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r
400 parte tres Relaciones sociales

figura 10-6
\imas usadas para
cometer asesinatos
en l slados Unidos,
2002.
Iiwwtv. FBl. lnfonnei
hnmofénrm ót ¿etewwncM

INFLUENCIA DE LOS MEDIOS: PORNOGRAFÍA


Y VIOLENCIA SEXUAL
El aumento en los delitos violentos informado entre 1960 y comienzos de la décad
de los noventa, sobre lodo entre menores de edad, nos orilla a preguntarnos cor las
razones del cambio. ¿Qué fuerzas sociales han causado este aumento desmesurado
de la violencia?
El alcohol contribuye a la agresividad, pero su consumo no ha cambiado mucho
desde 1960. Otros factores biológicos (testosterona, genes, neuretransmisores) tam­
bién ejercen una influencia en la agresividad pero no explican los grandes cambios
culturales. ¿Acaso la nueva violencia está alimentada por el crecimiento del indivi­
dualismo y el materialismo? ¿Por la distancia en aumento entre ricos y pobres?¿Porh
disminución de familias de dos padres y el aumento délos padres ausentes? ¿Porqué
los medios ofrecen más modelos de violencia y de sexualidad sin restricciones? Esta
última pregunta surge porque han coincidido los aumentos en las tasas de violencia y
de coerción sexual con el aumento en el caos y la insinuación sexual de los medios
¿Esta correlación histórica es pura coincidencia? Para averiguarlo, los investigadores
han explorado las consecuencias sociales de la pornografía (que el diccionario hit.--
ter define como representaciones eróticas destinadas a excitar la activación sexua
los efectos del modelamiento la violencia en películas y televisión.
En Estados Unidos, la pornografía se ha convertido en un negocio mayor 4^
fútbol el basquetbol y el béisbol profesionales juntos, ya que al año se
mil millones de dólares en cable y cadenas satelitalesoen cines y Pel,CU]a’ Jyen
por ver, en películas en habitaciones de hotel, sexo por teléfono, revista ,
unos 400 mil sitios de Internet de paga (National Research Coun<-d» 2
Schlosser, 2003). En una encuesta de estudiantes universitarios, f ^^iado^05
hombres y 35 por ciento de las mujeres dijeron que habían buscado sitios n-
con el sexo, aunque sólo 6 por ciento de los hombres y l por ciento de - >
harían "frecuentemente" (Banfield y McCabe, 2001). centrad
Las investigaciones de la psicología social sobre la pornografía st
cipalmente en las representaciones de violencia sexual. En un ep,?ux H 1 kt

lencia sexual, un hombre fuerza a una mujer. Al principio, ella


rechazar a su atacante. Poco a poco se excita y su resistencia se
en éxtasis y pide más. Todos hemos visto o leído versiones no
secuencia: ella se resiste, él insiste. Un hombre de empuje tom
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Agresión: dañara los demás capítulo 10 401

,ier q«e Protestc},En nlo,"entos',os brazos que lo querían alejar lo abrazan


f Senda quedo superada por la pas.cn desatada de ella. En Lo <jue el viento
Scarlett O'Hara es llevada a la cama entre protestas y patadas, y despierta

flnta"íicólogos
sociales señalan que mirar estas escenas de ficción de un hombre
' hnpone <»n su íuerza a una " vIa excita distorsiona las percepciones de
•T**, accionan las mujeres en la realidad a la coerción sexual y aumentan la agre-
>°. hombres contra ellas, por lo menos en el contexto del laboratorio.
<ión de %.
epclones distorsionadas de la realidad sexual
«.stiguar violencia sexual refuerza el mito de la violación", es decir, que algunas
fcres aceptan el asalto sexual, que no significa no" ? Para averiguarlo, Neil Mala**
J v James Check (1981) mostraron a hombres de la Universidad de Maní toba dos
■ lículas de un asaltosexual o bien dos películas en que un hombre vence sexualmen-
iuna mujer. Una semana después, cuando los entrevistó otro investigador, quienes
v eron las películas con la violencia sexual ligera aceptaban más la violencia contra las
¡r.ujeres. En otros estudios se confirma que la exposición a la pornografía aumenta la
aceptación del mito de la violación (Oddone-Paolucci y colaboradores, 2000). Por
¿nemplo, mientras pasaban tres tardes viendo películas de violencia sexual, especta­
dores hombres en un experimento de Charles Mullin y Daniel Linz (1995) también se
sintieron gradualmente menos molestos por violaciones y vapuleos. En comparación
con otros que no fueron expuestos a las películas, tres días después expresaron tam­
bién menos simpatía por las víctimas de la violencia doméstica y calificaron sus lesio­
nes como menos graves. Así, se preguntaron los investigadores Edward Donnerstein,
Daniel Linz y Steven Penrod (1987), ¿qué mejor manera para un personaje malvado
quehacer que las personas reaccionen impávidamente a las torturas y la mutilación
de mujeres que mostrar una serie progresiva de esas películas?
Observe que el mensaje sexual (que a las mujeres les gusta ser "tomadas") era su-
y no parecía que suscitara argumentos en contra. Dadas las frecuentes imágenes en
los medios de mujeres que ceden su resistencia en los brazos de un hombre fuerte, no
- iberia sorprender que incluso las mujeres lleguen a pensar que otras mujeres dis-
e i ser superadas sexualmente, aunque prácticamente ninguna cree que a ella le
na
^ (Malamulh y colaboradores, 1980). "¿Que me excite un hombre que me ven-
en la vida."
es,ón contra las mujeres
; r^CnC*as sugieren que la pornografía contribuye a la agresión real de
%rt(l9¿?tra muÍeres* En los estudios correlaciónales apareció esta posibilidad. John
^u¡b]e °bservó clue en todo el mundo, a medida que la pornografía se hizo más
aun>entó rS ®d cadaslos sesenta y setenta, la tasa de violaciones denunciadas
-’-ada (e;ei a Jernente, excepto en países y regiones donde la pornografía estaba con-
"La pornografía que
‘^«fía vjoIP 0Sílue contradicen esta tendencia, como Japón, donde se consigue por-
retrata la agresión
. ^l enta ^r° Ia tasa violaciones es baja, nos recuerdan que otros factores
sexual como si fuera
.?aportantes). En Hawai, el número de violaciones denunciadas se mul-
agradable para la
' ?°^*s a JaVeces entre 1960 y 1974, cayó cuando se impusieron temporalmente res- víctima aumenta la
, ’ °lro est^¿^°^ra^a Y volvieron a subir cuando éstas se levantaron. aceptación del uso de la
"t.Cventai>d’°Corre,adonal, Larry Barón y Murray Straus (1984) descubrieron coerción en las
jjn.J rcv*slas de sexo explícito (como Hustler y Playboy) en los 50 estados relaciones sexuales."
contri SC COrre’ac*onaron con las tasas de violación en dichos estados, —Consenso de las ciencias
; t ()J) potros factores, como el porcentaje de hombres jóvenes en cada sociales. Taller del
Ministerio de Salud sobre
Neva(jPÓ 61 primer ,u8ar en venta de esas revistas y el primer lugar en Pornografía v Salud Pública
a fue el segundo en las dos medidas. (Koop, 1987).
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402 parte tres Relaciones sociales

¿ tes dMKHtaiios de Ted


Hu' .i vísperas dt
su • tu Rirt por una serie de
vichi ' "jn& y asesinatos
mani/estobmi la parte de la
poní x 7w o eran una
f » fui.'iUHO?: "Ijis
Jvi . nk nui hms de
pin nt^rafw son las de
vio* msfV 'l Como una
tuli.. ii»i un? tu tare algo
n«’< * mr¿'.'h'Mso, algo
qu« «nía mayor
sen 4H ..Hit ri ilación.
I (ir ,iit aun llega al punto
«|u>: f-‘ •'neníala
pU«n< rlU. fW -ft (|
E. pn» • rv Meterlas
di dar eso que retí
¡me, uiitiút leet¡a o verla."

