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María Cegarra Salcedo en Desvarío y fórmulas

Hidrocarburos que dais la vida: Sabed, que se puede morir


Aunque sigáis
Reaccionando; porque no tenéis risa ni aliento, ni mirada, ni
Voz. Solo cadenas.

La química lo afirma; pero se engaña. No existe la saturación

He sido
una sencilla profesora de química.
En una ciudad luminosa del sureste.
Después de las clases contemplaba el ancho mar.
Los dilatados, infinitos horizontes.
Y los torpedos grises de guerras dormidas.
He quemado mis largas horas en la lumbre
de símbolos y fórmulas. Junto a crisoles
de arcilla al rojo vivo hasta encontrar la plata.
No he descubierto nada.
No tengo ningún premio.
A Congresos no asistí.
Medallas y diplomas
nunca me fueron dados.
Minúscula sapiencia para tan grandes sueños.
Pequeñez agobiante para inquietudes tantas.
Y rebelde ha surgido, como agua en desierto,
el manantial jugoso, intenso, apasionado,
-dulce herencia entrañable- que tiene la riqueza
de llenar de poesía tan honda desolación.
Materia oscura y energía oscura
Poema de Alicia Ostriker dedicado a la astrofísica Vera Rubin.

Mi marido dice que la materia oscura es una realidad


no solo una teoría inventada por computadoras adolescentes
puede probar que existe y está en todas partes
formando halos invisibles alrededor de todo
y de alguna manera debido a la gravedad
sosteniendo todo libremente unido
la forma en que un niño quiere escapar de sus padres
y no quiere … ¿qué es eso?
no sabemos lo que es pero sabemos que es real
la forma afectuosa en que nuestros padres y madres
siguieron con furia órbitas fijas alrededor
uno del otro como ratones en una pista
la manera en que cada átomo humano y cada átomo
corre a través del espacio envuelto en su invisible
halo, esta gran sombra, es la oscura materia oscura
amor, mientras que las galaxias
en la riqueza de sus feroces burbujas protectoras
se miran una a la otra
incapaz de cesar
orgullosamente
retrocediendo.
Traducción de Berta García Faet

CEREMONIA

Me dejaron de gustar las alcachofas cuando dejé de comer

mantequilla. El hinojo

nunca me gustó.

Una cosa que siempre he odiado

de ti: odio que te niegues

a invitar gente a casa. Flaubert

tenía más amigos y Flaubert

era un ermitaño.

Flaubert estaba loco: vivía

con su madre.

Vivir contigo es como vivir

en un internado:

pollo los lunes, pescado los martes.

Tengo muy buenos amigos.

Tengo amigos

ermitaños.

 
¿Por qué lo llamas rigidez?

¿No puedes llamarlo gusto

por la ceremonia? ¿O es que tu hambre de belleza

se satisface completamente con tu propia persona?

Otra cosa: dime otra persona

que no tenga muebles.

Comemos pescado los martes

porque los martes son frescos. Si supiera conducir

comeríamos pescado también otros días.

Si estás tan desesperado por encontrar

precedentes, prueba con

Stevens. Stevens

nunca viajaba; eso no significa

que no conociera el placer.

El placer, puede, pero no

la alegría. Cuando prepares alcachofas,

hazlas para ti.

 
EL DESEO

¿Te acuerdas de cuando pediste un deseo?

Yo pido muchos deseos.

Cuando te mentí

sobre lo de la mariposa. Siempre me pregunté

qué pediste.

¿Qué crees que pedí yo?

No sé. Que volvería,

que al final de alguna manera estaríamos juntos.

Pedí lo que siempre pido.

Pedí otro poema.

EL DILEMA DE TELÉMACO

Nunca me decido

sobre qué poner

en la tumba de mis padres. Sé

lo que él quiere: él quiere

amado, lo que ciertamente resulta


muy exacto, sobre todo

si contamos a todas esas

mujeres. Pero

eso dejaría a mi madre

en la intemperie. Ella me dice

que en realidad no le importa

lo más mínimo; ella prefiere

ser descrita

por sus logros. No tendría yo mucho

tacto si les recordara

que uno

no honra a sus muertos

perpetuando sus vanidades, sus

auto-proyecciones.

Mi propio criterio me recomienda

exactitud sin

palabrería; son

mis padres y, en consecuencia,

los visualizo juntos,

a veces me inclino por

marido y mujer, a veces por

fuerzas contrarias.

 
PARÁBOLA DE LA BESTIA

El gato circula por la cocina

con el pájaro muerto,

su nueva posesión.

Alguien debería debatir sobre

ética con el gato, mientras investiga

el asunto ese del pájaro cojo:

en esta casa

no experimentamos

la voluntad así.

Dile eso al animal,

sus dientes ya hincados

en la carne de otro animal.

PUERTO DEPORTIVO

Mi corazón era un muro de piedra

que tú de todas formas traspasaste.

Mi corazón era un jardín isleño

a punto de ser pisoteado por ti.


 

Tú no querías mi corazón;

tú ibas de camino a mi cuerpo.

Nada de eso fue mi culpa.

Lo eras todo para mí,

no sólo belleza y dinero.

Cuando hacíamos el amor

el gato se iba a otro cuarto.

Entonces me olvidaste.

No en vano

las piedras

se estremecían alrededor del jardín enmurallado:

no hay nada allí ahora

excepto ese salvajismo que la gente llama naturaleza,

el caos que se hace con todo.

Me llevaste a un lugar

donde llegué a ver la maldad en mi carácter

y me dejaste ahí.
 

El gato abandonado

gimotea en el dormitorio vacío.

