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Capítulo 3.

El vínculo traumático

Hay un vínculo traumático en niñas que fueron abandonadas o ignoradas en el


seno de sus familias y que han desarrollado tolerancia al maltrato de sus parejas.
Estas mujeres creen que si se esfuerzan en soportar los malos tratos como
expresión de amor, quienes les agreden van a cambiar. Es posible que en su
infancia, la pequeña se esforzara mucho en agradar a su padre o a su madre, este
tipo de angustia, desarrolla en la niña la creencia de que solo es amada en relación
al nivel de necesidad que se tenga de ella. Así en etapas posteriores a la infancia,
ella se enamorará de hombres que parecen carentes de afecto o necesitados de
amor, esta acción, la de mitigar el amor de otros y no el propio se vuelve la forma
en la que ama. La necesidad de dar amor a otros, -no de recibirlo-, aliviar el dolor
de otros, -no el propio-, fundir su propia necesidad en la del otro, es el estilo de
amor que ella ha desarrollado. El hecho de que los hombres que más nos atraen
sean aquellos que parecen necesitados tienen sentido si entendemos que la raíz de
esa atracción es nuestro propio deseo de ser amadas. (Norwood, 2006, p. 40)

De la misma forma, existe una poderosa conexión entre la violencia


intrafamiliar y la dependencia afectiva. Cuando una esposa se siente vulnerada,
usualmente asimila conductas de exceso de amor con la expectativa que su intenso
amor y sacrificio haga cambiar al victimario, de la misma forma como se esforzó en
su infancia por agradar a sus padres. Este es un patrón de conducta dañina que
genera un círculo vicioso, el cual termina en frustración, dolor y desesperanza.
Consecuentemente, la mujer que ha sido violentada por su pareja y que soporta
esta situación puede presentar los rasgos traumáticos que ya se mencionaron
anteriormente; es decir, hay un vínculo muy fuerte entre las niñas que han sido
víctimas de abandono y las mujeres que aceptan maltrato de su pareja, esto se debe
a que el patrón de apego está presente y se vincula con el desarrollo de la conducta
de dependencia. De esta forma, habitualmente se considera responsable de las
acciones del otro, cree que si se esfuerza cada vez más en amar y expresar ese amor,
cayendo incluso, en la tolerancia al maltrato, su pareja finalmente va a notar ese
esfuerzo, va a amarla y resolver cambiar. Pero lo que realmente sucede es que su
esfuerzo termina en una mayor frustración porque el objeto de su dependencia, en
este caso su esposo o pareja, no cambia, lo que la lleva a más esfuerzos de su parte,
produciéndose inevitablemente una frustración mayor que se expresa a través de
estados depresivos; dicho desengaño no lo manifiesta porque desde su niñez, es
posible que su familia no confrontara los conflictos, y menos aún reconocieran y
afrontaran las emociones emanadas de ellos, situación que opera desatando más
culpa, frustración y depresión en ella.
La esposa puede soportar malos tratos y pareciera que en el interior de ella no
pasa nada, pero en realidad la psiquis de esa mujer está siendo fragmentada, su
autoestima vulnerada, su dignidad se ve socavada por las opiniones, actitudes,
palabras y acciones de su esposo. A la larga ella va interiorizando dolor,
menosprecio, inseguridad y resentimiento que en etapas posteriores de la relación
puede traer consecuencias irreversibles, entre ellas, profundas depresiones o caer
en relaciones de infidelidad como estrategia de compensación de sus carencias
afectivas, ya que no tiene el valor de finalizar su matrimonio, pero sí necesita suplir
sus faltantes de amor y aceptación. De forma opuesta, si esta mujer decide
abandonar la relación, inmediatamente el miedo la asalta y el desequilibrio de
poder le hace pensar que está incapacitada para seguir adelante, así, si la pareja
aparece con actitudes de arrepentimiento, es factible que ella regrese a su lado.

Las mujeres que hemos sido maltratadas por nuestros esposos, inicialmente
pensamos y guardamos la expectativa de que en alguna parte del proceso van a
cambiar, se van a dar cuenta del daño que ocasionan, revirtiendo todo lo negativo
de su conducta hacia nosotras. Pero cuando el tiempo pasa y se hace evidente que
él no va a cambiar, el dolor se enquista y se transforma en decepción, desesperanza,
irritabilidad, rencor, amargura, depresión, etc.

Si la mujer labora fuera de su casa, hay más esperanzas de que esta conducta no
la afecte demasiado, ya que tiene otra actividad que le puede dar el reconocimiento
que no le ofrece su pareja; pero si por el contrario, la mujer es una ama de casa,
pasa todo el día laborando en su hogar y en el cuidado de sus hijos y además, el
esposo manifiesta menosprecio por las labores de ella, que parecen sencillas y
cotidianas, pero que demandan todo su tiempo y energía, la carga emocional sobre
ella se duplicará convirtiéndola en una mujer irritable o depresiva, con un vínculo
amoroso que la disminuye en su autoestima y la empuja a tratar de salir de ese
círculo de maltrato y desgaste emocional.

3.1 La mujer que ama obsesivamente.

El perfil conductual de las mujeres que aman obsesivamente, se camufla en la etapa


de la adolescencia, ya que en este período la niña está inmersa en intereses sociales.
Es el tiempo en el que afloran las mejores amigas, los vínculos sociales más fuertes
con sus pares y toda la identidad que van apropiando como elemento distintivo de
su círculo de amigos y amigas. Así aparecen peinados, accesorios, modas, palabras
y jerga característica en sus formas de comunicación.

Adicionalmente, aparecen sus primeras experiencias amorosas y es el


tiempo en el que inicia la exploración de su estilo de amor. Es decir, en esta etapa
empieza a aflorar el modo “amar en exceso” y es efectivamente un desborde,
porque estas jóvenes dan más de sí mismas a sus parejas que lo que reciben de
estas. Con las diferentes relaciones que puedan experimentar en su adolescencia
van perfeccionando las demostraciones de exceso de amor y terminan cayendo en
relaciones sexuales tempranas para su grado de maduración emocional. Es de
conocimiento público, el aumento de natalidad entre las niñas adolescentes de
nuestras naciones latinoamericanas, esto, como consecuencia de su búsqueda
imparable de amor y aceptación. En este punto, lo que la mujer considera como
amor, es realmente dependencia emocional y se activa cuando el miedo a la soledad
y abandono empieza a manifestarse y es entonces cuando vuelven a aparecer las
necesidades afectivas de ella, manteniendo el vínculo traumático.

Las niñas que han sufrido abandono y violencia intrafamiliar tienen la opción
de desarrollar dos tipos de perfil conductual: está aquella que se siente poca cosa,
fea, disminuida y construye dentro de sí misma temor e inseguridad, los cuales se
manifiestan en sus posturas corporales, gestos, formas de comunicarse, actitudes y
relaciones sociales usualmente con timidez. De forma opuesta, está la niña o
adolescente que parece excesivamente extrovertida, sensual, insinuante, muy
segura de lo que tiene. Esta jovencita es la que inicia noviazgos desde muy chica, así
como relaciones sexuales tempranas y corre el riesgo de quedar embarazada
pronto. Usualmente vive relaciones de pareja muy intensas y se enamora con
facilidad; a pesar de ser moderna y sociable, dentro de su corazón hay vacío
afectivo y espiritual, y al igual que la niña de bajo perfil guarda en su alma una
profunda soledad y sensación de poquedad de sí misma, así que su éxito social es
una forma de tapar el hecho de sentir en su interior que vale poco. Como no siente
valor dentro de sí misma, demuestra que vale por lo que tiene y ofrece
exteriormente.

Un vínculo traumático de este tipo es un caldo de cultivo para que la mujer se


enamore de hombres tóxicos, con dificultades como adicciones y vicios, hombres
de conductas agresivas similares a las de su padre o madre; ella desde su
inconsciente asimila la necesidad de ese hombre como una razón para amarle y se
dispone a dar todo lo que pueda de sí para que este hombre sea feliz y por
consiguiente, ella también reciba su porción de amor. Este esfuerzo y todas las
consecuencias de él, como la ansiedad constante, la intensidad del sentimiento, la
pasión que despierta su cometido es como una droga que la mantiene despierta,
activa y ella interpreta este cúmulo de emociones fuertes como un amor vivo,
intenso y vehemente. La compulsión destructiva que ella cree que es amor, es una
forma adaptativa de ocultar el verdadero estado de su alma, así que esa excitación
que ofrece las relaciones tóxicas, maltratadoras, manipuladoras es la forma evasiva
de seguir viviendo con un supuesto propósito más loable, sintiendo intensamente
dolor, decepción o lucha permanente, pues requiere esta forma de sentir que
aprendió en su infancia. El amor vinculado al sacrificio.
3.2 Dependencia Emocional.

Se entiende por dependencia emocional un patrón crónico de demandas afectivas


frustradas, que buscan desesperadamente satisfacerse mediante relaciones
interpersonales estrechas (Blasco, 2000, p.3) Es posible que este constructo sea
confundido con otros términos como codependencia, sin embargo, es diferente,
debido a que este último se establece específicamente en situaciones relacionales
con personas con tendencia a las adicciones. Mientras que la dependencia
emocional se relaciona con las necesidades afectivas que emanan de las carencias
emocionales de quien las padece.

El vínculo afectivo que desarrolla el ser humano al nacer, establece dos causas
biológicas concretas, por un lado, la de procrear y mantener la especie, y de otra
parte, la de alcanzar seguridad y protección; sin embargo, más allá de estas, se
encuentra también la de proveer estabilidad emocional a través de un vínculo
afectivo que dé cohesión a la pareja, aquí la necesidad satisfecha es el afecto, que es
usualmente de lo que carecen los dependientes emocionales. La carencia de ese
vínculo afectivo sano es el que desarrolla apego ansioso en la persona y su
conducente dependencia emocional. Es un círculo vicioso. Cuanto más dependiente
se vuelve ella, más importante se vuelve él. Cuanto más importante es él, tantas
cosas está ella dispuesta a abandonar, de manera que su vida va siendo cada vez
menos lo que queda libre de él. Y es esto lo que la mantiene enganchada (Forward,
1993, p. 49).