Al ser entrevistados, delincuentes sexuales de Canadá y Estados Unidos aceptan I


que consumen pornografía. Por ejemplo, William Marshall (1989) notificó que los vio-1
ladores y abusadores de niños de Ontario consumen pornografía mucho más que I
otros hombres. En un estudio del FBI se refiere también una exposición considerable
a la pornografía entre asesinos en serie; lo mismo indicó el Departamento de Polia'a I
de Los Angeles a propósito de los abusadores de niños (Bennett, 1991; Ressler y co-1
laboradores, 1988). I
Aunque los experimentos controlados se limitan a las conductas de corto plazo que I
pueden estudiarse en el laboratorio, revelan lo que ios estudios correlaciónales no ha-1
cen: la relación causa-efecto. En una declaración consensuada de 21 délos principales]
L. v>- cir'n repetida a
científicos sociales se resumen los resultados: "La exposición a la pornografía viole*!
dirás con sexo
I
ta aumenta la conducta punitiva hacia las mujeres" (Koop, 1987). Uno de estos cientí-1
rup. m compromisos
tiene ¡ .minen a: ficos sociales, Edward Donnerstein (1980) mostró a 120 hombres de la Universidad del
Wisconsin una cinta erótica neutra o una erótica agresiva (una violación). Luego te
u la (tracción
hombres, supuestamente como parte de otro experimento, "enseñaron" a un cómp I
•v < reja de uno.
ce, hombre o mujer, algunas sílabas sin sentido y escogían la intensidad de las descaí
> I /ementar la
gas que aplicaban por las respuestas incorrectas. Los hombres que habían L II
pte i'm del sexo
cinta de la violación aplicaron descargas mucho más intensas (figura 10-' )>||
'xí -rurital y de la
do si estaban enojados y si la víctima era mujer. ploSin-l
sum dón de las
•i los hombres. . la etica de estos experimentos le parece molesta, quédese tranquilo de qu f J
vestigadores saben la experiencia polémica y poderosa que dan a sus suie ‘
>. t mentar la
participan después de dar su consentimiento informado. Además, al terna»a J
ón masculina
s mujeres en
penmento los investigadores develan los mitos que comunican las cintas
Malamuth, 1984). 1 . ,hu«4
v. sexuales.
La justificación de estos experimentos es, además de científica, de u” u
. 'Ayrrs, 2000) taño:
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Agresión: dañar a los demás capítulo 10 403

7^»
figura 10-7
Después de ver una
película erótica agresiva,
hombres universitarios
aplicaron descargas más
intensas que antes, sobre
todo a una mujer.
Fuente: Datos tomados de
Donnerstein. 1980.

• En una cuidadosa encuesta nacional en Estados Unidos, 22 por ciento de las


mujeres dijeron que habían sido obligadas por un hombre a realizar alguna
clase de actividad sexual (Laumann y colaboradores, 1994).
• En otra, 18 por ciento de las mujeres refirieron una experiencia que
correspondía a la definición de violación (Tjaden y Thoennes, 2000). Seis veces
de siete el perpetrador fue alguien que conocían.
• En encuestas de 6 200 universitarias de todo el país y 2 200 trabajadoras de
Ohio, Mary Koss y colaboradoras (1988,1990,1993) encontraron que 28 por
ciento de las mujeres indicaron haber pasado por una experiencia que llena la
definición legal de violación o intento de violación (aunque la mayoría,
asaltadas en una cita o por un conocido, no lo llamaron violación; los "guiones
de las mujeres de una violación comprenden la violencia de un desconocido;
Kahn, 1994).
acuestas de otros países industrializados arrojan resultados semejantes (véase
a. tabla 10-1). Tres de cuatro violaciones de desconocidos y casi todas las
d° ac*0nes de conocidos no se denuncian a la policía. Así, la tasa
e violaciones conocida subestima enormemente la tasa real.

Eq Ocho
dad de cncuestas se preguntó a universitarios hombres si había alguna probabili-
^pos biV1° aran a Una mu)er / estuvieran seguros de que nadie lo sabría y no
Porción 6 un castigo de ninguna manera (Stille y colaboradores, 1987). Una
noshabía , a ora (alrededor de una tercera parte) admitieron que por lo me-
u^? * ^
in
^ dicaron ^ era Posibilidad de que lo hicieran. En comparación con los hombres
' rtS parecía ^a^la n’n8una posibilidad de que violaran a una mujer, aque-
’!°kción, en n maS 3 1°S reos vi°lación en cuanto a que creían en los mitos de la
n rna ^UeSe exc*ta^an con representaciones de violaciones y en que se condu- "La pornografía es la
ne
• ^sta a?rcs*va hacia las mujeres, tanto en el laboratorio como en las citas teoría y la violación es
1 ^dnq reSlV^a<^ es mayor entre aquellos que tienen las actitudes en favor de la práctica/*
u
—Robín Morgan (1980,
E<jUc • ecuItiva la pornografía (figura 10-8).
p.139).

•!%la °nsciente sobre los medios de difusión


• 3 ITlaVOrtS l . *
011135 Qup i os a^emanes toleraban en silencio las degradantes imágenes
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UN parte tres Relaciones sociales

ibla 10-1 Porcentaje de mujeres que denuncian violaciones en ci


una ciudad '"'“País»,

nacional de 95
...................1 -

Nueva Zelanda Muestra a la mano de


estudiantes de psicolog

Estados Ui Muestra representativa d<

Fuente: Estudios publicados por Koss, Heise y Russo (1994) y Krahé (1998).

ñas toleran imágenes en los medios que nutren el acoso sexual, el maltrato y la viola-
ción. Entonces, ¿hay que restringir las representaciones que denigran o violan a las
mujeres?
En la competencia entre los derechos del individuo frente a los derechos de la co­
lectividad, los pobladores de las naciones occidentales toman partido por los derechos
individuales. Como alternativa a la censura, muchos psicólogos están en favor de “un I
entrenamiento consciente sobre los medios de difusión". Recuerde que investigado­
res de la pornografía han logrado volver a sensibilizar y educar a sus sujetos en las
respuestas reales de las mujeres a la violencia sexual. ¿De la misma manera podrían
los educadores fomentar destrezas para presenciar críticamente los medios? Al sensi­
bilizar a las personas ante las imágenes de las mujeres que predominan en la porno­
grafía y los temas de acoso y la violencia sexual, debe ser posible contrarrestar el mito
de que a las mujeres les gusta que las obliguen. "Nuestra esperanza utópica y q^2
ingenua —dicen Edward Donnerstein, Daniel Linz y Steven Penrod (1987, p-1
es que, al final, la verdad se revelará por medio de la buena ciencia y prevalecerá)
público quedará convencido de que estas imágenes no sólo denigran a quienes re.r
tan, sino también a quienes las ven."

