Está en la página 1de 9

Nadie, absolutamente nadie tiene mérito en afirmar lo difícil de transitar la

adolescencia. Un camino sinuoso repleto de preguntas y pocas respuestas. De una rebeldía


hormonal típica y en evidente ebullición. Donde se intenta más pertenecer a…que a la
identidad del ser. Lo dulce y atractivo, pareciera es ir contra toda regla y enfrentar todo
sistema establecido. Ni hablar, si esto se da en un contexto desfavorable, en un entorno
nocivo, y hostil hasta las muelas. “De mala junta” dirían las abuelas. Tierra de un tipo
jodido llamado Paco y de su mujer “La Mari” como mínimo. Donde lamentablemente no
rige la Ley y solo existe el sálvese quien pueda.
En fin, allí los sueños no sortean los pasillos ni las balas. Con mucha suerte algún talento
emulará al Diego de Fiorito, o al Carlitos de la gente, y huirá tanto como lejos ruede la
pelota.
Pero a José no le van los deportes y eso lo aísla. No es que no idolatre los pies de Messi,
pero siempre lo asombraron más las manos de Miguel Ángel, o los versos de Neruda.
Es un joven más inmerso y preso de esta realidad, pero uno muy, muy diferente. ¡Pobre de
él si los pibes de la esquina se enteran de que se da por el arte! Lee al negro Fontanarrosa,
escribe de sentimientos y encima dibuja con inusual talento.
Es cierto que hay un estereotipo difícil de erradicar, el varón tiene que llenar varios
casilleros para no perder su virilidad y las niñas de igual forma su femineidad. Que el azul
es de los nenes y el rosa…y otras tantas barbaridades más.
Cuantas veces le valió de excusa de tener que hacer la tarea o trabajar para evitar ir a un
picado, siquiera una salida nocturna de parranda o beber hasta hartarse. No es lo suyo.
Los pibes con el tiempo dejaron de insistirle llegando a veces al límite de la cargada y del
abuso, sobre todo en el colegio al que debe asistir obligadamente.
- “¿Vieron que rarito es José?” - “De seguro patea para otro lado”-
Provocándole además alguna zamarreada para que nunca olvidase de donde proviene,
como si sufriera la cruda condena, por así decirlo, de jamás salir de aquellos suburbios.
Puertas adentro él vive de fantasías, soñador como pocos se refugia en su mundo, por lo
menos el tiempo que puede, y que le dejan sus hermanos y los quehaceres de la casa. Sin
padre a la vista, lejos de victimizarse ha tomado el papel de hombre de la casa. Los golpes
de la vida te hacen quemar etapas, a la fuerza… Pero no se queja, se escapa de la realidad
en algún buen libro que encuentra en el contenedor de la otra cuadra, donde deposita
basura la gente, y si, la lectura acá no llena ni sacia, piensa indignado. Pero para él estos
tesoros son ese escape, tanto como escribir o dibujar. Los remienda un poco al igual que
todo papel con espacios en blanco que halle y se los lleva a escondidas, todo se recicla y le
sirve.
Mencioné la adolescencia, y con ella llegan los amores. Como domar su vergüenza, obvio
que hay una piba, ¿nadie advirtió la belleza descomunal de Johana? La hija del gomero.
Para disgusto de José, si, todos mueren en el barrio por ella. - ¿Por qué se fijaría en mí? -
Esboza entre dientes mientras hace los mandados para su madre. Quien días atrás notó
que su hijo se sonrojaba cada vez que veía pasar a la bella muchacha.
- “Dale nene, invitala que hago tuco. Y aprovecho saco los vasos nuevos, ¿te acordás? los
que me vendió del librito la tía Ana”-
- ¡“Má, ¿qué decís?!” Enojado, pero admitiéndolo.
“Si, si…, (buscando una idea) ni siquiera me registra má. No sabe que existo. Nadie lo
hace.”-
Aparecen en escena sus hermanos más pequeños, de los cuatro que tiene. –“¡José tiene
novia, tiene novia, la la lala!”-
- “¡Basta che, basta! Son temas de mayores, a bañarse mocosos que no queda mucha agua
caliente”- refuerza la idea su mamá.
