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LA CRISIS DEL SIGLO III

ALUMNA: Carmen Camacho Yerpes


CURSO: 2020/2021
ASIGNATURA: Hª Antigua de
España: Hispania Romana
GRADO EN HISTORIA.
ÍNDICE

1. Introducción .................................................................. 3

2. Contenidos .................................................................... 4

2.1. Antecedentes: Causas de la crisis y debate


historiográfico ................................................................ 4

2.2. Elementos de cambio y continuidad ........................ 7

2.2.1. La administración provincial de Hispania................... 7

2.2.2. La ciudad romana durante el S. III ................................... 12

2.2.3. Las inscripciones como símbolo de continuidad 17

2.2.3. La anarquía militar y las transformaciones en el


ejército ......................................................................................................................... 20

2.3. Impacto económico ............................................... 22

2.4. Impacto social ....................................................... 27

3. Conclusiones ............................................................... 31

Bibliografía..................................................................... 34

2
1. Introducción

El siglo III se presenta como un tiempo convulso cuyo fin supuso el inicio de la
Antigüedad tardía. De hecho, en sus inicios ya se presenta como una etapa de
transformación, pues supuso el cambio de dinastía en el Imperio, es decir, la llegada de
los Severos. Este cambio se produce como consecuencia de la muerte de Cómmodo, lo
que derivó en un enfrentamiento civil entre el año 193 y 197 y la pugna por el poder
entre Pescenio Níger, Clodio Albino y Septimio Severo, resultando el último vencedor
e iniciador de su dinastía, siendo decisivo el papel del ejército para su victoria y al que a
partir de entonces beneficiaría a través de sus reformas. A su llegada, Septimio Severo
llevó a cabo importantes reformas en el campo político y administrativo, minimizando
el papel del senado como ya veremos, y multiplicando el sistema de provincias.
Además, el Estado comenzó a identificarse con la persona imperial a través de la
creación de la res privata, donde no se diferenciaban los fondos públicos de los del
emperador. En cuanto a la cuestión social, destaca la legislación penal que potenció la
división de la sociedad romana en honestiones y humiliores. En la etapa de Septimio
Severo y sus sucesores; Caracalla (211-217) Macrino (217-218) y Severo Alejandro
(222-235) se da una política de continuidad de los aspectos anteriormente mencionados
y se produce una disminución de la importancia de Italia respecto a los demás y aunque
la vida municipal siguió funcionando, las cargas fiscales necesarias para mantener al
ejército afectaron a la economía. Una vez terminada la dinastía severa con Alejandro, se
da comienzo al periodo conocido como Anarquía Militar (235-268) en la que se
sucedieron unos doce emperadores y usurpadores apoyados por las legiones, lo que
conllevó a una inestabilidad política que repercutió en aspectos militares y sociales.
Después de este periodo comienza el de los emperadores ilirios (268-285) en el que da
cierta estabilización de las fronteras ante las invasiones bárbaras y una superación de la
crisis1.

Para el Imperio Romano el S. III está repleto de elementos de cambio en muchos


aspectos, como el administrativo empezando con las reformas de Septimio Severo y
también numerosos cambios económicos en lo relativo en la moneda y en el precio,
pero no debemos olvidar que el objetivo de este trabajo es analizar cómo este periodo

1
A. Castillo Álvarez “La evolución del Imperio: de los Flavios a los ilirios” en J. Férnandez Rodríguez
(coord..), Historia Antigua de Grecia y Roma, Valencia, 2005, pp. 522-527.

3
repercutió en la Hispania Romana. Para ello, he llevado cabo una consulta sobre las
publicaciones especializadas en este propósito, teniendo en cuenta los aspectos
anteriores de este siglo y un breve análisis sobre el debate historiográfico en el que ha
derivado. La crisis del siglo III no repercutió en Hispania de la misma forma que en
otras provincias, como veremos a partir del análisis particular de los elementos de
cambio y continuidad que suceden en la península ibérica, en lo referente a
administración provincial y militar. También subrayaré la importancia arqueológica en
varias ciudades hispanas, debido a que es un importante vestigio para estudiar el
posible abandono o decadencia que se producen en las ciudades, centro neurálgico de la
cuestión, pues aquí es donde sucede toda la vida romana. No dejamos atrás la
importancia de la producción epigráfica ni numismática, pues su aumento o
disminución puede hablarnos sobre los momentos de crisis en la península ibérica,
como así también se prestará parte de atención a la práctica evergética por las mismas
cuestiones. Por último, ofreceré una visión general sobre el impacto social y económico,
para terminar concluyendo en la importancia de las transformaciones que ocurrieron
durante este periodo y ver hasta qué punto la crisis del S. III supuso una decadencia de
la vida municipal en Hispania.

2. Contenidos
2.1. Antecedentes: Causas de la crisis y debate historiográfico

Tradicionalmente se ha definido a este periodo como un momento de crisis y


decadencia que había afectado a todos los ámbitos políticos, sociales y económicos del
vasto imperio romano y en consecuencia de Hispania. Esta visión está sustentada en
parte en las consecuencias que pudieron tener las invasiones bárbaras –germanas o
francas según la fuente que consultemos- y que se dieron cronológicamente durante el
reinado de Galieno (218-268)2.

Detrás de estas invasiones se han destacado una serie de consecuencias en lo relativo a


la península ibérica, como cita el Dr. Santos Yanguas. Entre estas destacan la
desarticulación de la organización del trabajo, que pasó de la ciudad al campo. El
mismo autor relata que estas invasiones no tuvieron la misma repercusión en todos los

2
Y. Peña Cervantes, “La crisis del siglo III en la historiografía española”, Espacio, tiempo y forma. Serie
II, Historia antigua, 13, 2000, p. 471.

4
lugares de la península, sin embargo, el levantamiento de elementos defensivos en
muchas ciudades hispanas para este periodo, son una muestra de la inseguridad que
pudo sufrir la sociedad en este tiempo. En el aspecto económico, el arrasamiento de
lugares de la bética y el levante tuvo su impacto en la producción del aceite, que se vio
interrumpida, según datan las ánforas del Testacio, en el 258 d.C. En el campo
demográfico se observa una disminución de las familias en el área bética para este
periodo, aunque se matiza que este hecho daría comienzo con el periodo de la Anarquía
Militar. No obstante, el propio autor no deja atrás que otros aspectos pudieron propiciar
estas transformaciones, como el desconecto social, los cambios en la estructura social y
en la administración etc. y que los efectos de la crisis no se producirían con la misma
intensidad en la península ibérica3.

Por estas cuestiones, la crisis del S. III ha supuesto un amplio debate historiográfico
sobre si estas invasiones fueron la causa del declive del imperio y del fin de la vida
urbana. Para constatar esta información, Yolanda Peña nos invita a consultar el trabajo
de J. Arce, quien lleva a cabo un planteamiento sobre la necesidad de conceptualizar el
concepto de “crisis” y además realiza una lectura crítica de las fuentes antiguas, ya que
en muchos aspectos estas no muestran un análisis objetivo de los hechos. Lo que el
autor pretende es que se lleve a cabo otra interpretación de este tiempo a través del
registro arqueológico, como el levantamiento de murallas anteriormente mencionado,
que quizás deba verse como un símbolo de ennoblecimiento más que de decadencia. Por
último, se matiza que esta supuesta crisis no puede sustentarse solo en la acción de los
pueblos bárbaros que irrumpieron en la península en el S. III4.

Las causas que llevaron a una posible crisis en Hispania también son muy debatidas por
los investigadores. Algunos apuntan a que en la provincia Bética hubo prosperidad hasta
el final del Imperio, como Thouvenot, mientras que otros ven en las mencionadas
invasiones uno de los principales factores de la crisis del S. III en Hispania. Se han
apuntado a una serie de transformaciones como consecuencia de este periodo en la
península, como el empobrecimiento general a partir de la escasez de construcciones,
nuevo aspecto de las ciudades, ruralización progresiva y aparición del latifundio etc. Sin
embargo, otros autores como C. Viñas y Mey afirman que la crisis afectó muy poco a

3
N. Santos Yanguas, “Las invasiones germanas del S. III en Hispania. Estado de la cuestión”, Memorias
de Historia Antigua, 7, 1986, pp. 166-168.
4
Y. Peña Cervantes, art. cit. (2000) pp. 485-485.

5
Hispania, incluso llegando a producirse una reactivación económica y comercial para la
península en este periodo. Otro autor destacado es A.Balil, quien niega la segunda
oleada de invasiones y apunta a que el momento de crisis en Hispania se produce ya en
el 270 d.C. debido al recrudecimiento de la piratería. J. Fernández Ubiña opina que el
punto nodal de la crisis se produce en la contradicción entre la producción y el
consumo en ocasiones fruto del colonialismo al que estaban sometidas las provincias
del imperio5.

