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■ ¿j&JÊbi

Roma, para las inteligencias preocupadas de Oc­


cidente, nunca ha podido ser un capítulo cerrado
de la historia del mundo ni una empresa política
ya terminada en el tiempo. Por el contrario, cada
intento de investigación del pasado romano es en
realidad una búsqueda de las claves profundas del
bien común para el mundo de hoy.
Pareciera existir generalizado consenso en los
hombres de la antigua Cristiandad en que Roma
significó algo grande y noble en la historia de la
humanidad y que su desaparición de los mapas
esconde una magnífica vigencia plena de enseñan­
1wAK! 1lì § zas. Nadie, por ello, se resigna a la presunta muer­
te de Roma. Quizá sea porque en cada lectura del
m m pasado se descubre que en los fundamentos de
toda empresa política de restauración de la cosa
pública los hombres y las costumbres de Roma vi­
ven secretamente.

P \ \ KOVHN %
Rubén Calderón Bouchet, cuya pluma no nece­
sita presentación, nos guía al través de la trama de
los siglos. Y al terminar su obra, advertimos que
sabemos más de Roma, pero también que compren­
demos mejor la realidad que nos rodea. Una lec­
tura, entonces, plenamente justificada.

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T7

r

RUBEN CALDERON BOUCHET

Obras del autor: Pax Romana


Nacionalismo tj revolución.
Ensayo para una interpretación
Form ación d e la ciudad cristiana. del poder político en Roma
A pogeo de la ciudad cristiana.
D ecadencia d e la ciudad cristiana.
La ruptura d el sistema religioso en el siglo XVI.
Las oligarquías financieras contra la monarquía
absoluta.
Esperanza, historia y utopía.
L a contrarrevolución en Francia.
Tradición, revolución y restauración em el pensa­
miento político d e don Juan V ázqu ez de Mella..

LIBRERIA HUEMUL
BUENOS AIRES
INDICE

I. Los orígenes. Leyenda e historia, 7. Las


circunstancias exteriores, 14. Las fuerzas
Edición al cuidado de César A. Gigena Lamas, interiores, 23. El orden familiar, 31. La
revisada por el autor. guerra, 37. El idioma, 40. El derecho, 43.
La organización primitiva, 44.

II. L a R epública R o m an a , 47. Los hechos po­


líticos, 47. Instituciones políticas, 59. Tri­
bunado, 65. Otras magistraturas, 66. Los
cambios en las instituciones, 69. La organi­
zación del dominio hasta las Guerras Púni­
cas, 73.

III. L as instituciones de la R epública , 75. La


República como régimen, 75. Consulado, 76.
Cuestura, 77. Dictadura, 78. Asamblea cen-
turista, 78. Tribunado, 80. Consilium ple-
bis, 81. Las doce tablas, 82. Tribunado mi­
litar, 83. Senado, S3. La constitución re­
publicana, 85. Evolución de la constitución
romana, 87. Desarrollo espiritual, 81.

IV. L as guerras púnicas, 95. Cartago, 85. Pri­


mera Guerra Púnica, 102. Segunda Guerra
Púnica: Aníbal, 106. Los Escipiones, 111.
Estado espiritual de Roma durante las Gue­
rras Púnicas, 114. La tercera Guerra Púni­
ca, 118.

V. E l o c a s o d e la R epública R omana , 121.


Impreso en la Argentina Las provincias, 121. Los Gracos y la solu­
ción agraria, 127. Mario y el movimiento
Printed in Argentine democrático, 133. La dictadura de Sila, 136.
Hecho el depòsito que marca la lev 11.723 Interludio senatorial, principado de Pompevo,
© Editorial Nuevo Orden / Buenos Aires /Argentina 141. Cicerón, 147. Catilina, 149.
VI. P ax R o m a n a , 153. César, 153. El princi­
pado de Augusto, 161. La oposición bajo
los Césares, 169. La restauración religiosa,
171.

VII. Sociedad y cultura , 175. La vida familiar,


175. La influencia de la Hélade, 181. La
I
paradoja de la comedia en el teatro romano,
186. La filosofía en Roma, 192. Las creen­
cias religiosas al final de la República, 197. LOS ORIGENES
V III. L a consolación por la filosofía , 203. Sé­
neca y Nerón, 203. El estoicismo de Epic-
teto, 209. La filosofía en los emperadores, LEYENDA E HISTORIA
213.
Para un espíritu como el romano, hondamente
preocupado por las manifestaciones de la divini­
dad, la fortuna de Roma, victoriosa heredera del
Imperio Etrusco, estaba ligada a un destino extra­
ordinario, así querido por los dioses. Antes que
naciera Virgilio la leyenda de un futuro imperial
inspiró a los romanos la convicción de un porvenir
fuera de serie.
Una suerte de verdad poética estaba adscripta a
la “pietas” inspirada por la trinidad de Júpiter,
Marte y Quirino, dioses que presidían, desde el
cielo empíreo, las funciones espirituales en las que
los romanos superaron a los otros pueblos: sobera­
nía político-religiosa, fuerza militar y productiva
administración de los bienes materiales.
Muchos historiadores consideraron que el origen
de la leyenda sobre el destino de Roma es mucho
más elaborado y consciente. Nació cuando Roma
se puso en contacto con la cultura helénica y ésta
despertó, en los rudos habitantes del Lacio, una
premura de advenedizos por meterse en el cuadro
griego de los ciclos heroicos. Movidos por este de­
seo se hicieron un lugar en la epopeya troyana y
se inventaron un antepasado que los ataba para
siempre a las gloriosas estirpes de la Hélade. De

7

csla pretcnsión toma fuerza la epopeya de Eneas vez demasiado apresuradamente, las obras historio-
hasta <|iie halló en Virgilio el vate que la puso a la gráficas romanas. Consideraban que la distancia
par de sus antecedentes griegos. temporal que los separó de los acontecimientos re­
A la lu/. de algunos hechos históricos, hoy mejor feridos a la historia primitiva de Roma y la ausen­
conocidos, y que desearíamos con testimonios más cia de una crítica testimonial más científica los
ahimdanlcs, “parece que el problema del helenis­ hacía presa fácil de los prejuicios patrióticos y las
mo romano no puede ya proponerse en los términos tradiciones fabricadas al gusto de las familias no­
habituales, lar noción misma de helenismo estalla. bles, tanto de origen patricio como plebeyo, que,
No es posible oponer como un bloque a otro, Gre­ luego de quemada Roma por los galos, habían en­
cia a liorna. El análisis de las dos civilizaciones re­ trado a saco en las viejas crónicas de la ciudad.
vela un parentesco profundo y estamos obligados Los nombres de Mommsen v Ettore Pais ilustran
a preguntarnos si el helenismo literario e intelec posiciones diversas frente a las tradiciones romanas
liiül que conquista la Italia romana a partir del dignas de ser señaladas. Mommsen, con paciencia
siglo III antes de Cristo, no despertaba, en una tudesca, inicia el largo camino de consulta a los
larga medida, virtualidades que subyacían en un restos arqueológicos, sin desdeñar totalmente el
londo religioso, racial y cultural, pariente del grie­ aporte de los antiguos historiógrafos. Ettore Pais,
go” en su famosa Storia critica di Roma durante i primi
Según esta tesis sostenida por Grimal, Roma no tinque secoli, aparecida en los años 1913-14, con­
debió a su sola facundia su incorporación a los sidera la tradición historiográfica como un cúmu­
ciclos helénicos. Era una ciudad satélite de la Héla- lo de falsedades acumulado por la piedad o la
de con anterioridad al siglo IV a. de J. C. y había astucia patriótica.
recibido profundas influencias griegas cuando to­ La acribia de la crítica a los testimonios mate­
davía no era cabeza del “Septimontium”. riales existentes ha tenido tiempo, a partir de Etto-
La leyenda es doble: nace de las profundidades re Pais, de serenarse y advertir el valor de la tra­
religiosas del mito y surge, con renovada fuerza dición, sin renunciar por ello a las correcciones
v por contagio cultural, de las influencias litera­ que nacen de un serio cotejo con los datos apor­
rias helénicas. No se puede olvidar que el alma tados por la zapa de los arqueólogos.
antigua es mucho más compleja de lo que nuestro Afirmó León Homo2 que el método más fe ­
simplismo racionalista nos enseña. Hechos tan de­ cundo y seguro era el uso cuidadoso de la historio­
cididamente históricos como la constitución del grafía romana de la época imperial. Conviene de­
Imperio Romano estaban, en alguna medida, anun­ cir algo acerca de las fuentes usadas por estos his­
ciados en la leyenda de Heracles, que los romanos toriadores y examinar los justos títulos de sus tes­
conocieron y vieron proyectada en la asombrosa timonios.
hazaña de Alejandro. Tito Licio, Dionisio de Halicarnaso y Diodoro
Los historiadores modernos, especialmente aque­ de Sicilia usaron, en sus respectivas historias, los
llos de los siglos X V III y XIX, abandonaron, tali trabajos dejados por los analistas Q. Fabio Pictor,

i G h im a l , Pierre: L es siécle des Scipions, París, Aubier, 2 H o m o , León: L a Italia primitiva, Barcelona, Madrid,
1951, pág. 17. Ed. Cervantes, 1926, pág. 9.

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Catón, Licinio Macer y otros. Es verdad que éstos De todos estos documentos el más valioso para
narraron acontecimientos ocurridos algunos siglos la labor historiográfica fue el calendario. Fue con­
antes de venir ellos al mundo, pero tenían a su dis­ feccionado bajo la dirección de los pontífices que
posición documentos oficiales que más tarde se señalaban en él los días fastos o nefastos relacio­
perdieron. Contaron también con referencias lite­ nados con la iniciación de algún importante negocio
rarias de viajeros griegos que habían demostrado, político.
en sus primeros contactos con Roma, un vivo inte­ Los romanos no tuvieron un diario de sesiones
rés por las circunstancias de su desarrollo. para registrar los asuntos discutidos en el Senado,
Los observadores griegos vieron con perspicacia pero existieron tratados, leyes, listas de magistrados
la favorable situación geopolítica de Roma sobre y otros importantes documentos de interés público
la cuenca del Tíber y la distancia que la separa­ que pudieron servir a los analistas, junto con los
ba del mar Tirreno. La zona dominada por el río archivos familiares, elogios fúnebres, conmemora­
había sido justamente apreciada por los etruscos y ciones y mementos de toda especie, para recons­
como todo hace presumir que habían sido exce­ truir el pasado de la ciudad.
lentes marinos, vieron también como un hecho pro­ Fueron todos testimonios frágiles y no siempre
misorio su cercanía al mar que, según la tradición, veraces, pero llenos del color y el movimiento vivo
había tomado de ellos su nombre. de los hombres de esa época. Permiten un acerca­
Nada ha llegado hasta nosotros de la historiogra­ miento a sus vidas, aunque no auspicien grandes
fía griega sobre la Roma primitiva, a no ser los ilusiones sobre su valor testimonial en lo que a los
fragmentos que Dionisio de Halicarnaso rescató de hechos se refiere.
un lamentable olvido. Lo mismo puede decirse de En el año 320 a. de J. C. los galos incendiaron
las importantes fuentes historiográficas etruscas que la ciudad de liorna. Como la mayor parte de sus
los primeros analistas tuvieron oportunidad de con­ construcciones eran de madera, la Urbe ardió co­
sultar. Desgraciadamente la desaparición de estas mo una tea y en el pavoroso incendio desapareció
últimas ha sido definitiva y sólo nos queda de ellas la más antigua documentación. Lo más grave no
la fundada sospecha de su importancia. fue tanto la pérdida de los archivos del pueblo
Existían también documentos de carácter religio romano, como la posterior reconstrucción que se
so o político cuya redacción estuvo confiada a los hizo del material desaparecido. “Los que ahora
colegios sacerdotales o a los funcionarios a cargo existen —opinaba Clodio en su Elenco de los tiem ­
de la preparación de los calendarios o de catálogos pos— fueron hechos contra toda verdad, por ama­
donde se señalaban los acontecimientos más nota­ nuenses dispuestos a adular a los nuevos amos de
bles de la vida de la ciudad. Entre esos documentos la LTrbe, que deseaban aparecer como pertenecien­
pueden señalarse los cantos religiosos ( “carmina” ), tes a las más antiguas familias’’
las reglas que correspondían a los distintos ritos La opinión de Clodio tiene su grano de suspica­
( “indigitamenta” ), recopilaciones de leyes de in­ cia y probablemente dirige sus dardos contra algu-3
negable valor para la historia del derecho, casos
de jurisprudencia asentados en los diferentes liti- 3 P l u t a r c o : Vidas paralelas, Nunia, I. (Hay muchas edi-
gios por el más importante tribunal en materia ■ciones castellanas, no todas completas; ver Colección Aus­
procesal. tral. )

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nos enemigos personales. No todo fue obra del frau ­ en un nivel de intereses nacionales, la tentación de
de, pero conviene tener en cuenta la sospecha pa­ reformar los orígenes de la ciudad del Tíber para
ra no dar excesivo crédito a los datos aportados encontrar en sus primeros balbuceos históricos los
por estas reconstrucciones. Tito Livio advierte que síntomas premonitorios de su futuro. No obstante
muchas de las alabanzas y elogios redactados en esta reserva de inspiración racionalista, nos asalta
ocasión de un funeral eran creaciones literarias y una duda: ¿Esos síntomas augúrales existieron real­
no obra de historiadores. Los muertos romanos, mente?
como casi todos, al investir la rigidez cadavérica ¿Cómo resistir la tentación de buscarlos? ¿Pode­
inauguraban un fácil procerato que la piedad filial mos eximirnos fácilmente de tales preocupaciones?
y el respeto religioso no encontraban jamás indis­ ¿No nos gustaría descubrir en las rústicas aldeas
creto. del “Septimontium” los principios del futuro im­
Las recomendaciones de Tito Livio pueden ser perio?
corroboradas con algunas reflexiones de Cicerón Los historiadores modernos, tanto o más que los
acerca de la mendacidad de tales elogios postumos. antiguos, se rindieron al sortilegio de este misterio
Esto habla a favor de la actitud crítica con que los \ desde Montesquieu hasta Grimal, pasando pol­
romanos de la ilustración elaboraron su historiogra­ los grandes poetas como Dante, han intentado,
fía, pero queda en pie que la historia de Roma con distinta suerte e ingenio, explicar las causas
primitiva fue escrita con mucha posterioridad a los de la grandeza y esplendor de los romanos.
acontecimientos y que la documentación utilizada Colocados en el camino de tales reflexiones ad­
inspira graves reservas. vertimos que la extraordinaria fortuna del pueblo
¿Puede la historiografía moderna subsanar estas romano no pudo llegarle totalmente de afuera. En
dificultades y arrojar sobre los primeros pasos de alguna medida debieron colaborar con la suerte y
Roma una luz que permita corregir los defectos las circunstancias para que éstas, tan variadas y ca­
de la versión tradicional? prichosas como suelen ser, los sirvieran con una
constancia sin merma durante los siete u ocho si­
La operación es difícil y los materiales históricos
glos que brilló su estrella.
obtenidos por la arqueología no pueden sustituir
la ausencia de fuentes literarias. La historia y la Con el propósito de examinar los justos títulos
leyenda están íntimamente mezcladas en el naci­ de un destino absolutamente fuera de serie y sin
miento de Roma y es asunto arduo para el histo­ la tonta ambición de hallar la explicación en un
riador separar una cosa de otra, sin poner en peli­ principio único, ponderaremos los elementos que
gro el vivo tejido del pasado. Conviene no oponer­ integran la materia y la forma de la primitiva ciu­
los como si fueran principios contradictorios y, ma­ dad apoyándonos en los datos de la moderna histo­
nejados con precaución, iluminan el camino inicial riografía o en las referencias legendarias cuando
de la urbe latina. Algo informan sobre los hechos éstas iluminan un aspecto peculiar del espíritu ro­
y mucho sobre el espíritu que produjo el adveni­ mano, útil para interpretar sus motivaciones in­
miento a la historia de la ciudad que debía sel­ ternas.
la más grande capital del mundo antiguo y la ca­
beza de dos civilizaciones.
Desde la perspectiva de su grandeza se explica,

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I

LAS CIRCUNSTANCIAS EXTERIO RES nos con excepción del Quirinal y el Viminal, que
parecen haber sido habitadas por sabinos.
Roma, como lo habían advertido los griegos, se Los latinos, según conjeturas aceptables, forma­
formó en el marco de una situación geográfica ex­ ban una liga política económica dotada de una
cepcional para dominar el centro de la península cierta coherencia. Es opinión de Homo que inuv
itálica. Los etruseos lo deseubieron con anteriori­ pronto fueron conocidos con el nombre de “quin­
dad cuando hicieron de estas colinas junto al Tí- tes”. Esta designación, reemplazada posteriormente
ber un lugar de asentamiento comercial y político. por la de romanos, se mantuvo mucho tiempo en
Las alturas dominaban la cuenca del río y esta­ la fórmulas concisas del ritual jurídico: “Aio hunc
ban a pocos kilómetros del Tirreno, que no de hominem meeum esse ex iure quiritium” 4.
gusto fue llamado por ellos “Tuscum mari” antes “Ex jure quiritium’’ hace mención precisa a la
que los romanos extendieran su dominio a todo el sobrevivencia del nombre arcaico y esto constituye
Mediterráneo llamándolo “Mare Nostrum”. una prueba del fundamento latino de la población
Podemos admitir, sin gran seguridad, que los romana. Por supuesto que tal hecho no significa ne­
etruseos se establecieron en el “Septimontium” y cesariamente preponderancia racial. Está fuera de
aprovecharon la privilegiada situación geográfica discusión las incesantes mezclas producidas entre
del lugar para ejercer desde allí una suerte de do­ los habitantes del “Septimontium”, pero no se pue­
minio comercial y militar sobre la cuenca del Tíber. de negar el aporte decisivo latino a través de dos
Esto señala un hecho que puede entrar como ingre­ instituciones determinantes en la formación del
diente explicativo de la futura grandeza romana, espíritu romano: el idioma y el derecho.
sin convertirse por ello en única causa. ¿Tuvieron los etruscos una influencia comparable?
No fundaron una ciudad, sino una suerte de fac­ En verdad sabemos muy poco de ese extraño pue­
toría vigilada por una gua ' " blo complicado con los orígenes de Roma. ¿De
permitía poner su tráfico dónde vinieron? ¿Cuál fue su idioma? Preguntas que
ratas que infectaban las costas del Tirreno y de los se pierden en la oscuridad de las leyendas y que
bandidos refugiados en los bosques del Lacio. la arqueología no ha podido desentrañar sin man­
Esta factoría, por diversas razones, atrajo a los tener un amplio juego de hipótesis y conjeturas.
pobladores latinos y sabinos, que se fueron insta­ La tradición, tanto griega como romana, decía
lando precariamente en sus cercanías para bene­ que los etruscos provenían del Asia Menor, con más
ficiarse con el trueque de sus productos agrícolas exactitud, de Lidia. Herodoto en sus Historias (I,
y ganaderos, contra aquellos que traían en sus 94) así lo confirma. No sabemos cuáles fueron las
barcos los navegantes etruseos. El lugar se con­ fuentes de información del Padre de la Historia
virtió pronto en una suerte de feria y gente proce­ y es muy probable que los otros que vinieron a su
dente de otros países se instaló también con alguna zaga hayan tomado su opinión sin preocuparse por
modesta industria. averiguar más.
Los etruseos eligieron la colina que se llamó Pa­ De Asia llegaron hasta las costas itálicas por vía
latina para establecerse. Las otras colinas del “Sep­ marítima y se instalaron primeramente en la región
timontium” no estaban desiertas. Las excavaciones
prueban la existencia de antiguos pobladores lati- 4 H omo, León: o. c., pág. 107.

14 15
de los umbros, donde recibieron el nombre de ti- No obstante esta adversidad, la Italia meridional
rrenos. La leyenda quiere que esta designación fue conoció un largo período de dominación etrusca v
tomada del nombre de uno de sus reyes. Como se es opinión segura que los primeros pasos del cre­
suponía que habían llegado a Italia por mar, el cimiento romano estuvieron bajo su control. Los
nombre de Tirreno le fue otorgado al mar que bor­ «latos arqueológicos permiten suponerlo así y aun­
deaba la costa occidental de Italia. Por Tito Livio que esto hiera un poco el orgullo nacional romano,
sabemos que los etruscos lo designaban “Tuscum”. los etruscos, al dominar el centro de la Península
La tínica voz discordante en la opinión general desde el Tirreno al Adriático, dieron a Roma su pri­
de considerarlos provenientes de Lidia es la de Dio­ mera lección imperial.
nisio de Ilalicarnaso. Criticó el juicio de sus an­ Roma, bajo el dominio etrusco, se convirtió en
tecesores y afirmó que: “los etruscos constituyen cabeza de una confederación de ciudades. Esta si­
un pueblo de gran antigüedad”, y como su lengua tuación permitió acentuar el carácter militar de la
y sus costumbres “lo hacen diferente de los otros ciudad del Tíber y la convirtió poco a poco en una
pueblos conocidos”, considera conveniente tenerlo capital cuya irradiación se extendió a todo el Lacio.
por autóctono 5. A esta época corresponde el reinado de los Turquí
Desde un punto de mira estrictamente científico nos, prolongado según conjetura plausible, hasta el
la opinión de Dionisio es la menos aceptable, dado 510 a. de J. C., en que cesa la reyecía etrusca y se
que aún no se ha podido descubrir la existencia de implanta la República.
un pueblo autóctono. Raymond Bloch sostiene que “los descubrimien-
En épocas más recientes se crevó descubrir en el los arqueológicos que se realizan incesantemente
pueblo etruseo una rama de la gran familia de los en el suelo de la Urbe permiten precisar nuestra
invasores indogermánicos. La prosperidad de esta visión del destino de Roma arcaica. La naturaleza
teoría tropieza con una dificultad invencible: la y el desplazamiento de los objetos descubiertos
lengua eírusca no corresponde al tronco de las in- muestran la gran extensión de la ciudad a partir
dogermanas. Las investigaciones filológicas contem­ del año 650 a. de J. C. aproximadamente y la influen­
poráneas, fundadas en un abundante material epi­ cia etrusca que allí predomina. Desde la mitad del
gráfico y arqueológico, confirman, aunque con am­ siglo VII hasta promediar el VI, Roma es una urbe
plio margen de inseguridad, la opinión tradicional importante que comprende un número considerable
de la proveniencia lídica. de santuarios, aunque de construcción modesta.
Los etruscos hicieron algo más que proponer a los A partir del año 550 la Roma llamada de los Tar-
futuros historiadores el enigma de sus orígenes y «|uinos asumió el aspecto de una gran metrópoli
el misterio de su extraña epigrafía. Constituyeron elrusca, comparable a las lucomonías vecinas de la
un vigoroso poder político y si no unificaron Italia Ktruria meridional” c.
bajo su hegemonía fue porque tropezaron al sur Si todo esto es cierto, lo cual no es muy seguro,
con los griegos y los cartagineses y debieron ceder el dominio etrusco habría dado a Roma una imbo­
ante la arremetida de estos poderosos adversarios. rrable lección de grandeza. Así la conjetura arqueo­
lógica explica, en alguna medida, la posterior evo-
r> B coch , Raymond: Los Etruscos, Buenos Aires, Eudeba,
1963, pág. 7, col. 1. u Bloch, Raymond: o. c., pág. 16, col. 1.

16 17
lución de la ciudad. Los romanos se independizarán Ilatidas en Atenas. ¿¡No señala este hecho que, a
de los etruscos, pero no podrán actuar como si los un lado y otro del Adriático, similares condiciones
etruscos no hubieran hecho de Roma una suerte espirituales y económicas tienden a provocar su­
de capital. cesos análogos?
La leyenda romana se apoderó de algunos he­ \:o deja de advertir que la caída de los Tarqui­
chos históricos que pertenecen en realidad al pue­ nes está ligada a una situación típica del centro de
blo etrusco y los consideró como propios, hasta Italia: el retroceso del poderío etrusco y el conse-
que, efectivamente, la gravitación paradigmática i líente levantamiento de los pueblos sometidos a
cíe estas gestas integre el patrimonio histórico de n dominio. Habría que forzar demasiado la inter­
Roma. pretación de los hechos para que los sucesos pade-
Pierre Grimal considera que el encuentro con los i idos por Italia central puedan resistir una compa­
griegos fue todavía mucho más importante para el ración con la expulsión de la tiranía en Atenas.
ulterior desenvolvimiento de la ciudad de Roma. De cualquier manera la semejanza señalada por
Sostiene el historiador francés que Roma, desde el <Irimal tiene un aire de familia que refuerza la
punto de mira cultural, fue una ciudad satélite del convicción de hallarnos con sociedades parientas.
mundo griego. La tradición respalda la seriedad de Conviene advertir otra diferencia para no caer
la tesis v las exploraciones arqueológicas más re­ cu el exceso de las comparaciones fáciles. El ascen­
cientes ¡a confirman. Un subsuelo muy rico en so de los tiranos en las ciudades griegas fue motiva­
restos de artesanía griega permite suponer que do por movimientos revolucionarios y éstos tomaron
desde el siglo VII a. de J. C. hay en Roma una lucrza sobre un fondo de protestas y desencuentros
fuerte presencia helénica ’ . sociales, inherentes al proceso de la polis griega
Reconoce nuestro autor que algunos caracteres bajo el dominio de las oligarquías comerciales. No
de la concepción romana de la ciudad y de sus leñemos noticias que la situación de los agriculto­
instituciones políticas, en particular la idea del Es­ res y pastores latinos y sabinos bajo el poder etrus-
tado con su religión vinculada al suelo patrio y la co haya padecido algo semejante. Todo hace sos­
profunda convicción de la presencia real de los pechar que en el conflicto que armó a los griegos
dioses en el ámbito físico de la urbe, tienen un ori­ contra los etruscos estas poblaciones se mantuvie­
gen extraño a la más pura tradición helénica. Pero ron en cauta expectativa hasta que el debilitamien­
el desarrollo de la organización social, la forma que to definitivo de sus dominadores les permitió el
tuvieron sus instituciones, la presencia del ideal golpe liberador.
jurídico sobre el juego de los poderes, traduce sin Sin negar el valor que tuvo el encuentro con los
equívocos el espíritu de la polis griega, para no griegos en el destino de la ciudad romana, co­
sospechar la existencia de una influencia temprana rresponde acentuar las peculiaridades de la ur­
y vigorosa. be latina, para no ceder ante los esquemas de
Se pregunta Grimal si es una pura coincidencia inspiración sociológica apoyados en ciertos pare­
que la expulsión de los Tarquinos se produjera casi cidos históricos. La influencia helénica existió mu­
contemporáneamente a la deposición de los Pisis- cho antes de que los romanos se pusieran en con­
tacto con la madre Grecia. Esta influencia fue esen­
7 Grimal , Pierre: o. c., pág. 10. cialmente cultural, como señala Grimal, y ayudó

18 19

i
mlidio a los romanos para encontrar el camino de de la organización hacia una mayor participación
sii propia expresión espiritual. La historia de Ro­ de la ciudadanía en el poder social. Con un pre­
ma, como la de Atenas y la de Esparta, tiene un juicio de esta naturaleza metido en la cabeza, el
desarrollo “sui generis” que debe explicarse en el paso de la antigua monarquía etrusca a la Repú­
ámbito de su propia peculiaridad. blica aparece con todos los caracteres de una pro­
Los hechos históricos tienen en el proceso espi­ gresista revolución social. Una monarquía afectada
ritual de un pueblo un doble valor, según sean ges­ por la caducidad inherente a un gobierno paterna­
tas llevadas a buen término por ese mismo pueblo lista y conservador es reemplazada por un sistema
o impactos producidos por la acción de otras na­ más moderno v en histórica consonancia con las
ciones. En el primer caso forman parte de su propia exigencias de la época. El esquema resulta clarísi­
expresión espiritual y condicionan el carácter de mo y satisface las esperanzas del ciudadano ilus­
sus futuras acciones. En el segundo caso la in­ trado cine descansa su espíritu en la segura ilusión
fluencia de otro pueblo puede ser o no estimulante del progreso.
y provocar así el crecimiento de fuerzas todavía
Si examinamos el suceso con otra óptica se impo­
latentes o, en su defecto, causar un desmayo de
ne en primer lugar una observación que cambia
esas energías. De cualquier manera tales impactos
totalmente esa rosada perspectiva. La monarquía
exteriores se incorporan vivamente a la historia de
romana, si así puede llamarse al gobierno personal
una sociedad y cualifican para siempre las manifes­
que ejercieron los etruscos sobre la Urbe, no fue
taciones de su dinamismo histórico.
un gobierno nacido de la propia evolución del pue­
Me hago cargo del poco valor denotativo que blo romano ni respondió a una estructura social de
tienen los términos cuando nos referimos a una organización arcaica. Fue la expresión autoritaria
realidad viviente como es una sociedad de hom­ de un pueblo más culto y respondía a un sistema
bres. Existen virtualidades que pueden ser actúa de administración civil más moderno, si se lo com­
lizadas por movimientos provenientes de la misma para con aquél que le sucedió.
sociedad o del choque con otro pueblo. De cual­
El cambio político no fue tampoco el resultado
quier manera condicionan la vida de una nación y
de un levantamiento revolucionario que hubiere
modifican en algún sentido la modalidad de sus
partido de la población romana, como consecuencia
respuestas.
de un proceso de desgaste ocasionado por las lu­
Un hecho que condicionó para siempre la vida chas entre etruscos y griegos. La República Romana
de Roma y la colocó con toda su originalidad en el no significó un progreso en el sentido moderno
seno de la historia, fue la toma del poder por el del término y todo hace suponer que fue más bien
patriciado romano a la caída de los Tarquinos. ¿Qué un retorno a un ordenamiento social más primitivo.
fue lo que realmente sucedió y qué carácter tuvo Por esa razón, una de sus consecuencias más inme
el traspaso de la monarquía etrusca a la República diatas fue una palpable limitación de la actividad
Romana? económica y un avance conservador de los campe­
Los que tienen de la historia una visión lineal sinos sobre los grupos comerciales c industriales,
fundada en la aceptación “a priori” del progreso léase plebeyos, introducidos por la monarquía
indefinido, creen que las sociedades humanas han etrusca.
partido de las formas más primitivas y autoritarias Derrotados los etruscos en una batalla contra
20 21
los ejércitos de Cumas en los aledaños del 524 a. ser presentado por los historiadores progresistas.
de J. C., se encontraron inmediatamente frente al Fue una reacción de pequeños propietarios rurales,
levantamiento de las colonias griegas de la Cam- “gentlemen farmers” si se quiere cubrir con un
pania. Ambos sucesos tuvieron repercusión en el nombre menos rústico la coalición de los chacareros
Lacio y los latinos vieron la oportunidad de desli­ del “Septimontium”.
gar su suerte de un poder que amenazaba derrum­ La primera consecuencia, social, de la medida
barse por todas partes. Se levantaron contra él v, fue acentuar la separación entre patricios y plebe­
apoyados en sus pretensiones de liberación nacio­ yos. Estos últimos habían sido beneficiados por la
nal por los de Cumas, batieron a los etruscos en economía portuaria mantenida por los reyes etrus-
la batalla de Aricia. cos y como, en general, eran pobladores reciente­
mente ingresados en la ciudad, no tenían el esta­
Es opinión de León Homo que la rebelión de
tuto religioso de los antiguos pobladores y por
los latinos no fue apoyada por Roma. Los romanos
ende no gozaban del derecho “quiritario”.
se habrían limitado a observar el desenlace para
La segunda consecuencia fue política y se ma­
luego tomar la decisión que más conviniere a sus
nifestó en una reducción de la importancia romana
intereses.
en su proyección “acl extra”. La ciudad, después
“Diga lo que quiera la tradición —escribe Homo— de haber sido cabeza de una confederación de
se ha deformado en interés de Roma el carácter de ciudades dominadas por los etruscos, se convirtió,
la famosa revolución del 509, así como se había durante un cierto tiempo, en un centro urbano ve­
deformado en el período anterior la caída de Alba. nido a menos.
Roma no tuvo iniciativa en su liberación nacional. Roma aceptó su disminución v diecisiete años
Se limitó a seguir un movimiento que le vino im­ más tarde firmó una alianza con otras ciudades
puesto por las circunstancias.” s latinas donde declaraba que cambiaría la posición
Se me ocurre que Roma aceptó el cambio con de los cielos y la tierra antes que se alterare la paz
disgusto porque ponía en peligro, por lo menos de de los firmantes del pacto.
un modo inmediato, su situación hegemóniea en la Pero Jos etruscos le habían dado la lección de la
cuenca del Tíber. La clase senatorial, formada pol­ grandeza y un irónico escepticismo con respecto
los grupos propietarios más antiguos de las siete al valor de los contratos políticos.
colinas, tomaron la iniciativa y se unieron al mo­
vimiento. Los conducía un doble interés político:
extraer todos los beneficios posibles del hecho y
luchar por sus posiciones económicas tornando en LAS FUERZAS INTERIORES
sus manos la conducción de la “res publica” antes
que lo hicieran los grupos representantes del co­
mercio y la industria, más ligados a la suerte de ,1a El hombre antiguo no se preocupó demasiado
monarquía. por eso que los cristianos llamaron la vida interior.
Conocían el valor político que tienen las virtudes,
Esto modifica, en alguna medida, el cuadro del
pero no sabemos (pie hayan reflexionado mucho
nacimiento de la República romana tal como suele
sobre la economía y el origen de la vida moral.
Pista falta de interés no quitó a los viejos romanos
* Ho m o , León: o. c., pág. 161.

23
22
|j posesión de una robusta salud ética y de una Consideraba también que su aporte a la historia
vivida tradición religiosa que podía hacerles pare­ de !a religión romana podía considerarse casi nulo
cer obvias las reflexiones sobre su proyección en o por lo menos negativo, ya que solamente puede
i I alma. haber servido para borrar algunas ilusiones. Pen­
Sus moralistas fueron estudiosos de las costum­ saba que, si tenía razón, sus trabajos recordarían
bres y se limitaron, en general, a consideraciones a los historiadores de Roma que no se sabe casi
someras cuando no triviales sobre la decadencia nada sobre los orígenes de esa sociedad privile­
de los buenos hábitos. El hecho de que casi todos giada y que, en el estado actual de las ciencias
ellos fueron austeros defensores de los usos tradi­ históricas, convendría dejar en blanco las páginas
cionales señala la índole conservadora del romano que los manuales dedican a esas lejanas épocas.
y su poco gusto por las confesiones. En una entrevista que Pierre Sipriot concertó con
La ausencia de referencias testimoniales sobre la Dumézil a propósito de la civilización romana y
vida íntima hace difícil el acceso al alma romana. que apareció en un número especial de “La Table
Faltan documentos literarios relativos a sus pensa­ Ronde”, el promotor del coloquio inició su en­
mientos más secretos y a sus experiencias persona­ cuesta sobre la religión romana refiriéndose a las
les de carácter religioso. Conocemos muchos deta­ numerosas trazas “de una concepción tripartita del
lles externos de esa religión, el nombre de sus dio­ mundo v de la sociedad que parecían corresponder
ses, la índole de sus ritos, la pompa de sus cultos y a tres funciones esenciales: soberanía político-reli­
la disposición de sus templos, pero no sabemos nada giosa; fuerza combatiente y productividad”.
del estado interior que esas creencias imponían. Estas tres funciones aparecían presididas por los
George Dumézil publicó en 1949 un libro que tres dioses principales del panteón romano: Júpi­
intituló L ‘héritage indo-europeríne a Rom e y era, ter, Marte v Quirino. Al servicio de esta tríada
en alguna medida, la culminación de una serie de mayor se encontraban los primeros “flámines” del
trabajos sobre los mitos, las creencias y los dioses colegio sacerdotal. Sipriot preguntaba a Dumézil
indogermánicos. Sus reflexiones en torno de la reli­
sobre el probable origen de estas divinidades.
gión romana venían contenidas en un contexto mu­
La respuesta del especialista comenzó con una
cho más amplio y trataban de explicar, en su pro­
referencia a la opinión corriente que adjudica Jú­
yección histórica, el parentesco que tenía con la
piter y Marte al aporte latino y Quirino a la here­
griega y la de otros pueblos del mismo origen lin­
dad sabina. El fundamento de esa aseveración re­
güístico.
posa en el hecho de que los sabinos habrían sido
Escribía Dumézil: “para designar la lengua co­ los pobladores de la colina que se llamó del Qui­
mún de la que proceden tanto los griegos como los lina!. Dumézil alega contra esta tesis que uno de
latinos, así como los celtas, germanos, eslavos, hin­
los pocos conocimientos serios que se posee de la
dúes e iranios se ha inventado el nombre extraño, lengua sabina obliga a aceptar que “ese idioma no
algebraico, de «indoeuropeos», que no hay ninguna había guardado el sonido que en latín corresponde
razón para cambiar, porque las otras designaciones al fonema «qu». Sería un caso muy singular que
propuestas no valen mucho más” !>. el único dios cuyo nombre comienza con «qu» fue­
0 D u m e 7.ii ., C¡.: L ’llcritag e nulo i’iiropccn u Home, París, ra precisamente el que los sabinos no podían ni
Gallimard, 1914, pág. 15. sabían pronunciar”.

24 25
Aumentó su perplejidad el descubrimiento de una proceso antropomórfico espontáneo. Los dioses prin­
inscripción atribuida a los umbríos y relacionada cipales están rodeados de fuerzas divinas, de “ilu­
con las ceremonias religiosas de la ciudad de Igu- mina”, señales o manifestaciones que el hombre
vium. Se lee en ella que esa ciudad reconocía la debe conocer para intuir, a través de ellas, la
protección de tres grandes dioses “gravovii” y que voluntad de quien las dirige.
esta tríada comprendía un orden de enumeración “Tengo la impresión —nos dice— que tal profu­
que era también una jerarquía, impuesta por el sión es un brote religioso secundario y que aumentó
énfasis de algunos detalles litúrgicos. Esos tres dio­ en la medida que la religión romana envejecía. Muy
ses eran Júpiter, Marte y un tercero que recibía pronto, en su historia, los romanos presentaron sus
el nombre de Vofionus. grandes divinidades como si estuvieran rodeadas
Vofionus no es homónimo de Quirinus, pero el de un equipo numeroso de a u x ilia re s....”.
sufijo “us” en que ambos concluyen permite supo­ Protesta contra la idea de comparar los “numina”
ner un cierto parentesco lingüístico. El descubri­ romanos con eso que las religiones polinesias con­
miento indujo a pensar que la existencia de la sideran como “mana”. El “numen”, de acuerdo con
tríada no era exclusiva de Roma y que el estudio su etimología, es un signo visible, un movimiento
de sus dioses habla de un clima teológico común de la cabeza o de la mano, por el cual una persona
a varias ciudades de Italia. de gran dignidad hace conocer su voluntad. Detrás
El Júpiter del “flamen Dialis”, antes de la reli­ del numen está la persona del dios. Los romanos
gión capitolina, era, en la autorizada opinión de tuvieron una idea personal de los dioses y nunca
Dumézil, el dios del día, del cielo luminoso. Su sa­ consideraron que fuesen fuerzas ciegas e irrepre-
cerdote estaba impregnado por la sacralidad del sentables.
dios, tanto en los preceptos como en su persona. La palabra “deus” designa una persona, un gran
Era el encargado de los auspicios que comandaban dios como Júpiter o una pequeña deidad como
la acción política. En la evolución posterior de la “mater matuta”. Dios es un término indoeuropeo
religión romana, en la fase que Dumézil llama ca­ v se encuentra, con variantes, en todas las lenguas
pitolina, se reforzaron las prerrogativas de Júpiter que caen bajo esta designación. Esta filiación del
y llamado también “Capitolino”, se convirtió en término bastaría, por sí sola, para probar que los
el garante de la grandeza de la Urbe y en su ver­ antepasados de los romanos llegaron a Italia con
dadero “Rex”. divinidades personales y con un politeísmo del
“Es efectivamente el dios soberano, el dios de mismo nivel que el de los indoiránicos.
la ciudad, cuando ella se piensa como una entidad Antes de dar por terminada la entrevista, Dumé-
política, con su destino y sus ambiciones con res­ zil recordó la conveniencia de no adjudicar a los
pecto al mundo”. dioses romanos rasgos físicos precisos. Esto explica
La evidencia de la soberanía de Júpiter brega la ausencia de una mitología antropomórfica al es­
por un sistema religioso coherente y no por esa tilo de la griega. Existió, no obstante, una organi­
polvareda de divinidades que, según ciertos testi­ zación social divina que se reflejó en el “ordo sa-
monios, harían de la religión romana un verdadero eerdotum”.
caos. Dumézil explica esta aparente antinomia cuan­ La religión ha sido siempre un territorio vedado
do admite en la religión vivida de los romanos un para quien no participa de la fe tradicional, por

26 27

oso conviene, aunque sólo sea a título de simple más como un sociólogo que como un hombre de
hipótesis, dar a esos poderes invisibles que presi­ le. Gracias a él podemos conocer el valor político
dían la vida del romano “ese carácter de realidad de la religión romana, sin que nos sea permitido
que le atribuyen todas las civilizaciones”. conocer aquello que Cicerón llamó su naturaleza.
No importa que no podamos decir, de acuerdo Ovidio nos legó los Fasti, en donde pasó revista
con testimonios fehacientes, en qué consistía esa ii las festividades religiosas y a los diversos luga­
realidad. res donde se realizaban. La descripción es detalla­
El romano prestaba gran atención a todas esas da y pulcra. Transmite de primera mano algunas de
señales, “ ' ” irtían de los poderes in­ las fórmulas litúrgicas usuales.
visibles mantener en constante Tenemos que conformarnos con referencias ex­
vigilancia todos sus movimientos. Esta vigilia dis­ teriores del culto y de tal modo que la unión de
ciplinó su espíritu y afinó su conciencia para percibir las noticias literarias con las epigráficas constituya
la presencia de lo sagrado en todas las actividades mi saber acerca de la religión romana lo más ins-
que emprendía. Nada era indiferente a los “nu- Imotivo posible. Podemos conocer casi todo acer­
mina” ni podía sustraerse a su influencia. ca del culto, pero muy poco de su espíritu profundo
I.as fuentes para el estudio de esta religión son, v esto, hasta el punto que muchos han creído que
en primer lugar, Catón, Cicerón y Tito Livio. En no lo tenía.
segundo lugar, Varrón, San Agustín y Plutarco. No interesa por ahora examinar la influencia que
De todos ellos, Catón, por su proximidad a los Invo sobre Roma la mitología griega ni compren­
orígenes, y Agustín, por su profunda experiencia der hasta dónde los romanos asimilaron su influen­
religiosa, hubieran sido los mejor señalados para cia. Nos interesan los elementos más antiguos de
darnos una idea cabal de la “fides” romana. Pero su religión, esos que, según Dumézil, forman el
San Agustín estuvo más atento a refutar que a es­ fondo indogermano de ambas tradiciones.
clarecer los contenidos de esa religión y Catón es­
Como anticipamos, existió en el panteón romano
taba demasiado preocupado por edificar sus fieles
una deidad suprema: Júpiter, Djovis Pater o dios
en Jos aspectos morales de las creencias romanas
del cielo, con una jerarquía semejante a la de Zeus
y se interesó poco por la teología, si es que efec­
mitre los helenos. El poder de este dios se mani­
tivamente existió una cosa semejante en la civiliza­
festaba a través de los “númina” omnipresentes
ción romana.
que, según la opinión de Dumézil, eran gestos o
Cicerón, que se ocupó en alguna oportunidad de signos del dios, pero de acuerdo con otros estudios
La naturaleza de los dioses, prometió con ese título
son mensajeros personales, ángeles o daimones, cu­
sugestivo más de lo que pudo cumplir. Después de
ya buena voluntad se debía conquistar mediante
leerlo con la atención que merece por su facundia
ritos adecuados10.
retórica, no hemos avanzado nada en el conoci­
miento del panteón romano y menos todavía en el Esta profusión de intermediarios complicaba gran­
d< esa misteriosa experiencia sacral en que debe demente la vida religiosa del romano, quien, a
consistir el trato del creyente con sus dioses. sus preocupaciones mundanas, debía sumar estas
Varrón fue hijo de un movimiento cultural de
corte racionalista y en sus Antigüedades se muestra "* C o r b is l h e y , T .: L a religión d e los romanos; Cristo y
las religiones de la tierra.

29
otras de carácter sobrenatural. Había númenes re sin la asistencia de tantos dioses pueriles, que sus
lacionados con la agricultura, la ganadería y en 1lijos se habían casado sin la ayuda de los dioses
general con todos los actos de la vida cotidiana conyugales y se habían unido sus hombres y sus
fueran de índole personal, familiar o política. mujeres sin el culto de Príapo u .
Pueblo campesino, su vida transcurría en torno Estos múltiples dioses estaban emparentados con
del hogar doméstico y de las faenas rurales. El culto los “numina” agrarios, que eran también del re­
dé Vesta, simbolizado por el fuego y los dioses sorte del “pater familiae”. Los rebaños y las tierras
lares, constituía, junto con la piedad a los muer­ labradas tenían sus protectores celestes. El dueño
tos tutelares, el momento más fuerte y constante de un predio agrícola debía conocer los nombres y
de su fe, el menos intelectual y el que con más los ritos propiciatorios para preservar sus sembra­
fuerza perduró en los usos y las costumbres del dos y los rebaños que pudiere tener, de las diver­
pueblo. sas plagas que los amenazaban. Nada se dejaba al
La familia fue la base social de la Roma primitiva azar y cada labor era iniciada con una ceremonia
y en orden a la unidad doméstica encontramos un donde se pedía el auxilio de la fuerza divina co­
culto antiquísimo y de particular reciedumbre. La rrespondiente.
vida de la comunidad paren tal se desarrollaba en La vida social, regulada por un culto minucioso
el hogar, donde ardía constantemente la llama vo­ y una entrega activa a la protección de tantos dio­
tiva de Vesta. La ciudad fue concebida, como en ses, no podía dejar de proyectar una benéfica dis­
todos los pueblos indogermánicos, como una pro ciplina en las actividades del alma. De allí nacie­
yección de la familia. En el templo estaba el hogar ron los hábitos piadosos, la paciencia, la humildad
común cuyo fuego sagrado era protegido por los y la confiada esperanza que tanto sirvieron para
flánúnes y las vestales. forjar la templada reciedumbre del carácter ro­
El culto familiar no concluía con el fuego de mano.
Yesía y se prolongaba en otras deidades protecto­ La evolución posterior de la religión no introdujo
ras, genios y penates, que inspiraban ritos v fiestas cambios notables en el fondo tradicional de estas
propias de la comunidad parental. En la casa es­ creencias, pero al complicarse los ritos con algunas
taba Jano, el espíritu de la puerta, habitualmente fantasías poéticas se banalizaron y la afectación
representado por dos rostros que miraban hacia trajo como consecuencia la superstición y posterior­
fuera y hacia dentro de la mansión. Había también mente el escepticismo.
un buen número de deidades femeninas, hacendo­
sas y prácticas, que intervenían en todos los ins­
tantes de la vida de la mujer. Lueina asistía a las E L ORDEN FAMILIAR
parturientas y cuidaba de los niños como un ángel
custodio. Cunina se inclinaba sobre la cuna mien­ En la familia y en el culto del hogar se formó el
tras el infante dormía, Rumina le enseñaba a ma­ temple del romano. Allí adquirió la consistencia
mar, Statana a caminar y Ossipaga fortalecía sus que debía convertirlo en hombre de costumbres1
huesitos.
11 S an A g u s t ín : D e C ivítate Dei, IV, 34. (Hay edición
San Agustín las recordó sin mucha ternura para castellana. Ver la de Biblioteca de Autores Cristianos, bilin­
decirnos que el pueblo de Israel se había formado güe.)

