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EL HIJO DEL PASTOR

Darien Amesti
Copyright © 2020 Darien Amesti
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Ilustración y diseño de portada:
Constanza Castillo Gavilán
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del propietario del copyright.
Para Christopher Ifland, quien me animó a escribir esta historia y me brindó su
apoyo incondicional durante todo el proceso. Fuiste el primero en leerlo y darme
tus apreciaciones, estaré por siempre agradecido.
Para mi familia, pilar fundamental en mi vida: Emilia Muñoz, Israel Améstica,
Cynthia Améstica y Maximiliano Martínez.
Para mis Abuelos, Blanca y Gris, quienes me acompañarán por la eternidad
donde quiera que vaya mi alma.
Para mis amigos y lectores beta que se dieron el tiempo de leer el borrador de
esta historia, sus comentarios fueron de gran valor y me animaron a seguir
escribiendo.
Dedicado a todos ustedes
En la casa del Señor

D esde el amanecer comenzaron los preparativos en la Casona


del Pastor Abner, afuera el clima se comportaba cambiante
como era costumbre a mitad el año, pero esto no era impedimento
para el pequeño grupo de personas que estaban ayudando a tía
Corina, la hermana del Pastor a preparar la mesa de recibimiento
para su desconocido sobrino que llegaría justo antes de la hora del
almuerzo. Desde que se supo la noticia de su llegada, en la Casona
de los Ferrada, muchas cosas comenzaron a cambiar; gran
discusión generó su repentina aparición, pues había sido casi un
secreto para muchos en la comunidad religiosa que lideraba la
familia en la ciudad. Muy pocas personas y sólo las más cercanas
sabían de la existencia de este hijo fuera del matrimonio que tenía
Abner, el intachable Pastor de la Iglesia Ministerio de los
Arcángeles; un hombre que dirigía el grupo hace dieciséis años, los
mismos que ahora tiene el hijo que viene en camino y que había
nacido de un insano romance de juventud, antes de conocer la
sagrada ley del Señor. En aquella época, Abner se había alejado de
las creencias de su familia para vivir lo que ahora ellos llaman
“pruebas divinas” y se dedicó a los placeres mundanos
aprovechando el atractivo que ejercía en las mujeres, una especie
de hipnosis que muchas aún en la iglesia dicen sentir al mirar sus
profundos ojos verdes. Ahora, todo eso es cosa de un pecaminoso
pasado y sólo queda el imborrable recuerdo de un desconocido hijo
al cual vio un par de veces durante su niñez y del que ahora debía
hacerse cargo, ya que había perdido a su madre en un reciente
accidente cuando estaban de vacaciones en la cordillera.
— ¡Ya llegó!¡El niño ya llegó! — gritó Marta, la esposa del Pastor,
mientras se acomodaba la larga trenza que llevaba y miraba desde
una gran ventana con vistas al jardín.
La puerta del taxi se abrió y descendió el nuevo integrante de la
familia, un muchacho delgado y alto, con claros rasgos a la familia
Ferrada: Ojos verdes, pelo castaño claro liso, mandíbulas bien
marcadas, labios rosados y definidos, piel canela que parecía
bronceada. Vestía un abrigo negro ajustado y su ropa daba a
entender su buen gusto. Claramente estaba un poco incómodo, era
la primera vez que estaba en ese lugar y no conocía a nadie; de su
padre tenía pocos recuerdos y nunca fueron cercanos.
— ¡Boris, bienvenido a tu nueva casa! — dijo Abner un poco
confundido por la situación, la última vez que lo había visto era un
pequeño de ocho años y ahora se encontraba con un adolescente.
— Hola, señor…Muchas gracias— respondió Boris, quien no
encontraba palabras adecuadas para el momento.
— ¿Señor?¡Dile, padre! — intervino la hermana de Abner
mientras abría sus brazos para darle un abrazo – Debes decirle
padre, el Señor está en los cielos— lo apretó fuertemente, como
tratando de parecer cariñosa –Yo soy tu tía Corina, mi niño— y le dio
un par de besos en la mejilla esperando lucir como una tía ansiosa
de conocer a su sobrino.
— ¡Qué Amargada debe ser! — pensó Boris entre sus brazos.
Tía Corina vestía una falda larga bajo la rodilla, unos feos zapatos
sin taco, una blusa cerrada y llena de encajes, que seguramente
pidió prestada en un museo; el pelo no la favorecía, un horrible
peinado mal hecho y medio suelto.
— ¡Oh, gracias, tía! Trataré de decirle padre — sonrío irónico –Es
la poca costumbre— dijo mientras recibía su maleta.
Abner recibió su equipaje y lo hicieron pasar a la casa en donde
estaban todos curiosos por su llegada, desde Marta hasta un par de
“Hermanas” que habían ido a ayudar a preparar el almuerzo de
bienvenida. Tenían un gran agasajo, con deliciosas carnes asadas
de la zona y variedad de ensaladas dispuestas en una larga mesa
en el comedor familiar, de fondo sonaba de forma tenue lo que
parecían ser coritos cristianos. Boris se sentía mareado con tanta
información nueva, todos querían saludarle y ofrecerle ayuda para
hacerlo sentir más cómodo, pero él en el fondo aún tenía la pena de
haber perdido a su mamá, quien en realidad fue siempre como una
gran amiga y con la cual compartía cada momento importante de su
vida. Pero ahora todo había cambiado y se encontraba en la casa
de la única persona que podría protegerlo y ayudarlo hasta su
mayoría de edad, lo que no esperaba era que fuese una familia tan
religiosa, a su alrededor todo era nuevo, desde dar una oración
antes de almorzar a tratar a cualquier persona como “hermano” y
parecía algo cotidiano pues todos lo hacían durante el almuerzo.
Sumado a eso, Boris no era extrovertido, por lo que le costaba
mucho hablar y solo daba respuestas breves a todo lo que le
preguntaban.
Dos horas más tarde pasó todo el alboroto, las hermanas
curiosas se fueron a sus casas a atender a sus maridos; tía Corina
tomó su Biblia, diciendo que se retiraría a la cocina a leer unos
Proverbios y luego poder descansar. Abner aprovechó para
acomodar a su hijo en la casa, subieron las escaleras y al fondo de
un pasillo entraron a una enorme habitación. Era tres veces más
grande que su antiguo dormitorio en el departamento con su madre
e incluso tenía su propio baño.
— ¡Wow…Es muy bonita! — exclamó Boris, mientras dejaba su
suéter sobre una silla y miraba a su alrededor – Nunca había tenido
dos camas para mí solo— sonrío, tratando de hacer chiste de que la
habitación tenía dos camas.
— ¡Oh, hijo, disculpa! —Abner le tocó el hombro –Olvidé
mencionar que compartirás tu dormitorio con tu hermano mayor—
añadió con un tono de orgullo.
Boris se sintió más confundido de lo que estaba, su madre jamás
le había dicho que existía otro hijo por parte de su papá y menos
que era mayor. Su cara de asombro era notoria.
—Bueno, no te asustes Boris— continuó Abner al notar la cara de
su hijo— En realidad no es mi hijo biológico, pero lo considero como
tal y ocupa ese lugar hace casi diez años cuando llegó a esta familia
desprotegido—inhaló con fuerza— Es un gran hijo, se va a titular de
medicina— finalizó orgulloso, mientras miraba a Boris.
—Ah, está muy bien señ… Papá— respondió el joven –No hay
problema por mi parte, es todo nuevo para mí y ya me acostumbraré
a la idea de compartir el dormitorio— trató de sonreír, ya que no
esperaba tener un supuesto hermano.
—Creo que te dejaré descansar un rato, quiero que a la tarde me
acompañes a nuestra iglesia para presentarte a la comunidad y al
Señor— Abner sonaba dichoso, luego se retiró cerrando la puerta y
se escuchó desde afuera – ¡Descansa, partiremos a las seis en
punto! – finalizó.
El mundo de Boris daba vueltas, su madre jamás le había
inculcado ninguna creencia religiosa y ahora estaba en una familia
propietaria de una iglesia y con un padre Pastor, además tenía un
hermano mayor desconocido, sumado a un nuevo colegio donde
seguramente pronto comenzaría para no perder al año escolar. Se
tendió de golpe sobre una cama y se quedó mirando el techo
perdido por un rato, luego sacó su celular y se puso unos audífonos,
necesitaba la música de los 90’s que su madre le hacía escuchar
desde pequeño y por la cual ahora sentía un fuerte gusto. Se quedó
pensando y pasando las horas entre sus sonidos y los recuerdos de
la infancia, sus últimos días junto a Denisse, su fallecida mamá y la
nueva vida que le esperaba. No estaba completamente a gusto.
Horas más tarde, tocaron a su puerta, se trataba de su padre,
que estaba listo junto a tía Corina para llevarlo a la congregación.
No tenía salida, estaba recién llegado y no quería parecer grosero
por lo que aceptó ir a conocer el entorno de su nueva familia.
Subieron a un auto que conducía el Pastor y al lado iba su esposa
Marta, una mujer que parecía severa y de pocas palabras con la
cual no había tenido mayor interacción que un afectuoso saludo.
— ¡Mañana llega Gabito! — gritó Corina, llena de júbilo, mientras
hojeaba un libro.
— ¿Gabito? — respondió Boris que no había escuchado ese
nombre antes.
— Es tu nuevo hermano— intervino Marta –Es un buen
muchacho – afirmó mirándolo cálidamente.
— Sí, ya le conté que deberá compartir dormitorio con él…No hay
problema — Abner miró a su esposa, quien no sabía que ya le había
hablado sobre su hermano, sólo había olvidado mencionar su
nombre.
— Espero llevarme bien con… — Boris intentó decirle hermano,
pero no pudo —Con Gabriel, supongo ese es su nombre— dijo
tratando de no sonar desagradable.
Tía corina le tomó la mano, nuevamente tratando de parecer
cariñosa, pues por alguna razón, Boris no podía sentirla así.
— Tranquilo, Gabito es un ángel que nos envió el Señor…Él ama
a nuestro Padre Santo— Corina parecía extasiada al hablar de su
creencia o de su sobrino –¡Dios los unirá! — finalizó apuntando al
cielo ante la cara de asombro de Boris y para su fortuna estaban
llegando a la iglesia, de lo contrario la tía seguiría hablando de sus
asuntos y haciéndole cariños forzados.
Era una iglesia enorme, se asemejaba al clásico modelo mormón
y en la parte alta decía “Ministerio de los Arcángeles”, afuera había
mucho movimiento de gente, todos vestidos de manera formal y
recatada, algunos con sus Biblias en las manos, otras con panderos
e instrumentos; parecían dichosos, más cuando vieron llegar el auto
del Pastor y su familia, sobre todo sabiendo de la llegada del nuevo
hijo de Abner. Algunos se acercaron a recibirlos, unos por
costumbre y cariño, otros por curiosidad. Boris se sentía ahogado,
listo para saltar de un puente, parecía que el día aún no iba a
terminar y estaba seguro de que todavía quedaba más por ver.
Luego de ser saludado por una cantidad impresionante de personas,
mucha más de la que en sus cumpleaños, entre ellas varias
adolescentes, que tratando de disimular sus hormonas estaban
impresionadas con el apuesto hijo del Pastor, entre los murmullos se
escuchaba decir que era casi idéntico a su padre cuando joven y ya
aseguraban que seguiría los pasos de él en la congregación. Boris,
trató de tomarlo como un chiste y sólo esbozaba una tímida sonrisa
para todos; de pronto, tía Corina se acerca y lo toma del brazo casi
como un trofeo para ingresar con su nuevo sobrino al culto del lunes
por la tarde. Una vez dentro, se sentaron en la primera fila que
tradicionalmente está reservada para la familia Ferrada o invitados
importantes, el resto de los fieles se sienta detrás. Todo dentro del
templo era de madera barnizada, de aspecto rústico, pero no
sencilla, cada detalle hacía notar que en el lugar se había invertido
mucho dinero. Tras unos minutos, cada personaje estaba en su
lugar de siempre y listos para comenzar; el coro que se situaba a un
costado del púlpito comenzó a cantar con agudas voces y caras
mirando al cielo llenas de gozo. Estaban todos uniformados con un
recatado traje color burdeos, las niñas agitaban sus panderos con
cintas tricolor, algunos varones tocaban triángulos y otros tambores;
Boris que no conocía el corito trataba de mirar disimuladamente a
todos lados, tía Corina daba gritos agudos que ella no notaba pues
su cara era de regocijo. Una vez que el alboroto de los cánticos
paró, el Pastor Abner dio inicio al culto. Se manejaba con la multitud,
cada frase que decía con su Biblia en la mano era seguida de un
fuerte “Amén” o un “¡Sí Señor!” al unísono por los presentes. Su
desconcertado hijo, sentado, perdido y aburrido intentaba parecer lo
contrario en su primer día con la familia. De pronto, Abner lo apuntó
e invitó a subir junto a él, seguramente no estaba en los planes de
Boris, quien ya se había ruborizado.
— ¡Ven, Hijo mío…Debes ser Presentado en la casa del Señor!
— lo apuntaba, mientras Boris se puso de pie ante la curiosidad de
la congregación. Caminó lento y su corazón latía fuerte. –¡Te
presentaré ante los hermanos y ante el mismísimo Creador! —
sentenció Abner, alzando su Biblia.
Boris se paró junto a él y podía observar a la multitud mirándolo,
cada vez se sentía más presionado mientras su padre comenzaba a
decir unas palabras, al parecer estaba orando, pero no lograba
distinguirlo, estaba agobiado ante la situación; por su mente
aparecieron imágenes de su madre, sus últimas vacaciones juntos,
el accidente, sus amigos; su mente trataba de sacarlo del templo en
donde la multitud ya estaba de pie alborotados por los panderos y
un nuevo corito. Su mente lo llevaba a todos lados, al tiempo que el
Pastor invocaba al Señor; de pronto pareció calmarse, llegó un
recuerdo que lo hizo sentir en un comienzo tranquilo: estaba en una
plaza sentado junto a un chico, ambos con uniformes de colegio,
tomados de las manos y riendo. Las imágenes pasaban velozmente
por su cabeza, hasta que llegó una que quizás había guardado
luego del accidente de su madre al estar ocupado con su traslado;
pudo ver y hasta sentir el instante en que él se besaba con aquel
muchacho, su primer beso un par de meses atrás. El tiempo se
detuvo entre el alboroto.
— ¡Limpia a tu hijo de los pecados, mi Señor! — gritó el Pastor
finalizando su ceremonia de presentación ante los aplausos de la
multitud, mientras Boris, casi paralizado reaccionó de sus recuerdos.
Unas lágrimas asomaron en sus ojos.
— Soy gay…No les puedo decir que soy gay— pensó mientras
su padre lo abrazaba.
No Pecarás

L uego del culto, fueron de regreso a la casa y en el trayecto, tía


Corina no dejaba de decir lo grandioso que era el Señor al
haber recibido a su nuevo hijo, su sobrino Boris y le auguraba un
camino lleno de bendiciones en su vida; por su parte, éste no se
mostraba entusiasmado y trataba de disimularlo con algunas leves
sonrisas, ya que a su mente venían las imágenes de su primer
amor, un ex compañero de colegio con el que había salido durante
tres meses el año anterior y con el cual asumió su homosexualidad
frente a su madre, quien se lo tomó de la forma más natural, ya que
ella nunca había tenido prejuicios con el tema y cuando Boris
comenzó a crecer notó en él algunas conductas que le hicieron ver
que su hijo tendría preferencia por los chicos y no por las chicas,
pero esperó hasta que él se lo contará, pues confiaba plenamente
en la persona que estaba criando. Una vez que su hijo se acercó a
ella para decírselo y presentarle a su “amigo”, no tuvo
inconvenientes en hablar el tema abiertamente, incluso sufrió junto a
él cuando fue dejado por este primer amor con quien nunca llegó a
entablar una relación formal. Con estos recuerdos, llegó hasta la
Casona de la familia, atormentado al ver que allí no podría ser igual
que antes, una familia tan religiosa y conservadora no aceptaría
jamás un homosexual como hijo del Pastor, menos un recién
llegado.
Abner antes de ir a dormir, le manifestó lo feliz que estaba de
tenerlo en la casa y que esperaba poder acercarse a él para tener
una mejor relación; también le recordó que mañana llegaría su
“hermano” y además irían al colegio donde comenzaría a cursar su
penúltimo año. Para su sorpresa, la iglesia era propietaria de un
establecimiento educacional y de una especie de hogar de menores,
donde ayudaban a niños de escasos recursos y los llevaban por el
buen camino de la fe. Abner se encargaba de administrar el hogar
de niños y pronto el hijo mayor podría ayudarle al obtener el título de
medicina. Marta, su Esposa, era la directora del colegio y con la cual
llevaban casi 6 años de matrimonio. Todo un ejemplo de familia que
Boris no se atrevía a romper con temas sobre su sexualidad, eso
sería escandaloso. Su padre cerró la puerta de la habitación y al fin
pudo respirar tranquilo, había concluido un extenuante día lleno de
nuevas situaciones que no sabía si lograría soportar por mucho
tiempo. Buscó sus audífonos y los conectó al celular, abrió la cama
mientras iniciaba una lista de música Pop; se quitó la ropa,
dejándose el bóxer y se metió entre las sábanas, nuevamente
perdido en su mundo, pensando en su antiguo amor el que tal vez
sería bueno olvidar. Cerró los ojos y se durmió profundamente.
Por la mañana, sintió cómo la lluvia caía fuertemente afuera de
su ventana y comenzó a abrir sus ojos sintiendo que le faltaban
horas por dormir, pero este ruido nuevo le resultó agradable, ya que
en el norte donde vivía antes casi nunca llovía. Medio dormido aún,
se sentó en la cama con su pelo despeinado e incluso así
continuaba viéndose guapo, le parecía que el ruido del agua era
demasiado intenso, así es que caminó hasta la ventana y vio por un
instante caer la copiosa lluvia, se sintió feliz y luego se detuvo a
pensar en que el sonido había cambiado, sin embargo, no parecía
haber cesado de caer agua. Se dio vuelta para buscar una camiseta
entre sus cosas, pero antes de que pudiese encontrar algo se abrió
de golpe la puerta del baño de la habitación y entre un espeso vapor
de ducha aparece un guapísimo hombre con una toalla cruzada en
la cintura.
— ¡Disculpa…Te desperté! — dijo el apuesto hombre de tez
blanca mientras se movía su corto cabello claro aún mojado.
Boris quedó atónito con su presencia, no logró reaccionar durante
unos segundos. Estaba impactado con el marcado cuerpo mojado
de aquel hombre.
—Hola, tú debes ser Boris…Yo soy Gabriel — se acercó
sonriendo y estiró su mano para saludarlo.
Boris apenas atinó a pasarle la mano y esbozó una sonrisa —Al
fin algo bueno— pensó.
— Sí, hola…Yo soy Boris— respondió mientras sostenía la mano
de Gabriel y sintió como una corriente recorría su cuerpo, su
corazón se agitó.
— Entré mientras dormías y no quise hablarte, te veías a gusto
durmiendo, así es que pasé directo a la ducha — Gabriel se sentó
en su cama – Tuve un viaje extenso y ya sabes, uno suda, se
agota… – estiró su espalda para acomodarse mientras le sonreía a
su nuevo hermanito.
— No hay problema, yo pensé que era la lluvia, pero al parecer
eras tú en la ducha— respondió Boris poniéndose una camiseta que
sacó de su maleta.
— Pensé que eras más niño — dijo Gabriel, mientras se dirigía a
su closet – Te llevaré a entrenar con el equipo de fútbol— sacó unas
prendas del mueble.
— Eh, el fútbol no es lo mío, pero sí a veces iba al gimnasio –
afirmó Boris, buscando un pantalón entre sus cosas, un tanto
nervioso.
— ¡No hay problema brother, yo te puedo ayudar! — Gabriel dejó
caer su toalla dando la espalda a su hermano, quien pudo ver su
perfecto trasero de deportista, mientras se ponía ropa interior –El
fútbol tiene sus ventajas…— volteó levantando su dedo pulgar en
gesto de aprobación. Boris atinó a sonreír, su corazón seguía
acelerado, ya que para su sorpresa su nuevo hermano mayor era un
hombre demasiado atractivo.
— Y ¿En dónde practicas fútbol? — preguntó el adolescente,
tratando de disimular que miraba su cuerpo a medio vestir, hacía
mucho no sentía ese alboroto hormonal.
— A veces voy a jugar con los estudiantes del Colegio de la
Iglesia — se puso unos jeans que marcaban sus piernas bien
entrenadas – Y salgo a correr por los alrededores de la casa — sacó
una camisa a cuadros tipo leñador de un cajón.
—Es muy bonita esta ciudad, aunque llueve bastante— Boris
logró quitar su vista de Gabriel, mirando la lluvia por la ventana y
esperando termine de vestirse.
— ¡Ah, aquí la lluvia no es impedimento para salir! — terminó de
abrocharse la camisa y se acercó a Boris que lo miraba de reojo –Te
llevaré a conocer los alrededores, lo prometo— le dijo, al tiempo que
le tendía la mano como para cerrar un trato. Boris hizo lo mismo con
una gran sonrisa, al fin algo le provocaba alegría, aunque fuese sólo
por el gustito de mirar; además sintió que sería bueno tener a
alguien con salir a recorrer, ya que la Casona estaba a la salida de
la ciudad, en una zona campestre ligada a la ganadería.
En ese instante, golpearon la puerta y luego se abrió lentamente,
era Abner que venía a saludar a sus hijos. Se sintió dichoso al
verlos juntos y escuchó de sus planes de salir a recorrer la zona;
confiaba plenamente en Gabriel, quien ya llevaba diez años en la
casa al amparo de la familia luego de quedar huérfano; le dieron una
casa y pagaron sus estudios que ya estaba por finalizar.
— ¡Hijos míos, vengo por dos cosas! — los miró poniendo una
mano en el hombro de cada uno — Boris, me acompañaras a
conocer el colegio, ya que mañana ingresas temprano— a este se le
detuvo el corazón porque aún no esperaba volver a clases, pero no
le quedaba de otra – Y tú, mi querido Gabo, hay que preparar tu
cumpleaños número veintiséis — Gabriel sonrió mientras abrazaba
al Pastor en un gesto de agradecimiento.
— Ahora muchachos, debemos bajar a desayunar…Te tengo una
sorpresita abajo— añadió mirando al mayor y salió por la puerta
rumbo a la cocina. Gabriel bajó en seguida, mientras que Boris fue
rápidamente a ducharse para no retrasarse.
Quince minutos después, bajó para alcanzarlos a desayunar;
desde el segundo piso se escuchaban las alabanzas de tía Corina a
Gabriel y las risas del Pastor, pero también había una voz diferente;
no se trataba de Juana, la empleada de la casa. Era un tono de voz
femenino, un poco molesto, se fue acercando a la cocina y al entrar
logró identificar de donde provenía esa vocecita: una mujer joven y
guapa, pero con aspecto y vestimenta de amargada, seguramente
de la iglesia (le pareció que todas vestían igual). Estaba colgada del
cuello de Gabriel. Sintió un pinchazo en el estómago y a la vez un
poco de alivio, en el fondo sabía que, aunque no fuera su hermano
realmente no debería estar mirándolo con otros ojos. Se acercó a
saludarla y fueron presentados, se trataba de Lucía, la novia de
Gabriel y por lo que le contaron tenían planes de casarse el próximo
año. Ella parecía un poco despectiva y mostró poco interés en
hablarle, de no ser por Corina que no guardó detalles del noviazgo y
habló por todos los presentes, Boris y Lucía sólo se habrían dado un
frío saludo.
La pareja se veía compenetrada, ella lo mimaba casi en forma
excesiva y parecía no agotarse de darle besos cada vez que podía,
mientras el novio a ratos trataba de hacerle notar que estaban en la
mesa desayunado.
— Lucía, no olvides que eres una mujer cristiana— le dijo Corina,
arreglándose su pelo y con una mirada severa, al parecer no le
gustaba cuando había muestras de excesivo afecto cerca de ella
que no tenía a nadie. La joven pareció un poco molesta y se
enderezó en su puesto.
— Lo siento tía Corina, es que no lo veía hace días – sonrió un
poco forzada mirando a su novio que le guiñó un ojo.
— ¡Debemos partir, nos esperan en el colegio! — Abner se
levantó de la mesa, al igual que Boris para ir a conocer el lugar. Se
despidieron de todos y antes de salir por la puerta, tía Corina le
insistió a su sobrino que debería ser un ejemplo dentro de sus
compañeros, ya que era hijo del Pastor y hermano de Gabriel,
recalcando que fue un exalumno intachable del colegio. Boris trató
de sonreírle y se subió rápidamente al auto para dejar de oírla por
un momento, ya que a pesar de querer mostrarse cariñosa, perfecta
y pura, aún no le agradaba del todo, seguramente por sus
creencias, pues él jamás había estado en un entorno de personas
creyentes. Abner subió al vehículo y salieron rumbo al colegio. En el
camino, Boris se distrajo bastante viendo el bello paisaje verde de
los alrededores y luego ya en la ciudad le parecía pintoresco ver a
todo el mundo tan abrigado y llevando paraguas para protegerse de
la lluvia, que a ratos se mezclaba con un poco de sol.
El colegio estaba al otro extremo de la ciudad y no parecía un
edificio grande, seguramente no era popular a pesar de ser
cristiano. Al costado había otro edificio pequeño, su padre le
comentó que ese era el Hogar de menores, una especie de refugio
temporal donde llegaban niños a los que les buscaban familias para
ser adoptados por extranjeros que les daban un mejor futuro. En la
entrada del establecimiento, se veía el nombre de este y estaba
acorde con la iglesia “Colegio Cristiano Arcángeles”, al parecer los
seres divinos serían parte de la nueva vida de Boris. Entraron por
los pasillos de vidrio, rumbo a las oficinas y en el camino se podía
escuchar el alboroto de los estudiantes en algunas salas; estaban
en el sector de la secundaria, de tal forma que para el próximo día al
menos ya conocería su entorno. En la oficina principal les esperaba
Marta para finiquitar algunos antecedentes que eran necesarios
para la documentación del nuevo estudiante, le entregaron su
uniforme y una agenda del colegio llena de pasajes bíblicos. La
directora hizo un llamado por teléfono y luego de unos minutos llegó
hasta el lugar la profesora a cargo del tercer año, el curso de Boris,
para conocerlo. Luisa Jorquera cruzó la puerta de la oficina y no
tenía aspecto como la mayoría de las mujeres que se habían
encontrado en el lugar, se veía mucho más jovial y llena de vida,
vestía como una universitaria y probablemente había egresado hace
poco. Tras un rato de conversación para conocerse, Boris se sintió
bastante a gusto con ella, le pareció encantadora.
—Quizás te gustaría ver tu curso por la ventanilla de la sala, así
mañana no te asustas…— sugirió Luisa a Boris a modo de broma y
le apuntaba hacia la salida de la oficina.
— Eh… ¡Sí, claro! — respondió animado, mientras se levantaba
de su silla — ¿Puedo ir? — consultó a Marta.
— Por supuesto Boris, pero no te mal acostumbres a privilegios—
dijo la directora en tono amigable, mientras miraba su computadora
— ¡Te veo en la casa más tarde! — se despidió y luego miró a su
esposo –No te vayas aún, debemos revisar unos asuntos – su voz
se tornó seria.
Luisa y Boris fueron hasta la sala que mañana ocuparía y pudo
observar que estaban en clases de lenguaje. Era un curso típico,
algunos prestaban atención y otros miraban al techo, entre todos
ellos, al final del salón pudo ver que alguien había notado su
presencia, lo observaba un chico de cabello liso desordenado con
gel, moreno y de buen aspecto; traía su uniforme un tanto
desarreglado en comparación al resto, levantó una mano saludando
a Luisa y luego siguió anotando unas cosas, quitando su mirada de
Boris.
— Ese es Julián…Muy desordenado, pero en el fondo un buen
chico— le comentó la profesora, quien notó que le había llamado la
atención.
Boris sólo lo había mirado porque le pareció uno de los más
guapos del grupo, pero ante el comentario de Luisa atinó a
responder un simple “ok”. No sabía cómo iba a ser su vida en este
colegio cristiano y esperaba que el tiempo volara para no seguir
soportando todo aquello. Se despidió de su nueva maestra y esperó
en el auto a su padre que se encontraba solucionando asuntos con
su esposa en la oficina. Mientras observaba el lugar, sacó su celular
y notó que tenía un nuevo mensaje en su WhatsApp de un número
no guardado.
Hola Bro, papá me dio tu número.
¿Quieres ir hoy al campo?... ¡Dejará de llover! =)
¡A las 3 salimos! ... Besos…Gabo! =P
El corazón de Boris latió con fuerza, a pesar de saber que Gabriel
era un imposible por factores como: familia, edad, novia y religión; le
encantaba la idea de sentir que un chico guapo lo estaba tratando
con afecto, aunque este lo viera como un hermano. Al final de
cuentas, era la única sensación más agradable que tenía desde la
muerte de su madre, a pesar de que, en el fondo, una voz le decía
“ni lo intentes” y lo hacía sentir culpable, seguramente ante tanta
restricción impuesta por la iglesia de su familia. Incluso sabiendo
todo eso, con una sonrisa radiante, guardó el número como “Gabo”
en su libreta de contactos y le respondió:
¡Claro que sí Gabo…Voy!
La tarde en el campo

C on una puntualidad extraordinaria, Gabriel llegó a la casa para


salir de paseo por las cercanías de la Casona; subió la
escalera tratando de no hacer mucho ruido, ya que esa era la hora
en que tía Corina tomaba una siesta antes de ir a su reunión con el
grupo de “Mujeres Virtuosas” de la iglesia, por lo tanto, los ruidos
estaban prohibidos casi como uno de los mandamientos que
recitaba regularmente. Entró en la habitación donde lo esperaba
Boris listo desde que terminó su almuerzo, pues una vez que
respondió el mensaje le ganó la ansiedad y se demoró casi una hora
en elegir la ropa más adecuada para salir de paseo en un día frío y
algo lluvioso; vestía un cómodo buzo color gris que hacía notar un
pequeño y pronunciado trasero, además de una chaqueta para la
lluvia; al parecer tenía la ropa precisa para el momento, ya que
afuera aún caía una leve llovizna. Gabriel entró lleno de energía,
estaba motivado; lo saludó dándole un fuerte y rápido abrazo, él ya
venía listo y traía algo de barro en sus zapatos, el que quedó regado
por el piso. Justo antes de bajar, vibró su celular un par de veces,
era Lucía enviando mensajes.
Gordito, dime si estás en tu casa…
Quiero que vayamos al cine esta tarde. ¡Te amo!
Gabriel sólo desplegó el menú superior para no entrar en la
aplicación y evitar tener que dar una respuesta, suspiró como
agotado y tomó un manojo de llaves colgadas al costado de la
puerta de la habitación.
— Nos vamos al estero… ¡Ese lugar es genial cuando llueve! —
le anticipó a Boris, que lo seguía bajando las escaleras — A veces
voy a pescar por esos lados — dijo pensando que podría interesarle
el asunto.
—Nunca he salido de pesca— respondió el adolescente,
observando una moto de cuatro ruedas que estaba justo afuera de
la casa.
— ¡Entonces otro día vamos a eso…Ahora sube! — Gabriel se
subió a la moto, seguido por Boris, que trataba de no pensar
tonteras al respecto, ya que andar en una moto con otro hombre era
una de sus ideas de cita con las que alguna vez soñó – Con esta
moto es más fácil moverse dentro del fundo— agregó al tiempo que
la encendía. Al cabo de unos segundos, partieron con rumbo al
estero, en el camino pasaron por una pequeña huerta donde
cultivaban hortalizas para la familia y de ahí cruzaron entre unos
pastizales con unas cuantas vacas dando vueltas por el lugar hasta
entrar en lo que parecía un pequeño bosque. Boris estaba
maravillado ante la belleza del lugar, le agradaba sentir la llovizna en
su rostro e ir muy cerca de Gabriel que le transmitía seguridad.
— ¡Agárrate, firme Brother! — gritó Gabriel para advertir una
pendiente entre los árboles. Al fondo, se podía ver un pequeño
roquerío; descendió la velocidad y por fin ya estaban en el estero.
Un pequeño afluente de agua poco corrientosa, que en días de sol
servía para darse un refrescante baño. Estaban rodeados de
grandes árboles que se mecían por el viento de invierno y que en la
zona soplaba con intensidad. Se bajaron y caminaron hasta las
piedras más altas donde había un desnivel con el agua y se tornaba
más vertiginosa. Boris disfrutaba mucho del aire fresco y la
sensación de estar en un lugar tranquilo, lejos de gente hablando de
la Biblia o pecados y castigos. Se sentaron a contemplar el entorno.
— ¿Tenías novia allá donde vivías? — le preguntó Gabriel.
—No, nunca he tenido novia— respondió un poco sonrojado ante
la inesperada consulta, esperando que su acompañante no lo
notara; pero fue en vano, pues le sonrío como cuando descubres a
un niño diciendo mentiras.
— ¿En serio?... ¡No te lo creo! — dudó Gabriel, ya que, por su
aspecto, cualquiera diría que tenía mucho arrastre entre las chicas.
— ¡Jajaja! Sí, es la verdad— insistió –Soy un poco pesado con
las chicas— agregó tratando de decir algo sin ser descubierto, no
podía quedar en evidencia frente a nadie de la familia.
—Te entiendo, yo era igual… Tuve novia recién a los dieciocho
cuando entré en la universidad— Gabriel puso su cara hacia el cielo
para que le cayera la llovizna.
— ¿Lucía? — Boris tenía curiosidad. Lo miraba atentamente, se
veía guapísimo bajo la lluvia, sintió deseos de estar entre sus
brazos.
— No, otra chica... Lucía es mi novia hace 2 años— continuaba
mojándose la cara.
— Y pronto se van a casar… — Boris le lanzó algo que parecía
una pesada piedra, ya que dejó de recibir la lluvia con su rostro.
— Eso no tiene fecha segura…Es lo que quieren en la iglesia—
se tendió sobre la roca húmeda sin importarle ensuciarse.
— ¿Estás obligado? — Boris abrió sus ojos lo más que pudo, ya
estaba sintiendo terror de que la familia te dijera con quien casarte.
—No, pero les gustaría eso— lo miró fijamente –Pero mejor
cambiemos de tema, es aburrido… — dio un brinco y se puso de pie
– ¡Sígueme, vamos a correr…eso me relaja! — y salió disparado
entre los árboles, como escapando del tema. Boris se puso de pie y
trató de seguirle el ritmo, aunque le era difícil, pues desconocía el
terreno. Corrieron casi por diez minutos sin rumbo y sólo en un
instante Boris estuvo por alcanzar a Gabriel, que súbitamente se
detuvo en un terreno fangoso por donde pasaban animales en las
mañanas.
— Creo que es hora de darte la bienvenida — miró a Boris con un
poco de picardía— ¡Esto es guerra ¡— advirtió al tiempo que
comenzó a lanzarle barro.
Boris reaccionó rápidamente y le respondió de la misma forma,
así bajo una tenue llovizna se lanzaron trozos de lodo y agua sucia
hasta que quedaron completamente cubiertos por este. corrieron de
un lado a otro esquivándose. Fue Gabriel quien finalmente alzó los
brazos para terminar la infantil batalla y luego se dejaron caer de
rodillas para descansar. Jamás se habría imaginado en una
situación así; en ese instante, Boris se sintió dichoso, sucio y
desgarbado, pero feliz.
—Pensé que no responderías— dijo Gabriel, casi sin poder
respirar del cansancio.
—Te equivocaste hermano mayor— respondió Boris con ironía,
agotado y sacándose un poco de barro de la cara.
— ¿Hermano mayor? — Gabriel trató de ponerse de pie con
lentitud –Eso suena rarísimo, espero que así sea…— agregó ya de
pie y con las manos en la cintura tomado aire. Recién ahí se dio
cuenta de que aquel muchacho sin tener su sangre debía ser como
un hermano, antes quizás no lo había razonado; pero en el fondo no
sabía qué era lo que le producía mirar los ojos de Boris, supuso que
se trataba de ternura al ser diez años menor que él y hasta le
recordaba cuando llegó a la Casona, desprotegido y de la misma
edad que Boris.
— Sí, es extraño… Pero así están las cosas— respondió Boris
aún de rodillas en el suelo con una gran sonrisa, lo único más
blanco que se veía en su cara cubierta de barro.
Se quitaron un poco de barro y fueron hasta donde dejaron la
moto, en un momento miraron el estero pensando en sacarse la
suciedad, aunque la baja temperatura los hizo reaccionar y mejor
tomar rumbo a la Casona. Se rieron en complicidad como si se
hubiesen conocido de toda la vida. Nuevamente Boris se sentó
detrás y se aferró sutilmente a la sucia ropa de su “hermano” para
no caerse en el camino. Parecían dos seres asquerosos de película
animada, todos cubiertos de barro. Cuando llegaron a la Casona
prefirieron no utilizar el acceso principal para no ensuciarlo, así es
que se estacionaron en una puerta que era la entrada a la antigua
cocina. Para su sorpresa, allí estaba Lucía y su cara no era de
felicidad; permanecía rígida y de brazos cruzados, sumado a su mal
gusto por la ropa que le aumentaba por lo menos quince años,
parecía la institutriz de la novicia rebelde.
— ¡Ahora veo porque no respondes mis mensajes! — reclamó
con voz severa y sin mover un músculo de la cara.
— ¡Ay, amor lo siento! – le respondió Gabriel, acercándose a ella
que lo esquivó –Salí con mi hermano un rato al campo— trató de
tocarla, pero no lo consiguió.
— ¿Hermano? — Lucía miró indignada a Boris, quien le hizo un
gesto de saludo –Ya son hermanos…— agregó en tono despectivo.
Gabriel la miró sorprendido y antes de responder le abrió la
puerta a Boris para que entrara en la casa.
— Es lo que papá quiere y así debe ser — le recordó Gabriel con
un tono un poco más seco. –Pensaba llamarte más tarde— agregó
para tranquilizarla.
— Sí, pero yo quería ir hoy al cine y tú ni siquiera respondiste mis
mensajes por irte al campo con ese niñito a…— lo miró de pies a
cabeza con asco –¿Jugar con barro? — se dio media vuelta, cada
vez más enfadada.
— Son cosas de hombres, las chicas no se meten al barro— le
respondió tratando de solucionar el asunto.
— Y ¿Por qué no respondiste? — insistió su novia mirándolo
fijamente.
— Lo siento, ni siquiera vi el celular— afirmó el ejemplar e
intachable Gabriel, al parecer sabía mentir o pretendía saber
hacerlo.
— No sé… ¡No quiero verte por hoy! — finalizó la chica, quien se
alejó a paso acelerado como intuyendo que su novio le estaba
mintiendo.
Gabriel, que ya la conocía bien no insistió en seguirla y se metió
en la casa intentando no ser descubierto, aunque al parecer todos
estaban fuera, incluyendo a la señora Juana que a veces
acompañaba a la tía a su grupo de mujeres intachables. Subió las
escaleras y al llegar a su dormitorio buscó a Boris, pero este ya
estaba encerrado en el baño quitándose el barro en la ducha.
Aprovechó mientras para quitarse la ropa y dejarla en una caja, se
dejó puesta la ropa interior mojada y esperó a que saliera Boris
completamente limpio y con un pantalón corto puesto; traía el torso
desnudo y algo mojado.
— ¡Hey flaco!… ¿Para qué te encierras? — le dijo Gabriel
riéndose, al tiempo que entraba corriendo al baño y sin darle
espacio de responder, se quitó la única prenda que llevaba y se la
lanzó en la cara a Boris, luego entró en la ducha burlándose a
carcajadas.
— Lo siento…Yo no…— balbuceó Boris con el calzoncillo en la
mano mientras veía la silueta de Gabriel en el vidrio de la ducha
entre el vapor.
— ¡Tranquilo Bro… ¡Es broma! — se escuchó entre el ruido del
agua.
Boris se terminó de vestir mirando por la ventana, la lluvia se
hacía cada vez más fuerte por lo que intuía sería una noche de
tormenta. Luego se tendió sobre su cama y se puso a mirar las
aplicaciones de su celular, tenía una melodía en mente hace rato,
era un tema antiguo de los que escuchaba su mamá cuando hacía
aseo, trató de recordar el nombre, pero no lo conseguía. Quince
minutos después, salió Gabriel del baño con una mano cubriéndose
sus partes íntimas, ya que olvidó llevar su toalla y de paso para
hacerse el gracioso. Boris trató de no mirar o su corazón se iba a
acelerar y estaba procurando verlo como el hermano que esperaban
que fueran, aunque su sola presencia y aroma le revolvía el
estómago como sintiendo las típicas mariposas. Ahí mirándolo de
reojo para no tentarse, con esa sensación de nerviosismo, regresó
la melodía a su mente y recordó cómo se llamaba; buscó en una
lista de canciones de una aplicación, conectó sus audífonos y
mientras Gabriel se vestía frente a sus ojos, comenzó a escuchar la
canción que ahora le hacía pensar en aquel tentador hombre
cristiano.
El estudiante nuevo

D esde el alba comenzó el movimiento en la Casona de los


Ferrada, tía Corina se había levantado como de costumbre
antes de las siete para preparar el desayuno y tener todo dispuesto
para los hombres de la casa. Boris subió y bajó la escalera varias
veces buscando sus cosas, esperando no olvidar nada en el primer
día; se encontraba listo para salir de la casa con Abner cuando su
tía lo interceptó en la puerta.
— ¡La Camisa debe ir dentro del pantalón! — y lo toma por la
cintura, metiéndole la camisa ante la sorpresa de su sobrino –Y mira
cómo llevas los pantalones…— se los tiró casi hasta la cintura, ya
que Boris se los había puesto más abajo dejando ver un poco la
ropa interior – ¡Eso es tentar al diablo! — le dijo severamente
moviendo la cabeza en señal de desaprobación.
— ¡Pero, tía…Así se usan! – respondió Boris, mirándose y
sintiéndose como un anciano, de seguro si llegaba así al colegio
sería la nueva burla de todos.
— No mi niño… Eso es del demonio, incitar a los demás a ver tus
partes privadas… ¡No es cristiano! — le explicaba la recatada mujer,
mientras le tomaba las manos y miraba fijamente. Por un instante
hubo un silencio, Boris no sabía si agradecerle o soltarle la mano
para escapar –Hora de decir una oración y dar gracias por este día
— Corina aún no había terminado con su prédica, así es que no le
quedó otra que cerrar los ojos y seguir las palabras de la tía para no
disgustarla. Luego se despidieron y pudo partir rumbo al colegio,
afortunadamente ese día la lluvia había parado y solo estaba
nublado.
Llegaron casi al tiempo que estaba sonando el timbre para
ingresar, varios estudiantes corrían en la entrada antes de que se
cerraran las puertas. Abner acompañó a su hijo hasta el pasillo
donde se encontraba su sala, Luisa se acercó para darles la
bienvenida y le pidió a Boris que la esperara en la puerta mientras
ella le informaba unos asuntos al Pastor. Se paró junto a la puerta,
se sacó la camisa del lugar donde su tía la había dejado para no
parecer nerd, mientras las chicas comenzaron a chismosear en los
diferentes grupitos, lo miraban y le sonreían haciéndolo sentir
incómodo, además de aumentar sus nervios de primer día. La
profesora los hizo entrar y mientras cada uno se ubicaba en su
puesto de siempre, una niña le saludó desde su lugar y él le
devolvió el saludo con una leve sonrisa y levantando su dedo pulgar.
Luisa lo presento a todos brevemente, algunos ya sabían quién era
y otros lo habían visto ayer mirar por la ventanilla.
— Ese es el único puesto libre — le indicó Luisa, apuntando al
final de la sala, justo al lado del morenito que ayer lo observaba tal
como ahora, fijamente.
— Esta bien profe – contestó titubeando mientras se dirigía a su
sitio, siendo observado como bicho raro.
— ¡Hola! — saludó a su compañero de puesto.
— ¡Hola, nuevo! — le respondió con una hermosa sonrisa blanca
que destacaba en su piel morena.
A Boris le pareció más guapo de cerca su nuevo compañero,
pero nada comparado con el bombón que estaba en la Casona y en
su dormitorio cada noche. El primer bloque de la clase transcurrió
sin inconvenientes, Luisa sabía dictar una amena cátedra de
Biología y hacer que las células fueran más entretenidas.
Cuando sonó el timbre del recreo todos salieron corriendo,
excepto Boris, que sin saber bien qué hacer se sentó en una mesa
junto a la ventana listo para escuchar música de su celular y comer
una manzana que tomó en la mañana de la cocina; el otro que no
salió de golpe fue Julián, quien esperó a que la sala estuviera vacía
y se le acercó lentamente con una mirada fija un poco intimidante.
Boris trató de no parecer incómodo.
— Nuevo… Creo que eres de los míos— afirmó Julián y le guiño
un ojo, al tiempo que Boris desenredaba sus audífonos.
— ¿De los tuyos? — trató de hacerse el desentendido –¿Eres
evangélico? — respondió intentando de engañar a su compañero.
— ¡Jajaja!… ¡No, claro que no! — la sonrisa de Julián era
maravillosa y le daba un aire sexy –Yo creo que tú también eres…—
hizo una pausa de suspenso, mientras Boris sentía que ya alguien lo
había descubierto.
— ¡Sal de aquí Julián! — se escuchó un grito femenino desde la
puerta –¡Deja de molestarlo! — era la compañera que al llegar le
había hecho señas para saludar, su presencia causó un gran
disgusto en la cara de Julián, quien se dio media vuelta y
sonriéndole a Boris se retiró de la sala –¡Nos vemos compañerito
nuevo! — remató desde afuera.
— ¡Ignóralo, es un tarado! — se sentó al lado de Boris –Soy
Camila, un gusto— le sonrió, dejando ver sus brackets color rosa.
Camila era una de las mejores alumnas del colegio; una chica de
piel blanca con algunas pecas, pelo rojizo ondeado y algo
desordenado, ojos pardos, alta y delgada; para muchos era una de
las chicas más guapas del colegio y desde que se puso los brackets
su popularidad aumentó para su sorpresa, ya que pensaba que
sería lo contrario.
— Hola, Camila… Bueno tú ya sabes quién soy— respondió
Boris, tocándose el pelo –La verdad no me molestaba; es extraño,
pero a la vez agradable— agregó refiriéndose a Julián — Y será mi
compañero de puesto hasta no sé cuándo— sonrió.
—Jajaja… Sí, es verdad…Pero debes tener cuidado, ya que es
fastidioso cuando se lo propone y escuché lo que te decía— Camila
mecía sus pies en el aire.
— ¿Qué soy nuevo? — Boris reía, ya sabiendo a qué se refería la
chica –¿O que soy evangélico? — trató de sonar gracioso.
— Tú no tienes cara de evangélico y en el colegio no todos lo
somos— Le afirmó la chica mientras sacaba su celular – Y puedes
estar tranquilo si eres… Ya sabes…— añadió al tiempo que escribía
un mensaje en su WhatsApp.
— ¡Uff qué alivio saber que no todos son como en mi…! — Boris
se detuvo súbitamente para no decir una indiscreción.
— ¿Familia? — Camila soltó una risotada y se puso de pie –Yo
no diré nada…Soy una tumba y espero nos podamos llevar bien—
buscó algo en su Facebook, parecía estar atenta a todo tanto en el
lugar como en las redes sociales— ¡Te encontré!… Espero aceptes
mi solicitud de amistad, Boris Ferrada— Camila sonreía.
— ¡Claro que sí! — Boris se sentía a gusto con su compañera,
miró la pantalla de su celular donde apareció la solicitud de Camila
Lamas –No tengo amigos por aquí y no voy a rechazarlos— dio click
en aceptar y se quedaron conversando hasta que sonó el timbre
para regresar a clases, aunque Boris no respondió a la insinuación
de que era gay; Camila en el fondo lo sabía, pero no era el tipo de
persona que lo divulgaría. Cuando todos regresaron haciendo ruido
a la clase de matemáticas, que estaba por iniciar, uno de los
primeros en entrar a la sala fue Felipe; un chico alto, moreno, pelo
negro y corto con mucho gel, de labios gruesos y que a simple vista
parecía pertenecer a algún equipo de deporte por su contextura
física. Se acercó también a saludar a Boris y luego abrazó por la
cintura a Camila.
— ¿Son novios? — preguntó Boris terminando de comer su
manzana antes que el profesor ingrese.
— No, pero deberías decirle que acepte— sugirió Felipe besando
la mejilla de Camila y luego se fue hasta su puesto, haciendo un
gesto de paz con las manos a Boris en señal de buena onda.
— ¡Ay me encanta! — le dijo Camila al oído, antes de separarse
cada uno a su puesto cuando llego el docente, ambos sonrieron en
complicidad; eso también le daba como afirmativa la respuesta de
que a Boris le gustaban los chicos.
A mitad de la aburrida clase de matemáticas, el celular de Boris
comenzó a vibrar, eran unos mensajes en su WhatsApp; se le
aceleró el corazón al ver que provenían de Gabriel, deslizó su dedo
tratando de disimular el teléfono debajo de su cuaderno, ante la
mirada de Julián, que parecía bastante interesado en saber quién le
escribía.
Bro… ¡Acompáñame por unas cosas para mi
cumpleaños!
¡Di que sí! =)
Una sonrisa iluminó el rostro de Boris que tecleaba sin ser
descubierto, excepto por Julián, claro.
¡Sí Gabo, vamos!! No tengo nada que hacer…
Julián se acercó a él y le susurró — Por tu cara sé que se trata de
un hombre…— su sonrisa era una mezcla de picardía y disgusto.
Boris continuaba en su actitud de negarlo todo, ya que no confiaba
en Julián, por lo que sólo movió la cabeza en desaprobación y
guardó su celular en el bolsillo. Continuó la clase ahora con un
motivo para sonreír y ser menos aburrida.
Al final de la jornada, Camila y Felipe se despidieron de Boris
justo a la salida, quedando de acuerdo para salir una tarde y poder
conocer la ciudad. La pareja se alejó jugueteando como niños, ya
que ella llevaba semanas sin aceptar ser la novia de él y este la
hostigaba en cada momento que podía, se notaba que había
química entre ellos, pero por alguna razón la chica no aceptaba un
compromiso. Cuando ya se sintió solo, Boris sacó su celular para
ver si Gabriel le había escrito nuevamente, pero antes de poder
desbloquearlo una desagradable voz lo interrumpió por la espalda.
— Deberías buscarte una novia— escuchó severamente. Era
Lucía, la novia de Gabriel que iba en busca de una de sus amigas
de iglesia que trabajaba en el colegio – Para que juegues en el barro
con ella— agregó con ironía.
Boris no esperaba verla, ni mucho menos esa reacción de celos.
Tragó saliva, ya que estaba nervioso y no sabía exactamente qué
decir.
— Yo sólo salí con mi hermano— balbuceó sonrojado e
incómodo.
— Así es…Hermano mayor y debe comportarse como tal— Lucía
le arregló la corbata que traía desordenada y la apretó fuertemente
de manera casi amenazante –Espero que no le hagas perder
tiempo, por favor – finalizó, con una sonrisa falsa y siguió su camino
hasta el interior del colegio.
El corazón de Boris casi se paralizó, se sintió amenazado y sin
saber bien qué hacer o pensar; se desarregló nuevamente su
corbata, tomó aire y caminó un par de pasos para alejarse. Su
celular vibró y le volvió el alma al cuerpo, era el mensaje que
esperaba de Gabriel.
Paso por ti en 5 minutos …
Celos

Bro…Estoy en la esquina.
De aquí te veo…
Al recibir los mensajes, Boris se volteó para encontrar a Gabriel,
rápidamente lo divisó entre las personas y corrió hacia él, en parte
por la emoción de verlo y por los nervios de que Lucía los viera
juntos al salir del colegio.
— Dejé el auto estacionado para que caminemos— le Dijo
Gabriel al tiempo que le daba un abrazo.
— ¡No hay problema…Yo feliz! — respondió Boris perdido entre
el cuello de Gabriel, podía sentir el suave aroma de su perfume y el
de su piel. Se estremeció.
— Bro, necesito ver unas cosas para el cumpleaños y quiero que
me ayudes— lo soltó y le indicó hacia donde caminarían – No es
mucho, ya que papá y tía Corina tienen casi todo listo— agregó
mientras se acomodaba la camisa.
— ¡Será genial tener una fiesta! — Boris parecía emocionado.
— Jajaja— Gabriel dejó salir una risotada –¿Fiesta? — lo miró
sorprendido —En casa no se hacen fiestas, recuerda que somos
una familia cristiana— se puso serio.
— Eh…Oops, lo siento— Boris se encogió de hombros,
claramente avergonzado.
— Jajaja…Es broma Brother— volvió a sonreír –O sea, no hacen
fiestas con distorsión, pero sí compartimos con amigos— agregó
Gabriel, mientras Boris lo observaba casi como bicho raro.
— Pero eso suena aburrido— contestó Boris, con sinceridad.
— Lo sé, pero ahora que tengo un hermanito, podemos hacer
nuestra propia fiesta secreta— Gabriel le desordenó el pelo –¿te
parece? — lo miraba con ternura, sin saber cómo reaccionar.
— De acuerdo…Espero y se cumpla— fue lo único que Boris
atinó a decir, su corazón latía a mil por hora, a pesar de no saber
qué sentía Gabriel y lo más probable es que fuera solo cariño,
además de la diferencia de edad hacía que todo fuese un imposible,
un sueño lejano — ¿Y Lucía está invitada? – preguntó sin olvidar la
escenita de celos que esta le había montado recién.
— Por supuesto, es mi novia… No podemos dejarla fuera — le
guiñó un ojo al tiempo que entraban a una tienda gourmet.
Boris no recibió la respuesta de buena forma y se sintió
desanimado, pero en el fondo sabía que debía acostumbrarse a ser
lo que todos esperaban: hermanos. Caminó largo rato detrás de
Gabriel sin decir mucho, mientras éste compraba lo que necesitaba;
lo miraba y hasta un nudo se le puso en la garganta de impotencia.
— Lucía me dijo que no te haga perder tiempo, creo que le
molesta vernos juntos— pensó Boris casi con deseos de gritarlo. A
pesar de eso, se contuvo.
— Ahora pasemos por el supermercado y estamos listos con
nuestra parte— Gabriel llevaba un par de bolsas cargadas, mientras
que Boris le ayudaba con otras y le seguía.
Anduvieron un par de horas en lo que quedaba de compras para
la celebración. En la casa y en la iglesia ya estaba anunciada la
celebración que se llevaría a cabo en poco tiempo más, después del
culto, como ya era tradición. Todos los hermanos de la iglesia
participaban de las actividades de la familia Ferrada y este año no
sería la excepción. Una vez que terminaron de comprar, cargaron el
auto y se fueron en dirección a la casa.
— Antes de ir la casa, te llevaré rápidamente a que conozcas un
lugar que está en el camino — dijo Gabriel entusiasmado y con una
sensual sonrisa.
— ¿Qué es? – respondió Boris. Sus ojos se encendieron.
— Es un parquecito — Gabriel le contestó y al mismo tiempo
estacionaba el automóvil.
Boris vio desde la orilla del camino el lugar al cual se refería
Gabriel, un parquecito lleno de enormes y frondosos árboles que
comenzaban a llenarse de hojas luego de las fuertes lluvias.
Caminaron hasta una banca que había poco más allá de la entrada
del lugar y se sentaron a disfrutar del frío paisaje. La naturaleza del
lugar era una de las cosas, junto con Gabriel, que más le gustaba
del entorno donde ahora vivía, ya que en el norte todo era
demasiado árido; aquí podía sentir el frío viento en la cara, ver la
lluvia, prados verdes, muchos árboles y todo en compañía de un
hombre guapo; inalcanzable, pero extremadamente bello.
— A veces vengo a entrenar aquí o a jugar fútbol con los chicos
de tu colegio— comentó Gabriel y se tendió sobre la banca,
apoyando su cabeza en las piernas de Boris. El corazón del
adolescente se aceleró otra vez.
— Me gusta este lugar, es tranquilo— respondió Boris, tratando
de ignorar que él estaba recostado en su cuerpo. Miraba alrededor y
el parque parecía vacío, al parecer poca gente lo visitaba al estar a
la salida de la ciudad.
— ¡Ves, ya tienes un lugar donde traer a las chicas! — remató
Gabriel, al tiempo que sacaba su celular que acababa de vibrar. La
cara de Boris se puso rígida, ya que ese tipo de comentarios lo
sacaban de su ilusión y lo ponían incómodo.
Gabriel se volvió a sentar para ver su teléfono, un mensaje en su
WhatsApp con el nombre de “jefe” se desplegaba en la pantalla de
inicio.
Tenemos nuevo producto y comprador.
Luego de leerlo, su cara cambió abruptamente y se puso de pie,
tomo un respiro y se quedó viendo hacia el cielo con la mirada
perdida.
— ¡Hey! … Dime algo, no me dejes solo— insistió Boris para
hacerlo reaccionar. Luego se puso de pie y salió corriendo en
dirección al auto.
Gabriel volvió en sí con una risotada y corrió tras de él, pero no
logró alcanzarlo— ¡Creo que estoy viejo! – gritó mientras lo seguía
tratando de hacer broma – ¡Me ganaste Bro! – remató con la cara
llena de risa, pues disfrutaba esos momentos con su nuevo
hermano. Luego se subieron al vehículo y terminaron en la Casona,
la tarde ya había pasado.
En casa, los esperaba tía Corina con unos pasteles que ella
misma había horneado con la ayuda de Juana. Tenía la mesa
servida y cada detalle era como para tomar el té con la Reina de
Inglaterra, a Boris le parecía extremadamente cursi; estaba
acostumbrado a comer pizzas con su madre sentado en la alfombra
de la sala de la casa o en su habitación mirando televisión. Ahora,
en cambio debería acostumbrarse a las comidas en familia,
ordenado y dando gracias al Señor por los alimentos. Para su
desgracia, justo antes de que se sentaran a probar las delicias de la
tía, llegó Lucía y se fue directo a los brazos de su amado. El
estómago de Boris se revolvió, no sabía si era por su presencia o de
celos al verla besando a Gabriel.
— ¡Qué mesa tan bendecida tienen hoy tía Corina, felicitaciones!
— Lucía le dio un beso en la mejilla a la decorosa mujer y se sentó
junto a su novio. Miró a Boris con desagrado.
— ¿Qué nos cuentas mi querida Lucía? — Corina le indicaba a
Juana que le sirviera té a la joven. Sólo le bastaban unos gestos con
la mano y la señora sabía qué hacer y cómo hacerlo— ¿Qué pasa
afuera en el mundo? – agregó, ya que Lucía siempre sabía lo que
sucedía a su alrededor.
— ¡No me lo vas a creer! — Lucía le tomó la mano a Corina como
para prepararla –Aunque quizás no deba contarlo, puede que sea
sólo un chisme…No estoy segura — dijo ante la mirada expectante
de todos.
— No te preocupes querida, si es un chismecito santo, no te
compliques…El Señor sabe tu buena intención— respondió tía
Corina, quien llamaba de esa forma a los chismes que todo mundo
le llevaba en la iglesia; esa era la forma en que lo disfrazaban y los
hacía sentir libres de culpa, aunque al final siempre era un chisme
mal intencionado y nada celestial.
— Dicen las malas lenguas, que en el colegio hay un estudiante
homosexual— Lucía lo dijo como lanzando una bomba en el plato
de Boris, a quien miró fijamente y llena de ira. Todos en la mesa
estaban sorprendidos, parecía que el tema era gravísimo, a tía
Corina se le quedó atorado un trozo de pastel y tuvo que tomar un
gran sorbo de té para poder pasarlo.
— ¡Pero eso es… Terrible! — fue lo primero que Corina pudo
decir, luego alzó los brazos –¡Señor, líbranos del pecado! —Tomó
aire con fuerza— ¡Sodoma y Gomorra en nuestro colegio! —remató
casi con un grito desesperado. Juana corrió a su lado por si se
desmayaba.
— ¿Somorra y Gorroma? — preguntó Boris confundido, quien
jamás había escuchado de ese lugar.
— ¡Sí, Sodoma y Gomorra…! — corrigió Corina aún angustiada
—El lugar de la perversión y la sodomía — se tomaba la cabeza,
parecía que el mundo le daba vueltas.
— ¿Es eso cierto? — interrumpió Gabriel con preocupación –
Amor, ¿Sabes quién es? — miró a Lucía, quien tenía una cara llena
de satisfacción bien poco cristiana.
—Sólo lo escuché entre los alumnos cuando fui hoy, pero no sé
de quién se trata— aseguró la mujer con un tono despectivo.
— ¿Hoy fuiste al colegio? — Gabriel abrió unos enormes ojos—
¿No viste a Boris allá? – consultó mientras tomaba un sorbo de
café.
— No, no lo vi… Fui a otras cosas— miró con desagrado a Boris,
quien prefirió no decir nada de lo sucedido a la salida.
Luego de ese incómodo momento en la mesa, en donde Lucía
quiso inquietar al nuevo hijo de los Ferrada, éste se retiró a su
habitación y así dejar a la pareja de novios un rato a solas para su
desagrado, aunque no le quedaba de otra. Tía Corina le dio todas
bendiciones existentes antes de subir e invocó al Señor casi diez
veces para proteger a su sobrino del mal sodomita que acechaba el
pulcro colegio. Subió la escalera, cabizbajo y con emociones
revueltas; la presencia de esa mujer no le agradaba y era evidente
que ella sentía lo mismo por él. Decidió encerrarse en su mundo,
con sus audífonos escuchando música y mirando por la ventana el
paisaje que lo tranquilizaba. Media hora más tarde, preferiría no
haber estado en la ventana, pues para su desgracia, vio cuando
Gabriel con Lucía salían de la casa e iban gozosos y tomados de las
manos, luego se subieron en el auto que estaba a la salida de la
Casona y se fueron con rumbo desconocido. A Boris se le apretó el
estómago y se llenó de tristeza. Cuando logró reaccionar, tenía un
mensaje de Gabriel en su celular y al verlo sólo sintió un gran vacío.
Bro, no le digas a nadie. Tal vez no llegue a dormir esta
noche. ¡Besos!
Deseo y culpa

M edia hora más tarde, Gabriel y Lucía llegaron al


departamento de esta, lugar que había comprado con la
ayuda de sus padres y donde esperaba comenzar a compartir su
vida más adelante con su novio. Ella había preparado durante la
tarde una cena romántica, que estaba casi lista para servir y
consentir a su novio, el cual después de regresar de su último viaje
de trabajo casi no había pasado tiempo junto a ella por preferir
conocer a su nuevo hermano. Los celos la habían consumido en las
últimas horas, por lo que decidió tomar cartas en el asunto y
preparar una velada romántica. Gabriel se veía bastante a gusto con
la sorpresa y ella se sintió aliviada al sentir que su novio no había
dejado de amarla. Luego de un delicioso postre de chocolate que
con esmero elaboró siguiendo un tutorial de internet, se pararon de
la mesa y se acomodaron en el sillón frente al televisor que estaba
encendido listo para buscar alguna película y relajarse.
—Mi amor, gracias por esta rica cena — Gabriel besó a su novia
para sellar el momento.
—Te he extrañado mucho, estuviste demasiados días afuera y
con lo de tu hermano no hemos compartido casi nada— respondió
Lucía, entre los fuertes brazos de Gabriel.
—Bueno, llevar a ese niño con sus nuevos padres me tomó más
días de lo esperado— le acariciaba el cabello a su novia.
—Sí, lo sé y lo importante es que ahora otro pequeño huérfano
tiene una familia y un mejor futuro— agregó Lucía mientras olía el
cuello de Gabriel, su aroma le encantaba.
—Así es amor, todo gracias a la obra de la iglesia y mi padre—
miró a su novia fijamente a los ojos.
Hubo un instante de silencio, con la mirada compenetrada y
sintiendo el latir de sus corazones que se aceleraban. Gabriel se
acercó aún más y la besó nuevamente, su respiración comenzó a
agitarse y un fuerte deseo se apoderó de él, quien comenzó a
tocarla de manera provocativa y a besarle el cuello mientras ella
parecía fundirse entre los brazos de su novio.
— ¡Detente! — dijo Lucía súbitamente mientras se acomodaba en
el sillón.
—Lo siento Lucía, yo sé que tú aún no quieres— Gabriel
respiraba agitado – Siempre te he respetado, pero es que ya…— no
quiso terminar lo que pensaba, ya que llevaban saliendo dos años y
ella por llevar las creencias de la religión no podía entregarse a un
hombre sin casarse y siempre había logrado controlar a Gabriel en
ese aspecto, a pesar de los claros impulsos que este regularmente
tenía.
— Yo también siento que ya es momento— dijo Lucía mirándolo
con un poco de temor, sentía una mezcla de deseo y culpa al creer
que traicionaba sus principios.
Gabriel se le acercó y tratando de ser lo más sutil posible,
comenzó a besarla muy lento; sus caricias fueron más suaves que
antes, ella no podía negar que en el fondo sentía un fuerte deseo
por él y que ya era hora de entregarse. Los besos y las caricias
fueron aumentando la intensidad, sus respiraciones estaban
agitadas; Lucía por primera vez sentía a su novio tan de cerca que
parecía presionarla contra el sillón con una fuerza desconocida.
Preso del deseo, Gabriel no se contuvo más y comenzó a
desvestirla en forma casi agresiva, mientras ella aun conservando
un poco de timidez, sólo dejaba que él tomara la iniciativa. Cuando
por fin le quitó toda la ropa, pudo admirarla como siempre había
deseado, se desabotonó la camisa y volvió a besarla
apasionadamente, esta vez recorriendo su desnudo cuerpo que se
estremecía al sentir los labios y la pasión de Gabriel, quien luego de
un rato de besarla completamente, se quitó el cinturón para luego
bajar su pantalón. El corazón de Lucía latía a mil por hora, su novio
tomó su mano e hizo que le bajara la ropa interior dejando a la vista
lo que tanto le prohibían las señoras de la iglesia. Gabriel a medio
vestir, separó sus piernas y lentamente la hizo suya mientras la
besaba, podía ver en sus ojos que él era el primer hombre de su
vida. Lucía se retorcía debajo del musculoso cuerpo de su novio que
parecía estar en un estado de bestialidad, que ella jamás habría
imaginado en un tipo tan recatado en la iglesia. Tras un rato de
intensa pasión, se quedaron enredados sobre el sillón tratando de
recuperar el aliento. Ella, aun sintiéndose culpable.
—Disculpa, no quise ser brusco— Gabriel la abrazó, sabía que
era su primera vez y él había sido un poco torpe.
—Estoy bien amor…Eres maravilloso— contestó Lucía buscando
su blusa para cubrirse.
—Sé que esto era importante para ti— Él se sentó en el borde del
sillón aún a medio vestir.
—Sí, pero es contigo y sé que un día nos casaremos— le dijo
avergonzada mientras abotonaba la blusa.
—Bueno, adelantemos la boda…Yo prometí hacerlo— Gabriel
quería retribuirle lo que ella había hecho, a pesar de no estar seguro
de lo que decía, pues él siempre se había restringido por las
doctrinas de su iglesia y sabía que debía ser un hombre intachable
para seguir el legado de Abner.
Lucía lo miró sorprendida, en el fondo de su corazón, ella sabía
que al haberse entregado antes a su novio, este respondería a la
altura de las circunstancias y no dejaría que ella fuese blanco de
habladurías si es que alguien se enteraba de lo sucedido.
—¡Sí, yo feliz me caso contigo! — respondió eufórica y luego se
abrazaron. Él no sabía si era lo correcto, pero ya lo había dicho y no
podía defraudar a su familia. Ella por su parte, estaba asegurando
no perder al hombre de su vida, el chico correcto que todas las
hermanas de la iglesia querían de yerno. Ahora, era suyo
completamente.
Gabriel se levantó como para terminar de vestirse, pero Lucía le
pidió que se quedara esa noche con ella, no quería sentirse sola
luego de haber hecho el amor con su novio; así es que después de
darse una ducha y de programar una alarma muy temprano para
llegar de amanecida a la Casona, se fueron juntos a dormir.
A la mañana siguiente, la alarma sonó cerca de las seis; Gabriel
saltó de la cama, mientras Lucía apenas abrió los ojos sabiendo que
su novio debía irse para no dejar en evidencia que había pasado la
noche con ella, no querían que las hermanas de la iglesia hablaran
al respecto, ni siquiera en un “chisme santo”. Se despidieron con un
beso y Gabriel se fue apresurado rumbo a la Casona. Aún no salían
los primeros rayos del sol.
Efectivamente, llegó justo a tiempo, ya que tía Corina
normalmente se levantaba temprano para preparar el desayuno, así
es que, aprovechando el silencio de la casa, subió la escalera hacia
su dormitorio, tratando de no hacer ruido. Abrió lentamente la puerta
de la habitación, miró la cama de Boris y este ya se había levantado,
pues no había tenido una buena noche, se durmió tarde y con
tristeza e incluso despertó antes de que sonara su alarma. Estaba
en el baño, la puerta se encontraba abierta y ya se había duchado,
pues tenía la toalla cruzada en su cintura mientras se afeitaba la
escaza barba que a veces asomaba.
— ¡Hola Bro…Ya estás despierto! — saludó Gabriel parado
desde la puerta del baño.
—Hola…Sí, no dormí bien— respondió el adolescente sin ni
siquiera mirarlo.
— Boris, ¿Te sucede algo? — Gabriel lo notó extraño, un tanto
distante.
—Nada… ¿Cómo te fue anoche? — dijo Boris secamente antes
de lavar su cara para quitarse la espuma.
—Excelente Bro… Gracias por guardar el secreto— Gabriel, que
sentía lo distante que Boris estaba, trató de sonar lo más amigable
posible, haciéndolo sentir parte de su escapada con Lucía.
Boris salió del baño sin su típica sonrisa, estaba claramente
dolido al saber que no existía posibilidad con Gabriel, quien prefirió
no seguir preguntándole por qué no había dormido, pues supuso
que se estaba acordando de su mamá. Mientras Boris se vistió
rápidamente para salir de la habitación, Gabriel se metió en la ducha
para disimular que acababa de levantarse, trató de no demorarse
mucho, pues quería hablar con su hermano, pero fue en vano, al
salir del baño este ya había bajado a tomar el desayuno, así es que
se apresuró a ver si podía alcanzarlo en la cocina. Mientras se
vestía, un mensaje de Lucía llegaba a su celular.
Eres lo que más amo en el mundo.
Que tengas un lindo día…
Gabriel deslizó su pantalla para responder de inmediato, una leve
sonrisa en su rostro se dibujaba.
Tú también eres lo que más amo, mi hermosa.
Gracias por lo de anoche…
Cerró la aplicación, se puso un poco de perfume y bajó casi
corriendo para alcanzar a Boris, que estaba sentado junto a Abner
en la mesa desayunando. Saludó a todos como de costumbre y
antes de comenzar a comer, cerró los ojos e hizo una oración ante
la dichosa mirada de su padre y tía Corina; Boris sintió que se le
revolvía el estómago, por lo que tragó lo que le quedaba de
desayuno y se paró de la mesa disimulando que debía buscar
algunas cosas para la clase de historia. Gabriel sabía que algo
sucedía con él y no podía dejar de preocuparse, pues este le
provocaba ciertos sentimientos que no descifraba bien. Trató de no
levantar sospechas y cuando su padre se levantó a preparar sus
cosas para salir, salió raudo de la cocina en búsqueda de Boris, el
que estaba en la puerta de entrada de la Casona esperando.
—Estás extraño Bro… ¿Qué te sucede? — Gabriel le tocó el
hombro tratando de acercarse, pero Boris se corrió.
—Nada, sólo me estoy acostumbrando a todo— respondió
acomodando el bolso a su espalda.
— ¿Qué te parece si esta noche vamos a caminar algún lugar de
la ciudad? — preguntó Gabriel tratando de hacer algo por ayudarlo.
—No puedo — Boris se encogió de hombros.
— ¿Puedo saber por qué no puedes? — Gabriel sentía algo en
su pecho ante la respuesta negativa. No sabía qué era.
—Saldré esta noche con Julián… Un compañero de clase—
sonrío con ironía al decírselo –Anoche me invitó y le dije que sí—
efectivamente, había recibido un mensaje interno de Facebook
donde este lo invitaba.
La cara de Gabriel se descompuso, algo se revolvió en su interior
al saber que Boris saldría con Julián, pero no pudo decir nada, pues
Abner acababa de salir para llevarse a su hijo al colegio.
— ¡Chao, saludos a Lucía! – exclamó Boris sonriendo antes de
cerrar la puerta del auto y partir rumbo al colegio, ante la mirada
petrificada de Gabriel.
Los chicos de la noche

