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Xeko Estrada

Tonalli: en el mundo del nahual

Primera edición
EDITORIAL DREAMERS
Tlalnepantla de Baz, C.P. 54170
Estado de México, México.
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Primera edición, Diciembre 2017

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No sé si sea lo que siempre quise
ser nadie y tan sólo dibujar,
tal vez escribir lo que precise
y jugar futbol además
pero sigue faltando algo aún
un amor tal vez,
una aventura, no sé
pero esa sensación de un pequeño vacío
es lo que me motiva a seguir
y algún día saber qué me hacía falta
algún día saber qué era ese algo,
algún día claro,
el día en que ya lo haya encontrado.
Descubriendo el camino

Más que un simple viaje


No sería un viaje como cualquier otro, eso estaba claro, pero tampoco
parecía el preámbulo del evento que cambiaría por completo su vida.
Marquitos, lo llamaba su madre de cariño, era un chico normal, algo
inquieto y reservado a la vez, muy dedicado a sus estudios de arquitectura
que en sus ratos libres solía jugar fútbol con sus amigos, típico de cualquier
joven de su edad en su natal Monterrey, una gran ciudad entre hermosas
montañas al norte de México. Marco Antonio Juárez Maza tenía la piel de
un color pardo muy claro, casi totalmente sin vello pero algo tostada por el
intenso sol de la joven primavera, cabello muy lacio y ojos castaños claros
con un brillo muy peculiar, 1.75 de estatura y complexión delgada pero
atlética, un tipo muy tranquilo pero muy alegre, muy amiguero, solía
notarse en cualquier grupo o pasar inadvertido si así lo quisiera.
Esa mañana, Doña Angélica, su madre, le preparaba el desayuno
después de haberle servido un café negro hirviendo a Don Miguel, el papá
de Marquitos. Marquitos bajó a la cocina tras haberse bañado y vestido en
su habitación a devorar el suculento machacado con huevo que le tenía ya
listo su mamá con una de sus picosas y exquisitas salsas que tanto le
gustaban, al tiempo que le calentaba también unas suaves tortillas de harina
recién hechas; mientras Don Miguel leía atentamente su periódico antes de
levantarse e irse a trabajar sin mencionar palabra alguna. Como cada día,
era entonces el turno de Marquitos de leer las noticias, como de costumbre,
comenzando con la sección deportiva.
—Le pregunté a tu papá sobre el viaje… —sonó de repente en la cocina
como una oquedad entre la quietud del silencio que imperaba tras las
palabras de su madre, todo parecía ser más lento, como si el tiempo se
detuviera mientras el ansia que Marquitos sentía se aceleraba tan pronto
como el aire entraba a sus pulmones en un hondo y nervioso suspiro—.
Dijo que está bien.
¡Casi salta Marquitos de la mesa, si no es porque se pegó en las rodillas
al querer estirar las piernas! Limpió rápidamente lo que tiró de su taco y se
levantó, algo adolorido, dándole un cariñoso y fuerte abrazo a su mamá.
—¡Gracias, mamá! —le dijo antes de plantarle un enorme beso en la
mejilla—. Deja le marco a Rigo para decirle.
—Calma, calma, hijito. Termina de desayunar primero que se te va a
hacer tarde —le dijo su madre, pero Marquitos hizo caso omiso. No era
para menos, sería la primera vez que lo dejaban viajar solo con sus amigos
y no sólo eso… ¡Sería la primera vez que vería el mar!
Doña Angélica no podía ocultar su angustia; sentía algo de
preocupación a pesar de estar contenta por su hijo, Mako, como le decían
sus amigos. Era muy inquieto y aventado; solía sorprenderlo en ocasiones
trepado en lo más alto de los árboles de la colonia o saltando entre los
techos de las casas de los vecinos, incluso en alguna ocasión casi se infarta
al verlo medio dormido en un árbol, colgado de una rama solamente con las
piernas, cabeza abajo, como murciélago; o aquella ocasión en que caminaba
de manos sobre la barda de una vecina; o incluso aquella vez, cuando muy
niño, en que saltó a una alberca sin saber nadar y casi se ahoga. No, las
preocupaciones de Doña Angélica no eran para menos, su pequeño Mako
parecía no conocer el peligro o, peor aún, el miedo.
—¿Rigo?
—¿Qué onda, Mako? ¿Qué quieres tan temprano? Estoy a punto de salir
hacia la facu… ¡Ah, no me digas que olvidaste de nuevo tus medias! ¡El día
que no me encuentres te vas a quedar sin jugar!
—¡No, cállate, no es eso!, sigo en mi casa y ya tengo lista mi ropa desde
anoche. ¡Ya sabes que un clásico no me lo pierdo por nada!
Ese día los Pegasos de la selección de Arquitectura jugarían contra los
Osos de Ingeniería Mecánica en la víspera de las semifinales del Torneo
Intrauniversitario de la UANL; un duelo clásico al ser ambas facultades
vecinas en la Ciudad Universitaria y competir constantemente por la
excelencia en los distintos deportes, especialmente en el fútbol.
—Eso sí y hoy tenemos que ganar o ganar.
—Pero espérate, no te llamo por el juego… ¡Te llamo porque ya me
dejaron ir con ustedes de viaje!
—¡Ah, qué chingón! Nos la vamos a pasar a toda madre, hermano. ¡Ya
somos cuatro!
—Sí, ya sé, pero al rato lo platicamos, también ya voy de salida y
llegando a la escuela todavía tengo que terminar un plano, nos vemos antes
del juego.
—Ya está, platicamos al rato para ponernos de acuerdo.
Rigo Alberto López era uno de los mejores amigos de Mako. Cursaban
el mismo semestre aunque no en el mismo grupo y Rigo era un año mayor,
pero había perdido un par de semestres por bajo rendimiento, Érick
Quintana Vicario y Juanito Campos eran un año mayores también, de la
generación de Rigo, pero ellos no se habían atrasado, ellos cuatro harían el
viaje al llegar las vacaciones de Semana Santa.
Rigo era un tipo de carácter muy noble, 1.70 de estatura, muy moreno,
ojos cafés y cabello castaño oscuro, un poco ondulado; solía dejarse el
bigote para parecer mayor. Quintana, en cambio, era uno de los abusivos del
equipo; solía mofarse de los de recién ingreso, su piel muy blanca, cabello
castaño claro también medio ondulado y ojos color miel, 1.75 de estatura,
de familia muy acomodada. Juanito, en cambio, era muy humilde;
originario de Coatzintla, Veracruz, el lugar a donde viajarían y cuya familia
los recibiría en su viaje, él era aún más moreno, 1.65 de estatura, ojos
oscuros y muy expresivos, cabellos muy rizados; un joven muy noble, el
típico chavo buena onda que a todos les caía bien.
Ya en el vestidor iban llegando uno a uno. Mako era siempre el primero
en llegar y el último en salir, pues hacía de su cambio de ropa todo un ritual;
desde desvestirse y acomodar perfectamente su ropa en su maleta de los
Tigres para que no se arrugara, hasta irse colocando propiamente sus
vendajes, las espinilleras, medias, short, tachones y al final, siempre al final,
su camiseta con el número siete y el gafete de capitán.
—¿Qué ya te dieron permiso de ir con estos jotitos? —le preguntó a
Mako el Zurdo, uno de los jugadores estrellitas del equipo, de esos que no
suelen ir muy seguido a entrenar, éste sólo le sonrió.
—¡No seas envidioso, Zurdo, yo quería ir! Pero en mi casa simplemente
me dijeron que no, que tengo que andar bien en mis materias y que no hay
dinero.
Quien se agregaba a la plática era Alejandro Villa Vasconcelos. Él
también había sido invitado al viaje pero sus bajas notas no ameritaban el
permiso de sus padres y es que «Visha», como lo apodaban sus amigos,
solía preferir el fútbol y salir con las chicas más bonitas de los primeros
semestres>; incluso se rumoraba que también con alguna maestra o alguna
chica de la limpieza de la escuela, el rumor no era claro.
—¿Entonces quién es el envidioso, Visha? Ja, ja, ja —le respondía
Zurdo.
—Bueno ya estuvo, ya dejen de platicar, nenas, que ya no falta mucho
para el juego —interrumpió Quintana, normalmente malhumorado pero con
cierta pícara sonrisa escondida en su rostro, a veces los demás no sabían si
realmente estaba enojado o sólo fingía para imponer condiciones.
—Es cierto —agregó Mako.
—Ya vamos a enfocarnos en el juego, es ganar o ganar, si empatamos
nos volveremos a enfrentar a ellos en semifinales y eso sería un volado, casi
siempre tenemos el mismo nivel. Si perdemos nos vamos al cuarto lugar, ¡o
hasta los Unicornios de Filosofía nos pueden dejar fuera ahora que por
primera vez tienen un equipo respetable! Pero siendo cuartos nos tocaría
enfrentar a los Castores de Civil que han ganado todos los juegos; si
ganamos nos quedamos en el segundo, con la ventaja de enfrentar a las
Víboras de Medicina, a quienes ya les ganamos hace poco —enseguida
tomaría la palabra Rigo.
—Hay que estar bien atentos al extremo izquierdo de ellos, juega muy
bien, por ahí nacen todas sus llegadas.
—Sí, se llama Javy, yo lo conozco, es con quien voy siempre a ver a los
Tigres. Vive por mi casa y te va a tocar marcarlo a ti, Rigo, juega por tu
banda —Javy era amigo de Mako desde la infancia y habían jugado juntos
en muchos equipos, pero en la Universidad eran rivales, aunque sería la
primera vez que se enfrentarían.
Llegó la hora del juego, ambos equipos estuvieron listos y a tiempo en
el campo, así que el árbitro dio comienzo al partido, los primeros minutos
no hubo grandes acciones, ambos equipos se tenían mucho respeto, pero
pasando el minuto quince comenzaron a soltarse; Javy estaba siendo un
dolor de cabeza para Rigo, mientras Zurdo, Quintana y Mako trataban de
hacer daño en la portería contraria. Cero a cero el primer tiempo. Rigo
tendría que salir al estar ya amonestado (raro en él) y en su lugar entraría
Campitos, Mako bajaría de la delantera a la contención para tratar de
detener al diez de los Osos, mientras Alejandro, el contención, dejaría su
lugar para que entrara Pesina al frente.
A mitad de la segunda parte nada pintaba bien. Marlon, el corpulento
central de Pegasos, acababa de cometer un penal para detener a Javy, que se
le había escapado a Campitos, y a Boris, quien había bajado a apoyar. El
diez de los Osos, Jorge, se enfilaba para cobrar el tiro de castigo, pero
enfrente estaba Gibrán, el gran portero de los Pegasos que retadoramente no
le quitaba la vista de los ojos a Jorge. El volante creativo tomó un par de
pasos, escuchó el silbato del árbitro y lanzó un potente disparo por abajo,
pero no tan angulado. ¡Gibrán detuvo el penal estirándose a todo lo largo a
su mano derecha y hasta se logró quedar con el balón! El partido cambiaría
por completo, Mako se encargó de tomar las riendas del medio campo y
animaba a todos a esforzarse al doble, tenían que aprovechar que los Osos
habían fallado, es entonces cuando Mako peleó el balón en un mano a mano
con Javy, le ganó y se enfiló al frente, cambió a la izquierda donde Pesina
recibe y volvió a cambiar al otro lado hasta Quintana, quien tenía la marca
de dos, pero Zurdo y Mako, quien llegaba de atrás, se encargaron de
quitarle las marcas y Quintana, desde afuera del área, disparó un tremendo
izquierdazo al ángulo superior derecho del portero… Imparable… ¡Gol,
golazo de Pegasos! Todos corrieron a abrazar a Quintana, quien solamente
se acomodó el cuello al más puro estilo de Erick Cantoná; quedaba poco
tiempo, Pesina, Mako, Zurdo y Boris se encargaban de pasear el balón en
medio campo ante los correteos desesperados de los futuros ingenieros. Así
se escurría el partido; los centrales, Marlon y Eddy ya no tuvieron problema
alguno. Así terminó el encuentro y las semifinales quedaban listas: Castores
de Ingeniería Civil contra Osos de Ingeniería Mecánica y Pegasos de
Arquitectura contra Víboras de Medicina.
El vestidor era una fiesta, mientras la mitad se bañaba, los demás que
esperaban turno cantaban y brincaban entre las bancas y los lockers.
—En dónde están, en dónde están, esos peluches que nos iban a ganar…
—coreaban todos saltando, mientras Eddy y Pesina les aventaba chorros de
agua y bebidas energizantes que habían sobrado… bueno, todos menos
Quintana, que en una esquina solamente se desvestía con media sonrisa en
el rostro. En las regaderas ya algunos terminaban mientras Zurdo se divertía
echándole champú a Campitos en la cabeza sin que se diera cuenta, sólo se
enjuagaba y se enjuagaba sin poder terminar de eliminar la espuma ante las
risas de los demás que veían la escena.
Terminaron todos y se pusieron de acuerdo para seguir la fiesta, era
viernes y no tendrían clases en sábado la mayoría; algunos sí, como Rigo y
Visha, que tenían que recuperar clases perdidas, pero eso no era pretexto
para no ir de fiesta, menos si se trataba de irse a dormir a casa de Mako,
quien gozaba de la simpatía de los padres de Rigo que constantemente se lo
ponían de ejemplo para enderezar sus estudios.
Todo estaba listo entonces, Mako avisó a Doña Angélica que se
juntarían en su casa para asar algo de carne y tomar unas cuantas cervezas,
y que algunos, los que vivían lejos, se quedarían a dormir. ¡Eso si es que no
les amanecía festejando!
La mamá de Mako ya conocía a Rigo, pero no a los demás, sin embargo
los recibió gustosamente. Mako los fue presentando uno a uno: primero a
Quintana, que iría con ellos en el viaje; después a Boris, Pesina, Visha,
Víctor, Marlon y al final a Campitos, con quien Doña Angélica se quedó
platicando un buen rato preguntándole sobre su familia, su casa, dónde iban
a dormir en Coatzintla, si no era una molestia, cómo era el clima, cuál era el
número telefónico de su casa, etc. Todas las preguntas que hacen las mamás
cuando sus hijos van a otro lugar.
El patio de la casa de Mako era bastante agradable para hacer reuniones:
un enorme toronjo servía de palapa; el piso de barrotes de madera y los
coloridos jardines laterales eran obra del mismo Mako, quien le hizo ese
regalo alguna vez a su madre; en contra esquina del toronjo había también
un enorme plátano y junto a él una pequeña fuente; en otra de las esquinas
estaba el asador. Mako les mostraba a algunos de sus amigos que no
conocían su casa cómo fue construyendo todo en un par de fines de semana.
Los demás, mientras tanto, se dividían las labores de prender la lumbre, ir a
comprar las cervezas, preparar la carne que ya llevaban y poner la música.
Rigo y Quintana discutían la mejor manera de encender el fuego,
mientras Visha, sin decir nada, ya lo estaba logrando. Llegaron Víctor y
Marlon con las cervezas, habían tardado un poco más de lo que deberían
porque se toparon con Zurdo, Arturo, Paulo y Gerardo en el depósito,
estaba casi todo el equipo reunido.
Pasaban una gran velada. Alejandro y Quintana tenían lista la carne,
Campitos le llevó una buena porción a Doña Angélica y a Don Miguel junto
con un par de cervezas bien heladas, los demás platicaban largo sobre el
partido y sobre las chicas de la escuela, en especial sobre Verito, la porterita
del equipo femenil, compañera de curso de Mako y por quien decían que
tanto suspiraba en esos ratos que Mako solía pasar sólo, escribiendo en su
inseparable libreta que a nadie dejaba leer.
Llegó más tarde Javy, el vecino de Mako, siguiendo la música y el olor
a carne asada, siendo el derrotado de la noche, no se libraría de la carrilla de
todos, pero también sería reconocido como el mejor del equipo contrario y
bien apapachado con unos suculentos tacos, cervezas y la música norteña.
Estaban ya todos platicando sobre el partido cuando, repentinamente y
con un movimiento algo brusco, Mako volteó rápidamente hacia atrás,
donde estaba el jardín.
—¿Qué fue? —le preguntó Zurdo.
—No, nada, una sombra nada más… Me pareció… No sé —respondió
Mako un tanto confuso y tratando de no entrar en detalles, en eso Javy toma
la palabra.
—¿Qué? ¿Mako no les ha contado sus historias de terror? —todos se
volteaban a ver entre sonrisas y caras de incertidumbre.
—No, la verdad es que nunca platica nada —diría Pesina.
—Es todo un misterio —agregaba Víctor también.
—Ja, ja, ya les platicaré luego, el caso es que como les decía, no dejé
hacer nada al diez de Mecánica. ¡Y para colmo, Gibrán le detuvo el penal!
—dijo Mako mientras trataba de cambiar el tema.
—¿Por qué no ahora? Nunca nos juntamos —insistía Boris.
—Nunca nos juntamos todos. Anda, cuenta —dijo también Marlon,
mientras Mako le lanzaba una mirada de pocos amigos a Javy.
—Ya sabes que ya no me gusta hablar de eso, Javy.
—Ándale, Mako, todos queremos oír.
—Está bien —dijo resignado, pero sólo les platicaré sobre la noche del
canario.
Tristes ojos que no pueden ver
lo que con el corazón se palpa,
al crepúsculo, al amanecer
cuando a danzar vienen las almas.
Presta atención sin forzar tus sentidos
haz caso omiso del pensamiento,
olvida por un momento los ruidos
y siente entonces los susurros del viento,
y siente entonces ligeros destellos,
siente la vida que toman las sombras
que es así con el corazón abierto
cuando vemos los colores inciertos,
cuando se disciernen entre la quietud las vibras
cuando tan sólo unos cuantos lo notan.
La noche del canario
—Hace muchos años, desde que era niño, siempre he visto cosas que los
demás no ven. Sombras, cosas que se mueven solas, luces que parecieran
tener vida, incluso luces en el cielo que claramente no son ni aviones ni
globos de cantolla, porque se mueven muy rápido y con trayectorias
imposibles para los aparatos que conocemos; también a veces escucho
cosas: susurros, sonidos raros,… En fin, también tal vez sea por andar
siempre de curioso pero el caso es que nunca nadie me creía y por eso, en
algún momento, ya no quise contar nada después, incluso a veces llegaba a
pensar que estaba un poco loco… Bueno, aún lo pienso —en eso, Mako se
sorprendió de ver cómo todos lo veían y le escuchaban tan atentamente
como nunca antes lo habían hecho, hasta se sintió un poco incómodo, pero
decidió no pensar en ello para no ponerse nervioso y poder seguir
platicando—. En realidad, sólo había una persona que me creía, mi amigo
Yuyo. Él también veía cosas como yo, era mi mejor amigo desde que
teníamos once y nos decían que estábamos chiflados. Vivía en la casa que
está enfrente pero murió hace poco, apenas comienzo a creerlo, fue un
golpe duro y sobretodo inesperado, pero bueno, no hablemos de cosas
tristes, les contaré del canario —hizo una pausa, y después continuó—.
Hace poco más de dos años llegué un poco tarde a la casa, estaba jugando
fútbol en la calle de atrás. Ahí andaban Javy, Yuyo y sus hermanos, Gabino
y varios amigos más de aquí cerca; cuando entré a mi casa me encontré a mi
hermano Mario en el cuarto de abajo viendo la televisión, yo creo que me
esperaba, pero como siempre, igual que papá, no me decía nada, sólo al
verme entrar apagó la televisión y subió a su cuarto, mientras yo primero
fui a la cocina a tomar agua, me moría de sed y luego fui apagando todas las
luces del piso de debajo de la casa, prendí la televisión y me senté un rato
pero no había nada que me interesara y la apagué y por último fui a cerrar
con llave la puerta de entrada, en eso sentí como si hubieran tocado a la
puerta y digo sentí porque en realidad no lo escuché, solamente sentí que
alguien llamaba afuera, era algo extraño, como si sintiera que había alguien
ahí, pero no había ningún motivo para pensar eso, sin embargo me ganó la
curiosidad, volví a abrir la puerta y no había nada afuera, todo estaba
oscuro, solamente escuché ladrar un par de perros a lo lejos, seguramente
los de Yuyo, pero antes de volver a cerrar la puerta, ¡una ráfaga de viento
entró de repente a mi casa!. No le di tanta importancia, un ventarrón por la
noche no es algo muy extraño, pero entonces sentí como que algo caminaba
detrás de mí, todo el interior del primer piso de la casa ya estaba oscuro, se
me erizó la piel y pues, ya algo nervioso, subí rápidamente las escaleras
hacia mi cuarto, sentía en mi cuerpo algo electrizante, especialmente en la
espalda, la nuca y los brazos, antes de entrar a mi cuarto pase por la puerta
abierta del cuarto de mi hermana Angelita que aún tenía la luz prendida
para poder leer antes de dormir y en eso volteé hacia atrás a ver si había
algo por ahí, no había nada, pero sentí como si ese «algo» que me perseguía
se hubiera dado la vuelta y se metiera al cuarto de mi hermano, total, entré a
mi cuarto, cerré con llave como acostumbro, me desvestí y me dormí. A la
mañana siguiente bajé a desayunar un poco tarde porque casi me quedo
dormido por haberme ido a acostar tarde y tan cansado del futbol, mi papá
ya se había ido a trabajar y yo me senté a la mesa, el desayuno ya estaba
servido, en eso entró mi mamá con un canario entre sus manos y me dijo:
«¡Mira, creo que es de los míos!». En ese entonces mi mamá tenía una jaula
muy grande con canarios afuera de la ventana del cuarto de mi hermano;
subió con el canario entre sus manos y después de un rato regresó y me
dijo: «pues sí, me faltaba uno. ¡Quién sabe cómo se salió el canijo!» —
Mako continuaba con su relato sin interrupción alguna—. Me fui entonces a
la escuela y regresé hasta la noche, de nuevo estaba mi hermano viendo
televisión, fui a la cocina por algunas galletas y leche y me senté junto a él a
ver los goles de los Tigres, no recuerdo qué partido habían jugado, tal vez
era el resumen del campeonato del 2011… Ah, no, ese fue apenas hace
apenas unos meses, no sé —dijo haciendo alarde del campeonato recién
obtenido por el equipo de sus amores, los Tigres de la UANL, a lo que sus
amigos le decían que se dejara de cosas y continuara con la historia—: Mi
hermano era de todos el que menos me creía cuando me pasaba alguna cosa
rara, pero esa vez, muy seriamente, me preguntó que si mi mamá no me
había platicado lo que pasó en la noche y le contesté que no, de hecho ni me
acordaba porque le resté importancia, pero entonces me platicó todo. Me
dijo que esa noche tan pronto subió, se durmió casi de inmediato porque
estaba cansado, él también había jugado fútbol pero con otros amigos
mayores, entonces me dijo que en la madrugada se despertó porque sentía
que estaba temblando su cama, pero al despertar no notó nada raro, pensó
también que era por dormirse tarde y cansado, así que se durmió otra vez,
hasta que volvió a sentir lo mismo, entonces pensó que estaba soñando,
pero volvió a dormirse otra vez y así sucedió hasta una cuarta vez, al
despertarse estaba sobre su cama que temblaba como si tuviera vida, él
estaba totalmente consciente mientras los canarios de la jaula, afuera de su
ventana volaban de un lado a otro, como desesperados y silbando pero
como si gritaran; entonces mi hermano, que es miedosísimo, se fue
corriendo a mi cuarto, pero por más que tocaba a mi puerta yo no me
desperté, dormía tranquilamente, entonces se fue al cuarto de mi hermana
Angelita y se durmió junto a ella. Mi hermana se despertó y le preguntó que
qué quería ahí, y mi hermano le dijo que su cuarto estaba lleno de zancudos
y que no podía dormir. No podía dejar de reír cuando me contó todo eso y
sólo le dije: «seguramente estabas alucinando», como me decía él de
pequeño cuando yo le contaba cosas así.
Al terminar el relato todos le empezaron a bombardear con preguntas a
Mako: que qué más le había pasado, que si se repitió lo de su hermano, que
si había visto fantasmas, que si creía en OVNI’s, que si se iba a acabar el
mundo en diciembre del 2012… Total, Mako se limitó a decir:
—Después, después, les dije que sólo les contaría lo del canario —
entonces Quintana le preguntó:
—¿Y qué tuvo que ver el canario?
—Ah, lo que pasa es que ese canario de alguna manera logró salir de la
jaula y se quedó como escondido entre algunas plantas del jardín, tan
asustado que mi mamá al verlo en la mañana no batalló nada para agarrarlo,
me dijo que estaba como petrificado cuando lo agarró, los canarios
normalmente si se llegan a salir de su jaula se van lejos, pero este se dejó
agarrar y mamá lo llevó de nuevo junto a los demás.
—¿Pero también qué tiene qué ver contigo? ¡Si le pasó a tu hermano, no
a ti! —insistió Quintana.
—Pues yo creo que eso me iba a pasar a mí, esas cosas sólo me pasan a
mí de mi familia y supongo que la luz del cuarto de Angelita hizo desviar su
rumbo a lo que fuera que me iba siguiendo y el que la llevó fue Mario.
Aunque bueno, a mí nunca me ha temblado la cama, pero sí he despertado
muchas veces viendo sombras a mi alrededor, como si me observaran o
estudiaran, sombras pequeñas con figura humana pero extrañas. En alguna
ocasión hasta sentí cómo me tocaban, pero nunca he sentido que haya malas
intenciones, por eso no siento miedo, aunque la vez del canario sí me sentía
nervioso cuando subí las escaleras, creo que era algo distinto.
—¿Qué crees que haya sido? —preguntó Visha.
—No sé, pero sé que era algo muy diferente, tal vez maligno… Porque
de lo contrario los canarios no hubieran reaccionado así, los animales son
muy sensibles, pero también tienen una enorme intuición y saben cuándo
están en peligro.
Las preguntas no cesarían, todos querían saber más, mientras Javy se
divertía de ver lo que había provocado, pero las cervezas se estaban
acabando y ya se hacía tarde. Mako sólo se limitó a aclarar algunas cosas:
—En casa nunca hemos sido nada religiosos, pero desde ese día mi
hermano puso un crucifijo sobre su cama, aunque tanto él como mi hermana
que son mucho mayores que yo, ya se casaron y ya no viven aquí, mi
hermana casi murió de la risa cuando le conté lo que mi hermano me dijo
que había pasado esa noche, porque siempre le ha dicho que es un miedoso
y mi hermano se enoja y fue muy gracioso que se hubiera ido a dormir con
ella, se lo recordaba cada vez que podía. Mi mamá nunca opinaba nada de
esas cosas, como que no le interesaba en lo absoluto y de mi papá no sé
siquiera si alguien le platicó alguna vez la anécdota, pero estoy seguro que
se habría divertido mucho también —Arturo insistía en que quería saber si
Mako había visto OVNI’s—. Yo creo que sí —contestó Mako—, pero no
puedo asegurar que lo eran, quien sí me aseguró haber visto claramente uno
fue Yuyo y que incluso lo vieron también sus hermanos y sus papás, me dijo
que se veía claramente una nave en forma de disco flotando sobre el río
Santa Catarina que se ve detrás de su casa y se veía también el reflejo de las
luces en el agua, esa vez me habló gritando desde su terraza para que fuera
a ver, pero cuando llegué ya no estaba, me hubiera gustado ver eso, pero me
lo perdí.
Uno a uno fueron retirándose pasando la media noche: Zurdo, Arturo,
Paulo y Gerardo se irían primero pues aparte iban a otra fiesta; Boris,
Víctor y Marlon se fueron después y los últimos en retirarse fueron
Quintana y Campitos, que vivían cerca uno del otro y compartirían el taxi;
Javy sólo tendría que caminar un par de cuadras para llegar a su casa. A
dormir se quedaron Rigo, Visha y Pesina, todos en la habitación de Mako
que era suficiente para los cuatro, la habitación de Mario ya había sido
ocupada por doña Angélica para sus pinturas y manualidades y la
habitación de Angelita la ocupó el mismo Mako con su escritorio,
computadora, planos y demás cosas de la escuela. Mako compartió la cama
con Rigo, mientras Visha y Pesina se acomodaban en el piso entre algunas
cobijas que les dio doña Angélica, durmieron casi de inmediato, estaban
cansados y ya tenían varias cervezas encima.
A la mañana siguiente Rigo fue el primero en despertarse, con algo de
prisa, él sí tenía clase sabatina. Rápido abrió los cajones de Mako para
buscar ropa limpia y se metió a bañar mientras todos seguían dormidos, ya
terminando de asearse despertó a Mako sólo para avisarle que había tomado
prestada ropa suya y que ya se tenía que ir, a lo que Mako sólo se le quedó
viendo más dormido que despierto y volvió a cerrar los ojos. Más tarde
despertaron los tres y mientras se estiraban y veían la televisión escucharon
a doña Angélica que los llamaba a bajar para comer; aún despeinados y
ojerosos bajaron a degustar el guisado que les hicieron con las sobras de la
carne asada de la noche anterior, eso los reanimó y la fresquísima limonada
con pepino y chía que parecía todo un trofeo sobre la mesa, devoraron todo
y después volvieron a subir a tomar sus cosas para irse: Pesina a su casa y
Visha a la escuela, sin bañarse. Mako se quedó recogiendo todo: las
sábanas, almohadas, la ropa de Rigo, después bajó a arreglar el patio, lavar
el asador, recoger envases y sacar la basura antes de que pasara el camión,
como todos los sábados, alrededor de las 2:00 de la tarde.
Llegó el lunes, el principio de la última semana antes de las vacaciones
de semana santa, Mako y sus amigos quedaron en juntarse después de
clases en las bancas de la escuela para ponerse de acuerdo en cuál sería el
plan a seguir, tenían que comprar sus boletos de autobús el martes sin falta,
para viajar el jueves lo más temprano posible, toda una semana estarían
lejos, en casa de los Campos, debían llevar suficiente ropa, traje de baño,
bronceador y hasta llevarían un balón para jugar en la playa, preparándose
para las semifinales de la Universidad, como buenos futuros arquitectos,
trataban de pensar en todo.
Surge un nervio sabroso por salir de casa,
conocer otros lugares, otros rumbos,
la sensación, la emoción me mata,
se siente un extraño vacío,
como si fuera que algo nos falta
pero es más bien un candente brío.
Recíbenos pues tierra lejana,
que dispuestos vamos en pos de tus resquicios,
impacientes y ansiosos de recorrer tus aguas
tus sabores, tus calmas,
abandonar por un corto tiempo el nido.
Viaje a Coatzintla
Llegó el día soñado, jueves por la mañana. La cita era en la Central de
Autobuses de Monterrey, Mako fue el primero en llegar como siempre, su
amigo Javy lo llevó en su camioneta, llegarían casi de inmediato Quintana y
Campitos. Juan Campos saludó con mucho afecto a Javy, pero Quintana al
saludarle le dijo muy seriamente:
—Si quieres revancha, más vale que eliminen a Ingeniería Civil y nos
vemos en la final —Javy aceptó el reto—. Va, los espero en la final, espero
que Medicina no les dé una sorpresita.
Llegó entonces Rigo, casi corriendo, vestido con un impermeable
amarillo y con tres mochilas que se le caían de una en una, lo hicieron
tropezar y caer a los pies de Campitos ante la risa de todos.
—¿Qué tanto llevas, Rigo? —le preguntó Mako, aún entre risas.
—Es que mi Mamá no me quiso prestar su maleta y me tuve que traer
todo en mochilas, dice que luego se la voy a perder. ¡Cómo si alguna vez le
hubiera perdido algo!
—A lo mejor lo dice por la cámara que no volvió a ver —le dijo
Campitos.
—O por la toalla que dejaste en las albercas la última vez —agregó
Quintana mientras no paraban de reír.
—¡Cállense! —gruñó Rigo—. Lo de la cámara fue un accidente y esa
toalla estaba refea.
—Sí, Rigo. ¡¿Pero a quién se le ocurre poner una cámara sobre un vaso
con cerveza para tomar una foto?! Esa es histórica y la cámara era nueva —
Mako no podía quedarse atrás en la carrilla de la que Rigo era objeto, hasta
Javy no paraba de reír y eso que él desconocía las anécdotas que los jóvenes
estudiantes de arquitectura estaban contando. Los gritos del chofer
anunciando la salida a Poza Rica en los andenes interrumpió las risas de
todos.
—¡Vámonos, éstos sí nos dejan! —los apresuraba Campitos mientras
todos se despedían de Javy.
Ya en el autobús, Rigo y Campitos se sentaron juntos de inmediato entre
una premeditada complicidad, sabían que Quintana nunca había aceptado
del todo a Mako; porque era menor que ellos, porque era el capitán del
equipo, según él sin merecerlo, porque tenía demasiados amigos y por
cualquier otra cosa que se le pudiera ocurrir, pero no hubo más remedio.
Quintana al menos se avivó para ganar el lado de la ventana adelantándose
a Mako con un empujón para tener hacia dónde mirar cuando se cansara de
verle la cara, lo cual no tardaría mucho en ocurrir. El viaje sería largo, ocho
horas de Monterrey a Poza Rica y ahí los esperaría la familia de Campitos
para llevarlos a Coatzintla, unos diez kilómetros más hacia el sur.
Apenas arrancaba el autobús y Mako ya iba dormido ante el beneplácito
de Quintana, Rigo y Campitos, mientras tanto iban platicando de futbol y de
los amigos de la facultad, platicarían prácticamente todo el camino. Ya
pasando por Tamaulipas, Mako despertó por el llanto de un bebé que iba en
el asiento de adelante, lo cargaba una señora.
—No puede ser —dijo Quintana, que dormía recargado en la ventana
donde se golpeaba cada vez que el autobús pasaba algún bache.
—¡Érick, acomódate bien! —le decía Mako, a lo que Quintana
solamente medio gruñó en un leve bostezo. Mako notó de repente que el
bebé había dejado de llorar, volteó a verlo y el bebé lo miraba fijamente, así
que comenzó a hacerle gestos y el bebé reía, Quintana vio la escena, volvió
a cerrar los ojos y echó el respaldo de su asiento hacia atrás, así que la vista
por la ventana quedaba plena para Mako. Le encantaba ver los sembradíos a
los costados de la carretera y más adelante se fascinaba al ver, entrando a
Veracruz, los prados colmados de árboles frutales por todos lados, pareciera
un mercado al aire libre donde pudiera encontrar de todo lo que quisiera y
no trabajar para conseguir comida nunca en su vida. Quintana despertó
entonces, una hora después.
—¿Ya llegamos? —preguntó.
—No, Érick. Duerme de nuevo si quieres, yo te aviso —le contestó
Mako, pero Quintana ya se había cansado de ir acostado y comenzaba a
desesperarse, quiso platicar entonces.
—¿Cuándo es la semifinal? —preguntó.
—Creo que es el primer jueves, cuando regresemos de vacaciones, así
que tampoco hay que tomar tanto y mantenernos en forma. Jugar en la
playa nos va a servir, pero también nos puede hacer duros y luego no
vayamos a parecer robots cuando juguemos contra Medicina.
—Sí —contestó Quintana—, pero tampoco vinimos a hacer
pretemporada, basta con que descansemos bien. Vamos a estar toda una
semana, pero cuando regresemos aún tendremos un fin de semana libre para
