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Artículo destacado
Asesinato de Calvo Sotelo
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Retrato escultórico de José Calvo Sotelo en el monumento dedicado a él erigido por


la dictadura franquista en 1960 en la plaza de Castilla de Madrid.
El asesinato de Calvo Sotelo se produjo en Madrid, España, en la madrugada del
lunes 13 de julio de 1936, durante la Segunda República Española, cuando un grupo
de guardias de asalto y miembros de las milicias socialistas encabezado por un
capitán de la Guardia Civil de paisano se presentaron en el domicilio del líder
monárquico José Calvo Sotelo con el pretexto de conducirlo a la Dirección General
de Seguridad y, en el trayecto, el socialista Luis Cuenca Estevas le disparó dos
tiros en la nuca, llevando a continuación su cuerpo al depósito de cadáveres del
cementerio de La Almudena. El crimen era una represalia por el asesinato unas horas
antes del teniente Castillo de la Guardia de Asalto, muy conocido por su compromiso
con los socialistas, a cuyas milicias entrenaba. Calvo Sotelo fue la víctima de
mayor relevancia —y prácticamente la última antes de la guerra civil— de la ola de
violencia política que se desató en España tras el triunfo del Frente Popular en
las elecciones de febrero de 1936 y que causó entre febrero y julio 384 muertos
(111 muertes fueron causadas por izquierdistas, 122 por las derechas —la mitad por
falangistas: 61— y 84 por las fuerzas de orden público).1

La noticia del asesinato de Calvo Sotelo causó una enorme conmoción, no solo por el
hecho en sí —era el líder más destacado de la oposición—, sino también porque los
autores del magnicidio eran miembros de las fuerzas de seguridad «que llevaban como
auxiliares a militantes socialistas —uno de ellos, escolta de Indalecio Prieto— y
como jefe al capitán de la Guardia Civil Condés, también ligado al PSOE».23 Pero lo
que probablemente causó un impacto aún mayor fue la falta de respuesta del gobierno
del Frente Popular presidido por Santiago Casares Quiroga y del presidente de la
República, Manuel Azaña.4

Por otro lado, el asesinato de Calvo Sotelo y sus circunstancias decantaron a


muchos militares, que todavía dudaban o permanecían indiferentes, a sumarse a la
conspiración contra el gobierno que se venía fraguando desde abril bajo la
dirección del general Mola y que, solo cuatro días después del asesinato del líder
monárquico, desembocaría en el golpe de Estado de julio de 1936, cuyo fracaso
parcial desencadenó la guerra civil española. Los vencedores en la guerra
proclamaron a Calvo Sotelo como el «protomártir»5 de su «Cruzada de Liberación». Se
levantaron monumentos en su honor (el más importante, situado en la plaza de
Castilla de Madrid, fue inaugurado personalmente por el generalísimo Franco en
1960) y en prácticamente en todas las ciudades españolas se le dedicó una calle o
una plaza.6Una empresa estatal del INI fundada en 1942 llevaría su nombre.

El socialista Julián Zugazagoitia, en la inmediata posguerra, escribió lo


siguiente:7
Las fuerzas conservadoras y militares, organizadas desde hacía mucho tiempo para
sublevarse habían sido heridas en lo vivo. Calvo Sotelo era el jefe civil del
movimiento. Se había impuesto a todos los hombres de la monarquía, sobre los que
tenía la superioridad de su preparación y de su talento. [...] Concretaba en su
persona la confianza no sólo de los monárquicos, sino también de más de la mitad de
los diputados de la CEDA...
Índice
1 Antecedentes
2 Los hechos
2.1 La venganza por el asesinato del teniente Castillo
2.2 El crimen
2.3 El hallazgo del cadáver
2.4 Los autores y la investigación judicial
3 Las consecuencias
3.1 La respuesta del Gobierno de Casares Quiroga
3.2 La respuesta de las izquierdas
3.3 La conmoción en las derechas (y en los sectores liberales): el funeral
3.4 La reunión de la Diputación Permanente de las Cortes
3.5 El impacto en los militares
3.5.1 El inicio de la sublevación
4 Valoración
5 El asesinato de Calvo Sotelo durante el franquismo: la mitificación del
«protomártir»
6 Notas
7 Referencias
8 Bibliografía
Antecedentes
José Calvo Sotelo era el líder indiscutido de la derecha antirrepublicana,89
especialmente tras la derrota de la «política posibilista de Gil Robles» en las
elecciones de febrero de 1936 que «supuso, de forma paradójica, el espaldarazo a
las tesis de Calvo Sotelo, que había señalado la esterilidad» de la misma.10 Su
ideología antidemocrática la puso de manifiesto en numerosas ocasiones. En la
campaña de las elecciones generales de noviembre de 1933 dejó claro que se proponía
derribar el Parlamento por su «decrepitud irremisible y estéril», y prometió que el
que surgiera de las elecciones «será el último de sufragio universal por luengos
años».11 Esa misma promesa la volvió a repetir durante la campaña de las elecciones
siguientes, las de febrero de 1936: «Hemos de procurar a toda costa que estas
elecciones sean las últimas».12 «No creo que cuando un pueblo, como España ahora,
se diluye en el detritus de la ignominia y padece la ulceración de los peores
fermentos, pueda ser fórmula eficaz para sanarlo, depurarlo y vivificarlo, la
apelación al sufragio inorgánico, tan lleno en sus entrañas de yerros e
imperfecciones. [...] Los pueblos que cada dos o tres años discuten su existencia,
su tradición, sus instituciones fundamentales, no pueden prosperar. Viven
predestinados a la indigencia», dijo Calvo Sotelo.13 Como alternativa al «Estado
liberal democrático», que «no puede resolver el problema español», proponía la
implantación de un «Estado corporativo y autoritario».11

El diputado de Izquierda Republicana Mariano Ansó calificó a Calvo Sotelo como «el
enemigo más caracterizado del régimen».14 El entonces director del diario
monárquico ABC Luis de Galinsoga recordó veinticuatro años después de su asesinato
en un artículo «su inquebrantable propósito de llegar hasta la última consecuencia
de su combatividad contra la República; a la que había aborrecido desde su origen
mismo y con la que no transigió jamás, ni aun en los momentos en que la República
parecía vestirse con la piel de cordero».15 En efecto, desde el mismo día de la
proclamación de la Segunda República Española Calvo Sotelo participó activamente en
la conspiración golpista de 1936 que desembocaría en el golpe de Estado de julio de
1936. Fueron frecuentes sus invocaciones a la intervención del Ejército para acabar
con la «anarquía» que había traído consigo el Gobierno del Frente Popular y estuvo
informado de los planes de la sublevación que dirigía el general Mola —incluso
llegó a ofrecerse a este como un combatiente más a las órdenes del Ejército—.1617

Muchos de los elementos civiles que alentaban y apoyaban la conspiración golpista,


especialmente los monárquicos, estaban convencidos de que Calvo Sotelo sería uno de
los máximos dirigentes del régimen que se implantara tras el derribo de la
República. Así lo creía, por ejemplo, Pedro Sainz Rodríguez, uno de los monárquicos
más comprometidos con la conspiración antirrepublicana. En sus memorias escribió:
«Pensaba siempre que el político que había de realizar la obra que convirtiese el
alzamiento en una renovación del Estado español trazada jurídicamente iba a ser
Calvo Sotelo».18 Lo mismo pensaba Eduardo Aunós, quien como Calvo Sotelo había sido
ministro en la Dictadura de Primo de Rivera. Al hablar Calvo Sotelo de que estaba
convencido de la existencia del hombre «que en el momento oportuno dará la voz de
salvación [de España]», Aunós le contestó: «Sí... pero tú estarás a su lado,
prestándole el concurso de tu gran inteligencia y de tu entusiasmo fervoroso».19

José Calvo Sotelo en un mitin en San Sebastián (1935). Era el líder indiscutido de
la derecha antirrepublicana y el principal promotor civil de la conspiración
golpista que desembocó en el golpe de Estado de julio de 1936.
Las intervenciones de Calvo Sotelo en las Cortes, al igual que las del líder de la
CEDA José María Gil Robles, eran siempre objeto de una «aversión despectiva» y una
«extrema agresividad» por parte de la mayoría de los diputados del Frente
Popular.20 El discurso que pronunció el 15 de abril, en el que enumeró de forma
detallada los cientos de actos violentos que se habían producido en España desde
las elecciones (según Calvo Sotelo había habido 74 muertos y 345 heridos y 106
edificios religiosos habían sido incendiados, uno de ellos la iglesia de San Luis
Obispo «a doscientos pasos del Ministerio de la Gobernación»),21222324 fue
interrumpido varias veces por los diputados de la izquierda. Unos le acusaban de
estar detrás de los atentados falangistas: «Vosotros sois los empresarios de los
pistoleros», «¿Cuánto habéis tenido que pagar a los asesinos?». Otros le recordaban
la represión sufrida por los revolucionarios de Asturias. La comunista Dolores
Ibárruri Pasionaria le dijo: «Id a decir esas cosas en Asturias», mientras que la
socialista Margarita Nelken le espetó: «Vamos a traer aquí a todos los que han
quedado inútiles en Asturias».25 Y cuando Calvo Sotelo dijo que «el desenfreno
[violento] dura semanas y meses», le gritó: «¡Y lo que durará!».24

En las sesiones de las semanas siguientes continuaron los ataques. En la del 6 de


mayo Margarita Nelken volvió a interrumpirle diciéndole: «los verdugos no tienen
derecho a hablar».20 En la del 19 de mayo el diputado socialista Bruno Alonso
González retó a Calvo Sotelo a salir a la calle para ajustar cuentas después de que
este le hubiera espetado «Su señoría es una pequeñez, un pigmeo», en respuesta a
una interrupción de Alonso González en la que le había dicho: «Ya sabemos lo que es
su señoría; pero no tiene el valor de declararlo públicamente» (Calvo Sotelo
acababa de decir: «Me interesa dejar constancia de esta evidente conformidad mía
con el fascismo en el aspecto económico, y en cuanto a lo que pudiera decir en lo
político, me callo por el motivo que antes he indicado al Sr. Casares Quiroga...»,
que acababa de declarar «contra el fascismo el Gobierno es beligerante»). «¡Su
señoría es un chulo!» le había contestado Alonso González a Calvo Sotelo cuando
este le llamó «pigmeo». El presidente de las Cortes logró finalmente restablecer el
orden —Alonso González fue invitado a abandonar el hemiciclo— y Calvo Sotelo
continuó con su discurso.2627

En la sesión de las Cortes del 16 de junio, «quizá la más dramática» y «la más
citada de la historia de la República»,282930 también intervino Calvo Sotelo para
decir, entre frecuentes interrupciones y gritos,28 que en España había «por todas
partes, desorden, pillaje, saqueo, destrucción»31 y para defender de nuevo la
instauración de un Estado autoritario y corporativo y proclamarse fascista: «A este
Estado lo llaman muchos Estado fascista, pues si ése es el Estado fascista, yo, que
participo de la idea de ese Estado, yo que creo en él, me declaro fascista».3233 Un
diputado exclama: «¡Vaya una novedad!».34 A continuación Calvo Sotelo hizo un
llamamiento a la intervención del Ejército («también sería loco el militar que al
frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse a favor de España y en
contra de la anarquía, si esta se produjera», dijo Calvo Sotelo),3536 lo que
provocó las protestas de los diputados de izquierda y la airada reacción del
presidente del gobierno Santiago Casares Quiroga quien lo hizo responsable de
futuras intentonas golpistas, responsabilidad que Calvo Sotelo aceptó (Casares
Quiroga dijo: «Me es lícito decir que después de lo que ha hecho su señoría hoy
ante el Parlamento, de cualquier caso [no "cosa", como transcribiría la
historiografía franquista] que pudiera ocurrir, que no ocurrirá, le haré
responsable a su señoría»; a lo que Calvo Sotelo respondió: «Yo tengo, señor
Casares Quiroga, anchas las espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el
gesto de reto y para las palabras de amenaza. [...] Me doy por notificado de la
amenaza de su señoría. [...] Es preferible morir con gloria a vivir con
vilipendio»; a continuación lo comparó con el ruso Kerenski y con el húngaro
Karoly).28373839

El 1 de julio se celebró la que sería la última sesión plenaria de las Cortes antes
de la guerra civil y que resultó la más conflictiva. Se produjeron frecuentes
gritos, interrupciones e incidentes. El momento más grave tuvo lugar cuando tras la
intervención de Calvo Sotelo, que fue interrumpida, como era habitual, en numerosas
ocasiones,4041 el diputado socialista caballerista Ángel Galarza le lanzó al líder
monárquico una amenaza nada velada. Tras protestar vehementemente de que en las
Cortes se pudiera hacer apología del fascismo, como acababa de hacer a su juicio
Calvo Sotelo —había dicho, por ejemplo, que «los partidos políticos son cofradías
cloróticas de contertulios» y que la solución a los problemas «se encontrará en un
Estado corporativo»—, dijo que contra Calvo Sotelo «encuentro justificado todo,
incluso el atentado personal» (esas palabras no constaron en el Diario de Sesiones
por orden del presidente de la Cámara, pero fueron recogidas por algunos
periódicos).4243 Un periodista presente en el hemiciclo transcribió así la
intervención de Galarza:44
...se extraña el orador de que venga a hablar al Parlamento en favor de la
independencia de la justicia quien, como el señor Calvo Sotelo, ha participado en
los siete años de dictadura, que su partido y, en general, todas las agrupaciones
socialistas son enemigas de la violencia personal. Pero contra quien pretende ser
jefe del movimiento fascista español y conquistar el poder por la violencia, para
llevar a quienes militan en los partidos de izquierda a los campos de concentración
y a las cárceles, la violencia es legítima, y se puede llegar en tal caso hasta el
atentado personal.
El discurso de Galarza fue aplaudido por su compañeros de partido, pero el
presidente de las Cortes Diego Martínez Barrio, visiblemente indignado, intervino
inmediatamente para replicarle: «La violencia, Sr. Galarza, no es legítima en
ningún momento ni en ningún sitio; pero si en alguna parte esa ilegitimidad sube de
punto es aquí. Desde aquí, desde el Parlamento, no se puede aconsejar la violencia.
Las palabras de S.S., en lo que a eso respecta, no constarán en el Diario de
Sesiones». Galarza respondió: «Yo me someto, desde luego, a la decisión de la
Presidencia, porque es mi deber, por el respeto que le debo. Ahora, esas palabras,
que en el Diario de Sesiones no figurarán, el país las conocerá, y nos dirá si es
legítima o no la violencia».4546

Los historiadores que defienden la tesis de la existencia de una campaña de


agitación por parte de las derechas que «justificara» el golpe que una parte del
Ejército estaba preparando con su apoyo consideran que las intervenciones en las
Cortes de Calvo Sotelo, como las de Gil Robles, formaban parte de esa campaña.
Según estos historiadores lo que pretendían los dos líderes de la derecha no
republicana era rentabilizar la situación de violencia en las calles elaborando un
discurso «incendiario» y «catastrofista», que fue difundido y amplificado por la
prensa del mismo signo político.4748 Eduardo González Calleja ha llegado a afirmar
que «la Guerra Civil se declaró antes en el Parlamento que en la calle» y que en
esa tarea destacó especialmente Calvo Sotelo, que «desde el primer momento mantuvo
en las Cortes una actitud francamente provocadora».21 Una valoración que comparte
totalmente José Luis Martín Ramos quien destaca del discurso de Calvo Sotelo la
siguiente frase: «La causa no es de Gobierno, la causa es superior. Es de Estado.
Es que el régimen democrático y parlamentario y la Constitución de 1931 han
producido un desorden económico y un desorden social».49 Una posición similar
sostienen los historiadores Julio Aróstegui y Paul Preston.5051

Por su parte el historiador italiano Gabriele Ranzato, que no suscribe la tesis de


la existencia de una campaña de agitación de la derecha que «justificara» el golpe,
ha señalado a Calvo Sotelo como uno de los «responsables de la violencia que estaba
desgarrando al país», debido a sus continuos llamamientos a la intervención del
ejército, una «solución de fuerza» «deseada, favorecida, tramada y apoyada por él
desde el nacimiento de la República, de la que siempre se había declarado abierto
enemigo». «Era y continuó siendo hasta el final enemigo declarado de la democracia
traída por la República. En esta militancia antidemocrática Calvo Sotelo era, sin
duda, la figura más destacada y había seguido un cursus honorum capaz de atraerle
grandes hostilidades políticas y un intenso odio popular».52

Lo cierto es que Calvo Sotelo se sentía amenazado de muerte. Ya en la sesión de las


Cortes del 15 de abril había dicho que tenía «el honor de figurar en las listas
negras».53 Pocas horas después del duro enfrentamiento dialéctico que tuvo con el
presidente del gobierno Santiago Casares Quiroga el 16 de junio, Calvo Sotelo
visitó al director del diario monárquico ABC Luis de Galinsoga a quien le dijo: «Ya
comprenderás que después de lo que ha dicho esta tarde Casares en el Congreso, mi
vida está pendiente del menor incidente callejero, auténtico o provocado por ellos
mismos, y yo quisiera que tú, que estás en el periódico hasta el amanecer, me
advirtieras inmediatamente de cualquier suceso de esta especie para que no me
sorprendan desprevenido las represalias, aunque creo que todo será inútil, porque
me considero sentenciado a muerte».5415 En algunas ocasiones dormía fuera de su
domicilio.55 Incluso llegó a desconfiar de los policías que le habían asignado de
escolta.nota 1 Sus amigos y correligionarios también temían que fuera víctima de un
atentado y a principios de julio uno de ellos, Joaquín Bau, le regaló un automóvil
Buick con el propósito de hacerlo blindar. El 10 de julio, solo tres días antes de
su asesinato, habían estado probándolo en el parque del Retiro.5657

El que también se sentía amenazado de muerte era el teniente de la Guardia de


Asalto José del Castillo, muy conocido por su compromiso con los socialistas a
cuyas milicias entrenaba,5859 sobre todo tras el asesinato el 8 de mayo del capitán
Carlos Faraudo por pistoleros falangistas.606061 Su nombre aparecía en una lista,
supuestamente confeccionada por la UME, de militares socialistas que debían ser
asesinados, siendo Faraudo el objetivo número uno. El segundo en la lista era el
teniente Castillo.62 Uno de los militares que también figuraba en la lista, el
capitán de artillería Urbano Orad de la Torre, que había sido compañero de Faraudo
en la UMRA, estaba convencido de que el atentado no había sido obra de Falange,
sino de la UME, por lo que, con la aprobación de sus compañeros, le envió un
documento a un miembro de esa organización militar clandestina antirrepublicana en
el que se decía que «si volvía a tener lugar otro atentado semejante, replicaríamos
con la misma moneda, pero no en la persona de algún oficial del Ejército, sino en
la de algún político. Pues eran los políticos los responsables de semejante estado
de cosas».63

En el funeral del capitán Faraudo el teniente coronel Julio Mangada, «visiblemente


emocionado» —era íntimo amigo de Faraudo—, declaró ante la tumba «la necesidad de
exigir al Gobierno que obre más enérgicamente contra las provocaciones fascistas y
reaccionarias y si no lo hace debemos juramentarnos para hacer pagar ojo por ojo y
diente por diente».606465 Al entierro también asistió el capitán Federico Escofet,
que se encontraba en Madrid por haber sido elegido compromisario para la elección
del presidente de la República, que se celebraría al día siguiente, 10 de mayo.
Junto a él un hombre joven le dijo que había que vengar la muerte del capitán
Faraudo tomando represalias contra algún alto dirigente de la derecha. Era el
capitán de la Guardia Civil Fernando Condés que dos meses más tarde encabezaría el
grupo que asesinó a Calvo Sotelo.66

Los hechos
La venganza por el asesinato del teniente Castillo
Artículo principal: Asesinato del teniente Castillo

Ermita del Humilladero de Nuestra Señora de la Soledad en la esquina de las calles


Fuencarral y Augusto Figueroa. A sus puertas fue asesinado el teniente Castillo.
El domingo 12 de julio hacia las diez de la noche fue asesinado en una céntrica
calle de Madrid el teniente de la Guardia de Asalto José del Castillo, muy conocido
por su compromiso con los socialistas, además de pertenecer a la UMRA.585967 Se
desconoce la identidad de los agresores y, como ha señalado Luis Romero, «sobre
quién mató a Castillo ha corrido mucha tinta», aunque sí está claro que el
asesinato fue «perpetrado por la derecha» y que «formaba parte de una cadena de
atentados y represalias».68 La noticia de su muerte causó una enorme conmoción
entre sus compañeros del Cuartel de Pontejos donde estaba destinado. Dos de los más
exaltados eran el capitán Eduardo Cuevas de la Peña, jefe de la 6ª Compañía, y el
teniente Alfonso Barbeta, de la 2ª Compañía, la misma que la de Castillo. Uno de
los dos —los testigos difieren—69 en un gesto desafiante le lanzó su gorra a los
pies del director general de Seguridad José Alonso Mallol, que había acudido al
centro de socorro donde Castillo había ingresado cadáver. Mallol no tomó ninguna
medida disciplinaria por esa insubordinación y se limitó a pedir calma.70 La
capilla ardiente se instaló en el salón rojo de la Dirección General de Seguridad y
allí fueron la esposa de Castillo, sus familiares y oficiales de la Guardia de
Asalto. También acudieron miembros de las milicias socialistas, especialmente los
de «La Motorizada», de la que el teniente Castillo era instructor,71 encabezados
por su jefe Enrique Puente y entre los que se encontraban Luis Cuenca, hábil en el
manejo de la pistola y que en algunas ocasiones había actuado como escolta del
líder socialista centrista Indalecio Prieto,72 y Santiago Garcés, que también había
prestado servicios de protección. Todos ellos estaban consternados por el asesinato
del teniente Castillo, pero sobre todo Luis Cuenca, amigo personal suyo.73

Antiguo cuartel de Pontejos situado en la plaza de Pontejos, justo detrás de la


Puerta del Sol. El grupo de la Guardia de Asalto de Pontejos, uno de los cuatro
grupos que había en Madrid, estaba bajo las órdenes del comandante Ricardo Burillo.
Constaba de cuatro compañías. A la 2ª, llamada de Especialidades, pertenecía el
teniente Castillo. Su capitán era Antonio Moreno Navarro y el otro teniente de la
compañía era Alfonso Barbeta.
Alrededor de la medianoche se concentraron en el cuartel de Pontejos de la Guardia
de Asalto oficiales, suboficiales y guardias compañeros de Castillo, algunos de
ellos de paisano como el guardia José del Rey, que había actuado de escolta de la
diputada socialista Margarita Nelken. También acudieron civiles pertenecientes a
las milicias socialistas, sobre todo de «La Motorizada» (Cuenca y Garcés entre
ellos), y un capitán de la guardia civil de paisano. Se trataba de Fernando Condés,
amigo íntimo de Castillo (ambos eran instructores de las milicias socialistas y
pertenecientes a la UMRA).7475 En medio de la indignación, muchos clamaban venganza
por este y otros asesinatos cometidos por pistoleros derechistas, como había sido
el caso del capitán Faraudo.71 Los más exaltados decían: «¡Esto no podemos
admitirlo! ¡No lo podemos tolerar por más tiempo! ¡El Gobierno les está dejando [a
los falangistas] que nos asesinen y no va a hacer nada!».76 El teniente Barbeta en
cuanto volvió del Equipo Quirúrgico hizo formar a la compañía de Castillo para
decirles a los guardias en tonos muy exaltados que el asesinato del teniente
Castillo no debe quedar impune.777879 Sin embargo, en su declaración ante el juez
de instrucción dirá que los reunió para calmarlos y decirles «que tuvieran
resignación por lo sucedido».76 Barbeta además le encargó a un cabo de su
confianza, Emilio Colón Parda, que seleccionara a ocho o diez guardias para
participar en un servicio reservadísimo.80

Un grupo de oficiales de la Guardia de Asalto —entre ellos el capitán Antonio


Moreno, jefe de la 2ª Compañía—81 se marcharon de Pontejos para entrevistarse con
el ministro de la Gobernación Juan Moles a quien le exigieron de forma poco
disciplinada el inmediato castigo de los culpables, que ellos consideraban que
habían sido pistoleros de Falange. Consiguieron que les proporcionaran una lista
con el nombre y dirección de miembros de Falange sospechosos «de ser actuantes en
las bandas de pistoleros» para ir a detenerlos inmediatamente.71748279 En sus
memorias Manuel Tagüeña, miembro de las milicias socialistas que también acudió al
cuartel de Pontejos, afirmó que a la lista se añadieron otros nombres que
proporcionó Francisco Ordóñez —un miliciano socialista amigo suyo que había ido con
él— quien aprovechando la mudanza de una sede de Falange se había apoderado de los
ficheros.83 El historiador Stanley G. Payne asegura, sin aportar ninguna prueba,
que los oficiales de la Guardia de Asalto decidieron por su cuenta añadir también a
la lista cuya detención había autorizado el ministro de la Gobernación los nombres
de los principales líderes de las derechas como Antonio Goicoechea, José María Gil
Robles y José Calvo Sotelo, aunque estos dos últimos gozaran de inmunidad
parlamentaria por ser diputados.84 Los camaradas de Castillo, según Gabriel
Jackson, querían «hacer una venganza espectacular» y «sin tener en cuenta ningún
partido político o programa, y sin reflexionar en las grandes repercusiones de su
acto, decidieron asesinar a un jefe derechista importante».85

El crimen
Relato del crimen por Julián Zugazagoitia, según lo que le contó el asesino de
Calvo Sotelo
En la calle, todavía silenciosa y oscura de noche, esperaba un carro de Guardias de
Asalto. Montaron los conjurados y obligaron a montar a Calvo Sotelo. La camioneta
se puso en marcha. Calvo Sotelo no formuló ni una palabra de queja o protesta.
¿Rezaba? En el banco de su espalda, dos hombres llevaban sus pistolas montadas. Uno
de ellos dio un codazo a su compañero, éste levantó su arma, la colocó a la altura
de la cabeza de Calvo Sotelo e hizo fuego por dos veces. La muerte debió ser
instantánea. La cabeza del muerto se dobló sobre el pecho y el cuerpo, en un viraje
del vehículo, se recostó contra el custodio de la derecha. Como todo estaba
previsto, el conductor tomó la dirección del cementerio y allí, en el depósito de
cadáveres, dejaron el cuerpo de la víctima, donde pocas horas después había de ser
descubierto por sus amigos, conturbados con la pérdida que les privaba, a la vez,
de un afecto y de un caudillo. Con ser impresionante el relato que mi interlocutor
me había hecho, aún me impresionó más, sin que supiera decir por qué, la aclaración
con que terminó la entrevista:
—Antes de decidirnos a ejecutar la represalia estuvimos vacilando si ir a casa de
Gil Robles o a la de Calvo Sotelo. Nos decidimos por el segundo con el propósito de
volver por Gil Robles si terminábamos pronto en casa de Calvo Sotelo.
Después de que se hubo marchado mi confidente, una sensación de repugnancia y
malestar me ganó el cuerpo.86
Pasada la medianoche, el teniente Alfredo León Lupión se encarga de organizar las
salidas de las camionetas de guardias de asalto que parten del cuartel de Pontejos
para detener a las personas que se les han asignado a cada una de ellas (en la
elaboración de las listas de los falangistas que han de ser arrestados participa el
miliciano socialista Manuel Tagüeña que, según contó él mismo, escogió a los que
cotizaban más alto y a los que figuraban como obreros, pues sospechaba que pudieran
ser pistoleros profesionales).80718788 Hacia la una y media se llama al conductor
de la camioneta número 17 Orencio Bayo Cambronero para la realización de un
servicio. Suben al vehículo unos diez guardias de Asalto designados por los
tenientes Alfredo León Lupiónnota 2 y Alfonso Barbeta (solo se conocen los nombres
de cuatro de ellos: Bienvenido Pérez, Ricardo Cruz Cousillos, Aniceto Castro
Piñeira y Esteban Seco),89 más cuatro civiles miembros de las milicias socialistas
(Luis Cuenca y Santiago Garcés, de «La Motorizada», punta de lanza del sector
prietista; Francisco Ordóñez y Federico Coello García, ambos incondicionales
caballeristas —de hecho Coello era el novio de una hija de Largo Caballero—)90
además del guardia José del Rey Hernández que viste de paisano (Del Rey era muy
conocido por sus ideas socialistas y había sido condenado a seis años y un día por
su participación en la Revolución de Octubre de 1934; tras ser amnistiado fue
asignado al Servicio de Vigilancias Políticas y fue escolta de la diputada
socialista Margarita Nelken)89. El teniente León Lupión les comunica a todos que al
mando de la camioneta está el oficial de la Guardia Civil vestido de paisano
Fernando Condés —este había sido recientemente readmitido en el cuerpo y ascendido
a capitán tras haber sido amnistiado en febrero de la condena a cadena perpetua por
haber participado en la Revolución de Octubre de 1934 (y que como del Castillo y
Faraudo había entrenado a las milicias socialistas)—.719192 «Que un oficial de la
Guardia Civil tome el mando de una de estas camionetas, representa una
irregularidad patente, y más si ese capitán viste de paisano», afirma Luis
Romero.92 Lo mismo afirma Alfonso Bullón de Mendoza: «Que en los vehículos montaran
paisanos y guardias era ciertamente irregular, pero más aún fue el hecho de que
León Lupión no tuviera el más mínimo inconveniente en entregar el mando de la
camioneta número 17 al capitán Condés, que al no ser de la Guardia de Asalto, sino
de la Guardia Civil (donde además se hallaba en expectativa de destino), no podía
ser encargado de semejante servicio».93 El teniente León Lupión reconoció muchos
años después que «Condés, en realidad no debía prestar ese servicio».94

