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1. INTRODUCCIÓN ...................................................................................................... 2
3. SUEÑO ........................................................................................................................ 5
3.1. Patrones de sueño ................................................................................................ 5
3.2. Necesidades típicas de sueño ............................................................................... 5
3.3. Tipos de sueño ...................................................................................................... 6
3.4. La siesta ................................................................................................................ 6
3.5. El ritual de acostarse ........................................................................................... 6
3.6. Problemas a la hora de dormir ........................................................................... 6
3.7. Estrategias para afrontar los problemas a la hora de dormir ......................... 7
4. ALIMENTACIÓN ...................................................................................................... 11
4.1. Patrones normales de alimentación .................................................................... 12
4.2. Preferencias y rechazos de alimentos ................................................................. 12
4.3. El apetito de los niños .......................................................................................... 12
4.4. Problemas a la hora de comer ............................................................................. 13
4.5. Estrategias para afrontar los problemas a la hora de comer ........................... 14
9. BIBLIOGRAFÍA ......................................................................................................... 39
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10.1. Hábitos de autonomía ........................................................................................ 40
10.2. Registros .............................................................................................................. 43
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1. INTRODUCCIÓN
Con este trabajo se pretende hacer una guía eminentemente práctica para padres y
profesionales dedicados a los niños, de manera que contribuya a la solución de pequeñas
dificultades habituales y a la prevención de problemas mayores en un futuro.
Para conocer y comprender la situación psicológica actual que rodea al niño, hay que tener
en cuenta que hasta bien entrado el siglo XX, la Psicología infantil no ha recibido mucha atención
por parte de la sociedad ni de los profesionales. Esto se ha debido a la concepción errónea de la
infancia a lo largo de toda la historia. Haciendo un poco de historia, ya en el siglo XII, el Papa
Inocencio III comenzó a cambiar la situación del niño, consiguiendo una valoración social de éste a
través de la creación de orfanatos para la infancia abandonada. Y en el siglo XVI comenzaron a
interesarse por el aprendizaje escolar, al tiempo que aparecían los primeros textos pediátricos. Pero
no fue hasta el siglo XIX cuando los problemas infantiles se empezaron a considerar distintos a los
del adulto, ya que el niño está en continuo desarrollo. Fue entonces cuando mejoró la imagen social
del niño y se extendió la idea de responsabilidad pública de la infancia, reconociéndose las
necesidades específicas del niño, debido a su naturaleza indefensa y vulnerable.
En el siglo XX, autores como Piaget, Binet y Terman, se centraron en la inteligencia infantil
y en su desarrollo cognitivo, llevando a la Psicología infantil hacia la situación actual, ya a
principios del siglo XXI, en la que se conocen con detalle tanto el desarrollo evolutivo del niño
como sus dificultades y posibles trastornos psicopatológicos junto con el tratamiento de éstos.
Por otro lado, hay que destacar que la conducta se aprende desde los primeros momentos de
la vida del niño, por lo que conocer a tiempo las leyes que rigen ese aprendizaje nos permitirá
educar mejor al niño y evitar problemas que puedan influir negativamente en su desarrollo personal
y en nuestra relación con él. A lo largo de este trabajo, se van a hacer continuas referencias a estos
mecanismos de aprendizaje y de modificación de conducta. Saber estos principios básicos hará más
fácil la comprensión y puesta en marcha de las recomendaciones, orientaciones y consejos de las
distintas secciones del trabajo. Para ello, en el segundo apartado se explica cómo se aprende la
conducta y se mencionan los mecanismos básicos para incrementar los comportamientos adecuados
y modificar los inadecuados.
En los siguientes apartados del trabajo se expondrán los hábitos que un niño debe adquirir en
sus primeros años de vida, la forma de mejorar su adquisición y las dificultades que se pueden
presentar, así como el modo de superarlas.
Los consejos recogidos en este trabajo parten del supuesto de que el niño está físicamente
sano. Ante cualquier sospecha de que su conducta o las dificultades que ésta presente se asocian o
están causadas por alguna dolencia o enfermedad, se debe remitir de inmediato al médico de familia
o al pediatra.
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2. MECANISMOS BÁSICOS DEL APRENDIZAJE Y DE LA
MODIFICACIÓN DE CONDUCTA
La mayoría de las cosas que un niño hace, piensa y siente son conductas aprendidas,
como jugar, pensar, tener miedos… Para comprender a los niños, prevenir sus dificultades y
ayudarles a resolver sus problemas, es importante, pues, conocer cómo aprenden sus conductas y
cómo aparecen sus problemas de conducta, al igual que cómo cambian y desarrollan su modo de
comportarse.
Condicionamiento clásico
Condicionamiento operante o aprendizaje instrumental
Condicionamiento vicario o aprendizaje observacional
EN (madre) EI (caricia)
EC (madre) RC
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Por lo tanto, si queremos que una conducta aumente debe ir seguida de un reforzador, ya
sea positivo (algo agradable, satisfactorio) o negativo (retirada de algo aversivo). El prestar
atención o las palabras de afecto y de ánimo son el mejor reforzador (refuerzo social) que se puede
usar para incrementar la conducta del niño. Y para que una conducta disminuya, ésta debe ir
seguida de un castigo, bien positivo (obtener algo aversivo), bien negativo (perder algo agradable).
Hay que resaltar que, para que un refuerzo o un castigo sean efectivos, deben facilitarse
inmediatamente después de la conducta que se desea aumentar o disminuir, ya que cuanto más se
retrasen menor será su efecto, y nunca se administrarán antes de la conducta. Asimismo, una vez
que la conducta adecuada es aprendida y se da con cierta frecuencia, conviene dejar de reforzarla de
manera continua y pasar a reforzarla de forma intermitente, es decir, no todas las veces que se da la
conducta, tan sólo cada determinado número de veces o cada cierto tiempo, lo que hace que la
conducta se mantenga en el tiempo.
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3. SUEÑO
En este apartado se tratarán en primer lugar los patrones de sueño típicos así como los tipos
de sueño, para luego describir los problemas a la hora de dormir de los niños, junto con unas
estrategias para dar solución a estas dificultades.
Los patrones de sueño varían según la edad. Así, los recién nacidos a término pasan
alrededor del 75% del día durmiendo, teniendo como promedio 8 períodos de sueño al día, y la
duración de cada período varía de un bebé a otro, siendo entre 2 y 4 horas cada vez. Hacia los 6
meses los bebés pasan el 50% del día durmiendo. Algunos bebés duermen relativamente poco,
muchos necesitan dormir más; en cualquier caso, dormirán todo lo que necesitan con tal de que no
tengan hambre, no les duela nada o no se les interrumpa constantemente.
Hacia los 2 años de edad, la mayoría de los niños sólo duerme una siesta por el día,
normalmente después de comer. El irse a la cama puede convertirse en un problema con un niño
travieso, y lograr que permanezca acostado puede ser una verdadera dificultad ya a esta edad.
Una guía orientativa del número de horas que debe dormir un niño es la que aparece a
continuación, si bien es sólo aproximada, ya que varía según cada niño.
0-3 meses: 17 horas de sueño, interrumpidas cada 3 ó 4 horas por breves períodos de vigilia
que se utilizan para comer
4-6 meses: se alarga el período de sueño nocturno y, en cambio, duerme períodos un poco
más cortos durante el día, dilatando la vigilia en que hace las comidas, durmiendo un total
de 15 horas de media
7-12 meses: duerme por la noche 8 ó 9 horas y hace 2 siestas de una hora y media más o
menos durante el día, una de mañana y otra de tarde, siendo unas 13 horas en total
adultos: suelen dormir entre 7 y 8 horas y este número se va reduciendo con el tiempo
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3.3. TIPOS DE SUEÑO
El sueño es un estado simple distinguible del estado de vigilia, en el que hay dos clases de
sueño bien diferenciadas:
Sueño REM o MOR (movimientos oculares rápidos): período activo de sueño en el que
soñamos
Un recién nacido a término pasa el 50% de su sueño en estado REM (los bebés prematuros
el 80%), a los 3 años el 35% y al final de la infancia el 25%, igualados a la adolescencia y a la edad
adulta. El sueño REM, por tanto, parece más importante durante los primeros meses de vida,
cuando el bebé se desarrolla.
3.4. LA SIESTA
Es imposible saber cuándo un niño debe irse a la cama, pero se puede establecer una rutina
agradable para el momento de acostarse, cuanto antes mejor. El ritual de irse a la cama es un hábito
especialmente poderoso; la rutina de bañarse, cenar y contar un cuento antes de dormir consigue
que el mundo del niño parezca más ordenado, seguro y confortable. Este ritual debe ser
relativamente breve y hay que ser consistente en ello.
En algunas familias acostarse es una lucha por el control desde los primeros años de vida del
niño. Las dificultades a la hora de irse a la cama aparecen a continuación.
El niño rechaza el irse a la cama en el momento asignado y se opone a todas las peticiones,
ruegos, avisos y órdenes para acostarse, haciendo caso omiso, replicando, escapándose o agarrando
una rabieta.
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3.6.2. El “juego” de irse a dormir
El niño se inventa una variedad de trucos para retrasar el momento de irse a la cama, por
ejemplo, justo en ese momento quiere ver unos minutos más de televisión, o tal vez necesita dar las
buenas noches a todos sus muñecos, o quizá desea que le cuenten otro cuento, o a lo mejor necesita
ir de nuevo al servicio o beber otro vaso de agua... Algunos niños desarrollan rituales
increíblemente elaborados, que exigen mucho tiempo, y en los que los padres tienen que
desempeñar un complejo papel antes de que el niño se vaya a dormir.
