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Resonancias históricas de los clanes de Minamoto y Taira

La no permanencia y el héroe
maltratado en la mentalidad
popular
Historia 26.11.2021
Kobayashi Akira [Perfil]
Shogyō-mujō y hōganbiiki son dos ideas de profundas raíces que
quedaron plasmadas con gran claridad en las historias de los dos
famosos clanes guerreros de los Taira y los Minamoto. Veamos cuáles
son los orígenes de estas ideas y cómo han tomado carta de naturaleza
en la mentalidad popular japonesa.

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La no permanencia y la antipatía hacia los


poderosos
“Gionshōja no kane no koe / shogyō-mujō no hibiki ari. / Sarasōju no
hana no iro / jōsha hissui no kotowari wo arawasu. / Ogoreru hito mo
hisashikarazu, / tada haru no yoru no yume no gotoshi. / Takekimono
mo tsui ni wa horobinu / hitoe ni kaze no mae no chiri ni onaji.”

“Las campanadas del templo de Jetavana / proclaman que todo es


transitorio. / El color de las flores de los árboles gemelos de sala /
muestra que a la pujanza sigue necesariamente el declive. / Nunca dura
mucho la prepotencia, / es como sueño de noche de primavera. / Y en
nada queda el ímpetu del más brioso, / como mota de polvo que el
viento lleva.”

Es el famoso arranque de la epopeya medieval Heike


Monogatari (“Historia de la casa de los Taira”). Aunque se desconoce
cuándo fue completado este largo poema épico, se cree que su núcleo
original había tomado forma ya a principios del periodo Kamakura
(1185-1333). Los códices que se han conservado pueden clasificarse en
dos grandes grupos: los de lectura y los de recitado para tañedores
de biwa (laúd japonés). Estos últimos son los que han tenido mayor
difusión entre el gran público.
A la izquierda, un tañedor de biwa representado en Shokunin utaawase ehon (“Libro
ilustrado de certámenes poéticos sobre oficios”). A la derecha, página de un códice
del Heike Monogatari escrito en torno a 1600 donde puede verse, marcados en rojo, la
expresión shogyō mujō (no permanencia de todos los seres). (Ambos pertenecen a la
colección de la Biblioteca Nacional de la Dieta)

Los tañedores de biwa, generalmente personas invidentes con hábitos


de monje, dedicaban un buen tiempo al recitado del pasaje arriba
citado. En algunos materiales de audio, como CD, que reproducen el
recitado, se emplean cerca de siete minutos en esas pocas líneas, lo
cual da una idea de la importancia que se les atribuye.

El templo de Jetavana es uno de los lugares donde, según la tradición,


el buda histórico Sakyamuni impartió muchas de sus
enseñanzas. Shogō mujō, la transitoriedad o no permanencia de los
seres y fenómenos, dicho de otro modo, la inexistencia de lo eterno, es
también una idea budista.

Esta idea late bajo toda la epopeya y está íntimamente ligada a la parte
del pasaje citado que habla del inexorable declive de toda pujanza, por
muchas que sean las glorias acumuladas.

En Heike Monogatari, estas ideas se aplican a Kiyomori y a todo el clan


de los Taira.

Kiyomori fue el primer bushi o miembro de la clase guerrera en ocupar


el puesto de daijō daijin, máxima dignidad política del país. Shigemori,
su primogénito, también fue miembro destacado del Consejo de Estado
con un cargo que implicaba ostentar el segundo rango de la jerarquía
nobiliaria, además de autoridad militar. El segundo hijo de Kiyomori,
Munemori, ostentó el cargo de chūnagon (tercer rango), y el resto de
sus vástagos también obtuvieron cargos y títulos. Entre sus
descendientes directos hubo 16 situados en los tres rangos nobiliarios
superiores y más de 30 en los restantes dos rangos, que implicaban
autorización para presentarse en la sección del palacio donde estaban
las estancias particulares del emperador. En aquella época, se decía que
los Taira copaban prácticamente todos los puestos cercanos al
soberano. Una verdadera dictadura familiar.
Ilustración del Heike monogatari de 1656, que representa a los hijos e hijas de Kiyomori.
(Colección de la Biblioteca Nacional de la Dieta)
Pero toda dictadura acaba corrompiéndose. La corrupción tiene su
origen en el engreimiento. Kiyomori ascendió al puesto supremo
de daijō daijin  en 1167, murió en 1181, un año después los Taira
perdieron pie en la capital y en 1185 fueron derrotados definitivamente
en la batalla de Dannoura. La engreída casa de Taira cayó de lo más
alto a la aniquilación en apenas 19 años.

El  Heike monogatari  sostiene que todo lo que ocurrió con los Taira fue
perfectamente conforme a la “providencia” natural, según la cual nada
es duradero, y que la causa de su perdición fue el engreimiento o
prepotencia, tal como se expone en el arranque de la historia.