13-8
~ agresivos
f nte.
que i;aponen
c nnujetv*
üeceu ntes de
'*>.U3l<»S
■ai*-'' ron una
hostil,
’ M iamuth
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Agresión: dañara los demás capítulo 10 405

ge una esperanza ingenua? Consideremos lo siguiente: sin prohibir los cigarros, el "Lo que tratamos de
/ de fumadores en Estados Unidos se redujo de 42 por ciento en 1965 a 23 por hacer es elevar la
X a comienzos del siglo XX. Sin censurar el racismo, las imágenes antes comunes conciencia de la
X medios de afroamericanos como bufones aniñados y supersticiosos práctica- violencia en contra de
han desaparecido. A medida que la gente cambia conscientemente, los guionis- las mujeres y de la
pornografía, por lo
- productores y directivos de los medios decidieron que las imágenes abusivas de
menos al nivel de la
^ minorías no eran buenas. Hace poco decidieron que las drogas no son glamorosas,
conciencia de la
daban a entender muchas películas y canciones de las décadas de 1960 y 1970, bibliografía sobre el
¡no iH'ligrosas. Así, el consumo de marihuana entre los preparatorianos de ultimo racismo y el Ku Klux
tñoen el mes anterior se redujo de 37 por ciento en 1979 a 12 por ciento en 1992, an- Klan."
de rebotar a 23 por ciento en 1996, cuando el clamor cultural en contra de las dro- —Gloria Steinem (1988).
cas se suavizó y el consumo volvió a ensalzarse en canciones y películas (Johnston y
colaboradores, 1996). ¿Algún día veremos con vergüenza la época en que las pelícu­
las entretenían con escenas de explotación, mutilación y coerción?

INFLUENCIA DE LOS MEDIOS: TELEVISIÓN


Hemos visto que observar un modelo agresivo puede desatar los impulsos agresivos
de los niños y enseñarles nuevas formas de agresión . También hemos visto que des­
pués de mirar violencia sexual, muchos hombres airados se comportarán más violen­
tamente con las mujeres. ¿La televisión tiene efectos semejantes?
Consideremos estos hechos sobre la televisión. En 1945, en un sondeo Gallup, se
preguntó a los estadounidenses: "¿Sabe usted qué es la televisión?" (Gallup, 1972,
p. ¿1). En la actualidad, en la mayor parte del mundo industrializado, casi todos los
hogares (por ejemplo, 99.2 por ciento en Australia) tienen un aparato de televisión,
más de los que tienen teléfonos (Trewin, 2001). La mayoría de los hogares tienen más
de un aparato, lo que explica por qué lo que los padres dicen que lo que ven sus hijos
no coincide con lo que los niños dicen que ven (Donnerstein, 1998). Con MTV en 140
países y CNN en todo el mundo, la televisión crea una cultura popular mundial
(Gundersen, 2001).
En el hogar promedio, la televisión está encendida siete horas al día. Como cada
miembro de la familia ve en promedio de tres a cuatro horas, eso significa que si al­
guien vive hasta la edad de 80 años, habrá dedicado una década a mirar la televisión.
Las mujeres ven más televisión que los hombres, los no blancos más que los blancos,
los preescolares y los jubilados más que quienes van a la escuela o trabajan y los que
tienen menos estudios más que los más escolarizados (Comstock y Scharrer, 1999). En
su mayor parte, estos hechos sobre los hábitos televisivos de los estadounidenses tam-
’oién son característicos de los europeos, los australianos y los japoneses (Murray y
fóPpax, 1979).

Durante todas esas horas, ¿qué conductas sociales se ejemplifican? De 1994 a 1997,
os agotados empleados del Estudio Nacional sobre la Violencia en Televisión (1997)

abalizaron unos diez mil programas de las principales cadenas y canales de cable,
í s resultados? Seis de diez programas contenían violencia ("actos que imponen la
rza física y amenazan con dañar o matar o que de hecho dañan o matan"). Duran-
v P’eüos a puñetazos, las personas que caían por lo regular se sacudían y se le-
,
solo an m^S v’8orosas' a diferencia de las peleas reales a puñetazos que duran un
o<*ipe (y qUe dan por resultado una fractura de mandíbula o de mano). En 73
cien?*?*0 *asescenas violentas los agresores no sufrieron ningún castigo. En 58 por
de ]a 3 Vlc^ma no pareció sufrir dolor. En los programas infantiles, sólo 5 por ciento
la v; ?°,encia len,a consecuencias de largo plazo; en dos terceras partes se retrataba
como divertida.
rnagri'n ° re^uce todo esto? En resumen, la televisión irradia sus ondas electro-
cas a los globos oculares de los niños durante más horas de crecimiento que
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40b parte tres Relaciones sociales

, i .n h escuela. De hecho, más horas de las que pasan en cualqUje


las pasadas er ¡Mr b primaria, el niño promedio ha visto en televisión **
hvrdad diur . 05
ac(os vioientos (Hutson y colaboradores l^o?

en sus 22 »"«»■* í’1'"'1’ ,e!^’a- (el ‘"''“«íA» de


c™ Cerbner (1994) se lamentaba: "La humanidad ha tenido eras más saner¡'
I So nÍmía lan iL de Wgei.es de vtaenci. como la acm.d.
dos por una marejada de representaciones violentas como el mundo nunca hab a
visto [.. .j que calan en todos los hogares con escenas vividas de brutalidad coreogra.

"adLos crímenes en horario estelar fomentan las conductas que retratan o, como tes-
c l»w i. • S tigos participando vicariamente en los actos agresivos, los programas canalizan ener-
’?xioimL La gía agresiva? La última idea, una variación de la hipótesis de la catarsis, sostiene que
11. 4 tic la mirar programas violentos permite a la gente liberar su hostilidad guardada. Los de­
• •« ti fensores de los medios dtan esta teoría frecuentemente y nos recuerdan que la violen­
••WX) ** cia es anterior a la televisión. En un debate imaginario con un crítico de la televisión,
h* :r ’ihrra*
el defensor del medio argumentaría que "la televisión ño tuvo ningún papel en los ge­
i< m sea
nocidios de judíos y amerindios y que sólo refleja y responde a nuestros gustos". "De
• ictz e o
; íe la
acuerdo —responde el crítico—, pero también es verdad que durante la era de la tele­
visión, en Estados Unidos las denuncias de delitos violentos han aumentado varias
veces más rápidamente que el índice de crecimiento demográfico. De seguro usted no
quiere decir que las artes populares son meros reflejos pasivos, sin ningún poder pa­
i núes ra influir en la conciencia pública, ni que la fe que tienen los anunciantes en el poder
tvh del medio es ilusoria." El acusado contesta: "La violencia recurrente es resultado de
• *♦ míe muchos factores. La TV quizá reduce la agresividad al sacar de las calles a las perso­
íi* nato a nas y al ofrecerles una oportunidad inofensiva de ventilar su agresividad".
> A’l» su
Los estudios sobre la televisión y la agresión pretenden identificar los efectos más
>8* MÍO
ni.
sutiles y difundidos que los ocasionales asesinos imitadores que atrapan la atención
• i puede
k i.ipia. de la opinión pública. Los estudios preguntan cómo influye la televisión en la condac-
ta y el razonamiento de los espectadores.

Efectos de la televisión sobre el comportamiento


-x-k. ¿Los espectadores imitan los modelos violentos? Abundan ejemplos de personas que
repiten los delitos de la televisión. En una encuesta de 208 presos, nueve de diez a
mitieron que habían aprendido nuevos trucos delictivos viendo programas policiacos.
Cuatro de diez dijeron que habían intentado delitos específicos vistos en la telesision
(TV Guíde, 1977).

