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Ixtiuxochiti, un hermano del último gobernante de nativo de Texcoco, ha dejado esta cuenta
en el prólogo de su Historia Chichimeca:
"Ellos tenían escribas para cada rama de conocimiento. Algunos trabajaban con los anales,
escribiendo en orden las cosas, que pasaba cada año, dando el día, el mes y la hora. Otros
estaban a cargo de las genealogías, registrando el linaje de los gobernantes, señores y
nobles, registrando a los neonatos y borrando a aquellos que habían muerto. Algunos
pintaban las fronteras, límites y marcas de linde de las ciudades, provincias y villas, y
también la distribución de los campos, donde estaban y a quien pertenecían. Otros escribas
mantenían los libros de la ley y aquellos que trataban de los ritos y ceremonias que
practicaban cuando eran infieles. Los sacerdotes registraban todo lo que tenía que ver con
los templos y las imágenes, con sus doctrinas de idolatración, los festivales de sus falsos
dioses y sus calendarios. Finalmente, los filósofos y hombres estudiados que había entre
ellos estaban encargados de todas las ciencias que habían descubierto y de enseñar de
memoria todas las canciones en las cuales eran personificados su conocimiento científico y
sus tradiciones históricas."
En las cortes, especialmente en aquellas que lidiaban con los derechos de la tierra y la
propiedad, los involucrados apoyaban sus reclamaciones con genealogías y mapas,
mostrando las tierras del rey en morado, las tierras de los señores en rojo y los campos de
los clanes en amarillo.
De esta masa de papeleo difícilmente queda algo y aproximadamente todos los libros que
sobrevivieron de la tierra de los Aztecas son de la post-conquista. Algunos son copias de
trabajos anteriores, mientras que otros están escritos en manuscritos Aztecas con
comentarios en español y Nahuati en letra europea. La mejor colección de libros de la pre-
conquista viene de Oaxaca, la tierra de los Mixtecas, donde más de una docena de
ejemplares han sido preservados. Cada libro o códice, consiste de una tira de hasta 12
metros de longitud y 15'18 cm. de alto, hecha de papel, ropa de maguey o piel de ciervo y
doblada en zigzag o como concertina como un mapa moderno, para que donde sea que el
usuario la abriera tuviera dos páginas a la vista. Los extremos de la tira eran engomados a
delgadas placas de madera que servían como cubiertas y eran algunas veces decoradas con
pinturas o con discos de tuquesa. Ambos lados de la tira estaban cubiertos con escritura y
dibujos, y las páginas individuales estaban divididas en secciones por líneas rojas o negras.
Cada página era normalmente leída de arriba hacia abajo, sin embargo, en algunos códices
el arreglo es de zigzag o aún alrededor de la página. La tira era escaneada de izquierda a
derecha. Esta enorme producción de documentos dependía de un constante suplemento de
material crudo, y cada año 24,000 resmas, el equivalente a 480,000 hojas, eran enviadas a
Tenochtitlán. El papel Azteca estaba hecho de la corteza interna de varias especies de
árboles de higo. La corteza era empapada en un río o en un baño de agua inglesa, y las
fibras eran separadas de la pulpa y colocadas en una superficie suave, dobladas y golpeadas
con una piedra que tenía una cresta. Un material para fijar (probablemente una goma de
origen vegetal), era añadida y las fibras eran golpeadas hasta formar una delgada y
homogénea hoja. Después de suavizarla y secarla, las fibras de corteza procesadas se
habían convertido en papel, pero la superficie era aún porosa y rugosa, no conveniente para
pintar hasta que le dieran un cubierta de barniz calcáreo o tamaño.
Con este antecedente los escribas dibujaban sus figuras, primero esbozando los contornos
en negro, después añadiendo los colores con su pincel. Los colores principales eran rojo,
azul y amarillo, y los pigmentos eran a veces mezclados con un aceite para añadir
brillantez. Los escribas eran respetados artesanos y la profesión era probablemente
hereditaria.
Los Aztecas escribían usando símbolos similares a los caracteres usados por los chinos y
los japoneses. Todos los símbolos eran dibujos de una clase o de otra.
Los símbolos pueden ser vistos como ideogramas en los cuales los objetos expresan su
propia naturaleza, pero también las ideas subyacentes y no conceptos asociados con ellos.
Así las ideas de la muerte pueden ser representadas por un cadáver envuelto para el
entierro, la noche por un cielo negro y un ojo cerrado, guerra por un escudo y un garrote, o
discurso por una lista saliendo de la boca de la persona que está hablando. Conceptos que
envolvían ideas de movimiento, caminar, migrar o una secuencia de eventos, eran
usualmente representados por una secuencia de huellas dirigiéndose a la dirección
adecuada.