30 31

austeras pero sin rigidez, solidario sin obsecuencias ciencia lúdica del aristócrata y hasta en sus sacri­
y siempre dispuesto a oirecer la vida por su comu­ ficios heroicos conservó un sentido claro de su va­
nidad sin convertirse nunca en un profesional de lor práctico.
la guerra.
Se puede añadir que su educación no fue el re­
La solidaridad con el grupo comunitario recibió
sultado de una organización racionalizada del pro­
el nombre de “pietas” o patriotismo. Cuando se
ceso formativo del hombre; se impuso al compás
formó la Urbe, los miembros de las familias fun­
de las exigencias cotidianas de una vida dura. El
dadoras extendieron su “pietas” a toda la ciudad:
campo de sus actividades era el agro y de allí pasó
“Dulce et decorum est pro patria morí”. al terreno del combate sin perder de vista el propó­
La educación recibida por el romano en el seno sito utilitario de una y otra faena. Esto explica
de la familia obedecía a una finalidad distinta de que el espíritu romano no haya cedido nunca a
aquella que orientó la paideia del joven griego. las solicitaciones de las abstracciones ideológicas,
Ni los ideales estéticos del aristócrata ateniense, ni fue tentado por el deseo de hacer una guerra
ni la parcialidad castrense del espartano. Su for­ sin finalidad política precisa.
mación en el predio rústico tuvo un propósito prác­
Fue hombre austero, sobrio y cortante como una
tico y si se quiere utilitario: cultivar la tierra y de­ espada, pero supo siempre que la espada es un
fenderla con tenacidad de sus enemigos: plagas, instrumento, un medio y no un fin en sí misma.
desastres y ataques armados. Este pueblo tan combativo fue al mismo tiempo
Este origen campesino mantiene su sello a lo largo muy parco en sus elogios a las glorias militares.
de toda la historia romana, y cada vez que el giro No obstante supo siempre que para alcanzar una
de los sucesos los llevó a pensar que decaían su paz durable habría que concluir con el enemigo.
primer movimiento de restauración fue hacia el En este sentido fue definitivo.
campo, hacia la tierra. El romano vinculó sus vir­
La verdadera filiación en la familia romana no
tudes con la “res rustica”.
quedaba sellada por el acto natural del nacimiento.
La casa romana conservó su origen agrícola. Te­
Ocho días después de haber venido al mundo un
nía un gran patio donde se recibía el agua de las- niño, se cumplía una ceremonia a la que asistían
lluvias v que tanto recordaba a un corral. Sus los miembros más importantes del grupo familiar.
huertas y sus jardines, a las que Grimal ha dedi­
En esta oportunidad el nuevo vástago recibía su
cado uno de sus mejores libros, eran la prueba de nombre propio, que era en realidad el de la gente
sus preferencias campestres. ( “gens” ), y un prenombre que se anteponía al gen­
Las tareas propias del campo robustecían el cuer­ tilicio. Así César, que llevaba el nombre personal
po de los jóvenes y, sin embellecerlo, le daban la de Cayo, pertenecía a la “gens” Julia y a la fa­
dureza propia de los ejercicios sostenidos en largas milia César. Cavo Julio César constituía su com­
jornadas de trabajo. No fue el romano un atleta de pleta filiación. La mujer llevaba solamente el nom­
estadio ni el concurrente asiduo a los gimnasios. bro gentilicio: Julia, Tulia o Cornelia. Como esto
Alternaba la azada y el pico con la lanza y la es­ se prestaba a grandes confusiones en el seno de
pada, y adquiría en el trato con esos instrumentos una comunidad tan numerosa, se usaron innumera­
una consistencia férrea y una paciencia de labriego. bles sobrenombres y diminutivos que permitían la
No tuvo en sus gestos ni en su apostura la con- individualización de las muchachas.

32 33

1
Pese a la triple designación masculina: Cayo siquiera maestros pagados: “En Roma —escribe
Julio César, Marco Tulio Cicero o Cayo Cornelio Marrou— no se confiaba la educación de un niño
Graco, se podían dar homonimias y esta circunstan­ a un esclavo. Es la madre quien lo educa y esto
cia explica el recurso al mote, especialmente cuando hasta en las familias de mejor linaje. La madre se
se trataba de tocayos por partida triple como fue honra permaneciendo en su casa para asegurar el
el caso de Publio Cornelio Escipión, el destructor cumplimiento de este deber sagrado que la con­
de Cartago, y su homónimo, vencedor de Aníbal. vierte en servidora de sus hijos” 1S.
El primero de ellos añadió a sus tres designaciones Si no bastaba la madre, se elegía a una parienta
usuales la de Emiliano Africano Menor. El resultado que reuniera los requisitos exigibles para hacerse
no podía ser más pomposo ni más largo, pero ser­ responsable de esa tarea. A partir de los diez años
vía para señalar su catadura militar. E l propósito el niño, en todo lo que hacía a su educación, pa­
de tales fórmulas era indicar claramente los grupos saba a depender del padre. Los maestros, cuando
familiares y con ellos la responsabilidad social que los había, realizaban una función dependiente de
correspondía al que así se denominaba: “Erano la paterna.
nomi lunghi —escribe Indro Montanelli— posanti Marco Porcio Catón, llamado también el “Cen­
e imponenti, che già di per se stessi caricavano un sor”, es quizás, una figura excesiva para convocar
certo numero di doveri sulle spalle del neonato” 12. su testimonio acerca de la educación romana, pero,
Un romano que se respetaba era miembro de dado el grado de obstinación que puso en revivir­
una familia y nadie que se sustrajera a sus vínculos las virtudes tradicionales, nos sirve para hacernos
tribales podía ocupar un lugar importante en el una idea aproximada de lo que pudieron ser tales
seno de la República. La historia familiar formaba usos en la mejor época de la Urbe.
parte de la realidad espiritual de un hombre v Narra Plutarco que Catón enseñó a sus vastagos
no podía aspirar a convertirse en una personalidad las primeras letras, porque no quería que los niños
de relieve si no estaba adscripto por nacimiento o tuviesen que agradecer a un esclavo tan excelente
adopción a una importante comunidad gentilicia. enseñanza. Luego les dio a conocer las leyes de la
De ella recibía su fuerza y la cohesión de sus re­ ciudad y los adiestró en el manejo de las armas,
laciones políticas, a ella pedía explicaciones la so­ los curtió en los ejercicios para que pudieran resis­
ciedad entera cuando alguno de sus miembros no tir el frío y el calor y vencieran a nado las corrien­
respondía con valor a las exigencias de su cargo. tes de los ríos. Con su propia mano escribió una
El profundo sentido de la educación familiar historia de Roma y señaló en ella los hechos más
romana no concluía en la adhesión del recién na­ salientes para que crecieran en la emulación de las
cido a un orden histórico de esfuerzos, suponía grandes hazañas. Cuidó mucho la delicadeza cor­
también la recepción de todas aquellas influencias poral en su relación con los niños y no compareció
espirituales que gravitaban en su formación. En desnudo delante de ellos, como solían hacerlo los
las primeras épocas de la República no hubo pe­ griegos.
dagogos esclavos para substituir a los padres, ni El romano de la época clásica, antes de contagiar-13

12 M o n t a n e l l i , Indro: Storia di Roma, Milano, 1955, pà­ 13 M a r ro u , H. L.: Historia d e la educación en la anti­
gina 8. , gü edad, Buenos Aires, Eudeba, 1965, pág. 283.

34 35
se de las costumbres helénicas, fue un varón grave LA GUERRA
v pudoroso. Un poco solemne, si se quiere, pero
severamente apegado a una estricta diferenciación “Si vis pacem, para bellum” —decían los roma­
sexual14. nos con lacónica precisión. Sabían que es imposible
A los dieciséis años el adolescente vestía la toga alcanzar la paz si no se está en condiciones de
viril y se despojaba para siempre de los signos ex­ luchar para obtenerla. Por esa razón su preparación
teriores de la infancia. El padre lo colocaba junto militar fue larga y muy efectiva, pero nunca exclu­
a un amigo, con preferencia alguien que tuviera siva ni enfáticamente belicosa.
cierta importancia en la vida pública, para que lo Desde que pusieron en pie de guerra un ejército,
iniciare en el aprendizaje de los negocios. su arma predilecta fue la infantería. En esto como
Un largo servicio militar completaba este primer en todas las otras faenas manifestaron su condición
ciclo del “curriculum” romano. Nadie podía iniciar agrícola. Poseyeron una caballería, pero fue en el
con provecho una fructuosa carrera de honores ejército un elemento de irrupción y choque. La co­
si no había demostrado en el ejército que era dig­ locaban en las alas para golpear desde allí a los
no de su sangre. enemigos y permitir la acción decisiva de los in­
La educación familiar tendía a desarrollar en los fantes.
jóvenes un carácter noble, jorque no sólo insistía La legión de soldados a pie tomó su técnica
en el respeto a la tradición nacional, sino que de la organización de los hoplitas griegos, pero se
acentuaba la fidelidad a las virtudes de la propia distinguió de ellos porque, en lugar de constituir
familia. “Cada una de las grandes casas romanas una unidad compacta y única, se dividió en peque­
—observa Marrou— tenía ante la vida una actitud ños cuadros de gran movilidad, pero estrechamen­
definida, un comportamiento fijo” 15. Los padres te soldados entre sí, a los que llamaron “manipuli”.
trataban que los hijos tomaran en consideración Estos grupos eran comandados por oficiales subal­
tales hábitos y los reprodujeran en sus costumbres. ternos que obedecían las órdenes de los tribunos
La crítica moderna suele considerar con cierto militares.
escepticismo la referencia a ciertos hechos reite­ El ejército no fue profesional hasta la época de
rados por los miembros de una misma familia a Mario. El servicio era un deber cívico y afectaba
través de dos o tres generaciones, como la famosa a todos los ciudadanos por igual. La posición de
“devotio” de los Decio, repetida por el padre, un los soldados en las filas no respondía a criterios
hijo y un nieto en 340, 295 y 279, respectivamente. honoríficos, ni se tomaba en cuenta la vanidad o
En cada una de estas fechas y en el curso de una el honor de las familias más insignes; se distribuía
batalla decisiva un Decio se consagró a los dioses de acuerdo con necesidades militares y teniendo
infernales para obtener el triunfo del ejército ro­ en cuenta la veteranía mostrada en el ejercicio de
mano. La “devotio” imponía el sacrificio de la las armas. Los reclutas formaban pelotones ligeros
vida en un ofrecimiento expiatorio.1 5
4 y eran usados con prudencia en donde podían acos­
tumbrarse al peligro y adquirir experiencia sin com­
prometer la victoria. La fuerza decisiva de la legión
14 P l u t a r c o : o . c ., Marco Catón, XX. romana estuvo siempre formada con veteranos.
15 M a r ro u , H. I.: o. c., pág. 237. El ejército romano evolucionó permanentemente

36 37
hasta adquirir esa constitución que fue su caracte­ «le los héroes griegos, según el testimonio de Ho­
rística en los últimos años de la República y pri­ mero, sino en su completa integración con el gru­
meros del Imperio. Los cambios introducidos en su po táctico.
organización estuvieron ligados al ritmo de las gue­ Creo que Hegel, con el propósito de ilustrar
rras sostenidas por la Urbe y las innovaciones se con un ejemplo histórico sus presupuestos filosó­
impusieron cuando el impacto del adversario obli­ ficos, exageró bastante la dureza romana y no dio
gó a un cambio de táctica. Los galos le enseñaron su parte a las exigencias del corazón. En su sis­
el uso de la espada y sus choques furiosos a frac­ tema Roma encarna un momento del desarrollo
cionar el frente y constituir los “manipuli”. del espíritu y de ahí nace la hierática fijeza que
Este nuevo ordenamiento del combate dio pro­ el autor de la Fenomenología impone a su cuadro
fundidad a las tropas e impidió la ruptura inme­ histórico.
diata del frente al recibir el golpe de la caballería. “La personalidad rígida, a quien vemos rechazar
Las guerras con Pirro y con Aníbal terminaron su en la familia y en la gens las relaciones del senti­
educación guerrera y definieron su estrategia. Con miento y del corazón, hace en el Estado la inmo­
posterioridad a esos encuentros Roma ya no tuvo lación de todo lo concretamente moral, disolvién­
enemigos capaces de hacerle cambiar sus dispo­ dose en una obediencia a una soberanía con la cual
sitivos militares y fue ella quien impuso las condi­ cada uno se identifica.” 16
ciones en que debían librarse los combates. Como toda visión monolítica ésta de Hegel es
sólo parcialmente verdadera. De hecho el romano
La disciplina militar fue severísima y la falta
más leve era castigada con implacable rapidez. colocó, incluso sobre el interés del Estado, la “pax
Los castigos iban desde una simple tunda de palos deorum”, sin la cual la suerte de la ciudad corría
hasta la muerte infamante aplicada al desertor o el peligro de hundirse. Había que conciliar el
al cobarde. La sanción podía caer sobre una legión favor de las deidades y para ello convenía proce­
entera, condenándola a la decimación, por la cual der de acuerdo con los ritos y reglas tradicionales:
era ejecutado un soldado de cada diez. En caso de forma conveniente, momento adecuado, lugar de­
sublevación podía ser pasada totalmente por las terminado y personal autorizado. Esta ejercitación
armas y su nombre borrado para siempre de las ritual y el ofrecimiento del sacrificio tiene que mo­
listas militares. ver a los dioses para que obren en interés de la
ciudad 17.
Observaba Hegel, en sus L eccion es sobre la filo ­
Tal movilización de divinidades en favor de un
sofía ele la historia universal, que la peculiaridad
plan político no significaba poner ese propósito
del Estado romano suponía una dura disciplina y
sobre la voluntad de los dioses convocados; por
el sacrificio de la personalidad en aras de la aso­
el contrario, era admitir que sólo preocupándose
ciación. Según este filósofo, el Estado romano se
por la justicia de su causa, los dioses accederían
forjó en la guerra y esta situación selló el carácter
a defender los intereses de Roma. En buen latín
aristocrático de su organización político-militar: “No
existe una unión ética y liberal, sino un estado
n> H e g e l , G. W. F .: Leccion es sobre la filosofía d e la
violento de subordinación que deriva de la guerra". Historia universal, Madrid, Revista de Occidente, 1953, T 9 II,
La virtud romana por antonomasia fue la valen­ pág. 105.
tía, pero no en el sentido individualista y aparatoso 17 CoHBISLHEYS O. C., pág. 139.

38 39
esto significaba poner el “ius divinum” sobre el mil años de teología habían amontonado sobre su
“ius civitatis” y hace ingresar la piedad patrió­ recuerdo.
tica en el supremo interés de la piedad religiosa. Los “dignos menesteres” para los que fue crea­
No se advierte en los usos romanos el ejercicio da la lengua latina no se limitó al léxico jurídico
de una razón de Estado fríamente racionalista. ni. a los epitafios que ornaban los mármoles de
Había en ese pueblo muchos compromisos religio­ las tumbas romanas. Desde la época más antigua
sos para que no pusieran todas sus empresas bajo encontramos en Roma una poesía religiosa muy ru­
la protección divina y no desearan el amparo de dimentaria pero de gran expresividad. Este len­
esa justicia superior. guaje rítmico había sido compuesto para ser acom­
Los romanos hicieron lo posible para legar a la pañado por las flautas en el culto de los dioses.
posteridad la imagen de un pueblo austero hasta El “Carmen arvale” y el “Carmen saliare” son,
la rigidez y solamente preocupado por ganar la quizá, los documentos literarios más viejos que
guerra. Esta opinión se impone cuando se exami­ conocemos del pasado romano.
nan los criterios que predominaron en sus empre­ El culto a los muertos inspiró en sus vates lar­
sas bélicas, pero no podemos olvidar que esos ac­ gas lamentaciones elegiacas llamadas ‘“neniae”,
tos estuvieron siempre al servicio de una política. donde se hacía el elogio del difunto y se le recor­
daba, por si lo hubiere olvidado, algunos detalles
concernientes a la vida de ultratumba. Las “ne
niae” son lamentos de una rudeza todavía bárbara,
EL IDIOMA
pero se advierte en ellos la música que usará Pro-
percio para componer sus elegías amatorias.
El latín clásico, en la organización de sus fra­
Se ha discutido mucho esta vinculación poética,
ses, tiene la brevedad concisa de un parte militar en parte porque destruye la leyenda del romano
y en esta parquedad expresiva participó tanto el rígido e insensible. Se trató de hallar los antece­
temperamento como la voluntad. Si César, en una dentes griegos de expresiones tan patéticas como
demasiado célebre oportunidad, escribió: “Veni, delicadas: los amores de Propercio y Cynthia se­
vidi, vinci”, no debemos hacernos muchas ilusio­ rían la versión romana de las quejas de Safo y
nes sobre la espontaneidad de esa locución. Hubo Alceo.
mucho cálculo en su laconismo y tal vez la premo­
Sin terciar en una discusión que excede mis co­
nición de que estaba hablando para el mármol. Con
nocimientos, considero, bajo la inspiración del sim­
todo reconocemos que el latín prestaba su genio
ple buen sentido, que el estímulo no pudo obrar
a este tipo de frases. Había en él una predisposi­
el milagro de una creación de la nada. Los ro­
ción natural a la expresión breve y clara.
manos tuvieron vocación lírica y la manifestaron
El papel que Víctor Hugo cumplió en las letras
en los comienzos de su historia literaria. La in­
francesas, Goethe lo asumió para toda la Europa
fluencia griega ayudó con formas expresivas más
ilustrada. No hay ningún prestigio universal que
desarrolladas, al crecimiento de las virtualidades
no haya recibido la sanción consagratoria de una
que estaban latentes en el idioma del Lacio y en
de sus mejores frases. Cuando escribió que la len­
el temperamento de sus habitantes.
gua latina había sido forjada para grandes me­
nesteres, la libró para siempre del oprobio que dos El latín, como el italiano actual, fue una lengua

40 41
particularmente apta para la construcción de ver­ EL DERECHO
sos burlescos y las expresiones verbales de inten­
ción satírica. Esto prueba la complejidad del alma Los romanos creyeron que su “derecho” había
romana y los muchos matices psicológicos que de­ nacido con su ciudad y así lo entendieron también
ben considerarse para no exagerar la gravedad de sus historiadores. Desgraciadamente para nuestra
aquellos varones tan inclinados, en otros aspectos, curiosidad, muy poco, por no decir nada, queda
a la maledicencia procaz. de ese derecho primitivo. No obstante, y por res­
De esta veta humorística nació la fábula atelana, pecto a una tradición venerable, no podemos de­
algo parecida a la comedia beocia, pero adscripta jar esa leyenda a un lado y suponer que el de­
por la lengua y el espíritu a una modalidad típica­ recho nació al promediar el período clásico de la
mente latina. República Romana. Conviene admitir que en la
Los epitalamios han reclamado un tono de bro­ Roma primitiva se incoa un proceso de creación
ma desvergonzada y dieron fácil pábulo a refe­ jurídica que alcanzará en el futuro su pleno de­
rencias de color muy subido. Esto no debe hacer­ sarrollo.
nos pensar en la existencia de una sociedad de La ausencia de fuentes escritas no testimonia,
costumbres disipadas y cabe, para dar de ellos necesariamente, por la inexistencia de preocupa­
una interpretación adecuada, la ponderación de ciones jurídicas. Pudo existir un fuerte derecho con­
Marcial: “Aunque los versos son libres la intención suetudinario sin que sus usuarios se hubieren pro­
de mi conducta es proba”. puesto codificarlo y asentar una jurisprudencia
No conviene exagerar el valor literario de todas por escrito. Villey opina que aquí, como en mu­
estas composiciones en verso. Fue el contacto con chos otros pueblos, la práctica ha precedido a la
el mundo griego lo que permitió a los romanos su­ codificación ls.
perar el carácter popular de la literatura y alcan­ ¿En qué consistía esa práctica? ¿Cómo se regu­
zar una expresión culta. laba?
Los primeros pasos de esta transformación fue­ Las costumbres y los usos de los grupos fami­
ron dados por los griegos asimilados a la vida ro­ liares que habitaban Roma tenían el vigor y la
mana. Livio Andrónico fue uno de los primeros fuerza de un derecho. Ellos servían de norma al
en transformar el latín en una lengua poética se­ litigante que reclamaba, ante el Colegio de los
gún los cánones helénicos. Se debió esperar to­ Pontífices, algo que suponía pertenecerle.
davía mucho tiempo para alcanzar el desarrollo En sus comienzos el procedimiento fue rudo
que legaron Lucrecio, Horacio, Ovidio o Virgilio. y directo. El querellante se presentaba ante el
La influencia griega no detuvo el proceso de cre­ magistrado que servía de árbitro y declaraba: “Aio
cimiento del genio latino, por el contrario, le sir­
vió de estímulo y lo alentó en la línea de su es­
18 V i l l e y , M.: El derecho romano, Buenos Aires, Eude-
piritualidad autóctona. ba, 1963, pág. 8 col. 2. ( Hay un estudio más profundo del
mismo autor en C om pendio d e filosofía d el derecho, Pam­
plona, Eunsa, 1981, dos tomos. En la misma linea pero apa­
rentemente sin contactos, O r t e g a y G a s s e t , José: D el im pe­
rio romano, Obras completas, tomo VI, pág. 51, Madrid,
Alianza, 1983.

42 43
meum esse ex jure quiritium”. Esta antigua fórmula, mediante la cual se les concedía la protección de
conservada por Galo, manifiesta en su concisa bre­ los dioses tutelares de la “gens” y tomaban, para
vedad la existencia del legendario derecho quiritario. su uso, el nombre gentilicio. Podían participar del
Ese “jure quiritium” incluía solamente a las culto y ocupar el lugar a que los destinaba el ca­
comunidades gentilicias patricias y a los clientes beza de la comunidad.
que estaban bajo su protección familiar. Los ple­ La fuerza social de la “gens” dependía de su
beyos estaban fuera de este orden, y no por ra­ cohesión interior y del número de hogares que
zones de origen servil, sino porque llegaron a Ro­ comprendía. El desarrollo político de Roma obli­
ma con posterioridad y no gozaban del estatuto re­ gó a estas comunidades a aceptar la religión de
ligioso de las comunidades fundadoras. Fue la la ciudad. Esto no significó el abandono de sus
posesión de un rígido sistema gentilicio lo que fa­ propias tradiciones ni su disolución en el nuevo
voreció el auge de las familias campesinas y les ordenamiento político. Hasta muy avanzada la
permitió, con el correr del tiempo, asentar una época imperial, Roma mantuvo la vitalidad de
cierta prelacia sobre los comerciantes y artesa­ estos grupos y ningún candidato a una función
nos ingresados a la ciudad con posterioridad. pública importante podía alcanzar una posición si
no lo apoyaba su “gens”. No obstante la sana
costumbre de vivir en el marco de estas comuni­
LA ORGANIZACION PRIMITIVA dades, el Estado romano creció a sus expensas y
dejaron de tener la importancia que habían tenido.
El derecho romano nos llevó a hablar de la Ue la antigua constitución monárquica de Roma
comunidad gentilicia o simplemente “gens”. Esta se sabe muy poco. La leyenda se apoderó muv
organización familiar, común a todos los pueblos pronto de los recuerdos que quedaron y lo que
indogermánicos, constituyó el complejo social más se puede leer entre líneas se pierden en las bru­
representativo del período arcaico. Como sus si­ mas de las conjeturas.
milares helénicos, estos grupos estaban vinculados Se cree que de los siete reyes romanos que
real o legendariamente a un antepasado común según la tradición precedieron el advenimiento de
y poseían, como base económica de su autonomía, la República cuatro de ellos: Rómulo, Numa Pom-
un territorio llamado “pagus” y un jefe: el “pater pilio, Tulio Ostilio y Anco Marcio pertenecieron
gentis”. a una supuesta dinastía latina de la que no se tie­
La unidad espiritual del grupo es el culto co­ ne ninguna noticia cierta. Los otros tres: Tarqui-
mún, la adhesión al antepasado epónimo y el cum­ no el Antiguo, Servio Tulio y Tarquino el So­
plimiento de las reglas consuetudinarias. El “pa­ berbio habrían sido etruscos.
ter gentis” encarna una autoridad de tipo reli­ Si se admite la existencia de la reyecía y se asi­
gioso que se extiende a cada una de las familias mila su papel al que desempeñaron sus semejan­
integrantes de la “gens”. tes de los pueblos indogermánicos, no es difícil
El grupo gentil podía tomar bajo su protección conjeturar la existencia de un Consejo formado
a personas que por su nacimiento no pertenecían por los padres gentiles y de una asamblea integra
a la comunidad. Estos fueron los clientes, cuya da por los miembros en edad militar de esas co­
adopción daba lugar a una ceremonia religiosa aceptando esa farsa de falsa lozanía. Los afei-

44 45
mó Senado y la asamblea de los guerreros recibió
el nombre de “curiata”, porque procedía de una
división en treinta curias con un curión a la ca­
beza.
Surge la conjetura, nada más que plausible, que
la monarquía etrusca buscó apoyo en los habi­
tantes plebeyos para aumentar su poder a expen­ Il
sas de las gentes paisanas. Este proceso es gene­
ralmente descripto como si fuera parte del movi­ LA REPUBLICA ROMANA
miento social que comienza con la toma del poder
por los senadores. Como ya lo dijimos, la insta­
lación de la República tuvo más bien un carácter
LOS HECHOS POLITICOS
reaccionario y fue provocada, en alguna medida,
por la aproximación a la plebe iniciada por los
La caída del último monarca etrusco, Tarqui-
reyes etruscos.
no el Soberbio, puso en manos del Senado el go­
Para hacemos una idea adecuada de este trámi­
bierno de Roma. Los acontecimientos que suce­
te conviene distinguir la existencia de dos corrien­
dieron de inmediato a esta situación no son me­
tes históricas que suelen mezclar sus aguas en
jor conocidos que aquellos que les precedieron.
cuanto no se las discierne con atención. Había una
Complica nuestra interpretación los esquemas for­
fuerte burguesía comercial y artesanal cuya ex­
jados por los historiadores a la luz de una óptica
pansión se apoyaba en la monarquía etrusca y as­
demasiado influida por los prejuicios ideológicos.
piraba a desligarse de la tutela del consejo sena­
Dan la impresión que cada uno de ellos vio de
torial de procedencia patricia. En las ciudades
Roma lo que quería ver y se formó de su historia
donde esta fuerza ascendente triunfó, se impuso
una interpretación conforme a sus principios. No
una constitución republicana oligárquica. El triun­
se importunaron mucho por examinar la docu­
fo del Senado, por las razones históricas ya consi­
mentación existente, con un espíritu atento al ca­
deradas, impidió el avance de la oligarquía co­
rácter “sui generis” de esa realidad.
mercial, por lo menos durante un cierto tiempo, y
dio el poder a los grupos pastoriles y agrarios, que Para unos, todo ese tiempo está totalmente ocu­
se batían por los fueros de la tradición. pado por las luchas sociales entre una aristocracia
senatorial y una plebe ávida por ocupar posicio­
nes y alcanzar una representación política más
conforme a las exigencias de una justicia distribu­
tiva. Esta imagen, sostenida con énfasis particular
por el profesor León B lo ch 1 hace espejar, en la
antigua sociedad romana, los reflejos de una con­
temporánea concepción economicista de la histo-i

i B l o c h , León: Luchas sociales en la antigua Roma, Bue­


nos Aires, Claridad, s. f.

46 47
ria. No obstante conviene reconocer que el esque­ ¿Cómo podemos superar estos esquemas y com­
ma de Bloch no tiene una excesiva dureza doctri­ prender los sucesos desde una perspectiva que
naria. En alguna medida su interpretación de los permita apreciar mejor la coherencia política de
hechos es amplia y da lugar a otras opiniones. la clase dirigente y la unidad que logró mantener
Pero los apriorismos terminan por imponerse y en Roma en medio de aquellos conflictos?
una noción de “clase” demasiado gravada por Habrá que observar su sólida proyección hacia
la acentuación del “status” económico no deja ver afuera y comprender por qué razón sus movimien­
la importancia que tuvo el régimen familiar en esos tos interiores no comprometieron el empuje de la
movimientos de ascensos y descensos sociales en empresa política.
el interior de la sociedad romana. La expulsión de los etruscos detuvo, sin lugar
Dice Bloch que “cuando la casta dominante se a dudas, un proceso ascensional de la política ro­
trocó en una camarilla aristocrática, empezando a mana pero no trajo, como consecuencia inmediata,
explotar conscientemente y con éxito sus ventajas una crisis que lesionara para siempre los resortes
materiales cuando sin vacilación alguna puso sus del gobierno. La aristocracia senatorial hizo fren­
plenos poderes políticos al servicio de sus intere­ te al vacío dejado por la monarquía y halló en su
ses económicos y transformó el uso en derecho, experiencia los medios para sostenerse en medio
reglamentando el derecho público según las me­ de la conmoción provocada. Un reflejo de seguridad
didas de sus veleidades dominadoras, entonces de­ la llevó a procurarse una palanca ejecutiva que,
bió empezar a cundir la oposición de la clase per­ sin perder el beneficio de una fuerte centraliza­
judicada, la plebe 2. ción del poder, garantizara la primacía del Senado.
Esta visión del proceso arroja sobre el cuadro Esta magistratura que reemplazaba al rey en sus
una luz demasiado moderna para no resultar falsa prerrogativas políticas fue ejercida por dos preto­
en sus líneas más generales. Las explicaciones que res (cónsules), esto es colegas, que duraban un
sobre el mismo período de la historia ofrece Teo­ año en el ejercicio de sus funciones civiles, mili­
doro Mommsen, adolecen, quizá, de una prema­ tares y comerciales.
tura nostalgia por la gestión imperial de César. No La experiencia había enseñado a los senadores
logra hacer entender bien, a pesar del espacio que que ciertos hechos excepcionales podían obligar
dedica a las luchas sociales, cuáles fueron los a fortalecer aún más la autoridad del ejecutivo y
resortes, las fuerzas de cohesión interior, que lle­ con este propósito crearon una magistratura via­
varon a la República a su indiscutible prelacia jera, opcional y extraordinaria, la dictadura. El
sobre la Italia central y antes que conquistara el dictador no podía prolongar su acción restaurado­
resto de la Península. Si efectivamente hubo una ra más allá de la solución del problema que la
crisis constante en la distribución de los poderes había hecho surgir. Fue un poder excepcional y
y una lucha sin piedad entre patricios y plebeyos, suponía a su lado, como contrafuerza equilibra-
no se explica bien cómo esa situación no gravitó dora, la presencia del “magister equitum” o jefe
desfavorablemente en la unidad requerida por la de la caballería.
guerra. Este auxiliar del dictador era una garantía, para
el orden “equestre”, de que no surgiera la tenta­
2 B loch , León: o. c ., pág. 45. ción del poder personal y se tratara ae mantenerse

48 49
en él con el apoyo, siempre posible, de la Asam­ peñados en alcanzar otros a través de sus agrupa­
blea Curiata. ciones tribales. No todos los plebeyos son pobres,
Bloch sostiene, sin el alarde de una documen­ ni todos los patricios son ricos. Las situaciones fa­
tación fehaciente, que el patriciado romano extrajo miliares varían como sus fortunas y las condicio­
su poder del ejercicio de las funciones burocráti­ nes que poseen para mejorar su estatuto social.
cas que había ejercido durante la monarquía etrus- Los plebeyos no pertenecían de hecho ni de de­
ca. Habría que demostrar que en ese tiempo exis­ recho a las agrupaciones gentilicias tradicionales,
tió un aparato administrativo lo bantante compli­ aunque se conocen entre ellos nombres que tienen
cado como para formar toda una élite en el ejer­ sus resabios aristocráticos. Así Valerios patricios
cicio de sus funciones principales. No parece que y Valerios plebeyos, Cornelios de uno y otro esta­
la Roma primitiva diera para tanto y todo induce mento, pero, es muy probable, que estos homóni­
a pensar que los senadores tuvieron su poder de mos sean, por parte de los plebeyos, una suerte
la constitución gentilicia del pueblo. La fuerza de usurpación o tal vez el resto de una antigua
que sostenía su autoridad era la de esas comuni­ situación de clientes. De cualquier modo es sínto­
dades intermedias. ma de un esnobismo que ratifica el sello ambi­
El forcejeo político y social del estamento sena­ cioso y no revolucionario de las luchas sociales
torial y el plebeyo se plantea también en el terreno en la antigua Roma.
de las comunidades familiares. Esto le da un es­ Estos ciudadanos libres que formaban la plebe
tatuto muy diferente del de la lucha de clases en general no eran clientes de las viejas familias.
tal como la plantea el marxismo. Las agrupaciones Provenían de diversos lugares de Italia y su cre­
gentiles plebeyas tratan de alcanzar posiciones cimiento se debió, como opina Rostovtzeff, a tres
ventajosas adquiriendo una posición semejante a causas principales: la importancia comercial de
la de los patricios. La lucha no se efectúa de Roma atrajo pobladores del Lacio y otras regiones
acuerdo con la contraposición revolucionaria opri­ cercanas; la industria desarrollada por el comercio
midos y opresores, sino por el deseo de lograr ma­ hizo necesario el aporte de mano de obra artesa-
yores privilegios. Es una querella de ambiciones nal, que se agrupó en corporaciones de oficios o
y no de frustraciones. gildas, de acuerdo con su importancia económica,
Otro aspecto que conviene señalar, para com­ y adquirió determinados derechos y privilegios. En
prender el carácter de las luchas sociales en la la medida que Roma incorporó a su territorio nue­
antigua Roma, es que la pugna por escalar posi­ vos distritos, la aristocracia perteneciente a los pue­
ciones se realiza desde la base familiar y no de blos conquistados pasó a formar parte de Roma
una supuesta atomización masiva. en calidad de ciudadanos pero con la condición de
El esquema progresista, “ad usum populi”, quie­ plebeyos3.
re que frente a la casta dominante se levante la Si ías cosas sucedieron de esta manera, resulta
multitud, la plebe, detentora de una situación que un poco artificial separar las luchas sociales del
auspicia, necesariamente, la rebeldía. Conviene contexto de la conquista, porque resultan, en al-
señalar que el término plebe señala una catego­
ría de ciudadanos que, sin serlo de pleno jure, 3 R o s t o v t z e f f , M.: R om e, Oxford University Press, 1960.
gozan de algunos derechos quiritarios y están em- ( Hay traducción castellana por Editorial Labor.)

50 51
guna medida, un aspecto de esta última. Los con­ con los sabinos y luego de infligirles una derrota
flictos estamentales, para dar el nombre que co­
lerminante anexaron su territorio e incorporaron a
rresponde, es la crisis inevitable del crecimiento
título de ciudadanos a las principales familias sa­
de Roma. binas. De este modo la suerte de ambos pueblos
Cada conquista de la Urbe planteaba un doble quedó unida y pudieron enfrentar, solidariamente,
problema: anexionar un territorio e incorporar a los peligros de algunos vecinos particularmente
la ciudadanía una cantidad nueva de habitantes empeñados en no aceptar el desarrollo de la Ur­
que debían integrarse sin poner en peligro la pri be. Las sucesivas guerras contra los habitantes
macía de quienes pertenecían a Roma de pleno de Veyes y los Volscos redondeó el dominio roma­
“jure”. Esto explica por qué razón las guerras ex­ no sobre el centro de Italia y le permitió exten­
teriores y las luchas civiles se dieron al mismo derse sobre las costas del Tirreno, el viejo mar
tiempo sin poner en peligro la cohesión interior- de los etruscos.
de la política romana. Da también razón de las
Una anexión imponía otra y la superación de un
diferentes categorías de plebeyos y de la falta de
sentido de clase que éstos tenían. peligro significaba la aparición de otro mayor. Los
galos dominaban la parte norte de Italia a partir
Dije que Roma no participó con particular en­
del siglo V a. de J. C. y con esa extraordinaria mo­
tusiasmo en la expulsión de los reyes etruscos y
vilidad, característica de la raza celta, ocuparon
menos todavía sus clases populares, que tenían
un extenso territorio. En los umbrales del siglo IV
todas las de ganar con el sostenimiento de una
los etruscos habían padecido sus reiterados ata­
monarquía progresista. Pero como el Lacio se
ques y en el 390 llevaron sus depredaciones hacia
comprometió a fondo en esta guerra, Roma no se
la misma Roma, saqueándola y convirtiéndola en
pudo desentender de su conexión vital con el te­ un montón de cenizas.
rritorio latino y la gente que lo poblaba. Entró
Demasiado anárquicos para aprovechar políti­
también en el conflicto y el patriciado comprendió
camente sus condiciones militares, luego de des­
la necesidad de reparar esa ausencia de espíritu
truir la ciudad, se retiraron dejando a los romanos
libertario con una nueva versión de los hechos que
la absoluta resolución de que había que terminar
fabricó más tarde a designio, convirtiéndose en
con ese pueblo de salteadores. La ocasión tardó
los autores casi exclusivos de aquella liberación.
en presentarse, pero era condición de la mentali­
Integrar el Lacio y afianzar el prestigio como dad romana no olvidar jamás un agravio ni des­
sucesores del dominio etrusco fue la primera em­ cuidar a un presunto enemigo.
presa política que se propusieron los miembros
No habían concluido de reconstruir la ciudad
del Senado romano. Se logró sin grandes dificul­
cuando iniciaron los trámites pertinentes para dar
tades, porque la misma necesidad que llevaba a
a los galos la lección que la situación imponía.
Roma hacia el Lacio, impulsaba a esta región a
Reformaron el ejército, aumentaron el número de
desear la protección militar de Roma. Convertirse
los ciudadanos bajo bandera y construyeron alre­
en la cabeza de la confederación latina fue un mo­
dedor de la ciudad una muralla para protegerla
vimiento espontáneo y casi natural de su gravita­
de otra agresión. La tradición sostiene que am­
ción geográfica sobre la cuenca del Tíber.
bas medidas fueron tomadas durante el reinado
En el año 449 a. de J. C. los romanos chocaron de Servio Tulio, un par de siglos antes, pero la

52 53
arqueología se empeña en sostener que fue des­ se de rodillas y pasar arrastrándose bajo los yu-
pués del incendio de Roma, es decir en pleno guillos de sus vencedores. Por suerte para Roma,
siglo IV. estos samnitas, aunque rudos luchadores, tenían
No había terminado Roma de dominar el Lacio una visión del futuro bastante reducida. Creyeron,
cuando se encontró con el peligroso vecindario de con toda inocencia, que ofreciendo a los romanos
los samnitas, pueblo que ocupaba la región de la una paz ventajosa, éstos abandonarían sus propó­
Campania y cuya capacidad militar Roma advir­ sitos de conquista.
tió con harta frecuencia. La política romana aspiraba, más que a la con­
En un primer contacto las relaciones fueron pa­ quista, a la seguridad, y los samnitas cometieron
cíficas y, al parecer, acordaron una suerte de alian­ un inmenso error al ofrecer una paz tan generosa
za defensiva frente a la presencia inamistosa de luego de una humillación sin precedentes. Cuando
los galos. Cuando desapareció de las fronteras el lo advirtieron, era demasiado tarde y los roma­
enemigo común, el Samnio miró con ojos descon­ nos habían vuelto a penetrar en sus territorios.
fiados los progresos romanos en torno de su pro­ La segunda guerra comenzó cuatro años más
pio suelo. Como estaban bastante ocupados en de­ tarde de la humillación de Caudium y las prime­
fenderse por el sur de los griegos, los samnitas ras batallas se sucedieron en medio de las deser­
no salieron al encuentro de este crecimiento ame­ ciones de las ciudades que especulaban con el
nazador de la República, pero comenzaron a pre­ triunfo de una u otra de las fuerzas en pugna. Los
pararse para lo que pudiere suceder. romanos, conducidos por el mejor de sus genera­
Los preliminares de esta guerra son confusos. les, Lucio Papirio Cursor, fueron ganando terre­
Ambas potencias contaban con numerosos aliados no y logrando una serie de objetivos militares que
entre Jos pueblos del centro de Italia y no todos iban haciendo posible un desenlace triunfal.
muy seguros. La debilidad de las cohesiones ex­ Durante las acciones bélicas contra el Sainnio,
plica, más que ninguna otra cosa, el giro que tomó Roma debió hacer frente a una coalición etrusca
la guerra, sus cambios de frente, sus modificacio­ y en esta situación se pudo advertir la tremenda
nes y su movediza diplomacia. Las únicas alian­ vitalidad del pueblo romano que, atacado por dos
zas firmes para los romanos fueron aquellas que adversarios de gran capacidad les infligió sendas
habían encontrado en la Urbe una protección y derrotas. Etruscos y samnitas se vieron obligados
una razón de vida política. a aceptar la paz impuesta por Roma y buscar la
En el año 326 a. de }. C. o 428 de la supuesta forma de concertar nuevas alianzas para derrotar
fundación de Roma, el ejército romano se apoderó al temible rival.
de la ciudad de Rudra en la frontera de la Cam­ En el año 298 los enemigos de Roma creyeron
pania. Un año más tarde penetraron en el Samnio. llegado el momento de terminar con la incómoda
Los primeros encuentros fueron favorables a república del Tíber. Los romanos, que habían
Roma, pero una hábil emboscada preparada por visto con cierta anticipación venir el peligro, se
los samnitas en el valle de Caudium obligó al lanzaron rápidamente contra cada uno de los miem­
ejército romano a rendirse casi sin presentar com­ bros de la coalición y antes que éstos pudieran
bate. Fue una de las más amargas humillaciones reunir sus fuerzas. En 295 derrotaron a los galos
de su historia. Las tropas romanas debieron poner- en la Umbría y los obligaron a retirarse más allá

54 55
del río Po. Volviéndose hacia los otros aliados,
(le Pirro, rey de Epiro y uno de los mejores gene­
un poco desconcertados ante la velocidad del ata
rales de la época.
que, los derrotaron en un par de batallas más y
El clamor de Tarento lo puso en movimiento y
los obligaron a firmar la paz.
aceptó convertirse en el protector de esa ciudad
Vencida la coalición, Roma mantuvo un fuerte griega amenazada por el poder expansivo de aque­
control militar en el centro de Italia e incorporó lla insólita Urbe. No obstante las miras de Pirro
a la ciudadanía romana a los elementos más asi­ son más ambiciosas y sueña con una Italia unida
milables e importantes de las poblaciones some­ bajos sus estandartes victoriosos. La destrucción del
tidas. Los territorios fueron convertidos en “ager ejército romano le parece una excelente oportuni­
publicus” y dados en propiedad a ciudadanos ro­ dad para llevar adelante sus proyectos.
manos para su explotación y cultivo.
Se fijó dos objetivos inmediatos. Uno diplomáti­
La historia suele ser parca con respecto a la co: destruir las alianzas que secundaban el poder
procedencia de esos ciudadanos, pero podemos romano y que Pirro creyó más frágiles de lo que
suponer que muchos de ellos pertenecían a los en realidad eran. Otro militar y consistía en expug­
mismos países distribuidos. De este modo se ligaba nar a Roma atacándola en todas partes hasta re­
el interés de tales propietarios a la suerte de Ro­ ducirla a defenderse en su propio territorio. Un
ma y no se imponía a las poblaciones vencidas el ataque directo a la Urbe le pareció la maniobra más
patronato, siempre antipático, de los vencedores. segura para destruir el sistema de alianzas que po­
Roma se había extendido por el norte hasta el dían tener los romanos. Vencidos en el campo de
río Po y por el sur llegó a limitar con los estados batalla las ciudades tributarias no tardarían en sa­
griegos. En estas últimas fronteras encontró el ve­ cudir sus yugos.
cindario de fuertes poderes políticos cuya sagaci­ Pirro creía no sin cierta ingenuidad, que su in-
dad y experiencia no eran inferiores a la suya. Los misción en los asuntos itálicos no despertaría la
griegos no encontraron de su gusto la incómoda sospecha de sus designios imperiales v que los
presencia de la Loba y veían con gran recelo el pueblos aliados a la Loba caerían con facilidad en
crecimiento de la República. sus brazos salvadores.
La piedra de escándalo fue la ciudad de Tarento. La realidad no respondió exactamente a sus sue­
Roma había concluido con ella un pacto por el ños y su marcha liberadora no tuvo el esperado
que se comprometía a no pasar con su flota más eco en las poblaciones sometidas al dominio roma­
allá del promontorio Lucinio. El compromiso, acep­ no. La confederación itálica, lejos de romperse, se
tado durante el lapso de la guerra contra los sam- mantuvo con firmeza ante el ataque griego.
nitas, resultó más tarde de una flagrante estupidez. Faltaba el encuentro armado y Pirro confiaba
Impedía a los romanos el acceso al Adriático con en su caballería, en su experiencia militar y en sus
las consecuencias de una lamentable restricción de cuerpos de elefantes. Este general griego, con todo
su comercio. el peso de la gloria macedónica en sus espaldas,
Violó resueltamente su tratado con Tarento y no tuvo inconvenientes en ganar todas las batallas
pasó con sus naves mucho más allá del indicado en sus sucesivos encuentros con los romanos, pero
promontorio. Los tarentinos, directamente amena­ como se fue alejando cada vez más de sus bases sin
zados en sus vías marítimas, pidieron la protección poder destruir el frente enemigo, retornó a Taren-

