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Clase de 5ºA
Linda miró a Wil con cara de preocupación. Los dos bajaron con miedo. Wil
sin pensar en su propia vida saltó apuntando hacia los dos lados, solo con el batir
de su chaqueta. Algo se asustó e hizo caer cuatro botellas de vino, los dos
subieron las escaleras de nuevo, cerraron la puerta con pestillo y empezaron a
poner muebles delante de la puerta y dieron un suspiro. Sonó el teléfono, Wil lo
cogió, pasaron diez minutos y fue cuando colgó y dijo:
Inglaterra, año 2011,1 de diciembre. Era una noche muy fría, la niebla
rozaba la acera, en la calle Park nº 37, estaba la cárcel de mayor seguridad, con
más de 2000 presos. El encargado era Miguel “el temeroso”, era rubio, ojos azules,
musculoso, tenía tatuajes por todo el cuerpo y era muy listo. Un día Miguel se fue
un momento a su casa para ver a su mujer, Andrea, era regordeta y feilla, además
de marimandona, y lo más raro, tenía bigote.
-Hola Andrea, ¿qué tal? -dijo Miguel.
-Muy bien, ¿ y tú? -contestó con mal humor.
-Yo también estoy bien.
-¿Has traído el pan? -le preguntó la mujer.
-“Ups”, no, lo he olvidado -dijo con voz muy aguda.
-¿Cómo?, ¿No has traído el pan? - gritó Andrea.
Miguel se fue rápidamente a la prisión. Al día siguiente, no se olvidó de
comprar pan y zumo, y cuando regresó a la cárcel…¡paf! Todos los prisioneros se
escaparon, Miguel se volvió loco, se mordía las uñas. Cogió el teléfono, llamó al
detective John, de New York, E.U. y sus ayudantes de España.
-Empresa del detective John.
-¡Hola clara! Os necesito enseguida a ti y John.
-¿Que ha pasado? -dijo Clara gritando.
-Se han escapado todos los prisioneros.
-Estoy ahí en cinco minutos. Avisaré a John.
-¡Si estás en New York!
Unos niños de doce años estaban jugando al fútbol en el patio del instituto
cuando uno de los niños chutó muy fuerte y el balón salió fuera del campo. De
repente, pareció ¡como si hubiese atravesado la pared! Se acercaron al sitio y
vieron que la puerta del sótano estaba abierta. Entonces la empujaron
cuidadosamente y sin que la directora los viera, entraron. El sótano estaba oscuro,
había humo y olía raro, de pronto algo se movió entre las sombras de los
escombros y escucharon una voz.
Un hombre con barba negra, con una camiseta vieja, unos pantalones
sucios y rotos les dijo con un acento raro:
-¿Querrrrrreis probarrrrrrr de mi cachimba? -mientras se acercaba con la
pelota en una mano y la cachimba en otra.
Ellos se lo negaron con la cabeza, con los ojos muy abiertos e incapaces de
hablar del susto que tenían. Después cogieron el balón y se fueron corriendo, sin
atreverse a mirar atrás.
Al día siguiente se pusieron a hablar de que les había parecido simpático y
en el recreo hicieron como que se les volvía a caer el balón y fueron por él. Luego
de ir en busca de la pelota, encontraron al hombre y se pasaron con él hablando
como una media hora sin darse cuenta de que había sonado el timbre del final
del recreo. El hombre los tenía entusiasmados contándoles las historias que le
habían pasado en Rusia. Ya no escuchaban los ruidos de los niños gritando en el
patio (porque hacia mucho que había sonado el timbre) y se fueron para la clase.
El profesor les preguntó dónde habían estado y ellos le dijeron que se habían
quedado encerrados en el baño.
Noelia era una niña muy divertida, fiel, alta y guapa. Tenía 11 años, le
encantaban las aventuras y tenía un perro llamado Yaqui, que era muy cariñoso y
muy juguetón. Noelia tenía un hermano que se llamaba Ignacio, era muy
cabezota pero muy buena persona y también le encantaban las aventuras. Tenía
trece años. Su padre se llamaba Manuel. Tenía cuarenta y cuatro años, era muy
inteligente y se dedicaba a la agricultura. Le gustaba mucho hacer excursiones y
dormir en camping. Vivían en una casa chiquitita, era de color marrón, estaba
hecha de madera y era muy acogedora.