Las características que prevalecen en las mujeres con dependencia emocional


son:

● Enamoramientos rápidos e intensos.


● Insaciable necesidad y anhelo de sentirse amada.
● Relaciones que no llenan por completo el vacío emocional pero lo
disminuyen.
● Algunas tendencias autodestructivas, no todas. Entre estas por ejemplo, está
aceptar la postura sumisa en la relación. Evitar a toda costa perder su pareja
por temor al abandono.
● Estado de ánimo disfórico (tristeza, irritabilidad, inquietud, incertidumbre).
● Tendencia a la depresión y ansiedad, así como a mantenerse preocupada.
● Baja autoestima y autoconcepto.
● Sentimiento continúo de soledad.
● Idealización de la pareja, usualmente desarrolla relaciones interpersonales
con personas explotadoras, que las manipulan, maltratan y no les
corresponden.
● Relaciones interpersonales destructivas.
● Sufrimiento destructivo y devastador cuando es abandonada, con episodios
de mucha ansiedad, angustia y depresión.
● En casos extremos ideación suicida.
● Sensación de fracaso con su consecuente devastación de la autoestima.
● Adicción a la pareja o a las emociones exacerbadas que esta produce.

El espectro de conductas emanadas de las carencias afectivas en las mujeres


usualmente está manifestando un profundo miedo al rechazo, a la soledad y al
abandono. Algunas llegan a experimentar que su vida ya no tiene sentido si su
pareja le abandona. En este tipo de vínculo emocional, la mujer siente que se
desdibuja, que desaparece si él no está, es probable que en su infancia su padre la
ignorara, le abandonó o fue indiferente a sus necesidades afectivas, de tal forma
que ella se sintió invisible. “Para romper una relación con alguien de quien depende
nuestro sentido de existencia, necesitaremos el valor de enfrentarnos al terror que
suponen esos sentimientos de invisibilidad y de no existencia” (Sutil, 2004, p.52)
Esto no quiere decir que no se logre romper este tipo de conducta emocional
suicida, pero requiere de un esfuerzo sobrehumano, apoyo psicológico o la
intervención directa de Dios.

Las conductas de dependencia emocional experimentadas en una mujer,


establecen que ella es la extensión de su pareja; en la relación encuentra su
identidad y sin el hombre que ama ella misma no existe. Todas ellas sufren esta
herida emocional sin que sean conscientes de lo que realmente pasa en su interior,
sencillamente creen y asumen que no pueden vivir sin su pareja, así que si este
hombre les falla, las deja o desaparece, sentirán que su existencia no tiene sentido,
que no es real y entrarán de nuevo en el ciclo de terror y pánico que les puede llevar
incluso al suicidio. Para sobrevivir a ello, esta mujer usará el patrón de negación 1 de
la realidad, el mecanismo de negación resulta especialmente útil para ignorar
información con la que no queremos tratar (Norwood, 2006, p. 170). Por tal razón,
vivir en este estado de amenaza constante, abuso físico, emocional, psicológico,
unido a una amabilidad eventual, a una presunta actitud de arrepentimiento
facilita el comportamiento discontinuo que hace desarrollar en la mujer lo que se
ha llamado Vínculo Traumático.

De la misma manera, la conducta de la mujer dependiente emocional la sigue en


todas las relaciones que pueda tener, saliendo de cada relación con un fuerte
traumatismo que reproduce una vez más en ella la conducta de amor excesivo,
sacrificio y pérdida, reproduciéndose de forma encadenada diversos vínculos
traumáticos que la conducen a los mismos estados de angustia que ha
experimentado desde la infancia. Mientras esta mujer no comprenda que tiene su
alma enferma y necesita sanar, seguirá copiando su conducta en cada relación;
1 Ver Necesidad de Negación, punto 3.4
pueden pasar años e incluso toda su vida en este círculo de amor, dolor y pérdida.
Una de las cosas que produce su forma de amar, es el agotamiento de su pareja,
pues al advertir que él es el centro de su vida, la relación se vuelve una carga para
este hombre, que sencillamente termina abandonándola, repitiéndose en ella el
trauma de rechazo y abandono que es la razón real por la cual se comporta así.

3.3 Necesidad de control.

Una de las marcas que queda en una niña cuando ha vivido sistemas de negación
de la realidad en su hogar, es la necesidad imperiosa de tener el control. Este surge
como una estrategia de evasión de las posibles heridas emocionales. En este
sentido, la menor utilizará el control para evitar ser lastimada más de lo que ya
está. Inicialmente, la niña se esforzará por dominar las emociones negativas
rechazando que existan, para ello, desensibiliza su corazón; de allí nace la
necesidad de controlar lo que sucede a su alrededor, porque de esta forma crea
sensaciones de seguridad para sí misma. Esta postura para relacionarse se explota
completamente en la etapa adulta o desde que inicia relaciones de pareja y se hace
visible en el vehemente deseo de ayudar a otros, o en la necesidad de verificar lo
que hace su pareja diariamente Así que el anhelo de ayudar, apoyar y sostener es en
el fondo la necesidad de someter la realidad a su temor de ser herida. Esta
simbiosis ayuda-control es parte de la conducta habitual de las mujeres que han
crecido con heridas emocionales y este cuadro se intensifica cuando al crecer, la
mujer experimenta violencia intrafamiliar.

Cuando los esfuerzos por ayudar provienen de personas con antecedentes


desdichados, o que están atravesando relaciones llenas de tensiones, siempre
hay que sospechar la necesidad de controlar. (…) nuestra esperanza es que si
podemos controlar a esa persona, entonces podemos controlar nuestros
sentimientos en los aspectos en que nuestra vida se une a la suya (Norwood,
2006, pág. 174).

3.4 Necesidad de Negación

En su esfuerzo por mantener su relación y al aparente amor de este hombre, la


mujer cae fácilmente en un círculo de negación de su realidad. Desde niña está
preparada para esto. Se puede definir la negación como el hecho de rehusarse a
admitir la realidad en dos niveles: el nivel de lo que está sucediendo en realidad, y
en el nivel de los sentimientos (Norwood, 2006, p. 171). Cuando la madre de esta
pequeña camufla la realidad, en relación a lo que el padre hace, supuestamente
para que la niña no sufra, lo que realmente ocurre, es que la madre está labrando
en ella una estrategia de control, de silencio, de negación que será reproducida por
esta niña en su etapa adulta. Si el padre no llega a dormir, esta madre le dirá a la
pequeña que está trabajando y por ello no ha llegado a la casa; de esta manera, la
niña desarrolla empatía y compasión hacia ese papá que está trabajando mucho,
mientras que la realidad es otra.

En una familia que opera de esta manera, siempre hay una negación compartida
y solapadamente guardada de la realidad. Las mujeres con este perfil niegan que
esté ocurriendo algo, solo lo saben ellas y es muy común que oculten ante las dos
familias, lo que está viviendo. Podrían pasar años antes de que la familia extendida
se dé cuenta de lo que sucede. Esta evitación es un sistema de protección
emocional, ya que le permite ocultar y no enfrentar la vergüenza, el miedo, la ira
contendida, la sensación de desamparo y descontrol, la incertidumbre que
realmente está silenciada y no la obliga a mirar hacia el futuro. Esta mujer habrá
cubierto permanentemente las acciones violentas y agresoras que cotidianamente
le ofrece su esposo; a su vez, la niña que experimenta una familia en donde la
madre oculta y niega todo, se estará formando de la misma forma y es posible que
reproduzca el cuadro de silencio de su madre.

Aunque cada comportamiento de los padres transmite algún tipo de mensaje,


son solamente los temas repetitivos los que forman la imagen del mundo de un
niño. Si una niña ve que su madre acepta los malos tratos físicos y psicológicos,
entiende que no hay límites para lo que a un hombre se le permite hacerle a una
mujer. Una madre que se deja golpear está demostrando a su hija que una
mujer debe tolerar cualquier cosa con tal de aferrarse a un hombre. (Forward,
1993, p.29)

Capítulo 4. El salto hacia la infidelidad

Se define la infidelidad como la transgresión de un acuerdo explícito o tácito entre


dos personas que conviven en una relación romántica y sexual. Dicho acuerdo está
enmarcado en un tipo de cultura que acoge y viabiliza dicha forma de contrato.

Es común en las naciones latinoamericanas que la mujer infiel sea juzgada con
dureza. Nuestra sociedad está acostumbrada a la infidelidad masculina y es
justificada abiertamente por hombres y mujeres como si fuera un rasgo distintivo
del sexo masculino; esto hace que la mujer perdone fácilmente este tipo de traición
o la vea como algo natural, casi imposible de evitar en algún momento de su vida de
pareja. De forma opuesta, la mujer que accede a la infidelidad no es tolerada ni
aceptada socialmente, se le llama “perra”, “zorra”, “golfa”, “sunga” y otros adjetivos
que destruyen su identidad femenina y la hacen socialmente discriminada.
A primera vista, pareciera que la infidelidad masculina y femenina son iguales;
sin embargo, sus causas y componentes son sustancialmente diferentes.

