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Esan Ozenki: idea, trabajo y victoria


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11-14 minutos

En la Navidad de 1990, RTVE ofrece el concierto que Olé Olé,


con Marta Sánchez al frente, da para los soldados enviados por
el Gobierno de Felipe González a la guerra del Golfo. Ese
mismo día, la televisión pública española emite, en su segunda
cadena, una edición más del programa musical Plastic. “Unos
vascos que han grabado un vídeo estupendo”, presenta al
grupo Marisol Galdón. La canción es “Radio Rahim”, el
homenaje de Negu Gorriak al impacto que la película Haz lo
que debas (Spike Lee, 1989) había dejado en los hermanos
Fermin e Iñigo Muguruza y Kaki Arkarazo, hasta entonces trío
original de la banda.

Para ellos, tras terminar Kortatu, en el caso de los Muguruza, y


con los M-ak de Arkarazo en su última etapa, el mundo parece
ensancharse desde la ciudad fronteriza de Irun a comienzos del
91. Negu Gorriak incorpora de pleno a los Mikel: Kazalis y
Abrego. Se queda en quinteto estable y encara, habiendo
hecho solo un concierto, su segundo disco, Gure Jarrera.
“Nuestra actitud”, traducido al castellano, no sale ya en el sello
Oihuka. Lo hace bajo una etiqueta nueva que tiene el nombre
de una de las primeras canciones de la banda, tomada a su vez
del “Say it loud, I’m black and I’m proud” de James Brown. En
junio de 1991 ve la luz la primera referencia de Esan Ozenki
Records (“dilo en alto”), la casa discográfica llamada a marcar,
en gran parte, la música vasca de toda aquella década.

En Ámsterdam con The Ex

Tiene su dosis de riesgo, pero la idea llevada a la práctica no es


un experimento. Hay que echar mano de la máquina del tiempo,
desde aquel punto, un poquito hacia atrás. Se emparentará a
Esan Ozenki con Alternative Tentacles, fundada en 1979 por los
miembros de Dead Kennedys Jello Biafra y East Bay Ray en
San Francisco. También con Dischord Records —lanzada un
año después en Washington DC por Ian Mackaye, Jeff Nelson y
Nathan Strejcek, todos en Teen Idles y los dos primeros
prácticamente formando a la vez Minor Threat—, pero para
encontrar el germen más directo del sello vasco no hay que
cruzar el Atlántico.

Si los años 80 pasaron volando, 1986 es especialmente


vertiginoso para Kortatu. El grupo de los hermanos Muguruza y
el batería Treku da un paso de gigante grabando en septiembre
el disco El estado de las cosas y lo hace en medio de una gira
en la que tocan de enero a diciembre entre cuatro y quince
veces al mes, para acabar el año con 87 bolos a sus espaldas.
Salen por primera vez fuera de territorio estatal, aprovechando
no solo las ganas de tocar, sino el ventajoso punto de salida en
carretera hacia Europa que supone Irun. También descubren
por primera vez todo un circuito, musical y políticamente afín,
de sellos como Bondage en Francia, distribuidoras como Rec
Rec en Suiza y centros sociales como Rote Fabrik en Zúrich, la
red de Hafenstrasse en Hamburgo o los squats Leoncavallo en
Milán y Forte Prenestino en Roma. En Holanda, donde la banda
pasa al menos diez días de aquel noviembre, comprueban de
cerca la viabilidad de controlar todo lo relacionado con lo que
siempre ha sido, tal como lo sienten ellos y sus seguidores, más
que un grupo de música.

A las afueras de Ámsterdam, la crew Kortatu —los tres y su


mánager Andres Camio, Jitu— se instala en un edificio ocupado
por los músicos del grupo The Ex, que además ese año publica
su homenaje anarcosindicalista 1936, The Spanish Revolution.
El lugar es también centro de operaciones del sello de estos,
desde donde debaten y preparan lanzamientos, giras y
acciones políticas.

Con esta experiencia en primera persona, y El estado de las


cosas recién grabado, los vascos toman conciencia de que la
autogestión deberá ser la herramienta de trabajo a partir de
entonces. Eso incluye la licencia de distribución durante un
tiempo concreto de los dos siguientes y últimos discos de
Kortatu y el primero de Negu Gorriak, que engrosarían después
el catálogo de Esan Ozenki.