Algunos niños se acuestan en seguida, pero luego llaman a sus padres una y otra vez para
que vayan con ellos, produciéndose la escalada hacia una especie de chantaje emocional, llorando o
chillando si no acuden a sus llamadas.
Por diferentes razones, los niños adquieren el hábito de dormir con sus padres. Incluso en los
casos en los que no tienen miedo, resulta un hábito difícil de eliminar. Se podría pensar que con un
estrategia simple, estructurada y persistente se lograría que el niño se quedara en su habitación, pero
hasta padres con muchos recursos reconocen que este problemas les supera.
A veces los padres sin darse cuenta, por el cansancio y la desesperación, enseñan a sus hijos
que las acciones coercitivas, ya sean rabietas, negativas o “trucos”, si son suficientemente intensas y
prolongadas, al final les llevarán a salirse con la suya: ver la televisión hasta quedarse dormido en el
salón y llevarlo a su cama, quedarse con él hasta que se duerme, dejarle que duerma en la cama de
los padres...
En algunos casos, cuando los niños dicen que no quieren acostarse o que desean dormir con
sus padres, es porque tienen miedo a la oscuridad, a la soledad o a cualquier otra cosa, ya que todos
los niños experimentan miedo durante su desarrollo:
Los miedos infantiles evolucionan con la edad y se puede apreciar cómo varios de ellos se
relacionan con la ansiedad asociada a irse a la cama: miedo a la oscuridad, a los fantasmas, a la
soledad... Algunos niños permanecen despiertos por la noche preocupándose por la escuela, la
muerte, su salud o la de sus padres, y por otros asuntos. Normalmente estos miedos evolutivos
desaparecen con el tiempo, pero es importante conocer las estrategias necesarias para que el niño no
los convierta en excusa para adquirir malos hábitos de sueño, y esto se convierta en un problema
real.
A continuación, se incluye una serie de estrategias para hacer frente a los problemas más
comunes a la hora de acostarse. Es importante que los padres estén de acuerdo entre ellos en las
normas para que el niño se acueste, así como que sean consistentes al aplicar las estrategias y se
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muestren firmes sin llegar a ser punitivos. Estas estrategias parten de la base de que la hora elegida
para que el niño se acueste es razonable para su edad, que el horario no coincide con su programa
de televisión favorito y que duerme en su propia habitación.
1. Avisar al niño de que se aproxima la hora de acostarse unos 15 minutos antes (se puede
poner un despertador para que suene y avise la hora si el niño es pequeño)
2. Los momentos antes de irse a la cama deben ser tranquilos para que el niño no esté
sobreestimulado, ya que a un niño emocionado y excitado no sólo le cuesta más coger el
sueño, sino que también es más probable que se despierte por la noche, por lo que los juegos
de correr y los programas de televisión de miedo o muy emocionantes están contraindicados
3. Incluir cepillarse los dientes, lavarse o bañarse, y ponerse el pijama dentro de la rutina de
irse a dormir
4. Arropar al niño en su propia cuna o cama; si entra dentro de la rutina contarle un cuento hay
que tenerlo en cuenta cuando se calcule el tiempo que el niño necesita descansar
5. Si el niño está intranquilo y tiene dificultades para calmarse, se pueden seguir los siguientes
consejos:
Leerle poemas para niños, ya que el ritmo de la poesía posee un efecto relajante y
calmante
Cantarle una nana
Hablarle de lo que va a hacer mañana, ya que si es algo que espera con ilusión es
conveniente decirle que cuanto antes se duerma, antes llegará
Entregarle algo con lo que se sienta a gusto, como un peluche
6. Despedirse hasta mañana por la mañana, besarle y apagar la luz, saliendo de la habitación
Si el problema está en que el niño para dormirse necesita que le mezan o acaricien cuando
se acuesta y cada vez que se despierta por la noche, se puede seguir un plan con varias etapas, de
forma que el niño no proteste excesivamente y los padres se sientan seguros de los pequeños límites
que han fijado. El proceso de separación gradual del niño implica que los padres interactúen menos
y disminuyan el contacto físico. El punto de partida varía según cada familia y se deben seguir cada
uno de los pasos graduales durante dos o tres noches antes de pasar al siguiente:
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3.7.2. Para que el niño se quede en la cama
2. Preparándose para dormir: debe llevarse a cabo con el niño ya en la cama; se lee un
cuento o dos y se charla un rato, luego se le explica la nueva rutina, se le arropa, se le da un
beso y se le dice de forma serena pero firme: “Buenas noches, que tengas felices sueños,
hasta mañana”
3. Durante las primeras horas: si llora o llama hay que ignorarle (a menos que sea una señal
de urgencia o de mucho miedo) hasta que salga de la cama. Cuando se levante y vaya donde
están sus padres deben llevarle de vuelta a su habitación, sin aspavientos, y meterle en la
cama sin inmutarse, mientras se le dice otra vez: “Debes quedarte en la cama, tengo cosas
que hacer, si te levantas te traeré de vuelta otra vez”
4. Repetir: cada vez que se levante hay que repetir el tercer paso de forma consistente,
prestando al niño la menor atención posible mientras (por ejemplo, no darle besos o abrazos)
5. Gráfico: hacer un gráfico en el que cada recuadro equivale a una noche de la semana; si el
niño se levanta se marca una señal en el recuadro correspondiente y al día siguiente el niño
pone una pegatina divertida o un dibujo, a la vez que los padres alaban cada logro. Hay que
prometerle una recompensa especial si logra completar el gráfico con muchas pegatinas
(cada semana se le exigirá un poco más), y cuando lo haga poner el gráfico en un lugar de
honor.
3.7.3. Para que el niño no llame, no se levante ni se vaya a la cama de sus padres
1) Antes de que el niño se acueste hay que decirle que si se despierta durante la noche debe
quedarse en la cama
2) Si la primera llamada del niño no es angustiosa, hay que ignorarla. Al principio el niño
llorará durante cierto tiempo, pero si los padres ceden y acuden después de un rato, el niño
aprenderá que todo lo que tiene que hacer es armar un escándalo lo suficientemente fuerte o
duradero para que ellos vayan corriendo.
3) Se deben ignorar las demandas poco razonables, o sea, estratagemas para llamar la atención
o manipular la situación. Por ignorar se entiende:
Nada de charlas ni discusiones prolongadas
Nada de comida ni bebida (por eso es recomendable dejar un vaso de agua en la
habitación del niño)
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Nada de diversión (es conveniente dejar a mano algunos muñecos en la habitación
del niño para que se pueda entretener solo)
Nada de vigilancia que revele preocupación (no hacer frecuentes visitas a la
habitación del niño)
5) Si el niño vuelve a llamar o a levantarse hay que repetir estas estrategias tanto como sea
necesario. Al principio el niño se levantará a menudo, pero si los padres persisten y se ciñen
a esa rutina, al final el niño aprenderá a no levantarse más
6) Por la mañana, sin hacer caso de las veces que se ha levantado el niño, los padres deben
decirle lo mayor que es por haber dormido toda la noche en su cama, y darle una pequeña
recompensa si no se ha levantado en toda la noche.
Este es un método difícil de usar por algunos padres, ya que el niño puede llegar a estar muy
angustiado y puede ponerse malo de tanto llorar. Si los padres dudan de su fuerza para aplicarlo o
tienen objeciones por alguna razón, entonces no deben empezar a utilizarlo, ya que sería
contraproducente, pudiendo probar entonces con una alternativa más ligera:
1. Si los padres consideran que deben entrar en la habitación, deben empezar el proceso
gradualmente, esperando uno minutos antes de entrar, en vez de entrar precipitadamente a
calmar al niño
3. Los padres deben ser conscientes y evitar la tentación de darle de beber o cogerle
4. La siguiente vez que llame los padres deberán acudir pasado más tiempo, por ejemplo, la
primera vez a los tres minutos, la siguiente a los 5, la siguiente a los 10, luego a los 15
minutos..., y así sucesivamente hasta no acudir.
Estos procedimientos, aunque un tanto radicales, sin embargo con mucha frecuencia son
necesarios para romper hábitos muy establecidos de falta de colaboración para ir a la cama. Suele
ser difícil mantenerse firme; los padres experimentarán sentimientos contradictorios cuando
intenten convencerse de que deben ser consistentes (culpa, ansiedad y agotamiento), pero es normal
tener que invertir tiempo y energía. Si ambos padres siguen estrictamente estas estrategias es
probable que el éxito se obtenga en pocos días.
Es importante que cuando el niño empiece a irse a la cama sin molestar, sus padres le digan
lo encantados que están con él y lo mayor que se está haciendo, ya que con esto se conseguirá
reforzar la nueva conducta del niño, estableciendo así ese comportamiento como parte de su rutina
diaria.
Si el niño tiene miedo a la oscuridad y llama a sus padres o se pasa a su cama, hay que
seguir el siguiente procedimiento:
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1) Dejar un flexo encendido mientras el niño se duerme en su habitación, y dejar la puerta
abierta con una luz encendida fuera para que si se despierta no se encuentre totalmente a
oscuras
2) Cada noche trasladar la lamparita más lejos hacia la puerta y fuera de la habitación (si se
puede, regular la intensidad de la luz con un regulador, así será un proceso más gradual)
6) Como la situación está bajo el control del niño (él sabe encender la luz y “está jugando”) no
le entrará terror
4. ALIMENTACIÓN
En este apartado se van a tratar los distintos aspectos de la alimentación durante los primeros
años de la vida de un niño, tanto los patrones y apetito normales, como las posibles dificultades que
puedan aparecer y sus soluciones.
