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Contrato

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Un contrato es un acuerdo legal, oral o escrito, manifestado en común entre dos o
más personas con capacidad jurídica (partes del contrato), que se vinculan en
virtud del mismo, regulando sus relaciones a una determinada finalidad o cosa, y a
cuyo cumplimiento pueden compelerse de manera recíproca, si el contrato es
bilateral, o compelerse una parte a la otra, si el contrato es unilateral.1Es el
contrato, en suma, un acuerdo de voluntades que puede generar derechos,
obligaciones y otro tipo de situaciones jurídicas relativas; es decir, que solo
vinculan a las partes contratantes y, eventualmente, a sus causahabientes. Pero,
además del acuerdo de voluntades, algunos contratos exigen, para su perfección,
otros hechos o actos de alcance jurídico, tales como efectuar una determinada
entrega (contratos reales), o exigen ser formalizados en documento especial
(contratos formales), de modo que, en esos casos especiales, no basta con la sola
voluntad. De todos modos, el contrato, en general, tiene una connotación
patrimonial, incluso parcialmente en aquellos celebrados en el marco del derecho de
familia, y es parte de la categoría más amplia de los negocios jurídicos. Es
función elemental del contrato originar efectos jurídicos (es decir, obligaciones
exigibles), de modo que a aquella relación de sujetos que no derive en efectos
jurídicos no se le puede atribuir cualidad contractual.

En cada país, o en cada estado, puede existir un sistema de requisitos


contractuales, diferente en lo superficial, pero el concepto y requisitos básicos
del contrato son, en esencia, iguales. La divergencia de requisitos tiene que ver
con la variedad de realidades socio-culturales y jurídicas de cada uno de los
países (así, por ejemplo, existen ordenamientos en que el contrato no se limita al
campo de los derechos patrimoniales, únicamente, sino que abarca también derechos
personales y de familia como, por ejemplo, los países en los que el matrimonio es
considerado un contrato).

En tanto el contrato es una categoría del acto jurídico, su validez y eficacia no


solo están supeditadas a las reglas que regulan tales aspectos del contrato, sino
también aquellas reglas relativas a los negocios jurídicos. Por tanto, toda causal
de nulidad o anulabilidad de un acto jurídico, lo es también de un contrato.

La forma escrita atribuye seguridad a los términos de los contratos. En este caso
se contrata, mediante obligaciones emitidas unilateralmente, la financiación de una
sociedad. En el ejemplo una obligación de la Compañía Neerlandesa de las Indias
Orientales, emitida en 1623 con sus anotaciones y firmas que acreditan la
prestación de voluntades en la transmisión de la misma.

Portada de la primera edición del Código Civil Francés de 1804, en el cual


históricamente se han inspirado o basado los redactores de los códigos civiles del
derecho continental, mayoritario en Europa, y también en otros muchos países de
estructura jurídica romano-germánico-canónica, en América del Norte, Centro y Sur,
del Norte de Asia y centro de África.

Índice
1 Conceptos legales de contrato
2 Antecedentes históricos del contrato
2.1 Sistema contractual romano
2.1.1 Acciones en los contratos en Roma.
2.1.2 Contratos nominados en el Derecho de Roma
2.2 Contratos tipificados en las Siete Partidas
3 Interpretación de los contratos
3.1 Métodos de interpretación
3.1.1 Teoría subjetivista
3.1.2 Teoría objetivista
3.2 Pautas para la interpretación de expresiones ambiguas
3.3 Interpretación a favor del deudor
3.4 Teoría de la imprevisión
4 Formación del contrato
4.1 Acuerdo de voluntades
4.2 Oferta y aceptación
4.3 Aceptación en el contrato entre ausentes/distantes
4.4 Etapa precontractual
5 Elementos del contrato
5.1 Elementos esenciales
5.1.1 Consentimiento
5.1.1.1 Los vicios del consentimiento
5.1.2 Objeto
5.1.3 Causa
5.1.3.1 Teoría de la Causa
5.1.3.2 La doctrina causalista de Domat y Pothier
5.1.3.3 El anticausalismo de Ernst, Laurent, Planiol y los grandes civilistas
europeos
5.1.3.4 La reacción neocausalista de Henri Capitant, Maury y Josserand
5.1.3.5 La causa en el reciente Código Civil (Argentina)
5.2 Elementos personales
5.3 Elementos reales
5.4 Elementos formales
5.5 Elementos accidentales
6 Forma de los contratos
7 Clasificación de los contratos
7.1 Contratos unilaterales y bilaterales
7.2 Contratos onerosos y gratuitos
7.3 Contratos conmutativos y aleatorios
7.4 Contratos principales y accesorios
7.5 Contratos instantáneos y de tracto sucesivo
7.6 Contrato consensual y real
7.7 Contrato formal, solemne o no solemne, y no formal
7.8 Contrato privado y público
7.9 Contrato nominado o típico e innominado o atípico
7.10 Contratos determinados únicamente en su género
7.11 Por su publicidad
8 Principales tipologías de contratos
9 Regulación por países
10 Efectos de los contratos
10.1 Efectos entre las partes
10.2 Efectos respecto de terceros
10.2.1 Terceros involucrados forzosamente
10.2.2 Terceros involucrados voluntariamente por las partes
11 Garantía
12 Perfección de la efectividad en el pago
12.1 Perfecta consolidación de deuda y pago
12.2 Del intermediario legitimado
12.3 Del instrumento de cobro
12.4 Incierta cualificación informática - Pérdida de Derecho por omisión
12.5 Invalidez de ejecución crediticia a la falta de instrumentos
12.6 Ejecución formal
13 Responsabilidad contractual
14 Ineficacia de los contratos
15 Véase también
16 Referencias
17 Bibliografía
18 Enlaces externos
Conceptos legales de contrato
Conceptualmente es un tipo particular de convención, desde la construcción
doctrinal de derecho romano republicano; la doctrina clásica romana depuró su
definición y se ha integrado en la práctica totalidad de las arquitecturas
jurídicas occidentales (por no decir mundiales); evidentemente, existen algunos
matices que no son ahora de interés referir, aunque sí el relativo a que, en
propiedad, la construcción jurídica de contrato debe de entenderse como una forma
particular de convención. Así, en el Digesto de Justiniano, se pone en autoría de
Ulpiano la siguiente definición de convención: “Conventio (est) duorum, vel plurium
in ídem placitum consensus de dando aliquo, faciendo, vel praestando” [la
convención es el consentimiento de dos o más personas que se avienen sobre alguna
cosa, que deben de dar o hacer], que debe de complentándose con la definición
doctrinal romana de contrato, así: "contractus (est) conventio quae habet vel
nomen, vel causam” [el contrato es la convención que tienen bien nombre, o bien
causa]. El literal latino resulta explícito. Por efecto de la codificación acaecida
durante el siglo XIX en Europa, se incorporó la definición sintética de contrato
como convención a los cuerpos del distinto derecho civil nacional, sin que por ello
se deba de considerar como novedad alguna, por cuanto que el Código justinianeo no
dejó de ser derecho aplicable, directamente o por incorporación a otros repertorios
nacionales, desde antes de los diferentes códigos de leyes modernos. Por lo tanto,
no debe de entenderse, bajo ningún concepto, una creación propia del derecho
francés o napoleónico; ni siquiera en el literal de la expresión, como queda
demostrado por la fuente original del Digesto.

La mayoría de los Códigos civiles de los países cuyos ordenamientos jurídicos


provienen históricamente del sistema romano-canónico y germánico, contienen
definiciones aproximadas del contrato. La mayoría de ellos, siguen las directrices
estructurales del Código civil francés, heredero del Código Napoleónico, cuyo
artículo 1101 establece (repitiendo el literal del Digesto referido anteriormente)
que el contrato es la convención por la cual una o más personas se obligan, con
otra u otras, a dar, hacer, o no hacer alguna cosa.

