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Darien Amesti
Copyright © 2020 Darien Amesti
Todos los derechos reservados.
Ilustración y diseño de portada:
Constanza Castillo Gavilán
Todos los derechos reservados de la obra y
seudónimo. Ninguna parte de este libro puede ser
reproducida o transmitida de cualquier forma o por
cualquier medio, electrónico o mecánico, incluyendo
fotocopia, grabación, o por cualquier sistema de
almacenamiento y recuperación, sin permiso escrito
del propietario del copyright.
Para Christopher Ifland, quien me animó a escribir esta historia y me brindó su
apoyo incondicional durante todo el proceso. Fuiste el primero en leerlo y darme
tus apreciaciones, estaré por siempre agradecido.
Para mi familia, pilar fundamental en mi vida: Emilia Muñoz, Israel Améstica,
Cynthia Améstica y Maximiliano Martínez.
Para mis Abuelos, Blanca y Gris, quienes me acompañarán por la eternidad
donde quiera que vaya mi alma.
Para mis amigos y lectores beta que se dieron el tiempo de leer el borrador de
esta historia, sus comentarios fueron de gran valor y me animaron a seguir
escribiendo.
Dedicado a todos ustedes
En la casa del Señor
Bro…Estoy en la esquina.
De aquí te veo…
Al recibir los mensajes, Boris se volteó para encontrar a Gabriel,
rápidamente lo divisó entre las personas y corrió hacia él, en parte
por la emoción de verlo y por los nervios de que Lucía los viera
juntos al salir del colegio.
— Dejé el auto estacionado para que caminemos— le Dijo
Gabriel al tiempo que le daba un abrazo.
— ¡No hay problema…Yo feliz! — respondió Boris perdido entre
el cuello de Gabriel, podía sentir el suave aroma de su perfume y el
de su piel. Se estremeció.
— Bro, necesito ver unas cosas para el cumpleaños y quiero que
me ayudes— lo soltó y le indicó hacia donde caminarían – No es
mucho, ya que papá y tía Corina tienen casi todo listo— agregó
mientras se acomodaba la camisa.
— ¡Será genial tener una fiesta! — Boris parecía emocionado.
— Jajaja— Gabriel dejó salir una risotada –¿Fiesta? — lo miró
sorprendido —En casa no se hacen fiestas, recuerda que somos
una familia cristiana— se puso serio.
— Eh…Oops, lo siento— Boris se encogió de hombros,
claramente avergonzado.
— Jajaja…Es broma Brother— volvió a sonreír –O sea, no hacen
fiestas con distorsión, pero sí compartimos con amigos— agregó
Gabriel, mientras Boris lo observaba casi como bicho raro.
— Pero eso suena aburrido— contestó Boris, con sinceridad.
— Lo sé, pero ahora que tengo un hermanito, podemos hacer
nuestra propia fiesta secreta— Gabriel le desordenó el pelo –¿te
parece? — lo miraba con ternura, sin saber cómo reaccionar.
— De acuerdo…Espero y se cumpla— fue lo único que Boris
atinó a decir, su corazón latía a mil por hora, a pesar de no saber
qué sentía Gabriel y lo más probable es que fuera solo cariño,
además de la diferencia de edad hacía que todo fuese un imposible,
un sueño lejano — ¿Y Lucía está invitada? – preguntó sin olvidar la
escenita de celos que esta le había montado recién.
— Por supuesto, es mi novia… No podemos dejarla fuera — le
guiñó un ojo al tiempo que entraban a una tienda gourmet.
Boris no recibió la respuesta de buena forma y se sintió
desanimado, pero en el fondo sabía que debía acostumbrarse a ser
lo que todos esperaban: hermanos. Caminó largo rato detrás de
Gabriel sin decir mucho, mientras éste compraba lo que necesitaba;
lo miraba y hasta un nudo se le puso en la garganta de impotencia.
— Lucía me dijo que no te haga perder tiempo, creo que le
molesta vernos juntos— pensó Boris casi con deseos de gritarlo. A
pesar de eso, se contuvo.
