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Otra visión de los vencidos: hacia una perspectiva emishi de la historia japonesa
En el seminario sobre literatura japonesa que impartió en la Universidad de Paris de 1991 a 1992, la
novelista Tsushima Yūko tomó una decisión totalmente heterodoxa. En lugar de enseñar los clásicos
japoneses, como Murasaki Shikibu, Matsuo Bashō o Natsume Sōseki, optó por una selección de yukar
ユーカラ, o poesía oral ainu, la cual es considerada “poesía extranjera” por varios historiadores de la
literatura japonesa.1 Para Tsushima, esta decisión no tuvo un carácter meramente didáctico o
académico, ni siquiera literario: fue una decisión política para contradecir y expandir el canon literario
del que ella misma es partícipe. Sus traducciones al francés y al japonés de poesía yukar cumplen esta
función también. Tsushima desarrolla esta idea en su ensayo “The Possibility of Imagination in These
Islands”, donde argumenta que en la poesía ainu persisten las raíces primigenias de la imaginación de
las gentes más antiguas de las islas japonesas, y que rastros de este poder imaginativo se encuentran
incluso en los clásicos japoneses: “Cuando recuerdo y repaso la literatura japonesa, me parece que las
mejores obras se sostienen sobre una recuperación del poder imaginativo de los emishi”.2 Al evocar la
antigüedad de Japón, es inevitable, como hace Tsushima, nombrar a los emishi, un conjunto de pueblos
“bárbaros” que vivían en el noreste y norte de Honshū y contra el cual el antiguo Estado de Yamato
1 Yūko Tsushima, “The Possibility of Imagination in These Islands,” boundary 2 21, núm. 1 (1994): 192.
2 Tsushima, “The Possibility of Imagination,” 197
1
Los emishi poseen un gran poder evocativo, históricamente y aun en la actualidad, como símbolos
de rebeldía contra la autoridad y de la dominación aniquiladora de ésta. Por ejemplo, el clan Ōshū
Fujiwara del norteste se nombró a sí mismo como “herederos de los bárbaros del este”, , a pesar de que
sus raíces étnicas proveniesen de Kyoto, como una táctica política deliberada en abierta señal de
desafío al Estado japonés del oeste. 3 Incluso se ha afirmado que el pueblo ainu en la isla de Hokkaidō
(o Ainu Moshir, en lengua ainu) descienden de los emishi de la antigüedad. Aunque algunos
académicos han puesto en duda esta afirmación, Tsushima personalmente comparte esa opinión, y en su
ensayo especula que la dominación y exterminio, primero de los emishi y luego de los ainu, ha guiado
la construcción de Japón como un ente histórico y político: “La crónica histórica más antigua de Japón
es un registro hecho para el tennōke [tennōke 天皇家, la “Casa Imperial” de Japón]. Podemos deducir
de él que conquistar a los emishi fue el proyecto más importante y más dificil del tennōke. Al rastrear la
historia de Japón en las crónicas posteriores, podemos incluso llegar a decir que la historia de Japón es
la historia de la subyugación de los emishi”.4 Este fragmento del ensayo no debe tomarse como un
arrebato lírico: al contrario, abre la posibilidad de una visión distinta de la historia de Japón, una
“visión de los vencidos”, por decirlo así. Esto es más cierto en cuanto que los emishi no fueron los
únicos pueblos a los que el Estado de Yamato planeó extinguir o asimilar, y ni siquiera ellos mismos
Este ensayo se propone investigar la posibilidad de “una historia de las islas japonesas desde la
perspectiva emishi”. Para esto, primero se expone quiénes fueron los emishi y cómo se relacionan con
la propia creación de una identidad wajin 倭人. Posteriormente, se presenta el argumento de Tsushima
en el ensayo antes mencionado, y se argumenta la manera en que puede articularse una “historia
japonesa desde una perspectiva emishi”. Sin embargo, este ensayo no pretende un análisis exhaustivo,
3 Mark J. Hudson, Ruins of Identity: Ethnogenesis in the Japanese Islands (Honolulu: University of Hawai’i Press, 1999),
10, 204.
