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1.

Creo, basado en una larga práctica realizada en los textos más difíciles y variados, que una
buena traducción literaria no puede ser el resultado de la aplicación mecánica de una teoría,
por coherente que sea. La teoría, por su carácter general, se aplica solo con resultados
cuestionables a la traducción, porque esto, como la creación artística, se construye como
resultado de un conjunto de opciones, de soluciones particulares. La traducción es, sobre todo,
una práctica cuyo éxito depende del horizonte cultural del traductor, de la competencia y el
desempeño lingüístico del traductor, pero también de una intuición correcta de las soluciones
concretas. En los casos más felices, es de hecho una teoría práctica, en el sentido de que, por
un proceso ainductivo, de naturaleza práctica, el resultado de lo que ahora llamamos
vocación, talento, ella construye su propia teoría, de la cual deduce su propia práctica, etc.
etc., un movimiento alternativo que, durante la actividad de traducción, a través de un proceso
de autorregulación específico de cualquier actividad artística en trance de desarrollarse,
también se da cuenta de sí mismo, constituyéndose en una teoría basada en este movimiento
alternativo inductivo-deductivo, deductivo-inductivo. En otras palabras, para que la "teoría"
sea útil, efectiva, debe haber sido elaborada por el propio traductor, sobre la base de su propia
práctica. No cuestiono el valor de algunas teorías de traducción hechas por lingüistas que no
han traducido una página en sus vidas, en sí, es decir, por la belleza de la construcción
especulativa que a veces propongo. Pero, repito, no creo en la utilidad de estas teorías para la
práctica de la traducción literaria efectiva.

2. En la teoría literaria de las últimas décadas se impuso el concepto de "lectura plural": la


obra literaria puede ser leída / se puede leer de innumerables maneras, todas estas lecturas
siendo igual de "buenas" siempre que tengan una coherencia, que sean válidas. Yo propongo
una teoría de la traducción como una “lectura plural”, que se queda -paradójicamente- incluso
válida aún cuando en el caso de unos textos que la pidan, el traductor trata de mantener la
ambigüedad -es decir la pluralidad de sentidos- del original. Optar por el mantenimiento de la
ambiguedad es, en sí mismo, la opción para una cierta lectura. Por otra parte, la lengua,
cualquier lengua como un sistema, obliga al traductor a la circunscripción en un sentido, por
mas vago que sea. El lector (también el crítico, en calidad de lector especializado) recrea la
obra mediante/a traves de su lectura. Este punto de vista puede hacerse extensivo a la
traducción literaria y a la actividad del traductor literario, en el cual podemos ver un lector
cuyo esfuerzo, materializado en la transposición de la obra de una lengua a otra, es el más
cercano a la idea que nos hacemos sobre la lectura como acto creador. Se suele decir que el
traductor tiene que ser el intérprete fiel de la obra original, pero viéndolo de cerca//si
analizamos detenidamente, esta fidelidad aparece también como una infidelidad (en esto
consiste el estatuto paradójico de la traducción literal) con respecto a la obra original. Eso no
se debe solo a //Y esto no solo porqué la transposición se hace de una estructura linguística a
otra estructura linguística, pero también porqué ”la propia lectura” es la traducción que
representa al traductor, es lo que es el traductor, con su mentalidad cultural, con su universo
epistemológico, con su horizonte de expectativa, con su sensibilidad particular, pero que
pertenece al mismo tiempo - incluso cuando el lo niega - a una sensibilidad colectiva, etc.

3. Todo lo dicho en el segundo fragmento nos lleva hacia algo que, antes de ser una idea, es
un sentimiento experimentado con agudeza por el traductor: el sentimiento de amargura del
que intuye, y después - trás un razonamiento muy sencillo- sabe que la traducción que ahora
hace con agonía y de la cual está muy orgulloso, mañana será obsoleta, no solo porque el
enfoque//patrón de lectura//la perspectiva (es decir, en el primer lugar, la mentalidad) atraves
de la cual será leída mañana será otro, pero también porqué la misma lengua cambia. Lo que
significa que los lectores de mañana de una traducción literaria hecha hoy la leeran como un
texto apenas//un poco (o muy) anticuado, teniendo para ellos conotaciones algunas veces
puramente//realmente//lanamente cómicas (pensemos en la manera en que leemos las
traducciones al rumano a lo largo del siglo XIX). Así que, la traducción literaria nos aparece
como una serie que está siempre abierta, como una actividad reiniciada una y ota vez, nunca
finalizada, nunca definitiva. Es aquí donde se puede medir de forma más evidente la
diferencia de estatuto entre la obra original -la que aún cuando es afectada por la vestustez
linguistíca, sigue siendo un monumento de una literatura, de una cultura, un monumento
único e irremplazable- y la traducción, que, aun en el mejor de los casos, marca un momento
de una literatura, de una cultura. Por eso el traductor tiene algunas veces el sentimiento de qué
está construyendo castillos de arena, qué mañana serán barridos por las olas. Y aún así, sin su
trabajo y el trabajo de otros como él, ninguna literatura, ninguna cultura se pueden construir
de forma sólida / teniendo una base sólida.