La alimentación del niño debe ser lo más relajada y agradable posible, proporcionándole una
oportunidad importante para disfrutar de la vida familiar y aprender habilidades interpersonales. Sin
embargo, parece convertirse demasiado a menudo, especialmente con niños en edad preescolar, en
una ocasión para la “guerra abierta”.
Las dificultades típicas a la hora de comer incluyen: malos modales en la mesa, negarse a
comer o comer muy lentamente, levantarse de la mesa, hábitos alimentarios delicados, caprichos,
rabietas y lloreras. Con frecuencia los padres hacen algo que resulta contraproducente, debido al
rápido fracaso para establecer rutinas, las cuales son, al igual que los hábitos, el medio para que el
niño ponga en marcha el “piloto automático” en tales ocasiones. Es posible que den al niño
demasiadas opciones o que haya excesivas distracciones, por ejemplo televisión o jaleo en casa. O a
lo mejor tienen poca idea sobre las raciones que deben servirle, si las que le ponen se ajustan al
apetito del niño o no, provocando así un conflicto cuando el niño pica sin ganas o se niega a
terminar el plato.
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4.1. PATRONES NORMALES DE ALIMENTACIÓN
Los patrones de alimentación que más o menos debe seguir un niño según su edad son los
siguientes:
5-8 meses: cambio de leche (sabor dulce) a sabor salado, proceso que dura hasta
aproximadamente los 2 años, siendo alimentos de tipo líquido
18 meses: alcanza los platos vacíos al adulto, comida sólida en trozos pequeños
2 años: tiende a distraerse y jugar con la comida, se inicia en los alimentos sólidos
3 años: casi no necesita ayuda para comer, o habla o come, pero no puede intercalarlo
4 años: ya come solo y pone la mesa correctamente, combina acciones de hablar y comer, se
puede servir el mismo, raramente se levanta
Según la edad que tenga, el niño puede tener ciertas predilecciones por algunos alimentos
mientras que no tolere otros:
2 años y medio: rechaza la verdura; prefiere la carne y la fruta, y comer cada cosa por
separado, sin mezclar
6 años: rechazos según la textura, y por épocas; rechaza postres y verduras cocidas; prefiere
alimentos nuevos, y también la carne, las patatas, la leche, las verduras crudas, los helados y
los caramelos
8-9 años: rechazos según el olor y la forma de estar cocinados; preferencias según el olor
Es necesario tener en cuenta el nivel de apetito del niño ante cualquier dificultad a la hora de
comer. El horario del adulto de hacer tres comidas al día no es necesariamente el que mejor se
ajusta a las necesidades alimentarias de un niño pequeño. La mayoría requiere de cuatro a cinco
pequeñas comidas al día: mañana, media mañana, mediodía, media tarde y noche. Este hecho afecta
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a la cantidad de comida, ya que, por ejemplo, un tentempié a media tarde convierte una cena
abundante en excesiva. Los padres han de ser conscientes de que los niños no tienen el mismo
apetito que ellos, por lo que es preferible servirles una cantidad menor y, si quieren, darles la
oportunidad de repetir.
1 año: todos los niños tienen buen apetito en todas las comidas
En general el apetito varía de año en año, mejorando. Puede ser bajo a los 18 meses y a los 4
años, pero aumenta continuadamente desde los 5 años.
Los padres informan de una amplia variedad de dificultades para comer; su severidad varía
desde sencillos problemas de alimentación hasta el retraso del crecimiento debido a problemas
psicológicos o a desnutrición. Algunos padres llegan a estar muy preocupados por una ligera
pérdida de apetito de su hijo, mientras que otros no se dan cuenta de que su hijo está mal
alimentado. Las dificultades a la hora de comer aparecen a continuación.
Los padres difieren en sus expectativas acerca de la cantidad de comida que sus hijos deben
comer o en sus necesidades nutricionales. No es nada beneficioso, ni para el niño ni para los padres,
etiquetar a éste de forma arbitraria como “delicado” con la comida, ya que casi todos los niños son
delicados para comer en alguna ocasión. En ciertas edades es simplemente un asunto de desagrado
hacia determinados sabores y texturas, o de estar más interesado en experimentar, jugar y hablar
que en comer. Sin embargo, algunos niños aprenden a ser delicados con la comida al observar a
otros miembros de la familia que también lo son.
Las conductas disruptivas a la hora de comer incluyen quitar la comida a otros, ingerir la
comida derramada, agresividad en la mesa, acciones destructivas como tirar la comida, bebida,
platos o cubiertos, gritar y coger una rabieta.
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4.4.3. Problemas psicológicos infantiles
Existen niños cuyo crecimiento y desarrollo están significativamente por debajo de los
valores correspondientes a su edad, sin que se detecten causas orgánicas. Con frecuencia estos niños
parecen reservados, deprimidos, letárgicos, ansiosos, quejosos y llorones. A menudo dichos
problemas son los signos físicos y externos de un malestar emocional.
Los padres tienden a servir a sus hijos cantidades de comida basándose en lo que creen que
debería comer un niño, más que en sus necesidades reales o en su apetito. Puede ocurrir que no
tenga hambre y se resista a tragarse la comida a la fuerza. Por tanto, siempre que sea posible, hay
que permitirle servirse sus propias raciones. Si se le deja opinar acerca de la comida que se le sirve
es posible que el conflicto sobre cuánto debe comer se reduzca. Con niños muy pequeños es más
acertado servir pequeñas cantidades, menos de lo que probablemente quieren comer. Este proceder
induce una sensación de logro; es preferible que pidan más comida a que se quejen de que no
pueden más o de que no acabarán la que hay en el plato.
Los métodos conductuales tienen una trayectoria de éxito probada en la superación de las
dificultades de alimentación. Por ello, a continuación se recogen de forma breve algunas tácticas
disciplinarias para usarlas en las diferentes situaciones problemáticas.
Para establecer rutinas y hábitos para comer de forma apropiada se pueden dar señales
sencillas pero firmes al niño, como comer únicamente en la mesa y a su hora, o disponer de un
mantel especial para él, de forma que el niño los asocie a la hora de comer.
4.5.2. Reforzamiento positivo: premiar el comer bien y los buenos modales en la mesa
Ya que las riñas y las críticas en realidad refuerzan los problemas de alimentación y
fomentan las luchas por el poder, los padres tienen que encontrar oportunidades (sin exagerar) para
alabar a otro hijo que se está comportando apropiadamente. Por ejemplo, felicitarle por permanecer
sentado, usar los cubiertos correctamente y hablar con tranquilidad. Cuando el hijo que tiene mala
conducta coma de la forma deseada, los padres deben destacar inmediatamente el hecho, diciéndole
por ejemplo: “estás haciéndolo muy bien, enhorabuena por comerte tu cena” o “estoy realmente
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contento de que seas capaz de tomarte la comida como un niño mayor”. Cuando se presta atención a
los buenos modales en vez de a los malos, los niños aprenden que no merece la pena portarse mal.
4.5.4. Tiempo-fuera
Con mínima atención y sin aspavientos: se debe sacar al niño o retirar la comida sin
comentarios y de manera rutinaria, ya que puede ser reforzante tanto si el niño percibe que
los padres están enfadados como que les ha hecho mucha gracia
Se pretende que el tiempo-fuera sea una forma leve de castigo y, por tanto, es inefectivo si el
hecho de retirar la comida es en sí mismo reforzante. Por ejemplo, los niños se alegran cuando se
les quita la comida que no les gusta. El éxito del tiempo-fuera depende de:
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Hay que estar pendiente de proporcionar reforzamiento positivo por la conducta apropiada.
Es crucial desarrollar conductas positivas que reemplacen a las disruptivas.
Si el niño es caprichoso con las comidas y se resiste más de lo habitual a comer de lo mismo
que el resto de la familia, se le puede dar a elegir entre lo que come la familia y otro tipo de comida
nutritiva que le guste. La elección la debe hacer antes de cada comida, para que los padres no se
vean forzados a preparaciones de última hora. El ofrecerle una alternativa proporciona al niño una
vía para salvar las apariencias y evitar el conflicto. Una elección limitada introduce la idea de
compromiso; el ofrecimiento de opciones indica que los padres están dispuestos a darle a su hijo un
margen de maniobra para negociar de manera responsable.
Algunos niños eternizan las comidas masticando muy despacio, quejándose a cada bocado y
jugando con la comida. En lugar de permitir que las comidas se alarguen, los padres tienen que
acordar una cantidad de tiempo razonable para que el niño termine de comer, quizá entre 20 y 30
minutos. Hay que explicarle al niño antes del tiempo fijado que cuando el reloj suene se retirarán
los platos. Un calendario con pegatinas, otorgadas como premios por comer bien, constituye un
incentivo poderoso si se establece una pauta para el cambio de un cierto número de pegatinas por
una recompensa para el niño.
Aunque no se puede forzar al niño a comer a las horas de la comida, se puede controlar lo
que come entre comidas. El hambre es una consecuencia natural de no comer, por tanto se puede
utilizar con el fin de conseguir que el niño coma a la hora establecida para comer. Para ello, los
padres tienen que explicarle al niño que si no se toma la comida cuando es la hora de comer, cuando
suene el reloj se llevarán el plato y no podrá comer más hasta la siguiente hora de comer.
