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IX.

TEORÍA DE LA NARRACIÓN

JO S É M A R ÍA PO Z U E L O YVA N CO S
U niversidad de M urcia

1. LA UNIDAD NARRATIVA Pero ¿qué decim os cuando hablamos de


«narración» o de «relato»? ¿Por qué podemos
La cultura humana está plagada de narra- calificar igualmente como narrativos una pe-
ciones. A menudo estamos acostumbrados a lícula de Hitchkock, un cuento de Chéjov, el
concebir el narrativo como uno de los tres gé- romance del Conde Arnaldos, un culebrón te-
neros literarios y nuestra relación de estudio levisivo o el chiste que nos contaron. La teo-
con la narración suele tenderse por el puente ría de la literatura abrió una renovación de
de la novela o el cuento, que son por lo de- los estudios humanísticos cuando se planteó
más los géneros literarios de mayor consumo ese nuevo objeto de estudio: la narración en
y éxito en la actualidad. Sin embargo, por sí misma, que constituye la unidad que estu-
muy grande que sea el volumen de novelas y dia una importante rama, no limitada a la lite-
cuentos que se publica en las diferentes litera- ratura, que los estructuralistas franceses deno-
turas, ocupa un lugar cuantitativamente muy minaron narratología. Esta «ciencia de los
reducido en relación con el contacto que las relatos», obviamente, también ha influido mu-
gentes, de cualquier condición, edad o cultu- cho en los estudios literarios. Hay muchas po-
ra, tienen con la narración. Reportajes perio- sibilidades de hablar de los géneros narrati-
dísticos, cómics, películas, crónicas, chistes, vos: el origen de la novela, sus relaciones con
canciones, suelen apoyarse en, o simplemente la épica, el cuento como género literario, e in-
ser, narraciones. Vivimos en una galaxia na- numerables son las cuestiones de estilística de
rrativa. Y siempre ha sido así. Incluso puede cada género narrativo. Form idables libros
decirse con H. Weinrich [1987] que «al prin- como los de Scholes-Kellog [1966], Albérès
cipio era la narración». Todas las culturas, en [1962], M. Robert [1972], Baquero Goyanes
las importantes tradiciones orales (porque lo [1970] o el clásico de R. Girard [1961], se
que ahora llamamos literatura ha estado du- ocupan de los géneros narrativos en esa direc-
rante siglos vinculada a la oralidad), se han ción de formas, trayectorias históricas, estilos,
nutrido de narraciones. La transmisión de los tradiciones, estructuras... Pero una teoría de
mitos, los textos religiosos, incluso la legisla- la narración, al modo como la desarrollare-
ción, se vertía en textos narrativos durante si- mos aquí, ofrece un ángulo diferente. Su
glos. Y la narración ha constituido la base de planteamiento es teórico-general y ambiciona
la literatura épica, de la inm ensa tradición establecer cuáles son los elementos que toda
oral de la fabulística, leyendas, de la poesía narración ofrece y que pueden ser el funda-
misma que ha tenido muchas realizaciones mento analítico de cualquier relato, en cual-
narrativas (romances, poem as m itológicos, quier tradición narrativa y en sus diferentes
buena parte de cualquier poema guarda un medios y formas de desarrollo. Novelas, cuen-
fundamento narrativo: cuenta una historia por tos, poemas épicos, fábulas mitológicas, por
mínima que sea...). referirnos solamente a la narración literaria,
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tienen en común ser narraciones. Por otra la épica, por cuanto según escribe en otro lu-
parte, investigaciones procedentes de la so- gar de la Poética [1448a: 21-24] es posible
ciolingüística como la que llevó a cabo Labov im itar las cosas unas veces narrándolas (ya
[1972] sobre ejemplos de narrativa oral no li- convirtiéndose hasta cierto punto en otro
teraria de los negros del barrio neoyorquino como hace Homero, ya como uno mismo y
de Harlem, mostraron la posibilidad de trazar sin cambiar) o en forma dramática, con perso-
una estructura relativamente constante en to- najes actuantes. Es más, cuando describe las
das las narraciones, que M. L. Pratt [1977: 50 propiedades de la fábula y da consejos a los
y ss.] utilizó para defender la tesis de que la poetas sobre el modo de estructurarlas, cuan-
literariedad no podía basarse en formas y es- do se refiere a su carácter unitario y en otros
tructuras, puesto que las narraciones no litera- muchos pasajes, está considerando una misma
rias y las literarias compartían muchos rasgos doctrina para la epopeya y para la tragedia,
comunes y coincidían en buena parte de aque- que tienen rasgos diferenciales, pero se ase-
llos que habían servido a los formalistas para mejan en el modo unitario de estar compues-
su discriminación de lo literario. ta su fábula o «estructuración de los hechos».
Preguntarse acerca de esa nueva unidad co- Es clave a este respecto el fragmento 1459a:
mún a todo relato, su narratividad, significa 18-25, dedicado a definir la unidad de acción
por lo demás recuperar el punto de vista con de la epopeya, en que Aristóteles dice: «En
el que se constituyó, y con ese nombre, la cuanto a la imitación narrativa y en verso, es
Poética de Occidente. La de Aristóteles, en evidente que se deben estructurar las fábulas,
efecto, dio nombre y estableció distinciones como en las tragedias, de manera dramática y
que han estado en la base teórica de los for- en torno a una acción entera y completa, que
malistas rusos. Entre las conceptualizaciones tenga principio, partes intermedias y fin, para
que debemos a Aristóteles y que se han pro- que como un ser vivo único y entero, produz-
yectado posteriormente sobre la narratología, ca el placer que le es propio».
ninguna más importante que el concepto de Según estos textos citados, y otros muchos
fábula (μϋθος), que es la «estructuración de que podrían alegarse, podemos establecer un
los hechos» [Poética, 1450a: 15, 1450a: 32-33] par de conclusiones de importancia para una
que el poeta hace. En otro lugar se refiere a la teoría de la narración: 1) la composición de
fábula como «com posición de los hechos» una acción, la estructuración de los hechos no
[ibidem, 1450a: 35], Sea «composición», sea es exclusiva de la diégesis, de la narración, se
«estructuración», que son los términos con da también en las formas dramáticas; y 2) una
que García Yebra [1974] traduce los griegos cosa son siempre los hechos, los eventos, los
σύνθεσιν, σύστασις, respectivamente, la fá- sucesos, y otra es su composición, la estructu-
bula, que es el elemento más importante de la ra, orden o fábula a que dan lugar. Hay una
tragedia y de la epopeya, se refiere a la labor distinción clara entre fábula y suceso. Incluso
de ordenación, de estructuración, de composi- una m ism a acción puede ser ofrecida bien
ción que el poeta dramático o el poeta épico dram áticam ente, bien narrativam ente, pero
lleva a cabo. Precisamente la poética se defi- ambas son objeto de la poética, dedicada,
ne desde el comienzo como el arte que enseña pues, a lo que podríamos llamar la «ordena-
«cómo es preciso construir las fábulas si se ción artística de los hechos», su composición,
quiere que la com posición poética resulte para producir el placer que le es propio a cada
bien» [1447a: 9-10]. modalidad. La fábula es, pues, «un referente
Es muy importante para lina teoría de la bien articulado y autónomo, una invariante
narración que el concepto de fábula sea co- representable mediante muchas variables; de
mún e indistintamente utilizado por Aristóte- ahí las posibles transposiciones de un tipo a
les para referirse a la composición trágica y a otro de realización» (narrativo o dramático)
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[Segre, 1985: 299]. Aristóteles ha concebido podían hacerse en un relato. Por ello Toma-
una unidad superior a sus formas modales que chevski retoma conceptos aristotélicos y esta-
es la base de toda poética. Existe un qué (los blece una distinción que se ha situado en el
hechos) y un cómo (la composición o estruc- origen de la moderna teoría de la narración: la
tura artística a que da lugar). Esta última es el que se da entre trama y argumento:
objeto de la poética.
«Llamamos trama al conjunto de acontecimien-
tos vinculados entre sí que nos son comunicados a
lo largo de la obra. La trama podría exponerse de
2. HISTORIA Y DISCURSO una manera pragmática siguiendo el orden natural,
EN NARRATOLOGÍA o sea, el orden cronológico y causal de los aconte-
cimientos, independientem ente del modo en que
La teoría de la narración ha establecido se- han sido dispuestos o introducidos en la obra. La
gún esta tradición una importante distinción trama se opone al argumento (suzjet), el cual, aun-
entre historia y discurso, que funciona como que está constituido por los mismos acontecimien-
la frontera interna más difundida de la narra- tos, respeta, en cambio, su orden de aparición en la
tología. Es una frontera que supera el ámbito obra y la secuencia de las informaciones que nos
los representan... En esta perspectiva la trama se
narratológico y es inherente a la actividad lin-
muestra como el conjunto de motivos considerados
güística, según podemos entenderlo a partir
en su sucesión cronológica y en sus relaciones de
de las siguientes palabras de E. Benveniste: causa a efecto; el argum entóos el conjunto de esos
mismos motivos, pero dispuestos con arreglo al or-r
«La lengua reproduce la realidad. Esto hay que
den que observan en la ob ra... En una palabra, la
entenderlo de la manera más literal: la realidad es
trama es lo que ha ocurrido efectivamente, el argu-
producida de nuevo por mediación del lenguaje. El
mento es el modo en que el lector se ha enterado de
que habla hace renacer por su discurso el aconteci-
lo sucedido» [Tomachevski, 1925: 202-205]
miento y la experiencia del acontecimiento. El que
oye capta primero el discurso y a través de este Para Tomachevski, el «argumento» (fabula
discurso el acontecimiento reproducido» [Benve- en Aristóteles) se identifica con la construc-
niste, 1966: 26],
1 H ay un p roblem a term inológico, deriv ad o de que T o -
El acontecimiento (historia) en el acto co- m achevski em p lea el térm ino fá b u la para referirse al c o n -
municativo, para quien habla y para quien es- ju n to de los hechos y el de sju ze t para su ordenación a rtís -
cucha, renace siempre en forma de discurso. tica, que es a lo que A ristóteles había llam ado fábula. Se
com plica más el p roblem a term inológico cuando en la d e -
El discurso crea la realidad, ordena y organiza
ficiente traducción al español d e la A n tolog ía de Todorov
la experiencia del acontecimiento. G. Genette [1965] se ha tradu cido el térm in o fá b u la según lo em p lea
[1966: 202] liga esta distinción a la que se dio T om achevski p or tram a, cuando es com ún em plear en e s -
en la clasicidad entre mimesis y poiesis. La pañol este térm ino para la estru ctura o entram ado de a c -
ciones, esto es, p a ra su opuesio en la d ico tom ía de T o m a -
imitación de la realidad adviene en literatura
c h e v s k i. E l p r o b le m a se h a c e m a y o r c u a n d o o tra s
en forma de poiesis, creación artística del dis- traducciones españolas de tratad o s de narratología re s e r-
curso. Por ello la poética es ciencia de los v an tra m a p a ra lo q u e T o m a c h e v sk i lla m a arg u m e n to
discursos. (sjuzet), otras veces lo llam an intriga. P ero el p roblem a
no tiene solución fácil, porque un m ism o térm ino com o el
Pero aunque esto sea así, la distinción his-
italiano intreccio, que se corresponde en las obras de C.
toria/discurso se ha mostrado operativa para Segre con el de sujzet, unas v eces es traducido en español
la teoría narratológica, a partir del interés que p or “ intriga” y otras veces p o r “ tram a” , co n lo que el la -
los formalistas rusos tuvieron, como veremos berinto es ya total. P o r ello h em o s op tado en cada c aso
luego, en el análisis de los constituyentes de por exp licar el concepto y p o n e r entre paréntesis el té rm i-
no escogido para él p o r cada autor. El lecto r puede salvar
contenido, de los elementos que componen
estos problem as co n el uso de buenos diccionarios sobre
una historia, de sus motivos y de las distintas estas cu estion es, com o el g e n eral de M arch ese-F o rrad e-
ordenaciones y estructuras de m otivos que llas [1986] o el esp ecífico de C. R eis [1987],
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ción artística que el lector-oyente tiene ante como «alguien cuenta una historia a alguien»,
