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Introducción............................................................................................................ p. 4
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La Barcelona de la posguerra: “Nada”………………………………………………. p.33
1945, Barcelona …………………………………………..………….............. p.34
Barcelona de posguerra ……………………………………………..……….. p.38
- Barrios y calles ……………………………………………………..….. p.38
Calle Aribau ………………………………………………… p.38
Catedral de Barcelona …………………………………….. p.39
Plaza de Cataluña …………………………………………. p.40
Calle Montcada …………………………………………….. p.40
El Born ………………………………………………...…….. p.41
- Santa María del Mar ………………………………………..………..... p.43
Conclusión …………………………………………...………………………..………... p.44
Bibliografía ………………………………………………………………….....………... p.45
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AGRADECIMIENTOS
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INTRODUCCIÓN
El trabajo está divido en dos partes: una dedicada a “La catedral del Mar”, de
Ildefonso Falcones, y otra a “Nada” de Carmen Laforet, que a su vez se encuentran
divididos por espacio y tiempo.
Para poder mostrar la ciudad como escenario literario, he utilizado fragmentos de los
libros mencionados anteriormente en los que se hablaba de ésta y en los que
aparecían las descripciones de los distintos edificios, calles, etc.
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LA BARCELONA
MEDIEVAL:
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SIGLO XIV, BARCELONA
“La Catedral del Mar” es una novela que transcurre desde el año 1320 hasta el 1384.
Durante dicho periodo tienen lugar el reinado de Alfonso el Benigno y de Pedro el
Ceremonioso, éste último obsesionado con la conquista de todos los pueblos
catalanes. La coronación del rey Pedro no fue de mucho agrado entre los nobles de
Barcelona ya que primero debía acudir a Barcelona a jurar lealtad a los fueros y
constituciones de Cataluña.
―Aquel segundo domingo de julio del año 1339 era una fecha transcendental
para Barcelona. En enero de 1336 había fallecido en la ciudad condal el rey
Alfonso el Benigno y tras la pascua de ese mismo año fue coronado en
Zaragoza su hijo Pedro, quien reinaba bajo el título de Pedro III de Cataluña,
IV de Aragón y II de Valencia. (p.248)
Aquel segundo domingo de julio de 1339, Pedro visitaba por primera vez
Barcelona, la ciudad que había humillado. Tres eran los acontecimientos que
llevaban al rey a Barcelona: el juramento que como vasallo de la corona de
Aragón debía prestarle su cuñado Jaime III, rey de Mallorca, conde del
Rosellón y de la Cerdeña y señor de Montpellier; el concilio general de los
prelados de la provincia tarraconense – en la que a efectos eclesiásticos se
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hallaban incluida Barcelona- y el traslado de los restos de la mártir santa
Eulalia desde la iglesia de Santa María a la catedral.‖ (p.249, 250)
En 1341, en su afán por conquistar los antiguos reinos catalanes, el rey Pedro III
aprovechó un altercado con el rey de Mallorca para declararle la guerra:
―En cuanto Jaime de Mallorca partió con sus cuatro galeras, el rey ordenó a
Arnau d’Erill que acelerase el proceso abierto contra su cuñado y, al poco, el
veguer de Barcelona dictó sentencia por las que las tierras del vasallo infiel,
juzgado en rebeldía, pasaban a poder del rey Pedro, el Ceremonioso ya tenía
la excusa que legitimaba que declarara la guerra al rey de Mallorca.‖ (p.283)
Pero el rey no se conformaba con Mallorca, quería hacerse con todos los antiguos
reinos catalanes y en el verano de 1343 empezó la conquista del Rosellón y la
Cerdaña:
A final de marzo del 1348 la peste bubónica empezó a afectar a Europa y Barcelona
no se libró de ella. En el libro podemos ver como afectó a la ciudad de Barcelona,
arrasando con gran parte de su población:
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marcar con una cruz de cal las puertas de las casas en las que se había
producido algún caso de peste. Insistieron en la higiene corporal, en que se
evitara el contacto con los apestados, y ordenaron que los cadáveres se
quemaran en grandes piras. Los ciudadanos se restregaron la piel hasta
arrancársela y, quienes pudieron, permanecieron alejados de los enfermos.
Sin embargo, nadie intentó hacer lo propio con las pulgas, y para extrañeza
de médicos y autoridades, la enfermedad siguió transmitiéndose.‖(p.342, 342)
También, en el siglo XIV, tuvo lugar una gran exterminación del pueblo judío por
parte de los reinos de Europa:
En el 1355 el rey Pedro III, después de tres años de guerra con los genoveses por
haberse adueñado de Cerdeña, ya que esta debería ser fuero catalán, consiguió
vencerlos y se hacerse con ella:
―Hace exactamente tres años los catalanes firmamos un tratado con Venecia
y Bizancio para hacer la guerra a Génova. Nuestro objetivo era conquistar
Córcega y Cerdeña, que por el tratado de Agnani debían ser feudos catalanes
y sin embargo se encontraban en poder de los genoveses.(…) - Al año
siguiente el rey armó una flota de cincuenta galeras capitaneada por Bernat
de Cabrera y venció a los genoveses en Cerdeña. Nuestro almirante apresó
treinta y tres galeras y hundió otras cinco. Ocho mil genoveses murieron y tres
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mil doscientos más fueron capturados, ¡y sólo cuarenta catalanes perdieron la
vida!
