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Daniel Castelblanco
Latin American Music Review, Volume 40, Number 2, Fall/Winter 2019, pp.
105-137 (Article)
[ Access provided at 26 May 2020 01:24 GMT from University of Illinois @ Urbana-Champaign Library ]
DA N I E L C A S T E L B L A N C O
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R E S U M E N : Este artículo examina los procesos a través de los que una comunidad trans-
nacional de resurgentistas de la música andina transfiere, modifica y apropia ciertos conoci-
mientos de origen indígena. Los sikuris (intérpretes de flautas de pan) reproducen prácticas
musicales y rituales andinas para promover valores solidarios que perciben como amenaza-
dos por la globalización. En el proceso de transferir dichas prácticas desde aldeas agrícolas
hasta las capitales cosmopolitas de Latinoamérica, las transforman tanto de modo consciente
como involuntario. Además de modificaciones estéticas, estas transformaciones involucran
cambios en los significados y usos que los campesinos indígenas originalmente atribuyen a la
música. Este artículo ofrece una actualización del análisis de Thomas Turino sobre las prime-
ras generaciones de sikuris no-puneños en Lima. Examino las continuidades y especialmente
las diferencias entre esa escena precursora y las escenas sikuri contemporáneas.
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intenso proceso de recepción que lo ubica como uno de los países latino
americanos con mayor crecimiento reciente de su población inmigrante.
En Colombia, un país que se ha caracterizado más por su emigración
que por recibir extranjeros, la escena sikuri fue inaugurada en 1984 gra-
cias a dos músicos peruanos quienes, estando de paso por Bogotá rumbo
a Europa, les enseñaron a los hermanos Julio y Mario Bonilla a interpretar
sikus. Ese mismo año los hermanos Bonilla fundaron el conjunto de mú-
sica folclórica andina Los Sikuris, una agrupación cuyo repertorio musical
enfatiza la interpretación de consortes de sikus (Sinti 2017).9
La escena sikuri se consolidó en 2002 con la fundación de la Comu-
nidad Zampoñas Urbanas, la primera agrupación en Bogotá dedicada en
forma exclusiva a la interpretación de consortes de sikus y otros aerófo-
nos andinos. Con los años, antiguos integrantes de ese conjunto formaron
al menos media docena de agrupaciones con las que hoy comparten la es-
cena local (fig. 1).
Una de las peculiaridades de esta escena consiste en que se desarrolló
en ausencia de músicos que hubieran crecido tocando sikus como parte de
sus prácticas familiares, comunitarias o regionales durante generaciones.
Como indica Turino (2018, 21), es habitual que quienes participan en mo-
vimientos de resurgimiento musical perciban a dichas personas como le-
gítimos maestros.10 Puesto que estos movimientos suelen otorgar mucha
importancia a la noción de autenticidad, los conocimientos proporciona-
dos por dichos músicos tienen el efecto de autenticar las prácticas de quie-
nes se declaran sus aprendices. Pero en Bogotá, donde no hubo “modelos
F I G U R A 1.
Comunidad zampoñas urbanas y Fijhisca Ic Sua durante
una presentación artística. Cucunubá, 8vo Festival de música andina
Canto a la tierra, noviembre de 2014. Foto por Mayerly Prieto.
Del ayllu a la metrópoli ■ 111
La escena sikuri de Buenos Aires, una de las más vibrantes, hoy en día
aglutina docenas de conjuntos y gran número de participantes con diver-
sas motivaciones e ideales de autenticidad. En esta escena además con-
fluyen participantes de distinta procedencia, entre quienes hay residentes
bolivianos y sus descendientes, peruanos, argentinos y, en menor medida,
chilenos y colombianos (Barragán y Mardones 2015, 14–18; Gavazzo 2016,
48; Podhajcer 2015, 49; Vega 2016, 1069–1072).13
En paralelo a esta escena existen conjuntos ad hoc, conformados princi-
palmente por bolivianos, que limitan su participación a celebraciones fa-
miliares y fiestas patronales (Vega 2016, 1069–1070). En instancias en que
ambas cohortes de sikuris convergen, como el desfile en honor a la Virgen
de Copacabana en el barrio Charrúa, ocurre un intercambio intercultu-
ral en el que diversas motivaciones, estilos sociales y conceptualizacio-
nes sobre la música se encuentran, ocasionando a menudo fricciones (ver
Gavazzo 2017, 47–48; Podhajcer 2011, 273; Vega 2016).
