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El Hombre Mediocre En

Filosofía
6 septiembre 2020

“Las grandes almas siempre se han encontrado con una oposición violenta
de las mentes mediocres”, dijo Albert Einstein y con esta frase quería
empezar este artículo.
Si alguien me preguntara qué libro recomendaría leer como el más efectivo para
hacernos cambiar de mentalidad, sin duda alguna, sería el del filósofo Argentino
José Ingenieros, “El hombre mediocre”.

Por, Chachareros.

La razón de tal escogencia es la siguiente: ningún libro escrito en Latinoamérica ha


hecho tanto hincapié en que la “mediocridad” es el más grande de todos nuestros
males. Antes de leerlo, yo pensaba que la mediocridad solamente se daba entre
personas que carecían de educación, cultura y talento. Ahora, mi opinión es todo lo
contrario.

Según ingenieros, el hombre mediocre es un ser sin personalidad que se deja


amoldar o domesticar por el medio social en el que vive. Según Flaubert, es
el  “hombre que piensa bajamente”. Ingenieros lo ubica entre el genio y el imbécil. Y
lo más curioso de todo: que ni el mismo se da cuenta que lo es.
El mediocre se encuentra en el medio, es un ser adaptado a la sociedad, a la que no
cuestiona, sino que sigue las tradiciones culturales impuestas, sin pensar que
existe algo más allá de ellas, o que lo que se le ha inculcado puede tener vicios o
defectos; es aquel que no se diferencia de la masa popular, que dócilmente acata
lo que políticos, religiosos o cualquier otra autoridad le impone como cierto. Es el
sujeto ideal para la dominación, que no transforma el orden social, sino que tiende
a su conservación.

El hombre mediocre no tiene ideas propias, sino que piensa y dice lo que otros
dicen. Aunque puede tener “talento” o “buenas cualidades”, sean estas intelectuales
o artísticas, ellas no le garantizan su autonomía y creatividad. El hombre mediocre
puede poseer “talentos”, pero esto no quiere decir que los desarrolle y que los
llegue a perfeccionar.

Y es que el hombre mediocre es el “hombre masa, el ser que se pierde en la


multitud y que no se atreve a ser diferente”. Por algo dijo Séneca: “cuando estuve
entre los hombres, me volví menos hombre”.

Otra característica del hombre mediocre, no menos deplorable, es la fuerte


inclinación que tiene por la “envidia”. La “envidia” es la otra cara del hombre
mediocre, sumadas, por supuesto, a la arrogancia y a la soberbia.

Existe un trastorno de la personalidad caracterizado por la exacerbación de


tendencias repetitivas e imitativas, la apropiación de los signos externos de la
creatividad y el mérito, el ansia de notoriedad y la intensa envidia de la excelencia
ajena, que procura destruir por todos los medios a su alcance al optimista
inteligente; este es el mediocre. El mediocre, ante su incapacidad o impotencia
para desempeñarse adecuadamente, impide que otros que sí pueden
desempeñarse eficazmente, lo hagan, desatando contra ellos toda una
persecución.

Pero, ¿qué es ser mediocre? El mediocre es alguien que está resignado a su


concepción de las cosas. La forma es la jactancia: la idea de que el saber que tiene
es suficiente. No hay nada nuevo que aprender.
La mediocridad puede definirse como una ausencia de características personales
que permitan distinguir al individuo de la sociedad.

La mediocridad implica lo que tiene poco valor o calidad. Algo mediocre es aquello
que no alcanza su máximo desarrollo o perfección, es lo que se encuentra en un
estado medio entre lo mínimo y lo máximo. La palabra mediocre como adjetivo
hacia una cosa es aquello que está por debajo de la media, poco valor o calidad,
algo ordinario o insignificante. El término alude a algo o alguien de baja calidad o
calificación. Por ende, una persona mediocre posee como característica principal
la incapacidad para ser cada día mejor, superándose a sí mismo, desde el punto de
vista intelectual y psicológico y, por esta razón acepta la rutina, las creencias y los
prejuicios con ignorancia, indiferencia y conformidad.

La persona mediocre es conservadora y es relativista, niega la independencia de la


verdad del sujeto para así no transcender su propia subjetividad. Lo rodea cierto
dogmatismo y subjetividad. No está dispuesto a que la realidad exceda lo que ya
sabe o cree. Necesita adaptar lo real a sus propias convicciones de realidad.

La verdad no es relativa a cada persona sino a la realidad. No hay persona más


ignorante que aquella que no quiera conocer la realidad y sólo acepta «su verdad»,
aunque esta contradiga la propia realidad, para satisfacer su indiferencia,
conformidad, comodidad y conveniencia.

El hombre que se conoce a sí mismo es dueño de su propia realidad. Y si es dueño


de su realidad también lo será de la verdad.

El filósofo mediocre es un ideólogo que en lugar de estudiar la inteligibilidad de lo


real se inventa una realidad a su imagen y semejanza intelectual para satisfacer
sus necesidades psicológicas.

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