Un día estaban en la “chiquitita” (que así le llamaban a su casa). Ya eran las
ocho en punto y el padre de Noelia siempre venía a esa hora, ni un minuto más
ni un minuto menos. Ignacio y Noelia esperaron hasta las nueve en punto y su
padre todavía no había llegado. Ellos empezaron a preocuparse. Noelia le dijo a
su hermano:
-Ignacio me estoy empezando a preocupar, vamos a coger las mochilas y
las tiendas de campaña y vamos al bosque a buscar a papa, y Yaqui que se vaya
a buscarlo por la ciudad.
Y así fue, cogieron las mochilas y las tiendas de campaña y Yaqui su perro
se fue a buscar al padre. Pasaron tres horas seguidas caminando y no habían
encontrado nada todavía, Noelia le dijo a su hermano:
-Ignacio no puedo más vamos a parar y vamos a ir a esa cueva de allí que
tiene sombra.
Ignacio cogió a su hermana en brazos. Noelia cogió su mochila y sacó una
botella de agua cuando escuchó un ruido. Se puso de pie y empezó a andar y
llegó hasta una extraña roca que era dorada y resbaladiza, detrás de la roca había
En New York, en el año 2012 (el año en el que acababa el mundo), un niño
llamado Freki lleno de pecas, con 12 años y con ilusión por el fútbol que jugaba
en un equipo llamado los Red Socks (los calcetines rojos). Él era el portero.
Iban los últimos en liga hasta que vino un nuevo jugador, de repente
apareció un niño lleno de vendas y muy musculoso con pasión por el fútbol:
¡Momia! Momia les llevó hasta la cima de la liga, sólo quedaba la final, y faltaban
tres días para la grandiosa final, entonces Momia recibió una carta que decía:
“Querido huerfanito”:
Soy el que ha secuestrado a tus padres y como me gusta verte sufrir, despídete
de ese tal Freki.
Firmado: el Diamante Rojo
Hola amigos, soy Gabriel, tengo diez años, siempre llevo a mi perro Delta
conmigo a todas partes. Tengo gafas, mi comida preferida son los espaguetis, mi
deporte favorito es el fútbol. Estoy en una casa pasando el verano con mis padres.
Me gusta la casa porque tiene jardín, un patio muy grande, una piscina y está en
Ribadesella (Asturias).
Cuando íbamos a Asturias me levantaba a las 06:00 de la mañana.
Cogíamos el coche. Mi perro siempre se pone encima de mí y la mayoría de
veces me mareo y paramos en la gasolinera para repostar y desayunar.
Mi primo Rafa vive cerca de aquí, es alto tiene la misma edad que yo, le veo
solo en verano, tiene el pelo largo y le gustan mucho los macarrones con tomate.
Cerca de aquí hay una casa muy antigua y abandonada. Dicen los vecinos
que hubo un fantasma y por eso la abandonaron. Mi primo y yo fuimos a visitarla
aunque nos daba un poco de miedo porque nos contaron que se oían ruidos
extraños y se veían luces que se movían lentamente detrás de los cristales. Pero
de todas maneras fuimos.
-¡Ya hemos llegado!
-La puerta está cerrada ¿cómo entramos?
-No sé.
-Vamos a dar una vuelta a la casa por si hay una ventana abierta.
-Vale.
Dimos unas vueltas a la casa por si hay una ventana rota para poder entrar
pero no había ninguna ventana.
Hola, me llamo Julio Verne, hace poco que empecé a escribir este libro, os
contaré todo lo que pasó.
Era una mañana en Nantes, donde vivía un tal Julio Verne, escritor, no muy
alto, veinticinco años, pelirrojo y en forma. Pero era un escritor sin aventuras que
escribir, es decir, estaba ansioso por vivir una de ellas.
Un día oyó hablar de una isla perdida, que salía cada cinco años y se
hundía cada diez. Uno de esos días fue al puerto de Marsella, en el mar
Mediterráneo. Esperaba a su amigo Bob, un pescador, para cogerle prestado su
barco.
Por cierto se me olvidó deciros que la isla se llamaba “La Atlántida”. Bueno
a lo que íbamos, Bob llegó. Era un hombre no muy alto, con un solo ojo,
corpulento, de unos sesenta años, pelo negro con canas y piel curtida por el sol y
la sal; y tuvieron esa aburrida conversación de cuando quieres que te presten
algo:
-Hola Bob, ¿cómo estás?
-Bien gracias.
-¿Has pescado algo?
-¡Qué va!
-He venido a pedirte prestado el barco de pesca.