D urante uno de los recreos, Julián se acercó a Boris, quien se


encontraba en el fondo del patio del colegio conversando con
Camila y Felipe; estos ya se habían enterado del mensaje recibido
por Facebook donde lo invitaba a salir y la verdad aún no estaba
seguro de aceptar, sólo había aprovechado de utilizar la situación
para incomodar a Gabriel.
— ¡Hey!,no me has dicho si aceptarás salir conmigo esta noche,
nene nuevo— Julián interrumpió la conversación de los amigos,
aunque estos ya lo habían visto venir en su dirección.
—Eh…No estoy seguro de que me den permiso— Boris no
mentía al respecto.
—Verdad que eres el hijo del Pastor del colegio— Julián juntó sus
brazos como rezando en forma de burla.
— ¡Ya no molestes y vete! — gritó Camila indicándole con el dedo
hacia dónde debía irse. Estaba sentada en las piernas de Felipe.
— Tranquila…Sólo bromeo — Julián le sonrío dejando ver su
perfecta sonrisa, parecía que le daba igual lo que lo demás le
dijeran – Yo sólo quiero salir con este guapo chico nuevo— agregó
mirando a Boris que se sonrojó de inmediato –Y que está rojito
como un muñequito – finalizó guiñándole un ojo.
— ¡Ya, déjalo tranquilo! — insistió Camila un poco molesta con la
situación.
— Julián parece sincero en su invitación — intervino Felipe, ante
la mirada asombrada de Camila – Sólo necesita una respuesta —
quiso darle una ayuda al notar que parecía no estar molestando
como de costumbre. Se produjo un breve silencio.
— Si me dan permiso iré contigo…Pero como amigos —
respondió Boris aún sonrojado.
— Yo puedo conseguir el permiso del Pastor — dijo Camila ahora
con un tono más amigable. Julián miró sorprendido – Puedo inventar
que irás a mi casa a una sana reunión de compañeros…Pero con
una condición —agregó dejando en suspenso. Miró a Felipe y en
complicidad rieron.
— ¿Qué condición? — Julián estaba intrigado al igual que Boris.
— ¡Que nos dejen ir con ustedes! – exclamó Felipe en
complicidad con Camila.
— ¿Es en serio? — Julián estaba asombrado, ya que nunca
había tenido muy buena relación con nadie en su curso.
— ¡Sí, es enserio! — aseguró Camila, poniéndose de pie – Nos
sirve para salir y para cuidar a nuestro amiguito Boris de tus garras
— miró a Boris, quien no entendía muy bien todo lo que pasaba –
¿Qué dices amigo? ¿Vamos? — su sonrisa dejaba ver sus brackets.
— ¡Está bien, vamos! Pero tú me consigues el permiso—
respondió Boris, mientras que Julián sonreía al haber conseguido
una cita con el chico nuevo.
Durante el resto de la clase planificaron cómo sería la salida y
horas más tarde, Camila llamó a la Casona del Pastor Abner para
hablar directamente con él; le hizo saber lo agradable que era su
hijo Boris y como buenos compañeros querían darle una pequeña
bienvenida en su casa, de manera recatada como acostumbraban
en el colegio. Las buenas notas y conducta de Camila surtieron
efecto en Abner, quien accedió a que su hijo participara de la
reunión de compañeros, dejando en claro las condiciones para que
regresara no más allá de las dos de la mañana, lo cual ya era un
horario para él prudente para que la juventud se divierta sanamente.
Tía corina en cambio, al saber de la salida que tendría su sobrino,
regañó un rato diciendo que no se debía ser tan permisivos con los
adolescentes o de lo contrario acabarían alejados de los caminos
del Señor. Tras casi una hora de hablar de lo mismo con Juana,
que escuchaba atenta a su patrona, apareció Gabriel en la cocina
en busca de algo de comer.
— ¿Quién se alejará del Señor? — preguntó Gabriel con
curiosidad, al tiempo que habría el refrigerador.
— El niño Boris — dijo Juana mientras amasaba un pan de
semillas sobre la mesa.
— ¡Pero Juana, mujer, por el amor de Dios! ¡cómo dices eso! —
tía corina soltó su revista cristiana — Yo me refería a la juventud en
general, no a mi sobrino — enfatizó.
— Perdón señora, es que como el niño va a salir de noche yo
pensé qué…— la pequeña y dulce empleada no alcanzó a finalizar
su idea porque notó la mirada severa de Corina, así es que siguió
amasando con más fuerza.
— ¡No pienses mujer y amasa ese pan! — Corina parecía
molesta.
— ¿Dónde irá mi hermano esta noche? — Gabriel sentía
curiosidad por saber, trató de no parecer tan interesado.
— Es una reunión en casa de la familia Lamas, esa gente
extraña… Su niñita es compañera de tu hermano — respondió tía
Corina, refiriéndose a Camila y su familia, ya que no pertenecía a la
congregación y sólo estaba en el colegio porque podían pagar la
colegiatura. A ella no le agradaba su madre, quien trabajaba como
instructora de Yoga y esas cosas del cuerpo eran guiadas por el
maligno según su pensamiento.
— Ah claro, una reunión en casa— dijo Gabriel pensando en otra
cosa – No se preocupen entonces, estará bien – agregó sabiendo
que Boris había mentido. Luego se retiró con un sándwich en la
mano y dejó que las mujeres siguieran con sus asuntos. Prefirió no
indagar más porque ya había pasado toda la mañana pensando en
el asunto y casi tenía olvidada otra vez a su novia Lucía. Se fue
hasta el patio y se sentó en unos troncos apilados que pronto serían
cortados para hacer leña. Miró hacia el segundo piso y en la
ventana de su habitación estaba Boris escuchando música,
intercambiaron una mirada y voltearon al mismo tiempo para
ignorarse.
Boris, aún celoso por la salida de Gabriel la noche anterior, en
donde intuía que había sucedido algo íntimo entre ellos, prefirió
pensar en otra cosa, por lo que comenzó a buscar su ropa para salir
en la noche; estaba ansioso, ya que hacía mucho no tenía una
escapada nocturna y a pesar de lo incómodo que podía resultar
Julián, igual era un compañero guapo y eso le provocaba extrañas
sensaciones. Buscó en su celular una lista de música y la dejó sonar
mientras se probaba diferentes prendas, así estuvo por casi una
hora hasta que decidió con cual quedarse.
Rato después, salió de la casa cuando estaba comenzando a
oscurecer, era la primera vez que salía sólo de la Casona, aunque
tía Corina le había repetido casi diez veces cómo debía hacerlo para
encontrar la locomoción pública. Siguió sus instrucciones y en
menos de cinco minutos ya estaba en el bus que pasaba por la
carretera hacia la ciudad; tardó casi media hora en llegar a su
destino con todas las paradas que hizo recogiendo gente por el
camino. Una vez en el centro, Camila y Felipe lo esperaban en la
parada del bus. Emprendieron camino al lugar donde Julián los
había citado, no quiso decirles específicamente cual sería el sitio
escogido. Llegaron hasta la plaza de la ciudad y se sentaron frente a
la enorme pileta llena de luces, corría un brisa fresca y Felipe
aprovechaba de abrazar a Camila que vestía ropa ideal para el
verano y estaba sintiendo frío, él en cambio usaba unos jeans
gastados y una camiseta blanca muy ajustada con la intención de
mostrar sus pectorales marcados por la intensa rutina de ejercicios
que estaba siguiendo en el gimnasio. Boris se decidió por unos
pantalones azules y camisa blanca con detalles negros, se veía alto
y delgado. Casi quince minutos más tarde, apareció Julián
evidentemente retrasado; desde lejos Boris le echó un vistazo, ya
que el morenito se veía increíblemente diferente al colegio. Vestía
jeans oscuros ajustados, camisa negra abierta y con muchos
broches lo que dejaba ver una camiseta de esas ligeras sin mangas,
toda su piel canela resaltaba y le daba un estilo sensual, sumado a
que se había peinado con abundante gel, realmente se veía
atractivo.
— ¡Al fin llegas Juli! — saludó Camila entre los brazos de Felipe –
¿Dónde iremos? — estaba ansiosa por saber.
— Ahora espero que todos quieran ir – decía el morenito mientras
sonreía a Boris— ¡Quieren ir a la disco gay? — se refería a la única
que existía en la ciudad.
— ¡Sí! — respondieron al unísono mirándose en complicidad.
— Felipe, ¿No te preocupa lo que puedan decir tus compañeros
del equipo de fútbol? — preguntó Julián al tiempo que caminaban
rumbo a la discoteca.
— No, para nada— afirmó Felipe, quien iba de la mano con
Camila – No tengo prejuicios y me da lo mismo si hablan — agregó
muy seguro – ¡Ah y puedes decirme Pipe como lo hacen todos! — le
sonrió al tiempo que Camila le sacaba la lengua en forma coqueta.
— ¡Buenísimo Pipe! – Julián, levantó el pulgar en señal de buena
onda, luego miró a Boris – ¿Y tú guapito?, espero lo pases bien
conmigo esta noche— dijo en tono insinuante para molestarlo, ya
que sabía que era un poco tímido.
—Eh…Sí, seguro que sí— las mejillas de Boris se enrojecieron
levemente y eso a Julián le encantaba.
Se fueron caminando por varias calles y llegaron hasta un antiguo
edificio en donde un pequeño grupo de personas ingresaba por una
puerta metálica, en donde había un tipo gordo con pinta de guardia
y otro muy flaco y desgarbado que cobraba las entradas. En la
puerta, había un letrero con luces que decía “Neón Blue X”; los
cuatro se reían mientras hacían la fila para entrar, pues comentaban
que el sitio parecía un poco turbio y desarreglado, pero Julián
insistía en que por dentro era todo lo contrario y que lo pasarían
bien, además ya había llamado al dueño para que los dejara pasar
sin problemas, aun siendo menores de edad. Por fin avanzó la fila y
pudieron pagar sus entradas, les pusieron unas pulseras
fluorescentes con el nombre de la disco. Una vez dentro, se dieron
cuenta de que Julián no mentía y era un sitio espectacular, lleno de
esferas de espejos, luces de neón y mucho brillo por todos lados; la
música sonaba fuerte y estaba repleto de gente bailando, se veían
algunas parejas besándose entre la multitud y otros al fondo en la
barra bebiendo y riendo.
Camila y Felipe bajaron a bailar y se mezclaron entre el tumulto
que se movía al ritmo de la princesa del pop. Boris, un poco
inquieto, se quedó con Julián y juntos se fueron a beber un trago.
— ¿Qué prefieres tomar? — gritó Julián cerca de Boris para que
pueda escucharlo, pudiendo sentir el perfume de este.
— ¡Cerveza! – le respondió sintiendo una tensión al tener a su
compañero tan cerca.
— ¡Ok…Cerveza para los dos! — Julián fue hasta la barra y
rápidamente consiguió su pedido, no quería dejar a su acompañante
mucho rato porque ya había detectado a varios chicos que lo
estaban mirando como buitres, no sólo por su belleza, sino que
también por ser nuevo en el lugar, ya que los clientes casi siempre
eran los mismos. Le pasó la cerveza a Boris y bajaron hasta la pista
de baile, comenzaron a bailar y a beber moviéndose entre las
demás personas hasta llegar donde estaban Camila y Felipe
abrazados. Así estuvieron bailando por casi una hora, por
momentos se turnaban para ir a la barra a buscar más alcohol; los
cuatro la estaban pasando demasiado bien y Julián aprovechaba
cada instante para acercarse y coquetearle a Boris, este por su
parte se sentía bastante a gusto, a ratos se acordaba de Gabriel,
pero sus celos hicieron que luego de un par de vasos de cerveza
pudiera dejar de pensar en él y disfrutar del momento con sus
nuevos amigos. De pronto, comenzaron a lanzar unas pulseras
luminosas y empezó la fiesta de espuma que a esa hora de la noche
era costumbre en el lugar.
— ¡Les dije que esto era lo máximo! — afirmó Julián con su vaso
en alto, mientras se movía cerca de Boris mirándolo a los ojos.
— ¡Sí, esto está increíble! — gritó Camila al tiempo que Felipe
bajaba lentamente hasta su cintura al ritmo de la música.
Rápidamente la espuma comenzó a mojar sus ropas, lo que les
daba un aspecto sensual a todos, algunos chicos los miraban, ya
que los tres del grupo eran bastante guapos y con las camisetas
húmedas se podía ver el cuerpo de estos, algunos hombres
mayores miraban con deseo desde la barra o el segundo nivel de la
disco; un par de chicas lesbianas miraba de vez en cuando a
Camila, lo que le causaba un poco de risa, ya que no estaba
acostumbrada a esas cosas; Felipe por su parte, trataba de no mirar
mucho a su alrededor, pues igual a ratos le incomodaba ser tan
observado, pero lo estaba pasando demasiado bien, por lo que sólo
era un detalle.
— Quiero besarte Boris — le dijo Julián al oído, rosando su nariz
con su mejilla.
— ¿Qué? — Boris se sorprendió y corrió su cara hacia atrás,
pero Julián que estaba un poco ebrio le sonreía tiernamente. Sus
compañeros miraban disimuladamente sin parar de bailar.
— Eres lo más lindo y bueno que he visto en mucho tiempo —
Julián paró de bailar, se acercó a Boris y puso uno de sus brazos en
el hombro de este – Eres buenito y quiero un besito tuyo…sólo uno
— tenía su sensual sonrisa al máximo. El corazón de Boris se
aceleró de nervios.
— Quizás estás mal interpretando las cosas — respondió Boris
tratando de evadirlo, a pesar de sentir un hormigueo en su
estómago.
— Sé buenito…Sólo uno de amigos — Julián se acercó aún más
a él, estaban frente a frente —Di que sí – agregó con ojitos
achinados.
— ¡Boris, uno de amigos! — gritó Camila, quien estaba cerca de
ellos – ¡Sólo uno! — se reía junto a Felipe.
— Está bien…Sólo uno y de amigos — respondió Boris, ante la
sorpresa de todos – ¡De amigos y no molestes más! — sonrió un
poco coqueto, ante la mirada expectante de sus amigos; se acercó a
Julián, lentamente tocaron sus rosados labios y comenzaron a
besarse. Boris sintió que le agradaba por un instante, por su parte
Julián estaba extasiado al tocar los tiernos labios de aquel guapo
chico que le estaba comenzando a gustar y que era completamente
diferente a todos los anteriores que había probado. A pesar de lo
breve, fue más largo de lo que Boris pensó que sería; Camila y
Felipe, abrazados sonreían en complicidad con sus amigos. Lo que
no sabían, era que desde afuera de la pista de baile había un
hombre, que llevaba una gorra y lentes grandes de sol como para
no ser identificado: Era Gabriel que los había buscado y observaba
con sentimientos revueltos como Boris besaba a otro chico. La
multitud se movía rápido al ritmo de la música, por lo que sólo podía
distinguir difusamente al adolescente besando a un extraño de
espaldas a él. Preso de sus emociones, volteó y salió casi corriendo,
pasando a llevar un par de personas para no ser descubierto. Se
perdió entre los grupos de personas que estaban afuera y tomó
rumbo desconocido. Mientras, Boris continuaba bailando, cada vez
más cerca de Julián.
Un sábado en familia

A lrededor de las diez de la mañana, el ruido de los leñadores


afuera de la casa hizo imposible que Boris continuara
durmiendo y recuperándose de la fiesta de la noche anterior, abrió
los ojos lentamente y todo le daba vueltas, trató de enfocar el techo
y en eso estuvo un buen rato hasta que lo consiguió. Se estiró
varias veces en la cama hasta que por fin se sentó en el borde de
esta con su cabello completamente desordenado. Recordó lo bien
que lo había pasado con sus amigos y el beso que se dio con Julián
frente a todos, aunque después insistió en dejarle en claro que sólo
era algo en buena onda y parte de la diversión, pero en el fondo no
le era indiferente, sólo que las emociones eran más fuertes por
Gabriel. Se acordó de él y miró hacia su cama que estaba revuelta,
aunque claramente ya se había levantado porque no estaba en la
habitación ni en el baño. Luego de unos minutos de estar pensativo,
se puso de pie y caminó hasta la ducha, se quitó la ropa interior y
antes de echar a correr el agua se miró en el espejo para revisar si
estaba gordo; su abdomen era perfectamente plano, un cuerpo que
mezclaba niñez y adolescencia, ya que le faltaba desarrollar más
musculatura. Se alegró al notar que seguía teniendo un lindo
cuerpo, así es que después se metió en la ducha y estuvo por un
largo rato para tratar de despertar. Media hora más tarde, ya estaba
vestido y mucho más lúcido, así es que bajó a desayunar; aunque
sospechaba que todos ya lo habían hecho.
— Hola, buenos días, tía Corina— saludó mientras buscaba una
taza para tomar café.
—Buen día hijo, que el señor lo bendiga— respondió la tía, que
estaba en un rincón de la cocina, junto al calentador a leña tejiendo
–¿Cómo estuvo la reunión con sus amigos? – preguntó sin dejar
tejer y mirando como un policía a su sobrino.
—Entretenida— fue lo primero que se le ocurrió decir a Boris –Y
Sana…— agregó tratando de que Corina ni se imaginara lo que
había sucedido en la noche.
— ¡Oh, me alegro mucho de que el buen Señor guíe sus pasos y
sean jóvenes de bien! — parecía satisfecha de que su sobrino
hiciera caso en sus consejos –El Enemigo los tienta en la juventud
para cometer actos impuros y vergonzosos— Añadió Corina justo
antes de tomar un sorbo de su mate.
—Eh… Me imagino que así debe ser— Boris miraba hacia
cualquier parte menos a su tía, luego se preparó el café y se sentó
cerca de la ventana. Pudo ver que afuera estaban los trabajadores
cortando leña para la calefacción de la Casona; Abner y su esposa
Marta estaban con ellos dirigiendo la jornada, todos vestían trajes
para el agua, ya que estaba lloviznado como era habitual en la zona.
No había rastro de Gabriel por ningún lado, supuso que estaba con
su novia, de lo contrario estaría con ellos afuera. Comió unas
tostadas apresuradamente, observando a Juana preparar el
almuerzo abnegadamente. Luego, corrió en busca de ropa para la
lluvia y salió al patio a disfrutar de la helada mañana.
— Boris, ¡Qué bueno verte aquí tan temprano! — exclamó Marta,
quien traía un canasto con verduras de la huerta y se lo mostraba a
su esposo.
—Hola, sí…los vi y quise venir con ustedes— sonrió el
adolescente, mientras veía a su padre llevar una carretilla con leña.
— A veces hay que hacer las tareas de la casa— intervino Abner,
dirigiéndose hacia la bodega a un costado de la Casona.
Boris comenzó a caminar por el campo, al tiempo que tomaba el
aire fresco, a lo lejos podía ver unas vacas pastando; se sentó justo
debajo de un gran castaño que lo protegía de la lluvia. Sacó su
celular y le envió unos mensajes a Julián.
¿Estás vivo?
¡Fue increíble anoche…Gracias!
En menos de dos minutos, ya se podía ver que Julián estaba
respondiendo del otro lado.
Recién desperté…
Me encantó tu beso.
(Boris) ¡Ya te dije que no te hagas ilusiones…sólo
amigos!
Lo sé… pero estuvo rico.
(Boris) Creo que sí…
Ya verás que un día te van a gustar…jajaja
(Boris) Puede ser… ¡Quién sabe! =)
Boris guardó su teléfono sonriendo, ya que igual le gustaba que
un chico le escribiera esas cosas, no sabía exactamente qué
pensar, así es que se quedó casi una hora sentado bajo el árbol
mirando como lloviznaba; los brotes de la primavera estaban
comenzando a aparecer. Le parecía un entorno mágico, era
demasiado tranquilo y la naturaleza estaba en su máximo esplendor.
A lo lejos, pudo escuchar los gritos de Juana, quien lo llamaba para
que en un rato más almorzara con su familia. Le pareció que recién
había desayunado, pero como se levantó tarde, no le quedó otra
que acercarse lentamente a la casa para no dejarlos esperando.
Juana había preparado para el almuerzo un delicioso Asado de
Cerdo con Ciruelas y Rotkohl, un plato típico de la zona y que era el
favorito de Abner. Estaban terminando de ordenar la mesa de la
cocina, todos se movían de un lado a otro alegremente, así es que
decidió ayudar con las labores.
— ¡Hola a todos! — se escuchó desde la puerta de la cocina.
Eran Gabriel y Lucía, quienes también participaban del almuerzo
familiar. Todos los saludaron con entusiasmo; menos Boris, quien
fue el más frío.
— ¡Ya pasen todos a la mesa! — gritó Juana, quien tenía todo
bajo control, pues trabajaba para ellos desde hace décadas y los
conocía bien.
Se sentaron alrededor de ese espectacular almuerzo y antes de
comenzar a comer, Abner dirigió una oración de agradecimiento por
los alimentos y luego pudieron lanzarse sobre la comida en un
pequeño alboroto por conseguir el mejor trozo de carne. Gabriel
miraba de soslayo a Boris, aún sentía como una aguja en el centro
del estómago al recordar lo que había visto la noche anterior. No le
dirigió la palabra en toda la comida, mientras que Lucía y Corina
hablaban de las actividades para mujeres que tenía programadas
para la congregación; Marta por su parte, opinaba cada cierto rato y
sólo daba ideas cuando le parecía apropiado, no le gustaba mucho
el ambiente de mujeres en la iglesia, pues encontraba que no eran
siempre transparentes. Corina, quien tenía mucho tiempo libre, era
una mujer soltera, de cuarenta y tres años y que podía darse el
gusto de planificar cientos de actividades en las que siempre llevaba
a Juana, a pesar de que ella a veces iba un poco obligada. El
almuerzo se extendió por casi dos horas entre diferentes
conversaciones, a veces le preguntaban a Boris si quería participar
con los jóvenes cristianos, pero nunca dio una respuesta concreta,
siempre lo evadía con sutileza. Cuando Juana se aprontaba para
servir el café de sobremesa, Gabriel se puso serio.
—Debo anunciar algo— dijo el apuesto joven poniéndose
derecho en su sitio. Lucía hizo lo mismo, sólo que poniendo cara de
felicidad. Tenían la atención de todos en la mesa.
— Con Lucía hemos decidido adelantar nuestra boda para dentro
de un par de meses más— Gabriel tomó la mano de su novia, la que
sonreía como si hubiese ganado la lotería, ante la mirada petrificada
de Boris.
— ¡Santo cielo, que alegría! — exclamó Corina, al tiempo que
todos se pararon a abrazarlos por la buena noticia, ya que era algo
bastante esperado por todos; menos por Boris, que veía que toda
esperanza se esfumaba y no habían sido más que falsas ilusiones,
pensó en el fondo que tal vez era lo mejor.
Se armó tal alboroto en la cocina, que Boris aprovechó para irse
a su dormitorio y olvidar todo por un rato, además le quedaba
soportar el cumpleaños de Gabriel que sería celebrado al día
siguiente. Cerró su puerta y se tendió en la cama que Juana ya
había ordenado, buscó sus audífonos y se puso a escuchar música;
luego miraba videos y así estuvo hasta que Camila lo agregó a un
grupo que hizo en WhatsApp en donde estaba ella, él, Felipe y
Julián, con el nombre de “4 Fantásticos”. Estuvieron hablando
tonteras por varias horas, Julián aprovechaba de decirle indirectas a
cada rato y eso lo sacaba de su tristeza, además de repasar varias
veces todas las locuras que habían hecho en la disco gay durante la
noche.
Ya más tarde, cuando estaba empezando a oscurecer, Gabriel
entró en la habitación para buscar un abrigo y salir a dejar a Lucía a
su apartamento. Boris estaba sentado cerca del respaldo de la cama
con su celular en la mano, sólo lo iluminaba la tenue luz de la
pantalla por lo que Gabriel encendió la luz.
— Ya no me hablas nada— dijo Gabriel en tono serio.
— ¿Qué podría decirte? — Boris trataba de no mirarlo, hacía
como que buscaba algo en su celular.
—Tal vez no te agrada Lucía, pero es mi novia— respondió
Gabriel, mientras se ponía el abrigo y se acercaba a los pies de la
cama.
—O puede ser que yo no le agrade a ella— Boris seguía en su
actitud de no mirarlo – Aunque no sé qué le hice— agregó.
—Sí…O puede ser que estás celoso— Gabriel intuía lo que
estaba sucediendo. Se produjo un silencio, Boris no sabía cómo
responder a eso; no podía quedar en evidencia o sería su fin en la
casa.
—Parece que sólo son berrinches de un niño mimado y
descarriado— añadió Gabriel con un tono de enojo, abriendo la
puerta para irse, pues él también tenía las emociones revueltas.
— ¡Pues sí! Estoy Celoso, ¿Y qué? — respondió Boris en un
arranque de extrema sinceridad, ante la mirada atónita de Gabriel,
quien tragó saliva y sólo reaccionó a cerrar la puerta fuertemente.
Boris quedó con los ojos llorosos, su respuesta salió del alma como
un grito desesperado.
La mañana del cumpleaños de Gabriel

A las ocho de la mañana del domingo, comenzó el movimiento


en la Casona Ferrada. Con el ruido de todos corriendo por los
pasillos, Boris no necesitó de una alarma para abrir los ojos; si había
algo en el mudo que detestaba era levantarse temprano los
domingos, pero no tenía de otra, así es que saltó de la cama para
prepararse e ir al lugar que menos le agradaba: El culto dominical.
Se puso un traje deportivo para sentirse cómodo y bajó raudo a
tomar desayuno antes de que partieran hasta la iglesia. Al verlo en
la cocina, tía Corina casi quedó infartada con su aspecto tan
desgarbado.
— ¡Ay, por los Jinetes del Apocalipsis! Esa no es forma de ir a la
casa del Señor— exclamó la tía con cara de gallina atorada, sus
ojos estaban abiertos a su máxima expresión; ella vestía de forma
elegante y recatada, no se le veía ni un pedazo de piel entre tantos
encajes en el cuello y los puños.
—Boris, quizás sea adecuado que te pongas algo más formal—
Abner intervino mientras se hacía el nudo de la corbata junto a la
estufa que estaba encendida para dar calor.
—Pero…No le veo lo malo a mi ropa— Boris se miró para
comprobar que estaba correctamente para un domingo –No creo
que a Dios le importe— afirmó pensando en que la ropa no debería
ser importante en estos casos.
—Debes presentarte con lo mejor que tengas—dijo Corina, quien
terminaba de guardar su himnario en la cartera –Siempre pulcro
para nuestro Señor— finalizó la mujer mirándolo como si vistiera con
trapos sucios.
—Anda Boris…Busca algo lindo arriba— Marta le guiño un ojo
desde un rincón de la cocina, parecía entenderlo, pero para evitar
discusiones le dio la orden de subir.
—Está bien tía Corina, me pondré lindo— respondió Boris
sonriéndole a Marta, la que bebía un tazón de café.
Fue así como tuvo que subir y buscar entre sus cosas algo que
fuera adecuado, recordó que traía el traje de la última fiesta de gala
de su antiguo colegio, así es que supuso que mientras más elegante
fuera, más felices estarían todos y el Señor obviamente. Se puso un
Esmoquin azul con cuello y corbatín negro, se peinó con gel y se
perfumó como si se tratase de la entrega de algún premio. Se veía
estilizado, su figura delgada y alta lo hacían parecer un príncipe de
cuentos; se miró en el espejo y soltó una carcajada al verse vestido
así sólo para ir a un culto.
—Ok…Estoy listo— Boris apareció de imprevisto en la cocina.
Todos quedaron con la boca abierta al verlo tan guapo y elegante, el
cambio era impresionante a cómo se veía vistiendo ropa deportiva
un rato atrás.
—Pareces un ángel, mucho mejor ahora sobrino— Corina lo tomó
del brazo llena de orgullo y se alistaron para partir.
Subieron al auto y partieron rumbo a la iglesia. Abner había
recibido un mensaje de Gabriel diciendo que partió temprano para
tener todo preparado, así es que todos estaban maravillados ante la
gentileza de este; menos Boris, quien sabía que eso era una
mentira, ya que no había pasado la noche en la Casona y
seguramente se quedó con Lucía, así es que para despistar se tuvo
que ir temprano hasta el templo.
Como de costumbre, estaba lleno de vehículos estacionados en
la entrada del recinto, todos los hermanos se saludaban en la
entrada y efectivamente, la gran mayoría estaba vestida de manera
formal; los hombres se veían de manera tradicional con sus trajes,
pero las mujeres tenían un aspecto retrógrado, algunas estaban con
velos que cubrían sus rostros. Para Boris era casi una ridiculez, pero
prefirió no decir nada para evitar problemas. Cuando se bajaron del
vehículo, todas las miradas se fueron directo hacia el hijo del Pastor,
pues Boris resaltaba entre todos los jóvenes que estaban en el
lugar. Él sólo atinó a sonreír a pesar de la incomodidad. Un grupo de
niñas se acercó a saludarlo, todas alborotadas haciendo sonar sus
panderos con cintas tricolores mientras se movían.
De pronto, entre la multitud apareció Gabriel junto a Lucía.
Comenzó una lluvia de abrazos y felicitaciones por su cumpleaños,
tardó casi diez minutos en poder liberarse de toda la congregación y
llegar hasta donde estaba su familia, que hizo lo mismo llenándolo
de cariño y bendiciones, tanto para él como para su futura esposa
Lucía, quien no se movía del lado de su novio. Una vez que la
familia completa lo abrazó, pudo ver que junto a un grupo de niñas
estaba Boris; brillaba en su traje azul por sobre todas las chicas a su
alrededor. Se quedaron mirando desde lejos y a Boris no le quedó
otra que ir a saludarlo, su corazón se agitó y nuevamente se
ruborizó. Lucía no pudo acercarse, pues fue tomada del brazo por
Corina para ingresar a la iglesia, en su cara no se podía disimular la
molestia.
Gabriel y Boris estaban frente a frente, ninguno había olvidado la
conversación de la noche anterior.
—Feliz cumpleaños Gabriel— dijo Boris mientras extendía su
mano parcamente. Gabriel hizo lo mismo y entrelazaron sus manos.
Se quedaron mirando fijo sin soltarse. Los ojos de Boris lo veían
casi como un niño asustado, mientras que Gabriel parecía tener una
barrera, en sus ojos no se reflejaba nada; aunque en el fondo, este
sentía como su corazón se aceleraba. Lo soltó súbitamente al
recordar el beso que vio entre Boris y su compañero de clase.
—Te ves bien— le dijo Gabriel y luego se fue para entrar en la
iglesia.
Una corriente fría recorrió la espalda de Boris, no sabía qué
pensar en ese momento. Respiró profundo y fue el último en
ingresar al culto, de hecho, ya habían comenzado con una ronda de
cánticos, así es que avanzó por el pasillo entre una multitud que
alzaba sus brazos entre gritos, panderos y tambores. Llegó a la
primera fila, en donde tía Corina daba unos agudos gritos, mientras
cantaba mirando su himnario. Trató de parecer a gusto y atento a la
ceremonia. Luego vino la oración y un extenso sermón del Pastor
Abner y otros hombres de la congregación que lo asistieron. Casi al
final de la reunión, comenzaron a cantar mientras que unas niñas
recogían las ofrendas y diezmos, se escuchaban caer algunas
monedas en los recipientes, aunque en realidad estaban más
cargados con billetes. Boris no llevó dinero, así es que no pudo
entregar más ofrenda que su bella presencia.
Poco antes de dar por finalizado el culto, Abner recordó a la
comunidad que estaban todos invitados a la celebración del
cumpleaños de Gabriel. En la Casona se estaba preparando un gran
Asado para compartir con todos. Las familias de la congregación
tomaron rumbo al lugar del festejo, era una fila extensa de varios
autos en dirección a la Casona y como era tradición, Juana y los
trabajadores más cercanos, preparaban desde temprano la comida.
El olor de la Carne Asada se sentía a lo lejos, se podían distinguir
unas largas mesas blancas desbordantes de comida, debajo de
unas carpas del mismo color que arrendaban cada vez que tenían
celebraciones en el patio.
Lucía y Gabriel se bajaron del brazo, esperando que todos
entraran en la Casona, dando una imagen de pareja perfecta que
era alabada por toda la congregación. Marta se acercó a ellos y le
pidió ayuda a la novia para ir a terminar los últimos detalles de la
comida con todas las mujeres de la iglesia. Los hombres se
dirigieron hasta donde se estaban asando las carnes, Abner
comenzó a servir vasos con un poco de vino, ya que era de las
ocasiones en que bebían moderadamente alcohol.
Boris aprovechó para subir a quitarse el empaquetado traje que
ya le incomodaba, esperaba quedarse también un rato a solas para
alejarse del ruido de las hermanas alborotadas, ya que la casa
estaba repleta. Entró en su habitación y comenzó a tirar las prendas
sobre la cama; se quedó sólo con el pantalón puesto mientras
buscaba un poco de música en su celular. Tenía unos mensajes de
Julián.
Hola lindo… Pienso en ti.
¿Qué haces hoy?
¿Salimos?
Una sonrisita se dibujó en la cara de Boris, entró en la aplicación
y le respondió.
Hola…Lo siento no puedo, cosas de la familia.
En ese instante, entró Gabriel que venía a dejar un bolso con
ropa que guardaba en casa de su novia. Quedó mirando a Boris que
sonreía frente al celular.
— ¿Esa risa es por alguien? —preguntó Gabriel. No disimuló su
molestia, sabía que se trataba de algo así.
—Eso no te importa— respondió Boris con una sonrisa irónica –
Disfruta tu cumpleaños con Lucía— agregó mientras se ponía una
camiseta sin mangas.
— ¿Y qué hay de la celebración que tendríamos? — Gabriel no
había olvidado que iban a celebrar juntos.
Boris lo quedó mirando con un poco de tristeza, sentía una
tensión desagradable entre ellos; se sentó en la cama sin decir
nada, mientras Gabriel esperaba la respuesta.
— ¡Amor, apresúrate! —interrumpió Lucía, ya que la puerta
estaba entreabierta. Quedó mirando con desagrado a Boris –
Gabriel, te esperan los invitados— extendió la mano a su novio para
llevárselo, a quien no le quedó otra que irse sin poder continuar su
conversación con su “hermano”. La cara de satisfacción al
separarlos era evidente.
Boris se quedó sentado con sentimientos encontrados, no sabía
exactamente qué decir o hacer con Gabriel y, por otro lado,
detestaba la presencia de Lucía, la que parecía odiarlo desde que lo
vio la primera vez.
—No te saldrás con la tuya, perra desagradable— pensó Boris
mientras sonreía. Parecía que había encontrado la solución a su
problema.
La noche del cumpleaños de Gabriel

D urante toda la tarde, la congregación de la iglesia estuvo


celebrando en la Casona a Gabriel. Cerca de diez pasteles de
cumpleaños le llegaron como regalo de parte de algunas de las
hermanas de la iglesia que lo admiraban por su rectitud y a otras,
que en secreto les era atractivo como hombre, cosa que jamás se
sabría. Mientras duró el festejo, tomaron moderadamente algo de
vino, ya que en su mayoría sólo bebían gaseosas o jugos; muchos
de ellos se habían rehabilitado del alcohol al entrar a la religión y
otros, que preferían mostrar una imagen recta ante los hermanos
decían no beber jamás. Poco a poco se fueron retirando tras una
larga jornada dominical en donde disfrutaron de los primeros rayos
del sol que ofrecía la cercana primavera.
Lucía se encontraba en la cocina junto a Tía corina y Juana,
terminaban de lavar los últimos platos de la comida, mientras que el
festejado en compañía de su padre y esposa despedían a los
invitados en la entrada, eran admirados y respetados por la
comunidad religiosa. Por su parte, Boris durante toda la jornada
estuvo sentado junto a unas chicas alborotadas por su presencia,
pero en realidad sólo se dedicó a chatear con sus amigos y a
planificar salidas durante la semana; en su mente tenía claro lo que
haría para que Lucía no le ganara, pues ya no le era agradable que
esa mujer lo tratara de forma tan despectiva. Se paró y sin que
nadie se diera cuenta, fue hasta la bodega de la Casona en donde
almacenaban todo tipo de provisiones para la familia, era un lugar
bastante amplio; con varios estantes llenos de productos enlatados,
sacos de harina, diferentes tipos de alimentos y lo más importante
que buscaba Boris: Alcohol. En el fondo de la bodega encontró unas
cajas con unas botellas de buen vino y para su sorpresa quedaba
una botella de ron bien escondida, que de seguro Juana utilizaba
para sus preparaciones en la cocina; la tomó y la escondió entre su
ropa para luego salir velozmente del lugar sin ser descubierto.
Corrió por el pasillo y antes de cruzarse con su Padre, subió hasta
su habitación en donde guardó la botella debajo de su almohada.
Luego, tomó su celular y buscó a Gabriel entre sus contactos de
WhatsApp.
Quiero celebrar sólo contigo Bro…
Te espero en un rato más en la habitación. ¡No Faltes!
Boris había decidido celebrar a solas con Gabriel, principalmente
para molestar a Lucía, ya que tarde o temprano se enteraría que
pasaron tiempo juntos. Gabriel, al recibir el mensaje cambió la
expresión de su cara; pasando del cansancio a una notoria alegría,
pensó de inmediato cómo sacarse de encima a su novia, así es que
decidió decirle que debía organizar algunos asuntos para la
siguiente adopción en el orfanato que posiblemente sería pronto.
Ante esto, no le quedó otra que irse a su casa pensando en lo
maravilloso que era su novio al estar pensando en los niños
huérfanos en el día de su cumpleaños. Poco a poco, todos en la
casa se fueron a sus dormitorios a dormir; Boris escuchaba música,
mirando por la ventana y a pesar de estar decidido a enfrentar a
Gabriel, no podía disimular sus nervios, ya casi no le quedaban
uñas por morderse. De pronto, lo 0vio entrar en la habitación. El
corazón se le detuvo, ahí estaba el hombre que le provocaba tantas
emociones juntas.
—Pensé que ya no ibas a celebrar conmigo— dijo Gabriel
acercándose a la ventana –¿Sigues enojado? — le tocó el hombro a
Boris, el que permanecía inmóvil, los nervios le impedían reaccionar.
—Eh…No…Yo…— balbuceó Boris, sintiendo una corriente
cuando Gabriel estaba cerca –Tengo algo para ti, ya no estoy
enojado…creo— reaccionó y se puso de pie, fue hasta su cama de
dónde sacó la botella que tenía guardada.
— ¿Ron? — Gabriel sonrío al verlo, estaba asombrado, pero le
parecía tierno ver un chico en pijama, entregándole una botella de
alcohol.
—Sí, es por tu cumpleaños— la sonrisa de Boris era
deslumbrante –Para que celebremos— añadió poniendo la botella
en manos del festejado.
—Pero, tú eres menor de edad y…— respondió Gabriel, quien
parecía no estar seguro de la situación.
—Y nada…— interrumpió Boris –Vamos a celebrar— continuaba
sonriendo.
—Está bien…Sólo porque no quiero seguir distanciado— dijo
Gabriel, al tiempo que abría la botella – Bueno, supongo que es sin
vaso— agregó riéndose, mientras que se sentaban en el piso cerca
de la ventana.
—Feliz Cumpleaños Gabo… ¡Tienes diez años más que yo! —
Boris tomó la botella y le dio el primer sorbo ante la mirada de
Gabriel, que después tomó el siguiente trago.
Así estuvieron por mucho rato, cada cierto tiempo tomaban un
sorbo de ron y luego conversaban de algún tema que querían
conocer del otro. Hablaron de su infancia, religión, política, la
escuela, deportes, la familia y luego repetían algún tema. Se rieron
de tonteras y olvidaron que habían estado enojados. Gabriel no
quiso decir que lo vio junto a un chico en la disco gay, de lo contrario
quedaría en evidencia de que los había seguido y estaba bastante a
gusto disfrutando el momento con Boris. Poco a poco, el alcohol
comenzó s surtir efecto en ellos, que trataron de no hacer ruido para
no despertar a nadie; al próximo día comenzaba una larga semana
de trabajo y escuela, pero a Boris no le parecía importar, pues
estaba contento, bebiendo con el hombre que lo enloquecía. Le
encantaba ver que ya no era ese empaquetado chico perfecto de la
iglesia, frente a él ahora estaba un joven alegre, que disfrutaba de la
vida como cualquier otro. Estaban tendidos de espalda mirando el
techo.
— ¿Sigues celoso por Lucía? — preguntó Gabriel visiblemente
mareado. Ya quedaba poco ron en la botella.
—Ella me odia y no sé qué le hice— respondió Boris poniendo su
cara en dirección a Gabriel para verlo.
—Es insegura, a veces me agobia— Gabriel parecía sincerarse
con el alcohol – No es mala, pero siente que yo le pertenezco y
ahora ya no puedo dejarla— agregó haciendo alusión a lo que había
sucedido entre ellos.
—No estás obligado…Nadie lo está— Boris podía sentir que al
parecer Gabriel no era feliz en su relación.
—Yo no puedo fallar, todos esperan mucho de mí. No sabes—
dijo Gabriel con seriedad. Pensaba en algo más, pero no quiso decir
qué era.
—Ahora me tienes a mi— Boris tomó la mano de Gabriel en un
acto de valentía y desinhibición, aún tendidos en el piso –Hasta
celoso me pongo, pero me imagino que son cosas de niño— agregó
tratando de disimular. Se produjo un silencio, ambos de la mano y
conectados por primera vez por tanto rato. El tiempo se detuvo para
ambos y desearon que permaneciera así por mucho más.
—Cosas de niños— pensó Gabriel en voz alta. Le apretó la mano
mientras el corazón de Boris permanecía acelerado.
Tras otro minuto de silencio, Gabriel volteo hacia él, dejando su
cara cerca de la de Boris. Respiró más fuerte de lo habitual y pudo
sentir el aroma de su piel. Rozó su nariz con la mejilla de éste, que
se quedó inmóvil, preso de los nervios. Una corriente le erizaba la
piel; de un segundo a otro tenía a Gabriel encima de él, sus labios
estaban demasiado cerca y sus ojos se conectaron, dejando ver una
mezcla de miedo y deseo; sus corazones latían fuerte, pero ninguno
pudo contenerse, ya que se acercaron cada vez más hasta que sus
labios entraron en un suave contacto. Por fin, Gabriel lo besaba de
manera apasionada y aquella corriente aun recorría sus cuerpos
liberando la energía contenida desde que se vieron por primera vez.
Gabriel no pudo luchar más con sus impulsos y lo besó
apasionadamente por largo rato, lo mantenía abrazado contra el
piso, sintiendo su delgado cuerpo. Boris estaba extasiado, el sabor
de los labios de aquel hombre lo enloquecía y no quería soltarlo.
— ¡No! — exclamó Gabriel y lo soltó de golpe, reaccionó ante lo
que hacía y la culpa se apoderó de él.
Boris permanecía tendido sin saber qué hacer, no entendía bien
qué le pasaba y lo veía mientras este se ponía de pie con esfuerzo.
—No podemos— dijo Gabriel. Se sentó en su cama con las
manos en la cabeza, mientras comenzaba a llorar —Señor, no
puedo…yo no — decía entre sollozos, ante la incrédula mirada de
Boris.
Gabriel se dejó caer de rodillas junto a su cama — ¡Padre amado,
que cuidas de tus siervos! – exclamó mientras continuaba llorando
en un estado casi descontrolado –No me dejes caer en pecado…
Cuida de tu hijo amado— se escuchaba que susurraba mirando al
cielo.
Boris no supo cómo reaccionar, pues había pasado de estar
besando al hombre que le gustaba a verlo abatido de rodillas en el
piso, implorando por no caer en el pecado. Se quedó tendido en el
suelo, mientras Gabriel continuó en su desesperada plegaria,
suplicando salvación. La mezcla de alcohol, nervios, sueño y
desconcierto hizo que se quedará dormido ahí mismo sobre la
alfombra del piso, olvidándose de lo sucedido.
Por la mañana, cuando sonó la alarma de su celular para ir al
colegio, se sentó de golpe con un fuerte dolor de cabeza. Recordó lo
ocurrido y miró hacia todos lados, pero Gabriel no estaba. No pasó
la noche en la habitación.
Cosas de chicos

D urante el desayuno todos estaban algo alborotados, ya que se


habían levantado un poco más tarde de lo habitual debido al
cansancio que dejó el festejo de Gabriel, por lo tanto, nadie notó su
ausencia en el apuro por salir a tiempo a las labores del día. Boris,
aún no podía creer lo que sucedió durante la noche, por un lado
estaba feliz de haber besado a Gabriel y de ese mágico momento
entre ellos y por otra parte no entendía bien qué le sucedió después,
pareció enloquecer de la culpa; pensó en que quizás el alcohol le
había hecho mal y no pudo manejar sus impulsos, pero todo era
confuso y hasta el momento no tenía la menor idea de dónde pasó
la noche ni mucho menos qué sucedería cuando se volvieran a ver.
Al llegar al colegio, vio que lo esperaban sus amigos en la
entrada, así es que se apresuró en sacar su bolso del portamaletas,
ya que los lunes eran los días de la clase de Educación Física.
Caminó hacia ellos lentamente, el sueño se apoderaba de él y las
ojeras que traía lo delataban.
— ¡Hola! Parece que estuvo buena la celebración — dijo Camila
al verle la cara a su amigo, todos soltaron una carcajada.
—Sí, algo así. Muero de sueño— respondió Boris, mientras daba
la mano a los chicos del grupo.
—No hagas caso, que te ves bien de todas formas— le dijo
Julián, haciéndose el galán con su típica sonrisita.
—Yo creo que debes ir despertando porque tenemos que
entrenar mucho el día de hoy— intervino Felipe, quien parecía estar
super animado –Yo ya hice cien abdominales en casa— remató ante
la mirada desanimada del resto.
—Entonces debes contagiarme tu energía Pipe— Boris dejó caer
el bolso al suelo – No me gusta la clase de deportes— añadió sin
ánimos.
— Sí, Pipe, ¡danos tu poder! — gritó Julián a modo de burla.
—Bueno, sólo deben seguirme y ya verán los resultados—
respondió Felipe tomándole la mano a Camila para ingresar, ya que
el timbre estaba sonando.
Una vez dentro del colegio, corrieron hasta los vestidores del
gimnasio para cambiarse el uniforme a su tenida deportiva;
guardaron sus bolsos en los casilleros y se dirigieron hasta la zona
central de la cancha en donde los esperaba su profesor, quien con
el típico silbato ponía orden cuando los estudiantes se alborotaban.
Poco a poco, logró hacerlos guardar silencio y les indicó que en esta
clase deberían salir a trotar por la pista que estaba afuera en el
patio, así es que para disgusto de la mayoría no les quedó de otra
opción que seguir al profesor en su rutina. Felipe animó a los chicos
a que lo siguieran, así es que trataron de mantener su ritmo a pesar
de lo difícil que les resultaba, pues claramente les llevaba mucha
ventaja en su estado físico. Cada cierto rato, Boris pensaba en
Gabriel, podía sentir su aroma y la sensación de tener sus labios
junto a los de él; luego regresaba a la clase y seguía enfocado en
correr detrás de Felipe y Julián que le llevaban la delantera.
— ¡Vamos Boris…No te duermas! — le gritó Julián mientras
bajaba la velocidad para esperarlo.
—No, ya no me dormiré…No te preocupes— respondió Boris casi
sin aire, estaba completamente sudado.
Así continuaron su rutina por casi una hora, en la que fueron
mezclando diferentes ejercicios; algunos lograban hacerlo bien y
otros ya estaban sentados a mitad de camino. Camila por su parte,
era una de las chicas que mejor desempeño tenía en la clase, así es
que estaba sin ningún problema junto al resto de las mujeres que
corrían en grupo. De pronto, uno de los compañeros de la clase
empujó a Julián apropósito mientras mantenían el trote.
— ¡Cae Marica! — le dijo con prepotencia. Era Javier, uno de los
que normalmente lo molestaba en clases o donde lo encontrara.
— ¡Qué te pasa! — gritó Boris al tiempo que se detenía para
ayudar a levantar a su amigo.
—No te juntes con ese desviado— Javier se detuvo y se acercó
donde ellos con actitud desafiante. Era un chico alto y robusto, con
cara de pocos amigos. –Deberías estar con las chicas— añadió con
risa burlona. Su cara llena de espinillas estaba enrojecida y sudada,
no tenía un buen aspecto.
— ¿Algún problema Javier? — intervino Felipe, ya que era uno
de los más fuertes del curso y con él normalmente no buscaban
peleas.
— ¡No me digas que ahora te juntas con el marica! — Javier se
refería a Julián, ya que de Boris aun no sospechaban nada.
Comenzó a acercarse más estudiantes –¿Qué pasó con el macho
futbolista? — se río y junto a él otros cuantos.
—Con quien me junte es mi problema— Felipe se acercó a él, no
le gustaba que se metieran con sus amigos –¡Y si no te gusta te lo
aguantas o lo arreglamos enseguida! — exclamó con tono
desafiante, mirándolo fijamente a los ojos. Los demás sólo miraban,
ya que no eran comunes las peleas en el colegio, a pesar de que
Javier siempre buscaba problemas en los otros cursos. El ambiente
estaba tenso.
—Veo que tienes nuevo amigo— Javier Retrocedió, ya que sabía
que no le convenía meterse con Felipe, quien además tenía muchos
amigos en el curso –Te salvaste… desviado— miró a Julián, el que
estaba junto a Boris y Camila; luego se alejó, pues vio que el
profesor se acercaba.
— ¡Todos a cambiarse…se acabó la clase! — gritó el docente,
que no alcanzó a notar el problema ocurrido. Tocó su silbato para
indicar que la clase había finalizado.
—No quiero estar aquí— dijo Julián con tristeza, tenía sus ojos
llorosos.
—No dejes que ese imbécil te desanime— Camila lo abrazó,
mientras que Boris lo observaba con un poco de angustia.
—Me iré a casa, hoy no quiero estar en clases— Julián no quería
que lo volvieran a molestar, ya que cuando recién llegó al colegio
unos años atrás ya había tenido problemas con Javier por lo mismo.
–Muchas Gracias Pipe— le dio la mano y prefirió marcharse sin que
el profesor se diera cuenta, aunque seguramente notarían su
ausencia en las siguientes asignaturas.
Sus tres amigos se quedaron un rato sentados afuera del
gimnasio para calmar un poco los ánimos, era la primera vez que
Felipe intervenía, ya que antes su grupo eran los chicos del equipo
de fútbol y solo se reían cuando algo así ocurría, pero ahora sentía
que Julián y Boris eran sus amigos y debía protegerlos. Camila los
dejó para alcanzar a sus compañeras, besó a Felipe sintiendo que
era un buen chico.
—Me quedaré un rato, no quiero entrar y golpear a Javier— dijo
Felipe a Boris, mientras arrancaba un poco de pasto con una de sus
manos –Si quieres me esperas para que no te metas en problemas
— agregó intentando calmarse. Aun se sentía enojado.
—Sí, si no te molesta— respondió Boris, secando el sudor de su
frente.
—No amigo, no hay problema…Ese tipo es una mierda— dijo
Felipe y se tendió en el pasto para relajarse.
Luego de casi diez minutos de estar tomando aire para no tener
que encontrarse con Javier en los vestidores, se pusieron de pie y
fueron a cambiarse ropa antes de que no tuvieran tiempo de llegar a
la siguiente clase. Afortunadamente sólo quedaban unos pocos
compañeros y el tipo conflictivo ya se había ido del lugar, así es que
buscaron sus bolsos de los casilleros y fueron hasta las bancas para
poder ducharse. Felipe se quitó la camiseta sucia y la dejó colgada
mientras que boris parecía moverse lento como haciendo tiempo.
— ¡Oye, no te demores! La clase empezará pronto— Felipe
desataba sus zapatillas y veía que su amigo no hacía nada.
—Yo creo que puede ser incómodo para ti si yo…— Boris no
quería que su amigo pensara que estaba usando el momento para
mirarlo.
— ¡No! No seas huevón— Felipe sonrió al notar a qué se estaba
refiriendo –No verás nada nuevo y yo tampoco en la ducha…Somos
todos iguales— dijo mientras le apuntaba a un par de compañeros
que estaban en las duchas – Apúrate que necesito hablar contigo
antes de volver a clases— agregó quitándose el pantalón, al tiempo
que Boris entendía que no había problema si se cambiaba frente a
su amigo hetero. Felipe se quitó la ropa interior y se fue corriendo
hasta la ducha, esperando a que su amigo hiciera lo mismo.
—Boris, necesito tu ayuda— le dijo Felipe colocándose jabón por
todos lados tratando de apurarse.
— ¿Qué necesitas? — respondió Boris un poco intrigado
mientras se lavaba el cabello.
—Necesito saber por qué Cami no acepta ser mi novia— el agua
caía por su trabajado cuerpo adolescente—Llevo meses intentando
— se quitaba la espuma de los ojos.
—Trataré de averiguar qué pasa, espero me lo diga— Boris se
enjuagaba, tratando de no mirar mucho a su amigo, ya que de todas
formas le resultaba incómodo tener a un futbolista sexy desnudo
junto a él –Habrás hecho algo malo en algún momento— añadió
cerrando la llave del agua.
—Uf, ya te contaré mi pasado— Felipe esbozó una sonrisa pícara
y también cerró el paso de agua, luego salió corriendo para buscar
su toalla y secarse.
Así es que mientras se vestían, planificaron un par de cosas para
saber qué pasaba con Camila y por qué no aceptaba la propuesta
de noviazgo. Se rieron de unas cuántas tonteras con los
compañeros que quedaban en el camarín y trataron de olvidar el
incidente con Javier para no tener que golpearlo en la sala si
continuaba molestando, ya que había conseguido que Julián se
fuera triste para su casa.
De Camino a la sala, entre todo el bullicio de los estudiantes a
punto de regresar a sus clases, se encontraron con el Pastor Abner
que debía dar una clase de Religión a un grupo de estudiantes de
visita, estaba junto a la profesora Luisa conversando en el pasillo.
Abner llamó desde lo lejos a su hijo, así es que éste fue hacia donde
él junto a Felipe.
—Boris, que bueno que te veo, quiero que en unos días más me
acompañes a una visita que debo realizar a personas importantes
de la congregación— Abner parecía hablar de algo serio –Los
ancianos (así llamaban a sus líderes importantes) quieren que vaya
contigo para conocerte— agregó el Pastor sacando la Biblia de su
maletín.
—Sí, claro que te acompaño— respondió Boris, quien no tenía
más opción que aceptar la invitación donde esos extraños señores.
Felipe observaba unos pasos más atrás.
—Gracias hijo, sabía que no me defraudarías— Abner lo abrazó
sutilmente tratando de ser cariñoso. Boris se notaba incómodo, no
acostumbraba a sus muestras de cariño y menos en público.
Luego de ese Breve encuentro con su padre, lo dejó junto a Luisa
para que continuaran con su conversación y ellos se fueron hasta su
sala para la clase de Geografía. Boris se acomodó en su puesto, se
sintió triste al ver que la otra mesa estaba vacía, así es que pensó
en enviarle unos mensajes de ánimo a Julián, pero cuando sacó su
celular se dio cuenta de que Gabriel le había escrito minutos antes.
Hola, lo siento por irme sin avisar.
No estuvo bien lo que pasó…
Como de costumbre, cada vez que se trataba de Gabo, el
corazón de Boris se agitó y sin importarle que la clase ya había
comenzado, decidió responderle, ya que este aún estaba en línea
en su celular.
Gabo, no sé qué decirte… ¿Puedo verte hoy?
Gabriel tardó casi cinco minutos en responder, seguía en línea y
cada cierto rato se desplegaba el “Escribiendo…” bajo su nombre y
luego no llegaba nada, al parecer le estaba costando responder.
Boris no podía prestar atención a su profesor. Para su alivio, le llegó
respuesta.
Estuvo mal, tú eres un niño y es pecado. No creo que
pueda verte hoy…
Una sensación fría recorrió la espalda de Boris. No podía creer lo
que le estaban diciendo. Reaccionó y respondió a Gabriel.
Podríamos conversar, quizás mañana si no puedes
hoy.
Esta vez la respuesta fue un poco más rápida y quizás hubiese
preferido que no le llegara.
Boris, no nos veremos en varios días. Voy viajando a la
capital.
Cuídate y oremos para que esto se detenga. Chao.
Los ojos de Boris se llenaron de lágrimas, sintió que Gabriel
estaba huyendo de él haciéndolo sentir como un pecado. Ahora
no sabía hasta cuándo lo volvería a ver. Tuvo deseos de salir
corriendo tal como lo había hecho Julián hace un rato. Aguantó
su impulso de llorar, abrió nuevamente la aplicación y envío su
respuesta a Gabriel sin importarle lo que pudiese suceder.
Me gustas y no lo voy a negar. Buen viaje y no voy a
orar.
Historias del pasado

P asó un día entero sin tener noticias de Gabriel, hasta que el


Pastor Abner comentó durante el desayuno que su hijo había
partido de manera urgente a la capital para solucionar unos asuntos
del Hogar de Niños. Lucía lo estaba acompañando, ya que esta vez
no quería pasar mucho tiempo separada de su novio. Boris se sintió
devastado al enterarse, pues su mensaje ni siquiera había sido
revisado y él fue sincero en sus palabras; esperaba que a Gabriel no
se le ocurriera revelar lo ocurrido, aunque si lo hacía era probable
que él también saliera dañado. Terminaron de tomar desayuno y se
fueron directo al colegio; en el trayecto, Abner le comentó a Marta
que el fin de semana iría con su hijo a entrevistarse con los
Ancianos de la Iglesia al Refugio del Lago, que era un recinto
perteneciente a la comunidad. Marta se sintió dichosa al ver que su
esposo estaba logrando cierta conexión con Boris, ya que ellos no
tenían hijos propios, sin contar lo que sentían por Gabriel, además
ella nunca había podido quedar embarazada y era un dolor que
guardaba hace mucho, pues le hubiese gustado tener un hijo de
Abner, pero a sus 37 años ya tenía descartada la opción. Boris por
su parte, prefirió aceptar el viaje con su Padre, aunque presentía
que se iba a aburrir mucho con los Ancianos a quienes imaginó tal
como su nombre indicaba: unos viejitos de barba blanca sentados
en una mesa larga para interrogarlo. Al menos ese viaje lo
mantendría con la mente ocupada sin pensar en Gabriel.
Una vez en clases, ahora en compañía de su amigo Julián, se
pusieron de acuerdo para dar un paseo y poder conversar sobre lo
ocurrido el día anterior, decidieron que saldrían sin Camila y Felipe
porque estos ya tenían planes para la tarde. Durante toda la jornada
de clases pensaron en el lugar más adecuado hasta que Boris
recordó ese parque donde Gabriel lo había llevado días atrás. Antes
de salir de clases, Julián tuvo que ir a dar cuentas de su inasistencia
a la directora, a la cual le inventó que se sintió mal, no quiso dejar
en evidencia a Javier para evitar problemas por esta ocasión;
además no sabía si le creerían, ya que años anteriores se había
enfrentado a este mismo personaje que acostumbrada a hacerle
bullying por su homosexualidad. Esta vez, Marta le creyó y no tuvo
ningún castigo al respecto, así es que se fue junto a Boris a pasar la
tarde al parque. En el camino compraron golosinas y jugos para
poder hacer más agradable el paseo.
A eso de las tres de la tarde llegaron al parquecito, del cual Boris
sólo conocía una parte, ya que detrás de los primeros árboles se
escondía un hermoso lugar; había una lagunilla llena de plantas de
Nenúfar. El día estaba un poco soleado, pero aun así se sentía frio,
el reflejo del sol iluminaba sobre el agua que parecía un mágico
espejo rodeado de hermosa vegetación. Se acomodaron sobre el
pasto a comer unas barras de chocolate con almendras, admirando
el bello paisaje que tanto le atraía a Boris.
— ¿Por qué Javier te trató así? — preguntó Boris luego de
morder con fuerza su chocolate.
— Cuando llegué al colegio, tenía 15 años…— Julián miraba
fijamente la laguna buscando entre sus recuerdos – Y el año
anterior lo había reprobado en otro colegio, ya que no tenía las
mejores juntas del mundo— miró a Boris que estaba atento – No
tenía amigos reales y terminé siendo un desastre, sólo pensaba en
salir de fiesta y tener sexo con cualquier chico guapo que conociera
— se notaba incómodo al hablar del tema.
— Pero… ¿Cómo llegaste a eso? – preguntó Boris, pues estaba
sorprendido al escuchar a su amigo.
— Después de todo, yo le pertenecía a cualquiera que pudiera
darme alcohol o alguna droga— se sintió avergonzado y puso su
mirada hacia el suelo – No importaba la edad y casi no estaba en
casa con mi familia— añadió bastante afligido. Boris puso su mano
en el hombro de él para demostrarle su apoyo.
— ¿Y Javier? ¿Qué onda? — Boris estaba intrigado, le
sorprendía la historia de Julián siendo tan joven.
—Javier se enteró por unos amigos cuando llegué al colegio y
desde ahí, el primer año me hizo la vida imposible, fui golpeado
varias veces— Julián tomó un poco de aire – Y yo también le
respondía. Casi nos expulsan de no ser por las donaciones que
nuestros apoderados dieron al colegio— abrió una botella de jugo.
— ¿Cómo llegaste a esa vida tan desordenada? — Boris
continuaba asombrado.
— Bueno, eso es aún más terrible y prefiero no revolver tanto ese
pasado que trato de olvidar, pero debes saber que existen personas
perversas en el mundo y les da lo mismo si eres joven, solo te
hacen daño— Julián volvió a respirar profundo, necesitaba
desahogarse.
— No te preocupes, algún día puedes contármelo si así lo deseas
— Boris le sonrío mientras pensaba en la difícil vida que había
tenido su amigo y cómo en el colegio lo juzgaban sin conocer su
historia.
— ¡Ya! Y tú… ¿Por qué andas tan pensativo? — Julián quiso
cambiar abruptamente de tema para no deprimirse con el pasado.
— Eh…Nada, cosas— respondió Boris con cara de no querer
soltar su secreto.
— ¿Cosas?... Eso tiene pinta de ser un hombre— Julián intuía
que había alguien en la vida de Boris – Me imagino que es de tu otro
colegio— agregó pensando que eso era lo más lógico por el tiempo
que llevaba en la ciudad.
— Sí, puede ser— Boris no dudó en mentir, ya que prefería por
ahora no revelar nada –Pero son tonteras, ya lo voy a olvidar—
añadió mientras volvía a morder su barra de chocolate.
—Eso espero porque quiero una oportunidad— la sonrisa volvió
al rostro de Julián.
— Somos amigos…No lo olvides— Boris tenía una sonrisa
coqueta, en el fondo no le era del todo indiferente o al menos lo
alegraba.
— Pero así se empieza— aseguró Julián y luego le sacó la
lengua para hacerlo sonreír.
Así se quedaron por largo rato tras conocer una parte de la vida
de Julián, continuaron riendo y comiendo las golosinas que habían
comprado. Algunas personas pasaban cerca a tomarse fotos en la
lagunita o a sentarse en alguna banca, a ratos soplaba un viento frío
que sacudía los árboles generando un armonioso ruido que los
tranquilizaba. Entre toda la conversación, Boris recordó que Felipe
le había encargado averiguar porqué Camila no aceptaba ser su
novia y se lo comentó a Julián, tal vez él podría saber alguna cosa
pues tenía más tiempo en el colegio.
— ¡Ah, podría saber cuál es la razón! — Julián tenía una vaga
idea al respecto, Boris permanecía atento a la información – Lo que
puede ser es que Camila se deja llevar por los rumores del colegio
respecto a Felipe— ahora abría un paquete de papitas fritas.
— ¿Rumores de qué? – preguntó Boris mientras sacaba papitas
de la bolsa de Julián.
— Es que antes de toda la buena onda que ahora tenemos los
cuatro, Felipe como casi todos los chicos del equipo de fútbol
andaba con varias chicas a la vez— se rio, ya que sonaba un poco a
él mismo antes – Y no lo culpo, si el chico está guapísimo — soltó
una carcajada junto con Boris, ya que efectivamente Felipe era
bastante atractivo.
— Sí, tienes razón— Boris recordó lo que había visto en la ducha
el día anterior— El amigo tiene un cuerpazo— sonrió sutilmente.
— ¡Ah, ya lo viste! – exclamó Julián sintiendo un poco de celos –
Y eso que no me has visto a mi — soltó otra risotada – La verdad,
sí...Felipe está guapo y también lo he visto en la ducha— agregó
llevándose un puñado de papas a la boca, las que estallaron como
peta zetas.
— ¿Será por eso por lo que Camila no lo acepta como novio? —
pensó Boris en voz alta.
— ¡Claro!, si Camila es la chica perfecta y no quiere salir con
alguien que estuvo con casi todas…Es obvio— le respondió Julián
medio atorado con las papas fritas.
— Pero creo que ya cambió…Me cae bien Pipe— dijo Boris
tirándose en el pasto para observar un rato el cielo. Julián hizo lo
mismo y se quedaron comentando las formas de las nubes que a
ratos pasaban por encima.
No se fueron del Parque hasta que acabaron con todas las bolsas
de golosinas, ambos estaban mucho más animados y salieron
felices del lugar, ya que en un rato más iba a atardecer y ambos
debían llegar a tiempo a sus casas para no tener problemas.
— ¿Qué harás este fin de semana nene lindo? — preguntó
Julián, pretendiendo hacer planes.
— Ay lo siento Julián…Tengo que acompañar a mi padre a casa
de unos viejitos— dijo Boris con pocas ganas y encogiendo sus
hombros.
— Qué terrible…Te ganarás el cielo— respondió Julián a modo
de broma y algo decepcionado, ya que esperaba salir con él.
Terminaron por despedirse con un abrazo; a Julián le fascinaba el
aroma de Boris, así que se acercó lo más que pudo a su cuello.
Luego, cada uno caminó en dirección a sus casas; Boris sacó su
celular para ver si Gabriel le había respondido a su mensaje, pero
no tenía respuesta; vio que estuvo conectado a la aplicación y no le
había dejado nada. Un poco angustiado y ansioso por saber algo,
entró en su Facebook por si había novedades y para su mala suerte,
se encontró con una Selfie de Gabriel y Lucía besándose junto a un
estado que terminó por devastarlo: “Felices… Nos casamos el 14 de
febrero.”
Amigos

L a semana transcurrió bastante rápido, a pesar de lo difícil que


se le hizo a Boris dejar de pensar en aquella publicación en
Facebook en donde se anunciaba la boda de Gabriel para febrero.
Si bien aún faltaban muchos meses para que esto ocurriera, no
dejaba de atormentarlo la idea de ver que todo fue en vano y lo más
probable que para Gabriel no significaba nada más que un error y
un terrible pecado. Trató de pensar en otras cosas y sus nuevos
amigos del colegio ayudaron bastante, habían planificado ir a
visitarlo a la Casona Ferrada el jueves después de clases, ya que al
próximo día le tocaría partir de viaje junto a su padre y la verdad el
panorama no le parecía atractivo, pues estaría rodeado de los
Ancianos de la Iglesia. Juana había preparado un deliciosos
sándwiches y jugos para que los invitados de Boris pudieran comer
durante su salida por los terrenos de la familia.
El día estaba levemente soleado, algunas nubes pequeñas y
grises recordaban que aún no acababa la época de frío del todo; a
pesar de eso, el paisaje era hermoso, sobre todo para un chico
como Boris que venía de zonas mucho más áridas. Como a eso de
las cuatro de la tarde llegaron Camila, Felipe y Julián hasta la
Casona, al entrar quedaron deslumbrados con lo bien que vivía la
familia del Pastor del colegio; Juana raudamente trató de hacerlos
sentir cómodos y les hizo pasar hasta la sala en donde se
apreciaban algunas fotos de la familia, hasta ahora no había
ninguna de Boris, seguramente porque era recién llegado y
curiosamente tampoco aparecía alguna de Gabriel, eran sólo las
antiguas generaciones de los Ferrada.
— El niño Boris viene enseguida…Están en su casa— dijo Juana,
mientras secaba sus manos en el delantal de cocina. Su arrugada
cara con una noble sonrisa era suficiente para darse cuenta de lo
buena persona que era la mujer que llevaba años trabajando para la
familia.
— ¡Gracias! — respondieron los tres jóvenes casi al unísono,
mientras observaban el entorno.
Juana se retiró a buscar lo que con tanto cariño había preparado
para el paseo, al tiempo que Boris aparecía en la sala con una cara
llena de felicidad, le alegraba que sus amigos estuvieran allí; vestía
un jean desgastado y una camisa a cuadros de manga corta, sobre
un hombro traía el bolso en donde llevarían la comida.
— Tengo todo listo…Creo que les va a gustar el paseo —dijo
Boris de buen ánimo, mientras abría su bolso.
— Seguro que sí— respondió Felipe, el que estaba entusiasmado
por conocer el estero del que le había hablado Boris.
— Tu casa es fabulosa— agregó Camila, quien estaba fascinada
con el estilo rústico de la sala, le encantaba la madera barnizada y
las enormes ventanas con vistas al campo.
— ¿Cuál es tu dormitorio? — preguntó Julián disimuladamente,
poniendo su sensual sonrisa pícara. Todos se rieron al notar que
estaba bromeando.
— ¡Ay!, ahí no irás por ahora — respondió Boris con una gran
sonrisa, esperaba que tía Corina no apareciera por la sala para
evitar hacer alguna oración de último minuto.
—Aquí tiene mi niño, para que no pasen hambre en la tarde —
apareció Juana como un fantasma con una cajita plástica llena de
sándwiches que entregó a Boris.
Una vez que guardó la comida, todos salieron de la casa con
rumbo al estero que Gabriel en algún momento le había llevado a
conocer. Pasaron por una pequeña huerta llena de plantas
aromáticas que Juana tenía para cocinar, el olor del Romero
predominaba en el aire y a Camila le fascinaba estar allí. A ratos
corrían para avanzar más rápido, tenían claro que debían pasar por
un pequeño bosquecito para poder llegar a su destino. Felipe se
adelantó un poco con Camila para aprovechar el momento, los otros
dos se quedaron varios metros más atrás.
— Y si nos perdemos un ratito— sugirió Felipe a Camila para
probar si ella aceptaba.
— ¿Perdernos? Mmm… — Camila sonreía – ¿Es lo único que
quieres? — lo miró para ver su reacción.
— Quiero todo lo que venga de ti, Camila— Felipe sonaba
bastante seguro, siempre que la miraba provocaba en ella alguna
reacción hormonal sin siquiera saberlo – Ahora, si nos perdemos en
el bosque tal vez te da susto— agregó de forma coqueta.
— ¿Susto? — Camila se detuvo frente a él – Si fueras el primer
hombre en mi vida tal vez, pero no lo eres— respondió siendo
sincera y para dejarle en claro que él no sería el primer chico en su
vida. Felipe abrió unos enormes ojos de sorpresa, no esperaba esa
respuesta y a pesar de que no le molestaba, en el fondo hubiese
deseado ser el primero.
— ¿A quién debo matar por atreverse a estar con mi futura
novia? – preguntó tratando de no sonar celoso para poder indagar
un poco más, sentía curiosidad.
— Nadie que tú conozcas, porque fue en el verano mientras tú
estabas en el campamento de equipos con otras chicas…Fue el
amigo de mi prima— Camila se acercó a él mirándolo a los ojos,
quería ser sincera y directa con Felipe, quien estaba claramente
sorprendido.
— Quizás no seré el primero, pero puedo ser el mejor—
respondió acercándose también a ella con aire seductor. Traía una
ajustada camiseta rosada que realzaba su piel color canela y
marcaba sus trabajados brazos. Sus labios se acercaron y
lentamente se besaron, sabían que en ellos estaba el deseo de algo
más, pero ésta no sería la ocasión de concretarlo, ya que estaban
casi encima de ellos sus amigos, quienes ya se habían percatado de
la escena romántica.
— ¡Ya pues, controlen sus hormonas! — gritó Julián lanzándoles
unas hojas secas que estaban en el suelo.
— Ya no hay respeto por nada— añadió Boris en tono de broma,
mientras pasaba junto a la pareja que seguía besándose.
— ¿Tú no quieres hacer lo mismo conmigo? — Julián corrió tras
Boris, el que inmediatamente huyó del lugar, mezclándose entre los
árboles. Sus risotadas retumbaban con el eco del pequeño bosque.
Corrieron por un rato y mucho más atrás venían Camila y Felipe
de la mano luego de aquel apasionado beso. Metros más allá, se
veía el anhelado estero junto a unas hermosas rocas a su alrededor.
Apuraron el paso, ya que Boris con Julián estaban esperando por
ellos en la orilla del agua.
— ¡Este lugar está genial! – exclamó Julián, quien estaba
maravillado con el lugar. El tenue sol se reflejaba en el agua
cristalina –¿Cómo conociste este lugar? – preguntó, ya que Boris no
llevaba mucho tiempo viviendo en la Casona.
— Eh…Me trajo mi…— Boris titubeó. No quería decir la verdad.
— Wow… ¡Está buenísimo! — gritó Felipe interrumpiendo a
Boris.
— Sí, la verdad es que es un lugar demasiado agradable para
pasar la tarde—dijo Camila al tiempo que se subía en una de las
rocas.
— Si quieren nos quedamos aquí — Boris soltó el bolso y buscó
dónde sentarse.
— Pues yo me voy a meter al agua— Felipe ya se estaba
quitando las zapatillas, ante la sorpresa de todos, ya que a pesar del
día soleado no hacía mucho calor como para bañarse en el estero –
No creo que sea muy profundo – añadió bajándose los pantalones.
—Estás loco Pipe— le dijo Julián lanzándole una rama seca en la
cabeza – Te vas a congelar — se agachó a tocar el agua con sus
manos para probar la temperatura.
—No sean cobardes… Esto no se puede dejar pasar — Felipe
estaba entusiasmado y como siempre tenía energía de sobra, ya
estaba listo para lanzarse. Tras dejar su ropa sobre un troco, se
quedó sólo con su bóxer blanco y empezó a meterse al agua
lentamente para ver la profundidad. Comenzó a temblar, pues
efectivamente hacía mucho frío, pero era testarudo y siguió adelante
con su plan, mientras todos miraban con ataque de risa. Camila
desde lo alto lo miraba fascinada, era primera vez que lo veía con
tan poca ropa y le parecía extremadamente atractivo metido en el
estero. Al cabo de un rato, Felipe se dio cuenta de que el agua no le
llegaba más arriba de la cintura, así es que se sumergió sin perder
más tiempo, de lo contrario después el frío le pasaría la cuenta.
— ¡Ah, mierda esto está helado! — exclamó el atractivo moreno,
mirando a sus amigos que desde las rocas observaban como si
fuera un espectáculo – Dejen de mirarme así, sé que estoy rico pero
la única oportunidad aquí la tiene Cami — dijo sonriendo hacia ella.
La verdad no le molestaba que sus amigos lo miraran y ya había
dejado en claro que no tenía problemas con el tema, él estaba
seguro de su sexualidad y le gustaba pasar tiempo con ellos y
hacerle bromas al respecto.
— ¡Uy, Cami…Échale un vistazo a la mercadería que te ofrecen!
— dijo Julián, haciendo referencia a que se le traslucía el bóxer al
estar mojado
— ¡Ay, Juli! — Camila entre risas se ruborizó.
Felipe notó a qué se refería Julián, así es que se sumergió hasta
los hombros, ya que a Camila le daba vergüenza verlo o al menos
eso parecía.
— ¿Nadie trajo toalla? — Boris miró dentro de su bolso y
efectivamente no tenía una, sólo comida, ya que no esperaban
bañarse.
— Tranquilo…Ya veré cómo secarme —dijo Felipe y siguió
bañándose, parecía un niño jugando en el agua.
Los otros tres siguieron sentados en las rocas y se juntaron
entorno al bolso de Boris para probar los Sándwiches que le había
preparado Juana con tanto cariño. Mientras goloseaban esos
maravillosos panes con Jamón ahumado y Queso de Campo, se
reían de las tonteras que hacía Felipe en el agua para coquetearle a
Camila.
— Yo que tú, ya me lo habría llevado a la cama — dijo Julián a
Camila, mientras terminaba de tragar un bocado del Sándwich – O
te lo van a quitar – agregó mirando al chico en el agua.
— Es verdad Cami, dale una oportunidad — Boris la miró con
cara de niño bueno, no había olvidado ayudar a su amigo a
conseguir que ella fuera su novia, después de todo eran cosas del
pasado lo que los separaba.
— Lo estoy pensando — respondió Camila con su Sándwich en
la mano y observando el tonificado torso mojado de Felipe en el
agua – Yo creo que pronto le daré el sí…Está bien rico este
morenito— soltó una carcajada junto con los chicos, quienes
asintieron en señal de aprobación.
— Y tú deberías hacer lo mismo Boris, dime que sí — Julián
aprovechó el momento para ver si estaba provocando algo en él.
— No sé…Déjame pensarlo unos años— respondió Boris con la
cara llena de risa en complicidad con Camila.
— ¡Hey, Boris…Ayuda! — gritó Felipe desde el agua, haciéndole
un gesto para que bajara – Trae mi ropa para vestirme…Me cago de
frío —dijo saliendo del agua entre tiritones.
Boris bajó riéndose al ver que no había durado mucho tiempo en
el agua, tomó la ropa de Felipe y se acercó hasta la orilla junto a un
árbol donde su amigo lo esperaba temblando. Julián le silbaba
desde las rocas, mientras Camila se reía.
— Tápa…me con la ca…mi…seta— le decía Felipe temblando,
indicándole que pusiera la camiseta frente a su cintura para que
Camila no lo vea desnudo. Boris hizo lo que le pidió y éste se quitó
el bóxer, sacudió con sus manos un poco el agua que quedaba
sobre su cuerpo.
— Con esa cosita, Camila te cambiará por algo mejor— le dijo
Boris y luego soltó una carcajada.
— ¡Hueón, está chica por el frío! — respondió Felipe poniéndose
el pantalón sin ropa interior, también le causó risa el chiste de su
amigo.
— Sí, te creo. Yo no he dicho nada — Boris le pasó la camiseta y
salió corriendo de regreso con sus amigos.
Felipe subió con ellos y se comió el sándwich que quedaba en el
bolso, comenzó a sentir menos frío, abrazó a Camila y se quedaron
conversando tonteras por largo rato. Cuando el sol empezó a
esconderse, decidieron caminar de regreso para que no tuvieran
problemas para volver a sus casas tan tarde. Se pusieron de
acuerdo para regresar cada vez que fuese posible, ya que el lugar
era agradable, en el camino Boris divisó a lo lejos el lugar donde
había tenido esa lucha con barro con Gabriel cuando recién se
estaban conociendo, sintió un poco de nostalgia, pero sus amigos lo
sacaron rápidamente y sin saberlo de ese estado, ya que era el
secreto mejor guardado hasta ahora de Boris. Pasaron nuevamente
por la huerta de hierbas, Camila aprovechó para sacar algunas y
llevarlas a su casa para cocinar, estaba alucinando con la enorme
variedad de plantas que tenían y lo delicioso que eran sus aromas.
Llegaron hasta la entrada de la casa en donde estaba el Pastor
Abner hablando por celular, les hizo señas para saludar a los
amigos de su hijo y antes de que se alejarán más, tapó su teléfono
para que del otro lado no escucharan, ya que tenía algo para decirle
a su hijo.
— ¡Boris, no olvides preparar tu bolso que salimos mañana
temprano! – gritó el Pastor, animando a su hijo y luego siguió la
conversación por celular.
Su hijo sólo levantó sus pulgares en señal de aprobación,
tratando de no ser pesado, ya que en realidad no le animaba mucho
el viaje; siguió caminando con sus amigos hasta la entrada de la
casa en donde se despidió de Camila y Felipe con un beso en la
mejilla y un abrazo, luego emprendieron rumbo hasta la parada de
autobuses, ya que debían llegar rápido a la casa de la joven. Julián
en cambio, quería quedarse unos minutos más para despedirse de
Boris porque no lo vería hasta el próximo lunes en el colegio y sólo
podrían hablar por las redes sociales. Se alejaron un poco de la
Casona para que nadie viera por las ventanas, ya que tía Corina
solía estar tejiendo cerca de estas.
— Te voy a extrañar, nene lindo— dijo Julián, mirándolo a los ojos
con su típica sonrisa coqueta. Se paró frente a él para sentirlo cerca.
— Yo también amigo, hoy lo pasé demasiado bien contigo —
Boris puso su mano en el hombro de Julián en señal de afecto.
— ¿Amigo? — Julián puso cara de desagrado – ¿Cómo hago
para conseguir que eso cambie? — agregó tomando su mano,
aprovechó que en el lugar no había mucho tránsito y nadie los
observaba.
— No sé…Ahora no creo que sea el momento— respondió Boris
tras un suspiro.
— Yo puedo esperar— Julián parecía decidido a conseguir algo
serio con él –Te espero lo que me pidas— añadió apretando con
fuerza su mano, sus ojos los tenía clavados en los de él.
— Julián, eres tan lindo— Boris podía sentir que las palabras del
chico eran sinceras, sus ojos parecían transparentes – Prometo que
si algún día me siento en condiciones de estar con alguien— tomó
un poco de aire — Ese serás tú, seguro que sí— finalizó con una
sonrisa, sentía nervios de ser visto por alguien de la casa o un
vecino.
Ante la respuesta de Boris, los ojos de Julián se iluminaron y sin
que pudiera darse cuenta le robó un beso fugazmente, tan breve,
pero tan deseado, que sintió alegría en su corazón al saber que un
día tendría oportunidad con el chico que le gustaba. Boris no logró
reaccionar y sólo cuando se dio cuenta del beso y las risas de Julián
soltó una risa nerviosa. Sin dudas ese travieso chico se la estaba
jugando por él. Se volvieron a acercar y esta vez para no provocar al
destino, se dieron un fuerte abrazo de despedida.
—Cuídate mi bonito, te extrañaré — Julián le besó la mejilla y
luego lo soltó. Caminó hasta el paradero sin mirar atrás, mientras
Boris no le quitaba la vista de encima.
La casa del lago

