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Matías Artese2
Introducción
La mercancía
de los objetos aunque no se pueda ver, que hace que una piel de un
animal sea intercambiable por uno o varios elementos que representen
una misma (o similar) cantidad de valor, es decir, una magnitud deter-
minada de trabajo humano abstracto encerrado en esos objetos.
Y si afirmamos que es posible equiparar una cantidad de bolsas de
harina con otra cantidad de frascos de miel o con una piel curtida de
un animal es porque ese trabajo humano abstracto es posible de medir.
Toda mercancía tiene una magnitud de valor, o una cantidad deter-
minada de Valor. Y esa magnitud, ¿de qué depende? Está sujeta a la
cantidad de tiempo que se utiliza para la producción de una mercancía.
Todos los productos que consideramos mercancías tienen una canti-
dad de tiempo de trabajo cristalizado en ellas. Ese tiempo es social,
eso quiere decir que la producción de mercancías está condicionada
por las técnicas y tecnologías presentes en distintas épocas de desa-
rrollo, que por supuesto, se imponen socialmente. Por ello conocemos
el sistema productivo de una civilización no tanto por los productos
que fabrican y consumen, sino por los elementos que utilizan en esa
producción.
Si una tela es fabricada en una jornada de trabajo porque existe
una tecnología que así lo permite (un telar manual, por ejemplo), y que
ha hegemonizado la industria de la fabricación de telas, sería obsoleto
que esa tela se haga a mano tardando cinco días pues existe una tec-
nología social que permite fabricarla en sólo una jornada. Hablamos
entonces de un tiempo socialmente necesario de una jornada para la rea-
lización de telas. Si se pretende fabricar esa misma tela pero con una
técnica más rudimentaria cuando está disponible el telar manual, ten-
drá una magnitud de valor mucho mayor y consecuentemente no po-
drá intercambiarse. Simplemente porque es posible fabricar telas con
un valor menor, es decir, más baratas y accesibles. Por eso el tiempo
de trabajo necesario es social, y no individual: está estipulado social-
mente por el desarrollo que colectivamente se estableció en el modo
de producción.
Entonces esa mensura, esa medición que hace posible que las
mercancías sean equiparables e intercambiadas se resume a una can-
tidad de trabajo humano abstracto que es posible medir mediante un
tiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de una mer-
cancía. Resumiendo lo visto hasta aquí:
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sean formalmente libres) 12 para que sus productos puedan ser conce-
bidos como equivalentes. Segundo, y en consecuencia, que las particu-
laridades y características de las mercancías tal y como las conocemos
hoy son propias del sistema de producción capitalista.
Es necesario entonces que dejemos claro que la idea de equiva-
lencia e igualdad entre las mercancías no siempre tuvo la fuerza que
hoy tiene, como si fuese algo absolutamente obvio. Es en este punto
cuando Marx marca un contraste con el razonamiento de Aristóteles:
el pensador y filósofo griego no podía interpretar del todo cómo es
que objetos tan distintos como por ejemplo la leña y la miel sean
conmensurables e intercambiables. ¿Dónde está lo igual, lo que hace
que elementos tan disímiles como el hierro y el algodón puedan ser
equiparables? Obviamente en la Grecia Antigua existía el intercam-
bio de mercancías, pero no como lo conocemos en la etapa capitalista.
La sociedad griega, basada en un sistema esclavista de producción,
provocaba que los objetos productos del trabajo contuvieran dentro
de sí una condición quimérica al ser equiparados unos con otros, es
decir características difíciles de descifrar. Ese modo de producción y
el conocimiento que poseía Aristóteles en esa época, le impidieron
elaborar —ni siquiera imaginar— conceptos relacionados al valor y al
trabajo abstracto. Las mercancías eran equiparables pero no se sabía
el origen de esa equiparación ya que no existía la idea de igualdad en
los distintos trabajos que encerraban los productos a intercambiar. Por
ello es posible llegar a las entrañas de la mercancía en una sociedad en
la que “los obreros son formalmente libres”, y se establezca un con-
trato de igualdad formal en los tiempos de trabajo y en las magnitudes
de valor que encierra toda mercancía (cosa que no existía en el modo
de producción esclavista). Es decir que ese conocimiento fue posible
una vez las condiciones de trabajo también fueron equiparables y se
convirtieron en objetivas. Es decir, donde existió un tiempo de trabajo
socialmente necesario.