56 57
to con el propósito de reclutar nuevos aliados y INSTITUCIONES POLITICAS
reanudar su proyecto.
La guerra recomienza en 279 y Pirro gana una Roma fue una república aristocrática y este hecho
encarnizada batalla en la que pierde lo mejor de político da, en gran medida, la clave de su evolu­
sus tropas. Fue ese triunfo el que le sugirió la fa ción. De haber sido meramente una oligarquía co­
mosa frase: “Si ganamos otra batalla como ésta, mercial como Cartago, la ascensión democrática
habremos perdido la guerra”. de la plebe hubiese terminado con ella en poco
De vuelta nuevamente a Tarento inicia desde tiempo. Esto no sucedió por muchas razones que
allí negociaciones de paz con el Senado romano. intentaré considerar, pero la primera de todas es
Los senadores consideran detenidamente las pro­ que la aristocracia es un régimen más natural y
posiciones de Pirro y contestan con sesuda lentitud sano que la oligarquía. El sistema selectivo de las
que si quiere la paz se retire de Italia. oligarquías es el dinero y éste nunca crea buenos
En el ínterin Pirro ha sido convocado por las hábitos, a no ser que se considere tal la capacidad
ciudades griegas de Sicilia para que enfrente allí el adquisitiva.
peligro cartaginés, y el voluble conquistador ve La aristocracia se funda sobre un talante y una
abrirse el horizonte de una nueva perspectiva bé­ cualidad y cuando está abierta, como la romana,
lica y cede al encanto de la aventura. al merecimiento de las clases más populares da a
Los romanos aprovechan la ausencia del general los ascensos el valor de una auténtica jerarquía.
griego y se hacen fuertes en toda Italia y dan un ¿En qué consistió la aristocracia romana y cuál
merecido correctivo a los pueblos que habían apo­ fue su verdadera fuerza?
yado la campaña de Pirro. Tarento, que lo ve venir, Responder a esta pregunta mediante una re­
clama nuevamente por el auxilio del rey de Epiro. flexión puramente abstracta es mal comienzo para
Esta tercera iniciación de las hostilidades toma un historiador. En primer lugar porque un régimen
a Pirro bastante desgastado y a los romanos muy de gobierno no es nunca el resultado de una espe­
bien instruidos por las derrotas anteriores. El efec­ culación ideológica, sino una situación histórica
to producido por los elefantes en las primeras ba­ concreta que supone la existencia de energías y
tallas ha perdido su eficacia y cuando el general condiciones únicas. En segundo lugar, porque una
romano N. Curio Dentato los hace recibir a flecha­ definición clásica de la aristocracia, como el go­
zos, los paquidermos emprenden ominosa fuga y bierno de los mejores, no dice nada sobre los valo­
siembran la confusión entre las filas de los solda­ res reales en que se apoyan las excelencias de ese
dos griegos. grupo y mucho menos sobre los medios con que
Pirro se despidió de su proyecto de unificar Ita­ se procura la selección de esos mejores.
lia bajo la férula de Epiro y la dejó librada a la Ante todo los romanos nunca consideraron el
hegemonía romana. Desde el Rubicón hasta el es­ mejor a quien sobresalía por sus condiciones indi­
trecho de Messina, la ciudad del Tíber quedó co­ viduales. Una persona podía tener condiciones ex­
mo dueña sin rivales. cepcionales pero la ausencia de arraigo en la so­
ciedad, la falta de un ambiente familiar rico y po­
deroso, la carencia de relaciones efectivas de amis-
lad, de prestigio, de solidaridad y alianzas familia­

58 59
res hacía que la acción de un hombre careciera de mano. Hasta César no tuvo individuos de una en­
nobleza y certidumbre. vergadura extraordinaria, no obstante pudo vencer
Sin lugar a dudas Temístoeles fue, como persona, a Pirro y posteriormente a un genio militar como
más talentoso y audaz que Aristides, pero era un Aníbal, gracias a la tenacidad, al empuje constante,
advenedizo, un hombre nuevo. Esta situación inei de una clase dirigente que ponía toda su confianza
día en su modo de concebir y asumir el poder. Su en las virtudes de la raza.
posición en la ciudad era una conquista demasiado El error de muchos historiadores en la aprecia­
personal para que no la sintiera como propiedad ción de las luchas sociales en la República se pro­
suya y la tratara en consecuencia. En cambio Aris­ duce porque no han sabido apreciar el valor de
tides y con posterioridad el mismo Pericles en el las comunidades gentiles y de los grupos fami­
auge de la democracia ateniense, dependían en liares en la formación y el ascenso de las grandes
gran parte de su linaje. El poder adquirido por personalidades romanas tanto patricias como ple­
ellos estaba ligado a un esfuerzo familiar y al pres­ beyas.
tigio de una estirpe para creerlo logrado en las pe­ Nada de concesiones a la buena fortuna de un
ripecias de una aventura personal. hombre aislado, una promoción social sin méritos
Cuando Platón especuló en torno de la consti­ en la comunidad respectiva no era concebible.
tución de una república paradigmática, su concep­ Cuando un beneficio social cae sobre la plebe en
to de clase dirigente nació de criterios individualis­ sentido lato, es siempre a través de una institución
tas. Por eso insistió tanto en el valor de las insti­ defensiva que protege a la muchedumbre en cuan­
tuciones educativas para efectuar la selección. Nun­ to tal y nunca en forma de derechos atomizados,
ca tuvo en cuenta el valor selectivo del medio fa­ capaces de introducir la anarquía en la conducción
miliar. Si hubiere pensado en su propio caso y en de los cuerpos políticos.
todos esos recuerdos que con tanta nostalgia ligó Las guerras extendieron el poder y la influencia
a su infancia, no hubiera escrito cosas tan reñidas romana, pero crearon un par de problemas que los
con la condición humana como algunas de las que romanos solucionaron de acuerdo con sus usos tra­
sostuvo en su célebre república. dicionales. El primero fue el de la anexión de los
Roma fue un pueblo formado por familias y es pueblos conquistados y el segundo la colonización
en el seno de las estirpes donde debemos buscar de las tierras nuevas.
el secreto de sus clases dirigentes. El aristócrata Para comprender las soluciones dadas por Roma,
romano no es hijo de la improvisación y la aven­ conviene recordar que no procedió conforme a un
tura individual. Es resultado de un prolongado es­ criterio normativo único. En cada caso tuvo en
fuerzo familiar. Sus raíces se hunden en un suelo cuenta las circunstancias particulares que rodeaban
rico en vínculos y tradiciones y esto hacía de él, el hecho y procedió de acuerdo con una prudente
con pocas o muchas condiciones, un producto pro­ y bien determinada respuesta a la situación plan
fundamente elaborado por las energías históricas leada.
de la raza. La versión de un dominio que extiende por todas
Quizás explique también la ausencia de genios partes un modelo jurídico ha sido lanzada por al­
excepcionales y da cuenta y razón de aquella pie­ gunos historiadores demasiado influenciados por la
dad profunda que fue la raíz del patriotismo ro­ consideración especial del derecho romano. La ver­

60 61
dad es distinta y todo hace suponer que en cada ciclo número de “proletarii” para colocarlos fuera
conquista procedieron de acuerdo con criterios im­ de la ciudad. En un comienzo la distribución entre
puestos por la ocasión política. unos y otros proletarios se hacía totalmente en be­
La anexión de un territorio suponía la creación neficio de los patricios, que recibían las mejores
de un vínculo, lo más sólido posible entre el pueblo tierras y los lotes más extensos.
conquistado y el conquistador. Este vínculo no po­ La extensión que correspondía a un proletario
dría existir si todos los colonos asentados en el nue­ plebeyo estaba determinada por la decisión de la
vo país no estuvieran sostenidos por la doble fuerza Asamblea Centuriata. Este era un cuerpo consulti­
de la religión y los intereses. Se trataba de no re­ vo de carácter militar, pero que tenía algunas pre­
nunciar a la colonización de las tierras conquis­ rrogativas relacionadas con asuntos de la con­
tadas ni de llenarla de gentes extrañas a la suerte quista.
de Roma. Como tampoco contaba con una cantidad La Asamblea Centuriata nació en la República
suficiente de patricios para llenar a Italia con po V su organización siguió la evolución de los cuerpos
bladores descendientes de su aristocracia campe­ militares. Estos, según uno de los censos más anti­
sina, echó mano de la plebe y la convirtió así en guos que se conocen, estaban distribuidos de la
una suerte de aristocracia provinciana. siguiente manera: 18 centurias de jinetes constitui­
La ausencia de documentos hace que no se pue­ das por personal de patricios y plebeyos en condi­
da dar una idea bien fundada de los medios arbi­ ciones de poder pagar y mantener sus cabalgadu­
trados para cada caso. Se puede conjeturar que ras. Las 18 centurias eran consideradas fuera de las
fue en estas situaciones donde el genio romano se clases que estaban bajo las armas y sólo se convo-
mostró a la altura de su innegable capacidad polí­ cabán en caso de peligro grave.
tica, de otro modo no se podría explicar la solidez Los ciudadanos simplemente pudientes formaban
y la duración de sus conquistas. la primera clase constituida por ochenta centurias.
Los patricios eran propietarios de predios rurales. La segunda, tercera y cuarta clase estaban integra­
La libertad de testar les permitía conservar la tie­ das por veinte centurias cada una y pertenecían a
rra en manos de sus descendientes más indicados. ellas los ciudadanos de condición económica inter­
El “assiduus” era el heredero, los otros, aunque media. Una quinta clase pertenecía a los más po­
pertenecientes por su ascendencia al mismo esta­ bres habitantes de Roma y contaba con treinta
mento, fueron llamados “proletarii”. centurias.
Los padres romanos tenían interés en asegurar Este tipo de organización ponía en manos de los
el porvenir de estos hijos y las tierras conquistadas ciudadanos más ricos la mayoría de los votos de
como botín de guerra ofrecieron la oportunidad de está asamblea. La elección se hacía por centurias
una instalación especialmente buena para los “pro­ y no por cabeza, de tal modo las 18 centurias de
letarii”. De esta suerte Roma se adjudicaba dos caballería y las ochenta de la primera clase teiúan
triunfos: instalaba su exceso demográfico fuera de más votos que todas las otras juntas, aunque sus
la Urbe y mantenía un vínculo social estable con centurias no tuvieran cien hombres cada una como
los colonos que procedían de sus mejores familias. se podía suponer por el nombre.
Los plebeyos ricos se encontraron muy pronto La Asamblea Centuriata se reunía por convoca­
en una situación semejante y disponían de un cre- ción expresa del cónsul y otra autoridad con impe-

62 63
río. Lo hacía de acuerdo con las exigencias de un pronto su peso en la conducción de los negocios
ceremonial militar y no cívico. Las facultades de públicos.
la Asamblea se extendían al orden legislativo y ju­ Los marxistas pueden hablar de la plebe como
dicial y llegaba hasta la designación de los ma­ si este estamento constituyese una clase social en
gistrados más importantes. el sentido económico del término, tal como lo exi­
Este cuerpo democrático nominalmente tenía el ge la jerga revolucionaria. Como hemos dicho en
poder supremo, aunque la decisión estaba en manos más de una ocasión, los plebeyos lucharon para
de los ciudadanos más ricos e influyentes. Para evi­ incorporarse al orden patricio y lo hicieron desde
tar la garrulería que nace en todas las asambleas, sus agrupaciones familiares. En esta suerte de ca­
se observó en ella un carácter severamente castren­ rrera por ocupar posiciones ventajosas, hubo plebe-
se y sus miembros no podían discutir las medidas vos que trataban de subir y otros que trataban de
propuestas a su consideración. Se las aceptaba o frenarlos para evitar que al hacerse demasiado fá­
rechazaba sin otro comentario. cil, el ascenso perdiera valor. La importancia de
No era un grupo deliberativo y decía sí o no a las comunidades gentiles mantuvo siempre su pres­
las proposiciones que le sometía el cónsul o el pro­ tigio y no fueron pocos los patricios que se hicie­
pio Senado, pero tal afirmación o negación tenía ron adoptar por una familia plebeya para poder
valor de ley o de veto. El Senado ratificaba lo re­ hacer una exitosa carrera política.
sucito por ía Asamblea. Esto daba a las decisiones
un itinerario complicado, lleno de cautelas aparen­
temente ociosas, pero fundamentalmente útiles para TRIBUNADO
conservar el equilibrio de las fuerzas republicanas.
En el año 493 a. de J. C. fue creada una nueva
El pueblo decidía así, en última instancia, sobre magistratura que, en alguna medida, resucitó pre­
las medidas que hacían a su interés pero no le­ rrogativas reales y en otra apareció como un po­
gislaba, ni aconsejaba, ni discutía. Esto evitaba la der nuevo. Esta potestad recibió el nombre de tri­
actuación desordenada de los agitadores que, de bunado.
otro modo, no hubiesen tardado en aparecer como Tuvo su nacimiento en la Asamblea Centuriata,
sucedió efectivamente al fin de la República. que destacó dos de sus miembros para que sirvieran
La evolución de este cueqro no habla de una de­ de contrapoder a los cónsules. Los tribunos asu­
mocratización progresiva, pero sí de un aumento mieron los poderes negativos de la Asamblea y se
de poder de las clases medias. No se trató de cam­ limitaron, en sus primeros momentos, a vetar las
bios o variaciones ideológicas, sino de la incorpora­ decisiones de los cónsules o del Senado. Esto les
ción de nuevas fuerzas al orden romano. Habría permitía parar la máquina del gobierno. Prerroga­
que considerar si este aumento de poder no sucedió tiva peligrosa y que obligó a la Asamblea a rodear
a un traspaso de la riqueza de un medio social a la potestad tribunicia de todas aquellas garantías
otro. que le permitieron vivir largos años y evitar las
La extensión del imperio prohijó negocios y com­ malas disposiciones de los perjudicados por sus
binaciones financieras de todo título y éstos no be­ vetos. Se les dio un carácter sagrado como a los
neficiaron únicamente a la clase senatorial. Se hi­ antiguos monarcas. “Su autoridad —escribía Poli-
cieron nuevas fortunas y éstas hicieron sentir muy bio— se imponía al mismo Senado”.

64 65
En la medida que Roma crezca y los nuevos ciu fueron asignadas funciones muy bien determinadas
dadanos se van incorporando a su derecho, el¡ tri­ para evitar conflictos de jurisdicciones.
bunado aumentará sus potestades. En la época, ¡de' Los cónsules dejaron de ser llamados pretores.
Cayo y Tiberio Graco llegó a ser una de las magis­ Este último título se le dio a un magistrado que
traturas más poderosas y estuvo por encima del hacía las veces de comandante en el ejército y de
consulado. Los Gracos fueron unos de los primeros juez en tiempo de paz. Directamente subordinado
en padecer en carne propia esta hipertrofia del tri­ al pretor, aparece el cuestor a cargo de una tarea
bunado. El porvenir estaba en él, no porque res­ complicada con los asuntos financieros y le suceden
pondiera a las exigencias del progresismo revolu­ los ediles a cuya cuenta corren las cuestiones edi-
cionario como parecen creer los historiadores de licias, puentes y caminos. Los ediles fueron dos y
izquierda, sino porque se colocó en la línea, del vendrá el tiempo en que el ejercicio de esta fun­
desarrollo del poder personal, que librará más tar­ ción puede marcar para siempre el éxito o el fra­
de a Roma de la presión de los grupos financieros. caso de una carrera política. A su cargo corría la
El tribunado surgió para proteger a los ciudada­ dirección de los juegos y espectáculos públicos. La
nos que por sus precarias condiciones económicas largueza y liberalidad del edil hacía mucho para
no podían ser inscriptos en una categoría privile­ su futura promoción a un puesto más alto en la
giada. Estos ciudadanos fueron la verdadera plebe jerarquía de la potestad romana.
y acostumbran a reunirse con sus tribunos en una El aumento de la población y la necesidad de
asamblea que se llamó “Consilium Plebis”. tener al día los padrones donde figuraban los ciu­
Se impuso la necesidad de redactar un código dadanos libres, obligó a crear una magistratura es­
que reuniera las leyes para la defensa de esos ciu­ pecial, la censura. El censor era el encargado de
dadanos. El Senado destacó una comisión de diez forjar las listas de las clases y las centurias. Vigi­
patricios, “decem viros”, para que se encargara de laba todo lo referente a la moral y las buenas cos­
la faena. La comisión recopiló una serie de máxi­ tumbres públicas. Catón, llamado el Censor, fue
mas jurídicas y las inscribió en doce tablas —1T abu­ la encarnación egregia de esta función.
laran! libellus— y que, según la opinión de Tito La censura se convirtió en una de las magistra­
Livio, es la fuente del derecho público y privado turas más importantes de la República. Como los
de Roma: “Fons omnis publici privatique jpris”. cónsules v los tribunos, los censores fueron en nú­
mero de dos y duraban cinco años en su mandato.
Posteriormente, y como una consecuencia inevita­
OTRAS MAGISTRATURAS
ble de esa importancia, se redujo su duración a die­
<•1 1 .
ciocho meses.
Las guerras obligaron a Roma a extender su do­
Era un poder peligroso y se debía tener sumo
minio. La dilatación del territorio complicó el cam
po de la acción militar, administrativa y civil. Hubo cuidado en la elección del censor. El honor de to­
necesidad de crear otras magistraturas para man­ dos los ciudadanos estaba sometido a su juicio y
tener en pie el aparato estatal y hacer frente a, las no escapaba a su competencia ni la vida privada
nuevas situaciones. Los magistrados designados fue­ de los romanos. El era el encargado de asegurar la
ron puestos bajo la potestad de los cónsules y les situación jurídica de un miembro de la República

66 67
f

y no debían ser pocas las tentaciones que acecha­ sobre ella, se convirtió en la más alta jerarquía a
ban a un funcionario de esta naturaleza. que podía aspirar un romano.
El censor, tenía, además, bajo su férula, en el
orden administrativo, la distribución del “ager pu-
blicus”. Cuestión muy delicada y que la República LOS CAMBIOS EN LAS INSTITUCIONES
debía enfrentar para cuidar los intereses que se
debatían en tomo de las tierras. De la prudencia La imaginación plástica de los griegos tenía una
con que se manejara este problema dependía el tendencia marcada a tipificar las realidades huma­
porvenir romano y su influencia en los países que nas y a convertirlas en versiones invariables de un
¡oasaban a depender de su imperio. “eidos” particular. Este formalismo ha pasado tam­
bién a la mentalidad contemporánea, aunque en el
A propósito de esta cuestión, insistimos en una
interior de un esquema ideológico, saturado de
observación que hemos hecho con anterioridad: una
evolucionismo. Donde los griegos vieron la reali­
versión puramente económica del hecho, aunque
zación de un tipo, nosotros creemos percibir la pro­
puede parecer muy lógica y muy humana tratándo­
yección de un movimiento progresivo que comien­
se de bienes materiales, no sirve por sí sola para
za en la monarquía y culmina en la democracia, co­
explicar el éxito político de una empresa conquis­
mo si el curso inevitable de un gobierno fuera de
tadora. La codicia es una pasión muy extendida
la soberanía de uno solo a la participación isonó-
y puede convertirse en causa eficiente de muchas
mica de todos. Este movimiento conoce el paso,
aventuras, pero la inteligencia con que se procede
casi tan fatal como todo el proceso, de una situa­
en la organización de un imperio no se explica úni­
camente por el deseo de poseer cosas. Hay algo ción intermedia cumplida por la aparición de las
oligarquías financieras.
más y esto corresponde a la sagacidad y el tino
político que se ponga en equilibrar los intereses y Los esquemas históricos, pese a sus apariencias,
armonizar la competencia de las ambiciones. suelen ser profundamente falsos en tanto tratan de
encerrar una realidad viviente en las redes de su
El poder inherente al censor era tremendo. El
prisión conceptual.
Senado creyó conveniente rodearlo de controles
para impedir un crecimiento excesivo. El primer re­ Cuando se trata de interpretar la historia romana
caudo aparece con claridad en el carácter colegia­ conviene poner especial atención en dos circuns­
do de la censura porque distribuía la responsabi­ tancias paralelas: las necesidades políticas que im­
lidad entre dos colegas. Uno de ellos podía vetar pone la conquista y las luchas por prevalecer que
las medidas tomadas por el otro si así lo conside­ libran los diversos grupos sociales que han hecho
raba prudente. Las decisiones tomadas de común a Roma. La batalla por el poder atenta contra la
acuerdo no duraban en sus efectos más allá del unidad impuesta por la conquista. La contradic­
período correspondiente a la censura. Concluido el ción tiende a encontrar su equilibrio en el fortale­
ejercicio del cargo, otro censor podía modificar cimiento de la organización estatal y el debilita­
las resoluciones adoptadas por su antecesor. miento consecuente de los poderes intermedios.
En el año 100 a. de J. C., mucho después del Cualquiera sea el bando que triunfe, la conse­
período que estoy considerando, la censura, como cuencia es siempre la misma. Se puede decir, ya
consecuencia de las responsabilidades que pesaban que la necesidad de esquematizar termina por im-

68 69
ponerse, que las exigencias de la conquista impuso En esta nueva línea se inscribe la organización
la creación de una serie de medidas que, por su (le los comicios tribales con “Consilium Plebis”.
índole, tendían a la constitución de un poder per­ Suerte de asamblea multitudinaria e inorgánica que
sonal unificador y éste, llevado por la fuerza de vota “per capita” y no por centurias como suce­
su dialéctica centralizada, se vio forzado a debi­ día con la antigua organización de tipo militar
litar las organizaciones familiares y gentilicias. que conocimos con el nombre de Asamblea Centu-
El proceso puede verse como un ascenso de la riata.
plebe o como un debilitamiento del patriciado. Se ha discutido mucho con respecto al origen y
Desde el punto de mira de las auténticas conquis­ a las prerrogativas de esta nueva asamblea. No
tas humanas esto no significa gran cosa. Los po­ pensamos ser excesivamente lógicos cuando supo­
bres y menesterosos aumentaban en Roma cada nemos, en la excelente compañía de León Homo,
día y esta situación hacía que se debía contar con que la Asamblea Tribal y el “Consilium Plebis”
ellos para cualquier aventura política. Incluidos en fueron una sola cosa y reemplazaron a la Asamblea
los cuadros familiares y defendidos por las organi­ Centuriata cuando se produjo la unión del prole­
zaciones patriarcales, actuaron a la sombra de sus tariado patricio y plebeyo. En ese preciso momen­
jefes naturales. Cuando fueron multitud y dejaron to se llamó Asamblea Tribal y sus decisiones tu­
de pertenecer a las comunidades gentiles, entraron vieron fuerza de ley para todos los estamentos.
en el ejército como soldados profesionales o forma­
Por ese tiempo la estructura del poder había
ron parte de las facciones qu« seguían la suerte
cambiado pasando de los jefes de los grupos gen­
política de un caudillo. Fueron ellos los que sos­
tiles a los plutócratas. Estos últimos fundaban sus
tuvieron a César y respaldaron la aventura del
prerrogativas en la posesión de una gran fortuna
poder personal.
personal y no en el apoyo de las antiguas fuerzas
Así como desaparecieron las comunidades inter­ familiares de carácter rural. Esto no significa que
medias fagocitadas por el crecimiento de la orga­ las comunidades gentiles hubieran desaparecido
nización estatal, desaparecieron las magistraturas
totalmente. La clientela seguía siendo una impor­
que servían de contrapoderes y se sumaron a la
del magistrado único que figurará, como era de tante realidad y las alianzas familiares funcionaban
esperar, como tribuno de la plebe y el encargado como en sus buenos tiempos.
de defender los intereses de la muchedumbre. El paso de la República Senatorial a una pluto­
Examinemos el proceso en sus raíces más remo­ cracia mixta de patricios y plebeyos con fortuna
tas y observemos el cambio que se produjo cuando quedó sellado con la Ley Hortensia, que no sé por
se hizo la distribución del proletariado urbano sin qué sinrazón algunos historiadores consideran co­
tomar en cuenta su pertenencia a los grupos fami­ mo si fuera un triunfo del pueblo contra la autori­
liares o gentiles. A partir del 304 a. de J. C. la cla­ dad de los clanes. Sin duda fue un rudo golpe para
sificación domiciliaria se hizo con criterio pura­ las antiguas organizaciones y, en apariencia, con­
mente territorial, y los habitantes, procedieran de solidó el poder de la Asamblea Tribal, en realidad
familias patricias o plebeyas, fijaron su domicilio benefició a la oligarquía que a través de esa asam­
de acuerdo con una división geométrica de la ciu­ blea dispuso de una excelente arma para combatir
dad. la influencia conservadora del Senado.

70 71
En ese preciso momento la constitución republi­ LA ORGANIZACION D EL DOMINIO
cana alcanza el punto de equilibrio que tanto ala­ HASTA LAS GUERRAS PUNICAS
barán Polibio y Cicerón y que consistió, funda­
mentalmente, en una armónica dosificación de los
intereses personales con el bien común de la ciudad. Luego de la guerra con Pirro, Roma se convirtió
en la potencia dominadora de la península itálica
Si consideramos los rasgos jurídicos de esta cons­
hasta el estrecho de Messina. Pocas ciudades en
titución se nos aparece como un orden legal fun­
la antigüedad habían alcanzado tan vasto poderío
dado esencialmente en las costumbres y con ten­
sin renunciar a una constitución pensada para el
dencia a poner el estado ciudad bajo el control de ámbito de un modesto municipio. Esta situación
una oligarquía que no ha roto todavía los vínculos
debió agudizar su ingenio y su inventiva para
con las antiguas organizaciones gentiles. Las fuer­ crear las cláusulas jurídicas que le permitieran do­
zas familiares dan al conjunto un cierto tono aris­ minar ese enorme cuerpo político.
tocrático que no logra ocultar totalmente el temi Las ciudades anexadas lo fueron según diferen­
ble poder de las finanzas. Los grandes magistrados tes condiciones impuestas en sendos tratados. En
de la República tratan de restar valor a las deci­ todas ellas Roma se reservó un dominio militar y
siones senatoriales y afianzar la presión de las cla­ financiero que obligó a las ciudades de Italia “a
ses medias. no declarar la guerra a ningún estado extranjero,
El carácter consuetudinario de la ley romana da ni firmar convenios internacionales, ni acuñar mo­
a la constitución una gran aptitud para acomodar neda. En cambio, un tratado, un convenio o una
sus cuadros jurídicos a las exigencias del momento guerra sostenida por Roma las obligaba a todas.
e imponer así modificaciones y cambios oportunos. La moneda romana tuvo curso legal en toda Ita­
Al mismo tiempo la fidelidad a las costumbres im­ lia” 4.
pide que esa movilidad se convierta en revolución Estas fueron las medidas más generales, pero
permanente. El romano nunca en cada uno de los casos Roma obró de acuerdo
valores de la tradición ni dejo cíe sostenerse en con la situación y no según un modelo válido para
ellos a pesar de su gran oportunismo político. todos los casos. De esta manera cada una de las
Cicerón, que quizá soñaba con imitar a sus maes­ ciudades que entró bajo su dominio en la confede­
tros griegos cuando escribió sus reflexiones sobre ración itálica gozó un estatuto propio.
la República, al fin se contentó, como buen roma­ La necesidad de hallar algunos rasgos comunes a
no, con hacer el elogio de la constitución de su estos diversos tratados nos obliga a proceder de
patria. Porque ésta, al revés de esas constituciones acuerdo con un orden que tome en cuenta las con­
que parecían haber salido armadas de la cabeza cesiones fundamentales hechas por Roma a sus
de un solo legislador, nació del concurso de mu­ asociadas. La primera de estas concesiones es el
chos ingenios y se consolidó en el paso secular de derecho de ciudadanía. Muchas ciudades recibie­
las generaciones. ron el pleno derecho a la ciudadanía romana, “ci-
vitas optime jure”, como aquellas que pertenecie-

4 M o m m s e n , T .: Historia d e Roma, Buenos Aires, Joaquín


Gil, 1953, T 9 1, pág. 440.

72 73
ron al Lacio y a la Sabelia. Otras tuvieron un de­
recho de ciudadanía sin sufragio. Esto quería decir
que sus habitantes eran ciudadanos romanos y co­
mo tales gozaban los privilegios inherentes a su
dignidad y debían cumplir con las obligaciones co­
rrespondientes: formaban parte del ejército, eran
juzgados, si tenían que serlo, de acuerdo con los
usos legales romanos, pero no podían elegir autori­ III
dades ni ser elegidos.
La ausencia de fuentes documentales para adqui­ LAS INSTITUCIONES
rir una información minuciosa de los diferentes re­
gímenes a que estaban sometidas las ciudades com­ DE LA REPUBLICA
ponentes del dominio, obliga a proceder con mucha
• í MI
cautela. Roma no sólo procedió de un modo espe­
cial frente a cada ciudad, sino que también lo hizo LA REPUBLICA COMO REGIMEN
con respecto a los distintos grupos humanos que '.y
componían la población del territorio conquistado. Examinamos algunas de las instituciones roma­
En general dio la ciudadanía a los elementos más nas en la medida en que la explicación de los he­
poderosos y progresistas para ligarlos a su suerte. chos históricos así lo imponía. Ahora considerare­
Estos nuevos ciudadanos eran asimilados por el mos la constitución republicana en sus principales
ejército y colocados en posiciones que tenían en órganos con especial atención a sus funciones y a
cuenta su valor y su dignidad para participar de las los cambios que en ellas se operaron. Cicerón había
glorias militares. señalado que esa constitución no fue la obra de un
No dominó sobre un mundo uniforme y homo­ genio solitario, sino la de muchas generaciones que
géneo espiritualmente igualado por una propagan­ concurrieron con su laboriosidad y su patriotismo.
da de tipo ideológico. La Italia de esa época esta­ Este hecho le quitaba las asperezas de una impro­
ba constituida por poblaciones muy diferentes y visación y la consolidaba con la experiencia histó­
esto hacía difícil la reducción a un común denomi­ rica de los siglos.
nador. Lamenta Piganiol la pérdida de la docu­ La palabra república es de origen latino y pue­
mentación que hubiere permitido comprender “esa de descomponerse, etimológicamente, en “res” -
interesante originalidad”. Lo único que aparece cosa y “publica”. Ambas palabras significan en una
como ingrediente de uniformidad es el dinero. Su ciudad el ámbito de los intereses comunes como
aparición acompaña el despertar de los intereses opuesto a los privados. El paso de la monarquía
mercantiles que junto con las influencias helenísi- a la República dado en 509 a. de J. C. significó
cas “complican, refinan y pervierten los espíritus un cambio en el detentor de la soberanía que tran­
y las instituciones” 5. sitó, al menos en teoría, del monarca al pueblo
romano.
5 P ig a n io l : Historia d e Roma, Buenos Aires, Eudeba,
No obstante, el pueblo no ejerció por sí mismo
1961, pág. 107. y mediante su instalación en asamblea permanente

74 75
las prerrogativas con que lo investía su nueva cons­
titución. Lo hizo a través de tres órganos esen­ judiciales. En razón de estas últimas fueron llama­
ciales: Senado, magistraturas y asambleas. Cada rlos pretores, título que equivalía al de un juez.
uno de las cuales tuvo su composición particular y La necesidad de separar el poder judicial de los
sufrió, a lo largo de la historia republicana, muchas otros dos obligó a crear una pretura separada del
transformaciones, tanto en la constitución como consulado.
en las funciones. El carácter anual del mandato consular tenía
El primer cambio que se puede observar reside por propósito evitar la prolongación del ejercicio
en el carácter electivo de las magistraturas repu­ de un poder capaz de tentar la aventura del mo­
blicanas y de la responsabilidad que tales funciones narquismo. Por una razón semejante se estableció
imponían ante el pueblo reunido en asamblea. Si la colegialidad, tratando de que uno y otro cónsul
se examina con alguna atención, la modificación no se controlaran mutuamente.
fue tan grande como parece, porque si bien las
La potestad de los cónsules tenía otra limitación
magistraturas monárquicas eran de mayor dura­
en la llamada “provocatio ad populum” o apelación
ción, su responsabilidad ante el soberano, en este
que se hacía ante la Asamblea Curiata cuando se
caso el rey, no era menos. Es un prejuicio progre­
trataba de la aplicación de una pena capital a un
sista suponer que una soberanía que no puede
ciudadano romano.
ejercerse o se ejerce dificientemente a través de
una asamblea significa un adelanto notable con Terminado el período por el que habían sido
respecto a la soberanía personal. nombrados los cónsules debían dar cuenta de su
Para evitar los inconvenientes de este precario administración ante el Senado y podían ser perse­
ejercicio del poder, la República Romana estable guidos mediante acción criminal por no haber cum­
ció el consulado. plido con sus obligaciones.
El poder de los cónsules sufrió en el transcurso
del tiempo serias limitaciones y durante un cierto
CONSULADO período, entre 445 y 367 a. de J. C., fue suprimido
en beneficio de la censura y el tribunado militar.
Nació junto con la República y tuvo por propó­ Su restablecimiento posterior no significó el retor­
sito hacer frente a las necesidades del gobierno con no a una situación anterior ni a la integridad de
un fuerte poder central. Los cónsules, en número sus antiguas funciones. En cuanto a la anualidad
de dos, fueron elegidos entre los patricios y reem­ de su duración fue también modificada por causa de
plazaron al rey en sus funciones políticas por el las guerras que impusieron, en muchas ocasiones,
tiempo que duraba su mandato que era solamente la prórroga de los mandatos militares.
de un año. En el comienzo de la nueva constitución
se turnaban en el gobierno de la ciudad gobernan­
do cada uno durante seis meses, pero cuando la CUESTURA
conquista complicó los asuntos del Estado hubo un
cónsul militar y otro administrativo. Los cónsules acostumbraban elegir a dos perso­
Cumplieron funciones ejecutivas, legislativas y nas del estamento patricio para que los ayudaran
en la administración de la hacienda pública y en
76 algunos procesos judiciales de cierta importancia.

77
Estos auxiliares fuerou llamados cuestores. Cuando Tercera clase: con más de cincuenta mil ases de
aumentó la complejidad de los asuntos del Estado renta: 20 centurias.
aumentó su número y finalmente estos magistra­ Cuarta clase: con más de veinticinco mil ases de
dos fueron elegidos directamente en los comicios renta: 20 centurias.
tribales.
Quinta clase: con más de once mil ases de renta:
30 centurias.
DICTADURA Fuera de estas categorías militares formaban los
llamados “capitii censi”, que eran convocados a
Fue una magistratura de carácter excepcional y filas en caso de peligro muy grave para la ciudad.
elegida directamente por los cónsules en caso de La Asamblea sólo podía ser convocada por un
un grave peligro público. Cuando el dictador asu­ magistrado que tuviera imperio: dictador, cónsul o
mía el cargo cesaban los otros poderes y él per­ pretor. Se elegía un día que los augurios dieran
manecía en su puesto mientras durase el peligro por propicio y se la reunía en el campo de Marte
que había causado su convocación. Para prestarle en formación militar. Allí el funcionario que había
ayuda en su difícil tarea se encontraba a su lado pedido la realización del acto presentaba ante la
el “magister equum” o jefe de caballería. Asamblea la proposición que quería poner bajo
consideración —“rogatio”— que debía ser aceptada
o rechazada.
ASAMBLEA CENTURIATA La interrogación se hacía por centurias comen­
zando por las de los caballeros y concluyendo en
Algo dijimos de su composición cuando nos refe­ los ciudadanos de quinta clase. La consulta termi­
rimos a los orígenes de la República. La componían naba cuando el asunto había sido rechazado o acep­
todos los ciudadanos en condiciones de portar, las tado por mayoría absoluta. De esta manera la cues­
armas y se reunía en el campo de Marte bajo la tión quedaba terminada si los caballeros y los ciu­
presidencia de un cónsul. Las prerrogativas de es­ dadanos de la primera clase se habían expedido en
te cuerpo cubrían cuestiones legislativas y judicia­ completo acuerdo.
les. Existen datos muv precisos con respecto al Las rogaciones presentadas a la asamblea podían
número de centurias que participaban en la Asam­ ser de tres tipos: elegir los grandes magistrados de
blea y a los votos que cada clase de centuria tenía.. la República; aprobar o vetar leyes que decidían
La clasificación se hacía de acuerdo con las rentas sobre la paz o la guerra; sentencias judiciales que
que poseían los ciudadanos. exigían la “convocado ad populum”.
La decisión de la Asamblea requería, con poste­
C aballeros (fuera de clase) con más de cien mil
rioridad, la “auctoritas patruum” o ratificación por
ases de renta: 18 centurias.
parte del Senado. Sin esto sus resoluciones no
Primera clase: con más de cien mil ases de renta eran válidas.
anual: 80 centurias. La Ley Hortensia, dictada en el año 287 a. de
Segunda clase: con más de setenta y cinco mil J. C., dio el título de Asamblea a la reunión de las
ases: 20 centurias. tribus y fueron las resoluciones de este último cuer-

78 79
po popular las que tuvieron fuerza de ley. De cual Los proletarios de ambos estamentos, gracias a
quier modo la Asamblea Centuriata permaneció la tesonera acción de los tribunos, fueron mejo­
como una institución militar encargada siempre de rando su situación dentro y fuera del Estado. A
votar las leyes concernientes a la paz y a la guerra. partir del año 267 ambos magistrados tuvieron el
Su composición fue más democrática. derecho de sentarse entre los senadores y un si­
glo más adelante, fue la primera magistratura de
la República.
TRIBUNADO Para ese tiempo la división social de Roma no
respondía más al clásico modelo de patricios y
Los tribunos fueron magistrados pertenecientes plebeyos. Era simplemente entre ricos y pobres.
a la plebe. Estos últimos constituían una decidida mayoría v
Como los cónsules, existían en número de dos los tribunos se convirtieron en sus defensores le­
y, en un principio, fueron directamente elegidos por gales dando unidad y coordinación a sus movimien­
la Asamblea Centuriata y posteriormente por la de tos políticos. Con Tiberio y Cayo Graco se advir­
las tribus. tió el enorme poder que alcanzaban los tribunos
Tenían potestad de vetar las resoluciones del Se­ cuando sabían usar sus prerrogativas para adqui­
nado y de los cónsules y hasta tal punto que podían rir popularidad y prestigio. El temor de que en el
detener con su sola voluntad todos los resortes del tribunado podía incoarse la restauración de la mo­
gobierno. Poder extremadamente peligroso y que narquía, llevó a Sila, en el interregno de su reac­
obligó a tomar todas las precauciones posibles pa­ ción pro senatorial, a borrarlo de la constitución
ra preservar la vida de unos magistrados tan ex­ romana. Vuelto a la vida con Pompeyo culminó
puestos a la vindicta de los poderosos. Sus perso­ en la gestión de César y Augusto.
nas fueron consideradas sagradas y tenían algunos Los tribunos de la plebe fueron asistidos en sus
de los atributos de los antiguos reyes. funciones por ediles de procedencia también ple­
La jurisdicción del tribuno estaba limitada a la beya y que, junto a las actividades tradicionales
ciudad. Fuera de ella, los cónsules, y, en caso de del edilato, sustituyeron a los tribunos en cuestio­
necesidad, los dictadores, asumían la plenitud del nes de menor cuantía.
poder público.
Sólo la dictadura podía suspender la actuación
del tribuno. Sucedía también que la falta de unani­ CONSILIUM PLEBIS
midad en las decisiones de ambos tribunos pro­
vocaba una intersección de funciones que vulnera­ Se conoce mal la constitución de esta suerte de
ba el ejercicio de la potestad tribunicia. Esta in­ asamblea plebeya y se sabe muy poco de su com­
terferencia podía darse espontáneamente o ser posición, sus facultades y la modalidad de sus
provocada adrede por quienes tenían interés en elecciones. Como en general se confunde a los ple­
que sucediera tal cosa. Pese a estas limitaciones beyos con aquella parte del pueblo romano que
fue un poder extraordinario y luego de conducir estaba desposeído de propiedades y derechos, se
el ascenso de la plebe, produjo el advenimiento del incurre fácilmente en error cuando se da de esta
poder personal en la figura del emperador. asamblea una interpretación de tipo revolucionario.

80 81
Sabemos que en este Consilium se elegía a los TRIBUNADO MILITAR
tribunos y a los ediles plebeyos. Probablemente la
votación se hacía “per capita” y las disposiciones
Decir que la República evolucionaba fatalmente
de tales plebiscitos no pasaban de la designación
hacia el Imperio no es una verdad histórica que
de esos funcionarios.
se imponga por la observación de los hechos ni por
el estudio de las instituciones romanas. No obstan­
te sucedió que la dominación alcanzada por Roma
LAS DOCE TABLAS
en tan vasto territorio prohijó magistrados y hábi­
tos de gobierno que con el correr del tiempo faci­
Muy poco sabemos de la situación de los plebe­ litarán la opción imperial.
yos con anterioridad al período clásico de la Re­
Una de esas magistraturas fue el tribunado mili­
pública. Se supone que el advenimiento del nuevo
tar. Fue un jefe que la República ponía a la ca­
régimen no les fue favorable y, en alguna medida,
beza de mil hombres y que en sus comienzos es­
les restó algunos privilegios que habían adquirido
tuvo directamente bajo las órdenes de los cón­
durante el período de la reyecía etrusca.
sules.
Los derechos del patrieiado se relacionaban con
Los tribunos militares crecieron en número en
las tradiciones religiosas y fue en ese preciso te­
la misma medida en que el ejército aumentaba la
rreno donde las familias plebeyas debieron luchar
cantidad de soldados incorporados a sus filas. E le­
con más tenacidad para poder entrar en los cáno­
gidos directamente por la Asamblea Centuriata,
nes sagrados: matrimonio, testamento, adopciones.
se atendía en especial a sus condiciones demostra­
Hacía falta un cambio en la aplicación de los mis­ das en la guerra y no a su situación de patricio o
terios litúrgicos para que las prerrogativas tradicio­
de plebeyo.
nales se abrieran a estos extraños.
Terencio Harza, cuando fue tribuno de la plebe,
propuso, en el año 451, nombrar una comisión de
diez miembros con el cargo de codificar las leyes SENADO
que fueron comunes a patricios y plebeyos y evitar
así el recurso a las costumbres, tan difíciles de de­ No se hubiere dicho nada de la República sin
terminar en los casos litigiosos. Estos diez varones, una prolija referencia a la composición, carácter,
“decem viros”, luego de vencer la tenaz resis­ potestad y facultades de esta columna de la cons­
tencia de los elementos más conservadores, pro­ titución romana.
pusieron un código en diez tablas, al que sumaron Existió en tiempo de los reyes y cumplía el pa­
dos más, luego que un levantamiento derrocó a pel de un Consejo Consultor de la Corona. A par­
uno de ellos, Apio Claudio, que tuvo la pretensión tir de la declaración de la República, hecho que
de erigirse, contra los usos constitucionales, en una produjo el propio Senado, se convirtió en el órgano
suerte de dictador. principal del gobierno de Roma. De allí salieron
las leyes, las magistraturas y los edictos que im­
portaban a la vida administrativa del Estado. Las
finanzas de la República estuvieron totalmente en

82 83
sus manos y quien entiende algo de gobierno, com Para votar favorablemente una resolución bas­
prenderá lo que esto significa. taba la aprobación de la mitad de los senadores y
Durante casi tres siglos, desde la fundación de a veces menos. Cuando esa resolución no sufría el
la República, sus miembros fueron trescientos y re veto de algún funcionario autorizado para poder
presentaban las comunidades gentiles más impor­ hacerlo se convertía en “senado consulto”.
tantes del país. Posteriormente su reclutamiento Durante las luchas civiles en el siglo II a. de J. C.
quedó librado al juicio de los cónsules y dictado el Senado fue el centro de la reacción conservadora.
res, más tarde al de los censores cuando estos ma­ Abatido en parte por los Gracos y luego por la
gistrados lograron su mayor poderío. Exclusiva­ reforma del ejército debida a Mario, se levantó con
mente patricios hasta el año 400 a. de J.C., poste­ Sila y se mantuvo con Pompeyo, para caer nueva­
riormente se incorporaron también los plebeyos. mente bajo el tribunado casi imperial de César.
El lugar donde los senadores se reunían para Augusto lo convitrió en un instrumento de su po
sesionar se llamó “curia” y estuvo ubicado frente der personal.
al foro de la ciudad. Para que este cuerpo de gran­ Para ese tiempo el Senado había cambiado com­
des magistrados actuara, debía ser convocado por pletamente el carácter de su reclutamiento. Su nú­
un funcionario “cum ius agendi cum patribus” y mero pasaba los novecientos y había entre ellos
esto sólo competía al dictador, los cónsules o pre­ muchos provincianos que debían a César todo
tores y posteriormente también a los tribunos. cuanto eran.
Todo miembro de una magistratura con derecho
a la silla “curul” pasaba a formar parte del Senado.
Dionisio de Halicamaso aseguró que el Senado lo
podía todo en materia de paz y de guerra y que LA CONSTITUCION REPUBLICANA
si bien no hacía las leyes, era él quien las prepa­
raba y las ratificaba promulgándolas. Resulta faena difícil y hasta un poco engañosa
Era dueño del tesoro y sólo con su autorización tratar de definir la viva fisonomía de la constitu­
se podía extraer fondos para enfrentar un gasto ción romana. Fue un sistema de usos y costum­
extraordinario de tal manera que no hubo en Roma bres no escritas, que, mediante un régimen de tipo
una acción política de importancia que no con­ aristocrático, ejerció una soberanía directa pero
tara con su beneplácito. con poderes distintos que se controlaban y limita­
Las sesiones eran presididas por el ‘princeps se- ban mutuamente.
natus”, dignidad que correspondía al más antiguo Al carácter consuetudinario de sus leyes debió
de sus miembros. Le seguían en orden jerárquico Roma la continua movilidad de su constitución y
los que habían ocupado el cargo de cónsules, pre­ su gran adaptabilidad a las circunstancias por las
tores, ediles, tribunos y cuestores. que atravesó su historia. El derecho positivo de
La sesión comenzaba luego de una consulta a Roma fue un instrumento dúctil, siempre al servicio
los dioses a la que sucedía la apertura del debate de su crecimiento político. Esto le hizo decir a
con una información general acerca de los asuntos Ihering, en su Espíritu del derecho romano, “que
de mayor interés público y en especial el de aquel su derecho público fue un compuesto de historia
que había provocado la sesión. v de estadística”.

