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Asesinato de Calvo Sotelo
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La noticia del asesinato de Calvo Sotelo causó una enorme conmoción, no solo por el
hecho en sí —era el líder más destacado de la oposición—, sino también porque los
autores del magnicidio eran miembros de las fuerzas de seguridad «que llevaban como
auxiliares a militantes socialistas —uno de ellos, escolta de Indalecio Prieto— y
como jefe al capitán de la Guardia Civil Condés, también ligado al PSOE».23 Pero lo
que probablemente causó un impacto aún mayor fue la falta de respuesta del gobierno
del Frente Popular presidido por Santiago Casares Quiroga y del presidente de la
República, Manuel Azaña.4
El diputado de Izquierda Republicana Mariano Ansó calificó a Calvo Sotelo como «el
enemigo más caracterizado del régimen».14 El entonces director del diario
monárquico ABC Luis de Galinsoga recordó veinticuatro años después de su asesinato
en un artículo «su inquebrantable propósito de llegar hasta la última consecuencia
de su combatividad contra la República; a la que había aborrecido desde su origen
mismo y con la que no transigió jamás, ni aun en los momentos en que la República
parecía vestirse con la piel de cordero».15 En efecto, desde el mismo día de la
proclamación de la Segunda República Española Calvo Sotelo participó activamente en
la conspiración golpista de 1936 que desembocaría en el golpe de Estado de julio de
1936. Fueron frecuentes sus invocaciones a la intervención del Ejército para acabar
con la «anarquía» que había traído consigo el Gobierno del Frente Popular y estuvo
informado de los planes de la sublevación que dirigía el general Mola —incluso
llegó a ofrecerse a este como un combatiente más a las órdenes del Ejército—.1617
José Calvo Sotelo en un mitin en San Sebastián (1935). Era el líder indiscutido de
la derecha antirrepublicana y el principal promotor civil de la conspiración
golpista que desembocó en el golpe de Estado de julio de 1936.
Las intervenciones de Calvo Sotelo en las Cortes, al igual que las del líder de la
CEDA José María Gil Robles, eran siempre objeto de una «aversión despectiva» y una
«extrema agresividad» por parte de la mayoría de los diputados del Frente
Popular.20 El discurso que pronunció el 15 de abril, en el que enumeró de forma
detallada los cientos de actos violentos que se habían producido en España desde
las elecciones (según Calvo Sotelo había habido 74 muertos y 345 heridos y 106
edificios religiosos habían sido incendiados, uno de ellos la iglesia de San Luis
Obispo «a doscientos pasos del Ministerio de la Gobernación»),21222324 fue
interrumpido varias veces por los diputados de la izquierda. Unos le acusaban de
estar detrás de los atentados falangistas: «Vosotros sois los empresarios de los
pistoleros», «¿Cuánto habéis tenido que pagar a los asesinos?». Otros le recordaban
la represión sufrida por los revolucionarios de Asturias. La comunista Dolores
Ibárruri Pasionaria le dijo: «Id a decir esas cosas en Asturias», mientras que la
socialista Margarita Nelken le espetó: «Vamos a traer aquí a todos los que han
quedado inútiles en Asturias».25 Y cuando Calvo Sotelo dijo que «el desenfreno
[violento] dura semanas y meses», le gritó: «¡Y lo que durará!».24
En la sesión de las Cortes del 16 de junio, «quizá la más dramática» y «la más
citada de la historia de la República»,282930 también intervino Calvo Sotelo para
decir, entre frecuentes interrupciones y gritos,28 que en España había «por todas
partes, desorden, pillaje, saqueo, destrucción»31 y para defender de nuevo la
instauración de un Estado autoritario y corporativo y proclamarse fascista: «A este
Estado lo llaman muchos Estado fascista, pues si ése es el Estado fascista, yo, que
participo de la idea de ese Estado, yo que creo en él, me declaro fascista».3233 Un
diputado exclama: «¡Vaya una novedad!».34 A continuación Calvo Sotelo hizo un
llamamiento a la intervención del Ejército («también sería loco el militar que al
frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse a favor de España y en
contra de la anarquía, si esta se produjera», dijo Calvo Sotelo),3536 lo que
provocó las protestas de los diputados de izquierda y la airada reacción del
presidente del gobierno Santiago Casares Quiroga quien lo hizo responsable de
futuras intentonas golpistas, responsabilidad que Calvo Sotelo aceptó (Casares
Quiroga dijo: «Me es lícito decir que después de lo que ha hecho su señoría hoy
ante el Parlamento, de cualquier caso [no "cosa", como transcribiría la
historiografía franquista] que pudiera ocurrir, que no ocurrirá, le haré
responsable a su señoría»; a lo que Calvo Sotelo respondió: «Yo tengo, señor
Casares Quiroga, anchas las espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el
gesto de reto y para las palabras de amenaza. [...] Me doy por notificado de la
amenaza de su señoría. [...] Es preferible morir con gloria a vivir con
vilipendio»; a continuación lo comparó con el ruso Kerenski y con el húngaro
Karoly).28373839
El 1 de julio se celebró la que sería la última sesión plenaria de las Cortes antes
de la guerra civil y que resultó la más conflictiva. Se produjeron frecuentes
gritos, interrupciones e incidentes. El momento más grave tuvo lugar cuando tras la
intervención de Calvo Sotelo, que fue interrumpida, como era habitual, en numerosas
ocasiones,4041 el diputado socialista caballerista Ángel Galarza le lanzó al líder
monárquico una amenaza nada velada. Tras protestar vehementemente de que en las
Cortes se pudiera hacer apología del fascismo, como acababa de hacer a su juicio
Calvo Sotelo —había dicho, por ejemplo, que «los partidos políticos son cofradías
cloróticas de contertulios» y que la solución a los problemas «se encontrará en un
Estado corporativo»—, dijo que contra Calvo Sotelo «encuentro justificado todo,
incluso el atentado personal» (esas palabras no constaron en el Diario de Sesiones
por orden del presidente de la Cámara, pero fueron recogidas por algunos
periódicos).4243 Un periodista presente en el hemiciclo transcribió así la
intervención de Galarza:44
...se extraña el orador de que venga a hablar al Parlamento en favor de la
independencia de la justicia quien, como el señor Calvo Sotelo, ha participado en
los siete años de dictadura, que su partido y, en general, todas las agrupaciones
socialistas son enemigas de la violencia personal. Pero contra quien pretende ser
jefe del movimiento fascista español y conquistar el poder por la violencia, para
llevar a quienes militan en los partidos de izquierda a los campos de concentración
y a las cárceles, la violencia es legítima, y se puede llegar en tal caso hasta el
atentado personal.
El discurso de Galarza fue aplaudido por su compañeros de partido, pero el
presidente de las Cortes Diego Martínez Barrio, visiblemente indignado, intervino
inmediatamente para replicarle: «La violencia, Sr. Galarza, no es legítima en
ningún momento ni en ningún sitio; pero si en alguna parte esa ilegitimidad sube de
punto es aquí. Desde aquí, desde el Parlamento, no se puede aconsejar la violencia.
Las palabras de S.S., en lo que a eso respecta, no constarán en el Diario de
Sesiones». Galarza respondió: «Yo me someto, desde luego, a la decisión de la
Presidencia, porque es mi deber, por el respeto que le debo. Ahora, esas palabras,
que en el Diario de Sesiones no figurarán, el país las conocerá, y nos dirá si es
legítima o no la violencia».4546
Los hechos
La venganza por el asesinato del teniente Castillo
Artículo principal: Asesinato del teniente Castillo
El crimen
Relato del crimen por Julián Zugazagoitia, según lo que le contó el asesino de
Calvo Sotelo
En la calle, todavía silenciosa y oscura de noche, esperaba un carro de Guardias de
Asalto. Montaron los conjurados y obligaron a montar a Calvo Sotelo. La camioneta
se puso en marcha. Calvo Sotelo no formuló ni una palabra de queja o protesta.
¿Rezaba? En el banco de su espalda, dos hombres llevaban sus pistolas montadas. Uno
de ellos dio un codazo a su compañero, éste levantó su arma, la colocó a la altura
de la cabeza de Calvo Sotelo e hizo fuego por dos veces. La muerte debió ser
instantánea. La cabeza del muerto se dobló sobre el pecho y el cuerpo, en un viraje
del vehículo, se recostó contra el custodio de la derecha. Como todo estaba
previsto, el conductor tomó la dirección del cementerio y allí, en el depósito de
cadáveres, dejaron el cuerpo de la víctima, donde pocas horas después había de ser
descubierto por sus amigos, conturbados con la pérdida que les privaba, a la vez,
de un afecto y de un caudillo. Con ser impresionante el relato que mi interlocutor
me había hecho, aún me impresionó más, sin que supiera decir por qué, la aclaración
con que terminó la entrevista:
—Antes de decidirnos a ejecutar la represalia estuvimos vacilando si ir a casa de
Gil Robles o a la de Calvo Sotelo. Nos decidimos por el segundo con el propósito de
volver por Gil Robles si terminábamos pronto en casa de Calvo Sotelo.
Después de que se hubo marchado mi confidente, una sensación de repugnancia y
malestar me ganó el cuerpo.86
Pasada la medianoche, el teniente Alfredo León Lupión se encarga de organizar las
salidas de las camionetas de guardias de asalto que parten del cuartel de Pontejos
para detener a las personas que se les han asignado a cada una de ellas (en la
elaboración de las listas de los falangistas que han de ser arrestados participa el
miliciano socialista Manuel Tagüeña que, según contó él mismo, escogió a los que
cotizaban más alto y a los que figuraban como obreros, pues sospechaba que pudieran
ser pistoleros profesionales).80718788 Hacia la una y media se llama al conductor
de la camioneta número 17 Orencio Bayo Cambronero para la realización de un
servicio. Suben al vehículo unos diez guardias de Asalto designados por los
tenientes Alfredo León Lupiónnota 2 y Alfonso Barbeta (solo se conocen los nombres
de cuatro de ellos: Bienvenido Pérez, Ricardo Cruz Cousillos, Aniceto Castro
Piñeira y Esteban Seco),89 más cuatro civiles miembros de las milicias socialistas
(Luis Cuenca y Santiago Garcés, de «La Motorizada», punta de lanza del sector
prietista; Francisco Ordóñez y Federico Coello García, ambos incondicionales
caballeristas —de hecho Coello era el novio de una hija de Largo Caballero—)90
además del guardia José del Rey Hernández que viste de paisano (Del Rey era muy
conocido por sus ideas socialistas y había sido condenado a seis años y un día por
su participación en la Revolución de Octubre de 1934; tras ser amnistiado fue
asignado al Servicio de Vigilancias Políticas y fue escolta de la diputada
socialista Margarita Nelken)89. El teniente León Lupión les comunica a todos que al
mando de la camioneta está el oficial de la Guardia Civil vestido de paisano
Fernando Condés —este había sido recientemente readmitido en el cuerpo y ascendido
a capitán tras haber sido amnistiado en febrero de la condena a cadena perpetua por
haber participado en la Revolución de Octubre de 1934 (y que como del Castillo y
Faraudo había entrenado a las milicias socialistas)—.719192 «Que un oficial de la
Guardia Civil tome el mando de una de estas camionetas, representa una
irregularidad patente, y más si ese capitán viste de paisano», afirma Luis
Romero.92 Lo mismo afirma Alfonso Bullón de Mendoza: «Que en los vehículos montaran
paisanos y guardias era ciertamente irregular, pero más aún fue el hecho de que
León Lupión no tuviera el más mínimo inconveniente en entregar el mando de la
camioneta número 17 al capitán Condés, que al no ser de la Guardia de Asalto, sino
de la Guardia Civil (donde además se hallaba en expectativa de destino), no podía
ser encargado de semejante servicio».93 El teniente León Lupión reconoció muchos
años después que «Condés, en realidad no debía prestar ese servicio».94
En el portal del edificio donde se encontraba la vivienda de Calvo Sotelo había dos
policías de guardia nocturna.85 Se llamaban Antonio Oñate Escribano y Andrés Pérez
Moler.77 Ambos le franquearon el paso al grupo encabezado por Condés en cuanto este
les enseñó su carnet de oficial de la Guardia Civil —otro elemento que los
convenció fue que habían llegado en un coche oficial—.859298102
Baja las escaleras acompañado de la institutriz con quien habla en francés, lo que
enfurece a uno de los guardias que le ordena que hable en español. Calvo Sotelo le
ha dicho que avise a sus hermanos Luis y Joaquín, pero no a su padre que padece una
úlcera de estómago que le retiene en la cama —según Ian Gibson, lo que le dijo fue
que avisara a sus amigos y colegas Andrés Amado y Arturo Salgado Biempica—.113114
115 Se encuentra con el portero de la finca al que le dice: «Me llevan detenido. No
he podido hablar por teléfono».116 Al llegar a la camioneta le ordenan que se
siente en el tercer departamento de cara a la marcha,nota 4 entre dos guardias
uniformados (uno de ellos Aniceto Castro Piñeira). Queda desocupado el banco de
enfrente. En el departamento posterior va Luis Cuenca. El capitán Condés se ha
sentado junto al conductor y a su lado José del Rey (aunque este lo negará ante los
jueces franquistas). La camioneta nº 17 arranca en dirección a la calle Alcalá.
Cuando llega a la altura de la calle Ayala Luis Cuenca, le dispara dos tiros en la
nuca a Calvo Sotelo falleciendo en el acto.11711897119 El cuerpo se desploma sobre
el piso de la camioneta y queda encajado entre los dos asientos.120 El capitán
Condés no hace ningún comentario ni ordena detener la marcha al oír los disparos,
se limita a decirle al conductor que se dirija al cementerio del Este.121 Según uno
de los guardias que iba en la camioneta, cuando sonaron los disparos «Condés y José
del Rey se cruzaron miradas y sonrisas de inteligencia», lo que Del Rey negó ante
los jueces franquistas.122
Arcos de entrada del cementerio del Este de Madrid. En el depósito de cadáveres del
cementerio fue donde sus asesinos abandonaron el cuerpo sin vida de Calvo Sotelo.
