ciedades más o m enos libres de influencias religiosas, com o al­
gunas de las con tem porán eas, es enorm e la cantidad de ideas
que un ciudadano norm al n o pensana ja m á s en p on er en duda.
C ree en ellas, sin siquiera saber necesariam ente que cree, por­
que en realidad cree que sabe.
En sentido estricto, qu e es el único que a q u í nos im porta,
el co n o cim ie n to em p ieza cu an d o se em p ren d e un p ro ce so
de in terro g ación e ind agación que cuestione las creen cias de
la u'ibu y abra u na b rech a en el nicho m ctafísico que la colec-
úvidad constituyó para sí. El co n o cim ien to está n ecesariam en te
apoyado en la creen cia . C om o señalan B o h r y H eisen berg, las
rarezas de la reladvidad g en eral y la teo ría cuántica su p on en
el m undo de la ex p e rien cia com ú n y deben ser confirm adas
en él. P ero el co n o cim ien to tam bién cuestiona la creen cia , y
por regla gen eral subvierte las significaciones y el sistem a de
donación de sentid o establecidos.
S eg u ram en te, la d istin ció n n o siem p re es tan ta ja n te en
la efectividad h istó rica, y existen zonas in term ed ias e n tre los

(a) Por eso desborda y condiciona ampliamente la “te perceptiva" de Merleau-Ponty.


6. Ver mi texto "Institución de la sociedad y religión” (1982), en Dominios del hombre.

155
O o m eli lis O rs ío ria a ’ís

dos. Por lo m a r e l eje m p lo m á s e lo c u e n te , en las tres relig io ­


n es m o n o teístas el c o n te n id o de las creen cia s p u ed e se r o b ­
je t o de una in te rro g a ció n - p o r lo g e n era l Tcfcrida al ‘V erd a­
d ero s e n tid o ” de los textos sag rad o s— q u e a lim e n tó largas
disputas eru d ita s (y g ran ca n tid a d de m asacres ta m b ié n ).
Pero esa in te rro g a c ió n se ve n ece sa ria m e n te lim itada, en el
sen tid o m a te m á tic o d el té rm in o , y n o d eb e lleg a r h asta el
postu lado de la v erd ad ú ltim a e in d iscu tib le, p o r revelada,
de dich os te x to s . 7
C re e n cia y c o n o c im ie n to so n c re a c io n e s de se re s p a ra s í
—seres vivos, p siq u e , so cie d a d —. P e ro esa c r e e n c ia se e sta ­
b le ce en la cla u su ra , y basta con q u e le p erm ita al p ara si-
co n sid era d o e x istir en el m u n d o , ya q u e ella con stitu y e su
m ed io vital. P o r eso es q u e, de m a n e ra total en el sim p le
viviente, y en los h u m an os en su p arte in stru m en tal, de un
m odo u o tro la c re e n c ia d eb e ad ecu arse a lo e x isten te. P ero
esta ex ig en cia cesa cu an d o co n sid era m o s la p arte verdade­
ram en te im p o rta n te de las c re e n c ia s h u m a n a s —su p arte im a­
ginaria, la que tien e qu e v er co n la sig n ifica ció n . P ara ésta, la
ú n ica e x ig en cia im p o rta n te es la clau su ra del sen tid o , la “ca ­
p acid ad ” de re sp o n d e r a cu a lq u ier p re g a n la qu e p u ed a su r­
gir en la so cied ad con sid erad a.
Esa clau su ra es ro ta p o r la in terro g a ció n y el p ro ceso de
c o n o c im ie n to , de p o r sí so m e tid o a o tra e x ig e n cia : lo g o n
didonai, d ar cu en ta y razón y rehusarse a todo lo que se sus­
trae de la cu estión . E sa lim itación se d etalla en dos ex ig en ­
cias: co h e re n c ia in tern a y en cu e n tro con lo existente. D e por
sí, am bas exig en cias desp iertan nuevas cuestiones. Y sólo p or
esa razón es in term in a b le la in terro g a ció n .
La m an era en que esa actividad p u ed e ser investida p or el
sujeto, y el sen tid o que tiene para la psique, son el tem a que
vamos a tratar a con tin u ación .

7. Por eso Agustín (Conlesiones, XII, XVL) acepta discutir con todos los posibles
oponentes, pero no con quienes niegan la autoridad de las Sagradas Escrituras.

156
H ech o y p o r hacer

Asp c e ro s p sic o su i a lític a s

Esas actividades psíquicas p ecu liares q u e son c re e r, p en ­


sar y c o n o c e r d eb erían ser un o b je to d e p reo cu p a ció n c e n ­
tral e n la te o ría p sico a n a lítica , ya que d esp ués d e todo se
trata de los presup uestos m ism os de su ex isten cia . Sin em ­
b arg o, Freu d se ocupó p oco de elu cid arlas, y así sigue pasan­
do co n sus su ceso res .89
E n una prim era con cep ción , (T re s Ensayos sobre la teoría
d e la sexu a lid a d ,# Freud invoca una pulsión de saber, W isstrieb
—cuyo cstatuLo adm itam os qu e es al m enos ex tra ñ o —. Según
escribe Freud en 1915 (T iie b e u n d T iiebschicksále ) , la pulsión
es "la fron tera en tre lo som ático y lo psíquico”: necesariam ente
tien e u na "fu e n te som ática” y u na “d eleg ación ” en la psique
por m edio de una rep resen ta ció n ( V o rstcllungsrcpriisentanz
des T ric b e s ). Es difícil e n te n d e r cuál p o d ría ser la "fu e n te
som ática” de u na “pulsión de saber”. Recordem os que en 1907
Freud todavía n o tenía elaborada una teoría de las pulsiones, y
que tanto en los Tres Ensayos com o en Las Teorías sexuales in­
fantiles de lo que se trata es de la curiosidad sexual infantil. Des­
de luego, esto le brinda a dicha “pulsión” cierta respetabilidad

8. Está excluido considerar aquí la literatura psicoanalítica secundaria sobre el


tema, que por otra parte tampoco aportó nada novedoso. Una notable excepción
son los trabajos de Piera Aulagnier. Ver sobre todo, además del libro citado en la nota
3, La Violencia de la interpretación, París, PUF, 1975, y Un intérprete en busca de
sentido, París, Ramsay, 1986.
9. Gesammelte Werke, V., pp. 95-97: Standard Edition, Vil, pp. 194-197. De hecho y
como sabemos (cf. la Editoós Note, p. 126, S.E., Vil), la sección sobre las teorías
sexuales infantiles de los Tres Ensayos fue agregada en la edición de 1915. Pero ello
en nada cambia el argumento del texto, pues el añadido retoma en su esencia un texto
de 1907, Über infantile Sexualtheoríen (G.W., Vil, pp. 171-188; S.E., pp. 207-226),
agregándole la noción y el término de Wisstrieb, del que se dice que “no puede ser
contado entre los componentes pul3¡onales elementales ni ser subordinado exclusi­
vamente a la sexualidad", sino que “corresponde por una parte a una forma sublimada
de dominio, y por otra parte trabaja con (utilizando) la energía [libidinal] del placer de
ver [o deseo de ver, Schaulust), G.W., p. 95. En Freud, la cuestión de la pulsión de
saber o de la pulsión de investigación, de su naturaleza y sus objetos privilegiados
(tan pronto la pregunta “¿de dónde vienen los niños?” como la de “ ¿cuál es la diferen­
cia de los sexos?") y del desarrollo de esas nociones en la historia de su pensamien­
to, merecen un largo examen que no podemos emprender aquí.

157
Cornelius Castoriadis

psic«analítica, pero no perm ite fran qu ear el enorm e paso que


separa a la curiosidad sexual infantil de la religión, las teorías
cosm ológicas o los teorem as de los núm eros primos. ¿Por que
las vacas no tienen religión - o por qué en general los anim ales
sexuados n o producen teorías sexuales infantiles y hasta pare­
cen carecer de toda curiosidad al respecto, llegando en gene­
ral directam ente a la meta? Sin duda la respuesta sería - o en
todo caso d eb ería ser— que la función sexual de los anim ales es
plenam ente “instintiva”, vale d ecir con vías y m etas predeter­
minadas, constantes, firm es y funcionales, m ientras que en los
hum anos n o se trata de “instinto” sino de una “pulsión”.
¿Qué d ecir de esta d iferen cia que después de todo en la
óptica freudiana rige la d iferen cia en tre anim alidad y hum a­
nidad? Ni el texto de 1915 ni los otros en fren ta n n u n ca esta
cuestión de m an era directa. Más bien p u ed en verse en Freud
m últiples esbozos de respuesta y cierta evitación clcl p ro b le­
ma. E n u no de los extrem os se ubica la tesis “biologista” que,
llevada hasta su lím ite, b o rra ría la d iferen cia. Es c ie rto que
Freud no lo h a c e , p ero c a b e p re g u n ta rse q u é lo em p u ja a
ex ten d er la lu ch a de E ros y T án atos a todo el rein o viviente y
sobre todo a c re e r en co n tra r la pulsión de m uerte en los or­
ganism os m ás e le m e n ta le s . 10 En el o tro ex trem o se sitúa la
con fesión varias veces reiterad a de que n o co n o cem o s nada
de esa cualidad esencial de al m enos una parte de los fen ó ­
m enos psíquicos hum anos: la cualidad con cierne. P or m om en ­
tos la invocación a “nuestro Dios L ogos” ( El P o rven ir d e una
ilu s ió n ) h a c e p e n s a r e n la p o s tu la c ió n d e u n a tr ib u to
irred u ctib le del h u m a n o qu e sería la racio n alid ad . P ero es
o b río que ni la racio n alid ad im p lica c o n c ie n c ia (cu a lq u ier
depredador actú a de m an era racio n al) ni la c o n cien cia im pli­
ca racionalidad (co m o lo dem uestra la más sum aria observa­
ción del com portam ien to hum ano, tanto individual co m o co ­
lectivo). El m ito fundador de T ó te m y T abú podría d ar cuenta

10. Ver por ej. G .W . XIII, 269 (Das Ich und das Es), XIV, 478 (Unbehagen in der
Kultui), XVI, 22 (Warum Krieg) y 88 (Endliche und unendliche Analyse)':

158
H e c h o y p o r hacer

en todo caso del orig en de u na creen cia “religiosa” especifi­


ca, pero no de la co n cien cia , la racionalidad explícita o la ac­
tividad co g n o scien te. D e p o c o sirve agreg ar que es casi im­
posible vincular el m ovim iento del con ocim ien to con el otro
“in stinto”, el de conservación (tam bién universal en el vivien­
t e ) , n i s iq u ie r a a d o s á n d o le a lg u n a “r a c io n a l id a d ”
g en éticam en te su p erior en el h um ano, ya que en el m ejo r de
los casos ésta llevaría nada m ás qu e al crecim ien to de un saber
p u ram en te fu n cio n a l e in stru m en tal, som etid o a la satisfac­
ció n de “n ecesid ad es” siem pre idénticas.
Es im portante insistir en el tem a d entro de los parám etros
planteados p or Ereud. ¿Por qu é habría —y de h ech o y en efec­
to h a y en las crías hum anas u na curiosidad sexual ausente en
los cach orros de otros m am íferos? ¿Y por qué con d uce a las
extravagancias de las teorías .sexuales infantiles? D aría risa p re­
ten d er que la causa es el “se c re to ” de las actividades sexuales
parentales en los hum anos. La observación de las actividades
sexuales an im ales por parte de los niños fue regla en todas las
s o c ie d a d e s h u m a n a s , c o n ( la d u d o sa ) e x c e p c ió n d e las
nurseries victorianas de las capas sociales favorecidas. La “cu­
riosidad sexu al” sólo podía dar lu gar a investigaciones en fun­
ció n de otro fa cto r que tratarem os enseguida.
S in e m b a r g o , p o d r ía m o s d e c ir q u e d e m a n e r a ca si
involuntaria Ereud o frece el m arco d entro del cual reflexio­
n a r acerca de n u estro tem a.
E scrib í recién que Ereud n u n ca en fren ta d irectam en te la
cu e stió n de la d ife re n c ia e n tr e an im alid ad y h u m an id ad , y
es así. P e ro si el te x to d e 1 9 1 5 so b re “Las p u lsion es y sus
d estin o s” es c o rre cta m e n te en ten d id o (cosa que hasta a h o ­
ra n o o cu rrió ) se verá q u e b rin d a un esbozo de respuesta. La
pu lsión, cuya fu e n te es so m ática, pero qu e para h acerse o ír
p o r la psique d e b e h a b la r su le n g u a je, in d u ce en e lla u n a
rep resen ta ció n qu e h ace las veces de d elegad o o em b ajad o r
( V o rstc lh m g sre p rá sc n ta n z d e s T ríeb cs). H asta a h í n in g u n a
d iferen cia co n u n a psique an im al. La d iferen cia ap a re ce al
co m p ro b a rse (co sa q u e F re u d n o h ace porqu e en ese m o­
m en to no es su tem a) que d ich a representación es con stan te

159
C o r rí si tus Cascoríadis

en el an im a l y v ariab le en el h u m a n o . S in te m o r a eq u iv o­
ca rn o s p o d em o s a firm a r q u e e n cad a e sp ecie a n im al la re­
p r e s e n ta c ió n “re p re se n ta tiv a " de la p u lsió n es fija , d e te r­
m in ad a y ca n ó n ic a . La e x c ita c ió n sexual es provocada en cada
caso p o r las mismas representaciones estim ulantes, y en su esen­
cia el desarrollo del acto escá estandarizado. (Cosa que tam bién
podríam os d ecir de las necesidades nutricion alcs, e tc .). Y si bien
hay excepcion es, en realidad se trata de excep cion es o aberra­
ciones. Pero p o r así decirlo, en los hum anos la ex cep ció n es
regla. E n térm inos psicoanalfucos, no hay rep resen tan te can ó ­
n ico de la pulsión a través d e la esp ecie, ni siqu iera para el
m ism o individuo en circunstancias o m om en tos distintos.
A la p reg u n ta de por qu é la d iferen cia es fácil co n testa r
qu e la fu n c ió n rep resen ta tiv a —c o m p o n e n te e s e n c ia l d e la
im agin ación — le brin d a al anim al siem pre los m ism o produc­
tos, m ientras qu e en el hum ano siem p re está suelta, liberad a
o en lo q u ecid a, com o se quiera. El viviente eri g en eral posee
una im agin ación funcional con los pro d u ctos fijos, m ien tras
que el hum an o tiene u na im ag in ación d esfu n cion alizad a a los
productos ind eterm inados. E n el h u m a n o , esto c o rre p a re jo
con otro rasgo decisivo: el p lacer de rep resen ta ció n tien d e a
p re d o m in a r resp ecto al p la ce r de ó rg a n o (u n a en so ñ a ció n
pu ede ser tanto o más fu ente de p la cer que un c o ito ). A su
vez este h e c h o es co n d ició n n ecesa ria (p e ro n o su ficie n te )
del su rgim ien to de otro p ro ceso ca ra cterístico de los hu m a­
nos (y al qu e F rcu d le re co n o ce a la vez im p o rtan cia y oscu ri­
d ad ): la su blim ación. Para el ser h u m a n o son fu e n te de pla­
c e r (y capaces de d om inar sus n ecesid ad es biológicas e in clu ­
so op onerse a su sim ple con servación ) investiduras de o b jeto s
y actividades q u e n o sólo no p ro cu ra n ni p o d ría n p ro cu ra r
nin gú n p la ce r de órgano, sino cuya crea ció n y v alo ració n es
social y su d im en sión esencial n o p e rc e p tib le ." 1

11. Ver mi libro La Institución imaginaria de ¡a sociedad, París, Le Seuil, 1975,


capituloVI, en particular, pp. 420-431; “El estado del sujeto hoy". El Mundo fragmen­
tado, op cit., pp. 189-226; y “Lógica, imaginación, reflexión", citado en dota 1.

i 60
H e c h o y p o r h a ce r

Esta elucidación puede y d ebe com pletarse a partir de otro


elem en to ya despejado p or Freud en los Tres Ensayos . el deseo
de “d om inio” de la realidad (y del propio cu eip o del su jeto).
¿Cuáles son el estatuto y el origen de ese deseo de dom inio, y
cuál su relación con la curiosidad sexual? La respuesta a estas
dos preguntas nos lleva a aband onar a Freud, aunque sin trai­
cionarlo. El deseo de d om inio es el retoño y la trasposición a la
“realidad” de la om n ip otencia narcisista originaria, la om n ip o­
tencia del su jeto m on ád ico 12 (la misma que con el apelativo de
“om n ip otencia m ágica del pensam iento” Freud en con traba con
justa razón en el in con cien te de todos, tanto niños com o adul­
to s ). P ero o b serv em o s q u e en su o rig e n , y siem p re en el
in con cien te, esa om n ip otencia es siem pre sobre las rep resen­
taciones (para la psique la representación es el gén ero, la “rea­
lidad”, la esp ecie) y está al servicio del principio de placer, ver­
dadero cim ien to del send d o. En el origen de la psique, una
rep resen tació n con sentid o es una rep resen tación fu en te de
placer y una rep resen tación fuente de displacer es sin sentido
(una especie de ca c o fo n ía ). Matriz del sentido: todo se m an­
tiene unido, tod o d ebe m an tenerse unido y ese m antenerse-
u n id o es bu scad o y positivam ente evaluado co m o fu en te de
placer. El propio placer de órgano es el m antenerse-unidos del
ob jeto fuente de satisfacción y la zona erógena donde ésta tie­
ne su sede. El coito es copulación, vale d ecir reu nificación de
lo separado (ver Aristófanes en El B a n q u e te ).
P or o tra p arte, la curiosidad sexual in fan til apu n ta en su
esencia a resp o n d er a la pregun ta: ¿de d ón d e vienen los ni­
ños?, a su vez form u lació n abstracta y generalizada de la pre­
gunta ¿de d ónd e vengo yo? Esa pregunta sólo tiene sentido en
el telón de fon d o de una interrogación sobre el origen —que es
un aspecto y un m om ento del tem a del se n tid o (aspecto y m o­
m ento de las causas y cond icion es del sentid o )—. Más que leche
y sueño, la psique pide sentido; pide que se m antenga-unido,

12. Ver La Institución imaginaria de la sociedad, cp. cit. capítulo VI, pp. 371-420.

161
C o rn e liu s Cas lo nacíis

para ella, todo eso que parece presen társele sin orden ni rela­
ción. La cuestión del origen es cuestión de orden y sentid o en
la dim ensión tem poral ( “h istó rica ”) . La cuestión del o rig en
p erfo ra la plenitud d el p resen te, presu p on e p o r en d e la crea­
ció n de u n horizon te tem poral p ro p iam en te d ich o (o b ra de
la im aginación radical del su jeto ): horizonte río arriba, n aci­
m iento y com ienzo, y h orizon te río a b a jo , h orizon te del pro­
y e c to p e r o ta m b ié n d e la m u e r te . P o r s u p u e s t o , e s ta
tem poralización sólo puede h a cerse com bin ad a paso a paso
con la socialización de la psique, que le brinda y la obliga a
re c o n o ce r u n m u n d o cada vez m ás d iferen ciad o . P e ro a q u í
n o vamos a tratar ese aspecto.
Q u e el niñ o respon d a a la curiosidad sexual con u n a teoría
sexual in fan til es un in te n to de in stau rar el d o m in io de su
p en sam ien to sobre su o rig en , en otras palabras, esbozar un
scn ü d o de su historia. Esto se p ro lon g ará a través del tiem po
co m o p regu n ta a cerca del o rig en d e todo, p reg u n ta para la
que siem p re ten d rán respuesta la teo lo g ía y co sm o lo g ía so-
cialm cn te instituidas. D igám oslo de otra m an era: la cu riosi­
dad sexual tien d e a cie rto d o m in io , y com o tal el d o m in io
siem pre está tam bién sexu alm en te con n otad o. (N o vam os a
tratar aq u í los avatares p or los cuales todo ello se vincula a un
con trol instrum ental de gran im p o rtancia para Freud, co m o
se ve en El P o rven ir d e una ilu sió n ).
Se trate de curiosidad sexu al, d om inio o fu entes de p lacer,
la ruptura con la an im alid ad está con d icion ad a p or el surgi­
m ien to de la im aginación radical de la psique singular y del
im aginario social com o fu e n te de las instituciones, vale d ecir
d e lo s o b je t o s y a c tiv id a d e s q u e p u e d e n a lim e n ta r a la
sublim ación. Ese su rgim ien to destruye la regu lación “instinti­
va” de lo anim al, le agreg a al p la ce r de órgano p lacer de re­
p resen tación , h ace b io la i la ex ig en cia del sentido y la signifi­
cación y le resp on d e con la crea ció n , a nivel colectivo, de las
sign ificaciones sociales im aginarias que dan cu en ta de todo lo
que pueda en cada caso presen társele a la socied ad con sid e­
rada. Esas sig n ificacio nes, p ortad as p or o b jetos so cialm en te
instituidos, d esexualizad os y ese n c ia lm e n te im -p ereep tib les,

162
H e c h o y p o r hacer

son investidas p o r los sujetos singulares so pena de m uerte o


locura. El p ro ce so y los resultados de esa investidura es lo que
debem os lla m a r su blim ació n .13
A hora b ien , la sublim ación es con d ición del con ocim ien to ,
no co n o cim ien to . P orque en casi todas las sociedades, los ob­
je to s su blim atorios son creencias incu estion ables (el m undo
apoyado e n u n a en o rm e tortuga o cread o en seis días por un
Dios que d escan só al séptim o) qu e aseguran la saturación de
la e x ig e n cia d e sen tid o d an d o resp u esta a Lodo lo qu e de
m an era sensata para d eterm in ad a sociedad pueda ser o b jeto
de pregun ta, y la clausura de la in terro g ación instaurando una
Fuente últim a y católica de la significación. P ero para elucidar
el origen del co n o cim ien to ten em os q u e ir más lejos.

C o n o c i m i e n t o y p a s ió n p o r la v e r d a d

A trevám onos a co n tra d ecir a A ristóteles. L o que la psique y


la sociedad d esean y n ecesitan no es el sab er sino la creen cia.
La psique n a c e desde lu eg o c o n la ex ig en cia de sentid o,
p ero m ás b ien n ace en lo qu e para ella es sentido y seguirá
sirviéndole d e m od elo a lo largo de tod a su vida: la clausura
so bre s í de la m ónad a psíquica y la plenitud que la acom paña.
C lausura y p len itu d que se rom p erán p o r la presión aunada
de la n ecesid ad corp oral y' la p resen cia de ese otro hum ano
de quien d ep en d e la satisfacción de la necesidad. La no-sads-
facció n de la necesid ad ap arece y sólo pu ed e ap arecer com o
sinsenddo (“el fin del estado de tranquilidad psíquica”, escri­
b e F re u d ). P o r lo tanto, q u ien asegu re la satisfacción de la
necesidad será de in m ed iato erigid o en posición de Am o del
sentid o: la M adre, o q u ien haga las veces de ella.
En su form a prim era, la in terro g ación es un m om en to de
la lu ch a de la psique p o r salir del sin-sentido y de la angustia

13. Ver los textos citados en nota 11. El término "sublimación" aparece por primera
vez en Freud en los Tres Ensayos.

163
Corneljv s C ascoriad is

que á l e g cn eia . (En esa etapa el sin. sentid o sólo pu ed e ap a­


r e c e r co m o am enaza de d estru cció n de sí)- A esa an gu stia
o b e d e c e la búsqu ed a de d o m in io co m o c o n tro l d el sen tid o
(al principio efectivam ente total com o co n tro l “a lu cin a to rio ”
o “d elira n te”).
L a bú sq u ed a del sentid o es búsqueda d e la puesta e n rela­
ció n de tod o tipo d e “elem en to s” que se p resen ten , anudada
al p lacer p ro ven ien te d e la restau ració n más o m en os exitosa
de la in tegrid ad del flu jo psíqu ico: co a lescen cia restab lecid a
de la rep resen ta ció n , el deseo y el afecto . E se es el sen tid o del
sentido con sid erad o desde el pu nto de vista p sicoan alítico, y
no es difícil ver su relación c o n el sen tid o del sen tid o en filo­
sofía (e u d a im o n ia de la vida te o ré tic a ).
Búsqued a e in terro g a ció n están e n g en eral saturadas por
las sign ificacio n es sociales im aginarias q u e el ser h u m an o ab­
sorbe e in terioriza d urante esa dura escolaridad q u e es la so­
cialización. Y esas m ism as sign ificación es se instituyen casi siem ­
pre en la clausura, ya que ex clu ir la in terro g a ció n es la prim e­
ra y m e jo r m a n e ra d e aseg u rarles v alid ez p e rp e tu a . S e nos
dirá qu e la “realid ad ” m isma podría a en carg arse d e cu estio­
narlas, p ero o cu rre qu e la “rea lid a d ” ex iste só lo cu an d o in ­
gresa en la red de sig n ificacio n es instituidas c in terp retad as
p o r c a d a s o c ie d a d . S ó lo las s i g n if ic a c io n e s p u r a m e n te
“in stru m en ta les”, o m e jo r d ich o la d im en sió n in stru m en tal
de ciertas sig n ifica cio n es, e n tra n a v eces en c o rto c irc u ito a
través de la p ru eb a de “realid ad ”.
L o qu e pasa a ser ap asion ad am en te investido es la “teo ría”
social instituida, vale d ecir las creen cias establecidas. El m odo
de adhesión consiste en el creer, cuya m odalidad efectiva es
la pasión, qu e a su vez se m an ifiesta casi siem pre co m o fanatis­
m o. L a pasión es llevada a su m áxim a in ten sidad p o rq u e el
individuo socializado, a riesgo de su p ro p io sinsenrido y el de
todo su en to rn o , tien e que id en d ficarse co n la in stitu ción so­
cial y las sig n ificacio n es que ésta en ca rn a . N egar a u na u otras,
las más de las veces es suicidarse física y casi siem p re psíquica­
m en te. E l reverso ev id en te d e esa p a sió n , de ese a m o r sin
lím ites d e cad a u no p o r sí m ism o y p o r los suyos es el odio a
[-fe ch o y p o r h a c e r

to d o aquello qu e n iegu e a esos objetos, o sea el odio a las ins­


tituciones y sig n ificaciones de los dem ás y a los individuos que
las en carn an .
Ese fu e y en p rin cip io es el estado de la hum anidad casi
siem pre y e n todas partes. P ero no h ablaríam os del co n o ci­
m ien to co m o lo opu esto a la creen cia, si d icho estado n o se
h u biera ro to algunas veces. Y en realidad lo fue al m en os dos
veces, en la antigua G recia y en E uropa occid en tal, tras lo cual
los efectos de esa ruptura se h icieron p o ten cia lm en te accesi­
bles a todo ser y toda colecdvidad hum ana.
N o p o d em o s sa b e r “p o r q u é ” se p ro d u jo la ru p tu ra, y a
d ecir verdad tam p oco tien e dem asiado sentid o, ya que la ru p­
tura fu e cre a c ió n . P ero s í p od em os ca ra cteriz a r con m ayor
precisión su co n ten id o . R esurgim iento de u na in terro gación
que ya no acep ta ser saturada p or respuestas socialm en te ins­
tituidas, la ru ptura es a la vez creació n filosó fica, vale d ecir
cu e stio n a m ie n to in d efin id a m en te ab ierto de íd olos y c e rte ­
zas tribales, au n q u e la tribu sea la de los sabios, y creació n de
la p o l ít i c a c o m o p o l í t i c a d e m o c r á t ic a , o s e a ta m b ié n
cu estion am ien to a b ierto de las instituciones efectivas de la so­
ciedad y ap ertu ra de la in term in a b le cuestión de la ju sticia. Y
p or últim o, quizá p or so b re todo, fecu n d ación recíp ro ca de
am bos m ov im ien tos.1''
Si nos restringim os al terren o del pen sam ien to p ro p iam en ­
te dicho, lo qu e se con vierte a sí en o b jeto de pasión es la bús­
q u e d a m is m a , c o m o ta n b ie n lo e x p r e s a e l t é r m in o
p h ilo so p h ia , es d ecir, n o sabid u ría adquirida y asegurada de
una vez y para siem pre, sino am or o Eros de la sabiduría.
Ese pasaje tien e una triple con d ición : on tológ ica, históri-
co-social y psíquica. 14

14. Sin duda en esa conjunción y fecundación reciproca de la investigación teórica


y la actividad propiamente política (instituyeme) es donde hay que buscar la singu­
laridad de Occidente, por oposición a los filósofos más o menos acósmicos o en
todo caso apolíticos de Asia y en las instituciones “democráticas" pero “cerradas"
de ciertas sociedades arcaicas.

165
Cornelias Casioriaciis

Está cla.ru que el proceso <Jc con ouin liento presupone dos
con d icion es vinculadas con el ser m ism o, y de las que curiosa­
m en te sólo una fue puesta en evidencia por la filosofía hereda­
da. Para que haya con ocim ien to , algo del ser tiene que ser al
m enos cognoscible, ya que visiblem ente ningún sujeto podría
co n o cer nada de un m undo totalm en te caótico. Pero tam bién
h ace falta que el ser n o sea ni “transparente” ni por com pleto
cognoscible. Así com o la m era existencia de seres para sí nos
asegura cierta estabilidad y ord en am ien to de al m en os un es­
trato del ser —ese p rim er estrato n atu ral co n que tie n e qu e
enfrentarse el viviente—, tam bién la existencia de la historia del
c o n o c im ie n to tien e fu ertes im p lic a c io n e s on toló g icas, pues
dem uestra que el ser no es algo que se agote en una prim era
interrogación o un prim er esfuerzo de con ocim ien to. Si vamos
más a fond o, veremos que esos h echos sólo son pensables pos­
tulando una estratificación y fragm en tación del ser.15
L a co n d ició n histórico-social tien e qu e ver con la ap arición
de sociedad es abiertas que cu estion an las instituciones y signi­
ficacion es establecidas y en las que el p ro p io proceso de co n o ­
cim ien to esté positivam ente investido y valorado. Dado que la
institución de la sociedad tien e ex isten cia efectiva recién cu an ­
do es gestada e in corp orad a p o r los individuos, lo m isino da
d ecir que el su rgim iento de so cied ad es abiertas en trañ a y pre­
su p on e la form ació n de individuos cap aces de sosten er y pro­
fundizar la in terrog ación .
Por ú ltim o, y si com o d ijim os, lo q u e m ás desea la psique es
la cre e n cia y n o el saber o el co n o c im ie n to , surge u na pre­
gu nta capital acerca de las co n d icio n es psíquicas de posibili­
dad de éste últim o. ¿Cuáles son los sop ortes y objetos de inves­
tidura del cam po del co n o cim ien to qu e pueden ten er senti­
d o desde el punto de vista p ro p ia m en te psíquico?

15. Ver mis textos "Alcance ontológico de la historia de la ciencia”, Dominios del
hombre, op. cit., pp. 419-455, y ‘Tiempo y creación", EL Mundo fragmentado, op.
Cit., pp. 247-278.

166
H e c h o y p o r h a ce r

Es cu rio so q u e aquí' el so p o rte p síq u ico sea u n a pasión


n arcisística q u e p resu p o n e una transustanciacidn de la im a­
gen propia investida. Im agen investida de uno m ism o, ya no
com o p o seed o r de la verdad, sino com o fuente y capacidad
creativa siem p re renovada. O b ien , lo que es igual: la investi­
dura es sobre la propia actividad de p en sam ien to com o apta
para p ro d u cir resultados verdaderos, p ero más allá de cual­
qu ier resultado en particular. Y esto m arch a a la par con otra
idea de la verdad, tanto com o idea filosófica que com o ob jeto
de pasión. L o verdadero ya no es un o b jeto a poseer (un “re­
su ltad o”, co m o d ecía p recisam en te H e g e l),10 ni espectácu lo
p asiv o d el ju e g o d e v c la m ie n to y d e v e la m ie n to d el se r
(H eid eg g er). L o verdadero se hace creació n , siem pre abierta
y capaz de volver sobre s í m isma, de form as de lo pensable y
co n ten id o s de p en sam ien to que p u ed an en co n trarse con lo
existente. La investidura d eja de ser investidura de un “o b je­
to ”, ni siqu iera de una “im agen de sí” en el sentid o habitual,
para ser investidura de un “ob jeto-n o-ob jeto”, actividad y fuente
de lo v erd ad ero . La a fició n a lo verd ad ero es la pasión del
co n o cim ien to , o el p en sam ien to com o Eros. 16

16. “Del Absoluto hay que decir que es esencialmente Resultado, es decir que al
final es solamente lo que es en verdad...", Fenomenología del espíritu. Prefacio
(traducción al francés de J. Hyppolite. p. 19). París, Aubier, 1939.

167
. .
*

PSIC O A N Á LISIS Y f i l o s o f í a :

U n a de las d ificu lta d es in h e re n te s al tem a eleg id o , m ás


b ie n u na de sus d ific u lta d e s e s p e c ífic a s, es sa b e r de q u é
p sico an álisis y ele q u e filo so fía se trata. P a re c e ría más fácil
co n te sta r a lo ú ltim o : a n te s q u e nad a, filo so fa r q u iere d e cir
p re g u n ta rse c o n s ta n te m e n te q u é es filo so fa r y qu e tipo de
filo so fía q u e re m o s p ra c tic a r. E sta in te rro g a c ió n sim ilar, a
lo su m o, está só lo im p lícita en el psicoan álisis. A p a rtir de
F reu d llam am o s p sico a n á lisis a la in v estig ación c o n c e r n ie n ­
te a lo q u e él lla m a b a rea lid a d p síq u ica , y c e n tra lm e n te a
su d im en sió n in c o n c ie n te , al m ism o tiem p o qu e a la activi­
dad co m ú n d e d os s u je to s q u e p o r m ed io de la e x p lo ra ­
ció n de d ich a rea lid a d , a p u n ta a lo g ra r c ie rta m o d ifica ció n
en u n o de ellos. M o d ific a c ió n q u e a p a rtir de F reu d pasó a
llam arse “el fin d el a n á lisis”.
E n cam bio, la p reg u n ta ¿qué psicoanálisis? ad quiere todo
su p e s o si te n e m o s p r e s e n t e la c a n tid a d de “e s c u e la s ”
psicoanalíticas, su d en ig ración recíp ro ca (L eibn iz n o d ijo ni
h ab ría d ich o n u n ca al le e r a Spinoza: “eso n o es filo so fía”,
m ientras qu e la frase “eso n o es psicoanálisis” circu la con des­
p arpajo en las polém icas e n tre psicoanalistas), la p ro liferación
de in terp retacion es de la o b ra freu d ian a —y más aú n su com ­
p lejid ad , sus a m b ig ü ed ad es, so b re tod o el d esp liegue in ce ­
san te a lo larg o de su p en sa m ien to , su d escu brim ien to y su

' Texto que sirvió de base a conferencias dictadas en Madrid (noviembre de 1993),
en la New School for Social Research de Nueva York (abril de 1995) y en Buenos
Aires (mayo de 1996).

169
Cornelius Castoríadis

c re a c ió n d e nuevas ideas y m an eras d e v e r.' P o r p o n e r un


ejem pLo, u na de las propuestas freu d ia n a s a m i ju ic io m ás
im portantes —Ich b in d te B rust (yo soy el p e c h o )— recién apa­
rece en 1938 escrita en pocas lín eas5 en u na h oja de papel.
Es una tautología, pero ten go que afirm arlo: h ablo desde
mi co n ce p c ió n d el psicoanálisis y mi ree la b o ra ció n de la pro­
b le m á tic a de la p siq u e, a m b a s m uy d ife r e n te s de las qu e
p o r lo g e n e ra l tien en curso.

D iré algunas palabras sobre lo qu e el ap orte del psicoanáli­


sis a la filosofía, y de m anera tnás am plia a n uestro m od o de
pen sam ien to, n o pu ed e ni d eb e ser. N o es por cierto la idea,
ideja co m o la filosofía y más qu e dudosa desde el propio pun­
to de vista p sicoan alftico, de algún d eterm in ism o de los fe n ó ­
m en os psíquicos. Y tam poco el d escu b rim ien to del “clivaje del
su jeto”. Está claro que el ‘‘d escu brim ien to del in c o n cie n te ” es
algo fu n d a m e n ta l-so b re lo q u e volveré. P ero, co n in d ep en ­
d en cia de su larg a y rica p reh isto ria filo só fico -cicn tífica ,123 la
d is tin c ió n e n t r e c o n c ie r n e e in c o n c ie n t e , salvo p a ra los
cartesianos recalcitran tes y aun así, p e rte n e c e a algo que h ace
rato recib ió estatuto filosófico. P or eje m p lo , el “clivaje del su­
je t o ” es en ca ra d o con m ucha más rad icalidad por la filosofía
kantiana qu e por los discursos “subversivos” de las últim as dé­
cadas. En ella, el h om b re efectivo está capturad o p or en tero
en d e te rm in a c io n e s em p írica s qu e a ctú a n y d e b e n actu ar
( m ü s s e n , en el sentid o de la n ecesid ad de la ley física) com o
“causas” de su co m p o rtam ien to en g en era l —co m p o rta m ien ­
to p ráctico , p ero tam bién y co n tod o rig o r cognitivo—, todo
ello o p o n ién d o se a u n Ego tra scen d en ta l qu e d eba (so//, en
el se n tid o d e la e x ig e n cia d e d e r e c h o ) esca p a r de d ich as

1. Ver mis textos "Epilegómenos a una teoría del alma...” (1968). y “El psicoanálisis,
proyecto y elucidación" (1977), versión castellana: ver bibliografía al final del libro.
2. "Ergenbnisse, Ideen, Probleme", notación del 12 de julio de 1938 (en Londres), en
Gesammelte Werke, V, XVII, p. 152.
3. Ver, por ejemplo, Henri F. Ellenberger, The Discovery of the Unconscious (1970),
New York, Basic Books, 1979.

170
H e c h o y p o r h a ce r

d e te rm in a c io n e s . Q u e en esas d e te rm in a c io n e s e m p írica s
haya motivos d e in terés egoísta, (y por ejem p lo un p rincip io
de p lacer y otro d e r e a lid a d ), qu e esos “in tereses” sean de
índ ole libidinal, e co n ó m ica u otra, que sean c o n cicn tes o (en
parte o en su totalid ad ) n o conciernes, qu e in clu so haya “cau­
sas” qu e o b lig a to ria m e n te los hagan in c o n c ie n te s, en nada
cam bia la cosa: ello no h a ría más que acen tu a r el estatuto del
psicoanálisis co m o sector de la psicología em pírica. Y la anti­
nom ia que en cu e n tra a q u í la posición kantiana (la de que el
su jeto efectiv o está ca p tu ra d o en d eterm in a cio n es efectivas
donde no se trata ni de verdad ni de valor, sino sen cillam en te
de co n caten a cio n es de h ech o , m ientras que esa aserción pre­
tende inclu so ser cierta) n o es diferen te, sin p erju icio de ser
más clara, de la que en fren ta el psicoanálisis in g en u o y sobre
la cual volveré más ad elante.
La con trib u ción del psicoanálisis a la filosofía no ha de bus­
carse tam poco en el fo rtalecim ien to del slogan ú ltim am en te
de m oda de la “m uerte del su jeto” (el hom bre, la historia, etc.).
Si algo m uestra el psicoanálisis, es trias b ien la pluralidad de
sujetos con ten id os en una misma envoltura —y el h ech o de que
se trata, cada vez, de una instancia dotada de los atributos esen­
ciales del su jeto . Id ea qu e in clu so aquí goza de b e n e m é rita
antigüedad; record em os si no la imagen platónica de los caba­
llos que tironean del alm a cada uno por su lado y de la instancia
racional que in ten ta ju g a r el papel de auriga, im agen que por
otra parte F rcu d retom a casi textualm ente. P ero esta idea reci­
birá con la teoría de las instancias psíquicas un com ienzo de
elaboración qu e la con d ucirá de la m era constatación al análisis
tópico y dinám ico. A flora bien, lejos de llorar o celebrar la m uerte
del sujeto, la p ráctica psicoanalítica tiend e, o d eb e ten d er, a
instaurar la instancia subjetiva por excelencia, esto es, la subje­
tividad reflexiva y d eliberante. El psicoanálisis aporta su eluci­
dación de la estru ctu ra d e todo sujeto, es d ecir un esclareci­
m iento capital de la organización del para-sí.
Por ú ltim o , y le jo s de en señ arn os a in stau rar e l im p e rio
ilim itado del d eseo, el psicoanálisis nos h a ce e n te n d e r q u e un
rein o así d esem b o caría m ás bien en el asesinato generalizado.

171
C o m e tí us C asio ria d is

B rev em en te anunciados, he a q u í los principales puntos en


que un esclarecim ien to de la psique qu e se inspire en el psi­
coanálisis y a la vez lo p ro fu n d ice, es d e capital im p o rtan cia
filosófica.
1. En el p lano om ológ ico . T al co m o la elucid a el p sicoan á­
lisis, la psique n os m uestra u n m o d o de ser más o m en os ig n o­
rad o p o r la filosofía h ered ad a, en verdad universal, que a q u í
ap arece con tod a claridad.
2. E n el p lano de la a n tro p o lo g ía filosófica. El psicoanálisis
nos obliga a ver que el h u m an o n o es u n a anim al “ra c io n a l”
sino esen cialm en te un ser im aginativo, de im aginación rad i­
cal, in m otivad a, d esfu n cio n a liz a d a . Y ta m b ién n o s p e r m ite
en ten d er, n o sólo el proceso d e socialización, sino a través de
él, las profun d as rafees de investiduras q u e p u ed en p a re c e r
ab erran tes y la solidez, casi in fra ctu ra b le de su h etero n o m fa .
3. En el plano de la filosofía práctica. C om o actividad p rácti-
co-poiéitcá, el psicoanálisis aclara la id ea de praxis y en el ca so
del ser hum ano singular m uestra al m ism o tiem po una d e sus
vías de transform ación con la a u to n o m ía com o objetivo.

O ntología

El psicoanálisis nos obliga a pensar, a esforzarnos en h a c e r


pen sable un nuevo m odo de ser, e n ca rn a d o y e je m p lific a d o
p or la psique, y que una vez cap tad o y elucid ad o en ese s e r
particu lar m anifiesta su a lca n ce universal. A ese m od o d e s e r
lo d en o m in é m ag m a.1
E n su m ayor parte y según la co rrien te dom inante, la o n t o lo ­
gía heredada se funda en la ecu ación ser = ser d e te rm in a d o .
Ese térm in o n o se refiere só lo al “d eterm in ism o” de los f e n ó ­
m enos ( “cosas” o “ideas”), q u e no es más que un sim p le d e r i­
vado, sino al estatuto de tod o e n te p a rticu la r y al “s e n t id o ”4

4. Ver, por ejemplo, mi texto “La lógica de los magmas y la cuestión de la autonom ía"
(1981). reformulado ahora en Dominios del hombre. Gedisa, conde se encontrarán
reenvíos a textos anteriores.

¡72
H e c h o y p o r hacer

(con ten id o, significado) del term in o ser com o tal. Esto es cier­
to inclu so cu an d o esa d eterm in id ad es presentada co m o un
lím ite inaccesible o un ideal. Así, p o r ejem plo, leem os en Kant:
“...coda cosa e x is te n te está c o m p le ta m e n te d eterm in a d a ... no
sólo por cada par de predicados contradictorios dados, sino tam­
bién porque de entre todos los predicados posibles siem pre hay
uno que le conviene”.5 P oco im porta que K ant considere irreali­
zable esa exigencia: en su horizonte, o m ejor dicho, por su am e­
naza, es donde según él se decide lo que es existir o ser. Y eso no
concierne sólo al “m odo de existencia efectivo” de las cosas, sino
a la adm isibilidad lógica de todo lo que pueda ser objeto de pen­
samiento. Va a ser Parm énides, ya en ruptura con sus anteceso­
res presocráticos, el prim ero en tom ar esa decisión (en total opo­
sición con A naxim andro o H eráclito, por ejem p lo). Desde lue­
go, límites a esa exigencia ya habían puesto Platón (en el Sofísta
y el Filebo ) y Aristóteles (eso representa el concepto de materia
llevado al extrem o). Pet o ju stam en te esos límites u objeciones
se presentan en prim er lugar com o lim itaciones ligadas en su
gran mayoría a nuestras propias incapacidades: no habría nada
indeterminado para Dios o para un espíritu “infinitam ente po­
deroso”, dirían al unísono Kant y Laplacc. Además, y sobre tocio,
nunca son tomados en cuenta y elaborados en sí mismos.
A esa on tolo g ía p e rten ece la lógica conju m ista-identitaria
(ensídica " en h o m en a je a la breved ad ). L ógica de los princi­
pios de identidad, co n tra d icció n y tercero exclu id o, lógica base
de la aritm ética y la m atem ática en g en era l, y cjue se realiza
de m anera form al y efectiva e n la Leoría con ju ntista y sus in­
term inables ram ificaciones. L ógica siem pre y en todas partes
presente y d en sa —por utilizar un térm in o topológico—en todo
lo que decim os y hacem os, lóg ica que d eb e ser, y es, ¡nsdtuida
y sancionada p o r la socied ad en cada caso.

5. Crítica de la razón pura, traducción francesa de Tremasaygues y Pacaud, p. 415


(subrayado en el original).
* Nota del revisor técnico: la palabra francesa “ ensidique" condensa “ensembliste"
(conjuntista) e “identitaire" (identitaria). Hemos elegido traducirla “literalmente" como
ensídica para conservarla coherencia con el resto de la obra traducida al castellano
de Castoriadis.

173
Cornelius Casioñadis

A h ora b ie n , en la psique ten em os q u e en fre n ta rn o s con


un co n ju n to , organización o je r a r q u ía de con ju n tos. C on ju n ­
tos y d eterm in id ad q u e están presentes, p ero que ni de lejos
agotan el se r d e la psique.
Esto se ve con claridad prim ero en el m odo de ser de lo que
es el elem ento (en el sentido de agua, Lierra y fuego com o ele­
m en to s) de la vida p síq u ica: la re p re se n ta c ió n , so b re tod o
in con ciente p ero concierne tam bién. No podem os decir cuán­
tos elem entos (esta vez en el sentido de la teoría conjuntista o la
simple enum eración) hay “en” una representación; ni tampoco
qu é hace que una representación sea una representación. No
podemos aplicarle a las representaciones el esquem a fundamental
de la división. Me es imposible separar mis representaciones en
dos clases cuya intersección estuviera vacía, p or ejem plo.
Q ue lejos d e q u ed a r lim itado a la psique, ese m od o d e ser
se extien d e a tod o el m undo h u m ano, se ve en cu an to consi­
derarnos al len g u aje en lo que le es esencial: las sign ificacio­
nes. Cada sig n ificació n lcn g u ajera, lo m ism o que cada rep re­
sentación psíquica, r e m ite a una infinid ad de otras significa­
cio n es u o tras re p re se n ta cio n e s. Y en su in fin ita y siem p re
abierta totalidad, esos reenvíos son los qu e con form an el “con ­
tenido” de la rep resen ta ció n , o de la sign ificación, particular.
Esa estructura de reenvío es fund am ental aquí. Se expresa
efectivam ente en la psique, y en un psicoanálisis a través del
proceso asociativo. C uando un paciente cuenta un sueño, na­
die puede p red ecir dónde lo llevarán las asociaciones y de qué
m odo lo harán. Pese a las apariencias, Freud lo sabía muy bien
cuando escribía, acerca del análisis del sueño: “Aun en los sue­
ños m ejor interpretad os, m uchas veces estam os obligados a dejar
en la oscuridad un lugar, pues se observa durante la interpreta­
ción que se despierta una m adeja d e p e n sa m ie n to s d e l su e ñ o
q u e n o se deja d ese m b ro lla r y por eso n o ha brindado otras
con tribucion es al con ten id o del sueño. E sc es el om bligo del
su eño, el lu gar d on d e éste descansa en lo d esco n o cid o. Los
pen sam ien tos del su eñ o a los que se llega en el curso de la
in terp retació n d eb en inclu so ob lig ato riam en te y de m an era
com p letam ente universal [m ñssen ja g a n z a llg em cin ]' quedar

174
H e c h o y p o r h a ce r

sin desenlace y h u ir en todas direcciones en la red enm araña­


da de n uestro m u n d o de pensam ien tos. D esde el lugar más
denso de ese en tram ad o se alza entonces el an h elo del sueño,
com o el h on go de su m icelio ”.6 Q ueda claro leyendo este pasa­
j e y m u ch o s o tro s , y c o n tra ria m e n te a c u a lq u ie r e x ég e sis
“determ inista” d e Freud, qu e para él: a) no todos los sueños
son interpretables, y b) nin gú n sueño es del todo interpretable.
Y com o lo exp resa con claridad el pasaje citado, qu e n o son
sim plem ente las resisten cias del p aciente, sino la naturaleza
m ism a del m undo psíquico lo que se opone a una in terpreta­
ción “com pleta” del sueño. Es obvio que p od ría decirse lo mis­
m o de todos los dem ás fen óm en os del psiquismo in con cien te.
Para ilustrar lo antes d ich o acerca del carácter universal del
elem en to ensídico, señalo al pasar que tanto en la interpreta­
ció n com o en el ser m ism o del sueño está siem pre presente y
densa la lógica conjuntista-identitaria. La interpretación de un
sueño, es u na extrañ a em presa donde n o podría darse un solo
paso sin aplicar d ich a lógica, pero donde tam poco se podría
decir nada esencial si sólo nos quedáram os con ella. Ese estado
de cosas resulta de la naturaleza misma de la rep resen tación
(concierne o in co n cien te) considerada en sí misma. P ero tam­
bién m anifiesta en igual m ed id a la indistinción, en térm inos
clásicos, de esos otros dos vectores de la vida psíquica cuya re­
presentación es indisociable: el afecto, y la in ten ción o deseo.
Desde lu ego, h a b ría u n a m an era “ló g ica” y trivial de aco­
m odar esos tres vectores (rep resen tación , afecto y d eseo) re ­
lacionándolos según el m o d o de la d eterm in ación . P o r eje m ­
plo, aislando u n a rep resen tació n que “causara” un deseo cuya
satisfacción provocaría un afecto placentero. (Llegado el caso,
podríam os ca m b ia r el o rd e n de los térm inos y la d irecció n de
la causación, cosa que, a d ecir verdad, despertaría in terrogantes
q u e pondrían p ro fu n d a m en te en tela de ju ic io la id ea m ism a
de “causación ” en ese te rre n o ). T a l p o d ría ser el caso en la

6. Gesammelte Werke, II, p. 116 (nota) y pp. 529-530 (el destacado es mío).

175
C orn cliu s C ascan aclis

vida anim al, y en cierto s aspectos de la vida hu m an a con cierne.


Sólo que en la vicia in co n cie n te no ten em os realm ente la po­
sibilidad de o p e ra r d icha sep a ra ció n y ese en ca d en am ien to
lineal sim ple. R ep resen tación , a fecto y deseo se m ezclan de
m anera sui g en eris, y en g en eral, en los casos no triviales, es
im posible separarlos co n nitidez y esta b lecerles u n ord en de
aparición . La clín ica nos o fre ce una ilustración eje m p lar por
m edio de los procesos depresivos. Y tam bién podríam os m os­
trar, en el caso de la m úsica, la au sen cia de sentid o de u na
separación en tre rep resen tación y a fecto . P ero n o p u ed o ab u n ­
dar en este eje m p lo p o r falta de espacio.
En cam bio, s í podem os aclarar en el caso de la psique, aq u e­
llo q u e vuelve in elu ctable esc estado m agm ático, so b re tod o
c o n r e s p e c t o a la r e p r e s e n t a c ió n . E n p r im e r lu g a r , la
am bivalencia ind estru ctible de los afectos in c o n c ie n te s sig n i­
fica la co ex isten cia de actitudes de a m o r y od io p o r o b je to s
psíquicos prim ord iales. A su vez, esa am biv alen cia es el resu l­
tado in ev itab le del pasaje o b lig a d o d el esta d o in icia l d e la
m ón ad a p síq u ica (cerrad a so b re sí, o m n ip o te n te , e n g lo b a n d o
todo en ella) al estado de individuo so cializad o. C la ro q u e ,
obviam ente, la am bivalencia de los a fecto s m a rch a a la p a r d e
la co ex isten cia de rep resen tacion es opuestas, en tod o ca so fu e r­
tem en te distintas, referidas al m ism o “o b je to ”.
De in m ed iato se p one en cuestión la tex tu ra m ism a d e la
rep resentación. Eso que Freud h abía d esp ejad o corn o m o d o s
operativos del su eñ o (con d en sació n , d esp lazam ien to, e x ig e n ­
cia de figurabilidad) de h ech o sie m p re vale para la re p re s e n ta ­
ción y la co n d en a a la polisem ia. Basta co n p en sar un m o m e n to
para n otar que, lejos d e ser alguna vez “clara y d istinta”, fo r m a r
un “espejo de la naturaleza”, “dar las cosas en p e rso n a ”, e tc ., la
rep resen tación , incluso la co n cien te, sólo pu ed e ser al c o n d e n ­
sar, desplazar y fig u rar eso q u e, de p o r sí, es r ig u r o s a m e n te
infigurable, o en todo caso sin figura p re d e te rm in a d a , p a r a la
psique. Puede d ecirse que en la rep resen ta ció n , algo e s tá s i e m ­
p r e e n lu g a r d e o tr a c o sa . A u n q u e F r e u d ja m á s la h a y a
tem átizado co m o tal (cosa q u e ten d rá fu ertes c o n s e c u e n c ia s
negativas en el co n ju n to de su con cep ción ) la id ea está p r e s e n te

I 76
H e c h o y p o r hacer

cu el térm in o, erró n e a m en te considerado com o en igm ático,


de V orstcJlungsrcprásentanz des Triebes, de d elegación de la
pulsión (an te la psique y en su propio sen o ) p or m edio de u na
representación. En los hum anos no hay rep resentante u ob jeto
pulsional “ca n ó n ico ”, su figuración es arbitraria o con ü n gente,
al con trario de lo que pasa co n los anim ales (aunqu e en algu­
nas especies pueda verse su esbozo en form a de im pregnación').
Esa in d eterm in a ció n relativa del o b jeto rep resen tativ o de la
pulsión es de im portancia decisiva e n la hom inización.
P or últim o d ebem os m en cio n a r la en ig m ática relación en ­
tre cuerpo y alm a, psique y som a. E nigm a que por cierto no
descubrió el psicoanálisis, p e ro cuya extrañ eza sí contribuyó a
reforzar d e m a n era con sid erable. P ienso qu e el fracaso de las
teorías, tanto filosóficas com o cien tíficas, ten d ien tes a expli­
car o “e n te n d e r” esa rela ció n , ob ed ece a qu e quedan prisio­
neras de la ló g ica conju ntista-id entitaria. C om o si fueran dos
entidades separadas en las que, de acuerd o a las o p cio n es del
teórico, u na sería “causa” y la ou a “efe cto ”. P ero ya en la vida
cotidiana observam os qu e esa relación n o existe en el p resen ­
te caso. E l a lm a d e p e n d e d el c u e rp o (le s io n e s , a lc o h o l,
psicotrópicos) y a la vez n o d ep en d e (resisten cia o no al dolor
y la to rtu ra , e le c c ió n d e lib e ra d a de la m u e rte ). E l cu e rp o
depende del alm a (m ov im ientos volu ntarios, en ferm ed ad es
psicosom áticas) y n o d ep en d e (en este p reciso instan te, p or
suerte, y otras m uchas veces p o r desgracia, m illon es de célu ­
las funcionan en m í sin q u e yo tenga n ad a que ver).
Sin em bargo, y pese a las apariencias, el psicoanálisis de­
muele el d eterm in ism o en la vida psíquica. A prim era vista lo
“refuerza”, ela b o ra n d o de m an era m u ch o m ás rica y precisa
que nunca, la “cau sación ” p o r rep resen tación . C laro que esa
“causación” es extrañ a: n o sólo n o es categ órica (y ni siquiera
probabilística), sino que adem ás es sólo constatable a posteriori,
cosa que le n ieg a toda posibilidad predictiva. Y sobre to d o p or­
que hablar de causación en este caso es un m on stru oso abuso
de lenguaje: la rep resen tació n no pu ed e ser “causa” p orqu e
ño es rigurosam ente d eterm in a b le, y p o rq u e el flu jo in cesan ­
te de rep resen tacion es, afectos y deseos lo es todavía m enos.