En Santiago, donde la presencia de residentes peruanos y bolivianos es
cada vez más notoria, un intercambio intercultural semejante se encuen-
tra en proceso. La escena sikuri de la capital chilena fue inaugurada en la
década de 1980 por músicos nortinos que fundaron agrupaciones como el
conjunto de música folclórica andina Arak Pacha, el Grupo de danzas Tun
y las comparsas de lakitas Ajinacaycu y Manka Saya (Ibarra 2012, 8–9).14
Hoy en día las comparsas de lakitas predominan en Santiago, mas com-
parten la escena con media docena de conjuntos de sikuris de origen na-
cional que interpretan una variedad de estilos musicales de los Andes
bolivianos y la sierra sur de Perú. Entre otras instancias, estos conjuntos
que este cuenta con eficientes canales de comunicación. Por una parte, el
trazado de nuevas carreteras y el establecimiento de rutas aéreas interna-
cionales de bajo costo facilitan el flujo de personas, ideas, prácticas, soni-
dos e instrumentos musicales. De este modo, muchos sikuris en ciudades
como Buenos Aires y Santiago anualmente viajan hasta diversas ciudades
y pueblos en los Andes centrales, donde establecen relaciones de amistad e
intercambio con músicos de agrupaciones rurales y urbanas.
Por otra parte, el advenimiento de la era digital y la popularización del
internet han simplificado el intercambio de información y, por extensión,
el acceso a fuentes con las que los sikuris descritos por Turino ni siquiera
soñaron. Mientras que los primeros sikuris en Lima tuvieron que arreglár-
selas con un número limitado de discos de vinilo y casetes para alimentar
su repertorio, los sikuris hoy intercambian discos en formatos digitales a
través de la red y comparten videos de fiestas patronales y de sus propias
presentaciones usando plataformas virtuales como Facebook, YouTube y
WhatsApp.17
F I G U R A 5.
Sikuris de diversas agrupaciones durante la marcha
conmemorativa de la invasión europea de América. Carrera
séptima, Bogotá, octubre de 2016. Foto por Edith Murcia.
Resistencia cultural
Desde su irrupción pública en la década de 1970 los sikuris en Lima asu-
mieron la interpretación de sikus como forma de manifestar su solidaridad
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F I G U R A 6 .
Ciclo agropecuario y festivo anual en los Andes centrales.
Con base en los diagramas de Stobart (2006, 48, 50, 53, 55).
F I G U R A 8 .
Aruskipasiñani tocando sikus en Carnaval. Cerro Blanco,
Santiago, marzo de 2017. Nótese que el músico en el centro lleva al
cinto una tarka y dos lakitas, instrumentos que ocuparon de modo
intermitente el espacio sonoro del Carnaval. Foto por Claudia Pool.
Consideraciones finales
El movimiento sikuri constituye una plataforma idónea para la circula-
ción de conocimientos, prácticas, músicas e ideas en sentido opuesto al he-
gemónico (i.e., periferia-centro). En efecto, los sikuris valoran las formas
de conocimiento de actores afiliados a sectores tradicionalmente excluidos
y las hacen visibles en sus propios contextos cosmopolitas. Pero los siku-
ris no trasladan dichos saberes desde las comunidades agrícolas andinas
hasta sus respectivas ciudades como quien trasvasa el líquido de una va-
sija en otra. Más bien los transfieren mediante complejas operaciones que
los transforman a nivel estético, conceptual y funcional. A nivel estético,
estas transformaciones suelen estar condicionadas por las inclinaciones
estéticas hegemónicas que les atraviesan. A nivel conceptual, por simplifi-
caciones que facilitan su transferencia, y a nivel funcional, por las agendas
individuales de sus agentes y las prioridades colectivas del movimiento.