84 85
Pensada para una situación política limitada a familiar que tuvieron estas conquistas y significa­
un municipio creció con la expansión de la ciudad ron más un ascenso de las comunidades plebeyas
y amplió, al mismo tiempo, los cuadros jurídicos que un descenso de las patricias. La democratiza­
de todas sus instituciones. Esta aptitud para sa­ ción es un proceso de nivelación por lo bajo, nun­
car las leyes del marco limitado por la religión lo­ ca por lo alto. Moral y materialmente hablando,
cal, dio a Roma un lugar especial en el ámbito de los plebeyos ganaban sus puestas cuando se hacían
la ciudad antigua y le permitió convertirse en la dignos de la condición de patricios.
capital de un sistema político nuevo. El poder efectivo mantenido por las minorías se
Esta elástica adaptabilidad del derecho romano hacía sentir en las modalidades del sufragio: en
sirvió para ligar la Urbe a los pueblos vencidos sin la Asamblea Centuriata los caballeros y la primera
destruir su dignidad ni reducirlos a simples súbdi­ clase de ciudadanos tenían más votos que todas
tos. Guglielmo Perrero en el prefacio de su Nuova las demás y en la Asamblea tribal fueron los pe­
Storia di Roma asegura que esa historia puede re­ queños propietarios los que sumaban una notable
sumirse “en un gran esfuerzo para adaptar las ins­ mayoría de votos.
tituciones de una pequeña ciudad aristocrática a la Conviene señalar, por último, que no tuvo el
tarea casi sobrehumana de regir un gran imperio”. romano una distinción clara en el ejercicio de los
Ferrero, y casi todos los estudiosos que conside­ poderes. Las atribuciones ejecutivas, legislativas y
raron la constitución de Roma, señalaron su aristo- judiciales de los distintos magistrados tenían, pese
cratismo. No obstante esa unanimidad, se nos pre­ a la confusión, un cierto equilibrio y un efectivo
senta una pequeña duda en el uso de ese término control mutuo en sus funciones. Esto es lo que ad­
para distinguir el régimen romano. La aristocracia miraba Montesquieu cuando escribió en su Esprit
se compadece con la existencia de un esfuerzo edu­ d es Lois “que el gobierno de Roma fue admirable,
cativo que tiende a formar en el aristócrata ciertos
hábitos de conducta que el romano no tuvo muy
en cuenta: distinción en el atuendo, elegancia en
S ue desde su nacimiento, sea por el espíritu del
lo, la fuerza del Senado o la autoridad de cier­
tos magistrados, estuvo constituido de tal modo, que
tono de la conversación, el ejercicio de aptitudes todo abuso de poder pudo ser siempre corregido”.
lúdicas en relación con una gratuidad lujosa, etc.
A pesar de la ausencia de tales preocupaciones,
no se puede decir que la minoría dirigente de Roma
haya sido una oligarquía tal como la descripta por EVOLUCION D E LA CONSTITUCION
Aristóteles en su tratado sobre la Política y mucho ROMANA
menos una democracia.
Los autores de formación liberal o decididamen­ Señalado el carácter único del papel desempe­
te revolucionaria observan en la evolución de la ñado por Roma en la configuración del mundo
República las señales de un progresivo democra­ antiguo, conviene explicar, en la medida de lo po­
tismo que advierten, de modo particular, en el ad­ sible, el espíritu de esa actividad formadora.
venimiento del orden plebeyo al goce de los dere­ Los etruscos dieron a los romanos una lección
chos que fueron otrora privilegio de los patricios. de grandeza que estos nidos pastores del Lacio
En más de una oportunidad marqué el carácter recogieron con cuidadosa exactitud. Cada una de
86 87
las ciudades etruscas reconocía la existencia de una en la gradual resolución de las cuestiones políticas
suerte de rey —“lukume”—, cuyas insignias, corona que separaban el patriciado de la plebe, antes in­
de oro, toga, cetro y silla curul pregonaban su orí cluso de que se obtuviese un estado de completa
gen divino o por lo menos el de su “auctoritas".
igualdad jurídica entre las dos comunidades. Anu­
Con la caída de la monarquía etrusca el poder lando el problema que Ies tenía separado en el de­
pasó al “Concilium Patrum” y éstos trataron, por recho público, es decir, sagrado, las dos comuni­
todos los medios, de mantener la estructura admi dades seguían constituyendo dos capas de la mis­
nistrativa y cultural impuesta por los etruscos. El ma ciudadanía, provistas de un diferente estado
“lukume” fue reemplazado por dos funcionarios des­ jurídico y cívico. En efecto, no obstante en el nuevo
tacados por el Senado y se trató que la “auctori­ orden los plebeyos continuaron sin poder ser ele­
tas” encarnada por ellos y la institución senatorial gidos para las funciones públicas y sin tener el
conservaran las insignias y los poderes de su origen derecho de recíproco ‘conmercium et connubium’
sagrado. con el patriciado, para el que ya eran ciudadanos,
La población quedó dividida en dos grupos, no aunque seguían siendo, en algunos aspectos, extran­
tanto por la situación económica como por el es­ jeros” 1.
tatuto religioso que cada uno de ellos poseía. Quie­
Al cuerpo de las leyes escritas obtenido por la
nes poseían los vínculos tradicionales con los dio­
plebe para el reconocimiento de su ciudadanía se lo
ses del lugar gozaban de los derechos y privilegios
llamó Ley d e las d oce tablas. Era un primer esbo­
que esos lazos religiosos suponían. Tenían también
zo de codificación donde ya se advierte esa auto­
las obligaciones con respecto al gobierno y a la
nomía jurídica que adquirirá el derecho romano,
defensa de la ciudad. Eran los padres de Roma v
hasta que se convierta en la manifestación del de­
su estamento constituyó el patriciado.
recho por antonomasia.
Las cosas pudieron haber quedado en esa situa­
ción si el espíritu o el destino de la Urbe no hu­ Al incorporarse a la ciudad con sus derechos y
biera llevado a los Padres a requerir el concurso obligaciones, especialmente aquellas de carácter
de la plebe para apoyar su gestión. Esto significó militar y político, el peso numérico de la plebe
entrar en transacciones sociales con los recién llega­ se hizo sentir cada día con más fuerza. No obs­
dos y concederles derechos que la religión reserva­ tante, como lo hemos advertido en diferentes opor­
ba para los miembros del “populas”. Acto inédito tunidades, no significó una democratización de la
en la ciudad antigua y que abrió, para el derecho constitución romana en el sentido ateniense. Escribe
romano, la perspectiva de una jurisdicción que rom Mario Atilio Levi que cuando se superó “la antigua
pía el fundamento tradicional del culto. distinción entre patricios y plebeyos, que reflejaba
arcaicas formas de la organización del Estado, asu­
Otro aspecto de la historia romana poco tratado
mió la totalidad del poder una capa predominante
por los historiadores es que el expansionismo ro­
de la sociedad romana gracias a la riqueza y a la
mano favoreció también a los pobres y encontró en
posesión de los medios de trabajo: tierra y capitales.
las clases menos pudientes una fervorosa participa­
Los nuevos notables, patricios plebeyos, al acceder
ción. Como escribe Mario Atilio Levi en su libro
L a lucha política en el mundo antiguo: “La carac­
terística de la evolución política romana consistió 1 L e v i, M. A.: L a lucha política en el mundo antiguo,
Madrid, Revista de Occidente, 1967, pág. 213.
88
89
al Senado por el nacimiento o la carrera realizada, ciudadanía del hijo que había tenido con Aspasia
tuvieron en esa asamblea el instrumento de su po y .que era, en mucho mayor medida que sus legí­
der” 2. timos, el heredero de sus condiciones espirituales.
El mismo autor explica el carácter “sui generis” Pero Atenas, a pesar de su gran inteligencia y su
de la evolución política e institucional de Roma democratismo, fue una ciudad cerrada a todos los
atribuyéndola a sus orígenes mezclados. Cuando que no descendían, por ambos progenitores, de los
los enemigos de la Loba expandieron la leyenda padres de la estirpe.
del “asilo de Rómulo” se referían precisamente al “La práctica romana, de la que se deriva la se­
conglomerado cosmopolita que habitaba la ciudad paración del vínculo de ciudadanía respecto al del
de las siete colinas al convertirse en refugio de origen común y también la separación del concep­
aquellos que escapaban de sus antiguos hogares to de protección divina de un lazo directo entre
por distintos motivos, pero siempre por haber roto las divinidades y una concreta comunidad humana,
los lazos que los ataban a la religión ancestral. representaba en el mundo antiguo una inovación
Se hace difícil una evolución tan positiva del no menos revolucionaria que la afirmada por la fi­
derecho romano a partir de la situación que hacía losofía y la política ateniense en el siglo V, cuando
de su población algo tan heteróclito. Tendemos es­ se encontró en la razón humana la fuente de la le­
pontáneamente a pensar que una capacidad tal gislación y de la soberanía, que hasta entonces sólo
para la apertura se funda en una inteligencia prác­ se había visto en la voluntad divina” 3.
tica más abierta y en un mejor entendimiento para
los valores de la cosa pública. Una causa no impi­
de el ejercicio de la otra obra y si existió entre los DESARROLLO ESPIRITUAL
romanos una actitud intelectual tan aguda para la
organización política, la mezcla y la heterogenei­ La mezcla de las poblaciones y sus respectivas
dad de sus componentes la maduró en la multipli­ tradiciones religiosas puede haber influido para
cidad de sus experiencias. que el derecho romano se independizase de su
Levi suma a las razones del múltiple aporte ra­ tradición y se convirtiera en el fundamento de
cial el hecho de que los dioses romanos “no estaban un orden jurídico autónomo. Pero aquí no se de­
emparentados con los héroes vivientes entre los tuvo la evolución espiritual de Roma y, aunque
hombres” y por lo tanto no había quienes descen­ en los otros aspectos de su crecimiento no fue
dieran directamente de ellos. Más que antepasados, tan original, debemos admitir que, con la ayuda
fueron fuerzas divinas capaces de colaborar con cual­ de Grecia, supo conquistar un lugar algo más
quiera que tuviera la virtud de la “pietas”. Por que decoroso en el terreno de las letras humanas.
esa razón el nacimiento no fue tan importante en Para que los romanos pudieran tener algo com­
Roma, como en las ciudades donde la estirpe des­ parable a Homero se precisaron muchos siglos y
cendiente de un dios lo era todo. Recordamos la un conocimiento cada día más perfecto de la li­
tenaz oposición que puso el pueblo de Atenas a su teratura helénica. Tenney Frank, en su libro lla­
jefe Pericles, cuando éste quiso hacer reconocer la mado L ife and literatura in the Román R epublic,

2 Ibid. 3 Ibid.

90 91
asegura que cuando los romanos alcanzaron el convirtieron, cuando tenían cierta cultura, en pe­
estadio de su autoconciencia y sintieron la ne­ dagogos, instructores o maestros de lengua.
cesidad de expresarse a sí mismos, existía ya en Livio Andrónico hizo algunas traducciones de
la literatura griega un alto nivel de desarrollo en las que no subsistieron más que fragmentos. Eran
las formas de su expresión. Los romanos, que es­ versiones de Homero, y Grimal se admira que
tuvieron siempre en contacto con ese mundo y haya elegido un autor que todo romano culto
admiraban la cultura y la lengua de la Hélade, podía leer en su idioma original. Considera muy
supieron aprovechar esa ventajosa proximidad pa­ probable que Livio Andrónico, al emprender esa
ra acelerar su propia evolución espiritual. tarea, aparentemente obvia, buscaba un metro la­
La influencia helénica partió, como era lógico tino capaz de hacer frente a la versificación de
esperar, de la Magna Grecia. Es opinión de Pie- una epopeya. Si eligió la Odisea en lugar de la
rre Grimal que el acontecimiento determinante Ilíada, habrá que buscar la explicación en el ca­
fue la adhesión de Tarento, luego de las doloro rácter mediterráneo que tuvo este poema. Ade­
sas guerras sostenidas con Pirro. más, hacía eco a la leyenda, muy expandida en­
Livio Andrónico es, quizás, el primer autor de tre los romanos, de que Eneas, uno de los héroes
origen griego que dejó un testimonio literario es­ sobrevivientes de Troya, había sido el antepasado
crito en la lengua del Lacio. Usó el ritmo satur de los mellizos fundadores de la Urbe Condita.
niano que, según los eruditos, se cultivaba en la Lo que subsiste del trabajo de Livio Andrónico
poesía oral de los pueblos itálicos. Estos trabajos es poco y en general malo. Pero en los escasos
de Livio rompen con la tradición de la poesía anó­ testimonios que pueden observarse se encuentra
nima y aparecen —según Grimal— revestidos de una la voluntad del autor de romanizar el panteón
dignidad literaria hasta ese momento desconocida. griego, dando a los dioses nombres latinos.
“Con ellos, es la idea de una cultura intelec­ Esta traducción —nos dice Grimal— lejos de ser
tual la que penetra en la conciencia romana, y de la tentativa pedante y sin porvenir de un maestro
una ciencia puesta al servicio de la lengua y del de escuela, es un acontecimiento de enorme impor­
pensamiento que son, precisamente lo que ne­ tancia en la historia espiritual de Roma. No sig­
cesita la ciudad” nifica, como pretenden algunos autores, una inva­
Livio Andrónico había nacido en Tarento y lle­ sión dominante del helenismo, sino una adaptación
gó a Roma en el año 272 cuando todavía era un de la poesía griega a una disposición ligüística
niño y en calidad de esclavo. Para aumentar el que la había merecido. “Se inscribe en una tradi­
peso de su influencia se ha dicho que fue como ción que la prepara y la explica” 5.
profesor del idioma griego que entró en la Urbe. No contento con introducir la epopeya de Ho­
Está probado que esto no pasa de una buena in­ mero, salieron de sus manos juegos escénicos que
tención por parte de algún admirador de sus es­ tuvieron la ocasión de ser representados en algu­
critos. Era esclavo y uno de los tantos de lengua nos teatros de Roma.
griega que entraron en Roma por esa época y se4 Muy poco sabemos del teatro helenístico y
cuando se trata de responder por la originalidad
4 G r im al, Pierre: L e siécle des Scipions, París, Aubier,
1953. 5 C h im a l , Pierre: o. c., pág. 35.

92 93
de las piezas de Livio Andrónico, se tropieza con
el vacío más absoluto con respecto a sus antece­
dentes. ¿Fueron de él? ¿Fueron simples traduc­
ciones de obras anteriores? No sabemos nada.
Si es cierto lo que decía Tito Livio con respecto
a los orígenes del teatro romano, éste habría na­
cido de ciertos juegos propios de las pantomimas IV
etruscas, y su antigüedad, según el testimonio del
gran historiador podía remontarse hasta el 384 LAS GUERRAS PUNICAS
a. de J. C.
Esta fecha, por su antigüedad, destruye la hipó­
tesis de un teatro romano totalmente influido por
CARTAGO
el griego. Estas piezas se llamaron “saturae” y
habría que preguntarse, con Grimal, si influyeron
en las adaptaciones intentadas por Livio Andrónico. Hija de la antigua Fenicia, recibió el sortilegio
Por el momento nos interesa destacar el desa­ Mediterráneo la influencia legendaria del ciclo tro-
rrollo del latín escrito. No importa que sus mode­ yano y se inscribió, como una cualquiera de las
los hayan sido tomados, desde muy temprano, de la ciudades griegas, en la mitología de los héroes
literatura griega. El genio particular de la lengua, su helénicos.
gusto por las sentencias, asomó pronto, y esto prue­ Detrás de la fachada mítica, tributo rendido a
la moda de la época y tal vez a la necesidad polí­
ba una vez más el temple jurídico de sus cultores.
tica de reclamar una herencia cultural prestigiosa,
Cicerón, en los últimos años de la República,
se ocultaba un fuerte poder financiero de claro
hacía el elogio de la elocuencia y consideraba a cuño fenicio. El nombre mismo de la ciudad, Kart
Atenas la cuna de las artes oratorias, pero consi­ Hadach, significaba en lengua púnica la ciudad
deraba “que en muchas cosas nuestros ingenios nueva. Una suerte de Neapolis como aquella que
llevan ventajas a los de las otras naciones” no tanto
los griegos fundaron sobre el Tirreno.
por el ornamento retórico de sus discursos cuanto Desgraciadamente para los futuros historiado­
por la preocupación del bien público que expusie­ res, los romanos la redujeron a polvo y con tanto
ron siempre “con pocas y enérgicas palabras” 6.
entusiasmo que de ella no quedó un testimonio
En esto consiste el arte del bien decir y bien para dar cuenta de sus primeros pasos en el mun­
escribir: expresar con pocas palabras y muy bien do. En cambio conocemos su fin con un lujo ma­
escogidas lo que pensamos acerca de cualquier cabro de detalles. Este fin ejemplar y terrible
asunto, sin dar lugar a muchas confusiones. La re­ aleccionará siempre sobre dos aspectos dignos de
tórica romana fue siempre fiel a su fondo jurídico ser tomados en cuenta por el historiador: el ca­
y en esto no hizo más que abrevar en el hontanar rácter artificioso de ese imperio exclusivamente
profundo de la raza.1 plutocrático instalado en Numidia por una oli­
garquía comercial proveniente de Tiro y Sidón,
11 C ic e r ó n , M. T.: Diálogos d el orador. (Hay ed ición ca s­ y, en segundo lugar, lo que significó, en esa épo­
tella n a ). ca, un arreglo de cuentas a la romana.

95
Antes de penetrar con alguna atención en los
ñaron de la mitad occidental del Mediterráneo
detalles del arreglo a la romana, conviene decir
antes que los romanos pudieran llamarlo Mare
algo sobre el espíritu del pueblo cartaginés a tra­
Nostrum.
vés de los escasos testimonios que dejó.
Una ciudad tan perspicaz no podía mirar a Ita­
El dominio que tuvieron los fenicios sobre Nu-
lia con ojos indiferentes. Pronto descubrió las po­
midia recuerda un poco al que ejercieron los etrus- sibilidades económicas de la Península y mantuvo
cos sobre la Italia central. La diferencia entre uno
algunos encuentros armados con griegos y etrus-
y otro radica, principalmente, en la mayor centra­
cos. Unos y otros advirtieron la peligrosidad de
lización política del poderío cartaginés. Los etrus-
este enemigo que dominaba el mar y cuyas flotas
cos dividieron más sus fuerzas y junto a Roma
incansables rodeaban por todas partes los puertos
erigieron otras ciudades importantes que obede­
de Sicilia. Pirro, llamado por algunas ciudades
cían a su potestad. Cartago fue única y cuando
griegas de la isla, hizo todo lo que pudo para
cayó, cayó con ella todo el imperio púnico.
alejar a los cartagineses pero le sucedió lo de
Heredera de Tiro y de Sidón, sostuvo el presti­ siempre: luego de haber ganado unas cuantas ba­
gio comercial e industrial de aquellas grandes tallas perdió finalmente la guerra, como si hubie­
ciudades. Como ellas tuvo un gusto intenso por ra sido inventado a propósito para ilustrar su le­
las aventuras marítimas y la piratería costera, cul­ yenda.
tivó el arte de la púrpura y supo unir el culto de
Los navegantes cartagineses figuran entre los
Afrodita con las preocupaciones financieras.
más audaces de la historia y es fama que sus ex­
En un rubro de gustos más caseros se dio con ploradores bordearon largamente las costas atlán­
ingenio a la agricultura y aprovechó con talento ticas del Africa algunos siglos antes que los por­
las posibilidades del suelo y el clima de Numidia. tugueses. Sus caravanas de camellos no quedaron
Colaboró con su intensa producción agrícola la a la zaga de sus buques y atravesaban regularmen­
mano de obra barata provista por los nativos del te el desierto de Sahara para entrar en contacto con
lugar, y, como los cartagineses fueron excelentes los legendarios etíopes.
ingenieros, en el despliegue de una frondosa red
A la amplitud de su comercio correspondió una
de regadíos, llenaron la región de huertas y de
organización financiera adecuada. Conocieron el
jardines donde abundaban los frutos de los países
papel moneda y supieron respaldar su valor con
tributarios del Mediterráneo: hortalizas, olivos, ci-
el oro que guardaban en sus arcas. El dinero car­
tros y una abigarrada profusión de flores ornaban
taginés logró dominar sin rivales la cuenca occi­
sus colinas y subían por los mármoles de sus pa­
dental del Mediterráneo.
lacios hasta las azoteas.
Pueblos con menos experiencia comercial y to­
Trabajaron los metales y para proveerse de la
davía bárbaros en materia de técnica financiera
materia prima necesaria para el desarrollo de la no podían competir con ellos y para beneficiarse
industria metalúrgica, explotaron con éxito las le­ con las ventajas de su organización entraron en
janas minas de España en cuyas costas fueron la esfera de sus intereses, va como tributarios o
fundadas algunas factorías.
como simples clientes o aliados.
Para mantener activo el tráfico que exigía su co­
Este imperio marítimo no fue solamente un po­
mercio crearon una poderosa armada y se adue­
der financiero; su poderosa armada y su no menos
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97
fuerte infantería de marina respaldaban con sus encontraba en la sociedad de Cartago una situa­
armas la extensa red de sus intereses. Las ciuda­ ción decorosa.
des tributarias pagaban religiosamente sus impues­ Las mujeres, cuando no tenían otro capital que
tos bajo pena de incurrir en un castigo ejemplar si su belleza, podían dedicarse a la prostitución sin
se vislumbraba en ellas alguna veleidad libertaria. desmedro de su respetabilidad. La fortuna ama­
Los dirigentes de esta empresa llevaron en Car- sada en ese comercio no era peor considerada que
tago una vida cuya magnificencia y esplendor otra. El dinero estaba bajo la protección de Afro­
estaba muy lejos de la austera simplicidad que dita y consagraba la suerte de quien lo poseía.
tanto alabó Catón el Censor en su homenaje al Aristóteles comparó Cartago con la república de
temple romano. Poseían palacios y edificios gigan­ los lacedemonios en cuanto a la especialización
tescos, hasta de doce pisos de altura, rodeados de exclusiva de su clase dirigentes: militar en los
jardines y con lujosas piletas de natación donde espartanos, comercial en los púnicos. Ambos gru­
se doraban al sol los hijos de estos duros comer­ pos humanos vivieron sobre la espalda de una po­
ciantes. blación extraña a las leyes de la ciudad y esto les
En esas suntuosas residencias vivían estos hom­ permitió introducir en su gobierno, sin peligro
bres de cuerpos menudos, de rostros aquilinos, mayor, un elemento democrático.
morenos o pelirrojos, pero que manejaban con se­ Como Esparta, tuvo una institución semejante al
vera competencia sus empresas sin dejarse ablan­ eforado, compuesta de ciento cuatro miembros
dar por las riquezas. elegidos entre los personajes más representativos
Poco sabemos de sus costumbres y no mucho de la banca, la industria y el comercio, santa tri­
más de su lengua, que perteneció al grupo de las logía cartaginesa y canon infalible para medir
llamadas semíticas, como el hebreo o el árabe. cualidades.
Los dibujos de vasos y relieves nos los muestran Poseyó también, siempre al decir de Aristóteles,
con sus largas barbas, pero sin bigotes, como para una magistratura análoga a la realeza que estuvo
hacer resaltar aún más los rasgos caprinos de sus asistida por un colegio de ancianos o Senado. El
caras. rey tenía carácter electivo y el consejo de ancia­
Fue una sociedad de ricos. Los pobres no sólo nos, encallecido en la concertación de negocios,
pertenecían a otro estamento, sino también a otra atendía más las exigencias financieras de la em­
raza o a los subproductos decadentes de la pro­ presa estatal que a las tradiciones morales o reli­
pia estirpe, indignos, por falta de aptitud para giosas. Los cartagineses creen —opinaba el Esta-
mantenerse en la esfera de los que dirigían el girita— “que en la elección de los gobernantes de­
negocio. El tipo humano que cultivaba el cartaginés be tenerse en cuenta no sólo sus cualidades sino
no estuvo hecho para soportar la pobreza. Podía también su riqueza. Es imposible que quien no
aguantarla por momentos, como una imposición tiene muchos recursos pueda gobernar bien y ten­
aciaga del destino, pero luchaba denodadamente ga ocios para hacerlo” 1.
contra ella sin que jamás la encontrara digna de
suscitar su admiración, ni siquiera el reconocimien­
to de su dignidad. El pobre que no hacía nada 1 A r i s t ó t e l e s : Política (Hay variadas ediciones castella­
nas. Se recomienda la del Instituto de Estudios Políticos de
para hacerse rico no era una persona honorable ni Madrid).

98 99
Es difícil saber lo que opinaría Aristóteles del ron haberse mantenido algunos siglos más en la
ocio entendido a la manera púnica. La palabra cartelera, si Dios no hubiera dado al pueblo roma­
tuvo, en la escuela de Atenas, un significado filo­ no las condiciones que le dio o si le hubiese con­
sófico de una dignidad desconocida en Cartago. cedido a Cartago todo el dinero que precisaba
Denotaba el tiempo que el hombre concedía a su para poder cumplir un plan oneroso de sobornos.
perfeccionamiento espiritual. El cartaginés no co­ Desgraciadamente para los púnicos el dinero se
noció esta inquietud, no tuvieron eso que los la­ acabó y mal puede uno amar las riquezas si al fi­
tinos llamaron “otium cum dignitatis”. Su vida nal tiene que repartirlas con todos aquellos que
fue puro negocio tanto en la dimensión personal las envidian sin tener condiciones para adquirirlas.
como en aquella más alta de la política. Aristó­ Los cartagineses supieron esto y para enfrentar
teles, después de haber hablado de la necesidad situaciones extremas tuvieron su ejército y su ar­
de poder vacar para gobernar, dice que la ley de mada. Cuando conocieron las intenciones y la
Cartago “estimó más la riqueza que la virtud y capacidad combativa de la Loba advirtieron que
esto hace avarienta a toda la ciudad”. había que emplearse a fondo. Se trataba de una
De eso se trataba: toda la ciudad era avarienta nueva fuerza que todavía no había exprirnentado
y cuando alguien alcanzaba la riqueza era para el cansancio de la saciedad.
tener más y no para dedicarse a los juegos olím­ Hace unos años Fayard editó en Francia el li­
picos, a la filosofía o simplemente a la pederastía bro de Jean Paul Brisson Carthague ou Rome?,
pedagógica, que era el escalón más vasto y con­ en donde este historiador, en la perspectiva de una
currido de la vida ociosa griega. visión progresista de la historia, trató de revivir
El dinero hace al hombre. Si esta máxima, que a la luz de los descubrimientos arqueológicos y
nunca ha sido del todo falsa, se aplica con rigor, de algunos nuevos testimonios, los famosos epi­
no se pueden evitar los inconvenientes provoca­ sodios de las Guerras Púnicas. El autor quería que
dos por una valoración tan mezquina de la vida. en esta suerte de antigua guerra mundial, Cartago
Los cartagineses fueron lógicos y cuando una fuera la potencia democrática y Roma la encar­
parte de la población sentía envidia de los pode­ nación del abominable imperialismo militar.
rosos y esa envidia ponía en peligro la concordia Pese a las pequeñas o grandes trampas que se
civil, estos últimos recurrían al soborno y enri­ esconden en el fondo de una opinión tan moderna
quecían a todo probable caudillo de una rebelión de la historia antigua, algo de esta tajante dico­
armada. La subversión fue también una manera tomía se da en el combate de estos dos pueblos.
eficaz de hacer fortuna y convenía desarmar las Efectivamente para Cartago “la guerra había si­
testas populares sumándolas a la oligarquía. do siempre un medio para alcanzar otros fines” y
El medio fue usado con éxito para apagar fue­ prefirió la acción diplomática, que le permitía
gos revolucionarios y muchas colonias cartagine­ obtener los mismos resultados con mucho menos
sas nacieron de algún conato de guerra civil y cre­ gasto. Cuando una expedición guerrera se imponía,
cieron para mantener en alto el prestigio de la contrataba mercenarios y bajo la dirección de un
riqueza púnica. jefe cartaginés iniciaba las hostilidades o procu­
Con estas condiciones excepcionales para tener raba contenerlas cuando ya el adversario había
una vida larga y próspera, los cartagineses pudie- iniciado su ofensiva.

100 101
Sicilia era, en su casi totalidad, griega, y quizá
“Simplemente —sintetiza Jean Paul Brisson— su
por eso desconocía tanto los beneficios como los
jerarquía de valores mantenía la guerra en la me­
inconvenientes de una unidad política sobre el
dida de un medio al que se apela solamente cuan­
fraccionamiento en ciudades. Estas estuvieron siem­
do hace falta sin sentir la necesidad vital de su
pre divididas y para poder sostener una indepen­
ejercicio, jerarquía inversa a la de Roma para
dencia amenazada sabían ofrecer sus encantos, con
quien la guerra era su razón de ser” -.
hábiles meneos diplomáticos, a las potencias que
Confirma su juicio sobre Roma aduciendo que podían ayudarlas en los momentos de mayor
se trataba de una ciudad militar, tanto por su es­ apremio.
tructura social que distribuía la ciudadanía en
Cartago había puesto sus ojos en Messina, mien­
cinco clases según el papel que cada una de ellas
tras vigilaba estrechamente a Siracusa, cuyas ve­
desempeñaba en r el hecho
leidades hegemónicas se habían hecho sentir años
de que ninguna hacerse si antes durante la tiranía de Hieron. En esa célebre
no era al térmir prparación
oportunidad Messina había solicitado la ayuda
militar.
púnica contra Siracusa. Una vez que la obtuvo y
“La guerra representaba para Roma un elemento
fue salvada por los cartagineses, no tuvo más re­
vital y la ciudad se hubiese sentido deshonrada medio que tolerar la permanencia de sus salvado­
si hubiera confiado a mercenarios el cuidado de res, que se quedaron en la isla con el propósito
su obra más importante. No hacer la guerra era firme de no irse más.
para Roma condenarse al inmovilismo. Actitud
Esta presencia tan cercana y tan peligrosamente
que los cartagineses no podían entender” 23.
fuerte alarmó a los mamertinos y como Roma es­
Las características del imperio marítimo soste­ taba a un paso, con sus legiones siempre listas,
nido por los cartagineses hablaban claramente de la llamaron en su auxilio.
sus propósitos. Eran puntos de dominio sobre las
El Senado romano no era un aparato que se
costas separados entre sí por grandes espacios de
ponía en movimiento por cualquier golpe de aire.
agua “que no ofrecían ninguna estabilidad ni se
dejaban cernir por ninguna frontera”. La invitación de los mamertinos fue recibida con
gravedad y provocó sesudas reflexiones durante
un cierto tiempo. Si se les prestaba ayuda, había
PRIMERA GUERRA PUNICA que disponerse a entrar en guerra con Cartago.
Esto significaba una lucha larga y muy problemá­
La Italia romana terminaba en el estrecho de tica en cuanto al resultado; si no se atendía al pe­
Messina y éste no era lo bastante ancho como pa­ dido, la presencia de los púnicos en la punta de
ra detener el paso de los romanos. Al otro lado la bota era algo poco tranquilizador y cuyo peli­
de esta angosta franja de agua se extendían las gro aumentaría con el tiempo.
tierras feraces de Sicilia, cuyo destino interesó I mego de discutir largamente el asunto y medir
siempre a demasiada gente.
sus consecuencias, el Senado aceptó la responsa­
bilidad de la guerra, y las legiones romanas en­
2 B r iss o n , Jean Paul: ¿Carthaguc ou Rome?, París, Fayard. traron en movimiento. Se cruzó el estrecho y se
3 Ibid.

102 103
hizo pie en tierra siciliana. Este fue el comienzo general romano Atilio Régulo les impuso condi­
de la primera Guerra Púnica. ciones tan duras que los obligó a reanudar las
Hieron de Siracusa vio el desembarco romano hostilidades y a pelear hasta el fin.
y luego las legiones que entraban en combate jun­ Felizmente para los púnicos, el ejército romano,
to a los mamertinos. Comprendió con claridad que siempre conducido por Régulo, sufrió una tremen­
allí se jugaba el destino entero de Sicilia. A pesar da derrota ante la pericia estratégica del merce­
de tener una inteligencia política de primer or­ nario espartano Xantipo, que los cartagineses ha­
den, se ofuscó y buscó la alianza de los cartagi­ bían contratado para esa oportunidad. La batalla
neses. Unido a las fuerzas púnicas intervino en el fue cerca de Cartago, en Túnez, y del fuerte ejér­
asalto a Messina, pero fue rechazado. El fracaso cito de Régulo sólo dos mil hombres pudieron
le advirtió sobre el error de su elección y, aban­ volver a Roma con la narración del encuentro.
donando a sus aliados, firmó con Roma una paz Fue un mal año para la Loba y durante un largo
por separado. tiempo debió quedarse para lamer sus heridas.
Los romanos no hacían remilgos cuando entra­ La guerra se reanudó en Sicilia, cuando los car­
ban en juego sus intereses políticos: pactaron con tagineses pusieron sitio a Palermo bajo la direc­
Siracusa y comprendieron el provecho que podían ción del general púnico Asdrúbal. Esta vez no los
sacar de una ciudad notoriamente experta en cues­ acompañó la suerte y más de veinte mil cartagi­
tiones marinas, especialmente cuando se había neses quedaron en el campo de batalla.
entrado en guerra contra una talasoeracia del ta­ Fue en esta ocasión cuando apareció en las filas
maño de Cartago. cartaginesas el primero de los Barca que debía
La guerra en Sicilia duró veinte años, desde el inmortalizar el nombre de esta famosa familia:
264 hasta el 241 a. de }. C. En esta larga con­ Amílcar. Este capitán creyó conveniente cambiar
frontación de fuerzas y de ingenio los romanos la táctica seguida hasta ese momento en la lucha
probaron sus grandes condiciones bélicas tanto en contra Roma e inició una serie de operaciones
acciones de tierra como en el mar. En su cotejo ofensivas sobre diversos lugares del litoral italia­
con la armada cartaginesa comprendieron el valor no. Estos golpes de comando aumentaron las di­
de los ingenieros navales de Siracusa —la patria ficultades porque atravesaba la ciudad del Tíber.
de Arquímedes—. Gracias a ellos infligieron a los El Senado estaba aterrado y con las arcas del teso­
púnicos algunas derrotas notables. ro casi exhaustas. Con todo, la guerra no podía
Los cartagineses quedaron sorprendidos cuando ser contenida y debió apelarse a los grandes re­
fueron abordados por los barcos romanos, que cursos.
arrojaban sobre sus buques unas suertes de pon­ Los hombres más ricos de Roma probaron una
tones a través de los cuales la infantería llevaba vez más que sus intereses estaban estrechamente
la lucha hasta los puentes de sus navios. ligados a la causa de la República y como sus
El encuentro naval decisivo fue en Marsala y fortunas dependían de la buena conducción de
aunque el resultado de la batalla resultó incierto, los negocios públicos, pusieron todo cuanto te­
los cartagineses bajo las órdenes de un Amílcar nían en equipar una nueva escuadra y designaron
—que no era el padre de Aníbal— sufrieron pér­ para comandarla al cónsul Lutacio Catulo.
didas irreparables. Obligados a pedir la paz, el En el año 241 Catulo infligió a la armada car-

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taginesa una derrota definitiva que la expugnó del lanzaron a reclutar huestes para armar un pode­
Mediterráneo como fuerza combativa. Cartago de roso ejército. Estaban en esa faena cuando murió
bió pagar a Roma un tributo de 3.200 talentos v Amílcar y lo sucedió en la obra su yerno Asdrii-
la posición de Roma en Sicilia fue indiscutida. bal, que demostró, con los hechos, ser un digno
La derrota conmovió profundamente a los car­ sucesor de su suegro.
tagineses y hubo en la ciudad una serie de levan­ Baal Harnan debe haber sentido una predilec­
tamientos que hicieron todavía más grande el ción particular por el mayor de los Barca, Aníbal.
desastre. Roma observó estas luchas civiles sin in­ Cuando en 221 a. de J. C. Asdrúbal perece en una
tervenir, pero luego se hizo pagar esa neutralidad reyerta que la historia no ha podido aclarar, Aní­
exigiendo la entrega de Córcega y Cerdeña y mil bal es elegido como general por sus soldados pa­
doscientos talentos más para reponer su armada ra continuar la obra paterna.
y asegurar el dominio de la cuenca occidental del Era el hijo mayor de Amílcar y probablemente
Mediterráneo. nació en el año 246 a. de J. C. Acompañó a su
padre a España cuando apenas tenía nueve años
SEGUNDA GUERRA PUNICA: ANIBAL y a los veinticinco le sucedió en el mando. Se hizo
cargo de ese nuevo estado que Piganiol llamó “de
Amílcar Barca fue el hombre del destino en los bárcidas” y con un claro esquema estratégico
cuanto advirtió que no se podía continuar la gue­ inició sus preparativos para llevar la guerra so­
rra en el mar. Roma vigilaba celosamente cual­ bre Roma.
quier movimiento de su adversario y a la primera El Senado romano estaba enterado del creci­
sospecha estaba dispuesta a caer sobre los carta­ miento y la peligrosidad de esa nueva fuerza y
gineses con todo el peso de su poder. trató de detenerla firmando un tratado con Aníbal
En el año 237 Amílcar emprendió por su cuenta en el que éste se comprometía a no pasar las fron­
la reconquista de España y se instaló en ella para teras del río Ebro.
armar un ejército que le permitiera un enfrenta­ Cuando se está al servicio de un demonio con­
miento exitoso contra la Loba. Tenía consigo a quistador como Baal Haman, los acuerdos son le­
sus cuatro leoncitos: su yerno Asdrúbal y sus tres tra muerta y no era el mayor de los hijos de Amíl­
hijos: Aníbal, Asdrúbal y Magón. car quien se ataría las manos por una promesa
La conquista de España escapa de la historia impuesta por la necesidad.
de la república cartaginesa y, en gran medida, de En el año 218 Aníbal asedió la ciudad de Sa-
su espíritu. Fue una hazaña particular de la casa gunto, aliada de Roma, y dejándola rodeada por
de los Barca. Los cartagineses estaban moralmen­ un ejército a las órdenes de su hermano Asdrú­
te deshechos y no se atrevían a desafiar a Roma. bal, atravesó rápidamente el Ebro y los Pirineos
La decisión y la organización de la segunda Gue­ con un ejército de cuarenta mil infantes, nueve
rra Púnica fue privativa de Amílcar y sus inme­ mil jinetes y una treintena de elefantes. Con estas
diatos sucesores. Estos habían jurado sobre el al­ tropas, donde militaban íberos y munidas, realizó
tar de Baal Haman, un demonio particularmente la famosa travesía de los Alpes y se descolgó por
sangriento, que destruirían a Roma. el norte de Italia para llevar a la Península su
Afianzada su situación en España, los Barca se guerra contra Roma.

106 107
\

Todo esto puede decirse en un par de líneas, enfrentar dos veces a los romanos en las llanuras
pero su realización fue una de esas hazañas mili­ de Etruria. Su primer encuentro fue con C. Fla-
tares que dejan en la historia una huella imborra­ minius al borde del lago Trasimeno donde el cón­
ble y hacen de sus conductores uno de los más sul romano quedó tendido en el campo de bata­
gloriosos capitanes que se conocen. lla junto con quince mil de sus soldados.
El Senado romano, muy sorprendido pero no asus­ Roma estaba solamente a treinta kilómetros, pe­
tado, puso treinta mil infantes y catorce mil jine­ ro Aníbal advirtió que el estado de sus tropas no
tes bajo bandera y los colocó a las órdenes de P- le permitía poner sitio a una ciudad protegida
Comelio Scipio, quien, habiendo sido cónsul en entonces por un fuerte recinto amurallado. Se re­
216, tomó el mando de una expedición contra Ja tiró y mientras reaseguraba la situación del ejér­
España púnica y trató de alcanzar a Aníbal en el cito trató de atraer a su causa a las ciudades de
valle del Ródano sin poder lograrlo. De retorno Italia central. Esperaba un éxito semejante al ob­
a Italia, se puso al frente de este nuevo ejército tenido con los galos, pero su diplomacia fracasó y
y fue derrotado en Tessino por el caudillo carta­ “todas las ciudades permanecieron fieles a sus com­
ginés. Herido en combate, en cuanto se restableció promisos con Roma” 4.
partió nuevamente a España, donde cumplió las Los romanos se dieron cuenta de que no podían
funciones de pro-cónsul entre los años 217 y 211. dar tregua a su enemigo si no querían perecer.
Murió en una emboscada. La conciencia de que no podían derrotar a Aníbal
La batalla de Tessino convirtió a Aníbal en due­ en un combate frontal, los llevó a emplear otra
ño de la Galia Cisalpina y allí reclutó entre los táctica. Se le hizo una guerra de desgaste con el
galos, siempre mal dispuestos contra Roma, sus propósito de dejarlo poco a poco sin soldados. Aní­
mejores soldados. bal, que no logró reclutar tropas en Italia central,
T. Sempronius Longus, colega de P. Comelio s e retiró hacia el sur y trató de provocar allí un
Scipio, fue encargado por el Senado de preparar levantamiento general contra Roma. Tiempo per­
una expedición contra Cartago a partir de Sicilia, dido, el prestigio de la Loba permaneció firme
pero en vista del desastre fue rápidamente convo­ y el cartaginés no pudo alcanzar su objetivo.
cado a asistir a su colega en la lucha contra Aní­ Roma intentó enfrentarlo nuevamente y, con el
bal. Se encontró con Scipio en Trebia, pero apura­ cónsul C. Terentius Varro a la cabeza de sus tro­
do por demostrar sus condiciones militares atacó pas, presentó batalla en Cannas, donde Aníbal
a Aníbal sin esperar el apoyo del otro ejército. volvió a triunfar, pero sin poder convertir la de­
Derrotado también por el general cartaginés, desa­ rrota romana en desastre. Vario juntó a los fugi­
pareció de la escena política. tivos y rehízo las filas de su ejército.
El camino a Roma estaba expedito, pero el ge­ La batalla de Cannas figura como una de las
neral cartaginés tuvo que retirarse a sus cuarteles obras maestras del arte militar. Nos ahorraremos
de invierno y esperar “il grido dell’acquila mar- una descripción, que ha hecho Polibio con mano
zia” antes de iniciar la nueva ofensiva. diestra, e indicaremos brevemente sus consecuen­
En la primavera del 217 dio Aníbal la orden cias políticas.
de marcha. Polibio narra los sufrimientos de su 4 Polibio: III, 90 (Hay edición castellana de su Historia
ejército en medio de los pantanos y teniendo que U niversal).

108 109
Muchos creen que Aníbal perdió el tiempo al se haga cada vez más necesario. Roma, en cam­
no atacar directamente a Roma luego de Cannas. bio, posee muchos recursos y la fuente inagotable
Otros sostienen que igualmente a lo sucedido en de su tremenda energía patriótica. Como no po­
Trasimeno no quedó en condiciones de comenzar día derrotar a Aníbal en un encuentro frontal,
un sitio. Sabía bien que los romanos se jugarían aplicó la misma táctica que le había dado tan ex­
enteros en la defensa de la ciudad y que antes celentes resultados al caudillo cartaginés, y abrió
de llegar a sus murallas tendría que vencer varios contra los púnicos un frente en España y otro en
ataques en los que el vigor y el fanatismo romano Africa.
se emplearían a fondo para detenerlo. Esto pro­
vocaría un deterioro que sería imposible reponer
con prontitud y asegurar así la victoria. Creyó más LOS ESCIPIONES
prudente esperar y observar si la derrota de Can­
nas cambiaba la posición de los pueblos aliados La familia Scipio tuvo la gloria de llevar a fe­
a Roma. Mientras tanto pidió refuerzos a Carta- liz término la segunda Guerra Púnica y terminar
go, pues necesitaba reponer hombres y materiales. con los triunfos de Aníbal mediante una estrategia
Roma, cercada por los soldados de Aníbal, de­ hábil y al mismo tiempo encarnizada que toma­
rrotada en Cannas, abandonada por una parte de ron de su adversario.
las ciudades aliadas que jugaron la carta del cau­ Publio Cornelio Scipio Africanus fue quien
dillo cartaginés, pasó una de las situaciones más terminó la conquista de la España púnica y que
difíciles de su larga historia. La situación se com luego de abrir el frente de Africa batió a Aníbal
plicó cuando Aníbal obtuvo el apoyo de Macedo­ en la batalla de Zama.
nia v las falanges griegas comenzaron a invadir Con anterioridad, el padre de este Escipión que
Italia. llevaba idéntico nombre, y su hermano Gneo,
Reconozco que los cotejos que suelen hacerse habían retomado Sagunto y mantuvieron en el
entre Roma y Cartago son bastante triviales cuan­ territorio español el prestigio de las armas roma­
do no puramente retóricos, pero examinando la nas gracias a una permanente vigilia guerrera.
situación provocada por Aníbal es difícil resistir En ella derrotaron, en sucesivos encuentros, a las
la tentación y no correr el riesgo de una compa­ tropas cartaginesas apostadas allí y cuya misión
ración. La guerra ha favorecido a Aníbal. Este era el reclutamiento de soldados para sostener el
tiene en su favor las batallas ganadas y el genio ejército de Aníbal.
militar que los romanos no poseen. La iniciativa Ambos Escipiones murieron en una embosca­
bélica, el apoyo macedónico y el de algunas ciu­ da que tendieron los cartagineses por el año 211
dades de Italia son puestas que militan por Aní­ a. de J. C. El Senado romano los reemplazó por
bal. Por lo demás la lucha se dirime en tierra C. Claudius Ñero, el vencedor de la batalla de
romana y esto va siempre en perjuicio del dueño Metaura.
del territorio. La carrera de Publio Cornelio Scipio Africanus
Aníbal no cuenta, sin embargo, con el respaldo se inició a raíz de la muerte de su padre y en el
de su propia nación. Esta ausencia se hará sen­ preciso momento en que el Senado romano con­
tir cada día con más fuerza, y en tanto ese apoyo vocó una asamblea para elegir un pro-cónsul que

110 111
se encargara de los asuntos españoles. Como na­ ataque en tierras de Andalucía. En una segunda
die se presentó como candidato al cumplimiento batalla, Scipio los derrotó por completo y tuvo en
de tan difícil misión, un joven de veinticinco años, sus manos el dominio de España. El Senado roma­
hijo de uno de los generales muertos en la em­ no lo convocó a la Urbe y Scipio fue recibido por
boscada, pidió el cargo para si. Era contra la el pueblo con muestras de grandes esperanzas.
costumbre, porque el joven Scipio apenas había Contra la opinión de los senadores y de su por­
iniciado el curso de los honores y carecía de la tavoz, Fabio, Scipio sostuvo la tesis de atacar a
experiencia suficiente para que el Senado le con­ los cartagineses en Africa. Los viejos se resistieron
fiara un cargo de tanta importancia. La Asamblea pero la Asamblea apoyó el pedido y se le conce­
se hizo responsable de la designación y Publio dió el mando de las tropas que enfrentarían a los
Comelio Scipio Júnior partió para España con púnicos en Zama.
el grado de pro-cónsul y todos los poderes que le La gran batalla final contra Aníbal se produjo
permitieran emprender las acciones que conside­ en el año 204 y en ella se encontraron al fin los
rara indispensables. dos más grandes generales de la época: Aníbal
Scipio se apoderó de Cartagena, base principal y Scipio. Parece que antes de dirimir el pleito
de las operaciones bárcidas, y de allí inició con por la fuerza los dos jefes tuvieron una entre­
brío una ofensiva total poniendo en práctica lo vista, pero no se llegó a ningún acuerdo.
que había aprendido de su gran adversario. Dice El combate comenzó mal para los cartagineses,
Polibio que antes de llegar al teatro de las ope­ porque Massinisa, jefe númida y poseedor de una
raciones “estudió con gran cuidado la topografía intrépida caballería, se pasó al campo romano con
de los sitios que quería atacar, el régimen de los todas sus huestes. La fuerte ayuda redobló la
vientos, la amplitud de las mareas y todas las po­ audacia de Scipio y le facilitó la realización de
sibilidades que el terreno podía ofrecer a una una maniobra aprendida de Aníbal y que consis­
defensa” 5. tía principalmente en algunos movimientos con
A sus condiciones guerreras y a su buen cono­ tropas montadas.
cimiento de la ciencia militar de la época, unió La victoria de Zama puso fin a la segunda
el encanto de su juventud, de su generosidad y Guerra Púnica. Aníbal y Scipio concertaron una
nobleza. Pronto se granjeó la adhesión entusiasta paz que si bien no salvaba a Cartago de las duras
de cuantos tuvieron la oportunidad de servir y condiciones de una franca derrota, garantizaba la
combatir bajo sus órdenes. Esto le facilitó también existencia de la ciudad.
la difícil tarea de conquistar la simpatía de los La oligarquía cartiginesa perdió, en ese largo
españoles, no siempre bien dispuestos para con cotejo bélico, gran parte de sus antiguas vir­
el dominador romano. tudes, y el pueblo púnico, que nunca había teni­
Un primer encuentro con Asdrúbal en los cam­ do una clase dirigente noble, se vio de pronto
pos de Bailón quedó un poco indeciso y las tropas gobernado por un montón de plutócratas que en­
cartaginesas lograron salir del trance sin grandes vidiaban más las excelencias de Aníbal y le te­
pérdidas rehaciéndose rápidamente para volver al8 nían más miedo que a los romanos. El Senado
cartaginés entró en trato con el de Roma y acusó
8 Ibid., III, 57. a Aníbal de querer proseguir la guerra sin consi­

112 113
derar sus intereses ni sus opiniones. El resultado un fondo tenebroso de sacrificios y expiaciones
fue un canje miserable por el cual Cartago obte­ que hablan tnuy alto en torno de un montón de
nía una precaria paz a cambio de la cabeza de su fuerzas oscuras en franca contradicción con el
gran caudillo. cuadro de racionalidad militar que hemos des-
Aníbal no era hombre de entregar su vida sin cripto.
resistencia. Se refugió en Grecia, en donde se con­ Hasta las Guerras Púnicas la República romana
virtió en una suerte de asesor militar del rey An- se movió en un ámbito cultural de intereses que
tioco. Cuando los romanos derrotaron a Antioco, podemos llamar helenísticos. Probablemente el cre­
Aníbal buscó refugio en Creta y luego en Bitinia. cimiento espiritual de Roma hubiere seguido esta
Rodeado en todas partes por sus implacables ene­ línea de desarrollo si los acontecimientos suscita­
migos se dio muerte ingiriendo un fuerte veneno. dos por las Guerras Púnicas, especialmente por
Dice la leyenda que antes de morir habría dicho: la segunda, no hubiesen removido un fondo mu­
“Devolvamos la tranquilidad a los romanos, dado cho más antiguo sacando a la luz las misteriosas
que no tienen la paciencia de esperar la muerte energías de sus tradiciones seculares.
de un viejo como yo”. “Roma percibió que el mundo griego había sido
el espectador, a menudo malevolente, de su lucha.
Sus ejércitos hollaron tierras griegas, sus diplomá­
ticos tomaron contacto con los reinos orientales y
ESTADO ESPIRITUAL DE ROMA concertaron alianzas y complicidades. Toda su po­
DURANTE LAS GUERRAS PUNICAS lítica se levantó al nivel del helenismo y la invadió
el sentimiento de su propia superioridad, especial­
mente cuando pensó que Aníbal, formado en la
La descripción de los principales sucesos que escuela de la estrategia griega, no pudo acabar
jalonan las luchas entre cartagineses y romanos con la obstinación de los países latinos.. ." °.
dan una versión demasiado apolínea de los hechos. Este retorno sobre sí misma la llevó a buscar
Decisiones militares tomadas con clara inteligen­ en sus creencias ancestrales el vigor espiritual que
cia de los objetivos propuestos, una diplomacia necesitaba para restaurar su seguridad y lograr
llevada a buen término con astucia y refinamien­ el triunfo sobre el enemigo. “Ya con sacrificios
to, medidas financieras y comerciales precisas y expiatorios de carácter brutal y arcaico, o bien
perfectamente controladas, estrategia, táctica, es­ con el desarrollo de géneros poéticos como el
pionaje, juego de rumores, etc., todo esto habla en teatro y la epopeya —fenómenos que en apañen
el claro mediodía de un lenguaje racional y per­ cia son independientes los unos de los otros, y
fectamente comprensible para todos. aun contradictorios, pero todos tienden a probar
¿Fue todo así? ¿O detrás de esta fachada de que Roma, bajo la presión del peligro extremo,
factura geométrica se ocultaba un espíritu más está en camino de tomar una nueva conciencia
primitivo y movido por los oscuros daimones de de eso que ella es y de conquistar un lugar origi-6
la religión antigua?
Grimal advierte, en su monografía sobre el tiem­ 6 G r im a l , Pierre: L e siécle d es Scipíons, Aubier, París,
po de los Escipiones, acerca de la existencia de 1953, pág. 57.