4 Tsushima, “The Possibility of Imagination,” 194-5
2
sino una propuesta que surge de la idea de Tsushima Yūko. Centrar un curso sobre literatura japonesa
en poesía yukar ainu es una invitación a repensar y reconstruir la historia literaria japonesa poniendo la
periferia en el centro, y al mismo tiempo es una transgresión contra la narrativa heredada sobre qué
constituye “lo japonés”; del mismo modo, analizar la historia de las islas japonesas centrándose en los
pueblos periféricos, no wajin, es una afrenta directa contra aquellas teorías que representan la historia y
las gentes que han habitado las islas japonesas como un ente homogéneo, ahistórico y excepcional. El
conjunto de estas teorías llevan por nombre nihonjinron 日本人論, “teoría de los japoneses”, y tienden
a ser esencialistas y racistas. Una “perspectiva emishi” puede ser una gran herramienta para desarticular
argumentos del nihonjinron y traer a la luz la forma en que el Estado japonés se ha construido con base
en el genocidio de pueblos a los que ha considerado distintos a su propia etnicidad wajin, aun cuando
no necesariamente sean étnicamente distintos. Cabe mencionar que, cuando se habla de “perspectiva
emishi” en este ensayo, no se quiere significar la narrativa escrita en una serie de documentos o
crónicas históricas por los propios emishi. No hay fuentes escritas que nos den indicios de la manera en
que los pueblos emishi contaban su propia historia o se autodefinían. Las crónicas wajin son nuestro
único acceso a esta historia, y es menester leerlas a contracorriente, pues su carga ideológica dificulta
su interpretación directa sobre estos temas. Entonces, la “perspectiva emishi” a la que se refiere este
ensayo es, efectivamente, “un modo de ver la historia”, en específico, la historia de Japón como
proyecto de Estado-nación.
La palabra emishi 蝦夷 tiene el significado de “bárbaro”, y está integrado dentro del sistema de
centro civilizado y periferia bárbara inspirado por la filosofía política china. No es hasta la mitad del
siglo VII, en el periodo Nara, que en los documentos de la corte de se comienza a nombrar emishi a los
habitantes de la región de Tōhoku, sobre los cuales no se extendía la soberanía del gobierno de
3
Yamato,5 pero incluso en las épocas Nara y Heian era un término difuso que bien podía referirse a
japoneses étnicos que vivían en esa zona o a los pueblos ainu que residían en el extremo norte de la
isla. Pero emishi siempre tuvo una connotación legal y administrativa para el Estado de Yamato, y “no
era un etnónimo ni se refería a un modo de vida… y abarcaba a todos los que vivían fuera de la
jurisdicción estatal sin importar su subsistecia, lenguaje y origen genético”. 6 Yolanda Muñoz comparte
esta observación: “Más que hablar de los emishi como pueblos cultural o étnicamente diferentes, el
término emishi sirvió para nombrar a todos aquellos que conformaban la periferia de la autoridad
central o que no se sometían a ella”. 7 Lo cierto es que la forma para referirse a estas gentes fue
cambiando conforme se fue expandiendo el área de soberanía del Estado de Yamato. Minami Midori
ofrece una historia de esta evolución tal como se manifiesta en los documentos de la corte de Yamato.
Antes de que adquiriese su connotación de “bárbaro”, emishi significaba “hombre viril y fuerte”,8 pero
una vez establecida la corte de Yamato, cuando se necesitaba escribir emishi como bárbaro, se utilizaba
los caracteres chinos 毛 人 , cuyo significado es “bárbaros del noreste no conquistados por Yamato”.
Cabe mencionar que el uso de estos caracteres también es un producto del sinocentrismo, pues ese era
el término con que se denominaba a las gentes bárbaras no Han en la historia china.9
A partir de la segunda mitad del siglo VII, la adopción de los caracteres chinos 蝦 夷 para
contexto de la embajada que la corte de Yamato envío a la corte imperial de la dinastía Tang en el
séptimo mes del quinto año del emperador Saimei (año 659 EC), según relata el Nihon Shoki. La corte
imperial de Yamato, bajo una mayor influencia china de la dinastía Tang, necesitaba establecer
5 Gina Barnes et al, “Japan considered from the hypothesis of farmer/language spread,” Evolutionary Human Sciences 2,
núm. 13 (2020): 10.
6 Barnes et al., “Japan considered”, 11.
7 Yolanda Muñoz Gonzáles, La literatura de resistencia de las mujeres ainu (Ciudad de México: El Colegio de México,
Centro de Estudios de Asia y África, 2008), 39.