T emprano en la mañana, Boris y Abner cargaron los bolsos en


el auto, el viaje sería por todo el fin de semana y según le
había comentado su padre durante el desayuno, irían a las orillas
del Lago Maihue, ubicado al interior de la Cordillera de Los Andes,
en donde la Iglesia hacía sus retiros espirituales, aprovechando que
uno de los líderes de la congregación tenía terrenos en el lugar y se
los facilitaba con frecuencia. Una vez que tuvieron todo listo, se
despidieron de tía Corina y Juana, quienes salieron hasta la puerta
para desearles en buen viaje luego de haberlos bendecido casi seis
veces seguidas antes de subir al vehículo. Partieron con rumbo a la
Cordillera, Boris aún un poco somnoliento disfrutaba del bello
paisaje que le ofrecía la ruta, mucha vegetación y ganado se podía
ver a cada lado de la carretera, el sol ya comenzaba a asomarse por
entre las nubes y a iluminar las gotas de rocío en el follaje de los
árboles.
—Don Armín estará dichoso de conocerte— dijo Abner,
rompiendo el largo silencio, ya que su hijo iba contemplando el
entorno medio desparramado en el asiento del copiloto – Es el
Anciano de mayor rango y además es una persona demasiado
importante — agregó lleno de dicha, sus ojos claros resaltaban con
la tenue luz del sol que daba de frente.
— ¿Por qué quiere conocerme? — Boris estaba sumergido en un
sweater de cuello alto para protegerse de la fría mañana – No
entiendo bien— trató de enderezarse un poco.
— Bueno, como eres mi hijo y antes no vivías conmigo, él ahora
quiere verte en persona y darte su bendición— Abner dobló hacia su
derecha para entrar en la ruta que llevaba hacia la zona donde iban
– Además vengo a tratar unos temas de suma importancia y no le
podía hacer el desaire, ya que nos invitó muy amablemente, yo creo
que te gustará el lugar — le dijo mientras lo veía medio adormecido
en su asiento.
— Está bien, seré amable con el señor viejito – dijo Boris a modo
de broma, su padre sonrío levemente. Se dio cuenta de que era la
primera vez que tenía una salida a solas con él.
— Armín Betancourt me conoce casi desde niño, era un gran
amigo de tu abuelo y tenían negocios juntos — añadió Abner para
que su hijo entendiera que para él era una persona de mucha
relevancia.
— ¿Y falta mucho por llegar? — Boris estaba como los niños
pequeños, ansioso e incómodo de viajar tantas horas sentado.
— Sí Boris, aún nos queda mucho, recién vamos a medio camino
— Abner sacó sus lentes de sol del costado del asiento para
protegerse de la luz, al ponérselas su hijo se dio cuenta de que
tenían cierto parecido y pensó en llegar a ser igual de atractivo a los
40 años, pero sin ser Pastor – Saca unos chocolates que hay
guardados— le dijo su padre, indicándole un estuche.
Boris le hizo caso y encontró varios bombones que se fueron
comiendo en el trayecto, mientras admiraba la belleza del camino,
entraron por un camino rústico entre unas altísimas montañas que
parecían gigantescas murallas de roca, abajo la vegetación era
abundante; enormes árboles cubrían a rato el camino que daba la
idea de ir por túneles de ramas. Muchas casitas de campesinos
tenían sus chimeneas humeantes y en sus patios, uno que otro
perro ladraba al paso del vehículo que interrumpía la paz a la que
acostumbraban.
Luego de casi 4 horas de viaje, en el que Boris se quedó dormido
un par de veces, dejando a Abner hablando solo, llegaron hasta las
orillas del Lago Maihue; doblaron en un pequeño camino que
indicaba con una señalización de madera: “Fundo Betancourt”, justo
en la entrada de la casa que a simple vista era tres veces más
grande que la Casona de los Ferrada, se notaba que eran una
familia de mucho dinero. El jardín tenía el pasto más verde y
esponjoso que Boris en su vida había visto, diferentes plantas
florales y ornamentales distribuidas por todos lados hasta llegar a la
puerta de la casa, la que tenía una enorme terraza con vistas al
Lago. Se bajaron del vehículo y los recibió uno de los empleados de
la familia, el que los condujo hasta el salón principal de la casa; era
el lugar más elegante que se podían imaginar en medio de la
cordillera, allí los esperaban los dueños de casa, el matrimonio
compuesto por Armín Betancourt y su esposa Helena Stoker. Ambos
tenían un aspecto severo, mezclado con una elegancia innata en su
forma de ser. Armín se levantó de su sillón que estaba cerca de la
ventana para saludar, tenía el pelo canoso y unos ojos celestes
penetrantes.
—Abner, Bienvenido a tu casa— expresó Armín dando un abrazo
al Pastor – Esperaba tu llegada con ansias – aseguró el hombre de
aspecto severo, mientras acomodaba su grueso sweater de lana.
— Gracias Don Armín, es un honor estar aquí nuevamente—
respondió Abner con seriedad, se notaba que el Anciano ejercía en
él mucho respeto y admiración.
— Bienvenidos, es un agrado tenerlos en casa— intervino Helena
acercándose lentamente. Parecía estar un poco enferma.
— Muchas gracias, señora Helena— Abner le dio la mano con
delicadeza y le sonrió.
—Este debe ser el muchacho— Armín se acercó a Boris
sonriendo, sus enormes ojos celestes se iluminaron al verlo.
— Hola, mucho gusto señor— Boris le dio la mano y se sintió
intimidado con la mirada del hombre, le dio un escalofrío.
— ¡Un joven fuerte y sano! — exclamó Armín mientras regresaba
a su sillón – Así es que este es el hijo que no conocíamos del Pastor
— agregó circunspecto, indicándoles que tomaran asiento.
— Así es Don Armín, tiene dieciséis años y está hace poco
tiempo con nosotros — Abner estaba más serio que nunca.
— Eres un joven apuesto, acompáñame a la cocina para comas
algo – le dijo Helena, quien sonriente le extendió la mano para que
la siguiera – Estos hombres tienen que hablar temas de mayores –
añadió, ya que sabía que su marido había citado a Abner para
temas delicados de la Iglesia, los cuáles ni ella misma conocía.
Boris accedió a la amable invitación y siguió a la mujer que a
paso lento lo llevó hasta la enorme cocina de la casa en donde
había una empleada cocinando. Se sentaron en la mesa que estaba
en el centro del lugar y le sirvieron un tazón de Leche con Galletas
de Higos, que era una receta clásica de Helena, se notaba una
mujer amable y que en su juventud había sido hermosa; ahora unas
cuantas arrugas cubrían su rostro y las canas invadían su cabello
atado con una larga trenza.
— Están deliciosas, señora Helena — dijo Boris, a quien le
encantaba todo lo que fuese dulce.
— Qué amable, cariño, las hago desde que vivía en Suiza
cuando niña — respondió la mujer que recordaba su infancia en
Europa.
— ¡Y su casa es increíble! — añadió el joven mientras esperaba
que le trajeran más galletas.
— Si gustas puedes salir a conocer, es bastante seguro aquí —
Helena revolvía su taza de Infusión de Cedrón y le indicaba con la
mirada por donde ir.
Mientras Boris continuaba comiendo las deliciosas Galletas de la
dulce mujer, en la sala su padre y Armín discutían temas serios, ni
siquiera el mayordomo se acercó a consultar si requerían algo, ya
que tenía instrucción de no molestar hasta que terminaran esta
primera reunión. Estuvieron más de una hora conversando hasta
que por fin salieron de la sala, Helena y Boris estaban en la terraza
de la casa hablando del lugar y todos los sitios que podía visitar
durante el fin de semana en el Lago. Ya se había enterado por la
señora que luego del almuerzo irían con su padre a la cabaña que
los Betancourt tenían un par de kilómetros más arriba en la montaña
para que pudiesen descansar.
— Hay cambio en los planes — dijo Armín al escuchar que
Helena ya había conversado con Boris. Ambos lo miraron con cara
de sorpresa.
— Así es hijo, surgió algo realmente importante y no puedo
quedarme — Abner estaba serio. Su hijo seguía sorprendido.
— Es un asunto de la Iglesia y el Hogar de niños que debe
solucionarse ahora mismo — Armín Intervino tocando el hombro de
Abner.
— ¿Entonces regresamos ahora? – preguntó Boris. Ahora no le
estaba gustando la idea, ya que el lugar le parecía increíble.
— No es necesario, ya pensé en todo y podrás pasar el fin de
semana aquí como ofrecimos a tu padre — Armín ya tenía todo bajo
control, su esposa lo miraba un poco sorprendida, ya que pensó que
ambos se quedarían el fin de semana en la cabaña.
— Pero no quiero molestar, además no conozco a nadie — Boris
no quería quedarse solo en un lugar tan lejano.
— Tranquilo hijo, Don Armín ya pensó en todo…Después de
almuerzo te lo diremos — Abner se acercó a Boris y le dio unas
palmadas en la espalda para darle confianza, se notaba un poco
asustado.
Así es que, con el cambio de planes, caminaron un rato en
compañía de los dueños de casa por el jardín disfrutando del aire
puro, poco más allá se podía observar el lago, en algunas montañas
aún quedaba algo de nieve en las partes más altas. Helena llevaba
del brazo a Boris, le pareció un joven encantador y este se sintió a
gusto en su compañía.
— Pensé que serían más personas las que estarían aquí — dijo
Boris a Helena, manteniendo su paso lento – Mi padre me habló de
los Ancianos de la iglesia y sólo veo a Don Armín — sentía
curiosidad, ya que esperaba más personas o eso había imaginado.
— Creo que así sería, pero Armín hizo un cambio, ya que era un
tema que sólo debía tratar con Abner – respondió la mujer con
cortesía – Y mucho más no sé porque en los temas de los hombres
no me puedo meter mucho — agregó con una leve sonrisa como
acostumbrada a estar en un nivel más bajo en la jerarquía de la
iglesia.
Uno de los mayordomos se acercó hasta Armín para indicarle
que estaba todo listo y que su encargo venía en camino y llegaría
justo a tiempo como lo había ordenado, así es que los invitó a
regresar hasta la casa para que pudiesen almorzar tranquilos y
después, Abner pudiese emprender su urgente viaje de regreso;
además debían ubicar a Boris en la cabaña para que disfrutara el fin
de semana.
— No es necesario ese gesto — insistió Boris que no tenía
muchas ganas de quedarse solo, aun cuando el lugar le encantaba.
— Es lo menos que puedo hacer si viniste hasta aquí —
respondió Armín, al tiempo que se ubicaban en la mesa – Algún día,
tú harás mucho más por nosotros —agregó sin mirarlo y en tono
serio. Abner observaba en silencio, mientras Boris no tenía muchas
opciones para cambiar de plan.
El mayordomo comenzó a servir la comida que tenía un buen
aspecto, Helena les comentó que ellos mismos cultivaban todos sus
vegetales en las huertas e invernaderos del Fundo, tenían cultivos
orgánicos y preferían no utilizar químicos, ya que por su salud
estaban tratando de mantener una vida extremadamente saludable
desde hace años. El Guiso que sirvieron tenía el mejor sabor que
Boris había probado, incluso mejor que la comida de Juana.
Mientras almorzaban y hablaban sobre las maravillas de cultivos de
la familia, se escuchó el ruido de un vehículo llegando a la casa;
minutos después se acercó el empleado donde el dueño de casa.
— Señor, acaba de llegar lo que esperaba— indicó el mayordomo
parcamente.
— Sí hombre, adelante…Es de mi entera confianza — respondió
el anciano, haciendo un gesto con las manos para que procediera.
El hombre se retiró para buscar lo que tanto misterio causaba
para Helena y Boris que no entendían nada. Se cerró la puerta
principal y el sonido de los pasos se acercaban, se abrió
nuevamente la puerta del comedor.
— ¡Buenas tardes a todos! — se escuchó al abrirse la puerta. Era
Gabriel en compañía del mayordomo.
Boris casi se atoró con la comida al verlo, se puso un poco pálido
y quedo inmóvil en su puesto, mientras que Armín le daba la
bienvenida junto a su esposa y Abner. El matrimonio ya lo conocía
desde hace años y tenían una excelente buena relación con él.
— Gabriel estaba solucionando una parte del problema del Hogar
de niños en la capital — dijo Armín al tiempo que le daban un puesto
en la mesa al nuevo invitado – Ahora es turno que Abner se haga
cargo del asunto, por eso lo invité a venir para que su hermano
menor no quede solo este fin de semana — dijo imperativamente,
con un tono de voz un tanto despectivo.
— Agradezco la invitación, Don Armín, fue en el momento preciso
en que necesito un descanso — respondió Gabriel sentado junto a
Abner. Boris aún no reaccionaba del todo, sus manos sudaban frío.
— Sabes que eres como de la familia — intervino Helena con su
agradable sonrisa— Supimos que te vas a casar con la joven de la
Iglesia — sentía curiosidad.
— Así es, tenemos planes de casarnos en febrero— respondió
Gabriel – Pero aún faltan varios meses— añadió mirando a Boris.
— Podría haber venido— sugirió Armín con su copa de agua en
la mano.
— La verdad no sabe que vine aquí— Gabriel sonrió – Creo que
es bueno que cada uno tenga su espacio y será bueno pasar tiempo
cuidando a mi hermanito— lo dijo disimulando bastante bien lo que
había ocurrido entre ellos. Boris cada vez estaba más estupefacto y
no entendía nada.
— ¡Gracias a Dios que tengo estos hijos tan buenos! — exclamó
Abner lleno de dicha al escucharlo, además quería quedar bien en
presencia de Armín.
— Pequeño, tú no has dicho nada — dijo Helena a Boris al
notarlo callado – No creo que se lleven mal, si Gabriel es un encanto
— agregó dichosa.
— Eh…Yo, estoy…Sorprendido…— respondió Boris
tartamudeando – No esperaba que viniera hasta acá y dejara a su
novia sola por cuidarme — trató de ser irónico, lo miró con un poco
de timidez.
— Gabriel haría eso por cualquier persona. Lo conozco, ya que
lleva trabajando para la institución mucho tiempo — Armín intervino,
pues lo conocía no sólo por la iglesia, también trabajaba para el
Hogar de niños que pertenecía a la congregación.
Terminaron de almorzar en un ambiente aparentemente cómodo
y tranquilo, conversaron un par de cosas por el tiempo que llevaban
sin verse. Boris trató de no mirarlo mucho, sentía que si lo hacía
quedaría en evidencia frente a todos. Luego de una agradable taza
de café de cebada, se retiraron de la mesa para despedir a Abner,
quien debía partir rumbo a la capital urgente; Armín le indicó que ya
le había comprado el ticket para un vuelo para esa misma noche y
así no perderían tiempo. Abner se fue del lugar en el mismo
vehículo que llegó, mientras que a Gabriel le facilitaron una
camioneta de la familia Betancourt para que se fueran hasta la
cabaña del lago. El mayordomo subió sus cosas y esperó a que se
despidieran del matrimonio, ya que el mismo conduciría el vehículo
para dejarlos en su destino.
En el camino hubo un silencio incómodo en la camioneta, el
empleado no quiso decir nada, ya que no acostumbraba a intervenir
en los asuntos de los invitados. Boris y Gabriel iban en el asiento
trasero del vehículo, cada uno mirando por su ventana. Un par de
kilómetros más allá estaba una hermosa cabaña de madera con una
pequeña terraza y una bella tinaja de troncos con humeante agua
termal rodeada de hermosos y enormes helechos. El mayordomo
les bajó el equipaje y les indicó que lo que necesitaran se les
enviaría, solo tenían que utilizar el teléfono satelital que estaba
guardado en la cabaña, ya que normalmente los celulares no
disponían de buena señal. Les mostró las instalaciones y luego se
retiró con la camioneta, tanto Boris como Gabriel continuaban en
silencio, evidentemente tensos e incómodos.
— Voy a caminar un rato, nos vemos después — dijo Boris en
dirección hacia la puerta. Salió rápidamente, sin esperar respuesta.
No llevaba ni cinco metros caminados en el patio, cuando sintió
que la puerta de la casa se abrió; Gabriel salió corriendo hacia
donde estaba él, pero prefirió acelerar el paso en señal de no querer
tenerlo cerca.
— ¿Por qué huyes? — le gritó Gabriel en tono nervioso.
— ¿Huir? — Boris volteó a verlo con cara seria – Fuiste tú el que
huyó con la novia y yo no quiero ser un problema en tu vida —
agregó con los ojos vidriosos.
— Lo sé, pero es que debes entender que soy cristiano y esto
no…— Gabriel seguía nervioso.
— ¿Esto no está bien? — Boris completó la idea de Gabriel,
quien bajó la mirada sin saber qué hacer ni decir – No te preocupes,
no seré yo quién te envíe al infierno — agregó en tono irónico y
siguió caminando por entre los árboles. Gabriel quedó un rato
inmóvil, estaba agitado y nervioso. Corrió nuevamente tras Boris.
— ¡Ya no lo aguanto! — escuchó Boris al tiempo que lo detenían
tomándolo de un brazo – No aguanto más y no importa si me voy al
infierno como tú dices —Gabriel se le acercó rápidamente y le tomó
la ropa por la cintura para que no se fuera otra vez.
Boris se agitó al verlo tan cerca, podía sentir que Gabriel estaba
nervioso y lo tenía fuertemente agarrado, no había escape posible.
Se le acercó cada vez más y se miraron fijamente, respiraban
fuertemente uno cerca del otro, sentían el olor de la piel de cada uno
hasta que el deseo se tornó incontenible y en un acto casi
desesperado, Gabriel besó a Boris con mucha más pasión que la
primera vez, sin culpa y sin alcohol; ahora parecía devorarlo, como
saciando un hambre contenida. Boris no se pudo resistir, era lo que
tanto quería y le daba lo mismo lo ocurrido, se dejó llevar por su
instinto y la fuerza de Gabriel que comenzó a besarle el cuello,
recorriéndolo con fuerte deseo, aún lo tenía tomado como un
prisionero entre sus brazos. Cayeron en el suelo, presos de la
pasión en medio del bosque.
El paraíso en la tierra

D urante un largo rato estuvieron besándose en el suelo. No les


importó la tierra mojada ensuciando su ropa, sólo saciaron
sus ganas de besarse hasta el cansancio, ni una sola palabra en
mucho tiempo. Gabriel parecía extasiado al sentir nuevamente los
labios de Boris, quien respondía de la misma forma; poco a poco
fueron volviendo en sí, casi sin poder respirar.
— No sé qué decirte Boris…deseaba que esto pasara — dijo
Gabriel, el que respiraba agitado, estaba encima de Boris y sus
labios continuaban cerca, sus miradas eran inseparables.
— Yo también, no puedo creerlo — respondió Boris, moviendo
lentamente sus labios rosados y húmedos cerca de los de Gabriel.
— Aquí podrían vernos — Gabriel miró hacia los lados
recordando que estaban al aire libre – Ven, vamos a la cabaña — se
levantó con la ropa sucia al igual que Boris y luego lo tomó en
brazos entrelazándolo en su cintura, los besos continuaron mientras
caminaba lentamente hacia la cabaña.
Ingresaron rápidamente hasta la habitación principal que tenía
una cama amplia llena de almohadas, justo frente a un gran
ventanal que daba hacia la tinaja de madera en la terraza. Gabriel lo
dejo caer sobre la cama y se quitó la camiseta, dejando ver su
tonificado torso, mientras Boris lo observaba con deseo, este hizo lo
mismo y lanzó su camisa al piso; su delgado cuerpo marcado era
para Gabriel una mezcla de ternura y deseo, lo quería para él y se le
fue encima nuevamente para volver a devorarle sus labios; ahora
podían sentir una parte desnuda de sus cuerpos cerca, el calor de la
piel estaba subiendo y con sus manos comenzaron a recorrerse, a
tocar cada espacio que antes anhelaban sentir. Boris abrió el
pantalón de Gabriel, dejándolo sólo con su bóxer, podía ver y sentir
como el bulto de este crecía por debajo de la tela mientras lo
besaba. Gabriel hizo lo mismo y pronto ya estaban casi desnudos
rodando por la cama, sus miradas delataban el anhelo de sentirse.
Poco a poco, Boris fue bajando por el abdomen de Gabriel, llevaba
su lengua como marcando el camino, mientras éste lo observaba
lleno de deseo; quitó lentamente el bóxer, dejando a la vista lo que
tanto deseaba tener, le pareció enorme y no contuvo sus ganas de
llevarlo hasta su boca, lento y suave, ante la mirada enloquecida de
Gabriel que se retorcía al verlo ahí enredado en su cuerpo,
saboreando su miembro como un niño hambriento. Boris no quería
soltarlo, estaba poseído por las ganas de tenerlo y continuaba
jugando con su lengua hasta que Gabriel lo tomó y ahora sintiendo
que era su turno, le sacó el bóxer y llevó hasta su boca la erección
del adolescente; poco a poco se fueron dando placer de todas las
formas que quisieron, Gabriel estaba enredado sobre el delgado
cuerpo de Boris, respiraban agitados y comenzaban a sudar.
— Quiero que seas mío — le dijo Gabriel, rosando sus labios
cerca del oído, como si fuera un secreto.
— Sigue…No te detengas — Boris no quería detenerse, dejando
que el hombre que tanto deseaba lo hiciera suyo. Sintió cómo
Gabriel separó sus piernas levantándolas levemente, luego extendió
uno de sus brazos para sacar de su pantalón un preservativo que
traía en la billetera y con rapidez logró ponérselo para poder
satisfacer a Boris. Ahí estaba listo para entrar en él…Lento, poco a
poco y disfrutando el momento, mientras el joven se retorcía entre
dolor y placer; sus manos agarraban con fuerza las sábanas para
soportar que Gabriel entrara en su cuerpo. Entre una mezcla de
movimientos que iban desde lo suave hasta lo más fuerte, Boris
recibía cada centímetro del cuerpo de Gabriel; gemían de placer,
sudorosos e incontrolables, enredados como jamás lo habían
estado, conectados como nunca entre la lujuria hasta que Gabriel
pudo descargar todo lo que contenía dentro del delgado muchacho,
que luego hizo lo mismo sobre su marcado abdomen. Se besaron,
sonrieron en complicidad y aún entrelazados se quedaron sobre la
cama recuperando el aliento, poco a poco hasta quedar dormidos.
— Hola, al fin abres tus ojitos— saludó Gabriel, quien estaba
cerca de la cara de Boris, éste apenas había despertado luego de
una larga siesta – Pensé que ya no despertarías — besó al
adolescente en la frente mientras acariciaba su cabello.
— ¿Cuánto rato llevas ahí mirando? —respondió Boris aún sin
poder abrir bien los ojos.
— Lo suficiente para mirar tu delicioso cuerpito sin culpa —
Gabriel recorría su espalda acariciándolo lentamente. Había estado
casi quince minutos viéndolo dormir, fascinado con su desnudez.
— Uy…Entonces debe haber sido mucho tiempo — Boris le
sonrió y apoyó su cabeza en sus marcados pectorales.
— Sí y lo necesario para que me de mucha hambre también—
Gabriel se enrolló entre el cuerpo del chico como jugando a no
dejarlo escapar.
— ¡Sí, tengo hambre! — gritó Boris entre los brazos del fuerte
joven – Déjame salir y cocinemos algo— comenzó a morderle el
cuello para que lo soltará y luego empezaron un juego de cosquillas
para ver quien resistía más, hasta que Boris por fin se liberó y de un
saltó salió de la cama; buscó su bóxer y se fue hacia la cocina
riendo, mientras Gabriel se estiraba para hacer lo mismo.
La cocina de la cabaña estaba bien provista de alimentos, pero
ninguno era experto cocinando, por lo que abrieron una bolsa de
Pasta para preparar algo rápido. Gabriel cortaba unos vegetales
para poder saltear y acompañar la comida, al tiempo que Boris
preparaba una deliciosa Limonada. De repente se abrazaban y
comenzaban a besarse, Gabriel no podía resistir verlo sólo en bóxer
preparando la comida y le susurraba al oído las perversiones que
deseaba continuar haciendo con él. De no haber sido por el hambre,
hubiesen continuado su sesión sexual sobre la mesa de la cocina,
pero lograron contenerse y saciar el apetito con la improvisada
comida que prepararon.
— ¿Vamos a caminar hacia el Lago? — preguntó Boris, el que
sentía curiosidad por ir a conocer el hermoso lugar.
— Bueno, te va a encantar… Este Lago es único – respondió
Gabriel, que ya lo conocía, había estado un par de veces antes en la
casa de los Betancourt – Pongámonos algo más abrigado y vamos
para allá — le guiñó un ojo y luego se puso de pie para vestirse.
Se vistieron con ropa más abrigada, en el lugar corría un viento
bastante frío durante casi todo el año, caminaron por el camino de
tierra que estaba rodeado de espesa vegetación cordillerana; era un
camino inclinado y debían seguir con precaución para no caerse. Al
estar alejado de todo, el Lago era un sitio extremadamente solitario
en donde sólo se veían las personas que habitaban en la zona y uno
que otro turista llegaba de vez en cuando buscando las bellezas de
las montañas. Desde lo alto se apreciaba el agua color turquesa que
reflejaba los enormes árboles que rodeaban al Lago; muchas rocas
enormes de origen volcánico adornaban perfectamente por la orilla
del agua. Al llegar, se encontraron con una pequeña playa solitaria
llena de piedrecillas cerca de la desembocadura un caudaloso Río.
Para Boris, era el lugar más bello que había visitado en su vida, era
tal y como le gustaban: alejados del ruido, sin gente y con
exuberante naturaleza.
— Lejos de todo y contigo — dijo Boris sentado en la arena a la
orilla del lago.
— Te has salido con la tuya, niño irresistible— Gabriel sonreía. Le
tomó la mano – Quisiera detener el tiempo para no regresar –
parecía sincero en sus palabras, había un leve tono de
preocupación.
— Desde la mañana en que te vi en la casa… — agregó Boris,
mirando hacia el lago y buscando entre sus ideas — Cada día era
desear más y más estar contigo — volteó a verlo, sentía que era un
sueño tenerlo ahí tan cerca.
— No pensé que con tu llegada a la casa esto iba a suceder, pero
tú tienes algo que no puedo resistirme — Gabriel apretaba su mano
con fuerza – No pude resistir — enfatizó con la mirada perdida.
Boris se acercó a él y lo besó con ternura, había anhelado estar
así con él, luego lo abrazó y se quedaron contemplando el lago
hasta que el sol comenzó a ocultarse. Jugaron un rato en la orilla del
agua como niños y al empezar a sentir frío decidieron regresar a la
cabaña para aprovechar la poca luz que ya quedaba y no perderse
en el camino.
— Muero de ganas de un Café cargado— dijo Gabriel, el que
llevaba abrazado a Boris.
— Cargado y dulce— respondió el joven – Y quisiera probar
ahora esa tinaja de agua caliente, la noche estaría ideal para una
velada a la luz de las estrellas— añadió Boris para provocarlo.
— Uf, eso suena perfecto – le dijo Gabriel acelerando el paso.
De regreso el camino se les hizo más largo, ya que ahora era de
subida y con menos luz para poder ver, de todas formas, disfrutaron
la travesía entre el bosque, parecían bastante a gusto con todo lo
que les pasaba. Una vez que llegaron, se prepararon el café que
tanto querían, inundando con el aroma de la cafetera la tranquila
cabaña, mientras se reían y disfrutaban de la humeante bebida;
afuera ya se estaba llenando la maravillosa tinaja de madera con
agua caliente.
— Ven aquí— le dijo Gabriel, tomando a Boris por la cintura,
mientras este lavaba las tazas del café y luego le quitó la camiseta.
—Mmm…Esta idea me gusta — respondió el chico entre los
brazos del apasionado Gabriel.
Poco a poco se fueron desvistiendo nuevamente hasta llegar a la
tinaja y se sumergieron en ella completamente desnudos en medio
de furtivos besos y caricias. Entre ellos había un fuerte deseo que
necesitaban saciar. Estaban bajo un estrellado cielo sin luna, la
única luz provenía de una antorcha encendida en la terraza junto a
ellos; un suave viento soplaba entre los árboles que a ratos parecían
silbidos. En medio de esta calma estaban ellos casi enloquecidos en
el agua, entre el espeso vaho se movían con apasionadas caricias.
—Me encantas Gabo— Dijo Boris entre gemidos, mientras sentía
las fuertes manos de su acompañante perdidas en su entrepierna.
Sin más palabras que decir y llevados otra vez por su pasión, Boris
se entregó a Gabriel mientras descendía lentamente por su
endurecido miembro, besándolo apasionadamente, como
devorándose y sin poder contenerse.
La imagen del cuerpo desnudo y en movimiento sobre él era
deslumbrante para Gabriel, estaban casi sincronizados, sus miradas
destellaban fuego cada vez que se acercaban. La mezcla entre
dolor y placer que Boris sentía al tener otra vez dentro de sí a
Gabriel lo hacía retorcerse entre sus brazos, gemían en el silencio
de la noche.
Entrelazados en el agua, mirando el cielo estrellado se quedaron
por mucho rato descansando casi en silencio luego de haber
saciado su pasión nuevamente. Sentían tranquilidad al estar
alejados de todo, eran sólo ellos dos en el mundo.
— Está haciendo frío— afirmó Boris, notando que ya era tarde y
la noche estaba cada vez más fría.
— Vamos a la cama si quieres — contestó Gabriel levantándose
del agua. Su espectacular cuerpo desnudo estaba frente a Boris,
que ahora ya sabía lo que éste era capaz de hacer con él. Se rieron
en complicidad al notar que se estaban viendo desnudos sin
disimular como antes. Secaron sus cuerpos y se metieron en la
cama en donde se quedaron conversando tonteras por varias horas
entre risas, abrazados; besándose y pareciendo ser una pareja feliz.
Se quedaron dormidos enredados, rendidos y sin ganas de
separarse.
Por la mañana, el sol llenó de golpe de luz la habitación que daba
hacia las montañas, haciendo que ambos despertaran temprano. Un
beso apasionado fue el inicio de ese nuevo día juntos que debían
aprovechar al máximo, ya que por la tarde tendrían que partir de
regreso a la ciudad.
—Buenos días…Brother— saludó Boris en tono de burla, estaba
abrazado casi a la cintura de Gabriel.
— ¡Ay, no seas tonto, no digas eso que no me quiero acordar! —
Gabriel recordó que así le decía todo el tiempo – Ni pensar qué
pasaría si se enteran de esto— añadió pensando en Abner, su novia
y todo lo que había en la ciudad.
— Está bien, pero puedes estar tranquilo porque en realidad no
somos hermanos — Boris se sentó en la cama con la cara sonriente
y el pelo revuelto — Esa idea rara se le ocurrió a mi padre — estiró
sus labios como dando un beso a Gabriel, quien suspiró
seguramente pensando en el desastre que se armaría si se sabía de
lo ocurrido.
— Dios, no quiero pensar en nada — Gabriel se estaba
preocupando nuevamente.
— No pienses es eso ahora — Boris metió su mano entre las
sábanas – Quizás yo pueda hacerte olvidar— sugirió mientras
sostenía su pene que poco a poco comenzaba a endurecer, sonreía
de manera perversa al ver la cara de Gabriel, el que empezaba a
sentir placer.
Así, con juego sexual matutino comenzaron el día con los
primeros rayos del sol, saborearon sus cuerpos como si fuese la
primera vez sin parecer saciarse aún.
— Quiero una ducha antes de salir — Boris limpiaba sus labios
con la lengua.
— Hueles a hombre — respondió Gabriel irónicamente, mientras
caminaba desnudo hacia la ducha.
— ¡Idiota! — gritó Boris con ataque de risa y lanzándole una
almohada por la espalda.
Tras la ducha, tomaron un delicioso desayuno y salieron a
recorrer por los alrededores de la cabaña, podían ver desde arriba el
lago que parecía un pequeño espejo turquesa. Había un cálido sol y
a lo lejos se notaba un cielo con nubes oscuras, era probable que en
la ciudad estuviese lloviendo. Caminaron entre un espeso bosque
nativo, Boris recolectaba hojas de los diferentes árboles para
guardar como recuerdo; era algo que solía hacer desde niño.
— Me quedaría aquí para siempre — dijo Boris con un puñado de
hojas en la mano.
— Podemos volver algún día — Gabriel miraba hacia arriba de
los árboles – Si tú quieres, claro— añadió riendo, ya que suponía
que Boris sí iba a querer.
Cerca del medio día decidieron bajar de regreso, pues
seguramente llegaría el mayordomo de los Betancourt para llevarlos
de regreso a la ciudad como se habían comprometido.
Aprovecharon cada instante para besarse libremente entre los
árboles del bosque hasta que estuvieron en la cabaña en donde
recolectaron sus cosas a la espera de que pasaran por ellos. Casi
una hora después llegó la camioneta que primero los llevó hasta la
casa del Anciano, ya que necesitaba hablar con Gabriel antes de su
partida.
En la entrada de la casa estaba el hombre, mientras que su
esposa se veía a lo lejos ocupada, arreglando las plantas de su
jardín.
— Don Armín, gracias por todo – le dijo Gabriel justo después de
bajar de la camioneta, le pidió a Boris que se quedara en el
vehículo, ya que al parecer eran temas de trabajo.
El Anciano y Gabriel caminaron casi por quince minutos por el
jardín, se podía notar que hablaban algo serio por su expresión
corporal. Cada cierto rato, Gabriel miraba hacia la camioneta y
Armín le tocaba el hombro. Al finalizar su conversación debe haberle
dicho algo demasiado delicado, ya que Gabriel caminó lento y su
mirada estaba perdida; se subió a la camioneta en silencio y el
mayordomo emprendió el viaje de regreso.
— Ya vamos a casa, mañana hay que estar en el culto con
nuestro padre— dijo Gabriel unos metros más allá, regresando de
su estado pensativo.
— Sí, no quiero regresar — contestó Boris con tono de
resignación. Sabía que en la Casona no sería lo mismo.
Insaciables

E l regreso fue un poco silencioso, algo preocupaba


notoriamente a Gabriel, el que en un par de ocasiones trató de
hablar con Boris durante el viaje, aunque sus intentos fueron en
vano, ya que el ambiente dentro del vehículo se sentía tenso al estar
el mayordomo como chofer; tal vez hubiese sido diferente sin él o al
menos eso pensaban ambos. Boris entendía que la preocupación
también podía ser por Lucía, hasta el momento no la habían
nombrado, pero claramente sería un problema una vez que llegaran
a la casa.
Una vez que el mayordomo de los Betancourt los dejó en la casa,
rápidamente aparecieron en la entrada tía Corina, Juana y la novia
de Gabriel, que como de costumbre no tenía buena cara; se
acercaron a recibirlos completamente alborotadas como si el viaje
hubiese durado siglos.
— ¡Gracias al Señor que han llegado sin novedades! — exclamó
la tía mientras abrazaba a sus sobrinos.
— ¿Cómo estuvo tu viaje mi amor? — Lucía se acercó a su novio
y le dio un beso. Boris tuvo que disimular su molestia y a Gabriel no
le quedó otra que responderle afectuosamente.
— Bien Lucía, estuvo agradable — respondió su novio
secamente.
— Eres tan buen hermano, gracias por haber ido a cuidar a Boris
— agregó Corina haciéndose a un lado para que Juana entrara con
los bolsos. Estaba orgullosa de ellos.
— De nada tía, es lo que haría por cualquiera de ustedes—
Gabriel trataba de parecer alegre, pero Boris lo percibía triste.
— Te enviaré la factura por ocupar los servicios de mi novio – dijo
Lucía, la que trató de hacerse la graciosa con Boris, mientras éste
tenía en mente el momento en que se entregaba a Gabriel.
— Bueno, tendré que pagarte extra — Boris le sonrió
irónicamente y se fue al interior de la casa, mientras el resto se
quedó para despedirse del mayordomo que debía regresar. Lucía no
soportaba la idea de que su novio hubiese pasado tiempo sin ella,
así es que se quedó pegada a él durante el resto de la tarde.
Juana tenía preparada una deliciosa cena en la que se reunió
toda la familia, un delicioso Estofado de Pollo estaba listo para que
disfrutaran. Gabriel se sentó junto a Lucía y Boris tuvo que soportar
su desagradable voz durante mucho rato; Abner como de costumbre
les comentó los temas que trataría en el culto del próximo día para
que se prepararan y le acompañaran de la mejor manera frente a la
congregación. De vez en cuando y sin que nadie notara, Gabriel y
Boris se miraban fijamente, deseando tenerse cerca otra vez y
esperando que todo el mundo desapareciera por un momento.
Continuaron conversando diferentes temas de la Iglesia, Corina
preguntó como tres veces por la Señora Helena Stocker y su estado
de salud, su sobrino mayor contestó amablemente lo mismo en cada
ocasión. Mientras todos parecían entretenidos, Boris prefirió
empezar a contestar los mensajes que estaban en su celular, entre
ellos a Julián que le había enviado casi veinte mensajes antes de
darse cuenta de que probablemente su amigo no tenía señal en
donde se encontraba; todos sus mensajes iban cargados de ternura
y preocupación por Boris, quien sintió un poco de remordimiento, ya
que no deseaba herir sus sentimientos.
>El lunes nos veremos Juli
>Estoy bien…Gracias por preocuparte
Cuando por fin Lucía decidió que debía irse a su casa, Abner se
retiró junto a Gabriel, ya que tenía que conversar en privado con su
hijo mayor, como de costumbre eran temas de trabajo por lo que se
fueron hasta una pequeña oficina que tenía en el primer piso de la
casa; padre e hijo se encerraron en ella, unos cuantos documentos
por revisar durante la semana les esperaban. Marta le recomendó a
Boris que fuese a descansar, ya que las conversaciones de trabajo
entre ellos normalmente eran largas; ella se quedó un rato más junto
a Corina y Juana en la cocina para preparar unos Alfajores que eran
de los dulces favoritos de Gabriel.
Boris subió hasta su dormitorio, buscó ropa decente para ir a la
iglesia y no tener problemas con la tía al día siguiente; puso una
lista de reproducción con su música favorita y empezó a moverse al
ritmo de un grupo noventero que le encantaba. Se estaba haciendo
tarde y el cansancio se apoderaba de él, se tendió en la cama y
para no quedarse dormido comenzó a enviarse mensajes con
Camila, necesitaba contarle que había estado con un chico, pero
prefirió no revelarle la identidad, al menos no hasta verla en
persona; por ahora, su amiga estaba completamente intrigada y ya
deseaba que fuera lunes para verlo en clases. Cuando ya el reloj
marcaba cerca de las once de noche, Boris se metió en su cama
agotado por el largo día; para dormir usaba un bóxer y una camiseta
vieja sin mangas, se puso sus audífonos mientras miraba videos en
internet antes de quedarse dormido.
— Ya estás en la cama— entró Gabriel y cerró la puerta con
seguro, Boris le sonrió –Ahora no sé dónde voy a dormir…En mi
cama o en la tuya — estaba parado frente a la cama tratando de
decidir.
— Puedes dormir donde tú quieras — contestó Boris quitándose
los audífonos y haciéndose el interesante.
— ¿Y si me quito esto? – dijo Gabriel y empezó a desabotonarse
la camisa con una sonrisa insinuante – Tal vez me den permiso
para… — se quitaba la camisa lentamente, los ojos de Boris se
encendieron –Entrar no sólo en tu cama— tiró la camisa al piso, se
tocaba los abdominales para tentar al adolescente.
— Eso podría servir para que te preste una almohada— Boris
sonreía al verlo en una actitud tan sensual y que no conocía de él.
— Podría conseguir mucho más si…— Gabriel ahora se
contorneaba, mientras quitaba sus pantalones lentamente, algo se
marcaba bajo su bóxer – Me quito esta ropa tan incómoda — ahí
estaba frente a Boris sólo con ropa interior, moviendo su musculoso
cuerpo como quizás nadie antes lo había visto.
— Vas mejorando, quizás te preste algo para que te abrigues— el
corazón de Boris estaba latiendo a mil por hora viendo cómo se
tocaba lentamente.
— Si el público está exigente…Creo que le daré lo que pide —
Gabriel sin dejar de moverse, comenzó a bajar su bóxer despacio
como tentando al muchacho que estaba debajo de las sábanas de la
cama observando deseoso — Ahora me queda poco por ofrecer —
se acercó hasta donde estaba Boris, su cuerpo completamente
desnudo era la moneda de pago para entrar en su cama esa noche.
— Debo pensarlo un poco más – respondió Boris, sentía que le
templaba el cuerpo, ese hombre lo enloquecía, pero quería verlo
jugar otro rato.
— ¿Pensar? — Gabriel se tocaba frente a él – Es hora de actuar
— de un solo movimiento tiró las sábanas que ocultaban a Boris y
evidentemente éste también ya estaba listo para la acción. Gabriel
le tomó los pies para que no escapara, lo volteó y de un tirón le bajó
el bóxer; la imagen del pequeño y dulce trasero del muchacho hizo
que se enloqueciera de deseo y sin preámbulos se posó sobre él,
que sumisamente estaba contra la cama sintiendo como Gabriel
frotaba su cuerpo sobre el suyo.
— Dime que me deseas — le susurró a Boris al oído, mientras
entraba en su cuerpo sin previo aviso, poseído por el deseo.
— Sí…Te deseo — respondió obediente y sin poder moverse,
sintiendo el ir y venir de Gabriel que lo azotaba contra la cama,
disfrutando el tenerlo sometido.
Esa noche durmieron en la cama de Boris, se despertaron un par
de veces para seguir tocándose, luego se dormían enredados como
si no quisieran despegarse el uno del otro; los besos eran
imparables, profundos y apasionados; el sudor de sus cuerpos se
mezclaba y aún dormidos se buscaban sin saciar el deseo que
sentían el uno por el otro.
Temprano sonó la alarma en la Casona Ferrada y empezó el
movimiento de todos los domingos por la mañana para ir al culto.
Por los pasillos se escuchaban los zapatos de taco bajo de tía
corina y Marta que iban y venían de un lado a otro, Juana se sentía
desde el primer piso como hacía sonar la loza, mientras ordenaba la
mesa del desayuno. Abner desde la madrugada ya andaba dando
vueltas por el gallinero buscando huevos para que la empleada los
preparara tal y como a él le gustaban. Arriba en la habitación de los
“hermanos” parecía que no había movimiento, sólo el sonido de la
ducha indicaba que al parecer se estaban levantando. En efecto, ahí
mismo estaban los dos bajo la ducha, tal y como Boris lo quería
desde el día en que llegó y lo vio por primera vez salir entre el vapor
del baño; ahora estaba de rodillas saboreando el cuerpo de su
hombre, mientras el agua caliente caía sobre sus cuerpos.
— ¡El desayuno está listo! — gritó Juana desde la cocina,
interrumpiendo a la pareja que tuvo que apresurarse para salir a
tiempo y no ser descubiertos.
— Después terminas esto — dijo Gabriel a Boris vistiéndose
rápidamente, le guiñó un ojo mientras el joven le sonreía con sus
labios más rosados que nunca.
— Ve…Baja rápido, yo voy enseguida— agregó el adolescente,
quien se miraba al espejo para que su corbata quedara bien puesta.
Cuando bajaron, la familia completa estaba desayunando; todos
como de costumbre bien arreglados para ir a la casa del Señor.
— Se ven hermosos— dijo Marta sonriente con su taza de café
en la mano – Parecen hermanos de verdad — le pareció que
estaban radiantes como nunca. Ambos rieron luego de saludar.
— Así son los hijos del Señor…Bellos — agregó Corina que
arreglaba su pandero con cintas tricolor con la ayuda de Juana – Y
Gabrielito es un ángel, siempre lo ha sido — afirmó orgullosa, la
empleada hizo un gesto de aprobación.
— ¡Qué orgullo de familia tengo! — Abner dejó su Biblia a un
lado, estaba repasando los pasajes que debería abordar en el culto
– Todos están perfectos para ir al templo esta mañana — se notaba
dichoso.
— Gracias — respondió Boris ante tanto alago, aunque hubiese
preferido no ir al culto y seguir teniendo sexo con Gabriel en la
ducha. Tomó un tazón y lo lleno de café para despertar.
— Hoy tienes que decir unas palabras en el sermón — Abner
miró a Gabriel, el que preparaba una tostada con Mermelada de
Ciruelas.
— Eh…Sí claro, lo había olvidado— Gabriel dejó su tostada en el
plato – Pero sé lo que debo decir — sonrió para tranquilizarlos antes
de que entraran en pánico por su descuido.
— Vamos rápido, ¡Quiero llegar antes por si hay algún chisme
santo! — Corina se puso de pie y fue en busca de su abrigo, Juana
corrió tras ella para ayudarle. Los demás rieron y se pusieron de pie
para salir rumbo a la Iglesia.
Una vez que llegaron hasta el templo, la imagen era la de
siempre: grupitos por todos lados susurrando, otros riendo, los
hombres por un lado y las mujeres por otro; todos esperando que la
familia Ferrada bajara del vehículo para saludarles y poder
comenzar con la ceremonia. En la entrada estaban las chicas más
jóvenes casi amontonadas esperando para ver bajar a los apuestos
hermanos, entre ellas esperaba la que se sentía afortunada por
sobre el resto, era Lucía que le gustaba jactarse del noviazgo que
tenía con el hijo mayor del Pastor.
— ¡Son tan lindos! — exclamó una de las niñas que observaba a
los guapos hombres saludar a algunos de los grupos que estaban
formados cerca de la puerta de acceso.
— Tienen que buscarse un marido así — intervino una señora
regordeta que escuchó a las niñas alborotadas.
— Abner no pierde su encanto — murmuró otra mujer más allá al
ver al Pastor – Está mejor que antes — agregó su compañera de
conversación –¡Que el Señor nos perdone, es un hombre santo! —
dijo entre risas una de ellas arreglándose su larga trenza.
Después del espectáculo visual de las mujeres con la llegada de
la familia Ferrada la iglesia, ingresaron poco a poco y fueron
tomando sus ubicaciones hasta que el coro y los músicos
comenzaron con su presentación. Para Boris era como un gran
griterío de agudas voces tratando de ser escuchadas en el cielo,
algunas mujeres parecían gallinas cacareando, pero no cesaban en
su intento por parecer ángeles coristas. Gabriel y Lucía se sentaron
una fila más atrás que la familia, no quería tener problemas por los
celos de esta, la que entonaba los himnos con el mismo registro
vocal que tía Corina, quien esta semana estaba entre las mujeres
del coro agitando su pandero con la misma pasión que Gabriel la
noche anterior tocaba a Boris, se retorcía en cada movimiento que
realizaba con el instrumento. Todo el mundo estaba eufórico durante
los cantos que seguían al pie de la letra en sus himnarios.
Abner inició su prédica, en esta ocasión trataría sobre las
perversiones del mundo y cómo la degeneración del hombre llevaría
a la destrucción de la sociedad, tal como ya había ocurrido en
tiempos bíblicos donde Dios eliminó el pecado existente lanzando
fuego sobre estas ciudades que tanto le costaba pronunciar a Boris,
se trataba de Sodoma y Gomorra. El Pastor iba y venía de un lugar
a otro en el púlpito ante la mirada casi hipnotizada de sus
seguidores, alzó su Biblia y pidió por la salvación de aquellas almas
en pecado que practicaban la sodomía y eran impuros ante la vista
del buen Dios. Gabriel miraba hacia un costado, al parecer le
estaban llegando las palabras de su padre, Lucía sostenía su mano
fuertemente para que no se le escape. Boris por su parte,
escuchaba sorprendido que en estos tiempos aún se pensara de
esa forma y hojeaba la Biblia que Marta amablemente le había
prestado, miraba los versículos que Abner indicaba entre sus gritos
y plegarias al cielo.
Fue el turno de Gabriel, debía dar la oración antes de que los
hermanos recogieran el diezmo y se diera por finalizado el culto
dominical. Subió lentamente, tenía presente las palabras del Pastor
en su mente; su novia estaba casi extasiada al verlo subir tan guapo
y varonil ante la mirada de todas las hermanas que soñaban con el
joven galán. Boris dejó la Biblia a un costado, quería prestar
atención a Gabriel en cada palabra, igual le pareció que ahí arriba
se veía más atractivo que nunca con esa ropa formal.
— Queridos hermanos, los invito a cerrar sus ojos y ponerse de
rodillas para pedir al Señor — Gabriel inclinó la cabeza levemente
mientras todos hicieron lo que pidió, todos menos Boris que lo
miraba fijamente – Señor de los cielos, rogamos por todas las almas
perdidas en este mundo… — no podía dejar de mirar a Boris,
aprovechaba que hasta su novia tenía los ojos cerrados – Pedimos
por su salvación… — Boris comenzó a humedecer sus labios de
forma provocativa para molestarlo – Que encuentren el camino que
lleva hasta ti y… — luego, el muchacho llevó uno de sus dedos
hasta la boca y lo chupaba lentamente sin dejar de mirarlo,
sonriente y con picardía – Y… Líbralos de la tentación — Gabriel
estaba nervioso aunque le gustaba el jueguito del adolescente y lo
observaba hasta que decidió no hacerlo porque debajo de su
pantalón algo estaba reaccionando al coqueteo – Libéralos del mal y
que sean salvados por tu gracia mi Señor— Antes de que todos
abrieran los ojos y luego de escucharse un “Amén” al unísono de la
congregación, Gabriel ya había bajado velozmente para sentarse y
nadie notara lo que ocurría bajo su ropa.
Boris volteó a verlo, tenía una sonrisa traviesa en su cara y
Gabriel le devolvió lo mismo, ya que no esperaba que el muchacho
hiciera eso en medio de un culto; Lucía notó que intercambiaron
gestos y presa de los celos miró enojada al adolescente que le sacó
la lengua en señal de no darle importancia. Mientras esto ocurría, se
recogían las ofrendas y el diezmo que sagradamente entregaban a
la iglesia para que continuaran con las obras benéficas, se
escuchaban las monedas caer entre los himnos del coro.
A la salida del culto, entre todos los abrazos de despedida y
chismes de los grupos, Boris hablaba con un grupito de chicas que
lo miraban desde temprano, no quería ser descortés y le agradaba
hablar con personas de su edad, la mayoría estaba en el mismo
colegio y en los recreos era normal verlas juntas, luego de unos
minutos de risas poco a poco se fueron con sus familias, por lo que
el joven caminó hasta el auto para esperar a su familia.
— ¿Qué pretendes con esos jueguitos? — dijo Lucía que venía
detrás de él con cara de pocos amigos.
— ¿Jueguitos? — respondió Boris, el que volteó para ver su
desagradable cara de niña santurrona.
— Sí, ya me di cuenta de que parece que no eres muy normal —
Lucía estaba enojada y sus celos siempre la llevaban a cometer
indiscreciones. – Deja de molestar a Gabriel, él es un hombre recto
del Señor— agregó aprovechando que aún no venía nadie y
estaban alejados.
— No sé a qué te refieres, estás loca y celosa – le dijo Boris
tratando de disimular, aunque no le agradaba que la mujer le
estuviera diciendo esas cosas.
— Pues deberías seguir las palabras del Pastor y ser normal — la
mujer estaba nerviosa y llena de celos – En la Biblia dice que deben
casarse Hombre y Mujer…No hombre con hombre— el rostro de
Boris se puso pálido – Sería aberrante si resultas ser un sodomita
que quiere tentar a su medio hermano – agregó la mujer
apuntándolo en forma amenazadora.
— ¿Sí? También leí recién en tu librito …— Boris reaccionó y se
puso firme para no demostrar temor – Creo que en un tal
Deuteronomio — Lucía lo miraba como con asco – Que si no te
encuentras virgen cuando un hombre venga a ti…debes ser
apedreada por los hombres hasta morir— el joven ahora estaba
desafiante, ante la mirada atónita de la mujer que miró a todos lados
para cerciorarse que nadie estaba escuchando eso.
— Así es que tú decides si quieres que te apedreen o te lancen
tomates podridos todos estos retrógrados farsantes cuando les diga
que Gabriel ya te lo… — no alcanzó a terminar cuando Lucía le
respondió entre dientes pidiendo que se callara con los ojos
vidriosos de rabia y vergüenza.
—Ya sabes, no me molestes…mujer impura — Boris ironizó y se
metió en el auto para no seguir viéndola, mientras que esta se fue
enfurecida y derrotada hasta donde estaba el resto de la
congregación despidiéndose.
Secretos en el colegio

L uego del incidente con Lucía, Boris no tuvo noticias de ella y


Gabriel estuvo toda la tarde en su departamento para no
levantar sospechas y sin saber lo que había ocurrido afuera de la
iglesia después del culto. Fuera de eso, la tarde del Domingo
transcurrió tranquila en la Casona Ferrada; las mujeres se dedicaron
a preparar conservas, Abner salió a media tarde por asuntos de la
congregación y Boris estuvo tendido sobre su cama, gran parte del
tiempo, mirando series en su computador; casi al final del día se
dedicó a preparar sus cosas para las clases. A eso de las diez de la
noche llegó Gabo bastante desanimado, entró en la habitación y se
sentó en su cama observando a Boris.
— ¿Qué sucede Gabo? – preguntó Boris, dejando su computador
a un costado.
— Es por Lucía y por nosotros — Gabriel se notaba preocupado
– Yo voy a casarme con ella — sus ojos estaban vidriosos.
— Pero no estás obligado…Yo puedo esperar — el adolescente
se sentó más cerca de él, en sus ojos se reflejaba ilusión.
— ¿Esperar qué? — la voz de Gabriel estaba un poco desganada
— ¿Esperas que deje a Lucía y luego salga de la mano contigo? —
lo miró con desaprobación. Los ojos de Boris se entristecieron.
— No lo sé…Sólo quiero estar contigo — el muchacho tomó las
manos de Gabriel, sintió temor de perderlo – No importa Lucía—
añadió con tristeza.
— No quiero que te ilusiones, hay mucho en juego y me he
esforzado mucho por llegar hasta donde estoy — Gabriel se puso
serio y le acarició el rostro – Mi futuro también es importante — miró
los trasparentes y hermosos ojos de Boris que parecían perderse en
su mirada — Por favor, no te ilusiones — dijo con tristeza.
— No te preocupes Gabo, yo estaré aquí para ti — El
adolescente le sonrió, guardando un poco de esperanza en el fondo
de su corazón, luego se acercó y lo besó tiernamente; una lágrima
caía por la mejilla de Gabriel.
— Eres mi tentación— dijo Gabriel rozando sus labios— ¿Cómo
puedo rechazarte si eres hermoso? — los húmedos labios de Boris
lo provocaban con sólo tenerlos cerca.
— No te resistas — respondió el tentador joven y luego lo besó
para hacerle olvidar su preocupación. Entre apasionadas caricias se
entregaron bajo las sábanas de la cama de Gabriel, el que
disfrutaba sintiendo a Boris retorciéndose junto a él. Se durmieron
juntos nuevamente, enredados sin querer separarse.
A la mañana siguiente, la alarma hizo que Boris saltara de un
brinco de la cama; corrió en busca de una toalla, ahora no sentía
pudor de pasearse desnudo por la habitación y contemplaba el
cuerpo de Gabriel en la desordenada cama estirándose lentamente
para poder despertar. Lo besó para darle los buenos días y se fue a
la ducha de inmediato, estaba entusiasmado pues vería a sus
amigos. Mientras secaba su cabello con el secador frente al espejo,
le pareció escuchar que Gabriel murmuraba algo, tenía la puerta del
baño entreabierta, así es que apagó el aparato y se acercó con
curiosidad para escuchar.
— Señor, perdóname por mi maldad…No soy digno de ti —
alcanzó a escuchar que Gabriel estaba orando afligido y sentado en
su cama, no había notado que Boris ya estaba afuera de la ducha.
El adolescente prefirió no seguir escuchando, ya que supuso que
seguía sintiéndose culpable por lo que estaba pasando entre ellos y
comprendía que por sus creencias le podía ser difícil aceptarse;
terminó de arreglarse en el baño y salió con la toalla cruzada en la
cintura.
— Ya estás listo Boris — Gabriel se levantó buscando su ropa
interior.
— Sí, listo para esta semana — el muchacho sonreía, le
encantaba la idea de tenerlo ahí cada mañana.
— Que tengas buen día, me daré una ducha larga — besó a
Boris y se metió al baño, mientras que el joven se vistió raudamente
para luego bajar a desayunar y partir.
En la cocina lo esperaba Marta y Abner que ya estaban casi listos
para partir, tía Corina ayudaba a Juana sacando el pan del horno y
verificando que estuviera como a ella le gustaba.
— Boris, apresúrate que nos vamos antes – dijo Marta
terminando su taza de café cargado, Abner guardaba unos
documentos en su maletín.
— Ok…Me apresuro— respondió el joven, preparándose un pan
con palta rápidamente.
— Mi niño, ¿Están ordenando su dormitorio? — preguntó Corina,
sacando unos panes calientes de la lata del horno – Anoche sentí
que movían la cama o un mueble – dijo al tiempo que se soplaba los
dedos al quemarse.
— No tía, buscaba algo que cayó detrás de la cama — respondió
Boris tratando de disimular y pensando que debían ser más suaves
para la próxima vez que estuviera con Gabriel. Le causó un poco de
risa la ingenua pregunta de su tía.
Luego de preparar su pan, salieron rumbo al colegio; al parecer
Abner debía ir al hogar de menores a solucionar asuntos de uno de
los pequeños que había llegado hace poco. En la entrada se
separaron, cada uno hacia su destino. Allí estaban esperando
Julián, Camila y Felipe junto a la puerta de ingreso.
— ¿Cómo estuvo este retiro espiritual con los Ancianos? — dijo
Felipe en tono de broma dándole la mano?
—Bien Pipe…Todo tranquilo — contestó Boris sonriente y
mirando a Camila.
— ¿Cómo estás, nene guapo? — Julián estaba feliz de verlo
nuevamente y le dio un abrazo de la emoción. Boris se sintió un
poco culpable y le devolvió el abrazo en forma menos efusiva.
— Quiero saberlo todo — le dijo Camila bien cerca del oído.
— Sí tranquila, ya te lo contaré — Boris le guiñó un ojo –
Dejemos eso para el final— agregó, mientras caminaban detrás de
los chicos en dirección al gimnasio, iniciarían la semana con
deportes como era habitual ese año.
Rato después se encontraban con ropa deportiva haciendo
ejercicios en las diferentes máquinas que estaban disponibles para
entrenar. Los cuatro amigos estaban en las Elípticas hablando
tonteras y riendo cada vez que el profesor no estaba cerca, esta vez
el antipático de Javier no había ido a clases porque estaba con
Gripe así es que el ambiente estaba demasiado tranquilo en la
clase. Julián disfrutaba ver a Boris al lado suyo, pero este trataba de
cambiar de tema cada vez que le insinuaba algo, no quería hacerle
daño.
— Mañana, después de clases podríamos ir a comer al centro
comercial – intervino Camila, la que estaba sudando y ya casi no
daba más en la máquina, le estaba dando hambre.
— Por mí no hay problema — Boris hacía el esfuerzo por no
detenerse, su camiseta ya se encontraba empapada.
— Si va Boris, yo también voy — agregó Julián sonriente, estaba
a gusto haciendo ejercicio.
— ¡Y yo voy dónde me pidas! — Felipe le cerró un ojo a Camila.
Igual sudaba, pero no se le notaba cansancio alguno tras casi una
hora de ejercicio.
— Hay unas Papitas Fritas con Salsa Picante que quiero probar
— afirmó Camila entusiasmada con la idea.
— ¡Menos conversación y vayan parando de a poco! —
interrumpió el docente, pasando cerca de ellos – ¡A las duchas! —
hizo sonar su silbato y todos los estudiantes corrieron hasta los
vestidores, Camila le dio un beso a Felipe antes de separarse.
En los vestidores de hombres había un alboroto entre algunos
chicos que acostumbraban a golpearse con las camisetas mojadas,
otros se mantenían al margen tratando de ducharse lo más rápido
posible.
— Yo creo que Camila me dirá que sí muy pronto— Felipe
sonaba animado, estaba en bóxer y buscaba su jabón en el bolso.
— Sólo debes insistir, sigue así y te aceptará — sugirió Boris,
mientras metía su camiseta sucia en una bolsa.
— Me extraña que aún no pase nada entre ustedes — agregó
Julián riendo, ya que sabía de la reputación con las mujeres que
tenía Felipe, luego se fue caminando hacia las duchas con la toalla
cruzada en la cintura.
— ¡Para que veas como hemos cambiado! — exclamó Felipe,
sacándole la toalla y tirándola al piso, mientras corría a la ducha con
ataque de risa – ¡Lindo culito Juli! — se reía, al tiempo que algunos
compañeros que sabían de la homosexualidad de Julián miraban un
poco extrañados por tanta confianza.
Se metieron en las duchas riendo y haciendo bromas sobre lo
cambiados que estaban Felipe y Julián desde hace un tiempo, Boris
trataba de no pensar en que su compañero sentía cosas por él, pero
aun así a ratos se notaba incómodo de tenerlo desnudo tan cerca.
Luego se vistieron y se fueron a la siguiente clase.
Casi al final de la jornada, Julián había notado que su amigo
estaba un poco distante, intuía por su experiencia que se trataba de
alguien por lo que no aguantó mucho tiempo más para abordarlo.
— Estás evitándome y supongo que es por un chico — le dijo
justo antes de salir de la sala al final de las clases.
— Eh… — hubo un silencio incómodo, Boris trató de disimularlo,
pero no pudo— Julián, por ahora no puedo contarte nada y no
quiero que sufras – añadió sintiéndose terrible.
— Ni siquiera puedo saber quién es – respondió Julián con sus
ojos bien abiertos por la sorpresa, albergaba la esperanza de que no
fuera eso — ¿Lo conozco? — preguntó con curiosidad.
— No lo creo…No sé y da lo mismo — Boris no sabía bien qué
decir y no quería dejar en evidencia a Gabriel, sabía que era algo
demasiado secreto para él –Tú has sido un buen amigo y no quiero
perderte— quiso tomarle la mano y no pudo, Julián retrocedió
afligido.
—Amigo…Si así lo quieres— miró a Boris con desilusión y se fue
sin despedirse de nadie, mezclándose entre los chicos que salían
alborotados de la clase.
— ¿Qué le pasó? — preguntó Felipe, apareciendo detrás de él
junto a Camila.
— ¿Le contaste? —dijo Camila asombrada.
— Algo así— contestó Boris desanimado, no le gustaba la idea
de hacerlo sufrir.
— Bueno, de ahí me cuentan, me debo ir a entrenamiento de
Fútbol — agregó Felipe y luego besó a Camila para despedirse –
¡Eres un diablillo hermano! — le dio unas palmadas en la espalda a
Boris y se fue.
—Ya, vamos al patio para que me cuentes — Camila estaba
ansiosa por saber.
— ¡Rápido Jóvenes, salgan que tengo cosas importantes por
hacer! — gritó la profesora Luisa desde la puerta.
Salieron velozmente y se fueron hasta la parte final del patio,
cerca de la muralla que separaba con el Hogar de menores; se
sentaron debajo de un árbol y Camila comenzó a escuchar
asombrada todo el relato que su amigo Boris tenía preparado.
Comenzó contándole desde el día en que había llegado a la
Casona, de la novia de Gabriel, el cumpleaños y su llegada al lago
en casa de los Betancourt. Entre Sorprendida y con ataque de risa
estaba Camila al saber que el pequeño hijo del Pastor estaba
teniendo relaciones con su hermanastro mayor en la misma casa de
la familia.
— Amiguito, estoy completamente impactada – le respondió
Camila, la que no salía de su asombro.
— Lo peor es que no puedo decirle a Julián quién es — Boris
estaba casi desparramado en el suelo junto a su amiga – Nadie
sospecha que a él le gustan los hombres — añadió suspirando en
forma de desahogo.
— Sí, te entiendo y yo no diré nada – Camila estaba dichosa al
ver a su amigo feliz — Pero me encantaría conocerlo, he escuchado
que viene a veces al colegio, aunque nunca lo he visto y dicen que
está bien guapo — soltó una carcajada – Lo siento por Julián, ha
hecho el empeño — miró a su amigo que continuaba tendido en el
suelo.
— Sí, no sé qué hacer…Me cae bien y ha sido lindo conmigo —
Boris volvió a suspirar.
— Tranquilo que ya entenderá — Camila se puso de pie
sacudiendo su ropa – ¡Oye y tú ya no te sientas o qué! — soltó una
carcajada al ver su cara de sorpresa – ¡Te han dado duro parece!
— dio un brinco hacia atrás ya que, entre risas, Boris le lanzó su
bolso.
— ¡No digas eso aquí! – respondió Boris y se puso de pie riendo
– Pero sí, no descanso — agregó con picardía.
Siguieron caminando por el patio para salir e irse hacia sus
casas, pero a mitad de camino Boris vio que pasó Abner hacia un
acceso que había hacia el hogar de menores, por lo que decidió
despedirse de su amiga para aprovechar que su padre lo podía
llevar hasta la casa en su automóvil. Se dijeron un par de tonteras
más y se abrazaron, Boris aprovechó de recalcarle que le diera el sí
a Felipe, su amiga le guiñó un ojo en señal de aprobación y caminó
hasta la salida del colegio; él miró hacia todos lados por si el Pastor
se había ido para otro lugar, pero al parecer estaba en la misma
dirección donde lo vio hace un rato por lo que se fue hasta allá para
buscarlo.
Había una muralla que separaba el colegio del hogar y un portón
de metal que conectaba ambos establecimientos por dentro justo
detrás de una bodega donde guardaban artículos dados de baja,
estaba un poco desordenado entre cajas con libros, sillas viejas,
mesas rotas y un sinfín de cacharros dañados; miró hacia dentro por
una ventanilla y no estaba su padre ahí. De pronto sintió unas voces
atrás de la bodega cerca de la muralla, caminó lento, ya que no
identificaba quienes eran los que hablaban.
— No insistas tanto en eso — escuchó la voz de su padre y
caminó más lento para saber de qué se trataba, sentía curiosidad.
— Sí, pero ya debe saberlo — era una voz femenina que sonaba
un poco enojada – De seguro y ya lo sabe — Boris trató de
asomarse, pero no quería ser descubierto.
— Tranquila, si no insistes tanto, no sucederá nada — le decía
Abner, como tratando de calmar la situación.
— No lo sé — dijo la mujer y Boris sintió que le era una voz
conocida. Estaba parado justo al borde de la pared de la bodega
para poder escuchar bien sin ser descubierto.
Hubo un silencio un tanto prolongado, se sintió inquieto por saber
qué sucedía al otro lado y se asomó lentamente esperando no ser
descubierto. Ahí estaba el Pastor con una mujer, la besaba
apasionadamente detrás de la bodega del colegio. Boris quedó frío
ante la imagen, se le vino a la mente su esposa Marta que estaba
en la oficina sin sospechar nada.
— Hazme caso y todo estará bien — le dijo Abner después de
besarla, acariciando su rostro – Confía en mi — agregó el hombre
volviéndola a besar y dejando en evidencia ante Boris la identidad
de la mujer, era su profesora Luisa a quien su padre, el Pastor, tenía
de amante.
Heterocurioso

