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Introducción a la fertirrigación

Entendemos por fertirrigación, fertigación o nutrirrigación, la técnica de aportar los fertilizantes disueltos
en el agua de riego.

Este técnica, como tal, se inició hacia el 1930 en California, extendiéndose rápidamente a otros Estados.

En nuestro país, hace ya muchos años, los agricultores levantinos ponían en las regueras sacos de
sulfato amónico para que el agua, al pasar a través del saco, arrastrase el nitrógeno que el fertilizante
contenía. Hoy en día, afortunadamente, estos métodos quedan en el recuerdo y la incorporación de los
fertilizantes al agua de riego se ha tecnificado enormemente, sobre todo en el riego por goteo.

Dependiendo de los diferentes sistemas de riego empleado podemos diferenciar dos clases de
fertirrigación:

• Fertirrigación en riegos de baja frecuencia y alto caudal.

Están incluidos los riegos por inundación y aspersión ya sea ésta en instalaciones fijas o móviles.
En este caso, la fertirrigación generalmente se reduce al aporte de abonos nitrogenados en agua
de riego, en sustitución de la aportación de cobertera del abono tradicional, fraccionando la
aplicación durante el ciclo vegetativo.

• Fertirrigación en riegos de alta frecuencia y bajo caudal.

En este apartado están incluidos todos los sistemas de riego localizado, denominados así por
humedecer solamente una parte de la superficie del suelo, donde se efectúa total o parcialmente
la aportación de todos los macro y micronutrientes a través del agua durante todo el ciclo del
cultivo.

La rápida expansión que ha tenido en los últimos años esta técnica que en la actualidad se extiende en
más de 500.000 Ha y su paulatina introducción en zonas de agricultura tradicionalmente de regadíos
extensivos y climatología adversa, ha obligado tanto al técnico como al agricultor a adoptar y asimilar esta
nueva filosofía sobre riego, debiéndose enfrentar a toda una serie de problemas que van desde el diseño
de la instalación, hasta la fertilización, pasando por el manejo de la propia instalación y del agua.

Ventajas de la fertirrigación en riego por goteo.

• Comodidad de aplicación de los fertilizantes y ahorro de mano de obra.

La aplicación manual o mecánica de los fertilizantes es siempre más costosa, difícil e inexacta,
que la aplicación mediante fertirrigación a través de equipos perfectamente preparados para ese
fin.

Perfecta dosificación y control de la fertilización.

Las técnicas y equipos modernos utilizados para la fertirrigación (bombas eléctricas, hidráulicas,
etc.) nos permite ajustar la dosis exacta de nutrientes según las necesidades de las plantas.
Estas ventajas son aún superiores cuando utilizamos equipos que permitan efectuar la
fertilización, en función del caudal de agua que se suministra al cultivo.

• Distribución de los nutrientes a lo largo del perfil del suelo explorado por las raíces, en
función del nivel regado, lo que facilita una mejor y más activa asimilación radicular.
En la fertirrigación y especialmente en el riego por goteo, la movilidad del fósforo y potasio a lo
largo del bulbo es superior, facilitando su máximo aprovechamiento.

• Posibilidad de fraccionamiento del abonado para adecuar los fertilizantes a las


necesidades nutritivas, distintas a lo largo del ciclo.

Esta técnica permite acompasar las aportaciones de los diferentes nutrientes, a las necesidades
variables de las plantas a lo largo de su ciclo, y posibilitar la corrección de cualquier desviación o
carencia que se detecte en el desarrollo vegetativo.

• Mejor asimilación de los nutrientes.

Al mantenerse una humedad prácticamente constante en el bulbo, la facilidad de asimilar los


elementos por la planta es más grande, lo que aumenta el ritmo de absorción de los mismos y
facilita su aprovechamiento.

• Posibilidad inmediata de actuación para corregir deficiencias nutricionales.

Las que puedan surgir, no solo de macroelementos, sino también de microlementos y elementos
secundarios.

• Ahorro de fertilizantes.

El fraccionamiento de los nutrientes durante el ciclo de cultivo, supone una alimentación


prolongada y sostenida de la planta lo que facilita y posibilita un mejor aprovechamiento de los
nutrientes y disminuye las pérdidas por lixiviación del nitrógeno. Si este fraccionamiento es casi
diario las pérdidas de elementos nutritivos pueden considerarse despreciables.