En cuanto al recorrido que hizo la camioneta existen discrepancias. Según Hugh


Thomas o Gabriel Jackson, el grupo, «sin una idea muy clara de adónde dirigirse»
(en palabras de Thomas), fue en primer lugar a la casa de un militante falangista,
pero la dirección que figuraba en la ficha era falsa. A continuación fue a la
residencia del líder del partido Renovación Española, Antonio Goicoechea, quien no
se encontraba en su domicilio. Entonces se trasladó a la casa del líder de la CEDA,
José María Gil-Robles, quien estaba veraneando en Biarritz. Finalmente se decidió
ir al domicilio de Calvo Sotelo, en el número 89 de la calle de Velázquez, esquina
a Maldonado.8571 Sin embargo, Luis Romero, autor de una monografía sobre el
asesinato, afirma que el grupo comandado por Condés se dirigió directamente a la
casa de Calvo Sotelo.92 Lo mismo afirma Alfonso Bullón de Mendoza, autor de una
biografía de Calvo Sotelo.95 Por su parte Ian Gibson, autor de otra monografía
sobre el tema, afirma que primero se dirigieron al domicilio de José María Gil
Robles y que al no encontrarlo fueron a casa de Calvo Sotelo. Gibson se basa en el
testimonio de Santiago Garcés al que concede más valor que a lo declarado por los
cuatro guardias que fueron detenidos e interrogados por los jueces franquistas que
dijeron que la camioneta no hizo ninguna parada intermedia entre la plaza de
Pontejos y el domicilio de Calvo Sotelo.96 También existen discrepancias en cuanto
a la hora que llegaron a la calle Velázquez. Según Hugh Thomas o Ian Gibson, eran
alrededor de las tres de la madrugada del lunes 13.9798 Según Stanley G. Payne, las
dos.99 Según Luis Romero o Alfonso Bullón de Mendoza, alrededor de las dos y
media.100101

En el portal del edificio donde se encontraba la vivienda de Calvo Sotelo había dos
policías de guardia nocturna.85 Se llamaban Antonio Oñate Escribano y Andrés Pérez
Moler.77 Ambos le franquearon el paso al grupo encabezado por Condés en cuanto este
les enseñó su carnet de oficial de la Guardia Civil —otro elemento que los
convenció fue que habían llegado en un coche oficial—.859298102

En el domicilio estaban en ese momento el propio Calvo Sotelo, su esposa (Enriqueta


Grondona), sus cuatro hijos (Conchita, de diecisiete años; Enriqueta, de quince,
que se encontraba enferma con fiebre;nota 3 José, de doce años, y Luis-Emilio, de
nueve), la cocinera, la doncella y el hermano de esta última, de quince años, que
hacía las funciones de botones. También vivía allí la institutriz francesa que se
vino con la familia desde París cuando Calvo Sotelo acabó su exilio.103 Todos
estaban acostados cuando el grupo encabezado por Condés llamó a la puerta. Acuden
la doncella y la cocinera que se niegan abrirles a pesar de que dicen que son
policías que vienen a realizar un registro y de que les amenazan con derribar la
puerta. Deciden despertar a Calvo Sotelo quien se asoma a un balcón para preguntar
a los guardias que están en el portal si son policías los que están aporreando la
puerta. Estos le responden que sí. Además comprueba que está estacionada una
camioneta de los guardias de Asalto. Calvo Sotelo les abre la puerta
desconcertado9997 y unos diez o doce hombres, unos de uniforme y otros de paisano,
irrumpen en el piso recorriendo todas las habitaciones y simulando que realizan un
registro. Uno de ellos arranca el hilo del teléfono del despacho y tira al suelo
una bandera monárquica que había encima de la mesa. Un guardia se sitúa junto al
otro teléfono que estaba en el pasillo.100104105

Terminado el «registro» Condés le comunica a Calvo Sotelo que tienen orden de


detenerlo y de conducirlo a la Dirección General de Seguridad.100104 Según contó
muchos años después su hija Enriqueta, Calvo Sotelo dijo sorprendido: «¿Detenido?
¿Pero por qué?; ¿y mi inmunidad parlamentaria? ¿Y la inviolabilidad de domicilio?
¡Soy Diputado y me protege la Constitución!».106 Exige entonces que le dejen llamar
por teléfono al director general de seguridad, pero no se lo permiten. Solo se
tranquiliza un tanto cuando Condés se identifica como oficial de la Guardia
Civil.10710497108109 Calvo Sotelo calma a su vez a su esposa muy inquieta: «No te
aflijas. Si es verdad que es una orden del Gobierno, dentro de una hora estaré de
vuelta. Soy un diputado de la Nación y el Gobierno, eso me consta, no cometerá
ningún atropello contra mi inmunidad».110 Entonces le pide a su esposa que le
prepare un maletín con algo de ropa y una estilográfica y unas cuartillas. Ella le
ruega que no se marche, pero cumple el encargo. A Calvo Sotelo ni siquiera le dejan
vestirse en su alcoba en privado. Tras besar a sus cuatro hijos —solo la hija mayor
se ha despertado— se despide de su mujer a la que promete telefonear en cuanto
llegue a la DGS, «a no ser que estos señores se me lleven para darme cuatro tiros»,
le dice.97111 Según Gabriel Jackson, Calvo Sotelo «era un hombre valiente y fuerte
que sospechaba la traición, y que psicológicamente estaba preparado para aceptar el
martirio».85 Según Ian Gibson, «era un hombre indudablemente valiente, que no
perdía fácilmente la cabeza... En aquellos momentos tiene que haberse dado cuenta
de que el registro era ilícito, y sospechado que lo iban a asesinar. Pero por lo
visto no creó una escena violenta, acaso para ahorrarle el espectáculo a su
familia».112

Baja las escaleras acompañado de la institutriz con quien habla en francés, lo que
enfurece a uno de los guardias que le ordena que hable en español. Calvo Sotelo le
ha dicho que avise a sus hermanos Luis y Joaquín, pero no a su padre que padece una
úlcera de estómago que le retiene en la cama —según Ian Gibson, lo que le dijo fue
que avisara a sus amigos y colegas Andrés Amado y Arturo Salgado Biempica—.113114
115 Se encuentra con el portero de la finca al que le dice: «Me llevan detenido. No
he podido hablar por teléfono».116 Al llegar a la camioneta le ordenan que se
siente en el tercer departamento de cara a la marcha,nota 4 entre dos guardias
uniformados (uno de ellos Aniceto Castro Piñeira). Queda desocupado el banco de
enfrente. En el departamento posterior va Luis Cuenca. El capitán Condés se ha
sentado junto al conductor y a su lado José del Rey (aunque este lo negará ante los
jueces franquistas). La camioneta nº 17 arranca en dirección a la calle Alcalá.
Cuando llega a la altura de la calle Ayala Luis Cuenca, le dispara dos tiros en la
nuca a Calvo Sotelo falleciendo en el acto.11711897119 El cuerpo se desploma sobre
el piso de la camioneta y queda encajado entre los dos asientos.120 El capitán
Condés no hace ningún comentario ni ordena detener la marcha al oír los disparos,
se limita a decirle al conductor que se dirija al cementerio del Este.121 Según uno
de los guardias que iba en la camioneta, cuando sonaron los disparos «Condés y José
del Rey se cruzaron miradas y sonrisas de inteligencia», lo que Del Rey negó ante
los jueces franquistas.122

Arcos de entrada del cementerio del Este de Madrid. En el depósito de cadáveres del
cementerio fue donde sus asesinos abandonaron el cuerpo sin vida de Calvo Sotelo.
Cuando la camioneta se aproxima a la calle Alcalá sus ocupantes divisan un coche
que parece que les espera.123 Van en él los tenientes de Asalto Alfonso Barbeta, de
la 2ª Compañía de Pontejos, y Máximo Moreno, del Grupo de Caballería,124 ambos
amigos íntimos del teniente Castillo, junto a tres personas más. Se intercambian
saludos cuando la camioneta llega a la calle Alcalá y gira a la izquierda en
dirección a Manuel Becerra, la ruta más directa para llegar al cementerio.120 «Este
coche, ocupado por oficiales, ¿fue con objeto de cubrir la "operación" por si
surgía algún imprevisto? ¿O se trata del vehículo que había ido a buscar a Gil
Robles a su casa, y al no hallarle se dirigió a comprobar que el secuestro y muerte
de Calvo Sotelo se habían cumplido?», se pregunta Luis Romero.125

Poco después la camioneta llega a las puertas del cementerio del Este. Son cerca de
las cuatro de la madrugada. Al ver que se trata de un vehículo oficial los dos
sepultureros que están de guardia, Esteban Fernández Sánchez y Daniel Tejero
Cabello, les abren la verja. El capitán Condés les dice que traen un cadáver
indocumentado. Conducen la camioneta hasta el depósito y dejan el cuerpo sin vida
de Calvo Sotelo en el suelo junto a una de las mesas de mármol. Poco después la
camioneta abandona el cementerio.12697127nota 5 En 1943 Esteban Fernández Sánchez
reiteró ante los jueces franquistas de la Causa General lo que ya había declarado
al juez de instrucción republicano. Su testimonio acababa así: «El dicente, a pesar
de la anormalidad de lo ocurrido, no sospechó la trascendencia del suceso, ni que
se tratara del cadáver del señor Calvo Sotelo; sí le extrañó el aspecto de señor
del cadáver y la forma rara de traerlo, suponiendo que habría sido objeto de algún
atentado y que a efectos judiciales lo llevarían directamente al depósito del
referido cementerio».128

Según Luis Romero, cuando la camioneta regresa a Pontejos Condés, Cuenca, Del Rey y
otros se reúnen en el despacho del comandante Burillo con éste, con el capitán
Moreno, jefe de la Compañía del teniente Castillo, con los tenientes de Pontejos
Alfonso Barbeta y Alfredo León Lupión, y con el teniente del Grupo de Caballería
Máximo Moreno. Hacia el amanecer se les une el teniente coronel Sánchez Plaza, jefe
de la Guardia de Asalto de Madrid.129 Sin embargo, Ian Gibson no menciona que esa
reunión tuviera lugar y además afirma que el comandante Ricardo Burillo no se
encontraba en el Cuartel de Pontejos porque esa noche estaba de guardia en la
Dirección General de Seguridad. Según Gibson, dando credibilidad al testimonio de
Burillo ante los jueces de la Causa General, este se trasladó a Pontejos hacia las
siete de la mañana cuando supo que la camioneta había salido del Grupo que él
mandaba. Acudió junto con el teniente coronel Sánchez Plaza, quien «iba a practicar
una información sobre el suceso que le había ordenado el Ministro de la
Gobernación, Juan Moles».130 Alfonso Bullón de Mendoza también afirma que el
comandante Burillo se encontraba en la DGS y que «en torno a las siete» se trasladó
a Pontejos junto con el teniente coronel Sánchez Plaza.131

Por otro lado, a los guardias uniformados Condés les ha ordenado guardar silencio y
al conductor Orencio Bayo que limpie los restos de sangre que han quedado en la
camioneta.129

El hallazgo del cadáver


Inmediatamente después de que se llevaran a su marido, Enriqueta Grondona pide
ayuda a amigos y compañeros del partido de Calvo Sotelo. Por su parte la
institutriz francesa cumple el encargo y avisa a sus hermanos. El primero en llegar
a la casa, acompañado de su mujer, es Arturo Salgado Biempica, secretario y amigo
de Calvo Sotelo. Ya ha pasado casi una hora y siguen sin tener noticias por lo que
Enriqueta Grondona decide no esperar más y llama por teléfono al director general
de Seguridad Alonso Mallol. Este le contesta de forma poco amable que no sabe nada
del paradero de Calvo Sotelo ni ha dado ninguna orden de detenerle, ni de registrar
su casa.132133 Según Ian Gibson, los primeros en telefonear a Alonso Mallol fueron
los dos guardias de seguridad que custodiaban el portal y que la esposa de Calvo
Sotelo lo hizo un poco más tarde. Además Gibson afirma que con quien habló primero
fue con el comandante Ricardo Burillo, el jefe del Grupo de Pontejos, que aquella
noche estaba de guardia en la Dirección General de Seguridad. Gibson se basa en la
declaración que hizo Burillo en 1940 ante los jueces franquistas de la Causa
General y en la confesión que realizó a su compañero de cárcel Rafael Sánchez
Guerra dos días antes de ser fusilado al haber sido condenado a muerte por, entre
otros supuestos delitos, ser responsable directo del asesinato de Calvo Sotelo.134
Poco después van llegando al domicilio de Calvo Sotelo sus hermanos Luis y Joaquín
y miembros destacados del partido Renovación Española. Una primera gestión ante la
DGS la realizan Arturo Salgado y el diputado Andrés Amado, pero no consiguen ser
recibidos por Alonso Mallol. Su secretario se limita a decirles que se han cursado
órdenes de que se busque al diputado Calvo Sotelo.135136 Entonces los hermanos de
Calvo Sotelo, acompañados por Salgado y Amado y por Pedro Sainz Rodríguez, diputado
de Renovación Española por Santander, se van al Ministerio de la Gobernación, cuya
sede se encuentra en la Puerta del Sol. Acaba de amanecer. Les recibe el
subsecretario Bibiano Fernández Osorio y Tafall, quien les dice que en el
Ministerio no consta que Calvo Sotelo haya sido arrestado, pero en un momento
determinado añade que se han encontrado restos de sangre en una camioneta de los
Guardias de Asalto y que van a empezar a investigarlo.137138139 Según lo que contó
Andrés Amado tres años después a los jueces de la Causa General pidieron que los
guardias de esa camioneta fueran detenidos inmediatamente, pero Ossorio les
respondió: «No es posible, porque las fuerzas que iban en la camioneta se han
marchado a prestar servicio a las embajadas...». Ian Gibson concede poca
credibilidad a este testimonio porque Amado estaba empeñado en demostrar la
complicidad de la DGS en el crimen de su amigo y correligionario, lo que por otro
lado era también el objetivo de los jueces franquistas.140

Por su parte, el diputado monárquico Fernando Suárez de Tangil, conde de


Vallellano, ha llamado por teléfono hacia las cinco de la mañana a casa del
presidente de las Cortes Diego Martínez Barrio para informarle del posible
secuestro de Calvo Sotelo, pero es su esposa quien toma el recado pues no quiere
despertarle pues se había acostado muy tarde tras regresar de un viaje a una finca
de Valencia. Intenta luego localizar al vicepresidente Luis Jiménez de Asúa, pero
no lo consigue.141nota 6 Según recogió en sus memorias, Suárez de Tangil también
llamó al director general de Seguridad Alonso Mallol, quien le dejó entrever que
Calvo Sotelo podría haber sido asesinado: «salté y tuve la conversación telefónica
más violenta que nadie puede imaginar. Le dije, habían perpetrado un asesinato
oficial, me contestó Mallol que eso no lo toleraba y que iba a mandar un camión con
guardias para detenerme; le contesté que no los recibiría como Calvo; y así acabó
el diálogo. Por si acaso bajé a mi despacho mis cajas de pistolas granes y la de
bolsillo y seguí comunicando...».142

Cuando la mujer de Martínez Barrio le da la noticia del secuestro él se siente


consternado y responsable pues se trata de un diputado.143 Al primero que llama es
al conde de Vallellano: «cuénteme como un diputado más de su minoría, a su
disposición ilimitada, para comunicaciones al presidente del Consejo y ministro de
la Gobernación, incalificable atentado parlamentario; le informaré de hora en hora
o antes si preciso fuere, no me muevo de aquí; salen 3000 guardias civiles por
todas las carreteras que sé yo...». El conde le contesta: «No creo que sirva eso
para nada Sr. Presidente, a mi amigo no hay que buscarle por las carreteras, sino
en los colectores del Manzanares o sitios semejantes, donde desde hace algunas
horas será cadáver».101 A continuación llama al ministro de la Gobernación Juan
Moles quien le asegura que el gobierno no ha tenido nada que ver con el asunto.
Acuerdan redoblar los esfuerzos para encontrar a Calvo Sotelo.144145 Martínez
Barrio redacta entonces una nota para Casares Quiroga que es llevada a Presidencia
por el Oficial Mayor del Congreso. La nota dice: «Enterado por el señor diputado
don Fernando Suárez de Tangil de que el también diputado don José Calvo Sotelo ha
sido detenido esta madrugada, me dirijo a V.E. para que tenga a bien comunicarme lo
ocurrido y manifestarle al propio tiempo que si la detención ha sido ordenada por
autoridad competente y no hubiera sido en caso de in fraganti delito, con arreglo
al artículo 56 de la Constitución, debe ser puesto inmediatamente en libertad».146
Por su parte el diputado Geminiano Carrascal llama por teléfono al presidente de su
grupo parlamentario José María Gil Robles que se encuentra en Biarritz para darle
la noticia del secuestro de Calvo Sotelo y el líder de la CEDA le contesta: «Ahora
mismo salgo para Madrid».147
Vista aérea del cementerio de la Almudena, donde se encontró el cadáver de Calvo
Sotelo el martes 13 de julio por la mañana y donde tuvo lugar el funeral y el
entierro el martes 14 por la tarde.
Hacia las nueve de la mañana el director del cementerio del Este decide comunicar
al Ayuntamiento de Madrid que en el depósito hay un cadáver sin identificar que un
destacamento de guardias de Asalto ha llevado allí de madrugada, según le han
informado los dos sepultureros que estaban de guardia. El alcalde Pedro Rico, al
que le ha llegado la noticia de que Calvo Sotelo está en paradero desconocido,
dispone que se personen inmediatamente en el cementerio los concejales Aurelio
Regúlez e Isidro Broceta (o Buceta). Serían alrededor de las once de la mañana. El
director del cementerio también informa a la Dirección General de Seguridad y
Alonso Mallol ordena al comisario Aparicio que vaya rápidamente a la necrópolis.
Los concejales comprueban que se trata de Calvo Sotelo y así se lo comunican al
alcalde Rico y este a su vez llama Alonso Mallol para decirle «con voz alterada»148
que ha sido hallado «el desaparecido» (no pronuncia el nombre de Calvo Sotelo). El
comisario Aparicio también se lo confirma y Alonso Mallol ordena que el depósito y
los alrededores del cementerio sean acordonados por la Guardia Civil (y no por la
Guardia de Asalto para evitar tensiones y que se produzcan incidentes).149150
Alonso Mallol comunica la noticia al gobierno que ese momento está reunido.151 Sin
saber que se ha encontrado el cadáver, llegan al cementerio los hermanos de Calvo
Sotelo, acompañados de Paco Grondona, cuñado del desaparecido, y de los diputados
monárquicos Andrés Amado y Pedro Sainz Rodríguez. Poco después se presentan en el
cementerio multitud de periodistas, entre ellos Santos Alcocer, reportero del
diario católico Ya.148152nota 7 También acuden al cementerio destacados miembros de
las derechas.153

Los diputados monárquicos piden al gobierno que la capilla ardiente se instale en


el edificio de las Cortes o, si esto no es posible, en la Academia de
Jurisprudencia, de la que Calvo Sotelo era presidente.154 El gobierno deniega el
permiso155156 y es el presidente de las Cortes Martínez Barrio el que por la noche
da cuenta de la decisión a los periodistas, «por tratarse de un paso peligroso,
pues, aunque se tomaran todas las precauciones que el Gobierno tiene en su mano,
puede haber siempre elementos interesados en perturbar la normalidad». Así que la
cámara mortuoria se instalará en el depósito del cementerio del Este, el mismo
lugar donde fue hallado el cadáver —se encuentra a unos doscientos metros del
mausoleo de la familia Calvo—.157158 También les dice a los periodistas que según
le ha informado el presidente del Gobierno en persona la muerte de Calvo Sotelo fue
producida por arma de fuego y no por arma blanca, como se había afirmado.158 El
Gobierno decidió también no permitir que la familia y los amigos del muerto velaran
el cadáver durante la noche del 13 al 14 de julio, lo que soliviantó aún más los
ánimos de las derechas.157 El cuerpo sin vida de Calvo Sotelo no sería expuesto al
público hasta las 11 de la mañana del martes 14 de julio, tras haberse practicado
la autopsia.159

Los autores y la investigación judicial


Según contó el socialista Julián Zugazagoitia nada más terminar la guerra, Luis
Cuenca, autor material de los disparos, se presentó en su casa a las ocho de la
mañana, unas cuatro horas después del asesinato. Zugazagoitia era el director del
diario oficial del PSOE, El Socialista, y diputado perteneciente al sector
prietista. Que fuera Luis Cuenca es lo que han deducido algunos historiadores160161
(aunque otros lo han puesto en duda)162 porque Zugazagoitia en su libro no lo
identificó: «La persona a cuyo requerimiento se me había despertado me esperaba en
el despacho... Su rostro tenía una expresión de cansancio, el ajamiento del que ha
perdido la noche. No muchos días más tarde había de tocarle perder la vida en los
chanchales del Guadarrama. Me parece una prueba de respeto a su muerte no asociar
su nombre a la relación que me hizo. [...] Sentía miedo de preguntar y curiosidad
de saber. Mi visitante conocía la historia en sus detalles y yo tenía la íntima
convicción de que había participado en ella, sin que pudiese suponer en qué grado.
Esa sospecha me cortaba la palabra». Cuando le contó que habían asesinado a Calvo
Sotelo Zugazagoitia dijo: «Ese atentado es la guerra».163164165166 En cuanto se
marchó el desconocido Zugazagoitia llamó por teléfono a Indalecio Prieto que se
encontraba en Bilbao para informarle del asesinato del líder monárquico y para
pedirle que tomara «el primer tren para Madrid, donde puede usted hacer falta».167
166

Según contó muchos años después el socialista Juan Simeón Vidarte, el capitán de la
Guardia Civil Fernando Condés, el jefe del grupo que había asesinado a Calvo
Sotelo, se presentó en la sede del PSOE, en la calle de Carranza, a las ocho y
media de la mañana de ese lunes 13 (casi al mismo tiempo que presuntamente Cuenca
le relataba lo sucedido a Zugazagoitia). Pidió hablar con Prieto, con Lamoneda o
con él. Como los dos primeros no estaban en Madrid le llamaron a su casa y Vidarte
acudió rápidamente a la sede. Cuando llegó, Condés se encontraba pálido,
descompuesto, «con los ojos enrojecidos». Ante la pregunta sobre qué pasaba, Condés
le espetó: «Algo terrible. Anoche matamos a Calvo Sotelo». «La impresión que sentí
fue una de las más terribles recibidas en mi vida», escribió Vidarte. Condés dijo
que no había sido su intención que el viaje acabase con el asesinato del líder
monárquico, sino que solo pretendían secuestrarle para tenerle como rehén —y con él
a los otros dos líderes de las derechas: José María Gil Robles y Antonio Goicoechea
—, pero añadió: «¿Es que la vida de Calvo Sotelo valía más que las de Faraudo y
Castillo o la de cualquiera de los compañeros que están asesinando los
falangistas?». Vidarte le mostró su repugnancia por el asesinato y su negativa a
defenderle como abogado si se diera el caso de que fuese detenido («Como afiliado
al Partido ya se encontrará quien le defienda ante los Tribunales. Desde luego, yo
no. Me repugna ese crimen... Ese asesinato va a ser aprovechado contra el Gobierno
y el Frente Popular. Ha sido una barbaridad de incalculables consecuencias», le
dijo Vidarte). Ante la pregunta de Condés de si debía entregarse, Vidarte le
respondió que sería mejor que esperase y que buscase un lugar donde ocultarse, si
disponía de él («Yo no me considero facultado para tomar una determinación de esta
importancia. Le he oído a usted como en confesión o como un abogado escucha a un
reo. Aunque usted no haya sido el autor material del asesinato, es el que mandaba
la expedición y su responsabilidad es la misma. Supongo que tendrá usted donde
ocultarse, mientras vemos cuáles son las derivaciones que pueda tener este
asesinato...»).168166 Condés le dijo que podía esconderse en casa de la diputada
socialista Margarita Nelken. «Allí no se atreverán a buscarme. El guardia que la
acompaña, como vigilante [se refería a José del Rey], iba también en la
camioneta».169166

A las 9 de la mañana de ese lunes 13 el juzgado de Primera Instancia e Instrucción


nº 3 de Madrid, que era el que estaba de guardia, se hizo cargo del caso de la
desaparición de Calvo Sotelo cuando la dirección general de Seguridad (DGS) puso en
su conocimiento a esa hora que el diputado Calvo Sotelo había sido sacado de su
casa en plena noche por unos desconocidos y que la Primera Brigada Criminal había
iniciado una investigación para esclarecer los hechos y dar con el paradero de la
víctima. El juez titular era Ursicino Gómez Carbajo, que ya había participado en la
detención de la Junta Política de Falange Española. A él también le ha
correspondido abrir el sumario por el asesinato del teniente Castillo. Al juez le
asisten el secretario judicial Pedro Pérez Alonso y el oficial habilitado Emilio
Macarrón. Poco después el juez recibió una segunda comunicación de la DGS en la que
le dicen que han puesto a disposición judicial a los dos guardias que custodiaban
el domicilio de Calvo Sotelo. Cuando el juez los interroga se da cuenta de la
gravedad del caso pues estos le manifiestan que la detención a altas horas de la
madrugada de Calvo Sotelo la había llevado a cabo un destacamento de guardias de
Asalto que había llegado allí en una camioneta oficial, cuyo número no recuerdan, y
que estaban bajo las órdenes de un capitán de la Guardia Civil que les mostró su
documentación. Gómez Carbajo ordena la detención provisional de los dos guardias y
abre inmediatamente el sumario.170171 En su declaración ante los jueces franquistas
de la Causa General el juez Gómez Carbajo, que según Ian Gibson intentó «implicar a
las autoridades republicanas en el crimen», criticó duramente la supuesta inacción
de la policía: «Hago detallada mención del testimonio de los guardias de Seguridad,
porque él da la clave para que cualquier organismo policial de mediana solvencia
profesional y ética siguiera una trayectoria que indeclinablemente había de
conducir al esclarecimiento del delito y la presentación ante el Juzgado de sus
autores confesos, juntamente con los elementos de convicción, en un plazo muy
limitado de horas. Pero la Dirección de Seguridad de Madrid se mantuvo en un
quietismo punible...».172

La primera diligencia del sumario es ordenar a la Primera Brigada Criminal que


traiga al juzgado a los guardias de asalto que estuvieron de servicio esa noche en
el cuartel de Pontejos, tras haber averiguado que desde él habían salido varias
camionetas durante la madrugada. También ordena que lleven al juzgado al portero de
la finca de Calvo Sotelo y a cuantos testigos hubiera en la casa que no sean
familiares. Poco después le llevan al conductor Orencio Bayo Cambronero, pero este
niega haber prestado ningún servicio durante la noche y alega que la camioneta nº
17 que estaba a su cargo había aparecido esa mañana en un lugar diferente en la que
él la había dejado. Lo sigue negando incluso cuando es reconocido por los dos
guardias que custodiaban el portal de la casa de Calvo Sotelo, por el portero, por
la institutriz y por el botones. Lo mismo había dicho cuando antes de ser llevado
al juzgado había sido interrogado en la DGS por el comisario Aparicio.170171nota 8
Según Ian Gibson, «su terca negativa a confesar su participación en los hechos o,
más correctamente, su presencia mientras estos se consumaban, dificultó
considerablemente el rápido esclarecimiento del crimen».173