5. CONTROL DE ESFÍNTERES
En este apartado se recogen los pasos que hay que llevar a cabo para ayudar a los niños a
desarrollar el control intestinal y vesical (un logro físico) y enseñarles dónde evacuar (una habilidad
social). El entrenamiento en control es una de las tareas del desarrollo más significativa de la
primera infancia, por lo que es importante conocer con detalle en qué consiste.
Un niño puede ser considerado “entrenado en control” cuando es capaz de utilizar el aseo (o
el orinal) de forma razonablemente independiente, quizá con ayuda para limpiarse. Muchos padres
hacen que el entrenamiento en control resulte contraproducente al intentarlo de una manera
demasiado rígida, demasiado pronto o demasiado tarde y, entonces, “estalla la guerra” con el
pequeño.
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5.1. DESARROLLO DEL CONTROL DE ESFÍNTERES
En la mayoría de los niños la adquisición del control de esfínteres sigue una secuencia
evolutiva que se inicia con el desarrollo del control intestinal durante el sueño, seguido del control
mientras está despierto, casi de inmediato ocurre el control diurno de orina y algo más tarde el
nocturno. La secuencia puede variar entre niños: algunos adquieren el control intestinal y vesical
simultáneamente, y las niñas tienden a ser más rápidas que los niños en llegar a controlar esfínteres.
Entre los 4 y 5 años un elevado porcentaje de niños han adquirido el control voluntario de los
procesos de eliminación.
c) Hacia los 3 años, la mayoría ha aprendido a contraer los músculos pélvicos, por lo que son
capaces de inhibir el vaciado y retener la orina durante un cierto tiempo cuando su vejiga
está llena, y de iniciar voluntariamente la micción. En esta etapa, la capacidad de la vejiga
aumenta progresivamente, el control diurno queda establecido y el niño suele ir al baño por
sí mismo
d) A los 4 años, los niños pueden ya controlar voluntariamente su vejiga cuando está llena,
posponer la micción hasta el lugar apropiado, iniciar y parar el flujo de orina y decidir la
evacuación, cualquiera que sea el nivel de llenado. Esta última capacidad parece la más
difícil de lograr pues requiere un desarrollo neuromuscular más complejo; muchos niños no
adquieren esta habilidad hasta los 6 ó 6 años y medio
e) La adquisición de la continencia nocturna tiene lugar en la mayor parte de los niños entre los
3 y los 4 años y medio. A esta última edad la capacidad vesical se duplica respecto a la de la
edad de 2 años, pudiendo incrementarse hasta los 300 ml. Se asume que el control
inhibitorio diurno se transfiere a las horas de sueño. La menor producción de orina durante
la noche y el hecho de que la vejiga pueda almacenar una mayor cantidad sin que se
produzcan las contracciones de la micción hace posible que se instaure la continencia
nocturna. En aquellas ocasiones en las que la presión vesical excede la capacidad de ajuste
de los músculos de la vejiga, las sensaciones de llenado de la vejiga despiertan al niño antes
de que se dispare el reflejo de micción. Este procedimiento no está exento de accidentes
ocasionales que ocurren hasta que las capacidades anteriores se estabilizan, apreciándose
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importantes diferencias individuales respecto al tiempo invertido en adquirir el control
definitivo. Así pues, la edad de 5 años es una edad mínima realista para considerar que
puede existir un problema de control vesical (enuresis).
Usar palabras para la orina y las heces, como por ejemplo “pipí” o “caca”, y para los lugares
donde se depositan, como orinal o retrete
Sentarse en el retrete
Ir al retrete
Desabrocharse, limpiarse y abrocharse cuando va al retrete
Tener control (continencia)
El desarrollo de cada una de estas habilidades se puede desglosar en etapas, tal y como
aparece a continuación.
5.2.1. Control
5.2.4. Ir al aseo
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5.3. ENTRENAMIENTO EN CONTROL DE ESFÍNTERES
Para establecer el uso regular del retrete, fomentando la adquisición de las habilidades de
evacuación y control muscular de esfínteres, hay que tener en cuenta que el entrenamiento es más
efectivo cuando el niño está preparado fisiológicamente (generalmente entre los 18 y 24 meses,
probablemente alrededor de los 2 años). Asimismo, no hay una única forma correcta de
entrenamiento, por lo que los padres deben adoptar aquella que les sea más cómoda de aplicar, así
como la más efectiva para ese niño en concreto. Lo importante es que los padres sean naturales, por
ejemplo, que cuando le cambien los pañales le expliquen para qué sirven y lo que pueden hacer para
dejar de usarlos, o que cuando ellos mismos usen el aseo le expliquen para qué lo hacen.
Por supuesto, los padres tienen que estar preparados para altibajos, pequeños accidentes y
demás dificultades que puedan surgir durante el entrenamiento, sobre todo teniendo en cuenta que
puede haber períodos vulnerables, como después de una enfermedad o cuando aprenden una
habilidad nueva y difícil, en los que será más complicado el entrenamiento.
Anticipar al niño que es regular (sentarlo en el orinal a la hora esperada o cuando son
visibles las señales indicadoras, como por ejemplo, la cara roja)
Hacer del sentarse en el orinal una parte más de la rutina del día (después de las comidas)
Aumentar gradualmente la frecuencia del uso del orinal (evitando el forzarlo y las
“sentadas” demasiado largas y aburridas)
Animar al niño a que le diga a sus padres o a sus cuidadores cuándo ha orinado o evacuado,
ya que la conciencia de estar mojado o manchado precede a la conciencia de evitar orinarse
o defecar encima
Enseñar al niño a ayudar a desvestirse y vestirse cuando va al retrete y que, al final, logre
hacerlo solo
Recordarle al niño que pida el orinal cuando lo necesite, teniéndolo a mano por si lo
requiere urgentemente
Utilizar generosamente el elogio y el ánimo por intentarlo y por lograrlo, evitando la crítica
y el castigo
Finalmente, ir usando un retrete adaptado al niño, por ejemplo, usando un escalón para que
llegue
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Fortificación de los esfínteres: cortar el flujo de la orina una vez que está terminando la
micción, cortar dicho flujo un poco antes en la secuencia de orinar y cortarlo casi al empezar
Refuerzo: conseguir que el niño llegue a descubrir que hacer pis en el retrete tiene más
ventajas (materiales y afectivas). Se puede elaborar un programa de refuerzos, registrando
los días en los que el niño no se hace pis o también las veces que va al retrete, ya que esto
ayuda a ver claramente los progresos que se están consiguiendo y a continuar el aprendizaje
de control de esfínteres. Algunos ejemplos de registros aparecen en los Anexos.
Castigos: no reñir, no pegar, no poner en evidencia delante de otros, etc.; que el niño siga
haciéndose pis no es consecuencia de que sea vago o no se esfuerce, cuanto más nervioso
esté el niño más orina producirá y menos control tendrá
Exigencia: tampoco hay que ser excesivamente exigentes; lo ideal es ser comprensivo pero
firme
Pañales: lo suelen usar muchas familias por comodidad, pero a largo plazo no beneficia al
niño, ya que, a parte de alargar el período en el que no aprende a controlar esfínteres,
insensibiliza la piel del niño, por lo que no sufre la incomodidad de hacerse pis encima, lo
que fomenta su indiferencia por aprender a controlar
Levantar al niño de noche para que haga pis: así no se le da la oportunidad de asociar las
señales internas causadas por una vejiga repleta con el despertar provocado por tales
sensaciones
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El niño estará preparado para aprender cuando:
Hay que procurarle una primera motivación fuerte. Los orinales cómodos y atractivos que
ofrece el mercado serán de gran ayuda. Se comenzará por motivar al niño (verbalizar que ya es
mayor) y quitarle todo tipo de pañales durante el día (hacer que sea él quien los tire a la basura). Por
la noche se pueden mantener hasta que veamos que se levanta seco al menos una semana seguida.
Hay que tener preparadas varias mudas para los accidentes.
El niño debe familiarizarse con el uso del orinal, por lo que se le sentará los primeros días
coincidiendo con las horas que se registraron en las que solía orinar (normalmente después de
comer coincidiendo con la defecación, al levantarse, a media tarde y por la noche al acostarse).
Durante los primeros días hay que procurar no ponerle cuando esté cansado (inmediatamente
después de salir de la cama), ni cuando esté alterado (rabietas).
Es fundamental que el niño haga pis siempre en el mismo lugar (WC) y con el mismo orinal,
de esta forma asociará el lugar adecuado con el comportamiento adecuado ante las señales de su
vejiga. Para facilitarle un contexto relajado se puede aprovechar mientras está sentado para decirle
cosas agradables o charlar con él (sin distraerle mucho). No es recomendable que esté más de cinco
minutos sentado en el orinal.
La primera vez que haga pis correctamente hay que alabarlo efusivamente y premiarlo,
porque se lo ha ganado. Los tres primeros días es positivo premiarle cada vez que lo haga, luego
habrá que hacerlo intermitentemente. Si no lo hace la primera vez que se siente, no hay que prestar
atención a este hecho (no castigar, no regañar). Se le dice que ya lo hará después cuando se le ponga
la próxima vez. Habrá que procurar que si no hace pis se vista solo, éste será su primer coste.
Nunca hay que levantarlo por la noche, ni restringir la ingesta de líquido. Nunca volver a
poner los pañales durante el día, por muchas tentaciones que se tengan, porque el niño se confiaría y
nunca aprendería. Hay que tener cuidado con prestar demasiada atención a los escapes que buscan
precisamente eso, la atención (nacimiento de un hermano, menos tiempo de dedicación de los
padres, etc.). El éxito depende de la constancia y habilidad para premiarle al principio.