— Ahora pasemos por el supermercado y estamos listos con
nuestra parte— Gabriel llevaba un par de bolsas cargadas, mientras
que Boris le ayudaba con otras y le seguía.
Anduvieron un par de horas en lo que quedaba de compras para
la celebración. En la casa y en la iglesia ya estaba anunciada la
celebración que se llevaría a cabo en poco tiempo más, después del
culto, como ya era tradición. Todos los hermanos de la iglesia
participaban de las actividades de la familia Ferrada y este año no
sería la excepción. Una vez que terminaron de comprar, cargaron el
auto y se fueron en dirección a la casa.
— Antes de ir la casa, te llevaré rápidamente a que conozcas un
lugar que está en el camino — dijo Gabriel entusiasmado y con una
sensual sonrisa.
— ¿Qué es? – respondió Boris. Sus ojos se encendieron.
— Es un parquecito — Gabriel le contestó y al mismo tiempo
estacionaba el automóvil.
Boris vio desde la orilla del camino el lugar al cual se refería
Gabriel, un parquecito lleno de enormes y frondosos árboles que
comenzaban a llenarse de hojas luego de las fuertes lluvias.
Caminaron hasta una banca que había poco más allá de la entrada
del lugar y se sentaron a disfrutar del frío paisaje. La naturaleza del
lugar era una de las cosas, junto con Gabriel, que más le gustaba
del entorno donde ahora vivía, ya que en el norte todo era
demasiado árido; aquí podía sentir el frío viento en la cara, ver la
lluvia, prados verdes, muchos árboles y todo en compañía de un
hombre guapo; inalcanzable, pero extremadamente bello.
— A veces vengo a entrenar aquí o a jugar fútbol con los chicos
de tu colegio— comentó Gabriel y se tendió sobre la banca,
apoyando su cabeza en las piernas de Boris. El corazón del
adolescente se aceleró otra vez.
— Me gusta este lugar, es tranquilo— respondió Boris, tratando
de ignorar que él estaba recostado en su cuerpo. Miraba alrededor y
el parque parecía vacío, al parecer poca gente lo visitaba al estar a
la salida de la ciudad.
— ¡Ves, ya tienes un lugar donde traer a las chicas! — remató
Gabriel, al tiempo que sacaba su celular que acababa de vibrar. La
cara de Boris se puso rígida, ya que ese tipo de comentarios lo
sacaban de su ilusión y lo ponían incómodo.
Gabriel se volvió a sentar para ver su teléfono, un mensaje en su
WhatsApp con el nombre de “jefe” se desplegaba en la pantalla de
inicio.
Tenemos nuevo producto y comprador.
Luego de leerlo, su cara cambió abruptamente y se puso de pie,
tomo un respiro y se quedó viendo hacia el cielo con la mirada
perdida.
— ¡Hey! … Dime algo, no me dejes solo— insistió Boris para
hacerlo reaccionar. Luego se puso de pie y salió corriendo en
dirección al auto.
Gabriel volvió en sí con una risotada y corrió tras de él, pero no
logró alcanzarlo— ¡Creo que estoy viejo! – gritó mientras lo seguía
tratando de hacer broma – ¡Me ganaste Bro! – remató con la cara
llena de risa, pues disfrutaba esos momentos con su nuevo
hermano. Luego se subieron al vehículo y terminaron en la Casona,
la tarde ya había pasado.
En casa, los esperaba tía Corina con unos pasteles que ella
misma había horneado con la ayuda de Juana. Tenía la mesa
servida y cada detalle era como para tomar el té con la Reina de
Inglaterra, a Boris le parecía extremadamente cursi; estaba
acostumbrado a comer pizzas con su madre sentado en la alfombra
de la sala de la casa o en su habitación mirando televisión. Ahora,
en cambio debería acostumbrarse a las comidas en familia,
ordenado y dando gracias al Señor por los alimentos. Para su
desgracia, justo antes de que se sentaran a probar las delicias de la
tía, llegó Lucía y se fue directo a los brazos de su amado. El
estómago de Boris se revolvió, no sabía si era por su presencia o de
celos al verla besando a Gabriel.