Los nombres personales Aztecas eran del tipo descriptivo que se podía representar en
glifos. El nombre del emperador Acamapichtli significa "Puñado de Cañas" y su glifo es un
antebrazo con la mano asiendo un fajo de tallos. Chimalpopoca, el nombre del siguiente
gobernante, significa "Escudo Humeante", y su sucesor fué Itzcoatl o "Serpiente de
Obsidiana".
Los nombres de los pueblos podían ser expresados como una combinación de fonogramas.
El signo para la capital Azteca, Tenochtitlán, era una piedra (tell) de donde brotaba un
espinoso cactus (nochili); Tochtepecan se indicaba con un conejo (tochtli) arriba de una
montaña (tepeti); quauhtitlan por un árbol (quauitl) con un diente (tiantli), quauhnauac con
un árbol con un lista emitida desde el (nahuall -discurso).
Estos símbolos no fueron puestos en secuencia, uno detrás de otro como las letras y las
palabras en un libro, si no que formaban parte de una composición mayor que con
frecuencia tomaba la forma de una escena en la cual muchas cosas podían estar pasando al
mismo tiempo. Un manuscrito Azteca no se lee, en el estricto sentido de la palabra, si no
que es descifrado como un rompecabezas en el que los glifos proveen etiquetas y pistas
sobre lo que está pasando. La parte baja del dibujo generalmente representa la tierra,
mientras que la parte superior es el cielo. Ya que los Aztecas no habían descubierto las
reglas de la perspectiva, la distancia se representa poniendo las figuras más lejanas en la
parte superior de la página y las más cercanas en la parte de abajo. La importancia relativa
es indicada por el tamaño: un rey victorioso, por ejemplo, puede ser dibujado de mayor
tamaño que su enemigo vencido. Todas la figuras son dibujadas de perfil, si vistas a tres
cuartos o en escorzo.
Cada elemento en una composición está ahí para dar información, ya sea directa o
implícitamente, y el pintor asume que la persona que examina el documento conoce la
insignia de rango, las costumbres apropiadas en las diferentes clases y la iconografía de los
diferentes dioses. De esta manera, un sacerdote es siempre representado con su la cara
pintada negra, el pelo largo y el lóbulo de la oreja manchado de rojo por la sangría. Así el
podía ser reconocido como un sacerdote aún si estaba vestido como guerrero o de forma
simple. De la misma forma, una persona vieja puede ser reconocida por las líneas que
representan las arrugas en su cara.
También el color era importante. Los signos para el pasto, cañas y juncos se ven casi
iguales en blanco y negro, pero en color no puede haber errores: en el Código Mendoza el
pasto es amarillo, las cañas son azules y los juncos son verdes. Un gobernante puede ser
reconocido inmediatamente por la forma y el color de su diadema, turquesa, que estaba
reservado para uso real.
Un escriba que podía mantener el paso con los procedimientos de corte tenía todos los
motivos para estar orgulloso de sus habilidades Aztecas. Ambas, escritura y lectura eran
por lo tanto habilidades especializadas y no hay duda de que la población permanecía
analfabeta. La escritura no era enseñada en las escuelas a las que asistían los niños plebeyos
y seguramente los hombres ordinarios no tenían necesidad de ella. En una sociedad
burocrática y centralizada, el hombre común recibía sus instrucciones de arriba, de los
sacerdotes quienes cuidaban el lado religioso de su vida, o de los oficiales seculares quienes
eran sacados de la nobleza y tenían el beneficio de una educación calmecac.
Números
Los Aztecas usaban un sistema vigesimal, contando de veinte en veinte. Los números del 1
al 19 eran expresados con puntos u ocasionalmente con dígitos; el 20 era representado por
una bandera; el 400 (20 x 20) por un signo que parecía una pluma o un abeto; y el 8,000 (20
x 20 x 20) por una bolsa o un saquillo adornado con borlas que se imaginaba que contenía
8,000 judías de cocoa.