Mientras él cabizbajo se muda a su refugio pensando en aquella joven.
Quizás si le hago algún retrato o le recito algún poema por lo menos me gano su atención,
pensaba, aunque jamás se animaría siquiera a mirarla a los ojos.
- “Puedo escribir los versos más tristes esta noche”- repetía una y otra vez…- “Escribir, por
ejemplo; la noche está estrellada…”-
- ¡No, No! No tengo chance. ¿Con poemas? En que estoy pensando. Se regañaba asimismo
sus frustrados intentos de preparar tan solo eso; “un intento”. Una sola mirada que valdría
para él lo mismo que para el hombre pisar la Luna, hallar vida en Marte o ganar un
mundial.
Como competir con los pibes mayores, ¿ella no sabe que “tranzan” y juegan sucio? - Pero
andan en autos caros, bien empilchados, son reyes que sobresalen entre tanta pobreza y
claro, caen rendidas a sus pies. Y yo que inocente, recitando Neruda, lanzó un insulto al
aire.
- “Acostate José, que mañana tempranito antes de la escuela me buscas harina. Así hago
unos panes caseros para vender el finde querés”- Se escuchó desde la otra pieza, dividida
tan solo por harapos.
- “Bueno, má. Sino queda otra”- rezongó nuestro protagonista.
Los sábados son especiales por estos lados, lo que a muchos los asustaría. A su familia les
da el sustento de casi toda la semana, con suerte. –“Los barras del Ascenso pasan por acá,
es mucha gente, van a ver a Lafe que viene bien parece en la tabla. Consumen que da
calambre, y chupan como escuerzos”-. Esgrime un vecino. - “Pero bueno la necesidad de
algunos es pan para otros. A esos les vendemos las birras en las que invertimos con la
tarjeta del gobierno, porque no te controlan negro, estamos en Argentina”- se escucha a
otro.
Y la madre de José agarra la segunda tanda de gente, que viene un poco menos alterada y
se lleva su pan con chicharrones para el mate. Esta vez hubo buena grasa y barata para
derretir y salió buen chicharrón, no siempre se puede. Pensar que antes ¡la regalaban!

En fin, esta mañana no fue ni será una más en la vida de José. Y como relator en
tercera persona trataré en lo posible ser lo más locuaz y certero posible. Me cuesta
hablar en pasado y quizás es que me afectó el cariño que me ha provocado el personaje en
cuestión. Y es que era. Es buen pibe José. Educado, buen hijo, ¿les conté que dibuja bien?
Se dispuso antes de ir a la escuela ir por las harinas que le había encargado su madre, la de
tres ceros, esa es la que sirve, tenía anotado en un papelito.
Contaba con un buen lapso de tiempo para hurgar en el contenedor de basura, a lo sumo
trataría de no ensuciar su ropa. No mucho que atesorar, literalmente muchos desechos
para su gusto. Pudo rescatar una viejísima revista de ese tipo Patoruzú e Isidoro Cañones
con algunas hojas faltantes, y una ¡Nipur Magnum! Que joya para ver más tarde pensó con
una sonrisa de oreja a oreja, ya que no era poca cosa, al fin y al cabo.
Antes de bajarse del rudimentario cajón de manzanas usado para la ocasión, observó un
viejo libro de antaño, con tapa hermosamente labrada. Con intriga creciente lo tomó sin
dudarlo y lo puso en el fondo del bolsón donde traería… ¡las harinas! Rápido, como vuela
el tiempo cuando hay pasión en lo que se está haciendo, pero llegar tarde a la escuela no
era negocio. No quería ser más objeto de burlas.
Esa noche, en un ritual ya un tanto habitual para José, se dispuso a hacer recuento del
tesoro encontrado esa mañana. Las revistas de historietas un tanto maltratadas, que
picardía, pero todavía se deleitaría con ellas. Y ese libro…extraño era poco. Bello, pero a la
vez un tanto temeroso. Que valor tendría tal obra maestra si bien no sabía de su
contenido, podía apreciarse a simple vista semejante trabajo de tapa y contratapa, con
detalles ornamentales propios de otros tiempos. ¿Quién tiraría tal libro? Mínimo oficiaría
de un buen adorno en un atril u oficina de esas de película.
