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Escrito realizado el día 27 de octubre de 2014.

Esteban Ibarra Arrubla.

En el insomnio

El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico, en la cama. Se
enreda entre las sábanas. Enciende un cigarrillo. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir.
A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide
consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño paseo a fin de cansarse un poco. Que enseguida tome
una taza de tilo y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez
acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de
la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido
quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.
Virgilio Piñera, escritor cubano.
Octubre 27 de 2014 https://es.scribd.com/doc/73496533/Cuentos-de-Virgilio-Pinera

Una lectura para ser cuestionada.

Comenzaremos a abordar este cuento por lo más evidente, el título, que nos invita a que pensemos en
alguien dominado por una de los padecimientos contemporáneos: el insomnio, que es inmotivado, no posee
causa fácilmente determinable, algo que sí sucede cuando nos desvelamos; también, que el insomnio para
denominarse así debe ser constante, de varios días. También debemos destacar su construcción: una
preposición de lugar, un pronombre definido, y el sustantivo, por eso podemos decir que no es un insomnio,
es el insomnio, y por eso planteamos una incógnita que nuestra lectura ya respondió ¿Por qué se titula así?
La lectura que realizamos nos lleva a decir que se debe a lo siguiente: el protagonista es el hombre y lo que
le lleva a hacer el insomnio; el insomnio es una circunstancia humana, que lo puede llevar a lo peor, que lo
puede llevar a la destrucción. Pero el título plantea una primera incógnita, resuelta prontamente ¿Quién
padecerá insomnio? Y la respuesta es el hombre.
El hombre se acuesta temprano para procurar conciliar el sueño; no sabemos si trabaja o estudia o es un
militar o un rebelde al régimen cubano castigado en una plantación de caña con trabajos forzados; sólo
sabemos que padece insomnio, tampoco sabemos si es un hombre joven, viejo, maduro, aunque podríamos
decir que es maduro o viejo, pero no lo aseguramos porque las personas jóvenes y deprimidas también
padecen insomnio ¿Qué hacemos con esta pregunta? Dejarla sin respuesta, porque el cuento no nos lleva a
una contundente.
No concilia el sueño, aunque lo intentó de diversas maneras: se mueve por desespero en la cama, fuma, lee,
acciones sucesivas y vanas. Todo inútil. No sabemos que lee; a él no le importa lo que lea, sólo le importa
que la lectura lo lleve al sueño. Pero debemos destacar que tiene el vicio del cigarrillo, aunque debemos
preguntarnos ¿Fumar tiene efectos narcóticos? No, antes los altera, los empeora: fumar desordena el sueño;
otro síntoma más del desespero del hombre que padece insomnio: acudir a lo que no lo alivia. Todo lo que
hace no lo lleva al sueño. Una repetición que cobra varios sentidos: como anáfora, figura literaria y como
síntoma del desespero del personaje y como lucha humana para vencer una situación.
Después de varias horas sin dormir, despierta a un amigo, del que tampoco sabemos nada. Sabemos que vive
con él, que le confía algo, y eso de confiar nos hace elucubrar que no duermen juntos, que duermen en
camas separadas aunque en la misma habitación, porque si durmieran cerca, el amigo se habría enterado del
padecimiento del hombre debido a sus constantes movimientos. Le da varios consejos, todo de nuevo inútil:
que salga a pasear, algo que hace, que después de hacer un corto paseo tome tilo, algo que también hace, y
no logra dormir. Ambos consejos proviene del saber tradicional: agótese para que duerma bien o consuma
una bebida hecha con una planta medicinal, casi hipnótica, para que duerma. Esto sólo aumenta el desespero
del hombre que padece insomnio. Y el amigo también le pide que apague la luz, y podemos ver en ello que
la preocupación por el necesitado onírico no es mucha: no le inquieta que su amigo esté despierto a esas
horas de la madrugada y que se acostó desde temprano.
De nuevo se levanta y esta vez acude a la ciencia, que se supone depositada en un médico, pero sí es general,
no sirve. Al hombre sólo le serviría un terapeuta del sueño o un psicólogo, pero acude a un médico general,
que le habla mucho, así solo sean veinte minutos, pero no lo medica, lo deja ir tal cual como llegó:
necesitado de sueño. La vana palabrería no sirve ante un problema de tales dimensiones: la falta constante de
sueño que nos puede llevar a la locura o a la muerte.
Nuestro personaje llega a la mañana de un día (decimos un día porque no sabemos cuántos han pasado),
coge un revolver, (una incógnita más) se dispara, muere, pero todavía no concilia el sueño, algo que hace
fantástico el cuento, pero que para nuestra lectura lo hace simbólico. La humanidad ha padecido insomnio
desde que comenzó; no ha podido verdaderamente soñar para transformarse; la omnipresente vigilia no le ha
permitido descansar para buscar otras rutas y por eso vamos para el suicidio.
Con el final de este cuento, desaparece la tan comentada hermandad entre el sueño y la muerte; aquí eso no
ocurre: el hombre muere pero no duerme. Por eso las palabras lapidarias del narrador: el insomnio es una
cosa muy persistente. El insomnio persiste más en la vida que los mismos seres humanos; el insomnio lucha
más que los seres humanos.

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