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28 de Junio de 1854RESEÑA HISTÓRICA

DEL MUNICIPIO

05 de Diciembre de 1851

Refiere la Historia que la ciudad fue fundada en los terrenos de la hacienda


"Los Quemaos", donde hoy se ubica el Barrio Plaza Vieja, parte de mayor
extensión, conocida entonces como "Llano del Táchira". La gestión fundacional
fue obra tesonera de Don Juan Bautista Maldonado y Pedro María Ureña,
laboriosos compatriotas entregados a la tarea de organizar el rudimentario
urbanismo de la época. Nacido en Táriba en 1774 y fallecido en Ureña el 28 de
junio de 1854, sabemos hoy que Don Pedro María Ureña contrajo nupcias con
Doña Trina Cuberos Vda. de Bustamante y que ambos, donaron parte de su
hacienda "Los Quemaos" para que, los ocupantes, construyeran sus viviendas
y trazaran las calles de la ciudad que ahora festejamos.

Curiosamente y para gloria de nuestros antepasados, Ureña no nació por


Decreto Imperial de la Conquista, como tantos otros Pueblos y Ciudades de
América. En nuestro caso, fuimos surgiendo lentamente de un largo proceso
fundacional, soportado sobre cuatro poderosas Columnas de Indios Negros y
mulatos, repartidos en "Sabana Larga", "San Juan del Llano Táchira", "Los
Quemaos" y "La Mulata", irreductibles bastiones de nuestro origen. Ya en 1807,
Felipe Maldonado, Pedro Francisco Vivas, Fermín Pisco y Felipe Olivares, en
representación de unos 150 vecinos y 55 familias, asentadas en el territorio
comprendido entre las quebradas, "Jaime y Don Pedro", manifestaron la
voluntad fundacional de la futura ciudad, abigarrada todavía en el bahareque
de sus chozas. Si bien este primer intento se frustró ante férrea oposición de
intereses que entonces lo adversaron, más tarde, nuevas escaramuzas y la
suma de mayores voluntades, continuaron avanzando, en la incesante
búsqueda de una decisión oficial del Estado Venezolano que, nos acreditara en
el carácter de Parroquia Civil y Eclesiástica. A comienzos de 1851, Don Pedro
María Ureña, retorna el afán autonomista de 1807, reúne insumos, acopia
material y bajo su dirección se construye la capilla religiosa en el Lugar
conocido como "San Juan del Llano Táchira".

Tras la culminación de la obra, los vecinos, en cabeza de Ureña, a la sazón


Representante y Personero de la Diputación de Mérida, reformulan su Justa y
ya vieja aspiración, en el foro Legislativo de aquella ciudad. Transcurrirá algún
tiempo, ocupado por los legisladores en el análisis de la nueva petición,
mientras tanto, no hay descanso en los cuatro Caseríos que discurren a la vera
del río Táchira, donde rinde el labriego su Jornada, Don Juan Bautista
Maldonado, activo promotor de la Parroquia alienta los vecinos para el trazado
y construcción de calles y caminos al tiempo que don Pedro María suma
adeptos, multiplica voluntades y gana simpatías para la causa que, al final, el 5
de diciembre de 1851 es resuelta favorable, con el unánime respaldo de la
totalidad de los legisladores. La nueva Parroquia inicia su tránsito de la relativa
autonomía, humaniza sus espacios y adquiere los aires de un naciente
urbanismo que le da vida, colorido y prestancia al caserío Rural, donde la
muerte sorprende al magnánimo Pedro María, Un 28 de junio de 1854.

Fuente: Dosier Corporandes.

Del Tiempo, la Memoria y el Olvido

El grueso de la población venezolana no parece percibir en su justa grandeza


la importancia política de los pueblos fronterizos, avecindados a otras naciones
en los bordes del límite internacional. Generalmente sabemos que Venezuela
limita al Norte con el Mar Caribe, al NE con el Océano Atlántico, al Este con
Guyana y Brasil, al Sur con Brasil y al Oeste con Colombia, pero ignoramos
con frecuencia las características socioculturales, -y hasta los nombres-, de
esos espacios postrimeros de nuestra geografía; irónicamente, en cambio,
mantenemos sorprendentes nexos afectivos con ciudades como Miami, y hasta
evocamos sus tiendas, discotecas y avenidas, con dejos de nostalgia.