B oris corrió agitado y nervioso para no ser descubierto por su


padre que estaba junto a la profesora besándose en la parte
trasera del patio, prefirió no seguir viendo esa escena que le parecía
perversa, no esperaba que Abner tuviera esa conducta cuando
parecía un hombre intachable; aunque en el fondo no le extrañaba
del todo, ya que por muchos años fue un padre ausente y se
desentendió de su crianza. Cruzó velozmente el patio y se metió por
los pasillos para poder salir. En la entrada y despidiendo a unos
apoderados estaba Marta, la que lo alcanzó a ver.
— ¡Boris! ¿Te vas conmigo a la casa? – exclamó la directora
bastante animada.
— Eh…Yo creo que sí – respondió Boris, sin tener escape y
aceptó de inmediato para sacarla del colegio – Ya tengo hambre –
agregó tratando de sonreír para disimular sus nervios.
— Ay, sí…Yo también muero de hambre — Marta caminaba junto
a él, buscando en su cartera dinero para el taxi que había pedido y
estaba esperando justo afuera del colegio – Espero que Juana haya
preparado algo delicioso — sonrió mirando al joven que continuaba
en actitud extraña.
— Espero lo mismo— dijo Boris subiendo al taxi.
— Vamos hacia el sector Manantiales — indicó Marta al taxista y
salieron rumbo a casa – Tu padre llegará más tarde, tiene asuntos
por resolver – afirmó la mujer mirando al adolescente que venía con
el celular en la mano, parecía estar enviando mensajes.
— Seguro que sí…Debe estar ocupado — en realidad no estaba
enviando nada, sólo eran los nervios y trataba de disimular mientras
pensaba qué hacer con lo que sabía, supuso que sería terrible si se
llegase a descubrir que el Pastor de la iglesia tenía un amorío con
una de las profesoras del colegio de la congregación.
—Bueno, siempre ha sido así – le dijo Marta y luego se puso sus
lentes de sol – Y no va a cambiar — abrió un poco la ventana para
que entrara aire.
Boris prefirió no decir nada y continuaron hablando de otras
cosas en el camino, una vez que llegaron a la casa y dejaron sus
pertenencias en las habitaciones; bajaron a la cocina donde Juana y
tía Corina esperaban con el almuerzo listo. Se sentaron y
rápidamente la empleada corrió para servir un delicioso Caldillo de
Mariscos, uno de los preferidos de Marta, que en su juventud vivió
en una caleta de pescadores.
— Hay que dar las gracias primero — sugirió Corina al notar que
Boris estaba listo para empezar a comer – No olvidemos ser
agradecidos con el Señor por los alimentos— insistió, mostrándole
que debía juntar sus manitos para orar y agradecer. Al joven no le
quedó de otra que seguir la instrucción.
— Padre Amado, agradecemos las bendiciones que has puesto
en esta mesa — tía Corina comenzó a orar con sus ojos cerrados y
cara de mártir — Y bendice a nuestra familia que cada día trabaja
por tu santa obra, guía a tu hijo Abner para que dirija a sus siervos
por el camino de la salvación…Amén – concluyó, casi sintiendo que
era una divinidad o al menos eso parecía en su rostro, luego
pudieron deleitarse con la comida de Juana.
Mientras almorzaban, Boris trató de olvidarse del incidente en el
colegio, puso su celular a un lado del plato y comenzó a enviar
mensajes a su grupo de WhatsApp.
Boris: > Ya quiero que llegue mañana para ir de paseo …
Camila: > ¡Sí! ¡Quiero comer Papitas!
Felipe: > Yo, saliendo de entrenar…Tu hermano estuvo aquí
Boris.
Boris: > ¿Gabo?
Camila: > Uhhh el papacito que no conozco…
Felipe: > Cami!!
El mismo, a veces juega un rato con nosotros…Sólo
estuvo un momento.
Boris: > Ah, sí creo que le gusta el fútbol.
Felipe: > Pero vino la novia y se lo llevó.
Camila: > Boom!!!
Boris: > Suele suceder…
Felipe: > ¿Y Julián? ¡¡Está mudo, di algo, brother!!
Camila: > Nada…Debe estar ocupado. ¡Espero vayas mañana
con nosotros juli!
Boris: > Sí…Por favor, ve con nosotros…
— Hola a todos, ¡qué rico huele aquí! — interrumpió Gabriel,
entrando velozmente a la cocina, venía con ropa deportiva y
sudoroso, dejó su bolso junto a la mesa y se sentó cerca de Boris, el
que prefirió guardar su celular y no seguir mensajeando con sus
amigos.
— ¡Mi niño, le sirvo almuerzo en seguida! — exclamó Juana, la
que estaba junto a la cocina a leña.
— No, muchas gracias ya comí mucha fruta luego de entrenar…
Quizás más tarde – respondió Gabriel animado, llenando un vaso
con jugo.
— ¿Has visto a Lucía? — preguntó Corina mientras terminaba su
almuerzo – Esa niña tiene que acompañarme a vender revistas de la
iglesia esta semana — por el tono de su voz parecía que eso la
animaba mucho.
— Sí, hace un rato estuvo conmigo, pero tenía asuntos familiares
— Gabriel miró a Boris, el que aún no acababa su almuerzo.
— Bueno, disfruten la tarde…Yo tengo cosas por hacer todavía –
dijo Marta, la que se puso de pie y salió en busca de su cartera para
salir de la casa nuevamente.
— ¡Qué le vaya bien Marta! — gritó Boris, esperaba que no se
encontrara con Abner y la profesora, aunque ya había pasado
bastante tiempo.
Luego de terminar de almorzar, subieron hasta el dormitorio, en
donde cada uno comenzó a hacer sus cosas pendientes; Boris se
quitó el uniforme y se puso un short verde limón con su sudadera
vieja y sin mangas, luego abrió su computador y empezó con la
tarea que tenía pendiente; Gabriel se fue hasta la ducha para
quitarse el sudor que traía del partido de fútbol con los estudiantes.
— Felipe me dijo jugaste con ellos— le comentó Boris desde la
puerta de baño.
— ¿Lo conoces? Juega excelente – respondió Gabriel. Estaba
bajo la cálida ducha lleno de espuma.
— Sí, es mi amigo — Boris dibujaba en el espejo empañado – Y
está bastante guapo — agregó con desconfianza.
— Ese tono es de alguien celoso — Gabriel frotaba su marcado
abdomen – Yo debería estar celoso de él — cerró el agua y tomó su
toalla, Boris lo miraba atento – Quizás a él era a quien besabas en
la disco gay una noche que saliste — dijo en tono más serio,
saliendo de la ducha.
— ¿Cómo sabes que estuve ahí? — Boris se sorprendió al
escucharlo.
— Te seguí y te vi besando un chico —Gabriel se le acercó
mirándolo a los ojos— Un chico que no era yo — tenía su cuerpo
mojado cerca del adolescente.
— ¿Me seguiste? – preguntó Boris. No salía del asombro – Pero
ese no era Pipe— sonrió al notar que Gabriel estaba celoso.
— ¿Quién era ese? —Gabriel lo acorraló contra la pared, como
jugando para que le dijera la verdad.
— Julián…No creo que lo conozcas — respondió sintiendo que
se mojaba con el cuerpo de Gabriel sobre él.
— Ni idea quién es…No le vi ni la cara — Gabriel soltó su toalla y
metió su mano por el short de Boris— pero dile que tú eres mío y de
nadie más — agregó escurriendo sus manos por la entrepierna del
muchacho, que parecía disfrutar del momento.
— Estamos a mano, tú tienes a Lucía — respondió Boris, entre
gemidos al sentir que Gabriel lo tocaba.
— No digas más…Eres mío — Gabriel quitó el diminuto short que
Boris llevaba y antes de que pudieran llegar a una de las camas, ya
estaban enredados en el suelo, quería dejarle en claro que él era el
único hombre en su vida y para Boris no había mejor deleite que
sentir su musculoso cuerpo contorneándose contra el suyo;
disfrutaba sintiéndose poseído por aquel hermoso hombre.
Así pasaron un par de horas de la tarde divirtiéndose juntos y
olvidando el mundo que había fuera de la habitación; sus cuerpos se
juntaban una y otra vez para darse placer mutuo sin pensar en nada
más.
— Me encanta tu cuerpo— susurró Gabriel al oído de Boris,
desparramados sobre su desordenada cama — No pienso en otra
cosa — sonaba extasiado mientras lo acariciaba.
— Y antes… ¿Hubo otro cuerpo de hombre? – preguntó Boris,
pues tenía la duda y aprovechó el momento para indagar.
— ¿Otro hombre? — Gabriel se sentó súbitamente en la cama –
Yo nunca estuve con un chico — afirmó sin mirarle.
— ¿En serio? Disculpa, yo pensé que sí — Boris notó que lo
había incomodado— ¿Entonces no eres bisexual o gay? — agregó
para salir de la duda de una vez.
— No Boris, yo no soy eso que dices – respondió Gabriel con
seriedad, un poco molesto – Has sido tú quién me ha tentado y tal
vez sólo sea lo que llaman Heterocurioso — se levantó de la cama
buscando algo para vestir, ante la mirada asombrada de Boris – Eso
debo ser, tengo novia y tarde o temprano nos casaremos — enfatizó
como regresando a su realidad.
— Entonces, yo no estoy en tus planes — Boris se sentó en la
cama envuelto en las sábanas – Y tú no sabes lo que eres…
¿Heterocurioso? — añadió en tono irónico.
— Así es Boris, te dije que más no podemos ser y no durará
mucho – le dijo Gabriel poniéndose un bóxer.
Un incómodo silencio inundó la habitación, el tema era delicado
para Gabriel, ya que para él no había más opción que continuar con
sus planes de boda con Lucía, mientras que Boris se sentía
devastado al saber eso, pues era el primer hombre que le
provocaba ese nivel de sentimientos y al parecer no tenía futuro con
él.
Luego de Vestirse, Gabriel salió de la habitación para no
continuar con el tema. El adolescente se quedó tirado en la cama,
escuchando música y pensando en qué era lo mejor para él. Se
sintió un poco culpable al haber cambiado la vida de un chico que
tenía planes para casarse, tal vez hubiese sido mejor no haberlo
provocado y así todo estaría en orden. Mil ideas le dieron vueltas
por la cabeza, a ratos pensaba en su padre y en lo descarado que
era al estar engañando a Marta con una compañera de trabajo; se
sintió agobiado y un sentimiento de tristeza se apoderó de él por un
momento, anhelaba estar con su vida como antes, lejos de ahí y
feliz; se quedó dormido pensando.
Gabriel caminó desde la Casona hasta la ciudad para despejar su
mente y poder pensar con claridad, pero para él también todo le era
confuso, la culpa lo invadía y extraños sentimientos que prefería
mantener alejados afloraban a ratos. Mientras caminaba, a ratos
recordaba su pasado, aquel tiempo en que aún no llegaba a la
Familia Ferrada en donde la pobreza lo rodeaba y cada día era una
lucha constante por salir adelante junto a su humilde y enfermiza
madre, una lavandera que poco a poco se fue debilitando hasta
morir, dejándolo solo cuando era aún un adolescente; unas lágrimas
cayeron de los ojos de Gabriel.
— Madre, yo no tendré ese final…Voy a conseguirlo todo— dijo
decidido mirando al cielo con los ojos llorosos.
Continuó caminando, hasta que por fin llegó hasta el
departamento de Lucía, en donde ésta lo recibió extrañada de verlo
tan decaído, normalmente estaba alegre y lleno de energía, pero
esta vez se veía diferente.
— Amorcito …Dime qué te sucede, por favor — Lucía estaba
sentada junto a él y le tomaba la mano.
— No es nada serio Lucía, problemas en el Hogar de menores —
le dijo Gabriel tratando de disimular.
— ¿El Hogar? — a la mujer le parecía extraño, ya que todo ahí
funcionaba bien según lo que sabía— ¿Algún problema con las
adopciones? — acariciaba el cabello de su novio.
— Sólo tonteras y me sentí agobiado mi amor – respondió
tratando de recuperar el ánimo – Nada para que te preocupes — la
besó en agradecimiento por su afecto incondicional, la culpa
aparecía a ratos al recordar que la engañaba con un hombre – Pero
me sentiría mejor si me preparas esa deliciosa Pizza que me haces
siempre – agregó sonriendo y tapando por completo el
desagradable sentimiento que lo perseguía.
— Muy bien, mi amor… ¡Pizza para dos esta tarde! – exclamó
Lucía, se sintió dichosa de verlo un poco mejor y se levantó directo
a la cocina para preparar lo que su novio tanto deseaba.
Gabriel se puso de pie y se estiró para relajarse un poco, abrió la
ventana del comedor y observó por un momento la puesta de sol por
entre los edificios que rodeaban el lugar donde vivía su novia.
— Voy a revisar mi Facebook un rato — Gabriel se acercó hasta
la cocina en donde estaba el portátil de su novia.
— Sí amor, dale… Sólo cierra lo que yo buscaba — le indicó
Lucía, apuntando el aparato.
— Uhm y qué buscaba mi amorcito… ¿Trajes de novia? —
Gabriel se sentó en la mesita de la cocina y giró el computador para
verlo, había un Facebook abierto de alguien que no era un contacto
de Lucía.
— Antes que me lo preguntes… Estaba viendo el último chisme
santo de las chicas – le dijo Lucía al tiempo que buscaba la bolsita
de harina en el estante – Es el compañero homosexual de tu
hermanito — dijo como asombrada con el tema.
— ¿De Boris? — Gabriel miró con curiosidad y haciéndose el
desentendido, había una foto de perfil de un osito de peluche – Veo
un peluche… ¿Cómo se llama? — consultó con curiosidad, cerrando
la foto para ver el nombre del dueño de ese Facebook.
— Julián Klein — Respondió Lucía justo al vaciar harina en el
mesón.
Gabriel recordó que ese era el nombre del chico que se había
besado con Boris en la disco gay, los celos afloraron nuevamente y
como no aparecía en la foto de perfil, decidió entrar a mirar el resto
de las fotos para saber de quien se trataba.
— Julián…Ni idea mi amor de quién se trata — Gabriel trataba de
disimular su interés, mientras entraba al álbum de fotos de perfil.
— Dicen que es un desviado… No debería estar en el colegio —
Lucía enfatizó para dejarle ver la gente con que se juntaba su
hermano.
Ahí estaba nuevamente la foto del osito de peluche, dio click y
ahora una foto del paisaje del parquecito que había cerca de la
Casona, avanzó hasta que por fin en la cuarta foto apareció
claramente la imagen de Julián. El Rostro de Gabriel se puso pálido,
un escalofrío recorrió su espalda y sintió su corazón acelerarse, sus
manos temblaron al ver la cara del chico con quien se había besado
Boris. Cerró de golpe el computador.
— ¿Qué pasó amor? — dijo Lucía amasando con fuerza.
—Nada…— respondió su novio, pálido e inmóvil.
El encuentro

E l centro comercial de la ciudad estaba repleto de cientos de


personas que esperaban la apertura de una nueva marca en el
recinto, entre la multitud estaban Boris y sus amigos tratando de
hacerse paso hacia el patio de comidas para poder ir al lugar que
Camila deseaba conocer. Habían logrado convencer a Julián que
fuese con ellos, así es que los cuatro estaban presionando para
poder llegar a su objetivo. Tras unos minutos de batalla, lograron
pasar y se fueron directo al restaurant que ofrecía las maravillosas
Papitas Fritas que estaban de moda entre los estudiantes de la
ciudad.
— ¡Al menos está casi vacío! — exclamó Camila arreglándose la
ropa que le quedó toda revuelta entre la gente — Nos atenderán
rápido — añadió mientras Felipe le ordenaba el cabello con ataque
de risa al verla tan desarreglada.
— Esto nos pasa por tus antojos — Julián se acomodaba la
camisa del uniforme de colegio.
— Qué gracioso ver esa gente alborotada por una tienda — Boris
estaba apoyado en una pared descansando del caos –Todos
quieren comprar primero — agregó viendo a Julián que le parecía
lindo con la ropa desordenada.
— Mejor y vamos enseguida a la fila para ordenar la comida –
intervino Felipe, mientras caminaba en dirección al mesón de
pedidos – Muero de hambre — ni siquiera los esperó, se puso
enseguida a ver qué comería.
Los demás lo siguieron y poco a poco fueron decidiendo sus
compras, miraban las diferentes pantallas con variedades de Salsas
para las Papas Fritas; luego de estar un par de minutos en la fila
lograron salir con sus bandejas llenas de comida y se sentaron
cerca de unos ventanales con vistas a la ciudad. Al fin Camila se
salía con la suya y podía disfrutar con sus amigos, sacó su celular y
se tomaron una Selfie para luego subir a su cuenta de Instagram;
todos estaban de buen humor.
— Julián, espero me disculpes un día — Boris aprovechó que
Camila y Felipe se pararon a buscar más Salsas— Yo no quiero
hacerte daño — tomó la mano de su amigo, el que lo contemplaba
como si fuese el ser más perfecto en la tierra.
— Lo sé nene lindo, soy yo el que pensó que tal vez nosotros
podríamos… —Julián le sonrió –Algún día tener algo más que
amistad — parecía estar resignado.
— Quizás algún día se pueda, pero ahora no sé — Boris miró
hacia las ventanas – Ni si quiera sé si soy importante para la
persona que me gusta — sus ojos se opacaron.
— ¡Más Salsas para todos! — Interrumpió Camila, la que tría las
manos llenas de sobres de Mayonesa.
— ¿Interrumpimos algo? — Dijo Felipe, notando algo en el
ambiente – Si quieren los dejamos un rato solos — le guiñó un ojo a
Camila.
— No, no es necesario bro — Boris se puso serio – Lo mejor es
que les diga la verdad a ustedes…Cami ya la conoce — dijo con
decisión.
— Boris, no es necesario…Yo puedo esperar — Julián sintió que
no debía presionarlo.
— No, creo que es justo que ustedes que son mis amigos desde
que llegue lo sepan — dijo Boris y tomó un sorbo de su gaseosa,
mientras sus amigos miraban atentos— Hay una persona con la que
tengo algo hace poco — Felipe revolvía las papas impacientemente
— No es algo serio porque él tiene una novia —agregó Boris. El
silencio era cada vez más evidente— Y además es como un hijo
adoptivo de mi padre — volvió a tomar gaseosa, estaba nervioso.
— ¿Estás hablando de Gabriel Uribe? – preguntó Felipe, el que
no daba más del asombro— ¿El Gabo que entrena con nosotros y
es hijo del Pastor? — añadió casi petrificado del asombro.
— Sí, el mismo — Boris soltó un suspiro profundo y miró a Julián.
— No lo conozco, pero tiene suerte de tenerte — dijo Julián
desparramado en su asiento.
— Sí, yo también he escuchado de él en el colegio, pero creo no
haberlo visto nunca en persona—Camila comía con más ganas que
antes con la conversación.
— Es tremendo deportista y a las chicas las trae locas, si no fuera
por su novia, la evangélica – agregó Felipe, pues lo conocía desde
hace tiempo – Nunca pensé que el fuera gay – dijo asombrado,
viendo como Camila se devoraba sus papas.
— No, él ni siquiera sabe si es gay o bisexual — Boris no parecía
convencido — Me salió con que es heterocurioso — soltó una risa
media burlona.
— ¿Qué es eso? — preguntó Julián con cara de asco — ¿Cómo
no se asume? Por eso anda con esas tonteras — miró a Boris, el
que parecía no estar a gusto con esa situación.
Terminaron de comer y continuaron su conversación mostrando
todo su apoyo a Boris, incluso Julián le insistió que siempre iba a
estar para él cuando lo necesitara. Luego de un rato pasaron a los
chistes y se quedaron un buen rato reposando alborotados, Felipe
aprovechó para invitarlos a su próximo partido en unos días más en
donde disputaban una copa contra el colegio católico de la ciudad y
quería que Camila junto con sus amigos estuvieran presentes para
apoyarlo. Cuando se aburrieron de estar sentados decidieron
recorrer algunas tiendas más alejadas del alboroto que había en la
inauguración.
Se comenzaron a probar diferentes prendas de ropa como si se
tratara de un desfile de modas, pasaban de un pasillo a otro
simulando que se compraban todo lo que encontraban; algunas
personas los miraban con desagrado, pero a ellos nos les importaba
mucho y continuaron con su recorrido por las tiendas.
— ¿Me acompañan a comprar una camiseta para el partido? —
dijo Felipe revolviendo unas prendas del colgador de la tienda donde
estaban.
— No tengo problemas — respondió Julián y los demás
asintieron en señal de aprobación por lo que se fueron hasta el otro
piso del centro comercial para entrar en la sección de deportes.
— ¡Esta tienda es la mejor en ropa deportiva! — Felipe estaba
animado— Voy a buscar algo que me guste — dijo y luego se perdió
entre los estantes con ropa, mientras los demás miraban algunos
artículos que les resultaban curiosos.
— Nunca había estado en una tienda de fútbol — Julián estaba
como en otro planeta, ya que en su vida había practicado ese
deporte.
— Ni yo Juli…Igual hay ropa linda — aseguró Boris con algo de
ironía con una camiseta de un equipo en la mano.
— ¡Qué poco Glamour! — gritó Camila y le quitó la camiseta,
después la tiró por encima de los estantes de ropa que estaban un
poco desordenados.
— ¡Ay!¡Más cuidado, niñita tonta! — se escuchó del otro lado una
mujer a la que le llegó la camiseta en la cabeza.
— Perdón— respondió Camila inmóvil y avergonzada.
— ¡Ah y estás tú también! — era Lucía, se acaba de dar cuenta
de que la adolescente estaba junto a Boris – Y también tu amiguito
de gustos raros — dijo observando a Julián, el que la miraba
desconcertado junto a su amiga, ya que no la conocían.
— ¿Qué sucede amor? — apareció Gabriel con unas calcetas
deportivas en las manos, viendo que frente a ellos estaba Boris.
— Nada, saludaba a Boris — respondió Lucía y no tenía cara de
estar alegre de verlo.
— Hola Gabo… ¿En qué andas por acá? — saludó Felipe que
también se acercaba a ellos con algunas prendas para llevar—
Camila…Julián…Él es Gabriel, el hermano de Boris— Miró hacia
ellos y Julián estaba inmóvil.
—Sí, él es Gabriel – intervino Boris, quien estaba un poco
incómodo sin darse cuenta de que algo estaba sucediendo entre
Julián y Gabriel, quienes se miraban atónitos al encontrarse frente a
frente.
— ¡No puede ser él! — gritó Julián con los ojos llorosos y salió
corriendo entre los estantes sin dar tiempo a nada.
Todos se miraron desconcertados, Gabriel continuaba casi en
estado de shock, aunque estaba tratando de disimularlo; sintió que
sus piernas temblaban, un frío gélido recorrió su espalda.
— Voy por Julián…Nos vemos después Pipe— dijo Camila y salió
en búsqueda de su amigo, quien notoriamente estaba pasando por
algo.
— Es bien raro ese chico…Parece que son reales los rumores —
Lucía hacía que acomodaba la camiseta entre las otras prendas –
Seguro vio un hombre guapo y se puso nervioso — ironizó con una
sonrisa desagradable.
— ¿Se conocen? — preguntó Boris a Gabriel, aún sin entender
nada.
— Eh…No que yo sepa — respondió nervioso y dejó las calcetas
tiradas – Nos vemos en la casa bro… Vamos Lucía — añadió
tomando de la mano a su novia – te veo en el partido – luego le hizo
un gesto a Felipe, quien también estaba sin entender lo que pasaba.
Ambos se quedaron un rato dentro de la tienda terminando la
compra de Felipe, comentaron lo extraño de lo sucedido y lo
desagradable que era la novia de Gabriel y pues al parecer siempre
había sido así, ya que lo celaba constantemente de todo el mundo y
era algo sabido por todos los del equipo de futbol que a veces le
hacían bromas al respecto.
— Es bien descarado ese tipo — Felipe estaba asombrado –
sabe disimular demasiado bien que tiene algo contigo — agregó
mirando a Boris, el que estaba a su lado con cara de preocupado.
Mientras Felipe cancelaba su compra en las cajas de la tienda, el
celular de Boris vibró con un mensaje de Julián; entró en la
aplicación para ver de qué se trataba.
Aléjate de ese hombre, por favor…
Era lo único que decía y se lo mostró a Felipe, ambos
continuaban sin entender, ya que el mensaje en vez de aclarar la
situación los dejaba con más dudas.
— Tal vez Julián tuvo algo con Gabo — dijo Felipe pensando en
voz alta— Y no esperaba que fuera él con quien tienes algo —
agregó con cara de duda.
— Mmm…No lo sé — Boris miraba su celular como buscando
una respuesta— No lo creo, cuando dijimos su nombre al almuerzo
no mostró ninguna reacción — dijo mientras salían de la tienda para
luego irse del centro comercial.
Caminaron por las calles del centro esperando que Camila o
Julián se reportaran para saber qué estaba sucediendo, pero sólo la
chica envío un mensaje a Felipe diciendo que iría a casa de Julián
para esperar a que llegara y hablar, así es que quedaron en verse
hasta el otro día. Luego de eso, Boris se fue a su casa para que no
se le hiciera tarde y no tener problemas con tía Corina, quien era tan
estricta con los horarios.
Al llegar a la Casona, Juana lo recibió y estaba lista para llevarlo
a la cocina para servirle algo de comer, pero este le dijo que estaba
satisfecho; la dulce mujer no insistió y se fue a la huerta para buscar
algunas hierbas que utilizaría después. Boris, aprovecho y subió
hasta su habitación, estaba seguro de que Gabriel ya estaba en la
casa, así es que caminó despacio por el pasillo para no ser
sorprendido, llego hasta la puerta de su habitación y adentro se
escuchaba un murmullo; acercó su cabeza a la puerta y apoyó su
oreja para poder oír qué pasaba.
— Tú siempre me has salvado del pecado y las tentaciones mi
amado señor…— Gabriel estaba orando con desesperación. Boris
estaba pegado a la puerta un poco afligido— Soy tu hijo, dime que
sí lo soy y que entiendes que he sido un humano débil — se
escuchaban sollozos del otro lado de la puerta— Dame la fuerza
que necesito para seguir mi Señor… Soy débil e indigno de ti —
luego vino un silencio largo, Boris seguía esperando escuchar una
respuesta; de pronto la puerta se abrió de golpe dejándolo en
evidencia frente a Gabriel que estaba con los ojos llorosos.
— ¿Espiando? — preguntó Gabriel con la mirada perdida y los
ojos hinchados de llorar.
— Eh…No, yo sólo quería saber si podía entrar — Boris se puso
nervioso al verlo, parecía estar fuera de sí.
— ¡Mentiroso! Eres un mentiroso — Gabriel lo tomó de un brazo
y lo tiró hacia adentro de la habitación— Eres tú el que me hace
pecar, el que ha traído pecado a esta casa — lo soltó sobre la cama.
Boris temblaba de susto, ya que nunca lo había visto así y no
lograba entender qué le pasaba.
—¡Yo soy un hijo del Señor y puedo ganarle a la tentación! —
Gabriel se puso encima de él sobre la cama sin dejarle salida, su
cara estaba cerca de la de Boris – Puedo con la tentación que has
traído – le decía mientras rozaba su boca por la cara de Boris, quien
ya estaba empezando a sentir un rechazo por él al verlo así de
descontrolado.
— ¿Gabo qué te pasa? ¡detente! — Boris no quería gritar para
evitar problemas con la familia, pero Gabriel continuaba
descontrolado y llorando.
— Pasa que tú eres el culpable – el arrebatado hombre seguía
tocando a Boris en forma descontrolada y obscena— Has sacado
todo lo malo, eres el pecado — sus manos querían entrar por su
pantalón.
— ¡Detente! — Gritó Boris y lo empujó de golpe, sacando fuerzas
de la nada para librarse de él y se puso de pie junto a la cama.
Gabriel lloraba y temblaba, su mirada estaba perdida.
— No pude ganarle a la tentación por tu culpa— sollozó Gabriel,
secando su ojos— Y ahora tú me rechazas a mi — soltó una
carcajada desquiciada— Después que te retorcías conmigo en esa
cama — caminó y tomó un bolso con cosas que estaba junto a un
mueble – Se acabó, yo no soy como tú crees…Me voy con mi
novia…Una mujer como Dios manda — se abrió pasó empujando a
Boris, quien no aguanto más y comenzó a llorar junto a la pared.
Gabriel salió de la casa sin que nadie lo notara, ya que Juana y
Corina estaban en la huerta, se subió al auto y partió velozmente
con rumbo a al departamento de Lucía, dejando atrás a un
desconsolado adolescente que no entendía nada de lo que pasaba.
Horas después, ya estaba de noche y Camila continuaba
esperando cerca de la casa de Julián a que llegara para poder
conversar y ayudarle, pero ya estaba sintiendo frío y cada vez era
más tarde y no tenía señales de su amigo por lo que decidió ir hasta
la casa y preguntar por él. Abrió la reja y caminó hasta la puerta
donde tocó el timbre, adentro se escuchaba que había unas
personas conversando.
— Hola, buenas noches — Camila saludó a la mujer que abrió la
puerta – Busco a Julián, soy su amiga. Me llamo Camila — sonrió
para dar una buena impresión.
— Hola, linda —dijo la mujer con voz amable— Soy la mamá de
Julián — se acercó juntando la puerta— Lo siento, pero no está, me
llamó y dijo que partiría a casa de mi hermana – agregó mientras
cruzaba su sweater para protegerse del frío.
— Ah… ¿Y volverá muy tarde? – preguntó Camila, ya que seguía
con la intención de verlo.
— No, es que mi hermana vive en otra ciudad…A unas dos horas
de aquí — respondió la mujer, la que tenía una mirada amigable.
Camila abrió sus ojos sorprendida — Llamó esta tarde y de
improviso dijo que iba a ver a su tía, ¿Sabes si le sucedió algo? –
preguntó, ya que ni ella sabía por qué su hijo decidió irse así.
— No, la verdad no sé…Sólo venía a verlo — Camila no quiso
decir nada, pues tampoco estaba segura, sonrió y agradeció que la
recibieran tan tarde quedando de acuerdo en que sí sabía algo se lo
contaría, ya que la madre de Julián temía que su hijo volviera a
perder el rumbo como años atrás. Luego de eso se marchó y
mientras iba en el taxi hacia su casa, recibió unos mensajes de su
amigo que la dejaron más preocupada de lo que ya estaba.
Cami, has que Boris se mantenga lejos de ese hombre.
Cuídalo.
No sé si regresaré. Tal vez un día te cuente. Eliminaré este
número…
Los quiero y por favor, no dejes que estén juntos.
La Fraternidad

Tres años antes…

E ra un sábado por la noche y Julián Klein, un adolescente de


catorce años se preparaba para salir de fiesta con sus amigos;
llevaba viviendo casi dos meses en la casa de su tía a un par de
horas de sus padres a quienes había dejado por no permitirle llevar
el estilo de vida que estaba teniendo desde hace un tiempo cuando
decidió contar que era homosexual y motivado por malas
influencias, desaparecía de su casa casi todas las noches y a veces
no regresaba en varios días sin avisar en dónde estaba. Su tía
Bernarda decidió recibirlo para darle apoyo, a pesar de que éste
continuaba con la misma conducta de desaparecer y regresar casi
siempre ebrio, acompañado de grupos de chicos casi de su misma
edad que andaban vagando por las calles, bebiendo y drogándose
una y otra vez. En aquel entonces, Julián tenía una pareja llamada
Alex, un estudiante de periodismo de unos 21 años, un tipo poco
atractivo y cuya principal cualidad era cambiar de pareja varias
veces al año, prefería los más jóvenes, ya que le resultaba más fácil
manipularlos y mantenerlos en sus excesos.
Aquella noche no era diferente y estaba invitado por primera vez
al departamento de Alex, el cual compartía con un grupo de
estudiantes universitarios. Compraron varias botellas de Ron barato
y entre todos juntarían gran cantidad de alcohol y drogas para pasar
una noche inolvidable, Julián llevaba ya tres noches sin regresar
donde su tía, se había quedado en casa de una de sus amigas
lesbianas y al otro día iría nuevamente donde ella, presentía que
pasaría la noche en la cama de Alex, ya no tendría sexo con él
detrás de algún arbusto en un parque oscuro o en el baño de la
casa de la amiga. A eso de las once de la noche llegaron al lugar en
donde estaban Francisco, un chico moreno y robusto que era
jugador de Rugby; Nicky, el gringo flaco que estaba de intercambio
de Norteamérica y Gabriel, El sureño futbolista y estudiante de
medicina; los tres eran los mejores amigos de Alex en la universidad
y compartían los gastos del departamento desde que ingresaron a
estudiar y se conocieron el primer año. Los tres ya estaban
bebiendo y estaban bastante eufóricos mirando un canal de
deportes desparramados en los sillones de la sala principal.
— ¡Estos son mis brothers! — exclamó Alex, mientras saludaba a
sus amigos y se los iba presentando a Julián, el que se veía mucho
más reducido entre ellos al ser mucho más delgado y menor.
— ¡Somos una Fraternidad! — intervino el gringo con la cara
enrojecida, mientras saludaba al adolescente.
— ¿Es de confianza? — preguntó Gabriel, el que fumaba un poco
de marihuana que compartía con el gringo, observaba al invitado
con un poco de desconfianza.
— Sí bro, es mi amiguito — sonrío irónico el novio de Julián,
mientras este, se sentía nervioso y buscaba donde sentarse, ya que
acostumbraba a andar con el resto de los amigos de su edad.
— Yo soy Pancho — dijo el más robusto al invitado – si eres
amigo de Alex, eres bienvenido — dio una palmada en la espalda de
Julián que lo hizo saltar de su sitio por la fuerza que tenía.
— Dale… Trajimos esto — Julián puso la bolsa con botellas de
ron sobre la mesa.
— ¡Buenísimo, esta mierda se prenderá! — gritó Gabriel,
tomándose todo el vaso de alcohol que tenía en la mano.
Comenzaron a llenar los vasos y brindar por cada locura que se
acordaban, poco a poco el adolescente comenzó a sentirse en
confianza y se reía junto a ellos, trataba de no demostrar que era la
pareja de Alex, ya que este se lo pidió antes de llegar al
departamento, al parecer sus amigos no sabían sobre su
sexualidad. Casi a la una de la madrugada a Pancho le dio por jugar
a beber shots de tequila, compitiendo por el que menos resistía y
empezaron a hacer apuestas con penitencias que debían realizar
demostrando sus habilidades con un balón de futbol. Casi en todas
las oportunidades, Julián perdía por lo que le tocaba tomarse otro
shot de alcohol.
— ¡Te ganaremos, somos el mejor equipo! — gritó Francisco
tirado en la alfombra.
— No creo…Aún no está todo dicho — Julián estaba sentado en
el suelo y ya veía que todo a su alrededor daba vueltas.
— ¡Te apuesto a que sí! — dijo Gabriel, el que se puso de pie y
tomo una botella de vodka que estaba a medias— somos los
vencedores, niñito— comenzó a beber de la botella y luego empezó
a empaparse con el alcohol que le caía por la cara. Sus amigos le
siguieron haciendo lo mismo, mientras el invitado miraba disfrutando
del momento de extrema diversión. Los cuatro amigos estaban casi
bañándose con el alcohol que corría por sus caras mientras reían
enloquecidos y completamente ebrios.
— Hay que tomarse todo esto que compré con los diezmos —
afirmó Gabriel estilando en vodka y alzando su brazo con la botella
casi vacía— ¡Oh, dadme el diezmo…Traedlo a jehová! — gritó
dando vueltas por la sala, Julián no entendía nada, pero se reía
junto a ellos que se sentían los dueños de la noche.
— ¡Estoy hecho de ron! — Francisco no sabía ni lo que decía, se
tocaba la camiseta empapada de alcohol y reía dando vueltas.
— ¡El invitado pierde! — Alex se quitó la camiseta mojada y la
estrujó sobre su cara – ¡Perdió! — dijo apuntando a Julián que bebía
en el piso. Los otros tres se miraron y rieron en complicidad, hicieron
los mismo que su amigo y dejaron sus camisetas en el piso.
Julián los vio en torso desnudo y pensó que se veían bastante
bien, pero aún recordaba lo que Alex le solicitó y siguió bebiendo de
su vaso con la mirada desorbitada al igual que todos. Poco a poco,
entre el descontrol de la noche, se fue acabando el alcohol y fueron
quedándose dormidos tirados en cualquier parte de la sala, el
mundo giraba y ya no daban más de excesos. El adolescente, aún
con algo de fuerzas y conocimiento se puso de pie como pudo y
trató de caminar hasta la mesa donde al parecer quedaba una
botella con algún resto de vodka, poco antes de llegar tropezó con
unos vasos tirados haciendo un poco de ruido.
— Ya perdiste bro — se escuchó balbucear a Gabriel que estaba
tirado en el sillón junto a Francisco, luego se paró y se tambaleó
hasta donde estaba Julián, tirado en el piso tratando de continuar
hacia la mesa por alcohol. Lo ayudó a levantarse y fueron por el
resto de vodka que quedaba en una botella, apenas alcanzó para un
cuarto de vaso que compartieron riéndose de la borrachera. Al cabo
de unos minutos, cuando Julián estaba bebiendo el último sorbo del
vaso, Gabriel lo tomó por la espalda y lo tiró contra el piso,
cubriendo su boca con una de sus manos.
— El niño perdió hoy…Te toca — le dijo Gabriel mientras lo
presionaba fuerte contra el suelo.
Julián trató de soltarse, pero no pudo, no tenía fuerzas para nada
y no entendía nada de lo que pasaba, casi no tenía conciencia de lo
que sucedía, vio como era arrastrado por el piso hacia una
habitación en donde le pusieron las manos en la espalda y se las
ataron con cinta adhesiva, luego Gabriel cubrió su boca con esta
misma para después comenzar a quitarle la ropa mientras se reía
con la mirada desquiciada. Ahí lo tenía desnudo contra el piso y lo
tocaba de manera obscena, el gringo se acercó al sentir el alboroto,
era el único que se dio cuenta de lo que pasaba, pero parecía
disfrutar de la escena y empezó a alentar a Gabriel para que
continuara. El adolescente trataba de moverse, pero no lo
conseguía, ahora tenía a Nicky ayudando a su amigo; sentía las
manos de ambos tocándolo por todas partes, poco a poco se fueron
despojando de su ropa y estaban desnudos junto al muchacho que
ya estaba empezando a darse cuenta de todo lo que pasaba.
— Go buddy! Fuck Him! — gritó Nicky, el que presionaba a Julián
contra el suelo. Gabriel no lo dudó más, acomodó como pudo al
muchacho que luchaba por soltarse y poco a poco consiguió su
propósito, estaba abusando de él mientras parecía disfrutar de verlo
humillado; lo azotaba contra el piso sin piedad alguna, al tiempo que
el gringo observaba y se tocaba sintiendo placer con lo que veía. La
cara de Julián estaba contra el suelo, las lágrimas corrían por su
cara y empapaban la alfombra al tiempo que sentía como aquel
hombre gozaba haciéndole daño. Perdió la conciencia entre tanto
dolor.
Horas más tarde, la luz del sol entró por la ventana y poco a poco
fue despertando a Julián, quien al verse desnudo y todavía atado de
manos, con la boca tapada, entró en desesperación y comenzó a
gemir y a moverse descontrolado para soltarse; empezó a recordar
la noche anterior, ahí estaban Gabriel y Nicky desnudos junto a él,
los que se despertaron con el alboroto del adolescente.
— Shut Up! – exclamó Nicky y se paró enojado – Gabo, he needs
more…— pasó caminando sobre Julián mientras Gabriel se
terminaba de despertar.
— ¿Y tú, no quieres gringo? — preguntó Gabriel, sentado junto al
muchacho que continuaba luchando por soltarse.
— ¡No, bro… Thanks! — respondió Nicky, saliendo de la
habitación rumbo al baño.
— Mmm y creo que yo tampoco quiero más de esto— Gabriel se
puso de puso de pie y levantó sin cuidado alguno a Julián — Te
portaste bien anoche, pero ni una palabra de esto a nadie o
terminarás flotando en el río — le advirtió al muchacho, mientras lo
miraba fijamente a los ojos para amedrentarlo – ¿Entendiste o
quieres más de lo de anoche? — lo sacudió contra la pared, al
tiempo que el adolescente lloraba desconsolado— Ahora te soltaré,
te vas y no dices nada— frotó su cuerpo desnudo contra Julián que
temblaba – Además, te pasa por ser tan gay, esto a ti te gusta…No
digas lo contrario — lo volvió a tirar contra el piso –¡No digas nada y
vete, putita! — le soltó la cinta de las manos y lo empujó para que se
fuera.
El joven que continuaba llorando tomó como pudo sus prendas y
salió de la habitación, al fin logró quitarse la cinta de la boca,
aunque no dijo nada, sólo sollozaba; se vistió rápidamente y
desapareció del departamento sin mirar atrás. Corrió desesperado
sin rumbo por un buen rato. Cuando ya no parecía tener más
lágrimas por derramar, se sentó en una banca en una placita para
tranquilizarse y olvidar todo. Ese mismo día por la tarde regresó a
casa de su madre, dejando en el olvido hasta su novio y no regresó
a esa ciudad hasta que pasaron tres años cuando se encontró cara
a cara nuevamente con el hombre que había abusado de él.
Tiempo presente…
Sentado en la misma banca de aquella vez, se encontraba
recordando con lágrimas en los ojos la peor noche de su vida. No
pensaba en encontrar a Gabriel otra vez, mucho menos que se
tratara del tipo que estaba teniendo una relación con Boris; comenzó
a pensar en cómo podía ayudarlo, pero sentía que no estaba
preparado para enfrentarlo aún, de sólo verlo huyó preso del temor
que este le provocaba, ya que sabía de lo que era capaz de hacer;
no entendía cómo podía ser parte de la familia Ferrada, ni mucho
menos ser considerado un ejemplo entre la comunidad. Debía
pensar en qué hacer para salvar a Boris, pero por ahora se
desaparecería por unas semanas para reunir la fuerza necesaria y
enfrentarlo. Miró su celular apagado y pensó en que sería necesario
eliminarlo, sacó el chip y lo quebró para luego tirar el equipo en la
basura. Se quedó largo rato en el parque, pensando y buscando una
solución.
A varios Kilómetros de distancia estaba Boris en la Casona
Ferrada, sentado en la cocina junto a tía Corina y bebiendo un tazón
de Café de Higo con Leche, ella le explicaba la importancia de que
fuese un hombre intachable para no ensuciar la imagen de su padre
y la familia que por años habían sido ejemplo para seguir por toda la
congregación. El joven la miraba y no sabía cómo podría reaccionar
si llegase a saber que su hermano, el Pastor, era un hombre infiel
con una compañera de trabajo de su esposa; pensó en que moriría
de vergüenza. La observaba mientras ella parecía embriagada en su
discurso de pureza y buenas costumbres familiares, a la infidelidad
de su hermano; Boris agregó en sus ideas si llegase a saber de su
sexualidad, la vio arder en el infierno junto a él. Una sonrisa se
dibujó en su rostro.
— ¿De qué se ríe mi patroncito chico? — dijo Juana al notar que
este se reía solo. Estaba sentada en un rincón de la cocina junto al
fogón.
— ¡Ay, Juana, son tonteras nada más! – le respondió Boris y se
ruborizó como de costumbre.
— Debe tener una niña por ahí…Picarón — la empleada
enrollaba una madeja de lana para los tejidos de Corina.
— ¡No digas tonteras que está muy niño para esas cosas! —
intervino Corina con unos ojos tan abiertos que parecía que se le
iban a reventar.
— No, Juana. Sólo son tonteras —insistió el muchacho riendo, al
tiempo que revolvía su taza.
— ¡Hola a todos! — se escuchó una irritante voz entrar en la
cocina, era Lucía que venía junto a Gabriel.
Boris y Gabriel intercambiaron una mirada al saludarse, aún
tenían presente su último encuentro en la habitación.
— ¿En qué anda la pareja más bella de la Iglesia? — preguntó
Corina buscando raudamente unas tazas para servirles café.
— Eh, bueno tía, vengo por mis cosas…Me iré a vivir con Lucía—
dijo Gabriel con seguridad.
— Ay, ¿Qué dijiste? — Corina soltó de casualidad una taza que
reventó contra el piso.
— Que me voy a vivir con mi novia— insistió Gabriel, viendo
como su tía se descompensaba.
— ¡Ay, Juana me va a dar algo! — la tía se apoyó contra un
mueble — ¡Cúbreme con tu sangre, Jesucristo! — exclamó sin
poder dar crédito a lo que escuchaba de su sobrino.
— ¡Mi Señora! — gritó la empleada al verla con los ojos
desorbitados y corrió a socorrerla.
— ¡Tía, tranquila! — Gabriel ayudó a Juana a sentarla – No se
espante por favor – agregó mientras le daba aire abanicando la
mano.
— No puede ser tu concubina — balbuceó Corina con el brazo
estirado, esperando un vaso de agua que le traía Juana— Eso es
pecado…Es una deshonra — luego recibió el vaso y se tomó un
gran sorbo.
— Sí Corina, nos casaremos antes — intervino Lucía, la que
estaba sorprendida al ver así a la tía, luego miró a Boris para
incomodarlo.
— ¿Cómo es eso Gabriel? — Corina se desabotonaba el cuello
de la blusa para respirar mejor.
— Me voy a vivir con Lucía ahora y nos casaremos antes de lo
planeado — Gabriel se acercó a su novia mientras todos miraban
atentos y sorprendidos – No esperaremos hasta febrero, lo haremos
en unas semanas más —agregó tomando la mano de Lucía, la que
estaba dichosa al ver la cara de Boris – Sólo unas semanas y nos
casaremos ante Dios como corresponde para unir nuestras vidas en
sagrado vínculo — enfatizó con orgullo.
— Ya estará preñada — sentenció Boris justo antes de salir a
toda prisa de la cocina, indignado con lo que había escuchado; se
retiró mientras todos miraron a una avergonzada Lucía como si
fuese culpable de un crimen.
Fiesta

C asi diez días después y luego del Partido de fútbol en que se


enfrentaron los equipos del Colegio Arcángeles y el Colegio
San Pedro, dando como triunfadores a los representantes del
establecimiento Evangélico, gracias al buen desempeño de Felipe
en el equipo, la mayoría de los estudiantes que asistieron a alentar a
los deportistas se dirigieron a una celebración que estaba preparada
en el gimnasio del colegio. Marta había autorizado que los jóvenes
hicieran una pequeña fiesta en honor al equipo de fútbol y
aprovechando que la instancia casi nunca se daba, varios de los
estudiantes ingresaron con botellas de alcohol escondidas entre sus
pertenencias. Rápidamente comenzaron a embriagarse y ya no
podían disimular frente a sus profesores, por lo que poco a poco la
situación se fue saliendo de control; el desorden se apoderó del
recinto y los que estaban a cargo de cuidar a los menores ya no
pudieron entre la multitud que los sobrepasaba.
— ¡Esto se nos fue de las manos! — gritó Marta a uno de sus
profesores que estaba separando a dos chicos que peleaban entre
la multitud.
— ¡Debemos llamar a la policía! – se escuchó a Luisa mientras
sostenía a una de sus alumnas que vomitaba junto a la pared.
— ¡Ni se les ocurra! — apareció el Pastor entre la multitud,
tratando de ayudar – Eso sería un gran escándalo para el colegio —
le dijo a Marta, la que ya tenía su celular en la mano para pedir
ayuda.
Comenzaron a ver la forma de que los estudiantes se calmaran,
pero al parecer sus esfuerzos eran cada vez menos efectivos; ni
siquiera el haber quitado la música parecía impedimento para que
los estudiantes siguieran con el alboroto. Entre toda la multitud se
encontraban Boris, Felipe y Camila que habían llegado a la mitad de
la celebración; se tardaron pues la familia del futbolista le preparó un
pequeño agasajo en su casa y luego partieron hacia la fiesta del
colegio, pero al llegar se encontraron con que casi todos estaban
fuera de control, bebiendo ante unos espantados profesores. En
medio del desastre estudiantil, Camila sintió vibrar su celular y al
verlo se dio cuenta de que tenía un mensaje de un número
desconocido.
¡Disfruten de la fiesta!
El alcohol corre por mi cuenta…
Y los periodistas también.
Los tres se juntaron a leer un par de veces los mensajes y no
lograban entender de qué se trataba.
— Camila, pregunta quién es— le sugirió Boris, intrigado por el
contenido.
— Sí, hay alguien que quiere arruinar esta fiesta— dijo Felipe
observando con detención el desorden a su alrededor.
La chica hizo lo que le pidieron, mientras trataban de salir del
gimnasio para estar más cómodos; corrieron hasta la mitad del patio
y se sentaron en una de las bancas de madera a esperar la
respuesta que ya tardaba en llegar.
Soy Julián. Aquí comenzando mi venganza.
Necesito me ayuden, yo envié alcohol con un poco de
droga para esta noche y hacerla especial.
Nadie lo sabe, fueron regalos y ahora llegaran
periodistas.
Hagan que Gabriel esté en ese momento. Cuiden de
Boris…
Se miraron sorprendidos al tener noticias de su amigo y ahora
entendían por qué todos estaban tan fuera de control con un poco
de alcohol. No sabían cómo lograrían ayudar a Julián ni qué era lo
que estaba tramando, pero igual se pusieron en marcha y
empezaron a buscar a Gabriel; no había señales de periodistas
cerca hasta el momento.
— No entiendo qué está haciendo Juli…Alguno puede explicarme
qué hizo Gabriel — decía Boris al tiempo que corrían entre los
descontrolados adolescentes, los profesores luchaban por
mantenerlos en orden.
— ¡No lo sé, pero debe ser algo malo! — gritó Camila mientras
estiraba su cuello buscando a Gabriel entre la multitud— Insiste en
que te cuide y te mantengas lejos de él — agregó tomando la mano
de Felipe para no perderlo de vista.
— ¡Ahí viene llegando con la bruja de su novia! — señaló Boris
hacia la entrada del gimnasio.
— ¿Cómo lo entretenemos hasta que lleguen los periodistas? —
Camila se mordía las uñas sin saber qué hacer, se quedaron
mirando como buscando una solución.
— ¡Ya sé! — exclamó Felipe, al parecer tenía algo en mente y los
llevó hacia un lugar donde verlos de cerca.
Lucía y Gabriel que acababan de entrar ya estaban espantados
con la borrachera de los estudiantes, veían cómo los profesores y el
Pastor trataban de controlar el ambiente. Caminaron entre el
disturbio tratando de llegar hasta donde estaba Marta y Abner
luchando por separar un grupo alborotado.
— ¡Hey, Bro! — se cruzó Pipe por delante de ellos. Camila y Boris
miraban escondidos más allá— ¿Qué pasó aquí? — preguntó
haciéndose el que no sabía nada para persuadirlo.
— No sé…Llegamos recién — respondió Gabriel, llevando de la
mano a su novia— Es un caos — dijo mirando a su alrededor. Felipe
le sonreía como el peor de los actores para tratar de retenerlo cerca
de la entrada.
— ¡Deberían expulsar a todos estos vagos! – gritó Lucía mirando
asqueada para todos lados.
Metros más allá estaban Camila y Boris, quienes ya habían visto
llegar a un grupo de periodistas que estaba en la puerta, corrieron a
recibirlos antes de que el plan de Julián se estropeara.
— Hola, señor… ¿Lo podemos ayudar en algo? —Camila les
sonreía, no sabía bien qué hacer o decir.
— Sí, venimos a entrevistar a alguien del equipo ganador para el
canal local — dijo uno de los periodistas que miraba sorprendido el
espectáculo junto a su equipo de trabajo – Pero me temo que aquí
no hay nadie sobrio – agregó justo cuando uno de los estudiantes
pasaba vomitando junto a ellos.
— Ah, Sí hay alguien… — respondió Camila nerviosa luego de un
codazo de Boris para que siguiera el desconocido plan de Julián. –
Está un exalumno que jugó en el partido de hoy — apuntó directo
hacia Gabriel, el que conversaba con Felipe entre la multitud.
— Es Gabriel Uribe — le dijo el camarógrafo al periodista que
sonreía como habiendo encontrado lo que buscaban.
Encendieron las cámaras y el foco que traía un asistente y
caminaron hacia donde estaba el que parecía ser el único jugador
sobrio del equipo. Sin darse cuenta y gracias a la intervención de
Felipe, de pronto Gabriel tenía en frente a la prensa que deseaba
una entrevista. El camarógrafo pasó a empujar a Lucía, la que
quedó detrás de todo sin entender nada, poco más allá estaba
Camila y Boris mirando de qué se trataba todo. Felipe se hizo a un
lado y el Periodista ya tenía su micrófono encima de Gabriel.
— Buenas Noches, Gabriel Uribe, primero queremos felicitarlos
por el triunfo de este día— dijo el sonriente periodista – Pero ¿Qué
dirán los padres de los estudiantes y jugadores menores de edad al
saber de este tipo de celebración? – preguntó, mientras a Gabriel se
le desfiguraba la cara.
— Buenas…Noches…La…Verdad… — Gabriel titubeaba,
visiblemente incómodo y nervioso— Yo…Acabo de llegar y no sé…
— la luz del foco le molestaba en los ojos. Un fotógrafo
inmortalizaba el momento.
— ¿Es normal esta clase de fiestas en el colegio cristiano con
mayor tradición de la ciudad? —volvió a preguntar el periodista.
— No…Esto no es…— Gabriel continuaba descolocado con su
presencia.
— ¿Qué está pasando aquí? — intervino Abner, el que apareció
enojado con la presencia de la prensa.
— Siendo usted el líder espiritual, ¿Es esto normal en su colegio?
– consultó rápidamente el periodista. Ahora era el Pastor hacia
donde apuntaban la cámara y las luces.
— Claro que no, esto es un hecho aislado y desafortunado —
respondió Abner con seriedad.
— ¿Están los excesos controlados en el establecimiento? — el
periodista miraba a su alrededor, parecía un baile de drogadictos.
— Sí, no hay excesos de ningún tipo en el Colegio Arcángeles —
afirmó severamente el Pastor ante la cámara.
En ese instante ingresó un grupo de policías al gimnasio y
comenzaron a poner orden por la fuerza a los estudiantes ante la
mirada atónita del Pastor y todos los presentes sobrios en el lugar;
las cámaras captaban cada movimiento y el fotógrafo continuaba
tomando unas sabrosas imágenes para la prensa de la zona. Boris,
Camila y Felipe se juntaron para luego retirarse de manera
disimulada de todo el escándalo que había dentro de aquel
gimnasio. La prensa y la policía no se fueron del recinto hasta que el
último de los estudiantes fue retirado por sus padres, siendo este el
mayor escándalo que había vivido el colegio en su historia.
Gabriel le pidió a Lucía que se fuera antes al departamento en un
taxi, ya que él se quedaría junto a el Pastor para ayudarlo en lo que
fuese necesario. Un gran pesar había entre los docentes,
especialmente en Marta que no entendía cómo sus estudiantes
quedaron en tal estado de descontrol de forma tan rápida; el
ambiente no era el mejor luego de esa celebración en la que Julián
había marcado el inicio de su venganza a distancia hacía el hombre
que había abusado de él.
Lejos del colegio ya estaban los otros tres cómplices de esta
desastrosa fiesta, continuaban agitados por todo el alboroto
ocurrido; Camila aprovechó de decirle a Boris lo poco que sabía
sobre Julián y su partida, dedujeron que Gabriel era responsable de
este inesperado viaje de su amigo y por eso ahora le estaba
haciendo estas cosas, aunque aún no lograban entender su
propósito. Caminaron largo rato durante esa noche para tratar de
aclarar sus ideas esperando tener nuevas noticias de su amigo,
pero al parecer no sabrían nada por un largo tiempo; lo que sí tenía
claro Boris era de mantenerse lo más alejado posible de Gabriel,
sentía que ya no era lo mismo de antes y cada vez que estaban
juntos sólo venían más problemas. Poco antes de que amaneciera,
se separaron para ir a sus casas a descansar luego de una
extenuante jornada que no olvidarían jamás.
Mientras, los últimos en salir del colegio fueron Abner y Gabriel
que estaban de pésimo humor por todo lo ocurrido, en sus caras se
reflejaba que la situación les podría traer más de un problema. Se
dirigieron hasta el estacionamiento y antes de subir al auto se
detuvieron a conversar.
— Estamos en peligro — advirtió Abner a Gabriel, el que estaba
apoyado en el vehículo mirando el suelo— No podemos estar tan
expuestos y con prensa encima —agregó tocándose la cabeza un
tanto nervioso.
— Lo sé, no entiendo cómo sucedió todo esto — dijo Gabriel aún
agitado tras la fiesta – De pronto apareció ese periodista y no sé qué
va a suceder – agregó mientras movía la cabeza sin encontrar
respuesta.
— Veré cómo minimizar la noticia, espero no tener problemas —
Abner se notaba abatido— Hay que mantenerlos lejos —añadió de
brazos cruzados con la mirada perdida.
Al día siguiente, Gabriel no acaba de despertar y Lucía que
estaba junto a él en su cama lo movía para que abriera los ojos más
rápido; tenía el computador sobre sus piernas y veía la página de
noticias del periódico local. El titular decía lo que tanto temían:
“NOCHE DE EXCESOS EN COLEGIO CRISTIANO: Alcohol y
drogas marcaron la jornada de celebración del triunfo frente al San
Pedro.”
El titular venía acompañado de la imagen de Gabriel y el Pastor
siendo entrevistados como los responsables de todo lo ocurrido
dentro del establecimiento, opiniones de la directora y de una
apoderada que llegó a retirar a su hijo de la fiesta luego de la
llegada de la policía. Gabriel se sentó súbitamente en la cama para
poder leer detenidamente lo que decía el periódico, su cara se
descompuso al verse expuesto ante un escándalo, Lucía no sabía
qué hacer para ayudarlo. Mientras leía por tercera vez la noticia,
sonó su celular; eran mensajes de un número desconocido, abrió la
aplicación y el corazón casi se le detuvo.
Linda Fiesta con alcohol y drogas, tal como a ti te
gustan. ¿Recuerdas?
Esto es sólo el comienzo, te toca pagar.
Besos…
J
Gabriel se puso pálido y lanzó el celular contra la pared
enfurecido, ante la mirada desconcertada de Lucía. Comenzó a orar
descontrolado, sentado al borde de la cama alzaba los brazos al
cielo pidiendo ayuda divina de forma casi desquiciada; su novia se
puso de pie perpleja al verlo así, unas lágrimas asomaron de sus
ojos pues pensaba en lo mal que lo estaba pasando el amor de su
vida, ese intachable hombre del cual estaba enamorada. Caminó
lento para salir de la habitación, no quería ver a su novio en ese
estado, se paró junto a la ventana del comedor y miró su celular;
también había recibido un mensaje de alguien desconocido. Sólo
dos palabras lograron hacerla temblar y caer de rodillas al suelo:
Es Gay…
La boda

Tres Meses Después…

E l ajetreo en la Casona Ferrada comenzó, como de costumbre,


desde temprano. Las mujeres corrían de un lado a otro
afinando los últimos detalles del casamiento de Gabriel y Lucía;
habían decidido realizarlo los primeros días de diciembre, por lo que
la casa ya estaba adornada con el tradicional Pino Navideño. Tía
Corina y Juana se arreglaban mutuamente con sus recatados
atuendos que habían comprado especialmente para la ocasión;
Abner y Marta ya se encontraban casi listos para salir al patio en
donde se había preparado una enorme carpa blanca para la
ceremonia al aire libre, aprovechando que ya el verano se acercaba
y la temperatura era bastante agradable. Los invitados comenzaban
a llegar poco a poco, en su mayoría eran miembros de la
congregación religiosa.
En el segundo piso estaba Boris junto a Camila y Felipe, quien
también fue invitado por Gabriel al igual que todo el equipo de fútbol
del colegio; repasaban las instrucciones que Julián les hizo llegar
por mensajes, estaban a la espera de que algo sucediera en la
ceremonia. Lo único claro que tenían era de mantener a Boris
alejado del novio tal y como lo habían hecho durante todos estos
meses en que se las ingeniaron para que se vieran lo menos posible
y siempre en compañía de más personas por lo que su relación
había prácticamente desaparecido. Boris se dedicó a terminar bien
el año en el colegio, mientras que Gabriel se empeñó en seguir
mintiendo a Lucía luego de los mensajes desconocidos que recibió
tras el escándalo de la fiesta en el colegio; luego de eso no sufrieron
más amenazas, por lo que continuaron con sus vidas como si nada
sucediera y el colegio supo cómo tratar el tema de los estudiantes
drogados luego del triunfo del equipo y así minimizar el escándalo
público.
— Amigo, hay algo que tenemos que contarte — dijo Camila
mientras se acomodaba su peinado frente al espejo.
— ¡Ay, no me asustes! — Boris terminaba de hacer el nudo de su
corbata— Díganme enseguida — agregó mirando a Felipe, el que
se encontraba junto a la puerta del baño.
— No es nada malo — respondió Camila. Sonreía y observaba lo
bien que se veía con el traje negro ajustado— Así es que no te
asustes— le guiñó un ojo.
— Bro… ¡Me dijo que sí! – exclamó Felipe con una sonrisa de
oreja a oreja— Cami y yo somos novios desde ayer — dijo con
orgullo, mientras que Boris se le fue encima para felicitarlo.
— Hermano, por fin te dio el sí — Boris se notaba dichoso por la
noticia y no paraba de abrazarlos, pues sabía lo mucho que se
querían y cuánto esperaron para estar juntos.
— Te dije que no era nada malo — añadió Camila buscando algo
en su celular — Juli me dice que envió un regalito para el novio —
se miraron los tres desconcertados, ya que desconocían lo que su
amigo tenía planeado— Y sólo eso, ni idea qué regalito será — se
terminaron de acomodar, pues era casi la hora de bajar para que
comience la ceremonia.
Se apresuraron y bajaron velozmente la escalera, excepto Camila
que traía zapatos de taco alto y no acostumbraba a caminar con
ellos. Salieron hasta el patio que se encontraba lleno de arreglos
florales y cintas blancas, un poco más allá estaba la carpa con las
sillas en donde se casaría la feliz y ejemplar pareja de la
congregación. El lugar ya estaba repleto de invitados y todos
hablaban de lo esperada que era la boda, algunos grupos de chicas
murmuraban de que ellas estarían felices de ocupar el lugar de la
novia, ya que Gabriel era el sueño de muchas y tenía un gran futuro
por delante. Poco a poco se fueron acomodando en sus sitios, la
tenue música sonaba para amenizar el momento; a un costado
estaban los músicos y coro de la iglesia que tocarían en vivo a
pedido de la novia cuando hicieran su ingreso al lugar. Boris y sus
amigos se sentaron casi al final aprovechando que nadie lo notaría
con el nerviosismo del momento, estaban expectantes a conocer el
regalo de Julián y cuándo sería entregado. Terminaron de
acomodarse todos los invitados y en ese instante el Pastor Abner se
puso en su sitio frente al público para oficiar la ceremonia, de
inmediato comenzaron a tocar los músicos la clásica marcha nupcial
que era el sueño de Lucía para este día tan esperado.
Al fondo apareció Gabriel, quien caminó solo hasta el altar
vistiendo un elegante esmoquin, se veía radiante e imponente al
compás de la música; detrás de él venían unas niñas vestidas de
rosado con unas canastas tirando pétalos de Rosas por la alfombra
roja; los asistentes tomaban fotografías a las pequeñas que
parecían sacadas de un cuento de hadas. El novio se paró frente al
Pastor quien le sonreía orgulloso de verlo ahí como tantas veces lo
conversaron; al fondo, del brazo de su padre, venía la novia
caminando lentamente; un hermoso vestido blanco la hacía lucir
espléndida ante la mirada de toda la congregación que estaba
invitada. Caminó lento junto a su progenitor disfrutando de cada
segundo, pues todo estaba tal y como ella lo había soñado desde
hace mucho tiempo; el padre entregó a su hija al apuesto novio y el
Pastor inició la ceremonia luego de una plegaria pidiendo por el
nuevo rumbo de la dichosa pareja. Poco a poco fue pasando por el
típico discurso de los casamientos, se pusieron los anillos y
finalmente sellaron su compromiso con un apasionado beso y los
aplausos de los emocionados invitados.
Salieron de la carpa hacia el patio donde tenían preparado un
cóctel antes de la cena, mientras la nueva pareja de recién casados
se abría paso entre la gente, estos comenzaron a lanzar arroz y
algunos pétalos de flores sobre ellos para desearles buena fortuna y
abundancia en su matrimonio. Lucía estaba dichosa de verse al fin
casada con el hombre de sus sueños y éste parecía estar igual, ya
que nada quitaba de su cara la sonrisa; los invitados se les
acercaban para felicitarlos en una fila que parecía nunca acabar.
— Estoy orgulloso de ustedes — dijo Abner a la feliz pareja— El
señor los colmará de bendiciones — agregó con entusiasmo.
— ¡Este es el comienzo de una nueva vida juntos! – se escuchó
decir a tía Corina que apareció entre la multitud y les tomó las
manos — Recuerden siempre honrar a nuestro santísimo padre
amado —juntó las manos de los recién casados— nunca olviden
que desde ahora serán una sola carne y un solo espíritu como dicen
las sagradas escrituras — concluyó emocionada con lágrimas en los
ojos, Juana estaba como siempre detrás de ella por si sufría algún
desmayo.
Mientras todos se peleaban por saludar al nuevo matrimonio,
fuera del alboroto estaba Boris con sus amigos comiendo de los
bocados que tenían los meseros para repartir; aprovecharon que en
esta ocasión había un poco de espumante para beber por lo que
llenaron sus copas y observaban cómo todos los presentes parecían
extasiados con el evento del año en la iglesia.
— Sí, Dios los hizo el uno para el otro —decían unas mujeres
regordetas que al parecer eran familia de Lucía y que pasaban
cerca de Camila con bocados en sus manos.
Desde lo lejos y entre todo el bullicio de la gente, cada cierto rato,
Gabriel miraba a Boris tratando de disimular un poco la nostalgia por
los días que habían vivido juntos; prefería mantenerlo lejos, ya que
no estaba en condiciones de acercarse.
— Ese tipo no deja de mirarte — afirmó Camila tras beber un
sorbo de espumante— Ya noté que trata de que lo veas — volvió a
tomar un sorbo más largo.
— Sí, también lo noté, pero prefiero que no se dé cuenta –
respondió Boris comiendo un Bocado de Palmitos.
— Veo que está todo el equipo en este lugar — dijo Felipe
alzando su copa en forma de saludo a uno de sus amigos que
estaba casi del otro lado del patio con el resto del grupo de
futbolistas.
— Al menos la comida está buena —agregó Boris, que ahora
comía una Brocheta de Pollo – Espero que aquel Pastel podamos
probarlo —apuntaba hacia la mesa dulce en dónde estaba un bello
Pastel de Fondant de cuatro pisos.
— ¡Estoy nerviosa! — admitió Camila, luego abrazó a su novio,
quien miraba hacia todos lados por si veía algo sospechoso.
Luego del cóctel, pasaron a las mesas que estaban preparadas
para la cena; el sol estaba comenzando a bajar y el rojizo cielo
decoraba majestuoso en entorno de aquella fiesta. Encendieron
unas antorchas que estaban distribuidas por todo el recinto para que
la celebración pudiese continuar aun cuando se hiciera de noche.
Los meseros comenzaron su desfile de platos, todos seleccionados
por la pareja que se encontraba sentada en la mesa principal junto a
sus familiares. Esta vez, Boris debía estar allí junto a su padre;
Camila y Felipe estaban en una mesa cercana con el resto de los
jugadores del equipo. Entre cada plato, venía el discurso de algún
pariente o invitado para desear lo mejor al matrimonio; los aplausos
y las risas inundaban el recinto, Gabriel y Lucía se besaban cada
cierto rato ante la deslumbrada mirada de los presentes. De pronto,
en el escenario donde se subían a dar los saludos, aparecen tres
hombres vestidos acorde con la ocasión; por el silencio que se
produjo se notó de inmediato que era algo que no estaba preparado,
pues el animador del evento no lo había anunciado. Los novios
miraron a estos hombres y los ojos de Gabriel se abrieron como
nunca en su vida lo habían hecho.
— Hemos venido a saludar a los novios, aunque nuestro amigo
se haya olvidado de invitarnos — dijo uno de ellos al micrófono.
Eran Francisco, Nicky y Alex, los amigos de universidad de Gabriel
que se hacían presente en el evento.
— Y hemos traído un regalo — agregó Francisco, mirando hacia
un costado ante una desconcertada audiencia que observaba cómo
subía al escenario otro joven que seguramente venía a saludar.
— Traigo los secretos del novio — Era Julián que se abría paso
en el escenario – ¿O debo llamarte Toy Machine? — agregó
mirándolo en forma desafiante mientras todos guardaban silencio.
El novio estaba pálido y no lograba reaccionar. Boris y sus
amigos se miraban con una sonrisa de oreja a oreja aún sin
comprender qué estaba haciendo Julián.
— Toy Machine es un buen nombre artístico, mi querido Gabriel
— insistió Julián desde el escenario, los otros hombres continuaban
detrás suyo sin entender bien lo que estaba haciendo.
— ¿Estás seguro de lo que haces Julián? – le preguntó Alex, su
expareja.
— Sí, completamente seguro…Ustedes sigan haciendo lo que les
pedí o diré cosas que no les convienen — respondió Julián con
seriedad mirando a Nicky, el cómplice de Gabriel en aquella fiesta.
— ¡Estamos en una fiesta y no eres bienvenido! – gritó Lucía
molesta al reconocer al muchacho— ¡Tú eras el rarito del colegio…
Vete de aquí con tu pecado! —añadió enrojecida.
Todos murmuraron al darse cuenta de que se trataba del alumno
que se había marchado del colegio y del que muchos hablaban.
Boris miró indignado a Lucía al igual que sus amigos.
— ¿Rarito yo...Cerca tuyo puede que haya otro — respondió
Julián con fuerza – ¿Te acuerdas de mi mensaje de hace
tiempo...Yo soy J —agregó sonriendo ante la mirada sorprendida de
Lucía
Gabriel no se contuvo más y saltó de su puesto furioso en
dirección al escenario, algunas copas cayeron al piso; Boris se paró
y quiso interponerse en su paso, pero lo empujó a un costado
dejándolo en el piso mientras algunas mujeres gritaban
sorprendidas y sin entender. Felipe se fue contra él para contenerlo,
aunque su fuerza era mayor y parecía no importarle nada,
abriéndose paso ante cualquiera que se le cruzara. Julián al verlo
enfurecido y sabiendo de lo que era capaz, salió corriendo para
ocultarse sin darle tiempo a que lo alcance; Boris salió tras de él,
perdiéndose de vista. Todos los invitados estaban de pie y
desconcertados, tía Corina se echaba aire con la servilleta ante tal
bochornoso incidente.
— ¿Ustedes que hacen aquí? — preguntó Gabriel furioso a Nicky,
tratando de disimular frente a los invitados.
— El chico nos tiene amenazados, si no veníamos estaba
dispuesto a hacerlo público — respondió el Gringo al recién casado
— Y no voy a perder lo que ahora tengo por algo del pasado –
añadió molesto de tener que estar ahí.
— Es mejor que se vayan, yo inventaré algo — ordenó Gabriel
que continuaba enojado. Les indicó por donde salir y trató de hacer
que nada había sucedido, mientras todos murmuraban y se
escuchaba “Toy Machine” entre los susurros y las miradas intrigadas
de los hermanos de la iglesia.
— ¡Una broma de pésimo gusto! – gritó Gabriel a viva voz para
tranquilizar a los presentes, mientras caminaba hacia la mesa donde
sus familiares continuaban descolocados, su esposa estaba con los
ojos llorosos. Se sentó junto a ella y le tomó la mano para
tranquilizarla – Calma, es una tontera de ese desviado — podía
sentir como la mano de Lucía temblaba mientras miraba el puesto
vacío de Boris en la mesa principal.
En la otra mesa estaba Camila tratando de comunicarse con
Julián, pero no tenía respuesta a sus mensajes.
Juli…dime dónde estás, por favor.
Boris salió tras de ti, lo perdí de vista.
— Tenemos que irnos y ayudar a Boris — Camila estaba
nerviosa, mientras que su novio la abrazaba para calmarla – Julián
me dijo que no lo dejemos solo — le decía a Felipe con los ojos
brillantes.
— Hay que disimular, nos iremos cuando sea menos notorio —
Felipe le besó la frente y miró a Gabriel, el que estaba visiblemente
alterado por más que quisiera disimular.
El Pastor se puso de pie y pidió el micrófono para tranquilizar a
los invitados, se disculpó por el bochornoso incidente e instó a todos
a seguir disfrutando de la velada; la música comenzó a sonar y poco
a poco la gente se fue poniendo de pie para bailar recatadamente
como las normas de la iglesia se lo permitía en veladas como esas.
Los nerviosos recién casados hicieron el baile inaugural, tratando de
deslumbrar a los presentes al ritmo de un Vals; un tenso silencio
entre ellos hacía que las miradas se mantuvieran fijas esperando
que ocurriera algo, pero éstos no hicieron nada para evitar otra
vergüenza frente a los asistentes.
Mientras todos estaban bailando, Gabriel dejó a su esposa junto
a los familiares en la mesa principal y fue hasta donde uno de los
meseros para tomar una copa de espumante, intentaba ver la mejor
forma de salir sin ser descubierto en búsqueda de Boris, ya que
intuía que podía estar junto a Julián y este contarle su secreto;
aprovechó que la multitud bailaba y salió del recinto en dirección
hacia el campo, algo le decía que el único sitio hacia donde podría
haber ido Boris era el Estero cercano a la Casona donde iba
frecuentemente con sus amigos últimamente. Para su mala suerte,
Lucía lo estaba siguiendo, ya que sabía bien que eso era lo que
inquietaba a su esposo. En medio de la noche y del campo oscuro
iban tras Boris, cada uno por su cuenta; Gabriel para mantener su
secreto a salvo y Lucía para evitar que su marido cometiera algo
que quizás ella sospechaba hacía tiempo.
Gabriel conocía bien el terreno y se mezcló entre los árboles que
estaban justo antes de llegar al estero, pasó por un lugar menos
transitado y se escondió detrás de las rocas a observar a Boris que
estaba sentado con su celular en la mano tratando de comunicarse
con alguien, al parecer no se había encontrado aún con Julián, por
lo que aprovechó para intervenir sin saber que mucho más atrás
estaba Lucía también escondida viendo qué sucedía.
— ¡Ya ves lo que hizo tu amiguito en mi boda! — Gabriel apareció
frente a Boris como un fantasma — Debes estar feliz de verlo — dijo
acercándose al muchacho que rápidamente se puso de pie un poco
asustado.
— Gabo…Yo…No…Yo no tenía idea de qué esto pasaría —
respondió titubeando el joven que no tenía mucho donde escapar si
es que la situación empeoraba.
— Debes estar feliz de que arruinen mi boda — Gabriel se acercó
a él y lo tomó por la cintura atrayéndolo hacia su cuerpo – pero
debes saber que te prefiero a ti — lo miró a los ojos tratando de
seducirlo, pero Boris temblaba y no sabía si era miedo o aún sentía
algo por él –Sólo un beso tuyo y seguiremos siendo como antes —
agregó acercando sus labios a los del muchacho, quien dudaba de
sus sentimientos.
— ¡No lo hagas, te has casado con una mujer! — respondió Boris
tratando de voltear su cara para no besarlo, pero Gabriel lo sostuvo
con fuerza y le robó un beso.
Los ojos de Lucía se llenaron de lágrimas, las que comenzaron a
caer por sus mejillas arrastrando el maquillaje de las pestañas;
contemplaba a su esposo besar apasionadamente al joven que
llamaba hermano, veía cómo lo sostenía con fuerza para no dejarlo
escapar de sus brazos. Un frío desgarrador recorrió su cuerpo, tenía
ante sus ojos la respuesta a sus sospechas.
La noche de bodas