Una receta y un método en peligro

Gure Jarrera continúa, como Kolpez Kolpe y el debut de Negu


Gorriak, llevando las traducciones de las letras en castellano,
inglés y francés. Será una de las señas de identidad del sello:
trascender el mercado local, articular en todo momento una
potente voluntad de difusión. Tan así es que “difundir la idea”
(Ideia Zabaldu) será el nombre de otro disco de Negu Gorriak.
Por otro lado, un gusto por la versatilidad que no se queda en la
cocina musical del grupo, sino que dotará de un muy libre
principio estilístico al catálogo de Esan Ozenki. La receta se
comparte y los agradecimientos de Gure Jarrera incluyen a las
Supremes, Los Van Van, Parliament/Funkadelic, Willie Colón,
Mikel Laboa, Bad Brains, KRS-One, Redskins o Neil Young.
Importa lo que se dice, pero sobre todo no hay límite acerca de
cómo hacerlo.

No hay ataduras pero sí hay método y capacidad de trabajo.


Para verano del 91 la maquinaria ya está en marcha. Al
principio desde Zarautz, donde vive Anjel Valdés,
expercusionista de M-ak, hasta entonces trabajando en el sello
IZ y el único que se dedica en un primer momento a tiempo
completo a Esan Ozenki. Eso sí, cada lunes se reúnen allí con
él Fermin, Iñigo, Kaki y Angel Azkarraga, que desde su oficina
Matxitxa es mánager de Negu Gorriak. El compromiso inicial,
que se mantendrá hasta el final, es siempre el de repartir los
beneficios a partes iguales entre la discográfica y cada grupo.
Comienzan las primeras publicaciones. A veteranos como
Delirium Tremens les da tiempo a despedirse en la casa con su
elegante directo, se reedita la despedida, también en vivo, de
Kortatu, Azken Guda Dantza, y se incorporan al roster los
populares Su Ta Gar o unos Bap!! en plena transición del punk
malencarado a un hardcore hondo y magnético. Anestesia, EH
Sukarra, Etsaiak, Ama Say y Lin Ton Taun sacan sus debuts y
van dibujando un panorama que no solo por la cuestión
idiomática es muy diferente del de la década anterior. Estamos
solo en 1993.

Negu Gorriak, mientras tanto, es una apisonadora imparable:


Cuba, México, Washington —en un concierto organizado por el
colectivo Positive Force junto a Fugazi y Chumbawamba y
donde conocen de primera mano el funcionamiento de
Dischord—, París, La Casilla de Bilbo o el Anaitasuna en Iruñea
a reventar, y la publicación de Borreroak Baditu Milaka Aurpegi.
Con este disco apenas en la calle, surge la sombra bajo la que
se verá obligada a operar Esan Ozenki hasta el final.

La demanda que llega a las oficinas del sello no es la de un


cualquiera ni en ella hay poco en juego. Enrique Rodríguez
Galindo gobierna la comandancia de la guardia civil en
Gipuzkoa desde el cuartel donostiarra de Intxaurrondo. Hace
años, desde la primera denuncia de torturas por parte de
Amnistía Internacional en 1984, que niega la mayor sobre
cualquier implicación de su mando con el terrorismo de Estado
y el narcotráfico. Sobre este último tema arrojaba luz el Informe
Navajas, y con base en las informaciones publicadas en prensa
Negu Gorriak había editado la canción “Ustelkeria”. Galindo
denuncia a la banda, al sello y hasta al técnico de sonido Angel
Katarain y al bertsolari Jon Maia, que aparece en los créditos de
Gure Jarrera. Les exigen, además de prohibiciones creativas,
15 millones de pesetas. No solo es un ataque a la libertad de
expresión. Los másteres de grabaciones de los grupos del sello
son potencial objeto de embargo judicial. Esan Ozenki peligra.