Los bizantinos –continuó, con la mirada puesta en los ojos de Mar, brillantes
de curiosidad – rectificaron y volvieron a abrir sus puertos a nuestro
comercio.‖ (p.394, 395)
―El rey Pedro III, al mando de su flota, arribó victorioso a Barcelona tras la
conquista de Cerdeña. Toda Barcelona acudió a recibirlo. Desembarcó, entre
el fervor popular, por un puente de madera alzado sobre el mar frente al
convento de Framenors. Tras él, nobles y soldados desembarcaron en una
Barcelona vestida de fiesta para celebrar la victoria sobre los sardos. (p.400,
401)
En el 1356, Pedro III y Pedro el Cruel empezaron una guerra que finalizaría con la
victoria de los catalanes sobre los castellanos. Estos últimos habían engañado al rey
Pedro el Ceremonioso para hacerse con los territorios catalanes:
―El de Castilla había logrado engañarlos. Desde que empezó la guerra, hacía
ya tres años, las batallas y las treguas se habían ido alternando. Pedro el
Cruel atacó primero el reino de Valencia y después el de Aragón, donde tomó
Tarazona, con lo que amenazó directamente a Zaragoza. La Iglesia intervino
y Tarazona se entregó al cardenal Pedro de la Jugie, quien debía arbitrar a
cuál de los dos reyes correspondía la ciudad. También se firmo una tregua de
un año, que no incluía, empero, las fronteras de los reinos de Murcio y
Valencia.
Durante la tregua, el Ceremonioso logró convencer a su hermanastro Ferrán,
aliado entonces del de Catilla, para que lo traicionase y, tras hacerlo, el
infante atacó y saqueó el reino de Murcia hasta llegar a Cartagena.‖ (p.420,
421)
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Después de eso, el rey de Castilla decidió atacar a los catalanes entrando por el
puerto de Barcelona con la intención de que la batalla tuviera lugar en dicha ciudad.
Lo que no esperaba es que, finalmente, fuera una batalla naval y acabó retirándose:
Como hemos visto, durante la novela tienen lugar grandes batallas para Barcelona
que han influenciado en el transcurso de la historia de la ciudad. El siglo XIV fue
uno de los de máximo esplendor de la ciudad condal. Prácticamente todos los reinos
catalanes estaban unidos y, además, era una de las principales paradas en las rutas
comerciales del Mediterráneo.
LA BARCELONA MEDIEVAL
ISLOTE DE MAIANS
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―dirigió la vista hacia donde el mar se fundía con la tierra. Cinco barcos
destacaban junto al islote de Maians.‖ (p.45)
Esto pasó en 1477 bajo el reinado de Juan II de Aragón a causa de que Barcelona
había perdido su puerto natural y los barcos tenían que atracar en la playa.
MURALLA
La Barcelona del siglo XIV era una ciudad rodeada de murallas en las cuales había
diferentes portales por donde acceder a ella:
Dicha muralla, construida durante los siglos XIII y XV, fue impulsada por el rey Pedro
el Ceremonioso y el Consejo de Ciento y se incluyó el barrio del Raval, zona de
campos de cultivo, solares, etcétera que había surgido extramuros de la antigua
muralla romana. En 1854, durante el bienio progresista y con Pascual Madoz como
gobernador civil de Barcelona, se impulsó el derribo de la muralla. Varias veces se
había denegado la petición de derribo pero, bajo el clamor popular, la necesidad de
trabajo debido al cierre de numerosas fábricas a causa de la fuerte epidemia de
cólera y el argumento de Madoz el cual justificaba su destrucción con la ganancia de
tierras edificables, las cuales acabaron perteneciendo a la Corona, el gobierno
acabó aceptando.
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PORTAL DE FRAMENORS
PORTAL DE TRENTACLAUS
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docenas de objetos de cerámica: platos, escudillas, ollas, jarras o ladrillos.‖
(p.48)
La calle Ollers Blancs era la calle en la que se encontraba el horno en que Arnau,
junto con la esclava Estranya, horneaban las hogazas de pan de los Puig:
―(…) la esclava, sin dirigirle la palabra, le daba los primeros bultos: dos cestos
de hogazas de pan que debía llevar al horno de la calle Ollers Blancs para
que las horneasen.‖(p.121)
El portal, junto con el resto de la muralla fue destruido durante el siglo XIX.
PORTAL DE LA BOQUERÍA
Poco a poco empezó a trasladarse allí todo lo relacionado con la compra y venta,
como el peso y la venta de la vendimia (en un principio realizado en la plaza de
Santa Anna) o el peso de la paja (anteriormente ubicado en la plaza Nova). Con el
paso del tiempo iba desagradando más a la gente el hecho de que hubiera un
mercado en mitad de la calle y se hizo un recinto extramuros. Del portal no queda
nada pero el mercado de la Boquería es, actualmente, uno de los más importantes
de Europa.
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PORTAL DE SANTA ANNA
Este portal recibía tal nombre del convento de Santa Anna, que allí se encontraba
desde antes de la construcción de la muralla. Actualmente no se conservan restos
del portal pero sí del convento. Se trataba de una iglesia de planta románica que en
el siglo XV fue reconstruida pero, esta vez, utilizando planta de cruz griega. Lo que
más destaca de esta iglesia totalmente gótica es su claustro con doble galería y con
gran cantidad de vegetación. El siguiente portal es el del Ángel o de Orbs,
actualmente una de las calles principales de Barcelona en la que se encuentran
numerosos establecimientos dedicados a la moda.