La infidelidad es considerada un problema social porque en sí misma va en


contra de los ideales y las normas sociales; asimismo, atenta contra la calidad
de vida de las personas que se ven inmersas en esta situación, ya sea en una o en
todas las partes, así como la integridad y la salud mental de los involucrados.
Además de lo anterior, un factor que la vuelve un problema aún mayor es el de
las concesiones otorgadas por la sociedad, pues dependiendo del sexo se recibe
un castigo más benevolente o más severo. Por ejemplo, el hombre que comete
infidelidad es sinónimo de masculinidad, orgullo y merece poca o nula condena
social, pero en el caso de la mujer ocurre justamente lo contrario, por lo que
recibe una condena social más rigurosa (Espinoza, Correa & García, 2014,
p.140)

Históricamente, cuando el hombre tenía que desplazarse para cazar y traer


proteína animal a su tribu, se encontró con la necesidad de reconocer sus propios
hijos a su regreso. La primera división del trabajo fue sexual y es precisamente la
mujer por ser quien puede concebir vida y quien cuida de sus hijos, la que debió
permanecer en el lugar de vivienda quedando vinculada estrechamente al espacio
doméstico; al respecto Navarro & Zambrana, (2010) establecen que el matrimonio
en sí mismo, redujo a la mujer a la monogamia como un objeto de uso para el
hombre. La monogamia se impuso para que la mujer tuviera relaciones solo con el
esposo, pero el esposo podía tener relaciones con otras; de esta manera, ella estuvo
permanentemente obligada al cuidado de sus hijos y algunas otras cosas como
mantener el fuego prendido. Así se generaron y se transmitieron una serie de
creencias, normas y valores a partir de los cuales emergen los ideales de feminidad
y masculinidad.

Actualmente, hay mucha más liberación femenina, siendo la mujer quien


determina la opción de tener o no relaciones sexuales con parejas momentáneas o
intermitentes. En este sentido, la decisión usualmente depende de la formación y
del grupo social en el que haya crecido, hablamos de mujeres europeas o
norteamericanas que han asumido la libertad sexual como parte del equipamento
de libertades adquiridas socialmente y que no necesariamente involucran sus
sentimientos en este tipo de situaciones esporádicas o irrelevantes para ellas.
Mientras que en las naciones no tan liberales como las latinoamericanas, la cultura
aún mantiene un marcado machismo e influye en la manera de amar de hombres y
mujeres; esto puede evidenciarse en la alta población de jovencitas quienes inician
tempranamente su actividad sexual sin que esta sea desligada de sus emociones o
sentimientos, y caen fácilmente en relaciones tóxicas con hombres que las
cosifican, mientras ellas están ávidas de afecto.
4.1 La infidelidad masculina, una tendencia social.

En el mundo en general, la infidelidad masculina es aceptada como parte de la


naturaleza humana. Las historias de familia están impregnadas de casos en los que
el hombre tiene más de una pareja al mismo tiempo y la infidelidad en ellos, es
tratada como si fuera una gripa o virus que fuera normal e inevitable.
Clásicamente, se sostiene que el varón es infiel por naturaleza y que solo le interesa
diseminar por el mundo sus genes y tratar de que se perpetúen sus características.
Dicha teoría plantea que el hombre desde los albores de la humanidad, estuvo
diseñado para transmitir sus genes y dejar herencia genética. Si bien esto puede ser
cierto en un sentido, también es verdad que la aceptación social y la permisividad
que ciertas sociedades tienen con respecto a la infidelidad del varón promueven la
misma (Martín Camacho, 2004). En los países musulmanes, por ejemplo, la mujer
es tratada casi igual que un caballo o camello, es decir, es usada y cosificada como
un objeto de propiedad del hombre, con leyes que permiten todo tipo de abuso y
maltrato en contra de ella, incluyendo la posibilidad de tener varias esposas. Allí no
hay ningún tipo de derecho para ellas, ni siquiera su vida tiene valor social.

De otra parte, la infidelidad masculina tiene componentes distintos en relación


a la infidelidad femenina. Un hombre puede tener relaciones sexuales con otras
mujeres diferentes a su esposa o pareja, sin que esto le implique amarlas.
Sencillamente, las áreas de su vida están desconectadas unas de otras; él tiene la
capacidad de separar sus emociones de la actividad sexual; de igual forma, el
componente social, su vida laboral, las diversas actividades en las que usualmente
están, facilitan “una canita al aire”, sucediendo y asumiendo esta conducta social
como algo natural y totalmente aceptable.

El sentido de fidelidad no sólo se ha perdido, si no que junto con él se


exponen teorías y argumentos de igualdad de género, en un afán de equilibrar las
diferencias y tener los mismos derechos culturales y sociales de los que han gozado
los hombres a lo largo de la historia y en la actualidad, y que fueron negados a la
mujer durante siglos. Por esto puede decirse que, actualmente hay fragilidad en los
vínculos humanos. Las mujeres por su parte, se esfuerzan en estar cada vez más
capacitadas para enfrentar la vida; de la misma forma rompen con más facilidad las
relaciones en las que son maltratadas. No es extraño encontrar que nuestras
jóvenes latinoamericanas, cada vez se preparan más profesionalmente y un buen
porcentaje de estas, están decididas a no casarse y a no ser madres, como si
buscaran huir de cualquier forma de sometimiento que las exponga a depender de
un hombre.

4.2 La Infidelidad Femenina como tendencia Emocional.

Desde la década de los 70s, se vive un despertar en relación a la liberación y


emancipación que ha ido experimentando la mujer en todo el mundo. Esta
tendencia ha permitido a la mujer asumir roles que antes eran eminentemente
masculinos; la incorporación al trabajo, educación, investigación, fuerzas armadas,
militares y otros, ha gestado una nueva mujer, con pensamiento más competitivo,
más abierto y decidido, menos manipulado, y parte de esta experimentación ha
hecho que la mujer ya no permita el maltrato en todas sus formas, de la misma
manera que se soportaba antes. Los gobiernos de occidente han creado leyes,
normas y estrategias para contener al máximo la oleada de violencia que vivimos
las mujeres en esta zona del mundo. A pesar de ello, son aún muchísimas las
mujeres violentadas y vulneradas en pleno siglo XXI.

La situación es tan grave que existe el feminicidio 2 como figura legal para
identificar y tipificar las conductas delictivas en contra de niñas y mujeres en
Colombia y de forma paralela en países vecinos.

Al indagar por las diferentes causas en el actuar de hombres contra la mujer y


que se traducen en feminicidios, los argumentos en su mayoría son: celos,
creencias de que la mujer les pertenece, necesidad de control, falta de límites por
parte de la mujer, abandono de la esposa a su pareja, cosificación y otros. Cabe
señalar, que este tipo de conductas del hombre hacia su pareja, se constituyen
también en causas por las cuáles las mujeres podrían buscar el amor y aceptación
en otro hombre. En su mayoría, estas mujeres tienen miedo a enfrentar a su pareja
y decirle que no soportan más el trato que se les da; en lugar de ello, sus
necesidades afectivas unidas a la creencia de necesitar ser amadas por un hombre,
podrían provocar que su corazón se incline hacia otro hombre, creyendo que podría
ofrecerle algo mejor.

La infidelidad femenina tarda en aparecer, es el resultado de un compendio de


cosas, situaciones y falencias que preparan lentamente a la mujer para buscar otro
hombre con el cual puedan experimentar u obtener lo que su esposo no provee.

2 El feminicidio se define como la muerte violenta de una mujer cometida por un hombre por el simple
hecho de ser mujer. El feminicidio familiar o agravado, es un asesinato cometido por un hombre con quien la
mujer víctima tiene o ha tenido en el momento de los hechos, alguna relación matrimonial o análoga.
Esta acción no aparece de forma espontánea, ni se da de repente; algunas mujeres
podrían ser infieles por venganza a un esposo que le ha sido infiel; otra podría ser
la falta de deseo sexual entre la pareja; pero en sentido general, la infidelidad
femenina obedece a faltantes psicoafectivos y emocionales que han generado unas
condiciones preestablecidas que se dan de forma permanente en la cotidianidad de
la pareja. Dichas condiciones anticipan una necesidad manifiesta e insatisfecha, de
esta forma, si se presenta un hombre que está dispuesto a escuchar, atender, y se
interesa por esa mujer, es posible que se dé el episodio de infidelidad y si además,
las condiciones al interior de la pareja persisten, la mujer decidirá recibir o no de
este intruso la supleción de los faltantes que el esposo no se ha interesado o no ha
podido llenar.

Para que la infidelidad aparezca, la mujer habrá estado sometida a una


situación prolongada con su esposo o pareja permanente, en la que el conflicto
subyacente no ha sido resuelto, a pesar de encontrarse casada su deprivación
afectiva o el maltrato en cualquiera de sus formas, podría perpetuar el nuevo
acercamiento con el intruso y así mantenerse en infidelidad. En este sentido,
podrían ser algunas causas de infidelidad femenina las siguientes:

● Un esposo o pareja déspota, brusco, no cariñoso.


● Un esposo o pareja ausente o indiferente.
● Peleas continuas acompañadas de infidelidad por parte del esposo.
● Necesidad de afecto y valoración por parte de su esposo. Sensación de
que no ser escuchada ni valorada.
● Necesidad de ser tratada como prioridad.
● Necesidades sexuales insatisfechas.
● Maltrato en cualquiera de sus formas

La investigación llevada a cabo por Romero, Romero, & Arellano (2017)


encontró que una mujer que ha sido maltratada por su pareja, desarrolla una
sintomatología psicológica que perturba su comportamiento afectivo. En este
sentido, el componente emocional de la relación con su pareja se ve lesionado por
la necesidad afectiva que vive en el alma de dicha mujer. Al respecto conviene decir
que la intimidad sexual tiene un significado diferente para hombres y mujeres.
Mientras que el hombre puede tener y mantener relaciones sexuales con distintas
personas sin que por ello involucre el amor que siente hacia su pareja permanente
o esposa; la mujer, por el contrario, vincula su vida sexual con su vida afectiva. La
naturaleza femenina es integrada y la vida sexual tiene un profundo componente
afectivo, es indisoluble para ella.

