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“L'EFFET DE

RÉEL” (1968)
R O L A N D B A RT H E S
LA DESCRIPCIÓN EN LA ESTRUCTURA
DEL RELATO
La estructura general del relato, por lo menos la que ha sido analizada
ahora, aparece como esencialmente predictiva: si usted obra de tal manera, si
elige tal parte de la alternativa, he aquí lo que obtendrá. (144)
La descripción es otra cosa; no tiene ninguna marca predictiva; "analógica",
su estructura es puramente sumatoria y no contiene este trayecto de
elección y de alternativas que da a la narración el dibujo de un vasto
dispatching, provisto de una temporalidad referencial (y no solamente
discursiva). […] La descripción aparece así como una suerte de “propio” de
los lenguajes llamados superiores, en la medida, aparentemente paradójica,
en que no está justificada por ninguna finalidad de acción o de
comunicación. (144-145)
LA SINGULARIDAD DE LA DESCRIPCIÓN
(O DEL DETALLE INÚTIL )
Aun cuando no sean numerosos, los “detalles inútiles” (ya sean
superfluos, meros rellenos, o escandalosos) parecen inevitables: todo relato
occidental de tipo corriente tiene algunos de ellos. Y esto está subraya
el carácter enigmático de toda descripción. (144-145)
La singularidad de la descripción (o del “detalle inútil”) en la trama
narrativa designa una cuestión que tiene la mayor importancia para el
análisis estructural de los relatos. Esta cuestión es la siguiente: todo, en
el relato, es significativo, y si no, si subsisten en el sintagma narrativo
algunas páginas no significativas ¿cuál es en definitiva, si se puede hablar
así, la significación de esta insignificación? (145)
LA FUNCIÓN DE LA DESCRIPCIÓN
La cultura occidental, en la retórica, de ningún modo dejó la descripción
fuera del sentido y la provisto de la finalidad de lo “bello”, de una función
estética (146) que se hace presente en:
• en la antigüedad, en el género el epidíctico, discurso de aparato, destinado
a la admiración del auditorio (y ya no a su persuasión). (146)
• en la neorretórica alejandrina existía Ia ekphrasis, fragmento brillante,
destacable, cuyo objeto era describir lugares, tiempos, personas u obras
de arte. (146)
• en la edad media, la descripción no se atenía a ningún realismo: poco
importa su veracidad o aun su verosimilitud, que aquí no es referencial,
sino abiertamente discursiva. (146)
LA VEROSIMILITUD ESTÉTICA DE LA
DESCRIPCIÓN FLAUBERTIANA
En Flaubert se advierte que el fin estético de la descripción es todavía muy fuerte. En
Madame Bovary, la descripción de Rouen (referente real si lo hay) está sometida a las
constricciones tiránicas de lo que es preciso llamar la verosimilitud estética,
como lo muestran las correcciones aportadas a este fragmento en el curso de seis
redacciones sucesivas. (147)
Aquí se ve en fin que toda la descripción está construida en vista de hacer aparecer a
Rouen como una pintura: es una escena pintada que el lenguaje toma a su cargo. De
esa manera, aunque la descripción de Rouen sea perfectamente “impertinente”, no es
de ningún modo escandalosa, se halla justificada, si no por la lógica de la obra, al
menos por las leyes de la literatura: su “sentido” existe, depende de la conformidad,
no con el modelo, sino con las reglas culturales de la representación. (148)
La función estética, que da un sentido al fragmento, detiene lo que se podría llamar el
vértigo de la notación. (149)
EL IMPERATIVO REALISTA DE LA
DESCRIPCIÓN FLAUBERTIANA
Sin embargo, la finalidad estética de la descripción flaubertiana está
completamente mezclada con imperativos “realistas”, como si la
exactitud de la referencia, superior o indiferente a toda otra función,
dominara y justificara sola, aparentemente, la descripción o, —en el caso
de las descripciones reducidas a una palabra— la denotara: las
constricciones estéticas están penetradas aquí de constricciones
referenciales. (149)
Colocando lo referente como real, fingiendo seguirla de una manera
servil, la descripción realista evita dejarse incluir en una actividad-
fantasmal (precaución que se creía necesaria para la “objetividad” del
relato). (150)
LO REAL CONCRETO
Los residuos reductibles del análisis funcional tienen esto de común: denotar lo que
se llama corrientemente “real concreto” (pequeños gestos, actitudes transitorias,
objetos insignificativos, palabras redundantes). La “representación” pura y simple de
lo “real”, la relación nacida de “lo que es" (o ha sido) aparece así como una
resistencia al sentido; esta resistencia confirma la gran oposición mítica de lo vivido
(lo viviente) y lo inteligible. (150-151)
Este mismo “real” se convierte en la referencia esencial en el relato histórico, que
incluye pues la infuncionalidad de un detalle, desde el momento que denota “lo que
ha tenido lugar”: lo “real concreto” se vuelve la justificación suficiente del decir.
(151)
La historia (el discurso histórico) es de hecho el modelo de estos relatos que
admiten llenar los intersticios de sus funciones con notaciones estructuralmente
superfluas, y es lógico que el realismo literario haya sido, hace unos pocos decenios,
contemporáneo del reino de la historia “objetiva”. (151)
EL DETALLE CONCRETO Y LA ILUSIÓN
REFERENCIAL
Semióticamente el “detalle concreto” está constituido por la convivencia directa de
un referente y un significante; el significado es expulsado del signo y con él, bien
entendida la posibilidad de desarrollar una forma del significado. (153-154)
Esto es lo que se podría denominar como la ilusión referencial: suprimida la
enunciación realista como significado de denotación, lo “real” se transforma aquí en
significado de connotación; puesto que en el mismo momento en que se considera
que estos detalles denotan directamente lo real, sin decirlo, no hacen sino significarlo.
(154)
La misma carencia de significado en interés de la sola referencia se convierte en el
mismo significante del realismo: se produce un efecto de real, fundamento de esta
verosimilitud no confesada que forma la estética de todas las obras corrientes de la
modernidad. (154-155)

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