8 Minami, “Images of the Ainu”, tesis de doctorado, State University of New York at Buffalo, 2007: 57
9 Minami, “Images of the Ainu”, 58
4
relaciones cordiales con la corte de China como iguales. De acuerdo con Minami, la perspectiva
sinocéntrica exigía dejar que “una raza bárbara diferente” llevase tributo al país como “la condición
absoluta de ser un emperador virtuoso”.10 Yamato envió dos miembros de un “pueblo bárbaro fuera del
gobierno” en la embajada, una mujer y un varón emishi, para presentar tributo a la corte del emperador
chino y demostrar que Yamato también tenía pueblos bárbaros tributarios. 11 Finalmente, a finales del
siglo XII, los caracteres 蝦夷 comienzan a leerse como “ezo”, y su significado cambia al de “ainu (en
en parte por la influencia del clan Ōshū Fujiwara en la política y en la producción poética. 12 Minami
concluye que los cambios lingüísticos de la palabra emishi se dieron a la par del cambio en el concepto
de “yamato” (de nombre del gobierno al de una etnicidad) y en el contexto político de la expansión de
gobierno centralizado.13
La palabra emishi en la época antigua, pues, no tuvo una connotación racial o étnica, sino
administrativa y judicial, pero sí indica una clara separación que está en la base de la etnicidad wajin.
Existían los wajin o yamato por un lado, y todos los demás pueblos que no fuesen wajin o yamato por
el otro: “en el Japón antiguo, se daba más atención a determinar qué gentes no eran japonesas que a
decidir los elementos que definiesen la etnicidad japonesa”.14 No es una coincidencia que el Estado de
Yamato tuviese clasificaciones distintas para todos los pueblos de la periferia, llegando incluso a
distinguir entre varios tipos de emishi según su localicación geográfica con respecto a Yamato o
relación política de alianza o enemistad con ellos. En la embajada a China que relata el Nihon Shoki,
5
por ejemplo, se mencionan tres tipos de emishi según estos términos: los tsugaru, los ara-emishi y los
El hecho de que se siguiera distinguiendo a los nigi-emishi a pesar de estar bajo la autoridad del
Estado indica que no se les consideraba wajin pero tampoco podían ser “ciudadanos” de Yamato. La
identidad de Yamato dependía de expandir su civilización y someter a los bárbaros fuera del dominio
del Estado, pero no necesariamente de hacerlos partícipes de su identidad. Esto se evidencia aún más
con el cambio del término nigi-emishi al de fushū 俘 囚 a partir del siglo IX. Fushū también es un
término jurídico, e indica “un estatus intermedio entre extranjeros y sujetos imperiales regulares”. 16
Literalmente significa “prisionero de guerra”, tenía la connotación de “bárbaro rendido” y los emishi
que se subordinaran al gobierno central adquirían ese nombre.17 Algunos clanes fushū como los Abe y
los Kiyohara, jefes emishi del norte de Tōhoku, se habían asimilado a Yamato para el siglo X,18 aunque
entre el final de las llamadas “Guerras emishi” (774–811) y la asimilación a Yamato, las crónicas
históricas registran varias rebeliones fushū en Dewa y Mutsu.19 Es claro que “los emishi” no fueron un
grupo social homogéneo: en rigor, son una ficción legal y no existieron como “pueblo” sino dentro del
imaginario y la terminología políticas del Estado de Yamato. La denominación general “emishi”, junto
con las distinciones que Yamato hacía de ellos, se crearon con la intención de encubrir la diversidad
regional de hecho existente entre esas gentes.20 Esto tal vez responda a la pregunta de porqué Yamato se
empeñaría tanto en someter a los emishi y a otras gentes y comunidades con un modo de vida distinto
al de ellos.
15 Citado en Kazuo Hanihara, “Emishi, Ezo and Ainu: An Anthropological Perspective,” Japan Review, núm. 1 (1990): 42.
16 Karl F. Friday, “Pushing Beyond the Pale: The Yamato Conquest Emishi and Northern Japan.” The Journal of Japanese
Studies 23, núm. 1 (1997): 7.