De Meadowland (1996)

PARÁBOLA DE LOS CISNES

En un pequeño lago fuera

de los mapas del mundo, vivían

dos cisnes. Como cisnes que eran,

pasaban el ochenta por cierto de su día estudiándose

a sí mismos en las aguas atentas y

el veinte por cierto cuidando el uno del

otro. Por lo tanto,

su fama como amantes proviene

principalmente de su narcisismo, lo que deja

muy poco tiempo libre

para ir de crucero. Pero

el destino tenía otros planes: después de diez años, se toparon

con agua enfangada; fuera lo que fuera esa inmundicia, se adhirió

al plumaje del macho, que instantáneamente mutó

a gris; a la vez,

el verdadero propósito del flexible diseño

de su cuello quedó al descubierto. ¡Tanta


actividad en el modesto lago, tanto

que se había perdido! Más tarde o más temprano durante

toda una vida juntos, todas las parejas se enfrentan

con alguna emergencia de este estilo, con algún

drama que acaba

haciendo daño a alguien. Esto

pasa por algo: para poner a prueba

el amor y para exigir

que vuelva a definirse con palabras complicadas.

Así que salió a la luz que el macho y la hembra

tenían ideas diferentes: mientras

el macho creía que el amor

era eso que uno siente en el corazón,

la hembra creía

que el amor era eso que uno hace. Pero esta no es

una historieta sobre la corrupción inherente

del macho, usando como prueba la sórdida definición

de pureza que tenía el cisne. Es

una historia de astucia e inocencia. Durante diez años

la hembra estudió al macho; se entretenía mirando

cómo dormía o cómo era absorbido por el agua

convenientemente,

mientras que el espontáneo macho actuaba


de manera más informal, viviendo

el momento. En el fango

discutieron un rato, bajo la luz del atardecer,

hasta que la discusión se hizo

lentamente más y más abstracta, y se convirtió

en parte de su canción

después de un tiempo.

De Praderas, traducción de Andrés Catalán

Mañana lluviosa

No amas el mundo.

Si amaras el mundo habría

imágenes en tus poemas.

John ama el mundo. Tiene

un lema: no juzgues

si no quieres ser juzgado. No

discutas este punto

con la teoría de que no es posible

amar lo que uno renuncia

a comprender: renunciar

 
al discurso no significa

suprimir la percepción.

Fíjate en John, fuera en el mundo,

corriendo incluso en un día miserable

como hoy. Que

elijas no mojarte se parece a la patética

preferencia del gato por cazar aves muertas: completamente

consistente con tus dóciles temas espirituales,

el otoño, la pérdida, la oscuridad, etc.

Todos podemos escribir sobre el sufrimiento

con los ojos cerrados. Deberías mostrarle a la gente

algo más de ti misma; mostrarles tu clandestina

pasión por la carne roja.

 La terquedad de Penélope

Un pájaro llega a la ventana. Es un error

considerarlos solamente

pájaros, muy a menudo son

mensajeros. Por eso, una vez

se precipitan sobre el alfeizar, se quedan

perfectamente quietos, para burlarse


de la paciencia, alzando la cabeza para cantar

pobrecita, pobrecita, un aviso

de cuatro notas, para volar luego

del alfeizar al olivar como una nube oscura.

¿Pero quién enviaría a una criatura tan liviana

a juzgar mi vida? Tengo ideas profundas

y mi memoria es larga; ¿por qué iba a envidiar esa libertad

cuando tengo humanidad? Aquellos

que tienen el corazón más diminuto son dueños

de la mayor libertad.

 La mariposa

Mira, una mariposa. ¿Pediste un deseo?

              Uno no pide deseos a las mariposas.

Tú hazlo. ¿Pediste uno?

              Sí.

Pues no cuenta.
Vesiones de Sandra Toro
Parousia

Amor de mi vida, estás


perdido y yo
soy joven otra vez.

Pasan unos años.


El aire se llena
de una música de chicas;
en el patio de enfrente
el manzano está
salpicado de azahares.

Trato de recuperarte,
ese es el propósito
de la escritura.
Pero te fuiste para siempre,
como en las novelas rusas, diciendo
unas pocas palabras que no me acuerdo.

Qué frondoso es el mundo,


qué lleno está de cosas que no me pertenecen–

Miro los azahares que se hacen añicos,


ya no rosados
sino viejos, viejos, de un blanco amarillento–
los pétalos parecen
flotar sobre el pasto radiante,
aleteando apenas.

Qué nada fuiste,


para mutar así tan pronto
en una imagen, un olor—
Estás en todas partes, fuente
de sabiduría y de tormento.

Confesión

Decir que no tengo miedo-- 


no sería cierto.
Le tengo miedo a la enfermedad, a la humillación.
Tengo mis sueños, como todos,
pero aprendí a esconderlos
para protegerme
de la consumación: toda felicidad
atrae la ira de las Parcas.
Son hermanas, salvajes -- 
al fin y al cabo no tienen
ninguna otra emoción más que la envidia.

Medianoche

Hablame, corazón dolorido: ¿qué


tarea ridícula estás inventándote
en la oscuridad de la cochera llorando
con la bolsa de basura? Tu trabajo no es 
sacar la basura, tu trabajo es vaciar
el lavavajillas. Estás exhibiéndote
otra vez,
como hacías en la infancia –¿Adónde está
tu costado deportivo, tu famoso 
distanciamiento irónico? Un rayito de luna golpea
la ventana rota, un rayito de luna de verano,
los murmullos
tiernos de la tierra con sus dulzores
listos--
¿Esta es manera de comunicarte
con tu marido, no responder
cuando te llama, o así se comporta  
el corazón cuando está triste: quiere que lo dejen
solo con la basura? En lugar tuyo,
sería precavida. Después de quince años,
su voz podría estar cansándose; y cualquier noche
si no le contestás, lo va a hacer alguien más.

Nostos

Había un manzano en el patio --


esto habrá sido
hace cuarenta años -- y atrás,
solamente praderas. Montones 
de crocus en el pasto mojado.
Yo me paraba al lado de esa ventana:
fines de abril. Flores
de primavera en el patio del vecino.
¿Cuántas veces el árbol floreció 
de veras para mi cumpleaños,
el día exacto, ni antes
ni después? La sustitución
de lo inmutable
por lo que cambia, por lo que evoluciona.
La sustitución de la imagen
por la tierra implacable. ¿Qué
es lo que sé de este lugar?
El papel de ese árbol confundido por
décadas con un bonsai, las voces
que suben desde las canchas de tenis –
Los campos. El olor a pasto crecido, recién cortado.
Lo que se espera de un poeta lírico.
Miramos el mundo una sola vez, en la infancia.
El resto es memoria.