177
C o r i i efi ns Castoria.dis

Esc rechazo al determ inism o n o es explícito en Freud, que se


consideraba "determ inista”. Sin em bargo, está ah f com o trasfon-
do en su obra el determ inism o. Lo he m ostrado en el caso del
sueno, y puedo hacerlo con ese famoso problem a de la ‘‘elección
de neurosis”, al que Freud volvió tantas veces sin en co n trarle
nunca una “solución” que le resultara satisfactoria. Ya a com ien­
zos de los años veinte, y en particular en Los textos sobre sexuali­
dad fem enina, Freud describe con claridad varios “destinos” po­
sibles de la joven, conviniendo al final en que no puede saberse
qué factor d eterm inó tal o cual evolución personal, y n o otra. Se
limita a em itir vagas hipótesis acerca de la “cantidad” o “calidad”
de la libido, hipótesis que obviam ente n o se prestan a ningún
control. En otros contextos, pero siem pre en la m isma época,
habla de “m odulaciones tem porales” de la libido. (M ucho des­
pués, vou N eum ann7 form u ló una idea análoga, la de la m odula­
ción frecuencia] d e los influjos nerviosos com o portadores de
inform ación). Muchas veces tam bién se invocan “factores consti­
tucionales” (innatos, lo cual n o por fuerza quiere decir heredita­
rios) para dar cuenta, por ejem plo, del evidente fen óm en o de la
diferencia, desde el origen, de la tolerancia a la frustración en ­
tre sujetos. Está claro que esto n o h ace más que recon o cer, aun­
que sin explicarla, la singularidad de cada sujeto hum ano.
En el caso esp ecífico del ser h u m an o, en la base de dich a
in determ inación en co n tram o s lo que lo d iferen cia d e m an e­
ra radical de cu alq u ier otro viviente, es d ecir la im aginación
radical. Volveré a esto.

A n u o p o l o g í a filo s ó fic a

Todo ser viviente es un ser para sí. Eso significa en prim er


lu g ar q u e c re a su p ro p io m u n d o , u n m u n d o p ro p io , u na

7. Ver J. von Neumann, The Computer and the Brain, New Haven, Yate U. R, 1958. Los
textos de Freud aludidos en ese párrafo son sobre todo: “Un caso de homosexualidad
femenina" (1921), “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómi­
ca" (1925), "La sexualidad femenina" (1931), como también “Más allá del principio de
placar (1920), 'El Yby el Ello'’ (1923) y “El problema económico del masoquismo” (1924).

178
H e c h o y p o r h a ce r

Eigcnweh. Cosa que a su vez implica que presenta (o que “tiene”


o que es, y por lo que cual se define com o ser viviente) un alma.
La lengua com ún lo reco n o ce claram ente cuando contrapone
seres animados e inanimados, y es lo que Aristóteles afirma de
entrada en su D e anima. A unque fue descubierta por Aristóteles
en el Libro III del mismo tratado con el térm ino de phancasia, la
determ inación fundam ental del alm a, a saber la im aginación,
fue relegada por el conju nto de la filosofía heredada al lugar de
una “facultad” (o “función”) del alm a entre m uchas otras. Facul­
tad en su mayor parte secundaria, y función generalm ente en ­
gañosa, con la notoria excepción de Kant y Fichte.8
Im aginación es la capacidad de hacer existir lo que no está en
el m undo m eram ente físico y, por sobre todo, de representarse,
y a la m anera propia de cada cual, de presentar para sí, eso que
lo d ea y le im porta al ser viviente, y sin duda tam bién su propio
ser. F.n el caso de la representación “ex tem a ” —la percepción—
esa presentación está condicionada, pero n o causada, por el ser-
así del m edio am biente y los “objetos” que están en él. Al mismo
tiem po, el viviente crea el equivalente de lo que llamamos afecto
—placer/displacer—, e intención —búsqueda/evitación—. El viviente
tiende, apunta a algo relativo a “sí” y a lo que él crea com o “m e­
dio am biente”. Para em pezar, el afecto es una “señal” decisiva de
su relación con el m edio am biente.
P ero en el caso del sim ple viviente, esa relación es esencial­
m en te fu n cio n a l. La im a g in a ció n del viviente está cen tralm en ­
te so m etid a a fu n c io n e s e in stru m en ta lid a d es c o m o las de
conservación y rep rod u cción . (L a cuestión de los excesos del
trab ajo im aginativo en algunas categorías de vivientes sobre la
estricta fun cion alid ad es muy com p leja y no vamos a tratarla
aquí. Y sean cuales fu eren , las con clu sio n es no afectarían el
curso principal del arg u m en to ). Es fácil ver que la creación de
un m undo propio y la autofinalidad del viviente se im plican de

8. Ver. por ejemplo, mis textos “ El descubrimiento de la imaginación" (1978). incluido


en Dominios del hombre, op. cit., y “ Lógica, imaginación, reflexión’ (1988). incluido
bajo el título de “Imaginación, imaginario, reflexión" aquí mismo.

179
C o rn e liu s G astoriad is

m an era recíp roca. Ese vasallaje funcional h a ce p areja con otro


rasgo fundam ental del viviente: La clausura, la clau su ra d e ese
m undo propio dado d e una vez y para siem p re. L os p ro d u c­
tos de la im agin ación g en érica de cad a esp ecie viviente son
estables e in d efin id a m en te repetitivos.
A hora b ie n , la ruptura que trad u ce el su rg im ien to de lo
h u m an o está ligada a una alteración de esa im agin ación qu e a
p artir de e n to n c e s se vuelve im ag in ación rad ical, co n sta n te­
m en te crea d o ra , su rg im ien to in in te rru m p id o en el in u nd o
psíquico (tan to in co n cie n te com o c o n ciern e ) de u n flu jo es­
p o n tán eo e in co n tro la b le de rep resen ta cio n es, a fecto s y d e­
seos. P odem os resu m ir esos rasgos esen ciales co m o sigue:
-los p r o c e s o s p s íq u ic o s h u m a n o s e s tá n re la tiv a m e n te
d esfu n cion al izados en rela ció n al sustrato b io ló g ico del ser
h u m an o —m uchas veces son an tifu n cio n ales, y la m ayor parte
del tiem po a fu n cio n a les-. L a sexualidad h u m an a n o es fun­
cional, com o tam p o co la guerra;
-en el h u m a n o el p la ce r rep resen ta tiv o d o m in a so b re el
p lacer de órg an o . E sa d om inación se liga c o n lo qu e Frcud
llam aba la o m n ip o te n cia m ágica del p en sam ien to , en verdad
una o m n ip o ten cia efectiva en el m u n d o in c o n c ie n te , d on de
“pen sar” es “h a c e r”. Si surge un d eseo, ap arece tam b ién en ­
seguida la rep resen ta ció n que lo cu m p le;
-la im ag in ación , con ceb id a com o rep resentativa, afectiva y
d escan te, se vuelve au tó n o m a. C o m o ya d ijim os, p ara el vi­
viente la crea ció n tien e lugar u na vez y para siem p re, y queda
som etida de m an era cen tral a la fu n cion alid ad . E n el hum a­
no, el flu jo esp o n tá n eo de la im ag in ación , en lo qu e tien e de
esp ecíficam en te h um ano, se separa d e la finalid ad biológica.
Esta co n d ició n m uestra la capacidad del ser h u m an o para rom ­
p er la clau su ra (cogn itiva, afectiva, d e se a n te ) d o n d e queda
en cerrad o el sim ple viviente.
Esos son los atributos de la im ag in ación h u m an a q u e en
general la filoso fía hered ad a ig n o ró , o en el m e jo r de los ca­
sos n un ca tem atizó, p o r h aberla in stalado en la m era rep ro­
d ucción de lo ya “p ercib id o ” y la re c o m b in a c ió n de sus ele­
m entos. H asta el p ro p io K ant, que se eleva hasta la id ea de

180
H e c h o y p o r h a ce r

una im agin ación trascen d en tal (q u e significa: co n d ició n para


ten er a p r io r i c o n o cim ie n to de alg o ), la con striñ e a pro d u cir
siem pre las m ism as form as, som etidas al fu n cio n am ien to del
E g o co g n o scíen te y c o n c ie n te (es característico que siem pre
h able de p ro d u k tiv c , y no de sc h ó p ferisch e E in b ild u n g ski-a ñ ).
La au to n o m ización de la im ag in ación , su d esligam iento de la
fun cion alidad , es lo q u e le p erm ite a los hum anos pasar de la
sim ple señal al signo, al arb itra rio q u id p r o q u o del lengu aje.
L a au to n o m ización d e la im agin ación y el rem plazo del pla­
c e r de órgan o p or el p la ce r de rep resen tación son la con d i­
ció n de esa d eterm in a ció n decisiva del ser h u m an o, sin la cual
n o habría habid o h om in ización : la sublim ación. L a sublim ación
es la capacidad de investir “o b je to s” im perceptibles, so cialm en ­
te instituidos, qu e tien en ú n icam en te existen cia social, y de
e n co n tra r en ellos p lacer (en sentido p síq u ico).
No es la “m aduración tard ía” del ser h u m an o lo qu e “expli­
ca ” la socialización y la ex isten cia de u na sociedad. En nada
cam biaría un grupo de ch im p an cés si los cachorros m aduraran
a los diez o d oce años en vez d e cuando tienen uno o dos.9 l a
con d ición psíquica de la “n ecesid ad ” de sociedad qu e tienen
los hum an os d eb erá buscarse en la naturaleza de la m ón ad a
psíquica in icial, cerrad a so b re sí, absolutam ente eg o cén trica,
om n ip otente, que vive en la identidad originaria: yo = p lacer =
sentido = todo = ser = yo. Ich b in d ic B nist, yo soy el pech o. Esc
es el p rototip o del sentid o para el ser h um ano. Sen tid o que
perdió definitivam ente p o r h a b e r salido del m undo m onádico
de au tosuficiencia psíquica. Sen tid o que trata de recu p erar a
uavés de religión , filosofía o cien cia, y del que la sociedad debe
brin darle siem pre un su stituto —tam bién siem pre incapaz de
equipararse co n el prototipo inicial—por m edio de significacio­
nes im aginarias instituidas socialm ente.

9. Llega a durar hasta cinco años en el caso de los Bonobos (Pan paniscus), que
presentan además un comportamiento fascinante en más de un aspecto.Ver Frans B.
M. de Waal, "Bonobo Sex and Society”, Scientific American, marzo de 1995, pp. 58-
64. Los Bonobos muestran también un notable desarrollo de las actividades sexuales
no funcionales (incluidas las homosexuales): Christian Mignault, “Les initlatives
sexuettes des femelles singes". en La Recherche de diciembre de 1966. pp. 70-73.

181
C o m e ]jus Cías :o ría dfs

A través de la socialización, a través de su fabricación social


com o individuo social, el sujeto hum ano accede a lo que llama­
rnos “realidad” y “lógica”. Esa socialización es al mismo tiem po
una hiscoiia. historia del sujeto y acceso a una historia colectiva,
algo muy distinto de un sim ple asunto de “aprendizaje”, com o se
pretende hacem os creer de nuevo. Dicha socialización se apoya
en dos modos fundam entales de operatoria psíquica: proyección
e introyección. El prim ero es siem pre preponderante, y presu­
pone al segundo, cuya condición esencial es la investidura psí­
quica de lo que ha sido interiorizado. Esc es el papel del Eros en
la paideia que tan genialm ente anticipó Platón sin poder hacer­
lo en ten d er —cosa que sí nos perm ite el psicoanálisis. A través de
sus sucesivas fases, esa historia es el origen ele la constante estrati­
ficación de la psique hum ana (no podríam os decir nada análogo
de la anim al porque no tiene verdadera “historia”), donde las
huellas de etapas anteriores coexisten con las fases más recientes
sin “integrarse arm oniosam ente” nunca, se cristalizan tam bién
en “instancias” psíquicas y persisten en una totalidad contradic­
toria o in coh erente que siem pre es conflictiva.
Esas d eterm in a cio n es de la p siq u e h u m an a c o n d icio n a n
fu e rte m e n te la co n stitu ció n d e la so cied ad . 1.a so cied ad es
una totalidad de institu ciones —qu e se m an tien en unidas por­
que en carn an en cada caso un m agm a de sig n ificaciones so­
ciales im aginarias. Ja m á s h u b o ni h ab rá socied ad p u ram en te
“fu n cio n a l”. Las sign ificaciones sociales im aginarias organizan
el m un d o propio de la socied ad con sid erad a en cada caso y le
dan “sen tid o” a ese inund o. El m u n d o propio de cada so cie­
dad d ebe m an ten erse u n id o en y p o r s í m ism o, p ero tam bién
d ebe darle sentid o a los individuos de esa socied ad —y esa ab­
soluta ex ig en cia de sentid o viene d e la psique.

F ilo s o fía p r á c tic a

Antes de ab ord ar la cu estión del posible ap orte del psicoa­


nálisis a la filosofía práctica hay q u e h acer un desvao relativo a
la a n tin o m ia que m en cio n é al em pezar: esa realidad psíqu ica

182
H e c h o y p o r h acer

de la que se o c u p a el p sicoan álisis es pu ra efectividad. Un


deseo es un d eseo y com o tal n o es ni b u en o ni m alo, ni lindo
ni feo , ni verdadero ni falso (es “verd ad ero” sólo en el sen ad o
de que es). ¿C óm o puede en to n ces m an ten er la psique algu­
na re la ció n con la verdad o el valor?
T an to en la kantiana com o en casi todas las filosofías hereda­
das esta cuestión se presenta com o una andnom ia insoluble. Si
todo lo que digo com o individuo efectivo está realm ente deter­
minado (com o d ebe estarlo, ya que la psique sólo existe com o
fenóm eno y p o r ende está som etida a la causalidad), la palabra
verdad no tiene ningún sentido. Por hipótesis, hay tantas razo­
nes suficientes citando digo que 2 + 2 son 4 com o cuando digo
que la luna es un queso. Pero decir que en gian pai te los proce­
sos psíquicos están indeterm inados tam poco simplifica demasia­
do las cosas, ya que desde el punto de vista de la verdad las propo­
siciones que enu ncio son m eram ente aleatoiias. Paradójicam en­
te, la indeterm inación de los procesos psíquicos no nos ayuda a
aclarar la posibilidad efectiva de la verdad si no está acom pañada
de su contrario: la causación p or representación. Y cuando ha­
blamos de verdad o más generalm ente de valor, esa causación
presupone sublim ación, o sea investidura de representaciones
im percepdblcs (o ideales, si se p refiere). L o cual en términos
psicoanalftícos presupone la conversión de la pulsión hacia la
búsqueda de un ob jeto sublim ado. Som os capaces de verdad
porque podem os investir una actividad que en senúdo estricto
no aporta ningún placer libidinal: la búsqueda de lo verdadero.
Y esa posibilidad nos rem ite a su vez a lo histórico-social: a una
historia donde se creó la idea de la verdad, y a una sociedad que
mal que bien supo rom per esa clausura del sentido caracterísúca
de las sociedades heterónom as tradicionales.

T.a cuestión de la filosofía p ráctica ap arece en psicoanálisis


com o la cu estión del fin y la finalidad del tratam ien to, pero
tam bién co m o la de sus “m ed io s” y “m odalidades”.
¿Por qué tornamos gente en análisis? Podem os contestar que
porque sufre. P ero si sólo se tratara de aliviarle el sufrim iento
tal vez más valdría adm inistrarle calm antes, cosa por otra parte

183
M E R L E A U -P O N T Y Y E L P E S O D E L A H E R E N C IA
O N T O L Ó G IC A *

L a rep resen ta ció n p roviene d e la im agin ación radical; es


im aginación radical que se m anifiesta y se figura. Lo es sobre
todo cuando es rep resen tación perceptiva y porque se apunta­
la (por reto m a r u n term in o de Ereud que usarem os bastante)
en un ser-así de lo sensible, coalescenria evidente e ininteligi­
ble en tre “lo que sien te” y “lo que es sentid o”. No hay ojo en
acto sin luz, n i luz sin o jo en acto. Pero la im agen, lo visto, no
está ni en el o jo ni en la luz ni en “la cosa”, sobre todo porque
com o tal no pued e ser “explicada” ni p o r unos ni p or otra. La
im agen n o está ni “aq u í en mi cabeza” ni “allá en la cosa” o “en
m edio de las cosas”. La im agen es aquello p or lo cual y en lo
cual surgen un “aquí'" y un “allá”. No pu ed o ver sin espaciar o
cspacializar —y espacio y espacializo desde el m om ento en que
im agino, ya qu e toda figura, cualquiera sea su casi-materia (visi­
ble, sonora y hasta noem ática) se h ace enseguida (am a) posi­
ción de distancias ordenadas. No basta co n d ecir que percibir
supone im aginar. P ercib ir es im aginar e n el sentido literal y
activo del térm in o. P ercib ir (al igual que record ar) es una de
las especies del im aginar y la percepción u na variante de la repre­
sentación. Q ue plantee una infinita cantidad de problem as es­
pecíficos e interm inales (pero no más graves que el recu erdo, el

' Capítulo de El Elemento imaginario redactado en 1976-77. Traducción alemana, en


Alexandre Métraux y Bernard Waldenfels (editores). Ore leibhaftige Vemunft-Spuren
von Merleau-Pontys Denken, Munich, Fink Veriag. 1986, pp. 111-143; traducción
inglesa realizada por David A. Curtís, en Thesis Eleven, N9 36, 1993, pp. 1-36.

187
Cornelius C ascorindis

sueño o la ficció n ) tic ningún m od o basta para hacerla salir clcl


ser <le la rep resentación, ni para co n ferirle, con relación a otras
especies de ésta dirima, privilegio on tológico alguno, to m o n o
sea en vircud del m ism o deslizam iento (hom ología, y n o an alo­
gía) que desde hace veinte siglos h a h ech o buscar co n regulari­
dad en los caracteres del ente p o r ex celen cia , el ens realissim urn,
la significación del ser a secas.
A hora bien , ese privilegio es co n stan te en la tradición filo­
sófica. E n base a la id ea de qu e la p erce p ció n da a cceso a las
“cosas”, se cae siem pre en otra idea según la cual sólo la p er­
cep ció n da v erd ad eram en te a c c e so a algo (o in v ersam en te,
p ero d en tro de la m ism a o rg a n iz a ció n ló g ic o -o n to ló g ica , y
puesto que la p erce p ció n n o d a rea lm en te acceso a las cosas,
se cae en la idea según la cual n ad a pu ed e h a c e r salir al “su je­
to ” de la esfera de “su” re p re se n ta c ió n ), y que p o r lo tan to
cu alqu ier otra especie de re p resen ta ció n h alla su origen en la
p ercep ció n y rio es-m á s que su calco,, variante, en d eb le, resi­
duo lacu n ar y d eficitario. ¿D e d ó n d e viene ese privilegio? Evi­
d e n te m e n te se tra ta d e la o tr a c a ra del m ism o p r e ju ic io
on toló gico que la filosofía le a p licó siem pre a la res —excensa o
cogilans, o incluso red u cid a a idea, ousia o W escn—, a u n q u e a
veces se haya en carn izad o en d em ostrar que no h a y res (o que
la res no lo es rea lm en te ), testim on ian d o co n ello que el tem a
seguía resultándole prim ord ial. ¿Pero qu é es la res? ¿Y q u é es
la p ercep ción ? ¿Está rea lm en te p rim ero o h ubo u n fatal d e re ­
ch o de prioridad que d ejó e n el atollad ero a todo lo q u e ven­
dría después c o n sus distintas m odalidades y variantes? ¿P or
qué, aunque ju r e a b and onar o cu estio n a r las clásicas d icotom ías
de “su jeto” y “o b je to ”, el filóso fo es siem pre d ep o rtad o a esa
situ ación triádica d on d e están “el que m ira” y la “cosa” m irada
—la e te rn a m esa, el e te rn o tin te ro , in stru m en to s e s e n cia le s
del oficio—, o b ien , cu an d o se atreve a innovar co n au dacia,
esa “m on taña qu e se eleva en el p aisaje” —y su relación c a n ó n i­
ca que es sim p lem ente ceoria, visión—n o sólo ni tanto p o rq u e
la m etáfora visual siem pre le im p reg n e el lengu aje, sin o p o r­
qu e la estru ctu ra de esa re la c ió n siem p re se p la n teó co m o
recep ción pasiva de algo “d a d o ” o de algo que “se da”.

188
H e c h o y p o r hacer

La posición de esta situación com o prim ordial y can ón ica


arrastra un sinnúm ero de prejuicios y decisiones previas, todos
ellos im portados de m an era irreflexiva en las pretendidas cons­
tituciones ah ovo , descripciones de lo que se da tal com o se da,
decisión de d ejar ser a los entes y “ponerse por delante”.
L a tenacid ad filosófica de la situación a n terio r salta a la vis­
ta en los últim os trabajos de M au rice M erleau-Ponty, al m enos
tal co m o los co n o cem o s a través de L o V isible y lo In a s ib le y los
A p u n te s d e tiabajo qu e lo acom pañ an . P or supuesto que aquí'
n o se trata d e “criticar” a un au to r cuya obra se interru m pió
ju s to cu an d o co b ra b a nuevo vuelo, y m u ch o m enos de p ole­
m izar, sino de m ostrar, través de un caso qu e nos parece ejem ­
plar, el peso en o rm e con que los p rejuicios im plícitos en la
o n to lo g ía h ered ad a cargan a un p en sam ien to que en ese pre­
ciso in stan te trata de d esp ren d erse de ellos. Caso ejem p lar,
n o s ó lo p o r q u e M e r le a u - P o n ty a f ir m e su in t e n c ió n
p ro g ra m á tic a de ro m p e r c o n la o n to lo g ía tra d icio n a l y la
eg o log ía que le es con su stan cial, sino p o rq u e esa in ten ció n
recib e de su parte un in icio d e realización. A su vez, ello se
d eb e a qu e M erleau-Ponty fue u n o de los prim eros (y sigue
sien d o u no de los raros) filósofos co n tem p o rá n eo s en m os­
trarse F ilo só fica m en te a te n to y a b ierto a esos in terro g an tes
p ro p iam en te filosó ficos q u e tanto la p o lítica com o la so cie­
dad, el psicoanálisis, la institu ción y el arte p on en im periosa­
m en te so bre el tapete. El filóso fo que sin dejarse ob n u b ilar
p or lo cognitivo pudo ver reg ion es y “o b je to s” tan dignos de
co n sid eració n com o el “sa b er”. El que m uchas veces supo ha­
b lar de ellos n o sólo sin “ap licarles” u na filosofía p reco n ceb i­
da, sino sacand o a la luz el m odo de ser que les era específico
y renovando con ello su propio p en sam ien to . El que m ostró
en los h ech o s que un esfuerzo p or su perar la on tología h ere­
dada n o pu ed e más que m ofarse de la “d iferen cia on to ló g ica”.
A sí es co m o , so b re tod o en u n te rre n o d e im p o rtancia tan
capital para todos nosotros, al retom ar la idea husserliana de
institu ción ( S tiftu n g ) —id ea qu e H usserl tom a básicam ente en
el h o rizo n te de lo cognitivo y cuya muy precisa y estricta fun­
ció n consiste en asegurar la p resen cia de significaciones en la

189
C o rn e liu s Casioriaciis

in m a n e n cia ele una historia só lo vista, cu an d o lo es, co m o


teleología d e la R a z ó n - M erleau-Ponty logra, ju sta m en te p or­
que pudo em p ezar a ver la historia co m o historia y n o com o
co n tin g en cia e x te rn a ni “d estin o del S e r ”, darle al term in o
u na sig n ifica ció n in c o m p a ra b le m en te m ás fu e rte , llegan d o
incluso a h ab lar de “in stitu ció n d e l Ser1'. Así es com o tambie'n
en sus últim os escritos el term in o y la id ea de im aginario re­
tornan con frecu en cia , aun cuand o su in d eterm in ació n roce
el equ ívoco, y pod am os ver en ello el esbozo de un m ovim ien­
to que de h a b e rse p ro lo n g a d o tal vez h ab ría p erm itid o , n o
“c o n m o v e r las divisiones d e la onto lo g ía tradicional”, sino dar
vuelta el co n ju n to de esa on tolo g ía, desde sus orígen es.
Pero ese m ovim iento aborta en el m om ento m ism o en que
es esbozado —y sin qu e la m uerte sea responsable. Desde luego,
no digo que de haberlo ayudado el tiem po M erleau-Ponty n o
hubiera podido m odificarlo, continuarlo y afirm arlo. P ero en
ese-caso tend ría que h aber d ejad o de lado L o Visible y lo Invisi-
blc, y no sólo los enunciados de la obra sino su orien tación silen­
ciosa, la calidad de su intención ontológica. Por em pezar, en
ese caso h ab ría que haber abandonado la “realidad” y esa ilu­
sión on tológica tradicional que H eidegger exacerb ó y M erleau-
Ponty retom ó de él: la que h ace del ser el darse de lo que es
dado y por lo tanto fatalm ente no puede reglarse m ás que en
el ser-dado. Las pocas aproxim aciones a lo im aginario de L o
Visible y lo Invisible son y sólo podían ser aproxim aciones, por­
que son profund am ente h eterogéneas e incom patibles con lo
esencial del pensam iento que allí se despliega.
P or eso, e n lo qu e p arece h ab er sido un prim er in ten to de
com en zar el libro, M erleau-Ponty escribía: “...nos prohibim os
tam bién in tro d u cir en n uestra d escrip ció n los co n cep to s na­
cidos de la reflex ió n , ya sea psicológica o trascendental... Al
com en zar, d eb em os ren u n ciar a n o cio n es tales co m o “acto de
co n cie n cia ”, “estados de c o n cien cia ”, “m ateria”, “fo rm a ” e in­
cluso “im a g en ” y “p e rce p ció n ”. E xclu im os el térm in o p erce p ­
ció n en tod a la m ed id a en que su b tien d e un re c o rte de la
vivencia en actos discon un uos o u na referen cia a “cosas” sin
estatuto p reciso o solam en te alguna oposición en tre 1o visible

190
J J e c h o v p o r h a ce r

y lo invisible... Tod avía n o sabem os qué es ver y que es pensar,


si esa distinción es válida y en qué sentido. Para nosotros, la “fe
perceptiva” envuelve tod o lo qu e se le o frece al h om b re natu ­
ral com o original en u n a experien cia-fu en te, con el vigor de
lo que es inaugural y p resen te en persona, según una visión
que para él es definiriva y no podría co n ceb irse más p erfecta
y cercan a, se trate de cosas percibidas en el sentid o co rrien te
de la palabra o de su in iciación en el pasado, en el im agina­
rio, el leng u aje, la verdad predicativa de la cien cia, las obras
de arte, los otros, o la historia. N o prejuzgam os acerca de las
relacio n es q u e p u ed an ex istir en tre esas d iferen tes “capas”,
ni siqu iera a c e rc a de q u e lo sean, y parte de n u estra tarea
consiste en d ecid irlo , según lo que nos haya enseñado nues­
tra in terro g ació n de la ex p e rien cia bruta o salvaje”.1
N o v am o s a d is c u t ir a q u í la p o s ib ilid a d d e d is c u tir
d e sp re ju ic ia d a m e n te p o rq u e nos ap artaríam os de n u e stro
p r o p ó s ito , y a d e m á s p o r q u e ese re s a b io de in g e n u id a d
husserliana qu e a q u í se reivindica es aband onad o lu ego a lo
largo de la ob ra y en A p u n te s d e trabajo. R eten gam os s í la
negativa al “r e c o r te de la vivencia” n o sólo en cu an to a las
discontinuidades tem porales sino a las oposiciones “cualitati­
vas”: visible e invisible, cosas percibidas—lengu aje im aginario,
etc. Veam os a h o ra la in m ed iata con tin u ación del pasaje cita­
do: “La p erce p ció n co m o en cu e n tro de las cosas naturales está
en el p rim er p la n o de n u estra búsqueda, n o com o fu n ció n
sensorial sim ple qu e ex p licara las dem ás, sino c o m o a rq u e tip o
d e l e n c u e n w o o rig in a rio, im ita d o y ren o v a d o e n el e n c u e n ­
tro d el p asado, d e lo im aginario, de la idea” (V.I., el subraya­
do es m ío ). E n to n ces, tras afirm ar que no se prejuzgaba acer­
ca de las relacio n es que pu d ieran existir en tre las diferen tes
“capas” y “ni siqu iera a cerca de que lo sean ” ¿cóm o podem os
distinguir y o p o n e r la p e rce p ció n com o “en cu e n tro de las cosas
n aturales” y el en cu e n tro “d el pasado, lo im aginario, la id ea”?

1. Merteau-Ponty, Lo Visible y lo Invisible, París, Gallimard, 1964, pp. 209-210 [a


partir de ahora abreviado como VI.].

191
C u ij i r f : us C a sto ria d is

¿Q uién nos au torizó en esa etap a a d istinguir en form a abso­


lu ta e n tre p e rc e p c ió n e im ag in ario ? S o b re to d o , ¿q u é nos
p erm ite co n sid e ra r a la p e r c e p c ió n , n o ya com o p rin cip io
ex p licativ o sino com o “a rq u e tip o " (co sa in fin ita m en te más
p esada) y a firm a r qu e el e n c u e n tro im ag in ario es su im ita­
ció n y ren ov ació n ? Todas las d ecision es m itológicas ya han sido
lom adas co n esa sim ple palabra: la p ercep ció n es arquetipo;
pasado, im agin ario e idea la “ren u ev an ”.
Ya vam os a ver que no es u n a ex p resió n accid en tal. Cuan­
do se trata de em p ren d er un nuevo e x a m e n de la “p re sen ­
cia", la “co sa ” y “el algo", lo que ap arece co n toda naturalidad
en su plum a es que “ese algo” cpie se p resen ta y nos es p resen ­
tado, es “ese guijarro o esa co n ch illa ” (VI I., p. 2 1 3 ). T am b ién
en la Ultim a versión —y p oco im p o rta la d ialéctica en cuyo sen o
se fo rm u la —, M erleau -P o m y e s c r ib e sin n in g ú n p ro b le m a :
“A h ora en to n ces que tengo e n la p erce p ció n la cosa m ism a, y
no una representación.-.. - f-V.J—p . -2T)-. - - - -
P ero q u e un extrav agante re c h a c e las reglas del ju eg o y
n o q u iera “em p ez a r” p o r m esas y g u ija rro s; que diga: “E m ­
piezo sin n in g ú n p reju icio , sin privilegiar tal o cual fo rm a de
vivencia p o r so b re las dem ás, q u iero c o n sid era r lo qu e se (1a
tal co m o se da. Ya sea m i s u e ñ o ele a n o c h e ...” —basta para
q u e toda la filo so fía haga agua. ¿ T e n d rá él la “cosa m ism a”,
su “re p re se n ta c ió n ” o la “re p re s e n ta c ió n ” (e n estad o d e vi­
gilia) de u na “re p re se n ta c ió n ” (el su e ñ o )? Y si ésta se p la n ­
teara co m o “ex p e rie n c ia -fu e n te ” co n igu al d erech o q u e cu a l­
q u ie r o tra —d esp ués de to d o , ta n to d a u n a v iv en cia c o m o
o tra—, ¿p o d ría n v en irle atrás m u ch a s p ág in as de c u a lq u ie r
libro de filosofía? L o que siem p re d iscu tió la filo so fía es el
cu e stio n a m ie n to de la “rea lid a d ” de un co rre la to de la p e r­
ce p ció n a p a rtir de la “e v id e n te ” a u se n cia de un c o r r e la to
“o b jetiv o ” d el su eñ o —y siem p re en el p resu p u esto d e q u e al
m en os u n a id ea in d u d able de la “re a lid a d " n os es b rin d a d a
p o r esa r e fe r e n c ia a un c o rre la to “o b je tiv o ”, co m o b ie n lo
m u estra M erleau -Ponty (cf. V.I., p p . 1 9 -2 1 ). P ero n u n c a e l
su eñ o p o r ejem p lo c o m o tal , el m o d o y tipo d e se r q u e é l
h a ce ser, y q u e si d e a rra n c a r “sin p re ju ic io s ” se tra ta vale

192
H e c h o y p o r hacer

la m o co m o otro cu alq u iera. Lo que un filósofo trad icio n al le


o b je ta ría a este p ro ce d im ie n to sería q u e el su eñ o n o nos
brin d a u n m o d o de ser “o rig in a rio ”, ya que cu an d o él está
los que no estarnos “p le n a m e n te ” somos nosotros —lo cual de
h ech o sign ifica: co m o so ñ an d o y pensando el s u e ñ o - y p or­
q u e cu a n d o p en sa m o s el su eñ o n o ten em o s al su eñ o “en
p erso n a ”, “en c a rn e y h u e so ”, sino su rep ro d u cció n en un
recu erd o d ifíc il. P ero los postulados tácitos d el a rgu m en to
equivalen a u n a tesis dudosa y a un deslizam iento lógico: la
ú n ica e x p e rie n c ia leg itim a y ad m isible es la “p re se n cia en
p e rso n a ” de algo con u n a co n cien cia lúcida; p o r lo ta n to ,
ú n ic a m e n te ‘e s ’ lo que se da en dicha e x p e rie n cia (y com o
m áxim o lo q u e n e cesa ria m en te puede in ferirse de ella ).
Desde lu ego ésa n o es la tesis de M erlcau-Pom y. T ras ha­
ber m ostrado qu e el escepticism o com parte co n cierto realis­
m o in gen u o la id ea de “u n S e r que sólo sería en sí” y señalado
que "... sede-respond e bastante al escepticism o m ostrando que
hay una d iferen cia de estru ctu ra y por así d ecir de m aterial
en tre la p e rc e p c ió n o verdadera visión, que da lu gar a una
serie ab ierta d e exp loracio n es concord antes, y el su eño, que
no es o b serva b le y al ser exam in ad o es casi sólo lagunas” (V.J.,
p. 2 0 ), sigue d icien d o: “P or supuesto, esto no term in a con el
problem a de n u estro acceso al m undo: al co n tra rio n o hace
más que em pezar... Si bien sin saberlo pod em os retirarnos del
m un d o de la p e rce p c ió n , nad a nos p ru eb a qu e algu n a vez
estem os en él, ni que lo observable lo sea n u n ca del todo ni
que esté h e c h o de un tejid o distinto al del su eño. Al no ser
absoluta la d iferen cia en tre ellos, estam os autorizados a po­
n erlos ju n to s en n o m b re de “nuestras e x p e rie n c ia s”, y será
por en cim a de la p erce p ció n misma d on d e d eb erem os bus­
car la garan tía y el sentid o de su fu n ción on tológ ica. C uando
se abra vam os a ja lo n a r ese cam in o, qu e es el de la filosofía
reflexiva, p ero qu e em pieza m ucho más allá de los argu m en­
tos escép tico s...” (V./., pp. 20-21; destacado en el o rig in al).
¿Por qu é esc cam ino que pasaría “por en cim a d e la p ercep ­
ció n m ism a” sería n e ce sa ria m e n te el d e la filo so fía reflexiva,
y p o r q u é, cu a n d o es cu estión d e a cu ñ a r la id ea de que la

193
C a m elá is Casioríadis

d iferen cia entre lo observable y el sueno no es absoluta, e n co n ­


tram os nada más q u e esa “conversión reflexiva” p or m edio d e
la cual “percibir e im aginar no son más que dos m aneras del
pensar?” (V.I., p. 4 9 , subrayado en el orig in al). S in em bargo,
M erlcau-Ponty describió co n rigurosidad no exen ta d e iro n ía
qué pasa con lo im aginario dentro de esa filosofía: el círcu lo
estrecho de los objetos de pensam iento pensados a inedias, de
los sem iobjetos o fantasmas sin consistencia ni lugar propio al­
guno, desaparece b a jo el sol d el pensam iento com o nieblas m a­
tinales y entre el pensam iento y lo que éste piensa no hay más
que una delgada capa de im pensado” (V.J., pp. 50-51). N o obs­
tante, esa filosofía para la cu al el im aginario tiene n ecesaria­
m en te ese lugar —y que por eso m ism o bascula íntegram ente
del lado de una ficció n in co h ere n te en cuanto se en cara con
seriedad el terna del im aginario— es recusada sólo cuando olvi­
da que no es más qu e la m itad del círculo y que “se disimula en
su p rop io-resorte” - a saber- qu e “para- constituir ~el-mundo-hay-
qu e ten er n o ció n d el m un d o co m o m und o p re co n stitu id o ”
( V.I., p. 5 6 ). L a crítica a D escartes y la filosofía reflexiva se apo­
ya por en tero en la evidencia de la “vida perceptiva de mi cu er­
po... presupuesta en toda n oció n de o b jeto y... que realiza la
p rim era apertu ra al m und o” (V.I., p. 6 0 ); la d iferen cia en tre
real e im aginario vuelve a tornarse de pronto tan absoluta com o
podría serlo, sus cualidades opuestas, la consustancialidad del
prim ero co n lo verdadero y del segundo con la ilusión masiva­
m en te afirm ada (“lo real es co h e re n te y probable p orqu e es
real, y no real p orqu e es co h eren te; el im aginario es in co h e­
rente e im probable p orqu e es im aginario, y no im aginario por­
que es in co h ere n te” [(V./., p. 6 3 )]. Hay “presencia del m undo
en tero en un re fle jo ” y “ausencia irrem ediable en los delirios
más ricos y sistem áticos... y esa d iferen cia misma no es de lo más
a lo m enos" ( V.I ., p. 6 3 ). Podría observarse cuán difícil es ex­
cluir del m undo al d elirio (pues si no dónde in clu irlo), y que
un m undo sin delirio es una fabricación filosófica in coh eren te.
Para una filosofía así, El Castillo y Tristán e Isolda forzosam ente
tien en que ser in coh eren tes e im probables —o bien “im itacio­
n e s”. Pero lo q u e sobre todo hay que ver es una an fibología

194
H e c h o y p o r h a ce r

caí acierísüca respecto del term ino “m undo” y un d esliz a m ien ­


to tam bién característico (ni accidental ni resultado de un “des- .
cuido”) en tre un sentido estricto de “m un d o”, con relación al
cual dichos enunciados están aparentem ente ju stificados, y un
sentido am plio, con relación al cual son insostenibles pero que
es efectivam ente buscado, ya que lo que a h í se ju e g a es tanto lo
verdadero com o ese Ser acerca del cual las diferentes p ercep­
ciones son “perspectivas” y que “en toda circunstancia está fue­
ra de co n tex to ” (V.J., pp. 64-65).
En otro co n tex to , y an tes de retom ar el trám ite husserliano
para criticarlo reafirm an d o u na tesis del m undo y q u erien d o
m o stra r q u e n in g u n a d u d a p o d ría a fe c ta rlo en a b so lu to ,
M erleau-Ponty escribe: lo que queda (tras la d estru cción
de las creen cias) no es p o co ni de otra especie qu e lo ce rce ­
nado!: son fragm entos m utilados de esa vaga o m n icu d o realitatis
co n tra la que se eje rcía la duda, y que la regeneran con otros
n om b res —ap arien cia, su eñ o , Psique, rep resen tació n . E n b e­
n eficio de esas realidades flotantes se p o n e en duda la reali­
dad sólida” ( V.I., p. 1 4 3 ). A sí com o a partir de La R epública
hubo u na ousia que p o r serlo tanto dejó de ser ousia y se trans­
form ó en un más allá de la ousia , y así com o el en s c n tiu m
fatalm en te siem pre llega a ser el único ens verdadero —si no,
¿de qué m an era se lo distinguiría del esse?—, tam bién hay en
la o m n ic u d o realitatis u na realidad m ás “sólid a” qu e las d e­
más. ¿C óm o evitar e n to n c e s qu e se vuelva arq u etíp ica y los
residuos “flotan tes” n o ten gan m ucho que en señ arn os acerca
de lo que existe sólid am ente?
Desde luego hay un d ob le sentido, o más bien un sentido
flo tan te del térm in o “im a g in a rio ”. A veces se re fie re a p ro ­
d uccion es segundas, derivadas, de la im aginación o el im agi­
nario radical, otras al m od o d e ser de lo im aginario com o tal,
o p or últim o al im ag in ario co m o d u n a m is, vale d ecir co m o
origen , com o fuente. A sí es co m o se logra aten u ar la in co m ­
patibilidad o la in h o m o g e n e id a d de enu nciad os muy p ró xi­
m os unos de otros. “R ecíp ro ca m e n te, el im aginario n o es un
in ob servab le absoluto: él h alla en el cu e rp o an álog os de sí
m ism o que lo en carn an . T a n to com o las dem ás, esa distinción

195
C o :n cJiu s C a5 ron .1 dis

debe Tcfurm uicusc y no se rechice a la de llen o y vacío <V .I. , p.


1 0 8 ).2 P ero ta m b ién , a p rop ósito del “En -sí-para-sf im ag in a­
rio" de Sartre apuntará: ‘D ecim os sim p lem en te q u e el E n -s í
para-sf es m ás q u e un im aginario. El im ag in ario es sin consis­
ten cia, in ob serv ab le, y se d esvan ece cu a n d o se lleg a a la vi­
sió n ” (V./. p. 1 1 7 ). Y fin alm en te, algunas lín ea s m ás adelante:
“La verdad d el En-sí-para-sf sartrean o es la in tu ició n del Ser
puro v la neg-intuición de la N ada. Nos p arece en cam b io que
debe re co n o cé rse le la solidez del m ito, es d e c ir la de un ima­
ginario o p era n te que form a parte de n u estra in stitu ción y es
indispensable para la d efin ició n del S e r m ism o” (V./., p. 118).
C on siderem os la visión adoptada co n resp ecto al ser de la
rep resen tación en esta exp licació n relativa a lo visible: “... él
[lo visible] n o es tam poco re p resen ta ció n para un esp íritu :
un espíritu n o p od ría ser cap tad o m ed ia n te sus rep resen ta­
cio n es, y le rep u g n a ría esa in se rció n en lo visible que le es
esencial al-vid ente" ( V .I ., p ,.1 8 4 )_ N o . discutim os^aquí. la idea,
de lo visible, ni tam poco la de “c a rn e ”, sino lo q u e esa frase
incidental saca a la luz. ¿De d ón d e viene en to n ce s esa idea de
un espíritu q u e “tie n e ” rep resen ta cio n es p ero n o p u ed e ser
“cap tad o” a través de ellas? Eso en c o n tra de lo cual se d efin e
aq u í al p en sa m ien to —y que, co m o siem p re, es decisivo—no es
otra cosa q u e la idea vulgar de rep resen ta ció n , con stru id a por
H eidegger en 1 9 3 8 com o “esp an tap ájaros” y a cep tad a desde
ese en to n ces sin crítica alguna en casi todas partes. N o in tere­
sa a q u í en q u é m ed id a esa id ea vulgar pu d o au to rizarse en
base a ciertas frases d e D escartes, ni en qué otra (m u ch o más
im p o rtan te) e n base a los m anuales esco lares d e psicología.
En cam bio, s í im porta señalar que se le dio créd ito en base a
u na m on stru osa d efo rm ació n del p en sa m ien to g rieg o (qu e
se constituyó de entrad a en un cu erp o a cu erp o co n la pro­
blem ática de la d oxa) y en un rep etid o o cu lta m ien to del pen­
sam iento k an tian o de la V o rstcllu n g y la im ag in ación .

2. Apuntemos nuevamente el carácter de discriminante ontológico implícitamente


imputado a la noción de observable.
H e c h o y p o r hacer

En co n tra d e esa id ea vulgar se desm arra M crleau-Ponty.


Idea que a su vez se apoya en un m odelo m ecán ico de la visión
de la cual es u n sim ple calco. Se supone que soy muy distinto
de lo que veo, y que n o estoy im plicado en lo q u e veo; en
cierto sentid o, lo visto está a mi disposición en la m edida en
que, p o r eje m p lo , siem p re pu ed o cerrar los ojos o volver la
cabeza. D el m ism o m od o dispongo de una pan talla in tern a
en la que proyecto, cóm o y cuán d o quiero tal o cual im agen.
Existe un te rc e r o jo m eta fó rico , una cám ara n eg ra in tern a,
una pantalla de p ro y ección . D etrás de ese “tercer o jo ”, se en ­
cuentra u n “esp íritu ” qu e al girarse un botón ilum ina la pan­
talla y “o b tie n e ” u na rep resen tación . D em oler esta risible fa­
bricación p erm ite olvidar que se está ju g a n d o aquí, y por so­
bre todo p erm ite n o d em o ler fabricaciones igu alm ente arb i­
trarias que so sd en en co n m ucha más solidez todo el en tram a­
do del p en sa m ien to h ered a d o .
El espíritu n o “tie n e ” rep resen tacion es.-E l -espíritu, -si que­
rem os usar ese térm in o, es eso: flu jo representativo (y desde
luego tam bién o tra co sa ). P rim ero y p or sobre todo, el “espíri­
tu” es esa p r e s e n ta c ió n p erp etu a de “alg o” que n o está a h í
para otra cosa (re-p resen tación , V crtrctu n g ) ni para alguien.
P e rc e p c ió n , s u e ñ o , e n s u e ñ o , re cu e rd o , fa n ta sm a, le ctu ra ,
audición de m úsica co n los ojos cerrados y p en sam ien to son
en prim er lugar y en esen cia eso, rigurosam ente por la m ism a
razón. Así abra o cierre los ojos, escuche o m e tape los oídos,
excep tu and o el su eñ o sin sueños, siem pre hay eso m ism o —y,
por em pezar, nada m ás que eso— que existe en y a través de
esa presen tación , hay (n o p or casualidad p red om in a la m etá­
fora de la visión) “e sp e ctá cu lo " absoluto. No esp ectácu lo de
algún tran s-esp ectácu lo, ni esp ectácu lo para un esp ectad o r,
porqu e el esp ectad o r es u no m ismo, a la vez que se está en la
escena. In clu so es p o r m ed io de un p en sam ien to segu n d o,
de una re fle x ió n , q u e se d escrib e tod o ello com o un claro
que surgiría “a d e n ü o " d e lo n o ilum inado, en u na n o ch e pre­
via de la id entid ad , p o r u n a d eh iscencia de y en algo distinto.
La noche de la identidad es un pensam iento de r e to m o a (al
hay), una m etáfora, legítim a en su m om ento, pero construida.