P^ebídentífícAT p/efa”S,d" V.d con,Portí,m'™‘0- Las historias de delitos no son


les y experimpnt 1 °F Consigu'ente' 'os investigadores realizan estudios correlaciona
usada freaientemp S(Para eXamÍnar *°S efectos de observar la violencia. Una tecn>»
agresividad de loe C°r esco'ares- consiste en indagar si ver televisión PredJ
tenido de lo aue ve °R-11 a ^}lna methda, así lo hace. Cuanto más violento es e
1986) La relación U" mn°' máS agresivo es éste (Eran, 1987; Tumer y colabora •
¿Podemos Z "T"3' Per° Se da en A™*ca del Norte, Europa y AusW •
la agSd r°bSerVar de manera fre™ente teleVÍSÍÓn VÍ°t>n on" *
relación cau^aH^mba'USle ^iP'enSa ** Co™ se -Ude estudi?
fieren la televisión ? * 3 Cn sentic^0 opuesto. Tal vez los niños ag;re~.. encia-
prX,X " ' un letal factor, como ,xxa >»» «*>
LaS 8 * P"fe"' ><* programas agresivos y a cor.Po«»« '

nesL Pa'ra p'robar'la dKa™IUd» dos maneras de comprobar


nes. rara probar la hipófcls del tercer (acta escondide", eximen esladu»""’
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Agresión: dañar a los demás capítulo 10 407

figura 10-9
Hábitos televisivos
de los niños y
actividades
delictivas
posteriores.
Ver violencia a los ocho
años es un factor de
pronóstico de delitos
graves a los 30.
Fuente: Datos tomados de Eron
y Huesmann (1984).
*’TjkizJn

Empela vi
Bájela televi
Ep píenle
|¿C5 pistos*
tubera de la
Lrjnahdov»
IkDe seguro usté
F rrinpode
ñata en dp,
'f ‘-“l’adluencia de algunos de los factores posibles. Por ejemplo, William Belson (1978; Mu-
'"*s^ 1978)estudió a 1 565 niños londinenses. En comparación con los que veían poca
b*x ),encia'los 9ue veían mucha (en especial la violencia realista, más que la de carica*
ic- 3 l.°Sras)/ admitieron hasta 50 por ciento más actos violentos durante los seis meses an-
’ a .^ores (Por ejemplo, "destrocé el teléfono de una cabina"). Belson también examinó
í ‘terceros factores posibles, como tamaño de la familia. Al final se sostuvo la diferen-

t entre quienes veían poca televisión y quienes veían mucha, después de equiparar­
an respecto a los terceros factores. Por tanto, Belson supuso que los que más veían
^taonas ^evis^n eran más violentos por su sobreexposición a la televisión,
^fcdiez m’smo modo, Leonard Eron y Rowell Huesmann (1980, 1985) encontraron
^poKda^ 3 V1°lencia que veían 875 niños de ocho años se correlacionaba con la agresivi-
televisalnc uso después de extraer estadísticamente varios terceros factores obvios. Ade-
CUan(^° v°lvieron a estudiar a estos sujetos a los 19 años de edad, descubrieron
Ie r
Vl
a a °lencia a los ocho años tenía un valor pequeño de pronóstico de la violen-
^ °h'aa? 19 a^Os' pero la agresividad a los ocho no pronosticaba la violencia que se
Í0Sn S

'C- ’^defos a°S 9- La agresión seguía a la observación, no al contrario. Además, para los 30
ni £ 08 niños que habían visto más violencia se habían convertido en adultos
Potabilidades de ser encarcelados por algún delito (figura 10-9).
' ann y co*aboradores (1984, 2003) confirmaron estos resultados en estudios

‘. de )óvenes de la zona de Chicago. Niños que a los ocho años habían

r más n h ° los 9ue más violencia veían, 15 años después tenían dos ve-
r de

^^posa^ akdidades que los otros de aceptar que empujaban, asían y golpeaban a
dp SU$ COn*rapartes femeninas tenían dos veces más probabilidades, como jó-
>J* Loshábartr°Íar a>go a su marido.
* Jiento i te,evisivos de los adolescentes también dan claves sobre el comportá­
dmelo °s adultos, como descubrieron Jeffrey Johnson y colaboradores (2002)
a más de 700 sujetos al paso del tiempo. Entre los de 14 años que

c
< orno S e Una h°ra de televisión al día, 6 por ciento se mezclaron en actos agre-
* ^a$(29 asa^°/ robo o amenazas de daños) a las edades de 16 a 22, pero cinco ve-
P°r ciento) fueron los que habían visto televisión más de tres horas al día.
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408 parte tres Relaciones sociales

T(»i¡vid<>»x Fiowy Bnws, frbirro


de l*M Rrimpreao con
"TE DIJE QUE LOS NIÑOS VEÍAN DEMASIADO TELEVISIÓN.”
miUxvaoóc

Los estudiantes aguzados se preguntarán si estas correlaciones son resultado de


mayores niveles de agresión entre aquellos que ya eran agresivos cuando fueron ob­
servados por primera vez o entre los menos inteligentes y educados (las personas me­
nos inteligentes y escolarizadas ven más televisión). Pero cuando los equipos a
investigación de Huesmann y Johnson controlaron esos factores, las diferenciad
conservaron. . ..
Hay otro hecho que ponderar: donde va la televisión, la sigue mayor \ 10 eno •
cluso las tasas de asesinato se incrementan cuando y donde llega la teles ision-
nada y Estados Unidos, la tasa de homicidios se duplicó entre 1957 y
difusión de la televisión violenta. En regiones del censo donde la televisión
pués, esa tasa también se incrementó después. En la Sudáfrica blanca, dont e a
sión no se introdujo sino hasta 1975, una duplicación semejante en
homicidios no ocurrió sino hasta después de 1975 (Centerwall, 1989). n un
rural canadiense muy estudiado, donde la televisión llegó tarde, la agre>u n t
tíos de juego se duplicó poco después (Williams, 1986). estudia
Observe que estos estudios ilustran cómo los investigadores toman o>
correlación para sugerir relaciones de causa-efecto. Pero un numero mt/\>ntre ver
ros factores podrían estar creando una relación meramente coinaiienlaoLntrolar
lencia y la agresión. Por fortuna, el método experimental
¿4<y pues dejaremos factores extraños. Si asignamos al azar algunos niños a que vean un t
qw nuestros hijos ta y otros a que vean una sin violencia, cualquier diferencia postenor
escuchen cualquier entre los dos grupos se deberá al único factor que los distingue: lo 1ut
historia que a
cuajquiera se le ocurra
Experimentos relacionados con ver televisión. Los experimentos pio'^ lin
componer, de modo
Bandura y Richard Walters (1963) pedían a veces a pequeños que ‘cfJ pr^
jue recibirán ideas que
aporrear a un muñeco inflado en lugar de observarlo en vivo y e
muchas veces serán las
cor irarias de las que mente el mismo. Entonces, Leonard Berkowitz y Russell
pendemos que deben que universitarios enojados que veían una película violenta 5C
ner cuando crezcan?" más agresiva que otros estudiantes igualmente enojados que ' t\acrecienlS^J
-Plaiórv ta República, 360 sencia de violencia. Estos experimentos de laboratorio, aunat o-
iC
pación de la opinión pública, llevaron al secretario de Salu L
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Agresión: dañar a los demás capítulo 10 409

u irgjr 50 estudios de investigación a comienzos de la década de los setenta. En


VWi medida* estos estudios y más de 100 posteriores confirmaron que ver violencia
fniplifica la agresividad (Anderson y Bushman, 2002; Bushman y Anderson, 2001).
U por ejemplo, equipos de investigadores, uno encabezado por Ross Parke (1977), er