PORTAL NOU
En la zona este de la ciudad se encontraba el Portal Nou del cual ahora solo queda
una calle en memoria de lo que fue en el siglo XIII. Durante seis siglos tenía a sus
alrededores agrupaciones de albergues, hostales… Estaban situados, la mayoría, en
la calle Bòria ya que era uno de los ejes que llevaba al centro de la ciudad desde el
Portal Nou. El portal quedaba situado donde está, actualmente, el Paseo de Sant
Joan:
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―Corrió por la calle Bòria hacia el portal Nou con los gritos de los soldados tras él.
(…) No podía seguir corriendo hasta el portal Nou, donde con seguridad habría más
soldados apostados. (p.189)
Por último está el Portal de Sant Daniel situado donde ahora se encuentra el parque
de la Ciutadella. Dicho portal permitía acceder a la ciudad desde el puerto y era la
zona en la que se encontraba el barrio de la Ribera. En 2005 se encontraron restos
de lo que un día fue una de las principales puertas de acceso a la ciudad Barcelona:
―A la altura del portal de Sant Daniel giraron hacia la izquierda en dirección el portal
Nou y al monasterio de Sant Pere de les Puelles (…)‖ (p.343)
LAS RAMBLAS
A extramuros se encontraban las Ramblas. Era una zona en la que situaba la riera
(de donde procede el nombre de rambla) y los campos de conreo. Poco a poco y, en
parte, por la epidemia de la peste negra que tuvo lugar en el 1347 y que provocó que
mucha gente se fuera de la zona amurallada, en este territorio, antes ocupado por
payeses, se iban incorporando nuevos habitantes procedentes de la ciudad creando
un nuevo barrio, el Raval. Por este barrio pasaban a menudo los bastaixos cuando
tenían que ir a La Roca a por piedras para Santa María del Mar:
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―(…) después campos y huertas (…) donde comenzaba el camino de subida a
la cantera. Pero antes de llegar hasta ella, los bastaixos tenían que cruzar el
Cagalell. (…) El Cagalell era un estanque que se formaba en la
desembocadura de la rambla, junto a las murallas, y en el que se acumulaban
los desechos y las aguas pútridas de la ciudad.‖ (p.215)
Era una zona de huertos hasta que en el siglo XIX, con la industrialización, se
comenzó a llenar de máquinas y de inmigrantes procedentes de diversas partes del
país. Se convirtió en un gueto en el que nadie se atrevía a entrar ya que la droga, la
prostitución y los bajos fondos se habían adueñado de toda la zona. Empezó a
conocerse como el “barrio chino” por su similitud con Chinatown, San Francisco. Con
los juegos olímpicos de 1992 se edificaron nuevas viviendas, se destruyeron los
focos de droga y mejoraron los servicios sociales con tal de dar una nueva imagen
del barrio que tan mala fama tenía.
Con el paso del tiempo este barrio ha ido mejorando y hoy en día podemos
encontrar allí el Museu d’Art Contemporani de Barcelona y el Centre de Cultura
Contemporània de Catalunya (uno de los espacios culturales más activos de la
ciudad). A de más, han ido surgiendo bares de diseño y tiendas de las mejores
firmas.
Aún y así la densidad de población y el índice de inmigrantes del Raval sigue siendo
uno de los más altos de la ciudad pero, lo que antes planteaba un problema de
convivencia, ahora se ve como un reto multicultural.
EL BARRIO JUDÍO
Entre las calles del Bisbe, Baixada de Santa Eulàlia, Call y Banys Nous se
encontraba el Barrio Judío o Call, el cual, actualmente, pertenece al Barrio Gótico de
Barcelona, pero en el que antiguamente estaban situados lo judíos, siempre
apartados del resto de la sociedad. En el siglo XIV se fue extendiendo más allá de
los límites y apareció el Call Menor (o d’en Sallahuja). La vida de los judíos giraba en
torno a las sinagogas y muchos eran artesanos, médicos...Entre los maestros,
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intelectuales y científicos destacaron miembros de la familia Cresques. En la judería
pasa bastante tiempo Arnau, protagonista de la novela, ya que Hasdai de Crescas lo
acoge en su casa después de que éste salvará la vida de sus hijos:
LA RIBERA
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pescadores, marineros, bastaixos… La mayoría de las casas seguían la misma
estructura: casa de dos pisos con una habitación en la planta baja que hacía de
cocina y de sala, y una planta superior con uno o dos dormitorios que muchas veces
eran realquilados a otras familias:
EL BORN
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lanzándose uno contra otro a galope tendido con las lanzas apuntando al
oponente. Los dos muchachos se quedaban embelesados contemplando los
simulacros de combates navales.‖ (p.254)
Actualmente es una zona llena de tiendas y bares modernos, con mucha vida
nocturna, pero, a la vez, con muchos centros de cultura como el Museo Picasso y el
Museo Textil.
LA CALLE MONTCADA
―Pero no solo los ricos artesanos se sintieron atraídos por el nuevo barrio de
la Ribera; también muchos nobles se trasladaron allí, de la mano del senescal
Guillem Ramón de Montcada, a quien el conde de Barcelona, Ramón
Berenguer IV, cedió los terrenos a la calle que llevaba su nombre, que
desembocaba en la plaza del Born, junto a Santa María de la Mar, y en la que
se alzaron grandes y lujosos palacios.‖ (p.103)
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las cocinas y los dormitorios de los esclavos. A la derecha, una gran
escalinata de piedra, el aire libre, subía a la primera planta noble, donde
estaban los salones y demás estancias; encima, en el segundo piso, los
dormitorios. Todo el palacete era de piedra; los dos pisos nobles con
ventanas corridas, ojivales, miraban al patio.‖ (p.136, 137)
Hoy en día la calle Montcada sigue perteneciendo al barrio del Born y aún se pueden
ver todas las casas palacio construidas durante la Edad Media.
