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TRATADO DE LOS DELITOS Y LAS PENAS:

AUTOR: Marqués De Beccaria

"Las leyes son las condiciones con que los hombres independientes y
aislados se unen en sociedad fatigados de vivir en un continuo estado de guerra y
de gozar de una libertad convertida en inútil por la incertidumbre de conservarla;
sacrifican una parte de ella para gozar de la restante con seguridad y tranquilidad.
La suma de todas estas porciones de libertad sacrificada al bien de cada uno
constituye la soberanía de una nación, siendo el soberano el legítimo depositario y
administrador de ella. "

Para poder comprender la razón de sus ideas y de sus reflexiones críticas,


es imprescindible conocer, aunque sea someramente el contexto jurídico-penal y
procesal de su tiempo, además de las injusticias, vicios y defectos gravísimos
que dicho sistema acarreaba, y contra el cual Beccaría reaccionaba. La
importancia de dicha obra, radica en la vigencia de su contenido, que a más de
doscientos años de su primera publicación, ha traspasado todos los tiempos,
manteniendo incólume sus preceptos en nuestros días, lo que nos permite
analizarlos, no ya en el contexto del siglo XVIII sino dentro del marco del sistema
penal actual, y de las deficiencias que en la realidad éste presenta, que ponen de
manifiesto, que aún hoy en los albores del siglo XXI, todavía no se han puesto en
práctica en su máxima extensión, por quien fuera considerado, uno de los
próceres de la ciencia penal.

Fijándonos en el proceso penal de su época el cual era Inquisitivo, este


sistema se caracterizaba por: la acusación secreta, procedimiento escrito, no
contradictorio. La situación procesal del reo era de inferioridad, ya que disponía
de escasos recursos defensivos, frente a un sistema de pruebas legales y
presunciones elásticas que permitían probar casi cualquier acusación contra este.
Se veía en todo acusado, a un culpable y un pecador teniendo en cuenta la
confusión que había entre justicia divina y la justicia humana, que Beccaría viene
a diferenciar, al demarcar el ámbito de cada una de ellas es por esta confusión,
que el propósito del proceso, era que el reo confesara su pecado entendiendo
esto como su culpabilidad, y para lograr dicha confesión, que era la más
importante de todas las pruebas y se hacía uso de la tortura.

De igual forma, los jueces disponían de un amplísimo margen de


discrecionalidad al aplicar la ley penal, ya que: Los tipos penales no estaban
definidos en forma precisa, lo que permitía que los jueces valiéndose de la
doctrina legal pudieran interpretar los casos legalmente penados y extenderlos por
analogía a supuestos no previstos por el legislador. No estaban constreñidos a dar
los fundamentos de hecho y de derecho en los que se basaba la sentencia. Estas
no son sino pruebas contundentes de la extensión que tenía el arbitrio judicial, y el
poder que dicho arbitrio otorgaba a los jueces, volviéndolos seres temibles frente
al resto de la sociedad. La mayoría de los textos legales no determinaba una
pena concreta aplicable al delito, sino que dejaban a criterio del juez la imposición
de esta en función de las particularidades de cada caso, así como también la
apreciación de las circunstancias agravantes y atenuantes.

Retomando la época en que esta se desarrolla, es contra la lamentable


situación del derecho y de la aplicación de la justicia que reacciona Beccaria,
uniéndose a las voces que clamaban por una reforma de la legislación penal y por
una humanización en la aplicación de la justicia. El carácter de protesta que tiene
esta obra, contra una situación que consideraba irracional e injusta. Por ejemplo,
el problema de la pena de muerte es el que había dado lugar a más discusiones y
el que había dividido más las opiniones entre moderados y los radicales,
partidarios estos últimos de su eliminación. A partir de la Revolución Francesa, fue
cuando las doctrinas de Beccaria se generalizan en los países adelantados, solo
parcialmente, pues la pena de muerte continúa existiendo en la mayoría de las
naciones y la educación está muy lejos de haberse perfeccionado para que se
puedan evitar los delitos.

Tres son las fuentes de donde se derivan los principios morales y políticos
reguladores de los hombres, la revelación, la ley natural y los pactos
establecidos de la sociedad se entienden como que el orden social no es un orden
natural, se impone cuando los hombres son incapaces de defenderse por sí solos,
se establece un pacto por el cual enajenan parte de sus derechos en favor de la
comunidad, se forma así la voluntad general de la cual emanan las leyes, los
gobernantes son depositarios de la voluntad general y tienen autoridad delegada
ya que el auténtico soberano es el pueblo. La teoría de la sociedad como pacto
entre hombres libres, es la razón inspiradora constante de las concepciones de
Beccaria; sobre el origen del poder político.

Estas tres fuentes son semejantes, en que las tres conducen a la felicidad
de esta vida mortal. La justicia divina y natural, son por esencia constantes e
inmutables, porque la relación entre dos mismos objetos es siempre la misma, la
justicia humana o política es una relación entre la acción y el estado de la
sociedad, puede variar a proporción que se haga necesaria e útil a la misma
sociedad aquella acción. Las leyes son las condiciones con que los hombres
aislados e independientes se unieron en sociedad, cansados de vivir en un
continuo estado de guerra y de gozar de una libertad que les era inútil en la
incertidumbre de conservarla. La suma de todas estas porciones de libertad
sacrificadas por el bien de cada uno forma la soberanía de una nación y el
soberano es su administrador y legítimo depositario, era también necesario
defenderlo de las usurpaciones privadas de cada hombre en particular.