En cuanto le comunican que se había encontrado el cadáver de Calvo Sotelo, el juez


Gómez Carbajo se desplaza al cementerio para examinarlo. Comprueba que tiene dos
orificios de bala en la nuca. A continuación se dirige al cuartel de Pontejos para
inspeccionar la camioneta. Ve que ha sido lavada, pero a pesar de ello observa que
entre las tablas del suelo hay restos de sangre. Ordena que sea trasladada al
sótano del Juzgado de Guardia para realizar allí un detallado análisis forense y
además se incauta del libro de servicios de la 2ª Compañía, a la que pertenecía el
teniente Castillo (más tarde comprueba que los servicios correspondientes a la
noche del 12 al 13 no figuran anotados).174175 Vuelve al juzgado donde le informan
de que no se ha recibido ninguna noticia de la policía sobre quiénes puedan ser los
autores del asesinato. Se propone entonces organizar una rueda de reconocimiento
con los guardias de Asalto de la compañía del teniente Castillo y además llama a
declarar a los tenientes Máximo Moreno y Alfonso Barbeta (este último, para evitar
que sean reconocidos por los testigos elimina de la lista de los guardias de Asalto
que han de comparecer en el juzgado a tres de los que iban en la camioneta nº 17 —
Aniceto Castro Piñeira, Bienvenido Pérez y Ricardo Cruz Cousillos—, alegando que
están de servicio).176 Además del chófer Orencio Bayo, dos guardias son reconocidos
por los testigos (los dos guardias de seguridad, la institutriz, el botones y el
portero) y fueron detenidos —ninguno de los dos tenía que ver con el crimen; uno de
ellos alegará años después que lo confundieron con otro—.177178 Del interrogatorio
de los tenientes Máximo Moreno y Alfonso Barbeta el juez sólo obtiene evasivas (Ian
Gibson plantea que en lugar del teniente Moreno pudo tratarse del capitán Moreno, y
que el juez se equivocó cuando tres años después relató los hechos a los jueces de
la Causa General).179 Ambos niegan haber estado de guardia la noche anterior.180
Según Ian Gibson, «el mayor culpable del inicial encubrimiento del crimen fue el
teniente Alfonso Barbeta, cuya pusilanimidad quedaría patente a la hora de
comparecer ante el juez instructor... Barbeta fue el que, más que nadie, entorpeció
las diligencias judiciales encaminadas a solucionar el crimen».181 En su
declaración en la Causa General el guardia Aniceto Castro Piñeiro, uno de los tres
guardias que el teniente Barbeta apartó de la rueda de reconocimiento, afirmó que
este les dijo: «No preocuparse; nada se esclarecerá; de lo sucedido es responsable
el Director General de Seguridad, el Ministro de la Gobernación y el Gobierno en
pleno; a ustedes nada les puede pasar». Ian Gibson se pregunta: «¿Dijo realmente
Barbeta estas palabras? ¿O es que Castro Piñeiro, cuya vida peligraba por haber
participado en el asunto de Calvo Sotelo, cargaba demasiado las tintas al declarar
ante los jueces de Franco?».182 Alfonso Bullón de Mendoza sí da credibilidad al
testimonio de Aniceto Castro, «el único guardia de derechas que participó en la
detención». «Aunque no es descartable que Castro se inventase este detalle después
de la guerra, no creemos imposible que Barbeta efectuara tal declaración, pues
cuanto más apoyados se consideraran los guardias implicados, menos dispuestos
estarían a relatar los hechos».183

A las nueve de la noche el juez Gómez Carbajo suspende la rueda de reconocimiento


con la intención de reanudarla al día siguiente. A pesar de la hora decide ir al
domicilio de Calvo Sotelo para realizar una inspección ocular e interrogar a la
familia.153 Habla con la viuda cuyo testimonio coincide con lo declarado por la
institutriz y las personas de servicio.184 Cuando cerca de la medianoche vuelve al
Juzgado de Guardia le está esperando el magistrado del Tribunal Supremo Eduardo
Iglesias Portal, que ha sido nombrado por el Gobierno juez especial del caso. A
partir de ese momento este juez es quien llevará el sumario del asesinato de Calvo
Sotelo.185 Alfonso Bullón de Mendoza comenta que Iglesias Portal será el juez que
presidirá el juicio contra José Antonio Primo de Rivera.186

Esa noche Luis Cuenca cenó con un otro militante socialista en un restaurante
barato cercano a la sede del PSOE en la calle Carranza de Madrid. Cuando oyó los
comentarios de algunos comensales que acababan de leer la edición especial que
había sacado a la calle el diario vespertino conservador Ya sobre la muerte de
Calvo Sotelo empezó a decir: «¡Pero si están todos equivocados! ¡No fue así! ¡Voy a
explicar cómo fue!». Su compañero consiguió finalmente calmarlo para que no
hablara.187

A primeras horas de la mañana del día siguiente, martes 14 de julio, Antonio Piga
Pascual, acompañado de otros tres médicos forenses,188 realiza la autopsia del
cadáver de Calvo Sotelo. Certifica que hay dos orificios de bala en la región
occipital producidos por dos disparos «hechos a bocajarro, casi simultáneamente»,
con una pistola del «nueve corto» y que la posición del asesino era «en un plano
posterior y a nivel del agredido». Uno de los proyectiles quedó alojado en el
cerebro y el otro salió por la región orbital izquierda. Certifica asimismo que la
muerte fue instantánea por «síncope bulbar de origen traumático» y que el cadáver
no presenta ninguna herida o magulladura que pudiera indicar que hubiera habido una
lucha en la camioneta, desmintiendo un reportaje sensacionalista aparecido en la
prensa.189190 Estos mismos forenses han comprobado que la sangre hallada en la
camioneta pertenece al mismo grupo serológico ABMN que el del difunto.190 Es el
único avance de la investigación. El juez especial Iglesias Portal no ha recibido
ningún nuevo dato por parte de la policía ni ha iniciado nuevas diligencias. Solo
ha dictado auto de procesamiento contra el conductor de la camioneta Orencio Bayo,
que ya estaba detenido, y se ha reunido con el fiscal de la República Paz Mateos,
con el teniente fiscal Vallés y con el comisario Lino.191

Cuando el miércoles 15 por la tarde, tras haber participado en la tensa reunión de


la Diputación Permanente de las Cortes, Indalecio Prieto volvía a su casa en la
calle Carranza, se encontró un gentío a las puertas del edificio. En el inmueble
tenía también su sede la redacción de El Socialista y el PSOE. Entre los reunidos
se hallaba Fernando Condés, quien, según Stanley G. Payne,192 se había escondido en
el domicilio de la diputada socialista Margarita Nelken. Condés le saludó y Prieto
le llamó aparte para hablar con él. El líder socialista le dijo: «el sumario por la
muerte de Calvo Sotelo evidencia que fue usted quien detuvo a la víctima». «Lo sé»,
le respondió Condés, «pero nada me importa ya de mí. Abrumado por la vergüenza, la
desesperación y el deshonor, estoy dispuesto a quitarme la vida». Pero Prieto, que
en ningún momento lo animó a que se entregara a la justicia,193 le atajó:
«Suicidarse sería una estupidez. Van a sobrarle ocasiones de sacrificar
heroicamente su vida en la lucha que, de modo ineludible, comenzará pronto, dentro
de días o dentro de horas». «Tiene usted razón», le respondió Condés.194195 Según
le contó muchos años después a Ian Gibson un joven socialista testigo de la escena,
«Prieto no ocultó su repugnancia por el asesinato de Calvo Sotelo. Dándose cuenta
de la reacción de Don Inda, Condés echó mano a su pistola con la evidente intención
de pegarse un tiro. Varios de los presentes le sujetaron, y uno de ellos le dijo:
"Pero Condés, hombre, ¡qué locura! ¡Si hiciste bien matando a Calvo Sotelo". Y
entonces Condés se tranquilizó un poco». Según este mismo testigo, Condés no se
había refugiado en casa de la diputada socialista Margarita Nelken, sino, junto con
Luis Cuenca, en casa de una amiga mutua.196 Alfonso Bullón de Mendoza cree que
Indalecio Prieto mintió cuando en sus memorias Convulsiones de España escribió que
el encuentro con Condés se produjo el miércoles 15 por la tarde, después de la
reunión de la Comisión Permanente. Piensa que «la entrevista debió ser anterior».
«Prieto estaba informado desde el primer momento de la implicación de Condés tanto
por Vidarte como Zugazagoitia, pero le parecía... poco presentable reconocer
públicamente que conocía las interioridades del crimen antes de pronunciar su
discurso del 15 de julio [en la Diputación Permanente]».166

Dos días después, viernes 17 de julio, el periódico vespertino Heraldo de Madrid


daba la noticia de que el juez especial Eduardo Iglesias Portal había ordenado la
detención de Fernando Condés, aunque la censura había ocultado el nombre y su
condición de capitán de la Guardia Civil —según constaba en el sumario, la viuda de
Calvo Sotelo lo había reconocido en una fotografía que le mostraron como una de las
personas que habían allanado su casa—.197198 El periódico también informaba de que
el día anterior el juez especial había estado en la Cárcel Modelo para realizar
«varios reconocimientos y careos a presencia del fiscal general de la República, y
como consecuencia de estos trabajos se adquirió la convicción de la inocencia de
los dos guardias de Asalto que desde el lunes último se encontraban detenidos e
incomunicados. Por el contrario, la situación del chófer [Orencio Bayo Cambronero]
es cada vez más comprometida. Nuevamente ha sido reconocido por los guardias que
prestaban servicio en la puerta de la casa del Sr. Calvo Sotelo, por una doncella,
el portero de la finca y otras personas. No obstante, estas acusaciones, el
conductor persiste en su negativa, pero el juez especial ha dictado contra él auto
de procesamiento y prisión». El diario también informaba de que «como consecuencia
de lo actuado últimamente, han sido puestos a disposición del juez especial varias
personas», pero la censura había eliminado el resto de la noticia por lo que no se
podía saber de quiénes se trataba.197 En aquellos momentos el juez también había
acordado la busca y captura del José del Rey —que nunca se conseguiría— y el
arresto de tres guardias de Asalto más (Tomás Pérez Figuero, que había ayudado a
Bayo a limpiar las manchas de sangre de la camioneta; Bienvenido Pérez Rojo, que
habían participado en la expedición comandada con Condés; y Antonio San Miguel
Fernández, que en realidad no había intervenido en el crimen).199 Esa misma mañana
del viernes 17 el juez especial y el fiscal de la República se habían mostrado
optimistas sobre la marcha del sumario y que «no sería difícil que se supiera
quienes fueron los autores del secuestro y del crimen».200 Esa misma tarde comenzó
el golpe de Estado de julio de 1936 en el Protectorado Español de Marruecos.201

Condés nunca fue detenido y sobre Luis Cuenca, el autor material del crimen, y
sobre los otros tres miembros de las milicias socialistas que le acompañaron no se
llegó a dictar ninguna orden de detención.202203 En cuanto comenzó la guerra civil
Cuenca y Condés fueron nombrados oficiales de las milicias que salieron de Madrid
para luchar en la batalla de Guadarrama —al parecer Condés había participado
previamente en el Asalto al Cuartel de la Montaña—203 y allí cayeron en combate
(Cuenca murió el 22 de julio intentando tomar Somosierra junto con otros compañeros
de «La Motorizada»; Condés murió una semana después tras haber sido herido el 26 de
julio cerca de Somosierra, combatiendo asimismo con «La Motorizada», y recibió un
entierro multitudinario; su oración fúnebre la pronunció la diputada socialista
Margarita Nelken: «A Fernando Condés lo precisábamos para el día del triunfo. Los
que tuvimos la dicha de tratarle íntimamente sabemos hasta qué punto nos hubiera
sido útil. Fernando se nos ha ido, pero estará siempre entre nosotros»; además se
le puso su nombre al Cuartel General de Milicias Populares).204205 Los otros tres
socialistas implicados en el asesinato (Francisco Ordóñez, Santiago Garcés Arroyo y
Federico Coello, fueron también destinados a puestos relevantes de las fuerzas
republicanas. Garcés llegó a ser jefe del Servicio de Inteligencia Militar, Ordóñez
jefe del Servicio de Información del Estado y Coello comandante de Sanidad
Militar.206207208209 El teniente Máximo Moreno, del que se sospechó que hubiera
participado en el atentado, pero no se encontró ninguna prueba por lo que no fue
procesado, murió el 22 de septiembre de 1936 tras sufrir un accidente su avión (se
suicidó antes que caer en poder de las tropas moras franquistas). Los republicanos
consiguieron rescatar el cadáver —se dijo que le habían cortado los testículos— y
el entierro, que se celebró en Madrid, fue tan multitudinario como el de Condés.210
El chófer Bayo Cambronero fue puesto en libertad el 25 de julio, reintegrándose al
servicio del Parque Móvil de la Guardia de Asalto.210209 El guardia de Asalto José
del Rey, cuya detención se había ordenado, nunca fue capturado por las autoridades
judiciales de Madrid. Marchó a Toledo al frente de un centenar de milicianos para
participar en el Asedio del Alcázar de Toledo y después estuvo al frente de
diversas unidades del Ejército Popular de la República, llegando a alcanzar el
grado de comandante.202 El teniente Alfonso Barbeta ingresó en prisión por la
arenga que hizo a los guardias de la compañía del teniente Castillo en la noche del
día 12, pero fue liberado el 8 de agosto.211 En esa misma fecha también fueron
liberados los guardias Tomás Pérez, Antonio San Miguel y Bienvenido Pérez Rojo.209

Fachada principal del Tribunal Supremo. El 25 de julio de 1936, una semana después
de iniciada la guerra, un grupo de diez o doce milicianos socialistas irrumpió en
el edificio y a punta de fusil se apoderó del sumario del asesinato de Calvo
Sotelo.
El 25 de julio, una semana después de iniciada la guerra, un grupo de diez o doce
milicianos socialistas irrumpió en la sede del Tribunal Supremo y a punta de fusil
se apoderó del sumario del asesinato de Calvo Sotelo. Estuvieron cerca de matar a
tiros al juez especial Iglesias Portal, pero su policía de escolta lo impidió.186
Según Ian Gibson, los milicianos eran amigos del capitán Fernando Condés y
pertenecían a «La Motorizada», «deseosos de destruir las pruebas que había contra
él en el sumario. Los documentos robados fueron quemados inmediatamente por los
milicianos...».212nota 9 El juez especial presentó su dimisión por lo que había
ocurrido, pero la Sala de Gobierno del Tribunal Supremo no la aceptó y le ordenó
que reconstruyera el sumario sustraído «en la media y forma que las actuales
circunstancias permitan». Fue una misión casi imposible porque, como ha destacado
Ian Gibson, «muchos testigos se encontraban ya fuera de Madrid, combatiendo en la
Sierra y en otros frentes. Otros habían huido, o estaban escondidos en la capital.
Otros habían muerto, o morirían pronto, como era el caso de Cuenca y Condés. Y por
encima de todo había el hecho de que España estaba ya sumida en una terrible guerra
civil, uno de cuyos principales causantes, a juicio de las izquierdas, era el mismo
Calvo Sotelo».213 El oficial del Juzgado Emilio Macarrón, que se enfrentó a los
milicianos para intentar impedir que se llevaran el sumario, declaró ante los
jueces de la Causa General que «iniciado el Movimiento Nacional el 18 de julio del
36, resultaba casi imposible la labor judicial, ya que el solo hecho de nombrar al
señor Calvo Sotelo o hablar de la instrucción del sumario por su asesinato producía
indignación y excitación en las gentes de izquierdas».186214

A pesar de todo se intentó la reconstrucción del sumario a partir de lo que


recordaba Emilio Macarrón sobre las diligencias que se habían realizado hasta el 25
de julio.215 Y también se incluyeron otras como una nueva toma de declaración al
teniente de Asalto Alfonso Barbeta, quien manifestó que reunió a los guardias de la
compañía del teniente Castillo para decirles «que tuvieran resignación por lo
sucedido» y que no tuvo ninguna participación en el asesinato de Calvo Sotelo «ni
tampoco sabe quién lo realizase».216 El escrito de Macarrón y el resto de
documentos del sumario reconstruido desaparecieron o se extraviaron durante la
guerra o después. Reaparecieron en 1970 y fueron incorporados a la Causa General
franquista.215 Con fecha del 7 de octubre de 1936 la Dirección General de Seguridad
le comunicó al juez Iglesias Portal que había descubierto a los autores del
asesinato de Calvo Sotelo. Según la DGS el «autor material» había sido el capitán
Angel Cuenca Gómez [sic] y el «inductor o preparador» el capitán Fernando Condés,
pero ninguno de los dos había podido ser detenido porque habían fallecido. El
escrito finalizaba diciendo: «No obstante, por lo que respecta a los demás que
pudieron haber tenido intervención en el asunto, se siguen haciendo gestiones de
las que le daré cuenta en caso de resultado positivo».217 El 1 de febrero de 1937
se dictó auto de terminación del sumario en aplicación de la amnistía que una
semana antes, el 22 de enero, se había decretado para los penados y encausados por
delitos políticos y comunes realizados con anterioridad al quince de julio de
1936.218219

Al final de la guerra civil fueron detenidos e interrogados por los jueces


franquistas cuatro de los guardias de Asalto que iban en la camioneta nº 17:
Aniceto Castro Piñeiro,220 Bienvenido Pérez Rojo, Orencio Bayo Cambronero (el
conductor)221 y José del Rey. Este último, juzgado y condenado a muerte por el
asesinato de Calvo Sotelo, fue ejecutado por garrote vil en 1943.222 Del Rey
exculpó en su declaración al resto de guardias: «Los guardias ocupantes de la
camioneta ignoraban el servicio a desempeñar. Fueron seguidamente a la calle de
Velázquez y pararon ante una casa, a cuya puerta había dos Guardias de Seguridad.
Entonces se enteraron de que allí vivía don José Calvo Sotelo».223 También fue
condenado a muerte en un consejo de guerra y ejecutado el comandante Ricardo
Burillo, jefe del Grupo de Guardias de Asalto de Pontejos, por considerarlo uno de
los responsables directos de la muerte de Calvo Sotelo, «cargo absolutamente
infundado», según Ian Gibson.134 El chófer Bayo Cambronero fue condenado a muerte,
pero la pena capital le fue conmutada por treinta años de prisión. Pasó siete u
ocho años en la cárcel de Porlier y luego fue puesto en libertad.224

Ian Gibson concluye: «al final de la guerra, pues, aquel crimen no había sido
investigado a fondo. Tampoco lograron aclararlo los jueces de Franco».218 Gibson
señala que no existe ninguna prueba de que el asesinato de Calvo Sotelo fuera
planeado antes del atentado contra el teniente Castillo ni tampoco de que el
Gobierno republicano estuviera implicado.225 Una valoración que es compartida por
historiadores como Hugh Thomas: «la posibilidad de un asesinato premeditado no
puede excluirse totalmente, pero desde luego el gobierno no estuvo implicado en
él».226 De lo que existen dudas, como advierte Hugh Thomas, es sobre si el
asesinato fue premeditado o fue una acción espontánea de Luis Cuenca. Después de la
exhaustiva investigación que llevó a cabo para su libro La noche en que mataron a
Calvo Sotelo, publicado en 1982, Gibson cree que no existen dudas de que fue
premeditado. Aporta como prueba, en primer lugar, la carta que el entonces teniente
de artillería Urbano Orad de la Torre remitió en 1978 al diario El País en la que
afirmaba que en una reunión de oficiales de la UMRA, a la que él también
pertenecía, se decidió asesinar a un destacado líder de las derechas como
represalia por el asesinato del teniente Castillo, también miembro de la UMRA, y en
cumplimiento de la amenaza que el propio Orad de la Torre había hecho a los
miembros de la derechista Unión Militar Española tras el asesinato del capitán
Carlos Faraudo, asimismo miembro de la UMRA. En segundo lugar, Gibson considera que
está demostrada la complicidad del capitán Condés porque «se nos hace bastante
difícil creer que, al oír el capitán de la Guardia Civil los tiros, no ordenara
inmediatamente que la camioneta parase». «Abrumado por la muerte de su amigo
Castillo y convencido de la inminencia de la sublevación "fascista", ¿sería de
sorprender que se pusiera de acuerdo con Luis Cuenca, conocido pistolero, para que
éste efectuara los fatales disparos, mientras él dirigía la operación? Nos parece
que no, así como nos parece que los otros ocupantes socialistas de la camioneta no
sabían lo que iba a ocurrir», afirma Ian Gibson.227

Las consecuencias
La respuesta del Gobierno de Casares Quiroga
Santiago Casares Quiroga, presidente del gobierno del Frente Popular desde mayo de
1936. Presentó su dimisión tras conocerse el asesinato de Calvo Sotelo, pero el
presidente de la República Manuel Azaña no se la aceptó. Su respuesta al magnicidio
no tuvo la contundencia que requería un hecho tan trascendente.
El gobierno comenzó su reunión a las diez de la mañana en la sede de la
Presidencia. En ese momento aún no se había encontrado el cadáver de Calvo Sotelo,
pero en cuanto Casares Quiroga recibe la noticia —le comenta al ayudante militar
que se la da: «En menudo lío nos han metido»—228 se pone en contacto con el
presidente de las Cortes para proponerle suspender sus sesiones por lo menos
durante una semana hasta que los ánimos se calmen y para evitar el riesgo de que se
produzcan incidentes, en lo que Diego Martínez Barrio se muestra completamente de
acuerdo (entre otras razones porque para evitar altercados graves habría que
cachear a los diputados, pues muchos de ellos solían ir armados al Congreso). De
hecho el presidente de las Cortes le comunica que ya se ha puesto en contacto con
los diversos grupos parlamentarios y que estos le han dado su conformidad, excepto
la CEDA que quiere que se celebre una sesión ordinaria para tratar sobre lo
ocurrido (los monárquicos también han rechazado la suspensión, pero no de forma
rotunda).229 Otra de las iniciativas que toma Casares Quiroga es solicitar la
presencia en el consejo de ministros del fiscal general de la República y del
subsecretario de Justicia Jerónimo Gomáriz para consultarles sobre los dos posibles
candidatos a jueces especiales que piensa nombrar para que se hagan cargo de los
sumarios respectivos del teniente Castillo y de Calvo Sotelo.230174

Hacia las dos de la tarde se suspende la reunión del gobierno hasta las seis. A la
salida los ministros —«con semblantes cuya gravedad acentúa su circunspecta
tristeza»—174 son asediados a preguntas por los periodistas, pero el único que hace
una breve declaración es el de Hacienda, Enrique Ramos: «Como comprenderán ustedes,
hemos examinado los execrables sucesos que todos lamentamos y que, desde luego, han
dado lugar a la adopción de diversas medidas y a la actuación judicial que ya ha
comenzado, designándose dos jueces especiales. El Gobierno no tiene todavía
recopilados todos los datos. Cuando obre en nuestro poder una información completa,
el Gobierno facilitará una nota detallada explicando el suceso». El presidente
Casares Quiroga, por su parte, elude las preguntas de los periodistas y los remite
a las explicaciones que pueda dar el ministro de la Gobernación, «que había ido en
aquel momento al Ministerio para informarse debidamente».231230 El Ministro de la
Gobernación les acababa de decir: «No tengo todavía un relato del suceso, porque no
me he podido aún ocupar de ello».230

Los periódicos de la tarde salen a la calle con espacios en blanco que han sido
suprimidos por la censura. El gobierno, amparado en el estado de alarma que lleva
vigente desde las elecciones de febrero, ha decidido redoblarla para evitar que se
utilice la palabra «asesinato» para calificar la muerte de Calvo Sotelo y que se
conozca la intervención en la misma de fuerzas de orden público. Sin embargo, el
diario conservador Ya ha conseguido lanzar una edición extraordinaria que ha
escapado al control de la censura. En su primera página aparece un gran titular
informando sobre la muerte de Calvo Sotelo y en sus páginas interiores se
proporciona abundante información sobre lo sucedido (se decía que entre los autores
del crimen figuraban Guardias de Asalto y un capitán de la Guardia Civil, cuyo
nombre se desconocía).232 El gobierno ordena a la policía que recoja todos los
ejemplares153 (pero muchos ya habían sido vendidos pues el éxito de esta edición
especial de Ya fue extraordinario)233 y a continuación decreta su suspensión
indefinida bajo la acusación de haber propalado noticias falsas sobre la muerte de
Calvo Sotelo —cuando dos periodistas de Ya consiguen que el ministro de la
Gobernación les reciba para pedir que se levante la suspensión Juan Moles les dice
que cuando telefónicamente les dio permiso para sacar la edición especial no les
autorizó para decir que el crimen había sido cometido por guardias de Asalto—. El
gobierno hace lo mismo con el también conservador La Época, porque considera una
provocación que su director José Ignacio Escobar, marqués de las Marismas, se
hubiera negado a sacarlo a la calle cuando la censura le prohibió utilizar el
término «asesinato».234235236237 La Época ya nunca reaparecería, después de casi un
siglo de existencia.198238237 También por eludir la censura son suspendidos El Día
de Alicante y El Lunes de Oviedo.238

Cuando a primeras horas de la noche termina la segunda parte de la reunión del


Consejo de Ministros que se había reanudado a las seis de la tarde hace pública una
breve nota. En lugar de incluir una rotunda condena del asesinato de uno de los dos
principales líderes de la oposición y de comprometerse a detener y llevar ante la
justicia a los culpables —ni Luis Cuenca ni Fernando Condés fueron nunca detenidos
—, la nota se limita a condenar y equiparar (de lo que se quejó Gil Robles) los
asesinatos tanto de Calvo Sotelo como del teniente Castillo («El Consejo de
Ministros, ante los hechos de violencia y que han culminado en la muerte del
oficial de Seguridad señor Castillo y el diputado a Cortes don José Calvo Sotelo,
hechos de notoria gravedad, y para cuya execración tiene que formular las más
sinceras y encendidas protestas, se cree en el caso de hacer una declaración
pública en el sentido de que procederá inmediatamente con la mayor energía y la
severidad más clara, dentro de los preceptos de la ley de Orden Público, a tomar
todas aquellas medidas que demanda la necesidad de mantener el espíritu de
convivencia entre los españoles y el respeto elemental a los derechos de la vida
humana») y a informar del nombramiento de un juez especial para cada caso, ambos
magistrados del Tribunal Supremo (Enrique Iglesias Portal para el de Calvo Sotelo y
Sánchez Orbeta para el de Castillo).239240241242 Según Luis Romero, parece una nota
de circunstancias («Nota anodina», la llamará Gil Robles) que «no responde a la
gravedad de los hechos» y en la que no se entra en el fondo del problema (se limita
a anunciar que se aplicarán todos los recursos de la ley de Orden Público «allí
donde el mal se produzca y sea cualquiera la filiación de sus autores o de sus
inspiradores»).241 Alfonso Bullón de Mendoza comparte esta valoración: «la nota
dada a la prensa no podía ser más descorazonadora para quienes esperasen una
reacción fulgurante del Ejecutivo, pues en vez de afrontar la gravedad excepcional
del caso, el Gobierno redactó un insulso texto en que se equiparaban las muertes de
Calvo Sotelo y Castillo, asesinatos que desde un punto de vista humanitario eran
igualmente reprobables, pero que evidentemente no tenían la misma relevancia
política».5 En el único párrafo de la nota que parece salirse de esa tónica general
de circunstancias se dice:241
No hay idea, principio ni doctrina que merezca respeto cuando quienes dicen
profesarlas acuden a procedimientos reñidos con la más elemental consideración
hacia la existencia de los ciudadanos...
La nota terminaba así:243
Incuestionablemente, existe una gran mayoría de españoles amantes de la legalidad
republicana, que no se asustan por el progreso de las disposiciones legislativas, y
que contemplan con tranquilidad toda obra de justicia social. Estos españoles solo
desean que la obra se ejecute en paz, y que su resultado se aprecie como una
contribución al progreso de la vida nacional. A la serenidad de ellos acude el
Gobierno en estas horas en que en nuestras manos, en las de todos, está el depósito
de nuestra civilización, y contando con este concurso imprescindible, tiene la
evidencia de que logrará imponer la ley a unos y a otros, para que no triunfe por
encima del designio de la República la obra perturbadora de tantos exaltados.
Según Luis Romero, «el Gobierno, a quien se le ha ido de entre las manos el dominio
de la situación y que es consciente de su propia debilidad, no acierta a recuperar
la iniciativa. Por el momento se ha descargado en el juez de guardia y ahora
nombra... un juez especial que entienda del caso y, para restablecer el equilibrio
y dejar sentado que la muerte de Calvo Sotelo ha sido consecuencia de la del
teniente Castillo, designa... otro magistrado para esclarecer este crimen».244
Gabriele Ranzato considera que el gobierno cometió un terrible error. «Casares
tenía el imperativo de emitir declaraciones de condena del crimen y, sobre todo, de
tomar iniciativas para perseguir a los culpables aún más enérgicas de las que
normalmente habría adoptado en el caso de cualquier otro magnicidio. No tanto o no
solo para alejar de sí la sospecha, sino para tratar de contener la ola de
indignación que esa muerte estaba provocando y, que, como no era difícil de
entender, estaba llevando el país hacia el precipicio». Además la ausencia de una
rotunda declaración por parte del presidente del gobierno podía reforzar la idea
difundida en los ambientes derechistas de que él personalmente estaba detrás del
magnicidio basándose en la supuesta amenaza de muerte que le había lanzado Casares
Quiroga a Calvo Sotelo el 16 de junio en las Cortes («Me es lícito decir después de
lo que ha hecho S.S. hoy ante el Parlamento, de cualquier caso que pudiera ocurrir,
que no ocurrirá, haré responsable ante el país a S.S.»), aunque al día siguiente
ningún periódico interpretó en ese sentido las palabras de Casares Quiroga.245
Ranzato también considera un error el silencio del presidente de la República
Manuel Azaña.246 Alfonso Bullón de Mendoza, por su parte, considera que «el
presidente de la República no supo, como no había sabido en los últimos meses,
estar a la altura de las circunstancias».247