LA CALLE BÒRIA
―Se dejó arrastrar a lo largo de toda la plaza hasta la calle Bòria. Tras
recorrerla, llegaron al barrio de los calderos, en cuyas pequeñas callejuelas
resonaban los golpes de los martillos sobre el cobre y el hierro.‖ (p.88)
―Por lo menos nadie reparaba en ella mientras andaba por la calle Bòria, en
dirección a la plaza del Blat.‖ (p.561)
Actualmente, el barrio de la Ribera o del Born es una zona llena de tiendas y bares
modernos, con mucha vida nocturna, pero, a la vez, con muchos centros de cultura
como el Museo Picasso i el Museo Textil.
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PLAZAS Y EDIFICIOS DESTACADOS
―Sigue por esta misma calle (…) hasta que llegues a la próxima plaza, la de
Sant Jaume. Allí verás una fuente (…)‖ (p.48)
La “Plaça del Blat” estaba situada en el centro de la ciudad y era una de las zonas
más importantes de la ciudad de Barcelona. En ella tenía lugar un gran tráfico de
mercancías, tanto que en el siglo XIV llegó a llamarse la “Plaça del Mercandal” y
todo el conjunto de edificios que la rodean, Villa del Mercandal. Al poco tiempo,
debido a la especialización de los productos que allí se vendían (harina y cereales)
pasó a llamarse “Plaça del Blat” (plaza del trigo):
―Conocía aquella plaza. Estuvo allí una vez con su padre. << Ésta es la plaza
del Blat -dijo-, el centro de Barcelona. ¿Ves aquella piedra en el centro de la
plaza? >> Arnau miró hacia donde señalaba su padre. << Pues esa piedra
significa que a partir de ahí la ciudad se divide en cuartos: el de la Mar, el de
Framenors, el del Pi y el de la Salada o de Sant Pere. >>‖ (p.87)
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En esta plaza tuvieron lugar diferentes revueltas causadas por el hambre en las que
se levantaban contra las autoridades pidiendo pan. Como en la revuelta del 15 de
abril de 1334 en la que el pueblo, a falta de trigo para abastecer a la población, se
rebeló contra las autoridades:
―Ese viernes había trigo en la plaza del Blat. (…) La plaza se convirtió en un
hervidero de rumores. La gente abandonó las colas, comenzaron las
discusiones y las razones degeneraron en insultos. Alguien exigió a gritos que
las autoridades pusieran a la venta el trigo que tenían escondido y el pueblo,
furioso, se sumó al requerimiento. Los medidores oficiales se vieron
superados por la masa, que se amontonó atropelladamente frente a las
mesas de venta; los alguaciles del rey empezaron a enfrentarse a la gente
hambrienta (…).‖ (p.173)
El castigo por esto era público y consistía en pasear a los reos sobre un burro
mientras se les azotaba. Los castigados con pena de muerte eran ahorcados a
extramuros. El caso de Bernat fue diferente. El rey no quería que se volviera a
repetir la revuelta mencionada anteriormente y por eso hizo que los cadáveres de los
instigadores fueran colgados en la plaza, a la vista de todos, para evitar que se
volviera a repetir aquella situación:
―(…) –lo han ahorcado en la plaza del Blat junto a nueve alborotadores más.
(…) Arnau interrumpió bruscamente su carrera al entrar en la plaza del Blat.
Jadeaba. La plaza estaba llena de gente, en silencio, todos de espaldas a él,
quietos, con la mirada en… por encima de la gente, junto al palacio, se
alzaban una decena de cuerpos inertes. (…) El muchacho volvió a mirar aquel
rostro desfigurado, morado hasta la negrura, caído a un lado, con los rasgos
contraídos, los ojos abiertos en una lucha que ya sería eterna por salir de sus
órbitas y con la larga lengua colgando inerte entre la comisura de los labios.‖
(p.181)
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Actualmente esta plaza recibe el nombre de Plaza del Ángel ya que allí se encuentra
la estatua en recuerdo a la aparición del ángel San Miguel.
La “Plaça dels Canvis” era una zona que se encontraba cerca de la Llotja en la que
se establecieron los cambistas de moneda ya que Barcelona era una ciudad
frecuentada por viajeros y mercaderes y los cambistas les cambiaban las divisas que
traían. Especulaban con los cambios y participaban con los comerciantes en
negocios que les permitían burlar la Prohibición de los Préstamos con interés:
―En primer lugar deberás asegurar tu mesa de cambio ante los magistrados de
Barcelona constituyendo una fianza por importe de mil marcos de plata;
después deberás comprar una casa o los derechos de una casa en el barrio
de los cambistas, ya sea la calle de Canvis Vells o de Canvis Nous, y
acomodarla para ejercer tu profesión; por ultimo tendrás que reunir más
dinero para empezar a trabajar‖. (p.370)
Todas las casas de aquella zona eran más o menos iguales y, como decían las
normas, Arnau debía comprarse una casa allí para poder ejercer la profesión de
cambista.
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―La planta superior tenía tres pequeñas habitaciones de las que amueblaron
dos, una para cada uno. La inferior estaba compuesta por la cocina, con
salida a lo que debía haber sido un pequeño huerto y, separada de ella por un
tabique, con vistas a la calle, una habitación diáfana en la que, durante los
días siguientes, Guillem instaló un armario, varias lámparas de aceite y una
mesa de madera noble larga con dos silla tras ella y cuatro enfrente.‖ (p.215)
LA LLOTJA
Más tarde se construyó la Llotja de Mar que aún conserva en su interior el salón de
concentraciones gótico. Además, aparecieron otros servicios ligados a la actividad
mercantil como el pórtico de los Encantes, el de Forment, albergues y almacenes
para los comerciantes, y las Ataranzas Nuevas.