La alarma económica se desactiva momentáneamente con la


entrada de cómplices en la cooperativa, como el bar La Bodega
de Hernani, lugar que, una noche tras su concierto en Anoeta,
encandiló a Faith No More hasta querer incluirlo en su siguiente
gira. El campamento base de la discográfica pasa a ser la
tienda de discos Bertso-Hop en Irun. Allí los grupos presentan
sus trabajos, se lanzan fanzines y coordinan giras. Los
trabajadores de la tienda dividen su jornada entre esta y Esan
Ozenki. Fermin Muguruza ya ejerce de timonel en un
organigrama fijo, con Jitu como director de producción, Iñigo
Martínez a las cuentas, Jone Unanua y Karmele Rivas liderando
la logística, Asier Zulueta encargado de la comunicación, Leire
Zugasti en la parte editorial y Joseba Ponce diseñando y
maquetando. Abren el subsello Gora Herriak para publicar
grupos de otras latitudes. Todos Tus Muertos y Banda Bassotti
son los primeros. En octubre de ese mismo año 1995, el
colectivo saca músculo organizativo: el festival Hitz Egin hace
historia de la música vasca congregando a 12.000 personas
para ver a quince grupos durante nueve horas. Mientras se
alarga en los tribunales la amenaza de Galindo, es un éxito que
permite respirar.

Alivio, euforia, blindaje

Dut, Deabruak Teilatuetan, Kashbad o π L.T debutan y se


convierten en referencias para siempre asociadas al sello, que
celebra su quinto cumpleaños con otra demostración de
poderío: cinco directos simultáneos en Barcelona, Burdeos,
Madrid, París y València. Negu Gorriak se disuelve. Anari
comienza su carrera. Iñigo Muguruza nos regala su ternura
festiva en Joxe Ripiau. La paleta musical se amplía sin
renunciar al euskera y, como añadido, Gora Herriak acoge a
Zebda o Hechos Contra el Decoro. Los madrileños se cuelan en
los oídos de todos los espectadores que ven la película de
Fernando León de Aranoa Barrio. Conseguir quedarse con su
banda sonora es otro éxito de Esan Ozenki.

Los grupos comparten algo más que lanzadera: además de las


dos reuniones anuales de bandas, suman fuerzas para enviar
instrumentos a Cuba o conseguir fondos para la construcción
de una ikastola en Iparralde. El público lleva tiempo
respondiendo afirmativamente al modelo prescriptor que ofrece
la casa: en ocasiones compran sus discos sin conocer a los
grupos. A fines del milenio, su logotipo lleva implícita una
garantía de calidad. Es otro logro: un sello con seguidores.

La mejor noticia llega en junio de 2000. El Tribunal Supremo


absuelve a Negu Gorriak. El alivio y la euforia se mezclarán en
tres noches en las que la banda se reúne ante un total de
30.000 personas

La mejor noticia llega en junio de 2000. El Tribunal Supremo


absuelve a Negu Gorriak. El alivio y la euforia se mezclarán en
tres noches en las que la banda se reúne ante un total de
30.000 personas. Es también la cuadratura de un ciclo que
excede a la banda nodriza. Esan Ozenki publica su referencia
200 en 2001: han sido 36 grupos en diez años y esta es la
última, un recopilatorio con todos. Negu Gorriak se despide y
también el sello que creó, decisión que sigue estando
relacionada con el proceso de Galindo. El catálogo, a estas
alturas además ya tan valioso, había estado en peligro durante
casi toda la vida de la discográfica. El primer disco publicado es
el que condena al colectivo a un proceso que dura ocho largos
años. Esan Ozenki no es nunca culpable pero sí ha sido
sometido a un estrés económico y organizativo extraordinario.

Es un condicionante que, lejos de desanimar, ha espoleado a la


tripulación del barco a lo largo de todo este tiempo. Pero esa
tropa sabe también leer el contexto. Egin ha sido cerrado
judicialmente y Egunkaria lo será. Aunque ambos casos serán
rectificados en los tribunales años después —ilícito el fin del
primero, absueltos sus responsables del segundo tras
denunciar torturas—, se toma la decisión de proteger el motor
de cultura vasca y medio de comunicación que, al fin y al cabo,
es Esan Ozenki. El catálogo pasa a explotarlo Metak, etiqueta
que da continuidad al trabajo de una década, pero queda así
cerrado, protegido. Un blindaje que es también victoria.

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