Cuando la camioneta se aproxima a la calle Alcalá sus ocupantes divisan un coche
que parece que les espera.123 Van en él los tenientes de Asalto Alfonso Barbeta, de
la 2ª Compañía de Pontejos, y Máximo Moreno, del Grupo de Caballería,124 ambos
amigos íntimos del teniente Castillo, junto a tres personas más. Se intercambian
saludos cuando la camioneta llega a la calle Alcalá y gira a la izquierda en
dirección a Manuel Becerra, la ruta más directa para llegar al cementerio.120 «Este
coche, ocupado por oficiales, ¿fue con objeto de cubrir la "operación" por si
surgía algún imprevisto? ¿O se trata del vehículo que había ido a buscar a Gil
Robles a su casa, y al no hallarle se dirigió a comprobar que el secuestro y muerte
de Calvo Sotelo se habían cumplido?», se pregunta Luis Romero.125
Poco después la camioneta llega a las puertas del cementerio del Este. Son cerca de
las cuatro de la madrugada. Al ver que se trata de un vehículo oficial los dos
sepultureros que están de guardia, Esteban Fernández Sánchez y Daniel Tejero
Cabello, les abren la verja. El capitán Condés les dice que traen un cadáver
indocumentado. Conducen la camioneta hasta el depósito y dejan el cuerpo sin vida
de Calvo Sotelo en el suelo junto a una de las mesas de mármol. Poco después la
camioneta abandona el cementerio.12697127nota 5 En 1943 Esteban Fernández Sánchez
reiteró ante los jueces franquistas de la Causa General lo que ya había declarado
al juez de instrucción republicano. Su testimonio acababa así: «El dicente, a pesar
de la anormalidad de lo ocurrido, no sospechó la trascendencia del suceso, ni que
se tratara del cadáver del señor Calvo Sotelo; sí le extrañó el aspecto de señor
del cadáver y la forma rara de traerlo, suponiendo que habría sido objeto de algún
atentado y que a efectos judiciales lo llevarían directamente al depósito del
referido cementerio».128
Según Luis Romero, cuando la camioneta regresa a Pontejos Condés, Cuenca, Del Rey y
otros se reúnen en el despacho del comandante Burillo con éste, con el capitán
Moreno, jefe de la Compañía del teniente Castillo, con los tenientes de Pontejos
Alfonso Barbeta y Alfredo León Lupión, y con el teniente del Grupo de Caballería
Máximo Moreno. Hacia el amanecer se les une el teniente coronel Sánchez Plaza, jefe
de la Guardia de Asalto de Madrid.129 Sin embargo, Ian Gibson no menciona que esa
reunión tuviera lugar y además afirma que el comandante Ricardo Burillo no se
encontraba en el Cuartel de Pontejos porque esa noche estaba de guardia en la
Dirección General de Seguridad. Según Gibson, dando credibilidad al testimonio de
Burillo ante los jueces de la Causa General, este se trasladó a Pontejos hacia las
siete de la mañana cuando supo que la camioneta había salido del Grupo que él
mandaba. Acudió junto con el teniente coronel Sánchez Plaza, quien «iba a practicar
una información sobre el suceso que le había ordenado el Ministro de la
Gobernación, Juan Moles».130 Alfonso Bullón de Mendoza también afirma que el
comandante Burillo se encontraba en la DGS y que «en torno a las siete» se trasladó
a Pontejos junto con el teniente coronel Sánchez Plaza.131
Por otro lado, a los guardias uniformados Condés les ha ordenado guardar silencio y
al conductor Orencio Bayo que limpie los restos de sangre que han quedado en la
camioneta.129
Según contó muchos años después el socialista Juan Simeón Vidarte, el capitán de la
Guardia Civil Fernando Condés, el jefe del grupo que había asesinado a Calvo
Sotelo, se presentó en la sede del PSOE, en la calle de Carranza, a las ocho y
media de la mañana de ese lunes 13 (casi al mismo tiempo que presuntamente Cuenca
le relataba lo sucedido a Zugazagoitia). Pidió hablar con Prieto, con Lamoneda o
con él. Como los dos primeros no estaban en Madrid le llamaron a su casa y Vidarte
acudió rápidamente a la sede. Cuando llegó, Condés se encontraba pálido,
descompuesto, «con los ojos enrojecidos». Ante la pregunta sobre qué pasaba, Condés
le espetó: «Algo terrible. Anoche matamos a Calvo Sotelo». «La impresión que sentí
fue una de las más terribles recibidas en mi vida», escribió Vidarte. Condés dijo
que no había sido su intención que el viaje acabase con el asesinato del líder
monárquico, sino que solo pretendían secuestrarle para tenerle como rehén —y con él
a los otros dos líderes de las derechas: José María Gil Robles y Antonio Goicoechea
—, pero añadió: «¿Es que la vida de Calvo Sotelo valía más que las de Faraudo y
Castillo o la de cualquiera de los compañeros que están asesinando los
falangistas?». Vidarte le mostró su repugnancia por el asesinato y su negativa a
defenderle como abogado si se diera el caso de que fuese detenido («Como afiliado
al Partido ya se encontrará quien le defienda ante los Tribunales. Desde luego, yo
no. Me repugna ese crimen... Ese asesinato va a ser aprovechado contra el Gobierno
y el Frente Popular. Ha sido una barbaridad de incalculables consecuencias», le
dijo Vidarte). Ante la pregunta de Condés de si debía entregarse, Vidarte le
respondió que sería mejor que esperase y que buscase un lugar donde ocultarse, si
disponía de él («Yo no me considero facultado para tomar una determinación de esta
importancia. Le he oído a usted como en confesión o como un abogado escucha a un
reo. Aunque usted no haya sido el autor material del asesinato, es el que mandaba
la expedición y su responsabilidad es la misma. Supongo que tendrá usted donde
ocultarse, mientras vemos cuáles son las derivaciones que pueda tener este
asesinato...»).168166 Condés le dijo que podía esconderse en casa de la diputada
socialista Margarita Nelken. «Allí no se atreverán a buscarme. El guardia que la
acompaña, como vigilante [se refería a José del Rey], iba también en la
camioneta».169166
Esa noche Luis Cuenca cenó con un otro militante socialista en un restaurante
barato cercano a la sede del PSOE en la calle Carranza de Madrid. Cuando oyó los
comentarios de algunos comensales que acababan de leer la edición especial que
había sacado a la calle el diario vespertino conservador Ya sobre la muerte de
Calvo Sotelo empezó a decir: «¡Pero si están todos equivocados! ¡No fue así! ¡Voy a
explicar cómo fue!». Su compañero consiguió finalmente calmarlo para que no
hablara.187
A primeras horas de la mañana del día siguiente, martes 14 de julio, Antonio Piga
Pascual, acompañado de otros tres médicos forenses,188 realiza la autopsia del
cadáver de Calvo Sotelo. Certifica que hay dos orificios de bala en la región
occipital producidos por dos disparos «hechos a bocajarro, casi simultáneamente»,
con una pistola del «nueve corto» y que la posición del asesino era «en un plano
posterior y a nivel del agredido». Uno de los proyectiles quedó alojado en el
cerebro y el otro salió por la región orbital izquierda. Certifica asimismo que la
muerte fue instantánea por «síncope bulbar de origen traumático» y que el cadáver
no presenta ninguna herida o magulladura que pudiera indicar que hubiera habido una
lucha en la camioneta, desmintiendo un reportaje sensacionalista aparecido en la
prensa.189190 Estos mismos forenses han comprobado que la sangre hallada en la
camioneta pertenece al mismo grupo serológico ABMN que el del difunto.190 Es el
único avance de la investigación. El juez especial Iglesias Portal no ha recibido
ningún nuevo dato por parte de la policía ni ha iniciado nuevas diligencias. Solo
ha dictado auto de procesamiento contra el conductor de la camioneta Orencio Bayo,
que ya estaba detenido, y se ha reunido con el fiscal de la República Paz Mateos,
con el teniente fiscal Vallés y con el comisario Lino.191
Condés nunca fue detenido y sobre Luis Cuenca, el autor material del crimen, y
sobre los otros tres miembros de las milicias socialistas que le acompañaron no se
llegó a dictar ninguna orden de detención.202203 En cuanto comenzó la guerra civil
Cuenca y Condés fueron nombrados oficiales de las milicias que salieron de Madrid
para luchar en la batalla de Guadarrama —al parecer Condés había participado
previamente en el Asalto al Cuartel de la Montaña—203 y allí cayeron en combate
(Cuenca murió el 22 de julio intentando tomar Somosierra junto con otros compañeros
de «La Motorizada»; Condés murió una semana después tras haber sido herido el 26 de
julio cerca de Somosierra, combatiendo asimismo con «La Motorizada», y recibió un
entierro multitudinario; su oración fúnebre la pronunció la diputada socialista
Margarita Nelken: «A Fernando Condés lo precisábamos para el día del triunfo. Los
que tuvimos la dicha de tratarle íntimamente sabemos hasta qué punto nos hubiera
sido útil. Fernando se nos ha ido, pero estará siempre entre nosotros»; además se
le puso su nombre al Cuartel General de Milicias Populares).204205 Los otros tres
socialistas implicados en el asesinato (Francisco Ordóñez, Santiago Garcés Arroyo y
Federico Coello, fueron también destinados a puestos relevantes de las fuerzas
republicanas. Garcés llegó a ser jefe del Servicio de Inteligencia Militar, Ordóñez
jefe del Servicio de Información del Estado y Coello comandante de Sanidad
Militar.206207208209 El teniente Máximo Moreno, del que se sospechó que hubiera
participado en el atentado, pero no se encontró ninguna prueba por lo que no fue
procesado, murió el 22 de septiembre de 1936 tras sufrir un accidente su avión (se
suicidó antes que caer en poder de las tropas moras franquistas). Los republicanos
consiguieron rescatar el cadáver —se dijo que le habían cortado los testículos— y
el entierro, que se celebró en Madrid, fue tan multitudinario como el de Condés.210
El chófer Bayo Cambronero fue puesto en libertad el 25 de julio, reintegrándose al
servicio del Parque Móvil de la Guardia de Asalto.210209 El guardia de Asalto José
del Rey, cuya detención se había ordenado, nunca fue capturado por las autoridades
judiciales de Madrid. Marchó a Toledo al frente de un centenar de milicianos para
participar en el Asedio del Alcázar de Toledo y después estuvo al frente de
diversas unidades del Ejército Popular de la República, llegando a alcanzar el
grado de comandante.202 El teniente Alfonso Barbeta ingresó en prisión por la
arenga que hizo a los guardias de la compañía del teniente Castillo en la noche del
día 12, pero fue liberado el 8 de agosto.211 En esa misma fecha también fueron
liberados los guardias Tomás Pérez, Antonio San Miguel y Bienvenido Pérez Rojo.209
Fachada principal del Tribunal Supremo. El 25 de julio de 1936, una semana después
de iniciada la guerra, un grupo de diez o doce milicianos socialistas irrumpió en
el edificio y a punta de fusil se apoderó del sumario del asesinato de Calvo
Sotelo.
El 25 de julio, una semana después de iniciada la guerra, un grupo de diez o doce
milicianos socialistas irrumpió en la sede del Tribunal Supremo y a punta de fusil
se apoderó del sumario del asesinato de Calvo Sotelo. Estuvieron cerca de matar a
tiros al juez especial Iglesias Portal, pero su policía de escolta lo impidió.186
Según Ian Gibson, los milicianos eran amigos del capitán Fernando Condés y
pertenecían a «La Motorizada», «deseosos de destruir las pruebas que había contra
él en el sumario. Los documentos robados fueron quemados inmediatamente por los
milicianos...».212nota 9 El juez especial presentó su dimisión por lo que había
ocurrido, pero la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo no la aceptó y le ordenó
que reconstruyera el sumario sustraído «en la media y forma que las actuales
circunstancias permitan». Fue una misión casi imposible porque, como ha destacado
Ian Gibson, «muchos testigos se encontraban ya fuera de Madrid, combatiendo en la
Sierra y en otros frentes. Otros habían huido, o estaban escondidos en la capital.
Otros habían muerto, o morirían pronto, como era el caso de Cuenca y Condés. Y por
encima de todo había el hecho de que España estaba ya sumida en una terrible guerra
civil, uno de cuyos principales causantes, a juicio de las izquierdas, era el mismo
Calvo Sotelo».213 El oficial del Juzgado Emilio Macarrón, que se enfrentó a los
milicianos para intentar impedir que se llevaran el sumario, declaró ante los
jueces de la Causa General que «iniciado el Movimiento Nacional el 18 de julio del
36, resultaba casi imposible la labor judicial, ya que el solo hecho de nombrar al
señor Calvo Sotelo o hablar de la instrucción del sumario por su asesinato producía
indignación y excitación en las gentes de izquierdas».186214
Ian Gibson concluye: «al final de la guerra, pues, aquel crimen no había sido
investigado a fondo. Tampoco lograron aclararlo los jueces de Franco».218 Gibson
señala que no existe ninguna prueba de que el asesinato de Calvo Sotelo fuera
planeado antes del atentado contra el teniente Castillo ni tampoco de que el
Gobierno republicano estuviera implicado.225 Una valoración que es compartida por
historiadores como Hugh Thomas: «la posibilidad de un asesinato premeditado no
puede excluirse totalmente, pero desde luego el gobierno no estuvo implicado en
él».226 De lo que existen dudas, como advierte Hugh Thomas, es sobre si el
asesinato fue premeditado o fue una acción espontánea de Luis Cuenca. Después de la
exhaustiva investigación que llevó a cabo para su libro La noche en que mataron a
Calvo Sotelo, publicado en 1982, Gibson cree que no existen dudas de que fue
premeditado. Aporta como prueba, en primer lugar, la carta que el entonces teniente
de artillería Urbano Orad de la Torre remitió en 1978 al diario El País en la que
afirmaba que en una reunión de oficiales de la UMRA, a la que él también
pertenecía, se decidió asesinar a un destacado líder de las derechas como
represalia por el asesinato del teniente Castillo, también miembro de la UMRA, y en
cumplimiento de la amenaza que el propio Orad de la Torre había hecho a los
miembros de la derechista Unión Militar Española tras el asesinato del capitán
Carlos Faraudo, asimismo miembro de la UMRA. En segundo lugar, Gibson considera que
está demostrada la complicidad del capitán Condés porque «se nos hace bastante
difícil creer que, al oír el capitán de la Guardia Civil los tiros, no ordenara
inmediatamente que la camioneta parase». «Abrumado por la muerte de su amigo
Castillo y convencido de la inminencia de la sublevación "fascista", ¿sería de
sorprender que se pusiera de acuerdo con Luis Cuenca, conocido pistolero, para que
éste efectuara los fatales disparos, mientras él dirigía la operación? Nos parece
que no, así como nos parece que los otros ocupantes socialistas de la camioneta no
sabían lo que iba a ocurrir», afirma Ian Gibson.227
Las consecuencias
La respuesta del Gobierno de Casares Quiroga
Santiago Casares Quiroga, presidente del gobierno del Frente Popular desde mayo de
1936. Presentó su dimisión tras conocerse el asesinato de Calvo Sotelo, pero el
presidente de la República Manuel Azaña no se la aceptó. Su respuesta al magnicidio
no tuvo la contundencia que requería un hecho tan trascendente.