Sin embargo, la integridad y conservación de esos espacios, en buena medida


están relacionadas con el sentido de identidad y pertenencia de todos los
nacionales que, en su visión de Patria han de asumirlos, no sólo en la
profundidad de sus afectos, sino también en la agenda de sus deberes,
derechos y responsabilidades para con el resto del País. Bajo estas premisas
se impone la urgencia de familiarizarnos con la historia que guarda los pueblos
de las fronteras venezolanas, conociendo sus tradiciones, culturas y
costumbres, sin lo cual seguirán siendo, como hasta ahora, villorrios y aldeas
olvidadas, ausentes virtuales del mapa político, físico y moral de la República.
Ureña, la Capital de este promisorio Municipio Fronterizo, enclavado en el
extenso valle que se desprende de los cerros espalderos de Capacho, limita al
Norte con Colombia, separada por el Río Táchira, al Sur con San Antonio del
Táchira, al Este con los Municipios Lobatera y Libertad, y al Oeste, con
Colombia. Su territorio es de 177 Km2; suelos mixtos, clima seco, a una altura
de 310 Mts. S.N.M. El Municipio alberga unos 40.000 habitantes, gran número
de ellos, nacionales de la hermana República de Colombia y, en general, gente
laboriosa, activa y generosa, dedicada al comercio, la agricultura y la industria,
especialmente de la confección, el calzado, el mueble y la metalmecánica.

Por qué y desde cuando el Río Táchira?


 

Conviene al interés de los lectores saber desde cuándo, cómo y por qué se
estableció el Río Táchira como Límite Internacional, situación que nos obliga a
una breve digresión para abordar los elementos históricos y documentales, en
gracia de lo cual adquirió dicho carácter. El tema se remonta a los tiempos de
la conquista y colonización, y tiene su origen en un curioso incidente ocurrido
en el acto de fundación de San Cristóbal por el Capitán Juan de Maldonado en
1561. En efecto, refiere la historia que en aquel evento fundacional realizado
por Maldonado, con estricta sujeción a las Leyes del Consejo de Indias, el
fundador delimitó el espacio geopolítico de esta Villa en los siguientes términos:
“…hacia la banda de la ciudad de Pamplona hasta el río que llaman de Cócuta
por límite para la justicia desde dicha Villa y para las de la dicha ciudad de
Pamplona, por evitar escándalos que entre las dichas justicias suelen tener,
que no puedan pasar con Vara del dicho río de Cúcuta a esta parten ni las
justicias de dicha Villa pasen a la otra parte, sino fuere la Justicia Mayor que es
o fuere de la dicha ciudad”, (Archivo Histórico Nacional de Colombia. Tierras de
Venezuela. Tomo XV, f. 560, (citado por Lucas Guillermo Castillo Lara en San
Juan Bautista de Ureña y Santa Bárbara de la Mulata ediciones de la,
Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses, Caracas 1997). Asentada su
jurisdicción en los términos establecidos por el Capitán Juan de Maldonado, la
Villa de San Cristóbal, efectivamente ejerció presencia, posesión y dominio
sobre el valle de lo que hoy es la ciudad de Cúcuta y, tras el descubrimiento del
río Zulia, ubicado en esa jurisdicción, cuyo hallazgo hizo el Capitán Juan
Guillén de Saavedra, quien lo remontó –dice Castillo Lara- “por orden del
Gobernador de Venezuela, Don Juan Pimentel, hasta la laguna de Maracaibo”,
asumió también la posesión, administración y legítima disposición de su puerto
en 1578.