Los méritos de Kiyomori no fueron pocos. Abrió o mejoró muchas de las


rutas del mar interio de Seto, entre las islas principales de Honshū,
Shikoku y Kyūshū, acondicionando también sus puertos, construyó el
edificio principal del santuario sintoísta de Itsukushima Jinja y acometió
otras muchas tareas. Se sabe que los factores que condujeron a su
aniquilación fueron muchos: luchas políticas, choques armados..., y que
finalmente los Taira sucumbieron a la fuerza militar de los Minamoto.
Son factores objetivos susceptibles de ser analizados, pero la idea
budista de la no permanencia, que toca la fibra más sensible de la
mente tradicional japonesa, satisface más. Y la historia de los Taira es
la mejor plasmación y resumen de esa mentalidad tan arraigada que
dice que en este mundo nada es inmutable, todo es efímero y no hay
forma de remediarlo.

Hay en esta historia otro elemento, no tan evidente, pero igual de


influyente: los celos que despiertan las gloriosas hazañas del otro, los
odios, los deseos de venganza y aniquilación. Para algunos, todo esto
pesó más que la no permanencia. El difunto Aida Yūji, experto en
historia de Occidente, decía en una de sus obras que el vencedor
absoluto, aquel que logra acaparar riquezas, dignidades y glorias, nunca
consigue ganarse el corazón de la gente, que tener el poder no significa
tener popularidad. En realidad, la idea de no permanencia que ha
calado en la mente japonesa incluye siempre ese elemento de odio a los
poderosos, y el destino de la casa de Taira es el hecho histórico que
mejor condensa todo eso.

Por primera vez en un haiku


Con el declive de la odiada casa de Taira, la de Minamoto se convirtió
en el centro de todas las miradas. Y si, dentro de ese clan, hubo alguien
realmente popular, ese fue Minamoto no Yoshitsune.

Yoshitsune es, por excelencia, el héroe que no obtiene recompensa por


sus hazañas. Gran espadachín y estratega militar, su sobresaliente
desempeño en el derrocamiento del régimen de los Taira fue causa de
que su todopoderoso hermano Yoritomo, primer shōgun del periodo
Kamakura, lo viera con recelo. Yoshitsune terminó sus días de forma
triste y deshonrosa. Este trágico destino, con todo el sufrimiento que
acarreó para él su falta de reconocimiento, es lo que le ha ganado la
simpatía popular a lo largo de las generaciones. Y esa preferencia por el
héroe de aciago destino sobre el todopoderoso triunfador se condensa
en la frase hōganbiiki (literalmente, “preferencia por el hōgan”, en
referencia al cargo militar que ostentó Yoshitsune). Con el paso del
tiempo, la expresión pasó a significar “apoyar” o “mostrar comprensión
hacia el desgraciado o débil”. En cuanto a los enemigos de Yoshitsune,
primero el clan rival de Taira y luego su propio hermano, se les ha
asignado el papel de malvados.

La expresión hōganbiki aparece por primera vez en un haiku anónimo


incluido en la colección Kefukigusa, escrita alrededor de 1640. Quiere
decir que para esas fechas la expresión ya estaba asentada en el
idioma.

El primer historiador que se fija en la expresión y señala lo hondo que


ha calado en la mentalidad popular japonesa es Takahashi Tomio,
quien, en su obra Yoshitsune densetsu: Rekishi no kyojitsu (“La leyenda
de Yoshitsune: mentiras y verdades de la historia”), señala la
compasión y simpatía que inspiran los personajes que obraron
rectamente y perdieron su lugar en el mundo, cuyo prototipo es
Yoshitsune.

Este sentimiento ha llevado a los japoneses a embellecer e idolatrar la


figura de Yoshitsune. El Heike monogatari  nos lo describe como un
hombre de baja estatura, piel blanca e incisivos prominentes (este
último detalle podría corresponder a la descripción de otra persona,
según algunos expertos), pero su idealización comienza ya a mediados
del siglo XIV, con una biografía o crónica centrada en su figura, de
título Gikeiki, que lo presenta como un apuesto joven. El retrato que se
guarda en el templo Chūsonji (prefectura de Iwate) muestra un hombre
de hombros caídos y constitución delicada, pero tampoco es muy
fidedigno ya que, al parecer, fue pintado siglos después de su muerte.
Yoshitsune en una ilustración del libro Zenken kojitsu (periodo Edo). El artista parece
haberse inspirado en el retrato conservado en el templo Chūsonji. (Colección del Museo
Nacional de la Dieta)