17 Friday, “Pushing Beyond the Pale”, 7.
18 Kazuo Hanihara, “Emishi, Ezo and Ainu: An Anthropological Perspective.” Japan Review, núm. 1 (1990): 41.
19 Horimoto, Ezochi of Northern Japan, 30.
20 Hudson, Ruins of Identity, 199.
6
Además de la embajada a la corte imperial china, en varias entradas del Nihon Shoki se menciona
a los emishi, en particular en relación con las guerras de conquista contra ellos, las cuales fueron de
gran importancia ideológica para Yamato pero que en realidad tuvieron resultados pobres. A partir del
periodo Heian, después de las Guerras emishi, sobreviven varios registros de individuos “solicitando
que la etiqueta de emishi fuese eliminada de ellos y de sus familias, con base en que sus ancestros
habían sido súbditos leales (omin) o habían residido originalmente en Japón occidental”.21 Es posible
que estas peticiones estén relacionadas con los reasentamientos forzados de emishi no fushū capturados
en casi todas las áreas bajo el dominio de Yamato, llevados a cabo para someter a los emishi no
asimilados y rebeldes quitándolos de sus tierras natales. Algunos de estos emishi se volvieron esclavos
en casas de nobles o en oficinas gubernamentales, otros fueron enviados a Kyūshū como soldados
contra la población nativa de esa isla, pero la mayoría se repartió en comunidades aisladas y pequeñas.
Algunas de estas comunidades desaparecían rápidamente, otras seguían guerreando contra el gobierno
y las comunidades japonesas vecinas, y otras finalmente decidían asimilarse por completo a la sociedad
japonesa.22 De este modo, a pesar del fracaso de las Guerras emishi para “pacificar” a las gentes
rebeldes del norteste, y después de cientos de años de intentos, el Estado japonés logró desaparecer a
Yamato veía la existencia y la resistencia emishi y de otras comunidades como una afrenta a su
propia identidad, como un elemento disruptivo de carácter político que debía eliminar para consolidar
su poder en todo el territorio. Una gran parte de esta necesidad de asimilar o aniquilar tiene que ver con
21 Friday, “Pushing Beyond the Pale”, 5.
22 William H. McCullough, “The Heian court, 794-1070.” En The Cambridge History of Japan, Volume 2, Heian Japan,
editado por Donald H. Shively y William H. McCullough (Cambridge: Cambridge University Press): 32.
23 McCullough, “The Heian court, 794-1070,” 32.
7
la forma de vida, social y económica, de las gentes no wajin, las cuales se dedicaban a la caza, la pesca
a menor escala. Para el Estado de Yamato, sin embargo, estas prácticas eran bárbaras: su proyecto de
creación de Estado, centrado en el cultivo del arroz como símbolo de la civilización, no podía permitir
que existieran formas de vida distintas a la suya. Kōmei Sasaki, en su libro La estructura múltiple de la
cultura japonesa, ha investigado la manera en que el fundamento del poder ideológico y político del
Estado japonés desde Yamato ha sido el cultivo de arroz como modo principal de producción
particular, el capítulo 10, “Desde el no cultivo del arroz hacia el cultivo del arroz. Conflicto entre dos
culturas heterogéneas”, expone el argumento de que en las islas japonesas desde el periodo Jōmon han
existido dos culturas heterogéneas, una de cultivo de arroz y otra de no cultivo de arroz. Si bien la
primera obtuvo preeminencia sobre la otra a partir de una política estatal, que favorecía su expansión
en el territorio japonés y castigaba a la cultura del no cultivo de arroz, no obstante la segunda persistió
incluso entrada la modernidad en la forma de ciertas prácticas festivas a lo largo del territorio.