114 115
nal en la espiritualidad del mundo mediterráneo” 7. claró una primavera santa, sacrificio cruento que
La derrota de Roma en la batalla de Cannas consistía en el holocausto de todos los hijos varo­
fue motivo para un reencuentro sobrenatural con nes nacidos en ese año. Para evitar el dolor de
los viejos misterios de la raza. Se buscó la causa ese antiguo rito, se lo reemplazó por el destierro
religiosa del desastre y se trató de reconquistar la de todos esos niños cuando alcanzaran la edad
benevolencia de los dioses ofendidos con un sa­ en que podían abandonar la ciudad. Ese mismo
crificio terrible. Dos vírgenes destinadas a con­ año el dictador Fabio erigió en el Capitolio un
servar el fuego sagrado de la ciudad habían co­ altar al dios Mens, representación divina de la in­
metido el sacrilegio de abandonarse en los brazos teligencia, que tanta falta hacía para poder com­
de un amor culpable. Una de ellas se suicidó y batir la sagacidad de Aníbal.
la otra fue sepultada viva en una cueva. Su se­ Los dioses eran convocados, como en los ciclos
ductor recibió de la mano del sumo pontífice una troyanos, para engrosar las filas de los soldados
paliza ritual que le costó la vida. \ proteger con fuerzas sobrenaturales a aquellos
Para aplacar la irritación de los dioses y pur­ que merecían sus favores por la piedad demos­
gar el crimen se recurrió al sacrificio de seres trada. Pero a la inversa de lo que sucedía en Ho­
humanos. Un galo y una gala, un griego y una mero, las fuerzas llamadas en avuda por los ro­
griega, fueron ofrecidos a los daimones para que manos pertenecían a un mundo religioso mucho
su cólera cayera sobre los pueblos a que pertene­ más primario y antiguo que aquél de la aristocra­
cían ambas parejas. cia olímpica.
Paralelamente a estas medidas religiosas, de La faz nocturna de la Roma demoníaca se re
probable procedencia etrusca, afirma Grimal que vela en la crueldad de los sacrificios expiatorios.
se envió una embajada a Delfos para obtener del Si existió en Roma una inclinación manifiesta por
viejo oráculo helénico un consejo y una seguridad la serenidad apolínea del racionalismo griego, las
de protección. Guerras Púnicas, en el lapso de su duración, la
“Roma no podía renunciar totalmente a esta hicieron abandonar como a una tentación peli­
parte importante de sus tradiciones, aquellas que grosa. Suponía un espejismo paralizador ante los
había contraído en su relación tan positiva con griegos que armaban los brazos de los enemigos
el helenismo” 8. de Roma.
Añade que esta vinculación religiosa con D el­ “Así las más graves innovaciones religiosas se
fos era también de origen etrusco, de manera que explican, en última instancia, no por el auge de
el recurso al santuario debe tomarse como un sal­ un cosmopolitismo —imposible en esos años de aco­
to atrás en la línea de sus relaciones culturales so militar y moral— ni por el aturdimiento de los
con Grecia. romanos. Roma estuvo lejos de abandonarse a la
La religión romana, además de sus fuentes desesperación y perder la fe en su misión y en su
etruscas, tenía otras que se pierden en los oríge­ destino. Fue por el surgir de una conciencia más
nes de los pueblos latinos. En el año 217 se de- aguda de su personalidad nacional y racial. El mo­
vimiento espiritual comenzado por la obra de Livio
7 G r im a l , Pierre: o. c., pág. 70. Andrónico, el advenimiento de la conciencia itálica
8 G r im a l , Pierre: o. c., pág. 71. en Roma se continúa y se acentúa. Solamente que

116 117
el cuadro se amplía y la patria latina tiende a
convertirse en única beneficiaria” °. Antes de terminar la segunda Guerra Púnica
los romanos debieron intervenir en Macedonia e
infligieron a la patria de Alejandro dos desas­
LA TERCERA GUERRA PUNICA tres navales de gran importancia política: Egina,
en 210, y Lemos, en 208. A estas operaciones su­
cedieron sendas medidas sobre tierras griegas que
La última etapa de la guerra contra Cartago no
se inició inmediatamente a la derrota de Zania. Es pudieran asegurar el éxito. En 205 el rey de Ma­
probable que la astuta oligarquía cartaginesa haya cedonia, Filipo, como el padre de Alejandro, con­
pensado que la entrega de su general a los roma­ certó una paz con la Urbe que permitió a ésta
nos era algo absolutamente necesario para asegu­ atender mejor sus asuntos pendientes con Cartago.
rar la paz al resto de la república. Cartago, en 151 a. de J. C., cansada de las
La sociedad púnica había cambiado mucho du­ pretensiones cada día más apremiantes de los nu-
rante la guerra. Massinisa se había convertido en rnidas, sin pedir la debida autorización a Roma,
un rey y quería gobernar Numidia sin la protección se armó contra ellos y se aprestó para el combate.
de Cartago. Protección que la derrota sufrida hacía Los romanos acudieron con presteza en apoyo del
bastante ilusoria. Roma seguía los pasos de la ciu­ aliado munida e impusieron a los cartagineses con­
dad fenicia sin bajar la guardia bajo ningún pre­ diciones de paz tan duras y brutales que éstos no
texto. tuvieron más remedio que luchar contra los ro­
Cartago restableció, en alguna medida, su co­ manos.
mercio y, dentro del mutismo aconsejado por las La ciudad se aprestó para la defensa y se armó
circunstancias, se reservó para el futuro una pers­ como pudo para ofrecer una resistencia feroz que
pectiva mejor. No podía dejar de pensar que la contrastaba notablemente con los hábitos pacíficos
suerte de Roma, como sucedió con la suya propia, y más bien voluptuosos de sus habitantes. La du­
conocería también un ocaso. Mientras tanto se li­ reza romana fue la autora de ese milagro y Publio
mitaba a observar, desde sus azoteas, la lucha que Cornelio Scipio Emiliano debió someter la ciudad
la Loba había emprendido en Macedonia. a un sitio implacable antes de entrar en ella co­
Roma leía estos pensamientos en los rostros poco mo triunfador. Tres años duró la agonía de Car­
francos de estos insidiosos adversarios y trató, de tago V, finalmente vencida, lo que quedó de su
acuerdo con los medios a su alcance, de que los población fue vendida como esclava.
cartagineses no prosperaran demasiado. La des No es una de las páginas más nobles de la his­
confianza y el temor creció a uno y otro lado del toria de Roma, pero sí aquella que habla con más
Mediterráneo. Roma creyó oportuno apoyar las elocuencia de su inclinación implacable a arreglar
pretensiones de Massinisa y se declaró partidaria sus asuntos bélicos de un modo definitivo.
de un estado numida independiente y aun capaz, “Escipión Emiliano dejó sus tropas para sa­
si la historia lo ayudaba, de incorporar a Cartago quear libremente la ciudad entre los humeantes
bajo su corona. escombros, luego procedió a la distribución del
botín v envió el navio más rápido de su flota
a G r im a l , Pierre: o. c., pág. 76-77.
para avisar a Roma de la victoria. El viejo Catón
había muerto sin ver la realización de su más
118
119
ardiente deseo, pero su sombra debió temblar de
satisfacción en ese mundo subterráneo donde to
davía debía animarlo su odio implacable. Roma
podía respirar tranquila, las vergonzosas derrotas
que le había infligido Aníbal estaban vengadas” 10.

EL OCASO
DE LA REPUBLICA ROMANA

LAS PROVINCIAS

Polibio fue griego. Conviene tener presente es­


te hecho cuando se convoca su testimonio en el
proceso histórico de Roma. La Loba fue para él
un estado ciudad y buscó la explicación de su
éxito, antes que en cualquier otra parte, en la re­
ciedumbre de su constitución política. Como buen
discípulo de Aristóteles alabó la distribución de
sus clases y el papel principal que le tocó jugar
a los ciudadanos de mediana situación. Fue un
orden jurídico que tendía al armónico equilibrio
de todas las fuerzas republicanas.
Cuando Polibio estuvo en Roma y permaneció
en esa ciudad como prisionero de guerra, la Repú
blica del Tíber, aunque todavía llena de recursos
y vitalidad, entraba en el interregno crítico de!
que el general historiador no pudo dar cuenta y
razón, si es que efectivamente percibió la peli-
grosa hondura de la situación.
La ley, como norma que ajusta y regula las pa­
siones de los hombres introduciendo en sus entre­
cambios la gracia y el equilibrio, nace de una vi­
i° B b is s o n , Jean Paul: o. e., pág. 372. sión apolínea del orden político. Los griegos no

120 121
habían renunciado a ella y aunque sacudidos por Cuando se trató de organizar el estatuto de las
todos los vientos de la violencia que entró en sus provincias conquistadas, se analizaron las reales
naciones luego de la epopeya alejandrina, seguían condiciones en que la conquista había sido hecha
creyendo que la ciudad estado era el ámbito ca­ y se tuvo en cuenta la índole particular de la re­
bal donde se podía desarrollar en su plenitud la lación que ese territorio tuvo con Roma. Muchos
vida del hombre. de los nuevos estados vasallos pudieron ser incor­
Los romanos nacieron con otra disposición es­ porados sin grandes inconvenientes. La confedera­
piritual y la ley significó para ellos, más que una ción romana los admitía en calidad de súbditos so­
“regula mores”, una concesión para adecuar sus metidos a la ley militar —“foedus aequum”— y para
derechos, una garantía de su efectividad. Por esa esa ocasión se usaba designar un magistrado es­
razón la ley venía siempre impuesta por los hechos pecial, con una jerarquía dentro del ejército y do­
que ella tendía a hacer ingresar en el orden de tado de los instrumentos que hicieran falta para
eso que podemos llamar, provisoriamente, la “pax el ejercicio de sus funciones.
romana”. Los mandatos militares extraordinarios y las pró­
La conquista de la cuenca del Mediterráneo rrogas sucesivas de los mismos serán una exigencia
trajo consigo una serie de transformaciones polí­ de gobierno impuesta por la extensión del dominio
ticas y sociales que hicieron de la vieja constitu­ y que al fin incidirán negativamente en la suerte
ción republicana un instrumento inadecuado para del régimen republicano. Esas magistraturas, naci­
dar solución a los problemas que diariamente pre das en las duras necesidades de la guerra, tenían
sentaba la realidad. Los romanos los fueron resol­ implícitos muchos elementos de gobierno personal
viendo como pudieron y en la medida que debie­ para que no suscitaran en los elegidos el deseo de
ron enfrentarlos, sin que nunca cayeran en la ten­ imponer en Roma los criterios que tan buen resul­
tación de preverlos en el esquema “a priori” de tado daban en las provincias sometidas. La solución
ua regimentación ideológica. imperial es un hecho político que surgió de los te ­
Los conflictos sociales nacidos en el calor de la rritorios conquistados y que se volcó más tarde so­
conquista no tuvieron nunca la dureza dialéctica bre la misma Urbe como una lógica gravitación
que le presta, muchas veces, la interpelación mar- de ese inmenso cuerpo.
xista. Individuales o colectivos, simples o comple­ La relación de Roma con los países dominados
jos, fueron siempre tensiones de poder y de fuerza tiene dos momentos. En una primera fase la ciudad
que auspiciaron soluciones en las que se los re­ capital intenta, sin salir del marco republicano, dar
conocía o rechazaba, sin pretender introducir en una solución adecuada a sus extensas posesiones.
el resultado ningún condimento de justicia ideal. Los partidos políticos, de factura puramente eco­
Sabemos que la quimera no fue el fuerte de los nómica, juegan en esa oportunidad el papel de fac­
romanos. Tuvieron confianza en la resolución por tores negativos. Trenzados en lucha sin cuartel
la espada, pero nunca creyeron que ese instrumento hacen imposible la solución al problema. Sus inte­
pudiera ser la clave de un dominio verdadero. La reses sectoriales convierten el gobierno de las pro­
ley tenía que venir a transformar la dura imposi­ vincias en un saqueo permanente y en una lucha
ción del hecho con una situación conforme a las feroz por ver quién roba más. Las tentativas de
exigencias de la vida en común. Tiberio y Cayo Graco, la de Livio Druso, como las

122 123
de Mario y Sila, ilustran con sus sangrientos epi­ “Concepción extraña a las ideas dominantes en
sodios el desarrollo de este primer momento. las ciudades greco-itálicas y adquirida, probable­
La segunda fase se incoa en la primera y nace mente, en las dinastías macedónicas de Oriente”,
de los instrumentos creados por Roma para soste­ escribe Rostovtzeff L
ner la organización imperial. Se puede decir, con La explicación de esta política, en la relación
más rigor, que es el Imperio mismo, en la persona concreta con España, nació por el hecho de haber
de sus hombres representativos quien impone a sido la península ibérica una posesión particular de
Roma el régimen que debe trocar el saqueo en un los Barca. La cosa se complicó cuando se trató de
gobierno. imponer un estatuto a las ciudades de tradición
Mario y Sila fueron hombres del Imperio y en helénica. Eran pueblos cultos, muchos de ellos au
sus respectivas gestiones políticas intervinieron, ya tónomos y con un nivel de cultura que Roma ad­
como jefes de facciones ciudadanas o bien como miraba.
generales a la cabeza de sus legiones profesionales. Algunos de estos estados fueron sumados al do­
No impusieron la monarquía porque no tuvieron minio romano en calidad de aliados, pero sin ma­
el genio para hacerlo o porque fueron impedidos rina ni ejército propios. Otros, todavía mejor apre­
por sus compromisos partidarios. Puede ser tam­ ciados, fueron incorporados en la misma situación
bién que Roma no había sufrido lo suficiente, a que las ciudades de Italia. Los hubo también —el
causa de las guerras civiles, para renunciar a sus caso de Siracusa— que vieron reemplazada su tira­
vicios constitucionales. nía local por un gobernante dependiente de Roma,
Antes de examinar la primera fase de este pro pero que hizo modificaciones en el régimen legal
ceso político, conviene decir algo más acerca de las de la ciudad.
formas de dominio que Roma adoptó en sus pro­ El resto de Sicilia fue ordenado de acuerdo con
vincias. El empirismo práctico de los romanos fue la jurisprudencia asentada en Siracusa. De esta ma
el mejor elemento de éxito. Los países que habían ñera Roma mantenía sus vasallos en una red de
estado bajo el dominio de Cartago pasaron al de potestades e intereses muy complicada y al mismo
Roma sin que aparecieran cambios muy notables tiempo muy dúctil. Nunca sacrificó la variedad
en sus relaciones con ambos poderes. El goberna­ de las situaciones al gusto de la uniformidad im­
dor de la ciudad y el ejército a sus órdenes fueron puesta por el espíritu racionalista.
romanos. Hubo también un pretor y un cuestor Los romanos se encontraron en el mundo helé­
encargados de cobrar los tributos que en parte nico luego de haber aceptado gran parte de sus
eran usados para mantener el aparato local de go­ presupuestos intelectuales. Esto los hizo obrar con
bierno y en parte pasaban a integrar el tesoro de discreción y gobernar a esos pueblos sin aplastar
Roma. bajo el peso de una potestad extraña las costum­
Merced al cobro de este tributo la ciudad capi­ bres vernáculas.
tal sostuvo sus fuerzas armadas sin ceder a la cos­ Roma respetó siempre las tradiciones y hasta en
tumbre griega de hacerlo en nombre de una confe­ época de mayor escepticismo tuvo con respecto a
deración. Esto explica que la situación jurídica de las creencias de sus súbditos un cauteloso cuidado,1
los estados vasallos no fuera la de aliados, sino
la de súbditos. 1 Ro sto vtzeff, M.: R om e; Oxford University Press, 1960.

124 125
que expresaba al mismo tiempo estima de la fe lación a gritos de sus pregonadas virtudes hace
ajena y temor a los dioses, cualesquiera fuera su pensar que se trataba de un artículo de lujo, de
procedencia. una excepción y no de un caso habitual.
Reconocían a la vida una clara primacía sobre El gobierno de las provincias, en especial de
la obra exclusiva de la razón. No creyeron bueno aquellas que pertenecían al pueblo romano —“prae-
ni conveniente entrar a saco en los sentimientos dio populi romani”—, era una función extraordina­
religiosos bajo el pretexto de que podían ser poco riamente lucrativa. Los funcionarios encargados
razonables o simplemente oscuros y salvajes. Si a l­ de su administración hallaron en sus tareas la ma­
guna vez se metieron a censurar una práctica re­ nera más cómoda de hacer fortuna y como la po­
ligiosa, lo hicieron para defender otras aceptadas breza, más que una prueba de santidad, era con­
por todos, o para evitar se pecara contra la vida, siderada un oprobio, no tenían ningún escrúpulo
el decoro o la salud mental. Su choque contra el en volver llenos de oro, aunque hubiesen partido
cristianismo se hizo en nombre de la tolerancia v sin un cobre. Las provincias griegas, que tenían
bajo la acusación de su exclusivismo. El culto mo­ una larga veteranía administrativa, se protegieron
noteísta era de un Dios único y los romanos no mejor de estos abusos. Apelaban con frecuencia an­
podían admitir que se vaciaran sus altares en bene­ te el Senado romano y armaban tal escándalo que
ficio de ese solo Dios. sus quejas fueron muchas veces oídas, especialmen­
Los pueblos que constituyeron el Imperio Roma­ te si coincidían con los agravios políticos que el
no no estaban ligados a la ciudad capital de acuer- Senado podía tener contra esos gobernadores.
jurídico simple. Existía una En las provincias alejadas, y con poca aptitud
alianzas, vasallajes, asocia para las querellas litigiosas, las reclamaciones se
ciones y subordinaciones que solamente la mente perdían en las sordas orejas de los administrado­
práctica, al mismo tiempo sutil y memoriosa del res y nunca llegaban a donde podían ser recogidas
romano, podía comprender y reconocer en sus mil con fruto. Conviene recordar estas circunstancias
detalles. para comprender mejor los sucesos que llevaron
Cuando terminó la tercera Guerra Púnica, Carta- la República a su ocaso.
go fue también anexada a la República Romana y
se convirtió en la ciudad cabeza de la provincia
de Africa. Las situaciones claras y distintas forman LOS GRACOS Y LA SOLUCION AGRARIA
parte del lado soleado de las relaciones de Roma
con los pueblos vencidos. Existe también un costado Ferrero atribuye los primeros triunfos de Roma
oscuro, sombrío, y éste fue acentuándose en la a un factor esencialmente moral: la austeridad de
medida que el poder y las tentaciones alimentadas la clase dirigente. La explicación, si se mira todo
por las riquezas a disposición de los magistrados el curso de la historia romana, es un poco corta.
fueron corrompiendo cada vez más la moral de los Sin merma para su prestigio y sin ningún aban­
hombres públicos. Catón ha sido siempre un ejem­ dono en la vía ancha de los triunfos, Roma, después
plo demasiado chillón para que no sospechemos de las Guerras Púnicas v la conquista de Macedo-
que se consideraba a sí mismo como una suerte de nia, formó una mucho más culta
milagro moral. Sus conatos reaccionarios y la insta- que el viejo patriciado semirrural y, por supuesto,

126 127
mucho meaos severa en todo cuanto respecta a las
Expediente fácil, ilusorio e ingenuo. Los hermanos
costumbres, sin ser, por ello, menos agresiva y
Tiberio y Cayo Graco fueron los encargados de
dicaz.
proponerlo a la consideración del pueblo y de la
Se lia dicho que Grecia conquistada conquistó
clase senatorial. Como promotores fueron también
a sus orgullosos conquistadores y les impuso un
los primeros en recoger la amarga cosecha de esta
modo de vida y un gusto por los refinamientos que
estaba muy lejos de la sencillez tan vigorosamente falsa solución.
propagada por el viejo Catón el Censor. Bloch decía que si toda la aristocracia hubiera
“I primi trenta anni del secolo secondo avanti pensado de la misma manera que los Gracos y no
Cristo —escribe Guglielmo Ferrerò— furono per se hubiere arredrado ante los necesarios sacrificios,
l’Italia una di quelle età felici, in qui anche qui co­ la duración y vitalidad de la República aristocrática
mincia con poco capitale può far fortuna, perché habría podido prolongarse por algunos siglos más.
il tenor di vita, i desideri, l’industria, il comercio, No obstante, añadía a continuación, volviendo
le idee, l’audacia, tutto insomma ingrandisce rapi­ por los fueros de su esquema marxista, que ese
damente e insieme” idealismo solamente se puede encontrar en algunos
Los males correspondientes a esta situación no individuos. La clase no puede renunciar nunca a
tardarán en nacer. No había terminado el siglo sus intereses y privilegios.
II a. de J. C. cuando los desmanes de la nueva Esta entelequia sociológica que se llama la clase
oligarquía, su codicia desatada y su sentido pura asume la responsabilidad de haber desoído la voz
mente crematístico de la conquista produjeron su de sus mejores representantes. La profecía de Bloch
inexorable consecuencia: la pauperización de los tiene el encanto de una admonición llena de nos­
ciudadanos comunes, el abandono de los predios talgia, lo que la hace también un poco innecesaria.
solariegos, la imposibilidad de competir con las Nunca sobremos lo que pudiera haber sucedido de
explotaciones agrícolas en gran escala que se hacían tener éxito la tentativa de los Gracos. Tal vez no
con esclavos y sobre las tierras públicas. se pueda decir con absoluta certeza que era un
El problema preocupó a los romanos: ¿Cómo se plan descabellado, pero existe la seguridad de (que
podía obrar para que esta situación no destruyera muchos factores reales se oponían a su realización
la República? La medida aparentemente más sen­ y la famosa solución agraria tenía la desgracia de
sata era el restablecimiento de la clase media agrí­ no ser francamente aceptada ni por sus posibles
cola. Una mirada retrospectiva a las pasadas glo­ beneficiarios, sin hablar, por supuesto, de quienes
rias bastaba para atribuir a este estamento todas las la distribución del “ager publieus” lastimaba en
virtudes heroicas y los bienes merecidos por la sus intereses.
ciudad. Para los primeros se trata de volver a la gleba,
Puestos ante el signo manifiesto de la decaden­ a la mansera y a la pala. No solamente de gozar
cia, los ojos se volvían por sí solos al pasado y de una propiedad trabajada por otros, sino de la­
buscaban solución en las lecciones de la historia.2 brar uno mismo la heredad. Esta perspeciva bucó­
lica no entusiasmaba demasiado a los hombres q u e
2 F e b r e r o , Guglielmo: Grandezza e decaden za di Roma, se habían acostumbrado a vivir en la ciudad.
Fratelli Treves, Milano, 1907, t. I (Hay traducción castella­ Pese a todos mis esfuerzos por hallar en Tiberio
na, prácticamente inhallable en librerías).
Graco algunos rasgos de inteligencia política, no
128
129
logro alejar de mi mente la imagen de un “medio* Era un nuevo desafío a la costumbre, además al
crón” solemne e infatuado con sus recetas de mo- Senado, a la constitución y al simple buen sentido.
ralina agrícola. Sin duda sabía hablar bien y, corno- Todos cuantos conservaban un adarme de cordura
manejaba con facilidad los temas que agradan a política lo abandonaron y se encontró solo en lucha
la gente del pueblo, fue escuchado con pasión. contra la oligarquía cogobernante.
“Los animales feroces —decía— tienen su guari­ Durante el tiempo de duración de su mandato
da, su lecho, su escondrijo, en cambio los ciudada­ tribunicio estuvo amparado por el carácter sagra­
nos que combaten y mueren por Roma nada poseen do de su magistratura. Cuando venció su tiempo
a no ser el aire y la luz del sol. Se los ve vagando, trató de hacerse reelegir, pero fue derrotado por
sin casa ni hogar, con sus mujeres y sus hijos sus opositores y quedó así, sin defensa, frente a
Cuando nuestros generales en el fragor de la ba­ los puñales del enemigo.
talla exhortan a los soldados a defender los tem ­ Adcock hace suya la opinión de Last, quien
plos y las tumbas familiares contra el enemigo, no- atribuye a los constitucionalistas haber impedido la
se preguntan si queda alguno de esos romanos due­ reelección de Tiberio y haberlo librado así a un
ños todavía del altar sagrado donde reposan sus injusto crimen. Con la muerte de Tiberio se inau­
mayores. Estos así llamados dueños del mundo no guró en Roma la costumbre nefanda de eliminar
son dueños ni de una mota de tierra donde pue­ por el asesinato a los opositores más notables.
dan ser enterrados y honrados por los suyos. Com­ La ley agraria no fue derogada, pero su vigencia
baten y mueren por el lujo y la riqueza ajena.’’ se limitó a resultados muy pobres por la oposición
El plan de reforma agraria propuesto por Tiberio que halló entre los explotadores del “ager publi-
Graco fue concebido con anterioridad por Cayo cus” y el poco entusiasmo que tuvo el proletariado
Lelio, quien, en 140 a. de J. C., lo había presentado urbano para reclamar la posesión de sus predios.
ante el Senado para que fuese considerado por los Diez años después de la muerte de Tiberio, en
padres de la ciudad. El proyecto no pasó de allí, el año 124 a. de J. C., fue elegido tribuno de la
hasta que en 134 a Tiberio se le ocurrió la idea de plebe su hermano Cayo Graco. Heredero de las
hacerlo votar directamente por la asamblea del inquietudes de su mavoral resucitó el expediente
pueblo sin pasar vista al Senado. Era, como escribe que había sido archivado y en parte por vengar la
Adcock, un reto a las costumbres”. La situación muerte de Tiberio y rescatar su memoria del ol­
empeoró cuando el otro tribuno, en ejercicio de vido y en no pequeña parte por satisfacer sus pro­
sus funciones, Octavio, vetó la proposición de T i­
pias convicciones, inició una ruidosa campaña para
berio. que la ley sobre el “ager publicus’’ renaciera de
El mayor de los Gracos carecía de esa pruden­ sus cenizas. Más hábil que Tiberio, tomó una serie
cia que asegura una larga vida y, como tal vez de medidas políticas para respaldar sus propósitos.
amaba más la fama que la existencia, “invocó al En primer lugar trató de contrapesar la influen­
pueblo contra su colega de tribunado y lo hizo cia del Senado captándose el apoyo de la clase de
deponer por el voto de la plebe” 3. los caballeros —“equites”— mediante unas concesio­
nes oportunas establecidas en una ley que llamó
3 Aucock , F. E .: Las ideas y la política de Roma, I.E.P.,.
judiciaria. Esta medida legal creaba en beneficio
Caracas, 1960.
de la clase “equestre” el monopolio de los tribu­
130
131
nales que entendían todo lo concerniente a los de­ MARIO Y EL MOVIMIENTO DEMOCRATICO
litos cometidos en provincia. Esto significaba poner
en inanos de los financieros y capitalistas más re­ Mario encarnó la nueva clase que entró en lucha
cientes una poderosa palanca de poder que hasta ese contra la aristocracia senatorial y fundó el movi­
momento manejaba la antigua oligarquía senatorial. miento que llevaría a Roma hasta la solución mo­
No conforme con otorgarles este privilegio, Cayo nárquica de César y Augusto.
les hizo conceder las adjudicaciones por cobros de De origen oscuro, se desconocía su apellido gen­
impuestos. Regalo magnífico —opina León Homo— tilicio, no tuvo otra instrucción que aquella recibi­
que el segundo de los Gracos ofrecía a los caba­ da en el ejercicio de las armas. Ignoraba el griego,
lleros para sumarlos a su causa. pero lejos de sentirse disminuido ante quienes lo
Ambas leyes fueron reforzadas con otras dos que sabían, tuvo para con ellos un jocoso desdén. No
tendían a asegurarle el apoyo de una clientela entendió nunca por qué razón un buen romano per­
más amplia y popular: la ley frumentaria y la co­ día el tiempo aprendiendo el idioma de sus es­
lonial. Una quinta ley concedía la ciudadanía ro­ clavos.
mana a todos los habitantes de Italia. Designado legado en la guerra que llevó el ge­
Cayo creyó tener a sus enemigos en las manos, neral Metelo contra Yugurta, Mario conquistó una
pero el orden senatorial no dormía. Su larga expe popularidad poco común e inició desde las filas
rienda política le permitió comprender que la una campaña para hacerse elegir cónsul. Los sol­
mejor medida para combatir el prestigio del joven dados todavía pertenecían al viejo ejército cívico
tribuno era entrar con él en una competencia dema y como la mayor parte de ellos tenían familiares en
gógica. Comisionó a otro tribuno del pueblo, Livio Roma, iniciaron una propaganda epistolar entre sus
Druso, para que aumentara el tenor de los ofrecí parientes para apoyar la candidatura de Mario.
mientos hechos por Cayo al pueblo sin miedo a las “Conduciéndose en todo de esta manera, Mario
exageraciones. El pueblo tragó el anzuelo y la popu­ se hizo popular entre los soldados —escribía Plu­
laridad de ( 'ayo fue reemplazada por la de Druso. tarco—, Pronto llenó el Africa y la misma Roma
La facción oligárquica no se contentó con esta con su fama y con su nombre, porque los del ejér­
derrota impuesta a Cayo y buscó por todos los cito escribían a los suyos que no se vería el término
medios la ocasión para librarse de él. Acusado de de la guerra con Yugurta hasta que Mario no fue­
haber instigado la muerte de los lictores de Opimio re elegido cónsul” 5.
fue perseguido y asesinado. Estas intrigas y otras no menos astutas que los
“Como su hermano Tiberio, caía víctima de las historiadores cargan a su cuenta hicieron de Mario
ideas políticas que había defendido y de los pro­ un cónsul y con él se formó en Roma el partido
cedimientos revolucionarios que había empleado democrático.
para asegurar su éxito. La ley agraria, herida en Una de las promesas que había asegurado su
su persona, pero esta vez de muerte, no tardó en elección fue la de concluir la guerra con Yugurta
seguirlo a la tumba” 4. que Metelo arrastraba de manera lamentable y, lo
que es peor, sospechosa. Mario cónsul se hizo cargo
4 H o m o , León: Nueva historia d e R om a; Iberia, Barcelo­
na, 1949, pág. 152/3. 5 P luta rco: Cayo Mario, XII.

132 133
del ejército y dio cuenta del jefe numida en un impuesta por la necesidad de la guerra y que, por
par de golpes felices que tuvieron la virtud de supuesto, ignoraba hipócritamente su nombre.
consolidar su prestigio. Inmediatamente después Era Mario cónsul cuando estalló la guerra de
se dio a la faena de convertir el ejército cívico en Italia cuyo punto de partida fue en un pueblo de
un ejército profesional, incorporando en sus filas los Abruzzos, pero que muy pronto se extendió por
a un proletariado que reclutó en cualquier parte y todo el centro de la Península. El resto de los
que halló en la situación de soldado un aliciente italianos se mantuvo en una expectativa ansiosa y
para conseguir un lugar en el mundo. Al cambiar con la secreta esperanza de que Roma sufriera una
la modalidad del reclutamiento hizo del ejército seria derrota para entrar en la contienda.
un instrumento que desde ese momento estaría al El Senado, una vez más, dio muestra de su gran
servicio de los generales felices. pericia diplomática y aseguró, en primer lugar, la
I.ucio Sila, cuestor de Mario y uno de los héroes adhesión de algunos pueblos indecisos. Luego pasó
en la guerra contra Yugurta, concentró pronto la a considerar la situación de las ciudades que se
mirada de la clase senatorial, que veía en él a sometieron con facilidad y realzó su alianza con
un seguro albacea capaz de librarla de la presión algunos privilegios. Las más recalcitrantes sufrieron,
populista de Mario. Sila era un joven aristócrata frente a los generales romanos, una prolija derrota
que hasta poco antes de entrar en el ejército había que las dejó en la imposibilidad de hacer más
llevado en Roma una vida de señorito disipado. daño a la República.
En el ejército demostró que era digno de sus ante­ Mario aprovechó el triunfo para proceder con
pasados y muy capaz de convertirse en un auténtico generosidad con los vencidos y aseguró para su
jefe de guerra. partido el reclutamiento de una amplia clientela
Durante su primer consulado, Mario debió aten­ itálica.
der numerosos peligros que amenazaban las fron­ La figura de Sila había crecido peligrosamente
teras del Imperio, especialmente aquellas que linda­ y ya se proyectaba como una sombra amenazadora
ban con las poblaciones germánicas. Mario dio a la sobre el prestigio de Mario. Este se hacía viejo y
República la seguridad que ésta esperaba y la su gusto por la demagogia lo había llevado a hacer
ciudadanía se acostumbró a depender de la espada concesiones demasiado grandes a sus caudillos po­
de un buen soldado. pulares, quienes, como es de uso, abusaban de sus
Fue el peligro ante las depredaciones cometidas poderes. La clase senatorial complotaba para sus­
por los cimbros la que llevó a los romanos a elegir tituirlo y el pueblo mismo lo veía como a una
a Mario por segunda vez cónsul, contrariando “la figura en decadencia.
ley que no permitía elegir ausentes, y contra aque­ Los conflictos internos de la Urbe, las intrigas
lla que prohibía una reelección inmediata” 6. de sus enemigos y los desatinos de sus lugartenien­
Reelecciones ilegales recayeron sobre Mario en tes superaron la autoridad de Mario y minaron la
varias oportunidades, de tal modo que las prórro­ poca energía que le quedaba. Se dice que para
gas sucesivas de sus mandatos consulares convirtió ese tiempo había perdido el sueño.
su gobierno en una suerte de monarquía electiva Sila, vencedor de Mitrídates, fue llamado por el
Senado para que pusiera fin a las inquietudes de
e Ibid. Cayo Mario, X II. Roma, amenazada por la ira y el temor senil del

134 135
anciano Mario. La entrada de Sila en Roma a la sechar alguna popularidad por la generosidad con
cabeza de sus tropas y el suicidio de Mario puso que manejaba los bienes, fueran privados o pú­
fin a esta primera etapa del movimiento popular. blicos.
Sila asumió la dictadura y prolongó su mandato Nombrado cuestor en el ejército de Mario, inter­
durante diez años en los cuales trató de devolver vino activamente en la captura de Yugurta con una
al Senado su majestad y sus prerrogativas. espectacular operación de comando. Mario no des­
confió inmediatamente de él y lo mantuvo como a
uno de sus lugartenientes en las guerras contra
LA DICTADURA D E SILA
los cimbros y los teutones. Cuando en el 99 a. de
Lucio Cornelio Sila ilustra una situación política J. C. volvió a Roma, tenía conquistada fama de
muy especial en la historia de Roma y un talante buen soldado y podía continuar con decoro el cur­
humano difícil de comprender para quien ve los so de los honores, pero en lugar de velar por su
grandes hombres bajo los rasgos que la posteridad prestigio y seguir el camino de la buena fama pre­
fabrica para ellos. Plutarco, muy prolijo en la reco­ parado por el rumor público, sostiene su leyenda
pilación de anécdotas, nos presenta un hombre que pasó cuatro años alternando con prostitutas y
muy rico en disposiciones y aptitudes y, al mismo gladiadores, como para probar su versatilidad ama­
tiempo, lo bastante complicado para que no llame toria y su versación en todos los vicios del reper­
la atención del lector el monstruo que va emer­ torio griego.
giendo poco a poco de esa excelente naturaleza. Su genio chancero, su buen gusto literario, su
Descendiente pobre de una familia aristocrática, educación artística y sus conocimientos del mundo
pasó su mocedad en diversiones viciosas viviendo alegre hicieron de él un candidato insustituible
a expensas de algunas cortesanas enamoradas de para la magistratura de edil, a cuyo cargo corrían
su juvenil belleza y su audacia descarada. Esta todas las fiestas de la ciudad. Ya edil puso toda su
doble vertiente de voluptuosidad y arrogancia, de fantasía al servicio de los espectáculos públicos y
coraje y disipación, explica la tenacidad demostra­ conquistó en esas faenas a muchos ciudadanos de
da en sus años de soldado, su resistencia sobre­ Roma.
humana para superar las fatigas de la guerra y la Luego de edil, pretor. El “curriculum” lo exigía
viciosa frecuentación de la canalla romana en sus }' también la necesidad de componer un poco la
momentos de abandono. fortuna comprometida en el edilato. La guerra de
Las malas lenguas de la Urbe dijeron siempre Capadocia le permitió llenarse de oro y con él pagó
que debió su fortuna, bastante grande, a una heren­ generosamente las deudas contraídas y todavía le
cia que le dejó una de sus amantes llamada Nico- quedó dinero para mantener en Roma un partido
polis. El anecdotario de Sila es enorme y su ex­ a su servicio.
tensión no guarda proporción con la inseguridad Es curioso advertir —esto ofrece un nuevo aspec­
de las fuentes de donde emana. Una cosa es segura: to de la personalidad de Sila— que este campeón
que recibió una cierta cantidad de dinero de pro­ de los derechos aristocráticos no sentía por las per­
cedencia no familiar y esto no tenía nada que ver sonas de su medio social ningún respeto. Tampoco
con hábitos de trabajo y gusto por el ahorro. Ese manifestó inclinaciones especiales por la plebe v
dinero le permitió iniciar su carrera política y co ­ así como despreció sus conquistas sociales, no tuvo

136 137
ningún escrúpulo en usar su influencia cuando tuvo «en contacto con el enemigo, cuando en Roma es­
necesidad de ella. En el año 86 a. de J. C., en talló la bomba que suponía la aproximación de
ocasión de la guerra con Mitrídates, presentó su •estos dos hombres.
candidatura al consulado y logró su designación. La revuelta no es fácil de seguir en todas sus
Cuando se trata de Sila es imposible eludir el alternativas. Hubo una fuga de Cinna y un retorno
anecdotario. A propósito de su ascensión al consu­ de Mario a la cabeza de sus legiones. Su entrada
lado, se habló muchísimo de sus fructuosas amista­ ■en Roma fue una masacre de senadores y de miem­
des femeninas. Evidentemente eran especulaciones bros de la vieja nobleza. Proclamado cónsul junto
tendientes a desdibujar su imagen aunque todas ■con Cinna, Mario logró mantenerse en el poder
ellas destacan un hecho muy importante en Ja po­ por dos años más, gracias al terror que sembró en­
lítica romana y es el de las alianzas familiares. Es tre sus enemigos.
sabido que Sila se casó varias veces y nunca, en La guerra contra Mitrídates puso nuevamente de
sus relaciones matrimoniales, descuidó los vínculos relieve las condiciones militares de Sila, en quien
que podían favorecer su carrera. Su cuarta esposa, se aliaban la fuerza del león y la astucia del zorro,
Cecilia Metela, era hija del pontífice máximo y según el gusto romano por los cotejos zoológicos.
presidente del Senado. Esto sumaba muchos puntos Las complicaciones propias de la contienda bélica,
a favor de su candidatura y lo convertía, pese a los sumadas a las querellas intestinas de la ciudad de
malos antecedentes, en el hombre fuerte de la oli­ Roma, lo obligaron a usar con generosidad de am­
garquía senatorial. bas virtudes. Venció a Mitrídates y también a Va­
Dispuesto a llevar a buen fin la guerra contra lerio Flaco, quien había sido enviado por Mario
Mitrídates, Sila preparó sus bártulos sin pensar para reemplazarlo en el ejército.
que el viejo Mario pudiera albergar la ilusión de Sin el apoyo de su gobierno —había sido decla­
conducir él mismo la lucha contra el famoso rey. rado rebelde— y por ende sin dinero para pagar a
Por medio del tribuno Sulpicio Rufo, Mario trató sus legionarios, Sila se vio obligado a vivir sobre
que la Asamblea de la Plebe revocara la elección el terreno y tomar en los países conquistados lo
de Sila y lo designara a él como general de esa que precisaba para proseguir la campaña. Atenas
expedición. Sila apresuró sus disposiciones v se fue minuciosamente saqueada después de un corto
puso a la cabeza del ejército acampado en Ñola. asedio y con el botín obtenido pagó a sus tropas.
Volvió con sus tropas a Roma y depuso a Sulpicio Toda Grecia sufrió las implacables requisas del
Rufo haciéndolo asesinar por uno de sus hombres general romano, quien a pesar de su admiración
de confianza al que luego mandó a decapitar para por la cultura helénica, no ahorró a sus habitantes
que su crimen no quedara impune. Esto es lo que ningún mal trato. Dueño de un respetable tesoro
se llamó humor sileano y revelaba la imperturba­ dio la orden de marchar contra Roma para restau­
ble frialdad con que tomada sus decisiones. rar la autoridad senatorial desconocida por Mario
No sabemos si fue también un rasgo de humor y Cinna.
negro o una simple equivocación, pero dejó en Ro­ Ambos cónsules del partido popular se prepa­
ma, como cónsules a Gneo Octavio, representante raron para enfrentar las legiones de Sila. Fue uno
del patriciado senatorial, y a Cornelio Cinna como de los encuentros más sangrientos que se libró en
portavoz de la plebe. No había llegado a ponerse Roma y en él perecieron más de cien mil hombres.