José lo tomó con sigilo y sacudió para sacarle las telas de araña y el resto de harina. Se
dispuso abrirlo y… ¡Sorpresa! Estaba vacío, vah, con sus hojas todas en blanco, sin utilizar.
Pero un blanco límpido, angelical sin exagerar. ¿Cómo se mantuvo así con el paso del
tiempo y en ese basurero? Se preguntó el joven. Además, poseía gran porte y un centenar
de ellas para plasmar todo su arte. Allí imaginó retratar sus sueños, su esperanza y sus
anhelos. Un ejemplar así merecía todo el profesionalismo de su parte, ya que no era
cualquier libro, y no se equivocó. A él le gustaba dibujar sin borrar, quedan marcadas las
líneas y no estropearía ese hermoso libro.
Ese fin de semana se jugaba la final del ascenso, gran oportunidad para la venta de
panes. De hecho, su madre amasó como nunca, todos ayudaron en la gesta, José no fue la
excepción. Al ser el “hombre” de la casa su tarea asignada era hornear los panes a gran
temperatura. Generalmente lo hace o lo hacía bien, salvo que Johana pasara a la vista de
la ventana de la cocina. Las quemaduras duelen y arden, sino preguntenlé a José. ¡Que
macana! Esa misma noche comenzaría a tirar trazos y bocetar sobre aquella maravilla de
libro. Pero bueno quizás, pensándolo bien ello daría tiempo para comprar los lápices semi
profesionales que venden en el maxiquiosco llegando a la rotonda de la autopista. Es lejos,
y son caros. Pero valen la pena y juntó peso por peso para tenerlos. Su madre que lo vio
vendado y contribuyendo de igual manera a la causa, aprovechando el éxito de las ventas
le dio su merecido premio que le permitiera comprar aquellos útiles artísticos. Pronto iría
por ellos en el bondi, el 52 que pasa a cuatro cuadras de su casa. Y así fue.
El primer dibujo tardó en llegar ya que la quemadura de su mano derecha no cicatrizó tan
rápido como hubiera querido. Extrañamente pasó por alto un detalle estremecedor en
principio. Está aprendiendo en YouTube de un tutorial como dibujar el cuerpo humano. Su
modelo fueron precisamente sus manos. El trabajo logrado perfecto, y el color piel de otro
planeta.
- “ves má, la diferencia de los lápices buenos…”- señalándole su dibujo en ese particular
libro.
- “José andas en algo raro vos?, con suerte llegabas a los lápices, ese cuaderno sale mucha
guita hijo”-
- “Pero no má, te dije que lo encontré y no me escuchás”-
- “Bueno nene, perdón, muchas cosas en mi cabeza. Pero si veo, que manos hermosas te
quedaron. Igual hiciste trampa che, sin la quemadura las copiaste ja ja”- sonrió su madre.
José al mirarse, desorientado - “es que, ayer estaba peor la herida, lo juraría, en fin, en
buena hora se terminó de curar ahora. ¡A dibujar se ha dicho!”- en tono claro de victoria.
Contento con su primer trabajo fue por más. Es sabido que los artistas tienen sus musas.
Adivinen.
Johana.