B oris empujó con fuerza a Gabriel para que no continuara


forzándolo a besarle — ¡Dije que pares! — gritó angustiado.
— ¿Ahora me rechazas? —contestó Gabriel mientras se limpiaba
la cara— Después que deseabas que te cogiera —Se quitó el
esmoquin, quedando con la camisa desordenada luego del forcejeo
— Se te olvida que me deseabas…bro – se le acercó con la mirada
desquiciada.
— Eso fue antes…Decidiste continuar con tu farsa y casarte —
Boris retrocedió para no tenerlo más cerca, sentía miedo al verle a
los ojos— Es mejor que cada uno siga con su vida y ya encontraré a
algún chico que de verdad me ame — añadió dándose la vuelta
para marcharse.
— ¡Tú ya eres mío y no te irás con ningún mocoso! — Gabriel
corrió y lo tomó de un brazo para detenerlo.
— ¡Suéltame! — exclamó el muchacho nuevamente tirando con
más fuerza, mientras Gabriel lo sostenía firme – O prefieres decirme
qué quiere decir Toy Machine — lo miró fijamente a los ojos. Hubo
un breve instante de silencio.
— ¡Cállate! — exclamó Gabriel dándole un jalón que lo dejó
tirado en el barro a la orilla del estero—¡No repitas eso! — se lanzó
encima de él para que no escape intentando taparle la boca en
medio de una lucha con el adolescente que quería escapar —
Nunca…más…debes repetirlo— Gabriel trataba de acercarse para
besarlo por la fuerza, de alguna forma quería cerrar sus labios.
— ¡Paren, se van a matar! —apareció Lucía gritando sobre ellos,
pretendiendo separarlos— ¡Gabo, déjalo! — gritó cayendo al barro y
metiéndose en medio de ambos. Su vestido estaba completamente
estropeado.
— ¿Qué haces aquí? — Gabriel la miró asustado. Boris
aprovechó para soltarse y correr completamente cubierto de lodo.
— ¿Por qué arruinaste nuestra boda? —Lucía lloraba de rodillas
en el suelo, mientras su esposo veía a Boris huir entre los árboles.
— ¡No entiendes nada! — Gabriel se puso de pie mirando en
dirección a la Casona en donde continuaba la fiesta— Ese mocoso
enfermo le llenó la cabeza de estupideces a mi hermanito —No
espero más y avanzó para ir en búsqueda del joven.
— ¿Hermanito? —Lucía sollozaba— ¡Te vi besándolo! —gritó
desesperada, mientras su esposo avanzaba en el barro y el cual al
escucharla decir eso se dio media vuelta regresando hasta ella.
— Estás loca…Debes estar confundida— Gabriel se agachó y
tomó la cara de su esposa para que lo viera a los ojos— Tú estás
equivocada y no dirás nada… ¿Entendido? — sus ojos estaban
clavados en los de ella infundiendo temor, luego la soltó y salió
corriendo desesperado en búsqueda de Boris. Lucía quedó tirada
llorando sin consuelo, mirando hacia el cielo como buscando una
respuesta.
En la Casona la fiesta continuaba, sólo algunos invitados habían
notado la ausencia de los recién casados, algunos bailaban en la
pista y otros continuaban comiendo de la abundante mesa de
postres. Abner se percató de que ninguno de sus hijos estaba en el
lugar por lo que avisó a Marta para ir a buscarlos, suponía que algo
estaba sucediendo luego del incidente de Julián, así es que se
retiraron a un costado de la casa para no despertar sospechas.
— Hermano, ¿qué sucede? – consultó Corina, la que los atajó al
verlos caminar fuera de la fiesta, estaba especialmente alegre y en
su rostro se notaba.
— No veo hace rato a mis hijos ni a Lucía — Abner se veía
preocupado— Algo pasó luego de esa intromisión en la fiesta — se
acomodó la corbata para guardar la compostura.
— ¡Santo cielo! — gritó Marta, parecía que se le había aparecido
el demonio.
Todos miraron hacia el sector del estero y en medio de la
oscuridad lograron divisar a Boris que venía corriendo
completamente cubierto de barro, desesperado y llorando; metros
más atrás venía Gabriel en condiciones similares y mucho más al
fondo, algo blanco y desmarañado se acercaba. Sus rostros
palidecieron al ver la desastrosa escena, mientras los involucrados
estaban cada vez más cerca, dejando en evidencia que algo terrible
sucedía. Abner deseaba que nadie en la fiesta lo notara.
— ¿Qué está pasando Boris? — dijo el Pastor casi entre dientes,
acercándose a su hijo que continuaba llorando e intentando recobrar
el aliento.
— ¡Por el amor de Dios di qué te pasó! — tía Corina cruzó sus
manos casi como si fuese a ponerse a orar.
— Boris…Reacciona, por favor —insistió Marta, tratando de
acercarse al joven cubierto de barro.
— ¿Gabriel qué ha sucedido? —Abner se dirigió hacia él que
venía llegando agitado— ¿Qué hacen todos sucios? — el Pastor se
notaba nervioso. Marta aprovecho de ir en búsqueda de Lucía que
estaba mucho más cerca.
— Padre, Yo…— Gabriel miró a Boris que lloraba desconsolado
— Puedo explicar esto —respiraba agitado, ante la mirada atónita
de su familia.
— ¡Asqueroso! — se escuchó desde lejos, era Lucía que venía
descontrolada sin prestarle atención a Marta que estaba a su lado –
¡Eres un asqueroso pecador! — arrastraba su sucio vestido
completamente desarmado.
— ¿Quiere alguien explicarme esto? —Abner se tomaba la
cabeza y ya estaba colapsando sin entender.
— ¡Su hijo es un asqueroso sodomita! — exclamó la recién
casada apuntando a Boris. Todos voltearon a verlo mientras lloraba
– ¡Boris intentó besar a mi marido para quitármelo! — se acercó al
joven que no tenía fuerzas ni para defenderse — ¡Desde que
llegaste has deseado a mi hombre…Acéptalo! — la mujer estaba
descontrolada y descargaba su furia en contra del adolescente.
Corina sintió que se iba a desvanecer con lo que escuchaba,
mientras que Boris sólo lloraba.
— ¿Eso es cierto Boris? — el tono de Abner cambió y era
bastante severo. Marta observaba desconcertada y el joven
continuaba sollozando sin decir nada —Gabriel, ¿Es cierto lo que
dice tu esposa? — el Pastor volteó hacia él que parecía estar menos
afectado o al menos no lloraba.
— Padre… — balbuceó Gabriel, luego miró a Boris y a su
esposa.
— ¡Responde ahora! — gritó Abner furioso y cansado de esperar.
— Sí padre, es cierto — Gabriel bajó la mirada— Ha intentado
seducirme — dijo con un hilo de voz y avergonzado. Marta, por su
parte, limpiaba el rostro de Lucía y Corina agitaba sus manos para
darse un poco de aire.
— Aquí no se permiten los sodomitas —Abner se acercó a Boris
y en su mirada sólo había desprecio— Corina, enciérralo para que
nadie se entere de esta deshonra, después veré qué hacemos
contigo —dijo en tono despectivo, esperando que su hermana se
hiciera cargo por un rato.
— Abner no estás siendo muy… —intervino Marta que no
aprobaba el trato al adolescente.
— ¡Silencio! Ayuda a Lucía y que nadie los vea así… —Abner no
la dejó terminar, sólo quería ocultar lo ocurrido— Obedece a tu
marido en este momento — ordenó con severidad – Y tú, vete a dar
una ducha para despedir a los invitados — se dirigió a Gabriel,
luego se retiró indignado hacia la fiesta.
Boris no paraba de llorar y ni siquiera se defendió ante las
mentiras de Lucía y su esposo, quienes se retiraron en compañía de
Marta antes de que algún invitado pudiese verlos. Tía Corina respiró
profundo para recuperarse en parte ante la terrible noticia, su mirada
era de desaprobación hacia su sobrino.
— Vamos, camina para que nadie vea esto — la tía lo tomó de un
brazo y lo jaló para que la siguiera— ¡Esto es acabo de mundo! Un
ataque del enemigo mismo – decía, mientras lo llevaba tomado con
cara de asco y mirando al cielo.
— ¿Dónde me llevas? — sollozó Boris mientras su tía lo
tironeaba hacia la parte trasera de la casa.
— Vamos al lugar donde mi padre nos castigaba…La bodega —
Corina sonaba cada vez más severa— Ahí te quedarás hasta que tu
padre decida qué hacer — lo tiró con más fuerza hacia la puerta de
aquel oscuro lugar; el joven parecía resignado a pasar la noche allí y
entró sin mostrar mayor resistencia.
— ¡Cúbrelo con tu sangre Jesús y líbralo de la marca del
enemigo! —gritó Corina alzando los brazos como si con eso fuese a
suceder un milagro. Su sobrino se sentó en el suelo a continuar
llorando sin consuelo — Has traído la inmundicia a esta casa del
señor…Deberías pedir por tu perdón y para que Dios te devuelva a
su rebaño —agregó la mujer, acomodando su traje y su cabello,
luego cerró la puerta por fuera y se fue a despedir a los invitados
junto a su hermano.
Rato después llegó Gabriel a excusarse de que su esposa se
había sentido un poco mal y por eso ya no estaba presente; los
invitados comenzaron a retirarse poco a poco dando sus mejores
deseos a la feliz pareja. Felipe y Camila sabían que algo estaba
sucediendo con su amigo que estaba desparecido, le enviaron un
mensaje a Julián para advertirle que Boris podía estar en peligro y
salieron del recinto sin hacerse notar mucho. El silencio se apoderó
de la Casona Ferrada, el Pastor se fue a encerrar a su oficina;
Corina oraba en su dormitorio caminando de un lado a otro
desaforadamente; Marta tomaba un Té de Cedrón en la cocina en
compañía de Juana que sabía que algo malo estaba sucediendo en
la familia, pero como era su costumbre no decía nada hasta que no
se lo contaran. La Familia de Lucía creyó por completo la versión de
su yerno y prefirieron dejarla descansar para que se recuperara
bien, sabían que estaba en buenas manos.
Una hora más tarde, cuando todos ya parecían estar acostados,
Gabriel y su esposa salieron en completo silencio de la Casona;
subieron en un automóvil y desaparecieron del lugar sin decir una
palabra en todo el camino. Al llegar al departamento de Lucía,
entraron sin siquiera mirarse; cada uno por su lado, ella tenía los
ojos hinchados de tanto llorar y él tenía la mirada perdida.
— Podrías decir algo para defenderte — dijo Lucía tras un largo
rato de incómodo silencio.
— ¿Defenderme de qué? — respondió Gabriel como si no
hubiese pasado nada.
— Vi cómo besabas a Boris —Lucía parecía estar recuperándose
un poco y quería enfrentarlo.
— ¡Te dije que lo que viste es un error! — gritó Gabriel tirando un
florero que estaba junto a su lado— ¡Él me besó y tú misma lo
dijiste! — caminó indignado hacia ella.
— ¡Sí, pero fue para no arruinarte la vida! — la mujer subió más
el tono y sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas— ¡Eres un
asqueroso gay! — empujó a Gabriel sin lograr moverlo de su sitio, al
contrario, sus ojos parecieron encenderse en llamas y se le fue
encima tapándole la boca.
— ¡Cállate! — gritó Enloquecido y la lanzó con fuerza contra una
pared mientras esta lloraba asustada – ¡Yo soy un hombre, tu
marido y me debes respeto! — caminó embravecido sin darle tiempo
a escapar.
— ¡Eres un asqueroso desviado! — Lucía lloraba y temblaba de
miedo al verlo encima de ella completamente descontrolado, muy
distante del hombre del cual se había enamorado.
— ¡Cállate que yo soy un hombre! – le Gritó Gabriel y la tomó con
fuerza, tirándola al piso – ¡Soy tu marido! —se quitó el cinturón
bruscamente y abrió su pantalón, ante la mirada espantada de su
joven esposa que intentó pararse para escapar, pero este se le fue
encima para demostrarle, sin su consentimiento y a su modo que él
era un hombre. La llorosa mirada de Lucía parecía perderse en el
infinito, mientras Gabriel completamente fuera de sí la tomaba por la
fuerza.
Castigo

L os primeros rayos del sol se filtraban por la pequeña ventanilla


polvorienta que era el único contacto con el exterior que tenía
aquella fría y oscura bodega detrás de la Casona Ferrada. Enrollado
en el piso, sucio, húmedo y temblando de frío estaba Boris abriendo
los ojos y pensando que todo había sido una pesadilla; durante la
noche le costó mucho conciliar el sueño y pasaron un par de horas
hasta que logró hacerlo, sentía su cuerpo tullido por el frío. El ruido
de algo arrastrándose afuera lo hizo ponerse alerta, se sentó en una
esquina al lado de un viejo estante con objetos antiguos. La puerta
se abrió lentamente, las bisagras sonaron agudamente y la luz del
amanecer entró de golpe con una ráfaga de aire puro. Abner entró
firme como un guardia, parecía que con lo sucedido se había
transformado en otra persona, su postura ya no le parecía de un
hombre conciliador y bueno, por su fría mirada podía intuir que
regresaba a reprenderlo.
— ¡Hora de levantarse! — gritó el Pastor secamente y su voz
retumbó en toda la sucia bodega— Los hombres de bien se
levantan al amanecer— dio unos pasos y su silueta se marcaba a
contraluz — El poder de nuestro señor hará que te reformes y seas
un hombre y no un marica, hijo del demonio —se agachó para verlo
a la cara, mientras Boris temblaba en el piso; sus hermosos ojos
resaltaban en su cara cubierta por barro seco – Bien, Partiremos por
fortalecer tu débil alma que ha sucumbido a la tentación — Abner se
incorporó y caminó hasta la puerta de donde tomó la manguera que
había arrastrado hasta el lugar, lo miró con desprecio y abrió el paso
del agua, lanzándole un potente chorro, mientras el muchacho se
cubría la cara y sentía el frío que le golpeaba por todas partes – Lo
primero, es que debes estar limpio de cuerpo y alma…El agua fría te
fortalecerá — decía el Pastor, apuntando en todo el cuerpo de su
hijo para quitar la suciedad visible y la de su alma.
— ¡Para, por favor! — se escuchó gritar a Boris enrollado en el
suelo.
— ¡No! Esto ayudará a que comiences con tu limpieza — Abner
no tenía cara de querer detenerse – No permitiré que mi hijo sea un
sodomita — apuntó el agua hacia un costado – ¡Vamos, quítate esa
inmundicia de ropa! — ordenó mientras lo veía llorar, empapado en
el piso— Ponte de pie y resiste como un hombre — volvió el agua
en dirección a Boris, quien comenzó a quitarse toda la ropa,
sintiéndose humillado como jamás lo imaginó.
— Ya no más, por favor — suplicó el joven tembloroso, aún
conservaba su bóxer y se cubría con vergüenza.
— El señor pasó más sacrificios por nosotros, has el esfuerzo y
quizás seas salvado —Abner no desistía, apuntaba con firmeza
hacia su hijo –¡Anda, quítate eso para que quedes limpio! — dirigió
el agua hacia su ropa interior.
Boris, lleno de pudor se quitó la prenda y cruzó sus manos para
cubrirse, sentía que el frío atravesaba su cuerpo.
— ¿Sientes vergüenza? — preguntó Abner viéndolo indefenso
bajo el agua— La vergüenza deberías sentirla por querer desafiar
las leyes de Dios… ¡Hombre con Mujer fuimos diseñados! — cerró
el paso de agua y viendo la cara de alivio de su hijo – Espero que
este baño matutino fortalezca tu alma, ya que lo necesitarás — sacó
la manguera de la bodega, su hijo continuaba temblando de frío –
Ahora pedirás al Señor que perdone tus faltas, los sodomitas no
heredarán el Reino de los Cielos — el Pastor caminó hasta Boris
mirándole fijo— Y además purificarás tu cuerpo y alma en ayuna
hasta que el pecado se haya ido y seas un hombre como lo dice la
sagrada escritura — enfatizó con visible desprecio y se retiró
lentamente.
— ¡Por favor, sácame de aquí! — suplicó Boris adormecido por el
frío.
— No escucho que comiences con tus oraciones — Abner se
detuvo en el umbral de la puerta, tomó aire— Vamos, empieza…
¡Padre Nuestro que estás en los cielos! —Volteó a ver si su hijo le
seguía, pero este sólo lloraba en silencio. Una certera cachetada en
la mejilla lanzó al muchacho al suelo; su padre quería doblegarlo
haciéndole sentir impuro— Me iré a buscarte ropa y espero que a mi
regreso te encuentre implorando por tu sucia alma – sentenció el
Pastor, luego salió raudo y cerró la puerta por fuera.
— ¡Eres un mentiroso! — gritó Boris desde el suelo – ¡Sé lo que
haces con mi profesora! —soltó un sollozo en medio de su
desesperación.
Del otro lado aún estaba su padre que quedó inmóvil al escuchar
a su hijo gritarle su secreto, pero más grande fue su sorpresa al
darse cuenta de que Marta acaba de acercarse a la bodega y lo
miraba con desaprobación, parecía que también había escuchado
los gritos de Boris.
— Saca a tu hijo de ese lugar — ordenó la mujer acercándose a
su esposo.
— No debes meterte en este asunto…Se hará hombre por la
fuerza si es necesario —respondió Abner interponiéndose a la
puerta.
— No puedo obligarte a que me ames, mucho menos a tu hijo,
pero al menos déjalo salir — dijo Marta seriamente — Hace mucho
que sé de tu aventurita con Luisa, no soy tonta — se le acercó
mientras Abner permanecía quieto— Eso puedo disimularlo como
todas las mujeres engañadas de la iglesia, pero esto… — apuntaba
hacia la puerta de la bodega— Esto es una locura, no tienes
vergüenza — parecía decidida a defender al joven.
— No hay comparación — respondió Abner abriéndose paso—
Tal vez yo he sido débil, ¡pero este malcriado es abominable! —
agregó a viva voz para que Boris escuchara del otro lado.
— No es la forma de ayudarlo — insistió Marta— Déjame a mí —
suplicó tomándole del brazo para que no se vaya.
— No, se quedará ahí — enfatizó Abner severamente y siguió
caminando hacia la Casona— ¡No desobedezcas a tu marido! —
gritó mientras avanzaba, dejando a Marta pasos más atrás.
— Sí, lo sé…Debo ser una mujer sumisa a su esposo — dijo
Marta en tono irónico – Y lo he sido todo este tiempo, pero, por
favor…Saca a Boris de ahí — cambió el tono de voz para sacar al
joven de la bodega.
— Lo pensaré — Abner levantó su dedo índice mirando a Marta
con una sonrisa perversa – Y sigue con tu papel de esposa sumisa,
lo has hecho bien y sabré agradecerlo —volteó y siguió su camino.
Marta se quedó un rato cerca de la bodega, caminando de un lado a
otro de brazos cruzados para protegerse de la fría mañana, aún no
eran las ocho; algunos trabajadores ya se veían a lo lejos
desmontando la carpa de la fiesta de bodas.
Media hora más tarde regresó Abner con ropa limpia para su hijo.
Su esposa continuaba cerca de la bodega esperando para ayudar al
muchacho.
— Te salió todo el instinto maternal — el Pastor miró a su esposa
con burla – Ah, por mujeres así es que los hijos les salen maricas —
agregó al tiempo que ponía la llave para abrir la bodega. Marta
quiso seguirle, pero Abner le hizo un gesto para que se detuviera –
El chico debe vestirse, tú mejor vete porque vendrá mi hermana un
momento — abrió la puerta y se metió en la bodega. Su esposa
entendió que por el momento era mejor no interponerse o el que
seguiría sufriendo sería Boris, así es que caminó con tristeza hasta
la casa.
— ¡Toma, aquí tienes para que te vistas! —Abner le pasó una
bolsa con ropa que había buscado en su habitación – Apúrate, viene
Corina a ayudarte — luego se retiró, cerrando nuevamente por
fuera.
Boris caminó temblando aún por el frío hasta un rincón cerca de
la puerta que permanecía seco y comenzó a vestirse rápidamente,
el abrigo que le proporcionaba la ropa hizo que poco a poco fuera
reaccionando; a su mente venían imágenes confusas de la noche
anterior, la pelea en el barro con Gabriel, Julián apareciendo en la
fiesta, Lucía dejándolo como el culpable de su desgracia; un vago
recuerdo de sus días con su madre asomaron en medio de todas
esas imágenes, sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente
aunque no tuvo tiempo de seguir pensando pues escuchó que tía
Corina se acercaba. Se apresuró y se puso las zapatillas que venían
en la bolsa de ropa; Abner había puesto su ropa deportiva del
colegio para que se abrigase.
— ¡Boris, venimos a orar contigo! — exclamó Corina al abrir la
puerta, venía acompañada de Juana que permanecía en silencio
detrás de ella. Ambas traían sus Biblias en la mano, Boris las veía
desconcertado; todo le parecía confuso e innecesario, su silencio
fue la única respuesta y se quedó a un rincón de la bodega.
Corina lo miraba como un bicho raro mientras hojeaba su Biblia
buscando algo, la empleada parecía sólo seguir las instrucciones de
su patrona, aunque en su mirada había mucha más compasión que
en los familiares de Boris.
— Comencemos Juana, la palabra siempre nos protege del
enemigo — Corina estaba erguida y pretendía lograr que su sobrino
cambiara su conducta, carraspeo para aclarar su voz – “Ten piedad
de mí, oh, Dios, conforme a Tu misericordia…” — Juana la seguía
en su lectura Bíblica y retumbaban sus voces en la bodega—
“Conforme a lo inmenso de Tu compasión, borra mis
transgresiones…” — una mirada directa a los ojos de Boris
—“Lávame por completo de mi maldad, y límpiame de mi pecado”—
Corina alzó uno de sus brazos, Juana replicaba—“¡Porque yo
reconozco mis transgresiones y mi pecado está siempre delante de
mí!”— alzaron aún más sus voces, como si quisieran ser
escuchadas en el mismísimo cielo; el muchacho deseaba taparse
los oídos y sólo se contenía para no provocar—“Contra Ti, contra Ti
sólo he pecado y he hecho lo malo delante de Tus ojos…”— cada
palabra retumbaba como un castigo para Boris, sentía estar
prisionero en la peor pesadilla; se deslizó lentamente por la pared
cayendo al piso, llorando e implorando en silencio salir de ese lugar.
— Al corazón contrito y humillado; oh, Dios, no despreciarás…
Amén — escuchó Boris a lo lejos decir a ambas mujeres que
continuaron su lectura por largo rato sin darle tregua— Espero que
este Salmo para los pecadores haya sido como un bálsamo para tu
inmunda alma, querido sobrino —dijo Corina cerrando su Biblia.
El muchacho abrió los ojos como despertando de su pesadilla,
para su alivio ya habían terminado con las plegarias y la puerta se
estaba abriendo nuevamente, dejando entrar el cálido sol de la
mañana. Se incorporó lentamente viendo la asqueada mirada de
Corina.
— ¡Levántate, te quedarás en tu habitación encerrado! — se
escuchó decir a Abner que venía por ellos – Suficiente plegaria de tu
tía y Juana, ahora debes seguir solo y agradece a Marta que pidió te
saque de aquí — el Pastor entró y lo tomó firme de un brazo
jalándolo para que no se fuera a ningún sitio sin su permiso.
Caminaron rápidamente e ingresaron por la cocina, ahí estaba la
esposa del Pastor que observó en silencio como lo llevaban a
tirones hasta el segundo piso; sólo unas miradas intercambiaron y
Boris comprendió que ella no estaba de acuerdo con lo que le
hacían. Suspiró fuerte, siguiendo el camino hasta su nuevo encierro;
detrás quedaban Corina y Juana con sus Biblias en las manos y un
silencio sepulcral como nunca había sucedido en la Casona de los
Ferrada. Un empujón de Abner bastó y su hijo quedó tirado junto a
la cama, una mirada de desprecio seguida de un portazo y el sonido
de las llaves por fuera. Nuevamente estaba encerrado.
El Pastor

V arias horas más tarde, sentado junto a la ventana de su


habitación, el estómago de Boris comenzaba a retorcerse por
el hambre, había visto transcurrir el día desde aquel lugar, pensando
en cómo salir de allí y no regresar jamás; prefería estar lejos sin
nada, que seguir bajo ese techo con personas que no lo amaban.
Sus ojos continuaban hinchados de tanto llorar y la mirada la tenía
fija en las nubes que pasaban lentamente. En la casa no hubo
mucho ruido durante el día, a lo lejos se escuchaba a tía Corina leer
la Biblia en voz alta como pretendiendo que su descarriado sobrino
escuchara la palabra del señor y se redimiera de sus terribles
pecados.
Cuando ya estaba casi por anochecer, la puerta del dormitorio se
abrió; era Abner que venía a continuar con sus sermones de
purificación. Entró y le puso el seguro por dentro para que no
subiera nadie a molestar. Boris continuaba junto a la ventana sin
verlo a la cara.
— Veo que no has implorado por tus pecados — dijo el Pastor
acercándose lentamente— Así nunca dejarás de ser un marica —
agregó dando un largo suspiro de desahogo.
— Estás loco — respondió el joven con poco ánimo— Eso no se
puede cambiar y no es un pecado —volteó a verlo con la mirada
triste.
— ¡Los sodomitas no heredarán el Reino de los cielos! — gritó
Abner lleno de furia como si su hijo lo desafiara— ¡Está escrito en la
Biblia! — sus ojos claros destellaban fuego.
— Sí, claro ¿Y qué hay de los infieles y mentirosos como tú? –
respondió Boris, el que sin tener mucha fuerza hizo que esas
palabras sonaran como una cuchilla afilada contra su padre. Una
dolorosa bofetada lo movió de su sitio quedando en el suelo.
— ¿Cómo te atreves a decirme eso? — Abner lo tomó de la
camiseta y empezó a arrastrarlo por el piso en dirección al baño—
¡Me debes respeto! — lo jalaba fuertemente, mientras Boris ejercía
resistencia – ¡soy tu padre y esos temas a ti no te interesan! –
exclamó, empujándolo dentro del baño— Mocoso sin respeto,
agradece que te recibí en esta casa —la imagen del hombre distaba
mucho de aquel Pastor que cada domingo daba el sermón frente a
su congregación.
— ¡Prefiero ser un maricón como me dices que un asqueroso
farsante como tú! – gritó Boris, quien estaba en un rincón del baño
esperando cualquier reacción de Abner.
— Si no fuera por mí, estarías vagando en las calles después de
que tu madre murió — el Pastor estaba erguido con actitud
desafiante – Agradece que te dimos un techo y una familia — se
acomodó en el arco de la puerta.
— Preferiría eso a tener que pasar por esto — los ojos de Boris
se llenaron de lágrimas otra vez – Mi mamá nunca hubiese
permitido algo así — su voz temblaba al recordar a su madre.
— Denisse era una mujer mundana y era amiga de raritos como
tú – le dijo Abner con ironía — Quizás alguno de esos te violó de
niño y te volvió gay como ellos — esbozó una sonrisa sarcástica.
— ¡Eres asqueroso Abner! — gritó Boris fuertemente – No
deberías ser mi padre —comenzó a llorar.
— Bueno, si no me quieres como padre, tal vez yo tampoco te
quiera como hijo —el Pastor tomó al joven y lo metió por la fuerza
en la ducha – Debes seguir fortaleciendo tu alma — abrió el paso de
agua fría que comenzó a mojar a Boris, mientras sentía que cada
vez era más humillado— Ahí te quedarás hasta que yo lo diga— se
dio media vuelta dándole la espalda mientras veía por el espejo
como su hijo lloraba y su ropa se empapaba.
Abner permanecía rígido y su mirada absorta en el espejo lo hizo
recordar a la madre de Boris, poco a poco su mente se fue de aquel
baño en donde castigaba a su hijo y comenzó a traer instantes de
un pasado enterrado en su memoria, de esos tiempos en que
renegaba de ser el hijo del Pastor y quiso salir a conocer el mundo.
Sus recuerdos lo llevaron casi 17 años atrás, a punto de terminar de
estudiar Teología en una prestigiosa Universidad cristiana en donde
fue inscrito por su padre por la fuerza, ya que lo presionaba para
que siguiera sus pasos en la Iglesia que construyó durante toda su
vida y la cual cada vez era más próspera en su propósito. Por
aquellos años, Abner obedeció la instrucción de su severo
progenitor a quien obedecía desde pequeño y se fue a estudiar sin
estar seguro de querer hacerse cargo del legado familiar. Estuvo
mucho tiempo concentrado en ser un buen estudiante hasta que con
el pasar de los meses fue sintiéndose tentado por las actividades a
las cuales se escapaban algunos de sus compañeros; eran las
típicas fiestas de otras universidades en las cuales se estaba
sintiendo cada vez más a gusto. Fue en una de estas ocasiones en
que junto a su grupo de amigos rebeldes conocieron a unas chicas
que aún eran estudiantes menores de edad, entre ellas estaba
Denisse Laurence, la mujer más hermosa que sus ojos habían visto
en su vida; llena de vitalidad y sin miedo a nada. Esta dulce joven
comenzó a sentirse atraída por los encantos de aquel estudiante
mayor con el cual día a día se fueron acercando hasta que al pasar
un par de años de amistad, Abner se atrevió a confesarle su amor
luego de dedicarle una dulce canción romántica en su fiesta de
cumpleaños número dieciocho; a pesar de haber hecho un poco el
ridículo frente a todos, Abner en aquel tiempo dedicaba sus ratos
libres a la música y con su encantadora voz consiguió ser el novio
de Denisse.
El Romance se prolongó por mucho tiempo, pero luego vinieron
los problemas, ya que Abner cada vez más rebelde con las
costumbres de su familia, empezó a probar todo tipo de drogas y a
salir con diferentes mujeres a escondidas de Denisse, la que no
tardó en enterarse; para su mala fortuna, cuando se dio cuenta de
que su dulce novio le estaba siendo infiel, ella había quedado
embarazada. Al contarle la noticia a Abner, este comenzó con las
dudas sobre su paternidad y cada vez las peleas se hicieron más
violentas consiguiendo que la relación se diera por terminada
cuando los padres de la joven se la llevaron para protegerla de los
maltratos sicológicos a los que Abner la sometía. Con el pasar del
tiempo y bastante tarde se dio cuenta de que ella era el amor de su
vida, pero el abandonarla junto a su hijo hizo que Denisse nunca
más confiara en él e hizo su vida alejada por completo de su
presencia y este al regresar junto a su familia para hacerse cargo de
la Iglesia, prefirió mantener el secreto de que había engendrado un
hijo fuera del matrimonio para no afectar la imagen de los Ferrada
aunque sabía que por ser hombre nunca sería tan juzgado como las
mujeres de la religión, las cuales sufrían el desprecio de todos si
quedaban embarazadas y debían someterse al juicio de los
ancianos de la congregación para ver si era recibidas de regreso. La
mirada de Abner continuaba en el espejo pensando en su antiguo
amor y en lo frío que su corazón se había vuelto.
— Para, por favor— escuchó decir a su hijo que temblaba en el
rincón de la ducha. Llevaba largo rato ahí soportando.
— Puedes salir ya — Abner regresaba de sus recuerdos –
Podrías tener cualquier defecto, pero las abominaciones no las
permitiré — dijo severamente y salió rápido de la habitación,
poniéndole llave por fuera.
Boris salió temblando por el frío, empapó toda la alfombra del
baño mientras se quitaba la ropa; abrió el paso de agua caliente
para recuperar un poco la temperatura y no dudó en meterse, dio un
par de vueltas bajo el chorro de la cálida agua y sintió que su cuerpo
reaccionaba; salió y se secó un poco aturdido sin saber si era el frío
o el hambre que ya se apoderaba de el con más fuerza. Caminó
hasta su cama y se abrigó un poco, ni siquiera tenía su celular para
escuchar música con audífonos, como tanto le gustaba, pues lo
perdió la noche anterior en el barro peleando con Gabriel; se sentó
envuelto en la ropa de cama cada vez más débil esperando que el
tiempo pasara para quedarse dormido.
— ¡Psss…Psss! — se escuchó desde afuera de su ventana y con
las pocas fuerzas que tenía se asomó para ver quien llamaba. Para
su sorpresa era Julián que entró sin ser visto, ya que al parecer
todos estaban en la cocina.
— ¿Qué haces aquí? — susurró Boris después de abrir la
ventana.
— No podría abandonarte niño lindo — respondió Julián con su
hermosa sonrisa — Perdón por tardarme tanto, pero tenía que
solucionar algunas cosas — vestía completamente de negro como si
quisiera mimetizarse en la noche — ¡Vamos, apura y baja! —subió
un poco el tono de la voz.
—No puedo, estoy encerrado — Boris miró hacia su puerta e hizo
un gesto de negación.
— Tontito, pero por la ventana — Julián no quitaba su sensual
sonrisa – Yo estoy aquí para recibirte — agregó abriendo los brazos
en señal de ayuda— ¡Apúrate, Boris! — le alentó.
Boris no dudó en hacerle caso y sin sentir temor, aprovechó que
no era tanta la altura y se colgó como pudo de su ventana, más
abajo estaba Julián esperándolo y sin darse cuenta, recibió de golpe
al joven que cayó sobre sus brazos tumbándose sobre él en el
suelo. Ambos estaban en el suelo, Boris sobre Julián un poco
adoloridos por la caída.
— Me encanta que estés encima de mí – le dijo Julián,
abrazándolo como tanto había ansiado el tiempo que estuvo lejos.
— Gracias por venir a buscarme, no sabes lo que he pasado
desde anoche —Boris lo abrazó con fuerza y luego se pusieron de
pie para no ser vistos.
— Hermoso, yo nunca te abandonaría con esta gente — Julián
no acaba de terminar la frase y le robó un beso a Boris, sonrió y lo
tiró de una mano para que corriera con él sin dejarlo reaccionar—
¡Vamos, corre que nos pueden encontrar! — le dijo mientras
escapaban de la Casona.
Corrieron hasta afuera del recinto y metros más allá en la calle
principal había un auto estacionado con personas adentro que los
esperaban, eran Camila y Felipe al volante.
— ¡Boris! — gritó Camila mientras este subía y la abrazaba.
— ¿Cómo estás, hermano? — Felipe se volteó al asiento trasero
para saludar a su amigo estirando su brazo.
— Gracias por venir a rescatarme amigos, ha sido horrible – les
contaba Boris visiblemente afectado por todo lo que estaba viviendo.
— Entonces puedes contarnos en el camino que aquí no es
seguro — Felipe encendió el auto que había pedido prestado a su
padre para sacar a pasear a su novia y dio marcha en dirección que
sólo ellos conocían.
En el camino, Boris aprovechó para contarles todo lo que había
vivido durante el día a manos de su padre y su tía Corina, ante la
mirada atónita de sus amigos que lamentaban no haber podido estar
antes allí para ayudarlo; Camila le dio unas galletas que traía en su
bolso para que este se alimentara un poco, al tiempo que
continuaba con su relato. Felipe pasaba por las calles del centro de
la ciudad y después de escuchar las torturas de la familia Ferrada,
era el turno de Boris de enterarse las razones por las que Julián y
Gabriel se conocían; rato antes ya se lo había comentado a Camila
y Felipe. El rostro de Boris era cada vez más pálido cuando
escuchaba lo que había hecho con Julián; unas lágrimas cayeron
por sus mejillas, al tiempo que Camila se las secaba también
desolada con el relato.
— No pueden seguir cerca de ese tipo, está loco — dijo Felipe
mientras se estacionaba.
— Estamos cerca del colegio — Boris estaba sorprendido—
¿Qué hacemos aquí? — no entendía y miraba un poco asustado a
sus amigos.
— Tranquilo, esta noche nos esconderemos para mañana
temprano irnos lejos — Julián le tomó la mano para tranquilizarlo.
— ¿Lejos? — Boris estaba más sorprendido aún.
— Sí, después de esto no es seguro que nos quedemos cerca de
Gabriel. Menos sin apoyo de tu familia – le dijo Julián acomodando
su bolso a la espalda – Esta noche nos esconderemos donde sea
menos probable que vayamos y al amanecer tengo boletos para
irnos a otro sitio donde tengo amigos para escondernos —agregó
mirando los ojos de Boris para calmarlo.
— ¿Pero nos ocultaremos en el colegio? – Boris miró más
asustado que nunca.
— ¡No! Estás loco — intervino Felipe desde el asiento delantero.
— En el hogar de niños, detrás del colegio — Julián parecía
saber lo que hacía— Allí es el lugar menos probable donde podrías
ir a esconderte — afirmó dándole la mano a Felipe para despedirse,
se bajaron del auto pues sus amigos no podrían acompañarlos en la
noche por sí los buscaban en sus casas al ser tan cercanos.
Julián y Boris corrieron hasta el pequeño hogar de niños que se
encontraba detrás del colegio, jamás habían estado allí pues sólo lo
veían desde el patio del colegio. Se metieron sin hacer mucho ruido
por una puerta trasera que daba a lo que parecía ser una bodega
con artículos de medicina sobre unos estantes metálicos. Trataron
de acomodarse cerca de una puerta que comunicaba al pasillo
principal de los dormitorios de los niños; aparentemente no había
muchos en este momento, ya que siempre los estaban enviando con
sus padres adoptivos, por lo que escuchaba Boris decir en su casa.
Se sentaron junto a la pared para apoyarse y poder dormir un poco,
a lo lejos lloraba uno que otro menor que era calmado por una
cuidadora que pasaba la noche en aquel lugar.
— Y si nos escondemos allá abajo — sugirió Boris apuntando al
suelo en el centro de la habitación.
— ¿Abajo? — Julián miró sin entender, ya que no conocía el
lugar y vio que en el piso había algo que podría ser una puerta a un
subterráneo— ¿Qué será eso? — dijo ahora con curiosidad y se
acercaron a ver, aunque fue en vano pues estaba cerrada con un
candado, por lo que regresaron a su sitio y se abrazaron para
descansar.
Por un instante Boris se sintió aliviado, seguro y feliz de no estar
en la Casona Ferrada, aunque no entendía claramente el plan de
Julián le comentó que era al menos lo mejor que podría pasarle en
ese momento, de lo contrario su padre terminaría crucificándolo en
su intento por hacerlo heterosexual. Se quedaron dormidos
abrazados, sintiéndose seguros uno con el otro, esperando a que
amaneciera para escapar de toda la gente que les hacía daño.
El Hogar de niños

U n par de horas después en medio de la noche, el profundo


sueño en que se encontraban fue interrumpido por unos
ruidos alrededor de la bodega; Julián abrió sus ojos un poco
asustado y despertó a su compañero para no ser descubiertos, se
pusieron de pie intentando no hacer mucho ruido y se acercaron
hasta la puerta para ver qué sucedía al interior del lugar. El piso en
el pasillo crujía, por lo que suponían que alguien se estaba
moviendo por aquel sitio. Julián y Boris estaban muy cerca uno del
otro como protegiéndose mutuamente; unas voces masculinas al
otro lado los puso más en alerta. Vino un breve silencio y se sintió
un golpe fuerte como encima de un mueble y una de las voces se
alzó por sobre las otras, Boris sintió que esa voz le era conocida,
por lo que trataba de recordar y tal vez por los nervios no conseguía
saber de quién era. De pronto, una corriente les recorrió la espalda
presos del miedo; la puerta de salida de la bodega se abría
lentamente justo detrás de ellos sin dejarle tiempo a escapar,
entrelazaron sus dedos para sentirse un poco más seguros. Una
silueta irreconocible por la oscuridad entraba sigilosa mientras
ambos sentían que estaban a punto de ser descubiertos en su
intento de escapar. Esta misteriosa persona entró, dejando la puerta
entreabierta e incluso así no había luz suficiente para identificar de
quién se trataba; al menos esta persona no había notado que los
jóvenes se encontraban en el lugar, ya que caminó un poco a ciegas
y se detuvo justo cuando del otro lado comenzaban a discutir
fuertemente.
— ¡Les advertí que ese producto es el más importante! — gritó
una voz mayor golpeando aparentemente una mesa— ¡No pueden
echar a perder el negocio, ya han cometido muchos errores! —
advirtió a los otros hombres que parecían permanecer en silencio.
Boris sabía que su voz era familiar.
— Lo sé señor y ya no volverá a ocurrir — respondió una voz
temerosa. Reconocieron que se trataba de Abner – Ya mismo sale
un nuevo envío que será muy bien pagado — agregó como tratando
de arreglar un error.
— Yo mismo lo haré llegar como siempre — dijo el tercer hombre
y claramente era Gabriel. Ambos sintieron más temor de él que de
saber que compartían la bodega con un desconocido.
— No puede haber más errores o perderán todo lo que han
conseguido — Boris logró identificar al que parecía dar las órdenes
a su padre y a Gabriel – Abner, tú mismo decidiste que la operación
más importante dependiera de ti — era Armín Betancourt, el
Anciano de la iglesia que vivía en el Lago donde estuvo con Gabriel.
— Señor, aún no me dice por qué es la más importante — Abner
parecía intrigado.
— Eso no es asunto tuyo — Armín sonaba severo – Has nada
más que tu trabajo. Para eso se te paga bien — añadió en tono
despectivo.
— La cuidadora sigue sedada, le puse un somnífero en su té y
dormirá hasta la mañana —Gabriel intentaba calmar el mal humor
de Armín— Pero me llevaré al niño después del medio día para no
levantar sospechas como siempre — agregó con toda seguridad.
— Excelente, ya sabes a quién entregarlo para que termine su
trabajo — la voz de Armín sonaba mucho más amigable— Si todo
sale bien, tú mismo te podrías encargar de ese proceso más
adelante — añadió, mientras Boris y Julián temblaban uno contra el
otro.
— Ya pronto podré señor, está casi terminado el lugar que pidió
—Gabriel parecía manejar bien el extraño asunto del que
conversaban tan seriamente— Si quiere podemos verlo ahora — se
escuchó sonar un manojo de llaves.
— Luego…Con calma— Respondió Armín con su desagradable
tono de superioridad— Lo importante es que hagas llegar ese
mocoso a su destino. Ya sabes que nuestros compradores son
poderosos y ellos no hacen lista de espera para estos casos como
la gente pobre — ordenó con claridad – El comprador necesita esos
órganos con urgencia — Julián y Boris se tomaron de la mano
firmemente al no dar crédito a lo que acababan de escuchar.
— No puede ser —Dijo la otra persona en la bodega, también
escuchando sin saber aún que los otros jóvenes estaban cerca, se
movió para irse del lugar de inmediato, pero en su apuro chocó con
un estante haciendo caer unas cosas al suelo.
— ¿Qué fue eso? — Abner miró a Gabriel tratando de entender
qué sucedía en la bodega y corrieron con el anciano detrás de ellos
para averiguar.
Julián tiró del brazo a Boris para intentar salir antes de que
llegaran y en medio del alboroto se cruzaron con esta persona que
había causado todo ese bullicio y aparentemente no pretendía
hacerles daño porque al chocar con ellos sólo intentó escapar, pero
con todo lo que cayó del mueble no podían avanzar con rapidez. De
pronto, la luz se encendió mientras una llave sonaba del otro lado de
la puerta.
— ¿Profe Luisa? — dijeron sorprendidos sus estudiantes al verla
ahí en medio de la noche.
La mujer igualmente sorprendida de verlos no alcanzó a
responder cuando la puerta fue abierta por Gabriel. Tanto Julián
como Boris sin siquiera pensarlo salieron raudos aprovechando que
la salida estaba abierta, la maestra quedó ahí en el piso mirando
atónita a los hombres que la acababan de encontrar.
— Luisa, ¿Qué haces aquí con ellos? — Abner estaba
asombrado. La mujer temblaba en el suelo, estaba presa del miedo
desde que escuchó de qué se trataba el negocio secreto de Abner.
— ¿Quién es esta mujer? — preguntó Armín furioso al verla allí –
Y esos mocosos ¿los conocen también? — al parecer no alcanzó a
reconocer a Boris.
— No, señor — Gabriel mintió mirando al Pastor, ambos sí sabían
quiénes eran.
— Yo no sé nada —Luisa empezó a llorar del miedo— Abner, yo
no…—balbuceó muy nerviosa mirándolo, mientras éste no sabía
qué hacer.
— Tienen que hacerse cargo de esta mujer — el Anciano sonaba
más enojado que antes – Esto es trabajo de ustedes, yo regresaré
en unos días y no quiero problemas — dijo mirando a ambos que
parecían temerosos de él – Gabriel, demuestra que quieres seguir
en el negocio —Ordenó y se retiró del lugar como si nada sucediera.
— Abner, por favor yo no diré nada — los nervios traicionaban a
Luisa y decía más de la cuenta.
— ¿Por qué viniste aquí? — Abner parecía lamentar verla en esa
situación.
— Yo sólo te seguí después de que estuviste en mi casa —
respondió la mujer llorando— Después vi que llegó más gente y no
quise que me vieran contigo y me escondí aquí — su cuerpo
temblaba.
— ¿Y los chicos qué hacían contigo? —preguntó Gabriel en tono
grave.
— No sé…No sé…Ni siquiera sabía que estaban aquí — Luisa se
limpiaba las lágrimas de la cara. Abner y Gabriel se miraron.
— Luisa, tranquilízate y deja que Gabriel te lleve a tu casa —
Abner se agachó y le tomó una de sus manos— No hagas nada que
él no te diga — agregó mirándole sus llorosos y asustados ojos.
— Sí...Yo no diré nada, por favor sácame de aquí — suplicó la
profesora poniéndose de pie.
— Yo veré si encuentro a Boris — el Pastor se dirigió al pasillo y
antes de irse miró a Luisa – Gabriel te llevará — añadió pensativo y
se dio media vuelta cerrando la bodega del otro lado.
— Vamos, sígueme en silencio —ordenó Gabriel tomándola de un
brazo y saliendo del lugar sigilosamente. Caminaron hasta su auto y
subió a Luisa en el asiento del copiloto dejándole en claro que no
hiciera nada en su contra o sería peor para ella, la mujer temerosa
de lo que pudiese hacerle siguió las instrucciones al pie de la letra
mientras se alejaban del hogar de niños en dirección desconocida.
— ¿Dónde me llevas? Mi casa está del otro lado — dijo la mujer
con los ojos llorosos viendo a Gabriel concentrado y serio.
— ¡Silencio! — gritó Gabriel sin mirarla – Así es que tú eras la
entretención del Pastor — sonrió irónico y la miró por un instante—
Interesantes son los caminos del Señor — soltó una risotada
desconcertante.
— ¿Dónde me llevas? — Luisa lloraba nuevamente al ver que no
iban en dirección a su casa. Gabriel no le prestó atención y siguió
conduciendo sin decir ni una palabra mientras salían de la ciudad
por un camino rural.
Varios kilómetros en la dirección contraria, en un terminal de
buses casi vacío en ese horario, sentados en una fría banca de
madera estaban Julián y Boris perplejos por lo que habían
escuchado. No daban más con todo lo que habían descubierto.
Cuando escaparon de la bodega sólo tuvieron tiempo a correr sin
mirar atrás y recién unos pocos minutos atrás recobraron el aliento,
momento en el cual Boris le explicó sobre la relación que mantenía
la profesora con su padre y aun así no entendían qué estaba
haciendo en ese lugar, lo que si sabían era de que estaba en
peligro, aunque no regresarían en su ayuda o serían ellos los que
después estarían en problemas.
— Definitivamente tu plan de irnos es lo más seguro — Boris
tomó la mano de Julián – No puedo creer que mi padre pueda ser
parte de algo tan perverso — sus ojos estaban vidriosos y sus
manos temblaban.
— Tranquilo, ya estaremos seguros — dijo Julián acercándose
más – Yo te cuidaré siempre y comenzaremos una nueva vida lejos
de esta gente — lo abrazó para hacerlo sentir más seguro.
— Eres tan lindo conmigo y yo preferí a ese asqueroso —
respondió Boris apoyando su cabeza en el hombro de Julián.
— No pienses tonteras, uno a veces elige a la persona
equivocada— Julián lo contenía con fuerza— No soy rencoroso y
algún día estaremos juntos —Esbozó una dulce sonrisa.
— ¿Más juntos que ahora? — preguntó Boris tratando de
relajarse.
— Sí, más juntos — Julián le besó la frente – Mira, vamos por
algo de comida — agregó al ver que un local estaba abriendo al
público— Debes estar muerto de hambre, al menos yo sí — lo soltó
y caminaron hasta el lugar para aprovechar de comer un poco.
— Necesitaba esto — Boris disfrutaba un vaso de humeante café
y un Sándwich – No daba más con esa absurda ayuna obligada —
tomaba un sorbo de su vaso.
— Están todos locos en esa casa – le dijo Julián bebiendo de su
Cappuccino.
— Espero no verlos nunca más – Respondió Boris casi acabando
su pan – Quiero estar lejos —añadió con la boca llena.
— Mira…Ahí está nuestro bus — Julián apuntaba hacia el sector
de embarques – Vamos, ya que estoy impaciente por irme — sonrió
y caminaron hasta la máquina en donde algunas personas ya
estaban abordando.
Se subieron y se ubicaron en sus asientos casi al final del bus,
respiraron relajados al saber que estaban partiendo rumbo a una
nueva vida, escapando de la maldad que los acechaba.
— Al fin nos vamos — Boris ya tenía una leve sonrisa en su
rostro— No puedo creer que mi padre y Gabriel sean tan perversos
y engañen así a la gente de esa iglesia — agregó tomando la mano
de Julián.
— Siempre hay un lobo con piel de oveja en los rebaños del
Señor — Julián sonaba irónico— Pensé que el tráfico de órganos
era un mito del que nadie habla porque es demasiado perverso para
ser real, pero veo que sí existe —suspiró y apretó fuerte la mano de
su compañero mientras veían avanzar el bus por las calles de la
ciudad.
— ¿Dónde viviremos? – preguntó Boris preocupado, mirando por
la ventana— no tenemos dinero — su cara demostraba angustia.
— Tranquilo, yo me encargue de eso antes — Julián parecía
seguro – Viviremos un tiempo en casa de unas amigas que son
pareja — dijo mientras acariciaba la cara de su compañero.
— ¿Lesbianas? – Boris se mostró sorprendido.
— Así es…Lesbianas —respondió Julián con su hermosa sonrisa
que parecía coquetearle todo el tiempo.
— ¿Y dinero? — era la gran duda de Boris.
— Ellas nos dieron unos trabajos de medio tiempo —Julián
buscaba su celular en el bolsillo de su pantalón – Tenemos trabajo
en su Disco gay, ellas son las dueñas — agregó viendo cómo los
ojos de Boris se abrían más sorprendidos que nunca. Soltaron unas
carcajadas en complicidad y el viaje de escape comenzaba.
Lejos

M ucho antes del mediodía el autobús llegó a su destino, era la


ciudad en donde Julián había pasado los meses anteriores
en casa de su tía, sólo que en esta ocasión no pensaba quedarse
allí para no ser descubiertos por la familia de Boris, él en cambio dijo
a sus padres que estaría alejado por un tiempo para ayudar a su
amigo y sin dar muchos detalles les pidió que no se acercarán
donde los Ferrada para no levantar sospechas. El sol brillaba en
todo su esplendor y los verdes jardines de la ciudad estaban llenos
de gente que iba y venía con sus compras navideñas, las calles se
encontraban llenas de decoración alusiva a la celebración; Boris
caminaba siguiendo a Julián, quien conocía perfectamente el lugar.
Luego de unas cuántas calles llegaron hasta un pequeño edificio
departamental y subieron por el elevador hasta el tercer piso; un
pasillo bien iluminado los conducía hasta la puerta 2211, Julián tocó
el timbre viendo la carita nerviosa de Boris; le guiño un ojo y le lanzó
un beso coqueto, justo cuando la puerta se abrió.
— ¡Juli, mi amor! — gritó la hermosa joven que abrió la puerta,
vestida con ropa deportiva que dejaba ver un entrenado cuerpo.
— Tati…hermosa, ¿cómo estás? — Julián la abrazó
cariñosamente— Nos volvemos a ver amiga —dijo tras un largo
abrazo.
— ¡Uy, es hermoso! – exclamó Tati mirando a Boris, el que se
estaba parado junto a la entrada.
— Ven Boris, ella es mi amiga Tati de la que te hablé en el
camino — Julián lo acercó para presentarlos.
— Hola, gracias por recibirnos — Boris le dio un beso en la
mejilla con una tímida sonrisa.
— De nada chicos, son muy bienvenidos — Tati sonreía radiante
— Y de verdad que Boris es más hermoso de lo que contaste, te
felicito — miró a Julián con orgullo – Síganme par de guapos y
pónganse cómodos…Ésta es tu casa — dijo la joven rubia con un
tono agradable, seguido de sus estilizados movimientos, parecía
una modelo.
— Estaba ansioso por llegar — Julián se acomodó con Boris en
un Sofá blanco lleno de cojines negros, una tranquila perrita
Yorkshire observaba cada movimiento desde un pequeño futón.
— Me imagino lo terrible que es viajar a esta hora en esos buses
llenos de gente — Tati les servía unos vasos con Jugo – Pero al fin
están con nosotras — sonrió mirando a Boris para que se relajara.
— ¡Morocho! — se escuchó de golpe con una voz femenina un
poco más grave y todos saltaron de sus puestos — ¿Cómo está el
mijito rico? — dijo acercándose a Julián, era una mujer morena igual
de joven que Tati, pero un poco más robusta y desordenada, vestía
jeans y camisa a cuadros.
— ¡Koka! ¿Cómo estás, vieja puta? — Julián saltó sobre ella para
abrazarla.
— Yo bien, más maraca que nunca – respondió la mujer con
ataque de risa, era más masculina en sus gestos y forma de vestir
que Tati – ¡Hola flaco! — fue hacia Boris y le extendió la mano – Juli
nos habló maravillas de ti – añadió mientras el Yorkshire jugueteaba
a su alrededor alborotado –¡Anahí, sal de aquí! — ordenó a la
perrita que parecía volverse loca de verla.
— Sí, parece que Julián ya les contó bastante — Boris lo miraba
sonriente.
— Ni te imaginas, pero sólo cosas buenas — aseguró Koka
acercándose a Tati – Cierto mi vida, ya estamos al tanto de todo —
le tomó la mano y luego la besó cariñosamente.
— Sí, ya sabemos que eres el hijo del Pastor de una iglesia —
Tati estaba abrazada a Koka — Cuéntenos cómo quedó todo ese
revuelto de gente cristiana — preguntó mientras los recién llegados
se miraban en complicidad.
— Horrible — contestó Boris – Han sido días terribles — agregó
tomando el vaso de jugo.
— Bueno precioso, habla que estamos para escucharte —Tati y
Koka se acomodaron en un sillón para escuchar el relato de sus
visitas.
Durante casi una hora estuvieron atentas a todo lo que les había
sucedido; Boris comenzó su relato desde el día en que llegó a su
nueva casa y conoció al que sería su hermano mayor hasta la noche
en que escapando de los castigos de su padre descubrieron sus
sucios negocios, los cuales por el momento no revelaron, ya que
sabían que se trataba de un tema demasiado delicado y preferían
averiguar más para poder ayudar a los niños del hogar de
huérfanos. La pareja de novias no podía creer todo lo que sufrieron
a manos de esos hombres tan siniestros. Durante la conversación,
Boris se fue relajando de a poco y entrando en confianza con las
chicas que eran buenas anfitrionas con ellos, terminaron hablando
de su nuevo empleo que les tenían reservados en su discoteca y
luego les mostraron la habitación en la que se alojarían el tiempo
que ellos estimaran conveniente; ambas sentían gran aprecio por
Julián y lo conocían desde que vivió un tiempo en la ciudad. Pasado
un largo rato y en medio de risas, la puerta principal se abrió.
— ¿Tienen otra visita? — preguntó Julián al oír la puerta de
entrada.
— No, es el chico que nos arrienda la otra habitación —
respondió Koka dejando a su perrita a un costado.
— ¡Hola a todas! —Se escuchó a viva voz en un tono bastante
femenino— ¿Reunión de mujeres? —dijo un delgado y atractivo
joven de piel blanca, ojos pardos y cejas delineadas con cabello
alisado hacia un costado. Su expresión corporal era delicada al igual
que su forma de hablar.
— Él es Bruno y también trabaja con nosotras — dijo Tati dándole
un beso en la mejilla.
— Hola, Bruno — saludaron al unísono Boris y Julián.
— ¡Qué guapas las nuevas vecinas! – exclamó Bruno echándole
un vistazo a Julián, al parecer le gustaban los morenitos.
— Gracias — respondió Boris con cara de no agradarle mucho
que lo tratara como mujer.
— Es la nueva estrella de la “disca” — dijo Tati – Es un super
talento que descubrimos hace poco — le servía un vaso de jugo
para que se uniera al grupo.
— ¡Ay, hueona que eres linda, por eso te amo! — Bruno se
acomodaba casi como una diva en uno de los sillones de la sala— Y
ustedes son novios me imagino — agregó mirando a Julián como si
fuera un filete recién servido.
— Eh, algo así — respondió Boris tomando la mano de Julián al
notar que el afeminado chico le estaba coqueteando – Y tú ¿Qué
haces en la disco? — preguntó con poco ánimo.
— Soy transformista y tengo un espectáculo — Bruno bebía su
vaso de manera más delicada que todos en ese lugar— Ya me
verán sobre el escenario — les guiño un ojo con una sonrisa
traviesa.
— ¿En serio? — dijo Julián asombrado— Eso debe ser difícil —
seguía de la mano con Boris.
— ¿Difícil? Para nada, te lo echas para atrás y listo — Bruno
acababa su vaso de jugo ante la mirada sorprendida de todos
quienes soltaron una risotada.
— Yo me refería a que debe ser complicado montar un show de
transformismo, no a eso — Julián no paraba de reír mientras su
compañero también lo hacía, pero sintiendo que Bruno no le era del
todo de su agrado.
— No se espanten de las tonteras que habla Bruno…Es así —
dijo Koka acomodada cerca de su novia.
Continuaron riendo por un rato y luego Julián con Boris se
retiraron a su habitación, ya que los demás debían salir a trabajar
pues estaban en los preparativos de la fiesta navideña de la
discoteca y ese sería el día en que comenzarían sus labores en
dicho lugar. Se acomodaron en la única cama que había en el
dormitorio, se tendieron sobre ella para relajarse un rato y poder
asimilar todo lo que estaban viviendo, al menos las dueñas de casa
eran amables con ellos. Boris miraba el techo pensando en muchas
cosas y Julián a su lado lo observaba como si fuera la primera vez
que lo hacía, su respiración era el único sonido en el lugar.
— Eres tan hermoso — Julián le acarició la cara— Desde el día
en que te vi por primera vez me gustaste — el roce de sus dedos
con la piel de Boris le hacía sentir escalofríos.
— Lindo mi Juli — Boris volteó sonriente— tú también llamaste mi
atención, pero yo estaba sintiendo cosas por esa mierda de Gabriel
—suspiró profundo.
— Yo te voy a proteger siempre —Julián se acercó más –
además dijiste a Bruno que somos casi novios — sonrío poniendo
su cara frente a la de él.
— Sí, porque ese chico te miró mucho y la verdad sentí celos —
Boris puso cara de niño mimado – Y tú sólo debes cuidarme a mí —
agregó sintiendo que su nariz se tocaba con la de Julián.
— Hermoso, yo sólo tengo ojos para ti — respondió con su
mirada llena de luz, perdiéndose en los ojos de Boris. Se quedaron
viendo fijamente en silencio, sentían el calor de su respiración.
— Muero por besarte —dijo Julián con timidez y el corazón
agitado.
— No te detengas, hazlo cuando quieras —Boris acercó sus
húmedos labios a Julián y comenzó a rozarlos lentamente. La
atracción fue inevitable y se fundieron en un cálido beso.
— Me encantas Boris —Julián apartó un poco sus labios, quería
continuar así por siempre— Por ti hago lo que me pidas —sintió su
respiración y continuó besándolo apasionadamente, al fin estaban
solos frente a frente.
Las caricias se hicieron cada vez más intensas y el calor de sus
cuerpos los atraía cada vez más, haciendo que se revolvieran en la
cama como enredándose para no separase nunca.
— Creo que hay que parar —Julián reaccionó y miró un poco
asustado a Boris que estaba agitado— No quiero que te sientas
obligado — sus ojos delataban el deseo.
— Tranquilo, de a poco igual podemos hacer mucho —Boris le
sonrió y volvió a besarlo tomándolo por la nuca para atraerlo hacía
él. Sus besos bajaron hasta el cuello de su compañero que se
estremecía con la piel erizada, luego bajó un poco más y al llegar
hasta la cintura abrió lentamente el cierre de su pantalón; levantó la
mirada y le guiño un ojo con picardía, regresando la vista hasta su
pantalón abierto. El corazón de Julián latía a mil por hora, sintiendo
cómo Boris le bajaba con cuidado el bóxer y dejando en evidencia
su erección; sintió la calidez de los húmedos labios del chico que
tanto le gustaba saborear lentamente cada espacio de su rígido
pene. La traviesa lengua de Boris recorría cada centímetro y cada
cierto rato subía la mirada para contemplar cómo se estremecía de
placer; su boca se sumergía deseosa con movimientos que iban
desde lo lento a lo fuerte, al tiempo que ejercía una fuerte presión
con una de sus manos. Tras un largo rato de hacer sentir placer a
Julián y cuando ya parecía que no podía más, una corriente recorrió
su cuerpo; presionó la cabeza de Boris hacia él con fuerza como no
dejándolo escapar, un fuerte calor brotó entre sus piernas y
retorciéndose debajo de Boris, acabó como nunca lo había hecho.
Soltaron una risotada en complicidad mientras Boris limpiaba su
cara, más tarde se acomodó entre sus brazos y se quedaron
tendidos sin decir nada por mucho rato.
— Eso estuvo genial — dijo Julián aún agitado y sonrojado.
— Te sorprendí — sonrió Boris, acercando su rostro nuevamente
a Julián.
— Mucho, no esperaba esto tan pronto — respondió el moreno
acariciando el cabello de Boris – Varias veces me lo imaginé y creo
que fue mejor — lo besó nuevamente.
— Cómo no sentir cosas por ti, si eres tan lindo — lo abrazó con
fuerzas, un sentimiento que antes no había experimentado se
apoderó de él mientras lo tenía cerca. Se quedaron dormidos
enredados sobre la cama desordenada, sintiendo que estaban en
paz teniéndose el uno para el otro y deseando que el tiempo se
detuviera para no tener que separarse más.
Feliz navidad

A pesar del cálido sol que entraba por la ventana de la


habitación, el ambiente estaba frío y tenso desde la noche en
que se habían casado; Lucía después de ser abusada por su marido
se encerró en su departamento en silencio y sumida en la tristeza.
Cada noche, Gabriel la obligaba a cumplir con lo que él llamaba sus
deberes de esposa y la amenazaba con hacerle daño a su familia si
ella decía alguna cosa. Presa del miedo y sin poder creer aún que la
persona de la cual se había enamorado ya no existía, Lucía se
levantaba cada mañana arrepentida de haber ayudado a su esposo
a mentir sobre Boris y sentía que merecía el daño que recibía a
cambio. Era la mañana del veinticuatro de diciembre y debía
prepararse para la primera cena familiar en donde suponía debería
fingir que su matrimonio era tal y como todo mundo esperaba; a
pesar de que el hijo del Pastor se había ido de la casa, este se las
ingenió para inventar una excusa diciendo que su hijo estaba de
viaje visitando una tía por parte de su madre. Lucía se levantó de su
cama y en sus brazos tenía moretones que seguramente le
provocaba su marido al sostenerla brutalmente con sus manos;
caminó en silencio, ya que Gabriel dormía en el otro lado de la cama
y lo que menos quería era despertarlo. Sobre un pequeño escritorio
estaba su Biblia abierta y se detuvo frente a ella pensando
detenidamente en que si Dios existía para protegerla, recordó que
desde su infancia cada mañana su padre le enseñó a orar
fervientemente para pedir por los anhelos de su corazón; esa
mañana no fue así, soltó un suspiro profundo y siguió caminando
hasta el baño, abrió la ducha y esperando que el agua se entibiara,
se quitó la ropa y luego se puso bajo el chorro de agua; sintió como
si estuviera quitando de su cuerpo toda la suciedad que su marido le
dejaba al tocarla, no tardó en romper en un silencioso llanto.
— Hoy te quiero con una sonrisa en la casa del Pastor —dijo
Gabriel que entró de golpe al baño tomándola por sorpresa. Ella
empezó a temblar de inmediato.
— Lo sé, no tengo muchas opciones — respondió Lucía
disimulando el miedo.
— Sí, no quiero que tengan una preocupación más luego del viaje
de mi hermano — Gabriel orinaba aún un poco dormido.
— Sí, su viaje— Lucía pensaba en que era una mentira, se
preguntaba qué había sucedido luego de la boda.
— Hazme espacio — Gabriel entró en la ducha— Tranquila no
pasa nada, soy tu marido —dijo al verla arrinconada y temerosa—
Te has portado bien y hoy será nuestra primera navidad en familia
— el agua corría por su cuerpo mientras se estiraba.
— ¿Por qué cambiaste tanto? —Lucía se atrevió a preguntar.
— Yo no he cambiado, han sido malos días nada más — Gabriel
pasaba el jabón por su cuerpo y parecía que ni se acordaba de sus
actos – Ya verás que seremos la familia que siempre quise tener —
esbozó una sonrisa perversa.
— Eso espero — la mujer soltó un suspiro e intentó salir de la
ducha.
— Te quiero radiante esta noche — advirtió su marido atajándola
y luego la beso — ¡Qué rico es tener a mi mujer! — dijo dejándola
salir.
Lucía tomó su toalla y se fue rápidamente a cambiar, quería salir
un rato a distraerse con su familia antes de la cena navideña; dejó a
Gabriel en la ducha pensando en que no estaba bien mentalmente y
prefería mantenerlo tranquilo y lejos de ella.
Así de lejos también querían mantenerlo Julián y Boris que
comenzaban por la tarde a trabajar en la disco de sus amigas.
Estaban ansiosos por comenzar para poder tener dinero,
afortunadamente les pagarían a diario, por lo que comenzarían a
ahorrar enseguida. Durmieron toda la noche abrazados sin querer
despegarse, los jueguitos sexuales entre ellos continuaron, pero no
habían formalizado nada por el momento. Para Julián era importante
darle tiempo y que sanara bien sus heridas luego de la tremenda
desilusión sufrida con Gabriel; a pesar de los difíciles días vividos,
entre ellos estaba comenzando un lindo romance juvenil y Boris
cada día tenía más sentimientos por Julián, quien se esmeraba en
tenerlo contento y protegido.
Tati y su novia se habían ido junto con Bruno muy temprano para
terminar el espectáculo navideño, siempre llegaba mucha gente
después de cenar por lo que estaban afinando los detalles. Boris
preparaba café para ambos en la cocina y acomodaba unas
tostadas recién hechas sobre la mesa.
— Ese aroma me encanta — Julián entró en la cocina terminando
de ponerse su camiseta— Aunque más me gustas tú — afirmó con
su sonrisa coqueta mirando a Boris que parecía disfrutar del flirteo.
— Mejor toma tu desayuno — contestó Boris pasándole un tazón
con café recién hecho— Hoy nos espera una larga jornada y estoy
nervioso — añadió buscando el azucarero.
— Tranquilo bebé, todo saldrá bien — Julián tomaba una de sus
tostadas y se la llevaba a la boca.
— ¡Qué no soy un bebé! —gritó Boris con un poco de risa— Soy
un hombre grande — dijo en tono de burla.
— Eres mi bebé y punto — el coqueto morenito le lanzaba un
beso del otro lado de la mesa de la cocina.
— No sé — Boris revolvía su café – Mejor dime a qué hora nos
esperan en la disco — saboreaba el café que quedó en su cuchara.
— En unas horas más para que aprendamos las labores con el
bartender — Julián bebía de su taza – Este café está delicioso — se
saboreaba.
— Sí, está igual que tú — contestó Boris ante la cara de duda de
su compañero— Negrito y dulce — le guiño un ojo y soltaron una
risotada disfrutando su desayuno en completa tranquilidad.
— No hemos tenido noticias de nada — le dijo Julián cuando
empezaba a retirar los platos.
— No sabemos qué pasó con la profesora, ni qué hará mi padre
con Gabriel para encontrarnos — la cara de Boris se ensombreció
un poco— También extraño a Cami y Pipe — suspiró con fuerza.
— Ya tendremos noticias, no te preocupes — le dijo Julián
acariciando su rostro— Por ahora es lo mejor que podemos hacer…
Estar lejos — se acercó y le dio un beso.
— ¡Hey, tú no te pases de listo! — Boris se echó hacia atrás
riendo— Que llegas y me besas sin permiso — añadió haciéndose
el inocente.
— Te recuerdo que tus labios ya me han hecho cosas peores —
Julián se acercó más de lo que ya estaba— Sólo falta que me dejes
hacerte otra cosita — soltó una risotada arruinando su intento de
parecer seductor.
— ¡Idiota! —le dio una palmada siguiendo con la jugarreta— Te
aprovechas porque me gustas mucho — se abrió paso para lavar la
loza.
— Lo sé y me encanta estar contigo — Julián se puso detrás de
él mientras lavaba los platos, lo tenía abrazado por la cintura— Te
quiero mucho Boris — Besó su cuello provocando que se le erizara
la piel.
— Detente —Boris soltó la loza al sentir esa corriente que le
provocaban las caricias de Julián— Yo también te quiero — volteó a
verlo – Y por favor detente que tenemos mucho por hacer o
terminaremos no sé en qué — le lanzó un poco de agua en la cara
para espantarlo.
— ¡Ay, está bien! — Julián secaba su cara— Pero puede ser mi
regalito navideño — soltó una carcajada y salió corriendo del
siguiente chorro de agua que Boris se alistaba a tirarle.
Horas más tarde salieron rumbo a la disco de sus amigas,
caminaron por las calles inundadas de gente que hacía sus compras
navideñas de última hora; apenas podían avanzar entre el tumulto
de personas cargando regalos por doquier. Mientras avanzaban,
Boris pensaba en aquellas navidades junto a su madre; la última
que pasaron fue en compañía de muchos amigos de ésta a orillas
de un río cerca de la capital; jamás pensó que un año después su
vida habría cambiado tanto, ahora caminaba acompañado de un
hermoso chico en dirección a su nuevo trabajo para poder tener
dinero; pensaba cómo sería estar allí, ya que sólo había estado un
par de veces en una disco gay, pero no se imaginaba trabajando en
ese lugar. Luego de unas cuantas calles, llegaron a su destino. Era
un local con vidrios polarizados, así es que por más que miraba
hacia adentro no lograba distinguir nada. Minutos más tarde salió
Koka a recibirlos y por dentro era un lugar muy bien decorado; una
gran bola de espejos en el centro, láser en todas direcciones y un
gran escenario iluminado que tenía un enorme árbol navideño al
costado.
— ¡Las hueonas ricas ya llegaron! — apareció Bruno detrás de
ellos con un traje deportivo bien ajustado, haciendo notar su
femenina figura.
— Hola Bruno, estoy ansioso por verte de transformista — Boris
lo miraba un poco asombrado por su cuerpo tan de femenino. Los
últimos días lo había conocido mejor y ya no le caía mal – La verdad
no conozco a nadie que se dedique a eso — añadió mientras el
joven se miraba las uñas.
— Bueno, en un rato más me iré a vestir y en la noche sabrán mi
otra identidad — hizo unos gestos con las manos y se fue hacia
donde estaba el vestidor de los artistas.
— Ya verán que tiene talento — les comentó Koka y luego los
dirigió hacia donde estaba su novia con el bartender y comenzaron
a explicarles sus labores. Concentrados siguieron las instrucciones y
conocieron las instalaciones para no perderse durante la noche, el
local tenía una pequeña terraza donde había un par de mesas para
quienes quisieran salir a beber o fumar al aire libre. Luego les
pasaron el uniforme que tenía todo el personal para esa noche y
fueron a cambiarse para más tarde empezar con las tareas.
— Vaya, ¡cuánta pureza! — dijo Julián viéndose en el espejo del
vestidor. Estaban completamente vestidos de blanco con un gorro
rojo de Santa Claus, una hermosa camiseta con cremalleras y el
nombre de la disco a un costado en letras plateadas “Colors Club”.
— Nos vemos hermosos —Boris estaba a un costado de Julián—
No nos vemos para nada mal — se miraba para cerciorarse de que
no se viera apretado, pues prefería un estilo más ligero.
— Apretados como Bruno, no creo — se miraron casi con ataque
de risa— Es demasiado gay — agregó Julián acomodándose el
pantalón.
— Más gay que nosotros juntos — Boris se reía viendo a su
compañero frente al espejo.
— Tú lo has dicho, pero se ve buena onda —Julián terminó de
vestirse y salieron hacia la barra para terminar de aprender sus
labores.
El bartender era un tipo alto y robusto, con pectorales y brazos
definidos; según Tati, a los chicos les gustaba ver un hombre fornido
en la barra atendiéndolos. Koka llegó al rato con unas bandejas de
comida para que con el personal tuvieran una pequeña cena
navideña improvisada en el trabajo. Estaban todos compartiendo y
riendo a la espera de abrir el recinto, excepto Bruno que se tardaba
en maquillar y vestir. Sentados en una de las mesas, Boris y Julián
disfrutaban unas piezas de Sushi, hablando cosas un poco
nostálgicas al estar lejos de sus casas; se acariciaban mutuamente
como dándose consuelo y protección, a ratos volvían las risas. Poco
a poco se hizo tarde y la música empezó a subir de volumen, la
gente empezó a llegar lentamente hasta que el local se fue llenado e
inundando de risas y alboroto. La barra comenzó a expender tragos
y la pareja de debutantes corría de un lado a otro para asistir al
robusto bartender llamado Paolo. Sin darse ni cuenta, la media
noche pasó y el movimiento dentro no paraba, a ratos era caótico,
aunque se estaban sintiendo felices.
— ¡Ladies and Gentlemen! — se escuchó la voz de Tati al
micrófono, ya que era la animadora vestida de sexy santa – Llegó la
hora del esperado show navideño de nuestra estrella — la atención
se centró en el escenario ante la expectante mirada de todos,
incluidos los trabajadores – Pido un gran aplauso de bienvenida
para ella… — Tati mantenía el suspenso— La Diva de Colors
Club…— se hizo a un costado del escenario— ¡Con ustedes, la
gran… Serena Lagerfeld! — gritó fuertemente y las luces del
escenario comenzaron a cambiar de tonos, dando paso a una figura
femenina vestida en un elegante traje blanco ajustado y exuberante
cabello castaño. El público estaba eufórico con su deslumbrante
presencia, el cuerpo de Serena era estilizado y se movía con tal
elegancia que hasta Boris con Julián no podían cerrar la boca al
verla bailar; Bruno desaparecía bajo la fuerte personalidad de su
personaje, que manejaba al público como no habían imaginado.
Tras casi cuarenta minutos en escena, finalizó el espectáculo de la
transformista y la fiesta continuó hasta casi la hora del amanecer.
— ¡Felicitaciones Bruno! — Julián aprovechó que ya la gente se
iba— Te ves increíble — agregó al tiempo que Boris se acercaba.
— Soy Serena, no lo olviden — corrigió con elegancia, tomando
una copa de espumante.
— Me has sorprendido, luces hermosas — Boris no podía negar
que tenía talento y belleza— Estaba acostumbrado a esos
transformistas que parecen roperos de tan grandes que son — dijo
mientras le hacía un gesto con la mano en señal de aprobación.
— ¡Ay, que son lindos! — les lanzó un beso – Feliz navidad les
desea Serena Lagerfeld – les dijo y luego tomó un sorbo largo de su
copa. Con el maquillaje su cara deslumbraba como una mujer
guapísima.
La jornada terminó para todos en Colors Club, algunos
terminaban de limpiar los últimos detalles, mientras Boris y Julián ya
estaban libres del trabajo, tomando unos tequilas en la terraza por
cortesía de las dueñas. Miraban el amanecer sobre la ciudad,
disfrutaban de la calma tras todo el ruido de la noche; el sol ya daba
indicios de querer aparecer.
— Feliz Navidad — dijo Julián alzando su copa.
— Feliz Navidad Juli — Boris hizo lo mismo y bebieron un sorbo
mirándose fijamente.
— Bueno, ya sabes que no tengo un regalo — Julián dejó la copa
a un costado bajando sus hombros, lo miró nuevamente— Pero
tengo todo el amor que puedas necesitar — agregó con sus ojos
brillosos.
— Lindo mi Juli — Boris se acercó y le acarició la mejilla— Eres
la persona más hermosa que he conocido — sonrió mirando los ojos
emocionados de Julián.
— Yo te cuidaré por siempre, lo prometo — también acarició el
rostro de Boris en un intercambio de cariño.
— Gracias, me sorprendes cada día — dijo Boris soltando un
suspiro.
— Bebé, yo quiero proponerte algo —Julián se puso serio y se
enderezó— No quiero que te sientas forzado — lo tomó por la
cintura firmemente, mientras Boris abría sus ojos sorprendido y
expectante— Boris ¿Quieres ser mi novio, el novio de Julián? —
preguntó sin rodeos, con los ojitos emocionados y su típica sonrisa
coqueta. Boris tragó saliva y estaba visiblemente sorprendido.
— Julián…Sí quiero ser tu novio. Sería un tonto si no acepto —
respondió feliz y luego se acercó para besarlo. Un largo y
apasionado beso con los primeros rayos del sol era testigo del inicio
de una relación de dos jóvenes que estaban luchando por ser
felices.
Julián y Boris

