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«El griego typos y el latín figura son utilizados por los teólogos para designar
los simbolismos más originales que se encuentran en el lenguaje de la Biblia: las
prefiguraciones».310
Lo que actúa como un «tipo» o «figura» (en el sentido del tal) en el Antiguo
Testamento encuentra su «antitipos» (su correspondencia al tipo o figura) en
el Nuevo Testamento; es decir, el evento o la persona o la circunstancia que le
concierne al tipo o figura.
Se revela también cuando analizas la Apocalíptica del Nuevo Testamento que los
enemigos de Israel no están ubicados ni limitados con la misma etnografía y
geografía. Babilonia y Egipto enemigos proverbiales de Israel aparecen ahora en
un sentido puramente simbólico y espiritual (cf. Ap. 17 y 18; Ap. 11:8).
Gog y Magog que habían sido anunciados por Ezequiel (38:2 y ss.; 39:1 y ss.) como
pueblos que atacarían a Israel son estacionados fuera de la historia anterior al
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segundo Advenimiento de Jesucristo (cf. Ap. 19:11; 20:8, 9), y en relación con el
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nuevo Israel que posee una Jerusalén Celestial no terrenal (Ap. 20:9; cf. 21:2,
10).
Podríamos multiplicar los ejemplos, pero es suficiente para el punto que nos
ocupa.
c. Necesidad de la proyección del valor tipológico inicial del tipo del Antiguo
Testamento de acuerdo al Nuevo Testamento.
Va a ser preciso aplicar la estructura tipológica cada vez que la apocalíptica del
Nuevo Testamento nos lo autorice mediante la referencia a un lugar hebreo,
persona o acontecimiento del Antiguo Testamento. Puesto que, como ya vimos,
esa estructura exige en principio conocer el valor inicial en la historia de la
salvación de ese término respecto a la Alianza de Dios con el antiguo Israel,
ahora desechado como nación, para de este modo, por medio de la analogía
estructural, obtener correctamente la significación cristológica y eclesiológica.
En primer lugar, será preciso que la época por la que se logra identificar al
Antitipo que introduce la aplicación tipológica se agote como evidencia de la
realidad y genuinidad del Antitipo.
repudio del Mesías, el único que podía salvarles, y que ha propiciado (el desprecio
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hacia Éste) su propia condena y posterior asesinato, son los signos de que la
tipología puede usarse en toda su extensión, en base a lo que ya Jesucristo ha
hecho y enseñado.
Ahora sólo faltaba el último acto de este drama. Y es que Dios se manifestara,
en cumplimiento a lo que el Mesías Jesucristo había estado creando respecto al
significado del Tipo Israel, su utilidad como Figura, continuando mediante la
sustitución, una vez recuperados los valores esenciales de lo que implicaba su
vocación religiosa, por el nuevo Israel de la promesa que encuentra en la Iglesia
cimentada en el judío Jesucristo y el Remanente judío «escogido por gracia»; y
profetizando en cuanto a que la nación de Israel, ya no tendría como tal, como
representativa de la parte permanentemente endurecida, nada que ver ni con el
Reino de Dios ni como Pueblo privilegiado (cf. Mt. 21:43 [ver contextos]; Mr.
13:1-4, 14-23; Luc. 21:5-7, 20-24): el desmantelamiento del Templo por el
general romano Tito (año 70 d.C), y la necesidad obligada a tenerse que
diseminar por el mundo, con lo que esto implicó, en cuanto a la pérdida de ser el
pueblo de Dios como nación, era la prueba de que el Israel físico-político ya no
significaba lo mismo para Dios después de la muerte de Cristo y del sellamiento
del Pacto realizado.
sólo una nación que, aunque llamada Israel, se mueve con unos motivos y
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Todo esto era la ratificación histórica de que, con la muerte de Cristo, los tipos
habían encontrado su Antitipo. Que su obra sobre el Nuevo Israel y su
predicción sobre el destino del Israel antiguo se habían cumplido de acuerdo al
Plan de Dios, y que lo instaurado en su vida no sólo tenía el valor en cuanto a su
ya funcionamiento, sino que además imprimía un sentido que recogido por los
apóstoles se nos legaba a la posteridad.
¿Qué ha pasado con el Israel literal? ¿Qué ha acontecido con las profecías que
vaticinaban la victoria del Israel carnal y de una completa restauración de ese
mismo Israel? En el planteamiento, anterior de textos comprobamos el sentido
que el NT quiere ofrecernos y en la profundización que ya hemos realizado se
nos ofrecían las causas.
El glorioso templo descrito por Ezequiel (caps. 40-43), basado en una concepción
puramente judía, con los símbolos y las sombras de los sacrificios que cesan con
el sacrificio real de Cristo en la cruz del Calvario, exige un cumplimiento más allá
de lo que pueden suponer la Iglesia y la Tierra Nueva (cf. Ap. 21:22) en la forma
de una sustitución que lógicamente no tiene en cuenta los detalles: en su lugar
tenemos el ministerio sacerdotal del Hijo de Dios en el Santuario «no hecho de
manos» en el Cielo mismo (He. 8 y 9).