recuperarnos e ir el lunes a la escuela.
—En eso sí tienes mucha razón, Érick, planeamos bien el regreso, ¿no?
—Claro que sí, si la idea fue mía —contestó.
—Bueno, pero tú lo propusiste para tener tiempo de ver a Perlita.
¡Tampoco me digas que lo hiciste por el equipo!
—Velo como quieras, capitán —le respondería Quintana con algo de
desdén. Perlita era la novia de Érick Quintana, una de las chicas más
populares de la escuela. Ya alguna vez había sido ganadora del concurso
Señorita Arquitectura; era muy bonita, rubia de ojos color miel, uno setenta
de estatura y proporciones perfectas: noventa, sesenta, noventa. Tenía un
carácter muy agradable además.
No había mucho más qué platicar, pasaron un par de horas más viendo
por la ventana, en ocasiones Mako bromeaba con Rigo y Campitos que iban
en los asientos del otro lado del pasillo, Quintana hacía como que no
escuchaba nada viendo por la ventana y en ocasiones volteando a ver al
niño que estaba tan atento de Mako; era un niño muy bonito, moreno de
ojos grandes y cara redondeada. Por fin llegaban a Poza Rica, al bajar del
autobús esperaron un poco a que les entregaran sus maletas que iban en el
compartimento inferior, bueno, las maletas de Mako, Campitos, Quintana y
el paquete de mochilas de Rigo. Ya entrando a las salas de espera Campitos
de inmediato vio a sus papás: don Juan era su viva imagen pero un poco
más alto que Campitos, regordete y con una barba y bigotes escasos y
entrecanos, de apenas un par de días; doña Esthela en cambio, muy delgada,
era de tez clara pero aún morena, ojos muy grandes y expresivos y una
sonrisa por demás contagiosa. Campitos dejó su maleta y corrió a
abrazarlos, los demás esperaron a que bajara un poco el eufórico
reencuentro familiar y entonces Campitos los fue presentando uno a uno.
—Este es Rigo, mamá.
—Ah, el que ya no está en el mismo salón de ustedes —dijo doña
Esthela ante el sonrojo de Rigo—. ¡Si yo fuera tu madre no te hubiera
dejado venir y te dejaría en casa estudiando!
—¡Mamá, ya déjalo! —protestó Campitos—. Mira, él es Quintana y él
es Mako.
—De ti no he oído hablar —dijo la señora refiriéndose a Mako.
—Es que yo no estoy con ellos más que en el equipo de fútbol, señora, y
tengo poco en la escuela… Pero es un placer conocerla y estar aquí con
ustedes, gracias por recibirnos —respondió Mako muy cortésmente, ante la
mirada impávida de Quintana que no podía soportar tanta formalidad.
Subieron entonces a la combi de don Juan y se dirigieron a Coatzintla.
—¿Quieren pasar a comer algo primero o se esperan a que lleguemos a
la casa? —preguntó doña Esthela, los cuatro se quedaron viendo unos a
otros sin responder, estaban hambrientos por el largo viaje, pero también
muy cansados y ya querían llegar a dejar sus cosas.
—Vamos a llevarlos a que dejen sus tiliches —interrumpió don Juan—.
Deben de venir cansados, allá comemos y luego que dejen sus cosas en la
recámara y se recuesten un rato —a todos les pareció muy bien la idea,
como si don Juan les hubiera leído las mentes.
—Muy bien —terminó Doña Esthela—, los esperan unos tamalitos
recién hechos.
Llegaron a la casa de los Campos en Coatzintla tras un breve traslado
desde Poza Rica, una casa común, de dos niveles, aunque sin pintar por
fuera pero con muchas macetas con flores en la cochera que separaba a la
casa de la calle con un barandal de acero muy bajito pintado de negro.
Descendieron de la combi primero los señores Campos, después Campitos
bajó abriendo los brazos y respirando profundo el aroma de su hogar que
tanto extrañaba, los demás fueron bajando con sus pertenencias. Mako
también tomó un profundo respiro de aire fresco.
—Suban a dejar sus cosas al cuarto de Juanito mientras les sirvo de
comer —doña Esthela les indicó. Entraron cargando sus cosas, subieron al
nivel superior siguiendo a Campitos y llegaron a su recámara, sus papás
habían metido otra cama para que se acomodaran los cuatro.
—Pues como veníamos —dijo Rigo al entrar, dejó sus tres mochilas
sobre una de las camas, donde Campitos ya había puesto su maleta, Mako y
Quintana se resignaron a compartir la otra cama, la que no tenía vista por la
ventana. Quintana parecía no estar nada contento, hasta parecía que pensaba
dormir en el piso, pero prefirió aceptar su suerte mientras Mako no fuera a
fastidiarlo demasiado. Campitos los llevó a conocer el nivel superior de la
vivienda, el cuarto de su hermana, el cuarto de sus papás, el baño que
utilizarían ellos que era bastante grande y regresaron a la habitación a
ordenar sus cosas; Campitos acomodaba su ropa en sus cajones de
costumbre dentro del clóset, sin importarle demasiado que estaban un poco
empolvados debido al tiempo que llevaban vacíos. Rigo se apoderó de un
buró que estaba entre las dos camas, pero él sí sacó los dos cajones para
sacudirlos un poco, aunque eran tan pequeños que sólo cabía su ropa
interior, sus calcetines y artículos personales como rastrillos, cepillo de
dientes, desodorante y demás. Quintana y Mako, en cambio, simplemente
acomodaron sus maletas en un rincón.
Mako subió a la cama de Campitos y Rigo a contemplar el paisaje,
tomando de nuevo un respiro hondo, nunca había estado tan lejos de su casa
ni mucho menos de su familia, sentía una emoción extraña, un sentimiento
de libertad mezclado con nostalgia, el aire era muy fresco, se sentía
demasiado limpio para él que estaba acostumbrado al aire pesado de la
ciudad, el atardecer era bello, podría quedarse junto a la ventana hasta que
lo venciera el sueño.
—¡Bajen a comer! —les gritaba Doña Esthela desde el cubo de las
escaleras. Pronto bajaron los cuatro presurosos, el olor era irresistible.
Sobre la mesa de ocho del comedor había una gran olla llena de tamales
envueltos en hojas de plátano aun despidiendo sus vapores por toda la casa,
un par de recipientes de barro con salsas verde y roja, la roja recién hecha y
caliente, otros recipientes con crema agria, guacamole, la sal y la pimienta
no podían faltar y una jarra de vidrio enorme con jugo de frutas, a todos se
les hacía agua la boca. Don Juan ya estaba degustando su segundo plato en
la cabecera de la mesa mientras uno a uno se iba sentando alrededor—.
Aquí es autoservicio —les dijo doña Esthela—, así que más les vale que de
una vez vayan tomando confianza, están en su casa —Rigo y Quintana no
dudaron en servirse sus tamales, mientras Mako esperaba paciente, en eso
se escuchó un pequeño rechinido, era alguien que entraba por la puerta
principal: Anita, la hermana de Campitos; un par de años mayor que él y
muy guapa, ojos negros muy luminosos y cabellos lacios hasta la cintura.
Llegaba de la mano de su novio, Carlos, quien se adelantó a la mesa
mientras ella subía a su recámara a dejar un par de bolsas que cargaba.
—Mira, Carlitos, ellos son los regiomontanos que trajo Juanito —le dijo
Doña Esthela. Carlos los saludó uno a uno mientras cada quien se
presentaba, Campitos se levantó de su silla para darle un abrazo pues hacía
tiempo que no se veían y por último Carlos saludó a don Juan y a doña
Esthela. Llegó entonces Anita quien sólo saludó a todos en grupo y le dio
un fuerte abrazo a Campitos.
—Bienvenido, hermanito, ya te extrañábamos mucho, espero que estén
listos para ir mañana al río —dijo mientras se sentaba entre Carlos y Mako,
que casi la desvestía con la mirada mientras recibía una patada de Quintana
por debajo de la mesa.
—Auch —susurró.
—¿Te pisé? —le preguntó Anita.
—No, es que me mordí un poco —contestó Mako trastabillando, un
poco apenado ante la pícara sonrisa de Quintana que trataba de no
atragantarse con el tamal que estaba comiendo por aguantarse la risa.
—Coman despacio que hay suficientes tamales para todos —dijo Doña
Esthela, mientras Mako se ruborizaba y le lanzaba una mirada retadora a
Quintana que no pudo contener la risa.
—Claro, señora, lo que pasa es que así es Mako de goloso —dijo con un
doble sentido que al parecer sólo Anita entendió mientras todos reían.
—Y entonces, ¿ninguno tiene novia? —preguntó de repente Anita
iniciando la conversación, a lo que Don Juan agregó:
—¡Sí, platíquennos qué tal los tratan las regias!
—Sólo Quintana tiene novia, se llama Perla y está muy guapa, a Mako
le gusta Verito pero nunca le ha dicho nada —dijo Campitos—. ¿Por qué,
Makito? Deberías de decirle lo que sientes —dijo doña Esthela ante la
incomodidad de Mako y las risas de los demás.
—Lo que pasa es que a Verito le gustan sus compañeras del equipo de
fútbol —dijo Rigo—, ya le he dicho varias veces pero no me hace caso.
—¡No me gusta Vero! —dijo Mako, queriendo terminar con el
embarazoso tema—. Sólo digo que está bonita y es muy buena amiga, pero
nada más.
—Esas son las mejores, Makito, sirve que cuando estés con ella invita a
algunas de sus amigas —dijo don Juan, a lo que todos rieron, menos Doña
Esthela que le contestó:
—¡Cállate, Juan, viejillo depravado! —lo cual hizo reír a todos aún
más, incluyendo a los señores Campos.
Continuaron platicando de cómo iba cada quién en sus estudios y Carlos
les indicaba que en la mañana pasaría por ellos muy temprano para ir al río,
así que tenían que acostarse temprano para no quedarse dormidos.
Terminando la cena, doña Esthela no los dejó que la ayudaran a lavar, les
dijo que mejor se fueran a dormir, pero que en los próximos días sí lavaría
cada quién sus platos, vasos y cubiertos. Anita salió con Carlos a platicar
afuera mientras los cuatro amigos se fueron a su recámara a tratar de
dormir. Campitos les platicaba a sus amigos que las mujeres veracruzanas
eran muy desinhibidas y que, con un poco de suerte, cada quién se divertiría
con alguna cuando fueran a la playa.
—O aunque no sea en la playa, ¿no, Capitán? —le dijo Quintana a
Mako, quien en un principio no contestó, pero notando el lío que Quintana
quería hacer, dijo:
—Pues no, no creo, en la playa me parece que habrá mejores chicas que
por acá —terminando con las indirectas de Quintana.
Al día siguiente, eran apenas las cinco de la mañana cuando Mako y
Campitos despertaron y de inmediato se metieron a bañar. No tardaron casi
nada cuando regresaron a la habitación a vestirse y a despertar a Quintana y
Rigo, apurándolos. Anita tenía su propia regadera, así que pronto estuvo
lista y bajó a la sala a esperar a Carlos; Campitos y Mako harían lo mismo.
Carlos llegó en punto de las cinco y media, llegaron también don Genaro y
doña Claudia, los tíos de Campitos que lo saludaban efusivamente, y
Dianita, su primita de catorce años. Don Juan y doña Esthela salían también
a saludar mientras Quintana y Rigo apenas bajaban presurosamente las
escaleras. Ya todos estaban listos: Carlos había conseguido una camioneta
prestada donde cabían cómodamente él y Anita, sus papás, Campitos y sus
tres amigos, en la otra camioneta iban los tíos Genaro y Claudia con Dianita
y un par de amigas de ella.
Tomaron el camino rumbo al noroccidente a una isla del Río Cazones
justo entre Coatzintla y Poza Rica. En ese lugar, don Juan y don Genaro,
que eran hermanos, se disponían a pescar algunas mojarras en el caudaloso
río en una lanchita que les rentó la gente del lugar. Carlos y Quintana los
acompañaron mientras doña Esthela, Doña Claudia y Anita preparaban
algunas verduras y hacían la lumbre en la orilla. Mako, Campitos y Rigo
jugaban en el río con el balón de fútbol, mientras Dianita y sus amigas,
Sanjuanita y Princesa, se divertían lanzando una pelota de playa que
ocasionalmente aventaban a donde estaban los chicos para que se las
regresaran. En una de esas ocasiones, Mako, que dominaba el balón con la
cabeza, no pudo regresarles la pelota a las niñas, así que Dianita se le
acercó para ir por ella pasando por debajo del agua entre las dos piernas de
Mako alcanzando a rozarlo un poco con sus piernas mientras tomaba la
pelota, Mako de inmediato perdió el control del balón ante la risa de
Campitos y Rigo que habían dominado el balón por más tiempo y la risa de
las niñas que ya sabían de las intenciones de Dianita.
Mako se puso de todos colores, no dando crédito a lo que acababa de
hacer la niña, así que se fue a la orilla a sentarse mientras Campitos y Rigo
continuaban compitiendo ya que Mako había sido eliminado, en eso Dianita
se le acercó y se sentó junto a él.
—¿Así que te llamas Mako? —le preguntó.
—No, me llamo Marco Antonio —le respondió él en tono serio.
—¿Y así son todos de guapos y serios en Monterrey? —le volvió a
preguntar Dianita, Mako sólo sonrió—. ¡Ah, sí te sabes reír! —dijo la
precoz prima de Juanito. En eso llegaron algunos niños más al río,
aparentemente de la misma edad de Dianita y sus amigas, se quitaron toda
su ropa en la orilla, excepto la ropa interior y se lanzaron al río—. ¿Por qué
no se meten así como hacen ellos? —le preguntó de nuevo Dianita a Mako.
—¿Así cómo?
—Pues en puros calzones, ¡claro! —respondió ella.
—¡Porque nosotros no somos niños! —respondió él, viéndola fijamente
a los ojos mientras se ponía de pie para ir a alcanzar a los pescadores que ya
regresaban.
—¡Pues qué aburridos son los niños mayores! —le gritó ella volviendo
al río con sus amigas.
—¡No somos niños! —respondió Mako sonriendo, mientras ayudaba a
Quintana a bajar un par de pescados que había aún en la lancha.
—A fuerza te quieres emparentar con el Campos, ¿no? —le preguntó
Quintana a Mako entre risas.
—¡No juegues, Érick, es una niña!
—¡Tú lo has dicho, andas bravo! —dijo Quintana que no paraba de reír;
ambos alcanzaron a don Juan, don Genaro y Carlos que ya les entregaban
los pescados a las mujeres, nueve mojarritas de muy buen tamaño en total.
—Son muchas —dijo Doña Claudia que rápido las empezó a preparar
mientras doña Esthela y Anita ya tenían lo demás listo. Todo transcurría
normalmente en la orilla cuando los gritos de las niñas llamaron la atención
de todos:
—¡Un remolino! —exclamaban, Campitos pronto comenzó a nadar
hacia la orilla donde ya llegaban las niñas.
—¡Rápido, Rigo! —le gritó para que se moviera del lugar, pero Rigo,
que no tenía experiencia en una situación así, no fue tan rápido y cuando
reaccionó a nadar lejos del remolino, éste lo comenzó a jalar. Mako, como
si supiera lo que hacía, rápidamente corrió hacia los árboles a buscar una
rama larga y fue hacia donde estaba Rigo que ya comenzaba a cansarse de
luchar.
—¡Agárrala, Rigo, agárrala por favor! —le gritaba Mako con
desesperación, pero Rigo no lograba alcanzar la rama y el remolino lo
alejaba cada vez más de la orilla. La mano de don Genaro, que era un
hombre delgado, tomó la de Mako incitándolo a acercarse a su amigo pero
no era suficiente, llegaron entonces Campitos, Quintana, los niños que
acababan de llegar también y por último don Juan que alcanzaba
perfectamente a sostenerse de un tronco firme y seco que había en la orilla,
todos los hombres formaron un «brazo-cadena» lo suficientemente largo
para llegar a Rigo que ya no pudo más y se dejó alcanzar por el remolino
dando vueltas en éste, pero Mako se estiró tanto como pudo hasta que lo
tuvo al alcance. Rigo alcanzó la rama y cuando Mako lo jaló, lo abrazó
fuerte con uno de sus brazos, sin embargo ambos comenzaban a tragar agua,
entonces las mujeres mayores ayudaban a Don Juan a jalar a todos hacia la
orilla, las niñas lloraban envueltas en toallas y uno a uno fueron saliendo
del río, Mako y Rigo al final fueron sacados del río prácticamente a rastras
y tosían fuertemente escupiendo el agua que habían tragado.
Al fin pasó el susto y todos se sentaron a la orilla exhaustos, las niñas
abrazaban a doña Claudia y Rigo se acercó a Mako con unas lágrimas en su
rostro que no se notaban mucho por estar todos empapados.
—¡Gracias, carnal! —le dijo, abrazándolo fuertemente. Mako también
aún jadeaba por el cansancio que le dejó tanto esfuerzo por salvar a su
amigo.
—No la cuentas si no es por este chamaco, hijo —le dijo Don Genaro
—. Sctuó bastante rápido, más que todos nosotros —agregó, Mako parecía
no escuchar, sólo se sentía muy bien de que todos estuvieran a salvo.
—¿De dónde sacaste esa rama? —le preguntó Campitos.
—No sé, se la arranqué a un árbol.
—Pero es una rama muy seca, no parece de ningún árbol de por aquí —
insistió Campitos.
—A lo mejor del tronco de donde se agarró tu papá, o estaba tirada, no
sé, la verdad ni me fijé —dijo Mako.
—¡De ese tronco no creo, ni ramas tiene y está medio quemado! —
terminó de decir Campitos.
—¡El aceite! —gritó doña Esthela, acordándose de que, tras el ajetreo,
todos olvidaron que tenían todo listo para freír los pescados. Rápido las tres
mujeres se levantaron para comenzar a hacer la comida.
—¿Ya no son tantos pescados, no Claudia? —le dijo a su esposa don
Genaro—. Ahora tenemos cuatro invitados más —dijo, mirando a los
cuatro niños que les habían ayudado a salvar a Rigo; Rigo se levantó hacia
donde estaban ellos abrazándolos y dándoles las gracias—. Pero pónganse
algo de ropa, porque hay niñas —les dijo, mientras los cuatro niños se
fueron corriendo a ponerse sus shorts sonrojados y entre las risitas de
Dianita y sus amigas que no les quitaban las miradas de encima.
Quintana y Carlos fueron en la camioneta a comprar cervezas mientras
los demás se quedaron platicando con los niños para conocerlos: Juan,
Toñito, Anselmo y Tochtli se presentaron.
—Sin ustedes no hubiéramos alcanzado a este canijo —les dijo don
Juan—. ¿De dónde son?
—Somos del Tajín —dijo Tochtli.
—¿Y así te llamas? ¿Tochtli? —le preguntó Mako, quien sabía un poco
de náhuatl y sabía que «tochtli» significa conejo.
—Así me llaman —contestó sin mencionar su nombre, los cuatro eran
bajitos y muy morenos, cabellos lisos y muy negros al igual que sus ojos, se
parecían pero no eran parientes.
—¿Y vienen seguido? —preguntó Mako de nuevo.
—No, vinimos con mi maestro, ese cayado es suyo —dijo Tochtli
señalando la rama que aún tenía Mako entre sus manos y que ahora
pareciera más corta—. Te lo prestó para ayudarnos, pero seguro lo querrá de
regreso, es un objeto de poder —agregó. Mako tomó el cayado con ambas
manos, se levantó y se lo entregó a Tochtli a manera de ofrenda,
inclinándose y bajando la cabeza.
—Dile a tu maestro que muchas gracias. Pero, ¿dónde está él?
—Él cree que algún día lo vas a encontrar, pero yo no creo, no pareces
ser tan listo, si no fuera por todos nosotros hubieras muerto junto con tu
amigo tragados por ese remolino, no pensaste bien y nos pusiste en riesgo a
todos —dijo Tochtli ante el asombro de todos, pues no parecían las palabras
de un niño de catorce años.
—Tal vez por eso estamos todos vivos, amigo —le contestó Mako.
—Puede ser, pero aún no te creo —le dijo Tochtli. Mako lo veía con
mucha curiosidad.
—Bueno, ¿pero entonces tu maestro ya se fue?
—Él nos da el día libre después de cada temazcal de luna llena, ayer fue
luna llena.
—¡Vaya aventurita! ¿No? —le dijo Carlos a Quintana mientras iban en
la camioneta.
—Sí, ya tenemos algo que contar en la escuela —dijo Quintana.
—Qué valiente Mako, la verdad, debes estar muy orgulloso de tener ese
tipo de amigos, regio.
—La verdad… —Quintana hizo una pausa, tragó saliva y continuó—La
verdad lo admiro mucho, no sólo por lo que hizo hoy, sino por cómo es
siempre, es el capitán del equipo donde jugamos y nadie lo podría hacer
mejor que él.
—Pero se ve que tú también tienes un carácter fuerte —le dijo Carlos.
—Soy un mamón —dijo Quintana—. Él es un líder y a veces no lo
soporto por eso; a veces le tengo envidia, la verdad, pero nunca me ha
hecho un mal gesto. Todo el equipo me tiene miedo pero él no y eso
también a veces me molesta, también es el único que siempre me llama por
mi nombre… No sé, por algún motivo no lo puedo terminar de tolerar,
aunque sé que es una buena persona.
—Se llama orgullo, amigo —le dijo Carlos—, a veces estorba ser tan
orgulloso, tal vez te estás perdiendo de mejores momentos. Quítate esa
faceta del chico malo, no la necesitas y no te preocupes por lo que me
acabas de decir, no diré una palabra.
—Gracias —terminó Quintana.
—¿Qué fue todo eso? —le preguntó Rigo a Mako mientras ambos se
habían levantado para ir a ayudar a Carlos y a Quintana que llegaban con
una hielera llena de cervezas.
—¿Qué fue qué cosa? —dijo Mako.
—Pues todo eso del maestro, ¿cuál maestro?, ¡yo no vi a nadie!
—Yo tampoco —dijo Mako.
¿Y qué es eso de que lo vas a encontrar?
—No tengo la más mínima idea —contestó riendo.
—¿Por qué no les preguntas? —insistía Rigo.
—¿Para qué, Rigo? Si ellos quieren decirme algo me lo van a decir,
especialmente ahorita que les demos unas cheves.
—¿Cómo les vas a dar cervezas? ¡Son unos niños!
—Unos niños que no dudaron en salvarte la vida, Rigo.
—¿Pero luego si vienen sus papás? ¡¿O la policía?! ¡Son menores de
edad!
—Ya cálmate, Rigo, también apenas tienes diecinueve años y aparte no
estás en Monterrey —en eso llegaron hasta la camioneta y antes de ayudar a
bajar las cervezas, Quintana abrió la hielera, sacó una cerveza, la limpió con
su playera, la destapó y levantándola con una mano, dijo:
—La primera es para ti, Mako —Mako y Rigo casi se van de espaldas
ante el gesto de Quintana, ¿dónde estaba el tipo rudo y malhumorado de
siempre?
—Gracias, Érick. ¿Y eso por qué?
—Porque eres el héroe de la tarde —dijo, mientras Carlos trataba de
ocultar una enorme sonrisa en su rostro y se alejaba hacia los demás junto
con Quintana. Rigo y Mako sólo se veían uno al otro.
—A éste le habrá picado algo en el río —dijo Rigo y ambos soltaron la
carcajada.
Llegó la hora de comer, todos devoraron las mojarras, verduras y frutas
que llevaban, no quedó nada, después durmieron una pequeña siesta casi
todos, sólo los niños se divertían de nuevo a las orillas del río jugando
fútbol con el balón de los muchachos, niños contra niñas, las cuales por
cierto, no jugaban nada mal, era un tres contra tres, ya que Tochtli estaba
sentado sobre un tronco seco que seguramente había sido parte del árbol
muerto que estaba en la orilla y platicaba largo y tendido con Mako.
—¿Y por qué Tochtli?
—Yo me gané ese nombre, cuando mi maestro creyó que estaba listo
para emprender el camino del guerrero me dejó escoger mi nombre y escogí
Tochtli porque siempre me ha gustado mucho la Luna, en la Luna hay un
conejo.
—Bueno sí, es una leyenda, una cuento para niños.
—Yo sé que no hay exactamente un conejo en la Luna, pero lo habrá un
día, cuando sea todo un guerrero y alcance los más altos niveles viajaré
hasta allá y entonces habrá un conejo en la Luna.
Mako se quedó muy sorprendido por la seguridad con la que hablaba
Tochtli, a pesar de ser tan chico y a pesar de estar hablando de una fábula
fantástica, pero le gustaba mucho cómo usaba su imaginación.
—Dice don Genaro que en El Tajín viven puros viejitos, ¿son ustedes
nietos de algunos de ellos?
—No, en realidad nosotros somos originarios del puerto de Veracruz, mi
maestro nos curó y nos rescató.
—¿Cómo? ¿Entonces viven con alguien que no es ni pariente de
ustedes?
—Es como nuestro padre, nos devolvió la vida.
—¿Por qué? ¿Les pasó algo?
—Vivíamos en una casa hogar, había muchos niños y niñas más, la
mayoría más chicos que nosotros. Mi maestro, en una de sus caminatas de
poder, llegó un día hasta ahí y nos llevó pan y leche a todos, hasta a las
señoras que nos cuidaban. Él les dijo que iba por algunos aprendices que
quisieran ser guerreros, las señoras en un principio no querían que se
llevaran a nadie, éramos puros niños enfermos, algunos de cáncer y otros de
una enfermedad que dicen que sólo le da a los adultos, pero que algunos de
nosotros nacimos con ella, no recuerdo cómo se llama —Mako interrumpió
por un momento a Tochtli.
—¿Cómo? ¿Me estás diciendo que tu maestro los curó de cáncer y de
SIDA? ¡Debe ser un médico famoso! ¡Yo no sabía que esas enfermedades
se pudieran curar!
—Mi maestro dice que los médicos sólo hacen lo que leen en los libros
que escribieron otros médicos más estúpidos anteriores a ellos.
—Pues… debe de tener algo de razón. Pero si entonces él conoce la
cura para esas enfermedades, ¿cómo es que aún se dice que son incurables?
¿Acaso no ha compartido la vacuna?
—Mi maestro no usa vacunas, él nos curó con su intento, con su gran
poder.
—¿Entonces es una especie de chamán?. He sabido que en Veracruz hay
muchos brujos… ¡Catemaco es famoso por estar lleno de brujos!
—En Catemaco sólo hay algunos brujos oscuros y muchos charlatanes.
Mi maestro no nos permite ir ahí, dice que es uno de los lugares más
oscuros que ha conocido…
—¿Entonces tu maestro es un brujo bueno?
—Es más que un simple brujo, mi maestro es todo un nahual. ¡El mayor
de la Orden del cuervo! —en ese momento se escuchó un crujir de las
ramas y el graznido de un cuervo precisamente que alzaba el vuelo;
comenzaba a ocultarse el Sol.
—He leído sobre los nahuales, pero nunca he leído nada sobre una
Orden de los cuervos. ¿Es una especie de grupo de brujos o algo así? —
Tochtli evadió la pregunta y, levantando la cabeza, le habló a sus amigos.
—¡Es momento de irnos! —Juan, Toñito y Anselmo de inmediato
fueron a alcanzar a Tochtli, casi sin despedirse de Sanjuanita, Diana y
Princesa que se quedaron a la orilla del río con el balón de futbol.
—Nos tenemos que ir, mi maestro ya nos está esperando.
—¿Pero en qué se van a ir?
—Nos iremos justamente como llegamos —interrumpió Anselmo, ante
la sonrisa aprobatoria de Tochtli.
—Agradece a todos por favor de nuestra parte, la comida estuvo
deliciosa.
—¡Cómo crees, Tochtli! Nosotros somos los agradecidos, gracias a
ustedes a Rigo no se lo tragó ese remolino, cuídense mucho por favor y
¡ojalá nos veamos de nuevo!
—Cuídense ustedes, no vaya a ser que a mi maestro se le ocurra hacer
otra travesura —dijo Tochtli mientras se perdían entre los árboles. Mako se
quedó muy pensativo y Dianita, que había escuchado la despedida, se le
acercó.
—¿O sea que su maestro hizo el remolino? —preguntó.
—No lo sé, pero también me dio la impresión de que eso fue lo que
quisieron decir. Qué niños tan raros, ¿no? —Dianita se limitó a responder.
—Pues estaban guapos —ante la sonrisa incrédula de Mako que sintió
como un fuerte azote el cambio de tema.
—¡Hora de irnos! —diría don Juan en voz alta despertando a todos—.
Vámonos antes de que se nos haga de noche —agregó.
Uno a uno se fueron levantando y comenzaron a recoger las cosas que
se usaron en la comida. Carlos y Quintana se encargaban de apagar por
completo las brasas que quedaron de la lumbre. Anita fue a meter sus
torneadas piernas al río para quitarse todo rastro de tierra de encima,
especialmente de los pies y de sus chanclas. Rápido dejaron el lugar limpio,
sin rastro de que había habido gente ahí, excepto por las cenizas mojadas.
Subieron a las camionetas en el mismo orden en que llegaron por la
mañana y tomaron camino a casa.
Una vez recorrido el camino de regreso, ya en casa de los Campos,
Carlos se detuvo, todos fueron bajando con sus cosas mientras entraban a la
casa, en eso pasó por la calle la camioneta de don Genaro haciendo sonar el
claxon y saludando, ya no se detendrían para poder llegar temprano a su
casa también. Carlos se despidió también, pues tenía que entregar la
camioneta que le habían prestado, pero antes de irse, Quintana salió de la
casa y le dijo:
—Oye, Carlos, ¿no quieres ir mañana a la playa con nosotros?
—Mañana es sábado, no puedo, Érick, pero gracias.
—¿Por qué no puedes? —insistió Quintana.
—Sí, ¿por qué? —agregó Anita cruzada de brazos y mirando
retadoramente a Carlos.
—Bueno, lo que pasa es que por la mañana saldré a correr y ya que
regrese a mi casa y me bañe me va a dar medio día —contestó Carlos, pero
de una manera tan lenta como poco creíble, se le quedó viendo fijamente a
Quintana esperando que no le preguntara nada más, mientras Anita
solamente levantaba una ceja aún con sus brazos cruzados.
—Bueno… Y si mejor vamos el domingo, ¿si vas con nosotros?
—¡Va! El domingo entonces, yo llego por ustedes. Creo que me podrán
prestar la camioneta de nuevo si la lavo el sábado.
—¿Pues no vas a estar muy ocupado el sábado mi amor? —preguntó
Anita en un tono sarcástico.
—Ya veré cómo le hago, amor, no creo que me quite mucho tiempo —
Quintana, que ya había notado la tensión de la plática, se despidió para irse
con los demás.
—Bueno, el domingo te esperamos a la misma hora que hoy.
Llegó Quintana a la recámara, Rigo ya estaba listo para dormir,
Campitos se bañaba y Mako esperaba su turno, acostado en la cama pegado
a la pared, escribía en la libreta que siembre llevaba, una libreta pequeña
que él mismo había hecho de sobrantes de otras libretas y que estaba llena
de garabatos que nadie entendía puesto que Mako había diseñado un
abecedario diferente que sólo él conocía y también había alguno que otro
dibujo.
—Otra vez con tu libretita —dijo Quintana mientras se sentaba en la
cama, Mako sólo contestó con un sonido sin abrir la boca, parecía muy
concentrado. Rigo estaba leyendo una guía de sitios turísticos de Veracruz,
así que Quintana les comentó—: Bueno, ya que están tan entretenidos… ¡El
que sigue de bañarse soy yo! —dijo, Rigo ni siquiera le prestó atención y
Mako le respondió con el mismo sonido gutural que acababa de hacer, a lo
que Quintana supuso que estaban de acuerdo. Campitos entró al cuarto
envuelto en su toalla y en ese momento Quintana les dijo—: Ah, por cierto,
Carlos va a ir a la playa con nosotros y nos llevará en la camioneta —se
veía claramente que Quintana le había tomado mucho afecto al novio de
Anita.
—Ah, muy bien, pero… ¿Anita le dio permiso? ¡Siempre se enoja
porque no se pueden ver los sábados! —cuestionó Campitos.
—¡Ah, entonces era eso! —dijo Quintana riendo—. Pero no iremos
mañana, iremos el domingo —en ese momento todos lo voltearon a ver.
—¿Cómo que el domingo? Quedamos que el domingo iríamos al Tajín.
¡Los domingos es gratis! ¿Por qué no nos preguntaste? —dijo Rigo ante el
asombro de todos, pues pocas veces se le veía serio.
—Los estudiantes siempre entran gratis, no seas tonto —le respondió
Quintana—. Además podemos ir el lunes.
—Los lunes cierran los museos, Érick —le dijo Mako—. La verdad
teníamos pensado ir el domingo, ¡Pero ahora vamos a tener que ir hasta el
martes! No pasa nada, podemos ir el martes, pero sí nos debiste haber
preguntado —en ese momento Quintana se sentía regañado, pero Campitos
lo defendió un poco.
—Es mejor que vayamos con Carlos, así mis papás no se quedarán tan
preocupados, él ya tiene veinticinco años, así que se sabe cuidar bien.
—¿Veinticinco? —preguntó Quintana—. ¡Se ve de nuestra edad!
—Sí, pero tiene veinticinco —terminó Campitos, en ese momento todos
parecieron aceptar la idea de cambiar sus planes, pero Mako preguntó:
—¿Entonces qué haremos mañana?
—Podemos ir a Poza Rica —dijo Rigo, aún con su guía de turistas en la
mano.
—Sí, vámonos a Poza Rica —dijo Campitos, en eso Quintana, ya
librado, tomó su toalla y se fue a bañar.
—Bueno. ¡Ya quedó! —dijo.
Cuando regresó Quintana de bañarse, Campitos y Rigo ya estaban bien
dormidos y cobijados, Mako, en cambio, se había quedado dormido con su
libreta en la mano izquierda y su lapicero en la derecha. Quintana, aún
envuelto en su toalla, se dirigió sigilosamente hacia Mako, con mucho
cuidado le fue quitando la libreta de su mano y se puso a verla, no entendía
ni una sola palabra pero le asombraba mucho lo misterioso que llegaba a ser
Mako, ahora que sabía, desde aquella vez que asaron carne en su casa, que
tenía muchas historias que contar y que no lo hacía, aparte de lo reservado y
serio que normalmente era. Pero de repente se transformaba y era la alegría
andando, se puso a ver los dibujos también, parecían dibujos muy buenos,
algunos de paisajes, otros algo abstractos, no eran muchos, pero eran
buenos.
De nuevo trató de ponerle la libreta a Mako en la mano con mucho
cuidado, pero en ese momento Mako reaccionó y con la mano derecha tomó
la muñeca de Quintana fuertemente.
—Mi libreta, Érick —fue lo único que dijo.
—Perdón, aquí te la dejo, es que la ibas a maltratar por quedarte
dormido —Mako tomó su libreta y su lapicero y los echó a su maleta
mientras Érick se ponía un short. Mako tomó su toalla para irse a bañar
antes de dormir, pero volteó a ver la cama de nuevo y sólo se dejó caer
abrazando la toalla, Érick sólo sonrió y mientras se acostaba también le
dijo:
—¡Espero que aparte de apestar no ronques!
Cambian los planes,
la gente cambia,
lo que no cambia es la curiosidad,
estos lugares te impregnan de magia.
Una visita simple al Cazones
nos hizo vibrar de emociones,
conocer gente nueva a la orilla del río,
agradecer al cielo por la vida de un amigo,
pero el sentimiento impregnado conmigo
es ver más allá del misterio.
Insisto y me repito en la nostalgia,
este lugar está lleno de magia.
Primer viaje a Poza Rica
Sábado por la mañana. Rigo y Campitos despertaron primero y bajaron a
desayunar, eran las 9:00 de la mañana y compartieron la mesa con los
señores Campos.
—¿Y los otros dos? ¡Háblenles para desayunar! —dijo doña Esthela.
—Déjalos, mujer. ¡Están de vacaciones!
—Sí, pero van a ir a la playa, se les va a hacer tarde.
—Vamos a ir hasta mañana, mamá, nos va a llevar Carlitos, vendrá por
nosotros temprano.
—¡Ah, qué bien, qué mejor! Así tendrán quién los cuide ya que no
quieren que vayamos con ustedes —rio Don Juan.
—¡Lo que no saben es que Carlitos es el peor chaperón que pueden
llevar! —se burlaba—. No los va a dejar hacer nada, no les quitará los ojos
de encima —Campitos y Rigo sólo se quedaron viendo uno al otro,
provocando aún más la risa de don Juan—. Bueno, nosotros ya estamos
terminando, sírvanse, ahí hay tinga sobre la estufa, tortillas, aguacate, salsa
y jugo de frutas. Tu papá y yo vamos a ir de compras a Poza Rica. ¿Qué
harán ustedes? —les preguntó Doña Esthela.
—Pues también pensamos ir a Poza Rica mamá, pero más tarde, ya que
se levanten Mako y Quintana.