Epílogo

Leyendo lo que acabo de escribir, ahora creo


que paré de golpe, de modo que mi historia parece haberse
distorsionado un poco, al terminar como lo hace, no abruptamente
pero sí en una especie de niebla artificial como la que 
rocían sobre los escenarios para un cambio de set difícil.

¿Por qué paré? Algún instinto 


distinguió una forma, y la artista que hay en mí
intervino como para parar el tráfico?

Una forma. O destino, como dice el poeta,


vislumbrado hace mucho en esas pocas horas—

Alguna vez debí haber pensado así.


Y todavía me disgusta el término
que me parece una muleta, una fase,
la adolescencia de la mente, quizás—

Así y todo, era un término que con frecuencia 


yo misma usaba para explicar mis fallas.
Destino, suerte, cuyos designios y avisos
ahora me parecen nada más
que simetrías locales, chucherías 
metonímicas dentro de la gran confusión—

Caos fue lo que vi.


Mi pincel se heló --no pude pintarlo.

Oscuridad, silencio: ese era el sentimiento.

¿Y cómo lo llamamos?
Una “crisis de la visión”, que creí en correspondencia
con el árbol que enfrentaron mis padres,

pero mientras a ellos los empujaron


contra el obstáculo,
yo me replegué o huí.

La niebla cubrió el escenario (de mi vida).


Los personajes fueron y vinieron, cambiaron de vestuario,
mi mano del pincel se movió de un lado para el otro
lejos del lienzo,
de un lado para el otro, como un limpiaparabrisas.

Seguro esto era el desierto, la noche oscura.


(En realidad, una calle de Londres atestada,
con los turistas haciendo flamear sus mapas coloridos).

Uno dice una palabra: Yo


De ahí fluían
las grandes formas—

Respiré hondo. Y llegó a mí


la persona que dibujaba ese aliento
no era la persona de mi historia, su mano infantil
empuñaba decidida el crayon—

¿Era yo esa persona? Un chico pero también


un explorador para el que el camino de pronto es claro, para el que
la vegetación se abre—

Y de ahí en más, ya no explorada por la vista, esa soledad 


exaltada que tal vez Kant experimentó
en su camino a los puentes—
(Compartimos un cumpleaños).

Afuera, a fines de enero, las calles de fiesta 


estaban orladas con luces de navidad exánimes.
Una mujer se apoyó en el hombro de su amante
y cantó Jacques Brel con su soprano agudo—

¡Bravo! La puerta está cerrada.


Ahora no se escapa nada, nada entra—

Yo no me había movido. Sentí el desierto


que se extendía delante, estirándose (me parece ahora)
para todos lados, cambiando mientras hablo,

de manera que yo estaba constantemente


cara a cara con la blancura, esa
hija adoptiva de lo sublime
que, resulta, 
fue a la vez mi sujeto y mi medio.

¿Qué hubiera dicho mi gemelo, mis pensamientos 


lo habrían alcanzado?

Quizás hubiera dicho


que en mi caso no hubo ningún obstáculo (por amor al debate)
después de lo cual me hubiera 
remitido a la religión, el cementerio donde
se responden las preguntas de la fe.

La niebla se había despejado. Los lienzos vacíos


se habían volteado hacia dentro de cara a la pared.

El gatito está muerto (así decía la canción)

¿Voy a resucitar de entre los muertos?, pregunta el espíritu.


El sol dice que sí.
Y el desierto responde:
Tu voz es arena dispersa en el viento.

Aniversario

Bueno, noviembre volvió a golpear a París.


El Times registra una temperatura media
de treinta y ocho. Apiñados alrededor de la Magdalena, 
los floristas se esconden del futuro
con la nariz rigurosamente inmersa 
en rosas rancias. O eso es lo que me acuerdo.
Increíblemente, la semana pasada
fue veintiuno. Y después de todo mis afectos 
resultaron flexibles: oh, Stephen, ahora ya estaríamos 
casados. Todavía tengo nuestra
vajilla, aunque algo se rompió, y parte de la ropa blanca
pero la primera vez en meses que de veras pensé 
en vos fue esta noche cuando con el tenedor

en el aire decía cómo amé Nueva York.

Las migraciones nocturnas

Este es el momento en el que volvés a ver


las bayas rojas de la ceniza de la montaña
y en el cielo oscuro
las migraciones nocturnas de los pájaros

Me duele  pensar
que los muertos no van a verlas—
que estas cosas de las que dependemos,
desaparecen.

¿Entonces qué va a hacer el alma para consolarse?


Me digo a mí misma que tal vez ya 
no va a necesitar más estos placeres;
que tal vez simplemente con no ser sea suficiente,
así de difícil es imaginarlo.
EL ESPEJO

Mirándote ante el espejo me pregunto

qué se sentirá ser tan hermoso

y por qué en vez de amarte a ti mismo

te cortas, rasurándote como un ciego. Creo que me permites observar

de manera que puedas volverte contra ti mismo

con mayor violencia,

necesitado de mostrarme cómo rasgas la carne

desdeñosamente y sin titubeos,

hasta que te veo correctamente,

como un hombre herido, no

el reflejo que deseo.

 .

EL LÍMITE

Una y otra vez, una y otra vez, ato

mi corazón a la cabecera de la cama

mientras mis acolchonados lamentos

se endurecen contra su mano. Está aburrido,

me doy cuenta. ¿Acaso no me trago sus engaños,

no pongo sus flores en agua? Lo miro cortar los trozos de carne


sobre el encaje de mamá,

distribuir magras porciones piadosamente… Puedo sentir sus muslos

contra mí por amor a los niños.

¿La recompensa? Por las mañanas, destrozada

por esta casa, lo miro tostar su pan

y probar su café, evadiéndose.

Las sobras son mi desayuno.

.La traducción corre a cargo de David Ruano González.

.Todos los Santos

 Incluso ahora este paisaje se está armando.

Las colinas se oscurecen. Los bueyes

duermen en su yugo azul,

los campos han sido

despojados, las pacas

unidas de manera uniforme y apiladas al borde del camino

entre plantas de potentilla, mientras la luna endentada se eleva.