sí. Una misma trama, por ejemplo la historia obtenemos dos elementos: el uno, la historia,
de un asesinato, puede ser objeto de discursos define el material-objeto y podemos definirla
diferentes. La historia tiene siempre un orden siguiendo a M. Bal [1977: 14] como una serie
lógico-causal y cronológico que podríamos de acontecimientos ligados de una manera ló-
indicar así: móvil + preparación del asesina- gico-causal, sujetos a una cronología, insertos
to + encuentro con la víctima + disparo + des- en un espacio y causados y/o sufridos por ac-
cubrimiento del cadáver por la policía + in- tores-personajes. La «actividad de contar» o
vestigación. Todos los motivos (unidades m í- narración, el modo de presentar esos hechos
nimas que hemos convertido en sumandos) de (perspectiva elegida, temporalidad adoptada
esta historia siguen ese orden lógico del acon- en su presentación al lector, etc.), pertenecen
tecim iento tal como se ha producido. Pero al discurso, que impone desde una selección
una novela, un discurso, una narración puede de los acontecimientos hasta una disposición
presentar los hechos con un sjuzet diferente, de interés según los fines del narrador y una
con una estructura de interés que haga que la elocución concreta. Esta distinción es opera-
narración comience con el encuentro del ca- cional, metodológica, puesto que la narración
dáver, continúe en un flash-back con los ante- sólo existe como tal en la actividad discursi-
cedentes o móviles del crimen, vuelva a la in- va, de enunciación, el relato, que comprehen-
vestigación policial, etc. El narrador presenta de, como unidad superior a historia y discur-
esa historia de un modo, con un orden tempo- so. Por ello C. Segre [1974], primeramente, y
ral, focalizando desde un ángulo, etc.; hace G. Genette [1983], después, con diferente ter-
una construcción u ordenación de esos he- minología, han reescrito la dicotomía histo-
chos. ria/discurso: Genette en una trilogía que dis-
Aunque, según pudimos defender en otro tinguiría al relato (narración) como objeto
lugar [Pozuelo, 1988a: 230], es el discurso, la superior que comprehende una historia y su
ordenación de los hechos en una narración, el ordenación discursiva. C. Segre [1974: 24],
objeto de mayor interés para una crítica litera- luego de hacer una crítica a los distintos mo-
ria, la narratología ha desarrollado dos líneas delos de repartición, propone un esquem a
de investigación: la narratología de la historia cuatripartito: discurso, intriga, fábula y mo-
y la del discurso, precisamente porque en su delo narrativo. El discurso en Segre es el
origen en los formalistas rusos hubo mucho concepto de globalidad textual significante, el
interés por los motivos nucleares, por las uni- enunciado lingüístico que contiene una intri-
dades que componían una historia; también ga u ordenación de los hechos, una fábula o
porque la dirección más lingüístico-semántica conjunto de acontecim ientos som etidos a
de la narratología (que representan las obras aquella ordenación y un modelo narrativo.
de Greimas y sus discípulos) vio en la hipóte- Este último concepto, sobre el que volvere-
sis de unas figuras de contenido, de unas fun- mos, es clave para los estudios narratológicos,
ciones semánticas comunes a muchos relatos pues implica que toda narración se desarrolla
de diferentes culturas, una vía de investiga- dentro de una lógica de acción y de un nivel
ción privilegiada para las hipótesis estructura- de generalización que hay que tener en cuen-
listas de sustancias de contenido universales ta, puesto que no todos los relatos responden
de las que los relatos míticos — y su semejan- al mismo modelo y pueden constituir un mis-
za con folclóricos y literarios— serían una mo corpus. Hay diferentes corpus y según sea
manifestación. su m odelo narrativo trae im plicados unos
Esta doble repartición historia-discurso ha conceptos clave y una lógica de acción con-
organizado el estudio narratológico del si- creta, no siempre extrapolable a otros corpus,
guiente modo: si definim os una narración extrapolación que lamentablemente se ha he-
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cho con el «modelo narrativo» de Propp a nes básicas: la constitución de motivos o uni-
textos literarios insertos en una lógica y un dades mínimas de un suceso o acontecimiento
horizonte sem ántico m uy diferente al del y el modo como estos motivos ligan entre sí
cuento de hadas [Segre, 1985: 112-128], para convertirse en relato, en serie ordenada.
Veamos el desarrollo de algunas teorías y Fueron los formalistas rusos quienes se in-
modelos del análisis de la narratología de la teresaron de modo particular por ambas cues-
historia. Com enzarem os por los sucesos o tiones. R ecogieron una larga tradición de
acontecimientos objeto de la narración. Anali- estudios de folcloristas eslavos, como Ve-
zaremos después el otro elemento de la histo- selovski, quien define el m otivo como «la
ria: los actores-personajes. unidad narrativa más simple, que responde a
exigencias del intelecto primitivo o de la ob-
servación cotidiana» [Veselovski, 1913: 290],
3. HISTORIA: LOS ACONTECIMIENTOS Se trata de aislar elementos nucleares, funda-
mentales de toda acción humana, que repro-
Toda narración refiere una serie de aconte- ducen una experiencia atávica. Tomachevski
cimientos ligados entre sí. Implica la dimen- [1928] aplica este concepto de motivo en una
sión del tiempo, pero para una narración no dimensión no arquetípica sino semántico-lite-
basta con la simple sucesión. Debe haber otra raria y formal. Entiende que mediante la des-
forma de conexión entre el acontecim iento composición de la obra en partes temáticas al
que precede y el que le sigue. Ya decía Aris- final llegamos a las partes no descomponibles
tóteles que en las fábulas bien construidas los que son núcleos básicos de su tema: «Vino
hechos no sólo vienen unos después de los la tarde». «El héroe murió». «Llegó la car-
otros, sino unos a consecuencia de los otros. ta», etc. El y paralelamente otro gran forma-
Pero también es cierto que estamos acostum- lista, Sklovsky, se interesaron por describir la
brados a ordenar la experiencia en aconteci- com posición narrativa como unos procedi-
mientos que no siempre responden a una se- mientos de ligazón de motivos, de encadena-
cuencia. Agrupamos la experiencia en torno a miento, ensartamiento, cruce, construcción en
núcleos centrales, a parcelaciones de la reali- anillo, etc. Algo parecido al «montaje» cine-
dad, por metonimias, por contigüidades no matográfico que tanto interesó a los formalis-
siempre secuenciales: comer, amar, morir, tra- tas [V. Sklovsky, 1929; C. Segre, 1985: 113).
bajar, divertirse, tener suerte o desgracias, es- Tal descom posición de un tem a o de un
tán en nuestra existencia mezcladas. Incluso suceso en unidades mínimas responde a un
el recuerdo de algo tan secuencial como un principio de experiencia. Lo hacemos cons-
viaje podemos tenerlo en fragmentos agrupa- tantemente cuando resumimos y sobre todo
dos de modo no secuencial, sino por ciertas cuando parafraseamos el contenido de algo.
etapas o sucesos clave: partida, llegada, ave- Del continuum de una historia aislamos una
ría, encuentro con los amigos, subida a aque- serie de hechos y hablamos sobre ellos, intro-
lla ermita, regreso, etc. Incluso si contamos duciendo en nuestro lenguaje denominacio-
ese viaje podemos om itir muchos de estos nes, resúmenes, abstracciones, que se desarro-
motivos, seleccionar otros y si repetimos la llan en un nivel de generalización mayor.
narración a otros oyentes, quizá los motivos Aislar un motivo es establecer la paráfrasis de
seleccionados sean otros, en función de las una parcela de contenido de un suceso, de un
circunstancias o del interés y personalidad, texto, etc. C. Segre se ha detenido en la im -
grado de confianza con los oyentes, etc. Un portancia de las paráfrasis (aclaraciones, glo-
tema narrativo, viaje, podemos subdividirlo sas, resúmenes de un contenido) como funda-
en muchos motivos. Para la teoría de la narra- mento básico del mecanismo que permite una
ción hay dos elementos de interés o cuestio- narratología de la historia y en particular de
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los contenidos, acontecimientos, sucesos de Pero Propp no se limita a esta tipología, que
un relato [Segre, 1985: cap. 3], Las paráfrasis investigadores posteriores han querido extra-
se hacen a distintas escalas de generalización. polar llevándola a otros cuentos, sino que esta-
Puedo en dos frases contar cómo ha sido mi blece que hay un modelo narrativo, que llama
verano: aíslo lo que me parece más importan- «modelo arquetípico» [ibidem: págs. 118-122],
te o simplemente pertinente al efecto. Tam- que rige la sucesión de las funciones y un
bién puedo hablar sobre ese verano durante ámbito de libertad en su desarrollo muy li-
quince minutos. mitado.
Un folclorista ruso, V. Propp, siguiendo la Los estructuralistas franceses vieron de in-
tradición del análisis de los motivos y en el mediato las posibilidades de una extensión de
marco de la búsqueda de contenidos arquetí- la teoría de Propp a una gramática del relato,
picos y de una tipología del cuento, hizo unas estableciendo que otros muchos relatos, no
paráfrasis del contenido de cien cuentos de sólo m aravillosos y de otras culturas, sino
hadas recogidos de la tradición oral por Afa- también literarios, podían analizarse siguien-
nesiev. Al realizar esas paráfrasis observó que do pautas semejantes. A. J. Greimas, en su
todos los cuentos analizados repetían ciertos Semántica estructural [1966], reformula las
m otivos y que además la sucesión de esos tesis de Propp buscando un modelo estructu-
motivos constantes, invariantes, no era anár- ral, sem ántico, de sustancia del contenido.
quica o caprichosa, sino que respondía a un Reduce a veinte las treinta y una funciones de
modelo narrativo. Construye a partir de ahí su Propp y las organiza en modelos binarios.
M orfología del cuento [1928], que ha sido T. Todorov realiza en su Gramática del
fundamental para las investigaciones narrato- Decamerón [1969] otro intento de extensión
lógicas, y que pretende además de definir el de las hipótesis de Propp a corpus bien dife-
número de los elementos constantes o invaria- rentes. Pese al título del libro, lo que Todorov
bles del corpus, su «morfología», diríamos plantea es una gramática general del relato, de
hoy su «gramática», el modelo de su organi- todo relato, siendo los cuentos de Boccaccio
zación narrativa. el material-objeto que le permite articular un
Propp da un salto de gigante respecto a la modelo descriptivo desde la hipótesis de que
simple tipología de motivos de folcloristas «cada cuento particular no es más que la rea-
anteriores. Introduce el concepto de función lización de una estructura abstracta, una reali-
que define como «la acción de un personaje zación que estaba contenida, en estado latente
definida desde el punto de vista del desarrollo en cada una de las realizaciones posibles»
de la intriga» [Propp, 1928: 33], Dado que [Todorov, 1969: 35], Pero el modelo de Todo-
en distintos cuentos una misma acción, por rov, que recoge una serie de relaciones lógi-
ejemplo «prohibición», es atribuida a perso- cas y sintácticas entre las frases a las que re-
najes diferentes, lo fundam ental es definir duce cada cuento, termina por ser una serie de
esas acciones invariantes, qué hacen los per- fórmulas que traducen una paráfrasis, sola-
sonajes y no quién lo hace o cómo. Llega de mente que formalizada, de los contenidos del
ese modo a establecer que los elem entos cuento. Es un modelo descriptivo y taxonó-
constantes, perm anentes, invarian tes, del mico, no una gramática, aunque su modelo
cuento son las funciones de los personajes. permite sintetizar el contenido de un relato
Y que el número de funciones o acciones con utilizando las principales categorías de la gra-
influencia en la intriga, en el cuento maravi- mática. Los personajes serían sujetos u obje-
lloso ruso es muy limitado: treinta y una fun- tos de la acción, es decir, agentes o pacientes,
ciones (del tipo de: alejamiento, prohibición, y sus acciones serían verbos, del m ism o
transgresión, fechoría, desplazam iento del modo que sus cualidades, adjetivos o sustanti-
héroe, combate, victoria, reparación, etc.). vos, según lo sean sustanciales o accidentales.
TEORÍA DE LA NARRACIÓN 225