Diversas investigaciones también hacen referencia, en términos generales, a otros


factores como las epidemias y el cambio climático para intentar explicar los cambios
que se produjeron a partir del S. III. La presencia de la que fue conocida como peste
antonina ha sido fechada en el 165 d.C. en Asia Menor. Sus efectos no tardarían en
hacerse notar en el occidente romano, llegando a Roma en el 166 d.C., y afectando
notablemente al ejército, según un texto atribuido erróneamente a Galieno. Incluso se
dice que esta arrasó ciudades enteras, y se ha documentado que muchos comerciantes
tuvieron dificultades para pagar sus deudas como consecuencia de esta plaga. Dicha
enfermedad se transmitió rápidamente por todo el Imperio, marcando un indicio de su
presencia en el noroeste peninsular. Además, el hecho de investigar una enfermedad
después de dos milenios, activa una problemática ya no solo para conocer el patógeno
que la causó, si no que encontramos una importante variación en el número de muertos
que pudo causar, desde 1,5 a 25 millones de muertos. Sea como fuere y dejando la
problemática discusiva a parte, el hecho de que la epidemia este bien documentada tanto
en fuentes escritas como por ejemplo, la metodología… de Galeno y también en fuentes
epigráficas, hacen reflexionar sobre los estragos que pudo tener para la población de la
época y su posible impacto, aunque sutil en el S.III. Además, en el 249 d.C. se fecha la
existencia de otro patógeno que volvería a afectar a los territorios dominados por Roma
y también hay que tener en cuenta que los efectos de estas enfermedades se sumarían un
periodo de transición climático desde el 150 d.C. hasta el 450 d.C., incidiendo en el S.
III con una etapa de sequía. Por tanto, a mediados del S. III tenemos un Imperio
Romano en el que las enfermedades, el clima y la inestabilidad política se asocian para
azotar a una sociedad que tendría que volver a reconstituirse, como así lo vemos, con un

5
J. Fernández Ubiña, La crisis del siglo III y el fin del mundo antiguo, Madrid, 1982, pp. 91-106.

6
nuevo emperador, nuevo tipo de gobierno, nuevo tipo de dinero y nuevo tipo de fe
religiosa6.

2.2. Elementos de cambio y continuidad

2.2.1. La administración provincial de Hispania

En el S. III encontramos una Hispania que, en términos generales, mantiene la división


territorial llevada a cabo por el Emperador Augusto en el 27 a.C. al finalizar la
conquista de la Península Ibérica: Hispania Citerior Tarraconense con capital en
Tarraco, Hispania Ulterior Lusitania con capital en Emerita Augusta e Hispania Ulterior
Baetica con capital en Corduba. Augusto llevó a cabo esta división basándose en la
situación de la península tras la guerra según el grado de pacificación del territorio. Así,
la provincia Tarraconense y Lusitania se mantenía bajo el mando imperial, mientras que
la Bética estaría bajo el mando senatorial debido a que, según el emperador, sería más
fácil de gobernar que las anteriores que aún necesitaban la presencia del ejército para ser
defendidas7.

Lo que aquí nos interesa es que este grado de continuidad se mantuvo en parte en lo que
se refiere a la división territorial. Diversas fuentes apuntan que en época Severa (193-
235) se llevaron a cabo algunas reformas en lo que a administración se refiere. Por
ejemplo, la doctora Pérez Centeno de la Universidad de Valladolid, defiende que
Caracalla llevaría a cabo una división de la provincia Citerior Tarraconensis, lo que dio
lugar a la región de Asturias-Gallaecia, y que las razones que llevaron al emperador a
efectuar este cambio en la división territorial de Hispania fueron, principalmente, la
necesidad de ampliar el control militar en la provincia pero sobre todo el intento de
reactivar la explotación de las minas de oro. No obstante, el debate historiográfico se
centra en si esta subdivisión se mantuvo hasta Diocleciano (284-305) de hecho hay
algunos autores que niegan si quiera que esta subdivisión se efectuara. Sin embargo, la
autora defiende su existencia apoyándose en inscripciones fechadas del S. IV que

6
K. Harper, El fatal destino de Roma, Barcelona, 2019, pp. 31-138.
7
A. Cepas Palanca, Crisis y continuidad en la Hispania del S. III, Madrid, 1997, p. 29.

7
confirman el mantenimiento de la nueva provincia y nombra, al menos, la existencia de
un gobernante: Iulius Cerealis8.

A partir de lo expuesto por esta autora, sería lógico pensar que subdivisión de la
Provincia Citerior Tarraconensis existió en contra de lo que defienden autores como
Francisco Diego Santos. No obstante, el vacío informativo al respecto de este tema que
refiere la Dra. Pérez Centeno, también podría invitarnos a pensar que quizá esta
subdivisión no tuviera gran repercusión ni cambios importantes en la vida de los
habitantes de la provincia hispana ni en la propia administración. Sin embargo, si se me
hace necesario destacar varias alteraciones producidas bajo la dinastía de los Severos
que pudieron provocar el cambio del principado al dominado tras el periodo de la
Anarquía Militar.

Durante los primeros años del S. III se comienza a dar un desarrollo de la


administración provincial que se traduce en un aumento de la burocracia y del gasto
público. Esto se debe principalmente al hecho de que los siervos del emperador están
considerados como “parte de la familia” lo que derivó en que cada vez más individuos
cercanos al emperador ocupasen cargos de funcionariado y fuesen ganando importancia
al empezar a considerarse el servicio doméstico del emperador como un servicio
público. Otro de los cambios destacables que se fue observando durante estos primeros
años del S. III fue la progresiva sustitución del orden senatorial por el orden ecuestre en
los cargos administrativos, lo que supuso un impacto en la estructura social que irá
evolucionando a lo largo del siglo9.

La función de esta división en provincias fue una solución que el Imperio Romano llevó
a cabo para gobernar los territorios que se encontraban lejos de Roma. Además, se llevó
a cabo una subdivisión en conventus jurídicos con el objetivo inicial de facilitar la
administración de justicia y las civitates que jugaban un papel importante en la propia
administración10.

La Dra. Pérez Centeno define provincia como un espacio limitado geográficamente en


el que se reúnen una serie de comunidades sometidas por un magistrado con imperium y
obligadas a pagar un tributo. Pero además profundiza en que la mencionada división de

8
M. del Rosario Pérez Centeno, Hispania bajo la dinastía de los Severos, Valladolid, 1990, p. 10.
9
M. del Rosario Pérez Centeno, op. cit. (1990), p. 11.
10
M. del Rosario Pérez Centeno, Ciudad y Territorio en la Hispania del S. III d.C., Valladolid, 1999,
p.12.

8
estas en conventus jurídicos no solamente se hizo para facilitar la impartición de
justicia, sino que estos además concentrarían las relaciones judiciales, económicas y
religiosas lo que facilitaría la propagación del culto imperial. Desde el 235 d.C. hasta el
284 d.C. encontramos una Provincia Citerior Tarraconensis dividida en siete conventus:
Tarraconensis, Carthaginensis, Caesaraugustano, Cluniensis, Asturicense, Lucensis y
Bracaraugustanus. La provincia Baetica se dividió en el conventus Gaditanus,
Hispalense, Cordubensis y Astigi mientras que la Lusitania seguía dividida en el
conventus Emeritense, el Paciensis y el Scallabitanus. Estas divisiones fueron
planteadas siguiendo el patrón de la configuración geográfica e histórica del territorio
como puede observarse en el ejemplo de la Bética al ser el conventus Gaditanus el lugar
donde estaban integradas las factorías fenicio-púnicas, Astigi porque se encontraba
cerca del río Genil o el Emeritense en Lusitania que comprendía el país de los vetones11.

En esta cuestión, la Dra. Cepas Palanca refiere que las fuentes epigráficas solo
respaldan la existencia de dos conventus como institución jurídica durante el S. III; la
primera hace referencia al conventus Carthaginensis con una inscripción honorífica
dedicada a Iulia Avita esposa de Alejandro Severo y la segunda una tabula patronatus en
relación con el conventus Cluniense, que nos informa de un tratado de patronato con el
legado de la legión. Este hecho podría ser destacable como un elemento de cambio en el
S. III, ya que anteriormente los pactos con la autoridad romana eran llevados a cabo por
la civitas, lo que significa que para entonces el conventus se había erigido como una
unidad administrativa completa, en la que los asuntos financieros y humanos
relacionados con el ejército caían dentro de sus competencias12.

Los cargos que ocupaban la administración provincial se mantuvieron durante el S. III.


