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Parte I, Capítulo I
El Alquimista empieza en una iglesia que tiene un árbol de, donde Santiago decide
pasar la noche. En sus sueños, vuelve a aparecer el tesoro escondido en las
pirámides. Cuando despierta piensa en una muchacha, hija de un comerciante, que
había conocido hacia un año y que se había sorprendido porque, siendo pastor,
Santiago supiese leer. Esta chica le hace prometer que, pasados doce meses, irá a
buscarla para volverse a ver.
Parte I, Capítulo II
Santiago avanza hacia Tarifa, muy cerca de donde ha quedado con la chica. Antes de
continuar, decide visitar a una gitana para que intérprete ese sueño que estaba
teniendo sobre el tesoro. La adivina le dice que es algo real y que debe ir a Egipto a
buscarlo; a cambio de ayudarle, le pide una parte del botín.
Justo después se encuentra en una plaza con un señor que dice llamarse Melquisedec,
el rey de Salem. Este le cuenta que hay una gran mentira que todo el mundo se cree:
que el destino se interpone entre la persona y su Leyenda Personal. En cambio, le
explica que las Leyendas Personales son creadas por el Alma del Mundo, que ayuda a
cada cual a cumplir su Leyenda. Este señor afirma ser un enviado que descubre la
verdad a quienes quieren verla, y le pide el diez por ciento de la venta de sus ovejas a
Santiago a cambio de reverlársela.
Santiago acepta y decide que todo lo que le ha pasado hasta ahora (sus ovejas, el
encuentro con la muchacha hace un año…) solo son pasos hacia su Leyenda
Personal, así que decide seguir los consejos del rey y continuar el camino. Después de
vender su rebaño y antes de irse, Melquisedec le da dos piedras Urim (la del sí) y
Tumim (la del no), que podrá consultar para interpretar las señales del universo.
Santiago compra un billete para pasar de Tánger a África, pero nada más llegar le
engañan y le roban todo su dinero. A pesar de ello, las piedras le indican que todo va
bien, así que acude a una tienda de cristales y encuentra trabajo ayudando al
mercader que la gestiona.
Compra un billete para ir en una caravana, donde conoce a un inglés que le habla de
un hombre muy sabio: El Alquimista. Al parecer, esta persona tiene conocimientos
sobre muchos temas, desde metalurgia hasta espiritualidad. El inglés se dirige al oasis
donde vive este señor, e invita a Santiago a acompañarle.
Llegan al oasis, un lugar neutral donde además deben parar porque el desierto, lleno
de guerras entre clanes, no es seguro para continuar viajando. Además, allí conoce a
una chica: Fátima. Enamorado, Santiago se da cuenta de que es capaz de escuchar la
voz del Alma del Mundo, pero reconoce que no puede casarse porque entonces
debería quedarse en el oasis para siempre y abandonar su Leyenda. Fátima le apoya y
le explica que ella, como otras muchas mujeres, disfruta de la libertad de su pareja.
Santiago aprende entonces que el amor no significa posesión.
Una noche Santiago, en sueños, tiene la visión de que un ejército atacará el oasis,
por lo que al despertar alerta a los ancianos sobre ello. Estos le prometen que por cada
diez hombres que matasen, le daría una moneda de oro, pero que si todo era mentira
y no había ningún ataque, el muerto sería él.
Esa misma noche Santiago encuentra por fin al Alquimista, que le pregunta
amenazantemente cómo ha sabido lo del ataque. Al explicarle todo sobre su vida, su
sueño y su Leyenda, el Alquimista le dice que, si al día siguiente seguía vivo, lo buscase
para irse juntos a Egipto.
El ataque ocurre y Santiago, que ha demostrado acertar con su visión, recibe las
monedas prometidas. Al final del día, acude a su cita con El Alquimista y
juntos retoman el camino.
Durante el viaje, Santiago insiste al Alquimista para que le enseñe más secretos sobre
su arte. Sin embargo, este le explica que lo que le queda por aprender debe hacerlo
solo. También le cuenta que el problema con las Leyendas Personales es que la gente
se obsesiona con coleccionarlas, pero no las viven, y en consecuencia han perdido y
olvidado los secretos del universo.
Santiago está asustado y una parte de él se arrepiente de haber dejado atrás a Fátima
y al oasis para internarse en el peligroso desierto. En su corazón escucha la voz del
Alma del Mundo contándole historias de aquellos que no lograron su objetivo. Sin
embargo, El Alquimista le asegura que, si conoce bien a su corazón, este jamás le
traicionará.
Cuando Santiago reclama una vez más conocer los secretos de la alquimia, su
acompañante le explica que la razón de que los alquimistas pueden convertir cualquier
metal en oro es que están ayudándolo a cumplir su Leyenda Personal. Por lo tanto,
además de los seres, los elementos del mundo también tienen una.
Lo que era esperable ocurre: los dos personajes son capturados por uno de los clanes
guerrilleros. Durante su cautiverio, El Alquimista afirma que Santiago es un hechicero
y que logrará escapar; los secuestradores no se lo creen, pero le dan tres días para
comprobarlo. Santiago está asustado, pero, justo cuando se le acaba el tiempo, deja
que su corazón y el desierto, el sol y el viento hablen, ya que ambos conocen el
Lenguaje del Mundo. Estos elementos no le pueden ayudar, pero le dan la pista
definitiva: que ore a la Mano que todo lo escribe. Esta Mano le responde poniendo en
marcha una tormenta de arena que rodea a Santiago y lo lleva hasta el otro punto del
campamento. Los guerrilleros que los habían secuestrado, impresionados, les dejan
libres a él y al Alquimista.
Ambos personajes siguen el viaje hasta llegar a un monasterio cóptico. El Alquimista
convierte todo el plomo que allí hay en oro y lo reparte entre sí mismo, Santiago y el
monje, que recibe el doble con la promesa de que la mitad se lo dará al protagonista si
algo le ocurriese en Egipto.
Finalmente, Santiago va solo a Egipto y allí encuentra las famosas pirámides de sus
sueños. Se pone a cavar y en esa tarea está cuando dos bandidos lo asaltan. Le
empiezan a apalear hasta que Santiago les cuenta qué está haciendo. Cuando paran a
escucharlo, uno de ellos se ríe explicándole que el tesoro no está ahí, que él tuvo el
mismo sueño. Eso sí, se burla diciéndole que el lugar era una iglesia española con un
árbol de sicómoro. La otra diferencia es que él no fue tan tonto como para recorrerse
medio mundo e ir a buscarlo. Es entonces cuando Santiago comprende todo y vuelve a
su aldea. Allí, en esa iglesia donde durmió al comienzo de la novela halla el tesoro,
pero es feliz porque durante el viaje encontró mucho más.
La moraleja final es que los sueños (es decir, nuestra Leyenda Personal) hay que
perseguirlos. Santiago hizo bien en ir a por ellos, no quedarse «quieto» esperando a
que ellos viniesen a él o rindiéndose cada vez que algo se interponía en su camino.
«El miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento. Y ningún corazón sufrió jamás
cuando fue en busca de sus sueños.»
«Tu corazón está donde está tu tesoro. Y es necesario que encuentres tu tesoro para
que todo pueda tener sentido.»
«Cuando todos los días parecen iguales es porque hemos dejado de percibir las cosas
buenas que aparecen en nuestras vidas.»