197
C a m e li lis Castoríndis

H ay VorsccJJung, rep resen ta ció n en el sen tid o “activo", p o -


ner-calocar-por-dclance; p o r d elante que no es “a n te” o “de­
lante ele” otra cosa, que n o es ubicar-algo-delante-de-alguien,
sino aquello m ed ian te y en lo cual todo u bicar y tod o lugar
existen, co lo ca r originario a p artir del cual toda posición -com o
“a cto ” de un su jeto o “d e te rm in a c ió n ” d e un o b je to — tien e
ser y sentido.
El p en sa m ien to h ered ad o n o pu ed e conservar ni p o r un
in stan te d en tro de si' esa reg ió n o n to ló g ica p rim era, ya que
de in m ed ia to se p recip ita a p re g u n ta r: ¿ c o lo ca r q tticn qué
cosa?, recu b rién d o la de en trad a co n d eterm in acion es lógico-
om ológicas posteriores y disociando con prontitud el h a y en
algo para alg u ien ; tran sfo rm an d o , in clu so antes de h ab erlo
registrado, el surgim iento origin ario de un h a y im person al y
no-cósico (aquel m ed iante el cual hay m und o, aquel qu e in­
cluso en el más extrem o de los d elirios, n u n ca d eja ni puede
d ejar de ser co m o :-este m u n d o, en relación “in tram u n d an a”
o có sica); de esto resulta, in m ed iatam en te, la casi in elu ctable
necesidad de pen sar esta relación según las d eterm in acion es
“rea les” h abitu ales (c o n tin e n te -co n te n id o , cau sa-efecto, ma­
teria-form a, p ro d u ctor-p ro d u cto, re fle jo -o b je to re fle ja d o ). Y
después, el vano e in term in ab le esfuerzo p or liberarse de esas
d eterm in acion es inscriptas co n trazos ind elebles en el en u n ­
ciad o de la p reg u n ta. P ero el “a lg o ” (co m o o b je to , G cgen-
sLand, cu alq u iera sea su ten o r particu lar, pero m a n ten ién d o ­
se co m o a p a rta d o d el flu jo re p re se n ta tiv o ) y el “a lg u ie n ”
(có m o su jeto, cualquiera sea la “in terp re ta ció n ” que se le dé:
h o m b re, alm a, co n cien cia , “esp íritu ” o Dase/n) son sep aracio­
nes reflexivas; inevitables y legítim as —p ero segundas; “reales”
y “ló gicas”, e in clu so “sólidas” hasta d on d e se pu ed a —p ero
segundas. Q ue en el h a y del flu jo representativo p ro n to haga
e c lo sió n (a u n q u e n o in e v ita b le m e n te ) la cosa p e rce p tiv a
(p reten d id am en te plena) es im p o rtan te y hasta decisivo —p ero
segundo—. P or otra parte, esta eclo sió n n u n ca podrá ser sepa­
ració n total, salvo co m o lím ite d el p en sa m ien to o b jetiv an te
(lím ite qu e en tiem p o y fo rm a tam b ién posee su relativa le­
g itim id ad ). N u n ca pod rá serlo, p o rq u e la p erce p ció n no es

198
H e c h o y p o r hacer

sep arable de la im ag in ación rad ical, au n cu an d o no pu eda


red u círsela a ésta. Asi tam bién : que del flu jo rep resentativo
em erja n u n a reflexión (sobre y siem pre capturada p o r él) y
un sujeto de esa reflex ió n es decisivo —p ero seg u n d o -. En esc
caso no es cuestión de sep arar ni siqu iera “p arcialm en te” su­
je t o y flu jo (salvo en con texto s tan reducidos y específicos que
su in terés es m eram en te técn ico , com o ocu rre p or ejem p lo
co n el “su jeto trascen d en tal”), y m ucho m en os de p o n er u no
a disposición del otro. El su jeto n o es poseed or de “sus rep re­
sentaciones, afectos c in ten cio n es”: el su jeto es eso, flu jo re­
p resen ta ti vo-afectivo-intencional donde h a em erg ido la posi­
bilidad p erm a n en te de la reflex ió n (co m o m odalidad de la
rep resen tació n que im plica una re-presentación de la rep re­
sen tació n ) y d on d e la espontaneid ad b ru ta de la im aginación
radical se ha convertido en parte en espontaneid ad reflexiva.
Q ue en el flu jo representativo (para ser breves nos lim ita­
m os p or el m o m e n to a esa ab stracción ) su rja n , casi..com o se-,
p a ra d a s, p e r c e p c ió n d e u n “r e a l” y r e fle x ió n fin a lm e n te
referid a a un su jeto de la re fle x ió n , en un tiem po a la vez
p sicogenética, lógica y o n to ló g icam cn te s e g u n d o , no significa
qu e se trate de “derivados”. P ercep ció n de lo real y reflex ió n
sobrevienen com o verdaderas síntesis, y si bien del principio
al fin presup on en el flu jo representativo, en ningún caso po­
drían deducirse, prod ucirse o constru irse a p artir de él. T a n ­
to la cosa percibid a com o el p en sam ien to son creacio n es del
im aginario radical histórico-social (aun qu e pueda p arecer es­
candalosa, esta p rop osición es co n secu en cia inm ediata de que
no haya ni pensam iento sin lenguaje ni “lengu aje trascen d en ­
tal”, com o tam poco p erce p ció n sin form as lógicas elem en ta­
les). Por eso es que las in term in a b lem e n te d ifíciles cu estio­
nes que p lantean se h icie ro n im pensables en la perspectiva
tradicional, tanto “realista” com o “eg o lóg ica”, y de h ech o casi
siem pre am bas cosas a la vez.
L a verdadera consideración de la rep resen tación y del flujo
representativo nos m uestra bien distinto a u n “espíritu con re­
presentaciones” c infinitam ente diferente a la “inserción (del vi­
dente) en lo visible”: una indescriptible y recíproca im plicación

199
C'.orn e! iiis Casroriz dis

del “sujct.o” tic la representación y la “rep resen tación ”. R epre­


sentación ‘ del su jeto” —que su pera al s u je to -; sujeto d e la “rep re­
sentación'’ —qu e supera a cualquier representación d a d a-. P or­
que el sujeto sólo existe com o síntesis d el flujo representativo
em erg en te, sien d o siem p re y en p rim er lugar co n ese flu jo
rep resen tativ o in d e te rm in a d o ; y “la” re p re se n ta c ió n , co m o
representación “del su jeto”, sólo existe a p artir del m o m en to
en que hay su jeto, es d ecir m ediante la creación e institución
histói ico-social de un lenguaje y un m undo público. Esa in h e­
rencia recíp roca que n o es identidad, sim ple d iferencia, recu ­
brim iento de u n o por el otro, ni intersección que d efin a a una
parte com o asignable, n o tiene nom bre en tre las relacion es de
la lógica heredada. So b re todo no podem os pensarla co m o “in­
serción ” (del vidente en lo visible, del “su jeto ” en lo “rep resen ­
tado”, lo “rep resen table” o incluso el flujo representativo) por­
que estaríam os d ejan d o de lado aspectos absolutam ente decisi­
vos, Por urt lado y en especial le erraríam os, al h ech o funda­
mental de que n o hay algo visible ya dado y h ech o d on d e pu­
diera insertarse el vidente, ni tam poco “m arco representativo”,
sino surgim iento, creación continua, in acabam ien to n u n ca col­
mado que se transform a en otro inacabam iento. Nos quedaría­
mos en el atolladero de la ontología tradicional, con un ser-dc-
siem pre (aei), siem pre y sencillam ente dado y dado a ver. C on
eso mismo le erraríam os tam bién a la verdadera esencia de la
tem poralidad, ya que pata un “vidente inserto en lo visible”,
¿que podría ser el tiem po com o no sea un tiem po “ob jetiv o”,
esa hora d urante la que lee en lo visible, o bien ese reloj que
transporta “en sí m ism o”, pero bien aparte —en un bolsillo cosi­
d o - com o para que n o interfiera en su fu n cion am ien to de vi­
dente? F in alm en te, nos volveríamos incapaces de em p ezar si­
quiera a pen sar la subjetividad, ya que esa m an era de co n ce b ir
la “relación ” del vidente con lo visible im pide co m p ren d er de
qué m anera el vidente tom aría distancia de lo que existe com o
visible, distancia cualitativam ente distinta de la que en form a
de m etáfora puede plantearse en tre “partes” de lo visible. Ni de
cómo podría apartar la vista de lo visible o “relativizarlo” por otras
vías que las de la com paración de puntos de vista “espaciales”. Y

200
H e c h o y p o r hacer

m ucho m en os soñar, delirar, invernar o com poner miísica. De


tal m odo que nos quedaríam os, justamente com o ocu rre en Lo
V isible y lo In visib le, c o n un serie de aporías en cru do , de
interrogantes to talm en te desarm ados fren te al ser del sujeto
( V.I., pp. 244, 2 4 7 , 2 5 5 ), fren te a lo que lo califica siem pre y
hace de el un “ser-m ío” en un sentido distinto al descriptivo y
ex tern o , y co n d en a d o s a p lan tearlo sim plem ente com o una
incógnita, com o una X que vendría “a anim ar el m undo perci­
bido y el len g u aje” ( V.I., p. 2 4 4 ). P or lo tanto en ese esquem a
m isterioso de la “an im ació n " que Merleau-Ponty supo tan bien
denunciar a propósito del com portam iento y la percepción , y
que por más qu e se haga rem ite de m anera ineluctable a un
circuito ya h ech o al que sólo le falta un soplo para que em piece
a fu n cio n a r. U n a in có g n ita , una X que co m o su v en erab le
ancestro kantiano d eb ería ser distinta en cada caso porque “está
de mi lado” (V.7., p. 2 4 4 ) y sin em bargo al ser sólo una X en
esencia tiene que ser la m isma en todas partes -c o n c e p to que
por lo tanto se con trad ice a sí mismo de m anera sim ple y no
mediata: la nada negativa, la nada absoluta. “Sólo p ercibo aque­
llo de lo que h ablo, la p e rce p ció n y el lengu aje m e tien en ”
(V.I., p. 2 4 4 ). Esos enu nciad os heidcggerianos, m eras negacio­
nes de sus correspon d ientes enunciados “antropológicos” o “tras­
cendentales”, se sitúan rigurosam ente en el mismo terren o que
con trad icen , p resen tan la m ism a estructura de relación entre
los dos “térm inos” que consid eran limitándose a perm utarlos y
provienen del m ism o ord en de pensam iento. Desde un punto
de vista profundo, es obvio que estrictam ente no hay ninguna
diferencia en tre los en u nciad os: “el hom bre tiene el lengu aje”
y “el lenguaje tien e al h o m b re”. Ambos plantean una “relación ”
(que, hablando con propiedad, no es una relación) en tre.esos
dos “térm inos” bajo la form a de “ten er” el uno al otro (y pese a
algunos com entarios apresurados que puedan hacerse sobre la
m ctaforicídad de d icho uso del “ten er”, pues cabe dudar si cier­
tos “an tropólogos” n o piensan que el lenguaje “se tien e” lo mis­
m o que “se tie n e ” el sa co ), m ostrando cjue son incapaces de
pensar aquello de lo qu e a q u í se trata en su irreductible origi­
nalidad, com o cidos de sí m ism o, es d ecir la relación sui g en c ris

201
C or ti e! i u ¡ C a n o ri.rd js

del len g u aje y el su jeto h ab lan te. F.l “p en sam ien to del S e r”
revela aquí esa m isma esencia que logra ocu ltar con m ás éxito
en otros con textos: esa negación de la an trop olog ía n o es otra
cosa q u e u na teolog ía disim ulada.
Inclu so podem os precisar qué piensa M erleau-Ponty com o
“rep resen tació n ” -y las aporías ¡inm ediatas a que lo con d uce
su p en sam ien to , en base a u na nota d e mayo de 1960 titulada
“Cuadro visual”— “rep resen tación del m u n d o ” “T o d o y N ada”
( V.I., pp. 3 0 6 -3 0 7 ). Se trata de “gen eralizar la crítica del cua­
dro visual co m o crítica de la “ V orstcllung’' hasta llegar a una
crítica del sentid o d e ser dado p o r u n o y otra a la cosa y el
in u n d o . V ale d ecir el sentido de ser E n S í (en sí no relacio n a­
do con lo Unico que le da sentido: la distancia, la separación,
la trascend encia, la ca rn e)... si n uestra relación con el m undo
es V orstellu n g , el m undo “rep resen tad o” tiene com o sentido
de ser el En Sí. Por ejem p lo, alguien se rep resenta el m undo,
para él hay un o b jeto in tern o que no está en n in g u n a parte,
que es idealidad, y aparte del cual existe el m undo m ism o. Lo
que q u iero h a c e r es restituir el m und o com o sentido de Ser
ab so lu tam en te d istinto de lo “re p resen ta d o ”, a sa b er co m o
ese S e r vertical al que ningu na de las “rep resen tacion es” ago­
ta y todas “alcan zan ”, el S e r salvaje”.3
P ero la cu estión seg u n d a del sentid o de ser del m undo y la
d ecisión de n egarle el sentido de ser E n S í —que a q u í n o dis­
cutim os— no p u ed en h acerm e n eg ar el ser de la rep resen ta­
ción si éste adem ás se o frece prim ordial e ind u d ablem en te. Y
tam poco suprim ir a tiros la rep resen tación elim ina el proble­
m a que p lantean el otro y su p ercep ció n del m undo, apertu­
ra al ser o com o queram os d ecir. P or o tra parte, el revólver se
atasca y suprim ir la rep resen tación revela su carácter imposi­
ble en la m ism a frase que la señala: la obvia y por lo que hem os
visto, asom brosa afirm ación, de que la rep resen tación n u n ca
“agota” peí o “alcanza" siem pre al Ser salvaje, restaura en un

3. Todas las palabras destacadas lo están en el texto.

202
H e c h o y p o r hacer

lugar prim ord ial a la rep resen ta ció n colocánd ola a la vez en
posición d e exteriorid ad co n relación a ese ser al que “alcan­
za” (S e r q u e sen cilla y visiblem ente aquí q u iere d ecir todos
los en tes) y d eja subsistir ín teg ram en te la cu estión evocada
p or el otro y “su ” rep resen tación del m undo. Porque, si esta­
mos de acu erd o e n que al igual que la m ía, su rep resen tación
alcanza al Ser salvaje, ¿cóm o puedo saber que lo que alcanza
la suya y lo qu e alcanza la m ía son idénticos, com parables y
pardcipables p o r él y por m í? U na participación así, c incluso
m u ch o más, una rigurosa identidad, se afirm aría de p or sí si
h u b ie ra m a n e ra de “a g o ta r” al S e r -in clu y e n d o , p a ra cada
e s p ír it u , e s e “m o m e n t o " d e l S e r q u e es o t r o e s p ír itu
(h egelian ism o ). C errada esa vía, cóm o evitar, en esa posición
husserliana del p ro b lem a que adopta M erleau-Ponty, qu e la
participabilidacl se co n cib a sólo a partir de un postulado refe­
rido a sus propias con d icion es ele posibilidad: eso q u e se al­
canza en cad a ocasión es lo “m ism o” o “com p arab le” u “h o m o ­
g é n e o ”. C om o literalm en te está claro qu e no es cierto (o que
lo es sólo para un pen sam ien to del En S í y sus “reflejo s”), se le
m endiga un su p lem en to de plausibilidad a la progresión sin
lím ite en las e x p lo ra c io n e s co n co rd a n tes: hay u n a vía que
p erm ite dem ostrar que lo que el otro y yo alcanzam os del Ser
tien d e a co n c o rd a r o corresp on d erse a m edida que avanza­
mos. Por lo tanto las idealidades son tres, no una.
La cuestión que plantea la dualidad en tre m undo privado
y m un d o p ú b lico —de u na infinidad de m undos privados e
incluso de u n a infinidad de m undos públicos, ya que eviden­
tem en te n u estro m undo público no es el m ism o de los azte­
cas o los cazadores de A ltainira—con el telón de fon d o últim o
de un m und o es totalm en te in d ep en d ien te de la teoría de la
p ercep ción o de la rep resen tación —aunque ésta últim a se tom e
en su más an od in a y estúpida acepción. Y se plantea en cuan­
to com p ru eb o que el otro piensa algo que n o dice: vale dccii
q u e es constitu tiva del m u n d o ya doble de un n iñ o de dos
años, m ucho antes de qu e lo con tam in e u na mala teoría filo­
sófica del En Sí. Se p lan tea cuando al a p ren d er otra lengua
com p ru eb o qu e tien e palabras sin equivalente estricto en la

203
C ornelius Gas loriadis

mía (y m ás a ú n , q u e n in g u n a de las palabras de esa lengu a


extran jera equivale a las de la m ía). Y muy sen cillam en te se
plantea cu an d o m iro una estatuilla african a.
A hora b ien , ¿ d ó n d e esta y q u é es lo q u e el otro piensa sin
decirlo? ¿Eso que u n africano ve en su estatuilla y que h ablan ­
do fran cam en te yo n un ca veré, aun sab ien d o de m an era cate­
górica q u e es y d ó n d e esta? Q u e yo diga qu e “para él es un
ob jeto in tern o que n o está en ningú n lado, que es idealidad”;
o que diga q u e son un m o m en to y u n a m an era que él tiene
de alcan zar el Ser salvaje sin ag otarlo, m om en to y m an era que
n u n ca serán m íos y qu e sólo p o d ré pensar-y-representarm e,
¿m odifica realm en te en algo la situ ación o los in term in ab les
enigm as qu e zanjam os con stan tem en te al vivir? De todas ma­
neras, lo m ism o que en todas las “vivencias su b jetiva s”, d ebo
“llevarlo” a ese “ ‘re g isu o ’ q u e es el S e r" ( V.I., p. 2 3 9 ) (una
vez m ás a q u í in te r m in a b le c a tá lo g o d e los e n te s , sim p le
In b e g rílT a U eiiS eieiid en d ^iio pu ed o, au n q u e el otro n u n ca-lo
haya d ich o, im ped ir que “alg o” haya sido y quede p o r siem pre
en el h a b e r sido una vez, p or el sim ple h ech o de h a b e r sido
una vez y p a ra u no solo com o p en sam ien to fugitivo, y para m í
sim p le id e a lid a d q u e ap en a s p u ed o d esig n a r en el v acío .
¿C óm o salir en to n ces del dilem a: o b ie n el sentido d e ser del
m un d o es efectivam en te E n S í e id ealid ad , pues de ese m un ­
do form an parte siem pre esos in n u m erab les “algo” esencial y
n ecesariam en te in accesibles para m í y para todos salvo uno
(el últim o p en sam ien to de la ú ltim a p erso n a an otad a en el
registro de d efu n cio n es de la ciudad de Beauvais en 1 7 8 8 ).
E n S í e idealidad in fin itam en te más p ro n u n ciad os qu e los que
la cien cia está obligada a postular: “h ace d oscien tos m illon es
de años, los co n tin en tes ten ían tal fo rm a ”, tien e p or sentido:
“su jeto s c ie n tífic o s id é n tico s a n o so tro s h a b ría n observad o
q u e ...”, y en ese caso la ab stra cció n es tan efectu ab le co m o
in te rm in a b le m e n te ju stific a d o el c o n te n id o del en u n cia d o .
P ero la frase: “si usted fuera la últim a p erson a in scrip ta en el
reg istro de d e fu n cio n es e tc ., h a b ría p en sad o en ú ltim o lu­
gar...”, es d o b lem en te vacía p orqu e p re ten d e asignar un co n ­
te n id o in d esig n a b le y postula u n a o p e ra c ió n en su e s e n c ia

204
H e c h a y p o r hacer

in efectu ab le. —O b ien el sen tid o de ser equivale a “h a b e r sido


para algu ien”, y en ton ces n o hay un sentido de ser, salvo en
fo rm a n o m in a l, ya que ese sentid o de ser: “h aber sido para
algu ien ” en esen cia está vacío y ningún m edio perm ite darle
co n ten id o id én tico o d iferen te a “ser para m í” y a “ser para
X ”. A p artir de ah í, cualquiera sea nuestra in terp retación de
la p erce p ció n , la rep resen ta ció n , etc., estam os sum ergidos sin
esperanza en el o céa n o de la com posibilidad de un núm ero
in d efin id o n o sólo de m undos, sino de sentidos d e ser priva­
dos, y p o r o tra p arte ab solu tam en te inasignables.
A porías in m ed iatas, h em os d ich o, qu e h a cen a la m an era
de p lan tear el p roblem a. ¿C óm o si no p en sar la cuestión del
m u n d o p ú b lico , el ko sm o s ko in o s, elim in an d o u olvidando qué
quiere d ecir p ú b lic o , p re ten d ien d o pensarlo en el olvido ac­
tivo de k o iu u tc s y ko inóriia y lo que las h ace ser, vale d ecir lo
histórico-socíal y su institu ción? E n la m ed id a en que quera­
m os salir de ese lugar d on d e se reco n o ció que por necesidad
esencial la actitud fen o m en o ló g ica d ebe h a cer del a ltcr ego
una im posibilid ad in flexib le y sólo puede salir del solipsism o a
través del suicidio —vale d ecir que no pu ed e salir—, queda un
solo recu rso, el re to m o a la id ea de una con n atu ralid ad o una
connaúvidad de videntes, ya sea de calidad d iferen te u orden
su perior. E so es ju sta m e n te lo que nos p ro p o n e el capítulo
“El rasgo-el quiasm a” en cu an to a lo \isible. “¿Por qué no ha­
b ría sin erg ia e n tre organism os d iferentes si es posible d entro
de cad a u n o ?” (V./., p. 1 8 7 ). D esde luego, “n o existe ningún
gran anim al cuyos órganos fueran nuestros cu erp os”, p ero sí
“un rayo de luz natu ral que ilum ina toda carn e y no sólo la
m ía”. Q u e los co lo res o los relieves táctiles del otro sean para
m í u n “m isterio a b solu to... p o r siem pre in a ccesib le”, “n o es
del to d o c ie rto , basta c o n qu e ten g a de ellos, n o u na idea,
im agen o re p ic se n ta c ió n , sino com o la ex p erien cia in m in en ­
te, qu e m ire u n paisaje, q u e h a b le de él con alguien: en to n ­
ces, p o r la o p era c ió n c o n c o rd a n te de su c u e rp o y el m ío, lo
que veo en tra en él, ese verde individual de la pradera b ajo mis
ojos invade su visión sin ab and o nar la m ía, reconozco en su ver­
de mi verde... No hay aq u í problem a de a leer ego porque no

205
C ornelius Custoris clis

soy yo q u ien veo ni e l q u ien ve sin o una visibilidad a n ó n im a


q u e nos h a b ita a am b o s, u na visión en g en era l, e n virtud d e
esa p ro p ied a d p rim o rd ia l p e r te n e c ie n te a la c a rn e , a q u í y
a h o ra , d e irr a d ia r p o r tod os lad os y p ara siem p re, sien d o
individuo, d e se r ta m b ién d im en sió n y u n iversal” <V .l., pp.
187-188).• '
Sólo tenem os a q u í la exp loración de una nueva en cru cija­
da en la qu e no nos d etend rem os. Es obvio que la d escripción
“no es del todo cie rta ”, p o r reto m ar la expresión de M erleau-
Ponty; el “com o la ex p erien cia in m in en te” n o sirve de exp e­
rien cia definitiva, y que exista un solo d altón ico, alu cin ad o o
b o rra ch o sería su ficie n te p ara im p u g n arla. C o n tra esto, se
precave con “la o p e ra ció n co n co rd a n te” de los d iferen tes cuer­
pos, es d ecir im p id ién d ole de an tem ano al otro ser “él q u ien
ve”, su m erg ién d o lo en una g en eralid ad natural que le perm i­
ta a la visibilidad an ón im a habitarnos a am bos. Q ue d ich a ge­
n e ra lid a d n a tu ra l n o s ó lo ex ista sin o q u e ju e g u e u n ro l
idcstru ctible en todos los tem as que nos ocupan es algo que
seríam o s los ú ltim o s en p o n e r en d ud a. P ero ese rol - d e
ap u n talam ien to e in d u cción a la institución histórico-social del
m u n d o - n o basta en absoluto para resolverlos. Si bastara, n u n ­
ca h ab ría habid o filosofía ni nin gú n o tro tipo de discusión —ya
que no se en tien d e d ón d e y p o r qué se d eten d ría la co n co r­
dancia de las o p eracion es, ni tam poco p or qué no se ex ten d e­
ría com o co n co rd a n cia e identidad de todos los discursos; Y
m u ch o m en os có m o “la visibilidad an ó n im a”, “la visión en ge­
n e ra l” se a cu ñ a y tra n sfo rm a de m od o tan d ife re n te en tre
G iotto, Rem brandt. y Picasso. Ese “lo qu e yo veo en tra en é l” y
“recon o zco en mi verde su verd e”, es cierto cuín g ra n o salís,
pero g ran o tan gru eso qu e b astaría para salar la com id a de
todas las g en era cio n es venideras.
En realidad, M erleau-Ponty hace im p e n sa b le al individuo.
Porque su "lo qu e veo en tra en él” sería c ie n o sólo si y o en tra­
ra en él ín teg ra m e n te, con mis recu erd os de infancia y sobre 4

4. El destacado de las dos primeras frases es nuestro.

206
H e d í o y p o r hacer

iodo con los qu e n o co n o zco , esos ja rd in e s de Atenas donde


p or prim era ve/, vi y p or siem p re fui ese verde, esc verde q u e
te q u ie r o v e r d e que tantas veces me obsesiona, esa m an era
que tengo de vivir la luz y los colores que n o cesa de so rp ren ­
d erm e, mis p reocu p acion es del m om ento y así sucesiva e in­
te rm in a b le m e n te . O b ien e n to n c e s h a b rá que a firm a r de
m an era categ órica que ni esc verde ni yo tenem os carn e, que
nada nos interesa ni xtos sostiene fuera de ese en cu en tro ató­
m ico, esa co in cid en cia insípid a, divisible y de prod ucto libre­
m en te transferible: ese verde, qu e pasa de m í a él in alterable
—y con ju s ta razón, ya qu e “n o soy yo quien veo, ni él quien ve”.
P ero si ver es algo más que un asunto de retina, com o el p ro­
pio M crleau-Ponty lo m ostró tan bien, en ton ces sí todo viden­
te está cuestionad o en la visión. No sólo sus sinergias corp o ra­
les, sino toda su historia, su pensam iento, su lengua, su sexo,
su m undo —e n suma, su “in stitu ción p erson al”, si nos perm iti­
m os la expresión. E n to n ces, el en cu en tro de dos videntes p o n e
en tela de ju ic io otra cosa y m u ch o más que la visibilidad anó­
nim a y la visión en g en eral, y n o puede ser sino coin cid en cia
m ás o m en os exten d id a y p rofu n d a de dos “instituciones p er­
sonales”, fu ertem en te d ep en d ien te de esa institución históri-
co-social qu e h ace existir a cad a u no de ellos com o individuo,
y que pese a ser siem pre p osible nunca está asegurada y de la
qu e más esp ecíficam en te hay que d ecir q u e en cierto sentido
siem pre tien e éxito pese a las “distancias” histórico-sociales y
personales im plicadas, y que en otro sentid o fracasa siem p re ,
cualquiera sea la “cerca n ía ” d e am bos videntes. P ero esa posi­
ción de la cuestión p o r parte de M erleau-Ponty exclu ye que
pu eda pensarse algu na vez la necesid a d de que fracase la co n ­
cord an cia —del m ism o m od o, aunque p o r razones p rofun d a­
m en te análogas a las que h a cen que excluya, com o todo el
pen sam ien to h ered ad o, la posibilidad de pensar el ser del erro r
de o tra m an era que co m o d éficit y au sen cia de verdad.
Para ten er de los colores de otro algo así com o una e x p e ­
rie n cia in m in e n te , escrib e M erleau-Ponty, “basta con q u e h a­
ble de ellos co n a lg u ie n ”. H ablo, en to n ces —y le h ablo a “al­
g u ie n ”. L a tra n sfe rib ilid a d , lo p a rtic ip a b le d el c o lo r pasa

207
C ornelius Casloriadis

en ton ces ¿puede, d eb e pasai? pui la palabia. Y pt>i supuesto


M erleau-Ponty sería el Ultimo en pen sar qu e aquí o en cual­
q u ier otra p arte la palabra sea m ero in stru m en to o me'dium
diáfano; y m u ch o m en os que se la pu d iera lim itar a ser sólo
palabra. Por ejem p lo al h ablar del rojo en ese herm oso pasaje
( V.L , pp. 173-174) que abre el capítulo qu e estam os discutien­
do y term in a con “cierto ro jo , es tam bién un fósil traído del
fondo de los m undos im aginarios”. “Es ta m b ié n ”: quizá lo sea
por sobre todo, ya qu e aparte de “ciertos terrenos cercanos a
Aix o de M adagascar”, y el rojo sangre, todos los rojos evocados
en ese pasaje son rojos históricos, inseparables de —c indefini­
bles sin—su fuerte carga im aginaria: rojo en los tejados, en las
banderas de los guardabarreras y de la Revolución; en las ropas
de las m u jeres, las togas de profesores, obispos y magistrados,
ro jo en ad orn os y uniform es, rojo esencia pura de la Revolu­
ció n de 1 9 1 7 , e te rn o fem en in o , ro jo del acu sad or p ú b lico y
por úlúm o-rdjo en esos- gitanos-desm añadam ente-vestidos que
reinaban h ace veinticinco años en una cervecería de Champs
Elysées. Y así co m o ju stifica la im portante idea final —un color
es “m enos c o lo r o cosa... que diferencia en tre cosas y colores,
cristalización m om en tán ea del ser coloread o o la visibilidad—la
descripción m uestra tam bién que si h ablo de ellos con alguien,
“lo que veo” sólo “pasa en él” m ed iante todas esas referencias
implícitas —y que com o es o b río no sólo co n ciern en a u n a visibi­
lidad anónim a, a u na visión en general, sino a un devenir y una
institución histórica de dicha visibilidad y d e aquello que la con­
creta y la hace participable. C on cretar es una muy m ala expre­
sión, lo qu e co rresp o n d e d ecir es qu e la “h ace ser”: segura­
m ente el rojo del e tern o fem en in o no lo es en otras culturas, y
es posible que a m en os que sean aficionados a las viejas pelícu­
las, mis n ietos no en tien d an nada de los gitanos de Cham ps
Elysées (q u e n o vean nada en ellos), y que n in g u no de los ejem ­
plos citados le h iciera ver nada a A ristóteles. D ecir que se po­
dría en co n tra r otros co n el mismo sentid o (visible) sería preci­
sam ente an u lar la significación de tod a esa d escripción, pues
equivaldría a afirm ar que se trataba de instancias rigurosam en­
te sustituí bles en tre sí de una generalidad o esencia dadas de

208
H ech o y p o r hacer

una vez y para siem pre. Porque evidentem ente el rojo de la


Revolución introd u ce una nueva y distinta d iferenciación, una
nueva y distinta m odulación de las que hasta entonces hacían
al rojo. Pero tam bién es cierto que las agrega para quienes ven
a h í el rojo de la Revolución. Y que ya no podem os seguir ha­
blando de un “fósil traido desde el fondo de los m undos imagi­
narios”: com o esos m undos imaginarios siguen haciéndose, el
rojo no está term in a d o , no hay un rojo “natural” dado de una
vez y para siem pre. Ese ro jo natural (cuyas características físicas
hoy estaríam os en con d icion es de especificar a la p erfección
en base a longitudes de onda, escalas de brillo, saturación, etc.)
no pasa de ser un sostén: ese rojo del que estaríam os hablando
es un rojo histórico, y com o tal sigue haciéndose com o parte de
la con cretud de visibilidad, a su vez parte de la institución del
m undo, que sigue haciéndose en y a través del m undo.
M erleau-Ponty lo sabía muy bien. Y si bien p or m om entos
algunas de sus fo rm u lacio n es siguen acred itan d o la-idea de
cierta natu ralid ad sin m ezcla de la p ercep ción , de d erech o e
incluso de h e c h o p en sab le aparte del resto [com o leem os en
la p. 200: “... desde luego es cuestión de saber... por q u é m ila­
gro en especial a la gen eralid ad natural de mi cuerpo vien e a
agregarse u n a g en era lid a d cread a, una cu ltu ra, un c o n o c i­
m ien to qu e revisa y rectifica a la p rim era” (V.7., el destacado
es m ío )] los d esarrollos de las últimas páginas m anuscritas,
sobre todo p o r el lugar atribuid o al lenguaje y la palabra, ha­
cen im posible esa idea. P ero ese saber n o logra convertirse en
el nuevo p u n to de partid a que sin em bargo exige, y n o p o r
ca su a lid a d : la vía a b ie r ta a b a n d o n a e n se g u id a e l ca m p o
o n to ló g ico d o n d e sigue in stalad o M erleau-Ponty. D e m odo
que aquello qu e lo expresa o proced e de él no está sino yuxta­
puesto a la inspiración cen tra l, renovando con stan tem en te de
ese m odo su ca rá cter am bigu o.
Esto p u ed e verse en la ya citad a n o ta de mayo d e 1960
( V I ., pp. 3 0 6 -3 0 7 ): “L a d istinción en tre los dos planos (n atu ­
ral y cu ltu ral) es abstracta adem ás: todo es cultural en noso­
tros (nuestro L e b e n s w c lt es “subjetivo”) (nuestra p ercep ció n
es h istórico-cultural) y tod o es natural en nosotros (incluso lo

209
Onrti el¡ us CastoríacÜs

cultural descansa en el p olim orfism o del S e r salvaje)". Lejos


de ser accid en tal o aislada, la observación so b re e l ca rá cter
h istórico-cultural de la p e rce p c ió n co in cid e con n um erosas
form u laciones anteriores.5 P ero está claro que n o se ex tra je­
ron im plicaciones en lo qu e h ace al tratam iento tem ático de
la p e r ce p c ió n . Si n u estra p e rc e p c ió n es h istó rico -cu ltu ra l,
com o sin duda lo es, n o sólo n o sería cuestión de m an ten erle
privilegio on toló g ico o estatuto “arq u etíp ico” alguno con re­
lación a otras form as de a c c e d e r a lo ex isten te, de “d arse”
algo o h acerlo ser, com o se quiera d ecir; lo im portante y ur­
gen te es exp lorar las con secu en cias del h ech o p regu n tánd o­
se cuáles “co m p o n en tes” de la p ercep ció n son de origen his-
tórico-social y de qu é m an era lo son, si pu ed en distinguirse
“co m p o n e n te s” e im pu tarlos d istin tam en te a tal o cual o ri­
gen, y p o r últim o si se pu ed e conservar el sentid o tradicional
de “p e rce p c ió n ”. D ecir que n uestra p ercep ció n es h istórico-
cultural equivale a d ecir qu e err partc,- y-segúrr-modaHdades
aún por exp lorar, tam bién se origin a en la institución. ¿Pero
cuál institución? Dado que la cultura no nos dota de dispositi­
vos m ecán icos para la transform ación de datos sensoriales, ni
de m in icom p utad oras program adas que los procesen de dife­
ren te m an era en V e n e cia y B ab ilo n ia, esa institución sólo pue­
de co n ce rn ir a la rep resen ta ció n m ism a, según el m od o co ­
m ún del rep resen tar; es en to n ces —y volverem os largam ente
a este pu nto— institución de esquem as y figuras que perm itan
la rep resen tación com o p articip ablc y el q u eh a cer colectivo.
D ichos esquem as deben posibilitar la “p erce p ció n ” de lo que
se p lan tea en cada op ortu n id ad com o “cosa”; p ero tam bién
d eben h acer m ucho más, ya que tienen que organizar la tota­
lidad de lo social efectivo co m o algo pensable en cada caso.
E v id en tem en te es im p o sib le q u e d ichas org an izacion es - d e
cosas, hom bres, actos y p en sam ien tos—estén separadas y sean
in d ep en dien tes unas de otras; en cada sociedad hay coh esión ,
solidaridad in te rn a e in h e re n c ia re c íp ro c a (q u e d eb erem o s

5. Por ejeirplo La Prosa del mondo, pp. 60, 72. 97.

210
H e ch o y p o r hacer

indagar) de la p o s ic ió n y v isió n de las “c o s a s naturales”, el esta-


Luto de los h om b res, las reglas y referen cias del q u e h a cer y el
d ecir (en el m ism o A p u n te M erleau -P o n ty señala: “en una
so cied ad , una m a n era de p en sarse escá im plicad a en su es­
tructu ra so cia l”). P o r lo tanto, hay institu ción por la sociedad
del m undo co m o ko sm o s ko in o s, m undo com ú n y pú blico d e
y para esa sociedad y en el qu e n ecesariam en te esa sociedad
se u b ica tam bién a si m ism a. In stitu ció n que sin caer en el
a b su rd o n o p o d e m o s p e n s a r ni c o m o “r e f l e jo ” n i c o m o
“su blim ació n ” de las con d icion es “reales” en que se ubicaría
la s o c ie d a d , y q u e tr iv ia lid a d e s a p a r te , so n in a s ib le s e
in asign ables fu e ra de esa in stitu ción social. T am p o co p od e­
m os ver a llí un “m om en to de la Razón”, porqu e una afirm a­
ción de esa ín d o le h ace de q u ien la en u ncia el Sab er absoluto
en persona. N o puede estab lecerse ningún “real en s í”, nin­
gún “racio n al en sí” del qu e pu d iera derivar esa institución.
N ingún discur so p o d ría tener' sem ej-am e-pretcnsión, a m enos
que ingenu a, por no d ecir estúpid am ente, olvidara que tam­
b ién él p ro ced e de una institu ción histórico-social particu lar y
de la in stitu ción histórico-social del discurso com o tal, que lo
envuelven siem pre; y que si b ien su relación con la institución
de la que p ro ce d e se caracteriza p or esa fan tástica libertad
que con co n respecto a ella le p erm ite tornarse todas las dis­
tancias co n ceb ib les, esa libertad le es perm itida en la m edida
en que esa relación se m an ten g a y que au nqu e infinitas, las
distancias sigan siend o distancias de y en ese espacio del que
no p odría salirse más que para en trar enseguida en otro, el
de la m era inanidad. La in stitu ción histórico-social com o tal, y
cada in stitu ción de una socied ad , será y p arecerá siem pre en
cuan to a lo real y lo racional, arbitraría e inm otivada en sus
elem en to s esen ciales. L a in stitu ció n social-h istórica es crea­
ció n , creació n qu e fuera de s í m ism a n o h allaría con d icion es
necesarias y suficientes, au nqu e m ás n o sea p orqu e el pensa­
m ien to de las con d icion es necesarias y su ficientes es apenas
un m inúsculo su bp rod ucto de la in stitu ción histórico-social.
Es un h acer-ser m anifestación del im aginario radical.

211
Corrí Chus C astoriadis

¿En q u é sentid o d e c ir e n to n ce s que seria tam bién "nacu-


ral” por d escan sar en el “polim orfism o del S e r salvaje"? L im i­
tém onos a señ alar esa naturalidad del Ser-así in cid en talm en te
afirm ada y p reg u n tém on os qué se en tien d e por “d escan sar”.
Si significa u n a m era con d ición negativa: que en el se n o de
lím ites que de tan am plios pierd en interés es posible u n a infi­
nidad de in stitu cion es histórico-sociales distintas de un m un ­
do público, que la diversidad de m odos de in stitu ció n d e la
socied ad nos rem ite d e m an era in elu ctab le a cie rta plastici­
dad o labilidad de algún "su strato” que en cada o p o rtu n id ad
se revela en y por esa in stitu ción , es evidente (au n q u e n o nos
dispense en absoluto d e exp lorar la ev id en cia). P ero si signifi­
ca que a través de esas diversas, sim ultáneas y sucesivas institu­
ciones se despliega y exp resa activam ente un p olim orfism o
del que, salvo u n a falaz tautología, no p od ría h acerse la m ate­
rialización de posibles p len am en te p reco n stitu id o s “e n otra
p arte” y -a"partir d e'un~“sie m p ie u~ im e m p a ra f-h a b rá qu e e n ­
ten d er en to n ce s q u e se a b a n d o n a tod a la p ersp ectiv a d e la
on tolo g ía h ered ad a, al m ism o tiem po que la sig n ificació n im­
plícita p ero siem p re so beran a de: Ser. P orq u e ya n o p od em os
seguir h acien d o de ese polim orfism o el polim orfism o d e algo
adquirido y ya d eterm in ad o de d erech o o d eterm in ad o en sí,
k a t’auto. Ese polim orfism o es su rgim iento del o tro , el de las
form as —eid é —, que lejos de agotatarse surgen novedosas y ori­
ginales —c o n lo cual las “rela cio n es” en tre form as “ya d adas” se
m od ifican retro a ctiv a m en te. L a sig n ifica ció n : se r im p lica d o
en el en te, —el o n é o n o el ein a i del o n —ya n o p u ed e p en sar­
se, excep to a título provisorio o progresivo, a p artir d el ap are­
cer, p h a in esth a i, de la presencia-para, com o tam p o co a p artir
de la sf-eidad, a u to tes, de la presencia-a-sí, ni de m an era más
gen eral a partir de u na p resen cia cualquiera. P orq u e la p re­
sencia es u n a e x c re c e n c ia del requ isito de d eterm in id ad , es
d ecir de la d eterm in ab ilid ad acabab le de d erech o —p o r lo tanto
acab ab le desd e el siem p re in tem p o ra l. La p re se n cia n u n ca
fue otra cosa que la coin cid en cia (im plícita y no co n cien tem en te
postulada en form a tem prana por la ontología g reco ccid en ta l),
la im posible idenüdad de un instante-ahora y una “e te rn id a d ”

212
H e ch o y p o r hacer

in tem p o ral/ * Q u izá a lg ú n d ía se d e scu b ra un fra g m e n to


p resocrád co su stentador: n u n to aei (el siem pre es a h o ra ), en
todo caso el p en sam ien to del ser se anuló a sí m ismo cuan d o
se hizo p e n sa m ien to de la d eterm in a ció n , es d ecir cu an d o
in ten tó q u e la lóg ica absorbiera a la ontología. C uando trató,
n o d e su spend er en form a provisoria la tem poralidad p o r hi­
pótesis trascen d en tal, sino de suprim irla realm ente. C on más
claridad que en cu alq u ier otra parte -in clu so más que en el
c a rá c te r se g u n d o y d erivad o d el tiem p o en el T irn e o ' de
P la tó n -, esto se ve en la d eterm in a ció n del ser del en te , la
ousia aristotélica com o to ti en cinai: lo que tenía que ser, lo
que debía ser. L a esencia o ousia del ente consiste en su scr-
algo-determ inad o (tí: el eso que...)', y esa d eterm in ación , de­
term in ad a d esd e siem p re en el im p erfecto de la etern id ad
(é n ) lo d eterm in a para siem p re m ediante la infinidad d e la
finalidad e tern a (cin a i). En esa esencia del en te así fijada se
-contraen orig in ariam en te-eL h ech o de- ser y el ser-así, y a que
nada es sino sien d o y p o r ser un esto-determ inado: el ti del ti
én ein a i es in d iso ciab lem en te el interrogativo de la d eterm i­
n ación (ti esdn?) y el d efin id o del ser-algo (esti ti). T o ti én
cinai: lo qu e desde siem pre eso estuvo determ inad o a ser por
siem pre y que a sí h ace q u e eso sea siendo esto. Esa co n trac­
ció n de un pasado que está más allá de cualquier pasado sim ­
p lem en te pasado (d ejad o atrás) y d e un futuro que ex ced e a
cu a lq u ier fuLuro c o n c e b ib le , es lo que A ristóteles fu erza a
u n irse a trav és d e la fu lg u r a c ió n te le o ló g ic a (c u a lq u ie r
teleología usa al tiem po p ara abolirlo: el telos in m an en te al
devenir significa literalm en te que el fin se plantea antes que
el principio, y que la tem poralid ad es p u ram en te ex te rn a ), lo
m ism o que la co n flag ració n de las significaciones gram atica­
les del insignificante e in fin ito vocablo ti, que m aterializa la
con flación de Dass-Seiri y W as-Sein m ed iante la cual A ristóteles
afirm a al final que ser significa ser algo d eterm in ado (desde 67

6. Ver La Institución imaginaria de la sociedad, op. cit.. p. 278, y nota 36 (p. 179).
7. Ver ibíd, pp. 259-279.

213
C o rn eliu s Casíorinciis

siem pre y por siem p re), e x p lic a n la s dificultades en aparien ­


cia insuperables y los infinitos com en tario s de traductores muy
sabios y co m p eten tes ante esa m inúscula expresión cuya fac­
tura griega n o tiene nada de ex c e p c io n a l n i m isterioso. La
m en o s m ala de las trad u ccio n es en len g u a m o d ern a es sin
duda la que o fre ce H eidegger al h ablar de G cschick des Seins:
aq u ello a lo cual (algo) estaba d estinado, o le es propio al ser
y que h ace que sea. Esa tan involuntaria com o inesperada fi­
delidad de H eid egger al espíritu aristotélico d eb ería, pese a
tantas proclam as electorales, llam ar a la reflex ió n a cerca de la
“d iferen cia o n to ló g ica ” y su posibilidad.

Si se en tien d e el profund o y casi fatal erro r im plicado en


esa asim ilación de “la" significación últim a o prim era —la signi­
ficació n : ser— con la destinación, la ap rop iación, la d eterm i­
nación y p o r ende con p red eterm in ació n (todas ellas acu ñ a­
das corn o p re sen cia de la causa en sus efectos, in m an en cia
del fin co n el or igen y a sí su cesivam en te) exp resad a en el
p eq u eñ o sintagm a to li én einai, lo qu e tenía que ser, se com ­
p ren d erá tam bién la utilidad p ro p ed éu tica y las lim itacion es
de la p ro p osición : la esencia del en te es el to ti én ein a i , eso
que el ser será, en otras palabras, eso que devendrá. U tilidad
en la m edida en que la form u lació n qu ieb re la determ inidad
y en vez de fijar al einai en el en de la d estinación , lo deporte
a un estar de la alteridad ab ierta. U nidad sólo proped éu tica y
lim itad a en la m edida en qu e ayude a con m ov er el p en sa­
m ien to trad icional del Ser-acabad o, p ero que lo h ace sólo in­
virtiendo los signos en el in terio r de u na tem poralidad que a
su vez corre el riesgo de devenir lo d a d o y ser pensada com o
positividad de cu m p lim ien to siem p re d iferid o. Esos riesgos
p u ed en red u cirse (pero n u n ca elim in an arse) ex p lo ran d o la
tem poralid ad e n otro lugar.
Si q u erem os en ton ces pensar “el polim orfism o del S e r sal­
vaje” con relació n al ser de lo histórico-social y co m o algo más
q u e una d escrip ció n ex tern a ; si a p a rtir del m odo de ser de
ese e n te q u e es lo histórico-social q u erem o s e scla recer más
la sig n ifica ció n de: ser, d igam os q u e esta sig n ifica ció n es en

214
H e c h o y p o r hacer

verdad por-ser. P ero en ton ces, eso que M erleau-Ponty llam a


el Ser —vale d e cir la in h eren cia recíp roca de eso q u e es con la
“m anera en q u e ” es—ya n o puede pensarse com o Ser-dado,
Ser-acabado, Ser-d eterm in ad o, sino corno creació n continua,
com o origin ació n perp etu a que no co n ciern e sólo a los “exis­
ten tes c o n c re to s” y no es rep rod u cción de otros ejem p lares
de lo m ism o, sino tam bién y en esencia a form as (las eid é),
relaciones, tipos y generalid ad es que de ningún m odo se ago­
tan en el h orizon te de alguna determ inid ad q u e sea, real o
racional, y que vem os ob ran d o del m odo más em in en te en la
historia h u m an a. C laro q u e en ton ces tam p oco podem os de­
cir de m an era in equ ívoca que “todo es natu ral en nosotros”.
D ecir que la p e rce p c ió n obligada del o tro com o agen te de
tránsito, secreta rio gen eral del PCU S o rep resen ta n te de Cristo
en la tierra es “n atu ral” es forzar el sentid o de las palabras.
Podem os d e cir que todo es natural en n osotros (y fu era de
nosotros) a co n d ició n de n o referirnos a una phusis, produc­
ció n de lo qu e es e n la rep etició n de lo qu e fue según norm as
d ad as, s in o a u n a h y p e r p h u sis c o m o e n g e n d r a m ie n t o
irred u ctible a lo en g en d rad o, génesis o n toló g ica, surgim ien­
to de tipos, rela cio n es y norm as d iferentes.
Si la p erce p ció n es “cu ltu ral”, com o a todas luces lo es, vale
d ecir h istórico-so cial; si son instituidos los co m p o n en tes no
triviales de la p erce p ció n y el percibir (tan to en lo relacion a­
do con el m od o d e ser del o b jeto “natu ral” com o con los es­
quem as fo rm a d o res del p ercib ir, tales co m o la perspectiva,
por tom ar un eje m p lo varias veces citado p o r M erleau-Ponty),
eso ya co n d u ce a una co n d en a radical de toda la referen cia
egológica según la cual, y con la que exclu y en tem en te hasta
ahora y siem pre se con sid eró a la p ercep ción . Estam os obliga­
dos en to n ces a p regu n tarn os acerca de las vías y m edios con
que la institución de lo social en su calidad de institución de
un m undo pú blico, fo rm a de u no u otro m od o la p ercep ción
del sujeto —y, cosa más im p ortante todavía, a h a cerlo sin rem i­
tirnos a una p reten d id a p ercep ció n “n a tu ra l” o “fu era de la
cultura” brin d ad a p o r el tertiiim co m p a ra d o n is, con rela ció n
al que tal o cu al e s p e c ifica c ió n h istó ric a d e la p e rce p c ió n

215
C ornelius Castoriadis

ap arecería co m o una “variante” q u e pide y pu ed e ser e x p lica ­


da. En otras palabras, n uestra situación co n resp ecto a la p er­
cep ció n deja de ser esen cialm en te distinta de la q u e ten em os
co n respecto a las lenguas, d on d e tam bién estam os obligados
a exp lorar u na especificación de las distintas lenguas co n rela­
ció n a un d ecir, especificación que es algo muy d istinto a “des­
viación” o “variación ” de un m ism o d ecir universal, y q u e en
c ie r t o s e n tid o n o le s im p id e sin e m b a r g o d e c ir n i s e r
p articip ad les u nas p o r otras. Y no se trata tam p oco d e u n a
co m p a ra ció n , sin o de u na p ro fu n d a h o m o lo g ía : p o rq u e ni
ló g ica ni p sicog en éticam en te es posible separar la adquisición
de la p ercep ció n co m o p erce p ció n “cu ltu ral”, es d ecir co m o
p ercep ción a secas, de la ad quisición o ap rop iación d e la len ­
gua p o r p arte del su jeto. L o m ism o que d ecir q u e es im posi­
ble sep arar la organización del m u n d o pú blico p lan tead o p or
la so cied ad con sid era d a de su p re se n ta ció n -re p re se n ta ció n
m anifiesta que es el lenguaje.
V em os e n to n c e s que ni la “p e r c e p c ió n ” ni la visibilidad
an ón im a ni tam poco la n o ció n de ca rn e o la invaginación re­
cíp roca, in h e re n c ia o reversibilidad de visible e invisible, p er­
m iten “re so lv e r”, p e n sa r c o n m ás cla rid a d la c u e stió n d el
m undo, o p o n er en co rto circu ito los problem as qu e la tradi­
c ió n p r o c u r ó sin é x ito a c o ta r c o n los té rm in o s E n - S í o
idealidad. E n realidad inclu so los agudizan. P orque si n o hay
separabilidad de visible e invisible, y lo invisible —co m o a las
claras lo es para M erleau-Ponty— es algo más que un sistem a
de esencias o u na red de rela cio n es id eales dadas d e u na vez
y para siem pre que les sirve de pivote al p ercib ir y al ap are ce r
sensible; si lo invisible co m p o rta el len g u aje, las sign ificacio­
nes, el pen sam ien to, las “vivencias subjetivas”, las “estru ctu ras
sociales”, las “ideas m usicales” y los “seres de cu ltu ra”, tal co m o
lo h ace, en to n ces n o puedo estar segpro de n in g u n a “com u ­
nicación ” d e lo risib le en y a través de él, ya que en esen cia
toda co m u n ica ció n pasa p o r lo “in v isible” y tam bién p o r lo
im aginario, subjetivo y social. 1.a ap arien cia de indudabilidad
que p arecía o fre ce rm e la “realidad só lid a” se d esvanece, y a la
d istin ció n e n tr e m u n d o p rivad o y m u n d o p ú b lic o v ien e a

216
H e c h o y p o r hacer

agregársele o tra , in fin ita m en te más fu erte, de una cantidad


in definible de “m undos públicos” d iferentes en tre las distin­
tas culturas, y en ese te r r e n o es d ifícil ver de q u é m odo el
m un d o a secas en el qu e “d escansaría” ese polim orfism o de
las culturas históricas p od ría ten er un estatuto distinto al de
ser En-Sí, u n sen tid o de ser qu e n o sea idealidad. Porque en ­
ton ces lo ú n ic o que pu ed o decir, d e nuevo, es qu e cada cul­
tura “lo alcan za p ero n o lo ag ota”, cosa que de h ech o y una
vez m ás es u na provisión in agotable p ero ya dada, de la que
cada cu ltu ra es parcial revelad or y que en ton ces está, aparte
d e todas ellas, en u n “d ó n d e ” y “cu á n d o ” qu e ú n icam en te
p u e d e n s e r e l n o -lu g a r, el n o -in s ta n te , la ilo c a lid a d y la
intem poralid ad , el aei del E n -S í y la idealidad (cuyo últim o
recu rso falaz es un h egelian ism o transfinito que reú n e al En-
S í con el Para-Sí en una lotalidad otra vez pura y d ob lem en te
ideal de todas las culturas posibles).
Ni la supresión de la rep resen tación ni ningún otro artifi­
cio filosófico p erm itirán n u n ca anular la distancia en tre m un­
do privado y m u n d o p ú blico, o en tre tal y tal otro m undo pú­
b lico , red u cién d o lo s u n o al otro (poco im p orta cuál a cu ál), o
reu n ién d o lo s m ed ian te la m eram en te nom in al invocación de
un m u n d o “qu e los p re c e d e ría ”. P o rq u e q u e rer an u lar esa
distancia es literalm en te q u e rer anular el hay, ya que el h a y
existe sólo en y a través de la alteridad, y porque la “diferen ­
cia ció n ” o la “m o d u lació n ” que u n e o sostien e al azul de una
estrella y al azul m erid ian o del M ed iterrán eo n o es casi nada
com p arad a co n la alteridad que m e separa del ser más allega­
do a m í, d e lo qu e in ten to p en sar en este m om en to tum ul­
tuoso de la historia universal, de u n n ’d o p 8 durante u na jo r ­
n ad a de diálogo acad ém ico o una n o ch e en los sótanos de la
Lubianka. P ero esa alteridad sólo puede serlo verdaderam en­
te en la m ed id a en que el o tro se h a ce ser.
Es evidente que la d istancia en tre m un d os privados n o es
abolida p o r la institución en cada caso d e un m undo público;

8. Ritual mágico-terapéutico de Africa occidental.

217
C ora eli us CasLoriadis

m ás b ien , co m o verem os, el m u n d o p ú b lico es lo que es cam­


b ie n p o rq u e lo g ra e n cad a o p o rtu n id a d e l m ilagro d e facilitar
y aseg u rar la p osib ilid ad d e u na in d efin id ad * d e m u n d o s p ri­
vados in d e fin ib le m e n te ren o v a b les q u e p o r su e x is te n c ia y
fu n c io n a m ie n to so n algo m ás q u e u n a fro n te ra e x te rn a o un
m o n tó n d e virutas in fo rm es. O c u rre q u e ese m u n d o p ú b lico
só lo ex iste al s e r in stitu id o ; c o m o tal es c re a c ió n h istó rico -
so cia l, c o e x is te n c ia y su cesió n d e esas m ism as c re a c io n e s. E sto
n o p o d em o s lim ita rn o s a se ñ a la rlo y seg u ir h a b la n d o c o m o si
n a d a ca m b ia ra .

A b ram os u n p a rén tesis que ya n o se re fie re a M erleau-Ponty.


Si el m u n d o p ú b lico se instituye en cad a o p o rtu n id ad , la p ri­
m era c o n s e c u e n c ia q u e se d esp ren d e d e e llo es la in an id ad
de todas las tentativas ten d ien tes a c o n stitu irlo de u n a u o tra
m an era, y en fo rm a típ ica y hasta in e lu c ta b le , a p artir de u n
eg o q u e n e c e sa ria m e n te es un so lu s ipse. N o d eja d e ser aso m ­
brosa la situ a ció n d el filósofo qu e así p ro c e d e —y q u e en últi­
m a in sta n cia H u sserl e n c a rn ó de m a n e ra e je m p la r—. N u n ca
p a re ce so sp ech a r q u e el en ig m a qu e se p la n tea , de n o h a b e r
sido zan jad o en los h e c h o s, no ex istiría c o m o en ig m a para él,
ni ta m p o co él se ría alg u ien p ara q u ie n h a b ría tal en ig m a; lo
cu al e n a b so lu to lo su prim e c o m o en ig m a , p ero sí m a rca y
c o n d e n a d e m a n e r a ir r e v o c a b l e a lg u n a s d e su s “v ía s ”
e x p lo ra to ria s. E n aulas u n iversitarias a p e n a s p ro b a b le s , ese
m ism o filó so fo d icta cursos a estu d ian tes q u e co m o e g o son
red u n d an tes y c o m o alte r son im p osib les, y d e q u ien es n ad a
a seg u ra q u e p e rc ib a n los sonid os q u e em ite , ni tam p o co qu e
n o p ien sen asistir a un curso de David H u m e. E m p ren d e a sí
u n a in te rm in a b le c o n stitu c ió n q u e s ig n ific a un in te n to d e
d e sh a ce r ín te g ra m e n te la in stitu ción q u e lo h a ce existir co m o
su jeto p en sa n te, p a ra re h a cerla a p a rtir d e u na sim p le activi­
dad d e p e n sa m ien to q u e no le d e b e ría n a d a a n ad a o to d o a

' Nota del revisor técnico: se traduce como ¡ndeíinidad el término “indefinité", tam­
bién traducible como: “una cantidad indefinible”.