Buscó en sus redes, visualizando una “solicitud de amistad” jamás enviada. Pero algunas
fotos de la bella muchacha se destacaban de su Perfil. Sin dudas, tenía que retratarla. Y no
tardó en hacerlo, algún día se lo mostraría, pero tendría que arrancar la hoja para ese
cometido. Perfecto, hasta el mínimo detalle. El color de sus ojos, el cabello largo
sobrepasando sus hombros, su nariz de hada, en fin, dos dedos abajo van la firma del
autor, recordaba el consejo de un maestro de dibujo. Y ya que está le escribió un deseo
debajo, total nadie lo vería;
- “Joha, ojalá te fijaras en mi”-
Nada raro, todo hubiese sido normal si al dirigirse al colegio, al pasar por la gomería no le
hubieran gritado…- “José, hey, José. Esperame, vamos juntos a la escuela? Es que me da
miedo ir sola” …- Johana, sí. La joven de sus sueños hablándole, mirándole a los ojos,
registrándolo, sabiendo de que existe José. Y él, sin esgrimir palabra alguna, letra o
respirar siquiera. Asintió con su frente, rojo como tomate sin dejar de mirar el suelo, los
dos caminaron juntos al colegio…
¿No es raro? “Cómo se fijaría en mí, ¿cómo? Carburaba en su cabeza. No es posible,
¿sabía mi nombre? Y si, vamos al mismo salón, pero jamás se dio vuelta, está la pared de
The Wall entre medio de lo Cool y yo, ¡¡cómo…el libro!! Tiene que ser ese libro, es brujería
o algo parecido. Me estoy volviendo loco, no hay otra.
Esa tarde quiso comprobarlo. Pero - “¿qué dibujo?, ¿o será mi deseo escrito? Pensó. ¡Ya
sé! Escribiré encontrarme dinero; un billete de mil, no dos, o tres o un maletín con
millones. José no seas tonto se reprochó. ¡dólares, que sean dólares”! Pasaron varios días
y nada. Su teoría era ilusa, aunque Johana seguía acompañándolo al colegio sin una causa
clara.
- “Hoy haré otro retrato, yo no estoy enloqueciendo, pero no puedo contarle a nadie,
porque me creerán uno”. - Y es así que realizó otro dibujo.
Supuso hacer algo útil, si funcionaba que fuera productivo. Al día siguiente y llegar de la
escuela su madre lo recibió emocionada. - “¡Viste hijo! Me trajeron un hermoso horno de
esos industriales, me dijeron estaba a mi nombre. ¿Será de esos que da el gobierno? Por
fin nos tocó, gracias, mil gracias virgencita, ¡los panes que van a salir ahora!”- en un grito
de desahogo.
Se cumplió. Su boceto cobró vida. No sabría explicarlo, pero no estaba soñando. Aquel
viejo ejemplar tenía poderes sin duda, aunque es una locura admitirlo, era real y no
motivo de ninguna sustancia extraña. Por un momento José se detuvo a pensar –“... ¿y si
son, los lápices y no el libro? - pero esa idea sonaba más retorcida y menos conveniente,
rápidamente se agotarían. Las hojas también, pero había centenares de ellas, cuanto que
hacer y por dónde empezar, masticando nervios. No dudó en retratar a su amada en sus
brazos, la joven de sus sueños rendida a sus pies. ¡No era tarea fácil, no! Ella estaba allí sin
citas previas, sin romance alguno, pero estaba como si eso ya hubiera sucedido. Pero José
no sabía ni que decir ni que hacer. Recuerden alguien introvertido, invisible, de pronto
ingresando al colegio de la mano de la joven de la que todos hablan. Más de uno quedó
atónito y desconcertado, él también. Jamás hubo un “primer beso”, las primeras miradas,
las mariposas de las que todos hablan. Eso evidentemente no era amor, pero era Johana y
todo quedaba en segundo plano.
Durante los días venideros, hubo retratos para todos los gustos. Lo soñaba, lo bocetaba y
su libro lo hacía tangible, no había límite;
Una motocicleta último modelo de ese tipo enduro, era poco, mejor un autito, un Fiat para
disimular algo, nah, solo por unos días. Que venga unos más caro, total es mi libro.
Justificaba su accionar ya un tanto desmedido y codicioso. A los suyos los había
convencido con eso de haber ganado la lotería, con lo que solo invirtió un par de hojas
para lograr la secuencia ganadora. Aunque su madre no estuviera del todo segura. José
estaba extraño, pasaba horas y horas dibujando en su cuarto.