La infidelidad femenina no obedece a un alma de prostituta. Más bien, se


desencadena por varios factores, todos ellos, originados en profundos faltantes de
amor, aceptación y aprobación. Como ya se dijo anteriormente, la niña que no ha
sido amada, aceptada y afirmada por su padre corre una carrera en busca de amor
desde su primera infancia. Pero si a ese faltante se le suma la violencia que infringe
su pareja sobre ella, encontraremos un cuadro perfecto, un caldo de cultivo listo y
dispuesto para que esta mujer busque en otro hombre lo que no encontró en los
hombres más importantes de su vida: su padre y su esposo. Por ello, se puede decir
que la infidelidad femenina surge como una manera de sobrevivir a la deprivación
afectiva a la que se la ha sometido. “Las mujeres agredidas se mantienen en una
infidelidad permanente, buscando cubrir un déficit psicoafectivo. Esta infidelidad
se interpreta como un acto para evitar frustraciones y rechazos ante una separación
abrupta” (Romero, Romero & Arellano, 2017)

En el documento titulado La percepción social de la infidelidad y estilos de


amor en la pareja, de Viridiana, Correa, & García (2014), los autores llevan a cabo
un estudio en el que se determinan los diferentes tipos de amor y su incidencia en
la infidelidad. Cada uno de sus resultados concluye en la persistencia social
aprobada de la infidelidad masculina, mientras que la infidelidad femenina es
censurada.

Este aspecto parece influir particularmente en un estilo que se encuentra


alejado del compromiso y es cercano al hedonismo, al menos entre los hombres,
(…) la media es más elevada en la muestra masculina que en la femenina, lo que
se puede explicar nuevamente por factores referentes a una cultura machista y
con una tendencia al autosacrificio como la mexicana. (…) Lo anterior se puede
explicar en el sentido de las personas agápicas, al estar centradas en el “otro”,
de una manera hasta cierto punto altruista, perciben que hay una falta por parte
de la pareja hacia ellas.

Esta condición o forma de amar casi que eminentemente femenina, sugiere una
variedad de emociones tendientes a la dependencia con patrones de vínculo
traumático, es decir, mujeres que aman centrando su vida en el otro y no en sí
mismas y sus subsecuentes consecuencias. Condiciones que hemos explicado
anteriormente en este capítulo.

Desde la fragilidad de la infancia es posible que no sepamos cómo manejar


las heridas emocionales, ya que en esa etapa de la vida no se tienen los recursos
para resolver, enfrentar, transformar como aprendizaje las laceraciones afectivas,
que conducen a la mujer a desarrollar un bajo autoconcepto y autoestima; por
ende, el resto de su vida será vivida desde las carencias emocionales, procurando
absorber de otras personas el amor que no se recibió en la infancia. Este esquema
de formación emocional nos conduce a comprender que a pesar de que crezcamos y
lleguemos a la etapa adulta, dentro del alma se guarda ese profundo dolor, con las
concebidas emociones que se experimentan, de tal forma que, al enfrentarnos en la
etapa adulta a frustraciones, rupturas amorosas, abandonos, separaciones, etc, se
pueden producir cuadros de dependencia emocional con profundo sufrimiento y
dicha mujer reaccionará con el condicionamiento que desarrolló en su infancia, es
decir, se activa el vínculo traumático.

A pesar de todo esto, hay un remanente bastante amplio de mujeres, que


siendo ya adultas, mantienen las estructuras mentales que las supeditan a los
rigores sociales del pasado, en el cual aún viven y se perpetúan. Estas mujeres que
aún soportan el maltrato en sus diferentes formas, son aquellas que, atendiendo a
la necesidad de superar sus profundos faltantes afectivos, conforman la población
femenina que puede encontrar en una relación extramarital el amor, la aceptación,
la aprobación y la valoración que no haya encontrado en su esposo o pareja
permanente.

Reiteramos que esta acción no surge espontáneamente, se requiere de la


cercanía medianamente permanente de otro hombre que constituya parte de
algunos de los ámbitos sociales en los que ella concurre. Hablamos de un
compañero de trabajo, un vecino, algún amigo de las amigas, un conocido de la
familia, etc.; y debido a que esta mujer tiene baja autoestima y un vínculo
traumático consistente, cuando este hombre se acerca con actitud de
reconocimiento y valoración hacia ella, hablando palabras que la hermosean, su
sola cercanía detona la condición de vulneración emocional que ella tiene; allí,
puede enamorarse e iniciar una relación amorosa que aparentemente la libere de
los profundos faltantes que se mantienen desde la infancia y que han sido nutridos
por la relación de años con un esposo maltratador o indiferente. Usualmente, esta
nueva pareja, no busca precisamente una relación amorosa, sino una relación
eminentemente sexual, razón por la cual el círculo de dolor de dicha mujer podría
intensificarse y el cuadro de retraumatización se incrementará al descubrir que ha
sido cosificada.

En el documento Las causas que llevan a la infidelidad: un análisis por


sexo, Valdez, González, Maya, Aguilar, Gónzalez, & Torres (2013) establecen que:

Se encontró que los hombres fueron infieles por sentirse aburridos,


incómodos, por una necesidad meramente sexual, por falta de variedad y
por sentirse confundidos en la relación de pareja, en comparación con las
mujeres que lo hicieron más porque se sentían solas e incomprendidas en la
relación.

Esta investigación, determinó que la infidelidad masculina es producto de la


permisividad y aceptación social que puede ser velada o abierta, en donde el varón,
asumido como el macho se le permite disfrutar y acceder a relaciones de
infidelidad, mientras que las mujeres tienen la tendencia a ser infieles cuando hay
una permanente sensación de soledad, ausencia de comprensión y cariño, falta de
amor y escucha por parte de sus parejas o esposos; es decir, que el componente de
la infidelidad femenina sigue siendo emocional.

De otra parte, también se encuentra que cuando una mujer siente que puede
perder la relación permanente con su esposo, el temor la guía en la búsqueda de
otra pareja de quien pueda recibir lo que no halló en la anterior relación.
Particularmente esta condición, hace que muchas jóvenes desde la adolescencia
busquen de forma insistente relaciones permanentes, intensas, que les usufructúen
lo que no han recibido de sus padres, buscando así aceptación y aprobación,
condición que a su vez, las lleva a la psicodependencia y a desarrollar el espectro
completo del vínculo traumático.

Ahora bien, estas condiciones del contexto de la pareja ya explicadas, no


obligan a toda mujer que las experimente a llegar a la infidelidad, algunas otras,
prefieren mantener su aparente estabilidad emocional y afectiva, viviendo y
aceptando la falta de cariño, ternura, valoración y aprobación por parte de su
esposo y terminan sus vidas conviviendo con él. Otras, prefieren separarse y
desarrollar otra forma de vida en la que ya no haya maltrato ni indiferencia a sus
necesidades; cabe decir, que muchas mujeres se separan y terminan sus vidas
acompañadas de sus hijos o familia sin que lleguen a tener alguna otra relación.

SEGUNDA PARTE

Capítulo 5. La necesidad espiritual en el ser humano

Es indiscutible que los seres humanos tenemos un sentido de espiritualidad y


trascendencia que cuando es escuchado, lleva a cabo una apertura del alma en
busca del significado y propósito de la vida. Esta apertura tiene un componente
mental y emocional que usualmente se expresa a través de sentimientos intensos
que indican una esperanza de transformación personal. Se espera que en este
camino de transformación se disipe la oscuridad, el miedo, la culpa y todos los
pensamientos y sentimientos que el sujeto desea dejar atrás, y que configuran
patrones de comportamiento que determinan parte de sus acciones y reacciones. A
veces, la trascendencia de la experiencia es poderosa y logra modificar la
subjetividad de quien se entrega genuinamente a una experiencia y sendero de fe.

Esta vivencia de fe, usualmente genera descanso y la sensación de


encontrarse rodeado de amor perfecto y aceptación. Otras personas por el
contrario, no logran encajar totalmente en un sistema de fe, hay una parte interior
que no acepta la complejidad de la experiencia desde una perspectiva absoluta; por
ello, prefieren permanecer en el borde, entre la razón y la fe.

En este sentido, observamos la perspectiva de Jesús, quien habiendo sido


hombre, experimentó las debilidades, emociones, problemas y situaciones que
hacen parte de la naturaleza humana e hicieron parte de su propia vida. Pero quien
frente a esa realidad, trazó una perspectiva de sanidad integral nacida de un
genuino amor hacia el otro, expresado a través del perdón y la misericordia que
ofreció incondicionalmente. Al hablar de Jesús se hace necesario determinar y
describir su forma de pensar, sentir y hablar, procurando descubrir la psicología
que le caracterizó y le hizo un personaje que puede conducirnos a descubrir de qué
manera sus palabras y acciones ponen en escena un sistema de superación de
heridas del alma.

La intención es ubicar al lector, en la comprensión de que todos los seres


humanos tenemos debilidades, aflicciones y vivencias, que vistas desde la
perspectiva de un dios que juzga, o desde un dogma religioso, son rechazadas
socialmente; pero ubicadas dentro del espectro de la subjetividad de Jesús y de su
amor, fueron comprendidas, ya que siendo quien fue y es, comprendió la
vulnerabilidad del ser humano y a través de su enseñanza dejó un camino de
sanidad para todos aquellos que quieran transitarlo. Desde esta perspectiva, los
seres humanos somos vistos como iguales, por un Jesús que más allá de ser el Hijo
de Dios, -más allá de su trascendencia-, siendo hombre, caminó dando fuerzas al
desvalido, escuchando y atendiendo el dolor de unos y otros, animándoles para
seguir adelante apoyados en su regalo de amor y sanidad; y a su vez, confrontó con
sabiduría las acciones humanas que siendo parte inherente de dicha naturaleza,
debían ser revaluadas y transformadas. Cada enseñanza que Jesús dejó, está
plasmada en sus palabras, ellas manifiestan los rasgos principales de su
personalidad.