El Museo Nacional de México guarda como una de sus más preciadas joyas la
Piedra del Sol, el calendario azteca que estuvo religiosamente guardado en la
base de la torre occidental de la catedral de México. Estamos en el Nuevo
Mundo, separado del viejo conglomerado continental y cultural por inmensos
océanos, barrera infranqueable para un tráfico tal que permitiese una interacción
cultural entre ambos mundos. Es, pues, lo más probable que si algún contacto
hubo entre éstos antes del 12 de octubre de 1492, fuese totalmente esporádico
(sostienen algunos historiadores que el mismo Colón había estado en el nuevo
continente antes de esa fecha), de modo que era difícil que dejasen huella. Y sin
embargo vemos cómo los grandes fenómenos culturales se repiten, entre ellos las
prácticas religiosas, políticas y sociales; algunas técnicas incluso, y muchos
conocimientos especulativos. Y son precisamente los calendarios y almanaques
los que con mayor nitidez nos presentan esta silueta de un espíritu humano que
sopla de igual manera en un mundo que en otro, y que nos ofrece en cualquier
tiempo y en cualquier lugar un hombre esencialmente igual a sí mismo. Cuando
llegó Colón a América, hacía tan sólo 38 años que los aztecas habían reformado
su calendario, que era de 365 días, para intercalar el año bisiesto. La historia de
los calendarios en el continente americano se parece notablemente a la de los
calendarios y almanaques de los conglomerados culturales mediterráneo y
asiático. Según los mitos aztecas fue el dios Quetzalcoatl el que enseñó al
hombre el calendario, al mismo tiempo que la agricultura, las técnicas y las
ciencias. También en las culturas precolombinas de centroamérica, de las que nos
quedan numerosas referencias y vestigios, el calendario es la más elaborada
expresión de las creencias, conocimientos y costumbres. Leer sus calendarios es
como leer en clave sus libros sagrados, sus credos y sus fiestas; es como un
escaparate de sus cultos y culturas. Cuando llegaron los españoles al Nuevo
Mundo, algunas de las culturas con las que entraron en contacto estaban en su
máximo apogeo: Centroamérica parecía, al igual que Egipto y Mesopotamia, la
encrucijada de las grandes culturas del continente, el crisol en que éstas se
fundían, conservándose lo mejor de cada una de ellas. Los calendarios de la zona
son un fiel reflejo de ese esplendor y de esa síntesis cultural. Los mayas del
Yucatán, los nahoas y los aztecas son los pueblos cuya cultura se impuso.
CALENDARIO AZTECA
Cuando llegó Hernán Cortés a México, el calendario azteca acababa de ser
reformado, y el año empezaba el día 1 de Atlacalmaco, que coincidía con nuestro
1 de marzo. No está claro si fue el mes o la “semana” la más antigua unidad de
medida de los días. De todos modos, en todos los calendarios de la historia
vemos cómo son los días de mercado los que marcan la cadencia de las semanas
(en algunas lenguas se usa la misma palabra para denominar la feria o mercado y
la semana). Entre las culturas centroamericanas se instituyó la celebración del
mercado cada 5 días y por tanto la semana de 5 días (fue la sacralización del
número 7 en nuestra cultura lo que determinó que nuestra semana sea de 7 días).
La siguiente unidad era el mes de 20 días, con un total de 18 meses al año, que
sumaban 360 días. Para completar los 365 días del año solar (366 los bisiestos,
que también los tenían) añadían al final del año los 5 (o 6) días llamados
nomentemis, que dedicaban íntegramente al placer y la diversión; en esta última
semana del año no había feria, para no interrumpir las celebraciones. Algo muy
parecido a las saturnales romanas y las navidades cristianas con que se despide el
año viejo y se recibe al nuevo.
Al igual que ocurrió en el viejo continente, los calendarios avanzaban con las
respectivas culturas. Por más que en los mitos respectivos cada uno aparezca
como iniciador del tiempo, el caso es que los calendarios maya, nahoa y azteca
pertenecen a una misma fuente cultural. En el año 249 a. de J.C, cuando el
calendario romano era un auténtico caos, y aún faltaban siglos para la reforma
juliana que instituyó los años bisiestos, en ese año se reunieron los sacerdotes de
las tribus nahuas para corregir las desviaciones de su calendario, introduciendo el
año “bisiesto” (la repetición cada cuatro años del último de los días nomentemis).
Esta reunión tuvo lugar en Huehuetlapallan, una de las siete ciudades mexicanas
que formaron Chicomoztoc, la ciudad mexicana más importante de los nahuas.
Instituyeron también el período de 52 años, formado por cuatro haces o gavillas
de años (13 x 4). Con esta ocasión en que ajustaban exactamente el calendario al
sol, celebraban una extraordinaria fiesta religiosa en la que se extinguía el fuego
viejo y se encendía un nuevo fuego sobre el cuerpo de la víctima humana que con
esta ocasión se iba a sacrificar. Todos los fuegos del imperio se extinguían antes
de tan gran ceremonia (en épocas, los días nomentemis que la precedían tuvieron
carácter de duelo, penitencia y sangrientas disciplinas, simbolizando la
preparación para el fin del mundo); y después de la gran oscuridad, llegaba la
explosión de la luz: infinidad de antorchas encendidas en el fuego nuevo de la
pira del sacrificio, partían en dirección a todas las ciudades y poblados. Es de
notar el singular paralelo con la celebración judeocristiana de los jubileos cada 49
años (7 x 7), siendo el quincuagésimo, el año jubilar.
Este está divido en 13 meses de 20 dias cada uno. Cada dia tiene un nombre y se
combina rotando con un nmero del 1 al 13, hasta completar los 260 dias (13
veces 20=260). Cada dia con su numeral tiene una carga energetica que lo
conecta con la fuerza del cosmos, y esta bajo la proteccion de un dios, se
relaciona a un rumbo del universo y a un color, y tiene un augurio asociado.