Su modelo ha permitido una representación combinan entre sí para engendrar secuencias


formalizada de las secuencias de una narra- complejas, bien por encadenamiento, por en-
ción, pero tiene mucha más virtualidad des- clave, por enlace, etc.
crip tiva que proyectiva, p or lo que no es El intento de Brémond por ganar el espacio
universalizable en el nivel de las frases y ac- de libertad que el modelo de Propp no permi-
ciones que propone, aunque sí ofrece la posi- tía está conseguido, pero a costa de tal grado
bilidad de una descripción sistemática de las de generalización que se hace aplicable a
frases narrativas fundamentales en el conteni- cada relato en su estructura elemental de fra-
do de una historia. ses, pero no serviría para el estudio de la fá-
De las realizaciones de la narratología de la bula literaria en lo que tiene de intriga y de
historia, para el análisis de los acontecimien- desarrollo de virtualidades no siempre lógi-
tos, las dos aportaciones más importantes se cas. Se han intentado extrapolaciones al aná-
deben a Brémond y a Barthes. Brémond es lisis literario, pero son bien pobres, porque
importante porque propone un modelo narra- las historias literarias, precisamente, tienen
tivo diferente al de Propp. El de éste era un vinculados sus conflictos a nombres, acciones
modelo cerrado, establecía una estructura fija y deseos que no operan siempre según este
y no tenía en cuenta realizaciones posibles modelo de conducta lógico-unilateral, que es
fuera de las ocurrencias del corpus. Brémond, rentable en térm inos de estructura básica,
sin embargo, ha sentado las bases de un mo- pero que tiene limitadas sus virtualidades crí-
delo narrativo general al proponer un sistema tico-literarias. C. Segre [1985: 126-128] ad-
abierto de posibilidades que se realizan o no vierte sobre los peligros de no tener claro, en
se realizan. Brémond [1966 y 1973] construye las aplicaciones a textos literarios, el nivel de
un modelo lógico de posibles bifurcaciones generalización y el modelo narrativo del que
para cada punto de la historia. La unidad bá- se parte.
sica continúa siendo la función, pero las diver- La contribución de R. Barthes [1966] su-
sas funciones se agrupan en secuencias. La se- pone un ensayo de explicitación de lo que un
cuencia elemental se corresponde siempre con relato tiene de causalidad, de encadenamien-
las tres fases obligadas de todo proceso: to, de ligazón de unas funciones con otras,
que ya había sido punto del m ayor interés
a) Una función que abre la posibilidad
del proceso en forma de conducta a observar para Aristóteles. Barthes se planteó qué lógi-
o acción a cometer. Por ejemplo, «fechoría a ca de conexión y qué jerarquía hacen que una
cometer». serie de acontecimientos configuren un relato
b) Una función que realiza esa virtuali- y no una mera sucesión continua de sucesos-
dad en forma de acontecimiento o acto. Por motivos. ¿Cuándo un suceso es un aconteci-
ejemplo, «fechoría». miento, cuándo hace progresar la historia? La
c) Una función que cierra el proceso en fórmula de la narración podría proponerse así:
forma de resultado. Por ejemplo, «fechoría post hoc, ergo propter hoc (después de esto,
cometida». luego por esto, a consecuencia de esto). En
este marco Barthes distingue entre funciones
El modelo es el siguiente: nucleares y catálisis. Las prim eras son las
que hacen avanzar la intriga, las que resuel-
/ proceso de actualización— - éxito ven cuestiones que afectan al desarrollo de las
/ fracaso
acciones posteriores. «El héroe declara por
virtualidad ¿
\ ausencia de actualización fin su amor a la chica», lo que tiene importan-
cia para lo que viene después. Las catálisis,
Las secuencias elementales, que tienen esta en cambio, son acciones que no son impor-
estructura de lógica de posibles narrativos, se tantes para la intriga. Al contrario de las ante-
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riores podrían suprimirse sin que la lógica na- renuncia explícitamente a concebir el persona-
rrativa del relato se viera afectada. Que el hé- je como entidad psicológica, personal, y lo
roe fume un cigarrillo o no lo haga mientras concibe como agente, subordinado a la acción.
espera a la chica podría ser una función catá- Decía el Barthes estructuralista que la noción
lisis. de personaje es secundaria y su lugar definido
Lo im portante es que B arthes hace una por la acción y el desarrollo de la intriga. Este
interpretación de la estructura del aconteci- segundo modelo corrobora de nuevo la pode-
miento en términos de la realización de un rosa convergencia del formalismo y estructu-
proyecto, de una acción que, como también ralismo con la concepción aristotélica de la
Aristóteles proponía, tiene principio, medio y narrativa. Aristóteles había destacado ya que
fin, progresa ligando los motivos en funcio- lo fundamental era la ordenación de las accio-
nes de distinta jerarquía para su virtualidad nes, la composición, la fábula, y concedía a
naturalizadora a los ojos del lector. También los caracteres de la epopeya y la tragedia una
S. Chatm an [1978: 47-57] concibe de ese posición ancilar respecto a aquélla.
modo el estudio de los acontecim ientos de En realidad si la teoría narrativa contempo-
una historia. ránea ha privilegiado este segundo modelo es
en gran parte porque podía organizar una sis-
tematización, era susceptible de una teoría ge-
4. HISTORIA: LOS PERSONAJES neral que ha definido en sus límites de estatu-
to semiológico Ph. Hamon [1972], mientras
R esulta sorprendente lo poco que se ha que el modelo psicológico-personal se diluye
avanzado en la teoría del personaje narrativo, en multitud de ocurrencias, sin posible articu-
que continúa siendo un lugar incómodo para lación teórica que las agrupe.
la teoría, posiblem ente por la dificultad de Junto a treinta y una funciones, la morfolo-
sistem atización general para una realidad gía de Propp había establecido que los cuen-
huidiza y singular como pocas. Las teorías tos de hadas rusos reunían siete «esferas de
del personaje narrativo oscilan entre dos gran- acción», a las que continúa llamando persona-
des modelos: primero es el psicológico, que jes, pero que no se definen por su personali-
vincula el personaje y su caracterización a la dad, sino por su función en la trama: son pa-
esfera de la persona, de los atributos de iden- peles, esferas de acción que pueden ser
tidad caracteriológica y de sus posibilidades. cubiertas o desempeñadas por muy distintos
Pero esta caracterización que vincula persona- sujetos, del mismo modo que un mismo per-
je a persona únicamente puede dirimirse en sonaje puede desempeñar distintas funciones.
los textos particulares, vinculándose a la teo- Son: 1. El agresor, 2. El donante, 3. El auxi-
ría únicamente a partir de determinaciones es- liar, 4. La princesa y su padre, 5. El héroe,
tilísticas: el estudio de cómo la caracteriza- 6. El mandatario, 7. El falso héroe.
ción del personaje ha cambiado en el curso de A. J. Greimas [1966] propone la que ha
la historia de la narrativa de Occidente, al sido su más influyente contribución a la teoría
modo como lo hacen R. Scholes y R. Kellog narrativa. Extiende el modelo de Propp, que
[1966: 201-259], que sitúan la frontera de su estaba articulado sobre un corpus concreto, a
análisis en la diferencia del modo de caracte- un esquem a actancial universal, capaz de
rizar, por ejemplo, de Homero y de la narrati- proyectarse en cualquier relato. La noción de
va que ha conocido la técnica del monólogo actante recoge su funcionalidad: se define por
interior: Woolf, Joyce. La oposición sería en- su papel en la acción y no por sus atributos
tre una visión unilateral, externa, monolítica, psicológicos o personales, toda vez que cual-
y una visión compleja, multiperspectivística. quiera de los seis lugares actanciales puede
El segundo modelo, el estructural-actancial, ser cubierto por muy distintos actores o per-
TEORÍA DE LA NARRACIÓN 227