Claramente, Jesús no se comporta como un ser volátil o efímero, sus


acciones son las de un hombre sencillo, con un estilo de vida convencional, en
medio del cual expresa sus ideas con claridad y sabiduría. Experto en metáforas y
parábolas, le habló a todo tipo de personas a quienes siempre estuvo dispuesto a
ayudar; en sus mensajes relacionaba el conocimiento que tenía de Dios aplicándolo
a la vida real. Su personalidad atrayente dejó ver todas las fases normales y
cotidianas que podría tener un hombre de cualquier época y contexto; demostró
así, afecto natural, generosidad, asombro, tristeza, cansancio, hambre, enojo,
compasión y alegría, impactando a otros través de sus palabras ya que tenía
conocimiento sobre íntimos aspectos de la conducta humana.
Jesús aporta a la historia una nueva consciencia social que eleva el sentido
de la Justicia poniéndola como equivalente a la Gracia, la cual se hace real en el
amor y la compasión que extiende a todo tipo de personas. Emerge así una nueva
forma de concebir las equivocaciones humanas, las cuales no ignora, pero
confronta sabiamente con la intención de que cada persona reconozca el estado de
su ser interior y encuentre en sus palabras una directriz para salir de su situación
particular. Ahora bien, a pesar de haber nacido y haber sido formado en la cultura
judía, en la que la mujer no podía representarse a sí misma, jamás emitió palabra
alguna que discriminara o lacerara su dignidad; más bien, su defensa de la mujer
en situaciones coyunturales denota su particular manera de concebirla y tratarla.

Las palabras y enseñanzas de Jesús encajan perfectamente con algunas


posturas psicológicas actuales, ya que en ellas es relevante el valor y poder que se le
da a las palabras. La Palabra de Vida, puede alinearse con la teoría de la
programación neurolingüística la cual es usada recurrentemente para configurar
una nueva forma de pensar en personas que han sido profundamente lastimadas o
sencillamente, desean gestar un cambio en su forma de pensar. Por ello, deseo
compartir con ustedes, la manera en la que Jesús abordó la posible infidelidad de
dos mujeres de la historia bíblica, veremos la compasión ofrecida a quienes
viviendo el flagelo de la infidelidad, fueron sacudidas por su amor y comprensión,
así como, por su sabiduría, la cual extendió hacia ellas en aras de llenar el vacío de
su alma y enseñarles un camino de vida diferente.

Desde los tiempos antiguos la mujer ha sido objeto de segregación y


discriminación social, esta conducta hacia ella pasaba de una generación a otra, sin
que de alguna manera se dieran cambios reales a nivel social frente a los derechos
de las mujeres, ya que estos no existían. Hoy esas condiciones se viven en los países
de religión fundamentalista musulmana o en religiones asiáticas en las que la
mujer sigue siendo vulnerada y se le trata como si fuera menos que el hombre. De
forma opuesta, en el occidente, la mujer ha logrado ser reconocida como sujeto de
derechos, ha ido posicionándose en diferentes escenarios que antes le pertenecían
exclusivamente al sexo masculino y ha gestado una generación de mujeres que
luchan y avanzan con determinación. A pesar de ello, sigue existiendo una barrera
cultural en la idiosincrasia, especialmente de los pueblos de habla hispana, que se
manifiesta a través de las diferentes formas de maltrato que se infringen hacia las
mujeres, visto en la alta tasa de asesinatos, y en el hecho mismo, de que debió
crearse una figura penal para llamar al asesinato de mujeres y niñas en nuestros
países: feminicidio.

Considero que es importante que las mujeres que hemos experimentado la


infidelidad y compartimos la fe cristiana en cualquiera de sus denominaciones,
conozcamos la verdadera actitud de Jesús frente a esta situación, quien a diferencia
de las instituciones humanas, nunca desechó, maltrató o avasalló a las mujeres,
sino que se acercó a ellas con amor, respeto y misericordia.

5.1 Jesús dignifica y ama a la Mujer.

Cuando Jesús hace su aparición en la Tierra, la discriminación radical hacia las


mujeres era algo común y normal. Para entonces, las mujeres no podían
representarse a sí mismas, debían ser reconocidas a través del padre, el esposo o
un hijo. A pesar de tal grado de discriminación cultural, Jesús siempre estuvo
cercano a ellas y les dio un trato digno y diferente al que recibían del resto de los
hombres.

Las mujeres confiaban en Jesús aun sabiendo lo relegadas que eran


socialmente por los hombres. La mujer del flujo de sangre se jugaba la vida, al
acercarse a Jesús se exponía a ser lapidada, pues se creía que su enfermedad era
contagiosa y el tocar a alguien en esa condición era un delito (Lucas 8:43.48). Ella
había oído hablar de este hombre que sanaba por donde pasaba, por ello creía y
sentía que él era su única opción ya que nadie había podido curarla. A pesar de la
multitud que rodeaba a Jesús, se acercó y toco el borde de su manto, tenía fe de que
si le tocaba iba a ser sanada, estaba segura que Jesús podía sanarla, así que,
creyendo se acercó y le tocó. En ese instante Jesús sintió que había salido poder de
él, pues alguien con fe le había tocado. Obviamente el Hijo de Dios sabía quién era
y por qué razón ella se acercó a él.

Lucas 8:43-48 Reina-Valera 1960

43 Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y
que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido
ser curada. 44 se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al
instante se detuvo el flujo de su sangre. 45 Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el
que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban:
Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha
tocado? 46 Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido
que ha salido poder de mí. 47 Entonces, cuando la mujer vio que no había
quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante
de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había
sido sanada. 48 Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz.

Al hacer pública la fe de esta mujer y la sanidad recibida, Jesús la trató con


respeto, dignidad y amor. No aparece ningún patrón de discriminación hacia ella,
la trató exactamente igual que a un hombre, le dijo “hija”, dándole a entender que
él era su padre. Lo que realmente sucedió, es que el Señor, estaba restaurando su
dignidad –mujer, tu fe te ha salvado- esa confesión realzaba ante todos, que la fe
de esta mujer era superior, o al menos más efectiva que la fe de las otras personas
que estaban allí; a su vez mostró que a pesar del rechazo cultural hacia las mujeres,
el llamarla “hija” públicamente le daba un estatus que otros no tenían. Al enfatizar
mujer… Jesús afirma públicamente que no hay diferenciación de género, establece
ante todos que ella es importante para él.

En Mateo 15:22 se acerca a Jesús una mujer que tenía a su hija muy
enferma. Lo primero que ella le dice es: “Señor hijo de David, ten misericordia de
mí”. Esta mujer reconoce públicamente quién era Jesús, Dios le había dado el
discernimiento para entenderlo. Reconoce la descendencia real de Jesús, cosa que
ni siquiera los rabinos hacían. Jesús guardó silencio. Pero ella no se rindió, corrió y
se postró ante él pidiendo su socorro, Jesús la miró de frente y entonces…

22 Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba,
diciéndole !Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es
gravemente atormentada por un demonio. 23 Pero Jesús no le respondió
palabra. Entonces acercándose sus discípulos, le rogaron, diciendo:
Despídela, pues da voces tras nosotros. 24 El respondiendo, dijo: No soy
enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. 25 Entonces ella vino
y se postró ante él, diciendo !Señor, socórreme! 26 Respondiendo él, dijo:
No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos. 27 Y ella dijo:
Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de
sus amos.28 Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe;
hágase contigo como quieres. Y su hija fue sanada desde aquella hora (Mateo
15:22-28 Reina-Valera 1960).

Esta situación también se presenta en público. A pesar de la aparente


renuencia de Jesús para escucharla, lo que realmente se evidencia es que él deseaba
que todos los que le rodeaban se dieran cuenta que las mujeres para él tenían la
misma dignidad que los hombres, y además, que es otra mujer la que
insistentemente reconoce la necesidad que tiene de Jesús, así como la fe suficiente
para acercarse a él. Una vez más nos queda claro que Jesús, no ejercía
discriminación de género, pero no siendo suficiente, le demostró a los demás, que
la fe de una mujer sincera, tenía más poder que la fe aparente de muchos hombres
que le seguían. Es decir, exaltó la fe de esta mujer frente a muchos hombres
quienes quizá se creían más dignos que ella de estar a su lado. Jesús resalta la
palabra: Mujer, devolviéndole la dignidad que Dios les dio en el momento de la
creación. Dios le restaura la dignidad y la posición espiritual, demostrando que la
mujer no es menos que el varón.
Recordemos que para entonces las mujeres no podían representarse
socialmente a sí mismas, era el hombre quien proveía la representación social y
jurídica para ellas, por esa razón, cuando Jesús estaba en la cruz, y habiendo
muerto ya José, su padre putativo, dijo públicamente: “madre he ahí a tu hijo, e
hijo, he ahí a tu madre”, esta declaración le hizo saber a todos y a la misma María
que Juan, el discípulo más joven de los doce, tomaría la representación jurídica y
social que María necesitaba tener; esta fue la estrategia que Jesús usó para que su
mamá no quedara desamparada. La imposibilidad de representarse a sí misma
habla de una profunda diferenciación que se hacían entre los dos géneros en la
idiosincrasia judía; sin embargo, para Jesús esto no era así; sus mejores amigas
fueron mujeres, ejemplo de ello, está expuesto en la visita que hizo Jesús a la casa
de Lázaro y sus dos hermanas, Martha y María. El Señor iba allí a descansar, en
esta casa solo conversaba y no estaba siendo agobiado por la multitud (Lucas 38-
42).

5.2 Jesús ante la infidelidad femenina.


“(…) 
porque cinco maridos has tenido, y el que ahora

tienes no es tu marido;

esto has dicho con verdad.”

