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García Cavero Derecho Penal Parte General-311-323
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TERCERA PARTE
LA TEORÍA DEL DELITO
C apítulo 9
LA EVOLUCIÓN DE LA TEORÍA DEL DELITO
I. INTRODUCCIÓN
Todo ciudadano tiene una idea general de lo que es un delito, de la misma
forma que sabe, con igual grado de generalidad, lo que es un tributo, un contrato o
una relación de trabajo. El penalista, sin embargo, no puede moverse con una de
terminación conceptual de estas características, pues, al ser su trabajo decidir sobre
la imposición de las consecuencias jurídicas del delito, resulta necesario un nivel de
precisión mayor de aquello que constituye su causa, esto es, el delito. Acudir a un
concepto formal en función de lo que la ley tipifica como delito, no ayuda demasia
do, en la medida que la tipificación legal no siempre resulta clara e incontrovertida,
pero sobre todo porque no explícita la razón de la incriminación. Queda claro
entonces que se debe acudir a una definición material del delito que determine su
esencia1, la que debe estar necesariamente informada por la función de la pena y, en
consecuencia, contener aquellas condiciones necesarias y suficientes para que una
pena sea impuesta legítimamente2. Con esta teoría del delito, el penalista estará en
capacidad de determinar motivadamente si una conducta concreta constituye de
lito y corresponde, por tanto, imponerle a su autor la pena prevista en la ley penal.
La dogmática jurídico-penal es la disciplina que se ocupa de definir el delito a
partir de la regulación positiva. Dado que se trata de una ciencia cuyo método no
es la verificación, sino la comprensión, la determinación del contenido del delito no
puede pretender tener un carácter exacto e inmutable3. Lo primero explica que, en
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1. Los precursores
Uno de los primeros en plasmar el pensamiento iluminista en un sistema del
Derecho penal fue Paul Johann Anselm von F e u e r b a c h (1775-1833)11. Com o ya
se vio en el capítulo 3, F e u e r b a c h atribuye al Derecho Penal la función de motivar
a los individuos, por medio de las conminaciones penales, a no lesionar los dere
chos subjetivos de otros12. Sobre la base de esta idea, dicho autor asienta la im pu
tación de responsabilidad penal en una culpabilidad entendida, de alguna manera,
como pasar voluntariamente por encima de la amenaza penal13. Si bien F e u e r b a c h
desarrolló su pensamiento penal en una época de transición hacia la codificación
de los criterios de imputación penal y, por tanto, estuvo influido por el Derecho
natural racionalista (especialmente de K a n t ), anunció ya un cambio de paradigma
en el que el Derecho positivo asumiría el papel decisivo en el estudio del delito14.
C on la promulgación del Código Penal de Baviera de 1813 que F e u e r b a c h redac
tara, el Gobierno de Baviera prohibió la publicación de comentarios adicionales a
los oficiales que estuvieron a cargo de v o n G ü n e r 15.
Entre los años 1840 a 1870 tiene lugar la llamada “tiranía” de la filosofía
hegeliana, en la que se mezcló el Derecho positivo y la filosofía16. Los penalistas
8 Vid., en este sentido, P aw lik : D as Unrecht des Bürgers, p. 7. Sobre el desarrollo de los sis
temas de imputación de responsabilidad y su correlación con la seguridad jurídica, vid., el
clásico trabajo de G im b er n a t O r d e ig : Problem as actuales, p. 106 y ss.
9 Vid., en este sentido, S ilva S á n c h e z : Aproxim ación , p. 50; M ir P u ig : Introducción , p. 197
y ss.; N iñ o : L os lím ites, p. 65.
10 Vid., M ir P u ig : Introducción, p. 198.
11 Por esta razón, Bustos Ramírez: Introducción , p. 113, considera que con justicia se le ha
calificado como el padre del Derecho penal.
12 Vid., F e u e r b a c h : T ratado , § 15.
13 Así lo pone de relieve L e s c h : D er Verbrechensbegriff, p. 73.
14 Vid., en este sentido, M ir P u ig : Introducción , p. 203.
15 Vid., M ir P u ig , Carlos: A ctu alid ad P e n a l28 (2016), p. 162.
16 G allas : L a teoría del delito , p. 5, señala que la discusión en torno a la construcción sistemá
tica de la teoría del delito no se ha interrumpido en la ciencia alemana del Derecho penal
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central de la imputación penal el suceso externo lesivo, sino la actitud del autor
frente al ordenamiento que se pone de manifiesto precisamente con la ejecución
de su acción24.