En la reunión de la Diputación Permanente que tuvo lugar en la mañana del miércoles


15, el líder de la CEDA José María Gil Robles hizo una dura crítica de la respuesta
del gobierno al asesinato de Calvo Sotelo:248
El Gobierno ¿no tiene que hacer otra cosa que publicar una nota anodina,
equiparando casos que no pueden equipararse y diciendo que los Tribunales de
Justicia han de entender en el asunto, como si fuera una cosa baladí que un jefe
político, que un jefe de minoría, que un parlamentario sea arrancado de noche de su
domicilio por unos agentes de la autoridad, valiéndose de aquellos instrumentos que
el Gobierno pone en sus manos para proteger a los ciudadanos; que le arrebaten en
una camioneta, que se ensañen con él, que le lleven a la puerta del cementerio, que
allí le maten y le arrojen como un fardo en una de las mesas del depósito de
cadáveres? ¿Es que eso no tiene ninguna gravedad?
Según Gabriele Ranzato, «aquel homicidio parecía destinado a quedar impune, puesto
que tanto el gobierno como la magistratura, y cualquier otra autoridad encargada de
las indagaciones, estaban mostrando lentitud y pasividad en la persecución de los
culpables, realizando solo algunos arrestos de participantes secundarios en la
"expedición punitiva", mientras que los culpables principales, cuya identidad no
era difícil conocer, habían quedado en libertad».249 Alfonso Bullón de Mendoza
sostiene una posición similar cuando considera «evidente que en los líderes del
Frente Popular la preocupación fundamental tras el asesinato de Calvo Sotelo no era
encontrar a sus asesinos, sino aplastar el pronunciamiento que tras su muerte
creían inevitable».250 Luis Romero, por su parte, ha destacado que la actuación del
Gobierno alimentó la convicción de las derechas (y de otros sectores) de que este
había sido quien había ordenado o había sido cómplice del asesinato de Calvo
Sotelo. «La torpeza del Gobierno, la intervención de guardias de uniforme y la
camioneta empleada, la lenta reacción de Alonso Mallol, los equívocos anteriores
relacionados con el cambio de escolta, y aquellas palabras impolíticas e
imprudentes de Casares en la sesión del 16 de junio, añadido todo ello a la manera
desconcertante de ejercerse la censura, la ocultación física de los responsables y
otras causas coadyuvantes, han llevado a aquella convicción no solo a los
correligionarios de Calvo Sotelo y demás militantes de la derecha, sino a amplias
zonas de la opinión escasamente politizada. Es cierto que las derechas explotan el
desgraciado suceso, pero también es verdad que creen con firmeza que el impulso —la
orden— procedía de más arriba; y cada cual sitúa el vértice de la pirámide homicida
allá donde sus antipatías se hacen más ostensibles. Hay quienes llegan hasta
involucrar a Azaña».251

La falta de iniciativa del gobierno para condenar rotundamente y esclarecer el


asesinato de Calvo Sotelo pudo deberse a las enormes presiones que recibió por
parte de los partidos y organizaciones obreras integradas en el Frente Popular,
indignadas por el asesinato del teniente Castillo, para que actuara contra las
derechas.241. Los socialistas por su parte, según Alfonso Bullón de Mendonza,
estaban muy interesados en evitar que se conocieran los pormenores del asesinato,
porque si estos salían a la luz «la imagen del partido iba a verse muy deteriorada»
(«uno de los jefes de la Motorizada había liderado el grupo que se presentó en casa
de Calvo Sotelo y... uno de los guardaespaldas de Prieto había asesinado al jefe
monárquico»).250 Poco antes de las doce de la noche del lunes 13 se presentaron en
el ministerio de la Guerra, donde el presidente del gobierno Casares Quiroga tenía
su despacho (pues además de la presidencia ostentaba esa cartera), destacados
dirigentes del PSOE (Indalecio Prieto, Juan Simeón Vidarte), la UGT (Manuel Lois
Fernández), las JSU (Santiago Carrillo), el PCE (Vicente Uribe) y la Casa del
Pueblo de Madrid (Edmundo Domínguez) para ofrecerle todo su apoyo si se producía la
sublevación militar que todos pensaban que se iba producir de forma inminente, lo
que Casares Quiroga agradece, pero no da importancia a los rumores sobre el posible
golpe militar.252241 Horas después, madrugada del martes 14, estas organizaciones
(la CNT no había sido invitada a la reunión que mantuvieron) hacen pública una nota
conjunta, que según Luis Romero «ata un poco las manos de los ministros frente al
esclarecimiento de los hechos y condiciona, en alguna media, su actuación frente a
los mismos»:241
Conocidos los propósitos de los elementos reaccionarios enemigos de la República y
del proletariado, los elementos políticos y sindicales representados por los
firmantes se han unido y han establecido una coincidencia absoluta y unánime en
ofrecer al Gobierno el concurso y la ayuda de las masas que le son afectas para
cuanto signifique defensa del régimen y resistencia contra todo lo que pueda
hacerse contra él.
En la actuación contra las derechas el Gobierno sí que cumplió.253 Cerca de
doscientos falangistas y derechistas fueron detenidos y las sedes madrileñas de
Renovación Española, el partido de Calvo Sotelo, fueron cerradas. Para dar la
«impresión de firmeza y de equidad»244 también cerró las sedes de la Confederación
Nacional del Trabajo que esos momentos estaba sosteniendo una dura pugna con el
sindicato socialista UGT por la huelga de la construcción de Madrid que se
prolongaba ya más de un mes.254255 De esto se quejó el órgano de la CNT Solidaridad
Obrera en su edición del jueves 16 que salió a la calle con los titulares de la
primera página censurados y con un tercio del editorial en blanco: «¡Basta ya: solo
los locos y los agentes provocadores pueden establecer puntos de contacto entre el
fascismo y el anarquismo! [...] No se puede permitir este juego indigno e innoble
que debilita las fuerzas de resistencia y ataque al fascismo coincidentes en la
lucha contra el enemigo común... Vigilen los socialistas y comunistas el panorama
de España, y ellos verán si les conviene denigrar, insultar y desprestigiar a la
CNT».256

Además, aprovechando el estado de alarma, el gobierno prohibió terminantemente las


manifestaciones y reuniones al aire libre y acentuó al máximo la censura de prensa,
incluso para los discursos de los diputados en Cortes que hasta entonces habían
gozado de inmunidad.235 Asimismo el gobierno envió una circular el mismo día 13 a
todos los gobernadores civiles en la que les conminaba a estar alerta «con motivo
de la muerte de Calvo Sotelo»:235
Con motivo de la muerte de Calvo Sotelo se tienen noticias de que elementos de
afinidades políticas pretenderán de un momento a otro que estalle el movimiento
subversivo. Póngase al habla y esté en continúa relación con jefes guardia civil y
fuerzas en las que tenga absoluta confianza, controle carreteras, ferrocarriles y
accesos, deteniendo elementos que sospeche sean emisarios o agentes de enlace y
comunique inmediatamente a este Ministerio actividades que observe y detalles que
lleguen a su conocimiento.
Stanley G. Payne va mucho más lejos en cuanto a la importancia de la presión de las
izquierdas para explicar la inacción del Gobierno y acusa directamente al
socialista Indalecio Prieto, su «aliado número uno», de haber bloqueado con su
«veto» «una investigación del crimen» que el Gobierno «había empezado».257 «Prieto
y los suyos continuaron escondiendo a los asesinos de Calvo Sotelo, y existen
testimonios de su intervención personal para poner fin a la investigación
judicial», afirma Payne.258 En realidad se trata de un único testimonio, el del
teniente de Asalto Alfredo León Lupión, quien en 1981 le dijo a Ian Gibson —a cuyo
libro La noche en que mataron a Calvo Sotelo (1982) remite Payne— que en la reunión
que mantuvieron Prieto y otros líderes de la izquierda con el presidente del
Gobierno hacia las doce de la noche del lunes 13 Casares Quiroga les comunicó su
intención de detener a todos los oficiales del Grupo de Guardias de Asalto de
Pontejos (el comandante, los cuatro capitanes y los siete tenientes, uno de ellos
el propio León Lupión) «porque es un crimen que no se puede ocultar», a lo que
Prieto le replicó: «Si usted comete esta tontería, le aseguro que la minoría
socialista se marchará del Congreso». Y entonces Casares Quiroga dijo: «Muy bien,
muy bien, pero el oficial de Asalto que aparezca con la más mínima culpabilidad,
ése es detenido».228 Alfonso Bullón de Mendoza también utiliza este testimonio
recogido en el libro de Gibson —que asimismo cita— para apoyar su conjetura de que
«es incluso posible que [Prieto] obstaculizase la investigación».247 Y a
continuación Bullón de Mendoza se remite a la interpretación que hace de este hecho
el revisionista Pío Moa, quien ha llegado a afirmar que detrás del asesinato de
Calvo Sotelo se encontraba Indalecio Prieto: «De ser verídica, esta relación
probaría que si el Gobierno de Casares Quiroga no tomó medidas más espectaculares
contra los asesinos de Calvo Sotelo fue porque se lo impidió la presión del PSOE, y
en tal caso la responsabilidad de Prieto en el desencadenamiento de la guerra civil
sería difícilmente exagerable, pues habría impedido el único guiño a las derechas
que Casares Quiroga estaba dispuesto a hacer».250 En realidad lo que pretendía el
tiniente León Lupión relatando el enfrentamiento entre Casares Quiroga y Prieto era
demostrar que el gobierno no estaba involucrado en el asesinato. «Un hombre que
toma esta posición [Casares Quiroga] no es un hombre comprometido en el crimen», le
había dicho también a Ian Gibson, quien, por otro lado, no hace ninguna
interpretación de lo que le ha contado el teniente.228

Casares Quiroga llegó a presentarle su dimisión al presidente de la República


Azaña, pero este no la aceptó alegando que hacerlo sería como reconocer que había
tenido alguna responsabilidad en el crimen.259 Azaña no hizo caso del consejo que
le dio Diego Martínez Barrio, presidente de las Cortes, de que cambiara
inmediatamente el gobierno, que actuara contra las derechas y contra las izquierdas
extremas «con sanciones duras que evidencien el recobro de todos los resortes del
poder. Quizá no disipemos la tormenta, pero lograremos alejarla». Azaña le
respondió: «Sé que debo cambiar el Gobierno... Pero hay que esperar. Si aceptara la
dimisión que me ha presentado Casares, sería tanto como entregar su honor a la
maledicencia que le acusa. No es posible que salte del poder empujado por el
asesinato de Calvo Sotelo».260 En la reunión que mantuvo el Gobierno en el Palacio
Nacional a mediodía del jueves 16 presidido por Azaña algunos ministros se
manifestaron a favor de dar entrada en el gabinete a alguna personalidad de centro
para contribuir así al apaciguamiento que el país necesita. También mostraron su
preocupación por la infiltraciones que padecían los aparatos del Estado, como había
puesto de manifiesto el asesinato de Calvo Sotelo.261

La respuesta de las izquierdas

Diego Martínez Barrio, presidente de las Cortes y líder de Unión Republicana. Fue
uno de los pocos políticos republicanos de izquierda que al menos en privado valoró
la trascendencia del asesinato de José Calvo Sotelo. Intentó sin éxito que Manuel
Azaña aceptara la dimisión de Santiago Casares Quiroga y nombrara un nuevo gobierno
dispuesto a imponer «sanciones duras que evidencien el recobro de todos los
resortes del poder».
A diferencia de la mayoría del resto de los líderes de la izquierda, Diego Martínez
Barrio, presidente de las Cortes, quedó completamente conmocionado. Así lo destaca
Luis Romero: «dejando de lado familiares, amigos y correligionarios, a una de las
personas que más ha afectado lo sucedido y las circunstancias que han venido a
agravarlo, es a Diego Martínez Barrio, a pesar de que entre el difunto y él las
distancias políticas fueran insalvables...».143 Lo mismo apunta con matices Alfonso
Bullón de Mendoza: fue «uno de los pocos líderes de la izquierda que parece haber
lamentado sinceramente el homicidio».247 En cuanto conoció la noticia del hallazgo
del cadáver de Calvo Sotelo le pidió al conde de Vallellano que fuera
inmediatamente a su casa. Cuando este llega, acompañado de otros diputados de la
minoría monárquica, Martínez Barrio le dice entre lágrimas y con voz entrecortada:
«Por los mismos motivos que ustedes y otros muchos que no escaparán a su
perspicacia, nadie más que yo deplora esta mancha que cae sobre la República, y
cuyas consecuencias nadie podrá prever hasta qué punto alcanzarán».151 Un
periodista del periódico católico El Debate que habló con él poco después escribió
que estaba «verdaderamente anonadado por el suceso».151

Martínez Barrio no puso al mismo nivel el asesinato de Calvo Sotelo, cuya figura
elogió públicamente, y el del teniente Castillo, como sí hicieron la mayoría del
resto de líderes de la izquierda, y se abstuvo de establecer una relación de
causalidad entre los dos crímenes. También fue uno de los pocos políticos del
Frente Popular que fue consciente de que el magnicidio y sus circunstancias
obligaban a dar un giro a la política seguida hasta entonces por las izquierdas.
Así se lo expuso en privado al presidente de la República Manuel Azaña. Le dijo que
creía necesario formar un nuevo gobierno dispuesto a imponer «sanciones duras que
evidencien el recobro de todos los resortes del poder».152262263 Para no romper el
Frente Popular Martínez Barrio no declaró claramente lo que pensaba, pero sí lo
hizo de forma velada cuando en la noche del día 13 les dijo a los periodistas (lo
que también implicaba una crítica al gobierno): «No es posible que los ciudadanos
vean que el Estado no garantiza su seguridad. Todos hemos de poner cuanto esté de
nuestra parte para acabar con la situación que este suceso revela...».264 El diario
La Vanguardia en su edición del día siguiente lo expuso más claramente: «O se alza
por fin en España un Gobierno guía, un Gobierno que gobierne de veras, imponiéndose
y desarmando a todo el mundo, o las aguas torrenciales de la anarquía irán
engrosando y subiendo hasta sumergirnos en una ola de barbarie».265 Por su parte
Antoni Rovira i Virgili escribe en La Humanitat, el órgano de prensa de Esquerra
Republicana de Cataluña: «Que los gobernantes impongan con energía el cumplimiento
de las leyes. Pero que haya orden en la calle, en los lugares de trabajo y en los
hogares. Que haya una República auténtica y no un desbarajuste con violencia y con
sangre de crímenes».266 Otro político republicano de izquierdas que fue consciente
de la gravedad y de las implicaciones del asesinato de Calvo Sotelo fue Mariano
Ansó, quien en sus memorias escribió: «Después del movimiento revolucionario de
Cataluña y de Asturias, este crimen era el mayor atentado cometido contra la
República. Cuando llegamos a saber que los autores eran militares y agentes del
orden público, nuestra indignación subió de punto. De nada nos servía como excusa
el que unas horas antes hubiese caído vilmente asesinado el teniente Castillo».267

El que se pudo manifestar de forma clara, posiblemente porque no formaba parte de


la coalición del Frente Popular, fue Felipe Sánchez Román, amigo de Azaña. Fue el
único político republicano de izquierdas que condenó rotunda y públicamente el
crimen —había sido compañero de estudios de Calvo Sotelo— diciendo que «la
República se había deshonrado para siempre». También fue uno de los pocos que le
dio el pésame a la familia.152268 Sin embargo, cuando el también republicano de
izquierda Rafael Sánchez Guerra se acercó al domicilio de Calvo Sotelo para firmar
en los pliegos de hojas de pésame que se habían dispuesto en el portal fue
abucheado y rechazado.158 Por su parte el grupo parlamentario de Izquierda
Republicana exigió que «cesen para siempre las pugnas extremistas por
procedimientos reprobables y punibles».269 En la inmediata posguerra el socialista
Julián Zugazagoitia, entonces director del diario El Socialista, reconoció que el
asesinato de Calvo Sotelo había sido un hecho «realmente monstruoso».270

La prensa republicana progubernamental destacó más el asesinato del teniente


Castillo que el de Calvo Sotelo, mientras que la prensa de derechas como ABC y El
Debate hacía lo contrario, aunque en inferioridad de condiciones pues el gobierno
les prohibió publicar ningún comentario. Uno de los pocos diarios que intentó
mantener cierto equilibrio fue Ahora que publicó en portada las fotografías de las
dos víctimas y en las páginas interiores calificó las dos muertes de «crímenes
abominables».271
Política, el órgano oficioso de Izquierda Republicana, puso en primera página en
grandes caracteres acompañados de imagen «El teniente de Asalto don José Castillo
asesinado por unos pistoleros», mientras le dedicaba un pequeño titular a final de
la página al asesinato de Calvo Sotelo que decía: «Muerte violenta del señor Calvo
Sotelo. El jefe monárquico es detenido en su domicilio y su cadáver aparece en el
cementerio». En el editorial ataca a los reaccionarios que aguardan «la ocasión
para dar un asalto al poder», pero también a los exaltados que aplican la ley del
talión porque «contribuyen a facilitar banderas a los enemigos del régimen, que,
sin cesar en su táctica de error [sic], se presentan como víctimas de la
persecución que no existe». El Liberal decía en su editorial dedicado a los dos
homicidios: «Si estando en la oposición hacen lo que hacen, ¿qué no harían cuando
estuviesen en el poder? Están incapacitados para gobernar los que a falta de los
sufragios del pueblo acuden a la violencia. La República seguirá su camino, serena,
inconmovible, imponiendo de grado o por fuerza la voluntad nacional».262265 La
Libertad escribió: «No aceptamos la violencia, pero tampoco toleramos que se
cometan asesinatos del pueblo, ahogándole en oleadas de tiranía y miseria».265

El diario socialista caballerista Claridad dedicó toda la portada al asesinato del


teniente Castillo y el asesinato de Calvo Sotelo lo relegó a la última página
dedicándole solo unas pocas líneas.272 Mucho más lejos fue el también caballerista
El Obrero de la Tierra del 18 de julio —sin que le hubiera dado tiempo a recoger en
sus páginas la sublevación del día anterior del ejército en el Protectorado Español
de Marruecos— pues justificó el asesinato de Calvo Sotelo al afirmar que su muerte
había sido la «consecuencia lógica de estos últimos atentados criminales fascistas»
llevados a cabo por «las cuadrillas mercenarias a sueldo de la reacción», y a
continuación hizo un llamamiento para la organización de las «Milicias Populares».
A los cuadros de las milicias socialistas les conminó a que mantuvieran «constante
comunicación entre sí para ayudarse unos a otros y concentrarse donde haga falta a
fin de aplastar inexorablemente el fascismo, no bien quiera iniciar su anunciada
sublevación contra la República y los trabajadores». Si el fascismo triunfaba,
decía El Obrero de la Tierra, «la sangre correrá a torrentes. Y antes de que eso
ocurra vale más que corra la suya que la nuestra».273

Aún más radical fue la respuesta del Partido Comunista de España (PCE), cuyo
secretario general José Díaz una semana antes ya había criticado al gobierno por
hacer «concesiones al enemigo, llevado de un absurdo afán de convivencia». El PCE
presentó una proposición de ley el mismo día 13 por la tarde (y que fue publicada
por Mundo Obrero) donde se pedía nada menos que la supresión de la oposición de
derechas («Artículo 1. Serán disueltas todas las organizaciones de carácter
reaccionario y fascista, tales como Falange Española, Renovación Española, CEDA,
Derecha Regional Valenciana y las que, por sus características, sean afines a
estas, y confiscados los bienes muebles e inmuebles de tales organizaciones, de sus
dirigentes e inspiradores»), el encarcelamiento de sus dirigentes («Art. 2. Serán
encarceladas y procesadas sin fianza todas aquellas personas conocidas por sus
actividades reaccionarias, fascistas y antirrepublicanas») y la confiscación de su
prensa («Art. 3. Serán confiscados por el Gobierno los diarios El Debate, Ya,
Informaciones, ABC y toda la prensa reaccionaria de provincias»). Lo «justificaba»
en el preámbulo de la proposición donde hacía responsables a «los elementos
reaccionarios y fascistas, enemigos declarados de la República», del «asesinato de
los mejores defensores del pueblo y del régimen» (en referencia al teniente
Castillo) y a los que acusaba de «conspirar contra la seguridad» del «pueblo».274
275276

Por su parte el PSOE, cuya Comisión Ejecutiva estaba controlada por los centristas
de Indalecio Prieto, convocó una reunión de las fuerzas obreras a la que asistieron
el PCE, la Casa del Pueblo de Madrid, las JSU y la UGT. En la nota conjunta que se
hizo pública en la madrugada del martes 14 de julio se ofreció el apoyo al gobierno
para la «defensa del régimen».241 Por la mañana apareció publicado en El Liberal de
Bilbao, propiedad de Prieto, un artículo suyo titulado «Apostillas a unos sucesos
sangrientos» que fue reproducido al día siguiente, total o parcialmente, por toda
la prensa favorable al gobierno. El artículo, que según Luis Romero impresionó «a
los lectores de ambos bandos y al público en general», comenzaba relatando la serie
de «crímenes políticos» que de un signo y de otro se venían produciendo en Madrid
desde los incidentes durante el entierro de Anastasio de los Reyes —alabando de
paso la actuación en los mismos del teniente Castillo— para pedir a continuación
que se les pusiera fin: «Digo simplemente que, por el honor de todos, esto no puede
continuar». Después informaba de la reunión de las organizaciones obreras
destacando que habían dejado de lado sus diferencias para hacer frente al «enemigo»
—«todas las discordias quedaron ahogadas. Frente al enemigo, la unión», escribe—.
El artículo terminaba con la siguiente advertencia:277278279
Si la reacción sueña con un golpe de estado incruento, como el de 1923, se equivoca
de medio a medio. Si supone que encontrará al régimen indefenso, se engaña. Para
vencer habrá de saltar por encima del valladar humano que le opondrá las masas
proletarias. Será, lo tengo dicho muchas veces, una batalla a muerte, porque cada
uno de los dos bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel. Aun
habiendo de ocurrir así, sería preferible un combate decisivo a esta continua
sangría.
En cuanto ese mismo martes 14 por la tarde llegaron a Madrid Francisco Largo
Caballero y el resto de miembros de la dirección de UGT que habían viajado a
Londres para asistir al Congreso de la Internacional Sindical Socialista
manifestaron que no se solidarizaban con la nota conjunta que había suscrito el
miembro de la ejecutiva que se había quedado en España. La razón era que los
caballeristas no reconocían a la Comisión Ejecutiva del PSOE controlada por los
centristas a la que consideraban «facciosa». Finalmente aceptaron reunirse con la
ejecutiva del PSOE y el resto de organizaciones obreras del Frente Popular el 16 de
julio, un día antes de que se iniciara la sublevación militar, para no desautorizar
a su representante en la primera reunión, pero el enviado por la UGT manifestó que
no podía tomar acuerdo alguno sin consultar con su ejecutiva. En el documento que
finalmente se aprobó, con la abstención de la UGT, se instaba a preparar en toda
España comités obreros para organizar «milicias populares», solicitar al gobierno
armas para ellas y depurar a los militares. Incluso se ofrecía al Gobierno poderse
integrar en esos comités —una especie de «sóviets armados», según Stanley G. Payne
—.280281282 «El lenguaje político de todos había cambiado. Como el PSOE sabía que
no podía proponer a los caballeristas entrar en el Gobierno, por eso acordaron, con
la anuencia comunista, defender la República desde órganos de poder exclusivamente
obreros y armados. Desde tal propuesta el Estado quedaba inerme, porque los
socialistas no acudían a socorrerlo integrándose en él, sino que lo defenderían
desde órganos propios de poder, hasta el punto de que los representantes de los
partidos del Gobierno podían participar en ellos, sin considerar que eran esos
gubernamentales los que tenían que exigirles defender al Estado dentro de sus
instituciones y no mediante poderes paralelos».283

Cementerio civil de Madrid donde fue enterrado el teniente Castillo.


