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La iluminación del estudio

La iluminación por fluorescencia es la que mejor funciona en el pequeño


estudio de una televisión local. Los aparatos de luz fría ofrecen una
iluminación muy difusa y equilibrada, válida para cualquier programa.
Paredes y suelo tendrán un color homogéneo, sin zonas oscuras ni reflejos
de luz.

Podrá decirse que esta iluminación puede resultar plana, que le faltan los
contrastes que pueden aportar los proyectores de luz incandescente. Hay
que aceptar la crítica, pero son tantos los inconvenientes y costes de la
iluminación incandescente, que la balanza se inclina totalmente a favor de
la luz fría.

Podemos disponer de algunos focos halógenos complementarios que


potencien los contras del locutor de las noticias que todos los días se
sienta en el mismo sitio. O de un foco determinado colocado detrás de un
panel. Pero básicamente la iluminación ha de permanecer invariable,
porque una televisión local no se puede permitir el lujo de tener un
iluminador a pie de estudio para retocar y mover los focos incandescentes
cada vez que cambiamos de decorado.

LUZ FRÍA FRENTE A LUZ INCANDESCENTE

Con la iluminación fluorescente, el consumo de luz se reduce al mínimo.


La potencia que utiliza un estudio se asemeja al de cualquier oficina. No
son necesarias instalaciones eléctricas de carácter industrial.

La luz fría es una luz “ecológica”: logra un aprovechamiento racional de la


energía que se le suministra, convirtiéndola en luz principalmente. Debido
a que es una luz con la mayoría de sus componentes dentro del espectro
de luz visible, se reduce al mínimo la generación de calor asociada a los
componentes espectrales de la zona del infrarrojo.

La incandescente desaprovecha gran parte de la energía convirtiéndola en


energía calorífica, la forma menos noble de la energía y que ninguna falta
hace en un estudio.

Con la iluminación por fluorescencia, que apenas desprende calor, nos


permitimos disfrutar de una agradable temperatura ambiente en el estudio,
sin necesidad de recurrir a potentes sistemas de aire acondicionado. Se
eliminan sudores y brillos antiestéticos, no se precisan continuos retoques
de maquillaje.
Las pantallas de fluorescentes no necesitan cámara de aire y pueden
suspenderse directamente del techo. También pueden estar muy próximas
a presentadores e invitados. La luz fría no necesita para nada las
tradicionales alturas que sí precisan los estudios iluminados con luz
incandescente.

LAS DIMENSIONES DE LOS ESTUDIOS

La diferencia de costes entre un pequeño estudio de tres metros de altura


y un gran estudio de ocho o diez metros es abismal, galáctica, tanto a la
hora de valorar el espacio que ocupan y su construcción como su
mantenimiento.

Podrán pervivir en el futuro ambos estudios, de acuerdo. Pero dejarán de


usarse los grandes estudios para grabaciones que pueden hacerse con
tanta ventaja en un pequeño estudio. Dejarán de cazarse moscas a
cañonazos. Los nuevos mini-estudios recuerdan a los modernos minicines
que han suplantado en gran medida a las tradicionales salas de cine.

La altura del estudio ha de ir en consonancia con su embocadura y más en


concreto con la zona que se pretende abarcar en un tiro de plano general.

Para un ciclorama de unos seis metros de ancho, suficiente para cinco


participantes, puede valer una altura de tres metros, por lo que el techo del
local no hace falta que sobrepase los tres metros.

La iluminación fría no requiere más altura. Incluso puede limitarse a los


habituales 2,65 metros de tantas plantas de oficinas. Con la ventaja
adicional inestimable de que la gerencia, la redacción, la continuidad,
todos los departamentos de la TV local se ubiquen en una misma planta.
No hay que buscar edificios especiales ni marcharse al polígono industrial
de la periferia.

El aprovechamiento de la luz irá en proporción inversa a la altura del


estudio. Cuanto más alta se sitúe la luz más cantidad de luz será precisa.
No es fácil conseguir valores homogéneos en un estudio, pero como
promedio orientativo podríamos aspirar a unos ochocientos o mil luxes.

Hay que tomar en consideración la zona más crítica de una pared que va
de sesenta centímetros a un metro y pico. Hay que conseguir que a esta
altura la pared esté tan iluminada como la zona de más arriba o la curva de
abajo. Si subimos la instalación de las pantallas, haremos más compleja la
tarea de homogeneizar la luz y el color de todo el paramento vertical.
LAS LUMINARIAS

La luz fluorescente es más eficiente que la incandescente. Las pantallas


son –pueden serlo- mucho más económicas que los focos de
incandescencia.

La vida de un tubo fluorescente se calcula en doce o catorce mil horas.


Pierde luz paulatinamente en todo caso. Su coste es tan pequeño que
nada importa su reposición acaso prematura. Nada parecido a la corta e
incierta vida de la lámpara incandescente, cuyo coste nos obliga a su total
aprovechamiento y cuyo adiós representa casi siempre una inoportuna
sorpresa.