138 139
Mario, antes de caer prisionero y conociendo el
carácter de Sila, se suicidó. Su cabeza, arrancada IN TERLUDIO SENATORIAL,
de su tronco, fue expuesta en el foro romano como PRINCIPADO D E POMPEYO
un trofeo del vencedor.
Sila entró en la Urbe en el mes de enero del 81 No había muerto Sila cuando uno de sus parti­
a. de J. C. y su dictadura se prolongó dos años, en darios, Marco Emilio Lépido, cónsul en el año 78
los que se esforzó, vanamente, por restaurar el a. de J. C., pidió la supresión de casi todas las
prestigio de las instituciones aristocráticas y reba medidas tomadas por el dictador.
jar el poder de la plebe. Restauró muy poco, pero Fue, por provenir de Lépido, una proposición
rebajó bastante. El miedo a sus procedimientos su­ audaz. Se ponía en abierta oposición al Senado y
marios se extendió a todas las clases y mientras se hacía casi insostenible su situación personal. Pero
mantuvo en el poder nadie osó reclamar sus de la antigua energía de la clase senatorial había p a­
lechos. sado y el levantamiento de los campesinos de Etru­
Tuvo las condiciones requeridas para instaurar ria la obligó a pensar en esa nueva guerra. Lépido,
la monarquía pero, probablemente, no quiso. Su encargado de sofocarla, se puso a la cabeza de la
ambición, que no era pequeña, se satisfizo con mu­ rebelión y, poniendo sus tropas de vanguardia,
cho menos. En cuanto a las ideas políticas no tras­ marchó contra Roma. No tuvo éxito y atacado de
cendió el ámbito constitucional republicano al que tisis galopante murió durante el sitio de la Urbe.
quiso, por un simple reflejo familiar, aristocrático. El orden tan difícilmente logrado por Sila exigía
“Terminada la reforma —escribe León H om o- una espada para poder sostenerse y los hombres
todo estaba dispuesto para el funcionamiento del del Senado no eran hombres de guerra. Hacía falta
nuevo orden. No quedaba más que un obstáculo y también un excelente tino político para superar
era, precisamente, el poder excepcional que tenía las convulsiones que agitaban todo el Imperio y
Sila y la situación ilegal de su prolongada dicta­ los senadores sólo contaban con sus prejuicios.
dura” 7. Otro hombre que inició su carrera militar al
Gomo creyó haber logrado su propósito renunció lado de Sila fue Gneo Pompeyo y a él eligió el
a los lictores. Sus últimos años los pasó en compañía Senado para que mantuviera la paz. Pompeyo va­
de una joven belleza llamada Valeria y en la menos loró la situación y trató de salvar la República sin
grata de una horrible enfermedad que lo deformó conceder a la oligarquía senatorial más de lo que
totalmente. Dicen que enfrentó la muerte con la podía exigir.
intrépida frialdad con que había enfrentado todos Como Mario, era un hombre nuevo y entró en
los peligros de la vida y las responsabilidades del la carrera de honores bajo los mejores auspicios.
poder. Terminó de escribir sus memorias y se le Joven, de excelente porte, inteligente y bravo, había
atribuye la confección de un epitafio en el que se salvado la patria del peligro que significó el ejér­
alababa de haber pagado siempre sus deudas: a cito de Quinto Sertorio, antiguo oficial de Mario,
los que le sirvieron, con servicios; a los que le y que se había levantado en España contra Roma.
ofendieron, con la muerte. Elegido cónsul junto con Marco Licinio Craso
—vencedor de Espartaco— se aprestó a enfrentar
7 H o m o , León: o. c., pág. 165. las dificultades de un gobierno que preveía muy
complicado. Su colega Craso, según se decía en
140
141
Roma, había hecho una cuantiosa fortuna compran La ruina del poder senatorial parecía definitiva­
do casas incendiadas y sacando de ellas cuanto po­ mente sellada cuando se presentó la cuestión del
día gracias a un grupo de bomberos especialmente- comercio con Oriente, afectado por la presencia
entrenados. Era inmensamente rico y sólo le faltaba cada día más numerosa de los piratas. El proyecto
el lustre militar para aspirar a las más altas funcio­ para eliminar este flagelo fue propuesto por los
nes del Estado. El levantamiento de los gladiadores comerciantes directamente perjudicados. Haciendo
encabezado por Espartaco le dio la oportunidad de caso omiso de las consecuencias políticas que po­
adquirir ese prestigio e iniciar un curso de honores día tener el plan ideado para destruir la piratería,
respetable. se ponía en manos de Pompeyo un poder sin pre­
Pompeyo, como militar, el mejor después de Sila, cedentes en la historia de la ciudad. Desde las Co­
y Craso, como financiero, eran hombres de reali­ lumnas de Hércules (Gibraltar) hasta las playas de
dades y comprendieron ambos que si Roma quería Siria y de Ponto se le concedía un mandato ex­
sobrevivir tenía que dejar de ir a la zaga de una traordinario con una jurisdicción que abarcaba las
agrupación anacrónica que carecía del poder real. costas del Mediterráneo hasta cincuenta millas tie­
El pueblo romano tuvo en Pompeyo un nuevo rra adentro: era el Imperio.
ídolo y el ilustre general en razón de su simpatía El nombramiento suponía una duración de tres
pudo unir a la autoridad de Sila la antigua popula­ años y se ponía a la disposición de Pompeyo un
ridad de Mario. Ya cónsul respondió a las espe­ estado mayor compuesto por veinticinco lugarte­
ranzas populares y restableció el tribunado de la nientes del estamento senatorial con insignias y
plebe abolido por Sila. “De un golpe —escribía Car- atribuciones pretoriales. Se le autorizaba a levan­
copino— hizo saltar la pieza maestra de la máquina tar un ejército de 120.000 hombres, 70.000 caballos
oligárquica” s. y 500 naves de guerra. Podía movilizar todos los
Para rematar la faena creó los tribunales mixtos recursos de las provincias y países aliados sin pre­
en donde los patricios se hallaban en minoría. En vio consentimiento del Senado. La ciudad de Roma
verdad —observaba el mismo Carcopino— en las ponía sus fondos públicos a las órdenes de Pom­
agitaciones del año 70 a. de J. C. sólo Pompeyo peyo.
salió ganando. Al reafirmar el poder tribunicio se Como advirtió Mommsen, este proyecto de ley
aseguró los votos de la plebe con el propósito firme acarreaba, definitivamente la ruina del poder se­
de obtener nuevos comandos extraordinarios. natorial, desaparecía ante la fuerza de esta nueva
Doblegó a la oligarquía bajo el control de las magistratura que asumía tan extraordinaria compe­
sociedades vectigalias y aflojó las riendas a las am­ tencia en los asuntos financieros y militares.
biciones del estamento “equestre”, generador de Concluida exitosamente su guerra con los piratas,
expediciones y conquistas. No se había extinguido el partido que Pompeyo tenía en la Urbe se mo­
en el horizonte la sombra del viejo caudillo oligár­ vilizó para conseguir una prórroga de sus poderes
quico cuando se proyectaba sobre Roma una nueva militares con el pretexto de que debía terminarse
figura imperial!l. la guerra contra Mitrídates, que había quedado sin
resolver y se arrastraba un año tras otro ocasionando
s C a r c o p in o , J.: L a R epública Romana, en “Historia ge­
nerar’ de Gustavo Glotz, pág. 350.
inconvenientes.
9 Ibid., pág. 359. Mamilius, tribuno de la plebe y hombre de Pom-

142 143
peyó, presentó ante los senadores el nuevo pro­ cho de sí mismo como para no temer que alguna
yecto de ley. La reacción del estamento senatorial, vez le faltaran los honores con que lo colmaban.
por lo menos en su primer movimiento, fue de re­ Procedente de la burguesía provinciana, su nobleza
chazo. Luego se pensó mejor y la reflexión inspiró era demasiado reciente para no querer gozar de
un gran temor entre los príncipes de la patria. Vol­ todos los triunfos del decoro constitucional dentro
vieron sobre la primera opinión y votaron en favor del que había hecho fortuna y que se le imponía
de la prórroga del mandato con la excepción del por su majestad. En su ausencia, César había minado
senador Catulo. el terreno bajo sus pies y trastornado la situación” n .
“Fue así —escribe Plutarco— como Pompeyo, au­ Cuando Pompeyo, luego de derrotar a Mitrída-
sente, fue hecho señor y dueño de lo que Sila había tes, volvió en triunfo a la ciudad de Roma, hizo
tenido en su poder por la fuerza de las armas y lo que César no hará en una situación semejante:
la efusión de sangre” 10. licenció su ejército y entró en la Urbe como simple
Plutarco reconoce que el poder personal se iba general republicano que espera de las autoridades
imponiendo con segura lentitud, pero como una y el pueblo una ovación triunfal. Con este acto
necesaria consecuencia de la situación política crea­ selló su suerte y, en cierta medida, perfiló el carác­
da por la conquista y las exigencias del gobierno ter de eso que se llamará su sistema.
de ese enorme territorio. Sin entrar en precisiones rigurosas se puede
Pero Plutarco fue un historiador y escribió sobre afirmar que dicho sistema se redujo a lo que Ci­
ese asunto cuando ya habían pasado unos siglos. cerón propondrá en otra oportunidad para salvar las
Pompeyo, metido en el meollo de los acontecimien­ instituciones y evitar la guerra civil: el principado.
tos, no vio las cosas con la misma nitidez y se limitó ¿Qué fue el principado para Cicerón? Un régimen
a recibir esas prebendas y esos honores sin dar el de compromiso entre la república aristocrática y la
paso hacia el poder personal que otro, con más monarquía. El rector, moderador, tutor o procura­
genio, hubiera dado. Carcopino hizo un resumen dor será quien tenga en sus manos la potestad eje­
de la situación que exime de otros comentarios: cutiva y los destinos del Estado. Especie de rey
“Ningún emperador había reunido tantos terri­ constitucional, tiene el perfil equívoco de un en­
torios, ninguno había juntado tantas riquezas —pa­ gendro oratorio e ineficaz. Pompeyo, primer ciuda­
recía que a su vez esta conquista postulara, para dano de Roma, no pudo terminar con las oposicio­
su propia conservación, la restauración de la monar­ nes que mantenían latente la guerra civil.
quía. ¿Pompeyo había soñado en esta consecuencia Advirtió que tenía las manos atadas por todos
de su acción? No es seguro. Toda su conducta lo los lazos que lo unían al Senado, pero no estaba en
revela tal como lo muestra su busto de Mycalsberg: su índole querer la única salida política posible en
agudo hasta la sutileza, astuto hasta la perfidia, esa precisa coyuntura. César actuaba junto a él
pero sin profundidad, orondo y fatuo, con más va­ v hacía todo lo posible para que no pudiese verla.
nidad que ambición. Por lo demás era demasiado Antes de ocuparnos de la solución veamos mejor
minucioso y prudente, harto hipócrita para tomar el terreno en que ésta se planteaba: en primer lugar
los acontecimientos del cuello; demasiado satisfe- estaba la ciudad de Roma con sus disensiones in­

10 P l u t a r c o : Pompeyo, XXXIX. ri C a r c o p in o , J . : o. c ., pág. 590.

144 145
ternas y el clima de guerra civil creado por las fac­ CICERON
ciones en pugna. Nadie podía hacer carrera sin
hacerse faccioso y entrar, por consecuencia, bajo Nació en el año 106 a. de J. C. y murió asesinado
la férula de uno de los caudillos que se disputaban por orden de Mareo Antonio en el 43 a. de nuestra
Ja calle. era. Aunque de origen provinciano —había nacido
Más allá de Roma estaba el Imperio. Era una en Arpiño, Lacio— su vida y su obra pertenecen,
•criatura de la ciudad, producto del esfuerzo roma­ corno su genio, a la ciudad de Roma, donde pasó la
no, pero de tal modo crecido que sus necesidades mayor parte de su existencia.
y exigencias imponían nuevos instrumentos de po­ Hizo estudios filosóficos con Diodoto, un estoico
der para satisfacerlas. Las fuerzas que nacieron de que ganaba su vida como profesor en la ciudad
su realidad política revierten ahora sobre la misma del Tíber, y asistió también a las lecciones de Filón
Roma y tratarán de obtener de ella un comporta­ de Lavissa y de Antíoco de Ascalón. Luego de la
miento digno del Imperio. Escuela de Gramática inició el estudio de las leyes
Hemos dicho en más de una oportunidad que romanas en la casa de un pariente. Cuando terminó
los partidos romanos no tenían el carácter ideoló­ su aprendizaje hizo un viaje de instrucción a Gre­
gico de sus similares griegos: “lo más parecido cia donde conoció a algunos hombres que trataban,
a una idea política de que ellos tuvieron noticia sin gran éxito, de mantener el nivel de la filosofía
fue el armonioso equilibrio entre los magistrados, clásica.
Senado y pueblo, con el Senado como factor prin­ En Atenas adquirió el lustre que precisaba para
cipal” 12*. mantener una reputación de hombre culto y, de
Cicerón, lo más parecido a un ideólogo que se retorno a Roma, tomó parte activa en las luchas
puede hallar en Roma, no pasó, en materia de políticas como representante del estamento “eques-
ideas políticas, de una fácil apología del sistema tre” al que sirvió desde las más altas magistraturas
republicano de su patria: único que conocía bien que la República podía ofrecer a su ambición.
y único que entendió. Trató de salvarlo como A lo largo de sus discursos forenses y políticos
pudo y propuso para ello el ambiguo expediente destiló un eclecticismo académico que lo convirtió
del principado. en el representante romano de todas las medianías,
Nadie mejor que Cicerón puede ilustrarnos sobre porque como escriben los Carlyle y lo da a enten­
el itinerario intelectual de la lucha de los partidos, der Boissier: “Cicerón es un escritor político de
porque como escribió Gastón Boissier: “Tenía un gran interés, no porque posea alguna originalidad
pie en todas las agrupaciones. Esto que es un grave de pensamiento, o algún poder de análisis político,
defecto para un hombre político, los maliciosos de sino porque, a su manera ecléctica de aficionado a
su tiempo se lo reprocharon amargamente, es una la filosofía, asume todos los lugares comunes de
virtud para di cronista a causa de que todos los la política de su tiempo” 14.
partidos políticos estuvieron representados en su Su momento más importante, en lo que respecta
correspondencia” i:t. a la situación política romana, fue durante el prin-

14 C a iil y l e , R . W. y A. J .: A history o f m edieval políticaI


12 Adcock, F. E .: o, c., pág. 92. hisiory iu the W est. Blackwood, London, 1950, I, pág. 3.
B o is s ie r , Gastón: C icerón y sus amigos.

146 147
cipado de Pompeyo. Había en el demasiado cé­ de Sila, cuando, en un minuto de audacia, aceptó
lebre general una dosis de vanidad advenediza que la defensa de Roscius en contra de Crysogonus,
satisfacía a Cicerón y le permitió convertirse en el favorito del dictador. No exhibió en este discurso
portavoz titular del régimen. El triunfo de César ningún programa político, pero se dejaba ver en
lo sorprendió y, aunque no fue totalmente ajeno él esa fuerte repugnancia por la tiranía que va a
a la intriga que culminó en su asesinato, no tuvo ser la única fuerza auténtica de su carácter.
en ella participación muy directa. La democracia victoriosa no fue para Cicerón
Retirado en Tusculum y Astura, compuso para mejor que la oligarquía y durante el lapso dominado
la posteridad, ayudándose con sus recuerdos y por las turbas se sintió molesto como en el apogeo
algunos apuntes de clase, la mayor parte de sus del dictador senatorial. La demagogia lo aterraba
obras filosóficas. Su innegable talento literario le v frente a los facciosos sentía ese vértigo que ex­
permitía una facilidad en la expresión que en su plica, en gran parte, la violencia de su lenguaje
vanidad confundió con genio filosófico. Sin esta cuando apostrofa a quien encarna la anarquía. Ca
ilusión no se explica que haya escrito, cuando había tilina le dio la gran oportunidad de su vida y en
pasado con generosidad “el mezzo dil eammin”, sus famosas Catilinarias expuso, con innegable ta­
que “sería cosa gloriosa y admirable que los latinos lento, todo el odio que guardaba a los desmanes
no necesitáramos para nada la filosofía de los revolucionarios.
griegos y lo conseguiremos ciertamente, si yo pue­ Cicerón no fue nunca un político de primer pla­
do desarrollar mis planes” 15. no. Su faena principal, en orden a la consolidación
Su formación filosófica explicaba el carácter de su movimiento, fue nuclear a la clase de los
ecléctico de su doctrina y, aunque carente de ori­ “equestres” para fundar sobre ella el principado.
ginalidad y fuerza reflexiva, es una fuente de valor Coalición sin porvenir que duró el tiempo del pe-
para el conocimiento de los estoicos medios y de ligro provocado por Catilina y terminó cuando pa­
los representantes de la Academia Segunda v Ter­ só el susto.
cera cuyas obras no han llegado hasta nosotros. Los “equestres” no constituían un estamento só­
Aunque Marco Antonio le hubiese dado tiempo pa­ lido. Se trataba de personas muy ocupadas en sus
ra completar sus designios filosóficos nunca hubie­ negocios privados. No tenían la tradición política
ra pasado de ser ese puente a través del cual la fi­ de la vieja aristocracia ni esa unidad en la envidia
losofía griega penetró en el mundo romano, o, para que congrega a las masas.
hablar con más precisión, en el latín escrito.
Estos son los rasgos principales de su fisonomía
académica. En su actividad política, como ya lo CATILINA
hemos anticipado, no fue más original, pero, como
buen romano, fue allí donde dio la nota más alta Durante la conjuración del famoso Catilina, Ci­
de su genio. cerón tuvo la habilidad de poner ante los ojos de
Se inició con una valiente oposición a la dictadura los moderados las calamidades sociales y las vio­
lencias económicas con que amenazaba, real o su­
15 C ic e r ó n , M. T .: D e oficio, L, 2, 3. (Hay traducción puestamente, Catilina. Su ataque, prescindiendo de
castellana). la verdad que pudiera tener, fue eficaz y provocó

148 149
efectos fulminantes. Todos los que tenían algo que ‘‘Sila —opinaba Momeasen— organizó el Estado no
perder obedecieron a los reflejos movilizados por como un dueño de casa, que, no observando otra
Cicerón y se nuclearon en torno al orador. Por regla que las de su propia prudencia, restablece
un momento Cicerón pudo pensar que tenía el el orden turbado, sino como un agente de nego­
destino de Roma en sus manos y se creyó el hom­ cios que observa los términos de un contrato” 1C.
bre destinado a salvar la República. L o hizo con gran energía, pero sin ninguna ilu­
Pasado el pánico, los “equestres” se dieron cuen­ sión en lo que respecta a los resultados de su obra.
ta que la solución fuerte no podía venir de la pres­ Tan poca confianza tuvo el dictador en los miem­
tigiosa garganta de Marco Tulio y dejaron al ora­ bros de la antigua nobleza que se rodeó de lugar­
dor con sus nostalgias principescas para prestar tenientes pertenecientes al orden “equestre” y que,
apoyo al partido democrático que se levantaba con por supuesto, eran tránsfugas de la democracia.
la figura de César. Cicerón se unió a la vieja oli­ Las arbitrariedades de Mario y de Sila minaron
garquía senatorial. los fundamentos legales de la convivencia política
Muchas veces se trató de reivindicar la perso­ y quien en esa época aspirara a ser el primer
nalidad de Catilina y de paso arrojar algunas man ciudadano de Roma debía comenzar por capita­
chas sobre la imagen de Cicerón. En verdad tales near una cuadrilla de bribones para poder neutra­
intentos no han pasado de alardes ingeniosos sin lizar las bandas enemigas.
mucho apoyo testimonial. Admitimos que nuestro Catilina siguió la costumbre y, como lo advierte
conocimiento de la conjuración de Catilina pro­ Salusíio, en una ciudad tan grande y tan relajada
viene directamente de los enemigos del demagogo en sus hábitos morales, le fue fácil tener a su lado
y tanto las Catilinarias de Cicerón como la narra­ una tropa de facinerosos y malvados. Porque
ción, no menos famosa, de Salustio, tienen un fuerte cuantos con sus insolencias, adulterios y glotone­
sabor polémico. rías habían destrozado su patrimonio; cuantos por
No obstante son las únicas fuentes históricas que redimir delitos habían contraído crecidas deudas. . .
se conocen y hay que torcer mucho el hilo de los eran allegados y amigos de Catilina. La influencia
acontecimientos para encontrar algo concreto ca­ del seductor se hizo sentir de manera particular
paz de favorecer la reivindicación de Catilina. entre los jóvenes “ porque según la pasión que más
El gobierno democrático, en la vejez de Mario, remaba en ellos, a unos presentaba amigas, a otros
había dejado en Roma un recuerdo lamentable de compraba perros o caballos, en suma no perdonaba
violencias y arbitrariedades. Felizmente para la gasto alguno, ni se avergonzaba por nada, a true­
memoria del movimiento, la reacción encabezada que de tenerlos obligados y seguros para sus pro­
por Sila hizo que al cabo de los años se pensara en pósitos” 1T.
Mario con verdadera nostalgia y hasta se lamen­ Salustio describe los componentes de la banda
tara la desaparición trágica del viejo caudillo po­ de Catilina y lo hace bajo el imperio de una no
pular. disimulada indignación. El propio Catilina reunía
Cuando Sila terminó su mandato y dejó al Se­ todas las condiciones requeridas para acaudillar
nado un poder absoluto, indiviso y aparentemente
durable en materia de legislación, de administración 3íi M o m m s e n , T .: o . c .: pág. 13-30.
y de justicia, el partido popular parecía muerto. 17 S a l u s t io : L a conjuración d e Catilina, XIV.

150 151
un movimiento subversivo: era fuerte, audaz, inteli­
gente e inescrupuloso y no carecía de esa pizca
de locura que hace del demagogo un foco de irre
sistible sugestión. Si a esta conjunción de virtudes
unimos el descontento general provocado por la
oligarquía de los “sacularii” (saqueadores) y las
injusticias de todo orden provocadas por la avidez VI
y el desenfreno de los apetitos, tendremos un pano­
rama de la situación que explicaba la aparición
de Catilina.* PAX ROMANA

CESA11

Hay en la segunda epístola de Salustio a César,


abstracción hecha de algunas adulaciones que na­
da tienen (jue ver con la política verdadera, un
par de indicaciones muy concretas sobre la oportu­
nidad de un gobierno fuerte que nunca perderán
su vigencia. Salustio pensaba en una monarquía
v si no se le escapó el término fue por el despres­
tigio que las arraigadas costumbres republicanas
habían arrojado sobre el clásico gobierno personal.
Salustio conocía muy bien los vicios de la época,
tanto por haberlos estudiado en su calidad de cro­
nista como por haberlos practicado con generosi­
dad en las diversas funciones (pie le tocó ejercer.
De todos ellos, el manejo doloso de los bienes fis­
cales era el que parecía políticamente más dañino.
Advertía a César sobre la necesidad de combatir
la influencia disolvente del dinero en la conducción
* Napoleón Bonaparte, en su M emorial d e Santa E le ­ de los asuntos públicos y especialmente después
na, nos dejó algunas reflexiones que pueden tomarse como
punto de partida para el pleito reivindicatorío de la perso­
de un triunfo tan resonante como el de la batalla
nalidad de Catilina. Por loco que haya sido —pensaba el de Farsalia, porque muchos de sus partidarios no
Kmperador— debe haber tenido un proyecto. Napoleón tardarían en querer hacer fortuna con los despojos
creía que la faena que se había propuesto Catilina estaba de sus víctimas.
en la línea de Mario. Más recientemente una apología del
demagogo estuvo en las manos del historiador italiano
Estas fortunas, productos de las rapiñas, tenían,
Amato Masnovo en su Rivolta di Catilina. según el ilustre historiador, un influjo doblemente

152 153
tejo armado, que tomó como base elementos insti­
pernicioso: corrompían el ánimo y obstaculizaban, tucionales probados en la faena política y que ha­
por su mal ejemplo, la labor de la autoridad res­ bían sido impuestos por las circunstancias. Estos
tauradora. elementos fueron, como ya lo recordamos, la pro­
“En nombre de los dioses —escribía— tomad rrogación de los mandatos militares y la creación
el timón del Estado en vuestras manos y poned de gobiernos provinciales revestidos del imperium
término a los males engendrados por la codicia” L completo.
El gobierno fuerte que llegaba con César era, Ambas medidas estuvieron exigidas por la con­
para Salustio, la única defensa posible contra las quista y se tomaron, en sus comienzos, con el pro­
depredaciones de la oligarquía saqueadora. Las ins­ pósito de ser aplicadas únicamente en los territo­
tituciones republicanas no podían nada contra el rios ocupados por las armas romanas. Posterior­
poder omnipotente del dinero, y, por causa de las mente, cuando las luchas entre las facciones habían
libertades acordadas a los ciudadanos, amenazaba llevado el caos a la misma ciudad de Roma, fueron
con prolongarlo y exasperarlo. también usados para dirimir los problemas susci­
“Habréis alcanzado el fin si detenéis la licencia tados por la guerra civil.
de los despilfarros y las rapiñas, sin apelar a las No resulta exceso interpretativo suponer que la
antiguas instituciones que nuestras corrompidas salud llegó a la Urbe por la mediación del poder
costumbres han tornado ridiculas, sino haciendo militar y los órganos políticos nacidos de la con­
del patrimonio de cada uno el límite invariable de quista. Fue el Imperio el que se impuso a Roma, le
los gastos” 12. dio una forma de gobierno y la designó su capital.
Hay en estos párrafos dos ideas dignas de rete­ Pompeyo fue un hombre del Imperio, pero no
ner: la caducidad del ideal republicano como con­ tuvo el valor, el ingenio o la audacia requerida
secuencia de la pérdida de las virtudes que lo hi­ para imponerse a los órdenes estamentales que go­
cieron posible y la necesidad de un gobierno per­ bernaban Roma.
sonal que ataque el mal de Roma en su raíz: la César, durante el tiempo en que Pompeyo com­
fuerza del dinero. batía en Asia, era apenas el jefe de una facción
Sobre la caducidad de las instituciones republi­ que degeneraba día a día en una simple agrupa­
canas hemos dicho algo en capítulos anteriores. ción de conspiradores. Lo único imperial que po­
Conviene que ahora examinemos el nacimiento día exhibir en esa época eran sus deudas. Crecerá
de la idea monárquica, recordando que uno y otro a la sombra de Pompeyo y Craso y cuando se con­
proceso se cumplen casi paralelamente, porque en vierta en jefe de legiones y en un experto soldado,
la misma medida que se tomaba conciencia de los demostrará que nunca fue indigno de haberlas
males insuperables que amenazaban la República, se contraído.
preparaban los remedios para superar la situación. Roma, como cualquier otra ciudad antigua, es­
La solución se impuso al modo romano. No taba organizada en torno de principios legales que
fue el resultado de una fría elaboración constitu­ dependían exclusivamente de su estatuto religioso.
cional, sino la consecuencia de un prolongado co­ Cuando las viejas fórmulas usuales de su derecho
se independizaron de las creencias tradicionales y
1 S a l u s t io : Epístola IP, V9. comenzaron a convertirse en principios universales
2 Ibid.
155
154
de convivencia ordenada, el derecho romano ad­ potismo ilustrado. El fue quien condujo a Roma,
quirió la fisonomía jurídica que debía convertirlo amenazada por la guerra civil, a transformarse
en fundamento de un derecho universal. en la cabeza de una gran unidad política y, al
Este nuevo orden jurídico debió muchos de mismo tiempo, el que encontró los medios ade­
sus principios a la filosofía estoica y, en general, al cuados para que pudiera darse ese cambio.
pensamiento helenístico, pero siguió siendo roma­ El fenómeno de la monarquía cesariana —no
no en todo aquello que tuvo de jurídico en sen­ importa que oficialmente no fuera reconocida co­
tido estricto. Fue en ese nivel donde el realismo mo tal— está vinculado a la transformación de la
latino halló sus expresiones más felices. ciudad antigua en una nueva organización racio­
Es un hecho que la ley romana rompió el molde nal de convivencia política. Otra de las causas
estrecho de la comunidad religiosa en la que nació. secundarias, pero importante en la realización del
Pudo extenderse a otros pueblos y a otras naciones nuevo orden, fue la oligarquía financiera.
sin perder su romana especificidad. Se puede decir, El manejo del dinero tiene mucho de matemá­
sin caer en paradojas, que se hizo más universal tico, de decididamente abstracto y racionalista,
en la misma medida que fue cada día más romana. para que no induzca a sus cultores a soluciones
“Los pueblos sometidos —escribía Fustel de Cou- políticas que están en la línea de sus tendencias.
langes— sólo llegaron a constituir un pueblo orga­ No creo, con esta afirmación, sostener el criterio
nizado cuando conquistaron los derechos y las ins­ de quienes hacen de la economía el fundamento
tituciones que Roma pudo guardar para sí. Tuvie­ explicativo de todos los cambios producidos en
ron que ingresar, para conseguirlo, en la ciudad la sociedad. Una cosa es la economía y otra, bas­
romana, hacerse sitio en ella, apretarse, transfor­ tante diferente, las preferencias valorativas im­
marla a ella también para hacer de ellos y de Ro­ puestas por los criterios económicos. Se trata de
ma un mismo cuerpo” 3. opciones asumidas en el campo del espíritu y no
Este proceso no hubiera podido realizarse si de exigencias impuestas por las necesidades de
Roma no hubiese sido capaz de abandonar sus la producción. Los hombres habituados al manejo
prejuicios religiosos tradicionales y abrirse a la de los asuntos financieros tienen marcada dispo­
posibilidad de fundar un estatuto jurídico válido sición a imponer a todas sus actividades la índole
para otros pueblos. Este paso fue, a la manera ro­ de sus esquemas mentales. La vieja aristocracia
mana, un auténtico desarrollo racional de las vir­ romana —aunque fundamentalmente influida por
tualidades latentes en su cultura. De cualquier la nueva situación— se sentía todavía ligada a los
manera resultó imprescindible para que los habi­ antiguos intereses religiosos, y creía, contra los
tantes del Imperio se incorporaran a la ciudadanía nuevos poderes, que ella encarnaba la voluntad
romana. de los antepasados. Nunca logró comprender que
César fue un lúcido elemento en la realización la ciudadanía podía ser una cosa independiente
práctica de esta faena y toda su obra lleva el se­ del culto a los muertos y a los dioses tribales.
llo, típicamente racionalista, de una suerte de des- César, a pesar de pertenecer por su linaje al
más viejo patriciado romano, era, intelectualmen­
;i F u s t e l d e C o u l a n g e s , Numa Dionisio: L a C iudad An­
te, un hombre nuevo. Comprendió no solamente
tigua; Buenos Aires, s/f., pág. 519. el poder de las finanzas, sino los peligros que traía

156 157
su intromisión en los asuntos políticos. Instinti­ Colocado frente a los más rabiosos defensores
vamente buscó el apoyo de las clases populares del estatuto republicano como Catón de Utica,
y trató de encauzar la energía del capitalismo Marco Bruto y a veces el mismo Cicerón, César
romano con el propósito de hacer coincidir sus aparece en una posición francamente innovadora
intereses con la política que imponía el momento y hasta podría merecer el calificativo de revolu­
histórico. cionaria si tales términos no estuvieran definitiva­
A su retorno de las Galias —escribe Fowler— mente adscriptos a ciertas disyuntivas que el hom­
tratará de fundir todos los partidos en un gobier­ bre antiguo no conoció. Considerado en su lucha
no racional y activo. Procurará hacer comprender contra el poder disolvente de la oligarquía comer­
a los ciudadanos lo que realmente había llegado cial y teniendo en cuenta su claro deseo de res­
a ser el Imperio Romano y descubrirles así los taurar la majestad del gobierno, aparece como
principios capaces de inspirar un gobierno feliz un hombre de derecha.
y sabio 4. En verdad le tocó tener que poner un poco
No conviene, cuando se habla de política, de­ de cordura en medio del desenfreno. Su combate
jarse llevar por el espejismo de ciertas frases. César más importante fue, como ya lo dijimos, contra
no fue un soñador y jamás entró en su cerebro la influencia antipolítica del dinero. César cono­
la idea de creer que un plan político tenía por cía el valor del oro y nunca ahorró esfuerzos pa­
propósito la felicidad o la dicha de la gente. Fue ra conseguirlo donde estuviera, pero supo tam­
un aventurero de gran raza con el instinto certero bién que el poder no puede reposar exclusiva­
de aquello que es magnífico. Comprendió, en mente en él y, cosa todavía más importante, com­
cuanto se puso a reflexionar seriamente en la cosa prendió que el soberano debía estar por encima
pública, que había que terminar con los aventu­ de los intereses financieros para evitar la influen­
reros menores empeñados en sucios jueguitos sin cia corruptora del soborno.
porvenir. Roma debía ser la cabeza de la “Oiku- “La presión infinitamente perniciosa, en el or­
mene”. Este propósito alejandrino era muy propio den material y moral de las grandes riquezas, fue
del hombre que había llorado frente a la estatua detenida con medidas inmediatas y planes políti­
del Macedonio, porque a los cuarenta años cum­ cos a largo plazo, pero que concurrían a tapar
plidos no había logrado ni un modesto mandato las fuentes de las acumulaciones ilegítimas de los
militar. capitales. Hay que convenir que a pesar de todos
los abusos del absolutismo, se descubre, en la
Si tentados por el gusto de los esquemas fáciles
primera parte de la época imperial, un progreso
intentáramos colocar a César en una de esas op­
constante de la prosperidad general y una ten­
ciones antitéticas impuestas por el pensamiento
dencia a mejorar las condiciones de la moralidad
revolucionario: izquierda, derecha; reacción, re­
pública en las esferas gobernantes” 5.
volución, nos veríamos en serias dificultades para
Las oligarquías nunca han podido constituir un
determinar una ubicación precisa sin llenarla de
advertencias y aclaraciones. gobierno propiamente dicho, y cuando la aristo­
cracia de la sangre —verdadero gobierno de Roma
4 F o w l e r , VVa b ije n : Jules César; Payot, París, 1931, pá­
5 Ibicl., pág. 279.
gina 166.

158 159
en la edad de oro de la República— es substituida’ se hubiese pagado en dinero o en promesas es­
por las promociones de los advenedizos, enrique­ critas a título usurario. Con esta disposición hizo
cidas con los despojos de los pueblos conquista­ desaparecer una cuarta parte de las deudas 7.
dos, Roma, aunque constitucionalmente siguió Esta política económica revelaba la sensatez del
siendo una república aristocrática, vio sus leyes gobernante. Su lucha fue contra la usura, no con­
sometidas a una violación permanente, y aunque tra la propiedad, ni contra el capital. Su oposición
las provincias no conocieron en la misma medida a la oligarquía de los llamados “sacularii” se de­
los conflictos desatados por la pasión partidaria, tiene en el justo límite de un equilibrado respeto
se vieron sometidas a un saqueo profesional y sis­ por las fuerzas económicas.
temático. ¿Que aspiró a la monarquía? ¿Que este deseo
Fue para terminar con esta situación que César Je vino por su frecuentación con los reinos epígo­
estableció el carácter oficial de los cargos públi­ nos de la conquista de Alejandro? Ambas pre­
cos y convirtió a los países conquistados en partes guntas pueden ser contestadas afirmativamente pe­
integrantes de un cuerpo político único. Esta ro no sin recaudos. Los que han estudiado seria­
nueva idea hizo estallar el marco de la ciudad mente a César no dudaron que su aspiración fue
antigua y abrió el horizonte de una noción de instaurar la monarquía y aunque nunca usó el tí­
Estado que el mundo griego no conoció. tulo de rey, tan mal sonante en las orejas roma­
“Los procónsules y propretores de la época de nas, tuvo todos los poderes de un autócrata.
Sila —escribió Mommsem— eran esencialmente so­ Se podría añadir, de acuerdo con la opinión
beranos en el radio de sus jurisdicciones y no se de Warden Fowler, que en su aspecto puramente
hallaban fiscalizados por nadie. Los de la época constitucional su gestión fue un éxito completo,
de César fueron servidores bien disciplinados de porque dejó impresa su voluntad sobre el mundo
un severo monarca a quien la unidad y el carácter romano para el resto de su historia.
vitalicio de su poder colocaban en una relación
más natural y más tolerable con respecto a sus
numerosos y pequeños E L PRINCIPADO DE AUGUSTO
súbditos
tiranos que se sucedían en los mandos años tras. Muchos historiadores han escrito con mano
años” 6. maestra el ascenso de Augusto a la dirección de
Suetonio —que nunca dio pruebas de ser un la política romana. Repetir lo que está tan bien
lince— anotaba en su crónica sobre el gobierno narrado en los libros de tantos escritores puede
de César que éste no concedió la abolición de las parecer una faena superflua. Quizá sea así, pero
deudas, tal como lo esperaba su clientela más de­ cuando uno se encuentra, por razones de oficio
mocrática, pero decretó que los deudores pagarían y de gusto, en la tarea de comprender las causas
según la estimación de sus propiedades y confor­ que llevaron a la constitución del Imperio Roma­
me al precio de esos bienes antes de ía guerra no, no se puede resistir la tentación de dar la in­
civil, y que se deduciría del capital todo cuanto terpretación que los hechos nos sugieren.

•> M o m m s e n , T .: E l mundo d e los Césares, l'.C .li., M éxi­ " S u e t o n io , César, en Vida d e los d o ce Césares. (Hay
co, 1945, pág. 11. Imenas versiones castellanas completas de esta obra.)

160 161
Admito que no se puede quitar ni añadir nada a. el carácter reflexivo, lógico e implacable de una
la figura del continuador de César que ya no fría y metódica inteligencia política. Nada escapó
haya sido dicho, pero tratar de ubicarlo en la de su control ni de su terrible eficacia gobernativa.
perspectiva de una visión personal de la historia El racionalismo romano tiene en él a su represen­
romana ayuda a esclarecer su significado. tación más egregia, porque si en algo se distinguió
Lo primero que llama la atención cuando se del racionalismo griego es por su orientación ha­
estudia el siglo de Augusto es el carácter racional, cia la política. En este campo de actividad probó
frío y reflexivo del poder que se impone sobre su repudio por las quimeras y su inclinación na­
todos los países cubiertos bajo el dominio de Ro­ tural hacia las realidades.
ma. El orden político que nació de las exigen­ Augusto heredó de César una guerra civil y una
cias prácticas de la conquista tuvo por padre un clara voluntad de imperio. Ambas cosas lo lleva­
cálculo técnico ejecutado con toda minuciosidad. ron a comprender que para pasar de la República
Su relación con las tradiciones antiguas vino im­ a la monarquía debía asociar las aspiraciones au-
puesto por una razón de Estado o, en el mejor toeráticas de su predecesor con los prejuicios re­
de los casos, por eso que los filósofos escépticos publicanos de sus compatriotas. Cuando halló la
llamaron la “defensa de la vida”, pero no tuvo fórmula adecuada, supo gobernar como un sobe­
mucho que ver con la pasión religiosa o la fe rano absoluto, bajo el manto de un austero censor
vivida. republicano.
Formado por razas diferentes, unidas sus partes
El fracaso de César y las dificultades que debió
por esa violencia metódica, en todo momento due­
superar para conquistar el poder, lo aleccionaron
ña de sí misma, el Imperio, aunque tomó fuerzas
acerca de los medios que debía emplear para im­
del pasado, se impuso como una solución impues­ poner la solución que la situación política exigía.
ta por la sagacidad de una política bien pensada.
Esto le impuso, durante el largo lapso de su as­
Fue un triunfo de la razón práctica.
censo y de su apogeo, un juego doble, no muy dig­
El instrumento racional de ese triunfo fue, sin no si se mide con los parámetros de una moral
lugar a dudas, la nueva idea del derecho que los caballeresca, pero que tuvo éxito. Como era natu­
romanos supieron imponer a las viejas fórmulas de ralmente hipócrita no le costó mucho simular un
convivencia. Este orden jurídico se extendió a to­ gran respeto por las viejas fórmulas constituciona­
dos los campos de la cultura v supo sellarlos con les y deslizar bajo ellas el contrabando de la au­
la marca de su racionalismo legal: religión, ar­ tocracia.
tes y costumbres quedaron impregnadas de ritua­ Siempre atento a los hechos y muy sensible a
lismo jurídico y nada importante escapó de las las lecciones de la historia, impuso su proyecto y
exigencias de esta voluntad ordenadora. por varios siglos fue el régimen posible para soste­
Augusto presidió esta faena, pero hasta tal pun­ ner la vida del Imperio Romano.
to su función fue solidaria de ella que puede ser
En este utilitarismo vio Víctor Garthausen el pa­
considerado su principal actor, por la importan­ rentesco entre el Imperio Romano y el británico:
cia que tuvo su capacidad configuradora.
“ De todos los imperios de los últimos tiempos, Gran
La trayectoria pública de Augusto, desde que Bretaña es el único que puede compararse con el
asumió la herencia de César, hasta su muerte, tiene Imperio Romano. Su constitución se desarrolló de

162 163
-

manera totalmente diferente de la de los estados verdad lo había convertido en un instrumento al


continentales y conservó mucha mayor diversidad. servicio del gobierno personal.
Es en razón de este mismo espíritu conservador
Janus fue un dios romano y tenía por misión
que el inglés puede ser comparado con el romano 8.
guardar la puerta de la casa. Este dios bifronte es
Con todas sus perfecciones el régimen inaugura­ el signo tentador para representar el carácter de
do por Augusto tuvo numerosos defectos que con la política romana, que nunca pudo contemplar el
el transcurso del tiempo probarían su malignidad. futuro sin tener los ojos puestos en el pasado. Esto
E l primero de esos defectos provenía de su origen: explica por qué razón Augusto nunca se presentó
el poder militar. El levantamiento en armas de las como un innovador, sino como restaurador. Y aun­
legiones será la sombra que acompañará a todos que renovó casi todo, en sus discursos no se cansa­
los emperadores hasta el fin de su destino. Augus­ ba de repetir que su misión era devolver a Roma
to trató de paliar el peligro cubriéndolo con una el esplendor perdido. Velleius Paterculus se hace
fachada legal de tipo republicano, pero cuando eco de esta pretensión cuando afirma en su Histo­
los cotos constitucionales probaron su inoperaneia, ria Rovxana que “todo lo que los hombres pueden
el nudo poder militar surgió de las bambalinas y pedir a los dioses, todo lo que los dioses pueden
mostró el verdadero rostro del cesarisino: una má­ acordar a los hombres, todo lo que los votos pueden
quina impuesta por la guerra y que absorbía con desear, todo lo que la felicidad puede realizar de
su potestad a todas las otras instituciones. más completo, todo esto lo procuró Augusto al Es­
Augusto no quiso mostrar el cuño marcial de su tado romano y al universo entero. Las discordias
poder y aparentó fundarlo sobre el principio jurí­ civiles sofocadas después de veinte años, las gue­
dico de la delegación. La soberanía residía en la rras externas apagadas, la paz devuelta, el furor
Asamblea Popular, pero en virtud de la “Lex Re­ de los combates en todas partes apaciguados. La
gia” ésta delegaba en un magistrado el ejercicio fuerza restituida a las leyes, la autoridad a los jui­
de la autoridad política. cios, la majestad al Senado, las antiguas magistra­
Siglos más tarde el Código de Justiniano expresa turas reinstaladas en su antiguo p od erío... los
todavía esta pretensión: en virtud de la antigua lev brazos devueltos a la agricultura, el respeto a la
llamada regia, todo el derecho y la potestad del religión, la seguridad a los ciudadanos, la confianza
pueblo romano han sido transferidos al emperador. a todas las propiedades. La legislación sufrió sa­
A este pretendido fundamento legal, Augusto bias reformas, fueron promulgadas leyes saluda­
añadió una sombra de poder civil constituida por bles, el recenso del Senado se hizo sin rigor, pero
el Senado. Es opinión de Suetonio que el número con justa severidad. Las exhortaciones del prínci­
excesivo de los senadores hacía de este cuerpo una pe obligaron a los primeros ciudadanos, a los hom­
extraña y confusa reunión. Había más de mil y bres más distinguidos por sus triunfos y honores,
entre ellos muchos eran cabalmente indignos de a trabajar por el embellecimiento de Roma” 9.
tal jerarquía. Augusto juraba que había dado al Si se prescinde de la exageración del apologista,
Senado sus proporciones y esplendor antiguos; en se advierte el propósito de crear una sugestión
restauradora, de promover la idea de un retorno
8 G a r t h a u s e n , Víctor: The Román E m pire com parad
with m odern England. 9 V e l l e iu s P a t e r c u l u s : Historia Romana; II, 89.

164 165
baban, aunque en el fuero íntimo se rieran un poco
triunfante hacia el esplendor de la República. To­ de la imposible pretensión del emperador.
do ha sido devuelto, restituido, reconstruido. La
Es difícil saber si Augusto advertía con lucidez
República entera, con sus virtudes antañonas, sus
lo que podía haber de falso en su sistema. Su em­
fuerzas renovadas renace de sus cenizas al con­
peño en mantener la vigencia de los valores fene­
juro mágico del emperador Augusto.
cidos tiene algo de conmovedor y puso en esta ta­
Decretó el retorno a la juventud y a las viejas rea una sinceridad que logró triunfar de su propia
costumbres, a la simplicidad de Catón el Censor, hipocresía.
a la decencia de Lucrecia. Las viejas suripantas
Decretó la vigencia de instituciones que Roma
del teatro republicano sonríen con sus bocas sin
ya había abandonado en el camino y reforzó la
dientes y exhiben sus piernas marchitas como
policía para que nadie pudiere tomar en broma su
aceptando esta farsa de falsa lozanía. Los afei­
intención restauradora. Senado, tribunado, pontifi­
tes impuestos por el Príncipe no ocultan las inju­
cado y comicios seguían funcionando. Es cierto
rias del tiempo y bajo la pintura se descubre el
que en sus movimientos no existía el calor de los
verdadero rostro de los actores: no son jóvenes
viejos tiempos, pero en cambio tenían una perfec­
ni están sanos. El aparato montado por César du­
ción que hacía pensar de inmediato en los hilos
rará, pero más por la inercia de un mundo ávido de
que los unían al sistema central.
seguridad que por la fuerza del entusiasmo.
El tribunado fue ejercido por el propio Empera­
“Séame permitido —pidió Augusto— afirmar la
dor y sin ninguna de las restricciones que tuvo
República en estado permanente de esplendor y
durante la República: anualidad, colegialidad v
seguridad. Habré conseguido la recompensa que
carácter urbano. El imperio proconsular, antaño
ambiciono, si se considera su felicidad obra mía,
limitado a los países que se hallaban bajo la ley
y si puedo alabarme, al morir, de haberla estable­
marcial, se hizo extensivo a todo el dominio con
cido sobre bases inmutables” 10.
la inclusión de Roma. Con esta medida la ciudad
El tono enfático del párrafo no debe hacernos pasó a integrar el Imperio y se convirtió en presa
olvidar que Augusto supo enfrentar a los que bus­
de su propia conquista. El sumo pontificado tam­
caban motivos para reírse con una autoridad jamás bién fue asumido por Augusto a la muerte de Lé-
discutida. Su intención de instaurar la República
pido. Con esta medida resucitó la identificación
en estado de esplendor permanente es una frase
del trono y el altar.
que, por supuesto, no puede ser tomada al pie de
la letra, pero sabía movilizar el pasado al servicio Declarado cónsul vitalicio y dueño de las prin­
del presente y esto, para los romanos que sabían cipales magistraturas, quiso transmitir el poder a
leer entre líneas, era importante. un heredero de su elección. Ninguna de las leyes
republicanas autorizaba esta medida, de modo que
Ningún romano inteligente ignoraba que el pa­ debió hacerse sin recurrir a ningún antecedente
sado estaba bien muerto y que los decretos remo-
jurídico. Escribía León Homo que el problema
zadores de Augusto caían en las orejas de un país
de la sucesión no tenía solución legal. ¿Cómo hacer
viejo y escéptico, pero en la medida que podían
hereditaria una magistratura viajera? ¿Cómo trans­
comprender las intenciones de Augusto las apro-
mitir a voluntad un poder delegado?
“Augusto logró su propósito por dos procedi-
10 S u e t o n io : o. c . , pág. XXVII.
167
166
mientos conjugados: una designación moral ligada y los demás, entre los nobles, cuanto más dóciles
a la herencia, fuera natural o adoptiva, y una aso­ ¡i la servidumbre tanto más se elevaban en honores
ciación anticipada al poder imperial bajo la forma y riquezas; engrandecidos en este género de cosas,
de co-regencia. En estas condiciones, el heredero preferían lo presente que era seguro a lo pasado
designado por el parentesco se convertía en la se­ que era peligroso” 12.
gunda persona del reino. Desaparecido el empe­ La paz fue el beneficio que obtuvo Roma a
rador, tenía en sus manos todos los resortes del cambio del sometimiento a la voluntad de Augusto.
poder. El Senado se hallaría frente a una situación En los citados párrafos de Tácito no se oculta una
de hecho contra la cual no podría hacer nada. La embozada crítica al régimen inaugurado por el
elección del co-regente como emperador sería una Príncipe. ¿Qué proponía Tácito a cambio?
carta obligada, reducida a una formalidad pura y En verdad, nada. En Roma no existió una opo­
simple” u . sición sistemática al orden imperial y al decir
Augusto fue hombre de hechos, no importa que sistemática pienso en una oposición organizada,
haya escrito que había transferido su gobierno a con un plan y un sistema de ideas coherentes.
manos del Senado y del pueblo romano y que no
había aceptado ninguna función contraria a la
LA OPOSICION BAJO LOS CESARES
constitución; tenía en sus manos el ejército y las
finanzas, lo demás discurría por sí solo. Los sucesores de Augusto continuaron su políti­
Los historiadores de Roma no se han engañado ca de pacificación. Esto no significa que Roma
a este respecto y afirmaron con Dion Cassio que el abandonó para siempre su tarea de ser un imperio;
poder del pueblo y del Senado pasaron a las ma­ quiere decir que sus nuevas guerras tuvieron por
nos de Augusto que los usó a su antojo. Tácito finalidad asegurar los beneficios de la paz a todas
confirmó esta opinión con palabras que resumen la sus posesiones y consolidar, con algunas incursio­
cuestión: nes punitivas, la seguridad de las fronteras.
“Despojado Lépido del poder y muerto Anto­ Este nuevo orden nació de la razón política y
nio, no quedaba al partido de los Julios otro jefe sólo aceptó de las tradiciones religiosas todo cuan­
que César (por Octavio Augusto), el cual dejando to podía confirmarlo. Se vio a lo largo del Imperio
el nombre de triunviro, presentóse como cónsul y el ajustado funcionamiento de la máquina adminis
contentóse, para defender a la plebe, con el poder trativa que aseguraba la prosperidad.
tribunicio. Cuando sedujo al ejército con sus dádi­ Los hombres de negocios aumentaron sus ganan­
vas, al pueblo con las distribuciones de trigo y a cias, los campesinos y los artesanos contaron con
todos con la dulzura de la paz, comenzó a levan­ caminos seguros para llevar sus productos a las
tarse poco a poco y atribuirse lo que solía es­ ferias. El advenimiento de esta era de paz apareció
tar a cargo del Senado, de los magistrados y de ante los ojos de todos como una epifanía. Las vie­
las leyes”. jas fórmulas consagradas al elogio de las divinida­
“Nadie se le oponía, pues los más valerosos ciu­ des pasaron a formar parte del rito de adulación al
dadanos habían sucumbido en las guerras civiles1 emperador.

