5 BATALLAS

DE LA VIDA QUE CONVIENE GANAR

En la vida nos tenemos que enfrentar a una sucesión de batallas, de mayor o
menor dificultad, tanto exteriores como interiores. Las primeras tienen que
ver con lo profesional, lo económico o lo relacional. Las segundas con las
intenciones que mueven nuestros actos, las creencias con las que
operamos, la interpretación de la realidad, la capacidad de concentración, el
humor, la voluntad, los conocimientos, la capacidad de querer, etc.

LUIS HUETE
Profesor de IESE Business School
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Luis Huete
L
a biografía de cada uno es una
secuencia de victorias y derrotas en
dichas batallas. No todas tienen igual
importancia, ni la misma repercusión, por lo
que elegir qué batallas conviene ganar y cuáles
se pueden perder es muestra de sabiduría y
madurez.
Una de las paradojas de la vida es que
ponemos más esfuerzo en ganar las batallas
exteriores cuando las verdaderamente
importantes suelen ser las interiores. El
desenlace de las batallas del futuro, la persona
en la que nos convertimos y el legado que
dejamos, depende más de lo que ocurra en
nuestro interior que de lo que suceda en
nuestro exterior
La toma de decisiones
Hay una vía de pensamiento, en la que se
encuentra Stephen Covey entre otros, que
argumenta que la vida de cada uno de nosotros
es más el producto de las decisiones tomadas
que de las circunstancias que nos haya tocado
vivir. Sea o no cierta como teoría, para mí lo es,
es útil como creencia. Con esa creencia las
personas nos empoderamos para sentirnos más
dueños de nuestra vida. Y es que las
circunstancias influyen, pero por fortuna, no
determinan.
El problema por resolver es que todos nacemos
con un “defecto” de origen que consiste en el
poco peso que otorgamos a las consecuencias
de futuro de las decisiones que tomamos. Todo
lo que es futuro lleva implícita una tasa de
descuento irresponsablemente alta.
Este “defecto” es fruto de nuestros “instintos
mentales” más primitivos que empujan a tomar
decisiones primando el corto plazo y el
egocentrismo. Una de las grandes victorias
interiores consiste en saber postergar las
gratificaciones de corto plazo cuando exista una
sospecha razonable de las posibles
consecuencias negativas de dicha decisión en el
futuro.
El papel que corresponde a la parte más racional
de nuestro cerebro debería ser el de hacerse
guardián del futuro. En ese sentido, nuestro
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interior se hace “inteligente” cuando trasciende
del instinto cortoplacista y egocéntrico, y hace
que en la toma de decisiones se respete más la
realidad dándole al futuro el papel que se
merece.
La receta para hacer inteligente nuestro interior
es simple en su enunciado, pero compleja en su
articulación: requiere nutrir la inteligencia con
conocimiento sapiencial, y desarrollar la
musculatura del corazón y de la voluntad. La
sabiduría es el extracto de lo mejor del
conocimiento humano; aquel que da sabor a la
vida. El corazón y la voluntad son músculos.
Crecen cuando se utilizan; decrecen cuando no
se utilizan. Con una buena cabeza, un buen
corazón y voluntad se pueden tomar decisiones,
y ponerlas en práctica, en las que prevalezca el
deseo de invertir en un mejor futuro.
El enfoque que recomendamos, para trabajar en
la mejor versión personal, consiste en ganar las
cinco batallas que se desarrollan en este
documento. Las cinco batallas, aunque tienen
entidad propia, están interconectadas entre sí
formando un todo.
Las cinco batallas de las que hablamos son: el
foco de atención, la interpretación de lo que nos
ocurre, el estado anímico en el que nos
instalamos, los estándares de exigencia que nos
autoimponemos, y la distribución del tiempo que
realizamos con su impacto en los hábitos y
rutinas que se crean. Las exploraremos con más
detalle en las páginas que siguen.
La batalla del foco de atención
El mundo que nos rodea es diverso. La
información que nos envuelve tiene
componentes alentadores y desalentadores,
animantes y frustrantes, y así un largo etcétera.
Es de sentido común asumir que fijar la atención
en una cosa o en su contraria tendrá sus
consecuencias.
Nuestro sistema reticular ascendente, una parte
del cerebro que se encarga de filtrar la
información y actúa a modo de radar, puede
llegar a ser nuestro gran aliado para ganar la
primera batalla.
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El sistema reticular puede calibrarse, y lo
