Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA”
CAPITULO 1 MACEDONIA LA SEMILLA DE UN GRAN IMPERIO
Filipo II de Macedonia fue el artífice de un logro
singular, tal vez sin parangón en el mundo antiguo:
convirtió en pocos años un reino débil y pequeño en la
gran potencia panhelénica que agrupó bajo su manto a
las viejas polis griegas.
Para los civilizados griegos, Macedonia era uno más
entre la pléyade de pueblos bárbaros. Situado al norte
de Grecia, con un impresionante relieve montañoso que
determinó su secular aislamiento, Macedonia era un
pequeño reino feudal rico en recursos naturales pero
muy poco evolucionado política, económica y
culturalmente.
En el contexto de la época, la importancia de
Macedonia radicaba en sus peculiaridades orográficas,
que le proporcionaban un efectivo escudo protector
frente a las presiones bárbaras que amenazaban la
Hélade. Esta privilegiada posición geopolítica no pasó
desapercibida a las polis limítrofes, que intervinieron en
los asuntos internos del reino en función de sus res-
pectivos intereses estratégicos. De hecho, los reyes
que entre los siglos V Y III a. C. protagonizaron el lento
y vacilante proceso de consolidación de Macedonia no
pudieron sustraerse a las exigencias que marcaba la
política internacional de su tiempo.
Arquelao 1 (413-399 a. c.) dotó al reino, más que
ningún otro monarca, de sólidas bases políticas y
económicas. Su gobierno procuró estabilidad y
prosperidad al país. Construyó vías de comunicación
que vertebraron un territorio dividido administrativamen-
te en distritos y trasladó la capital del reino de Egas a
Pela, que se convirtió en un floreciente centro
intelectual al que acudieron sabios y artistas.
El ascenso de Macedonia
La muerte de Arquelao sumió a Macedonia en el caos.
Los reyes que lo sucedieron combatieron entre sí,
destruyendo el precario equilibrio interno y favoreciendo
con su actitud la invasión de los ilirios. Cuando Filipo II
subió al trono con 22 años, Macedonia agonizaba. En
menos de dos años de reinado, unificó el país, expulsó
a los ilirios y creó un ejército organizado en falanges,
que se convirtió en una formidable maquinaria militar y
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en el pilar del emergente poder macedonia. Una de las
primeras medidas que adoptó en política exterior fue
hacerse con el control Anfípolis, posesión sobre la que
Atenas reclamaba derechos históricos. Con esta
acción, el flamante monarca macedonia aseguraba a su
país una salida al mar.
El camino hacia la hegemonía
Pero fue a raíz de la intervención de Filipo en la Tercera
Guerra Sagrada que Macedonia entró de pleno en la
escena política griega. El conflicto, de naturaleza local,
enfrentaba a los fócidos, que habían violado el
santuario de Delfos, con los partidarios de los Aleudas
de Larissa. Filipo se alió con los segundos y derrotó a
los sacrílegos fócidos, que contaban con el apoyo ate-
niense. Su victoria legitimó su condición de griego, por
haber defendido los intereses de Delfos, y favoreció su
objetivo de hacerse con el control de la región de
Tesalia. La destrucción de Olinto, aliado tradicional de
Atenas, en el año 348 a. c., y la toma de la Ca1cídica
revelaron la magnitud de sus verdaderas intenciones,
que no eran otras que las de imponer su hegemonía en
toda Grecia.
La llamada paz de Filócrates, que acabó
temporalmente con las hostilidades entre Macedonia y
Atenas, no frenó el expansionismo de Filipo: tras
hacerse con la Fócida, intervino en los asuntos internos
de Tracia. Atenas, que también tenía intereses en la
región, veía la intervención macedonia como una
amenaza para sus intereses estratégico-comerciales en
el Quersoneso, un área muy sensible al ubicarse allí los
estrechos que comunicaban el Egeo con el mar Negro.
A instancias del ateniense Demóstenes, célebre por sus
incansables diatribas contra el rey macedonia, se formó
una liga antimacedónica encabezada por Atenas, que
trató de abortar los propósitos de Filipo. La batalla de
Queronea, en la que tomó parte Alejandro, hijo de
Filipo, supuso la derrota definitiva de la coalición griega,
a la que a última hora se había incorporado Tebas.
Filipo se mostró magnánimo con los vencidos e impulsó
el sueño panhelénico de unir toda Grecia contra la
persistente amenaza persa. Convocó para ello un
congreso en Corinto, al que acudieron todas las
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ciudades griegas excepto Esparta. Se constituyó una
liga dirigida por una asamblea integrada por delegados
de cada una de las ciudades representadas y se
nombró a Filipo máximo mandatario de la federación
{hegemon} y comandante supremo de los ejércitos
griegos (strategós autokrátor). dotado con plenos po-
deres en caso de guerra. La unificación de toda Grecia
aceleró sus proyectos de invasión del imperio persa.
pero jamás vio cumplido su deseo. Pausanias. un
soldado de su escolta. lo asesinó en el año 336 a. c., y
Alejandro tomó el relevo.
El ascenso de Macedonia
358 a. C. » Filipo derrota a los iIirios y unifica la Baja
Macedonia con los principados del norte.
356 a. C. » Tercera Guerra Sagrada. Nace Alejandro,
hijo de Filipo, y forjador de un gran imperio.
352 a. C. » Filipo conquista Tesalía y se proclama
arconte vitalicio.
346 a. C. » Fin de la Tercera Guerra Sagrada y paz de
Filócrates.
CAPITULO 2 ALEJANDRON CONQUISTA EL MUNDO
Alejandro Magno extendió el helenismo hasta los
límites del mundo conocido. Edificó un vasto imperio en
un lapso asombrosamente corto. Su juventud y la
desmesura de sus ambiciones lo convirtieron en un
mito de la historia universal.
Tras el asesinato de su padre, Alejandro aplazó durante
algún tiempo la ansiada campaña oriental decidida en
el congreso de Corinto y resolvió hacer frente a los
problemas internos que estallaron en Macedonia y Gre-
cia. El joven rey neutralizó la oposición de una parte de
la aristocracia de su país y sofocó la rebelión de
algunas ciudades griegas, encabezadas por Tebas. La
reacción de Alejandro fue implacable. Arrasó Tebas y
redujo a sus habitantes a la esclavitud, pero respetó la
integridad de los otros desafectos. El futuro
"conquistador del mundo" necesitaba contar con el
apoyo de la Hélade para llevar a cabo los planes de
expansión por Oriente concebidos por su padre. Si-
guiendo la estela de su progenitor, Alejandro se postuló
como firme defensor de las ciudades griegas,
agrupadas en la Liga Panhelénica, frente a la amenaza
persa.
La conquista de Asia Menor
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338 a. C. » Derrota definitiva de la coalición
antimacedónica en la batalla de Queronea.
337 a. C. » Congreso de Corinto: Liga Panhelénica.
Filipo, jefe supremo de los ejércitos griegos.
Las Filípicas de Demóstenes
La inflamada elocuencia de Demóstenes (384-322 a. c.)
contra las inclinaciones expansionistas de Filipo pasó a
la historia con el nombre de filípicas. Orador brillante,
Demóstenes pronunció su primera filípica cuando el rey
macedonio participó en la Tercera Guerra Sagrada, que
sirvió de trampolín a sus planes imperialistas. El curso
de los acontecimientos dio la razón a Demóstenes.
Lanzó otras diatribas, se enfrentó a Isócrates, quien
desde Atenas propugnaba la idea de una Grecia unida
bajo Filipo contra el peligro persa, y auspició una
coalición de las polis contra Macedonia. Su verbo
incendiario conoció etapas de apaciguamiento, como
cuando participó en la embajada encabezada por
Filócrates, quien firmó la paz con Macedonia
Tras solucionar los problemas internos de Grecia,
Alejandro inició una larga campaña militar en Oriente,
que duraría hasta su muerte y que supuso la transfor-
mación del mundo conocido hasta entonces. Dos años
después de acceder al trono, cruzó el Helesponto al
frente de sus tropas y obtuvo en Gránico su primera
gran victoria sobre un ejército de los sátrapas persas.
Este lance le abrió las puertas de las costas mediterrá-
neas de Asia Menor. Con la intención de apoderarse de
las ciudades portuarias de esa región, Alejandro
prosiguió su marcha a través de Licia, la Panfilia y
Pisidia, hasta Gordio, y continuó desde allí hacia el sur
de la Capadocia, hasta alcanzar Tarso, en Cilicia,
donde una repentina enfermedad lo retuvo durante
cerca de dos meses.
Mientras tanto, los persas veían con alarma creciente
los fulgurantes progresos del macedonio, Fue entonces
cuando el Gran Rey Dario III Codómano decidió pasar a
la acción. Se puso al frente de su ejército y en los
últimos días del verano del año 333 a. C. marchó con
una poderosa fuerza desde Babilonia hacia Siria, al
encuentro de los ejércitos alejandrinos. La batalla tuvo
lugar en la llanura costera de Issos y se saldó con la
estrepitosa derrota persa y la desbandada de Dario y
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parte de su ejército. Tras Issos, Alejandro Magno
avanzó hacia el espacio siriopalestino. En Damasco se
apoderó de los bagajes y de los fondos del ejército
enemigo. Ocupó el norte de Siria, y las principales
ciudades marítimas fenicias -Arados, Sidón y Biblos,
que seguían proporcionando sus flotas a los persas- se
rindieron sin ofrecer resistencia. Tiro, que había sido
neutral, fue conquistada tras siete meses de asedio.
Entrada triunfal en Egipto
Egipto cayó como fruta madura en manos de Alejandro.
El sátrapa persa Mazakes entregó el país sin ofrecer
resistencia, y Alejandro fue aclamado como libertador.
En Menfis, recibió de manos del sumo sacerdote el
titulo de faraón del Alto y el Bajo Egipto y la doble
corona real. Además de restaurar algunos templos y
reorganizar la administración, Alejandro tomó dos deci-
siones importantes: fundó la ciudad de Alejandría, en el
delta occidental del Nilo, que se convertiría en la nueva
capital del país, y visitó el oráculo del dios Amón, en el
oasis de Siwa. Este lo reconoció como "hijo de dios", un
titulo que produjo una honda impresión en todo el
mundo helenístico.
La guerra de conquista protagonizada por el
macedonio, y el rechazo de este a una propuesta de
paz de Darío, llevaron de nuevo al soberano persa a
formar un gran ejército en Babilonia, con la esperanza
de vencer definitivamente a Alejandro Magno. La
derrota de las tropas persas en las llanuras de
Gaugamela se resolvió, una vez más, con la huida de
Darío. El camino hacia el Tigris y el Eufrates quedaba
expedito.
Alejandro, rey de Asia
En Mesopotamia, territorio que ocupó sin resistencia,
Alejandro ,volvió a desplegar las dotes diplomáticas que
tan buenos resultados le habían dado en Egipto. Man-
tuvo buenas relaciones con la nobleza local y atrajo al
clero con ofrendas al dios babilónico Marduk y con la
reconstrucción de su templo. También Elam y Susa se
entregaron sin combatir. En su infatigable persecución
de Darío III, Alejandro se interno cada vez más en los
territorios orientales persas. Los obstáculos que hubo
de salvar fueron enormes, pero ni el crudísimo invierno
ni la tenaz resistencia de las indómitas tribus curdas de
las montañas impidieron a Alejandro conquistar el paso
de la Puertas Persas y llegar hasta Persépolis, una de
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las capitales del imperio aqueménida. La feroz resis-
tencia que opuso la ciudad encolerizó a Alejandro,
quien ordenó su incendio y vengó de esta forma la
destrucción de la Acrópolis llevada a cabo por los
persas en Atenas en el año 480 a. C.
La conquista de Persépolis suponía, de hecho, el fin de
la campaña de Alejandro como mandatario de la Liga
Panhelénica. Había cumplido con creces los deseos de
su padre y de todos los griegos al destruir el peligro
persa. Magro botín, sin embargo, para un joven de 26
años que por aquellas fechas sumaba ya a su condición
de monarca de Macedonia la de faraón de Egipto y la
de rey de Asia. Espoleado por la contundencia de sus
éxitos, Alejandro impulsó un proyecto de imperio
universal que debía unir a griegos y asiáticos bajo un
soberano supremo. Lo aventurado de esta idea
requería persistir en el acoso a Darío y, de paso,
adueñarse de las satrapías más orientales del
menguado imperio aqueménida. Pero la decisión de
Alejandro creó malestar en su ejército. Para muchos
generales, la aventura preconizada por su caudillo
carecía de justificación. Fueron pocos, sin embargo,
quienes osaron oponerse. Los que finalmente lo
hicieron, como el viejo general Parmenión, fueron elimi-
nadas sin contemplaciones por un Alejandro cada vez
más imbuido de espíritu despótico. Las reticencias de
las tropas las solucionó Alejandro licenciando a las uni-
dades, sobre todo griegas, que se mostraron reacias al
avance. Después, el caudillo siguió su camino con
efectivos macedonios y mercenarios extranjeros.
Objetivo: la India
El prófugo Darío se había refugiado en Media, pero la
defección de Besso, sátrapa de Bactriana, culminó en
la muerte del rey persa a manos del traidor. Cuando
Alejandro supo del asesinato de Darío lII, emprendió la
persecución de Besso con un grupo de hombres
escogidos. Antes, hizo enterrar a Darío con los honores
debidos a un rey. Para Alejandro, esta muerte lo
convertía en sucesor del trono de los aqueménidas.
Prometió vengar a su eterno enemigo y adoptó la
indumentaria real persa. Ya no actuaba como rey de los
macedonios ni como hegemón de los griegos, sino
como un digno heredero del imperio de los grandes
reyes persas, asumiendo cada vez más las costumbres
orientales en su forma de gobierno, así como un
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proceso de divinización, ante el creciente recelo de sus
generales. Las derrotas de Besso a manos de Tolomeo,
futuro rey de Egipto, y del bactriano Espitamanes, jefe
de las tribus sogdianas que se oponían a Alejandro,
supuso la conquista de las satrapías más orientales del
imperio aqueménida.
Alejandro hacía tiempo que acariciaba la idea de arribar
hasta los límites meridionales y orientales del mundo
habitado. A principios del verano del 327 a. C. partió de
Bactriana después de preparar a conciencia su
campaña india. Atravesó el Hindu Kush en diez días y a
continuación salvó el valle del Kabul en dirección este.