El BGB, Código civil alemán prescribe por su parte que "para la formación de un
negocio obligacional por actos jurídicos, como para toda modificación del contenido
de un negocio obligacional, se exige un contrato celebrado entre las partes, salvo
que la ley disponga de otro modo". Por su lado el Código civil suizo señala que
"hay contrato si las partes manifiestan de una manera concordante su voluntad
recíproca; esta manifestación puede ser expresa o tácita".

El Código Civil de la antigua Unión Soviética solo expresaba que "los actos
jurídicos, esto es, los actos que tienden a establecer, modificar o extinguir
relaciones de Derecho Civil, pueden ser unilaterales o bilaterales (contratos)".

El Código Civil español, en su art. 1254, como todos los de la Europa continental,
sigue también el rastro marcado por el Corpus Iuris Civilis de Justiniano, como no
podría ser de otro modo a tenor de las propias fuentes de derecho castellano o
aragonés, ateniéndose a su propia tradición; si bien, los trabajos de codificación
a lo largo del siglo XIX en España se ajustaron, entre otras recopilaciones
propias, a la sistemática del Código Napoleónico. Por influencia directa del
Digesto, se expresa la norma así: "el contrato existe desde que una o varias
personas consienten en obligarse, respecto de otra u otras, a dar alguna cosa o
prestar algún servicio."2El Código Civil argentino, en su art. 1137, establece que
"hay contrato cuando varias personas se ponen de acuerdo sobre una declaración de
voluntad común, destinada a reglar sus derechos."3

Conforme al Código Civil del Uruguay (art. 1247), "Contrato es una convención por
la cual una parte se obliga para con la otra o ambas partes se obligan
recíprocamente a una prestación cualquiera, esto es, a dar, hacer o no hacer alguna
cosa".
Influenciado por la evolución del derecho civil en Sur América, en la República del
Ecuador en un similar sentido prescribe como contrato en el art. 1454 "Contrato o
convención es un acto por el cual una parte se obliga con otra a dar, hacer o no
hacer alguna cosa. Cada puede ser una o muchas personas"

El Código Civil de Bolivia (art. 450) indica, “Hay contrato cuando dos o más
personas se ponen de acuerdo para constituir, modificar o extinguir entre sí una
relación jurídica.”

En El Salvador su Código Civil ( art. 1309) lo define como “Contrato es una


convención en virtud de la cual una o más personas se obligan para con otra u
otras, o recíprocamente, a dar, hacer o no hacer alguna cosa.”

Antecedentes históricos del contrato


Artículo principal: La evolución de los contratos
De entre los antecedentes remotos, sobre los que hay mayor grado de coincidencia en
la doctrina, pueden citarse los siguientes:

Sistema contractual romano


En el Derecho romano el contrato aparece como una forma de acuerdo (conventio). La
convención es el consentimiento de dos a más personas que se avienen sobre una cosa
que deben dar o prestar. La consensualidad era el prototipo dominante.

La convención se divide en pacto (pactum) y contrato (contractus), siendo el pacto


aquel que no tiene nombre ni causa y el contrato aquel que lo tiene. En este
contexto se entiende por nombre la palabra que produce la acción (el pacto se
refiere únicamente a relaciones que solo engendran una excepción). La causa es
alguna cosa presente de la cual se deriva la obligación. El pacto fue
paulatinamente asimilándose al contrato al considerar las acciones el instrumento
para exigir su cumplimiento.

El contrato se aplica a todo acuerdo de voluntades dirigido a crear obligaciones


civilmente exigibles y estaba siempre protegido por una acción que le atribuía
plena eficacia jurídica.

Los contratos se dividen en verdaderos y en cuasicontratos. Eran verdaderos los que


se basaban en el consentimiento expreso de las partes y eran cuasicontratos los
basados en el consentimiento presunto.

A su vez los contratos verdaderos de dividían en nominados e innominados. Eran


nominados los que tenían nombre específico y particular confirmado por el derecho
(ej. compraventa) e innominados los que aun teniendo causa no tenían nombre. Los
contratos inominados eran cuatro: "Doy para que des", "Doy para que hagas", "Hago
para que des" y "Hago para que hagas". Lo característico de los contratos
inominados es que en ellos no intervenía el dinero contado.

En el Derecho romano existían contratos unilaterales y bilaterales. Los contratos


unilaterales obligaban solo a una de las partes (por ejemplo, el mutuo) y los
bilaterales obligaban a ambas partes (como en el caso de la compraventa).

Acciones en los contratos en Roma.


La acción (Actio) era el otro elemento esencial de los contratos en Derecho romano.
Las acciones relativas a los contratos son actiones in personam en las cuales el
demandante basa su pretensión en una obligación contractual o penal, las cuales
podían ser Directas y Contrarias. Ejemplos de ellas son:

«Actio directa»: Acciones directas eran aquellas con que contaba el acreedor,
frente al deudor, desde el momento mismo de la celebración del contrato, tales
como. la «actio certi» (que persigue un objeto específico, suma de dinero o cosa);
la «actio ex stipulatio» (que tiene el acreedor cuando el objeto no era ni dinero,
ni bienes genéricos sino que implicaba un hacer); la «actio locati» (que tiene el
arrendador contra el arrendatario); la «actio commodati directa» (para lograr la
restitución de la cosa dada en préstamo); la «actio depositi directa» (ara exigir
al depositario la restitución de la cosa depositada); la «actio mandati directa»
(para exigir al mandatario cuentas del mandato); la «actio pignoraticia directa»
(para que el dueño recupere la cosa dada en prenda); la «actio negotiorum gestorum
directa» (para exigir rendición de cuentas al gestor de un negocio).
«Actio contraria»: Acciones por las cuales se pide siempre indemnización, o sea,
nacen después de haberse realizado el contrato, como, la «actio fiduciae» (para la
devolución de la propiedad transmitida en garantía); la «actio redhibitoria» (para
rescindir el contrato por encontrase vicios ocultos en la cosa vendida); la «actio
quanti minoris» (por la que el comprador exige una reducción en el precio de la
cosa por no corresponder al precio real), esta última también llamada «actio
estimatoria»; la «actio conducti» (para hacer cumplir las obligaciones al
arrendador); la «actio commodati contraria» (para lograr el resarcimiento de los
posibles daños o gastos causados por la cosa dada en comodato le hubiere causado al
comodatario; la «actio depositi contraria» (para que el depositante pague los
gastos del depósito); la «actio mandati contraria» (para exigir al mandante cuentas
de los gastos realizados durante el mandato); la «actio pignoraticia contraria»
(para que el acreedor prendario exija recuperar los daños y gastos causados por la
cosa pignorada); la «actio aerviana» (que permitía al pignorante quedarse en
posesión de los invecta et illata que iban a servir de garantía); la «actio quasi
serviana» (extensión de la actio Serviana a otros objetos dados en prenda, también
llamada hypotecaria. La «actio negotiorum gestorum contraria» (para que el gestor
recupere los gastos); la «actio depensi» (para que el fiador cobre al deudor
principal lo que no se le hubiera reembolsado); la «actio poenae persecutoria»
(para la reparación del daño); la «actio rei persecutoria» (para recuperar la cosa
perdida y sus pertenencias, la actual reipersecutoriedad); la «actio praescriptis
verbis» (en situaciones en que el actor había cumplido y el demandado no), llamada
también «actio civilis incerti» o «civilis in factum», típica de los contratos
innominados; y la «actio doli» (acción penal que se ejercita contra quien daña con
dolo).
Contratos nominados en el Derecho de Roma
Algunos tipos de contratos en el derecho romano eran:

