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ACOMPAÑAMIENTO VOCACIONAL - HERMANOS MARISTAS PROVINCIA NORANDINA

1.LA VOCACIÓN HUMANA: SER PERSONA

¿Soy o somos? ¿Cuál es primero? ¿qué somos?, ¿qué soy?, ¿por qué y para qué soy?

El ser humano siente en sí mismo un dinamismo profundo que lo orienta, lo impulsa, lo


dinamiza, incluso lo finaliza, en cuanto que le plantea un sendero y lo conduce a un objetivo.
Es la exigencia interna de ser persona. Nos sabemos personas y queremos ser personas.
Nuestra misma naturaleza nos llama y nos reclama ser personas, no objetos, ni vegetales, ni
siquiera animales, sino ¡personas!

El proyecto que somos nace de la conciencia de haber sido convocados, invitados a la


existencia, desde fuera de nosotros mismos. Hemos sido puestos en la vida con una finalidad,
no fácil de descubrir, pero tampoco absurda ni inalcanzable. La propuesta de ser humanos
supone, por nuestra parte, una doble respuesta pues cada hombre y cada mujer está llamado,
a buscar el sentido de su condición humana en cuanto varón o en cuanto mujer; pero está
llamado también a ser una experiencia de vida única e intransferible, a vivir su condición
humana de manera distinta e irremplazable (G. Castillo). Este llamado a ser igual que otros y
ser, al mismo tiempo, original; este compromiso simultáneo con la vida de los otros y con la
propia vida, es una vocación. Esta es la vocación humana.

La doble vertiente del ser humano como individuo y ciudadano, esboza su vocación ética: el
compromiso con la propia vida y el compromiso con la vida de los demás. Es lo que Marc
Oraison llamaba el aspecto subjetivo y el puesto del otro en la vocación personal. Esta doble
direccionalidad otorga a la vocación humana una bella y compleja tarea: ser y hacer, amarnos
a nosotros mismos y amar a los demás, trabajar la autoestima y respetar los derechos de los
otros, ser hijos y ser hermanos, ser criaturas y ser creadores, vivir la individualidad y vivir la
ciudadanía.

Allá en lo profundo surge la voz de la vocación que llama: es el sí mismo, el yo profundo de


cada uno, el núcleo de la intimidad de cada cual, el que recuerda incansablemente a toda
persona -mirándose en el espejo de lo que es- lo que quiere ser. Es una voz que empuja y
dinamiza al hombre y a la mujer en la búsqueda y realización de un plan personal, de un
proyecto de vida.

Pero también existe un dinamismo o fuerza exterior, una demanda social y del mundo, de la
época en que vivimos y de la cultura que nos ha parido. Los otros presentan o proponen a cada
persona la búsqueda de su propio proyecto vital, un marco de acción real, formas concretas,
maneras históricas de expresión, exigencias y posturas a tomar. La trama socio-económica-
familiar formula situaciones, reclama respuestas. Es la circunstancia (Unamuno) que nos
incluye, nos contextualiza y marca un ritmo y una dirección.

Una vez más: la vocación humana implica la conjunción de ambas fuerzas o dinamismos: Un
idioma interior que se aprehende en el autoconocimiento, en la reflexión personal; dinamismo
de las mociones y necesidades individuales; desarrollo y armonización de las fuerzas que
pugnan en nuestro interior. La exigencia íntima de ser independiente para obrar con libertad y
autonomía. Un llamado a la realidad que propone o que, tal vez, impone una determinada
misión; exigencia de una respuesta al medio... pertenencia y lugar apropiado en el entorno
histórico. Capacidad de dialogar de tú a tú con los semejantes hasta encontrar gusto en el dar,
dándose y transmitiendo la propia vida.
La vocación a ser persona siempre llama desde dentro y desde fuera: ¿qué espero yo de los
otros y de mi pueblo para realizar mi proyecto interior? ¿Qué esperan los otros y mi pueblo de
mí para realizar ellos su proyecto y su verdadera imagen? Ese destino de los otros y mío, mío y
de los otros; ese lugar mío, propio e intransferible, en la tarea común, eso es la vocación.
Conciliar esas dos fuerzas, aceptar su sentido, asumir el destino personal y comunitario que en
ellas se ofrece, eso es descubrir, aceptar y seguir la vocación de ser persona.

El hombre está abocado a plantearse su destino. Es su grandeza y también su responsabilidad.