11 H omo, León: Auguste; Payot, París, 1935, pág. 123. 12 T á c i t o , Anales, I; II..

168 169
La ciudad de Halicarnaso, tierra de Herodoto t'l propósito de construir una utopía y siempre es­
según la tradición, celebró a César Augusto como tuvieron comprometidos con intereses conservado­
al padre de la tierra y como “al más sabio de la res.
raza humana, cuya sabiduría no sólo ha satisfecho, En este aspecto de la vida romana predominaba
sino que ha excedido los ruegos de todos. César una base religiosa arcaica, una innata desconfianza
nació para la salvación del mundo, y su nacimiento al poder destructivo del tiempo y una suerte de
puede ser tenido como el comienzo de la vida y de complacencia instintiva en la seguridad de los re­
la existencia” iy. tornos. El imperio no encontró una oposición ca ­
Estos encomios no se limitaban a panegíricos paz de elaborar un régimen que se le opusiera.
ocasionales e improvisados con el propósito de con­ Hubo descontentos, pero éstos se detenían en la
seguir algún beneficio, apuntaban a constituir una figura personal del emperador y si pensaban sa­
suerte de sincretismo religioso para consolidar el carlo, era para poner otro en las mismas condicio­
sistema sobre una base indiscutible. nes, aunque mejor dispuesto para con ellos.
El “genio” del emperador era objeto de un culto “A este despotismo inquieto y poco seguro —es
al servicio de la unidad política. Todos los países cribía tíoissier— respondió una oposición indecisa,
de la cuenca del Mediterráneo deseaban esa unifi­ disimulada, más molesta que eficaz, sin consisten
cación y la fe en el emperador aparecía como eia y sin principios” 14.
el fundamento tangible de ese culto. Lo que quedó de esta oposición: panfletos, sáti­
Pocas veces en la historia se ha logrado la reali­ ras, literatura de alusiones y lecturas públicas con
zación de una empresa política tan vasta y variada veladas referencias críticas al César de turno, no
como el Imperio Romano y con tanto éxito. Tasta testimonia por la existencia de una lucha partida­
ese momento la situación del mundo greco-latino, ria, sino simplemente por deseos muy concretos de
no había estado tan cerca de alcanzar el deside­ verse libre de la persona de tal o cual emperador.
rátum de sus aspiraciones. Por primera vez un po­ Esto permitió al Imperio durar muchos años y que
der consciente de sus propósitos construyó un or­ fuera, de acuerdo con la famosa “boutade” de Bar-
den de convivencia en el cual hasta las tradiciones bey d’Aurevilly, una monarquía absoluta limitada
religiosas fueron reflexivamente asumidas para ser­ por el asesinato.
vir un objetivo político. Lo que tal vez faltó en
ese imperio fue la vida. Su política, por mucho que
se empeñara en resucitar con fomentos oficiales las LA RESTAURACION RELIGIOSA
bases morales del orden público, destacó con ma­
yor nitidez la diferencia que había entre un romano El carácter conservador del régimen se expresó
de la época de oro de la República y ese otro que en el deseo, bastante ingenuo, de resucitar el casi
parecía fabricado en las oficinas imperiales. fenecido panteón romano. Con este santo propó­
Una circunstancia favoreció esta empresa: la fal­ sito Augusto movilizó todos los resortes del poder
ta de espíritu revolucionario en el racionalismo ro­ y mancomunó a los mejores espíritus de la época
mano. Los movimientos políticos nunca tuvieron1 3
14 B o is s ie r , Gastón: L ’opposition so m les Césars; Hachet-
13 G a r t h a u se n , V.: o. c. ie, París, 8'1 edición, pág. 63.

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/ \

para que colaborasen en la tarea de insuflar un l’blibio, que si la República estuviera formada por
poco de sangre a las deidades romanas. sabios, las religiones serían inútiles. La inconstancia
La vieja religión era muy formalista y se expre­ de las multitudes, sus malas pasiones, sus cóleras
só con preferencia en las manifestaciones exteriores locas, han obligado a los gobernantes a recurrir,
del culto. Resucitar las antiguas liturgias, remozar­ para frenarla, a los terrores desconocidos, a las fic­
las con los dudosos recursos del teatro, fue una ciones espantables, a todas las amenazas de los
cuestión de arqueología más que de fe. abisnlos infernales.
Otro aspecto esencial de la religión romana fue Cicerón en sus escritos sobre la adivinación ex­
su carácter político. Esto permitió que la faena res­ presa una opinión semejante que pone en evidencia
tauradora no tuviera que vencer grandes dificulta­ el carácter ilustrado de la época imperial: “la adi­
des para hacerla ingresar en el programa de re­ vinación considerada en sí misma es una quimera,
construcción social emprendido por Augusto. Esto pero en buenas manos pu 1 grandes ser-
también explica —como escribía Boissier en un vicios al Estado porque asambleas
libro dedicado a la religión romana— porque razón cometer estupideces” l7.
no fueron los devotos, sino los políticos, y aun Este pragmatismo no es conciliable con la fe y
aquellos que no creían en nada, los que más y nos explica la intrínseca discordia que dividía el
mejor encomiaron la religión romana. Cicerón, que alma de los contemporáneos de Augusto cuando
no podía ocultar la risa cuando pasaba frente a pretendían, de acuerdo con la palabra de orden
uno de sus colegas en el “Colegio de Augures”, del emperador, volver a los antiguos cultos. Como
hizo un elogio de la religión donde exalta su valor no podían sustraerse totalmente a las frivolidades
pragmático: “Si se compara el pueblo romano con v al escepticismo imperantes caían en la incohe­
todos los otros pueblos, se verá que ellos lo igua­ rencia entre lo que predicaban por exhortación
lan o superan en todo, pero Roma vale más por oficial y lo que hacían en su vida diaria.
el culto que da a los dioses. Gracias a eso vencieron Fue en la obra de Virgilio donde la voz de Au­
al mundo entero” 15. gusto tuvo su acento más sincero y esto porque el
En religión como en política Roma no volvía la poeta mantuano no dijo sino aquello que salía de
espalda al pasado; por el contrario estuvo siempre su corazón. Es verdad que toda su poesía estaba
en la tarea de hacerlo servir al presente. El estoi­ impregnada de ciencia y cultura: la lengua, la es­
cismo, en esa época el sistema filosófico más ex­ tructura del verso, el conocimiento de la religión
tendido por el Imperio, aspiró a conciliar en su teo­ y de la patria, el manejo de los lugares poéticos,
logía la razón con la fe y lo hizo en una síntesis más pero como amaba todo eso, su palabra tiene una
utilitaria que especulativa y en donde probó, con sinceridad que se opone fuertemente a cualquier
razones políticas, el valor de la religión popular 16. obra pía de pura reconstrucción erudita.
Todas estas tentativas estuvieron animadas por “Donde perdía pie —escribía Brasillach— es en
la acción de los emperadores que pensaban, como esas complicadas aguas donde la política y la re­
ligión se juntaban. Así cuando pedía a los paisa­
15 B o is s ie r , Gastón: L a religión rom aine; Hachette, París, nos que volvieran a los campos abandonados, hacía
7^ edición, pág. 36.
16 F r ie d l a n d e r : L a sociedad rom ana, F. C. E .f México,
1947, p. 1001. 17 B o issler , G.: o . c ., pág. 51.

172 173
de los trabajos de la tierra y de la paz bucólica
un cuadro tan manifiestamente falso, como ador­
nado de los más tontos colores mitológicos” ls.
Por poco que se compare la E n eida con los glan­
des poemas épicos de Homero se comprenderá que
Virgilio trabajó sobre un material sabiamente esco­
gido y no con tradiciones religiosas pertenecientes Vil
a una fuerte y viva fe popular.
Los períodos finales de una cultura se caracteri­
zan por la pérdida de la fe. En su lugar la razón SOCIEDAD Y CULTURA
trata de substituir el entusiasmo, la inspiración
divina o lo que fuere que haya en el fondo de las
religiones, por las pasiones partidarias, ideológicas LA VIDA FAMILIAR
o simplemente conservadoras. Si se observa bien,
este proceso admite dos formas de realización: una La asociación de ambos términos, sociedad y
reaccionaria, clasicista, que con los ojos puestos cultura, hace clara referencia a un aspecto consti­
en las condiciones que hicieron en otrora la gran­ tucional de la vida romana y a otro que supone
deza del pueblo, lucha por reconstruirlas racio­ una serie de medios, sabiamente dosificados, para
nalmente. La otra tendencia es revolucionaria ahis alcanzar la realización de un ideal humano. Co­
tórica, utópica. Pretende una sustitución completa menzaremos nuestra investigación por la vida fa­
de la realidad social por un modelo de fabricación miliar y por ende por la situación de la mujer en
racional. el seno de la sociedad romana.
Grecia conoció ambas formas del racionalismo, Cuando la historia del hombre en la tierra es
Roma sólo la primera. El gobierno de Augusto es, vista en la línea de un progresismo indefinido, que
en todos sus aspectos, la ilustración cabal de una supone la emancipación de la mujer de los cuadros
restauración conservadora. tradicionales, las instituciones sociales antiguas apa­
El 19 de agosto del año 14 de la era cristiana, el recen con los trazos informes de un embrión en
emperador entró en agonía a raíz de una enferme­ vía de desarrollo que apenas deja adivinar los ras­
dad que lo atacó en Ñola. Velleius Paterculus nos gos de su futura perfección. Parece obvio señalar
transmitió sus supuestas últimas palabras. Verdade­ que ésta no es la mejor perspectiva para compren­
ras o no, son el agudo epílogo de su obra de go­ der eso que cada época tuvo de valioso.
bierno. Si se observa la cerámica etrusca y los variados
“¿He representado bien la comedia de la vida?” dibujos que la adornan, se comprenderá fácilmente
Terminó repitiendo en griego la frase con que que una civilización que había hecho del comercio
se cerraban los espectáculos teatrales: “Si estáis su actividad favorita, no podía descuidar el atuen­
contentos, aplaudid al autor”. do de las mujeres ni dejar de adornarlas con la
pulcritud de una esmerada delicadeza. Se encuen­
18 B r a s il l a c h , Robert: Oeuvres com plétés; t. V II, Pré­ tran allí los primorosos tocados que tanto llamaron
sence de Virgile. la atención en los vasos cretenses y una presencia

174 175
\

constante de las mujeres en las ceremonias y ban Existían otras fiestas religiosas destinadas ex­
quetes de una refinada vida social. Una vez ntás clusivamente a las mujeres y cuyas ceremonias
se impone la seguridad de que un mundo dado estaban vedadas a los hombres. Una de ellas era
fundamentalmente a los negocios convierte a la mu­ la de la “buena diosa”, quien, según la leyenda,
jer en uno de sus más preciados ornamentos. había matado a su marido, una suerte de fauno,
Si se pasa de la cerámica a las escenas esculpidas luego de haber bebido vino. En esta fiesta las da­
en las piedras tumbales, se observa nuevamente el mas empinaban el codo y se desquitaban de la
lugar de privilegio que ocupaba la mujer y la im abstinencia a que las sometía la disciplina fami­
portancia que debieron tener en la vida social de liar. Un amigo de la psicología freudiana podría
los etruscos. Se tiene la impresión, de acuerdo con ver en ella una especie de sublimación religiosa
los mejores etruscólogos, que la mujer era el cen­ del deseo de matar al marido.
tro indiscutido de la vida social y que reinaba sin Había otra donde se bailaba alrededor de un os­
sombras en el seno de la familia. tentoso falo que estaba destinada, según San Agus­
Tito Livio, en una referencia que hace sobre el tín, a favorecer las siembras.
origen de los Tarquinos, se detiene a relatarnos la “Y esto se hacía no en privado, donde fuera más
leyenda de Tanaquil, la mujer de quien sería Tai- verecundo, sino en público, triunfando aquí la car­
quino el Antiguo y a cuya carrera ascendente nal torpeza. Este impúdico miembro, durante las
habría colaborado de un modo decisivo. No sola­ festividades de Libero, era colocado con grande
mente el primero de los Tarquinos debió su as­ honor en carrozas y paseado primeramente del
censo a la habilidad de Tanaquil, sino que fue campo a las encrucijadas y luego hasta la ciudad.
ella, siempre según Tito Livio, la que promovió En la villa llamada Lavinio, se dedicaba todo un
la llegada al trono del sucesor de su marido, Ser­ mes a festejar a Libero. Sobre este miembro, una
vio Tulio. madre de familia, elegida entre las más irrepro­
Verdad o ficción poética, esta referencia brega chables, colocaba públicamente una corona” ’ .
por la importancia que tuvo la mujer no solamente Muchas de estas licencias litúrgicas estaban des­
en los límites de la casa familiar, sino también en tinadas a desencadenar ciertas pasiones de la fe ­
las relaciones de la vida pública. mineidad que de otro modo habría que tolerarlas
El fuego sagrado de la ciudad de Roma estuvo en ocasiones y situaciones menos adecuadas. Los ro­
custodiado por las vírgenes llamada vestales. ¿Qué manos llamaron “impatientia muliebris” a esa in­
relación existía entre la conservación de la virgini­ capacidad que suelen tener las mujeres de refre­
dad y la vigilancia de la llama votiva? No sabe­ nar sus impulsos y trataron, en todo momento, de
mos. Los vínculos son misteriosos y se pierden en ofrecerles una salida sacra, porque, según el crite­
la noche de los tiempos. Existe un poder en el rio antiguo, procedía de una fuerza misteriosa.
fuego sagrado y en la virginidad que ningún con­ En la misma fundación de Roma aparece el nom­
tacto impuro debe manchar. La violación del voto bre de Larentia como aquella que recogió a Ró-
de virginidad traía como castigo un terrible supli­ mulo y Remo y los crió entre los famosos pastores
cio. ¿Hay una prefiguración de la Virgen Santísi­ que robaron las majadas de Hércules.1
ma en la pureza de esas jóvenes consagradas al
culto de la ciudad? 1 S an A g u s t ín : D e Civitate Dei, V II, 21.

176 177
Normalmente la mujer era el centro de ese p e­ Otra forma matrimonial fue la compra que se
q u eñ o estado constituido por la familia heril, El efectuaba comúnmente en dos actos: el padre aban­
pater reinaba como un soberano sobre los hijos e donaba su potestad sobre la hija, la emancipaba.
hijas no casadas, sobre los nietos, los clientes y En otras palabras la dejaba en la calle. El esposo,
los esclavos. No obstante este gran poder, los otros apiadado de la situación de la muchacha, pedía
miembros de la casa tenían sus derechos y prerro­ a ésta si quería pasar a estar bajo su protección.
gativas. La mujer pod' Si aceptaba, pasaba a vivir con el marido.
muebles e inmuebles I.os matrimonios plebeyos fueron meramente ci­
hermanos. La soberanía paterna no era discutida viles, en cambio los patricios reconocían formas
y la ley le otorgaba el carácter de un verdadero juez tradicionales religiosas. Un ciudadano romano no
con respecto a sus allegados. Podía castigar, agra podía casarse con una mujer cuyos padres no tu­
ciar o dar la muerte si lo encontraba necesario. vieran el privilegio de esa ciudadanía. Junto a es­
Pero no podía usar de ese poder sin reunir el con­ ta limitación prohibitiva del matrimonio estaban
sejo de la familia. los impedimentos por consanguinidad que se exten­
El casamiento de una hija significaba que el pa­ dían, en los comienzos de la República, a un grado
dre abandonaba la potestad que ejercía sobre ella de parentesco bastante lejano. Más adelante se ate­
y la transfería al marido. En latín se decía que nuó un poco y durante la época imperial se redujo
pasaba de la mano del padre a la mano del marido todavía mucho más.
y dependía de este último como una hija. La edad fijada por la ley para la contracción del
Los patricios romanos tuvieron una forma de matrimonio era de doce años para la mujer y de
matrimonio solemne que se llamó “conferratio” veinte para los varones. Estos últimos podían hacer­
y que se realizaba en presencia de diez testigos, lo a partir del momento que recibían la toga viril,
luego de un sacrificio y una consulta a los auspi­ que era a los diecisiete años. Fue uso largamente
cios. Los esposos compartían una torta de trigo aceptado en las clases altas que la muchacha pro­
duro —“fareus libum”— como símbolo de la vida metida en matrimonio a un joven ingresara a la fa­
en común. Esta ceremonia le daba al matrimonio milia del marido a partir de los siete años, con
su sentido público y religioso. el propósito de educarse en las costumbres que
Entre los plebeyos las costumbres fueron más rea­ debían ser las suyas. Allí completaba su educa
listas y se acomodaron a situaciones de mayor cru­ ción: aprendía a leer, a escribir, a contar y recitar
deza. Una de las formas comunes del matrimonio versos. Además, todas las artes que eran menester
entre gente de menor cuantía fue la “consuma- para hacer de ella un ama de casa hacendosa. Hilar
tio” o simple “uso”. La muchacha abandonaba la v tejer eran las ocupaciones más importantes en la
casa paterna y se iba a la del marido. Pasado un vida de la mujer y las que permitían dar a la seño­
año quedaba en poder de este último de acuerdo ra de casa el título honorable de “summa lanifica”.
con el principio jurídico de que en los bienes Según una antigua tradición, cuyo origen re­
muebles la posesión vale el título. Esta situación monta hasta Rómulo, había tres motivos funda­
legal tenía su contraparte: si la mujer abandonaba mentales para repudiar a la esposa: el adulterio, la
durante tres noches seguidas el hogar del marido, provocación de un aborto o la fabricación de un
volvía de nuevo a la casa de su padre. doble juego de llaves para abrir la despensa.

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Algunos historiadores opinan que el matrimonio Ira “in fraganti”. Estas dificultades y peligros, una
llamado por “confaerratio” era indisoluble, pero existencia realizada a la vista de tantos servidores,
resulta que existía una ceremonia la “difaerratio” I lacen de la monogamia un carta obligada.
que disolvía el vínculo impuesto por la primera. La posición de la mujer en la casa, lejos de
Esto solamente se aplicaba en el caso en que la disminuir, se acentuó en la época imperial y su
mujer hubiese sido condenada a muerte por el con­ importancia fue disipando la potestad discrecio­
sejo familiar. nal del marido. Podía disponer de su dote y en los
Los contratos civiles permitían el divorcio y para llamados matrimonios libres, frecuentes durante el
que éste se produjera bastaba la voluntad del ma­ Imperio, la mujer retenía la propiedad de todos sus
rido expresada en una expulsión pura y llana: “Da­ bienes y el marido no intervenía para nada en su
me las llaves de la casa, toma tus bártulos y vete”. administración a no ser que ella así lo consintiera.
Así de simple. Con todo no parece probable Existen numerosas referencias a matrimonios
que esta decisión se tomara sin reunir el consejo políticos hechos con una mujer de condición so
de la familia y explicar ante él las verdaderas cau­ cial superior a la del marido y que significó para
sas del repudio. No podemos olvidar que las unio­ este último un adelanto en su clasificación jerár­
nes matrimoniales solían ser verdaderas alianzas quica.
familiares y no era faena fácil deshacerse de una “¿Por qué no quiero casarme con una mujer
muchacha que tuviera excelentes apoyos en su rica? —se preguntaba Marcial—. Porque no siento
el menor deseo de convertirme en la esposa de
propia familia.
mi esposa.
Legalmente la mujer dependía del marido y éste
podía hacer todas aquellas cosas que le estaban
prohibido a ella bajo pena de repudio y a veces LA INFLUENCIA D E LA HELADE
de muerte.
El hogar es el reino de la mujer, allí es la “do­ Es un hecho que Roma sufrió desde sus comien­
mina” o “dueña”. En las casas importantes está zos la influencia de la cultura griega. Las expresio­
eximida del trabajo servil y sólo hila o teje rodeada nes de la civilización helénica la ayudaron a en­
por sus servidoras. No vive encerrada en el “gi~ contrar su propia forma espiritual. Así la literatura
neceo” y puede salir a la calle, dándole aviso a su clásica aceleró la evolución del latín y le permitió
marido del lugar a donde va. Fuera de la casa acceder, en poco tiempo, a sus formas más altas
porta la “stela matronalis” y se hace acompañar y refinadas de expresión.
por algunas servidoras, cuyo cortejo da cuenta de No siempre esa influencia fue beneficiosa y mu­
la dignidad del ama. En la calle se le cede la ve­ chas costumbres de la Hélade decadente incidie­
reda y está totalmente prohibido tocarla, aun cuan­ ron perjudicialmente en los cambios de la mentali­
do comparezca ante un juez para responder de la dad romana.
comisión de un delito. En capítulos anteriores nos hemos referido a la
Es cierto que no puede repudiar a su marido tesis de Grimal con respecto a los comienzos de
por las razones indicadas más arriba, pero el adul­ la helenización de Roma. Esa tesis corregía, en
terio en Roma no era fácil y el marido engañado alguna medida, la opinión corriente que tendía a
puede matar impunemente a su rival si lo encuen- exagerar el aporte griego.

180 181
Para el historiador francés toda la cultura griega
Tarea larga y que no estuvo libre de inconve­
“se presentaba como un sistema de pensamiento
nientes. El latín evolucionó con gran rapidez para
muy próximo a las tendencias profundas de Roma’’.
Ambas civilizaciones revelaban un innegable pa alcanzar las finezas expresivas del modelo. Esta
evolución exagerada tuvo sus riesgos: idiotismos,
rentesco, por esa razón su encuentro, durante los
greguecismos, atentados a la sintaxis natural de
sucesos bélicos del siglo III a. de J. C. “despiertan
la lengua, fueron el precio pagado por los prime­
posibilidades y potencias latentes”, tanto mejor
advertidas por los romanos cuanto más respondían ros escritores latinos para evitar la monotonía de
una lengua todavía muy rústica. El latín aguantó
a tendencias íntimas “de esa síntesis psicológica,
el cambio y pronto estuvo en condiciones, si no
racial y cultural que llamamos Roma y en donde
de superar a su modelo, de crear obras originales
se unen, aunque en diferentes proporciones, ele­
que respondían mejor, en el fondo y en la forma, a
mentos parecidos a los que constituyen la síntesis
griega” 2. su idiosincrasia.
Grimal, trocándose en “advocatus diaboli” de
Para Grimal, Roma fue una ciudad helénica tanto
su propia tesis, nos aconseja dejar momentáneamen­
por sus constitutivos étnicos como por sus aspira­
te a un lado el helenismo latente que pudiera exis­
ciones culturales. El estudio de la literatura romana
tir en el alma romana y observar la influencia ex­
durante la edad de oro de la República lo confirma
en esta sospecha. terior que tuvo Grecia en el desarrollo de la espi­
ritualidad latina.
Ante todo está el modelo griego. Responda o
La Grecia contemporánea de las Guerras Púnicas
no a eso que Grimal llama las aspiraciones más
ofrece al historiador dos rostros. Uno de ellos,
profundas del alma romana, se encuentra allí al
alcance de los artistas, con todo su vigor expresivo, vuelto hacia el pasado, vive de la nostalgia y el
para señalarles cómo deben desarrollar sus propios recuerdo; el otro miraba hacia el futuro y tenía
trabajos. Los romanos conocieron estos modelos su sede en la Magna Grecia. Este último es el que
los romanos conocieron mejor y del que recibieron
durante las guerras realizadas en Sicilia. En cada
una de las ciudades de la isla había un teatro y, en una influencia no ya libresca, sino viva.
ellos, los soldados romanos tuvieron la oportunidad “La ola partió de Magna Grecia y el aconteci­
de ver representadas las escenas más conocidas del miento que la puso en marcha fue la toma de Ta­
drama ático y las improvisaciones y pantomimas lento en 272 a. de J. C.” Fue la ciudad de Livio
a que eran muy aficionados los sicilianos. Sin duda Andrónico, el primero de los autores latinos cono­
había en los romanos una disposición espiritual que cidos. Desgraciadamente para nuestro conocimien­
hacía eco a estas creaciones del espíritu helénico to de los primeros pasos literarios de Roma, Livio
y muy pronto las exigencias de la demanda des­ Andrónico es apenas un nombre. Debemos esperar
pertaron los ingenios capaces de emular las obras el advenimiento de Nevius para encontrar un au­
griegas con otras semejantes escritas en el idioma tor del que sobrevivieron algunos fragmentos en
del Lacio. léxicos posteriores. Nevius no fue un poeta, apenas
un gramático que componía versos con prolija pe­
ricia sintáctica. En sus dramas usó con abundan­
2 G r im a l , P ierre: L e siécle des Scipions, E d . citad a , p á ­ cia la métrica griega, no así en un poema épico
ginas 16/17.
que dedicó al triunfo sobre Cartago, que escri-
182
183
bió en ritmo saturniano y en perfecto acuerdo con ni que toda Grecia flirteaba con Cartago y se hacía
la tradición de los cantos religiosos romanos. necesario volver por los fueros de las propias tra­
La idea que Roma fue fundada por troyanos que diciones para oponerse a ese sortilegio debilitador.
habían escapado de la destrucción de su ciudad Catón tampoco creía mucho en el valor de las
parece haber nacido en Sicilia. Era una justifica­ conquistas y las anexiones. Pensaba que Roma te­
ción ingenua de la derrota padecida por los grie­ nía bastante con ser la cabeza de Italia y hablaba,
gos de la isla frente a esa advenediza que entraba como escribe Grimal, en nombre de una ética muy
con tanto ímpetu en el escenario histórico. coherente y perfectamente comprensible para la
El fino helenismo de los romanos sufrió un lar­ aristocracia rústica y para los propietarios del Lacio.
go eclipse cuando Aníbal invadió Italia y llevó sus Frente a Catón, Grimal coloca la figura de los
ejércitos contra la Urbe. Hubo un movimiento de Escipiones, tan animados como el Censor por la fe
retorno hacia las fuentes etruscas y latinas; Roma en Roma, pero con exigencias de expansión y con­
abominó, temporariamente, del embrujo helénico. quistas que anunciaban ya el pensamiento imperial
Luego de las guerras con Macedonia todo vuelve de la época de César y Augusto.
a su cauce y los vencedores de Cartago, de Aníbal, “Si Catón representa el espíritu de los propie­
de Filipo y de Antíoco juran por los dioses del tarios rurales y la fuerte cohesión de la ciudad
Olimpo y sienten en sus almas la mesura apolínea. municipio, los Escipiones reclaman para sí la inter­
La helenización de las clases cultivadas era un pretación del pensamiento helénico que, venido
hecho irreversible. No se podía ser un hombre cul­ de Etruria y de la Magna Grecia, formó la con­
to si no se tenía conocimiento de la literatura y la ciencia romana y le dio los medios para expresarse”.
filosofía griega y no se manejaba su lengua con Catón y el grupo encabezado por los Escipiones
cierta holgura. Los romanos estaban convencidos encarnan, respectivamente, las dos corrientes en
que la lengua de los griegos poseía esa fluidez y que se divide el espíritu de Roma: la tradicional
una riqueza expresiva que los latinos nunca po­ y agrícola que halló en los Gracos su última expre­
drían alcanzar. sión política y la corriente imperial, helenística,
De esta certeza nació la idea de enseñar el latín que se abrió paso en el atardecer de la República
en cursos paralelos con el griego. Esta manera de y floreció con el Imperio.
estudiar la gramática se prolongó a lo largo de la Las guerras del siglo II a. de J. C. pusieron en
historia imperial y pasó a formar parte de los usos movimiento ambas fuerzas, como si Roma, frente
pedagógicos de nuestra civilización, hasta un pun­ a la agresión púnica, hubiera tenido necesidad de
to en que podemos afirmar, sin temor ni temblor, recogerse sobre sí misma y buscar en las tuerzas
que su abandono es una de las causas más impor religiosas la raíz de su alma ancestral. Vencidos
tantes de nuestro deterioro cultural. Catón el Cen­ los cartagineses, se lanzó hacia adelante para con­
sor encarnó la reacción contra el helenismo y su quistar el ámbito político donde se disolvería su
actitud desconfiada frente a la influencia griega re­ antigua personalidad, para dar nacimiento a esa
velaba la mentalidad del chacarero latino. No se liorna que Júpiter, Marte y Quirino querían impo­
crea por esto que Catón era hombre de criterio es­ ner sobre la cuenca del Mediterráneo. Roma, ca­
trecho e incapaz de apreciar las obras del espíritu. beza del Imperio, es el anuncio de esa otra Roma
Era fundamentalmente un romano en el momento que será la cabeza de la Iglesia Católica.

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Grimal cree que lo helenístico formaba también de distinta manera y en total acuerdo con los gus­
parte de la tradición romana auténtica. En esta tos que predominaron en los diversos estamentos
afirmación quizá convenga distinguir dos aspectos: sociales.
uno constituido por los elementos religiosos y étni­ La tragedia fue expresión de la aristocracia y co­
cos comunes a la ciudad del Lacio v a los pueblos mo tal tradujo los sentimientos del hombre egregio
griegos; el otro depende del proceso de racionali­ sometido a la fatalidad de un destino adverso. La
zación sufrido por la cultura helénica y que se co­ comedia tuvo sus adeptos entre el pueblo y la
noce con el nombre de helenismo propiamente dicho. burguesía ciudadana.
Hav un origen común en los pueblos greco-latinos Se puede decir, sin exageración, que Roma no
que explica ciertas semejanzas en sus creencias, tuvo nunca una verdadera aristocracia. Faltó a su
en sus costumbres y en sus respectivas trayectorias. clase dirigente esa educación estética que imponía
Pero hay también un proceso de extensión cultu­ en todos los actos del hombre la elegancia sobre
ral, perfectamente consciente, que se extiende por la utilidad. Roma fue, desde su comienzo, gober­
toda la cuenca del Mediterráneo, cuyo impacto Ro­ nada por un campesinado pragmático y poco amigo
ma sufrió a igual que otras ciudades, aunque con de cultivar bellas posturas y gestos heroicos. Aqui-
una capacidad receptiva en razón directa de su les no hubiera podido ser un héroe romano. Su pun­
energía histórica. donor personal lo hacía incomprensible para un
Esto aceleró la maduración de su ritmo evoluti­ pueblo que ponía la solidaridad patriótica por en­
vo, pero despertó, al mismo tiempo, la fuerte pro­ cima de cualquier actitud anárquica, por hermosa
testa de sentimientos todavía vigorosos v que en­ (jue fuera. El romano no amó el “bello gesto” pol­
contraban su alimento en las fuentes de la religión lo que pudiere tener de bello, lo honró cuando traía
nacional. Esta reacción explica la existencia de C a­ consigo un contenido que podía ser útil al orden
tón el Censor y también la hibridación que pade social.
cieron ciertas obras de arte romanas, hasta que las- Esta disposición del ánimo romano explica la
formas expresivas helenísticas completaron su tarea diferencia entre la “gravitas” latina y la “sofrosi-
de adaptarse a la romanidad. na” griega. La “gravitas” impone reserva en las
Conviene señalar también que tanto la tradición expresiones temperamentales por razones de co­
religiosa griega como la romana no conocieron en mando. Nace del arte de mandar, de la guerra si
sus criterios artísticos la rigidez de una forma hie- se quiere, no del teatro. La “gravitas” está muy
rática fija. La gran libertad expresiva de que dieron lejos de ser cómica, pero tampoco es trágica. No
muestra fue uno de los mejores legados que hizo se presta para la risa, pero no impone ese terror
el arte antiguo a la civilización latino cristiana. sagrado que emana del héroe griego acosado por
“ibris” de su propia desmesura. La “gravitas” es
LA PARADOJA DE LA COMEDIA EN EL simplemente la posesión de sí mismo que debe
TEATRO ROMANO tener siempre el jefe frente a sus subalternos.
En la tragedia griega el que pierde el control
El origen de la comedia ática es tan religioso de las fuerzas demoníacas que conmueven al espí­
como el de la tragedia. Ambas nacieron de los ritu entra en el terreno tenebroso de la violencia
coros dionisíacos, pero una y otra evolucionaron trágica y convoca contra él las potencias ciegas

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del destino. El que pierde la gravedad del talante La evolución que sigue la comedia en el curso
que conviene a un jefe en una situación de peligro de la historia romana obedece a un destino im­
sólo provoca un efecto cómico. puesto por su mismo origen. Como se trata de una
Esto quizá pueda explicar por qué razón la co­ forma vulgar del drama y, en alguna medida, pro­
media tuvo más éxito que la tragedia en el teatro pia del espíritu popular, cuando las clases patri­
romano. El hecho que hayan sobrevivido veinti- cias fueron perdiendo el control de la situación
siete piezas cómicas anteriores al siglo primero de política y la burguesía se afianzó en el poder, la
nuestra era es un indicio del valor que se les con comedia se fue imponiendo y se hizo cada vez
cedió. D e las tragedias representadas en ese tiem más grosera.
po apenas si subsisten algunos pocos títulos y una En la época imperial la tragedia había desapa­
docena de fragmentos recogidos por los gramáticos recido casi por completo del teatro romano. La
para uso de los escolares. atelana y el mimo habían reemplazado los viejos
Livio Andrónico y Nevius fueron los primeros juegos escénicos y, a través de Plauto y Terencio,
en adaptar las comedias griegas al gusto romano. continuaron las farsas de Menandro.
Estas adaptaciones imponían un par de recaudos: Estas expresiones del teatro popular latino tenían
hacer que los lances demasiado exóticos fueran com orígenes remotos. La atelana procedía de Campa-
prensibles para el público romano y conservar la nia y era una suerte de representación improvisada
atmósfera griega para no ofender la “gravitas” ro­ a la manera de los juegos de Polichinela. La acción
mana. corría a cargo de cuatro personajes graciosos que
AI romano le gustó reír, y hasta admitía hacer­ encarnaban sendos tipos de la fauna popular: Papo,
lo a expensas de su gravedad y dentro de los límites el viejo de buen sentido; Dosene, un jorobado char­
que permitía el decoro. Guando la comedia faltó latán y en oportunidades, sabio; Buco, el tragón,
a las exigencias de este requisito y llevó sus bro­ y Maco el tonto.
mas hasta vulnerar la autoridad, tanto el come Con estos cuatro personajes se realizaba una ac­
diante como el comediógrafo pagaron con el des­ ción cómica que, sin grandes pretensiones y mucha
tierro, y a veces con la vida, su falta de contención. sal gruesa, hacía reír a un público con pocas exi­
Nevius sufrió un percance de esta naturaleza gencias.
cuando escribió, en uso de una libertad de lenguaje El mimo era una especie de farsa que tenía en
que las costumbres toleraban, un verso cuya equi- Roma muy viejas raíces y sus antecedentes se ex­
vocidad permitía una interpretación insultante para tendían por toda la Italia meridional, prestándose
el cónsul Metellus: su juego a escenas humorísticas de todo calibre.
“Fato Metelli Romae fiunt cónsules.” El que se estiló en Roma durante el ocaso de la
La palabra “fato” tiene doble sentido: puede República y el Imperio no pertenecía al género
significar el destino o la desgracia. Según uno u más refinado. Se trataba de pantomimas muy tos­
otro, la frase puede ser un insulto o una simple cas en las que se faltaba alegremente el respeto
constatación. Como el verso fue dicho en plena a todo el mundo. Burlas a las costumbres femeni­
guerra, Nevius olvidó el valor político de la “gra nas y masculinas con una dosis de obscenidades
vitas” consular. Fue encarcelado y más tarde des­ bastante cargada, pero que aseguraba el éxito entre
terrado de Roma. los marineros, menestrales y antiguos soldados que

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componían la clientela habitual de los teatros sub­ de hombres que pertenecían a los estamentos más
urbanos. Se hacían alusiones a los hombres públicos cultos de la ciudad.
sin que escapara a ellas ni el emperador. Se ha discutido también la originalidad de
Se recuerda la escena cómica llevada al teatro su obra y en esta discusión está comprometida la
por Dato, donde se aludía al parricidio cometido independencia de la inspiración romana con res­
por Nerón. pecto a sus modelos griegos. Las diferencias exis­
La comedia se fue perdiendo en la medida que tentes entre Terencio y Plauto y el uso que ambos
el teatro se dirigió a un público cada vez más hicieron, aunque con matices muy personales, de
vasto. La necesidad de impresionar a las muche­ algunos recursos cómicos tradicionales, señalan la
dumbres con escenas realistas obligó a ampliar originalidad de los dos autores. Indican también
fastuosamente los escenarios, montar máquinas y que la comedia romana, pese a todo lo que pudo
aparatos capaces de producir los efectos buscados tomar en préstamo a la de Atenas, no era un
por el escenógrafo, más atento a provocar el pavor, simple calco.
el espanto, que a producir obras de mérito esté­ La comedia de Plauto, nacida durante los años
tico. E l ingenio se agotó en la invención de tramo­ de la guerra contra Cartago, tiene un carácter to­
yas y el arte del diálogo cedió el paso al puro es­ davía más romano que la de Terencio. Este “um­
pectáculo visual. brío” de Sarsinas era hombre de negocios y em­
No podemos cerrar este comentario sobre la co prendió el camino del teatro para restaurar una
media romana sin referirnos brevemente a la per­ fortuna perdida en el comercio.
sonalidad de Terencio y Plauto. “El teatro de Plauto —escribía Grímal— no es
Terencio, segundo de los grandes comediógrafos griego. Concede un amplio lugar no sólo a lo ro­
romanos, había nacido en Cartago y con toda pro­ mano, sino también a lo italiano. Detalles de cos­
babilidad era de origen púnico. Hay quienes sos­ tumbres, de instituciones, incluso de topografía,
tienen que pudo ser numida. Sólo sabemos que muestran que las escenas, a pesar de los nombres
entró en Roma en calidad de esclavo, pero liber­ griegos de sus personajes, concesión a la «gravi­
tado por el senador C. Terentius Lucanus, pasó a tas», están pensando en un ambiente romano” 3.
pertenecer a su familia cuyo nombre inmortalizó Romana es también la intención de Plauto, y
con su obra. moralizante, en el sentido en que lo entendía el
Como Livio Andrónieo adquirió en Roma toda viejo Catón: dar a los romanos la conciencia de
su cultura y se impregnó del helenismo que fue la su responsabilidad patriótica y poner lo helénico
consecuencia intelectual de las guerras púnicas y como ejemplo pernicioso de individualismo. Plan
especialmente de la conquista de Grecia. Muchos to imita a los griegos, pero se sirve de ellos para
eruditos suponen que algunas de las escenas de su edificar el ánimo romano. Su posición espiritual
teatro fueron escritas por nobles romanos adscrip- se encuentra en el cruce de los caminos que van
tos al círculo helenizante de los Escipiones y que por los Escipiones al helenismo y por Catón al
por razones de “gravitas” no se atrevían a presen­ tradicionalismo moralizador de la República. El
tar con sus nombres. Como quiera que haya sido, Imperio, como un río caudal, nació de estas dos
esta opinión refleja un hecho, y es que Terencio fuentes v de ambas dependió su duración y su éxito.
encarnó la disposición común a un amplio grupo
3 G ju m a l , Pierre: o. c., pág. 94.

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LA FILOSOFIA EN ROMA sesgo que tomaba la política romana, no escri­
bieron nada pero afectaban en los negocios te­
El mundo romano no mostró una especial apti­ rrenos una cierta displicencia estoica.
tud para comprender y cultivar ese fenómeno cul­ El menos estoico de todos ellos fue Cicerón y,
tural que fue la filosofía clásica en Atenas. Sólo al mismo tiempo, el único que tradujo por escrito
se conoció en Roma la filosofía correspondiente sus inquietudes filosóficas. No fue, para hablar
al período helenístico y podemos decir que la con propiedad, un pensador sistemático. Le gus
robusta salud social del romano reaccionó con vi­ taba escribir y esto dice todo acerca de la versa­
gor contra el racionalismo individualista de este tilidad con que acogió los temas más variados y
producto de la decadencia griega. Por supuesto las influencias espirituales más diferentes sin lo ­
fue Catón el Censor el primero que se hizo eco grar integrarlas en un cuerpo original de doctri­
de este sentimiento de repulsa y pidió la expul­ na. San Agustín se refirió a él con encomio, por
sión de la ciudad de Roma de los filósofos Dió- la influencia especial que ejerció en su formación
genes, Carneades y Filolao. Como es fácil de­ ese libro de Marco Tulio que se llamó Hortcnsio.
ducir fue un Escipión quien se opuso a esta m e­ Desgraciadamente para nuestra curiosidad el
dida y prestó su casa y su prestigio para acoger libro se ha perdido, pero no creo pecar contra la
la filosofía en la persona de Panecio. filosofía si conjeturo que no debe ser muy su­
Las viejas ciudades helénicas estaban llenas de perior a los otros que de él nos quedan. San
filósofos y la fama de la ciudad del Tíber no Agustín era un lector ávido y una lectura solía
tardó en atraer sobre ella una banda de intelec­ sugerirle muchas ideas que atribuía con genero­
tuales griegos, cuyos pintorescos atuendos pare­ sidad al libro leído. Esta actitud del santo doctor
cían estar en proporción inversa con su importan­ nos permite sospechar que concedió al Hortensio
cia espiritual. Los romanos tomaban de ellos lo mucho más de lo que el genio de Cicerón puso
que mejor se avenía con sus intereses prácticos, en él.
limitándose al estudio de las doctrinas relaciona­ Los otros cultores republicanos de la filosofía
das coh la vida moral. fueron menos felices y carecieron de posteridad
Varrón es el primero de los romanos que, sin conocida. Dos de ellos, Bruto y Cacius, intervi­
ser precisamente un filósofo, volcó en numerosos nieron demasiado activamente en el asesinato de
tratados una asombrosa erudición que hablaba César. Esto malquistó la filosofía con los here­
alto de su gran capacidad para el estudio y de deros del dictador. Desde ese momento fueron
su insaciable curiosidad. Escribió muchos libros, sospechosos de abrigar ideas contrarias al Estado.
pero pocos han llegado hasta nosotros y permiten Sólo con los Antoninos la filosofía ocupará una
formarnos una idea de los extraños caminos que parte de los ocios del emperador: ligeramente epi­
podía recorrer la filosofía en la mente de un cúrea con Adriano, se hará nuevamente estoica
romano. con Marco Aurelio.
Después de Varrón la filosofía encarnó en los El romano común nunca la miró con buenos
últimos representantes de la República, cuya fi­ ojos, la encontraba demasiado griega y adscripta
gura más representativa fue la de Catón de Útica. a usos y costumbres de los que abominaba en
Rigurosamente pedantes y muy amargados por el aras de la “gravitas” tradicional. La admitió

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cuando la pérdida de la fe en los antiguos dioses la pedantería pedagógica, habría podido legar al­
fue casi un hecho y el emperador, como decía gunas magníficas elegías y no ese chorro inaca­
Elvio Prisco, debía poder entregarse a los nego­ bable de versos que se llamó “De rerum natura”.
cios políticos bien armado espiritualmente contra De cualquier modo, el famoso poema de Lucre­
los golpes del destino. cio muestra, aquí y allá, las pruebas de que fue
Así se buscó en ella un arma contra la irracio­ hecho por un poeta y no sólo por el empedernido
nalidad de la suerte, por esa razón entró en la reconstructor de la filosofía de Epicuro.
inteligencia a la muerte de la religión, pero im­ Lucrecio adoptó el epicureismo y pretendió
puso su necesidad. Las preferencias por e! estoi­ conciliar el materialismo de Demócrito v Leucipo
cismo nacieron del temperamento activo del ro­ con las enseñanzas que sobre el placer habían
mano. Quintiliano decía que el hombre cívico predicado los filósofos de la escuela de Cvrene.
es verdaderamente sabio cuando se entrega a la El sincretismo tenía su originalidad v más que a
administración del Estado y no a vanas refle una moral hedonista tendía a conseguir un temple
xiones. de ánimo que no desesperase frente a los dolo­
“¿Qué filósofo ha intervenido como juez en un res de la muerte y, en particular, ante las ame­
proceso o como ciudadano en una asamblea del nazas de las sanciones ultraterrenas enseñadas
pueblo? ¿Cuál se ha ocupado del gobierno para por la tradición religiosa. El libro de Lucrecio
poder dar reglas y consejos?” fue un modelo de moral sin religión, pero nunca
Estas dos preguntas de Quintiliano traducen negó la existencia de los dioses.
mejor que cualquier otro comentario el pensa La conciliación de su teísmo teórico y de su
miento del hombre de acción frente a eso que ateísmo práctico nacía del concepto muv parti­
consideraba las vanidades de” la filosofía. Ade­ cular que tenía acerca de la naturaleza de los
más deja traslucir la sospecha de que tal entrega dioses. La esférica perfección de que gozaban los
a las cuestiones ociosas del pensamiento es mala seres divinos les impedía ocuparse de otra cosa
de por sí. que no fuera el goce de la plenitud vital que po­
Contemporáneo de Cicerón fue Tito Lucrecio seían. Esto los hacía definitivamente epicúreos
Caro. Nació en la Campania por el año 95 a. de y no teníamos por qué temer que se ocuparan de
J. C., según la cronología de San Jerónimo, y se nuestras pobres almas para atormentarlas en las
dio muerte con un veneno cuarenta y cuatro años regiones infernales.
después. Este gran poeta latino no fue total­ La orientación práctica de la inteligencia ro­
mente romano, ni por el nacimiento, ni por el es­ mana explica por qué razón la filosofía, como la
píritu, aunque fuese el latín su “patria lingua”. poesía y la historia, eran instrumentalmente usa­
Heredero de la tradición poética de Ennius, no das para reforzar el arte de la retórica. En la
se preocupó, como su coetáneo Catulo, por mo­ elocuencia veía el romano la utilidad de todos
dificar la métrica de los versos e introducir en el estos saberes y la completa realización del hom­
arte nuevos refinamientos. Tomó la tarea de ver­ bre culto.
sificar como un instrumento didáctico para trans­ En el año 93 a. de J. C. se abrió en Roma la
mitir sus ideas. No obstante, debe reconocérsele primera escuela de oratoria latina donde enseñó
un gran talento literario, y si no hubiere sido por L. Plocio Galo, cliente de la casa de Mario. Es

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curioso advertir que esta primera escuela de re­ bradas a un ejercicio que se regía según criterios
tórica, contra lo que podía esperarse, se apar­ propios y no a imposiciones provenientes de la
taba de la tradición griega y denotaba una mar­ religión. La cultura greco-latina no fue sacral en
cada predilección por los asuntos de interés sentido estricto y esta libertad de su actividad es­
inmediato. piritual la transmitió a la civilización que la
La Retórica a Erenio es uno de los pocos ma­ sucedió.
nuales que ha sobrevivido al naufragio de este
arte. Probablemente este libro perteneció a uno
de los alumnos de Plocio Galo. En él se aconse­
ja, con claro realismo, que las cuestiones de tipo LAS CREENCIAS RELIGIOSAS
Orestes y Clitemnestra hay que reemplazarlas por AL FINAL D E LA REPUBLICA
asuntos que tengan directa relación con la vida
romana: cuestiones de derecho penal, comercial o Cualquiera que visitaba Roma durante el siglo
marítimo. primero a. de J. C. podía observar que la Urbe
Repetimos, esta enseñanza no excluía la poe­ mantenía en todo su esplendor el culto de los
sía, la suponía. La lectura y explicación de los antiguos dioses. Los templos dedicados a las
poetas era una indispensable iniciación para que numerosas festividades públicas eran muy con­
el niño adquiriera conciencia del ritmo de la len­ curridos. Una impresionante cantidad de colegios
gua. La filosofía venía después para dar al ora­ sacerdotales se encargaba de mantener en vilo
dor un cierto horizonte intelectual v la oportu­ los cultos de esta abigarrada población sobrena­
nidad de lucirse con citas adecuadas. También tural.
tendía a agudizar el ingenio en la argumentación Júpiter, como siempre, encabezaba el cortejo
coherente. de los dioses, y los templos levantados en su honor
Este pragmatismo romano nos instruye sobre adornaban los puntos más importantes de la ciu­
los límites en que debemos aceptar el tema de la dad. En el Capitolio estaba el de Júpiter Pere-
fascinación que Grecia pudo ejercer sobre sus trius, en la Vía Sacra el de Júpiter Stator, en el
fieros conquistadores. La influencia helénica au­ Palatino el de Júpiter Victor y había un templo
mentó en los últimos años de la República y la en la isla del Tíber dedicado a Júpiter Jurarius.
filosofía didáctica propia de los exponentes del Neptuno había consolidado su prestigio des­
helenismo ejerció en la mente romana un efecto pués de las guerras púnicas y el agradecimiento
bastante nocivo. romano se manifestó en varios templos dedicados
Como estas reflexiones sobre la cultura romana a su honor. El más importante se levantó en el
tienen el propósito de hacer notar los elementos campo de Marte y hubo otros, de menor fuste,
que posteriormente ingresaron en la civilización en diferentes partes de la ciudad.
latino-cristiana, conviene advertir el carácter li­ Marte, divinidad privilegiada y una de las pri­
bre que tuvieron todas estas creaciones cultura­ meras adscriptas a la gloria de Roma, tenía todo
les. Los greco-latinos, en sentido muy diverso de un campo consagrado a su culto y un gran tem­
los hebreos y posteriormente de los musulmanes, plo sobre la Vía Appia. En el mismo campo de
dejaron sus expresiones artísticas y científicas li- Marte se erigió también un santuario para Apolo.