En lo que respecta al último factor, y en el cual se enfocó la segunda
parte de este artículo, las motivaciones que resultan poco familiares para
la mayoría de los sikuris como la devoción religiosa, la persuasión a los es-
píritus de la naturaleza o el éxito de la producción agrícola, ceden paso sus
propias preocupaciones y objetivos: la búsqueda de pertenencia social, la
construcción de identidades colectivas, el desarrollo de agendas políticas,
la realización espiritual y la sensibilidad ecológica. En circunstancias co-
yunturales como los incendios que amenazaron Bogotá y Santiago, las ac-
ciones colectivas de los sikuris pusieron en evidencia que los significados
y funciones de la música son versátiles, altamente creativos y útiles a di-
versos propósitos. Los procesos que dan forma a estos novedosos produc-
tos culturales demuestran la dinamicidad de las prácticas y saberes con los
que hoy se identifican diversos sectores sociales en Latinoamérica.
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Notas
interpretan sin rigor. Vega (2016, 1069–1072) distingue entre las bandas forma-
das por inmigrantes de Bolivia y Perú cuyos miembros son principalmente in-
migrantes de esos países, y bandas fundadas por argentinos cuyos miembros son
principalmente argentinos. Debido al carácter inestable de las identidades étnicas,
y a que la pertenencia nacional no garantiza en modo alguno el conocimiento o la
destreza musical, aplicar estas diferenciaciones resulta complejo. Sugiero acoger
las categorías que propone Turino (2018) para distinguir entre “músicos hechos en
casa” (homegrown) (personas que crecieron tocando estas músicas como parte de
prácticas familiares, comunitarias y regionales durante generaciones) y “músicos
resurgentistas” (revivalists) (nuevos entusiastas típicamente cosmopolitas que cre-
cieron en suburbios o ciudades donde no había una tradición musical análoga es-
tablecida). Turino advierte que la última categoría es una denominación imprecisa
puesto que, al menos en las escenas de música old-time que motivaron la formula-
ción de estas nomenclaturas, distinguir entre ambas cohortes de músicos es cada
vez más difícil. Esta distinción, sin embargo, sigue siendo relevante para algunas
personas en lo relativo a la autenticidad (ver Castelblanco 2018).
13. También han participado sikuris de Brasil, El Salvador, Estados Unidos,
Francia, Uruguay y Venezuela.
14. Mardones (2014) considera que la expresión musical conocida en Chile
como lakitas es una variante más del extenso acervo de las músicas sikuri. Aña-
diéndole el gentilicio nacional que las vincula al espacio en el que se desarrollaron
sus características actuales, Mardones (2014, 4) define las lakitas chilenas como
“un género único de la práctica sikuri”. Estas lakitas no deben confundirse con
las músicas y danzas homónimas en distintas regiones de Perú y Bolivia. Al igual
que Mardones, otros autores coinciden en estudiar las lakitas chilenas junto con
las músicas sikuri en razón al principio de complementariedad dual que rige su
interpretación (Ibarra 2012; Mardones y Riffo 2011, 6; Sánchez 2013, 471). Otros
coinciden en señalar el carácter único de las lakitas chilenas atribuyendo su pe-
culiaridad a elementos musicales como la base percutiva (bombo militar, redo-
blante, platillos y ocasionalmente timbales con campana y jam block, o congas),
los ritmos que interpretan (e.g., bolero, cumbia, morenada, wayño sambeao), sus
veloces técnicas de soplido o los materiales industriales con que hoy se fabrican
los instrumentos (ver Fortunato 2012; Mardones 2014, 5–6; Sánchez 2013, 481).