—Ah, qué bien, a ver si nos encontramos por allá.
Campitos y Rigo terminaron de desayunar y subieron de nuevo, vieron
asombrados cómo Mako y Quintana seguían profundamente dormidos
enredados entre las sábanas, así que ambos se subieron a esa cama también
y empezaron a brincar para despertarlos.
—Despierta, Mako, soy el fantasma del canario —gritaba Rigo con un
tono tétrico ante las risotadas de Campitos, Quintana se despertó de
inmediato y le dio mucha risa lo que los otros dos estaban haciendo, le
aventó la sábana a Rigo quien empezó a hacer sonidos—. Búúú….
Maaaakooooo… He venido por tiiiiii…. ¡Despieeeeertaaaaaa! —y en eso se
dejó caer encima de él y le comenzó a tratar de hacer cosquillas, Mako ya
estaba despierto pero se negaba a abrir los ojos, ni se inmutó, no tenía
cosquillas tampoco, pero sí sonrió ante las estupideces que estaba haciendo
Rigo.
—¡Ya, déjenme levantarme! —les dijo, Quintana ya estaba en pie y sin
parar de reír se dirigió al baño. Campitos y Rigo se bajaron de la cama aun
riendo y Mako ya comenzaba a estirarse—. Déjenme me baño, me dio
flojera bañarme anoche —tomó su toalla y se fue al baño también,
Campitos y Rigo bajaron de nuevo a ver la televisión, Quintana los alcanzó
y se puso a desayunar. Anita bajaba también, no saludó a nadie, se dirigió a
la cocina a servirse algo y se sentó a la mesa, apoyaba su cabeza en su mano
izquierda, sus cabellos le tapaban medio rostro y con la derecha tomaba el
tenedor comiendo lentamente, con la vista perdida. Quintana la observaba,
parecía que había llorado, tal vez se había peleado con Carlos después de
que él se metió a la casa la noche anterior, eso o estaba en su período
femenino, pensó.
Quintana terminó de desayunar y se sentó a ver la televisión junto a
Campitos y Rigo, Anita subía de nuevo las escaleras y se topó con Mako
que ya bajaba, apenas y la saludo.
—Buenos días —Anita ni siquiera volteó a verlo y siguió su camino
rumbo a su recámara, Mako, algo sorprendido, no le dio mucha
importancia, pensó que tal vez Anita estaba aún medio dormida, así que se
fue directo a la cocina, se sirvió algo de tinga y se dispuso a desayunar.
Ya se acercaba el medio día, estaban ya todos listos para irse a Poza
Rica, salieron de la casa rumbo a la parada de camiones y tomaron el
primero que pasó, no había nada interesante en el camino. Iban los cuatro
sentados de la misma forma, de un lado Campitos y Rigo, del otro Quintana
y Mako, pero esta vez Quintana le dejó a Mako el lugar de la ventana;
llegaron al centro de Poza Rica y, dirigidos por Campitos, comenzaron a
recorrer la ciudad. No era una ciudad tan grande como Monterrey, pero
tenía lugares bonitos: la plaza, las calles, algunos edificios, éstos eran el
principal interés de los jóvenes arquitectos, todos se tomaban fotografías
por toda la ciudad, todos excepto Mako, que prefería tomar fotografías a las
cosas que llamaban su atención, no a sí mismo, por lo tanto los demás,
normalmente lo agarraban de fotógrafo y Mako lo hacía con gusto, aunque
en ocasiones llegaba a hartarse.
Por las calles del centro se encontraron con varias cantinas, Quintana
quería entrar a alguna pero Campitos lo desanimó.
—Hoy no, mejor vamos después, hoy es sábado temprano y las cantinas
están vacías o si hay alguien seguramente está cayéndose de borracho
porque se quedan desde el viernes tomando —Quintana pensó por un par de
segundos.
—Está bien, vendremos luego.
Ya entrada la tarde, y con tanto caminar, les comenzó a dar hambre, así
que se dirigieron al famoso Mercado de la 27 por recomendación de
Campitos, quien les dijo que se comía muy bien ahí. Llegaron y buscaron
los puestos de comida mientras Mako paseaba entre las frutas y verduras;
todo se veía en perfecto estado, toda fruta o verdura era más grande ahí que
en los supermercados de Monterrey, se veía todo exquisito, incluso los
mangos que no eran muy de su agrado. Justo cuando admiraba el perfecto
estado y asombroso brillo de las berenjenas, de repente, Mako vio pasar una
sombra corriendo, muy bajita entre los pasillos, por un momento no le
prestó atención, ya que ese tipo de sombras las ha visto muchas veces, pero
de repente volvió a ver otra por el lado contrario y otra al frente, entonces
giró y pasó otra por detrás, se sintió rodeado, pero siguió caminando hacia
donde estaban los demás que ya habían elegido un puesto de antojitos
mexicanos donde comer, Mako se sentó y enseguida le preguntó a Rigo:
—¿Qué pediste?
—Unas enchiladas de queso panela —dijo él—. ¡Se ven muy ricas!
—Pídeme lo mismo —le dijo Mako, mientras trataba de volver a ver
esas sombras que le seguían.
—¿Qué buscas? —le preguntó Quintana.
—Nada, sólo ando viendo qué más hay por aquí —contestó.
—Seguro andas buscando algunas veracruzanas, ¿no?
—¡Tochtli! —dijo Mako.
—¿Andas buscando a Tochtli? —preguntó Quintana algo extrañado.
—No, acabo de ver a Tochtli y sus amigos, estoy seguro —dijo Mako
levantándose de la mesa para ver si lograba encontrarlos—. Ahorita vengo
—les dijo, mientras se dirigía de nuevo a buscar a los niños entre los
pasillos—. Seguro son ellos, no sé por qué, pero estoy seguro —se dijo a sí
mismo, había mucha gente ese día como cualquier sábado, recorrió casi
todos los pasillos, fue incluso al baño y no los pudo ver, pero al pasar cerca
de la puerta vio cómo cuatro niños se retiraban corriendo del mercado entre
el montón de personas, Mako reaccionó un poco lento, pero tan pronto
estuvo a punto de correr tras ellos, un cuervo se apareció a su paso—. ¿De
dónde saliste tú? —le dijo Mako al cuervo que desde el piso lo miraba
fijamente a los ojos como si entendiera que Mako se dirigía a él, dio la
media vuelta muy elegantemente y tras un par de pasos, emprendió el vuelo
hacia afuera del mercado, Mako salió y vio al ave retirarse y desvanecerse
de su vista en el aire pero ya no vio a los niños que habían salido corriendo.
—¿Los encontraste? —le preguntó Rigo mientras Mako se sentaba de
nuevo a la mesa, ya con un plato muy generoso servido de enchiladas recién
hechas, ensalada verde y papitas con zanahoria en adobo de chile chipotle.
—No, yo creo…
—¡Alucinaste! —dijo Quintana riendo.
—Tal vez —le devolvió Mako la sonrisa.
—Me hubiera gustado verlos y también invitarles algo de comer —dijo
Rigo—, les debo al menos eso —agregó.
—Por cierto, ¿a qué hora se fueron ayer que ni me di cuenta? —dijo
Campitos.
—Ah, pues todos estaban dormidos, sólo estaban despiertos los niños,
tu prima y sus amigas y yo —le contestó Mako—. ¡Ah, por cierto! Ya ni les
platiqué sobre lo que estuve hablando con Tochtli.
—¡Vaya! ¡Vas a platicarnos algo! Hay que celebrar… ¡Mesero, una
ronda de cervezas bien frías por favor! —gritó Quintana ante la risa de
todos, incluso de los señores del puesto donde comían, pues ahí ni siquiera
se vendía cerveza.
—Bueno, pues ayer nos regresamos muy rápido después de que se
despertaran y ya no hubo tiempo y en la noche en la casa de Campitos me
quedé dormido.
—Como quiera, nunca nos cuentas nada, esa del canario es histórica,
espero que la del conejo sea buena también —dijo Rigo refiriéndose a
Tochtli. Mako les contó de su plática con Tochtli mientras comían, cada
palabra, los demás lo escucharon atentos y algo sorprendidos.
—Pues aguas, que sí hay muchos brujos por aquí, dicen que los enseñan
desde pequeños… ¡Y en Catemaco está peor! —les dijo Campitos—.
Bueno, te digo que Tochtli me mencionó que la mayoría de los brujos de
Catemaco son charlatanes.
—Pues sí, pero los que sí son brujos, ¡cuidado! —replicó Campos.
Terminaron de comer y se fueron de nuevo a la plaza, había algunas
chicas lindas qué admirar, además querían tomar fotografías nocturnas, pero
debían ser rápidos para que no se les hiciera tarde, ya que no querían
preocupar a los señores Campos; Rigo y Mako eran quienes tomaban más
fotos, a Campitos no le interesaba demasiado, ya que él era originario del
lugar y Quintana también prefería sentarse con Campitos en una banca
viendo pasar a las muchachas que rondaban por la plaza.
—A ver, Mako, deja te tomo una foto… ¡Sales en muy pocas! Luego
nadie te va a creer que viniste con nosotros —le dijo Rigo, a lo que Mako
aceptó. Se paró cerca de un árbol donde pudiera verse la plaza de fondo—.
¡Listo! —dijo Rigo.
—A ver —le dijo Mako, que quería ver si había salido bien la
fotografía, Rigo le prestó su teléfono y al ver la foto, Mako notó que detrás
de él justo sobre su hombro izquierdo, había un cuervo mirándolo fijamente
—. ¡Rigo, mira! —Rigo se acercó y vio la foto.
—¡Ah, caray! ¿Y ese cuervo? ¡Yo no lo vi cuando tomé la foto! —dijo.
—Yo tampoco lo vi en ningún momento. Ahí no hay nada —ambos
miraron en los alrededores buscando algún ave, pero lo único que había
eran palomas caminando entre la gente con la esperanza de que les
aventaran algún trozo de pan o maíz.
—Qué raro, ¿no? —dijo Rigo mientras los dos se iban a la banca donde
Quintana y Campitos estaban sentados. Rigo les mostró la fotografía
diciéndoles que a ese cuervo nunca lo habían visto y de repente apareció en
la foto.
—¿Ya estás alucinando también? —le dijo Quintana entre risas.
—Bueno, yo lo había visto en el mercado, es decir, vi a un cuervo, no sé
si sea el mismo, pero en el mercado un cuervo me miraba igual —les dijo
Mako, sus tres amigos sintieron repentinamente un nervio extraño que les
recorría las entrañas, Campitos les dijo:
—Mejor vámonos, que se nos hace tarde —nadie dudó en seguirlo
apresuradamente, sólo Mako se quedaba un poco atrás de ellos, aun
queriendo encontrar al ave escudriñando los alrededores, pero no tuvo
éxito.
Llegaron a la parada de camiones después de caminar un par de calles,
había uno ya esperando y lo abordaron de inmediato para dirigirse a
Coatzintla. En el camino Mako iba muy pensativo, su cabeza era un
hervidero de cuestionamientos, los demás iban dormidos así que Mako
podía pensar claramente sin interrupciones en tantas cosas que le parecían
tan extrañas, ese cuervo, los relatos de Tochtli, las sombras que vio, en fin,
el camino se le hizo demasiado corto, se detuvo el camión en la parada de
Coatzintla, Mako los despertó.
—¡Ya llegamos!
Caminaron hacia la casa y al entrar, Anita le servía la cena a sus papás,
miró hacia la puerta cuando ellos entraban.
—¿Quieren cenar? —les preguntó.
—Comimos tarde —dijo Campitos—, yo quiero solamente un vaso de
leche con chocolate —los demás, casi al unísono, respondieron:
—¡Yo también!
—¡Vaya, vaya! Se ven cansados —dijo Doña Esthela.
—Estuvimos caminando todo el día, mamá y yo creo ahorita ya nos
vamos a dormir, Carlitos vendrá por nosotros mañana temprano.
Todos se hicieron su chocolate, lavaron sus vasos y se fueron a la
recámara, de nuevo uno a uno se fueron metiendo a bañar, esta vez Mako
fue el primero, ya se había dormido sin bañar la noche anterior y no quería
que lo venciera el sueño otra vez así que se apresuró y no tardó mucho,
regresó de la ducha, Quintana fue el siguiente en irse a bañar y mientras
Mako se disponía a vestirse, Rigo, que estaba viendo todas sus fotografías,
le dijo:
—¡Mako, mira! ¡Ven a ver esto! —Mako se acercó a la cama de Rigo y
Campitos, tomó el celular.
—¿Qué cosa?
—¡Checa bien la foto! ¿No ves nada extraño?
—Pues el cuervo, ya sabes que no estaba ahí.
—Pero otra cosa, Mako, hazle zoom… ¡Mira bien toda la foto! —Mako
hizo un acercamiento a la fotografía como Rigo le decía y entonces notó a
lo que se refería su amigo, de entre la gente que se veía al fondo, en la
plaza, se alcanzaban a notar cuatro figuras oscuras, como sombras borrosas
y como de uno cincuenta a uno sesenta de altura, parecían niños y parecían
querer esconderse y alejarse de ahí, pero ninguna persona de la fotografía
parecía percatarse de esas presencias. Mako no dijo nada, sólo abrió cuanto
pudo los ojos para ver mejor, Rigo le quitó el teléfono—. Mira, Campitos,
checa las sombras que se ven entre la gente —Campitos sólo vio un
momento y les dijo:
—Ya déjense de esas cosas. ¡No voy a poder dormir! —se persignó
enseguida y se recostó de lado volteando hacia la ventana y dándoles la
espalda a Rigo y a Mako.
—Bueno, yo también ya me voy a dormir, ya me está dando miedo —
dijo Rigo. Quintana entraba a la recámara recién bañado.
—¿Por qué aún no te vistes? —le preguntó a Mako.
—Es que estábamos viendo las fotos.
—¿Y éstos ya se durmieron? ¿No se van a bañar? ¡Mañana nos vamos a
ir muy temprano!
—Ya se bañarán en la playa —contestó Mako y prosiguió—. Mira,
Érick —Mako le mostraba la fotografía a Quintana señalando las sombras.
—¿Son así las cosas que ves, Mako?
—Pues sí, a veces —Quintana simplemente se puso un short y se acostó
a dormir, Mako hizo lo propio.
—¿A ti no te da miedo, Érick?
—¿Y a ti, Mako?
—A mí no, te digo que nunca he sentido que sean cosas malas.
—Entonces a mí tampoco —contestó Quintana, Mako se levantó, apagó
la luz y a los pocos minutos todos ya estaban bien dormidos.
Puedo oler tu brisa y sentirla en mi pecho,
disfrutar el abrazo del sol en mi espalda,
en mi rostro, sentirme deshecho.
Puedo oler de tu sal y besarla,
disfrutar del masaje de la arena en mis dedos.
Cómo me encanta escuchar las palmeras danzar,
danzar alegres al son del viento,
me enamoras, me hurtas el aliento
y aún ni te conozco soñado mar.
La playa de Tuxpan
El sueño era muy agradable, una linda veracruzana muy morena, ojos
grandes y de un verde oscuro muy peculiar, como jade imperial, hermosa
sonrisa y vestimenta muy tradicional. Pero sus ojos… ¡Sus ojos casi
hipnotizaban! A lo lejos se veía una playa cuya brisa meneaba los hermosos
cabellos negros de la dama, quien al notar la presencia de Mako, volteó a
verlo…
Inmediatamente tomó su teléfono celular para ver la hora: diez minutos
después de la media noche. Todos estaban profundamente dormidos y Mako
volvió a cerrar los ojos. En otro de sus sueños vería de nuevo a ese cuervo,
el de las plumas de punta blanca, esta vez acompañado de muchos cuervos
más, una enorme parvada… «¡Pero no hay cuervos en la playa!» pensó y se
despertó de nuevo. Tomó de nuevo su celular: la una con veintitrés de la
mañana. No podía dormir bien, estaba demasiado emocionado por conocer
el mar al fin, era todo un suceso para él, pero intentaría dormir una vez más.
De nuevo la joven veracruzana, pero esta vez su belleza parecía algo
maligna.
—Te voy a encontrar —le susurró al oído y Mako se volvió a despertar.
Esta vez, al despertarse, vio por la ventana cómo una ave se alejaba
volando, parecía más grande que un cuervo, sí, pero estaba tan oscuro que
pudo ser cualquier ave, o hasta un murciélago, no quería obsesionarse con
ello. Las tres con tres de la mañana. Esta vez ya no podía simplemente
recostarse y dormir, faltaban solamente dos horas para las cinco, Mako
siempre era muy puntual, pero tampoco quería estarse durmiendo en la
playa, así que agarró su libreta y se puso a leer sus cosas para poder
quedarse dormido, y así fue. Esta vez el sueño era con sus amigos, jugaban
la final de la Universidad, los Pegasos de Arquitectura contra los Osos de
Mecánica. Podía ver el cuadro completo: Gibrán en el arco, Rigo por
derecha, Eddy y Marlon en las centrales, Gerardo en izquierda, en la media
cancha Boris, Alejandro Visha, Víctor y Zurdo, Quintana en la media punta
y arriba Pesina, en la banca estaban Arturo, Pancho, Paulo, Campitos, el
Profe Manuel…
—Un momento… ¿Dónde estoy yo? —su corazón latía fuertemente,
sentía una terrible angustia, a lo lejos se ve él mismo, caminando, pero no
lleva su uniforme y pareciera que ni le interesa el partido, Érick le habla
desde lo lejos mientras Mako pasaba por un túnel que lo llevaba a la
cancha, le pide que vaya con ellos.
—¡Mako, Mako! —pero Mako no respondió. De repente siente algo
extraño, un estrujo, como si temblara, como si un montón de pequeñas
sombras lo estuvieran estirando, jalando y al despertar era Érick quien le
hablaba y le daba un par de pequeñas cachetadas.
—¡Ándale, Mako, ya está Carlos abajo! —Mako de inmediato se
levantó de la cama como impulsado por un resorte y comenzó a vestirse y a
sacar sus cosas de la maleta, un traje de baño, lentes de Sol, chanclas…—.
¿Estabas sudando? ¿Te sientes bien? —le preguntó Quintana.
—Sí, todo bien, sólo que me estuve despertando toda la noche y por eso
me quedé dormido, pero ya no tardo.
Eran ya casi las seis de la mañana, todos ya habían desayunado. No
despertaron a Mako porque pensaron que no tardaría en bajar, él nunca llega
tarde, sin embargo entre la plática y la comida, casi se olvidan de él.
Bajó Mako corriendo, ya todos estaban en la camioneta esperándolo,
antes de salir lo alcanzó Anita con un par de paquetes de tacos de chorizo
con huevo, frijoles y tortillas de harina envueltos en unos secadores de
cocina.
—Ten, para que desayunes algo y el otro es para Carlos, al rato le dará
hambre de nuevo —le dijo Anita, Mako se limitó a agradecer y salió
corriendo para meterse a la camioneta, mientras en son de broma Quintana
daba ligeros arrancones para obligar a Mako a seguirlos corriendo mientras
todos se carcajeaban sin parar.
—Ya, suficiente —le dijo Carlos—. Si así vas a manejar mejor me llevo
la camioneta yo.
—No, ya, sólo estaba jugando, Carlos —le respondió Quintana.
Salieron los cinco al norte rumbo a Tuxpan, que estaba a poco menos de
una hora de camino. Rigo y Campitos iban dormidos, Mako desayunando y
viendo el paisaje, Carlos iba dormido también en el asiento del copiloto.
—¡Qué buen copiloto llevo! —le dijo Quintana a Mako, ambos rieron
—. Mejor te hubieras venido tú adelante, éste va bien dormido, se nota que
se la habrá pasado muy bien ayer.
Cuando ya estaban cerca de llegar a la playa, Quintana los despertó
sonando el claxon.
—¡Ya casi llegamos, huevones! —Mako notó por el espejo que mientras
Carlos se acomodaba se llevó una mano al estómago—. Ten, te los mandó
Anita —le dijo mientras le acercaba el paquete de tacos.
—¡Vaya! ¡Ni cómo decirle que no me conoce a mi flaquita!
—¿Se pelearon la otra noche, cuando te dije que vinieras con nosotros a
la playa? —preguntó Quintana.
—No realmente —contestó Carlos—, siempre se enoja porque no
pasamos los fines de semana juntos, pero así es siempre.
—¡Mira, Mako! Quítate esos lentes que estás por ver, por primera vez…
¡El fin de la tierra! —Mako se los quitó de inmediato alzando la vista y
abriendo los ojos cuanto pudo, se quedó mudo al ver desde lejos la
inmensidad del océano, no podía evitar una gran sonrisa que les hizo mucha
gracia a todos.
—¿En serio nunca habías visto el mar? —preguntó Carlos.
—Nunca —respondió Mako escuetamente, sin dejar de admirar el
resplandecer del Sol sobre las aguas que le permitía distinguirlas del
azuloso cielo, pareciera un retrato de la eternidad lo que tenía delante de sus
ojos, su corazón latía con fuerza, con emoción, con la impaciencia de sentir
la arena en sus pies y el agua en su rostro.
Llegaron a la playa y comenzaron a bajar sus cosas mientras Carlos
buscaba un buen lugar, había poca gente por ser tan temprano y por ser
domingo, así que no demoró demasiado en indicarles el lugar a donde
llevaran todas sus cosas.
—¿Y no trajimos cheve? —preguntó Rigo—. ¡Quintana, te hubieras
parado en un depósito!
—¡Pues se me olvidó, tal vez si hubieras venido despierto me hubieras
recordado! —le contestó Quintana.
—No se preocupen, aquí cerca venden. Vamos, Juanito, a ver si ya
abrieron —le dijo Carlos a su cuñado.
—Pero no trajimos hielera tampoco —recordó Campitos.
—Yo me encargo —dijo Mako, quien no dejaba de admirar el paisaje,
pero enseguida comenzó a cavar un pozo con sus manos en la arena.
—¡Cálmate, McGyver! —le dijo Quintana entre risas.
—Pero sí funciona —le dijo Carlos, a lo que Quintana sólo se encogió
de hombros y ya no dijo más.
No tardaron mucho Carlos y Campitos en llegar con las cervezas, Mako
ya había cavado un hoyo muy grande y perfectamente rectangular en la
arena y ahí pusieron las cervezas mientras Mako las tapaba bien con
algunos hielos, dejando solamente de fuera las tapas de las latas, después,
tomó un bote de agua fría que también habían traído y lo vertió sobre la
hielera hechiza.
—¿Ahora eres todo un experto en la playa? —le dijo Quintana.
—Hay que adaptarse pronto, ¿no? —le respondió Mako.
Campitos sacó el balón de futbol, Rigo y Mako pusieron un par de
piedras cada quien sobre la arena para hacer las porterías, Carlos sólo los
observaba sin participar. Serían Rigo y Quintana contra Mako y Campitos y
comenzaron a jugar: era muy cansado jugar en la arena, se la pasaban
cayéndose o pegándole mal al balón y mandarlo al mar e ir por él cada vez.
En una de esas ocasiones fue Quintana quien mandó el balón al mar y al ir
por él se encontró un caracol, bastante grande y llamativo, se lo dio a Carlos
para que se lo cuidara mientras seguían jugando y así continuaron cada vez
más en el mar que en la playa hasta que terminaron olvidándose del juego y
se pusieron a cazar olas.
Pasaron el resto de la mañana tomando el ligero sol, recostados en la
arena. Sólo Carlos se fue a trotar por la orilla un rato hasta que se les perdió
de vista. Los cuatro amigos parecían todo unos turistas, vestidos solamente
con sus trajes de baño, gafas oscuras y cerveza en mano; después de una
media hora Carlos regresó aun trotando, todo empapado de sudor, tomó una
cerveza y se la tomó completa sin hacer pausa, entonces se quitó la camisa
ante el asombro de todos, parecía todo un físicoculturista: su cuerpo era
sumamente musculoso, pero cuando traía su playera puesta parecía que
simplemente estaba delgado.
—Oye, ¿vas al gimnasio? —le preguntó Quintana, quien por cierto, era
el único de todos que tenía algo de panza.
—No, nunca en mi vida he ido a un gimnasio, pero aquí hay que
trabajar en serio para comer —le contestó Carlos.
Llegando el mediodía comenzaron a aparecer vendedores ambulantes,
lancheros, niños incluso, vendiendo cualquier cosa, desde chicles y dulces
hasta gafas de sol, bronceadores y trajes de baño, era todo un mercado.
Quintana y Rigo compraron bronceadores, Carlos y Campitos, que estaban
acostumbrados, no necesitaban y Mako no quiso.
—Te vas a quemar todo —le dijo Quintana.
—No me gusta ponerme nada de esas cosas, no me pongo ni crema. A
parte en Monterrey también hace mucho calor!
—Pero no es lo mismo —Quintana insistía, hasta intentó echarle un
poco en la espalda, pero Mako se alejó de inmediato y corrió lejos de él.
—No me gusta, pónganselo ustedes.
—Bueno, que conste que lo intenté —le dijo Quintana a los demás.
Carlos les recomendó unos cocteles de camarón que vendía un señor,
conocido suyo, todos le compraron unos cocteles de los más grandes,
estaban deliciosos: los camarones enormes, el aguacate exquisito y la
manera de prepararlos no tenía nada qué ver con los cocteles que ellos
habían probado en Monterrey, simplemente eran lo mejor. Después de
comer e ir por más cervezas, todos se quedaron dormidos, habían rentado
un par de sombrillas que los protegía del intenso sol de esas horas.
El primero en despertar fue Mako, veía a lo lejos a tres muchachas, muy
lindas todas, que estaban colocando una red de voleibol en la arena, rápido
fue a ayudarles.
—Hola, ¿les puedo ayudar? —les dijo.
—Claro, muchas gracias —respondió una de las chicas—. Me llamo
Alma. ¿Tú no eres de por aquí verdad?
—No, yo soy de Monterrey, me llamo Marco.
—Ah, pues nosotras somos de Guadalajara.
—Qué bien, entonces es cierto lo que dicen de los ojos tapatíos —les
dijo Mako, haciendo sonrojar a las tres que tenían unos ojos hermosos.
Alma era rubia, cabello lacio y de ojos azules; Marla era rubia también pero
de ojos castaños, cabello rizado y algunas pecas en su rostro que le hacían
ver especialmente interesante; Nadia, también muy blanca, pero de cabello
muy negro y lacio y ojos negros también. Alma y Marla eran primas, Nadia
solamente amiga de ellas y las tres eran acompañadas por los papás de
Alma que descansaban bajo una sombrilla a lo lejos.
—¿Se hospedan por aquí o vienen de Poza Rica? —preguntó Marla.
—No, uno de mis amigos vive cerca de Poza Rica y nos quedamos en
su casa.
—Nosotras nos quedamos en un hotel en Poza Rica, mi mamá tiene una
prima ahí en la ciudad, pero como somos muchos, mis tíos prefirieron que
nos quedáramos en un hotel.
En eso Rigo y Campitos se acercaron también a ayudar con la red,
Mako los presentó a todos, Quintana y Carlos se quedaron bajo la sombrilla
platicando y bebiendo, Mako les llamó a lo lejos, pero Carlos sólo alzó la
mano en señal de que ellos preferían no jugar, estaba enseñándole a
Quintana cómo hacer sonar el caracol, así que jugarían hombres contra
mujeres.
—¿Seguras que no quieren que sea mixto? —les insistió Mako.
—¿Por qué? ¿Tienes miedo? —le contestó Nadia con una sonrisa pícara
y retadora.
—¡Juguemos pues!
Transcurría el juego, pero quienes más se divertían eran Carlos y
Quintana que a lo lejos veían como las chicas le estaban dando una cátedra
de volibol de playa a sus amigos, que por más que se esforzaban no
lograban ganar muchos puntos, en cambio ellas estaban bastante
coordinadas y sin demasiado sacrificio se daban gusto ganando set tras set,
3 - 0 al final y sin mucho esfuerzo.
—¿Quieres que el siguiente sea mixto para que esté un poco más
parejo? —le preguntó Nadia a Mako al final, Mako sólo sonrió y les dijo:
—Mejor les invitamos unas cervezas antes de que nos dé un infarto —a
lo que todos rieron y se dirigieron hacia Carlos y Quintana. Carlos de
inmediato, al notar que se acercaban, se puso su playera, le era bastante fiel
a Anita y procuraba no provocar a ninguna de las damitas. Quintana sólo se
rio ante el hecho, Mako los presentó a todos de nuevo mientras Rigo y
Campitos iban por más cervezas.
Pasaron una tarde muy amena, comenzando primero con explicarles
ellas a ellos las fallas que tenían al jugar volibol y por qué les habían
ganado tan fácilmente. Carlos también les hacía algunas observaciones,
pues él sí acostumbraba jugar en la playa volibol, fútbol, incluso polo
acuático en las albercas de los hoteles cercanos. Después platicaron de
Monterrey, de Guadalajara, de Coatzintla y Poza Rica, intercambiaban
teléfonos y correos electrónicos, Mako se fue a un baño que estaba cerca, ya
había tomado suficientes cervezas, pero antes de entrar vio a esa chica,
estaba seguro que era ella, la que había soñado, solo que no estaba tan
arreglada como la había visto en sus sueños, parecía más bien descuidada y
muy despeinada, con el cabello cubriéndole medio rostro. La muchacha lo
observaba fijamente, muy seria, y Mako, que ya estaba un poco mareado,
tropezó antes de llegar al baño. Al volver la vista, la chica ya no estaba ahí.
—¡No puede ser! —se dijo a sí mismo.
—¿No puede ser qué? —le preguntó Rigo, que ya lo había alcanzado.
—¡No me digas que viste de nuevo a Tochtli y sus amigos!
—No, no vi nada, sólo que me resbalé —le dijo Mako, sin ánimos de
seguir dando explicaciones de todo.
Regresaron Rigo y Mako con los demás, Campitos y Alma se habían
ido a dar una vuelta, así que Rigo invitó a Marla también a pasear con él.
—Nosotros aquí nos quedamos, a nosotros sí nos pegan —le dijo
Quintana a Mako, quien le extendió la mano a Nadia para que se fuera a
caminar con él.
Caminaron por la orilla con rumbo al sureste mientras se comenzaba a
poner el sol, los matices del cielo eran impresionantes entre lilas, celestes y
anaranjados. Mako le contaba a Nadia que era su primera vez en una playa
y que todo lo que estaba viendo era nuevo para él, se sentaron en unas rocas
grandes y se recostaron a contemplar el cielo, abrazados. Mako se acercó a
su rostro y cuando estuvo a punto de besarla vio de nuevo a la chica
caminando entre las rocas cerca de ellos.
—¡¿Pero cómo puede ser?! —gritó Mako, a lo que Nadia se asustó.
—¿Qué sucede? ¿Son los papás de Alma? —preguntó Nadia,
poniéndose de pie.
—No, perdóname, creí ver algo entre las piedras, pero seguro es por las
cervezas.
—Mejor regresemos, Marco, no sé por qué me siento muy nerviosa.
—Bien, regresemos —contestó Mako mientras se levantaba y volteaba
a todos lados sin lograr ver de nuevo a la chica; comenzaron a caminar de
nuevo hacia donde estaban los papás de Alma.
Rigo y Campitos se despedían de las muchachas mientras Carlos y
Quintana ya los esperaban en la camioneta, así que Mako sólo se alcanzó a
despedir de Nadia diciéndole que se seguirían hablando por mensajes para
verse en Poza Rica al día siguiente y se retiró con los demás.
—¿Y bien, a ti cómo te fue? —le preguntó Campitos a Mako.
—Bien, todo bien —se limitó Mako a responder.
—Anda, platícanos. ¿Hasta qué base llegaste? —insistía Quintana que
ahora iba de copiloto mientras Carlos manejaba.
—Todo bien, tranquilo —Mako respondió.
—Ya déjenlo, ya saben que nunca platica nada, a menos que se trate de
algunas aves diabólicas, cuervos o canarios —les dijo Rigo a lo que todos
rieron.
—¿Canarios? —preguntó Carlos.
—Es una larga historia, pero que te la platiquen ellos, a mí no me gusta
contar las cosas dos veces —dijo Mako.
—¡De hecho no te gusta contarlas ni una vez! —agregó Quintana quien
se dispuso a contarle a Carlos la historia del canario, mientras en la parte de
atrás Rigo y Campitos platicaban sus aventuras con Alma y Marla. Mako,
en cambio, solamente iba viendo por la ventana, nostálgico, tenía muchos
sentimientos, por un lado estaba muy alegre de haber visto el mar, quisiera
que el día hubiera sido más largo, por otro lado Nadia le había gustado
mucho y pasó muy poco tiempo con ella, pero lo que más le angustiaba era
esa chica que había visto, estaba seguro que la había soñado, que era la
misma que vio ese par de veces en la playa, pero por otro lado, sólo él la
pudo ver. Quería contárselo a sus amigos, pero creía también que ya era
demasiado, que los estaba asustando y esa muchacha realmente era tan
hermosa como intimidatoria, no podía dejar de pensar en ella y en tantos
sucesos que se estaban entrelazando y justo en ese momento. Cuando ya
casi era de noche y atravesaban Poza Rica, vio por la ventana una parvada
de cuervos que comenzaban su vuelo en lo alto de los árboles.
—Esto ya es demasiado —se dijo entre dientes.
Llegaron a casa de los Campos y todos iban bajando de uno en uno,
doña Esthela los invitó a cenar, Anita animó a Carlos a que también cenara
con ellos, uno a uno fueron entrando a la casa, Mako al final y mientras
entraba. Don Juan, que mantenía la puerta abierta, le dio una buena palmada
en la espalda.
—¡Aaaahhg! —gritó Mako retorciéndose, todos voltearon a verlo y don
Juan se asustó.
—¡Pero si apenas te toqué, hijo! —y Quintana comenzó a carcajearse.
—Pero no me quisiste hacer caso.
—¿Qué pasó? —preguntó doña Esthela.
—Lo que pasa es que Mako no se quiso poner bloqueador solar,
suegrita, y anda todo quemado —le dijo Carlos.
—A ver, levanta los brazos —don Juan le dijo a Mako y le comenzó a
quitar la playera, todos comenzaron a reír pero con cierto asombro y pena:
Mako estaba todo enrojecido y comenzaban a salirle algunas ámpulas en la
piel.
—A ver, siéntense todos en la mesa y sírvanse. Tú ven para acá, hijito
—dijo doña Esthela señalando a Mako a quien llevó a la sala—. Recuéstate
en el sofá, ahorita vengo —Mako se recostó boca abajo viendo la televisión,
doña Esthela llegó enseguida, se sentó en la orilla del mueble y comenzó a
untarle una crema humectante que hizo que Mako se relajara por completo,
incluso terminó dormido antes de que la señora terminara de untarle la
crema en la espalda, también le puso en el cuello, los brazos y las piernas
—. Qué bonita piel tiene este muchacho —se dijo doña Esthela—, parece
piel de bebé.
Cada quien se fue a sus respectivas habitaciones, al final sólo Anita y
Carlos se quedaron viendo televisión pero no muy tarde, Carlos le dijo a
Anita que se tenía que ir.
—Ya voy —dijo ella, empezó a recoger todo mientras Carlos tomó un
poco más de crema, se embarró con ella y pasó sus manos por encima de la
espalda de Mako, éste, aún dormido, lo sintió y volteó la cara para el otro
lado, cosa que Carlos aprovechó para decirle unas palabras al oído mientras
continuaba haciendo sus movimientos y después limpió sus manos y
alcanzó a Anita para ayudarla a recoger—. ¿Qué le dijiste? —preguntó Ana
sonriente.
—¿Qué le dije a quién? ¡Ah! ¿A Mako? Sólo que se alivie, pero está
bien dormido- respondió Carlos y después se despidió de Ana también,
quien lo veía desde la puerta alejarse en su camioneta antes de cerrar la casa
con llave. Antes de irse a su cuarto Anita dudó si despertar a Mako o
dejarlo ahí, pero prefirió dejarlo ahí, se veía cómodo.
Quintana bajó a media noche al notar que Mako no estaba, prendió las
luces de la sala y lo vio ahí, todo torcido en el sofá, quiso despertarlo para
que lo acompañara a la recámara, pero Mako sólo gruñía y le dijo que lo
dejara ahí, no tenía la más mínima intención de cambiarse de lugar,
Quintana se resignó, así que apagó todo, subió de nuevo y notó sobre la
cama la libreta de Mako. La mañana anterior había bajado tan de prisa para
ir a la playa que la dejó sobre la cama al sacar las cosas de su mochila,
Quintana la abrió y se dispuso a tratar de traducir algo, al menos un par de
palabras, pero no lograba nada, así que desistió, sin embargo, la escondió
entre sus pertenencias para hacer un nuevo intento después, se acercó a la
puerta para apagar la luz y vio en la ventana a un cuervo mirándolo
fijamente, Quintana se sintió abrumado, sentía como si el cuervo le
estuviera recriminando algo, que agarrara y escondiera la libreta a Mako tal
vez, se sentía regañado.
—¡Tonterías! —se dijo a sí mismo y apagó la luz para irse a dormir, el
ave se fue.
¿Por qué te escondes de mi vida
dulce musa de mis sueños?
Goza de ti mi inconsciencia,
pero te extraño al despertar.