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Los límites conductuales son los mensajes que transmiten las normas y expectativas de los
padres a los hijos, y también definen el balance de poder y autoridad en las relaciones familiares y
constituyen un elemento crucial en la crianza del niño.
Los niños cuyos padres les ponen límites firmes crecen con una mayor autoestima y
confianza que aquellos a los que se les permite salir impunes comportándose de cualquier manera.
Es importante, sin embargo, dar a los jóvenes alguna libertad de elección dentro de unos límites
razonables. Los niños bien adaptados suelen tener padres que son cálidos, que dan apoyo, controlan
razonablemente y, además, tienen altas expectativas. Un control paterno firme se asocia con la
independencia del niño, con tal que el control no reduzca sus oportunidades de experimentar y ser
espontáneo.
La disciplina consiste, entre otras cosas, en poner límites, que es una de las tareas más duras
para los padres, especialmente cuando se trata de niños que quieren descubrir la vida y hacer las
cosas por sí mismos. Otra dificultad tiene que ver con las tácticas o métodos, es decir, cómo educar.
Para mucha gente la disciplina es equiparada erróneamente con las palabras castigo y represión,
con el resultado, a veces, de que los padres se muestran imprecisos e inconsistentes a la hora de
educar a sus hijos por miedo a parecer anticuados, reaccionarios o abiertamente intrusos.
La generación más antigua siempre ha mirado con recelo la falta de disciplina, obediencia y
respeto entre la juventud. Los padres jóvenes están avisados de los peligros de consentir a sus hijos,
una forma de promover los malos hábitos y la indisciplina. Esto se debe a que la obediencia a las
reglas, si son establecidas por convención, codificadas en leyes, o dentro de nuestras conciencias, es
un prerrequisito para la vida social.
Los problemas que pueden surgir por la falta de disciplina son, entre otros, los que aparecen
a continuación.
Se enoja frecuentemente
A menudo discute con adultos
Con frecuencia hace cosas que molestan a otras personas deliberadamente
Suele culpar a los demás de sus errores
Se ofende o se molesta fácilmente
Con frecuencia está enfadado y resentido
A menudo es rencoroso
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6.1.2. Niños “mimados”
Los padres necesitan ser firmes a veces, fuertes al mismo tiempo que cariñosos, pero
también flexibles en los momentos cruciales. También necesitan saber cuándo pasar de una postura
a otra. Esta combinación es la que formará niños socialmente responsables y abiertos, amigables,
competentes, creativos, razonablemente independientes y asertivos.
La mayoría de los padres utilizan métodos disciplinarios basados en tres enfoques básicos:
democrático, permisivo y autoritario. Se cree que cada aproximación enseña al niño un conjunto
diferente de lecciones acerca de la cooperación, la responsabilidad y las expectativas de lo que es un
comportamiento aceptable o inaceptable. Estas tres formas de disciplina se tratarán a continuación y
se recogen brevemente en el siguiente cuadro.
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Poder y control
Cooperativo
Ganar-ganar (niños y padres ganan)
Basado en el mutuo respeto
Los niños son participantes activos en la solución de problemas
Responsabilidad
Cooperación
A los niños hay que dejarles elegir y aprender de las consecuencias de sus decisiones
Alentar y animar es un medio efectivo para promover la cooperación
Poder y control
“Las reglas son para otros, no para mí, yo hago lo que deseo”
Los padres sirven a los niños
Los padres son los responsables de solucionar los problemas de sus hijos
Dependencia, falta de respeto y egocentrismo
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6.2.3. Padres autoritarios
Poder y control
Ira y testarudez
Venganza y rebelión
Introversión y sumisión temerosa
La investigación en las técnicas de crianza de los niños sugiere que hay un procedimiento
satisfactorio, un punto medio, pero no siempre es fácil de conseguir en la práctica. Los extremos de
la permisividad y las restricciones suponen riesgos. Por ejemplo, la evidencia indica que la
dominación adulta, estricta y autocrítica puede formar un niño conformista, pero limitado en su
iniciativa. Ese niño puede convertirse en un sujeto pasivo, sin imaginación ni curiosidad, con
timidez y sentimiento de incapacidad. Los hijos de padres dominantes carecen de autoconfianza y
de la habilidad para afrontar de forma realista los problemas, y pueden fracasar en aceptar las
responsabilidades adultas. Tienen tendencia a ser sumisos y obedientes, evitando las situaciones que
les parecen difíciles.
A continuación, se incluye una serie de estrategias para establecer límites y normas mediante
la disciplina positiva, así como para resolver las posibles dificultades que puedan surgir durante la
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educación de los niños. Es importante que los padres estén de acuerdo entre ellos en las normas y
métodos de enseñanza, así como que sean firmes y consistentes al aplicar las estrategias, sin llegar a
ser dañinos.
Para motivar la buena conducta no son suficientes las normas o afirmaciones sobre el
comportamiento deseado; la única forma de que un niño aprenda una conducta determinada es,
como ya se ha dicho en los anteriores apartados, reforzándola. Una orden o norma que no se
refuerza cuando se cumple no se mantendrá en el futuro.
Los padres pueden aprender a dar respuesta a los comportamientos positivos y a elogiarlos
(reforzarlos). A continuación se recogen los principales componentes para elogiar al niño:
Algunas personas dan refuerzo y luego, sin darse cuenta de ello, restan el efecto siendo
sarcásticos o combinándolo con un comentario hiriente, siendo una de las cosas más perjudiciales
que se puede hacer.
La mayoría de las veces suele resultar muy útil la elaboración de un registro de las conductas
que se desean modificar, ya que esto ayuda a ver claramente los progresos que se están
consiguiendo y la evolución de la conducta adecuada. Para ello, una sencilla forma de registrar
puede ser con un Registro ABC o con un Gráfico de frecuencias, que aparecen en los Anexos.
Para disminuir las conductas inapropiadas hay que llevar a cabo un establecimiento de
límites efectivos, siempre acompañado de los elogios por las conductas adecuadas.
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Para hacer frente a rabietas, recriminaciones y mal humor, hay que permanecer firme y
seguro, considerando los beneficios a largo plazo. Para ello, es importante conocer la forma de
establecer límites claros y firmes. A continuación se recogen en un cuadro las diferencias existentes
entre los límites firmes y los límites laxos.
Es esencial poner límites para ayudar a los niños a comportarse más apropiadamente, pero
también es importante saber que todos los niños ponen a prueba las reglas y normas paternas. Los
niños considerados “normales” no obedecen a sus padres una de cada tres veces; los niños más
pequeños replican, chillan o tienen rabietas cuando se les prohíbe una actividad deseada y los niños
en edad escolar discuten o protestan. Este comportamiento es natural y es una expresión irritante
pero sana de la necesidad de independencia y autonomía del niño.
En cambio, los niños con problemas de conducta desobedecen a sus padres dos de cada tres
veces, es decir, los padres están en una lucha por el poder con el niño la mayoría del tiempo, lo que
hace difícil la socialización de los niños de manera adecuada y, entonces, poner límites llega a
convertirse en algo esencial.
No es de extrañar que los niños se quejen y comparen su suerte con la de otros niños cuando
se les ponen límites. Sin embargo, está demostrado que los niños se dan cuenta de que sus padres se
mantienen firmes porque se preocupan por ellos. Los niños saben, en el fondo, que no pueden
afrontar todo solos y que necesitan alguien que se haga cargo de sus vidas para que puedan aprender
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y experimentar en el mundo con una base segura. Por eso, los niños que hacen lo que quieren todo
el tiempo interpretan la permisividad como indiferencia y sienten que nada de lo que hacen es lo
bastante importante como para que sus padres se preocupen.
Para establecer límites claros, es necesario conocer muy bien la forma en la que deben darse
las órdenes a los niños, siendo firme y teniendo en cuenta la capacidad del niño para entender y
llevar a cabo las órdenes de acuerdo con su edad. A continuación aparecen estos tres componentes
básicos del establecimiento de límites.
Cómo ser firme: para los niños que han aprendido el hábito de no hacer caso a los padres en
sus instrucciones se puede usar alguna o todas de las siguientes tácticas para asegurarse de
que el niño escucha las órdenes.
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Capacidad del niño para ejecutar órdenes
Cuando los niños son agresivos y desobedientes muchos padres intentan darles unos azotes,
sermonearles, criticarles y expresarles desaprobación. Estos métodos de disciplina son poco
efectivos y, normalmente, los padres de niños agresivos se encuentran dentro de una espiral de cada
vez más gritos para hacer que su hijo les obedezca. De hecho, regañar, criticar, pegar, gritar, o
incluso discutir con los niños mientras se portan mal son formas de atención de los padres y, por
tanto, refuerzan ese mal comportamiento: así los niños aprenden a regañar, criticar, pegar, gritar o
discutir en respuesta a sus padres.
El tiempo-fuera se puede emplear en problemas de alta intensidad, como las peleas, desafíos,
golpes y el comportamiento destructivo. El tiempo-fuera es, en realidad, una forma extrema de
ignorar, en la que se separa a los niños, durante un período breve de tiempo, de todas las fuentes de
reforzamiento positivo, especialmente la atención del adulto.
Hay que saber perseverar al usar este método de modificación de conducta, ya que algunos
comportamientos tardan mucho en cambiar. Si se sigue la ley del mínimo esfuerzo, si se cede sólo
una vez, la situación pasará a ser peor que cuando se empezó. Por eso, no hay que desanimarse si
las cosas empeoran en vez de mejorar en un principio, ya que si al niño le quitan los reforzadores
habituales, puede insistir (mediante una escalada de gritos, por ejemplo) para que se los den otra
vez.