En las provincias imperiales como Lusitania encontramos a un gobernador que posee el
título de legatus Augusti pro praetore y los procuradores imperiales (proc. Prov.
Lusitaniae Vettoniae) hasta la primera mitad del S. III, mientras que en la provincia
Bética el gobernador era un praetor al ser considerada provincia senatorial de rango
pretoriano. Debajo de estos se encontraban un cuestor senatorial y un procurador
imperial. Lo llamativo de esta cuestión para los cambios que se producen a partir del S.
III, o mejor dicho, las consecuencias sobre un proceso de cambio que se produce
anteriormente es que en la provincia de la Bética, durante la dinastía Severa,

11
M. del Rosario Pérez Centeno, op. cit. (1999) p. 14.
12
A. Cepas Palanca, op. cit. (1997), p. 35.

9
encontramos una administración senatorial pero con intervención de la administración
imperial. Este hecho justifica la mencionada ampliación de los cargos burocráticos
descrita anteriormente, cuando los legados imperiales de rango ecuestre comienzan a
aumentar a partir del S. II. Como refiere la autora Cepas Palanca, es entonces cuando
comienza a observarse una situación en la que se solapan las dos administraciones; la
imperial representada por los legati y procuratores y la senatorial por el procónsul,
legatus y quaestor. Por otra parte, la importancia que adquiere el rango ecuestre en
detraimiento del senatorial en los cargos de funcionariado está bien respaldada por la
documentación epigráfica, mientras que la posible intervención del imperio en las
provincias senatoriales no, lo que nos hace pensar que pudo efectuarse por los cambios
que se fueron produciendo paulatinamente y que hicieron necesaria dicha intervención,
como el caso de las confiscaciones de Septimio Severo a los partidarios de Albino al
terminar la batalla de Lugdunum, pero que no se llevaron a cabo oficialmente13.

En la administración de la Provincia Citerior encontramos un cambio sustancial más


allá de la misma estructura administrativa que sí se mantuvo. Sería el caso de la
existencia de una administración jurídica específica en el Noroeste en los conventos de
Braga, Lugo y Astorga, que pudieron tener un funcionamiento administrativo regional
dentro de la provincia. Este hecho se ha confirmado a partir de un estudio de la
titulatura de los legados senatoriales y ecuestres que estaban bajo el mando del
gobernador; los procuradores imperiales y los legados jurídicos. Sin embargo, el ámbito
geográfico no figura en la titulatura pero esto probablemente sea debido a que se
sobreentendía que el funcionariado ejercía su cargo en el lugar de donde procedían las
inscripciones honoríficas que incluían su titulatura. Aunque hay autores que ponen en
duda la continuidad de estos puestos jurídicos y de la procúratela durante el gobierno de
los Severos, la Dra. Cepas palanca argumenta lo siguiente basándose en la
documentación epigráfica:

Hay razones para pensar que la legación jurídica de Asturia y Callaecia continuó
hasta el 282 d.C. Las dos inscripciones halladas en Astorga y Tortossa de
Flaminius Priscis, Leg. Iur. Totius Provinciae Tarraconensis permiten deducir

13
A. Cepas Palanca, op. cit. (1997), p. 37.

10
que hasta ese momento eran dos los legados jurídicos en cada uno de los
distritos: el Noroeste y el resto de la Citerior14

Fig 1. Información extraída de las inscripciones de Astorga y Tortossa sobre los legados jurídicos.
Recuperado de: A. Cepas Palanca, Crisis y continuidad en la Hispania del S. III, 1997, p. 42.

Una vez descritos los varios ejemplos que citan diversos autores sobre los elementos de
cambio y continuidad ocurridos en la administración provincial, sería necesario
destacar, por una parte, la vital importancia que ha tenido la documentación epigráfica y
el aumento o disminución de producción de inscripciones entre finales del S. II y
principios del III que trataré más adelante, y por otra parte básicamente lo que se
observa es una máquina burocrática imperial que se va fraccionando y ampliando. En el
caso de Hispania, mientras que Augusto pretendía facilitar su gobierno a partir de una
división en tres provincias, durante el gobierno de los Severos observamos un
fraccionamiento como el mencionado en la Tarraconensis o los cambios producidos en
los conventos. Cada vez encontramos más territorios y más cargos políticos, un
desgaste del ordo senatorial que se traducirá en un cambio en la estructura social y unas
administraciones, imperiales y senatoriales, que se van solapando. También se observa
un posible cambio en la mentalidad de los emperadores que los lleva a percibirse como
dioses, de esta forma comienzan a ver a su servicio doméstico como servicio público, tal
como cita la Dra. Perez Centeno, nombrado cada vez más funcionarios con poder
delegado.

Por su parte, la misma investigadora en otra publicación reflexiona sobre la complejidad


del panorama administrativo en el S.III; los diferentes conventos que componen la
península ibérica muestran grandes diferencias en su configuración, especialmente entre
los de la bética, el norte y el noroeste. Los de la bética, como se ha referido, siguieron

14
Idem, pp. 38-39.

11
una configuración geográfica mientras que los demás respetaron la unidad de los
pueblos astures y galaicos y se observa una diferencia en la producción epigráfica,
siendo bastante escasa en la Bética para este aspecto15.

Por estas cuestiones, nos queda preguntarnos hasta qué punto estos cambios o signos de
continuidad tuvieron repercusión en la vida municipal, pero si podemos reflexionar
sobre la idea básica del aumento de burocracia que conllevará a un crecimiento del
gasto público, lo que podría traducirse en una de las causas de la recesión económica
que comienza con el gobierno de los Severos16.

2.2.2. La ciudad romana durante el S. III

Siendo conocido el S. III como un periodo de crisis económica, social y política del
Imperio Romano es necesario incluir en el presente trabajo una síntesis sobe la situación
de las ciudades para el periodo que aquí se trata, principalmente porque estas fueron
concebidas durante la época romana como el centro de la vida económica, religiosa y
social de los habitantes. Para llevar a cabo esta labor, contrastaré la opinión de distintos
investigadores y las fuentes literarias que utilizan, así como el material arqueológico,
epigráfico y numismático en el que basan sus hipótesis.

La Dra. Cepas Palanca que precedentemente había reunido las transformaciones


ocurridas en la administración provincial durante la época Severa (193-235 d.C.) que
antecedió a la crisis del S.III, lleva a cabo un estudio exhaustivo sobre las principales
ciudades hispanas a partir de sus restos arqueológicos.

La visión de decadencia de la ciudad en la que se basa la historiografía tradicional para


explicar el proceso de crisis, viene planteada por un abandono que sufre la ciudad a
partir de la retirada de la población a las zonas rurales, el cambio que sufren los
edificios públicos o la desaparición de estos en algunas zonas o por el abandono del
centro urbano en otras ocasiones, se contradice si se observa a la ciudad como un
elemento de transformación más que de decadencia ya que la ciudad sigue funcionando
como centro político. A esto se le suma, según la autora, una continuidad de la actividad
en los centros religiosos y lúdicos, pero no solo eso, el estudio de las vías urbanas y de
los sistemas de canalización de aguas también permiten observar el grado de decadencia

15
M. del Rosario Pérez Centeno, op. cit. (1999), p.422.
16
J. Fernández Ubiña, op. cit. (1998), p.68.

12
de las ciudades a partir de su utilización y abandono. Además, argumenta que la
construcción de murallas en la que se basa la historiografía tradicional para explicar una
decadencia de las ciudades que pasan a la defensiva, podría verse también como una
actividad constructiva en sí misma. No obstante, el registro arqueológico muestra ciertas
modificaciones en la estructura que la Dra. Cepas Palanca aúna en su publicación17.

A continuación realizaré una compilación sobre la situación de las ciudades en el S.III


que más me han llamado la atención. Estas son Baetula (Badalona), Carthago Nova
(Cartagena), Gerunda (Gerona), el Puerto de Sagunto, Valentia (Valencia), Libia
(Logroño), Clunia (Burgos), Segobriga (Cuenca) y Baelo (Cádiz).

A partir del estudio arqueológico de Baetulo, la autora concluye con la hipótesis de


Guitart, quien ha reunido la documentación literaria, epigráfica y arqueológica de la
ciudad en una monografía. Lo que en la ciudad se observa es básicamente una
reordenación urbana a partir de época Flavia lo que conllevó a un abandono de edificios
públicos y privados. A partir del S. III hasta el S V, se han encontrado hallazgos
numismáticos y actividad edilicia lo que hace pensar que hubo una continuidad de la
vida urbana. Por su parte, la transformación que sufre la ciudad se observa también a
partir de la utilización de domus urbanas para otras cuestiones y se le suma una
revitalización de las villas urbanas, concluyendo en que este proceso de transformación
no debe ser interpretado como un declive económico de la ciudad.

En Carthago Nova se observa una reducción de los restos cerámicos asociados al S.III
en comparación con la de otros lugares cercanos. Todo ello apunta a una posible
destrucción o decadencia, pero Ramallo, quien ha investigado al respecto, prefiere
utilizar los términos de paulatino abandono o reorganización urbana.