Esta es la aridez

de la cosecha y la pestilencia.
Y la esposa reclinada sobre la ventana

con su mano extendida, como en día de paga,

y las semillas

distintas, doradas, llamando

Ven acá

Ven acá, pequeño

Y el alma se arrastra saliendo del árbol.

Gretel en la oscuridad

Este es el mundo que deseábamos.

Todos los que querían vernos muertos

están muertos. Escucho el llanto de la bruja

quebrarse bajo la luz de la luna a través de una pared

de azúcar: las recompensas de Dios.

Su lengua marchitándose hasta convertirse en gas…

Ahora, lejos de los brazos de la mujer


y la memoria de la mujer, en la cabaña de nuestro padre

dormimos, nunca tenemos hambre.

¿Por qué no lo olvido?

Mi padre tapia la puerta, tapias de daño

de esta casa, de esto ya tiene años.

Nadie lo recuerda. Incluso tú, mi hermano,

en las tardes de verano me ves como si

quisieras irte,

como si nunca hubiera pasado.

Pero yo maté por ti. Veo abetos armados,

las agujas de ese horno resplandeciente—

En las noches me volteo para que me abraces

pero no estás ahí

¿Estoy sola? Espías

silban en la quietud, Hansel,

todavía estamos ahí y es real, real,

ese bosque oscuro y el fuego en serio.


Poema perteneciente a la antología de poesía contemporánea en inglés publicada en
Oculta Lit y editada por Rebeca Gualberto.
 

MEDIANOCHE

Por fin la noche me rodeó;


floté en ella, quizás dentro de ella,
o me llevó como un río lleva
a un bote, y al mismo tiempo
se revolvió sobre mí,
plena de estrellas, pero, aun así, oscura.
Estos eran los momentos por los que vivía.
Fui, me sentí, misteriosamente elevado sobre el mundo
y como esa acción fue, al fin, imposible
hizo que el pensamiento no solo fuese posible sino ilimitado.
No tuvo fin. Sentí que no
tenía que hacer nada. Todo
se haría por mí, o para mí
y si no se hacía, no era
indispensable.
Estaba en mi terraza.
Con la mano derecha sostenía un vaso de whisky
en el cual dos hielos se derretían.
El silencio había entrado en mí.
Fue como aquella noche, y mis recuerdos…fueron como las estrellas
porque estaban fijos, aunque claro
si uno pudiera verlas como lo hacen los astrónomos
uno vería que son fuego sin fin, como el fuego del infierno.
Coloqué el vaso en la barandilla de hierro.
Abajo, el río destellaba. Como dije,
todo brillaba… las estrellas, las luces del puente, los importantes
edificios iluminados que parecían detenerse en el río
y luego continuar, el trabajo del hombre
interrumpido por la naturaleza. Ocasionalmente veía
a los botes recreativos nocturnos; y como esa noche hacía calor,
todavía estaban repletos.
Esta era la gran excursión de mi niñez.
El corto trayecto en tren para terminar en una tarde de té en el río,
después lo que mi tía llamaba nuestro paseo,
después el mismo bote que iba de un lado para otro sobre el agua oscura…
Las monedas de la mano de mi tía pasaban hacia las manos del capitán.
Me daban mi billete, cada vez un número nuevo.
Después el bote entraba en la corriente.
Sostenía de la mano a mi hermano.
Mirábamos los monumentos pasando uno tras otro
siempre en el mismo orden
de manera que avanzábamos al futuro
mientras experimentábamos recurrencias perpetuas.
El bote viajaba a lo largo del río y regresaba de nuevo.
Se movía a través del tiempo y después
a través de una reversión del tiempo, a pesar de que nuestro rumbo
siempre era hacia adelante, la proa abría
continuamente, un camino en el agua.
Era como una ceremonia religiosa
en la cual la congregación quedaba
expectante, contemplando,
y eso era de lo que se trataba, de la contemplación.
La ciudad yéndose a la deriva,
una mitad por el lado derecho, la otra por el izquierdo.
Mirad qué hermosa es la ciudad,
nos solía decir mi tía. Porque
estaba iluminada, espero. O quizás porque
alguien lo había dicho en el folleto impreso.
Después cogíamos el último tren.
A veces me dormía, incluso mi hermano se dormía.
Éramos niños del campo, no estábamos acostumbrados a esta intensidad.
Estáis agotados, chicos, decía mi tía,
como si toda nuestra niñez tuviera
una exhausta naturaleza.
Fuera del tren, el búho ululaba.
Qué cansados estábamos cuando llegábamos a casa.
Yo me acostaba con los calcetines puestos.
La noche era muy oscura.
La luna salió.
Vi la mano de mi tía sujetando la barandilla.
Con gran emoción, aplaudiendo y vitoreando,
los otros subieron a la cubierta superior
para ver a la tierra desaparecer dentro del océano…
 

El espino

Al lado tuyo, pero no


de tu mano: así te miro
andar por el jardín
de verano: las cosas
que no pueden moverse
aprenden a mirar. No necesito
perseguirte a través
del jardín; en cualquier parte
los humanos dejan
señal de lo que sienten, flores
esparcidas en el polvo del camino, todas
blancas y doradas, algunas
levemente alzadas
por el viento de la tarde. No necesito
seguirte adonde estás ahora,
hundido en la ponzoña de este campo, para
saber la causa de tu huida, de tu humana
pasión, de tu rabia: ¿por qué otra cosa
dejarías caer todo aquello
que has acumulado?
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos

El iris salvaje

Al final del sufrimiento


me esperaba una puerta.

Escúchame bien: lo que llamas muerte


lo recuerdo.

Allá arriba, ruidos, ramas de un pino vacilante.


Y luego nada. El débil sol
temblando sobre la seca superficie.

Terrible sobrevivir
como conciencia,
sepultada en tierra oscura.

Luego todo se acaba: aquello que temías,


ser un alma y no poder hablar,
termina abruptamente. La tierra rígida
se inclina un poco, y lo que tomé por aves
se hunde como flechas en bajos arbustos.