fstados Unidos, y otro por Jacques Leyens (1975), en Bélgica, mostraron a niños de­
lincuentes internos, estadounidenses y belgas, una serie de cintas comerciales agresi-
vas o no agresivas. El resultado constante fue que "la exposición a la violencia filmada
| t ,J llevó a un aumento en la agresividad del espectador". En comparación con la se­
mana anterior a la proyección de los filmes, los ataques físicos aumentaron notable­
mente en las casas donde los niños habían visto cintas violentas. Dolí Zillmann y
James Weaver (1999) expusieron de la misma manera a hombres y mujeres, durante
cuatro días consecutivos, a películas actuadas violentas y sin violencia. ¿Tuando par­
ticiparon en otro proyecto al quinto día, los expuestos a las cintas violentas fueron
nías hostiles con el asistente de la investigación.
La agresión provocada en estos experimentos no es asalto ni ataqup; aún más, en la
escala de un empujón en la hilera de la cafetería, un comentario cruel, un gesto de
amenaza. Sin embargo, la convergencia de las pruebas es sorprendente. "La conclu­
sión irrefutable dijo en 1993 una comisión sobre violencia juvenil de la Asodadón
Psicológica Americana— es que ver violencia aumenta la violencia." Esto es verdad
sobre lodo entre gente con tendencias agresivas (Bushman, 1995). El efecto de ver vio­
lencia también es más fuerte cuando una persona atractiva comete un acto violento
justificado y realista por el que no reábe castigo y del que no se manifiesta ningún do­
lor ni daño (Donnerstein, 1998).
En resumidas cuentas, concluyen los investigadores Brad Bushman y Craig Ander­ "La elevada exposición
son (2001), el efecto sobre la agresividad de ver violenda sobrepasa el efecto del taba­ a la violenda en los
quismo pasivo en el cáncer pulmonar, la ingesta de caldo en la masa muscular y la medios es una de las
tarea en el rendimiento escolar. Como en el caso del agarro y el cáncer, no todos mani­ principales causas de la
fiestan el efecto, pues otros factores tienen su importancia. Los efectos acumulados a elevada tasa de
largo plazo son los preocupantes, y los intereses de las corporaciones desdeñan las violenda en la moderna
pruebas. Pero ahora las evidendas son "abrumadoras", dicen Bushman y Anderson: sociedad
estadounidense."
"La exposición a violenda en los medios produce incrementos significativos en la agre­
—Psicólogo social Craig A.
sividad." La base de investigadón es grande; los métodos, diversos, y los resultados Anderson, al rendir
generales, congruentes, coincide un gmpo de tarea del Instituto Nadonal de Salud testimonio ante el Comité de
Mental, compuesta por notables investigadores de la violenda en los medios (Ander­ Comercio, Ciencia y
Transporte del Senado
son y colaboradores, en prensa). "Nuestra revisión exhaustiva [...] arroja evidendas estadounidense el 21 de
inequívocas de que la exposición a la violencia en los medios incrementa la probabili­ marzo de 2000.
dad de conducta agresiva y violenta en los contextos inmediato y de largo plazo".
Dada la convergencia de las evidendas correlaciónales y experimentales, los inves-
hgadores han estudiado por qué ver violencia tiene este efecto. Consideremos tres po­
sibilidades (Geen y Thomas, 1986). Una es que no es el contenido violento el que
causa la violencia social, sino la activación que produce (Mueller y colaboradores,
1983; Zillman, 1989). Como dijimos, la excitación se propaga: un tipo de excitación es-
bmula otras conductas.
En otras investigaciones se muestra que ver violencia desinhibe. En el experimento
de Bandura, el adulto que golpea al muñeco Bobo confiere una legitimidad a esas ex­
presiones y reduce las inhibiciones del niño. Ver violencia imprime en el espectador la
conducta agresiva al activar ideas relativas a la agresión (Berkowitz, 1984, Bushman y
Geen, 1990; Josephson, 1987). Escuchar música con letras sexualmente violentas pare­
ce lenerun efecto semejante (Barongan y Hall, 1995; Johnson y colaboradores, 1995;
Pritchard, 1998).
Los retratos de los medios también producen imitación. Los niños del experimento
de Bandura repetían las conductas que habían atestiguado. El sector de los comercia-
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410 parte tres Relaciones sociales

tabla 10-2 <•' '» kkvision estadounidense frewjlm


e„ ,|,.é »-.m« te ^‘,ms ■'c"'k""s * '*7™ r*m«'
íi Jétale? Conptoe te porcerMiesde/erson^ eoudmMs rm^p„,n„u¡
del mundo real. La televisión ocaso refleja los nulos de una cultura. pero distarse /fl
realidad.

H.l,,

i*
Coito implícito de pareja sin casarse
desconocido

. Asesinato como ataje de los • -■


delitos en proerr xiUdacos nc
__________- -. rr

Tomado de un análisis hecho por George Gerbner (1993; Gerbner y colaboradores, 1986) de casi 35 000
personajes de televisión desde 1969. Los datos sexuales de la televisión fueron tomados de Fernández-
Collado y colaboradores (1978). Los datos de religión en la televisión fueron tomados de Skill y
colaboradores (1994); los de religión en la vida real, de Saad y McAneny (1994; porcentaje para los que a
religión es importante o muy importante). Datos sobre el alcohol tomados de NCTV (1988). El porcra»
de los actos sexuales entre parejas sin casarse es sin duda una fracción del que se retrata en la teleracn
dado que casi todos los adultos están casados, la frecuencia del coito es mayor entre casados que entre
solteros y el sexo extramarital es más raro de lo que se pensaba (Greely, 1991; Laumann y colaborado».
1994). Los datos sobre asesinatos son de Oliver (1994).

les de televisión fie


pectadores a imitar lo quTvilr^T0"65 Para rebatir 9ue la televisión lleva a tees-
tíos directivos de los medio, h» a"unciant.es modelan el consumo. Ahora ta
reflejo de una sociedad violanCUando firman que la televisión sóbese!
nos muestra el mundo real? Da k k Imíta a ,a Vlda? ¿Ent<>nces el mundo W

flue superan los de afecto pn ° ° ^° Pro8ramas de televisión los actos de Jt*


C z Cn S
ela un mundo inexistente ít ^ki Un°’ también en otras formas la televisión

gente fuera asesinada al rit 3 J , )• crítico de la televisión calculó que si .J


mundo estaña muerta en sn T Ti ^P^Mes de la televisión, la población del
Per<> aquí también h h * (Medvcd' 1995>-
comportamiento problemas que muestra av1 t- ?ohc,as. Si las maneras de relacionarse y resoh^
prosocial tedores jóvenes, entonces al ° eV!S,dn Amulan la imitación, sobre todo de l°s^
( onducta servicial, benéfico para la sociedad re a7li®1to de un comportamiento prosocial Je -
positiva y constructiva; lo de la televisión verdadAr-^ H e caP,tuI° 12 damos buenas noticias: la influenu*3-1^
contrario de conducta comportamiento. * mente puede enseñar a los niños lecciones posite^-v
antisocial.

d<¡)restambién han exanXXX *a telev¡sión en el comportamiento. EoS


televisión nos insensibiii^ -»a ° °S e^ectos cognoscitivos de ver violencia. ]3n?r
,¡d*d? ¿Prima ideas ag^X^' CTUe,dad? extorsiona las percepciones^1