Gerunda no conserva estructuras del S. III pero se matiza en que tampoco de los siglos
anterior o posterior a excepción de una necrópolis, sin embargo la ciudad tampoco
evidencia signos de destrucción. El puerto de Sagunto en cambio muestra una actividad
comercial enlazada en el periodo del bajo imperio y el estudio numismático para el S.III
informa de que la crisis del S.III afecta en que supone una nueva orientación de las
relaciones internar, pero en ningún momento se ven indicios de decadencia.

17
A. Cepas Palanca, op. cit. (1997), pp. 135-136.

13
Me ha parecido importante destacar el caso de Tarraco ya que se observa una
restauración del anfiteatro durante el S. III a partir de la reutilización de otras zonas., de
hecho fue reformado hasta dos veces durante el siglo que nos ocupa. En las zonas
cercanas se detecta una ocupación de edificios privados para esta fecha y, además, en el
área monumental de la zona alta de la ciudad se atestigua una reutilización del espacio
público a partir del S. I seguido de nuevas edificaciones para el S. III-IV. Por último es
necesario mencionar que las necrópolis del sector occidental fechan su construcción en
el S.III.

Valentia muestra una situación similar a los anteriores ejemplos citados, es decir, una
continuidad urbana que se observa a partir de la epigrafía honorífica del momento, por
lo que también habría que desechar la idea de decadencia para este caso.

La ciudad de Libia se trata de un enclave tradicionalmente indígena, en el que se


observa la pervivencia del modo de vida de estos hasta la culminación de su
romanización en el S. III. El panorama de la ciudad es una renovación de construcción
de viviendas y de calzadas pero también se observa abandono de otras zonas. La Dra.
Cepas Palanca destaca que la ciudad no cuenta con evidencias de amurallamiento.

Sin embargo, en Clunia se observan lugares afectados durante el S. III, como es el caso
del foro y también se observa una destrucción general a partir del estudio estratigráfico.
Para los investigadores, esto puede deberse al declive económico de la ciudad durante
este siglo lo que propició el debilitamiento de los espacios públicos, pero se descarta la
idea de una destrucción consecuencia de las invasiones.

Para el caso de Segobriga, la Dra. Cepas Palanca cita al Dr. Almagro-Gorbea, quien
fecha a finales del S.III la destrucción del teatro y anfiteatro y su reutilización de
viviendas además de hacer mención a una actividad urbana que sigue perdurando. En
Emerita Augusta también se observa una continuidad de la actividad artesanal y
comercial a partir del estudio de estructuras relacionadas con estas actividades para el S.
III Y IV.

Por último, el estudio realizado en el yacimiento arqueológico de Baelo Claudia muestra


niveles de destrucción pero con dificultad para asignarlos al S.III y en contraposición de

14
observa un momento de transformación ocurrido entre la segunda mitad del S.III y la
primera mitad del siglo IV18.

El hecho de que pueda haber ciudades que muestren signos de destrucción según el
registro arqueológico, podría reforzar la historiografía que defiende la decadencia del S.
III. El problema no está en negar la decadencia o no, si no que esta teoría tradicional se
base en la destrucción de los centros urbanos como consecuencia de las invasiones
bárbaras y el enfrentamiento entre el campo y la ciudad a partir de un aumento de las
villae y abandono de los centros urbanos por estas. La carencia principal que muestra la
historiografía tradicional es la falta de un análisis holístico pero a la vez detallado de las
fuentes. La Dra. Pérez Centeno además arroja luz sobre el tema, apuntando a las
dificultades para establecer los límites territoriales de las ciudades. En primer lugar
porque en la Península Ibérica nos encontramos con un panorama histórico y geográfico
diverso que los romanos se encontraron a su llegada, marcando las diferencias entre una
intervención y continuidad de las ciudades indígenas costeras o la creación de ciudades
desde 0 en otros lugares de nuestro territorio. De esta forma encontramos ciudades muy
variopintas y castros más o menos desarrollados, etc. La delimitación de fronteras
siguiendo fronteras naturales también es confusa pues en ocasiones las ciudades podían
rebasar estas al igual que las vías que también han variado a lo largo del tiempo19.

En pocas palabras, a lo que se apunta es a que resulta complejo afirmar teorías ante un
panorama tan diverso y que hay que tener no solo en cuenta la evidencia arqueológica si
no en muchas ocasiones por qué existe la falta de esta, lo que lleva a un esfuerzo por
parte de los y las investigadoras para explicar estos vacíos. En este caso no habría que
quedase solo con la evidencia arqueológica de decadencia que muestran algunas
ciudades, que lleva a algunos investigadores a apuntar a una decadencia de la vida
urbana sino que, como dicta Pérez Centeno, hay que constatar más aspectos además de
resaltar los cambios sufridos durante el S. III.

Uno de estos aspectos a destacar sería la vigencia de las vías romanas durante todo este
siglo, que fueron reparadas en muchas ocasiones ya que eran imprescindibles para
conectar las diversas ciudades, lo que muestra una evidencia de que la vida urbana sigue
no solo funcionando, sino que es el centro de las relaciones económicas y personales.

18
Ibidem, pp.136-212
19
M. del Rosario Pérez Centeno, op. cit. (1999), pp.422-423.

15
También se destaca la importancia de las vías marítimas además de las terrestres, como
pueden ser las que comunican Gades e Hispalis y las fluviales entre Corduba y Astigi.
Además, el puerto de Malaca se erige como el principal punto de distribución de trigo a
partir de Caracalla. Por otra parte, la Dra. Pérez Centeno también lleva a cabo un repaso
a partir del estudio arqueológico que coincide en gran parte con lo ya expuesto por la
Dra. Cepas Palanca. Se apunta principalmente a un mantenimiento de la actividad
constructiva del S. III con el ejemplo del anfiteatro de Tarraco y la importancia que
adquiere la reutilización de espacios y materiales. También se realiza una comparativa
entre Segobriga y Valeria, dos ciudades relativamente cerca. La primera muestra signos
de destrucción, abandono de espacios públicos y pérdida del abastecimiento del agua
mientras que la segunda sigue prácticamente intacta. El caso de Corduba, que no ha sido
anteriormente citado, muestra una reforma del foro durante el S.III. Por último, también
se hace mención a la práctica del evergetismo en la Hispania Romana del S. III:

Uno de los pilares sobre los que se fundamentaba la prosperidad de una ciudad
en el alto imperio era el evergestismo espontáneo de sus ciudadanos más ilustres
(…) la iniciativa personal evergética aún existe en el s. III d.C., aunque no tan
intensa ni palpable como en los siglos anteriores (…) Q. Tortius Culleo a la
ciudad de Castulo, un terreno para la construcción de termas, reparar la muralla
(…) Dos seviri, Annius Primitivus en Bañsa y Servius Persicus en Iliberris
realizan actos evergéticos para agradecer en honor al seviratus (…) En Corduba
(…) Publicius Valerius Fortunatus Thamalas, costea los gastos de un
taurobolium, en el año 238 d.C. (…)20.

Para explicar la bajada de esta práctica durante el S.III, me parecen interesantes los
datos ofrecidos al respecto por el Dr. Melchor Gil en su tesis doctoral. Por una parte, la
disminución evergética del imperio atribuida a los problemas de militarización, ya que
era muy costoso mantener un ejército tan amplio, sin embargo esta aumenta a finales de
siglo y principios del S.IV debido a la crisis misma del evergetismo privado que antes
sustentaba la actividad edilicia de las ciudades. En relación con esta cuestión, se
menciona la crisis económica de mediados de mediados de S. III como un gran

20
Ibidem, p.427.

16
causante, ya que se confiscaron tierras municipales lo que generó una importante
pérdida de las finanzas de estas21.

Por otra parte, la disminución de los actos evergéticos también puede relacionarse con
un cambio de mentalidad que ya puede observarse en el S.III sufrida por las élites
municipales y también por una decadencia de la autonomía municipal22.

Por último, la disminución de la actividad edilicia para el S.III se pone en relación con
el hecho de que las ciudades hispanas se habían dotado de las construcciones públicas
necesarias durante los siglos I y II23.

Como conclusión general al tema de las ciudades y poniendo en relación la información


arrojada por los diferentes investigadores e investigadoras tratados en este apartado, las
modificaciones del entramado urbano estudiadas a partir del registro arqueológico,
muestran un abandono de la concepción anterior sobre el uso del espacio público a
partir de la reutilización del espacio y de los materiales como característica principal.
La situación de las ciudades hispanas durante el S. III señalan además una remodelación
de las mismas, ya que para entonces la romanización habría concluido, las principales
ciudades habrían sido erigidas y por tanto no se hace necesaria una actividad
constructiva constante como ha podido observarse en los siglos precedentes.

Sería correcto afirmar que los cambios que se observan en las ciudades, apoyados por la
práctica evergética, no solo responden a una crisis económica sino que se puede hablar
de un siglo de transformación y de cambio de mentalidad en la época, es decir, un siglo
de transición más que de destrucción, abandono y decadencia.