sonajes. El modelo de Greimas es binario, re- ción muy unilateral. C. Bobes [1985: 141] ve
coge seis actantes básicos, pero repartidos en de ese modo a don Alvaro de Mesía en La
tres parejas de oposición que responden a los Regenta. Frente a éstos, los personajes redon-
grandes papeles sintácticos propuestos por dos, para Foster, son complejos, ambiguos,
Tesniére: sujeto/objeto (el sujeto desea un ob- tienen una vida más allá de la acción que han
jeto), destinadorldestinatario (un destinador desarrollado en la propia novela. Ana Ozores
ha destinado el objeto a un destinatario; son, y sobre todo Fermín de Pas responden a este
respectivamente, la instancia que promueve la segundo tipo.
acción del sujeto y el beneficiario de la mis- Como advierte S. Chatm an [1978: 125-
ma), adyuvante/oponente (el sujeto es ayuda- 147], una teoría del personaje en la novela no
do por unos adyuvantes y obstaculizado por puede ser una construcción cerrada. Los per-
unos oponentes). sonajes literarios precisan de una teoría abier-
La generalidad de este esquema lo hace ta que contemple, junto a su autonomía res-
útil en los términos de la sintaxis elemental, pecto a su función en el desarrollo de la
de las grandes fuerzas que gobiernan un mo- trama, un paradigma de rasgos, que no fun-
vimiento narrativo, pero no lo hace útil para ciona como los paradigmas lógicos in absen-
la multitud de personajes, contradictorios tan- tia, sino in praesentia, sometidos a un código
tas veces, de la narrativa literaria. de referencias textuales agrupadas en torno a
El esfuerzo estructuralista tuvo, sin embar- su nombre que naturaliza su presencia a los
go, un beneficio notable: concebir al persona- ojos del lector como seres vivos, más allá de
je como participante en la sintaxis del relato, las ficciones en que están inmersos y por en-
y acabar con su heteroclita y lábil considera- cima de la acción que la trama les asigna en
ción personal, frente a la que habían reaccio- la economía del relato. Bajtin, pero también
nado ya muchos escritores, singularmente los Ortega y Gasset, habían saludado la novela
más comprometidos con renovación de es- contemporánea como el lugar de desarrollo de
tructuras narrativas. Fue proverbial el rechazo la presencia autónom a de personajes que,
del nouveau roman francés a la categoría de como los de Dostoïevski, no se dejaban atra-
personaje, del que llegaron a predicar, con par por una conciencia externa y emergen
ingenuo entusiasmo vanguardista, su muerte problemáticos. El carácter abierto de una teo-
en la nueva narrativa. Robbe-Grillet reacciona ría del personaje narrativo la impone la propia
contra lo que llama el «arcaico mito de la pro- naturaleza heteroclita del corpus posible de
fundidad», del espesor psicológico, y N. Sa- ocurrencias. Como indica C. Bobes [1985:
rraute pretendía personajes anónim os, sin 80], «la investigación sobre la psicología de
rostro, meros ejecutantes, como desarrolló las personas y los personajes de la novela se-
muchas veces también la novela negra norte- ría un proceso de datos que conduciría siem-
americana [S. Rimmon-Kenan, 1983: 29-30], pre a las mismas conclusiones, y, sin embar-
Resulta muy difícil contraponer a una tipo- go, la experiencia y la lectura nos indican que
logía elemental, de naturaleza funcionalista hay conductas que obedecen a motivos sin
como la de Greimas, una alternativa teórica aparente conexión, que se superponen en la
que sea válida como teoría general para los conciencia del personaje y lo llevan a situa-
personajes de la novela. Se han hecho inten- ciones que en principio pueden parecer inex-
tos de tipología estilística, como el que se basa plicables».
en la contraposición de E. M. Foster [1927:
75] entre personajes planos/redondos {fla tI 5. TEORÍA DEL DISCURSO NARRATIVO
round). Los prim eros están construidos en
torno a una sola cualidad o rasgo dominante Pero una narración no es sólo qué cosas
que los define y determina un sentido de ac- ocurren a quienes les ocurren. Lo fundamen-
228 CURSO DE TEORÍA DE LA LITERATURA

tal para una teoría literaria es el procedimien- una ordenación convencional por la que el
to por el cual el lector se entera de los aconte- autor, que nunca está propiamente como per-
cimientos, su disposición narrativa y su con- sona —quien escribe no es quien existe, decía
creta elocución. Alguien cuenta una historia a R. Barthes— , acaba disfrazándose constante-
alguien. La actividad de contar, la narración mente, cediendo su papel a personajes que a
como construcción discursiva de un narrador, veces son muy distintos de sí.
como elección de una retórica particular, es el Entrar en el pacto narrativo es aceptar una
lugar de análisis de la teoría del discurso na- retórica por la que la situación enunciación-
rrativo. En ella contemplaremos tanto los pac- recepción que se ofrece dentro de la novela es
tos narrativos (que fijan las relaciones del «al- distinguible de la situación fuera de la novela.
guien que cuenta» con el que escucha o lee), En la primera, la retórica discursiva distingue
como lo que podríamos llamar las «figuras de entre narrador y autor y entre autor implícito
la narración», el procedim iento retórico de y autor real. Ello es posible en virtud de unos
esa disposición y elocución narrativa: la foca- signos de la narración, inmanentes al texto,
lización o punto de vista, la voz, la modalidad por los cuales es necesario separar y no con-
de discurso elegido y la temporalidad que ad- fundir a narrador con autor (quien da el libro).
ministra dicha narración. Igual ocurre en el plano de la recepción, don-
de es posible separar mi papel como receptor
real del papel de los receptores que actúen
5.1. El pa c t o n a r r a t i v o dentro del texto como tales (narratarios).
Hay acuerdo en todos los tratadistas acerca
W. Booth dijo en su importante libro La re- de la distinción entre autor/narrador y actor/
tórica de la ficción [1961] que el autor de na- narratario. Tanto el autor real como el lector
rraciones no puede escoger el evitar la retóri- real no son identificables en ningún caso con
ca; solamente le es dado elegir la clase de el narrador y el narratario, que son quienes en
retórica que empleará. En efecto, el discurso el relato actúan respectivamente de emisor-re-
de un relato es siempre una organización con- ceptor y cuya identidad textual no es extrapo-
vencional que se propone como verdadera. En l a r e a su identidad real-vital.
el mundo de la ficción — y ése es uno de los Pero el desarrollo de la teoría retóm, u n
datos de definición pragm ática más atraí- rrativa en los últim os años ha introducido
dos— permanecen en suspenso las condicio- otras categorías no siempre aceptadas por ia
nes de «verdad» referidas al mundo real en generalidad de los tratadistas. La modifica-
que se encuentra el lector antes de abrir el li- ción principal ha sido la distinción, debida
bro. De entre las muchas aproximaciones y originariam ente a W. B ooth [1961] entre
consecuencias que cabe hacer y deducir de autor real/autor implícito. Por otra parte, en el
esta suspensión de la realidad, nos vamos a plano de la recepción ha ocurrido una exten-
interesar ahora por lo que en otro lugar llamé sión semejante al introducir W. Iser [1976] la
la contracción de un pacto narrativo [Pozue- noción de lector implícito que coincide en lo
lo, 1978], Este pacto es el que define el obje- sustancial con el concepto de lector modelo
to — la novela, cuento, etc.— como verdad y de U. Eco [1979] y con el «informed reader»
en virtud del mismo el lector aprehende y res- de S. Fish [1970], Quiere decirse que en un
peta las condiciones de Enunciación-Recep- momento dado la primitiva distinción entre
ción que se dan en la misma. Decir que Cide autor/narrador no se considera suficiente y
Hamete Benengeli no tuvo ninguna responsa- fue necesario hablar de una distinción —bien
bilidad en el Quijote es hacer un flaco servi- que diferente— entre autor real y autor implí-
cio como lectores a Cervantes. No hay novela cito. He marcado que se trata de una distin-
que no invite al lector a aceptar una retórica, ción diferente porque hay autores que argu-
TEORÍA DE LA NARRACIÓN 229

mentan, no sin cierta razón, que tal distinción naturaleza de las diferentes distinciones cate-
no tiene pertinencia nnrratológica: antes bien, goriales, me propongo ofrecer un cuadro de
arguyen, es una distinción que se proporciona los posibles pactos presentes en la comunica-
en un nivel hermenéutico-general, externo a ción narrativa, cuadro construido sobre el que
la retórica u organización narrativa del texto. adelantó Darío Villanueva [1984: 140] y que
Con el fin de aclarar al lector, en un capítulo supone una ampliación y modificación parcial
de las características del presente, acerca de la del ofrecido por mí en 1978.