Bob, algo contrariado, dijo que sí, pero que lo cuidara, porque la última vez
que se lo prestó, lo dejó hecho un desastre. Bob le preguntó que cuándo saldría
con el barco, y Julio le contestó:
Hace muchos años una familia se fue de viaje. Nicolás, el hijo mayor, tenía
10 años y le encantaba buscar tesoros. La familia se fue de viaje a primera hora
de la mañana. A la madre, Ivana, le encantaba viajar a diferentes partes del
mundo. Después de haber hecho todo el viaje, tras bajar del avión, se dieron
cuenta de que se habían equivocado de billetes y se dieron un gran susto. El
padre, Lucas, el hombre al que tanto le gustaba hablar dijo:
-Entonces, ¿dónde estamos?
-Estamos en una isla -dijo la hija pequeña, Lucía, a quien tanto le gustaba
jugar.
Lucía tenía 8 años, era bajita y tímida.
-¿Qué tal si buscamos un refugio? -dijo la madre.
Mientras todos se fueron a buscar un refugio, Nicolás fue a buscar y
encontró un tesoro.
-¡He encontrado un tesoro! -dijo gritando.
Cuando se enteraron que Nicolás había encontrado un tesoro, fueron
corriendo a buscarlo.
-¿Qué pasa? -dijo el padre, a quien además de gustarle hablar, era muy
alto, tenía el pelo castaño y unos preciosos ojos azules.
-¡He encontrado un tesoro! -gritó Nicolás; un niño simpático, alto y por
supuesto buscador de tesoros.
Al poco apareció un hombre bajito y feo que dijo:
-Soy Pedro, vengo a llevarme el tesoro.
A lo que respondió Ivana, la madre competitiva, bajita y alegre:
Los dos corrieron a toda prisa y consiguieron llegar a la casa de Big Smoke.
“Toc, toc, toc”. Los dos llamaron a la puerta.
Los chicos no sabían quién era. Intentaron abrir la puerta, pero no se abrió.
Los dos amigos no pararon de gritar y seguían intentando abrir la puerta. El
encapuchado reconoció sus voces y les dijo:
A lo lejos vieron a Rubén con un bate de beisball, y con una cara bastante
amenazadora. Se acercó y les dijo:
El Amazonas.
Nicolás, Alex, Marco y Uyi llegaron al Amazonas, ese lugar era húmedo y
poco conveniente y era muy triste, olía a animales muertos.
La vuelta.
Los niños salen del Amazonas y se dirigen a New York para rencontrarse
con un amigo que puede ayudarlos. Al llegar a casa de su amigo Henry, les
preguntó el nombre y Nicolás descaradamente le dijo: ¡abre! Henry lo reconoció y
lo dejó entrar.
-Qué pasa -dijo Henry.
-Venimos a pedir ayuda -dijo Alex.
-De qué tipo -dijo Henry.
-Porque nuestro archienemigo -dijo Uyi.
Y Henry le interrumpió: -Jesús ha vuelto ¿No?
-Si , ha vuelto.
-Creía que lo mandaste al inframundo.
-Y yo también amigo Henry -dijo Marco.
-¿Qué hacemos? -pregunto Alex.
-Hay que idear un plan.
Al principio del año 1946, una pareja se dividió. Mila, la chica, tenía veintidós
años, tenía el pelo castaño y unos grandes ojos verdes que conquistarían a
cualquier persona y, con muchas posibilidades de triunfar en la vida. Mila,
siempre llevaba encima un colgante muy especial que le regaló su madre y que
venía de generación en generación.
Max, el chico, que también tenía veintidós años, tenía los ojos azules y una
sonrisa que conquistaba a todas las chicas de allí. Era leñador y tenía un buen
futuro en su vida.
Mila y Max, para avisarse de algo siempre se tocaban la ceja y eso les decía
que algo pasaba o que tenían que irse de algún lado a otro.
Fue en Berlín, cuando la ciudad se dividió en dos; Mila vivía en la parte oriental y,
Max, en la occidental. Mila, tenía un admirador secreto, que mataría a toda la
ciudad solo para enamorarla. Este era al mismo tiempo el aliado de Mainfhurer y
vivía con él en su palacio. Él se llamaba Lukas; era un joven inglés con demasiada
maldad en su mente y que nunca nada le salía mal; todo menos su amor hacia
Mila.
En aquellos tiempos Berlín era una ciudad de más de cien mil habitantes,
gente honrada y muy trabajadora y, hasta entonces, una ciudad muy alegre.
