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Colegio Mexiquense Bicentenario Texcoco

Ensayo

“El duelo en los moribundos”

Sergio Jesús Elizalde Aguilar

Prof. Julio Esteban Islas Reyes

29 de marzo de 2022
Abordaremos sobre el duelo en personas moribundas, por causas diversas, pues no se
enfocará en la causa de la muerte, solo en momento de transición de la vida a la muerte. cabe
mencionar que en la mayoría de las personas que son moribundas son conscientes de su
cercana muerte. La muerte es un suceso enigmático y con estudios de observación, pues es
una realidad que no se puede experimentar hasta que se vive en la propia persona, solo se
estudia mediante la observación y un análisis psicológico sobre las expresiones y palabras
que dice el moribundo con el personal medico o su propia familia que lo acompaña, en los que
podrían ser sus últimos días.
El duelo tiene una tarea psíquica bien precisa que cumplir: está destinado a desprender del
moribundo los recuerdos y las esperanzas del que sobrevive, es una experiencia que nunca
se vive dos veces, un temor a lo que desconocemos, es un hecho que no se puede evitar, que
todos atravesaran en sus vidas.
La angustia designa cierto estado como de expectativa frente al peligro y preparación para él,
aunque se trate de un peligro desconocido; el miedo requiere un objeto determinado en
presencia del cual uno lo siente; en cambio, se llama terror al estado en que se cae cuando se
corre un peligro sin estar preparado: destaca el factor de la sorpresa.
Los sentimientos de dolor perduran por un lapso mayor del que permite la vida en sociedad en
general. El fallecimiento de alguien cercano puede causar dolor emocional y confusión
durante meses, incluso años. La pérdida a través de la muerte de una persona a la que
amamos es una de las experiencias más traumáticas de la vida. La intensa pena afecta a
varios millones de personas cada año, y a todos nos ocurre en alguna época de nuestra vida.
Varias veces, si nuestra vida es prolongada, veremos morir a personas que amamos y nos
doleremos por su pérdida.
Actitudes del moribundo frente a la muerte.
Una de las primeras actitudes de un moribundo ante la muerte es el resistir la muerte, el
negarla y en un cierto punto enfrentarla el rápido avance técnico y los nuevos logros
científicos los hombres han podido desarrollar no sólo nuevas habilidades sino también
nuevas armas de destrucción masiva que aumentan el miedo a una muerte violenta y
catastrófica. El hombre tiene que defenderse psicológicamente contra este mayor miedo a la
muerte por la mayor incapacidad de preverla y protegerse contra ella. Psicológicamente,
puede negar la realidad de su propia muerte durante un tiempo. Como en nuestro
inconsciente no podemos percibir nuestra propia muerte y creemos en nuestra inmortalidad,
pero podemos concebir la muerte de nuestro vecino, las noticias de muertes en combate, en
las guerras o en la carretera, sólo sirven para reforzar la creencia inconsciente en nuestra
propia inmortalidad y nos permiten — en la intimidad y el secreto de nuestro inconsciente—
alegrarnos de que "le ha tocado al vecino, y no a mí"
Fases de la transición de la muerte.