Entre los pueblos que practicaban el no cultivo de arroz, incluye a comunidades de “montañeses”,
como los kume, los kuzu de Yoshino o el clan aborigen Furu de Isonokami. Estas tres comunidades
época del sistema ritsuryō, en relación con sus técnicas de cultivo en montañas donde había santuarios
shintoístas. Este tipo de conflictos ocurrían entre templos budistas o shintoístas que buscaban expandir
su territorio y los montañeses que buscaban defender el suyo, junto con sus creencias. Específicamente,
los kume y los kuzu se describen en el Nihon Shoki y en el Kojiki. Ambos residían en las montañas, y
cultivaban mijos en campos de roza y quema, además de que dependían de la recolección de nueces y
otros productos naturales de las montañas. Aunque ambos grupos terminaron sometiéndose a la
soberanía de Yamato, es indudable que originalmente eran montañeses cuya forma de vida no era como
8
la del pueblo que cultivaba el arroz. Para estas comunidades, las montañas eran el mundo de sus
deidades y, al mismo tiempo, su propio mundo; la caza y la recolección, entonces, eran una bendición
de las deidades que dominaban esas montañas. Para su práctica agricultora, los montañeses quemaban
los bosques mixtos (campos de roza y quema), y esta práctica, realizada con cuidado, les ayudaba a
conservar y aprovechar los bosques mixtos de la montaña; pero conforme Yamato los fue subyugando,
cambiaron su práctica agricultora de mijos a la del cultivo de arroz, lo que desgastaba mucho el terreno
y terminó por volverlo infértil.24 La forma de vida tradicional de los montañeses, que dependía de la
realizaba una forma de cultivo que empobrecía mucho la tierra por lo que rápidamente disminuyó la
Los ejemplos anteriores exponen la manera en que el arroz como símbolo cultural, la ideología
también traen de regreso el ensayo de Tsushima con el que abre el presente texto. Tsushima señala que
“la afirmación de que el arroz es un símbolo de la cultura japonesa debe siempre colocarse en un
contexto político que tiene como su base en el sistema del tennō”,25 ya que, en Japón, “el cambio de la
caza a la agricultura, de un modo de vida nómada a uno sedentario, se promovió bajo el tennōke”.26
Otras instituciones históricas de Japón han surgido en respuesta a estas formas de vida distintas: “La
clase guerrera, o samurai, tuvo sus orígenes en esta necesidad de vencer a los emishi”.27 El título de seii
taishōgun 征夷大将軍 (lit. generalísimo de las fuerzas de expedición para conquistar a los bárbaros)
fue creado durante las Guerras emishi con una expresa misión que su nombre ya indica. Ese mismo
24 Sasaki Kōmei, La estructura múltiple de la cultura japonesa (Ciudad de México: El Colegio de México, Centro de
Estudios de Asia y África): 275-9.
25 Tsushima, “The Possibility of Imagination,” 194.
26 Tsushima, “The Possibility of Imagination,” 194.
27 Tsushima, “The Possibility of Imagination,” 195.
9
título después sería codiciado por Minamoto no Yoritomo, por Ashikaga Takauiji y por Tokugawa
Ieyasu para establecerse como la máxima autoridad de sus bakufu respectivos. Y en el medievo,
mientras la autoridad estatal, antes el tennō y ahora el shōgun, perseguían la conquista, el campesinado
y las personas más vulnerables añoraban algo distinto: “A la par que la sociedad feudal incrementaba su
control sobre los campesinos, parece que ellos estuviesen añorando la libertad del modo de vida de los
marginados. Para una mujer que daba a luz a un bebé ilegítimo, por ejemplo, el mundo de los emishi
era el único lugar de refugio posible. Esta añoranza dio lugar a muchas leyendas que aún se cuentan
hoy en día”.28
Sin embargo, Tsushima escribe, lo que ha llegado a nuestros días no ha sido únicamente la
añoranza por una libertad perdida: “Las autoridades [medievales] continuaron tratando
implacablemente a los emishi como menos que humanos. Esta discriminación estaba tan
profundamente enraizada que su legado se ve en la sociedad japonesa actual, en una actitud de miedo y
asco hacia otras culturas que nos recuerden a los emishi”.29 Para Tsushima, el odio a los emishi y todo
divinización del tennō. Para ella, las posibilidades imaginativas de los antiguos japoneses, que
sobreviven en la poesía ainu pero que están en riesgo de desaparecer, se han atrofiado por la imposición
Desde los primeros contactos con los emishi, el tennōke puso atención en la fe de la gente y trató
de absorberla en el sistema del tennō al asumir para sí mismo un estatus divino, declarando que el
tennō era la deidad mayor que gobernaba sobre los dioses de los emishi. En la Segunda Guerra
