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24 feb 2017

La “Chirisuya” ¿Instrumento “Inca” o Morisco?

Por: Arturo Enrique Pinto Cárdenas

“Este instrumento se llama "chirisuya". Es un instrumento de los “incas”. Por eso tiene pluma de
cóndor. Además, por eso, si eres “chirisuyero” no puedes entrar a la iglesia con el instrumento,
si quieres hacerlo tienes que dejar fuera la "chirisuya". Es que todo chirisuyero es medio brujo.
Porque es un instrumento del agua, por eso se toca en la “Champería”, en la “Fiesta del Agua”.
Si la pluma está seca no suena. También la madera del cuerpo tiene que estar mojada para que
suene bien y afine bonito. Porque a la "chirisuya" le gusta el agua y al agua le gusta la "chirisuya".
Y para que otro chirisuyero no te haga brujería tienes que “curarla” con ajo, cigarro y anisado.
¿Quieres aprender? Si tú quieres, tú puedes ser mi “hijo”, yo te puedo enseñar. Más tarde vienes
a mi casa y vamos a “curar” la “"chirisuya"”. Y, poco a poco, te vas a aprender los “yaravíes” y
los “jaillis” que se tocan con la "chirisuya". Hay para la “Partida de la Carrera de Caballos”, hay
para la “Llevada de Cruz” y hay también para otras fiestas, hay para los Carnavales, el Año
Nuevo. Poco a poco puedes aprender.”

Enseñanzas del Maestro “Chirisuyero” Don Crisanto González, el popular “Cóndor de


Karwashayku”, de la Comunidad de San Pedro de Casta, Provincia de Huarochirí, Departamento
de Lima.

ORIGEN

La "chirisuya" es un instrumento que, aunque mitológicamente en muchas comunidades


indígenas es considerado un “instrumento de los incas”, históricamente proviene de la
“chirimía”, un tipo de oboe, aerófono de doble lengüeta, de origen morisco que llegó de España
a América y fue adoptado por los indígenas en algunas zonas. A pesar de haber sido un
instrumento introducido y popularizado en el Sur de España como producto de la presencia de
los musulmanes, se usaba para acompañar procesiones y ritos propios de la fe católica. Llega a
las colonias españolas de América y, poco a poco, es asimilado por los indígenas, como producto
de la evangelización. Sin embargo, en algún momento, la Iglesia Católica sataniza y prohíbe el
uso de la “chirimía”, precisamente, porque, por su origen, se le asociaba con la religión de los
moros musulmanes, considerados enemigos de la fe cristiana. La prohibición, obviamente, llegó
también a América y la Santa Inquisición se encargó perseguir a los ejecutantes del instrumento
como “brujos” y adoradores del diablo.

“ANDINIZACIÓN”

De alguna manera, al ser popularizada entre algunos pueblos indígenas de los Andes, la
embocadura del instrumento, que originalmente se hace de dos lengüetas de material vegetal
(caña) que vibran al ser sopladas y producen su peculiar sonido, fue modificada y se empezó a
usar lengüetas fabricadas de los cañones de las plumas del cóndor. Esta novedad hizo que el
instrumento se asocie con el culto a las montañas y, por ende, por ser los nevados y sus lagunas,
corrientes de agua y filtraciones, la única garantía de vida para los pueblos andinos, se asoció
también con la administración de los reservorios y los canales de regadío y con el culto al agua.
El culto al agua es una tradición de origen prehispánico en los Andes y, obviamente, no se celebra
con la participación ni la aprobación de la Iglesia Católica. Por eso sobrevivieron, alrededor de
ese culto, expresiones culturales y hasta especies de protocolos y rituales secretos y hasta
contrapuestos a la fe católica.