- “Hijo vino la Asistente Social, dice que no estás yendo al colegio, ¿es cierto eso José? Lo
de la lotería no dura una vida, se termina. El estudio…”-
- “Má, no voy a ir más, no lo necesito. Estamos bien, casa y auto nuevo, ropa de sobra,
comemos a nuestro antojo. ¿Qué podría salir mal vieja? Despreocupate dale y andá al
Abasto con tus amigas, yo te envío dinero a tu cuenta”- Rápidamente subió a su nuevo
cuarto, y dibujó en su libro un símil desembolso en el cbu de su mamá. Tenía un ticket
impreso fácil de calcar que cambiaba a su antojo.
Iba por más. Argentina jugó la final del mundo. ¡Aclaro por mérito de los jugadores eh!
José todavía no había trascendido con sus deseos los límites de Capital. Tampoco era su
intención modificar esos resultados porque los deportes no le movían un pelo, además era
mucho que retratar, imaginen once jugadores de lado, veintidós en campo más árbitros,
cuerpo técnico, suplentes, tribunas, una locura hasta para su mente soñadora. Eso si,
apenas terminó el partido consagratorio se retrató con ¡Messi y la copa mundial! Algún
que otro medio destacó la noticia suponiendo que era uno de estos Jeques que no tienen
nada que ver, pero están ahí por que su billetera lo permite. Ya era demasiado, y no podía
evitar las consecuencias.
Tanto que olvidó dibujar a su lado a Johana por varios días, y peor aún los “transas” del
barrio lo miraban de reojo y planearon su secuestro. En un pestañeo sintió el sofoque de la
bolsa negra en su cabeza y el golpe en su nuca.
- “Soy solo un pibe, sueltenmé, qué hice”- suplicó José al recobrar su conciencia.
- “¿Con quién transás nene? ¿Quién te suministra la merca, nos querés sacar del medio?
Te vamos a cortar las manos gato…” Con voz ronca, acostumbrada al apriete.
- “No, no, las manos no, soy dibujante, solo me saqué la lotería, se los juro”- llorando
despavorido.
- “Esta vez es solo una amenaza, ¿está?, nos llevamos tu auto de cuota, la próxima no
agarrás más un lápiz. ¿Entendiste?”- fue lo último que escuchó antes del desmayo.

Todo caía a pique.


Su madre lo recogió de la puerta tirado en el suelo con las manos ensangrentadas de los
golpes que le dieron.
- “hijo mío que te han hecho., en qué andás contame la verdad nene, ¿es la droga? Tu
padre se fue de nuestras vidas por las amenazas que recibía. Era buen hombre, pero
andaba metido en negocios raros. ¿Eso querés José? Ayer vino gente del gobierno, Afib,
Afip no sé que cuernos, nos quieren embargar todo hijo, no tenemos nada declarado, ay
virgencita ayudanos”- sollozando su mamá.
- “tranquila má, solo, solo tengo que dibujar…”- quejosamente del dolor José. Pero no
podría hacerlo de la hinchazón en sus manos.
- “Ah!”- añadió su mamá.
- “Cruce a Joha por la calle, qué le habrás hecho a la pobre José, que no me registró. Cómo
sino me conociera…justo a mí.”- indignada.
- “no se má, no lo sé... solo quiero descansar, todo se me fue de las manos por codicia” ...-
De mal en peor.
Un estruendoso golpe derribó la puerta. Las brigadas no avisan, arrasan con todo a su
paso. Lamentó ver como todo, no solo la puerta se derrumbaba de a poco. Culpa de ese
maldito libro pensó. Que mala idea recogerlo, si alguien lo tiró fue por algo. Quizás si
dibujaba algo menos ostentoso, pero a Johana, ella valía la pena y la dejé de lado. Se
regañaba mientras besaba el piso sin otra opción por el gran tamaño del brigadista que no
muy amable lo estampillaba contra la cerámica.
- ¡Diré la verdad! Se los juro, soy inocente, solo soy un niño suéltenme, entre
lágrimas el pobre José.
Varias horas de encierro no le vendrán mal para aclarar sus ideas. Escuchó de fondo.