Musa ficticia de mi luz delirio,


sé al menos de tu andar la estela
que guíe mi hambre de tus resquicios
o anda errante en tu cruel condena
de ser ausente de mis cariños.

Divaga mi ser ante el jade en tus ojos,


no existe pena, no hay otro lugar
ni deseo hay siquiera en develar tu misterio
de tus susurros, de tu oscuridad.

En vela por ti, se eternizan mis noches,


quizá te asomes por mi ventana,
me angustia tu ausencia y me hundo en reproches,
lucho con fuerza, te quiero encontrar,
harto en deseo desvarío rendido,
no puedo dormirme, te quiero soñar.
El viejo del sombrero
Era ya la mañana del lunes 9 de abril del 2012. Mako se despertó muy
temprano cuando doña Esthela apenas bajaba a hacer el desayuno, así que
se dispuso a ayudarla; cuando la alcanzó en la cocina no llevaba playera, así
que Doña Esthela se puso a revisar cómo había amanecido su quemada piel.
—¡Qué raro! —dijo—. No tienes ninguna ámpula, sólo estás tostadito,
no pensé que esa crema fuera tan buena, de hecho pensaba ir ahorita a la
farmacia a comprarte otra cosa. ¡Pero parece que ya no lo necesitas! —
Mako se alegró de escuchar eso.
—Menos mal, no quisiera pasar el resto de la semana con el ardor. Pero
dígame, señora Esthela, ¿en qué la ayudo?
—Vamos a preparar unos hot cakes para todos, busca en la alacena un
frasco que tengo con nueces para que te pongas a molerlas —Mako se
dispuso enseguida a buscar el frasco.
—Hot cakes con nuez, ¡suena muy rico! —dijo Mako.
—¡Ya verás que sí! —le contestó doña Esthela.
Mientras preparaban todo, Mako le platicaba a Doña Esthela de las
muchachas que habían conocido, de lo mucho que había disfrutado la playa,
de lo inmenso que le parecía el mar y que Carlitos y Quintana, al parecer,
habían hecho muy buena amistad.
—Así es Carlitos de amiguero, los va a extrañar mucho cuando se
vayan.
—Pero qué bien que se la pasaron tan a gusto, Juan y yo en cambio sólo
fuimos a la iglesia, al domingo de resurrección, ya no fuimos de compras
porque había mucha gente, así que nos regresamos y nos pasamos la tarde
viendo la televisión.
Don Juan ya estaba en la mesa, él sí tenía que ir a trabajar. Laboraba en
Poza Rica y se encargaba de surtir a algunos mercados de frutas y verduras,
así que se la pasaba todo el día en su combi manejando. Rápido doña
Esthela le preparó un par de enormes hot cakes con mucha mantequilla,
cajeta y miel de abeja, además, claro, de su cafecito negro hirviendo.
—Así lo toma mi papá —dijo Mako—. Bien caliente y sin una pizca de
azúcar, ni leche ni nada, sólo el café negro.
—¿Y a ti cómo te gusta, muchacho? —le preguntó don Juan.
—También así, negro, pero que no esté tan caliente, a veces hasta le
pongo un hielo para que no me queme —los señores Campos rieron. Don
Juan terminó rápido su desayuno y presuroso se despidió de su mujer y
salió de la casa, Mako notó, al salir don Juan, que aún estaba oscuro afuera,
checó su celular y eran apenas las cuarto para las cinco.
—¡Es bien temprano! —se dijo.
—Sí, mijo, pero también te dormiste muy temprano. ¡Ni siquiera
cenaste! —doña Esthela se sirvió café y se puso a ver las noticias matutinas
en el televisor, Mako la acompañó.
—¡Los hot cakes estaban riquísimos, señora Esthela, muchas gracias!
—le dijo.
—Bueno, tú también ayudaste —le contestó ella. Pasaban los minutos y
a Mako le aburrían las noticias, sólo hablaban de cosas de Veracruz que él
desconocía, así que mejor subió y aprovechó para meterse a bañar; ya
cuando salió, sus amigos habían bajado a desayunar, así que se vistió y bajó
a acompañarlos.
—Y bien. ¿Qué vamos a hacer hoy? —les preguntó en la mesa.
—Pregúntale a Quintana, él es el que hace el itinerario —dijo Rigo.
—Pues anoche no te quejabas —inquirió Quintana recordándole a
Marla con una sonrisa en complicidad a lo que todos rieron.
—¿Por qué no van a Poza Rica a buscar a las muchachas? —dijo doña
Esthela, Campitos se puso colorado.
—¿Cuáles muchachas, mamá?
—Pues las de la playa, hijito, Mako ya me lo contó todo —Mako tenía
una sonrisa de oreja a oreja, Campitos lo volteó a ver y le dijo un poco
serio:
—¡Ahora resulta que sí platicas!
Estaba decidido, volverían a Poza Rica. Quintana, Campitos y Rigo
subieron a bañarse y alistarse, Mako se quedó con Anita y su mamá
recogiendo todo lo que habían usado y lavando.
—¿Tú no quieres venir? —le dijo Mako a Anita.
—No, gracias. ¡No voy a andar paseando con mi hermanito y sus
amigos! Aparte Carlos vendrá a comer.
Tomaron una ruta diferente hacia el Hotel Poza Rica Inn donde se
hospedaban Alma, Marla y Nadia, con quienes antes se comunicaron y los
invitaron a la alberca del hotel. Por esa ruta había más vegetación, Mako iba
de nuevo pegado a la ventana viendo todo cuanto podía, no tardaron ni
treinta minutos en llegar. El hotel era muy bonito, la alberca era pequeña
pero tenía servicio de bar, así que ahí se pasaron la mañana, jugando,
platicando y tomando algunas bebidas.
Los papás de Alma los invitaron a comer en el restaurante del hotel,
degustaron unas jaibas riquísimas, tostadas con ceviche, caldo de camarón y
caldo de pescado y claro, no podían faltar las micheladas, todo un festín.
Al terminar de comer, las muchachas subieron a su habitación a bañarse
y alistarse para salir, los jóvenes las esperaban a la orilla de la alberca
tomando el sol, esta vez, Mako sí se dejó poner bloqueador por Nadia ante
las risas de Quintana y de los demás que no habían notado antes lo rápido
que Mako había sanado.
—Oye, Capi, ya no se te nota nada —le dijo Quintana.
—No, la mamá de Campitos tiene muy buena mano- aseguró Mako.
Salieron los siete del hotel y se fueron caminando por las calles de Poza
Rica, ya eran casi las tres de la tarde. Fueron a la plaza un rato, esta vez no
había cuervos ni sombras, Mako lo estuvo revisando y Rigo también.
Fueron a algunas tiendas, las muchachas hicieron algunas compras y así se
pasaron la tarde, cerca de las seis de la tarde las muchachas les pidieron que
las acompañaran a su hotel, ya se tenían que ir. Rigo y Campitos accedieron
gustosos, pero Quintana le dijo a Mako en voz baja:
—Mejor vamos a una cantina, habíamos dicho que iríamos a una la
próxima vez que viniéramos.
—Tienes razón —dijo Mako—, pero no las podemos dejar ir solas.
—Deja que vayan ellos y vámonos nosotros a alguna cantina —Mako
estaba indeciso. Por un lado no quería dejar ir a Nadia sin acompañarla,
pero tampoco quería dejar sólo a Quintana, además él había estado todo el
día prácticamente sólo como acompañante, ya que cada muchacha iba con
alguno de ellos, entonces Mako se acercó a Nadia y le dijo—: Déjame
acompaño a Érick, quiere ver más cosas y la verdad todo el día ha estado
solamente detrás de nosotros.
—Sí, Marco, no te preocupes —le dijo Nadia.
—Rigo y Juan irán con nosotras y seguiremos en contacto, como quiera
tan pronto lleguemos al hotel seguro los papás de Alma nos estarán ya
esperando.
—Muy bien, gracias Nadia —ambos se despidieron con un beso y
Mako se fue con Quintana a recorrer las calles, claro, no sin antes avisarle a
Rigo y a Campitos y asegurarles que los alcanzarían temprano en la casa.
Había cantinas por doquier, pero querían entrar a alguna que no se viera
tan mal, así que tardaron como una hora en decidirse cuando al fin
estuvieron de acuerdo en entrar a un lugar: parecía una típica cantina de
alguna película, buena música, muchas mesas ocupadas, hombres tomando,
algunos jugando cartas o dominó, un par de damas en la barra acompañando
a quienes les invitaran alguna bebida y un cantinero alto, fuerte y barrigón.
—¿Una mesa, muchachos? —les dijo el cantinero.
—Sí, por favor, sólo seremos dos —le dijo Mako.
—No cobramos por silla —le dijo riendo el cantinero, en eso, una
mesera les indicó el camino hacia una mesa sola.
—¿Qué van a tomar, galanes?
—Tráenos un par de tarros grandes con cerveza oscura de barril —le
dijo Quintana.
—Dos tarros para los jóvenes —le gritó la mesera al cantinero.
Mako y Quintana degustaban plácidamente sus cervezas, platicaban de
lo bien que se la estaban pasando y lo mucho que les faltaba aún.
—¡Mañana iremos al Tajín! —Mako estaba emocionado, la arquitectura
prehispánica era su pasión. Había leído mucho sobre ella y la cultura de sus
ancestros, sin embargo nunca había conocido unas ruinas arqueológicas y
esas en especial eran de su total interés. Quintana le platicaba sobre los
sitios arqueológicos que él ya había conocido con sus papás, Chichen Itzá,
Teotihuacán, el Templo Mayor de la Ciudad de México, Tulum, eran los
que Érick Quintana recordaba. Le describía a Mako cada uno de ellos,
Mako lo escuchaba atentamente aunque Quintana platicaba sin demasiado
interés ya que sus viajes habían sido meramente turísticos, no culturales.
Pasaban las horas y los tarros de cerveza y escuchando las típicas
canciones mexicanas, Cielito Lindo unió en un canto a todos los clientes del
lugar, fue un momento muy grato, los parroquianos chocaban sus tarros y
las meseras servían más y más jarras de cerveza, pero llegó la hora entonces
de hablar de mujeres, Quintana era a quien más efecto le estaba haciendo el
alcohol y comenzó a platicar.
—Esto no se lo he platicado a nadie, mi Capi, pero te lo voy a decir a ti,
sólo porque tú nunca dices nada, así que no eres un peligro —ambos rieron
fuertemente y Quintana casi se va de espaldas, pero afortunadamente su
silla estaba muy cerca de la pared— Bueno, ya en serio. ¿Tú crees que soy
un mamón? —le dijo Quintana a Mako quien respondió:
—La verdad no, Érick, simplemente creo que te quieres hacer el difícil,
pero en el fondo eres buena persona, buen amigo —Quintana ya tenía los
ojos llorosos por los efectos de la bebida.
—Pues sí soy un mamón, pero tú eres a todo dar, por eso me lo dices,
pero te voy a platicar, verás, hace menos de un año Perlita y yo perdimos un
bebé —Quintana comenzó a llorar, mientras Mako se quedó paralizado, se
cambió de silla junto a él y lo abrazó.
—¡¿Pero cómo, Érick?! ¡Lo siento mucho! ¿Qué fue lo que pasó? —le
dijo.
—Ella estaba embarazada, tenía apenas tres meses y lo abortó…
¡Abortó a mi hijo! ¡Yo quería que tuviéramos a mi hijo! —decía Quintana
entre llantos y gritos, Mako lo trataba de calmar.
—Bueno, ya habrá otra oportunidad, tal vez no estaban preparados, aún
son muy jóvenes —le dijo.
—¡No, quítate! —Quintana empujó a Mako y lo hizo caer al suelo,
Mako se levantó de inmediato y le dijo:
—Cálmate Érick. ¡Cálmate! No pasa nada.
—Te digo que soy un mamón, Mako, no merezco ser tu amigo, yo no
debería de ser amigo de nadie, déjame sólo —y lo volvió a empujar. Mako
se levantó de nuevo y le dijo tratando de conservar la calma. Espérame, voy
al baño —y al baño se dirigió mientras pensaba que ya era hora de irse,
pues su amigo ya se había pasado de copas, sin embargo, ¿cómo decirle que
ya se fueran cuando estaba platicando algo tan delicado? Ya adentro del
baño de hombres, en la barra del urinario, un tipo se le acercó, era alto,
como de un metro ochenta de estatura, bastante fornido y una larga y medio
canosa cabellera se asomaba por debajo de su viejo y arrugado sombrero de
cuero.
—Yo te puedo ayudar con tu amigo —le dijo a Mako, quien trataba de
no responder.
—¿Sabes? Soy un buen psicólogo.
—No, gracias, ya nos vamos —se limitó a decir Mako, se fue a lavar las
manos y regresó a su mesa, Érick estaba muy serio y alcoholizado, parecía
que comenzaba a vencerlo el sueño y entonces Mako le dijo—: Érick,
vámonos, había un tipo en el baño que me da muy mala espina y aparte ya
se está haciendo de noche —Érick estaba a punto de levantarse cuando el
tipo llegó a la mesa y se sentó.
—¿Cómo les va? ¿Me invitan una cerveza? —Quintana sólo se le quedó
viendo extrañado al tipo, pero Mako le dijo:
—No, ya nos vamos. Levántate, Érick —en eso el tipo le dijo a
Quintana:
—Muchacho, espera, soy un buen psicólogo, he escuchado lo que le
platicas a tu amigo, te puedo ayudar, te puedo dar algunos consejos.
—¡No, gracias! —respondió Mako.
—¡Espérate, déjalo que me diga! —le dijo Quintana, Mako comenzaba
ya a desesperarse y a molestarse por la presencia del viejo.
—Érick, ya nos tenemos que ir. ¡Vámonos por favor! —le dijo mientras
trataba de levantarlo de su silla jalándolo del brazo.
—¡Espérate, te digo! —insistía Quintana.
—¿Por qué se tienen que ir tan rápido? ¿Andan solos? ¿Vienen de lejos?
¡Ya se! Podemos ir a mi casa, ahí tengo cervezas. ¡Se pueden quedar a
dormir si quieren! Sirve que no anden caminando por las calles oscuras tan
noche, es peligroso.
—¡Ya le dije que no! —Mako alzó la voz y golpeó la mesa derramando
las cervezas que aún quedaban, Quintana se sorprendió de verlo, nunca
había visto a Mako reaccionar así, Mako entonces sujetó al tipo de su
camisa, lo levantó y acercándolo a su cara le dijo—: Ya te dije que no por
las buenas. ¿Cómo quieres que te haga entender? —el tipo sonreía con una
mirada maliciosa mostrando una descuidada dentadura con algunos
refuerzos metálicos en la parte frontal, en eso interrumpió el cantinero.
—A ver, ellos estaban muy a gusto ahí sentados y tu llegaste a
molestarlos.
—Sólo los quiero ayudar —dijo el tipo.
—¡Sal de mi cantina ahora mismo! ¿O quieres que te saque yo? —le
dijo el cantinero.
—Está bien, ya me voy. No hay por qué ponerse tan agresivos —dijo el
fulano. El tipo salió de la cantina con una maliciosa sonrisa en su rostro, el
cantinero les invitó un par de cervezas más a los amigos y les pidió
disculpas.
—Nunca había visto a ese hombre por aquí —les dijo.
—Gracias por las cervezas, pero ya nos vamos —le dijo Mako, mientras
Quintana ya estaba en un estado muy necio.
—¡Deja me la acabo, es mi cerveza! —decía apenas pudiendo
pronunciar las palabras.
—¡Érick, no te quiero llevar cargando, ya vámonos, es muy tarde, los
papás de Campos se van a preocupar! —pero a Quintana parecía no
importarle, sólo se levantó al baño y Mako aprovechó para verter casi toda
la cerveza de Quintana en un vaso vacío y entregárselo a la mesera junto
con el de él, cuando Quintana volvió ni se acordaba de la cerveza que le
quedaba.
—Vámonos —sólo dijo sosteniendo apenas el paso, Mako le dejó algo
de propina a la mesera quien se despedía coquetamente.
—¡Vuelvan pronto, muchachones! —les dijo sonriendo y guiñando el
ojo.
Caminaban por las calles oscuras de Poza Rica, Mako tenía que llevar
abrazado a Quintana para que pudiera caminar bien, pero en ocasiones, el
peso de Quintana los hacía tropezar a los dos mientras zigzagueaban por la
calle. Mako se sentía muy angustiado y aún molesto, no estaba molesto con
Quintana pues entendía que estaba muy alcoholizado, estaba molesto
consigo mismo porque no le gustaba perder la paciencia, no le gusta ser
agresivo y en ese momento, en la cantina, estuvo a punto de perder el
control.
Mako sentía que los seguían, volteaba hacia atrás constantemente,
pensaba que el tipo de la cantina los pudo haber esperado a que salieran, se
sentía nervioso, pero después se sintió algo aliviado al ver que se acercaba
una patrulla.
—¿Todo bien, hijo? —preguntó uno de los oficiales a bordo.
—Sí, oficial, sólo se pasó un poco de copas mi amigo.
—Más que un poco, ¿no? —reían los oficiales mientras Quintana se
había zafado del brazo de Mako y se recargaba en el tronco de un árbol
volteando hacia atrás, hacia la calle por el camino que habían recorrido,
Mako aprovechó para acercarse a la ventana de la patrulla.
—La verdad es que creo que un tipo nos anda siguiendo —les dijo—.
Es alto, delgado pero fuerte, cabello largo, medio canoso, lleva un sombrero
y botas de cuero, por si lo llegan a ver.
—Vamos a dar una vuelta a ver si lo vemos, hijo, permanezcan juntos y
cuídense mucho, vamos a volver a pasar.
—Muchas gracias, oficial —Mako se despidió de los oficiales mientras
la patrulla se alejaba, echó un vistazo hacia atrás a ver si veía a alguien,
pero no veía ni una persona cerca, escudriñó cada rincón, pero no, no había
nada—. Bueno, vámonos, Érick —dijo, pero cuando volteó hacia el árbol
Quintana ya no estaba—. ¿Érick? ¡Érick! —comenzó a gritar y comenzó a
avanzar hacia la parada de camiones, avanzaba lentamente buscando por
todos lados, incluso debajo de los coches estacionados; lo invadió la
angustia mientras caminaba en la noche oscura cuando finalmente llegó a la
parada de camiones donde había un par de ellos estacionados esperando
gente que los abordara—. Disculpe, señor, ¿no vio a un muchacho güerito,
de mi estatura, que andaba bien borracho? —le preguntó Mako a los
choferes que estaban platicando en la parada.
—No, hijo, pero si quieres asómate a los camiones, ya subieron varios
—Mako subió a cada uno, no había rastros de Quintana, se asomó en cada
hilera de asientos y nada, al bajar del segundo camión, tremendo susto se
llevó al toparse de frente al tipo de la cantina.
—¿Se te perdió algo? —le preguntó.
—¿Dónde está Érick? —le dijo Mako, empujándolo del pecho con
ambas manos —si le hiciste algo, te juro que… —en eso interrumpieron los
choferes.
—¿Qué está pasando aquí? —al momento iba pasando también la
patrulla y todos voltearon hacia la calle al notar las luces rojas y azules de la
sirena que eran bastante cegadoras, Mako intentó detener al tipo para
entregárselo a los oficiales pero cuando volteó ya no estaba.
—¿A dónde se fue? —le preguntó a los choferes.
—¿A dónde se fue quién? —dijeron ambos.
—¿Cómo que quién? El tipo que estaba aquí… ¡El del sombrero!
¡Ustedes lo vieron!
—Hijo, creo que has tomado demasiado —contestó uno de los choferes,
en eso bajó uno de los oficiales de la patrulla que se había estacionado
llevando a Quintana abrazado.
—¡Érick! —Mako corrió y abrazó a su amigo—. ¿Dónde estabas?
—Espero que cuides mejor a tu amigo la próxima vez —le dijo el
oficial—. Ya iba de regreso a las cantinas —agregó, Mako se limitó a
agradecerles. Ambos subieron a uno de los camiones y emprendieron el
regreso.
—Perdóname, Érick, te perdí de vista —le dijo Mako, casi llorando, a
Quintana, quien le respondió:
—¿De qué hablas? ¡Me dijiste que nos veríamos de nuevo en la cantina!
—Érick, yo no…
—Sí, me dijiste que allá te esperara, que habías cambiado de opinión y
que iríamos a la casa del psicólogo ese —Mako se quedó mudo.
—Érick, yo no… bueno olvidémoslo, será mejor que los papás de
Campos no estén muy preocupados, ya es muy tarde.
Llegaron a la casa, doña Esthela salió corriendo cuando Ana y Carlos
les avisaron que Mako y Érick ya venían caminando por la calle.
—¡Hijitos!, ¿Dónde estaban? —les preguntó la señora. Perdón, doña
Esthelita, perdimos la noción del tiempo, apenas alcanzamos el penúltimo
camión.
—Bueno, ya están aquí. ¡Pero no me anden dando esos sustos, canijos!
Métanse a cenar.
—No, gracias, doña Esthela, creo que nos iremos directo a dormir —al
entrar a la casa estaba don Juan viendo la televisión.
—¿Ves, vieja? Te dije que no te preocuparas —ya en el cuarto, Rigo y
Campitos de inmediato los abordaron.
—¿Dónde andaban, cabrones? ¿Por qué tardaron tanto?
—Estábamos en una cantina, pero se nos hizo tarde, perdón, no nos
dimos cuenta —decía Mako, en ese momento Quintana salió corriendo de
la habitación hacia el baño, se escuchaban los ruidos que hacía hincado
frente al ídolo de porcelana.
—Ya veo por qué se les hizo tan tarde —dijo Rigo—. A ver si no se
levantan muy crudos —agregó, los tres se dispusieron a dormir, Mako aún
estaba despierto cuando escuchó que sonaba la regadera, Quintana aún no
salía del baño, así que abrió su maleta para escribir un poco mientras tenían
aún la luz prendida, pero la libreta no estaba. Buscó por toda la maleta,
buscó en la cama y sólo encontró su lapicero.
—¡No puede ser! ¿Qué más va a pasar hoy? —se preguntaba, decidió
no preocuparse y buscar mejor por la mañana, así que apagó la luz y se
acostó, se quedó dormido de inmediato, pero enseguida sintió que su cama
temblaba, como si alguien tratara de levantarlo, Mako se esforzó para no
abrir los ojos, estaba seguro que estaba despierto, pero de alguna manera no
dejaba de estar dormido. Era un lapsus extraño, sentía algo de agresividad,
se volteó boca arriba, juntó sus manos al pecho y trataba de hacer fuerza
para levantarse pero era inútil, sentía que algo extraño le impedía moverse,
él no era nada religioso pero en ese momento sentía una enorme necesidad
de rezar, como que de esa manera podría quitarse esa presencia de encima.
No lo lograba, luchaba por moverse, quería ponerse de pie para encender la
luz pero se sentía impedido, batallaba ya para respirar, se sentía agitado, se
ahogaba. En eso Quintana recién entraba al cuarto, Mako sintió cuando
Quintana prendió la luz aun teniendo los ojos cerrados, Quintana aún algo
mareado se puso rápido un short, apagó la luz y se acostó comenzando a
roncar ligeramente casi de inmediato. Mako entonces se sintió aliviado, la
presencia se esfumó, abrió los ojos tratando de no pensar en nada, de vaciar
su mente, dejarla en blanco cuando aún agitado sólo los sonidos del silencio
lo arrullaban.
Visita al Tajín
Llegó al fin el martes. Rigo y Campitos se despertaron temprano y bajaron
a desayunar, vieron un rato la televisión mientras comían, lavaron sus
platos, recogieron todo y subieron de nuevo a la recámara, Mako y
Quintana seguían profundamente dormidos, Quintana incluso roncaba
bastante fuerte, así que Rigo se puso a enviar mensajes a su mamá mientras
sus amigos se despertaran. Campitos jugaba con su celular, no había mucha
prisa, el Tajín quedaba cerca y no era necesario llegar tan temprano.
Al fin Mako y Quintana despertaron, ya pasaban de las diez de la
mañana, bajaron a desayunar mientras Rigo y Campitos, en cambio, ya se
metían a bañar para comenzar a alistarse.
—Érick, ¿lo del bebé fue de verdad? —preguntó Mako en pleno
desayuno.
—¿Te conté eso? Ni me acuerdo. ¡No me acuerdo de nada! —dijo
mientras reían—. Pero sí, Perla y yo perdimos un bebé, pero no se lo digas
a nadie, sus papás ni se llegaron a enterar que estuvo embarazada, sólo una
amiga de ella sabía y fue quien la ayudó con todo cuando se puso mal,
inventaron una pijamada en casa de Aurora y se quedaron todo el fin de
semana mientras Perlita se recuperaba, yo también estuve ahí, nunca le dejé
sola.
—¿Pero los papás de Aurora no dijeron nada? —preguntó Mako.
—Aurora vive con otras dos amigas, todas son de Reynosa, así que
viven solas, sólo están en Monterrey por la Universidad, así que los papás
creo que nunca sospecharon nada, al menos eso creemos.
—Bueno, cambiemos de tema, entiendo que eso es algo que no quieres
estar platicando —le dijo Mako—. ¿De qué sí te acuerdas?
—¿De anoche? —le preguntó—. Pues, la verdad de casi nada —ambos
rieron de nuevo—. La mesera estaba muy bien, eso sí me acuerdo, tenía un
muy buen escote —no paraban de reír.
—Entonces, ¿tampoco te acuerdas del viejo del sombrero?
—Creo que sí —respondía Quintana—. Me acuerdo de que te enojaste
con un señor, creí que se iban a pelear pero llegó el cantinero y lo corrió.
—¡Vaya! Al menos recuerdas eso.
—¿Por qué te querías pelear, Mako?
—Lo que pasa es que el tipo quería que lo invitáramos unas cervezas, es
más, hasta quería llevarnos a su casa. Y por más que yo le decía que no,
seguía insistiendo. ¡Quería convencerte a ti aprovechando que estabas bien
borracho y necio!
—Bueno, bueno, pero no pasó nada, ¿verdad? —dijo Quintana, Mako
ya no quiso seguir con el tema, terminaron de desayunar tranquilamente.
Mako subió entonces para ducharse, Quintana se quedó viendo la
televisión, él sentía que con el baño de la noche anterior había tenido
suficiente, así que sólo los esperaría, Rigo y Campitos ya bajaban y se
quedaron en la sala con Quintana.
Cuando Mako salió de bañarse, recordó que no había encontrado su
libreta así que la empezó a buscar por todos los rincones de la recámara,
entre las sábanas de la cama… ¡Hasta levantó el colchón!. No la veía por
ningún lado. Quintana entró al cuarto a cambiarse de ropa.
—Carlos y Anita van a ir con nosotros —dijo.
—Ah, qué bueno —contestó Mako, sin prestarle mucha atención.
—¿Qué buscas? —preguntó Quintana.
—Es que no encuentro mi libreta, nunca la había perdido, tiene que
estar por aquí, estoy seguro que no la he sacado de esta recámara —
Quintana, mientras escogía la ropa que se iba a poner, sacó de su maleta la
libreta de Mako.
—Perdóname, quería tratar de leer algo —le dijo mientras se la
mostraba.
—¿Cómo que querías tratar de leer algo? ¿Qué te pasa, güey? ¿Por qué
me quieres complicar todo siempre?
—¡Cálmate, Mako, no es para tanto!
—Claro, para ti es fácil, todo es fácil, pero constantemente pones a
prueba mi paciencia, primero me hiciste correr detrás de la camioneta
cuando íbamos a la playa, luego en el bar, hasta me tiraste al suelo cuando
yo sólo trataba de animarte. ¡Ahora me escondes mis cosas! ¿Qué te hago
yo? ¡Sólo trato de que la pasemos bien! —Mako nuevamente perdía el
control, Quintana le dijo:
—No tienes que quedar siempre bien con todos, tampoco te hagas la
víctima «San Marquitos» —Rigo iba entrando al cuarto y de inmediato notó
la tensión.
—¿Qué se traen ustedes? —les preguntó mientras ambos ya molestos se
quedaban callados.
—Mako está llorando porque no encontraba su libretita, yo la tenía pero
ya se la di y todavía sigue llorando —Mako prefirió no responder y se puso
a vestirse—. Ya, Mako, sólo quería saber si podía leer algo de lo que
escribes, hombre. Tenía curiosidad, es todo —le dijo Quintana, mientras
aprovechó el descuido de Mako que se ponía una playera y le arrebató de
nuevo la libreta.
—¡Devuélvemela, Érick, qué te pasa! —le dijo Mako más molesto.
—Bueno, pero léenos un poco, anda, ya deja de ser tan misterioso.
Somos amigos ¿no?
—Sí, Mako, ándale, léenos algo —agregó Rigo, Mako aún estaba muy
serio, pero con el cambio de actitud de Quintana y sobre todo la insistencia
de Rigo terminó por acceder.
—Está bien —dijo Mako—, pero con la condición de que no volverán a
agarrar mi libreta —Rigo y Quintana estuvieron de acuerdo. Mako tomó su
libreta y tras un par de hojeadas escogió uno de sus poemas, uno corto que
no fuera tan complicado y citó:
Mi refugio vuelve a ti,
triste soledad amada,
nunca antes tan vacía,
en silencios abnegada.
En un sueño presuroso,
fue gustosa la esperanza,
tibio son de mis anhelos,
basta paciencia que no alcanza.
Sin reclamos por el dolo,
no me alejes de tu esencia
que fue más en su presencia
cuando me sentí tan solo.
Cruel final a mi desliz,
mi destino acusador,
con qué derecho soñador
pretendiste ser feliz...?