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LA ROCA
PLAZA DE LA LLANA
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SANTA MARÍA DE LA MAR
Era una iglesia construida por el pueblo. Ellos eran los que la construían y los que
colaboraban, en todo lo que podían. No era una iglesia como las otras, pagada por y
para los ricos:
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esculpió el escudo de la parroquia en señal de que la fábrica, con todos sus
derechos, pertenecía única y exclusivamente a los parroquianos que la
habían construido.” (p.103)
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Repetid conmigo: ¡Santa María! – Los hombres gritaron Santa María-.
Vosotros Santa Clara-. Y vosotros, Santa Eulalia. Me dirigiré a vosotros por
esos nombres. Cuando diga ¡todos!, me estaré refiriendo a los tres grupos.
Debéis tirar en línea recta según se os coloque, sin perder la espalda de
vuestro compañero y atendiendo a las órdenes del maestro que dirigirá cada
fila. Recordad: ¡siempre tenéis que estar rectos! Colocaos en fila. (…) – Un
poco más, Santa María. No. Santa Clara, tirad, ahora aguantad. ¡Santa
Eulalia!, ¡Santa Clara!, ¡Santa María…! ¡Abajo! Poco a poco, poco a poco.
¡Despacio!
De repente las maromas dejaron de pesar. En silencio, todos los hombres
miraron al cielo, donde Berenguer de Montagunt se había acuclillado para
comprobar la situación de la clave. Rodeó la piedra, de dos metros de
diámetro, se irguió y saludó a los de abajo alzando los brazos.(…) Arnau
sintió cómo se le hacía un nudo en la garganta y se le erizaba todo el bello del
cuerpo. (p.116)
―Con la clave en el cielo, los niños pudieron comprobar cómo de cada una de
las diez columnas que la rodeaban empezaban a nacer los nervios de los
arcos; los albañiles construyeron unas cerchas sobre las que engarzaban una
piedra tras otra y que se alzaban en curva, hacia la clave. Por detrás de las
columnas, rodeando las ocho primeras, ya se habían erigido los muros del
deambulatorio, con los contrafuertes hacia dentro, metidos en el interior de la
iglesia. Entre estos contrafuertes, les dijo el padre Albert señalándoles dos de
estos, estaría la capilla del Santísimo, la de los bastaixos, donde descansaría
la Virgen.‖ (p.119)
En el momento en el que se izó la clave ya poco quedaba de lo que antes había sido
aquella iglesia:
―Porque a la vez que nacían los muros del deambulatorio, a la vez que se
empezaban a construir las nueve bóvedas apoyadas en las nervaduras que
partían de las columnas, se empezó a derruir la vieja iglesia.‖ (p.119)
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Y en el 1343, aquella pequeña iglesia románica había desparecido totalmente para
dejar paso a una gran catedral:
―Sus ilusiones, su vida entera había ido desmoronándose como la vieja iglesia
románica que dio vida al nuevo templo. Ya no existía. Ningún vestigio
quedaba de la pequeña iglesia, y desde donde se encontraba podía observar
la inmensa y ancha nave central, delimitada por las columnas ochavadas
sobre las que se sustentarían las bóvedas. Más allá de las columnas, por el
exterior, los muros de la iglesia seguían levantándose e izándose hacia el
cielo, piedra a piedra, pacientemente.
Arnau miró hacia arriba. La clave de la segunda bóveda de la nave central ya
se había colocado y se trabajaba en la de las naves laterales. El nacimiento
de Nuestro Señor: aquél había sido el motivo elegido para aquella segunda
piedra de la clave. La bóveda del presbítero estaba totalmente cubierta. La
siguiente, la primera de la inmensa nave central rectangular, todavía no
cubierta, parecía una tela de araña: las cuatro nervaduras de los arcos
estaban a cielo abierto, con la piedra de la clave en su centro, como una
araña dispuesta a desplazarse por finos hilos en busca de su presa. La
mirada de Arnau se perdió entre aquellos nervios delgados. (…) Cubierta ya
en parte y alzados los contrafuertes que sostenían los arcos de las naves
laterales de la segunda bóveda, la nobleza y los ricos mercaderes de la
ciudad habían empezado a trabajar en las capillas laterales, decididos a dejar
su impronta en forma de escudos heráldicos, imágenes, sarcófagos y todo
tipo de relieves cincelados en la piedra. (…) y se detenían con orgullo en las
once capillas, de las treinta y cuatro previstas, que ya se habían construido a
lo largo del deambulatorio.‖ (p.286)
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que sería su orgullosa fábrica. Todos los muros exteriores, con sus
contrafuertes, estaban terminados, al igual que el ábside y dos de las cuatro
bóvedas de la nave central; las nervaduras de la tercera bóveda, cuya piedra
de clave había sido pagada por el rey para que se cincelase en ella la figura
ecuestre de su padre, el rey Alfonso, se empezaban a elevar en un arco
perfecto, soportadas por complicados andamiajes, a la espera de que la
piedra de la clave equilibrase los esfuerzos y el arco se mantuviese por sí
solo. Únicamente faltaban las dos últimas bóvedas principales y Santa María
estaría cubierta del todo.(…) Observó a los maestros de obras de los
diferentes oficios que se afanaban en las jambas y arquivoltas de la fachada
principal, en su estatuaria, en sus puertas remachadas en la tracería, distinta
en cada una de las puertas, en las verjas de hierro forjado y en las gárgolas
con todo tipo de figuras alegóricas, en los capiteles de las columnas y en las
vidrieras, sobre todo en las vidrieras, esas obras de arte llamadas a filtrar la
mágica luz del Mediterráneo para juguetear, hora a hora, casi minuto a
minuto, con las formas y los colores del interior del templo.