218
H e c h o y p o r hacer

s í m ism a. P o r su p u esto , n o d esh a ce casi n a d a ya q u e n o pue­


de d esh a cer el le n g u a je (e s e p r e c is o le n g u a je , p o r e je m p lo
e l alem án qu e se h a b la b a p o r en to n ces) y seg u ir p en san d o . Y
a los se ten ta a ñ o s se d escu b re cap tu rad o en u n a L e b e n s w c lt y
una h isto ria en la q u e tod as las sig n ificacio n es q u e tien e fre n ­
te a s í están institu id as, o p re su p o n en otras q u e ya lo fu e ro n .
C ae en to n ce s en esa o tra in g en u id a d , siem p re c o n d icio n a d a
p o r el m ism o fa n ta sm a eg o ló g ico , de la “rea ctiv a ció n ” d e u na
in stitu ció n su p e ra d a - c o m o si el o c é a n o d e sig n ifica cio n e s
d o n d e se b a ñ a p u d i e r a a lg u n a vez r e h a c e r s e e n u n a
reactiv ació n o rig in a ria , c o m o si p u d iera se r el p ro d u cto de
cierto s actos de c o n c ie n c ia firm ad os y fech ad o s q u e se p resta­
ran a la “re a ctiv a ció n ”, co m o si la id ea d e q u e alg u n a vez pu­
d ie ra h a b e r “re a c tiv a c ió n ”, re p ro d u c c ió n p o r p a rte d e u n a
c o n c ie n c ia d e la g én esis o n to ló g ica de sig n ifica cio n e s co m o
o tro , lengu a, n o rm a , so cied a d , n o estuviera d escalificad a p or
su m ism a e n u n c ia ció n . In g en u id ad inevitable la suya, en tan­
to só lo p ien se en las c o o rd e n a d a s eg ológ icas del cogito. Q u e­
da en to n ces en tra m p a d o e n lo m ism o d e lo q u e in te n ta des­
p re n d erse, pu es h a b la d e “subjetividad tra sc e n d e n ta l co m o
in iersu b jetiv id a d ”, e x p re sió n m isteriosa p ara o tro s filóso fo s
qu e n o hay q u e ap u rarse a c o n d en a r. P o rq u e p o r u n lad o, a
p artir del m o m e n to en q u e u n o está obligad o a ad m itir que
pese a trein ta añ o s (y tre in ta siglos) de esfu erzos, el a lte r eg o
se resiste a la co n stitu ció n y subsiste co m o a p o rta en b ru to , la
“subjetividad tra sc e n ta l” ya n o p u ed e ser su bjetividad indivi­
dual, ni la “c o n stitu ció n ” llevada al m a rco d e ésta. Asi co m o ,
u n a vez ad m itid o q u e la le n g u a n o es ni a c c id e n ta l n i e x te rn a
al p en sam ien to , esa su bjetivid ad n o lo es m ás q u e lo p en sab le
co m o m era m en te “tra sc e n d e n ta l”, ya que ¿có m o clasificar en
la len gu a lo “tra sc e n d e n ta l”, n ecesa rio y su ficie n te a la e x p re ­
sión p u ta, en el d e cir c o m o tal del algo e n g e n e ra l, y lo "em ­
p íric o ” o “c o n tin g e n te ” d e esa m ism a len g u a h a b la d a p o r esos
m ism os h o m b res para d e cir su m undo? In c lu id a e n la n e c e si­
dad del cam in o q u e c o n d u jo hasta allí, trad u cid a d el le n g u a ­
j e em b ro llad o del eg o tism o filo só fico a o tro m ás d ir e c to , la
fra se : “la su b je tiv id a d tr a s c e n d e n ta l es in te r s u b je tiv id a d ”,

219
C ornelius Cas enriad is

s ig n ific a : la “s u b je tiv id a d t r a s c e n d e n t a l” es h is to r ic id a d -
so cialid ad , ese “lu g ar" d o n d e un p e n sa m ie n to puede te n d e r
a lo v erd ad ero y d o n d e la idea de lo v erd ad ero su rge es u na
colectivid ad in d efin id a y a n ó n im a en y p o r su in stitu ció n his-
tó rico -so cial. P or lo ta n to , la “su bjetiv id ad tra sc e n d e n ta l” es
no-subjetividad y no tra scen d en ta l. L a frase p a re ce m isterio sa
p o rq u e sign ifica la n e g a ció n m ism a d e lo q u e d ice.

L a in sep arab ilid ad del h a b la r y el p en sa r, afirm ad a ya co n


clarid ad p or M erleau -Ponty en F e n o m e n o lo g ía d e la p e r c e p ­
c ió n , se ve m ás qu e c o n firm a d a e n L o V isib le y lo In v isib le
( “u n a vez q u e se d istin g u e a b so lu ta m e n te e l p en sar del h a ­
b la r se está en ré g im e n d e r e fle x ió n ”, e s c rib e en la p á g in a
1 7 2 ). De ese m ism o rég im en d e re fle x ió n p ro v ien e la d istin ­
ció n en tre h ab lar-p en sar y p e rc ib ir co n sid era d a com o a b so lu ­
ta. Si b ien es c ie rto , c o m o escrib ía M erleau -P onty en La P rosa
d e l m u n d o (p. 6 0 ) , q u e el le n g u a je n o p o d ía “e c h a r ra íc e s
m ás q u e e n un m u n d o se n sib le q u e ya h a b ía d ejad o d e se r
m u n d o privado”, ta m b ién lo es, y p o r las m ism as razon es p ro ­
fu n d as, q u e só lo p o r m ed io d el le n g u a je el m u n d o se n sib le
p u d o d e ja r d e ser “m u n d o p rivad o”. E x p re s ió n que se to rn a
e n g a ñ o sa ya q u e en realid ad n o es p o sib le p e n sa r en un “m u n ­
d o privad o” tras el cu al h a b ría m u n d o p ú b lico . En to d o caso
es ev id en te q u e la in stitu ció n d e un m u n d o p ú b lico só lo p u e ­
de ser a la vez e in d iso cia b lern e n te in stitu c ió n de le n g u a je e
in stitu ció n de. p e r c e p c ió n en el p le n o se n tid o d el té rm in o ,
q u e im p lica “cosas” en un “m u n d o ”. P ero si a sí es, n o p u e d e
h ab larse de un “m u n d o p ercep tiv o a m o r fo ” ( V .I. , p. 2 2 3 ) sin o
c o m o c o n c e p t o lím ite p r o v e n ie n te d e la r e fle x ió n o e n s
racioriis, n i d el “m u n d o p e r c ib id o ” c o m o “un ord en co n sig n i­
f i c a c io n e s n o le n g u a je r a s ’ (p . 2 2 5 ) , p u e s n u n c a p o d r á
c e rc e n á rse le a ese m u n d o p e rcib id o lo q u e el len g u aje le a p o r­
tó a su o rg a n iz a ció n . El p ro b le m a n o es “el pasaje del se n tid o
p e rce p tiv o al se n tid o le n g u a je r o , d e l c o m p o r ta m ie n to a la
te m a tiz a c ió n ” (p p . 2 2 9 -2 3 0 ) —fo rm u la c ió n q u e u n a vez m ás
im p lica u n a “p rio rid a d ” d e la p e r c e p c ió n —, sin o el p asaje d e
un “a n te s” in d escrip tib le p ero in d u d a b le, a la p e r c e p c ió n y e l

220
f-lacho y p o r hacer

le n g u a je , p e rc e p c ió n y len g u a je in co n fu n d ib les e in d isociab les.


‘'El se r p re lin g ü tstico ” qu e la p alabra “n o ... m o d ifica p rim e ro ”
(p. 2 5 5 ) n o es m ás qu e u n a ab stracción reflexiva, apu n talad a
p o r u n a co n tin u a d a ilusión fen o m en o ló g ica q u e le h ace cre e r
al filó so fo en la p osib ilid ad de h allar en la p e rce p ció n u na
“vivencia p u ra ” d e la p e rce p c ió n . P orq u e, co m o d ice M erleau -
P on ty en la m ism a n o ta , “es el m ism o se r que p ercib e y h abla
(n o e n el se n tid o de q u e tan p ro n to com o p e rcib e habla, sino
d e q u e p e r c ib e co m o h a b la n te y h a b la co m o p e r c ib ie n te ),
p e ro eso n o e n tra ñ a en ab solu to q u e p o r esa razón ver y sen tir
se co n v irtiera e n “ ‘p en sa m ien to de ver y se n tir’, en C ogito,
c o n c ie n c ia d e ...” (p. 2 5 5 ). La tangente cartesiano-husscrliana
es p resen tad a a q u í co m o u-ayectoria fatal del p en sam ien to —al
m ism o tiem p o qu e se ve la d efensa co n tra esa ilusoria fatalidad
so b red e te rm in a r las d ecisio n es filosó ficas d e M erleau -P onty:
d e b e m o s p la n te a r un S e r p relin g ü ístico (p o r p rerreflex iv o ) a
riesgo, si n o , d e q u e d a r co n d en a d o s a trabajo s cartesian o s a
p erp etu id ad . P ero , a sí c o m o la in h e re n c ia de la p e rce p ció n a
la p a la b ra n o bastaría p ara h a c e r d e ella un ver y se n tir de los
p en sa m ien to s, tam p o co la in h e re n c ia del len g u a je al m u n d o
d e la p e r c e p c ió n p u ed e d isolv erlo en m u n d o sim p le m e n te
p en sa d o y h a b la d o , ni re d u c ir su ser a ser-pen sad o: esa red u c­
c ió n só lo te n d ría a p a rie n c ia d e ju s tific a c ió n p ara q u ien h u ­
b ie r a d e c id id o p re v ia m e n te q u e u n a vez q u e u n a c o sa es
p en sab le su ser se red u ce a su ser-p en sablc y, re cíp ro ca m e n te
q u e u n a co sa cu a lq u iera existe cu an d o es red u ctib le a su ser-
p en sa b le . E n otras p alabras, q u e ser sig n ifica eso y só lo eso:
p o d e r o cu p a r e l lu gar de los p u n to s suspensivos en el sintagm a
in co m p le to : c o n c ie n c ia d e...

L,a in h e r e n c ia , al p e r c ib ir, d el h a b la r-p en sa r, cu a n d o se


c a lib ra q u é q u ie re d e cir h a b la r, to d o lo qu e h ace a la p alabra
y tod o lo q u e ella escolta, e n c ie rto sen tid o n o es otra co sa que
la sacu d id a d e la d istin ción e n tre real e im ag in ario (o en tre
“n a tu ra l” y “c u ltu ra l”) p re se n ta d a co m o ab so lu ta . Sacu d id a
que M erleau -P o n ty so stien e e n la n o ta de m ayo de 1959 titu­
lada “T r a s c e n d e n c ia de la cosa y tra scen d en cia del fan tasm a”:

221
C o rrí d i us C a s to ría d is

v olv iend o al c rite rio de ‘observable* q u e ya h a b ía tra b a ja d o


am es,* escribe: "P e ro la cosa n o es v erd a d era m en te o b serv a ­
ble: en to d a ob serv ació n hay siem p re pasaje, n u n c a se está en
la cosa m ism a. Lo q u e llam am o s sen sib le es só lo qu e lo in d e fi­
n id o d e las A b s c h a ttu n g c n p re c ip ita . -A h o ra b ie n , a la inversa
hay u n a p re cip ita c ió n o cristalización del im a g in ario , d e los
existen ciales, de las m a trices sim b ó lica s” (d estacad o e n el o ri­
g in a l). ¿Q u é q u ie re d e c ir “en tod a ob serv ació n hay siem p re
p a sa je”, sin o q u e veo m e d ia n te eso m ism o q u e n o v eo —n o
só lo en el sen tid o d e que v eo e n un h o riz o n te o d e q u e la cosa
sea “in a g o ta b le ”, lo cual es u n a banalid ad , sin o e n el sen tid o
d e q u e “v eo ” siem p re m ás de lo q u e n o veo y ad em ás d e lo
q u e soy? Y sin em b a rg o , p o r esa m ism a é p o c a (el 20 d e m ayo
de 3 9 5 9 ) dirá: “in su fic ie n cia de la re p re se n ta c ió n b erg so n ian a
de u n alm a q u e lo con serva todo (esto h a c e im p o s ib le la d ife ­
ren cia d e n a tu ra le za p e rc ib id o -im a g in a rio ) ” (p. 2 4 7 , el desta­
cad o es m ío ) . U n a vez m ás hay flu ctu a ció n del sen tid o d e “im a­
g in a rio ”, ¿p ero c ó m o n o ver q u e esta flu ctu a ció n trad u ce la
am bigü ed ad del p en sa m ien to ? A m bigü ed ad llevada al e x tre ­
m o en u na n o ta d e 1 9 6 0 (p. 3 1 6 ) titu lad a “S u e ñ o im a g in a ­
rio ”. T ras co m p ro b a r q u e “la otra escena d el su e ñ o ” sigue sie n ­
d o “in c o m p r e n s ib le ” en c u a lq u ie r filo so fía q u e le a g r e g u e
im ag in ario a lo real —ya q u e e n to n c e s h a b rá q u e e n te n d e r de
q u e m a n e r a to d o e llo p e r t e n e c e a la m ism a c o n c ie n c ia ”,
M erleau -P o n ty e s c r ib e q u e hay q u e e n te n d e r al im a g in a rio
“n o co m o nadizac.ión con valor d e ob serv ació n , sino co m o la
verdadera S tiftu n g (in stitu c ió n ) del S e r, cuya o b serv ació n y
cuyo cu e rp o a rtic u la d o so n v arian tes e sp e c ia le s” (d esta ca d o
en el te x to ). C o n v en g am o s q u e se ría d ifícil ir m ás lejo s. Sin
em b a rg o , la rea lid a d , el c u e rp o y lo se n sib le viven u n a vida
difícil. P o rq u e en to d o ca so esas fo rm u la cio n e s d e b e ría n le e r­
se a p a rtir d e la a firm a c ió n q u e las a n te c e d e : q u e hay q u e
“e n te n d e r al su eñ o a p a rtir del c u e rp o co m o ser en el m u n d o

9. Ver citas de páginas 195-196 de este mismo libro.

222
H e c h o y p o r hacer

sin cu erp o , sin "o b serv a ció n ", o m ás bien co n un c u e rp o im a­


g in ario sin peso. E n te n d e r lo im ag in ario m ed ia n te lo im agi­
n a rio del c u e rp o ...” y la sig u ien te: “el su eñ o está a d e n tr o en
el sen tid o en q u e está a d e n tr o e l d oble in te rn o de lo sen sib le
e x te rn o , del lad o d e lo se n sib le a llí d o n d e no haya m u n d o .
A h í están la “e s c e n a ” y el “te a tr o ” de los q u e h ab la F reu d , ese
lu gar de n u estras c re e n c ia s o n íric a s —y n o la “c o n c ie n c ia y su
lo c u ra im a g in e ra ”. ¿ P o r q u é hay q u e e n te n d e r a c u a lq u ie r
p re cio lo im a g in a rio a p a rtir d e lo “im agin ario del cu e rp o ”, y
c ó m o asign arle a esa ex p re sió n u n sen tid o qu e le sea p ro p io?
P or su pu esto q u e a q u í n o se trata de dar cu en ta del “c o n te n i­
d o ” del su eñ o a través d e la im ag in ería d e ten o r sen sib le que
e n tra en él (co sa a la vez siem p re ta u to ló g icam en te p osib le y
siem p re ra d ica lm en te a b su rd a ), sino de d ar cu e n ta d e l m o d o
d e se r del su e ñ o , d e la re g ió n o n to ló g ica a qu e p e r te n e c e y
qu e lo h a c e ser. P ero h a b la r d e “cu e rp o im agin ario sin p e so ”
es o bien u tilizar u na m etá fo ra gratuita qu e e n tra ñ a el riesgo
d e co n fu n d ir (e n p sicoan álisis se habla de “cu erp o im agin a­
r io ” co m o p ro d u c to seg u n d o y derivado del fu n cio n a m ien to
p síq u ico ), o b ie n d e fin ir u n a vez m ás al im ag in ario p o r la n e­
gativa, co m o h a c e S a r trc e n u n a actitu d qu e M erleau -P o n ty
c ritica co n ju s ta razón. O c u rre qu e el su eñ o no es ni u n a n e­
g a ció n , ni un reverso o un m o d o d el “d ob le in te rn o ”: el su eñ o
es y es su eñ o , y p o r e m p e z a r es todo. F orzoso es co m p ro b a r
q u e el a lca n c e filo só fico d el d escu b rim ien to freu d ian o se ve
n u evam en te m a lo g ra d o —so b re tod o cu a n d o se tilda a Freu d
d e “positivista” (p. 2 5 0 y n o ta d e p. 2 8 3 ) p re sen tá n d o lo co m o
algu ien qu e p ra cticó u n a “filo so fía d e la c a rn e ” (pp. 3 2 3 -3 2 4 ).
El su eñ o es c o m o su eñ o . Y es al m od o de la p u ra p resen ta­
ció n , del su rg im ien to d e im á g en es que tom adas co m o tales y
tal co m o “se d a n ” n o v ien en d e n in g u n a p arte n i van a n in gu ­
n a p arte, q u e se h a c e n p o r s í m ism as y se su p rim en (co m o
esas im ágenes) al p ro d u cirse c o m o esas otras im ágenes. El sue­
ñ o es com o p resen tació n p a ra n a d ie —o lo q u e es lo m ism o,
co m o p resen tación d o n d e la d iferen cia e n tre la im agen y aquél
p ara quien la hay n o tien e “p eso ”. Y p or últim o, p o r a te n e m o s
a lo esencial, es p resen tació n d o n d e todas las d eterm in a cio n es,

2 23
C o rn e Jiu s C a sco ria d is

in clu id a s las m ás e le m e n ta le s , d el n o c in - e in a i tr a d ic io n a l,
pueden, verse sacu d id as y an u lad as. E so es lo q u e sie m p re y
c o n sta n te m e n te hay para p en sar e n F reu d —y q u e c o m o es d e
te m e r su p ro p ia o rg a n iz a c ió n le im p id e p e n sa r a un filó so fo —
. El a p o rte d e F re u d al p en sa m ie n to , lo n uevo y d uro (y p o co
im p o rta al re s p e c to que' p u ed a h a b e r p e n sa d o él en fo rm a
ex p lícita co m o h ijo de la tra d ic ió n ), n o es ni la re p resió n ni la
in te rp re ta c ió n rii la se x u a lid a d n i T a ñ a ro s (y m e n o s aú n el
triá n g u lo e d íp ic o , co rn o re p ite n e s tú p id a m e n te a lg u n o s im ­
p o sto res c o n te m p o rá n e o s ). Su m ayor a p o rte c a b e en estas dos
p eq u eñ a s frases: “N ada p erm ite d istin g u ir, e n la psique, u n a
r e a lid a d y u n a r e p r e s e n t a c ió n in v e stid a d e a f e c to " , y: “E l
in c o n c ie n te ig n o ra el tiem p o [q u e a q u í sig n ifica ord en te m ­
p o ra l] e ig n o ra la c o n tra d ic c ió n ”. S e ría u n salu d ab le e je r c ic io
p ro p c d é u tic o p a ra q u ien es q u iera n filo so fa r tra ta r d e p en sa r
a p a rtir d e las sig u ien tes h ip ótesis d e tra b a jo :
-ser = re p re se n ta c ió n investida d e a fe c to ;
-ló gica del ser = los “c o n tra d ic to rio s” son co m p o sib les, n o
se c o n o c e n in g u n a re la c ió n n e c e sa ria , el antcs-y-despu és c a ­
re c e d e sig n ifica ció n ;
-m on tañ as, g u ija rro s, co n c h illa s, m esas, etc. = rev o ltijo fa­
b rica d o p o r la “c o n c ie n c ia ” social y su “lo c u ra rea liz a n te”.
P ero este e je r c ic io n o d eb e a c o n se ja rse a la lig era, ya q u e
d ad a la h e m ia n o p s ia c o n stitu cio n a l q u e tan tas veces p a re c e
atacar a q u ie n e s se d estin an a la filo so fía , se ría de te m e r cjue
en ad ela n te n o p u d iera n p en sa r sin o eso, a sí co m o h asta a h o ­
ra n o h an h e c h o m ás q u e p en sa r lo co n tra rio .
P e ro e n to d o caso, en su esp ecificid ad p ro p ia y su m o d o d e
ser in se p ara b le d e su ser-así, ésa es la re g ió n o n to ló g ica q u e
te n e m o s q u e r e c o n o c e r e n el su e ñ o y de m a n e ra m ás g en era l
e n el in c o n c ie n te y q u e p ara em p e z a r te n e m o s q u e p e n sa r
ro m o tal y e n s í m ism a, sin red u cirla d e a n te m a n o a o tra cosa,
sin q u e re r e lim in a r a cu a lq u ie r p re c io , a p la sta n d o su esp e cifi­
cid ad , la p re g u n ta in te rm in a b le q u e ella m ism a n os h a ce ta n ­
to e n s í m ism a c o m o p o r su “c o e x is te n c ia ” c o n la realid ad y el
n o e in -c in a i d iu rn o . C la ro qu e esa m ism a esp ecificid ad q u e d a
a p la sta d a , p u lv e riz a d a si h a c e m o s d e l su e ñ o a lg o q u e e s tá

224
I Jcclio y p o r ha cer

“a d e n tr o " en e l se n tid o d el ‘d o n d e está arlen ero el d ob le in ­


tern o d e lo sen sib le e x te r n o ”. P o rq u e la esp ecificid ad d el sue­
ñ o, e n la m ed id a en q u e el su eñ o es un “a d e n tro ” sin “afu e­
ra ”, reside en n o estar ni “a d e n tro ” ni “a fu e ra ” sin o en a b o lir
en y a través d e su m o d o d e ser ese “a d e n tro ” y ese “a fu e ra ”
q u e ju s t a m e n t e s ó lo s e r e i n t r o d u c it fa n si q u e d á r a m o s
en tram p ad os e n u n a filo so fía d e la c o n c ie n c ia , c o n la a p a re n ­
te m e n te p a ra d ó jic a c o n s e c u e n c ia (en rea lid a d ev id en te) de
d e sc o n o c e r a la “c o n c ie n c ia ” m ism a. T o d o o cu rre co m o si a
toda costa h u b ie ra qu e m a n te n e r algún privilegio d e lo “sen ­
s ib le ” esp e ra n d o co n ta g ia rle d e esc m od o al su eñ o un p o co
de realid ad ficticia —q u e p o r o tra parte h a b ría qu e n eg arle a
“la ” c o n c ie n c ia y su lo cu ra im a g in era ”. P ero la lo cu ra n u n ca le
im p id ió a n ad ie ex istir. ¿H a b ría m o s d escu b ierto p o r fin un
n ic h tig e s N ic h ts e n la p e rso n a de la c o n c ie n c ia y su lo c u ra
im ag in era? ¿H a b ría m o s lo g rad o p o r fin e c h a rle m an o a ese
ú n ico “alg o ” q u e p ese a estar a h í y p o d er se r o b je to d e d iscu r­
so, se ría u n N ada ab so lu to sin in scrip ció n en el “g ran regis­
tro ”? P ero sí u n a so la y ú n ica vez u n solo h o m b re h a p od id o
p e n sa r la e x p re s ió n c u a d ra tu ra d el c írc u lo , to m arse p o r lo
qu e n o es o tra ta r a alg u ien d e cerd o , eso tien e el m ism o peso
m ito ló g ico qu e la totalid ad d el universo visible. ¿En n o m b re
d e q u é la “tr a s c e n d e n c ia ” a trib u id a al fa n ta sm a (pp- 2 4 5 y
2 4 9 ) le se ria n e g a d a al b a n a l en su eñ o d iu rn o o a cu a lq u ier
o tra fo rm a d e “r e p r e s e n ta c ió n ” e n el se n tid o m ás vago del
térm in o? ¿S e ría acaso el valor m ísúco, la a u reo la sagrada del
fan tasm a e n te n d id o c o m o in c o n c ie n te lo q u e a q u í estaría fi­
ja n d o u n a falaz je r a r q u ía d e se r im p o sib le d e avalar d esd e
u n a p erspectiva p sico a n a lítica ?

Sin em b a rg o , ta m b ién en ése te rre n o M erleau -Ponty lo gra


ver lo que hay q u e ver: “E n g en era l: los análisis verbales de
F reu d p a re ce n in c re íb le s p o rq u e se los realiza en un P en sa­
d o r. P e ro n o h a c e fa lta rea liza rlo s así. T o d o se h a c e co m o
p e n sa m ie n to n o c o n v e n c io n a l” (m arzo de 1 9 6 0 , p. 2 9 4 ; su­
b r a y a d o e n e l t e x t o ) . O b i e n : “L a id e a f r e u d i a n a d e l
i n c o n c ie n t e y d e l p a s a d o c o m o “in d e s t r u c t ib le s ”, c o m o

225-
Co m e tí us C astori aclis

" in te m p o r a le s ” —e lim in a c ió n d e la id ea co m ú n del tie m p o


c o m o “serie d e las F .rlebnissc” [...1 —. R e s titu ir esa vida sin
E rlc b n isse , sin in terio rid a d ... q u e es en realidad la vida “m o ­
n u m e n ta l”, la S tiftu n g [in stitu c ió n ], la in ic ia c ió n ” (a b ril de
1 9 6 0 , p. 2 9 6 ; subrayado en el o rig in a l). Y m ás todavía: “E l alm a
p ien sa siem p re: en ella es una p ro p ied ad de estado, no pu e­
d e n o p en sa r p o rq u e se h a a b ie rto un c a m p o d on d e se in scri­
b e siem pre algo o la au sen cia de algo. N o hay a llí u n a activi­
d a d del alm a ni u n a p ro d u cció n de p en sam ien to s en p lu ral, y
n i siqu iera soy el a u to r d e ese h u eco qu e se h a ce en m í p o r el
pasaje d el p re se n te a la re te n c ió n , n o soy yo q u ien m e h ago
p en sa r ni ta m p o co el q u e hago latir m i co ra z ó n . Salir co n eso
de la filo so fía d e las E rleb n issc y pasar a la filoso fía d e n u estra
U r s tiftu n g [in stitu c ió n o r ig in a r ia ]” (n o v ie m b re d e 1 9 5 9 , p.
2 7 4 -2 7 5 ; subrayado en el o rig in a l). E v id en tem en te a q u í n o se
trata del p en sa r reflexiv o sino de lo q u e llam am os re p resen ­
tar —re p re se n ta r q u e no es “actividad” de u n Yo (Je) c o n c ie n te
o asig n ab le d e m a n era m ás g en era l, y q u e sin em b arg o es bien
sing u larizad le p o rq u e se h ace “en m í”. E n cu a n to a ese “a lg o ”
qu e se in scrib e siem p re e n ese cam p o, sigám osle la o scilació n
h asta la o tra p u n ta: “nuestras rela cio n es de la víspera co n las
cosas y so b re to d o co n los d em ás tie n e n p o r p rin cip io u n ca­
rá c te r o n ír ic o ; los d em ás están p re sen tes en n o so tro s co m o
su eñ os, co m o m itos, y eso basta co m o p ara im p u g n ar el clivaje
de lo real y lo im a g in a rio ”, escrib ía M erleau -Ponty e n u n o de
sus R e s ú m e n e s d e cu rso (p. 6 9 ). D e ser así, lo visible y su invi­
sible d e ja n d e te n e r privilegio y valor a rq u etfp ico la e x p e rie n ­
c ia d el “to ca rse to c a n d o ”. Si la cosa y el o tro co m p a rten —au n ­
q u e se a e n g ra d o m ín im o - el c a rá c te r “o n íric o ”, só lo en u na
ev id en cia casi “o n íric a ” m e sie n to m irad o p o r las cosas o re co ­
n o zco e n “m i v erd e” el v erd e d e los otros.

U n a d e las id eas e n n u estra o p in ió n m ás im p o rtan tes de


los A p u n te s d e u-abajo, y en la qu e h asta d on d e sab em os m e­
nos se h a re p a ra d o h asta ah ora, es la n eg ació n de la “diferencia
on toló gica” (si bien la expresión se m en cion a una o dos v e c e s ).
N eg ació n ta n to m ás n o ta b le si ob serv am os q u e la a tra c c ió n

226
H e c h a y p o r hacer

e je rc id a p o r H e id e g g e r se m an ifiesta de un ex trem o al o tro


del trab ajo . N o es só lo qu e M erleau-Ponty escriba de m an era
exp lícita: “n o se p u e d e h a c e r ontología directa. M i m étodo ‘in­
d ire c to ’ (el ser e n los en tes) es el ú n ico co n fo rm e al ser —‘filo­
so fía n egativa’ c o m o ‘ teolog ía negativa’ "(fe b re ro de 1959, p.
2 3 3 ), p ara lu eg o p re cisa r e n n ov iem b re d e 1960: “n o hay dife­
re n c ia a b so lu ta , e n to n c e s, e n tre la filosofía o lo trascen d en tal
y lo e m p íric o (m ás vale d ecir: lo o n to ló g ico y lo ó n tic o )” (p.
3 1 9 ; tod os los subrayados figu ran en el o rig in a l). P orq u e en
e fe c to el m é to d o q u e el llam a “in d ire c to ” o “n eg ativ o ” —en
realid ad , n o p u ed e llam árselo negativo p orqu e n o hay n in gu ­
n o “positivo” q u e o p o n e rle — su en fo q u e del ser en los en tes
(al igual q u e en tod os sus escritos a n te rio res), es a q u í con s­
ta n te m e n te p ra c tic a d o . E n cad a o p o rtu n id ad —y a través de
to d a su vida d e p en sa m ien to — el ab ord aje de u n tipo de ser
“p e c u lia r", tal c o m o se m an ifiesta en d eterm in a d a “re g ió n ”,
la fam iliarid ad ad q u irid a o bu scad a con otro en te, alim en ta y
ren u ev a su re fle x ió n so b re el ser.
C laro q u e d e se r así, ¿có m o erigir e n to n ces u na “re g ió n ”
o n to ló g ic a c o m o reg ió n p rim era , buscand o en ella un arq u e­
tip o , u n p ro to tip o o sim p lem e n te el tip o de e n te p o r e x c e ­
le n cia , ése del qu e los d em ás serían calcos, ecos, derivados o
c o m o q u e ra m o s llam arlos? Es evidente qu e tales je ra rq u ía s tie­
n e n só lo un sen tid o seg u n d o, derivado —p recisam en te: “ó n tic o ”
o “e m p íric o ” según el ú n ic o uso adm isible de estos térm in os.
C u a n d o se e x a m in a u n a le n g u a dada, quizá ten g a sen tid o
co n sid e ra r d eterm in a d o fe n ó m e n o -d ig a m o s que las variacio­
n es de a c e n to lo cales— co m o secu n d ario co n relación a la le n ­
g u a m ism a; p ero lo q u e n o tien e nin gú n sen tid o es d ecir que
u n a len g u a es m en o s q u e u n a galaxia o el le n g u a je m en o s
q u e la p h u sis. L a p rá cü ca y frecu en ta ció n de d istin to s úpos de
e n t e a d q u ie r e s ig n if ic a c ió n filo s ó fic a r e c ié n c u a n d o , al
d ev elarn o s tipos d e ser hasta en to n ces insospech ad os, n os c o n ­
d u ce a p en sa r d e otra m a n e ra , de una m a n era m en os u n ila te­
ra l el se n tid o de: ser. P ero la pierd e —y se tran sform a e n un
m u ch as v eces falaz e je rc ic io esco la r si p ro ce d e de la d ecisión
p r e v ia , c o n c i e n t e o n o , d e a n e x a r d e un m o d o u o t r o

227
C ornelius Casioriadis

(“ou iolcJgica u *óii tica m e n te ") cu a lq u ier nueva le g ió n a la ya


exp lorad a, d e re d u c ir tod o nuevo, tipo de o b je to al tip o de ser
v a d e t e r m i n a c i o n e s ya d is p o n ib le s p o r o t r a p a r t e .
P arafrasean d o u n a vez m ás a C in eas, d igam os q u e n o vale la
p en a e x p lo ra r la h isto ria si es p a ra e n c o n tra r en e lla la p e r­
c e p c ió n tal c o m o ya p od em os ten erla.
Sin em b a rg o , y e n co n tra de u n a d im en sió n d e su p ráed ea
y su teo ría, fin a lm e n te eso es lo que M erleau -Ponty p ractica y
e n u n cia desde el p u n to de vista teó rico : p ara v er qu e hay “un
a b so lu to ” d e la filo so fía , escribe, hay q u e lleg a r “a h a c e r de la
filo so fía u n a p e r c e p c ió n y de la h isto ria d e la filo so fía u n a
p e rce p ció n de la h isto ria ” (p. 2 4 2 ). F. in clu so , "rio se resolverá
filo so fía de la h isto ria m ás que resolv ien d o p ro b l. d e la p er­
c e p c ió n ” (p. 2 4 9 ) . P ese al tem a de la “rev ersib ilid ad ”, la idea
de q u e se g u ra m e n te n o p o d ría avanzarse en la co m p re n sió n
de la p e rce p c ió n h asta n o h a cerlo en la “filo so fía d e la h isto­
r i a ” (y t a m b i é n , p o r e je m p l o , e n la c o m p r e n s i ó n d e l
in c o n c ie n te ) , id e a a todas lu ces ev id en te, n o a p a re ce e n el
h o rizo n te. D esd e lu eg o , e n L o V isible y lo In v isib le la p e rce p ­
ció n ya n o es la p e r c e p c ió n en el se n tid o c o rrie n te , ni tam p o­
co la de F e n o m e n o lo g ía , d e la p e r c e p c ió n , pu es el sen tid o del
té rm in o está e n o r m e m e n te e x te n d id o . Y ta n to lo e stá q u e
ju s ta m e n te c a b e p re g u n ta rse p o r q u é se sigue usando ese tér­
m in o . C u an d o h ay p e rc e p c ió n “d e la filo so fía ” y “los d em ás
filó so fo s”, c u a n d o se q u ie re h a c e r u n a te o ría d e la “c o m p re n ­
sió n ” (p. 2 4 2 ) q u e n o pasa d e ser m ás o m en o s un re to q u e de
la te o r ía d e la p e r c e p c ió n , p e r c ib ir n o s ig n ific a m ás q u e
v e m e h m e n (d e d o n d e v ien e V e r n u n f i ) , o el n o e in a rc a ic o
(q u e da el n o u s ) , o sea: se n tir q u e a h í hay algo. E n to n ce s s í yo
p o d ría h a b la r d e p e rc e p c ió n del su e ñ o , d e p e rc e p c ió n d e la
h isto ria universal, d e p e rce p ció n d el se n tid o de ese te o re m a
q u e d ice q u e “to d o cu e rp o fin ito es co n m u ta tiv o ”. E n to n ce s
s í p e r cib ir sig n ifica “sim p lem e n te”: rem itirse a lo qu e sea q u e
es, o si se p re fie re : e l darse de lo qu e sea q u e es, y n o p u ed o
evitar a la id e n tid a d : p e rce p c ió n = se r o: ta m b ién : se r = p er­
c e p c ió n . P ero en seg u id a , p o r a sí d e cir, el u niversal ab stracto
vuelve a salirse c o n la suya, ad q u iere un se n tid o p articu lar, y a

228
F lech o y p o r hacer

m en o s d e s e r vacua, ta u to lo g ía la igualdad q u iere d ecir: ser, es


la p e rce p ció n en un sencid o por otra parte ya dado, ya c o n o c i­
d o, m ás “fa m ilia r” p a ra u stedes y p a ra m í-re s u m ie n d o , en un
sen tid o q u e tie n e q u e v e r co n lo que todo el m un d o en tien d e
p o r p e rce p c ió n . N o se p u ed e ex ten d er al in fin ito el sen tid o
d e u n té rm in o sin q u e n ad a venga a lim itarlo p o r v erd ad era
a lte rid a d —p o r q u e el lu g a r de ese térm in o n e c e s a ria m e n te
ú n ic o q u e e n seg u id a re a b so rb e tod o lím ite ya está o cu p ad o y
sin duda p a ra siem p re e n el len g u a je filosófico. Se trata p reci­
sa m en te d e: ser. O b ien p erce p ció n es sin ó n im o red u n d an te
(y m is le a d in g , q u e fa ta lm e n te in d u ce a e rro r) d e: re la c ió n
co n el ser; o b ie n , o rig in a ria m e n te en el m ism o nivel o n to ló g ico
h ay u n o o varios o tro s irred u ctib les de y a la p erce p ció n .
Ju s ta m e n te so n las co n secu en cia s de d ich a ex ten sió n lo qu e
h em o s in te n ta d o d em o stra r en abund ancia. R esum am os ah o ­
ra la sig n ifica ció n q u e tie n e n : la transgresión de la v erd ad era
“d ife re n cia o n to ló g ic a ”, tra n sg resió n según p a re ce siem p re
im p o sib le e in ev ita b le, se rep ite a q u í una vez más. U n a “clase”
de en tes p articu lares, un m od o de ser dado de m an era im plí­
cita o ex p lícita se p re sen ta co m o m as e n te (m a llo n on ) que
cu alq u ier o tro, y p o r lo ta n to co m o el en te por ex celen cia —ens
rea lissim u m - y p o r c o n s ig u ie n te com o el ú n ico v erd ad era o
e n te m e n te e n te ( o n to s o n ) y e n to n c e s co m o tipo o m o d elo
o n to ló g ico , y c o n s e c u e n te m e n te com o la ú n ica ex p lica ció n y
ex p licitació n p o sib les d el se n tid o de: ser. Si q u ieren sa b er ver­
d ad eram en te q u é q u ie re d e c ir ser pien sen —o m iren — q u é es
v e r d a d e r a m e n te : el a g a th o n , D ios, la R a z ó n , la m a te ria , la
ca rn e . A p a rtir d e a h í hay rea b so rció n ó n tica, y el e n te em i­
n e n te se t r a n s f o r m a e n e n s c n t i u m , “f u e n t e ”, “o r i g e n ”,
“su strato”, “ca u sa ” o “m o d e lo ” de todo lo q u e n o co m p a rte su
in ten sa realid ad p rim e ra (o b ien I n b e g r iff y “gran reg istro ”,
sustancia de S p in o z a o S e r d e M erlcau -P on ty ), p ero tam b ién ,
y co n m ás fu e rz a , re a b so rc ió n o n to ló g ica , p o rq u e al sen tid o
d e ser ya n o se lo m a n tie n e a b ie rto com o ap ertu ra m ism a del
sen tid o , sino q u e se lo fija c o m o sentid o (in clu so in fin ito ) de
y a p artir de ese e n te . P e ro sin dud a la ex ten sió n n o p o d ía n o
te n e r motivos filo só fic o s. E x te n sió n del sen tid o d e “p e rcib ir”,

229
C o rn eliu s C^nsLoria.íiis

eq u iv alen te a restricció n de] se n tid o de ser, cuya sig n ificació n


n o p o d em o s e n te n d e r sin c o n sid e ra r q u é so b rev alú a y q u é
su b estim a en el ca m p o del au to r d e e n tre los “o b je to s” q u e se
le o fre cía n y a q u ello s cuya sig n ificació n filo só fica h a b ía logra­
d o d esp ejar. E n este p u n to , lo decisivo n o es tanto lo q u e se
d esarro lla en el d iscurso ex p lícito , lo q u e es o no cem atizado
(a u n q u e d e n in g u n a m a n era sea in d ife re n te o e x te r n o ), co m o
so b re todo el e s q u e m a im ag in ario su by acen te al p en sam ien ­
to, esa in n o m b ra b le fig u ra p rim o rd ia l q u e da fo rm a, o rg an i­
za, incluye y excluye lo q u e ha sido to m ad o e n co n sid eració n ,
atrib u y e en el c a m p o valores, v o lú m en es, lu ces y so m b ras y
p rom u ev e lo q u e se a cu ñ a rá e n tipos d e o p e ra cio n es lógicas
privilegiadas y d ecisio n es o n to ló g ica s “fin a le s”: eso qu e p o d ría­
m os llam ar la U r-p h a n ta sie ' d el filó so fo c o m o filóso fo , su im a­
g in a rio , qu e fo rm a e in fo rm a a su “p e r c e p c ió n ” a ce rca de lo
q u e es y d ecid e en cu a n to a su “visible”, y q u e, lo m ism o q u e a
la fan tasía o rig in a ria “p erso n a l”, só lo p o d em o s avizorar a tra­
vés d e sus c o n se c u e n c ia s rem o tas en u n a re c o n s tru cció n h i­
p o té tica , p o r n u e stra p ro p ia cu e n ta y riesg o.
N o es n u e stro p ro p ó sito esa re c o n s tru c c ió n . L im itém o n o s
e n to n c e s a a lg u n a s ev id en cias: c o n s ta n te e n M erleau -Ponty,
la igu al ex c lu sió n del o b je to “en sí” y del “id ea lism o de las
esen cias”, de c u a lq u ie r “logos a u to m á tico ” y cu a lq u ier con sti­
tu ció n activa e n la tran sp a ren cia de u n C og ito reflexiv o, cn -
trañ a rech az a r el p en sa m ien to d e la d eterm in id a d en sus fo r­
m as clásicas. P e ro ta m b ién c o n sta n te , la b ú sq u ed a de u n a sig­
n ific a c ió n “e n c a r n a d a ”, de u n a p a la b ra q u e se p r o n u n c ie ,
m uda, en la cosa, d e un an tes d e la p alab ra qu e ya fu e ra pala­
bra, d e la m ezcla actividad/pasividad, d e lo dad o q u e n o m e
doy p o r un acto v o lu n ta rio sino q u e se d a si avanzo “len tam en ­
te” y sólo en y a través de sus d iferen cias —todo esto nos h abría
puesto en el ca m in o de la Vida, au n cu a n d o M erleau-Ponty n o
h u b iera n o m b ra d o la carne. De n in g u n a m a n era q u e re m o s

' Nota del revisor técnico: término acuñado por S. Freud, traducido usualmente por
“fantasía primordial" u “originaria” .

230
H e c h o y p o r hacer

m e n g u a r la o rig in a lid a d d e esa idea. P e ro d e ja n d o de lado


c u a lq u ie r m etá fo ra , sólo los h o m b res, los an im ales y las plan­
tas co m p a rte n co n el S e r el calificativo d e salvaje.
S ó lo la vida es el lím ite e x tre m o q u e p u ed en alcan zar el
m o v im ien to , la d iferen cia , la in q u ietu d , a u n q u e se q u ed en el
tiem p o q u e sea en la fro n te ra d e lo id é n tic o , lo ya d ado, lo
o n to ló g ic a m e n te c ie rto y se g u ro ; en su m a, d e lo d eterm in a ­
do e n su fo rm a más rica y m o v ien te. C om o V id a, la vida n u n ca
se can sa de re p e tir su in te rm in a b le c írcu lo del n a cim ie n to al
m ism o n a cim ie n to , pasan d o p o r la m ism a m u erte. La vida, la
c a rn e su b siste, es lo su b sisten te p o r e x c e le n c ia , que a ce p ta
ser an iq u ila d a en su m a teria p a ra triu n far en la co n sid era ció n
de su cid o s. I.a vida ya se h a d ad o siem p re su fo rm a. A n ih r o p o s
a n th r o p o n g o rm a . L a carn e p ro c re a c a rn e : n o la c re a . 10
P e ro te n e m o s qu e p en sa r la c re a c ió n , un tiem p o qu e n o
se a c íc lic o , un n a c im ie n to q u e n o sea re -n a c im ie n to . T e n e ­
m os qu e p e n sa r u n a gén esis o n to ló g ica , u n a o n to lo g ía de la
g én esis.

10. Dejo aquí deliberadamente de lado la cuestión de la "evolución", que de todas


maneras no es pensable bajo el título de "carne”.

231
7'

,
P H U S IS . C R IA C IÓ N , A U T O N O M ÍA '

L a “p h u s i s ”

U n o de los gran d es m o m e n to s crea d o res del p en sam ien to


g rie g o y e s p e c ífic a m e n te d e este p e n sa m ie n to m ás q u e d e
c u a lq u ie r o tr o , es la d is tin c ió n y o p o sic ió n e n tr e p h u s is y
n om os. P h u sis es el e m p u je e n d ó g e n o , ese esp o n tá n eo c re ­
c e r d e las cosas, q u e es al m ism o tiem p o g e n e ra d o r de un
o rd en . N o m o s es la p a la b ra ,(*) traducida co m ú n m en te co m o
“ley”, y en su o rig e n sig n ifica re p a rto , la ley del rep arto , p o r lo
ta n to la in stitu ció n , el uso (lo s usos y co stu m b re s), la con v en ­
c ió n , y en últim a in stan cia la p u ra y sim ple con v en ción . Para
los an tigu os grieg os, que alg o p roviniera del n o m o s y n o de la
p h u s is sig n ificab a qu e d e p e n d ía d e las co n v en cio n es y n o de
la n atu raleza h u m an a. P o r lo q u e sab em os, la op o sició n fue
e x p lícita m e n te form u lad a re c ié n e n el siglo V antes d e n u es­
tra era, so b re to d o p o r D e m ó c rito , au n q u e en realidad es in­
m a n e n te a la le n g u a g riega. P ersiste e n A ristóteles, que q u e­
rría h a b e r ido m ás lejos p e ro q u e e n verdad n o pudo. Persiste
todavía h asta n u estros días, ya qu e n u estra p re g u n ta ap u n ta
sie m p re a la “n a tu ra lid a d ” (a u n q u e se la re m ita a la R azó n o
a D io s) d e n u e s tro s a b e r, n u e stra s leyes, n u estras n o rm a s;

‘ Conferencia dictada en Florencia en octubre de 1936. Traducción italiana publicada en


Physis: abitare la terrae. M. Cerruti y E. Lazlo (ed). Feltrinelli, Milán, 1988, pp. 42-50
(■) Nota de la traductora: palabra, en este caso, debe entenderse como vocablo,
unidad lexical (en francés mot).
C o r n e liu s C a s t o r ía d is

a b r e v ia n d o , d e n u e s tra s in s titu c io n e s , e n o p o s ic ió n a su
“co n v en cio n a l ida d”. D etrás de esta id ea de n o m o s , d e la ley o
de la regla h u m an a, hay que e n te n d e r, n o c o m o se d ice hoy
en día, las “reglas de ju e g o " —ex p resió n rid ic u la m e n te su p er­
ficial—, sino las leyes y reglas qu e n o s h a c e n , e n p rin cip io , y
ra d ic a lm e n te , ca p a ce s de e n tre g a rn o s , o n o , a “ju e g o s ” y a
o tra cosa. E leg im os ju g a r o n o al b rid g e o a l p o k er, p ero n o
e le g im o s te n e r u n le n g u a je y tal le n g u a je en p a rticu la r. Si
u n o q u iere, “e lig e ” e n tra r o n o en el “ju e g o ” d e la realid ad
so cia lm en te in stitu id a, p e ro el p re cio de esa e le c c ió n se llam a
psicosis. El n o m o s es n u estra in stitu ció n im ag in aria cread o ra,
m ed ia n te la cu a l n os h a cem o s co m o seres h u m an os.
La palabra n o m o s es la que le da tod o su sen tid o al térm in o
y al proyecto de au to n o m ía. T a n to para un individuo co m o para
u n a colectivid ad , ser a u tó n o m o / a n o sig n ifica h a c e r “lo qu e
q u iera” o lo q u e se le dé la gana en un m o m en to dado, sino
darse sus p ro p ia s leyes. A partir d e a h í su rg en dos preguntas:
¿Q u é sig n ifica se r a u tó n o m o —darse su p ro p ia ley? ¿No hay
e n ello co n tra d ic c ió n c o n la id ea h abitu al d e ley?
-Si h a ce m o s n u estras leyes, ¿p o d em o s (y d eb em o s) h a c e r
c u a lq u ie r ley?
Am bas preguntas p u ed en resum irse e n una: ¿hay u n a natu ­
raleza de la ley y u na ley natural —u n a p h u sis del n o m o s y un
n o m o s de la p h u s is ? (S e ñ a lo qu e esta fo rm u la ció n so n aría para­
d ó jica a los oíd os de un griego a n tig u o ). A q u í es d on d e volve­
m os a e n c o n tra r a A ristóteles y su p ro b lem ática profunda.
P ara A ristó te les hay d os in te rp re ta c io n e s esen cia les d e la
p h u sis . T o rn a d a s en s í m ism as y ert to d a su p o te n c ia lid a d ,
am bas divergen d e u n a m a n era que p a ra n o so tro s p u ed e se­
g u ir sien d o aún hoy un fecu n d o p u n to d e p artid a.
L a p rim e ra in te rp re ta c ió n aristo té lica d e p h u s is está ligada
a la id ea d e telos, fin o finalid ad : é d e p h u s is telo s ka i o u cn e ka ,
la n atu raleza (es) fin y a q u e llo c o n vistas a lo cu al (se. algo se
hace) ( Física , B, 1 9 4 a 2 8 -2 9 ). E sta in te rp re ta c ió n co rre sp o n ­
d e a la id ea q u e p o r lo g e n e ra l n o s h a c e m o s de la filo so fía
aristo té lica c o m o fu n d a m en ta lm en te te le o ló g ic a —id ea q u e n o
es falsa sin o m e ra m e n te sim p lifican te y “a rm o n iz a d o ra ”. T o d a

234
H ech o y p o r hacer

co sa está in se rta en u n a in m en sa ca d en a d e m ed io s v fin es,


siem p re es fin d e u n a cosa in fe rio r, y m ed io —c o n d ició n — de
o tra cosa su p e rio r en se r y en valor, h asta u n lim ite su p rem o
d el q u e h a b la ré enseg uida.
L a s e g u n d a y t a n t a s v e c e s o lv id a d a in t e r p r e t a c i ó n
a risto té lica d e p h u s is , m uy c e rc a n a al sen tid o p o p u lar in scrip to
en la len g u a g rieg a, es aq u ella según la cual la p h u s is “es la
ese n cia d e las cosas qu e tien en en s í m ism as, y en ta n to que
tales, p rin cip io d e m ov im ien to (a re h é n k in é s é o s )’’, (Física, B,
1 2 6 b 2 1 ). E l “p rin c ip io d e m ov im ien to e x iste n te en la cosa
m ism a”, o ta m b ién , “la p h u s is es p rin cip io en la cosa m ism a”
( a r k h é e n a u to ) (M eta física , 1 0 7 0 a 7 ). E n todos estos pasajes
trad u je a r k h é c o m o p rin c ip io , p e r o ta m b ién p u ed e y d eb e
e n te n d e rse c o n ese térm in o o rig en . En resu m en , sig u ien d o
esta in te rp re ta c ió n , es o p e n e n e c e a la p h u sis to d o lo q u e en
s í m ism o tien e y c o n tie n e el o rig e n y p rin cip io d e su mota-
m ie n to . D igam os e n to n ces qu e es p h u sis, qu e es n aturaleza,
lo q u e se au tom u eve.
P ara n o so tro s la p rim era in terp re ta ció n ya n o se so stien e.
E s m ás, casi a u to m á tica m e n te clasificaríam os a lo q u e tie n e
u n fin e n tre lo s a rtefacto s. Las m áquinas so n las q u e tien en
fin alid ad es. Y en la m ed id a en qu e n o p o d em o s im p ed irn o s
c o n sid era r cierta s fin alid ad es de lo viviente, lo so m etem o s a la
c a te g o ría d e “m á q u in a ”, m áq u in a “c ib e rn é tic a ”, de a cu e rd o
co n la te rm in o lo g ía de los últim os cin cu e n ta años.
¿P od em os, sin em b a rg o , p o n e r d e lad o a sí co m o a s i la p ri­
m era in te rp re ta c ió n a risto té lic a de p h u s is ? ¿A caso an te s n o
d eb eríam o s re fle x io n a r co n más cuidado? A lgunas lín eas m ás
a rrib a m e reservé el c o m e n ta rio so bre e l celos ú ltim o, ese fin
ú ltim o al qu e seg ú n A ristóteles ten d ería tod a la p h u sis. P ara
e l F iló s o fo , la n a tu ra le z a tie n d e y se m u e v e p o r e l d e se o
(o r e k c o n ), a m o i c u el sen tid o g rieg o, el E ros ( e r ó m e n o n ) de
dios (M eta física , 1 0 7 2 a 2 6 y b 3 ) —y p o r eso dios es el “m o to r
p rim e ro ”. Es ev id en te q u e el dios a risto télico n a d a tie n e qu e
v er c o n el d io s ju d e o -c r is tia n o ; a ese d io s n o le in te re sa el
m un d o y ni siqu iera pu ed e pen sarlo, p orqu e si p en sara el m un ­
d o —un o b je to in fe rio r a él m ism o— se c a e ría de su dignidad

235
C o r n e liu s C ascoríadis

divina. El dios d e A ristó teles es p u ra fo rm a y a c to p u ro , p en sa ­


m ie n to que se p ien sa a s f m ism o —n o é s is n o c sc o s— y lo qu e
a n im a a la p h u s ís es el E ro s de esa form a. D ejem os d e la d o las
‘je r a r q u ía s ” y lim p iem o s ese p en sa m ie n to en esp ecial de to­
das las escorias q u e la teo lo g ía cristia n a le e c h ó en cim a. C o m o
se d ir ía en to p o lo g ía , abram os ese c o n ju n t o ,
d e sco m p le té m o s lo y saqu éan osle ese p u n to lím ite q u e es el
dios aristo télico . Nos q u ed a u n a p h u s ís qu e es E ros, vale d e cir
m ov im ien to, em p u je h a cia la fo rm a , hacia lo p e n s a b le , h a cia
la ley, h acia el cid o s. L a p h u sís a p a re ce en to n ce s c o m o c m p u -
je-h a c ia -el-d a rse-u n a -fo n n a , e m p u je p o r o tra p arte n u n c a del
to d o cu m p lid o , p o rq u e co m o d ice A ristóteles, no hay p h u s ís
sin m ateria, y la m a teria es el lim ite d e lo p en sab le, lo in d e te r­
m in a d o , lo in fo rm e , lo ca ó tico .
P o r lo tanto hay E ro s de la p h u s ís co n resp ecto al p en sa ­
m ie n to ; eso q u ie re d e c ir q u e h ay e m p u je de la n a tu ra le z a
h acia la form a, q u e la p h u s ís te n d e ría a darse la fo rm a m ás
p erfe cta o (tal vez) m ás c o m p le ja p osib le. L a p h u sís n o es u n a
“co sa ” o un “c o n ju n to de cosas”: la p h u s ís es el em p u je irresis­
tib le del e n te q u e tien d e a d arse u n a fo rm a p ara ser, u n a ley
p ara ser d e te rm in a d o , y quizá a d arse u n a p en sa b ilid ad . La
p h u s ís ten d ería a fo rm a rse . E ste p e n sa m ien to se d e ja p a rticu ­
larizar p re cisa m en te en re la c ió n co n n u estro p u n to de p arti­
d a, la id ea de fin o d e fin alid ad . P o rq u e d eb em o s ad m itir qu e
a p a rtir de c ie n o nivel, d e cierto estrato de la e x iste n cia física,
hay en tes, seres físico s p ecu lia res, q u e llam am os seres vivos,
que se p lan tea n p a rc ia lm e n te c o m o fin de s í m ism os. R e c o r­
d em os qu e en la seg u n d a p arte de la C rítica d e l ju ic io , K an t
a firm a b a co n a rg u m en to s qu e sig u en sien d o válidos: n o p o d e ­
m os p en sa r a los seres vivos sin p la n tea r q u e son fin d e s í m is­
m os. Y qu e p ara evitar el térm in o tele o lo g ía , d esd e h a ce d é­
cadas los b ió lo g o s h ab lan de te le o n o m ía .
Volvam os a h o ra a la seg u n d a in te rp re ta c ió n a risto té lica de
ph u sís: es n atu raleza, o n a tu ra l, lo q u e en sf m ism o tie n e el
p rin cip io (el o rig e n ) de su m o v im ien to . P ero, ¿q u é es el m o ­
v im ie n to ? G rie g o d e o rig e n c o m o soy, y resp etu o so del o r­
d e n te m p o r a l, e m p e c é p o r A r is tó te le s . P e r o e s ta m o s e n