Juan 4:18

Jesús sabía cuánto sufría la samaritana, conocía su corazón, las muchas


decepciones que había experimentado, la soledad, el engaño y las ansías de ser
amada, aceptada y aprobada por un hombre que le diera la dignidad que dentro de
sí no sentía. El amor de Dios a la mujer estuvo dispuesto desde la Creación en el
corazón del Padre y a través de Jesús este amor llega a ellas.

La samaritana llegó al pozo de Jacob al mediodía, a esa hora se


experimenta las temperaturas más altas del día. Las otras mujeres iban temprano a
recoger agua. Era obvio que la samaritana no deseaba encontrarse con esas
mujeres; lo más seguro, es que sentía vergüenza o temor a ser rechazada, censurada
o juzgada, esta actitud permite evidenciar que las mismas mujeres, inmersas en
una cultura machista, pensaban que esto era lo correcto. La samaritana prefería
soportar el intenso calor del medio día en el camino al pozo y de regreso a su casa,
que experimentar el rechazo social del que era víctima. Esa podría ser la razón por
la cual Jesús la abordó completamente sola. Él conocía su vergüenza y pecado, y no
quería turbarle delante de otras personas. Fue amoroso y sensible ante ella, iba a
confrontarla sin humillarla, sin exponerla públicamente al repudio; Jesús conocía
lo que había realmente en su corazón y cuánto lo necesitaba ella.
El Señor conocía el rechazo de los judíos hacia los samaritanos 3; a pesar de
esto, Jesús, siendo judío, se acercó a ella, le habló y en tan solo unos minutos le
develó lo que había en su alma de mujer, le mostró la profunda sed que había en
ella, sed de amor, compañía, protección, una sed que sólo el amor real e
incondicional de Jesús podría mitigar.

Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed, respondió Jesús, pero el
que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino que
dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida
eterna. ¡Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga
viniendo aquí a sacarla!”,

la samaritana tenía una sed humanamente insaciable, es la sed que sienten aquellas
mujeres que no se aman a sí mismas y se sienten solas, poco valiosas y no saben
cómo ser dignas por su propia valía y no por la aprobación de otros, podría decirse
que es hambre emocional.

Posteriormente, le hizo ver su pecado, haciéndole claridad, que ella estaba


en adulterio “(…)cinco maridos has tenido, aún el que tienes, no es tu marido(…)”
Nótese que Jesús primero le hizo ver que conocía el estado de su alma, podía ver su
amargura, tristeza y el posible rechazo social del que debía ser víctima, así como,
padecer por ser adultera y samaritana. Pero también conocía que había estado con
diversos hombres con quienes tuvo relaciones sexuales, a quienes en algún
momento consideró maridos por vivir con ella o por el tipo de relación íntima y
permanente que tuvo con ellos. Y además, en el presente, vivía con un hombre que
no era su esposo, quizá era el esposo de otra mujer, porque el Señor no citó
fornicación como el pecado que la caracterizaba, sino que dio a entender que era
adulterio, así que estaba casado. En esta porción bíblica podemos ver reflejado el
verdadero corazón de Jesús para esta mujer que había vivido una vida moral y
emocionalmente inestable.

3 La enemistad entre samarios y judíos se originó cuando Israel se aparta de las leyes y el
pacto hecho con Dios. Samaría se llenó de ídolos y el rey Acab influenciado por Jezabel permitió
los cultos paganos, los cuales estaban llenos de acciones inmorales, por esta razón la ciudad cayó
bajo el poder militar Asirio y fueron llevados cautivos, el rey Sargón se propuso contaminar la fe
judía para que perdieran su identidad. La mayor parte de los judíos se opusieron desde entonces a
participar con los samaritanos; ya que estos, no eran de raza pura judía y además participaban de
una religión mixta, aun así, muchos se mezclaron. La fe judía se fundamentaba en el profundo
radicalismo exigido por Dios, por ello era inadmisible la infidelidad de los samaritanos con Jehová,
su Dios.
En eso llegó a sacar agua una mujer de Samaria, y Jesús le dijo: ―Dame un
poco de agua. 9 Pero, como los judíos no usan nada en común con los
samaritanos, la mujer le respondió: ― ¿Cómo se te ocurre pedirme agua, si
tú eres judío y yo soy samaritana?10 ―Si supieras lo que Dios puede dar, y
conocieras al que te está pidiendo agua —contestó Jesús—, tú le habrías
pedido a él, y él te habría dado agua que da vida. 11 ―Señor, ni siquiera
tienes con qué sacar agua, y el pozo es muy hondo; ¿de dónde, pues, vas a
sacar esa agua que da vida? 12 ¿Acaso eres tú superior a nuestro padre
Jacob, que nos dejó este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y su ganado? 13
―Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed —respondió Jesús—, 14
pero el que beba del agua que yo le daré no volverá a tener sed jamás, sino
que dentro de él esa agua se convertirá en un manantial del que brotará vida
eterna. 15 ―Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni siga
viniendo aquí a sacarla. 16 ―Ve a llamar a tu esposo, y vuelve acá —le dijo
Jesús. 17 ―No tengo esposo —respondió la mujer. ―Bien has dicho que no
tienes esposo. 18 Es cierto que has tenido cinco, y el que ahora tienes no es
tu esposo. En esto has dicho la verdad.

Es posible que esta mujer buscara en los hombres, en sus parejas, la


saciedad del hambre emocional que sólo puede tener una persona que ha llenado
todo su ser del amor de Dios, en una relación profunda con Jesús y el Espíritu
Santo. Es culturalmente posible, que siendo ella samaritana fuera menospreciada
por los judíos, y además, el hecho de ser mujer en aquella época y contexto, ponía
sobre su espalda una forma más de discriminación. Es decir, era mujer, samaritana
y adúltera, tres condiciones propicias para el rechazo social.

Pero también, es probable que la samaritana sufriera por no tener a su lado


un hombre que fuera solo para ella, que la amara, la representara y la protegiera;
esto se evidencia en la aclaración que hace Jesús: “(…)cinco maridos has tenido,
aún el que tienes, no es tu marido(…)” el Señor le dice implícitamente que el
hombre que está con ella posiblemente sea el marido de otra mujer, que no le
pertenece, por lo tanto le deja claro que Él conoce su pecado; a pesar de ello, no la
juzga ni la maltrata, más bien le ofrece su ayuda, su amor, su trascendencia.

Después de que Jesús la confronta y le muestra su condición,


inmediatamente le hace ver que conoce su sed, su necesidad de sentirse amada,
aprobada y aceptada; en este sentido va más allá al hacerle ver que conoce el origen
de su pecado, cuya raíz es la vaciedad y profunda soledad de su alma, la cual
requiere de un amor que sea real y que le ofrezca lo que nadie nunca le ha ofrecido:
amor incondicional, lo que Jesús llama Agua de Vida. Al ofrecerle el agua que
puede dar, le da respuesta a su sed, a su necesidad de amor y compañía y le
garantiza que no volverá a necesitar de algún hombre que la ame y la represente,
esta porción bíblica nos habla al corazón de cada una de nosotras al hacernos ver
que Jesús puede tomar la forma del amor que cada mujer necesita.

María Magdalena. Jesús no era machista, amaba a las mujeres y las


respetaba igual que a los hombres, esto podemos verlo cuando le fue llevaba María
Magdalena después de haber sido sorprendida en adulterio. La postura de Jesús
estaba fundamentada en el amor de Dios, pero también en sus mandatos.

8  y Jesús se fue al monte de los Olivos. 2 Y por la mañana volvió al templo, y
todo el pueblo vino a él; y sentado él, les enseñaba. 3 Entonces los escribas y los
fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio,

le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de
adulterio. 5 Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues,
¿qué dices? 6 Más esto decían tentándole, para poder acusarle. Pero Jesús,
inclinado hacia el suelo, escribía en tierra con el dedo. 7 Y como insistieran en
preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin pecado sea el
primero en arrojar la piedra contra ella. 8 E inclinándose de nuevo hacia el
suelo, siguió escribiendo en tierra. 9 Pero ellos, al oír esto, acusados por su
conciencia, salían uno a uno, comenzando desde los más viejos hasta los
postreros; y quedó solo Jesús, y la mujer que estaba en medio. 10 Enderezándose
Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que
te acusaban? ¿Ninguno te condenó? 11 Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús
le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.

María Magdalena fue públicamente humillada por estos hombres que la


llevaron a los pies de Jesús. Este hecho se llevó a cabo en la calle, en donde habría
muchas personas. A pesar de ello, Jesús se toma su tiempo para hablar. Observa la
situación y lo primero que confronta es el orgullo y el sentido de autojusticia de
estos hombres, quienes actuando religiosamente se consideran santos y dignos ante
Dios.

Los hombres conocían la sabiduría que emanaba del Señor; pero a su vez,
buscaban que Jesús dijera alguna cosa en torno a la Ley Romana, para tener una
causa probable en contra de él. La situación expuesta parece haber sido preparada,
ya que los acusadores no llevaban al hombre con el que ella supuestamente estaba
pecando. Respecto a esta situación la ley judía dejaba claras algunas cosas:

● La muerte de las dos personas halladas en adulterio. No sólo la mujer.

● El adulterio debía ser visto por alguien que fuera testigo del hecho.
● Si una mujer era acusada por su esposo y quería divorciarse de ella, él tenía
la obligación de presentar pruebas en contra de ella, de otra forma, no se le
permitía divorciarse o entregarla a sus padres.

● No podía ejecutarse la pena de muerte, a menos que fuera sancionada por la


Ley Romana, por eso los acusadores tenían una gran expectativa de escuchar
lo que tenía que decir Jesús frente a este pecado. Sería usado contra él ante
los romanos.