En el imponente rosetón de la fachada principal ya podía vislumbrarse su
futura composición: en su centro, un pequeño rosetón polibulado desde cuyo
diámetro partían, como flechas caprichosas, como un sol de piedra
concienzudamente labrado, los maineles destinados a dividir el rosetón
principal; tras éstos, las narices de tracería daban paso a una fila de trilóbulos
en forma ojival y, después de ello, otra fila de cuatrilóbulos, éstos
redondeados, que cerraban definitivamente el gran rosetón. Entre toda esa
tracería, igual a la que decoraba los estrechos ventanales de la fachada, se
irían incrustando las vidrieras emplomadas; de momento, sin embargo, el
rosetón aparecía como una inmensa tela de araña, de piedra finamente
labrada, a la espera de que los maestros vidrieros acudieran a rellenar los
huecos.‖(p.541, 542)
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―Desde la plaza de Santa Anna, Arnau levantó la mirada al cielo. El repicar de
las campanas de la iglesia llenaba toda Barcelona. El vello de sus brazos
respondió a la música y se erizó; un escalofrío recorrió su cuerpo al son de las
cuatro campanas. Había visto como alzaban las cuatro, mientras deseaba
acercarse para tirar de las sogas junto a los jóvenes: la Assumpta, la más
grande, de ochocientos setenta y cinco kilos, la Conventual, la mediana, de
seiscientos cincuenta, la Andrea, de doscientos, y la Vedada, la más
pequeña, de cien, en lo alto de la torre.
Aquel día se inauguraba Santa María, su iglesia, y las campanas parecían
sonar de modo distinto a como lo hacían desde que las instalaron…¿o sería
que él las oía de otra forma? Miró hacia las torres ochavadas que cerraban la
fachada principal por sus dos lados: altas, esbeltas y ligeras, de tres cuerpos,
cada uno más estrecho que a medida que se alzaban hacia el cielo; abiertas a
los cuatro vientos mediante ventanas ojivales; rodeadas de barandas en cada
uno de sus niveles y acabadas con terrados a nivel. Durante su construcción
le dijeron a Arnau que serían sencillas, naturales, sin agujas ni chapiteles,
naturales como el mar, a cuya patrona protegían, pero imponentes y
fantásticas, pensó Arnau al contemplarlas, como también lo era el mar.‖
(p.658) No estava en cursiva
A los pocos meses la iglesia sufrió un incendio que destruyó gran parte del interior
del templo:
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Tras el incendio, el interior de la iglesia fue restaurado y, actualmente, aún podemos
contemplar en Barcelona la gran catedral de Santa María de la Mar convertida, junto
con la Sagrada Familia, en una de las dos basílicas de Barcelona.
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LA BARCELONA
DE LA
POSGUERRA:
“NADA”
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1945, BARCELONA
―Yo tenía hambre, pero no había nada comestible que no estuviera pintado en
los abundantes bodegones que llenaban las paredes, y los estaba mirando,
cuando me llamó tía Angustias.‖
―La ciudad, hija mía, es un infierno. Y en toda España no hay una ciudad que
se parezca más al infierno que Barcelona... Estoy preocupada con que
anoche vinieras sola desde la estación. Te podía haber pasado algo. Aquí
vive la gente aglomerada, en acecho unos contra otros. Toda prudencia en la
conducta es poca, pues el diablo reviste tentadoras formas...‖
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bodegón macabro de besugos pálidos y cebollas sobre fondo negro. La locura
sonreía en los grifos torcidos.
(…) En la habitación que me habían destinado se veía un gran piano con las
teclas al descubierto. Numerosas cornucopias —algunas de gran valor— en
las paredes. Un escritorio chino, cuadros, muebles abigarrados. Parecía la
buhardilla de un palacio abandonado, y era, según supe, el salón de la casa.
En el centro, como un túmulo funerario rodeado por dolientes seres —aquella
doble fila de sillones destripados—, una cama turca, cubierta por una manta
negra, donde yo debía dormir. Sobre el piano habían colocado una vela,
porque la gran lámpara del techo no tenía bombillas.(…) . El hedor que se
advertía en toda la casa llegó en una ráfaga más fuerte. Era un olor a
porquería de gato. (…) Pude lograr mi intento en la medida que los muebles lo
permitían y vi que comunicaba con una de esas galerías abiertas que dan
tanta luz a las casas barcelonesas. (…) Tres años hacía que, al morir el
abuelo, la familia había decidido quedarse sólo con la mitad del piso. Las
viejas chucherías y los muebles sobrantes fueron una verdadera avalancha,
que los trabajadores encargados de tapiar la puerta de comunicación
amontonaron sin método unos sobre otros. Y ya se quedó la casa en el
desorden provisional que ellos dejaron.(…) Al abrir la puerta de mi cuarto me
encontré en el sombrío y cargado recibidor hacia el que convergían casi todas
las habitaciones de la casa. Enfrente aparecía el comedor, con un balcón
abierto al sol. (p.19)
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cobardes... (…) Te voy a contar una historia, mi historia, Andrea, para que
veas que es como una novela de verdad... Ya sabes tú que yo estaba en un
pueblo de Tarragona, evacuada... Entonces, en la guerra, siempre estábamos
fuera de nuestras casas. Cogíamos los colchones, los trastos, y huíamos.