Pese a su notable respaldo teórico, el planteamiento hegeliano del delito no es
tuvo libre de deficiencias. La consideración del delito como una unidad que expresa
la voluntad subjetiva del autor, llevó a que los presupuestos para la imputación pe
nal se presentaran amalgamados inarticuladamente, limitándose considerablemen
te la posibilidad de sistematizar las soluciones a los casos presentados en atención
a sus propias particularidades25. Por otra parte, H e g e l no sólo equiparó la acción
a la imputación del hecho completo al autor, sino que también se le reprochó ha
ber puesto la m irada exclusivamente en la acción dolosa26. Si bien sus discípulos
penalistas procedieron a incluir expresamente la imprudencia en el concepto de
acción27, una separación entre los conceptos de acción e imputación del hecho al
autor, no se llegó a materializar28.
U na vinculación de la dogmática penal con la ley positiva tuvo lugar con el
planteamiento dogmático de Karl B in d in g (1841-1920)29, quien parte de las nor
mas, entendidas como imperativos, para explicar sistemáticamente el sistema pe
nal30. Esta priorización de las normas en la imputación de la responsabilidad penal
llevó a que se le diera una mayor relevancia al acto que contraviene la norma31. Sin
embargo, debe precisarse que la mayor importancia que adquirió el Derecho posi
tivo en la construcción dogmática no significó que las distintas teorías jurídico-pe-
nales se limitaran a ser un conjunto de deducciones de lo dispuesto positivamente
por el legislador (pensamiento exegético), sino que, por el contrario, la elaboración
dogmática partió siempre de la existencia de unas premisas que, aunque no estu
viesen recogidas en el Derecho positivo, resultaban vinculantes por su plausibilidad
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racional32. D e alguna manera, puede decirse que desde el principio la evolución del
método dogmático en la tradición germánica responde al esfuerzo por sistematizar
racionalmente el Derecho positivo a partir de ciertos puntos de partida de carácter
suprapositivo.
32 En este contexto, resulta especialmente instructivo precisar que Binding no era, en estricto,
un positivista de la ley, sino del Derecho, como lo pone de manifiesto P aw lik : D as Unrecht
des Bürgers, p. 34.
33 Vid., en este sentido, J a k o b s : Derecho P en al, PG, Apdo 6, n.m. 6; L u z ó n Peña : Derecho
Pen al, PG, Cap. 9, n.m. 6 y ss.; S u á r ez G o n z á le z /C a n c io M e liá , Estudio preliminar, en
L a im putación objetiva , p. 22.
34 Vid., en este sentido, R o x in : Derecho P en al, PG, § 8, n.m. 10; L u z ó n Peña: Derecho Penal,
PG, Cap. 9, n.m. 16.
35 Vid., con mayores precisiones, R o x in : Derecho P en al, PG, § 7, n.m. 17; M ir P u ig : Intro
ducción, p. 2 08; S ilva S á n c h e z : A proxim ación , p. 51.
36 Cfr., sobre la vinculación del sistem a clásico del delito con el llam ado positivism o naturalis
ta, M ir P u ig : Introducción, p. 216 y ss.
37 Vid., al respecto, R o x in : Derecho Penal, PG, § 1 , n.m. 17; L u z ó n P eñ a : Derecho Penal, PG,
Cap. 9, n.m. 16; M ir P u ig : Introducción, p. 220.
38 Así, S ilva S á n c h e z : A proxim ación, p. 53; Paw lik : D as U nrecht des Bürgers, p. 5.
39 Vid., v o n L is z t : T ratado, II, p. 375. Vid., también las referencias de R o x in : Derecho Penal,
PG, § 19, n.m. 8; J a k o b s : Derecho P enal, PG, Apdo 6, n.m. 6; L u z ó n P e ñ a : Derecho Penal,
PG, Cap. 9, n.m. 24.
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40 Vid., referencias a esta bipartición del delito propia del sistema clásico, W e l z e l : D as
Deutsche Strafrecht, p. 39; R o x in : Derecho P enal, PG, § 7, n.m. 12; J a k o bs : Derecho P en al,
PG, Apdo 6, n.m. 6; S c h ü n e m a n n , en E l Sistem a moderno, p. 44.
41 V o n L is z t : T ratado , II, p. 292.
42 Vid., B e l in g : D ie Lehre, p. 147, 178 y s.
43 Vid., así, S c h ü n e m a n n , en E l sistem a moderno, p. 44.
44 Vid., L u z ó n P e ñ a : Derecho P en al, PG, Cap. 9, n.m. 23.
43 Vid., B e l in g : Esquem a , p. 30.
46 V o n L is z t : T ratado , II, p. 375 y s.
47 Vid., sobre el llamado concepto psicológico de culpabilidad, W e l z e l : E l nuevo sistem a,
p. 31; R o x in : Derecho Penal, PG, § 19, n.m. 8; F e r n á n d e z : C ulpabilidad, p. 172 y ss.