236
H e c h o y p o r h a cer

F lo re n c ia , y h ay otro h o m e n a je qu e ren d ir, esta vez a G alileo,


el v erd ad ero p a d re d e la física m o d ern a . P ero digam os tam ­
b ién q u e su g ra n ap o rte, el q u e le valió m erecid o s elogios y
p erm itid (c o n los m edios d e ese en to n ces) m atem atizar la fí­
sica, m a rcó e l in icio de u n g ra n e m p o b re cim ie n to : la red u c­
ció n d e to d o m ov im ien to al m ovim ien to local, a la traslación.
Es esa id ea se g ú n la cual el ú n ic o c o n o c im ie n to válido de la
n a tu ra le z a es e l estu d io d el d esp la z a m ie n to e n el esp acio y
segú n el tiem p o de en tid ad es que in te rio rm e n te son absolu ­
ta m en te estab les. C o m o d esp ués esas en tid ad es revelaron no
se r estab les, se h a b ló en to n ce s d e p artícu las “elem en tales” o
“fu n d a m e n ta le s ”; p e r o c o m o c a d a n ueva en tid a d “e le m e n ­
tal” m o stró e sta r com p u esta, a h o ra los físicos están em p ezan ­
d o a re n u n c ia r c o n m u c h a c o rd u ra a esas d e n o m in a cio n e s
p ara h a b la r só lo d e “física d e pai lícu las”.
El m o v im ien to “está en lo e le m e n ta l”. ¿P ero q u e m ovim ien­
to? A q u í ta m b ié n p u e d e a y u d a rn o s A ristó te les. P ara é l, el
m o v im ien to ( kin ésis ) n o es só lo el m ov im ien to local; el movi­
m ie n to es el c a m b io , y el m o v im ien to lo cal n o es más q u e u n a
d e sus esp ecies, ju n t o a otras q u e son la g e n era ció n y la co ­
rru p ció n , y so b re tod o lo q u e é l llam a alloiósis, la alteració n .
S ó lo volviend o a g en eralizar la id ea de m ov im ien to pod em os
e n te n d e r to d a la p o ten cia l p ro fu n d id ad d e la idea aristotélica;
es p h u s is lo q u e en sí m ism o lleva el p rin cip io o el o rig en de
su m ov im ien to, de su d evenir. E s p h u s is lo q u e en sí m ism o
tie n e el p rin c ip io u o rig en d e su c a m b io —d e su alteració n .
P ara lo s m o d ern o s, a l m en o s p a ra los m o d ern o s “clásicos”,
esa id e a sigue sien d o d ifícil y d e h e c h o in a ccesib le. P ara ellos,
e l p r in c ip io d e m o v im ien to está , o b ie n fu e ra d e las cosas
m ovidas, e in clu so fu e ra de la totalid ad d e lo m ovido y lo m o ­
vible, y e n to n c e s el p rin cip io q u e tra scie n d e al m u n d o de los
m óviles e n g e n era l es D ios. O b ie n , c o m o en la versión m ate­
rialista clásica, ese p rin cip io d el m o v im ien to está en la totali­
d ad d e las cosas m ovidas —to ta lid a d q u e d e alg u n a m an era se
vuelve tra sc e n d e n te c o n re la c ió n a sus p a rtes—y tom ado en sí
m ism o , cad a u n o d e los m óviles d e b e se r rad ica lm en te in erte,
es d e c ir p e r m a n e c e r en e l e s ta d o en q u e se e n c u e n tr a , a

237
Coi t?e Jii/5 Castoríadis

m en os d e re c ib ir im pulso d e otro que a su vez lo re c ib e de


o tro , e tc ., sin que n u n c a p u ed a e n c o n tra rse u n p rin c ip io u
o rig en del m o v im ien to : sólo la can tid ad de m o v im ien to total
e x iste n te en el m u n d o —de m a te ria / e n e rg ía , se d irfa hoy—
d eb e con servarse y m a n te n e rse co n sta n te d esd e y p a ra siem ­
p re. (D e n tro d e esa óp tica, resu lta ev id en te q u e to d o cam b io
de form a, to d a a p a ric ió n de u n a fo rm a nueva, n ece sa ria m e n ­
te d eb e s e r r e d u c tib le a m ovim ientos lo c a le s).
P ero en cu a n to tom am os co m o d eb em o s la p alab ra m ovi­
m ien to, es d e c ir en el texto a risto té lico y en verdad c o m o eq u i­
v alen te al ca m b io , a la a lte ra c ió n de la qu e el m o v im ien to lo­
cal es un caso p a rticu la r, d eb em o s in c lu ir tam b ién el cam b io
de form a, la a lte ra c ió n , la tra n sfo rm a ció n ; y ésta, tom ad a en
su sen tid o m ás fu e rte , inclu ye tam bién la a p a rició n , la e m e r ­
g en c ia , la crea ció n de la form a. So sten ern os e n to n c e s, n o en
base a u n a nueva “le ctu ra ’’ d e A ristóteles, c o m o d iría la a un
tiem p o p re te n c io sa y p u silán im e je r g a actu al, sin o p en sa n d o
p o r n o so tro s m ism os a p artir d el in m en so c u e stio n a m ie n to a
qu e da pie la o b ra d el filó so fo , y si se q u ie re tra n sg red ien d o a
sabien d as sus lím ites, q u e es p h u s is eso q u e e n s í m is m o tie n e
p r in c ip io y o r ig e n d e fo rm a . A lgo a sí corn o d ecir: es p h u s is lo
qu e en s í m ism o tien e pr in cip io y o rig en d e crea ció n , ya que
la ú n ica c re a c ió n q u e c u e n ta es la de fo rm a s (d e le y es).
H a b lé d e tra n sg resió n . Y es c ie rto q u e esta fo rm u la c ió n se­
ría in a ce p ta b le p a ra el E stagirita. C ap tu rad o co m o está en una
o n to lo g ía d el tie m p o q u e es o n to lo g ía d e la e te rn id a d (de
o rig en p la tó n ic o ), A ristó teles n o p u ed e p en sa r u na cre a c ió n
d e fo rm as c o m o tales. Las fo rm a s están d adas d e u n a vez y
para siem p re; la fo rm a qu e a p a re ce cad a vez ya está d e te rm i­
nada p o r la e s e n c ia d e la cosa co n sid era d a (es esa e s e n c ia ). L a
cosa adviene y pasa d e la p o te n c ia al a cto a d q u irie n d o la for­
m a a q u e esta b a “n a tu ra lm e n te ” (p h u s e i ) d estinad a. P o r eso
es qu e A ristó teles llam a tam b ién ousia a la ese n c ia d e la cosa,
según u n a m aravillosa e x p re sió n g rieg a in ven tada p o r él: to ti
e n einai, eso q u e ten ía qu e ser. Es lo q u e p o d e m o s lla m a r el
p re térito im p e rfe c to de la e tern id a d o n to ló g ica , y q u e la le n ­
gua usa co m ú n m e n te : “era seg u ro qu e (él) ib a a ro m p e r esc

238
JHccho y p o r h a c e r

flo r e r o ”. ¿Seg u ro desde cu án d o ? ¿D esde ayer, an teayer? N o,


era segu ro en g e n e ra l, se g u ro d esd e siem pre. A ristóteles d ice:
la ese n cia d e u n a cosa es lo q u e (ella) ten fa qu e ser, lo cjue
estab a d estin a d a , p re d e stin a d a a ser. ¿D esd e cu á n d o , d esd e
q u é fe c h a ? D e sd e sie m p re y p a ra siem p re; las fo rm a s están
d eterm in ad as d e a n te m a n o , y eso h ará qu e la na tu ra n a tu ra n s
d e lo s m o d e rn o s en verdad sea siem p re la cap acid ad de los
en tes p articu lares p ara asu m ir la form a a que están p red esti­
n ados. P o r eso las dos in te rp re ta c io n e s d e p h u s is qu e h a ce
.Aristóteles son ab so lu ta m en te con v erg en tes para él: la n a tu ­
raleza es fin y p rin c ip io d e a ltera ció n , o sea d e ad q u isición de
form as, p e ro d e fo rm as q u e son los fines preasign ad os a los
e n te s n atu ra les.
E s a c o n v e r g e n c ia d e ja , h a s ta e n e l p e n s a m ie n t o d e
A ristó teles, un resid u o e n o rm e : n i nías n i m en o s qu e la h u ­
m an id ad . E l h o m b r e n o es, c o m o cu a lq u ier o tro e n te , só lo
algo q u e e n s í m ism o tie n e p rin cip io de m ov im ien to —el h o m ­
b re es a r c h é tó n e s o m e n ó n , p rin cip io y o rig en de lo q u e será
(D e la in te r p r e ta c ió n , 9 , 19 a 7 -8 ). Esa n o -p re d e te rm in a ció n
del h o m b re se ve en los titu b eo s y las aporías aristotélicas a c e r­
ca d e la p o lis y el d e re c h o , y ta m b ién , au n q u e de o tra m an era,
en su am b ig u a c o n c e p c ió n d e la te c h n c . P ero n o es éste el
lu gar d o n d e tra ta rla s . 1 S ó lo d iré qu e ju s ta m e n te e n e l te rre ­
n o h u m an o , e n la so cied a d y e n la h isto ria es d o n d e p o d em o s
cap tar in m ed ia ta y c la ra m e n te la cap acid ad de u na clase de
en tes p a ra c r e a r la alterid a d , p la n te a r nuevas form as y h a c e r­
se existir e n y m ed ia n te nuevas leyes. P e ro esa evid en cia tan
fu e rte n o d e b e em p a ñ a r la im p o rta n cia de la id ea g en era l a
qu e llegarnos: los en te s tie n e n e n s í m ism os p rin cip io y o rig en
d e crea ció n d e form as, el ser m ism o se d efin e p o r la alloiósis
en su se n tid o fu e rte d e a u to a lte ra c ió n y a u to crea ció n .

1. Ya me referí a las aporías a que conduce el pensamiento aristotélico acerca de


la cuestión de la política en mi texto ‘ Valor, igualdad, justicia, política: de Marx a
Aristóteles y de Aristóteles hasta nosotros" (1975), y acerca de la cuestión de la
techné en “Técnica" (1973), reformulados ambes en Las Encrucijadas del labe­
rinto, op. cit.

239
<Somel>u.f Cascoriadis

C r e a c ió n y a u to n o m ía

¿Q u e re la c ió n tien e to d o esto c o n la au to n o m ía ? V u elv o a


la p rim e ra p re g u n ta : ¿ q u é sig n ific a se r a u tó n o m o p a ra u n
ser? La a u to n o m ía c o n siste en q u e cad a u n o se d é su p ro p ia
ley. ¿Y q u é es la ley? L a ley es la fo rm a , es el u niversal q u e
rig e p a rticu la rid a d e s q u e le so n re la tiv a m e n te in d ife re n te s,
y la fo rm a es d el o rd e n de lo d e te rm in a d o -d e te rm in a n te , y
es e n si m ism a d el o rd e n de lo u niversal. Y aca b a m o s d e v e r
q u e los en tes d e la p h u s is tie n e n en sf m ism os p rin c ip io d e
c re a c ió n de fo rm a . Sin e m b a rg o a q u í su rg e u na c u e stió n d e
uso lin g ü ístico . P o r un la d o y d esd e h a c e m u c h o , el té rm in o
a u to n o m ía está reserv ad o al te r r e n o h u m a n o , y e n esa m e d i­
d a fu e rte m e n te c a rg a d o d e s ig n ific a c io n e s y e n e sp e cia l d e
c o n n o t a c io n e s n o rm a tiv a s: s e r a u tó n o m o se o p o n e a s e r
h e t e r ó n o m o . M e p a r e c e p r á c tic a m e n te im p o s ib le y p o c o
d e se a b le c a m b ia r ese uso. P o r o tro lad o , p e r te n e z c o al c r e ­
c ie n t e n ú m e r o d e p e r s o n a s q u e p ie n s a n q u e h ay u ñ a
a u to c r e a c ió n d e lo v iv ic n te '(la m ay o ría d e las v eces p ú d ic a ­
m e n te d e n o m in a d a “s u rg im ie n to d e fo rm a s p ro p ia s d e lo
v iv ien te”). E so fu e lo q u e llevó a m i a m ig o F ra n c is co V a re la a
h a b la r d e “a u to n o m ía b io ló g ic a ”. E n tie n d o lo q u e él q u ie re
d e c ir , p e r o te m o q u e p o r las ra z o n es ya m e n c io n a d a s , e s c
u so c o n fu n d a y p o r eso p ro p o n g o q u e h a b le m o s de
a u to c o n s títu c ió n del viviente —o in clu so , c o m o se h a c ía a n ­
tes e n filo so fía , d el viviente c o m o scr-para-sí.
P o r su p u esto, h a b la m o s de a u to co n stítu ció n de lo vivien te
c o m o vivien te, y n o d e su m a teria . N o estam os d icien d o q u e lo
viviente haga su rg ir m olécu las a p a rtir de la n ad a —ni ta m p o co
q u e só lo él p u ed a sin tetiz a r c ie rta s m a teria s, c o m o se c r e ía
h asta q u e W h ó le r sin tetizó la u rea en 1 8 2 8 . L o viviente c r e a
a lg o d istin to y m u c h o m ás im p o rta n te: e l nivel d e se r d e lo

* Nota del revisor técnico: se traduce “le vivant" como "lo viviente” (que es una
opción idiomática pertinente al igual que “el viviente" y “el ser vivo"), privilegiando el
uso principal que Castoriadis hace de este concepto referido a un nivel ontológíco.
y no a un caso particular dentro del mismo.

240
H e c h o y p o r hacer

q u e llam am o s vida, y la in fin id ad d e m od os d e seres y de leyes


c o n c e rn ie n te s a ella. T o m o el eje m p lo más im p a ctan te: lo vi­
v ie n te (alg u n o s vivientes) c rea el color. E n la n atu raleza n o
viviente n o hay co lo res, sino sólo lo n g itu d es de on d a. Eso lo
olvid am os p o r in flu e n c ia d e la “crítica d e las cu alid ad es se­
cu n d arias”, y c re e m o s h a b e r “red u cid o ” o “e x p lica d o ” el co ­
lo r p o r h ab la r d e lo n g itu d es de on d a, lo cu al es absurdo. La
lo n g itu d de o n d a n o “ex p lica ” nad a del c o lo r, o en el m e jo r
d e lo s casos e s ta b le c e e n tre a m b o s c o rre la c io n e s (ta m b ié n
p ro b lem ática s y d e las que n o vam os a o cu p a rn o s). Sin em b a r­
go, n in g u n a c o rre la c ió n pu ed e d ar cu e n ta de la calidad del
azul y el ro jo co m o tales (d el h e c h o azul y el h e c h o ro jo ), ni
tam p oco “e x p lica r” p or q u é a las ondas cortas les “co rresp o n ­
d e” lo que vem os azul, y a las ondas largas lo qu e vemos ro jo —y
n o a la inversa u o tros “co lo re s” q u e n ad ie vio n u n ca . E l nivel
d e se r a q u e m e refiero es ju s ta m e n te esa sen sa ció n “su b je ti­
va” del co lo r, asi co m o en el te rre n o h u m an o los afecto s más
“su bjetivos” (a m o r, od io, d o lo r, celo s) m u estran qu e el h u m a­
n o cre a u n nivel o n to ló g ico p ro p io.
L o viviente se au toconstitu ye, es para sí, c re a su m u n d o . Es
f in d e s í m is m o c o m o in d iv id u o , c o m o e s p e c ie y c o m o
eco sistem a, p o c o im p orta (hay em p alm es y en trecru zam ien to s
d e los qu e n o p o d em o s h a b la r a h o ra ). L o viviente se c re a en
cad a o p o rtu n id ad u n m u n d o p ro p io . El u niverso visual de la
a b e ja o la to rtu g a m arin a n o es igual al n u estro. E n cada caso
hay p re se n ta ció n , re p re se n ta c ió n de algo “e x te rn o ” al vivien­
te, p o r él y p a ra él, a su p ro p ia m an era, y cad a vez hay u n a
p u esta en re la c ió n de lo a s í rep resen ta d o . Es obvio q u e hay
in fin id ad de cosas “ex te rn a s” al viviente q u e ex isten p a ra él
re c ié n cu a n d o las h a to m a d o , fo rm a d o y tra n sfo rm ad o . E n
esp ecial, afu e ra d el viviente n o h a y “in fo rm a cio n es”. P ara lo
viviente la n a tu ra lez a n o es un ja r d ín d o n d e flo re c e n “in fo r­
m a cio n e s” q u e él tien e q u e re c o g e r: lo viviente es q u ien cre a
lo q u e p a r a e l es in fo r m a c ió n , d á n d o le a la X u n a fo rm a
investida de p e rtin e n c ia , p eso, v alor y “sig n ificació n ” (p rin ci­
p io ab solu tam en te general p a ra toda form a de para-sí). L o vi­
viente p o n e e n im ágenes y p o n e en relación —en otras palabras,

241
O o m cliu ó Ca s lo ria dis

constitu ye p o r s í m ism o una d im en sió n estética y u na d im en -


sión lógica (am b o s térm in o s tom ad os on su sen tid o o rig in a ­
rio )—estética y ló g ica , im á g e n e sy rela cio n es siem p re in tricad as
e im plicadas u n as co n otras.
L o viviente e s p a ra sí, se p la n te a c o m o a u to fin a lid a d , lo
cu al im plica siem p re u n a in te n c ió n m ín im a , al m en o s la in ­
te n ció n d e co n serv a rse; y p o r lo tan to ta m b ién u n a evalua­
ció n , positiva o negativ a, de eso que él se p re se n ta (se re p re ­
se n ta ); m ín im a m e n te e n to n c e s ta m b ién u na a fe c ta c ió n d el
viviente, u n m o d o d el ser-afectad o , y la a fe c ta c ió n d e un v alo r
a eso q u e es (re )p re se n ta d o —p o r lo tan to u n a fecto .
S iem p re q u e se tra te d e lo viviente, o d e m a n era m ás g en e­
ral, de lo p ara-sí-au to con stitu id o, en c o n tra m o s esas tres d im e n ­
siones: re p re se n ta c ió n (in d iso c ia b le m e n te estética y ló g ic a ),
in te n ció n y a fecto . Y las en c o n tra m o s en los cu atro tipos c o n o ­
cidos de seres a u to co n stitu id o s: lo viviente, el p siq u ism o h u ­
m an o , el ind ivid uo so cia lm e n te fa b rica d o , y la so cied ad p arti­
cu lar in stitu id a e n cad a caso c o m o d istinta de las d em ás so cie­
d a d e s. E n to d o s e s o s n iv e le s c o m p r o b a m o s u n a r e la tiv a
au to fin alid ad y la c re a c ió n d e un m u n d o p ro p io . P o r lo tan to
(reto m a n d o el térm in o d e V a re la ) hay u n a clau su ra cognitiva
d el para-sí, y p o r eso e l esfu erzo d e c o n o c e r lo (se tra te d el
viviente, la p siq u e, el in d iv id u o o la so cied a d ) e x ig e q u e se
in te n te p en sa rlo d esd e el “in te r io r ”, vale d e c ir d esd e e l p u n ­
to de vista de su a u to co n stitu ció n . C ó m o h a c e rlo es o tro tem a
q u e n o p u ed o a b o rd a r a q u í. M e lim ita ré sim p le m e n te a re ­
c o rd a r u n a salid a d e R u th c rfo rd cu a n d o le p re g u n taro n có m o
h a b ía lo g ra d o ad iv in ar las leyes de ra d ia c ió n alfa: “M e p re ­
g u n té q u é h a b ría h e c h o yo d e h a b e r sido u na p a rtícu la a lfa ”.
Paso a h o ra al te rre n o p ro p ia m e n te h u m a n o . L a h u m a n i­
dad se a u to cre a c o m o so cied a d e h isto ria —a q u í hay cre a c ió n
d e La form a s o c ie d a d , irre d u c tib le a “e le m e n to s” cu a lesq u iera
(a los individuos, q u e e v id en tem en te son fa b rica cio n es so cia­
les, o al psiq u ism o h u m a n o , in ca p a z c o m o tal d e p ro d u cir ins­
titu cio n es y sig n ifica cio n e s so cia les im a g in a ria s). E sa c re a c ió n
tie n e lu g ar “d e u n a vez y p a ra sie m p re ” —el a n im al h u m a n o
se so cializa—y ta m b ié n d e m a n e ra c o n tin u a : hay u n a in fin ita

242
H e c h o y p o r h a cer

p lu ralid ad d e so cied a d es h u m an as, cad a u n a c o n sus in stitu ­


cio n e s y sig n ifica cio n e s, y p o r lo tan to tam bién co n su m u n d o
p ro p io . Casi siem p re y en todas partes, esa c rea ció n tien e lu­
g ar d e n tro de u n a fu e rte clau su ra. En casi todas las so cied a­
des q u e h em o s c o n o c id o resu lta im p osible cu e stio n a r el m u n ­
d o p ro p io de la trib u . N o p o rq u e haya v io len cia y rep resió n ,
sin o p o rq u e un c u e stio n a m ie n to tal es p síq u ica y m e n ta lm en ­
te in c o n c e b ib le p a ra los ind ivid uos fab ricad os p o r la socied ad
e n cu e stió n . E n u n a so cie d a d tra d ic io n a l fu e rte m e n te re li­
g io sa (co m o lo so n todas) es in c o n c e b ib le d ecir p o r eje m p lo
q u e “Dios es in ju sto ”, ya q u e la ju s tic ia es u no d e los atrib u tos
(e in clu so , c o m o en tre los h e b re o s, u no de los n o m b r e s ) de
D ios: en u na so cied a d así, d e c ir q u e “D ios es in ju sto ” es tan
ab su rd o co m o im p ro n u n c ia b le , en la so cied ad d e 1984, B ig
B r o th e r is u n g o o d u na vez q u e el N c n s p c a k h u b iera alcan za­
d o su fase term in a l de p e rfe c cio n a m ie n to .
A hora b ien , esa m ism a clau su ra se rom p ió dos veces en el
curso de la historia —e n la an tig u a G recia y en E uropa o ccid e n ­
tal a p artir del siglo X III—y esta ruptura significa adem ás la apa­
rició n de u na nueva fo r m a sin p reced en tes en la h istoria del
ser. El m ov im ien to d em o crá tico y la-búsqueda e in terro g ación
filosóficas son cu estio n am ien to s d e las instituciones sociales exis­
ten tes (se trate de leyes en sen tid o estricto o de la con stitu ción
d e rep resen ta cio n es h u m an as). T e n e m o s a q u í un ser —la so cie­
dad de la p o lis g rieg a y algunas socied ad es europeas—que cues­
tio n a en form a ex p lícita y p o n e en tela de ju ic io las leyes d e su
p r o p ia e x i s t e n c i a . N o ya s im p le m e n t e u n a “c ie g a ”
au to co n stitu ció n , sino los elem en to s de u na a u to n o m ía , en el
verdadero y fu e rte sentid o d e la palabra. D igo elem en to s por­
q u e estando todavía lejos d e vivir en sociedades au tónom as, el
proyecto d e a u to n o m ía —el m ovim iento d em o crá tico — todavía
tien e p o r d elan te u n larg o ca m in o que te c o rre r. P ero en todo
caso, desde el p u n to de vista filosó fico estam os ante un tipo de
ser que in ten ta alterarse d e m a n era ex p lícita co m o fo rm a —o
q u e in ten ta ro m p e r la clau su ra en que existía hasta en to n ces. Y
n o co n o z co o tra d e fin ició n d el p en sa m ien to filosó fico, y del
p en sam ien to a secas, que n o sea la del esfu erzo in cesan te p o r

243
C om el i us C a s to r ia d is

ro m p er la clau su ra en q u e se e n c u e n tra d esd e el p rin cip io , y


que siem p re tien d e a recon stitu irse.
L legam os a sf a u n a id e a de a u to n o m ía q u e d ifie re rad ical­
m e n te d e la m era a u to co n stitu ció n . E n te n d e m o s p o r a u to n o ­
m ía a la cap a cid a d —d e u n a sociedad, o u n in d iv id u o— de ac­
tuar d e lib e ra d a y ex p lícita m en te p ara m o d ific a r su Ley, es d e c ir
su form a. E l n o m o s d e tie n e a u to c rc a c ió n e x p líc ita d e fo rm a ,
cosa q u e siem p re lo h a c e a p a re ce r c o m o o p u esto a la p h u s is y
a la vez c o m o u n o de sus resultad os.

C o n c lu s ió n

Q u ie ro te rm in a r d icien d o algunas p alabras rela cio n a d a s con


la se g u n d a p re g u n ta q u e h ice al c o m ie n z o . Si n o so tro s m is­
m os h a ce m o s e x p líc ita m e n te n u e stra s p ro p ia s leyes, ¿cu á les
leyes deLremos h a c e r? P o r su p u esto se tra ta d e la v e rd a d e ra
c u e stió n p o lítica , q u e a q u í no p u ed o d iscu tir. Voy a lim ita r­
m e a alg u n as o b serv a cio n e s a c e rc a d e u n a o b je c ió n q u e los
e n e m ig o s d e la d e m o c ra c ia n o se c a n sa n d e r e p e tir d e sd e
h a ce m iles d e añ os: ¿có m o o b e d e c e rá a sus leyes u n a so cie d a d
q u e sab e q u e son o b ra suya y n o tie n e n n in g ú n fu n d a m e n to
e x tra so c ia l? ( “Si D ios n o e x iste, to d o e s tá p e r m itid o ”, d ic e
D o sto iev sk y ). O b je c ió n p u ra m e n te d e m a g ó g ic a , p u es c o n o ­
cem o s m uy b ie n los h o rro res a q u e se e n tre g a ro n (y sig u e n
e n tre g á n d o se ) so cied a d es basadas e n la “R e v e la c ió n ”. P e r o a
p esar d e sí m ism a rem ite a la v erd a d era c u e stió n de la d e m o ­
cra cia y la a u to n o m ía .
Si tan to p ara el individuo c o m o p a ra la so cie d a d se r au tó -
n o m o / a sig n ifica d arse su p ro p ia ley, q u ie re d e c ir q u e el p r o ­
y ecto d e a u to n o m ía da p ie a u n a b ú sq u ed a so b re la ley q u e
d eb o (y que tod os d eb em o s) a d o p ta r. E sta b ú sq u e d a c o m p o r ­
ta siem p re u n a p osib ilid ad de e r r o r d e la q u e n o n os re sg u a r­
darnos in sta u ra n d o u n a a u to rid a d e x te r n a , m o v im ie n to d o ­
b le m e n te su je to a e rro r qu e c o n d u c e n i m ás ni m e n o s q u e
a la h e te ro n o m ía . L a ú n ic a v erd a d era lim ita c ió n q u e p u e d e
c o m p o rta r la d e m o c ra c ia es la a u to lim ita c ió n , q u e e n ú ltim a

244
H e ch o y p o r hacer

in stan cia es la ta rc a y la o b ra de individuos (ciu d a d an o s) edu ­


cados p o r y p a ra la d em o c ra c ia . Esa ed u ca ció n es im p o sib le si
n o se a cep ta q u e on su c o n te n id o las in stitu c io n e s q u e n o s
dam os n o so n ni a b so lu ta m en te necesarias ni to ta lm e n te co n ­
tin g en tes. E llo sig n ifica que n o hay sen tid o reg alad o , n i tam ­
p o co g aran te o g a ra n tía d el se n tid o , y que el ú n ico se n tid o es
el q u e cream o s e n y a través d e la historia. V ale d e cir q u e al
igual q u e la filo so fía , la d e m o c ra c ia n ecesa ria m en te p o n e de
lado lo sagrado. E n otras palabras, la d em o cra cia exig e q u e los
seres h u m an os a c e p te n e n su c o m p o rta m ien to real algo que
en realid ad casi n u n c a q u isie ro n a cep tar (y q u e en el fon d o
d e n o so tro s m ism o s n u n ca term in am os d e a c e p ta r), esto es,
q u e so n m o rta le s. R e c ié n a p a ra r d el in su p erab le —y casi im ­
p o sib le— c o n v e n c im ie n to d e n u e stra p ro p ia m o rtalid ad y la
de tod o lo q u e h a c e m o s, p o d em o s v iv ir co m o seres a u tó n o ­
m os que, v ien d o en los d em ás a seres au tó n o m o s, h a c e n posi­
b le u n a so cied a d a u tó n o m a .

245
'
C O M P L E JID A D , M AGM AS, H IS T O R IA '
El e je m p lo d e la ciu d ad m ed ieval

P e r p le jid a d e s d e la c o m p le ji d a d

L as d iscu sion es actu ales so b re la com p lejid ad p ro d u cen a


m en u d o p erp lejid ad . A sí o cu rre co n las d efin icion es de la com ­
plejid ad (o las “e x p lica cio n es” de su cu ñ o) qu e apelan al “ele­
vado n ú m ero d e pro cesos elem en tales” q u e dan lugar a fen ó ­
m en os co m p lejo s. P ero c o m o tal ese “elevado n ú m ero ” n o bas­
ta p a ra h a c e rn o s salir del cu a d ro de u n a ló g ica con ju n tista-
id en titaria q u e, p o r el co n tra rio , en cu en tra allí un fértil terre­
no. Ni el c o n ju n to de los en tero s naturales N , in fin ito num era­
ble, ni el de los n ú m eros reales R, infinito n o n u m erable, ni el
de las ap licacio n es d e R en R , F (J?, R ) . de cardinalidad todavía
su p erior, ni el c o n ju n to verd ad eram en te m onstru oso de apli­
cacio n es de los espacios vectoriales en R de dim ensión infinita
en si m ism os, F (RN , R N ) les crean a los m atem áticos p ro ble­
m as de p rin cip io . O tra cosa es que sigan abiertas esas “cuestio­
n es de fu n d a m e n to ” q u e H ilb e rt esp erab a “exilar para siem ­
p re del m u n d o ”; o qu e el trab ajo (G ódel-Paul C oh én ) sobre la
hipótesis d el c o n tin u o de C a n to r haya m ostrad o qu e los siste­
m as de axiom as usuales en la teoría con ju nü sta (base de toda la
m atem ática) son in com p letos, abrien d o asi, en d erech o, el ca­
m in o a u na infinidad de sistemas “n o euclidianos”, es d ecir n o
cantorianos. O q u e p o r ú ltim o y pese a la creen cia generalizada,

* Publicado en el volumen conmemorativo de Yves Barel. Systéme et Paradoxe,


París, Le Seuil, 1993.

247
C o rn e liu s Casto liad is

las muy v en erab les paradojas de io co n tin u o (Z en ó n ) sigan es-


Lindo en tre n o so tro s -^jumo c o n m u ch as otras. Hoy m ás q u e
nun ca, éstas y m u ch as otras cosas de la m atem ática p u ed en y
d eben seguir su scitánd onos una th a u m a ze in (asom b ro, adm i­
ración, esp an to) q u e nos devuelva a u na reflex ió n filosófica cad a
vez más n ecesa ria , p ero n o in trod u cen u na p ro b lem ática de la
"c o m p le jid a d ”. Es ev id en te q u e n a d a c a m b ia p o r h a b la r d e
“in te ra c c io n e s” y n o d e “e le m en to s”. R ig u ro sa m en te h a b la n ­
do, la d istin c ió n m ism a en tre “e le m e n to s ” e “in te r a c c io n e s ”
carece de se n tid o , 1 ya q u e estas últim as son só lo elem en to s de
con ju n tos d e tipo su p erior, de espacios fu n cion ales, y los m ate­
m áticos se la pasan ju g a n d o con espacios fu n cio n ales de d im en ­
sión infinita.
T o d a esa co le c c ió n de objetos efectivos tien e n ecesariam en ­
te un cardinal fin ito , c o n in d ep en d en cia d e la fin ita o in fin ita
“realidad ú ltim a ” del u niverso. P o rq u e la p a rte del u niverso
accesible a la observación será siem pre finita, y finitas serán tam ­
b ién todas las in tera ccio n e s observables o in c lu so c o n c e b ib le s
e n un u n iverso observable. Esas in tera ccio n e s n u n ca serán m ás
q u e u na co m b in a to ria en tre co n ju n to s d e partes de co n ju n to s
finitos. N o es p o r q u e el sistem a nervioso cen tra l ten g a 10 9 o
más n eu ron as, y q u e las posibles co n ex io n e s n eu ro n ales co rres­
p on d an a can tid ad es, q u e sería ocioso tratar de escrib ir, qu e
éste difiere d e u n m o n tó n de bolas de billar. D e paso digam os
q u e es p o r esa m ism a razón q u e las m al llam adas teorías del
“cao s” n o ap ortan n ad a nuevo desde el p u n to de vista filosófico;
son in tr ín s e c a m e n te d eterm inistas —c o m o lo d em u estra el h e­
c h o d e q u e los a b su rd a m e n te d en o m in a d o s p ro ce so s “ca ó ti­
co s” p u ed an ser ca lcu la d o s y ex h ib id o s en la p an talla d e esa
m áq u in a d eterm in ista q u e es la com p u tad o ra.
E n n in g u n o d e esos casos se trata de d ificu ltad es de p rin ci­
pio, sin o d e h e c h o .

1. Lo mismo que están vacías de sentido en su acepción usual las distinciones entre
sustancia y procesos, concepto y función, que deben reformularse críticamente en
otro nivel mediante una reflexión filosófica que tenga en cuenta a la vez a Heráclito,
la matemática y ¡a física contemporáneas.

248
H e c h o y p o r hacer

m o tiv o p s ic o ló g ic o . E n ta les c o n d ic io n e s , d e c ir q u e c o m o
tod os los h u m a n o s estoy h e c h o d e “m ala m a d e ra ”, os sin lu- •
g a r a d u d a el e u fe m is n o m ile n a rio .
V olv ien d o a n u e stro a rg u m en to p rin cip al: la im ag in ació n
rad ical (c o m o fu e n te d el g u a le p ercep tiv o y de form as ló g i­
cas) es lo q u e le p erm ite a cu a lq u ier ser para s í (in clu id o s los
h u m an os) c r e a r p a ra s f u n m u n d o p ro p io ( E ig e n w e lt ) “e n ”
el q u e ta m b ién él se incluya. E sa X in d escrip tib le “desde afu e­
ra” se tra n sfo rm a e n a lg o d efin id o y esp ecífico p a ra un ser en
p articu lar, a través del fu n c io n a m ie n to d e su im ag in ación sen ­
so rial y ló g ica , q u e “filtra , fo rm a y org an iza” los “c h o q u e s” ex ­
tern o s. E stá c la ro q u e n in g ú n ser para-sí p o d ría “o rg a n iz a r”
a lg o a p a rtir d e l m u n d o si ese m u n d o n o fu e ra in trín s e c a ­
m e n te o rg a n iz a b le, lo cu al sig n ifica que n o p u ed e ser m era­
m e n te “c a ó tic o ”. A h í está la d im en sión p ro p ia m en te o n to ló g ica
de la cu e stió n , q u e a q u í n o p u ed o d iscu tir . 14

(II) P e ro n o só lo se trata de rep resen ta cio n es provocada


p o r “ch o q u e s” e x te rn o s. C o n relativa (y m u ch as veces ab solu ­
ta) in d e p e n d e n c ia d e esos c h o q u e s, te n e m o s un “in te r io r ”.
A q u í ab a n d o n a m o s la co m p a ñ ia d e los an im ales y dem ás —n o
p o rq u e n o ten g an “in te rio r”, sin o p o rq u e n o p o d em o s d ecir
n ad a sen sato d e él. ( “¿a q u é se r p a re ce se r m u rciélag o ?”, ¿en
q u é p ien sa u n p e rro q u e le lad ra a la lu n a ”?). Ese “in te rio r” es
flu jo p erp etu a y v e rd a d e ra m e n te h e ra c lid a n o de rep resen ta ­
c io n e s , a f e c t o s e i n t e n c i o n e s c ie r t a m e n t e in d is o c ia b le s .
(In d iso cia ció n d e la q u e ni K a n t n i F ich te ni n in g ú n o tro re ­
p re se n ta n te de la filo so fía h e re d a d a tie n e gran cosa q u e d e­
cir, y q u e re le g a ría al su je to a la “p sicolo g ía e m p írica ”. P ero
q u e obvian te d esp ierta cu e stio n e s de im p o rta n cia ca rd in al en
la o n to lo g ía d el p ara-sí). N o p u ed o ex te n d e rm e e n este p u n ­
to. Q u e baste c o n d e c ir q u e e n ese flu jo , las re p re se n ta cio n e s

14. Ya lo discutí largamente en varios textos. Ver "Alcance ontológico de la historia de


la ciencia", en Dominios del hombre, op. cit., pp. 419-455, y en este mismo libro,
“Hecho y por hacer” , p. 21 y sig.

281
C ornelius Castoriadis

(lo s afectos c in te n c io n e s o d eseos) su rg en en p rin cip io co n


“a b so lu ta e s p o n ta n e id a d ’’. Y m ás au n : n u estros a fecto s c in ­
te n c io n e s (n u e stro s d eseo s) son c re a c io n e s de esa vis fo r m a n d i
a-causal en cu a n to al h e c h o de ser, su m o d o de ser y su ser-asé
Y ta n to co m o p o d a m o s ver, ese flu jo d e rep resen ta cio n es, a fe c­
tos y d eseos es sin g u la r en cada ser h u m a n o sing ular. P ued e
d e cirse q u e n u estra im a g in a ció n sen sorial y sus c o m p o n e n te s
ló g ico s son id é n tico s en tod os n o so tro s (lo m e jo r sería d ecir
e s e n c ia lm e n te sim ila re s). P ero en la m ed id a en qu e sus p ro ­
d u cto s so n co -crea d o s e n grado decisivo p o r lo “in te rn o ”, has­
ta esa im a g in a ció n sen so ria l es al fin d e cu entas sin g u lar (d e
g u s tib u s e í c o lo r ib u s ...).
Si e n su p rim er asp ecto (el asp ecto perceptivo, involucrado
c o n lo “e x te r n o " ), la im agin ación radical le crea al ser h u m an o
sin g u lar un m u n d o p ro p io “g e n é ric o ”, un m un d o lo su ficien ­
te m e n te c o m p a rtid o c o n los d em ás m ie m b ro s d e la esp ecie
h u m a n a , en su seg u n d o asp ecto , el asp ecto p ro p iam en te psí­
q u ico , crea un m u n d o p ro p io singular. Es im posible ex ag erar
la im p o rta n cia d e este h e c h o . E ste “in te rio r” es el que posibilita
y co n d icio n a p rim ero un d istan ciam ien to co n relación al m u n ­
d o con sid era d o c o m o m era m en te “d ad o”, y en segun do lugar
una E in s te llu n g , u n a p osició n y d isp osición activa y actu an te
re s p e c to de ese m u n d o . R e p re se n ta c ió n , a fe c to e in te n c ió n
son al m ism o tiem p o p rin cip io s d e fo rm ació n del m u n d o p ro­
p io —in clu so m a te iia lite r spcccati—y p rin cip io s de d istan ciam ien ­
to resp ecto d e ese m u n d o y de a c c ió n so bre él.

(I II ) A lgunas p a la b ra s so b re la “im a g in a ció n tra sc e n d e


tal” d e K ant. S in m in im iz a r en n ad a la im p o rta n cia del d escu ­
b rim ie n to k a n tia n o , ten em o s q u e in d ica r sus lím ites. E n p ri­
m e r lu gar, la im a g in a ció n de K a n t está so m etid a de p u n ta a
p u n ta a los req u isito s del “c o n o c im ie n to v erd a d ero ”. E n se­
g u n d o lu g ar, y ju s t a m e n te p o r esa m ism a razó n , es e te r n a ­
m e n te “la m ism a ”. Si la im a g in a ció n tra scen d en ta l co m en z a ra
a im a g in a r a lg u n a co sa , el m u n d o k a n tia n o se d erru m b a ría
d e in m e d ia to . P o r esa m ism a razón e n to n c e s, K an t n o p u ed e
o n o q u ie re v er la fu n c ió n c re a d o ra d e la im a g in ació n en el

282
H e c h o y p o r hacer

te rre n o co g n itiv o (c ie n tífic o o filo só fic o ). C orno co n se cu e n ­


cia d e ello , d e n tro del m a rc o k a n tia n o la e x iste n cia d e u n a
h isto ria de la c ie n c ia tien e q u e seg u ir sie n d o u n a sim ple acu ­
m u lación de in d u c c io n e s , y co m o está cla ro q u e así n o ocu ­
rre , ésta se vuelve un en ig m a .15

A q u í se im p o n e n dos ob serv acio n es ad icio n a les. El p u n to


m ás fu e rte —y veraz— de la c o n c e p c ió n k a n tia n a d e im agin a­
c ió n es sin d u d a la id ea d el esq u em atism o co m o m ed iació n
e n tr e c a te g o ría s y “d atos se n s o ria le s”. A l in tro d u c irla , K a n t
e scrib e q u e: “H ay u n a p o te n c ia o cu lta e n las p ro fu n d id ad es
d el alm a h u m a n a ...” qu e es fu e n te de los esqu em as trascen ­
d en tales. P ero o c u rre q u e nos p reg u n tam o s qu é vien en a h a­
c e r a q u í el “alm a h u m a n a ” y sus “p ro fu n d id a d es”. Para K ant,
el alm a h u m a n a es del o rd e n d e la “p sicolo g ía em p írica ”, d o n ­
d e la cau salid ad re in a e n fo rm a so b era n a . Y n ad a tien e q u e
v er c o n esa d im e n s ió n “tr a s c e n d e n ta l” q u e su p u e sta m e n te
a se g u ra la p o sib ilid ad de ju ic io s sin téú co s a p riori.
T a m b ié n en la C rítica d e la fa cu lta d d e ju z g a r ap are ce la
im a g in a ció n , p e ro sólo se la m e n c io n a sin utilizársela. El o ri­
g en de la o b ra de arte le es atrib u id o a u n a p o ten cia cre a d o ­
ra, n o ligad a a la im a g in a ció n y tam p o co d en o m in ad a crea d o ­
ra (K an t h a b la de sc h a ffe n , n o de s c h ó p fe n , p alabra q u e p o r
su p arte a p a re ce u n a sola vez y en un c o n te x to irrelev an te).
E sa p o te n c ia es el g en io , p e ro un g en io q u e trab aja co m o n a­
tu raleza (ais N a tu r ). E n la o b ra de arte, g o z a m o s del “lib re
ju e g o d e la im ag in ació n d e co n fo rm id a d co n las leyes del e n ­
te n d im ie n to ”, p e ro el valor d e la o b ra d e a rte reside en p re­
se n ta rle a la in tu ició n las Id eas de la razó n . P o r m i p arte, m e
c o n fie s o in c a p a z d e v er las Id ea s de la ra z ó n p re se n te s en
A n tíg o n a , E l R e y L e a r o E l Castillo.

15. Ver "Alcance ontológíco de la historia de la ciencia”, op. cit..

283
C ornelius Castoríadis

(IV ) Vuelvo al r o l cogn itivo d e la im a g in a ció n . C o m o sa b


m os, K ant d istin g u e y o p o n e “recep tiv id ad d e las im p re sio ­
n es" y “esp o n ta n eid a d d e los co n cep to s [p u ro s ]”. D e h e c h o ,
e in clu so m ás allá d e la sim p le ex cita b ilid a d , la esp o n ta n e id a d
—esp o n tan eid a d im a g in a n te — está d esd e el p rin cip io . E lla es
resp on sable de la foi~ma y d e la p u e s ta e n re la c ió n d e las im ­
presion es. E n otras p alabras, es resp o n sab le d e la r e p r e se n ta ­
ció n p r im e ra , e n cu y a co n stitu ció n —llam ad a, e n la p rim e ra
ed ició n de la C rítica d e la ra zó n pura, “sín tesis de la a p re h e n ­
sión en la in tu ic ió n ”—p od em os re c o n o c e r el tra b a jo d e la im a­
g in ació n rad ical d el su je to , qu e c o n tie n e ya d e n tro de s í los
g érm e n e s de lo ló g ic o , p u es to d a fo r m a c ió n im p lica m ú lti­
ples puestas en re la c ió n d e a cu erd o co n reglas.
N o vam os a d e m o ra rn o s en la seg u n d a síntesis q u e d istin ­
gu e K ant, la “sín tesis d e la rep ro d u c c ió n en la im a g in a ció n ”,
q u e de h e c h o es la m e m o ria . P e ro vale la p e n a h a c e r algu n as
ob serv acio n es so b re la te rc e ra síntesis, la “síntesis del r e c o n o ­
c im ie n to en el c o n c e p to ”. K a n t e s c r ib e 10 q u e “si n o tuviéra­
m os c o n cie n c ia d e q u e p en sam os p re cisa m e n te lo m ism o q u e
h em o s p en sad o u n m o m e n to an tes, se ría vana c u a lq u ie r re ­
p ro d u cció n en la se rie d e re p re se n ta c io n e s”. 1617 ¿C om o asegu ­
ram os esa c o n c ie n c ia ? A h í es d o n d e K a n t in tro d u ce el c o n ­
c ep to . P ero en se n tid o p ro p io , el c o n ce p to n o es n ecesario . Es
p ro b ab le que un p e rro n o tenga lo qu e llam am os el c o n c e p to
de co n e jo , p ero s í sab e m uy b ien qu e persigue al m ism o c o n e jo
a lo largo de u na tray ectoria (que p o r otra p arte es so lu ció n de
u n a ecu ación d iferen cia l, la de la curva de p ersecu ció n , q u e a
to d o m o m e n to m in im iz a e l esp a cio a r e c o r r e r p o r la p resa
m o rien te : in m a n en cia de la lógica m atem ática en el co m p o rta ­
m ie n to an im a l). E sa m ism idad de la rep resen ta ció n a través d e

16. Traducción de Barni, París, GF-Flammarion, 1987, p. 645.


17. Las tres síntesis fueron eliminadas en la segunda edición de la Critica, visible­
mente porque le atribuyen a la imaginación un rol central. Cf. Heidegger, Kant y el
Problema d é la melatísica, Iraducción al francés de Alphonse de Waehlens y Walter
Biemel. París, Gallímard. 1953, pp. 217-243.

284
H e c h o y p o r h a cer

los sucesivos a cto s d el s u je to , d e b e apoyarse en algo que p u e­


de ser só lo la “im a g e n ” o la re p resen ta ció n en ten d id a co m o
g e n é ric a , a sa b e r la c a p a c id a d del su jeto, sea h o m b re o an i­
m al, d e ver en d ic h a re p r e s e n ta c ió n ca m b ia n te , en el se n o
del flu jo h e ra c litia n o d e lo d ad o, lo m ism o , d eja n d o d e lado
los ele m e n to s se c u n d a rio s (p o r eje m p lo , las sim ples d ife re n ­
cias de tiem p o y e s p a c io ) y co n serv an d o lo esencial en c u a n to
a n e c e s id a d y u so c o m o la m ism a im agen.
P ero e l c o n c e p to ta m p o c o es su ficien te. La c o n c ie n cia de
la m ism id ad ta m b ié n d e b e apoyarse -y a q u í en tram os en te­
rrito rio h u m a n o — e n a lg o q u e e stá a h í para la im a g e n o la
re p re se n ta ció n , u n a c o sa p o r o tra distinta, el q u id p r o q u o .
E n la p siq u e, eso p u e d e se r v ariab le o a veces pu ed e ser esta­
b le, p o r e je m p lo fija c ió n a u n a im ag en q u e está re p re se n ta n ­
do tal o cual cosa q u e la su p era . P ero q u e para n oso tro s co m o
se res h u m an o s d iu rn o s y h a b la n te s , es el sign o —la p alab ra.
P o rq u e sin las p a la b ra s, ¿ c ó m o p o d ría yo estar se g u ro d e la
m is m id a d d el c o n c e p to ? E sto n o s lleva de in m ed iato a la in sti­
tu ció n so cial d el le n g u a je .
L a a p e r c e p c i ó n d e la m is m id a d a p o y a d a e n la m e r a
g e n e ric id a d d e la im a g e n es el g ra d o e le m e n ta l d e p siq u ism o
q u e d esd e ya d e b e m o s p o s tu la r e n el a n im a l. La c o n c ie n c ia
d e la m ism id ad ap oy ad a e n el sig n o o la p a la b ra es p ro p ia
d el p siq u ism o h u m a n o , y p re su p o n e un g iro d ecisivo en la
h isto ria d e la im a g in a c ió n : e sa ca p a cid a d d e ver u n a co sa e n
o tr a co sa q u e n o tie n e n i n g u n a r e la c ió n c o n lo q u e e lla
“re p r e s e n ta ”. P e ro ta m b ié n p re su p o n e a lg o d istin to q u e n i
la p siq u e c o m o ta l, ni n in g ú n su je to tra sc e n d e n ta l so n ca p a ­
ce s de p ro d u c ir: el le n g u a je c o m o c re a c ió n d el im a g in a rio
h istó rico -so cia l. A p u n te m o s p a ra te rm in a r q u e las p a la b ra s
(m ás g e n e ra lm e n te , las e x p re s io n e s le n g u a je ra s) q u e so stie­
n e n al p e n sa m ie n to , p o r lo g e n e ra l e n la realid ad h istó rica -
so cia l efectiv a n o c o rre s p o n d e n a lo q u e un filó so fo lla m a ría
c o n c e p to s. Sus sig n ifica d o s, in c lu so c o m o “c o n c e p to s e m p í­
ric o s ”, so n vagos y ap ro x im a tiv o s y s o b re to d o están decisiva­
m e n te c o d e te rm in a d o s p o r las s ig n ific a c io n e s im a g in a ria s
in stitu id as en y p o r la so cie d a d .

285
C o rn e liu s Cascoriáclis

(V ) La m e n c io n e la. orgaivi/.ación “ló g ica ” in m a n e n te a


re p re se n ta ció n más sim ple, sea o no perceptiva. No d eb erfa
so rp re n d e rn o s que asi sea. T o d o lo qu e es d e b e c o n te n e r u n a
d im e n sió n co n ju n d sta -id en tita ria ( “ló g ica ”, en el se n tid o m ás
am p lio p o sib le ). D e otro m o d o , sería a b s o lu ta m e n te in d e te r­
m in a d o e in ex isten te , al m en os p a ra n oso tro s. Esto se c o n fir­
m a a p o s te r io r i p o r in flu en cia de las ca teg o ría s lógicas en todo
lo qu e existe (p o r e je m p lo , citan d o a W ig n er, “la irrazon able
e fica c ia de las m a tem á tica s”). P o r su pu esto, d e ello n o resulta
e n m od o alg u n o qu e “lo que es” esté exh au stiv am en te d e te r­
m in ad o p o r la “ló g ica ” o sea re d u ctib le a ella (in clu so cu an d o
co n sid eram o s la “realid ad p síq u ica ”).
Ese es el costad o “o b jetiv o ” ( “en sí”) d e la cu estió n . El “sub­
je tiv o ”, “para sí”, em erg e con la suda. L os seres vivos n o existi­
rían de n o h a b e r d esarrollad o, co m o con stitu tivo del m u n d o
p ro p io q u e se c re a n , un ap arato ló g ico (p o r ru d im en ta rio q u e
s e a ), p ara arreg lárselas, d e un m o d o u o tro , co n la d im en sió n
co n ju n tista -id e n tita ria in trín se c a al m u n d o . E n el c o m p o rta ­
m ie n to de los p erro s hay ca teg o ría s n o to ria m e n te in co rp o ra ­
das, q u e n o le son im puestas a d ich o co m p o rta m ie n to p o r el
ob serv ad o r c ie n tífic o .
Plasta d o n d e p o d em o s d ecir, en los an im ales las m ism as n o
son “co n cie rn e s” (a u n q u e los a n im a les p re se n te n sin d u d a u na
s e lf-a w a r e n e s s , u n a to m a -e n -c u c n ta -d e -s í-e n -e l-m u n d o ,18 y
m u ch o m en o s pensad as. P ara qu e esas ca ra cterísticas aparez­
c a n , se r e q u ie re n otras d os c o n d ic io n e s q u e só lo están p re ­
sen tes en el te rre n o h u m a n o . L a p rim e ra tien e qu e ver co n la
im a g in a c ió n ra d ic a l d e la p siq u e h u m a n a cuyo d e s a r ro llo
“m o n stru o so ” se tra d u ce co m o d esfu n cio n a liz a ció n . S e ré b re ­
ve p o r q u e ya t r a t é e s t e a s p e c t o 19 e n o t r o s t e x t o s . L a

18. Algún día tendremos que forjar o inventar un término francés correspondiente al
inglés awareness, o en todo caso a una de sus significaciones. Un perro al acecho
está anare de su medio ambiente y de su posición en él, está “al corriente", “tiene en
cuenta...” ; sería abusivo decir que está conciente.
19. Ver “El estado del sujeto hoy" (1986), reformulado en El Mundo fragmentado, op.
c it, pp. 189-225.