1 1

A u to r A u to r L e c to r L e c to r
real im p lícito no 3 3 im p líc ito no real
re p re se n ta d o A u to r L e ctor re p re s e n ta d o
Im plícito im p lícito
re p re se n ta d o re p re se n ta d o

En el cuadro he distinguido dos tipos de comporta como «quien existe» y su relación


codificación, marcados por la diferencia de la es la de producción de una obra que da a leer
raya discontinua/raya continua. Quiero decir a otra instancia empírica, que es la del lector
que las instancias presentes en los niveles 1 real, histórico. El análisis de las relaciones en
y 2 (raya discontinua) no pertenecen a la co- este nivel es sociológico entre productor y
dificación narratológica o a la inm anencia consumidor. Es un nivel externo a la inm a-
textual. Comprenderán presencias, tanto en el nencia textual.
plano de la emisión como en el de la recep- 2. Autor implícito no representado-lector
ción, que implican una «interpretación» de implícito no representado. El autor implícito
naturaleza no formal. Igual puede decirse del no representado es denominación que cubre la
lector real y del lector implícito no represen- instancia creada por W. Booth [1961, capítu-
tado. Los niveles 3 y 4, en ambos planos, per- lo III]. Sobre ésta se han ofrecido diferentes
tenecen en cambio a la codificación narrato- interpretaciones, porque para Booth el autor
lógica y por ello vienen enmarcados por una im plícito es tanto el segundo-yo del autor
línea continua. Sus instancias lo son del texto [Booth, 1961: 67], que obedece a esa distan-
mismo, sea cual fuere su interpretación, vie- cia irónica de ocultación, de desdoblamiento
nen decididos por marcas formales y no son de su responsabilidad, como la «imagen del
susceptibles de modifición histórica una vez
autor» tal como ésta puede ser deducida por
el texto ha sido codificado. Veamos breve-
la lectura: como indica C. Segre [1985: 19],
mente la definición de cada categoría:
«es el autor tal como se revela en la obra, de-
1. Autor real-lector real. Sean cuales fue- purado de sus rasgos reales y caracterizado
ren las determinaciones textuales hay una rea- por aquellos que la obra postula».
lidad empírica que con nombres y apellidos En el plano de la recepción es igualmente
es el autor del texto. Tal autor en este nivel se operativa y llena de acierto la distinción entre
230 CURSO DE TEORÍA DE LA LITERATURA

lector real y lector implicito, si bien, como personajes-autores) se halle neutralizada y


muestra Darío Villanueva [1984: 133-137], se sea el narrador el que ejerza la función del
hace igualmente necesaria una clarificación autor implícito representado. Pero el autor-
de lo que en la bibliografía aparece ambiguo. compilador que aparece en La familia de Pas-
De ahí la ulterior necesidad de separar el lec- cual Duarte es desde luego diferente de su
tor implícito, en las acepciones de W. Iser o narrador y Campuzano, autor del diálogo cer-
Eco, al que llamaremos lector implícito no re- vantino, no es ni Cipión ni Berganza, ni Cide
presentado, del lector implícito representado, Hamete es personaje identificable con el yo
y ambas del narratario. narrador del Quijote. El autor implícito repre-
Para la definición del lector implícito ño sentado queda definido, pues, como el res-
representado nos sirve la caracterización que ponsable que el relato indica de la escritura-
ofrece Iser del «implied reader». Es un lector autoría del mismo; es un personaje diferente
que el texto necesita para su existencia y que de esa «imagen de autor» del no representado
el proceso de lectura va estableciendo, aquel y por supuesto de la del autor real.
que colma las presuposiciones, que llena los En el plano de la recepción, el lector implí-
vacíos y extrae al texto de su indeterm ina- cito representado es el lector inmanente que en
ción. Grosso modo coincide con el lector mo- el texto aparece como tal. Es el tú al que el
delo de U. Eco [1979], Es una estrategia tex- texto está dirigido y con el que el yo (sea autor
tual que actualiza el contenido potencial. im plícito representado o narrador) dialoga.
Conserva como lector la memoria del relato y
3. A utor im plícito representado-lector sólo puede conocer su desarrollo sometido a la
implícito representado-narratario. Dentro ya linealidad del mismo. Peralta es lector implí-
de la codificación narratológica — en línea cito representado en El coloquio de los perros.
continua en mi cuadro— estas dos categorías La dificultad estriba en distinguir al lector
responden a instancias que el propio texto im plícito representado del narratario, toda
instaura y define como tales. El autor implíci- vez que Prince [1973] atribuye al narratario
to representado puede ser definido como la fi- buena parte de las funciones que acabamos de
gura que en el texto aparece como responsa- reservar para el lector implícito representado:
ble de su escritura, como autor de la misma. ser memoria del texto, responder a las pseu-
Es Cide Hamete autor del Quijote, o Campu- do-preguntas, etc.
zano autor de El coloquio de los perros que Yo he preferido designar con narratario
lee Peralta. Es Durley, responsable de la es- exclusivamente al receptor inmanente y si-
critura por la que conocemos Justine. Esta m ultáneo de la em isión del discurso y que
instancia representa el autor codificado o re- asiste dentro del relato a su emisión en el ins-
presentado en el texto como tal autor. Son de tante mismo en que ésta se origina. El nos de
su responsabilidad los comentarios explícitos la siguiente frase: «nuestros sueños infantiles
de autor, sus sobreju stificacio nes y todas se desvanecen y nos convierten tantas veces
aquellas ocurrencias de la voz del texto que en un recuerdo inútil de nuestra propia ima-
revelan la presencia de una instancia diferente gen» implica un narratario — que no aparece
de la del narrador y en la que éste puede juz- como lector— , pero que actúa colaborando
gar la actividad del contar o corregir incluso explícitam ente en el plano de la recepción
la perspectiva de aquél. En la mayor parte de con el narrador.
los relatos es muy difícil la separación del También es verdad que en la mayor par-
«autor implícito representado» del narrador, te de los relatos la oposición lector implícito
puesto que lo más común es que esta oposi- representado-narratario está neutralizada. Si
ción (que conviene mantener en el nivel teóri- apunto su diferencia, es porque en algunos re-
co, puesto que ofrece ejemplos visibles de latos se ofrece nítida.
TEORÍA DE LA NARRACIÓN 231

5.2. El nar r ado r : f ig u r a s miólogo ruso como B. Uspenski intenta una


DE LA NARRACIÓN «poética de la composición», dedique su libro
monográficamente a glosar las implicaciones
Narrar es administrar un tiempo, elegir una y aspectos de la perspectiva como elemento
óptica, optar por una modalidad (diálogo, na- central de la com posición [vid. U spenski,
rración pura, descripción), realizar en suma 1973].
un argumento entendido como la composición La focalización tiene muy diferentes desa-
o construcción artística e intencionada de un rrollos posibles. Cada novela puede adoptar
discurso sobre las cosas. Ese discurso es la un ángulo de visión diferente; es más, cada
acción de decir, que en el relato es narrar. La narrador en una misma novela — como en El
narración y el narrador han sido por ello reve- Cuarteto de Alejandría— puede ofrecer la rea-
lados como el principal problema del relato. lidad desde una posición. Por ello el análisis
Toda crítica de la narrativa, especialm ente narratológico ha prestado su mayor atención a
la anglonorteamericana, con nombres desde las tipologías donde recoger las más comunes
H. James o Lubbock, Muir, Foster, Scholes, y desarrolladas posibilidades aspectuales. El
se centró siempre en la «composición» narra- lector puede verlas en su conjunto analizadas
tiva. Posteriormente la crítica francesa en la con mucho detalle en el libro de J. Lintvelt
línea de T. Todorov y G. Genette, entre otros, [1981: 1115-176] o de modo más sucinto, pero
ha sistematizado u ordenado metódicamente pedagógico, en Van Rossum-Guyon [1970] y
tales problemas discursivos en torno a cuatro en C. Segre [1984: 85-102],
grandes categorías que se corresponden con Para salvar la mezcla de criterios y limitar-
las inherentes a la actividad verbal discursiva: los a la visión, T. Todorov recoge de J. Poui-
a) el aspecto, focalización o manera en que la llon una tipología de tres términos: 1) lo que
historia es percibida por el narrador; b) la voz la crítica anglosajona llama narrador omnis-
o registro verbal de la enunciación de la his- ciente y J. Pouillon «visión por detrás», que
toria; c) el modo o tipo de discurso utiliza- Todorov simboliza con la fórmula Narrador >
do por el narrador para hacernos conocer la Personaje (en ella el narrador dice más de lo
historia (showing!telling, narración/descrip- que pueda saber ninguno de los personajes);
ción, etc.); d) el tiempo o relaciones entre el 2) la que Pouillon llam a «visión con», que
tiempo de la historia y el tiempo del discurso Todorov simboliza con narrador = personaje
o narración. (el narrador no ve m ás que lo que sabe tal
personaje); 3) el relato objetivo o behaviorista
que Pouillon llama «visión desde fuera» que
5.2.1. Aspecto o focalización responde en Todorov a la fórmula narrador <
personaje (el narrador ve menos de lo que
La pregunta que el aspecto fija es: ¿quién sabe cualquiera de sus personajes; sólo asiste
ve los hechos?, ¿desde qué perspectiva los en- a sus actos, pero no tiene acceso a ninguna
foca? La aspectualidad recoge, por tanto, un conciencia) [vid. T. Todorov, 1966: 178-179].
viejo problema de la estructura narrativa tam- G. Genette sigue a T. Todorov y Pouillon,
bién denominado foco de la narración o «pun- sólo que rebautiza la trilogía añadiendo algu-
to de vista», que suscitó en la crítica anglo- nas precisiones. Para el primer tipo, el relato
norteam ericana p o sterio r a H. Jam es una clásico omnisciente, G. Genette habla de rela-
atención preponderante. to no-focalizado o focalización-cero. El se-
La «perspectiva», «foco» o «aspecto» es gundo tipo es denominado por Genette focali-
posiblemente el pilar fundamental de la es- zación interna (dentro de la cual distingue una
tructura narrativa [vid. Baquero, 1970], No focalización fija, de una variable, y otra múl-
puede extrañamos por ello que cuando un se- tiple, según sea uno, varios, o muchos perso-
232 CURSO DE TEORÍA DE LA LITERATURA