Aestimatum. Contrato en virtud del cual una parte recibe objetos tasados con la
obligación de venderlos o devolverlos después de cierto tiempo.
Chirographum. Forma de obligarse de los peregrinos, en virtud de la cual el deudor
entregaba al acreedor un recibo.
Syngraphae. Forma literal de obligarse los peregrinos, consistente en dos copias,
una en poder del acreedor y la otra en poder del deudor.
Conventio in manum: Contrato verbis en virtud del cual la mujer al contraer nupcias
entra a la familia del marido, ocupando jurídicamente el lugar de una hija.
Depositum: Depósito. Contrato que se perfecciona con la entrega de la cosa que el
depositario ha de devolver cuando el depositante la requiera.
Depositum irregulare: Depósito de dinero o bienes fungibles.
Dictio dotis. Contrato verbis en el que el padre, un tercero o la mujer se
comprometen a constituir una dote.
Iusiurandum liberti: Contrato verbis en virtud del cual el esclavo se compromete a
prestar ciertos servicios al patrón. También llamado promissio iurata liberti.
Locatio conductio: Arrendamiento. Una de las partes (locator) se obliga a procurara
la otra (conductor) el uso y el disfrute temporal de una cosa o la prestación de
determinado servicio (locatio conductio operarum) o la ejecución de una obra
(locatio conductio operis), a cambio de una cantidad de dinero llamado merces.
Mandatum: Mandato. Contrato en virtud del cual una persona (mandante) encarga a
otra (mandatario) la realización gratuita de determinado acto, por cuenta o interés
de aquella o tercero.
Pignus: Prenda. El deudor, o un tercero, entregan al acreedor la posesión de una
cosa, en garantía de una deuda.
Precarium: Contrato inominado por el cual una de las partes concede el préstamo de
una cosa a la otra parte, quien se lo ha solicitado especialmente (preces) la que
está obligada a devolverlo a la primera solicitud.
Societas: Sociedad. Contrato entre dos o más personas, con el fin de participar en
ganancias y pérdidas.
Stipulatio: Estipulación contrato verbal, solemne, unilateral que consiste en una
pregunta seguida de una respuesta congruente.
Transactio: Contrato inominado que consiste en un convenio extrajudicial en virtud
del cual las partes se hacen concesiones para evitar los resultados del juicio
posterior.

Portada de Las Siete Partidas. Edición de 1555, glosada por Gregorio López.
Contratos tipificados en las Siete Partidas
El Código de las Siete Partidas del Rey Alfonso X (1252-1284), de Castilla, ha
ejercido, durante varios siglos, una enorme influencia jurídica en el derecho
contractual de España y también de la mayoría de los países hispanohablantes de
América. La Partida Quinta compuesta de 15 títulos y 374 leyes, se refiere a los
actos y contratos que puede el ser humano realizar o celebrar en el curso de su
vida (derecho privado). Trata del contrato de mutuo, prohibiendo el cobro de
intereses o "usura"; de comodato; de depósito; de donación; de compraventa, con la
distinción entre título y modo de adquirir (proveniente del derecho romano); de
permuta; de locación o arrendamiento; de compañía o sociedad; de estipulación o
promesa; y de la fianza y los peños (hipotecas y prendas). Se refiere, también, al
pago y a la cesión de bienes. Asimismo, incluye importantes normas de derecho
mercantil, referidas a los comerciantes y contratos mercantiles.

Interpretación de los contratos


Interpretar un texto consiste en atribuir significado preciso a sus palabras. La
interpretación de cualquier texto es fundamental, y especialmente lo es en materia
de contratos, porque de ella depende la posterior calificación jurídica y
determinación de los efectos que el ordenamiento asigna a la manifestación de la
voluntad comprendida en sus términos. Tratándose de los contratos su interpretación
tendrá en esencia que definir la causa, el objeto y las manifestaciones de voluntad
con integración de aquello que, no siendo esencial, falte a su perfección
(principio de integración del contrato). El problema de la incoherencia del
contrato, en caso de discordia entre las partes, se traslada al juez, que aplicará
las reglas interpretativas conforme al principio de legalidad.4

Métodos de interpretación
Existen varios métodos de interpretación que pueden variar según el Código Civil
que rija.

Pero se observan básicamente dos corrientes, dos métodos de interpretación: el que


propone analizar el texto (literalmente) y el que propone encontrar la intención
común de las partes, o sea, qué fue lo que los autores quisieron decir. Varios
autores entienden que llegar a conocer la voluntad común de las partes es muy
complejo y aumenta la discrecionalidad del juez.

Teoría subjetivista
Según esta teoría, el juez debe buscar la solución basado en las intenciones que
hayan tenido las partes al momento de contratar. La labor del juez consistiría,
entonces, en investigar estas intenciones. Es la opción que siguen, entre otros, el
Código Civil chileno (art. 1560) y el español (arts. 1281 y 1286).

Teoría objetivista
El juez debe evaluar los datos objetivos que emanan del acuerdo para precisar cual
fue la intención común de las partes. Es la opción que siguen, por ejemplo, el
Código Civil francés y el del Distrito Federal de México.5

Pautas para la interpretación de expresiones ambiguas


Las cláusulas susceptibles de dos sentidos, en uno resultase la validez, y en el
otro la nulidad del acto, deben entenderse en el primero. Las cláusulas equívocas o
ambiguas deben interpretarse por medio de los términos claros y precisos empleados
en otra parte del mismo escrito. Los hechos de los contrayentes, posteriores al
contrato, que tengan relación con lo que se discute, servirán para explicar la
intención de las partes al tiempo de celebrar el contrato. Las cláusulas ambiguas
se interpretan por lo que es de uso y costumbre en el lugar del contrato.

Interpretación a favor del deudor


Las cláusulas ambiguas deben interpretarse a favor del deudor (favor debitoris).
Pero las cláusulas ambiguas, u oscuras, que hayan sido extendidas o dictadas por
una de las partes, sea acreedora o deudora, se interpretarán contra ella, siempre
que la ambigüedad provenga de su falta de explicación. Lo anterior, recoge una
antigua regla romana (interpretatio contra stipulator), su fundamento se encuentra
en el principio de la responsabilidad, que impone la carga de hablar claro. Así la
oscuridad del pacto debe perjudicar al declarante. La generalidad de las leyes de
defensa del consumidor establecen que ante la duda debe interpretarse a favor del
consumidor.

Teoría de la imprevisión
La teoría de la imprevisión también se aplica a los contratos, en caso que, por
cambios radicales en las condiciones económicas generales, la satisfacción del
contrato se le haga en exceso gravosa, y deban ajustarse las condiciones del
contrato para que se asemejen a lo que las partes tuvieron en mente originalmente.

Formación del contrato


Se trata aquí de analizar aquellos actos, causas, hechos, requisitos y formas que,
instantánea o sucesivamente, han de confluir para la perfección y cumplimiento del
contrato.

Acuerdo de voluntades
El contrato necesita de la manifestación inequívoca de la voluntad de las partes
que conformarán el acto jurídico. Así, cuando las partes contratantes expresan su
voluntad en el momento que se forma el contrato, se denomina entre presentes.
Cuando la manifestación de la voluntad se da en momentos diferentes, se denomina
entre ausentes. La distinción es importante para poder determinar con exactitud el
momento en que el contrato entra en la vida jurídica de los contratantes. El
contrato entre presentes entrará en vigencia en el momento de la manifestación
simultánea de la voluntad, mientras que el contrato entre ausentes solamente hasta
que el último contratante haya dado su manifestación.

Oferta y aceptación
La oferta es una manifestación unilateral de voluntad, dirigida a otro. El ejemplo
clásico es el del comercio minorista que ofrece sus productos a cualquiera, a un
precio determinado. La oferta es obligatoria, es decir, una vez emitida, el
proponente no puede modificarla en el momento de la aceptación del sujeto
interesado.
La aceptación de la oferta debe ser explícita, de modo que el otro contratante debe
mostrar su consentimiento expreso o tácito, de manera que indique su inequívoca
intención de aceptar la oferta y adherirse a las condiciones del oferente.
La vigencia obligatoria de la oferta varía en los distintos ordenamientos
jurídicos. Para algunos, el oferente puede variar la oferta mientras ésta no haya
sido aceptada; en cambio en otros la oferta debe mantenerse intacta por todo el
período que, usual o legalmente, se reconozca al contratante para aceptarla.