Ahora bien, tras haber reflexionado en lo anterior reflexionando sobre todo esto, el traductor
que está al inicio / comienzo de sus actividades, sin embargo decide perseverar en su trabajo,
tán necesario pero no precisamente glorioso, él llegará queriendo o no, a construir- mediante
su propia practica- su pequeña e indispensable teoría (como decía anteriormente).
4. Uno de los puntos más delicados de ésta es, indudablemente, la traducción de los
arcaísmos. La ilusión qué pueden tener algunos traductores de qué el problema se resuelve
trás respetar algunas homologias entre dos momentos (los lingüísticos incluidos) situados en
la trayectoria del desarrollo histórico, esta pronto contradicha por los efectos catastróficos que
aparecen en el plano de la conotación. Piensen en la poesía de Villón o en Las cartas de la
señora de Sévigné traducidas a la lengua de nuestros cronistas, ¡con otras palabras/osea en una
Epóca Medieval Francésa, más temprana o más tardía, en que los nobles son boyardos y los
reyes vaivodas//habitada por/plagada de vornic=primar, alcaldes, coperos boyardos /
terratenientes y vaivodas / comandantes del ejército! Con todo esto, hubo / ha habido
traductores qué han procedido/actuaron así, por lo menos en el caso de Villón. En mi opinión,
para evitar semejantes estragos, existe una sola solución: la traducción a la lengua moderna /
traucirse a la lengua moderna (es decir, a la lengua del momento en que se hace la
traducción), intronduciendose con mucha mesura/moderacion/prudencia ciertos términos o
ciertas construcciones sintacticas/expresiones un poco arcáicas, pero todavía en uso - es
decir/por ende, conocidas por la mayoría de los lectores – practicadas en la literatura escrita y
cuyas conotaciones tienden hacia el polo la neutralidad.

5. La traducción de los arcaísmos evidencia/señala de la forma mas clara que el traductor no


puede ser fiel al texto que traduce, en el sentido de una transposición mecánica de este. Si
fuera así, para un texto - digamos francés, o inglés, o alemán, etc. etc- del sigo XVII,
tendríamos que usar la lengua rumana del siglo XVII. Pero también existen otras situaciones
en las que el asunto se presenta de manera análoga (como se verá más adelante).

6. Sin embargo, el caso límite, el insuperable, es la traducción de un texto a un dialecto (no en


una jerga, esto es, de bien, de mal, soluble). ¿Cómo traducir, por ejemplo, un diálogo en
provenzal, o en el dialecto de Auvernia, etc., introducido en una novela escrita en francés
estándar? Sería el mayor error tratar de traducirlo a través del idioma moldava o transilvana.
Y esto también se debe a los estragos que generaría la connotación. ¿Y que haras en este?
Adoptarás una estrategia análoga a la que usas para traducir arcaísmos: soluciones al filo de la
navaja que marcarán la presencia de un dialecto, permaneciendo lo más que pueda en una
zona de lenguaje neutral.
7. ¿Cómo procedemos cuando el texto, poesía o prosa, propone metáforas, epítetos,
construcciones sintácticas inusuales, que surgen de los clichés previsibles, que parecen
violentar el idioma rumano? ¿Renunciamos al efecto de choque para permanecer en nuestros
hábitos lingüísticos cómodos y controlables, más seguros y más controlables, o, por el
contrario, forzamos la lengua rumana a renovarse, explorar y actualizar sus virtualidades,
permaneciendo así más fieles al original? Creo que la segunda solución es la mejor.

8. Cuando el original involucra errores gramaticales obvios, términos impropios, repeticiones


descuidadas, ¿los mantenemos o no en la traducción? Creo que cada traductor se dará la
respuesta aquí solo. También se puede usar una nota al pie de pagina.

9. ¿Es necesario traducir los versos a la prosodia del original (me refiero a la rima, ritmo,
número de sílabas, etc.)? La tradición de las traducciones al rumano dice que sí, con el riesgo
de perder mucho en otros planes, incluido el semántico. La tradición francesa permite la
traducción a letras blancas, lo que consideraría, en muchos casos, como el de Eminescu, una
solución, después de todos los intentos, generalmente perdidos, que se han hecho hasta ahora
para traducir manteniendo la prosodia original. Vería en el intento de traducirlo en letras
blancas una nueva lectura suya, respondiendo a un nuevo horizonte de expectativa.

10. Hay situaciones, especialmente en la poesía moderna, cuando la literariedad coincide con
lo literaridad o, con otras palabras, cuando se traduce de forma literal/ad litteram, literalmente
un texto significa traducirlo literaria. Toda la poesía que procede/surge del surrealismo (¿y
qué poesía, a partir de la segunda década del siglo XX, no procede del surrealismo?) no nos
obliga a preguntarnos qué quiso decir el poeta, sino tomar a pie d ela letra/ad litteram lo que
dijo el poeta. Traductor, amigo mio, recuerda estas palabras de Genette, en realidad surgidas
del pensamiento de Valéry: `` La literalidad del lenguaje aparece hoy como la esencia misma
de la poesía, y nada es más desagradable para esta idea que una posible traducción, un cierto
espacio entre la letra y el sentido. "
Tezeu, numele tău de zeu este dorință . Ah, Ariadna, nu te-am abandonat în Naxos ci în
Trotcha. Acum cobor spre lumea amintirilor pentru a te scot din lumea morților. A trebuit să
trec apele Leteo, râul uitării, laberinu

Mergeam pe La Rampa cu calombarii mei ce îmi fereau ochii de dublul reflector a


Maleconului, si marea lucitoare, strălucitoare , o oglindă dublă care astepta dubla reflectare a
lui venus a unei frumuseți venusiene

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