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da siempre, que nos contempla y reclama ve prevenido contra el demonio mudo” (C,
justamente que le sigamos con lealtad, sin 236). Se trata del demonio –“del que nos
abandonar el lugar que en este mundo nos habla el Evangelio” (F, 127; cfr. Mt 9, 32-33,
corresponde. Hemos de caminar con vi- Mc 9, 24)– que impide al cristiano ser sin-
gilancia afectuosa, con una preocupación cero tanto consigo mismo en el examen de
sincera de luchar, para no perder su divina conciencia como en la dirección espiritual
compañía” (AD, 218). Con esa actitud de y en el sacramento de la Penitencia (cfr.
“vigilancia” no hace referencia a un hábito AD, 188-189; CECH, pp. 416-417). Si falta
de autocontrol permanente, sino más bien la sinceridad, no se reconocen las faltas y
a una actitud del espíritu, a una disposi- pecados, y el alma se cierra al dolor, a la
ción de ánimo propia del alma enamorada, petición de perdón y a la gracia divina. De
pues “cuando se ama de veras..., siempre ahí la recomendación taxativa: “Ten since-
se encuentran detalles para amar todavía ridad “salvaje” en el examen de concien-
más” (F, 420). Es una vigilancia serena que cia; es decir, valentía: la misma con la que
procede del amor a Dios, que busca amar- te miras en el espejo, para saber dónde te
le más y mejor en todo momento, y que has herido o dónde te has manchado, o
se concreta en la amorosa resolución de dónde están tus defectos, que has de eli-
“comenzar y recomenzar [la lucha] en cada minar” (S, 148).
momento, si fuera preciso” (AD, 219; cfr. Es la valentía que procede de una
AD, 214). El camino para formar en el alma esperanza firme en el amor de Dios: “Las
ese espíritu de examen es la buena realiza- miserias nuestras no nos deberán mo-
ción diaria del examen de conciencia y el ver nunca a desentendernos del Amor de
crecimiento en el amor de Dios. Dios, sino a acogernos a ese Amor (...). No
San Josemaría recoge –como luego hemos de alejarnos de Dios, porque des-
comentaremos con más detalle– la dis- cubramos nuestras fragilidades; hemos de
tinción clásica entre examen general, que atacar las miserias, precisamente porque
implica una mirada dirigida al conjunto de Dios confía en nosotros” (AD, 187).
la jornada, y examen particular, que dirige
la atención hacia un punto concreto en 2. Conocimiento de Dios y conocimiento
el que se desea mejorar. Ocasionalmen- propio
te hace diversas sugerencias, y entre los El examen de conciencia ha sido consi-
varios métodos que han sido propuestos derado tradicionalmente como medio para
para hacer los exámenes de conciencia, el conocimiento propio, y éste, a su vez,
no otorga primacía a ninguno de ellos en como camino necesario para la unión con
concreto, ni directa ni indirectamente, ni Dios (Delchard, 1961, cols. 1831-1838). Así
tampoco señala uno propio. “No se pue- lo señala también san Josemaría, cuando
den dar reglas fijas. El examen que va bien afirma que “el propio conocimiento nos
a una persona no va bien a otra; y aun a lleva como de la mano a la humildad” (C,
una persona le va bien durante una tem- 609). Y, con ella, a la confianza y al amor
porada, y después no. Eso depende de las de Dios en reconocimiento de su Bondad
circunstancias de cada uno. Cada cual se infinita: “No olvides que eres... el depósito
arregle con su director espiritual” (Del Por- de la basura. –Por eso, si acaso el Jardine-
tillo, Carta 8-XII-1976, n. 14, en Cartas de ro divino echa mano de ti, y te friega y te
familia, II: AGP, Biblioteca, P17). limpia... y te llena de magníficas flores..., ni
Sea cual fuere el modo de hacer el el aroma ni el color, que embellecen tu feal-
examen de conciencia, san Josemaría avi- dad, han de ponerte orgulloso” (C, 592).
sa de un peligro siempre presente en este Sin embargo, resulta notable la ante-
ejercicio espiritual: “A la hora del examen posición, que propone san Josemaría, del
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