Rigo y Quintana se quedaron con los ojos abiertos.


—¡Qué es eso, Mako! —se burlaba Quintana.
—¿Ves? Por eso no quiero que nadie lea mis cosas —dijo mientras
guardaba de nuevo su libreta.
—Escribes bien, Mako, perdón, pero no sé, no me lo esperaba.
—¿Qué te esperabas entonces? —Quintana sólo se encogió de hombros,
Mako salió del cuarto y se fue a la sala con Campitos.
—Pues a mí sí me gustó, aunque está un poco confuso, enredado ¿no?
—dijo Rigo.
—¿Qué cosa?
—¡Pues el poema de Mako! —escribe bien, pero no sé, creí que escribía
sus aventuras misteriosas, aunque el poema es bueno, pero no sé, jamás se
lo podría decir.
—¿Por qué? —preguntaba Rigo.
—No sé. ¿Para qué? Es más divertido echarle carrilla —decía Quintana.
Ya todos estaban listos, esta vez irían todos en camión ya que Carlos
andaba a pie, así que se fueron a la parada de camiones donde había un niño
arrojando piedras al camino en lo que esperaba su transporte. Mako estaba
un poco serio y alejado de los demás, no estaba de muy buen humor, de
repente, una piedra le golpeó fuertemente en una de sus piernas, Mako
volteó furioso a ver al niño que al sentir esa mirada, fue soltando
lentamente las piedritas que traía en la mano y dándose media vuelta para
evitar esa incómoda mirada, bajo la sombra de la parada de camión, todos
los demás reían al ver la escena, lo que en verdad pasó fue que la piedra que
golpeó a Mako había salido disparada del camino al ser machucada por la
llanta de un coche que acababa de pasar.
Subieron todos al camión, esta vez Mako se fue al final evitando a los
demás, quería estar solo. Rigo volteó a ver a Quintana y le dijo:
—¿Ya ves lo que provocas, ahora ve y habla con él?
—¡No! ¡No vaya a ser que me tire un golpe! —bromeaba Quintana,
pero en eso Carlos se agregó a la plática:
—Los verdaderos amigos están cuando deben estar —le dijo a
Quintana, quien quería que se lo tragara la tierra, se le quedó viendo a
Carlos con un semblante de sentirse regañado, Carlos sólo le guiñó un ojo y
con la barbilla le indicaba que fuera con Mako. Quintana se levantó de su
lugar y fue a buscar sentarse al lado de Mako.
—No estés molesto, Mako, ya sabes que yo soy así, pero no es mi
intención hacerte sentir mal, perdóname —Mako sólo volteó de reojo y le
dijo:
—Estoy bien.
—¿Me puedo sentar aquí contigo? —le preguntó Quintana.
—Como quieras —le contestó Mako—, ya casi llegamos —agregó.
Llegaron al Tajín, Carlos y Anita se adelantaron.
—Los esperamos en donde están los voladores —les dijo Ana; los
famosos voladores de Papantla presentaban su descenso varias veces al día,
pero cerca del mástil que utilizaban para su acto había algunos puestos de
artesanías del lugar, artesanías que Anita quería ir a ver, total, ellos ya
conocían el museo y las pirámides.
Entrando al Museo, el humor de Mako mejoró, se sentía maravillado
por la arquitectura de Teodoro González de León, cómo había logrado
mezclar los volúmenes prehispánicos y sus colores, con la arquitectura
moderna, estaba impresionado, luego con cada pieza del museo,
especialmente con una maqueta a escala de todo el complejo del Tajín y se
quedó también leyendo sobre la pared, la leyenda del «trueno viejo» que le
dio nombre al lugar. La descripción de la cultura totonaca, el final de la
gran ciudad, su redescubrimiento, en fin, Mako pudiera quedarse ahí todo el
día. Rigo, en cambio, no se cansaba de tomar fotografías, Campitos y
Quintana ya los esperaban impacientes afuera del museo pues querían
comenzar el recorrido.
Se dirigieron entonces hacia el mástil de los voladores de Papantla, no
había espectáculo en ese momento, pero aprovecharon para entrar a las
tiendas de artesanías donde alcanzarían a Carlos y Anita. Mako estaba
impaciente ahora si por comenzar el recorrido por las pirámides, así que
salió pronto de las tiendas y se sentó en una escalinata a esperar a los
demás, mientras contemplaba el mástil de los voladores; Quintana lo
alcanzó.
—¿Ya se te pasó el enojo, Mako? —le preguntó.
—No estoy enojado, Érick y menos contigo, es sólo que me puso de
malas el tipo de anoche en la cantina y aparte… —se detuvo por un
momento, pero Quintana le insistió:
—¿Aparte qué?
—No, nada importante, sólo que no podía dormir hasta que tú te
acostaste también.
—¿Qué pensabas que me iba a ahogar en la regadera? —Quintana reía.
—No, para nada, ya bastante ahogado estabas —le dijo Mako mientras
ambos reían alegremente, pero Mako aún no olvidaba que antes de dormir
había sentido una presencia extraña, algo diferente que lo angustió.
Cuando salieron todos de las tiendas Carlos y Ana les preguntaron que
si no querían comer primero, pero los chicos no tenían hambre aún, así que
se separaron, los cuatro fueron a comenzar el recorrido mientras Carlos y
Ana se iban a buscar algo de comer.
Tan pronto entraron al recorrido, los cuatro se quedaron impresionados
ante la Pirámide de los nichos, un monumento colosal de una perfección
inigualable, única en el mundo. Mako sabía mucho sobre ella, sobre los
nichos que representaban los 365 días del año, sobre su orientación, sobre
cómo debió estar adornada en sus años de gloria, no podía dejar de
admirarla, sentía una emoción indescriptible, Campitos le dijo:
—Vamos, falta mucho por recorrer.
—Si quieren adelántense, yo prefiero llevar mi paso —Mako le
contestó, así que los otros tres se dispusieron a seguir recorriendo cada
monumento, cada templo. Tajín el chico, que era la parte administrativa de
la ciudad: Mako subió una escalinata, cerca de la Pirámide de los nichos
donde había un grupo de turistas que escuchaban atentamente las
explicaciones de uno de los guías del lugar: un señor alto, delgado pero
fuerte, de cabello largo y completamente cano que vestía ropas blancas de
una manera muy sencilla y sandalias, llevaba también un pequeño morral a
la espalda, sombrero de paja y se amarraba el pantalón con un cordón de
ixtle, todo un lugareño autóctono, a Mako le causaba mucha admiración por
algún motivo, se sentó cerca del grupo para alcanzar a escuchar un poco al
guía quien describía algunos de los elementos de la Pirámide de los Nichos,
su orientación, sus formas, el uso religioso que se le daba de parte de los
sacerdotes y las costumbres del pueblo totonaca, Mako cerró los ojos
escuchando y vislumbrando todo aquello, era como viajar en el tiempo sin
un momento distinto o como viajar en el espacio sin moverse del lugar,
pronto fue perdiéndose en sus pensamientos, la voz del guía era
hipnotizante, somnífera, la cabeza de Mako comenzó a dar vueltas hasta
que empezó a perderse en un profundo sueño.
Repentinamente Mako despertó, lo que veía era simplemente
impresionante, la Pirámide de los nichos en todo su colorido esplendor, el
lugar estaba lleno de gente que vestía ropas muy sencillas, predominaba el
blanco, algunos rojos y amarillos, la mayoría con sandalias, algunos
descalzos, los niños desnudos, no parecían turistas, pero sí había gente de
todo tipo, morenos y blancos predominaban, algunos tenían la cabeza
extraña, algo alargada y sus ojos eran más rasgados de lo común, de pronto
al ver cada edificio, veía que estaban en perfecto estado, era una ciudad
muy colorida y mucho más grande de lo que había visto al principio, había
muchas más pirámides, templos y palacios, a lo lejos se veían casas de la
gente del lugar pero se confundían entre los árboles, estaba simplemente
impresionado.
Pero todo eso no podía ser. El Tajín era una ciudad en ruinas, él mismo
acababa de verlo. ¿Cómo es que de repente todo se transformó?
Entre la selva alcanzaba a apreciar algunos animales fantásticos, no los
podía apreciar bien por lo lejos, pero se veían muy coloridos, nada que
hubiera visto antes, había también muchos niños jugando en los
alrededores, algunos de ellos llevaban las vestiduras típicas de los voladores
de Papantla, Mako simplemente no podía dejar de admirar todo aquello, de
algún modo sabía que estaba soñando, pero era tan real, los jardines, las
fuentes, los caminos empedrados de maneras tan artísticas… Todo parecía
perfecto pero era imposible! Se le ocurrió voltear a verse sus propias manos
y se las veía claramente. «¿Quién ve sus propias manos en un sueño?» se
preguntó, aunque parecían extrañas, parecía como si su cuerpo se diluyera,
se evaporara, volteó a ver si aún estaba el grupito de gente que escuchaba al
guía, pero esa gente ya no estaba ahí, solamente notaba al guía hablando
hacia el vacío, pero de pronto volteó y miró fijamente a Mako con una
mirada de extrañeza, de asombro, como si el guía estuviera en el mismo
sueño, como si supiera lo que Mako estaba viendo. Cambiando su
semblante a un tono por demás amigable, el señor le dijo:
—Las clases no son gratis —Mako comenzó a escuchar risas y todo el
paisaje comenzó a diluirse, se difuminaba, la ciudad se mostraba en ruinas
de nuevo, la gente que había visto desaparecía, sólo quedaban los voladores
y el guía que le guiñaba un ojo, Mako sonrió mientras sacudía su cabeza
tratando de ver bien de nuevo.
—¡Claro! ¿Cuánto le debo?
—Estoy bromeando —dijo el señor—. Pero si quieres cooperar, la
cooperación es voluntaria —le dijo—. Sabía que me encontrarías —agregó
en un susurro… ¿o se lo dijo mentalmente? Mako estaba confundido, sintió
entonces una pequeña mano en su hombro. ¡Era Tochtli!
—No debí dudar de ti —le dijo—. Seguro serás un gran guerrero —se
acercó Juan, el amigo de Tochtli.
—Tú eres Juan, ¿verdad? —le preguntó Mako.
—No, ahora me llaman Coyolli.
—¿Coyolli? ¡Eso sí que no sé lo que significa, dime! —le dijo Mako.
—Coyolli es un cascabel en la lengua de los hombres —le dijo Tochtli.
—¿Y por qué ese nombre? —cuestionó Mako. Soy un cascabel de
guerrero, no un cascabel cualquiera, soy el grito de batalla, soy quien llama
a los aliados y hace temblar a los enemigos —respondió con un honorable
semblante de valentía.
—Veo que te agradan mis muchachos —dijo el señor mientras el grupo
de turistas se retiraba del sitio a continuar el recorrido, Mako se levantó de
inmediato y ofreciéndole la mano se presentó.
—Marco Juárez, señor, es un placer.
—El placer es mío, Marco, mis muchachos me hablaron de ti y de tus
amigos —mientras hablaba, Mako notó que el hombre llevaba el cayado
que le había devuelto a Tochtli—. Gracias por devolvérmelo —le dijo el
señor notando que la mirada de Mako se postraba sobre él.
—No, al contrario, gracias por ayudarnos, aunque en verdad no
recuerdo cuando me lo prestó —dijo Mako, intentando despejar algunas de
sus dudas.
—Estoy seguro de que tienes muchas preguntas, hijo. ¿Por qué no me
visitas después más temprano? Mañana tal vez —dijo, el señor, que le
inspiraba una total confianza y tranquilidad a Mako, quien aceptó sin
dudarlo.
—Claro, señor, mañana lo buscaré.
—¿Y cómo me encontrarás? —preguntó.
—No lo sé, simplemente lo encontraré —le respondió Mako ante el
beneplácito del guía.
Después de despedirse del señor y de los niños, Mako se apresuró a
continuar, sentía aún una gran emoción, sentía que todo había sido muy
real, no un simple sueño, como si se hubiera transportado a otra época por
algunos segundos, alcanzó entonces a los demás, los encontró mirando un
edificio que aún conservaba una parte de la pintura de su fachada y que
estaba muy bien protegido de la intemperie por una cubierta de palmito.
—¿Dónde andabas? —preguntó Campitos.
—Pues, la verdad no sé —respondió Mako con una enorme sonrisa y
ante la extrañeza de Campitos por la confusa respuesta.
Después de un buen recorrido regresaron al mástil de los voladores
donde Carlitos y Ana los esperaban, Mako aún iba maravillado de las cosas
que estaba viviendo, se sentaron junto a la pareja que les había apartado
lugar y les dieron algunos tamales que habían comprado, llevaban también
algunos dulces de frutas cristalizadas y cigarros de vainilla.
Comenzó el espectáculo, un hombre en lo más alto del mástil estaba
sentado tocando una hermosa música con instrumentos de viento, Mako no
alcanzaba a distinguir bien lo que estaba tocando, pero parecía ser una
especie de flauta, cuatro niños alzaban sus brazos saludando a los cuatro
puntos cardinales y lanzándose al vacío, atados de los pies, comenzaron el
descenso en círculos, era algo maravilloso, un espectáculo único y muy
relajante, a medida que los niños descendían al son del viento y de la
música, se iba abriendo la circunferencia que dibujaban en el aire; cuando
ya estaban lo suficientemente cerca. Mako los distinguió, eran Tochtli,
Coyolli y sus amigos, además, seguramente el hombre sentado en la cúspide
del mástil debía ser su maestro.
—¿Ya viste quienes son los niños, Carlos? —le dijo Mako, Carlos sólo
asintió con una sonrisa, como si ya lo supiera pero desairando un poco la
emoción de Mako, entonces éste le preguntó a Rigo—. ¿Ya viste quienes
son, Rigo?
—¿Quiénes son quiénes? —reviró Rigo.
—¡Los niños! ¡Fíjate bien! —Rigo enfocó mejor y los notó.
—¡Ah! ¡Son los niños del río! —dijo; Campitos y Quintana no tardaron
mucho en notarlo también.
Bajaron los niños al fin a tierra y mientras recorrían con unas canastitas
el lugar para recibir propinas de la gente, pasaron donde estaba el grupo,
saludaron gustosos, les dieron su propina cada quien y tras reunirse con su
maestro que ya bajaba del mástil, se acercaron de nuevo a saludar.
Carlos de inmediato se puso de pie con mucho respeto y ayudó a
levantarse a Anita, los cuatro amigos también se levantaron y saludaron uno
a uno a los niños y por último al señor.
—¿Qué gusto verlos de nuevo, Tochtli, él es tu maestro? —le preguntó
Rigo a Tochtli.
—Sí —respondió escuetamente.
—Olkan —se presentó el maestro extendiéndole la mano a Mako con
cierta complicidad, sabiendo que Mako no les había dicho a los demás que
ya se habían conocido, aunque en realidad, era la primera vez que
escuchaba su nombre.
—Mako —respondió el joven, uno a uno se fueron presentando con el
señor Olkan, era un hombre fascinante, algo tenía, una chispa que
contagiaba, se veía ya mayor por su cabello totalmente cano, sin embargo,
no se le veían arrugas, su cara estaba limpia incluso de vello también, se
veía en perfecto estado, al último que saludó fue a Carlos, con quien se dio
un fuerte apretón de manos, ambos parecían muy fuertes.
—Ya nos tenemos que ir, niños —los cuatro de inmediato se pusieron a
recoger sus cosas—. Fue un placer, señores, espero que hayan disfrutado el
espectáculo —Olkan se despidió.
—¡Le hubieras preguntado por el bastón ese! —dijo Rigo cuando ya se
habían ido.
—Tal vez después —contestó Mako.
Antes de regresar pasaron de nuevo a las tiendas de artesanías,
compraron algunos recuerdos para regalar cuando regresaran a Monterrey, a
Quintana le llamaban la atención especialmente los caracoles que estaban
en exposición, eran muy grandes y estaban pulidos, se veían relucientes,
pero el caracol que él había encontrado en la playa, aunque no estaba tan
arreglado, era mucho más llamativo y grande, así que estuvo preguntando a
los artesanos las técnicas que usaban para arreglar los caracoles, después
pasaron de nuevo al museo donde comprarían algunas cosas más, llaveros,
postales y algunas pulseras y collares.
Comenzaron a tomar el camino de regreso a la casa de los Campos, era
temprano aún, pero el día había sido bastante provechoso, Mako estaba
inusualmente feliz, con un carácter diametralmente opuesto al que tenía por
la mañana, abordaron el camión de regreso y al llegar a casa, Mako de
inmediato subió a la recámara, sacó su libreta y lapicero y se puso a
escribir; los demás veían televisión en el piso de abajo, sólo Quintana de
repente subió a ver qué tanto hacía Mako y cuando lo vio recostado
escribiendo le preguntó:
—¿Qué haces?
—Sólo escribo —dijo Mako.
—¿Ahora qué escribes? —preguntó de nuevo Quintana, Mako trataba
de no prestarle mucha atención.
—Sólo algunas cosas —Quintana se acercó un poco más y le arrebató
de nuevo su querida libreta—. ¿Ahora qué? —le preguntó Mako y Quintana
le contestó.
—Mako no me ignores, ya te pedí perdón.
—No te estoy ignorando, Érick, solo que no quiero que se me olvide lo
que quiero escribir, es todo.
—Bien —contestó Quintana y le regresó la libreta convencido—. Pero,
¿qué tanto escribes?
—Estoy describiendo todo lo que vi en el Tajín, la verdad me dejó
impactado, nunca hubiera imaginado que vería todas esas cosas que vi, no
puedo dejar ningún detalle y pienso volver, ¡tengo que volver! —decía
Mako con mucha emoción, a Quintana también le había gustado mucho el
lugar, pero no para emocionarse como veía a Mako, así que lo miraba
extrañado.
Mako terminó de escribir en su libreta y después tomó su teléfono
celular para conectarse a la red mientras Quintana se había recostado en la
cama de Campitos y Rigo esperando a que Mako le prestara algo de
atención.
—¿Ahora qué? ¿Terminaste de escribir en tu libreta y ahora escribes en
el teléfono? ¿No te cansas?
—No tardo, Érick, sólo son un par de comentarios en la página.
—¡Ah, lo olvidaba! Te tienes que reportar con tus amigos raros.
—¡Es un grupo de artistas! Pero bueno… ¡Sí son algo raros! Al menos
eso creo, no conozco a ninguno en persona.
—¿Cómo hicieron el grupo entonces?
—Pues un chavo hizo la página, se llama Sergio Barragán y estudia
arquitectura también, la idea de la página es juntar artistas de diferentes
disciplinas, jóvenes con talento que no tienen los recursos para fomentar sus
obras y tratar de producirlas por la red, es una idea muy buena, hay mucha
gente en la página, pero somos sólo once administradores. Sergio es uno, a
mí me acaban de invitar apenas en diciembre pasado, el día 12.
—¡Hasta la fecha te sabes! ¡Pero nunca te acuerdas ni de los
cumpleaños!
—Bueno, lo que pasa es que ese día se celebra a la Virgen de
Guadalupe.
—¡Pero tú ni siquiera eres religioso!
—No, pero también fue justo un día después del campeonato de Tigres.
¡Esa fecha jamás se me va a olvidar!
—Tenías que salir con tus Tigres. ¡No te recuerdo que mis Tuzos del
Pachuca ya les ganaron dos campeonatos nada más porque andas bien
contento quién sabe por qué!
—Sí, tenías qué mencionarlo, pero no importa, ahorita no me vas a
fastidiar con tus comentarios contra Tigres.
—No, ni es mi intención Mako, pero dime ya, por qué andas tan
contento, es decir, sí está muy padre el Tajín, pero no sé, algo traes.
—No sé, no sabría explicártelo.
—Pero si lo acabas de escribir, ¿por qué no podrías explicarlo?
—Bueno, sí, pero no sé, cuando estuvimos allá por unos minutos me
quedé dormido y algo pasó, sentí que estaba en otro lugar, no sé siquiera
cómo explicártelo, aún me siento muy emocionado y con muchas ganas de
volver y ver a más detalle todo aquello, los jardines, las fuentes, tantos
colores…
—¿Fuentes? ¿De qué estás hablando? Yo no vi nada de eso. ¿Seguro
que eran cigarros de vainilla lo que fumaste?
—No estoy seguro de nada —dijo Mako sonriente—. Por eso debo
volver y voy a volver.
Dijese algún día,
tal vez tratando de convencerme
si es difícil de explicar,
es algo fácil de entenderse.
Hoy no sé lo que pasó,
de nada me queda certeza,
sólo que me va a estallar el corazón
y tal vez también la cabeza.
No era más que un simple viaje,
no era más que conocer el mar
o ver ruinas entre el paisaje,
cuando viajas más allá
entre sueños, cantos y plumajes.
Me es difícil ser coherente
volveré con tantas dudas,
con la mirada plena, concienzuda,
en este mundo u otro diferente.
Un mundo diferente