El entonces director del diario El Socialista y diputado Julián Zugazagoitia, del
sector prietista, recordó en el exilio nada más acabar la guerra que «en mis
compañeros no había unanimidad para juzgar el atentado. Escuché de uno de ellos la
siguiente opinión: —La muerte de Calvo Sotelo no me produce ni pena ni alegría.
Para poder condenar ese atentado sería menester que no se hubieran producido los
que abatieron a Faraudo y a Castillo. En cuanto a las consecuencias de que ahora se
habla, no creo que debamos temerlas. La República tiene de su parte el
proletariado, y esa adhesión la hace, si no intocable, sí invencible. Si las
derechas levantan bandera de rebeldía será llegado el momento de ejemplarizarlas
con una lección implacable».284 La misma confianza había mostrado unos días antes
el líder del sector radical del PSOE Francisco Largo Caballero,285 quien en un
mitin celebrado en Madrid antes de viajar a Londres había dicho: «Si se quieren
proporcionar el gusto de dar un golpe de Estado por sorpresa, que lo den... A la
clase obrera no se le vence».286 Durante su estancia en Londres Largo Caballero
había reiterado en unas declaraciones al diario News Chronicle (el artículo se
titulaba: «Interviú con uno de los hombres más importantes de la España actual, que
acaso llegue a alcanzar tanta fama como Lenin»)287 la estrategia política que había
concebido desde que aceptó incorporarse al Frente Popular: «Cuando fracase [el
Gobierno republicano] nosotros le sustituiremos y entonces será nuestro programa y
no el suyo el que se llevará a cabo».288 También concedió otra entrevista al Daily
Express en la que se le llamaba el «Lenin español».287 El principal ideólogo del
caballerismo Luis Araquistain escribió en una carta a su hija (o a su mujer)289
nada más conocer el asesinato de Calvo Sotelo: «Creo que Caballero tendría que ser
el presidente o no aceptaríamos otra cosa. [...] Me parece que entramos en la fase
más dramática de la República. O viene nuestra dictadura o la otra».290

El entierro del teniente Castillo, que se celebró en el cementerio civil de Madrid


en la mañana del martes 14 de julio,291 constituyó una gran manifestación de fuerza
de las organizaciones obreras. «La amenaza de una sublevación contra la República
pesaba aquella mañana en todos los ánimos», recordó muchos años después un joven
estudiante de Medicina, simpatizante socialista, que asistió al funeral.188 Cuando
terminado el funeral los que habían participado en él salieron del cementerio civil
se toparon con los que acudían al entierro de Calvo Sotelo en el cementerio del
Este. «La avenida de Daroca [que comunica ambos cementerios] estaba abarrotada de
gente de los dos bandos. Hubo enfrentamientos, gritos, amenazas, puños en alto y
saludos romanos. El ambiente no podía estar más crispado».292 Esa misma noche
Indalecio Prieto escribió un artículo titulado «La España actual reflejada en el
cementerio» que fue publicado al día siguiente por su diario El Liberal de Bilbao.
En él decía:293
Son tan profundas nuestras diferencias, que ya no pueden estar juntos ni los vivos
ni los muertos. Parece como si los españoles, aun después de muertos, siguen
aborreciéndose. Los cadáveres de don José del Castillo y don José Calvo Sotelo no
podían ser expuestos en el mismo depósito. De haberlos juntado se habrían acometido
ferozmente ante ellos sus respectivos partidarios, y al depósito le hubiera faltado
especio para la exposición de nuevas víctimas.
La conmoción en las derechas (y en los sectores liberales): el funeral

Gregorio Marañón en 1931, cuando era miembro de la Agrupación al Servicio de la


República. Quedó conmocionado por el asesinato de Calvo Sotelo. Le escribió a
Marcelino Domingo el día 16: «España está avergonzada e indignada, como no lo ha
estado jamás» (cursiva en el original).
La conmoción —e indignación—4 causada por el asesinato de Calvo Sotelo se extendió
por toda España («la clase media española quedó estupefacta ante este asesinato del
líder de la oposición parlamentaria realizado por miembros de la policía regular,
aun cuando pudiera sospechar que la víctima había estado implicada en una
conspiración contra el Estado», comenta Hugh Thomas),207 y no sólo entre los
sectores conservadores. La familia recibió innumerables telegramas de pésame de
todas partes, se celebraron funerales en muchas localidades, se colgaron crespones
negros y miles de personas acudieron al portal del domicilio de Calvo Sotelo en la
calle Velázquez 89 o a las sedes de Renovación Española para firmar en las hojas
que se habían dispuesto para protestar por el magnicidio. En ellas escribieron
encendidas frases como «¡Tu sangre salvará España!», «Ahora más que nunca ¡viva
Calvo Sotelo!» o la falangista «¡Arriba España!».294295296 La prensa conservadora,
tanto la de la capital como la de de fuera de Madrid, le dedicó amplio espacio a la
noticia, aunque con las limitaciones que había impuesto la censura ordenada por el
gobierno. El Pueblo Manchego, diario católico de Ciudad Real, publicó un editorial
el día 15 de julio en el que se preguntaba «¿Qué va pasar aquí?» y afirmaba: «en
guerra estamos. El que lo dude no se sabe ver ni calar las realidades de España». A
continuación planteaba la necesidad de formar un «Frente Nacional». «Lo es porque
la vida de España está seriamente amenazada» y «para resistir el empujón
revolucionario... y vencerlo».297 Los Colegios de Abogados de Madrid y de Barcelona
acordaron escritos de protesta (los abogados que los firmaron serían «depurados»
por las autoridades republicanas durante la guerra civil).298 El Colegio de
Zaragoza envió un telegrama a la familia de Calvo Sotelo, firmado por el decano
Monterde, que decía: «Consternados monstruoso asesinato insigne, glorioso español,
virtuoso compañero toda su vida, protesto indignación intensa, impía, cruel
vergüenza nacional. Dios acoja misericordioso alma mártir patria que sirva de
ejemplo sus últimos defensores»),299

Los sectores liberales que habían apoyado a la República también quedaron


conmocionados, especialmente por la falta de respuesta del gobierno. Gregorio
Marañón, uno de los antiguos integrantes de la Agrupación al Servicio de la
República, le escribió a Marcelino Domingo el día 16: «El Gobierno da la sensación
de una lenidad increíble, nos sonroja y nos indigna a los que luchamos contra la
Monarquía. [...] España está avergonzada e indignada, como no lo ha estado jamás»
(cursiva en el original).300 Entre muchos dirigentes centristas o conservadores se
instaló la idea de que el estado no era capaz de controlar a sus fuerzas de
seguridad, aun cuando quisiera hacerlo. «Lerroux, o Cambó, o incluso Gil Robles,
pensaron que a partir de entonces no podían ser leales a un Estado que no podía
garantizar sus vidas. El presidente de la asociación de estudiantes católicos,
Joaquín Ruiz Giménez, que antes había defendido la línea de la no-violencia,
decidió que Santo Tomás habría aprobado una rebelión considerándola justa»207
Alejandro Lerroux escribió en sus memorias: «Al dejar impune el crimen habían
demostrado [los miembros del gobierno], por lo menos, su impotencia para reprimirlo
y castigarlo». El exministro radical Salazar Alonso escribió en una carta a un
amigo el mismo día 13 de julio: «Se confirma el vil asesinato de Calvo Sotelo. ¡Qué
espanto! ¡Pero ante este crimen hay que reaccionar como hombres...!».301

Desde la cárcel de Alicante donde se encontraba preso, el líder de Falange Española


de las JONS José Antonio Primo de Rivera utilizó el asesinato de Calvo Sotelo como
justificación del golpe de Estado el mismo día, 17 de julio, en que había comenzado
(dos días antes le ha enviado una carta al general Mola urgiéndole a que inicie el
levantamiento y ha redactado un manifiesto para cuando este se produzca que
comienza diciendo: «Un grupo de españoles, soldados unos y otros hombres civiles,
no quiere asistir a la total disolución de la patria. Se alza hoy contra el
Gobierno traidor, inepto, cruel e injusto que lo conduce a la ruina...»):302303
Llevamos soportando cinco meses de oprobio. Una especie de banda facciosa se ha
adueñado del Poder. Desde su advenimiento no hay hora tranquila, ni hogar
respetable, ni trabajo seguro, ni vida resguardada... Y si algo falta para que el
espectáculo alcanzase su última calidad tenebrosa, unos agentes del Gobierno han
asesinado en Madrid a un ilustre español, confiado al honor y a la función pública
de quienes lo conducían. La canallesca ferocidad de esta última hazaña no halla par
en la Europa Moderna y admite el cotejo con las más negras páginas de la Checa
rusa. [...] Este es el espectáculo de nuestra Patria en la hora justa en que las
circunstancias del mundo la llaman a cumplir otra vez un gran destino.
Una reacción similar es la que tuvo el exrey Alfonso XIII quien en una carta al
conde de los Andes, uno de los enlaces monárquicos en el golpe de Estado que se
estaba fraguando, le escribió:301
Calvo Sotelo es la muerte premeditada obedeciendo a un plan con todos los indicios
de complicidad del Gobierno. [...] Si ahora no se lanza reaccionando el Ejército
ante un crimen de uno de sus oficiales empleando la fuerza me parece nos podemos
preparar a ver caer uno tras otro a todos los que puedan hacer algo.
El entierro se celebró el día 14 a las cinco de la tarde en el cementerio del Este,
solo unas horas después del sepelio del teniente Castillo en el cementerio civil de
Madrid, aledaño a aquel.30418 El cadáver de Calvo Sotelo había sido amortajado con
el hábito de franciscano, tal como había dispuesto en su testamento, y la parte
baja del féretro aparecía cubierta con una bandera monárquica. La guardia de honor
estuvo formada por muchachos provenientes de la diferentes Juventudes de los
partidos de derecha. Junto a la viuda y al resto de la familia, estuvieron
presentes los dirigentes y los diputados de las organizaciones de derechas (José
María Gil Robles, Antonio Goicoechea, Melquíades Álvarez, Joan Ventosa, José
Martínez de Velasco, Pedro Sainz Rodríguez, entre otros muchos) además de miembros
destacados de la aristocracia y de las clases altas. También algunos militares de
alta graduación, como el general Kindelán. Se rezó el rosario mientras el féretro
era llevado a la sepultura. Asistieron al entierro miles de militantes y de
simpatizantes de las derechas, buena parte de los cuales hicieron el saludo
fascista.30530430630718 El vicepresidente, el secretario primero y el Oficial Mayor
de las Cortes intentaron asistir al funeral, pero al llegar al cementerio fueron
abucheados y casi agredidos por muchos de los asistentes, entre ellos, según Hugh
Thomas, «señoras muy bien vestidas, que gritaban que no querían tener nada que ver
con parlamentarios», y tuvieron que marcharse.30818 Algunos les gritaron «¡Mueran
las Cortes!».309 También hubo vivas a la Guardia Civil, que había sido desplegada
en el cementerio y en sus inmediaciones.156 Entre las muchas coronas de flores que
acompañan al féretro hay una encargada por el exrey Alfonso XIII.31018 Antonio
Goicoechea, líder de Renovación Española, fue el encargado de pronunciar el
discurso de despedida del difunto (la censura prohibió que fuera reproducido por
los periódicos):31131231331431531631718

No te ofrecemos que rogaremos a Dios por ti; te pedimos que ruegues tú por
nosotros. Ante esa bandera colocada como una cruz sobre tu pecho, ante Dios que nos
oye y nos ve, empeñamos solemne juramento de consagrar nuestra vida a una triple
labor: imitar tu ejemplo, vengar tu muerte y salvar a España, que todo es uno y lo
mismo; porque salvar a España será vengar tu muerte, e imitar tu ejemplo será el
camino más seguro para salvar a España.
Después del entierro, que el socialista centrista Julián Zugazagoitia lo consideró
«una declaración de guerra al Estado», muchas de las personas que abandonan el
cementerio desfilan brazo en alto y algunas entonan el himno falangista Cara al
Sol. Una parte de ellas, entre los que predominan los jóvenes, deciden dirigirse en
manifestación al centro de Madrid. A la altura de la plaza de Manuel Becerra, les
corta el paso un destacamento de la Guardia de Asalto. Se producen cargas, carreras
e incidentes, pero los manifestantes logran reorganizarse y continuar avanzando por
la calle de Alcalá. Muchos había sido cacheados por los guardias para asegurarse
que no llevaban armas. Cuando llegan al cruce con la calle General Pardiñas —o al
cruce con la calle Goya, según otras versiones— suena un tiro e inmediatamente los
guardias que ocupaban una o dos camionetas descienden y comienzan a disparar.
Mueren dos de los manifestantes y varios resultan heridos de gravedad. Los
incidentes se prolongan por el centro de la capital. En la calle de Montera una
persona resulta gravemente herida por un disparo.316318 Según diversos periódicos,
el balance final es de entre dos y siete muertos y numerosos heridos».3192320
Ningún guardia fue alcanzado por un disparo.316 Esta actuación desproporcionada de
las fuerzas de orden público provocó las protestas de tres oficiales de la Guardia
de Asalto, que por esta razón fueron arrestados.269 Otros reclamaron una
investigación más exhaustiva del asesinato de Calvo Sotelo e incluso estuvieron a
punto de amotinarse.319 También fueron arrestados por sus oficiales algunos
suboficiales y guardias de Asalto del Cuartel de Pontejos, la mayoría
pertenecientes a la 2ª Compañía (la del teniente Castillo) y a la 5ª, por mostrar
su descontento porque se les culpara de forma indiscriminada del asesinato del
líder monárquico.321322

Al día siguiente, miércoles 15, la censura no impidió que el diario monárquico ABC
publicara una esquela por la muerte de Calvo Sotelo que ocupaba toda la primera
página y en la que aparecía la palabra «asesinado». En ella se decía: «José Calvo
Sotelo, ex ministro de Hacienda y diputado a Cortes. Murió asesinado en la
madrugada del 13 de julio de 1936. RIP. Su familia, las fuerzas nacionales que
representaba, sus amigos y correligionarios, ruegan una oración por el eterno
descanso de su alma».323

La reunión de la Diputación Permanente de las Cortes

Interior del Palacio de las Cortes, donde tuvo lugar la reunión de la Diputación
Permanente.
Tanto el Gobierno como el presidente de las Cortes estuvieron de acuerdo en que
hasta que los ánimos se calmaran había que suspender sus sesiones. Pero como la
CEDA se opuso, porque quería que se celebrara una sesión ordinaria para debatir lo
que había ocurrido («Comunique usted a los autores de la muerte de Calvo Sotelo que
esta noche duermo en casa, por si quieren venir a asesinarme», le dijo Gil Robles a
Martínez Barrio cuando se negó a que las Cortes fueran suspendidas; «Eso es
llamarnos asesinos», le replicó el segundo; «Tómelo usted por donde quiera», le
contestó el primero),324301 se tuvo que recurrir a un decreto del presidente de la
República Manuel Azaña quien en uso de la prerrogativa que le concedía el artículo
81 de la Constitución de 1931 («El presidente de la República... podrá suspender
las sesiones ordinarias del Congreso en cada legislatura solo por un mes en el
primer periodo y por quince días en el segundo») las suspendió durante ocho
días.309 Sin embargo, el Gobierno no pudo eludir la reunión de la Diputación
Permanente porque el 15 de julio se cumplía el plazo de un mes de vigencia del
estado de alarma, y este había que renovarlo cada treinta días.269 Diego Martínez
Barrio, presidente de las Cortes, tenía la esperanza de que no hubiera incidentes
al ser mucho menor el número de diputados presentes (veintidós, solo siete de ellos
de derechas).325326

Hacia las once y media de la mañana del miércoles 15 de julio se inició la reunión
de la Diputación Permanente.327 Sorprendió que no estuviera presente el presidente
del gobierno Santiago Casares Quiroga. En su lugar asisten el ministro de Estado
Augusto Barcia Trelles y el ministro de la Gobernación Juan Moles. Tras la lectura
de la proposición de prórroga del estado de alarma Martínez Barrio cede la palabra
al representante de la derecha monárquica Fernando Suárez de Tangil, conde de
Vallellano.328 Este lee una declaración que ha sido redactada por Pedro Sainz
Rodríguez, quien más adelante afirmaría que «era una declaración correcta de forma,
pero de una enorme violencia». La brutal acusación aparece en el segundo párrafo:
el asesinato de Calvo Sotelo —«honra y esperanza de España», «vocero de las
angustias que sufre nuestra patria»— ha sido un «verdadero crimen de Estado» —los
monárquicos acababan de señalar al Gobierno como el instigador o cómplice del
crimen, aunque como reconoció años más tarde Sainz Rodríguez no tenía ninguna
prueba, ni la tenía entonces, pero a pesar de ello la calificación de «crimen de
Estado» se mantuvo durante los cuarenta años de la dictadura franquista—.329301

Según Ian Gibson, «se trataba, pues, de utilizar la muerte del jefe monárquico para
desacreditar aún más a un Gobierno odiado. No importaba que el asesinato no hubiera
sido, en realidad, un crimen de Estado, es decir ordenado por el Gobierno. Lo
imprescindible era hacer creer que lo había sido. Los monárquicos, cuando dieron el
visto bueno al documento... sabían que dentro de unos días estallaría la
sublevación».330 De hecho, dos semanas antes, el 1 de julio, Pedro Sainz Rodríguez
en persona, con el conocimiento de Antonio Goicoechea y de Calvo Sotelo, había
firmado en Roma la compra de 43 aviones de combate con su correspondiente armamento
y munición (y combustible y piezas de recambio), por un valor de 39,3 millones de
liras (616 000 libras).331 Por encima incluso de la operación del Dragon Rapide,
esta compra de aviones a la Italia fascista fue, según Ángel Viñas, «la aportación
operativa más importante que llevaron a cabo los monárquicos de cara a los
preparativos finales del golpe de Estado» y significaba que los monárquicos no se
preparaban para un golpe de estado, sino «para dirimir una corta guerra». Estos
aviones fueron los que hicieron posible que el general Franco trasladara el
Ejército de África a la península, un hecho decisivo en su victoria en la guerra
civil española.332

El documento redactado por Sainz Rodríguez y leído por el conde de Vallellano


continuaba diciendo que el asesinato de Calvo Sotelo era un crimen «sin precedentes
en nuestra historia política», ya que «había sido ejecutado por los propios agentes
de la autoridad» y después se ampliaba la responsabilidad del «crimen de Estado» a
todas las fuerzas políticas que apoyaban al Gobierno (recordando la amenaza que le
lanzó a Calvo Sotelo el socialista Ángel Galarza, pero sin mencionar su nombre): «Y
esto ha podido realizarse merced al ambiente creado por las incitaciones a la
violencia y al atentado personal contra los diputados de derechas que a diario se
profieren en el Parlamento. "Tratándose de Calvo Sotelo, el atentado personal es
lícito y plausible", han declarado algunos».333 Seguidamente se lanzaba un
despiadado y «maquiavélico»334 ataque contra el presidente del gobierno Casares
Quiroga, tras mencionar la supuesta amenaza que este le había hecho a Calvo Sotelo
en las Cortes el 16 de junio:334335
¡Triste sino el de este gobernante, bajo cuyo mando se convierten en delincuentes
los agentes de la autoridad! Unas veces es la represión criminal de Casas Viejas
sobre unos campesinos humildes; otras, como ahora, atentando contra un patriota y
político insigne, verdadera gloria nacional; es a él a quien ha correspondido la
triste suerte de hallar en cuerpos honorables núcleos más o menos numerosos de
asesinos.
La declaración acababa anunciando la retirada de los monárquicos de las Cortes,
pero al mismo tiempo su compromiso con «quien quiera salvar a España»:336328337334
335
Nosotros no podemos convivir ni un momento más con los amparadores y cómplices
morales de este acto. No queremos engañar al país y a la opinión internacional
aceptando un papel en la farsa de fingir la existencia de un Estado civilizado y
normal, cuando en realidad desde el 16 de febrero vivimos en plena anarquía, bajo
el imperio de una monstruosa subversión de todos los valores morales, que ha
conseguido poner la autoridad y la justicia al servicio de la violencia y el
crimen.
No por esto desertamos de nuestros puestos en la lucha empeñada, ni arriamos la
bandera de nuestros ideales. Quien quiera salvar a España y su patrimonio moral
como pueblo civilizado, nos encontrará los primeros en el camino del deber y del
sacrificio.
El presidente de las Cortes Diego Martínez Barrio le rogó a Suárez de Tangil que no
abandonara inmediatamente la sala porque quería «hacer unas manifestaciones
respecto al contenido del documento que acaba de leerse», a lo que el diputado
monárquico accedió: «las atenciones y deferencias que oficial y particularmente
debemos en este trágico caso al señor presidente me obligan a cumplir sus
indicaciones». Martínez Barrio inició su intervención diciendo que comprendía «el
estado de dolor del señor Suárez de Tangil y de la representación parlamentaria en
cuyo nombre acaba de leer ese documento», pero a continuación advirtió de que tras
examinar detenidamente el documento excluiría del Diario de Sesiones aquellas
manifestaciones «que suponen una exacerbación de las pasiones, unas acusaciones
sobre las que no quiero entrar, pero que en estos instantes solo el enunciarlas
contribuirían a envenenar los ánimos aún más de lo que se hallan». «No lo tome el
señor Suárez de Tangil ni la representación de sus grupos a descortesía, a falta de
atención y, en lo que tienen de humano, a ausencia de colaboración y solidaridad
con el dolor que experimentan, que nos es común, sino a previsión, obligada, mucho
más en quien en estos instantes las circunstancias le han deparado obligaciones tan
amargas como las que sobre mí pesan». Finalizó diciendo: «Espero y deseo que la
retirada parlamentaria de los grupos de Renovación Española y tradicionalista, que
han delegado su derecho en su señoría, sea transitoria...». Suárez de Tangil
cumplió con su propósito y abandonó la sala.338

Martínez Barrio ordenó eliminar del Diario de Sesiones la frase clave: un


«verdadero crimen de Estado». Y también las duras acusaciones dirigidas contra el
presidente del Gobierno Casares Quiroga: no aparece consignada la frase «y el
Presidente del Consejo ha amenazado a Calvo Sotelo con hacerle responsable a
priori, sin investigación ulterior, de acontecimientos fáciles de prever que
pudieran producirse en España»; y es eliminado todo el párrafo que empezaba
diciendo «¡Triste sino el de este gobernante...» y acababa con la frase «...la
triste suerte de hallar en cuerpos honorables núcleos más o menos numerosos de
asesinos» (toda la cita en cursiva). También suprimió la referencia a «el crimen»
del penúltimo párrafo de la declaración (en cursiva en la cita).195nota 10 Gil
Robles protestó con dureza y amenazó con abandonar las Cortes: «Tacharlas [las
palabras del Sr. Suárez de Tangil], hacer que no lleguen al acta, que no sean
transcritas en el Diario de Sesiones, es algo que significa un atentado al derecho,
que nunca ha sido desconocido, de las minorías,...».335

José María Gil Robles en un mitin de la CEDA en el Frontón Urumea de San Sebastián
en 1935 (en la parte delantera de la mesa aparece el logo de la CEDA). Según
Gabriele Ranzato, su intervención en la sesión de la Diputación Permanente «fue,
por su eficacia y elocuencia, su último gran servicio a la causa de la
sublevación».
Tras una breve intervención del ministro de Estado Augusto Barcia lamentando la
muerte de Calvo Sotelo, toma la palabra el líder de la CEDA José María Gil Robles,
cuya intervención, según Gabriele Ranzato, «fue, por su eficacia y elocuencia, su
último gran servicio a la causa de la sublevación».339 Su discurso, según Luis
Romero, «es agresivo y acusatorio; parlamentariamente hablando ya no se complementa
con Calvo Sotelo, se ha fundido con él».340 Gil Robles comienza denunciando que el
estado de alarma ha sido utilizado por el gobierno como «elemento de persecución»
contra la oposición,341 para a continuación desmarcarse de la acusación de «crimen
de estado» que acababan de hacer los monárquicos. «Lejos de mi ánimo el recoger
acusaciones en globo, y mucho menos lanzar sobre el Gobierno, sin pruebas, una
acusación calumniosa de pretender que el Gobierno esté directamente mezclado en un
hecho criminal de esta naturaleza», dice.330 Pero alude a la amenaza pronunciada
por el diputado socialista Ángel Galarza («¿Es que acaso estas palabras no implican
una excitación, tan cobarde como eficaz, a la comisión de un delito gravísimo? ¿Es
que ese hecho no implica responsabilidad alguna para los grupos y partidos que no
desautorizaron esas palabras?»), a la declaración de Casares Quiroga sobre la
beligerancia del gobierno sobre el fascismo («Cuando desde la cabecera del banco
azul se dice que el Gobierno es beligerante, ¿quién puede impedir que los agentes
de la autoridad lleguen en algún momento hasta los mismos bordes del crimen?») y a
su supuesta amenaza a Calvo Sotelo del día 16 de junio («equivale a señalar, a
anunciar una responsabilidad "a priori", sin discernir si ha incurrido o no en
ella»),342 por lo que en el orden político y moral sí considera al Gobierno
responsable de lo ocurrido y, lo que es aún más grave, lo acusa de patrocinar la
violencia:343344345346347348

Así como vosotros estáis total y absolutamente rebasados, el Gobierno y los


elementos directivos, por la masas obreras, que ya no controláis, así nosotros
estamos ya totalmente desbordados por un sentido de violencia, que habéis sido
vosotros los que habéis creado y estáis difundiendo por toda España. [...] Vosotros
como gobierno, aunque no tengáis la responsabilidad criminal directa ni indirecta
en el crimen, sí tenéis la enorme responsabilidad moral de patrocinar una política
de violencia que arma la mano del asesino; de haber, desde el banco azul, excitado
la violencia; de no haber desautorizado a quienes desde los bancos de la mayoría
han pronunciado palabras de amenaza y de violencia contra la persona del Señor
Calvo Sotelo. Eso no os lo quitaréis nunca; podéis, con la censura, hacer que mis
palabras no lleguen a la opinión.. ¡Ah! pero tened la seguridad de que la sangre
del señor Calvo Sotelo está sobre vosotros, y no os la quitaréis nunca... Si
vosotros estáis, con habilidades mayores o menores, paliando la gravedad de los
hechos, entonces la responsabilidad escalonada irá hasta lo más alto... y alcanzará
a todo el sistema parlamentario y manchará de barro y de miseria y de sangre al
mismo régimen.[...] Todos los días, por parte de los grupos de la mayoría, por
parte de los periódicos inspirados por vosotros, hay la excitación, la amenaza, la
conminación a que hay que aplastar al adversario, a que hay que realizar con él una
política de exterminio. A diario la estáis practicando: muertos, heridos,
atropellos, coacciones, multas, violencias... Este periodo vuestro será el período
máximo de vergüenza de un régimen, de un sistema y de una Nación. Nosotros estamos
pensando seriamente que no podemos volver a las Cortes a discutir una enmienda, un
voto particular... No; el Parlamento está ya a cien leguas de la opinión nacional;
hay un abismo entre la farsa que representa el Parlamento y la honda y gravísima
tragedia nacional. Nosotros no estamos dispuestos esa farsa. Vosotros podéis
continuar; sé que vais a hacer una política de persecución, de exterminio y de
violencia de todo lo que signifique derechas. Os engañáis profundamente: cuanto
mayor sea la violencia, mayor será la reacción; por cada uno de los muertos surgirá
otro combatiente. Tened la seguridad —esto ha sido ley constante en todas las
colectividades humanas— de que vosotros, que estáis fraguando la violencia, seréis
las primeras víctimas de ella... Ahora estáis muy tranquilos porque veis que cae el
adversario ¡Ya llegará un día que la misma violencia que habéis desatado caerá
sobre vosotros! [...] Y dentro de poco vosotros seréis en España el gobierno del
Frente Popular del hambre y de la miseria, como ahora, lo sois de la vergüenza, del
fango y de la sangre.
En otro pasaje de su discurso había justificado implícitamente la sublevación que
se estaba preparando:349339341
Este clamor que nos viene de campos y ciudades indica que está creciendo eso que en
términos genéricos habéis dado en denominar fascismo; pero que no es más que el
ansia, muchas veces nobilísima, de libertarse de un yugo y de una opresión que en
nombre del Frente Popular el Gobierno y los grupos que le apoyan están imponiendo a
sectores extensísimos de la opinión nacional. Es un movimiento de sana y hasta
santa rebeldía, que prende en el corazón de los españoles y contra el cual somos
totalmente impotentes los que día tras día y hora tras hora nos hemos venido
parapetando en los principios democráticos, en las normas legales y en la actuación
normal. [...] Cuando la vida de los ciudadanos está a merced del primer pistolero,
cuando el Gobierno es incapaz de poner fin a ese estado de cosas, no pretendáis que
las gentes crean ni en la legalidad ni en la democracia; tened la seguridad de que
derivarán cada vez más por los caminos de la violencia, y los hombres que no somos
capaces de predicar la violencia ni aprovecharnos de ella seremos lentamente
desplazados por otros más audaces y más violentos que vendrán a recoger este hondo
sentir nacional.
Según Ranzato, frente al formidable desafío que las derechas acababan de realizar
«la respuesta del gobierno y de los partidos que lo sostenían resulta inadecuada,
dilatoria e inconsistente. Habría sido necesaria la intervención de un jefe de
gobierno capaz de rebatir punto por punto, de manifestar indignación por el
asesinato de unos de los máximos representantes de la oposición y de prometer
solemnemente el rápido castigo de sus autores, pero, al mismo tiempo, de denunciar
el intento de la derecha de aprovechar ese delito para incitar, a su vez, a la
violencia y a la rebelión». Pero el presidente del gobierno Casares Quiroga no
había acudido a la reunión de la Diputación Permanente («fue un error político
gravísimo, y tuvo el efecto de parecer dar cierta razón a los que le acusaban de
complicidad en el asesinato del jefe monárquico», afirma Ian Gibson),350 y en
nombre del gobierno le respondió a Gil Robles el ministro de Estado Augusto Barcia,
«minimizando, eludiendo y oponiéndole a veces una torpe defensa», según Ranzato.351
Contestando con «dignidad y mesura», según Ian Gibson.347 «Un discurso vacuo»,
según Alfonso Bullón de Mendoza.352 Tras reprocharle a Gil Robles haberse expresado
en términos «verdaderamente monstruosos», Barcia recurrió al argumento, utilizado
en innumerables ocasiones por las izquierdas, de hacer responsable último de los
desórdenes a los gobiernos de centro-derecha del bienio anterior, una de cuyas
figuras más destacadas había sido el líder de la CEDA.353 A continuación defendió
la actuación del Gobierno en el esclarecimiento del asesinato de Calvo Sotelo
alegando que había tomado «absolutamente todas la medidas que podía y tenía en sus
manos, y tomadas están, e inmediatamente buscar el Juez de máxima garantía y de
máxima jerarquía para que, entrando a fondo, sin detenerse en nada, llegando hasta
donde tenga que llegar, esclarecerlo todo».347 También intervino, brevemente, el
ministro de la Gobernación, Juan Moles, quien en lugar «de aclarar por lo menos
todos los aspectos relativos al papel desarrollado —antes, durante y después de los
hechos— por las fuerzas de policía», se limitó a decir que había varios miembros de
la Guardia de Asalto detenidos y separados del servicio, sin dar más detalles.
Añadió la falsedad («una reflexión que no tenía pies ni cabeza», según Alfonso
Bullón de Mendoza)354 de que los dos agentes que custodiaban el domicilio de Calvo
Sotelo habían opuesto resistencia a los que intentaban entrar en el edificio y de
que les habían «exigido determinadas garantías» para permitirles el paso.355351
Según Ranzato, el gobierno perdió su última ocasión de «librarse del lastre de la
extrema izquierda que les arrastraba hacia el fondo... por medio de una clara
separación de responsabilidades».356