— ¡Qué mesa tan bendecida tienen hoy tía Corina, felicitaciones!
— Lucía le dio un beso en la mejilla a la decorosa mujer y se sentó
junto a su novio. Miró a Boris con desagrado.
— ¿Qué nos cuentas mi querida Lucía? — Corina le indicaba a
Juana que le sirviera té a la joven. Sólo le bastaban unos gestos con
la mano y la señora sabía qué hacer y cómo hacerlo— ¿Qué pasa
afuera en el mundo? – agregó, ya que Lucía siempre sabía lo que
sucedía a su alrededor.
— ¡No me lo vas a creer! — Lucía le tomó la mano a Corina como
para prepararla –Aunque quizás no deba contarlo, puede que sea
sólo un chisme…No estoy segura — dijo ante la mirada expectante
de todos.
— No te preocupes querida, si es un chismecito santo, no te
compliques…El Señor sabe tu buena intención— respondió tía
Corina, quien llamaba de esa forma a los chismes que todo mundo
le llevaba en la iglesia; esa era la forma en que lo disfrazaban y los
hacía sentir libres de culpa, aunque al final siempre era un chisme
mal intencionado y nada celestial.
— Dicen las malas lenguas, que en el colegio hay un estudiante
homosexual— Lucía lo dijo como lanzando una bomba en el plato
de Boris, a quien miró fijamente y llena de ira. Todos en la mesa
estaban sorprendidos, parecía que el tema era gravísimo, a tía
Corina se le quedó atorado un trozo de pastel y tuvo que tomar un
gran sorbo de té para poder pasarlo.
— ¡Pero eso es… Terrible! — fue lo primero que Corina pudo
decir, luego alzó los brazos –¡Señor, líbranos del pecado! —Tomó
aire con fuerza— ¡Sodoma y Gomorra en nuestro colegio! —remató
casi con un grito desesperado. Juana corrió a su lado por si se
desmayaba.
— ¿Somorra y Gorroma? — preguntó Boris confundido, quien
jamás había escuchado de ese lugar.
— ¡Sí, Sodoma y Gomorra…! — corrigió Corina aún angustiada
—El lugar de la perversión y la sodomía — se tomaba la cabeza,
parecía que el mundo le daba vueltas.
— ¿Es eso cierto? — interrumpió Gabriel con preocupación –
Amor, ¿Sabes quién es? — miró a Lucía, quien tenía una cara llena
de satisfacción bien poco cristiana.
—Sólo lo escuché entre los alumnos cuando fui hoy, pero no sé
de quién se trata— aseguró la mujer con un tono despectivo.
— ¿Hoy fuiste al colegio? — Gabriel abrió unos enormes ojos—
¿No viste a Boris allá? – consultó mientras tomaba un sorbo de
café.
— No, no lo vi… Fui a otras cosas— miró con desagrado a Boris,
quien prefirió no decir nada de lo sucedido a la salida.
Luego de ese incómodo momento en la mesa, en donde Lucía
quiso inquietar al nuevo hijo de los Ferrada, éste se retiró a su
habitación y así dejar a la pareja de novios un rato a solas para su
desagrado, aunque no le quedaba de otra. Tía Corina le dio todas
bendiciones existentes antes de subir e invocó al Señor casi diez
veces para proteger a su sobrino del mal sodomita que acechaba el
pulcro colegio. Subió la escalera, cabizbajo y con emociones
revueltas; la presencia de esa mujer no le agradaba y era evidente
que ella sentía lo mismo por él. Decidió encerrarse en su mundo,
con sus audífonos escuchando música y mirando por la ventana el
paisaje que lo tranquilizaba. Media hora más tarde, preferiría no
haber estado en la ventana, pues para su desgracia, vio cuando
Gabriel con Lucía salían de la casa e iban gozosos y tomados de las
manos, luego se subieron en el auto que estaba a la salida de la
Casona y se fueron con rumbo desconocido. A Boris se le apretó el
estómago y se llenó de tristeza. Cuando logró reaccionar, tenía un
mensaje de Gabriel en su celular y al verlo sólo sintió un gran vacío.