En la primavera, después de una durísima travesía,
cruzó el río Kabul e irrumpió en la región de los
príncipes confederados de Taxila. Luego marchó con
todo su ejército, al que se sumaron tropas aliadas
indias, hacia el río Hidaspes, en dirección al sur, contra
el reino del rey Poros, a quien venció mediante una
hábil estratagema. De esta manera, Alejandro tenía
despejado el camino hacia el río Ganges, su próximo
objetivo. A esas alturas, el cansancio del ejercito
macedónico había alcanzado su máxima intensidad.
Temeroso de que un motín pudiera acabar con su vida,
Alejandro ordenó el regreso, no sin antes ampliar los
límites de sus conquistas tras recorrer el Hidaspes, el
Alesino y el Iodo. En el otoño del año 327 a. C., quedó
sometido todo el valle del lndo y surgieron nuevas
satrapías.
Cuando, después de un largo y tortuoso camino de
vuelta, Alejandro llegó a Pasargada y Susa, no le
esperaban buenas noticias: durante su ausencia, la
estructura del imperio se había resentido peli-
grosamente; algunos gobernadores persas habían
intentado independizarse. En la justicia de Alejandro no
hubo lugar para la misericordia. Hizo ajusticiar a los de-
safectos, en una nueva muestra de despotismo
autócrata que alcanzó su paroxismo con la ejecución de
los jefes militares que se amotinaron en Opis en
protesta por el licenciamiento forzoso de 10.000 de sus
hombres. La rebelión de Opis expresó además el
descontento de las tropas macedonias por el proceso
de orientalización que Alejandro llevaba a cabo en su
gobierno y también en su ejército.
Con el traslado de la capital del imperio a Babilonia,
Alejandro desplazó definitivamente a Oriente el centro
de gravedad de su imperio. En aquella ciudad, el empe-
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rador, rodeado de una corte desmesurada y dada al lujo
y los excesos, pergeño nuevas expediciones, como la
que pretendía circunnavegar el sur de Arabia para des-
cubrir la ruta marítima hacia Egipto y establecer así una
comunicación por mar entre Alejandria y Babilonia. No
pudo ver cumplido su enésimo sueño. Después de un
banquete descomunal, Alejandro contrajo unas fiebres
que, tres días después, acabarían con su vida. Tenía
32 años y dejaba como legado el mayor imperio que
habían visto los tiempos.
Alejandro y la epopeya del regreso
El regreso de Alejandro se llevó a cabo según un plan
cuidadosamente trazado, en el que tuvieron cabida,
además de los intereses militares, los afanes de
exploración e investigación. En el año 325 a. C., el
emperador confió a su fiel Nearco la misión de explorar
con la flota la ruta desde el valle del Indo hasta la
desembocadura del Éufrates, en el golfo Pérsico.
Alejandro avanzó con parte de su ejército por los
inhóspitos desiertos de Cedrosia (Beluchistán),
mientras que Crátera, acompañado por el resto de las
tropas, hacía lo propio por el norte de Aracosia. Cuando
por fin las dos expediciones coincidieron en las
fronteras de Carmania, casi la mitad de los soldados
habían perecido víctimas de la sed, el hambre y las
enfermedades. Un año después de su partida, Nearco
se reunió con el ejército del emperador en Eulaios. Más
tarde, el almirante consignó por escrito su viaje de
exploración a lo largo de las costas asiáticas,
informando sobre la flora y la fauna de aquellas
regiones.
Alejandro Magno
[h. 356 - 323 a. C.]
Hijo de Filipo II de Macedonia y de Olimpia, princesa
del Epiro, Alejandro III nació en la ciudad de Pela.
Desde niño recibió la educación de los griegos, y contó
entre sus maestros con Leónidas, pariente por línea
materna, y los filósofos Aristóteles y Anaxímenes. Con
tan egregios tutores, se instruyó en las ciencias, la
filosofía y la política, que le proporcionaron las bases de
su notable formación intelectual, y jamás desatendió su
instrucción militar. Alejandro tuvo en su padre Filipo a
uno de sus principales maestros.
La organización del imperio
Alejandro Magno conservó el sistema de satrapías
establecido por los aqueménidas para administrar su
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imperio. Al frente de cada satrapía había un gobernador
encargado de recaudar impuestos, administrar bienes e
impartir justicia. Inicialmente, este puesto recayó en
macedonios o griegos; pero las dimensiones que pronto
adquirió el imperio hicieron factible el nombramiento de
persas y asiáticos. En cada satrapía se establecía una
guarnición militar. La comunicación entre el poder cen-
tral y las satrapías se ejercía a través del jefe de la
cancillería o del quiliarca. Esta organización
administrativa sobrevivió a la muerte de Alejandro.
Diario de campaña
336 a. C. » Alejandro es nombrado rey de Macedonia y
hegemón de la Uga Panhelénica de Corinto.
335 a. C. » Conquista de Tracia e lliria, destrucción de
Tabas y pacto con Atenas.
334 a. C. » Inicio de la campaña de Oriente. Derrota de
CAPITULO 3 LOS DIADOCOS Y LOS REINOS HELENISTICOS
El imperio de Alejandro no sobrevivió a la muerte de su
fundador. Las disputas que entablaron sus sucesores -
diádocos- por su legado enterró el "imperio universal"
alejandrino y dio lugar a la formación de los reinos
helenísticos.
Los generales que juraron mantenerse fieles a la causa
macedónica tras la muerte de Alejandro Magno
olvidaron muy pronto su promesa. Su herencia fue
inmediatamente objeto de las ambiciones de los
diádocos, quienes lucharon entre sí para hacerse con la
jefatura del imperio o por afirmar su poder en distintas
áreas de su territorio. Bastó medio siglo para que el
"imperio universal" forjado por Alejandro se fragmentara
en tres grandes reinos, que fueron gobernados por
otras tantas dinastías: la de los antigónidos en
Macedonia y Grecia; la de los seléucidas en Asia; y la
de los lágidas o tolomeos en Egipto.
Es indiscutible que la formación de estos reinos
extendió la huella del helenismo a buena parte del
Medio Oriente y el Próximo Oriente, pero su irrupción
significó también el declive inexorable de la hegemonía
macedonia en el contexto del mundo clásico.
El problema sucesorio
La sucesión del trono macedónico resultó
extraordinariamente compleja. La incapacidad de los
legítimos herederos de Alejandro -Filipo Arrideo, su
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los sátrapas persas de Asia Menor en Gránico.
333 a. C. » Batalla de Issos. Derrota y huida del rey
persa Darío III.
332 a. C. » Alejandro es coronado faraón. Fundación de
Alejandría.
331 a. C. » Derrota definitiva de las tropas persas en
Gaugamela. Alejandro entra en Babilonia y Susa.
330 a. C. » Incendio de Persépolis. , Besso de
Bactriana mata a Darío III. Fin de la campaña
panhelénica.
329 a. C. » Avance hacia las satrapías más orientales.
326 a. C. » Victoria sobre el indio Poros en el río
Hidaspes. Malestar de la tropa, que se niega a seguir
adelante. Preparativos de regreso.
325 a. C. » Regreso a Occidente por mar y tierra.
Creación de nuevas satrapías durante la vuelta.
323 a. C. » Alejandro muere en Babilonia a los 32 años.
hermanastro, padecía epilepsia, y el hijo póstumo del
conquistador nacido de su esposa Roxana era
demasiado joven, hizo que la regencia fuera inicial-
mente compartida por Pérdicas, en calidad de primer
ministro o quiliarca para los asuntos de Asia, y por el
veterano Crátero, quien se arrogó la representación
oficial de los reyes con el título de protastes. La
solución, alcanzada durante una asamblea del ejército
macedonio celebrada en Babilonia en el año 323 a. c.,
confirmó también a Antípatro como gobernador de
Grecia y Macedonia, mientras que las satrapías más
importantes recayeron en Tolomeo (Egipto), Antígono
Monoftalmos (inicialmente Frigía, en Asia Menor) y
Lisímaco (la regíón de Tracia).
Antípatro hubo de enfrentarse rápidamente a las
tensiones secesionistas que estallaron en Grecia y
Esparta. El "estratego de Europa" -así rezaba el cargo
que le fue concedido en Babilonia- sofocó con mano
firme la rebelión y consiguió mantener la unidad gre-
comacedonia pese a las intrigas de Olimpia, la madre
de Alejandro.
Tras la muerte de Antípatro, su hijo Cassandro,
relegado de la carrera sucesoria, entabló una cruenta
guerra civil con Poliperconte, lugarteniente de Antípatro
y designado por este como legítimo heredero al trono
de Macedonia. El resultado de la contienda, pródiga en
alianzas, asesinatos y traiciones, resultó favorable a los
intereses de Casandro.
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Los reinos helenísticos
El ejemplo de Macedonia anunció los turbios derroteros
por los que discurriría la lucha por la herencia de
Alejandro en Asia. Las ambiciones de Antígono
Monoftalmos por hacerse con el control de las satrapías
orientales del imperio chocaron con los intereses de
otros "pretendientes".
Años de luchas, batallas e intereses encontrados
culminaron en la batalla de lpsos (301 a. C , donde
Antígono Monoftalmos fue derrotado y muerto, y sus
dominios asiáticos repartidos entre los vencedores:
Seleuco recibió Armenia, Capadocia y Siria; Lisímaco,
Asia Menor, a excepción de Caria y Cilicia, que pasaron
a poder de Pleistarco, hermano de Casandro; Tolomeo
conservó Egípto. Casandro retuvo el control de
Macedonia, mientras que el hijo de Antígono, Demetrio
Poliorcetes, huyó con su poderosa flota a Grecia, donde
pensaba crear un imperio marítimo y hacerse con el
control del trono macedonia frente a otros
pretendientes.
La batalla decisiva de Curupedion, en el año 281 a. C.,
donde Seleuco venció y dio muerte a Lisímaco, y el
asesinato del primero un año más tarde, originaron la
formación definitiva de los grandes reinos helenísticos,
que persistirían como Estados independientes hasta el
advenimiento definitivo de los romanos.
Uno de esos reinos fue el de los lágidas, también
llamado de los tolomeos, por el nombre del fundador de
la dinastía, Tolomeo I, antiguo camarada de Alejandro
Magno. Desde el principio, Tolomeo ejerció el poder
desde Alejandría, que se convirtió bajo su gobierno en
un floreciente centro intelectual, con el Museo y su mí-
tica Biblioteca anexa como núcleos emblemáticos. Sin
embargo, la sensibilidad que mostró Tolomeo en el
ámbito cultural no se proyectó en su tarea de gobierno.
El monarca edificó su reino desde la autocracia y
desarrolló un complejo sistema burocrático que fomentó
la corrupción de las elites de los funcionarios. Su nuevo
sistema tributario se reveló confiscatorio para la
inmensa mayoría de la población, que veía cómo
Tolomeo y su corte se enriquecían en la misma medida
en que ellos se empobrecían. Existía, además, una
discriminación clara entre la oligarquía lágida y los
colonos de origen grecomacedonio, por un lado, y la
población autóctona, por otro. Estos rechazaron
siempre una monarquía que, aunque revestida de los
oropeles simbólicos y tradicionales del antiguo país de
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los faraones, no dejó de ser nunca "extranjera" en el
sentir de la mayoría de los egipcios.
Los logros obtenidos en política exterior, sobre todo a
costa del reino seléucida, y la actividad desplegada en
materia de obras públicas por los lágidas -ciudades,
vías de comunicación, centros caravaneros- soterraron
durante cierto tiempo estas tensiones centrífugas. El
Egipto lágida conoció etapas de esplendor, como la de
Tolomeo II Filadelfio, pero el reino acabó consumido
por el doble efecto de la descomposición interna y la
conquista romana.
Ya en razón de su misma situación geográfica, a la
dinastía de los seléucidas, fundada por Seleuco I
Nicator, no le iba resultar fácil afirmarse en un reino
muy extenso, que abarcaba numerosos pueblos y
razas. A las constantes disputas con sus vecinos
lágidas para consolidar su área de influencia en el
oeste, se añadieron las fuertes tensiones disgregadoras
en el interior -luchas intestinas por el poder, la secesión
de Armenia y los levantamientos judíos- y las
amenazas que provenían de reinos emergentes como
los partos y de pueblos belicosos como los galos.
Los monarcas seléucidas mantuvieron la vieja
estructura administrativa heredada de los aqueménidas
-satrapías-, pero con un sistema de poder más simple
que el de los lágidas en Egipto. El rey dictaba las leyes,
impartía justicia y comandaba el ejército, con la ayuda
de un primer ministro y el aval de un consejo real
formado, con carácter permanente, por personas
designadas por él mismo y cuyas funciones eran
meramente consultivas. Pese a las vastas posesiones
que los seléucidas mantuvieron en Oriente, la vocación
europea de su poder era indiscutible, como lo prueba el
hecho de que las principales ciudades del reino -
Antioquía (la capital), Apamea y Laodicea- estuvieran
enclavadas en la fachada oriental mediterránea que
comprendía Siria y Asia Menor. La necesidad, no
obstante, de dotar de cohesión a un territorio tan
extenso, llevó a los seléucidas a fomentar la
construcción de numerosas ciudades en Oriente, como
punta de lanza de los valores helenísticos, cuyo ámbito
comprendía desde la cultura hasta las reformas
políticas, sociales y administrativas. La tarea urba-
nizadora de los seléucidas -solo Seleuco Nicator fundó
más de sesenta ciudades- cumplió su misión
integradora hasta la descomposición definitiva del reino,
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acaecida en el siglo I a. C.
Cronología
Del acuerdo de Babilonia al origen de los reinos
helenísticos
323 a. C. » Acuerdo de Babilonia. Organización de la
regencia. Los diádocos se reparten el poder.
322 a. C. » Sublevación de las ciudades griegas
(guerra lamiaca), sofocada por Antípatro.
316 a. C. » Casandro se convierte en soberano de
Macedonia, tras vencer a Poliperconte.
315 a. C. » Intervención de Tolomeo en Grecia. Inicio
de la guerra entre los diádocos.
301 a. C. » Batalla de Ipsos. Derrota de Antígono y
reparto de sus territorios asiáticos.
285 a. C. » Tolomeo I, fundador de la dinastía de los
lágidas en Egipto, confía las tareas de gobierno a su
hijo Tolomeo II Filadelfio.
281 a. C. » Batalla de Curupedion. Fin de la guerra de
los diádocos.
280 a. C. » Antíoco, hijo del diádoco Seleuco Nicator,
rey de Siria.
