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1)

Hermosa cumbre cuyas hebras de oro


envidia el padre de la luz ardiente;
sereno cielo, que es la bella frente,
do vive de belleza un gran tesoro.
Ojos, o estrellas, a quien siempre adoro,
que sois luceros de tranquilo Oriente;
boca y mejillas de rubí excelente,
donde la nieve esmalta con decoro.
Sumo valor y angélico semblante,
discreción que penetra tierra y cielo,
conoced el incendio de mi pecho.
Cabello, boca y frente rutilante,
ojos, mejillas, sin eclipse o velo,
por vos perezco en lágrimas deshecho.

2)
Viendo el Amor que supe resistirme,
queriendo conducirme
a su prisión esquiva,
procura y quiere que muriendo viva,
para lo cual me forja una cadena 5
llena de gloria, de tormento y pena.
Fui vencedor en un pasado trance,
con un dichoso lance
de libre entendimiento,
de quien1 ha de nacer sumo contento 10
y ya le tengo porque la victoria
me tiene lleno de una inmensa gloria;
mas ¡ay! que viene un escuadrón formado,
y contra mí ordenado,
de quien podrá rendirme 15
el de menos valor que ha de seguirme;
de modo que me juzgo ya rendido
y a los pies de Cilena enmudecido.
Viene un valor de singular alteza
y viene la belleza 20
al mundo peregrina
que a venerarla al más altivo inclina;

1
‘del cual’.
viene la discreción más elegante
que cubre el peso que sustenta Atlante;
viene un tesoro que enriquece el suelo 25
y puede dar consuelo
a mi gustosa pena
de amor, recelo y de esperanza llena,
que es quien primero contra mí ha venido
y entregarme en prisión ha prometido. 30
Y puede bien cumplir su ofrecimiento,
pues falta en mí talento
para mostrar defensa,
aunque es verdad que fuera más ofensa
contra mi ser querer yo defenderme 35
de quien puede con tanto enriquecerme.
Y pues esto es así, cese la guerra,
que ya, pecho por tierra,
espero el vencimiento
preso, rendido y lleno de contento, 40
desnudo el pecho y manos desarmadas,
al amoroso vínculo apresadas.
Haga el flechero voluntario estrago,
que yo me satisfago
con ser su prisionero; 45
y de quien serlo con el alma quiero,
que, pues es su morada conocida,
no es mucho darle voluntad rendida.
Canción inculta, pues que no quisiste
decir lo que pudiste, 50
procura en lo secreto2
manifestar el fin de mi conceto.

3)
Dulcísima Cilena, celebraros
y decir lo que en vos se cifra y suma
será imposible sin damnificaros,
y así rehúsa de emprender mi pluma
tan alta empresa, y tan dificultosa, 5
queriendo más que el fuego la consuma;

2
En el impreso se lee “procuro con secreto” pero se corrige a “en lo secreto” en la fe de erratas.
mas conózcola yo por tan gloriosa
que puede consagrarme el solo intento
con divino renombre y fama honrosa3.
Y así, quiero probar que el Firmamento 10
con solo vuestro ser próspero vive,
lleno de gloria y singular contento.
Y díceme mi Musa: “escribe, escribe,
escribe4, pues, si quieres ser del cielo:
que quien dirige bien, muriendo vive” 5. 15
Y tras esto contemplo luego el suelo6
do no es posible haber alguna cosa
que a vuestras partes igualase en vuelo;
que en discreción7, valor, y en ser hermosa
de las pasadas nadie os ha igualado 20
y en las presentes, ¿quién es tan preciosa?
O ¿quién en calidad os ha ganado?,
o ¿cuál, en la dulzura de elocuencia,
por ser igual, merece vuestro lado?
¿A quién dio el cielo tanta preeminencia 25
que pueda presumir de aventajarse
a lo que tiene en vos menos esencia?
Piedras ni flores no podrán llamarse
de gracioso color, bella frescura,
a donde vos estáis, mas añublarse; 30