2.2.3. Las inscripciones como símbolo de continuidad

Las fuentes epigráficas también arrojan información sobre la contradicción a la que está
sometida la historiográfica tradicional sobre el abandono de las ciudades. La Dra. Cepas
Palanca lleva a cabo una compilación de inscripciones honoríficas durante época
imperial en Hispania, situadas en un marco cronológico y geográfico concreto, de las
que me ha parecido interesante destacar una comparativa relativa a la cantidad de estas
entre el S. III y los siglos posterior y precedentes.

21
E. Melchor Gil, Evergetismo en la Hispania Romana (Tesis doctoral) Córdoba, 1993, pp. 179-189.
22
Idem, p. 259.
23
Idem. p. 400.

17
Fig 2: Inscripciones honoríficas de época imperial en Hispania. Recuperado de: A.
Cepas Palanca, op cit (1997), p. 117.

Si se analizan las cifras generalmente, lo que encontramos es un ligero descenso en el S.


II, un importante aumento en el S. III con 118 inscripciones y un brusco descenso en el
S. IV con solo 24. Si prestamos atención a las cifras particulares de cada provincia; la
provincia Citerior aumenta del S. I al S. III y comienza a descender a partir del S. IV,
Lusitania muestra un descenso progresivo desde el S. I al IV mientras que en la Bética
se muestra un pequeño descenso del S. I al S. II, un mantenimiento en el S. III y un
fuerte descenso a partir del IV. En cuanto a la distribución de las inscripciones por
provincias, la Bética está a la cabeza durante los primeros siglos, pero acaca superada
por la Citerior a partir del S. II y por último la Lusitania con la producción más baja de
las tres provincias. La Dra. Cepas Palanca pone atención en lo que estos números
significan: mientras que la provincia Bética y Lusitania mantienen un comportamiento
parecido, es decir, un descenso paulatino de sus incripciones desde el S. I al IV, la
provincia Citerior aumenta considerablemente durante el S. III y desciende a partir del
IV. En cuanto a los periodos cronológicos para el s. III, destacan a nivel de una mayor
producción los años 198, 250, 270 y 28324.

Se realiza una diferenciación respecto al tipo de inscripciones; si estas son religiosas o


meramente honoríficas (Figura 3). Las religiosas son las que mantienen el predominio
durante todo el S. III en la península, mostrando una evolución similar en todas las
provincias, mientras que la honorífica permanece en un segundo lugar excepto cuando
gana protagonismo en la época Severa. La evolución de la producción epigráfica
también ha sido estudiada por personalidades como R. Etienne, quien defiende una

24
A. Cepas Palanca, op. cit. (1997) pp.109-116.

18
decadencia del culto imperial basada en el aumento de las producciones epigráficas para
el S. III en la península ibérica. Aunque puede sonar contradictorio, la historiografía
tradicional lleva a cabo una comparativa entre las inscripciones y el número de
emperadores al que están dedicadas. Como nos encontramos en un periodo de
inestabilidad política donde los emperadores son sucedidos continuamente, este hecho
serviría para explicar un mayor aumento de las inscripciones para el S. III, que
desciende en el IV con la llegada de Diocleciano, sin embargo, un mayor número de
emperadores no conlleva una mayor dedicación de inscripciones, todo lo contrario. Si se
divide el número de inscripciones por el número de emperadores en realidad se
observaría una disminución muy acusada del culto imperial, hecho que serviría para
apoyar la idea de decadencia. Sin embargo, la Dra. Cepas Palanca ofrece otra visión
para interpretar estos datos. Étienne realiza una comparativa relativa entre las
inscripciones y el número de emperadores, pero si se tiene en cuenta el número de
inscripciones por duración de los reinados en realidad nos encontramos con unas cifras
que no muestran decadencia del culto imperial, similar a la que muestran los números
absolutos anteriormente mencionados. En conclusión, si la historiografía tradicional
realiza una comparativa en la que concluye que el número de inscripciones es mayor
durante el S. III como consecuencia de una inestabilidad política y decadencia del culto
imperial, al poner en relación el número de inscripciones entre el número de
emperadores, la Dra. Cepas Palanca matiza por una parte que la visión es totalmente la
opuesta; si esos emperadores se hubieran mantenido más años en el poder, el número de
inscripciones dedicadas a cada emperador se mantendría. Por otra parte, si observamos
la comparativa entre las inscripciones honoríficas y religiosas, lo que se observa
también es una transformación de la mentalidad. Aunque las inscripciones religiosas
sean las más numerosas, el culto hacia los emperadores vivos comienza a ganar
importancia a los divinizados a mitad de siglo. Esto se debe, según la propia autora, a un
esfuerzo por sacralizar la figura del emperador vivo que necesitaba legitimarse, ya que
en este tiempo casi siempre llegaban al poder por medio de la fuerza. De esta forma
ahora los dedicantes de las inscripciones cambian; toman la iniciativa la curia de la
ciudad, el ejército y la provincia en detraimiento de los colegios religiosos25.

25
Ibidem, pp. 117-118

19
2.2.3. La anarquía militar y las transformaciones en el ejército

A partir de Septimio Severo el ejército romano se convierte en la base efectiva del


sistema gubernamental. Este emperador, que se caracterizaba por su esencia militar,
llevó a cabo varias reformas que afectarían al ejército otorgándoles varios privilegios,
entre los que destacan el aumento de la annona militaris (abastecimiento del ejército),
creación de las canabae (residencias para los militares que estaban fuera de servicio) y
facilitar el acceso para los grados superiores y también en el paso hacia la
administración civil26.

Septimio Severo tenía mucho que agradecer al ejército debido a que logró asentarse en
el poder gracias al apoyo de las legiones que le ayudaron a oprimir al ordo senatorial. El
ejército fue tomando un protagonismo cada vez más acentuado que se acrecentará
cuando los gobiernos entren en crisis por las invasiones extranjeras, a lo que se sumó
además, la inexistencia de una dinastía que pudiera mantener el poder, lo que dio lugar
al periodo conocido como Anarquía Militar (235-285) entre la muerte de Alejandro
Severo y la llegada al poder de Diocleciano. La proclamación de los emperadores bajo
este periodo estaba prácticamente sometida a la voluntad de las legiones, lo que
conllevó a un periodo de indisciplina e inestabilidad política conforme el poder de los
soldados iba creciendo y estos se hacían conscientes de ello, lo que se traduce en que
diversos militares se fueron proclamando emperadores que duraban muy poco tiempo
en el poder hasta que llegara otro y se lo usurpara. A todo esto se le suma un ejército
que pasa de la ofensiva a la defensiva de sus fronteras por la amenaza de las invasiones
bárbaras, lo que conllevó a una regionalización de la defensa que ayudó a emplear
mejor los medios humanos y materiales y una mayor facilidad para hacer frente a los
problemas concretos que les afectaban27.

Una vez establecida esta pequeña introducción sobre la importancia que va a adquirir el
ejército en este periodo de inestabilidad política, es necesario destacar que la
administración militar también se vio afectada por la sustitución del ordo senatorial por
el ordo ecuestre que se llevó a cabo en tiempos de Septimio Severo.

26
P. Fernández Uriel, “Estructura e instituciones de la Roma imperial desde época flavia hasta
Diocleciano” en J. Gómez Pantoja (coord.), Historia Antigua (Grecia y Roma), Barcelona, 2003, p. 682.
27
E. Melchor Gil, “La anarquía militar (235-285)”, en J. Gómez Pantoja (coord.) , Historia Antigua
(Grecia y Roma), Barcelona, 2003, pp. 762-766.

20
Los altos mandos del ejército fueron tradicionalmente ocupados por los senadores a
partir de la realización del cursus honorum, llegando a dominar prácticamente todos los
cargos de mayor importancia en el ámbito civil como en el militar. Desde el S.II ya se
observa una tendencia de ocupación de puestos de responsabilidad en el ejército del
ordo ecuestre, cuestión que se debe, aparte de ser el estrato social que giraba en torno a
la figura del emperador, también por sus cualidades como oficiales de carrera. En un
primer momento estos no suponían una amenaza para los emperadores ya que carecían
de conexiones políticas, de hecho estaban vistos como una oportunidad para quitar
poder a los senadores, pero con lo que no contaros es que los jefes militares irían
fidelizando a sus legiones lo que les va a permitir llegar al poder con la fuerza28.

En cuanto a la administración militar en Hispania, encontramos una separación


tradicional entre el gobierno de la provincia Citerior y el mando de la legión, separación
que se mantuvo en el S.III. El ejército se dividía como en el resto del imperio entre
tropas legionarias y tropas auxiliares, de las primeras destacamos la Legio VII Gemina
como única legión existente desde Vespasiano, acuartelada en León desde su creación
hasta su desaparición y de la que se atestigua su continuidad durante todo el S. III.