Una vida errante muy del gusto japonés


El carácter supuestamente noble y audaz de Yoshitsune, que a lo largo
de los siglos ha sido embellecido no menos que su aspecto físico,
resulta también muy del gusto de los japoneses. En marzo de 1185,
cuando la escuadra que comandaba preparaba el ataque sorpresa sobre
las posiciones de los Taira en Yashima, uno de sus lugartenientes,
Kajiwara Kagetoki, que gozaba de la estima de Yoritomo, le recomendó
que pusiera remeros también en la popa de los barcos, para poder
maniobrar con agilidad en caso de retirada. La respuesta de Yoshitsune
fue que antes de la batalla en su cabeza no había espacio para esa
posibilidad, que avanzar era la única opción. Este legendario episodio,
uno de los que enfrentaron a ambos guerreros, ha servido para
inmortalizar el arrojo de Yoshitsune, que asume todo el riesgo y
siempre juega limpio, y para fijar la imagen de un Kagetoki odioso, que
desvirtúa la intrepidez del primero y tergiversa sus palabras para
desacreditarlo ante Yoritomo. Pero se duda de la historicidad de este
tipo de episodios.

Su impulsividad y falta de doblez convirtieron a Yoshitsune en un


personaje fácilmente utilizable por otros y esto ha dado motivo a que la
posteridad lo haya visto con compasión.

Después de la famosa batalla de Ichinotani (1184), Yoshitsune se


desplazó a Kioto para restituir el alterado orden público. Allí,
Goshirakawa, que había cedido el trono imperial a su hijo pero, ya
tonsurado, seguía influyendo en la política, tomó contacto con él y lo
nombró jefe la “policía”, con atribuciones judiciales. Pero Yoritomo, que
temía que los hombres a sus órdenes pudieran eventualmente tomar
partido contra él si recibían cargos en la Corte, había prohibido que
asumieran cargos sin su permiso. Y ahora era precisamente su
hermano el que contravenía la orden.

Ser un hombre recto y sin doblez está muy bien, pero de Yoshitsune
habría que decir, más bien, que era un tanto irreflexivo.
Libro ilustrado de Heike Monogatari, tomo XI. Tras ser nombrado jefe de la “policía” con
atribuciones judiciales por el emperador retirado Goshirakawa, Yoshitsune le propone la
expulsión del poder de los Taira. Posteriormente Yoshitsune, al mando de sus tropas, se
dirigía a Yashima. El acercamiento entre el trono y Yoshitsune no fue visto con buenos ojos
por Yoritomo. (Colección de la Biblioteca de la Universidad Meisei)

Su destino se confirmó en Koshigoe, lugar próximo a Kamakura desde


donde Yoshitsune envió a Yoritomo una carta en la que desmentía las
sospechas de sublevación que pesaban contra él. Ni aun así se le
permitió acceder a Kamakura. Empieza entonces su vida errante.

En su obra Hōganbiiki to nihonjin (“La idea del hōganbiiki y los


japoneses”), el historiador y etnólogo Wakamori Tarō señala que la
historia del triste peregrinaje de Yoshitsune encaja perfectamente en el
clásico esquema narrativo del joven de noble cuna que pena solo y
olvidado por tierras extrañas (“viaje del héroe”), común a muchas
literaturas y muy apreciado por el público japonés. Este mismo
esquema está presente también en los capítulos de Suma y Akashi
del Genji Monogatari (“Historia de Genji”), en los que el protagonista
sufre el destierro, y en la biografía de Sugawara no Michizane, noble del
periodo Heian que muere en el destierro sin haber visto restituido su
honor.

La compasión de los japoneses por los personajes de la nobleza que


tienen un trágico destino es proverbial, y la figura de Yoshitsune,
paradigmática.

Saigō Takamori, que se enfrenta a Ōkubo Toshimichi, hace causa


común con los samuráis de Satsuma y perece con ellos, es otro
beneficiario del hōganbiiki. El “último samurái” sigue siendo más
popular que el gran prócer de la era Meiji.

En nuestros tiempos, el ex primer ministro Suga Yoshihide está


gozando de una renovada popularidad una vez dejado el cargo, pues se
le compadece por no haberse reconocido suficientemente sus méritos
en la vacunación y en la política contra el coronavirus. Otro beneficiario
de dicha mentalidad.

Fotografía del encabezado: Traslado a Kamakura de Taira no Munemori


y su hijo en el tomo XI del libro ilustrado del Heike monogatari.
Yoshitsune los había hecho prisioneros en la batalla de Dannoura y su
intención era presentarlos a Yoritomo para que sus méritos fueran
reconocidos, pero tropas enviadas por este salieron a su encuentro e
impidieron su paso. Yoshitsune escribió a Yoritomo para defenderse de
las falsas acusaciones que se vertían contra él, pero su súplica no fue
atendida. (Colección de la Biblioteca de la Universidad Meisei)

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