15 La división del trabajo social nos traslada a otro gran pensador e investigador,
Emile Durkheim (1859-1917). En La división del trabajo Social —su tesis
doctoral escrita en 1893— se deja en claro que la paulatina división del trabajo
en la historia de la humanidad se impone como un hecho social que coacciona
al individuo, observación que no contradice a la teoría marxista. Durkheim
ve muchos problemas que Marx también veía en el S. XIX: el aumento de
homicidios, alcoholismo, hacinamiento, etc., es decir, el aumento del grado de
embrutecimiento no sólo en la fábrica sino fuera de ésta. La diferencia principal
es que Durkheim no plantea la explotación —y dominación consecuente—
de una clase social sobre otra y las relaciones de dominación como problema
central, sino la cada vez mayor individualización de las tareas que generarían
un alto nivel de conflicto y egoísmo y una “conciencia colectiva fragmentada”.
Es decir, una problemática de carácter moral.
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18 Meiksins Wood, E.: Democracia contra Capitalismo, pág. 37. Desde ya, la
caracterización que hace la autora tiene la más plena vigencia. Esta observación
nos advierte de la supuesta “neutralidad” que adquiere el Estado en el sistema
capitalista, que incluso en determinadas circunstancias históricas fue caratulado
como “benefactor”. Podríamos encontrar decenas de ejemplos en los cuales
se verifica que el Estado ejerce una coerción en pos de sostener e impulsar la
acumulación y funcionamiento del capitalismo. La disolución violenta de una
huelga, por ejemplo, tiene que ver con ese “momento” de coerción que adopta
el Estado, por fuera del momento de apropiación en el proceso productivo.
También podemos ver esto en otras circunstancias: cuando se aplica una
represión a los cortes de ruta, por ejemplo, el Estado interviene en este caso
no para obligar a los expropiados a que vendan su fuerza de trabajo –como
sucedía en el siglo XV y XVI en Inglaterra- sino para despejar el espacio de
circulación de las mercancías y que en definitiva puedan realizarse como tales
en el mercado.
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Consideraciones finales
20 Marx, K.: Manuscritos Economía y Filosofía. Primer Manuscrito, pág. 116.
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cada vez puedan acumular más bienes y más capital será el empleo de
Fuerza de Trabajo, que produce más de lo que es retribuida. Y que ese
plusproducto sea expropiado legalmente.
Pero como hemos mencionado a lo largo de este artículo, para
Marx no hay nada estático, sino que la realidad es dialéctica, en per-
manente movimiento y depende en definitiva de los procesos sociales
concretos que acontecen. Si bien las clases asalariadas hoy también
permanecen expropiadas (material y culturalmente), esto no implica
que sea algo eterno y no pueda ser cambiado. La constante división
del trabajo que genera embrutecimiento, también permitió la reunión
de decenas, centenares o miles de personas en un establecimiento,
y la conformación del proletariado en sí. Pero como mencionamos
anteriormente, formar parte del proletariado no implica necesaria-
mente tomar conciencia de que una parte del Valor producido será
expropiado por el capital, y que ese mecanismo es lo que permitirá su
reproducción y acumulación. Es el conflicto o la intención manifiesta
de revertir una situación lo que da la llave para abrir las puertas hacia
esa concientización. A su vez la toma de conciencia permite nuevas
instancias de conflicto, y el conflicto deriva en el cambio de estruc-
turas económicas, de pensamiento, de una cosmovisión. Pero eso es
materia de otro capítulo dentro del marxismo, que aquí no tocaremos.
Una última reflexión que atañe a la labor de aprendizaje. Solemos
pensar que estos elementos revisados sólo pueden servir con el fin de
aprobar una materia, o a lo sumo sirve como insumo a sociólogos, a
historiadores o a economistas. Nada más alejado de la realidad. Haber
abordado los primeros pasos en la lectura de la obra El capital no sólo
permite entender la génesis del capitalismo y su desarrollo ulterior du-
rante el siglo XIX, sino también entender los ejes sobresalientes que
sostienen el andamiaje del sistema incluso al día de hoy. Y esto es válido
para sociólogos, historiadores, economistas, geógrafos, filósofos o con-
tadores, y para todos aquellos que alguna vez deban vender su FT para
subsistir, es decir, la casi totalidad de la población. Por ello, así como es
tarea de los mismos asalariados tomar conciencia de su condición de
productores de plusvalor que es expropiado, es tarea de todos tomar
conciencia de las acciones que realizamos, siempre y cuando queramos
entender la realidad alejándonos de un pensamiento mágico o ingenuo
y acercarnos a un entendimiento más científico de esa realidad.
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Aproximaciones sociológicas
Bibliografía
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