Había quien lloraba. ¡A mí me parecía tan divertido!... Era por enero o febrero
cuando conocí a Juan, tú ya lo sabes. Juan se enamoró de mí en seguida y
nos casamos a los dos días... Le seguí a todos los sitios a donde iba... Era
una vida maravillosa, Andrea. Juan era completamente feliz conmigo, te lo
juro, y entonces estaba guapo, no como ahora, que parece un loco... Había
muchas chicas que seguían a sus maridos y a sus novios a todos lados.
Siempre teníamos amigos divertidos... Yo nunca tuve miedo a los
bombardeos, ni a los tiros... Pero no nos acercábamos mucho a los sitios de
peligro. Yo no sé bien cuál era el cargo que tenía Juan, pero también era
importante. Te digo que yo era feliz. La primavera iba llegando y pasábamos
por sitios muy bonitos. Un día me dijo Juan: «Te voy a presentar a mi
hermano». Así mismo, Andrea. Román al principio me pareció simpático...
¿Tú lo encuentras más guapo que Juan? Pasamos algún tiempo con él, en
aquel pueblo. Un pueblo que llegaba al mar. Todas las noches Juan y Román
se encerraban, para hablar, en un cuarto junto al que yo dormía. Yo quería
saber lo que decían. ¿No te hubiera pasado a ti lo mismo? Y además había
una puerta entre las dos habitaciones. Creía que hablaban de mí. Estaba
segura de que hablaban de mí. Una noche me puse a escuchar. Miré por la
cerradura: estaban los dos inclinados sobre un plano y Román era el que
decía: «Yo tengo que volver aún a Barcelona. Pero tú puedes pasarte. Es
sencillísimo...». Poco a poco empecé a comprender que Román estaba
instando a Juan para que se pasara a los nacionales...
Tras la guerra los “grises” comenzaron a perseguir a todos los “rojos” y esto provocó
que muchos vecinos, amigos, conocidos e incluso familiares, se acusaran entre sí.
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―Por aquellos días vinieron a buscar a Román y se lo llevaron a una checa;
querían que hablara y por eso no le fusilaron. Antonia, la criada, que está
enamorada de él, se puso hecha una fiera. Declaró a su favor.‖
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BARCELONA DE POSGUERRA
BARRIOS Y CALLES
CALLE ARIBAU
En esta casa podemos ver las consecuencias de la guerra en el país. Un hogar que
años atrás había sido feliz ahora estaba reducido a la mitad, dejando todos los
muebles amontonados en una sola zona. Algo parecido era la España de posguerra,
un país que había quedado reducido como consecuencia de los bombardeos y en el
que sus ruinas habían ido quedando amontonadas.
(…) Tres años hacía que, al morir el abuelo, la familia había decidido
quedarse sólo con la mitad del piso. Las viejas chucherías y los muebles
sobrantes fueron una verdadera avalancha, que los trabajadores encargados
de tapiar la puerta de comunicación amontonaron sin método unos sobre
otros. Y ya se quedó la casa en el desorden provisional que ellos dejaron. (…)
(p.24)
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CATEDRAL DE BARCELONA
―Al llegar al ábside de la catedral me fijé en el baile de luces que hacían los
faroles contra sus mil rincones, volviéndose románticos y tenebrosos. Oí un
áspero carraspeo, como si a alguien se le desgarrara el pecho entre la maraña
de callejuelas. Era un sonido siniestro, cortejado por los ecos, que se iba
acercando. (…) Sin embargo, apreté el paso hasta llegar a la fachada principal
de la catedral, y al levantar mis ojos hacia ella encontré al fin el cumplimiento
de lo que deseaba.
Una fuerza más grande que la que el vino y la música habían puesto en mí me
vino al mirar el gran corro de sombras de piedra fervorosa. La catedral se
levantaba en una armonía severa, estilizada en formas casi vegetales, hasta la
altura del limpio cielo mediterráneo. Una paz, una imponente claridad, se
derramaba de la arquitectura maravillosa. En derredor de sus trazos oscuros
resaltaba la noche brillante, rodando lentamente al compás de las horas. Dejé
que aquel profundo hechizo de las formas me penetrara durante unos minutos.
Luego di la vuelta para marcharme.(…)
Yo vi, al pie de la escalinata, apretándose contra ella, un conjunto de casas
viejas que la guerra había convertido en ruinas, iluminadas por faroles.
—Todo eso desaparecerá. Por aquí pasará una gran avenida y habrá espacio y
amplitud para ver la catedral.‖ (p. 117, 118, 119)
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PLAZA CATALUÑA
Otro lugar de Barcelona elegido por la autora es la plaza Cataluña, lugar en el que la
protagonista pasa muchos mediodías de invierno:
CALLE MONTCADA
La calle Montcada es una de las zonas más ricas de Barcelona. Allí pasa muchas
horas Andrea, en casa de unos amigos que se creen bohemios y que están en
contra de todo pero que en realidad sólo son los hijos mimados de la burguesía
barcelonesa.
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sillones—, un gran canapé y una mesita donde, en un vaso —como un ramo
de flores—, habían colocado un manojo de pinceles.
Por todos lados se veían las obras de Guíxols: en los caballetes, en la pared,
arrimadas a los muebles o en el suelo...(…) Pons observaba continuamente el
efecto que me producían sus amigos y buscaba mis ojos para sonreírme. Hice
café y lo tomamos en tazas de diferentes tamaños y formas, pero todas de
porcelana fina y antigua, que Guíxols guardaba en una vitrina. Pons me
informó que Guíxols las adquiría en los Encantes.
