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I. INTRODUCCION
ANTECEDENTES DEL PROCESO EN PRIMERA INSTANCIA:
En el marco del proceso penal Nro. 04057-2016-2-1001-JR-PE-01.,
seguido en contra de Néstor Enríquez Quintana, contra quien pesa la
imputación por delito Contra la Libertad, en la modalidad de Violación
de la Libertad Sexual, sub tipo Actos Contra el Pudor, previsto en el
numeral 1) del segundo párrafo del artículo 176 del Código Penal, en
agravio de la menor de iniciales Y.P.B., representado por su progenitora
Esther Bolívar Pedraza, contra quien el Juzgado Penal Colegiado
Supraprovincial de Cusco "Colegiado B" de la Corte Superior de Justicia
del Cusco, fallo condenándolo a ONCE AÑOS de pena privativa de la
libertad efectiva, además fijo en la suma de DIEZ MIL SOLES por
concepto de reparación a favor de la agraviada de iniciales Y.P.B., en
ejecución de sentencia ordenando entre otras cosas el sometimiento a
TRATAMIENTO TERAPÉUTICO del sentenciado NESTOR ENRIQUEZ
QUINTANA, así como dispusieron el TRATAMIENTO PSICOLOGICO a
favor de la menor agraviada.
Todo ello contenido en la Resolución Nro. 19 de fecha diecisiete de
octubre de año dos mil diecisiete, en la que se fundamentó entre otras
cosas que: "Del análisis en conjunto de aquellas pruebas, se advierte que
en el lugar y el momento mismo en que ocurrieron aquellos hechos en
agravio de la menor de edad de sexo femenino de inicial Y.P.B., además
del acusado y aquella, específicamente en cuanto a los actos contrarios
al pudor de la referida menor tocamientos en la vagina de la menor-, no
existía otra persona que tenga la condición de testigo, por lo que
razonando
a la par del contenido del Acuerdo Plena Nro. 02- 2005/CJ-116. (...)
Tratándose de las declaraciones de un agraviado, aun cuando sea el
único testigo de los hechos, al no regir el antiguo principio jurídico testis
unus, testáis nullus tiene entidad para ser considerada prueba válida de
cargo y, por ende, virtualidad procesal para enervar la presunción de
inocencia del imputado, siempre y cuando no se adviertan razones
objetivas que invaliden sus afirmaciones (...). De todo el caudal probatorio
producido con motivo del juzgamiento, el Colegiado no advierte la más
mínima evidencia que acredite odio, rencor o por lo menos rivalidad entre
la menor agraviada, la familia de esta, el testigo Herón Báscope y el
ahora acusado que sea anterior al día en que se develó el evento
delictual quien como ya se dijo ha sido su docente en el año 2014-,
situación que pueda sugerir ausencia de incredibilidad subjetiva en la
declaración del sujeto pasivo del injusto: que lo narrado por la víctima, de
las mismas pruebas anteriormente mencionadas se llega a la conclusión
que propia víctima ha sindicado la autoría de los hechos al justiciable
NESTOR ENRIQUE QUINTANA: consiguientemente se cumple para el
presente caso con todas las exigencia-
Acuerdo Plenario 2-2005/ CJ 116 analizado; más aún ante la existencia
de corroboraciones periféricas como las declaraciones testimoniales de la
menor Fiorela Liseth Quispe Pillaca, del menor Frank Álvaro Turpo
Castañeda de la menor Michell Borda Quispe, quienes en el año 2014
fueron compañeros de estudios de la menor agraviada y en alguna
medida vinieron un trato diferenciado (caricias, el hecho que le hacía
sentar en sus piernas a la agraviada el acusado, responsabilidad penal
del acusado. Si bien se ha postulado como una teoría del caso de la
defensa de la parte acusada de que en el curso del juicio oral se probaría
la existencia de odio y animadversión por parte de los progenitores de la
menor agraviada hacia el hoy acusado debido a que presuntamente en
fecha 13 de setiembre del año 2014 por motivo de la verbena por el
aniversario del Centro Educativo donde estudiaba la menor, el hoy
acusado y los padres de la menor de iniciales Y.P.B., tuvieron una
discusión por un mal entendido por cuanto en este evento social la
Señora Esther Bolívar Pedraza acusa a su patrocinado de haberle faltado
el respeto y que a partir de ese incidente los progenitores de la menor
agraviada se convierten en enemigos del acusado, forzándolo a efecto de
que se retire de la Institución Educativas para lograr su objetivo utilizan
a la menor de iniciales V.P.B.: ello en ninguna medida se ha probado en
el plenario, más bien, contrariamente lo que si se ha probado es que
entre la menor agraviada y los progenitores de esta, hasta antes del
develamiento de la comisión del delito por parte de Enríquez Quintana
existía una relación normal entre profesor de aula de su menor hija, la
agraviada de iniciales Y.P.B., y padres de familia, conforme así lo han
declarado en el juicio oral: tampoco se probó que el 13 de septiembre del
año 2014 estos progenitores de la víctima y el acusado) hayan tenido un
problema en la verbena del colegio Canelón, debiendo considerarse
únicamente como un argumento de defensa de la parte acusada que no
tiene sustento alguno”
Para determinar responsabilidad sobre los hechos materia de
juzgamiento, el colegiado a estimado y otorgado valor probatorio a la
ENTREVISTA ÚNICA EN CÁMARA GESSELL, señalado que la menor
agraviada de iniciales Y.P.B. indica en detalle la forma y circunstancias
de como en forma reiterativa el acusado le hacía actos de tocamiento
llegando incluso a hacerle doler la vagina, hechos que se suscitaron en
el aula del quinto grado de primaria del Centro Educativo 50304 del
Canelón, así como narra cómo llegó a contarle de todo lo sucedido a su
progenitora y el momento preciso en el que enrostró a Néstor Enríquez
Quintana, quien finalmente reconoció haber atentado contra su
indemnidad sexual pidiéndole incluso disculpas frente al director de
dicho centro educativo Romeo Zerón Bascope y sus progenitores;
resultando irrelevante el hecho de que la menor haya manifestado de
que había llevado para la entrevista una muñeca con la que ibo mostrar
cómo le había tocado el acusado ante la contundencia de esta
declaración que se halla debidamente corroborada con abundante
caudal probatorio.
EL proceso jurisdiccional debe tener una finalidad tuitiva en relación con el niño o
adolescente víctima de un ilícito penal. Por ello, es legítimo que el testimonio de
un niño o adolescente tenga un alto grado de relevancia o de valor probatorio,
más aún si es la víctima directa de una agresión que ha ocurrido sin que haya lugar
a testigos.