La orden del cuervo


Ya era la mañana del miércoles, no tenían plan para ese día. Mako se
levantó muy temprano de nuevo, bajó a desayunar con los señores Campos
y en punto de las cinco de la mañana salió para tomar el camión hacia el
Tajín, estaba demasiado ansioso, así que mejor decidió ir caminando, tenía
que ver a Olkan de nuevo, tenía tantas preguntas que creía que él le podía
contestar y quería saber más de ellos, de lo que hacían, su cabeza era un
hervidero de pensamientos.
Llegó Mako al Tajín, aún no eran ni las seis de la mañana. El lugar
estaba aún cerrado al público, Mako se desilusionó un poco pero no podía
evitar la ansiedad que sentía, de hecho en ese momento no recordaba si
había desayunado o no, así que se sentó en el piso recargado en un muro a
esperar a que abrieran el lugar mientras escudriñaba pacientemente cada
rincón de alrededor en busca de Olkan o de los niños, pero nada, sólo
algunos vendedores ambulantes iban llegando cargando sus mercancías y
gente de limpieza del lugar.
Pasaban los minutos y sus párpados comenzaron a pesarle, Mako poco a
poco se quedó dormido, pero en sus sueños despertaba, veía de nuevo el
mundo que había visto un día antes, esta vez lo veía un poco más claro, no
había mucha gente aún, se levantó y comenzó a andar entre los edificios,
era simplemente impresionante, las pirámides en todo su esplendor, las
calles empedradas con magníficos diseños en el acomodo de las piedras y
hasta en los tonos de las piedras mismas, desde simples abanicos hasta las
típicas grecas escalonadas o xicalcoliuhquis, había pequeñas esferas
luminosas en las calles que parecían alimentarse con una especie de paneles
solares pequeños dispuestos en cada farola de piedra finamente tallada, el
colorido de cada edificio era espectacular, cada bajorrelieve, todas las
figuras que adornaban cada uno de ellos, los mármoles. Mako no podía
detenerse a observar cada detalle: grandes y hermosos jardines, flores por
doquier, en los templos había antorchas iluminando algunas ofrendas
florales y motivos acuáticos como conchas, caracoles y piedras de sal, por
todos lados encontraba grandiosos muros tallados en madera y muchos
adornos dorados, que al parecer eran de auténtico oro, estaba simplemente
impactado, se encontró también con algunos murales hechos de distintos
tipos de pequeñas piedras de colores, semillas, conchitas nacaradas y
cristales de cuarzo.
De repente sintió algo extraño, sentía que no podía desplazarse a placer,
como si le pesaran los pies y comenzaba a alejarse de la ciudad, cada vez
más, él trataba de no perderla de vista, quería regresar ahí, pero la ciudad se
iba alejando, sus esfuerzos eran infructuosos, la perdía de vista, ya sólo
alcanzaba a ver algunas luces, se fue perdiendo entre la maleza de la selva,
como si fuera corriendo en reversa, pero ya no veía sus manos ni su cuerpo,
poco a poco todo lo que veía era como un barrido de imagen, aunque notaba
también algún tipo de neblina que parecía seguirlo, pero de repente,
oscuridad total, el tiempo que pasaba era incierto, escuchó entonces un
fuerte golpe, como un portazo sólido y despertó.
—¿Dónde estoy? —se preguntó, estaba todo totalmente oscuro, se puso
en pie, notó que estaba metido en un baño muy pequeño, la puerta era de
madera pero sólida, encontró el encendido de la luz pero ésta no funcionaba
—. ¿Cómo llegué aquí? —se preguntaba—. ¿Alguien me ha traído? —
Mako esperaba paciente, sabía que de algún modo tendría que salir de ahí,
sólo registraba con el tacto todo el lugar ya que no había ni una ventana por
donde pudiera entrar algo de luz, sólo distinguía un aparato sanitario sin
tapa en el asiento ni en el tanque y un lavabo pequeño, había un rollo de
papel sanitario y un trozo de jabón. Pasaban los minutos y ya comenzaba a
perder la paciencia. ¿Quién lo llevó ahí?, ¿habrá sido Olkan?, ¿cuánto
tiempo llevaba ahí? No tenía la más mínima idea ya que había llegado
dormido y al despertar todo era oscuridad, no sabía si era de día o de noche,
qué tal si había dormido demasiado… ¿O qué tal si lo habían drogado y
llevaba ahí días! ¿Estarían preocupados sus amigos? ¿Lo estarían
buscando? Todo eso lo comenzaba a abrumar, pero procuró no hacer ningún
ruido para tratar de escuchar perfectamente lo que ocurriera del otro lado de
esas paredes. Escuchó que tocaban la puerta.
—Oye, tú, ¿sigues ahí? —se escuchó la voz de un hombre—. ¡Contesta!
—Mako no hacía ningún ruido, se limitaba a escuchar, una patada
estremeció la puerta solamente—. Ya aprenderás a contestar cuando te
hable —dijo el sujeto cuya voz, le parecía un poco conocida pero no estaba
seguro.
Se escuchó que tocaban a otra puerta más alejada, unos pasos, parecían
botas, se alejaban, se escucha que se abre una puerta y una voz de mujer.
—¿Está aquí? —preguntó.
—Sí, dígale a la patrona que yo lo cuidaré muy bien hasta que decida
qué hacer con él.
—¿Y estás seguro de que lo mantendrás aquí? —preguntó la mujer de
nuevo.
—¡Claro que estoy seguro! Nadie nos vio, de aquí nadie lo podrá sacar.
—Eso ya lo veremos, yo creo que saben que está aquí.
—¡Claro que no, señorita! —respondió el hombre con mucho respeto,
aunque algo exaltado y cerró la puerta cuando la mujer se despidió.
—¿Qué se cree esa mocosa? ¡Yo sé hacer mi trabajo! —decía el hombre
malhumorado; pasaban los minutos, Mako se preguntaba qué quería esa
mujer, ¿acaso lo iban a vender? Tal vez lo querían matar y vender sus
órganos o quizá querían pedir por él algún rescate a su familia, ya
comenzaba a preocuparse. ¡Su mamá se infartaría de enterarse que estaba
perdido! O peor aún, de enterarse que lo tenían secuestrado. Sonó la puerta
de nuevo, una vez más se escuchaba el andar de las botas vaqueras y se abre
la puerta.
—¿Qué quieren? —preguntó el hombre.
—Buscamos a un amigo —respondió la voz de un niño, Mako prestó
mayor atención—. Sabemos que está aquí, no debió llevárselo —el niño
insistía, Mako parecía reconocer la voz: «¿Tochtli?» pensó, pero seguía sin
hacer ruido alguno.
—No sé de qué hablas, niño. ¡Váyanse a su casa y déjenme en paz! —
en eso se escuchó otra voz.
—Creo que no entiende, señor, mi maestro nos envía…
—¿Coyolli? Sí, no puedo estar equivocado… ¡Son ellos! —en ese
momento Mako comenzó a tocar la puerta al ritmo de la melodía que
tocaban los voladores en su espectáculo, en ese momento comenzó a
escuchar el sonido de un cascabel que sonaba cada vez más fuerte.
—¿Quiénes son ustedes? ¿Quién es su maestro? ¡No tienen ningún
derecho a estar aquí! —el hombre gritaba y enseguida Mako escuchó el
sonido de algún objeto de metal, como si alguien desenfundara un par de
espadas.
—Yo no haría eso —dijo uno de los niños mientras el hombre lanzaba
toda clase de insultos y amenazas—, nuestro maestro es Olkan —agregó, el
hombre enmudeció y enseguida se comenzó a escuchar el vuelo de unas
aves, muchas aves que entraban al lugar, graznidos… Mako parecía
distinguir algunas cosas, pero nada tenía sentido, la puerta del baño
comenzó a temblar y de repente fue arrancada de su marco, Mako tuvo que
cerrar los ojos, le lastimaba ver tanta luz de repente, pero alcanzó a
distinguir a los cuervos que volaban en círculo dentro de la casa junto con
algunas otras aves, después un fuerte destello de luz otra vez, las aves
desaparecieron y la casa estaba llena de personas en ropas blancas con
bandas rojas o amarillas en la frente y en la cintura, descalzos, un par de
ellos entraron al baño donde estaba Mako y lo ayudaron a levantarse, Mako
salió de ahí, los vio a todos, en la puerta efectivamente, estaban Tochtli,
Coyolli, Toñito y Anselmo, al frente de todos estaba Olkan. Se veía
imponente, a Mako lo llenaba de admiración y a su mano derecha…
¿Carlos? ¡Sí, era Carlos! Al ver a Olkan, Mako se sentía aliviado, pero ver a
Carlos era aún mejor ya que lo conocía más.
—El muchacho es mi invitado —dijo Olkan dirigiéndose a un señor de
ropas ocres, vaqueras.
—¡Mi patrona lo reclama! —protestó el señor.
—He dicho que es mi invitado y se irá con nosotros, no discutiré más —
Olkan dio media vuelta y salió de la casa detrás de los cuatro niños, los
demás lo seguían, los dos que ayudaron a Mako, un muchacho y una
muchacha lo tomaron de nuevo de ambos brazos ayudándolo a salir, antes
de cruzar la puerta Mako volteó a ver a su captor ya habiendo recuperado
un poco mejor la visión: ¡Era el viejo del sombrero! Aquél que irrumpió en
la plática con su amigo Érick, que les pidió cervezas y los invitaba a su
casa, ese hombre que le hizo sentir tanta desconfianza. Mako no pronunció
ninguna palabra, sólo salió con los demás.
—Déjenme adivinar, ¿la Orden del cuervo? —pronunció Mako, Olkan
sólo sonrió y con la barbilla le indicó a Carlos el camino, sólo avanzaban él
con los dos jóvenes que lo ayudaban, Carlos y los cuatro niños, el resto del
grupo y Olkan se quedaban en el camino de pie, sólo vigilando.
Caminaron todos en grupo hasta donde estaba la camioneta que le
prestaban a Carlos, él subió para manejar, Mako lo acompañó como
copiloto y después de ellos, en los asientos de atrás, iban los cuatro niños, la
muchacha y el muchacho que ayudaron a Mako a caminar. Carlos echó la
camioneta a andar, nadie pronunciaba ni una sola palabra cuando de pronto,
una parvada de cuervos, gaviotas y otras aves sobrevoló la camioneta y se
alejó del lugar por delante de ellos. Mako se le quedaba viendo a Carlos,
esperando alguna explicación a todo eso, Carlos, que lo notó de reojo sólo
dijo:
—Después.
—Te gusta meterte en problemas, ¿eh? Comienzas a caerme bien —dijo
Tochtli irrumpiendo el silencio, todos comenzaron a reír, Mako volteó hacia
los asientos de atrás y sólo les dijo a todos:
—Gracias.
—Yo soy Quetzalli —se presentó la muchacha, una hermosa morena de
carita redondeada, prominentes mejillas y ojos excepcionalmente
expresivos, muy negros, sus cabellos lacios y largos hasta la cadera los
llevaba trenzados de una manera espectacular, artística, con algunos listones
verdes y azules.
—Y yo soy Ayauhtli —agregó el muchacho de piel morena y cabello
lacio y largo también hasta media espalda, delgado pero fuerte y de
expresión muy amistosa—. Yo soy quien siguió tu rastro, no fue muy
difícil, estabas ensoñando y tu rastro era muy largo, casi te separabas de tu
cuerpo con tal de seguir viendo la ciudad.
—¿Entonces no lo soñé? ¿Esa ciudad es real?
—Pronto aprenderás los diferentes conceptos de realidad que se pueden
entender, Mako, sé paciente, nosotros no somos los indicados. Sólo
necesitas saber que somos tus amigos y te vamos a cuidar, pero a quien le
tienes que hacer todas tus preguntas es al maestro Olkan —dijo Carlos.
—Bueno, pues muchas gracias de nuevo, yo soy Mako, soy de
Monterrey —todos empezaron a reír de nuevo, Mako no entendía lo
gracioso.
—Sabemos quién eres, por algo estamos aquí —dijo Quetzalli, entonces
Mako comprendió la obviedad del asunto.
—¿Qué edad tienen? —preguntó queriendo seguir la plática.
—Ayauhtli tiene 21 y yo 20 años, ellos tienen 11.
—¡Once años!, pensé que eran un poco mayores —se sorprendió Mako.
—¿Nos vemos muy viejos? —bromeó Coyolli.
—¡No!, claro que no, es sólo que siento que se expresan con mucha
madurez para su edad y no tienen cuerpo de niños.
—Eso es porque hemos emprendido el camino del guerrero —dijo
Tochtli—. Debemos ser impecables —añadió.
Mako recordaba los Cuatro acuerdos de la cultura Tolteca que alguna
vez leyó: ser impecable, no tomarse nada personalmente, no hacer
suposiciones y dar siempre lo mejor de sí. Estaba seguro de que se referían
a eso, una filosofía que él mismo creía poner en práctica sin demasiado
esfuerzo, simplemente así debía de ser todo, pensaba.
—Quetzalli, significa «preciosa», ¿no es así? Te va muy bien ese
nombre —le dijo Mako a la joven.
—Gracias —se limitó a responder ella un poco ruborizada.
—¿Pero cómo me dijiste que te llamas tú? —le preguntó al muchacho.
—Ayauhtli, señor, mi nombre significa «niebla», puedo lograr no ser
visto cuando me lo propongo, pasar inadvertido, por eso pude seguirte sin
que él lo notara —Mako tenía demasiadas cosas qué preguntar, pero
recordando lo recién sucedido no podía evitar querer saber sobre ese
hombre que lo había raptado.
—¿Quién es él? ¿Por qué me sigue? Ya lo había visto antes en Poza
Rica y me insistía en que fuéramos a su casa. ¡Desde el principio me causó
muy mala impresión!
—Suficiente —dijo Carlos, todo eso lo verás con el maestro, ya casi
llegamos, no seas impaciente, Makito.
—Está bien, Carlos, pero entiende que me acaban de raptar y no sé por
qué ni sé cómo llegaron ustedes… y ya mejor ni hablemos de la parvada de
aves. Es demasiado para un solo día, ¿no? —todos reían sin parar, incluso
Mako, que ya comenzaba a sentirse parte del grupo—. Por cierto, Ayauhtli,
espero que haya sido la última vez que me dices señor, soy menor que tú —
continuó Mako haciéndolos reír de nuevo.
La explicación del nahual
Llegaron de nuevo al Tajín, se estacionaron cerca, uno a uno fueron
bajando, pero Carlos se despidió y tomó el camino hacia Coatzintla, seguro
iría a ver a Anita. Ayauhtli y Quetzalli comandaban el grupo, Mako los
seguía al final, entraron al lugar sin tener que pagar pues los guardias sabían
que ellos trabajaban ahí aunque sí cuestionaron a Mako por un momento.
—Viene con nosotros, es nuevo —les dijo Ayauhtli, a lo que los
guardias accedieron sin problema.
Comenzaron a andar entre los edificios, ya era medio día, saludaban a
todos los guías, artesanos, voladores, danzantes y demás comerciantes,
Mako alcanzó a distinguir a uno que otro del grupo que llegó a rescatarlo
mientras seguían avanzando hasta que por fin vieron a Olkan con un grupo
de turistas.
—Aquí te dejamos, hermanito, «in lak’ ech» —pronunció Quetzalli
llevándose su mano derecha al corazón, Mako no supo qué debía hacer—.
Debes responder «hala ken», es lenguaje maya, ya te lo explicarán —le dijo
Tochtli.
—¡Ah! Hala ken —respondió Mako llevándose también su mano
derecha al corazón y acto seguido se despidió de los demás de igual forma,
se alejaban a sus labores mientras Mako esperaba paciente a que Olkan se
desocupara. No tardó mucho tiempo Olkan en despedir al grupo de turistas,
se acercó a Mako y le dijo:
—Ahora debería de dirigir la ceremonia de los voladores, pero sé que
Ayauhtli lo hará muy bien —estaban en el mismo lugar donde Mako tuvo
ese primer sueño en que vio la esplendorosa ciudad del Tajín como si nunca
hubiera sido una ciudad en ruinas, Olkan se sentó cruzando las piernas,
tomó de su morral una pequeña vasija honda de barro, colocó en ella un
poco de copal y lo prendió con unos cerillos de madera, volteó a ver a
Mako invitándolo a tomar asiento con la mirada y Mako procedió—. Sé que
tienes muchas preguntas pero procura hacerme las preguntas adecuadas —
dijo Olkan.
—Bien —respondió Mako, mientras entrecerraba sus ojos pensando en
cuál sería su primera pregunta—. ¿Qué significa in lak’ ech? —preguntó
primero ante la sorpresa de Olkan.
—Bueno, esperaba que me preguntaras algo sobre lo que acaba de
ocurrir, pero ese saludo es una parte muy importante de nuestras
costumbres, eliges bien —dijo Olkan mientras reía—. In lak’ ech es un
saludo maya de profundo respeto, significa «yo soy otro tú» y se responde
la cortesía diciendo «hala ken» que significa «tú eres otro yo». Cuando
alguien te saluda de esa manera es muestra de que hay un respeto mutuo.
—Y qué significa «Olkan» —Mako continuó y Olkan no paraba de reír.
—Vaya, hijo, las clases de idiomas serán después. Pero bueno; Olkan
también es lengua maya, significa «conciencia cósmica».
—Guau, es un nombre muy fuerte! —se sorprendió Mako—. Pero bien,
¿quién era el señor que me llevó? ¿Qué quería? ¿Cómo me encontraron?
—Calma, hijo, procura hacer una pregunta a la vez. Esa persona es un
brujo, un nahual oscuro al cual no conozco, pero tenía unos machetes que
me parecieron típicos de la Orden de la Serpiente de Catemaco. También
mencionó a «su patrona», en Catemaco la bruja mayor o «huey nahual» es
una dama que se hace llamar La Catrina. A ella sí la conozco, es parte del
actual consejo del Anáhuac y es una bruja muy oscura de la que hay que
tener mucho cuidado, y te encontramos gracias a Ayauhtli, él te vio llegar
desde temprano y cuando te quedaste dormido iba detrás de ti por los
caminos de la ciudad hasta que comenzaste a esfumarte te siguió y nos dejó
un rastro.
—¿Qué quería de mí ese sujeto, señor Olkan?
—De eso no estoy seguro, hijo, pero te puedo decir que no es común
encontrar a alguien como tú en el mundo de los hombres, el mundo del
Tonal. Has llamado nuestra atención y seguro la de ellos también.
—¿A qué se refiere con alguien como yo?
—Todo ser humano tiene la capacidad de viajar entre los mundos, el
mundo que viste aquí es real, pero es una realidad aparte, la gente que lo
habita son seres humanos también, todo lo que existe en los mundos es luz,
somos seres de luz, pero hay vibraciones de distinta sintonía, por decirlo de
alguna manera, ahora estamos en el mundo del hombre común, nosotros lo
llamamos el mundo del Tonal, pero el mundo que viste es el mundo del
Nahual. Para entrar ahí debes de cambiar tu secuencia vibratoria, mover tu
punto de encaje, el punto de encaje es un punto luminoso que conecta
nuestras fibras luminosas con las del universo, los científicos del mundo del
Tonal lo llaman glándula pineal pero desconocen sus funciones. Al mover
ese punto tu vibración cambia, por eso todo lo que existe en un mundo no
interfiere con lo que existe en el otro salvo algunas distorsiones energéticas.
Todo esto lo descubrieron los olmecas hace siglos, también los toltecas y
los mayas, todos estos pueblos no se extinguieron, no se perdieron en el
tiempo como les enseñan a creer en el mundo del Tonal desde niños; no,
simplemente trascendieron a otra dimensión, un mundo desconocido para
los hombres comunes, un mundo al que, para tener acceso, un hombre
común debe primero aprender a liberar su mente de las ataduras que lo ligan
a este mundo y después recurriría a un aliado. Un aliado es un ser
incorpóreo, algunos habitan en algunas plantas o en los elementos de la
naturaleza en general y nos ayudan a descubrir otros mundos. Hay tres
principales llaves de acceso para el mundo del Nahual: el peyote, el
toloache y un hongo al que llamamos «la carne de los dioses», yo prefiero
llamarlo honguito, pero aquí lo interesante es que tú has podido viajar entre
los mundos sin necesitar de un aliado, simplemente has podido ensoñar sin
ningún tipo de adiestramiento. ¡Eso es algo prodigioso! Al notar tu
presencia sentí que eras distinto, tu esfera luminosa está llena de energía,
más de lo común, tienes el potencial de convertirte en un nahual, un hombre
de conocimiento, pero al verte en el otro mundo me sorprendí, claro, aún no
lo dominas, pero ya lo dominarás y podrás hacerlo sin tener que quedarte
dormido y expuesto a que te roben —Mako simplemente escuchaba
asombrado y con la boca abierta—. Pero hablemos en otro lugar, vamos a la
ciudad —Olkan sacó de su morral una hermosa pipa de madera que se veía
hecha a mano, sacó también un envoltorio del cual vertió un poco de su
contenido en la pipa y la ofreció a Mako junto con los cerillos.
—Pero, señor Olkan, ¿qué es eso?
—Sólo tienes que inhalar muy despacio y muy hondo —Mako tomó la
pipa, se la colocó en la boca y, prendiendo un cerillo, comenzó a inhalar
poco a poco hasta que la pipa comenzó a arder y generar humo, Mako
comenzó a inhalarlo aunque sin evitar toser bruscamente en un principio—.
Recuerda —le decía Olkan—, tienes que inhalar despacio y muy hondo,
muy despacio y muy hondo, aspira, deja que honguito te lleve —decía
Olkan mientras Mako sentía que todo su cuerpo se estremecía, se diluía, era
una sensación muy agradable pero extraña. Mako de repente se vio en la
ciudad que había visto antes, pero ahora era distinto, todo se veía
completamente real, sólido… y Olkan estaba con él—. Continuaremos
platicando de este lado —sonrió Olkan.
—Señor Olkan, estoy demasiado emocionado —decía Mako con una
sonrisa de oreja a oreja y los ojos tan abiertos que pareciera que se le fueran
a salir.
—Ten calma, podrás ver todo lo que quieras, ahora lo ves todo más
claramente gracias a la ayuda de honguito, es un aliado. Debo decirte que lo
has hecho extraordinariamente bien para ser tu primera vez, no tardarás
mucho en dominarlo y podrás viajar entre los mundos de cuerpo entero
cuando quieras hacerlo.
—Eso sería genial, maestro Olkan… Pero dígame, ¿qué es un aliado?
—Un aliado es un ser incorpóreo, te repito, hay muchos tipos de seres
incorpóreos diferentes, algunos son espíritus que están ligados a las plantas,
otros simplemente son seres que deambulan por el mundo, frecuentan
lugares de poder, pero también hay algunos peligrosos, no malos, sólo
peligrosos que se alimentan de la luz de los hombres.
—¿Son como fantasmas?
—No, hijo, los fantasmas son otra cosa. Los hombres tenemos tres tipos
de energías que rigen nuestra existencia: una es el «ihíyotl» donde nacen
nuestras pasiones, se ubica en el hígado y es lo que define nuestro carácter;
otra es el «teyolía» que se ubica en el corazón y es ahí donde residen
nuestros instintos, nuestros sentimientos más profundos, es lo más parecido
al alma de la que hablan las religiones de los hombres y es la esencia de
nosotros que se une al universo tras la muerte; la tercer energía es el
«tonalli», nuestra fuerza vital, su ubica en la cabeza y puede desprenderse
del cuerpo como tú lo has hecho, de esa manera viajaste durante tus sueños.
Cuando un hombre muere de manera trágica o sin haber logrado su misión
en el mundo, alguna de estas energías se queda atrapada sin poder
trascender, es entonces cuando decimos que vemos fantasmas.
—Señor Olkan, creo haber visto algo así muchas veces en mi vida, hace
poco en un mercado de Poza Rica —Olkan sólo respondió:
—Los niños ya pueden viajar con su tonalli sin mucho problema, ese
día comprobamos que tienes la capacidad de poder ver.
—Entonces… ¿Usted era el cuervo que vimos en la fotografía? ¿Cómo
hace eso? ¿Cómo pueden transformarse en cuervos?
—Es suficiente por hoy, hijo… —de repente todo el mundo volvía a ser
tan común como siempre, ellos seguían ahí sentados frente al incensario,
Olkan se levantó, Mako también—. Seguro tendrás muchas más preguntas,
pero si quieres respuestas tienes qué volver, ahora iremos a comer algo —
Mako estuvo de acuerdo, la plática estaba tan interesante que había
ignorado los gruñidos de su estómago, así que ambos se dirigieron a donde
algunas mujeres ofrecían desde tamales en hoja de plátano hasta dulces de
vainilla y chocolate. Compraron algunos tamales y atole y se alejaron a una
orilla a degustarlos, Tochtli, Coyolli, Toñito, Anselmo, Quetzalli y Ayauhtli
los alcanzaron con algo de alimentos también y se sentaron con ellos.
—Ya me puedes llamar «Nelli» —dijo Toñito—. Me he ganado mi
nombre —agregó muy orgulloso.
—Y a mí «Mixtli» —dijo también Anselmo.
—¡Vaya, felicidades a los dos! —les respondió Mako—. Sé que
«Mixtli» significa nube. ¿Pero qué significa «Nelli»?
—Significa verdadero —dijo Nelli, levantando la barbilla, todos
sonreían. Ya entre la comida Mako siguió haciendo preguntas.
—No me queda claro, señor Olkan, por qué la gente no puede ver todas
estas maravillas.
—La gente común se ha limitado a vivir en un mundo común; no suelen
ver más allá de sus intereses, de sus posesiones, del dinero, todo eso limita
su visión, sus banales preocupaciones, su incomprensible suposición de
importancia personal y sensación de grandeza, conforme van creciendo van
perdiendo la habilidad de disfrutar de las cosas sencillas de la vida y así
cierran sus ojos a todas estas maravillas. Casi toda la gente que viste en la
ciudad de el Tajín son personas que han vivido en ese mundo y pueden
viajar al mundo común, hijos de guerreros y nahuales, pero también a
algunos los hemos rescatado desde pequeños para que tomen el camino del
guerrero, como éstos cuatro angelitos —dijo Olkan, señalando a los niños.
—¿Pero entonces sí hay gente que puede ver? —dijo Mako.
—Los niños, hijo. Los niños tienen sus mentes abiertas. Entre más
pequeños más capaces son de ver el mundo tal cual es, conforme van
creciendo los adultos se encargan de ir construyendo barreras en sus mentes
hasta que los aíslan igual que a ellos mismos —Mako entendía entonces
porqué los niños pequeños solían verlo fijamente, especialmente los bebés
—. Lo raro contigo es que ya eres bastante grandecito y pareciera que las
barreras contigo no han funcionado —agregó Olkan.
—Bueno, nunca le he hecho demasiado caso a los adultos —dijo Mako
riendo—. Sempre cuestiono todo, no porque me digan algo doy por sentado
que así sea, siempre dejo abierta la posibilidad a que haya algún error o
equivocación, tal vez por eso, no sé…
—Los niños no piensan así, hijo, hay algo especial en ti.
—¿Y Carlitos? ¿Es uno de ustedes entonces? —Mako cambió el tema.
—Nosotros lo llamamos «Chanehque», es nuestro guardián, eso
significa su nombre —dijo Olkan.
—Me gustaría verlo como cuervo a ver si lo reconozco —dijo Mako.
—Él no es un cuervo, él es un coyote, pero es parte de nuestra Orden,
no hay una Orden de coyotes cerca de aquí. Chanehque es mi alumno más
avanzado, él y Ayauhtli están solos, pero algún día comenzarán a encontrar
a otros como ellos, es un gran guerrero.
—Pero cuando entraron a esa casa yo sólo vi cuervos, no vi coyotes —
dijo Mako.
—Chanehque entró caminando por la puerta como cualquier persona
decente —dijo Nelli provocando la risa de todos.
—Bueno, entonces, no pueden transformarse en lo que ustedes quieran,
sólo en alguna cosa en particular, ¿por qué?
—Eso depende de tu tonalli, es simplemente el destino de cada quien,
sólo los más grandes nahuales han podido dominar todas las formas, se dice
que desde hace siglos no hay un nahual así —explicó Olkan.
—¿Qué es exactamente un nahual?
—Verás, en el camino del guerrero uno aprende primero a ser
precisamente un guerrero, a vivir como tal, cada guerrero elige si ser un
guerrero en la vida o buscar más poder para convertirse en brujo o chamán,
es lo mismo. Cuando un brujo ha reunido bastante poder y se vuelve un
hombre sabio entonces es un hombre de conocimiento: un nahual. Por eso
los niños se regresaron contigo en la camioneta, ellos aún no logran esos
niveles, les falta mucho, pero Quetzalli y Ayauhtli están cada vez más cerca,
son buenos muchachos.
Terminaron de comer, ya serían más de las dos de la tarde y Mako tenía
que regresar, partirían temprano al siguiente día y tenía que alistar sus
cosas, además llevaba todo el día afuera, no sabía nada de sus amigos, pero
aún tenía muchas preguntas.
—Señor Olkan, ¿cree usted que yo algún día también pueda volar como
ustedes?
—No sé qué tipo de nahual puedas llegar a ser, hijo, para saber eso
tendremos que recurrir a un Mitote.
—¿Un Mitote?
—Así es, se trata de una ceremonia, es un temazcal, pero dura cuatro
días con sus noches y con la ayuda del peyote y los cuatro elementos podrás
conocer a tu nahual interno.
—¡Me gustaría hacerlo! ¿Cuándo puede ser eso? —decía Mako
entusiasmado.
—Mañana mismo —dijo Olkan—. Mañana comenzaremos un mitote
sagrado, puedes venir —la cara de Mako cambió totalmente de tono.
—Mañana regreso a Monterrey —dijo con gran desánimo y hasta ganas
de llorar.
—La invitación está abierta —dijo Olkan mientras se levantaba—, la
decisión es tuya y siempre así será —Mako y los demás se levantaban
también.
—Lo voy a pensar, realmente lo deseo, veré cómo le hago —dijo Mako.
—Entonces no lo pienses demasiado, hijo. In lak’ ech —se despidió
Olkan.
—Hala ken.
Al salir del lugar Mako tomó de inmediato un camión que lo llevaría de
regreso a casa de los Campos, iba junto a la ventana, parecía muy
pensativo, pero en realidad llevaba su mente en blanco, sonrió de repente al
ver a una pequeña bebita que lo saludaba varias filas de asientos adelante.
Al llegar a casa se encontró a Carlos en la puerta que da a la calle.
—¡Chanehque! —lo saludó, Carlos se llevó el dedo índice de su mano
derecha a la boca en señal de silencio, Mako comprendió perfectamente—.
Con que todo un brujo, ¿eh? —dijo Mako en voz baja.
—¡Claro que soy un brujo! ¿Cómo crees que sanaste tan pronto de tus
quemaduras? ¿Creías que la pomadita de la suegra era milagrosa? —a
Mako le sorprendió mucho el comentario.
—Recuerdo que estaba medio dormido y me pusiste pomada y me
dijiste algo al oído…
—La pomada fue la excusa para acercarme, lo que te dije fueron
palabras de poder, maya antiguo: «Táan u yutstal». Significa «aliviar».
—¿Es algo así como un hechizo? —le preguntó Mako.
—Algo así —contestó Carlos y Mako sólo le sonrió y le dio un fuerte
abrazo, salió entonces Ana.
—¿Ya se están despidiendo? ¡Si se van hasta mañana! —dijo.
—¿Los demás están arriba? —preguntó Mako, Ana asintió con la
cabeza y Mako corrió hacia la recámara.
Al entrar vio todo muy limpio y ordenado, todo excepto sus cosas, los
otros tres ya habían empacado. Quintana estaba dormido, Campitos estaba
en el piso de abajo con sus papás y Rigo jugaba con su teléfono.
—Quiero quedarme hasta el domingo —dijo Mako sin demora.
—Estás loco, yo tengo que hacer tarea —dijo Rigo, Quintana
despertaba en ese momento.
—¿Qué traen, de qué hablan?
—¡Este se quiere quedar hasta el Domingo! —Le explicaba Rigo.
—¡Ah! ¡Yo también me quedo! —dijo Quintana ante el asombro de
ambos,
—¿En serio, Érick? ¿No querías ir a ver a Perlita estos días? —dijo
Mako.
—Como quiera la veo todos los días, pero Carlos me dijo que me iba a
enseñar a hacerle unos grabados al caracol, quiero aprender a hacer eso.
—¡Órale, qué bien!
—Pues yo sí me voy… ¡Si me quedo mis papás me matan! Ya saben
que tengo tarea qué terminar. Si me dejaron venir sólo porque sabían que
tendría algunos días libres para terminar mis trabajos.
—Bueno, vamos a decirle a Campitos a ver qué opina, ya nos estamos
invitando solos a su casa —agregó Mako. Bajaron los tres, Campitos estaba
en la mesa del comedor con sus papás tomando atole caliente.
—Sírvanse, muchachos, lo acabo de hacer —dijo doña Esthela, los tres
amigos pasaron a servirse un poco de atole y se sentaron a la mesa. Rigo no
hizo ningún preámbulo.
—Mako y Quintana se quieren quedar hasta el domingo —dijo de
repente, Campitos contestó:
—¡No! Yo tengo mucha tarea. ¡No me puedo quedar tanto!
—¿Y si se van tú y Rigo y Mako y yo nos quedamos? —exclamó
Quintana. Todos se quedaron viendo, Campitos se encogió de hombros en
espera de lo que opinaran sus papás.
—Hijitos, nos daría mucho gusto que se quedaran todo el tiempo que
quieran, pero Juan y yo iremos unos días a Veracruz, nos vamos el viernes y
nos llevamos a Anita. ¡No los podría dejar solos aquí! —Mako mostraba un
rostro de decepción, Quintana trataba de animarlo, le dio un abrazo y le
dijo:
—Luego volvemos a venir, Mako —Carlos y Anita entraron siguiendo
el olor a atole de doña Esthela.
—¿Qué huele tan rico, suegrita?
—Es atole, mijo. Sírvele, Anita —Anita fue a la cocina, Carlos se sentó
a la mesa—. ¿Y ahora? ¿Por qué tan callados? —don Juan fue quien
contestó:
—Los muchachos se quieren quedar unos días más, pero ya ves que
nosotros nos vamos a Veracruz —dijo.
—¡Pues que se queden conmigo! —dijo Carlos de inmediato, los ojos
de Mako se hicieron enormes.
—¿En serio, Cha… Carlos? —tartamudeó.
—¡Claro! Yo vivo sólo, siempre es bueno tener algo de compañía!
—Nos quedaríamos Érick y yo.
—Perfecto, no se diga más, incluso hoy mismo se pueden ir a mi casa.
—¡Pero, Carlos! —interrumpió Ana—. ¡Prometiste que mañana los
llevarías a la central de Poza Rica temprano! Si te llevas hoy a este par,
estoy segura que se quedan dormidos de borrachos hasta mediodía —todos
comenzaron a reír.
—Muy bien —dijo Carlos—, les digo que Anita me conoce muy bien
—dijo, mientras le guiñaba un ojo a Érick—. Mañana vendré temprano por
ellos, los llevamos a Poza Rica y éstos dos se quedan conmigo.
Terminando la pequeña merienda Carlos y Mako fueron a comprar
algunas cervezas para todos, sólo un poco para dormir a gusto, ya en la
camioneta Mako siguió haciendo preguntas.
—¿Aquí sí te puedo decir Chanehque? —dijo riendo.
—Claro, Makito, la mayoría de la gente no comprendería lo que es
andar el camino del guerrero, día a día se libra una batalla, en este mundo o
en el otro.
—¿Y en verdad te puedes convertir en un coyote? ¿Puedo ver?
—Sí puedo, Makito, pero el poder no es algo con lo que uno deba estar
jugando, lo utilizaría sólo en caso de ser necesario, sólo de tener un
propósito que lo valga. Además… ¡Los coyotes no saben manejar!
—Entiendo —dijo Mako—. ¿Y vas a ir mañana también al mitote?
¿Vamos a llevar a Érick también?
—Así es, Érick no tiene la más remota idea de lo que vivirá, es mejor
para él, un hombre común no acepta fácilmente ver cómo se derrumba su
mundo. Tú eres un caso especial, pero para Érick será mejor no decirle nada
y que lo viva en el momento, ayúdame con eso.
—Bien, no diré nada. Bueno, no pensaba decir nada de hecho. ¿Quién
me creería todo lo que viví hoy? —ambos rieron. Llegaron a comprar sólo
unas cuantas cervezas y un poco de botana rápidamente y regresaron, de
nuevo en la camioneta la plática continuaba.
—¿Tanuyústal? ¿Es así como me sanaste? —Carlos sonreía.
—Se pronuncia «Táan u yutstal» y no son simples palabras, uno tiene
que poner su poder personal al pronunciarlas, conectarse con el receptor,
con el poder del receptor, lo cual contigo resultó curiosamente fácil, pero ya
irás aprendiendo todo esto, Mako. Olkan es un gran maestro, un gran
guerrero, el más grande nahual que he conocido.
—¿Tú crees que algún día yo podré curar así como tú?
—¡Claro, Mako!, estoy seguro, pero tienes que aplicarte, te repito que
las palabras de poder no son simples palabras, ¡a éstas no se las lleva el
viento!, deberás primero aprender a usarlas y luego dominarlas y claro, si
resultas ser muy bueno, a la larga ya no necesitarás ni pronunciarlas, cuando
un nahual logra un alto grado de dominio sobre ciertas palabras de poder ya
no necesita pronunciarlas más para lograr sus efectos, su intento es lo único
que ocupa.
—Estoy muy ansioso. ¡Ya quiero que sea mañana!
—Ten paciencia, Makito, recuerda que el mitote dura cuatro días. Si te
impacientas podrías perder una gran oportunidad. Debes mantener el
control, debes tener tu mente en blanco en el acto, no pensar en nada, no
influenciar a tu mente con ninguna ansiedad o deseo, debes dejar que el
poder fluya libremente a través de ti… Sé que lo lograrás fácilmente y Érick
también podrá, pero para él tal vez sea más sencillo ya que no espera nada
extraordinario y lo he estado preparando sin que él lo sepa, aunque tal vez
se asuste —Mako se quedó extrañado por unos instantes en que guardó
silencio y meditaba sobre las palabras que acababa de escuchar, pero luego
abordó a Carlos de nuevo
—Entonces, ¿tú sabías que nos íbamos a quedar contigo? ¿Lo planeaste
o algo así? ¡O quizá te lo ordenó Olkan! —Carlos de nuevo se reía ante esos
cuestionamientos, alcanzó a Mako con el brazo derecho que tenía libre
mientras manejaba y lo acercó a él abrazándolo para decirle:
—Lo deseaba bastante, Makito, de corazón te lo digo —Mako sólo
correspondió la cortesía con una sonrisa y un par de palmadas al pecho de
Carlos.
Llegaron a la casa y repartieron cervezas a todos. Carlos les decía que
pasaría por ellos puntual a las cinco de la mañana, los llevaría a la central
de Poza Rica y ahí se despedirían de Rigo y Campitos.
—¿Y ustedes qué van a hacer? —les preguntó Rigo.
—Yo quiero ir de nuevo al Tajín, quiero conocerlo bien, ¿vas conmigo,
Érick? —decía Mako, Quintana simplemente asintió con la cabeza.
—Vamos todos, Makito, yo les puedo enseñar algunos edificios que no
están en el recorrido común al público —dijo Carlos mientras le guiñaba el
ojo a Mako en complicidad.
—Perfecto, ya después habrá tiempo de que nos enseñes a tallar
caracoles. ¡Porque yo también quiero ver cómo le enseñas a Érick!
—Claro, Makito, será un placer.
Pronto se terminaron las cervezas y la botana y se fueron a dormir uno
tras otro a sus respectivas camas, comenzando con los señores Campos que
habían subido a su habitación tan solo unos minutos después de que Mako y
Carlos habían llegado del súper, todos los demás fueron subiendo al ya no
haber más qué seguir ingiriendo… Todos excepto Anita, que se quedó