276 a. C. » Antígono Gonatas se proclama rey de
Macedonia.
274 – 271 a. C. » Primera Guerra Síria. Antíoco vence a
los lágidas, pero cede territorios en Asia Menor.
263 a. C. » Eumenes I sucede a Filetero en Pérgamo.
Fundación del reino independiente de Pérgamo.
260-253 a. C. » Segunda Guerra Siria, que se salda
con el fin del predominio marítimo egipcio.
246-241 a. C. » Conflicto dinástico en Egipto. Tercera
Guerra Siria.
247-223 a. C. » Fundación de los reinos de Partia y
Greco-bactriano a expensas del reino seléucida.
CAPITULO 4 LA CONQUISTA ROMANA DE MACEDONIA
Macedonia fue el último reino helenístico que mantuvo
viva la llama de una Grecia unida.
Pero las inclinaciones secesionistas de las ciudades
griegas y, sobre todo, el enfrentamiento con Roma
acabaron definitivamente con el ideal panhelénico.
Ala muerte de Casandro estalló la lucha por la sucesión
al trono de Macedonia. Demetrio Poliorcetes, hijo de
Antígono Monoftalmos, quien había huido a Grecia tras
la muerte de su padre en la batalla de Ipsos, tomó parte
activa en el conflicto. Desplegó su poderosa flota en el
mar Egeo, invadió Grecia y, tras ocupar Atenas en el
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
Las Guerras Girias
La formación de los reinos helenísticos sembró el
germen de las futuras tensiones entre lágidas y
seléucidas. Siria, con su privilegiada ubicación
estratégica y comercial en la cuenca oriental
mediterránea, fue objeto de sangrientos
enfrentamientos entre las dos potencias. La dinámica
de las guerras sirias alternó ganancias y retrocesos
territoriales en ambos bandos, pero su resultado final
no alteró en exceso el equilibrio de fuerzas en el
Mediterráneo Oriental, así como en Asia Menor. La
confluencia de intereses estratégicos griegos y
macedonios y las disputas sucesorias, sobre todo en el
campo seléucida, se entreveraron en un conflicto cuyo
radio de acción alcanzó a todo el mundo helenístico
occidental.
Sincretismo religioso
Los griegos mostraron una actitud tolerante ante las
creencias religiosas de los pueblos conquistados.
Exportaron a sus dioses, pero aceptaron de buen grado
los cultos extranjeros e hicieron un esfuerzo por
acomodarlos en un variado panteón que dio origen a un
rico sincretismo religioso. En el Egipto lágida los gre-
comacedonios asimilaron a sus dioses con los de
Egipto: Amón es Zeus, Hathor es Afrodita, Isis es
Deméter, Osiris es Dionisos, y así sucesivamente. En
las regiones sometidas a los seléucidas, se asimiló a
Zeus, el dios supremo, con las divinidades locales; así,
se le veneró como Zeus Dolicenos en Siria, como Zeus
Labandreo en Asia Menor y como Zeus Hypsitos (el
Altísimo) en Palestina.
año 294 a.C, se apoderó del trono.
Pero el propósito de Demetrio de implantar un gran
imperio marítimo griego con su mando chocó de
inmediato con los intereses de otros pretendientes al
trono. Lisímaco, señor de Tracia y Asia Menor, y Pirro,
rey del Epiro, se unieron para arrebatarle el poder. Esta
alianza consiguió su objetivo, pero sembró también la
semilla de la discordia entre los antiguos aliados.
Lisímaco eliminó a Pirro y despejó el camino para im-
poner su poder en Macedonia, que conoció con su
mandato una época de prosperidad.
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De los gálatas a Antígono
La calma duró, sin embargo, poco. Seleuco, señor de
los territorios asiáticos en virtud de los acuerdos
surgidos de Ipsos, intervino en los asuntos macedonios
y se hizo con el poder (281 a. C), pero solo un año
después fue víctima de una conjura que le costó la vida.
El asesino, Tolomeo Ceraunos, sucumbió a su vez a
manos de los gálatas que invadieron el país (279 a. C).
Fue Antígono Gonatas, hijo de Demetrio Poliocertes,
quien puso fin a esta vertiginosa sucesión de guerras,
asesinatos e intrigas palaciegas, cuando venció y
expulsó a los gálatas del territorio macedónico e
instauró una dinastía, la de los antigónidos, que
dominaría el espacio grecomacedonio hasta la
conquista romana.
El sistema de guarniciones que impuso Antígono
Gonatas le aseguró el control militar sobre las ciudades
griegas, pero no evitó los conatos de rebelión de
aquellas, como la que dio lugar a la inftuctosa guerra
cremónida por liberarse del yugo macedónico.
Entre tanto, los etolios, pueblo de montañeses que
hasta entonces vivían de la ganadería y la piratería,
comenzaron a ganar influencia en la Grecia Central, y
constituyeron un consejo con estrategos designados
por elección. También la región de Acaya formó una
liga de setenta pequeños Estados, con asamblea
popular, consejo y dos estrategos. Esta liga, de la que
formaban parte, entre otros, Sición, Corinto y Argos, se
dirigió primero contra Esparta, a la que con ayuda de
los macedonios derrotó en la batalla de Selasia.
Las Guerras Macedónicas
Hasta ese momento, Macedonia había podido
mantener su posición hegemónica debido al desga-
rramiento interior de Grecia. Sin embargo, esa situación
coyuntural no era ninguna garantía contra las
amenazas de los pueblos del norte y de los grandes
rivales del sur y del este del Egeo, los seléucidas y los
lágidas. Filipo V de Macedonia tuvo que lidiar primero
contra los saqueadores etolios y más tarde con Roma,
cuyas luchas en el Mediterráneo contra los piratas ilirios
acercaron cada vez más sus legiones al territorio
macedonia. La creciente amenaza romana condujo a
Filipo a firmar, con el cartaginés Aníbal, un pacto
estratégico que abrió las puertas a un conflicto abierto
con Roma. En las tres guerras macedónicas, la nueva y
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
pujante potencia occidental combatió contra Filipo V y
más tarde contra Perseo (179 -168 a. C). Roma se alzó
con la victoria definitiva en la batalla de Pidna, que
marca el inicio de la dominación romana sobre la
totalidad del espacio grecomacedonio.
La prosperidad de la península balcánica se desmoronó
en el decurso de estas guerras. La escasez de trigo, la
falta de trabajo y las deudas gravitaron sobre la po-
blación, y generaron alzamientos que fueron reprimidos
violentamente por los romanos. En el año 167 a. c.,
Roma dividió a Macedonia en cuatro repúblicas inde-
pendientes bajo su control. El extinto poder macedónico
daba paso a la hegemonía romana.
La última resistencia griega
La derrota de Macedonía en las Guerras Macedónicas
no amilanó a la ciudades griegas. Agrupadas entorno a
la Liga Aquea, hicieron frente a los romanos en una
contienda desigual. Tras la victoria romana, y pese a la
promesa del general romano Flaminio ("libertad para
todas las ciudades griegas"), las ciudades rebeldes,
junto con. las costas de Albania, pasaron a formar parte
de la nueva provincia romana de Macedonia. Esparta,
Atenas y Delfos conservaron cierta autonomía. Años
antes, Esparta, tras la revolución de Cleomenes IIl, la
disolución del eforado y la liberación de los ilotas, había
intentado restablecer su hegemonía en el Peloponeso,
pero su aspiración se frustró con la derrota de Selasia
(222 a. c.).
Cronología
De la dinastía de los antigónidos al pleno dominio
romano
276 – 239 a. C. » Antígono Gonatas expulsa a los
gálatas de Macedonia e instaura su propia dinastía.
266 – 261 a. C. » Guerra cremónida. Sublevación de
Atenas y otras ciudades contra Macedonia; es sofocada
por Antigono.
222 a. C. » Derrota de Esparta en Selasia ante la Liga
Aquea y 9US aliados macedonios.
215 – 168 a. C. » " Guerras mace.dónicas. Victoria
definitiva de los romanos en la batalla de Pidna.
148 a. C. » Macedonia se convierte en provincia
romana.
146 a. C. » Derrota de la Liga Aquea, cuyas ciudades
pasan a la provincia romana de Macedonia.
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CAPITULO 5
A mediados del siglo Va. C., las tribus centroeuropeas
herederas de los principados de Hallstatt se lanzaron a
la conquista y colonización de las regiones vecinas.
Durante casi cuatro siglos, la cultura de La Tene sería
dominante en gran parte de Europa.
Fruto de las influencias recibidas durante siglos por par-
te de las civilizaciones de la región mediterránea, y
coincidiendo con la caída de los "príncipes" que habían
dominado Europa Central durante la primera fase de la
Edad del Hierro, hacia el 450 a. C. los celtas iniciaron
un nuevo período de desarrollo cultural al que los
historiadores llaman civilización de La Tene, en relación
con un yacimiento homónimo encontrado en Suiza.
Las armas, los útiles y los objetos de adorno fabricados
en este período por los herreros del sur de Alemania,
de Bohemia, de Suiza y del este de Francia -que resul-
tan completamente distintos de los de la cultura de
Hallstatt- son la más clara evidencia del progreso
experímentado por las diferentes tribus centroeuropeas
que, pese a este florecimiento cultural, siguieron
evolucionando con autonomía y rigiéndose por un siste-
ma social de tipo aristocrático.
El mundo celta, que durante la última etapa de la
civilización de Hallstatt ya había avanzado hacia el
norte y el oeste, estaba a punto de expandirse de forma
espectacular. El fuerte crecimiento demográfico
registrado, junto con la reaparición de la nobleza
guerrera y la presión ejercida por nuevos pueblos
llegados del este, desencadenó, desde el siglo V a. C.,
un gran proceso migratorio que poco a poco se resolvió
con la conquista y colonización de diferentes regiones
de Europa Central y Occidental--€ntre ellas, el centro y
el sur de Francia, gran parte de la península ibérica y la
costa suroriental de Gran Bretaña-.
El terror del mundo clásico
Las tribus celtas, formando hordas no muy numerosas
pero fuertemente armadas, prosiguieron este proceso
de expansión durante los siglos siguientes. Arrebataron
a los estruscos las fértiles llanuras del norte de Italia
(principios del siglo IV a. C) y en el sureste alcanzaron
el norte de los Balcanes, Rumania, Tracia y Macedonia
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1° Año de Secundaria
LA EXPANSIÓN DE LOS CELTAS
(siglo III a. C).
Desde los territorios colonizados, los celtas lanzaron
nuevas oleadas invasoras que esta vez afectaron
incluso a los Estados más poderosos; Brenno, por
ejemplo, caudillo de la tribu de los senones, dirigió a
sus guerreros sobre la floreciente Roma y, tras vencer
al ejército de la joven república, marchó sobre la ciudad
y la saqueó (387 a. C). Luego intentaría, sin éxito,
establecerse en el sur de Italia.
Partiendo del norte de los Balcanes, por su parte, un
ejército celta avanzó por Grecia y asaltó el santuario de
Delfos (279 a. C). Derrotado por Antioco, parte del con-
tingente invasor -unos 20.000 hombres y mujeres- se
trasladó posteriormente a Asia Menor, donde fundó el
reino de Galatia.
El efecto devastador de las incursiones celtas dejó una
profunda y dolorosa huella en el mundo grecorromano.
Desde entonces los "bárbaros", que habían puesto en
jaque a Roma y al mundo helenístico, se convirtieron en
un pueblo tan despreciado como temido. Platón, el gran
filósofo griego, los definió como "borrachos y combati-
vos", aunque otros autores clásicos, entre los que
figuran Aristóteles y Éforo, hablaron de ellos con cierta
admiración.
La invasión de algunas regiones, por otra parte, no
significó la eliminación de los habitantes originales. En
muchos lugares los celtas optaron por mezclarse con la
población nativa, y así aparecieron los pueblos celta
escitas, en la llanura meridional rusa; los celtiberos, en
el centro de la península ibérica; y los escórdiscos, en
el norte de los Balcanes.
Durante esta última fase de invasiones, además,
algunas tribus originarias de Francia penetraron en la
región de Bretaña y extendieron su área de influencia
desde la costa suroriental de Inglaterra al resto de las
islas británicas, incluida Irlanda.
Una sociedad guerrera
Pese a su magnitud y trascendencia histórica, sin
embargo, la colonización de Europa por parte de los
celtas no debe interpretarse como un proceso
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homogéneo ni mucho menos organizado. Estos "galos",
como los llamaban los romanos, no eran una raza ni un
pueblo sino más bien un conglomerado de tribus de
diversa procedencia que, pese a estar unidas por lazos
culturales, actuaban de forma independiente y en
función del provecho propio. Las alianzas entre las
diferentes tribus, siempre ocasionales, se
fundamentaron normalmente en la existencia de un
enemigo o de intereses comunes, y nunca sirvieron
como base para establecer una unidad política mayor.
A diferencia de lo ocurrido en épocas anteriores, los
restos arqueológicos celtas datados entre los siglos V y
III a. C. muestran una sociedad poco jerarquizada y es-
casamente preocupada por construir fortalezas. Las
tribus, compuestas casi siempre por un reducido
número de individuos, vivían en pequeñas aldeas
agrícolas en las que, cuando era necesario, los
guerreros sustituían las armas por los útiles de
labranza. Debido al discreto tamaño de estas
comunidades y ante la ausencia de edificios y sepulcros
destacados -como los que habían hecho levantar los
"príncipes" de Hallstatt -, se cree que los jefes tribales
de la cultura de La Tene fueron simples caudillos al
mando de una homogénea y hermanada clase militar.
Ritos y creencias de los celtas
Los conocimientos que se tienen acerca de la religión
celta son muy escasos. Al no desarrollar la escritura,
casi todo lo que se sabe de sus ritos y creencias provie-
ne de autores grecorromanos, quienes en muchos
casos relataron con desprecio y dudosa rigurosidad las
costumbres de aquellos "bárbaros".
Los historiadores actuales, basándose en los textos
clásicos y en los restos arqueológicos hallados,
coinciden en señalar que los celtas fueron un pueblo
supersticioso que adoraba divinidades relacionadas con
las fuerzas de la naturaleza y que practicaba cere-
monias y ofrecía rituales -entre estos, brutales
sacrificios de seres humanos-. En este sentido, se han
encontrado ruinas de templos y santuarios,
especialmente en Francia, "decorados" con cráneos de
guerreros -probablemente enemigos- y apilamientos de
cadáveres.