Ahora las cosas habían cambiado, tanto por el muro que había separado a las
familias y amigos, como por lo de Mainfhurer, el sobrino de Hitler que gobernaba
el país.
Un día, Mila salió a hacer la compra, pero algo pasaba, había algo raro. Al
Había una vez, hace tiempo, cuatro niños que eran muy amigos. Álvaro, el
más bajito, llevaba siempre ropa normal, era listo y poco atrevido; Sami, de
mediana estatura, era deportista, llevaba siempre chándal y era muy atrevida;
Jake, era un chico rápido y Ayla, la más fuerte. Los dos últimos eran los más
grandes, llevaban ropa como de chulitos y atrevidos. Todos tenían diez años,
odiaban Educación Física (E.F.), preferían Artística, Lengua… Un día el profesor de
E.F. dijo:
-El catorce de marzo, tendréis un reto muy impresionante y sobre todo
difícil, así que ¡preparaos! Debéis estar aquí a las 17:00 h.
-Profe -dijo Álvaro-, en parejas, ¿no?
-Sí, porque si no, no vais a sobr…
El profesor se quedó callado con cara de ocultar algo.
-¿Sobrevivir? –dijo Jake.
-¿Pasa algo profe? –dijo Sami intrigada.
-No solo…. Nada. Y yo ¡no he dicho sobrevivir!
-Vale te creemos –dijo Ayla.
Jake estaba impaciente, quería que llegase ese día, en cambio Ayla no,
porque decía que corría muy poco. Álvaro se puso un poco nervioso y Sami
quería arrasar a todos. Los días fueron pasando hasta que llegó el catorce de
marzo. Habían entrenado mucho para no suspender. Pasaron las horas, vino el
profe y dijo:
-¡A ver!, tendréis que ir por el castillo encantado y el cementerio
En el año 1969, unos niños vivían tranquilos con sus padres. Todo era muy
bonito. Un día se fueron muy temprano al colegio. Cuando iban a salir, un hombre
llamado Miguel (el secretario de asuntos sociales) les dijo a Andrea, Celia y
Cristian, que sus padres habían muerto.
Andrea era la segunda más mayor, era una chica lista, tenía el pelo marrón,
su ropa era como la de los niños. Celia era pequeña, muy graciosa y muy
juguetona. Cristian era el mayor (tenía 18 años ), el guapo y el fuerte. Los tres se
montaron en el coche de Miguel, que los llevó a su casa para que vieran cómo
quedó después del incendio.
Cuando llegaron, vieron que su casa estaba destruida. De la pena se fueron
otra vez al coche y por el camino se encontraron un perrito y se lo quedaron.
Entre los dos mayores decidieron el nombre:
-Se llamará Lleic.
Se metieron en el coche y Miguel los llevó con su nuevo tutor. Llegaron a su
nueva casa y les pareció extraña. Miguel llamó a la puerta y abrió Ramón. Parecía
un loco pero se tenían que quedar con él. Entraron en la casa y el tío Ramón les
dio la habitación más guarra, además comía habichuelas y a todos les daban
asco.
Por la tarde, Ramón le dijo a los niños:
-¿Vamos a dar una vuelta?
-Sí tito Ramón -contestaron ellos.
Los llevó a una tienda al lado de una vía de tren. Ramón había aparcado en
la vía y dejado a los niños dentro del coche. Los niños no sabían como salir y
Un día Espika, Carly, Jake y Mali iban a dar una vuelta por su ciudad. Espika
era la líder del grupo, o sea la más popular. Una chica muy guapa con el pelo de
color rubio y unos ojos de color verde botella. Tenía trece años y siempre llevaba
encima una llave que le dio su abuelo. Era una chica amable y le encantaban los
animales, pero lo más curioso es que podía hablar con ellos. Ese era su mayor
secreto. Sus mejores amigos eran Carly, Jake y Mali.
Cuando estaban andando por la ciudad se encontraron con un viejo y este
les dijo:
-No os acerquéis al bosque porque está encantado.
Los chicos salieron corriendo porque ese hombre nunca mentía. Pasaron
unos minutos, se perdieron por la ciudad y se toparon con un bosque. Jake, Mali y
Espika convencieron a Carly de que entrase en el bosque porque Carly era la más
joven del grupo, tenía doce años y por eso era la más miedica. Su pelo era de
color negro, con ojos marrones y también era guapa. Siempre llevaba una
pulsera.