Tú que no recuerdas
el paso de otro mundo, te digo
podría volver a hablar: lo que vuelve
del olvido vuelve
para encontrar una voz:
del centro de mi vida brotó
un fresco manantial, sombras azules
y profundas en celeste aguamarina.
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos

Escila
No yo, tonta, no yo sino nosotras, nosotras: olas
azules y celestes como
una crítica al cielo: ¿por qué
atesoras tu voz
si ser algo es lo que sigue
a no ser nada?
¿por qué alzas los ojos?, ¿para oír
algo así como un eco de la voz
de dios? Sois todos iguales:
solitarios, de pie sobre nosotras, planificando
vuestras vidas absurdas; vais
donde se os manda, como todas las cosas,
donde el viento os plante, unos y otros
mirando siempre
hacia abajo, viendo alguna imagen
del agua y escuchando qué: olas,
y sobre las olas, pájaros cantando.
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos

Lamium

Así se vive cuando tienes un corazón helado.


Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.

El sol apenas me alcanza.


A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.

No todos necesitan de la luz


en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.

Pero esto ya lo sabes.


Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos

Maitines
Perdóname si digo que te amo: a los poderosos
se les engaña siempre, los débiles
son siempre manejados por el miedo. No puedo amar
lo que no puedo concebir, y tú no revelas
virtualmente nada: ¿acaso te asemejas al espino,
siempre la misma cosa en el mismo lugar,
o a la dedalera inconsistente, que brota primero
como espiga rosada en la ladera, junto a las margaritas,
y al año siguiente es púrpura en el rosedal? Ya ves
lo inútil que es este silencio que promueve en nosotros la creencia
en que tú puedes ser todas las cosas, la dedalera y el espino, la vulnerable
rosa, la terca margarita; nada nos queda sino pensar
que no podrías existir. ¿Es eso lo que quieres
que pensemos? , ¿lo que explica el silencio esta mañana,
los grillos cuyas alas no se frotan, los gatos
que en el patio no pelean?
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos

Maitines 2
Ocurre contigo que eres como los abedules:
no debo hablarte
de modo personal. Muchas
cosas han pasado entre nosotros. ¿O
sólo me ocurrieron a mí? Me
siento culpable, culpable, te pedí
humanidad; no soy más menesterosa
que los otros. Pero la ausencia
de todo sentimiento, de la menor
preocupación por mí... También podría
dirigirme a los abedules
como en mi vida anterior: dejemos
que lo hagan del peor modo, déjales
que me entierren con los románticos,
que sus hojas amarillas y afiladas
caigan sobre mí
y me cubran.
De "Iris salvaje"
Versión de EduardoChirinos

Maitines 4

¿Qué es mi corazón para ti


si debes romperlo una y otra vez
como el sembrador que pone a prueba
sus nuevas especies? Experimenta
algo más: cómo puedo vivir
en las colonias, como a ti te gusta, si me impones
una cuarentena de dolor, apartándome
de los miembros saludables de
mi propia tribu: eso no se hace
en un jardín, apartar
la rosa enferma; permítele ondear sus sociables
e infectadas hojas
de cara a las demás, que los minúsculos áfidos
brinquen de planta en planta, probando de nuevo
que soy la más inane de tus criaturas, la que sigue
al floreciente áfido y al rosal trepador. Padre,
como agente de mi soledad, alivia
al menos mi culpa, levanta
el estigma del aislamiento; a menos
que sea tu designio fortalecerme
otra vez, como fui
fuerte y plena en mi infancia equivocada,
bajo la leve luz
del corazón de mi madre,
o en el sueño,
el primer ser que nunca moriría.
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos
   
Malahierba

Algo
llega al mundo sin ser bienvenido
y llama al desorden, al desorden.

Si tanto me odias
no te molestes en buscar
un nombre para mí: ¿necesitas
acaso un desdoro más
en tu lenguaje, otra
manera de culpar
a la tribu por todo?

Ambos lo sabemos,
si adoras a un dios, necesitas
sólo un enemigo.

Yo no soy el enemigo.
Sólo soy una treta para ignorar
lo que ves que sucede
aquí mismo en esta cama,
un pequeño paradigma
del fracaso. Una de tus preciosas flores
muere aquí casi a diario
y no podrás descansar
hasta enfrentarte a la causa, es decir,
a todo lo que queda,
a todo aquello que es más fuerte
que tu pasión personal.

No estaba escrito
permanecer para siempre en este mundo.
Pero por qué admitirlo, si puedes seguir
haciendo lo de siempre,
lamentándote y culpando,
las dos cosas a la vez.

No necesito que me alabes


para sobrevivir. Llegué aquí primero,
antes que tú, antes
de que sembraras un jardín.
y estaré aquí cuando el sol y la luna
se hayan ido, y el mar, y el campo extenso.

Y yo conformaré el campo.
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos

Nieve de primavera

Mira el cielo nocturno:


en mí poseo dos personas, dos clases de poder.

Estoy aquí contigo, en la ventana,


observando tu reacción. Ayer
la luna se alzó sobre la tierra mojada del jardín.
Hoy la tierra brilla igual que la luna,
como materia muerta, encostrada de luz.

Ahora puedes ya cerrar los ojos.


He escuchado tus llantos, también
los llantos anteriores a los tuyos,
y he sido sensible a sus demandas.
Te mostré lo que querías:
no la convicción sino el sometimiento
a la autoridad, que descansa en la violencia.
De "Iris salvaje"
Versión de Eduardo Chirinos

Paisaje aborigen

Estás interviniendo a tu padre, mi madre dijo:


y de hecho estaba parado exactamente en el centro
de un lecho de hierba, cortado tan bien que podría haber sido
la tumba de mi padre, aunque no había ninguna piedra que lo dijera.

Estás pisando a tu padre, ella repitió,


más fuerte esta vez, que comenzó a ser extraño para mí,
ya que ella misma estaba muerta; incluso el doctor lo había admitido.

Me moví ligeramente hacia un lado, hacia donde


mi padre terminó y mi madre comenzó.
El cementerio estaba en silencio. El viento soplaba entre los árboles;
Pude oír, muy débilmente, sonidos de llanto a varias filas de distancia,
y más allá de eso, un perro llorando. 