Aunque el campamento se encontrase el León, se atestigua la presencia de un


contingente de la legión en Tarragona, que estaba al servicio de un gobernador
provincial. Por lo demás, no se puede saber si en el resto d ela península pudieron estar
repartidos varios destacamentos de legionarios y si estos eran estacionarios o
permanentes. Respecto a las tropas auxiliares, se sabe que el Ala II Flavia Hispanorum
Civium Romanorum tuvo continuidad en el S. III, a partir del hallazgo de una
inscripción honorífica y otra funeraria; la primera dedicada a Septimio Severo
encontrada cerca de la localidad donde se situaban las tropas y la segunda con una
inscripción de Calpurnio Reburrino, eques al. II Flaviae encuadrada cronológicamente
en este siglo. La excepción más notable que se da respecto a los posibles cambios de la
administración militar en Hispania lo encontramos en dos casos de personalidades que
asumieron el mando de la legión y el gobierno de la provincia citerior. Estos son Ti.Cl.
Candidus (197-199) quién asumió los dos poderes de forma simultánea y en segundo

28
C. Subirats Sorrosal, El Ceremonial militar romano, liturgias, rituales y protocolos en los actos
solemnes relativos a la vida y la muerte en el ejército del alto imperio, Bellaterra, 2013, (Tesis doctoral),
p.31.

21
lugar a Decio Valeriano, quien fue gobernador de la Citerior y pudo cumplir algunas
funciones del legado militar según las fuentes epigráficas29.

2.3. Impacto económico

A principios del S. III la principal actividad económica sigue siendo la agricultura, pero
comienzan a observarse algunos cambios, sobre todo en la provincia Lusitania y
Tarraconense ya que la Bética seguía manteniendo la producción de aceite como
principal actividad. En las otras dos provincias se observan cambios sobre todo en las
villas, que se van ampliando y adaptando a las nuevas necesidades y destacando su
actividad sobre todo en producción de vino., lo que conlleva que se de ese supuesto
cambio de las ciudades a las villas que puede observarse en el registro arqueológico. La
producción de aceite en la Bética conllevó a que durante época severa se aplicasen
medidas intervencionistas por parte del Estado y una flota para controlar el comercio de
este producto. Por otra parte, a partir de las famosas confiscaciones de Septimio Severo,
se pasa en estos años de la gran propiedad a la pequeña y mediana. En cuanto a la
actividad ganadera, está bien atestiguada su continuidad durante la época Severa a partir
del estudio de las estelas, como así también la caza y la pesca que deja restos de su
actividad en las factorías de salazón en las costas mediterráneas y atlánticas. Para el
objetivo del presente trabajo, resulta importante destacar la producción minera en
Hispania pues se registra una caída de esta actividad a partir del S. II pero no esto no
significa que se abandonase ni mucho menos. Entre todas, destacamos la producción de
las minas del noroeste, ya que resultaron importantes para la explotación de metales
nobles y la puesta en circulación del antoniano. Tal fue su importancia que la
explotación de estas minas se pone en relación con la reforma administrativa
mencionada en el primer apartado y además con la puesta a punto de las calzadas que
las comunicaban. A partir del estudio del castro de Coaña (almacenamiento de
productos auríferos de esta zona) se constata la continuidad de la producción minera,
lejos de la hipótesis que defiende la decadencia de esta. En cuanto a la industria,
destacamos la producción cerámica a comienzos del S. III con la Terra Sigillata
Hispana, la cerámica pintada de tradición indígena y la sigillata clara. Durante el S. III
se constata una expansión de la Sigillata Hispana por toda la península y un proceso de
industrialización cada vez más acusado, manteniéndose muchos de sus talleres hasta el

29
A. Cepas Palanca, op. cit. (1997), pp.42-43.

22
S. IV. La producción cerámica está enfocada principalmente a la fabricación de ánforas
para facilitar la comercialización del aceite bético pero también del vino y la salazón. El
estudio de siversos centros alfareros en la Hispania romana de esta época, como los de
Lora del Río, Brenes, Écija etc. muestran la política de confiscaciones que llevó a cabo
Septimio Severo como puede observarse en las figlinas de la familia Aureli Heraclae
aunque con Alejandro Severo volvería otra vez a las manos de la familia. Conviene
concluir entonces que esto significó otra muestra clara de intervencionismo estatal en la
economía por parte de los Severos30.

Como sabemos, la importancia del aceite y el trigo reside en la preocupación del


Imperio del aprovisionamiento de estos productos básicos para abastecer a Roma y al
ejército, siendo a partir de Septimio Severo cuando el Estado se hacer cargo de la
anonna, es decir, del comercio y reparto del cereal. Con el control del transporte de
mercancías, lo que se consigue un abaratamiento de los costos, que Septimio ingresará
en una caja pública bajo un órgano de control: el fiscirationis patrimoni provinciae
baeticae, que le permitirá abordar sus reformas económicas. Además se controlará el
sistema de percepción fiscal, que pasará de los publicani a estar controlado por
funcionarios imperiales, como puede observarse en el ejemplo del puerto de Ilipa con el
liberto de Septimio; Irenaeus. Todo este control estatal sobre todo al comercio del aceite
en Hispania se va a mantener hasta Alejandro Severo, quien volverá a liberalizar el
comercio31.

En cuanto a la circulación monetaria propiamente dicha, durante el periodo Severo se


produce una disminución del volumen monetario. Esto se traduce en la disminución de
la plata y el bronce que dio paso a la aparición del antoniniano anteriormente
mencionado. Con el estudio numismático se constata que el antoniano tardó más en
aparecer en la península, a partir de una predominancia de los sestercios. Se observa
también una escasez del numerario entre el 193-222 que comienza a elevarse este
mismo año, anunciando un incremento del flujo monetario durante el siglo III. La
mayor producción de monedas en la península se da con el reinado de Alejandro Severo
(más del 48%) mientras que por ejemplo con Caracalla se atestigua un 15%. Lo que
aquí nos interesa es que a través de la numismática se observa que durante los primeros
Severos predominan los denarios de plata sobre los de bronce mientras que con

30
M. del Rosario Pérez Centeno, op. cit. (1990), pp. 167-173.
31
Ibidem, pp. 175-177.

23
Alejandro Severo es al contrario, destacando los sestercios, como puede observarse en
la imagen donde se destacan los principales yacimientos en los que se ha llevado a cabo
el estudio de las monedas en la península ibérica. Tal como referencia la Dra. Pérez
Centeno, los áureos solo aparecen en la península con Septimio Severo y formando
parte de los tesorillos32.

Al igual que las fortificaciones, la distribución de los tesorillos es de vital importancia


para respaldar la supuesta crisis que derivó como consecuencia de las invasiones. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que la acumulación de monedas en espacios ocultos
puede darse por múltiples causas, como por ejemplo el descontento social que pudo
darse en una etapa de inestabilidad política33.

En consonancia con lo expuesto por la Dra. Pérez Centeno, durante los primeros
Severos se produce un clima de inestabilidad financiera que hace que las personas
atesoren las monedas más rentables (áureos y denarios) pero a partir de Alejandro
Severo los hallazgos son más esporádicos y dispersos, lo que demuestra una circulación
monetaria como ya hemos expuesto. En la comparativa de imágenes además puede
observarse además de la diferencia de dicha dispersión, la escasez de hallazgos en la
bética y Lusitania en ambos reinados. La baleares también sufrieron cierta recesión
durante Septimio Severo, decae con Caracalla y vuelve a aumentar con Alejandro34.

32
Idem, pp. 182.
33
N. Santos Yanguas, art. cit.( 2000),pp. 160.
34
M. del Rosario Pérez Centeno, op. cit. (1990), p. 182.

24
Fig. 3: Relación de monedas de
Alejandro Severo. Recuperado de:
M. del Rosario Pérez Centeno.
Hispania bajo la dinastía de los
Severos

Fig. 4: Relación de monedas de


Septimio Severo. Recuperado de: M.
del Rosario Pérez Centeno. Hispania
bajo la dinastía de los Severos

25
Como conclusión a los cambios económicos llevados a cabo durante la dinastía Severa
y que repercutieron en Hispania como puede observarse a través del registro
numismático, cabe destacar algunas cuestiones. En primer lugar, el intervencionismo
llevado a cabo por Septimio tenía como uno de sus objetivos minimizar el poder de
Albino, de ahí que llevase a cabo una confiscación de las propiedades de los partidarios
de Albino pasando a ser propiedad imperial. Por otra parte, se puede entender que el
intervencionismo causase más daños a las capas sociales altas, como reflejaremos a
posteriori, ya que el Estado comenzó a interferir en la autonomía de las ciudades ya
cargar al orodo decurionial con más responsabilidades fiscales. A parte de esta
intervención en materia económica también hemos mencionado la intervención en el
comercio del ejército y los cambios en el transporte de suministros annonarios en el
ejército, que ahora pasaba a manos públicas35, hasta que Alejandro Severo decide volver
a cierto “liberalismo “.