Indalecio Prieto, líder del sector centrista del PSOE. Respondió al discurso de Gil
Robles recurriendo al argumento de que la violencia de aquel momento era la
consecuencia de «las enormes ferocidades cometidas con ocasión de la represión de
los sucesos de octubre de 1934» llevada a cabo por el gobierno radical-cedista.
Según Ranzato, tampoco aprovechó la oportunidad de desmarcarse de la extrema
izquierda el socialista moderado Indalecio Prieto, tal vez apesadumbrado por el
hecho de que quienes habían cometido el asesinato de Calvo Sotelo no eran exaltados
largocaballeristas, sino hombres de su escolta.357 Según Alfonso Bullón de Mendoza,
Prieto «perdió una ocasión maravillosa de callarse» porque su discurso fue un
ejemplo extremo de «cinismo», ya que, según este historiador, desde el mismo día
del asesinato Prieto ya sabía quienes habían asesinado a Calvo Sotelo y los estaba
encubriendo.358 Dirigiéndose a Gil Robles, Prieto volvió a recurrir al argumento de
la izquierda de que la violencia de aquel momento era la consecuencia de «las
enormes ferocidades cometidas con ocasión de la represión de los sucesos de octubre
de 1934»: «Entonces no calculasteis que habíais sembrado una planta cuyo tóxico os
había de alcanzar también a vosotros. Ninguno de nosotros ha aprobado los hechos
que se están ahora realizando, los condenamos y los deploramos... pero... su
señoría no tiene derecho a creer sus manos totalmente limpias y pulcras de
responsabilidad mientras porfía para enfangar las de los demás».359 Prieto lo
argumentó así:358
Sagrada era la vida del Sr. Calvo Sotelo, indiscutiblemente, pero no más, para
nosotros, que la de cualquier ciudadano que haya caído en condiciones idénticas, y
cuando S.S. imputaba al Gobierno y a las fuerzas parlamentarias que le asisten ser
causantes, en un orden u otro, con responsabilidad directa o indirecta, según
quiera su señoría, de dicho suceso, acontecía que en su imaginación no había sino
una línea de víctimas... Nosotros las abarcamos todas, absolutamente todas y por
igual... El caso de Sirval es exactamente igual al de Calvo Sotelo... Los desmanes
de la fuerza pública, los crímenes de individuos pertenecientes a la fuerza
pública, la falta de respeto a la vida humana en España no empezó el 16 de
febrero... En España empezó el presente ominoso periodo en la época de vuestro
mandato, no sé si bajo vuestra inspiración, pero, por lo menos, bajo vuestro
silencio y vuestro encubrimiento.
Lo cierto es que Prieto, que en los últimos meses había sido uno de los pocos
líderes de la izquierda que había denunciado la violencia de sus correligionarios,
desde principios de julio había cambiado su discurso (tal vez porque «veía venir la
guerra inexorablemente», según Ranzato). El 2 de julio la Comisión Ejecutiva del
PSOE, que Prieto controlaba, había manifestado que «si se nos invita a combates de
violencia, la violencia será nuestro sistema. Mañana mismo que surgiera la
coyuntura, nuestra voz se alzaría para pedir al proletariado que se pusiera en pie
de guerra».360 El 9 de julio Prieto había publicado en su periódico El Liberal de
Bilbao un artículo en el que hacía un llamamiento a «correligionarios y amigos» a
«vivir precavidos» y «estar alerta» «por si llega el momento» de emplear «nuestra
fuerza». También se dirigió al Gobierno: «Hombre prevenido vale por dos y el
Gobierno prevenido vale por cuarenta».361 Tres días después, el 12 de julio, la
víspera del asesinato de Calvo Sotelo, había reiterado, de nuevo en El Liberal:
«Estén seguros de que al lanzarse ['quienes desde el campo adversario preparan el
ataque'] se lo juegan todo, absolutamente todo. Como nosotros hemos de hacernos a
la idea de que tras nuestra derrota no se nos dará cuartel. La contienda, pues, si
al fin surge, se ha de plantear en condiciones de extrema dureza».362

La réplica de Gil Robles a Prieto fue contundente: «Decía el señor Prieto que había
que medir las responsabilidades de cada uno. Yo tengo ganas de que se hable aquí de
todo, para que se midan también las responsabilidades de su señoría y la de todos
aquellos que prepararon el movimiento revolucionario y desencadenaron la catástrofe
sobre la República, sobre Asturias, para que se ponga en claro las crueldades
tremendas que en la revolución se produjeron...».363

José Díaz, secretario general del Partido Comunista de España, tras recordar de
nuevo la «represión de Asturias»,364 en la que «con el consentimiento del Gobierno,
se llevaron a aquella región tropas moras para que pasaran por el filo de sus
gumias a los mineros españoles», le lanza una advertencia a Gil Robles en relación
con su supuesta implicación en el complot que pretende acabar con la República:
«¡Tened cuidado! Todos nos hallamos vigilantes a fin de que no podáis llevar a cabo
vuestros intentos...». Por otro lado acusa al Gobierno de tibieza al «quedarse
corto, al no meter mano a fondo a los elementos responsables de la guerra civil que
hay en España», entre los que señala directamente a la CEDA. Termina diciendo
dirigiéndose a los diputados de derechas: «Aquí estamos, las fuerzas obreras en
primer término, para apoyar al Gobierno, y después para impedir que vuestros
intentos de llevar a España a la catástrofe sean logrados».365

Interviene a continuación el centrista Manuel Portela Valladares quien, según Luis


Romero, «es quizá el único de los oradores que se mantiene neutral». Comunica que
no apoyará la prórroga del estado de alarma porque al haberse declarado beligerante
el Gobierno no lo podrá aplicar «con serenidad, con mesura, sin pasión, con
igualdad».366354 Por su parte el diputado de la Lliga Joan Ventosa lanza un ataque
«inmisericorde, aunque realista»,354 contra el presidente del Gobierno Casares
Quiroga a quien considera la persona menos adecuada «para restablecer la
convivencia civil entre los españoles y para poner término a la guerra civil que
existe». Al igual que los monárquicos y que Gil Robles, recuerda también «los
tumultos [parlamentarios] producidos por elementos que forman parte de la minoría
gubernamental, de la cual han partido insultos, injurias, ataques e incitaciones al
atentado personal constantemente». Y subraya que el atentado contra Calvo Sotelo no
tiene comparación con otros por tratarse «del representante de una fuerza de
opinión en pugna con la que está en el Gobierno, que es asesinado por quienes
aparecen como agentes de este Gobierno». Ventonsa termina diciendo que tampoco
apoyará la prórroga del estado de alarma.355 Después interviene José María Cid, del
Partido Agrario Español, que recuerda la amenaza vertida en sede parlamentaria
contra Calvo Sotelo por el diputado socialista Ángel Galarza (amenaza a la que
también se había aludido, sin nombrar al diputado, en la declaración de los
monárquicos).355354 Finalmente se vota la prórroga del estado de alarma que queda
aprobada por trece votos contra cinco y una abstención (la de Portela
Valladares).367 En cuanto se levanta la sesión Gil Robles, como ya lo han hecho o
están a punto de hacerlo otros miembros destacados de las derechas, abandona
Madrid. Vuelve en coche a Biarritz de donde había venido nada más conocer el
asesinato de Calvo Sotelo.368195

Ese mismo día por la tarde el diario socialista caballerista Claridad respondía a
la afirmación de Gil Robles, en tonos amenazantes e irónicos, de que el estado de
alarma no había servido para acabar con la violencia: «Si el estado de alarma no
puede someter a las derechas, venga cuanto antes una dictadura del Frente Popular.
Es la consecuencia lógica e histórica del discurso del señor Gil Robles. Dictadura
por dictadura, la de izquierdas. ¿No quiere este gobierno? Pues sustitúyale un
gobierno dictatorial de izquierdas. ¿No quiere el estado de alarma? Pues concedan
las Cortes plenos poderes. ¿No quiere la paz civil? Pues sea la guerra civil a
fondo. ¿No quieren el Parlamento? Pues gobiérnese sin Parlamento. Todo menos un
retorno de las derechas. Octubre fue su última carta y no volverán a jugar más».272
266369 El artículo traslucía la confianza que tenían los socialistas de todas las
tendencias, y la izquierda obrera en general, de que el «proletariado» sería capaz
de vencer en una previsible guerra civil que estimaban corta.285370

El impacto en los militares


Véase también: Conspiración golpista de 1936
El asesinato de Calvo Sotelo provocó que los últimos militares indecisos o
indiferentes se sumaran a la rebelión dándole el impulso definitivo.371372373374
Entre los militares ya comprometidos con la conspiración el magnicidio y sus
circunstancias excitaron tanto los ánimos que el general Mola tuvo que desplazarse
el día 14 desde Pamplona a Logroño para impedir que la clandestina Unión Militar
Española (UME) se sublevara, junto con Falange, el día 16.375376 Además varios
militares llegaron a preparar un complot para secuestrar al presidente de la
República Manuel Azaña que se descartó finalmente por la inminencia de la
sublevación.377378

Eduardo González Calleja ha señalado que «el magnicidio no provocó el levantamiento


militar, pero aumentó la determinación de los conjurados y animó a dar el paso a
los que aún dudaban en participar en la asonada que se preparaba».379 Un análisis
que es compartido por otros historiadores, como José Luis Rodríguez Jiménez que
afirma que «el atentado no fue en absoluto determinante para los preparativos del
golpe que estaba a punto de estallar, pero profundizó la grieta existente en la
vida política, envuelta de una tensión ya muy difícil de disimular. Además, quienes
llevaban largo tiempo planificando un golpe de Estado iban a ver como se
incrementaba el número de los que apostaban por la opción insurreccional».380 Joan
Maria Thomàs, por su parte, afirma que el asesinato de Calvo Sotelo resultó
«decisivo a la hora de concitar un mayor apoyo de los generales y oficiales al
golpe y, sobre todo, a la de concitar apoyos a éste entre sectores de la
población».381 También indujo a la pasividad a militares de orientación democrática
a la hora de defender la República.382 Luis Romero afirma: «El 13 de julio, la
conspiración está muy avanzada, a punto de estallar el movimiento rebelde, pero la
conmoción que produce la muerte de Calvo Sotelo ejerce definitiva influencia en la
fijación final de la fecha, en decidir a vacilantes y en los acontecimientos
posteriores».383 Ian Gibson considera que el asesinato «les dio a los rebeldes —
cuyos planes conspiratorios estaban ya muy adelantados el 13 de julio— una nueva e
inmejorable justificación para el Movimiento ante la opinión mundial. Convenció a
los militares aun vacilantes que había llegado la hora de tomar decisiones
tajantes».384 El militar republicano Jesús Pérez Salas escribió en sus memorias lo
siguiente sobre el impacto que tuvo en el Ejército el asesinato de Calvo Sotelo:385
386387
No sé de quien pudo partir la idea de cometer semejante atropello [el asesinato de
Calvo Sotelo]; pero sí diré, que ni elegido por los rebeldes podían haberlo hecho
mejor que los que lo cometieron. [...] Si aplicándole la ley del Talión los
allegados, compañeros o correligionarios del teniente Castillo, hubiesen disparado
contra Calvo Sotelo en la calle o donde lo hubiesen encontrado, solo hubiera sido
un acto más de terrorismo, que se sumaba a los muchos que se habían llevado a cabo
aquel verano. La impresión que este acto hubiera causado en el Ejército habría sido
desde luego deplorable, y como consecuencia, habría constituido un paso más hacia
la intervención de éste en el levantamiento... Pero en forma alguna pudiera haber
constituido la gota de agua que hizo rebasar el vaso... Pero cuando fueron
revelados sus detalles y se supo que habían intervenido en el mismo las fuerzas de
Orden Público, la reacción fue tremenda. Los dirigentes supieron aprovechar
rápidamente el estado de ánimo de la oficialidad para poner en práctica sus planes.
[...] Es inútil tratar de restar importancia al hecho. Si las fuerzas de Orden
Público, en las que descansan los derechos y la seguridad de los ciudadanos, son
capaces de ejecutar actos de esta naturaleza, prueban evidentemente su absoluta
falta de disciplina y el olvido de su sagrada misión. Claro está que sólo fueron
unos cuantos guardias y dos oficiales los que intervinieron en tal reprobable acto;
pero que éstos se hubieran atrevido a dar semejante paso, es un síntoma de la
descomposición de esas fuerzas o de parte de ellas, a las que se sabía contagiadas
por el virus de la política.[...]
Quizá hubiera podido evitarse la acción posterior del Ejército, mediante una rápida
y enérgica intervención del Gobierno republicano, castigando a los ejecutores [del
delito] y, sobre todo, expulsando del Cuerpo de Seguridad al núcleo contaminado,
para dar así la sensación al país de que el Gobierno se hallaba dispuesto a
terminar con el terrorismo de cualquier parte que procediese.
El historiador norteamericano Stanley G. Payne le concede aún más importancia al
asesinato de Calvo Sotelo pues considera que este magnicidio, que según él supuso
«el fin del sistema constitucional» republicano, fue el que decantó a los militares
a sublevarse.388 «El asesinato de Calvo Sotelo fue el catalizador necesario para
transformar una conspiración floja en una rebelión violenta que podía disparar una
lucha masiva», afirma Payne.386 Alfonso Bullón de Mendoza sostiene la misma tesis
pues considera que la conspiración militar «había empezado sus pasos hacía varios
meses... pero en pasos vacilantes, dados en buena medida por gentes que tan sólo
deseaban un pretexto para no sublevarse». Sin embargo, tras conocer el asesinato de
Calvo Sotelo y sus circunstancias «fueron muchos los militares que entonces
decidieron sumarse al alzamiento, hasta el punto que es muy posible que sin el
asesinato de Calvo Sotelo la sublevación, que en cualquier caso habría estallado en
breves días, se hubiese convertido en una nueva sanjurjada».389

El general Franco estuvo informado de la conspiración dirigida por el general Mola


a la que no se sumaría hasta el último momento (tras conocer el asesinato de Calvo
Sotelo).
Tanto Payne como Bullón de Mendoza aportan como prueba el cambio de actitud del
general Franco («la situación límite de la que siempre había hablado como el único
factor que podía justificar una rebelión armada finalmente se había producido...
Había llegado el momento en que el cauteloso general había decidido que era aún más
peligroso no rebelarse que rebelarse», afirma Payne).390 Ambos recuerdan que solo
un día antes del asesinato había vuelto a manifestar sus dudas sobre la
participación en la sublevación.391367392 Bullón de Mendoza afirma que «Franco,
cuyo prestigio en el Ejército es difícil exagerar, no era desde luego un
conspirador entusiasta, y además pensaba que los preparativos de Mola era bastante
chapuceros, motivo por el cual, al igual que otros muchos militares, tenía serias
dudas sobre las posibilidades de triunfo del golpe que se preparaba».367 Por esa
razón el 12 de julio Franco envió un mensaje a Mola, a través del coronel Valentín
Galarza, en el que le decía «geografía poco extensa», «que no significaba otra cosa
que la necesidad de aplazar el golpe hasta que estuviese debidamente preparado»,
según Bullón de Mendoza.367nota 11 El mensaje del general Franco causó una enorme
consternación en el general Mola que tuvo que cambiar algunas instrucciones y que
llegó a plantearse enviar al general Sanjurjo a Marruecos, para que fuera él el que
encabezara la rebelión en el Protectorado.393 Pero tras conocer el asesinato de
Calvo Sotelo y sus circunstancias, la posición del general Franco dio un giro
radical. El 14 de julio, al día siguiente del magnicidio, comunicó a Mola su
participación en la sublevación.394 Según su primo y ayudante Francisco Franco
Salgado-Araujo, Franco afirmó «con gran indignación» «que ya no se podía esperar
más y que perdía por completo la esperanza de que el gobierno cambiase de conducta
al realizar este crimen de Estado, asesinando alevosamente a un diputado de la
nación valiéndose de la fuerza de orden público a su servicio».395396389 Luis
Romero comenta: «De no producirse el atentado [contra Calvo Sotelo], no sabemos
cómo Franco hubiese reaccionado si Mola se decidía a sublevarse y Sanjurjo se
trasladaba a Marruecos; probablemente se hubiera incorporado al movimiento. El
hecho de que el Dragon Rapide estuviera en vuelo, no significa que Franco estuviera
decidido».397

Hugh Thomas ya había sostenido una posición similar a la de Payne y a la de Bullón


de Mendoza en su historia de la guerra civil publicada en 1961 y revisada en 1976:
«Aunque la conspiración llevaba fraguándose tanto tiempo, la muerte de Calvo Sotelo
fue lo que decidió realmente a los conspiradores a ponerla en marcha; de otro modo,
tal vez no hubieran tenido valor para dar el primer paso. En cambio, ahora, si no
hubieran actuado, tal vez habrían sido desbordados por sus seguidores».304

Por otro lado, la conmoción que les causó la noticia del asesinato de Calvo Sotelo
también inclinó a los carlistas a sumarse definitivamente a la sublevación que
dirigía el general Mola, con quien llevaban negociando hacía varias semanas sin
llegar a ponerse de acuerdo. En la noche del miércoles 15 la Junta Suprema Militar
Carlista de San Juan de Luz autorizó oficialmente la participación del carlismo en
el movimiento militar: «la Comunión Tradicionalista se suma, con todas sus fuerzas,
en toda España al Movimiento Militar para la Salvación de la Patria».398399

El inicio de la sublevación
Véase también: Golpe de Estado de julio de 1936

El general Emilio Mola, organizador y principal promotor de la conspiración


golpista de 1936, por lo que fue conocido con el nombre en clave de «El Director».
Mola fue el que definió el plan político y militar del golpe de Estado de julio de
1936 cuyo fracaso relativo provocó la guerra civil española. Intentó evitar los
errores cometidos durante la fracasada Sanjurjada de cuatro años antes.
Finalmente todos obedecieron la orden de Mola de que la rebelión comenzara el
viernes 17 de julio en el Protectorado español de Marruecos (una vez conocida la
noticia de que las fuerzas de África estarían preparadas a partir del 16 de
julio)400 y de forma escalonada entre el sábado 18 de julio y el lunes 20 en la
península ―a diferencia de los pronunciamientos en que todas las guarniciones se
alzaban a un día y hora concretos, Mola dio libertad para que cada plaza se
sublevara cuando lo considerara oportuno con la intención de provocar un efecto
dominó; la única fecha y hora que fijó fue la del alzamiento en el protectorado: el
17 a las 17―401. Así se lo comunicó el día 15 el general Mola a su enlace en
Madrid, el teniente coronel Valentín Galarza, «El Técnico». Un día antes había
aterrizado en el aeródromo de Gando (Gran Canaria) el avión Dragón Rapide que debía
trasladar al general Franco desde Canarias al Protectorado de Marruecos (no había
aterrizado en Tenerife, donde se encontraba Franco, porque no disponía de un
aeropuerto adecuado; Franco tuvo que buscar un pretexto para viajar allí y lo
encontró en la necesidad de asistir al funeral del general Amado Balmes que acababa
de fallecer a causa de un accidente cuando manejaba un arma).376402 A las siete y
cuarto de la mañana del viernes 17 de julio un enlace del general Mola envió desde
Bayona tres radiotelegramas en clave para el general Franco en Tenerife, para el
general Sanjurjo en Lisboa y para el teniente coronel en la reserva Juan Seguí
Almuzara en Melilla en los que se les recordaba la orden de comenzar el alzamiento
el 17 a las 17.403404 Sin embargo, según Luis Romero la fecha que aparecía los
radiogramas era la del sábado 18 de julio y la sublevación se adelantó en el
Protectorado de Marruecos al viernes 17 por la tarde porque los conjurados en
Melilla se vieron obligados a ello para evitar ser detenidos cuando estaban
reunidos en las oficinas de la Comisión de Límites situada en la Alcazaba.405

Algunos líderes conservadores que no habían participado en la conspiración fueron


avisados de la fecha del golpe y se les recomendó que se marcharan de Madrid (o de
Barcelona, como en el caso de Francesc Cambó). Alejandro Lerroux, por ejemplo, se
fue a Portugal y desde allí dio su apoyo al golpe. El que decidió quedarse fue
Melquiades Álvarez que moriría asesinado en la saca de la Cárcel Modelo de Madrid
del 22 de agosto de 1936.406 Los líderes derechistas que estaban comprometidos con
la sublevación habían comenzado a abandonar la capital tras asistir al entierro de
Calvo Sotelo en la tarde del martes 14 de julio o después de la reunión de la
Diputación Permanente que se celebró en la mañana del día siguiente. José María Gil
Robles se marchó en coche a Biarritz ese mismo día 15 por la tarde; Antonio
Goicoechea se fue el viernes 17 a una finca de la provincia de Salamanca cercana a
la frontera con Portugal.407 También abandonaron Madrid ese mismo viernes 17 la
esposa y los hijos de Calvo Sotelo. A primera hora de la noche tomaban el expreso
de Lisboa.408409 Habían aparecido pintadas amenazantes en la capital, como una que
decía «la descendencia de Calvo Sotelo, seguirá el mismo camino que su padre».
Llegaron a Lisboa en la mañana del sábado 18 y en la Estación del Rocío,
«abarrotada de gente» —según recordó la hija de Calvo Sotelo Enriqueta— les
esperaba el general Sanjurjo, que le ofreció su brazo a la viuda para salir de la
Estación. Al parecer el general le dijo: «Hemos perdido al hombre más preclaro de
España». La familia de Calvo Sotelo abandonaría Lisboa para instalarse en la zona
sublevada en septiembre de 1937.409

Valoración
El historiador italiano Gabriele Ranzato ha destacado que lo que puso en evidencia
el asesinato de Calvo Sotelo fue que «el Estado del Frente Popular, en vez de
limitarse a perseguir y golpear con la ley a instigadores, promotores y ejecutores
de la violencia subversiva, empleando todos sus recursos represivos legales, había,
en cambio, permitido una justicia sumaria —o mejor una venganza sumaria—, y además
contra una de las figuras más eminentes de la oposición, por parte de miembros de
sus fuerzas del orden, sin que, por otro lado, se tomaran contra ellos inmediatas y
severas medidas. De ello había derivado una ofuscación del Estado de derecho, capaz
de engendrar una gran inseguridad en muchos ciudadanos desconcertados...».410

Joan Maria Thomàs coincide con Ranzato cuando afirma que «lo más importante fue la
falta de reacción del gobierno ante el asesinato del ultraderechista y diputado,
que no actuó enérgicamente dando un golpe de autoridad para restablecer el orden y
decepcionó a aquellos sectores que clamaban por un golpe de timón».2

Una valoración similar es la que sostiene Alfonso Bullón de Mendoza, pero va más
lejos al argumentar que el Gobierno con una actuación contundente podría haber
evitado la guerra civil. «Aunque son múltiples las fuentes de la época que señalan
el asesinato de Calvo Sotelo como el punto de no retorno hacia la guerra civil,
nosotros creemos que el conflicto aún pudo haberse evitado. Todo dependía de la
actitud que tomara el Gobierno, pues si ante el hecho sin precedentes de que un
diputado de la Nación fue asesinado con la colaboración de las Fuerzas de Seguridad
del Estado reaccionaba también con una contundencia sin precedentes, es muy posible
que hubiese logrado convencer a un gran sector de la sociedad española
(conspiradores incluidos), de que por fin iba a restablecerse el orden.
Lamentablemente no fue así».5 Bullón de Mendoza también afirma que «de no ser por
el impacto de su muerte es muy posible que [ el Alzamiento Nacional ] no hubiese
pasado, tal y como suponía el Gobierno, de ser una nueva "sanjurjada"».411

En 1965 el historiador norteamericano Gabriel Jackson ya señaló que «para todo


aquel que no fuera un ciego partidario de las izquierdas era intolerable que un
jefe de la oposición fuera asesinado por oficiales uniformados conduciendo un
vehículo del Gobierno», aunque añadió que «era igualmente intolerable que la
Falange y la UME llevaran con impunidad una campaña de terror contra los oficiales
izquierdistas». De esta forma equiparó los asesinatos del teniente del Castillo y
de Calvo Sotelo de los que dijo que ambos «horrorizaron a la opinión pública mucho
más que cualesquiera de los numerosos desórdenes y muertes ocasionales habidos
desde febrero».412

Stanley G. Payne ha destacado el hecho de que «nunca antes en la historia de los


regímenes parlamentarios occidentales un destacamento de la Policía estatal se
había unido con criminales revolucionarios para secuestrar y asesinar a un líder de
la oposición. Pero la comparación ya no cabía en realidad, porque la Segunda
República había dejado de ser un sistema parlamentario constitucional».413

Por su parte Julius Ruiz ha señalado las similitudes que presenta el asesinato de
Calvo Sotelo con el «Terror Rojo» que se desencadenó en la zona republicana durante
los primeros meses de la guerra civil española, en lo que coincide en gran parte
con lo señalado por Payne. «Su asesinato fue un precedente del posterior terror en
varios aspectos fundamentales. En primer lugar, lo llevó a cabo una brigada con
mezcla de policías y milicias... Condés invocó su autoridad para convencer al
político de que acompañara a los asesinos en plena noche. Este modus operandi sería
utilizado en infinidad de ocasiones durante los cuatro meses posteriores. En
segundo lugar, Calvo Sotelo fue víctima del gansterismo: lo llevaron a "dar un
paseo" en el asiento trasero de una camioneta de la Policía y se deshicieron del
cadáver en el cementerio de la ciudad. En tercer lugar, los dirigentes socialistas
proporcionaron protección política a los autores del asesinato».414

El asesinato de Calvo Sotelo durante el franquismo: la mitificación del


«protomártir»

Monumento a Calvo Sotelo en la plaza de Castilla de Madrid, levantado por M.