Los nombres de los dias en nahuatl son los siguientes: cipactli, ehécatl, calli,
cuetzpallin, coatl, miquiztli, mazatl, tochtli, atl, itzcuintl, ozomatli, malinalli,
acatl, ocelotl, cuauhtli, cozcauauhtli, ollin, tecpatl, quiauitl, xochitl. Los 18
meses del calendario solar de 365 dias, recibian los siguientes nombres:
atlcahualo, tlacaxipehualiztli, tozoztontli, hueytozoztli, txcatl, etzalcualiztli,
tecuilhuitontli, hueytecuilthuitli, tlaxochimaco, hueymiccailhuitl, ochpaniztli,
pachtontli, hueypachtli, quecholli, panquetzaliztli, atemoztli, tititl, izcalli y
nemontemi. Los méxicas creian que el calendario habia sido inventado por
Oxomoco y Cipactonal.
http://www.elalmanaque.com/Calendarios/azteca.htm
"Sistemas numéricos en el México prehispánico"
Artículo de Víctor Larios Osorio
Publicado en:
Revista Eureka.
No. 15, marzo 2000, páginas 26-39.
México: Facultad de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Querétaro.
Resumen
En este trabajo se presenta una parte del desarrollo histórico de las culturas que se
asentaron en el actual territorio nacional antes de la conquista española. La parte
considerada es la que se refiere a los conocimientos matemáticos, y las culturas que se han
tomado en cuenta son principalmente la Maya y la Azteca por el gran impacto que tuvieron
en esa época, tanto desde el punto de vista cultural como socio-político. Con ésto se
pretende llamar la atención a los docentes de Matemáticas, pues estamos seguros de que
estos temas son de sumo interés para todo aquel mexicano que desee conocer un poco más
sobre los conocimientos matemáticos desarrollados por culturas que progresaron en lo que
es actualmente el territorio nacional.
I. Introducción
El uinal pudo haber sido un mes lunar reformado, dado que contiene la palabra "luna",
mientras que el tun significa "piedra", quizá porque cada tun era marcado en piedra. Por
otro lado, el baktún fue originalmente llamado "ciclo" por los investigadores modernos,
pero tal parece que su nombre original es aquél.
La representación que se utiliza actualmente de la Cuenta Larga consiste en un conjunto de
cinco números, del cero al 19, separados entre sí por puntos. Los datos escritos entre cada
punto quieren decir la cantidad en cada una de las posiciones delsistema vigesimal
calendárico, con el período de mayor tiempo a la izquierda y los días (unidades) a la
derecha. Por ejemplo, consideremos la fecha expresada como 9.6.10.0.0, que corresponde
al 29 de enero del 564 de nuestra Era, quiere decir que se tienen 0 kines, 0 uinales, 10
tunes, 6 katunes y 9 baktunes, lo que da como total 1'342,800 días a partir de la fecha
inicial. Con este sistema llegaron a hacer cálculos calendáricos que abarcan más de 90 y
400 millones de años hacia el pasado en dos estelas de Quirigüá, así como 4,000 años hacia
el futuro (Gortari,1991).
Los mayas introdujeron un año civil, llamado Haab, organizado en 19 meses, 18 de ellos
contaban con 20 días y el decimonoveno mes contaba con 5 días, los días aciagos, sin
nombre, que se denominaban Uayeb, "fin o muerte" (Garcés,1982), con lo que se
completaban los 365 días del año. Por otro lado, y paralelamente al anterior, se llevaba la
cuenta del calendario ritual de 260 días, llamado Tzolkín, que se formaba combinando los
números del 1 al 13 con veinte jeroglíficos de los días mayas. Juntando ambos calendarios
la misma fecha se vuelve a repetir cada 18,980 días, equivalentes a 73 Tzolkines o a 52 años
civiles, período de tiempo que los investigadores modernos llaman "Rueda Calendárica".
Esto lo podemos ilustrar suponiendo que nuestro actual calendario tuviera una gigantesca
semana de 260 días, en lugar de siete, que comenzara con el lunes; supongamos que un año
inicia el 1o. de enero y cae en lunes, entonces, e ignorando los años bisiestos, pasarían 52
años civiles, de 365 días, para que volviera a coincidir otro 1o. de enero con un lunes. Se ha
pensado que este calendario ritual fue creado en Copán ya que el paso del Sol por el cenit
en esta ciudad (ubicada en la lat. 14°57'N) divide al año en dos partes de 260 y 105 días.
Sin embargo, existen inscripciones zapotecas que muestran su utilización en épocas
anteriores a Copán (que datan de alrededor del 600 a.C.). Existe la posibilidad de que
primero se creó el calendario ritual y después se buscó la localización para la construcción
de la ciudad (Aveni,1993).
Además este intervalo de 260 días quizá tenga relación con otros sucesos astronómicos, ya
que el periodo de apariciones de Venus es de 263 días en promedio y el periodo sinódico de
Marte es tres veces 260 días, por citar dos ejemplos.