Esto nos muestra una vez más que hay profecías dichas para Israel que eran
estrictamente condicionales en aquellos elementos que dependían del
comportamiento de Israel al Pacto convenido con Dios, y que por su propia
naturaleza sólo se aplicarían detalles, ya que algunos de esos rasgos se refieren
al Israel como nación literal situada en la tierra de Israel. Y otras que como
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hemos visto se cumplen con Israel literal parcialmente antes del acontecimiento
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escatológico Cristo-Jesús.
Cuando Isaías describe la fisonomía de una futura restauración de Israel (Is.
65:19-25) se limita a una Israel terrenal que debido a los cambios que Yahvé
podrá realizar será como si fueran «nuevos cielos y nueva tierra» (vv. 17-19).
Aun a pesar de la alegría de este nuevo estado, la muerte, aunque tendría un
lejano acontecer, seguiría existiendo (v. 20), y el pecador conviviría de algún
modo con esos «santos de Israel» (v. 20 up.). En el Apocalipsis se nos describe
cómo serán ese Nuevo Cielo y Nueva Tierra (Ap. 21:1 ss-23). Ya no se trata de un
Israel con unos límites geográficos y étnicos sino toda la tierra (21:1). La
Jerusalén ya no es la terrenal sino la celestial (21:2, 10). La muerte y los impíos
ya no pueden existir, porque tanto la una como los otros han sido destruidos
(21:4, 8, 27; cf. 20:12-15). En la nueva ciudad de Jerusalén están representados
tanto los salvos judíos como los gentiles (21:12-14) que conjuntamente forman la
iglesia. De ahí que los salvos sean de diferentes naciones (21:24).
Pedro aplica esta profecía a la efusión del Espíritu Santo por Cristo en el
día de Pentecostés (Hch. 2:16-21, 33).
La teoría del rechazo sin tener en cuenta la noción de Resto, llevó al Catolicismo
Romano y a otros a no comprender que el concepto de pueblo elegido puede
surgir constantemente para Israel, representada como un colectivo de nación,
por cuanto han sido depositarios de la Palabra de Dios, de promesas, de haber
sido el vehículo por el que el Mesías se hizo realidad histórica, y especialmente
porque aunque existan en incredulidad respecto del Mesías Jesús de Nazaret y
de lo que implica el Evangelio del Reino, y haya un laicismo, a veces agnóstico e
indiferente, dominando el espectro del Judaísmo, existe también, favorecido por
lo que implicó la elección, de las raíces de los padres, una serie de individuos
predispuestos por todo lo que la Escritura hebrea contiene, y que en cada época
un Resto abandona el endurecimiento y se suma al Resto que desde Jesús de
Nazaret se ha constituido como el Israel de Dios, el Olivo.
Si se hubiesen respetado los principios del Reino de Dios que tanto los libros
judíos del Antiguo y Nuevo Testamento exponen, jamás nadie se hubiese
arrogado falsamente el nombre de cristiano, y en dicho nombre matar y
perseguir. No se debe olvidar que toda la ideología cristiana tiene como
fundamento una teología estrictamente judía (despojada de todo aquello que
implica la nueva situación en Jesucristo [cf. Ef. 2:8-22; Col. 2:8-23]). Y es en esa
base donde debemos encontrar el cimiento del diálogo interconfesional y del
buen entendimiento. El antisemitismo no puede hacer su aparición donde exista
un genuino cristianismo, puesto que la Iglesia o Asamblea que
Cada vez que un judío, familia israelita, rabino, enseña o escudriña la revelación
correspondiente a la Escritura hebrea está ejerciendo la posibilidad de dar a
conocer lo que las profecías dicen sobre el Mesías, y lo que la Tora dice sobre la
Ley de Dios. Esto es un testimonio continuo del mensaje de Dios. Les
corresponde a los que ya comprendieron quién era el Mesías, el valor de la Ley, el
cumplimiento de lo que señala el plan de la salvación, entre otras cosas, ser
verdaderos testigos, demostrando con su ejemplo y palabra que el Mesías ha
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Debemos también ser cuidadosos respecto a lo que implica el que los judíos
acepten el evangelio. Ciertas circunstancias del fin escatológico pueden
favorecer la predicación del evangelio, y los judíos, por un lado, dadas sus
características de ser un Pueblo resultado de la elección, y los cristianos,
beneficiados de esa misma elección divina, pueden en un contexto del fin, los
unos sentir la necesidad de investigar sobre el fenómeno Mesías Jesús de
Nazaret; los otros sentirse en la obligación de proyectar la predicación y la
ejemplificación del Evangelio del Reino hacia sus hermanos que poseen las
mismas raíces.
Debe quedar meridianamente claro, con las consecuencias que eso suponga, lo que
implica el advenimiento Jesucristo, y además en su relación con la nación judía. Y
si bien la existencia del pueblo judío como etnia y nación nos recuerda
continuamente el que fue el Pueblo elegido, y por tanto «testigo» de la obra y
Revelación de Dios, y que por causa de la elección se puede producir
constantemente, en todas las épocas, un resto que se añade al Remanente
originado por la «simiente» o «descendencia» Jesucristo, no olvidemos que
mediante el método que ya hemos explicado y tue la Palabra de Dios nos ofrece,
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