El contexto permite ver lo oculto tras la situación: Los acusadores se deleitaron


humillando a esta mujer, probando la profunda discriminación que vivían todas las
mujeres, pero de forma más acentuada aquellas como María Magdalena. Una de las
expectativas de estos hombres, residía en el manejo que Jesús iba a darle a la
situación, quizá lo que hiciera, pudiese vulnerar alguna de las dos leyes, la judía y/o
la romana, de esta forma podrían denunciarlo ante las autoridades romanas. Pero
en su infinita sabiduría Jesús respondió lo que nadie esperaba que dijera: “ 7  Y
como insistieran en preguntarle, se enderezó y les dijo: El que de vosotros esté sin
pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella”.

Jesús en esa sencilla frase estableció algunas cosas:

Inicialmente no exaltó el pecado de ella, pero tampoco lo desconoció o justificó,


ni el hecho de que fuera mujer fue trascendente para él, solo calló unos segundos
mientras escribía en la arena con su dedo. Y cuando levantó su mirada hacia ellos
en silencio, hizo ver, que no pudo estar pecando sola, sino que tendría que haber un
hombre quien estaría adulterando con ella, pero ¿dónde estaba? ¿Por qué no había
sido traído igual que la mujer? Era obvio que estos hombres culpaban a la mujer
del adulterio y abiertamente excusaban el pecado del hombre que estuvo con ella.

De otra parte, mientras les mira y escribe en la arena, su actitud hace referencia
al pecado personal e individual que cada uno de los presentes tendría, como si el
Señor estuviera leyendo al interior del alma de ellos. Allí la obra del Espíritu Santo
fue perfecta. Jesús desató la Palabra en forma de pregunta y el Espíritu de Dios
colocó convicción de pecado en los hombres acusadores dándole un giro a la actitud
de ellos. De igual forma, le hizo ver a estos hombres que los otros pecados
cometidos por ellos, eran tan graves como el de la mujer que le llevaron.
Igualmente, ratificó de quién era la autoridad que emanaba de él, “ni yo mismo te
condeno…” al decir que ni él mismo la condenaba, estaba dejando claro que era el
Hijo de Dios, representante de Dios mismo; por tal razón tenía toda autoridad para
ofrecerle juicio o como en este caso, perdón y libertad… “vete y no peques más (…)”

Toda esta historia está salpicada de la profunda misericordia de Dios, quien en


la persona de Jesús, no tuvo una actitud de condena hacia ella. Sino que envuelto
en un aire de amor y compasión, la libró de la sanción, de la culpa y de la
vergüenza, dándole una orden que dejaba claro su perdón y cuya palabra estaba
rodeada de amor… “ni yo mismo te condeno, vete y no peques más (…)” María
Magdalena sentía vergüenza y culpa por sus acciones, estaba postrada a los pies de
Jesús esperando que este maestro sabio emitiera una palabra de condena o
desprecio como la que los otros hombres le habían dicho, seguramente le llamaron
perra, prostituta, ramera, como lo hacen los hombres que juzgan la infidelidad de
las mujeres; sin embargo, Jesús, que veía más allá en el corazón de ella, la miró a
los ojos y pudo vislumbrar, la sequedad de su alma, el dolor del pecado y la
vergüenza de haber sido vista; ella estaría llorando y derramando sus lágrimas
sobre la arena muy cerca de los pies de Jesús.

El infinito amor de Dios, ratificó para ella el salmo 23: “Aderezas mesa delante
de mí en presencia de mis angustiadores”; allí en el suelo postrada María
Magdalena recibió todo el amor, bondad, compasión, perdón y libertad que solo
puede traer Jesús sobre aquellos que pecamos y reconocemos el pecado en una
actitud de arrepentimiento. Frente a todos esos hombres, el Señor derramó su
inconmensurable amor por ella, tratándola con misericordia, pero además, no la
culpó, porque solo él podía ver y entender el trasfondo del dolor y vivencias que el
alma de ella guardaba.

El rey David. Al interior de la Palabra de Dios encontramos también escenas


en las que se hace evidente la desaprobación de Dios frente a la infidelidad
masculina, tal es el caso del rey David, cuando debiendo estar en el campo de
batalla con sus hombres luchando contra los amonitas, por alguna razón se quedó
en la ciudad y después de la siesta salió a la azotea del palacio y vio a una bella
mujer bañándose. ¿Qué haría una mujer bañándose en la azotea de su casa en
pleno día? Probablemente, la ciudad no tenía hombres ya que todos se
encontraban en el campo de batalla, siendo así, Betsabé consideró que podía
bañarse sin ningún inconveniente. El Rey codició a esta mujer y la mando traer al
palacio, se acostó con ella, trayendo como consecuencia un embarazo que hacía
indudable el adulterio del rey y Betsabé.

Su esposo. Urías, el Heteo, era uno de los capitanes en el frente de batalla,


David le hizo traer y con el pretexto de ganarse un descanso por su excelente
desempeño en la batalla, le ordena ir a descansar, esperanzado en que tuviera
relaciones sexuales con su esposa Betsabé para hacerle creer que el bebé en el
vientre era suyo, pero el capitán era tan fiel a su rey que no aceptó tal regalo y
volvió al campo de batalla. Luego David consternado por lo sucedido, hizo que
Joab, capitán superior de Urías, le pusiera en el frente de batalla para que muriera,
así Urías el Heteo fue asesinado en el calor del combate.
Posteriormente, Dios envía al profeta Natán a confrontar al Rey David, (2
Samuel 12) y como consecuencia de su pecado, el bebé que esperaban con Betsabé
murió. Este hecho pone de manifiesto que Dios no está de acuerdo con el adulterio,
así fuera cometido por su amado hijo, el Rey David. La visión de Dios frente a la
infidelidad no está sesgada por el género, sencillamente el aborrece toda mentira,
adulterio y conducta infiel de cualquiera de sus hijos y del mundo entero. Pero de
igual forma, tiene lista una infinita misericordia para aquellos que se arrepienten
genuinamente de su pecado.

En otra porción bíblica Dios habla de David como “un hombre conforme al
corazón de Dios”. La pregunta que surge inmediatamente es ¿cómo puede Dios
decir que David es un hombre conforme a su corazón, cuando ha caído en adulterio
y ha cometido asesinato? Sencillamente, el Padre no espera que sus hijos sean
perfectos sino que, sean capaces de reconocer y arrepentirse de sus errores,
aceptarlos ante él, y determinar no volver a repetirlos; dicha actitud es la que Dios
veía en David. Esta forma de amor de Dios involucra también errores como el
adulterio de cualquiera de sus hijos o hijas; no tiene un sesgo de género para
derramar su amor y perdón.

5.3 El problema del juicio social.

Los creyentes somos la iglesia de Cristo, llamada inicialmente para ser Salva y
como herencia recibir todos los beneficios de la cruz; entre estos, se nos regala
gratuitamente la redención, la adopción, la justificación, el perdón, la sanidad, la
santificación y todo viene dentro del paquete de Gracia que papá Dios nos regala a
través del sacrificio y resurrección de Jesús. Por tal razón, la iglesia está
conformada por personas exhomicidas, exhomosexuales, exadúlteras, exladronas, y
todos los ex que pudiesen aplicarse a cada uno de los pecados; sin embargo,
también hay creyentes que no han podido salir de algún pecado o error y esto es
insumo para que Dios siga trabajando en cada uno de nosotros.

La conversión al Señor no es una vez, es cada día: siempre pecaremos y


necesitamos reconocerlo para morir diariamente al pecado. Esto quiere decir, que
somos una comunidad mundial, a pesar de las diferentes denominaciones, la cual
ha sido lavada por la Sangre del Señor, y solamente por Su Sacrificio somos salvos,
pero somos una comunidad de creyentes en continuo y permanente proceso de
aprendizaje, crecimiento humano y espiritual. Entendiendo esto, es necesario que
la iglesia de Dios deje a este los juicios sobre cada persona, ya que es solamente
Dios quien puede y debe juzgar, solo él, puede mirar los corazones de cada uno de
sus hijos y tiene la panorámica completa de la vida de cada ser humano.
Consecuentemente, no deberíamos permitir albergar en nuestros corazones ningún
sentimiento contra hermanos nuestros, ya que este no es el espíritu de Cristo;
defender la verdad no consiste en buscar defectos y tomar el lugar de Dios en el
juicio a su iglesia.

Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, cualquiera que juzgas: porque en lo que
juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque lo mismo haces, tú que juzgas.
(Romanos 2:1 RV)

Cuando se juzga a otra persona por el pecado que sea, se está también
pecando, y si tenemos presente que para Dios todos los pecados son iguales,
entonces, estamos al mismo nivel de quien estamos criticando (Romanos 2:1); de
igual forma, el creyente que se crea santo y se indilgue el poder de juzgar está
obrando en el espíritu del anticristo, que es el espíritu de la condenación y la culpa,
el espíritu de Satanás.

La Palabra de Dios nos llama a exhortar, confrontar y animar, y la mayoría


de creyentes consideran que exhortar es desatar juicio sobre otras personas,
creyentes o no; la Palabra exhortar realmente significa: pedir o rogar a una persona
que haga algo, es un vocablo que viene del latín exhortari, compuesta por un
prefijo - ex - que significa echar fuera, y el verbo hortari que traduce incitar,
estimular o animar; visto desde esta perspectiva, la persona que considera que debe
exhortar a otra solo puede realmente, animarle a que supere y salga de la situación
o pecado en el que se encuentra fundamentado su acción o exhortación en el amor
que ya Cristo derramó en ella y en la salvación que ya ganó en la cruz “Confrontar
el pecado de un hermano en la fe es cuestión de amor y no de juicio”7 (1 Timoteo
5:1-2).