hacemos generando proyectos e ilusiones de
futuro que estén bien articulados y a los que se
les ponga ganas, pasión o deseo fuerte de verlos
hechos realidad.
De esta manera, indirectamente activamos el
sistema reticular para que busque información
que permita hacer realidad aquello de que “la
cabeza siempre encuentra lo que el corazón
desea”.
En ausencia de estos proyectos el sistema
reticular buscará fuentes de gratificación en las
sensaciones a las que tenga un acceso más
fácil. Es el pulso, entre sentido (largo plazo) y
sensaciones (corto plazo), que suele tener lugar
en el interior de las personas.
La energía personal fluye hacia aquello a lo que
se le presta atención. Si es a un problema, el
problema crece; si es a algo que nos
proporciona alegría, la alegría también crecerá.
Por eso, la primera batalla a ganar es la de
gestionar el foco de atención de la cabeza. Suele
tener un resultado mejor poner el foco en lo que
uno tiene y no en lo que le falta; en lo que uno
puede hacer y no en lo que los otros deberían
hacer; en lo que uno puede controlar, y no en
aquello que uno no puede controlar; en lo que
nos alegra y no en lo que nos entristece; en el
presente y futuro y no en el pasado; etc.
Una de las maneras de ganar esta primera
batalla es la de hacer de centinela de lo que nos
entra en la cabeza. Dejar entrar todos aquellos
libros, audios o videos que leen, ven o escuchan
las personas que nos inspiran; e impedir que
entre aquel mismo material que es utilizado por
personas cuya vida no nos resulta un ejemplo a
imitar. Lo mismo es aplicable a los
pensamientos y estándares de vida.
No en vano, tanto las personas que
frecuentamos como los libros que leemos (en
sentido amplio) influyen mucho en la persona en
la que nos convertimos con los años.
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La batalla de la interpretación
Esta segunda batalla consiste en cómo se
interpretan los acontecimientos de la vida; en el
significado que damos a las cosas. Aquí el
axioma es que la historia que nos contamos
acaba siendo la vida que vivimos.
La historia que nos contamos es el resultado de
las creencias con las que opera nuestra cabeza.
Creencias muchas veces inconscientes, y con el
riesgo de que sean disfuncionales.
No olvidemos que las ideas se tienen; en las
creencias se vive. De ahí la necesidad de
“desnudar” las creencias con las que operamos,
y de canjear creencias disfuncionales por
creencias que nos empoderen para una vida con
más plenitud.
Víctor Hugo en “Los Miserables”, a través del
personaje de Jean Valjean, lo expone de manera
contundente: es uno quien elige si interpreta lo
que le ha sucedido como una oportunidad de
crecer o como un obstáculo que se lo impide;
como un don o como una desgracia.
El profesor de Harvard Business School Tom
deLong habla de que toda persona tiene dos
relatos interiores: uno compuesto de
inseguridades, victimismo, heridas emocionales
que te hacen dudar, y otro en el que la historia
que te cuentas es de superación, nobleza y
deseo de servir.
El primero es en gran parte la herencia genética
que hemos recibido de nuestros antepasados
activada por algunas malas experiencias
personales. El segundo relato es más quien es
uno. Los dos relatos han de convivir, de una u
otra manera, a lo largo de nuestra vida. Una
buena estrategia es usar el relato de “dudas”
como palanca para alimentar, creando una sana
sobrerreacción, al relato de “superación”.
La interpretación que se hace juega un papel
decisivo en muchos aspectos de nuestra vida
como son la resiliencia o la felicidad cotidiana.
Por ejemplo, si se desarrolla el hábito de “elegir”
interpretaciones ligadas al propósito personal
casi todo lo que nos ocurra será visto como un
bien, y por tanto los sucesos negativos nos
podrán doler, pero no nos harán sufrir.
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Una tarea que conviene realizar consiste en
identificar tanto las creencias poderosas como
las limitantes con las que operamos. Con esa
tarea se logra hacer más consciente los planos
inconscientes con los que opera nuestra mente
y así poder actuar sobre ellos.
Un enfoque para conocer nuestras creencias es
identificar las reglas mentales con las que las
operativizamos. Todos tenemos reglas mentales
sobre lo que es y no es aceptable, sobre lo que el
otro debería hacer o decir, sobre lo que
debemos comer o no, sobre lo que es un buen o
un mal trabajo, etc.
La idea es ser más conscientes de las reglas que
se esconden detrás de cómo juzgamos,