El proceso de inflación y recesión económica que se observa a principios del S. III pudo
ser consecuencia de que el Estado necesitaba cada vez más dinero para abastecer al
Imperio y al ejército y que el número de contribuyentes fue descendiendo. La
inestabilidad política no ayudó a conseguir una moneda estable y entonces se llevó a
cabo un esfuerzo por parte del Imperio, como hemos visto a través del estudio
numismático, para poner en circulación mayor cantidad de moneda para frenar este
proceso de inflación. Por otra parte, el atesoramiento que hemos observado en Hispania
se da como consecuencia de una disminución de metales nobles en las monedas, lo que
conlleva que la moneda pierda su valor y que se guardasen las de oro y plata. Muchos
de estos atesoramientos se fechan con la llegada de las invasiones, lo que reforzaba la
teoría de destrucción como consecuencia de las invasiones. No obstante, en Hispania
estos atesoramientos se dan en lugares no afectados por las invasiones, lo que por una
parte desecha la teoría de crisis como consecuencia de las invasiones pero por otra
refuerza el hecho de la recesión económica por las cuestiones mencionadas
anteriormente. Básicamente la realidad que se observa en Hispania es unos efectos de
las invasiones y la crisis muy reducidos, sin embargo conllevaría a un clima de
inseguridad en la península, que se traduciría en un cambio en la estructura económica y

35
Historia Antigua de la península ibérica de la antigüedad tardía al reino visigodo, apuntes UNED,
curso 2009/2010, p. 4.

26
social36. Por ello, hacemos hincapié en que el S. III es un siglo de transformación más
que decadencia, al menos en la realidad hispana que aquí tratamos, sin dejar de lado las
dificultades que pudo pasar la sociedad como consecuencia de la inestabilidad política y
económica.

2.4. Impacto social


A parte de la crisis económica, el proceso de inestabilidad política que supuso la
Anarquía Militar tuvo su repercusión en los estratos de la sociedad, como el beneficio
ya mencionado que obtuvo el ordo equester y el debilitamiento que sufrió el ordo
senatorial.

A. Geza apunta a que una vez iniciado el sistema político del Dominado, nos
encontramos con un Estado que se ha erigido como una institución todopoderosa que
prácticamente dirige la vida de sus súbditos pero que a la vez conllevó a que los
emperadores se encontrasen con cierta inestabilidad por las consecuencias que había
tenido la creciente importancia del ejército durante el anterior periodo. Los estratos de la
sociedad empiezan a sufrir cambios en el momento en que el grupo de los honestiones
comienza a debilitarse, mientras que los grupos inferiores eran cada vez más iguales y
prácticamente todos sufrieron por igual los padecimientos de la crisis. Con la concesión
del derecho a la ciudadanía a todos los ciudadanos libres que lleva a cabo Caracalla
(211-217), se sientan las bases de una nueva capa de humiliores más homogénea que
derivará en nuevos conflictos sociales, debido a que se entendió que el privilegio de la
ciudadanía fue perdiendo su factor de exclusividad conforme más gente iba accediendo
a este37.

Es fácilmente deducible que la crisis económica no afectó a todos los estratos sociales
por igual. De esta forma, diferenciamos entre estratos superiores e inferiores y los
cambios que estos sufrieron. Los estratos inferiores y la masa trabajadora percibieron
directamente las consecuencias de la crisis debido al proceso de inflación en el que sus
sueldos se mantuvieron entre 25 y 50 denarios, los precios de los productos básicos
subieron por lo que era difícil que una familia pudiera subsistir; mantener a su familia y
pagar alquiler además de unos elevados impuestos. Por otra parte, artesanos y
mercaderes se vieron obligados a asociarse en los collegia donde se controlaba y se
dirigía su actividad y en algunos casos, obligados a ser gravados con los munera
36
Ibidem, pp. 8-9.
37
Pag 122 historia social de roma

27
públicos. Además de la nivelación de los estratos inferiores por un mayor acceso a la
ciudadanía, la cifra de los esclavos y por consiguiente la de los libertos comenzó a
descender, no porque la esclavitud fuera abolida ni mucho menos, sino porque dejó de
ser un sistema rentable. La caída del número de esclavos conllevó a la institución del
colonato para explotar la tierra debido a que la crisis económica tuvo una consecuencia
directa en la acentuación de la desigualdad social: las pequeñas y medianas fincas
pasaron a formar parte de un pequeño grupo más poderoso, y se seguía necesitando
mano de obra para explotarlas38.

Por otra parte, la realidad de los estratos superiores fue un tanto diferente. A pesar de la
pérdida de poder del ordo senatorial, este se mantuvo como el grupo más rico y
prestigioso de la sociedad y su composición interna no sufrió grandes desvaríos. Su
fortuna, que provenía principalmente de la gran propiedad de terrenos no se vio apenas
afectada por la recesión económica. Sin embargo, si se vieron perjudicados por una
despolitización de su estamento como ya se ha mencionado, al transferir los altos cargos
de la administración al ordo equester quienes poseían mayor experiencia militar, aunque
el lugar jerárquico de estos siguió siendo el segundo rango39.

El caso que más llama la atención es el del ordo decurionum, en el que profundizaremos
más debido al papel que estos jugaban en el mantenimiento de las ciudades, ya que estas
son el eje principal donde puede observarse la decadencia o no que trajo consigo la
crisis del S. III.

En primer lugar es necesario mencionar que a este estrato social, la crisis le afectó de
mayor forma que a los demás ordenes privilegiados, debido a que percibían su fortuna
no solo de la propiedad agraria sino también de la artesanía y el comercio y como
hemos visto, estos sectores si fueron más azotados por la crisis económica40.

Si bien el debilitamiento del ordo decurionum en las ciudades está visto como una de
las causas más trascendentales del cambio de estructura social, encontramos diferentes
opiniones al respecto. Por ejemplo, el Dr. Géza Alföldy opina que fue una de las causas

38
Historia social de roma pag 132
39
G. Alföldy, Historia Social de Roma, Sevilla, 2012, pp.124-127.
40
Idem, pp. 128.

28
más importantes de decadencia en los centros urbanos y síntoma de una crisis
económica general41.

Como hemos visto en el apartado relativo al estudio arqueológico de las ciudades; La


historiografía tradicional se apoya en el abandono y decadencia de lugares para mostrar
la teoría de decadencia de la vida municipal de las ciudades.

Según esta corriente, el ordo decuriorum se vio muy afectado por la subida de los
munera y de la responsabilidad financiera, y la consiguiente pérdida de interés de este
estrato social en mantener a la ciudad pues este ordo estaba formado por personas con
cierto nivel adquisitivo que participaban activamente en la construcción y
mantenimiento de los edificios.

Sin embargo, esta subida puede ser relativa debido a que por una parte se exigía a todos
los ciudadanos pero iba siempre en función de su capacidad económica. Sin embargo,
un factor que pudo afectar más directamente al ordo decuronial pudo ser el de las
inmunidades concedidas por los emperadores a quienes trabajasen en la administración
estatal. Si bien algunos miembros conseguían así librarse de los pagos y las funciones
municipales, esto pudo repercutir en una quiebra del espíritu de solidaridad de este
grupo social, ya que conllevó a que mayores cargas económicas recayeran sobre
familias decurionales menos pudientes que no tenían acceso a la administración
imperial. Aun así, el impago de las finanzas locales podía ser revocado por la
administración central, por lo que se entiende que existía cierto control que garantizase
el funcionamiento de la vida municipal. Por otra parte, se constata que aquellos que
quisieran aprovecharse de las exenciones, deberían asumir otras obligaciones como
invertir fortuna en trabajar para la annona estatal o servir durante años en el ejército42.

Por otra parte, el supuesto empobrecimiento del ordo decurional también puede
explicarse por la composición del mismo. Como ya se ha referido, era un grupo
compuesto por gente con mucho nivel adquisitivo como terratenientes pero también por
personas con menos nivel como medianos propietarios, dueños de negocios etc. La
heterogeneidad de este grupo explica que no a todos les afectase la crisis por igual y que

41
Idem, pp.123.
42
E. Melchor Gil, “Crisis, ¿Qué crisis? Élites locales y vida municipal durante las dinastías antonina y
Severiana: Los testimonios Hispanos” en E. Ortiz de Urbina (coord.) , Ciudadanías, Ciudades y
Comunidades cívicas en Hispania (de los Flavios a los Severos) , Sevilla, 2019, pp. 330-333.

29
algunos sectores se vieran más afectados por percibir su fortuna de otras fuentes que no
fuese la gran propiedad agraria43.