Bro, no le digas a nadie. Tal vez no llegue a dormir esta
noche. ¡Besos!
Deseo y culpa
1987…
—“¡Boys, Boys, Boys…I´m looking for a good time…!”— Corina
iba al ritmo de la letra de su canción favorita frente al espejo; se
arreglaba para salir y quería dejar su cabello lo más a la moda
posible como en las revistas que miraba con sus compañeras de
colegio. Se aplicaba gran cantidad de gel para fijarlo y obtener un
aspecto desordenado y voluminoso— “¡Boys, Boys, Boys…Get
ready for my love!”— continuaba cantando con la radio a todo
volumen e imitando los movimientos de Sabrina Salerno, la cantante
del momento y a la cual le imitaba el estilo.
— ¡Corina qué significa esto! — se escuchó gritar desde la puerta
a su madre escandalizada al ver a su hija haciendo bailes que no
correspondían a una joven de familia cristiana.
— ¡Ay, mamá no seas anticuada! — respondió la joven
acomodándose la chaqueta de Jeans— ¡Es la mejor cantante junto
con Madonna! — saltaba de un lado a otro como una cabra
descontrolada.
— ¡Qué tonteras dices! — su madre apagó la radio— No
deberías comportarte así, eres la hija del Pastor y debes dar el
ejemplo — regañaba detrás de su hija que parecía no estar
prestándole la menor atención.
— ¡Ya…Está bien! — Corina tomó unas monedas que tenía sobre
su cama y las metió a su bolsillo— Pero ahora no tengo tiempo para
eso, voy a una fiesta con mis amigas — caminaba de prisa hacia la
puerta.
— ¡No te he dado permiso! — exclamó Amanda, la madre de
Corina — ¡Esta noche te quedas aquí porque mañana hay que ir al
culto dominical! — intentó agarrarla de un brazo, pero su hija era
mucho más rápida y corrió sin darle tiempo a detenerla. Como ya se
había hecho costumbre en la joven, salía sin permiso cada vez que
se le antojaba y generaba conflictos en sus padres; Pedro, el Pastor
siempre culpaba a su esposa del comportamiento inadecuado de su
hija, ya que la crianza era una labor de la mujer. Por otro lado, él
siempre tuvo preferencia por su pequeño hijo Abner con el cual
pasaba gran parte de su tiempo.
Corina salió rauda de la Casona y se fue a casa de una de sus
amigas del colegio con la cual se juntaban a bailar e imitar a sus
cantantes favoritas, algunas veces hacían fiestas y eran bastante
populares entre los chicos de su edad que las pretendían por ser tan
osadas. Esa noche, había un gran número de adolescentes
emborrachados en el galpón donde se juntaban; una vieja radio
sonaba entre el alboroto y un poco más allá se veía una fogata en
donde estaban bebiendo. Hacia ese lugar caminó Corina, ya que
sabía que su amiga estaba entre ese pequeño grupo.
— ¡Amiga toma un poco de esto, está muy bueno! — gritó Laura,
su mejor amiga, estirando su brazo para pasarle la botella de vino
barato que estaba bebiendo.
— ¡Hay mucha gente! — exclamó Corina, luego de probar un
sorbo de vino. Parecía extasiada con el ambiente festivo.
— ¡Y mira quién está allí! – Laura le indicó para que mirara un
poco más allá.
El corazón de Corina se aceleró al verlo, allí estaba el apuesto
chico de ojos verdes con su guitarra apoyado en una pared sacando
unos acordes. Era la tercera vez que lo veía y aún no se atrevía a
decirle nada; su amiga se puso de pie y la alentó para que se
acercara a conversarle. Esta sin dudarlo más, fue tímidamente hasta
donde se encontraba aquel muchacho. Se paró frente a él, quien
parecía ignorar su presencia.