sentimos y actuamos, y ver su conexión con
alguna creencia.
El siguiente paso es simplificar las reglas
mentales y/o reajustarlas, sobre todo cuando
sean disfuncionales o impongan muchas
restricciones para sentirse bien de manera
habitual.
Por ejemplo, una persona cuyas reglas mentales
para sentirse bien sean que no se le interrumpa
cuando hace una tarea, y que todo esté
perfectamente ordenado, es muy probable que
llene su día de enfados y se sienta
subjetivamente agotada. En tal caso, o
simplifica sus reglas mentales o su mal carácter
enrarecerá la convivencia a su alrededor.
Un último paso para gestionar las creencias a
través de la modificación de las reglas mentales
es alinear las nuestras con las de las personas
con las que convivimos y trabajamos. Crear un
espacio común donde convergen las reglas
mentales de las personas cercanas permite
ahorrase muchas frustraciones, y poner una
buena base para ganar la tercera de las batallas
que es la del buen humor habitual.
La batalla del estado emocional
Como sabemos las cinco batallas están
interconectadas. Por eso, si se acierta en poner
el foco en lo positivo (primera batalla), y se
interpretan los acontecimientos con un
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significado poderoso (segunda batalla), lo
natural es ganar la tercera batalla, la del buen
estado emocional habitual.
El estado de ánimo equivale a energía
emocional. Positiva o negativa. De alta
intensidad o de baja intensidad. Las energías
positivas son energías de aprendizaje, de
superación. Las energías negativas son, en
cambio, energías que tienden a desunir y a
generar dinámicas disfuncionales.
La cabeza decide mejor cuando las emociones
son positivas y de intensidad media. La cabeza
decide mal cuando las emociones son negativas
y de intensidad alta. La ira, el miedo la tristeza
predisponen a atacar, huir, o al victimismo, con
independencia del coeficiente intelectual que
tenga la persona en cuestión.
El estado emocional tiene un componente
hormonal que actúa a veces de causa, pero
habitualmente de efecto. Por ejemplo, el cortisol
es la hormona de las emociones negativas de
intensidad media-alta. El cortisol aparece
cuando nos enfrentamos a una situación
estresante. Lo curioso es que la cabeza no
distingue si la amenaza es real (1 de cada 10
casos) o imaginaria (9 de cada 10 casos).
Un exceso de cortisol provoca lo que la Dra.
Marian Rojas denomina una intoxicación por
cortisol. La intoxicación por cortisol genera una
visión de túnel, quita vitalidad, envejece el
organismo, enrarece el carácter, y hace que
nuestra corteza prefrontal funcione con mayor
dificultad. La mayor parte de las amenazas
estresantes, como hemos dicho, vienen
generadas por nuestra interpretación de la
realidad más que por la realidad en sí.
Algunos ejemplos de relatos tóxicos con un alto
potencial de generar cortisol son los relatos de
pérdida (me están quitando algo), los relatos de
desprecio (no reconocen mi valía), y los relatos
de nunca (no hay esperanza). Estos relatos
provocan estados emocionales negativos, y una
derrota en la tercera batalla interior de la que
estamos hablando.
Podemos influir en nuestro estado emocional no
solo a través de las dos primeras batallas, sino
también a través de nuestra fisiología, nuestras
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palabras, y nuestro sentido de propósito.
Con la fisiología; hay determinados
movimientos que conllevan una determinada
emoción como son bailar, celebrar un gol, etc.
En esa línea, el ejercicio físico permite liberar
muchas hormonas asociadas a la felicidad. Con
el tipo de palabras que usamos de manera
habitual; las palabras tienen una connotación
emocional. Y en tercer lugar podemos influir
también en nuestro estado emocional con el
sentido de propósito que demos a los
acontecimientos.
Una habilidad que se ha de desarrollar para
ganar la batalla del estado emocional es la del
perdón. El perdón libera muchas energías
positivas y abre posibilidades de futuro. Y es que
todo lo que nos ata al pasado nos quita futuro. El
perdón es un regalo para el otro, pero sobre todo
lo es para uno mismo.
Un estado emocional positivo a veces consiste
simplemente en tener buena salud y mala
memoria. Saber perdonar consiste en poder
visitar nuestro pasado y volver emocionalmente
sano; sin rencores ni victimismos.
La batalla de los estándares de exigencia y
las líneas rojas no traspasables
La cuarta batalla consiste en elevar los