No obstante, la singularidad de las lakitas chilenas no reside en dichos elementos,
pues variaciones análogas en instrumentación, ritmos y técnicas de interpretación
son precisamente las que dan forma a la constelación de estilos sikuri. Sostengo
que lo que diferencia a las lakitas chilenas son los peculiares procesos identita-
rios de sus intérpretes, muchos de quienes se identifican a sí mismos como la-
kitas, estableciendo una distinción respecto de quienes interpretan otros estilos
y se llaman a sí mismos sikuris. Por último, las lakitas chilenas gozan de cre-
ciente popularidad, y se han extendido hacia festividades en las que hasta hace
poco predominaban otras prácticas musicales, como la Pascua de negros en La
Tirana (Tarapacá) (Mardones y Riffo 2011). En Buenos Aires interpretan este es-
tilo musical L akitas del Oriente, Lakitas de Tunupa y Lakitas Kamanchaka del Río
de la Plata. En Bogotá, Juaika Sikuris; en Lima, Zampoñas Urbanas; en Córdoba,
L akitas A marukancha; y en São Paulo, Lakitas Sinchi Warmis.
Del ayllu a la metrópoli ■ 133
15. Es una tendencia en declive. El Taller de música andina Túpac Katari cons-
tituye una excepción notable, pues entre sus objetivos se encuentra acompañar en
fiestas señaladas a residentes de países andinos.
16. La idea de expandir la organización de un mismo conjunto en nuevas ciu-
dades a través del sistema de filiales fue inaugurada por la AJP, cuya primera su-
cursal se estableció en Puno en 1979 (Sánchez 2013, 196; Turino 1993, 152). A
través de este sistema, varias agrupaciones puneñas se han extendido en Lima,
Arequipa, Cusco, Buenos Aires, São Paulo y Roma, entre otros lugares.
17. Más aún, muchos conjuntos de sikuris usan estas redes sociales para nego-
ciar la postura musical e ideológica de sus respectivas agrupaciones y así construir
parte de su memoria e identidad colectivas.
18. En años recientes el estado boliviano ha difundido eficientemente una
forma abreviada de este discurso bajo el nombre de “Buen vivir”. En Buen vivir /
Vivir bien, Fernando Huanacuni (2010) propone la aplicación de un cuerpo de
principios de presunto origen “ancestral” que agrupa bajo la rúbrica aymara Suma
qamaña (vivir bien). Estos principios retro-normativos celebran los valores de la
economía moral andina como opuestos al sistema económico capitalista. Huana-
cuni disemina estas ideas a través de discursos, videos y especialmente charlas
que ofrece en diversas ciudades latinoamericanas. La enorme popularidad de esta
narrativa y su inclusión en las constituciones políticas de Ecuador (2008) y Boli-
via (2009), demuestran la vigencia de “lo andino” es tanto herramienta política.
Por otro lado, es importante notar que hoy la antropología andinista ha dejado las
conceptualizaciones dogmáticas sobre “lo andino” en favor de aproximaciones his-
tóricas que reconocen las teorizaciones propias de sus protagonistas y se basan
en interacciones prolongadas (e.g., Juan Arias, Anders Burman, Andrew Canessa,
Carlos Mamani, Kimberly Theidon).
19. Pese a que su contenido varía dependiendo de quién los dicta, los talleres
de cosmovisión andina suelen tomar la forma de clases magistrales. En ocasiones
involucran la enseñanza de danzas folclóricas andinas como tinkus, o la interpre-
tación de aerófonos andinos como sikus, aunque también pueden estar acom-
pañados de exposiciones sobre enfoques tan variados como arqueoastronomía y
medicina naturista. Quienes dictan estos talleres usan un lenguaje que oscila en-
tre el discurso técnico antropológico, la crítica social de la narrativa indigenista y
la persuasión afectiva del relato testimonial, alternando entre los tiempos verba-
les del presente y el pretérito, y caracterizando la cultura andina como un sistema
singular, sostenido en un momento temporal arbitrario y ajeno a la influencia
individual o colectiva. Pregonan las virtudes de la economía moral andina, las
instituciones de ayuda mutua y la división sexual del trabajo, entre otras, presen-
tándolas como manifestaciones culturales específicamente andinas. En breve, los
talleres son muy eficientes en la propagación de símbolos generales de indigeni-
dad andina, así como de una visión esencial y romantizada acerca del Otro andino.