G racias a todos por estar aquí con nosotras compartiendo este


almuerzo — dijo Tati con su copa de espumante en alto – Sin
duda agradecemos que podemos tener su linda amistad y mejor
aún, que colaboren en nuestro negocio — agregó con una sonrisa
cálida mirando a los que estaban sentados en su mesa de
celebración navideña del Colors Club— ¡Salud! — finalizó brindando
con su novia sentada a su lado.
— ¡Salud! — dijeron al unísono los demás invitados, haciendo
sonar sus copas.
— Muchas gracias por la oportunidad que nos dan a mí y a Boris
— agregó Julián mirando a sus amigas que estaban dichosas de
tenerlo en su departamento.
— ¡Lindos, preciosos! — exclamó Tati— Se veían divinos en la
barra ayudando a Paolo anoche — les lanzó un beso del otro lado
de la mesa y luego bebió un sobro de su copa.
— ¡Fue una noche increíble! — Bruno se encontraba sentado
junto al bartender— Ya estoy preparando mi espectáculo de año
nuevo — añadió mientras revolvía las verduras de su plato.
— Esa será una noche de gala en la disco —intervino Koka que
tenía a Tati de la mano— ¡Así es que a prepararse perritas! —
exclamó soltando una fuerte risotada.
El almuerzo navideño duró hasta casi las tres de la tarde de ese
caluroso día, luego y a pesar del sueño que tenían por no haber
dormido aún; Boris con Julián salieron de la casa a dar un paseo
para disfrutar de la tarde y estar un rato a solas ahora como pareja.
Caminaron varias calles hasta llegar a un hermoso parque llamado
Jardín de la Rivera, que afortunadamente estaba tranquilo y con
poca cantidad de visitantes. Entraron por una hermosa Alameda por
la que corrían unos cuántos niños jugando con sus padres, hacía el
fondo se veía un perfecto prado verde lleno de plantas florales que
adornaban el espacio, llenado de mágicos colores el entorno.
— ¡Es hermoso este lugar! — exclamó Boris mirando a su novio
— ¡Me encanta! —su rostro no daba más de felicidad.
— Sí, es hermoso…Sabía que te gustaría — Julián le guiñó un
ojo— Vamos hacia allá que es más tranquilo — le indicaba hacia
donde había muchas plantas florales.
Se dirigieron hasta donde estaban unas Azaleas y otros arbustos
bajo unos enormes Robles que formaban un pequeño descanso,
lugar ideal para tenderse en el pasto y disfrutar de la tranquilidad.
— Ven conmigo bebé —Julián le indicaba a su novio que se
sentara junto a él. Se pusieron frente a frente entrelazando sus
piernas.
— ¿Y si alguien nos dice algo por estar así? — Boris se notaba
un poco preocupado.
— ¡Tranquilo que no pasará nada! —Julián le tomó las manos—
Y si sucede…Me tienes a mí para defenderte —dijo haciendo un
gesto con sus brazos para mostrar sus bíceps.
— Te faltan espinacas Juli — Boris reía al verlo— Pero igual me
gustas — le sacó la lengua de forma coqueta.
— Esa lengüita tan rica —Julián se acercó más aún— Muero por
un beso de mi novio —dijo mirándolo fijo, se inclinó y lo besó con
afecto.
— Contigo me siento feliz – le susurró Boris sin separar sus
labios— Muy feliz — y volvió a besarlo, ahora tomándolo por la nuca
para sentirlo más cerca.
Se quedaron largo rato entrelazados, conversando y haciendo
planes para el futuro; cada tanto soltaban carcajadas por los chistes
que Julián decía o por las caras extrañas que Boris ponía en medio
de la charla. Al final salieron corriendo entre los arbustos luego de
un ataque de cosquillas que estaban haciendo sin importarles si los
demás miraban extrañados por sus amorosos gestos en público.
Corrieron como niños traviesos por largo rato, escondiéndose detrás
de los árboles cada vez que alguno tomaba ventaja sobre el otro.
— ¡Para, por favor! — Julián transpiraba y se veía agitado, tenía
las manos apoyadas en sus rodillas – ¡Quiero un helado! —exclamó
cayendo de rodillas al césped como dando por finalizado el juego.
— ¡Uy, está bien! —Boris corrió donde su novio— ¡Perdiste, tú
invitas el helado! — se dejó caer sobre el derrotado y agotado Julián
que soltó un gritó al tener a su novio encima.
— Vamos que en el camino venden helados — Julián intentaba
ponerse de pie— Quiero uno de Limón con Maracuyá — dijo con los
ojos hacia arriba como imaginando lo que deseaba.
— ¡Ay, qué ácido! —Boris puso una cara como cuando los niños
comen Limón —Creo que yo prefiero uno de Chocolate — ayudaba
a Julián a terminar de ponerse de pie.
Tras salir del Parque, fueron directo a comprar los helados que
tanto querían probar y caminaron con calma de regreso al
departamento, pasando por las mismas calles que poco a poco
Boris comenzaba a aprenderse para no perderse cuando tuviera
que salir solo. El Sol ya se estaba ocultando cuando llegaron a su
destino; no había nadie en el lugar, ya que andaban visitando un
amigo que acababa de regresar del extranjero. Boris puso un poco
de música para amenizar el ambiente y comenzó a bailar por toda la
sala del departamento.
— ¡Aún te quedan energías! — Julián lo veía desde la entrada de
la habitación— Yo me daré una ducha porque estoy completamente
sudado — dijo mientras su novio se movía al ritmo de un tema de
moda y pareciendo no escucharle. Se dio media vuelta y fue hasta
el baño en donde se quitó la ropa y se metió en la ducha para poder
relajarse un poco. El cálido chorro de agua caía sobre su rostro que
parecía disfrutar aquella agradable sensación de tranquilidad.
— ¿Puedo ducharme con mi novio? —Boris abrió la puerta de la
ducha, tomando por sorpresa a Julián.
— Obvio…ven — respondió el moreno quitándose el exceso de
agua de la cara, luego sonrío al ver cómo su novio se desnudaba
lentamente frente a él, como provocándolo a propósito.
— Esto no lo podíamos hacer en las duchas del colegio frente a
Pipe —le dijo Boris con una sonrisa insinuante y luego se fue directo
al cuello de Julián, tomándolo fuertemente por debajo de la cintura.
— Claro que no, pero me encanta —respondió Julián llevando
sus labios hasta los de Boris mientras el agua los empapaba, se
besaron apasionadamente por largo rato hasta, sintiendo cómo
presionaban sus excitados cuerpos uno contra otro.
— Ven, sígueme — susurró Boris en su oído y luego cerró el
paso de agua. Salieron rápidamente y apenas se cruzaron unas
toallas en la cintura para no dejar el camino hasta su dormitorio
mojado, cerraron la puerta por dentro y continuaron con los besos;
sus toallas cayeron al suelo.
— Feliz Navidad Boris — Julián sonrío con picardía, lo empujó
sobre la cama y sin más que decir empezó a besarlo por todo el
cuerpo, recorriendo con su cálida lengua cada rincón de su novio
hasta llegar a aquel lugar en donde parecía perder la cordura,
saboreándolo desesperadamente mientras Boris se retorcía de
placer. Con cada gemido aumentaban la intensidad de las caricias,
Julián llevó sus manos entre las piernas del otro chico y
zigzagueando con la yema de sus dedos buscaba en aquellos
lugares que tanto deseaba tocar; sentía la calidez del cuerpo de
Boris, que parecía dichoso de sentirse sometido a las traviesas
caricias de Julián, quien luego de un rato se puso sobre él,
separándole las piernas con su cuerpo.
— ¿Estás seguro de que quieres que siga? —Julián besaba su
cuello y no quería hacer algo que su novio no estuviese dispuesto a
aceptar.
— Sí, quiero —Boris respiraba agitado y lo veía a los ojos
deseando entregarse.
Julián lo besó nuevamente y poco a poco se fue abriendo paso
en el cuerpo de Boris, que lo empujaba con sus manos fuertemente
hacia él. Sus cuerpos estaban fundidos en uno solo y se movían
desesperadamente entregándose placer. Boris Gemía cada vez que
su pareja parecía entrar más él, abrazaba fuertemente su espalda y
sus labios no se separaban ni un instante, mientras sus lenguas
jugueteaban al ritmo que se movían sus sudorosos cuerpos.
— Deseaba tanto este momento — dijo Julián con sus labios
conectados a los de su novio, bajó la intensidad de sus movimientos
y su respiración estaba agitada— Te amo tanto — sus miradas
permanecían unidas.
— Yo también te amo Julián — susurró Boris en su oído,
retorciéndose de placer al sentir cómo su pareja aumentaba la
fuerza con que entraba en él.
Julián gozaba la suavidad el cuerpo de Boris con cada
embestida, parecía ser la primera vez que disfrutaba tanto estando
con alguien; al cabo de un rato de mutuas caricias y tras un rudo
gemido, acababa de hacerle el amor al chico que tanto deseaba y al
cual amaba como jamás lo hubiese imaginado. Se besaron agitados
con sus cuerpos enredados sobre la cama.
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Mientras los lazos entre ellos se hacían más fuertes, lejos y en
dónde deseaban jamás volver; existían todavía estas personas que
no los habían olvidado. En el Hogar de niños y en medio de la
oscuridad de la noche, estaban reunidos Abner, Gabriel y Armín en
la misma bodega en dónde los vieron por última vez. Como de
costumbre, era el Anciano quien parecía dar las instrucciones y los
otros sólo podían opinar cada vez que él se los permitía.
— ¡Necesito que los encuentren pronto! — gritó Armín enfadado
— No pueden haber desaparecido y saber nuestro secreto —
enfatizó y se acercó a Abner que parecía temerle.
— Sí, Don Armín, estamos buscando a esos mocosos —
respondió el Pastor con la voz temblorosa.
— Los quiero pronto aquí —Armín miró a Gabriel que estaba con
la cabeza agachada escuchando— Sobre todo a Boris, lo quiero en
tu casa sano y salvo — el anciano suspiró y se dio media vuelta
pensando y observando a diferentes partes como hilando sus ideas
— No pueden arruinar el negocio y menos el trato que hiciste Abner,
¡eso te costaría la cabeza! — agregó pateando un mueble que tenía
a su paso y luego se retiró dejando a los otros completamente
acobardados en silencio, esperando que saliera del Hogar.
— No se nos pueden perder — Abner recobró el aliento y se
dirigió a Gabriel que se paseaba inquieto de un lado a otro.
— Esa mierda de Julián se llevó a tu hijo — dijo Gabriel enfadado
—Yo los voy a encontrar y me pagará el haber arruinado mi boda —
miraba a Abner que lo observaba detenidamente.
— Luisa — Abner lo interrumpió de golpe— ¿Qué hiciste con
ella? — preguntó ansioso, acercándose hacia él.
— Eso está controlado —respondió Gabriel mirando hacia un
costado.
— ¡Su familia la está buscando! — gritó Abner con furia y sus
ojos se tornaron siniestros— ¿Qué hiciste con Luisa? — se paró
frente a él sin quitarle la vista de encima.
— Ya no está…— Gabriel lo miró tímidamente.
— ¡Imbécil! — Abner dio una cachetada a Gabriel como nunca
pensó que lo haría. Unas lágrimas aguaron sus ojos y cerró un puño
fuertemente como conteniendo su ira – Lo siento, no es tu culpa…
No había otro camino —Suspiró fuerte y salió raudo del lugar, no
quería que lo vieran llorar.
Gabriel se quedó inmóvil ante la reacción del que consideraba
como un padre, levantó la mirada y la dejó fija en el horizonte,
perdida en sus pensamientos, recordando lo que había hecho para
conservar su puesto en el oscuro de negocio del Pastor. Murmuraba
lo que parecía un versículo de la biblia.
Toy Machine

G abriel continuaba repitiendo el mismo versículo con la mirada


perdida—“Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y
limpiar nuestra maldad”— guardaba un rato silencio y luego
comenzaba otra vez. Al cabo de un rato se sentó en el suelo, sus
ojos ensombrecidos distaban mucho de aquel enérgico joven que
conoció Boris alguna vez. Buscaba entre sus recuerdos más
recientes la noche en que salió de aquella bodega junto a Luisa con
rumbo desconocido en su auto.
— Llévame a mi casa, por favor — suplicaba Luisa llorando y
sentada en el asiento del copiloto, su voz temblorosa resonaba en la
mente de Gabriel que revivía ese sombrío momento.
— ¡Bájate! — ordenó Boris con severidad mirándola casi con
desprecio. La asustada profesora no tuvo más opción que seguir
sus instrucciones, estaban alejados de la ciudad en un viejo camino
de tierra que ella desconocía.
— Gabriel, te lo suplico… — Luisa no cesaba de llorar parada
junto al vehículo mientras lo veía descender – Te juro que no diré
nada, no haré nada que dañe a Abner — tenía sus manos cruzadas
implorando volver a su hogar.
— ¿Lo Amas? — preguntó Gabriel con ironía y una sonrisa
burlesca.
— Sí, lo amo — Luisa rompió en llanto al aceptar sus
sentimientos— Lo amo demasiado — agregó limpiando sus
lágrimas. Gabriel soltó una risotada.
— Muy mal poner tus ojos en nuestro Pastor —dijo Gabriel
caminando hacia ella— Es un hombre casado y no deberías desear
el marido de otra mujer —se paró frente a ella intimidándola— Eso
es un pecado— avanzó con firmeza haciendo que ella retrocediera
ante su imponente presencia— Eres una mujer inmunda…— le
decía y con cada paso avanzaba con ella hacia el borde del camino
en donde había una quebrada.
— Gabriel para, por favor — Luisa se dio cuenta de las
intenciones del muchacho que se detuvo casi a la orilla del camino
— Tú no eres así, siempre has sido tan correcto — intentaba mirarle
a los ojos para hacerlo entrar en razón, pero éste parecía estar fuera
de sí.
— ¿Correcto? —Gabriel sonrió con maldad— Lo mismo decía mi
mamita cuando era un niño — puso sus ojos en los de Luisa— Y lo
correcto es hacer lo que el jefe me pidió…No se debe contradecir a
Betancourt — dijo como hablándose a sí mismo.
— Yo no diré nada…Te lo suplico — Luisa temblaba sintiendo la
brisa fría que se producía en el oscuro vacío al borde del camino.
— Me gusta eso – pensó Gabriel con una sonrisa desquiciada—
Te lo suplico suena como siempre quise — pasaba sus dedos por el
rostro mojado por las lágrimas de la profesora— Así es tener
poder...te deben suplicar — su mirada estaba distorsionada.
— Sí, te suplico que me lleves de regreso — sollozaba Luisa.
— Un día seré tan poderoso como Abner y después seré como
Armín — volvió a reír fuerte, disfrutando la sensación de poder. Miró
a la asustada mujer— ¿Quieres salvar tu alma? — le preguntó
sosteniendo el mentón de ésta para verla directo a los ojos.
— Sí, por favor — contestó la mujer apenas con un hilo de voz.
— ¡Ponte de rodillas! — ordenó Gabriel y Luisa obedeció en su
desesperación por salvarse— Creo que si soy el sucesor de Abner
tengo derecho a sus entretenciones — dijo pensado en voz alta y
bajó la cremallera de su pantalón. La mirada aterrada de Luisa
parecía alimentar más sus ganas de tener a la amante del Pastor—
Vamos, sé que sabes qué hacer con esto — y se acercó a ella
satisfaciendo un perverso deseo. Respiró profundo sintiendo como
aquella mujer sollozaba al tener que saciarlo para poder seguir con
vida— Estos son los privilegios del Pastor — decía mirando al cielo
y disfrutado de sus actos.
— ¡Suficiente! —Gritó Gabriel— Ya párate —ordenó, tirándole la
ropa para apurarla.
— No sigas, por favor — suplicó Luisa con su mirada perdida.
— Está bien, ya no hay nada más que hacer —Gabriel respiró
profundo al tiempo que acomodaba su pantalón— Tu alma está a
salvo — dijo con firmeza, mientras que a Luisa se le iluminó el rostro
al saber que éste ya había terminado y acto seguido le propinó un
empujón que la lanzó por el vacío en donde sólo escuchó un fuerte
gritó de la mujer, que se apagó con un seco golpe al llegar al suelo.
El mismo grito retumbaba en su cabeza y se revolvía el cabello
pensando en que eso estaba bien, se repetía a sí mismo que todo
era por su bien, que su deber era cumplir las órdenes para un día
ser tan poderoso como le prometió a su madre antes de morir. En el
fondo de su mente continuaba el eco del desgarrador grito de Luisa,
que ahora yacía en el fondo de una quebrada, llevándose con ella el
secreto de Abner.
Gabriel tardó un rato en sacar su mente de la noche en que mató
a la profesora del Colegio Arcángeles, poco a poco se fue calmando
y fue llevando sus pensamientos hacia el origen de sus deseos de
poder; ahí en lo profundo de su mente estaba la figura de su madre,
una mujer humilde y acabada por las desgracias vívidas durante
toda su vida. Lo más preciado que aquella pobre lavandera de un
humilde barrio tenía era su hijo Gabriel, producto de un amorío con
el hijo de uno de sus antiguos jefes donde trabajaba como empleada
y que al enterarse de su embarazo la echó de la casa sin
contemplaciones. Nunca más supo de su amor y tuvo que criar a su
pequeño hijo en la pobreza; lo cuido con tal esmero que procuraba
darle lo mejor que podía y siempre intentó volver a amar para poder
conseguirle un padre al pequeño, tarea que nunca fructificó y que
fue marcando poco a poco a su hijo al ver un interminable desfile de
figuras paternas fallidas. Cuando ya era un adolescente de catorce
años y dotado de la belleza heredada de su progenitor, una de las
noches en que Gabriel andaba por las calles buscando comida, se
acercó un hombre en un lujoso vehículo para cambiarle la vida.
— ¿Cuánto cobras guapito? —le preguntó un atractivo hombre
abriendo la ventanilla y viéndolo con deseo.
— Disculpe, no sé de qué me habla — respondió el adolescente
con timidez. Su rostro reflejaba humildad y sufrimiento.
— Andas a esta hora por esta calle y no sabes a qué me refiero
— sonrío el moreno con rasgos de oriente, mientras detenía el
vehículo frente al muchacho – ¡Estás muy lindo tú!, ya dime cuánto
quieres —insistió tocándose su marcada barba negra.
— Creo que usted me confunde con algo que no soy —Gabriel ya
parecía entender lo que el hombre le sugería.
— ¡Qué desperdicio! —exclamó el tipo con arrogancia— Prefieres
andar con esos harapos en vez de sacar provecho de lo que la
naturaleza te dio — le lanzó un beso morbosamente— Cosita rica —
añadió mostrando su billetera claramente cargada de mucho dinero.
— Soy muy chico para esas cosas y ni siquiera sé qué hacer —
respondió con inocencia, sus ojos brillaban ejerciendo atracción en
el acaudalado hombre.
— ¡Oh, qué cosita más tierna! —exclamó el hombre que parecía
embobado con la belleza del adolescente— Dime una cosa
preciosura… ¿Qué es lo que más deseas en este momento? — lo
miró a los ojos.
— Eh…Yo…— Gabriel en su inocencia se puso a pensar y la
primera imagen que se le vino fue su enfermiza madre sufriendo en
la pequeña casita que arrendaban, sus ojos se llenaron de lágrimas
— Desearía sanar a mi madre — respondió seguro y con nostalgia.
— Mira, esto podría ir ayudando — el hombre abrió su billetera y
le mostró un fajo de billetes, tanto dinero que el adolescente jamás
había visto junto en su humilde vida— En tus manos está el destino
de tu madre — aseguró el tipo que continuaba viéndolo con deseo.
— Pero yo no lo conozco — Gabriel no entendía del todo lo que
sucedía y sentía cierta atracción por el lujo que mostraba aquel
hombre.
— Bueno, me llamo Samir, mucho gusto — respondió con una
sensual sonrisa— ¡Vamos, acompáñame y no tienes que hacer
nada que tú no quieras! — le guiñó un ojo para ver si el jovencito
accedía— Sólo debes hacerme compañía un rato y este dinero será
para que ayudes a tu mamita — agregó abanicando unos billetes.
— ¿Sólo compañía? — su mirada inocente estaba cautivada por
los billetes— Bueno, pero luego debo regresar a mi casa — accedió
Gabriel a subir al auto ante la satisfacción del turco.
— ¿Cómo te llamas bomboncito? — dijo Samir sonriente al ver al
muchacho en su auto al tiempo que partía rumbo a su lujosa casa.
— Gabriel — respondió el joven que veía el interior del vehículo
maravillado por su comodidad.
A partir de esa noche, Samir lo buscaba varias veces por semana
para que lo acompañe en su soledad y le daba dinero por eso, le
compraba ropa y cosas que él jamás hubiese podido tener; cuando
ya se ganó su confianza y llevaban casi un mes de conocerse,
comenzó a provocarlo para obtener favores sexuales del muchacho;
las sumas de dinero iban en aumento hasta que un día el joven aún
confundido por su sexualidad, accedió a tener relaciones con Samir
y desde ese momento se sintió poderoso; el turco lo trataba como
su pareja, aunque continuaba pagando altas sumas por su
compañía. Su inocencia se fue poco a poco hasta que al cabo de
unos meses y por más dinero que recibía, la muerte se llevó a su
madre sumiéndolo en la tristeza. Para su desgracia, al poco tiempo,
Samir ya aburrido de entretenerse con él, dejó de necesitarlo y con
ello se le acabó el dinero y las comodidades que este le daba.
Al verse otra vez en la pobreza que tanto odiaba y sin su amada
madre, decidió buscar trabajo en un privado para gais;
aprovechando que ya sabía que le era atractivo a los hombres, le
fue fácil conseguir un puesto en el lugar y con el pasar del tiempo
tuvo éxito en el ambiente, era el más cotizado de todos; fue allí
donde dejó de usar su nombre y se puso “Toy Machine”, apodo con
el cual logró subsistir por mucho tiempo hasta cerca de los dieciséis
años. Sin embargo, nadie pagaba tanto por sus favores como
alguna vez lo hizo Samir y eso lo frustraba en sus deseos de tener
dinero; anhelaba ser rico y poderoso como aquel turco que podía
comprar lo que quisiera. Soberbio de ser el más atractivo de todos
los escort de la agencia y llevado por la avaricia, se le ocurrió pedir
que se le pagara el doble por su trabajo y la dueña del lugar lo echó
sin contemplaciones, dejándolo nuevamente en la calle.
Fueron otros días grises para Gabriel que durmió varias noches
en la calle, jurando cumplir la promesa que le hizo a su madre de
ser un hombre poderoso. Una fría mañana se le acercaron unas
personas a la banca donde dormía con su único bolso con ropa, era
un pequeño grupo de cristianos que andaban predicando por las
calles.
— Buenos días, querido hermano, le hemos traído un cafecito –
le dijo una mujer con el cabello trenzado que le acercaba un vaso
con humeante café.
— Hola —respondió, apenas abriendo los ojos— Eh…Gracias
señora — se acomodó para recibir el vaso sintiéndose un poco
humillado.
— El Señor está gozoso de que ayudemos a nuestros hermanos
en situación de calle— la mujer lo veía con un poco de desprecio al
notarlo algo desaseado.
— Muchas gracias, pero no era necesario — Gabriel parecía
notar que la mujer lo hacía por aparentar.
Mientras se tomaba el café que le habían regalado, se acercó un
hombre que parecía dirigir a todo el grupo de cristianos; se sentó un
rato a su lado y al verlo tan desprotegido, tras un rato de
conversación, le ofreció albergue y trabajo en la ciudad de donde
provenían; su nombre era Abner y era el Pastor de una iglesia. No
tenía muchas opciones y la vida que había estado llevando no lo
enorgullecía para nada, por lo que Gabriel accedió a irse con esas
personas lejos de los recuerdos más oscuros de su vida. Nunca dijo
nada sobre su trabajo como escort y siempre pensaron que era sólo
un joven huérfano. Poco a poco se fue ganando la confianza del
Pastor, que empezó a verlo como un hijo y cada día se hacía más
cercano a la familia Ferrada hasta que un buen día le ofrecieron vivir
en la Casona; su suerte empezó a cambiar otra vez y la comodidad
de ser parte de una respetable familia hizo que incluso participara
de las actividades religiosas que en un principio parecían no
agradarle mucho, pero al ver que era algo importante para los
Ferrada, se convirtió en el más ferviente de la congregación en
donde se ganó el respeto de todos. Fue así como, con los años,
Abner lo hizo participe de todas sus actividades e incluso su negocio
secreto y le pagó la carrera de medicina para que en el futuro fuera
una pieza clave en el tráfico que realizaban con Betancourt. El
deseo de poder siempre fue su norte y como tratando de tapar todo
su pasado, encontró en la religión una forma de limpiar los pecados,
distorsionando siempre las cosas a su favor, de tal manera que a
veces tenía episodios en que la culpa y la salvación batallaban
dentro de su inestable mente.
Varias horas estuvo sentado en la bodega del hogar de niños
luchando con sus demonios internos, recordando su triste pasado y
esperando escuchar la voz que le dijera que sus pecados eran
absueltos. Respiró profundo y volvió en sí, sabía que no podía
defraudar a la organización en la cual era parte y con la que
aseguraría una vida llena de dinero y poder.
— Piensa Gabriel…— dijo, pensando en voz alta— ¿Dónde
pueden estar Boris y Julián?— se puso de pie y salió para tomar
aire fresco— Si los encuentro, me gano la confianza de Betancourt
— sacó el celular de su bolsillo y lo encendió— Se los voy a traer
como me pidió, tengo que encontrarlos —buscaba algo en su
teléfono y empezó a caminar para salir del recinto, trataba de hilar
ideas para saber hacia dónde podrían haber escapado. Se detuvo a
la salida del colegio y tuvo el recuerdo de aquel día en que pasó a
recoger a Boris para salir a comprar las cosas de su cumpleaños, se
le aceleró el corazón y sintió que su pecho se oprimía al pensar en
él.
—No seas Imbécil Gabriel – pensó otra vez en voz alta y se puso
rígido— No puedes ponerte sentimental ahora —suspiró profundo—
Menos por él que tiene la suerte echada — la sonrisa de Boris vino
a su mente— ¡No puedo ser débil! — gritó viendo la entrada del
colegio— Debo ser como Abner de frío —apretó los puños como
intentando contenerse— Si él pudo vender a su hijo, no seré yo
quien arruine el negocio — murmuró con frialdad, intentando
enterrar los sentimientos que tuvo un día por él, se alejó raudo del
lugar para no tener más recuerdos.
Año nuevo

A l igual como en la noche de navidad, el personal de la


discoteca estaba trabajando desde la mañana para poder
atender de la mejor manera a su público; todos vestidos bien
elegantes para hacer del festejo la noche más glamorosa de la
ciudad. Bruno se encontraba encerrado en su camarín
preparándose para realizar una actuación que llevaba semanas
practicando, tenía preparado un tributo a su artista favorita y
colgando en la pared había un hermoso vestido brillante que
realzaría la figura de Serena Lagerfeld. Cada cierto rato y cuando
les quedaba un tiempo libre; Boris y Julián se acercaban hasta el
vestidor para ver cómo se preparaba Bruno para su espectáculo;
todos estaban expectantes y el movimiento en el recinto ya
comenzaba a notarse, muchas personas tenían reservado para
esperar la llegada del nuevo año con la fiesta llamada “Colors New
Year” en la cual era requisito ingresar en tenida formal.
— Te ves hermoso, mi amorcito — dijo Julián a su novio afuera
del vestidor de Bruno.
— Y tú te ves muy rico — Boris le acomodaba el corbatín—
¡Cuidado con los hombres que te miran mucho! — añadió
acercándose para besarlo.
— Te amo tanto, cosita hermosa — Julián lo tenía tomado por la
cintura— Me tienes loquito por ti — susurró casi sin separar sus
labios en un cálido beso.
— ¡Hey, los enamorados! — gritó Koka que apareció por el pasillo
casi corriendo— ¡A sus puestos que el Barman ya necesita apoyo!
— dijo mientras tocaba la puerta del vestidor— Después siguen el
romance mis nenes lindos — agregó al tiempo que la pareja se
separó para ir en ayuda de su compañero.
— ¡Entendido Jefa! — respondieron al unísono y se fueron riendo
por el pasillo.
En la barra estaba Paolo sirviendo los tragos que le solicitaban,
las personas estaban amontonadas para poder pedir sus cocteles y
los muchachos llegaron justo a tiempo para poder ayudarle con lo
que parecía una batalla por conseguir una copa de alcohol; por
todos lados había alboroto, la música sonaba fuerte y en la pista de
baile, algunas parejas ya estaban en movimiento.
— ¡Hey, tú…cosita! — gritó un hombre joven a Julián en la barra
— ¡Dame un Vodka Frambuesa, por favor! — dijo aumentando la
voz para ser escuchado entre el ruido del lugar. Boris que estaba al
lado se dio cuenta y sintió esa punzada en el pecho que provocan
los celos— ¡Lindo, lo quiero con mucho hielo! — aclaró el hombre
en tono insinuante, viendo al joven como si fuese a desnudarlo con
la mirada.
— ¡Muy bien! — Julián se acercó con el trago listo y una sonrisa
en su rostro, dejando el vaso justo frente al hombre— ¡Con mucho
hielo como lo pidió! — le hizo un gesto levantando el pulgar.
— ¡Qué bueno que hay chicos guapos atendiendo! — insistió el
hombre guiñando un ojo— ¿Cómo te llamas, bomboncito? —inclinó
su cuerpo sobre la barra para acercarse a Julián que parecía
sorprendido, mientras su novio servía unos tragos mirando de reojo
y con los ojos encendidos en furia.
— ¿Desea algo más, señor? — preguntó Julián tratando de ser
amable con el cliente del local.
— ¡Sí papito, a ti! — alcanzó a gritar el hombre con mirada
lujuriosa cuando se vio tapado por un chorro de agua en la cara que
lo hizo retroceder empujando unas cuántas personas con él.
— ¡Ay, disculpe, señor…no fue mi intención! — se disculpó Boris
con una botella de soda en la mano, fingiendo que estaba dañada—
¡Lo siento, creo que esto no funciona! — sonreía con satisfacción al
ver que había espantado al hombre.
— ¡Tú eres mío! — advirtió a Julián, quien se reía mientras
recibía otros pedidos.
— ¡Gracias, me salvaste! — dijo Julián sirviendo unos cortos de
Tequila. Más allá estaba Paolo que había notado la escena y se reía
de la joven parejita de enamorados.
Cerca de las once y media de la noche, Tati apareció en el
escenario y las luces se dirigieron a ella, vestía con elegancia un
traje rojo ajustado a su cuerpo y el pelo tomado en una cola alta.
— ¡Buenas noches! —Tati se paró a un costado del escenario—
¿Están listos para el espectáculo de esta noche? — preguntó a la
audiencia que observaba frente a ella y respondió afirmativamente—
¡Es un agrado para nosotros presentar en este escenario a nuestra
estrella, la gran…Serena Lagerfeld! — gritó sonriente ante los
aplausos del público.
Unas llamaradas abrieron paso a la figura de Serena que
apareció deslumbrante en un traje lleno de glamour para hacer
tributo a su artista favorita, la gran Conchita Wurst. El tema más
conocido de ella empezó a sonar y la transformista se tomó el
escenario con el desplante que la caracterizaba, el público la
ovacionaba ante su impecable presentación.
— ¡Gracias a todos por estar aquí esta noche! — exclamó Serena
luego de varios temas presentados— Pero ha llegado el momento…
—puso tono de suspenso— ¡Es hora de la cuenta regresiva! —gritó
emocionada con una mano en su cintura— ¡Diez! — comenzaron
todos a gritar junto a ella.
— ¡Amor ven acá! — Julián tomó de la mano a Boris mientras
todos hacían la cuenta – Sólo quiero decirte que te amo y eres lo
más hermoso que me ha pasado en la vida — se acercó y se puso
frente a su novio.
— ¡Siete! — se escuchaba a la multitud eufórica.
— ¡Lindo mi amor, yo también te amo! — respondió Boris tomado
de su mano— ¡Te quiero siempre conmigo! — agregó mirándolo a
los ojos.
— ¡Cinco! — Serena gritaba ahora en compañía de Tati y Koka
en el escenario.
— ¡Siempre contigo mi amor, es mi deseo para este nuevo año!
— Julián sonreía al ver que frente a sus ojos tenía al chico que lo
había enamorado.
— ¡Tres! — gritaban todos en un mágico ambiente festivo.
— Seremos los más felices del mundo — le dijo Boris al oído a
Julián.
— ¡Uno! — gritaron todos con sus copas en alto – ¡Feliz Año
Nuevo! — se escuchó al unísono al tiempo que se descorchaban
algunas botellas de espumoso.
— ¡Feliz Año mi amor! — Julián y Boris se besaron más
enamorados que nunca, alrededor todos se abrazaban dándose
buenos deseos.
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— Feliz año nuevo a todos — dijo Abner sentado en la cabecera
de la mesa en la Casona Ferrada, parecía no haber un ambiente
festivo, ya que hicieron un brindis bastante sobrio luego de cenar.
— Que el Señor los bendiga a todos en este nuevo año — Corina
tenía los ojos llorosos, se sentía particularmente emocionada al ver
lo dañada que estaba su familia— Sé que esta es una dura prueba
que pasaremos juntos — agregó mirando a su hermano que parecía
distante.
— Tranquila tía, todo va a mejorar — Gabriel alzó su copa
tratando de ser positivo ante las apagadas miradas a su alrededor.
— Gracias mi adorado sobrino, tú siempre tan bello — dijo Corina
con una leve sonrisa— Tienes a un ángel contigo Lucía —miró a la
joven que jugaba con las verduras del plato que casi había tocado.
— ¡Mi amor! — Gabriel le tocó el hombro para hacerla reaccionar
— Tía Corina te está hablando — le dijo cariñosamente.
— Oh, lo siento —intentó parecer alegre – Estaba distraída —
Gabriel se encontraba sentado al lado de ella y se sentía incómoda.
— Yo deseo que Boris aparezca pronto — dijo Marta con firmeza
como desafiando a su esposo— No podemos continuar esperando,
quizás está pasando necesidades — miraba a Abner sabiendo que
este no parecía compadecerse por su hijo.
— Es lo que todos queremos —respondió el Pastor seriamente,
intentando parecer preocupado por Boris — Es menor y no puede
haber ido lejos, sé que pronto lo tendremos de vuelta con nosotros
— miró a Gabriel para hacerle ver que debía encontrarlo rápido.
— Pido cada día para que mi sobrino regrese y se sane — Corina
sonaba afligida.
— Corina, tu sobrino no está enfermo — intervino Marta un poco
molesta.
— ¡Tiene al demonio dentro! — respondió la mujer – ¡Son los
pecados de Sodoma los que nos acechan! — sonaba agitada y
nerviosa.
— Una cosa son nuestras creencias y otra pensar que está
enfermo — Marta continuaba en su actitud de defender al muchacho
— ¡Es homosexual y tienen que aceptarlo! — exclamó golpeando la
mesa.
— ¡Santo Dios, dame tu fortaleza! — grito tía Corina agitando sus
manos para darse aire— No puedes decir algo así — agregó
desparramada en su silla sin fuerzas.
— ¿Cómo te atreves a decir eso? —Abner levantó la voz— ¡El
hijo del Pastor no puede ser una aberración! — gritó furioso mirando
a su esposa y el ambiente se tornó denso en la mesa. Lucía
permanecía temerosa y en silencio, mientras su marido se ponía de
pie para calmar al Pastor.
— Padre por favor, creo que no es necesario llegar a esto — le
dijo acercándose a él— A Dios no le gustará ver cómo nuestra
familia pelea — intentó darle un abrazo para contenerlo, pero este
se hizo atrás a modo de rechazo.
— Bueno, tenía que decirlo…deben aceptar a Boris tal y como es
— Marta se puso de pie – Debe aparecer pronto porque es nuestra
responsabilidad cuidar de él —salió de su puesto y caminó hacia la
puerta del comedor ante la mirada de todos— No puede ser que se
haya perdido…Lo mismo que Luisa, llevo días sin saber de ella y su
familia está desesperada — suspiró profundo y sus ojos se
entristecieron, miró a su esposo con decepción y se retiró a su
dormitorio.
El ambiente quedó completamente tenso en el comedor por lo
que Gabriel pidió a su esposa que se fuera a dormir, ya que la
celebración de año nuevo había llegado a su fin. Lucía cada vez
más desmejorada, subió hasta el dormitorio que era de Gabriel y se
encerró a llorar amargamente. Corina por su parte, se fue a la
cocina a leer la Biblia y tomar un Té de Cedrón, ya que necesitaba
calmar sus nervios luego de la cena. El Pastor y su hijo mayor
salieron al patio a conversar, Abner no quería que su esposa ni
nadie lo escuchara.
— Estoy muy nervioso Gabriel — confesó Abner a su hijo— No
pensé que esto iba a suceder con la llegada de Boris, no estaba en
mis planes que fuera un marica y pusiera sus ojos en ti — dijo en un
tono bajo, aun cuando estaban varios metros lejos de la Casona—
No contaba con eso cuando lo ofrecí como un producto a Betancourt
— se tomaba la cabeza con preocupación.
— Tranquilo, ya saldremos de esta — Gabriel intentaba estar
calmado— Pero deberías haberme dicho desde el principio los
planes que tenías para Boris — se frotaba las manos transpiradas.
— Sí lo sé, pero ya está hecho —Abner miraba a Gabriel—
Ahora, podemos aprovechar que se escapó y si le sucede algo
nadie notará que fuimos nosotros — dijo en un tono malévolo—Sólo
hay que encontrarlo antes de que se le ocurra regresar — le dio una
palmada en el hombro a Gabriel.
— ¿No sientes nada por tu hijo? —preguntó Gabriel en un
arranque de curiosidad al notar lo frío que podía llegar a ser Abner.
— La verdad, no. Nunca tuve interés como padre — respondió el
Pastor de forma rotunda— Cuando supe que su madre murió vi la
oportunidad de darle a Betancourt la prueba máxima de mi fidelidad
al negocio, así un día yo quedaré en su lugar — dijo con frialdad.
— Es extraño que, teniendo tantos niños huérfanos en el hogar,
Betancourt haya pedido uno de otro sitio — Gabriel trataba de
entender los planes del Pastor y del Anciano.
— Este pedido no es para los jefes del extranjero, es para él —
miró directamente a los ojos a Gabriel— Esos órganos serán
pagados por el mismísimo Armín — en su mirada se notaba la
avaricia por obtener dinero y poder, lo mismo que Gabriel anhelaba.
— ¡Son para Armín! — exclamó Gabriel sorprendido.
— En realidad son para Helena, su esposa que está enferma y
tarde o temprano necesitará un trasplante — continuaba viéndolo a
los ojos – Y no está dispuesto a ponerla en una lista de espera
como la gente pobre — suspiró y se alejó un poco ante la atenta
mirada del joven – Así es que si quieres obtener todo lo que siempre
deseaste, es mejor que te apures y encuentres a ese puto marica
inservible — ordenó y se fue a la casa, dejando a Gabriel en medio
del patio pensando cómo encontrar al muchacho.
—Pobre Boris…No pensé que serías el pasaporte a mis sueños
— dijo Gabo en voz alta, con las manos en los bolsillos y la mirada
perdida.
La playa

A eso de las dos de la tarde de un caluroso día a mediados de


enero, Boris y su novio se encuentran en la terminal de buses
esperando una visita que habían planeado después del festejo de
año nuevo y las ansias ya los sobrepasaban; caminaban de un lado
a otro viendo atentos la cantidad de buses que circulaba por el lugar.
— ¡Amor, ya quiero que lleguen! — exclamó Boris bajando sus
hombros y mirando a su novio con cara de niño mimado e
impaciente.
— Tranquilo mi bebé…Ya vienen — Julián se acomodaba su
camiseta sin mangas— Hay que ser pacientes —agregó lanzándole
un beso.
— ¡No quiero! — gritó Boris al tiempo que unas abuelitas
pasaban junto a ellos mirando con curiosidad— ¡tengo calor! — se
abanicaba un poco de aire con las manos.
— ¡Ya no seas tan mañoso! — Julián se le acercó para
tranquilizarlo, aun sabiendo que sólo eran rabietas de lo mimado
que estaba— Y tienes suerte… ¡Ahí viene el bus! — apuntó a una
máquina que se estacionaba cerca de ellos. Se fueron casi
corriendo, deseando que todo el mundo bajara del bus.
— ¡Boris! — se escuchó un grito desde adentro del bus en medio
de las personas que bajaban.
— ¡Cami! — gritó el feliz muchacho dando brincos al ver a su
amiga y su novio bajar del bus.
— ¡Qué bueno verlos, amigos! — dijo Camila con alegría
mientras se abrazaban entre todos.
— ¡Se ven súper bien los novios! — Felipe sacudía de los
hombros a Julián— Hasta que la hiciste, hermanito — le daba unas
palmadas para felicitarlo.
— Al fin después de tantas semanas sin vernos nos hemos
encontrado — Boris no soltaba a su amiga que se veía más guapa
que nunca en ropa de verano.
— ¡Sí, al fin nos contactaron! — Camila apoyaba su cabeza en el
hombro de su amigo mientras avanzaban entre las personas del
terminal— Pensamos que se olvidarían de nosotros— añadió con
tristeza.
— ¡No, nunca! — afirmó Boris con certeza.
— Sólo teníamos que dejar pasar un poco de tiempo — Julián iba
jugando a los manotazos con Felipe— ¡Este loco no cambia! —
intentaba esquivar los golpes de su amigo.
— ¡Sí, los extrañábamos al parcito! — Felipe intentaba pellizcar a
Julián.
— ¡Ya, paren! — gritó Camila riéndose con Boris— Parecen unos
niñitos — suspiró mirando a su novio.
— ¡Está bien mi amor! — Felipe acató la orden de su novia y
luego le dio una última palmada a Julián para ganarle en el jueguito.
Caminaron animados unas pocas calles y se subieron a un
minibús que los llevaba directo a una pequeña playa cercana en
donde Koka tenía una cabaña que les había prestado por el par de
días libres que tenían en la disco. Habían planificado pasar una
noche en el lugar luego de que Julián se pusiera en contacto con
sus amigos cuando por fin pudo comprarse un celular nuevo al igual
que Boris. Durante todo el camino se fueron riendo y hablando de
cada cosa que había sucedido desde el día en que se dejaron de
ver. Luego de casi una hora de viaje por un camino rodeado de
verdes paisajes, llegaron a una pequeña bahía con algunas casitas
en los cerros; al fondo se veía un muelle muy modesto donde
atracaban algunos botes de pescadores que traían sus productos
para ofrecerlos a los turistas. Descendieron del minibús y caminaron
por una bella costanera en dirección a la cabaña; soplaba una brisa
que los refrescaba de los fuertes rayos del sol.
— ¡Amo el olor del mar! — Camila abría sus brazos recibiendo el
viento en la cara mientras su pelo se desordenaba.
— ¡Ya quiero entrar al agua! — gritó Felipe animado al ver que no
había mucho oleaje, se notaba que era una playa tranquila.
— ¡Sí, se ve increíble! — Julián estaba igual de animado y
caminaba junto a Boris que parecía disfrutar del paisaje.
— Esto me tranquiliza mucho — dijo Boris, ya que desde siempre
disfrutaba del sonido de las olas.
Llegaron hasta una hermosa y pequeña cabaña casi frente al
muelle de los pescadores e ingresaron para acomodar sus cosas en
las respectivas habitaciones. Por la ansiedad que les produjo ver el
mar, se cambiaron de ropa y se pusieron sus trajes de baño lo más
rápido que pudieron; buscaron unas toallas y se fueron directo a la
playa a disfrutar del sol.
— Esto es vida — Camila estaba tendida en su toalla con un
bikini color rosa y unos enormes lentes de sol— Deseaba tanto estar
en la playa con ustedes — añadió relajada.
— ¡Amor, yo quiero ir al mar! — Felipe se quitó la camiseta y la
lanzó cerca de su novia.
— Bueno anda con Julián…ustedes son los niños — dijo en tono
de broma mientras buscaba su bronceador.
— Sí, yo iré en un rato más — aseguró Boris también quitándose
la camiseta, luego se tendió sobre su toalla.
— Bueno…Los dejamos solo para que hablen sus cositas —
Julián acomodó su ropa junto al puesto de Boris y luego se acercó a
darle un beso y se fueron con Felipe a jugar al mar como dos niños
pequeños.
— ¡Al fin estamos con las personas que tanto queríamos! —
exclamó Felipe a su amigo mientras nadaban en una zona poco
profunda.
— ¡Sí, nos salimos con la nuestra! — contestó Julián sumergido
hasta el cuello— ¿Quién diría que íbamos a estar tan amigos los
cuatro? — dijo mirando a Felipe que nadaba cerca de él.
— Nunca pensamos en ser tan serios — Felipe se puso de pie y
el agua quedó casi hasta su pecho— Éramos los más desordenados
del curso y ahora tenemos pareja — cerró su puño frente a su amigo
que hizo lo mismo y luego los juntaron en señal de haber
conseguido algo importante en sus vidas.
— Te requiero hermano, eres un grande — Felipe se acercó a
Julián y le dio una palmada en la espalda— Has cuidado a Boris
todo este tiempo — sonrió y le lanzó agua en la cara al verlo
desprevenido.
— ¡Huevón! — gritó Julián con la boca llena de agua salada— Sí,
lo cuido porque lo amo — trató de regresar a la conversación
manteniéndose alerta de las bromas de su amigo.
— ¡Lo sé y yo también amo a Camila! — Felipe se sumergió otra
vez en el agua y luego apareció unos metros más allá— ¡Nademos
un rato, después se hará tarde! – lo alentó haciéndole un gesto con
las manos para que se acercara.
Se quedaron jugando con el oleaje por largo rato y luego se les
unieron Boris y Camila que habían estado conversado mientras
tomaban sol relajadamente. El sol poco a poco empezó a ocultarse
y el atardecer encendía el horizonte con sus tonos rojizos; ahí
estaban los cuatro amigos sentados, viendo cómo terminaba el día
con un tibio viento que rozaba sus cuerpos.
— Esto es muy romántico — suspiró Boris sentado junto a su
novio de la mano.
— Si no estuvieras aquí para mí no lo sería — contestó Julián
mirándolo fijamente – Te ves más lindo así con el pelito revuelto —
añadió acomodando el cabello enredado de Boris.
— ¡Uy, si están tan enamorados! — Felipe tenía a su novia
abrazada – Igual que nosotros mi cosita — dijo estirando sus labios
para que Camila lo besara.
— Cosito hermoso— Camila lo besó – Estás tan rico — y soltó
una carcajada – Si estamos tan enamorados deberíamos casarnos
— dijo con seriedad y todos la miraron sorprendidos, luego rieron
casi al mismo tiempo.
— ¡Para eso les falta mucho tiempo! —Julián sacudía la arena de
sus piernas— Y a Pipe no creo que lo cases tan pronto — agregó
mirando a su amigo que hacía gestos en broma como de querer
escaparse.
— ¡Les propongo algo! — dijo Camila más animada que nunca
ante la mirada expectante del resto— Si estamos tan enamorados
como decimos, podríamos simular que nos casamos aquí mismo—
los tres chicos abrieron sus ojos asombrados— Será nuestro ensayo
de bodas — añadió mirando a su novio que disfrutaba verla tan
contenta.
— Por mi parte, no hay problema mi amor — Felipe parecía estar
de acuerdo con los juegos de su novia y quería darle en el gusto—
¡Yo feliz me caso contigo! — se puso de pie como alistándose para
empezar.
— Eh…Bueno, yo igual quiero a Boris para siempre — Julián se
puso su camiseta rápidamente— Boris, ¿Quieres casarte conmigo?
– preguntó siguiendo el juego de su amiga.
— Está bien señor, acepto – respondió Boris, entendiendo que
iban a simular una extraña boda en la orilla del mar.
Como niños buscaron piedras en la arena y luego se metieron al
mar hasta que el agua cubrió sus rodillas, ya casi el sol se iba por
completo y los últimos rayos alumbraban sobre las olas. Ambas
parejas se pararon frente a frente y se tomaron de las manos, se
pusieron de acuerdo en que sería una especie de promesa y que
algún día se casarían de verdad.
— Aquí ante esta hermosa puesta de sol y frente a mis amigos —
Julián miraba a su novio que sonría aguantando soltar alguna
carcajada— Prometo serte fiel y amarte por siempre a ti mi amado
Boris, el chico que cambió mi vida para siempre — intentaba
mantenerse serio.
— Hermoso tesoro de mi vida… — Boris tragó saliva para
intentar ponerse serio— No pensé llegar a amarte así, pero me has
dado tantas pruebas de tu amor que te has ganado mi corazón —
dijo como dejando salir todos sus sentimientos a flote y ya sin tono
de juego— Y quiero estar contigo en todas las locuras de nuestra
vida — sonrió y se acercó para besarlo, sus amigos miraban
emocionados al ver que de un simple juego habían pasado a algo
más serio.
— Cami, preciosa mía – dijo Felipe con una voz sensual— Has
convertido este desastre de hombre en una mejor persona — sus
ojos se pusieron brillantes de la emoción— Te amo para siempre —
sentenció más emocionado de lo que esperaba estar y le tomó las
manos a su novia con fuerza.
— Lindo mi Felipe — Camila se le acercó viéndole a los ojos—
Siempre supe que detrás del chico rudo había un osito de peluche y
quiero cuidarte y amarte mucho por toda mi vida — se colgó de su
cuello y lo besó apasionadamente, ahora eran sus amigos quienes
los veían emocionados.
— ¡Uf! Parece que esto va en serio — intervino Julián abrazado a
Boris. Luego se pusieron a jugar lanzándose agua hasta quedar
completamente mojados entre risas y volteretas en la arena.
El sol se fue por completo y las personas comenzaron a
abandonar la playa, lo mismo hicieron los cuatro amigos que
caminaron otra vez por la costanera ahora iluminada por unos
faroles; la luna creciente apenas se notaba sobre los cerros y la
brisa empezaba a volverse algo más fría. Un grupo de jóvenes tenía
una batucada y le daba un aire festivo al ambiente, las pocas
personas que transitaban a esa hora, disfrutaban del sonido de
estos tambores. Rato más tarde, llegaron a la cabaña con ataque de
risa con las bromas que se hicieron en el camino; las estrellas ya
estaban iluminando el despejado cielo nocturno en la Bahía. Luego
de entrar todos en la pequeña casa de playa se fueron a dar una
ducha para poder, después, cenar tranquilos; sin sospechar que
frente a donde iban a pasar la noche, desde hacía rato había un
auto estacionado y en su interior estaba Gabriel que cautelosamente
tuvo la idea de seguir a Camila y Felipe en su viaje. Observaba la
cabaña con seriedad, detenidamente y analizando cada movimiento;
los había vigilado todo el día desde lo lejos sin ser visto, vio como
jugaban en el agua y hacían escenitas románticas al atardecer. Por
dentro sentía que algo lo consumía al ver a Boris en brazos de
Julián, una extraña sensación invadía su ser y se mezclaba con
todos los conflictos internos con los que día a día luchaba. Dentro
de la cabaña se notaba el movimiento de los chicos, se escuchaban
carcajadas desde los lejos, que retumbaban en su cabeza deseando
ser él quien estuviera con ellos y no Julián. Una mirada perversa
penetraba las paredes de la cabaña intentando encontrar una forma
de llevar a cabo sus planes, Gabriel dio un suspiro profundo que
alivió un poco su calvario interno; sabía que debía ser frío para
obtener lo que deseaba, pero Boris le provocaba sentimientos que
escapaban a su voluntad.
— No puedes ser de otro — dijo Gabriel en voz alta— No vas a
ser de nadie Boris Ferrada…mío y de nadie más — sentenció con la
mirada fija y cargada en odio, luego se acomodó dispuesto a vigilar
toda la noche esperando el momento justo para ejecutar su plan.
Trampa

H ey, es hora de levantarse dormilón — murmuró Camila aún un


poco somnolienta— ¡Pipe despierta! — su voz sonaba
desgastada.
— ¿Por qué me despiertas tan temprano? — respondió Felipe sin
abrir sus ojos, estaba enredado en el cuerpo de Camila— Quiero
dormir otro ratito contigo — reclamó entre gruñidos.
— ¡Pero anoche prometieron hacernos el desayuno! — insistió la
chica con voz de mimada – ¡Tengo hambre! — agregó para hacer
presión y salirse con la suya.
— ¡Puedes comerme a mí! —Felipe metía sus manos entre las
sábanas— ¡Qué mejor desayuno! — soltó una carcajada intentando
abrir del todo sus ojos.
— ¡No! ¿No tuviste suficiente anoche, goloso? — Camila
intentaba sacarlo de encima, mientras su novio jugueteaba
haciéndole cosquillas— ¡Anda, lo prometieron con Julián! — dijo
entre risas.
— Está bien…Tú mandas — Felipe se dio por vencido y se
levantó para cumplir su palabra de preparar el desayuno con Julián
— ¡Mujeres exigentes! — regañaba mientras se ponía un bóxer y su
novia lo miraba coquetamente— Te prepararé el mejor desayuno de
tu vida —dijo desde la puerta y le lanzó un beso, luego se fue por el
pasillo en busca de su amigo que al parecer ya se había levantado
porque se sentía algo de ruido en la cocina.
— ¡Ya era hora hermano! — Julián estaba colocando unos panes
en la tostadora, tenía puesta una toalla negra en la cintura y su
cabello mojado — Pensé que ya no te levantabas — buscaba unas
tazas en un estante.
— ¡Imposible Brother! — respondió Felipe ayudando a recibir las
tazas— Cami no me dejó quedarme acostado — acomodaba cada
una en su sitio.
— Por lo menos, Boris sigue durmiendo — dijo Julián
apoyándose contra la pared— ¿Cómo estuvo tu noche? — preguntó
con picardía.
— ¡Uy, men…inolvidable! — Felipe levantaba sus pulgares y se
movía por la cocina como haciendo un baile mientras que Julián se
reía. Continuaron ordenando la mesa y en menos de quince minutos
aparecieron sus parejas por la cocina, el delicioso aroma a pan
tostado y café los había levantado de la cama por arte de magia.
— ¡Qué hombres tan provocativos! — exclamó Boris al ver a los
dos a medio vestir, el traía puesto su traje de baño— Así da gusto
tomar desayuno— le guiño un ojo a Camila al tiempo que se
acomodaban en la mesa.
— ¡Desayuno hecho por sus machos! — exclamó Felipe mientras
modelaba junto a la mesa a modo de broma.
— Los super hombres — respondió Boris riendo al tiempo que
revolvía su taza de café.
Se sentaron todos y desayunaron entre bromas como era
costumbre entre ellos. La pequeña mesita con tostadas,
mermeladas y queso era un desorden absoluto cuando estos chicos
se reunían; recordaban cuando Julián era un antipático en el curso o
un día en que Felipe había recibido una bofetada por parte de una
enamorada al descubrir que este le coqueteaba cuando tenía una
novia en otro colegio. La mañana pasó rápido y el sol ya estaba en
su máximo esplendor por lo que se alistaron para salir de paseo y
aprovechar su último día en la playa. Salieron de la cabaña y
tomaron rumbo por la costanera disfrutando, otra vez, de la deliciosa
brisa marina; las gaviotas revoloteaban cerca del muelle esperando
ser alimentadas por los pescadores que traían sus productos.
Camila y Boris corrían por la arena jugando con el ir y venir de las
olas, mientras que sus novios, mucho más enérgicos ya estaban
listos para nadar y competir entre ellos.
— Esos dos terminaron siendo grandes amigos — afirmó Camila
mientras se ponía bronceador tendida sobre su toalla – Y antes ni se
hablaban — buscaba una botella de agua en su bolso.
— Sí, yo creo que todos cambiamos un poco y nos hicimos
amigos — respondió Boris que estaba sentado en la toalla mirando
a su novio cómo nadaba a lo lejos.
— Igual tuvo problemas con varios del equipo de fútbol cuando
empezaron a ver que se juntaba con Julián — Camila le pasaba el
agua a su amigo – Pero a Pipe le da lo mismo, él los quiere mucho y
eso a mí me encanta, que no sea huevón como el resto — sonrió
mientras Boris empinaba su brazo tomando de la botella.
— Ustedes son lo mejor que me ha pasado desde que llegué a
ese colegio — Boris le sonrió y le tomó la mano. Se quedaron
conversando hasta que no dieron más de calor y se fueron a meter
al agua con sus parejas quienes como verdaderos niños empezaron
a lanzarles agua en la cara para hacer una especie de batalla a ver
quién ganaba.
— ¡Creo que ganamos nosotros! — gritó Felipe en compañía de
Julián.
— ¡Son unos tramposos! — dijo Camila regañando porque había
perdido.
— ¡Nos deben un helado! – exclamó Julián, saltando en el agua
alrededor de la pareja perdedora.
— ¡Está bien! — Boris levantó los brazos en señal de derrota—
Ganaron un helado, pero nosotros también comeremos — soltó una
risotada mirando a Camila.
Salieron del agua y mientras se secaban, Boris con su amiga
buscaron dinero para ir a comprar los helados que prometieron;
dejando a los chicos tomando un poco de sol tendidos en la arena.
Poco más allá había un pequeño local donde vendían helados por lo
que caminaron lo más rápido que pudieron, ya que no querían
dejarlos mucho rato solos porque cerca estaba un grupo de chicas
que no dejaban de mirarlos. Entraron y buscaron las paletas que
más le gustaba a cada uno y se pusieron en la fila de la caja para
poder pagar, Camila se moría de celos de saber que su hombre
estaba siendo observado por otras mujeres; así es que luego de
terminar la compra, salieron raudos del local para ir a cuidar a sus
novios.
— ¿Dónde vas tan apurado hermanito? — escucharon justo
detrás de ellos. Era Gabriel que estaba parado junto a su auto a la
salida de la heladería, el corazón de Boris se aceleró al voltear a
verlo.
— ¿Qué haces aquí? — balbuceó Boris impresionado de que
estuviera ahí.
— ¡Vamos Boris, no lo escuches! — reaccionó Camila intentando
tirarlo del brazo igual de sorprendida.
— ¡Ni se les ocurra correr! — advirtió Gabriel, acercándose a
paso seguro hacia ellos con una mirada intimidante— Si lo hacen,
uno de ellos puede morir — dijo apuntando hacia donde se
encontraba Julián y Felipe.
— ¡No, por favor! — gritó Camila espantada colocándose al lado
de su amigo con los ojos llorosos.
— Si salen corriendo le diré a los tipos que pagué que hagan lo
que les pedí — Gabriel tomó a Boris de un brazo con fuerza
mientras este temblaba— Están muy cerca de sus noviecitos y no
dudarán en seguir mi orden — enfatizó con una sonrisa malévola.
— No les hagas nada a ellos, por favor — suplicó Boris dejando
caer sus helados— Hago lo que me pidas — las lágrimas inundaban
sus ojos y el miedo recorría su cuerpo.
— Muy bien hermanito…sube al auto ahora — dijo con toda
calma al ver que dominaba la situación, aunque sin soltarle el brazo.
— ¡No, por favor no te lo lleves! — gritó Camila desesperada.
— Si te callas un rato le harás un favor a tu amigo — respondió
Gabriel mirándola con severidad— ¡Sube al auto! — lo tiró del brazo
sin dejarle más opción que obedecer.
— Tranquila Cami — sollozó Boris al ser empujado dentro del
vehículo en el asiento del copiloto.
— Así muy bien, niño obediente — dijo Gabriel en tono irónico al
cerrar la puerta— Ni se te ocurra hacer alguna cosa, niñita tonta —
ordenó mirando a Camila que temblaba del susto, luego se subió al
auto y se fue, llevándose consigo al muchacho.
— ¡Boris! — gritó Camila con fuerza al tiempo que el vehículo se
perdía por el camino. Su grito se escuchó en toda la playa por lo que
Felipe y Julián se pusieron alerta, corriendo en dirección hacia ella
que lloraba sin parar mientras las personas miraban con curiosidad
sin entender qué pasaba.
— ¿Qué pasa amor? — Felipe la abrazó sin saber qué sucedía.
— Boris…— respondió entre llantos— Apareció Gabriel y se lo
llevó — rompió en un sollozo desgarrador, abrazando a su novio.
— ¡No!¡Boris no, por favor! — gritó Julián con sus ojos vidriosos
acercándose a sus amigos— ¡No se lo puede llevar! — se dejó caer
devastado al sentir que le arrebataban a la persona que amaba sin
poder hacer nada.
Un par de kilómetros más allá, Gabriel se reía a carcajadas al ver
cómo Boris lloraba a su lado sin consuelo.
— ¿De qué te ríes?¡No es gracioso! — sollozaba Boris con
desesperación.
— ¡De lo fácil que se creen todo, unos niñitos cómo ustedes! —
Gabriel soltó una carcajada— Ahora serás mío y de nadie más — lo
miró con deseo.
— ¡Imbécil! —exclamó Boris con ira— ¡Era una trampa! — le
lanzó un golpe, pero Gabriel lo detuvo con más fuerza.
— Ay, pobrecito, ahora ya no me quieres — respondió Gabriel
burlándose— Después que me querías tanto — lo miró sonriendo.
— ¡Antes! —Boris se secaba las lágrimas— Tú no eres una
buena persona ¡Sé lo que haces con el Pastor! — exclamó con
dolor.
— Me lo imaginé, bueno si ya lo sabes — Gabriel continuaba
conduciendo con rumbo desconocido— Entonces sabes que sí soy
capaz de muchas cosas y eso incluye quitar del camino los estorbos
— le lanzó un beso que provocó asco en Boris – ¿Ahora te doy asco
Bro? — esbozó una sonrisa despectiva— Después de que recorrías
mi cuerpo con tu lengüita, ¿recuerdas? — dijo burlándose del
muchacho que continuaba con sus ojos llorosos.
— ¿Dónde me llevas? — preguntó Boris unos kilómetros más allá
después de un incómodo silencio.
— A casa bro — respondió Gabriel poniendo su mano en la
pierna de Boris, haciendo que este se pusiera rígido del miedo—
Tranquilo Boris, no pasa nada…Vamos a casa — afirmó con mirada
desquiciada— O tal vez a otro lado para estar solitos como antes
¿Quieres? — su mirada era perturbadora.
— No por favor, déjame regresar con Julián — suplicó Boris con
la voz quebrada— Hago lo que me pidas — insistió con dolor.
— Si supieras los planes que hay para ti —Gabriel suspiró – Te
aseguro que yo soy tu mejor opción — agregó sonriéndole.
El camino se hizo eterno para Boris, claramente iban de regreso
a la ciudad en donde vivía la familia Ferrada y sentía que su corazón
se aceleraba del miedo; ahora ya conocía la verdadera personalidad
de Gabriel y los oscuros secretos de su padre. Las veces en que
Julián le contó lo que había sufrido por culpa de él, lo hacían
despreciarlo cada vez más y de sólo imaginar las atrocidades que
cometían con los niños del hogar, se le revolvía el estómago y sólo
podía pensar en cómo escapar de aquella pesadilla. Por su parte,
Gabriel conducía satisfecho de lo que había logrado y parecía no
inmutarse del sufrimiento del joven; después de todo, él siempre
conseguía lo que deseaba y en este momento era Boris lo que más
apetecía para saciar su desquiciado ego. Dirigió el vehículo por un
camino que ya conocía, iba directo al hogar de menores y se
estacionó por la parte trasera para no ser visto.
— ¡Hemos llegado bro! — exclamó Gabriel dichoso de lo
conseguido.
— El hogar ¿No íbamos a la Casona? — Boris no entendía qué
estaba haciendo.
— Lo mejor es que aquí estaremos solitos como antes — Dijo
Gabriel bajándose del auto rápidamente—Nadie nos va a molestar
— hizo que Boris se bajara y lo llevo de un brazo hacia la bodega
del hogar, el mismo lugar donde se escondió con Julián cuando
descubrieron los secretos de Abner.
— Por favor, Gabriel, déjame ir — suplicó Boris otra vez con más
miedo que antes.
— No temas…Yo no te haré nada malo — Gabriel hizo entrar por
la fuerza a Boris y estando dentro de la bodega sacó unas llaves y
abrió la compuerta en el piso que aquella noche también les llamó la
atención— Vamos, entra — dijo en voz baja.
— ¿Qué hay aquí? —Boris se resistía a obedecer— ¡No quiero
bajar! — insistió con fuerza.
— ¡Qué bajes ya! — ordenó Gabriel bruscamente, empujándolo
para que bajara.
No le quedó más opción que seguir las ordenes de Gabriel, por lo
que descendió por la escalera metálica; estaba todo oscuro y para
su sorpresa no olía a encierro. Sin poder ver nada, sintió que la
compuerta se cerró sobre ellos y las luces se encendieron, dejando
a la vista una sala que parecía un quirófano del otro lado de un
vidrio; ahora estaban en una habitación contigua en donde había
una cama, una mesita y un televisor en la pared.
— ¿Qué te parece? — preguntó Gabriel observando la cara de
sorpresa del muchacho— Estarás mejor que en un hotel de cinco
estrellas…Del otro lado hay un baño — apuntó a una puerta cerca
de la cama.
— ¿Qué es esto? —Boris estaba asombrado al ver que debajo
del hogar había montada una pequeña clínica, temblaba de miedo—
¡Qué hacen aquí! — gritó aterrado.
— Tranquilo Bro…A ti no te pasará nada — Gabriel se acercó a él
— Estás en mis manos y yo no dejaré que nada te ocurra — Lo
tomó por la cintura y lo atrajo con fuerza hacia él— Mientras seas
mío, no debes preocuparte de nada —intentó besarle el cuello, pero
Boris luchó por alejarlo con asco.
— ¡Gabo, no sigas! — gritó Boris, empujando la cara de Gabriel
con fuerza hacia el costado.
— Insistes en rechazarme —Gabriel lo soltó, observándolo
detenidamente de cerca— ¡Eres mío y de nadie más! — gritó con
fuerza y lo empujó sobre la cama, caminó hacia ella y desde el
borde veía cómo el muchacho temblaba de miedo con los ojos
llorosos ante su amenazante postura— ¡Más vale que lo
entiendas…Serás sólo mío! — su voz retumbó en la pequeña
habitación y se lanzó sobre Boris que continuaba luchando por
detenerlo.
Encierro

