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Pero (Jesús) les dijo: es necesario que también a otras ciudades comience el
evangelio del Reino de Dios; porque para esto he sido enviado. Lucas 4:43
Dios nos ha llamado a ganar almas. Como podemos ver en este versículo, Jesús nos
dice que Él ha sido enviado a anunciar el evangelio del reino. Algo parecido ocurre
en 2Timoteo 4:5, donde el apóstol Pablo le escribe a su fiel discípulo Timoteo y lo
anima diciéndole: Pero tú se sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de
evangelista, cumple tu ministerio. Aquí, Pablo exhorta a Timoteo a hacer labor
evangelìstica y a cumplir el trabajo para el cual fue comisionado por Dios. Episodios
como estos los encontramos con frecuencia en el Nuevo Testamento. Comenzando
por los primeros apóstoles, siguiendo con la iglesia primitiva, y hasta nuestros días, el
mensaje de Jesús es uno solo: "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a
toda criatura". Marcos 16:15
c-. Hemos tenido una experiencia con Dios, y tenemos algo que contar de esa
experiencia, es decir, tenemos un testimonio.
Evangelizar muchas veces parece difícil, pero ¿por qué? Si no hay salvación fuera
de Jesús (Hch 4:12), ¿por qué nos cuesta tanto proclamarlo? ¿Por qué será que
evangelizar paraliza las cuerdas vocales de incluso las personalidades más
carismáticas y sociales? Debemos considerar estas preguntas importantes si deseamos
priorizar la propagación del evangelio.
Jamás admitiremos públicamente que dudamos del poder del evangelio, pero
nuestra falta de acción lo comprueba. En la conferencia de pastores yo declaré:
“Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación”
(Ro 1:16), pero durante aquel vuelo, llegué a la conclusión de que era poco probable
que mis compañeros de asiento creyeran. Dudé del poder del evangelio.
Pero ¿por qué pensamos que nosotros creeríamos el evangelio y otros no? ¿Somos
más inteligentes, menos pecaminosos o estamos menos separados de Dios que otras
personas? ¡Claro que no! ¡Todos estamos igualmente perdidos! Toda conversión es
un resultado del poder soberano del evangelio trayendo a pecadores de muerte a vida
en Cristo (Ef 2:1-7). Por lo tanto, arrepintámonos de nuestra duda y confiemos en el
poder de Dios para utilizar nuestro testimonio para regenerar a sus hijos.
Los frutos del evangelio deben estar presente en cada aspecto de la vida cristiana.
Debemos vivir “de una manera digna del evangelio de Cristo” (Fil 1:27). Debemos
hacer buenas obras de manera que otros glorifiquen a Dios (Mt 5:16; 1 Pe 2:12).
Amar a nuestro prójimo, erradicar la pobreza y la trata de humanos, o aliviar la
hambruna mundial son cosas buenas que los cristianos deben hacer. Pero esto no es
evangelismo. Este obstáculo se resume en la frase popular: “Predica el evangelio
siempre, y si es necesario, utiliza palabras”. Permíteme ser muy claro: en el
evangelismo siempre es necesario utilizar palabras (Ro 10:17). Por definición, no hay
evangelismo sin el uso de palabras. Explicar lo que nos motiva a amar es lo que nos
distingue de otros servicios humanitarios. Numerosas organizaciones seculares
laboran para erradicar los sufrimientos terrenales, pero solo el mensaje del evangelio
tiene el poder para erradicar el sufrimiento eterno.
Por lo tanto, disciplínate a compartir “de día en día las buenas nuevas de su
salvación” (Sal 96:2). Examina tu horario diario. ¿Apartas tiempo intencionalmente
para evangelizar? Si no es así, tus prioridades están lejos del corazón de Dios.
Se estima que más del 95% de los cristianos nunca evangeliza. Si pensamos en la
gloria del evangelio, esta cifra es impactante. El hecho de que solo cinco de cada cien
cristianos compartan la noticia más grandiosa de la historia solo puede explicarse de
la siguiente manera: el evangelio es verdad y hay un enemigo supernatural dedicado a
su fracaso (Ef 4:12).
Satanás sabe que el evangelio es verdad, tiembla ante su poder y orquesta guerras
magistralmente para detener su avance (Stg 2:19). Solo la oración puede traer victoria
sobre este obstáculo (Ef 6:18). Ora para que Dios te permita hablar su palabra con
gran osadía (Hch 4:29).
El evangelismo es una actividad que satisface nuestra alma. Nuestro gozo en Dios
aumenta cuando Él nos utiliza para traer a alguien al arrepentimiento y la fe en Cristo
(Lc 15:9-10). Jesús es digno de cualquier inconveniencia, rechazo o persecución que
podamos experimentar.