— ¡Hola! — le dijo Corina coquetamente— ¡Qué linda tu guitarra!
—se acomodaba el pelo con nerviosismo.
— Hola, pensé que nunca me hablaría la hija del Pastor —
respondió el muchacho dejando su guitarra a un costado.
— ¿Cómo sabes quién soy? — respondió ella más nerviosa de lo
que estaba al ver esos ojos hermosos prestarle atención.
— Mi padre trabaja con el tuyo, pero no te has dado cuenta…Te
llamas Corina — el muchacho sonrió e hizo que la joven se
desvaneciera por dentro.
— ¡Sí, soy yo! — exclamó con algo de ridiculez – ¿Cómo te
llamas? — atinó a decir presa de los nervios.
— Me llamo David — se acercó y le dio un beso en la mejilla —
David Jesús — se quedó parado sonriendo frente a la joven que no
reaccionaba.
Con el tiempo comenzaron a salir sin comprometerse, ya que
Corina estaba en una etapa de su juventud en la cual disfrutaba de
las fiestas y el descontrol, a pesar de que sus padres insistían en
pedirle que diera el ejemplo y no manchara el apellido de la familia.
Nada de eso le importaba y cada vez que podía se escaba con su
amiga y los muchachos del grupo, en algunas ocasiones se
encontraba con David que tenía diecisiete años al igual que ella,
sólo que este no estaba de acuerdo con los excesos y cada vez
estaba sintiendo cosas más profundas por la joven; fue con ella con
quien tuvo su primera vez luego de una de las tantas fiestas que se
hacían en aquel viejo galpón. Para Corina, esto no tenía mayor
importancia, pues era sabido que generalmente se iba con
diferentes chicos a pasar la noche tras las borracheras. Esto llegó a
oídos de David, quien a esas alturas ya se encontraba enamorado
de Corina y comenzó a entrar en una fuerte depresión al ver que ella
sólo se divertía con él cuando se le daba la gana.
Cuatro meses después de conocerse, Corina quedó embarazada
y comenzó su calvario pues no sabía quién era el padre de su hijo;
no estaba segura y se lo contó a David, quien en un acto de bondad
y amor le dijo que no importaba y se haría cargo de aquel
embarazo. Cuando decidieron contarlo a sus familias, el escándalo
fue mayúsculo y ambos fueron severamente castigados por sus
padres. Amanda y Pedro decidieron eliminar todo rastro del
embarazo y en conjunto con Armín, buscaron una mujer que le
realizó un aborto a la joven; provocando en ella daños irreparables
que la dejaron estéril. Semanas después la enviaron a terminar el
colegio a un internado cristiano en el sur; mientras que la familia
Betancourt decidió establecerse lejos, comprando un terreno en la
cordillera, a orillas cerca de un lago, de esta forma mantendrían a
los jóvenes separados. Sumido en el dolor de haber perdido a la
mujer que amaba y al hijo que esta esperaba, la frágil mente de
David lo fue destruyendo poco a poco hasta que un día fue
encontrado colgado en un árbol por su padre y en su bolsillo tenía
una carta dirigida a Corina, con la cual Betancourt supo que su hijo
había aceptado la paternidad sólo por el profundo amor que sentía.
Desde entonces, Armín le había guardado odio a Corina, la cual
regresó a su casa un año después. Con el pasar del tiempo, la joven
se dio cuenta de todo lo que había perdido y al saber que ya jamás
podría ser madre, la amargura se apoderó de ella y terminó dejando
en el olvido su pasado, encontrando refugio en la religión que le
heredaron sus padres.
Las lágrimas no dejaban de caer por su rostro y sus ojos
hinchados ya no daban más al haber recordado su único y
verdadero amor, que ella no supo valorar en su momento con David.