CULTO AL AGUA

En Ayacucho, el llamado “bautizo” de los famosos “Danzantes de Tijeras”, danza de


competencia, hasta hoy se practica en Semana Santa, exactamente el Viernes Santo, luego de
que Cristo haya muerto en la cruz, precisamente porque, durante esas horas, según se dice,
como ha muerto, “no tiene poder”, mientras sí lo tienen los espíritus de las montañas, llamados
“Wamani” y de las corrientes de agua y, en especial, las caídas de agua, cascadas o “paqcha”, en
donde se realizan los rituales, no solo “bendiciendo” y “curando” las tijeras (láminas metálicas,
posiblemente, según algunos estudiosos, inspiradas en los “címbalos” o “crótalos”, discos
metálicos tocados con las manos mientras se danza, también de origen morisco) sino dándoles
nombres quechuas tanto a los danzantes como a los músicos acompañantes (que tocan la
peculiar combinación “arpa y violín”, también instrumentos traídos del Viejo Mundo, muy
popular entre los pueblos indígenas andinos). Dicho sea de paso, en Ayacucho también se toca
la “chirisuya”.

En la Comunidad de San Pedro de Casta, provincia de Huarochirí, Departamento de Lima,


ubicada en las alturas de la quebrada del río Chaclla o Santa Eulalia, a los pies de la Meseta de
Markawasi, la "chirisuya" es un instrumento indispensable en la celebración de la “Fiesta del
Agua” o “Champería”, así como los “Carnavales” y el “Año Nuevo”, en la época de lluvias y el
Techado de Casa”, cuando, precisamente, se termina el techo que protege una edificación de
las lluvias. Asimismo, en San Pedro de Casta y en todas las comunidades de la quebrada, en
donde se celebran las mismas fiestas, es conocida la leyenda de que los “chirisuyeros” son
“medio brujos” y de la rivalidad entre ellos y se realizan los mismos rituales para “curar” y
proteger el instrumento.
Así se fue produciendo el proceso de “andinización” de la “chirimía” española. En lo formal, se
pasó al uso de lengüetas de pluma de cóndor en vez de caña, en lo simbólico y religioso, al culto
al agua = religión “inca”, en vez de procesión = religión católica y en lo político, de ser un
instrumento satanizado y prohibido en los ritos católicos por ser de origen morisco a ser
adoptado por los cultos de origen prehispánico. Pero, finalmente, hubo un cambio más: el
instrumento pasó de llamarse “chirimía” a "chirisuya" (no “mía” sino “suya”), sobre lo cual hay
bromas populares que dicen que así si a un músico se le acusaba de brujo por andar con el
instrumento, él podía decir “no es una “chirimía”, no es “mía”, es una "chirisuya", es “suya”.

PISTAS DE INVESTIGACIÓN

Son muchas las interesantes e importantes pistas de investigación que nos sugiere la "chirisuya"
andina. Yo tengo algunos avances en relación con aspectos musicológicos, como su clasificación
organológica, su morfología, sus técnicas de ejecución, su fabricación, materiales, su música,
transcripciones y grabaciones, escalas musicales, patrones rítmicos, sonoridad, ornamentación,
peculiaridades en su interpretación, presencia improvisación, simbolismo “mágico-religioso”,
etc. Asimismo, en relación con su historia, su función social y ritual, el simbolismo y la literatura
oral, leyendas y mitos asociados con el instrumento y otros aspectos. Pero falta estudiar muchas
cosas. Mis propias investigaciones no son exhaustivas ni concluyentes. Hay mucho más.

PASADO, PRESENTE Y FUTURO

Pero la investigación es deseable que no se quede solo en los círculos de los especialistas o los
académicos sino que, más bien, se proyecte a la sociedad y al futuro, a través de la educación y
la transmisión de la herencia cultural estudiada a las nuevas generaciones. La música andina
debería ser enseñada en nuestras escuelas, debería tener una presencia relevante en los medios
de comunicación, debería ser reconocida y difundida como imagen misma de nuestra identidad
como país y como aporte a la diversidad en el mundo moderno.

Pero no solo es la total falta de voluntad política la que hace que eso no sea así. Todavía hay
otros aspectos que deberíamos tener en cuenta. No tenemos un acuerdo sobre sus posibilidades
de escritura, no conocemos sus aspectos musicológicos, no la entendemos todavía como un
verdadero lenguaje musical con sus propias particularidades, su propia estética, como un
lenguaje digno de ser estudiado y sistematizado con seriedad y con una metodología científica.
Pero, además, no hemos resuelto el llamado “trauma de la conquista”, lo cual no nos permite
liberarnos de los extremos de, por un lado, el desprecio y el rechazo total a lo indígena y, por
otro lado, la idealización romántica y “mágico-religiosa” de todo lo supuestamente “andino” o
“inca”.