3
Esta parte hace directa alusión a un tópico petrarquista, el del llamado “pensamiento icario”: el amante teme
volar demasiado alto, pero, aunque padezca en el intento, como Ícaro, sabe que su intención es tan alta que
basta para acarrearle renombre.
4
La fórmula del “escribe, escribe” es (como ya hizo notar Colombí, “Al simple y al compuesto, al puro, al
misto: la amada como microcosmos” en Del exe antiguo…) otro lugar común del Siglo de Oro, que tiene su
origen en Canzoniere XCVIII: “Più volte Amor mi avea già detto: scrivi/ scrivi quel che vedesti in lettre
d’oro…”.
5
Si el poeta encamina bien sus versos, si los dirige hacia un objeto tan alto como Cilena y logra describirla
(“decir lo que en vos se cifra y suma”), conseguirá dos cosas: “el cielo” y sobrevivir a la muerte a través del
arte (el non omnis moriar de Oracio, Carmina 3, 30, 6).
6
La voz poética, antes de iniciar la comparación de Cilena con las esferas celestes, la comparará con las
regiones de la tierra, del agua, del aire y del fuego. La referencia al suelo, a las flores, las piedras y el oro
pertenece a la primera (versos del 16 al 33); la referencia a los mares y a Arión a la segunda (veros del 34 al
48); la referencia explícita a la “región serena” a la tercera (versos 49 a 57); y es aún más explícita la
referencia a la región del fuego (versos 58 a 66).
7
Consideramos oportuna la segunda acepción que otorga Autoridades: “vale también agudeza de ingenio,
abundancia y fecundidad en la explicación, adornada de dichos oportunos, entretenidos y gustosos”.
porque el oro de Arabia en hermosura
queda ante esos cabellos deslustrado,
que escurecen la luz de la luz pura.
Pues en el ancho piélago salado,
¿qué cosa puede haber, de bien tan llena 35
que os pudiese igualar en igual grado?
El bello rostro y voz de la sirena
es imaginación falsa y fingida
de torpe engaño y de ignorancia llena;
y, aunque fuese cual es encarecida, 40
no puede ser en esto comparada
a quien causa, con voz y rostro, vida.
Cese también de ser tan celebrada
el afición de aquel delfín famoso
que a Arión8 dio vida en su jornada, 45
pues es un gusto en vos tan poderoso
la consonancia, que lo que disuena
en todo caso os da rato penoso.
¿Qué cosa tiene la región serena9
que no se halle en vos más estremada, 50
de suma perfección colmada y llena?
Si es la sutil vagueza delicada
que al respirar nos da salud y vida,
en vos, Cilena, está más consumada:
que vuestra ausencia es muerte conocida 55
y donde vos estáis contento y gloria
muestra, de la de pocos merecida.
Subamos más, a donde fue la historia
del atrevido mozo mal prudente
de quien llevó Justicia la victoria10; 60

8
Arión fue un músico de Corinto que recorrió Grecia y Sicilia con el objetivo de ganar dinero cantando;
cuando se disponía volver a su patria, unos marineros urdieron el plan de echarlo al mar y así robarle su
dinero. Sin embargo, él ya estaba prevenido por Apolo, con lo que, antes de que lo lanzaran a altamar pidió la
gracia de que lo dejen cantar una última vez. “A su voz acudieron los delfines, que son los favoritos de Apolo,
y entonces Arión, confiado en el dios se arrojó al mar. Un delfín lo recogió y lo condujo, montado en su lomo,
hasta el cabo Ténaro” (Grimal, Arión).
9
La región del aire.
10
Esta es alusión a Ícaro, quien ejecutó su imprudente proeza en el cielo, que es donde ahora se dirige la voz
poética.
que si su resplandor es tan ardiente,
no como el vuestro, claro y luminoso,
pues excede al de Febo refulgente,
y en encender no es menos poderoso:
porque él abrasa la región vecina, 65
y vos, almas, en fuego riguroso.
Pues en el cielo donde está Lucina
Febea11 sola habita venerada
de algún respeto y reverencia digna;
aunque, si tiene luz, toda es prestada 70
como se prueba cuando se antepone
la Tierra, y queda negra y eclipsada.
Pero dispuso en vos Dios y dispone
una rara belleza, tan perfecta
que la luz de Titán se le pospone; 75

pues de ella el Iris, aire y el cometa


reciben resplandor y hermosura
tan gustosa a la vista y tan acepta.
Subiendo más, a la segunda altura,
solo Mercurio está, joven armado, 80
convincente carácter y pintura;
este fue un dios que siempre es invocado
en el dulce parlar sabio, elegante;
y puede ser de vos el industriado12.
En la esfera que está más adelante 85
vive la diosa de la mar nacida13
que en continencia fue tan inconstante;
esta fue por hermosa conocida,
en que queda de vos tan atrasada
cuanto de partes de valor vencida. 90