No amenazar con el tiempo-fuera a menos que se esté preparado para seguirlo hasta el final
Hacer períodos de tiempo-fuera de 3 a 5 minutos con repeticiones si el niño rehúsa obedecer
una orden razonable
Ignorar al niño mientras está en tiempo-fuera
Estar preparado para que el niño ponga a prueba a los padres
Hacer responsable al niño del desorden durante el tiempo-fuera
Apoyar a la pareja cuando usa el tiempo-fuera
Limitar con cuidado el número de conductas en las que se usa el tiempo-fuera
No confiar exclusivamente en el tiempo-fuera, combinarlo con otras técnicas, como ignorar
al niño (extinción), las consecuencias lógicas y la solución de problemas
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Esperar ensayos repetidos de aprendizaje
Usar enfoques no violentos, tales como la pérdida de privilegios, como apoyo al tiempo-
fuera
Aplicarse el tiempo-fuera uno mismo, para relajarse y reponer energía
Usar el elogio, cariño y apoyo para la buena conducta
Como ya se ha mencionado varias veces a lo largo de este trabajo, si un niño hace algo, y a
consecuencia de esta acción, pierde algo agradable, si se le pone una sanción, entonces será menos
probable que lo vuelva a hacer en el futuro. Un coste (una “multa”, perder un privilegio) por
portarse de esa forma significa que es menos probable que se comporte así otra vez. Por ejemplo, si
un padre dice: “Juan, como estás tirando la cena, está claro que ya no quieres más” y le retira el
plato cada vez que esto ocurra, es muy probable que, al cabo de un tiempo, Juan deje de tirar la
cena.
Un niño aprende a comportarse de forma positiva para evitar un castigo, algo desagradable
(por ejemplo, no romper más los juguetes para que no se los quiten). Un aviso de castigo puede ser
suficiente en muchas ocasiones.
Si Daniel corre por toda la casa en cuanto llega de la calle, se le puede decir que una
actividad habitual que le gusta, como hacer un puzzle con mamá, va a empezar dentro de un
minuto. Se debe mantener la oferta sólo durante un minuto para que aprenda que tiene que
dar una respuesta rápida a las cosas que le gustan.
Una de las tareas más importantes y difíciles para los padres de niños con problemas en la
disciplina es ayudar a éstos a ser más independientes y responsables. Estos padres tienen que
promover en sus hijos la toma de decisiones, el sentido de responsabilidad y la capacidad de
aprender de los errores mediante el uso de las consecuencias lógicas y naturales.
Una consecuencia natural es todo aquello que resulta de la acción o inacción de un niño en
ausencia de la intervención de un adulto. Por ejemplo, si Roberto se hace el remolón para levantarse
por la mañana y pierde el autobús para ir al colegio, la consecuencia natural es que tiene que ir
andando. Así, los niños aprenden al experimentar las consecuencias directas de sus propias
decisiones y, de este modo, no están protegidos de la posibilidad de un resultado indeseable.
Por otra parte, una consecuencia lógica es diseñada por los padres, es un “castigo hecho a
medida”. Así, una consecuencia lógica para un niño que rompe la ventana del vecino sería hacer
tareas domésticas para reunir el dinero del arreglo. Una consecuencia lógica por robar sería
devolver el objeto a la tienda, disculparse con el dueño y hacer una tarea extra o perder un
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privilegio. Por tanto, cuando se usa esta técnica se hace a los niños responsables de sus propios
errores, compensándolos de alguna manera.
6.4.6. Autocontrol
En primer lugar el comportamiento de los niños pequeños es controlado casi por completo
por agentes externos (padres). Con el transcurso del tiempo el control es internalizado a medida que
los niños adoptan normas que destacan el valor del autocontrol y adquieren habilidades
autorreguladoras.
Existen algunas técnicas que pueden ayudar a fortalecer el autocontrol del niño. El
entrenamiento implica hacer al niño consciente de las circunstancias en que se enfada, y luego pasar
por una serie de etapas. Lo primero es que el adulto sea el modelo del niño, diciéndose en alto
afirmaciones positivas del tipo “Piensa antes de actuar”, “No vale la pena perder los nervios” o
“Contaré hasta 10 y me calmaré”. El niño entonces practica las mismas frases o autoinstrucciones,
primero en voz alta, luego murmurándolas y finalmente en silencio. A los niños se les anima a
utilizar estas frases para que puedan observar, evaluar y reforzar la conducta apropiada en ellos
mismos.
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7. COMPETENCIA SOCIAL
La frecuente utilización por padres y educadores de las estrategias y tácticas descritas en los
anteriores apartados, como ayudar a los niños a desarrollar los hábitos de sueño, alimentación,
control de esfínteres y disciplina, también contribuye al aprendizaje, por parte de los niños, de
habilidades de interacción con los adultos que, más tarde, transferirán a sus interacciones con sus
iguales.
El ser humano llega a ser social porque desde su nacimiento se desarrolla en un grupo social
humano. El niño va a socializarse según las interacciones cada vez más numerosas y complejas que
establece a su alrededor, desde sus padres en primer lugar, hasta sus educadores y compañeros de
colegio.
Es importante conocer los distintos contextos en los que se desarrolla la conducta social del
niño, para saber de qué manera se puede fomentar. Estos contextos que moldean la conducta social
son: el microsistema, el mesosistema, el exosistema y el macrosistema.
7.1.1. El microsistema
Las primeras conductas sociales que el niño desarrolla en la familia las realiza a partir de sus
interacciones con los adultos; su conducta se adaptará a ellos en la medida en que vea satisfechas
sus necesidades; las respuestas sociales del niño se intensifican conforme se hace consciente de su
inferioridad y dependencia familiar.
Las relaciones intrafamiliares del niño son el sustrato de sus futuras relaciones
interpersonales en la sociedad, ya que sus expectativas, sus actitudes adaptativas y defensivas van a
ser un reflejo de las vividas en el seno familiar.
Nacimiento de un hermano: sus efectos se hacen notar sobre todo cuando el hermano tiene
8 ó 9 meses, edad en la que empieza a gatear y a mostrar sus conductas de apego de forma
intensa, y a los 16-17 meses, cuando empieza a hablar para expresar sus propias intenciones;
ambos momentos son vividos por el niño mayor como la aparición de un rival que interfiere
en sus dominios, incluidos sus padres. El sistema familiar cambia y los padres deben ajustar
sus rutinas de crianza, distribuyendo de forma apropiada su atención entre los hijos.
Divorcio de los padres: supone toda una secuencia de acontecimientos que implican
diversas experiencias para la vida de los niños. Hay que distinguir entre la situación antes
del divorcio, el desequilibrio y la desorganización asociada a la separación, y la
reorganización e intentos de superar la nueva situación. El momento más crítico para los
niños es el de la separación; no obstante, existen grandes diferencias en el modo que tienen
los niños de adaptarse a esta situación, dependiendo de factores situacionales, grados de
estrés, tipos de apego y características de su personalidad.
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Empleo de la madre: la madre que trabaja fuera del hogar y obtiene gratificación por ello,
incrementa su efectividad como madre. Además, en los primeros años de la vida del niño,
donde la influencia de la madre se ha considerado decisiva, aparentemente no hay
diferencias entre hijos de madres trabajadoras y no trabajadoras. La cualidad de las
relaciones maternales no es cuestión de horas, sino de tipos de relación, y aunque el niño
establezca múltiples relaciones de apego, esto no afecta al apego materno.
7.1.2. El mesosistema
La familia no es el único entorno del que el niño recibe influencias, así el mesosistema
comprende interrelaciones entre los principales ámbitos en el desarrollo del niño, además de la
familia, es un “sistema de microsistemas”.
Algunos de estos importantes ámbitos que componen el mesosistema del niño, y que más
influyen en el desarrollo de su conducta social son los siguientes:
La guardería: los niños que en la guardería juegan más, experimentan interacciones más
positivas en el hogar y muestran un mayor desarrollo. No obstante, el comportamiento del
niño en la guardería depende de sus características: los más sociables son los que atraen
mayor atención de los cuidadores, lo que a su vez redunda en un mayor desarrollo del niño a
nivel cognitivo, motriz, afectivo...
Los iguales: las relaciones entre niños tienen similitudes y diferencias con las relaciones
familiares. El niño utiliza la comunicación verbal y la no verbal (sonrisa, tacto...) de modo
similar en la interacción con los niños que con los adultos. A medida que el niño se
desarrolla, ambos tipos de relaciones se van diferenciando cada vez más: se utilizan
diferentes reacciones para expresar afecto al niño o al adulto, y las relaciones de dominancia
y protección son típicas entre adultos y niños, pero la sumisión suele ser más propia de niños
hacia adultos. La habilidad para relacionarse en grupo se aprende entre los 7 meses y los 7
años, siendo las siguientes las manifestaciones más relevantes:
7.1.3. El exosistema
Este sistema representa una ampliación del mesosistema abarcando otras estructuras sociales
que no contienen en sí mismas al niño en desarrollo, pero que se refieren a entornos inmediatos a
éste:
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Familia de los padres: abuelos, tíos, etc., todos ellos influyen en los padres y el niño, y si
esta influencia es positiva, proporciona apoyo emocional, e incluso material, a los padres, y
el niño se ve extraordinariamente favorecido por esta estimulación
Amistades de los padres: lo normal es que los niños estimulen el desarrollo de relaciones
sociales de los padres con otros padres que están en sus mismas condiciones, lo que
proporciona un fuerte apoyo en su función educadora. Sin embargo, no siempre es favorable
este apoyo, pues estimula también comparaciones entre el desarrollo de los niños, creando a
veces una fuerte ansiedad que puede llevar a un trato inapropiado de los hijos.