El gobierno comenzó su reunión a las diez de la mañana en la sede de la
Presidencia. En ese momento aún no se había encontrado el cadáver de Calvo Sotelo,
pero en cuanto Casares Quiroga recibe la noticia —le comenta al ayudante militar
que se la da: «En menudo lío nos han metido»—228 se pone en contacto con el
presidente de las Cortes para proponerle suspender sus sesiones por lo menos
durante una semana hasta que los ánimos se calmen y para evitar el riesgo de que se
produzcan incidentes, en lo que Diego Martínez Barrio se muestra completamente de
acuerdo (entre otras razones porque para evitar altercados graves habría que
cachear a los diputados, pues muchos de ellos solían ir armados al Congreso). De
hecho el presidente de las Cortes le comunica que ya se ha puesto en contacto con
los diversos grupos parlamentarios y que estos le han dado su conformidad, excepto
la CEDA que quiere que se celebre una sesión ordinaria para tratar sobre lo
ocurrido (los monárquicos también han rechazado la suspensión, pero no de forma
rotunda).229 Otra de las iniciativas que toma Casares Quiroga es solicitar la
presencia en el consejo de ministros del fiscal general de la República y del
subsecretario de Justicia Jerónimo Gomáriz para consultarles sobre los dos posibles
candidatos a jueces especiales que piensa nombrar para que se hagan cargo de los
sumarios respectivos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo.230174
Hacia las dos de la tarde se suspende la reunión del gobierno hasta las seis. A la
salida los ministros —«con semblantes cuya gravedad acentúa su circunspecta
tristeza»—174 son asediados a preguntas por los periodistas, pero el único que hace
una breve declaración es el de Hacienda, Enrique Ramos: «Como comprenderán ustedes,
hemos examinado los execrables sucesos que todos lamentamos y que, desde luego, han
dado lugar a la adopción de diversas medidas y a la actuación judicial que ya ha
comenzado, designándose dos jueces especiales. El Gobierno no tiene todavía
recopilados todos los datos. Cuando obre en nuestro poder una información completa,
el Gobierno facilitará una nota detallada explicando el suceso». El presidente
Casares Quiroga, por su parte, elude las preguntas de los periodistas y los remite
a las explicaciones que pueda dar el ministro de la Gobernación, «que había ido en
aquel momento al Ministerio para informarse debidamente».231230 El Ministro de la
Gobernación les acababa de decir: «No tengo todavía un relato del suceso, porque no
me he podido aún ocupar de ello».230
Los periódicos de la tarde salen a la calle con espacios en blanco que han sido
suprimidos por la censura. El gobierno, amparado en el estado de alarma que lleva
vigente desde las elecciones de febrero, ha decidido redoblarla para evitar que se
utilice la palabra «asesinato» para calificar la muerte de Calvo Sotelo y que se
conozca la intervención en la misma de fuerzas de orden público. Sin embargo, el
diario conservador Ya ha conseguido lanzar una edición extraordinaria que ha
escapado al control de la censura. En su primera página aparece un gran titular
informando sobre la muerte de Calvo Sotelo y en sus páginas interiores se
proporciona abundante información sobre lo sucedido (se decía que entre los autores
del crimen figuraban Guardias de Asalto y un capitán de la Guardia Civil, cuyo
nombre se desconocía).232 El gobierno ordena a la policía que recoja todos los
ejemplares153 (pero muchos ya habían sido vendidos pues el éxito de esta edición
especial de Ya fue extraordinario)233 y a continuación decreta su suspensión
indefinida bajo la acusación de haber propalado noticias falsas sobre la muerte de
Calvo Sotelo —cuando dos periodistas de Ya consiguen que el ministro de la
Gobernación les reciba para pedir que se levante la suspensión Juan Moles les dice
que cuando telefónicamente les dio permiso para sacar la edición especial no les
autorizó para decir que el crimen había sido cometido por guardias de Asalto—. El
gobierno hace lo mismo con el también conservador La Época, porque considera una
provocación que su director José Ignacio Escobar, marqués de las Marismas, se
hubiera negado a sacarlo a la calle cuando la censura le prohibió utilizar el
término «asesinato».234235236237 La Época ya nunca reaparecería, después de casi un
siglo de existencia.198238237 También por eludir la censura son suspendidos El Día
de Alicante y El Lunes de Oviedo.238
Diego Martínez Barrio, presidente de las Cortes y líder de Unión Republicana. Fue
uno de los pocos políticos republicanos de izquierda que al menos en privado valoró
la trascendencia del asesinato de José Calvo Sotelo. Intentó sin éxito que Manuel
Azaña aceptara la dimisión de Santiago Casares Quiroga y nombrara un nuevo gobierno
dispuesto a imponer «sanciones duras que evidencien el recobro de todos los
resortes del poder».
A diferencia de la mayoría del resto de los líderes de la izquierda, Diego Martínez
Barrio, presidente de las Cortes, quedó completamente conmocionado. Así lo destaca
Luis Romero: «dejando de lado familiares, amigos y correligionarios, a una de las
personas que más ha afectado lo sucedido y las circunstancias que han venido a
agravarlo, es a Diego Martínez Barrio, a pesar de que entre el difunto y él las
distancias políticas fueran insalvables...».143 Lo mismo apunta con matices Alfonso
Bullón de Mendoza: fue «uno de los pocos líderes de la izquierda que parece haber
lamentado sinceramente el homicidio».247 En cuanto conoció la noticia del hallazgo
del cadáver de Calvo Sotelo le pidió al conde de Vallellano que fuera
inmediatamente a su casa. Cuando este llega, acompañado de otros diputados de la
minoría monárquica, Martínez Barrio le dice entre lágrimas y con voz entrecortada:
«Por los mismos motivos que ustedes y otros muchos que no escaparán a su
perspicacia, nadie más que yo deplora esta mancha que cae sobre la República, y
cuyas consecuencias nadie podrá prever hasta qué punto alcanzarán».151 Un
periodista del periódico católico El Debate que habló con él poco después escribió
que estaba «verdaderamente anonadado por el suceso».151
Martínez Barrio no puso al mismo nivel el asesinato de Calvo Sotelo, cuya figura
elogió públicamente, y el del teniente Castillo, como sí hicieron la mayoría del
resto de líderes de la izquierda, y se abstuvo de establecer una relación de
causalidad entre los dos crímenes. También fue uno de los pocos políticos del
Frente Popular que fue consciente de que el magnicidio y sus circunstancias
obligaban a dar un giro a la política seguida hasta entonces por las izquierdas.
Así se lo expuso en privado al presidente de la República Manuel Azaña. Le dijo que
creía necesario formar un nuevo gobierno dispuesto a imponer «sanciones duras que
evidencien el recobro de todos los resortes del poder».152262263 Para no romper el
Frente Popular Martínez Barrio no declaró claramente lo que pensaba, pero sí lo
hizo de forma velada cuando en la noche del día 13 les dijo a los periodistas (lo
que también implicaba una crítica al gobierno): «No es posible que los ciudadanos
vean que el Estado no garantiza su seguridad. Todos hemos de poner cuanto esté de
nuestra parte para acabar con la situación que este suceso revela...».264 El diario
La Vanguardia en su edición del día siguiente lo expuso más claramente: «O se alza
por fin en España un Gobierno guía, un Gobierno que gobierne de veras, imponiéndose
y desarmando a todo el mundo, o las aguas torrenciales de la anarquía irán
engrosando y subiendo hasta sumergirnos en una ola de barbarie».265 Por su parte
Antoni Rovira i Virgili escribe en La Humanitat, el órgano de prensa de Esquerra
Republicana de Cataluña: «Que los gobernantes impongan con energía el cumplimiento
de las leyes. Pero que haya orden en la calle, en los lugares de trabajo y en los
hogares. Que haya una República auténtica y no un desbarajuste con violencia y con
sangre de crímenes».266 Otro político republicano de izquierdas que fue consciente
de la gravedad y de las implicaciones del asesinato de Calvo Sotelo fue Mariano
Ansó, quien en sus memorias escribió: «Después del movimiento revolucionario de
Cataluña y de Asturias, este crimen era el mayor atentado cometido contra la
República. Cuando llegamos a saber que los autores eran militares y agentes del
orden público, nuestra indignación subió de punto. De nada nos servía como excusa
el que unas horas antes hubiese caído vilmente asesinado el teniente Castillo».267
Aún más radical fue la respuesta del Partido Comunista de España (PCE), cuyo
secretario general José Díaz una semana antes ya había criticado al gobierno por
hacer «concesiones al enemigo, llevado de un absurdo afán de convivencia». El PCE
presentó una proposición de ley el mismo día 13 por la tarde (y que fue publicada
por Mundo Obrero) donde se pedía nada menos que la supresión de la oposición de
derechas («Artículo 1. Serán disueltas todas las organizaciones de carácter
reaccionario y fascista, tales como Falange Española, Renovación Española, CEDA,
Derecha Regional Valenciana y las que, por sus características, sean afines a
estas, y confiscados los bienes muebles e inmuebles de tales organizaciones, de sus
dirigentes e inspiradores»), el encarcelamiento de sus dirigentes («Art. 2. Serán
encarceladas y procesadas sin fianza todas aquellas personas conocidas por sus
actividades reaccionarias, fascistas y antirrepublicanas») y la confiscación de su
prensa («Art. 3. Serán confiscados por el Gobierno los diarios El Debate, Ya,
Informaciones, ABC y toda la prensa reaccionaria de provincias»). Lo «justificaba»
en el preámbulo de la proposición donde hacía responsables a «los elementos
reaccionarios y fascistas, enemigos declarados de la República», del «asesinato de
los mejores defensores del pueblo y del régimen» (en referencia al teniente
Castillo) y a los que acusaba de «conspirar contra la seguridad» del «pueblo».274
275276
Por su parte el PSOE, cuya Comisión Ejecutiva estaba controlada por los centristas
de Indalecio Prieto, convocó una reunión de las fuerzas obreras a la que asistieron
el PCE, la Casa del Pueblo de Madrid, las JSU y la UGT. En la nota conjunta que se
hizo pública en la madrugada del martes 14 de julio se ofreció el apoyo al gobierno
para la «defensa del régimen».241 Por la mañana apareció publicado en El Liberal de
Bilbao, propiedad de Prieto, un artículo suyo titulado «Apostillas a unos sucesos
sangrientos» que fue reproducido al día siguiente, total o parcialmente, por toda
la prensa favorable al gobierno. El artículo, que según Luis Romero impresionó «a
los lectores de ambos bandos y al público en general», comenzaba relatando la serie
de «crímenes políticos» que de un signo y de otro se venían produciendo en Madrid
desde los incidentes durante el entierro de Anastasio de los Reyes —alabando de
paso la actuación en los mismos del teniente Castillo— para pedir a continuación
que se les pusiera fin: «Digo simplemente que, por el honor de todos, esto no puede
continuar». Después informaba de la reunión de las organizaciones obreras
destacando que habían dejado de lado sus diferencias para hacer frente al «enemigo»
—«todas las discordias quedaron ahogadas. Frente al enemigo, la unión», escribe—.
El artículo terminaba con la siguiente advertencia:277278279
Si la reacción sueña con un golpe de estado incruento, como el de 1923, se equivoca
de medio a medio. Si supone que encontrará al régimen indefenso, se engaña. Para
vencer habrá de saltar por encima del valladar humano que le opondrá las masas
proletarias. Será, lo tengo dicho muchas veces, una batalla a muerte, porque cada
uno de los dos bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel. Aun
habiendo de ocurrir así, sería preferible un combate decisivo a esta continua
sangría.
En cuanto ese mismo martes 14 por la tarde llegaron a Madrid Francisco Largo
Caballero y el resto de miembros de la dirección de UGT que habían viajado a
Londres para asistir al Congreso de la Internacional Sindical Socialista
manifestaron que no se solidarizaban con la nota conjunta que había suscrito el
miembro de la ejecutiva que se había quedado en España. La razón era que los
caballeristas no reconocían a la Comisión Ejecutiva del PSOE controlada por los
centristas a la que consideraban «facciosa». Finalmente aceptaron reunirse con la
ejecutiva del PSOE y el resto de organizaciones obreras del Frente Popular el 16 de
julio, un día antes de que se iniciara la sublevación militar, para no desautorizar
a su representante en la primera reunión, pero el enviado por la UGT manifestó que
no podía tomar acuerdo alguno sin consultar con su ejecutiva. En el documento que
finalmente se aprobó, con la abstención de la UGT, se instaba a preparar en toda
España comités obreros para organizar «milicias populares», solicitar al gobierno
armas para ellas y depurar a los militares. Incluso se ofrecía al Gobierno poderse
integrar en esos comités —una especie de «sóviets armados», según Stanley G. Payne
—.280281282 «El lenguaje político de todos había cambiado. Como el PSOE sabía que
no podía proponer a los caballeristas entrar en el Gobierno, por eso acordaron, con
la anuencia comunista, defender la República desde órganos de poder exclusivamente
obreros y armados. Desde tal propuesta el Estado quedaba inerme, porque los
socialistas no acudían a socorrerlo integrándose en él, sino que lo defenderían
desde órganos propios de poder, hasta el punto de que los representantes de los
partidos del Gobierno podían participar en ellos, sin considerar que eran esos
gubernamentales los que tenían que exigirles defender al Estado dentro de sus
instituciones y no mediante poderes paralelos».283
No te ofrecemos que rogaremos a Dios por ti; te pedimos que ruegues tú por
nosotros. Ante esa bandera colocada como una cruz sobre tu pecho, ante Dios que nos
oye y nos ve, empeñamos solemne juramento de consagrar nuestra vida a una triple
labor: imitar tu ejemplo, vengar tu muerte y salvar a España, que todo es uno y lo
mismo; porque salvar a España será vengar tu muerte, e imitar tu ejemplo será el
camino más seguro para salvar a España.
