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Santiago era un niño muy aplicado en el colegio.

Además de eso disfrutaba mucho de


ayudar a su padre en su negocio. Su padre tenía una cafetería y Santiago lo ayudaba allí
algunos días luego del colegio y otras veces los fines de semana.

Aunque la cafetería era del papá de Santiago, allí también trabajaba Omar, el tío de Santi.
Omar se encargaba de atender a los clientes y preparar envíos para el envío a domicilio. Y
cuando el padre de Santiago no estaba, también se ocupaba de cobrar las cuentas. Santiago
en cambio, como aún era pequeño, colaboraba con la limpieza del local y el orden de los
productos y las tazas donde se servían los cafés.

Una tarde Santiago estaba en el fondo del local y cogió unas tazas que acababan de llegar
en un pedido, para llevarlas hacia la parte donde se exponían los paquetes de café y los
productos que estaban en venta para los clientes que gustaban además preparar café en sus
hogares.

Al llegar a la parte delantera del local, Santi vio algo extraño. Su tío Omar, que estaba en la
caja, se guardaba un fajo de dinero en su bolsillo. Omar no se dio cuenta de que su sobrino
lo había visto. Santiago se extrañó por la situación, y decidió no hacer nada, pero estar
atento.

Ahora Santi estaba atento a su tío. Sucedió que prestando mayor atención notó que la
situación se repetía. Unas veces Omar guardaba dinero. Otras metía en su bolso paquetes
de café, y otras le servía desayunos gratis a clientes que parecían ser sus amigos.

Un día que Omar se estaba guardando algo de dinero, Santi decidió enfrentarlo para saber
qué es lo que hacía. El tío Omar le dijo que no era nada malo, que él lo necesitaba y que su
hermano, es decir, el padre de Santi, no se molestaría de saberlo. Pero Omar le aclaró a su
sobrino.

-Oye, de todas formas, no cuentes nada, será nuestro secreto.

Santi decidió hacerle caso a Omar y mantener el secreto. A pesar de eso se sentía incómodo
con la situación y muy triste.

Ese malestar e incomodidad de Santi se agrandaba con el paso de los días. No lo podía
ocultar. Así fue como un día uno de los clientes de la cafetería que lo conocía y solían
conversar, le preguntó qué sucedía. Santi dijo que se sentía angustiado, pero no podía
contarle porque era un secreto.

El cliente, que era un hombre mayor, le explicó a Santiago que los secretos no tenían por
qué hacer sentir mal, no debían dar miedo y tampoco hacerlo poner triste.

El señor le dijo a Santi que los secretos debían ser solo para cosas buenas, por ejemplo,
preparar un regalo sorpresa para alguien querido, o no contar algo que podría hacer sentir
mal a alguien.Santi parecía comprender, y sentía que el hombre estaba en lo cierto.

El hombre le aconsejó que hablara con alguien de confianza, como su padre y le dijera que
pasaba.
Así lo hizo Santiago. Su papá se sorprendió con lo que su hijo vio haciendo a su propio
hermano. Le explicó a Santiago que eso estaba mal, Omar le estaba robando. Además, le
dijo que hizo muy bien en contarle la situación. Después Santiago se sintió aliviado.

Gracias a lo sucedido Santiago aprendió que hay secretos buenos y secretos malos. Y
decidió a partir de ese momento que nunca más ocultaría nada que lo hiciese sentir mal, de
ninguna manera.

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