Trabajo de los padres: el niño puede afectar a los planes de trabajo de los padres, ya que
influye en la búsqueda de una mayor estabilidad en sus trabajos por miedo a perder el
empleo y no poder sostener a la familia; también provocan un mayor deseo de promoción en
sus trabajos. La madre puede tener que abandonar el trabajo ante el nacimiento del niño o
puede que tenga problemas si desea mantenerlo, lo que puede afectar negativamente a su
conducta, y, por consecuencia, al desarrollo del niño.
7.1.4. El macrosistema
Para favorecer el desarrollo de las conductas sociales básicas ya antes de los 12 meses de
edad, ayudan los juegos del escondite (graduando dificultad: tapar los ojos, ponerse detrás de él,
detrás de un mueble...) y los de imitar movimientos corporales del adulto (por ejemplo, para
expresar “Sí”, “No”, “palmitas”, “adiós”...), la colaboración en las comidas (agarrando el vaso y
ayudando a que se lo lleve a la boca, por ejemplo) y la colaboración al vestirse (como sostener
alguna ropa), incrementando progresivamente esta colaboración a la vez que se refuerzan los
avances y se disminuye la ayuda.
A partir del año, actividades como imitar al adulto en la realización de tareas simples, repetir
acciones de padres, hermanos u otras personas que le han producido risa o atraído su atención, o
decir “Por favor” o “Gracias” después de recordárselo, contribuyen también al desarrollo de los
fundamentos de las habilidades sociales.
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Asimismo es conveniente, en la medida de lo posible, facilitar a los niños situaciones de
relación con sus iguales aprovechando fiestas, reuniones, visitas a familiares o amigos que tengan
niños aproximadamente de la misma edad, etc. La duración de los primeros contactos será muy
breve, pero poco a poco se irá incrementando tanto la frecuencia como la duración de los mismos,
sobre todo si los padres están presentes. Muy lentamente, pero de forma progresiva, en esas
situaciones los niños practicarán y ajustarán sus habilidades de comunicación y relación con los
demás.
7.3. AUTONOMÍA
Para evitar que el niño sea inmaduro afectivamente, inseguro de sí mismo y dependiente de
sus padres, y facilitar que sea una persona capaz de valerse por sí misma, a continuación se recogen
algunos consejos que pueden ayudar a los padres en la educación de sus hijos:
1. Procura no estar siempre pendiente de tu hijo, al acecho de los posibles peligros que pueda
correr. Si se cae, ayúdale lo mínimo y con serenidad. Deja que aprenda él sólo a controlar sus
emociones. No le consueles de más. Si quiere subir a algún sitio, deja primero que él lo intente
solo y luego alábaselo. Así aprenderá a ser audaz y al mismo tiempo precavido. Si les
protegemos en exceso no aprenderán a protegerse por sí mismos ni conocerán el sentido del
peligro. Cuidado con los miedos y angustias desproporcionadas a los peligros reales. Luego nos
quejaremos de que el niño no nos deja en paz ni puede hacer nada sin nosotros
2. Deja que él vaya tomando la iniciativa en pequeñas cosas (sus juegos, su elección de ropa entre
dos alternativas que le ofrezcáis,…), deja que te guíe para ir al colegio, que decida algún sábado
dónde quiere ir….
3. Dale pequeñas responsabilidades (cuidado y orden de sus juguetes, regar alguna planta, cuidar
alguna mascota …)
4. No resuelvas por él los pequeños problemas entre niños o ante alguna tarea que le resulta más
difícil (no dejarle comer solo para que no se manche, hacer por él los trabajos para que queden
mejor….). Si lo haces corres el riesgo de incapacitarle para enfrentarse a la vida por miedo a
fracasar ante cualquier obstáculo. Deja que él aprenda a salir de las peleas o conflictos por algo.
No le saques siempre las castañas del fuego sin dejarle la posibilidad de equivocarse, de ser
independiente. Es importante que crezca viendo que puede controlar su propia vida
5. Procura no fiscalizar todas las acciones del niño. Deja que ensaye con cierta libertad y enséñale
a aceptar la responsabilidad de los resultados. De esta manera aprenden mejor. El conocimiento
práctico se adquiere a través de tentativas y errores. Así forma la confianza en sí mismo
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6. Cuidado con caer en el error de pensar: “ya que está tanto tiempo en el colegio, el fin de semana
estoy siempre encima de él”. También debe aprender a estar y jugar solo, al tiempo que debe
relacionarse con niños que vivan cerca. Procura que en casa no esté siempre contigo
9. Hay que ser capaz de no adelantarse ni responder total o inmediatamente a los deseos del niño.
Poned límites a sus exigencias. “Si os abalanzáis sobre su cuna al menor suspiro, si le llenáis la
boca antes de que tenga hambre, si le compráis todos los caprichos… ¿Cuándo va a conocer el
deseo o la frustración?” Debéis enseñarle que lo que se quiere requiere esfuerzo, y no siempre
se consigue
10. Los padres tenéis que quereros con independencia de vuestro hijo. ¿Cuántas veces al mes salís
solos? Haced que vuestra vida en pareja sea independiente de vuestra vida como padres
11. A medida que vaya haciéndose mayor, tened en cuenta sus opiniones y deseos pero no dejéis
que por norma sean estos los que imperen
12. Por último, todos los padres cometen errores y siempre se está a tiempo de rectificar
comportamientos y actitudes inadecuadas
7.4. AUTOESTIMA
Los niños con autoestima alta están satisfechos con el tipo de persona que son, reconocen
sus puntos fuertes, pueden reconocer sus debilidades, que esperan superar, y son bastante positivos
sobre sus características y competencias.
En el niño pequeño, hasta los 20-22 meses, es necesario reforzar su valía a través de aplausos, risas,
reconocimiento continuo... Al traspasar esta edad y entrar en el estadio del pensamiento
preoperacional (Piaget) hay que dejar de festejar todo lo que haga de forma progresiva, comenzando
a reconocer y celebrar sólo sus logros reales, pero sin criticar aquellas actividades que no haya
podido realizar. Es necesario que el niño comience a diferenciar lo que realmente ha sido un éxito y
lo que no. No obstante, nunca se debe recriminar ni castigar, como tampoco referirse a lo que no ha
podido realizar. De esta forma se puede lograr que, para la edad adulta, haya adquirido seguridad en
sí mismo. El estilo de crianza de los padres debe basarse en el afecto y en el apoyo contínuo.
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En los grupos de iguales, los niños tienen la oportunidad de adquirir la autovaloración a
través de los juegos, ya que éstos ponen a prueba sus capacidades y, junto con la cariñosa
aprobación de padres y educadores que están a su lado reconociendo sus logros, se sentirán
valorados.
Hay distintas etapas por las que los niños pasan en su autoestima:
15-18 meses: el niño suele ser opositor, llevando la contraria a los adultos, Es un paso
necesario para su autoafirmación
18-22 meses: el niño tiene sentimientos contradictorios entre querer ser mayor o seguir
siendo un bebé. Desarrolla el concepto de su propia identidad
8. CONSEJOS PRÁCTICOS
La colaboración de los padres es fundamental para prevenir estos problemas y para fomentar
la alegría y felicidad del niño. Sin embargo, esto no es exclusivamente tarea suya, ésta también es
extensible a familiares y educadores. Por eso, a continuación se presentan unas sugerencias para que
cualquier persona pueda llevarlas a cabo con los niños.
1. Predique con el ejemplo: sonría, muéstrese de buen humor, disfrute de su tiempo libre y sus
vacaciones, piense en voz alta de forma sensata, etc.
2. Ayude al niño a divertirse y sentirse bien: programe actividades agradables y divertidas, invite
a casa a los amigos del niño, sorpréndale con planes novedosos y atractivos, destaque sus logros,
tenga en cuenta sus preferencias, etc.
3. Ahórrele sufrimientos innecesarios: cuide de la salud del niño (vacunaciones, higiene, hábitos
de sueño, alimentación...), prepárelo para situaciones estresantes (la muerte de un ser querido, el
inicio de la escolarización, etc.)
5. Edúquelo con afecto y coherencia: actúe de común acuerdo con su pareja, fije normas de
conducta razonables y exija su cumplimiento, sea comprensivo y flexible, colabore con el colegio,
etc.
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6. Potencie las cualidades, aficiones y hobbies del niño: inscríbalo en un gimnasio o club,
despierte su interés por la lectura, música, cine, teatro, coleccionismo, manualidades..., anímele a
probar experiencias enriquecedoras (nuevos sabores, juegos, deportes, etc.)
7. Entrénelo para tolerar la frustración: no acceda a sus demandas irracionales, ignore sus
rabietas, enséñele a respetar su turno, retrase gradualmente la satisfacción de sus peticiones
aplazables, demore progresivamente la gratificación, haga que comparta sus juguetes y
pertenencias...
8. Hágalo responsable, no culpable: valore su esfuerzo (su estudio, su trabajo), no sus resultados
(sus notas, sus ganancias), fíjele objetivos realistas y felicítelo por alcanzarlos (“¡Enhorabuena por
tus notables!” en vez de “La próxima vez quiero todo sobresalientes”)
9. Moldee un estilo cognitivo racional: evite las etiquetas y el lenguaje absolutista (“Eres un mal
hijo”, “Nunca me haces caso”), utilice el método socrático, es decir, en vez de facilitarle la solución
hágale pensar (“¿Qué podríamos hacer para resolverlo?”, “¿Y qué más?”), converse con él, rebata
sus ideas y creencias irracionales, etc.