196 197
Si nos atenemos al número de los edificios de­ cabeza del culto oficial, y cuyo origen remontaba
dicados, luego de Júpiter, la divinidad más ve­ a Numa. Sila aumentó el número de los pontí­
nerada de Roma fue Juno. Sobre el Arx existía fices, que llegó a ser de quince miembros. La
un templo llamado de Juno Moneta. En el campo misión propia de este colegio fue cuidar el culto
de Marte estaba el de Juno Reina y el de Juno público de la ciudad. Defendía la religión de
Sospita. En el monte Esquilino el dedicado a Juno las innovaciones y del abandono que suele ser
Lucina. su triste consecuencia. El sumo pontífice tenía
Mercurio, Minerva, Diana, Ceres y Venus eran su cargo por vida y concentraba en su persona
especialmente venerados por los romanos y cada todos los poderes del colegio pontifical.
uno de ellos tenía sus santuarios. No enumera­ A este colegio lo sucedía en importancia el de
remos los templos dedicados a los héroes divini los Augures, una institución cuyo nacimiento se
zados ni a las numerosas abstracciones, como la pierde en la leyenda. El número de sus compo­
Concordia, la Fides, la Fortuna, la Mente, la Pie­ nentes aumentó también por iniciativa de Sila, que
dad y la Victoria. No faltaban los santuarios mo­ pretendía reforzar con esta medida las institucio­
destos dedicados a divinidades menos notorias ni nes tradicionales. La República, ya en su ocaso,
los monumentos recordatorios que hablaban de conoció un colegio de quince augures, no muy
una piedad difundida y copiosa. Había altares convencidos del valor de su extraña ciencia ni
dedicados al dios desconocido que, como su ho­ muy seguros en la ejecución de sus ritos, pero
mónimo de Atenas, apuntaba a una divinidad con la certeza de su valor político. Asistían a los
cualquiera que pudiese haber eludido el conoci­ magistrados de la ciudad e interpretaban los sig
miento de esa constante y tenaz preocupación re­ ns favorables o desfavorables que leían en las
ligiosa. entrañas de las aves y que servían de presagio
Las fiestas —el hombre antiguo no conoció eso para iniciar o desistir de una empresa. El colegio
que nosotros llamamos fiestas cívicas— fueron tenía una reunión mensual de carácter ordinario,
siempre religiosas y ocupaban una buena parte del pero el Senado podía convocarlo para una sesión
año. Basta leer el calendario religioso para po­ extraordinaria si así lo creía necesario.
der apreciar todo el tiempo que se reservaba al El Colegio de los “Quindecenviros Sacris Fa-
culto. Existían fiestas ordinarias y fiestas extra­ eiundis” remontaba su prosapia hasta los prime­
ordinarias. Entre estas últimas sobresalieron los ros reyes de Roma. En sus comienzos no tuvo el
triunfos. En ellos se exaltaba al mismo tiempo nombre que adoptó, probablemente, durante el
la patria y la religión cuando el general victo­ gobierno de Sila, al elevarse a quince el número
rioso ofrecía en el altar de la ciudad los laureles de sus miembros. Tenía en su gobierno el culto
y las víctimas que llevaba consigo. de los dioses que no pertenecían a la nación ro
mana. Consultaba los libros Sibilinos y en la
Un número tan grande de dioses exigía un ce­
misma medida que se extendió el dominio de
remonial vasto y minucioso y para su realización
Roma se amplió su jurisdicción.
estaban consagrados los colegios sacerdotales, unas
asociaciones que se llamaron sodalidades y no po­ Tenía el poder de abrir el panteón romano a
cos sacerdotes no colegiados. Los colegios sacer­ las divinidades extranjeras, vigilar el culto de esas
dotales fueron cuatro: el de los pontífices, a la divinidades recientemente incorporadas y estable -

198 199
cer las reglas para asimilarlas a las costumbres En este cuadro de la religión romana convie­
romanas. ne recordar el Colegio de las Vestales. Eran vír­
El cuarto colegio sacerdotal era el de los F e ­ genes consagradas a mantener permanentemente
riales, de origen tan arcaico como los otros y a encendido el fuego de Vesta. Vivían en una co­
cuya competencia incumbían las declaraciones de munidad bajo la dirección espiritual de la Gran
guerra, tratados de paz, alianzas y armisticios. Vestal y estaban totalmente retiradas del mundo.
Había otras asociaciones religiosas que lleva­ Si llegaban a violar su voto de castidad eran con­
ban el nombre de Sodalidades. Se conocen cua­ denadas a muerte por el sumo pontífice, quien
tro: la de los Lupercales, cuya fiesta anual era ru­ las hacía sepultar vivas.
bricada con un sacrificio en una gruta llamada Este aparato religioso se mantenía en pie hacia
antro del Lupercal y luego en una carrera alrededor el fin de la República, pero como escribe León
del Palatino. Era también un culto arcaico y aso­ Homo: se practicaba, pero ya no se creía. El
ciado con las divinidades de la tierra. mismo autor señala ese escepticismo como una
La sodalidad de los Hermanos Arvales era to­ prueba del debilitamiento de la tradición 4.
davía nrás vieja y estaba ligada al culto de la
tierra nutricia y de la Dea Dia, cuya fiesta anual
caía en el mes de enero.
La sodalidad de los Salianos tenía las fiestas
dedicadas a Marte durante el mes de marzo. D i­
rigía las danzas armadas v presidía la purifica­
ción de los instrumentos de guerra: “el armilus-
trium”.
Hubo una última sodalidad llamada de los
Titianos que debía su nombre al rey sabino Ti-
tius Tatius. Tenía por misión perpetuar el culto
de los dioses sabinos.
Junto a estas asociaciones existieron también
grupos sacerdotales destinados a un culto espe­
cial. El más famoso fue el de los Flámines, que
dependían del sumo pontífice y cuya tarea era
la conservación del culto a los grandes dioses de
la ciudad: Júpiter, Marte y Quirino. Hubo otros
flámines dedicados a otras divinidades menores.
Aulo Gelio en sus N oches áticas hace una deta
liada descripción de la vida que llevaban los flá­
mines dedicados a Júpiter. Tan minuciosas eran
las prescripciones y las reglas a las que debían
someter sus conductas, que sólo recordarlas era * H o m o , L e o n : D e la Rome païenne a la Rome chrétienne,
una tortura. Lafont, Paris, 1950, p. 35.

200 201
Vili

LA CONSOLACION POR LA FILOSOFIA

SENECA Y NERON

No se conoce con exactitud el año en que Sé­


neca vino al mundo, pero se sabe que nació en
Córdoba, la ciudad andaluza engrandecida por
el pretor Marcelo y en donde la familia del fu­
turo filósofo llevaba algunos años de permanen­
cia. Su padre llevó el nombre Marco Anneo Sé­
neca. El gentilicio Anneo marcaba su antigüedad
con demasiada insistencia para que los genealo-
gistas no lo hallaran sospechoso. La madre se
llamó Helvia y, según se dijo, fue algo pariente
de Marco Tubo Cicerón.
Este parentesco testimonia por la herencia re­
tórica de nuestro Lucio Anneo Séneca. Su padre
había sido maestro en Córdoba y tenía fama de
orador elocuente. Esta fama le hizo encontrar un
poco chato el ambiente cordobés para el desarro­
llo de sus condiciones. Lucio era todavía un niño
cuando Marco decidió ejercer su oficio en la
Urbe.
Con su padre comenzó los estudios literarios y
asistió más tarde a las clases de Higinio, Cestio
y Assinio Galo. Atraído por la filosofía, se dedicó
con entusiasmo a seguir las lecciones de la escue­
.*! ' la de Atalo. E l cultivo de esta disciplina lo ilus­
tró sobre todos los tópicos usados por los orado-

203
res, pero al mismo tiempo le inspiró un ideal dijo a sus amigos que amaestraba un león. Su
ético a cuyas normas trató de ajustar su vida. énfasis lo llevó a exagerar bastante la índole de
“Observarás —escribe en la Epístola cvm— que su real discípulo, que era apenas un degenerado.
la mayor parte de los que oyen filosofía, asisten Los primeros pasos del gobierno de Nerón fue­
a la escuela como a sitio de recreo. No tienen la ron discretamente buenos, y es opinión de mu­
pretensión de abandonar ningún vicio ni se pro­ chos que esta provisoria bondad fue por influencia
ponen ningún modelo para ordenar su vidas, sino de Séneca.
que buscan solamente el agrado de los oídos”. La locura latente en el alma del emperador apa­
De la retórica como arte extrajo su primer dolor reció luego que hizo asesinar a su madre. Los
cuando incurrió en la envidia de Calígula y en historiadores dicen que Séneca no tuvo nada que
la persecución que desató contra él Mesalina. Más ver con este crimen, ni con otros que le sucedie­
tarde, durante el reinado de Claudio, fue acusa­ ron. Probablemente asqueado por el giro que to­
do de haber abusado de la inocencia de Julia, maba la vesania de Nerón y puesto sobre aviso a
y desterrado a la isla de Córcega. Allí debió re­ raíz del asesinato de Burro, se retiró a una villa
currir a todos los consuelos espirituales de la fi­ de la Campania, donde pasó sus últimos años
losofía para combatir el horror de la soledad du­ dedicado a escribir sus reflexiones y a consolar­
rante los nueve años que duró su exilio. se de los emperadores.
Otra vuelta de la voluble fortuna lo llevó nue­ De este modo evitó, por un tiempo, el clima
vamente a la corte imperial. La emperatriz Agri- malsano de la corte, pero no pudo hacer que Ne­
pina puso bajo su cuidado la educación de Nerón rón no se preocupara por su existencia. Había
y uno de sus primeros trabajos oratorios fue re sido un hombre demasiado notorio para que el
dactar el elogio fúnebre del difunto emperador emperador lo olvidara con facilidad y había fre­
Claudio. Su discípulo Nerón lo pronunció con cuentado largo tiempo la mente de Nerón para
gran énfasis delante de todos los grandes magis­ que éste no temiera su ironía.
trados de la ciudad. Nadie ignoraba que Claudio Para esa época Nerón se había declarado dios,
había sido envenenado por Agripina y advertían y, aunque su físico no lo disponía favorablemente
el cómico contraste entre el lúgubre asesinato per­ para ese papel, pues era un mozo de piernas dé­
petrado por la madre del orador y los engolados biles, de cuerpo adiposo y un rostro abotagado y
pensamientos fúnebres redactados por el profe­ sin fuerza, lo había adoptado para que el nuevo
sor de retórica. cargo lo librara para siempre de remordimientos
Séneca era sobrio en cuanto a la alimentación y problemas de conciencia.
y a la expresión de sus emociones, pero lo era Terapéutica estrafalaria pero no totalmente re­
mucho menos en el manejo de la sintaxis latina ñida con el concepto moderno de las transferen­
y muy pronto otros literatos que aspiraban a ocu­ cias psicológicas. En realidad se curó de todo
par su puesto lo acusaron de corromper el gusto cuanto podía quedar en él de humano y su lo­
del joven Nerón enseñándole a escribir en un es­ cura entró en un plan de realizaciones heroicas
tilo muy afectado. de las que no excluía un cierto humor negro.
El verdadero carácter de Nerón no pasó inad­ Soñaba con un gran templo eregido a su genio
vertido a su maestro, y en alguna oportunidad y una ampliación no menos grandiosa del urba-

204 205
nismo romano. Cuando estalló el famoso incen­ Natal, que odiaba a Séneca, lo acusó de estar
dio de la ciudad, los habitantes, que conocían también en la intriga y el emperador lo condenó
sus inquietudes arquitectónicas y algunos de los a muerte. Tácito afirma que Séneca no tuvo nada
extraños vericuetos de su mente, pensaron que que ver con la conjuración de Cayo Calpurnio
podía ser él el autor del horrible siniestro. Nun Pisón y que tal complicidad sólo existió en la
ca se logró saber dónde estaba el culpable, pero mente de Natal. Otros suponen que hubo una
como el pueblo pedía uno a grandes alaridos, conversación entre Séneca y Natal acerca de Pi­
Nerón creyó conveniente hallarlo y lo más pronto són y durante ella se pronunciaron palabras que
posible. el cerebro de Nerón y el espanto de Natal con­
sideraron comprometedoras. La verdad no se co­
Ignoramos las razones que lo llevaron a elegir
a los cristianos como víctimas para desempeñar noce y éste es uno de los tantos misterios que la
el papel de incendiarios. Era una secta poco nu­ historia guarda en sus cajones secretos.
merosa y como afirmaba Tácito, sus adeptos per­ El filósofo supo enfrentar la muerte con calma
tenecían “a cuanto hay de criminal e infame en estoica y aprovechó la oportunidad para dar su
la ciudad de Roma” 1. última lección de filosofía y afirmar la imagen
Hecha la elección resultaron excelentes chivos con que quiso pasar a la posteridad.
emisarios y pudieron servir en otras oportunida­ ¿En qué consistió la enseñanza de Séneca y
des célebres para distraer la atención pública de qué valor tuvo su pensamiento? Si pretendemos
algunos asuntos que el Estado prefería mantener indagar la importancia teórica del senequismo,
bajo capa. debemos admitir que la filosofía de Séneca no
tiene método y carece de una arquitectura siste­
Purgada la culpa del incendio con el sacrificio
mática capaz de colocarlo entre los grandes pen­
de los cristianos, Nerón se dio con vigor, y no
sadores del mundo antiguo.
sin talento, a la transformación urbanística de Ro­
Fue un gran escritor, a veces brillante, a veces
ma. En esta tarea lo sorprendió la muerte de su
afectado, pero en todo momento sabe traducir
mujer, Popea. Según unos falleció como conse­ con fidelidad el estado espiritual de su época. Es
cuencia de un aborto y según otros el aborto fue un testigo excelente para conocer el mundo en
provocado por una patada en el vientre que le que le tocó vivir y en el que desempeñó el papel
había dado su divino esposo. Sea como fuere, de director de conciencias.
Nerón la sintió mucho y lloró públicamente sobre La tónica de sus reflexiones está dada en sus
su cadáver. Epístolas morales. En ellas, por momentos con
El luto no ha sido hecho para los dioses, y como gran felicidad, une el tono familiar y directo con
Nerón no olvidaba jamás su divina condición, la reflexión doctrinaria. Sus propósitos son prác­
prosiguió con entusiasmo la construcción del tem­ ticos y trata de enseñar el recogimiento y la li­
plo a su genio. Estaba en estos menesteres cuan­ bertad en una vida retirada, sin apegos, y me­
do se descubrió la conspiración que pretendía po­ lancólica.
ner en su sitio al senador Calpurnio Pisón. “Recógete en ti mismo cuanto puedas; busca a
aquellos que puedan hacerte mejor y recibe tam­
1 T á c it o : Anales, XV, 44.
bién a quienes tu puedas mejorar. Esto es re-

206 207
cíproco, los hombres aprenden cuando enseñan” 2. Esto era mucho más cierto de lo que hoy esta­
Son los consejos de un profesor desengañado mos dispuestos a creer, porque efectivamente la
pero fiel a su oficio. La época es dura para quien vigilancia maniática del emperador se hacía sentir
gozó los favores del poder y se ve ahora en la mucho más sobre sus allegados que sobre la pobre
soledad de un retiro forzoso. Séneca admite que gente que vivía lejos del trono.
se pueden dar lecciones públicas “pero nadie es Si su filosofía trató de ser un consuelo para un
capaz de comprenderte, exceptuando uno o dos, tiempo en que se despreció a los hombres, no es
y a éstos tendrás que formarlos” 3. de extrañar que la exposición de sus pensamientos,
El pensamiento de Séneca no tiene, como el de invariable en cuanto al tono dominante, siga los
Epicuro, su hontanar en un temperamento cae­ movimientos de un ánimo muy sensible a los cam­
dizo. El tono recogido e íntimo que adopta nace bios humorales. Esto explica su eclecticismo y las
de la situación que vive, no de sus entrañas. Sé­ numerosas contradicciones que se encuentran a lo
neca fue hombre bien dotado para la vida y no largo de sus escritos. No es raro leer en ellos una
tuvo espontáneamente los gustos que la necesi­ exaltación de la solidaridad, luego de haber acon­
dad le obligó a adoptar. sejado el alejamiento de todo trato social.
Sus adversarios le atribuían una fuerte incli­ La filosofía sirvió de consuelo y a esta exigencia
nación a los placeres de la mesa v del tálamo. pragmática plegó el orden de sus sentencias. Es
Por mucha malevolencia que hayan puesto en es­ inútil buscar un principio espiritual que sirva de
ta acusación, no se la puede poner totalmente en fundamento ontologico a todo su edificio concep­
duda. La posición que logró, la fortuna que tual. Su física es, al mismo tiempo, una suerte de
amasó, la importancia social que tuvo, bregan por teología y el concepto de dios, como mente del
el vigor de su personalidad. Sus reflexiones fue­ universo, razón, logos y fuego sutil, es algo más
ron una compensación y un refugio. imaginado que concebido y posee todos los atri­
Muchos de sus aforismos con respecto a los butos de una metáfora poética.
beneficios de la vida simple o del retorno a la La ética es búsqueda del equilibrio anímico y
naturalidad primitiva son tópicos literarios y te­ se logra acallando las pasiones bajo el dominio de
mas para ejercicios de estilo y en su pluma de­ una razón resignada, desesperada, y vanamente
latan más decepción que desprecio por las co­ empeñada en hallar una esperanza en un mundo
modidades y los refinamientos de la civilización. donde no hay nada que esperar.
En su último retiro campestre no carecía de nada
y cuando se suicidó por orden de Nerón, lo hizo
EL ESTOICISM O DE EPICTETO
en un baño que no hubiese tenido nada que en­
vidiar al de Petronio, que pasaba por ser el ár­ Nerón fue un punto crucial en esa primera fase
bitro de la elegancia en ese momento. de la filosofía como consolación, porque realizó,
“La libertad se abriga bajo el techo de paja, de un modo egregio, el tipo de emperador de quién
como ahora la esclavitud bajo el oro y el mármol” 4. la filosofía debía consolar. Séneca, que había co­
nocido a Calígula, rindió a ambos el tributo de su
2 S é n e c a : Epístolas M orales, VII.
melancólico desprecio. Lo dice con claridad en su
3 Ibid.
4 SÉNECA: o. c., Ep. 90. tratado sobre la ira, cuando afirma que en la corte,

208 209

a
la única posibilidad de llegar a viejo consiste en estimación. No sabemos mucho más acerca de este
la aptitud para sonreír entre los insultos y las filósofo, porque su capacidad expresiva, como la
injurias. de Sócrates, se gastó totalmente en conversaciones
Cayo Mussonio Rufo tuvo mejor suerte o mejor privadas. No escribió nada. Su discípulo Epicteto
disposición para sobrevivir que Séneca. Nerón se logró amplia fama y una larga posteridad gracias
contentó con echarlo de la ciudad a la que volvió al arte de dictar, en breves sentencias, los prin­
más tarde llamado por Tito, que sintió por él un cipios fundamentales de la filosofía que aprendió
gran aprecio. de los labios de Mussonio Rufo.
Los escépticos dicen que Tito no cometió mu­ Epicteto dijo que Mussonio era estoico y llevaba
chos errores porque vivió poco y sólo su corta vida una vida muy austera, poco usual en su época.
explica la buena imagen que dejó en la historia. Estimaba que el cuerpo debía ser sometido a una
Queda firme como recuerdo de su paso por la dura disciplina para que no se opusiera al ejercicio
magistratura imperial su generosidad y su mag­ de las virtudes. Y lo que fue más notable, siguió
nanimidad. Para los que piensan en la suerte co­ sus propios consejos.
rrida por Jerusalén cuando fue ocupada por Tito Epicteto fue de origen griego. Había nacido en
en el 70 de nuestra era, tales afirmaciones pueden el pueblo de Hierápolis, en Frigia, en las cercanías
parecer exageradas, pero en tal apreciación no se del año 50 de nuestra era. Llegó a Roma como
puede desestimar una razón de oficio. En Jerusa­ esclavo del jefe del cuerpo de guardias de Nerón,
lén fue un general al frente de un ejército para pero a la muerte de su amo recuperó la libertad
sofocar una sublevación, en Roma fue un gober­ y ejerció el oficio de filósofo en la capital del im­
nante. No se puede pedir en ambos casos las mis­ perio, hasta que Domiciano, sucesor de Tito, expul­
mas virtudes y los mismos criterios. só a todo el gremio del radio de Roma.
Amaba a su pueblo y esto no quiere decir que Domiciano fue todo lo contrario de su hermano
amara a todo el mundo. Lo demostró en ese par Tito y esta disparidad de disposiciones se acentuó
de años que sucedió a su padre en el trono de con el tiempo. Los primeros años de su gobierno
los césares. Durante su gobierno se sucedieron va­ fueron severos, y aunque muy rígidos, perfecta­
rias calamidades que pusieron a prueba su buena mente soportables. Cuidaba de las costumbres pú­
disposición. A raíz de un nuevo incendio que de­ blicas y privadas como un censor de la época re­
vastó la ciudad tomó numerosas medidas de ca­ publicana, pero su desconfianza no descansaba ja­
rácter social para aliviar la suerte de los menos más. El ejercicio minucioso de la sospecha lo llevó
favorecidos. Una epidemia que asoló a toda Italia a ver conjuras por todas partes. Para evitar lo
y la erupción del Vesubio que sepultó la ciudad que consideraba una consecuencia fatal de toda
de Pompeya lo obligaron a prodigarse en socorro rebelión, aumentó su aparato represivo y llevó has­
de las víctimas. Hizo todo cuanto estuvo en sus ta la extravagancia la intervención policial.
manos para reparar los daños causados por estas Se hizo llamar “Señor y Dios nuestro” y como
calamidades. No sólo pagó con el tesoro público, los filósofos administraban el Olimpo con otro cri­
sino que perdió la vida asistiendo personalmente terio los expulsó de Roma. Plizo degollar a los cris­
a los afectados por la peste. tianos por impiedad, porque si bien rezaban por
Mussonio Rufo fue amigo suyo y gozó de su él, no admitían que fuese divino.

210 211

I
Como todos se sentían amenazados, en la medida el camino para ponerse de acuerdo con Dios, y por
que aumentaba su locura, crecían las conjuras. eso mismo, con la propia naturaleza. La receta
Una de ellas tuvo éxito y Domiciano, luego de de parecía infalible y todo consistía en acertar con la
fenderse con energía, cayó a los pies de sus ene­ voluntad divina: “Sabes que si te adhieres a Dios,
migos cribado a puñaladas. atravesarás la vida con seguridad. Unirse a Dios
Se puede decir que el poder tenía en Roma es querer lo que El quiere, y no querer lo que El
mala sombra y exigía por parte del soberano una no quiere” 5.
vigilancia que generalmente resultaba ruinosa para No obstante la aparente transparencia del prin­
sus nervios. De diez emperadores que se cuentan cipio, Epieteto sabía que no es cosa fácil ser hom­
hasta Domiciano, siete murieron asesinados y al­ bre y todavía más difícil ser un filósofo: “Grande
gunos casi locos. es la lucha, pero divina la obra. El fin es el rei­
nado de la libertad, la serenidad, la ataraxia. Para
Esta situación exigía, por parte de los hombres
lograrlo hay que invocar el nombre de Dios”.
que, en alguna medida, participaban del poder, una
Lo que depende de nosotros debe ser hecho con
gran circunspección y de aquellos que tenían con­
diciones para la reflexión, el cultivo de pensamien­ la mejor voluntad y en la clara inteligencia de que
tos que los fortalecieran contra los azares y los debemos obrar conforme a la razón. Lo que no
caprichos del favor imperial. depende de nosotros como las enfermedades, la
muerte, Nerón o Domiciano, tiene que ser aguan­
Epicteto, que conoció a Nerón y luego a Domi­
tado con firmeza y serenidad. Dios sabe para qué
ciano, se consoló en la escuela estoica de Musso-
nos envía tales males y conviene descansar en la
nio Rufo y, aunque tampoco escribió nada, uno de
seguridad de que son para nuestro bien.
sus discípulos, Flavio Arriano de Nicomedia, reco­
piló sus enseñanzas y publicó tres libros que llevan
LA FILO SO FIA EN LOS EMPERADORES
el nombre de su maestro. Estos tres libros son:
L as diatribas, Las homilías y el Encridion. Sólo Con Séneca, Mussonio Rufo y Epieteto la filo­
poseemos cuatro capítulos de L as diatribas y todo sofía consoló a sus cultores de la sombra imperial;
el Encridion para hacernos una idea aproximada con Marco Aurelio es el emperador quien recurrirá
del estoicismo sostenido por Epicteto. a la filosofía para consolarse del ejercicio del
Como la de Séneca su intención es práctica y imperio.
poco importante desde el punto de mira especula­ El advenimiento al trono de Mareo Aurelio fue
tivo. Dios es el alma del mundo y el universo má- precedido por una sucesión de gobernantes que
sico su cuerpo. Como todos somos porciones de pueden ser considerados entre los mejores que
ese universo, Dios está siempre con nosotros cua­ tuvo Roma después de Augusto.
lesquiera sea el lugar donde nos encontremos. A la muerte de Domiciano, el Senado aprovechó
Para comprender la Providencia basta fijar la la oportunidad, que no solía tener con frecuencia,
atención en la armonía del cosmos y en el orden de elegir un emperador a su gusto. El cargo le
que reina en nuestra naturaleza, cuando tenemos la tocó a Marco Coccio Nerva. Un viejo jurista que
sabiduría de someterla a nuestra razón. gustaba, sin gran talento, de escribir versos. Como
Si Dios es la razón de todo, y nosotros sus partes,
racionalizar los apetitos y dominar las pasiones es. B E p jc t e t o : Diatribas, IV, 1, 91, 99.

212 213
Nerva era ya viejo, estaba achacoso y no podía du murió en 138. Durante esos veinte años el impe­
rar mucho tiempo, fue elegido sin protestas. rio será beneficiado con los frutos de su actividad
Sus contemporáneos tal vez lo hubieren aguan­ incesante, esclarecida por la luz de una gran in­
tado más, pero los dioses le dieron sólo dos años- teligencia. Adriano —aquí se descubre el punto
para enderezar los entuertos dejados por su pre­ en que podría discrepar de Trajano— creyó con­
decesor. Sus medidas de gobierno fueron sagaces veniente renunciar a la ya larga guerra que Roma
y, en general, muy generosas y bien inspiradas, libraba contra Armenia. Retiró los soldados de la
pero la más inteligente de todas ellas fue la de frontera persa y renunció a sostener la conquista
elegir un sucesor en la persona de Trajano, un ge­ de esa región. Los partidarios de la paz alabaron
neral oriundo de España que comandaba las le­ su sabiduría política, pero muchos soldados, for­
giones destacadas en la Germania. mados en la dura disciplina de Trajano, vieron en
Trajano gobernó durante 19 años, del 98 al 117 estas medidas un signo de debilidad lamentable.
de nuestra era. En ese lapso reorganizó militar y No fue el único motivo de disgusto que Adriano
administrativamente el imperio. Se ha dicho que dio a los hombres de armas. Toda su personalidad
con Trajano Roma llegó al punto culminante de delataba al intelectual y al helenista empecinado.
su poder, pero también que fue en ese tiempo Amaba la música, las matemáticas, las artes plásti­
cuanto la potencia romana reveló la magnitud de cas y la filosofía. Le gustaba escribir y rodearse
los problemas que ya no podía resolver. de poetas y pensadores con los que pasaba mu­
Trajano, que comprendía todo, se sobrepuso y chas horas de su vida. Esta inclinación al ocio
dio cuenta de su tarea sin caer en la tentación de no restó eficacia a su labor como gobernante, ni
la amargura, ni apelar a los refinamientos de la disminuyó su resistencia física, ni sus aptitudes mi­
filosofía. Era un hombre de armas enérgico y sen­ litares. Simplemente lo apartó del trato con su
cillo, y poseía, además, una clara inteligencia de ejército y se convirtió en un ser extraño al mundo
estadista. castrense que sostenía con sus armas el imperio.
Su sucesor, Adriano, mantuvo sus puestas y la Adriano supo hacerlo todo bien, y, sin embargo,
vieja máquina imperial siguió andando hasta su en todo lo que hizo puso un sello de melancolía,
descomposición durante el gobierno de Antonino una tristeza tan compleja y refinada, que no se
Pío. Era pariente de Trajano y como él, nacido en puede menos que ver en su personalidad como em­
España. No sé si éstas fueron las causas que lo perador el anuncio de la decadencia. Su última
llevaron al trono una vez fallecido Trajano, o, como obra fue la construcción de su propia tumba: la
aseguran las malas lenguas, el hecho ventajoso de mole “Hadriani”, hoy castillo de Sant’Angelo. La
haberlo reemplazado en el lecho de su esposa Plo- literatura latina conservó de él unos versos exqui­
tina que facilitó su acceso al poder. Con o sin sitos que hablan con nostalgia del alma abandona­
adulterio, Plotina sintió por Adriano una inclina­ da a la soledad de la muerte:
ción muy acentuada y no fue ajena a su designa­ Animula vagula, blandula
ción, pues Trajano no lo había hecho su heredero, Hospes comesque corporis
ya por olvido o como un reproche a su deslealtad. Quae nunc habibis in loca,
Cuarenta años tenía Adriano cuando se hizo car­ Pallidula, rigida, nudula,
go del imperio en el año 117 y sesenta cuando Nec, ut soles dabis iocos.

214 215
Cuando después de una enfermedad larga y do- <[ue demostró desde niño fuera la expresión cabal
lorosa se sintió morir, tuvo antojo de ver el mar. de aquello que sugería su gentilicio. La educación
Allí murió, consumido por un sentimiento que de Marco Aurelio corrió a cargo del retórico Corne-
nunca pudo expresar en toda su plenitud, frente lio Frontón, erudito poseedor de una extraordinaria
al mar donde había crecido el Imperio. cultura literaria.
Como no dejó hijos, le sucedió en el trono T. Frontón trató de formar el alma y el estilo del
Aelius Adrianus Antonino Pius, que había adop joven discípulo de acuerdo con los cánones de una
tado, conforme con el uso sucesorio impuesto por extraña pedagogía gramatical de su invención. Es
Nerva. Luego de las sombrías nubes de los últi­ curioso observar cómo esta ciencia, aparentemen­
mos días de Adriano, la figura solar de Antonino te tan distante de la ética, podía, en virtud de
Pío trajo al imperio veintitrés años de paz, entre una gimnasia permanente y exclusiva, convertirse
138 hasta el 161, en que se extinguió. en práctica de la inteligencia y en norma de
Fue como un día claro y apacible en el que conducta.
apenas se veían las nubes acumuladas en el hori­ La enseñanza de Frontón consistía en una prolija
zonte y que presagiaban futuras agitaciones en las lectura de los autores antiguos, con especial dedi­
fronteras. Hombre bondadoso, de carácter pater cación al ordenamiento sintáctico de los períodos.
nal, se preocupó más por legislar con justicia que El alumno debía modelar su dicción y su estilo li­
por fortalecer el aparato del Estado. Los resul­ terario en la paráfrasis de esos escritores. Debía
tados de su bonhomía aparecieron a su muerte y eludir los neologismos y dar a su vocabulario una
fue su sucesor Marco Aurelio, quien tuvo que salir patina de antigüedad que lo hiciera aparecer como
en expediciones guerreras para sostener los lindes obra clásica.
que se caían por todas partes. Este sistema pedagógico era más un prejuicio
No era, precisamente, la persona más indicada que el resultado de una reflexión sobre el arte de
para este oficio militar y sus condiciones de inte enseñar. Se creía firmemente que los antiguos ha­
lectual tuvieron que sufrir una ruda tortura para bían dado la lección insuperable y los contemporá­
poder atender las exigencias del oficio. Este con­ neos sólo podían demostrar su capacidad imitán­
flicto entre su vocación y aquello que la suerte dolos.
le impuso encontró una salida en la filosofía. No obstante su ausencia de originalidad, el am­
Marco Aurelio había sido adoptado por Adriano biente cultural del siglo n de nuestra era se im­
y era hijo de Antonio Vero y Domizia Lucilla. pone con una suerte de hipertrofia productiva que
Aunque nacido en Roma, descendía de españoles venía anunciándose desde el siglo anterior, cuan­
como los Antoninos. En el año 130, cuando apenas do Séneca escribía que se trabajaba en una “at­
tenía nueve años, lo adoptó su abuelo paterno mósfera de intemperancia literaria”.
Marco Antonio Vero y a la muerte de este último, Raras veces —nos aseguraba Parabeni— la devo­
acaecida seis años después, Adriano lo reconoció ción a la ciencia y el ardor por el estudio encon­
como suyo. Antes de morir se lo recomendó a An­ trará elogios más encendidos que en las Cartas de
tonino Pío como sucesor, mandato que éste cum­ Plinio o en los escritos de Marco Aurelio. Explica­
plió con piedad ejemplar. ba el poder que tenía la retórica sobre los espíri­
Adriano lo llamó “Verissimo”, como si la índole tus, por el esfuerzo que había que desplegar para

216 217
aprender a hablar y a escribir de acuerdo con las forma de expresión. La lectura de Epicteto com­
exigencias de ese arte. Esta faena terminaba por pletó su conversión y el futuro emperador halló
absorber “en árida ejercitación toda la actividad el camino por donde debía transitar su espíritu,
de un estudioso” 6. guiado por la ejemplaridad del esclavo exiliado v
Fue el siglo de Apuleyo y de Luciano, genios enfermo.
fosforescentes, de una versatilidad sólo compara­ La ruptura con Frontón en un hombre de sen­
ble a su vacío espiritual. Todos los géneros litera­ timientos tan delicados como Marco Aurelio no
rios fueron manejados por Apuleyo con una facili­ se tradujo en separación rencorosa. Siempre ma­
dad que lindaba con la garrulería. Luciano aspiró nifestó un gran agradecimiento al hombre que le
a una universalidad semejante en el “pastiche” y había enseñado a odiar la tiranía y a ocuparse
la emulación. Con todo fue un espíritu mucho más del espíritu más que del cuerpo. Al mismo tiempo
crítico que el de Apuleyo y su mordacidad en­ agradecía a los dioses “no haber hecho grandes
contró en las producciones de la época un mag­ progresos en el arte de la retórica, en el que
nífico campo para ejercitarse. habría insistido, si no hubiere descubierto que
El maestro Frontón mantuvo con Marco Aure­ tenía mejores condiciones” 7.
lio una larga correspondencia que es fuente irreem­ La muerte de Antonino Pío ocurrida el 7 de
plazable para estudiar la pedagogía de los retó­ marzo de 161 lo puso al frente del gobierno. De
ricos y, al mismo tiempo, para comprender los acuerdo con la voluntad postuma de Adriano de­
esfuerzos hechos por nuestro “Verissimo” para bía compartir el trono con Lucio Vero, cuya be­
librarse del vacío de aquella erudición pedantes­ lleza afeminada corría pareja con su ánimo exan­
ca, en cuanto descubrió el manantial de la filosofía. güe y su refinada inteligencia. Lucio no tuvo
necesidad de consolarse del poder, porque lo dejó
Escribía Marco Aurelio a su maestro en el año
totalmente en manos de Marco Aurelio. Se con­
146 que aún no había hecho el trabajo que le
tentó con brillar y cometer de vez en cuando
solicitara, no porque tuviese demasiadas ocupa­
algún error lamentable que el emperador filósofo
ciones, sino porque se hallaba sumergido en la
procuraba enmendar con estoica paciencia.
lectura de Arístides “cuyo libro ya me pone con­
Sería un error creer que Marco Aurelio fue un
tento, ya disgustado de mí mismo. Contento cuan­
gran estadista. Sin lugar a dudas tuvo muchas
do me enseña a ser virtuoso, disgustado cuando
virtudes que durante su gobierno pudieron brillar
me muestra lo lejos que me encuentro del ideal
en servicio de los hombres. Pero estas nobles dis­
que me propone”.
posiciones no bastaban para hacer de él un go­
La influencia de Rústico, un estoico que por bernante en toda la extensión de la palabra. Había
su severidad estaba muy cerca del corazón de
asimilado buenas enseñanzas y, como no carecía
Marco Aurelio, terminó por enemistarlo con la re­
de talento, se las arregló para resolver con discre­
tórica. En sus R ecuerdos nos dice que por él re­
ción los graves problemas que imponía el mando.
nunció al estudio de la “poesía y la elegancia” y
Si su ánimo fue uno de aquellos que crecen
encontró la simplicidad y la naturalidad en su
con el castigo, la Providencia le impuso tantas ca-
6 P a h a b e n i : V italia Im periale, Milano 1938, páginas
430/431. " M a r c o Au r e l io : Ricordi, I, 17.

218 219
lamidades como le hacían falta para probar su es­ vió de consuelo en las amargas calamidades que
toicismo: asalto de los bárbaros en las fronteras, colmaron su existencia.
pestes, terremotos, inundaciones, sequías, motines, Estos pensamientos no tienen la indiscreción de
rebeliones de tropas y dificultades financieras. Na­ un diario íntimo; constituyen los jalones de un
da faltó para templar su paciencia y probar su preciso itinerario intelectual que, sin caer nunca
ecuanimidad. Tuyo que realizar las tareas más en lo anecdótico, sabe mantenerse con clásica con­
contrarias a su índole, improvisándose soldado tención en los límites del interés universal.
contra su salud delicada; soberano diligente y enér­ El tono predominante es melancólico y manifiesta
gico contra su inclinación al ocio y a la apatía. una profunda voluntad de no dejarse dominar pol­
Debió interesarse en todo lo que no le interesaba la desesperación. La duración de la vida es corta
y vivir durante años en los lugares donde nunca v el cuerpo cosa mudable. El sentido se turba con
hubiere querido estar. facilidad y nuestra salud se corrompe. El alma es
Durante su exilio militar en las fronteras de un torbellino, la fortuna incierta y la fama injusta.
Hungría escribió sus pensamientos más íntimos y La vida es lucha y peregrinación. El único alivio
buscó consuelo en el cultivo de esa filosofía que postumo es el olvido. Sólo la filosofía puede ofre­
tanta desconfianza había inspirado a sus antece­ cernos su precario consuelo.
sores. ¿Cuál puede ser el sentido de una existencia
Poco queda de los trabajos literarios que se le que sale tan mal parada de su primer encuentro
atribuyen. Algunos fragmentos de los Discursos, con una filosofía consoladora?
un copioso epistolario no siempre genuino y ese El acuerdo con la razón. A simple vista la co­
libro, sin duda su obra maestra, que conocemos en sa no es tan probable, a juzgar por lo que termina­
español con el título de Soliloquios y al que los mos de leer, pero todo es cuestión de perspectiva.
italianos llaman Ricordi. Si la observación de la realidad nos revela el cur­
Lo escribió en griego y según Renán es muy so delirante de los sucesos, conviene entrar en sí
probable que en esa época Marco Aurelio llevase mismo con el propósito de prepararnos un terreno
una suerte de diario íntimo, “donde escribía en libre y ancho para vacar a gusto en el mundo de
griego algunas máximas que le servían para sos­ la mente.
tenerse en la lucha, las reminiscencias de sus au­ Ahora reinan el cambio y la lucha. Tal situa­
tores favoritos y los trozos de los moralistas que ción debe ser tomada como se presenta. La vida
mejor hablaban a su corazón. Los principios que íntima es la roca segura donde se rompen sin
le habían ayudado en la jornada, y, a veces, los herirnos las olas del destino. Resistimos mejor a
consejos que su conciencia escrupulosa creía obli­ las cosas si las conocemos en su esencia y sabemos
gación darse” 8. cuál es el lugar que ocupan en el universo y el
En estos Solilocjuios, cuya edición italiana tengo tiempo que están destinadas a durar.
entre mis manos, es donde se puede hallar la sa­ Entonces podemos tener una justa valoración de
biduría que extrajo de su experiencia y que le sir- los acontecimientos y no caer en la necedad de
pelear por cosas sin valor. Las tristezas que trae
ia vida son soportables si llamamos a nuestro so­
8 R en á n , E .: M arco Aurelio e la fin e dil m ondo antico„ corro los altos principios de la filosofía. La vida
Milano, 197, págs. 141-42.

220 221
en la corte es madrasta pero la filosofía es madre.
rra ]a hacía bien, pero esto no le impedía, en la
La razón es una y universal. Todos participamos
soledad de su retiro, escribir frases como ésta:
de ella con nuestra inteligencia. El culto de la
“Una araña, cuando ha capturado una mosca, cree
razón nos devolverá la paz interior, nos hará soli­
haber hecho algo grande. Así también el que ha
darios con los otros hombres y nos pondrá en ar­
capturado un sármata. Ni la una ni el otro piensan
monía con los dioses.
que son dos ladrones”.
Todos los hombres tenemos gustos diferentes
—escribía—: a unos les place unas cosas a otros, ¿Qué era él mismo?
otras. A mí me gusta tener una mente sana que El emperador de los romanos. Esto no le decía
observe todo con ojos benignos y acoja la realidad gran cosa, por esa razón cuando Avidio Cassio se
en su valor. El universo tiene una armonía y la sublevó con sus tropas y se proclamó emperador,
salvación consiste en conocer la esencia de las co­ Marco trató de llegar rápidamente a un acuerdo
sas, saber cuál es la materia y cuál es la causa con él. Juzgó que si Roma así lo deseaba, Cassio
para poder obrar con justicia y vivir la verdad. podía asumir la potestad del imperio. El Senado
Es posible alcanzar cierta felicidad si nuestra rechazó la proposición de Marco Aurelio y éste,
alma permanece indiferente frente a lo que es in­ contra su gusto, tuvo que salir al encuentro de su
diferente y examina todo en su relación al orden rebelde concurrente.
del universo. Una sola cosa permanece: Dios. To­ Cassio fue asesinado por un oficial de su propio
do reside ahí, el resto, esté o no en tu poder, es séquito y cuando Marco volvió a Roma después
cadáver y humo. del incidente, se le tributó un triunfo. La mez
La sabiduría es el único refugio del hombre, quindad de esta gloria militar no pasó inadvertida
quien no sabe lo que es el mundo ignora su pro­ ante los ojos del lúcido emperador. Aceptó el so­
pio destino. Para descubrir el sentido eterno de lemne agasajo como una prueba más de las inco­
las cosas no hay que perder el tiempo indagando herencias del destino y asoció a ella a su hijo
sobre naturalezas caducas: contempla el curso de Cómodo.
las estrellas y medita siempre en el perenne cam­ Murió antes de poder valorar en toda su mise­
bio que afecta a los elementos. Tales pensamientos ria las condiciones del joven Cómodo. Las malas
purifican el alma de la fealdad de la vida terrena. lenguas decían que su mujer, Faustina, lo había
Para entender esta cura de alma por la con­ engendrado con un gladiador. La vocación de
templación de los astros, tal como aconsejaba Cómodo corroboró siempre este infundio, amó más
Marco Aurelio, es preciso conocer el misticismo el circo que el gobierno. Nunca filósofo alguno ha
cósmico que lo anima. El cielo estaba poblado creado algo tan ajeno a la vida del espíritu co­
por seres espirituales, cuya eterna complacencia mo la personalidad de este payaso siniestro.
se manifestaba en el desplazamiento regular y Marco Aurelio murió en un campamento militar
armonioso de ¡as estrellas. cercano al sitio donde se levantó más tarde la
Marco Aurelio parecía encarnar al viejo dios de­ ciudad de Viena. De golpe se sintió seriamente
fensor de las puertas romanas, porque, mientras enfermo y tuvo la seguridad que se moría. Duran­
hilaba estos pensamientos, cumplía con seriedad
te cinco días permaneció en su lecho sin probar
su oficio imperial. Cuando tenía que hacer la gue-
un bocado. Al día sexto se levantó con dificul-
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tad, presentó a Cómodo ante sus tropas y se vi ti
vió a tender para no levantarse más.
Roma recordó su figura con una columna y .....
estatua ecuestre que se levantó en la Pia/./.n ( o
lonna. Más tarde sobre esa misma columna. C •
romanos pusieron al Apóstol San Pablo.
Montado a caballo y con el gesto del domimi
dor universal, no se adecuaba al carácter de IVIm
co Aurelio. ¿Pero podía presentárselo, sin ......... .
cabo para la función de gobierno, entregado a la
faena de su meditación sin esperanza?

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