Del poblado a la ciudad
A partir del siglo II a. c., coincidiendo con la
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
consolidación de Roma como potencia hegemónica en
el ámbito mediterráneo, la mayor parte de tribus celtas
dejaron de realizar incursiones y comenzaron a
establecerse en asentamientos permanentes de gran-
des dimensiones. Así nacieron los oppida, ciudades
fortificadas donde, además de la agricultura y la
ganadería, florecieron la producción artesanal, el
comercio y, sobre todo, la minería y la metalurgia del
hierro.
Los oppida, nacidos originalmente como baluartes
defensivos para proteger los recursos y las riquezas de
la tribu, eran comúnmente erigidos sobre colinas, cerca
de yacimientos mineros y rutas comerciales. En
algunos casos sus muros de tierra y madera, rodeados
por fosos, llegaron a cubrir grandes extensiones de
tierra, como en Bibracte, en Francia, con 130 hectáreas
de superficie, o en Manching, en el sur de Alemania,
con casi 400 hectáreas.
En este último asentamiento, además de santuarios y
de grandes residencias para la elite dirigente, se han
hallado talleres artesanales que formaban barrios es-
pecializados de curtidores, de tejedores, de herreros,
etc. El resto de la población, campesinos y pastores,
vivía en chozas de madera.
Lógicamente, el fin de las migraciones y la aparición de
las ciudades significaron importantes cambios sociales
y económicos. Cuando la guerra dejó de monopolizar la
vida de los celtas, su sociedad volvió a jerarquizarse y,
como en la época de los grandes príncipes de la Edad
del Hierro temprana, una elite aristocrática se hizo con
el poder. Estos nobles, jefes de los clanes tribales y
rodeados de los guerreros que les habían jurado
fidelidad -la llamada "clientela"-,. se encargaron de
administrar la producción y el comercio de los oppida.
En algunos sitios los nobles se convirtieron en reyes -
como en Irlanda y Gran Bretaña-; pero en otros lugares
el poder quedó repartido entre los miembros de la
aristocracia. Este último fue el caso de la Galia -la
actual Francia-, donde las tribus celtas, algunas de ellas
poseedoras de diferentes oppida, fueron gobernadas
por una oligarquía. En fases históricas muy avanzadas,
estas mismas tribus galas desarrollaron sistemas
políticos de clara influencia grecorromana: se crearon
consejos de ancianos y asambleas aristocráticas -
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senados- que delegaban en un "magistrado" el gobier-
no de la ciudad.
En el plano económico, la estabilización del mundo
celta permitió la prosperidad del comercio y el
desarrollo de relaciones más complejas. Así por
ejemplo, a partir del siglo II a. C. se generalizó el uso de
la moneda para realizar la mayor parte de intercambios;
y los oppida, a imagen de las grandes ciudades del
Mediterráneo, tuvieron sus mercados para que los
comerciantes y los aldeanos locales o extranjeros pu-
dieran vender y comprar todo tipo de productos.
En lo que a las industrias se refiere, los celtas, además
de ser grandes orfebres y maestros en la forja del
hierro, aprendieron a dominar prácticamente todas las
ramas de la artesanía. Esto permitió a muchas
ciudades dedicar parte de sus productos a la exporta-
ción y, consecuentemente, alcanzar un alto nivel de
prosperidad.
Los trabajos en cuero celtas, por ejemplo, tuvieron un
amplio prestigio entre los pueblos vecinos, es-
pecialmente en Roma. Otro tanto ocurrió con los paños
y las lanas, así como con la cerámica -que, por su
belleza, desplazó a la itálica en muchos mercados-; las
piezas de alfarería, tanto grafitadas como esmaltadas,
afluyeron a los mercados de las principales ciudades.
Gracias a su habilidad para trabajar la madera,
además, los carpinteros crearon tornos, toneles, carros
y hasta barcos de óptima factura.
Así, superada la etapa de su expansión militar, y como
consecuencia del desarrollo económico y comercial, en
el centro y norte de Europa los celtas alcanzaron un
grado de civilización en el que resultaba difícil distinguir
los dominios estrictamente célticos de aquellos que
correspondían a los pueblos comerciantes vecinos. Es-
ta riqueza, sin embargo, no quedó oculta a los ojos de
sus vecinos y, por ironías de la historia, la espléndida
civilización de los celtas desapareció en el momento en
que alcanzaba su apogeo.
La conquista romana
Los artífices del ocaso del mundo celta fueron
diferentes pueblos "bárbaros" -como los teutones, los
cimbrios y los dacios- pero, sobre todo, Roma. Desde el
saqueo de su capital a principios del siglo IV a. C., los
romanos habían considerado a los galos como
enemigos potenciales, de quienes era necesario
protegerse. Por eso, cuando en el año 236 a. C. una
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
nueva oleada invasora cruzó los Alpes, el senado
movilizó rápidamente al ejército que, tras una cruenta
batalla, puso fin a la amenaza de las hordas transal-
pinas. Como consecuencia de la guerra, los senones,
los antiguos saqueadores de Roma, fueron ex-
terminados.
En el año 225 a. C., tras repeler con éxito un nuevo
ataque de los galos -esta vez los insubres y boyas que
poblaban el valle del Po-, Roma tomó la iniciativa y, tras
una dura campaña, consiguió conquistar los dominios
celtas en Italia. La supremacía de Roma en la
península, confirmada tras la guerra con Cartago y el
definitivo sometimiento de la Galia Cisalpina -que se
había rebelado para apoyar a Aníbal-, fue el principio
del fin para la civilización celta.
Como consecuencia de la política expansionista llevada
a cabo por Roma desde el siglo II a. C., las regiones
dominadas por los oppida celtas sucumbieron una por
una ante el empuje de las legiones romanas. En el año
125 a. C., el sur de Francia fue integrado como
provincia; y entre los años 58 y 51 a. C., Julio César
conquistó el resto de la Galia. Convertida en imperio,
Roma siguió su implacable expansión a costa de los
territorios celtas, tanto en Oriente como en Occidente, y
finalmente solo algunas tribus de las islas británicas
escaparon a la dominación.
No obstante, el proceso de "romanización" fue
relativamente pacífico e incluso fácil en la mayor parte
de regiones de población gala; la oligarquía había
adoptado muchas costumbres del mundo romano ya
antes de la conquista, y por esto el cambio no supuso
una ruptura violenta. Las tradiciones, las creencias y la
lengua, además, sobrevivieron entre las clases
populares, y con el tiempo acabaron mezclándose con
las de la cultura invasora.
Así, de la fusión de los mundos céltico y latino nacieron
diferentes civilizaciones a lo largo de la geografía
europea. Solo en Irlanda, Escocia y Gales continuaron
subsistiendo durante siglos las antiguas tradiciones y el
modo de vida original de los celtas.
Los hombres sabios de la tribu
En la sociedad de los celtas tuvo especial relevancia la
figura de los druidas. Estos personajes, citados por
primera vez en la literatura clásica en el siglo II a. c.,
formaban una especie de clase intelectual en las tribus
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que, ante la inexistencia de tradición escrita, retenían
en sus mentes la experiencia y los conocimientos
colectivos. Por su sabiduría, además de dirigir los ritos
y ceremonias de la tribu, se encargaban también de
impartir justicia, de aconsejar a los gobernantes -mu-
chas veces actuando como videntes o astrólogos- y de
"defender" con magia a los habitantes del poblado. Sus
amplios conocimientos de botánica, ITuto de su
estrecha relación con la naturaleza, les permitieron,
además, crear pócimas curativas y remedios contra
todo tipo de males. Otra importante tarea de los druidas
era ser maestros y tutores de los hijos de las familias
aristocráticas de la tribu. Aquellos que demostraban
aptitudes eran formados para ser los druidas de la si-
guiente generación. Tras la conquista romana, los
druidas fueron duramente perseguidos, pues se los
consideró instigadores de revueltas y una mala in-
fluencia para la población.
Cronología
h. 450 a. C. » Comienza la cultura de la Tene y la gran
CAPITULO 6
La llegada de los indoeuropeos a la península itálica, a
principios del siglo X a. C., determinó para siempre el
destino de Europa. En el corazón del país transalpino
comenzó a gestarse una civilización que, mil años más
tarde, acabaría formando un fabuloso imperio: Roma.
La península itálica, como en el caso de Iberia, fue una
de las pocas regiones de Europa Occidental que no fue
dominada en exclusiva por la cultura celta. Los
protagonistas de la primera fase de la Edad del Hierro
en esta zona fueron otros pueblos indoeuropeos que,
coincidiendo con la gran migración que llevó a los
dorios a Grecia y a los celtas al sur de Alemania,
abandonaron sus poblados en el norte de los Balcanes
y se asentaron en los territorios sobre los que, siglos
más tarde, surgirían Etruria y Roma.
La clasificación de estas tribus es compleja, y
tradicionalmente se ha establecido siguiendo criterios
lingüísticos. Los dos grupos principales, que quedan
aglutinados bajo el nombre de itálicos, fueron los latino-
taliscos y los umbriosabelios, aunque también partici-
paron en las sucesivas oleadas migratorias otras tribus
que habitaban la región del Danubio, como los ilirios,
por ejemplo, quienes llegaron a Italia por las costas
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
migración de los celtas por Europa.
400 a. C. » Los insubrios y otras tribus vencen a los
etruscos e invaden la llanura del Po.
387 a. C. » Los celtas senones saquean Roma. Cobran
un rescate por abandonar la ciudad,
335 a. C. » Alejandro Magno sella una alianza con los
celtas.
279-275 a. C. » Tras conquistar Tesalia y saquear
Delfos, un ejército celta llega a Asia Menor y funda el
reino de Galatia.
200-191 a. C. »Roma conquista la Galia Cisalpina. Los
celtas son expulsados de Italia.
58 a. C. » Julio César comienza la conquista de la
Galia. Aprovecha el ataque de los germanos a los hel-
vecios para vencer a estos.
52-51 a. C. » Vercingetorix acaudilla una coalición de
tribus galas para hacer frente a las legiones de César.
Asediado en Alesia, se rinde al invasor. En el año 45 a.
C. es conducido a Roma y ejecutado.
LOS PUEBLOS DE LA ITALIA ARCAICA
septentrionales del Adriático y a través del mar.
Los restos arqueológicos pertenecientes a esta época -
hacia el año 1000 a. C.- demuestran que la aparición de
los indoeuropeos en Italia no se produjo debido a un
violento y masivo movimiento migratorio sino que fue un
proceso gradual en el que, poco a poco, las tribus
itálicas llegadas del norte se mezclaron con la
población nativa de las culturas del Bronce.
El resultado de las migraciones fue la aparición de
innumerables culturas del Hierro regionales que, debido
a la geografía del país, convirtieron Italia en un
intrincado laberinto de tribus, etnias y lenguas. A esta
situación, ya de por sí compleja, habría que añadir, a
partir del siglo VIII a. C., la fundación de numerosas
colonias griegas en el sur de la península y en Sicilia; y
si se acepta la tradición clásica, la llegada de los
etruscos, provenientes de Asia Menor.
Desde el siglo IX a. C. las tres culturas del Hierro
dominantes en la Italia septentrional fueron la de
Golasecca, impulsada por el pueblo no itálico de los
ligures y "hermana" de la cultura centroeuropea de
Hallstatt; la de Este, que se extendía desde el noreste
de Italia hasta Dalmacia, es decir, la región de los
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vénetos, un pueblo ilirio; y la de Villanova, localizada
principalmente entre el valle de Po y el Lacio. En los
Apeninos y en el sur de Italia, por su parte, predomina-
ron las tribus ilirias y las de origen umbrio-sabelio, que,
debido a su aislamiento, tuvieron un papel secundario.
De todas las culturas citadas, la de Villanova -que
recibe el nombre de un yacimiento arqueológico hallado
en Bolonia- se convirtió en la más importante. Evolucio-
nando a partir de una cultura del Bronce autóctona, a la
que se agregaron elementos latino-faliscos, su
existencia fue esencial para el desarrollo histórico de
Italia, puesto que, según los historiadores modernos, en
ella se encuentran las raíces de los etruscos y de los
CAPITULO 7
La originalidad de los etruscos no solo radica en el
enigma de su procedencia o en las peculiaridades de
su fascinante cultura. También reside en la fuerza de su
poder, que logró hacerse hegemónico en buena parte
de Italia entre los siglos VII y VI a. C.
El núcleo regional de los etruscos abarcaba la fértil
región de la actual Toscana y la zona montañosa
meridional hasta el río Tíber. Muy apegados a la
propiedad de la tierra, los etruscos poblaron esos
territorios hacia el año 800 a. C. y cimentaron su
prosperidad en el aprovechamiento de los recursos
agrícolas, en su dinamismo comercial y en la
explotación de los ricos yacimientos de plomo, estaño y
cobre. Con el tiempo, la isla de Elba, frente a la ciudad
costera de Populonia, se convertiría en el principal
centro productor y exportador de hierro del
Mediterráneo.
A partir de la segunda mitad del siglo VI a. C. comenzó
la expansión etrusca por la península itálica. Los
etruscos, cuya superioridad sobre otros pueblos de
Italia residía en un dominio absoluto de la metalurgia,
colonizaron el valle del Po y se hicieron con el control
de buena parte del norte de Italia. Convirtieron Felsina
(Bolonia) en un floreciente centro comercial y
extendieron su área de influencia hasta los pasos
alpinos. En el sur, la penetración etrusca alcanzó su
apogeo con la fundación de la ciudad de Roma, en el
Lacio, y la colonización de Campania, con Capua como
principal centro urbano.
Constructores de ciudades
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
latinos; la ausencia de una ruptura entre los restos
pertenecientes a los villanovianos y los propios de los
primeros etruscos y romanos así parece confirmarlo.
El rompecabezas de la Edad del Hierro en la península
itálica no se resolvería por muchos siglos más tarde,
cuando la pequeña tribu de los latinos comenzó su len-
ta pero imparable expansión por Italia. A fines del siglo
III a. C., tras casi tres siglos de pactos y conquistas,
todas las regiones y culturas transalpinas aparecerán
ya integradas en el mundo romano
LOS ETRUSCOS EN LA PENINSULA ITALICA
La fundación de las ciudades etruscas, un rasgo
esencial de la cultura de ese pueblo, junto con su ex-
trema religiosidad, obedecía a un estricto ceremonial.