Aceptación en el contrato entre ausentes/distantes


Existen diversas teorías respecto al momento en que un contrato despliega sus
efectos jurídicos cuando se trata de partes distanciadas físicamente entre sí.
Confluyen diversas teorías:

Teoría de la emisión: Entiende que la oferta es aceptada en el momento en que se


produce la aceptación del aceptante.
Teoría de la remisión (o expedición): La aceptación se produce en el momento en que
se acepta y se da remisión de dicha aceptación al oferente.
Teoría de la recepción: La aceptación se produciría en este caso tras la
aceptación, remisión y llegada de esta última al ámbito donde el oferente realiza
su actividad (empresa, domicilio, etc).
Teoría del conocimiento: Exige aceptación, remisión, llegada al ámbito y, además,
conocimiento de ello. La doctrina española se inclina por la teoría de la
recepción, pese a que la del conocimiento sea más estricta (véase jurisprudencia al
respecto, o la Ley de Contratación Automática).
Etapa precontractual
El precontrato tiene como fin la preparación de un contrato futuro. Pueden
identificarse tres diferentes tipos de precontrato:

El pacto de contrahendo. Las personas se obligan entre sí para llevar a cabo


negociaciones que den como resultado un contrato futuro. No pueden romper las
negociaciones arbitrariamente sin incurrir en responsabilidad contractual.
La promesa unilateral aceptada. Un sujeto presenta una oferta para un contrato
futuro a otro sujeto, quien asiente en estudiarla y decidir si la acepta o rechaza.
El oferente conviene en no retirar la oferta durante un determinado plazo.
Únicamente el oferente está obligado en este pacto. Las propuesta comerciales son
un ejemplo típico de este tipo de precontrato, en donde la empresa oferente se
compromete a mantener la oferta intacta por un periodo determinado, por ejemplo, 30
días.
La promesa bilateral o recíproca.
Elementos del contrato
El contrato tiene todos los elementos y requisitos propios de un acto jurídico que
son los elementos personales, elementos reales y elementos formales.

Elementos esenciales
Básicamente son tres, aquellos requisitos que, en casi todos los sistemas
jurídicos, exigen las leyes, para alcanzar la eficacia del contrato:
consentimiento, objeto y causa.

Consentimiento
Es el elemento volitivo, el querer interno, la voluntad que, manifestada bajo el
consentimiento, produce efectos en derecho. La perfección del contrato exige que el
consentimiento sea prestado libremente por todas las partes intervinientes, por
razón o efecto del principio de relatividad de los contratos. La voluntad se
exterioriza por la concurrencia sucesiva de la oferta y de la aceptación, en
relación a la cosa y la causa que han de constituir el contrato. Será nulo el
consentimiento viciado, por haber sido prestado por error, con violencia o
intimidación, o dolo, o por sujeto ajeno al objeto del contrato.

Los vicios del consentimiento


La ausencia de vicios en el consentimiento es imprescindible para la validez y
eficacia del contrato, a cuyo fin se requiere que la voluntad no esté presionada
por factores externos que modifiquen la verdadera intención. Los más destacados
vicios del consentimiento se encuentran: (a) el error, (b) la violencia y (c) el
dolo.

(a) El error: Cuando versa el error, existe una equivocación sobre el objeto del
contrato, o sobre alguno de sus aspectos esenciales. El error es motivo de nulidad
del contrato cuando recae sobre la naturaleza del contrato (quería hacer un
arrendamiento e hizo una compraventa), sobre la identidad del objeto, o sobre las
cualidades específicas de la cosa.
El error no debe ser de mala fe, porque de lo contrario, se convierte en dolo.

(b) La fuerza o violencia: En la violencia se ejerce una fuerza irresistible que


causa un grave temor a una de las partes del contrato, o que una de las partes haya
abusado de la debilidad de la otra. La amenaza de acudir ante una autoridad
judicial para reclamar un derecho no es coacción, a no ser que se amenace
abusivamente de este derecho.
(c) El dolo: Todo medio artificioso, fraudulento o contrario a la buena fe,
empleado con el propósito de engañar, o confundir, para inducir a una persona a
consentir un contrato que, de haber conocido la verdad, no lo hubiera aceptado, es
considerado dolo. La víctima del dolo puede mantener el contrato y reclamar daños y
perjuicios.
Objeto
Pueden ser objeto de contratos todas las cosas que no estén fuera del comercio de
los hombres, aún las cosas futuras. Pueden ser igualmente objeto de contrato todos
los servicios que no sean contrarios a las leyes, a la moral, a las buenas
costumbres o al orden público.

Causa
Normalmente, la normativa civil de los ordenamientos jurídicos exige que haya una
causa justa para el nacimiento de los actos jurídicos. La causa es el motivo
determinante que llevó a las partes a celebrar el contrato. Un contrato no tiene
causa cuando las manifestaciones de voluntad no se corresponden con la función
social que debe cumplir, tampoco cuando se simula o se finge una causa. El contrato
debe tener causa y ésta ha de ser existente, verdadera y lícita.

Causa fuente: es el origen o hecho jurídico generador de obligaciones o de un acto


jurídico.
Causa fin: es el propósito o finalidad perseguida por las partes al llevar a cabo
el acto o negocio jurídico.
El problema de la causa gira en torno a la 'causa fin'. Ha habido discrepancias y
debates que aún permanecen activos acerca de si debía considerarse a la causa fin
como un elemento esencial de los actos jurídicos. Al parecer por la redacción del
Art. 944 del CC debería ser. Para quienes consideran que la causa fin no debe ser
parte de los elementos esenciales del acto jurídico expresan que ésta se confunde
con su objeto o con su consentimiento. Afirma esta postura que los elementos
esenciales del negocio son: sujeto, objeto y forma. Pero para quienes consideran
que la causa fin es parte del negocio jurídico distinguen:

El objeto: como la materia sobre la cual versa el acto jurídico o sea los hechos,
las cosas y;
La causa: como la finalidad tenida en cuenta o en miras por las partes al celebrar
el negocio.
Teoría de la Causa
Dificultad de la materia.
Aparición del problema de la causa en el campo del derecho.
La doctrina causalista de Domat y Pothier
Jean Domat fue el primero que desarrolló la teoría causalista de las obligaciones,
este sostenía que la causa de las obligaciones residía en la contraprestación que
ejercía una persona con relación a otra. Su doctrina fue seguida y difundida por su
discípulo Robert-Joseph Pothier, y que luego fue recogido por el Código Civil
Francés de 1804. Estos causalistas distinguieron los contratos sinalagmáticos de
los contratos reales, unilaterales y los de títulos gratuitos. Domat y Pothier
exigían como elemento para la validez de un contrato «una causa licita en la
obligación».

El anticausalismo de Ernst, Laurent, Planiol y los grandes civilistas europeos


Cuando estaba en su apogeo la doctrina francesa del causalismo, en 1826 aparece un
ensayo del belga A.-N.-J. Ernst, titulado «Es la causa un elemento esencial de la
obligación contractual».6 Su idea se concreta en la siguiente hipótesis: «Si la
causa en los contratos a título oneroso es lo que cada una de las partes debe
respectivamente a la otra, se confunde con el objeto de la convención, y por lo
tanto, de nada le sirve hacer de una sola y misma cosa dos elementos distintos y
exigir cuatro condiciones: voluntad, capacidad, objeto y causa, cuando en realidad
solo existen tres. Si en los contratos a título gratuito la causa reside en la
libertad del benefactor, tampoco es cierto que ésta sea por sí misma una condición
exterior de la existencia de tales contratos. No puede separarse un sentimiento que
anima a la donante de la voluntad que expresa, para hacer de ella un elemento del
contrato.

Planiol afirma que: «La causa es falsa e inútil». Es falsa porque si se dice que en
los contratos bilaterales la causa de la obligación de una de las partes es la
prestación de la otra, olvida que la prestación y la obligación nacen al mismo
tiempo y no es posible que una cosa sea causa de la otra. A estas teorías se han
volcado la mayoría de los causalistas franceses y europeos.