20. Durante la década de 1970 en Lima, los primeros conjuntos de sikuris no-
puneños tampoco replicaron el estilo musical de localidades andinas específicas.
En la década siguiente un cambio de actitud generalizado hizo imperativo que
cada conjunto se especializara en la interpretación del estilo musical de una po-
blación particular e, inclusive, de una agrupación específica de dicha localidad
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(Acevedo 2003, 111–112; Sánchez 2013, 197, 340, 348). Los conjuntos de sikuris en
Santiago interpretan varios estilos musicales, pero destinan a cada uno prolonga-
das temporadas. En Buenos Aires algunas agrupaciones adoptaron una postura
semejante, mientras que otras interpretan múltiples estilos simultáneamente sin
establecer mayores diferencias estilísticas (Barragán y Mardones 2015, 33). Esta in-
clinación es la más común entre los conjuntos de Bogotá.
21. L a forma actual de los estilos musicales más populares entre los siku-
ris no suele ser anterior al siglo XX. El caso mejor documentado es el del pue-
blo de C onima (Puno, Perú) y la influencia que sobre él ejerció Natalio Calderón,
un mestizo acomodado de la zona con entrenamiento profesional en música (ver
Turino 1993).
22. Stobart (2006, 134) ofrece una descripción de las icónicas batallas ritua-
les entre conjuntos de julajula durante la Fiesta de la Cruz en Macha (Potosí, Bo-
livia). Baumann describe las contiendas musicales durante la fiesta de la Virgen
de Asunta en Arampampa (Potosí, Bolivia) (ver Baumann 1985, 26; 1996, 43–48).
Turino (1993, 65–66) describe una batalla musical durante carnavales en Conima,
Perú. Templeman (2014, 114–117) los “choques” en Charazani (La Paz, Bolivia).
Fortunato (2012, 87) los “contrapunteos” entre las comparsas de lakitas en Arica y
Parinacota, Chile. Machaca (2004, 90, 94, 110, 157) los “ataques” durante la peregri-
nación de la Virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral, en Jujuy, Argentina.
23. Los músicos con estilos de apreciación musical más intelectualizados a
menudo se abstienen de participar en estas rondas. Mientras que en la mayoría de
escenas sikuri predomina el deseo de formar e integrarlas, en Santiago este es un
fenómeno atípico. Por una parte, debido a limitaciones materiales, pues cada con-
junto posee sus propias consortes de instrumentos afinadas en modo diferencial y
ninguna es lo bastante numerosa para abastecer tal cantidad de participantes. Por
otra, debido a diferencias intergrupales que han ocasionado la relativa atomización
de los conjuntos.
24. Mientras que la mayoría de estas manifestaciones son coyunturales (contra
recortes presupuestales a la educación pública, feminicidios, desapariciones forza-
das, en solidaridad con movilizaciones de campesinos e indígenas), otras se han
establecido como instancias que convocan a los sikuris anualmente. La fecha más
representativa es el 12 de octubre, cuando centenares de sikuris marchan por esce-
narios icónicos de sus respectivas ciudades para cuestionar el carácter celebratorio
que las instituciones oficiales suelen dar a la efeméride.
25. Los sikuris también soslayan detalles que les resultan poco convenientes,
como las muestras públicas de devoción religiosa, el consumo excesivo de bebidas
embriagantes durante actuaciones y ensayos y, en especial, la prescripción social
que en los ayllus disuade a las mujeres de interpretar instrumentos de viento (ver
Sánchez 2013, 374–402, 427; Sinti 2017, 92; Vega 2016, 1071–1072).
26. Otras motivaciones para participar en las rondas musicales incluyen el ac-
ceso a comida, bebidas embriagantes y hojas de coca que les suelen ser ofrecidas a
los músicos. Lo habitual es que entre quienes participan en estas rondas converjan
estos incentivos junto al gusto mismo por hacer música.
27. A pesar de la aparente coherencia del ciclo agrofestivo, las temporadas seca
y húmeda son tan fluidas como el empleo de instrumentos musicales durante
las mismas. Más aún, en muchos lugares de los Andes la producción musical no
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