estándares de autoexigencia en aquello que nos
posibilite un mejor desempeño futuro, y sobre
todo en aquello que nos permita progresar hacia
nuestra mejor versión personal.
Aquí partimos de la experiencia de que las
personas no cambian cuando se ponen objetivos
retadores sino cuando elevan los estándares
con los que operan.
Elevar los estándares conlleva migrar del “me
gustaría hacer” al “lo voy a hacer cueste lo que
cueste”. Este cambio de chip mental es lo que de
verdad provoca la transformación sostenible en
las personas.
Hay cuatro áreas en las que conviene ponerse
estándares altos, ya que proporcionan vitalidad
y adaptabilidad a las personas. Las áreas en
cuestión son:
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o El cultivo de la voluntad, la vitalidad y la salud
física.
o La elección de una causa noble que dé
sentido a la vida y su autenticidad a la hora
de vivirla.
o El desarrollo de conocimientos y la
articulación de un proyecto de vida. No
deberíamos olvidar que la lectura es para la
mente lo que el ejercicio físico para el
cuerpo.
o La práctica de la reciprocidad, la
generosidad y el respeto.
Un enfoque útil para elevar los estándares es
diseñar lo que se llama el círculo de dignidad.
Se trata de poner por escrito una serie de
valores y principios que para uno son
innegociables, porque entiende que protegen su
dignidad personal.
El círculo de dignidad ayuda a delimitar los
estándares, a fijarlos como compromisos, y a
defenderlos ante cualquier ataque de
cortoplacismo. Ejemplos de elementos que
podrían formar parte del círculo de dignidad son:
nunca dejar que el dinero sea el factor decisivo
en la toma de decisiones, no subir a las redes
sociales fotos de la familia, nunca hablar mal a
terceros de la familia o de amigos aunque haya
una razón para hacerlo, o no perder la
independencia con privilegios o halagos.
Dedicar tiempo a identificar los elementos que
configuran nuestro círculo de dignidad en
momentos de lucidez ayuda a tenerlos
presentes en momentos de ofuscación.
Es en los momentos de ofuscación cuando más
se corre el riesgo de que el instinto de búsqueda
de una gratificación de corto plazo ponga en
peligro la dignidad, la reputación, y el buen
nombre.
La batalla del reparto de tiempo y los
hábitos que se desarrollan.
Nada es más “concreto” que el empleo que
hacemos del tiempo del que disponemos.
Somos, en gran parte, lo que hacemos, y para
ello todos tenemos 24 horas al día.
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Stephen Covey afirmaba en Los 7 hábitos de la
gente altamente efectiva que “la clave no es
priorizar lo que está en tu agenda, sino agendar
tus prioridades”. Y ese puede ser un buen
enfoque para ganar esta batalla.
Serían cuatro pasos: el primero identificar
prioridades, el segundo traducirlas en
actividades, el tercero agendarlas, y el cuarto
convertir esas actividades agendadas en algo
rutinario.
A la hora de priorizar las actividades en nuestra
agenda el Dr. Adizes sugiere el siguiente
enfoque:
1. Primero las tareas que tengan que ver con
integración; es decir, con crear más
cercanía con determinadas personas, con
desarrollar la capacidad de querer, con todo
aquello que permita integrar mejor cuerpo y
mente o generar cohesión alrededor de
proyectos, etc.
2. La segunda prioridad es todo aquello que
nos permita aprender cosas nuevas,
cuestionarnos con ánimo de mejora lo que
hacemos, y diseñar proyectos atractivos de
futuro.
3. En tercer lugar, estarían las tareas
relacionadas con planificar, control, y
seguimiento de los encargos de los que se
es responsable.
4. En cuarto, y último lugar, dedicar tiempo a
hacer personalmente las tareas.
gran servicio a la tercera batalla, la del estado
emocional habitual.
Las hormonas de la felicidad y las rutinas con las
que podemos segregarlas son las siguientes:
o Dopamina, la hormona de la motivación y el
aprendizaje. Se favorece durmiendo entre 7-
9 horas, celebrando un logro, poniéndose
metas a corto plazo, etc.
o Oxitocina, la hormona de la empatía y la
sociabilidad. Se genera siendo amable y
comunicando de manera positiva, dando
abrazos, empatizando, siendo generoso,
escuchando activamente, etc.
o Serotonina, la hormona de la autoestima y la
confianza. Se origina haciendo ejercicio,
tomando el sol, disfrutando de la naturaleza,
etc.
o Endorfina, la hormona analgésica que reduce
el dolor. Se produce cantando, bailando y
sonriendo en grupo, meditando, haciendo
yoga, pintando, escuchando música, etc.