Tras elegir el emplazamiento previa consulta a los
oráculos, los sacerdotes etruscos trazaban un surco
que fijaba los límites sacros y jurídicos de la ciudad
respecto de los campos circundantes. Los sacerdotes
eran también los encargados de determinar la situación
de las puertas y de las vías sagradas que conducían a
los templos de las divinidades. La muralla, con una
función eminentemente defensiva, ceñía las zonas
delimitadas por este procedimiento. Junto con los
muros, el trazado urbano se ordenaba en torno a dos
grandes calles que formaban los ejes de la ciudad: el
cardo maximo, dispuesto de norte a sur, y el cardo
decumano, orientado de este a oeste.
Parece probado que el gobierno de esas ciudades-
Estado lo ejercía un rey (lucumon, en latín) con derecho
de mando militar y atribuciones absolutas en el campo
de la justicia. La monarquía regia los destinos de una
sociedad oligárquica; las grandes familias aristocráticas
formaban con el rey la elite social, mientras que los
servidores de estos -la inmensa mayoría de la
población- vivía en un régimen de semiesclavitud.
Las relaciones entre las ciudades-Estado etruscas son
ambiguas. Parece que los lazos entre ellas eran
débiles, a pesar de sus afinidades étnicas y culturales.
Ni siquiera la alianza de las Doce Ciudades en el año
600 a. C. unificó el poder político de unas urbes que
antepusieron siempre su independencia a cualquier
proyecto federalista. Si la alianza prosperó, no fue tanto
por un repentino sentimiento de hermandad etrusca
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cuanto por una unión estratégica dirigida a impulsar
nuevas colonias y ampliar las rutas comerciales.
La pugna por el Mediterráneo
La mayoría de esas rutas comerciales pasaba por el
Mediterráneo. La tradición marítima etrusca, que se
plasma en las fluidas relaciones con Grecia y Cartago y
en las frecuentes incursiones piratas en el mar Egeo,
nos habla de una talasocracia (supremacía naval) en el
mar Tirreno, que habría estado encabezada por
ciudades como Caere, Vu1ci y Tarquinia. Con el
tiempo, la pugna por el control del espacio
mediterráneo forjo una alianza entre etruscos y Cartago
-otra potencia con aspiraciones hegemónicas- frente a
los griegos focenses, quienes pretendían fundar una
colonia comercial en Alalia, en Córcega. El conflicto se
saldó con la derrota de la escuadra griega frente a las
costas corsas en el año 540 a. C. y la expulsión de los
focenses de la isla. Los griegos se cobrarían venganza
años más tarde, cuando los intentos etruscos por
neutralizar el creciente poder de Cumas -la colonia
griega más antigua de Occidente, situada en las costas
de Campanía- fracasaron ante una poderosa flota
griega que contó con el apoyo decisivo de Siracusa. La
derrota etrusca (474 a. C), fortaleció el poder de los
griegos occidentales en el sur de Italia, bajo la férula de
los tiranos, y comprometió peligrosamente la
hegemonía de los etruscos en la península itálica.
En paralelo a su evolución política, los etruscos forjaron
un modelo cultural que, pese a la innegable
ascendencia griega, exhibió señas de identidad muy
CAPITULO 8 ROMA: DE LOS ORIGENES A LA MONARQUÍA
Al desbrozar la leyenda de la fundación de Roma los
historiadores presentan un relato más verosímil: fueron
los etruscos quienes urbanizaron la ciudad e
instauraron una monarquía que perduró hasta el
advenimiento de la república.
La leyenda de la fundación de Roma está a la altura de
su enorme significación histórica. El mito ha
embellecido las crónicas que hablan de una ciudad
creada por los etruscos en el siglo VI a. C. y que, con el
paso de los años, fue uno de los grandes focos
civilizadores de la humanidad. Pero el mito de la
fundación es también un intento de entroncar la relativa
oscuridad de los orígenes históricos de la ciudad con la
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
marcadas. La lengua es un buen ejemplo de la
singularidad etrusca. De origen no indoeuropeo, su
alfabeto se derivaba del griego y su gramática
presentaba una complejidad extraordinaria. Tal parece
que el uso de la lengua etrusca quedaba restringido a
las elites sociales, circunstancia que explicaría su casi
desaparición en beneficio del latín tras el colapso del
poder etrusco en Italia.
Con todo, los etruscos lograron transmitir a los itálicos
el alfabeto y la costumbre de sumar al nombre propio
un nombre genealógico (nomen gentilicium), además
de su cultura urbana, los ornamentos rituales y sus
propias concepciones y prácticas religiosas. Así, la
costumbre de descifrar los signos que enviaban los
dioses por el examen de las vísceras de los animales
(haurispices) fue una tradición que se perpetuó en
Roma hasta el final del paganismo.
Unos orígenes misteriosos
Los intentos por dilucidar el origen de los etruscos se
remontan a los inicios de la ciencia histórica. Según
Herodoto, una hambruna obligó a los etruscos a
abandonar Lidia, en Asia Menor, para buscar por mar
una nueva patria en Occidente. Algunos investigadores
actuales han suscrito la hipótesis del historiador griego
al subrayar las evidentes afinidades entre la religión
etrusca y determinados ritos orientales. Otras líneas de
investigación asocian la procedencia étnica de los
etruscos con la cultura de Villanova, que marcó el inicio
de la Edad del Hierro en la península itálica.
tradición de la Antigüedad, pródiga en epopeyas
sublimes.
Eneas, según la tradición, abandonó una Troya en
llamas y capturada por los griegos, y huyó hacia el
oeste, acompañado por su padre Anquises, su madre -
la diosa Venus- y su hijo Iulius, conocido también como
Ascanio. Después de un largo viaje por mar, Eneas
encontró la hospitalidad de Evandro, quien reinaba en
la colina del Palatino. Poco después el hijo de Eneas,
Iulius, partió del Palatino para fundar Alba, ciudad que
antes de la creación de Roma habría ejercido su
dominio sobre una confederación religiosa latina.
Después de él, reinaron doce reyes.
Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA”
Rómulo y Remo
El decimotercer rey, Numitor, fue destronado por su
hermano Amulio, quien hizo de su sobrina Rhea Silvia
una casta vestal. Pero de un encuentro con el dios
Marte, Rhea dio a luz dos gemelos, Rómulo y Remo.
Cuando Amulio supo del nacimiento de los dos
hermanos, ordenó que fueran abandonados en el Tiber.
Gracias a la milagrosa intervención de una loba que los
salvó y amamantó, los dos niños fueron recogidos por
unos pastores que los vieron crecer. Ya jóvenes,
Rómulo y Remo repusieron en el trono de Alba a su
abuelo Numitor, y este, en señal de gratitud, les dio
permiso para edificar una ciudad. Remo eligió el
Aventino; pero Rómulo, que al descifrar el vuelo de las
aves (auspicium) supo que él era el elegido de los
dioses, decidió fundar la ciudad en el Palatino. La tradi-
ción dice que Rómulo fundó Roma en el año 753 a. C.
Hasta aquí el somero relato de la fundación mítica de
Roma. Sin embargo, y pese a que la leyenda no ofrece
visos de verosimilitud, los descubrimientos arqueológi-
cos han confirmado que las primeras huellas de
ocupación del emplazamiento de Roma son anteriores
a la fundación histórica de la ciudad. En efecto, antes
de la llegada de los etruscos, con la llamada Roma
Quadrata había surgido en el Palatino un asentamiento
fortificado de aldeas cuyo carácter era netamente rural.
En la colina del Quirinal las excavaciones señalan
igualmente un poblamiento de sabinos sabelios, que,
con los habitantes de otras colinas aisladas, habrían
formado parte de una liga religiosa de pueblos latinos
(Septimonium), un dato que, curiosamente, cita también
la leyenda.
Sea corno fuere, el impulso decisivo para la futura
ascensión de Roma a la hegemonía provino de los
etruscos. Con posterioridad al año 600 a. C. tuvo lugar
el sinecismo urbano (creación de una comunidad
política) de los diversos poblados campesinos de las
colinas de Roma con la dirección de los etruscos.
Ciertos ensayos de datación señalan el año 575 a. C.
como techa de la fundación de la ciudad. A partir de
ese momento, el foro, que hasta entonces había ser-
vido de necrópolis, pasa a ser el centro del ciudadano.
El carácter urbano del conjunto viene señalado por una
rigurosa planificación con dos ejes ordenadores y por
las construcciones principales, entre las que se incluye
la Cloaca Máxima, concebida para el drenaje de la
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
cuenca pantanosa. Por último, se encuentran aquí la
Regia -edificios destinados a las residencias del rey y
del sumo sacerdote- y el hogar sagrado comunitario de
Vesta, con las casas de sus sacerdotisas vírgenes que
velan día y noche para que la llama no se extinga.
El modelo urbano corresponde, pues, al patrón de la
ciudad-Estado etrusca, cuyos canones también abarcan
-tal como se vía en el capítulo anterior-la forma mo-
nárquica de gobierno. En este punto la tradición se
entrevera de nuevo con la realidad histórica. Después
de Rómulo habrían reinado siete reyes, aunque solo los
tres últimos parecen históricamente verosímiles.
El primero de estos tres monarcas fue Tarquino El
Viejo, quien gobernó la ciudad desde la fortaleza del
Capitolio, al modo de los tiranos griegos. Su afán
constructivo, la introducción de los Ludi Romani -
juegos-, en cuyo contexto se inserta la construcción del
Circus Maximus, y la ampliación del senado con las
gentes minores indican que su acción de gobierno
estuvo encaminada a ganarse el favor del pueblo.
Las reformas de Servio Tulio
Su sucesor, Servio Tulio, de origen latino, terminó la
primera muralla de la ciudad que comprendía las Siete
Colinas: Aventino, Palatino, Quirinal, Viminal, Esquilino,
Celio y Capitalino. Según la tradición, el recinto amu-
rallado aprovechó los relieves naturales del terreno y la
orilla del río Tíber.
A Servio Tulio se le atribuyen reformas políticas muy
importantes. De acuerdo con el historiador romano Tito
Livio, introdujo los ordines y los gradus dignataris, una
división de clases según los impuestos, que dio carta
de naturaleza a una estructura social constitucional
basada en la distribución equitativa de las cargas socia-
les. Al mismo tiempo, el rey eliminó la antigua división
social por tribus; en lugar de los viejos ticios, rammos y
lúceres -clasificación en que el elemento decisivo era la
familia de origen- aparecieron las cuatro tribus urbanas
y varias otras rurales. La reforma sustituyó el viejo
orden curial por el de las centurias, un modelo que to-
mó como base la nueva organización militar del ejército,
impulsada también por Servio Tulio. Antes, la población
romana estaba dividida en treinta curias que, reunidas
en asamblea -los comicios curiados-, ratificaban por
aclamación las propuestas del rey.
El paréntesis reformador de Servio Tulio acabó con la
Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA”
irrupción de Tarquino El Soberbio, quien desplazó del
poder al rey latino y restauró la dinastía de los tarqui-
nos. Su despotismo unió a la aristocracia y al pueblo
con la dirección de Lucio Junio Bruto, quien acabó
expulsando de Roma a Tarquino. Según la tradición, la
causa que desencadenó el amotinamiento fue un
escándalo de orden moral: Sexto Tarquino, hijo de Tar-
quino El Soberbio, deshonró por una apuesta a la casta
Lucrecia, y ella, aterrorizada por la afrenta, se quitó la
vida. Sin embargo, las causas del fin de la monarquía
romana tuvieron como verdadero origen la
degeneración de un sistema que desafió los intereses
de una elite aristocrática partidaria de reformas políticas
y sociales, en la línea de Servio Tulio.
Los "primeros romanos"
Los primeros asentamientos en las colinas de Roma
aparecieron después del año 1000 a. C. Estas
estribaciones formaban un espacio mucho más
saludable que el hediondo curso inferior del Tiber,
entonces navegable, y que el muy transitado vado flu-
vial sobre la "Vía de la Sal", que conducía hasta el
interior del país. Quizá fuera esta razón la que impulsó
a muchos pobladores a buscar la oreada altura de las
colinas y establecer allí un sólido núcleo local. Las
excavaciones realizadas en el foro romano -construido
al pie del Capitalino y el Palatino, dos de las Siete
Colinas- descubrieron varios enterramientos de la
segunda mitad del siglo IX a. C. Unos eran
enterramientos en urnas como los de la cultura de Villa-
nava y otros, más tardíos, albergaban féretros de
madera y estaban señalados con piedras. En ambos
casos los modestos ajuares de cerámica reproducían
los enseres domésticos de los difuntos. La
simultaneidad de estas dos formas de enterramiento -
incineración y féretros- permite colegir una coexistencia
pacífica de grupos étnicos que, dada la variedad de sus
técnicas funerarias, debían de tener orígenes distintos.
La naturaleza del poder real
La monarquía romana no era hereditaria, como se
CAPITULO 9 LA REPUBLICA Y EL INICIO DE LA LUCHA DE CLASES
Los comienzos de la república romana estuvieron
marcados por el enfrentamiento entre la elite
oligárquica y la masa de la población, la plebe, que
ica concebidos por el nuevo régimen.
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
desprende de la institución del inten-egnum, cargo
creado para el tiempo que transcurriese antes de
designar al nuevo rey. Para gobernar, el monarca
necesitaba la confirmación divina que se obtenía a
través del auspicium, un ritual que, según la tradición,
ya fue practicado por Rómulo. Esta intermediación
divina justificaba, en la práctica, la plenitud de poderes
del soberano. El rey era sumo sacerdote, juez supremo
y generalísimo de los ejércitos. Es más que probable
que la figura posterior del cónsul, investido igualmente
de atribuciones extraordinarias, tuviera su origen en los
modos de gobernar de los antiguos reyes romanos. No
quedan ahí las reminiscencias del viejo poder etrusco.
Siglos después del colapso 'de la monarquía, todavía
existía en el foro la regia o casa real, y ciertas cere-
monias religiosas corrían a cargo de un rex sacrorum
(rey de los sacrificios). Igualmente, se instituyó la figura
del interrex (rey intermedio), que salvaba la etapa
comprendida entre la muerte de un cónsul y la elección
del siguiente. Tampoco es dificil atisbar aquí el influjo
del viejo interregnum monárquico.
Cronología
De la fundación a la expulsión de Tarquino El Soberbio
1000-900 a. C. » Primeros asentamientos aldeanos en
las colinas de la futura ciudad de Roma.
753 a. C. » Fundación legendaria de la ciudad por
Rómulo. Punto de partida del calendario romano: Ab
Urbe condita ("desde la fundación de la ciudad"), según
Tito Uvio.