najes los que aporten la visualización de la hechos narrados y no sometido a la informa-


historia). Por último, el tercer tipo es llamado ción que éstos le suministran. Domina toda la
foealización externa, en que el focalizador ve visión y se corresponde con la llamada om-
a los personajes desde fuera, sin entrar en su nisciencia. Es la focalización adoptada co-
conciencia; es el relato llamado «objetivo», múnmente por las novelas de Galdós, de Fiel-
popularizado por la novela negra [G. Genette, ding, de Dickens, de Balzac. La focalización
1972: 206-207 y 1983: 48-49], interna es aquélla en que el foco de emisión
Pero esta tipología de los estructuralistas se sitúa en el interior de la historia, suele to-
franceses hizo concebir una focalización o mar la forma de focalizador-personaje, bien
perspectiva demasiado restringida al campo coincidiendo con el protagonista como en el
visual y la visión o perspectiva es m ucho Lazarillo, bien fluctuando en variables focos
más. Una mirada no es solamente una percep- perspectivistas como en las novelas epistola-
ción mecanicista y espacial, sino que implica res del siglo xvm.
valores, juicios, perspectivas psicológicas, 2. Según las coordenadas espacio-tempo-
ideológicas, espacio-temporales, etc. rales distinguidas por Uspenski es posible, en
La estrecha relación entre perspectiva y térm inos espaciales, hablar de perspectiva
discursos sociales de naturaleza ideológica, restringida a un ángulo de observación limita-
m oral, política, etc., ha cobrado im pulso a do. En la primera, el focalizador se sitúa por
partir de las nociones de polifonía y dialogis- encima de su objeto y puede observar diferen-
mo que incorporó M. Bajtin en diferentes es- tes objetos o eventos acaecidos en diferentes
tudios y singularmente en su Poética de Dos- lugares. La focalización restringida al campo
toievsky [1963], La perspectiva no se puede de dom inio espacial de un personaje suele
trazar como elem ento aislado del plurilin- coincidir con la perspectiva interna y el foca-
güismo inherente al lenguaje de muchas nove- lizador sólo domina un fragmento de la rea-
las, en las cuales se ofrece una continua mez- lidad. En la descripción de la batalla de Wa-
cla de voces y un proceso de estilización del terloo de la Cartuja de Parma, Stendhal ha
hablar de otro, de la perspectiva del otro. El modificado su posición panorámica del co-
llamado por Bajtin «ángulo dialógico» o «po- mienzo de la novela y ofrece una visible res-
sición sem ántica», que asume estilos y so- tricción de la perspectiva a lo que el personaje
ciolectos, implica una dimensión ideológica, Fabrizio puede alcanzar de la batalla; en cam-
moral, de la perspectiva. Sobre estas bases, bio, el lector acompaña a Pierre Bezukov en
B. Uspenski propuso en Poetics o f Composi- la batalla de Borodino en Guerra y Paz, pero
tion [1973] que el fenómeno de la perspectiva no se somete a las percepciones que Pedro al-
era un fenómeno composicional de primer or- canza, en tanto éste asume diferentes posicio-
den que afecta a muy diferentes niveles analí- nes espaciales.
ticos: el espacio-temporal, el psicológico, el 3. Uspenski habla de nivel analítico-psi-
fraseológico y el ideológico. cológico, en tanto la perspectiva o percepción
De las diferentes contribuciones que acabo puede abarcar mundo interior y exterior o li-
de glosar bibliográficamente se puede seguir mitarse a una percepción sensorial, como la
una serie de distinciones analíticas o tipolo- intentada por Robbe-Grillet al inicio de La
Jalousie. En una misma novela un hecho pue-
gías de la focalización narrativa según dife-
de ser mirado en su dimensión cognitiva obje-
rentes facetas o niveles:
tiva y en la subjetiva, como ocurre con fre-
1. Según la relación con la historia, la cuencia en Madame Bovary, que fluctúa entre
focalización puede ser externa o interna. La perspectiva objetiva y subjetiva.
focalización externa es aquélla en que el na- 4. El llamado por Uspenski nivel ideoló-
rrador-focalizador perm anece fuera de los gico abre la focalización a dimensiones enor-
TEORÍA DE LA NARRACIÓN 233

mem ente interesantes en tanto supone que Encontramos, pues, que el análisis de la
toda posición es asimismo un valor, una con- voz narrativa ha de hacerse desde la oposi-
cepción del mundo, una ideología [J. M. Po- ción fuera/dentro, que revelan las dos actitu-
zuelo, 1986: 119-121], des posibles en cuanto a la responsabilidad
elocutiva: hablo de m í (yo = homodiégesis)/
hablo de él, de ti (heterodiégesis). La ausen-
5.2.2. Voz y niveles narrativos cia no tiene grados, pero la presencia (homo-
diégesis) sí. G. Genette propuso el término de
La problemática en torno a la voz, esto es, autodiégesis para aquellos relatos en que la
¿quién dice?, se ha identificado tradicional- homodiégesis lo es del héroe protagonista que
mente con las llamadas personas narrativas: nana su propia historia.
relato en primera persona, en segunda perso- La enunciación de una historia, homodie-
na y en tercera persona. Pero, de hecho, he- gética o heterodiegética, sea cual sea el tiem-
mos de establecer una primera constatación po en que se realice, no supone invariabili-
para evitar equívocos: el narrador en tanto tal dad. A menudo un relato implica diferentes
es siempre sujeto de la enunciación y como
historias que pueden nacer unas de otras y
tal no puede identificarse más que con la pri-
con diferentes narradores. Dentro, pues, de un
mera persona. Hay siempre un Yo narrativo,
relato pueden darse cambios de narración y
una persona que enuncia. Pero el problema de
de situaciones narrativas. Ello crea una estra-
la voz reenvía de inmediato a la oposición en-
tificación o niveles de inserción de unas na-
tre el aspecto subjetivo y el objetivo del len-
rraciones en otras [G. Genette, 1972: 238-
guaje. Toda palabra — y toda novela— es a la
243; 1983: 55-64, y Rimmon-Kenan, 1983:
vez un enunciado y una enunciación. La ac-
91-100],
ción del novelista es la emisión de una prime-
ra persona (la tercera persona se reescribiría: En la estructura de niveles propuesta por
«Yo digo que X dice...»). Pero el novelista Genette el más alto es el que llama extradie-
cede su voz al admitir también enunciaciones, gético, que es aquel que comienza el relato
lo que Austin llamaba actos performativos, con el acto narrativo productor del mismo. Es
esto es, la novela es un discurso con actos de extradiegética en tanto primera instancia que
enunciación en su interior. Es aquí donde se origina la diégesis. Ya dentro de esa diégesis,
introduce la problemática de la voz narrativa. se llamará intradiegético o simplemente die-
Lo primero que habrá que advertir es que gético al relato que nazca dentro de él. Un re-
no existe una simetría entre voz narrativa y lato subordinado que Genette llama metadie-
persona gramatical. Cuando en la crítica de la gético y que M. B al y S. Rim m on-K enan
novela se habla de primera (yo), segunda (tú), proponen llamar hipodiegético, es un relato
tercera (él), se suele confundir voz narrativa en segundo grado y por tanto dependiente del
y persona gramatical. Como veremos, la elec- acto narrativo que le da origen. Con un ejem-
ción discursiva no es entre tres formas grama- plo se verá mejor: en Las Mil y Una Noches
ticales, sino que la auténtica elección es entre hay un narrador primario, extradiegético, que
actitudes narrativas. En efecto, aunque las produce un relato en cuya diégesis se contie-
formas gramaticales sean tres, la voz, como ne un personaje-narrador, intradiegético, She-
discurso, revela una opción dual: yo/no yo, rezade, la cual a su vez se convierte en narra-
lo que G. Genette llamara oposición entre re- dora de un relato hipodiegético (Genette lo
lato homodiegético (el narrador forma parte llama metadiegético), donde un narrador hi-
de la historia que cuenta) y el relato hetero- podiegético, Simbad, cuenta una historia que
diegético (el narrador no forma parte de la eventualm ente podría contener otro relato
historia). hipo-hipodiegético.
234 CURSO DE TEORÍA DE LA LITERATURA