Al final entraron en el bosque y Espika pensó: “Debo decirles mi secreto”.
Finalmente se lo reveló y todos se rieron de ella menos Jake porque la quería.
Siguieron andando y se encontraron con un zorro que le dijo a Espika, que el
bosque se llamaba “El Bosque Perdido”, que estaba encantado por la bruja más
malvada del mundo y que ellos tenían que derrotarla para salvar a los animales y
a los elfos.
-¿Por qué nosotros? -le preguntó Mali dándose cuenta que él también
entendía su lenguaje.
Caro y Diego tenían la misma edad, diez años. Jorge tenía doce años y Ana
nueve, aunque parecía tener más edad. Vivían en un orfanato. Se querían portar
bien pero de todas maneras nadie los quería adoptar, entonces, con la rabia
(como todo el mundo), se enfadaban y se portaban mal. Siempre les pegaban a
los demás y cosas así, pero una vez a Diego se le ocurrió una idea:
-¿¡Por qué no nos escapamos!?
Todos a coro dijeron: -¡Si,vale!
Por la noche fueron hacia la salida pero estaban los guardias y no podían
salir.
Corrieron y corrieron hasta que llegaron a un bosque donde había una casa
que estaba abandonada. Entraron y como no tenían casa se quedaron a vivir.
Todo iba bien hasta que la casa se despertó. Caro sabía que pasaba algo pero no
sabía el qué .
-Oye, ¿no creéis que pasa algo? -preguntó Caro.
-Sí, yo también lo creo -dijo Jorge.
Ana pensaba lo mismo. A Diego le estaba pasando algo, se giraron porque
se había abierto la puerta. Cuando volvieron a mirar, Diego ya no estaba, había
desaparecido. Caro, Ana y Jorge tenían miedo porque habían visto una sombra
que no era la de Diego.
Buscaron en el sótano donde vieron un cadáver y su espíritu sentado en él.
Jorge se hecho para atrás. Caro era valiente y le preguntó:
-¿Dónde está mi primo?
El espíritu estaba llorando. Ana era muy sentimental y fue a consolarla pero
el fantasma que estaba entre rejas se levantó y le dio a una palanca. Los tres
niños se fueron por una trampilla donde veían a su primo llorando y el fantasma
en un triciclo. El fantasma cunando los vio se acercó a ellos, y les dijo:
-No quiero haceros daño, solo quiero que os vayáis de mi casa .
Caro le preguntó: -¿Por qué no quieres que estemos aquí?
-Porque un día cuando yo estaba viva y era periodista, me desahuciaron
porque creían que estaba loca y pensaban que no podía llevar una casa. Pasó un
tiempo y me llevaron a un hospital y me pincharon con algo que me mató.
Caro le dijo al fantasma:
-Nosotros nos vamos si tú nos devuelves a Diego.
El fantasma, alegre, les devolvió a Diego pero les dijo:
-No le digáis a nadie que aquí hay un fantasma.
Corría el año 2000, una chica paulistana llamada Miyami (más conocida
como Yami) planeaba un viaje para reencontrarse con unos viejos amigos de su
infancia, que no veía desde hacía unos veinte años, año arriba, año abajo. Era
joven, estaba cerca de cumplir los treinta y dos años; esbelta, con un elegante
pelo castaño y ojos marrones como la miel. No se puede decir que fuese pobre,
más bien era rica; pero, claro a ella no le gustaba presumir de su dinero, era
honrada y simpática. Yami estaba nerviosa por el viaje por dos cosas: una, porque
quería volver a ver a sus antiguos amigos y dos, porque era un viaje muy
peligroso, ya que tenía que atravesar la selva volando en un pequeño avión
pilotado por un piloto sin licencia.
Pasaron dos meses y llegó el día. Yami temblando, respiró, agarró su
maleta y dijo:
-Si no vuelvo, que mis pertenencias se las queden los más necesitados.
Hizo prometer a los allí presentes tal cosa. Y cedieron. Subió al avión,
agarró su colgante de la suerte, que se lo dio su difunta madre, y se sentó en un
polvoriento asiento al que le chirriaban los muelles al sentarse. Yami alzó la voz y
dijo:
-¿Y los cinturones?
-Los arrancaron cuando transporté a unos viejos amigos del siquiátrico
-respondió el piloto con una grave y ronca voz.
Yami, asustada, se agarró e intento relajarse. Despertó exaltada por las
turbulencias. Su corazón empezó a acelerarse, respiraba rápido, el piloto le dijo