750 – 650 a. C. » Formación de la confederación de los
pueblos latinos de las colinas (Septimonium).
619 – 509 a. C. » Monarquía etrusca. Probable
fundación histórica de la ciudad en el año 575 a. C.
Otras fuentes apuntan al año 625 a. C.
509 a. C. » Una rebelión popular encabezada por Lucio
Junio Bruto derriba a Tarquino El Soberbio y provoca su
expulsión de Roma.
quedó excluida de los mecanismos de participación
polít
Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA”
La caída de los tarquinos y el colapso de la monarquía
significaron un corte profundo en la evolución política
de Roma. La toma del poder por parte de los patricios,
las viejas familias --gens- aristocráticas de origen latino,
sabina y etrusco que habían encabezado la revolución
que derribó a Tarquino El Soberbio, trajo consigo un
nuevo régimen, la república, cuya propia etimología (res
pública, 'cosa del pueblo') ya anticipaba sus pilares
básicos: representatividad y participación política, frente
a monarquía y poder absoluto del período anterior.
Pero la república no supuso, en la práctica, el reparto
equitativo del poder. La nobleza ocupó de inmediato
todos los resortes del nuevo orden republicano y
excluyó a la plebs, la amplia masa de la población, de
la participación política en las instituciones. En esta
deriva oligárquica se encuentra el germen del largo
litigio que enfrentará a patricios y plebeyos durante dos
siglos.
Las instituciones republicanas
El nuevo régimen necesitaba nuevas instituciones para
gestionar el poder de las viejas familias. Y el reparto de
ese poder exigía, en virtud del principio de representati-
vidad de la joven república, hallar una fórmula de
equilibrio para evitar que alguna de esas gens se alza-
se con la hegemonía política. Del consenso patricio
nace la magistratura. La nueva institución es electiva y
bifronte: dos magistrados elegidos por las familias patri-
cias para un período de un año, quienes ejercen de
manera colegiada sus responsabilidades.
La magistratura, que luego registraría una notable
evolución con la inclusión de nuevos cargos (pretores,
censores, cuestores), afianzó así la capacidad ejecutiva
-por delegación- de la capa dirigente, mientras que la
deliberada interinidad del cargo y su matriz electiva,
fruto del acuerdo entre las elites, neutralizaba las posi-
bles tentaciones caudillistas en las que pudieran caer
algunos magistrados díscolos.
Junto con los magistrados -más tarde llamados
cónsules-, el senado constituyó una pieza de primer
orden en la estructura del Estado.
Nexo entre el viejo régimen monárquico y el nuevo
orden republicano, el antiguo consejo regio pasó a ser
en la república una institución que fiscalizó la acción de
gobierno de los magistrados. Convertido en cámara de
representantes de la oligarquía, pues forman parte de
ella los patres (los cabezas de las familias aristocrá-
ticas) y los ex magistrados en número de 300
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
miembros, el senado veló para que las decisiones
tomadas por el poder ejecutivo no colisionaran con los
intereses del estrato dirigente.
Desigualdad jurídica
La difícil coyuntura exterior a la que debió enfrentarse la
joven república tendría una incidencia capital en su
posterior evolución política. Y solo es posible calibrar la
importancia de esas urgencias exteriores si se
comparan con las enormes repercusiones que tuvieron
en el plano interno.
A principios del siglo V a. C. Roma ejerció su
supremacía en el Lacio, pero su poder estuvo aún lejos
de ser hegemónico. Los intentos de los pueblos latinos
por liberarse de ese dominio desembocaron en una
sublevación encabezada por el caudillo latino Túsculo.
Aunque la lucha se resolvió del lado romano, el tratado
de paz, suscrito en Roma en tablillas de bronce y
conocido como foedus Cassianum, reconoció a los
latinos como ciudadanos con el mismo rango. Otra
consecuencia importante del tratado fue la plena
integración de Roma en la Liga Latina.
Latinos y romanos apenas tuvieron tiempo para digerir
su alianza. Ecuos, auruncos y volscos integraban un
frente de tribus itálicas que, junto con las ciudades
Estado etruscas, constituían una amenaza para Roma.
Con el fin de asegurar las fronteras, la Liga Latina
organizó expediciones militares y fundó colonias
comunes que frenaron la presión itálica. Pese a los
éxitos militares, la "amenaza mortal" sobre Roma
subsistió en el imaginario colectivo: de la leyenda del
traidor Coriolano avanzando sobre la ciudad a la ca-
beza de los feroces volscos, hasta el conflicto real con
la ciudad etrusca de Veyes.
Esta situación impuso el despliegue de todas las
fuerzas militares, lo que provocó una sangría humana y
económica continua. Nada tiene de extraño, por tanto,
que la población de Roma, excluida del poder político,
se preguntara por la razón que la obligaba a hacer
frente a todas aquellas cargas. Sin bien las exigencias
derivadas de este clima bélico eran un factor importante
de ese malestar, existían causas más profundas que
tenían su origen en la desigualdad jurídica y política
que padecía la clase plebeya.
Desde el punto de vista del derecho civil. la plebs
Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA”
romana era libre; pero jurídicamente sus componentes
no eran ciudadanos. Originariamente, el plebeyo era
más bien un cliens (cliente) que dependía de una gens
(familia noble) y, al carecer de capacidad jurídica, en un
juicio tenia que hacerse representar por su patronus
(protector). También la población rural pertenecía a la
clientela, pues los nobles tenían posesiones en el
campo.
La diplomacia de la joven republica
La política exterior romana sufrió un claro retroceso en
los inicios de la república. El derrocamiento de la
monarquía significó la abrupta suspensión de las
relaciones con las ciudades etruscas. Por otro lado,
Cartago, la gran potencia del Mediterráneo en aquellos
momentos, disuadió a Roma de cualquier inclinación
expansionista. La buena voluntad de ambas partes se
plasmó en un acuerdo diplomático del que se tienen
noticias gracias al historiador Polibio. Ese acuerdo
respetó el statu qua al ratificar las respectivas zonas de
influencia: Cartago, la mayor parte de la costa
mediterránea; Roma, el dominio sobre el Lacio y el
control sobre el mar Tirreno.
La recluta forzosa en función de la nueva táctica militar
de la falange, que exigía el concurso de grandes
contingentes de población, despertará definitivamente
la conciencia de clase entre los plebeyos. En realidad
no se trata de discutir a la aristocracia su función diri-
gente, sino de decidir conjuntamente los asuntos
políticos y de equipararse con ella en el plano del
derecho privado. Todo esto interesa en primer término
a las familias plebeyas económicamente pudientes -las
c1assis-, aunque para la mayoría de la población la as-
piración más urgente era suprimir la esclavitud por
deudas.
Un Estado paralelo
La cerrada actitud de los patricios ante esas demandas
condujo a los plebeyos a la creación de una or-
ganización política, paralela e ilegal. con el objeto de
hacer efectivas sus reivindicaciones. Mediante un
juramento de fidelidad (lex sacrata), la plebs se
comprometió a ayudarse recíprocamente y a obedecer
a los funcionarios por ella misma elegidos, a los que,
contando con el apoyo de los jefes militares, se nombró
tribuni plebis (tribunos del pueblo).
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
La pugna entre la plebe y la oligarquía patricia alcanzó
en esta primera etapa su máxima intensidad cuando los
plebeyos de Roma abandonaron en masa la ciudad, se
instalaron en el monte Aventino y amenazaron con
fundar una comunidad independiente si sus demandas
no eran escuchadas. El hecho, conocido como secessia
plebis in montem sacrum, forzó el reconocimiento de
los tribunas por parte de la capa dirigente patricia. Para
protegerlos de posibles represalias por parte del
Estado, que podía proceder judicialmente contra ellos
con la acusación de agitadores, el pueblo hizo uso de
un recurso mágico-religioso, una lex-Sacrata, que
declaró a los tribunas santos e intangibles (sacrasanc-
titas). Alguien que no respetase a una persona tan
sagrada perdería automáticamente la ciudadanía y
quedaría al margen de la ley. De este modo, quedaba
establecido el derecho de resistencia contra el Estado.
Más tarde la plebs amplió su "cobertura" jurídica con la
concesión del ius auxiliandi (derecho de ayuda que el
tribuna debía prestar al plebeyo) y con el ius
intercedendi (el tribuna podía recurrir las medidas
dictadas por los magistrados si estas eran consideradas
injustas por la plebe).
Años después del conato de secesión del Aventino
surgió una nueva institución plebeya, la asamblea
popular o concilium plebis, en la que se adoptaban
acuerdos de carácter plebiscitario, aunque sin validez
jurídica a ojos de la legalidad republicana. La com-
posición de estas asambleas, que presidía un
magistrado plebeyo, buscaba frenar la influencia de las
familias. Para ello, clasificaron los distritos por tribus -
criterio territorial y no por curias (criterio en función del
nivel de renta o patrimonio).
El carácter social y populista del tribunado del pueblo
se reflejó también en sus intervenciones políticas. A
diferencia de los magistrados patricios, los tribunas -
inicialmente cuatro y luego diez- no vestían traje de
ceremonia ni portaban emblemas. Durante las sesiones
del senado, los tribunas se sentaban en un banco
situado a la entrada de la curia. Si se adoptaban
medidas que pudiesen lesionar los intereses de los
plebeyos, uno de ellos pronunciaba su veto (“lo
prohíbo”) en la sala. Aunque su protesta no tenía va-
lidez jurídica, el tumulto que se producía obligaba en
muchas ocasiones a interrumpir las sesiones.
La tenaz lucha por convertir este veto usurpado en un
Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA”
derecho con validez jurídica ejemplifica el largo y
tortuoso camino que hubo de recorrer la plebe para
equiparar sus derechos con los de la aristocracia. No
fue sino hasta mediados del siglo V a. C. que los ple-
beyos consiguieron horadar el monopolio patricio del
Estado, cuando se comisionó a un grupo de diez
hombres sabios para codificar el derecho vigente y
hacerla accesible a toda la población.
Cronología
499 a. C. » Roma vence a los latinos en el lago Regilo.
494 a. C. » Secesión del monte Aventino. Conato de
fundación de una nueva ciudad por parte de la plebe.
CAPITULO 10 LAS CONQUISTAS GRADUALES DE LA CLASE PLEBEYA
LAS CONQUISTAS GRADUALES DE LA CLASE
PLEBEYA
El camino emprendido por la plebe hacia su plena
equiparación política y jurídica con el patriciado conoció
dos éxitos esenciales con la codificación del derecho
romano y el acceso de los tribunas militares al poder
consular.
La plebe romana, a mediados del siglo V a. C.,
proseguía la lucha por la igualdad política y jurídica con
el patriciado. Las exigencias plebeyas abogaban por la
clarificación del ámbito del derecho y su participación
en la política romana, a la vez que mantenían las
aspiraciones del reparto de tierras del ager romanus
(tierras del Estado) y la abolición del nexum para
acabar con la esclavitud por deudas.
Por último, se encargó a un grupo de diez hombres, los
decenviros, encabezados por el patricio Apio Claudio, la
codificación del derecho vigente para hacerla extensivo
a todos los miembros de la comunidad. La redacción de
la llamada Ley de las Doce Tablas se hizo sobre la
base del viejo derecho consuetudinario y el
conocimiento de los esquemas griegos.
Aparición del derecho escrito
La consignación escrita de las Doce Tablas supuso una
irrupción profunda en los privilegios de la nobleza. Se
trataba, en esencia, de la fijación escrita del derecho vi-
gente, cuyo conocimiento había estado reservado
tradicionalmente a los sacerdotes patricios. Las Doce
Tablas, además de desvincular la jurisprudencia de la
férula sacerdotal, inauguraron la tradición jurídica
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
Creación del tribunado.
493 a. C. » Roma se integra en la Liga Latina con el
pacto foedus Cassianum. Los pueblos itálicos
amenazan la integridad de la liga.
486 a. C. » Serrata del patriciado. Reacción oligárquica
ante los intentos reformadores de las "nuevas"
instituciones plebeyas.
471 a. C. » Creación de la asamblea popular plebeya.
Aprobación de plebiscitos sin validez jurídica.
462-451 a. C. » Decenio de intensas protestas plebeyas
que desembocan en el decenvirato.
romana que proporcionaba a cada ciudadano
certidumbre y seguridad jurídica, mediante las
respuestas (responsa) de un letrado (iuris consulti).
Constituyeron la fuente de todo el derecho, público y
privado (fans omnis publid privatique iuris) y su
compilación alcanzó al derecho privado, al penal y al
procesal y logró una amplia equiparación punitiva de los
diferentes estamentos. Aunque muchas de sus
prescripciones recogían aún las antiguas y rudas
formas de autodefensa, venganza privada y represalia,
en las Doce Tablas se aprecian los primeros rasgos de
una humanización de la justicia basada en la
indemnización y la reparación de daños.
En cuanto al contenido, cada una de las Doce Tablas
resumía una sección: derecho procesal, derecho
judicial, derecho sobre deudas, derecho familiar (patria
potestas), derecho hereditario, derecho contractual,
derecho de propiedad y de límites (excepcionalmente
importante en una sociedad campesina), derecho de
autodetensa y penal, prescripciones culturales y
apéndices.
El efecto esclarecedor y revolucionario de la publicación
de estas leyes se puso de manifiesto con el problema
que planteaba el connubium -la prohibición de contraer
matrimonios mixtos entre patricios y plebeyos-, una
prescripción de claras resonancias arcaicas que estaba
recogida en la Tabla . Esta ley, que significaba una
flagrante discriminación en un momento en que
progresaba la equiparación jurídica de la vida
ciudadana, acabó por ser abolida.
Colegio con Visión Universitaria “ALBORADA”
Es evidente que la consignación escrita del derecho
marcó un hito en la sociedad romana de la época, solo
comparable al impacto que tuvo en el orden político la
organización del ejército en centurias, tributaria de la
reforma que había sido impulsada siglos antes por el
reformismo del rey Servio Tulio.
En cuanto a los comitia centuriata -articulada en
centurias o grupos de cien hombres, como en la
guerra-, la asamblea del ejército romano se convirtió en
una instancia política con poder decisorio, que se
pronunciaba sobre la paz y la guerra y sobre el nombra-
miento de los magistrados supremos (funcionarios). De
todas formas, la influencia del patriciado seguía siendo
muy acusada, ya que el modo en que se articulaban
estas comitia centuriata o comicios centuriados tendía a
asegurar su control sobre las decisiones que se
adoptaban.