Después del entierro, que el socialista centrista Julián Zugazagoitia lo consideró
«una declaración de guerra al Estado», muchas de las personas que abandonan el
cementerio desfilan brazo en alto y algunas entonan el himno falangista Cara al
Sol. Una parte de ellas, entre los que predominan los jóvenes, deciden dirigirse en
manifestación al centro de Madrid. A la altura de la plaza de Manuel Becerra, les
corta el paso un destacamento de la Guardia de Asalto. Se producen cargas, carreras
e incidentes, pero los manifestantes logran reorganizarse y continuar avanzando por
la calle de Alcalá. Muchos había sido cacheados por los guardias para asegurarse
que no llevaban armas. Cuando llegan al cruce con la calle General Pardiñas —o al
cruce con la calle Goya, según otras versiones— suena un tiro e inmediatamente los
guardias que ocupaban una o dos camionetas descienden y comienzan a disparar.
Mueren dos de los manifestantes y varios resultan heridos de gravedad. Los
incidentes se prolongan por el centro de la capital. En la calle de Montera una
persona resulta gravemente herida por un disparo.316318 Según diversos periódicos,
el balance final es de entre dos y siete muertos y numerosos heridos».3192320
Ningún guardia fue alcanzado por un disparo.316 Esta actuación desproporcionada de
las fuerzas de orden público provocó las protestas de tres oficiales de la Guardia
de Asalto, que por esta razón fueron arrestados.269 Otros reclamaron una
investigación más exhaustiva del asesinato de Calvo Sotelo e incluso estuvieron a
punto de amotinarse.319 También fueron arrestados por sus oficiales algunos
suboficiales y guardias de Asalto del Cuartel de Pontejos, la mayoría
pertenecientes a la 2ª Compañía (la del teniente Castillo) y a la 5ª, por mostrar
su descontento porque se les culpara de forma indiscriminada del asesinato del
líder monárquico.321322
Al día siguiente, miércoles 15, la censura no impidió que el diario monárquico ABC
publicara una esquela por la muerte de Calvo Sotelo que ocupaba toda la primera
página y en la que aparecía la palabra «asesinado». En ella se decía: «José Calvo
Sotelo, ex ministro de Hacienda y diputado a Cortes. Murió asesinado en la
madrugada del 13 de julio de 1936. RIP. Su familia, las fuerzas nacionales que
representaba, sus amigos y correligionarios, ruegan una oración por el eterno
descanso de su alma».323
Interior del Palacio de las Cortes, donde tuvo lugar la reunión de la Diputación
Permanente.
Tanto el Gobierno como el presidente de las Cortes estuvieron de acuerdo en que
hasta que los ánimos se calmaran había que suspender sus sesiones. Pero como la
CEDA se opuso, porque quería que se celebrara una sesión ordinaria para debatir lo
que había ocurrido («Comunique usted a los autores de la muerte de Calvo Sotelo que
esta noche duermo en casa, por si quieren venir a asesinarme», le dijo Gil Robles a
Martínez Barrio cuando se negó a que las Cortes fueran suspendidas; «Eso es
llamarnos asesinos», le replicó el segundo; «Tómelo usted por donde quiera», le
contestó el primero),324301 se tuvo que recurrir a un decreto del presidente de la
República Manuel Azaña quien en uso de la prerrogativa que le concedía el artículo
81 de la Constitución de 1931 («El presidente de la República... podrá suspender
las sesiones ordinarias del Congreso en cada legislatura solo por un mes en el
primer periodo y por quince días en el segundo») las suspendió durante ocho
días.309 Sin embargo, el Gobierno no pudo eludir la reunión de la Diputación
Permanente porque el 15 de julio se cumplía el plazo de un mes de vigencia del
estado de alarma, y este había que renovarlo cada treinta días.269 Diego Martínez
Barrio, presidente de las Cortes, tenía la esperanza de que no hubiera incidentes
al ser mucho menor el número de diputados presentes (veintidós, solo siete de ellos
de derechas).325326
Hacia las once y media de la mañana del miércoles 15 de julio se inició la reunión
de la Diputación Permanente.327 Sorprendió que no estuviera presente el presidente
del gobierno Santiago Casares Quiroga. En su lugar asisten el ministro de Estado
Augusto Barcia Trelles y el ministro de la Gobernación Juan Moles. Tras la lectura
de la proposición de prórroga del estado de alarma Martínez Barrio cede la palabra
al representante de la derecha monárquica Fernando Suárez de Tangil, conde de
Vallellano.328 Este lee una declaración que ha sido redactada por Pedro Sainz
Rodríguez, quien más adelante afirmaría que «era una declaración correcta de forma,
pero de una enorme violencia». La brutal acusación aparece en el segundo párrafo:
el asesinato de Calvo Sotelo —«honra y esperanza de España», «vocero de las
angustias que sufre nuestra patria»— ha sido un «verdadero crimen de Estado» —los
monárquicos acababan de señalar al Gobierno como el instigador o cómplice del
crimen, aunque como reconoció años más tarde Sainz Rodríguez no tenía ninguna
prueba, ni la tenía entonces, pero a pesar de ello la calificación de «crimen de
Estado» se mantuvo durante los cuarenta años de la dictadura franquista—.329301
Según Ian Gibson, «se trataba, pues, de utilizar la muerte del jefe monárquico para
desacreditar aún más a un Gobierno odiado. No importaba que el asesinato no hubiera
sido, en realidad, un crimen de Estado, es decir ordenado por el Gobierno. Lo
imprescindible era hacer creer que lo había sido. Los monárquicos, cuando dieron el
visto bueno al documento... sabían que dentro de unos días estallaría la
sublevación».330 De hecho, dos semanas antes, el 1 de julio, Pedro Sainz Rodríguez
en persona, con el conocimiento de Antonio Goicoechea y de Calvo Sotelo, había
firmado en Roma la compra de 43 aviones de combate con su correspondiente armamento
y munición (y combustible y piezas de recambio), por un valor de 39,3 millones de
liras (616 000 libras).331 Por encima incluso de la operación del Dragon Rapide,
esta compra de aviones a la Italia fascista fue, según Ángel Viñas, «la aportación
operativa más importante que llevaron a cabo los monárquicos de cara a los
preparativos finales del golpe de Estado» y significaba que los monárquicos no se
preparaban para un golpe de estado, sino «para dirimir una corta guerra». Estos
aviones fueron los que hicieron posible que el general Franco trasladara el
Ejército de África a la península, un hecho decisivo en su victoria en la guerra
civil española.332
José María Gil Robles en un mitin de la CEDA en el Frontón Urumea de San Sebastián
en 1935 (en la parte delantera de la mesa aparece el logo de la CEDA). Según
Gabriele Ranzato, su intervención en la sesión de la Diputación Permanente «fue,
por su eficacia y elocuencia, su último gran servicio a la causa de la
sublevación».
Tras una breve intervención del ministro de Estado Augusto Barcia lamentando la
muerte de Calvo Sotelo, toma la palabra el líder de la CEDA José María Gil Robles,
cuya intervención, según Gabriele Ranzato, «fue, por su eficacia y elocuencia, su
último gran servicio a la causa de la sublevación».339 Su discurso, según Luis
Romero, «es agresivo y acusatorio; parlamentariamente hablando ya no se complementa
con Calvo Sotelo, se ha fundido con él».340 Gil Robles comienza denunciando que el
estado de alarma ha sido utilizado por el gobierno como «elemento de persecución»
contra la oposición,341 para a continuación desmarcarse de la acusación de «crimen
de estado» que acababan de hacer los monárquicos. «Lejos de mi ánimo el recoger
acusaciones en globo, y mucho menos lanzar sobre el Gobierno, sin pruebas, una
acusación calumniosa de pretender que el Gobierno esté directamente mezclado en un
hecho criminal de esta naturaleza», dice.330 Pero alude a la amenaza pronunciada
por el diputado socialista Ángel Galarza («¿Es que acaso estas palabras no implican
una excitación, tan cobarde como eficaz, a la comisión de un delito gravísimo? ¿Es
que ese hecho no implica responsabilidad alguna para los grupos y partidos que no
desautorizaron esas palabras?»), a la declaración de Casares Quiroga sobre la
beligerancia del gobierno sobre el fascismo («Cuando desde la cabecera del banco
azul se dice que el Gobierno es beligerante, ¿quién puede impedir que los agentes
de la autoridad lleguen en algún momento hasta los mismos bordes del crimen?») y a
su supuesta amenaza a Calvo Sotelo del día 16 de junio («equivale a señalar, a
anunciar una responsabilidad "a priori", sin discernir si ha incurrido o no en
ella»),342 por lo que en el orden político y moral sí considera al Gobierno
responsable de lo ocurrido y, lo que es aún más grave, lo acusa de patrocinar la
violencia:343344345346347348
Indalecio Prieto, líder del sector centrista del PSOE. Respondió al discurso de Gil
Robles recurriendo al argumento de que la violencia de aquel momento era la
consecuencia de «las enormes ferocidades cometidas con ocasión de la represión de
los sucesos de octubre de 1934» llevada a cabo por el gobierno radical-cedista.
Según Ranzato, tampoco aprovechó la oportunidad de desmarcarse de la extrema
izquierda el socialista moderado Indalecio Prieto, tal vez apesadumbrado por el
hecho de que quienes habían cometido el asesinato de Calvo Sotelo no eran exaltados
largocaballeristas, sino hombres de su escolta.357 Según Alfonso Bullón de Mendoza,
Prieto «perdió una ocasión maravillosa de callarse» porque su discurso fue un
ejemplo extremo de «cinismo», ya que, según este historiador, desde el mismo día
del asesinato Prieto ya sabía quienes habían asesinado a Calvo Sotelo y los estaba
encubriendo.358 Dirigiéndose a Gil Robles, Prieto volvió a recurrir al argumento de
la izquierda de que la violencia de aquel momento era la consecuencia de «las
enormes ferocidades cometidas con ocasión de la represión de los sucesos de octubre
de 1934»: «Entonces no calculasteis que habíais sembrado una planta cuyo tóxico os
había de alcanzar también a vosotros. Ninguno de nosotros ha aprobado los hechos
que se están ahora realizando, los condenamos y los deploramos... pero... su
señoría no tiene derecho a creer sus manos totalmente limpias y pulcras de
responsabilidad mientras porfía para enfangar las de los demás».359 Prieto lo
argumentó así:358
Sagrada era la vida del Sr. Calvo Sotelo, indiscutiblemente, pero no más, para
nosotros, que la de cualquier ciudadano que haya caído en condiciones idénticas, y
cuando S.S. imputaba al Gobierno y a las fuerzas parlamentarias que le asisten ser
causantes, en un orden u otro, con responsabilidad directa o indirecta, según
quiera su señoría, de dicho suceso, acontecía que en su imaginación no había sino
una línea de víctimas... Nosotros las abarcamos todas, absolutamente todas y por
igual... El caso de Sirval es exactamente igual al de Calvo Sotelo... Los desmanes
de la fuerza pública, los crímenes de individuos pertenecientes a la fuerza
pública, la falta de respeto a la vida humana en España no empezó el 16 de
febrero... En España empezó el presente ominoso periodo en la época de vuestro
mandato, no sé si bajo vuestra inspiración, pero, por lo menos, bajo vuestro
silencio y vuestro encubrimiento.
Lo cierto es que Prieto, que en los últimos meses había sido uno de los pocos
líderes de la izquierda que había denunciado la violencia de sus correligionarios,
desde principios de julio había cambiado su discurso (tal vez porque «veía venir la
guerra inexorablemente», según Ranzato). El 2 de julio la Comisión Ejecutiva del
PSOE, que Prieto controlaba, había manifestado que «si se nos invita a combates de
violencia, la violencia será nuestro sistema. Mañana mismo que surgiera la
coyuntura, nuestra voz se alzaría para pedir al proletariado que se pusiera en pie
de guerra».360 El 9 de julio Prieto había publicado en su periódico El Liberal de
Bilbao un artículo en el que hacía un llamamiento a «correligionarios y amigos» a
«vivir precavidos» y «estar alerta» «por si llega el momento» de emplear «nuestra
fuerza». También se dirigió al Gobierno: «Hombre prevenido vale por dos y el
Gobierno prevenido vale por cuarenta».361 Tres días después, el 12 de julio, la
víspera del asesinato de Calvo Sotelo, había reiterado, de nuevo en El Liberal:
«Estén seguros de que al lanzarse ['quienes desde el campo adversario preparan el
ataque'] se lo juegan todo, absolutamente todo. Como nosotros hemos de hacernos a
la idea de que tras nuestra derrota no se nos dará cuartel. La contienda, pues, si
al fin surge, se ha de plantear en condiciones de extrema dureza».362
La réplica de Gil Robles a Prieto fue contundente: «Decía el señor Prieto que había
que medir las responsabilidades de cada uno. Yo tengo ganas de que se hable aquí de
todo, para que se midan también las responsabilidades de su señoría y la de todos
aquellos que prepararon el movimiento revolucionario y desencadenaron la catástrofe
sobre la República, sobre Asturias, para que se ponga en claro las crueldades
tremendas que en la revolución se produjeron...».363
José Díaz, secretario general del Partido Comunista de España, tras recordar de
nuevo la «represión de Asturias»,364 en la que «con el consentimiento del Gobierno,
se llevaron a aquella región tropas moras para que pasaran por el filo de sus
gumias a los mineros españoles», le lanza una advertencia a Gil Robles en relación
con su supuesta implicación en el complot que pretende acabar con la República:
«¡Tened cuidado! Todos nos hallamos vigilantes a fin de que no podáis llevar a cabo
vuestros intentos...». Por otro lado acusa al Gobierno de tibieza al «quedarse
corto, al no meter mano a fondo a los elementos responsables de la guerra civil que
hay en España», entre los que señala directamente a la CEDA. Termina diciendo
dirigiéndose a los diputados de derechas: «Aquí estamos, las fuerzas obreras en
primer término, para apoyar al Gobierno, y después para impedir que vuestros
intentos de llevar a España a la catástrofe sean logrados».365
Ese mismo día por la tarde el diario socialista caballerista Claridad respondía a
la afirmación de Gil Robles, en tonos amenazantes e irónicos, de que el estado de
alarma no había servido para acabar con la violencia: «Si el estado de alarma no
puede someter a las derechas, venga cuanto antes una dictadura del Frente Popular.