Para cumplir su vocación y alcanzar la dicha a la que Dios le destina, el ser humano tiene que
luchar un combate sin tregua. Es difícil llegar a ser auténticamente persona. Para amar al otro,
hay que hacerle sitio; hay que desaparecer ante él para que exista, negarse a la propia y
espontánea pretensión de considerarse el centro del mundo (Catecismo francés). Dar vida para
que el otro viva.

Si bien es cierto que podemos hablar, de una vocación individual y de una vocación social en
cada persona, la vocación como tal se nos presenta como una totalidad indivisible, la
verdadera vocación invita a una profunda integración. Vocación individual y vocación social
son maneras parciales para referirse a la vocación personal. El ser humano no existe para sí
mismo, tampoco existe para la sociedad; el hombre existe-en-comunidad (J. Cerda). El ser uno
mismo y el gastar la vida por los demás (L. Espinal) son el mismo e inalienable trabajo de llevar
a cabo la vocación de ser persona.

El dinamismo profundo sobre el cual se construye toda vocación no es otro más que el amor.
Pero el amor no surge sino a partir de la propia autonomía. Sólo a partir de la libertad
personal, el yo y el tú se unen en un dar y recibir fecundo. Sólo en la entrega total, en el salir
de sí mismo para darse a un tú, el yo se encuentra con su sentido más hondo, se ilumina y se
despliega. Cuando me muevo hacia otro, sólo entonces, me pongo en camino de descubrir el
sentido último de mi yo en el mundo. El yo se da, se entrega, por un movimiento ineludible, de
la intimidad a la instauración del nosotros. Y, en esa tarea, en que aparentemente se despoja
de sí, el yo encuentra que el tú y el nosotros le revelan toda la dimensión de su verdadero ser.
Dar, salir de sí, detenerse en otros y alimentar su destino es la gran ruta para encontrar la
propia vocación humana.
FICHA 1 : LA VOCACIÓN HUMANA: SER PERSONA

Dialogo:

1. ¿Qué es para ti la vocación?


2. ¿A qué edad y cómo surgió tu inquietud vocacional?
3. ¿A qué te sentiste llamado entonces, qué sentimientos surgieron en ti?
4. ¿Qué otros momentos importantes de tu vida relacionas con ese llamado?
5. ¿Qué personas han tenido importancia en tu historia vocacional?
6. ¿A qué te sientes llamado por el Señor, ahora? ¿Qué tienes claro?
7. ¿Por qué crees que puedes tener vocación a la Vida Marista? ¿Por qué crees que tienes
vocación a la vida religiosa? ¿Por qué crees que no tienes vocación al matrimonio?
8. ¿Cuál es en tu opinión el objetivo principal de los Hermanos Maristas?
9. ¿Qué te ha animado y qué te ha paralizado en tu deseo de dar toda tu vida a Dios?
10. ¿Qué miedos tienes? ¿Qué sueños?
11. ¿En qué momento de tu historia vocacional te encuentras ahora?
12. ¿Cómo podrías crecer en generosidad y en capacidad de escucha de lo que Dios te está
diciendo?

ORACIÓN Y MEDITACIÓN PERSONAL

Al orar con los siguientes textos trata de preguntarte: ¿Con qué personaje me siento
identificado? ¿Por qué? ¿Qué desearía decirle al Señor a partir de ellos?

La vocación de Abraham Gen. 12,1-9: “Deja tu tierra y ven al lugar que te mostraré” 
La vocación de Moisés Ex 3,1-22: “He visto cómo sufre mi pueblo” 
La vocación de Amós Am 7,10-17: “El Señor me sacó de detrás de las ovejas”
La vocación de Isaías Is 6,11-13: “Aquí estoy, envíame a mí” 
La vocación de Jeremías Jer 1,4-10; 20,1-18: “Tu palabra es fuego en mi interior” 
La vocación de Ezequiel Ez 3,1-21: “No les tengas miedo” 
La vocación de Samuel 1 Sam 3,1-21: “Habla Señor, que tu siervo escucha” 
La vocación de Josué Jos 1,1-9: “Ten mucho valor y firmeza” 
La vocación de 5 discípulos Jn 1,35-51: “Hemos encontrado al Mesías” 
La vocación de los doce Mc 3,13-19: “Llamó a los que Él quiso” 
La vocación de Mateo Mt 9, 9-13: “No vine a llamar a los buenos sino a los pecadores” 
La vocación de María Lc 1, 26-38: “Que Dios haga conmigo como me has dicho”

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