De$ensibilización.
una
R •«.
palabrota. ;QU¿y otra vez un estímulo que active enuRH jjr.’
•I
I
cv sucede? De sus cursos de introducción a la psicoW*
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Agresión: dañar a los demás capítulo 10 411

e]a respuesta emocional "se extingue". Des­


ude atestiguar miles de actos de crueldad, hay ESTE MUNDO MODERNO por TOM TOMORROW
Quenas razones para esperar un embotamiento EN LA ANTIGÜEDAD, NUESTROS PRIMITIVO^ ANTEPASADOS
nocional semejante. La respuesta más común MERODEaBANALREDEDOR DELCAMPAMEN-0 EN TOTAL IGNORANCIA
Da RESTO Da MUNDO. AHORA. EN ESTE MUNDO MODERNO LA LUZ DE
^dría ser. "Ya no me molestan." Esta respuesta LA RAZON BRILLA INTENSAMENTE CUANDO LAS FAMILIAS SE REUNEN
ALREDEDOR Da CALIDO RESPLANDOR OE SU TELE VISIÓN
fue precisamente la que observaron Victor Cline y
colaboradores (1973) cuando midieron la activa­
ción fisiológica de 121 niños de Utah, que vieron c A CONTINUACIÓN EN LAS
s NOTICIAS: ACONTECIMIENTOS
un encuentro de boxeo brutal. En comparación Q.
terribles e inexfucaw.es

con los niños que veían poca televisión, las res­ 5a


SUCEDIDOS EN LUGARES
REMOTÍSIMOS. PRESENTADOS
X) SIN CONTEXTO HISTORICO
puestas de los que la veían habitualmente fueron NI SOCIOLOGICO
más de indiferencia que de inquietud.
Desde luego, estos niños diferían en otros aspec­
tos aparte de sus hábitos de ver televisión. Pero en
experimentos sobre los efectos de ver violencia se­
xual ocurre una desensibilización semejante (una
especie de embotamiento psíquico) entre hombres
jóvenes que vieron películas de acuchillados. Ade­
más, en experimentos de Ronald Drabman y Mar-
garet Thomas (1974, 1975, 1976) se confirma que
ver estas imágenes fomenta una reacción de más
hastío cuando después se ve la película de un plei­
to o cuando se observa que dos niños pelean.
En una encuesta de 5 456 estudiantes de secun­
daria, estaba muy difundida la exposición a pe­
lículas con violencia (Sargent y colaboradores,
2002). Dos terceras partes habían visto Screani. Ver
estos filmes explica por qué, a pesar de los retra­
tos de violencia extrema (o deberíamos decir por su causa), en las encuestas de Gallup Las personas que i*en
televisión muchas horas
con jóvenes se muestra que el porcentaje de los de 13 a 17 años que piensa que hay perciben el mundo como un
demasiadas películas violentas se redujo de 42 por ciento en 1977 a 27 por ciento en lugar peligroso.
2003. A medida que el sexo en las películas se ha hecho más explícito, la preocupa­ Reimpreso con autorización de
Dan Perkins.
ción de los adolescentes por el sexo en el cine también se ha reducido. Los adolescen­
tes de hoy "parecen estar bastante más desensibilizados a las representaciones
vividas de violencia y sexo de lo que estaban sus padres a la misma edad", concluye
la investigadora de Gallup, Josephine Mazzuca (2002).
Percepciones alteradas. ¿El mundo ficticio de la televisión también da forma a
nuestras ideas del mundo real? George Gerbner y colaboradores, de la Universidad
de Pensilvania (1979,1994), sospechaban que tal era el efecto más poderoso de la te­
levisión. En sus estudios de adolescentes y adultos se revela que los que ven más tele­
visión (cuatro horas al día o más) tienen más probabilidades que los otros (dos

í horas o menos) de exagerar la violencia en el mundo y de temer que sufran un ataque


ellosmismos. Los mismos sentimientos de vulnerabilidad han expresado mujeres su­
"Cuanto más se expone
dafricanas después de ver actos de violencia contra las mujeres (Reid y Finchilescu,
1995) En Estados Unidos, en una encuesta nacional de niños de siete a 11 años se
tina generación a la
televisión en sus años
encontró que quienes más veían televisión tenían más probabilidades que los otros de
formativos, menor es su
Emitir que "estaban asustados de que alguien malo se metiera en su casa" o que "al participación cívica
Sa r a la calle, algo malo les sucediera" (Peterson y Zill, 1981).
(votar, reunirse, asistir a
hnPrimación cognoscitiva. Por último, nuevas pruebas revelan que mirar videos juntas, donar y hacer
trabajo voluntario]."
cientos prima cadenas de ideas relacionadas con la agresividad (Bushman, 1998). —Robert Putnam, Bcwling
spuésde ver violencia, las personas ofrecen explicaciones más hostiles del compor-
Alone. 2000.
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41? pjrlcfTtS Relaciones sociales

tamiento de los demás (¿el empujón fue intencional?). Interpretan k


bladoscon un significado más agresivo (interpretan "punch" como u' ' 'h
como una "bebida") y reconocen más rápidamente palabras agresiv ' -c
Quizá el mayor efecto de la televisión se relaciona no con su cal '
cantidad. En comparación con las diversiones más activas, mirar¿
energía de las personas y apaga su ánimo (Kubey y Csikszentmihalv : ’a h
cada año la televisión suplanta en la vida de las personas mil o más h,,, ' Jeiriás
tividades. Si usted, como los demás, pasa más de mil horas ai año v . ■ Re­
piense a qué dedicaría ese tiempo si no hubiera televisión. ¿Qué difer • '
quien es usted hoy? Al tratar de explicar la disminución después de l 'ina en
vidades cívicas y la afiliación a organizaciones, Robert Putnam (2000 , ' 'Jcti’
da hora del día que se dedica a la televisión compite con la particip Ra-
televisión roba tiempo para las reuniones de clubes, trabajo voluntan . • .
eclesiásticas y participación política. ;tRs

INFLUENCIA DE LOS MEDIOS: VIDEOJUEGOS


"El debate científico sobre sí la violencia en los medios tiene un efecto ha co­
afirman Douglas Gentile y Craig Anderson (2003). Ahora los investigadores ¿ r - '
atendón a los videojuegos, cuya popularidad se ha expandido y que explotancon
su violenda credente". En las investigaciones educativas se muestra que los
juegos son excelentes herramientas de aprendizaje", observan Gentile y Andc.-X - ■-$(
los videojuegos sobre salud pueden enseñar conductas higiénicas v los simuladores
de vuelo enseñan a pilotear aviones, ¿qué debemos esperar que impartan les liegos
violentos que simulan asesinatos?"
lene » i'gla
»■ tolerarla Juegos que los niños juegan
vún ’.ualas
per*'"?*
En 2002 el sector de los videojuegos celebró su trigésimo cumpleaños. Desde el pri­
-No n )t- fumador mer videojuego en 1972 hemos pasado, como se ve en el cronograma de la tabla 10-3,
ríe Af

tabla 10-3 Historia de la violenda en los videojuegos

b Dcjf/i Kicf, el primer videojuego violento, consiste en que los jug.’.c'c: - ..


-che^quécorn-n^ ¿

jzá la era del Niñtendo. ('‘frece una violencia moderada, como arrojar bola# -•
uegos de Super Mario Brothers.

idorv^^-^:,
nía! v viera
——t-. 1 .. ~ ^7-fjf-\
1993 . Mortal Kcmhit y juegos siguientes ofrecen combates a muerte. I as versiones c on - •

2Ó«> SoMieréf Fortuné despliega actos violento» realistas, como cuando al disparar ■
1<? aiTanCa y huesos, tendones y sangre.

a batazos. tener k'


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Agresión: dañar a los demás capítulo 10 413

,w¡„8 P°"S 'lcc,r“"° a los |ue8°s v,ote» (Anderson, 2004; GeMüe y Ander-
^ 2003). J.t
^tos saladores de nona tos en masa no son
Jo, cada año se compraban 200 mil ones de juegos y el niño promedio de dos J?

laceran sus favoritos (Anderson 2003.2001). los juegos dasificados'"M"'(mSu^)


deben vender solo a mayores de 17 anos, pero muchas veces se entregan a m-mores
^Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos descubrió que en Latro de cinco
intentos, los ñiños menores de esa edad podían comprar los videos (Pereira, 2003).