platicando con unas amigas que se encontró afuera de su casa cuando
despedía a Carlos y a las que les platicaba que se iría a pasar unos días al
Puerto de Veracruz con sus papás. Sus amigas también planeaban ir a la
playa, pero a la playa de Tampico para variar, y querían ver si Anita las
acompañaba pero Anita ya tenía hecho el plan con sus papás con mucha
anterioridad y aunque le hubiera gustado ir con sus amigas, no podía de
repente decirle a sus padres que cambiaba de opinión, así que al siguiente
día todos viajarían, todos, incluso a otros mundos.
¿Será acaso el destino?
Tal vez siempre lo supe,
como un presagio asertivo
que ni el entorno discute.
¿Será acaso el destino?
Los lugares y los tiempos,
atinadas personas y momentos
han de cruzarse en tu camino.
Tanta hambre de enseñanzas,
tanta sed por aprender,
los cantos, costumbres y danzas
de todo un mundo por recorrer.
El mitote: primer día
Llegó el jueves, pero una noche antes, tanto Mako como Érick
aprovecharon para llamar a sus casas y decirles a sus padres que regresarían
hasta el domingo. Los papás de ambos accedieron sin problema, aunque a
doña Angélica, la mamá de Mako, no le agradaba del todo la idea, pero se
convenció por el entusiasmo con el que éste le hablaba al teléfono.
Las cinco de la mañana en punto, todos estaban listos esperando a
Carlos, incluso don Juan que prefirió llegar un poco tarde a sus labores para
despedir a su hijo, pues no lo vería de nuevo hasta finales de año
seguramente, ya que Campitos tenía asegurada al menos una materia a
regularizar en el verano. Carlos llegó en la camioneta, rápido saludó a todos
y los apresuró a subir sus cosas, al final se despidió de Anita, a quien ya no
vería hasta dentro de un par de semanas, le dio un fuerte abrazo y un
enorme beso que provocó las burlas de Campitos y sus amigos.
Arrancó la camioneta rumbo a Poza Rica, en menos de media hora ya
estaban en la central de autobuses buscando boleto, el autobús saldría a las
seis de la mañana, así que no esperarían mucho, se sentaron los cinco en la
sala de espera, aún medio dormidos.
El sonido anunciaba la salida a Monterrey, rápido se levantaron todos.
Carlos ayudaba a Campitos con su maleta y algunas bolsas con recuerdos y
comida que les preparó su mamá, por otro lado Érick y Mako ayudaban a
Rigo con sus tres mochilas y todas las bolsas que llevaba de las compras
que hizo en el Tajín y Poza Rica. ¡Cualquiera diría que el equipaje era de
los cinco! Uno a uno se fueron despidiendo: Rigo y Campitos abordaron el
autobús que a los pocos minutos fue saliendo lento de la Central de
autobuses.
—Bueno, ahora sólo seremos nosotros —le dijo Carlos a Érick y Mako.
«¡Excelente! ¡Muy bien!» Decían y reían los tres chocando sus palmas y
dándose algunos empujones, salieron entonces de la central, subieron a la
camioneta y se fueron de nuevo a Coatzintla, a la casa de Carlitos.
Carlos vivía en una casa muy pequeña, sin cochera, la puerta de la
entrada daba inmediatamente a la banqueta, por dentro tenía apenas una
salita, una cocina muy pequeña y un par de cuartos divididos por un baño,
el patio si era amplio, se salía por la cocina a un pasillo y el patio estaba
muy verde y muy bien cuidado, era el mejor lugar de la casa, había un
pequeño lavadero con tallador y unos alambres donde colgaba su ropa a
secar, no era una mansión ni mucho menos, claro, pero era todo lo que
necesitaba. Vivía solo, era huérfano de padre y madre, al parecer sólo tenía
una tía solterona en alguna ciudad de Tamaulipas a la que no veía desde que
se fue a vivir allí.
Llegaron los tres amigos, Carlos abría la puerta mientras Érick y Mako
bajaban sus cosas, les dijo que se quedarían en la sala, ya que su recámara
era muy pequeña y la otra la tenía ocupada con todas sus cosas con las que
hacía artesanías, sus trajes de danza, pinturas y demás. Acto seguido les dio
algunas cobijas para que tendieran en el piso mientras entre los tres jóvenes
movían los sillones de la salita para hacer un buen espacio, sus cosas las
dejaron sobre un sillón y se acostaron los tres ahí un rato a descansar,
aunque como se habían levantado muy temprano, terminaron quedándose
dormidos.
Érick reaccionó levantándose y le pidió a Carlos permiso de lavar algo
de ropa, pues no tenía cambios para tantos días. Carlos, por supuesto, le dijo
que hiciera lo que quisiera, que estaba en su casa, así que Érick se fue a
lavar, mientras Mako y Carlos se quedaron acostados, no había televisión
ahí, tan sólo un modesto radio viejito con el que Carlos solía animar el
lugar, pero prefirieron ponerse a platicar.
—Explícame, Carlos, ¿cómo va a ser todo en el Mitote? Que no tengo
ni idea —si bien Mako ya había leído mucho sobre rituales prehispánicos, a
lo que él le prestaba más atención era a la arquitectura, así que no sabía bien
lo que iban a hacer.
—Ya cuando estemos allá Olkan les explicará todo, Makito, él dirigirá
toda la ceremonia.
—¿Y a qué hora es?
—Comenzaremos al atardecer, pero nos iremos desde mediodía para
ayudar con las labores previas, lo cual me recuerda que ustedes no pueden
ir así, tienen que tener la ropa adecuada, así que les voy a tener que prestar
ropa, les deberá de quedar bien.
—¿Por qué debemos de usar tu ropa?
—Es un ritual sagrado, debemos vestir ropas blancas antes de entrar al
temazcal, sólo podemos usar de color algún pañuelo o cinturón en rojo o
amarillo, es toda una tradición milenaria y si no tienen interiores blancos es
mejor que no lleven.
Carlos le explicaba poco a poco los pasos del Mitote a Mako, pero éste
se volvió a quedar dormido y Carlos también, por más de dos horas. Érick
ya había terminado de lavar y aburrido sin televisión ni tener con quien
platicar, comenzó a molestarlos hasta que se despertaran, primero
haciéndoles cosquillas en la nariz con unos calcetines sucios de Mako, pero
al ver que no funcionaba, tomó una pluma que estaba en el cuarto de Carlos
y comenzó a hacerles cosquillas en los oídos, pero sus dos amigos parecían
de piedra, así que ya desesperado se les echó encima. Entre Mako y Carlos
agarraron a Érick y lo envolvieron entre las sábanas para que no se pudiera
mover, parecían niños los tres, pero se divertían bastante, como si fueran
amigos de toda la vida.
Ya bien despiertos los tres, Carlos se levantó y fue hacia la cocina, les
ofreció solamente agua de la que mantenía fresca en un recipiente de barro,
les explicó que tendrían que ir en ayunas, pues era parte del ritual y se fue a
su cuarto. Regresó con algo de ropa entre las manos y la repartió entre
Mako y Érick.
—¿Y esto? —preguntó Érick.
—Ah, le comentaba a Mako que en el evento al que vamos a asistir sólo
podemos llevar ropas blancas, de algodón y sandalias, algunas cintas rojas o
amarillas, ustedes no traen nada de eso más que sandalias, así que llevaran
de mi ropa.
—¿Entonces para qué me la pasé lavando? —dijo.
—No te hará daño hacer algo de provecho de vez en cuando, Érick —le
dijo Mako riendo. Mako y Érick se probaron la ropa de Carlos que les
quedó sin problema, Carlos también se fue a vestir y ya antes de mediodía
estaban los tres listos, Carlos fue a su otro cuarto a recoger algunas cosas y
echarlas a su morral, le encargó a Mako que llevara algunas frutas de la
cocina. Tocaron a la puerta.
—Abre por favor, Érick —le dijo Carlos, Érick fue a abrir y eran dos
jóvenes—. Ah, déjalos pasar —eran Quetzalli y Ayauhtli—. ¡Bienvenidos,
hermanitos! —Carlos los saludó y abrazó efusivamente, luego saludaron y
abrazaron también a Mako y se presentaron después con Érick.
—¿Y ellos quienes son, cómo los conoces? —le preguntó Érick en voz
baja a Mako mientras los jóvenes le ayudaban a Carlos a buscar un par de
cosas.
—Son amigos de Carlos, yo los conocí en el Tajín ayer que fui sólo —le
contestó Mako.
Partieron los cinco con rumbo al Tajín, llegaron pronto y entraron
saludando a la gente de seguridad cargando las cosas que llevaban y adentro
encontraron a Olkan acompañado de una hermosa dama de piel muy blanca
y cabello castaño claro y medio corto, a los cuatro niños y a un grupo de
cinco mujeres más. Olkan presentó a Mako.
—Nuestro invitado nos visita desde la ciudad de las montañas, él es su
amigo —dijo señalando también a Érick, quien, por cierto, comenzaba a
notar mucha atención hacia Mako, lo cual le resultaba extraño. Los adultos
se presentaron: primero la dama que acompañaba a Olkan, ella era Xiu
(Xiuhtlatzin, dama de los verdes campos), las demás eran Xóchitl (flor),
Metzli (Luna), Citlalli (estrella), Izel (única) y Yaretzi (por siempre amada).
Todos en grupo se fueron caminando por los caminos entre las ruinas,
tomaron después un sendero a la derecha de la Gran Xicalcoliuhqui hasta
empezar a perderse en la espesura de los árboles.
—¿Son todos los miembros de la Orden del cuervo? —le preguntó
Mako en voz baja a Tochtli, que caminaba a su lado.
—No todos, faltan muchos, pero alguien tiene que trabajar, ¿no? —
Mako sonrió.
—Oye, Tochtli, no me dijeron cuál es el nahual de los demás. ¡Sólo sé
que Chanehque y Ayauhtli son coyotes!
—Quetzalli es un quetzal, es un nahual muy poco común, un nahual
sagrado, yo soy liebre, Mixtli y Nelli son cuervos y Coyolli es una
serpiente, un nahual guerrero también muy poco común y todas las demás
mujeres son cuervos y gaviotas. Olkan, un cuervo también, por eso se llama
la Orden del cuervo, porque el gran maestro, el nahual mayor, es Olkan —le
explicó. Llegaron al fin a un lugar cerca de las faldas de un pequeño cerro,
un claro con poca vegetación y ahí comenzaron a dejar todas las cosas que
llevaban. Todos ya estaban vestidos de acuerdo a la ocasión, así que Olkan
les comenzó a repartir sus funciones.
—Xiu y yo llevaremos la ceremonia, Chanehque será el hombre de
fuego, Coyolli será su ayudante y los demás tomarán parte activa del
temazcal —todos asintieron sin hacer preguntas hasta que Érick preguntó:
—¿Quién es Chanehque? —Carlos se le acercó.
—Yo soy Chanehque, Érick, creo que ya puedes comenzar a
comprender algunas cosas, pero vas a conocer muchas más. Sólo trata de
poner mucha atención, mantén bien abiertos tus ojos, pero sobre todo,
mantén bien abierta tu mente y tu corazón —Mako se impresionaba de ver
cómo se transformaba Érick cuando Carlos estaba con él, se notaba que lo
admiraba y respetaba mucho.
Comenzaron el ritual, Olkan les indicó el área donde habrían de
desyerbar bien el terreno, un área perfectamente plana, Chanehque, Érick y
Ayauhtli se encargaban de eso, mientras Tochtli, Coyolli y Mako fueron
mandados a encontrar varas de madera lo suficientemente grandes y
resistentes que servirían como estructura para el temazcal, Nelli y Mixtli
comenzaron a cavar un hoyo en el área donde los otros desyerbaban según
las indicaciones que les dio Olkan, Quetzalli, Xóchitl y Metzli se
dispusieron a desenvolver los paquetes que llevaban, principalmente eran
cobijas, muchas cobijas que estuvieron ordenando, Citlalli, Izel y Yaretzi se
pusieron a lavar las frutas que todos habían llevado. ¡Todo esto les tomó
media tarde! Incluso Quetzalli y Metzli se fueron a buscar ramas también.
Érick y Ayauhtli le ayudaban a Nelli y Mixtli con el hoyo, la tierra era
bastante dura, los demás le ayudaban a Xiu y a Olkan con preparar algunas
yerbas medicinales que llevaban y algunos artículos que utilizarían.
Al fin, cuando comenzaba a caer la tarde Chanehque, Ayauhtli, Érick,
Mako y Olkan ya casi terminaban de armar la estructura del temazcal,
parecía toda una obra de arte, una media esfera casi perfecta de muy
generosas dimensiones donde sin ningún problema cabrían todos los que
formarían parte del ritual, al final Mako y Ayauhtli revisaban todos los
amarres que habían hecho y por último Olkan dio el visto bueno final a la
estructura, le dio algunos golpes e incluso animó a los niños a que treparan
encima, todo estaba perfecto, la estructura no cedía, felicitó especialmente a
Nelli por haber afinado con agua las paredes del hoyo que cavaron, quedó
muy bien hecho y una felicitación también muy especial a Mako y Érick
que en su primera experiencia lo estaban haciendo muy bien, Mako
comenzaba a notar que Érick estaba disfrutando mucho lo que estaban
haciendo y le daba mucho gusto por él.
—¿Y esa vara, Mako? —le preguntó Ayauhtli.
—La encontré hace rato mientras juntábamos todas las ramas, pero ésta
estaba enterrada, apenas se asomaba un poco una de sus puntas, pensé que
era algún pedazo de cerámica antiguo, pero no, cuando noté que era madera
comencé a cavar para desenterrarla pero batallé mucho, estaba enterrada en
forma casi vertical y ha de medir como dos metros, se siente bastante fuerte.
—¡Qué bien! Debes conservarla, parece perfecta para ser un objeto de
poder.
Mako no entendió muy bien a qué se refería Ayauhtli, pero no quiso
hacer más preguntas para estar bien atento a todos los preparativos del
temazcal.
Enseguida Quetzalli, Xiu, Xóchitl y Metzli fueron cubriendo la
estructura con las cobijas que llevaban, revisando cuidadosamente de no
dejar ningún lugar sin cubrir, Tochtli y Mixtli, dirigidos por Izel, fueron a
traer algunas piedras que colocarían en la base alrededor de todo el
temazcal para sujetar las cobijas, mientras Chanehque y Coyolli
comenzaban a armar una torre con todas las ramas que sobraron, sólo ellos
dos podían intervenir en esa tarea como el hombre de fuego y su ayudante,
Mako se maravillaba de ver la destreza de todos y cada uno de los
participantes. Alrededor de la fogata que aún no terminaban Chanehque y
Coyolli, fueron Izel, Tochtli y Mixtli a poner también, algunas rocas a su
alrededor para evitar que el fuego se fuera a expandir por entre la maleza.
Todo estaba listo, la ceremonia comenzaría con una ofrenda. Se sentaron
todos en círculo alrededor de lo que sería la fogata alternándose hombre y
mujer, excepto Xiu y Olkan que estarían al centro, Xiu le dio indicaciones a
Xóchitl y Quetzalli de que fueran repartiendo las frutas que todos habían
llevado, una vez que cada quien tuvo sus frutas comenzaron los cánticos
dirigidos por Xiu y Olkan, todos cantaban con ellos, Mako y Érick hacían el
intento de seguirlos tarareando ya que no sabían las canciones ni mucho
menos hablar en náhuatl que era el idioma en que cantaban.
Una vez ofrecidos los frutos a los cuatro vientos siguiendo las
indicaciones de Olkan y «curados» al humo del copal que Xiu iba
esparciendo por todo el círculo y limpiando» a cada quien con unas ramas
verdes de albahaca procedieron a degustarlos. Todos los comían lentamente,
aún y a pesar del hambre que tenían, no habían probado bocado en todo el
día y habían trabajado mucho, pero los alimentos debían ser degustados
pacientemente, son un regalo de la tierra.
Una vez que todos terminaron comenzaron las danzas en
agradecimiento, todos seguían los pasos de Xiu y Olkan mientras
Chanehque y Coyolli marcaban el ritmo al son del teponaztli y el tlapitzalli,
instrumentos musicales ancestrales. El teponaztli de Chanehque es un
tronco hueco cuya madera es finamente tallada, en esta caso en forma de
coyote y se toca con un par de batacas, el tlapitzalli de Coyolli es un
instrumento parecido a una flauta pero hecha de barro y en esta caso con
forma de serpiente.
Al terminar la merienda ceremonial, Chanehque y Coyolli procedieron
al encendido de la hoguera, Carlos le enseñó a Coyolli cómo encender
fuego frotando ramas secas, la intención era hacer todo lo más natural
posible, como buenos guerreros, mientras Olkan le indicaba a los demás
que fueran al monte, ya oscuro, a encontrar cada quien una piedra, una sola,
cada uno sabría cual, el poder los guiaría y así procedieron, guiados sólo
por sus instintos. Al pasar de algunos minutos fueron llevando sus piedras y
conforme llegaban, Olkan les indicaba que fueran haciendo un círculo
alrededor de la hoguera, ya todos estaban listos, todos menos Mako. Nadie
alcanzaba a verlo ni a escuchar que anduviera por ahí, pero al final, tras no
menos de media hora, llegó Mako con su piedra entre los brazos como si
fuera un bebé.
—¡Creímos que te habían raptado otra vez! —le dijo Quetzalli mientras
todos reían, todos menos Érick quien no sabía a qué se referían con «otra
vez». Mako, que pasaba cerca de él, sólo le dijo sonriendo:
—Luego te explico.
Estaba hecho el círculo de piedra, la hoguera ardía. Olkan y Xiu dirigían
una danza entre cánticos alrededor del círculo hasta que al fin Olkan
terminó haciendo un fuerte y largo sonido gutural, ayudado con sus manos
como el sonido de un ave que se alejaba, le indicó enseguida a cada quien
tomar su piedra y uno a uno debían ofrecerla a los cuatro vientos antes de
colocarla en la hoguera. Empezaría Mako, enseguida Yaretzi, Tochtli,
Xóchitl, Érick y así sucesivamente; hombre y mujer, como estaban
acomodados en sentido contrario a las manecillas del reloj. Cada que la
piedra era ofrecida a cada viento Olkan hacía el mismo sonido de ave un
par de veces, Mako hizo su ofrenda con mucha seriedad, mostrando un gran
respeto y colocó la primera piedra justo donde Chanehque le indicaba y así
fueron haciéndolo todos, Érick en particular, que ya estaba contagiado de
todo el misticismo que había en el lugar, mostraba un profundo respeto.
Chanehque lo volteaba a ver constantemente, como orgulloso de él.
Una vez que ya todas las piedras ardían, Olkan les indicó que era
momento de entrar al temazcal, todos debían dejar todas sus ropas en el
lugar en que estaban parados y entrar al temazcal completamente desnudos,
el único que se puso nervioso de todos fue Érick, cerró los ojos tratando de
no ponerse más nervioso y hasta llegó a tocarse el corazón sintiendo su
precipitado latir. Llegó el momento, en el mismo orden entrarían al
temazcal, hincándose en la entrada con la frente al suelo y pronunciando
unas palabras de respeto al universo, a la tierra y a sus hermanos los
hombres; así fueron pasando todos al temazcal. Mako se desvistió sin pudor
alguno con toda la naturalidad del mundo puso sus ropas a sus pies, dejó sus
sandalias y caminó hacia la entrada, se hincó con la frente al suelo y
pronunció:
—Con profundo respeto a la vida, a la muerte y a todos los mundos de
mis hermanos los hombres —Olkan se mostró complacido. Una vez adentro
tendrían que estar los hombres de un lado y las mujeres del otro, al final
entraron Xiu y Olkan, siendo éste quien al entrar le indicó a Chanehque, el
hombre de fuego, cerrar la puerta.
Ya en el temazcal, Olkan y Xiu le daban la espalda a la puerta, estando
ellos más cerca del hoyo del centro, dejaban la puerta libre, el resto casi
recargados en la estructura del temazcal, sin tocarla. Comenzaron los
cánticos totalmente a oscuras y tras unos pocos minutos Xiu le pidió al
hombre de fuego que abriera la «primera puerta»; así Nelli levantó la manta
de la puerta sosteniéndola para que Chanehque, ayudado con unas pinzas de
acero y guantes de cuero, le «sirviera» la primera piedra a Xiu, quien la
recibía en un recipiente también metálico y con cuero alrededor. Xiu
entonces colocaba la piedra en el hoyo mientras le pedía al ayudante que le
pasara el recipiente con agua, Nelli así lo hizo y cerró la puerta, la piedra
estaba tan ardiente que iluminaba el interior del temazcal en un precioso
tono rojo-anaranjado. Olkan colocó algunas de las yerbas medicinales en la
piedra que las incineró de inmediato y Xiu vertió la primer bocanada de
agua, todo el temazcal comenzó a llenarse de vapores de un aroma
riquísimo y relajante.
—Aspiren hondo —decía Olkan—. Déjense curar, dejen que estas
piedras, nuestras abuelitas, nos llenen de sus calores, dejen que salga toda la
enfermedad y los malos pensamientos, desdibujen su mente, sólo existe mi
voz, tómense de las manos y aspiren hondo y lento, más hondo, más lento
—eran algunas de las palabra de Olkan y así fueron transcurriendo «las
puertas», una a una y entre ellas los cánticos, las oraciones y los buenos
deseos que establecían la hermandad entre los presentes.
El calor adentro era tan insoportable como placentero, nadie pedía salir,
nadie pedía agua siquiera, pero Xiu, a cada cuarta puerta les pasaba el
cuenco del agua haciéndolos beber sólo un pequeño sorbo, todos debían
alcanzar a beber del mismo cuenco.
Llegó la doceava puerta, la última, era la piedra de Mako, la reconoció
de inmediato ya que era la más grande y redonda de todas, parecía un
enorme huevo, Olkan y Xiu también lo notaron, el ritual era el mismo, pero
aquí ocurrió algo diferente, cuando Xiu vertió agua sobre la piedra de
Mako, ésta se incendió. Una hermosa flama amarilla y azul permanecía
rodeando la piedra.
—¡Qué abuelita tan hermosa nos trajiste, hijito! —le dijo Xiu a Mako, a
quien todos voltearon a ver, Mako simplemente no podía desviar su vista de
esa bella flama, sentía que era parte de él, su corazón latía con fuerza.
—Llegó el momento —dijo Olkan—. Los dos muchachos que tienen
hoy su primera experiencia probarán del corazón sagrado de la tierra —sacó
de un morralito un par de cactus de peyote, uno se lo dio a Xiu para que lo
partiera y se lo diera a Érick, el otro, él mismo se lo partiría a Mako, les dio
a ambos las indicaciones de cómo consumirlo, poniendo un gajo debajo de
la lengua y al hacerlo ambos, todos comenzaron a cantar de nuevo, al pasar
los minutos y después de tragar cada gajo, comenzó el viaje.
Primero ambos experimentaron cómo desaparecía la débil luz que había
en el interior del temazcal gracias al ardor de las piedras, volteaban hacia
arriba y veían un cielo estrellado, como si estuvieran al aire libre, los
cánticos sonaban en un segundo plano, el cielo estrellado comenzó a
mezclarse con el fuego y los cuerpos del resto del círculo. Después cada
uno tendría su propio viaje, primero Mako comenzó a ver cómo el fuego se
desprendía de las piedras e iba formando una figura, batallaba para
distinguirla, eran luces y sombras, luz y oscuridad en un solo ser, un par de
espejos perfectamente redondos y muy pequeños parecían acercarse, se
acercaban, se tornaban de color, entre un verde y un ocre… ¡Era un enorme
jaguar! ¡Un hermoso jaguar! Mako ni se inmutó, procuró discernir cada
detalle. Lo miró fijamente, el jaguar lo observó con sigilo, se acercó a su
rostro tanto que se siente su respiración y al final, el jaguar se sentó frente a
Mako y agachó su cabeza en señal de reverencia. Mako lo acarició
suavemente, sabía que era parte de él, fue un íntimo momento de
reconocimiento entre ambos, estaba feliz.
Érick, en cambio, miró cómo las estrellas caían del cielo, casi todas al
mismo tiempo, pero sólo quedó una, una que cada vez se hacía más grande
y se tornaba amarilla, casi cobriza. Era una enorme Luna y la Luna parecía
alejarse y luego dividirse. Eran dos lunas, alrededor de ellas la oscuridad se
tornó ocre y avanzó hacia Érick… ¡Es un coyote! Érick trató de huir pero
no pudo, algo lo sostenía, el coyote se acercaba, Érick gritó, quería salir de
ahí, pero no podía, el coyote gruñió y se acercó al rostro de Érick; lo olía,
aspiró hondo, como si aspirara su miedo, Érick tardó pero comprendió que
no tenía caso luchar, si el coyote quisiera lastimarlo ya lo hubiera hecho,
desistió a sus lamentables intentos, el coyote aulló y se alejó lentamente.
Mako despertó de su viaje con una enorme sonrisa en su rostro, Olkan y
Xiu lo veían a los ojos con mucha alegría y entusiasmo, tal vez hasta algo
de orgullo, Érick en cambio despertó muy asustado y agitado, Ayauhtli y
Mixtli lo agarraban de los brazos tratando de calmarlo, Xiu le ofreció agua
y la tomó rápidamente.
—Perdón, creo que el peyote me hizo alucinar muy vívidamente —les
dijo Érick.
—Ya aprenderás a aceptar otras realidades —le dijo Olkan. Xiu echó
toda el agua a las piedras que soltaron una última exhalación de vapor,
enseguida entonaron los últimos cánticos y fueron saliendo del temazcal
uno por uno, hasta que salió Olkan al final, cuando Érick salió, aún tenía la
vista perdida, aún estaba muy impresionado, Ayauhtli le comentó a
Chanehque:
—Dice el maestro que también es un coyote —Chanehque se emocionó
tanto que le dio un fuerte abrazo a Érick.
—Lo sabía, tenemos otro hermano —le decía a Ayauhtli, pronto todos
se vistieron después de secarse con las toallas que Coyolli les ofrecía al salir
y ya en la muy oscura noche se dispondrían a organizar una cacería, tenían
que cazar su cena.
Chanehque, Ayauhtli y Érick formaron un grupo. Mako, en cambio, se
juntó con Tochtli y Nelli, los demás se quedaron junto a la hoguera
acomodando los troncos para que sirvieran para cocinar ya que la hoguera
era muy vertical, Yaretzi y Quetzalli ayudaban a Xiu a cortar algunas
verduras.
Chanehque era un cazador experto, él y Ayauhtli instruían a Érick en
colocar trampas para conejos, Tochtli y Nelli no eran tan diestros, pero
Mako parecía que ya supiera lo que tenía que hacer y tomaba el liderazgo
de su grupo. Las trampas de Chanehque eran muy sencillas, consistían en
algunos hoyos cubiertos con ramas y hojas donde pusieron un poco de
verduras que atraerían a las presas, no tardaron mucho en capturar hasta
cuatro conejos. Por otro lado, el otro grupo capturó un par de conejos
también, pero Mako utilizó una táctica diferente: trepó a un árbol en cuya
base había puesto la carnada y desde lo alto lanzó con excelente tino su vara
puntiaguda, la que había desenterrado y que fue preparando mientras
caminaban. Al bajar por cada presa, bajaba del árbol, retiraba la vara y le
pedía perdón a cada animalito por haberles quitado la vida, pero les
aseguraba que ahora serían uno con el Universo en espíritu y uno con ellos
mismos en cuerpo, Nelli y Tochtli parecían muy asombrados, lo que Mako
hacía parecía tan fácil y lo que decía parecían las palabras del mismísimo
Olkan.
Llegando a la hoguera Nelli y Tochtli pronto le contaron a Olkan lo que
Mako había hecho.
—No dejas de sorprenderme, muchacho. No es necesario que
esperemos más, debes escoger un nombre, un nombre de guerrero —Mako
comprendió, sonrió y no lo pensó dos veces:
—¡Tonalli! —exclamó, todos se sorprendieron mucho, no es un nombre
muy común.
—Ese es un nombre muy poderoso, hijo —le dijo Olkan—, pero tengo
la confianza en que serás digno de él —así que entonces, antes de la cena,
Olkan hizo un pequeño ritual de nuevo. Mako tenía que desnudarse otra
vez, todos los demás formaban un círculo en torno a Mako y Olkan, éste
último tomó el recipiente del agua y la dejó escurrir encima de Mako, sobre
su cabeza hasta mojarlo completamente, fue como un bautizo, había nacido
Tonalli.
Chanehque, Ayauhtli y Érick se encargarían de asar los conejos que ya
habían preparado las mujeres, mientras Olkan le platicaba a Tonalli lo que
era el camino del guerrero que habría de emprender, los niños y Quetzalli
los acompañaban.
—¿Cómo supo el señor Olkan que vi a un coyote? —le preguntó Érick a
Ayauhtli—. Olkan es un gran nahual, tiene mucho poder, él puede hacer
cosas grandiosas, pudo ver tu visión a través de tus propios ojos y lo mismo
con Tonalli.
—¿Qué fue lo que vio Mako…? O bueno, Tonalli. No me ha dicho.
—Tonalli es un jaguar, creo que Olkan lo sabía desde el principio, por
eso ha estado tan interesado en él, un jaguar es un nahual muy poderoso, el
más poderoso de los nahuales guerreros, tal vez por eso el otro brujo lo
quiso raptar —de eso tampoco me ha dicho nada, me dijo que me explicaría
después… Entonces, ¿realmente lo quisieron raptar? —preguntó Érick.
—Él te lo platicará mejor —le dijo Chanehque—. Por ahora lo
importante es que yo también tenía razón, sabía que eras un coyote como
Ayauhtli y como yo. ¡Eres nuestro hermano! —Pero no entiendo, ustedes
dicen que soy un coyote, solo porque se me apareció un coyote por
consumir peyote.
—Lo que viste es tu nahual. Es un espíritu que te acompaña desde el día
que naciste, quizá desde antes, todo ser humano tiene uno, ahora tú tuviste
la dicha de ver al tuyo en persona. No fue una alucinación, Érick, viajaste
entre los mundos y viste a tu nahual porque tu nahual te acompaña desde
ese otro mundo, es la parte de ti que te conecta con el universo, ya lo
entenderás. Tienes mucho que aprender, Tonalli también, pero para él es
muy distinto; pareciera que ya sabe muchas cosas, por eso Olkan está muy
sorprendido, tal vez sea porque su nahual es muy poderoso.
—¿Qué va a pasar ahora, Car… Chanehque? ¿Qué va a pasar conmigo?
¿Me voy a convertir en un brujo como ustedes?
—Tomar el camino del guerrero es una decisión personal, Érick. Sé que
tú lo harás, aunque tal vez necesites más tiempo para decidirte, tómalo con
calma, Ayauhtli y yo te vamos a esperar siempre.
Por otro lado Olkan y Mako también platicaban.
—Lo que más me sorprende de ti es que no te hayas dejado consumir
por el mundo del Tonal, Tonalli, especialmente viviendo en una ciudad tan
grande y moderna. Aunque allá cerca hay algunos sitios de gran poder, yo
mismo he ido al Cañón de la Huasteca y al desierto de Icamole que están
cerca de Monterrey, muy cerca.
—Sí sé dónde están, maestro, pero nunca he ido a ninguno de los dos —
respondió Tonalli.
—Entonces es más sorprendente aún —agregó Olkan. Tonalli también
tenía mucha curiosidad por saber qué pasaría después, sentía que todo iba a
cambiar—. No comas ansias, Tonalli, hoy fue apenas el primero de los
cuatro días del mitote, vivirás más cosas aún, tómalo con calma, el poder te
guiará a donde tengas que ir.
Chanehque anunciaba la cena, todos se sentaron de nuevo alrededor de
la fogata, dieron gracias al Universo por sus alimentos y procedieron a
degustar la cena. El tema principal era que Chanehque había encontrado
otro hermano, todos estaban muy felices, sabían que su búsqueda era
continua e incesante, Érick ya comenzaba a sentirse parte de una familia
diferente. El tema de Tonalli era aún desconcertante para todos: no sabían
qué esperar de él, a algunas de las mujeres les había parecido muy pronto su
bautizo y a los niños también, especialmente a Coyolli, pero aceptaban sin
chistar los designios de Olkan.
Terminaron sus alimentos y después de asearse, las mujeres repartieron
cobijas a cada quien, aun oliendo mucho a humo, pero a nadie parecía
importarle tanto, total, la noche era cálida y no se taparían con ellas, sólo
dormirían sobre ellas. Algunos platicaban mientras no les llegaba aún el
sueño, como los tres coyotes y Quetzalli mientras veían las estrellas, los
niños también, acompañados de Yaretzi y de Izel, poco a poco todos fueron
durmiendo. Mako se había recostado solo, un poco aislado de los demás y
más cercano al fuego, pasaban los minutos, pasó poco más de una hora y ya
muy noche se levantó, no podía conciliar el sueño, veía que todos estaban
profundamente dormidos y comenzó a caminar entre los árboles, sentía
algún tipo de necesidad, algo lo llamaba a husmear los alrededores; de
pronto escuchó un susurro en el viento, no distinguía palabras, era sólo
como un susurro muy suave que lo invitaba a seguir avanzando, llegó
entonces a otro claro y estaba ahí, un enorme y hermoso jaguar. Tonalli se
quedó paralizado, no de miedo, sino más bien de asombro, el jaguar
comenzó a correr hacia él y lo embistió, pero en pleno aire se convertía en
energía y se metía en el cuerpo de Tonalli; élse veía sus manos, veía un
brillo inusual, mágico, todo su cuerpo irradiaba una energía luminosa que
casi le cosquilleaba, hasta podía ver reflejada la tenue luz en los pequeños
arbustos y en las yerbas del suelo, se sentía tan bien que decidió quedarse
ahí a pasar la noche cobijado por las estrellas, sólo fue a un árbol cercano a
cortar algunas hojas, algunas ramas con hojas, las tendió en el suelo
cuidadosamente y se acostó a dormir, durmió casi de inmediato, sentía un
calor muy abrazador, durmió tan cómodo como jamás lo había estado.
Segundo día
Iba despertando cada quien el viernes por la mañana, el ayuno debía ser
cada uno de los cuatro días, así que sólo podían beber agua, todo transcurría
con total normalidad, hasta que Quetzalli le preguntó a Érick por Tonalli.
—No sé, seguro se levantó más temprano y anda por ahí fertilizando los
matorrales —dijo Érick mientras Chanehque y Ayauhtli reían, no le dieron
mucha importancia, pero Quetzalli sentía cierta angustia, algo le
incomodaba.
Tonalli despertó, se encontraba al pie de una enorme pirámide, al lado
de su jaguar que también despertaba pero al parecer sólo él lo veía, había
unas cuantas personas caminando cerca, lo veían extrañados pero nadie se
le acercaba, la pirámide era asombrosa, muy parecida a la pirámide de los
nichos pero en perfectas condiciones, sin tantos nichos y muy colorida. En
la parte superior tenía su templo, se veía colosal. Tonalli rápido comprendió
que estaba en el otro mundo, esta vez decidió dar un paseo, su jaguar
desapareció, se dispuso a retirar las hojas que le habían servido de cama y
cobijo y comenzó a caminar, había muchos edificios por doquier, ya los
había visto antes pero esta vez estaba más en el centro de la ciudad, había
una explanada muy grande rodeada por una muralla que seguramente era la
Gran Xicalcoliuhqui, pero en perfecto estado. De pronto vio pasar un águila
enorme volando en círculos a su alrededor, el ave le causó algo de
extrañeza, sentía que no era un águila común y corriente, siguió avanzando
y sintió un extraño pero muy reconfortante calor, entonces supo que estaba
en el lugar del temazcal, no podía estar equivocado, cerró los ojos de nuevo
concentrando su energía en volver al mundo del Tonal y al abrirlos se
encontraba justo entre el temazcal y los restos de la fogata, no había nadie
más, tomó un poco de agua y notó que ya todos habían recogido sus
cobijas, incluyendo la suya, así que solamente se sentó paciente a esperar
que los demás volvieran.
Pasaban los minutos y nadie aparecía, hasta que por fin vio acercarse a
Xiu, la mujer, que al parecer era española, corrió a abrazarlo.
—Tonalli, ¿dónde estabas? ¡Todos te andan buscando! —Tonalli se
sorprendió.
—Perdón, Xiu, es sólo que desperté en el otro mundo y me fui a pasear
un rato.
—¡Pero aún en el otro mundo hubiéramos notado tu presencia! —
agregó Xiu.
—Bueno, lo que pasa es que no dormí con ustedes, dormí lejos de aquí
junto a aquel cerro, ahí me llevó mi jaguar, aunque ese cerro en realidad es
una pirámide —Xiu se sorprendía de escuchar lo que Tonalli decía, le dio
un beso en la frente y enseguida tomó un caracol para llamar a los demás;
pronto fueron llegando todos y cada uno. Xiu les explicó lo que Tonalli le
había dicho.
—¡Vaya que si te gusta darnos sustos! —dijo Chanehque.
—Bueno, ya podemos calmarnos todos. La verdad, hijo, es que además
de no encontrarte notamos una presencia que no fue invitada y por eso nos
pusimos un poco nerviosos —dijo Olkan.
—¿Qué tipo de presencia, maestro?
—Un nahual que desconozco, Tonalli, seguro estoy que no es de por
aquí —Tonalli se quedó pensativo por un momento y dijo:
—Pues yo vi un águila volando muy cerca de mí, ¿podrá ser ese nahual?
—Olkan y Xiu se quedaron viendo algo preocupados.
—Puede ser, hijo —dijo Olkan—. Un águila es un nahual muy
poderoso, de los más poderosos junto con el jaguar y la serpiente, debemos
estar atentos. Entre los nahuales, los más poderosos eran sin duda el jaguar,
el águila y la serpiente. Había otros considerados sagrados como el quetzal,
el venado y el búho, de todos éstos, la serpiente era el más oscuro, pero no
siempre una serpiente era un nahual oscuro, todo dependía del «ihíyotl» de
la persona, es decir, de su carácter, como les explicaba Xiu; lo mismo con el
jaguar y el águila, eran considerados prodigiosos, pero podían llegar a ser
oscuros, sin embargo con los nahuales sagrados no era así, un quetzal o un
venado eran simplemente venerables y un búho en cambio, invariablemente
era un nahual que podía descender al mismísimo lugar de la muerte, el
Mictlán. Por ejemplo: el legendario Quetzalcóatl era una serpiente, pero
llegó a ser tan prodigioso que hasta se le consideró sagrado, por eso se le
llamó así, Quetzalcóatl. O Nezahualcóyotl, que era un venado, no un coyote
como muchos creen, era un hombre muy sabio —explicaba Olkan.
Nuevamente se prepararían todos para el segundo día del mitote.
Chanehque y Nelli comenzaron a limpiar los restos del fuego del día
anterior, los demás fueron a regresar las piedras que habían recogido a los
mismos lugares de donde las habían tomado y deberían de traer otras