Aquí nuevamente emerge otra paradoja; la de

que una buena distribución del tiempo personal
ha de priorizar las actividades que favorecen
que otros hagan bien sus tareas, y no las que se
enfocan en hacer bien uno mismo esas
actividades.

Existen las llamadas hormonas de la felicidad

que pueden ser activadas a través de un buen
reparto del tiempo. La felicidad puede llegar a
ser algo cotidiano si en el reparto del tiempo se
crean rutinas, y consecuentemente buenos
hábitos, alrededor de las actividades que
segregan esas hormonas.

Es un caso más de cómo las batallas están

interconectadas. En este caso, la distribución
del tiempo, la quinta batalla, puede hacer un
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Luis Huete

Reflexiones finales
Ganar las cinco batallas es posible y deseable.
Permite que vivamos nuestra causa noble, nos
acerca a nuestra mejor versión personal y nos
posibilita generar riqueza en forma de
abundancia interior y exterior. El desenlace de
las batallas del futuro, la persona en la que nos
convertimos y el legado que dejamos, depende
de esas cinco batallas.

Las batallas, al estar interconectadas, invitan a

que se trabaje sobre ellas de manera
simultánea. Así se va creando una suficiente
masa crítica que favorece la retroalimentación
positiva.

Estamos invitados a crear riqueza y abundancia

a nuestro alrededor. Riqueza entendida, eso sí,
de manera holística, Es decir, una riqueza cuyos
ingredientes sean vitalidad, calidad de las
emociones, mejora de las relaciones y
amistades, mayor tiempo disponible para
cuestiones personales, contenidos de trabajo
más atractivos, mejora en las finanzas
personales, aumento de la calidad de las
contribuciones y aportaciones a nuestro entorno
y, por último, riqueza también en forma de más y
mejores proyectos e ilusiones de futuro.

Nunca tantas riquezas debieron tanto a tan

pocas batallas podríamos decir parafraseando a
Winston Churchill.

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Luis Huete

SOBRE EL AUTOR
HUETE, LUIS MARÍA
PROFESOR EN ESCUELAS DE NEGOCIO
CONSULTOR INTERNACIONAL DE ALTA DIRECCIÓN
CONSEJERO INDEPENDIENTE
ESCRITOR

@LuisMHuete huete@iese.edu

Educación en Europa y Estados Unidos

Luis Huete es licenciado en Derecho, MBA por IESE Business School y Doctor en Administración de Empresas
por Boston University. Fue becario Fulbright en Estados Unidos y su tesis doctoral sobre estrategia de
servicios de bancos comerciales fue premiada por el Decision Science Institute de Atlanta como la mejor
tesis finalizada en Estados Unidos en el año 1988.

Afiliaciones académicas en los cinco continentes

Es profesor de IESE Business School desde 1982 y ha sido profesor en los programas Achieving Breakthrough
Service y Advanced Management de Harvard Business School (EE.UU.). Ha dictado programas para ejecutivos
también en otras escuelas de negocio como ESE (Chile), IAE (Argentina), IPADE (México), ISE (Brasil), PAD
(Perú); Deusto Business SchooI, ISEM, San Telmo Business School y Basque Culinary Center (España); ESMT
(Alemania), Timoney Leadership Institute (Irlanda), AESE (Portugal) y Skolkovo (Rusia); Human Capital
Leadership Institute (Singapur), Mudra Institute of Communications (India), Hamayesh Farazan (Irán), entre
otros.

Colaboraciones con empresas en los cinco continentes

Luis ha desempeñado labores de speaker, consultor y facilitador de equipos de alta dirección en más de 800
empresas en 70 países. Recientemente ha trabajado con CEOs y Comités de Dirección para el rediseño de la
estrategia, estructura y cultura en empresas españolas como Almirall, Altia, Banco Santander, BBVA, Banco
Caminos, Banesto, Bankinter, Campofrío, Cepsa, Christian Lay, Enagás, entre otros.

Consejos y cargos en Europa, América y Asia

Luis Huete es Co-fundador del Instituto Gobernanza y Sociedad y Vicerrector y Tesorero de la International
Academy of Management y miembro de los Consejos de Administración de las empresas Epikurean Resorts
and Lifestyles (Tailandia), y Altia (España). También es miembro de los Consejos Asesores de Regent
Leadership (UK), IBS (México), Instituto Internacional de Capital Humano, Cenador de Amós y Lid Publishing
(España), entre otros.

12 libros traducidos en varios idiomas

Es autor de doce libros de gestión. “Servicios y Beneficios”, “Construye tu sueño” “Administración de
Servicios” y “Clienting” son los títulos más conocidos y “Liderar para el bien común” (2015) y “Lideres que
hicieron historia” (2017) los últimos publicados. Luis es también escritor habitual de artículos en prensa de
negocios.