A todas éstas la autoridad de Pamplona, ejercida entonces por súbditos de la


nobleza imperial colonialista, dieron inicio a una querella en desconocimiento
de los límites fijados por Maldonado, arguyendo que el río Cócuta no era otro
sino el rió Táchira. Sin embargo, en el discurrir de aquella larga disputa, las
autoridades de San Cristóbal, de manera reiterada e inobjetable lograron
probar que “el río Cúcuta es una quebrada que entra en el río de Pamplona,
que sale de dicho río entre los dos vados, porque la dicha quebrada la
llamaban antiguamente y al tiempo que los dichos términos se señalaron, río de
Cócuta, y esta dicha quebrada que llaman río de Cócuta nace hacia la
quebrada de la Honda que es donde estaban antiguamente poblados los indios
de Juan del Rincón llamados Cócutas; y el río que corre y pasa junto a los
aposentos y trapiche de Pedro Dionisio, vecino desta Villa , llaman río del
Táchira, que nace del Táchira; y puestos en el límite señalado del río de
Cócuta, que entra en el Pamplona entre los dos vados de dicho río que llaman
los vados de Carrillo, cortando hacia los Brazos de Herina, como reza la dicha
Real Ejecutoria, allegan los términos desta Villa; al río Zulia ; y los Cazaderos
caen dentro de los términos desta Villa, y yendo de dicho Cazaderos hacia el
dicho río Zulia por el camino real que va a la ciudad de Salazar de las Palmas,
hay dos leguas poco más del dicho Cazaderos al dicho río Zulia. E por caer el
dicho río en términos de Jurisdicción desta Villa, se tomó posesión del puerto
de dicho río Zulia por esta dicha Villa, sin contradicción de persona alguna el
año 1578, como aparece de la dicha posesión que está en el Libro de Cabildos
desta dicha Villa”. (Castillo Lara, Registro del Distrito San Cristóbal. 2 de marzo
de 1876. Folios 1 a 3 del Protocolo 8º. Archivo Arquidiocesano de Mérida.
Capellanías. Caja 10).

En los autos de aquel voluminoso expediente quedó demostrada la ostensible


diferencia que existe entre el río Cúcuta y el Táchira, cuyos recorridos y
nacimientos son totalmente opuestos, (el río Táchira nace en el Páramo El
Tamá), sin embargo; prevaleció con el tiempo el criterio impuesto por las
autoridades de Pamplonesas, y así, con este curioso incidente y desde
entonces, el límite que hoy nos separa de Colombia en los bordes de la
tachiranidad, es el cuerpo de estas aguas moribundas, alguna vez confundidas
con el río Cúcuta, “que sale entre los vados de Carrillo...

Asiento de numerosas factorías industriales y dotada de todos los servicios,


vialidad, escuelas, dos liceos, una Escuela Técnica y la Universidad
Bolivariana, Ureña viene de ser una población rural por excelencia, cuyos
vestigios primitivos perduran en acogedoras aldeas campesinas, ubicadas en
las estribaciones cordilleranas de los Andes, sobre paisajes bucólicos de
exquisito clima. Los ricos reservorios de aguas termales mixtas, cargadas de
minerales y elementos terapéuticos, son factores que acreditan la vocación
turística del Municipio. Estos conocidos manantiales afloran en la superficie de
las colinas que amurallan la Parroquia Nueva Arcadia, a razón de 19 litros por
segundos, constituyendo un fuerte atractivo para las corrientes turísticas
procedentes de Colombia, el resto de la Región, Europa y Norteamérica; de
hecho, estas fuentes se cuentan entre las más variados e importantes del
Cinturón Geotermal de Venezuela, y por las características fisicoquímicas de
sus aguas, figuran entre las más es estudiadas del mundo. El territorio del
actual Municipio Pedro María Ureña fue poblado originariamente por grupos
aborígenes que, en constante trashumancia, se desplazaban detrás de los
grandes animales que les servían de sustento. La dieta del maíz, la pesca
abundante y los tubérculos de la tierra feraz, fueron abrevadero para las
querencias de pueblos indígenas. Durante siglos los clanes primitivos
recorrieron el extenso Valle hasta asentarse en estos suelos fértiles, bañadas
por el río que le dio su nombre a la Región, en cuyo cauce, tributario de la
Cuenca del Catatumbo y sus afluentes, navegaban los lugareños en frágiles
canoas, impulsadas por el canalete o la fuerza de los vientos, para llegar al
Lago de los Coquivacoas, puerta del Mar Caribe por donde ingresarían los
conquistadores, ávidos de fortuna, procedentes de Europa, alterarando desde
entonces la vida apacible de los pobladores, repartidos ya en incipientes
caseríos a lo largo y ancho del extenso valle.