Es la consecuencia lógica e histórica del discurso del señor Gil Robles. Dictadura
por dictadura, la de izquierdas. ¿No quiere este gobierno? Pues sustitúyale un
gobierno dictatorial de izquierdas. ¿No quiere el estado de alarma? Pues concedan
las Cortes plenos poderes. ¿No quiere la paz civil? Pues sea la guerra civil a
fondo. ¿No quieren el Parlamento? Pues gobiérnese sin Parlamento. Todo menos un
retorno de las derechas. Octubre fue su última carta y no volverán a jugar más».272
266369 El artículo traslucía la confianza que tenían los socialistas de todas las
tendencias, y la izquierda obrera en general, de que el «proletariado» sería capaz
de vencer en una previsible guerra civil que estimaban corta.285370
Por otro lado, la conmoción que les causó la noticia del asesinato de Calvo Sotelo
también inclinó a los carlistas a sumarse definitivamente a la sublevación que
dirigía el general Mola, con quien llevaban negociando hacía varias semanas sin
llegar a ponerse de acuerdo. En la noche del miércoles 15 la Junta Suprema Militar
Carlista de San Juan de Luz autorizó oficialmente la participación del carlismo en
el movimiento militar: «la Comunión Tradicionalista se suma, con todas sus fuerzas,
en toda España al Movimiento Militar para la Salvación de la Patria».398399
El inicio de la sublevación
Véase también: Golpe de Estado de julio de 1936
Valoración
El historiador italiano Gabriele Ranzato ha destacado que lo que puso en evidencia
el asesinato de Calvo Sotelo fue que «el Estado del Frente Popular, en vez de
limitarse a perseguir y golpear con la ley a instigadores, promotores y ejecutores
de la violencia subversiva, empleando todos sus recursos represivos legales, había,
en cambio, permitido una justicia sumaria —o mejor una venganza sumaria—, y además
contra una de las figuras más eminentes de la oposición, por parte de miembros de
sus fuerzas del orden, sin que, por otro lado, se tomaran contra ellos inmediatas y
severas medidas. De ello había derivado una ofuscación del Estado de derecho, capaz
de engendrar una gran inseguridad en muchos ciudadanos desconcertados...».410
Joan Maria Thomàs coincide con Ranzato cuando afirma que «lo más importante fue la
falta de reacción del gobierno ante el asesinato del ultraderechista y diputado,
que no actuó enérgicamente dando un golpe de autoridad para restablecer el orden y
decepcionó a aquellos sectores que clamaban por un golpe de timón».2
Una valoración similar es la que sostiene Alfonso Bullón de Mendoza, pero va más
lejos al argumentar que el Gobierno con una actuación contundente podría haber
evitado la guerra civil. «Aunque son múltiples las fuentes de la época que señalan
el asesinato de Calvo Sotelo como el punto de no retorno hacia la guerra civil,
nosotros creemos que el conflicto aún pudo haberse evitado. Todo dependía de la
actitud que tomara el Gobierno, pues si ante el hecho sin precedentes de que un
diputado de la Nación fue asesinado con la colaboración de las Fuerzas de Seguridad
del Estado reaccionaba también con una contundencia sin precedentes, es muy posible
que hubiese logrado convencer a un gran sector de la sociedad española
(conspiradores incluidos), de que por fin iba a restablecerse el orden.
Lamentablemente no fue así».5 Bullón de Mendoza también afirma que «de no ser por
el impacto de su muerte es muy posible que [ el Alzamiento Nacional ] no hubiese
pasado, tal y como suponía el Gobierno, de ser una nueva "sanjurjada"».411
Por su parte Julius Ruiz ha señalado las similitudes que presenta el asesinato de
Calvo Sotelo con el «Terror Rojo» que se desencadenó en la zona republicana durante
los primeros meses de la guerra civil española, en lo que coincide en gran parte
con lo señalado por Payne. «Su asesinato fue un precedente del posterior terror en
varios aspectos fundamentales. En primer lugar, lo llevó a cabo una brigada con
mezcla de policías y milicias... Condés invocó su autoridad para convencer al
político de que acompañara a los asesinos en plena noche. Este modus operandi sería
utilizado en infinidad de ocasiones durante los cuatro meses posteriores. En
segundo lugar, Calvo Sotelo fue víctima del gansterismo: lo llevaron a "dar un
paseo" en el asiento trasero de una camioneta de la Policía y se deshicieron del
cadáver en el cementerio de la ciudad. En tercer lugar, los dirigentes socialistas
proporcionaron protección política a los autores del asesinato».414
Los jueces de la Causa General también hicieron un enorme esfuerzo para conseguir
testimonios que probaran la implicación del gobierno republicano. Consiguieron solo
algunos, de cuya veracidad de nuevo se tienen dudas, aún más en este caso dado el
contexto en que fueron hechas las declaraciones pues estaban en juego años de
prisión e incluso la pena de muerte. Luis Romero en su libro Por qué y cómo mataron
a Calvo Sotelo (1982) escribió: «Las declaraciones que se incluyen en la Causa
General han de ser cautamente valoradas, en atención a las circunstancias extremas
en que fueron hechas; contienen valiosos datos. Hasta la grafía de las firmas
merece atención».420 Por su parte Ian Gibson, autor de La noche en que mataron a
Calvo Sotelo (1982), afirmó que los testigos estaban condicionados «probablemente,
por el deseo de decirles a los jueces lo que éstos querían escuchar».421
Relieve del Monumento a Calvo Sotelo en que aparecen representados tres cruzados
que rinde homenaje al «protomártir» de la Cruzada de Liberación.
Al final de la guerra cuatro de los diez o doce guardias de Asalto que fueron en la
camioneta nº 17 fueron detenidos e interrogados por los jueces franquistas: el
conductor Orencio B]]ayo Cambronero; José del Rey Hernández, que se sentó delante
junto a Condés; y Aniceto Castro Piñeiro y Bienvenido Pérez Rojo, que iban
detrás.422 Sin embargo, según Ian Gibson, el testimonio del que sacaron más
provecho los jueces franquistas —y que «influyó profundamente en la historiografía
franquista acerca del asesinato de Calvo Sotelo»—423 no fue el de ninguno de ellos,
sino el del teniente de la 9ª Compañía de Seguridad Esteban Abellán Llopis, de cuya
veracidad Gibson tiene muchas dudas pues estuvo centrado en implicar al director
general de Seguridad José Alonso Mallol y al ministro de la Gobernación Juan Moles
que era lo que los jueces franquistas buscaban. Abellán dijo que los oficiales de
la Guardia de Asalto que acudieron al Equipo Quirúrgico donde se encontraba el
cadáver del teniente Castillo «hablaban de tomar venganza» y que Alonso Mallol, que
también estaba presente, no los contradijo, sino que «permaneció junto al grupo de
los que más vociferaban, y aunque no hablaba, se veía que prestaba atención a lo
que los demás decían».69 Más importancia le concedieron a su testimonio sobre la
supuesta complicidad en el asesinato del ministro de la Gobernación Juan Moles
quien habría autorizado el registro de los domicilios de destacados líderes de las
derechas, aunque Abellán no estuvo presente en la reunión que mantuvieron con él
cuatro oficiales del Cuartel de Pontejos, ni estuvo en el ministerio de la
Gobernación. Lo que afirmó es lo que había oído decir a unos oficiales en la
Dirección General de Seguridad: «el capitán Serna se unió a los capitanes Cuevas y
Puig [ambos del Cuartel de Pontejos] y éstos decían que había que matar a una
persona gorda, para que fuese la cosa sonada. Inmediatamente de terminar esta
conversación, los capitanes Serna y Cuevas marcharon y, cuando había pasado
alrededor de media hora, volvieron diciendo que habían estado hablando
personalmente con el Ministro de la Gobernación, Juan Moles, al que habían pedido
permiso para tomar represalias por la muerte de Castillo y que el Ministro les
había autorizado a efectuar registros en los domicilios de personas significadas de
derechas».424 Gibson apostilla que lo declarado por Abellán se contradice con el
testimonio que él recogió en su libro del teniente Alfredo León Lupión, que
considera mucho más creíble porque este sí estuvo presente en las reuniones que
relató Abellán.425
Escultura alegórica que representa "El dolor", situada en la parte de atrás del
Monumento a Calvo Sotelo.
Veintitrés años después, 17 de julio de 1960, Luis de Galinsoga, director del
diario monárquico ABC cuando lo asesinaron, publicó un artículo en este mismo
periódico titulado "Conciencia de mártir en Calvo Sotelo". Entre otras cosas
decía:1555
RETREPADOS en una inconsciencia celtibérica, las gentes tomaban alegremente su
horchata o su cerveza en las terrazas de los cafés madrileños. [...] Entretanto, un
hombre, todo un hombre, cargaba sobre sus anchas espaldas la angustia y la
preocupación colectivas. Dijérase que conjuraba sobre sí, mientras sus brazos
apocalípticos batían el trémulo aire en el hemiciclo del Congreso de los Diputados,
el rayo que estaba a punto de estallar. Ese hombre se llamaba José Calvo Sotelo.
Sus amigos no ignorábamos que él se sentía plenamente consciente del peligro que le
circundaba. Uno de nosotros, Joaquín Bau, lo escuchó así del tribuno al atravesar
cierta tarde, en medio del aturdimiento, y de la inconsciencia de marras, la Gran
Vía madrileña: "Esta gente no reaccionará hasta que a mí me maten." Era la profecía
de su propio holocausto. [...] Estaba determinado por Dios el sacrificio de Calvo
Sotelo, como verdadera génesis fulminante del glorioso y fecundo Alzamiento
Nacional. [...] Calvo Sotelo renovaba cada mañana, y yo cada noche era testigo de
ello, su conciencia de mártir, su firme resolución de serlo, su inquebrantable
propósito de llegar hasta la última consecuencia de su combatividad contra la
República... Cada día, cada tarde se hacía más tremante [sic] y más encendido su
verbo en aquel escaño del Congreso sobre el cual convergían en impúdica tromba las
groseras imprecaciones, los insultos procaces, las amenazas cínicas de una mayoría
reclutada entre forajidos y pistoleros. Todo inútil. Calvo Sotelo erguía cada tarde
sus anchos hombros de gigante de la Historia, trémulo de ansiedad por salvar a
España de tanta vergüenza y de tanto crimen. Sí; aquel hombre sabía muy bien lo que
se hacía. Aquel hombre sabía que le iban a matar.
Lo que acaso no sabía es que al jugarse la vida estaba realizando su mejor obra...
Fecunda lección de históricas consecuencias, porque no está mal que los pueblos
tengan siempre un asidero de esperanza al que agarrarse en las horas desesperadas
como a un áncora que les salve del naufragio. En aquella hora trágica de España ese
asidero se llamó José Calvo Sotelo. Y el áncora de salvación fue su muerte, a un
tiempo gloriosa e infame. Porque por una vertiente, la de la' víctima, su
sacrificio fue sublime e impar, pero por la vertiente de los victimarios el crimen
de Estado perpetrado en Calvo Sotelo a la lívida luz de la madrugada, en la calle
de Velázquez inauguraba, como ha recordado el Caudillo Franco varias veces, todo un
sistema y toda una escuela de delincuencia común, de ejecuciones desde el Poder
aplicadas a la política. Calvo Sotelo sabía que su vida era el precio inicial de la
reacción de España en defensa de sí misma y, por clave, de todo el Occidente...
Cuatro días antes, el 13 de julio de 1960 (vigésimo cuarto aniversario del
asesinato), el generalísimo Franco inauguró en la plaza de Castilla de Madrid el
Monumento a Calvo Sotelo.5 En el discurso que pronunció dijo:5426
La muerte de Calvo Sotelo por los propios agentes encargados de la seguridad fue la
demostración palpable de que, rotos los frenos, la Nación se precipitaba
vertiginosamente en el comunismo. Ya no cabían dudas ni vacilaciones: el asesinato,
fraguado desde el Poder, del jefe más destacado de la oposición, unió a todos los
españoles en unánime y ferviente anhelo de salvar a España. Sin el sacrificio de
Calvo Sotelo la suerte del Movimiento Nacional pudo haber sido muy distinta. Su
muerte alevosa venció los naturales escrúpulos de los patriotas, marcándoles el
camino de un deber insoslayable.
Notas
Rodolfo Serrano, uno de los dos policías de escolta de Calvo Sotelo, le había
dicho el 7 de julio al diputado tradicionalista Joaquín Bau, amigo de Calvo Sotelo,
que la Dirección General de Seguridad les había comunicado que su misión no era
proteger a los diputados, sino informar de sus pasos y que si se producía un
atentado su deber no era detener a los agresores e, incluso, que si tenía lugar en
un despoblado debían colaborar con ellos (Thomas, págs. 231-233; Romero, págs. 181-
182; Bullón de Mendoza, pág. 663-664). Joaquín Bau se puso en contacto con el
ministro de la Gobernación Juan Moles y también el propio Calvo Sotelo —quien
también habló del asunto con Gil Robles y este le animó a que cambiara de escolta—.
Moles negó que se hubiera dado ninguna orden en ese sentido a los policías y no
puso ningún inconveniente en cambiar los agentes de escolta y poner a los que Calvo
Sotelo eligiera —«yo no quería que hubiera en esta cuestión equívocos de ninguna
clase», declaró Moles en las Cortes después del asesinato—(Gibson, págs. 78-79).
Sin embargo, según Bullón de Mendoza (pág. 666), los nuevos agentes que le
asignaron no los eligió él, sino que «eran unos completos desconocidos para el
político tudense».
Muchos años después el teniente León Lupión le dijo a Ian Gibson que los guardias
no fueron «elegidos, ni mucho menos», se montaron en la camioneta «los que
quisieron». «Allí los únicos que había, en todo caso, elegidos y de acuerdo con él
[con Condés] eran unos cuantos muchachos de las Juventudes Socialistas, vestidos
todos ellos de paisano, y un guardia de Asalto, también de paisano, José del
Rey,... [que] era del grupo de Pacífico, no de Pontejos. Era también socialista. Yo
le di a Condés una lista de tres o cuatro personas... Y no volví a ver nunca más a
Fernando Condés» (Gibson, pág. 109)
El relato que escribió para Luis Romero, y que reproduce íntegramente Alfonso
Bullón de Mendoza (págs. 677-681), es la fuente fundamental para conocer lo que
ocurrió en el domicilio de Calvo Sotelo. Aunque no fue testigo presencial de los
hechos (pues no llegó a despertarse) recogió lo que oyó decir a su madre y al resto
de personas que estaban en la casa.