5.2.3. La modalidad de el predominio completo del discurso del


narrador (DN) del estilo indirecto hasta las
La modalidad narrativa atiende al tipo de formas del discurso del personaje (Dp) del es-
discurso utilizado por el narrador, al cómo se tilo directo, en que se reproduce directamente
relatan los hechos, con qué palabras se me na- el hablar del personaje. Entre uno y otro hay,
rra una historia. empero, posibilidades de mezcla o de intro-
Si la focalización respondía a la pregunta misión de uno en el otro de acuerdo con dife-
¿quién ve? y la voz a ¿quién habla?, dentro de rentes rasgos distintivos en que figuran el sis-
la modalidad nos preguntaremos: ¿cómo se re- tem a y uso de las personas gram aticales,
produce verbalmente lo acontecido?, ¿qué dis- sistema de los tres tiempos verbales, las dei-
curso verbal origina? Sabemos que todo relato xis, el sistema apelativo o conativo [Dolezel,
es una narración de acciones, pero también es 1973, cap. I], Otros autores, como S. Chat-
una representación de fenómenos verbales, una man [1978] y M. Rojas [1981] incorporan un
relación de palabras, una modalidad del decir. rasgo más que hay que tener en cuenta: el de
La problem ática del llam ado por G. G e- la oposición regido/libre según tenga o no
nette «relato de palabras» o tipos de discurso cláusula introductoria.
verbal es sin duda la que mayor desarrollo ha Como resultado de la combinación de mu-
adquirido en la teoría y crítica de la novela en chos de estos rasgos se ha llegado, en diferen-
los diez últimos años. Pero la cuestión de la ti- tes publicaciones, a tipologías diversas sobre
pología discursiva es tan antigua como la poé- el hablar del narrador/hablar de los perso-
tica. Ya Platón en el libro III de La República najes, que van desde la muy restringida de
hizo una primera tipología de modos de narra- G. Genette [1972 y 1983], quien distingue so-
ción al distinguir aquel en el que el poeta ha- lamente tres grandes tipos, a las mucho más
bla en su propio nombre sin pretender hacer- amplias del mismo Dolezel o Chatman. Por
nos creer que es otro el que habla (diégesis), ser objeto de reproducción y cita constante en
del modo en el que el poeta pone en boca de los tratados de narratología, ofrezco aquí la
los personajes su discurso (mimesis). Platón síntesis de Mac Hale [1983: 38], como am-
habla tam bién de una form a m ixta, que se pliación de sus tres tipos iniciales. La tipolo-
hace coincidir con la epopeya, donde se dan gía de Mac Hale, que ampliaremos en el as-
narraciones y representaciones de diálogos. pecto de su nom enclatura para adecuarla a
Esta distinción no es de géneros, sino de mo- otras tipologías que la han perfeccionado,
dos de contar y, por tanto, se ofrece en el inte- como la muy completa de Mario Rojas [1981],
rior del relato mismo. Mostrar, representar por tiene la ventaja de que se ofrece como una
medio del diálogo (lo que la crítica norteame- gradación desde el punto de vista de su capa-
ricana llamó showing) es un modo de relatar. cidad mimética o de reproducción de lo di-
La distinción diégesis/mimesis, showing! cho. El narrador de un fenómeno verbal pue-
telling o, lo que es lo mismo, la que se da de reproducirlo a mayor o menor distancia,
entre discurso del narrador/discurso de los con más o menos lujo de detalles o fidelidad
personajes es para L. Dolezel [1973] la es- al hecho discursivo tal como ocurrió. Vere-
tructura profunda o básica presente en el texto mos que la tipología va desde la reproducción
narrativo. Para Dolezel el texto narrativo se más alejada a la más cercana en siete tipos:
reescribe como
1. Sumario diegético. El discurso del na-
T = DN + Dp rrador menciona que ha habido un acto de ha-
bla del personaje, pero no se especifica ni su
Las diferentes tipologías posibles son va- contenido ni su textura verbal. Ejem plo:
riaciones de una u otra estructura básica, des- «Marcel habló a su madre durante una hora».
TEORÍA DE LA NARRACIÓN 235

2. Sumario menos puram ente diegético. reproduce el hablar del personaje entre comi-
Aquí el narrador no sólo da cuenta de que ha llas o con alguna otra marca ortográfica.
producido un discurso del personaje, sino que 7. Discurso directo libre. Es una variante
también informa del tópico que especifica el del anterior en que se suprimen el verbum di-
contenido del mismo: «Marcel informó a su cendi y las marcas ortográficas.
madre de su decisión de casarse con Alber-
tina». Hay autores que han discutido la pertinen-
3. D iscurso indirecto de reproducción cia del discurso directo libre con razones con-
puramente conceptual. En él se reproduce lo vincentes [G. Genette, 1983: 38-39, y G. Re-
dicho por el personaje, pero tomando en con- yes, 1984: 147].
sideración solamente su aspecto conceptual La narrativa del siglo xix comenzó a privi-
sin que exista preocupación en el narrador por legiar el estilo indirecto libre y la crítica teó-
registrar elementos discursivos del enunciado rica estilística a subrayar su importancia. En
del personaje, por ejemplo: «Marcel declaró a L. Dolezel [1973] hay una excelente presenta-
su madre que quería casarse con Albertina.» ción de sus marcas formales y en D. Cohn
Este tipo es comúnmente llamado en la mayor [1978: 121-164] una buena panorámica de la
parte de las tipologías discurso indirecto (o cuestión en la historia de la teoría y en la no-
discurso indirecto regido cuando se distingue, vela. La razón de su importancia estriba en
como Chatman o Rojas, entre libre/regido). que durante mucho tiempo ha sido la forma
4. Discurso indirecto parcialmente mimé- más usual de representación de la interioridad
tico. En este tipo no sólo se reproduce el con- y pensamientos del personaje y, hasta que el
tenido de lo dicho por el personaje, sino que monólogo interior se desarrolló, el estilo indi-
también se pretende reflejar algunos aspectos recto libre era la vía no sustituida tampoco
de su formulación verbal concreta y del estilo ahora, por la cual el narrador daba cuenta de
de habla del personaje: «Marcel declaró a su la actitud de su héroe. Pero como Bajtin pudo
madre que estaba deseando casarse con la pe- advertir, lo fundamental de esta modalidad es
queña A lbertina.» También entra este tipo que implica un trasvase o intertextualidad en
dentro del que otras tipologías llaman discur- tanto es el narrador quien dice las palabras
so indirecto (o discurso indirecto regido). del personaje, incorporando éstas a su discur-
5. D iscurso indirecto libre. Es el tipo so propio. Es, como subraya G. Reyes [1984,
más complejo y que mayor número de trata- cap. 4], una forma de citación en la cual en
dos ha suscitado, como veremos enseguida. un único acto narrativo — que pertenece al
Se le suele definir como una forma interme- narrador— se superponen o confluyen, en una
dia entre el discurso del narrador y el discurso mixtura difícil de deslindar, las palabras del
del personaje, en el que tanto gram atical narrador y las del personaje. Así lo define
como semánticamente se produce una conta- G. Reyes [ibidem: 242]:
minación del discurso del narrador por el dis-
curso del personaje. Por ejemplo: «Marcel fue «Llamaremos E. I. L. a la técnica narrativa que
a confiarse a su madre. Era absolutam ente consiste en transcribir los contenidos de una con-
preciso que se casara con Albertina.» Volve- ciencia (pensamientos, percepciones, palabras pen-
sadas o dichas) de tal modo que se produzca una
remos de inmediato sobre este tipo de discur-
confluencia entre el punto de vista del narrador y
so, por su importancia creciente en la novela.
el del personaje; y que esa confluencia se m ani-
6. Discurso directo. Es aquel en que se fieste en la superficie del texto, en la superposición
ofrece el diálogo, con las palabras del perso- de dos situaciones de enunciación, la del narrador
naje: «Marcel dijo a su madre: “Es preciso y la del personaje: superposición de las referencias
que me case con Albertina”.» El narrador in- deícticas del narrador (tiempo pasado, tercera per-
troduce un verbum dicendi y a continuación sona) y las del personaje (imperfecto o condicio-
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nal, adverbios de lugar y de tiempo coexistentes en del narrador!hablar del personaje en la na-
el “presente” de su conciencia). Se trata, pues, de rrativa se limite a las categorizaciones grama-
la reproducción del discurso im aginario de una ticales ideadas por los lingüistas. El horizonte
conciencia en su propio tiempo y espacio.» del género literario debería tenerse en cuenta
como marco en el que tratar cualquier cues-
De hecho, es un tipo de discurso que no se tión del discurso, por lo que discute categori-
encuentra en el lenguaje ordinario y sólo se zaciones predominantemente forma]es como
da en el literario, porque, como explica Martí- las señaladas de Mac Hale o de Genette, para
nez Bonati [1992: 84], el estilo indirecto libre contraponer una perspectiva genérica: la lite-
consigna una experiencia imposible: la directa ratura narrativa ha ideado formas específicas
aprehensión de la interioridad ajena, la trans- de relación del hablar del narrador y del per-
migración a otro sujeto, la posesión de otra sonaje, superiores en número y más ricas en
existencia. Sólo la ficción permite tal falta de matices que las derivadas de una simple con-
legitimidad epistemológica. Véase en el si- sideración gramatical-formal.
guiente ejemplo: «Había llegado por fin. Se En segundo lugar, L. Beltrán propone inte-
arrodilló en la silenciosa oscuridad y levantó grar no sólo el marco epistemológico del gé-
los ojos hacia el blanco crucifijo que estaba nero — en este caso de la novela— , sino la
colocado encima de él. Dios podría ver que teoría de Voloshinov (Bajtin), ya vista en el
se arrepentía. D iría todos sus pecados. Su capítulo tercero de la primera parte de este li-
confesión sería larga, larga.» [J. Joyce, Re- bro, sobre la dimensión dialógica del discur-
trato del artista adolescente.Traducción de so, que sitúa al hablar en su contexto histórico
D. Alonso, Argos, Vergara: 145. He subraya- y axiológico, el de los valores que incorpora,
do las frases en estilo indirecto libre.] éticos, ideológicos, etc., el propio discurso ar-
La cuestión de la representación de la vida tístico a través de la palabra. La palabra refe-
interior no se ha limitado al E.I.L. Éste confi- rida, el discurso ajeno, la cita, el hablar del
gura sólo una de las formas distinguidas por personaje se configura en dependencia estric-
D. Cohn [1978] en su m onografía sobre el ta con la tonalidad de cada género (trágico,
tema. Lo llama monólogo narrativizado. Jun- heroico, satírico), implica distintos registros
to a éste, D. Cohn habla del Psicorrelato, o de estilización, y supone también, sobre todo,
representación del pensamiento hecha por el una relación bilateral de autor-héroe, un diá-
narrador en uso de sus atributos de penetra- logo constante y cruzado en que los dos se in-
ción en los pensamientos de sus personajes; fluyen recíproca y mutuamente. No se trata ya
habla también del monólogo referido (quoted de que sean transparentes las mentes de los
monologue), o cita literal de los pensamientos personajes, sino que son las palabras y su dis-
del personaje tal como se han verbalizado en curso las que permiten el acceso tanto a su
el discurso interior. Esta última categoría se conciencia como a la relación de ésta con la
corresponde con el llamado monólogo inte- posición del autor.
rior, del que Cohn ofrece análisis muy deta- Incorpora a la teoría de la narración Luis
llados. Beltrán [1992: 75-96] una completa tipología
Como contrapartida a la m onografía de que recoge distintas realizaciones históricas
Cohn, Luis Beltrán [1992] ha escrito un im- que en textos narrativos concretos se han
portante libro en el que intenta poner orden dado de las categorías posibles, tanto de voz
tanto en los problemas de la voz narrativa, como de pensamiento y para el relato imper-
como, sobre todo, en los de las modalidades sonal y el personal. Para la voz y en la narra-
de discurso del personaje en la novela. Hay tiva impersonal distingue: voz citada, diálogo,
en el libro de Beltrán un doble propósito: en voz referida y voz narrada. Para el pensa-
primer lugar, evitar que la cuestión del hablar miento y en esta misma narrativa impersonal:
TEORÍA DE LA NARRACIÓN 237