286
H e c h o y p o r hacer

d esfu n cio n al ila c ió n vuelve p o sib le en p rim e r lu g a r scp ai a r la


re p re se n ta ció n y el o b jeto de “n ecesid ad " b io ló g ica , y p o r lo
ta n to la in v estid u ra de o b jeto s sin p e rtin e n cia b io ló g ica (d io­
ses, reyes, p a tria s , e tc .) Y e n se g u n d o lu g a r, la p o sib ilid ad
(ig u a lm en te p riv ad a d e p e r tin e n c ia b io ló g ica ) d e qu e las ac­
tividades p síq u icas se con v ierta n de por sí en “o b jeto s psíqui­
co s” —lo cu al es co n d ic ió n de la re fle x ió n —, y q u e la psique sea
capaz de m a n e ja r el q u id p r o q u o lábil —lo cu al es co n d ició n
d e la sim b o liz a ció n .
L a seg u n d a c ig u a lm e n te im p o rtan te c o n d ic ió n , es la crea­
c ió n de in stitu cio n es p o r p arte del im ag in ario social rad ical, y
p o r su p u esto p rim e ro y a n te s q u e n ad a d el le n g u a je . Ni la
vida ni la p siq u e co m o tales p u ed en p ro d u cir in stitu cio n es ni
le n g u aje. El e n te n d im ie n to y la razón se instituyen so cialm en -
te, au n q u e su in stitu ció n se base en posibilid ad es y ten d en cias
in trín secas d e la psique hu m an a.
Su brayem os a h o ra u n ú ltim o pu n to. Es ev id en te qu e la dis­
tin ció n (k a n tia n a ) e n tre ca teg o ría s, esqu em as “trascen d en ta­
les” y re p re se n ta c io n e s “em p írica s” no p u ed e tom arse co m o
u n a d istin ción in r e (ni ta m p o co fu e a sí p la n tea d a p o r K a n t).
P ero en c a m b io p od em os ser m ás precisos. C u a lq u ier re p re ­
se n ta ció n (y a q u í h a g o a b stra cció n de los a fecto s y las in te n ­
cio n es) c o n tie n e qua.Ua y esos qualia están organizadas. A su
vez, esa o rg a n iz a ció n a b a rca figu ras, rasgos g e n érico s y esqu e­
m as c a t e g o r ia le s . E n o tr a s p a la b r a s , la g e n e r ic id a d y la
categ o rialid a d so n in trín se ca s e in m a n e n te s a la re p re se n ta ­
ció n . Esas figu ras, rasgos y d em ás se tran sform an en categorías
y esqu em as re c ié n al ser n o m b r a d a s y p en sa d a s. Y ello —es d e­
cir el p e n sa m ien to ab stracto c o m o tal— es u n a c re a ció n histó­
rica relativ am en te re c ie n te , n o un rasgo b io ló g ico de la esp e­
cie h u m an a, a u n q u e tod os los m ie m b ro s de la m ism a p u edan
p a rticip a r d e e lla u na vez q u e a p a re ce . P e ro in sistam o s: el
p en sam ien to a b stra cto m ism o d eb e so sten erse siem p re en u n a
figu ra o im a g e n cu a lq u iera , a u n q u e sea, m ín im a m e n te , en la
im agen d e las p alabras q u e lo p o rtan .

287
C orT > e /¡ u s Cascorí aclis

L a im a g in a c ió n d e l s u je to -F r e u d

1 .lego ah o ra a la se g u n d a vía h a c ia la im a g in a ció n , la vía


p sico an alftfca .

(I) E l a p o r ce fre u d ia n o al te m a de la im a g in a ció n es p ro ­


fu n d a m e n te a n tin ó m ic o . En a le m á n , im a g in a c ió n se d ic e
E in b ild u n g , té rm in o ca rg a d o d e h o n o re s a p a rtir de un K an t
q u e co m o vim os lo co n v irtió en un c o n c e p to c en tra l d e la C rí­
tica. A h o ra b ie n , si n os re m itim o s al G e sa m tr e g iste r d e las
G e sa m m e lte W e rk e , el In d ice g e n e ra l de las o b ras co m p letas
d e F reu d e n a lem á n , la p a la b ra E in b ild u n g a p a re ce só lo dos
v eces20 y en c o n te x to s a b so lu ta m en te irrelev an tes, re fe rid o s a
la s “i m a g i n a c i o n e s ” d e l n e u r ó t i c o . ( A p u n t e m o s q u e
Im a g in a c ió n n o a p a re ce e n el In d e x de la S ta n d a rd E d ic ió n ).
E n ca m b io , los térm in o s P h a n ta sie y P h a n ta siercn o cu p an m ás
de cu a tro p á g in a s y m e d ia d el G e sa m tre g iste r, y ya h a b ía n
a p a re cid o , te m p ra n a y p ro fu sa m e n te , en las cartas a Fliess.
Al principio, d ich os térm inos tien en u na acep ción muy estric­
ta. L a fan tasía —P h a n ta sie— y el fan tasear —P h a n ta siercn —, d ice
F reu d en una d e sus cartas a Fliess,21 “son derivados d e cosas
oídas p ero entend id as re cié n después”, agregando en u n a frase
deliciosa, “todo su m aterial es, p o r supuesto, au tén tico”. N o hay
nada, en la P hantasie, el fantasm a, que el su jeto n o haya p ercib i­
do antes; la fantasía es rep rod u cción . Phantasie y fantaseo tie n e n
u n a m eta defensiva2223y son “co m b in a cio n es in c o n cie n te s... d e
cosas risadas y oíd as”. Más ad elante, en con tram os la idea de q u e
las Phantasien son “fragm en tos d esprendidos de los p ro cesos de
p en sam ien to ” ( A b s p a ltu n g e n d e r D e n k p ro se sse n ).-3

20. G.W., V, pp. 269-298; XI, pp- 381-383.


21. Carla 61, del 2 de mayo de 1987, S.E. I, p. 247.
22. Manuscrito L, S.E.. 1, p. 248.
23. Manuscrito L, ibíd., p. 248; Manuscrito M. 25 de mayo de 1897, ibíd., p. 252; cf.
lam bién Manuscrito N. ibíd., pp. 225 y 258. La últim a expresión es la de las
•Formulaciones sobre los dos principios del funcionamiento psíquico’ (1911; G.W.,
VIII, p. 234; S.E.. XII, p. 222). Ver también más abajo p. 300 de este capittilo.

288
f-Iech o y p o r hacer

T o d o o c u rre c o m o si esas “fantasías” n o fu eran m ás q u e el


p ro d u cto d e u n a activid ad re c o m b in a to ria -y p o r e n d e en
n ad a o rig in a ria o crea tiv a -, P ero, e n cuanto se c o n fro n te con
el p ro b le m a d e los “fan tasm as orig in ario s”, privados de fu e n te
real “a c tu a l” (e n la v id a), F re u d les va a b u scar u n a m ítica
fu e n te “re a l” e n la filog én esis. T e n e m o s a q u í la vieja c o n c e p ­
ció n p sico ló g ica de la im a g in a ció n com o pura c o m b in a to ria
de e le m e n to s ya o frecid o s a la psique desde otro lado, es d e­
cir desd e el a p a ra to p ercep tiv o. O com o el m ism o d ice en el
P ro ye cto (1 8 9 5 ) , p o r el sistem a de n eu ron as \j/.
D e h e ch o , eso qu e llam am os im aginación carece de estatu­
to psíqu ico y se red u ce a u n a actividad derivada y secu n d aria. Y
es u n a p arad o ja en o rm e, ya que p o r otra parte p od ría decirse
q u e la o b ra co m p leta de Freud n o trata m ás que de la im agina­
ció n . El p atriarca de un m ovim iento que, en tre otras, se ex p re­
sa a través d e la revista Im a g o (fun d ad a en 19 1 2 p o r H anns
Sach s y O tto R a n k ), el h o m b re cuya obra sería in com p ren sib le
si n o viéram os e n la im ag in ación un pod er cen tral y constitutivo
de la psique, n ad a q u iere sa b e r co n ella. T en d ría m o s d e qu é
aso m b rarn os, p ero ese d esco n o cim ien to , ese velam iento, están
lejo s de n o te n e r p reced en tes. Sabem os qu e se trata de la rep e-
ú ció n de u n gesto más d e dos veces m ilen ario, realizado p rim e­
ro p o r A ristóteles y rep ro d u cid o luego p o r Kant.
E n realidad, h abría, p ara escribir un libro sobre esa a n tin o ­
m ia del p en sam ien to freu d ian o , y sobre la historia de la batalla
q u e se lib ra p o r un lad o e n tr e esos térm in o s q u e al p rin cip io
n o le o fr e c e n d u d as y q u e p o co a p o c o se van
p ro b le m a tiz a n d o , esa su e rte d e trin id ad o de trin o m io : reali­
dad, placer, lógica, d on d e el aparato psíquico opera co n m ayor o
m en o r lógica fren te a una realidad que le es dada, para evitar el
displacer —según la prim era form u lación del principio de placer
en el P royecto de 1 8 9 5 - o para m axim izar el placer. Y p o r o l i o
lado, la im aginación, es d ecir las elaboraciones, y hasta quizá las
creacion es fantaseadas y fantásticas del aparato psíquico.
El b a la n ce d e esa b a talla n o pu ed e h a cerse en u n a frase,
p ero u no de sus resultados sí es seguro. Freu d , qu e desde el
principio al fin de su trabajo , d e h e c h o n o habla m á s q u e d e

2S9
C ornelias Cusioriadis

ÍJim g d e sus ubi as y sus efectos, se rehú sa co n ob stin a­


íjjü líu jj,

ción a tem a tiza r este elem en to d e la psique. El m otivo d e tal


recu b rim ien to m e parece evidente. A Frcu d , tom ar en cu en ta
la im agin ación le p arece in com p atible c o n el “proyecto de una
psicología cie n tífic a ”, o m ás ad elan te, con el d e u n psicoanálisis
“c ie n tífic o ”, así co m o tal vez p ara A ristóteles y co n seguridad
para K ant, a la im agin ación h a b ía qu e p o n erla en su lu gar, un
lu gar su b o rd in a d o a la R azón . Y los a rg u m en to s ú ltim o s de
Freud co n tra e l cien tificism o (fisicalista o con d u elista) e n m a­
teria de p sicología, p or verdaderos que sean, recib iría n la p le­
na a p ro b ació n de u n filósofo racionalista. U n a p sicolo gía así
sería incapaz d e ex p lica r “la prop ied ad de ser con ciern e o n o ”,24
“esc h e c h o sin p aralelo , q u e d esafía cu a lq u ie r ex p lica ció n o
d escrip ció n —el h e c h o d e la c o n c ie n c ia —”. Justificados sarcas­
m os llueven so b re el con d uctism o n o rtea m erica n o , “q u e con si­
d era posible con stru ir u na psicología q u e descuide ese h e c h o
fu n d am en ta l”.2526D igam os co m o al pasar qu e si bien el psicoan á­
lisis le atribuye y d eb e atribu irle su lugar al “h ech o fu n d am en ­
ta l” d e la c o n c ie n c ia , está lejo s de p o d e r “e x p lic a rlo ”.20 Y ni
siqu iera estará en co n d icio n es d e elucidarlo m ientras siga ig n o­
ran d o q u e la c o n c ie n c ia p resu p on e im ag in ación .

(II) A p esa r d e las ap arien cias, p ara F reu d el in c o n c ie n te


tie n e u n a ló g ica estricta. Las a p a rien cia s e n cu estió n son en ­
tre o tras los c é le b re s e n u n c ia d o s a c e rc a d e un in c o n c ie n te
q u e ig n o ra el tie m p o y la c o n tra d ic c ió n ( “L o in c o n c ie n te ”,
1 9 1 5 ), o so b re “el tra b a jo del su eñ o q u e n o p ien sa ...” (L a in ­
te rp r e ta c ió n d e lo s su eñ o s, 1 9 0 0 ) .27

24. El Yo y el Ello, S.E., 19. pp. 18, 234.


25. “Compendio de psicoanálisis" (1939), S.E., 23, p. 157.
26. A! principio Freud cree incluso posible "construir" o “producir" el lenguaje Pero
un abismo separa lo que él describe del lenguaje verdadero, y más aún a la con­
ciencia de la reflexión teórica. Sobre el "nacimiento de la cognición” etc., ver el
Proyecto de 1895. S.E., 1. pp. 327-335.
27. “No hay ninguna negación, ninguna duda, ningún matiz en la certeza (en el
inconciente]”, “La relación temporal está ligada al trabajo del sistema conciente". “Lo
inconciente", G.W., X, p. 286; La Interpretación de los sueños, G. W., Il/lll, p. 521;
S.E.. 5, p. 107.

2 90
H e c h o y p o r hacer

C o n sid erem o s este ú ltim o p u n to. Se trata del fa m o so pasa­


je d e L a In te r p r e ta c ió n d e los s u e ñ o s d o n d e recu sa la p a r tic i-.
p ació n d el p en sa m ie n to e n el trab ajo d el su eñ o . R eco rd em o s
q u e F reu d h a b la to d o el tiem p o de pro cesos d e p en sa m ien to
in co n cie n te s ( u n b e w u s s te D e n k p ro ze sse , ubw. D c n k v o rg á n g c ,
ibw. D e n k a k tc , e tc .). P e ro q u e a p ro p ósito del tra b a jo del sue­
ñ o, que tran sfo rm a los p en sa m ien to s d el su eñ o en c o n te n id o
(m an ifiesto ) d el su eñ o , e scrib e q u e “ese trabajo n o pien sa, n o
calcu la, y de u n a m a n e ra g en era l, n o ju z g a , sino qu e se lim ita
a tra n sfo rm a r”.28 C re o d e veras q u e p a ra F reu d ese tra b a jo
con siste en d esp lazam ien to s y co n d en sa cio n e s a los q u e este
trab ajo llega a fe c ta n d o las in ten sid ad es p síq u icas de p artes de
los p en sam ien to s d el su eñ o y las fig u racio n es de éstas; tra b a jo
q u e, siem p re so m e tid o a la e x ig e n cia de fig u ra b ilid ad , p ro ­
d u ce d ich a fig u ra b ilid a d . L o m ism o , en “L o in c o n c ie n t e ”
(1 9 1 5 ) F reu d insiste en q u e los procesos p rim arios se c a ra c te ­
rizan e se n cia lm e n te p o r el d esp lazam iento y la c o n d en sa ció n .
A liora b ie n , e l tra b a jo d el su eñ o n o p ien sa si p o r p en sa r e n ­
ten d em o s o b ien un p en sa m ie n to qu e m a n e je a b straccio n es
( “c o n c e p to s”), o b ie n u n p en sa m ien to so m etid o de p u n ta a
p u n ta a las leyes d e la ló g ica h abitu al. E n esen cia , el trab ajo
d el su eñ o g rá fica , fig u ra y p re sc n tific a , b a jo las c o a c c io n e s
co n o cid as y c o n los m ed io s de qu e d ispone.
¿P od em os e n to n c e s d e cir, siguien d o a F reu d , qu e el trab a­
j o del su eñ o “n o p ien sa, n o calcu la, n o ju z g a , sino qu e se lim i­
ta a tran sfo rm a r”? L a frase es am bigua. E n algu nos aspectos, el
trab ajo del su eñ o n o p ien sa, n o calcu la y n o ju z g a ; p ero en
o tro s a sp e cto s p ie n sa , c a lc u la y ju z g a . P o rq u e no se p u ed e
tran sform ar sin p en sa r, c a lcu la r y ju z g a r. Es c ie rto ’ q u e el tra­
b a jo del su eñ o , tal c o m o o c u rre con el de la re p re se n ta ció n
q u e figura u n a p u lsión , es in d eterm in a b le —p ero d e n in g u n a
m an era tran sfo rm a cu a lq u ie r cosa en c u a lq u ie r otra. D el m is­
m o m od o, la in v ersión de las in ten sid ad es psíquicas, q u e para

28. G.W.. Il-lll, p. 521; S.E., 5, 107.

291
C o r n e liu s C a sco ria d is

F re u tl es Lu esen cia l del d esp la z a m ien to , lleva, visible e n esa


m ism a caracterizació n co m o in v e rsió n d e Jas in te n sid a d e s, la
h u ella y el resu ltad o d e u n cá lc u lo . A d em ás, e n e l trab ajo del
su e ñ o hay p u esta en im ág en es, d im en sió n c en tra l del su e ñ o ,
—das W e s e n tJ ic h e a m T ra u m , c o m o él m ism o lo d ice m uy
a c e rta d a m e n te ; es d ecir, el tra b a jo c re a d o r d e la im ag in ació n ,
la p re sen tació n y p re se n tific a c ió n c o m o visible y au dible lle g a ­
d o el caso, de lo qu e en s í m ism o n o es n i visible ni a u d ib le
(u n a vez más, la X úLtima es la p u ls ió n ). P e ro en ese tra b a jo ,
a sí co m o en to d o o tro tra b a jo d e la im a g in a ció n , e n c o n tra m o s
t a m b ié n p r e s e n t e c i e r t o e l e m e n t o l ó g i c o , c o n ju n t i s t a -
id e n tita rio , ta n to en la o rg a n iz a c ió n y la lib r a c ió n d e c a d a
im agen en y p o r sí m ism a, co m o e n el o rd e n a m ie n to , la c o m ­
p o sició n y la co n se c u c ió n d el g ru p o d e im á g e n e s qu e fo rm a n
el su e ñ o . Es ev id en te q u e d e n o c o n ta r c o n el apoyo d e esos
e le m e n to s ló g ico s, el tra b a jo d e in te rp re ta c ió n del su e ñ o n o
p o d ría ni siq u ie ra em p e z a r. Y q u e , ni a u n p o r o b ra d e un
g o lp e d e in sp ira ció n , p o d ríam o s e s c rib ir o in clu so im p rov isar
m ú sica sin calcu lar; ni ta m p o co se p o d ría d esp lazar y c o n d e n ­
sar sin cierta s o p e ra c io n e s lógicas e le m e n ta le s, n o c o n c ie n te s
y p o r su pu esto n o ex p licita d a s, sin eso q u e H o b b es c o n sid e ra ­
b a el atrib u to e sen cia l de la razó n , es d e c ir el cá lcu lo , el c ó m ­
pu to, el re c k o n in g .
E n su raíz, la im a g in a ció n es la ca p a c id a d de p o n e r u n a
im a g e n sim p le m e n te a p a rtir d e u n c h o q u e e in clu so —y esto
es lo m ás im p o rta n te d e lo q u e n o s se p a ra d e F ic h te —a p a rtir
d e n a d a : p o rq u e d esp ués d e to d o el c h o q u e c o n c ie r n e a n u e s­
tros re la c io n e s c o n “a lg o ” ya d a d o , “e x t e r n o ” o “in te rn o ", m ie n ­
tras q u e en la im a g in a ció n hay un m o v im ie n to a u tó n o m o . E n
c u a n to a esa ca p a cid a d , r e a lm e n te hay q u e n o p e n sa r p a ra
d e c irse q u e es n a d a m ás q u e p o s ic ió n d e u n a im a g e n . U n a
im ag en d eb e m a n te n e r s e u n id a , r e u n ir e le m e n to s “d e te rm i­
n ad o s”, e le m e n to s p re sen ta b le s; y esos e le m e n to s siem p re tie ­
n e n c ie rta o rg a n iz a ció n y c ie rto o rd e n , p u es d e o tro m o d o n o
h a b ría im ag en sino sim p lem e n te caos.
E sa ló g ica q u e p o r h ip ó tesis g o b ie rn a las o p e ra cio n e s d el
in c o n c ie n te c o m o tales, es la q u e la te o r ía p sic o a n a lítica e n

292
H e c h o y p o r ha cer

ab stracto , y la in te rp re ta c ió n d u ra n te la c u ra e n c o n c re to , tien ­
d en a re s titu ir. B a ste r e c o r d a r el fo rm id a b le d esp lie g u e de
ra z o n a m ie n to s y silog ística (in clu so d e a ritm é tic a ) p re se n te
en cad a caso, cu al eficaz p a rtera , cu a n d o se en ca ra las in te r­
p re ta cio n es d e su eñ os, lapsus, actos fallid os y dem ás.
E ste h e c h o n o d eb ería so rp re n d e m o s si co n sid eram o s n o
só lo el p u n to d e p artid a y e l h o rizo n te ( “c ie n tífic o ”) de Frcu d
sin o , c o m o v erem o s, n ecesid a d es p ro fu n d as in h e re n te s a la
cosa m ism a. R eco rd em o s el P ro yecto d e una p sico lo g ía c ie n ­
tífica —q u e a m i ju ic io (y tal c o m o lo d em o stra ro n c o n toda
e x a ctitu d estu d ios recien te s) b rin d ó h asta el fin a l y e n algún
se n tid o co n to d o d e re c h o p ese a la re tra c ta c ió n d e F reu d , la
o sa m e n ta invisible d e su ob ra. A h o ra b ie n , desd e el p u n to de
vista o n to ló g ic o el m o d elo d el P ro yecto re d u ce todo el m u n -'
d o p síq u ico a la sig u ien te e cu a ció n :

p siq u e = (1 ) red in fra stm c tu ra l (n eu ro n a s)


+ (2 ) e n e r g ía
+ (3) “h u e lla s” (re p re se n ta c io n e s a lm acen ad as o actu ales)
+ (4) leyes físico -ló g icas q u e reg u lan la circu la ció n de esas
h u ellas y d e sus “ca rg a s” en erg é tica s.

E stá cla ro q u e los e le m e n to s ( 1 ) , (2) y (4 ) n o p o d ría n esca­


p ar al im p e rio d e la ló g ica. M ás a d elan te d iscu tirem o s el esta­
tu to del e le m e n to (3 ) (“h u e lla s”).
El trin o m io rea lid a d / p la cer/ ló g ica , fo rm a alg o q u e p o d e­
m os llam ar los in d u d a b les del P ro yecto d e 1 8 9 5 . El m o d elo
p re sen tad o e n ese P ro ye cto fu n c io n a c o n u n a realid ad “e x ­
te r n a ” c “in t e r n a ” (re d e s n e u ro n a le s, “ca rg a s”) , cu alid ad es,
so b re tod o, d e p la ce r/ d isp la c e r y un p rin cip io : la evitación
d el d isp la ce r “in t e r n o ” p o r d esca rg a q u e p re su p o n e tá cita ­
m e n te p ara su fu n c io n a m ie n to un s í / n o —p o r co n sig u ien te el
n ú c le o d e u n a ló g ica , la d iscrim in a ció n d e dos térm in o s mu­
tu a m en te ex clu y en tes, la a firm a ció n d e u n o , la n e g a ció n del
o tro . L ó g ica q u e p ara F reu d seg u irá o b ra n d o en los p ro cesos
p síq u icos. A lg o ev id en te e n los p ro cesos c o n c ie n te s, e n el yo;
p e r o ta m b ién hay q u e d e c ir, sin p e rju ic io d e d iscu tirlo co n

293
C o rn e liu s Cascoriadis

más d etalle, q u e c o n tra ria m e n te a ciertas fo rm u la cio n e s po­


b re m e n te in te r p r e ta d a s d e l te x to s o b re lo in c o n c ie n t e d e
1915, en los p ro ce so s in c o n c ie n te s hay cierta lógica a co n d i­
ció n de n o e n te n d e r p o r ló g ica so la m en te a la ló g ica d iu rn a.
[C reo que se im p o n e u n a breve e x p lic a c ió n a c e rca del co n ­
ten id o d e la p a la b ra ló g ic a tal c o m o la em p le o aquí. E n tie n d o
p o r ló g ica s e n c illa m e n te a la ló g ica co m ú n , q u e llam o tam ­
b ién ló g ica c o n ju n tista -id en tita ria y p or razon es d e brev ed ad
en síd ica, p o rq u e u n a vez p u rificad a, ésa es la ló g ica q u e presi­
d e la co n stitu ció n d e la te o ría de c o n ju n to s, en todo caso d e
la d e n o m in a d a te o ría co n ju n tis ta in g e n u a , b ase de la m a te ­
m á tica m o d ern a . E sos térm in o s n o d eb en asustarnos: se trata
d e to d o lo qu e p o d e m o s co n stru ir y e d ific a r a p a rtir d e los
p rin cip io s de id e n tid a d , c o n tra d ic c ió n , te rc e ro o en ésim o ex ­
c lu id o (n fu m o ) y d e la o rg a n iz a ció n d e alg o d ado p o r e le ­
m en to s, clases, r e la c io n e s y p ro p ied a d es u n ív o ca m en te d efi­
n idos. P e ro n o vam os a an alizar a q u í las p arad o jas a q u e p u e­
d e c o n d u c ir esta ló g ic a cu a n d o se le in tro d u c e n p o r u n lado
co n ju n to s in fin ito s, y p o r e l otro la a u to rre fe re n c ia ].
E n n ad a ca m b ia la situ a ció n p o rq u e se le in tro d u zcan “ins­
ta n cias p síq u ic a s” q u e a c tú e n ca d a u n a p o r su c u e n ta y en
c o n flic to e n tre sí. In c lu s o tien d e a b o rra r las “c o n tra d ic c io ­
n e s” del in c o n c ie n te , q u e se tran sform an en m e ro c o n flicto y
o p o sició n de in sta n cia s q u e in d iv id u alm en te ap u n tan a “sus”
p ro p io s fin es p e r o o b e d e c e n a la m ism a “ló g ica ”. Si la psique
nos b rin d a p ro d u cto s a-ló g icos es p o rq u e casi siem p re o b ser­
vam os m ezclas, p ro d u c to s de c o m p o sic ió n , d e c o m p r o m is o
c o m o se d ice e n “L o in c o n c ie n t e ” ,29 de los q u e el su e ñ o se
e n ca rg a de b rin d a rn o s el e je m p lo m ás d eslu m b ra n te . E n el
lím ite c id e a lm e n te , esas m ú ltip les “c o n tr a d ic c io n e s ” e n tr e
los atrib u to s de un e le m e n to d el su eñ o o e n tre las sig n ifica­
c io n e s d e u n a im a g en o u n rela to o n íric o s p a re ce n disolverse

29. G W., X, p. 185. Contradicción entre sistemas psíquicos (concíente e inconciente);


ib id., p. 293. «■

294
H e c h o y p o r hacer

p o r la im p u ta c ió n p u n tu a l d e ca d a á to m o d e se n tid o a las
in stan cias con flictivas q u e c o o p e ra ro n o b lig a to ria m en te en la
p ro d u cció n d el su eñ o y q u e co n clu y ero n , en su tex to , su ex­
trañ o co m p ro m iso . A sí ya n o serfa en to n ces c o n tra d icto rio el
in c o n c ie n te , sin o e l su jeto o la psique in coto el lu gar d o n d e
sim p lem e n te se d an b a talla d eseos y p ro h ib icio n es in co m p ati­
b les en tre sí. V ale la p e n a se ñ a la r de paso qu e esa m ism a re ­
d u cció n o trivialización fo rm a o b lig a to ria m en te la m ayor par­
te d el tra b a jo in te rp re ta tiv o (y am enaza co n ag o tarlo , si un
an alista ca re c e d e lu c e s).

(III) Es obvio q u e F reu d n o habri'a sido F reu d de h ab erse


q u ed ado ah í. Ya en el P ro ye cto , el más allá es traíd o p or un
e le m e n to q u e invade sus esqu em as, la im ag in ación radical d e
la psique o la psique c o m o im ag in ación rad ical, al q u e siem ­
p re va a resistirse y q u e n u n c a exp licitará. D eb o lim itarm e a
in d icar aq u í, sin o rd e n ló g ic o o c ro n o ló g ico , algunas d e las
b rech as a través d e las cu a les la im ag in ación se ab ism a en el
trin o m io rea lid a d / p la cer/ ló g ica h a cién d o lo estallar. M e se­
ría im p osible se g u ir un o rd e n expositivo ló g ico , ya qu e los ele­
m en to s qu e voy a tra ta r e n lo sucesivo están e s tre ch a m e n te
im b ricad o s u n o s co n otros.
E m p ecem o s p o r el su eñ o : grupo de rep resen tacio n es cuya
in te rp re ta ció n pasa p o r las a so ciacio n es en tre rep resen ta cio ­
nes. El cam in o asociativo es elu cid a b le —p ero n o d e te rm in a b le —
. Ese h e c h o se tra d u ce p o r la au sen cia de c o rre sp o n d e n c ia
puntual (biun ívoca) en tre los “significantes” del su eñ o (las re­
p re sen tacio n es del c o n te n id o m an ifiesto) y sus “sign ificad os”
(las rep resen tacio n es laten tes y los deseos que ellas realizan ).
D ejo de lado, p o r secu n d ario , el p roblem a de los “sím bo los” en
sentid o estricto. D e a h í resulta u na corresp on d en cia mulu'voca
(en verdad, in d eterm in a d a ) en tre “significante” y “sign ificad o”,
d e la que F reu d d esp eja u n a d e las caras: la so b red eterm in ació n
d e lo que rep resen ta “alg o” q u e está a llí p o r otra cosa, au n q u e
d eje en som bras lo q u e d eb em o s llam ar su bd eterm in ación del
sím bo lo e in clu so la sobresim bolización y la subsim bolización
q u e hay siem pre en u n su eñ o . Hay un significante p ata varios

295
iZnrit e l i u± Gas(oríad is

sign ificad os (so b re d e te rm in a c ió n ); p ero al m ism o tiem p o ese


s ig n ific a n te n o es e l tín ic o p o s ib le p a ra eso s s ig n ific a d o s
(su b d e te rm in a c ió n ); u n significad o pu ed e estar in d icad o p o r
varios significantes (sob resim b olización ) o in d icad o “en p arte”
(su b sim b o liz a ció n ) . 30
Está claro que la R ü c k s ic h t a n D a rstelbarkeit, la con sid era­
ció n e in clu so la ex ig en cia d e figurabilidad constitutiva del sue­
ñ o. n o sólo n o clausura las pregun tas a qu e d io origen , sino qu e
es co n d ició n m ism a de ellas. (Situ ación an álog a a la d elegación
pu lsional p o r rep resen ta ció n , la V orsC cllungsreprásentanz d es
T rie b e s q u e v erem os m ás a d e la n te ). L o in fig u ra b le d eb e ha­
cerse figu rable y figurado, ¿p ero de q u é m an era? M ediante el
trabajo cread or —e in d eterm in ab le p o r ser crea d o r— de la im a­
g in ación co m o instau rad ora del sim bolism o, del q u id p r o quo.
E se ca rá c te r c re a d o r pued e q u ed ai o c u lto si nos m a n te n e ­
m os en el circ u lo d e las re p re se n ta c io n e s y d e lo rep resen ta b le.
(V uelvo a se ñ a la r q u e la p alabra re p re se n ta c ió n , V orstellu n g ,
es a b so lu ta m e n te ca rd in a l en F re u d , y p o r d e c ir a sí casi n o
hay p ág in a escrita p o r él d o n d e n o ap a rez ca , cosa qu e p o n e
en su d eb id o lu g ar a los p sico -h eid e g g eria n o s fran ceses q u e
h an pasado los ú ltim o s v ein ticin co a ñ o s b u rlá n d o se de e lla ).
Si n o s a te n e m o s a la visión tra d icio n a l q u e el p ro p io F re u d
p a re ce a d o p ta r la m ayoría d e las veces, esas m ism as re p re se n ­
ta cio n e s p a re ce n re d u ctib le s a la m e ra c o m b in a c ió n de e le ­
m en to s ya o fre cid o s p o r el a p arato p erce p tiv o , m ed ian te los
p r o c e d im ie n to s tró p ic o s (m e tá fo ra , m e to n im ia , a n to n im ia ,
e tc .,) y el “sim b o lism o ” en sen tid o estricto . E l tra b ajo p síq u i­
c o , y s o b re to d o el d el su e ñ o , p a r e c e a s í r e d u c tib le a u n a
c o m b in a to ria —quizá in d eterm in a d a en sus resultados p ero n o
e n sus co m p o n e n te s— d e e le m e n to s rep resen tativ os ya d a d o s
q u e d e se m b o ca n e n otras re p re se n ta c io n e s m ás co m p lejas y
e n esas h isto ria s raras q u e c u e n ta el su eñ o . A h í su rg en dos

30. Ver mi texto “ Epiiegómenos a una teoría del alma...” (1968), Las Encrucijadas del
laberinto, op. cit., pp. 46-48. ..

296
H echo y p o rh u ccr

p reg u n tas q u e se le im p o n e n a F reu d de m an era in elu cta b le:


¿ c o m b in a to ria c o n vistas a q u é? y, ¿a p artir de q u é - d e q u é
co m p o n e n te s p rim e ro s o ú ltim o s- se construye el ed ificio?
C o n o c e m o s la re s p u e sta a la p rim e ra p re g u n ta : c o n d u ­
c e al a n h e lo (o d e s e o ) r e a liz a d o p o r e l su e ñ o , a n h e lo o
d e se o se x u a l. P e r o los h u m a n o s n o se ría n h u m a n o s si so ñ a ­
ra n c o n s ta n te m e n te c o n la sa tisfa c ció n se x u a l e n u n c o ito
c a n ó n ic o (c o n el q u e d e h e c h o e n la p r á c tic a casi n u n c a
s u e ñ a n ). A p a r e c e n e n t o n c e s la ju n g la d e la fa n ta s ía y los
m o n stru o s q u e la p u e b la n , a su vez m a n ip u la d o s p o r o tro s
m o n stru o s to d a v ía m ás m o n stru o so s y to ta lm e n te in v isib les:
las U r-p h a n c a sie n , las fa n ta s ía s o rig in a ria s q u e F re u d in te n ­
ta rá r e c o n s tr u ir e n su “r e a lid a d ” p re h is tó ric a y f ilo g e n é tic a
a p a r tir d e a lg u n a s v é rte b ra s d isp ersas. P e r o e n v e rd a d lo
q u e a h í se e s tá ju g a n d o es la ca p a cid a d p síq u ic a o r ig in a r ia
d e p r e s e n ta r y o rg a n iz a r im á g e n e s y e s c e n a s q u e p a ra ella
so n fu e n te d e p la c e r , c o n in d e p e n d e n c ia d e c u a lq u ie r “re a ­
lid a d ” y c u a lq u ie r r e p r e s e n ta c ió n c a n ó n ic a c o r r e s p o n d ie n ­
te a un p la c e r d e ó rg a n o .
L a seg u n d a p re g u n ta lleva a en ig m as tod avía m ás ab ru p ­
tos. In clu so a d m itie n d o q u e to d o el trab ajo p síq u ico se reduz­
ca a la in síp id a c o m b in a to ria d e algu n os e le m e n to s siem p re
iguales, ¿de d ó n d e v ien en y có m o se con stitu y eron ? F reu d se
top a co n esta p re g u n ta en dos niveles.
El p rim ero su p era a m p lia m en te el te rre n o psicoanalític.o y
tal vez p or eso lo a b a n d o n e , tras algunas im p o rta n tes n o ta cio ­
n es in terrog ativas, e n el P ro ye cto d e 1 8 9 5 . C ap ital en todos
sus asp ecto s, ese nivel se r e fie re a la ca p a cid a d p síq u ica h u ­
m an a, co m p a rtid a sin lu g ar a dudas con tod o lo viviente, y en
to d o caso c o n e l p siq u ism o a n im a l, de c re a r im á g e n e s y po­
n erlas en re la c ió n a p a rtir d e “estím u lo s” qu e n o tie n e n n in ­
g u n a ic la c ió n cualitativa c o n ellas. E n el P royecto, esa cap aci­
dad ap are ce e n fo rm a d e m iste rio : el a p a ra to p síq u ico trans­
fo rm a eso q u e p a ra la c ie n c ia so n sim ples can tid ad es, “m asas”
y “m o v im ien to s”, d ice F re u d —y la c ie n c ia a qu e se re fie re co ­
n o c e ú n ica m e n te m asas y m ov im ien tos— e n cu a lid a d es. A esto
se a g re g a e l m is te rio d e o tra cu a lid a d , d e u n a cu a lid a d de

297
C ornelius Casioriadis

n i al i rindes, Ja. co n c ie n c ia (y e] “yo”) —p a ra la cual postu la-


rá u na ciase esp ecífica de n eu ron as, las n eu ro n a s co.
E stá esa c re a c ió n e n to n c e s. Y esa c re a c ió n a p a re ce tam ­
b ié n en u n a fo rm a a p a re n te m e n te m e n o r y fá cil, p e r o d e
h e c h o ca p ita l, e n esa fu n c ió n e s e n c ia l d el su e ñ o q u e es la
c o n s id e ra c ió n d e la fig u rab ilid acl. Esa e x p re sió n a p rim e ra
vista in o c e n te y a n o d in a va in fin ita m e n te m ás le jo s q u e el
su eñ o . Se trata d el p e r m a n e n te y o b lig a to rio tra b a jo d e la
psique p ara d a rle fig u r a b ilid a d a algo q u e e n s í m is m o n o
tie n e fig u r a p a ra la p s iq u e —se trate d e las “m asas de m a te ria
y e n e r g ía ” e x te rn a s del P ro y e c to , o d e las p u lsion es " in te r ­
n a s”. Y esto n o s lleva a 1 9 1 5 .
Es cie rto qu e F reu d se topa c o n la cu estió n del origen, d e
los elem en to s d e las V o rste llu n g e n en un seg u n d o nivel, m u ­
c h o m ás e sp ecífico del psicoanálisis, nivel in esp erad o p e ro muy
e n ig m á tico y fe c u n d o . L os escritos m erap sicológ ico s de 191 5
—so b re tod o “Las p u lsion es y sus d estin o s”, p ero tam bién “L a
re p re sió n ” y “L o in c o n c ie n te ”— re fo rm u la n algo qu e en 1895
era el p ro b lem a d e la re la ció n e n tre la can tid ad (física) y la
cualidad (p síq u ica ), tra n sfo rm á n d o lo en p ro b le m a de la rela ­
ció n e n tre lo so m á tico y lo p síq u ico. Se in tro d u ce así u n tér­
m in o m ed io , las p u lsio n es, q u e “están e n el lím ite e n tr e lo
so m á tico y lo p síq u ic o ”. P ro v en ien tes, si a sí p od em os d e cir,
d e los tra sfo n d o s d e la o r g a n iz a c ió n y el f u n c io n a m ie n to
so m ático s, las p u lsion es d e b e n a ctu a r so b re el psiquism o, pese
a n o te n e r (p re c isa m e n te ) c u a lid a d p síq u ica . Para a d q u irir
u n a esp ecie de e x iste n cia para la p siq u e, tie n e n q u e d ev en ir
p r e s e n te s en ella , serle p r e s e n ta d a s —vale d e c ir re p r e s e n ta ­
das, e n c o n tr a r u n re p r e s e n ta n te , un d e le g a d o , un e m b a ja ­
d or, un portavoz— ein V ertrctcr, se d iría en alem án . P ero para
la p s iq u e n o e x i s t e n a d a q u e n o s e a r e p r e s e n t a c i ó n ,
V orstellu n g . A lgo que al p rin cip io fu e un e m p u je d e o rig e n
s o m á tic o , p e r o p o r así d e c ir ta m b ié n lo s u f ic ie n t e m e n t e
“p s ic o id c ” c o m o p a ra ir a g o lp e a r a la p u e rta d e la p siq u e,
d e b e tran sfo rm a rse en alg o re p rc s c n ta b le p o r y p ara la psi­
q u e . T ie n e q u e e n c o n tr a r u n a r e p r e s e n ta c ió n , u n a
V o rstellu n g , p a ra ser re p resen ta d o —v e r u iti— en la psique. Eso

29S
H e c h o y p o r h a cer

es lo que Freu d llam a R cp ra sc n ta n z, la em b ajad a p od ríam os


d ecir, y q u e ta m b ién p o d ría h a b e r llam ado V ertrecung.
E sa s itu a c ió n es la q u e e x p r e s a el lím p id o té r m in o de
V o r s te llu n g s r e p r á s e r u a n z d e s T ríe b e s, d e d e le g a c ió n de la
p u lsió n (en o a n te la p siq u e) p or m edio d e u na re p resen ta ­
ció n . Las fo rm u la cio n e s y las ex p lica cio n es de F reu d so b re la
V o r s tc llu n g c o m o re p re se n ta n te p u lsion al, so b re e l “n ú cle o
d el in c o n c ie n te ” fo rm a d o p o r T ric b re p ra se n ta n zc n , las re p re ­
sen ta cio n e s de las p u lsion es, so b re la p resen ta ció n d e la pulsión
p o r m ed io de u n a re p re se n ta c ió n 31 son tan claras co m o mis­
teriosos los m otivos de las qu erellas y de la in term in a b le co n ­
fu sió n q u e ro d e a r o n a la tra d u c c ió n d e ese té rm in o e n el
m u n d o p sico a n a lítico francés. R ep rá se n ta n z, fo ija d o a p artir
de R e p r á s c n ta r u , r e p r á s e n tic r e n , p e r te n e c e a las p a la b ra s
“fra n c o id e s ” fre c u e n te s en a le m á n y s o b re to d o e n v ien és:
d eleg a ció n , m isión que rep resen ta a un g o b ie rn o , a u n cu e r­
po co n stitu id o , etc. En V o rste llu n g sre p rá sc n ta n z la s m arca
un casi-genitivo de muy variadas fu n cion es ( “g en itivo”, su b je­
tiv o , o b je t iv o , p o s e s iv o , a tr ib u tiv o o in s t r u m e n ta l: c f.
V e rp flic h tu n g s s c h e in , V e rre c h n u n g sk u rs, Z u r e c h n ungsfa b ig,
e tc .). C om o n o es psíqu ica, la pulsión tien e qu e enviarle a la
psique em b ajad o res que p ara h acerse e n te n d e r d eb en h ablar
un len g u aje rec o n o cib le y “com p ren sib le” p o r lo psíquico —por
eso tie n e n q u e p resen ta rse co m o re p re se n ta c io n e s .32
D e in m e d ia to su rg e u n a ev id en te a p o rfa : ¿p o r q u é esta
cu e stió n de la d e leg a ció n pu lsion al p o r rep resen ta ció n se p lan ­
tea só lo p ara el ser h u m a n o ? ¿P or qu é en los h u m an os n o hay
—co m o p re su n ta m en te hay en los anim ales— u n re p resen ta n ­
te c a n ó n ic o q u e tra d u je ra sie m p re de la m ism a m a n e ra la
pu lsión en térm in o s “p síq u ico s”? ¿P or q u é esa rep resen ta ció n
ca n ó n ica su fre tod os los avatares co n o cid o s, de m od o q u e n o

31. “Lo inconciente", G.W., X, pp. 275 y sig., y 285; “La represión", G.W., X, p. 250.
32. Debo dejar aquí de lado la importante, compleja y difícil cuestión del apuntalamiento/
sostén. La Institución imaginaría de la sociedad, op. cit., pp. 392-393.

299
(Cornelius C astoriadis

cu alq u iera, p e r o e n to d o ca so sí in fin id a d d e le p ie s c n tac io­


n es p u e d e n s e r el lu g a r -te n ie n te (e l q u e tie n e lu g ar) d e la
p u lsión p a ra la p siq u e —d esd e el c u e rp o fe m e n in o c o m o tal
hasta la sa n d a lia p u n tiag u d a d el fetich ista ?
D e igual m o d o p o d e m o s a b o rd a r la c u e stió n a p a rtir del
tex to so b re “L o s dos p rin cip io s d el fu n c io n a m ie n to p s íq u ic o ”
( 1 9 1 1 ). En los fu n c io n a m ie n to s q u e n o tie n e n q u e e n fre n ta r­
se c o n la re a lid a d , la re p re se n ta c ió n se fo rm a b a jo la ég id a del
p rin cip io d e p la c e r. ¿P o r qu é alg u n as re p re s e n ta c io n e s p ro ­
cu ran p la ce r? Y d e n u ev o, ¿de d ó n d e v ien en ? ¿P or q u é , p o r
e je m p lo , n o re p ro d u c e n h asta el ca n sa n cio esce n as d e “satis­
fa cció n b io ló g ic a m e n te c a n ó n ic a ” (tal c o m o h oy se in fie re q u e
o cu rre en los su e ñ o s d e los a n im a le s)? Esas so n las p re g u n ta s
q u e p re o c u p a r o n a F re u d a lo la rg o d e su vida y a las q u e
volvió siem p re c o n reg u larid ad . E m p ez ó p o r p en sa r q u e hay
siem p re u n o rig e n “re a l” de la re p re se n ta c ió n p la ce n te ra (o
trau m ática, ya q u e p a ra n o so tro s el p ro b le m a es el m is m o ). Y
e scrib e q u e la a lu c in a c ió n es u n a re p e tic ió n d e p e rce p c io n e s
a g rad a b les .33 P e ro p ro n to se v erá o b lig a d o a a b a n d o n a r la te­
sis d e un o rig e n rea l d el trau m atism o, su fa m o sa n e u r ó tic a .
In clu so en “El h o m b re d e los lo b o s” se h a rá visible su larg a y
e n ca rn iz a d a lu c h a p o r d e se n te rra r u n a su p u esta e s c e n a p ri­
m itiva “re a l”, a la q u e fin a lm e n te re n u n c ia e n u n a n o ta a p ie
de página d o n d e a firm a q u e d esp ués d e tod o, esa “re a lid a d ”
n o tie n e ta n ta im p o rta n c ia . P a ra te rm in a r, y d a d o q u e n o
p u e d e n r e s u lta r d e e x p e rie n c ia s “r e a lm e n te ” vividas p o r el
su jeto , p ro cu ra rá h a c e r p ro v en ir a los fa n ta sm a s d e cie rto s fan ­
tasm as o rig in a rio s filo g e n é tic a m e n te co n stitu id o s. A lgo d e lo
q u e ya h a b lé b re v e m e n te .
V em os e n to n c e s q u e a lo la rg o d e to d a su o b r a F re u d es
tra b a ja d o p o r el te m a d e la im a g in a c ió n , a u n q u e sin n o m ­
b ra rla ni r e c o n o c e r la c o m o ta l. A las in d ic a c io n e s q u e ya

33. S.E., 1, 319. Carta 69 a Fliess. 21 de setiembre de 1897, S.E.. 1. pp. 259-261.

300
H ech o y p o r hacer

d im o s so b re el p a rticu la r, p o d ría m o s ag reg arle m u ch as otras


P o r e je m p lo , to d o lo q u e e n tra ñ a la id ea d e “o m n ip o te n cia
m ág ica del p e n sa m ie n to ” y de m a n era más g en era l el c o n ju n ­
to de los p ro ceso s d escritos e n “Los dos p rin cip io s del fu n cio ­
n a m ie n to p síq u ico ”. E n rea lid a d , la “o m n ip o te n cia m ágica del
p en sa m ie n to ” es rea l d esd e el p u n to de vista d e la ú n ica re a ­
lid ad qu e a q u í n o s im p o rta: la realid ad psíqu ica.
E n verdad, las frases s o b re la actividad d e fa n taseo d e las
“F o rm u la cio n e s s o b re los dos p rin cip io s...” ya m en cio n ad as en
la n o ta 2 3 d e este ca p ítu lo , d ic e n im p lícita m e n te lo m ism o
q u e estoy d ic ie n d o a c e rc a de la im a g in a ció n . “C on la in stau ra­
c ió n d el p rin c ip io de re a lid a d , u n a e sp ecie d e activ id ad de
p e n sa m ie n to se h a d esp ren d id o , q u e qu ed ó lib re de la p ru e­
b a d e realid a d y so m etid a al so lo p rin cip io d e p la ce r. Es el
fa n ta se a r, q u e co m ie n z a ya c o n el ju e g o in fa n til y q u e m ás
t a r d e , c o n t in u a d o c o m o e n s u e ñ o d i u r n o , a b a n d o n a el
a p u n ta la m ie n to en o b je to s re a le s”. Si esa actividad “q u e d a li­
b r e ” co n resp ecto a la rea lid a d , q u iere d e c ir q u e ya lo estab a
a n tes. Y dado q u e esc “d e sp re n d im ie n to ” só lo tien e lu gar co n
la in sta u ra c ió n d el p r in c ip io d e rea lid a d , la im p lica ció n es
o b v iam en te q u e el fu n c io n a m ie n to p síq u ico in icial era p u ro
fa n ta seo q u e satisfacía ú n ic a m e n te al p rin c ip io d e p lacer, o
se a im a g in a ció n libre.
C asi eq u iv alen te es el a se rto freu d ia n o seg ú n el cu al en el
in c o n c ie n te n o hay d ife re n cia e n tre una p e rce p ció n efectiva
y u n a rep re se n ta c ió n fu e rte m e n te investida d e a fe cto ; es de­
cir, q u e en el in c o n c ie n te n o hay “in d icios de realid ad ”. E n y
p a ra e l in c o n c ie n te , lo “r e a l” es p u r a m e n te im a g in a rio . D e
a h í se d esp ren d e la c o n se c u e n c ia cap ital d e q u e p ara los hu­
m an o s el p la c e r de re p re se n ta c ió n p re d o m in a so b re el p lacer
d e ó rg an o , y esa o tra c o n se c u e n c ia según la cual e n ese caso
re p re se n ta c ió n y p la ce r están d esfu n cion alizad os.
P o r e je m p lo , ta m b ién , lo q u e está im p licad o p o r la d e n e ­
g a ció n , d o n d e, al c o n tra rio d e la rep resió n u otros m ecan is­
m o s defensivos, u n a m is m a in sta n cia p síq u ica p re se n ta algo
(p o c o im p o rta si o b je to o a trib u to ) a la vez co m o ex isten te y
n o -ex iste n te —lo cual traspasa los lím ites d e cu a lq u ier fu n c ió n

301
C ornelius Casioríadis

re p resen Ladra de la realidad. Y fin a lm e n te , la segu n d a tópi­


ca, c o n el caos re in a n d o en el E llo y la n ecesid a d de qu e d e
u n o u o tro m o d o tod o eso se vuelva rep re se n ta b le .
S ó lo e n ese c o n te x to d ev ien e c o m p r e n s ib le o tro h e c h o
decisivo: los esqu em as y procesos proyecd vos p re ce d e n y d o ­
m in an a los esq u em as y p ro cesos in u oy ectiv os. E sto n o d eb e­
ría ex tra ñ a rle a n in g ú n filósofo qu e n o sea cm p irista. A llí re­
d escu brim os la e s e n c ia m ism a de todo se r p ara sí: la cre a ció n
d e un m u n d o p r o p io p re c e d e n e c e s a r ia m e n te a cu a lq u ie r
“le c c ió n ” que los a co n te cim ie n to s de ese m u n d o p u ed an dar.
Esa p rev alen cia d e la p roy ección —ya m an ifiesta, p o r eje m p lo ,
e n la tra n sfe re n c ia a la m ad re de la d e te rm in a c ió n d e o m n i­
p o te n cia — n o d e b e im p ed irn os co m p ro b a r, e n el caso de los
seres h u m an os, la im p o rtan cia y la fu erza p articu lares de los
pro cesos y esqu em as in u o y e c ü v o s. Im p o rta n cia y fu erza fácil­
m e n te e n te n d ib le s. L a psique h u m a n a n o p u ed e vivir fu e ra
de un m u n d o d e se n tid o . P or eso, cu a n d o tal c o m o d eb e ser
a lo largo de la so cializació n , su p ro p io sen tid o m o n á d ico es
d islo cad o , la c a tá stro fe re su lta n te d e b e se r re p a ra d a p o r la
in t e r i o r iz a c i ó n d e l s e n tid o q u e le o f r e c e n las p e r s o n a s
investidas d e su e n to rn o . Esto a v eces se c o n fu n d e c o n u n a
p re ten d id a d isp o sició n p síq u ica in trín s e c a ( A n la g e ) a la so­
cializació n ; e n verd ad , a sí se in te rp re ta a p osterio ri el resulta­
do del p ro ce so so cializan te, só lo p o sib ilitad o p o r la n ecesid ad
vital de sen tid o q u e e x p e rim e n ta la p siq u e y p o r el h e c h o d e
qu e la so cied ad m ism a n o es o irá cosa q u e la in stitu ción de
sen tid o en fo rm a d e sig n ifica cio n es im ag in arias so ciales.
T o d o esto se h a c e co m p re n sib le y c o h e r e n te a p a rtir de
u n a id ea c o rro b o ra d a ad em ás p o r otras m ú ltip les co n sid era­
cio n es: al c o n tra rio d el c a rá c te r fu n c io n a l d e la im ag in ació n
an im al, la im a g in a ció n h u m an a es d ese n fre n a d a , lib erad a de
la servid um bre al fu n c io n a m ie n to b io ló g ic o y a sus fin alid a­
des, cre a d o ra d e form as y co n ten id o s sin c o rre sp o n d e n c ia con
“n ecesid a d ” a lg u n a , y sim p lem e n te a p u n ta la d a e n la d im en ­
sión an im al d e lo h u m a n o . T e m a al q u e volverem os.
El ser p rim e ro d e la im a g in a ció n va a se r m od elado y d om a­
do, au nqu e n u n c a d el todo, p or la socialización. L a socialización

3 02
H e c h a y p o r h a cer

es e l p ro ce so m e d ia n te el cual la psique es forzad a a a b a n d o ­


n a r (ta m p o co n u n c a d e l to d o ) su sen tid o origin al m o n á d ico
p o r el sen tid o p a rtic ip a d o q u e le o fre ce la so cied ad , y a a b an ­
d o n ar sus p ro p ias c re a c io n e s y ten d en cias, en favor d e las ex i­
gen cias d e la vida social. L a m ed iació n esen cia l en esa o p e ra ­
ció n es la in tro y e cc ió n , in tro y e cció n q u e va siem p re m u ch o
m á s le jo s q u e la m i m e s i s a n im a l, ya q u e s i e m p r e es
re in te rio riz a ció n de lo in tro y ecta d o , y esa re in te rio riz a ció n n o
p u ed e te n e r lu g a r m ás q u e e n base a esq u em as p ro p io s ya
d isp on ib les.

