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Geeler Nicole Miranda Duran

11 de Mayo de 2019

Lit. 206 Artes y oficios del relato

***

LA CENA

Era abril de 1989. Y toda la familia López se preparaba para esa noche. Cada cena era
organizada por la señora Beatriz López. Desde que acaba la última, pensaba ya en la
siguiente. Según su madre y su marido, lo más importante era satisfacer a los invitados.
Algo en lo que Beatriz opinaba diferente.

Cuando los García llegaron, una pareja de recién casados, los ánimos de Beatriz
empeoraron. Todo porque la criada había olvidado lavar las zanahorias para la ensalada. Y
es que a Raúl le molestaba la aparente paranoia de su esposa, alterarse por unas simples
zanahorias le resultaba banal. Aunque de no ser por él, su esposa no estaría en constante
estrés. Esa noche era distinta a las demás, porque las tías de Raúl también se unían a la
cena. Dos simpáticas señoras desde su perspectiva. Aunque en ciertas ocasiones
inoportunas. También era costumbre que la madre de Beatriz fuera invitada especial de
cena.

–Espero que hayas decorado el comedor como te lo dije –dijo la madre de Beatriz entrando
a la casa.

–Por enésima vez, sí –contestó la hija.

Cuando todos estuvieron alrededor de la mesa, Raúl agradeció, de nuevo, la presencia de


todos. Y en especial, el haber asistido a la celebración del nacimiento de su hija.

–Se parece tanto a ti –decía la tía Lucía a Beatriz.

–Solo dices estupideces Lucía, se parece a su padre –sentenció la tía Rosario.

–Ahora que lo pienso, sí se parece a su padre –comentó la hermana, no sin antes recalcar la
palabra “pienso”.

Por un instante, Beatriz pensó que las hermanas habían cambiado de opinión respecto a su
matrimonio. Sin embargo, era la última vez que creía en sus palabras. Bastante fue la
vergüenza que paso en su boda, y ahora con su hija.

–Bueno, en algo puedo concordar con ustedes dos, se parece a su padre –dijo la madre de
Beatriz.
–Yo también opino lo mismo –dijo Raúl entre risas.

–Espero que no saque tu humor, querido amigo –recalcó Miguel García.

–No lo tomes a mal, Beatriz, tal vez a la próxima se llega a parecer a ti –brindo Rebeca,
esposa de Miguel. Ante tal comentario, su esposo tuvo lanzarle guiño Beatriz. Había pasado
ya más de cinco años, y aun así le seguía lanzando guiños.

–Beatriz, haces el favor de prestar atención –dijo la madre mirando a Miguel.

–Por supuesto, madre –susurro Beatriz.

–Raúl –dijo Rebeca– para cuando regresas a la oficina. Ya es una semana que no vienes. Si
es por la niña, te paso el contacto de una excelente niñera. Tiene buenas referencias, estuvo
al cargo por un año de mis sobrinos. Ella sabe lo que hace, y lo hace muy bien.

–Te agradecería el favor, Rebeca –dijo Raúl.

–Estaría perfecto que mandes el número de esa niñera, mira cómo está la pobre niña –habló
la tía Rosario.

En cada conversación, lo único que podía hacer Beatriz era sujetar el mantel con fuerza. Se
excusó, en busca de las bebidas. Cuando estuvo en la cocina, comenzó a tararear la canción
“Chiquitita” de Abba.

–Es la última vez que te lo digo –habló Miguel detrás de Beatriz. La había asustado, pero
aun así se quedó calmada. La noche anterior no había podido dormir por el comentario de
Miguel. Le resultaba extraño, pero a la vez era su única salida.

–Está bien, déjame bajar mis cosas y de mi hija –dijo Beatriz.

–Te espero en el coche, entonces –indicó Miguel, saliendo por la puerta de atrás.

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