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Por
María Celeste Braga Beatove
28 de Agosto de 2020
En las causas de máxima relevancia pública del país, rara vez la ciudadanía puede
conocer qué pasó. Las causas permanecen abiertas por años sin que podamos saber si
una persona es culpable o inocente -o, con mayor precisión, no culpable, pues cierta
forma de la condena se instala con el mero hecho de ser sometido a proceso-. El Poder
Judicial carece, al parecer, de eficacia razonable para investigar, conocer y juzgar.
Sin embargo, en otros casos, los imperceptibles, ese mismo Poder Judicial condena. La
pregunta es, entonces, ¿cómo lo hace?
En Argentina hay personas inocentes condenadas por crímenes que no cometieron. Los
casos de Cristina Vázquez, Fernando Carrera (cuyo caso fuera documentado en el
film Rati Horror Show), Belén (la joven que pasó más de dos años presa en Tucumán,
condenada por homicidio por haber ido al sistema de salud a buscar ayuda al sufrir
dolores abdominales), Jorge González Nievas (que pasó 12 años preso sin que constara
una sola prueba en su contra en el expediente) son una muestra de las formas en que el
Poder Judicial condena y produce errores.
Por algunos años me dediqué a revisar expedientes enteros, lo hice en todos los casos
mencionados. Los hallazgos no son, por supuesto, representativos del funcionamiento de
todo el sistema judicial penal, pues ni el universo de casos revisados son lo
suficientemente amplios, ni he abarcado todas las jurisdicciones y, además, el tipo de
casos revisados son aquellos donde se cometieron errores -y no aquellos donde se hizo
bien la tarea-. Sin embargo, arrojan luz sobre algunos problemas del sistema penal en
relación a la producción de prueba que la ciudadanía debería conocer y exigir mejoras
urgentes. Y no necesariamente a la política mayoritaria, sino al Poder Judicial.
Esto es sólo una pizca de diagnóstico. Para lograr la libertad de Cristina Vázquez,
Fernando Carrera, Belén y Jorge González Nievas hizo falta la movilización de
organizaciones de derechos humanos, el acompañamiento del periodismo comprometido,
y producciones cinematográficas.
Al sistema judicial le llevó 11 años reconocer que Cristina Vázquez estuvo presa
por un crimen que no cometió. 11 años de su vida. Parece una obviedad, pero atrás de
los papeles hay vidas. Cuando el sistema reconoció su error, no hubo Consejo de la
Magistratura que pidiera siquiera una explicación a los actores judiciales que intervinieron
en su caso. Tampoco medió un pedido público de disculpas o una política de estado que
la ayudara de alguna forma a recuperar esos 11 años de vida.