Efectos de los juegos que los niños juegan


[as preocupaciones por los videojuégos violentos aumentaron cuando adolescentes
asesinos en Kentucky, Arkansas y Colorado escenificaron la horrible violencia con la
me tanto habían jugado en las pantallas. La gente se preguntaba si cuando los jóve­
nes juegan a atacar y desmembrar seres humanos, aprenden algo que se les queda.
Pocos fumadores mueren de enfermedad cardiaca. Pocos niños abusados se con­
vierten en abusadores. La mayoría de las personas que dedican cientos de horas a re­
pasar matanzas humanas llevan vidas cordiales. Esto permite a los defensores de los
videos, como en el caso de los intereses de las tabacaleras y la televisión, a decir que
sus productos son inofensivos. "No hay ninguna prueba, ninguna, de que jugar un
juego violento lleve a una conducta agresiva", afirmó Doug Lowenstein (2000), presi­
dente de la Asociación de Software Digital Interactivo. Sin embargo, Gentile y Ander­
son ofrecen algunas razones de que los juegos violentos puedan tener un efecto más
tóxico que ver televisión violenta. En los juegos, los jugadores:
• Se identifican y representan el rol de un personaje violento.
• Ensayan la violencia, en lugar de mirarla pasivamente.
• Practican toda la secuencia del acto violento: elegir a las víctimas, conseguir
armas y municiones, acechar a la víctima, apuntar con el arma y jalar del
gatillo.
. Partic*Pan en una violencia continua y amenazas de ataque.
epiten las conductas violentas una y otra vez.

p recompensados por la agresión exitosa.


combate /aZ°.nes' las organizaciones militares preparan a los solados para disparar en
Msomet^ d Ce Cn Ia Guerra Mundial muchos dudaban si disparar o
¿pero ,end°los a juegos de simulación de ataque.
^;Aru?Ue ^an descubierto las investigaciones actuales? Craig Anderson (2003,
cenas de V colaboradores, en prensa) ofrece resúmenes estadísticos de tres do-
?os actuales en las que se manifiestan cinco efectos constantes. Jugar vi-
v,o entos, más que pacíficos:

artería^ act™ción. Se incrementan la frecuencia cardiaca y la tensión

cncont^” ^eaS aSres™as‘ P°r ejemplo, Brad Bushman y Anderson (2002)


estu^j aron 9ue después de jugar juegos como Duke Nukem y Mortal Kombat,
C(*he Universitarios se inclinaron más a conjeturar que un hombre cuyo

i de reci^ir un golpe Por alras' reaccionaría agresivamente con un


^labof0 Ur°' 8°lpeando una ventana o iniciando una pelea. Anderson y
Phniana .°res @003) encontraron que las letras de canciones violentas también
Vt" CQ1 ea* agresivas y hacen a los estudiantes más proclives a completar
1110 golpe" que como "guante".
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414 parte tres Relaciones sociales

.V i

figu r 10
i ’VCgOS
vioU« i fluyen Aumenta los sentimientos agresivos. Se incrementan los niveles de frust
ei- acias como de hostilidad manifiesta. ración, así
W • JN-
Fu*!. • Aumentan los comportamientos agresivos. Después de un juego violento, los niños
''CraigA.
>■ óushnian y los jóvenes juegan más agresivamente con sus pares, discuten más con sus
(»»: y
maestros y se enredan en más peleas. El efecto ocurre dentro y fuera del
laboratorio, en los informes personales, en los informes de los maestros y en
los informes de los padres, así como por las razones enumeradas en la figura
10-10
• Disminuyen los comportamientos prosociales. Después de jugar un videojuego
violento, las personas son más lentas para ayudar a una persona que se queja
en un pasillo y para ofrecer asistencia a sus pares.

Además, cuanto más violento es el juego, mayores son sus efectos. Los videojuegpe
se han hecho más violentos, lo que explica por qué los estudios más recientes encuen­
tran los efectos más grandes. Aunque queda mucho por aprender, en estos estudios se
indica que, al contrario déla hipótesis de la catarsis, el ejercicio de la violencia tomen
ta la expresión de la violencia.
Como científico consciente, Anderson (2003,2004) exhorta a los padres a que seen
teren de lo que reciben sus hijos y a ver que su dieta de medios, por lo menos en casa
sea saludable. Quizá los padres no puedan controlar lo que sus hijos ven, juegan \ re
meri en la casa de otros, pero pueden vigilar el consumo en su propia casa y ofr^®
más tiempo para otras actividades. Las relaciones con otros padres fomentan un*
cmdario conveniente para los niños. Las escuelas pueden ayudar si ofrecen educa®
sobre los medios.

INFLUENCIAS GRUPALES

Hemos considerado lo que provoca a los individuos a agredir. Si la> f


solas
sultos y modelos agresivos fomentan las tendencias agresivas de
probable que esos mismos factores exciten las mismas reacciones en k jd
do se inicia una riña, los actos agresivos se propagan rápidamente #
pío "disparador" de una persona antagónica. Al ver que saqueado^
de televisión, testigos que de ordinario respetan la ley dejan sus m i A
y los imitan.
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1
Agresión: dañar a los demás capítulo 10

La historia detrás de la
investigación: Craig Anderson sobre
violencia de los videojuegos /
Como me daba'cuenta de los obvios efectos noci­ Muchas per >onas < reén qué la mejor manera de
vos que se documentaban en las investigaciones aumentar los conocimientos dé un tema complica­
de la violencia en televisión y cine; me sentía preo­ do consiste en encontrar personas que expresen’ ■
cupado de ver que se incrementaba la violencia en puntos ile vista en contra y que se dé a cada "la-
los videojuegos. Entonces, con una estudiante de do" la misma atención. Las noticias sobre la vio-
posgrado, Karen Hill, comencé investigaciones co­ lencia en los medios conceden él mismo tiempo á
rrelaciónales y experimentales que coincidieron los representantes de la industria y a sus "exper­
con la creciente inquietud del público y que me lle­ tos" favoritos, junto con palabras tranquilizadoras ' •
varon a rendir testimonio en una subcomisión del de un muchacho despreocupado de 14 años, lo
Senado estadounidense y a fungir como asesor de que deja la impresión de que sabemos menos de
una gran variedad de grupos gubernamentales y lo que en realidad sabemos. Si todos los expertos
de políticas públicas, incluyendo organizaciones de un campo están de acuerdo, ¿tiene lógica esta. ‘
defensoras>dé padres y niños. idea de "equidad" y "equili- -
Aunque es gratificante ver que las investigacio­ brío" o nos conviene más
nes de uno tienen un efecto positivo, la industria pedir que expertos verdade­
de los videojuegos ha hecho grandes esfuerzos ros publiquen artículos de
por desestimarlas, así como hace 30 años las taba­ investigación originales re­
caleras ridiculizaban la investigaciones en medici­ visados por sus compañeros
na básica preguntándose cuántos Marlboro tenía en el número actual de la
que fumarse una rata de laboratorio para que le publicación respectiva?
diera cáncer. También recibí correo muy grosero
de jugadores y el volumen de las solicitudes de in­
formación me llevó a ofrecer recursos y respuestas Craig A. Anderson,
en www.psychology.iastate.edu/faculty/caá. Universidad Estatal de Icnva.

Los grupos pueden amplificar las reacciones agresivas en parte porque diluyen la
responsabilidad. En las guerras, las decisiones de atacar las toman estrategas alejados
de las líneas del frente. Dan órdenes y otros las cumplen. ¿Este distanciamiento hace
más fácil recomendar las agresiones?
Jacquelin Gaebelein y Anthony Mander (1978) simularon esta situación en el labo­
ratorio. Pidieron a sus estudiantes de la Universidad de Carolina del Norte, en
Greensboro, que aplicaran descargas a una persona o bien que aconsejaran a otra qué in­
tensidad aplicar. Cuando la víctima era inocente de cualquier provocación, como son
las víctimas de la agresión en masa, los participantes de la línea de vanguardia aplica­
ron menos descargas que las recomendadas por los consejeros, los cuales se sentían
menos directamente responsables de cualquier daño.
La dilución de la responsabilidad aumenta no sólo con la distancia, sino también
c°n los números (recuerde que en el capítulo 8 estudiamos el fenómeno de la desindi-
v*dualización). Brian Mullen (1986) analizó información de 60 linchamientos ocurri­

dos entre 1899 y 1946 y realizó un descubrimiento importante: cuantas más personas
hut>iera en la turba, más perverso era el asesinato y la mutilación.