Primera fase: negación y aislamiento


La mayoría de moribundos, al enterarse de que tenían una enfermedad mortal, reaccionaron
diciendo: "No, yo no, no puede ser verdad." Esta negación inicial era común a los pacientes a
los que se les revelaba directamente desde el principio su enfermedad, y a aquellos a los que
no se les decía explícitamente y que llegaban a aquella conclusión por sí mismos, un poco
más tarde.
Segunda fase: ira
nuestra primera reacción ante una noticia terrible es: "No, no es verdad, no, no puede
afectarme a mí", tiene que dejar paso a una nueva reacción, cuando finalmente empezamos a
comprender: "¡Oh, sí! Soy yo, no ha sido un error." Por suerte o por desgracia, muy pocos
pacientes pueden mantener un mundo de fantasía en el que tienen salud y se encuentran bien
hasta que mueren. Cuando no se puede seguir manteniendo la primera fase de negación, es
sustituida por sentimientos de ira, rabia, envidia y resentimiento.
Tercera fase: pacto
La tercera fase, la fase de pacto, es menos conocida pero igualmente útil para el paciente,
aunque sólo durante breves períodos de tiempo. Si no hemos sido capaces de afrontar la
triste realidad en el primer período y nos hemos enojado con la gente y con Dios en el
segundo, tal vez podamos llegar a una especie de acuerdo que posponga lo inevitable: "Si
Dios ha decidido sacamos de este mundo y no ha respondido a mis airados alegatos, puede
que se muestre más favorable si se lo pido amablemente."
Cuarta fase: depresión
Cuando el paciente desahuciado no puede seguir negando su enfermedad, cuando se ve
obligado a pasar por más operaciones u hospitalizaciones, cuando empieza a tener más
síntomas o se debilita y adelgaza, no puede seguir haciendo al mal tiempo buena cara. Su
insensibilidad o estoicismo, su ira y su rabia serán pronto sustituidos por una gran sensación
de pérdida. Esta pérdida puede tener muchas facetas: una mujer con cáncer de pecho puede
reaccionar ante la pérdida de su figura; una mujer con cáncer de útero puede tener la
impresión de que ya no es una mujer.
Quinta fase: aceptación
Si un paciente ha tenido bastante tiempo (esto es, no una muerte repentina e inesperada) y se
le ha ayudado a pasar por las fases antes descritas, llegará a una fase en la que su "destino"
no le deprimirá ni le enojará. Habrá podido expresar sus sentimientos anteriores, su envidia a
los que gozan de buena salud, su ira contra los que no tienen que enfrentarse con su fin tan
pronto. Habrá llorado la pérdida inminente de tantas personas y de tantos lugares importantes
para él, y contemplará su próximo fin con relativa tranquilidad.
Terapia del enfermo de muerte.
Es evidente que el paciente desahuciado tiene necesidades muy especiales que pueden
cubrirse si nos tomamos el tiempo de sentarnos a escuchar y averiguar cuáles son. Lo más
importante de esta relación, quizás, es el hecho de darle a entender que estamos dispuestos
a compartir algunas de sus preocupaciones. Para trabajar con el paciente moribundo se
requiere una cierta madurez que sólo viene de la experiencia. Tenemos que examinar a fondo
nuestra actitud con respecto a la muerte, antes de sentarnos junta al lecho de un paciente
moribundo tranquilamente y sin ansiedad. La entrevista que abre las puertas es un encuentro
de dos personas que pueden comunicarse sin miedo ni angustia. El terapista —médico,
capellán, o quienquiera que desempeñe este papel— intentará dar a entender al paciente con
sus palabras y actitudes que no va a salir corriendo si se mencionan las palabras "cáncer" o
“muerte". Entonces el paciente captará esta señal y se abrirá, o puede dar a entender al
interlocutor que comprende el mensaje pero que no es el momento adecuado. El paciente
dará a entender a una persona así el momento en que esté dispuesto a compartir sus
preocupaciones, y el terapista le dará la seguridad de que volverá en el momento oportuno.
Muchos de nuestros pacientes no han tenido más que esta entrevista inicial. A veces se
aferraban a la vida porque tenían algún asunto pendiente; se cuidaban de una hermana
atrasada y no habían encontrado a nadie que pudiera encargarse de ella en el caso de que
ellos murieran, o no habían podido tomar medidas para que se ocuparan de unos niños y
necesitaban compartir esta preocupación con alguien.
Referencias.

Sobre la muerte y los moribundos. Elisabeth Kübler-Ross.

El camino de las lágrimas. Jorge Bucay.

Barros, R. C. (2021). Notas cerca de los moribundos. Atención Familiar, 28(3), 221-224.

Elias, Norbert, 1897-1990 autor   La soledad de los moribundos /   México :   Fondo de Cultura
Económica,   c2009

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