En relación con este último punto, considero que el estudio y la valoración de un instrumento
musical tan interesante como la "chirisuya", junto con la música tocada con ella, nos plantea un
cuestionamiento: Una vez hechas y, esperemos que, publicadas las investigaciones
correspondientes, en los aspectos musicológicos, sociales, históricos, etc. ¿Cómo enseñaremos
en las escuelas, en nuestros hogares, a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, esta historia?
¿Es la “chirisuya” un instrumento “inca” o morisco? ¿O las dos cosas? ¿O ninguna de las dos?
¿Cómo les enseñaremos a distinguir entre la fe en la mitología andina y la historia como ciencia
universal? ¿Cuáles son los límites entre las creencias y las evidencias? ¿Entre el llamado
pensamiento “mágico-religioso” y el pensamiento racional? ¿Cuál es la mejor estrategia de
“resistencia cultural” en este momento para los pueblos indígenas, lamentablemente, hasta hoy
no reconocidos en sus derechos territoriales ni patrimoniales ni en sus aportes culturales hacia
un mejor paradigma de relación entre la humanidad y la naturaleza para el mundo moderno?
¿Promover un pensamiento exclusivamente “mágico-religioso” en las nuevas generaciones para
volver a un “pasado glorioso” idealizado después del trauma de la invasión europea? ¿Integrar
la mitología en la enseñanza en las escuelas? ¿Cómo? ¿Con la conciencia de que se trata de
mitología y de sus motivaciones? ¿O como una realidad entendida al pie de la letra? ¿Se
aprenderá la “chirisuya” solo como tradición oral, solo “de oído” o por medio de la escritura
musical? ¿O ambas cosas? ¿Y qué tipo de escritura musical? ¿La convencional? ¿Alguna
propuesta nueva?

Considero que es urgente e indispensable responder a estas preguntas, así como enfrentar y
vencer el trauma colonial no resuelto, por ambos lados, los supuestos “vencedores” (que no lo
son) y los supuestos “vencidos” (que tampoco lo son), sin apasionamientos ni “leyendas rosas”
ni “leyendas negras”, creativamente, en el presente, con madurez, con objetividad. Solo así
podremos, por fin, dar a la “chirisuya”, así como a los instrumentos musicales andinos y
amazónicos y a la “música andina y amazónica”, el lugar que se merecen como aporte para el
futuro que nuestros hijos y la humanidad esperan de nosotros.

Lima, febrero de 2017

GALERÍA DE FOTOS

Con el Maestro “Chirisuyero” Don Crisanto González, el popular “Cóndor de Karwashayku”


En “Kuway”, alistando la embocadura de la “chirisuya”. Abajo, a la derecha, con sombrero
marrón y camisa crema, sonriendo, Don Crisanto González.

Observando a los jinetes en “Kuway”, con la “chirisuya en una mano y con la otra abrazando a
Don Crisanto González.
Practicando con la “chirisuya” en la casa de mi añorado compadre Don Graciano Jiménez, Don
“Shano”. Atrás, su hijo, el popular “Chiwanku”.

Acompañando con la “chirisuya” la “Walina” (canción del culto al agua) de la “Parada de


Yanapaqcha”
Tocando la “chirisuya” para los “Funcionarios” (autoridades de la comunidad) mientras
recorren el pueblo durante uno de los ocho días de la “Champería” o “Fiesta del Agua”

Fotos: José Antonio Núñez

“Chirisuya” confeccionada con madera de “pati” (especie nativa) y con embocadura de pluma
de cóndor, por Don Jorge Salinas, el popular “Papito”, “chirisuyero” de San Pedro de Casta.

Colección: Museo Taki de Arturo “Kike” Pinto / Foto: Amaru Pinto Monrroy
“Chirimía” (España)

“Zurna” (Turquía)
“Címbalos” de origen morisco

“Tijeras” de la “Danza de las Tijeras” de Ayacucho.

Fotos: Imágenes de Google

Fuente: http://institutotaki.blogspot.com/2017/02/la-chirisuya-instrumento-inca-o-
morisco.html

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