Mundial se aprovechó al maimo este estatus divino. La imposición brutal de un tennō divino en la
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consciencia japonesa indígena de la naturaleza arrojó los conceptos de la creencia folclórica
Tsushima ha defendido la lucha de los ainu por la conservación de su propia cultura porque en ella ve
una libertad de la ideología estatal del tennōke, y en eso recae la “posibilidad de la imaginación” de la
que habla su ensayo. Los emishi son un emblema de esa libertad y de esa imaginación, transfigurados
como símbolo histórico que muestra una alternativa política para los japoneses, una alternativa que, de
ser eliminada, implicaría una pérdida aún mayor: “Y si, a largo plazo, la existencia de los emishi fuese
borrada de la historia de las islas japonesas por razones políticas, la vida misma de la cultura japonesa
sería interrumpida. Japón sin duda perdería todo sentido de dirección en esta era nuclear, a pesar de
Tsushima no lo articula en estos términos, pero lo que está sugiriendo es leer la historia de las
islas japonesas desde una “perspectiva emishi”: esto es, desde la perspectiva del subalterno que, si bien
no habla, persiste de hecho en la imaginación de las personas que habitan actualmente esas islas. Si la
afirmación de Tsushima que se cita al inicio del presente texto, de que “podemos incluso llegar a decir
que la historia de Japón es la historia de la subyugación de los emishi”,32 entonces esta perspectiva es
no solo de perspectiva en tanto que enfoque, sino también de perspectiva en tanto que distancia: “Al
considerar la cultura de una nación, al final el problema se reduce a qué tan cerca uno se posiciona
frente a la versión oficial de la historia, tal como la presenta quienes tienen el poder”. 33 La atracción de
la perspectiva emishi que se ha venido discutiendo proviene precisamente del poder de los emishi como
símbolo que resiste el poder autoritario del Estado japonés. Es esta capacidad transgresora la que ha
perpetuado la imagen simbólica de los emishi, y que se ha proyectado en la lucha actual de los ainu
30 Tsushima, “The Possibility of Imagination,” 197
31 Tsushima, “The Possibility of Imagination,” 197.
32 Tsushima, “The Possibility of Imagination,” 194-5.
33 Tsushima, “The Possibility of Imagination,” 193-4.
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como nación por su autonomía. De ese modo, la “perspectiva emishi” no es solo una mirada hacia el
pasado, sino que implica la construcción de nuevas posibilidades políticas para el presente y para el
futuro.
Finalmente, no puede decirse que la “perspectiva emishi” sea una idea audaz e innovadora. Como
demuestra Nathan Hopson en su libro Ennobling Japan’s Savage Northeast: Tōhoku as Postwar
Thought, 1945–2011, en el que aborda precisamente el cambio de percepción entre los intelectuales
japoneses acerca de los emishi a partir de 1945, después de la derrota en la Segunda Guerra Mundial,
cuando efectivamente la imagen de los emishi pasó ser la de un salvaje innoble a la de un salvaje noble,
crítica que podría hacérsele al ensayo de Tsushima es que tiende peligrosamente a ver a los emishi
como una versión del “buen salvaje” en lugar de un conjunto de comunidades heterogéneas con
virtudes y problemas. Sin embargo, el ensayo de Tsushima sigue siendo valioso por su propuesta de
“recordar” una imaginación que ya está de hecho presente en la actualidad. La resistencia ainu no vale
12
Bibliografía consultada
Barnes, Gina L., et al. “Japan considered from the hypothesis of farmer/language spread.” Evolutionary
Friday, Karl F. “Pushing Beyond the Pale: The Yamato Conquest Emishi and Northern Japan.” The
Hanihara, Kazuo. “Emishi, Ezo and Ainu: An Anthropological Perspective.” Japan Review, núm. 1
(1990): 35-48.
Horimoto, Fumiko. “Ezochi of Northern Japan: From Outer Land to Inner Land”. Tesis de doctorado,
Hopson, Nathan. Ennobling Japan’s Savage Northeast: Tōhoku as Postwar Thought, 1945–2011.
Hudson, Mark J. Ruins of Identity: Ethnogenesis in the Japanese Islands. Honolulu: University of
McCullough, William H. “The Heian court, 794-1070.” En The Cambridge History of Japan, Volume
2, Heian Japan, editado por Donald H. Shively y William H. McCullough, 20-96. Cambridge:
Minami, Midori. “Images of the Ainu”. Tesis de doctorado, State University of New York at Buffalo,
2007.
Muñoz González, Yolanda. La literatura de resistencia de las mujeres ainu. Ciudad de México: El
Tsushima, Yūko. “The Possibility of Imagination in These Islands.” boundary 2 21, núm. 1 (1994):
191-197.
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