La reacción neocausalista de Henri Capitant, Maury y Josserand


A fines del siglo XIX y comienzos del XX han aparecido neocausalistas.
Efectivamente, Henri Capitant, Jacques Maury y Louis Josserand han revivido las
teorías de Domat y Pothier. Los neocausalistas eran objetivistas, sostenían que el
elemento causa es esencialmente un factor psicológico, conciben la causa como el
fin concreto, el propósito, el interés que induce a las partes a contratar, el fin
inmediato y determinante que han tenido en mira. No existe una voluntad sin un
interés. Los códigos modernos han suprimido la causa en sus legislaciones, otros en
cambio lo han incorporado, pero existen un marcado interés en suprimirla de los
códigos actuales.

Dalmacio Vélez Sársfield


La causa en el reciente Código Civil (Argentina)
En líneas generales podemos afirmar el Código Civil argentino alude a la causa, en
su art. 417, cuando dispone que: Las obligaciones derivan de alguna de las fuentes
establecidas por la ley. Como se podrá apreciar, en este artículo se halla
incorporado una noción causalista de las obligaciones. Ahora bien, cuando hablamos
de la causa en el nuevo código se puede decir que prácticamente no ha variado nada
en relación a su antecesor, nos referimos al código de Vélez Sarfield.

Elementos personales
Los sujetos del contrato pueden ser personas naturales (físicas) o jurídicas, con
la capacidad de obrar en derecho, necesaria para obligarse. En este sentido pues,
la capacidad en derecho se subdivide en capacidad de goce (la aptitud jurídica para
ser titular de derechos subjetivos, comúnmente denominada también como capacidad
jurídica) y capacidad de ejercicio o de obrar activa o pasiva (aptitud jurídica
para ejercer derechos y contraer obligaciones sin asistencia ni representación de
terceros, denominada también como capacidad de actuar).

Elementos reales
Integran las denominadas prestación y contraprestación, o sea, la cosa o el
servicio objeto del contrato, por un lado, y la entrega a cambio de ello de una
suma de dinero, u otro acuerdo, por otro.

Elementos formales
La forma es el conjunto de signos mediante los cuales se manifiesta el
consentimiento de las partes en la celebración de un contrato. En algunos contratos
es posible que se exija una forma específica de celebración. Por ejemplo, puede ser
necesaria la forma escrita, la firma ante notario o ante notario y ante testigos,
etcétera. En el caso de la forma escrita, el documento puede incluir las siguientes
secciones: antecedentes o considerandos, declaraciones y cláusulas.

Elementos accidentales
Son aquellos que las partes establecen por cláusulas especiales, que no sean
contrarias a la ley, la moral, las buenas costumbres, o el orden público. Por
ejemplo: el plazo, la condición, el modo, la solidaridad, la indivisibilidad, la
representación, etc. En consonancia con la autonomía de la voluntad, los
contratantes pueden establecer los pactos, cláusulas y condiciones que tengan por
convenientes, siempre que no sean contrarios a la ley, la moral, los buenos usos y
costumbres, o el orden público.

Forma de los contratos


La forma puede ser determinante, a veces, de la validez y eficacia de los
contratos. Los contratos pueden ser verbales o escritos; verbales, si su contenido
se conserva solo en la memoria de los intervinientes, o escritos, si su contenido
se ha transformado en texto gramatical reflejado o grabado en soporte permanente y
duradero (papel, cinta magnética visual o sonora, CD, DVD, PD, etc.) que permita su
lectura y exacta reproducción posterior.

Los contratos que tienen forma electrónica o digital (aquellos que no son firmados
en papel) tiene igual validez que cualquier otro contrato según lo indica La Ley
Modelo de la CNUDMI sobre comercio electrónico en sus artículos 5 y 11.7

Los contratos escritos pueden además ser solemnes o no, dependiendo de si deben
formalizarse en escritura pública notarial, e incluso si la ley exige su
inscripción en algún tipo de registro público (Registro de la propiedad, Registro
mercantil, Registro de cooperativas, Registro de entidades urbanísticas
colaboradoras, etc.). En los denominados contratos reales, la perfección de su
forma exige además la entrega de la cosa (por ejemplo el préstamo, aunque se recoja
en escritura pública, este no nace si no se entrega el capital prestado en el acto
de la suscripción del contrato).

Clasificación de los contratos


Citamos, a continuación, las clases más comunes, sobre las cuales la doctrina es
coincidente, y que son:

Contratos unilaterales y bilaterales


Contrato unilateral: es un acuerdo de voluntades que engendra obligaciones solo
para una parte.
Contrato bilateral: es el acuerdo de voluntades que da nacimiento a obligaciones
para ambas partes.
Importancia de la clasificación
Cuando en un contrato unilateral existen obligaciones que impliquen la
transferencia de una cosa, si esta se destruye por caso fortuito o fuerza mayor es
necesario poder establecer quién debe de sufrir la pérdida. La cosa siempre perece
para el acreedor (en los contratos traslativos de dominio el acreedor es el dueño;
mientras en los contratos traslativos de uso, el acreedor a la restitución es el
dueño y la cosa perece para él). Si el contrato fuere bilateral no habría
posibilidad de plantear el problema, porque esta cuestión supone que siendo las
obligaciones recíprocas, una parte no cumple entregando la cosa, por un caso de
fuerza mayor y en atención a esto la otra parte debe cumplir, ya que no es
imputable el incumplimiento del deudor.
La excepción de contrato no cumplido (exceptio non adimpleti). En todas contratos
bilaterales, que generan obligaciones recíprocas, cuando una parte no cumple o se
allana a cumplir, carece de derecho para exigir a la otra el cumplimiento de su
obligación, y si a pesar de ello pretendiera exigir judicialmente el cumplimiento
por una demanda, el demandado le opondrá la excepción de contrato no cumplido
(principio "la mora purga la mora"). La exceptio non adimpleti no puede presentarse
en los contratos unilaterales, por una sencilla razón de que en ellos solo una de
las partes está obligada, y si no cumple, la otra podrá judicialmente exigir ese
cumplimiento, sin que pueda oponérsele dicha excepción, ya que no tiene por su
parte ninguna obligación que realizar.
Contratos onerosos y gratuitos
Contrato oneroso: es aquel en el que existen beneficios y gravámenes recíprocos, en
este hay un sacrificio equivalente que realizan las partes (equivalencia en las
prestaciones recíprocas); por ejemplo, la compraventa, porque el vendedor recibe el
provecho del precio y a la vez entrega la cosa, y viceversa, el comprador recibe el
provecho de recibir la cosa y el gravamen de pagar.
Contrato gratuito: solo tiene por objeto la utilidad de una de las dos partes,
sufriendo la otra el gravamen. Es gratuito, por tanto, aquel contrato en el que el
provecho es para una sola de las partes, como por ejemplo el comodato.
Contratos conmutativos y aleatorios
Esta clasificación solo aplica en los contratos bilaterales.

Contrato conmutativo: es aquel contrato en el cual las prestaciones que se deben


las partes son ciertas desde el momento que se celebra el acto jurídico, un ejemplo
muy claro es el contrato de compraventa de una casa.
Contratos aleatorio: es aquel que surge cuando la prestación depende de un
acontecimiento futuro e incierto y al momento de contratar, no se saben las
ganancias o pérdidas hasta el momento que se realice este acontecimiento futuro.
Ejemplos son el contrato de compraventa de cosecha llamado de "esperanza",
apuestas, juegos, etc.
Entre las características comunes de los contratos aleatorios destacan:

La incertidumbre sobre la existencia de un hecho, como en la apuesta, o bien sobre


el tiempo de la realización de ese hecho (cuándo).
La oposición y no solo la interdependencia de las prestaciones, porque cuando la
incertidumbre cesa, forzosamente una de las partes gana y la otra pierde, y,
además, la medida de la ganancia de una de las partes es la medida de la pérdida de
la otra.
Es importante señalar que el Diccionario de la lengua española, define al término
aleatorio, del latín aleatorius el cual significa, propio del juego de dados, adj.
Perteneciente o relativo al juego de azar.