En este poblamiento originario y primitivo el Académico venezolano, Lucas


Guillermo Castillo Lara, identifica y documenta los pueblos de la Murchibila,
Cucoraque, Semari, Cucarsomari y Corre Cetemari, así como la parcialidades
Abriacas y Tamucos, estas dos últimas procedentes de las proximidades de
Capacho, otorgadas en Encomienda a Dionisio Velasco, el 25 de agosto de
1566, y trasladas desde de sus lugares de origen a las inmediaciones de la
Ureña actual, dando origen al poblamiento ancestral, surgido en los
alrededores del sitio conocido hoy como “Plaza Vieja”, donde fueron asentados,
para ser más tarde víctimas de un oscuro incidente, cuando el año de 1602, el
Visitador y Justicia mayor de Tunja, Antonio Beltrán de Guevara, ordenó su
desalojo y la incineración de sus bohíos, razón por la que, desde entonces, y
hasta nuestros días, este lugar se le conoce como “Los Quemados”, referente
de la resistencia aborigen en la región; de este mismo escenario el citado
historiador rescata para las generaciones de hoy y del futuro, nombres
cadenciosos y sonoros de algunos de aquellos de nuestros antepasados:
Ricaraca. Urio, Querisi, Pecuri, Caueri, Yamerua, Saruaua, Cucaro, Abaruca,
Yoeri, Riqueybo, Yaca, Canari, Yarue,Cuiraua, Ebaya, Yacurua, Yaciqui,
Uriara, Abarua, Birisi, Suyari, Tauraba, Guaninua, Coypoy, Chicota, Mayoapa,
Uyutaco, Yaci, Cuori, Quemeri, Curiara, Riquejo, Quirotoba, Baruaya, Cuyraba,
Bicari, Perciraba, y Niori.

Fuerza es hacer aquí una breve digresión, para recordar la Real Cédula de
1588, mediante la cual se crea la Gobernación de La Grita, bajo jurisdicción de
la Nueva Granada y con dominio en la Villa de San Cristóbal y zonas aledañas.
Adicionalmente se produjo otra decisión mediante la cual se incorpora La Grita
(1607) al Corregimiento de Mérida, incluidos los territorios de San Cristóbal y
San Antonio de Gibraltar (hoy del Táchira). Sesenta y nueve años después, el
31 de diciembre de de 1676, se establece la Provincia de Mérida del Espíritu
Santo de Maracaibo, comprendida la que sería con el tiempo Parroquia San
Antonio de Padua, cuya extensión incluía el territorio de la Ureña de nuestros
días, asiento, como vimos, de las parcialidades Abriacas y Tamucos. Este
ordenamiento geopolítico del territorio se mantiene casi inalterable hasta el 08
de septiembre de 1777, cuando, desprendidas nuestras provincias del Nuevo
Reino de Granada, pasan a constituir la Capitanía General de Venezuela. El
pueblo llamado “de los Abriacas”, no obstante el régimen esclavista y la tropelía
de los encomenderos, siguió creciendo hasta establecer caseríos cuyos
nombres se conservan en la toponimia, o en documentos de antiguas datas.
Así llegaron hasta el presente, “Sabana Larga”, “La Mulata”, “El Tablón”, “Los
Quemados”, “San Juan del Llano Táchira”; “El Morro”, “El Palmar” “El Rayo”,
“Palmarito” y otros tantos lugares donde el Encomendero esclavizaba los
siervos de la gleba; haciendas, más tarde, del “señor” feudal, pero en resumen,
reflejo de un poblamiento importante, embrión y preludio de la primera
manifestación autonomista, dirigida al Obispo de Mérida en 1807, suscrita por
Pedro Francisco Vivas, Felipe Maldonado, Fermín Pisco y Felipe Olivares.
Dichos oficiantes, actuando en nombre y representación de unas 55 familias
expresaban la disposición de separarse de San Antonio de Padua, (del
Táchira), para erigir una nueva Parroquia en el lugar de “Los Quemados”. Se
trata de una incidencia que muestra los albores de la autonomía ureñense pero
reveladora, al mismo tiempo, del poder político omnímodo de la Iglesia para la
época. En efecto, los autonomistas arguyen que para trasladarse a la Villa de
San Antonio, donde están obligados a cumplir sus deberes religiosos, deben
caminar varias leguas de una travesía llena de peligros, así que entre otras
cosas han decidido construir su propio Templo en el lugar de “Los Quemados”.