S uéltame, me das asco — suplicó Boris intentando quitarse a


Gabriel de encima— ¡Para ya! — insistió angustiado y al borde
de las lágrimas.
— Ahora sientes asco bro —Gabriel lo besaba en el cuello de
manera obscena— ¿Recuerdas cómo lo hacíamos en el lago? —
sus manos sostenían con fuerza al muchacho impidiéndole soltarse.
— ¡Eso ya pasó! — respondió Boris entre sollozos al verse
disminuido por el descontrolado hombre— ¡Te odio…Eres una
bestia! — gritó con desesperación, logrando que sus palabras
fueran más fuertes que su cuerpo.
Aquellas palabras resonaron en el interior de Gabriel, haciendo
que se pusiera de pie rápidamente como fuera de sí y empezara a
caminar de un lado a otro con las manos en la cabeza, balbuceando
incoherencias; al parecer no esperaba ser rechazado por Boris y en
el fondo anhelaba un reencuentro con él.
— ¿Me odias? — preguntó Gabo al tiempo que unas lágrimas
caían por su rostro— Has sido lo más puro que he tenido en mi vida
— soltó un sollozo desde lo más profundo de su ser y cayó de
rodillas frente a Boris que continuaba arrollado en la cama
temblando.
— Tú no mereces que yo te ame — Boris se hizo de valor para
responderle— Has hecho atrocidades que no puedo perdonar —
añadió intentando acercarse.
— ¡No te muevas! — gritó Gabriel descontrolado. Se puso de pie
y caminó otra vez hacia el muchacho – Yo sé que en el fondo tú aún
me amas, pequeño hermoso — intentó acariciar a Boris, pero este
se hizo hacia atrás para evitarlo; no entendía qué sucedía con su
conducta.
— Gabo, déjame ir, por favor — el joven quería probar si aún le
quedaba una esperanza de huir— Yo sólo me quiero ir de aquí —
sus ojos delataban el miedo que estaba sintiendo.
— ¡Nunca! — gritó Gabriel y se acercó imponentemente hacia él
sin dejarle salida contra la pared— Nunca volverás a estar con ese
mocoso — sus ojos estaban fijos en los de Boris encendidos de ira
— Debes entender que tú eres sólo mío — añadió mientras tocaba
el cuerpo del joven que comenzaba a llorar al verse acorralado.
— Gabo no me hagas daño — suplicó entre los brazos de
Gabriel.
— Así me gusta que estés…dócil — sonrío con perversidad
viendo al muchacho temblar— Sé que, si me obedeces, tarde o
temprano volveremos a ser los mismos de antes — afirmó Gabriel
sentándolo en el borde de la cama.
— Nunca — pensó Boris sin levantar la mirada para evitar verlo.
— Recuerdo cómo provocaste tantas cosas en mí que hasta no
me pude resistir a tus encantos — Gabriel esbozó una sonrisa con
la vista en alto— ¿Te acuerdas esas miradas cuando llegaste a la
casa hace unos meses? — parecía estar más controlado en sus
emociones.
— Sí, lo recuerdo —Boris respiró profundo— Pensé que eras la
persona más atractiva del mundo— subió la mirada para ver su
reacción y los ojos de Gabriel se encendieron.
— ¿Aún piensas lo mismo? — insistió con alegría— ¡Sé que tú
me amas! — Gabriel estaba eufórico.
— No, puto asqueroso — pensó Boris sin atreverse a decirlo —
Ya no es lo mismo — respondió al desquiciado joven para no
provocarlo— No sabía de lo que eras capaz de hacer Gabriel —
agregó un poco temeroso de su reacción.
— ¡Yo haré que cambies de opinión! — gritó Gabriel sacudiendo
los hombros del muchacho— Ya verás que unos días aquí conmigo
y volverás a quererme — lo sostenía con fuerza moviendo al
muchacho a su antojo.
— Ya para Gabo, por favor — Boris sonaba angustiado, sus
manos estaban frías y sudorosas.
— Está bien…Te dejaré para que reflexiones — Gabriel se alejó
unos pasos y volteó a verlo— Quiero que veas que no quiero
dañarte, sólo quiero que vuelvas a mi como antes — le lanzó un
beso y se dirigió hasta la escalera— Yo regresaré más tarde para
estar contigo, no intentes escapar porque esto es completamente
hermético — dijo arrogantemente justo antes de comenzar a subir—
Voy al culto de la tarde para que no me extrañen los hermanos, tú
puedes ver televisión — sonrío satisfecho al ver al muchacho bajo
su dominio, abrió la compuerta y salió del lugar. Se escuchó un
sonido al cerrar del otro lado.
Boris estaba solo en aquel lugar y desesperado por salir, subió la
escalera e intentó incontables veces de abrirla de todas las formas
que se le ocurrieron, pero no obtuvo resultados; no se escuchaba
nada del otro lado. Al parecer en eso no había mentido Gabriel, el
lugar era completamente hermético. Intentó abrir las puertas de lo
que parecía el quirófano y sucedió lo mismo, nada lograba sucumbir
las cerraduras. Después de todos sus esfuerzos en vano, se sentó
otra vez en la cama llorando desconsolado y suplicando que Julián
apareciera para rescatarlo.
Fuera del Hogar de niños y unos pocos kilómetros más allá,
Gabriel descendía de su auto justo cuando la congregación de la
iglesia se aprontaba para ingresar al templo para comenzar con el
culto. Como de costumbre, la mayoría de los presentes saludaba al
joven con entusiasmo y éste como habiendo olvidado lo sucedido
con Boris, respondía con una gran sonrisa y toda calma a cada
abrazo que los hermanos le daban; tía Corina entre los asistentes,
se acercó dichosa de verlo para darle un beso en la mejilla; luego
apuntó hacia un costado para indicarle que allí estaba su esposa
esperando, silenciosa y desganada junto a un grupo de amigas.
— ¿Cómo está la mujer más bella que Dios ha puesto en la
tierra? — preguntó Gabriel acercándose al grupo, extendiendo sus
manos a Lucía que no sonreía con facilidad— Aunque ustedes
deben ser las flores del Edén — agregó con una sonrisa cautivante,
consiguiendo que las demás jovencitas se pusieran risueñas y
sonrojadas con su alago.
— Siempre tan educado tu esposo, eres afortunada — dijo una
de las muchachas a la esposa mientras avanzaban hacia la entrada.
— ¿Dónde has estado? — Lucía sonaba desganada y sólo
quería parecer interesada en su marido frente a la gente— Estuviste
mucho tiempo afuera — agregó mirándolo con desconfianza.
— Estuve ocupado amorcito — respondió Gabo tomándola del
brazo y se acercó a su oído— No es tu problema lo que haga tu
marido, debes ser sumisa — añadió en un tono despectivo y de
forma muy disimulada para que nadie sospechara.
— ¡Claro! — Lucía Esbozó una falsa sonrisa y apresuró el paso
para estar dentro del templo y sentirse de alguna forma más segura.
— Hijo mío, bienvenido — se escuchó en el pasillo, era Abner
que caminaba raudo hacia ellos— Me alegro de verlos en la casa
del Señor — le dio un abrazo a Gabriel y luego saludó a Lucía
cariñosamente, quien se ubicó rápidamente junto a Marta y Corina
en la primera fila del templo.
— ¿Has sabido algo del producto? — preguntó Abner de forma
disimulada a su hijo— Betancourt está presionando — lo miró
fijamente.
— No Padre, nada por el momento — respondió Gabriel con
seguridad— No he parado de trabajar en ello — agregó mientras se
alejaba para tomar su lugar y no ser escuchados por los demás. El
Pastor hizo lo mismo y se fue directo al púlpito para comenzar son
su sermón.
Los cánticos comenzaron de parte del coro y toda la
congregación comenzó a seguirlos con sus himnarios abiertos; unos
tonos más altos que otros parecían luchar por ser el creyente más
ferviente entre la asistencia, los panderos con cintas tricolores se
sacudían con esmero en una coreografía casi perfecta entre las
adolescentes de pelo trenzado que eran observadas por algunas
hermanas con un poco de envidia al estar en un lugar más visible de
la congregación; bien sabido era que, generalmente “las del coro”
conseguían novios entre los muchachos que las miraban con cierta
admiración. Por lo general se trataba de jóvenes bien educados que
desde pequeños eran parte de la iglesia y no por eso, estaban
exentos de las tentaciones del “enemigo” y justamente hoy el
sermón trataba de los pecados carnales entre la juventud,
desatando murmullos entre los asistentes que esperaban ansiosos a
que el Pastor hiciera referencia a una jovencita, que siendo parte de
la congregación había quedado embarazada de uno de los
jardineros del colegio; el escándalo llevaba días y ya no era un
“chisme santo”, por lo que debían decidir entre todos qué hacer con
ella, pues un embarazo fuera del matrimonio era una pecado que la
hacía indigna de estar allí y debía, a futuro, volver a bautizarse para
estar digna de la presencia del Señor. Entre oraciones y cánticos,
terminaron por darle una oportunidad, luego de haberla expuesto a
un juicio público y vergonzoso. De todas formas, las hermanas
tendrían para chismosear por meses y tal vez por años con el tema.
Acabaron por recoger las ofrendas y dar la última oración, luego
comenzaron a retirarse poco a poco. Entre los asistentes, un
hombre delgado y calvo se acercó a Gabriel junto a su joven hijo, un
muchacho de unos catorce años tan escuálido como su padre.
— Joven, usted que es tan respetado y admirado por todos
¿Podrá ayudar a mi muchacho? — consultó con algo de timidez el
hombre y acercándose bastante como para no ser escuchado por el
resto.
— Sí hermano, dígame en qué puedo ayudarle — Gabriel sonrío
como de costumbre y observaba al chico que no levantaba la
mirada.
— Bueno Gabrielito, son cosas de hombres y yo quisiera que
usted le diera un consejo a Elías…así entre jóvenes, yo estoy
reviejo ya — dijo el hombre con algo de incomodidad, acercando a
su hijo a Gabriel— Ahí lo dejo con usted… te espero afuera Mijo—
le dio una palmada en el hombro.
— Y bien Elías ¿Qué pasó que Don Pepe está tan asustado? —
preguntó Gabriel con una sonrisa viendo como todos salían de la
iglesia— ¿No quieres venir a la iglesia? — trataba de indagar en lo
que sucedía al joven.
— Nada tío Gabo — respondió algo sonrojado—Es que mi padre
dice que soy un pecador como la chica que tiene que bautizarse de
nuevo por inmunda — se puso más rojo de lo que estaba.
— ¿Dejaste una chica embarazada? — Gabriel lo miró
asombrado, ya que Elías no parecía tener novia.
— ¡No, claro que no! — dijo el chico con nerviosismo— Lo que
pasa es que mi tía me encontró el otro día tocándome ahí — miró
bajo su ombligo y su rostro se encendió más aún, haciendo que
Gabriel soltará una risotada.
— ¡Pero Elías! Tienes que ser más inteligente y cerrar la puerta
— Gabriel no paraba de reír—No tienes para que decir que lo
haces, no seas tonto — agregó mientras el muchacho volvía a tener
un color normal en su cara.
— Pero mi papá dice que es pecado y mi tía piensa que soy
asqueroso — Elías lo miraba algo temeroso.
— Mira Elías, todos lo hacen y ninguno se ha ido al infierno…
Solo no lo digas y ya — le dijo en voz baja, ya que todavía
quedaban personas en la puerta— Son las ventajas de ser hombre,
nadie se entera…En cambio las chicas si hacen algo se embarazan
y deben ser juzgadas — le extendió la mano para despedirse— Los
hombres mandan en la Biblia, las mujeres no…Disfruta lo que tienes
— le guiñó un ojo y se fue, dejando al muchacho con una tremenda
sonrisa sabiendo que no ardería con Satanás por autocomplacerse.
A la salida, se despidió de todos y se fue hacia donde estaba
Lucía esperando cerca del auto. No se veía animada y no paraba de
morderse las uñas.
— Esposa mía, ¿puedes decirle a Marta que te pasen a dejar a
casa? – preguntó Gabriel Sonriendo— Puedes decir que yo tengo
trabajo que hacer aún — añadió acercándose a ella, luego le besó la
mejilla.
— ¿No irás a casa esta noche? – le dijo Lucía con curiosidad.
— ¡Menos preguntas y vete a casa con mi familia! — contestó
Gabriel con arrogancia.
— Entiendo, no hay problema — Lucía prefería no saber más y
en el fondo la tranquilizaba no tenerlo cerca de ella— Le diré a
Marta que me lleve — dijo intentando sonreírle.
— ¡Otro día voy por ti mi amorcito! — Gabriel le sonrío con
picardía, aunque no tuvo la respuesta que esperaba; Lucía se
apresuró y se fue donde estaba Corina con Marta esperando al
Pastor.
Gabriel sin dudarlo, se fue en dirección al Hogar de niños para
ver a Boris; en el fondo de su corazón sentía el deseo de tenerlo
cerca y al menos con verlo se conformaba, las emociones se le
revolvían con sólo pensar en el adolescente. Pasó a un restaurant y
compró Pizza para llevarle de comer, parecía estar entusiasmado
con lo que para él parecía una cita. Rato más tarde ya estaba
abriendo la compuerta en la bodega del Hogar.
— ¡Ya llegué, Boris! — gritó descendiendo por la escalera— ¡Te
traje comida! — le mostraba la caja de Pizza y unas latas de
gaseosa en una bolsa.
Se instaló al costado de la cama y sacó las cosas que traía para
Boris, mientras este miraba con desprecio. El televisor estaba
encendido en un canal de música.
— ¿Qué pasa? — Gabriel sonaba preocupado— ¿No tienes
hambre bro? — cortaba un trozo de la Pizza.
— No, gracias…Quiero irme con Julián — contestó Boris
secamente.
— ¡No quiero que repitas su nombre! — gritó Gabriel que parecía
odiar a su novio— Te traje comida para que veamos una película
antes de dormir — su cara volvió a armonizarse.
— Gracias, pero por ahora no quiero nada — insistió Boris con
algo de miedo por sus reacciones.
— Está bien…Si no quieres comer no importa, cuando tengas
hambre puedes comer Pizza fría — Gabriel se puso de pie algo
molesto, sentía pena cuando Boris lo rechazaba— Ahora vamos a
descansar, vengo de un hermoso culto de perdón — se quitaba los
zapatos.
— ¿Culto de perdón? —Boris no salía de su asombro— ¿Qué
haces? — preguntó al ver que este se estaba desvistiendo.
— Pues vamos a dormir juntitos como antes — dijo Gabriel
entusiasmado ante la mirada preocupada del joven— Abrazaditos…
— sonrío, quitándose los pantalones.
— ¿Es necesario? — Boris no entendía nada y temía lo que
pudiese pasarle durante la noche.
— Cosito hermoso…Yo te cuidaré toda la noche — Gabriel ya
estaba en bóxer y frente a la cama con una gran sonrisa— ¡Vamos!,
¿Qué esperas?¡Quítate la ropa! — se veía emocionado.
Boris no tuvo más opción que seguir sus instrucciones y se tendió
en la cama en bóxer mirando televisión, al parecer Gabriel deseaba
pasar un rato cerca suyo y lo abrazó por la espalda con delicadeza;
el miedo recorría cada rincón del adolescente, que estaba
desesperado por salir de aquel lugar y estar lejos. Gabriel lo
acariciaba sin tener respuesta alguna, pero no desistía en su
empeño por reconquistarlo; incluso no le había dicho al Pastor que
estaba encerrado en el Hogar. Se aferró con fuerza al suave cuerpo
de Boris, tal y como recordaba aquellas noches en que se
encendían al estar cerca.
— Tranquilo, sólo quiero tenerte cerca de mí — susurró Gabriel al
oído de Boris, luego pasó sus labios por su cuello. El corazón del
muchacho se aceleró y un frío gélido recorrió su espalda. Rogaba
que Gabriel no intentará algo más, esta vez no veía escapatoria.
Todos somos Boris

D ías después de que Gabriel se llevara a Boris por la fuerza,


Julián logró reunir a todos los que creía necesarios para ir en
la búsqueda de su novio. Se encontraban en el departamento de
Koka y Tati planificando cómo sería el rescate de Boris; ambas ya
estaban listas para enfrentarse al Pastor y su perverso hijo, durante
el breve tiempo que los muchachos llevaban trabajando para ellas
en la discoteca, le habían tomado mucho afecto por ser una persona
alegre y transparente, por ello ya se encontraban comprometidas
con Julián para todo lo que necesitara. Camila y Felipe continuaban
acompañando a su amigo y pensando cada detalle del plan; estaban
a la espera de que llegaran los antiguos amigos de Gabriel, aquellos
que se hacían llamar “La Fraternidad” y a los cuales, ya hace un
tiempo, Julián había amenazado con llevar a la justicia por ser
cómplices del abuso que Gabriel cometió con él. Desde ese día
prometieron ayudarlo en lo que necesitará y por lo mismo
aparecieron en la boda para incomodar a Gabriel, ahora serían de
gran ayuda, pues uno de ellos era Periodista y estaban dispuestos a
utilizar hasta la prensa para desenmascarar al Pastor y sus turbios
negocios de tráfico. No pasó mucho tiempo cuando entró Bruno al
departamento con los tres ex amigos de Gabriel para comenzar con
la reunión; Francisco, Nicky y Alex tomaron asiento junto al resto
que los esperaba.
— Qué bueno que estemos todos reunidos como se los pedí —
dijo Julián algo desgastado luego de las terribles horas que había
pasado sin su novio— Ya saben lo que ha ocurrido y conociendo a
Gabriel estamos en contra del tiempo, no podemos dejar que Boris
pase más horas cerca de él – su mirada estaba perdida como
buscando una respuesta.
— No podemos dejar que le haga daño a Boris ni que continúe
utilizando a esos niños del hogar — intervino Camila afligida, tenía
una mano tomada de Felipe.
— Hemos venido como te lo prometimos Julián — agregó Alex
mirando a sus otros dos amigos— Estaré en una deuda toda mi vida
por no haberte protegido de esa mierda de Gabriel cuando eras mi
novio, ahora haré todo lo que esté a mi alcance para ayudarte — se
miraron fijamente con tristeza.
— Yo me siento avergonzado por ser cómplice de Gabriel esa
noche, estaba drogado y fui un hijo de puta al permitirlo — la voz de
Nicky sonaba quebrada— Por favor, déjame enmendar mi error —
agregó extendiendo su mano hacia Julián; quién tardó unos
segundos en responderle, pero de igual forma lo hizo.
— Cuenten con nosotros para todo lo que sea necesario, no
puedo creer todo lo que ha hecho Gabriel en su miserable vida —
dijo Francisco, el rugbista del grupo— Y pensar que lo considere mi
amigo, ¡es una mierda! — añadió con ira, empuñando sus manos en
sus rodillas.
— Gracias, de verdad que los necesitaré — Julián intentaba
hacerse el fuerte, pero su cara reflejaba el sufrimiento.
— Hemos estado pensando cómo haremos para enfrentar a esta
gente — dijo Koka, sentada junto a su novia— ¡Tenemos que
encontrar a Boris y desenmascararlos! — sonaba decidida.
— El problema está en que no estamos seguros de dónde tienen
escondido a Boris — Felipe les mostraba una foto del hogar de
niños sobre la mesa— Puede que aquí lo tengan en la bodega, pero
sería muy obvio — pensaba en dónde más podría estar.
— ¡En la Casona de los Ferrada menos! — Camila tenía unas
imágenes en su celular— No creo que su tía ni la directora del
colegio sepan lo que sucede — se acomodaba en el borde del sillón.
— ¿Y su colegio? —preguntó Alex – Ellos también son dueños de
ese lugar, tal vez allí tengan donde ocultarlo — miraba a los
muchachos que no habían considerado el colegio en sus planes.
— Puede ser, pero sería peligroso para ellos tenerlo donde hay
tanto movimiento— Felipe daba vueltas en esa idea— Aunque
ahora en vacaciones, tal vez lo utilicen — no contaban con aquel
lugar en su estrategia.
— ¿La iglesia? — consultó Bruno, sentado cerca de Tati—
Quizás utilicen el templo…Si son tan malos— tomaba un vaso de
gaseosa, mientras todos lo miraban, ya que era posible que allí
pudiese estar encerrado.
— Bueno, tendremos que buscar por todos lados — Camila puso
su mano en el hombro de Julián que parecía estar sin fuerzas.
— ¿Cuál es el plan que tienen? — preguntó Nicky ansioso.
— Lo primero es ir hasta allá y detectar dónde está Boris —
Julián hizo una pausa, sintió un nudo en la garganta— Esperemos
que no haya abusado de él como lo hizo conmigo — se acomodó y
puso las fotos que tenían en orden sobre la mesita de la sala— Una
vez que sepamos dónde lo tienen, hay qué ver cómo rescatarlo…
Luego de eso podemos atacar al Pastor y esa red de tráfico que
tiene, lo primero es Boris — añadió observando todos los lugares
dónde podría estar.
— Y para asustarlos un poco, podríamos poner en el periódico en
donde trabajo que el hijo del Pastor está desaparecido — dijo Alex
sentado entre los otros dos— Eso hará que se den cuenta que Boris
no está solo y tiene amigos que lo buscan, además con eso Gabriel
debería sentirse amedrentado — agregó esperando la aprobación
del resto.
— ¡Qué buena idea! —Exclamó Camila— Gabo no quiere que la
gente sepa quién es realmente y con eso su reputación corre peligro
— sus ojos se iluminaron.
— No creo que se atreva a hacerle daño si su posición frente a la
congregación se ve afectada — agregó Felipe, el que lo conocía del
equipo de fútbol.
— ¡Entonces mañana sale la noticia a primera hora! — Alex
estaba animado con su plan.
— ¡Y partimos todos a buscar a Boris! — Bruno también sonaba
entusiasmado con la idea de ir en un rescate.
— Debemos mantenernos comunicados —Tati estaba digitando
algo en su celular— Estoy creando un grupo en WhatsApp para que
nos mantengamos al tanto de todo — sus dedos volaban sobre la
pantalla del aparato— Eh… ¿Un nombre para este grupo? — los
miró con duda.
— ¡La fuerza gay! — gritó Bruno levantando una mano
empuñada, mientras todos lo veían con caras extrañas.
Koka soltó una risotada junto al resto— ¡No puedes ser más gay
Brunito! — continuaba riendo junto a su novia.
— ¿Qué tal suena…Hashtag Todos somos Boris? — Alex
intervino entre las risas.
— ¡Sí! — gritaron todos casi al mismo tiempo.
— Entonces esa es nuestra causa — dijo Tati escribiendo en su
celular el nombre del grupo #TodosSomosBoris y luego terminó por
añadir a todos los presentes.
Se quedaron planificando el viaje y cada detalle de lo que harían,
ya sabían bien dónde llegar en primera instancia a buscar a su
amigo. Alex se puso en contacto con el periódico y consiguió
agregar una nota sobre la desaparición del hijo de un conocido
Pastor de la ciudad. Prepararon sus bolsos y se reunieron a la hora
acordada de la madrugada del otro día para partir con la búsqueda.
*****************************************
Esa mañana y kilómetros más allá, en la iglesia Ministerio de los
Arcángeles, Abner ordenaba el púlpito para el culto de la tarde; con
esmero dejaba cada silla y objeto en su lugar. Luego de preparar los
pormenores de la jornada religiosa, abrió la puerta a una señora que
cada día ayudaba en el lugar con el aseo del templo.
— ¡Buenos días, querido hermano! — exclamó alegre la mujer al
verle.
— ¡Muy buenos días, hermana Ana! — contestó Abner con una
cálida sonrisa.
— ¿Hay mucho por hacer este día en el templo? — consultó la
señora acomodando sus cosas en una de las bancas de la iglesia.
— No mucho la verdad, pero siempre es bueno que revise…Ya
sabe que me gusta todo reluciente — respondió el Pastor que como
de costumbre la dejaba sola en el lugar para sus labores.
— ¡Pastor, no se vaya! — gritó Ana para que no saliera todavía –
Esto estaba en la entrada, hoy no lo recogió — dijo la mujer
sonriendo, en su mano sostenía el periódico.
— ¡No estaba aun cuando llegue! — Abner extendió su mano y
se lo recibió – Muchas Gracias Ana, nos vemos y ¡Dios te bendiga
hermana! — finalizó cerrando la puerta.
Caminó hasta su vehículo y antes de hacerlo partir, abrió el rollo
de papel para darle un vistazo a los titulares. La noticia del día era
un robo al Banco de la ciudad, se destacaban algunos hechos
deportivos y en una esquina se detuvo al ver la fotografía de su hijo
que decía: “Página 25 – DESAPARECIÓ EL HIJO DEL PASTOR
DEL COLEGIO ARCANGELES”. Sintió un frío recorrer su espalda y
de manera nerviosa hojeo el diario hasta llegar a la página que
contenía la noticia.
“MÁS DE 48 HORAS LLEVA DESAPARECIDO BORIS FERRADA
— El hijo de dieciséis años del reconocido Pastor Abner Ferrada de
la congregación Ministerio de los Arcángeles se encuentra
desaparecido tras ser visto por última vez con su hermano mayor en
las cercanías de un balneario en donde se encontraba de paseo con
unos amigos. Noticia en desarrollo.”
Los ojos de Abner se encendieron de ira al ver que estaba su
nombre en el periódico de la ciudad y vinculaban la desaparición de
su hijo con Gabriel; buscó su celular con desesperación y marcó a
uno de sus contactos.
— Hola, Padre — contestó Gabriel desde el apartamento donde
vivía con su esposa.
— ¿Ya viste el periódico de hoy? — Abner sonaba cortante.
— No lo tengo ¿Qué sucede? — Gabriel se levantaba de la
mesa, acababa de desayunar con Lucía y no quería que esta
escuchara nada.
— Estamos en titulares…buscan a Boris — dijo Abner con la voz
cada vez más grave – ¿Lo has visto? — preguntó severamente.
— No, claro que no he visto a Boris — respondió Gabriel,
entrando al baño de su habitación sin saber que Lucía había
escuchado, ya que se levantó para ver qué estaba hablando con su
padre.
— ¡Mientes! — grito Abner con furia— ¡Dice claramente que la
última vez fue visto contigo! — agregó casi descontrolado.
— De verdad no he visto a Boris — afirmó Gabriel nervioso.
— ¡Necesito que nos veamos antes del mediodía! Esto es grave
— sentenció el Pastor y luego colgó enfadado.
Gabriel se mantuvo en silencio, se observaba en el espejo e
intentaba pensar qué decir al Pastor, ya que le estaba mintiendo
sobre el paradero de su hijo. Afuera del baño y presa de los nervios,
se encontraba Lucía que acaba de escuchar toda la conversación;
se apresuró y se fue nuevamente hasta la cocina en donde pudo
respirar con más calma, sus manos temblaban.
— Gabriel tiene a Boris en alguna parte — susurró Lucía
paralizada cerca de la puerta, sabía de lo que era capaz su esposo.
— ¿Qué haces ahí? — apareció Gabriel de improviso.
— Nada, sólo vine por un poco de agua — contestó la mujer
intentando ocultar sus nervios.
— Yo debo salir por asuntos con mi padre — Gabriel se
acomodaba la camisa y buscaba algo con apuro.
— ¿Buscas tu bolso? — Lucía parecía saber lo que su esposo
necesitaba.
— Sí, eso mismo necesito y no sé dónde lo dejé — Gabriel
miraba por todos lados.
— Yo te lo traigo, no te preocupes…Lo dejaste en la habitación —
respondió Lucía rápidamente y se fue casi corriendo a buscarlo. Allí
estaba sobre una silla en el dormitorio, lo tomó y sin dudarlo metió
su mano en él y sacó algo que mantuvo oculto en su puño, mientras
se apuraba en entregar el bolso a su esposo.
— Gracias linda, eres una buena esposa — Gabriel tomó el bolso
y la besó, luego salió con prisa del apartamento.
Lucía estaba agitada, intuía que su esposo conocía dónde estaba
Boris. Aún temblorosa por los nervios, abrió su puño y ahí tenía un
manojo de llaves; de alguna forma pensó rápidamente que una de
ellas podía ser del lugar en dónde se encontraba Boris. Se sentó y
observando las llaves se puso a pensar.
El Culto

Y a era hora de que llegaras — dijo Abner impaciente, se


encontraba sentado en su escritorio en la Casona— Todo el
mundo ya sabe que Boris desapareció — puso el periódico sobre la
mesa para que Gabriel pudiera verlo— Y sigo sin entender qué
tienes que ver tú… ¿ya lo encontraste? — sus ojos no disimulaban
su enojo.
— Padre, no quería decirlo al teléfono — Gabriel tomó el
periódico para leer la noticia otra vez— Sí, lo encontré y lo tengo en
un lugar en las afueras de la ciudad — Carraspeó un poco por los
nervios de ver a Abner enfadado— No creo que sea seguro tenerlo
cerca — agregó con seguridad.
— ¡Y qué esperabas para contármelo! —Abner se puso de pie—
¡No puedes tomar decisiones solo en esto o puede costarnos
carísimo! — lo apuntaba amenazante— Ahora, necesito que lo
traigas, ya que se supone que lo vieron por última vez contigo —
caminó hasta la ventana pensando.
— ¿Traerlo? — Gabriel no estaba seguro del plan de su padre—
¿Y si regresa cómo podremos utilizarlo en nuestros propósitos? —
intentaba convencer a Abner— ¡Será evidente si vuelve a
desaparecer! — enfatizó, tratando de disimular sus nervios.
— ¡Me da lo mismo! — gritó el Pastor, cada vez más impaciente
— Hoy lo necesitamos de regreso y tú debes traerlo sano y salvo —
recalcó mirándolo fijamente— Lo quiero esta noche durmiendo en
su habitación o tendrás muchos problemas no sólo con
Betancourt…Y eso no lo queremos — puso una mano en el hombro
de Gabriel presionando con fuerza para dejarle en claro que no
debía desobedecer.
— Está bien padre, esta noche lo tendrán en casa nuevamente y
veré la forma de que no diga nada — contestó Gabriel de forma
obediente.
— Pero antes deberás ir urgente a casa de Betancourt, necesita
darte instrucciones en persona del resto del plan —Abner miraba su
celular— Deberás irte ahora mismo y sin tiempo que perder, al
regreso pasas por Boris donde lo tienes y llegarás justo a la hora de
la cena — caminó con él hasta la puerta— Así es que no pierdas
minutos valiosos y vete ya donde Armín — ordenó al tiempo que
abrió la puerta para que saliera.
— Entendido padre, así lo haré — Gabriel salió raudo e
intentando pensar cómo hacer para sacar a Boris del Hogar de
niños sin ser visto, no tenía tiempo para ir inmediatamente, ya que si
dejaba esperando a Betancourt tendría más problemas de los que
ya tenía con la noticia del periódico y no quería perder el puesto que
se había ganado en el grupo de tráfico de órganos. Caminó veloz
hasta su auto y se fue en dirección al lago donde vivía el Anciano,
de regreso pasaría a buscar al muchacho y ya vería qué hacer para
que este no hablara; estaba nervioso pues no contaba con aparecer
en la prensa vinculado a una desaparición. Tomó el camino hacia la
carretera y sin detenerse emprendió el viaje.
En la Casona Ferrada el tiempo pasó rápido y ya estaba cerca la
hora del culto de la tarde. Como era habitual, Abner esperó a su
hermana Corina y su esposa Marta para salir juntos en dirección al
templo en donde ya la mayoría de la congregación esperaba que su
Pastor llegara para comenzar con la jornada. Las mujeres
alborotadas saludaban al apuesto líder del grupo, sin importarles
que sus maridos estuviesen al lado, al menos lo disimulaban con
afecto de hermanos de iglesia. Cerca de la puerta, Lucía ya se veía
un poco aburrida de responder a las preguntas que le hacían por la
noticia del periódico, la verdad no entendía nada y no sabía qué
decir; no tardaron en comenzar a interrogar al Pastor, quien con una
fingida sonrisa pidió que se acercaran justo antes de ingresar al
templo.
— Hermanos queridos, muchas gracias por su cariño y
preocupación por mi hijo — dijo mientras movía las manos para que
vinieran hacia él— Ustedes ya saben cómo es la juventud de estos
días y mi hijo tuvo una crisis al recordar a su fallecida madre— tapó
su boca con la mano sutilmente, intentando parecer emocionado—
Y luego se fue sin decir nada hasta que al fin Gabriel lo ha
encontrado — miró a Marta que lo veía con extrañeza – ¡Está noche
ya lo tendremos en casa! — gritó con falsas lágrimas en los ojos.
— ¡Gloria a Dios! — exclamó gran parte de la congregación —
¡Bendito sea el cordero! — agregaron algunos, más emocionados
con la noticia.
— No me habías dicho nada al respecto — Marta le susurró
disimuladamente al oído a su esposo.
— Fue todo demasiado rápido Marta, tranquila – respondió Abner
mientras recibía palmadas en la espalda en señal de apoyo.
— Hay mucho por pedirle al Señor para que sane a mi sobrino de
su mal — expresó Corina afligida a Lucía que se encontraba a su
lado del brazo y en silencio.
— Sí, tía Corina, tendrás mucho que pedir al Señor – respondió
pensativa la esposa de Gabriel, luego siguieron al grupo que
ingresaba al templo.
Se ubicaron en el sitio que cada uno ocupaba tradicionalmente y
el coro inició los coritos al ritmo de los instrumentos, que tan
abnegadamente tocaban los hermanos.
— “Alzaré mis ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi
socorro?...
Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra…”— las
voces se escuchaban desde la calle.
—“He Aquí no se adormecerá, ni dormirá el que guarda a
Israel…”— Corina elevaba su voz para que fuese escuchada en el
mismísimo cielo con la mirada fija en su himnario. De pronto, la
puerta del templo sonó estruendosamente y toda la congregación
del susto se detuvo súbitamente y volteó a ver qué sucedía. Algunos
rostros palidecieron, unos hermanos tenían la boca tan abierta que
cualquier mosca podría haber entrado sin problema, estaban
horrorizados.
— ¡Porqué se detiene el espectáculo! — gritó Serena Lagerfeld
escandalosamente desde la entrada con un ajustado traje rosado
lleno de brillo y una cabellera rubia – ¡Cantemos todos! “¡Mi socorro
viene!”— alzó su voz imitando al coro, ante la mirada estupefacta de
los presentes que parecían no reaccionar. La exuberante presencia
de Serena se imponía amenazante, era el pecado encarnado en la
puerta del templo.
— ¡Pero, qué insolencia es esta! — apareció Abner desde las
primeras filas del templo como si hubiese entrado el demonio.
— ¡No se atreva a echarnos! — exclamó Koka que estaba de la
mano con Tati a un costado de Serena— ¿Acaso no somos
bienvenidas en la casa del Señor? — se acercó a su novia y la besó
apasionadamente. Los murmullos aterrados de algunas mujeres
retumbaron con el eco del lugar.
— ¿Quiénes son ustedes? — Abner caminó por el pasillo
enfadado— ¡No se dan cuenta de que esto es un lugar sagrado! —
echaba chispas por los ojos.
— ¡Pare ahí, señor Pastor! — Julián lo interrumpió, estaba junto a
todo al grupo que venía en búsqueda de Boris – ¿Acaso no son
bienvenidos los homosexuales en su iglesia? — preguntó
fuertemente para que no quedara nadie sin escuchar. La
congregación estaba alborotada, algunas mujeres mayores eran
abanicadas por sus esposos para que pudiesen respirar; no daban
más de la impresión.
— ¡Sodomitas, fuera de aquí! — gritó enardecido un hombre
entre la multitud.
— ¡Repito… ¿No somos bienvenidos?! —Julián estaba junto a
Felipe y Camila observando.
— ¡Su pecado debe ser eliminado! — respondió Abner incómodo
— ¡Jamás entrarán en el Reino de los cielos! — recalcó
apuntándolos.
— ¿Y sus hermanos ya saben lo que le hizo a su hijo Boris por
ser homosexual? — intervino Felipe enfadado. Todos en la iglesia se
miraban y murmuraban espantados de lo que acababan de oír.
— ¡Sepan también que Gabriel es un homosexual reprimido y
perverso! — exclamó Julián con furia. Las miradas se fueron hacia
Lucía que permanecía inmóvil – ¡Y queremos que nos entreguen a
Boris…Ese desgraciado lo tiene en algún lugar! — enfatizó
apuntando al Pastor.
— ¡Y yo también quiero saber dónde está la profesora Luisa! —
Camila se abrió paso— ¡La vieron por última vez en el hogar de
niños y no puede estar desaparecida! — gritó ante la mirada atónita
del Pastor.
— ¿Es su hijo un sodomita? — preguntó con asco unos de los
hermanos al Pastor. A lo lejos se escuchó caer a Corina desmayada
y tras de ella unos pasos corriendo que al parecer eran de Juana
que iba como siempre a socorrer a su patrona. Hubo un silencio
escalofriante dentro del templo, parecían estar divididos los puros de
los pecadores.
— ¡Dígales la verdad señor! — advirtió Serena con las manos en
la cintura, haciendo más imponente su presencia. Un jovencito la
miraba disimuladamente y con culpa desde uno de los asientos, ella
le guiño un ojo haciendo que el muchacho se sonrojara— Parece
que hay muchos que no entraran en su reino… — soltó una risotada
escandalosa, luego de acomodarse el escote.
— ¡Esto es una prueba hermanos! — gritó Abner viendo al grupo
— Es el demonio que nos quiere dividir y no podrá! — sus manos
temblaban al ver cómo algunos tomaban a sus hijos y salían de
prisa del templo murmurando, viéndolo con desprecio, sin darle
espacio a explicar.
— ¿Dónde está Boris? — insistió Julián, mientras Alex, el
periodista grababa todo junto a sus amigos.
— ¡Fuera de aquí! — respondió el Pastor descontrolado—
¡Malditos demonios! — se acercó a ellos enfurecido— ¡No está con
nosotros ese mocoso! — recalcó muy cerca de Julián.
— No nos provoques o diremos lo que sabemos — Julián se
puso firme frente al Pastor— No te conviene que digamos lo que
haces con los niños del hogar — le dijo seriamente y en voz baja
para que el resto no escuchara, lo veía directo a los ojos. El Pastor
dio un paso atrás asustado, no esperaba que ellos supieran de su
secreto.
— No lo sé…No sé dónde está…Váyanse de aquí — balbuceó
Abner preso de los nervios.
La congregación comenzó a salir de la iglesia, muchos iban
llorando, otros enfurecidos con lo que Abner ocultaba sobre sus
hijos, unos cuantos seguían espantados por la aparición de un
transformista y otros homosexuales en la casa de Dios; poco a poco
fueron desalojando el lugar, al fondo estaba Corina aún desmayada
junto a Juana, Marta estaba inmóvil pensando y observando cómo
todos los veían con reproche.
— Creo que aquí no está Boris — dijo Julián viendo a sus
compañeros – Al menos le hemos dado otro golpe a estos imbéciles
farsantes — Felipe le daba la mano en señal de apoyo.
— ¡Estuviste increíble Serena! — Camila se reía mientras salían
de la iglesia de la mano.
— He grabado todo…Esto podría ser una tremenda noticia —
intervino Alex revisando su cámara.
— Ahora nos falta saber dónde está mi bebé — Julián continuaba
triste – Quizás el colegio podría ser el lugar — dijo mientras veía las
personas alejarse de la iglesia.
— Tranquilo, hermano…Lo vamos a encontrar — Felipe lo
abrazaba por la espalda para darle ánimo.
— Creo que yo puedo ayudarlos — interrumpió Lucía que pasó
caminando rápidamente junto a ellos para que nadie de la familia la
viera— ¡Síganme! — insistió sin dejar de caminar, se metió detrás
de un camión que había estacionado cerca. Todos la siguieron.
— ¿Cómo nos vas a ayudar si odias a Boris? — Julián la miraba
enojado e inseguro.
— Eso era antes — respondió Lucía con un claro arrepentimiento
en sus ojos— Ahora sé quién es realmente mi esposo — sus ojos se
pusieron vidriosos— Y no quiero que haga más daño del que me ha
hecho a mi — estaba nerviosa.
— Creo que tú también has sido su víctima —Camila se le acercó
para darle apoyo, los demás miraban espantados de saber que
Gabriel no había cambiado nada.
— Sí…— suspiró Lucía— Lo importante es que creo que puedo
ayudarlos a encontrar a Boris, cuenten conmigo para lo que sea —
dijo con seguridad— Hay que detener a Gabriel, es un animal —
recalcó con un tono angustiado.
— ¿Sabes dónde está mi novio? — Julián estaba impaciente.
— Creo que aquí puede estar la solución — Lucía sacó de su
bolsillo el manojo de llaves – Son todas del Hogar de niños y Gabriel
nunca sale sin ellas, esta vez lo engañé — dijo mirando a Julián—
Debe estar allí encerrado en alguna parte — puso el manojo en
manos del muchacho – Hay que sacarlo pronto… — finalizó
emocionada con las manos temblorosas.
El jefe

E l camino se hizo interminable para Gabriel que condujo a toda


prisa por la ruta que lo llevaba hasta el lago en donde vivía
Armín Betancourt junto a su esposa Helena. Tardó mucho menos
tiempo del habitual en llegar hasta el lugar donde fue recibido por el
mayordomo de la casa y conducido directamente hasta la terraza;
allí se encontraba el Anciano de la iglesia, sentado en un sillón de
madera contemplando el paisaje en silencio.
— Señor, ¿Necesita algo más para la reunión? — consultó el
mayordomo luego de anunciar al invitado.
— No, así estamos bien — contestó Armín con un tono de voz
triste— Que nadie nos interrumpa y por favor, no descuiden a
Helena — ordenó, dejando una taza de café vacía sobre una mesita
de vidrio.
— ¿Qué ha sucedido Don Armín? — Gabriel estaba intrigado—
¿Por qué me ha llamado tan urgente? — notaba algo extraño en su
comportamiento.
— Es mi esposa Helena que cada día la noto más deteriorada en
su salud — hablaba con algo de nostalgia— Creo que en cualquier
momento podría empeorar y vamos a necesitar echar a andar el
plan que teníamos trazado con Abner —Se puso serio – El problema
es que he notado que se les ha ido de las manos el mantener al
producto… — suspiró profundo— Digo, al muchacho ese que es su
hijo y que no han podido controlar — lo miraba fijamente.
— Puede estar usted tranquilo, ese tema lo tengo bajo control —
respondió Gabriel de inmediato— No ha sido fácil, pues sucedieron
cosas que no estaban en nuestros planes — intentaba verlo a los
ojos, pero el hombre le provocaba algo de temor – Pero como lo
digo, está en mi poder y cuando lo requiera tendrá lo que necesita
para salvar a su esposa — aseguró con confianza.
— El corazón…eso es lo que necesitamos — afirmó Armín
bruscamente — De ese trasplante depende la vida de mi mujer y
sabes bien que pagaré una fortuna — agregó y luego se puso de pie
ante la atenta mirada de Gabriel— Abner se comprometió a darme
lo que pido y el mismo ofreció a ese mocoso exclusivamente para mi
familia — enfatizó con un tono arrogante— Los otros huérfanos del
hogar están para los pedidos que hacen los más influyentes en el
extranjero, esos no los podemos tocar o seremos nosotros los
muertos… — sus ojos estaban clavados en los del joven que
escuchaba atento— Así es que debes cumplir con el trato pactado
— miraba en dirección hacia la casa, en la ventana de una
habitación estaba su esposa viendo hacia el lago— Ella no sabe
nada sobre esto, nada de lo que hacemos…Ella es una mujer
bondadosa y sólo debo salvarla, no puede morir — su voz
nuevamente estaba triste.
— No le fallaré Don Armín, puede contar conmigo para tener a su
esposa más tiempo a su lado — Gabriel se puso de pie y se paró al
lado del Anciano— Seré yo mismo quien obtendrá lo que necesita
en nuestras nuevas instalaciones — aseguró orgulloso.
— Muy bien muchacho, me gusta tu actitud — Armín le sonrío
como pocas veces lo hacía— No le temes a nada para conseguir tus
objetivos— Yo era igual cuando joven y ya ves todo lo que he
logrado — suspiró y se acomodó el sweater de hilo rojo que llevaba
puesto.
— Espero un día tener tanto poder como usted lo tiene señor —
los ojos de Gabriel se iluminaban al pensar en ese tema.
— Si sigues así quizás un día ocupes este puesto, tal vez antes
que Abner… — Armín lo animaba a continuar con su empeño—
Después de todo, los Ferrada no sacaron la inteligencia de su
difunto padre, sólo disfrutan el lugar que él les heredó — añadió con
algo de molestia— Si mi viejo amigo estuviera vivo, las cosas serían
más grandes aún…ambos comenzamos este negocio de las iglesias
— recordaba con la mirada perdida.
— Bueno, pero Abner y tía Corina han logrado mantener el
prestigio de la familia… — dijo Gabriel pensando en lo que veía
desde que lo habían encontrado.
— ¡Ah, no digas tonteras muchacho! — exclamó el Anciano
disgustado— Abner nunca ha estado a gusto del todo en el negocio,
siempre quiso ser un vago mujeriego — miraba a Gabriel con los
ojos bien abiertos de tanto enojo— Y esa zorra de Corina a la que le
dices tía… ¡Ahora se hace la puritana!, si supieras hijo… ¡Si
supieras! — enfatizó agitando sus manos.
— Ella siempre ha sido muy buena — intervino Gabriel sin saber
qué más decirle.
— Algún día quizás te cuente las cosas que sé y me guardo sólo
por el respeto a su padre, mi mejor amigo — respondió el Anciano
algo más calmado— Ahora, mejor vete y hazte cargo del producto
ese… El hijo de Abner y que le salió medio desviado — puso sus
ojos otra vez en los de Gabriel.
— ¿Desviado? — el corazón de Gabriel se aceleró.
— Sí, ya me acaban de llamar unas mujeres de la iglesia antes
de que llegaras — dijo Armín al tiempo que le indicaba el camino
para acompañarlo a la salida— ¡Un escándalo que hizo un montón
de afeminados y sodomitas amiguitos de ese mocoso! — su voz se
volvió a encender de ira— ¡Ve y hagan que la gente deje de hablar
tonteras! — ordenó el Anciano— ¡Es una iglesia, no un antro
Babilónico! — tenía su dedo índice levantado frente a la cara de
Gabriel dando instrucciones— Si se les van los fieles, no hay más
ofrendas…y sin ofrendas no hay negocio, ¿Entendido? — sentenció
algo agotado por el esfuerzo.
— Entendido señor — respondió Gabriel nervioso al enterarse de
lo ocurrido— Prometo que no le fallaré — extendió su mano para
despedirse.
— Ya lo sabes Gabriel… — Armín estrechó su mano fuertemente
— Un corazón… — dijo claramente— Y todo lo que sueñas será
para ti — finalizó soltando su mano.
— ¡Lo tendrá, se lo prometo! — exclamó Gabriel, subiéndose a
su vehículo y emprendió el viaje de regreso, pensando en lo que
acaba de saber; no contaba con que vinieran los amigos de Boris a
buscarlo de forma tan evidente a la iglesia. Presionó el acelerador y
su objetivo era llegar lo más rápido posible al Hogar de niños en
donde tenía escondido al muchacho.
*************************************************
Mientras Gabriel realizaba su viaje y Abner se recuperaba de la
intromisión de los amigos de su hijo en pleno culto, Julián y sus
amigos se dirigían en compañía de Lucía hasta el Hogar de niños en
donde pensaban que podría estar Boris. Esperaron no ser vistos por
las cuidadoras del lugar, ya que estas podrían poner en alerta al
Pastor al ver extraños en las inmediaciones del recinto. Entraron
sigilosamente, excepto por Serena, que por sus tacos y peluca le
era algo difícil pasar desapercibida.
— Ahora es cuando deberías ser Bruno y no Serena — le
susurraba Tati al transformista, mientras iban agachados pasando
debajo de una ventana.
— No puedo perder el glamur amiga, menos en un rescate –
respondió Serena sujetándose la peluca y haciendo equilibrio con
los tacones altos.
— Pareces uno de los Ángeles de Charlie en una misión —Koka
iba detrás empujándole el trasero para evitar que se cayera y ser
descubiertos.
— Guarden silencio que nos pueden ver — sugirió Julián
agachado cerca de Lucía.
— ¿Esa es la puerta? — Felipe llevaba a Camila tomada de una
mano.
— Sí, esa es…— respondió Julián que ya conocía el lugar,
estaban a un par de metros de llegar. A lo lejos se escuchaban los
gritos de los niños jugando dentro del hogar con las tías.
— Ustedes entren y nosotros vigilamos —Alex iba registrando
todo con su cámara – Somos demasiados para entrar en silencio —
agregó revisando la pantalla de su aparato.
— Si viene esa mierda de Gabo soy capaz de golpearlo — se
escuchó decir a Francisco que venía casi al final de la fila.
Poco a poco fueron avanzando hasta que llegaron hasta la
entrada a la bodega en la parte trasera del lugar. Lucía, muy
nerviosa por lo que estaba haciendo, veía cómo Julián sacaba el
manojo de llaves que esta le entregó y buscaba la que podría abrir
la puerta de acceso. Probaron la primera y no consiguieron nada, lo
mismo con la segunda llave y luego la tercera, hasta que en el
cuarto intento la puerta se abrió.
— ¡Al fin! — Julián sonrío a sus compañeros al tiempo que abría
lentamente la puerta para que no hiciera ruido.
— Está oscuro… — susurró Camila sin soltar a su novio, iban
detrás de Julián.
— Sí, aquí fue dónde vimos por última vez a la profesora —
recordó el muchacho, buscando un interruptor de luz.
— ¿Qué es eso? — preguntó Lucía asombrada desde la puerta.
Apuntaba al suelo, con la luz que ingresaba se lograba ver una
placa de metal.
— ¡Eso parece una bóveda! — Felipe no salía de su asombro.
— No, aquí debe estar encerrado mi amor — respondió Julián
con la mirada ilusionada— Esta llave es la más nueva y la más
grande — dijo viendo la pieza de metal que parecía tener menos
uso que el resto de las llaves— Estoy seguro de que esta sí es —
agregó y la introdujo en la cerradura que había a un costado. Se
escuchó claramente como si la compuerta se hubiese
descomprimido y luego de un clic, pudo levantar la pesada tapa
metálica ante la atenta mirada de sus amigos. Un halo de luz salía
del agujero, evidentemente no era un lugar sombrío como todos
estaban pensando.
— ¿Qué es esto? — Felipe se acercó a su amigo que se encontraba
arrodillado tras abrir la puerta.
— No sé, hay una escalera — Julián se acomodó para bajar y su
amigo iba detrás de él – Hay que bajar… — dijo sin dudarlo.
— ¿Quién es? — se escuchó gritar a una voz distorsionada por el
eco que provenía desde abajo— ¿Eres tú Gab…? — alcanzó a decir
Boris desde el final de la escalera cuando vio que arriba se
asomaba su novio y Felipe.
— ¡Mi amor! — gritó Julián exaltado por la emoción— ¡Sube ya! —
le dijo, extendiendo su mano preso de la emoción al verle. Todos
sonrieron al saber que habían dado con su paradero.
La mafia

B oris sin pensarlo ni un instante más, subió la escalera a toda


prisa con los ojos llorosos de la emoción de ver a su novio
esperándolo con las mismas ansias que él. De un brinco se saltó
varios peldaños y llegó hasta la salida, el abrazo que se dieron fue
con el alma, se entrelazaron por unos segundos que parecieron
hacer detener el tiempo; sólo estaban ellos sintiéndose mutuamente,
llenando ese vacío por las largas horas sin estar juntos. Un
apasionado beso daba cuenta del profundo amor que sentían
ambos, mientras sus amigos estaban emocionados por haber
encontrado a Boris.
— Te amo mi vida — le susurró Julián casi sin separar sus labios,
lo sostenía con una mano detrás de la nuca— Tenía tanto miedo de
perderte — dijo viéndole a los ojos.
— Lindo, yo también te amo — contestó Boris aferrándose a la
cintura de su novio— Deseaba tanto verte otra vez — volvió a
besarlo con pasión.
— ¡Hey, ya es suficiente tortolitos! — exclamó Felipe
acercándose a ellos con una enorme sonrisa— ¡Qué susto nos has
hecho pasar hermano! — abrazó a la pareja que continuaba sin
separarse.
— Gracias Pipe…Ustedes son lo máximo — Boris estaba
emocionado al verlos reunidos para ayudarlo.
— ¡Amiguito, te extrañé tanto! — Camila se abalanzó sobre ellos.
— ¡Dime si no me veo divina como rescatista! – exclamó Serena
haciendo una pose, junto a ella se encontraban Koka y Tati cerca de
la puerta.
— ¡Wow, qué lujo tener una rescatista así! — Boris sonrío y se
acercó a ellas para agradecerles, los tacos de Serena eran tan altos
que parecía que iba a tocar el techo.
— Me alegra mucho que Gabriel no te haya hecho daño — dijo
Lucía con timidez.
— ¿Lucía? — Boris no salía de su asombro – ¿Qué haces aquí
con mis amigos? — miró a todos como buscando una respuesta.
— Siento mucho todo lo que alguna vez te dije o hice —
respondió Lucía, acercándose a él – Espero con esto haber hecho lo
correcto — su mirada ya no era la misma de antes, de esa mujer
celosa que conoció Boris cuando llego a la Casona— Y si estoy aquí
es porque yo también he sufrido por culpa de ese desgraciado de
Gabriel — llevó sus manos a la cara, tuvo el impulso de llorar, pero
se contuvo.
— Oh, tranquila Lucía — Boris le tomó la mano— No digas nada
más, gracias de verdad por ayudarme — añadió con una sonrisa.
— ¡Chicos debemos salir de aquí rápido! — exclamó Alex con su
cámara en la mano.
— ¡Oh, No! — se escuchó decir a Nicky desde afuera – ¡Too late
guys! — exclamó viendo hacia afuera del hogar.
— ¡Corran chicos, viene gente hacia acá! — Francisco fue el
primero en correr buscando una salida, sus rostros cambiaron de
inmediato al saber que alguien venía en dirección hacia ellos.
— ¡Ay, estos tacones del terror! — Serena no acostumbraba a
andar por la tierra con ese calzado.
— ¡Corre o nos encontrarán! — le gritó Boris que iba junto a su
novio saliendo de la bodega.
— ¡Lo sé, pero prefiero que me encuentren digna! — gritaba la
transformista con sus piernas temblorosas.
Tras correr unos cuántos metros, se dieron cuenta de que el lugar
tenía sólo una salida y había una muralla alta al final del patio; Alex,
Nicky y Francisco se treparon en ella con facilidad y lograron ver
que Gabriel no venía sólo, al menos cuatro tipos más lo
acompañaban y venían armados.
— ¡Huyan y sigan con lo planeado! — les gritó Felipe que
también hubiese trepado, pero tenía a su novia de la mano para
protegerla.
Sin dudarlo, los tres saltaron al otro lado de la muralla y se fueron
para poder regresar con ayuda. Mientras tanto, los demás estaban
contra el muro asustados por la presencia de ese grupo de hombres
que seguía a Gabriel. Boris se aferró nuevamente a su novio, no
quería que los separaran otra vez.
— ¡Vaya…Así es que pretendían llevarse lo que nos pertenece!
— exclamó Gabriel en compañía de unos tipos con pinta de
matones – Y veo que mi querida esposa los ha ayudado…— dijo
sorprendido— Muy mala idea contradecir a tu esposo, te va a costar
caro — amenazó con una sonrisa malévola.
— ¡No, por favor! — Lucía temblaba detrás de Serena.
— ¡Muchachos, apunten a esta gentecita! — ordenó Gabriel a
sus hombres— ¡Son tan ilusos que pensaron que estaba solo en
esto! —soltó una carcajada mientras los demás estaban presos del
miedo al ver que los apuntaban con armas— Pensaron que era un
juego de niños…— agregó caminando lento hacia ellos.
— ¡Tú me quieres a mí y no a ellos! — exclamó Boris sin soltar la
mano de su novio— ¡Deja que se vayan por favor! — sintió deseos
de llorar.
— Ay, qué lindo gesto de tu parte… — dijo Gabriel con ironía—
Ya están aquí y son parte de la fiesta — se paró frente a la pareja,
sus hombres continuaban apuntando— Y tú, te has vuelto muy
valiente desde que te conocí — se puso cerca de Julián en forma
desafiante— Qué ironía del destino, los tres juntos al fin — no
dejaba de mirar al novio de Boris con odio.
— Y tú siempre tan cobarde — respondió Julián sin demostrarle
nada de temor, Boris apretó su mano.
— Pero yo soy más inteligente que ustedes y conseguiré lo que
quiero — Gabriel esbozó una sonrisa demostrando su malestar ante
las palabras del muchacho.
— ¡Eres un asqueroso! — gritó Serena haciéndose la valiente.
— ¿Quién eres tú? — Gabriel la miró despectivamente— ¿Una
muñeca inflable? — volvió su mirada hacia Boris.
— ¿Qué quieres de mi Gabriel? — los ojos del adolescente
demostraban desesperación— Entiende que yo no te amo…Déjanos
ir y no diremos nada — suplicó Boris con la esperanza de ablandar
su corazón.
— De ti quiero tantas cosas, ni te imaginas — respondió Gabriel
lanzándole un beso.
— ¡Te odio! — exclamó Lucía con desesperación sin poder
contener el llanto.
— ¡Ya basta! — gritó Gabriel — ¡Todos adentro de la bodega…
Me aburrieron! — ordenó con furia, luego hizo que sus hombres
guiaran al grupo hasta dentro de la bodega y los hizo bajar hasta la
clínica subterránea en absoluto silencio.
— ¿Qué mierda es esto? — susurró Koka a los demás
completamente asombrada.
— Aquí deben sacar los órganos de esos pobres niños —
respondió Tati cubriéndose la boca al ver que se trataba de un
quirófano.
— Tranquilo mi amor, yo estoy contigo – susurró Julián a su novio
sin soltarlo.
Los dejaron a todos en la habitación que había estado ocupando
Boris los últimos días, finalmente bajó Gabriel; dejando a dos
hombres arriba para vigilar. Se notaba satisfecho de tenerlos a todos
bajo su control.
— Muy bien…Aquí pasaran lo que les queda de vida — Gabriel
sonaba seguro de sus palabras y caminaba de un lado a otro en la
habitación— Ustedes mismos se metieron en esto sin que nadie los
llamara. Yo sólo quería a Boris — dijo mirándolos amontonados en
la pequeña cama del lugar— Ya veré cómo ir quitándolos del camino
— sonrío.
— ¡Joven Gabriel, llegó su padre! — gritó uno de los hombres
desde la salida superior del recinto.
— ¡Entendido! — respondió – ¡Hazlo bajar! — exclamó con
fuerza.
Fue un momento tenso y silencioso el que se produjo al escuchar
que el padre de Boris estaba en el lugar, desde arriba se escuchó su
voz saludar a los hombres que estaban a su servicio y lentamente
descendió la escalera, observando el desastre que significaba tener
a tantas personas en las instalaciones.
— Vaya…Veo que nos estás causando más problemas de los
planeados — dijo Abner mirando directamente a Boris – ¿Qué
significa toda esta gente aquí? — ahora miraba a Gabriel esperando
una respuesta, de pronto se detuvo— ¿Lucía? — exclamó con las
manos en la cabeza— ¿Qué hace tu esposa aquí? — preguntó
intranquilo.
— Lo siento, pero ella los ayudó a encontrar este lugar…Es una
traidora — sentenció Gabriel sin remordimiento.
— ¡Padre, por favor déjame salir de aquí! — suplicó Boris desde
la cama, Julián lo detuvo para que no se pusiera de pie.
— No pensé que nos darías tantos problemas cuando te traje a la
casa — Abner se acercó a él – Si no fuera porque vales millones de
pesos, jamás te hubiese recogido cuando murió tu madre — dijo sin
la menor muestra de afecto ante la mirada atónita de todos los
presentes— Nunca tuvimos tantos problemas en este negocio y
mira ahora…¡Un montón de desviados intentando rescatarte!—
sonaba molesto, nadie se atrevía a decir nada— ¡Ahora tendremos
que eliminarlos a todos! — exclamó mirando a Lucía y moviendo su
cabeza como no gustándole la idea de que ella estuviera ahí.
— Yo me haré cargo de ellos, ya veré qué hacer — intervino
Gabriel para tranquilizarlo.
— ¿Por qué dices que valgo millones? — se atrevió Boris a
preguntar a su padre.
— Pensé que ya te habías dado cuenta, mocoso marica —
respondió Abner justo antes de subir de regreso por la escalera—
Tú eres el siguiente en la lista de donantes, pagarán millones por ti
— dijo fríamente — Pensé que nadie reclamaría por ti, no
contábamos con estas aberraciones buscándote… — miró con
desprecio a los amigos de su hijo que lo rodeaban— Ahora ya lo
sabes, salúdame a tu madre cuando se reencuentren en el otro
mundo — finalizó y salió del lugar, seguido por Gabriel y los
hombres armados, luego cerraron la compuerta para que nadie se
escapara nuevamente.
— No puedo creer que me vendieron — dijo Boris perplejo, unas
lágrimas caían por su rostro y en el mismo estado se encontraban
todos quienes lo acompañaban. No daban crédito a lo que habían
escuchado.
— Mi amor yo no dejaré que nadie te haga daño, lo prometo —
Julián reaccionó y lo abrazó con fuerza para contenerlo, un sollozo
desgarrador se escuchó salir de lo más profundo de Boris.
*************************************************
Mientras todos sufrían al enterarse de la verdadera razón por la
que querían a Boris, varias calles más allá estaban Alex, Nicky y
Francisco llegando a una central de policía dispuestos a denunciar
al Pastor y sus hombres. Entraron al edificio un tanto alterados y
corrieron hasta el mesón central en donde un agente los recibió para
ver qué necesitaban.
— Buenas tardes, en qué puedo ayudarlos — dijo el policía frente
al computador para ingresar su denuncia.
— ¡Necesitamos ayuda! — exclamó Alex cansado de tanto correr
— Por favor, ayúdenos que tienen a nuestros amigos secuestrados
— dijo respirando agitado.
— Por favor, le pido que se calme un poco y me diga si lo que
está informando es cierto — el policía se sorprendió al escucharlo,
ya que no parecía ser un lugar donde esas cosas fueran habituales.
— ¡Unos traficantes tienen secuestrados a nuestros amigos! —
gritó Nicky impaciente sobre el mesón.
— ¿Traficantes de drogas? — preguntó el policía ingresando los
datos.
— ¡No, de órganos! — exclamó Francisco para apurar al hombre
que parecía una secretaria de biblioteca.
— Un momento, creo que esto lo debe manejar mi superior — el
policía se puso de pie – Por favor, síganme — les pidió y luego
caminaron hasta el final de un pasillo en el primer piso del edificio –
Denme un momento señores, esto puede ser delicado y será el
quien vea su caso — dijo antes de entrar en la oficina. Luego de
unos minutos de tomar datos, salió en compañía de un policía gordo
y de bigotes anchos que caminaba lento por el peso de un abdomen
prominente.
— Señores, por favor vengan conmigo a un sitio más seguro —
dijo el hombre, dejando atrás al encargado de la recepción. Lo
siguieron silenciosamente hasta la sala que estaba casi al final del
lugar— Pasen muchachos y díganme qué diablos es eso que andan
diciendo — les indicó que se sentaran en un viejo sillón que había
junto a la pared.
— Nuestros amigos han sido secuestrados por unos traficantes
de órganos — dijo Alex nuevamente y algo fastidiado por la demora.
— Traficantes que trabajan con Abner Ferrada, el Pastor de una
iglesia — intervino Nicky para apurar las cosas.
— Ya veo, esto sí que es grave — respondió el gordo policía
acomodándose los bigotes – No se muevan por favor…Vengo
enseguida — dijo extendiendo sus manos para que los muchachos
no se fueran de donde estaban.
— ¡Pero no hay tiempo que perder! — exclamó Francisco justo
cuando el policía salió y cerró la puerta con fuerza. Escucharon la
cerradura y se pusieron de pie sin creer lo que pasaba.
— ¡Hey, abre la puerta gordo infeliz! — gritó Alex moviendo la
manilla sin conseguir abrirla.
— El señor Betancourt me pagará mucho dinero por salvarle el
trasero — pensó el Policía en voz alta frotándose las manos,
mientras se alejaba del lugar en donde había dejado encerrados a
los jóvenes.
Se inicia el plan

D os días después de haber encerrado nuevamente a Boris y


sus amigos en el subterráneo del hogar de niños, Gabriel se
encuentra con la familia de Lucía para informarles que ella se ha
marchado sin decir nada y de esa forma evitar que sospechen de él;
aunque fue cuestionado varias veces por el padre de su esposa
luego de enterarse del escándalo que habían montado los amigos
de Boris en la iglesia en donde lo mencionaron diciendo que era un
homosexual no asumido. Con la habilidad de siempre, Gabriel supo
cómo hacerles creer que todo eran calumnias de esos “desviados
hijos de Lucifer” que sólo buscaban hacerle daño al haberse negado
a los ofrecimientos carnales de Boris el día de su boda. Además de
tener que inventar algo para sus suegros, tuvo que cancelar una
buena suma de dinero al policía que era cómplice de la red de
tráfico; desde un comienzo habían hecho contacto con personas
influyentes para que los ayudaran en casos de emergencia como
este en donde un grupo de jóvenes denunciaba el negocio. Tenían
todo bien calculado y eran parte de un sucio negocio que movía
millones de dólares en todo el mundo; Abner y su grupo eran sólo
una pequeña parte de la red que surtía de órganos a las familias
más poderosas del planeta, mafiosos, políticos y todo tipo de gente
corrupta que no estaba dispuesta a entrar en las largas listas de
espera de trasplante, sólo debían cancelar una fuerte suma de
dinero y en cualquier lugar del mundo una parte de la red movía sus
hilos para conseguir “El producto” como lo hacían llamar. Una vez
que Gabriel pagó unos millones al policía, éste le aseguró hacerse
cargo de Nicky, Alex y Francisco; por lo que ya los había enviado a
un frío calabozo asegurando que eran unos delincuentes y
drogadictos que acababan de robar mucho dinero del Hogar de
menores de la iglesia. Tras ocuparse de esos incómodos detalles,
se dirigió hacia la clínica secreta para ver qué hacer con el resto de
las personas que estaban estropeando sus planes; había ordenado
a las cuidadoras del hogar que no se acercaran al sector de la
bodega y de esa forma evitar que estas descubrieran lo que
realmente había en dicho lugar. Abrió la puerta del piso y descendió
a toda prisa para no tener más inconvenientes; allí estaban
desparramados por todas partes y bastante debilitados.
— ¡Coman! — gritó Gabriel tirando una caja con panes y botellas
de agua— Para que vean que no soy tan cruel —dijo en tono de
burla— No podría dejar que mi amorcito muriera de hambre —
sonrío con maldad.
— Preferiría estar muerta — respondió Lucía sentada en el borde
la cama.
— ¿Quién dijo que me refería a ti? — Gabriel la miró
despectivamente— Mi amorcito es Boris… — le lanzó un beso al
muchacho que estaba abrazado a Julián— Y muy pronto vas a estar
muerta Lucía, seré un triste viudo — añadió mientras abría una
botella de agua.
— ¡Por favor, Gabriel, déjalos ir! — suplicó Boris sentándose en
medio de la cama— No necesitas hacer esto, basta con que yo me
quede aquí — tenía su mano tomada a la de su novio.
— Yo no te dejaré aquí solo con este puto barato — dijo Julián
apretando su mano con fuerza y mirando con odio a Gabriel.
— ¡Qué lindo! — Gabriel se burlaba — Eres tan dulce que me
dan ganas de hacerte otra vez lo mismo que esa noche en la que
estabas tan ebrio – agregó apoyado en la pared observando la
escena.
— ¡Imbécil te voy a…! — Julián saltó de la cama con furia.
— ¡No, déjalo! — exclamó Boris, intentando detenerlo. Todos se
pusieron en alerta.
— ¿Qué me podrías hacer tú, mocoso? — Gabriel caminó hacia
él amenazante, mientras Boris jalaba de un brazo a su novio.
— ¡Te mato, puto! — gritaba Julián una y otra vez, sus amigas
ayudaban a Boris a contenerlo.
— ¡Cálmate, hermano! — Felipe saltó por la cama y fue hacia
donde su amigo ante la atenta mirada de Gabriel – No caigas en su
juego — le dijo poniéndose frente a él— Esta mierda es un cobarde
y debe estar armado — tenía sus manos sujetando su cara para que
Julián le prestara atención— Yo también quiero partirle la cara, pero
no estamos en las mismas condiciones… — veía fijamente a su
amigo para calmarlo.
— ¡Hazle caso a tu amigo! — Gabriel estaba parado a corta
distancia con arrogancia— Tiene razón, de un solo tiro puedo
enviarte al otro mundo — sonreía con una mano tocando su bolsillo
para que notaran que estaba armado.
— ¡Eres una mierda! — Felipe volteó a verlo enfurecido— No
puedo creer que alguna vez te admiraba por ser tan buen deportista
— sentía impotencia no de poder hacer algo.
— Pipe…Si supieras cuántas veces te miré en las duchas
después de los partidos — dijo Gabriel soltando un suspiro para
incomodarlo.
— ¡Puto de mierda! — Felipe se fue hacia él con la mano
empuñada.
— ¡No! — gritó Camila interponiéndose entre ellos. Gabriel sin
dudarlo aprovechó de tomarla por el cabello y atraerla con fuerza
hacia él.
— ¡Te mueves y mato a tu noviecita! — sentenció Gabriel
sosteniéndola, mientras la chica se quejaba por el dolor que le
provocaba que le jalara el pelo. Los demás observaban
consternados.
— Por favor, suéltala — Felipe levantó sus manos en señal de
arrepentimiento.
— Gabo…No sigas te lo suplico — Boris se acercó a él sin miedo
– Ya déjalos en paz, es a mí a quién necesitan — llevaba sus manos
hacia adelante como para calmar el ambiente tenso.
— Les queda muy poco para estorbarme — afirmó Gabriel con
los ojos encendidos en ira— Cuenten sus horas y le podrán hacer
compañía a su profesora en el otro mundo — sonaba lleno de
maldad mientras sostenía con más fuerza el cabello de la chica –
¡Aprovechen sus últimas horas! — gritó dejando caer a Camila junto
a él. Luego Boris la recogió y la llevó hasta la cama para contenerla
con su novio.
— ¿Mataron a nuestra profesora? — le preguntó Julián
impactado – Esa noche ella quedó aquí… — pensó en voz alta
recordando aquel instante en que dejaron a Luisa en la bodega.
— No lo sé…Puede ser…Quién sabe — respondió Gabriel
caminando en dirección a la escalera – Y es mejor que coman a no
ser que prefieran morir de hambre y ahorrarme el trabajo — sonrío
desde el primer peldaño – ¿Y tú que miras tanto? — se detuvo a ver
a Serena que había estado casi todo el rato desde un rincón
observando sin reaccionar.
— Nada muñequito — respondió la transformista con su
maquillaje corrido— Esos brazos tan fuertes me producen cosas…
— le guiño un ojo sin perder su encanto.
— Ridículo, no me hagas perder más tiempo — Gabriel la miró
con despreció y salió del lugar sin nada más que agregar. Cerró la
puerta con prepotencia y se fue dejándolos otra vez a la espera.
— ¡Dime que aún no pierdo mi estilo! — gritó Serena a su amiga
Koka, mientras recogía sus tacones del piso y se iba hacia donde
estaban los demás reunidos.
Gabriel salió del hogar a toda prisa y se fue hacia la Casona
Ferrada para acordar los detalles de cómo deshacerse de todos los
estorbos con Abner. Llegó rápidamente a donde el Pastor lo
esperaba y al bajar del auto se dio cuenta de que había un lujoso
vehículo negro en la salida de la Casona. Se bajó a toda prisa y
entró casi corriendo, Juana casi no tuvo tiempo de saludarlo al
cruzar la puerta y se fue en dirección a la oficina; allí estaba Armín
sentado frente al Pastor.
— Gabriel, qué bueno que llegas — dijo Abner seriamente.
— Don Armín… ¿Usted aquí? — Gabriel se acercó dudoso de
ver al hombre en la casa, ya que había estado él hacía poco tiempo
afinando los detalles.
— Así es…Aquí me tienes otra vez frente a ti— Armín se
acomodó en el sillón— Desearía no estarlo…Pero…— su mirada no
era severa como siempre — Helena está en la clínica — dijo con
amargura.
— ¡Oh, lo siento mucho señor! — respondió Gabriel con
prontitud.
— ¡No digas tonteras muchacho! — el Anciano se puso de pie—
si esto es lo que iba a suceder y a ti te conviene — agregó
acomodando su corbata — Ha llegado el momento de concretar el
negocio pactado… — se acercó a Gabriel que permanecía atento.
— Entendido — atinó a decir Gabriel.
— Helena no está bien y le han dado 72 horas para conseguir un
trasplante — los ojos de Armín se pusieron vidriosos— Necesita ese
corazón urgente y ustedes me lo tiene que entregar — apuntaba al
Pastor como dando una clara orden.
— Sí señor, lo tendrá…Antes de ese plazo — respondió Gabriel
algo nervioso.
— Es la vida de Helena o la de ustedes… ¿Entendieron? —
sentenció el Anciano desde la puerta justo antes de retirarse –
Estaré esperando noticias desde la clínica…Echen a andar el plan
— dijo y salió de la oficina, dejando al Pastor y Gabriel preparando
todo lo que deberían hacer para concretar su propósito. Betancourt
caminó algo lento por el pasillo hacia la salida, la empleada al notar
su presencia corrió apresurada para despedirlo desde la puerta,
pero este se detuvo justo a la entrada de la cocina.
— ¡Don Armín, qué sorpresa verlo! — exclamó Corina
sorprendida desde la cocina, estaba sentada leyendo unos Salmos.
— ¿Sorprendida? — respondió el Anciano mientras se acercaba
lentamente.
— Claro que sí, usted sabe que siempre ha sido bienvenido en
nuestra casa — Corina se puso de pie para ir a saludar al hombre,
pero este estiró su brazo en señal para que no avanzara más.
— Eso sería cuando vivían tus padres, mis grandes amigos, pero
esas palabras no me las creo de tu boca — Armín la observaba con
desprecio.
— ¿Acaso duda de mi palabra? — Corina no levantaba la mirada
– No podría mentir, es pecado… —dijo en tono sumiso.
— ¡Pecado! — exclamó Betancourt con risa, la empleada
escuchaba desde afuera en el pasillo con sus manos tapando la
boca — Nos seas ridícula Corina… ¿A quién quieres engañar? —
regañaba el Anciano— Esa palabra te queda chica… ¿Ya lo
olvidaste? — se acercó a ella mirándola con desprecio.
— Yo ya he olvidado eso…El Señor me ha limpiado de cualquier
pecado, soy una mujer digna de su presencia — contesto la mujer
afligida y sonrojada, no se atrevía a verlo a los ojos.
— ¡Cállate! — exclamó el hombre con enfado— ¡Eso díselo a
quién no sepa lo que hiciste! — la tomó de un brazo y la sacudió
como un papel— ¡Nunca te voy a perdonar y mi esposa menos!
¡Eres una mujerzuela! — la soltó dejándola caer sobre la mesa,
Juana entró corriendo para socorrerla, ya que casi se desvanecía
por el mal rato— Pensaste que yo no lo sabía…¡Te diré todo lo que
sé de ti, mojigata! — y se abalanzó sobre ella para enfrentarla,
mientras la empleada intentaba echarle aire con la Biblia que había
cerca.
El pasado de Corina

C on todo el alboroto que se había formado en la cocina, no


tardaron en llegar Gabriel y Abner para ver qué sucedía; el
paisaje no era alentador pues tía Corina se encontraba medio
desmayada en los brazos de Juana, quien amablemente le daba
aire con la Biblia y murmuraba una oración implorando al cielo para
que no fuese la hora final de la mujer a la cual había prácticamente
criado desde que llegó a trabajar con la familia.
— ¿Qué está pasando aquí Don Armín? — intervino Gabriel un
poco confundido e intentando ayudar a la tía que se incorporaba
nuevamente.
— ¡Ya no soporto encontrarme con esta mujer y no escupirle
unas cuántas verdades en la cara! — contestó el enfurecido
hombre.
— ¡No mi señor, no es necesario humillarla! — suplicó Juana
sumisamente— La niña Corina ya ha pagado muy caro…Déjela en
paz, por favor — insistió con los ojos llorosos.
— ¿A qué se refieren?¡No entiendo! — exclamó Abner intentando
comprender.
— La niña Corina…— repitió Armín sarcásticamente— Juana,
siempre has sido fiel a tus jefes y es admirable — miraba a la
empleada mientras Corina recibía un vaso de agua— Pero no
puedes negar que esta mojigata tiene un pasado y una deuda con
mi familia — se acercaba nuevamente a ellas con mirada
amenazante.
— ¡Yo era muy joven! — gritó Corina con las manos en la cara,
sentía vergüenza.
— ¡Sí, eras joven y una suelta! — respondió el Anciano,
apuntándola ante la mirada incrédula de Abner y Gabriel— ¡Nunca
olvidaré que por tu culpa ya no tengo a mi hijo! — Armín contuvo
sus impulsos de querer golpearla.
— ¿Qué es todo este escándalo? — apareció Marta somnolienta
— Me han despertado de la siesta —agregó sin comprender la
situación.
— ¿Recuerdas que tu madre no podía controlarte cuando te
escapabas con los muchachos por las noches? — Armín la veía con
desprecio— ¿Se te olvida que yo ayudé a tu padre cuando te
quedaste preñada? — exclamó sin compasión.
— ¡Basta, por favor! — suplicó Corina desvanecida en los brazos
de Juana.
— ¿Ahora te haces la santurrona? — Armín caminó hasta la
puerta de la cocina— ¡Después de que por tu culpa mi hijo se quitó
la vida! — gritó como dejando salir un odio contenido por mucho
tiempo— ¡Nunca te lo perdonaré y mereces haberte quedado seca
por dentro! — la apuntó y luego se retiró del lugar dando un fuerte
portazo a la salida. Corina quedó llorando desconsolada, alrededor
de ella sólo había miradas confusas.
— ¿Es cierto todo lo que dijo Armín? — preguntó Abner
acercándose a su hermana.
— ¡Déjame, no quiero hablar! — gritó la mujer entre sollozos y
salió corriendo en dirección a su habitación para evitar que siguieran
haciéndole preguntas incómodas. Se encerró y se sentó al borde la
cama a llorar amargamente por un largo rato, luego se puso de pie y
caminó con pocas fuerzas hasta un escritorio que tenía cerca de la
ventana; tomó una cajita de madera que tenía un candado y la abrió
con las manos temblorosas, allí dentro encontró una fotografía de un
hombre joven y apuesto; se perdió en los hermosos ojos verdes de
aquel muchacho, los recuerdos de sus dulces labios carnosos, el
roce de su barba y al aroma de su piel invadían su mente. Era como
si Armín hubiese desenterrado ese pasado que ella ocultaba con
tanto dolor. El eco de sus memorias comenzó a venir a su mente y
las lágrimas caían por sus mejillas.