Sin embargo, al considerar los mayas un año de 365 días su calendario iría perdiendo
progresivamente su exactitud, pues el año solar no dura 365 días exactos, por lo que los
fechamientos de la Cuenta Larga contienen una serie inicial, que contiene los cálculos del
día a partir de la fecha cero, y una serie complementaria, que contiene información sobre
la Luna en la fecha dada. Todas estas cifras hacen que se lleguen a utilizar 10 jeroglíficos
para datar cualquier fecha, lo cual hacía que la precisión fuera tan grande que una fecha
no se volvería a repetir sino hasta pasados 374,440 años. Posteriormente, a fines de la época
Clásica, las inscripciones se redujeron a tres jeroglíficos y con ello la precisión se redujo a
19,000 años. Sin embargo, en la época Postclásica se hizo otra reducción creándose la
"Cuenta Corta", cuya precisión era de sólo 256 años. John Teeple hace un planteamiento a
este respecto en el que cree que los mayas se sintieron lo suficientemente hábiles con sus
cálculos astronómicos y calendáricos como para llevar a cabo dichas abreviaciones en las
inscripciones (Aveni,1993).
Con su sistema numérico los mayas podían ejecutar las cuatro operaciones fundamentales,
como nosotros con el sistema decimal, ayudándose para ello con la construcción de tablas
de multiplicar y con la utilización de un especie de ábaco constituido por una cuadrícula o
tablero matemático, el cual estaba hecho con varas, o pintado en el piso, y se utilizaban
semillas o pequeños trozos de varas para representar los números. Al tipo de cuadrícula que
utilizó esta cultura se le puede llamar esquema matricial y con éste se pueden llevar a cabo
todas las operaciones básicas (suma, resta, multiplicación y división) y algunas otras, como
la obtención de raíces. De esta manera las bases del álgebra matricial, comenzada a
desarrollar en occidente a finales del siglo pasado, fueron utilizadas por los mayas hace ya
muchos siglos (Garcés,1982).
Utilizando básicamente estos elementos los mayas estudiaron el cielo, al parecer
principalmente en Copán y en Palenque, logrando determinar con gran exactitud algunos
periodos astronómicos como son el mes sinódico lunar, el año trópico y algunos ciclos de
eclipses. No utilizaron fracciones como tales pero, como los cálculos astronómicos
implicaban su uso, echaron mano de ecuaciones para su representación, lo cual resulta
engorroso pero eficaz y, en ocasiones, más exacto que algunos cálculos europeos de ese
tiempo. De este modo, por ejemplo, en Palenque representaron una lunación utilizando la
fórmula 81 lunas=2,392 días, lo que equivale a 29.53086 días, mientras que actualmente
se considera que el valor es de 29.53059 días. Siguiendo este método, calcularon y
expresaron el año trópico en 365.24038462 días, según Elí de Gortari (1991), o en
365.2420 días, según Guillermo Garcés (1982), con lo que se tiene un error por defecto
de sólo 0.00181417 días y 0.00019879 días, respectivamente, comparado con el valor
actualmente reconocido de 365.24219879 días. Cabe mencionar que dicho valor era más
exacto que el cálculo europeo de ese tiempo plasmado en el calendario Juliano, el cual tenía
un error por exceso de 0.00780121 días; mientras que el dato proporcionado por Guillermo
Garcés resulta aún más exacto que nuestro actual calendario Gregoriano, que tiene un error
por exceso de 0.00030121 días, y que fue implantado un milenio después de los cálculos
mayas.
El pueblo azteca tiene su origen como tribu chichimeca (de los "bárbaros" del norte) con
costumbres nómadas y guerreras, cuya primera señal certera en el Valle de México fue en
el año 1256 d.C., en la zona del actual Bosque de Chapultepec, y posteriormente emigraron
dentro del valle para finalmente fundar la ciudad de Tenochtitlan en un islote del Lago de
Texcoco en el año de 1370 d.C. Pasados 60 años su dominio fue sobre el valle y
posteriormente lo extendieron de océano a océano durante los siguientes 90 años
(Haberland,1974).
En esta zona, a partir de alrededor del siglo X, la numeración tomó tres vertientes: los
numerales de puntos y rayas, los numerales con valores astronómicos y los numerales de
uso común. Estas tres vertientes estuvieron presentes en la cultura azteca en mayor o menor
medida. La vertiente de puntos y rayas no alcanzó mucha difusión, aunque sí se utilizó y
prueba de ello son los Códices Vaticano A 3738, el Telleriano Remensis (París) y el Aubin
(París) (Garcés,1982). Las dos vertientes restantes quedaron bajo una influencia ideográfica
proveniente de la escritura azteca, la cual aún no se desarrollaba, era inicial y "en forma de
adivinanza", como dice Haberland (1974).