piedras diferentes; Ayauhtli y Érick junto con Izel y Yaretzi, además,
debieron ir al Tajín por más víveres que les darían los artesanos,
principalmente agua, Tonalli, Tochtli y Coyolli fueron de nuevo a buscar
ramas, esta vez los acompañaron Quetzalli y Xóchitl por precaución,
mientras Metzli, Xiu y Olkan lavaban las vasijas que usaron, encendían
copal y barrían un poco el temazcal por dentro y por fuera.
La ceremonia era exactamente la misma, todos tomaron las mismas
posiciones incluso, lo único extraño es que esta vez Tonalli ofreció una
piedra muy pequeña pero con mucho cuarzo en ella, fácil le cabía en una
sola mano, cuando fue el turno de su piedra en entrar por la puerta del
temazcal algunos reían con algo de burla, pues parecía muy insignificante.
Olkan, sin miramientos le echó las hierbas medicinales y Xiu le vertió agua
igual que a las demás, lo que sucedió fue de nuevo impresionante, la escasa
agua que Xiu vaciaba del cuenco sobre las piedras empezó a hacerse más,
como si saliera de las piedras mismas hasta inundar el pozo en la tierra, el
cual, era bastante grande, parecía ahora un caldero y el agua hervía,
burbujeaba, una vez más todos volteaban a ver a Tonalli, de quien cada vez
más se convencían de que no sería un nahual común, Tonalli simplemente
no podía dejar de ver lo que pasaba, sus ojos se llenaban de asombro, no
dejaba de asombrarse con todo aquello.
Una vez más Tonalli y Érick probarían del cactus y se encontrarían con
sus nahuales, Tonalli tomó sus gajos sereno y concentrado, Érick en cambio
se sentía aún nervioso, Ayauhtli lo animaba y trataba de calmarlo.
Tonalli se encontraba ya al lado de su jaguar, caminaban por el monte,
pareciera un lugar interminable, muy oscuro y desértico, sólo había algunas
piedras por ahí, algunos arbustos por allá y a lo lejos veía algo que parecía
fuego. Caminaba hacia esa luz pero parecía alejarse, así que comenzó a
correr para alcanzar aquello, quería saber qué era. Su jaguar iba a su lado,
sí, parecía que lograrían alcanzar esa luz, cuando ya estaban lo
suficientemente cerca se detuvieron, había una persona ahí, se notaba su
silueta y junto a él había un coyote, rodearon sigilosamente el lugar
procurando no hacer el más mínimo ruido, despacio, muy despacio y
entonces estaba ahí…
—¡Érick! —Tonalli gritó, el coyote volteó a verlos y lanzó un fuerte
aullido, el jaguar gruñó, pero Tonalli le pasó la mano por la cabeza
calmándolo, y comenzaron a avanzar hacia ellos, el coyote los miraba
fijamente con mucho nervio y gruñendo—. ¡Érick, soy yo! —gritó de nuevo
Tonalli, esta vez Érick sí escuchó, volteó a verlos y a punto estaba de
comenzar a correr hacia Tonalli gustoso, pero se detuvo casi de inmediato al
ver al enorme jaguar, Tonalli siguió avanzando hasta llegar a ellos, el
coyote estaba muy nervioso, pero Tonalli se le acercó dejando a su jaguar
un poco atrás, le acercó la mano al coyote para que lo oliera y éste le tomó
confianza, entonces volteó a llamarle a su jaguar, quien se acercó también al
coyote, ambos se olían, conociéndose. Tonalli entonces se levantó y abrazó
a Érick.
—¡Ahora ya conoces un poco del otro mundo, Érick! ¡Y ya tienes a tu
nahual! ¿No es esto impresionante? —le decía Tonalli.
—La verdad todavía me asusta, todo esto es tan nuevo para mí, aún me
cuesta mucho trabajo pensar que esto no es sólo un sueño.
—Pero, Érick, ¿cómo podríamos soñar exactamente lo mismo?
—Supongo que tienes razón, Mako, o bueno, Tonalli, tampoco me
acostumbro a llamarte así.
—No hagas suposiciones, Érick. Olvídate de las cosas que deben de ser
como tú crees, siente lo que estás viviendo, abre tu mente, abre tu corazón,
no pienses si esto es real o no, sólo vívelo, ¡hazlo tuyo! —ambos volvieron
de nuevo al despertar, el maestro Olkan, que veía fijamente a Tonalli, le
dijo:
—Lo que acabas de hacer es simplemente impresionante, un nahual
tardaría años para lograr entrar en el sueño de otro, tú lo hiciste sin
esforzarte —Xiu enseguida le preguntó a Olkan:
—¿Pero han viajado juntos? ¡Qué cosa tan maravillosa, mis niños! —
Érick se notaba muy pensativo, pero no pensaba nada en realidad, estaba un
poco en shock.
—Lo mejor de todo fue que mi jaguar y su coyote se llevaron muy bien
—dijo Tonalli gustoso, Érick sonrió un poco al fin.
—Oor un momento pensé que ese gato enorme nos comería a todos —
los demás en el temazcal reían, la flama en las piedras ya se había
consumido, el agua dejaba de hervir, aprovecharon entonces los últimos
vapores con los últimos cánticos y fueron saliendo uno a uno al concluir
Olkan y Xiu el temazcal.
De nuevo fueron a la caza, esta vez se fueron los seis juntos y llevaron
ocho conejos para cenar, como este segundo día habían tardado menos con
los preparativos, pudieron cenar más temprano y tuvieron un buen tiempo
para platicar.
Olkan había juntado a todas las mujeres en un círculo, todas lo
escuchaban con mucha atención y en ocasiones reían fuertemente, los niños
en cambio, jugaban con algunas varas fingiendo estar peleando, Chanehque,
Érick, Ayauhtli y Tonalli se habían sentado formando un círculo.
—A ver, Tonalli, por qué no nos cuentas alguna de tus historias. ¡Ni
modo que te vayamos a decir que estás loco! —le dijo Érick.
—¿Historias? ¡Me encantan las historias! ¿Puedo sentarme con ustedes?
—¡Claro, Quetzalli! —le dijo Ayauhtli y le hizo espacio entre él y
Tonalli.
—¿Y bien, Tonalli? ¡Te escuchamos! —dijo la jovencita.
—Mmm, a ver, pues estos días he vivido tantas cosas tan
extraordinarias que contarles lo que he vivido antes parecerá cuento de
niños —dijo—. Pero bien, les platicaré de una vez que fui a un zoológico
con mi amiga la Ñoñis, era un día como cualquier otro, a mí siempre me
han gustado mucho los animales, pero ese día, los coyotes que estaban en
exhibición se notaban muy nerviosos, muy inquietos, la gente prefería no
acercarse ya que les gruñían muy feo enseñándoles los colmillos y les
ladraban, los lobos estaban igual, hasta parecía que en cualquier momento
se saldrían de las jaulas. Entonces yo sí me acerqué, primero con los
coyotes que seguían ladrando, pero conforme me acercaba iban guardando
silencio, me acerqué mucho incluso a la jaula y los dejé oler mi mano, pero
hasta me la lamieron. La gente alrededor se asustaba porque creían que me
morderían, pero yo de alguna manera sentía algún tipo de comunicación, la
Ñoñis me decía que estaba loco, pero luego fui a donde estaban los lobos y
pasó algo muy parecido, dejaron de aullar, ellos no se me acercaron, pero sí
me miraban muy fijamente, poco después llegaron los cuidadores del lugar,
seguramente alguien les había avisado sobre el comportamiento de los
animales, pero cuando llegaron estaban todos muy tranquilos. Y lo mejor
fue cuando pasamos por donde estaban los avestruces…
—¿Unas avestruces? —interrumpió Quetzalli por un momento.
—Sí, cuando pasamos enfrente de ellas yo le preguntaba a mi amiga que
cómo era el sonido que hacían los avestruces, la Ñoñis me dijo que no tenía
la más mínima idea y de hecho yo tampoco, pero no sé de dónde se me
ocurrió comenzar a hacer un sonido con la garganta, como si tuviera algo
atorado, en eso una avestruz volteó hacia nosotros y se acercó a la malla,
parecía estar buscando algo y de repente se puso «de rodillas» y comenzó a
agitar su largo cuello hacia un lado y hacia el otro golpeando su cabeza en
su propia espalda. También aleteaba fuertemente, era algo muy chistoso. La
Ñoñis me dijo que le había gustado al ave, pero yo le dije que ojalá no fuera
eso, ya que era un macho… ¡Estaba haciendo su danza de cortejo! Fue algo
muy chistoso… —nadie de los presentes se rio del relato de Tonalli—. ¡Uy,
ya no les voy a contar nada! —les dijo Tonalli y comenzó a reír—. ¡Están
todos muy serios!
—Bueno —dijo Chanehque—, eso que nos cuentas es una gran muestra
de poder, ya una vez mencionaste que los bebés te notaban y ahora que
también los animales, los animales también pueden ver lo que el hombre
común ya no puede, pero lo que se me hace extraño es que antes de
acercarte a los animales hayan estado tan inquietos. ¿No notaste algo por
ahí? ¿No viste algo raro antes? —Tonalli sólo se encogió de hombros, no
recordaba algún suceso en especial que hubiera hecho que los animales se
inquietaran.
—Lo único diferente que recuerdo de ese día, es que fue la primera vez
que vi a un águila libre volando, primero vi su enorme sombra y cuando
volteé hacia arriba ahí estaba, un águila volando muy bajo. Pero un águila
no inquietaría así a los animales, ¿verdad, Chanehque? —Chanehque estaba
muy serio y sólo dijo:
—Tal vez sí, tal vez si se tratara de un nahual…
Tercer día
Al amanecer del tercer día del Mitote fueron despertando todos. Esta vez
Olkan giró órdenes distintas: Érick, Ayauhtli, Quetzalli y los niños, excepto
Coyolli, debían ir por las provisiones al Tajín, mientras Tonalli, Xiu, el
mismo Olkan, Chanehque y las demás mujeres se quedarían a hacer las
labores de limpieza del lugar y los preparativos para el siguiente temazcal.
A Olkan se le veía preocupado, un nahual águila desconocido no podía ser
nada bueno, si tuviera buenas intenciones se habría presentado con ellos en
lugar de andar merodeando. Coyolli le ayudaba a Chanehque a hacer la
hoguera, Xiu y Olkan, muy cerca, preparaban el temazcal, Tonalli limpiaba
el polvo de los alrededores, mientras Xóchitl, Izel, Yaretzi, Metzli y Citlalli
vigilaban de cerca al tiempo que recogían algunas varas que ocasionalmente
le llevaban a Chanehque y Coyolli. Cuando llegaron todos, Érick se le
acercó a Tonalli, ya algo preocupado.
—Todos dicen que vas a ser un brujo y que hay una bruja muy poderosa
por ahí que te anda queriendo llevar. Ya todo esto no me huele nada bien,
Mako, deberíamos de irnos, vamos a decirle a Carlos que nos lleve a su
casa y ya —Tonalli lo escuchó pacientemente, pero poniéndole una mano
sobre su hombro le dijo con mucha calma.
—Érick, esto es algo que tengo qué hacer, estoy seguro de estar en el
lugar que ahora debo estar y tú también, sólo que no te has convencido,
pero ya lo irás descubriendo poco a poco.
—Pero, Mako, abre los ojos, todas estas cosas no pueden ser, todo lo
que hemos visto ha sido por las plantas ésas. ¡No puedes creer todo lo que
te están diciendo!
—Sí puedo, Érick, he decidido creer.
Chanehque se acercó a los dos amigos y la preocupación de Érick se
desvaneció, la sola presencia de Chanehque parecía brindarle cierta calma.
Mientras tanto, al llegar todos, se repartieron de nuevo las labores de los
días anteriores y el ritual sería el mismo, exactamente el mismo, pero esta
vez, al llegar el momento de la piedra de Tonalli dentro del temazcal, todos
estaban atentos, Tonalli ofreció esta vez una piedra muy oscura con un par
de líneas blancas, todos esperaban que fuera a suceder algo extraordinario,
algo distinto, esta vez no hubo llamas ni brotes de agua, sin embargo sí
hubo algo diferente, dentro del temazcal comenzó a formarse un remolino,
el aire se revoloteaba entre todos los presentes, era algo sencillamente
impresionante, no había un solo lugar por donde entrara ni un poco de aire y
aun así la corriente dentro del temazcal era muy fuerte, pero nadie se movía,
todos se dejaban llevar por la experiencia pacientemente.
Era el turno de tomar el peyote, Tonalli y Érick procedieron y viajaron a
donde estaban sus nahuales, esta vez soñaban juntos desde el principio.
—Déjate llevar, Érick, no pienses en nada —Érick trataba de poner su
mente en blanco, pero le era sumamente difícil no pensar en que era sólo un
sueño—. Mira, ven, te voy a enseñar la ciudad, no puedes dejar de ver esto
—Tonalli de alguna manera sabía hacia dónde ir. Poco a poco fueron viendo
a lo lejos las luces de la ciudad, se acercaban y conforme iban viendo las
casas, los edificios, las pirámides, Érick estaba simplemente asombrado, era
algo que jamás hubiera imaginado, había muchas personas aún en la calle,
ellos dos se limitaban a observar, no interactuaban con nadie, comentaban
desde la majestuosidad de las pirámides, la iluminación con energía natural,
las plantas que veían algunas les parecían conocidas pero la mayoría eran
extrañas, de colores muy vívidos, las calles empedradas eran
espectaculares, les asombraba ver también las majestuosas puertas de
madera tallada, los recubrimientos dorados y ver que hasta ventanas de
cristal tenían algunos de los edificios, pareciera que no faltaba nada ahí,
aunque no había coches ni parecía haber aparatos eléctricos, pero toda la
ciudad parecía funcionar en una perfecta armonía, había gente ofreciendo
frutas y verduras, todos vestían con ropas muy sencillas pero, al parecer,
muy finas, todo estaba muy limpio, les llamaban la atención ver muchas
personas también con la cabeza alargada, como se decía que se deformaban
los mayas y de pronto lo que más les llegó a impactar, una enorme nave
descendía del cielo lentamente, su color negro se confundía un poco con la
joven noche, pero estaba llena de luces de muchos colores distintos, se
postró sobre un edificio y ahí se quedó, como si estuviera estacionada, un
rayo de luz salió de ella de repente y parecía ser que algunos seres bajaban
de ella, mucha gente que estaba en la ciudad volteó y la vieron, pero
pareciera que era algo de lo más común del mundo… Bueno, al menos de
ese mundo. Al regresar del sueño Tonalli de inmediato le dijo a Olkan que
habían visto un OVNI.
—Sé lo que vieron, Tonalli, tuvieron mucha suerte de presenciar esa
visita, la gente de otros lugares nos visita muy a menudo, normalmente van
a las grandes ciudades como Teotihuacán, Chichen Itzá o Tiahuanaco
incluso, aquí al Tajín no vienen tan seguido, pero tampoco es inusual.
—Me hubiera gustado verlos, Olkan. ¡Saber cómo son!
—Son muchos distintos, nos visitan desde muchos sistemas estelares
muy lejanos hasta del nuestro mismo —agregó Olkan, ante el asombro de
Tonalli—. Los más cercanos son de la Luna, aunque no originarios de ella;
Venus y Marte, pero también tenemos visitantes de Europa y Titán, que son
lunas de Júpiter y Saturno, tienen colonias es muchos lugares y en nuestra
Tierra misma.
—¡Nos hubiéramos acercado, Érick! —decía Tonalli, pero Érick aún se
encontraba un poco absorto por la experiencia vivida.
Al salir del temazcal y terminar con el ritual, Tonalli se juntó con
Chanehque, Quetzalli, Érick y Ayauhtli y les platicaba muy emocionado lo
que habían visto él y Érick en este nuevo viaje, especialmente respecto al
OVNI.
—Yo he visto algunos —dijo Chanehque—. Son muy diferentes, pero
todos tienen básicamente la misma forma de nosotros, es decir, dos pies,
dos brazos y la cabeza¸ unos son pequeños, parecen niños pero son muy
serios y tienen la piel gris, casi blanca y los ojos enormes y cubiertos por
una especie de lentes negros, parece que no toleran mucho el Sol. Otra
especie se parece mucho a ellos, pero son más altos y el tono gris de su piel
es algo verdoso, como el cemento, hay otros que parecen reptiles, tampoco
toleran mucho el Sol, pero no parecen ser tan serios como los grises y hay
otros muy parecidos a nosotros pero mucho más altos y la mayoría rubios,
creo que a ellos son a quienes les decían ángeles las culturas antiguas. ¡Ah!
Y hay otros que se parecen mucho a los mayas, así, con la cabeza alargada.
—Por cierto, Chanehque, ¿toda la gente que vimos con la cabeza
alargada son mayas?
—Seguramente sí. Los mayas hace siglos que comenzaron a hacer eso
con los niños, deformarles la cabeza para mover artificialmente su punto de
encaje, de esta manera se quedarían en ese mundo que no ven los hombres
comunes. Al fin algún día lo lograron, los mayas no quieren tener nada qué
ver con los hombres comunes, hace siglos que perdieron la fe en ellos y
prefirieron quedarse allí, ahora ya son como otra raza, es decir, ya no se
deforman la cabeza, así nacen —de pronto Érick fue el que habló:
—¿Y siguen siendo unos genios matemáticos?
—Sí, Érick, el pueblo maya fue elegido hace siglos por esa raza de
visitantes debido a que ya eran unos genios matemáticos y poco a poco han
ido compartiendo sus tecnologías, ojalá algún día puedan ir al Chichen Itzá
del otro mundo, es todo una obra de arte. Zamá, o Tulum como ustedes la
conocen, y las ciudades sumergidas donde conviven con algunos visitantes
que son de mundos acuáticos.
—¡Guau, Chanehque, no puedo esperar, tengo que ir a allá! —decía
Tonalli.
—Estoy seguro de que irás algún día, Tonalli, ten paciencia… Pero la
ciudad más imponente de todas es sin duda Teotihuacán, es como la capital
de ese mundo, es simplemente incomparable —de pronto Olkan se unía a la
conversación.
—¿Teotihuacán?, claro que debes de ir, ya te he recomendado para que
asistas al Calmécac, es un gran honor, no cualquiera puede estudiar ahí,
pero el maestro Acolmiztli (brazo de puma) se ha mostrado muy
entusiasmado por tenerte ahí y a Quetzalli también, asimismo nos ofreció el
Telpochcalli para nuestros cuatro niños y nuestros coyotes, sólo es cuestión
de que ustedes se decidan —Chanehque no estaba incluido en la invitación,
ya que en el mundo del Nahual, los jóvenes sólo estudian en las escuelas
hasta los veintiún años, de hecho Ayauhtli y la misma Quetzalli sólo
alcanzarían algunos cursos.
Todos se mostraron muy entusiasmados mientras le explicaban a Tonalli
y a Érick lo que eran esas escuelas, todos estudiaban en el Telpochcalli del
Tajín, pero las escuelas de Teotihuacán era punto y aparte, tenían una gran
reputación y maestros muy notables en las artes guerreras y de hechizos, en
lecturas, medicina, matemáticas, astronomía y demás ciencias.
—¿Qué tengo que hacer, Olkan? Es una decisión difícil —le dijo
Tonalli al maestro.
—La decisión ya la tomaste, sólo necesitas aceptarla —concluyó el gran
nahual.
Cuarto día
Era ya domingo, tiempo de terminar el mitote, esta vez la ceremonia sería
mucho más temprano, desde antes de mediodía para que Tonalli y Érick
tuvieran tiempo de irse a la central de autobuses de Poza Rica a donde los
llevaría Chanehque y regresar a Monterrey. Rápido se hicieron todos los
preparativos desde primera hora, ya para medio día estaban entrando al
temazcal, todo iba muy rápido, en esta ocasión la piedra que ofreció
Quintana también hizo una flama que lo llenó de asombro y alegría igual
que a todos los presentes, Érick parecía convencerse poco a poco, pero lo
que haría la piedra de Tonalli sería más asombroso aún.
Al momento en que Xiu vertía el agua del cuenco sobre la piedra de
Tonalli, una piedra caliza muy cuadrada, todo comenzó a temblar
fuertemente, la tierra se partió dentro del temazcal en exactamente cuatro
partes, cada grieta apuntando hacia un punto cardinal, hasta Chanehque y
Coyolli, afuera del temazcal se pusieron nerviosos preguntándose lo que
pasaba allí adentro, pero no debían de abrir la puerta, no debían hacerlo
mientras Xiu u Olkan no lo pidieran, así que estaban expectantes y
ansiosos.
Esta vez, todos emprendieron el viaje junto con Tonalli y Érick. Tochtli
estaba muy entusiasmado por las cosas que Tonalli lograba sin tener la más
mínima preparación, de alguna manera ya lo veía como un hermano mayor.
Catorce nahuales estaban junto a todos ellos: el jaguar de Tonalli, el quetzal
de Quetzalli, los coyotes de Érick y Ayauhtli, la liebre de Tochtli, los
cuervos de Olkan, Xóchitl, Yaretzi, Citlalli, Mixtli, Nelli y las gaviotas de
Xiu, Izel y Metzli, todos juntos a medio kilómetro de las luces de la ciudad
del Tajín. Por indicaciones de Olkan, harían la ceremonia en ese mundo, ese
sería el cerrojo del mitote, necesitaban primero hacer rápidamente una
hoguera, así que juntarían ramas, pero Tonalli, tomó una piedra que estaba
cerca, en ese momento una fuerte ráfaga de viento limpió el suelo y un
ligero temblor originó un pequeño hoyo donde Tonalli depositó la piedra y
ésta se encendió de inmediato, fue algo que dejó a todos impactados, no
habían visto antes a alguien hacer eso aunque sabían que algunos nahuales
podían controlar con facilidad los elementos. Olkan les indicó que tomaran
sus mismas posiciones y se sentaron alrededor del fuego, acto seguido el
hoyo se llenó sólo de agua y comenzó a hervir al calor del fuego, los
vapores de inmediato rodeaban a todos.
—Definitivamente los elementos son tus aliados, Tonalli —le dijo Xiu,
Tonalli sólo sonrió con gran placer.
Todos pronunciaban los cánticos, las oraciones, los agradecimientos, se
tomaban de las manos en ese fraternal círculo de poder hasta que Olkan dio
por terminado el mitote. En ese momento, de nuevo, el fuego se encendió
con más fuerza, el vapor de agua se elevó en un espiral arremolinado que
envolvió a todos mientras de nuevo temblaba, fue así que todos volvieron al
mundo del Tonal, aún tomados de las manos, las expresiones eran de total
asombro y uno a uno fueron saliendo del temazcal. Chanehque y Coyolli de
inmediato les ofrecieron agua para que se asearan, todos estaban llenos de
lodo y platicaban de la experiencia que habían tenido ahí, todos seguían
muy emocionados. Chanehque quería saberlo todo y era Érick quien se lo
contaba, Érick ya estaba convencido de que lo que estaba viviendo era más
real que su realidad cotidiana. Así, en medio de todo el alboroto, Tonalli
comenzó a caminar hacia el norte, sentía algo allí, de nuevo algo que lo
llamaba, poco a poco se iba alejando, de pronto Ayauhtli lo notó y comenzó
a seguirlo junto con Mixtli y Citlalli, también los demás, todos seguían a
Tonalli, como si esperaran que de pronto algo pasara, algún otro acto
prodigioso, incluso Olkan y Xiu se mantenían expectantes, se escuchó un
fuerte graznido y de entre los árboles una enorme águila real surgió
surcando el cielo, se iba acercando y en picada embistió a Tonalli, lo tomó
por los hombros desgarrándole la piel con sus enormes garras y se lo llevó
volando. De inmediato todos los nahuales cuervos y gaviotas en medio de
albos destellos de luz comenzaban la persecución del águila, los demás,
corriendo, trataban de no perderlos de vista, pero entre las patas del águila,
un dorado halo tan luminoso como los rayos del Sol cegaron a todos, el
águila aleteaba desorientada, había perdido a su presa y enseguida se fue
con las patas vacías, los cuervos descendieron, se miraban unos a otros.
—¿Dónde quedó Tonalli? —preguntó Chanehque al alcanzarlos
corriendo, nadie sabía qué responder, Olkan sólo trataba de encontrar
alguna explicación.
—Es posible que haya escapado utilizando su intento para transportarse
al otro mundo.
—¡Pero aun así notaríamos su presencia! —dijo Xiu.
Tonalli efectivamente se encontraba en el otro mundo, pero estaba
herido, sus hombros sangraban profusamente, de repente notó que estaba
dentro del templo de la mismísima Pirámide de los nichos. Desconocía
cómo había llegado ahí, pero aprovechando que estaba sólo, se sentó en el
piso, cruzó las piernas y abrazándose a sí mismo con sus propios brazos
comenzó a elevar su energía, su calor, mientras pronunciaba el hechizo que
Chanehque le había enseñado «Táan u yutstal… Táan u yutstal…», repetía
en diversas ocasiones y con una calma total y profunda, concentrado. El
sangrado se detuvo, sus heridas cerraban, Tonalli se puso de pie al sentirse
mejor, salió del templo y desde ahí contemplaba el esplendor del Tajín, en
la cima del otro mundo, muchos guerreros y brujos que caminaban por las
calles voltearon a verlo en ese momento, parecía como si fuera algo que
nunca habían visto, Tonalli por un momento pensó que se metería en
problemas por estar ahí, tal vez era una ofensa, pero enseguida notó un
brillo inusual, todo su cuerpo brillaba, como si el Sol quisiera salir de él.
Érick estaba inconsolable, ya era tiempo de irse y no sabía dónde estaba
Tonalli, nadie lo sabía, Chanehque y Ayauhtli trataban de calmarlo, pero era
imposible.
—¿Qué le voy a decir a sus papás, a sus amigos y a toda la escuela?
¿Que una bruja se lo quiso llevar y de repente desapareció en el aire? ¿Qué
voy a hacer? —Olkan se acercó y le dijo:
—Hijo, si tienes que regresar, nosotros nos haremos cargo, confía en
nosotros, yo estoy seguro de que Tonalli está bien, quizá por la manera tan
repentina en que escapó esté perdido en el otro mundo, nosotros lo
buscaremos, pero mientras, Chanehque y Ayauhtli te llevarán de regreso, no
pierdas contacto con ellos.
Lo que antes era una fiesta parecía ahora un funeral, Chanehque y
Ayauhtli se llevaron a Érick hasta la camioneta, en el camino, muchos de
los artesanos, danzantes y voladores los vieron pasando cabizbajos, se
preguntaban qué había sucedido, pero nadie se les acercaba para averiguar,
esperaban que Olkan les informara. Ya varios de ellos habían notado la
presencia del nahual águila y había cierto ambiente de incertidumbre.
Pronto los tres amigos se dirigieron rumbo a casa de Chanehque, tomaron
las cosas de Érick para irse a la central, pero antes, cuando salían de la casa,
Chanehque le dijo a Érick:
—Llegaste como una persona y te vas como otra, aunque yo siempre
conocí al mismo, ahora eres un hermano y te estaremos esperando siempre
—tomó un bote con agua y se lo echó encima, Érick se sorprendió del
hecho y se le quedó viendo a Chanehque cuestionando lo que hacía—. Para
nosotros ya eres un hermano, es hora de que escojas tu nombre antes de irte
—Érick comprendió sonriendo y olvidando por un momento su angustia se
despojó de las ropas, pero él no sabía ningún nombre náhuatl.
—No tengo la más mínima idea, hermanos —dijo.
—Entonces lo haré yo por ti —le dijo Chanehque—: «Chimalli»… Sí,
Chimalli serás ahora, es un nombre de gran fortaleza. Significa «escudo» y
eso eres hermano, un escudo que protege a sus amigos —Érick se mostró
complacido y recibió un fuerte abrazo de Ayauhtli y de Chanehque. Los tres
coyotes en el camino a Poza Rica trataban de entender qué había pasado
con Tonalli.
—Olkan está muy seguro de que está bien, yo le creo. Tonalli ha hecho
cosas que nunca había visto y aunque le falte mucha preparación no hay
duda de que ya es un gran guerrero, aunque esté perdido se las podrá
arreglar hasta que lo encontremos, seguro que lo haremos, ya verás —decía
Ayauhtli, Chanehque estaba de acuerdo, pero Chimalli seguía muy
nervioso.
—No dudo que ustedes tengan razón, ¿pero yo no sé qué voy a decir
cuando llegue a Monterrey solo?
—Tú sólo trata de comportarte de la manera más normal, Chimalli, y
contesta sólo lo que te pregunten. Tú sabrás qué decir y qué no decir, pero
ante todo, recuerda siempre que no has hecho nada malo, no te pongas
nervioso, no te culpes a ti mismo y mantén el contacto.
Llegaron a la central de autobuses de Poza Rica y se despidieron muy
fraternalmente, algunas lágrimas se les escaparon a los tres. Chimalli
prometió volver y los invitó a la ciudad también, en su casa serían bien
recibidos; se anunció la salida a Monterrey, es el momento, Chimalli
rompió en llanto tan pronto tomó asiento, sabía que no sería nada fácil
enfrentar lo que se venía, sabía que incluso lo podrían culpar, pero
recordaba las palabras de Chanehque.
—No he hecho nada malo —se dijo a sí mismo.
Al volver Chanehque y Ayauhtli a casa, Chanehque le diría que algún
día vivirían los tres en su casa, así que tendrían que construir otro piso,
Ayauhtli gustoso se ofreció a ayudar, sólo llegarían en ese momento a tomar
un baño y se dirigieron de nuevo al Tajín. Al llegar, Citlalmina, uno de los
líderes artesanos, les dijo que Olkan les había informado de todo, que en ese
momento se encontraba en el nuevo mundo y que ya habían sentido la
presencia de Tonalli, así que rápidamente Chanehque y Ayauhtli se
apresuraron a alcanzar a los demás de aquel lado.
Llegaron al mundo del Nahual, en la ciudad del Tajín parecía haber una
gran conmoción, la gente en las calles hablaba de la llegada de un prodigio,
Chanehque le preguntó a un joven guerrero dónde estaba esa persona de la
que todos hablaban.
—Está en el palacio, ahí fue el maestro Olkan y su Orden del cuervo —
rápidamente Chanehque y Ayauhtli corrieron hacia el palacio. No era un
palacio como en el mundo del Tonal, aquí podía entrar cualquier persona,
los gobernantes eran elegidos por sus logros, aquí no había política ni
inseguridad, las diferencias con el mundo del Tonal eran abismales; así que
Chanehque y Ayauhtli sin problemas entraron y preguntaron por Olkan.
La gente los fue guiando a la Sala del consejo, ahí estaban, Olkan, Xiu,
Xóchitl, Citlalli, Izel, Metzli y Yaretzi junto a Tonalli, el consejo de siete
ancianos, cuatro hombres y tres mujeres, y el gobernante Ilhuicamina (el
flechador del cielo): notable guerrero y hábil jugador de ulama, el juego de
pelota, deporte favorito en el mundo del Nahual. En la mesa se discutía el
futuro de Tonalli, la consejera Quiahuitzin (venerable lluvia) aseguraba que
Tonalli debía permanecer en el Tajín y forjar su destino allí, ella fue la
primera que lo vio resplandeciente en el templo de la Pirámide de los
nichos. Sin embargo, Olkan alegaba que Tonalli debía decidir por sí mismo
y que él le había aconsejado y conseguido estudiar en el Calmécac de
Teotihuacan, algo de lo que el mismo Ilhuicamina no estaba muy contento,
ya que si bien sabía que el Calmécac de Teotihuacan era la mejor escuela
donde lo podrían instruir, él quería que Tonalli se desarrollara en el Tajín y
de hecho le interesaba mucho saber si podría ser un buen refuerzo para la
Selección de los Relámpagos del Tajín, el equipo de la ciudad y del cual
también era capitán.
Tonalli solamente escuchaba a todos sin emitir juicio alguno, la
discusión se llevaba en total calma, una discusión muy civilizada… Hasta
que entró ella, con una postura por demás altiva, todos le abrían paso de
inmediato al notar su presencia: La Catrina, la nahual oscura de Catemaco
se presentó ante el consejo y les comentó:
—He sabido que tienen un nahual jaguar por aquí, me ofrezco
voluntaria y desinteresadamente a mostrarle el camino del guerrero, nadie
puede hacerlo mejor que yo.
—Pero, mi señora… —le dijo Ilhuicamina con profundo respeto—.
Estamos discutiendo si el joven puede estudiar en el Tajín o en Teotihuacan,
llevarlo a Catemaco no es opción.
—Ese no es problema —insistió ella—. Puedo ser su maestra en esta
esplendorosa ciudad —el consejo, liderado por Quiahuitzin, parecía
complacido de que la poderosa nahual adiestrara a Tonalli en el Tajín.
Olkan se mostraba muy pensativo; Xiu e Izel parecían furiosas, pero
Tonalli, sin embargo, terminando de escuchar todo eso, se dispuso a hablar:
—Con todo respeto, ¿puedo opinar? —dijo.
—Claro que sí, muchacho, en el concilio de hoy todos pueden dar su
opinión, especialmente tú que eres el tema de discusión —le dijo
Ohtonquitzin (venerable caminante), otro de los ancianos.
—Bien, yo ya he elegido a Olkan como mi maestro, no veo por qué lo
he de cambiar —Ilhuicamina interrumpió:
—El detalle, hijo, es que nuestro venerable nahual Olkan ha decidido
declinar de ser tu maestro y ofreció tu aleccionamiento a Acolmiztli,
venerable nahual de Teotihuacan y gran maestro del Calmécac de esa
ciudad, así que por este momento no consideramos que Olkan sea tu
maestro.
—Entonces iré con el maestro Acolmiztli si Olkan así lo sugiere y
regresaré un día con la esperanza de que continúe siendo mi maestro —dijo
Tonalli.
—Pero, hijo —interrumpió ceremoniosamente La Catrina—. También
puedes venir conmigo, estoy segura que el maestro Olkan sabe que te puedo
enseñar cosas lejos de su alcance —Olkan lanzaba una mirada
profundamente penetrante a la mujer.
—No lo dudo, señora, pero no pretendo aprender a raptar a la gente —
en ese momento el Consejo de ancianos y el gobernante comenzaron a
cuestionar a qué se refería el muchacho ante la sorpresa de La Catrina que
mostró sentirse ofendida.
—Un nahual águila ha tratado de llevarme en varias ocasiones estos
días… —en ese momento Olkan interrumpió a Tonalli.
—Honorable consejo, aún desconocemos al responsable, pero yo sé
perfectamente que La Catrina no es quien ha perseguido a nuestro joven
prodigio, de antemano todos conocemos sus grandes dones como nahual
serpiente —Olkan miraba ahora a Tonalli, tratando de que entendiera que
no podía asegurar cosas que desconociera, y mucho menos en plano
Consejo.
—Descuide, maestro Olkan —dijo La Catrina con soltura—. Hijo, te
propongo un trato, conociendo a Olkan tan bien como lo conozco, estoy
segura que no te ha llevado a conocer los poderes que la hierba del diablo
nos ofrece. Yo te ofrezco presentarte a ese aliado de la manera más experta
y segura.
—Discúlpeme, mi respetable señora —dijo Tonalli—. Entiendo que el
toloache es un poderoso aliado de mucho cuidado y efectivamente Olkan no
me ha llevado a conocer ese poder, pero cuando lo pretenda probar quiero
estar mejor preparado, le ofrezco yo buscarla cuando así sea —concluyó
Tonalli.
—Te estaré esperando, sé que estarás listo más pronto de lo que todos
podamos pensar —dijo La Catrina y se retiró despidiéndose amablemente
de todos como toda una diva caminando y meneando su vestido largo y
negro y su enorme sombrero del que colgaba ligeramente una fina tela que
le cubría medio rostro y por el cual la gente la conocía como Catrina.
Mientras se retiraba, entre la multitud Tonalli vio que una joven la esperaba,
detrás de una de las columnas de la Sala del consejo, no podía equivocarse,
era aquella con la que tantas veces había soñado, la misma joven que había
visto en Tuxpan, el corazón de Tonalli latía con fuerza, pero la perdió de
vista casi de inmediato, no logró ubicarla de nuevo por tanta gente y sabía
que no podía levantarse de ahí a buscarla en ese momento. Olkan se mostró
muy complacido y curioso por la decisión de Tonalli y éste aún no
terminaba:
—Señor gobernante, es para mí un honor esta discusión que se ha
generado, espero que entiendan mi deseo de cultivarme en el Calmécac de
Teotihuacan, pero no dude que regresaré al Tajín. Debo volver con Olkan y
le he prometido a La Catrina ser aleccionado con ella en el lado oscuro del
poder, creo que todo está decidido —Ilhuicamina y el Consejo de ancianos
se mostraban sorprendidos por la elocuencia del joven y complacidos por el
resultado de la discusión.
—Esta discusión ha finalizado entonces. Agradezco a todos los
presentes y les invito, por supuesto, a que me acompañen al juego de ulama
que sostendremos mañana en contra de los Lagartos de Uxmal, será un
honor que el joven nos acompañe, maestro Olkan.
—El placer será mío —interrumpió Tonalli. Mientras todos se retiraban
del lugar, Chanehque y Ayauhtli interceptaron presurosamente a Tonalli.
—Pero Tonalli, Chimalli se fue muy preocupado, ¿no regresarás a
Monterrey?
—¿Chimalli? —preguntó Tonalli.
—Sí, Érick fue bautizado por Chanehque —contestó Ayauhtli.
—¡Ah, qué bien! Me gusta el nombre. ¡Es perfecto! —decía Tonalli.
—Pero, ¿y bien? ¿Te quedarás entonces? —preguntaba Olkan.
—Ya lo dijo antes, maestro, ya he tomado la decisión.
Chimalli mientras tanto viajaba pensativo, no sólo en el hecho de que
Tonalli no había aparecido, pues él también sentía que de alguna manera se
encontraba bien, pero a la vez recapitulaba detenidamente todo evento que
vivió en esos días, en ese viaje, desde los primeros días: lo sucedido con
Rigo en el río cuando casi se lo traga un remolino, la aparición de los cuatro
niños, la fotografía del cuervo y las sombras, el viejo del sombrero que los
abordó en la cantina y que al parecer había intentado llevarse a Tonalli
cuando éste dormía en las afueras del Tajín, definitivamente no podía dejar
de pensar en ese mundo que descubrieron a través de sus sueños y al que
Tonalli y los demás podían viajar a placer y de cuerpo completo, ya
extrañaba a sus amigos Chanehque y Ayauhtli, quería saber más de todo
eso, quisiera no haberse ido; tomó una bolsa pequeña que llevaba donde
traía un bote con agua y el caracol que encontró en la playa, lo admiraba
fijamente, sus curvas, sus texturas, su perfección, sus colores, le ayudaba
poco a poco a despejar su mente de tantas cosas, a relajarse de tanta
incertidumbre, a no pensar en nada, tomó un poco de agua, abrazó con
cierto cariño su caracol mientras se acomodaba en su asiento a placer,
aunque algo en su bolsa le incomodaba, la abrió de nuevo y notó que era la
libreta de Tonalli, no tenía idea de cómo llegó ahí, pero de nuevo trató de
leerla sin éxito y después de un rato terminó dormido, rendido.

Continuará…

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