Hay que tener en cuenta que la legislación penal del tiempo de Beccaría, se
caracterizaba por un exceso de leyes compuestas por restos de ordenamientos de
los antiguos romanos, mezclados con ritos lombardos, reunidos en volúmenes por
intérpretes que daban sus pareceres y sugerencias, las cuales eran aplicadas de
igual forma lo relativo a la interpretación de las leyes, ya se ha dicho
anteriormente que Beccaría, se opone a la interpretación judicial, fundado en el
hecho de que un mismo tribunal castiga de manera distinta los mismos delitos, por
seguir, como él dice, la movediza inestabilidad de las interpretaciones y no la
constante y fija voz de la ley. La solución que esboza para reducir este poder
arbitrario de los magistrados consiste en el ejercicio de la razón natural por el
legislador para la elaboración de leyes racionales e inmejorables, que no le
dejaran más margen al juez que examinar las acciones del ciudadano y determinar
si éstas han sido conforme o no con la ley.

Establece en su obra, que la pena de muerte es injusta, innecesaria y


menos eficaz que otra menos cruel, más benigna. No es la intensidad de la pena
lo que hace mayor efecto sobre el ánimo humano, sino su duración ya que la pena
de muerte produce una fuerte impresión en la sociedad, pero no durante mucho
tiempo, ya que el hombre la olvida, pero en cambio las penas moderadas y justas
son un recordatorio ejemplificador para la sociedad. De igual forma las penas no
por ser más crueles son más eficaces ya que es más útil una pena moderada y de
segura aplicación que otra cruel. Así mismo su marcada oposición a la
interpretación de las leyes, ya se ha dicho anteriormente que Beccaría, se oponía
a la interpretación judicial, fundado en el hecho de que un mismo tribunal, castiga
de manera distinta los mismos delitos, por seguir, como él dice, la movediza
inestabilidad de las interpretaciones y no la constante y fija voz de la ley.

La solución que esboza para reducir este poder arbitrario de los


magistrados, consiste en el ejercicio de la razón natural por el legislador para la
elaboración de leyes racionales e inmejorables, que no le dejaran más margen al
juez que examinar las acciones del ciudadano y determinar si éstas han sido
conforme o no con la ley, haciendo de la facultad de juzgar una tarea tan sencilla
que podría ser desempeñada por cualquier ciudadano medio. Es sobre la base a
este razonamiento de Beccaría, que se advierte su inclinación por el sistema de
jurados en materia penal, para él los mejores jueces son los hombres del pueblo,
no los técnicos del derecho viciados por afanes interpretativos y doctrinarios. Los
jueces penales no pueden interpretar las leyes, por la misma razón de que no son
legisladores, sino que las reciben de la sociedad viviente, o del soberano
representante de ella, como legítimo depositario del actual resultado de la voluntad
de todos.

La justicia penal debe ser pública y el proceso acusatorio, público y


meramente informativo, las pruebas serán claras y racionales. La tortura judicial
debe ser eliminada, junto con todo el proceso inquisitivo. Los procedimientos
criminales del siglo XVIII se caracterizaban por un “proceso ofensivo” en el que el
juez se convertía en enemigo del reo y no buscaba la verdad del hecho sino que
buscaba en el prisionero el delito, sometiéndolo a los tormentos para conseguirlo,
los indicios para la captura estaban bajo el poder del juez, por lo que para probar
la inocencia debía ser primeramente declarado reo, frente a esto, Beccaría
propone como verdadero proceso el informativo, o sea aquel en el que el
magistrado realiza una investigación indiferente del hecho, guiado por la razón.

Sostiene por otra parte, que un hombre no puede ser llamado culpable,
antes de la sentencia del juez pensamiento que tuvo recepción a través del
principio de inocencia, ni la sociedad puede quitarle la protección pública sino
cuando se haya decidido que violó, los pactos con los que aquella protección le
fue acordada. Similar a esta idea, la podemos encontrar en el Código Procesal
Penal venezolano; el Principio de Inocencia, según el cual nadie será considerado
culpable mientras una sentencia firme no lo declare tal; esto no es una simple
presunción, sino que es una situación individual con amparo constitucional, que
solo se destruye con una sentencia condenatoria que pruebe evidentemente su
culpabilidad. Esto tiene como consecuencia que la duda debe entenderse en
favor del imputado, y las restricciones a la libertad personal solo por necesidad.

Este precepto se relaciona con el principio in dubio pro reo o de


interpretación restrictiva como también lo llama Zaffaroni. Este principio, si bien
está ampliamente aceptado en el derecho procesal penal, es muy cuestionado en
el campo del derecho penal, ya que algunos autores entienden que dicho
postulado obligaría a una interpretación siempre restrictiva de la punibilidad. Para
rechazar esta consecuencia suele afirmarse entonces que ésta no es una regla de
interpretación, sino un criterio de valoración de la prueba. Las ideas de Cesare
Beccaria plasmadas en su Obra “De los Delitos y de las Penas”, conducen a una
serie de reformas éticas y políticas en el Derecho Penal, caracterizado por la
humanización del Proceso Penal y de las penas, la abolición de la tortura y tratos
crueles, la igualdad de todos los ciudadanos ante la Ley, el Principio de Legalidad,
el Derecho a la Defensa, El Principio de Proporcionalidad, Juicio Público, La
Finalidad de la Pena, la Presunción de Inocencia, la Excepcionalidad de la
Privativa de Libertad y la Prevención del Delito, por mencionar algunos de sus
aportes que influenciaron en nuestro Sistema Penal Venezolano.

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