Semejante desmembramiento significaba una considerable disminución de las


congruas que ingresaban al talego del Pbro. Bernardino Uzcátegui, Cura
Párroco de San Antonio, quien rechazó tal pretensión, negada finalmente tras
algunas escaramuzas libradas por los mitrados de la Iglesia en Mérida.
Experiencia parecida ocurrió con la feligresía de La Mulata” en 1771, pues
éstos, para evitar la penosa caminata a San Antonio, cuyo Pastor era el Padre
Juan Agustín de Omaña, asistían a los oficios religiosos de San Faustino, en la
orilla opuesta del río Táchira, pueblo fundado por el Capitán Antonio de los
Ríos Jimeno, sobre tierras que, -al decir Doctor Castillo Lara, “pertenecían a la
Villa de San Cristóbal desde su misma fundación…”. Omaña terminó
excomulgando los mulateros, declarados en rebeldía y protagonistas de un
sonado juicio que llegó a las más altas instancias eclesiásticas de la Nueva
Granada, en Santa fe de Bogotá.

Aquel frustrado intento autonomista de 1807 había dejado su impronta en el


espíritu civilista de la población. San Juan del Llano Táchira; La Mulata,
Sabana Larga y Los Quemados experimentaban un considerable crecimiento,
siempre bajo el apremio de nuevas y mayores necesidades que, sumadas a la
presencia de personajes y viajeros, movidos, ya por la aventura, ya por el
comercio, despertaron en los lugareños novedosas visiones de civilidad y
urbanismo. En este contexto de la temporalidad y la memoria se ubica la
prestante figura de Don Pedro María Ureña, nativo de Táriba, quien propugna
en 1851 la creación de la Parroquia Civil, instituida el 05 de diciembre de de
ese mismo año por mandato de la Diputación provincial de Mérida.

El establecimiento de la Parroquia Civil, a escasos 21 años del


desmembramiento de la Gran Colombia en 1830 tiene para Venezuela,
ocupada entonces en el reordenamiento de su territorio, un valor estratégico
fundamental, pues con ello se cohesionan aquellos caseríos dispersos, dando
lugar a una unidad geopolítica que dará abrigo al gentilicio, y sentido de
soberanía en las extremaduras de nuestros espacios fronterizos que derivan
hacia las vecindades de Colombia, en el Occidente andino de Venezuela. Tras
asignarle nombre y territorialidad específica, Ureña, se mantuvo adscrita a la
Villa Heroica de San Antonio del Táchira durante 120 años, y no sería sino
hasta el 05 de diciembre de 1972, cuando por Resolución de la Asamblea
Legislativa del Estado Táchira, adquiere su condición de Municipio Autónomo,
con lo cual, Aguas Calientes se constituye en la actual Parroquia Nueva
Arcadia, asiento de numerosas industrias y una próspera actividad comercial,
altamente positiva en el desarrollo de la economía de la Región, privilegiada
por su condición de Zona Aduanera Internacional, con altos registros de un
mercadeo exterior vigoroso y activo, representado en bienes y servicios que
ingresan o salen del País por su Aduana Subalterna.
 
Miguel Oswaldo Perozo R.
Cronista Oficial de la Ciudad de Ureña
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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