"Las camionetas, o 'plataformas', como se solían llamar, de Asalto, eran vehículos
abiertos, largos y potentes, de marca Hispano-Suiza. Tenían cuatro departamentos y
seis bancos, con numerosas puertas que facilitaban la rápida intervención de sus
ocupantes en aquellos disturbios callejeros en cuyo control estaban destinados. Las
'plataformas' podían llevar fácilmente a veinte hombres o más" (Gibson, pág. 123)
Años más tarde algunos autores afirmaron que los asesinos contaban con la
complicidad de los sepultureros para deshacerse del cadáver arrojándolo en la fosa
común o metiéndolo en un nicho, pero que éstos se habían emborrachado y habían sido
sustituidos por los dos que los recibieron que no sabían nada del asunto. Esta fue
la versión que sostuvo la historiografía franquista durante cuarenta años (por
ejemplo, el general Felipe Acedo Colunga en su biografía de Calvo Sotelo). Luis
Romero (pág. 204) le concede al supuesto poca credibilidad pues «en el sumario no
he hallado datos, ni siquiera indicios que lo confirmen. Tampoco parece posible que
entre el asesinato de Castillo, la decisión de matar a Calvo Sotelo y la hora en
que llevaron los restos al cementerio, hubiese tiempo para urdir el plan, conseguir
la complicidad, que los sepultureros se emborracharan, de relevarlos, etc. Es
posible que al decir esto pretenda demostrarse que el asesinato estaba premeditado
desde días atrás». Ian Gibson (págs. 131-132) también considera esta versión
«absolutamente inverosímil, por muchas razones». Entre otras, porque «no se
efectuaban jamás relevos [de los sepultureros] por la noche», ni tampoco
enterramientos. Tampoco había fosa común antes de la guerra. Gibson concluye: «La
"criminal complicidad" de algunos sepultureros con los asesinos de Calvo Sotelo fue
inventada por los franquistas para reforzar su tesis de que la muerte del diputado
fue planeada por las autoridades del Frente Popular». Gibson asimismo señala que
José María Gil Robles en su memorias también recogió esta versión «descabellada».
Esta es la versión que dieron los diarios ABC e Informaciones, que es la que sigue
Luis Romero. El diario Ya publicó que Martínez Barrio llegó de Valencia a las 9 de
la mañana y que en cuanto le dieron la noticia del secuestro de Calvo Sotelo llamó
consternado al conde de Vallellano. Ian Gibson considera esta segunda versión más
fiable y es la que sigue (Gibson, págs. 152-152; Romero, pág. 216).
En un libro que publicó años después el periodista Santos Alcocer afirmó que fue
el primero en llegar al depósito y reconocer el cadáver. Iba acompañado del
reportero gráfico Santos Yubero, pero las fotografías que tomó no fueron publicadas
y se acabaron perdiendo. Esta es la versión que recoge Alfonso Bullón de Mendoza
(pág. 685). Luis Romero advierte, por su parte, que no ha podido comprobar la
veracidad de lo que cuenta Alcocer ni ha encontrado otro testimonio que lo
confirme. Romero añade (pág. 213): «la primera identificación de los restos
mortales, tanto en la prensa como en los libros, es atribuida a distintas personas
en exclusiva, y es imposible que así sucediera. En un corto espacio de tiempo
fueron varios quienes identificaron el cadáver y quizá unos ignoraban que lo
acababan de hacer otros».
Según contó años después Orencio Bayo a los jueces franquistas de la Causa
General, tras haber limpiado por segunda vez los restos de sangre de la camioneta
fue llamado al despacho del comandante Burillo donde también se encontraba el
teniente Barbeta y ambos le amenazaron para que negara haber participado en ningún
servicio durante la noche; le hicieron firmar una declaración en la que decía que
había estado durmiendo desde las once de la noche a las seis de la mañana (Bullón
de Mendoza, págs. 683). Según Luis Romero (pág. 212), «lo que cuenta el chófer
puede ser cierto, y coincide con la amenaza que también se afirma que fue formulada
por Del Rey al abandonar el cementerio (que quien dijera algo moriría como un
perro, o más desagradable aún, 'como ese perro'); sin embargo, podría ser un medio
de autoprotegerse contra eventuales responsabilidades propias, tanto cuando se
instruía el primitivo sumario, como, con mucho mayor motivo, en la Causa General».
Ian Gibson, por su parte, pone en duda lo relatado por Bayo sobre la actuación del
comandante Burillo, pues aquella noche estaba de guardia en la Dirección General de
Seguridad (pág. 139)
Hugh Thomas afirmó que el sumario fue robado del Ministerio de la Gobernación
(pág. 234)
Existe una cierta confusión sobre el relato y la valoración que han hecho los
historiadores de la declaración de los monárquicos en la Diputación Permanente pues
no es lo mismo recurrir a lo que aparece en el Diario de Sesiones del que se han
eliminado la frase más importante y las acusaciones más duras, como hacen Luis
Romero (pág. 256), Stanley G. Payne (págs. 323-324) o Gabriele Ranzato (págs. 353-
354), que utilizar el documento original tal como lo publicó Pedro Sainz Rodríguez
en sus memorias, como hacen Ian Gibson (págs. 185-186) o Alfonso Bullón de Mendoza
(págs. 697-698)
Luis Romero ya destacó en 1982 que «esta última vacilación de Francisco Franco,
postrer resistencia a sumarse a la rebelión, no por estar en desacuerdo con lo que
pretende, sino por considerar que aún no se ha alcanzado la plena madurez
conspirativa y no se dan las circunstancias indispensables para que la sublevación
comience en las mejores condiciones, era desconocida o silenciada en las historias
franquistas hasta hace pocos años» (págs. 226-228; 247).
Referencias
González Calleja, 2015, p. 261-304.
Thomàs, 2010, p. 147.
Ranzato, 2014, p. 346. "Muchos sabían en Madrid que gran parte de las fuerzas del
orden estaban muy identificadas con las milicias social-comunistas. [...] Nada
podía garantizar que si la izquierda revolucionaria tenía semejante influencia y
presencia entre las fuerzas de la seguridad pública, lo que le había tocado a un
monárquico fascista no le habría podido ocurrir a cualquiera que quisiera oponerse
a a la revolución"
Ranzato, 2014, p. 351.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 703.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 13.
Zugazagoitia, 2007, p. 44-45.
Gibson, 1982, p. 60. "José Calvo Sotelo, azote de la República y ya, en los meses
inmediatamente anteriores a la guerra civil, indiscutible jefe de las derechas,
era, sin duda, una personalidad extraordinaria. Contaba entonces con 44 años,
cuatro de los cuales —1930 1934— habían sido pasados en el exilio, primero en
Portugal y luego en París, a raíz de la Dictadura del general Primo de Rivera"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 670. "El líder más carismático de la derecha española"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 714.
Gibson, 1982, p. 62.
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Gibson, 1982, p. 67.
Luis de Galinsoga (17 de julio de 1960). «Conciencia de mártir en Calvo Sotelo».
ABC. Consultado el 16 de diciembre de 2021.
Reig Tapia, Alberto (1981). «Un prólogo parlamentario: el debate del 16/VI/1936
(Calvo Sotelo y Casares Quiroga)». Tiempo de Historia (80-81): 56.
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González Calleja, 2011, p. 331-333.
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Payne, 2020, p. 149.
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Ranzato, 2014, p. 112.
Romero, 1982, p. 120.
Gibson, 1982, p. 69-70.
Payne, 1996, p. 78.
Payne, 2020, p. 251.
Romero, 1982, p. 153-156. "El 16 de junio, salvo la la CNT, que no tenía ni voz ni
voto en el Parlamento (el sindicalista Pabón no los representaba), miembros de
todas las minorías manifestaron sus respectivas posturas; hablaron los portavoces
de quienes un mes después iniciarían una lucha con las armas en la mano. [...] La
República estaba descomponiéndose; los enemigos de la derecha conspiraban, todavía
con escasa fortuna, pero con tesón afanosos; desde la izquierda trataban de
arrollarla y sustituirla por una dictadura de clase que conservaría su nombre; los
gobernantes, que eran minoría, se autoconsideraban los únicos y legítimos
republicanos, con lo cual el espacio natural de la joven República quedaba
reducido; los anarcosindicalistas, si se exceptúan los escasos seguidores de
Pestaña, se hallaban fuera del juego: contra"
González Calleja, 2015, p. 267.
Ranzato, 2014, p. 347-348.
Gibson, 1982, p. 71-72.
Gibson, 1982, p. 72.
Ranzato, 2014, p. 348.
Gibson, 1982, p. 72-73. "Es indudable que, cuando pronunció estas palabras, Calvo
Sotelo estaba perfectamente informado de la marcha de la conspiración, tanto a
través de sus contactos con la UME como con la propia labor conspiratoria de
Renovación Española"
Payne, 2020, p. 253-255.
Ranzato, 2014, p. 349-350. "No es lícito interpretar las palabras pronunciadas por
el presidente del Gobierno como una amenaza de muerte... Del conjunto de su
discurso resulta evidente que su amenaza consistía en que si se hubiera verificado
ese 'cualquier caso que pudiera ocurrir, que no ocurrirá', ese 'algo [que] pueda
ocurrir —es decir, la sublevación militar a la que Calvo incitaba-, habría sido
llamado a responder 'ante el país' por la responsabilidad que había asumido. Pero
no había ni una palabra en el discurso de Casares que pruebe que se refería a una
justicia sumaria, y no, en cambio, a las graves sanciones judiciales —que
posiblemente llevaban inclusa la pena capital— que el líder monárquico habría
debido afrontar como instigador de un delito de rebelión militar. Ningún periódico,
de ninguna orientación política, al día siguiente había sostenido ni insinuado que
aquella frase fuese un visto bueno para el asesinato de Calvo Sotelo. En realidad
fue él mismo quien, replicando a Casares ante las Cortes, había tergiversado el
sentido de sus palabras, interpretándolas —o bien dejando que se interpretasen—
como una amenaza inmediata contra su vida"
Gibson, 1982, p. 72-73.
Romero, 1982, p. 164-165. "El discurso, que transcurría por vías plausibles, en un
momento deriva hacia la polémica, cuando Calvo Sotelo, desviándose del tema
principal [la situación económica del campo], denuncia que se ha entregado por
parte del Gobierno un millón de pesetas al periódico Avance, de Oviedo. El
socialista asturiano Belarmino Tomás interrumpe: '¡Se ha pagado lo que vosotros
destruisteis!', y el incidente se generaliza. Calvo Sotelo se hace oír: '¡Por
fortuna no implantaréis vuestras especulaciones fantasmagóricas!', a lo que
responden voces socialistas: '¡Las implantaremos!' Y Calvo Sotelo, en tono
imprecatorio replica: '¡No os dejaremos!, con lo cual el griterío se hace mayor y
cualquier asomo de serenidad se disipa. En medio de la crispación general, el
orador reemprende el discurso: 'El campo español no encontrará su remedio ni en
este Gobierno, ni en el Frente Popular, ni en la República, si...' El escándalo
cubre las palabras de Calvo Sotelo, y el presidente, haciendo sonar la campanilla,
repite por tres veces en tono admonitorio: '¡Señor Calvo Sotelo, señor Calvo
Sotelo, señor Calvo Sotelo...!' Y éste, que ha quedado un instante en suspenso,
grita: '¡Bueno, pues me siento y no hablo!' Y mientras los diputados de la derecha
le aplauden, los de la mayoría le abuchean"
Gibson, 1982, p. 74-75. "Fue un discurso agresivo, pronunciado con la confianza de
un hombre que sabía que muy pronto se iba a producir una sublevación contra la
República"
Payne, 1996, p. 81.
Payne, 2020, p. 259-260.
Romero, 1982, p. 165.
Romero, 1982, p. 165-166.
Gibson, 1982, p. 75.
Preston, 2011, p. 183-184.
Beevor, 2005, p. 61-62. "Periódicos como el ABC no dejaban de machacar a sus
lectores con mensajes catastrofistas…, afirmaban que el país era ingobernable y
contabilizaban como crímenes políticos delitos comunes para reforzar la impresión
de desgobierno"
Martín Ramos, 2015, p. 203.
Aróstegui, 2006, p. 238-240. ”Las denuncias y recuentos de desmanes que expusieron
en las Cortes Calvo Sotelo y Gil Robles sabemos que procedían de una red de
informadores que habían establecido en sus propios partidos con ánimo de disponer
de una nueva arma política. Lo mismo hizo en su propio partido el carlista Fal
Conde. La violencia podría o no tener origen en la extrema derecha, pero, en
cualquier caso, servía a sus fines y ésta procuró integrarla en sus planes”
Preston, 2011, p. 182-184. ”La violencia de los pistoleros de la derecha, los
discursos incendiarios de Calvo Sotelo y Gil Robles, y el barniz que los medios
conservadores revistieron los acontecimientos contribuyeron en gran medida a lanzar
a las clases medias a los brazos de los conspiradores del Ejército”
Ranzato, 2014, p. 26.
Gibson, 1982, p. 77.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 661-662.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 662.
Gibson, 1982, p. 77-78.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 665; 667.
Payne, 2020, p. 311-317.
Romero, 1982, p. 104-105; 186.
Romero, 1982, p. 104.
Gibson, 1982, p. 55-56. "Felipe Ximénez de Sandoval, al hablar de los esfuerzos de
José Antonio Primo de Rivera para dirigir en aquellas fechas desde la Cárcel Modelo
las actividades de la organización, comenta: 'No exagera el Jefe al hacer la
apología del garbo y de la eficacia de sus camaradas. El 7 de mayo habían eliminado
al peligrosísimo capitán de Artillería [sic] Carlos Faraudo, instructor de las
milicias socialistas'. Otros falangistas han confirmado este testimonio"
Gibson, 1982, p. 58. "También figuraban en la lista los nombres del capitán Arturo
González Gil, del teniente de Asalto Máximo Moreno Martín y del capitán de
Artillería Urbano Orad de la Torre"
Gibson, 1982, p. 58-59.
Gibson, 1982, p. 56-57.
Gibson, 1982, p. 57.
Romero, 1982, p. 104-105.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 669-670.
Romero, 1982, p. 188.
Gibson, 1982, p. 91-92.
Romero, 1982, p. 190.
Thomas, 2011, p. 231.