Contratos principales y accesorios


Contrato principal: es aquel que existe por sí mismo, en tanto que los accesorios
son los que dependen de un contrato principal. Los accesorios siguen la suerte de
lo principal porque la nulidad o la inexistencia de los primeros origina a su vez,
la nulidad o la inexistencia del contrato accesorio.
Contratos accesorios: son también llamados "de garantía", porque generalmente se
constituyen para garantizar el cumplimiento de una obligación que se reputa
principal, y de esta forma de garantía puede ser personal, como la fianza, en que
una persona se obliga a pagar por el deudor, si este no lo hace; o real, como el de
hipoteca, el de prenda, en que se constituye un derecho real sobre un bien
enajenable, para garantizar el cumplimiento de una obligación y su preferencia en
el pago.
La regla de que lo accesorio sigue la suerte de lo principal, sufre en ciertos
casos excepciones, porque no podría existir el contrato accesorio, sin que
previamente no se constituyese el principal; sin embargo, el Derecho nos presenta
casos que puede haber fianza, prenda o hipoteca, sin que haya todavía una
obligación principal, como ocurre cuando se garantizan obligaciones futuras o
condicionales.

Contratos instantáneos y de tracto sucesivo


Contratos instantáneos, o de tracto único, son aquellos que se cumplen en el mismo
momento en que se celebran, es decir, su cumplimiento se lleva a cabo en un solo
acto.
Contrato de Tracto Sucesivo: es aquel en que el cumplimiento de las prestaciones se
realiza en un periodo determinado, y que, por deseo de las partes se puede extender
para satisfacer sus necesidades primordiales y estos términos pueden ser:
(a)Ejecución continuada: ejecución única pero sin interrupción.
(b)Ejecución periódica: varias prestaciones que se ejecutan en fechas establecidas.
(c) Ejecución intermitente: se da cuando lo solicita la otra parte.
Características de las ejecuciones son: La ejecución es autónoma de las demás, por
lo que cada acto es autónomo. Existe una retroactividad por cada acto jurídico que
se realice. Si se presenta un elemento antijurídico, lo que procede es anular
alguna prestación ya realizada.

Contrato consensual y real


Contrato consensual: por regla general, el consentimiento de las partes basta para
formar el contrato; las obligaciones nacen tan pronto como las partes se han puesto
de acuerdo. El consentimiento de las partes puede manifestarse de cualquier manera.
No obstante, es necesario que la voluntad de contratar revista una forma
particular, que permita por medio de ella conocer su existencia. No es la simple
coexistencia de dos voluntades internas lo que constituye el contrato; es necesario
que éstas se manifiesten al exterior.
Contrato real: queda concluido desde el momento en que una de las partes haya hecho
a la otra la tradición o entrega de la cosa sobre la que versare el contrato.
Contrato formal, solemne o no solemne, y no formal
Contrato formal: es aquel en que la ley ordena que el consentimiento se manifieste
por determinado medio para que el contrato sea válido. En la legislación se acepta
un sistema ecléctico o mixto respecto a las formalidades, porque en principio, se
considera que el contrato es consensual, y solo cuando el legislador imponga
determinada formalidad debe cumplirse con ella, porque de lo contrario el acto
estará afectado de nulidad. Por ejemplo la compraventa de inmuebles que debe
otorgarse por escritura pública.
Contrato formal solemne: es aquel que además de la manifestación del consentimiento
por un medio específico, requiere de determinados ritos estipulados por la ley para
producir sus efectos propios. Vg. Matrimonio y divorcio
Las formalidades serán ad probationem cuando deben ser realizadas con fin de poder
demostrar la celebración de un acto; por lo general consiste en realizar el acto
ante notario o funcionario público al efecto.
Las formalidades serán ad solemnitatem cuando la voluntad de las partes, por
exigencia legal requiere una formalidad particular sin la cual el contrato no tiene
eficacia jurídica.
La distinción entre contratos formales y solemnes estriba en lo referente a la
sanción. La falta de forma origina la nulidad relativa, o en su defecto la
inoponibilidad ante terceros; la falta de solemnidad ocasiona la inexistencia.

Contrato privado y público


Esta clasificación atiende a dos criterios bastante diversos:

(1) De acuerdo a la publicidad o intervención profesional en el contrato:

Contrato privado: es el realizado por las personas intervinientes en un contrato


con o sin asesoramiento profesional. Tendrá el mismo valor que la escritura pública
entre las personas que los suscriben y sus causahabientes
Contrato público: son los contratos autorizados por los funcionarios o empleados
públicos, siempre dentro del ámbito de sus competencias, tiene una mejor condición
probatoria. Los documentos notariales son los que tienen una mayor importancia y
dentro de ellos principalmente las escrituras públicas.
(2) De acuerdo a la calidad de los sujetos intervinientes:

Contrato privado: es el realizado entre personas naturales o jurídicas, sean


públicas o privadas, en las que existe una relativa igualdad contractual, no
existiendo potestades que uno pueda imponer al otro.
Contrato público o administrativo: es el celebrado entre el Estado o un organismo
público y una persona natural o jurídica, en donde el primero de ellos mantiene una
serie de potestades sobre el segundo, llamadas exorbitantes, que colocan a este en
subordinación a aquel.
Contrato nominado o típico e innominado o atípico
Contrato nominado o típico: es aquel contrato que se encuentra previsto y regulado
en la ley. Por ello, en ausencia de acuerdo entre las partes, existen normas
dispositivas a las que acudir. (Compraventa, arrendamientos...)
Contrato innominado o atípico: es aquel para el que la ley no tiene previsto un
nombre específico, debido a que sus características no se encuentran reguladas por
ella. Puede ser un híbrido entre varios contratos o incluso uno completamente
nuevo. Para completar las lagunas del derecho o situaciones no previstas por las
partes en el contrato, es necesario acudir a la regulación de contratos similares o
análogos.
Es importante mencionar que los contratos innominados no son los que no están
previstos por el Código Civil, porque todos los contratos lo están; simplemente son
los que no están expresamente definidos en sus artículos aunque, sin perjuicio de
que las partes los definan expresamente en el momento de contratar, en el marco de
su autonomía de la voluntad.

Contratos determinados únicamente en su género


Son aquellos en los que solo se hace mención a la cantidad y calidad del objeto del
contrato, por Ej.: La venta de 100 toneladas métricas de soya. Como se puede
observar no se está indicando qué soya se vende, en este caso debe presumirse que
la calidad es de término medio.

Por su publicidad
Públicos: cuando son realizados bajo la autoridad de notarios o jueces.
Privados: son los contratos otorgados por las partes contratantes sin la
autorización o la existencia de fedatario público, aunque pueden contar con la
presencia de testigos.
Principales tipologías de contratos
Es ilimitado el número de modalidades de contratos que puede ofrecer un sistema
jurídico que cuente con libertad de contratación, como casi infinitos son los
derechos y obligaciones que pueden crear las partes, incluyendo el hacerlo de
manera pura y simple, o sometida a alguna modalidad. Sin embargo, la legislación
civil de la mayoría de los países ha regulado los más importantes de estos, bien
sea en sus respectivos Códigos Civiles, o bien en leyes especiales, creando un
sistema de contratos típicos o nominados, cuya regulación esencial consta en la
leyes y se halla sustraída a las partes del contrato, con fines de seguridad,
protección y equilibrio entre los eventuales sujetos. La «tipicidad de los
contratos» se hace efectiva mediante el «principio de integración del contrato»,
aplicado bien con arreglo a la formulación que las partes hubieren atribuido a su
contrato, o bien conforme se deduzca del contenido de las cláusulas del texto, si
fueren oscuros los términos en que el contrato se hubiese formulado por las partes.