11
Nombre que se le da a la luna. Acá Delio comienza una comparación de Cilena con cada uno de los once
cielos de los que estaría compuesto el universo. Ver la nota a pie de página correspondiente a la primera vez
que se mencionan los once cielos en este coloquio.
12
‘instruido’ (Autoridades). Cabe recordar que el nombre de Cilena deriva de Cileno, uno de los apelativos
que se le da a Mercurio: sin embargo, sería tan perfecta la elocuencia de la dama que ahora ella podría
enseñarle al dios.
13
La poca castidad de la diosa Venus, sumada a su gran belleza, ya ha sido antes tema de conversación en la
Miscelánea. Ver coloquio XXI.
Luego viene la lumbre inmaculada14,
cuya belleza siempre os es subjeta15,
invidiosa de vos, y enamorada;
porque sois criatura más perfecta
en quien se halla tal prerrogativa 95
como para adornar el cielo, electa.
El fiero Marte, con su luz esquivo,
del quinto cielo Dios y Presidente,
que cólera, valor y fuerza aviva,
esle16 propio vencer como valiente, 100
y aunque vence a los ánimos airados,
no a la soberbia y poderosa gente;
y a los pechos más nobles y esforzados
más fácil vence vuestra hermosura
con esos dotes tan aventajados. 105
El noble ayudador de la criatura,
de los antiguos Júpiter llamado,
que en el sesto lugar guarda clausura,
por su preciosa luz es venerado,
pues continuo se muestra luminoso 110
y en los demás planetas señalado;
mas no es en este don tan poderoso
que no quede por vos y en vos vencido,
de nublo lleno, triste y prodigioso17.
El otro dios, que siempre está rendido 115
al humor melancólico abrasado,
y en el seteno cerco tiene nido,
no conviene con vos ser comparado,
que es el fiero Saturno18, por quien viene
el tiempo obscuro y triste de nublado. 120
Y vos sois la que da el ser que tiene
el sol, y claridad al vago viento,
y a quien amar y venerar conviene;
14
El sol.
15
Este es un probable error del cajista, es casi seguro que Dávalos escribió “subjecta” que rimaría mucho
mejor con la serie “perfecta”, “electa”.
16
‘le es’.
17
‘asombrado’.
18
“Saturno, por ser el dios del tiempo, está relacionado con todo tipo de mala suerte, peste, enfermedad y
vejez” (Colombí, 2003, p.103).
pues en el estrellado Firmamento
no es posible que pueda alguna estrella 125
presumir ante vos con fundamento,
porque de la menor a la más bella
goza la luz de vuestro remaniente19
por quien la vista puede aprehendella.
Si el Cristalino20 cielo es transparente 130
por su diafanidad tan estremada,
no tan bello cual vos, ni tan luciente:
que por vuestra figura es figurada
la del gran hacedor de toda cosa
y a su imagen la vuestra imaginada. 135
Hay otra esfera, rapta y presurosa21,
cuya velocidad desvanecida
sustenta el orbe en claridad copiosa22;
mas es por inconstante conocida,
y de constancia vos tan ilustrada 140
cuanto lo muestra la pasada vida.
Subamos a la cima no alterada
con discurso, mudanza o movimiento,
de los tronos y Dios propia morada23,
a donde sé tenéis lugar y asiento 145
de sumo don y singular consuelo,
eterna gloria y celestial contento;
porque vuestra belleza no es del suelo,
ni para el suelo fue tan estremada,
sino para adornar el divo cielo: 150

19
Es decir, de lo que sobra a Cilena.
20
“El Cristalino es un espacio diáfano, por el que pasan a las esferas inferiores las luces del Empíreo, y las de
un río luminoso que lo recorre, cuyas aguas purifican la visión intelectual de quien las bebe” (Eichmann,
2003, p. 98)
21
“El Primum mobile es el último y mayor cielo corpóreo. Su movimiento es el que anima los giros de los
demás cielos, y más allá de él (al exterior de su esfera) ya no existe el tiempo, porque él mismo es la "raíz" del
tiempo. El impulso que lo mueve es el amor de Dios" (Eichmann, 2003, p. 98).
22
En el original dice “copiciosa”, palabra que no se halla presente ni en el registro de Autoridades, ni en el
NTLLE, ni en el CORDE; y que, por otro lado, ocasiona una falla métrica (el verso tendría doce sílabas). Por
lo tanto, la consideramos una errata, quitamos una sílaba y proponemos “copiosa”: palabra que subrayaría la
abundancia de luz de la que habla el poeta y que permitiría que el verso sea un endecasílabo.
23
“El Empíreo es el cielo sobrenatural, luz pura (intelectual) alimentada por el amor al verdadero bien; está
lleno de un contento tal que excede a todo deleite. Obviamente, no tiene límite” (Eichmann, 2003, p. 98).
allí tenéis a quién ser comparada24,
que en todo lo demás bien habéis visto
en cuánto estremo sois aventajada
al simple y al compuesto, al puro, al misto25.

24
“Aunque la poesía de Dávalos continúa en varias oportunidades– incluyendo esta- la larga tradición de la
religio amoris, nuestro ecijano no llega nunca a los extremos del Cancionero General, ni mucho menos a
repetir la blasfemia de Calisto. En una palabra, menos descocado y más cortés que el amante de Melibea,
Dávalos se atreve a decir estos versos justamente porque al final del poema declara a su señora la imagen
misma de Dios, con lo cual logra escapar de la blasfemia, y entroncar su alabanza en tal antigua cuanto
enaltecida tradición” (Colombí, 2003, p. 90).
25
Colombí dedica un capitulo entero (“Al simple y al compuesto, al puro, al misto: la amada como
microcosmos”) de su libro Del exe antiguo a nuestro nuevo polo... a este poema. Remarca que en estos versos
se hilvanan los antiguos hilos del amor cortés, aunque con una importante ruptura de esta tradición: al estar
cantando Dávalos a quien iba a ser su esposa esta ya no aparecería como la típica bella sin piedad sino como
una amada benéfica, “porque Dávalos, esposo amante, podía vislumbrar en los ojos de Doña Francisca
muchos recodos de Cielo, y hasta los cielos todos sin un futuro de martirizada esperanza” (p. 107). Por otro
lado, Colombí remarca que el poema responde a otro lugar común de la época, la idea del hombre como
microcosmos, pero ahora esa figura se vertería en la amada, que triunfa con su belleza e intelecto sobre todo
el universo: “Cilena es en suma- dice Colombí- el microcosmos en su quintaesencia” (p. 91).

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