Gibson, 1982, p. 107. "Julián Zugazagoitia declararía unos años después que tenía
formado 'un pésimo concepto' de Cuenca. A su juicio, este era un 'elemento de
acción del Partido capaz de cometer asesinatos'. Indalecio Prieto diría que la
exaltación política de Cuenca 'le había movido en varias ocasiones a actos de
violencia'... Era, sin lugar a dudas, un joven muy lanzado y exaltado, sean las que
fuesen las causas psicológicas de su agresividad, agresividad apoyada, además, en
su complexión física: Cuenca, a pesar de ser bajo de estatura, era muy ancho de
hombros, muy fuerte"
Romero, 1982, p. 191.
Romero, 1982, p. 192-193.
Gibson, 1982, p. 104; 106-107.
Gibson, 1982, p. 93.
Romero, 1982, p. 192.
Gibson, 1982, p. 93-96.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 672.
Romero, 1982, p. 194.
Gibson, 1982, p. 97.
Gibson, 1982, p. 97-98.
Romero, 1982, p. 193.
Payne, 2020, p. 313-314.
Jackson, 1976, p. 211.
Zugazagoitia, 2007, p. 40.
Gibson, 1982, p. 108-109.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 673. "El hecho merece ser resaltado, pues evidencia
con mucha mayor claridad que cuanto nosotros pudiéramos decir la descomposición a
la que habían llegado las fuerzas de seguridad de la República, cuyos mandos se
reunían con los integrantes de las milicias socialistas del Frente Popular para
proceder a las detenciones no de quienes se les había ordenado, sino de quienes les
daba la gana"
Gibson, 1982, p. 117.
Gibson, 1982, p. 117-118.
Payne, 2020, p. 314.
Romero, 1982, p. 195.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 674. "Que junto a Condés subieran varios miembros de
la Motorizada, y guardias de Asalto no asignados al cuartel de Pontejos, sino a la
escolta de diversos dirigentes socialistas, era evidentemente otra irregularidad"
Gibson, 1982, p. 109.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 676. "Todos los supervivientes de la camioneta número
17 que fueron interrogados después de la guerra coincidieron en afirmar que marchó
directamente a casa de Calvo Sotelo, sin efectuar ninguna parada en el camino"
Gibson, 1982, p. 118-120. "Los testigos referidos [los cuatro guardias] o bien
silenciaron intencionadamente este detalle [que habían pasado antes por el
domicilio de Gil Robles], sintiéndose coaccionados por los jueces, o lo habían
olvidado"
Thomas, 2011, p. 233.
Gibson, 1982, p. 121.
Payne, 2020, p. 315.
Romero, 1982, p. 198.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 677.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 676.
Romero, 1982, p. 184.
Gibson, 1982, p. 122.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 677-678.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 678.
Payne, 2020, p. 316.
Romero, 1982, p. 199.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 678-679.
Zugazagoitica, 2007, p. 39.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 679-680.
Gibson, 1982, p. 121-122.
Romero, 1982, p. 200-201.
Gibson, 1982, p. 223.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 681.
Gibson, 1982, p. 122-123.
Gibson, 1982, p. 106-108.
Payne, 2020, p. 316-317.
Romero, 1982, p. 202. "En las declaraciones posteriores, alguno de los detenidos
dice que fue primero un solo disparo en la nuca, y que el segundo fue hecho cuando
la víctima se hallaba ya caído. Del detalladísimo informe del doctor Piga y del
certificado de la autopsia parece deducirse que los disparos fueron casi
simultáneos y la fotografía muestra los orificios muy próximos entre sí"
Romero, 1982, p. 202.
Romero, 1982, p. 201-202. "Tampoco resulta fácil creer que un capitán de la
Guardia Civil hubiese tolerado, sin hacer siquiera comentarios, que un pistolero
matara a una persona que él llevaba detenida, incluso secuestrada ilegalmente.
[...] Condés conocía a Cuenca, y no se opuso a que éste se colocara detrás de Calvo
Sotelo, en el supuesto de que no estuviera convenido de antemano"
Gibson, 1982, p. 124.
Gibson, 1982, p. 125-126.
Gibson, 1982, p. 113-114. "Moreno, ferviente socialista, condenado a reclusión
perpetua en enero de 1936 por su implicación en los sucesos revolucionarios de
octubre de 1934, había sido amnistiado por el Frente Popular. [...] Cuando murió en
la guerra, en septiembre de 1936, el pueblo de Madrid le dio un entierro
multitudinario. Máximo Moreno había sido amigo íntimo del capitán Faraudo y de José
del Castillo. La muerte de este le conmovió profundamente. Era como perder a un
hermano. Al llegar Vidarte al salón rojo de la Dirección General, Moreno hablaba a
los allí reunidos de la 'lista negra' falangista en la cual él también figuraba"
Romero, 1982, p. 202-203. "Uno de los guardias de la 2ª compañía... declara meses
después de terminada la guerra, que este coche ligero salió de Pontejos unos diez
minutos después que la camioneta 17, y que él oyó cómo el teniente Máximo Moreno...
gritaba al conductor: '¡Písale [el acelerador], que ya hace un rato que la
camioneta ha salido y no le vamos a dar alcance!', lo cual parece abonar la primera
de las hipótesis. Sin embargo, lo escrito por Gil Robles es una afirmación rotunda,
y dice que el coche con Máximo Moreno y 'algunos activistas y guardias de
asalto'... después de dar unas vueltas por Madrid con el fin de despistar a un
posible seguidor, fueron a buscarle a su casa..."
Romero, 1982, p. 204-205.
Gibson, 1982, p. 127-128.
Gibson, 1982, p. 128.
Romero, 1982, p. 207.
Gibson, 1982, p. 133-134; 139-140.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 82.
Romero, 1982, p. 205-206.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 682.
Gibson, 1982, p. 133-134.
Romero, 1982, p. 206.
Gibson, 1982, p. 135.
Romero, 1982, p. 207-208.
Gibson, 1982, p. 135-136.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 683-684.
Gibson, 1982, p. 135-137. "Desde luego, fue un tópico del franquismo culpar a la
Dirección General de complicidad en aquel crimen, afirmando varios testigos ante la
Causa General que los jefes de la Dirección se cruzaron de brazos ante la noticia
del secuestro. [...] Puede haber existido ineficacia en la Dirección General de
Seguridad aquella madrugada, eso sí. Puede haber habido allí enemigos políticos de
Calvo Sotelo. Pero queda por demostrar la complicidad de estos en el crimen"
Romero, 1982, p. 210.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 684.
Romero, 1982, p. 216.
Gibson, 1982, p. 152.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 684-685.
Gibson, 1982, p. 154-155.
Gibson, 1982, p. 153.
Romero, 1982, p. 213.
Romero, 1982, p. 212-213; 243.
Gibson, 1982, p. 153-154.
Gibson, 1982, p. 155.
Payne, 2020, p. 317.
Romero, 1982, p. 220.
Romero, 1982, p. 220-222.
Gibson y 1982, "Estimando, sin duda con razón, que la conducción de los restos de
Calvo a Sotelo a Madrid, y luego su traslado otra vez al cementerio del Este,
constituirían un gravísimo peligro para la paz pública", p. 156.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 692.
Gibson, 1982, p. 174.
Romero, 1982, p. 236.
Gibson, 1982, p. 178-179.
Gibson, 1982, p. 150. "Una detenida lectura de las páginas de Zugazagoitia, y el
tono de éstas, nos lleva a la conclusión de que se trata de Cuenca, y no del
capitán de la Guardia Civil [Condés]"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 685-686. "Muy probablemente no era otro que Cuenca"
Romero, 1982, p. 214. "He leído varias veces las páginas de Zugazagoitia dedica a
este asunto. Parece que quiere dar a entender que quien le visitó fue el capitán
Condés, y así lo han interpretado algunos. Puede referirse a Cuenca, puesto que
dice que días después moriría en la Sierra; también podría referirse al teniente
Máximo Moreno, incluso a Arturo González Gil, que no participó, pero que morirían a
los pocos días. Pero igualmente a cualquiera de los activistas, y no ser cierto lo
de que muriera. En su relato hay algunos errores: a las ocho de la mañana no se
había descubierto el cadáver en el cementerio; Condés acababa de ascender a
capitán, no era, pues, comandante; tampoco, cuando entró en casa de Calvo Sotelo,
vestía de uniforme"
Zugazagoitia, 2007, p. 38-39.
Romero, 1982, p. 214.
Gibson, 1982, p. 149.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 686.
Gibson, 1982, p. 150.
Gibson, 1982, p. 150-151.
Gibson, 1982, p. 151.
Romero, 1982, p. 211-212.
Gibson, 1982, p. 158-160.
Gibson, 1982, p. 158-159.
Gibson, 1982, p. 138.
Romero, 1982, p. 217.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 687. "Burillo se negó a facilitar el nombre de los
oficiales que habían estado de servicio, por lo que Gómez Carbajo optó por hacerse
cargo del libro de Servicios del Grupo de Especialidades, que como cabía esperar no
contenía ningún dato significativo"
Gibson, 1982, p. 142-143.
Gibson, 1982, p. 141; 162.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 687.
Gibson, 1982, p. 162. "Este hipótesis halla apoyo en un documento legal redactado
el 30 de julio de 1936 por el funcionario del Juzgado número tres de Madrid, Emilio
Macarrón Fernández. Este, al resumir las diligencias sumariales por la muerte de
Calvo Sotelo llevadas a cabo entre el 13 y el 25 de aquel mes, no menciona en
absoluto al teniente Moreno: olvido inexplicable, cabe pensar, si le hubiera sido
tomada declaración a este unos pocos días antes"
Romero, 1982, p. 219-220.
Gibson, 1982, p. 140.
Gibson, 1982, p. 143.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 687; 672.
Rey Reguillo, 2008, p. 236.
Romero, 1982, p. 240.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 688.
Gibson, 1982, p. 170. "Lamentamos no poder dar a conocer la identidad del comensal
de Cuenca que nos ha facilitado esta información que consideramos fidedigna"
Gibson, 1982, p. 178.
Gibson, 1982, p. 125.
Romero, 1982, p. 243.
Romero, 1982, p. 276.
Payne, 2020, p. 318.
Ranzato, 2014, p. 357.
Ranzato, 2014, p. 357-358.
Gibson, 1982, p. 192.
Gibson, 1982, p. 192-193. "No son en absoluto fidedignas las declaraciones de
varios testigos ante la Causa General, según los cuales Condés, después de la
muerte del jefe de Renovación Española, entraba y salía libremente de la Dirección
General de Seguridad"
Gibson, 1982, p. 195.
Payne, 2020, p. 318-319.
Gibson, 1982, p. 195-196.
Gibson, 1982, p. 196.
Gibson, 1982, p. 196q.
Gibson, 1982, p. 202.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 689.
Gibson, 1982, p. 196-197. "Condés y Cuenca se llevaron a la tumba secretos que no
conoceremos nunca"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 689-690. "Pese a que todo el mundo sabía su
implicación en el asesinato de Calvo Sotelo, o tal vez precisamente por ello, el
Cuartel General de Milicias Populares recibió el nombre de Fernando Condés"
Payne, 2020, p. 319.
Thomas, 2011, p. 234.
Gibson, 1982, p. 118; 196.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 690.
Gibson, 1982, p. 197.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 689; 690.
Gibson, 1982, p. 199-201.
Gibson, 1982, p. 201.
Gibson, 1982, p. 236.
Gibson, 1982, p. 201-202.
Gibson, 1982, p. 228-229.
Gibson, 1982, p. 202-203.
Gibson, 1982, p. 203.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 690-691.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 672. "Aniceto Castro fue el único guardia de derechas
que participó en la detención de Calvo Sotelo, y su testimonio, sin las concesiones
a la galería de quienes en 1936 habían negado ante el juez su participación en el
crimen y necesitaban hacer olvidar su izquierdismo tras la victoria de los
nacionales, nos parece el más veraz y ajustado a los hechos"
Gibson, 1982, p. 197-198. "Al final de la guerra, Bayo se encontraba en Murcia,
encargado con la categoría de sargento, del almacén del Parque de Automóviles del
Cuerpo de Asalto de aquella ciudad. Allí fue detenido por los nacionales el 29 de
marzo de 1939"
Gibson, 1982, p. 116-119.
Gibson, 1982, p. 118-119.
Gibson, 1982, p. 198. "Dada su inocencia de toda complicidad en aquel crimen,
fácilmente demostrable, fue una condena cruel, implacable. No es sorprendente que,
hoy día [1982], el fue chófer de la camioneta de Asalto número 17, tan tristemente
célebre, se niegue tenazmente a hablar con nadie de lo ocurrido en la noche del 12
al 13 de julio de 1936"
Gibson, 1982, p. 212-213.
Thomas, 2011, p. 233-234.
Gibson, 1982, p. 208-211.
Gibson, 1982, p. 173.
Romero, 1982, p. 216-217; 222-223. "Teme el presidente [de las Cortes] que, dada
la pasión reinante, podría la sesión acabar a tiros y que ello daría al traste con
el menguado prestigio de la Cámara"
Gibson, 1982, p. 157.
Romero, 1982, p. 217-218.
Gibson, 1982, p. 168-170.
Gibson, 1982, p. 169-170.
Romero, 1982, p. 237-238; 247.
Rey Reguillo, 2008, p. 557.
Gibson, 1982, p. 168-169.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 707.
Romero, 1982, p. 238.
Payne, 2020, p. 320.
Ranzato, 2014, p. 347.
Romero, 1982, p. 234.
Gibson, 1982, p. 174-175.
Gibson, 1982, p. 175.
Romero, 1982, p. 232.
Ranzato, 2014, p. 347; 349-351. "No es lícito interpretar las palabras
pronunciadas por el presidente del Gobierno como una amenaza de muerte... Del
conjunto de su discurso resulta evidente que su amenaza consistía en que si se
hubiera verificado ese 'cualquier caso que pudiera ocurrir, que no ocurrirá', ese
'algo [que] pueda ocurrir —es decir, la sublevación militar a la que Calvo
incitaba, habría sido llamado a responder 'ante el país' por la responsabilidad que
había asumido—. Pero no había ni una palabra en el discurso de Casares que pruebe
que se refería a una justicia sumaria, y no, en cambio, a las graves sanciones
judiciales —que posiblemente llevaban inclusa la pena capital— que el líder
monárquico habría debido afrontar como instigador de un delito de rebelión militar.
Ningún periódico, de ninguna orientación política, al día siguiente había sostenido
ni insinuado que aquella frase fuese un visto bueno para el asesinato de Calvo
Sotelo. En realidad fue él mismo quien, replicando a Casares ante las Cortes, había
tergiversado el sentido de sus palabras..."