Acuerdo prenupcial (Capitulaciones matrimoniales)


Apertura de Crédito
Arrendamiento financiero (leasing)
Buena fe registral
Agencia
Anticresis
Arras
Arrendamiento
Carta de patrocinio
Comisión
Comodato
Compraventa
Concesión
Depósito
Distribución
Donación
Edición
Empresa conjunta o joint venture
Enfiteusis
Contrato de mandato
Factoraje (Factoring)
Fianza
Franquicia (Franchishing)
Hipoteca
Matrimonio
Mutuo (préstamo o crédito de consumo)
Opción
Contrato de Obra
Permuta
Prenda
Promesa (Precontrato o promesa de contrato)
Prestación de servicios
Representación
Renting
Seguro
Sociedad
Suministro
Transferencia de tecnología (Know-how)
Contrato de transición (bridging agreement)
Transporte
Trabajo (individual)
Trabajo (colectivo)

Regulación por países


País Código Civil Código de Comercio Otras Leyes Notas
Bandera de Argentina Argentina Libro II, Sección III Ley de Defensa del
Consumidor (24.240) --
Flag of Bolivia.svg Bolivia Libro III, Parte II, Títulos I y II --
Bandera de Colombia Colombia [1]

https://web.archive.org/web/20131212043737/http://www.secretariasenado.gov.co/
senado/basedoc/codigo/codigo_comercio.html -- cod com art 864
Bandera de Chile Chile Libro IV Libro II Ley de Protección de los Derechos
de los Consumidores --
Flag of Costa Rica.svg Costa Rica Libro IV --
Flag of Cuba.svg Cuba Libro III --
Bandera de Ecuador Ecuador Títulos XXII a XXXI --
Flag of El Salvador.svg El Salvador Libro IV --
Bandera de España España Libro IV, Título II Libro I, Título IV y Libro II
Ley 7/1998 sobre Condiciones Generales de la Contratación
Ley 34/2002, de 11 de julio, de Servicios de la Sociedad de la Información y de
Comercio Electrónico Título IV
Ley 30/2007, de 30 de octubre, de Contratos del Sector Público
--
Bandera de Honduras Honduras --
Flag of Mexico.svg México Libro IV, Primera parte, Título I --
Flag of Nicaragua.svg Nicaragua Libro III, Título I, Capítulo X
--
Flag of Panama.svg Panamá Libro I, Título XVIII, Capítulo I --
Flag of Paraguay.svg Paraguay Libro III --
Flag of Peru.svg Perú Libro VII --
Bandera de Puerto Rico Puerto Rico Artículos 1206 a 1786 --
Bandera de la República Dominicana República Dominicana Artículos 1101 y
siguientes --
Flag of Uruguay.svg Uruguay Libro IV, Parte II Ley de Relaciones de
Consumo (Ley N° 17.250) --
Bandera de Venezuela Venezuela Título III, Capítulo I, Sección I
--
Nota: solo se mencionan los cuerpos legales más relevantes.
Efectos de los contratos
Efectos entre las partes
"El contrato es ley entre las partes" es una expresión común (contractus lex). Sin
embargo, esto no significa que los contratos tienen un poder equivalente al de las
leyes. Los preceptos fundamentales nacidos de los contratos, que los intervinientes
deben observar serán los siguientes: Las partes deben ajustarse a las condiciones
estipuladas en el contrato (principio de literalidad). Las condiciones y los
efectos del contrato solo tienen efecto entre las partes que aceptaron el contrato,
y sus causahabientes (principio de relatividad del contrato). Los pactos contenidos
en los contratos deben ejecutarse en los términos que fueron suscritos. Las
estipulaciones de los contratos típicos, que fueran contrarias a la ley, se tienen
por no puestas. Las disposiciones legales reconocen al contrato como fuente de
obligaciones. Las obligaciones contractuales son obligaciones civiles, por lo que
el acreedor puede exigir del deudor la satisfacción de la deuda según lo pactado.
En caso que el cumplimiento del objeto de la obligación no sea posible, por
equivalencia, el acreedor puede demandar la indemnización de daños y perjuicios.
Una vez que un contrato ha nacido válidamente, se convierte en irrenunciable, y las
obligaciones originadas por el contrato válido no se pueden modificar
unilateralmente.

Efectos respecto de terceros


En principio, los contratos solo tienen efectos entre las partes que lo forman. Sin
embargo, hay contratos que sí surten efectos sobre terceros. Un tercero es un
sujeto que no participó en la formación del vínculo contractual, y que por lo
tanto, no hizo manifestación de voluntad sobre el contrato. Incluso, puede ser que
el tercero ni siquiera supiera de la existencia del convenio.

Terceros involucrados forzosamente


(a) Efectos respecto de los causahabientes.- La afirmación de que los contratos
vinculan a los herederos dependerá fundamentalmente de la noción de sucesión que se
maneje en el sistema jurídico en que se emita opinión. Así, en sistemas jurídicos
como el costarricense y el peruano, no opera la confusión de patrimonios, esto es,
el patrimonio hereditario responde de las obligaciones del difunto y no el
patrimonio de los herederos. En cambio, en sistemas jurídicos como el italiano se
produce la confusión de patrimonios, por lo que los herederos responden incluso con
su propio patrimonio de las obligaciones de su causante (salvo que acepten con
beneficio de inventario, si es que tal opción existe).8

La nulidad de los contratos del causante posterior a la sucesión afectan a los


causahabientes, pues pueden verse en la situación de tener que restituir a
terceros. Adicionalmente, los causahabientes a título particular se verán afectados
por las restricciones que haya impuesto el causante, por ejemplo, una hipoteca, una
servidumbre o un derecho de usufructo a favor de otro.

(b) Efectos respecto de los acreedores quirografarios.- Cualquier contrato del


deudor que afecte su patrimonio implica una consecuencia para la garantía del
acreedor quirografario. Para protegerlo se ha establecido la acción oblicua y la
acción pauliana, sin embargo, cada una de ellas puede ser invocada solamente bajo
ciertas condiciones. A saber, la acción oblicua solamente la puede ejercer el
acreedor por la inacción del deudor en la protección de su propio patrimonio, y la
acción pauliana solamente se puede ejercer sobre un deudor que se encuentre en
estado de insolvencia.
(c) Efectos respecto de los penitus extranei.- Los penitus extranei son todas
aquellas personas ajenas a una relación contractual. Aun así, los efectos de los
contratos son oponibles ante estos terceros, pues no pueden alegar desconocimiento
del acto jurídico y sus efectos, como sería en el caso de derecho reales o
personales inscritos en un registro público con eficacia jurídica, capitulaciones
matrimoniales, y las inscripciones de sociedades civiles o mercantiles.

Terceros involucrados voluntariamente por las partes


En principio, no pueden asignarse obligaciones a sujetos que no hayan participado y
consentido en la formación del vínculo jurídico. Pero diferente es el caso de la
constitución de beneficios a nombre de terceros.

Garantía
Usados como método para obtener seguridad jurídica, en sentido genérico, la
garantía es una de las consecuencias de los contratos, en especial de los
traslativos onerosos, en tanto que su existencia atribuye a las partes la facultad
indubitada para adquirir, ocupar, exigir o mantener el derecho real o personal
transmitido, esgrimible tanto frente a la persona que lo ha transmitido, como
frente a terceros, que por ello deben cesar en las persecuciones al mismo objeto
del contrato, de modo que, en su virtud, el sujeto pueda persistir en goce pacífico
del beneficio, o del patrimonio, obtenido por medio del contrato. La prueba más
ostensible del sistema de protección del contrato lo hallamos en el «saneamiento
por evicción» y el «saneamiento por vicios ocultos» al que legalmente se hallan
sujetos los transmitentes en un contrato, se origina un punto de protección con el
que se propicia que en caso que el adquiriente sea despojado del objeto por acción
reivindicatoria de un sujeto con mejor título de derecho (reipersecutoriedad),
entra en juego la «garantía por evicción» y el enajenante debe devolverle no
solamente el valor de la cosa, sino también los gastos legales del contrato y de la
acción emprendida de contrario, en su caso. Del mismo modo ocurre con los «vicios
ocultos» del bien transmitido. De modo que, una cosa es la «garantía de los
contratos» y otra son los «contratos de garantía». Estos últimos en sí contienen
las dos virtudes, es decir, son garantía genérica de su contenido para los sujetos
que los han suscrito y además contienen como parte de su objeto, el mérito de
asegurar el cumplimiento de otro contrato u obligación distinta. Ejemplo de estos
últimos son los contratos de aval, comfort letter, stand-by letter, fianza, prenda,
hipoteca, anticresis, seguro, etc.