Una de las aspiraciones del ordo decurional era el de hacer carrera política; muchos de
ellos fueron acumulando magistraturas y sacerdocios lo que les permitió relacionarse
con altos cargos senadores y ecuestres de la administración provincial. El problema está
en que esta movilidad social que podía darse entre los distintos rangos, conllevó a una
migración de importantes miembros del ordo decurional a grandes ciudades como
Hispalis o Barcino, buscando un mayor prestigio social y político, como el
establecimiento de relaciones clientelares que les permitieran promocionar al ordo
equester. Esto implicaba dejar sus pequeñas y medianas ciudades de lado y con ello
privarlas de las inversiones de capital que estas pudientes familias se podían permitir.
Además, una segunda consecuencia de este proceso de movilidad social y de
emigración fue que el peso del funcionamiento de la ciudad recaería sobre los curiales
con menos capacidad económica que no pudieron permitirse marchar de la ciudad44.

A partir de esta información y es comparativa con lo estudiado a partir del registro


arqueológico en las ciudades citadas, se puede observar que muchos de los símbolos de
decadencia de ciudades medianas podrían corresponderse a esta causa de movilidad
social que para nada tiene que ver con una crisis global generalizada que paralizase la
vida municipal de estos lugares. Además, a partir de finales del S. II y principio del III
se observa un mantenimiento de las instituciones y una participación de las oligarquías
en el gobierno de las ciudades hispanas. Las ciudades seguían funcionando mientras
hubiera élites locales interesadas en el gobierno de estas45.

A fines del siglo II e inicios del III la actitud de los miembros de las élites
municipales y sus deseos de continuar participando activamente en la vida
pública no se modificaron sustancialmente. Lo que sí debió reducirse, en muchas
ciudades medianas y pequeñas, fue el volumen de la inversión privada en actos
de evergetismo y del gasto destinado por las élites a la autorrepresentación,
puesto que algunas de las grandes familias de estas comunidades cívicas,
poseedoras de importantes capitales y dominios territoriales, cambiaron su
residencia a otras urbes de mayor importancia, donde recibirían las rentas que

43
Idem, p. 336.
44
Idem, p.343.
45
Ibidem, p. 345.

30
les remitiesen sus administradores (procuratores) y decidirían cómo
emplearlas46.

Como conclusión, el impacto social de la crisis económica del S. III se traduce por una
desigualdad en los distintos estratos sociales. En el ejemplo de los estratos superiores
estos se verían más afectados si su fortuna procedía de sectores económicos más
azotados por la recesión. Aun así a toda crisis le precede ciertas transformaciones como
las que se pueden observar en los estratos inferiores cada vez más igualados, quienes
por su condición económica sufrieron más el proceso de inflación. No obstante, no
deben confundirse términos como desigualdad social, nivel de bienestar o crisis
generalizada puesto que, como hemos visto, a los encargados del funcionamiento de las
instituciones locales, la crisis económica no les afectó de igual manera. Siguieron
interesados en el mantenimiento de la ciudad aunque en ocasiones, por causas
particulares, decidieran abandonar estas.

Tal como apunta el Dr. Melchor Gil, no se debe confundir la degradación del urbanismo
público con la decadencia de las instituciones municipales y del grupo decurional,
quienes eran los encargados de la vitalidad de la ciudad aunque esta no se encontrase
monumentalizada47.

3. Conclusiones

Como se habrá observado, a lo largo de este trabajo he ido incluyendo conclusiones


indeendientes en cada apartado que se ha tratado, pues lo primero que hay que tener en
cuenta para realizar un estudio sobre el S. III en Hispania han sido la cantidad de
variables que existen, para intentar desechar una visión simplista de todos los hechos
que aquí ocurren.

No obstante me gustaría realizar una visión de todo el conjunto. Me gustaría destacar


que a partir del planteamiento de los principales cambios y continuidades, el S. III en
Hispania mantiene cierta continuidad en cuanto a la administración territorial de la
provincia, aunque sí que empiezan a producirse ciertos cambios como el nacimiento de
la provincia Asturias-Gallaecia con Caracalla. Sin embargo, este cambio pudo no

46
Idem, p.343.
47
Ibidem, p. 339.

31
afectar demasiado a la sociedad en sí, pero el aumento de división territorial sí que
puede traducirse como un aumento del gasto público que repercutiría en la economía, y
sobre todo, la importancia que va ganando el ordo ecuestre en detreimiento del
senatorial, hecho que repercutirá en la estructura social. En el caso de la provincia
Baetica, provincia senatorial, se observa una intervención imperial que se traduce en
esta pérdida del poder que va sufriendo el senado. La división jurídica en conventus
también es anterior a este siglo, pero hemos visto que van ganando una importancia en
el campo administrativo cada vez más extendida. lo que podría llevarnos a concluir que
este siglo puede plantearse como una época de bisagra, en el que suceden ciertos
cambios tanto internos como externos que cambian el modo de vida. La repercusión de
las transformaciones administrativas, económicas y sociales del S. III en Hispania
pueden observarse a través del registro arqueológico de las ciudades que he citado,
siendo este tema ampliamente delicado pues, los investigadores se encuentran divididos
para concluir si los hallazgos son signos de decadencia de la ciudad para este siglo o si
más bien se trata de un siglo de transformación en que se da cierta ruptura con la
concepción anterior de ciudad. El hecho de que muchas ciudades muestren signos de
abandono puede responderse no solo por una posible destrucción y decadencia como
consecuencia d elas invasiones bárbaras si no que, como hemos citado, hay que tener en
cuenta numerosas variables como la producción epigráfica, numismática y evergética.

Como hemos visto, hay un interés por parte del gobierno y las élites en mantener el
funcionamiento de las vías de comunicación, lo que nos ha servido como muestra para
entender que las relaciones comerciales y económicas entre las ciudades se sigue dando.
Con el ejemplo de ciudades como Tarraco también hemos visto la intención de
mantener edificios públicos como el anfiteatro, lo que también podría entenderse como
una continuidad de la vida municipal. Como ya se ha mencionado en el apartado que
tarta este tema, las ciudades del S. III en Hispania muestran una alteración del
entramado urbano, en muchas ocasiones podría deberse a que la curia de la ciudad
pierde importancia debido al cristianismo, por ello, empezarán a verse como centro
neurálgico de la ciudad las basílicas y los templos. Los cambios que se producen en las
ciudades, junto con los datos de producción epigráfica y práctica evergética que hemos
visto, responden a un cambio de mentalidad que se produce para este siglo.

No obstante, no se pueden negar algunos cambios en relación con una posible


decadencia como se ha observado en otras ciudades en el registro arqueológico, o la

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construcción de murallas que se ha interpretado como un signo de inseguridad. También
sabemos que el periodo de la Anarquía Militar supondrá un proceso de inestabilidad que
también repercutirá en la sociedad, junto con el aumento del gasto público que ya se
produce a principios de siglo, por la necesidad del mantener a un Imperio tan amplio, lo
que derivará también en un proceso de inestabilidad económica como se ha atestiguado
en el estudio de los tesorillos. En muchas ciudades se observa una destrucción del
alcantarillado, por lo que muchos autores deciden hablar de decadencia absoluta de la
vida de las ciudades, y de un paso de la vida pública a la vida privada. Como hemos
observado, el ordo decurional son las élites que se encargan del funcionamiento de las
ciudades, pero en este estrato social existe una subdivisión económica y que, cuando las
familias más ricas abandonan sus pequeñas o medianas ciudades para promover sus
carreras políticas, estas tienen que adaptarse pues pierden a los principales financiadores
de los lugares públicos.

En realidad, la realización de este trabajo ha permitido concluir, principalmente, que el


S. III es un momento de inestabilidad política y económica, de cambios de mentalidad y
transformaciones que repercuten en la sociedad, según hemos podido observar a partir
del estudio de los apartados que aquí se tratan. El debate historiográfico resulta muy
interesante, por ello, y a través de todo lo que he expuesto en las páginas precedentes,
prefiero desechar la visión oscura con la que está impregnada este siglo, sin negar las
transformaciones y los momentos de dificultad por los que pudieron pasar la población
de esta época, ya que las clases más bajas sufrieron una crisis económica a las que hay
que sumar factores externos como un cambio climático y sucesión de epidemias. Sin
embargo, hay que tener en cuenta que las transformaciones citadas nos muestran una
sociedad que resurge de sus cenizas, que se adapta a los cambios y que nace una nueva
mentalidad como se observa en la organización de las ciudades y por supuesto destacar
la importancia de un siglo que supuso el nacimiento de una nueva concepción de
Imperio y de Provincias. Hablar de decadencia supone hablar de una sociedad que no se
recupera pero como sabemos, el imperio todavía se mantendrá durante varios siglos. Lo
que se ha demostrado aquí es que la sociedad, las actividades económicas y la política
siguen funcionando y como consecuencia, la vida urbana de las ciudades.

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