Ranzato, 2014, p. 351. "Es probable que [Azaña] se encontrara en una condición de
absoluto desconcierto y sentimientos de impotencia"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 704.
Romero, 1982, p. 703-704.
Ranzato, 2014, p. 346.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 705.
Romero, 1982, p. 271-272.
Gibson, 1982, p. 171. "El asesinato del teniente Castillo convenció a las
izquierdas de la urgente necesidad de hacer frente común contra el fascismo... El
asesinato de Calvo Sotelo hacía aún más imperiosa la unión de esfuerzos, pues era
opinión general que aquel crimen tendría el efecto de precipitar la sublevación que
todos presentían que se preparaba"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 706-707.
Payne, 2020, p. 301; 320-321.
Beevor, 2005, p. 79.
Romero, 1982, p. 272.
Payne, 2020, p. 320; 337.
Payne, 2020, p. 326-327.
Payne, 2020, p. 321. "Azaña debió haber tomado una decisión inmediata para cambiar
la política del Gobierno, instaurar un verdadero sistema de seguridad, aplicar la
ley y la Constitución, y dar garantías a las derechas. Esta era su última
oportunidad, pero no hizo absolutamente nada..."
Ranzato, 2014, p. 351-352.
Romero, 1982, p. 278-279.
Ranzato, 2014, p. 352.
Romero, 1982, p. 237.
Romero, 1982, p. 236-237.
Romero, 1982, p. 244-245.
Romero, 1982, p. 270.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 705-706.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 691.
Romero, 1982, p. 252.
Ranzato, 2014, p. 23. "Incluso como respuesta a los golpes sufridos supuso una
acción incongruente y desmesurada"
Romero, 1982, p. 244. "ABC publica a toda página la fotografía de la víctima, y en
el interior una amplia biografía; también reproduce artículos que, con el seudónimo
de 'Máximo', enviaba a este diario durante su exilio en París. Algo semejante, al
vedarle el comentario, se ve obligado a hacer El Debate"
Ranzato, 2014, p. 361.
Rey Reguillo, 2008, p. 559. "En modo alguno se hablaba ya —si es que alguna vez se
habló en esos términos— de una República democrática para todos los ciudadanos,
mucho menos si había que incluir a la reacción"
Ranzato, 2014, p. 362-363.
Payne, 2020, p. 319-320.
Romero, 1982, p. 218.
Romero, 1982, p. 245-246. "Cuando Prieto ha redactado este artículo, que dicta
telefónicamente a Bilbao, conocía la identidad de quienes han organizado el
secuestro y la muerte [de Calvo Sotelo], y estaba al corriente de que eran hombres
muy afectos a su política y a su persona, de los que solían escoltarle a él"
Payne, 2020, p. 326. "Prieto instó en El Liberal a la unión de las izquierdas y no
a la reconciliación con las derechas... Prieto y los suyos continuaron escondiendo
a los asesinos de Calvo Sotelo, y existen testimonios de su intervención personal
para poner fin a la investigación judicial"
Gibson, 1982, p. 172-173. "Palabras terribles, certeras, aunque ni el mismo Prieto
pudo prever, al redactarlas, que la guerra... empezaría dentro de cuatro días
Macarro Vera, 2000, p. 467.
Ranzato, 2014, p. 366.
Payne, 2020, p. 326-327; 329-330. "Para los caballeristas la propuesta era a la
vez demasiado complicada y limitada. Ellos solo querían que se entregasen las armas
directamente a los sindicatos obreros, sin ninguna superestructura del Frente
Popular..."
Macarro Vera, 2000, p. 467-468.
Zugazagoitia, 2007, p. 41-42. "El diputado que así hablaba no publicaba una
jactancia, divulgaba una convicción"
Ranzato, 2014, p. 363.
Ranzato, 2014, p. 363-364.
Romero, 1982, p. 170.
Ranzato, 2014, p. 364.
Payne, 2020, p. 329.
Ranzato, 2014, p. 367.
Gibson, 1982, p. 156.
Gibson, 1982, p. 180.
Gibson, 1982, p. 181.
Romero, 1982, p. 235-236; 245.
Rey Reguillo, 2008, p. 556.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 691-692.
Rey Reguillo, 2008, p. 556-557.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 706.
Romero, 1982, p. 267.
Payne, 2020, p. 335.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 697.
García Rodríguez, 2013, p. 509-510.
Romero, 1982, p. 268-269.
Thomas, 2011, p. 235.
Payne, 2020, p. 322-323.
Romero, 1982, p. 243; 248-250.
Gibson, 1982, p. 179; 181-182.
Thomas, 2011, p. 236.
Gibson, 1982, p. 182.
Romero, 1982, p. 250.
Viñas, 2019, p. 284-285.
González Calleja, 2011, p. 14.
Diego Barcala (18 de julio de 2011). «A la caza del demócrata». Publico.es.
Thomas, 2011, p. 235-236.
Zugazagoitia, 2007, p. 43-44. "El exministro Goicoechea... pronunció una arenga
llena de invectivas contra la República, para acabar, entre los clamores de la
numerosa asistencia, jurando a Dios y a la Patria que el crimen sería rápidamente
vengado"
Romero, 1982, p. 251.
Gibson, 1982, p. 182-183.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 694-695.
Payne, 2020, p. 323.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 695. "Los manifestantes tuvieron 5 muertos y 34
heridos"
Romero, 1982, p. 251-252.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 695-696.
Romero, 1982, p. 255.
Gibson, 1982, p. 166.
Ranzato, 2014, p. 353.
Gibson, 1982, p. 184.
Gibson, 1982, p. 185.
Romero, 1982, p. 256.
Gibson, 1982, p. 185-187. "Pedro Sainz Rodríguez, autor de esta catilinaria, ha
tenido la valentía de admitir públicamente que no estaba convencido de la veracidad
de sus alegaciones: '...En todo lo mucho que se ha escrito sobre el asesinato de
Calvo se da por descontado este hecho [que se tratara de un 'crimen de Estado'],
pero yo creo que históricamente no estaba probado'".
Gibson, 1982, p. 187.
Viñas, 2019, p. 167-188.
Viñas, 2019, p. 167.
Gibson, 1982, p. 185-187.
Gibson, 1982, p. 186.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 698.
Payne, 2020, p. 323-324.
Ranzato, 2014, p. 353-354.
Romero, 1982, p. 258-259.
Ranzato, 2014, p. 354-356.
Romero, 1982, p. 259; 263. "Desde este discurso pronunciado ante tan restringida
audiencia, Gil Robles se erige en fugacísimo único líder de la derecha española.
Conocía, y no desaprobaba, que iba a producirse una sublevación, para cuya
preparación había entregado medio millón de pesetas, cifra bastante importante
entonces..."
Bullón de Mendoza, 2004, p. 699.
Gibson, 1982, p. 189-190. "Para Gil Robles, la responsabilidad de Casares Quiroga
no podía ser, pues, más evidente"
Romero, 1982, p. 259.
Payne, 1996, p. 88. "Los diputados de la derecha no acusaban al Gobierno de haber
ordenado o planeado la ejecución [de Calvo Sotelo], pero le consideraban
responsable de las circunstancias que la habían hecho posible"
Payne, 2020, p. 325.
Thomas, 2011, p. 236-237. "Gil Robles, que había vuelto de Biarritz (pese a estar
amenazada su vida, como lo estaba hacía meses), rindió tributo a la memoria de
Calvo Sotelo, su rival hacía poco tiempo, y cuya suerte había estado a punto de
compartir... Después volvió a marcharse a Biarritz"
Gibson, 1982, p. 191.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 699-700.
Gibson, 1982, p. 188.
Gibson, 1982, p. 191-192.
Ranzato, 2014, p. 356.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 300.
Romero, 1982, p. 260. "[Barcia] protesta contra las pretensiones de Gil Robles de
establecer cualquier tipo de relación entre lo que se dijera en el Parlamento el 16
de junio y la dolorosa realidad de lo que ahora haya sucedido, que el Gobierno
condena y reprueba. Considera que este ha hecho cuanto debía para esclarecer los
sucesos..."
Bullón de Mendoza, 2004, p. 701.
Romero, 1982, p. 262.
Ranzato, 2014, p. 356-357. "Reticentes y subalternos continuaron, en cambio, dando
cobertura a Largo Caballero y a los suyos, hasta la Guerra Civil, y hasta salir de
escena más tarde, entregándoles el poder sin más, tal como aquellos lo habían
imaginado"
Ranzato, 2014, p. 357-358. "[El discurso de Prieto] dejaba transparentar una
escasa convicción, una resignación a lo inevitable, y quizá la consecuencia de un
irremediable fracaso personal; consecuencia no solo y no tanto de aquel clima
político en que ya soplaban vientos de guerra civil, sino sobre todo de las mismas
circunstancias en que se había producido la muerte de Calvo Sotelo. Porque la
paradoja que, de todos modos, le quitaba toda posibilidad futura de asumir el papel
de líder de un cartel centrista moderado estaba en el hecho de los principales
responsables de aquel homicidio no debían buscarse entre los caballeristas más
exaltados, sino... entre los hombres de su escolta"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 700.
Romero, 1982, p. 260. "En el discurso que pronuncia esta mañana ante la Diputación
Permanente no trata de convencer a nadie, se limita a acusarlos"
Ranzato, 2014, p. 359.
Romero, 1982, p. 170. "Prieto está ya convencido de que va a producirse una
sublevación y abandona la política seguida hasta este momento que, si se
manifestaba en ocasiones con agresividad que venía engendrada por su carácter y por
no ser acusado de contemporizador por miembros de su propio partido, dejaba una
puerta abierta o entreabierta, al diálogo con sus adversarios del centro y la
derecha"
Ranzato, 2014, p. 359-360.
Romero, 1982, p. 262-263.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 700-701. "Para el comunista Díaz Ramos el origen de
todos los males estaba en octubre del 34, afirmación que curiosamente no llevaba
nunca a las izquierdas a plantearse su responsabilidad en lo entonces sucedido"
Romero, 1982, p. 261.
Romero, 1982, p. 261-262.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 702.
Romero, 1982, p. 263-264.
Payne, 2020, p. 327-328. "Esta no era más que una de las predicaciones de guerra
civil que aparecieron en el periódico durante aquellos meses"
Payne, 2020, p. 327. "Los caballeristas... se aferraron a la creencia de que una
rebelión militar nunca podría ser tan fuerte como para no ser aplastada por los
miles de obreros revolucionarios y su dominio de la economía"
Alía Miranda, 2011, p. 110.
Cruz, 2006, p. 211.
Beevor, 2005, p. 79-80.
Ranzato, 2014, p. 244.345.
Aróstegui, 2006, p. 42; 173-175.
González Calleja, 2011, p. 351-352; 368.
Preston, 2011, p. 189-190.
Romero, 1982, p. 253-254.
González Calleja, 2015, p. 304.
Rodríguez Jiménez, 1997, p. 190.
Thomàs, 2010, p. 144; 147. "[La inacción del gobierno] dio alas a unos militares
golpistas en apuros a la hora de recabar el apoyo de muchos compañeros para su
movimiento"
Ranzato, 2014, p. 345.
Romero, 1982, p. 228-229.
Gibson, 1982, p. 214.
Ranzato, 2014, p. 345-346.
Payne, 2020, p. 335-336.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 707-708.
Payne, 1996, p. 98.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 702-703.
Payne, 2020, p. 301; 337. "Su decisión cambió muy rápidamente después de conocer
los detalles de la muerte de Calvo Sotelo el día 13. Años después, Franco afirmaría
en un discurso de 1960 que el alzamiento jamás habría conseguido el apoyo necesario
entre los militares si no se hubiera producido aquel asesinato. La situación límite
de la que siempre había hablado como el único factor que podía justificar una
rebelión armada finalmente se había producido..."
Payne, 1996, p. 97-98.
Cruz, 2006, p. 225. ”Francisco Franco temía lo peor ―es decir, su fusilamiento y,
en el mejor de los casos, el fin de su carrera militar― si se sumaba a una rebelión
fracasada. Insistía en la necesidad de asegurar la participación de la Guardia
Civil al lado de los rebeldes, no advertía suficiente unidad en el Ejército y, en
su lugar, encontraba disidencia y actitudes hostiles. Franco, además, había ocupado
altos cargos en el Ministerio de la Guerra en el año anterior, y no le hubiera
importado servir al Estado español con un Gobierno republicano como el de 1935”
Payne, 2020, p. 300-301; 337-338.
Payne, 2020, p. 339.
Francisco Franco Salgado-Araujo (1977). Mi vida junto a Franco, Barcelona,
Planeta, p. 150
Paul Preston (18 de julio de 2006). «Las dudas del golpista Franco». El País.
Romero, 1982, p. 228. "El envío del avión por parte del grupo monárquico, con Mola
al fondo, podía tener por objeto forzar a Franco al ofrecerle facilidades"
González Calleja, 2011, p. 381-384.
Romero, 1982, p. 171.
Romero, 1982, p. 284-285. "Las maniobras que entre el 5 y el 12 se han celebrado
en el Llano Amarillo... han proporcionado ocasión de cambiar impresiones entre los
jefes y oficiales comprometidos y para atraer voluntades de otros a quienes se
suponía predispuestos. [...] El día 13... Yagüe participó a Mola que a partir del
16 todas las tropas estarían dispuestas para actuar desde sus bases"
Alía Miranda, 2018, p. 109.
Payne, 2020, p. 339-340. "Uno de los grandes bulos sobre estos días es que el
propio Franco arregló el asesinato de Balmes para facilitar el alzamiento en
Canarias. Las evidencias indican que fue un accidente..."
Alía Miranda, 2011, p. 114.
Martín Ramos, 2015, p. 205.
Romero, 1982, p. 285-286; 290-291.
Mera Costas, 2021, p. 104-105.
Romero, 1982, p. 286.
Romero, 1982, p. 290.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 708.
Ranzato, 2014, p. 25-26. "Llevándoles a buscar [a los ciudadanos críticos u
hostiles a las actuaciones del gobierno] en otra parte una más segura tutela, no
solo de sus intereses, sino de su misma integridad personal"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 710.
Jackson, 1976, p. 212.
Payne, 2020, p. 324.
Ruiz, 2012, p. 57.
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Gibson, 1982, p. 100.
Payne, 2020, p. 301; 337. "Años después, Franco afirmaría en un discurso de 1960
que el alzamiento jamás habría conseguido el apoyo necesario entre los militares si
no se hubiera producido aquel asesinato"
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