Perfección de la efectividad en el pago


Los principales elementos que concurren en un contrato de título oneroso son

La consolidación de la deuda. El contrato en sí mismo.


La consolidación del instrumento de pago o de su efectivo ejercicio. Los elementos
ejecutivos tangibles que dan a su valor residual exigible.
Caso contrario, se establece la duda razonable acerca del cumplimento efectivo del
contrato, donde el acreedor es quien posee la carga de la prueba.

En la acción práctica del pago del deudor, es una función exclusiva y obligada por
el acreedor dar fe de que el pago se ha realizado o se encuentra al corriente de
pago, pero este jamás puede constituirse en juez y parte “iudex et iudices” ya que
resulta “ab absurdo” esta posición, porque nunca puede decidir de manera imparcial
como consecuencia de su propio interés. No puede ser el mismo acreedor quien
determine la posición del deudor, situación que define un “testis unus, testis
nullus” [testimonio único, testimonio nulo].

A título de ejemplo es el caso de cuando una entidad siendo parte del contrato a su
vez resulta Juez en la determinación del pago.

Perfecta consolidación de deuda y pago


Existen dos fórmulas para evitar que el acreedor sea juez y parte, no cometiendo
mácula de parcialidad, y a su vez pueda demostrar la existencia de su posición
acreedora de una deuda total o parcial en el contrato suscrito

La imperativa mediación de un tercero, quien recibe los pagos del deudor, para
hacerlos efectivos en el acreedor. Por lo tanto este tercero es el verdadero
testigo que de forma inequívoca, da testimonio independiente y efectivo a las
partes del estado del cumplimiento del contrato parcial o total.
La emisión de los respectivos documentos (letras, pagarés, etc.) que certifican el
pago como también la capacidad del ejercicio de cobro por parte del acreedor,
cuando estos se encuentran en su poder.
Cualesquiera de estos dos elementos son suficientes para que el acreedor pueda dar
fe en el cumplimiento de las obligaciones del deudor ya que el primero interpone un
testigo independiente y el segundo instrumentos genuinos que en poder del deudor
legitiman y acreditan fehacientemente el monto adeudado.

Del intermediario legitimado


El intermediario que actúa de forma totalmente imparcial al constituirse en un
testigo válido elimina la presunción de “testis unus, testis nullus”,
perfeccionando y certificando de esta forma la validez argumental del acreedor en
todo su ámbito.

Del instrumento de cobro


A la falta de un intermediario imparcial que acredite la operativa, sobrevive
solamente el instrumento de cobro como elemento que perfecciona el proceder
ejecutivo de la deuda a la que el acreedor quiera hacer valer.

De esta forma se diluye toda duda acerca de la deuda y el acreedor posee toda
prueba independiente sin caer en la figura de “juez y parte” que lo imposibilita a
poder hacer efectiva la reclamación de una deuda, ya que toda liquidación
unilateralmente elaborada por su parte, que no posee fuerza jurídica alguna ya que
el instrumento de cobro pasa a ser “constituto possessorio” de la deuda en
cuestión, debido a que esta obligación es “accesorium sequitur principale” a la
deuda, entre los que se encuentran los instrumentos de cobro, únicos para la
materialización contable efectiva del pago “ad probationem”, que también establece
la existencia del resto adeudado.

Es evidente la potestad del deudor enajenarse o simplemente destruir el o los


comprobantes de estas obligaciones a los efectos de que estos no sean apropiados
por terceros o por el riesgo de caer en manos del acreedor y este se vea legitimado
a ejercitar el cobro de dicho instrumento.

No existe forma alguna diferente para el acreedor, efectuar reclamación de cobro, a


la falta de dicha instrumentación.

Incierta cualificación informática - Pérdida de Derecho por omisión


El desarrollo de la informática ha dejado vacíos en cuestiones de Derecho,
imponiendo la técnica como validador de un proceso Judicial.

Es condición errónea establecer que el método informático es suficiente prueba,


como si este fuese un tercero intermediario imparcial. Pero no se debe olvidar que
es totalmente plausible a errores, pero mucho más importante es considerar que a
los efectos de doctrina de derecho, sigue siendo prueba de carácter unilateral,
aunque su impresione su velocidad de procesamiento y versatilidad.

Lamentablemente no es así, no perfecciona elementos de cobro sino que induce a un


tratamiento irregular del derecho, cuando por el contrario, el procesamiento
informático es justamente el medio idóneo para facilitar la emisión de los
instrumentos de cobro, simplificando ésta por su emisión automática.
Invalidez de ejecución crediticia a la falta de instrumentos
La verdad jurídica es que la falta de la figura del intermediario imparcial como
veedor y su certificación, como así la falta de instrumentos de cobro, quita
validez “in natura” a la certificación de cobro, pretendiendo el acreedor utilizar
solamente su propia información y asientos contables, sea esta o no sistematizada
de manera informática u de otro medio.

Bajo ningún concepto, sea cual fuere el medio manual o tecnológico, puede ser el
acreedor Juez y parte de un proceso.

En cambio, cuando en cada pago el acreedor entrega al deudor el pagaré o la letra,


en este acto se extingue la obligación de una cuota, pago final, pago parcial, etc.
desde el momento que existe un contrato que sustenta la obligación y el pagaré o la
letra que sustenta la veracidad del pago.

Ejecución formal
No existiendo intermediario imparcial, la emisión de instrumentos de cobro es este
el único sistema válido, cuando es el acreedor quien pretende ejecutar una deuda
con una declaración presentada a su juicio y valor. Es entonces simplemente la suma
algebraica de los instrumentos de cobro en su poder (del acreedor) la deuda
consolidada. La falta de existencia de los documentos de cobro, dan por finalizada
la obligación, quedando cancelada la deuda y ambas partes tienen una

Responsabilidad contractual
Artículo principal: Responsabilidad contractual
La responsabilidad contractual es aquella que nace del contrato (a diferencia de la
responsabilidad extracontractual) y requiere que la parte (sujeto) que la exige se
halle ligada mediante un nexo contratual a la persona que la debe. La noción de
incumplimiento es ampliamente debatida en derecho comparado, sin embargo, puede
reducirse a tres grandes opciones.9 Se reputa como incumplimiento la no-
verificación tout court de la prestación en su materialidad, la no-consecución del
resultado comprometido y la especificación de tipos de infracciones contractuales.

La elección de cada una de estas opciones inclinará al sistema jurídico a preferir


una interpretación subjetiva u objetiva de responsabilidad.

Ineficacia de los contratos


Son ineficaces los contratos que carezcan de alguno de los elementos esenciales, o
aunque estos se dieren, no obstante estuvieran viciados de algún modo. La
ineficacia tiene distintas manifestaciones y efectos según la clase de invalidez
que se cause al contrato. A este respecto son consecuencia de vicios invalidantes
típicos:

Anulabilidad
Nulidad
Resciliación
Rescisión
resolución
revocación
Simulación contractual
Véase también
Ver el portal sobre Derecho Portal:Derecho. Contenido relacionado con Derecho.
Cuasicontrato
Contrato mercantil
Vicios de la voluntad
Simulación contractual
Cláusula abusiva
Referencias
«Contrato». Enciclopedia jurídica. Consultado el 18 de noviembre de 2014.
«Código civil español». Archivado desde el original el 29 de marzo de 2010.
Consultado el 31 de marzo de 2010.
Código civil argentino
Viera González, Jorge. La interpretación de los contratos privados en el
ordenamiento jurídico español. Consultado el 17 de febrero de 2015.
Tafoya Hernández, José Guadalupe. «Interpretación de los contratos en el Código
Civil para el Distrito Federal». Revista del Instituto de Judicatura Federal.
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