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TRINIDAD Y CREACIÓN

LA CREACIÓN, OBRA DE TODA LA TRINIDAD

Toda la economía divina es la obra común de las tres Personas divinas.

Porque la Trinidad, del mismo modo que tiene una sola y misma naturaleza, así
también tiene una sola y misma operación. "El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son
tres principios de las criaturas, sino un solo principio". Sin embargo, cada Persona
divina realiza la obra común según su propiedad personal. Así la Iglesia confiesa,
siguiendo al Nuevo Testamento "Uno es Dios y Padre de quien proceden todas las
cosas, Uno el Señor Jesucristo por el cual son todas las cosas, y Uno el Espíritu Santo en
quien son todas las cosas. Son, sobre todo, las misiones divinas de la Encarnación del
Hijo y del don del Espíritu Santo las que manifiestan las propiedades de las personas
divinas.

Como toda actividad divina hacia afuera (ad extra) —diferente de las dos procesiones
divinas, que son inmanentes y necesarias— la creación es un acto libre de Dios, y
común por lo tanto a las tres Personas.

El segundo concilio de Constantinopla, celebrado en el año 553, enseña: «Uno solo es


Dios y Padre, de quien todo procede; y un solo Señor Jesucristo, por quien todas las
cosas han sido hechas; y un solo Espíritu Santo, en quien todas las cosas existen».

La doctrina se expresa en términos rigurosamente bíblicos, que recuerdan el texto


paulino de 1 Cor 8,6, si bien San Pablo no menciona al Espíritu Santo.

El Concilio Lateranense del año 649 habla de la «Trinidad, creadora y protectora de


todas las cosas». Y el Lateranense IV (1215) afirma que «Padre, Hijo y Espíritu Santo
constituyen un solo principio de todo el universo, Creador de todo lo existente».

Es la teología del siglo IV la primera que advierte en Gén 1, 1-3, y formula con gran
claridad, la acción creadora de Dios Trino.

En la mayoría de los símbolos de fe antiguos, la creación suele atribuirse al Padre, que


es fuente y origen de la Trinidad. «Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador
del cielo y de la tierra». No se dice, sin embargo, que la creación sea propia o exclusiva
del Padre. Sencillamente, se le atribuye como una apropiación justificada por el hecho
de que el Padre no tiene ni recibe el poder de otro. Pero no se excluye con ello la
afirmación del poder creativo de las otras dos Personas.

Es el mismo proceder teológico por el que se atribuye la redención al Hijo, única


Persona divina que se ha encamado para salvar a los hombres, y la santificación al
Espíritu Santo, que actúa de modo especial desde Pentecostés.
El papel creativo del Hijo aparece formulado en las epístolas de San Pablo, el Evangelio
de San Juan y la Carta a los Hebreos.

San Pablo habla de Jesucristo mediador, principio, centro y fin de la creación.

San Juan se refiere expresamente, en el prólogo del cuarto Evangelio, a la palabra


creadora, es decir al Verbo de Dios «por el que se hizo todo».

La condición y el poder creadores del Espíritu Santo se testimonian en la Sagrada


Escritura y se recogen con gran amplitud en la tradición patrística, que suele apoyarse
en ellos para comentar la divinidad del Paráclito.

La Encíclica Dominum et Vivificantem, habla con insistencia del Espíritu Creador.

El documento gira principalmente en tomo al tema de la unidad de la obra divina


creadora y redentora, que es considerada como un todo desde la actividad del Espíritu
Santo.

La presencia activa del Espíritu en el acto creador significa el comienzo de la salvación


futura, de la que el Paráclito es garantía y causa desde el mismo principio.

La unidad que existe entre creación y redención, gracias precisamente a la operación


aglutinadora del Espíritu Santo, que origina, mantiene y consuma todas las cosas
creadas, ayuda a comprender que no es necesario devaluar el mundo visible y la
naturaleza del hombre, para que lleguen a ser lo que pide su vocación en el orden de la
gracia.

La unidad de la actividad de Dios ad extra radica en la esencia divina, que es común a


las tres personas. «Crear, es decir, producir el ser de las cosas, conviene a Dios por
razón de su ser, que es su misma esencia, la cual es idéntica en las tres divinas
Personas. Por consiguiente, crear no es principio de alguna Persona, sino algo común a
toda la Trinidad».

La unidad de la acción creadora se explica también porque las Personas divinas poseen
un mismo pensar, amar y hacer. Dado que Dios es amor, luz y vida, el amor
omnipotente que existe como Padre, Hijo y Espíritu Santo, crea las cosas según un
designio impregnado de Bondad, expresado por el Padre en el Hijo y comunicado por
ambos al Espíritu Santo.

BIBLIOGRAFIA:

JOSE MORALES: EL MISTERIO DE LA CREACION

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