10. Fortalezca su autonomía: enséñele destrezas básicas (asearse, vestirse, cocinar, administrar el
dinero...), déle la oportunidad de practicar, ayúdele todo lo necesario pero no le resuelva sus
problemas, permítale participar progresivamente en la toma de decisiones, etc.
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9. BIBLIOGRAFÍA
Berk, L. E. (1999) Desarrollo del niño y del adolescente. Madrid: Prentice Hall
García Pérez, E. M. y Magaz Lago, A. (2000) Educar, cómo y por qué. Bilbao: Grupo
ALBOR-COHS
Herbert, M. (2002) Padres e hijos. Mejorar los hábitos y las relaciones. Madrid: Pirámide
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10. ANEXOS
Años ALIMENTACIÓN
6–7 Coordina el tenedor con el pan para coger los alimentos. Uso correcto de los
cubiertos, aunque no siempre los coge bien, ni puede cortarlo todo.
Sabe estar sentado toda la comida
Asume que debe comer de todo y no causa problemas
Asume que debe comer de todo y no causa problemas
Los restos que tiene en su plato no los pasa a los de los demás
Sabe llevar jarras y botellas sin accidentes
Sabe cortarse el pan, aunque no demasiado bien, para preparar meriendas
Sabe ayudar eficazmente en la preparación de platos fáciles
7–8 Asume criterios de comportamiento: no se llena demasiado la boca, come
con la boca cerrada, no habla con la boca llena
Sabe limpiar su plato
Utiliza correctamente la servilleta
No se ensucia ni las manos ni la cara de comida
Ya coge más correctamente el cuchillo y el tenedor
Se inicia la conciencia de la moderación en la bebida
Sabe preparar platos fáciles él solo
Puede vigilar la comida que los padres han dejado en el fuego
8–9 Comprende la estructura de una comida (1º, 2º y postres)
Puede servirse con criterio (coger de todo y con medida y si se quiere más se
repite)
Raramente se ensucia
Sabe cortar prácticamente todos los alimentos (dificultad con las carnes
difíciles y pescados difíciles)
Es consciente que debe moderarse y ya lo va haciendo, aunque se le debe
controlar todavía (pedirle que se controle en fiestas)
Puede preparar alimentos y menús fáciles: tortillas, carnes a la plancha...
9 – 10 Deja su sitio limpio cuando se levanta de la mesa
Coge correctamente los cubiertos
Sabe preparar comidas fáciles con corrección
10 – 11 Su comportamiento es correcto sin precisar controles
Sabe arreglar el pescado pero puede desperdiciar bastante
Hace uso adecuado de las bebidas
Comprende la preparación de las comidas y colabora
12 – 13 Utiliza plenamente la servilleta y se limpia la boca antes de beber
13 – 14 Sabe resolver aceptablemente cualquier plato que tenga delante (pollo,
pescado, etc.)
Tiene un nivel de habilidad suficiente para preparar todo un menú, deja la
cocina en condiciones de orden y limpieza, aunque no siempre.
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Años SUEÑO
2–3 Puede dormir en una cama normal, sin barandas
4–5 Deja de hacer siesta
6–7 Acepta sin demasiados problemas ir a dormir aunque sea el único que va,
dice buenas noches, no se le debe acompañar aunque espera que le vayas a
tapar y despedir. Si sueña por las noches no le cuesta mucho volverse a
dormir.
7–8 Si un día duerme menos mantiene bastante la estabilidad y ritmo al día
Años siguiente. VESTIDO
69 –– 710 No le es problema tenersedormir.
No pide luz indirecta al Si haymás
que cambiar ruidos que vez
de una le molestan
al día, aúncierra
tienela
puerta deensulahabitación.
dificultad realización de lazos.
12 – 13 Asume que debe tenercon
Decide ir a dormir, unun criterio
aspecto adecuado,
adecuado sin tener
según que decírselo,
la actividad va
que realiza,
solo a dormir y no necesita que le arreglen la cama.
tiene en cuenta el color o tipo de prenda, se da cuenta si va sucio y se cambia
13 – 14 Sabedebemos
(aunque organizarse las tareas, va a dormir y se levanta más temprano.
vigilarle)
Respeta el número
Deja la ropa en el lugar de horas de sueño.
adecuado, plegada o no, según convenga y sabe
limpiarse el calzado con productos manejables.poco, por una causa justificada,
Es capaz de aguantar una noche durmiendo
7–8 pudiendo funcionar correctamente
No tiene problemas con ningún tipoal de díaprenda
siguiente
ni con los lazos.
No pide habitualmente trasnochar
No va sucio, se cambia sin decirle nada o quedarse a ver TV, comprendiendo que
debe
Iniciadormir.
el escoger la ropa según conveniencias y el gusto
Normalmente lleva limpia la nariz
Sabe ordenar los cajones, ordena la ropa sin tener que decírselo
8–9 Sabe arreglarse la ropa dentro de los pantalones, si está mal abrochado se
Años arregla HIGIENE
Años
6–7 Procura no ir muy
Se arregla la ropa despuésdiferenteDESPERTARSE
deldeWClos demás
3–4
Se Pide ayuda
Aúnlimpia
hay que al adulto
el calzado
ayudarlo cuando
con cualquierse despierta
producto
9 4– –105 Sabe
Aún reclama
abrochárselo la atención
todo, no
Se espabila correctamente en el WC sindel adulto
tiene al despertarse,
problemascasicon si bien
ningún
control tipoempieza
de prendasa
organizar
Decide,
Se lava las alguna
con actividad
criterio,
manos qué se(habitualmente
después pone
del WC (con control)ven la TV, organizarle otro hábito
saludable para
Acostumbra a llevar cuando se
ir con siempre levante
la cara ypañuelo.temprano)
las manos Sabe coser un botón, plancha alguna
limpias
5–6
cosa Sabe prescindir
sencilla. del adulto por
Sabe lavarse los dientes aceptablemente bien poco rato, luego va a la cama de los padres y
10 – 11 es cuenta
Cuida
Se bañabien cosas
su aspecto:
o ducha cuelloscorrección
con bastante bien puestos...
(es preciso control)
6–7 Sabe
Sabe organizarse
comprar
Se interesa poralguna en días
prenda
la higiene de fiesta,
uñasdeja
sencilla,
de las decosedormir
las algún
manosydesperfecto
coge comida
y pies: y no pide la
pidepequeño.
ayuda
117 –– 12
8 intervención
Sabe compaginar
Se seca
del adulto
al salir de la la ropa
hasta
ducha con el cabo de un buen rato.
criterio
o baño
7–8 No se queja al levantarse aunque tenga sueño, sabe
Puede
Sabe quelavar
se prendas
ha de duchar pequeñas
después de actividades que estar estable
le hacen y vestirse
sudar
12 – 13 sin problemas
Esporádicamente
Se lava los dientespuede planchar algunas prendas
correctamente
8–9 Se
Puede pone el despertador
lavarcorrectamente,
prendas pequeñas si ha de levantarse antes que los demás para que no
y medianas
8–9 Se arregla sin ningún control en el WC
deban llamarle, resolviendo lo que tenía previsto.
No necesita control al ducharse; se espabila solo
En días de fiesta se organiza correctamente y con autonomía
Normalmente toma la iniciativa en la organización del baño: temperatura del
9 – 10 Puede despertarse con despertador, levantarse e ir a la escuela sin ayuda del
agua, organizar lo que necesita...
adulto
9 – 10 Se lava bien la cabeza, se le debe ayudar a enjuagar los cabellos si son
Aquí ya debe ser responsable del despertarse y llegar puntual al colegio
largos.
11 – 12 Se pone el despertador, se levanta, prepara el desayuno y va a hacer alguna
Tiene autonomía en el baño y deja todo correctamente.
actividad sin precisar la ayuda del adulto
Se lava los dientes sin control.
12 – 13 No sólo es responsable de él sino que además puede despertar a otros.
10 – 11 Sabe llevar a cabo su higiene íntima, se le debe orientar.
Se arregla las uñas y pide ayuda.
Sabe peinarse.
11 – 12 Sabe llevar a cabo su higiene íntima. Niñas: en caso de menstruación se debe
orientar y ayudarla a organizar.
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Se peina normalmente. Se debe ayudar a desenredar el pelo, si es largo.
13 – 14 El control es total, tanto en las uñas como en cualquier aspecto de ropa u
otros elementos.
10.2. REGISTROS
Por cada uso del retrete u orinal rellenar una fila, poniendo una pegatina de recompensa por:
1) orinar en el retrete u orinal y 2) aguantarse.
Fecha Hora Pegatina por cada Tenía ganas de ir: Pegatina por ¿Cuánto
uso del retrete u N= No urgentemente cada vez que tiempo ha
orinal U= Urgentemente se aguante aguantado?
MU= Muy Urgentemente
Poner una equis en la casilla de Frecuencia cada vez que aparezca la conducta que se desea
registrar y sumarlas al final del día, anotando el número total en la casilla de comentarios, junto con
una breve descripción del día.
Conductas objetivo:
1. __________________________________
2. __________________________________
3. __________________________________
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JUEVES
VIERNES
SÁBADO
DOMINGO
Rellenar las columnas cada vez que aparezca la conducta que está siendo registrada.
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