(…) A mí aquel ambiente bohemio me pareció muy confortable. El único mal
vestido y con las orejas sucias era Pujol, que comía con gran apetito y gran
silencio. A pesar de esto, me enteré de que era rico. Guíxols mismo era hijo
de un fabricante riquísimo. Iturdiaga y Pons pertenecían también a familias
conocidas en la industria catalana. Pons, además, era hijo único, y muy
mimado, según me enteré mientras él enrojecía hasta las orejas.
—A mí, mi padre no me comprende —gritó Iturdiaga—. ¿Cómo me va a
comprender si sólo sabe almacenar millones? De ninguna manera ha querido
costearme la edición de la novela. ¡Dice que es negocio perdido!...‖ (`p.156,
157, 158, 159)
EL BORN
El barrio del Born, conocido popularmente como el “barrio chino”, es una de las
zonas más peligrosas de Barcelona en plena posguerra ya que allí es donde se
concentran las clases marginales, los inmigrantes, las prostitutas, donde tenían lugar
apuestas y juegos para conseguir dinero…
―Me acuerdo que íbamos por una calleja negra, completamente silenciosa,
cuando se abrió una puerta por la que salió despedido un hombre
borracho(…)
Yo estaba llena de terror y procuraba permanecer invisible. No tenía idea de
lo que podría pasar unos minutos después. Encima de aquel infierno —como
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si sobre el cielo de la calle cabalgaran brujas— oíamos voces ásperas, como
desgarradas. Voces de mujeres animando a los luchadores con sus pullas y
sus risas. Alucinada, me pareció que caras gordas flotaban en el aire, como
los globos que a veces dejan escapar los niños.(…)
Antes de torcer la segunda esquina oímos pasos. Juan había reaccionado
bastante, pero se dejaba guiar por mí. Me apreté contra su hombro y él me
abrazó. Pasó un grupo. Eran individuos que pisaban fuertemente y charlaban
haciendo bromas. No nos dijeron nada. Un rato después estábamos
separados. Mi tío apoyado en la pared, con las manos en los bolsillos, y
cayéndonos a los dos la luz de un farol.
Me miró dándose cuenta de quién era yo. Pero no me dijo nada porque, sin
duda, encontraba natural que yo estuviese aquella noche en el corazón del
barrio chino. Le saqué un pañuelo del bolsillo para que se limpiara la sangre
que le goteaba sobre el ojo.‖ (p. 179,180, 181)
Allí tenia la casa la hermana de Gloria, mujer del tío de Andrea, donde, a
escondidas, acudía muchas noches para jugar a las cartas y ganar algo de dinero.
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apareciera Juan, porque yo tenía por contrario a un hombre muy bruto y había
hecho un poquitín de trampa... Algunas veces hay que hacerlo así.‖ (p.247)
Junto con su amigo Pons, Andrea entra a visitar la Catedral del Mar. Éste también es
uno de los grandes escenarios de la ciudad condal elegidos para protagonizar
novelas como “La Catedral del Mar”. Ésta es una iglesia barroca del siglo XIV
construida por y para el pueblo barcelonés ya que fue construida gracias a su
inversión, tanto económica como en horas de trabajo:
―Fuimos andando, dando un largo paseo, por las calles antiguas. Pons parecía
muy feliz. A mí me había sido siempre extraordinariamente simpático.
—¿Conoces la iglesia de Santa María del Mar? —me dijo Pons.
—No.
—Vamos a entrar un momento si quieres. La ponen como ejemplo del puro
gótico catalán. A mí me parece una maravilla. Cuando la guerra la quemaron...
Santa María del Mar apareció a mis ojos adornada de un singular encanto, con
sus peculiares torres y su pequeña plaza, amazacotada de casas viejas
enfrente.
Pons me dejó su sombrero, sonriendo al ver que lo torcía para ponérmelo.
Luego entramos. La nave resultaba grande y fresca y rezaban en ella unas
cuantas beatas. Levanté los ojos y vi los vitrales rotos de las ventanas, entre
las piedras que habían ennegrecido las llamas. Esta desolación colmaba de
poesía y espiritualizaba aún más el recinto. Estuvimos allí un rato y luego
salimos por una puerta lateral junto a la que había vendedoras de claveles y de
retama. Pons compró para mí pequeños manojos de claveles bien olientes,
rojos y blancos. Veía mi entusiasmo con ojos cargados de alegría.‖ (p.156)
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CONCLUSIÓN
El primer propósito era el de, a través de la lectura de “La catedral del Mar”,
comparar la Barcelona de la Edad Media con la actual. Esto no ha sido fácil porque
muchas de las plazas y portales mencionados en el libro actualmente no existen y
esto ha dificultado mucho la búsqueda de información acerca de ellos.
Mediante la lectura de “La catedral del Mar” he podido comprobar que hay grandes
diferencias entre la ciudad que hoy conocemos con la de antaño. Como grandes
plazas de gran importancia en aquellos años como la del Blat han desaparecido con
el paso de los años y como, en cambio, grandes edificios como Santa Maria del Mar
aún se siguen conservando con la misma relevancia que antes.
Como el propio nombre del trabajo indica, lo que he querido hacer es mostrar como
las novelas utilizan la ciudad de Barcelona como escenario literario.
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Libros:
FALCONES, Ildefonso: “La catedral del Mar”, Barcelona, Debolsillo, ISBN: 978-84-
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