psiconarración, discurso del personaje dis- que la linealidad del lenguaje obliga a un or-
perso en la narración, monólogo narrado, den sucesivo para los hechos, que quizá son
monólogo citado. En la narrativa personal, en simultáneos. Pero toda narración ofrece, a su
cambio, hay técnicas muy diferentes, pues se vez, multitud de anacronías particulares o de
ha mostrado esta narrativa, lógicamente, más detalle. Lo que en la historia tiene un orden 1,
refractaria a reproducir la voz, aunque sí lo 2, 3, 4, 5 (compra del revólver, ida a casa de
hace mucho con el pensamiento del persona- la víctima, encuentro con la víctima, dispa-
je. Por ello Beltrán concede mayor atención ro, huida) puede presentarse en el relato en
en esta narrativa a los diferentes tipos de mo- muy distinto orden: por ejemplo, 5, 2, 1, 4, 3.
nólogo en la novela personal y en los que él G. G enette distingue dos grandes tipos de
llama monólogos autónomos, como el auto- anacronías: a) la anaíepsis o anacronía hacia
biográfico, el autorreflexivo, etc. [ibidem: el pasado (retrospectiva); hay una narración
148-192], primera (presente) en la que se inserta lina se-
gunda narración que es temporalmente ante-
rior a ese presente; b) la prolepsis o anacronía
5.2.4. Tiempo y relato hacia el futuro (prospectiva o anticipadora).
Tanto en las anaíepsis como en las prolepsis
El punto de partida básico para el análisis se pueden distinguir muchos tipos internos
del tiempo narrativo es, sin duda, la falta de que G. Genette [1972: 90-120] va recorriendo
correspondencia entre el tiempo de la historia con ejem plificaciones en la Recherche, de
y el tiempo del discurso (la teoría clasicista Proust. Es muy interesante estilísticamente en
de la unidad de tiempo quería salvar esa falta un relato medir el alcance y la amplitud de
de correspondencia y hacer coincidir los dos cada anacronía (sea de pasado o sea de futu-
tiempos. Pero es un hecho que en literatura tal ro). Por alcance se entiende la distancia tem-
correspondencia es utópica). La relación de poral (más o menos larga) que separa el tiem-
am bos tiem pos — tiem po de la historia y po incluido en la anacronía respecto al tiempo
tiempo del discurso— puede medirse desde presente: por ejemplo, si un anciano evoca
tres ejes [G. Genette, 1972: 77-182]: ahora sus años de bachillerato la anacronía
tiene un alcance de unos cincuenta años. Por
1. Relaciones entre el orden temporal de amplitud de la anacronía se entiende la dura-
sucesión de hechos en la historia y el orden ción que tiene la historia que se cubre en la
en que están dispuestos en el relato. anacronía. En el caso del anciano que evoca
2. Relaciones de duración: el ritmo o ra- sus años de bachillerato, la am plitud — si
pidez de los hechos de la historia frente al rit- cumple toda— es de cuatro años.
mo del discurso [G. Genette, 1983, propone 2. D uración tem poral: Tampoco se da
la denominación de vitesse]. una coincidencia o isocronía entre la «dura-
3. Relaciones de frecuencia: repetición ción» de la historia y la del discurso. Jean Ri-
de hechos en la historia y repeticiones en el cardou anota que una escena de diálogo, sin
discurso. intervención del narrador y sin omisiones, nos
da «una especie de igualdad entre el segmen-
1. Orden temporal: La primera constata- to narrativo y el fictional». Genette advierte,
ción en relación con el orden temporal de his- sin embargo, que puede hablarse de «especie»
toria y discurso es que el discurso narrativo de igualdad, mas no de igualdad. Los princi-
está repleto de anacronías, esto es, discordan- pales tipos de anisocronía se corresponden
cias entre el orden de sucesión en la historia y con las cuatro formas fundamentales del mo-
orden de sucesión en el relato. Toda narración vimiento narrativo: elipsis y pausa descriptiva,
ofrece una anacronía de orden general, puesto que son los movimientos extremos, y otros
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dos intermedios que se corresponden con lo esos hechos. Se pueden reducir a cuatro for-
que Lubbock en su The C raft o f Fiction y mas virtuales:
gran número de críticos anglosajones llaman
a) Relato singulativo: Se cuenta una vez
escena y sumario (o resumen). ¿En qué con-
lo que ha pasado una vez (1R/1H).
siste cada una de estas anisocronías?
b) Relato anafórico: Se cuenta n veces lo
a) Sumario o resumen. Es la anisocronía que ha pasado n veces (nR/nH).
que se origina cuando en una serie de fra- c) Relato repetitivo: Se cuenta n veces lo
ses se condensan o resumen párrafos, páginas, que ha pasado una vez (nR/lH).
o mejor, algunos días, meses o incluso años d) Silepsis: Se narra en una sola vez lo
de la historia, que no se llegan a relatar; por que ha pasado n veces (lR/nH).
ejemplo, «transcurrió así todo el verano sin
que se volviera a repetir...». En una im portante m onografía sobre la
b) Escena: Es opuesto al sumario, puesto temporalidad y la narración, P. Ricoeur [1983-
que representa el intento de ofrecer ante nues- 1985] establece que la relación tiempo-narra-
tros ojos el transcurso de la realidad tal como ción no puede limitarse a una retórica discur-
se produjo. La escena dialogada vincula his- siva de su configuración formal. Tiempo y
toria y discurso y ello porque, como advertía narración se autorreclaman porque «el tiempo
Todorov, las palabras de los personajes gozan deviene tiempo humano en la medida en que
de un estatuto peculiar: son actos, tenemos la está articulado de manera narrativa y el relato
sensación de asistir directamente a la repre- es significativo en la medida en que dibuja
sentación de la realidad. los rasgos de la experiencia temporal» [Ri-
c) Elipsis: Por ella cabe entender frag- coeur, 1983: 17], La monografía de Ricoeur
mentos de historia, tiempo que se ha suprimi- es por tanto una fenomenología de la expe-
do, bien indicada su elisión (elipsis determi- riencia temporal como experiencia narrativa,
nadas) o no (indeterminadas); por ejemplo, lo que le lleva a plantear la tesis de que entre
«llegué a ser indiferente a su mirada hasta la actividad de contar una historia y el carác-
que dos años más tarde nos volvimos a en- ter tem poral de la experiencia humana hay
contrar». Hay un salto en el tiempo. No siem- una correlación que no es accidental, ni úni-
pre ocurre así. A menudo las elipsis no son camente retórica, sino que se presenta como
explícitas y el tiempo que ha transcurrido se una necesidad transcultural [ibidem: 85], Por
deduce o infiere de otros detalles. ello Ricoeur denuncia que el sistema genettia-
d) Pausa descriptiva: Es lo contrario de la no del análisis temporal, que es el que aquí
elipsis. En la pausa, lejos de suprimir o eludir hemos seguido por su gran rendimiento retó-
un tiempo, se llega a pormenorizar algún as- rico-compositivo, es deudor de una concep-
pecto de la historia de modo que se origina un ción demasiado reductora del problema de la
tiempo del discurso de mayor duración o rit- tem poralidad narrativa, porque no tiene en
mo más lento que el de la historia. La famosa cuenta, entre otros factores, el de la vivencia
digresión de la magdalena de Proust hace de- de la temporalidad. El tiempo vivido no se di-
tenerse la narración para introducir una pausa. rime en los términos interiores a la configura-
Lo más frecuente es que tal pausa dé lugar a ción discursiva, sino en los límites de la rela-
descripciones de personajes o espacios. ción entre una producción y una recepción. El
tiempo se refigura en su recepción como ex-
3. Frecuencia: La frecuencia es la moda- periencia, lo que es fundamental para percibir
lidad temporal de la narración referida a las la sem ántica tem poral de novelas como la
relaciones de frecuencia de hechos en la his- Recherche de Proust o La montaña mágica de
toria y frecuencia de enunciados narrativos de T. Mann [Ricoeur, 1984: 120-185],
TEORÍA DE LA NARRACIÓN 239

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