- “hey, pibe, levántate. Dale que tenés visitas.”-
Su madre. –“José hijo mío, te traje algo de comer, tus lápices y tu libro para que pases el
tiempo. Son solo unos días hasta que todo se aclare ¿sabés?”-
¡Bingo! –“Gracias má, te juro que no hice nada malo. Es, es …no es nada. Prometo
arreglarlo”-…
Después de todo un último retrato, viéndose en libertad no sería tan malo. Luego se
desharía de él o mejor aún, lo quemaría. Todo parecía una pesadilla y solo quería
despertar y ser ese joven invisible de los suburbios.
Todo lo decomisó el gobierno, nada creíble justificaba sus bienes hasta ese horno
industrial que su mamá tanto adoraba. Pensó en retractarse con Johana, pero la joven
siquiera salió a recibirlo. Todo volvía a la cruda realidad.
Solo un último dibujo. Tuvo la necesidad inexplicable de autorretratarse, quizás para
encontrarse a si mismo. Aceptar que la vida es eso, lucharla, construir con harina desde
cero, entablar una charla con coraje, con constancia de hormiga, pero con voluntad de
elefante.
Y eso hizo, sacó punta a sus lápices como pocas veces, sería en fin un buen retrato. Se
dispuso frente al espejo para sacar detalles, su cabeza a mil hubiera preferido estar
concentrado. Pero solo tenia el ferviente deseo de destruir ese libro. De fondo Charly con
su Máquina de hacer pájaros y “te vi entre las luces” le recordaban a Joha…
Lo intentó una, otra y otra vez. No había caso, solo un tibio bosquejo, retrato al fin. No
tenía inspiración alguna. Pero no pasaría más un minuto con ese libro que a esa altura
detestaba. Con rencor y cierto odio comenzó a arrancar sus hojas, decidido a destruirlo.
–“Culpa tuya, toda tuya…vas a ver.”- el grito trascendió su cuarto.
- “¿Hijo estás bien?” Preguntó su madre.
- “Si má, haciendo algo que tendría que haber hecho hace mucho...”-
Cuanto que costó partir en pedazos el dibujo de su amada, aún todo arrugado era bello.
Pero no, ¡nada lo detendría!
El viento resoplaba fuerte, tanto que abrió de par en par su ventana. Esos cumulus nimbus
anunciaban una fuerte tormenta repentina.
Solo quedaba el infructuoso autorretrato. No era merecedor siquiera de existir, sombrío,
falto de amor. Decidió, si, pobre José, borrarlo de pies a cabeza. Jamás lo había hecho,
recuerdan, para no dejar marcadas las líneas. Y sucedió lo de esperar…
El frío comenzó a avanzar sobre su cuerpo, pero la bronca acumulada no lo hacía
reaccionar, a medida que borraba el dibujo, sus extremidades desaparecían. Se estaba
extinguiendo con el retrato, y con él todos sus sueños.
Truenos, rayos y lluvia copiosa. El viento ensordecedor se llevó los rastros de papel quien
sabe donde. José que escapaba una vez más, pero esta vez sin querer en uno de sus libros,
de una historia de la que fue su autor.
Nadie supo más de él. Su madre dolida solo dijo a unos pocos que se marchó, quizás
buscando a su padre o en busca de sus sueños. La verdad no muchos preguntaron, solo
vino por protocolo un par de veces la Asistente Social de la escuela, y una de ellas por pan.
Y para su sorpresa, la hija del gomero, esa linda joven paró a preguntar por José.
Admitiéndole pasar por allí muchas veces solo para verlo y sonrojarse, sin animarse a
hablarle. Lamentando no haberlo hecho nunca.
En fin, repito, ningún mérito en aseverar lo difícil de ser adolescente. Sus batallas diarias,
sus talentos reprimidos. Tantos estereotipos que romper para que los pibes no intenten
escapar;
Que el arte no es de flojos.
Ni la poesía de los débiles.
Que los desnudos no siempre sexualizan.
Ni los tatuajes nos demonizan.
Que las identidades de género no se cuestionan y se aceptan.
Ni la vestimenta o una simple gorra te condenan.
Que el azul es de varón y el rosa…
al fin y al cabo, son solo colores, que sobresalen del gris opaco de algunas mentes.

Fer Lértora

También podría gustarte