• Ahorro de agua.

En el caso de riego localizado, al aplicar las dosis de agua de acuerdo con las necesidades del cultivo y
en la región más próxima para la absorción radicular, se ahorra agua de riego.
Factores a tener en cuenta en la elección de los fertilizantes en riego por
goteo.

A la hora de utilizar fertilizantes en riego por goteo habrá que tener en cuenta distintos factores, tanto
desde un punto de vista extrínseco al abono, como desde un punto de vista intrínseco, es decir, implícito
en el propio fertilizante.

Factores extrínsecos.

De entre estos factores podemos destacar:

• Agua

Cualquier agua de riego, independientemente de su procedencia, contiene cantidades variables


de sales en disolución. La cantidad total y la clase de éstas son los principales factores que
influyen en la calidad de un agua de riego.

Las principales sales presentes en las aguas comúnmente utilizadas son los cloruros, sulfatos,
carbonatos y bicarbonatos de calcio, magnesio, sodio y potasio. El boro también puede ser un
componente común de todas las aguas. Algunas aguas de riego, en determinadas condiciones
locales, pueden contener otros iones (nitratos, fosfatos, amonio, etc.) y algunos metales (hierro,
manganeso, cinc, plomo, etc.).

Las sales presentes en un agua de riego tienen


propiedades muy distintas en lo referente a
solubilidad, movilidad y toxicidad, de aquí que
sea necesario conocer la composición mediante
análisis del agua para poder evaluar su calidad.
El análisis normal de laboratorio debe indicar la
cantidad de los principales cationes: Ca2+, Mg2+,
+ + - 2-
Na y K y de los principales aniones: Cl , SO4
2- -
, CO3 , HCO3 . El boro puede también
determinarse debido a su alta toxicidad aún en
concentraciones muy pequeñas. El análisis
debe incluir la conductividad eléctrica que da
una idea del contenido en sales, el pH para
conocer la acidez o alcalinidad, la dureza, para ver la proporción de calcio y magnesio, y la
relación de adsorción de sodio ajustada (SAR aj.) que indica el peligro de alcalinización del suelo
al ser utilizada para el riego.

En cuanto a los cationes, el calcio es el catión que se halla en mayor porcentaje en aguas algo
salinas y contrarresta, en parte, los excesos de cloruros, sulfatos y sodio, siendo beneficioso
también en los suelos rojizos con poca cal.
El calcio puede producir obstrucciones al precipitar con los sulfatos y con los bicarbonatos. La siguiente
tabla nos indica los meq/l de calcio que un agua puede solubilizar, sin que haya precipitados, en función
del pH que tenga:

pH Ca (meq/l) pH Ca (meq/l)
6,0 36,8 7,0 7
6,2 25,2 7,2 5,4
6,4 17,6 7,4 4,2
6,6 12,7 7,6 3,3
6,8 9,3 7,8 2,6

Vemos, que al mantener una cierta acidez en el agua de riego, se evitarán obstrucciones. Por
ello es interesante utilizar abonos acidificantes.

La presencia de magnesio en las aguas salinas es elevada, ya que procede de los carbonatos
magnésicos existentes en el suelo. La aportación de este elemento por parte del agua de riego,
hay que tenerla presente en la fertilización magnésica. Un exceso puede producir carencia de
potasio.

El sodio es el elemento más abundante y peligroso de los cationes, en aguas salitrosas. Su


toxicidad se manifiesta en la planta en forma de quemaduras en los bordes de las hojas.

El potasio no puede considerarse como el elemento peligroso en el agua de riego. Antes al


contrario, debe considerarse como complemento de la fertilización potásica.

En cuanto a los aniones, prácticamente hay que descartar los carbonatos, pero en caso de
existir, esto indicaría que es una agua malísima, no utilizable para el riego.

Los bicarbonatos, pueden obturar los goteros, al precipitar en presencia de Ca y Mg, La cantidad
de bicarbonatos que puede llevar un agua de riego, sin producir precipitaciones, depende del pH.
Las aguas calizas y con pH alcalino, presentan problemas a partir de 2 meq/ litro. Entonces
tenemos que recurrir a aplicaciones de abonos acidificantes o productos limpiantes.