(IV ) N u estro tem a n o es la psique h u m a n a co m o tal. P ero


estas co n sid era cio n es q u e d a ría n in com p letas sin algu n as in d i­
cacio n es so b re a q u e llo q u e está m ás allá o m ás acá del in co n s­
c ie n te freu d ia n o . T o d o n o s o b lig a a postu lar, “m ás a c á ” o p o r
“d e b a jo ” d e é l, u n a m ó n a d a p síq u ica, in ic ia lm e n te c e rra d a
so b re sí, q u e h asta el fin al in te n ta e n c e rra r en ella tod o lo que
se le “p re sen ta ”. U n a d e las ú ltim as frases escritas p o r Freu d
fu e lc h b in ciie BrusL (so y e l p e c h o ) . 54 P e ro eso n o es tod o.
D e m an era p a ra d ó jica , in ev ita b lem en te y pese a sus in te n ­
cio n es, F reu d sig u e sien d o d ualista. C u erp o y alm a, p siq u e y
so m a siguen re su ltá n d o le ese n cia lm e n te d istintos —au n h a b ie n ­
d o trab ajad o los sín to m a s h istérico s. D esd e lu eg o , n o es cues­
tión de elim in a r o “reso lv er” los in m em o riales “en ig m as” de
“la re la ció n e n tre cu e rp o y a lm a ”. R eco rd em o s só lo las fan tás­
ticas an tin o m ias a q u e n os c o n fro n ta n los d atos m ás e le m e n ta ­
les. L a p siq u e d e p e n d e e s tre ch a m e n te d el som a: sin n e ce si­
d ad de p e g a rle u n tiro e n la cab eza, m e basta c o n d arle a
algu ien algu nas copas d e a lc o h o l de m ás p ara d em o strarlo . F.1
som a d ep e n d e e s tre c h a m e n te de la psique: sin m e n c io n a r los
síntom as h istérico s o p sicoso m ático s, d iré q u e mis d ed os g o l­
p ea n el tecla d o p o iq u e d e c id í escrib ir un tex to . El sorna es
fu e rte m e n te in d e p e n d ie n te d e la p siq u e, n o te n g o n in g ú n 34

34. Ver el capítulo VI de La Institución imaginaria de la sociedad, op. cit. p. 257.

303
C orn eliu s C a storíadis

con crol so bre los n u m ero so s p ro ceso s o rg á n ic o s qu e se d esa­


rro lla n co n tin u a m e n te e n m i cu e rp o y q u e , quizá en este m is­
m o in s ta n te , e s té n p re p a rá n d o m e la m u e rte . L a p siq u e es
fu e rte m e n te in d e p e n d ie n te del so m a: au n en m ed io d e tre­
m en d as tortu ras, algunas p erso n a s n o e n tre g a n a sus ca m a ra ­
das a la p o licía . E sa ex tra ñ ísim a re la c ió n e x ig e de n o so tro s
m o d o s d e p en sa m ien to novedosos, q u e a su vez te n d ría n q u e
p a rtir de algo que n o sea n i la e te rn a ten tativa de re d u cir u n a
de esas en tid ad es a la otra, ni las h ab itu ales p ro clam as d e se­
p a ra ció n irrev ersib le e irrep a ra b le.
Doy algu n as in d ica cio n es en esta d ire c ció n . “H acia atrás”, o
“p or d e b a jo ” d el in c o n c ie n te fre u d ia n o (o del ello ) d eb em o s
p ostu lar un n o -c o n c ic n te qu e es el c u e rp o vivo en su calid ad
d e cu e rp o h u m a n o anim arlo, e n co n tin u id a d co n la p siq u e.
N o hay fro n te ra e n tre ese cu e rp o vivo y a n im a d o y la m ó n a d a
p s íq u ic a o r i g i n a r i a . L a m ó n a d a n o e s n i r e p r im id a n i
rep rim ió le, es in d e c ib le . T a m p o c o “re p rim im o s” la vida c o r­
p o ral. A pen as si la “sen tim o s” v a g a m en te , sin sab er có m o n i
p o r q u é , a través d e latid os card íaco s, m ov im ien tos in te stin a ­
les, y tal vez, h a c e m u c h o tiem p o , de n u e stro s m o v im ien to s
en el líq u id o a m n ió tic o . Hay u n a p re se n c ia del cu e rp o vivo
d e n tro de sí, in e x tric a b le m e n te m ez cla d a c o n lo qu e e n g e­
n eral co n sid era m o s c o m o los “m ov im ien tos del alm a” p ro p ia ­
m e n te d ich o s. Y ta m b ién hay h o m o g e n e id a d sustantiva, fla ­
g ra n te, ev id en te e in c o m p re n sib le , e n tre la psique y el so m a
d e la p e rso n a sin g u lar. P o r eso A ristó te les rech a z a b a la m e-
tem p sicosis p ita g ó rica , d icien d o q u e n o se p u ed e c o n c e b ir la
m ism a alm a en o tro cu erp o . L a fisiolog ía h u m a n a ya es p sico id c:
los d esó rd en es a u to in m u n ita rio s, d o n d e los “m ecan ism o s d e­
fe n siv o s” d el c u e r p o se le v u elv en e n c o n tr a , d ifíc ilm e n te
p u e d e n e n te n d e r s e c o m o re su lta d o d e u n a in flu e n c ia “e x ­
te r n a ” del a lm a s o b re el c u e rp o . D esd e ese m ism o án g u lo d e­
b e ría m o s c o n sid e ra r la id ea d e u n a im a g in a ció n sen so rial, y
e n fo rm a m ás g e n e ra l, co rp o ra l.

304
H e c h o y p o r h a cer

S o b r e ¡o v iv ir n te
m'
T o cio lo q u e ex iste —el ser-en te total— está en sí in trín se ca ­
m en te regid o, e n u n o d e sus estratos, el p rim er estrato n atu ­
ral, p o r la ló g ica co n ju n tista -id en tita ria , en sfd ica —y sin duda
ta m b ién , a u n q u e la cu n ar y fra g m e n ta ria m e n te , en todos los
d em ás estratos.
Esa m ism a ló g ica d o m in a e n fo rm a ev id en te a ese co n stitu ­
y en te e sen cia l d el p rim er estrato n atu ral cjue es el vivie n te en
g e n e ra l, y p o r e n d e al ser h u m a n o en ta n to sim ple viviente.
La célula, la planta y el p erro fu n cion an , p rim ero y p o r sobre
todo, de acu erd o con una in m en sa red de sf/no, atracción/re-
p u ls ió n , a c e p t a c ió n / r e c h a z o , y se g ú n u n a in t e r m in a b le
categ o rizació n d e lo “d ad o ” sig u ien d o lo q u e llam aríam o s atri­
b u tos ex clu y en tes u n o s d e o tro s. L a b io lo g ía m o le cu la r y la
n eu ro fisio lo g ía co n te m p o rá n e a s son una im p lem en ta ció n de
esa m ism a ló g ic a q u e re d e sc u b re n o in tro d u cen en sus o b je ­
tos, co m o se q u iera . E n esa m ed id a es p osib le ca lificar e n gran
p a r t e al s im p le v iv ie n te c o m o u n a s u e r t e d e a u tó m a t a
c o n ju n tis ta -id e n tita r io . E x p r e s ió n q u e d e b e m o s to m a r c o n
m u c h o cu id ad o : la im ag en p a re ce rá muy sim p le si pen sam os
e n las fu n cio n e s v e rd a d era m en te co m p leja s d el viviente, p o r
e je m p lo esa m a ra ñ a d escu b ierta p o r la in v estig ación c o n te m ­
p o r á n e a e n la f r o n t e r a e n t r e s is te m a n e r v io s o c e n t r a l,
e n d o c rin o e in m u n ita rio . L a id ea d el viviente co m o au tó m ata
co n ju n tista -id en tita rio d e b e to m arse co m o u n a idea d e traba­
j o te n d ie n te a o rg an izar a q u e llo q u e en n u e stro c o n o cim ie n ­
to del viviente p ro v ien e d e la ló g ica en sfd ica, y a d isting u ir y
m o strar q u é se le resiste o la su p era. H ag o n o ta r q u e en su
o r ig e n , a u tó m a ta n o sig n ific a “m á q u in a ”. A u tó m a ta , a u to -
m a to s, es lo q u e se m ueve p o r s í m is m o —es d e c ir algo p o r
co m p le to o p u esto a lo q u e las le n g u a s y los p u eb lo s m o d ern o s
h an lleg ad o a co n sid e ra r c o m o au tóm atas.
P ero in clu so a sí co n sid era d o , el viviente es tam bién un s í
m ism o (so i), c o m o b ien sa b en los in m u n ó lo g o s. Y tam bién y
so b re todo un p a ra sí, c o m o los b u e n o s filósofos h an sabid o
d esd e siem p re. C o m o tal, d e b e p o se e r —pues si n o n o ex istiría

305
C o rn e liu s C a sroria d is

co m o viviente— las tres d e te rm in a c io n e s e s e n c ia le s d e la in ­


ten ció n , el a fecto y la rep resen ta ció n . In te n c ió n m ín im a , des­
de lu ego, La d e co n serv a ció n / re p ro d u c c ió n , co n las c o n se ­
c u e n c ia s q u e a c a r r e a . M ín im a m e n te , el a fe c to es p la ce r/
d isp lacer ( ‘‘s e ñ a l” d e a tr a c c ió n / r e p u ls ió n ), p e r o para n u es­
tros p ro p ósito s p re sen tes lo im p o rta n te es La re p re se n ta ció n .
Para el v iv ien te, re p re se n ta c ió n n o q u ie re ni p u e d e q u e ­
rer d e cir fo to g ra fía o c a lco d e un “m u n d o e x te r n o ”. D e lo
que se trata, —y re c o rd e m o s lo an tes d ich o so b re “cu alid ad es”,
sonidos, co lo res, e t c e s d e p re se n ta ció n p o r y p ara el vivien­
te. P re s e n ta c ió n m e d ia n te la cu al c re a su p ro p io m u n d o a
p artir de lo q u e p ara él son sim ples c h o q u e s, p o r re to m a r el
té rm in o d e F ic h te .
A h ora está d e m o d a e l len g u íy e “in fo rm á tic o ”. S e n o s d ice
q u e el v iv ien te r e c o g e e n la n a tu ra le z a in fo rm a c io n e s q u e
lu eg o p ro ce sa e n d istin tas form as. A h o ra b ie n , te n e m o s q u e
c o n d e n a r sin v u elta d e h o ja esc le n g u a je . Ja m á s se h a n visto
b ro ta r in fo rm a c io n e s de la tie rra en o to ñ o o p rim avera. El
vivien te cre a in fo rm a c ió n para él. S ó lo hay in fo rm a c ió n p ara
un s í m ism o , ca p a z , o n o , d e tra n sfo rm a r la X del c h o q u e
e x te rn o en in fo r m a c ió n . Las on d as d e ra d io n o le o fre c e n
n in g u n a in fo rm a c ió n a los vivientes te rre s tre s, y el te o re m a
de W e icrstra ss-S to n e n o le in fo rm a n a d a a m i p a n a d e ra , qu e
m e m ira ría a la rm a d a si al e n tra r a su n e g o c io le a n u n cia ra
q u e el esp a cio d e los p o lín o m o s es d e n so e n tod as sus p artes
en el esp acio d e las fu n c io n e s co n tin u a s. E se m ism o te o re ­
m a n o le o fr e c e r ía in fo rm a c ió n a lg u n a a R e n é T h o m , q u ie n
p re g u n ta ría d e in m e d ia to : w h a t e lse is n ew ? L as c o n d ic io ­
n es e n q u e u n e n u n c ia d o con stitu y e u n a in fo rm a c ió n p ara
a lg u ie n d e p e n d e n e s e n c ia lm e n te de lo q u e ya es ese a lg u ien .
T o d a in fo rm a c ió n p re su p o n e u n a fu e rte e s tru c tu ra c ió n sub­
jetiv a d e la q u e d e p e n d e en c u a n to a su s e r-in fo rm a c ió n .
P ero en su o rig e n , esa estru c tu ra su b jetiv a en p rim e r lu gar
d eb e d a rle fo r m a (in -fo r m a r ) a la X del c h o q u e h a cié n d o s e la
p re se n te p a ra e lla m ism a. El s í m ism o d eb e p la n te a r esa X
c o m o fo rm a , d e b e h a c e r la ser c o m o fo rm a , vale d e cir: h a ce r
de ella u na im a g e n e n e l sen tid o m ás a m p lio del té rm in o .

306
H ech o y p o r h a cer

P e ro n u n ca hay im a g e n sin p u e s ta en re la c ió n . N o e x iste


im ag en “a tó m ic a ”. L a G e sta lt m ás elem e n ta l, un p u n to lu m i­
n o so so b re un fo n d o o scu ro , c o n tie n e in fin id a d d e re la c io ­
n e s , p u e s im p lic a esa in te r m in a b le red de r e la c io n e s q u e
d e n o m in a m o s “un o b je to d e n tro de un e s p a c io ”. A h o ra b ien ,
esa sen sib ilid ad n o pu ed e o p e r a r sin org an izar, vale d e c ir sin
te n e r u na ló g ic a e le m e n ta l, u n a ca teg o ria lid a d . L a im a g in a ­
c ió n p rim era , o rig in a ria , ra d ic a l, p o d e r de p re se n ta ció n , es
p o r eso m ism o p o d e r de o rg a n iz a ció n . La fo rm a c ió n a b ovo
d e u n a “im a g e n ” d ev ien e ip so fa c to p osició n y p u esta e n re ­
la c ió n de “e le m e n to s ”: a m b a s d e en tra d a , “al m ism o tiem ­
p o ” y u na p o r la otra.
El v iv ien te p o s e e e n to n c e s u n a im a g in a c ió n “e le m e n ta l”
q u e c o n tie n e u n a ló g ic a “e le m e n ta l”. Im a g in a c ió n y ló g ic a
c o n las q u e c a d a vez c re a su in u n d o . M u n d o cuya p r o p ie ­
d ad c a ra c te rís tic a es e x is tir e n la clausura. Salvo p a ra d es­
tru irlo , e n él n o p u e d e e n tr a r n a d a q u e n o siga las fo rm a s y
leyes del s ím is rn o c o n s id e ra d o e n cad a ca so , y p a ra se r tra n s­
fo rm a d o seg ú n esas m ism as fo rm a s y leyes. P e ro en el caso
d el sim p le v iv ien te esa im a g in a c ió n y esa ló g ic a p o r un lad o
e s tá n fijas y p o r e l o tr o su p e d ita d a s a la fu n c io n a lid a d . Y
ésa es la lín e a d e cliv a je .

L a i m a g in a c ió n h u m a n a

D e b em o s p o s tu la r q u e c o n la a p a rició n d el ser h u m a n o
tie n e lugar u na ru p tu ra e n la evolución p síq u ica del m u n d o
an im al. A q u í n o vam os a m atar los fu n d am en to s b io ló g ico s de
u n a ru ptura sin d u d a em p a re n ta d a con el su p erd esarro llo del
sistem a nervioso c e n tra l, p e ro so b re todo co n u na organ iza­
ció n d ife re n te d el m ism o . L o e sen cia l es q u e m e d ia n te un
d esarro llo m o n stru o so d e la im a g in a ció n , esa n e o fo rm a ció n
p síq u ica que es e l m u n d o p síq u ico h u m an o, se vuelve a -fu n ­
cional. El h o m b re es un a n im a l ra d ica lm en te in e p to p ara la
vida. De a h í su rg e, n o c o m o “cau sa” sino co m o co n d ició n de
ex isten cia, la c re a c ió n d e la so cied ad .

307
C orn eliu s CasCariadis

D ich a a-fu n cio n a lid a d se m a n ifie sta en La in su ficie n cia , y


p a ra ser precisos, e n La r u p tu ra d e las “re g u la c io n e s in stin ti­
vas” —cu a lq u iera se a el se n a d o q u e le d e m o s al té rm in o — q u e
rig e n el co m p o rta m ie n to an im al. Y se fu n d a en dos ca ra cte ­
res d el psiquism o h u m a n o :
a) L a a u to n o m iz a c ió n de la im a g in a c ió n , q u e ya n o está
fu n c io n a lm e n te su p ed itad a. Hay flu jo re p re se n ta tiv o ilim ita­
d o , in c o n t r o la b le , e s p o n ta n e id a d r e p r e s e n t a t iv a sin fin e s
asign ables, d eslig a m ien to en tre “im a g e n ” y “c h o q u e = X ”, o,
en la c o n s e c u c ió n de las im ágenes, d e slig a m ie n to e n tre el flu jo
rep resen tativ o y lo q u e serfa u n “re p re s e n ta n te c a n ó n ic o ” de
la saü sfacció n b io ló g ica .
b ) E l p re d o m in io , e n e l h o m b re , d e l p la c e r re p re se n ta ti­
vo so b re el p la c e r d e ó rg a n o , sie n d o el d e slig a m ic n to de la
se x u a lid a d c o n re s p e c to a la r e p r o d u c c ió n n o só lo u n a de
sus c o n s e c u e n c ia s m ás m a n ifiesta s, s in o a la vez m ás b a n a le s y
d e m ayores c o n s e c u e n c ia s , c o m o n o s lo m u e stra e l p sico a n á ­
lisis. (L o s ca so s d e m a stu rb a c ió n u o c a s io n a l h o m o se x u a li­
dad en a lg u n o s m a m ífe ro s su p e rio re s sig u e n sien d o e x c e p ­
c i o n a l e s , y e n t o d o c a s o n o c u e s t i o n a n la s f u n c i o n e s
re p ro d u ctiv a s d e la se x u a lid a d ).*
E n e l h o m b r e esta lla el p siq u ism o a n im a l p o r p re sió n de
u n a d esm e su ra d a in fla c ió n im ag in ativ a q u e d e ja su b sistir im ­
p o r ta n te s e le m e n to s d e la o rg a n iz a c ió n p s ic o b io ló g ic a a n i­
m a l, p o r e je m p lo , e le m e n to s c e n tr a le s d e la “im a g in a ció n
se n s o ria l” (e n g e n e ra l n o salim os d e c ie r ta c a n o n ic id a d b io ­
ló g ica e n la fo rm a c ió n d e im á g e n e s e le m e n ta le s del “m u n ­
d o e x t e r n o ” c o m u n e s a tod a la e s p e c ie y e n un se n tid o im ­
p re c is o sin d u d a ta m b ié n c o m u n e s a las d e los m a m ífe ro s
s u p e r io r e s ) , p e r o ta m b ié n m u c h o s d e s p o jo s d e esa ló g ic a
e n s íd ic a q u e re g u la al p siq u ism o c o m o p siq u ism o a n im a l.
E so s e le m e n to s s e ría n a b s o lu ta m e n te in s u fic ie n te s p a ra la
s u p e r v iv e n c ia d e e s te e x t r a ñ o b íp e d o . P e r o le h a r á n d e

(a) Ver nota 9, supra, en este mismo capitulo, p_ 273.

308
Hec/i o y p o r h a cer

s o p o rte a la fa b ric a c ió n so cia l d el individuo so cial, es d e cir


de los h u m a n o s tal c o m o los c o n o c e m o s . E sa fa b ric a c ió n p re ­
su p o n e q u e la im a g in a ció n se n s o ria l p ersista m ás o m en o s
id é n tica e n Los e s p e c ím e n e s sin g u lares d e la e sp e cie h u m a ­
n a, y q u e la im p o sic ió n d e la ló g ic a social, esa ló g ica ensi'dica
siem p re r e c r e a d a y re in s titu id a p o r la so cie d a d , e n c u e n tr e
p u n to s de ap oy o e n el p siq u ísm o d e los h u m a n o s sin g u lares.
P e ro ta m b ié n y so b re tod o, la fa b ric a c ió n so cia l d e los indivi­
d u o s a p a rtir d e esa m a te ria p rim a qu e es la p siq u e d el re­
c ié n n a c id o p r e s u p o n e e n é l e l p re d o m in io d el p la ce r de
r e p r e s e n ta c ió n p o r s o b re el d e ó rg a n o . C aso c o n tr a r io n o
h a b ría su b lim a c ió n p o sib le y p o r lo ta n to ta m p o co vida so­
cia l. El h o m b re es u n ser d e le n g u a je , tal c o m o se v ien e re p i­
tie n d o d esd e la a n tig ü e d a d . P e ro h a b la r p re su p o n e q u e el
p la ce r d e h a b la r, c o m u n ic a rse y p en sa r (im p o sib le sin p ala­
bras) sea m ás fu e r te q u e el d e c h u p a r u n p e c h o o un d ed o .
E n e l a c t o d e la p a la b r a ya t e n e m o s lo e s e n c i a l d e la
s u b lim a c ió n : el re m p la z o d e un p la ce r d e ó rg a n o p o r o tro
p la c e r q u e só lo tie n e q u e v er c o n la re p re se n ta c ió n .
M ed ia n te la fa b ric a c ió n so cia l del individuo, la in stitu ció n
se a p o d e ra d e la im a g in a ció n sin g u lar d el su je to , d e já n d o la
p o r reg la g e n e ra l m an ifestarse só lo en y a través d el su eñ o , la
fan tasía, la tran sg resió n y la en ferm ed a d . E n p a rticu lar, todo
o cu rre co m o si la in stitu ció n lo g ra ra c o rta r la co m u n ica ció n
e n tr e la im a g in a c ió n ra d ica l y el “p e n s a m ie n to ” d el su je to .
Im ag in e lo q u e im a g in e (sa b ién d o lo o n o ) , el su jeto n o p e n ­
sará ni h a rá m ás q u e lo q u e so cia lm c n te es o b lig a to rio p en sar
y h a ce r. Esa es la v ertien te h istórico-so cial d e ese m ism o p ro ­
ceso q u e en p sicoan álisis llam am os p ro ceso de rep resió n .
A su vez, y e n la casi totalid ad de su h istoria, la so cied ad se
u b ica e n la cla u su ra . C lau su ra d e su ló g ica, cla u su ra d e sus
sig n ifica cio n e s im ag in arias. Y fa b rica individuos a q u ien es les
im p o n e a m b a s cla u su ra s. P e r o a n te s q u e n a d a fa b r ic a , d e
m a n e ra e x c lu y e m e en la a p la sta n te m ayoría d e las so cied a ­
des, in d iv id u os c e rra d o s, q u e p ie n sa n c o m o se les e n se ñ ó a
p en sar, q u e evalúan y le atrib u y en sen tid o a Lo q u e la so cied ad
les e n se ñ ó q u e tie n e se n tid o , y para q u ien es esas m an eras de

309
C o m e ¡i l i s C a sto ria d is

p en sar, evaluar, n orm ativizar y sig n ificar so n , p o r c o n stru c c ió n


p síq u ica , in cu estio n a b les.

E l im a g in a rio social in s titu y e n te

La id ea d e im a g in a rio so cial in stitu y en te p a re ce d ifícil de


a cep ta r, y es c o m p re n s ib le . L o m ism o o c u rre cad a vez q u e se
h a b la de “p o te n c ia lid a d ”, “fa cu lta d ", “p o te n c ia ”. P o rq u e só lo
c o n o c e m o s m a n ife s ta c io n e s , e fe c to s , p ro d u c to s —p e r o n o
a q u e llo de lo q u e son m a n ife s ta c io n e s. P o r eso las c rític a s a
las c o n c e p c io n e s so b re “fa cu lta d e s del a lm a ” —a u n q u e , voca­
b u la rio a p a rte , ta m p o c o q u e d a m uy c la ro quc: se g a n a h a ­
b la n d o d e “fu n c io n e s ”.
L o m ism o su ced e co n la im a g in a ció n . N o p o d em o s to carla
ni p o n erla en el m icro sco p io , y sin em b a rg o to d o el m u n d o
a cep ta h a b la r d e ella. ¿ P o r q u é ? ¿A caso p o rq u e p o d ría m o s
señ alar algu n o de sus sustratos? ¿P ero p od ríam os p o n e rlo en
el m icro sco p io ? N o, p e ro cu a lq u iera d e n oso tro s tie n e la ilu­
sión de e n te n d e r, p o rq u e c re e sa b e r q u e tie n e un “a lm a ” y
p ien sa “c o n o c e r ” sus actividades.
D igam os q u e la im a g in a c ió n es u n a “f u n c ió n ” d e esa alm a
(c in clu so d el “c e r e b r o ”, q u e a q u í n o m o le sta p a ra n a d a ).
¿E n q u é c o n siste esa fu n c ió n ? E n tr e o tra s, c o m o v im o s, en
tra n s fo rm a r “m asas y e n e r g ía s ” e n c u a lid a d e s —o, m ás en
g e n e r a l, en h a c e r s u rg ir u n a o le a d a d e r e p r e s e n ta c io n e s
en cu y o sen o fra n q u e a r b arran co s, ru p tu ra s,
d is c o n tin u id a d e s , s a lta r de un te m a a o tro . A g ru p am o s esas
d e t e r m in a c io n e s d e l f lu jo r e p r e s e n ta tiv o (d e m o d o m ás
g e n e ra l, del flu jo su b je tiv o , c o n c ic n t e o n o c o n c ie n t e ) d e n ­
tro de u n a p o t e n c ia , u n a d u n a m i s d ir ía A r is tó te le s , 35 un

35. Por ej. De Anima. III 9, 424 a 26. Dunamis significa en primer lugar la potencia en
el sentido de la capacidad de hacer. Aristóteles va a redoblar esta significación ccn
la ¡dea de posibilidad, creando la oposición dunamei. como potencia y ergó como
acto, potencial o virtualmente y efectivamente o actualmente.

310
H echo y p o r hacer

p o d e r-h a c e r-s e r a d o sa d o sie m p re a u n a r e s e r v a , u n a p rovi­


sió n , u n p lu s p o sib le . L a in m e d ia ta fa m ilia rid a d c o n ese flu jo
su sp e n d e el a so m b ro a n te su e x is te n c ia m ism a y su e x tra ñ a
c a p a c id a d de c r e a r d is c o n tin u id a d e s y al m ism o tie m p o ig­
n o ra rla s p a sa n d o p o r e n c im a d e ellas.
S e e n tie n d e q u e sea ju sta m e n te en este ú ltim o asp ecto , el
sa lto , lo in esp era d o , lo d is c o n tin u o , p o r d o n d e se a c u ñ e la
p o te n c ia cre a d o ra d e la im a g in a c ió n , q u e p e rm a n e c e in asi­
b le p a r a A r is tó te le s y K a n t ( p e r o ta m b ié n p a r a F ic h t e ,
H e id e g g e r o M e rle a u -P o n ty ). E se m ism o a sp e cto d e saltos,
ru p tu ras y d iscon tin u id ad es es el q u e d u rante siglos los h om ­
b res le en d ilg a ro n a la in te rv e n c ió n de algún esp íritu o d ei­
d ad. Y q u e a las claras sigue sien d o la d isposición d el h o m b re
h o m é ric o , la m ism a q u e le h a ce d e cir a P latón qu e la p o esía
p ro v ien e del “fu ro r d ivin o”.
M uy d istin to es el g ra d o d e d ificu lta d tra tá n d o se d el im a ­
g in a r io so cia l in stitu y e n te . S e a lz a n los h o m b ro s a n te la id e a
d e un c a m p o d e c r e a c ió n h is tó r ic o -s o c ia l. P ero se fin g irá
a c e p ta r —a u n q u e n o se la e n tie n d a o tal vez p o r eso m is in o -
la “e x p lic a c ió n ” física d e la luz c o m o p ro p a g a c ió n d e u na
v ib ra c ió n e le c tr o m a g n é tic a e n el v a c ío , v ib ra c ió n d e n a d a
q u e v ib re , p ro p a g a c ió n d e n in g u n a c o sa en la n o -co sa . L a
id e a d e u n a “f u e n t e ” d e c r e a c ió n en lo s co le c tiv o s h u m a ­
n o s, o m ás b ie n de q u e to d o c o le c tiv o h u m a n o s e ría u na
“f u e n t e ” a s í in m e r s a e n u n c a m p o d e c r e a c ió n q u e lo
e n g lo b a e in clu y e c o n ta c to s e in te r a c c io n e s c o n o tro s ca m ­
p o s p a rtic u la re s p e r o sin s e r r e d u c tib le a e llo s, p a re c e in ­
a c e p ta b le , c u a n d o n o a b su rd a .
E n ese re c h a z o irr e fle x iv o o b r a n s o b re to d o dos fa c to re s :
p o r u n lad o , la lim ita c ió n d e la o n to lo g ía h e re d a d a a esos
tre s tip o s d e se re s q u e so n la co sa , la p e rso n a y la id e a . A
p a r tir de a h í, se está c ie g o a n te la im p o sib ilid a d d e re d u c ir
lo h istó ric o -so c ia l a una c o le c c ió n o co m b in ació n de esos tres
tipos de seres. P or o tro lad o, la id ea de crea ció n . Esta —si b ien
fo rm a parte de la e x p e rien cia d e cada u n o , siem pre y cuan d o
q u iera prestarle a ten ció n a su flu jo de rep re se n ta cio n e s- p are­
ce in cre íb le . ¡M u ch o más cre íb le s son las e x p lic a c io n e s d e la

311
C ornelius C astoriadis

h is to r ia u n iv e rsa l a p a r tir de la e c o n o m ía u tilita r is ta , d el


n a c im ie n t o de La d e m o c r a c ia g r ie g a p o r la g e o g r a fía d el
p a ís, d e la m ú s ic a w a g n eria n a p o r el e sta d o d e la so c ie d a d
b u rg u e s a a lr e d e d o r de 1 8 5 0 ...! C o m o ya tr a té la r g a m e n te
e s to s ab su rd o s e n o tro s te x to s 36 n o voy a o c u p a rm e d e r e fu ­
ta rlo s o tra vez.
L e dedique' u n lib ro y varios tex to s a la c u e stió n del im ag i­
n ario so cial in stitu y em e .37 Para e m p e z a r re c u e rd o lo q u e h a ce
in e lim in a b le la c o n sid e ra c ió n de lo h istó rico -so cia l ta n to p ara
la filo so fía c o m o p a ra el psicoanálisis.
E n la vía filosó fica la discusión p u ed e se r breve. C o m en zaré
p o r un a sp e cto en a p a rien cia e s p e c ífic o , el d el le n g u a je . La
filosofía y el p en sa m ien to e n g en eral n o p u ed en ex istir sin len ­
g u aje, o al m en o s sin fu ertes v íncu los c o n él. P e ro cu a lq u ie r
idea de u na p ro d u cció n p rim ord ial, individual o “c o n tra ctu a l”
del len gu aje e n tra ñ a un absurdo h istórico y lógico. El len g u aje
es la crea ció n esp o n tá n ea de u n colectivo h u m a n o . L o m ism o
vale para todas las in stitu cion es p rim ord iales, sin las cu ales n o
hay vida social y p o r lo tan to tam p oco seres h um an os.
P e ro hay m u ch o m ás q u e el h e c h o de q u e el p e n sa m ie n to
p re su p o n g a le n g u a je y q u e éste se a im p o sib le fu e ra d e la so­
cie d a d . E l p e n s a m ie n to es e s e n c ia lm e n te h is tó r ic o , y cad a
m an ifestació n d el p e n sa m ien to es un m o m e n to d e n tro d e u n
e n c a d e n a m ie n to h is tó r ic o y ta m b ié n , a u n q u e n o ex clu siv a­
m e n te , su e x p re sió n . El p e n sa m ie n to es e m in e n te m e n te so­
cial, y cad a u n a d e sus m a n ifesta cio n es un m o m e n to del m e­
dio so cial; el p e n sa m ie n to p ro ce d e d e él, a ctú a s o b re él y lo
ex p re sa, p e ro n o es re d u ctib le a ese h e c h o .
L o qu e n o s o b lig a a tom ar e n cu e n ta lo h istó rico -so cial es
qu e es la c o n d ic ió n esen cia l de ex isten cia d el p en sa m ien to y la
reflex ió n . Esa c o n d ició n n o es para n ad a “e x te rn a ”, ni p e rte n e ­
ce al in fin ito de las co n d icio n es n ecesarias p ero n o su ficien tes

36. Ver por ejemplo la primera parte de La Institución imaginaria de la sociedad, op. cit.
37. La Institución imaginaria de la sociedad, op. cit. (1975).

312
H e c h o y p o r hacer

q u e su b tie n d e n la e x iste n cia d e la h u m an id ad . F.s u na co n d i­


c ió n “in tr ín s e c a ” q u e c o n c u r r e d e m a n e ra activa a la e x is­
te n c ia d e a q u e llo q u e c o n d ic io n a . Para el p e n s a m ie n to es
d el m ism o o rd e n q u e la e x is te n c ia de la p siq u e sin g u lar. L a
p siq u e n o b asta p a ra q u e haya p e n sa m ie n to y re fle x ió n , p ero
está co m p ro m e tid a en ellos. E n ca m b io , la ley de gravedad,
si b ie n c o n d ic io n a de m il y u n a m a n era s la e x iste n c ia h u m a­
n a , n o lo está. E n o tra s p a la b ra s, eso q u e a c a b o de lla m a r
c o n d ic ió n in trín s e c a p e r te n e c e a lo qu e ta m b ién es e x p r e s a ­
d o p o r lo c o n d ic io n a d o .
D e b e e x ig írs c le a la filo so fía q u e investigue el e n g e n d ra ­
m ie n to de la re fle x ió n en y m ed ia n te lo h istórico-so cial, co n
el m ism o títu lo q u e el en g e n d ra m ie n to del p e n sa m ie n to en
el ser h u m a n o sing ular.
E n ca m b io , el individuo c o n q u ien se e n c u e n tra el p sico a­
nálisis es siem p re u n ind ivid uo socializad o (lo m ism o q u e q u ien
lo p ra c tic a ). N u n c a e n c o n tra m o s ind ivid uos p sico so m á tico s
sing u lares en estad o “p u ro ”, sin o siem p re individuos socializa­
dos. El n ú c le o p síq u ico se m an ifiesta m uy ra ra m e n te , e in clu ­
so p o r vía in d ire c ta . E n s í m ism o , fo rm a el lím ite p e rp e tu a ­
m e n te in a lca n z a b le del tra b a jo p sico a n a lítico . Yo, Su p eryó e
Id eal del Yo so n im p en sa b les, salvo co m o p ro d u cto s (cu a n to
m ás, co m o c o p ro d u cto s) d el p ro ce so d e so cializació n . L os in ­
dividuos so cializad os son fra g m en to s, q u e ca m in a n y h a b la n ,
d e u n a so cie d a d d ad a. Y so n fra g m en to s totales, vale d e c ir
q u e e n c a rn a n , en p a rte d e m a n e ra efectiva y en p a rte p o te n ­
cial, el n ú cle o esen cia l d e las in stitu cio n es y las sig n ificacio n es
d e la so cied ad a cjue p e r te n e c e n . No hay o p o sició n e n tre in ­
dividuo y so cied ad : el ind ivid uo es una c re a c ió n social, a la vez
c o m o tal y e n su fo rm a h istórico-social d ad a en cada caso. L a
v erd ad era p o la rid a d es la p olarid ad so cied ad / p siq u e (esa psi­
q u e / so m a ya m e n c io n a d a ). S o cied a d y p siq u e so n a la vez
irre d u ctib le s e n tre sí y r e a lm e n te in sep arab les. L a so cied ad
c o m o tal n o p u ed e p ro d u c ir alm as, esa id ea n o tie n e sen tid o ;
p e ro una asa m b lea d e alm as tam p o co p ro d u c iría u n a so cie ­
dad, sino u na p esad illa d e je r o n im u s B o sch . E n ca m b io , u n a
asam blea de i n d h id u o s s í p u ed e p ro d u cir una so cied ad (los

313
C o t n e/í us C aí lo ría d i s

p ereg rin o s d el Ma.yfl.ower, por e je m p lo ), p o rq u e esos indivi­


duos ya está n so cia liz a d o s (si n o , n o ex istiría n n i siq u ie ra
b i o ló g ic a m e n te ) .
L a so cializ a ció n n o es una sim p le sum a d e elem en to s ex­
te rn o s a u n n ú c le o p síq u ic o q u e p e r m a n e c e ría in a lte r a d o ;
sus efecto s están in e x tric a b le m e n te tejid os a la psique tal co m o
e lla existe en la realid ad efecdva. P or eso n o se e n tie n d e la
d e lib era d a ig n o ra n c ia de los psicoanalistas actu ales a ce rca de
la d im en sió n so cia l de la e x isten cia h u m an a.

L a cu estió n de la so cied ad e in d iso cia b lem cn te de la h isto ­


ria es e v id e n te m e n te in m en sa , y n o voy a in te n ta r re su m ir
a q u í cosas q u e ya exp u se la rg a m en te en otros lados.38 M e li­
m ita ré a alg u n os p u n to s más o m en o s d ire c ta m e n te re la c io ­
n a d o s c o n el te m a e n d is c u s ió n , la im a g in a c ió n s o c ia l
in stitu yem e, o a alg u n os de los vinculad os c o n las ex ig en cias a
qu e está so m e tid a la in stitu ció n im a g in a ria de la so cied ad y
q u e todavía n o tuve o p o rtu n id ad de d esarrollar.

(1) L a s o c ie d a d es c r e a c ió n , y c r e a c ió n d e s í m ism a :
a u to cre a ció n . Es su rg im ien to d e u na nueva fo rm a o n to ló g ica
—un nuevo ciclos—y de un nuevo nivel y m o d o de ser. Es u na
casi-totalidad q u e se m a n tien e u n id a p o r las in stitu cio n es (le n ­
g u aje, n o rm a s, fam ilia, h erra m ie n ta s, m od os de p ro d u cció n ,
e tc.) y p o r las sig n ifica cio n e s que las m ism as en c a rn a n (to tem s,
tabúes, d ioses, D ios, p o lis, m e rc a n c ía , riq u ez a , p a tria , e t c .) .
A m bas —in stitu c io n e s y sig n ific a c io n e s— re p re se n ta n c r e a c io ­
n es o n to ló g ic a s. E n n in g u n a o tra p a rte e n c o n tra m o s in stitu ­
c io n e s co m o m o d o de re la c ió n q u e m a n tie n e u n id o s a los

38. Ibid. (1964/65-1975); “ El imaginario: la creación en el terreno histórico-social"


(1981), “Institución de la sociedad y religión" (1982), reformulado en Dominios del
hombre, op. c i t "Individuo, sociedad, racionalidad, historia" (1988), “Poder, política,
autonomía" (1988), reformulado en El Mundo fragmentado, op. cit.,', “Antropología,
filosofía, política" (1988), “Freud, la sociedad, la historia” (1996), en Las Encrucija­
das de! laberinto, IV; E l A vanee de la insignificancia, París, Le Seuil, 1993, traducción
al español realizada por Eudeba, Buenos Aires, Argentina, en 1996.

314
J-Jccho y p o r ha cer

c o m p o n e n te s ele u n a totalid ad . Y ta m p o co p o d em o s “e x p li­


c a r ” —p ro d u c ir e n fo rm a causal o red u cir en fo rm a r a c io n a l-
ni la fo rm a in stitu ció n c o m o tal, ni el h e c h o d e la in stitu ción ,
ni las in stitu c io n e s p rim arias esp ecificas d e cad a so cied ad . Y
en n in g u n a o tra p arte ta m p o co e n co n tra m o s sig n ificació n , es
d e c ir el m o d o d e ser de u na id ealid ad efectiv a y “actu an te",
d e un im p e rc ib ib le in m a n e n te ; co m o ta m p o co p od em os “ex ­
p lic a r ” el s u rg im ie n to d e s ig n ific a c io n e s p rim a rias (el D ios
h e b re o , la p o lis griega, e tc .).
H a b lo d e a u to c re a c ió n , n o d e au to -o rg an izació n . E n el caso
de la so cied a d n o estam os a n te un en sam b lad o de elem en to s
p re x iste n te s cuya co m b in a c ió n h u b iera p o d id o p ro d u cir cu a­
lid ad es nuevas o a d icio n a les d el tod o; los casi (o seu d o ) “ele­
m e n to s” d e u n a so cied ad son crea d o s p o r la so cied ad m ism a.
P ara q u e ex istie ra A tenas fu e n ecesa rio q u e h u b ie ra aten ien ses
y n o “h u m a n o s” en g en era l. P ero los a ten ien se s fu e ro n crea­
d o s e n y p o r A t e n a s . P o r e s o la s o c i e d a d es s ie m p r e
a u to in stitu c ió n —a u n q u e en la casi totalid ad d e la h isto ria hu­
m a n a esa a u to in stitu ció n haya q u ed ad o o c u lta tras la p ro p ia
in stitu ció n d e la socied ad .
L a so cied ad co m o tal es a u to cre a c ió n ; y cada so cied ad en
p a rticu la r es u n a cre a c ió n esp ecífica , el su rg im ien to de otro
e id o s en el se n o del e id o s g e n é ric o socied ad . (I)

( I I ) L a so c ie d a d es s ie m p re h is tó r ic a en el s e n tid o am ­
p lio y p ro p io d e l té r m in o : a trav iesa s ie m p re un p ro c e s o de
a u to a lt e r a c ió n , es un p r o c e s o d e a u to a lte r a c ió n . E se p ro ­
c e s o p u e d e se r, y casi sie m p re fu e , lo s u fic ie n te m e n te le n ­
to c o m o p a ra p a sa r in a d v e rtid o . S ó lo q u e d u ra n te los ú lti­
m o s 4 0 0 a ñ o s , e n n u e stra p e q u e ñ a a ld e a h istó ric a -so cia l fu e
m á s b ie n r á p id o y v io le n to . L a c u e s tió n d e la id e n tid a d
d ia c r ó n ic a d e u n a s o c ie d a d , la c u e s tió n d e s a b e r c u á n d o
u n a s o cie d a d d e ja d e se r “la m ism a " y se tra n s fo rm a en “o tr a ”
es u n a p re g u n ta h is tó r ic a c o n c r e t a q u e la ló g ic a h a b itu a l
n o p u e d e r e s p o n d e r (la R o m a d e la p r im e ra R e p ú b lica , la
R o m a d e M a rio y S ila , la R o m a d e lo s A n to n in o s y o tro s,
¿so n “la m is m a R o m a ”? ).

315
C o rn e liu s C asto rin d is

(11T) P u e s to q u e n o s o n p r o d u c ib le s c a n sal m e n t e ni
d ed u cib les ra c io n a lm e n te , las in stitu cio n es y la s sig n ific a c io ­
nes im agin arias so cia le s ele cada so cied a d son c re a c io n e s li­
bres e inm otivadas d el colectiv o a n ó n im o . S o n c re a c io n e s e x
n ih ilo , no in riih ilo ni ctirn n ih ilo . E so q u ie re d e cir qu e son
creacio n es bajo co a c ció n . A c o n tin u a c ió n m e n c io n a ré alg u ­
n a s d e las m á s i m p o r t a n t e s d e ta le s c o a c c i o n e s o
c o n d ic io n a m ie n to s.

a) E x isten c o n d ic io n a m ie n to s “e x te m o s ”, so b re todo los qu


im p o n e el p rim er estra to n a tu ra l (e n g e n e ra l, el estrato de lo
viviente y de lo qu e le es a c c e s ib le ), in clu id a la c o n stitu ció n
b io ló g ica del ser h u m a n o . Esas c o a c c io n e s son e n e s e n c ia tri­
viales (lo cual n o sig n ifica q u e n o ten g an im p o rta n c ia ). P o r
eje m p lo , en cad a caso la so cied a d está co n d ic io n a d a , p e ro n o
“cau sad a” p o r su h á b ita t n atu ral. E n ta n to el p rim e r e stra to
n atu ral co n te n g a e n g ra d o decisivo u n a d im en sió n co n ju n tista -
id en titaria —dos p ied ra s m ás dos p ied ras so n cu a tro p ied ras,
un to ro y u n a vaca van a te n e r te rn e ro s y te rn e ra s p ero n u n c a
p ollos, etc.— la in stitu ció n social d e b e rá re c re a r esa d im en sió n
en su “re p re se n ta c ió n ” d el m u n d o y de sí m ism a, es d e c ir en
su m u n d o p ro p io , e n su E ig en w elt. E n otras p alabras, la in sti­
tu ció n social está o b lig a d a a re c o n stitu ir y re c re a r siem p re u n a
ló g ica lo su fic ie n te m e n te a c o rd e a esa ló g ica en sfd ica —co sa
q u e le p erm ite sobrevivir c o m o so cied a d —, b a jo la ég id a d e las
sig n ificacio n e s so cia les im ag in arias in stitu id as e n cad a o p o rtu ­
nidad, y qu e a su vez le p e rm ite n c re a r un m u n d o d o ta d o de
un se n tid o , d istin to ca d a vez. E sa ló g ica c n síd ic a “so cia l", al
igu al q u e las s ig n ific a c io n e s im a g in a ria s in stitu id as e n ca d a
op o rtu n id ad , le son im p u e s ta s a la p siq u e d u ra n te el la rg o y
p e n o so p ro ce so d e fa b r ic a c ió n d el ind ivid uo so cia l.39 L a d i­
m en sión en sfd ica está a su vez p re se n te ta m b ién en el le n g u a ­
je ; e lla co rre sp o n d e al le n g u a je e n ta n to c ó d ig o , es d e cir c o m o

39. Ver La Institución imaginaria de la sociedad, op. cit., capítulo VI.

316
H e c h o y p o r hacer

in stru m e n to quasi unívoco d el h a cer, el c o n ta r y el razo n ar


e lem en ta les. E l aspecto có d ig o del le n g u a je (las cosas p o r su
n o m b re ) se o p o n e , p ero ta m b ién está in e x tric a b le m e n te u n i­
d o, a su a sp e cto p o iético , p o rta d o r de las sig n ifica cio n es im a­
g in arias p ro p ia m e n te d ich a s (D io s es u n a p e rso n a q u e son
t r e s , e t c .) . A esa s c o a c c io n e s “e x t e r n a s ” c o r r e s p o n d e la
fu n c io n a lid a d d e las in stitu cio n es, en p a rticu la r las referid as a
la p ro d u cció n d e la vida m a teria l y la re p ro d u c c ió n sexu al.
b ) E x isten c o n d ic io n a m ie n to s “in te rn o s” p ro v en ien te s de
la “m ateria p rim a ” a p artir d e la cu al la so cied ad se c re a a sí
m ism a, es d e c ir la p siq u e. L a p siq u e d e b e ser so cializad a, y
p ara ello d e b e a b a n d o n a r m ás o m en o s su m u n d o p ro p io , sus
o b je to s d e investid u ra, eso q u e p a ra e lla tie n e sen tid o , e in ­
vestir o b je to s, o rie n ta c io n e s, a ccio n es, ro les, etc., so cia lm e n tc
cread o s y valorad os. D ebe a b a n d o n a r su ü em p o p ro p io c in ­
sertarse en un tiem p o y u n m u n d o p ú b lico s (tan to “n a tu ra l”
c o m o “h u m a n o ”). Al c o n sid e ra r la in c re íb le variedad de so­
cied ad es co n o cid a s (sin d u d a a p en a s u n a ín fim a p a rte de las
so cied ad es q u e p od rían y p o d rá n e x istir), nos vem os casi lle­
vados a p en sa r q u e la so cied a d p u ed e h a c e r lo qu e q u iera co n
la psique: h a c e rla p olíg am a, p o liá n d rica , m o n ó g am a, fetich ista,
p ag an a, m o n o te ísta , p acifista, b e lico sa , etc. Si m iram o s m ás
d e ce rca , v erem o s qu e eso es c ie r to siem p re y cu an d o se cu m ­
p la u n a c o n d ic ió n : qu e la in stitu ció n provea de s e n tid o a la
p siq u e —d e s e n a d o para su vida y d e se n tid o para su m u e rte .
E sto se cu m p le p o r m ed io d e sig n ifica cio n e s sociales im ag in a­
rias, casi siem p re relig iosas, q u e te je n al u n íso n o el sen tid o de
la vida y la m u e rte del in d ivid uo, e l sen tid o de la ex iste n cia y
las m an eras de h a c e r de la so cied a d co n sid erad a, y el se n tid o
d el m u n d o c o m o totalidad .
c) Hay c o n d ic io n a m ie n to s “h istó rico s”. N o p o d em o s so n ­
d e a r el o rig e n d e las s o c ie d a d e s , p e ro n in g u n a d e las q u e
p od am os h a b la r surge in vacuo. S ie m p re ex isten , a u n q u e sea
e n fo rm a de sald os y retazos, u n pasad o y u n a trad ició n . P ero
e n sus m od alid ad es y c o n te n id o s , la re la ció n con ese p asado
fo rm a a su vez p arte d e la in stitu ció n d e la socied ad . P o r eso
las so cied ad es a rcaicas o tra d icio n a les tratan d e re p ro d u cir y

317
C o ít i el i u iC a sto ñ sd is

re p e tir el p asad o d e m a n era casi liiera l. En o tro s casos, La “a co ­


g id a ” d e l p asad o y la tra d ic ió n e n p a rte es al m en o s m uy
c o n c ie n te , p e ro d e h e c h o esa “a co g id a ” es re c re a ció n (la j e r ­
ga d e m o d a h oy en d ía h a b la ría d e “r e in te r p r e ta c ió n ”). La
traged ia a te n ie n se “re c ib e ” la m itolog ía griega y la recrea. La
h istoria del cristian ism o n o es o tra cosa que la h istoria d e las
co n tin u as “re in te rp re ta c io n e s” de los m ism os tex to s sagrados,
co n resu ltad os v io len ta m e n te d istintos en cad a caso. E n O cc i­
d e n t e , lo s c lá s ic o s g r ie g o s so n o b je t o d e u n a in c e s a n t e
“re in te r p re ta c ió n ” d esd e al m en o s el siglo X I II . Es ev id en te
qu e esa re c re a c ió n se h ace siem p re en base a las sig n ificacio ­
n es im aginarias del p r e s e n te - p e r o tam bién es evidente qu e
lo q u e se “re in te rp re ta ” es m aterial d ad o y n o in d eterm in ad o .
Sin em b arg o es instructivo co m p a ra r lo q u e h ic ie ro n de una
m ism a h e re n c ia g rieg a los b izan tin os, los árab es y los eu ro p e o s
o c c id e n ta le s. L os b iz a n tin o s se c o n fo rm a ro n c o n co n serv ar
m an u scrito s a g reg án d o les escolias p o r a q u í y p o r allá. L os ára­
b es u saron só lo los textos c ie n tífico s y filo só fico s, p ero ig n o ra­
ro n el resto , es d e c ir tam o los escritos p o lítico s co m o la p o e ­
sía. (V er el b ello rela to de B o rg es so b re A v crrocs y la P oética
d e A ristó te le s). L os e u ro p e o s o c c id e n ta le s lu ch a ro n co n los
resto s de esa h e re n c ia d esd e h a ce ya o c h o siglos y n o p a re ce
q u e hayan lleg ad o al final d e su co m b a te .
d) P o r ú ltim o e stá n lo s m ás in te r e s a n te s d e to d o s: lo
c o n d icio n a m ie n to s “in trín s e c o s”, d e los q u e m e n c io n a ré dos:
1. Las in stitu cio n es y las sig n ifica cio n e s im ag in arias so ciales
d e b e n ser c o h e r e n te s . L a c o h e r e n c ia d e b e estim arse d esd e
un p u n to d e vista in m a n e n te , e s d e c ir c o n re la c ió n a los ca­
ra cte re s y “te n d e n c ia s” p rin cip a le s d e la so cied a d co n sid era ­
da, te n ie n d o en c u e n ta el c o m p o rta m ie n to co n fo rm e de los
individuos socializad os, etc. L a c o n stru cció n d e pirám ides ju n t o
a la m u e rte p o r in a n ic ió n d e ca m p esin o s e s c o h e re n te cu a n ­
d o se la re la c io n a c o n el c o n ju n to d e la o rg a n iz a ció n so cial y
de las sig n ifica cio n e s so ciales im ag in arias d el an tig u o E g ip to
fa ra ó n ico o la m eso a m é rica maya.
L a c o h e r e n c ia n o e x c lu y e e n a b so lu to las d iv ision es, las
o p o sic io n e s y las lu ch a s in te rn a s. L as so cie d a d e s esclavistas o

318
H ech o y p o r h a c e r

feu d a les so n p e r fe c ta m e n te c o h e re n te s. Las cosas cam b ian co n


las so cied ad es cap italistas, so b re to d o las d e la m ad u rez, en
cuyo caso hay u n a in n o v a ció n h istó rica q u e da lu g ar a otra
d iscu sión . P o r lo g e n e ra l, la c o h e re n c ia n o p elig ra p o r q u e
haya “c o n tra d ic c io n e s” e n tre la d im en sió n estricta m e n te im a­
g in aria y la d im e n s ió n co n ju n tista -id en tita ria de la in stitu ció n ,
ya q u e p o r reg la g en era l la p rim era tien e p rio rid ad resp ecto
a la seg u n d a . P o r eso es q u e e n las so cied a d es cristian as la
a ritm é tica y el c o m e rc io n o fu e ro n e n to rp e cid o s p o r la ecu a­
ció n fu n d a m en ta l, y m u ch o m ás im p o rta n te qu e la aritm éti­
ca, 1 = 3 im p lícita e n el d og m a de la S an tísim a T rin id ad .
A esto c o rre sp o n d e tam b ién la re c íp ro c a im p lica ció n im a­
g in a ria d e las “p a rtes" de la in stitu ció n y d e las sig n ificacio n es
im ag in arias so cia les. Se trata n o só lo de sus re cíp ro ca s d ep e n ­
d en cias seud o- “fu n c io n a le s”, sino so b re to d o de la u nid ad y
el p a re n te s c o su stan tivo y e n ig m á tic o e n tre a rte fa cto s, re g í­
m en es p o lítico s, o b ra s d e arte y tipos h u m a n o s p e r te n e c ie n ­
tes a u na m ism a so cied a d y a u n m ism o p e río d o h istó rico . In ­
útil es re c o rd a r q u e cu a lq u ier id ea de e x p lic a c ió n “cau sal” o
“ló g ica ” ele tal u n id ad c a re c e de tod o se n tid o .
2. P o r o tra p a rte , las in stitu cio n es y las sig n ificacio n e s im a­
gin arias so ciales d e b e n ser co m p le ta s. T a l es, d e m a n e ra ciara
y ab solu ta, el ca so d e las so cied ad es h eteró n o rn a s, d eterm in a ­
das p o r la cla u su ra d e la sig n ifica ció n . El té rm in o “clau su ra”
d e b e to m arse e n su se n tid o e stric to , m a te m á tico . Los m a te­
m ático s d ic e n q u e u n cu e rp o a lg eb ra ico está cla u su ra d o cu a n ­
d o e n c u a lq u ie r e c u a c ió n e scrita c o n e le m e n to s del cu e rp o
las so lu cio n es ta m b ién so n e le m e n to s d e d ic h o cu e rp o . C ual­
q u ie r in te r r o g a n te q u e te n g a se n tid o d e n tr o d e u n ca m p o
clau su rad o , e n su resp u esta re c o n d u c e a esc m ism o cam p o .
E n u na so cie d a d clau su rad a, cu a lq u ier “p re g u n ta ” q u e p u e­
d a fo rm u la rs e e n el le n g u a je d e la s o c ie d a d ta m b ié n d e b e
h a lla r resp u esta e n el in te rio r del m ag m a d e sig n ifica cio n e s
so ciales im a g in a ria s de esa m ism a so cied ad . E sto e n tra ñ a ni
m ás ni m en o s q u e la im p osib ilid ad de c u e stio n a r la va lid ez d e
las in stitu cio n es y sig n ifica cio n e s sociales. L a ex clu sió n d e ese
tipo de p re g u n ta s q u e d a asegu rad a p o r el e sta b le cim ie n to de

319
C ornelius (2ascoríaciis

una fu e n te tr?isr.rnclenu~, extra-social d e las in stitu cio n es y las


sig n ificacio n es, o sea d e u n a relig ió n .