Las asambleas del ejército, reunidas en el Campo de
Marte, estaban formadas por ciudadanos, censados
cada cinco años, repartidos en cinco clases censales -
según su riqueza y la ubicación que ocupaban en el
combate- y 193 centurias. La primera clase, a la que
pertenecían 18 centurias de a caballo y 80 centurias de
infantería, estaba compuesta por las gentes adineradas
y era la que votaba primero. Al ser la centuria la unidad
de voto y no los individuos que la formaban, se podía
lograr una mayoría inicial -establecida en 97 centurias-
que hacía innecesario el concurso de las cuatro
restantes. De hecho. en muy pocas ocasiones las
decisiones debatidas requirieron la votación del
conjunto de las centurias. Años más tarde, Cicerón
explicaría con claridad los fines perseguidos con este
proceder por el partido del senado: "Se llevó a cabo la
división en cinco clases de tal modo que, a la hora de
votar, la decisión dependiera no de la masa popular,
sino de las clases acomodadas".
La aparición de la figura del censor como nueva
institución de la magistratura tuvo una importancia
determinante en los comicios centuriados. Fue el
resultado de una maniobra del patriciado para
monopolizar el censo, es decir, el registro de todos los
ciudadanos y sus propiedades, y su asignación a las
correspondientes centurias político-militares.
El universo familiar romano
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
La gran familia aristocrática, llamada gens, era el
elemento fundamental de la sociedad romana. La
suprema autoridad de la familia estaba representada
por el padre, el pater familias, quien tenía funciones
sacerdotales y jurisdicción sobre la vida y la muerte de
los miembros de la misma. Los hijos casados adultos
seguían formando parte del grupo familiar, al que se
sumaban la esposa y los hijos. A veces la gens llegaba
a reunir a más de cien personas, aunque solo el padre
disponía del patrimonio familiar. También formaban par-
te de la familia los criados. los esclavos y los labradores
originarios de las aldeas en las que las familias nobles
tenían sus propiedades. Estos últimos mantenían con el
patronus una relación de tipo moral. de fidelidad
recíproca que se traducía en el respaldo económico y
legal del patrono, y la adhesión y el apoyo político por
parte del cliens. La disciplina doméstica se fun-
damentaba en principios como la humildad, la
veneración. la obediencia, el respeto y la pureza,
normas que constituyeron a su vez, la base de la
disciplina militar. A pesar del rigor y la severidad, la vida
familiar romana se caracterizó por la pietas (afecto) y el
cariño.
Mitología y religión oficial
La religión romana combinó los ritos privados
domésticos Can el culto a las grandes divinidades
estatales. Los dioses romanos no tuvieron formas
antropomórficas sino hasta la asimilación de la cultura
religiosa helenística, ni vivían ni actuaban como los
hombres. Los romanos se sentían unidos a estos
dioses por lazos de píetas, que implicaban obligaciones
para ambas partes según el principio de do ut des "te
doy para que tú me des": sacrificios y ritos a cambio de
protección. Roma asumió sin complejos los ritos de los
etruscos, como el ceremonial adivinatorio del
auspícíum, y las divinidades que eran objeto de culto en
otros países. Casi todos los dioses griegos tuvieron su
réplica en la mitología romana. Zeus, por ejemplo, el
"dios de dioses", se transformó en Júpiter; la diosa del
amor, Afrodita, fue Venus en la mitología romana;
mientras que Ares, dios griego de la guerra, tomó el
nombre de Marte. Una de las grandes fiestas del
calendario romano fueron las saturnales, en honor de
Saturno, dios de la agricultura. Teman lugar en
diciembre, y en los siete días que duraban, los esclavos
quedaban exentos de trabajar los campos.
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Tribunos con poder consular
Pese a que su funcionamiento obedecía a un orden
dominado por las elites, los comicios centuriados se
convirtieron en las más importantes asambleas del
pueblo en detrimento de los antiguos comitia curiata, un
sistema basado en la vieja estructura tribal gentilicia,
que aseguraba el dominio de los patricios sobre las
treinta curias en que se dividía el pueblo romano. La
gran masa rural, representada en calidad de clientela
por sus respectivos patronos, estaba condenada a una
vida apolítica.
La creciente influencia que adquirieron los plebeyos
pudientes, la classis, en los cómicios centuriados, fue
objeto de concesiones por parte de los patricios,
quienes aceptaron la supresión del connubium -siempre
que las hijas patricias se casaran con plebeyos ricos y
toleraron la institución de los tribunas militares con
poder consular, quienes podían ser elegidos
indistintamente por patricios y plebeyos. Esta irrupción
de la plebe -o, mejor, de su elite- en una de las altas
magistraturas del Estado se debió a dos factores deci-
sivos. El primero de ellos fue el enriquecimiento y la
afirmación social de una serie de familias plebeyas,
cuyos intereses coinciden con los del patriciado. El
segundo, y sin duda el más importante, la cada vez
CAPITULO 11
La delicada coyuntura interna alimentó las inclinaciones
expansionistas de Roma. Tras domeñar a su ex aliados
latinos, vencer a los samnitas y hacerse con el control
de la Magna Grecia, la ciudad del Lacio dominó Italia.
Como quedó dicho en páginas anteriores, la firma del
foedus Cassianum garantizó a Roma el apoyo de los
pueblos latinos frente a la amenaza itálica, que se
materializó en una alianza defensiva -la Liga Latina y en
la fundación de colonias comunes en las fronteras del
Lacio (Norba, Pometia y Setia), a modo de cinturón
sanitario.
Resuelto al menos momentáneamente el peligro que
representaban las tribus latinas, con la toma de Veyes
Roma dio un paso más en su indisimulada política
expansionista. La odiada ciudad etrusca, situada en
una meseta sobre el Tíber, mantenía con Roma un
viejo litigio por el control de las salinas y la Vía Salaria,
nudo comercial y de comunicaciones de extrema
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
mayor aportación que hicieron estas familias a la elite
centurial del ejército romano que, cabe record arlo, se
basaba en la fortuna de sus miembros.
Con ser este un logro extraordinario, la plena
equiparación política, es decir, el acceso sin restric-
ciones a la magistratura del Esta do, continuaba siendo
coto vedado para el estamento plebeyo. Persistía,
pues, el conflicto entre clases.
Cronología
451.450 a. C. » Compilación de las leyes recogidas en
la Ley de las . Doce Tablas por los decenviros.
449 a. C. » Las leyes Horacíae Valeríae legitiman la
provocatíon ad poulum (capacidad de apelar a los
comicios contra las decisiones de un magistrado).
447 a. C. » Los cuestores se convierten en
administradores de la hacienda pública.
445 a. C. » Aprobación de la Lex Canuleia, que
anulaba la prohibición de los matrimonios mixtos.
444 a. C. » Primeros tribunas militares con poder
consular.
443 a. C. » Aparición de la figura del censor, quien
adscribe a los ciudadanos a las centurias en función de
su patrimonio. Más tarde supervisará también la moral
pública.
LA EXPANSIÓN DE ROMA
importancia. Con la anexión de Veyes, conquistada por
el general romano Camilo después de un larguísimo
asedio, Roma duplicó el ager romanus -tierras del Esta-
do- que pasó a tener 1.500 Km 2 . Esta ampliación
territorial mitigó en parte la falta de tierras cultivables
que padecía la población romana, inmersa en el
conflicto por la igualación jurídica con la oligarquía
patricia y exhausta por las campañas militares que
marcaron los inicios de la joven república.
La invasión de los galos
La conquista de Veyes hizo de Roma la mayor ciudad
del Lacio y la convirtió en la gran potencia de la Italia
central. La victoria, además de su fuerte carga
simbólica, apaciguó la exaltada atmósfera que se
respiraba en el interior de la ciudad. Pero, justamente
en el momento de su triunfo, Roma hubo de hacer
frente a una catástrofe que hizo peligrar su superviven-
cia: la invasión de los galos.
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En el curso de su expansión, los celtas, a quienes los
romanos llamaron galos, alcanzaron Italia hacia el año
400 a. C. y se apoderaron de la llanura del Po. De las
tribus celtas que invadieron Italia, las más importantes
fueron las de los insubrios, cenómanos, boios y
senones. Los primeros arrebataron a los etruscos
Melpum, al este de Milán, mientras que los senones
cruzaron el Po y se hicieron con la región que se
extendía hasta la costa adriática tras feroces combates
contra umbros y etruscoso Desde su sólida retaguardia,
entre Liguria y Venecia, los galos organizaron sus
expediciones de saqueo contra la Italia meridional.
Estas incursiones llevaron a los senones, guiados por el
caudillo Brenno, a las puertas de Roma. La ciudad
despachó un ejército para detener a los galos, pero fue
aniquilado en el arroyo de Alia. Luego, las hordas de
Brenno entraron a sangre y fuego en Roma. Los de-
fensores del Capitolio, los únicos que resistieron a los
galos, contemplaron aterrorizados la estampa de una
ciudad incendiada y abandonada al pillaje.
Los galos, más interesados en el botín que en sojuzgar
a la urbe, acabaron retirándose; pero la humillación
gravitó sobre Roma y sus habitantes. El día de la
derrota, el 18 de julio del año 387 a. C., pasó al
calendario religioso romano como díes ater (día negro).
Roma divide y vence
El prestigio de Roma como primera potencia de la Liga
Latina sufrió un duro revés con la invasión celta. Los
aliados expresaron su malestar por la orgullosa
prepotencia de Roma, mientras que las tribus itálicas,
animadas por el éxito galo, renovaron su ímpetu
belicoso contra la liga. Consciente de que la
supervivencia de la liga era vital para hacer frente a la
amenaza de los itálicos, Roma hizo nuevas con-
cesiones a los latinos, autorizándolos a contraer
matrimonios y a comerciar con sus ciudadanos. La
iniciativa dio sus frutos. Con ayuda de los latinos, Roma
rechazó las incursiones itálicas, conquistó la región de
los volscos y el sur de Etruria, y se hizo con el control
absoluto del Tíber.
El botín territorial disparó de nuevo las protestas de los
socios latinos, quienes reclamaban un reparto más
igualitario de las conquistas. La intransigencia romana,
que desoyó las legítimas demandas de sus aliados,
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
desencadenó una guerra civil que duró tres años y se
saldó con la disolución de la liga y la anexión del Lacio
por Roma. Para dificultar de antemano cualquier
tentativa de forjar otra coalición antírromana, la nueva
potencia hegemónica del Lacio otorgó distinto trato a
los vencidos, para fomentar entre ellos diferencias
irreconciliables. La hábil estrategía romana dio carta de
naturaleza a la máxima del "divide y vencerás" ( divide
et vinces). Además, en las regiones conquistadas se
instalaron colonos romanos que conservaron
plenamente sus derechos de ciudadanía. Disuelta la
liga Latina y puestos bajo su dominio los pueblos
itálicos en su mayoria, las belicosas tribus samnitas
constituían el último obstáculo que impedía a Roma
hacerse con el control absoluto de la península itálica.
Diversos rangos de ciudadanía
El dominio romano de la península itálica configuró una
suerte de federación militar en la que Roma fijó
diversos tipos de relaciones con los vencidos, que iban
desde una confederación de carácter laxo hasta la total
inserción en el Estado romano. Esto dio lugar a
distintos estatutos de ciudadanía. En principio, la plena
ciudadanía romana solo podía ejercerse en la ciudad de
Roma. Las colonias de ciudadanos romanos repartidas
en distintos puntos de Italia disfrutaban de una
autonomía comunal, pero sin derecho a voto (civítates
sine sufragío). Durante todo el siglo II0 a. C. esta
restricción desapareció y los habitantes de esas
comunidades o municipía pasaron a ser ciudadanos
romanos de pleno derecho. Otro grupo estaba formado
por los ciudadanos con derechos restringidos, los
antiguos pueblos de la liga Latina, quienes disfrutaban
de los privilegios de matrimonio (connubíum) y de
comercio (ius commmercíum). Por último, los itálicos
eran pueblos federados ligados a Roma en virtud de
alianzas de diversa índole. No se les reconocían los
privilegios jurídicos de que gozaban los ciudadanos
romanos y, parcialmente, los aliados latinos.
Las Guerras Samnitas
Las apetencias de los samnitas sobre las fértiles
llanuras de Campania colisionaron con los intereses de
Capua, aliada de Roma, y dieron lugar a la Primera
Guerra Samnita. La intervención de los romanos
expulsó a los samnitas de Campania y, de paso, les
permitió consolidar una sólida cabeza de puente en la
región.
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La segunda guerra estalló por un conflicto en la ciudad
griega de Nápoles entre un grupo asco y otro
prorromano. Roma firmó con estos últimos un pacto
que motivó el enfrentamiento con los samnitas,
partidarios de la otra facción por afinidades étnicas. Fue
una guerra larga, en la que las victorias y las derrotas
se sucedieron por ambas partes -uno de sus episodios
más célebres fue la oprobiosa derrota del ejército
romano en las Horcas Caudinas- y en la que fueron
moneda corriente los cambios de bando y la interven-
ción de nuevos aliados. La guerra se extendió desde la
vertiente mediterránea hasta las riberas del Adriático,
ya su conclusión Roma respetó la integridad de los
dominios territoriales samnitas. Como contrapartida,
afianzó su influencia en toda la península itálica con
nuevas alianzas, al tiempo que erigió un amenazador
cerco de colonias alrededor de Samnio, la principal
ciudad samnita.
El último acto de las Guerras Samnitas tuvo como
protagonistas a samnitas y lucanos, quienes, apoyados
por tribus galas, se rebelaron contra Roma y su
intervención en Lucania. La victoria romana confirmó
definitivamente su hegemonía sobre la península itálica.
Roma fundó colonias en territorio galo y samnita;
convirtió Venusia y Luceria en colonias y sometió los
últimos focos de resistencia etrusca y sabina. Ya solo
quedaba por conquistar el extremo sur de Italia, las
ciudades griegas del golfo de Tarento y de la costa
meridional tirrena.
Estos movimientos no habían pasado desapercibidos a
Tarento, quien veía en la fundación de colonias
romanas en las costas adriáticas una seria amenaza
para sus intereses. La violación de un tratado por el que
las naves romanas no podían pasar del cabo Lacinio
rompió la paz entre Roma y Tarento, la colonia griega
más importante del sur de Italia.