Los numerales con valores astronómicos (figura 4) se desarrollaron en varios centros
ceremoniales del Altiplano Central y los aztecas los utilizaron para trasmitir sus
conocimientos astronómicos. No cualquiera los podía manejar o entender, eran numerales
que sólo las personas con conocimientos al respecto podían descifrar. Cada uno de los
símbolos utilizados tiene su interpretación astronómica, por ejemplo, el símbolo que se
forma con un cuadro con cinco puntos representa el 8, porque cinco años sinódicos de
Venus equivalen a ocho años de 365 días terrestres. Asimismo, existen en ocasiones varios
símbolos para un mismo número y también ya aparecen símbolos para representar mitades.
Esta vertiente no tiene base numérica alguna, sino que está basada en las observaciones
astronómicas y tampoco tiene la característica de ser posicional, aunque los numerales
tenían que colocarse en un orden determinado para expresar una serie numérica en
particular.
Figura 4. Numerales astronómicos con su valor.
(Garcés,1982,174)
Los números se representaban uniendo estos símbolos de tal manera que no se podían poner
más de una veintena de un mismo tipo juntos. No existe valor posicional sino que se utiliza
el principio de adición y, al parecer, no existe un orden específico en el que se deben poner.
Existen varios manuscritos posteriores a la conquista en los que se presentan otros símbolos
y diversos artificios para expresar numerales y fracciones. Uno de estos lo menciona
Vaillant (1960) en su obra e incluye expresiones de fracciones por medio del
oscurecimiento de mitades o cuartas partes de un punto; denotación del 5, el 10 y el 15
poniendo partes de un cempoalli; y la presentación de centenas menores al 400 mediante
la presentación incompleta del tzontli. Sin embargo, no es considerado nativo, sino que
posee adaptaciones europeas. Otros documentos de este tipo son los que presenta Pablo
Noriega (1994), como los Códices de Santa María Asunción y Vergara, ambos de la zona
de Texcoco, en el cual aparece una simbología diferente, así como la presentación de
fracciones, escrito sobre papel europeo con finalidades básicamente demográficas y
catastrales.
Existe un punto digno de mención: los aztecas no presentan, o no se ha encontrado, un
símbolo que represente el cero. El sistema, por no ser posicional, no tenía necesidad de éste
y viceversa. Una de las razones por las que se desarrolló el sistema de numeración azteca
era para cuestiones de tipo estadístico, como por ejemplo el registro de la cantidad de
tributos que los pueblos sojuzgados entregaban a las metrópolis de la "Triple Alianza".
Existen varios de estos documentos y en ellos se registran gran cantidad de datos en los que
se presenta el tipo de tributo enlazado con la cantidad por medio de una línea. La
importancia de estos documentos para la organización y administración de los tributos
que arribaban a la metrópoli era muy grande, ya que las cantidades de algunos materiales
era enorme. Por ejemplo, se menciona que llegaban a la ciudad de Tenochtitlan 14,000
cargas de maíz (605.5 toneladas), 105,000 cargas de frijol (4,541.25 toneladas), 36,000
cargas de cañas para flechas (1,557 toneladas) y 187,560 cargas de cobertores de algodón
(8,111.97 toneladas), entre otras muchas cosas; sin registros de algún tipo la organización,
la administración y la distribución de estos materiales entre una población de alrededor de
300,000 habitantes se hubieran vuelto caóticas.
Sin embargo, hay evidencia de que utilizaron un computador manual semejante al ábaco
llamado nepohualtzintzin, el cual estaba constituido por un mecanismo móvil de siete
hileras con 13 elementos cada una, divididas por una regleta central, de madera, con 39
elementos en la parte superior y 52 en la inferior, los que estaban hechos de jade, oro o
madera (Esparza,1978).
El calendario azteca tenía la misma estructura que el maya con los únicos cambios en los
nombres de los meses y de los días. Por un lado estaba el calendario ritual, llamado
tomalpohualli, de 260 días (20 signos relacionados con 13 números) y que era utilizado
principalmente para determinar el nombre y la suerte de las personas nacidas en esos días; y
por otro lado el calendario civil, de 365 días repartidos en 18 meses de 20 días y un mes
(nemontemi o de mala suerte) de cinco días. Estos dos calendarios se repetían tras un ciclo
de 52 años, igual que los mayas, llamado xiuhmolpilli.
Aunque las dos civilizaciones utilizaron el calendario como medio para determinar los
tiempos de los ciclos agrícolas, existen dos diferencias principales que podemos marcar
entre ellos, una que se refiere al uso y otra que es de notación. La primera es que los mayas
utilizaron el calendario para determinar hechos históricos mientras que los aztecas lo
utilizaron para cuestiones de índole adivinatoria y mágica; la segunda diferencia, de
notación, es que los mayas utilizaron un sistema en contar los días a partir de un día inicial
(el sistema de la Cuenta Larga), mientras que los aztecas enumeraban los años
relacionando números con diversos elementos que aparecen dentro de los 20 días del mes.