(IV ) A lg u n o s c o m e n ta r io s a d ic io n a le s s o b re el t é r m i n o
s i g n i f i c a c i o n e s im a g i n a r ia s s o c i a l e s a y u d a r á n a e v i t a r
m a le n te n d id o s. E le g í el té rm in o “s ig n ific a c io n e s ” p o r c o n ­
sid e ra rlo el m e n o s in a d e c u a d o p a ra a q u e llo a lo q u e a p u n ­
to. P e r o d e n in g ú n m o d o d e b e to m á rs e lo e n u n s e n t i d o
“m e n ta lis ta ”. L as s ig n ific a c io n e s im a g in a ria s s o c ia le s c re a n ,
un m u n d o p r o p io p a ra la so c ie d a d c o n s id e r a d a , e n r e a l i ­
dad e lla s s o n e se m u n d o ; y e lla s fo r m a n la p s iq u e d e lo s
in d iv id u os. C re a n u n a “r e p r e s e n t a c ió n ” d el m u n d o , i n c l u i ­
d a la so cied a d m ism a y el lu g a r q u e ésta o c u p a e n e se m u n ­
d o ; p e r o esto n o es e n a b s o lu to u n c o n s c r u c tu m i n t e l e c ­
tu al. E sto va a la p a r c o n la c r e a c ió n d e u n e m p u je o t e n ­
d e n c ia de esa so c ie d a d (u n a in t e n c ió n g lo b a l, p o r a si d e ­
c ir ) y d e un h u m o r o S t i i n m u n g e s p e c íf ic o —u n a f e c t o o
u n a n e b u lo sa d e a fe c to s q u e im p r e g n a n la to ta lid a d d e la
v id a so cia l. P o r e je m p lo , la fe c ris tia n a es u n a c r e a c ió n h is ­
tó r ic a p u ra y e s p e c íf ic a q u e c o m p o r ta “m e ta s ” p e r s o n a le s
(s e r a m a d o , se r salvad o p o r D io s, e tc .) y s o b re to d o e x t r a ­
ñ o s y p a rtic u la re s a fe c to s , to ta lm e n te in c o m p r e n s ib le s (y
a b e rra n te s , m ó r ia , d ic e P a b lo c o n tod as las le tra s ) p a ra c u a l ­
q u ie r g rie g o o r o m a n o c lá s ic o (y ta m b ié n p a r a c u a l q u i e r
c h in o o ja p o n é s ). E sto es c o m p r e n s ib le si r e c o r d a m o s q u e
la so cie d a d es u n s e r p a ra sí.

S u b lim a c ió n , p e n s a m ie n to , r e fle x ió n

L a su b lim a c ió n —n o c ió n m uy p o c o e la b o r a d a p o r F r e u d ,
q u e d ecía; “h a b ría q u e volver s o b re e lla ”— es el p r o c e s o m e ­
d ian te el cual la p siq u e es llevada a íc m p la z a i sus o b je to s p i o -
pios o privados sin in v estid u ra, in clu id a su p ro p ia im a g e n p a r a
ella m ism a, p o r o b je to s q u e ex isten y valen en y p o r su in s t itu ­
ció n social, y a h a c e r de ello s “causas”, “m e d io s” o “s o p o r t e s ”
d e p la ce r p ara la p siq u e m ism a.

320
H e c h o y p o r hacer

E n co n tra m o s a q u í esa conversión masiva que caracteriza al


su rgim ien to d e la h u m an id ad , es d e c ir la sustitución del p lacer
d e ó rg a n o p o r e l p la c e r do rep re se n ta c ió n y la a p a rició n —a
través de las obras del im aginario so cia l- de la in stitu ción , y por
lo tan to la c re a c ió n de o b jeto s, p ro p ia m en te h abland o, invisi­
bles (en tan to so ciales los o b je to s so n invisibles; vem os u n to­
m ate o u n a u to , p e ro n u n c a v em o s la m e rc a n c ía to m a te o
au to ; la m e rc a n c ía es u n a sig n ifica ció n im a g in a ria s o cia l), o
m e jo r d ich o im p e r c e p tib le s. Y e n co n tra m o s un h e c h o p rim o r­
dial: la im a g in a ció n sin g u lar, d esligada de la pu lsión , d ev ien e
capaz de o fre c e rle a la psique o b jeto s p ú b lico s co m o o b jeto s
d e in vestid u ra.
D ijim os q u e F reu d usa la p a la b ra p e n sa m ien to para desig­
n a r tanto a los gru p os d e rep resen ta cio n es (e in clu so a la re­
p re sen ta ció n m ism a) c o m o a sus p rocesos de en la ce: p o r eso
h a b la d e “p e n s a m ie n to s d el s u e ñ o ”. P o r m i p a rte p re fie ro
h ab lar de re p re se n ta c io n e s y d e en la ce d e las re p re se n ta cio ­
nes, ya sean éstas casi o b lig a to ria s o casi aleato rias. Es p re fe ri­
ble, d e a cu e rd o c o n el uso, reservar el térm in o p en sa m ien to a
actividades m ás o m en o s co n ciern e s.
E stá cla ro q u e e n su s e n tid o d e sim p le fu n c io n a m ie n to
c o n c ie n te —e n cuyo caso p ara F reu d se trata de u na fu n ció n
y oica—, el p en sa m ien to se e fe c tú a p rim ero en u n a d o b le clau­
sura. C om o tod os los fu n c io n a m ie n to s del Yo en sen tid o psi-
co a n a lítico , tam b ién éste está su b o rd in ad o a los “in tereses del
Y o”, so m etid o a las tra ccio n es opuestas d el p rin cip io d e pla­
c e r y el p rin c ip io de realid ad . R esu m ien d o, ese p en sam ien to
está al servicio d e las p u lsion es b ajo c o a cció n (n o siem p re res­
p etad a) de c o n sid era r la realid ad . Esto ya a co ta se ria m en te srr
c írcu lo de a c c ió n . P ero p ara el individuo socializad o esa rea li­
dad es e se n c ia lm e n te la realid ad social (a p re n d e r que el fu e­
go q u e m a n o es g ran co sa ). L a co n sid era ció n de la realid ad
so cia l tra d u ce u n a n e c e sid a d d e la e x is te n c ia del s í m ism o
(soi) co m o tal e n ese m ed io ese n cia lm e n te n o -b io ló g ico qu e
es la so cied a d . P e ro se ría u n a su p erficia lid a d e n te n d e r p o r
esto ú n ica m e n te las “p ro h ib ic io n e s” y las ó rd e n e s positivas que
el individuo a p re n d e a resp e ta r al socializarse. Se trata d e las

321
C o rn e liu s C astoriadis

c o n d icio n e s esen cia les d el p en sam ien co del individuo, cuyos


m arcos, categ o ría s y c o n te n id o le son im p u esto s e n sus g ran ­
des lin ea s p o r su fa b ric a c ió n social. Este se d esa rro lla b ajo el
sig n o d e la re p e tic ió n , re p e tic ió n qu e en g e n e ra l se p u ed e
c a lifica r d e "p a to ló g ic a ”: p ara co n v e n ce rn o s n o ten em o s m ás
qu e p en sar e n las so cied ad es a rcaicas o sim p lem e n te trad icio -
nalistas (y en la n u estra ta m b ié n ). E sta re p e tic ió n “so cial” se
d etalla y se e sp ecifica co m o re p e tic ió n “ind ivid ual” (sin sign i­
fica ció n p sico an alftica, p o r a sí d e c ir ).
A q u í c o n d e n e e x p lic ita r en fo rm a s u p le m e n ta ria el tér­
m in o clau su ra . B á s ic a m e n te , c la u su ra q u ie re d e c ir q u e n o
se p u e d e c u e s tio n a r lo q u e ya h a sid o p e n sa d o . A h o ra b ie n ,
a p a rtir d el m o m e n to en q u e e n to d a so cied a d h u m a n a hay
le n g u a je , e x iste la p o sib ilid a d d e p re g u n ta r. P e ro lo q u e ca­
ra cte riz a a la in m e n sa m ay oría d e las so cie d a d e s es q u e esas
p re g u n ta s q u e d a n sie m p re lim itad as y n o p u e d e n su p e ra r,
a lc a n z a r o a c o ta r eso q u e p a ra la so cie d a d o la trib u so n , p or
u sar u n a m e tá fo ra , los a x io m a s d e la in stitu c ió n so cia l, sus
reg la s d e in fe r e n c ia y sus c rite rio s d ed u ctivo s. Es in c o n c e b i­
b le q u e e n c u a lq u ie r le n g u a je q u e sea re s u lte im p o sib le p re ­
g u n ta r: “¿F u e F u la n o o fu e M e n g a n o el q u e h izo e sto ?”, “¿H a­
b ía un le ó n ay er a la e n tra rla de la a ld e a ? ”. El o tro co n te sta rá
q u e s í o q u e n o , y p o d rá m e n tir o eq u iv o ca rse. P e ro to d o eso
está cla u su ra d o . N a d ie p u e d e p re g u n ta r si es c ie r to o n o q u e
la tie rra está a rrib a d e u n a e n o rm e to rtu g a . E so tie n e q u e
se g u ir sie n d o in c u e s tio n a b le . E n u n a so cie d a d a rc a ic a n ad ie
p u e d e c u e s tio n a r los m a n d a m ie n to s a n c e stra le s. E n u n a so­
c ie d a d c ris tia n a n a d ie p u e d e c r itic a r los c o n te n id o s o e l o ri­
g e n rev elad o d e las E scritu ra s y lo m ism o o c u rre e n u n a so­
c ied a d islám ica c o n re s p e c to al c a r á c te r sa g ra d o del C o rá n .
S e trata d e a x io m a s d efin itiv o s q u e n o so n ni cu e stio n a d o s ni
c u e s tio n a b le s .
N osotros n o so m o s m ás in te lig e n te s q u e n u estro s an tep asa­
dos, y m u ch o m e n o s q u e lo s h o m b re s prim itivos. In clu so so­
m os m u ch o m en o s in telig en tes q u e ellos, ya q u e n o sé de n in ­
g ú n c ie n tífic o a c tu a l capaz p o r e je m p lo d e in v en tar el tejid o
o d e ca lcu la r la d u ra ció n d el añ o si n o la c o n o c ie ra . P ero esa

i2 2
H e c h o y p o r h a cer

inteligencia., e se p e n sa m ien to , se m ueve d e n tro d e la clau su ­


ra in stitu id a; y —ya q u e si n o n o h a b ría h a b id o h isto ria —, co n
e x tre m a le n titu d a lo larg o d e m ilen io s, alg o d e la creativ i­
d ad, ta n to d e la p siq u e co m o de la colectivid ad , se filtra e n
fo rm a d e c a m b io al ritm o d e tra b a jo d el g u ijarro , d esp ués de
rev o lu ció n n e o lític a , y asi su cesivam en te...
E n te n d id o d e esta m a n e ra , el p en sa m ien to es estricta m e n ­
te fu n c io n a l a dos niveles: el nivel de la sa tisfa cció n , m al o
b ie n , de las p u lsio n es d el ind ivid uo; lo cual e n esen cia sign ifi­
ca en té rm in o s fre u d ia n o s el nivel del e q u ilib rio alcan zad o
e n tre la realid a d , siem p re social, co m o d ice F reu d en T ó te m
y T a b ú (1 9 1 2 ) y las p u lsion es del individuo. Y, p o r o tra p arte,
el eq u ilib rio o m e jo r aú n la co n v erg en cia e n tre la m u ltitu d
in d efin id a d e a c c io n e s y m etas de las p erson as y el fu n cio n a ­
m ie n to g lo b a l d el e d iñ e io so cial. Este e q u ilib rio se lo g ró de
m il y u n a m a n era s a través d e la m on og am ia, la poligam ia, la
fam ilia p a tria rc a l, e l sistem a p atrílin eal o m a trilin ea l, co n Yavé,
los dioses eg ip cio s, los d ioses griegos, los sacrificio s h u m an o s
aztecas, la a d o ra c ió n d e Je su c ris to y la lo c a c a rre ra en pos de
la g a n an cia. C o n re la c ió n a este eq u ilib rio siem p re es posible
la tran sg resió n , p e ro u n a tran sg resión en esen cia siem p re c o ­
d ificada. E stá la tra n sg resió n ex p lícita d e las n orm as so ciales,
prevista y sa n c io n a d a (c u a n d o la im p o sición de sa n cio n e s se
d eb ilita o se vuelve a le a to ria las n orm as d eja n de ser n orm as
en sen tid o s o c io ló g ic o ). E x iste la en fe rm e d a d , y n o d eja de
ser in te re sa n te c o m p ro b a r q u e casi en todas p artes se la consir
d era sig n o de alg u n a o tra cosa, co d ifica d a y tratad a co m o co ­
rresp o n d e (p o r ch a m a n e s, h e c h ic e ro s y d em á s). P o r supues­
to está el su e ñ o , ta m b ién so m etid o a in te rp re ta c ió n co d ifica­
da. Y m ás o m e n o s eso es tod o.
T en em o s q u e abrir un paréntesis acerca de la “pulsión de sa­
b er”, o “pulsión epistem ofílica” (W issaicb) de Freud. C om o ya la
traté más d eten id am en te en este mismo libro'10 voy a lim itarm e a 40

40. Ver “Pasión y conocimiento" aquí mismo, p. 147 y sig.

323
C o rn eliu s Czstorjatlis

lo q u e está en re la c ió n d ire c ta co n la p re sen te d iscusión. Lista


“p u lsió n " e x tra ñ a m e n te n o m b ra d a (a l m en o s a la luz d e la
p o ste rio r d e te rm in a c ió n fre u d ia n a de la p u lsión c o m o “'fro n ­
tera en tre lo so m á tico y lo p síq u ico ”) es e n verdad la fo rm a
qu e a d q u ie re la bú sq u ed a d e se n tid o p or p a rte del ser h u m a­
n o sin g u la r a p a r tir d e la ru p tu ra d e su esta d o o rig in a r io
“au tfsd eo ” o “m o n á d ic o ”. N o nos vam os a o cu p a r a q u í d e los
“o b je to s” q u e privilegia (“de d ó n d e v ien en los n iñ o s” = cu ál es
m i o rig e n , q u ién soy), ni de las c o n stru cc io n e s im ag in arias
(fantaseadas) a través d e las qu e se satisface al p rin cip io (tco -
rfas sexu ales in fa n tile s), l.o im p o rta n te es q u e esa W isstricb se
satura casi siem p re p o r ab so rció n de la teo ría sexu al social y
d e la t e o r ía c ó s m ic a s o c ia l. (N o n o s c o n c i e r n e a q u í la
re m a n e n c ia en el in c o n c ie n te de las fantasías ligadas a las teo ­
rías sexu ales in fa n tile s). En g en era l la búsqu ed a de sentid o se
ve co lm ad a por el sen ü d o que la sociedad o fre ce e im p o n e —las
sign ificacio n es im aginarias sociales— Esa satu ración co rre p are­
j a co n el cese de la in terro g a ció n : p ara toda p re g u n ta hay res­
puestas ca n ó n ica s o “fu n c io n a rio s” so ciales (m agos, sa cerd o ­
tes, m a n d a rin e s, te ó ric o s, se cre ta rio s g e n e ra le s, c ie n tífic o s )
q u e las p o s e e n . E n s í m is m a y p o r s í s o la la p e r s p e c tiv a
p sico an alftica es to ta lm e n te in cap az d e d ar cu e n ta del h e c h o
de q u e hay u n a W isstricb qu e se d etien e y u n a W isstricb q u e
n o se d e tie n e —o d e la d iferen cia e n tre la su b lim a ció n d e los
escitas y la su b lim a ció n de los griegos. E d ip o y su bú sq u ed a n o
se dan en todas las culturas.
P en sa m ie n to n o q u ie re d e cir re fle x ió n . L a re fle x ió n ap a­
re ce cu a n d o el p en sa m ie n to se vuelve so b re s í m ism o y se in ­
te rro g a , n o só lo a c e r c a d e sus c o n te n id o s p a rtic u la re s sin o
a ce rca d e sus p resu p u esto s y fu n d a m en to s. C laro q u e de a c u e r­
do co n todo lo q u e a ca b a m o s de d e cir, esos p resu p u esto s y
esos fu n d am en to s n o le p e rte n e c e n , sin o q u e le son b rin d a ­
dos p o r la in sd tu ció n social: en tre otras cosas p o r el le n g u a je ,
p o r e je m p lo . L a v e r d a d e r a r e f l e x i ó n e s ip s o fa c to
c u e stio n a m ie n to d e la in stitu ció n so cia l d ad a, c rític a de las
re p re se n ta c io n e s so c ia lm e n te institu id as, eso q u e B a c o n lla ­
m aba los id o ia tr ib u , e x p re sió n a la q u e c a b e a tr ib u ir le -u n

324
H e c h o y p o r hacer t , &V5l‘ o 1
V*s?v
.
se n tid o m u c h o m ás am p lio q u e el que su a u to r le otorgat»JL^
E se c u e stio n a m ie m o d e las rep resen ta cio n es tribales es lo qu e
p o r e je m p lo a p a re ce cu a n d o T a les y o tros em piezan a d ecir:
los griegos cu e n ta n lindas historias, p ero que lo q u e v e rd a d e ­
r a m e n te es o c u a n d o H c r á c lit o a c u s a a lo s p o e ta s
(m itó lo g o s) d e n o sa b er lo q u e d icen. Es lo qu e F reu d ex p re­
sa al a rrib a r a Estados U n id os co n su fam oso: “n o sab en q u e les
traem os la p e s te ”. L a p este p sicoan alítica es el cu e stio n a m ie m o
de todas las re p re se n ta c io n e s instituidas a c e rc a de la m aravi­
llosa in o c e n c ia in fa n til, la vida sexual del h o m b re , su altruis­
m o y b o n d a d , su b ien d efin id a y pu ra p e r te n e n c ia a u n o u
o tro se x o , e tc . Las re p re se n ta c io n e s relativas a la sexu alidad
so n o b v iam en te u n a de las pied ras angulares del ed ificio so­
cial in stitu id o.
E l su rg im ien to de la re fle x ió n sólo p u ed e darse a través de
u n a fu n d a m e n ta l c o n m o c ió n y m od ificación de tod o e l cam ­
po h istó rico -so cial, ya q u e im p lica la sim u ltán ea y re c íp ro c a ­
m e n te co n d ic io n a d a e m e rg e n c ia de u n a so cied ad d o n d e ya
n o hay verd ad sagrada (revelad a) y de individuos p ara q u ie­
n es d ev ien e p síq u ica m en te p osib le cu estio n a r tanto el fu n d a­
m e n to del o rd e n social (sin p e rju icio de volver a a p ro b a rlo
llegad o el ca so ) co m o el d e su p ro p io p en sa m ien to , vale d e c ir
d e su p r o p ia id e n tid a d . Q u ed a cla ro en to n ce s q u e la reflex ió n
p re su p o n e y m a teria liz a la ru p tu ra d el p e n sa m ie n to c o n la
fu n c io n a lid a d .
D el lad o d el su je to la re fle x ió n im p lica m u ch o m ás qu e
eso q u e K a n t lla m a “a p e r c e p c ió n tra sc e n d e n ta l”, es d e c ir “la
c o n c ie n c ia p u ra , o rig in a ria , in m u ta b le ” d e la u n id ad d e la
c o n c ie n c ia , la “c o n c ie n c ia d e la u n id ad n e c e sa ria [...] qu e
lig a tod os los fe n ó m e n o s se g ú n c o n c e p to s , es d e c ir se g ú n
re g la s”.41 L a r e fle x ió n im p lic a el tra b a jo d e la im a g in a ció n
ra d ica l d el su je to .

41. Critica de la razón pura, primera edición, traducción de Barni, p. 648.

325
C o rn e ü us Castoriadis

E n e f e c t o , p a r a q u e haya r e f le x ió n p r im e r o L l e n e q u e
h a b e r alg o q u e s ó lo la im a g in a c ió n ra d ic a l p u e d e d ar: hay
q u e p o d e r r e p r e s e n ta r s e n o c o m o o b je to sin o c o m o a c tiv i­
d a d r e p r e s e n ta uva, c o m o un o b je to -n o o b je to . Se tra ta d e
v er d o b le y v erse d o b le y d e a c tu a r s e c o m o a c tiv id a d a c ­
tu a n te . L a r e f le x ió n es la tra n sfo rm a c ió n d el p e n s a m ie n to
e n o b je to d e s í m ism o , c o n tr a p u n to q u e s u b tie n d e al p e n ­
sa m ie n to d el o b je to m e d ia n te un r e t o r n o d el p e n s a m ie n to
s o b r e s í m is m o . L u e g o es n e c e s a r io q u e el s u je to p u e d a
d e s p re n d e rs e d e las c e rte z a s de la c o n c ie n c ia . E llo im p lic a
la c a p a c id a d d e d e ja r e n su sp e n so los a x io m a s, c r ite r io s y
re g la s q u e c im e n ta n al p e n s a m ie n to c o m o a ctiv id ad m e ra ­
m e n t e c o n c ie n t e y d e s u p o n e r q u e o tr o s (a x io m a s , c r it e ­
rio s y re g la s) tod av ía in c ie rto s y tal vez to d av ía d e s c o n o c i­
d o s, p u e d a n r e m p la z a d o s . S e tra ta e n to n c e s d e v erse y d e
p la n te a r s e c o m o ese se r p u r a m e n te im a g in a rio e n to d o el
s e n tid o d e la p a la b ra : u n a a ctiv id ad q u e , au n te n ie n d o c o n ­
te n id o s p o s ib le s , n o tie n e n in g u n o se g u ro y d e te r m in a d o .
E n el m o m e n to d e la v e rd a d e ra in te r r o g a c ió n re fle x iv a , ya
c u e s tio n ó lo a d m itid o h asta e n to n c e s p o r lo s d em á s y p o r
m í m ism o y eso c o n c ie r n e n o a o b je to s triv ia les, sin o a a su n ­
tos e s e n c ia le s p a ra m i p e n s a m ie n to . E n tr e v e o —o n o — o tra s
p o s ib ilid a d e s, y d u r a n te esa fase tie n d o a s e r p u ra activ id ad
s u sp e n d id a e n t r e e l r e c h a z o de a lg o , d e a lg o q u e a p a rtir
d e ese m o m e n to m e v eo o b lig a d o a re c h a z a r , y la e s p e ra , la
p o s ib ilid a d d e o tr a co sa p a ra n a d a se g u ra . T ie n d o a s e r p u ra
a ctiv id ad a b ie r ta c o m o in te r r o g a n te —o m ás b ie n te n g o q u e
p la n te a r m e c o m o tal. D e sd e lu e g o , es s ie m p re a “m í” a q u ie n
p la n te o c o m o s u je to d e d ic h a a ctiv id a d : m e p la n te o c o m o
o b je to e n ta n to a c tiv id a d d e in te r r o g a c ió n y p o r esa vía ta m ­
b ié n c o m o “c o n c ie n c ia d e u n a u n id a d n e c e s a r ia ”. P e r o a
e se n iv el la u n id a d n o es e n la c e “d e to d o s los fe n ó m e n o s ,
... se g ú n c o n c e p t o s ” o re g la s; es la u n id a d d e 7a a s p ir a c ió n
d e u n a lig a d u ra a ú n p o r h a c e r ser, d e e n la c e s y re g la s to d a ­
vía p o r e n c o n tr a r al fin a l d e u n p r o c e s o q u e s u sp e n d e las
r e g la s m ism a s d e su d e s e n v o lv im ie n to . P o r s u p u e s to , n o
p u e d e n c u e s tio n a r s e e n s im u ltá n e o to d o s lo s c o n te n id o s y

326
H e c h o y p o r hacer

tod as las re g la s, p e ro s í p u e d e p la n te á rs e lo s u n o tras o tro


e n calid a d d e p ro v iso ria m e n te su sp en d id o s.
T o d o s esos e le m e n to s son co n d ic io n e s in trín se ca s (e n el
se n tid o ya d e fin id o ) de la re fle x ió n o p e n sa m ie n to re fle x i­
vo. P ro v ien en to d o s de la im a g in a ció n rad ical del su jeto sin ­
g u la r y/o d el im a g in a rio so cia l in stitu y em e. Q u ed a p o r re ­
c o rd a r el rol fu n d a m e n ta l de la im a g in a ció n q u e con stitu ye
su a p o rte al c o n te n id o de la re fle x ió n y d e la teo ría . D ich o
a p o rte c o n siste en la c re a c ió n de ñ g u ra s (o m o d e lo s ) de lo
p e n sa b le . T o d o el tra b a jo te ó ric o , tod a la re fle x ió n filo só fi­
ca, tod a la h isto ria de la c ie n c ia m u estran q u e hay im ag in a­
c ió n c r e a d o r a fu e n te d e fig u ra s/ m o d e lo s q u e d e n in g u n a
m a n e ra p o d ría n c o n sid era rse e m p íric a m e n te in ferid o s sino
al c o n tra rio co n d ic io n e s d e o rg an ización d e la em p iria o, de
m a n e ra m ás g e n e ra l, d el p en sa m ien to . Es im p o sib le h a ce rle
ju s tic ia en p ocas p ág in as a este e n o rm e tem a, q u e ex ig iría —y
ex ig e sin ro d e o s— la re fo rm u la c ió n de tod a la h isto ria de la
filo so fía y to d a la h isto ria d e la c ie n c ia seg ú n esta ó p tica : la
d e la c re a c ió n d e nuevos esq u em as im ag in ario s qu e e n cad a
caso s o stie n e n lo p e n sa b le .42 P e ro d eb o lim ita rm e a alg u n os
b rev es a p u n tes.
La h isto ria de la filo so fía n o es la h istoria de un “d esarrollo
ra cio n a l” in m a n e n te o fo rz a d o p o r la ev olu ció n d e los sab eres
positivos, y m u ch o m en os la historia de los h u m ores y an to jo s
de los filóso fo s. Es la h isto ria de la c rea ció n de nuevos esqu e­
m as im a g in a rio s (n o d e “c o n c e p to s ”) q u e in te n ta n h a c e r
p en sab le, o sea elu cid ar, la totalid ad de la e x p e rie n cia hum a­
n a (in clu id o e l d esa rro lló d e los sab eres) b a jo c o a cció n de
c o h e re n c ia in te rn a y e n c u e n tro co n el c o n te n id o y las fo r ­
m as de d ic h a e x p e rie n c ia . M u ta tis m u ta n d is , esto es válido

42. Ya di algunos ejemplos indicativos en otro lado. Ver, por ejemplo, el prólogo de
Encrucijadas del laberinto, op. cit., p. 17 y sig.; “Alcance ontológico de la historia de
la ciencia", Dominios del hombre, op. cit., pp. 451-452; aquí mismo en “Merleau-
Ponty y el peso de la herencia ontológica", p. 187 y sig.

327
C o rn e liu s Cascoriacüs

Lambí tí n e n c u a n to a la h is to r ia d e las c ie n c ia s , c o n el a g re ­
g a d o d e c o n s id e r a c io n e s e s p e c ífic a s a c e r c a d el o b je to , la
m a n e ra de p r o c e d e r y el re s u lta d o p e r s e g u id o : e x p lic a c ió n
en la c ie n c ia s n a tu ra le s, c o m p r e n s ió n e n las c ie n c ia s s o c ia ­
les e h is tó r ic a s .
V a le la p e n a c o n s id e r a r a lg u n o s e je m p lo s c o n c re to s . El
rol d e la im a g in a ció n c re a d o r a se ve d el m o d o m ás cla ro y
p re ciso en el d e sa rro llo d e la m a te m á tic a . L a im a g in a ció n
m a te m á tica (q u e K a n t p re te n d ía c o n fin a r a la in tu ic ió n “co ­
m ú n ” d e esp a cio y tiem p o ) es u n a a c u m u la c ió n in c re íb le d e
e n tid a d e s n o in tu ib le s —e s p a c io s d e d im e n s ió n n o d e d i­
m en sió n in fin ita o fra c c io n a ria , sin h a b la r d e o tras c r e a c io ­
nes tod av ía m ás “ir r e p r e s e n ta b le s ” y sin e m b a rg o im a g in a ­
rias. El v ín c u lo c o n las “p a la b ra s”, es d e c ir c o n los sím b o lo s
m a te m á tico s, es ev id en te e irr e c u s a b le , p e ro n o so n las c o m ­
b in a c io n e s d e “p a la b ra s” las q u e c r e a n el p e n sa m ie n to m a te ­
m á t ic o , q u e e n c a m b io d e b e c o n s t r u i r p a so a p a s o lo s
sim b o lism o s q u e lo e n g e n d ra n .
T a m b ié n e n física, cad a vez qu e hay un av an ce im p o rta n te
hay p o s ic ió n d e d ich a s fig u ras, fig u r a c io n e s d e u na id e a o
m o d e lo s v a g a m en te in tu ib le s d e u n a t e o r ía e n vías d e se r
ex p licitad a c o m o tal. S ó lo p orqu e es b e lla cita ré la h istoria del
d e scu b rim ie n to d e la fó rm u la d el b e n z e n o p o r K eku lé, el g ran
q u ím ic o o rg á n ic o d el sig lo p a sa d o . K e k u lé tie n e u n su e ñ o
d o n d e a p a re ce re p resen ta d o un c ír c u lo d e seis se rp ien tes en
el q u e cad a u na le m u e rd e la co la a la q u e tie n e d elan te. Al
d ía sig u ien te e n c u e n tra lo q u e b u sca b a en vano desde h a c ia
tiem p o : la fó rm u la e s te re o q u ím ic a h e x a g o n a l d e la m o lécu la
de b e n z e n o .

V oy a te rm in a r to m a n d o d o s e je m p lo s d e l p ro p io F reu d .
R e le a m o s e l P ro y e c to de 1 8 9 5 . ¿Q u é o tr a co sa es el P ro y e c to
sin o un c o n s tr u c tu m im a g in a rio d e F re u d q u e h a c e p en sa b le '
lo p síq u ico ? E stá n los d iag ram as, p e r o n o só lo los d iag ram as;
hay c irc u la c ió n d e “c a rg a s”, b a rre ra s, p ro x im id a d o d istan cia
e n tr e n e u r o n a s , e t c . F re u d se fa b r ic a u n a im a g e n m e n ta l,
u na fig u ra , un m o d e lo ; se la fa b ric a p o rq u e re fle x io n a , p e ro

328
H e c h o y p o r ha cer

ta m b ié n r e f le x io n a a p a rtir de esa im a g e n sin la cu al n o p o­


d ría r e f le x io n a r .4* U n seg u n d o e je m p lo es d ad o p o r esa cé­
le b r e fra se d e A n á lis is t e r m in a b le e i n t e r m i n a b l e d o n d e
F re u d e x c la m a : a q u í tal vez h a b ría qu e p e d irle s o c o rro a “la
b ru ja m e ta p s ic o lo g ía ”, y a firm a “sin e s p e c u la r —casi d igo fan ­
ta se a r— n o s e p u e d e d ar n in g ú n p aso a d e la n te ”. Frase qu e
c o m o o b se rv ó S e rg e V id erm an fu e su p rim id a p o r los p rim e­
ros tra d u c to re s fra n c e se s tal vez p o r p u d or filia l.4344 Vaya y pase
q u e la m e ta p s ic o lo g ía , v ieja b r u ja q u e c o c in a sa b rá D ios q u é,
se a lla m a d a al re s c a te ; p e r o c o n fe s a r q u e e n la b a se d e la
te o riz a c ió n hay “fa n ta seo ", vale d e c ir im a g in a ció n , la lo c a de
la casa, a r r u in a r ía para siem p re la resp eta b ilid a d te ó rica del
p sico an álisis. P o r su p u esto q u e hay qu e “fa n ta s e a r” algo a c e r­
ca d el a p a ra to p síq u ico —c o m o a c e rc a de to d o lo d em ás—para
p o d e r p e n s a r lo .
Eso n o q u ie re d e cir qu e esa “fa n ta seo ”, es d e c ir la actividad
d e la im a g in a ció n , esté su straíd a al co n tro l. N o es éste el lugar
p ara d iscu tir c o n P o p p er y los p o p p eria n o s. A p u n tem o s sola­
m e n te q u e n o h a b ría n ad a q u e “falsear” si n o h u b ie ra algo ya
“p la n te a d o ”, y q u e P o p p er y los suyos se q u e d a n ex tra ñ a m e n ­
te m ud os e n cu a n to al o rig e n d e lo p la n te a d o , c o m o tam bién
so b re eso q u e tras la “fa lsa ció n ” vend rá a rem p lazarlo . S e n ci­
lla m en te n o h a b ría h abid o c ie n c ia si en ca d a ca so nos h u b ié­
ram os lim ita d o a “falsear” alg u n a d e las teo ría s p rexisten tes. Y
la h isto ria d e la c ie n c ia m u estra q u e n o fu e ro n las “fa lsa cio n cs”
sin o la c re a c ió n de u n a nueva te o ría lo q u e en cada caso p er­
m itió co n v a lid a r las “fa lsa cio n cs” a n te rio res, q u e h asta e n to n ­
ces eran sim p les ap orías, en ig m as o d ificu ltad es (cf. la ap ari­
c ió n de la te o r ía de la rela tiv id a d y d e la te o r ía c u á n tic a ).
D igam os ta m b ié n , p o r e je m p lo , q u e lo q u e p o d e m o s im agi­
n ar y a p a rtir d e a h í teo rizar so b re el a p a ra to p síq u ico n o es

43. Esta imagen es tan potente, además, que podemos encontrar sus elementos
esenciales en el famoso articulo de McCulloch y Pitts cincuenta años más tarde.
44. G.W., XVI. p. 69. Cf. Serge Viderman, La ¿Construcción del espacio analítico.
París. Denoél. 1970. pp. 323-324.

329
C otti e l i ns Cas ¡o l ia d is

“refu tab le”, (alsablc en sen tid o p o p p cria n o , p ero esto está le­
jo s d e ab o lir la d istin ció n e n tre verd ad ero y falso. Se p u ed en
d e cir in fin id ad d e pavadas so b re el ap arato p síq u ico (o so b re
la so cied ad a te n ie n se o el n a c im ie n to d el cap italism o ) y se
p u e d e d e m o s tra r q u e so n pavadas. P e ro las c o n s tru c c io n e s
teóricas resisten tes son p ocas e in frecu en tes. Y sin duda algo
d istin g u e (y d istin g u iría hasta p a ra el p o p p e ria n o m ás o b tu ­
so) a algu ien q u e —c o m o F reu d — p ro d u ce un m o d elo p lausi­
ble del ap arato p síq u ico d e algún o tro q u e d ije ra que tod o se
d eb e a q u e a lo larg o de las n eu ro n as circu la m erm ela d a de
g rosella. Hay in fin id a d de pavadas d em o stra b les co m o tales,
p ero m uy p ocas id eas q u e prim a fa c ie se so sten g a n y p u ed a n
so p o rta r un e n fo q u e c rítico .
P o r lo g e n era l, u n a te o ría novedosa e im p o rta n te -N e w to n ,
E in steín , Darw in, y e l p ro p io Freu d p o r n o h a b la r de los filóso­
fo s— n o sólo n u n ca es m era “in d u c ció n ” sino tam p oco el sim ­
ple p ro d u cto “p o r su stra c c ió n ” d e la “fa lsa ció n ” de las teo rías
p rexisten tes. U n a te o ría noved osa e im p o rta n te es, bajo co a c­
c ió n d e lo s clacos (es a esto a lo qu e a p u n ta n ta n to la e m p iria
c o m o la “fa ls a c ió n ”) p o s ic ió n d e u n a n u eva fig u ra / m o d e lo
im ag in aria d e in telig ib ilid a d .

L a r e fle x ió n es d e fin ib le co m o el esfu erz o p o r q u e b r a r la


cla u su ra en la q u e n e c e s a ria m e n te estam o s sie m p re c a p tu ­
rad os co m o su je to s, v en g a d e n u e stra h isto ria p erso n a l o d e
la in stitu ció n h istó ric o -so cia l q u e n o s fo rm ó , vale d e c ir q u e
nos h u m a n iz ó . E n ese esfu erzo , la im a g in a ció n ju e g a u n rol
c e n tra l ya q u e el c u e s tio n a m ie n to d e las “v erd ad es e s ta b le c i­
d as” n o es n i p u e d e se r n u n c a u n c u e s tio n a m ie n to e n el
v acío , sin o s ie m p re h e rm a n a d o c o n la p o s ic ió n d e n uevas
fo rm a s y fig u ras d e lo p e n sa b le crea d a s p o r la im a g in a ció n
ra d ical y su jetas al c o n tro l d e la re fle x ió n , to d o e llo b a jo la
égid a d e u n n u ev o “o b je t o ” de in v estid u ra p síq u ica , o b je to
n o -o b je to , o b je to in v isible: la verdad. V erd a d , n o co m o a d e­
c u a ció n del p e n s a m ie n to y la cosa, sin o c o m o el m o v im ien to
m ism o q u e tie n d e a a b rirle b re ch a s a esa cla u su ra en la q u e
el p e n sa m ie n to sie m p re tie n d e a e n c e rra rs e d e nuevo-.

330
H echo y p o r hacer

D e paso d igam os q u e esta re fle x ió n n o só lo es lo q u e h ace


p o sib le el p sicoan álisis p u esto q u e al fin y al cabo el p sicoa­
n álisis es u n a vuelta del su je to so b re si'm ism o y so b re las co n ­
d icio n es de su fu n c io n a m ie n to , sin o q u e tam bién p u ed e ser­
vir co m o un e le m e n to d e la d efin ició n d el fin de análisis (en
los dos sen tid o s de la p a la b ra fin ). Su p era r la r e p e tic ió n es
p e rm itirle al su jeto salir del m a rco que le fija b a p ara siem p re
su p ro p ia o rg a n iz a ció n , y a b rirlo a u na v erd ad era h istoria de
la q u e p u e d a se r c o -a u to r. L o m ism o v ale p a ra el p ro p io
an alista. Su tra b a jo n o p u ed e seg u ir siend o vivo y fe cu n d o si,
m ás allá de las d efen sas, resisten cias y corazas d el p a c ie n te (y
las suyas p ro p ia s), n o lo g ra en tre v e r algo d e la im ag in ació n
rad ical sin g u lar d e ese se r h u m a n o sing ular q u e tien e d elan ­
te. Y eso se re fle ja e n el p ro p io analista, si es capaz de m ovili­
zar sus p ro p ios m arco s, e s cu c h a r algo d istin to, y p en sar algo
n u evo en lo cu al p o r m e d io de la in terp re ta ció n le p erm ita
al p a cie n te e n c o n u a r s e y e n te n d e r que au n q u e siem p re haya
estad o en ese lu g ar n o está o b lig ad o a q u ed arse.

P o r cierto , u na vez m ás, y a m en os q u e se q u ed e en una


in te rro g a ció n vacia, tod o p en sa m ien to lo g rad o esta b lece a su
vez u n a nueva clau su ra. L a h isto ria del p en sa m ien to es tam ­
b ién la h isto ria d e esas sucesivas clausuras —y aq u ello qu e vuel­
ve im p rescin d ib le u n a actitu d c ritic a co n resp ecto a los p e n ­
sad o res de a n ta ñ o . P e ro es ig u a lm e n te c ie rto q u e , d e e n tre
las form as asi crea d a s, algu n as p o seen u n a m isteriosa y m aravi­
llosa p e rm a n e n c ia . Y q u e la v erd ad del p e n sa m ie n to es ese
m o v im ien to m ism o, en y p o r el cual lo ya crea d o se e n c u e n tra
situ ad o e ilu m in a d o d e o tro m o d o p or u n a nueva cre a ció n
de la qu e n ecesita p ara n o h u n d irse en el silen cio de lo sim ­
p le m e n te id eal.

331
•■■ 3 ' !■: : .! :.|

.
B IB L IO G R A F ÍA '

Los artícu lo s q u e n o fig u ran en volú m en es se in d ica n p o r


sus títu los. Y los v o lú m en es se in d ica n co n las sig u ien tes siglas:

SB L a S o c ie d a d b u ro crá tica
T o m o I. L as re la c io n e s d e P ro d u cció n en R u sia
T o m o II. L a rev o lu c ió n c o n tra la B u ro c ra c ia
E d itio n s 1 0 / 1 8 , P arís, 1 9 7 3 .
E d . castellan a: T u sq u e ts E d ito re s, B a rc e lo n a , 1 9 7 6 .

E M O La E x p e r ie n c ia d e l M o v im ie n to O b re ro
T o m o I. C ó m o lu ch a r
T o m o II. P ro le ta ria d o y O rg an ización
E d itio n s 1 0 / 1 8 , P arís, 1 9 7 4 .
E d ició n ca stella n a : T u sq u e ts E d itores, B a rc e lo n a , 1 9 7 9 .

IIS L a In s titu c ió n Im a g in a ria d e la S o c ie d a d


L e Seu il, P arís, 1975.
E d ició n castella n a : E n d os volú m en es: “M arxism o y T e o r ía
R ev o lu cio n a ria ” T o m o I ( 1 9 8 3 ) , y “El im a g in a rio S o cia l y la
S o c ie d a d " ( 1 9 8 9 ) .

C L L es C a rrefo u rs d u L a b y r in ü te
París, 1978.
E d . castella n a : D os e x te n so s a rtícu lo s s o b re p sicoan álisis:

* Esta bibliografía se limita a 1989. año de la primera publicación de este texto.

333
C a r n e / / u s C a sto ría d is

“E p ilog ó m e nos a una te o ría d e l alm a” y “Psicoanálisis, P ro­


yecto y E lu c id a c ió n ” ed ita d o s e n la A rg en tin a en un p e ­
q u e ñ o v olu m en —c o n el titu lo d el se g u n d o a rtícu lo — p o r
E d ito ria l N ueva V isión , B u e n o s .Aires, 1 9 9 2 .

C M R Ca.piia.Hsmo M o d e r n o y R e v o lu c ió n
T o m o 1. L ’im p érialism e e t la g u erre
T o m o II. Le m ou v em en t rév o lu tio n n a ire sous le cap italism e
in o d e r n e
E d itio n s 10/3 8, P arís, 1979.
E d ició n castellan a: Ed. R u ed o Ib é r ic o , M adrid, 1970.
(C o m o au to r fig u ra “Paul C a rd a n ” - e s d e c ir el se u d ó n im o
d e C. C astoríadis co n qu e se p u b lica ro n o rig in alm e n te los
a rtícu lo s en “S o cia lism e ou B a rb a rie ”).

CS L e C o n te n u d u S o cia lism e
E d itio n s 1 0 / 1 8 , P arís, 1979.

SF L a S o c ié ce F ran^aise
E d itio n s 1 0 / 1 8 , P arís, 19.79.

D D II D o m in io s d e l h o m b r e , E n cru c ija d a s clcl L a b e r in to


L e Se n il, P arís, 1986.
E d . castellan a: G ed isa, B a rc e lo n a , 1988.

MM E l M u n d o F ra g m e n ta d o . E n cru c ija d a s d e l L a b e rin to I I I


L e Seu il, P arís, 1 9 9 0 .
E d ic ió n castella n a : A ltam ira, B u e n o s A ires, 1993.
(E sta ed ició n n o in clu y e el a rtíc u lo “E l estad o del su jeto
h oy ”, p rev iam en te p u b licad o en el v o lu m en “Psicoanálisis,
P ro y ecto y E lu c id a c ió n ”).

MI El A vance d e la Insignilicancia. Encrucijadas d el L aberinto TV


L e Seu il, París, 1996.
E d ició n castellan a: E u d e b a , B u e n o s A ires, 1997.

334
Ilc c h o y p o r h a c e r

1947 “S o b re la cuest-ión de la U R S S y el estalin ism o m u n ­


d ial”, S B , vol. 1, pp. 9 1 -1 0 0 .
1949 “So cia lism o o b a rb a rie ”, S B , vol. 1, pp. 139-183.
1951 “La d ire c c ió n p ro le ta ria ”, E M O , v o l.l, pp. 145-160.
1953 “S o b re la d in á m ica d el ca p ita lism o ”, So cia lism o o
B a rb a rie , núm s. 12 y 13 (n o reed ita d o h asta a q u í).
1 9 5 5 -5 7 “S o b re el c o n te n id o d el so cia lism o ”, C S, pp. 67-
2 2 2 y E M O , vol. 2, pp. 9-88.
1958 “P ro le ta ria d o y o rg a n iz a ció n ”, E M O , vol. 2, pp. 123-
248.
1960 “El m o v im ien to rev o lu cio n a rio b a jo el cap italism o
m o d e rn o ”, C R M , vol. 2 , pp. 47-258.
1963 “R e c o m e n z a r la re v o lu ció n ”, E M O , vol. 2, pp. 307-
366.
1 9 6 4 -6 5 “M arx ism o y te o ría re v o lu c io n a ria ”, I1S, p rim e ra
p a rte .
1 9 6 8 a “E p ile g ó m e n o s a u n a te o ría d e l a lm a ...”, C L , pp.
25- 6 4 .
1 9 6 8 b “L a rev o lu ció n a n ticip a d a ”, SF, pp. 165-222.
1971 “Lo d e c ib le y lo in d e c ib le ”, C L, pp. 125-146.
1 9 7 2 a “C ie n c ia m o d e rn a e in te rro g a c ió n filo só fic a ”, C L,
pp. 1 4 7 -2 1 7 .
1 9 7 2 b “In tro d u c c ió n g e n e ra l”, S B , vol. 1, pp. 11-61.
1 9 7 3 a “T é c n ic a ”, C L , pp. 2 2 2 -2 4 8 .
1 9 7 3 b “L a cu e stió n de la h isto ria d el m o v im ien to o b re ro ”,
E M O , vol. 1, pp. 11-120.
1 9 7 4 a “L a je r a r q u ía d e salarios e in g resos”, E M O , vol. 2,
pp. 4 2 7 -4 4 4 .
1 9 7 4 b “A u to g estió n y je r a r q u ía ”, CS, pp. 3 0 1 -3 2 2 .
1 9 7 5 a “El im a g in a rio so cial y la in stitu ció n ”, IIS , segu n d a
p a rte .
1 9 7 5 b “V a lo r , ig u a ld a d , ju s t i c i a , p o l í t i c a : d e M a rx a
A ristó teles y d e A ristó teles hasta n o so tro s”, C L, pp.
2 4 9 -3 1 5 .
1 9 7 6 “R e fle x io n e s s o b re ‘d e s a r ro llo ’ y ‘ra c io n a lid a d ’ ”,
DD FI, pp. 131 -1 7 4 .

335
C ornelius C asioriadi .s

TIL L-o h is to r ie o -s o c ia l y la p s i q u e

H a n s J o a s , L ’i n s t i t u t i o n n a l i s a t i o n c o m m e p r o c c s s u s
c ré a té u r. S u r la sig n ifica tío n so cio lo g iq u e d e la p h ilo so p h ie
p o lltiq u e d e C o rn e liu s C astoriad is (L a In s titu c io n a liz a c ió n
c o m o p ro ceso crea d o r. S o b re la sig n ifica ció n so cio ló g ica de la
filo so fía p o lític a d e C o rn eliu s C a sto ria d is); A xel H o n n e th . L?ne
sau vegarde o n to lo g iq u e de la rév o lu tio n . S u r la th é o rie so ciale
d e C o rn e liu s C astoriad is (U n a salvaguard a o n to ló g ic a de la
rev o lu ció n . S o b re la teo ría social d e C o rn eliu s C asto riad is);
H ans G. F u rth , L a b ase d év elo p en tale d e l ’“im a g in aire so cia l”
sousq a c e n t a u x in stitu tio n s so ciales (L a b ase d el d esarrollo del
“im a g in a rio so cia l” su b y acen te en las in stitu c io n e s so cia le s);
J o e l W h ite b o o k , In tersu b jectiv ity an d th e M o n a d ic C o re o f th e
Psyche: H ab erm a s and C astoriad is o n tb e L ln con siou s; Je a n -
P ie rre Dupuy, In d ivid u alism e e t a u to -tra n sc e n d a n cc (In d ivi­
d u alism o y a u to tra sc e n d e n c ia )

IV . E l m u n d o c o n t e m p o r á n e o :
la c u e s ti ó n r u s a y e l c a p ita lis m o m o d e r n o

P h ilip p e R ay n au d , S o c ié té b u re a u c ra tiq u e e t to talitarism o .


R e m a rq u e s su r l ’év o lu tio n du g ro u p e S o c ia lis m e o u B arba-
ríe (S o c ie d a d b u ro c rá tic a y to ta lita rism o . O b se rv a cio n es so­
b r e la ev o lu ció n del g ru p o S o c ia lis m o o B a r b a r ie ; A n d rew
A rato , F a c in g R u ssia: C astoriad is a n t th e P ro b le m o f So v iet
S o c ie ty ; D av id A m es C u rtís , S o c ia lis m o r B a r b a r is m : th e
A ltern ativ e P re s e n te d in th e W o rk o f C o rn e liu s C astoriad is;
J o h a n n P. A rn a so n , T h e Im ag in ary C o n stitu tio n o f M o d crn ity ;
L u c F erry, D é c lin d e l ’O cc id e n t? D e l ’é p u is e m e n t lib e ra l au
ren o u v ea u d é m o c ra tiq u e (¿ D e c lin a c ió n d e O c c id e n te ? Del
a g o ta m ie n to lib e ra l a la re n o v a c ió n d e m o c r á tic a ); E v elyn e
P isie r, L a p e n s é e 6 8 d e C. C a sto ria d is (E l p e n sa m ie n to 68
d e C o rn e liu s C asto riad is)

338
H e c h o y p o r h a cer „ -o *
% ^
V. E tic a y p o l í t i c a
:?ir.
S e rg io Z o rrilla , P cu t-o n r é flé c h ir l’c th iq u e d an s le cad re
d ’u n e p e n sé e c o m m c c c lle d e C astoriad is? (¿Se p u e d e p en ­
sa r la é t ic a e n el m a r c o d e u n p e n s a m ie n to c o m o el de
C astoriadis?; Je a n -P ie rre S im eó n , L a p en sée d e la d é m o cra tic
c h e z C a s t o r ia d is (E l p e n s a m ie n t o d e la d e m o c r a c ia en
C astoriad is) P e re n e F e h é r, C astoriadis an d th e R e-d efin itio n
o f S o c ia lista ; llu g u e s P o ltie r, D e la p raxis k l ’in stitu tio n et
re to u r (D e la p raxis a la in stitu c ió n )' vu elta); G érald B erth o u d ,
C astoriadis e t la critiq u e des Scien ces so cia le (C astoriad is y la
c ritic a d e las c ie n c ia s so cia le s); C orn eliu s C astoriad is, H e ch o y
p o r h a ce r

Bibliografía sumaria de Cornelius Castoriadis

339
IN D IC E

P r ó l o g o a l a e d i c i ó n c a s t e l l a n a ..................................................................................... 9

A d v e r t e n c i a a i . l e c t o r .....................................................................................................

H e c h o y p o r h a c e r .......................................................................................................................... 2 1
O n t o lo g ía ................................................................................................. 22
R e la ció n c o n la filo so fía h e r e d a d a ............................................ 33
P siq u e y so cied a d ............................................................................... 41
A p rend izty c y p r o g r e s o ................................................................... 48
S e n tid o y validez ................................................................................. 53
A u to n o m ía : la e tic a ........................................................................... 72
A u to n o m ía : la p o lític a ..................................................................... 81
P lo y .............................................................................................................. 93

P S IQ U E

DE LA MÓNADA A LA AUTONOM ÍA ............................................................ 1 0 3

L a CONSTRUCCIÓN DEL M UND O EN LA PSICOSIS ................................................. 1 3 1

P a s i ó n y c o n o c i m i e n t o .......................................................................................................... 1 4 7
L a p ara d ó jica re la c ió n e n tre p asión y c o n o c im ie n to ... 148
A spectos filo só fic o s........................................................................... 151
C re e n cia , c o n o c im ie n to , v e r d a d ............................................. 154
A sp ectos p sico a n a lítico s ............................................................... 157
C o n o c im ie n to y p asión p o r la v e rd a d .................................. 163
i

P s i c o a n á l i s i s y f i l o s o f í a ....................................................................................................... 1 6 9
O n c o lo g ía ............................................................................................. 172
A n tro p o lo g ía f ilo s ó fic a ................................................................. 1 7 8
F ilo so fía p r á c t ic a .............................................................................. 182

LOCO S

M e r l e á u - P o n t y y e l p e s o d e l a h e r e n c i a o n t o l ó g i c a ........................ 1 87

P h u s is , c r e a c i ó n , a u t o n o m í a ........................................................................................... 2 3 3

L a “phu sis” ........................................................................................... 2 3 3


C re a ció n y a u t o n o m ía ................................................. 240
C o n c lu s ió n .............................................................................................2 4 4

. C o m p l e jid a d , m a g m a s , h is t o r ia . E l. e je m p l o d e l a
CIUDAD MEDIEVAL.......................................................................................... 247
P erp lejid a d es d e la c o m p le jid a d ............................................ 247
H e te ro g e n e id a d y c r e a c i ó n ....................................................... 253
H e re n c ia , h e te ro g e n e id a d y c re a c ió n
e n la h isto ria e u r o p e a .................................................................... 255
“La C iudad m ed iev al” .................................................................... 261

) I m a g in a c ió n ,i m a g i n a r i o , r e f l e x i ó n .................................................. 2 6 7

L a im a g in a ció n d el su jeto - f ilo s o f ía ...................................... 2 6 9


A ris tó te le s ...................................................................................... 2 7 0
M otivos del o c u lta m ie n to .......................................................2 7 0
K a n t .................................................................................................. 2 7 3
D ig resió n a c e rc a d e la fe n o m e n o lo g ía ......................... 2 7 5
R e to rn o a K a n t ............... !..........., ............................................ 2 7 9
I-a im a g in a ció n d el su jeto - Freu d ......................................... 2 8 8
S o b re lo v iv ie n te ................................................................................ 3 0 5
L a im a g in a ció n h u m a n a .................................................................3 0 7
El im ag in ario so cia l in stitu y e n te .............................................. 3 1 0
S u b lim a c ió n , p e n sa m ie n to , r e fle x ió n ................................... 3 2 0

B ib l io g r a f ía .................................................................................................3 3 3
Esta edición
se terminó de imprimir en
RIPARI S.A
General J G. Lemos 246/48 Capital Federal,
en el mes de diciembre de 1998.

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