El conflicto derivó en guerra generalizada. Los
samnitas, que no habían digerido aún su derrota ante
Roma, se unieron a los tarentinos. Estos solicitaron
también el auxilio de Pirro, rey del Epiro, investido con
plenos poderes en la guerra contra los romanos. El
improvisado general ganó como aliados a algunas
tribus itálicas, samnitas y brutias, y obtuvo, con la
ayuda de sus elefantes, una gran victoria sobre el
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
ejército romano en Siris. Sin embargo, en su marcha
sobre Roma Pirro no encontró ningún aliado en el La-
cio. La delicada situación romana se vio aliviada por la
intervención de Cartago en la contienda, en
cumplimiento de los pactos firmados con Roma en los
años 343 y 298 a. C. Pirro, que en ese momento tenía
parte de sus fuerzas en Sicilia, donde los griegos
habían solicitado su ayuda frente al acoso cartaginés,
cayó derrotado. Tras la guerra, Roma se anexionó las
posesiones tarentinas, dominó Italia y se convirtió en
una gran potencia mediterránea.
Pirro
[h. 318-272 a. C. ]
Monarca del pequeño reino griego del Epiro, fue uno de
los grandes estrategas de su tiempo. Tras fracasar en
su intento de convertirse en rey de Macedonia, Pirro
volcó su interés en las ciudades griegas de la Magna
Grecia. Obtuvo varias victorias sobre los romanos, pero
la mayoría de ellas se fraguaron a costa de la muerte
de muchísimos de Sus soldados, hasta el punto de no
confiar ya en ganar la guerra. De ahí procede la
expresión popular "victorias pírricas".
Derecho, religión y guerra
La guerra ocupaba en Roma un lugar importante en el
curso normal de la vida ciudadana y estaba sometida a
reglas religiosas y jurídicas. Los sacerdotes purificaban
las armas, caballos y trompetas... Antes de una cam-
paña se pronunciaban los vota, sacrificios y juegos a
los que tendrían derecho los dioses en caso de victoria;
contra el enemigo se recitaba el devotio; y para
atraerse a sus dioses, la evocatio. Era también una
formalidad jurídica presidida por Fides, la diosa de la
buena fe. La guerra debía ser justa y haber sido decla-
rada según ciertas reglas de derecho internacional.
Para evitar la destrucción, los vencidos se entregaban a
la buena fe de los romanos con el deditio in fidem
(entrega sin condiciones).
Fases de avance romano en Italia
493 a. C. Firma del foedus Cassianum. Roma entra en
la Liga latina en igualdad de derechos. Frente común
contra lositálicos.
396 a.C. Toma de la ciudad estrusca de Veyes por los
romanos. Hegemonía sobre la Italia central.
387 a. C. Los galos incendian Roma. Pago de un fuerte
rescate. Se tambalea la hegemonía romana en el Lacio
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e Italia central.
343 - 341 a. C. » Primera Guerra Samnita. Roma ayuda
a los campanos frente a las samnitas en virtud de un
pacto anterior.
340 – 338 a.C. Guerra contra los aliados latinos. Roma
disuelve la liga y se anexiona el Lacio. Se aplica el lema
"divide y vencerás".
326 – 304 a. C. Victoria de Roma en la Segunda Guerra
CAPITULO 12 LA VISTORIA DE LA PLEBE Y EL NUEVO ESTADO
La consecución de la igualdad política y jurídica a
principios del siglo III a. C. acabó con el conflicto entre
patricios y plebeyos, pero el igualitarismo democrático
inicial fue perdiendo fuelle en beneficio de la nueva
clase oligárquica, la nobilitas.
Las guerras de la república acentuaron la pobreza de la
plebe agraria en el siglo IV a. C. Mientras tanto, la
classis plebeya, a pesar de los logros obtenidos durante
el decenvirato, insistía en eliminar las cortapisas que le
impedían su pleno acceso a la magistratura. Con la
aprobación de las leyes Liciniae Sextiae, que resumían
las reivindicaciones más ansiadas del conjunto de la
plebe, la lucha de clases en Roma tomó un giro
decisivo. Estas leyes hicieron posible la plena
participación de la elite plebeya en la magistratura y
recogieron las demandas revolucionarias sobre la
cuestión de las deudas y el reparto del ager romanus,
las tierras propiedad del Estado. Durante diez años, de
manera reiterada, habían sido propuestas para su
aprobación en el senado por los tribunas de la plebe
Cayo Licinio y Lucio Sextio, de quienes tomaron el
nombre.
Leyes revolucionarias
La primera de las leyes Liciniae Sextiae fijaba en 125
hectáreas la extensión máxima de terreno que podía
concederse a un individuo en el reparto de las regiones
conquistadas manu militari. La ley consagraba en la
práctica la transferencia de esas tierras a los oficiales
del ejército, que en aquella época ya contaba con una
numerosa presencia de plebeyos acomodados. Pero
para que la nueva aristocracia plebeya afianzara su
estatus en la elite romana era imprescindible asegurar
la paz social. Y esa fue la causa que empujó a la
classis a impulsar una colonización agraria progresiva a
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
Samnita. La vía Apia une Roma con Capua. He-
gemonía romana en Campania.
298 – 290 a. C. Tercera Guerra Samníta. Roma
prosigue su expansión. Expulsión de los galos, rendi-
ción de los sabinos y los etruscos.
265 a. C. Gracias a su victoria en Tarento, Roma
domina Italia desde norte de los Apenínos hasta el sur.
fin de ofrecer tierras a los campesinos.
La segunda de las Liciniae Sextiae abrió el camino del
reembolso a plazos de las deudas contraídas por los
campesinos. Solo fue la primera de una serie de leyes
que culminaron en el año 326 a. C. con la Lex Poetelia-
Papiria, que abolió definitivamente el nexum y puso fin
a la esclavitud por deudas.
Por último, la tercera de estas leyes tenía carácter
constitucional y sancionaba que uno de los dos
consulados de la magistratura fuera ocupado siempre
por un plebeyo sin posibilidad de ser sustituido por un
cónsul de origen patricio, tal como fijaba la precaria re-
forma anterior de los tribunas militares con poder
consular.
El muro entre patricios y plebeyos quedaba
definitivamente roto. La paridad política en el consulado
hizo innecesarios los monopolios patricios en otras
instituciones de la magistratura, que se fueron abriendo,
una tras otra, a la incorporación del estamento plebeyo;
los ediles curules, en el año 366 a. c.; la dictadura y la
censura, en los años 356 y 351 a. C.; los pretores, en el
año 337 a. C. Los últimos en admitir la participación
plebeya fueron los colegios sacerdotales de pontífices y
augures. En el año 300 a. C. las puertas sagradas de
esas instituciones se abrieron a los juristas laicos y
plebeyos.
Es indudable el carácter reformista de las leyes Liciniae
Sextiae, pero su entrada en vigor no supuso un cambio
radical, ni mucho fmenos revolucionario, en la condición
de la mayoría de la masa plebeya campesina. Lo que sí
consolidaron las Liciniae Sextiae fue un sistema jurídico
acorde con los intereses de una nueva aristocracia, la
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nobilitas, integrada por patricios y plebeyos. Lo que
importaba ahora era el grado de poder y riqueza de las
familias y no el origen de las mismas.
Pese a ello, sería injusto no reconocer que muchos de
los avances jurídico-políticos que se dieron luego
partieron de los núcleos más progresistas de esas
familias: Apio Claudio es un buen ejemplo. Desde su
cargo de censor en la magistratura, contribu-. yó con
sus reformas a la democratización de la justicia
romana. A través de su secretario, el edil liberto Cneo
Flavio, publicó las fórmulas del derechos civil ( legis ac-
tiones} y los días hábiles para celebrar juicios (el
llamado ius Flavianum), con lo que facilitó al ciudadano
común el acceso al complejo sistema jurídico romano
para la defensa de sus intereses.
Con todo, la piedra angular en la evolución hacia una
res publica libre fue la promulgación de dos leyes
fundamentales. La Lex Valería (aprobada después de la
Segunda Guerra Samnita) concedió validez general al
ius provocationis, esto es, al derecho de un ciudadano
a apelar al pueblo cuando un magistrado intervenía
contra su vida o sus bienes. Hasta ese momento los
tribunas de la plebe habían obtenido ese derecho por
procedimientos radicales, aunque solo tenía valor intra
pomeríum, es decir, en la ciudad; en las campañas mi-
litares seguía en vigor la ley marcial. La Lex Valeria
puede considerarse como la Carta Magna del derecho
de ciudadanía romana.
Otra ley decisiva fue la Lex Hortensia, aprobada tras los
disturbios habidos al término de la Tercera Guerra
Samnita, que otorgaba a los plebiscitos de la plebs la
misma fuerza de ley que a las resoluciones generales
adoptadas en los comicios. Este resultado significaba la
victoria de la plebe y el fin de la lucha de clases.
Sin embargo, la Lex Hortensia se presta a una lectura
mucho más matizada, que rebaja notablemente su
fuerte reformismo inicial. Su aplicación exigía que todas
las iniciativas de la plebs revolucionaria estuvieran
sujetas al "interés común". Esto quería decir que, en
adelante, la legislación del Estado romano habría de
producirse casi exclusivamente a través del plebiscito,
en cuyas votaciones intervenían decisivamente los
tribunas del pueblo. Dada la trascendencia que
alcanzaron estos cargos, la nobílítas desplegó toda su
Crece Con Nosotros
1° Año de Secundaria
influencia para cooptarlos políticamente. Por ejemplo, la
intervención de un solo tribuna del pueblo que se
inclinara por el partido del senado, podía desautorizar
cualquier iniciativa plebiscitaria. De ahí que, a
instancias de la nobílitas, se ampliase la jurisdicción de
los tribunas, y que su poder de veto se convirtiese en la
verdadera clave del control sobre el Estado de la nueva
oligarquía patricio-plebeya.
La carrera política
El de cónsul era el cargo político de mayor prestigio al
que podía aspirar todo nobíle. Con el tiempo fueron
apareciendo una serie de normas que formaron el
cursus honornm o carrera de cargos, que había que
recorrer para alcanzar tan alta dignidad. Este cursus
honorum se reguló en el año 180 a. C. con la lex Villia
Annais, para evitar que algunos personajes se aprove-
charan de sus éxitos políticos en el exterior para
convertirse en soberanos únicos.
Según esta ley, solo se podía ser cuestor a los 31 años
(tras haber cumplido el servicio militar que duraba hasta
los 27 años), edil a los 37, pretor a los 40 y cónsul a los
43. Los plazos intermedios debían guardarse
estrictamente y no se podía ser dos veces cónsul. Ade-
más existía en todo momento el control de los colegas,
pues todos los cargos estaban ocupados al menos por
dos funcionarios, y una reclamación invalidaba
cualquier disposición. A pesar de esta desconfianza, las
circunstancias obligaron una y otra vez a quebrantar las
normas relativas a la carrera política. Mario, por
ejemplo, fue siete veces cónsul, cinco de ellas
consecutivas.
El carácter más formal que real del contenido
democrático de las reformas se aprecia en la progresiva
instrumentalización de los resortes del Estado por parte
de la nobilitas. Además del control de los plebiscitos y
del sesgo elitista de la carrera política, la nueva
oligarquía controló los mecanismos de participación po-
pular. Si bien el pueblo elegía a los funcionarios, los
partidos de la aristocracia dominaban las elecciones,
dado su control sobre los clientes, que se reclutaban
cada vez más de la gran masa del proletariado urbano.
Para fiscalizar las decisiones populares, se prohibió
celebrar los comicios y concilios de la plebe en días de
mercado. Así se privaba de toda actividad política a los
ciudadanos que se desplazaban a la ciudad solo en
esos días.
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religiosas.
El papel de las asambleas
Las asambleas (comitía) fueron la tercera institución Cronología
más importante de la república, pues a través de ellas 367 a. C. La aprobación de las leyes Liciniae Sextiae
se encauzaba la participación popular; si bien los permite el acceso de los plebeyos al consulado y la
resultados estaban siempre controlados por el senado o aparición de la nobilitas.
la clase pudiente, debido a los sistemas de contabiliza- 366 a. C. La magistratura se hace más compleja;
ción del voto. Dos fueron heredadas del pasado, las aparecen los pretores y los ediles curules.
comitía curiata y las comitía centuriata, y otras dos 318 a. C. Lex Ovinia: los censores elaboran la lista para
fueron creaciones republicanas, las concilia plebis (que la composición del senado cada cinco años.
solo representaban al estamento plebeyo) y las comitía 304 a. C. El liberto Cneo Flavio da publicidad a las
tributa (fruto de la reforma que agrupó por tribus a la fórmulas del derecho civil (legis actiones).
ciudadanía, sin distinción de estamento). Las comitia 300 a. C. Aprobación de la Lex Va/eria sobre la
centuriata y tributa eran las más importantes, ya que provocatio ad populum, y de la Lex Ogulnia, que abre
elegían a los magistrados o declaraban guerras. los colegios sacerdotales a la plebe.
287 a. C. Aprobación de la Lex Hortensia, que otorga
Una sociedad más compleja fuerza de ley a los plebiscitos. Acaba oficialmente la
La sociedad romana se hizo más compleja cuando se lucha de clases.
rompió la dicotomía patricios-plebeyos. Junto con la
nobilitas, se afianzaron otras clases. Los grupos
mercantiles se reforzaron conforme avanzaban las
conquistas hasta terminar formando, en el siglo II a. c.,
el orden ecuestre, de gran influencia económica y
política. El campesinado englobaba desde el latifundista
hasta el jornalero agrícola. La tranquilidad que aportó la
expansión territorial hizo de los campesinos el máximo
puntal del orden establecido. En la plebe urbana hay
que destacar al grupo de libertas, quienes seguían
ligados a sus antiguos amos por lazos de clientela. Por
último, los esclavos: desde que la Lex Poetelia - Papiria
suprimió la esclavitud por deudas, estos eran sobre
todo prisioneros de guerra.

La magistratura y sus funcionarios

Además de la doble figura del consulado, la
magistratura de la república incluía varios cargos
funcionariales que asumían responsabilidades diversas.
Pretores. Sus atribuciones correspondían a la
administración de justicia. Su rango era inmediatamente
inferior al de los cónsules.
Ediles. Cuidaban las obras públicas, el alcantarillado,
las calles y el tráfico. También organizaban los juegos
populares.
Cuestores. Administraban las finanzas públicas y
cuidaban de los archivos del Estado, guardados en el
templo de Saturno.
Sacerdotes. Dirigían el culto a los dioses del Estado y
se ocupaban de organizar los ritos y las celebraciones
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