Los cloruros son los más peligrosos de entre los aniones, y su toxicidad se presenta en los
agrios en forma de quemaduras en las hojas, en particular en el ápice. El exceso de cloruros
dificulta la absorción del nitrógeno (nitratos) y fósforo (fosfatos).

Los sulfatos son, después de los cloruros, los más peligrosos de los aniones en un agua de
riego. En situaciones agudas, las hojas presentan quemaduras en los bordes. Parece ser, no
obstante, que las plantas regadas por goteo acumulan menos sulfatos en hojas que las regadas
por el sistema tradicional. Los sulfatos limitan la absorción del calcio y sin embargo, facilitan la de
sodio, con los inconvenientes que ello presenta.

Por último, cabe significar que en aguas con riesgo de excesos de nitratos deben analizarse
éstos.

Es interesante comentar que los nitratos y fosfatos compiten con los cloruros y sulfatos del agua
de riego, de forma que si se incrementa su nivel se reduce la absorción de los cloruros y sulfatos.
El potasio puede neutralizar el efecto del sodio.

Cuando se utilizan aguas salinas hay que utilizar un volumen adicional del agua de riego para el
lavado de sales y las mayores pérdidas, por tanto, de nutrientes; al desplazarse el anillo salino
fuera del alcance de las raíces. Es importante reseñar que cuando se produce una lluvia se
recomienda seguir regando hasta que se hayan superado 50 mm, pues en caso contrario las
sales se moverán hacia el interior del bulbo.

La necesidad de acumular aguas para los momentos de máxima evapotranspiración, obliga a la


construcción de embalses de tierra revestidos con telas impermeables de muy elevado coste,
donde a lo largo de los años proliferan las algas y bacterias, obligando a tratamientos adicionales
con alguicidas usándose cloro, o sulfato de cobre a razón de 5 ppm o permanganato potásico a
razón de 2 ppm. En casos excepcionales, algunas perforaciones proporcionan aguas
ferruginosas que al contacto atmosférico ocasionan importantes incrustaciones siendo
imprescindible su tratamiento previo, para un adecuado empleo de fertirrigación.

Consecuencia, tanto de la escasez, como del cada vez más elevado coste del agua disponible,
se están investigando por distintos Organismos las necesidades reales de los cultivos y sus
periodos críticos, con objeto de establecer una adecuada eficiencia en la aplicación del agua
disponible mediante programas de Riego Deficitario Controlado.

• Suelo

El papel del suelo en la fertirrigación, es más importante desde el punto de vista de su


composición física que química, pues está comúnmente aceptado que la actividad del complejo
arcillo-húmico en fertirrigación es mucho menor que en los otros sistemas de riego y abonado.

• Periodo vegetativo

El estado vegetativo de la planta, y en consecuencia sus necesidades nutritivas en cada


momento, también son importantes para decidir el tipo y la dosis de abono a incorporar. Se
escogerá aquel que tenga un equilibrio más acorde con las exigencias puntuales de la planta.

Debe recordarse, que en los primeros estados vegetativos son importantes las necesidades en
fósforo para el crecimiento radicular, el nitrógeno para los momentos de máximo desarrollo
vegetativo y el potasio que es decisivo en la fructificación.

• Sensibilidad específica de la planta

La sensibilidad que algunos cultivos específicos tienen hacia determinados iones, hay que
tenerla en cuenta y sus tolerancias, para utilizar productos que los contenga en las mínimas
concentraciones posibles, con objeto de que no se produzca una acumulación perjudicial para el
buen desarrollo vegetativo.

Factores intrínsecos.

• Solubilidad

Interesan productos de alta solubilidad para que no queden partículas insolubles, que al ser
arrastradas por el agua puedan dar lugar a obturaciones.

La solubilidad es total por lo tanto para los productos líquidos.

• Pureza

Puesto que a menudo las sales pueden contener materias inertes que, podrían producir
imprevisibles reacciones químicas o físicas en el agua y modificarían los objetivos de su
incorporación, hay que usar productos especialmente puros.