Manzano y C. Ferreira (1960).
El bando sublevado utilizó el asesinato de Calvo Sotelo para justificar y legitimar
el golpe de Estado de julio de 1936 y acusó directamente al gobierno de la
República del crimen. Así lo dijo el Generalísimo Franco el 19 de abril de 1938:
«Aquel Régimen murió definitivamente aquella madrugada triste en que un sedicente
Gobierno, constituyéndose en brazo ejecutor de la Masonería, fraguó y llevó a cabo,
por medio de sus agentes, el vil asesinato del Jefe de la oposición parlamentaria y
gran patricio: José Calvo Sotelo».415 Ese mismo año de 1938 la editorial Ediciones
Antisectarias de Burgos había publicado un folleto titulado Por quién fue asesinado
Calvo Sotelo, cuyo autor era el periodista del diario católico El Debate Benjamín
Bentura y cuya finalidad era demostrar la implicación del gobierno del Frente
Popular en el asesinato.416 Una de las «pruebas» que aportó Bentura fue la supuesta
reunión que mantuvo el capitán Condés a la una de la madrugada del lunes 13 —dos
horas antes de dirigir la expedición que acabaría con la vida de Calvo Sotelo— con
el presidente del gobierno Casares Quiroga. A Condés le habría acompañado el
teniente de Asalto del Grupo de Caballería Máximo Moreno. Se basó exclusivamente en
la información que le había proporcionado un comandante de la Guardia Civil, amigo
suyo. Ian Gibson le resta credibilidad a esta historia —no hay ninguna constancia
de la supuesta entrevista con Casares Quiroga— y a pesar de ello «la visita de
Condés y Moreno a Casares Quiroga se convirtió en dogma de la propaganda
franquista. Dogma, como cualquier otro, incuestionable». Como lo fue también
considerar el asesinato de Calvo Sotelo como «un crimen de Estado». Esta fue la
doctrina oficial durante los cuarenta años de la dictadura franquista.417

En los meses finales de la guerra civil el Generalísimo Franco ordenó la formación


de una Comisión sobre Ilegitimidad de Poderes Actuantes en 18 de julio de 1936 con
la misión de que sus miembros encontraran pruebas que demostraran que el gobierno
del Frente Popular contra el que se había alzado una parte del Ejército era
«ilegítimo» para de esa forma dar legitimidad al golpe de Estado de julio de 1936.
Una de las «pruebas» que adujo la Comisión fue que detrás de los asesinos de Calvo
Sotelo se encontraba el Gobierno de la República. Para demostrarlo aportaron
testimonios de cuya veracidad los historiadores dudan hoy en día. Como ha señalado
Ian Gibson, los miembros de la Comisión «pusieron especial empeño en localizar a
personas que sustentasen o apoyasen la tesis, o dogma, de que aquel asesinato
hubiera sido "un escandaloso crimen de Estado". Tanto era así que, en muchos casos,
las declaraciones de dichos testigos no pueden ser consideradas como fidedignas».
La información recogida por la Comisión fue incorporada en la inmediata posguerra a
la Causa General.418 Uno de los testimonios que utilizó la Comisión fue el de
Andrés Amado, amigo y correligionario de Calvo Sotelo, que redactó una detallada
relación, «cargada de juicios de valor» (según Ian Gibson), de sus gestiones
durante la madrugada del lunes 13.419 Era tal el interés que tenían que le
preguntaron sobre el asesinato de Calvo Sotelo al exministro socialista durante la
guerra Julián Zugazagoitia, que había sido detenido en Francia por los nazis y
entregado a Franco. Zugazagoitia en su declaración de Luis Cuenca dijo: «Tenía
formado un pésimo concepto de este individuo, como elemento del Partido capaz de
cometer asesinatos».167

Los jueces de la Causa General también hicieron un enorme esfuerzo para conseguir
testimonios que probaran la implicación del gobierno republicano. Consiguieron solo
algunos, de cuya veracidad de nuevo se tienen dudas, aún más en este caso dado el
contexto en que fueron hechas las declaraciones pues estaban en juego años de
prisión e incluso la pena de muerte. Luis Romero en su libro Por qué y cómo mataron
a Calvo Sotelo (1982) escribió: «Las declaraciones que se incluyen en la Causa
General han de ser cautamente valoradas, en atención a las circunstancias extremas
en que fueron hechas; contienen valiosos datos. Hasta la grafía de las firmas
merece atención».420 Por su parte Ian Gibson, autor de La noche en que mataron a
Calvo Sotelo (1982), afirmó que los testigos estaban condicionados «probablemente,
por el deseo de decirles a los jueces lo que éstos querían escuchar».421

Relieve del Monumento a Calvo Sotelo en que aparecen representados tres cruzados
que rinde homenaje al «protomártir» de la Cruzada de Liberación.
Al final de la guerra cuatro de los diez o doce guardias de Asalto que fueron en la
camioneta nº 17 fueron detenidos e interrogados por los jueces franquistas: el
conductor Orencio B]]ayo Cambronero; José del Rey Hernández, que se sentó delante
junto a Condés; y Aniceto Castro Piñeiro y Bienvenido Pérez Rojo, que iban
detrás.422 Sin embargo, según Ian Gibson, el testimonio del que sacaron más
provecho los jueces franquistas —y que «influyó profundamente en la historiografía
franquista acerca del asesinato de Calvo Sotelo»—423 no fue el de ninguno de ellos,
sino el del teniente de la 9ª Compañía de Seguridad Esteban Abellán Llopis, de cuya
veracidad Gibson tiene muchas dudas pues estuvo centrado en implicar al director
general de Seguridad José Alonso Mallol y al ministro de la Gobernación Juan Moles
que era lo que los jueces franquistas buscaban. Abellán dijo que los oficiales de
la Guardia de Asalto que acudieron al Equipo Quirúrgico donde se encontraba el
cadáver del teniente Castillo «hablaban de tomar venganza» y que Alonso Mallol, que
también estaba presente, no los contradijo, sino que «permaneció junto al grupo de
los que más vociferaban, y aunque no hablaba, se veía que prestaba atención a lo
que los demás decían».69 Más importancia le concedieron a su testimonio sobre la
supuesta complicidad en el asesinato del ministro de la Gobernación Juan Moles
quien habría autorizado el registro de los domicilios de destacados líderes de las
derechas, aunque Abellán no estuvo presente en la reunión que mantuvieron con él
cuatro oficiales del Cuartel de Pontejos, ni estuvo en el ministerio de la
Gobernación. Lo que afirmó es lo que había oído decir a unos oficiales en la
Dirección General de Seguridad: «el capitán Serna se unió a los capitanes Cuevas y
Puig [ambos del Cuartel de Pontejos] y éstos decían que había que matar a una
persona gorda, para que fuese la cosa sonada. Inmediatamente de terminar esta
conversación, los capitanes Serna y Cuevas marcharon y, cuando había pasado
alrededor de media hora, volvieron diciendo que habían estado hablando
personalmente con el Ministro de la Gobernación, Juan Moles, al que habían pedido
permiso para tomar represalias por la muerte de Castillo y que el Ministro les
había autorizado a efectuar registros en los domicilios de personas significadas de
derechas».424 Gibson apostilla que lo declarado por Abellán se contradice con el
testimonio que él recogió en su libro del teniente Alfredo León Lupión, que
considera mucho más creíble porque este sí estuvo presente en las reuniones que
relató Abellán.425

Al mismo tiempo que se utilizaba el asesinato de Calvo Sotelo para justificar y


legitimar el golpe de Estado de julio de 1936 y la dictadura franquista se produjo
la mitificación de su figura que comenzó en plena guerra civil. El monárquico José
Félix de Lequerica escribió el 11 de julio de 1937 en El Ideal Gallego un artículo
titulado "La última tarde con Calvo Sotelo" en el el que narraba la reunión que
mantuvo con él y con otros diputados monárquicos en un merendero de las afueras de
Madrid para tomar el té justo un año antes, el sábado 11 de julio de 1936 por la
tarde —día y medio después sería asesinado—. En el artículo decía lo siguiente:17
A todos nos dominaba la fiebre del acontecimiento cercano y la alegría de estar
reunidos alrededor del hombre que envolvía la esperanza española como en una
aureola materializada en luz y niebla. La gente le miraba con expectación. Las
parejas de baile se ausentaban un poco de su charla para volver los ojos al
político clave de todas las ilusiones. La conversación era rápida, divertida y
naturalmente un poco malévola. Calvo se reía mucho y celebraba con gran
infantilidad las ocurrencias de cada cual. En medio del dolor estábamos contentos y
seguros de la victoria.