Por fin, estos sonidos disminuyeron. Se me pasó por la cabeza


No tenía memoria de haber sido conducido aquí,
a lo que ahora parecía un cementerio, aunque podría haber sido
un cementerio solo en mi mente; tal vez era un parque, o si no un parque,
un jardín o enramada, perfumado, ahora me di cuenta, con el aroma de las rosas  - 
douceur de vivre llenando el aire, la dulzura de la vida,
como dice el dicho. En algún momento,

se me ocurrió que estaba solo.


Donde se habían ido los otros,
mis primos y mi hermana, Caitlin y Abigail?

Por ahora la luz se estaba desvaneciendo. Dónde estaba el auto


esperando para llevarnos a casa?

Luego comencé a buscar alguna alternativa. me sentí


una impaciencia creciendo en mí, acercándome, diría yo, a la ansiedad.
Finalmente, en la distancia, distinguí un pequeño tren,
se detuvo, al parecer, detrás de un follaje, el conductor
deteniéndose contra el marco de una puerta, fumando un cigarrillo.

No me olvides, lloré, corriendo ahora


sobre muchas parcelas, muchas madres y padres  -

No me olvides, lloré, cuando por fin lo alcancé.


Señora, dijo, señalando las pistas,
seguramente te das cuenta de que este es el final, las pistas no van más allá.
Sus palabras fueron duras, y sin embargo, sus ojos eran amables;
esto me animó a presionar mi caso más duro.
Pero vuelven, dije, y comenté
su robustez, como si tuvieran muchos de esos retornos por delante de ellos.

Ya sabes, dijo, nuestro trabajo es difícil: nos enfrentamos


mucha tristeza y desilusión
Él me miró con creciente franqueza.
Una vez fui como tú, agregó, enamorado de la turbulencia.

Ahora hablé como a un viejo amigo:


¿Y tú? Dije, ya que era libre de irse,
no deseas ir a casa,
para ver la ciudad de nuevo?

Este es mi hogar, dijo.


La ciudad  -  la ciudad es donde desaparezco.

Un mito de la devoción
Cuando Hades decidió que amaba a esta chica
, construyó para ella un duplicado de tierra,
todo igual, hasta el prado,
pero con una cama añadida.

Todo igual, incluida la luz del sol,


porque a una joven le resultaría difícil
ir tan rápido de la luz brillante a la oscuridad absoluta.

Gradualmente, pensó, presentaría la noche,


primero como sombras de hojas que revoloteaban.
Entonces la luna, luego las estrellas. Entonces no hay luna, no hay estrellas.
Permita que Persephone se acostumbre lentamente.
Al final, pensó, lo encontraría reconfortante.

Una réplica de la tierra,


excepto que había amor aquí.
¿No todos quieren amor?

Esperó muchos años,


construyendo un mundo, mirando
Perséfone en el prado.
Perséfone, un fundidor, un catador.
Si tienes un apetito, pensó, los
tienes a todos.

¿No todos quieren sentir en la noche


el amado cuerpo, la brújula, la estrella polar,
para escuchar la respiración tranquila que dice
que estoy vivo, eso significa también
que estás vivo, porque me escuchas,
estás aquí conmigo? Y cuando uno se da vuelta,
el otro se da vuelta ...

Eso es lo que siente, el señor de la oscuridad,


mirando el mundo que ha
construido para Perséfone. Nunca se le pasó por la cabeza
que aquí no oliera más, que
ciertamente ya no comiera.

¿Culpa? ¿Terror? El miedo al amor?


Estas cosas que él no podría imaginar;
ningún amante los imagina.

Él sueña, se pregunta cómo llamar a este lugar.


Primero piensa: El Nuevo Infierno. Entonces: el jardín.
Al final, él decide
llamarla Girlhood de Persephone.

Una suave luz que se eleva sobre el nivel del prado,


detrás de la cama. Él la toma en sus brazos.
Él quiere decir que te amo, nada puede hacerte daño,

pero él piensa que


esto es una mentira, por lo que dice que al final
estás muerto, nada puede herirte, lo
que le parece
un comienzo más prometedor, más cierto. 

Un jardín de verano
Hace varias semanas, descubrí una fotografía de mi madre
sentada al sol, con la cara sonrojada como si hubiera sido un logro o un triunfo.
El sol brillaba. Los perros
dormían a sus pies donde el tiempo también dormía,
tranquilo e inmóvil como en todas las fotografías.

Limpié el polvo de la cara de mi madre.


De hecho, el polvo cubría todo; me pareció la persistente
bruma de la nostalgia que protege todas las reliquias de la infancia.
En el fondo, una variedad de muebles de parques, árboles y arbustos.

El sol se movió más bajo en el cielo, las sombras se alargaron y se oscurecieron.


Cuanto más polvo eliminé, más crecieron estas sombras.
El verano llegó. Los niños
se inclinó sobre el borde rosa, sus sombras se
fusionaron con las sombras de las rosas.

Una palabra vino a mi cabeza, refiriéndome


a estos cambios y cambios, estos borrones
que ahora eran obvios

, aparecieron y desaparecieron rápidamente.


¿Fue la ceguera o la oscuridad, el peligro, la confusión?

Llegó el verano, luego el otoño. Las hojas girando,


los niños puntos brillantes en un puré de bronce y siena.

Cuando me recuperé un poco de estos eventos,


reemplacé la fotografía como la había encontrado
entre las páginas de un libro en rústica antiguo,
muchas partes de las cuales habían sido
anotadas en los márgenes, a veces en palabras pero con mayor frecuencia
en preguntas espirituales y exclamaciones que
significan "Acepto" o "No estoy seguro, desconcertado-"

La tinta se desvaneció. Aquí y allá no podía decir


qué pensamientos le ocurrían al lector,
pero a través de las manchas de hematoma podía percibir la
urgencia, como si las lágrimas hubieran caído.

Yo sostuve el libro por un rato.


Era Death in Venice (en traducción):
había anotado la página en el caso, como Freud creía,
nada es un accidente.