48 Vid., vo n L is z t : T ratado, II, p. 377.
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mueble ajeno, sino solamente los casos en los que hay un ánimo de apropiación56.
La doctrina penal se vio, pues, obligada a reconocer la existencia de elementos sub
jetivos en el injusto57, al menos en ciertos tipos penales.
En segundo lugar, al planteamiento causalista se le cuestionó no sólo el carác
ter puramente objetivo de la descripción típica, sino también la exclusión de todo
tipo de valoración en este nivel analítico del delito. El carácter puramente descripti
vo de la tipicidad se puso en tela de juicio concretamente por M ax E. M ayer con la
identificación de los llamados elementos normativos del tipo, para cuya verificación
era necesario, de todas maneras, llevar a cabo una actividad de valoración a nivel del
tipo penal m ism o58. Ejemplos de elementos típicos necesitados de una valoración
para su verificación en el caso concreto fueron la ajenidad del bien en el delito de
hurto, la índole obscena de la conducta en el delito de exhibicionismo o el carácter
ofensivo de las afirmaciones en el delito de injurias. Por lo tanto, no era posible
sostener que la tipicidad fuese una categoría dogmática de naturaleza estrictamente
descriptiva.
El reconocimiento de los llamados elementos normativos del tipo llevó inclu
so a un sector de la doctrina penal a acercar analíticaníente la tipicidad con la anti
juridicidad59, llegándose a formular así la famosa teoría de los elementos negativos
del tipo. Esta teoría funde la tipicidad y la antijuridicidad en una misma categoría,
en la que los aspectos que antes se agrupaban en una u otra categoría solamente se
distinguen por estar formulados positiva o negativamente60. Así, por ejemplo, el
tipo penal de homicidio requiere la verificación de una conducta de matar a otro
(elementos positivos), así como la ausencia de posibles causas de justificación de
esta conducta, como sería el caso, por ejemplo, de una legítima defensa (elementos
negativos).
La categoría de la antijuridicidad tampoco fue ajena a la crítica sobre la nece
sidad de incluir valoraciones en el método analítico del delito, lo que hizo que se le
restara importancia a su concepción formal, como contrariedad a la norma, y se le
diese prioridad a su comprensión material, referida a la lesión o puesta en peligro de
bienes jurídicos61. D e esta manera, las infracciones jurídicas pasaron a entenderse
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como ofensas a bienes o intereses creados por la vida y reconocidos por el Derecho,
cuyo respeto es ordenado por las normas de cultura62. El hecho antijurídico dejó de
ser visto como una conducta antinormativa para ser definido materialmente como
un comportamiento socialmente dañoso63.
El entendimiento puramente subjetivo de la culpabilidad fue también puesto
en tela de juicio por el m étodo neoclásico, en la medida que resultaba insuficiente
para sustentar el tratamiento de los institutos penales ubicados en esta categoría
del delito. Así, por ejemplo, un concepto psicológico de la culpa tendría que haber
llevado a excluir del ám bito de lo culpable los supuestos de culpa inconsciente,
en donde resultaba sumamente difícil encontrar un elemento cognitivo o volitivo
como causa o vinculación subjetiva con el resultado lesivo64. D e igual manera, el
estado de necesidad exculpante tampoco podía sustentar su efecto disculpante en
un aspecto subjetivo-psicológico del autor, pues lo determinante se encontraba en
ciertas circunstancias objetivas concomitantes de carácter excepcional (situación de
peligro para bienes jurídicos elementales)65. Esta situación motivó modificaciones
en la configuración de la categoría de la culpabilidad, la cual dejó de ser considerada
descriptivamente como una realidad meramente psicológica del autor para hacerla
también objeto de un juicio de valoración, dando origen al llamado concepto nor
mativo de la culpabilidad66.
Con base en los cambios anteriormente señalados, se procedió a una redefini
ción de la teoría del delito, dando origen al llamado concepto neoclásico del delito
y que encuentra posiblemente en el penalista Edm und M ezger su mayor represen
tante. Si bien este nuevo planteamiento del delito mantuvo en su base la estructura
del sistema clásico de separación entre un injusto fundamentalmente objetivo y una
culpabilidad fundamentalmente subjetiva, se estableció otro criterio de distinción
entre el injusto y la culpabilidad67. Este criterio era de carácter valorativo y depen
diente de la cultura que daba lugar al Derecho penal como producto cultural. Así,
para afirmar la presencia del injusto había que valorar el hecho desde el punto de
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