El punto álgido de la astronomía mexica quedó representado en dos monumentos
escultóricos: el "Disco de Tizoc" y la "Piedra del Sol" (comúnmente llamada "Calendario
Azteca"). Ambos monumentos presentan diversas mediciones astronómicas y matemáticas
que si se hubieran llevado a cabo por medio de únicamente la práctica les hubiera costado
casi un milenio de observaciones. Asimismo, las relaciones simétricas y geométricas de
ambos monumentos son muy impresionantes, así como su composición artística.
El disco de Tizoc tiene como principal dato el tiempo entre uno y otro tránsito del planeta
Venus por el disco solar, así como el ciclo de este planeta, lo cual era considerado muy
importante en los ciclos calendáricos. Por otro lado, la Piedra del Sol tuvo tal importancia
en la astronomía y cosmovisión azteca que Guillermo Garcés (1982) lo identifica como "la
culminación de la Astronomía del México Precolombino", mientras que George Vaillant
(1960) menciona que "da forma a un resumen finito del infinito universo azteca". Este
monumento fue descubierto en 1790 y desde entonces ha sido estudiado, llegándose a la
conclusión de que es un reloj cósmico que registra movimientos planetarios, eclipses,
lunaciones y movimientos astronómicos. Su estructura es de diez anillos concéntricos,
llamados "círculos", más otro que se localiza en su canto. Cada uno de los círculos tiene
una interpretación tanto matemática-astronómica como religiosa y algunos círculos se
pueden combinar parcialmente entre sí para aportar más datos matemáticos y astronómicos.
Sin embargo, todos estos conocimientos, y otros muchos más, se vieron truncados el día ce
coatl del año yei calli (13 de agosto de 1521 en cristiano), pues la ciudad de Tenochtitlan
cayó ante el invasor español, marcándose con ésto el fin irremediable de los reinos del norte
de Mesoamérica, así como la pérdida de una gran cúmulo de conocimientos y el inicio de la
dominación española en México.
Los Aztecas escribían usando la escritura pictórica, que contuvo unos símbolos similares a
los caracteres usados por los egipcios antiguos y los chinos antiguos. Todos los símbolos
eran dibujos como ideogramas. Cada objeto expresó su propia naturaleza, y también las
ideas relacionadas y subyacentes.
Su sistema numérico contó de veinte en veinte. Unos números básicos tienen unos
ideogramas o glifos Aztecas. Éstos eran los números para el uso diario y común:
Números Representación
1 Un punto u ocasionalmente un dedo o el objeto mismo.
2-19 Dos o más puntos o dedos o los objetos mismos.
20 Una bandera (pantli o cenpantli).
400 (20 x 20) Un pelo o una pluma del ave o un abeto.
8,000 (20 x 20 x 20) Un costal (o xiquipilli o cenxiquipilli) o una bolsa adornada
con borlas. Se imaginaba que contenía 8,000 judías de cacao.
Por ejemplo, unos 400 mantas del algodón fueron representadas por el símbolo jeroglífico
para una manta del algodón debajo de un símbolo para 400.
Estos números comunes aparecieran en unos Códices, para mostrar los tributos que los
Aztecas (como la mafia) exigieren.
Sin embargo, Osorio informa que no había solamente una numeración, sino tres
"vertientes":
Por ejemplo, Osorio (7) reporta un símbolo que se formó con un cuadro con cinco puntos;
dijo que esta forma "representa el 8, porque cinco años sinódicos de Venus equivalen a
ocho años de 365 días terrestres".
2. Los Días Aztecas.
Los Aztecas asignaron nombres con los respectivos pictogramas a los 20 días diferentes. A
veces, referencias diferentes sugieren nombres un poco diferente pero esencialmente el
mismo, o sugieren pictogramas diferentes. Por ejemplo, aquí esta una imagen por Cóatl
(serpiente), el símbolo para el quinto día: (8)
Los 20 nombres y pictogramas por los 20 días son (de (5) que es una copia de una ilustración
en el libro de Valliant (9)):
Los aztecas tenían dos calendarios, el calendario solar y el calendario lunar. En este
ensayo, sigo Valliant, y utilizo "mes" para el grupo de 20 días en el calendario solar y la
"semana" para el grupo de 13 días en el calendario lunar.
1. El calendario solar, mundano y civil de 365 (o 366) días. Este año recibía el nombre
de xiuhmilpilli. El año solar había 20 días en cada de 18 meses al año, que sumaban
360 días. Para completar los 365 días del año solar añadían al final del año los 5 (o
6) días (llamados nomentemis) que dedicaban al placer y la diversión.
2. El calendario lunar, ceremonial y religioso de 260 días. Este año recibía el nombre
de tonalpohualli en náhuatl (la "cuenta de los días"). Este año sagrado contuvo 13
días en cada de las 20 semanas. Un ciclo de 20 semanas fue 260 días (13
multiplicado por 20) y así creada una unidad básica.