Ahora era una mujer solterona y amargada, que sólo encontraba
consuelo en las palabras de la Biblia. Tomó la foto de aquel hermoso
joven y le dio un beso, luego la puso sobre su pecho con la mirada
triste; se tendió sobre su cama sin soltarla y se quedó dormida
desconsolada.
Abajo, en la cocina, aún estaba Gabriel sentado y tomándose una
taza de té para pensar bien todo lo que debería hacer en las
próximas horas. Miraba el reloj y escuchaba como sonaba el pasar
de los segundos, indicándole que cada vez quedaba menos tiempo
para terminar con el plan que debía cumplir para asegurar su futuro.
Se puso de pie, dejó la taza a medio terminar en el lavadero y luego
salió de la Casona sin dudarlo, estaba decidido que ya era la hora
de hacer lo que se le había ordenado. Se subió a su auto y tomo
rumbo hacia el Hogar de niños.
El último deseo de Serena
3 días después…
El cementerio principal de la ciudad estaba repleto de gente que
quería acompañar a la familia del joven Julián, quien había fallecido
a manos de unos de los inescrupulosos miembros de la red de
tráfico que se ocultaba en el Hogar de niños; al menos así aparecía
en casi todos los medios de prensa. La noticia se había esparcido
rápidamente y todos los macabros sucesos se fueron develando
poco a poco con el pasar de las horas después del incendio de la
iglesia. El cortejo fúnebre ingresó por la alameda principal del
cementerio; en un ataúd barnizado iba el cuerpo inerte de Julián
sostenido por su padre, Boris, Felipe y Bruno; quien por esta
ocasión había dejado a Serena reparándose del inmenso dolor que
sentía al perder a su amigo. Detrás, iban los familiares y amigos
más cercanos del joven acompañando a su madre, quien no
encontraba consuelo ante su partida.
— Hoy estamos reunidos aquí para despedir a mi hijo — expresó
con gran dolor el padre del muchacho acompañado de su esposa—
Mi hijo ha sido un héroe al defender con valentía a la persona que
más amo en este mundo, se ha ido de este mundo, pero sabemos
que siempre vivirá mientras su recuerdo esté en nuestros corazones
— su mirada incrédula contemplaba el ataúd, sobre éste había un
retrato del joven.
— ¡Quiero que todos sepan que jamás te voy a olvidar Julián! —
Boris pidió la palabra, deseaba despedirse y a pesar de no estar en
las mejores condiciones, alzó la voz para homenajear a su novio—
Lo que me queda de vida será para honrarte cada día, para luchar
por ser feliz y conseguir mis sueños, esos sueños que ahora no
podré compartir contigo — se detuvo con un nudo en la garganta—
Aunque sé que siempre me cuidarás como prometiste y no te
defraudaré nunca, haré que desde donde estés te sientas orgulloso
de mi — unas lágrimas caían por sus mejillas— Te amo Julián,
gracias por ser parte de mi vida y espero que algún día nos
volvamos a encontrar… — dejó una rosa roja sobre el ataúd e
inevitablemente rompió en llanto.
— ¡Gracias por brindarme tu amistad hermano del alma! — Gritó
Felipe abrazado a Camila con el corazón destrozado— Ya nos
reuniremos mi amigo, eres el mejor de todos… —finalizó sin poder
decir nada más en medio de sollozos.
— ¡Eres el más valiente mi Juli! — Camila besó un tulipán—
Siempre te llevaré en mi corazón — lo acomodó cerca de la rosa de
Boris.
Uno a uno los asistentes al funeral fueron dejando caer una flor
sobre el féretro que se perdió en un sinfín de pétalos de diversos
colores, se había ido aquel muchacho rebelde que la vida en
muchos momentos trató con crueldad y a pesar de todo se dio la
oportunidad de entregarle su corazón a un joven por el cual estuvo
dispuesto a todo con tal de protegerlo. Habían despedido a Julián de
este mundo. Con profundo pesar abandonaron el cementerio; Boris,
Felipe y Camila fueron los últimos en irse, se mantuvieron
abrazados durante un largo rato.
Una nueva vida
FIN