Por lo tanto, la pequeña fotografía


fue enterrada nuevamente, ya que el pasado está enterrado en el futuro.
En el margen había dos palabras,
unidas por una flecha: "esterilidad" y, al final de la página, "olvido" -

"y le parecía el pálido y hermoso


el invocador le sonrió y le hizo señas ... "

Qué silencioso es el jardín,


ninguna brisa agita la cereza de cornalina.
Ha llegado el verano.
Qué tranquila es
ahora que la vida ha triunfado. Los ásperos

pilares de los sicómoros


sostienen los
estantes inmóviles. del follaje,

el césped bajo
exuberante, iridiscente ...

Y en el medio del cielo,


el dios inmodesto.

Las cosas son, dice él. Lo son, no cambian, la


respuesta no cambia, lo

silencioso que es, el escenario


como así como la audiencia, parece que
respirar es una intrusión.

Debe estar muy cerca,


la hierba no tiene sombras

Qué tranquilo es, qué silencioso,


como una tarde en Pompeya.

Beatrice llevó a los niños al parque en Cedarhurst.


El sol brillaba. Los aviones
pasaban de un lado a otro por encima de la cabeza, pacíficos porque la guerra había
terminado.

Era el mundo de su imaginación: lo


verdadero y lo falso no tenían importancia.

Recién pulido y brillante,


ese era el mundo. El polvo
aún no había estallado en la superficie de las cosas.

Los aviones pasaban de ida y vuelta, rumbo


a Roma y París: no podrías llegar allí a
menos que volaras sobre el parque. Todo
debe pasar, nada puede detener-

Los niños se tomaron de las manos, inclinándose


para oler las rosas.
Eran cinco y siete.

Infinito, infinito, esa


era su percepción del tiempo.

Ella se sentó en un banco, algo escondida por los robles.


Muy lejos, el miedo se acercaba y se marchaba;
desde la estación de tren llegó el sonido que hizo.

El cielo era rosado y naranja, más viejo porque el día había terminado.

No había viento. El día de verano


proyecta sombras de roble en la hierba verde. 

POEMA DE AMOR (LOUISE GLÜCK)Semejanza final

La  última vez  que vi a mi padre  ambos hicimos lo mismo.


El estaba parado en la puerta de su habitación,
esperando que yo acabase de hablar por teléfono.
Que él no estuviera pendiente a su reloj
era una señal de que quería conversar.

Conversar para nosotros siempre significó lo mismo.


El decía algunas palabras, yo decía unas de vuelta.   
Y en eso consistía. 

Casi terminaba agosto, hacía mucho calor, mucha humedad.


Al lado los trabajadores arrojaban gravilla fresca  en la marquesina.

Mi padre y yo evitábamos estar solos;


No lográbamos conectarnos, hablar por hablar.
Era como si no existieran
otras posibilidades.
Así que esta era especial: cuando un hombre se esta muriendo,
hay de que hablar.    

Debe haber sido temprano en la mañana. De un lado a otro de la calle


los aspersores empezaron a funcionar. El camión del jardinero
apareció al final de la cuadra
hasta que se detuvo para estacionarse.

Mi padre quería contarme cómo era eso de morirse.


Dijo que no estaba sufriendo.
Dijo que se había quedado esperando el dolor, aguardando, pero nunca vino.
Lo único que sentía era una especie de debilidad.
Le dije lo mucho que me alegraba, que me parecía que tenía suerte.  
Algunos de los maridos se subían a sus carros para ir al trabajo.
No gente que conociéramos. Nuevas familias,
familias con niños pequeños.
Las amas de casa se paraban en la marquesina,  gritando o haciendo ademanes. 

Nos dijimos adiós como acostumbrábamos,


Sin abrazarnos, nada dramático.
Cuando el taxi vino, mis padres lo observaron desde la entrada,
Agarrados de las manos, mi mamá tirando besos como suele hacer,
ya que le molesta cuando una mano no se  está usando.
Pero por primera vez, mi padre no sólo se quedó parado ahí.
Esta vez saludó. 

Eso mismo hice yo en la puerta del taxi.


Como él, saludé para esconder el temblor de mi mano.

  
 Confesión

Mentiría si digo que no tengo miedo.


Le temo  a la enfermedad, a la humillación.
Como todo el mundo tengo mis sueños.
Pero he aprendido a esconderlos,
a cuidarme a mí misma
de la plenitud: cualquier felicidad
atrae a las Furias del Destino.
Son hermanas, salvajes.
No poseen ningún tipo de emoción,
sólo envidia.

Fantasía 

Les voy a contar algo: la gente muere


a diario. Y eso es sólo el principio.
Cada día las funerarias están dando a luz
nuevas viudas, nuevos huérfanos.
Sentados con las manos juntas,
tratan de dilucidar esta nueva vida.

Luego están en el cementerio, algunos


por primera vez. Tienen miedo de llorar,
algunas veces de no llorar. Alguien se aproxima,
les explica lo que deben hacer ahora,
que podría ser dar un breve discurso
o arrojar tierra a la tumba abierta.

Y tras esto, cada uno retorna a la casa


que está de repente llena de visitantes.
Imponente, la viuda se sienta en el sillón,
por lo que la gente se le va acercando en fila,
en ocasiones toman su mano, en ocasiones la abrazan.
Ella tiene palabras para todos,
les agradece, les agradece su presencia.

Aunque en su fuero interno quiere que se larguen.


Quiere estar de vuelta en el cementerio,
de vuelta en el lecho del enfermo, en el hospital.
Ella sabe que es imposible. Pero su deseo de retroceder,
es su única esperanza. Y sólo un poquito,
no hasta llegar al matrimonio o al primer beso.

Santas

En nuestra familia había dos santas,


Mi tía y mi abuela.
Pero sus vidas  fueron distintas.

Mi abuela era tranquila, incluso al final de su vida.


Ella era como una persona andando en aguas  calmadas;
Por alguna razón
El mar no se atrevía a hacerle daño.
Cuando mi tía tomó el mismo camino,
las olas rompieron contra ella, la atacaron,
que es la forma en que El Destino
le responde a quienes tienen una
verdadera naturaleza espiritual.