El primer signo de un día es "Lagarto". Por eso el primer día del tonalpohualli (el
calendario lunar) se llama "1 Lagarto", la combinación del primer número con el primero
de los veinte signos. Así, se cuenta consecutivamente (recomenzamos en 1 después de que
se haya alcanzado 13):
Entonces, el primer mes del tonalpoalli comenzó con día numero uno, 1 Lagarto. El
segundo mes comenzó con el día que se llamaba 1 Jaguar. El último de los veinte días
(flor) era el séptimo día del segundo mes. Entonces la serie continuó otra vez con Lagarto
como "8 Lagarto ".
Los nombres de los 20 semanas lunares significaron para cada uno el siguiente: (1)
12 13
11 casa 14 muerte 15 venado
lagartija culebra
Los dos calendarios aparecen en muchas civilizaciones, como los británicos antiguos cerca
de Stonehenge. Para los aztecas, como para los británicos antiguos, la combinación de los
dos calendarios produjo un ciclo de 52 años. Gonzáles (6) demuestra cómo el calendario
solar se enclavija con el calendario lunar, para crear el ciclo de 52 años.
Como todos los calendarios calculaba en base de la rotación de la tierra alrededor del sol,
los calendarios aztecas son inexactos. A veces se hicieron correcciones y ajustes.
El dios primigenio se llama Moyocoyani , "el que se creó a sí mismo". El se inventó para
constituir el principio. Se reúnen en él los opuestos, como espíritu y materia, fuego y agua,
masculino y femenino, de lo positivo y de lo negativo. Por eso, el dios se llama Ometeotl,
"Dios de la dualidad", el creado y el destructor. Este principio supremo aparece en una serie
de manifestaciones, como dioses independientes, pero son solamente las fases y las formas
del solo principio.
Por ejemplo los dioses que se asignan a los días primeros son éstos: (9)
Nombre
Día Número Significado posible
del día
2 Viento Quetzalcóatl Serpiente, Emplumada, Dios del Cielos, Dios del Saber
Referencias
1. Anónimo. El Calendario Azteca.
http://www.elalmanaque.com/Calendarios/azteca.htm España. 2003.
2. Araujo, Mario. Libros, documentos y escritura Azteca.
http://www.azteca.net/aztec/nahuatl/writingsp.html. Estados Unidos.
1996
3. Fernández, Adela. Dioses Prehispánicos de México, 1992.
4. Ferras, Víctor M. Castillo, y otros. La Matrícula de Tributos en Arqueología
Edición Especial Numero 14. México. 2003.
5. Fondo de cultura económica, México. Códice borbónico. (Algunas notas
están aquí. http://hemi.ps.tsoa.nyu.edu:8000/course-
nyu/conquest/materials/images/html/borcalendar.html ). México. 1991.
6. Gonzáles, Federico. El Simbolismo Precolombino. Argentina.2003.
7. Osorio , Víctor Larios. Sistemas numéricos en el México prehispánico,
Revista Eureka, No. 15, páginas 26-39. (También
http://www.uaq.mx/matematicas/vlarios/xart08.html). México. Marzo
2000.
8. Saad, Miguel Navarro. Entre los calendarios gregoriano y azteca.
www.uaq.mx/ingenieria/publicaciones/calendarios/calazt.html. México.
2000.
9. Valliant, George C. La Civilización Azteca. Estados Unidos. 1941. Traducido
más adelante a español y publicado en México. )
Aunque la cuenta de los días y de los meses que formaban un año solar tenía
entre los nahuas menor importancia que el calendario de los vaticinios
(Tonalpohualli), presentamos el año solar azteca por la facilidad de adaptarlo al
calendario gregoriano (que rige a la cultura occidental en su mayor parte). El
interés principal que tiene este trabajo es divulgar el arte prehispánico en México,
y no establecer o apoyar algún criterio científico o técnico sobre cómo medían el
tiempo los antiguos mexicanos.
Cada año azteca o Xíhuitl consta de 18 meses, de 20 días cada uno, y un mes con
sólo cinco días y seis horas (Nemontemi) llamados Cempohuallis. Un posible
significado para cada uno de los nombres de los meses es el siguiente (véanse
[Del Paso y Troncoso, pp. 106 y ss.] y [Sahagún]):
Los días aztecas se agrupan en trecenas que se relacionan uno a uno con 20 jeroglíficos en
forma cíclica, excepto los cinco días y seis horas del mes Nemontemi, que carecen tanto de
numeral como de numen.
Supuesto que cada año azteca tiene 365 días y 6 horas, éstos se suceden comenzando a
diferente hora del día en un periodo de cuatro años. Así, los años Tochtli comienzan al
amanecer o Iquiza Tonatiuh, los años Ácatl al mediodía o Nepantla Tonatiuh, los años
Técpatl al anochecer u Onaqui Tonatiuh y, finalmente, los años Calli a la media noche o
Yohualnepantla.
Consulta realizada en: Saad, Miguel Navarro. Entre los calendarios gregoriano y azteca.