• Salinidad

Cuando las características de las aguas utilizadas y las de los suelos regados hagan temer
problemas de salinidad, hay que tener en cuenta el "índice de sal" de cada uno de los
fertilizantes que se incorporen. Este índice se calcula en función del aumento de la presión
osmótica que el abono produce en la solución del suelo, comparado con el que produce la
incorporación del nitrato sódico, que se toma como base 100, según se establece en la siguiente
relación:

Fosfato monoamónico 34
Sulfato potásico 46,1
Nitrato cálcico 52,5
Sulfato amónico 69
Nitrato potásico 73,6
Urea 75,4
Nitrato sódico 100
Nitrato amónico 104,7
Cloruro potásico 116,3
Cloruro sódico 153,8

Comportamiento de los nutrientes en fertirrigación

Recordemos algunas características de los nutrientes principales cuando se aplican en fertirrigación:

Nitrógeno

El nitrógeno en forma de nitrato, es totalmente móvil y su forma amoniacal pasa rápidamente a nítrica, a
veces dificultada por un exceso de humedad en el bulbo. Por ello, la aplicación nitrogenada debe
realizarse lo más fraccionada posible, incluso diariamente, acompasada a las necesidades de las plantas
(en los cultivos leñosos un 60% hasta el cuajado y el 40% restante durante el verano).

En cuanto a la forma ureica, su ritmo de absorción por la


planta viene determinado por las condiciones del medio,
que determinan que la urea se oxide más o menos
rápidamente a la forma nítrica que es como la planta la
absorbe. Es por ello que no se recomienda para
fertirrigación.

El mejor aprovechamiento del nitrógeno se realiza,


fraccionando sus aportaciones y así se evita el riesgo de
lavado y pérdida de este nutriente. Por ello podemos decir
que se requiere controlar éste con detalle y reducir las dosis en ciertas circunstancias para evitar
problemas y pérdidas.

El nitrato se mueve con toda facilidad a lo largo del perfil del suelo, siguiendo el flujo del agua hasta el
borde de la zona humedecida del bulbo. Ahora bien, en el riego localizado hay una mayor concentración
de nitrato en el espacio ocupado por las raíces.

Es muy importante indicar la elevada eficiencia que se consigue en las aportaciones de nitrógeno en el
riego localizado, contrastadas por los análisis foliares, que es mucho más alta que la que se consigue con
la fertilización tradicional.

No debe descuidarse tampoco el contenido de nitratos de las aguas de riego en zonas cercanas a
acuíferos.

Fósforo

El fósforo aunque en el riego por goteo es 5 a 10 veces más móvil que en el riego tradicional, sigue
siendo poco móvil, no existiendo prácticamente pérdidas por lavado.

La ligera acidez del bulbo, por el empleo de abonos de reacción ácida, facilita su absorción. La aportación
en el tiempo es indiferente, teniendo en cuenta que las mayores necesidades de la planta se producen en
la floración y cuajado, siendo lo más importante crear una riqueza suficiente de este elemento en el bulbo.

La absorción activa del fósforo, por parte de las raíces provoca una diferencia de concentración que
favorece el movimiento del fósforo en el suelo. En algunos ensayos se ha comprobado que el fósforo ha
descendido hasta 50/60 cm, siendo normal que alcance profundidades de 25/30 cm.

Hay que controlar las dosis de fósforo, ya que puede ocasionar ciertas incompatibilidades con ciertos
microelementos como el zinc.

Potasio

Es mucho más móvil que el fósforo, pero menos que el nitrógeno; por tanto, su aplicación debe ser
también fraccionada en el tiempo, aunque repartida al contrario que el nitrógeno (en los cultivos leñosos
un 40 % hasta el cuajado y un 60% durante el engorde).

Con el potasio hay que tener pues, menos cuidado que con el nitrógeno, en cuanto a que pueda lavarse y
se tiene la seguridad de que desciende más que el fósforo. La mayor eficiencia de este elemento en
fertirrigación se ha comprobado en numerosas experiencias.