En un estudio de baja altura, convienen más las pantallas de uno o dos


tubos que las de cuatro o seis. Es consecuencia directa del principio de
que la luz, cuanto más difusa, mejor.

Se llama respuesta cromática a la fidelidad con que una fuente luminosa


reproduce los colores reales de un objeto. El índice más alto sería 100%.
Examinando los datos de un buen catálogo, encontramos dos tipos de
tubos, unos tienen un potente flujo lumínico (96 lúmenes por Watio) y una
aceptable respuesta cromática (85%), mientras que los otros rebajan su
intensidad (65 lm/W) y gozan de una alta respuesta cromática (95%).

Estos últimos son ciertamente los más recomendables en un estudio de


televisión. Vale la pena ganar en calidad aunque sea incrementando la
parrilla con más pantallas. Se refuerza de esta forma la difusión de la luz.

La iluminación fluorescente de un estudio no requiere personal de


mantenimiento, no es necesario adaptarla a cada programa. Se fija una
sola vez y sirve para siempre. Es muy aconsejable que la parte del
escenario en la que se prevé que van a situarse presentadores e invitados,
disfrute de una luz homogénea.

Paredes y participantes deben iluminarse en lo posible por separado. La


luz directa que se dedica en el estudio a los participantes ha de llegarles
con mayor intensidad que la que reflejan las paredes a fin de que no se
tinten sus ropas y caras de su color. Por eso es recomendable apartarse lo
más posible de las paredes.

Como ya quedó apuntado, en un determinado programa, podría colocarse


algún foco halógeno de muy escasos watios, para destacar con un punto
de luz la cabeza del presentador y darle volumen. Sean bienvenidos otros
buenos detalles, siempre que estén previstos y sean utilizables con sólo
darle a un interruptor.
LA MEJOR CALIDAD A MEJOR PRECIO.

Están ya superados los viejos prejuicios sobre la deficiente reproducción


del color de la fluorescencia. Los nuevos tubos se fabrican con sustancias
trifosfóricas y producen una mezcla de luz roja, verde y azul que forman
una luz casi enteramente blanca.

Mientras que la luz incandescente obliga a efectuar continuos ajustes en


las cámaras de televisión, debido a los variables niveles de rojo, verde y
azul que genera, estos ajustes no son necesarios con la luz fluorescente,
ya que se aproxima mucho a las características de las propias respuestas
de las cámaras.

Es indudable que con la iluminación fluorescente se consiguen tonos más


suaves y naturales.

Usando reactancias de alta frecuencia, la luz fluorescente está libre de


parpadeos o flickers y produce una emisión de rayos constante, sin efectos
estroboscópicos.

Las reactancias electrónicas consiguen además un flujo de luz estable,


manteniendo su temperatura de color y sus medidas de luz, incluso si
ocurre una variación de la corriente desde 190 hasta 235 voltios. Gracias a
esto, el color del ciclorama no varía del tono requerido.

Como recurso de apoyo en la misma línea, conviene dejar el iris en modo


no automático sino manual, para que no varíe frente a una prenda blanca
o ante cualquier otro contraste y no afecte a la homogeneidad de color del
ciclorama.

Si calentamos una sustancia hasta su incandescencia, cambia de color al


mantener el aumento de su temperatura. Se define la temperatura de color
de una sustancia como la temperatura absoluta necesaria a la que hay que
calentar el “cuerpo negro” para que desprenda una luz del mismo color
que la luz que procede de aquella sustancia. La temperatura de color
representa el color de una determinada fuente de luz y se expresa en
grados kelvin.

Se puede elegir la temperatura de color: hay tubos de diversos tonos, de


3.000º kelvin, que puede reforzarse con halógenos, de 3.200ºk, que daría
una luz similar a la incandescente, y tubos de 5.000ºk, que serían
compatibles con la luz día, proveniente de algún ventanal. Conseguir el
tono luz-día resulta excesivamente caro con las opciones que ofrece la
incandescencia.
Es recomendable que el techo y las mismas luminarias sean de color
blanco, para reforzar la luz indirecta que puede llegar a ser casi tan
importante como la directa en el estudio.

Las pantallas de fluorescencia de color negro no tienen mucho sentido en


un pequeño estudio. La incandescencia por el contrario requiere fondos
oscuros y focos en negro, para evitar la luz difusa y hacerse visible sólo
donde lo marque el iluminador.

Es posible que el acabado en negro de una pantalla nos parezca más


profesional, porque simplemente nos recuerda la gran parrilla de focos de
un estudio convencional. Quizás sea conveniente que nos vayamos
acostumbrando al color blanco de las pantallas, porque así contribuyen
mejor a la luz difusa que debe envolver por completo al estudio.

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