Es importante que no juzguemos a otros. Es necesario que entendamos que


el amor de Dios se fundamenta en su Gracia y misericordia. Si Él siendo Dios, no
nos trata a través del juicio y la humillación, cómo podremos hacerlo nosotros…
¿acaso somos más que él? Ningún ser humano puede ver y leer lo que hay en el
alma humana, esa habilidad y derecho solo le pertenece a Dios, y es precisamente
por esto, que envió a Jesús a morir en la cruz para que a través de él, fuéramos
vistos con amor y compasión.

5.4 El problema del Rechazo (fortaleza espiritual).

Ya se habló en la primera parte de este libro, todo lo relacionado al abandono y sus


consecuencias en los niños y niñas. Desde la perspectiva espiritual, el abandono
trae consecuencias derivadas del vínculo traumático que desarrolla el infante en su
interior desde la infancia y que inserta también en su corazón la sensación
profunda de vacío y soledad, desprotección y rechazo. “El rechazo es la ausencia o
la percepción de la ausencia de amor significativo, en otras palabras, aceptación
incondicional. (Marzullo & Snyder, 2010, p.35)

Desde el punto de vista espiritual, el rechazo es una fortaleza que impide al


ser humano disfrutar de las bendiciones que Dios tiene para cada uno. Se entrona
en el alma humana y llena de amargura a quien lo padece. Particularmente, el
rechazo se vivirá en la vida de la persona, quien será bombardeada con esta herida
desde su infancia en casi todas sus relaciones y experimentará pérdidas a lo largo
de toda su vida. Un espíritu de rechazo puede entrar en cualquier momento a la
vida de la persona. Puede entrar en el momento de la concepción, al nacer, en la
niñez, o en la etapa adulta.

Uno de los ministerios de Jesús es sanarnos del rechazo. “Porque el Espíritu


de Dios…vino a liberar a los cautivos.” Todos nacemos bajo la sombra del rechazo.
Por culpa del pecado de Adán y Eva, todo ser humano fue aislado o distanciado de
la santidad de Dios. Somos especialmente vulnerables al rechazo. Números 14:34.
Dios le dio la espalda momentáneamente a su pueblo ya que los judíos le
rechazaban de continuo. Cuando Israel rechazó a Dios, abrió una puerta a la
destrucción. Cuando alguien ha sido rechazado se abre una puerta en el interior de
esa persona, que abre paso a fortalezas espirituales en el alma y el espíritu que solo
Dios pude romper. El rechazo llena de amargura el alma de las personas.

Existen dos tipos de rechazo; el rechazo hacia sí mismo y el rechazo de otros


sobre uno. El auto rechazo, es una forma de destrucción que la persona ejerce
sobre sí misma cuando se tiene una autoestima baja, esta condición se hace
evidente a través del lenguaje del cuerpo cuando la persona permite que otros vean
su inseguridad, su falta de amor propio, su falta de aceptación y aprobación hacia sí
mismo. Usualmente, las personas que no encuentran aceptación en un área de su
vida, hacen visible esta situación en otros ámbitos de su desarrollo. Una lucha
permanente por obtener la aceptación de otros es un claro síntoma del ciclo de
rechazo que opera sobre él.

Usualmente, esta condición actúa en la persona desde la infancia, ya que lo


más probable es que haya sido rechazado por sus padres o personas de autoridad,
quienes debían prodigarle amor y aceptación y no lo proyectaron sobre el infante.
Este tipo de rechazo es el que ejercen otros sobre el niño o la niña. Un infante no
puede asimilar y menos comprender que quien debía amarlo, aprobarlo y aceptarlo
sea una fuente de rechazo, esta disonancia cognitiva, confunde y angustia al menor,
quien termina creyendo inconscientemente que merece dicho trato por alguna
razón. Dentro de esta estela de situaciones, se dan dos tipos de rechazo: el abierto o
manifiesto, y el oculto o solapado.
El rechazo manifiesto, opera de forma directa sobre el infante. Tales
casos, son aquellos en el que los padres manifiestan que no deseaban que naciera,
que “se coló”, o se expresa a través de comentarios reforzados con actitudes como: -
ojalá nunca hubieras nacido-, -no sirves para nada-, -nunca llegarás a ser nada
en la vida-, -quite de ahí, ¡que fastidio!-, -¡debería largarse y no volver!-. Este
compendio de expresiones permanentes y repetitivas se fija en el subconsciente del
menor, haciéndole creer que realmente no vale nada. Esta herida es el caldo de
cultivo en el que se cosecha un autoconcepto negativo y una baja autoestima,
condiciones propicias para iniciar el ciclo de destrucción mental y espiritual que
conducirán a esta persona a la ruina de su vida.

El rechazo oculto o no manifiesto, opera a través de formas más sutiles.


Generalmente, este no es malintencionado, pero se da por las formas de pensar de
los padres o tutores del menor. Su manifestación puede darse a través de
expresiones de amor condicional: -¡no te quiero!, no me obedeciste-, -No mereces
eso, -tu hermano es mejor que tú, él si me hace caso, -¡usted que va a poder hacer
eso!, -Si me haces caso, te voy a querer más. Este tipo de rechazo parece tener
buenas intenciones en el fondo, pero lo que realmente hace es minar la autoestima
del menor de forma sutil. Estos niños operarán de la misma forma en sus
relaciones futuras y se esforzarán por ser aceptados, se volverán rebeldes causando
dolor a sus pares o a niños menores que ellos. Este rechazo no solo opera a través
de actitudes de los mayores; puede sentirse por la muerte de los padres, el
abandono de alguno de ellos, cuando el bebé nace de un sexo y los padres
esperaban el otro, incapacidad de los padres de transmitir amor verbal y/o físico,
cuando alguno de ellos se ha suicidado o se han divorciado.

Cuando se ha experimentado rechazo en la infancia este tipo de herida


reproducirá en etapas posteriores problemas relacionales. Usualmente, las
consecuencias de haber sido rechazado empiezan a vivirse en la adolescencia y
posteriormente harán su aparición en las relaciones de pareja, específicamente en
el matrimonio. Al cónyuge que ha experimentado rechazo, se le dificultará dar y
recibir amor y sobre todo confiar en su pareja. Podría manifestar actitudes de celos
que están inmersos en su subconsciente, pues no cree que sea lo suficientemente
valioso.

El problema del rechazo desarrolla una condición espiritual en la persona


que lo acompañará toda su vida sino se trata a tiempo. Así que debe atacarse como
un componente psicológico y como componente espiritual ya que se vuelve una
Fortaleza Mental que delimitará toda la vida de la persona y le atormentará
siempre. La manifestación de esta apertura al mundo de las tinieblas o mejor los
Síntomas del rechazo como fortaleza son:
Rasgos del rechazo en una mujer:

● Estallidos de ira o de profundo dolor. Se activa la herida causada por el


rechazo.
● Inseguridad. Se vuelve insegura por el rechazo, le es difícil tomar decisiones,
se vuelve pasiva, no toma decisiones, no avanza.
● Orgullo. Las personas me rechazan me hieren por lo tanto yo levanto un
muro de orgullo. No necesito de nadie. Solo busca lo que quiere, no escucha
a otros, solo oye lo que quiere escuchar. Este orgullo le vuelve autosuficiente,
“Yo soy lo único importante.” Se construye sin darse cuenta.
● Independencia excesiva. Es una fortaleza que viene del rechazo, me vuelvo
fuerte y nadie me dice lo que tengo que hacer. No doy cuentas a nadie de mis
actos, ni siquiera a Dios.
● Vulnerabilidad extrema: altamente sensible, está pendiente lo que otros
hablan, le agobia la opinión de otros sobre ella.
● Timidez extrema: aislamiento extremo, (Samaritana)
● Espíritu controlador: desarrolla este como defensa, por supervivencia, no
queremos ser heridas y nos defendemos controlando la vida de quienes
pueden herirnos. Este control es realmente un profundo miedo a volver a
sufrir. Hay un dolor muy grande escondido en el corazón.
● No perdonan fácilmente: les cuesta enfrentar la pérdida, la fortaleza del
rechazo produce una fortaleza de dolor que provoca a su vez una fortaleza de
falta de perdón.

El rechazo social es una de las más fuertes consecuencias de la infidelidad. En mi


caso particular, fui dejada por mi familia y obviamente por la de mi exesposo. La
acusación por mi acción hizo que la mayor parte de mis amigas quienes conocían la
situación que yo vivía con mi ex esposo, me acusaran y denigraran, no solo con su
distancia sino con sus palabras. Me vi sometida al escrutinio público en mi lugar de
trabajo, mientras que él, mi amante, quien laboraba en la misma Institución
Educativa no sufrió ninguna de las cosas a las que fui sometida.

Las compañeras de trabajo quienes predicaban ser cristinas y amar a Dios


fueron las primeras personas que me destruyeron con sus palabras y desprecio.
Esta condición de rechazo afecta notoriamente la autoestima y el autoconcepto,
condición emocional y mental que intensifica la culpa y la vergüenza en quien ha
pasado por esta situación. Rechazo social fue lo que experimentaron La Samaritana
y María Magdalena, quienes por su condición de mujeres se enfrentaron
públicamente a la crítica, la calumnia y el desprecio de haber sido halladas en
adulterio, mientras que los hombres gozaron de la aceptación social, porque su
género en relación a la infidelidad no es discriminado.
El problema del rechazo en la infancia intensifica las condiciones mentales y
emocionales de la etapa adulta. La vivencia del abandono en la niñez deja un
profundo temor al rechazo el resto de la vida; así la secuelas del dolor en la infancia
son nutridas por el intenso miedo al abandono y rechazo, condición que optimizará
todos los esfuerzos de la mujer para no ser dejada, permitiéndose el maltrato,
alimentando la tendencia a buscar a alguien que supla o reemplace a quien no nos
ha amado con tal de no sentir la sensación devastadora de soledad.

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