Puede ocasionar deficiencias de Ca y Mg, si se encuentra en grandes cantidades, ya que estos nutrientes
tienen características similares y el K compite con ellos en la absorción radicular. En cambio, si su nivel
es bajo, repercute en la reducción del tamaño del fruto y de la cosecha, que además tiene peores
cualidades organolépticas. No se debe olvidar tampoco la importancia del potasio en la regulación
estomática, en los periodos de sequía y durante las heladas tardías de primavera.

Calcio

Como hemos mencionado anteriormente, este elemento puede sufrir una reducida asimilación por parte
de la planta, en presencia del potasio, así como en condiciones muy ácidas. En estas condiciones el poco
calcio asimilado queda retenido en las hojas y los frutos sufren una grave deficiencia, que se manifiesta
en una mala conservación (bitter-pit; rajado; podredumbres;etc.). Es necesario efectuar aportaciones
específicas, tanto en el riego, como en pulverización, en aquellas situaciones donde se presentan estos
riesgos.

Magnesio

Nutriente esencial y abundante en nuestras condiciones, pero que observamos su paulatino


empobrecimiento en nuestros regadíos con aguas de superficie, en general bastante puras procedentes
de la lluvia o de la fusión de las nieves. Esto se debe a que hay lavado del magnesio y se produce
desequilibrio con el abonado potásico.

En consecuencia es imprescindible la aportación de sales de magnesio en la fertirrigación.

Microelementos

Con el riego localizado, obligamos a la planta a vivir en un reducido volumen de suelo, que agota
rápidamente la disponibilidad de micronutrientes, haciéndose imprescindible su aplicación sistemática en
algunas fincas, por fertirrigación o por vía foliar.

El hierro tiene un uso muy generalizado, dados los


contenidos elevados de caliza en nuestros suelos, que
provocan clorosis en el cultivo. Se aplica en forma de
quelato EDDHA, único adecuado para condiciones de
elevada alcalinidad del medio. A medida que la
plantación en riego localizado va desarrollándose, por
razón de la acidificación del volumen húmedo, pueden
emplearse con éxito otros tipos de quelatos de hierro o
incluso las soluciones de sulfato ferroso con nitratos
amónicos incorporados directamente en la fertirrigación.

El resto de micronutrientes presenta menos problemas salvo cuando se presentan incompatibilidades con
otros elementos. Los tratamientos anticriptogámicos, si efectúan una rotación de sustancias activas,
aportan en general, cantidades de los micronutrientes necesarios.

Efectos de los fertilizantes en el agua de riego

Las características químicas del agua se ven alteradas cuando se incorpora el fertilizante, por dos causas
fundamentales:

• Modificación de la conductividad eléctrica (C.E.), ya que la adición de las distintas sales


fertilizantes aumenta el contenido salino del agua. Es conveniente que los abonos no aumenten
más de 1 mmho/cm, la C.E. del agua y por ello, se recomienda fraccionar el abonado. De esta
forma la C.E. del agua, una vez incorporado el abono, no debería ser mayor de 3.

• Modificación del pH, ya que al ser los abonos sales disociables, influyen en el pH. Si
aumentamos el pH tenemos riesgo de precipitaciones de calcio, ya que a pH alcalino sus sales
son menos solubles. Por el contrario, si el abono hace descender el pH, no sólo evitaremos
obturaciones, sino que además limpiaremos la instalación.

En el catálogo de productos para fertirrigación se dispone de una tabla para los distintos fertilizantes en la
que se indica para cada concentración las modificaciones de pH y de la C.E. del agua.

Preparación de la solución madre con abonos sólidos

Para los abonos sólidos se hace preciso preparar soluciones madre, es decir, preparar una disolución de
abonos inicial muy concentrada, que se incorpora a la instalación y que con el agua de riego se va
diluyendo, de forma que al cultivo le llegue la disolución ya diluida. En estas soluciones madre hay que
tener en cuenta la pureza del agua y la temperatura de la misma. A mayor pureza y temperatura, la
solubilidad es mayor.

Además, hay que tener en cuenta que algunos abonos, al disolverse, producen reacciones exotérmicas y
endotérmicas, que pueden condicionar las condiciones de solubilidad.

En el catálogo de productos para fertirrigación se dispone de tablas para ver los efectos de las distintas
concentraciones en el agua, en cuanto a pH, C.E. y temperatura.

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