Mediante el "contagio" social los grupos magnifican las tendencias agresivas, así
'orno polarizan otras tendencias. Los ejemplos son las pandillas de jóvenes, fanáticos
,el futbol, soldados rapaces, rijosos urbanos y lo que los escandinavos llaman "ase-
Ul0"; grupos de escolares que hostigan o atacan repetidamente a un compañero inse-
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116 parte tres Relaciones sociales

■ x TI® gura y débil (Lagerspetz y colabora i


es una actividad de grupo. Un bra Fi
amenaza o ataca. Vlh '-n . ,i,

Los jóvenes comparten tendencia, 7J

falta de vínculos familiares y espe‘ '1

mico, encuentran su identidad soci -'i 'JS 5 ‘ ?'rli|


da que se desarrolla la identidad del"" Pand>Ua
presiones por la conformidad v u F*?' '
**•< (Staub, 1996). La identidad personal diX^’'’1
!
miembros se entregan al grupo y exoen Porque?!
facción en la unidad con los demás dd ? '?rií'i:; Una ZJ
frecuente es el contagio social: estimulad' Ei
LJUlbCAS
hibición y polarización. Los miembro j "J?al
' ial. Cuando 17 conviven hasta que se casan, se hacen vi ?ardiM
i •••’<’ ’b1/•»<*$,nachos trabajo, van a la cárcel o se mueren—explica el especialista en pandill Z ’?S' COnsi¿m|
I
•a Huleados a tein (1994)—. Definen su terreno, despliegan sus colores, desafían a los ni Z^kisl
*u dtradu de
cometen actos delictivos y pelean por drogas, territorio, honor, chicas o ’*?I
*. :itjuede
bcu, Jo? marón unn
Las matanzas del siglo XX que cobraron más de 150 millones de . ' ’i T Z"*
‘ Irsconlroluda de "suma de actos individuales", observa Robert Zajonc (2000). "El eenccid;
i \ if ‘^ "! nnn a 40 ral de homicidio". Las matanzas son fenómenos sociales alimentados por ■' I
!*•
morales": una mentalidad colectiva (que incluye imágenes, retórica^ ,j.■;'.'?ínwo»|
r ' idos del
¡ti • » !|«
moviliza a un grupo o cultura para realizar acciones extraordinaria- LaZ- -- Z I
’iseltju :dis lostutsi, de Ruanda, los judíos, de Europa, y las poblaciones de indígena- ZXZ I
•• Had y más ca, fueron fenómenos colectivos que requirieron gran apoyo, orga: .... -I
• h ¿ib ht que pacón. El gobierno hutu de Ruanda y los líderes comerciáis — Z-ZI
<!* ’Umron repartieron dos millones de machetes chinos "con un solo propósito'
• ■ 'Wi /ores,
‘ ff0, i.rr de los
Experimentos en Israel de Yoram Jaffe y Yoel Yinon (1983) confirman s rJ. I
H' • uní"» ufa pos pueden amplificarlas tendencias agresivas. En uno, hombre- . >r-: tañese»-1
la impone a varios jados por un supuesto compañero participante, se desquitaron . - re I
aplicar descargas mucho más intensas cuando estaban en grupo que cu.md «ara I
solos. En otro experimento (Jaffe y colaboradores, 1981) los sujetos decid:<.es I
p<-v i arbaridad de o en grupo, qué descargas de castigo dar a alguien por sus respuesta- m:.uss I
»ier squt oliga un examen de idioma. Como se indica en la figura 10-11, los indi vid . -d.tr 1
Iof hv ‘resen puestas descargas cada vez más intensas a medida que el experimen: .u..*: - I
l
njum* ometer decisiones en grupo magnificaban esta tendencia individual. Cuando la- erretísar- I
ios ce • 4 los que, en cías provocan en el individuo una reacción de agresión, la amplifica el af aí t -efi
•d;v _ i# se interacción en el grupo.
or. tocio su Los estudios de la agresión dan una buena oportunidad para indagar - ■*> I
tados del laboratorio de psicología social se generalizan a la v ida diana Jas crfl£
Mar, Peace, and
' -916. tancias que incitan a alguien a aplicar descargas eléctricas nos dicen algo -
circunstancias que estimulan insultos o un puñetazo en la cara' Cr.ug Arc¿> ¿
Brad Bushman (1997; Bushman y Anderson, 1998) observan que le- psicel. *
les han estudiado la agresión tanto en el laboratorio como en la v:da
resultados son sorprendentemente congruentes. En los dos contextos el : <
en la agresividad es pronosticado por:
• Actores hombres. . Anonimato
i
Personalidades agresivas o de tipo A. • Provocación
i • Consumo de alcohol. . Presencia de arma<
• Ver violencia. . lnteracción grup > J
El laboratorio nos permite probar y revisar teorías en situaciones -
acontecrmrentos del mundo real inspiran ideas y dan un marco para api-
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Agresión: dañar a los demás capítulo 10 417

figura 10-11
Agresión acentuada
Decisiones grupales
por el grupo.
Cuando los individuos
escogen qué descargas
aplicar como castigo por
dar respuestas
equivocadas, aumentan la
Decisiones individuales
intensidad del castigo a
medida que avanza el
experimento. La toma de
decisiones en grupo
polariza aún más esta
tendencia.
Fuente: Datos tomados de Jaffe y
colaboradores, 1981.

«ñas. En la investigación de la agres.on se ilustra que las relaciones recíprocas entre


los estudios controlados de laboratorio y el complejo mundo real hacen progresar la
aportación déla psicología al bienestar humano. Las conjeturas obtenidas de la expe­
riencia diana mspiran teorías, las cuales estimulan investigaciones de laboratorio que
ahondan nuestros conocimientos y nuestra capacidad de aplicar la psicología a los
problemas reales. rb

Las experiencias aversivas incluyen no


sólo frustraciones, sino también incomo­
las investigaciones sobre los efectos de Resumen
mirar pornografía violenta, que puede
didad, dolor y ataques personales, tanto aumentar la agresión de los hombres
físicos como verbales. La activación de contra las mujeres y distorsionar sus
casi cualquier fuente, incluso el ejercicio percepciones de las respuestas de las
y la estimulación sexual, pueden trans­ mujeres a la coerción sexual. Jugar repe­
formarse en ira. tidamente videojuegos puede aumentar
La televisión muestra una considera­ mucho las ideas, sentimientos y com­
ble violencia. Los estudios correlacióna­ portamientos agresivos.
les y experimentales coinciden en la Buena parte de los actos agresivos se
conclusión de que ver violencia 1) fo­ cometen en grupo. Las circunstancias
menta un aumento modesto en el com­ que provocan a los individuos también
portamiento agresivo, sobre todo en las provocan a los grupos. Al diluir la res­
personas provocadas, y 2) insensibiliza a ponsabilidad y polarizar las acciones, las
os espectadores de la agresión y altera situaciones en grupo amplifican las reac­
Su de la realidad. Estos dos re- ciones agresivas.
concuerdan con resultados de

¿Cómo se reduce la agresividad? social-

^examinado las teorías del instinto, Apodemos reducir


‘“mbién hemos revisado las influencias en la dg c£,,|f ro/(ir ¡a agre.
" lesión? ¿Las teorías y las investigaciones sug ‘ /
sión?

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