Escultura alegórica que representa "El dolor", situada en la parte de atrás del
Monumento a Calvo Sotelo.
Veintitrés años después, 17 de julio de 1960, Luis de Galinsoga, director del
diario monárquico ABC cuando lo asesinaron, publicó un artículo en este mismo
periódico titulado "Conciencia de mártir en Calvo Sotelo". Entre otras cosas
decía:1555
RETREPADOS en una inconsciencia celtibérica, las gentes tomaban alegremente su
horchata o su cerveza en las terrazas de los cafés madrileños. [...] Entretanto, un
hombre, todo un hombre, cargaba sobre sus anchas espaldas la angustia y la
preocupación colectivas. Dijérase que conjuraba sobre sí, mientras sus brazos
apocalípticos batían el trémulo aire en el hemiciclo del Congreso de los Diputados,
el rayo que estaba a punto de estallar. Ese hombre se llamaba José Calvo Sotelo.
Sus amigos no ignorábamos que él se sentía plenamente consciente del peligro que le
circundaba. Uno de nosotros, Joaquín Bau, lo escuchó así del tribuno al atravesar
cierta tarde, en medio del aturdimiento, y de la inconsciencia de marras, la Gran
Vía madrileña: "Esta gente no reaccionará hasta que a mí me maten." Era la profecía
de su propio holocausto. [...] Estaba determinado por Dios el sacrificio de Calvo
Sotelo, como verdadera génesis fulminante del glorioso y fecundo Alzamiento
Nacional. [...] Calvo Sotelo renovaba cada mañana, y yo cada noche era testigo de
ello, su conciencia de mártir, su firme resolución de serlo, su inquebrantable
propósito de llegar hasta la última consecuencia de su combatividad contra la
República... Cada día, cada tarde se hacía más tremante [sic] y más encendido su
verbo en aquel escaño del Congreso sobre el cual convergían en impúdica tromba las
groseras imprecaciones, los insultos procaces, las amenazas cínicas de una mayoría
reclutada entre forajidos y pistoleros. Todo inútil. Calvo Sotelo erguía cada tarde
sus anchos hombros de gigante de la Historia, trémulo de ansiedad por salvar a
España de tanta vergüenza y de tanto crimen. Sí; aquel hombre sabía muy bien lo que
se hacía. Aquel hombre sabía que le iban a matar.
Lo que acaso no sabía es que al jugarse la vida estaba realizando su mejor obra...
Fecunda lección de históricas consecuencias, porque no está mal que los pueblos
tengan siempre un asidero de esperanza al que agarrarse en las horas desesperadas
como a un áncora que les salve del naufragio. En aquella hora trágica de España ese
asidero se llamó José Calvo Sotelo. Y el áncora de salvación fue su muerte, a un
tiempo gloriosa e infame. Porque por una vertiente, la de la' víctima, su
sacrificio fue sublime e impar, pero por la vertiente de los victimarios el crimen
de Estado perpetrado en Calvo Sotelo a la lívida luz de la madrugada, en la calle
de Velázquez inauguraba, como ha recordado el Caudillo Franco varias veces, todo un
sistema y toda una escuela de delincuencia común, de ejecuciones desde el Poder
aplicadas a la política. Calvo Sotelo sabía que su vida era el precio inicial de la
reacción de España en defensa de sí misma y, por clave, de todo el Occidente...
Cuatro días antes, el 13 de julio de 1960 (vigésimo cuarto aniversario del
asesinato), el generalísimo Franco inauguró en la plaza de Castilla de Madrid el
Monumento a Calvo Sotelo.5 En el discurso que pronunció dijo:5426
La muerte de Calvo Sotelo por los propios agentes encargados de la seguridad fue la
demostración palpable de que, rotos los frenos, la Nación se precipitaba
vertiginosamente en el comunismo. Ya no cabían dudas ni vacilaciones: el asesinato,
fraguado desde el Poder, del jefe más destacado de la oposición, unió a todos los
españoles en unánime y ferviente anhelo de salvar a España. Sin el sacrificio de
Calvo Sotelo la suerte del Movimiento Nacional pudo haber sido muy distinta. Su
muerte alevosa venció los naturales escrúpulos de los patriotas, marcándoles el
camino de un deber insoslayable.
Notas
Rodolfo Serrano, uno de los dos policías de escolta de Calvo Sotelo, le había
dicho el 7 de julio al diputado tradicionalista Joaquín Bau, amigo de Calvo Sotelo,
que la Dirección General de Seguridad les había comunicado que su misión no era
proteger a los diputados, sino informar de sus pasos y que si se producía un
atentado su deber no era detener a los agresores e, incluso, que si tenía lugar en
un despoblado debían colaborar con ellos (Thomas, págs. 231-233; Romero, págs. 181-
182; Bullón de Mendoza, pág. 663-664). Joaquín Bau se puso en contacto con el
ministro de la Gobernación Juan Moles y también el propio Calvo Sotelo —quien
también habló del asunto con Gil Robles y este le animó a que cambiara de escolta—.
Moles negó que se hubiera dado ninguna orden en ese sentido a los policías y no
puso ningún inconveniente en cambiar los agentes de escolta y poner a los que Calvo
Sotelo eligiera —«yo no quería que hubiera en esta cuestión equívocos de ninguna
clase», declaró Moles en las Cortes después del asesinato—(Gibson, págs. 78-79).
Sin embargo, según Bullón de Mendoza (pág. 666), los nuevos agentes que le
asignaron no los eligió él, sino que «eran unos completos desconocidos para el
político tudense».
Muchos años después el teniente León Lupión le dijo a Ian Gibson que los guardias
no fueron «elegidos, ni mucho menos», se montaron en la camioneta «los que
quisieron». «Allí los únicos que había, en todo caso, elegidos y de acuerdo con él
[con Condés] eran unos cuantos muchachos de las Juventudes Socialistas, vestidos
todos ellos de paisano, y un guardia de Asalto, también de paisano, José del
Rey,... [que] era del grupo de Pacífico, no de Pontejos. Era también socialista. Yo
le di a Condés una lista de tres o cuatro personas... Y no volví a ver nunca más a
Fernando Condés» (Gibson, pág. 109)
El relato que escribió para Luis Romero, y que reproduce íntegramente Alfonso
Bullón de Mendoza (págs. 677-681), es la fuente fundamental para conocer lo que
ocurrió en el domicilio de Calvo Sotelo. Aunque no fue testigo presencial de los
hechos (pues no llegó a despertarse) recogió lo que oyó decir a su madre y al resto
de personas que estaban en la casa.
"Las camionetas, o 'plataformas', como se solían llamar, de Asalto, eran vehículos
abiertos, largos y potentes, de marca Hispano-Suiza. Tenían cuatro departamentos y
seis bancos, con numerosas puertas que facilitaban la rápida intervención de sus
ocupantes en aquellos disturbios callejeros en cuyo control estaban destinados. Las
'plataformas' podían llevar fácilmente a veinte hombres o más" (Gibson, pág. 123)
Años más tarde algunos autores afirmaron que los asesinos contaban con la
complicidad de los sepultureros para deshacerse del cadáver arrojándolo en la fosa
común o metiéndolo en un nicho, pero que éstos se habían emborrachado y habían sido
sustituidos por los dos que los recibieron que no sabían nada del asunto. Esta fue
la versión que sostuvo la historiografía franquista durante cuarenta años (por
ejemplo, el general Felipe Acedo Colunga en su biografía de Calvo Sotelo). Luis
Romero (pág. 204) le concede al supuesto poca credibilidad pues «en el sumario no
he hallado datos, ni siquiera indicios que lo confirmen. Tampoco parece posible que
entre el asesinato de Castillo, la decisión de matar a Calvo Sotelo y la hora en
que llevaron los restos al cementerio, hubiese tiempo para urdir el plan, conseguir
la complicidad, que los sepultureros se emborracharan, de relevarlos, etc. Es
posible que al decir esto pretenda demostrarse que el asesinato estaba premeditado
desde días atrás». Ian Gibson (págs. 131-132) también considera esta versión
«absolutamente inverosímil, por muchas razones». Entre otras, porque «no se
efectuaban jamás relevos [de los sepultureros] por la noche», ni tampoco
enterramientos. Tampoco había fosa común antes de la guerra. Gibson concluye: «La
"criminal complicidad" de algunos sepultureros con los asesinos de Calvo Sotelo fue
inventada por los franquistas para reforzar su tesis de que la muerte del diputado
fue planeada por las autoridades del Frente Popular». Gibson asimismo señala que
José María Gil Robles en su memorias también recogió esta versión «descabellada».
Esta es la versión que dieron los diarios ABC e Informaciones, que es la que sigue
Luis Romero. El diario Ya publicó que Martínez Barrio llegó de Valencia a las 9 de
la mañana y que en cuanto le dieron la noticia del secuestro de Calvo Sotelo llamó
consternado al conde de Vallellano. Ian Gibson considera esta segunda versión más
fiable y es la que sigue (Gibson, págs. 152-152; Romero, pág. 216).
En un libro que publicó años después el periodista Santos Alcocer afirmó que fue
el primero en llegar al depósito y reconocer el cadáver. Iba acompañado del
reportero gráfico Santos Yubero, pero las fotografías que tomó no fueron publicadas
y se acabaron perdiendo. Esta es la versión que recoge Alfonso Bullón de Mendoza
(pág. 685). Luis Romero advierte, por su parte, que no ha podido comprobar la
veracidad de lo que cuenta Alcocer ni ha encontrado otro testimonio que lo
confirme. Romero añade (pág. 213): «la primera identificación de los restos
mortales, tanto en la prensa como en los libros, es atribuida a distintas personas
en exclusiva, y es imposible que así sucediera. En un corto espacio de tiempo
fueron varios quienes identificaron el cadáver y quizá unos ignoraban que lo
acababan de hacer otros».
Según contó años después Orencio Bayo a los jueces franquistas de la Causa
General, tras haber limpiado por segunda vez los restos de sangre de la camioneta
fue llamado al despacho del comandante Burillo donde también se encontraba el
teniente Barbeta y ambos le amenazaron para que negara haber participado en ningún
servicio durante la noche; le hicieron firmar una declaración en la que decía que
había estado durmiendo desde las once de la noche a las seis de la mañana (Bullón
de Mendoza, págs. 683). Según Luis Romero (pág. 212), «lo que cuenta el chófer
puede ser cierto, y coincide con la amenaza que también se afirma que fue formulada
por Del Rey al abandonar el cementerio (que quien dijera algo moriría como un
perro, o más desagradable aún, 'como ese perro'); sin embargo, podría ser un medio
de autoprotegerse contra eventuales responsabilidades propias, tanto cuando se
instruía el primitivo sumario, como, con mucho mayor motivo, en la Causa General».
Ian Gibson, por su parte, pone en duda lo relatado por Bayo sobre la actuación del
comandante Burillo, pues aquella noche estaba de guardia en la Dirección General de
Seguridad (pág. 139)
Hugh Thomas afirmó que el sumario fue robado del Ministerio de la Gobernación
(pág. 234)
Existe una cierta confusión sobre el relato y la valoración que han hecho los
historiadores de la declaración de los monárquicos en la Diputación Permanente pues
no es lo mismo recurrir a lo que aparece en el Diario de Sesiones del que se han
eliminado la frase más importante y las acusaciones más duras, como hacen Luis
Romero (pág. 256), Stanley G. Payne (págs. 323-324) o Gabriele Ranzato (págs. 353-
354), que utilizar el documento original tal como lo publicó Pedro Sainz Rodríguez
en sus memorias, como hacen Ian Gibson (págs. 185-186) o Alfonso Bullón de Mendoza
(págs. 697-698)
Luis Romero ya destacó en 1982 que «esta última vacilación de Francisco Franco,
postrer resistencia a sumarse a la rebelión, no por estar en desacuerdo con lo que
pretende, sino por considerar que aún no se ha alcanzado la plena madurez
conspirativa y no se dan las circunstancias indispensables para que la sublevación
comience en las mejores condiciones, era desconocida o silenciada en las historias
franquistas hasta hace pocos años» (págs. 226-228; 247).
Referencias
González Calleja, 2015, p. 261-304.
Thomàs, 2010, p. 147.
Ranzato, 2014, p. 346. "Muchos sabían en Madrid que gran parte de las fuerzas del
orden estaban muy identificadas con las milicias social-comunistas. [...] Nada
podía garantizar que si la izquierda revolucionaria tenía semejante influencia y
presencia entre las fuerzas de la seguridad pública, lo que le había tocado a un
monárquico fascista no le habría podido ocurrir a cualquiera que quisiera oponerse
a a la revolución"
Ranzato, 2014, p. 351.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 703.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 13.
Zugazagoitia, 2007, p. 44-45.
Gibson, 1982, p. 60. "José Calvo Sotelo, azote de la República y ya, en los meses
inmediatamente anteriores a la guerra civil, indiscutible jefe de las derechas,
era, sin duda, una personalidad extraordinaria. Contaba entonces con 44 años,
cuatro de los cuales —1930 1934— habían sido pasados en el exilio, primero en
Portugal y luego en París, a raíz de la Dictadura del general Primo de Rivera"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 670. "El líder más carismático de la derecha española"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 714.
Gibson, 1982, p. 62.
Gibson, 1982, p. 66.
Gibson, 1982, p. 65-66.
Gibson, 1982, p. 67.
Luis de Galinsoga (17 de julio de 1960). «Conciencia de mártir en Calvo Sotelo».
ABC. Consultado el 16 de diciembre de 2021.
Reig Tapia, Alberto (1981). «Un prólogo parlamentario: el debate del 16/VI/1936
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Bullón de Mendoza, 2004, p. 668.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 693.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 667-668.
Ranzato, 2014, p. 21.
González Calleja, 2011, p. 331-333.
Ranzato, 2014, p. 114.
Payne, 2020, p. 149.
Romero, 1982, p. 80.
Ranzato, 2014, p. 112.
Romero, 1982, p. 120.
Gibson, 1982, p. 69-70.
Payne, 1996, p. 78.
Payne, 2020, p. 251.
Romero, 1982, p. 153-156. "El 16 de junio, salvo la la CNT, que no tenía ni voz ni
voto en el Parlamento (el sindicalista Pabón no los representaba), miembros de
todas las minorías manifestaron sus respectivas posturas; hablaron los portavoces
de quienes un mes después iniciarían una lucha con las armas en la mano. [...] La
República estaba descomponiéndose; los enemigos de la derecha conspiraban, todavía
con escasa fortuna, pero con tesón afanosos; desde la izquierda trataban de
arrollarla y sustituirla por una dictadura de clase que conservaría su nombre; los
gobernantes, que eran minoría, se autoconsideraban los únicos y legítimos
republicanos, con lo cual el espacio natural de la joven República quedaba
reducido; los anarcosindicalistas, si se exceptúan los escasos seguidores de
Pestaña, se hallaban fuera del juego: contra"
González Calleja, 2015, p. 267.
Ranzato, 2014, p. 347-348.
Gibson, 1982, p. 71-72.
Gibson, 1982, p. 72.
Ranzato, 2014, p. 348.
Gibson, 1982, p. 72-73. "Es indudable que, cuando pronunció estas palabras, Calvo
Sotelo estaba perfectamente informado de la marcha de la conspiración, tanto a
través de sus contactos con la UME como con la propia labor conspiratoria de
Renovación Española"
Payne, 2020, p. 253-255.
Ranzato, 2014, p. 349-350. "No es lícito interpretar las palabras pronunciadas por
el presidente del Gobierno como una amenaza de muerte... Del conjunto de su
discurso resulta evidente que su amenaza consistía en que si se hubiera verificado
ese 'cualquier caso que pudiera ocurrir, que no ocurrirá', ese 'algo [que] pueda
ocurrir —es decir, la sublevación militar a la que Calvo incitaba-, habría sido
llamado a responder 'ante el país' por la responsabilidad que había asumido. Pero
no había ni una palabra en el discurso de Casares que pruebe que se refería a una
justicia sumaria, y no, en cambio, a las graves sanciones judiciales —que
posiblemente llevaban inclusa la pena capital— que el líder monárquico habría
debido afrontar como instigador de un delito de rebelión militar. Ningún periódico,
de ninguna orientación política, al día siguiente había sostenido ni insinuado que
aquella frase fuese un visto bueno para el asesinato de Calvo Sotelo. En realidad
fue él mismo quien, replicando a Casares ante las Cortes, había tergiversado el
sentido de sus palabras, interpretándolas —o bien dejando que se interpretasen—
como una amenaza inmediata contra su vida"
Gibson, 1982, p. 72-73.
Romero, 1982, p. 164-165. "El discurso, que transcurría por vías plausibles, en un
momento deriva hacia la polémica, cuando Calvo Sotelo, desviándose del tema
principal [la situación económica del campo], denuncia que se ha entregado por
parte del Gobierno un millón de pesetas al periódico Avance, de Oviedo. El
socialista asturiano Belarmino Tomás interrumpe: '¡Se ha pagado lo que vosotros
destruisteis!', y el incidente se generaliza. Calvo Sotelo se hace oír: '¡Por
fortuna no implantaréis vuestras especulaciones fantasmagóricas!', a lo que
responden voces socialistas: '¡Las implantaremos!' Y Calvo Sotelo, en tono
imprecatorio replica: '¡No os dejaremos!, con lo cual el griterío se hace mayor y
cualquier asomo de serenidad se disipa. En medio de la crispación general, el
orador reemprende el discurso: 'El campo español no encontrará su remedio ni en
este Gobierno, ni en el Frente Popular, ni en la República, si...' El escándalo
cubre las palabras de Calvo Sotelo, y el presidente, haciendo sonar la campanilla,
repite por tres veces en tono admonitorio: '¡Señor Calvo Sotelo, señor Calvo
Sotelo, señor Calvo Sotelo...!' Y éste, que ha quedado un instante en suspenso,
grita: '¡Bueno, pues me siento y no hablo!' Y mientras los diputados de la derecha
le aplauden, los de la mayoría le abuchean"
Gibson, 1982, p. 74-75. "Fue un discurso agresivo, pronunciado con la confianza de
un hombre que sabía que muy pronto se iba a producir una sublevación contra la
República"
Payne, 1996, p. 81.
Payne, 2020, p. 259-260.
Romero, 1982, p. 165.
Romero, 1982, p. 165-166.
Gibson, 1982, p. 75.
Preston, 2011, p. 183-184.
Beevor, 2005, p. 61-62. "Periódicos como el ABC no dejaban de machacar a sus
lectores con mensajes catastrofistas…, afirmaban que el país era ingobernable y
contabilizaban como crímenes políticos delitos comunes para reforzar la impresión
de desgobierno"
Martín Ramos, 2015, p. 203.
Aróstegui, 2006, p. 238-240. ”Las denuncias y recuentos de desmanes que expusieron
en las Cortes Calvo Sotelo y Gil Robles sabemos que procedían de una red de
informadores que habían establecido en sus propios partidos con ánimo de disponer
de una nueva arma política. Lo mismo hizo en su propio partido el carlista Fal
Conde. La violencia podría o no tener origen en la extrema derecha, pero, en
cualquier caso, servía a sus fines y ésta procuró integrarla en sus planes”
Preston, 2011, p. 182-184. ”La violencia de los pistoleros de la derecha, los
discursos incendiarios de Calvo Sotelo y Gil Robles, y el barniz que los medios
conservadores revistieron los acontecimientos contribuyeron en gran medida a lanzar
a las clases medias a los brazos de los conspiradores del Ejército”
Ranzato, 2014, p. 26.
Gibson, 1982, p. 77.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 661-662.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 662.
Gibson, 1982, p. 77-78.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 665; 667.
Payne, 2020, p. 311-317.
Romero, 1982, p. 104-105; 186.
Romero, 1982, p. 104.
Gibson, 1982, p. 55-56. "Felipe Ximénez de Sandoval, al hablar de los esfuerzos de
José Antonio Primo de Rivera para dirigir en aquellas fechas desde la Cárcel Modelo
las actividades de la organización, comenta: 'No exagera el Jefe al hacer la
apología del garbo y de la eficacia de sus camaradas. El 7 de mayo habían eliminado
al peligrosísimo capitán de Artillería [sic] Carlos Faraudo, instructor de las
milicias socialistas'. Otros falangistas han confirmado este testimonio"
Gibson, 1982, p. 58. "También figuraban en la lista los nombres del capitán Arturo
González Gil, del teniente de Asalto Máximo Moreno Martín y del capitán de
Artillería Urbano Orad de la Torre"
Gibson, 1982, p. 58-59.
Gibson, 1982, p. 56-57.
Gibson, 1982, p. 57.
Romero, 1982, p. 104-105.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 669-670.
Romero, 1982, p. 188.
Gibson, 1982, p. 91-92.
Romero, 1982, p. 190.
Thomas, 2011, p. 231.
Gibson, 1982, p. 107. "Julián Zugazagoitia declararía unos años después que tenía
formado 'un pésimo concepto' de Cuenca. A su juicio, este era un 'elemento de
acción del Partido capaz de cometer asesinatos'. Indalecio Prieto diría que la
exaltación política de Cuenca 'le había movido en varias ocasiones a actos de
violencia'... Era, sin lugar a dudas, un joven muy lanzado y exaltado, sean las que
fuesen las causas psicológicas de su agresividad, agresividad apoyada, además, en
su complexión física: Cuenca, a pesar de ser bajo de estatura, era muy ancho de
hombros, muy fuerte"
Romero, 1982, p. 191.
Romero, 1982, p. 192-193.
Gibson, 1982, p. 104; 106-107.
Gibson, 1982, p. 93.
Romero, 1982, p. 192.
Gibson, 1982, p. 93-96.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 672.
Romero, 1982, p. 194.
Gibson, 1982, p. 97.
Gibson, 1982, p. 97-98.
Romero, 1982, p. 193.
Payne, 2020, p. 313-314.
Jackson, 1976, p. 211.
Zugazagoitia, 2007, p. 40.
Gibson, 1982, p. 108-109.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 673. "El hecho merece ser resaltado, pues evidencia
con mucha mayor claridad que cuanto nosotros pudiéramos decir la descomposición a
la que habían llegado las fuerzas de seguridad de la República, cuyos mandos se
reunían con los integrantes de las milicias socialistas del Frente Popular para
proceder a las detenciones no de quienes se les había ordenado, sino de quienes les
daba la gana"
Gibson, 1982, p. 117.
Gibson, 1982, p. 117-118.
Payne, 2020, p. 314.
Romero, 1982, p. 195.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 674. "Que junto a Condés subieran varios miembros de
la Motorizada, y guardias de Asalto no asignados al cuartel de Pontejos, sino a la
escolta de diversos dirigentes socialistas, era evidentemente otra irregularidad"
Gibson, 1982, p. 109.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 676. "Todos los supervivientes de la camioneta número
17 que fueron interrogados después de la guerra coincidieron en afirmar que marchó
directamente a casa de Calvo Sotelo, sin efectuar ninguna parada en el camino"
Gibson, 1982, p. 118-120. "Los testigos referidos [los cuatro guardias] o bien
silenciaron intencionadamente este detalle [que habían pasado antes por el
domicilio de Gil Robles], sintiéndose coaccionados por los jueces, o lo habían
olvidado"
Thomas, 2011, p. 233.
Gibson, 1982, p. 121.
Payne, 2020, p. 315.
Romero, 1982, p. 198.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 677.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 676.
Romero, 1982, p. 184.
Gibson, 1982, p. 122.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 677-678.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 678.
Payne, 2020, p. 316.
Romero, 1982, p. 199.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 678-679.
Zugazagoitica, 2007, p. 39.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 679-680.
Gibson, 1982, p. 121-122.
Romero, 1982, p. 200-201.
Gibson, 1982, p. 223.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 681.
Gibson, 1982, p. 122-123.
Gibson, 1982, p. 106-108.
Payne, 2020, p. 316-317.
Romero, 1982, p. 202. "En las declaraciones posteriores, alguno de los detenidos
dice que fue primero un solo disparo en la nuca, y que el segundo fue hecho cuando
la víctima se hallaba ya caído. Del detalladísimo informe del doctor Piga y del
certificado de la autopsia parece deducirse que los disparos fueron casi
simultáneos y la fotografía muestra los orificios muy próximos entre sí"
Romero, 1982, p. 202.
Romero, 1982, p. 201-202. "Tampoco resulta fácil creer que un capitán de la
Guardia Civil hubiese tolerado, sin hacer siquiera comentarios, que un pistolero
matara a una persona que él llevaba detenida, incluso secuestrada ilegalmente.
[...] Condés conocía a Cuenca, y no se opuso a que éste se colocara detrás de Calvo
Sotelo, en el supuesto de que no estuviera convenido de antemano"
Gibson, 1982, p. 124.
Gibson, 1982, p. 125-126.
Gibson, 1982, p. 113-114. "Moreno, ferviente socialista, condenado a reclusión
perpetua en enero de 1936 por su implicación en los sucesos revolucionarios de
octubre de 1934, había sido amnistiado por el Frente Popular. [...] Cuando murió en
la guerra, en septiembre de 1936, el pueblo de Madrid le dio un entierro
multitudinario. Máximo Moreno había sido amigo íntimo del capitán Faraudo y de José
del Castillo. La muerte de este le conmovió profundamente. Era como perder a un
hermano. Al llegar Vidarte al salón rojo de la Dirección General, Moreno hablaba a
los allí reunidos de la 'lista negra' falangista en la cual él también figuraba"
Romero, 1982, p. 202-203. "Uno de los guardias de la 2ª compañía... declara meses
después de terminada la guerra, que este coche ligero salió de Pontejos unos diez
minutos después que la camioneta 17, y que él oyó cómo el teniente Máximo Moreno...
gritaba al conductor: '¡Písale [el acelerador], que ya hace un rato que la
camioneta ha salido y no le vamos a dar alcance!', lo cual parece abonar la primera
de las hipótesis. Sin embargo, lo escrito por Gil Robles es una afirmación rotunda,
y dice que el coche con Máximo Moreno y 'algunos activistas y guardias de
asalto'... después de dar unas vueltas por Madrid con el fin de despistar a un
posible seguidor, fueron a buscarle a su casa..."
Romero, 1982, p. 204-205.
Gibson, 1982, p. 127-128.
Gibson, 1982, p. 128.
Romero, 1982, p. 207.
Gibson, 1982, p. 133-134; 139-140.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 82.
Romero, 1982, p. 205-206.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 682.
Gibson, 1982, p. 133-134.
Romero, 1982, p. 206.
Gibson, 1982, p. 135.
Romero, 1982, p. 207-208.
Gibson, 1982, p. 135-136.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 683-684.
Gibson, 1982, p. 135-137. "Desde luego, fue un tópico del franquismo culpar a la
Dirección General de complicidad en aquel crimen, afirmando varios testigos ante la
Causa General que los jefes de la Dirección se cruzaron de brazos ante la noticia
del secuestro. [...] Puede haber existido ineficacia en la Dirección General de
Seguridad aquella madrugada, eso sí. Puede haber habido allí enemigos políticos de
Calvo Sotelo. Pero queda por demostrar la complicidad de estos en el crimen"
Romero, 1982, p. 210.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 684.
Romero, 1982, p. 216.
Gibson, 1982, p. 152.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 684-685.
Gibson, 1982, p. 154-155.
Gibson, 1982, p. 153.
Romero, 1982, p. 213.
Romero, 1982, p. 212-213; 243.
Gibson, 1982, p. 153-154.
Gibson, 1982, p. 155.
Payne, 2020, p. 317.
Romero, 1982, p. 220.
Romero, 1982, p. 220-222.
Gibson y 1982, "Estimando, sin duda con razón, que la conducción de los restos de
Calvo a Sotelo a Madrid, y luego su traslado otra vez al cementerio del Este,
constituirían un gravísimo peligro para la paz pública", p. 156.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 692.
Gibson, 1982, p. 174.
Romero, 1982, p. 236.
Gibson, 1982, p. 178-179.
Gibson, 1982, p. 150. "Una detenida lectura de las páginas de Zugazagoitia, y el
tono de éstas, nos lleva a la conclusión de que se trata de Cuenca, y no del
capitán de la Guardia Civil [Condés]"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 685-686. "Muy probablemente no era otro que Cuenca"
Romero, 1982, p. 214. "He leído varias veces las páginas de Zugazagoitia dedica a
este asunto. Parece que quiere dar a entender que quien le visitó fue el capitán
Condés, y así lo han interpretado algunos. Puede referirse a Cuenca, puesto que
dice que días después moriría en la Sierra; también podría referirse al teniente
Máximo Moreno, incluso a Arturo González Gil, que no participó, pero que morirían a
los pocos días. Pero igualmente a cualquiera de los activistas, y no ser cierto lo
de que muriera. En su relato hay algunos errores: a las ocho de la mañana no se
había descubierto el cadáver en el cementerio; Condés acababa de ascender a
capitán, no era, pues, comandante; tampoco, cuando entró en casa de Calvo Sotelo,
vestía de uniforme"
Zugazagoitia, 2007, p. 38-39.
Romero, 1982, p. 214.
Gibson, 1982, p. 149.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 686.
Gibson, 1982, p. 150.
Gibson, 1982, p. 150-151.
Gibson, 1982, p. 151.
Romero, 1982, p. 211-212.
Gibson, 1982, p. 158-160.
Gibson, 1982, p. 158-159.
Gibson, 1982, p. 138.
Romero, 1982, p. 217.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 687. "Burillo se negó a facilitar el nombre de los
oficiales que habían estado de servicio, por lo que Gómez Carbajo optó por hacerse
cargo del libro de Servicios del Grupo de Especialidades, que como cabía esperar no
contenía ningún dato significativo"
Gibson, 1982, p. 142-143.
Gibson, 1982, p. 141; 162.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 687.
Gibson, 1982, p. 162. "Este hipótesis halla apoyo en un documento legal redactado
el 30 de julio de 1936 por el funcionario del Juzgado número tres de Madrid, Emilio
Macarrón Fernández. Este, al resumir las diligencias sumariales por la muerte de
Calvo Sotelo llevadas a cabo entre el 13 y el 25 de aquel mes, no menciona en
absoluto al teniente Moreno: olvido inexplicable, cabe pensar, si le hubiera sido
tomada declaración a este unos pocos días antes"
Romero, 1982, p. 219-220.
Gibson, 1982, p. 140.
Gibson, 1982, p. 143.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 687; 672.
Rey Reguillo, 2008, p. 236.
Romero, 1982, p. 240.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 688.
Gibson, 1982, p. 170. "Lamentamos no poder dar a conocer la identidad del comensal
de Cuenca que nos ha facilitado esta información que consideramos fidedigna"
Gibson, 1982, p. 178.
Gibson, 1982, p. 125.
Romero, 1982, p. 243.
Romero, 1982, p. 276.
Payne, 2020, p. 318.
Ranzato, 2014, p. 357.
Ranzato, 2014, p. 357-358.
Gibson, 1982, p. 192.
Gibson, 1982, p. 192-193. "No son en absoluto fidedignas las declaraciones de
varios testigos ante la Causa General, según los cuales Condés, después de la
muerte del jefe de Renovación Española, entraba y salía libremente de la Dirección
General de Seguridad"
Gibson, 1982, p. 195.
Payne, 2020, p. 318-319.
Gibson, 1982, p. 195-196.
Gibson, 1982, p. 196.
Gibson, 1982, p. 196q.
Gibson, 1982, p. 202.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 689.
Gibson, 1982, p. 196-197. "Condés y Cuenca se llevaron a la tumba secretos que no
conoceremos nunca"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 689-690. "Pese a que todo el mundo sabía su
implicación en el asesinato de Calvo Sotelo, o tal vez precisamente por ello, el
Cuartel General de Milicias Populares recibió el nombre de Fernando Condés"
Payne, 2020, p. 319.
Thomas, 2011, p. 234.
Gibson, 1982, p. 118; 196.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 690.
Gibson, 1982, p. 197.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 689; 690.
Gibson, 1982, p. 199-201.
Gibson, 1982, p. 201.
Gibson, 1982, p. 236.
Gibson, 1982, p. 201-202.
Gibson, 1982, p. 228-229.
Gibson, 1982, p. 202-203.
Gibson, 1982, p. 203.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 690-691.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 672. "Aniceto Castro fue el único guardia de derechas
que participó en la detención de Calvo Sotelo, y su testimonio, sin las concesiones
a la galería de quienes en 1936 habían negado ante el juez su participación en el
crimen y necesitaban hacer olvidar su izquierdismo tras la victoria de los
nacionales, nos parece el más veraz y ajustado a los hechos"
Gibson, 1982, p. 197-198. "Al final de la guerra, Bayo se encontraba en Murcia,
encargado con la categoría de sargento, del almacén del Parque de Automóviles del
Cuerpo de Asalto de aquella ciudad. Allí fue detenido por los nacionales el 29 de
marzo de 1939"
Gibson, 1982, p. 116-119.
Gibson, 1982, p. 118-119.
Gibson, 1982, p. 198. "Dada su inocencia de toda complicidad en aquel crimen,
fácilmente demostrable, fue una condena cruel, implacable. No es sorprendente que,
hoy día [1982], el fue chófer de la camioneta de Asalto número 17, tan tristemente
célebre, se niegue tenazmente a hablar con nadie de lo ocurrido en la noche del 12
al 13 de julio de 1936"
Gibson, 1982, p. 212-213.
Thomas, 2011, p. 233-234.
Gibson, 1982, p. 208-211.
Gibson, 1982, p. 173.
Romero, 1982, p. 216-217; 222-223. "Teme el presidente [de las Cortes] que, dada
la pasión reinante, podría la sesión acabar a tiros y que ello daría al traste con
el menguado prestigio de la Cámara"
Gibson, 1982, p. 157.
Romero, 1982, p. 217-218.
Gibson, 1982, p. 168-170.
Gibson, 1982, p. 169-170.
Romero, 1982, p. 237-238; 247.
Rey Reguillo, 2008, p. 557.
Gibson, 1982, p. 168-169.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 707.
Romero, 1982, p. 238.
Payne, 2020, p. 320.
Ranzato, 2014, p. 347.
Romero, 1982, p. 234.
Gibson, 1982, p. 174-175.
Gibson, 1982, p. 175.
Romero, 1982, p. 232.
Ranzato, 2014, p. 347; 349-351. "No es lícito interpretar las palabras
pronunciadas por el presidente del Gobierno como una amenaza de muerte... Del
conjunto de su discurso resulta evidente que su amenaza consistía en que si se
hubiera verificado ese 'cualquier caso que pudiera ocurrir, que no ocurrirá', ese
'algo [que] pueda ocurrir —es decir, la sublevación militar a la que Calvo
incitaba, habría sido llamado a responder 'ante el país' por la responsabilidad que
había asumido—. Pero no había ni una palabra en el discurso de Casares que pruebe
que se refería a una justicia sumaria, y no, en cambio, a las graves sanciones
judiciales —que posiblemente llevaban inclusa la pena capital— que el líder
monárquico habría debido afrontar como instigador de un delito de rebelión militar.
Ningún periódico, de ninguna orientación política, al día siguiente había sostenido
ni insinuado que aquella frase fuese un visto bueno para el asesinato de Calvo
Sotelo. En realidad fue él mismo quien, replicando a Casares ante las Cortes, había
tergiversado el sentido de sus palabras..."
Ranzato, 2014, p. 351. "Es probable que [Azaña] se encontrara en una condición de
absoluto desconcierto y sentimientos de impotencia"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 704.
Romero, 1982, p. 703-704.
Ranzato, 2014, p. 346.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 705.
Romero, 1982, p. 271-272.
Gibson, 1982, p. 171. "El asesinato del teniente Castillo convenció a las
izquierdas de la urgente necesidad de hacer frente común contra el fascismo... El
asesinato de Calvo Sotelo hacía aún más imperiosa la unión de esfuerzos, pues era
opinión general que aquel crimen tendría el efecto de precipitar la sublevación que
todos presentían que se preparaba"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 706-707.
Payne, 2020, p. 301; 320-321.
Beevor, 2005, p. 79.
Romero, 1982, p. 272.
Payne, 2020, p. 320; 337.
Payne, 2020, p. 326-327.
Payne, 2020, p. 321. "Azaña debió haber tomado una decisión inmediata para cambiar
la política del Gobierno, instaurar un verdadero sistema de seguridad, aplicar la
ley y la Constitución, y dar garantías a las derechas. Esta era su última
oportunidad, pero no hizo absolutamente nada..."
Ranzato, 2014, p. 351-352.
Romero, 1982, p. 278-279.
Ranzato, 2014, p. 352.
Romero, 1982, p. 237.
Romero, 1982, p. 236-237.
Romero, 1982, p. 244-245.
Romero, 1982, p. 270.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 705-706.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 691.
Romero, 1982, p. 252.
Ranzato, 2014, p. 23. "Incluso como respuesta a los golpes sufridos supuso una
acción incongruente y desmesurada"
Romero, 1982, p. 244. "ABC publica a toda página la fotografía de la víctima, y en
el interior una amplia biografía; también reproduce artículos que, con el seudónimo
de 'Máximo', enviaba a este diario durante su exilio en París. Algo semejante, al
vedarle el comentario, se ve obligado a hacer El Debate"
Ranzato, 2014, p. 361.
Rey Reguillo, 2008, p. 559. "En modo alguno se hablaba ya —si es que alguna vez se
habló en esos términos— de una República democrática para todos los ciudadanos,
mucho menos si había que incluir a la reacción"
Ranzato, 2014, p. 362-363.
Payne, 2020, p. 319-320.
Romero, 1982, p. 218.
Romero, 1982, p. 245-246. "Cuando Prieto ha redactado este artículo, que dicta
telefónicamente a Bilbao, conocía la identidad de quienes han organizado el
secuestro y la muerte [de Calvo Sotelo], y estaba al corriente de que eran hombres
muy afectos a su política y a su persona, de los que solían escoltarle a él"
Payne, 2020, p. 326. "Prieto instó en El Liberal a la unión de las izquierdas y no
a la reconciliación con las derechas... Prieto y los suyos continuaron escondiendo
a los asesinos de Calvo Sotelo, y existen testimonios de su intervención personal
para poner fin a la investigación judicial"
Gibson, 1982, p. 172-173. "Palabras terribles, certeras, aunque ni el mismo Prieto
pudo prever, al redactarlas, que la guerra... empezaría dentro de cuatro días
Macarro Vera, 2000, p. 467.
Ranzato, 2014, p. 366.
Payne, 2020, p. 326-327; 329-330. "Para los caballeristas la propuesta era a la
vez demasiado complicada y limitada. Ellos solo querían que se entregasen las armas
directamente a los sindicatos obreros, sin ninguna superestructura del Frente
Popular..."
Macarro Vera, 2000, p. 467-468.
Zugazagoitia, 2007, p. 41-42. "El diputado que así hablaba no publicaba una
jactancia, divulgaba una convicción"
Ranzato, 2014, p. 363.
Ranzato, 2014, p. 363-364.
Romero, 1982, p. 170.
Ranzato, 2014, p. 364.
Payne, 2020, p. 329.
Ranzato, 2014, p. 367.
Gibson, 1982, p. 156.
Gibson, 1982, p. 180.
Gibson, 1982, p. 181.
Romero, 1982, p. 235-236; 245.
Rey Reguillo, 2008, p. 556.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 691-692.
Rey Reguillo, 2008, p. 556-557.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 706.
Romero, 1982, p. 267.
Payne, 2020, p. 335.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 697.
García Rodríguez, 2013, p. 509-510.
Romero, 1982, p. 268-269.
Thomas, 2011, p. 235.
Payne, 2020, p. 322-323.
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Gibson, 1982, p. 182.
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Viñas, 2019, p. 284-285.
González Calleja, 2011, p. 14.
Diego Barcala (18 de julio de 2011). «A la caza del demócrata». Publico.es.
Thomas, 2011, p. 235-236.
Zugazagoitia, 2007, p. 43-44. "El exministro Goicoechea... pronunció una arenga
llena de invectivas contra la República, para acabar, entre los clamores de la
numerosa asistencia, jurando a Dios y a la Patria que el crimen sería rápidamente
vengado"
Romero, 1982, p. 251.
Gibson, 1982, p. 182-183.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 694-695.
Payne, 2020, p. 323.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 695. "Los manifestantes tuvieron 5 muertos y 34
heridos"
Romero, 1982, p. 251-252.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 695-696.
Romero, 1982, p. 255.
Gibson, 1982, p. 166.
Ranzato, 2014, p. 353.
Gibson, 1982, p. 184.
Gibson, 1982, p. 185.
Romero, 1982, p. 256.
Gibson, 1982, p. 185-187. "Pedro Sainz Rodríguez, autor de esta catilinaria, ha
tenido la valentía de admitir públicamente que no estaba convencido de la veracidad
de sus alegaciones: '...En todo lo mucho que se ha escrito sobre el asesinato de
Calvo se da por descontado este hecho [que se tratara de un 'crimen de Estado'],
pero yo creo que históricamente no estaba probado'".
Gibson, 1982, p. 187.
Viñas, 2019, p. 167-188.
Viñas, 2019, p. 167.
Gibson, 1982, p. 185-187.
Gibson, 1982, p. 186.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 698.
Payne, 2020, p. 323-324.
Ranzato, 2014, p. 353-354.
Romero, 1982, p. 258-259.
Ranzato, 2014, p. 354-356.
Romero, 1982, p. 259; 263. "Desde este discurso pronunciado ante tan restringida
audiencia, Gil Robles se erige en fugacísimo único líder de la derecha española.
Conocía, y no desaprobaba, que iba a producirse una sublevación, para cuya
preparación había entregado medio millón de pesetas, cifra bastante importante
entonces..."
Bullón de Mendoza, 2004, p. 699.
Gibson, 1982, p. 189-190. "Para Gil Robles, la responsabilidad de Casares Quiroga
no podía ser, pues, más evidente"
Romero, 1982, p. 259.
Payne, 1996, p. 88. "Los diputados de la derecha no acusaban al Gobierno de haber
ordenado o planeado la ejecución [de Calvo Sotelo], pero le consideraban
responsable de las circunstancias que la habían hecho posible"
Payne, 2020, p. 325.
Thomas, 2011, p. 236-237. "Gil Robles, que había vuelto de Biarritz (pese a estar
amenazada su vida, como lo estaba hacía meses), rindió tributo a la memoria de
Calvo Sotelo, su rival hacía poco tiempo, y cuya suerte había estado a punto de
compartir... Después volvió a marcharse a Biarritz"
Gibson, 1982, p. 191.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 699-700.
Gibson, 1982, p. 188.
Gibson, 1982, p. 191-192.
Ranzato, 2014, p. 356.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 300.
Romero, 1982, p. 260. "[Barcia] protesta contra las pretensiones de Gil Robles de
establecer cualquier tipo de relación entre lo que se dijera en el Parlamento el 16
de junio y la dolorosa realidad de lo que ahora haya sucedido, que el Gobierno
condena y reprueba. Considera que este ha hecho cuanto debía para esclarecer los
sucesos..."
Bullón de Mendoza, 2004, p. 701.
Romero, 1982, p. 262.
Ranzato, 2014, p. 356-357. "Reticentes y subalternos continuaron, en cambio, dando
cobertura a Largo Caballero y a los suyos, hasta la Guerra Civil, y hasta salir de
escena más tarde, entregándoles el poder sin más, tal como aquellos lo habían
imaginado"
Ranzato, 2014, p. 357-358. "[El discurso de Prieto] dejaba transparentar una
escasa convicción, una resignación a lo inevitable, y quizá la consecuencia de un
irremediable fracaso personal; consecuencia no solo y no tanto de aquel clima
político en que ya soplaban vientos de guerra civil, sino sobre todo de las mismas
circunstancias en que se había producido la muerte de Calvo Sotelo. Porque la
paradoja que, de todos modos, le quitaba toda posibilidad futura de asumir el papel
de líder de un cartel centrista moderado estaba en el hecho de los principales
responsables de aquel homicidio no debían buscarse entre los caballeristas más
exaltados, sino... entre los hombres de su escolta"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 700.
Romero, 1982, p. 260. "En el discurso que pronuncia esta mañana ante la Diputación
Permanente no trata de convencer a nadie, se limita a acusarlos"
Ranzato, 2014, p. 359.
Romero, 1982, p. 170. "Prieto está ya convencido de que va a producirse una
sublevación y abandona la política seguida hasta este momento que, si se
manifestaba en ocasiones con agresividad que venía engendrada por su carácter y por
no ser acusado de contemporizador por miembros de su propio partido, dejaba una
puerta abierta o entreabierta, al diálogo con sus adversarios del centro y la
derecha"
Ranzato, 2014, p. 359-360.
Romero, 1982, p. 262-263.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 700-701. "Para el comunista Díaz Ramos el origen de
todos los males estaba en octubre del 34, afirmación que curiosamente no llevaba
nunca a las izquierdas a plantearse su responsabilidad en lo entonces sucedido"
Romero, 1982, p. 261.
Romero, 1982, p. 261-262.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 702.
Romero, 1982, p. 263-264.
Payne, 2020, p. 327-328. "Esta no era más que una de las predicaciones de guerra
civil que aparecieron en el periódico durante aquellos meses"
Payne, 2020, p. 327. "Los caballeristas... se aferraron a la creencia de que una
rebelión militar nunca podría ser tan fuerte como para no ser aplastada por los
miles de obreros revolucionarios y su dominio de la economía"
Alía Miranda, 2011, p. 110.
Cruz, 2006, p. 211.
Beevor, 2005, p. 79-80.
Ranzato, 2014, p. 244.345.
Aróstegui, 2006, p. 42; 173-175.
González Calleja, 2011, p. 351-352; 368.
Preston, 2011, p. 189-190.
Romero, 1982, p. 253-254.
González Calleja, 2015, p. 304.
Rodríguez Jiménez, 1997, p. 190.
Thomàs, 2010, p. 144; 147. "[La inacción del gobierno] dio alas a unos militares
golpistas en apuros a la hora de recabar el apoyo de muchos compañeros para su
movimiento"
Ranzato, 2014, p. 345.
Romero, 1982, p. 228-229.
Gibson, 1982, p. 214.
Ranzato, 2014, p. 345-346.
Payne, 2020, p. 335-336.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 707-708.
Payne, 1996, p. 98.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 702-703.
Payne, 2020, p. 301; 337. "Su decisión cambió muy rápidamente después de conocer
los detalles de la muerte de Calvo Sotelo el día 13. Años después, Franco afirmaría
en un discurso de 1960 que el alzamiento jamás habría conseguido el apoyo necesario
entre los militares si no se hubiera producido aquel asesinato. La situación límite
de la que siempre había hablado como el único factor que podía justificar una
rebelión armada finalmente se había producido..."
Payne, 1996, p. 97-98.
Cruz, 2006, p. 225. ”Francisco Franco temía lo peor ―es decir, su fusilamiento y,
en el mejor de los casos, el fin de su carrera militar― si se sumaba a una rebelión
fracasada. Insistía en la necesidad de asegurar la participación de la Guardia
Civil al lado de los rebeldes, no advertía suficiente unidad en el Ejército y, en
su lugar, encontraba disidencia y actitudes hostiles. Franco, además, había ocupado
altos cargos en el Ministerio de la Guerra en el año anterior, y no le hubiera
importado servir al Estado español con un Gobierno republicano como el de 1935”
Payne, 2020, p. 300-301; 337-338.
Payne, 2020, p. 339.
Francisco Franco Salgado-Araujo (1977). Mi vida junto a Franco, Barcelona,
Planeta, p. 150
Paul Preston (18 de julio de 2006). «Las dudas del golpista Franco». El País.
Romero, 1982, p. 228. "El envío del avión por parte del grupo monárquico, con Mola
al fondo, podía tener por objeto forzar a Franco al ofrecerle facilidades"
González Calleja, 2011, p. 381-384.
Romero, 1982, p. 171.
Romero, 1982, p. 284-285. "Las maniobras que entre el 5 y el 12 se han celebrado
en el Llano Amarillo... han proporcionado ocasión de cambiar impresiones entre los
jefes y oficiales comprometidos y para atraer voluntades de otros a quienes se
suponía predispuestos. [...] El día 13... Yagüe participó a Mola que a partir del
16 todas las tropas estarían dispuestas para actuar desde sus bases"
Alía Miranda, 2018, p. 109.
Payne, 2020, p. 339-340. "Uno de los grandes bulos sobre estos días es que el
propio Franco arregló el asesinato de Balmes para facilitar el alzamiento en
Canarias. Las evidencias indican que fue un accidente..."
Alía Miranda, 2011, p. 114.
Martín Ramos, 2015, p. 205.
Romero, 1982, p. 285-286; 290-291.
Mera Costas, 2021, p. 104-105.
Romero, 1982, p. 286.
Romero, 1982, p. 290.
Bullón de Mendoza, 2004, p. 708.
Ranzato, 2014, p. 25-26. "Llevándoles a buscar [a los ciudadanos críticos u
hostiles a las actuaciones del gobierno] en otra parte una más segura tutela, no
solo de sus intereses, sino de su misma integridad personal"
Bullón de Mendoza, 2004, p. 710.
Jackson, 1976, p. 212.
Payne, 2020, p. 324.
Ruiz, 2012, p. 57.
Gibson, 1982, p. 9.
Gibson, 1982, p. 99; 163.
Gibson, 1982, p. 163-165.
Gibson, 1982, p. 91-92;.
Gibson, 1982, p. 134-135.
Romero, 1982, p. 205.
Gibson, 1982, p. 96.
Gibson, 1982, p. 116.
Gibson, 1982, p. 99.
Gibson, 1982, p. 99-100.
Gibson, 1982, p. 100.
Payne, 2020, p. 301; 337. "Años después, Franco afirmaría en un discurso de 1960
que el alzamiento jamás habría conseguido el apoyo necesario entre los militares si
no se hubiera producido aquel asesinato"
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