1987…
—“¡Boys, Boys, Boys…I´m looking for a good time…!”— Corina
iba al ritmo de la letra de su canción favorita frente al espejo; se
arreglaba para salir y quería dejar su cabello lo más a la moda
posible como en las revistas que miraba con sus compañeras de
colegio. Se aplicaba gran cantidad de gel para fijarlo y obtener un
aspecto desordenado y voluminoso— “¡Boys, Boys, Boys…Get
ready for my love!”— continuaba cantando con la radio a todo
volumen e imitando los movimientos de Sabrina Salerno, la cantante
del momento y a la cual le imitaba el estilo.
— ¡Corina qué significa esto! — se escuchó gritar desde la puerta
a su madre escandalizada al ver a su hija haciendo bailes que no
correspondían a una joven de familia cristiana.
— ¡Ay, mamá no seas anticuada! — respondió la joven
acomodándose la chaqueta de Jeans— ¡Es la mejor cantante junto
con Madonna! — saltaba de un lado a otro como una cabra
descontrolada.
— ¡Qué tonteras dices! — su madre apagó la radio— No
deberías comportarte así, eres la hija del Pastor y debes dar el
ejemplo — regañaba detrás de su hija que parecía no estar
prestándole la menor atención.
— ¡Ya…Está bien! — Corina tomó unas monedas que tenía sobre
su cama y las metió a su bolsillo— Pero ahora no tengo tiempo para
eso, voy a una fiesta con mis amigas — caminaba de prisa hacia la
puerta.
— ¡No te he dado permiso! — exclamó Amanda, la madre de
Corina — ¡Esta noche te quedas aquí porque mañana hay que ir al
culto dominical! — intentó agarrarla de un brazo, pero su hija era
mucho más rápida y corrió sin darle tiempo a detenerla. Como ya se
había hecho costumbre en la joven, salía sin permiso cada vez que
se le antojaba y generaba conflictos en sus padres; Pedro, el Pastor
siempre culpaba a su esposa del comportamiento inadecuado de su
hija, ya que la crianza era una labor de la mujer. Por otro lado, él
siempre tuvo preferencia por su pequeño hijo Abner con el cual
pasaba gran parte de su tiempo.
Corina salió rauda de la Casona y se fue a casa de una de sus
amigas del colegio con la cual se juntaban a bailar e imitar a sus
cantantes favoritas, algunas veces hacían fiestas y eran bastante
populares entre los chicos de su edad que las pretendían por ser tan
osadas. Esa noche, había un gran número de adolescentes
emborrachados en el galpón donde se juntaban; una vieja radio
sonaba entre el alboroto y un poco más allá se veía una fogata en
donde estaban bebiendo. Hacia ese lugar caminó Corina, ya que
sabía que su amiga estaba entre ese pequeño grupo.
— ¡Amiga toma un poco de esto, está muy bueno! — gritó Laura,
su mejor amiga, estirando su brazo para pasarle la botella de vino
barato que estaba bebiendo.
— ¡Hay mucha gente! — exclamó Corina, luego de probar un
sorbo de vino. Parecía extasiada con el ambiente festivo.
— ¡Y mira quién está allí! – Laura le indicó para que mirara un
poco más allá.
El corazón de Corina se aceleró al verlo, allí estaba el apuesto
chico de ojos verdes con su guitarra apoyado en una pared sacando
unos acordes. Era la tercera vez que lo veía y aún no se atrevía a
decirle nada; su amiga se puso de pie y la alentó para que se
acercara a conversarle. Esta sin dudarlo más, fue tímidamente hasta
donde se encontraba aquel muchacho. Se paró frente a él, quien
parecía ignorar su presencia.
— ¡Hola! — le dijo Corina coquetamente— ¡Qué linda tu guitarra!
—se acomodaba el pelo con nerviosismo.
— Hola, pensé que nunca me hablaría la hija del Pastor —
respondió el muchacho dejando su guitarra a un costado.
— ¿Cómo sabes quién soy? — respondió ella más nerviosa de lo
que estaba al ver esos ojos hermosos prestarle atención.
— Mi padre trabaja con el tuyo, pero no te has dado cuenta…Te
llamas Corina — el muchacho sonrió e hizo que la joven se
desvaneciera por dentro.
— ¡Sí, soy yo! — exclamó con algo de ridiculez – ¿Cómo te
llamas? — atinó a decir presa de los nervios.
— Me llamo David — se acercó y le dio un beso en la mejilla —
David Jesús — se quedó parado sonriendo frente a la joven que no
reaccionaba.
Con el tiempo comenzaron a salir sin comprometerse, ya que
Corina estaba en una etapa de su juventud en la cual disfrutaba de
las fiestas y el descontrol, a pesar de que sus padres insistían en
pedirle que diera el ejemplo y no manchara el apellido de la familia.
Nada de eso le importaba y cada vez que podía se escaba con su
amiga y los muchachos del grupo, en algunas ocasiones se
encontraba con David que tenía diecisiete años al igual que ella,
sólo que este no estaba de acuerdo con los excesos y cada vez
estaba sintiendo cosas más profundas por la joven; fue con ella con
quien tuvo su primera vez luego de una de las tantas fiestas que se
hacían en aquel viejo galpón. Para Corina, esto no tenía mayor
importancia, pues era sabido que generalmente se iba con
diferentes chicos a pasar la noche tras las borracheras. Esto llegó a
oídos de David, quien a esas alturas ya se encontraba enamorado
de Corina y comenzó a entrar en una fuerte depresión al ver que ella
sólo se divertía con él cuando se le daba la gana.
Cuatro meses después de conocerse, Corina quedó embarazada
y comenzó su calvario pues no sabía quién era el padre de su hijo;
no estaba segura y se lo contó a David, quien en un acto de bondad
y amor le dijo que no importaba y se haría cargo de aquel
embarazo. Cuando decidieron contarlo a sus familias, el escándalo
fue mayúsculo y ambos fueron severamente castigados por sus
padres. Amanda y Pedro decidieron eliminar todo rastro del
embarazo y en conjunto con Armín, buscaron una mujer que le
realizó un aborto a la joven; provocando en ella daños irreparables
que la dejaron estéril. Semanas después la enviaron a terminar el
colegio a un internado cristiano en el sur; mientras que la familia
Betancourt decidió establecerse lejos, comprando un terreno en la
cordillera, a orillas cerca de un lago, de esta forma mantendrían a
los jóvenes separados. Sumido en el dolor de haber perdido a la
mujer que amaba y al hijo que esta esperaba, la frágil mente de
David lo fue destruyendo poco a poco hasta que un día fue
encontrado colgado en un árbol por su padre y en su bolsillo tenía
una carta dirigida a Corina, con la cual Betancourt supo que su hijo
había aceptado la paternidad sólo por el profundo amor que sentía.
Desde entonces, Armín le había guardado odio a Corina, la cual
regresó a su casa un año después. Con el pasar del tiempo, la joven
se dio cuenta de todo lo que había perdido y al saber que ya jamás
podría ser madre, la amargura se apoderó de ella y terminó dejando
en el olvido su pasado, encontrando refugio en la religión que le
heredaron sus padres.
Las lágrimas no dejaban de caer por su rostro y sus ojos
hinchados ya no daban más al haber recordado su único y
verdadero amor, que ella no supo valorar en su momento con David.
Ahora era una mujer solterona y amargada, que sólo encontraba
consuelo en las palabras de la Biblia. Tomó la foto de aquel hermoso
joven y le dio un beso, luego la puso sobre su pecho con la mirada
triste; se tendió sobre su cama sin soltarla y se quedó dormida
desconsolada.
Abajo, en la cocina, aún estaba Gabriel sentado y tomándose una
taza de té para pensar bien todo lo que debería hacer en las
próximas horas. Miraba el reloj y escuchaba como sonaba el pasar
de los segundos, indicándole que cada vez quedaba menos tiempo
para terminar con el plan que debía cumplir para asegurar su futuro.
Se puso de pie, dejó la taza a medio terminar en el lavadero y luego
salió de la Casona sin dudarlo, estaba decidido que ya era la hora
de hacer lo que se le había ordenado. Se subió a su auto y tomo
rumbo hacia el Hogar de niños.
El último deseo de Serena

A l llegar al escondite detrás del hogar de niños, Gabriel bajó a


toda prisa hasta la clínica secreta en donde se encontró con el
grupo sentado en el piso; sus rostros reflejaban el cansancio por el
pasar de las horas en incomodidad. Boris estaba recostado en el
hombro de su novio y jugueteaban con sus manos entrelazadas,
Lucía dormía desde hace mucho rato tras haber llorado
amargamente, Koka y Tati se acariciaban mutuamente y a ratos
reían a pesar del ambiente denso, Felipe y Camila ya casi se
quedaban dormidos apoyados en la cama por el hambre que tenían
y Serena cada vez más desastrada en su maquillaje, observaba a
Gabriel que buscaba algunas cosas del otro lado del vidrio en el
quirófano. La transformista se puso de pie y se puso sus tacones,
caminó con las pocas fuerzas que le quedaban y tocó el cristal un
par de veces para llamar la atención.
— ¡Hey, tú! — gritó Serena pegada al vidrio, sus compañeros
miraban desganados— ¡Hey, guapito mírame, por favor! — insistió
sin titubear.
— ¿Qué quieres? — respondió Gabriel secamente, metía unos
sobres en una maleta negra— ¡No tengo tiempo para tus cosas! —
Ni siquiera la veía.
— ¡Gabriel, necesito hablarte un momento! — gritó con voz grave
y actitud masculina— Ay, perdón… ¿Me darías un minutito? —
cambió otra vez a un tono femenino y dulce.
— ¡Dime desde ahí lo que quieras…No me interesa hablar
contigo! — Gabriel cerró su maleta y la metió en un cajón.
— ¡Tengo una oferta para ti! — exclamó Serena sonriente— ¡Sólo
un minuto! — suplicaba con sus manos juntas.
— Si así me libro de ti, te daré ese minuto… — pensó Gabriel en
voz alta y caminó hasta la puerta para que pasara— ¡Pasa y dime
rápido lo que tengas que decirme! — ordenó al tiempo que la
transformista se metía al quirófano.
— Mira Gabriel, ya sé que tarde o temprano vamos a morir… —
Serena había recobrado su postura glamorosa por alguna extraña
razón— Y no quiero morir sin sacarme las ganas de estar por última
vez con un hombre— añadió mientras Gabriel la miraba atento – Te
mirado bastante y por más malo que seas no puedo negar que estás
demasiado rico y pensé… — dijo rápidamente y casi sin respirar –
¿Quieres hacérmelo antes de que me mates? — finalizó sonriendo e
impaciente.
— ¿Qué? — respondió Gabriel atónito— ¿Y yo por qué debería
hacer eso? — la miraba de arriba abajo.
— ¡Pues porque eres hombre y les gusta poner su cosita en
cualquier parte! — Serena llevó sus manos a la cintura – Y mi último
deseo es estar con un hombre fuerte y guapo…No te arrepentirás —
le guiñó un ojo coquetamente.
— ¡Qué ridículo! — Gabriel ya estaba perdiendo la paciencia.
— Bueno, no pierdes nada y pasarás un buen rato — insistió
Serena acercándose— Sé hacer maravillas — lo miró con deseo a
pesar del miedo que sentía.
— Así es que ese es tu último deseo antes de que te envíe al otro
mundo — contestó el joven insinuantemente— No me vendría mal
un buen rato entre tanta tensión — se le acercó lentamente.
— Pero aquí nos verán — Serena se puso nerviosa al tenerlo
cerca.
— Vamos al baño y te cumpliré todos tus deseos — Gabriel la
tomó de un brazo y la llevó hasta el pequeño baño que había en la
otra sala, los demás miraban atentamente la situación.
— Quiero ver lo que sabes hacer guapito — le dijo Serena
acercándose a su cuello luego de cerrar la puerta.
— ¡Guarda silencio! — ordenó Gabriel y la tomó por la cintura con
fuerza, luego la volteó y la apoyó contra la pared.
— Qué rudo…Te vas directo a la acción — gimió mientras Gabriel
le intentaba quitar la ropa— Antes quiero que mis labios prueben lo
que tienes ahí — Serena se dio vuelta con fuerza y llevó una de sus
manos hasta la entrepierna de Gabriel— Veo que estás listo —
sonrió y bajó lentamente, abrió el pantalón del joven y sin dudarlo
comenzó a hacerle sexo oral. Gabriel sintió un enorme placer y fue
como un relajo entre tanta tensión, cerró sus ojos y se dejó llevar
por los encantos de Serena.
— Ya quiero hacértelo — murmuró Gabriel entre gemidos.
— Como quieras papi — respondió la transformista y se levantó,
luego lo empujó sutilmente sobre el inodoro donde quedó sentado
con los pantalones abajo. Serena se acercó lista para posarse sobre
él con sus piernas separadas, le sonrió con picardía y le propinó un
certero golpe de puño en un ojo que lo hizo caer al suelo,
inmediatamente le dio una patada en la entrepierna que lo dejó sin
aliento y retorciéndose en el suelo — ¡Caíste imbécil! — gritó
mientras abría la puerta, sus amigos estaban afuera esperando para
ayudarla.
— ¡Lo hiciste! — exclamó Tati viendo a Serena que salía
corriendo con las llaves que le había robado astutamente en la
mano.
— ¡Esta mierda se merece una despedida! — Felipe se metió al
baño al ver a Gabriel retorcerse en el piso — ¡Ustedes Corran! —
ordenó y se lanzó a darle golpes sin descanso, al tiempo que sus
amigos huían por la escalera.
— ¡Ya déjalo Pipe! — Julián lo estaba esperando y lo sacó a
tirones del baño— ¡Hay que escapar! — le dijo sin mirar atrás,
tenían tiempo antes de que Gabriel se incorporara nuevamente.
Subieron la escalera y en la bodega superior abrieron
rápidamente la puerta de salida por donde comenzaron a huir
desesperadamente, Serena dejó sus tacones tirados y corrió junto a
sus amigas que ayudaban a Lucía a no quedar atrás; Camila aún
asustada por la reacción de su novio antes de subir, lo esperó en la
puerta hasta que pudieron darse la mano para correr juntos. Boris
hizo lo mismo y salieron raudos por el patio del hogar para alcanzar
la salida.
— ¡Serena resultó tu plan! — exclamó Koka sin dejar de correr.
Abrieron el portón del recinto y uno a uno fueron saliendo de su
encierro hacia la calle, agitados y usando las últimas energías que
les quedaban. Habían planeado entre todos, la forma de engañar a
Gabriel y resultó ser Serena quien tuvo la mejor idea. Camila y
Felipe se abrazaron al verse libres, esperaban la salida de Boris y
Julián que ya venían cerca del portón cuando se escuchó un disparo
desde adentro.
Sus rostros palidecieron. Hubo un breve silencio de
incertidumbre.
— ¡No! — se escuchó gritar a Boris del otro lado del cerco.
Gabriel venía desde el patio trasero completamente desastrado
por los golpes que le dieron, apuntaba con un revolver y había
herido a Julián en una pierna.
— ¡Huyan! — gritó el muchacho herido desde el suelo para evitar
que los encerraran nuevamente— ¡Corran, por favor! — ordenó
tomándose la pierna que sangraba. Sus amigos comenzaron a
correr, ya que ahora podrían ir a pedir ayuda.
— ¡Volveremos con ayuda brother! — le gritó Felipe angustiado al
ver a su amigo tendido sin poder ir a socorrerlo.
— Yo no me iré de aquí sin ti — le dijo Boris ayudándole a ver su
pierna.
— ¡Ni se muevan! — gritó Gabriel sin dejar de apuntarles.
— Huye mi amor, por favor — le suplicó Julián a su novio para
que aprovechara el momento.
— No mi vida, yo no te voy a dejar solo — respondió Boris con
los ojos llorosos, tocando con cuidado la herida de su novio.
— Esto les saldrá caro — advirtió Gabriel ya al lado de ellos—
¡Ayúdalo y llévalo otra vez a la bodega! —ordenó a Boris
apuntándolo con el arma— ¡Caminen! — exclamó exaltado, tenía un
ojo enrojecido y una herida cerca del labio.
Boris ayudaba a su novio a caminar, mientras este cojeaba y se
quejaba por el dolor en su pierna.
— Tranquilo amor, creo que sólo me rozó la pierna…Pero arde
mucho — Julián iba apoyado de un hombro de Boris.
— ¡Ustedes sí que causan problemas! — regañaba Gabriel
sacándose la sangre del borde del labio— Por suerte enviamos a los
niños a un lugar provisorio de paseo o esto ya sería otro escándalo
— dijo mirando por las ventanas hacia el interior del hogar.
Finalmente los llevó otra vez hasta el lugar donde los había
tenido todo el tiempo encerrados, Julián se tendió en la cama
mientras su novio con una sábana le presionaba para que no
sangrara más.
— Tienes suerte de que no te entró la bala — Gabriel lo miraba
desde la escalera— Pueden quedarse otra vez juntitos y
aprovechen sus últimas horas… — dijo mientras subía lentamente—
Volveré por ti Boris — sentenció justo antes de cerrar con fuerza la
compuerta del piso superior.
Julián y Boris se abrazaron fuertemente por un largo rato, luego
revisaron la herida y la lavaron en el baño; utilizaron un trozo de
sábana para vendar la pierna, lamentaban no tener acceso al otro
lado en donde seguramente tenían elementos para limpiar; al
menos, sólo había sido el roce de la bala.
— Deberías haber escapado mi amor — le dijo Julián acariciando
su rostro— Yo no les sirvo de nada, te quieren a ti — sus ojos
estaban llorosos.
— No mi vida, de aquí no me voy sin ti…Te amo — respondió
Boris con dulzura y luego lo besó para tranquilizarlo. Se
acomodaron sobre la cama abrazados esperando que vinieran por
ellos.
Mientras tanto, sus amigos corrieron desesperadamente por
ayuda y fueron directo a la estación de policías en donde fueron
recibidos por el encargado que estaba junto al recepcionista. Era el
hombre gordo y con bigotes que estaba comiendo un hot dog con
bastante apetito cuando ingresaron corriendo y en mal estado.
— ¡Qué les ha pasado! – preguntó el policía con la boca llena.
Miraba a Serena que parecía un espantapájaros desarmado.
— ¡Está armado! – exclamó Camila ansiosa — Le disparó a
nuestro amigo — agregó intentando respirar con calma.
— ¿Dónde ha sido eso? — el hombre dejó su hot dog sobre el
mesón y les prestó atención.
— En el Hogar de niños de nuestro colegio — respondió Felipe
angustiado.
— Por favor, debe ayudarnos — suplicó Lucía que estaba junto a
Koka y Tati.
— ¡Válgame, Dios! — exclamó el policía preocupado— Vengan
conmigo por favor… — dijo y luego le siguieron sin saber que les
esperaba lo mismo que a Alex, Nicky y Francisco. Efectivamente,
los condujo hasta el mismo lugar en donde los dejó encerrados para
que no estorbaran en los planes del señor Betancourt.
La decisión de Marta

H oras después de haber encerrado al otro grupo de jóvenes, el


encargado de la policía local se dirigió hasta la Casona
Ferrada para entrevistarse directamente con el Pastor y alertarlo de
que estaban siendo poco cuidadosos con sus operaciones. Le
informó que tenía retenidos un gran número de personas que ya
conocían su secreto y que tarde o temprano tendrían que hacerse
cargo de ellos o la verdad saldría a la luz pública; no le quedaban
estrategias para disimular la detención de alguien más en caso de
que aparecieran notificando extraños sucesos relacionados con el
Hogar de menores de la iglesia. Durante la breve reunión, Abner le
prometió que no tendría más problemas por parte de ellos y que ya
verían la forma de eliminar a todos los que estaban encerrados en la
estación de policías. Una vez solucionado el asunto, el Pastor
acompañó al policía hasta la puerta de su casa y al cerrar la puerta
se apoyó contra la pared con los ojos cerrados, extenuado de tantas
complicaciones; suspiró profundamente y se acomodó el cuello,
intentando relajarse.
— Debe ser agotador intentar fingir tanto y tener tanta maldad por
dentro – le habló Marta, no había visto que se encontraba al final del
pasillo.
— ¿De qué hablas? — el Pastor se veía agotado— Ahora no
tengo tiempo para tonteras domésticas — le dijo sin ánimo de
entablar una conversación.
— Nunca tienes tiempo, no es novedad — Marta se acercó a su
esposo, acomodando un sweater de hilo que llevaba sobrepuesto en
los hombros— Hace mucho tiempo que te comportas extraño — se
interpuso en su camino hacia la oficina.
— Marta, de verdad que hoy no tengo ganas de conversar
contigo…Menos por reclamos de tiempo — contestó Abner
intentado desviar la conversación — Recuerda que soy el Pastor y
tengo demasiados asuntos que atender — dijo intentando abrirse
paso, pero su esposa lo detuvo.
— Ya no es necesario que te escondas en tu rol de Pastor — lo
miró fijamente— Sé todo lo que haces escudado en la iglesia y
ahora acabo de comprobarlo… — hizo una incómoda pausa— Te
escuché hablar con ese policía y todo lo que pensé que podía ser un
invento de mi mente, resultó ser real — le dijo clara y severamente
sin titubear.
— Mi amor, yo creo que has escuchado mal — respondió Abner
con nerviosismo.
— ¿Mi amor? — el rostro de Marta cambió abruptamente— ¡No
seas cínico Abner…Yo dejé de ser tu amor hace mucho tiempo! —
exclamó enojada.
— No me grites Marta, recuerda que soy tu esposo y me debes
respeto —el Pastor intentaba calmarla y que bajara el tono de voz
para no ser escuchados.
— ¡Eso deberías haberlo pensado antes de engañarme con
Luisa! — gritó con fuerza – Eso te lo dejé pasar pensando en que
nuestro matrimonio podría tener arreglo y sería algo pasajero… —
sus ojos estaban ensombrecidos por la tristeza.
— Eso ya pasó — Abner miraba hacia un costado avergonzado.
— Sí, claro que pasó…Porque Luisa se fue sin decir nada, de lo
contrario seguirías engañándome con ella — unas lágrimas
afloraron en los ojos de la mujer.
— Yo creo que deberíamos conversar esto calmadamente —
insistió Abner al verla tan decidida a enfrentarlo.
— ¡No, esto se acaba ahora mismo! — expresó la mujer a viva
voz y a esas alturas ya había sido escuchada por Juana y Corina
que escuchaban desde arriba en la escalera silenciosamente.
— No te entiendo Marta, no puedes dejarme — atinó a decir el
Pastor, pensando qué decir para convencerla.
— Lo de Luisa ya no me importa, pero no puedo creer lo que
haces con los niños del hogar. Eso es inhumano — los ojos de
Marta reflejaban un sinfín de emociones – ¡Eres un monstruo! —
exclamó con dolor.
— ¡Ya cállate! — respondió Abner con desesperación.
— ¡No me voy a callar! — Marta lo empujó – ¡Eres un asesino de
niños inocentes y yo no voy a ser tu cómplice! — se llevó las manos
a la cara, sintiendo deseos de llorar. Corina y Juana estaban
atónitas con lo que acaban de escuchar.
— ¡Más te vale que no digas nada! — el Pastor la tomó de un
brazo y la acorraló contra la pared— ¡Es mejor que te calles porque
ya he tenido muchos problemas y no sería bueno que mi esposa me
causara otro! — le dijo furioso mirándola a los ojos.
— Prefiero que me maten a ser parte de algo tan bajo y
asqueroso — respondió entre sollozos la mujer— Yo creo en Dios
de corazón y tú has jugado con la gente de manera ruin, prefiero
morir que estar casada con un traficante – la mujer lloraba
amargamente sin poder moverse por la fuerza de su esposo— Eres
una basura Abner — alcanzó a decir cuando escucharon unos
pasos cerca de la escalera.
— Hermano, suelta a tu esposa — intervino Corina tímidamente
desde la escalera, venía acompañada de Juana.
— ¡Tú no te metas en mis asuntos Corina! — le gritó el Pastor
soltando a su esposa al ver que no estaban solos.
— ¿Es verdad todo lo que dijo Marta sobre tus negocios con los
niños del hogar? — preguntó Corina estupefacta.
Abner no se atrevió a contestar. Bajó la mirada y sintió un frío
adormecedor recorrer su cuerpo al sentirse solo.
— Tu hermano es un cobarde Corina y ha construido todo a costa
de muchas vidas inocentes, siguiendo la asquerosa tradición que
tenía su padre junto con Armín…Este hombre no es capaz de sentir
amor por el prójimo — Marta se secó las lágrimas y avanzó hasta la
puerta de salida – Yo ya no soy tu esposa y veré la forma de que
pagues por todo el daño hecho — sentenció antes de salir. Se dirigió
hasta su auto y sin dudar un segundo se fue de aquel lugar con el
corazón apretado de dolor.
— ¡Dime que todo es mentira por el amor de Dios! — exclamó
Corina llorando, sus manos temblaban y ni siquiera Juana podía
contenerla.
— Ustedes no merecen que las incriminen en nada porque no
son parte de esto, así es que me voy — respondió Abner algo
desorientado— Me temo que esto ya se escapa de mi control y nada
bueno va a suceder — agregó como pensando en voz alta, ante la
mirada de su hermana y la empleada que permanecían abrazadas
en la mitad del pasillo— Las amo… — las miró y luego salió
lentamente de la casa sin un rumbo claro.
— ¡Señor, perdona a mi hermano te lo suplico! — Corina alzó sus
brazos al cielo y se dejó caer de rodillas, llorando
desconsoladamente entre los brazos de la anciana Juana que
estaba tan desolada como ella.
— Mi niña y ahora… ¿Qué va a pasar con nosotras? — le decía
la empleada secando las lágrimas de su rostro.
— No lo sé Juana…Siento que estoy desamparada — respondió
Corina acongojada y con la mirada perdida.
**********************************************
Mientras tanto, Marta se dirigió hasta las oficinas del periódico de
la ciudad en donde tenía unos amigos, sabía que ya no podía ir a la
policía sin compañía o de lo contrario terminaría encerrada en un
calabozo. Así es que se armó de valor y les contó todo lo que
estaba sucediendo para que pudieran ayudarla a enfrentarse con el
encargado de la policía, el que era cómplice de Betancourt en el
negocio de tráfico. Estuvo un largo rato conversando con sus
amigos periodistas, a quienes se les hizo interesante la historia para
hacer un extenso reportaje que sería la noticia impacto del año a
nivel nacional. Decidieron acompañarla hasta la estación de policías
en donde pidieron hablar directamente con el encargado y ahora
frente a las cámaras que traían para que no intentara hacer nada en
su contra. Algunos de los policías presentes observaban
atentamente el alboroto que traían con las cámaras y un pequeño
tumulto de periodistas ya se había agolpado en la salida del edificio;
ya habían avisado a otros medios de prensa lo que estaba
sucediendo.
— ¡Vengo a Exigirte que liberes a los jóvenes que encerraste! —
exclamó Marta frente al hombre regordete que hace unas horas
había estado en la Casona.
— ¿Qué es todo este escándalo Señora? — respondió el
hombre, dejando un paquete de papas fritas sobre el mesón. La
prensa lo tenía rodeado.
— Soy la esposa de Abner Ferrada y sé que eres su cómplice en
esa red de tráfico de órganos a la que pertenece— dijo la mujer,
mientras las cámaras fotografiaban al sorprendido e incómodo
policía— ¡Libera a los jóvenes que encerraste en el calabozo sin
tener ni un delito que pagar! — finalizó apuntándolo e
inmediatamente todos los periodistas se fueron sobre él con
preguntas que no sabía cómo responder.
— Creo que hay alguien que sí debe ser encerrado en este lugar
— dijo un policía joven que se acercó hasta el tumulto mirando a su
jefe, otro de sus compañeros lo acompañaba – El jefe tiene que dar
muchas explicaciones parece — intervino mientras esposaba al que
había sido su jefe por muchos años y ahora regañaba insistiendo
que no era culpable de nada.
— ¡Yo no hice nada! ¡Lo Juro! — gritaba el jefe de policías a
tirones. Era casi arrastrado por el pasillo ante la mirada atenta de la
prensa.
— ¡Buscaremos a esos jóvenes! — dijo uno de los policías a
Marta, la que permanecía intranquila junto al grupo de periodistas
con la esperanza de liberarlos y encontrar a Boris, aún no sabía que
este se encontraba en otro lugar y no con sus amigos.
La propuesta de Gabriel

T ras una larga espera en la estación de policías, todos los


jóvenes que habían estado retenidos por el cómplice de
Betancourt fueron puestos en libertad frente a toda la prensa que
acompañaba a Marta; muchos de los periodistas intentaron tomar
declaraciones de alguno de ellos, pero no pudieron, ya que antes de
salir del recinto deberían declarar junto con la directora del colegio
sobre los hechos ocurridos, pues anteriormente el Jefe de la Policía
no había dejado ninguna constancia de los hechos que estaban
ocurriendo en el Hogar de niños. Unos a uno dieron sus
declaraciones a los diferentes policías que se asignaron al caso,
cada detalle fue registrado y comenzarían en breve a preparar un
operativo para acabar lo más pronto posible con esta peligrosa red
de tráfico de órganos. Durante todo el proceso, lo que más
comenzaba a preocupar en ese instante era que tanto Boris como
Julián se encontraban retenidos por Gabriel y ya sabían cuáles eran
los planes que se tenían para el hijo de Abner.
Paralelamente al tiempo en que todo este grupo relataba lo
sucedido, en el subterráneo del Hogar, Gabriel acababa de recibir
un mensaje del Pastor en el cual le informaba sobre la posibilidad de
que Marta los delatara; luego de eso, Gabriel no pudo comunicarse
con el celular de Abner, quien al parecer lo habría apagado. Sin
perder más tiempo, cerró la compuerta del piso desde abajo para
que no pudiese ingresar nadie si es que venían en busca de los
jóvenes.
— Necesito que vengas conmigo — dijo Gabriel a Boris parado
desde el borde de la cama en donde se recuperaba Julián.
— ¡No quiero hablar contigo! — respondió Boris abrazado a su
novio.
— Es mejor que me acompañes si no quieres que lo elimine en
este mismo momento — Gabriel dio un paso más cerca y su mirada
severa daba cuenta de que hablaba en serio.
— ¿Qué quieres? — Boris se sentó de mala gana – Puedes decir
lo que sea frente a mi novio — ni siquiera lo miraba.
— ¡No me hagas perder tiempo! — Gabriel lo tiró de un brazo
con fuerza y lo sacó de la cama— ¡No me hagas un berrinche y ven
conmigo! — lo llevaba casi arrastrando.
— ¡Déjalo en paz! — le gritó Julián con las pocas fuerzas que le
quedaban, quiso bajar de la cama, pero cayó al sentir el dolor en su
pierna.
— ¡No te muevas! — le suplicó Boris a su novio al verlo caer en
su intento por ayudarlo— No te muevas mi amor — volvió a decir
llorando de impotencia.
— ¡Ya cállate y deja a ese mocoso! — insistió Gabriel al tiempo
que entraban al quirófano en donde lo empujó para poder cerrar la
puerta. Luego presionó un interruptor y las persianas se cerraron
para que Julián no pudiese ver desde el otro lado.
— ¿Qué haces? — Boris temblaba en el piso asustado— ¿Por
qué has cerrado todo? — miraba en todas direcciones buscando
otra salida.
— No me tengas miedo Boris — Gabriel lo ayudó a ponerse de
pie y su semblante cambio completamente — Creo que llegó el
momento de hablar sinceramente y no tenemos mucho tiempo —
dijo en un tono suave, mientras acomodaba al joven en una silla
cerca de la camilla.
— Tú estás loco… ¿Qué pretendes? — Boris secaba las lágrimas
de su rostro y lo veía completamente desconcertado.
— Sé que no soy la persona más buena de este mundo y que
debes pensar lo peor de mi —Gabriel puso una silla frente a él y se
sentó— No te culpo, he hecho cosas terribles que desearía olvidar
—Quiso tomarle una mano, pero Boris lo esquivó— Sólo hay algo
en este mundo que ha sido realmente puro en mi vida — respiró
profundo —Tú eres la única persona que realmente he amado —dijo
con la mirada fija en los ojos del muchacho, que permanecía
impávido.
— ¡No te creo nada! — respondió Boris iracundo. Del otro lado
del vidrio, Julián golpeaba desesperado por saber que sucedía;
había sacado fuerzas para sostenerse y ayudar a su novio.
— Lo sé Boris, no pido que me creas, sólo que me escuches un
momento — Gabriel sonaba sincero y el muchacho continuaba
incrédulo mirando el suelo para no tener contacto visual con él—
Siempre he andado por la vida haciendo cosas por interés, por
conseguir mis metas y no ser pobre como cuando era niño, pero
cuando apareciste tú fue todo diferente — tomó la mano de Boris
por la fuerza— Esa mañana entré en la habitación y te vi por
primera vez…Durmiendo — recordaba con emoción— Parecías un
ángel, no quise despertarte…Hasta que al salir de la ducha vi tus
ojitos por primera vez y fue mi perdición porque mientras más
luchaba por evadir mis sentimientos, más me fui enamorando de ti,
de tu aroma, tus ojos, tus palabras — sus ojos estaban vidriosos—
¡Me volví loco por tu cuerpo y terminé deseándote! — exclamó
angustiado— Yo te amo como jamás lo hice y haría lo que sea para
que todo fuese diferente — sollozó al desahogar su alma.
— Creo que ya es demasiado tarde, nunca me lo dijiste y
terminaste por enterrar todo lo que yo sentía por ti — le dijo Boris sin
poder soltarle la mano, sintiendo todo el nerviosismo de Gabriel—
Además, sólo me has usado igual que mi padre para sus putos
planes — añadió con resignación.
— ¡No!...Te prometo que yo no sabía — Gabriel se acercó más al
muchacho con desesperación— Siempre supe que existía un
producto valioso para Abner y Armín, pero desconocía su identidad
como de costumbre — temblaba y sus manos sudaban frías— Fue
precisamente después de que estuvimos juntos en el lago cuando
Betancourt me reveló sus planes contigo antes de regresar…Por
eso me vine en silencio…Me había enamorado de la persona que yo
mismo tendría que eliminar para conseguir mis sueños y ser
poderoso — lloraba desconsoladamente.
— Aun así, seguiste con tus planes — Boris sintió que le
clavaban una cuchilla en el corazón al escuchar por primera vez a
Gabriel siendo tan sincero— No te importe y continuaste haciendo
daño — le recriminaba— Yo por ti sí sentí cosas hermosas y te lo
perdiste por tanta maldad, ahora amo a una persona que de verdad
me quiere, me protege y hace lo imposible por verme feliz — le dijo
tajantemente.
— ¡Boris, por favor, escápate conmigo! — le suplicó desesperado
— ¡Dame una oportunidad! — lo tomó por los hombros.
— ¡No sigas…Yo no te amo! — gritó Boris asustado— ¡Es
imposible! — agregó intentando soltarse de las manos de Gabriel.
— Yo sé que me amas y estás confundido — Gabriel ahora
intentaba tomarle la cara para que el muchacho lo viera a los ojos—
Podemos irnos lejos…Me llevé todo el dinero que guardaban aquí
en una maleta y lo tengo escondido en la iglesia…Podemos ser
felices juntos — le decía cada vez más desesperado y con una
mirada que poco a poco se tornaba más desquiciada.
— ¡Déjame…Estás demente! — Boris luchaba por quitarse de
encima al descontrolado hombre. Afuera continuaba la angustiada e
infructuosa lucha de Julián por abrir la puerta.
— ¡No, yo te amo y podemos irnos lejos y ser felices! — Gabriel
se fue encima de él y cayeron al piso en una angustiante lucha, ya
que deseaba besar otra vez a Boris— ¡Nos iremos…Yo puedo
conseguirle a Betancourt lo que necesita por otro lado! — añadió
fuera de sí y cada vez más cerca de los labios del adolescente.
— ¡Loco de mierda! — exclamó Boris al tiempo que atinó a darle
un duro cabezazo en la nariz a Gabriel, lo que le dio tiempo de
soltarse y correr hasta una esquina del quirófano, aún sin salida—
¡Acaba con esto ya! — suplicó angustiadamente.
— Boris…Es la última vez que te lo repito — insistió Gabriel
mientras se ponía de pie con la nariz sangrando— ¿Te escapas
conmigo y me das una oportunidad? — preguntó desde la mitad del
quirófano con la esperanza de hacerlo cambiar de opinión.
— ¡No! — exclamó Boris desde lo profundo de su alma en una
mezcla de dolor e ira.
Gabriel al ver la negativa del muchacho sintió que todo su
esfuerzo había sido en vano, el único que lo había hecho sentir
amor ahora lo despreciaba y las sombras de su interior otra vez se
comenzaron a apoderar de él. Se dejó caer de rodillas ante la
mirada desconcertada de Boris, luego llevó sus manos a la cara
para limpiar sus lágrimas y la sangre del golpe que había recibido.
Por un rato estuvo murmurando lo que podría ser una oración,
parecía tener una lucha interna con sus emociones y culpas. De
pronto, escucharon ruidos sobre ellos y Julián comenzó a gritar
desde el otro lado, se oían pasos sobre sus cabezas y las sirenas
de la policía cada vez más claras rodeaban el recinto.
— Entonces si tú no me amas, no serás de nadie y yo seré lo que
siempre quise ser…Poderoso — dijo Gabriel poniéndose de pie y
viendo a Boris fijamente; luego corrió hacia él y sin dudarlo lo tomó
del cuello, arrastrándolo sin compasión hasta la camilla en donde le
dio un golpe de puño que lo hizo perder la conciencia; dándole
oportunidad de atarle las manos y los pies.
Minutos más tarde y con un claro alboroto policial en las afueras
del Hogar de niños, Gabriel ya tenía todo listo para comenzar con la
parte final del trato que había hecho con Betancourt y al parecer
tenía bien pensado qué hacer para no ser capturado.
— Debo insistir en que mi amor por ti fue sincero — dijo justo
antes de arrancarle la camiseta al muchacho. La mascarilla para
anestesiarlo ya estaba preparada a un costado de la camilla, al igual
que toda la implementación necesaria. El momento final de su trato
con Betancourt había llegado.
El plan B

S iempre serás la persona que más amé en este mundo –


Gabriel sostenía la mascarilla que adormecería a Boris. Su
rostro estaba sudoroso y sus manos temblaban como jamás le
había sucedido en un procedimiento quirúrgico— Respira y no seas
débil — pensaba en voz alta como reforzando su confianza— No
hay tiempo que perder — acercó la mascarilla cerca de la cara del
joven.
Se detuvo. Respiró profundo y absorto en su objetivo parecía que
el tiempo se había detenido.
— ¡Mierda, no puedo! — exclamó, tirando la mascarilla a un
costado— No puedo hacerle esto…Tampoco están las condiciones
sanitarias — cubrió su cara con ambas manos y comenzó a llorar.
Caminó de un lado a otro, desesperado al ver que no podía tocar a
Boris. Tenía el tiempo en contra.
Se acercó a la camilla, tembloroso y con los ojos inundados en
lágrimas. Ahí tenía frente a él a ese dulce joven que un día lo hizo
sentir emociones que ya había decidido dejar en el olvido. Estaba
inmóvil por el golpe que le había dado, con su torso al desnudo
esperando que Gabriel se atreviera a arrancar el corazón de su
pecho. Llevó una de sus manos hasta él y pudo sentir la calidez de
su cuerpo otra vez, sus dedos se deslizaron sutilmente por el
abdomen de Boris y poco a poco fue subiendo hasta su pecho en
donde se detuvo y acercó su rostro hasta él, sintiendo su respiración
y el aroma de sus labios tal como lo recordaba. Se estremeció y no
pudo contener sus deseos de besarlo, sin importarle que ahora no
era correspondido.
— Te amo — le susurró entre lágrimas y se dejó caer al costado
de la camilla. En su mente daban vueltas todos sus tormentos,
desde el eco de su precario pasado hasta las promesas de poder y
riqueza que siempre deseo poseer. Ni siquiera le importaba que
arriba continuara la policía rodeando el lugar. En ese instante, sonó
su celular y salió abruptamente de aquel estado; se puso de pie
rápidamente y contestó a un número desconocido.
Era la policía que intentaba solucionar el problema de la manera
más pacífica posible. Le solicitaban que liberara a los jóvenes que
tenía encerrados y todo podría ser más fácil para él.
— ¡Deben asegurarme de que no iré preso! — gritó Gabriel
descontrolado— ¡Me dejarán salir con uno de ellos en mi poder! —
ordenó a la persona que estaba en contacto con él – ¡Cuando yo
suba me tendrán un vehículo listo para que pueda irme, de lo
contrario mataré al que vaya conmigo! —finalizó y colgó la llamada.
Respiraba agitado y murmuraba las oraciones que repitió durante
años en la iglesia, sentía que sería perdonado por los pecados
cometidos si clamaba fervientemente; algo en su mente le hacía
percibir de manera distorsionada su relación con la divinidad, hasta
parecía sentirse un ser superior. En medio de sus plegarias, sintió
que Boris se estaba despertando y comenzaba a jalar las amarras
que tenía.
— Suéltame — Murmuraba Boris, moviendo sus extremidades
con la mínima fuerza que tenía al despertar del golpe.
— Sí, ya te voy a soltar — le respondió Gabriel en un tono
pacífico— No te va a pasar nada…Te irás conmigo — tenía una
sonrisa perversa.
— ¡Julián, sácame de aquí! — exclamó Boris ya despierto del
todo. Del otro lado de la puerta estaba su novio sentado en el suelo
llorando desconsolado al no saber qué estaba sucediendo en el
quirófano.
—Shhh…Silencio pequeñín — Gabriel se acercaba con su dedo
índice en la boca para que dejara de gritar— El Señor quiere que
estemos juntos y nos iremos muy lejos — sonaba completamente
fuera de sí. Se puso otra vez al costado de la camilla y lo
contemplaba de manera siniestra, sus ojos provocaban temor en
Boris – Te voy a soltar y nos iremos de aquí, no debes intentar nada
para que todo salga a la perfección — le indicaba mientras soltaba
las amarras del muchacho.
— ¡No entiendo nada! — recriminaba Boris sentándose al borde
de la camilla asustado.
— Tú sólo debes seguirme, he cambiado de planes — Gabriel lo
tomó de un brazo y lo hizo bajar rápidamente— Ya no temas porque
no morirás, sólo debes venir conmigo y no serás el donante que
Betancourt necesita — lo llevaba muy apegado a él para que no se
escapara, estaban cerca de la puerta que comunicaba con la sala
en donde esperaba el novio de Boris. Abrió lentamente la puerta y
soltó al muchacho que se lanzó a los brazos de Julián.
— ¡Mi amor! — exclamó Boris con desesperación, aferrándose
con fuerza al cuerpo de su pareja.
— ¡Bebé hermoso, tenía tanto miedo! — respondió Julián
angustiado. Se besaron apasionadamente.
— ¡Ya basta de besos que no soporto verlos juntos! — intervino
Gabriel con furia— ¡Me llevaré a Boris bien lejos! — gritó al tiempo
que los separaba.
— ¡Yo no iré a ningún lado contigo! — aseguró Boris decidido a
no obedecer.
— Sí lo harás…Porque yo decidí salvarte — Gabriel caminó
hasta donde había lanzado a Julián, quien cojeaba por su herida –
¡Tú no serás el donante, pero sí lo será este mocoso inservible! —
exclamó apuntando al malherido muchacho— ¡Julián me dará el
corazón que necesito! — sentenció justo cuando lo tomó con fuerza
de un brazo y lo arrastró hasta la sala de operaciones en una
desesperada lucha entre los tres. Boris no iba a permitir que se
saliera con la suya y forcejeaba para evitar que Gabriel encerrara a
su novio. Entre manotazos, tirones y puñetazos estuvieron un breve
instante, hasta que en un arranque de ira; Julián fue lanzado hasta
el interior del quirófano en donde cayó con todo su peso cerca de la
camilla.
— ¡Déjalo ya! — gritaba Boris con desesperación aun luchando
contra Gabriel, quien le ganaba en fuerza.
— ¡Te dije que serías sólo para mí! — exclamó el desquiciado
hombre, empujando a su angustiado oponente hacia un lado para
abrirse paso hacia el interior de la sala. De todas formas, fue en
vano, pues Boris raudamente lo alcanzó y no pudo cerrar la puerta
como había planeado.
Otra vez estaban los tres en el mismo lugar, Julián se puso de pie
como pudo y se lanzó con lo que le quedaba de fuerzas hacia
Gabriel para defender a su novio y poder escapar. Iban de un lado a
otro tirando todo lo que estaba a su paso; desde la camilla hasta
todo el arsenal quirúrgico había sido regado por el suelo.
— ¡Tú no saldrás de aquí! — gritó Gabriel tirado en el piso y
luego tomó un bisturí que había caído del estante y se abalanzó
trastornado por la ira hacia Julián, quién no logró esquivar la certera
estocada en su vientre, ante la consternada mirada de su novio; el
cual antes de caer de rodillas a su lado, vio cómo le propinaban una
nueva puñalada con más fuerza y odio que la anterior.
Los ojos de Julián se tornaron vidriosos, llevó sus manos hasta
su abdomen de donde corría gran cantidad de sangre; se desplomó
en el piso con la respiración agitada. Gabriel, aún con el bisturí
ensangrentado en la mano y una sonrisa desquiciada, salió
corriendo hasta la otra sala, riendo como si estuviera dichoso de
haber herido al joven. Boris, aterrado al ver a su novio tirado en el
suelo se acomodó junto a él para poder ayudarle, pero nada podía
frenar la hemorragia de las heridas causadas.
— Abrázame — susurró Julián con los labios temblorosos.
Estaba pálido.
— ¡Amor, resiste por favor! — le respondió Boris poniéndolo
sobre sus piernas y aferrándose a él con fuerzas, la sangre se
esparcía por el piso.
— No estés triste mi amor… — Julián acariciaba el rostro de su
novio que lloraba desconsolado— Yo sé que tú vas a vivir y serás
muy feliz como lo soñamos — Balbuceaba en medio de su dolor –
Mereces ser feliz mi hermoso Boris — esbozaba una temblorosa
sonrisa.
— ¡No mi amor, no me dejes solito te lo ruego! — imploraba Boris
que sentía que se le desgarraba el corazón.
— Nunca te dejaré solo, te cuidaré siempre — respondió entre
cortado— Prométeme que vas a salir y vas a seguir adelante —
suplicó Julián cada vez con menos fuerza.
— Sí mi amor, te lo prometo…Pero, por favor no me dejes —
insistía su novio, intentando aferrarlo a la vida por más tiempo— No
puedes dejarme sin que podamos vivir todo lo que soñamos juntos
— veía como sus ojos se apagaban lentamente.
— Gracias por enseñarme el amor verdadero — Julián respiraba
cada vez más débil y su mirada estaba fija en los ojos de Boris— Te
amo — dijo suavemente y luego dio su último aliento de vida en los
brazos de su amor, quién soltó un desgarrador grito al verlo morir.
— ¡No me dejes por favor! — estuvo repitiendo Boris por un largo
rato con el cuerpo sin vida entre sus brazos.
Por un momento hubo un silencio abrumador, parecía que no
había nadie más en aquel lugar.
— ¡Hora de irnos de aquí! — se escuchó gritar desde el otro lado
a Gabriel, quien, al no tener una respuesta, no tuvo más opción que
acercarse hasta la puerta para insistir. Contempló el cuerpo sin vida
de Julián tendido en el suelo junto a Boris sobre un charco de
sangre – ¡Vamos, ya no podemos esperar más para irnos! — ordenó
con frialdad al devastado muchacho.
— Te amo mi vida — dijo Boris justo antes de inclinarse sobre el
cuerpo de su novio y lo besó para despedirse. Las lágrimas
empapaban su rostro. Se puso de pie sintiendo deseos de morir ahí
mismo, pero Gabriel lo tomó del brazo y le ordenó que no intentara
escapar; a esas alturas ya no tenía fuerzas ni deseos de hacer
nada, sólo se movía porque el desquiciado hombre lo jalaba
subiendo la escalera. Arriba se escuchaba que había personas
abriendo paso tal y como Gabriel solicitó por el teléfono; no quería a
nadie cerca o mataría a Boris. Todos pensaban que Julián estaba
con vida, encerrado abajo y eso le daría tiempo para mantenerlos
distraídos un momento.
Abrió la compuerta y poco a poco fue avanzando frente a un
grupo de policías que no podían hacer más que mantenerse atentos
a cada movimiento, si intentaban algo, la vida de Boris estaría en
riesgo. Gabriel prácticamente lo llevaba en brazos, pues el joven ya
no tenía ni fuerzas ni ganas para vivir. En cuestión de minutos, lo
subió en un auto que le habían puesto a disposición, se encontraba
justo a la entrada del hogar; al tiempo que lo encendía para escapar,
un grupo de policías bajaba al subterráneo para rescatar al otro
joven. Cuando se dieron cuenta de que habían sido engañados, ya
era muy tarde, pues Gabriel ya estaba varias cuadras más lejos y
ahora con Boris como rehén. La ciudad estaba alborotada, entre los
movimientos de la policía y la prensa que circulaban por las calles.
Se había desplegado un gran operativo para atrapar al Pastor,
Gabriel y Betancourt. Desde ahora cada minuto contaba para salvar
la vida de Boris.
Infierno

M edia hora más tarde y seguidos por unas patrullas, Gabriel


logró abrirse paso en el estacionamiento de la iglesia; sacó
su revólver y bajó junto con Boris, quien caminaba por inercia; su
mente permanecía con la imagen de Julián muerto en sus brazos,
sentía un vacío que desde la partida de su madre no había
experimentado. Varias personas se agolparon cerca de la calle de la
Iglesia, que en ese momento se encontraba cercada y custodiada
por la policía; algunos periodistas buscaban el mejor lugar para
hacer sus notas y muchos de los que observaban desde lo lejos
eran parte de la congregación, quienes vieron en las redes sociales
lo que estaba ocurriendo con la familia Ferrada. Poco más allá,
también estaban todos los amigos de los muchachos que
permanecieron encerrados y ahora se encontraban observando
aterrados lo que sucedía con Boris. En medio del alboroto y la
atenta mirada de los policías, Gabriel entró sin ningún problema en
el templo en donde se encerró con llaves y luego las tiró sobre una
de las bancas cercanas; Boris no decía nada, parecía no tener
voluntad propia.
— Vamos a huir…No te preocupes — aseguró Gabriel llevándolo
a la bodega de la iglesia en la parte trasera— Tú y yo vamos a ser
felices por fin — insistía con la mirada desquiciada, buscaba algo en
uno de los estantes con desesperación.
— ¿Julián? — se escuchó decir a Boris con un hilo de voz muy
débil.
— ¡No está! — recibió por respuesta— ¡Se fue…Yo lo eliminé! —
agregó con satisfacción y una risa macabra— Ahora solo estamos
los dos para ser felices — Gabriel continuaba buscando entre los
muebles.
— ¿Felices? — Boris reaccionó, había recibido de golpe la
imagen de su novio muerto.
— ¡Sí, tú y yo! — exclamó Gabriel con euforia.
Mientras éste continuaba con su desesperada búsqueda en la
desordenada bodega, Boris poco a poco se recuperaba y entendía
que el desquiciado hombre pretendía llevárselo lejos. Sabía que si
intentaba hacer algo para huir podría ser peor en el estado en que
Gabriel se encontraba y más si era capaz de matar a una persona.
— ¿Crees que podamos ser felices después de todo? —
preguntó Boris temeroso.
— ¡Sí, claro! — le respondió y se fue de prisa hacia el joven que
permanecía estático en un rincón de la bodega— ¡El Señor nos
ayudará a retomar el camino! — sus desorbitados ojos asustaban
cada vez más al muchacho.
— Creo que tienes razón Gabriel — Boris le tocó el rostro con la
mano temblorosa— El Señor puede perdonarte y darnos la felicidad
— añadió esbozando una sonrisa.
— ¡Sí! ¿Tú también lo crees? — el sólo roce de los dedos del
joven en su cara provocaron que aumentaran sus deseos de
escapar juntos — Vamos a estar juntitos por siempre — se acercó
lentamente a los labios del inmóvil muchacho y el latir de sus
corazones se aceleró, sintió la tenue respiración de Boris muy cerca
y no pudo contener el impulso de besarlo; sólo que antes de que su
felicidad se hiciera mayor, el adolescente le mordió la boca con una
furia desmedida y acto seguido le arrancó un trozo de labio. El dolor
provocado le hizo perder el control de la situación, dando tiempo a
Boris de empujarlo con toda su fuerza contra un estante, haciéndolo
caer al piso y gritando de dolor y con la cara ensangrentada.
— ¡Nunca más estaré contigo enfermo de mierda! — le gritó
Boris, sintiendo que la ira lo consumía desde lo más profundo de su
ser. Una patada en la cabeza terminó por aturdir más aún al
descontrolado hombre.
Boris se limpió la sangre que tenía en la cara y empezó a buscar
algo entre los muebles, afuera se escuchaba la policía hablar por
megáfono al secuestrador, pidiéndole que liberara al muchacho.
— ¡Aquí están! — exclamó el joven con una cajetilla de fósforos
en la mano— Y por aquí debe estar…Sé que lo vi alguna vez —
decía apresurado, sabía que no tenía mucho tiempo— ¡Aquí! —
gritó ansioso y sacó de un costado un calefactor de parafina.
— ¡Mocoso traidor! — Gabriel estaba volviendo en sí, se retorcía
en el piso.
— ¡Cállate! — respondió Boris justo cuando sacaba el estanque
de combustible del calefactor. Lo abrió y comenzó a tirarlo sobre el
cuerpo de Gabriel — ¡No mereces que nadie te perdone! — gritaba
al tiempo que la parafina caía y se esparcía por todos lados en la
bodega.
— ¿Qué haces? — Gabriel intentaba ponerse de pie, sintiéndose
impregnado en combustible.
— Ni siquiera esto será suficiente para hacerte pagar por todo lo
que has hecho — dijo Boris en el momento en que encendía un
cerillo— ¡Vete al infierno y paga por la muerte de Julián! —
sentenció enfurecido y lo dejó caer en el suelo.
El fuego rápidamente se propagó y alcanzó a Gabriel, quién
comenzó a gritar y a moverse de un lado a otro, desesperado al
verse envuelto en llamas; la bodega completa comenzó a arder sin
dejar espacio para que éste pudiese salir de allí con facilidad. Boris
corrió por el pasillo de la iglesia, mientras el humo invadía todo el
recinto. Afuera no tardaron en darse cuenta de que un incendio
había comenzado, por lo que la policía empezó a movilizarse e
hicieron que bomberos concurriera hasta el lugar. La congregación
que permanecía del otro lado de la calle, al ver cómo su iglesia ardía
comenzaron a orar con los brazos en alto, implorando la
misericordia de Dios con el lugar que ellos consideraban sagrado.
— ¡Padre amado! — exclamó Corina con las manos en la
cabeza, quien acaba de llegar hasta el lugar— ¡Señor, ten piedad de
tu templo! — suplicaba en compañía de otros hermanos.
— ¡Boris! — se escuchó gritar a Camila, quien lloraba abrazada a
su novio en medio del grupo de amigos que esperaba verlo con vida
nuevamente.
La iglesia estaba casi por completo envuelta en llamas, los
bomberos llegaron y entraron rompiendo todo a su paso. Lo primero
que sacaron fue el cuerpo del adolescente que estaba desmayado
junto a la puerta de acceso. Minutos más tarde vieron aparecer
entre las llamas y el humo a un hombre ardiendo que cayó
súbitamente a pocos metros de la salida, de inmediato fue socorrido.
Las ambulancias se llevaron a los heridos en medio de la algarabía
de la muchedumbre y de la prensa que seguía cada movimiento.
Atrás quedaba la iglesia completamente consumida por el fuego y
muchos de los miembros de la congregación destrozados.

3 días después…
El cementerio principal de la ciudad estaba repleto de gente que
quería acompañar a la familia del joven Julián, quien había fallecido
a manos de unos de los inescrupulosos miembros de la red de
tráfico que se ocultaba en el Hogar de niños; al menos así aparecía
en casi todos los medios de prensa. La noticia se había esparcido
rápidamente y todos los macabros sucesos se fueron develando
poco a poco con el pasar de las horas después del incendio de la
iglesia. El cortejo fúnebre ingresó por la alameda principal del
cementerio; en un ataúd barnizado iba el cuerpo inerte de Julián
sostenido por su padre, Boris, Felipe y Bruno; quien por esta
ocasión había dejado a Serena reparándose del inmenso dolor que
sentía al perder a su amigo. Detrás, iban los familiares y amigos
más cercanos del joven acompañando a su madre, quien no
encontraba consuelo ante su partida.
— Hoy estamos reunidos aquí para despedir a mi hijo — expresó
con gran dolor el padre del muchacho acompañado de su esposa—
Mi hijo ha sido un héroe al defender con valentía a la persona que
más amo en este mundo, se ha ido de este mundo, pero sabemos
que siempre vivirá mientras su recuerdo esté en nuestros corazones
— su mirada incrédula contemplaba el ataúd, sobre éste había un
retrato del joven.
— ¡Quiero que todos sepan que jamás te voy a olvidar Julián! —
Boris pidió la palabra, deseaba despedirse y a pesar de no estar en
las mejores condiciones, alzó la voz para homenajear a su novio—
Lo que me queda de vida será para honrarte cada día, para luchar
por ser feliz y conseguir mis sueños, esos sueños que ahora no
podré compartir contigo — se detuvo con un nudo en la garganta—
Aunque sé que siempre me cuidarás como prometiste y no te
defraudaré nunca, haré que desde donde estés te sientas orgulloso
de mi — unas lágrimas caían por sus mejillas— Te amo Julián,
gracias por ser parte de mi vida y espero que algún día nos
volvamos a encontrar… — dejó una rosa roja sobre el ataúd e
inevitablemente rompió en llanto.
— ¡Gracias por brindarme tu amistad hermano del alma! — Gritó
Felipe abrazado a Camila con el corazón destrozado— Ya nos
reuniremos mi amigo, eres el mejor de todos… —finalizó sin poder
decir nada más en medio de sollozos.
— ¡Eres el más valiente mi Juli! — Camila besó un tulipán—
Siempre te llevaré en mi corazón — lo acomodó cerca de la rosa de
Boris.
Uno a uno los asistentes al funeral fueron dejando caer una flor
sobre el féretro que se perdió en un sinfín de pétalos de diversos
colores, se había ido aquel muchacho rebelde que la vida en
muchos momentos trató con crueldad y a pesar de todo se dio la
oportunidad de entregarle su corazón a un joven por el cual estuvo
dispuesto a todo con tal de protegerlo. Habían despedido a Julián de
este mundo. Con profundo pesar abandonaron el cementerio; Boris,
Felipe y Camila fueron los últimos en irse, se mantuvieron
abrazados durante un largo rato.
Una nueva vida

C on el pasar de los días, Boris se fue enterando de todo lo que


había sucedido tras el incendio de la iglesia; su padre en un
intento por escapar del país fue capturado por la policía
internacional en la capital, ahora sería condenado por todos sus
crímenes de la misma manera que lo haría Armín Betancourt, el
Anciano que fue detenido en la clínica en donde se encontraba su
esposa, la cual continuó internada en malas condiciones de salud
que se agravaban por la edad; finalmente todo su plan fue en vano,
pues nunca consiguieron matar a Boris para que se convirtiera en el
donante de corazón que la enferma mujer requería. Gabriel, luego
del incendio fue hospitalizado con graves quemaduras que
abarcaron casi el ochenta y cinco por ciento de su cuerpo; estaba
siendo sometido a decenas de cirugías para mantenerlo con vida y
permanecería conectado a un ventilador mecánico hasta que fuese
necesario, según los médicos su recuperación podría tardar más de
un año y jamás volvería a ser el mismo; además si es que
sobrevivía, lo que le esperaba era la cárcel de por vida, mientras
tanto, estaría custodiado por policías en el hospital. Boris jamás dijo
nada sobre lo ocurrido en la bodega del templo, sólo declaró ante la
justicia que Gabriel habría intentado incendiar el lugar con ambos
dentro, en medio de un ataque de locura y él lo golpeó para poder
escapar del fuego. Lucía junto a su familia se harían cargo de
construir otro templo para que la congregación se reuniera
nuevamente y ya tenía pensado que, si Gabriel sobrevivía,
comenzaría los trámites para divorciarse, pues al igual que Boris no
quería verlo nunca más en su vida.
En la terminal de buses se encontraban para despedir a Koka,
Tati, Bruno y los ex amigos de Gabriel, era hora de regresar a sus
vidas luego de tanto sufrimiento. Cargaron los bolsos y poco a poco
se fueron agrupando, pues el momento de separarse había llegado.
— No dejes de ir a visitarnos — dijo Tati dando un fuerte abrazo a
Boris, el que estaba acompañado de Camila y Felipe.
— Siempre tendrás un lugar en nuestra vida y en nuestro hogar
— Koka se unió al abrazo de su novia.
— ¡Cuando quieras puedes ir a la disco a ver el nuevo
espectáculo de Serena! — Bruno estaba emocionado al tener que
despedirse— ¡No soy el que llora, es la diva que llevo dentro! –
agregó entre sollozos, intentando sonreír.
— Gracias amigos, sé que siempre podré contar con ustedes
porque la vida nos ha unido —respondió Boris con serenidad y
gratitud.
— Encontré esto entre las cosas que trajeron de ustedes de
nuestro departamento — le dijo Koka, pasándole un sobre celeste
sin ser vista por los demás que se abrazaban— Lo escribió Julián
para ti —sus ojos se llenaron de lágrimas al decir su nombre.
— ¡Gracias! — dijo Boris con el sobre en su mano y el corazón
apretado.
— ¡Trata de seguir adelante con tu vida! — era el turno de Alex y
sus amigos de despedirse, luego de unos abrazos se subieron al
autobús que los llevaría de regreso a sus vidas.
— ¡Adiós! — gritaron desde abajo a todos sus amigos que partían
en aquel en bus. Se quedaron viendo cómo este se perdía entre las
calles de la ciudad.
Luego salieron por una de las calles y tomaron un taxi que los
llevó hasta una plazuela cercana en donde se sentaron en una
banca para poder conversar tranquilos. El día estaba soleado y un
suave viento soplaba entre los frondosos árboles. Intentaban sanar
las heridas causadas con la muerte de Julián, nada parecía darles
consuelo. A ratos permanecían en silencio, luego continuaban
hablando y a momentos, trataban de sonreír.
— ¿Qué pasará contigo ahora Boris? — preguntó Camila
preocupada— No tienes a nadie de tu familia — su mirada era de
tristeza al verlo tan solo.
— Mi padre está preso y la Casona ya no pertenece a la familia
— le contestó con seriedad — Pero Marta me ha pedido que me
quede a vivir con ella hasta que yo lo desee, no quiere que termine
en algún internado — dijo en un tono pausado— Supongo que es la
mejor opción que tengo por el momento, además ella no tiene la
culpa de lo que haya hecho Abner — añadió cruzando sus piernas
para estar más cómodo.
— ¿Y la tía solterona? — Felipe sentía curiosidad— ¿Vivirá con
ustedes? — puso cara de desagrado.
— ¡No, claro que no! — Boris logró sonreír con la cara de su
amigo— Creo que vivirá en casa de Juana, esa señora la conoce de
niña y no iba a dejarla abandonada — apoyó su cabeza en el
hombro de Camila.
— Este último año de colegio será difícil, esperemos que no lo
cierren por los negocios turbios del Pastor — dijo Felipe estirando
sus brazos para relajarse.
— No lo creo, la congregación solicitó hacerse cargo,
demostrando que ellos no tenían nada que ver con la red de tráfico
para la cual trabajaban el Pastor y Gabriel — respondió Boris
tocando la carta de su novio que guardaba en su bolsillo— Y todo
indica que Marta seguirá en el puesto, finalmente no todos deben
ser juzgados por los delitos de mi padre que jugó con la fe de
muchas personas — añadió con vergüenza.
— ¡Tranquilo hermano! — Felipe se acercó y lo abrazó— Tú no
debes sentir vergüenza por lo que haya hecho tu familia — le
sacudió el cabello para relajarlo.
— Entonces si el colegio no es cerrado, seguiremos siendo
compañeros — Camila sonrió dejando ver sus brackets— ¡Y es
nuestro último año! — intentaba animar a su amigo.
— Nuestro último año de colegio… — Boris se quedó pensando
con la mirada perdida entre los árboles.
— ¿Qué pasará después con nosotros? — Camila ahora ya no
sonaba alegre.
— Yo espero irme a alguna universidad que me dé una beca
deportiva — contestó Felipe animado— Sería genial si pudiésemos
ir todos al mismo lugar — los quedó mirando para ver si se
motivaban.
— ¡Sí, yo no me quiero separar de ustedes! — exclamó Camila
con nostalgia— Yo los amo, son mis hombrecitos hermosos — le dio
una mano a cada uno— Tenemos que estar siempre unidos y lograr
nuestras metas…Eso le gustaría a Julián — apretó sus manos con
fuerza para contenerse las ganas de llorar.
— Sería muy buena idea irnos juntos a estudiar, ustedes son mi
única familia — Boris esbozó una sonrisa en medio de su tristeza—
Sólo quiero ser mayor de edad para irme bien lejos de aquí y
comenzar una nueva vida — suspiró profundamente— Tengo un
sobre que encontraron las chicas en las cosas de Julián que
quedaron en su apartamento — dijo con tranquilidad.
— ¿Una carta? — preguntó Felipe poniéndose serio.
— Tal vez, no lo he abierto — respondió Boris sacando el sobre
de su bolsillo— Quería leerla junto con ustedes — añadió al tiempo
que sacaba la hoja que contenía en su interior, ante la atenta mirada
de sus amigos que sentían que se les apretaba el pecho al saber
que tenían unas líneas escritas por su amigo. Boris respiró profundo
y comenzó a leer:
“Hoy hemos tenido un lindo día en compañía de nuestros mejores
amigos en esta hermosa playa. Ha sido un día perfecto en tu
inigualable compañía, me siento el más afortunado del mundo
cuando estoy contigo…Ni siquiera puedo creer la locura que hicimos
de unir nuestras vidas simbólicamente en el mar; pero todo contigo
es perfecto, es un sueño y quiero pasar cada día de mi vida junto a
ti. Ahora te veo dormir tan tranquilo, puedo acariciarte y besarte sin
ningún temor porque sé que tú también me amas. La vida nos puso
frente a frente en el momento indicado, pues nada en el universo es
al azar, todo tiene su tiempo y por más que antes busqué el amor en
otras partes, nunca pude dar con él; siempre fallaba, siempre sufría
y pensaba que jamás podría encontrar una buena persona que
valorara todo el amor que yo podía darle. Me enojé con la vida por
hacerme sufrir y no darme el amor que deseaba e intenté llenar
esos vacíos con las cosas más absurdas y vergonzosas, pero nada
consiguió darme la felicidad, cada vez estaba más vacío. Hasta que
te conocí y lentamente fuiste despertando en mi ese sentimiento que
anhelaba, cuando menos lo esperaba y ya no lo buscaba. Contigo
he comprendido que el amor no se debe buscar como muchos lo
hacen, ni suplir con cosas materiales, pues siempre ha estado
dentro de mi y no me había dado cuenta. Para poder amarte tuve
que amarme a mi mismo primero, pues no existe droga que pueda
hacerme sentir amado. ¡Qué equivocado estaba! Buscaba el amor
afuera cuando siempre estuvo en mí, sólo que no lo sentía pues
jamás fue la persona indicada a la que se lo entregaba. Gracias a ti,
logré valorarme y poder entregarte un amor puro; ese que no
necesita cosas materiales para ser feliz, ese amor que te brinda
protección y paz en el corazón, ese amor que te hace sentir como
un niño haciendo travesuras y que es capaz de ir hasta el fin del
mundo por ti. Puedo decir, mi amado Boris, que gracias a ti
conseguí amar y ser amado con el alma; te estaré siempre
agradecido por entrar en mi vida. Sólo deseo para nosotros la
felicidad y que tengamos amor cada día de nuestras vidas, amor del
bueno…
Te amo eternamente,
Julián “
— Tú también me enseñaste a amar de verdad — dijo Boris con
los ojos llorosos mirando al cielo y la carta apretada en sus manos.
Camila y Felipe lo abrazaron emocionados, sintiéndose dichosos de
haberlo conocido, su presencia inundaba el lugar. Se quedaron
sentados en aquella banca hasta el atardecer, intentando volver a
sonreír y soñando con el comienzo de una nueva vida.

FIN

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