Mi abuela fue cuidadosa, conservadora:


de ese modo ella evitó el sufrimiento.
Mi tía no escapó de nada:  
cada vez que el mar se retiraba,
alguien que ella amaba era arrastrado lejos.

Aún así, ella no experimentó


el mar como algo maligno. Para ella, era lo que era:
tan pronto tocaba la orilla se volvía violento. 

Amor perdido 

Mi hermana pasó gran parte de su vida en la  tierra.


Ella nació, ella murió.
En el medio,
ninguna mirada de atención, ninguna oración.

Ella hizo lo que lo bebés hacen,


lloró. Pero no quería que la alimenten.
Aun así, mi madre la abrazaba, intentando cambiar
primero su destino, luego la historia.

Algo cambió: cuando mi hermana murió,


el corazón de mi madre se volvió
muy frío, muy rígido,
como un pequeñito pendiente de acero.

Entonces me parecía que el cuerpo


de mi hermana era un imán. Podía sentir cómo
acercaba el corazón de mi mamá a  la tierra,
para que creciera.  

Una novela

Nadie podría escribir una novela sobre esta familia;


los personajes son muy similares. Además, todos son mujeres;
había solamente un héroe.

Ahora el héroe está muerto. Como los ecos, las mujeres duran más;
son tan fuertes por su propio bien.

De ahora en adelante, nada cambia:


no hay trama sin un héroe.
En esta casa, cuando hablas de una trama 
te refieres a una historia de amor.

Las mujeres no pueden dejar de moverse.


Ah, ellas se visten, ellas comen, ellas cuidan su apariencia.
Pero no hay acción, no hay un desarrollo de los personajes.

Están todos abocados a suprimir


la crítica del héroe. El problema es
su debilidad; su escena precisa; 
cuál es su función pero no su naturaleza.

Quizás eso explica porque su muerte no fue tan conmovedora.


Primero él preside la mesa,
donde su poder patriarcal es más necesitado.
Luego se muere, unos metros más allá, su mujer sosteniendo un espejo debajo de sus
narices.

Es asombroso cómo se mantienen ocupadas estas mujeres: 


la mujer y sus dos hijas.
Poniendo la mesa, recogiendo los platos.
Cada corazón atravesado por una espada.  

Día del trabajo 

Hace exactamente un año de la muerte de mi padre.


El año pasado hacía calor. En el funeral, la gente habló sobre el 
         clima.
Cuanto calor hacía para septiembre. Que fuera de temporada.

Este año hace frío.


Ahora sólo estamos nosotros; la familia inmediata.
En el lecho de flores,
trozos de bronce, de cobre.

Enfrente, la hija de mi hermana monta su bicicleta


de un extremo a otro de la acera, 
así como lo hizo el año pasado. Su deseo
es que el tiempo pase.

Mientras para el resto de nosotras


una vida completa no es nada.
Un día, eres aquel rubio que le falta un diente;
al siguiente, un viejo que se queda sin aire.
Viene siendo nada, en realidad, apenas
un instante en la tierra.
No una frase, sino un aliento,
una cesura.

(Traducción Frank Báez) 

Un mito sobre la devoción

Cuando Hades se enamoró de esta muchacha,


le construyó un duplicado de la tierra.
Todo igual, hasta un prado,
pero con una cama.

Todo igual, incluso el sol,


porque sería difícil para una joven
ir de la luz a la completa oscuridad.

Paso a paso, pensó, le ofrecería la noche,


primero como sombras de hojas agitadas.
Luego la luna, las estrellas. Después ninguna.
Que Perséfone se acostumbre poco a poco.
Al final, pensó, se sentirá a gusto.

Una réplica de la tierra,


excepto que en esta había amor.
¿No todos quieren amor?

Esperó muchos años,


construyendo un mundo, observando
a Perséfone en el prado.
Perséfone, la que olfatea y prueba,
si tenés un apetito, pensó,
los tenés todos.

¿No quiere todo mundo sentir en la noche


el cuerpo amado —estrella polar, brújula—,
escuchar el suave aliento que dice
“estoy vivo”, que también significa
que estás vivo, porque me oís
y estás aquí conmigo. Y cuando uno se da vuelta
el otro también se da vuelta?

Eso fue lo que sintió el señor de la oscuridad,


viendo el mundo que había
construido para Perséfone. Jamás se le ocurrió
que aquí no habría nada para olfatear;
sin duda, tampoco para comer.

¿Culpa? ¿Espanto? ¿Miedo al amor?


No podía imaginar estas cosas.
Ningún enamorado las imagina.

Él soñaba; se preguntaba cómo nombrar este lugar.


Primero pensó: El Nuevo Infierno. Luego: El Jardín.
Por último, decidió llamarlo
La Infancia de Perséfone.

Una suave luz se eleva sobre el prado,


tras la cama. Él la toma en sus brazos.
Quiere decirle “Te amo. Nada puede herirte”,

pero cree que


es una mentira, entonces al final le dice:
“Estás muerta. Nada puede herirte”,
que a él le parece
un comienzo más prometedor, más verdadero.

Traducción: Gustavo Solórzano-Alfaro, 2019

La Reina de Cartago

 
Amar es brutal
más brutal es morir
y brutal más allá de los límites de la justicia
morir de amor
 
Al final, Dido
hizo llamar a sus damas de compañía
para presenciar
el tema de depender de Parcas
 
Les dijo: " Eneas llegó hasta mí
sobre el agua resplandeciente;
Pedí a las Parcas
que le permiten a corresponder a mi pasión,
así como brevemente. ¿Qué diferencia hay entre eso
 y el tiempo de una vida?
 
Recibí un gran don
e intento dilatarlo, prolongarlo.
Eneas llegó hasta mí sobre el agua: el principio
me encegueció.
 
Ahora la Reina de Cártago
aceptó el sufrimiento como aceptó el favor:
que las Parcas reparen en nuestra existencia
es, después de todo, una distinción.
 
Uno quizás deba decir, he honrado al hambre
y que por ese nombre, también, se conocen las Parcas.

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